AGUAS RESIDUALES

NOTA
AGUAS
RESIDUALES
El oro negro del
valle del Mezquital
Foto I Eurico Zimbres.
POR RODRIGO DE ALBA
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Para la fao, las aguas negras son “agua que no tiene valor
inmediato debido a su calidad, cantidad o al momento en
que se dispone de ella. No obstante, las aguas residuales
de un usuario pueden servir de suministro para otro”. Y si
alguien entiende bien esta definición son los agricultores
del Valle del Mezquital, en Hidalgo.
S
orprendente: para un importante número de campesinos, el
auténtico “líquido vital” son las aguas negras que desecha la
Zona Metropolitana del Valle de México —entre 40 000 y hasta
75 000 litros por segundo— y que ellos reciben con gusto. Se
trata de la orina y heces fecales de chilangos (y algunos vecinos
del Estado de México), además de detergentes, metales pesados y grasas; todo mezclado con la valiosísima agua de lluvia
que, como no bebemos, “dejamos correr”. Estas aguas residuales, que de quedarse en el df se convertirían en un problema de
salud pública, han transformado en poco más de 100 años al
árido Valle del Mezquital, en Hidalgo (a apenas 60 kilómetros
de la ciudad), en un vergel, pues al ser ricas en nitrógeno y fósforo, son el detonante de espectaculares cosechas de maíz, frijol,
col, cilantro, rábano, chile verde y alfalfa, entre otras.
Qué tan importantes son estas aguas, que su tenencia o
falta ocasionan fuertes tensiones en la zona, como cuando en
2011, la reducción del volumen de aguas negras por las obras
de mantenimiento del drenaje profundo del df, provocó un
grave conflicto entre agricultores del valle, quienes se disputaban el “oro negro” que les manda la capital. No fue, ni ha sido,
el único estallido.
minuir la contaminación del Sena, río abajo”, explica el doctor
Francisco Peña, investigador del Colegio de San Luis y experto en aguas residuales. “Es decir, como una forma de tratar las
aguas de desecho. Hacia 1872 eran irrigadas de esa manera cerca de 900 hectáreas de tierra circundante a la capital francesa”.
Lo mismo sucedía en Alemania o Inglaterra.
En su ensayo Problemas sociales en la utilización de aguas
residuales urbanas en la agricultura, Peña cuenta también que
ya desde 1886 “las aguas desalojadas por la ciudad de México
se utilizaban para el riego en el valle del río Tula”. Sin embargo, fue con la conclusión del Gran Canal de Desagüe capitalino, obra emblemática del Porfiriato, que las aguas negras
cambiarían el rostro del Mezquital: inaugurado en 1900, el
Gran Canal es un tajo a cielo abierto de 47.5 kilómetros con
el que se buscó frenar las inundaciones que azotaban a la capital,
y de paso sanearla al mandar lejos sus aguas negras. Este canal
se construyó en dirección a Hidalgo porque entonces ofrecía
una buena pendiente para desalojar el agua por gravedad.
En su trayecto al mar, el canal vertía las aguas residuales
en el río Tula, que a su vez atraviesa el Mezquital, donde un
sistema de presas y canales distribuía estas aguas en los campos de cultivo. Además de fertilizar la zona, dicha actividad
permitía que fuera relativamente menor la contaminación que
llegaba al Golfo de México, destino final de un viaje que inició
en algún sanitario capitalino.
A partir de la década de los 30, los países industrializados
abandonaron la práctica del uso de aguas negras en cultivos,
pero el gobierno mexicano, ¿cómo no?, amplió el número de
Lo que uno desecha, otro lo aprovecha
A partir de la segunda mitad del siglo xix fue algo común en
varios países: “En 1868 se inició la practica de regar cultivos
con las aguas desalojadas de París, como una medida para dis-
Aguas negras que
se transforman
en manantiales
En el Valle del Mezquital, la naturaleza brinda un ejemplo más de su poder
de regeneración: los suelos de la región
tienen una capacidad sorprendente
para depurar las aguas negras que le
envía la ciudad de México.
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En el camino que este caudal recorre, ocurre un primer proceso de limpieza natural, en
el que intervienen la degradación biológica,
fotólisis, desorción, oxidación y precipitación.
Luego, al llegar a las presas Requena, Taxhimay
y Endhó, el lirio acuático también absorbe algunos contaminantes. Ahora bien, el líquido
hectáreas; ya en los 40, por decreto de Ávila Camacho, se aumentó el volumen de agua concedido a los agricultores hidalguenses. Si en los 30, eran 12 000 las hectáreas regadas con aguas
negras en el valle, para el año 90 se alcanzaron 90 000, aunque
actualmente la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en su
última medición, dice que se han reducido a 80 000 hectáreas.
