UN FRANCÉS EN EL HIMALAYA por Swami

Retrato realizado por Geneviève Koevoets (Mahâjyoti)
VIJAYANANDA
UN FRANCÉS EN EL HIMALAYA
ITINERARIO CON MA ANANDAMAYI
Textos recogidos y presentados por Vigyananand (Jacques Vigne)
ÍNDICE
Introducción
Primera parte – Treinta años con Ma Anandamayi
I.
Ma Anandamayi : una introducción
II.
Imágenes de Ma
III.
¿Quién era en realidad Ma Anandamayi?
Segunda parte – Encuentros con santos destacados
I.
Krishnamurti
II.
Neem Karoli Baba
III.
Ramdas
IV.
Shivananda
V.
Los místicos. Los buenos y los menos buenos
Tercera parte – Las entrevistas de Kankhal
I.
Ma y la transmisión espiritual
II.
Meditación
III.
Desapego
IV.
Respuestas diversas
V.
Ma y la enseñanza espiritual
VI.
Sadhana
VII.
El yoga y Occidente
VIII.
Historias
Cuarta parte – Reflexiones sobre algunos aspectos de las tradiciones de la India
I.
Mi tránsito del Mar Rojo hacia otra Tierra Prometida : la India
II.
Experiencias indias
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INTRODUCCIÓN
“Un francés en el Himalaya” relata el itinerario de un médico nacido en los alrededores
de Marsella, que viajó a la India en 1950 y que se quedó allí para siempre. Quería visitar
a algunos maestros espirituales y encontró al suyo en la persona de Ma Anandamayi
(1896-1982), una santa de origen bengalí.
Tras una infancia religiosa, Vijayananda se volvió ateo en la adolescencia. Completó sus
estudios de medicina a pesar de los embates de la Segunda Guerra Mundial y comenzó a
practicar como médico de cabecera. Muy interesado por el budismo, decidió visitar
Ceilán y, de camino, la India. Tras su encuentro con Ma en Benarés, anuló su billete de
vuelta, vendió su consulta médica por correspondencia y comenzó, durante diecinueve
meses, una vida de viajes siempre al lado de Ma. Empezó, después, a residir de forma
más permanente en Benarés, donde pasó unos ocho años, y a continuación subió al
ashram de Ma, cerca de la ciudad de Almora, al norte de Lucknow, en el Himalaya. Pasó,
seguidamente, siete años en una ermita a 2000 m de altura, frente al paisaje de los
grandes Himalayas y de un horizonte de nieves eternas que se extienden por más de
trescientos kilómetros. Después de haber vivido durante los primeros años
intensamente concentrado en Ma, evolucionó, con el beneplácito de ella, hacia una
sadhana vedántica. Durante sus siete años de soledad, no se dedicó a leer sino que
meditaba y caminaba por la montaña; permaneciendo frente al Absoluto.
Vijayananda escribió algunos artículos sobre Ma Anandamayi y un libro que se publicó
en India. Presentamos, en esta obra, la traducción de dichos artículos y algunos extractos
de su libro. Hace bastante tiempo que Vijayananda no escribe pues opina que
difícilmente se puede hablar de forma general sobre las cuestiones espirituales y que
nada puede reemplazar la comunicación oral, en la que se puede responder a cada
persona según su nivel y su pregunta: « dar de comer a aquellos que tienen hambre y de
beber a los que tienen sed. »
Aparte de algunos escritos que hemos podido recoger, no sin dificultad, Vijayananda fue
siempre muy discreto, especialmente en vida de Ma. Ella no necesitaba la ayuda de nadie
para transmitir la espiritualidad a aquellos que venían a visitarla.
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Además, Vijayananda tenía una vocación especialmente abierta a la experiencia de la
soledad. Creía en la acción realizada por los « santos escondidos » por el bien del mundo,
y citaba sobre este tema, una tradición de la Cábala. Por otro lado, en el hinduismo, el
sabio, en concreto el sabio vedántico, desarrolla el sentimiento intenso de la unidad de
todas las cosas; y no tiene ninguna tendencia al proselitismo.
Sin embargo, una vez que Ma abandonó su cuerpo físico, Vijayananda respondió con más
frecuencia a las preguntas de los visitantes; actualmente tiene ochenta y dos años, y no
tiene intención de desarrollar una escuela o una secta; sus palabras provienen realmente
del silencio, tienen el peso de la experiencia; están dotadas de una energía particular que
hace que tengan una fuerte tendencia a realizarse; al menos, esa es la experiencia que yo
he tenido en los once años que hace que le frecuento.
Nota del editor:
Las palabras sánscritas utilizadas por el autor fueron traducidas y explicadas por él, a
menudo varias veces, a medida que las utilizaba. Por eso, nos ha parecido superfluo
añadir un glosario al final del texto. Los textos traducidos del inglés se deben a Jacques
Vigne.
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PRIMERA PARTE
TREINTA AÑOS CON MA ANADAMAYI
La primera parte sobre Ma Anandamayi será del interés de todos aquellos que quieren
comprender, con palabras sencillas, lo que puede representar un santo visto de cerca;
percibirán mejor cómo se puede unir la perfección de la humanidad con la perfección de
la divinidad. El testimonio de Vijayananda tiene el interés de un documento de primera
mano. Sus reflexiones me han inspirado la redacción de mi libro “El maestro y el
terapeuta” (Jacques Vigne, Le Maitre et le Thérapeute, Albin Michel, 1991). Vijayananda
aporta muchas precisiones concretas sobre los acontecimientos parapsicológicos que se
desarrollaban alrededor de Ma y sobre la forma en la que deben ser interpretados. Los
artículos sobre Ma fueron escritos para el público de la edición inglesa de Ananda Varta,
el periódico de la organización de Ma Anandamayi. Es bueno que el lector español
recuerde este hecho para recolocar en su contexto el estilo que ha utilizado Vijayananda
que deja, a veces, entrever una emoción, una devoción intensa. Se da por sentada cierta
confianza de base en Ma y en la veracidad de sus palabras. Esta confianza no fue el
resultado de un acto de fe ciega, sino el resultado de un contacto directo y prolongado
con Ma y la evidencia de su amor desinteresado por sus discípulos, incluso si este amor
se manifestó, en ocasiones, bajo la forma de firmeza.
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CAPÍTULO I
MA ANANDAMAYI : UNA INTRODUCCIÓN
Nacimiento y primeros pasos
¿Se puede hablar de nacimiento en el caso de aquella que en vida era ya una leyenda?
Los humanos (y todo aquello que tiene nombre y forma en general) nacen, viven y
mueren, después renacen según la inexorable ley del karma. Nuestros pensamientos y
nuestras acciones dan forma a nuestra vida futura, y las condiciones fisiológicas y
sociales en las que nacemos son el resultado de nuestras vidas anteriores. En términos
técnicos esto se conoce como prarabdha-karma. Sin embargo, no es así en lo que
concierne a Shri Ma Anandamayi, pues había expresado claramente en repetidas
ocasiones que ella no había tenido una vida anterior y que, si había asumido un cuerpo
humano, no era para recoger el fruto de un karma sino en respuesta a un anhelo
colectivo de los humanos. No obstante, si nos limitamos al aspecto empírico de las cosas,
diríamos que aquella que se convirtió más tarde en Ma Anandamayi (este nombre le fue
dado por Shri Jyotish C. Roy, más conocido por el nombre de Bhaiji, uno de los
principales discípulos de Ma. CF Bhaiji, Matri Darshan. En compagnie de Ma Anandamayi,
ed. Terre du Ciel, 1996) nació el 30 de abril de 1896 en el pueblo de Khéora,
perteneciente al distrito de Tripurah, al este de Bengala (hoy en día Bangladesh). Su
padre Shri Bipin Bihari Bhattacharya, un brahmin del renombrado clan de Kashyapa, era
respetado y amado por su rectitud, su honestidad y su espíritu de desapego. Su madre,
Srimati Mokshada Sundari Devi tenía todas las nobles cualidades que hacen de la mujer
hindú la guardiana de la antigua tradición. Antes y después del nacimiento de la niña, la
madre tuvo a menudo el sueño de que los dioses y las diosas venían a hacerle una visita
en su humilde morada y la iluminaban con su esplendor. Cosa curiosa, la niña, al llegar al
mundo no lloró ni profirió sonido alguno, como hacen casi todos los recién nacidos. En
relación a esto, Ma diría más tarde riendo: «¿Qué razones hubiera podido tener? Estaba
viendo el mango a través de las grietas de la pared » (es decir, a través de las fisuras del
muro de la cabaña hecha de bambú). Ma recordaba también un detalle que tuvo lugar
algunos días después de su nacimiento, y que fue verificado, lo que nos permite afirmar
que nació en plena conciencia del ser. La niña recién nacida fue llamada Nirmala
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Sundari. Al crecer, demostró ser una niña totalmente fuera de lo normal, no diciendo
nunca mentiras y obedeciendo a sus mayores de una forma tan escrupulosa que a veces
llegaba a desconcertarlos. Su amabilidad y su tacto con cualquier persona le
proporcionaba la amistad de todo el mundo. Su pasatiempo preferido era el canto
religioso en compañía de su padre. A los trece años, la casaron con Shri Ramani Mohan
Chakravarti, del pueblo de Atpara al este de Bengala, que fue conocido más tarde bajo el
nombre de Baba Bholanath. Sin embargo, el matrimonio fue, en realidad, un matrimonio
blanco, pues el nuevo marido comprendió muy pronto que su esposa no era un ser
ordinario y sus relaciones con ella fueron de adoración, a menudo mezclada con temor.
Más tarde, ella le dio la iniciación y se convirtió en sannyasin bajo el nombre de
Tibhatananda.
« Sadhana »
Pongo la palabra sadhana entre comillas porque el término es incorrecto para referirse a
Ma. Ella había dicho en repetidas ocasiones -y tan categóricamente que no puede quedar
ninguna duda sobre este tema- que siempre había sido la misma desde la infancia, y que
los cambios en su comportamiento no eran más que juegos superficiales, no habiendo
afectado para nada a su estado real. Por lo que se refiere a su sadhana, Ma hablaba de
«sadhana khel» (« juego de sadhana »), es decir, una actitud similar a la de un actor
haciendo conscientemente un papel, o si se prefiere, la de un médico que se entretiene
presentándose al examen de selectividad. Para que el juego estuviera completo, hacía
falta –como Ma misma dijo- que su espíritu se cubriera momentáneamente de un velo de
ajnana (ignorancia), que sin embargo nunca afectó al estado de Realización perfecta en
el que ella siempre vivió.
Esta sadhana empezó con una diksha (iniciación ritual) una noche en Jaulan-purnima (la
luna llena anterior al aniversario del nacimiento de Krishna). Ma describió todos los
detalles de dicha iniciación que fue realizada con la minuciosidad completa del ritual de
la India tradicional. Sin embargo, fue hecha en un plano sutil, visible solamente para
aquellos dotados de una visión astral, y el gurú no fue otro que el invisible y
omnipresente Poder Divino. Después empezó una impresionante sadhana que
provocaría vértigo a los yoguis más valientes. Todos los métodos de sadhana antiguos y
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modernos –nos dice Shri Ma-, desde su alfa hasta su omega, es decir hasta su
culminación (siddhi) fueron practicados por ella, algunos durante un tiempo, otros –
como una película proyectada a velocidad vertiginosa- en espacio de unos pocos
segundos.
Shri Ma contó el motivo de esta sorprendente acrobacia espiritual: fuera quien fuera el
sadhaka (practicante de un camino espiritual) que le pidiera consejo, fuera cual fuera la
experiencia que le describía, ella podría ayudarle y dirigirle como una guía que indica al
viajero los jalones de un camino que conoce perfectamente. Durante un periodo de
varios años, aparecieron a través de la persona de Shri Ma Anandamayi todo tipo de
manifestaciones extraordinarias.: bhavas, poderes y estados de samadhi. Aparecían
sobre todo cuando Ma oía kirtans. Parecía entonces que un poder divino hubiera tomado
posesión de su cuerpo y le hiciera moverse con una gracia sobrenatural. Bailaba, corría
hacia el lugar donde se cantaba el kirtan, a veces animada por un movimiento ondulante,
otras veces con una velocidad imposible de seguir con los ojos. A veces, su cuerpo
rodaba por el suelo desde donde era llevada como una hoja muerta por el viento; otras
veces aún, con una gracia extraordinaria, se mantenía en equilibrio sobre los dedos de
los pies o danzaba. Además, a menudo, perdía la conciencia del mundo exteriores y se
quedaba varias horas inmersa en la felicidad del samadhi. Fue también durante este
periodo que se manifestaron poderes yóguicos que parecían desafiar las leyes naturales.
Un día, su cuerpo se retrajo hasta el punto de convertirse en una minúscula masa de piel
cubierta por ropa; otras veces, alcanzaba una estatura desmesurada; un día, fue envuelta
por una aureola luminosa deslumbrante para la vista humana, etc. Hacia 1925
empezaron las reglas que restringían su alimentación, sin que su salud sufriera la menor
modificación. Por ejemplo, durante un cierto periodo, no comía más que tres bocados de
comida los lunes y los jueves, y el resto de la semana nueve granos de arroz. En otra
época, durante varios meses, no comió más que un grano de arroz al día sin que su
cuerpo se adelgazara lo más mínimo. Todas estas manifestaciones sorprendentes –
incluso desconcertantes para un espíritu occidental parecen ser parte del sadhana khel
del que hablaba Shri Ma Anandamayi. Yo conocí a Ma a principios de 1951, es decir, en
una época en la que estas manifestaciones extraordinarias habían terminado. Así, yo
explico lo que escuché, lo que leí y lo que oí de la propia Shri Ma. Sin embargo, la
manifestación más extraordinaria que yo advertí en la personalidad de Shri Ma fue
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también la más conmovedora: ella era especialmente natural y humana… supremamente
humana.
Su personalidad
Si utilizo la palabra « personalidad » es sobre todo como concesión al lenguaje común
más que en su verdadero sentido. Pues para tener una personalidad hace falta también
tener un sentido del ego, algo totalmente ausente en Shri Ma Anandamayi. Además, se
trata de describir aquí más bien una personalidad aparente, es decir aquella que podría
ver un espectador aún inmerso en la dualidad. Pero la cosa no es tampoco tan sencilla
como parecería a primera vista pues lo impersonal, cuando toma un aspecto personal,
varía según el espectador que inconscientemente le impone sus propias limitaciones,
que ha trazado a partir de sus aspiraciones conscientes o inconscientes. Dicho de otro
modo, no se trata de describir aquí la personalidad aparente de Ma Anandamayi de una
forma objetiva –lo que es imposible- sino tal como se apareció bajo el ángulo de visión
del que escribe estas líneas. Así pues, imaginad una señora de más de ochenta años
(pero que parecía mucho más joven), con una larga cabellera morena cayendo sobre sus
hombros, excepto cuando la llevaba recogida en un gracioso moño sobre la cabeza, y que
casi siempre iba vestida con un sari blanco impecablemente limpio. Decir que dicha
mujer es aún bella sería ofender a los que insisten tanto en la evanescencia de las cosas
de este mundo. El hecho es que en otro tiempo (las fotos dan fe, así como mis recuerdos)
su extraordinaria belleza evocaba la belleza del más allá. Quizás era por este motivo por
lo que sus íntimos –que, como muchos hindúes, piensan que la belleza física es uno de
los atributos de lo divino cuando desciende a la tierra- vieron en ella la encarnación de la
Madre Divina. Pero había algo notable en este rostro fino y aristocrático, en unos ojos
que te miraban directamente a la cara. No era solo su mirada, que ninguna persona que
yo conozca pudo sostener mucho tiempo sin bajar la cabeza, pues expresaba una dulzura
en la que no había el menor rastro de debilidad o de problema y que evocaba la
inmutable conciencia que es la fuente y el objetivo de todas nuestras aspiraciones pero
también el terror de nuestro ego. No se trataba tampoco solamente de la expresión
voluntaria de sus labios que revelaban una energía indomable y creaban un contraste
remarcable en este rostro específicamente femenino. Yo quiero hablar de otra cosa.
Desde mis primeros contactos con Ma, me quedé impresionado por su extraordinaria
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facultad para modificar los rasgos de su rostro. Algunas veces parecía que –por algún
tipo de mimetismo- se identificaba con su interlocutor. Otras veces, como si hubiera
adivinado de un vistazo la circunstancia emocional fundamental de un discípulo, se le
aparecía bajo el aspecto que le era más querido. Algunas veces, yo la vi tomar el aspecto
de una chica joven de veinte años con una belleza radiante, y después, un cuarto de hora
más tarde, el rostro cansado y fatigado de una mujer anciana, o bien la expresión viril de
un hombre maduro, y otras veces incluso el rostro, los gestos y la risa de un niño.
Hablaba mucho, sin ahorrar palabras. Su voz tenía un timbre musical que encajaba bien
en el conjunto de esta personalidad en la que todo estaba en armonía. Para aquellos
«que tengan oídos para oír» ella no decía más que unas pocas palabras pero de un valor
tan profundo que había que saber sopesar. Para otros, hablaba a veces con gran
abundancia de palabras. Había recibido solamente una educación primaria elemental y
sin embargo debatía con los grandes pandits de Benarés sobre los temas metafísicos
más arduos. Con pocas palabras sencillas, sabía aclarar los problemas filosóficos más
complicados y, a menudo, sus respuestas entrañaban una convicción como si se tratara
de un hecho evidente, pues su sabiduría no provenía de los libros sino de una visión
directa de la verdad. Pero lo que impresionaba sobre todo de la personalidad de Ma
Anandamayi era su resplandor de amor, un amor puro y luminoso que ennoblecía
aquello que tocaba, lo divinizaba, y daba un nuevo valor a los individuos y a las cosas.
