NOTA AGUAS RESIDUALES El oro negro del valle del Mezquital Foto I Eurico Zimbres. POR RODRIGO DE ALBA 23 Para la fao, las aguas negras son “agua que no tiene valor inmediato debido a su calidad, cantidad o al momento en que se dispone de ella. No obstante, las aguas residuales de un usuario pueden servir de suministro para otro”. Y si alguien entiende bien esta definición son los agricultores del Valle del Mezquital, en Hidalgo. S orprendente: para un importante número de campesinos, el auténtico “líquido vital” son las aguas negras que desecha la Zona Metropolitana del Valle de México —entre 40 000 y hasta 75 000 litros por segundo— y que ellos reciben con gusto. Se trata de la orina y heces fecales de chilangos (y algunos vecinos del Estado de México), además de detergentes, metales pesados y grasas; todo mezclado con la valiosísima agua de lluvia que, como no bebemos, “dejamos correr”. Estas aguas residuales, que de quedarse en el df se convertirían en un problema de salud pública, han transformado en poco más de 100 años al árido Valle del Mezquital, en Hidalgo (a apenas 60 kilómetros de la ciudad), en un vergel, pues al ser ricas en nitrógeno y fósforo, son el detonante de espectaculares cosechas de maíz, frijol, col, cilantro, rábano, chile verde y alfalfa, entre otras. Qué tan importantes son estas aguas, que su tenencia o falta ocasionan fuertes tensiones en la zona, como cuando en 2011, la reducción del volumen de aguas negras por las obras de mantenimiento del drenaje profundo del df, provocó un grave conflicto entre agricultores del valle, quienes se disputaban el “oro negro” que les manda la capital. No fue, ni ha sido, el único estallido. minuir la contaminación del Sena, río abajo”, explica el doctor Francisco Peña, investigador del Colegio de San Luis y experto en aguas residuales. “Es decir, como una forma de tratar las aguas de desecho. Hacia 1872 eran irrigadas de esa manera cerca de 900 hectáreas de tierra circundante a la capital francesa”. Lo mismo sucedía en Alemania o Inglaterra. En su ensayo Problemas sociales en la utilización de aguas residuales urbanas en la agricultura, Peña cuenta también que ya desde 1886 “las aguas desalojadas por la ciudad de México se utilizaban para el riego en el valle del río Tula”. Sin embargo, fue con la conclusión del Gran Canal de Desagüe capitalino, obra emblemática del Porfiriato, que las aguas negras cambiarían el rostro del Mezquital: inaugurado en 1900, el Gran Canal es un tajo a cielo abierto de 47.5 kilómetros con el que se buscó frenar las inundaciones que azotaban a la capital, y de paso sanearla al mandar lejos sus aguas negras. Este canal se construyó en dirección a Hidalgo porque entonces ofrecía una buena pendiente para desalojar el agua por gravedad. En su trayecto al mar, el canal vertía las aguas residuales en el río Tula, que a su vez atraviesa el Mezquital, donde un sistema de presas y canales distribuía estas aguas en los campos de cultivo. Además de fertilizar la zona, dicha actividad permitía que fuera relativamente menor la contaminación que llegaba al Golfo de México, destino final de un viaje que inició en algún sanitario capitalino. A partir de la década de los 30, los países industrializados abandonaron la práctica del uso de aguas negras en cultivos, pero el gobierno mexicano, ¿cómo no?, amplió el número de Lo que uno desecha, otro lo aprovecha A partir de la segunda mitad del siglo xix fue algo común en varios países: “En 1868 se inició la practica de regar cultivos con las aguas desalojadas de París, como una medida para dis- Aguas negras que se transforman en manantiales En el Valle del Mezquital, la naturaleza brinda un ejemplo más de su poder de regeneración: los suelos de la región tienen una capacidad sorprendente para depurar las aguas negras que le envía la ciudad de México. 24 En el camino que este caudal recorre, ocurre un primer proceso de limpieza natural, en el que intervienen la degradación biológica, fotólisis, desorción, oxidación y precipitación. Luego, al llegar a las presas Requena, Taxhimay y Endhó, el lirio acuático también absorbe algunos contaminantes. Ahora bien, el líquido hectáreas; ya en los 40, por decreto de Ávila Camacho, se aumentó el volumen de agua concedido a los agricultores hidalguenses. Si en los 30, eran 12 000 las hectáreas regadas con aguas negras en el valle, para el año 90 se alcanzaron 90 000, aunque actualmente la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en su última medición, dice que se han reducido a 80 000 hectáreas. Por otra parte, el volumen de estas aguas se incrementó con las subsecuentes obras de drenaje