Por otra parte, el volumen de estas aguas se incrementó con las
subsecuentes obras de drenaje capitalino, especialmente el Túnel Emisor Central inaugurado en 1975, aún en funcionamiento y que también conduce su contenido al río Tula.
Para entender la fertilidad que las aguas negras trajeron a un
lugar estéril, tomemos el estudio del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (imta), Aguas residuales para riego agrícola en
México, de la M. en C. Olga Xóchitl Cisneros, quien encontró
que en esta región en 2010 se producían 84 toneladas de alfalfa por hectárea, mientras que la media nacional era de apenas
54.90 toneladas. Así, no es extraño que, dice el inegi, hoy 60%
de las tierras de cultivo en Hidalgo se rieguen con aguas negras,
contra un poco más de 39% que usa aguas blancas (la de pozos
y lluvias). Apenas .38% emplea aguas tratadas.
Parecería entonces que mandando las aguas negras capitalinas a Hidalgo todos ganan: medio ambiente, defeños y campesinos (“Nos mandan calabaza y les regresamos calabazotas”,
dice un campesino del lugar en el documental en proyecto Espejo del olvido). Sin embargo…
¡Aguas con las aguas (negras)!
En junio de 1991 se registró en México el primer caso de cólera del siglo xx. La epidemia, que duró cerca de 10 años, llevó
a tomar medidas urgentes; entre éstas, suspender el envío de
aguas negras a las tierras del Mezquital en las que se sembraran
hortalizas, una práctica prohibida en casi todos los países que
usan aguas residuales.
¿Qué fue lo que pasó? Sin duda, el uso de aguas residuales es una buena estrategia para zonas áridas o países que no
pueden darse el lujo de invertir en fertilizantes industriales;
no obstante, y en esto todos los organismos internacionales
coinciden, este método de riego debe hacerse con sumo cuidado para disminuir los riesgos sanitarios que implican usar
almacenado en estos cuerpos, más el que circula por los
canales, la mayoría sin revestimiento, se infiltra en suelos arcillosos y arenosos del valle, donde comienza un
lento sistema de filtración (que se inició hace más de 100
años con la llegada masiva de aguas residuales, y que en
los 80 provocó que en varios municipios el agua saliera a
la superficie en forma de manantiales cristalinos).
La presa
Endhó
Construida en 1957, en un inicio concentró agua
dulce del río Tula, convirtiéndose en un punto
turístico para el estado, pues ahí se practicaban la
pesca y los deportes acuáticos. Pero eso terminó
abruptamente en 1975, cuando comenzó a recibir
las aguas negras del df, lo que provocó uno de los
peores, pero menos documentados, desastres ambientales del país.
Con una superficie de 1 260 hectáreas y capacidad de almacenamiento de 182 millones de metros cúbicos de agua, es el mayor depósito de aguas
residuales a cielo abierto del país; es decir, una
enorme cloaca, que enferma el ambiente y a los pobladores que habitan su rivera. La Endhó es una de
las presas de Hidalgo que concentra las aguas negras para después distribuirlas por los canales de
riego. Paradójicamente, la población ribereña, al
menos 800 familias, no tienen acceso a esta agua,
ni a la “prosperidad” que ha traído a otras áreas
del Mezquital. Esto porque de acuerdo con la Ley
Estatal de Agua y Alcantarillado, como sucede en
todo el país, el gobierno local administra el agua y
otorga las concesiones a los agricultores, quienes
pagan cuotas por el servicio.
Actualmente, está en proceso el documental
Espejo del olvido, de Armando de la Cruz, Andrés
Barrios y Luis Gabriel Urquieta, quienes recogen el
testimonio de los que viven literalmente junto a un
gran lago de excrementos (puedes ver un adelanto
en YouTube).
aguas con altos índices de microorganismos patógenos (como
la salmonella, hepatitis A o cólera). Hay dos reglas por seguir:
tratar primero el agua y regular los cultivos que pueden cosecharse. Así, los cultivos de tallo largo (como el maíz o jitomate)
son indicados, mientras que los que crecen a ras del suelo (como
las lechugas, que además se comen crudas) no deben permitirse.