Pero mejor que esto aún, ella conocía el medio, por no sé qué tipo de alquimia
misteriosa, para abrir la fuente de amor divino que está en nosotros mismos. Y para
aquellos que fueron tocados por su gracia, el camino espiritual se volvía fácil pues ella
les había dado las alas del Amor divino, sin el que, incluso el vichara marga (el camino
del conocimiento), no era más que una gimnasia intelectual estéril. Otro rasgo destacado
de la personalidad de este Gran Ser era su sentido psicológico extremadamente afinado
y su extraordinaria habilidad para tratar a los humanos. Sabía, cuando quería, estirar a
voluntad las cuerdas de las marionetas humanas que somos. Pero las cuerdas
respondían a una mano que conocía la compasión divina y que quería transformar a los
títeres en seres libres y conscientes. Shri Ma había nacido, creció y vivió rodeada por los
ritos de la tradición hindú antigua. Los recomendaba, los aconsejaba a aquellos a los que
una vida religiosa podía servir de apoyo para las prácticas espirituales. Pero ella misma
planeaba majestuosamente por encima del ritual como el águila mira, desde las
montañas, cómo se mueven las gentes de la llanura. Ella no hacía ni puja ni meditación ni
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práctica religiosa alguna, a menos que fuera a título excepcional, como una madre
haciendo ver que se interesa por los juegos de sus hijos. Ella vivía de hecho
constantemente en el sahaja avastha y se apoyaba en la roca inamovible del Absoluto.
Su enseñanza
Los profanos no están satisfechos si no pueden clasificar a un gran santo dentro de una
categoría: este es –o era- un bhakta, aquel un jnanin, aquel otro un karma-yogui, etc.
Pero el santo que alcanza la cumbre descansa en un terreno en el que se unen todos los
senderos. Y se apoya sobre un camino concreto para guiar a sus discípulos, que será
preferentemente (aunque no siempre) aquel que habrá recorrido para alcanzar el
objetivo. Pero Ma Anandamayi –como ella decía a menudo- incluso aunque pueda
parecernos extraño, nunca estuvo en estado de ajnana (ignorancia) y la perfección fue
siempre su estado natural. Clasificarla dentro de una categoría sería pues una tentativa
fútil. Su enseñanza iba dirigida a una gran variedad de personas. En su entorno había
sadhakas que practicaban el vichara marga (el camino del conocimiento), bhaktas,
shaktas, karma-yoguis; gente corriente que practicaba una disciplina espiritual, sadhus
muy avanzados junto a personas que balbuceaban el abc del camino espiritual; hindús,
algunos jainistas, cristianos y judíos; europeos y americanos. Pues ella era ante todo la
Madre y no reservaba su enseñanza solo a unos pocos sino que quería salvar al máximo
número de personas posible. Además, su enseñanza se adaptaba al nivel de evolución de
cada individuo: para el adhikari (el sadhaka maduro) aconsejaba el camino del Advaita;
para la gente sencilla, la adoración de una imagen, el japa, etc.
Sin embargo, su
enseñanza oral se limitaba estrictamente a la sabiduría de la antigua tradición hindú, el
sanatana Dharma, y regresaba siempre al concepto central del Advaita. A menudo decía:
«Conocer a Bhagavan (Dios) es conocerse a uno mismo, y conocerse a uno mismo es
conocer a Dios». Su originalidad no provenía de la naturaleza de su enseñanza sino de su
manera fresca, viva y espontánea de exponerla. Pues aquello que decía, aunque en
perfecta concordancia con las Escrituras, no había sido elaborado en los libros sino que
era la expresión directa de la Verdad. Su lenguaje era sencillo, sin palabras
rimbombantes. No hacía discursos sino que respondía a las preguntas que le hacían. El
tono de la conversación era jovial; nunca se sentía el aburrimiento que tan a menudo se
da en las discusiones filosóficas. De vez en cuando, una historia divertida despertaba la
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atención de aquellos que no eran capaces de ponerse al nivel de una discusión filosófica
y un toque de humor delicioso o un estallido de una risa cariñosa nos recordaba aquello
que ella exponía: «el Conocimiento Gozoso».
Sus métodos
La enseñanza esotérica no puede ser encerrada en palabras ni codificada en fórmulas
pues es algo vivo que cambia con los individuos y las circunstancias. También la
enseñanza oral de un sabio está lejos de ser esencial en su papel de guía espiritual, de
gurú, pero ¿era Shri Ma realmente una gurú? No daba ninguna iniciación oficial, es decir,
transmisión de un mantra con el ritual que le acompaña. Además, si nos atenemos al
ritual tradicional, nadie (con la única excepción de su marido) puede pretender ser su
discípulo. Cuando era necesaria o alguien pedía algo semejante a una iniciación, ella se la
confiaba a menudo a su madre, DidiMa, que había tomado los votos de sannyasa, o bien
enviaba al aspirante a otro gurú. Pero en el transcurso de los últimos años, los
brahmacharis del ashram daban la iniciación en presencia de Ma. En efecto, para hacer el
papel de gurú debe persistir un resto de ego, algo totalmente ausente en Shri Ma. Sin
embargo, un número considerable de individuos recibieron de ella instrucciones
regulares respecto a sus prácticas espirituales. Y, aunque ella no daba un diksha oficial,
transmitía el poder espiritual y eso es la verdadera iniciación. Las personas que ella
guiaba eran dirigidas hacia el florecimiento de sus propias tendencias espirituales y no
según una línea impuesta por el gurú. Así que no podemos decir que Shri Ma tuviera
métodos y técnicas propias y, no obstante, utilizaba una «técnica» (si me atrevo a utilizar
esta palabra) que la caracterizaba y daba un sello especial a su enseñanza. Desde los
primeros contactos con Ma Anandamayi, uno no podía evitar quedar impresionado por
su extraordinario poder para atraer los corazones. Sabía reconocer de inmediato la
circunstancia emocional dominante de aquellos que se le acercaban y, entrando en el
juego, se volvía de alguna manera en aquella o en aquel que llenaba el vacío de sus
corazones. A algunos se les manifestaba como una madre, a otros como una amiga, a
otros como un niño. «Soy vuestra nieta», decía a menudo a las personas mayores que
venían a verla. Creaba así un lazo de amor con aquellos que habían venido a buscar
refugio a sus pies. Este lazo era a menudo muy poderoso y, frente a él, las atracciones
mundanas marchitaban una a una. Pues este amor puro y luminoso proporciona un gozo
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que ningún placer del mundo puede igualar. Y este amor, ella lo dirigía hacia lo Divino,
pues provenía de lo Divino.
En la vida cotidiana
«Una actividad intensa y, en medio de dicha actividad, la calma eterna»: así se podría
definir la actitud de Shri Ma en la vida cotidiana. La organización que lleva su nombre y
que ella dirigía comprende casi treinta ashrams, así como inmuebles construidos para
uso de Ma en casas particulares. En pocas ocasiones se quedaba más de un mes en el
mismo lugar. Viajaba sin cesar, como lo hicieron antiguamente el Buda o
Shankaracharya, e iba a difundir la palabra, su luminoso amor a todos aquellos que lo
necesitaban. En todas partes las multitudes –a veces inmensas- se presentaban para
obtener su darshan. Pero para ella no eran multitudes anónimas, pues en cada individuo
sabía reconocer lo Divino. Nadie le era indiferente, y todos aquellos que se le acercaban
recibían algo de este maná divino, en la medida en la que eran capaces de asimilarlo.
Cuando viajaba –y era muy a menudo- iba acompañada de un número más o menos
grande de sadhus y de brahmacharis. El ruido y la agitación de las estaciones, la multitud
que se apretaba frente a su compartimento en casi cada estación, gente que se enojaba,
otros que se alborotaban, el cansancio de las noches pasadas en el tren, pero ella
siempre con esa sonrisa que reposaba en el infinito… y la gran calma eterna. A veces, sus
días estaban tan saturados que uno se preguntaba cómo un ser humano (¿pero era ella
realmente un ser humano?) –aunque fuera impresionante- podía ser capaz de contener
todo eso sin rechistar. Un día tenía lugar la inauguración de un templo o una gran fiesta
religiosa (Durga-puja, Shivaratri, etc.) que ella presidía; en otra ocasión, era invitada por
un mahatma y se sometía a una apretada agenda; o bien había un Bhagavata sapta o
incluso el Samyam sapta anual, las agotadoras ceremonias con motivo de su cumpleaños,
y otras muchas cosas. Jamás se la veía perder su templanza, ni siquiera un segundo, o
incluso ponerse nerviosa, sino que manifestaba siempre una dulzura y una bondad
infinitas. A menudo pasaba quince días o más en uno de sus ashrams, fuera Benarés,
Vrindavan, Dehradun o Calcuta. Algunos son imponentes construcciones con sus
dependencias, y en todos habitan sannyasins o brahmacharis, pues la castidad absoluta
es una condición indispensable para ser admitido en cualquiera de estos ashrams. Pero
ella no descansaba e incluso cuando lo hacía , en ocasionales intervalos, no era más que
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un reposo relativo pues siempre tenía una enorme correspondencia a la que debía
responder, los problemas del ashram, el darshan para los visitantes, etc. Que una
persona pueda soportar, sin fatiga aparente, una actividad tan intensa es sorprendente,
pero lo que lo es todavía más es que no solo se ocupaba de los detalles más minuciosos
sino que todo lo que hacía llevaba el sello de la perfección. Tanto si eran los detalles de
una puja que organizaba, las instrucciones para la construcción de un templo o de un
ashram, o bien sencillamente un plato delicioso que se preparaba ella misma. Nunca
olvidaba a nadie, incluso cuando las multitudes estaban compuestas por miles de
personas. Un visitante que entraba en su casa era despedido en el momento exacto; una
solicitud de entrevista privada era concedida a una hora adecuada, etc. Ella parecía estar
plenamente identificada con cada circunstancia y vivía intensamente en el momento
presente. Cada persona que tenía una petición recibía una atención total, como si
solamente él existiera en ese momento. Si alguien se encontraba en dificultades, ella
estaba totalmente presente para resolver sus problemas. Así, nos demostraba que en la
vida cotidiana podemos participar en el rol de la actividad a la perfección, apoyándonos
en lo Supremo. Ma dejó su cuerpo físico pero su presencia está siempre en nosotros.
Aquellos que fueron tocados por su gracia no podrán olvidarlo jamás.
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CAPÍTULO II
IMÁGENES DE MA
Mi primera impresión
Es una tarea difícil intentar dar a un lector que solo tenga curiosidad, si no es
indiferente, una idea de lo que para ti es lo más precioso, la joya de las joyas. Se deben
evitar dos peligros: el primero es el de dar rienda suelta a tu corazón, escribir un
registro tan entusiasta, tan extravagante que el lector tenga la impresión de encontrarse
frente a un desequilibrado mental o, al menos, una persona demasiado sentimental, y en
consecuencia hojeará el artículo con una sonrisa llena de conmiseración e ironía. El otro
peligro será obligarte a quedarte completamente frío y desapegado, escribir como un
observador imparcial. Eso será aún peor, pues no se puede hablar de ella, la encarnación
misma del Amor Divino, como si tratáramos un problema científico. Es por eso que voy a
tratar de contener mi corazón, sin por ello reducirlo a un silencio absoluto. No me gusta
mucho hablar de mi mismo, sin embargo, todo lo que puedo hacer es explicar la historia,
la forma en la que entré en contacto con Ma. Es imposible, en efecto, describirla
objetivamente: ella es diferente para cada uno de nosotros. «Soy todo lo que pensáis que
soy», decía ella a menudo. Era la tarde del 2 de febrero de 1951, alrededor de las seis,
cuando la vi por primera vez en su ashram de Benarés. Tras haber cogido
«provisionalmente» a un sustituto para mi consulta médica, partí de Francia en busca de
un guía espiritual de ese país que ha iluminado el mundo desde tiempos inmemoriales.
Mi primer destino fue la Ceilán budista y después fui subiendo por la costa este de la
India y había llegado a Benarés el día antes. Cansado y decepcionado, casi convencido de
que había viajado en vano y decidido a volver a Francia, había ya reservado plaza en La
Marseillaise que partiría de Colombo el 21 de febrero. Me preguntan a menudo cuál fue
mi primera impresión de Ma, la que hizo que decidiera abandonarlo todo –familia,
amigos, profesión y riquezas- para seguirla; por qué la seguí, efectivamente, como una
sombra esos once últimos meses; por qué, a pesar de no entender lo que decía, me
pasaba horas a sus pies sin dejar de mirarla. Es muy difícil responder a estas preguntas.
No es que le falten palabras al lenguaje sino porque una misma palabra no significa lo
mismo para diferentes personas, a menos que todas ellas hayan vivido la sensación
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correspondiente a dicha palabra. Así, podemos también, utilizando comparaciones,
intentar hacer comprender a un niño francés cómo es exactamente el sabor de un
mango. Incluso dedicándole muchas horas, no se hará más que una idea muy vaga y
también, con toda probabilidad, falsa. Tras todas estas reservas preliminares, voy a
intentarlo. ¿Cuál fue, entonces, mi primera impresión? Era la tarde del 2 de febrero, me
encontré frente a una mujer de cincuenta y cinco años que no aparentaba su edad,
siempre bella. Pero no fue en ese momento cuando me di cuenta de su belleza. Fue más
tarde cuando realmente tomé conciencia de ella. Todavía puedo verla, fijando sus ojos en
mí, con esa mirada singular que parecía abrazar todo mi destino. Esa misma noche,
alrededor de las diez, me concedió una entrevista que duró más o menos veinte minutos.
Supuestamente, ella iba a responder a mis preguntas pero yo no tenía ninguna. Yo
solamente quería tener un contacto espiritual. Ella parecía ser el pensamiento divino
encarnado. Fue ella quien hizo las preguntas, claras, precisas, yendo directa al corazón
de las cosas, tocando exactamente los puntos que me afectaban, pero esas palabras no
eran más que un juego superficial. Durante esos veinte minutos, me inspiró algo que
estaba destinado a durar mucho tiempo, que dura todavía… Volví al hotel Clark tras
haber obtenido su palabra de poder ir a vivir al ashram a partir del día siguiente. Yo
estaba en un extraño estado. Mi corazón estaba entusiasmado, desbordante de
exaltación y de gozo. Era el estado de una persona que acaba de encontrar aquello a lo
que aspiraba ardientemente desde el fondo más profundo de su corazón. Su imagen no
me abandonó, incluso por la noche, y el solo hecho de pensar en ella me llenaba los ojos
de lágrimas. ¿Qué fue exactamente lo que me pasó? Mi sentido crítico, que había
sucumbido en la primera ola, se despertó el tercer o cuarto día: «Cuidado, me dijo, has
caído en las manos de una gran maga. Te ha lanzado un hechizo para reducirte al estado
de esclavo sumiso». Y empecé a estar a la defensiva, a combatir su influencia –bastante
débilmente, lo confieso, por que ¿cómo se puede luchar contra el amor? No existe un
poder en el mundo más poderoso que el del amor. Pero, ¿qué tipo de amor era ese? No
iba dirigido a la mujer. No tiene nada que ver con el amor que uno puede sentir por una
mujer. Como por una extraña alquimia, todas mis potencialidades de afecto, todo lo que
uno puede amar y admirar en el mundo, todo eso, yo lo había trasladado a ella. Pero, al
mismo tiempo, ese amor pasó a ser tan puro, tan sublimado que se fundía en el Absoluto,
que intensificaba enormemente la llamada de este último, llamada que yo siempre había
sentido. Todos los apegos del mundo perdieron su atractivo, y la ascensión espiritual
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pasó a ser más fácil después de que ella me hiciera el regalo de las alas del amor. En una
sola y única persona, todo aquello que uno puede amar, admirar, respetar y adorar se
identifica con el sadgurú, el Señor; pues esos once meses pasados cerca de ella me
convencieron que era el Dios mismo, encarnado en el cuerpo de una mujer. Yo pensaba
que ese amor (estoy obligado a utilizar esa palabra a falta de una mejor, aunque no
expresa exactamente lo que quiero decir) desaparecería o al menos se atenuaría con el
tiempo. Y lo que pasó fue lo contrario; no hace más que intensificarse. De hecho, el amor
es como esas antiguas ciudades enterradas: cuanto más hondo se cava, mayores
maravillas se encuentran y van saliendo a la luz. Hubo algo que me impactó desde el
primer día y es la atmósfera de milagro en la que uno se va adentrando cuando está con
Ma. En Europa (y sin duda también en la India), la palabra « milagro » implica algo que
es diferente, una ruptura de las leyes de la naturaleza, algo que nos impacta por
imposible, por absurdo. Pero esto es solo la dimensión objetiva, grosera de las cosas. El
aspecto sutil, subjetivo es muy diferente. ¿Qué me importa que un yogui haya caminado
sobre las aguas o volado por el aire? El verdadero milagro es cuando aquello que uno
necesita, aquello que uno desea con pasión, o tibieza, aparece en el momento justo en el
que lo necesita. Y aún mejor, cuando eso llega, no es solamente como lo deseaba sino
como lo hubiera querido ver venir desde lo más profundo de su corazón. Me pareció
haber sido guiado hacia un trayecto sembrado de obstáculos por la mano de la madre
más amorosa, por una madre todopoderosa. A medida que vas avanzando, ella quita
todas las espinas, todas las piedras del camino y, si es necesario, te coge y te ayuda a
atravesar en sus brazos. Y todas las circunstancias se ajustan y se adaptan ellas mismas
con una precisión maravillosa, sin obstáculos. « Coincidencia », pensé al principio. Pero
una coincidencia que sigue repitiéndose cotidianamente no puede llamarse así. Y todo
ello sucede sin violentar aparentemente las leyes de la naturaleza, pues el Señor no tiene
necesidad de transgredir las leyes, Él es la Ley. ¿Debería dar ejemplos? No, pues aquellos
que han vivido cerca de ella ya lo han comprendido. Ella es como el Ganges, su mismo
contacto purifica. En su presencia, uno mejora constantemente, no por la supresión de
sus faltas: la misma falta es sublimada y se convierte en una ayuda para buscar lo Divino,
y ella no parece notar, o no quiere hacerlo, las caras oscuras del individuo. Ella solo ve
las caras luminosas, realzadas considerablemente por su gracia divina. Todos los
jivanmukta (los liberados en vida) dan a grandes rasgos el mismo mensaje; y Ma
Anandamayi no es la excepción a esta regla. Sin embargo, es un aspecto que ningún otro
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sadgurú ha presentado anteriormente, al menos que yo sepa, excepto quizás Shri
Krishna: pienso en su poder para atraer el corazón de los seres humanos. Para algunos, y
es la mayoría, ella es la Madre llena de amor y de ternura, para otros una amiga y una
hermana mayor, o incluso su hija. Para otros, más avanzados espiritualmente, es el gurú
o un aspecto de Dios: Durga, Krishna, etc. Y no es solo en la imaginación de los bhakta
que ella representa estos diferentes aspectos, es su apariencia física, su comportamiento,
su voz que son de hecho transformadas y adaptadas al papel que ella desea interpretar.
