Third Sunday of Lent Tercer Domingo de Cuaresma

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St. Philomena Church
March 08, 2015
Third Sunday of Lent
Today, the 3rd Sunday of Lent, we hear about God’s covenant with His people as they traveled under the leadership of
Moses from slavery in Egypt to the Promised Land. God, for His part of the covenant, promised His people liberty, land,
prosperity and His special care and love. Today’s 1st reading tells us what God expected of them in return. Notice they
are not suggestions or recommendations. They are spoken by one who speaks with authority. Notice that our
obligations to God are placed at the top of the list. Is that because God is in need of our worship? No, it’s just putting
things in perspective. If we value our relationship with God, everything else falls into place. When God is forgotten,
then we have no anchor, no ground on which to base our morality, no one to whom we are accountable. We make up
our own rules; we make ourselves into our own gods. That’s where Adam and Eve got into trouble; they wanted to
make themselves equal to God and make their own rules. That is how they lost the happiness God initially gave them.
Jews came to Jerusalem from all over the world at Passover. The Law required that the animals for sacrifice be perfect
so it was expedient that the great majority of the animals be sold in Jerusalem. With only one place to buy what they
needed, they would get no bargains. Aside from any cheating or dishonesty, there were those who were getting quite
wealthy in the name of God. Jesus told the Jewish leaders who challenged Him for doing what He did: “you have made
the Temple a den of thieves.” Quite possibly He was angry at seeing how poor people coming to worship God were
being ripped off. The gospel gives us another reason too for His anger as they recalled the psalm verse: “Zeal for your
house will consume me.” Obviously He placed worship of God much more highly than most people do. We all know
how easy it is to become careless in our reverence and devotion to our Heavenly Father. Often God gets put in 2nd pace,
or even further down in our list of priorities. It was not that way with Jesus. His Heavenly Father always took 1st place
with Him.
The commandments and the cleansing of the Temple might prompt us today on this 3rd Sunday of Lent to reflect on our
own relationship with God. We call Him Lord. Do our lives show that we believe what we say?
Tercer Domingo de Cuaresma
Hoy, el 3er domingo de Cuaresma, escuchamos acerca de la alianza de Dios con su pueblo, cual viajó bajo el liderazgo de
Moisés de la esclavitud en Egipto a la Tierra Prometida. Dios, por su parte de la alianza, prometió a su pueblo libertad,
terreno, prosperidad y Su cuidado y amor especial. La primera lectura de hoy nos dice lo que Dios esperaba de ellos a cambio.
Note que no son sugerencias o recomendaciones. Son palabras de alguien que habla con autoridad. Observe que nuestras
obligaciones para con Dios se colocan primero en la parte superior de la lista. ¿Eso es porque Dios necesita de nuestra
adoración? No, sólo es poner las cosas en perspectiva. Si valoramos nuestra relación con Dios, todo lo demás cae en su lugar.
Cuando olvidamos a Dios, entonces no tenemos ancla, no hay terreno sobre el cual basar nuestra moralidad, no hay nadie a
quien tenemos que dar cuenta. Hacemos nuestras propias reglas; hacemos a nuestros propios dioses. Ahí es donde Adán y
Eva se metieron en problemas; querían hacerse igual a Dios y hacer sus propias reglas. Así es como perdieron la felicidad que
Dios les dio inicialmente.
Los judíos llegaban a Jerusalén procedentes de todo el mundo en la Pascua. La ley requiere que los animales para el sacrificio
sean perfectos, así que era conveniente que la gran mayoría de los animales se vendieran en Jerusalén. Con sólo un lugar para
comprar lo que necesitaban, no obtendrían rebajas. Aparte de cualquier trampa o deshonestidad, había quienes se hacían
bastante ricos en el nombre de Dios. Jesús les dijo a los líderes judíos que lo desafiaron por hacer lo que hizo: "Han hecho del
templo una cueva de ladrones. " Es muy posible que Él estaba enojado al ver cómo las personas pobres que venían a adorar a
Dios estaban siendo estafados. El evangelio nos da otra razón para su ira al recordar el versículo del salmo: "El celo por tu
casa me consumirá." Obviamente El colocaba la adoración a Dios mucho más alto que la mayoría de la gente. Todos
sabemos lo fácil que es llegar a ser descuidados en nuestra reverencia y devoción a nuestro Padre Celestial. A menudo
ponemos a Dios en segundo plano, o incluso más abajo en nuestra lista de prioridades. No fue así con Jesús. Su Padre
Celestial siempre estuvo en el 1er lugar con Él.
Los mandamientos y la purificación del Templo podrían incitarnos hoy a reflexionar sobre nuestra propia relación con Dios.
Le llamamos Él Señor. ¿Nuestras vidas muestran que creemos lo que decimos?