En el caso de México, la Organización Panamericana de
la Salud, tras analizar estudios realizados desde 1959, encon-
Comparando las aguas negras cuando salen del df con las de estos manantiales, tenemos que, mientras las primeras tienen 245 sólidos mg/l suspendidos,
las segundas presentan 80 mg/l, en cuando a grasas y aceites; estos datos significan que las “nuevas aguas” son aptas para riego y actividades industriales, pero
no es agua potable. Dichos manantiales tienen la misma cantidad de huevos de
helminto (gusanos parásitos) que las aguas recién salidas de la ciudad. No sólo
eso: al ser ricas en oxígeno disuelto, los peces proliferan, pero presentan altos
índices de plomo y mercurio, por lo que no deberían ser consumidos.
mandando las aguas negras
capitalinas a Hidalgo todos ganan:
medio ambiente, defeños y campesinos
(“Nos mandan calabaza y les
regresamos calabazotas”).
tró que: “Con base en los análisis de aguas negras realizados
en la cuenca del valle de México y en la región del Mezquital, en los años 60 se estimaba que los problemas sanitarios derivados del uso de las mismas eran poco relevantes. Asimismo,
se consideraba que la contaminación de aguas subterráneas
por aguas negras no revestía mayor importancia. Pero, a medida que avanzan los años y los estudios, se hace mayor hincapié en los daños que puede ocasionar el uso de aguas residuales en hogares, suelos, cultivos y acuíferos. En los años 80 se
habla ya de la necesidad de realizar investigaciones específicas
sobre el tema y trabajar en el campo del desarrollo tecnológico
para tratar las aguas residuales que se usan en el riego, ya que los
datos epidemiológicos apuntan a que hay una relación directa
entre el consumo de alimentos regados con aguas residuales
y enfermedades infecciosas gastrointestinales”.
Como ha documentado el Programa Agua y Sociedad del
Colegio de San Luis, los primeros en riesgo epidemiológico son
quienes trabajaban en el campo: jornaleros de otros estados de
los que no se hacen censos y que muy probablemente regresan
enfermos a sus comunidades. Les sigue el resto de la población
del Mezquital (700 000 habitantes) y, por último, los consumidores de cultivos riesgosos.
Así, tras el brote de cólera de inicios del año 91, “las autoridades locales, estatales y federales tuvieron que reconocer
simultáneamente varias realidades”, explica el doctor Peña;
“En el Mezquital se cultivaban hortalizas con aguas residuales
sin tratamiento […] el problema adquiría una dimensión mayor porque los campesinos las consideraban fundamentales en
su estrategia productiva. No existía en ese momento un marco jurídico que reglamentara el riego con aguas residuales en
México. Los productores de hortalizas realizaban una práctica
riesgosa para la salud, pero no ilegal. Pese a las vacilaciones,
las autoridades sanitarias impulsaron el decomiso de las cosechas de cultivos prohibidos directamente en las parcelas. Se
trataba de un reto: sancionar un comportamiento que se había
tolerado mucho tiempo”. ¿Cómo reaccionaron los productores?
Pues organizándose para defender su derecho al uso de aguas
negras sin tratar, aun cuando éstas sean peligrosas. Por cierto,
en 2013 se registró un nuevo brote de cólera, y la mayoría de los
contagios ocurrieró en Hidalgo.
El último capítulo de esta compleja relación, es la actual
construcción de la planta tratadora de aguas de Atotonilco, que
será una de las más grandes del mundo, pero que está provocando tensiones. Los agricultores desconfían de la capacidad fertilizante de las aguas, que de negras pasarán a grises, y quieren
hacer valer su derecho al uso de las residuales que por decreto
presidencial tienen… aun cuando esas aguas, de acuerdo con
la Semarnat, no cumplen con la calidad sanitaria que marca la
Norma Oficial Mexicana 001 (lo que precisamente hace urgente
la construcción de la planta).
Un problema, varias aristas
El uso de aguas residuales en los campos hidalguenses plantea
una paradoja: después de poco más de un siglo, una parte de los
implicados reivindica su derecho a ella, pues ha sido la causa de
la prosperidad del valle (misma que no es pareja, pues ni a todos
les llega el agua ni todos pagan lo mismo por ella), mientras que
otra parte de la misma sociedad hidalguense se opone a seguir
recibiendo agua que contamina su entorno. A esto sumemos que
lo que se plantea como una solución no sólo a un problema de
salud, sino como parte medular del Programa de Sustentabilidad
Hídrica de la Cuenca del Valle de México, está convirtiéndose en
fuente de tensión en la región. Y es que, como apunta el doctor
Francisco Peña: “Este campo (el Mezquital) muestra diferentes
tipos de resistencia organizada por grupos sociales locales que
matizan, detienen o modifican las acciones gubernamentales,
poniendo en duda la capacidad del Estado para regular el uso de
aguas de calidad riesgosa para la salud”.
Fuentes: Empleo del agua residual producida en la ciudad de México para el riego agrícola del valle de Tula, sin afectar el medio ambiente, Instituto de Ingeniería,
unam. I Autodepuración de la presa Endhó en Hidalgo, Samir Campos y Ana Laura Nieto (presentado en el 1er. Congreso Estudiantil de Investigación del
Sistema Incorporado, 2013).
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Aguas residuales. El oro negro del valle del Mezquital