Para ilustrar esto, me gustaría mencionar un pequeño incidente sorprendente del que
fui testigo. La ocasión era la última fiesta de JanMasthami, el nacimiento de Krishna, en
Benarés. La habían vestido como Shri Krishna y podíamos ir a verla. Yo iba con ciertas
reservas, cierta irritación pues no me gustan los disfraces, pero cuando la vi, comprendí
que no se trataba de un disfraz. Su rostro, aunque aún podía reconocerse, se había
transformado totalmente. Resplandecía con una belleza divina, una calma y una dulzura
verdaderamente sobrenaturales. Ella era realmente una con Shri Krishna. Este es uno de
muchos ejemplos. Este contacto de amor y afecto se convierte, de alguna manera, en el
cebo que atraerá a quien tenga la gran suerte de conocerla, dejando de lado todo apego a
las cosas mundanas. En efecto, será transformado y orientado hacia lo Divino. ¿Qué
podría añadir? ¿No había prometido limitar mi efusividad? Quizás hubiera sido mejor
que hubiera imitado a aquel amigo que, cuando le pidieron que escribiera un artículo
sobre Ma, respondió: « Lo único que puedo decir es Ma, Ma Ma ». Espero que estas pocas
líneas no sean totalmente indignas de ella pues no tienen otro objetivo que ser un
testimonio humilde del amor, de la veneración y de la gratitud que yo le profeso.
Fe y dudas
Shraddha, la fe : fe en el gurú, fe en las Escrituras, fe en la eficacia de las prácticas
espirituales, es una calificación que todo aspirante en el camino espiritual debe tener.
Para la gran mayoría de sadhakas, esta fe tiene su centro en la jnana-murti, la forma del
Conocimiento, el aspecto físico del gurú. Pero no debemos cometer el error de tomar
esta confianza por aquello que denominamos « fe ciega », esa creencia que se basa en las
convicciones de otras personas, padres, profesores, amigos… con la resolución de no
abandonarla, incluso si no se corresponde con los hechos reales o si es contraria a la
razón. La fe no puede basarse únicamente en la razón, en los procesos del intelecto.
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Buddhi, la inteligencia, es la creadora de todo nuestro mundo mental; sus creaciones
están basadas en la ilusión y son susceptibles de hundirse como una casa construida
sobre la arena. No hay duda de que la fe que proviene de una percepción directa es real,
pero, por supuesto, está mucho más allá de las posibilidades del sadhaka. La fe que
tenemos en el gurú, en Ma, empezó para la mayoría de nosotros por una experiencia
intuitiva que nos reveló en ella lo sobrenatural. Esta experiencia suele ser el punto de
partida, la semilla del « árbol de la fe ». En algunos casos, la primera experiencia es tan
conmovedora que asegura inmediatamente una convicción intuitiva firme, y los
procesos de duda en el espíritu serán totalmente impotentes contra ella. Para otros, esta
experiencia, a pesar de haber dado un fuerte impulso al espíritu, no ha reducido al
silencio el proceso de duda ni la actitud crítica. Para una tercera categoría de aspirantes,
el primer contacto con Ma no tiene nada de espectacular pero despierta simplemente el
interés por saber más. Dichas personas necesitan más tiempo, a veces años, para que su
fe madure. Sin embargo, ella penetra en el espíritu lentamente pero de forma segura. De
hecho, independientemente del enfoque, hay tres elementos que deben combinarse para
que el sadhaka común pueda ser establecido en shraddha. El primero, el más importante,
es la experiencia intuitiva. Sea cual sea su tipo y su intensidad, está basada en el
reconocimiento de nuestra naturaleza real, reflejada por el aspecto físico de Ma. En
general, es transitoria, kshanik, como un abrir y cerrar de ojos y no puede ser
experimentada en el nivel discursivo de la mente. A veces, puede incluso ser olvidada
pero el hecho de que su fuente resida en la eternidad hace que no pueda ser borrada
nunca y que se mantenga muy viva en las profundidades del subconsciente. El segundo
elemento proviene de nuestra naturaleza emocional, que intenta traducir la experiencia
inexpresable y única en términos de experiencias pasadas. Esta es la razón de la
intuición de lo real que da lugar al apego que tenemos por Ma como por una madre, un
gurú, etc. En tercer lugar, la mente discursiva produce el elemento que se convertirá en
los cimientos de esta construcción de nuestra fe, pues no podemos aceptar como
definitivo más que aquello que es razonable, aquello que ha sido pensado a fondo y no es
contrario a lo que hemos oído o aprendido de nuestros mayores o de nuestra
experiencia personal. Todas las cosas, en este universo manifestado, están bajo la
influencia de los dvandva, los pares de opuestos, y de las tres gunas, las tres cualidades
de la naturaleza. En otras palabras, el crecimiento de la fe está sujeto a fluctuaciones que
dependen de aquella de las tres gunas que predomina en un momento dado. Es por eso
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que la duda, lo contrario de la fe, aparece automáticamente y pone a prueba nuestra fe
para saber si está construida sobre cimientos inquebrantables. Si este no es el caso, se
desmoronará; pero si es sincera, se mantendrá firme contra viento y marea y saldrá de
dificultades aún más fuertes. Algunos extractos de un diario –escrito en 1951-1952,
después de mi primer darshan de Ma, en febrero de 1951- pueden, me parece, servir
como ejemplo, entre miles de otros, de la forma en que nuestra fe en Ma se despierta y
debe atravesar severas tempestades, los fuegos cruzados de las dudas, para resurgir
finalmente victoriosa. Este diario fue escrito de forma espontánea, como uno se
entretiene con su propio yo cuando sabe seguro que nadie más será testigo de su
apasionamiento.
- Pondicherry, 22 de enero de 1951
He decidido dejar el ashram el martes por la mañana y viajar por Calcuta, Benarés,
Almora, Rishikesh, Agra, Delhi, Bombay, Kanhangad y Madrás, hasta Colombo. (No había
ideas preconcebidas respecto a Ma Anandamayi).
- Benarés, 21 de julio de 1951
A veces, una duda terrible se apodera de la mejor parte de mi. Este amor inmenso, ¿es
realmente tan diferente del amor que sentimos por una mujer? Por supuesto, ahí no hay
lugar para pensamientos negativos. Es un amor absolutamente puro pero, sin embargo,
siempre personal y limitado. Y a pesar de todo, perfecto; como un perfume emanando de
su frasco, parece invadir a todos los seres y fundirse en la búsqueda del Absoluto… Cómo
me había desviado de las resoluciones firmes de mi vida anterior, que habían
representado hasta ahora mis reglas básicas de conducta: libertad absoluta en uno
mismo, ser mi propio refugio, mi propia ley… Perdí esta libertad y me convertí en
discípulo, quizás del más maravilloso gurú, pero discípulo al fin y al cabo. A veces, me
invadía de nuevo nostalgia de las montañas y tenía ganas de irme a un lugar solitario en
los Himalayas y de concentrar mi espíritu en el Absoluto puro, excluyendo cualquier otra
cosa. Cuando llegué a India, yo seguía el camino del budismo theravada que insiste
mucho sobre el hecho de ser autosuficiente y que no admite la necesidad de un gurú.
Pero en algunos otros momentos, la certidumbre de estar en el buen camino era tan
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fuerte que no había cuestionamiento ninguno. De todos modos, el espíritu tiene
diferentes estados y he decidido registrarlos por escrito para ser más claro conmigo
mismo. (Hay aquí un buen ejemplo de la alternancia de la duda y de la fe según las
fluctuaciones de las tres gunas. Cuando domina sattva, es evidente que estamos en el
buen camino y el hecho de cuestionarse parece absurdo. Cuando rajas prevalece, el ego
sustituye a la cabeza y se lamenta por su libertad perdida. Cuando tamas predomina,
uno duda del grado de pureza de su amor por el gurú).
- Bhagalpur, 29 de julio de 1951
Mi amor y mi veneración por Ma son tan grandes que querría que ella fuera como un
diamante perfecto que, examinado bajo todos sus ángulos a través de una lupa, no
muestra el menor defecto. Pero, ¿quién soy yo para atreverme a juzgar a este gigante de
la espiritualidad? Solamente un jivanmukta puede juzgar a otro jivanmukta; y,
desgraciadamente, yo estoy muy lejos… Un día que estaba paralizado por la duda, Ma
dijo sencillamente en respuesta a otra persona (yo nunca le expresé mis dudas ni le hice
ninguna pregunta) que era imposible para un shishya (discípulo) juzgar a su gurú, igual
que un estudiante no es capaz de juzgar el saber de su profesor. Estoy seguro de que
tiene razón.
- Hazaribogh, 1 de agosto de 1951
(A veces, el gurú, para evaluar nuestro progreso, provoca circunstancias que hacen
tambalear violentamente nuestro espíritu hasta sus mismos cimientos. Estas líneas han
sido escritas después de la tempestad). Me pongo a pensar que es ella quien ha querido y
creado toda esta tormenta interior, como la gran maga que ciertamente es. El ego tiene
maneras sutiles para recuperar las riendas que le han sido retiradas. Solamente el gurú
puede liberarnos de las garras de este tigre feroz que es el sentido del yo.
- Benarés, 13 de agosto de 1951
(De nuevo, las nubes de tamas han oscurecido el horizonte). He escrito. Estoy cada vez
más decidido a marcharme. De hecho, soy como un peregrino en la montaña, que se
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encuentra de repente envuelto por una niebla espesa. No sé si estoy en el buen camino o
si me voy a precipitar por el abismo. Esta vía es realmente tan peligrosa como el filo de
una navaja.
- Benarés, 14 de agosto de 1951
La duda es algo terrible. Se ha desencadenado en mí desde hace unas tres semanas más
o menos, un tiempo muy largo. Si no puedo recuperar mi seguridad, será mejor que me
vaya…
- Benarés, 17 de agosto de 1951
La crisis no ha acabado del todo. De hecho, ¿de qué se trata exactamente? Algunos
incidentes que se repiten frecuentemente me hacen dudar de que Ma sea realmente,
como yo creía, mi gurú, alguien más cercano que tu propio corazón. ¡Ay! ¿Dónde han
huido el abandono completo y la fe absoluta que me poseían hace solamente un mes?
- Benarés, 25 de agosto de 1951
La crisis de duda ha desaparecido por completo como por encanto sin que haya sucedido
ningún acontecimiento especial. Pues, en realidad, hay algo que cuando sucede –y
sucede muy a menudo- no deja lugar a dudas ni discusiones. Tiene la evidencia
indiscutible de lo que experimentamos a través de la percepción directa. De lo que hablo
aquí es difícil de definir y, de hecho, indefinible. (La guna ha cambiado; sattva ha
expulsado a tamas con todas sus nieblas y oscuridades).
- Vindyachal, 22 de octubre de 1951
De nuevo, la duda me asalta… Esa cuerda en la que yo tenía plena confianza, con la que
me iba a lanzar para atravesar el abismo, será necesario que pruebe su solidez, estirarla
cada vez más para ver si se rompe; y si se rompe, me libraré de un gran peligro. Si el lazo
que me une a Ma es aquel que une al gurú y al discípulo, entonces es indestructible y
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resistirá todos los ataques, tempestades y ciclones… « pues uno no puede ser separado
de su propio Ser... »
- Benarés, 30 de octubre de 1951
Cuando aparece la duda, supone una caída, un descenso al nivel del pensamiento
discursivo. Si mantengo siempre mi consciencia en el presente, la duda no podrá surgir.
- Rajgir, 18 de diciembre de 1951
(De nuevo tamas…) Acabo de releer lo que escribí el 22 de octubre. Hubiera podido
escribirlo hoy, pues representa exactamente mi estado de ánimo actual. Todo esto es
muy difícil de comprender. Me muevo como un ciego que tropieza en la oscuridad,
siempre con el riesgo de caer.
- Rajgir, 25 de diciembre de 1951
Cada vez que la tensión me parece demasiado grande y que voy a tener que dejar a Ma,
las cosas vuelven a ponerse en su sitio de una manera o de otra, como por arte de magia.
(El cambio de las gunas que, durante un tiempo, gobierna el espíritu puede cambiar
completamente a este último. Con cada cambio, emergen diferentes aspectos de la
personalidad).
- Rajgir, 27 de diciembre de 1951
El amor de Ma ¿no es acaso la Gracia Divina pura y nada más? Esta gracia es un bien
poco común; no se puede simplemente coger como la fruta de un árbol, se debe merecer.
Una vez que se recibe, uno debe aprender a conservarla, cultivarla y cuidarla como una
joya preciosa, pues puede ser perdida fácilmente, robada por el demonio de la duda en
un momento de descuido. Una simple mirada hacia atrás, hacia lo profano, hace que
salga volando como un pájaro asustado.
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- Puri, 26 de enero de 1952
Cuando releo mi diario, me doy cuenta de que da la impresión de que dudo de Ma la
mayor parte del tiempo y que estoy siempre a punto de marcharme. Pero, de hecho, la
duda aparece en contadas ocasiones, como una excepción por llamarlo así –lo habitual
son los periodos de fe y de amor intensos. Pero durante estos periodos de felicidad
profunda, no tengo necesidad de escribir; no escribo habitualmente sino cuando estoy
lleno de dudas, abatido y deprimido.
- Anandakashi, 20 de abril de 1952
Cuando releo estas notas, me pregunto cómo ha sido posible que me haya cegado tanto
la estupidez…
- Anandashram, 14 de octubre de 1952
Tengo actualmente la certeza de que el lazo que me une a ella no podrá romperse jamás,
como no se pueden romper los parentescos físicos que te unen a tu madre. Pues ella es
mi madre espiritual; es ella quien me ha dado a luz en este nuevo mundo. Y este lazo en
más fuerte que cualquier otro parentesco físico.
- Hacia 1952 (fecha incierta)
Pueda yo, cuando la ceguera y la estupidez me oscurezcan de nuevo, releer estas líneas y
recordar.
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El carácter compasivo de Ma
Hemos escuchado a menudo a Ma decir que no va a ningún lado y, sin embargo, la vemos
viajar de un lado a otro. Ella lo penetra todo, y está por lo tanto en todas partes, en todo
momento. Su cuerpo, sus movimientos no tienen significado para nosotros. Ma nos ha
asegurado que no nos abandonará nunca, vayamos donde vayamos, hagamos lo que
hagamos, pues ella es la Conciencia Divina que lo penetra todo, para la que no hay
limitaciones ni de espacio ni de tiempo, para la que la palabra « imposible » no tiene
significado. Sin embargo, para la mayoría de nosotros, este conocimiento se queda al
nivel de las palabras. Muchos lo repiten simplemente porque lo han oído. Pero aquellos
que, durante un largo periodo, han vivido bajo la dirección de Ma, han experimentado la
bendición de su presencia de diversas formas y entienden que su gracia y su amor divino
son idénticos, tanto si estamos físicamente lejos como cerca de ella. Pero nuestra mente
es como un niño tonto al que se debe repetir la lección sin cesar porque continúa
olvidándola, hasta que haya entrado en su cabeza. En algunos momentos, sucede algo
que hace que en nuestras mentes poco inteligentes penetre profundamente el hecho de
que la Madre está siempre con nosotros, que reside en nuestro propio corazón,
guiándonos constantemente, apartando los obstáculos y salvándonos de los peligros.
Este es el tema que quiero desarrollar ahora, en relación a dos incidentes.
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En 1954, las fiestas de aniversario de Ma tuvieron lugar en el ashram de Almora. Yo vivía
entonces en el ashram de Varanasi y desde allí iba a ir a Almora para asistir a las
ceremonias. Habiendo pasado ya tres años, tenía la suerte de vivir bajo la dirección
personal de Ma. Durante la primera mitad de este periodo, había viajado
constantemente con ella, acompañándola allá dónde iba. Abandonarla, aunque fuera un
solo día, era para mí una fuente de sufrimiento insoportable. Es la forma en que Ma nos
atrae primero hacia su presencia física, con el objetivo de privar a nuestras mentes de
todo apego mundano. El amor por Ma purifica la mente y el corazón, despierta y
desarrolla considerablemente nuestro deseo por lo Divino. Aquello que no puede
alcanzarse más que con años de lucha, de práctica del pranayama, de japa, de búsqueda
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del Ser es alcanzado en poco tiempo, por así decirlo sin esfuerzo, con un amor puro e
intenso por Ma. De hecho, un amor puro, intenso, desinteresado por Ma es, en sí mismo,
una poderosa sadhana. Este amor debe ir extendiéndose progresivamente hacia la
presencia que todo lo penetra. Así, Ma nos conduce paso a paso. Algunos caracteres
pueden, de hecho, sentir a Ma más cercana cuando están lejos de ella y esto puede
parecer paradójico pero puede ser explicado así: cuando estamos físicamente con Ma, su
dulzura, su amabilidad, su sencillez infantil pueden hacernos olvidar a veces su
divinidad. Cuando nos alejamos, si el espíritu es capaz de elevarse por encima de los
aspectos físicos, tenemos quizás más oportunidad de captar «Aquello» que reside en el
corazón. Pero debería retomar el hilo de mi historia. Durante la segunda mitad de los
tres años que pasé viajando con Ma, no podía soportar estar sin ella ni siquiera
intervalos cortos de tiempo. Nunca, que yo recuerde, estuve sin su darshan durante más
de un mes. Cuando llegué a Almora para las celebraciones del aniversario, el deseo de la
presencia física de Ma reapareció más fuerte que nunca. El amor infinito del gurú es
verdaderamente diferente de aquello que habitualmente llamamos «amor». El amor real
no conoce debilidad. Puede parecer incluso duro, sin piedad. El niño grande estaba
apegado a sus juguetes de bebé y la Madre sabía sin ningún tipo de duda que había
llegado el momento de que se desprendiera de las costumbres de niño. La habilidad de
Ma para reconocer el momento psicológico oportuno es muy conocida. En cierto
momento, me hizo prometer que me quedaría en el ashram de Almora durante un año
entero, sin viajar a ningún lado. Un año entero sin ver a Ma, me parecía una eternidad.
