Pascua 2015 Queridos hermanos y hermanas en el Señor Resucitado

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OFICINA DEL ARZOBISPO
Pascua 2015
Queridos hermanos y hermanas en el Señor Resucitado:
Con nuestra celebración de la Pascua proclamamos "Cristo ha resucitado" y hacemos un llamado,
a nosotros y al mundo, a renovar nuestra esperanza. En realidad, ese llamado a la esperanza es una
invitación muy atrevida. Gran parte de lo que experimentamos en el mundo nos lleva a una dirección
distinta, la mayoría de las veces, hacia una triste resignación.
Los conflictos armados en todo el mundo, la violencia mortal que ejercen las pandillas en
nuestros barrios, las familias atrapadas en la pobreza, la incertidumbre que experimentan los inmigrantes
sobre su futuro, el robo que sufren los jóvenes de su futuro a causa de las drogas y la mala educación, y
los más vulnerables entre nosotros, los no nacidos, los enfermos crónicos, los que son abusados en
secreto, los ancianos, los moribundos, quienes de acuerdo a las palabras del Papa Francisco se han
convertido en “desechables” —sugieren, en conjunto, un futuro oscuro.
Entonces ¿quiénes somos nosotros para proclamar esperanza? ¿Cómo nos atrevemos a decir que
hay una razón para la esperanza? Nuestra respuesta es sencilla y nuestra convicción es firme. Hemos
llegado a conocer a Jesús, el Resucitado.
Lo hemos llegado a conocer a través de su palabra y sus sacramentos. Lo hemos llegado a
conocer en unos y otros, en los rostros de aquellos a quienes amamos y en los rostros de los pobres y los
marginados. El conocimiento que tenemos de Él nos ha traído ante su cruz, sobre la que destruyó al
pecado y a la muerte. El conocimiento que de él tenemos, nos ha traído ante su presencia, como el
Resucitado, quien infunde la vida nueva del Espíritu en aquellos que creen en Él.
Nos atrevemos a tener esperanza, porque la Palabra eterna de Dios se atrevió a hacerse de nuestra
carne y por medio de la muerte, llegar a una vida nueva y gloriosa. Él abrió el camino para que
abracemos la vida eterna. Por lo tanto, nos atrevemos a tener esperanza y, más aún, nos atrevemos a
compartir esa esperanza con un mundo lastimado y en dificultades.
Hermanos y hermanas, oren por mí como oro yo por ustedes, porque nuestra fe y confianza en
Cristo resucitado bendigan a este mundo con la esperanza renovada que tan desesperadamente necesita.
Sinceramente suyo en Cristo:
Reverendísimo Blase J. Cupich
Arzobispo de Chicago