capitalino, especialmente el Túnel Emisor Central inaugurado en 1975, aún en funcionamiento y que también conduce su contenido al río Tula. Para entender la fertilidad que las aguas negras trajeron a un lugar estéril, tomemos el estudio del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (imta), Aguas residuales para riego agrícola en México, de la M. en C. Olga Xóchitl Cisneros, quien encontró que en esta región en 2010 se producían 84 toneladas de alfalfa por hectárea, mientras que la media nacional era de apenas 54.90 toneladas. Así, no es extraño que, dice el inegi, hoy 60% de las tierras de cultivo en Hidalgo se rieguen con aguas negras, contra un poco más de 39% que usa aguas blancas (la de pozos y lluvias). Apenas .38% emplea aguas tratadas. Parecería entonces que mandando las aguas negras capitalinas a Hidalgo todos ganan: medio ambiente, defeños y campesinos (“Nos mandan calabaza y les regresamos calabazotas”, dice un campesino del lugar en el documental en proyecto Espejo del olvido). Sin embargo… ¡Aguas con las aguas (negras)! En junio de 1991 se registró en México el primer caso de cólera del siglo xx. La epidemia, que duró cerca de 10 años, llevó a tomar medidas urgentes; entre éstas, suspender el envío de aguas negras a las tierras del Mezquital en las que se sembraran hortalizas, una práctica prohibida en casi todos los países que usan aguas residuales. ¿Qué fue lo que pasó? Sin duda, el uso de aguas residuales es una buena estrategia para zonas áridas o países que no pueden darse el lujo de invertir en fertilizantes industriales; no obstante, y en esto todos los organismos internacionales coinciden, este método de riego debe hacerse con sumo cuidado para disminuir los riesgos sanitarios que implican usar almacenado en estos cuerpos, más el que circula por los canales, la mayoría sin revestimiento, se infiltra en suelos arcillosos y arenosos del valle, donde comienza un lento sistema de filtración (que se inició hace más de 100 años con la llegada masiva de aguas residuales, y que en los 80 provocó que en varios municipios el agua saliera a la superficie en forma de manantiales cristalinos). La presa Endhó Construida en 1957, en un inicio concentró agua dulce del río Tula, convirtiéndose en un punto turístico para el estado, pues ahí se practicaban la pesca y los deportes acuáticos. Pero eso terminó abruptamente en 1975, cuando comenzó a recibir las aguas negras del df, lo que provocó uno de los peores, pero menos documentados, desastres ambientales del país. Con una superficie de 1 260 hectáreas y capacidad de almacenamiento de 182 millones de metros cúbicos de agua, es el mayor depósito de aguas residuales a cielo abierto del país; es decir, una enorme cloaca, que enferma el ambiente y a los pobladores que habitan su rivera. La Endhó es una de las presas de Hidalgo que concentra las aguas negras para después distribuirlas por los canales de riego. Paradójicamente, la población ribereña, al menos 800 familias, no tienen acceso a esta agua, ni a la “prosperidad” que ha traído a otras áreas del Mezquital. Esto porque de acuerdo con la Ley Estatal de Agua y Alcantarillado, como sucede en todo el país, el gobierno local administra el agua y otorga las concesiones a los agricultores, quienes pagan cuotas por el servicio. Actualmente, está en proceso el documental Espejo del olvido, de Armando de la Cruz, Andrés Barrios y Luis Gabriel Urquieta, quienes recogen el testimonio de los que viven literalmente junto a un gran lago de excrementos (puedes ver un adelanto en YouTube). aguas con altos índices de microorganismos patógenos (como la salmonella, hepatitis A o cólera). Hay dos reglas por seguir: tratar primero el agua y regular los cultivos que pueden cosecharse. Así, los cultivos de tallo largo (como el maíz o jitomate) son indicados, mientras que los que crecen a ras del suelo (como las lechugas, que además se comen crudas) no deben permitirse. En el caso de México, la Organización Panamericana de la Salud, tras analizar estudios realizados desde 1959, encon- Comparando las aguas negras cuando salen del df con las de estos manantiales, tenemos que, mientras las primeras tienen 245 sólidos mg/l suspendidos, las segundas presentan 80 mg/l, en cuando a grasas y aceites; estos datos significan que las “nuevas aguas” son aptas para riego y actividades industriales, pero no es agua potable. Dichos manantiales tienen la misma cantidad de huevos de helminto (gusanos parásitos) que las aguas recién salidas de la ciudad. No sólo eso: al ser ricas en oxígeno disuelto, los peces proliferan, pero presentan altos índices de plomo y mercurio, por