Antes, incluso tras quince días de separación, contaba los días y esperaba su regreso. Ese
verano, Ma se quedó más de dos meses en Almora. Durante su estancia, se realizaron
numerosas mejoras en el ashram, pero demasiado pronto llegó el fatídico día de la
partida de Ma. Me puse de pie, al borde de la carretera, mirando su coche listo para
partir. No podía creer que Ma, conociendo mi estado mental, pudiera dejarme atrás
durante un periodo tan largo. Antes de partir, me llamó, me dio su bendición y
pronunció algunas amables palabras de consuelo. El coche bajaba por la carretera de
Kathgodam y yo lo seguí con los ojos hasta que desapareció. Todo tipo de ideas pueriles
atravesaban mi mente. Pensaba que solo se trataba de una prueba a la que Ma me estaba
sometiendo y que pronto vendría alguien para decirme que me uniera a ella, pero el
tiempo fue pasando y nadie vino. Mi mente fue invadida por la tristeza como el cielo por
las nubes. Me sentía abatido, deprimido, desesperado. Evidentemente, yo no estaba
26
obligado a continuar quedándome allí, nunca había visto a Ma forzar a nadie. Hubiera
podido seguirla fácilmente por la llanura y, probablemente, ella hubiera resuelto la
cuestión riéndose, como de hecho había sucedido en ocasiones anteriores, y ella hubiera
esperado una mejor ocasión para dejarme solo. Pero esa vez yo había dado mi palabra y,
además, en el intervalo, mi mente había madurado y yo comprendía que tenía la
necesidad de practicar la sadhana y de llevar una vida de soledad. Así, intentaba distraer
mis pensamientos de su fijación dolorosa y me mantenía ocupado continuamente en un
trabajo u otro. Durante la estancia de Ma en Almora, yo había ocupado provisionalmente
una habitación cerca del depósito del templo de Patal Devi, pues todas las habitaciones
del ashram estaban ocupadas. Ahora, tenía que ir a instalarme allí. Me puse pues a
arreglar y preparar mis cosas, pero la pena no me abandonaba. Fui ascendiendo
lentamente por el camino que llevaba al ashram. El cielo estaba de un azul inmaculado,
el aire era fresco y ligero. En las llanuras, me iba diciendo a mí mismo, debe hacer un
calor aplastante, una atmósfera saturada de humedad. Aquí, en Almora, tenemos el
silencio tranquilo de las montañas del Himalaya en su sublime belleza. En las llanuras,
hubiera estado inmerso en el ajetreo y el bullicio de las ciudades. Viajar con Ma significa
tener que soportar todo tipo de dificultades prácticas. Aquí, tenía todo lo que me hacía
falta, como si estuviera en mi casa. Pero, ¿de qué sirve el bello espectáculo, el clima
fresco, el confort material y todo el resto, cuando te falta la felicidad principal, es decir,
aquello que yo encontraba en la presencia de Ma y que no dependía de ningún factor del
entorno? Con los ojos llenos de lágrimas, miraba la maravillosa cadena montañosa. De
pronto, me sucedió algo extraordinario. Todo mi ser fue inundado de gozo. ¡Ma estaba
ahí! ¡Ma estaba ahí, presente frente a mí! Sin embargo, no era su forma física… Pero,
¿cómo describir aquello que no puede ser explicado con palabras? No había forma y no
obstante yo podía ver claramente su largo cabello negro que flotaba en las crestas de las
montañas. No había rostro pero podía percibir su dulce sonrisa divina que llenaba mi
corazón con un gozo y una paz inexplicables. Yo estaba allí, clavado en el suelo, como un
niño pequeño, observando con asombro y admiración su rasgos majestuosos. Ella estaba
a la vez fuera y dentro de mi. Verdaderamente, ella era mi fuerza vital, mi prana que
había tomado una forma. No se oía ningún sonido pero, en las profundidades de mi
corazón, comprendí el significado de su silencio. Me decía: «¿Por qué te lamentas,
insensato? No me he marchado lejos de ti; estoy siempre contigo, presente para siempre
en tu corazón; soy tu verdadero Ser». Esta experiencia solo duró unos minutos pero fue
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suficiente para dispersar las nubes que me sumergían en un estado miserable, para
apartar la niebla espesa que había oscurecido mi comprensión.
2
No es solo en los momentos de angustia cuando Ma está presente. Ella está siempre
atenta, incluso en aquello referente a los pequeños detalles de la vida cotidiana. La
historia que viene a continuación es un ejemplo de la forma en la que a veces nos damos
cuenta de ello. Sucedió en el ashram de Varanasi. En la época de esta historia, algunas
grietas amenazantes habían aparecido ya en el vestíbulo, bajo la terraza que daba al
Ganges. No podíamos utilizar más el vestíbulo para las reuniones y se prohibía a los
visitantes que bajaran por las escaleras. Solamente un pequeño número de residentes
ocupaban algunas habitaciones de ese lado. Yo resultaba ser uno de los privilegiados.
Digo «privilegiado» porque tenía la suerte de vivir en soledad, en medio de este ashram
lleno de gente. Mi habitación, que daba al Ganges, estaba cerca de Anandamayi Ghat. En
el silencio de la noche, me sentaba a menudo en el vestíbulo, cerca de la ventana que se
abría sobre el río.
Cerca del ashram, en la parte superior del ghat, hay un pequeño templo dedicado a
Ganesh. Cada año, la comunidad de pescadores que vive en el vecindario organiza una
ceremonia que dura cinco días. Para esta ocasión, se erige una plataforma sobre el ghat.
Se instala una gran tienda con bellas decoraciones. Cada tarde, tras la jornada laboral,
los fieles se reúnen en esta tienda (pandal) y cantan kirtans o recitan las Escrituras hasta
bien entrada la noche. Durante una de estas noches, yo estaba sentado como siempre en
el vestíbulo que dominaba el río. Ma no estaba en Varanasi en ese momento. Yo podía oír
claramente todo lo que se decía o se cantaba en las ceremonias del ghat; a menudo, los
sadhaka que están siempre comprometidos en prácticas espirituales se vuelven muy
sensibles a los ruidos y a las vibraciones que les rodean. Pero en este caso, el alboroto
de la ceremonia no me molestaba en absoluto, mientras era de naturaleza religiosa. Por
el contrario, me hacía feliz y apreciaba el nama-kirtan y los bhajan, pero otro tipo de
ruidos me molestaban, a veces considerablemente. Esa noche, podía darme cuenta de
que el ambiente de la plataforma iba cambiando poco a poco. No podía comprender las
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palabras de los cantos pero las entonaciones y las risas del auditorio me daban la
impresión de que la celebración había pasado a ser otra cosa más secular. Quizás no
hacían daño a nadie y mi impresión era errónea pero esa noche yo estaba especialmente
sensible y me sentía muy incómodo. En un acaloramiento de la oración, me dije
mentalmente: «¡Ponerse a cantar de forma tan vulgar en la ciudad santa de Kashi, en las
riberas del Ganges, cerca del ashram de Ma Anandamayi! ¡Deberían al menos cantar el
maha-mantra! » Tan pronto como esta oración tomó forma en mi mente, oí un fuerte
sonido -podría incluso decirse que «vi» el sonido. Es un hecho reconocido que sonido y
forma están íntimamente ligados. Existe un nivel de percepción en el que los dos se
mezclan. El sonido que yo había escuchado no venía de una voz humana, tenía su propia
personalidad viva. Llegó como una gran ola desde la terraza del ashram, se esparció por
el vestíbulo y finalmente envolvió la plataforma de debajo en la que continuaba la
ceremonia. Aunque la ola no tenía forma definida, yo sentí que estaba en cierta manera
ligada a la presencia física de Ma. La ola de sonido pronunció solamente una vez « Hari
Bol» (que quiere decir: « Repite el Nombre del Señor»), pero no con el tono en el que Ma
solía cantar estas palabras. Aquí, la voz era potente y estricta, como un reproche o un
mandato severo. Tan pronto como la ola precipitó sobre la plataforma, la concurrencia
dejó de cantar instantáneamente. Durante varios minutos, reinó un silencio absoluto.
Después, sin transición alguna, se pusieron a cantar: « Haré Ram, Haré Ram, Ram, Ram,
Haré, Haré», que es el segundo verso del maha-mantra. Continuaron así durante un
tiempo, sin cantar el primer verso: « Haré Krishna... ». Después, más tarde, cantaron
«Sitaram, Sitaram» y si no recuerdo mal, todo el resto de la noche se consagró a cantar
el nama-kirtan. Mi oración era infantil y apenas merecía una respuesta tan sobrenatural.
Pero fue probablemente uno de esos momentos psicológicos, un instante de conjunción
durante el cual la lección, tan frecuentemente olvidada, podría marcar profundamente la
mente del niño antes mencionado.
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El aspecto físico de Ma
El poder inescrutable al que llamamos Shri Ma Anandamayi se manifiesta en sí mismo a
través de un aspecto físico que no es más que una pequeña parte, y sin duda ni siquiera
la más importante. Ma ha dicho en repetidas ocasiones que es omnipresente, que ella
nunca va ni viene a ningún lugar, que nunca nació, etc. Así, es evidente que ella no es su
cuerpo físico y esto me parece no ser más que un instrumento que constituye un vínculo
entre nosotros y el poder divino. Algunas personas pueden preguntar cuál es la utilidad
de un elemento tan limitador como el cuerpo físico, si el poder de Ma es omnipresente,
está más allá del espacio y del tiempo, y listo para ayudarte, como tanta gente ha
experimentado, tanto si estás cerca como si estás lejos, sea cual sea la lejanía. Además, la
devoción que tanta gente siente por la presencia física de Ma, ¿no será engañosa, una
especie de moha (apego)? Ante todo, debo responder que aquellos que están libres de
todo tipo de apegos, que son nirmoha, son de hecho santos realizados. Para todos los
otros, la devoción a un ser como Ma es el apego más elevado posible sobre la tierra y
consumirá a su momento todos los otros tipos de moha. « Gracias al moha por este
cuerpo (es decir, por ella misma), todo otro tipo de apego se desvanece», escuché decir a
Ma un día (cuando cito las palabras de la Madre, les doy el sentido en la medida en que
me acuerdo y fui capaz de comprender, y no sus palabras exactas).
Es importante destacar aquí que una encarnación divina es de una gran utilidad para
todos los seres encarnados. Este apoyo se manifiesta de muchas maneras y yo escribiré
solamente sobre algunas de ellas que pude entrever con mi punto de vista limitado. No
tengo la intención de hablar aquí de su papel principal, que es evidente para todos, es
decir de sus palabras que proporcionan una luz decisiva sobre los sujetos espirituales,
su dirección, sus consejos preciosos para los sadhaka, ni de su acción como gurú que no
depende de su forma física. Me limitaré a ciertos otros aspectos menos aparentes,
aunque muy importantes. En el reino del ahamkara, del ego, en el que vivimos la
mayoría de nosotros, no existe el amor real. En aquello que conoce el ahamkara, lo más
cercano es moha, el apego. El amor real presupone la disolución, la desaparición del ego.
Ahora bien, la raíz de todas sus acciones es el instinto de conservación, todos sus
pensamientos giran alrededor de la protección del cuerpo y su bienestar. Para liberarse
de las garras del ego, es necesario en primer lugar resistirse a sus condicionamientos y,
con este objetivo, cultivar las cualidades puras, el daïvi-sampa.
30
1
Todos hemos leído sobre satya (verdad), ahimsa (no violencia) y escuchado muchos
discursos y buenos consejos sobre el tema, pero ver siempre estas cualidades en un ser
vivo que las expresa en los detalles de su vida cotidiana es, seguramente, algo muy
distinto. A través de la forma física de Ma, todas estas cualidades resplandecían con el
brillo de la perfección. Si no hubiera sido así, ¿cómo iba a haber tanta gente que se
sintiera atraída por ella? ¡Qué poco frecuente es encontrar a alguien que esté
completamente libre de todo tipo de miedos! Pero abhaya no es posible realmente más
que cuando uno no percibe ya nada como diferente a su propio Ser. Los mismos dioses
están sometidos al miedo, y las Upanishad dicen, por ejemplo, que es debido al miedo
que Agni arde. Yo que tuve la suerte de vivir bajo la dirección de la Madre, jamás pude
hallar en sus rasgos el menor rastro del miedo. ¡Qué gozo admirar la expresión de un
rostro como aquel! Ahimsa, el hecho de no deparar perjuicio a ningún ser viviente, es
más común. Ma nos muestra con su propio ejemplo cómo puede practicarse
perfectamente en la vida cotidiana. No matar a ningún ser viviente es un deber obvio
para un sadhaka, pero no hacer daño a nadie, ni de palabra, por acción o por omisión,
incluso en pensamiento o por la simple presencia, es realmente mucho más difícil. En
innumerables ocasiones pudimos observar la delicadeza con la que Ma se comportaba
para evitar causar el menor daño, la menor ofensa a través de su propia persona o a
través de la de un devoto. Recuerdo haber visto un día en Solan que Ma cambiaba el
trayecto habitual de su paseo de la tarde para evitar molestar al pasar a un perro
acostado. Un día, un asistente que había ahuyentado al perro fue reprendido: «¿Por qué
lo ahuyentas? », dijo la Madre, « está aprovechando que la tierra está fresca». En
numerosas ocasiones, algunos brahmachari que habían pegado o incluso intentado
pegar a un perro veían cómo Ma les pedía que hicieran pranam al animal, para implorar
perdón al Señor que habitaba en el perro. Satya, la veracidad, significa, según he oído
decir a Ma, no pronunciar ninguna mentira, ni con palabras, ni con signos ni por omisión.
Ella añadió que si uno pudiera practicar una veracidad tal durante un periodo de doce
años, todo aquello que pudiera llegar a decir a partir de entonces se haría realidad. Ma
insistía mucho en la importancia que tenía decir la verdad en cualquier circunstancia. No
hace falta decir que ella misma nos daba un ejemplo vivo de la forma en que satya puede
31
ser desarrollada hasta la perfección suprema. Aparte de su omnipotencia, esta única
virtud sería suficiente para asegurar que todas sus palabras son verdaderas. En lo que se
refiere a akrodha, la ausencia de ira, seguramente no hace falta precisar que Ma jamás
entraba en cólera y no se podía encontrar en ella tampoco el menor signo de irritación o
de impaciencia. Ma está en contacto con cientos, miles de personas de todo tipo, por
temperamento o medio social. De vez en cuando aparecen personas que actúan con falta
de cortesía o dicen palabras sorprendentes en presencia de un ser tan grande. Pero
cuanto más basta es la conducta de estas personas, más radiante es la sonrisa de la
Madre y más gentileza y amor hay en sus respuestas. A menudo ofrece más atención a
sus agresores que al resto de la gente. Es como si actuara como un buen médico, que
dedica más cuidados a sus pacientes gravemente enfermos que a aquellos que solo
tienen una tos o un simple resfriado. Todo el mundo sabe que Ma no hace discursos o
conferencias, pero responde a las preguntas que se le hacen sobre temas espirituales. La
mayoría de la gente escucha con una atención fascinada las palabras de Sabiduría Divina
que salen de sus labios pero, a veces, algunas personas se dejan llevar por su necesidad
de hablar e interrumpen la conversación de la Madre para hacer observaciones que se
inventan o preguntas tontas. Ma no solo no los rechaza sino que jamás muestra el menor
signo de impaciencia. Abrevia, normalmente, sus propias explicaciones y, después de
haber escuchado con interés y una sonrisa llena de amor las palabras del inocente que la
ha interrumpido, intenta clarificar sus dudas con un amor y una paciencia infinitas que
seguramente no se encuentran en otros seres humanos que enseñan. ¿Qué más se puede
decir sobre las cualidades divinas que se revelan a través de la forma física de la Madre,
esta encarnación de Sabiduría y de Amor «puro como el sol»? Si continúo escribiendo,
nunca terminaría…
2
Realmente, el camino de la sadhana no es fácil, es «como el filo de la navaja», dicen los
sabios. La principal dificultad reside en el hecho de que la buena vía es difícil de
encontrar y más aún de conservar, mientras que las falsas o las semi-verdaderas
seducen normalmente con más facilidad. Frecuentemente sucede, por supuesto, que la
mente del sadhaka se extravía. No hace falta decir que siempre le es posible pedir el
32
consejo de Ma, pero muchas veces no se da cuenta de que va por mal camino. Hay
muchas cosas que no se pueden expresar con palabras, pero la presencia física de Ma
tiene una cualidad especial. Las sombras de la noche no persisten frente al sol del
amanecer y, por su sola presencia, muchas personas han visto resueltos sus problemas
psíquicos. La persona que está desmoralizada recupera la confianza en sí misma; aquel
que tiene miedo, siente renovado coraje para hacer frente a la batalla; otro, que tenía la
mente sucia por sus apegos mundanos, es purificado como si se hubiera bañado en el
divino Ganges; otro más que estaba estancado por la falta de energía, siente el impulso
de un incremento de fuerza que no puede tener una causa natural; a veces, un obstáculo
en el camino se funde como la nieve al sol. Aquello que estaba torcido se endereza, la
confusión se aclara, las impurezas son limpiadas. Tal es el poder que irradia su presencia
física.
3
El resultado de nuestras acciones, nuestro karma-phala, a veces se atraviesa y nos
bloquea el camino hacia futuros progresos, o si la ruta no está totalmente cortada, el
progreso se ralentiza enormemente como la carreta que avanza con gran dificultad a
causa del exceso de peso. En algunos momentos, podemos superar los obstáculos
kármicos por nuestros propios esfuerzos, pero a menudo la tarea es demasiado ardua y
nuestro destino puede estancarse o incluso truncarse si la gracia de Ma no interviene. La
forma física de Ma no ha sido creada a causa de un prarabdha karma, como ya hemos
dicho. Ella es capaz, si lo desea, de utilizar su cuerpo con el fin de absorber parte del
karma de otros. La fatalidad del karma no reside totalmente en las circunstancias
favorables o desfavorables a las que estamos sometidos. En toda circunstancia, existe un
núcleo central que consiste en variaciones de la vibración pránica y que se manifiesta
fundamentalmente como placer o sufrimiento. Las condiciones externas y nuestras
reacciones mentales, es decir, el conjunto de nombres y de formas (nama-rupa), son
ilusorios y dependen esencialmente de nuestra creencia en su realidad. Aquel que lo
sabe y es maestro, puede reducir al mínimo los efectos kármicos, es decir, cualquier
enfermedad física o pránica temporal. Nosotros no somos capaces, evidentemente, de
realizarlo, pero Ma puede, y mucho más allá de lo que podamos imaginar. Para ella no es
33
un problema en absoluto, como nos sucede a nosotros, reducir el nama-rapa o
traducirlo, según el caso, en un problema del cuerpo sutil, o bien, si el karma es pesado,
en una indisposición o enfermedad física. Esta era, me parece, la razón principal de las
enfermedades de la Madre cada cierto tiempo. Estoy seguro de que, cuando nos
comportábamos o pensábamos de una forma indigna, la reacción se evidenciaba en la
salud de Ma.
4
Si un sadhaka desea tener éxito, debe liberarse de todos los apegos humanos (nishanga).
El apego que tenemos por nuestra familia o nuestros amigos debe ser sustituido por una
simpatía igual hacia todos los seres vivos. A primera vista, esto parece muy fácil pero
pronto tomamos conciencia del poder de la parte emocional de nuestra personalidad y
de la profundidad de sus raíces en nuestro subconsciente. De hecho, la naturaleza
emocional no debe ser destruida sino que debe ser dirigida de forma correcta, y se
convierte entonces en una ayuda para nuestra evolución espiritual. Entender que esta
necesidad emocional no es otra cosa que nuestra aspiración a volver a nuestro estado
natural, hacia nuestra naturaleza real, es seguramente la forma más alta de bhakti. Pero
son pocos lo que pueden mantener esta actitud mental, la mayoría de los sadhaka tienen
necesidad de un objeto exterior de devoción, es decir, un nombre y una forma como
símbolo del Eterno. El ishta-devata (divinidad elegida) y el gurú son, por supuesto,
excelentes objetos de devoción. Un gran número de devotos de Ma la consideran la
encarnación de su ishta o su gurú, y le ofrecen culto con esta idea. Los occidentales y los
espíritus occidentalizados tienen una gran reticencia a tolerar el culto de un santo o de
un santo viviente. El motivo es, me parece, una falta de comprensión de la palabra
«devoción». En casi todas las religiones occidentales, Dios es adorado como el ser
perfecto, eternamente diferente del alma individual. La actitud del devoto es sin duda la
del amor pero también de una veneración mezclada más o menos con el miedo. Por el
contrario, en India es muy diferente. Casi todas las escuelas ortodoxas consideran que el
alma individual es de la misma naturaleza que Dios. Incluso los dualistas más
convencidos admiten que Dios, el antar-yamin (maestro interior) reside en todos los
seres, que está más cercano a nosotros que nuestro propio ego. La consecuencia es una
34
devoción sin miedo, casi tan íntima como la relación con sus propios padre y madre.
Además, un hindú instruido comprende que la devoción al aspecto personal no es más
que un estado provisional que, en última instancia, le permitirá darse cuenta de la
unidad de todo. Con esta mentalidad, cualquier símbolo puede llevar a alcanzar el
objetivo. Sin embargo, me parece que un santo realizado, la encarnación de la Conciencia
Divina, es el objeto de veneración más apropiado, si se necesita dicho objeto. Debo decir
que la Madre no fomenta en absoluto el culto a su forma física. En repetidas ocasiones he
podido observar como desviaba las oraciones rituales (puja) de este tipo, para despertar
la comprensión de que el objeto a adorar es el Uno que reside en el corazón de todos. La
Madre vivía en el Yatra naanyat pashyati, donde se considera solo el Ser único, donde no
existe adorador ni objeto de adoración. Pero desde nuestro punto de vista, todo lo que
pensamos que ella es, lo es realmente para nosotros, como ella señaló en varias
ocasiones. Igual que el oro puro puede ser modelado en todas las formas pero sigue
siendo el mismo oro, la Conciencia Divina que se manifiesta a través del cuerpo de Ma,
puede ser considerada en todas las formas sin perder por tanto su cualidad
fundamental. Esto es lo que hace falta comprender cuando se medita en el aspecto físico
de Ma.
Una faceta de la enseñanza de Ma
La forma de transmitir el conocimiento espiritual (paravidya) es fundamentalmente
diferente de la manera de enseñar el conocimiento secular (apara-vidya). Este último no
traspasa el reino de los nombres y de las formas y se queda en los límites del
pensamiento
discursivo.
Hablar,
leer,
escuchar,
reflexionar,
memorizar
este
conocimiento y asimilarlo son los medios de dominarlo; cuando se trata del verdadero
conocimiento, las cosas son bastante diferentes. «Yato vacho nirvatante aprapya manasa
saha», « De donde regresan la palabra y la mente sin haber sido capaces de alcanzarlo»,
dice la Taittiriya Upanishad. El objetivo de la instrucción espiritual es el de invertir la
extraversión de la mente y volverla hacia su fuente, que está en el interior. En el camino
del conocimiento de uno mismo, el aspirante debe avanzar paso a paso, penetrando cada
vez más profundamente, partiendo del nivel más superficial para alcanzar la base firme
del Gran Silencio. Los niveles más profundos son los cimientos y contienen
35
potencialmente a los más superficiales –igual que, por ejemplo, varias hojas crecen en la
rama de un árbol, varias ramas en el tronco y así sucesivamente. En consecuencia,
cuanto más profundamente se penetre, más concentrada y eficiente será la mente.
Instrucciones recibidas con explicaciones puramente orales serán mucho menos
convincentes que aquello que se transmite a un nivel más profundo. A este nivel, las
cosas llevan la marca de la percepción directa y se presentan de forma mucho más clara
que los argumentos del pensamiento discursivo. Es por eso que casi todas las religiones
utilizan mucho los símbolos: ídolos con rasgos humanos o animales (murti), diseños
geométricos (yantra), sonidos (bija mantra), etc. para intentar incidir en capas cada vez
más profundas de la mente. Cuanto más grandes son las profundidades que el discípulo
alcanza, más sencillos serán los símbolos que necesitará. Probablemente, todos los
grandes maestros han utilizado esta forma de vehicular la verdad sin la ayuda del
pensamiento discursivo o no utilizándolo más que en su aspecto elemental. Ma, en su
contacto cotidiano con sus devotos, parecía muy a menudo comunicar una parte de su
preciosa enseñanza de forma similar. Pero, por desgracia, habitualmente nosotros no
sabemos aprovechar este rocío divino: a veces por culpa de nuestra falta de atención,
pero también porque todo esto parece tan sencillo que no nos tomamos la molestia de
aprehender el significado real. La amabilidad infinita de Ma nos hace a veces olvidar
quién es ella en realidad, que las palabras que pronuncia su boca son como mantras, sus
gestos como mudras y las expresiones de su rostro como imágenes de lo Divino con
forma. Como la mayoría de nosotros, yo no pude aprehender más que unas pocas gotas
solamente de este rocío divino. Es, desde este ángulo de visión limitada que es el mío,
que me tomo la libertad de escribir sobre esta enseñanza tan profunda de Ma. Los
ejemplos que vienen a continuación solo dan una ligera idea.
1
Empecemos por algo que parece bastante insignificante. Ma, a menudo, preguntaba a la
gente: «¿Cómo estás? », «¿Estás bien? », etc. Cuando, tras un viaje, volvía a Benarés, nos
hacía esta misma pregunta a mí y a los otros. Al principio, muy contento de recibir la
atención de Mataji, yo no le daba mucha importancia a este hecho. Más tarde, sin
embargo, me di cuenta de que ella hacía esta pregunta de formas muy diferentes y en
36
circunstancias concretas. Una vez, yo estaba totalmente abatido, sentía que no avanzaba
en mi sadhana, quizás incluso que iba en la dirección errónea, mientras que,
evidentemente, como comprendí más tarde, la verdad era exactamente lo contrario.
Durante este periodo, Ma me había preguntado en dos ocasiones: « Tum bahut acché
ho?», que significa « ¿Vas muy bien ? » Utilizaba una entonación poco interrogativa y
hablaba con una voz fuerte como si quisiera grabar algo en mi mente. En otros
momentos, yo pensaba que progresaba rápidamente e inconscientemente me
enorgullecía un poco, pero en el camino espiritual, esta actitud es la mejor manera de
fracasar. Cuando Ma llegó a Varanasi, me preguntó: « Tu acché ho », «¿Vas bien, no ?»
Esta pregunta llamó mi atención sobre mi punto débil y corregí mi actitud mental.
2
El ejemplo siguiente, aunque no tiene que ver con ninguna enseñanza, es una muestra
interesante de la forma en la que un aparente defecto en la voz de Ma podía tener un
buen motivo. Una vez, después de la estación de las lluvias, yo había cogido una
amigdalitis que duraba ya un mes y medio sin que yo consiguiera desembarazarme de
ella. Ma acababa de volver, creo que de Hardwar. Se sentó en la veranda frente al templo
de Annapurna; éramos unas veinte personas sentadas a su alrededor. Ella miró hacia
donde yo estaba y dijo: « Tum kaisé ho ? », « ¿Cómo estás ? » Yo no estaba seguro de que
la pregunta fuera para mí y guardaba silencio. Ma repitió su pregunta mirando
directamente hacia mí. Esta vez, su voz parecía ronca como si tuviera dolor de garganta,
cuando su salud era muy buena ese día. En ese momento, yo me había olvidado
completamente de mi dolor de garganta y respondí: « Estoy bien». Al día siguiente, mi
garganta estaba completamente curada.
3
Un día que había ido a ver a Ma a Vyndhyachal, se decidió que yo me quedaría allí un
tiempo tras su partida. Ma dijo: «Puedes ir a la cueva de Bhajanalay, tú eres Bhajananda
(el bhajanalaya es una casa que está junto a los jardines del ashram y que está a la
37
disposición del mismo. Bhajanalava significa: « lugar para practicar su sadhana». Bhajan
significa música religiosa, pero también práctica espiritual) ». Cuando ella pronunció
esta última palabra, su voz se atragantó como si tuviera el deseo de pronunciar mi
verdadero nombre que es Vijayananda, pero una palabra equivocada hubiera salido por
error. Mi primera reacción fue sentir un poco de pena, oyendo a Ma llamarme por un
nombre equivocado; pero de inmediato y después de eso, comprendí el significado
profundo de su aparente error y la bendición que contenía.
4
Las expresiones de nuestro rostro tienen mucha importancia en nuestras relaciones con
los otros. Cada persona puede, en un grado variable, interpretar el mensaje vehiculado
por la mímica facial, aunque la mayoría de personas sean medio inconscientes,
preocupados por la abundancia de su pensamiento discursivo. Nuestros músculos
faciales están casi siempre en movimiento, expresando diferentes ideas. Pero estos
movimientos giran alrededor de una imagen central, que será dominante durante
algunas horas, a veces algunos días, y que representa la personalidad provisional con la
que nos identificamos en ese momento. Esta imagen central tiene su origen en el
movimiento de la fuerza vital. La mayor parte del tiempo, por lo tanto, estamos
completamente identificados con esta imagen central y somos, por lo tanto, bastante
inconscientes. Si pudiéramos observarla como espectadores,
conseguiríamos tener
bastante éxito en el control de nuestra mente. Ma tiene muchas formas de ayudarnos a
realizar esta toma de conciencia: a veces, actúa como un espejo que refleja durante un
breve instante, a través de su expresión, nuestro estado mental, su opuesto o su
complementario. Si pudiéramos adoptar con intensidad los cambios en el rostro y el
autocontrol de Ma, movidos por una actitud de amor y de veneración, podríamos
obtener un gran provecho espiritual. Todas las expresiones de su rostro aparecen con
plena conciencia y tienen un significado concreto. El sattva puro que brillaba a través del
cuerpo de Ma era en sí mismo una poderosa upadésha (enseñanza espiritual). A veces,
Ma creaba circunstancias que impactaban nuestra mente en el momento psicológico
oportuno y que nos impresionaban mucho más de lo que podría hacerlo un largo
discurso. Una tarde, en Varanasi, Ma caminaba por la terraza que daba al Ganges. Yo
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estaba ese día muy abatido, pensando que no avanzaba lo suficiente y me encontraba
apoyado contra el pequeño templo de Shiva, cerca de la terraza. Miraba con tristeza a Ma
y le decía mentalmente: «Ma, Vijayananda no ha logrado todavía la victoria (vijaya)».
Mientras pensaba estas palabras, había recogido de forma totalmente automática una de
las flores de calotropis que crecen en el patio del ashram, cerca del templo de Shiva. No
era más que un capullo que todavía estaba cerrado. Habiéndolo cogido con la mano
izquierda, yo tocaba ligeramente su parte superior con un dedo de la mano derecha. En
seguida, el capullo se abrió lentamente y desarrolló sus pétalos hasta su completo
florecimiento. Yo no había ejercido presión alguna, solamente lo había tocado
ligeramente. No se debía tampoco a una fuerza pránica que pasara a través de mi
cuerpo; intenté después muchas veces reproducir este hecho extraordinario sin poder
conseguirlo. No había duda de que era la respuesta de Ma a mi queja y, de esta forma tan
original, quedó grabada en mi mente desde ese mismo momento. Estaba bastante claro
lo que Ma replicaba habitualmente ante una queja o una solicitud de este tipo: «Puede
suceder incluso ahora, en este mismo instante» - refiriéndose a la realización del Ser. Un
día, en Dehra-Dun, Ma estaba sentada en el vestíbulo de los kirtan del ashram de
Kishenpur, a la hora del silencio observado todos los días desde las 8.45 horas de la
noche. Algunos devotos habían traído mangos, pero no había suficientes para
distribuirlos entre todos y Ma los repartió solo entre los niños. Dichos mangos estaban
un poco amarillentos. Había uno verde, que aparentemente no estaba maduro. Ma me lo
lanzó diciendo: « Kaccha hai, bahut kaccha», « ¡No está maduro, realmente no está
maduro ! » Cualquiera que fuera el prasad de Ma, entregado con sus propias manos, era
algo poco habitual y precioso. Al final del satsang, me dije: « Maduro o no maduro, debo
tomármelo inmediatamente. El prasad de Ma no puede hacerme daño». El mango era
suave al tacto y, en general, parecía bastante maduro. Pero, cuando lo probé, me quedé
estupefacto al darme cuenta de que era de los mejores, y estaba en su justo punto. Es
parte de la omnisciencia de Ma tener un sentido de la observación muy agudo y que no
se le escape el menor detalle. En consecuencia, seguramente ella debía de haberse dado
cuenta de que el mango era dulce y de un tipo que se mantiene siempre verde, incluso
después de madurar. Por otro lado, Ma no miente nunca, ni siquiera dice una sombra de
mentira. Pero inmediatamente después me acordé de lo que había sucedido ese día. Por
la mañana, alrededor de las diez, Ma se paseaba por la veranda del ashram. El mismo día
había tenido éxito en mi meditación y era tan tonto como para pensar que la realización
39
estaba ya cerca. Había observado a Ma y le había dicho mentalmente: « Ma, ahora el
fruto está en mi mano, el amalaka, el fruto de la inmortalidad está en mi palma (El
amalaka, el fruto del ciruelo mirobolan, en la palma de la mano es una expresión clásica
del Vedanta para designar la realización del Ser) ». El mango verde había sido el medio
de vehicular su respuesta. No había dicho que el mango no estuviera maduro, pero había
querido decir, evidentemente, que el fruto excepcional de la realización del ser que yo
pensaba que estaba a punto de recoger todavía estaba poco maduro. Sucede a menudo
que Ma comunica una opinión, una enseñanza o incluso una reprimenda por la
intermediación de otra persona. Ma lo es todo; ella es el antar-yamin (el maestro
interior) que habita en el corazón de todos. En numerosas ocasiones, me había dado
cuenta de que cuando entraba en el vestíbulo con una pregunta o una petición en la
mente, el mahatma que estaba hablando sobre un tema espiritual, en presencia de Ma,
hablaba exactamente del tema que me ocupaba la mente. De esta forma, recibí muchos
consejos valiosos, algunas respuestas a mis preguntas e incluso la solución de un
problema complicado. En estas ocasiones, sentía claramente que dichas enseñanzas
venían directamente de Ma –quiero decir de Ma tal como se nos aparecía. Pues si la
consideramos en su aspecto de gurú omnipresente, su enseñanza puede hacerse a través
de cualquier persona o cosa, en todas las circunstancias. En conclusión, podemos decir
que la presencia de Ma era en sí misma la enseñanza más elevada. Un ejemplo vivo es
mucho más convincente y efectivo que una cantidad de palabras, por muy brillantes y
bien explicadas que puedan ser. Ma nos hacía ver cómo la inteligencia suprema puede ir
de la mano del amor y de la compasión infinitos; cómo se puede ser al mismo tiempo
sencillo y natural y, a la vez, dar testimonio de formas que pertenecen a la cultura más
alta; que es posible vivir en sahaja-samadhi y ser también consciente de los menores
detalles del entorno cotidiano. Todas sus acciones, sus palabras, sus formas de
relacionarse con la gente nos mostraban que la perfección espiritual y la perfección
humana van de la mano.
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La madre y los poderes sobrenaturales
Muchas personas se sienten atraídas por el camino espiritual o están ávidas de entrar en
contacto con sabios o santos a causa de la atracción por los poderes sobrenaturales. A
menudo, gente de fuera nos pregunta si Ma realizaba milagros. Esta actitud hacia el
«más allá»
normalmente cambia cuando la gente se familiariza más con la
espiritualidad. Todo milagro pertenece a un mundo ilusorio (maya) y está así sometido a
la relatividad, por ejemplo, que un ser humano vuele. En todo caso, el poder que ha dado
nacimiento a este universo relativo puede también cambiar los detalles o incluso todo el
conjunto; y este poder reside en todo lo que está vivo y, por su simple presencia,
constituye el milagro permanente del dinamismo de la vida. Pero consideremos ahora el
problema del punto de vista ordinario (vyavaharika) para poder responder a la pregunta
de si Ma realizaba milagros o no. Es un hecho muy conocido que en un cierto nivel de
desarrollo, los yoguis son capaces de realizar todo tipo de acciones destacadas que
impresionan a la gente corriente. Esto culmina en el estado conocido como
hiranyagarbha, en el que uno domina y/o se identifica con el prana cósmico. Pero este
no es, en ningún caso, el objetivo final; todos los sabios insisten en el hecho de que los
poderes psíquicos no son más que obstáculos en el camino y que utilizarlos bloquearía
los futuros progresos. Los grandes bhaktas también son capaces de realizar milagros. Su
voluntad personal se ha entregado completamente a Dios y no están atados por los
poderes psíquicos. En su caso, la Voluntad Divina puede realizar un milagro sin que ellos
sean conscientes siquiera. Respecto al jnanin consumado que está bien establecido en lo
real, no siente la necesidad de interesarse por los cambios de este mundo ilusorio, es
decir, la sustitución de un tipo de ilusión por otro. No podemos calificar a Ma de yoguini,
a pesar de que durante el periodo de su vida en el que interpretó el papel de una
sadhika, pasó en un tiempo extremadamente corto por todas las etapas y variedad del
yoga, hasta su perfección final. No podemos tampoco calificarla de bhakta, aunque eso
formó también parte de la lila de su sadhana (la interpretación de su disciplina
espiritual); en efecto, en el estado de unidad, no existe adorador ni objeto de adoración.