lo que no deberían ser consumidos. mandando las aguas negras capitalinas a Hidalgo todos ganan: medio ambiente, defeños y campesinos (“Nos mandan calabaza y les regresamos calabazotas”). tró que: “Con base en los análisis de aguas negras realizados en la cuenca del valle de México y en la región del Mezquital, en los años 60 se estimaba que los problemas sanitarios derivados del uso de las mismas eran poco relevantes. Asimismo, se consideraba que la contaminación de aguas subterráneas por aguas negras no revestía mayor importancia. Pero, a medida que avanzan los años y los estudios, se hace mayor hincapié en los daños que puede ocasionar el uso de aguas residuales en hogares, suelos, cultivos y acuíferos. En los años 80 se habla ya de la necesidad de realizar investigaciones específicas sobre el tema y trabajar en el campo del desarrollo tecnológico para tratar las aguas residuales que se usan en el riego, ya que los datos epidemiológicos apuntan a que hay una relación directa entre el consumo de alimentos regados con aguas residuales y enfermedades infecciosas gastrointestinales”. Como ha documentado el Programa Agua y Sociedad del Colegio de San Luis, los primeros en riesgo epidemiológico son quienes trabajaban en el campo: jornaleros de otros estados de los que no se hacen censos y que muy probablemente regresan enfermos a sus comunidades. Les sigue el resto de la población del Mezquital (700 000 habitantes) y, por último, los consumidores de cultivos riesgosos. Así, tras el brote de cólera de inicios del año 91, “las autoridades locales, estatales y federales tuvieron que reconocer simultáneamente varias realidades”, explica el doctor Peña; “En el Mezquital se cultivaban hortalizas con aguas residuales sin tratamiento […] el problema adquiría una dimensión mayor porque los campesinos las consideraban fundamentales en su estrategia productiva. No existía en ese momento un marco jurídico que reglamentara el riego con aguas residuales en México. Los productores de hortalizas realizaban una práctica riesgosa para la salud, pero no ilegal. Pese a las vacilaciones, las autoridades sanitarias impulsaron el decomiso de las cosechas de cultivos prohibidos directamente en las parcelas. Se trataba de un reto: sancionar un comportamiento que se había tolerado mucho tiempo”. ¿Cómo reaccionaron los productores? Pues organizándose para defender su derecho al uso de aguas negras sin tratar, aun cuando éstas sean peligrosas. Por cierto, en 2013 se registró un nuevo brote de cólera, y la mayoría de los contagios ocurrieró en Hidalgo. El último capítulo de esta compleja relación, es la actual construcción de la planta tratadora de aguas de Atotonilco, que será una de las más grandes del mundo, pero que está provocando tensiones. Los agricultores desconfían de la capacidad fertilizante de las aguas, que de negras pasarán a grises, y quieren hacer valer su derecho al uso de las residuales que por decreto presidencial tienen… aun cuando esas aguas, de acuerdo con la Semarnat, no cumplen con la calidad sanitaria que marca la Norma Oficial Mexicana 001 (lo que precisamente hace urgente la construcción de la planta). Un problema, varias aristas El uso de aguas residuales en los campos hidalguenses plantea una paradoja: después de poco más de un siglo, una parte de los implicados reivindica su derecho a ella, pues ha sido la causa de la prosperidad del valle (misma que no es pareja, pues ni a todos les llega el agua ni todos pagan lo mismo por ella), mientras que otra parte de la misma sociedad hidalguense se opone a seguir recibiendo agua que contamina su entorno. A esto sumemos que lo que se plantea como una solución no sólo a un problema de salud, sino como parte medular del Programa de Sustentabilidad Hídrica de la Cuenca del Valle de México, está convirtiéndose en fuente de tensión en la región. Y es que, como apunta el doctor Francisco Peña: “Este campo (el Mezquital) muestra diferentes tipos de resistencia organizada por grupos sociales locales que matizan, detienen o modifican las acciones gubernamentales, poniendo en duda la capacidad del Estado para regular el uso de aguas de calidad riesgosa para la salud”. Fuentes: Empleo del agua residual producida en la ciudad de México para el riego agrícola del valle de Tula, sin afectar el medio ambiente, Instituto de Ingeniería, unam. I Autodepuración de la presa Endhó en Hidalgo, Samir Campos y Ana Laura Nieto (presentado en el 1er. Congreso Estudiantil de Investigación del Sistema Incorporado, 2013). NOTA 26 Aguas residuales. El oro negro del valle del Mezquital
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