Además, desde el punto de vista de sus devotos, ella es en sí misma el objeto de culto. Sin
ninguna duda, ella era una jnanin perfecta y un ser liberado, pero no en el sentido
ordinario de estas palabras. Pues para alcanzar jnana (el Conocimiento supremo),
hemos tenido que estar antes en ajnana (estado de ignorancia); y para liberarse, hemos
41
tenido que estar antes cautivos. Ma misma ha declarado sin ambigüedad que ella nunca
ha pasado por el estado de ignorancia ni de servidumbre, excepto a modo de juego
durante la lila de su sadhana. Una persona que se ha licenciado y que se entretiene en
presentarse a la selectividad no deja por ello de estar licenciada. Respecto a los milagros,
parece inadecuado decir que Ma tenía poderes sobrenaturales: para ella, no existía
diferencia entre lo natural y lo sobrenatural, y aquello que nosotros llamamos milagro le
sucedía de forma tan natural como lo es para nosotros el hecho de caminar o de comer.
Numerosos santos y sabios del pasado han realizado milagros de forma espectacular con
el objetivo de convencer a la gente de su nivel espiritual elevado o de su misión divina.
Nunca observamos algo así en el caso de Ma. Cuando le hacíamos preguntas sobre
cualquier acontecimiento sobrenatural, ella parecía desapegada del mismo y que
prácticamente no le concernía. La razón es, me parece, que consideraba las
manifestaciones parapsicológicas como aquello que realmente son: cosas banales.
Además, mi opinión (sin duda limitada) es que Ma no hacía milagros por sí misma.
Seamos claros: Ma, que está tan cerca de nuestros corazones, es el mismo ser del que
hablan las Escrituras: libre de la contaminación de los nacimientos y los renacimientos,
omnisciente, omnipotente, pura conciencia, etc. Esta conciencia no actúa por sí misma
sino por intermediación de su maya, de su shakti; no era Ma la que realizaba milagros,
sino su shakti, siguiendo su menor deseo o su menor indicación, igual que un rey no
tiene más que decir una palabra o hacer un signo a su ministro y sabe que el trabajo se
hará a la perfección, incluso ignorando los detalles y la forma en que será realizado. Pero
dejemos el dominio de la especulación y veamos ahora como, en la vida cotidiana, Ma
jugaba con lo supuestamente sobrenatural, sin otro objetivo que nuestro beneficio
espiritual y sin otra motivación que su infinita misericordia.
1
Lo primero que un profano espera de un santo es que sea capaz de curar las
enfermedades. Entre las multitudes que rodeaban a Ma, se encontraba un buen número
de personas que habían venido con la esperanza de verse aliviados de una enfermedad
que los médicos no habían conseguido sanar. Pero dejando que la gente se le acercara
con la motivación que fuera, y fuera cual fuera la forma en que se establecía su relación
42
con ella, ella los conduciría tarde o temprano por el camino correcto. Cuando un yogui
imperfecto utiliza su poder de curación, es posible que acabe provocando problemas al
paciente. La enfermedades resultan, a veces, ser una ayuda para el progreso espiritual, o
pueden también proteger al aspirante de un mal mayor. Incluso, aparecen a causa de la
ley del karma y, si las suprimimos, en algún lugar aparecerá una reacción. Pero Ma
conocía la fuente de todas las cosas y cuando alguien era curado por su gracia, lo que era
frecuentemente el caso, los resultados del karma (karma-phala) eran completamente
anulados. Casi todos sus devotos podrían dar al menos un ejemplo en el que su gracia les
ha aliviado de una enfermedad, tanto si era un acceso grave (como el caso de lepra
curado en Ambala en 1951) o podía ser solamente un dolor reumático común. A veces,
cuando la enfermedad era sin duda una ayuda, ella podía desplazarla en el tiempo, a un
periodo en el que el individuo pudiera soportarla más fácilmente y sacar el máximo
beneficio.
2
Incluso el ángel de la muerte debía obedecerla. Hace poco oí hablar de un devoto que
estaba a punto de morir durante un viaje a América y que, por la gracia de Ma, pudo
retrasar su deceso hasta regresar a India donde finalmente expiró junto a su familia. Una
persona de confianza me dijo que Ma había confirmado ese hecho.
3
Lo que impresiona a primera vista a las personas que entran en contacto con Ma es su
extraordinario poder de cautivar el corazón humano. Algunos sadhaka, sobretodo
aquellos que siguen el camino tántrico, adquieren principalmente en los primeros
estadios, el poder de seducir a la gente, poder que tiene su base en el ser vital. Otros, en
los que predomina el sattva-guna, atraen a la gente gracias al encanto natural de su
cuerpo. Pero la atracción de Ma era de una naturaleza completamente diferente: se debía
a la conciencia de nuestro verdadero Ser, el atman que resplandecía a través de su forma
física.
43
4
Tan pronto como uno entraba en contacto con Ma, ella podía conocer de un vistazo el
estado de su mente, desde el nivel más secreto de nuestro subconsciente hasta su
personalidad social superficial, tan fácilmente como se puede leer en un libro abierto.
Cada vez que llegábamos frente a Ma, ella conocía inmediatamente nuestro estado
mental, si nos sentíamos inquietos o satisfechos, etc. No era extraño que diera una
respuesta bien oral, bien de cualquier otra manera, según las circunstancias, a una
pregunta formulada mentalmente. Decirle una mentira o intentar esconderle algo era
actuar como el avestruz que esconde su cabeza en la arena. Todo esto debe considerarse
desde el punto de vista ordinario pues, en realidad, Ma no tenía necesidad de leer
nuestros pensamientos, ella era nosotros mismos.
5
En lo que respecta a la clarividencia, Ma dijo: « Igual que a la luz de una antorcha
podemos distinguir los rasgos de vuestras figuras, las expresiones de vuestros rostros se
me aparecen en la mente cuando meditáis sobre mí o habláis de mí o me rezáis… » Entre
nosotros, hubo muchos que pudieron verificar por experiencia que las oraciones
dirigidas a Ma mentalmente y a cualquier distancia recibían una respuesta, y que ella
tenía un conocimiento asombroso de nuestros actos más secretos. En lo que se refiere a
nuestra sadhana, por ejemplo, ella revelaba a veces en privado o en público hechos que
no queríamos que nadie conociera.
6
Nuestros pensamientos, nuestra actitud mental, nuestros humores en ciertos periodos
que pueden durar varios días se basan en patrones definidos que tienen sus raíces en el
flujo de la energía pránica (fuerza vital) a través del cuerpo… Ma podía cambiar a
voluntad dichas raíces y, a través de ellas, toda nuestra actitud mental.
44
7
El mundo que percibimos con nuestros sentidos no es más que una parte del universo
manifestado. Los sabios dicen que existen otros planos: seis más elevados que el plano
físico y siete mundo inferiores. Ma nos ha hablado a menudo sobre cómo algunos seres
invisibles a los ojos de las personas corrientes venían a rendirle homenaje. En la vida de
Buda también se ha atestiguado que los devas aparecían en su presencia.
8
A veces, si era necesario, Mataji podía manifestarse a distancia de su cuerpo físico, en su
cuerpo sutil. De hecho, algunos de sus devotos sintieron su presencia en sukshma (plano
sutil).
9
Leemos en la Biblia que Cristo realizó el milagro de alimentar a una multitud con una
pequeña cantidad de alimentos. En muchas ocasiones, cuando Ma distribuía el prasad,
sucedía que una pequeña cantidad era suficiente para alimentar a un gran número de
personas. Por ejemplo, cuando distribuía la fruta, ocurría que el número de piezas se
correspondía exactamente con el número de personas presentes. En algunos casos,
cuando parecía faltar una pieza, descubríamos después que una persona había recibido
doble ración y que esto tenía un significado concreto.
10
Todo lo que Ma hacía llevaba el sello de la perfección, hasta en el menor detalle. Cuando,
por ejemplo, preparaba un plato, siempre era realmente delicioso, y ni siquiera el mejor
cocinero hubiera podido igualarlo. Si distribuía fruta o golosinas, eran siempre de la
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mejor cualidad y del gusto de los que las recibían. Si nos regalaba un hábito, era en el
momento adecuado en que lo necesitábamos y del tipo exacto que nosotros queríamos.
Cuando cantaba, lo hacía siempre en la medida perfecta. Nunca vi a Ma tocar un
instrumento musical excepto una vez en la que tomó un par de címbalos (kartal) y
comenzó a tocar con una habilidad tan perfecta que ningún otro ser humano hubiera
sido capaz de imitarla. La atmósfera milagrosa que rodeaba a Ma siempre me
impresionó, desde el mismo día que la conocí. Era una experiencia cotidiana en nuestra
relación con Ma.
11
Ma podía llamar o detener la lluvia a voluntad. Durante su recorrido por el sur de la
India, en 1952, la provincia de Madrás sufría de sequía desde hacía mucho tiempo. Yo
estaba presente cuando una delegación vino a pedirle a Ma que trajera la lluvia. Tan
pronto como Ma y su grupo atravesaron esa zona del sur de la India, en el camino de
retorno, se puso a llover abundantemente en la provincia de Madrás. Este hecho fue
registrado en los diarios.
12
Casi todos los devotos de Ma podrían explicar al menos uno o dos milagros que Ma
realizó por ellos o en su presencia, pero el más maravilloso de los milagros que realizó, y
el menos aparente, fue el de la purificación y la transformación de nuestra mente y de
nuestro corazón. Ma ha declarado en muchas ocasiones que en realidad no tenemos
necesidad de liberarnos: estamos ya liberados. Lo único que debemos hacer es eliminar
los obstáculos que ocultan la realidad, es decir, purificar nuestra mente. Muchos
aspirantes pueden testificar sobre la forma en que Ma les ha ayudado en este sendero
«sobre el filo de la navaja» - no solo como lo hacen todos los gurús, sino de una manera
milagrosa, liberando en unos días los bloqueos que normalmente hubieran necesitado
largos años de esfuerzos para ser superados. A veces incluso, identificada con el
sadhaka, podía hacerle pasar un obstáculo como una madre que toma a su hijo en sus
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brazos. El milagro de la transformación interior es el verdadero milagro y para
conseguirlo solo debemos rezar a Ma.
El loto rojo
En 1980, si no recuerdo mal, la celebración de la festividad de Durga tenía que realizarse
en Bombay, en presencia de Shri Ma Anandamayi. Algunos meses antes de la
celebración, Shri Ma estaba en Kankhal y tuvo la khéyala (inspiración) de que una
celebración idéntica se desarrollara, también con gran pompa, en el ashram de Kankhal,
pero sin que ella estuviera físicamente presente. Tenía que venir un oficiante
especialmente desde Calcuta con su grupo. Antes de dejar Kankhal, Shri Ma puso a punto
cada detalle de la fiesta con Shri Ram Panjwani y algunos otros. Desconozco la razón por
la que Ma tuvo de pronto esta khéyala pero yo estaba convencido de que si había
dedicado tanta atención al desarrollo de esta puja de Kankhal era porque iba a estar
presente, al menos de forma sutil. Cuando se acercaba la fecha de la festividad, se trajo al
ashram una preciosa estatua de Durga, gracias a la amabilidad de Shri Ram Panjwani, y
el oficiante llegó de Calcuta con un grupo numeroso. En el ashram solo quedaban unos
pocos miembros, la mayoría había acompañado a Ma a Bombay. La puja comenzó. El
ambiente era excelente y reinaba la impresión tan concreta de alegre celebración que
conocen bien aquellos que han participado, como cuando Shri Ma estaba físicamente
presente – pero sin embargo menos intensa. Como yo pocas veces dejaba mi habitación
por la mañana, asistía todos los días al arati del atardecer (la Sandhya-puja, la puja
especial, en la confluencia del octavo y noveno día lunar, que es el momento en el que,
según la leyenda, la diosa consiguió matar al demonio). Un día, quizás el octavo o noveno
día lunar, durante el arati, yo contemplaba a la diosa Durga. Era una de las estatuas más
bellas que había visto nunca y parecía estar viva. ¿Era debido al efecto de la presencia de
Ma o de cualquier otra presencia divina, o solo mi pura imaginación? Este era el tipo de
pensamiento que me ocupaba en ese momento. Me decía: « A fin y al cabo, no es más que
una estatua de yeso a la que mi imaginación le da vida». Decidí, entonces, hacer una
prueba. Mirando a la diosa, empecé una conversación mental con ella: «Madre, si estás
realmente viva y no eres simplemente una figura de yeso, otórgame un don». Pedí un
deseo y continué: « Si realmente me estás escuchando y si quieres concederme este don,
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manifiéstate con una señal». Pero, ¿qué señal? De pronto me vino una idea: «Enséñame
un loto rojo». No tenía motivo alguno para hacer una petición semejante y no tenía ni
idea de cómo podía aparecérseme dicho loto. Supe más tarde que los lotos rojos son muy
poco corrientes en Kankhal y que el oficiante había traído solamente unos pocos de
Calcuta. Apenas había mencionado ese deseo –quizás en ese mismo instante- el oficiante
cogió un loto rojo (no pude ver de dónde lo sacaba, la multitud estaba delante de mí para
el arati) y lo agitó frente a la diosa. Después, levantó el loto por encima de su cabeza y lo
movió así durante un buen rato, yo podía verlo perfectamente, a pesar de estar detrás de
muchas personas. Yo pensaba: «Es extraordinario, la Madre Divina me ha respondido
inmediatamente». Después me dije: « Quizás se trata solamente de una coincidencia», y
añadí a la intención de la diosa: « Si no me estoy engañando a mí mismo y si realmente
me escuchas, debes darme un loto rojo». El arati terminó, nos sentamos para escuchar
los kirtan. Apenas me había sentado, Deepak, un joven asistente del sacerdote vino hacia
mí y me pidió, con una amabilidad extrema, si podía darme prasad. Yo le expliqué que no
aceptaba nada, excepto lo que venía de las propias manos de Ma, principio que yo
aplicaba desde hacía muchos años. Pero Deepak era para mí un recién llegado, podía no
comprender mi rechazo y sentirse ofendido. Por eso, añadí en hindi «Phool de sakte »
(“Puedes darme una flor”). Él me respondió « Abhi donga » («Se la traigo ahora mismo»).
Entró en el recinto en el que se desarrollaba la puja y me trajo… un loto rojo. Mi sorpresa
fue grande y estaba encantado de que la Madre Divina hubiera eliminado mis dudas tan
rápidamente. No solo me daba un loto rojo, sino también el don que yo esperaba…
Guardé celosamente el loto en mi mesa reservada a la puja pues me había sido
entregado –así lo creía- por la Madre Divina. Desgraciadamente, sus pétalos se fueron
cayendo uno a uno y, en verano, tuve que tirarlo. En el mes de mayo siguiente, durante
las fiestas de celebración del aniversario de Ma en Kankhal, justo después de la Tithipuja, Shri Ma me llamó y me entregó con sus manos puras una gran cantidad de fruta,
como a menudo hacía; pocas veces me daba flores o una guirnalda. Esa vez, habiendo
entregado las frutas, dijo unas palabras a una de las brahmacharii, ésta salió y volvió con
una flor que Ma, con sus manos sagradas, me entregó… ¡Era un loto rojo! Lo dejé sobre la
mes de mi puja en el lugar de aquel que había perdido sus pétalos. Han transcurrido
cuatro años y todavía está allí, siempre el mismo: se ha secado pero no pierde sus
pétalos. Era como si Ma me dijera: « Mira, lo que la diosa de yeso te dio (la flor y el don)
es efímero; pero lo que yo te de durará para siempre».
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CAPÍTULO III
¿QUIÉN ERA EN REALIDAD MA ANANDAMAYI?
He aquí una pregunta que ha surgido a menudo y a la que no se ha encontrado ninguna
respuesta satisfactoria. Pues, ¿cómo definir aquello que está más allá de toda forma de
pensamiento y de toda concepción mental, sea cual sea? Este poder primordial que se
manifiesta a través de la forma física que llamamos Ma Anandamayi se encuentra, como
dice la Upanishad, « allí donde las palabras e incluso la mente chocan infructuosamente
sin comprender la Divinidad... » Pero lo que podemos hacer es intentar descubrir aquello
que Ma no era, es decir, eliminar una a una todas las concepciones erróneas que circulan
sobre aquella que fue una de las más grandes santas de la India de todos los tiempos.
1) Empecemos por la más ordinaria que oí algunas veces repetir a personas que jamás
habían conocido a Ma: ¿Era Ma una 'vamacharin' (una devota del tantra de la mano
izquierda que utiliza prácticas sexuales)? Por supuesto, una mujer muy bella, rodeada de
numerosos discípulos masculinos podría dar lugar a la sospecha; pero un simple
darshan o una visita a uno de sus ashrams era suficiente para disipar esta falsa manera
de verla. Pues el visitante es informado de que una castidad absoluta, no solo de acto
sino también de pensamiento, es una condición sine qua non para ser admitido en
cualquiera de sus ashrams. Ma decía: « Solo la flor pura, sin mancha, es digna de ser
situada a los pies del Señor, y en ninguna otra parte. Aseguraos de llevar una vida pura y
sin mancha, digna de ser dedicada a la adoración del Señor». No es necesario añadir que
Ma merecía totalmente el nombre que le habían dado sus padres Nirmala (inmaculada).
2) Se oían también otros chismes que decían que Ma era una maga que atraía a la gente
hacia ella por magia o hipnosis, solo para entretenerse. Sí, en verdad, Ma era una gran
maga que atraía a numerosas personas bajo el encantamiento de esta gran ilusión
llamada maya, que los había atado con innumerables apegos mundanos. Y Ma, a través
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de su gran amor, los deshipnotizaba y los llevaba « de lo irreal a lo real, de las tinieblas a
la luz, de la muerte a la inmortalidad».
3)Otras personas, con buenas intenciones, veían en Ma a una hija de la Madre Divina,
como la había descrito un conocido sadhu. ¿Una niña? Sí, pero el tipo de niña del que
hablaba Shri Aurobindo cuando decía: « El Señor es un eterno niño jugando a un juego
eterno en un jardín eterno».
4) Muchas personas, incluso algunas que estuvieron muy cerca de Ma, creían
firmemente que era una encarnación de la Madre Divina: Durga para algunos, Kali para
otros. Algunos veían en ella a Krishna e incluso Shiva. Pero todas estas deidades no
tienen más que una realidad relativa, son los símbolos de un camino que lleva hacia la
Realización de lo Supremo, y no existen más que mientras estamos en el domino de la
mente. Más allá ya no hay nombre ni forma, y es este « más allá», este poder supremo, lo
que se manifestaba a través de la forma física de Ma. Dicho poder puede tomar cualquier
forma, manteniéndose más allá del nombre y de la forma. «Yo soy lo que vosotros
pensáis que soy», decía Ma. Además, decir que Ma era Durga o Kali no es más que una
verdad fragmentada. He aquí lo que Ma decía sobre este tema: «Las visiones de los
dioses y de las diosas se producen según los samskaras (impresiones subconscientes) de
cada individuo. Yo soy aquello que siempre he sido y que siempre seré. Soy lo que
imagináis, pensáis o decís». O también: «Tu eres la encarnación de todos los dioses y
mucho más. Has surgido de mí y yo soy la suma de toda la creación».
5) Durante mis primeros encuentros con Ma, yo pensaba que ella enseñaba la bhaktimarga (el camino de la devoción). Esta opinión es compartida por numerosas personas
que no tienen sin embargo más que un contacto superficial con Ma Anandamayi. Ma
sería, según ellos, una gran bhakta. Es una opinión que vale la pena examinar. Veamos
en qué está basada. Los bhavas. Antiguamente, cuando Ma oía cantar kirtans (música
religiosa) o se encontraba en un medio especialmente religiosos, entraba en diferentes
estados de éxtasis. Su comportamiento parecía el del gran santo vishnuita Chaitanya
Mahaprabhu, que es el ejemplo más típico de la gran devoción extática. Pero, en la época
50
que yo conocí a Ma (febrero de 1951), estas manifestaciones parecían haber cesado
completamente. Algunas veces, la observé durante los kirtans; su rostro expresaba una
profunda emoción religiosa pero en cuanto el canto terminaba, su rostro volvía a estar
sereno y en calma. Me parecía evidente que ella jugaba con las emociones,
probablemente para dar un ejemplo a aquellos que siguen el bhaktimarga. En el
intervalo, lo que yo pude observar es que ella tenía un extraordinario dominio de sí
misma y que nada podía hacerle perder el profundo gozo y la paz interior en la que
parecía vivir constantemente. En lo que se refiere a los bhava, creo –retrospectivamenteque eran simplemente una reacción al deseo de las personas de su entorno y no era más
que un juego superficial. Ma repetía a menudo que siempre había sido la misma desde su
infancia, fuera cual fuera su apariencia exterior. Como el cristal puro toma el color de los
objetos que se le ponen delante, pero sigue siendo el mismo, así Ma parecía diferente
según el medio en el que se encontraba.
Los kirtans
Ma alentaba mucho esta práctica y a menudo ella misma cantaba. Los kirtans eran parte
integrante del programa diario de los ashrams de Ma, pero ella aconsejaba también la
meditación, el vichara (discriminación: método que forma parte del camino del
Conocimiento), a aquellos que eran capaces de llevarlo a cabo. La gran mayoría de
personas en el entorno de Ma siguen el bhakti-Marga, pero esto se debe sencillamente a
que es el camino más fácil, el que se aconseja a la mayoría. Entonces, ¿cuál era el camino
enseñado y seguido por Ma Anandamayi? Quizás el Vedanta. Ma decía: « Este cuerpo
(Ma) presenta las cosas desde el punto de vista de los rishi y de los muni, según la línea
que ellos hayan elegido». En realidad, Ma no pertenecía a ninguna secta ni a ninguna
escuela de pensamiento. Lo real, de lo que ella era la encarnación y que ella enseñaba, es
esta sustancia primordial que está en el origen y en la base de todo aquello que existe.
Eso está más allá de toda creencia, religión o filosofía. No puede ser descrito con
palabras ni conocido por la mente. Sin embargo, para el individuo, es necesaria una vía
de acercamiento en el ámbito de la mente. Es aquello que llamamos sadhana. En
palabras de Ma: « Los buscadores de la verdad están hechos cada uno de una forma
especial, diferentes de los otros, y diferentes unos de otros, pero todos tendrán que
pasar por el umbral de la Verdad» y «Cuando se debate sobre creencias y sobre caminos,
51
recordad: es solo cuando uno está en el camino, que habla de camino…» Pero donde ya
no se trata de doctrina ni de debate, está Él en la raíz, Él que está presente en todas sus
formas innombrables».
La mayoría de los santos que han alcanzado la Realización han seguido un camino y son
capaces de guiar a sus discípulos según el camino que han seguido, o posiblemente
según un camino parecido. Pero casi todos tienen un método propio: sea el japa, por
ejemplo, o la discriminación o el abandono del sí mismo, etc. En consecuencia, solo una
categoría de sadhaka puede beneficiarse de su enseñanza. Con Ma no era así. Habiendo
nacido perfecta, no tenía ningún camino propio y podía guiar a cada individuo según su
vía de acercamiento personal. Ma misma no tenía necesidad alguna de sadhana. No
obstante, en su juventud, Ma realizó, en cierta forma, un juego de sadhana durante un
periodo de seis años. No fue un juego fútil sino una experiencia sorprendente y única en
la historia de los santos. Durante este periodo, Ma pasó por innombrables disciplinas
espirituales, desde su inicio hasta la perfección. Algunas son extremadamente peligrosas
y a un sadhaka corriente le exigen una vida de esfuerzos e incluso varias vidas, pero Ma
lo realizaba a beneficio de la humanidad, pues así era capaz de guiar a cualquier sadhaka
en cualquier camino. Veamos lo que la propia Ma decía sobre este tema: « Debo deciros
que este cuerpo (Ma) no solo ha seguido una única vía de sadhana sino que ha recorrido
todos los caminos conocidos. Ha pasado (la forma física de Ma) por todas las diferentes
disciplinas mencionadas por los sabios de tiempos remotos. Este cuerpo ha pasado con
éxito por la nama sadhana, el hatha yoga con todas las diversas asanas y por otros yogas
diferentes, uno tras otro. Con el objetivo de alcanzar un cierto nivel en una de las vías de
sadhana, un individuo corriente tiene que renacer una y otra vez. Pero en el caso de este
cuerpo, fue una cuestión de segundos… Sin embargo, las diferentes formas de sadhana
que han sido practicadas por este cuerpo, no estaban destinadas a este cuerpo, lo
estaban para todos vosotros… Cuando me contáis vuestras experiencias espirituales,
digo a menudo que este cuerpo ha tenido dichas experiencias y es por eso que sabe lo
que son. No solo esto: si alguien revela a este cuerpo una vía de sadhana concreta, este
puede describirla en sus más pequeños detalles las diferentes etapas de este camino».
(Extractos del diario de Shri Amulya Dutta Gupta, traducidos del bengalí por el autor
mismo, por Swami Vijayananda). Ma podía entonces guiar a cualquier sadhaka –sin
embargo supimos que ella se negaba a dar instrucciones sobre el camino del vamachara
(el tantrismo de la mano izquierda, que utiliza prácticas sexuales). Por este motivo, se
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podían encontrar en el entorno de Ma una variedad sorprendente de sadhakas. Los
sadhakas no estaban obligados a adaptarse a la vía que daba la gurú sino que ella los
guiaba en el camino que mejor convenía al temperamento de cada uno de ellos. Es más,
ella les daba el poder y el conocimiento que revelaba al Guía interior que les conduciría,
tarde o temprano, hacia lo Supremo.
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SEGUNDA PARTE
ENCUENTROS CON SANTOS DESTACADOS
La segunda parte de esta obra se refiere a los encuentros de Swami Vijayananda con
algunos santos notables; incluso si hoy en día ya no están vivos, su mensaje y el valor de su
ejemplo es intemporal; puede servir de referencia tanto a nuestra generación como a
futuras generaciones.
CAPÍTULO I
KRISHNAMURTI
Imaginamos a menudo a los santos de la India vestidos con una amplia toga o un dhoti
de color naranja, barba blanca y un largo cabello blanco cayendo por sus hombros, o, si
no, afeitados como los sannyasins. Quizás viviendo retirados en la soledad del Himalaya
o en una cueva en los alrededores de Rishikesh, o tal vez en un ashram en la ribera del
Ganges, con sus numerosos discípulos. Los vemos rodeados de multitud de admiradores
o con un grupo elegido de chélas, de discípulos, vestidos como los antiguos rishis de la
India. A menudo, adorados como dioses y con visitantes que se prosternan ante ellos con
veneración y les traen ofrendas. Sus palabras son profundas y poco comunes y están
siempre en concordancia con las Escrituras. El hombre moderno, en compañía de un
santo así, olvida que vive en la era atómica y le parece que ha dado marcha atrás en el
tiempo hasta la bienaventurada época védica. Sin embargo, esto no tiene nada que ver
con Krishnamurti. Si es verdad –y esto es en mi opinión- que nec plus ultra de la
grandeza espiritual consiste en parecer absolutamente natural, Krishnamurti ha
conseguido ciertamente el
súmmum de esta realización. Pues nada – ni en su
vestimenta, ni en su conversación, ni en sus formas, ni siquiera en un actitud- permite
adivinar que no es un hombre corriente. Si no fuera por su noble rostro iluminado con
una sonrisa a veces teñida con una ligera tristeza, en el que se puede descubrir una
compasión infinita por todos los seres vivos. Y también, sus grandes ojos, como no se
ven más que entre los hindús y que parecen reflejar esta « vía impersonal», tema
principal de sus conferencias. Sus charlas atraen siempre a una multitud, pues a su
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perfecto dominio del lenguaje él añade un fino sentido psicológico, y sabe expresar en
términos claros situaciones y matices psicológicos que la mayoría de psicoanalistas de
profesión apenas sospechan. Pero, ni la psicología ni el psicoanálisis son los temas de su
enseñanza, pues, aunque él lo niegue, es un maestro y aquello que dice lo sitúa entre los
grandes gurús modernos. Sin embargo, no solo no acepta el papel de gurú, sino –
rompiendo con la antigua tradición hindú- declara categóricamente no solo que el gurú
no es necesario, sino que apoyarse en un maestro solo puede retrasar la progresión
espiritual; que uno no puede descubrir la verdad más que en sí mismo a través de un
esfuerzo personal e independiente. Rechaza igualmente la autoridad de toda Escritura o
tradición, sea cual sea. Pero, ¿qué enseña entonces Krishnamurti en sus conferencias? Es
difícil explicarlo con precisión, pues sus métodos –si es que tiene métodos- son ante
todo negativos. La enseñanza esotérica no se puede codificar en fórmulas ni encerrar en
escritos pues es una cosa viva que varía según los individuos y las circunstancias.
Cuando lo subjetivo prevalece sobre lo objetivo, comienza la experiencia espiritual.
Intentar expresarlo con palabras es ya objetivar y, por le mismo hecho de hacerlo,
cubrirla con un velo que la deforma. En sus conferencias, Krishnamurti aconseja a su
auditorio descubrir el funcionamiento de su propia mente, tanto en su aspecto
consciente como en su mecanismo inconsciente. Pero rechaza cualquier punto de apoyo,
sea un método de yoga, la dirección de un guía o una deidad tutelar. Deben dejarse
tentar por esta aventura, pues es una temible aventura («a journey on an uncharted
sea»), sin ideas preconcebidas, sin prejuicios, sin miedo. Se trata de observar el
movimiento de nuestros pensamientos sin juzgarlo, sin imponerle una interpretación
hablada, incluso sin intento de autocontrol. “Observar” no es la palabra exacta, pues
tomar la actitud del observador produce una división de la mente en dos elementos, es
decir una formación mental haciendo el papel de espectador de las otras formaciones
mentales, y este no es el método que aconseja Krishnamurti. La toma de conciencia de la
corriente de pensamientos debe hacerse desde el interior. El observador debe
mantenerse intensamente consciente dejándose llevar por la corriente de pensamientos,
sin intentar obstaculizar o cambiar su curso en absoluto. Nuestra mente es, en efecto,
una entidad en movimiento y dicho movimiento es producido por la oposición de dos
fuerzas como cualquier otro movimiento. Oponer un pensamiento a otro es alimentar el
movimiento y darle un nuevo dinamismo, incluso si dicho pensamiento es un acto de
autocontrol o incluso simplemente la actitud del observador. El movimiento de nuestra
55
mente no puede ser detenido más que anulando el conflicto de olas mentales que se
oponen constantemente unas a otras. No hace falta señalar que este método es muy
difícil y no cualquiera puede llevarlo a cabo. La mayoría de personas que inician el
camino espiritual prefieren elegir «una vía más humilde», es decir, un camino
progresivo. Pero la ruta que indica Krishnamurti es el « camino abrupto», para utilizar el
lenguaje del zen. Aunque él nunca lo ha dicho, sus conferencias reflejan la declaración de
Buda: «Como en el gran océano solo existe un sabor y es el de la sal, así en mis palabras
solo existe una enseñanza y es la liberación». De todos modos, igual que el Buda hace
dos milenios y medio, la venida de Krishnamurti supone una reacción revolucionaria a
un exceso de ritualismo y a un ocultismo persistente, y a menudo un alejamiento para
recoger medias verdades o poderes ocultos decepcionantes. Pues Krishnamurti surge de
la Sociedad Teosófica. Fue criado e instruido por Annie Besant quien predijo que él sería
un día el “Instructor del Mundo”. Yo había leído en Francia, o más bien devorado con
avidez, todo aquello que había caído en mis manos sobre sus conferencias, las de
Ommen Camp, las de Ojai y también sus libros. Yo tenía entonces apenas veinte años y
este método «descarnado» había impregnado profundamente mi mente. No obstante,
nunca había aceptado totalmente esta enseñanza hasta el punto de situarme entre sus
«discípulos». Pero aquello que Nietzsche decía de sí mismo, que aquellos que creen ser
sus discípulos no lo han comprendido realmente, puede aplicarse también a
Krishnamurti. No había tenido ocasión de conocer a este gran santo hasta una veintena
de años más tarde, en India, que tuve la suerte de tener un encuentro personal con este
gran maestro moderno. En el periodo que va de 1951 a 1959, vivía más a menudo en
Benarés, en el ashram de Ma Anandamayi, en la ribera del Ganges. Krishnamurti venía
casi cada año a Benarés en invierno, hacia el mes de diciembre. Se alojaba en la escuela
que había fundado en Raj Ghat y daba conferencias públicas durante casi toda su
estancia en la ciudad santa. En esa época, yo llevaba una vida de reclusión y era muy
raro que saliera del ashram más que para un corto paseo. Por otro lado, Ma Anandamayi
había llenado mi espíritu y mi corazón hasta tal punto que no tenía ningún deseo de ver
a ningún otro santo. Sin embargo, un día, hacia 1953, unos amigos hindús me llevaron a
la Banaras Hindu University donde Krishnamurti debía dar una conferencia por la tarde.
Llegamos un poco antes y Krishnamurti aún no había llegado. Sin embargo, la sala estaba
ya llena de gente, con un público casi formado por hindús, sobre todo estudiantes de la
universidad, casi todos vestidos de forma europea o, al menos, con ropas
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occidentalizadas. Yo iba vestido como un sadhu indio y llevaba barba y cabello largo. Era
una situación extraña: un sadhu europeo en la ciudad santa en medio de hindús
occidentalizados… Pronto entró un hombre en la sala. Iba vestido a la europea y llevaba
una gabardina. Nada lo distinguía de los otros visitantes. No fue anunciado ni llegó
acompañado. Simplemente se subió al estrado y empezó a decir algunas palabras. Era
Krishnamurti. Miró al auditorio y, automáticamente, el « sadhu europeo» con barba y
largos cabellos, extraño representante de una India tradicional en medio de ese público
hindú occidentalizado, llamó su atención. Por su rostro pasó una sonrisa ligeramente
irónica, pues a Krishnamurti no le gustan los «signos externos» de una vida espiritual.
Empezó la conferencia, respondiendo sobre todo a las preguntas que le hacían. Los
temas eran los mismos de los que suele hablar. Insistió sobre todo en dos puntos: la
autoridad de las Escrituras y el gurú, que aún conservan toda su fuerza en este bastión
de la ortodoxia hindú que es Benarés. Pero lo que me interesaba no eran tanto las
palabras del orador como su forma de expresarse y su actitud frente al público. No había
ni rastro de un discurso ex cátedra ni la menor huella de la superioridad de un
«enseñante». Hablaba de forma muy sencilla pero digna, sin familiaridad, con un inglés
excelente, respondía a los que preguntaban de igual a igual, como si se tratara de
«buscar unidos» la verdad. Sin embargo, me parecía que había una frialdad impersonal
en su contacto con el público. Pero, más tarde comprendí que era una violencia que se
estaba haciendo a sí mismo. Aunque los temas tratados fueran de lo más abstracto, yo
estaba intensamente atento y mi mente se encontraba en un estado de hiperconciencia.
Este estado se mantuvo los dos o tres días siguientes, después se fue atenuando
progresivamente. Una persona que había estado mucho tiempo en contacto con
Krishnamurti me confirmó que dicho estado era normal después de sus conferencias.
Así, él dirige a sus oyentes hacia su fuero interno, les apremia a descubrir por sí mismos
el funcionamiento de su mente, y aparentemente les niega todo punto de apoyo, incluso
(y quizás sobre todo) la palabra del maestro pero, como todos los verdaderos gurús
(pues a pesar de que lo niega, él es un gurú) les da el poder de realizar esta tarea: la
hiperconciencia indispensable para el estudio introspectivo. Tuve la prueba de que
Krishnamurti era capaz de « transmitir poder » más tarde, durante un segundo
encuentro. No obstante, este primer contacto no me dejó una impresión profunda y
pensaba equivocadamente que Krishnamurti no era más que un frío intelectualista.
Algunos años más tarde, en 1957 o 1958, mientras yo estaba todavía en el ashram,
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Krishnamurti vino, como era su costumbre, a Benarés en invierno. Pero, ese año –
teniendo probablemente la necesidad de descansar, a menos que fuera por otra razónvivía medio recluido y, parece ser, sin conceder tampoco entrevistas privadas. A
principios de marzo, una mujer francesa, la señora B, famosa por sus investigaciones
sobre las reacciones psicológicas en los trances yóguicos, vino a visitarme a Benarés.
Durante la conversación, supe que dicha señora era teósofa y que sentía gran
admiración por Krishnamurti pero nunca había tenido ocasión de conocerle
personalmente. Con una llamada telefónica a la escuela de Rajghat nos informamos de
que el Maestro estaba todavía en Benarés, pues ese año había alargado su estancia, pero
que no nos sería posible obtener una entrevista privada. Krishnamurti no salía de su
habitación más que sobre las cinco de la tarde para dar un paseo por el jardín de la
escuela, y era el único momento en el que los visitantes podían verle. Decidimos ir a
Rajghat al día siguiente por la tarde. La señora B. no tenía ninguna pregunta para hacerle
sino que sencillamente quería ver al Maestro. Un sannyasin del ashram y un brahmachari
que querían también recibir el darshan de Krishnamurti iban a acompañarnos. Nuestro
ashram estaba al sur del Ganges, cerca de Assi Ghat, es decir, en el extremo sur de la
ciudad, y la escuela de Raj Ghat está al otro lado de Benarés, en el extremo norte,
igualmente muy cerca del río. Pensamos que hacer el camino en barca a lo largo del río
sería el medio de locomoción más agradable, si no el más rápido. Al día siguiente, por la
tarde, nuestro pequeño grupo descendió las escaleras que llevan al ghat. Una barca de
pescador debía llevarnos a nuestro destino y llegamos bajo un chaparrón a Rajghat.
Apareció un hombre que salía de una de las habitaciones de la planta baja. Era, creo, uno
de los secretarios de Krishnamurti. Nos confirmó lo que ya nos temíamos: que el
Maestro no saldría a dar su paseo esa tarde, a causa de la tormenta. Habíamos decidido
volver a nuestro ashram y volver otro día y nos disponíamos a partir cuando el
secretario, que había desaparecido un momento, volvió y nos dijo que Krishnamurti nos
invitaba a ir a verle a su habitación en el primer piso. Esta señal de delicadeza del gran
maestro me emocionó profundamente. Krishnamurti nos recibió con una sencillez y una
amabilidad que fue directa a mi corazón…y me sorprendió pues tenía en mi memoria el
rostro de un Krishnamurti impersonal y distante, casi frío, como lo había visto en la
B.H.U. Sin embargo, aquí su amabilidad parecía tan sencilla, tan espontánea como si
fuéramos amigos de toda la vida. En India, se acostumbra a hacer una ofrenda a los
santos cuando se los visita, aunque sea unas flores. Sin embargo, nos habían dicho que
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Krishnamurti no aceptaba ofrendas e incluso que se oponía a esta práctica, como a
muchas otras costumbres que forman parte de la tradición ortodoxa. Sin embargo, mi
hábito de vivir entre los hindús y de seguir sus costumbres estaba tan arraigado que
había recogido unas rosas en nuestro ashram con la intención de ofrecérselas al
Maestro. Eso fue lo que hice, con no obstante, una ligera aprensión por las posibles
reacciones. Una vez más, Krishnamurti nos mostró que, tras un intelectualismo en
apariencia frío e impersonal, escondía un «corazón de bodhisattva». Recibió las flores
con sus dos manos. Su actitud y la expresión de su rostro eran las de un hombre que
recibe un precioso presente de amistad. Algunos pétalos cayeron al suelo y Krishnamurti
se agachó y los recogió uno a uno como si quisiera decirnos que no se podía perder nada
de ese precioso regalo. Esta faceta inesperada del maestro me emocionó profundamente.
Se sentó sobre una estera en el suelo, como es habitual en India, y nosotros frente a él.
Habíamos venido por el darshan y no para cansarlo con preguntas, especialmente pues
no daba conferencias en esa época y vivía en retiro. Importunarle con nuestras dudas
filosóficas hubiera sido de muy mal gusto. Por otro lado, el «silencio» de un gran santo,
¿no es el mejor de los discursos? Intercambiamos apenas unas palabras con el Maestro y
se hizo el silencio. Después –no se decir cómo sucedió- mis párpados cayeron y entré en
meditación. Mis otros compañeros hicieron lo mismo, como supe después, excepto el
brahmachari que mantuvo los ojos abiertos «para observar el espectáculo», según me
dijo. No sabría decir cuánto tiempo duró esta meditación. Veinte minutos quizás, según
la valoración del brahmachari, pero tuve en esta ocasión una curiosa experiencia: me
parecía que mi cuerpo físico se había difuminado y que no quedaba en el centro más que
una línea recta sobre la que se superponían tres «nudos» psico-fisiológicos a los que la
conciencia se enganchaba sin poder soltarse. Eran –al menos así fue como los entendílos tres granthis («nudos» clásicos descritos en la filosofía del yoga), los tres lazos
fundamentales que nos unen a la conciencia individual limitada y que están formados en
su raíz por dos partes. Un elemento psicológico que puede localizarse sobre un punto del
cuerpo pero al que no hay que intentar fijarle una base anatómica, pues forma parte de
una anatomo-fisiología subjetiva diferente de la que se estudia en Occidente.
Aproximadamente, podría decirse que esta punto corresponde a un plexo nervioso de
los sistemas simpático y parasimpático. El segundo elemento del granthi está formado
por la conciencia individual, que está de alguna forma «retorcida» sobre este punto por
el conflicto de las ondas mentales opuestas de miedo y de deseo. La combinación de
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estos dos elementos es lo que forma el granthi. Estos nudos existen siempre en las
personas corrientes. Forman la base inconsciente de nuestro comportamiento y están
velados por capas mentales cada vez más superficiales hasta llegar a las de la conciencia
clara. El primer «nudo», yendo de abajo hacia arriba, es el granthi genital. Está situado
en un nivel de conciencia relativamente más superficial que los dos siguientes. Por
«genital» no quiero implicar solamente al elemento sexual. Se puede llevar una vida de
castidad, tener un perfecto dominio del instinto sexual y no estar liberado del granthi
genital, pues este integra todos los matices de amor y de afecto en nuestras relaciones
con «los otros». Cada uno tiene una tonalidad propia y el amor sexual propiamente dicho
no es más que uno de ellos. El segundo «nudo» está situado a nivel del corazón, en un
punto en el que nos damos cuenta de una angustia respiratoria cuando «nos falta la
respiración». Es el centro del instinto de conservación, de la lucha por la defensa de
nuestra vida física. El tercer granthi se encuentra al nivel de la frente. Está situado en un
plano más profundo todavía que el instinto de conservación física. Es el centro del
egotismo, la voluntad de afirmarse como una entidad diferenciada de los otros. Visto en
su «desnudez», se presenta como una voluntad de ser, sombría, triste y dura. Esta
descripción de los tres granthis se corresponde a grandes rasgos con la que se encuentra
en los libros clásicos. Quizás puede estar en desacuerdo con estos últimos en algunos
puntos secundarios. Pero lo que he querido describir aquí es sencillamente una
experiencia personal que ha podido ser diferente para otras personas. Nos despedimos
del Maestro. Él se levantó y nos acompañó hasta el pasillo, poniendo su brazo sobre
nuestros hombros al caminar, como si fuéramos antiguos amigos. Todavía llovía y
recorrimos el largo camino hasta nuestro ashram. Cada uno de los miembros de nuestro
pequeño grupo contó sus impresiones sobre aquella entrevista extraordinaria con el
Maestro. Frente a mis ojos flotaba la imagen del nuevo Krishnamurti, el que acababa de
descubrir. Un Krishnamurti que podía combinar un intelectualismo refinado, una
compasión infinita y esa ternura espontánea que son las señales características de los
verdaderos santos.
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CAPÍTULO II
NEEM KAROLI BABA
Era 1957, el 13 de abril, el día en que el sol entra en el signo de Aries, una festividad
importante en India. En esa época, yo vivía en nuestro ashram de Benarés. Acababa de
atravesar un periodo de prácticas espirituales intensas y, como suele pasar en estos
casos, la reacción se había manifestado en forma de una depresión mental. Pensando
que un poco de descanso me iría bien, había pedido a la dirección del ashram que me
confiara un pequeño trabajo útil pero poco absorbente. Por ello, me habían encargado
que regara parte de las flores y arbustos que crecen en el jardín. Hacía mucho calor en
abril en Benarés, un calor que resecaba tanto a los seres humanos como a las plantas.
Era necesario beber mucho y las flores también necesitaban mucha agua. Al principio de
la tarde –la hora que tenía libre- con una gamcha (toalla hindú) atada a la cintura a
modo de delantal, estaba realizando concienzudamente mi «trabajo». Los visitantes del
ashram eran personas corrientes y, en general, yo no les prestaba demasiada atención.
Uno de ellos pasó muy cerca de mí, un tipo grande con un gran bigote, vestido con un
dhoti blanco, bastante corriente. Llevaba la cabeza rapada, dejando solamente un
mechón de cabello en la coronilla, según la costumbre de los hindús ortodoxos de castas
superiores. Su aspecto era el de un brahmin como los que se pueden encontrar
normalmente en las calles de Benarés. Un hombre joven, vestido de forma similar, lo
acompañaba. El «tipo grande» me miró al bies, con simpatía, y le oí murmurar a su
compañero: «Ingrezi» («es un inglés») – nombre genérico utilizado por los hindús para
llamar a todo aquel que viene de Occidente-, y después desapareció por uno de los
edificios del ashram. Algunos minutos después, uno de los sadhus del ashram se acercó a
mí y me dijo: «¿Sabe que Neem Karoli Baba está aquí? » Nunca antes había conocido a
Neem Karoli Baba, este yogui cuyo nombre está rodeado de un halo de misterio y de
milagros, y hacía tiempo que quería tener su darshan. «¿Dónde está?», fue mi reacción
inmediata. «Está sentado en la terraza del Annapurna mandir (templo dedicado a un
aspecto de la Divina Madre, aquel que provee del alimento físico)». Antes de que mi
interlocutor hubiera terminado su frase, había desatado mi gamcha y subía a toda
velocidad por la escalera que lleva a la terraza del templo. Estaba sentado en una asana,
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rodeado por algunos miembros eminentes del ashram. Era el «tipo grande» de hacía un
momento. Le saludé respetuosamente con un pranam, el saludo habitual para un santo, y
él me pidió que me sentara a su lado. Después me hizo algunas preguntas en hindi.
Parecía, no sabría decir por qué, haberme tomado una repentina simpatía. Le trajeron
una bebida refrescante, un vaso de matta (suero de leche). Él insistió que trajeran
también uno para mí y no bebió su vaso hasta que lo hicieron. Algunos miembros del
ashram vinieron uno a uno a presentar sus respetos al santo. Sobre cada uno, él daba en
unas palabras su opinión y añadía a veces una observación profética sobre el porvenir.
«Sant hai» («es un santo»), decía de algunos, entre los que yo me encontraba. Me miraba
con una mirada que parecía sondear el porvenir y dijo: «Benarés te conviene de
momento pero pahar jaoge pahar jaoge – tú irás a vivir a la montaña». En esa época, yo
estaba profundamente apegado a Benarés y me parecía que viviría toda mi vida en esta
ciudad. No tenía ni el deseo ni la menor intención de irme a vivir a la montaña. Sin
embargo, dos años más tarde, mi ánimo cambió y pasé el verano de 1959 en Almora, en
el Himalaya. No obstante, volví a Benarés en invierno, pero desde el principio de 1960
volví a Alora y después viví en el Himalaya, bajando solamente a la llanura durante un
corto periodo en pleno invierno. Así pues, la profecía de Neem Karoli Baba se cumplió. El
santo se levantó. Le habían invitado a una casa privada en el vecindario. Yo lo acompañé
hasta el portal del ashram. Cuando se marchaba, murmuraba mi nombre sin cesar, como
una letanía: «Vijayananda, Vijayananda...»
Neem Karoli Baba es un gran yogui según la antigua tradición de los Matsyendranath,
Gorakshanath, etc. En principio, su cuartel general está en Lucknow, al norte de la India,
pero en realidad nadie sabe nunca dónde está exactamente o hacia dónde va. Aparece de
pronto en un lugar, en casa de un discípulo, y después desaparece misteriosamente. No
posee nada, no lleva equipaje, ni siquiera la tradicional jarrita de agua. El dhoti que lleva,
lo cambia por otro limpio cuando se queda a pasar unos días en casa de un discípulo. Se
cuentan todo tipo de historias milagrosas sobre él. Voy a contar algunas que he oído y
que tengo motivos sobrados para creer que son auténticas. Un sannyasin de nuestro
ashram, que conozco bien desde hace varios años, asistía un día a la Kumbhaméla.
Estaba discutiendo con otros sadhus cuando la conversación llevó a Neem Karoli Baba.
El sannyasin declaró que si Neem Karoli Baba era un yogui auténtico, debía aparecer
frente a ellos si se lo invocaba. Entonces –quizás solamente para bromear- empezó a
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repetir en voz alta el nombre de Neem Karoli. Casi inmediatamente, en efecto, el santo
apareció delante de ellos.
Hacia mediados de noviembre de 1962, la situación era crítica en la India. Los chinos
habían atacado en octubre, avanzaban victoriosamente en todos los frentes y
amenazaban directamente Assam. Parecía que la India estaba en la vigilia de una
debacle. Un político importante –cuyo nombre no puedo decir-, discípulo de Neem Karoli
Baba estaba entonces en Delhi. Llamó a su maestro para pedirle consejo pues tenía la
intención de abandonar la capital. Neem Karoli Baba le aconsejó que no se moviera y le
confirmó que a la mañana siguiente todo volvería a estar en orden. Parecía imposible
que la situación se arreglara tan rápidamente, y el político trató de discutir, de pedir
explicaciones, pero su maestro persistía en sus afirmaciones. Al día siguiente, se anunció
que los chinos habían tomado la inesperada decisión de hacer un alto al fuego y de
volver a sus posiciones de origen –decisión totalmente sorprendente e imprevisible.
La historia más extraordinaria que se cuenta sobre él es la siguiente: Neem Karoli Baba
fue en su juventud un monje itinerante que recorría la India entera de arriba abajo. A
menudo tomaba el tren y –como muchos sadhus hacen todavía en nuestros días- viajaba
sin billete. A menudo, cuando se trata de un sadhu, el revisor cierra los ojos, pero ese día
fue despiadado. En el momento en que el tren se paró, hizo bajar a Neem Karoli Baba al
andén y le prohibió que volviera a subir bajo pena de sanciones severas. Era una
estación pequeña y el tren tenía que partir a los pocos minutos. El jefe de estación silbó y
el mecánico puso en marcha las máquinas, pero… el tren se negaba a moverse. Fue
examinado vagón por vagón para tratar de descubrir el obstáculo que impedía que
arrancara pero fue imposible encontrar nada. Todo parecía estar en buen estado y, sin
embargo, la locomotora no quería moverse. Neem Karoli Baba seguía en el andén, quizás
con una sonrisa burlona en los labios. Mientras los empleados de la estación intentaban
resolver el misterio, alguien sugirió que quizás el mahatma era un gran yogui cuyo
poder mágico paralizaba el tren. Los hindús, sobre todo los de los pueblos, son aún muy
creyentes. Admiten que existen yoguis que, por el poder de sus austeridades, pueden
realizar cualquier milagro. Un empleado se acercó a Neem Karoli Baba y le rogó que
volviera a subir al tren. El santo subió a su compartimento, retomó su lugar y…el tren
arrancó inmediatamente. La mayoría de los occidentales son escépticos cuando se habla
de milagros. Incluso aquellos que se mencionan en la Biblia son considerados
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«leyendas», «fábulas», como máximo «historias simbólicas» que sirven para transmitir
una enseñanza secreta, y muchos creyentes buscan una explicación «científica» de los
milagros mencionados en la Biblia, para estar en paz consigo mismos. Las curaciones
milagrosas de Lourdes, los casos de levitación entre los místicos cristianos son desde
luego aceptados por las personas religiosas, pero casi a regañadientes. A un intelectual
corriente le daría vergüenza confesar públicamente que admite que un milagro es algo
más que un «cuento de hadas» o una «historia de Papá Noel». Pero, ¿qué es exactamente
un milagro? ¿Un hecho, un acontecimiento que impacta a la mente como una ruptura de
las leyes naturales? ¿Algo que se creía imposible y que, sin embargo, se ha
materializado? Sí, en efecto, así es a veces, pero el verdadero milagro es cuando aquello
que hemos deseado trasciende el dominio de la imaginación y se concreta en la realidad
tangible exactamente como lo habíamos deseado. El acontecimiento puede ser
sobrenatural o ser simplemente un hecho en apariencia banal. En realidad, el
mecanismo del milagro debe estudiarse en su aspecto subjetivo, pues las varitas mágicas
ejercen su función en el dominio psicológico, y la explicación del hecho milagroso no
puede ser «científica» sino solamente psicológica. De entrada, hay que aceptar la
hipótesis de que es la mente la que crea la materia, que un pensamiento suficientemente
poderoso y concentrado puede materializarse en una forma visible o en una serie de
acontecimientos. En principio, un yogui que ha obtenido un perfecto dominio de su
mente –no solo de su aspecto consciente sino también de las formaciones del
inconsciente, hasta su base fundamental, es decir el instinto de conservación- puede
realizar cualquier milagro. Pero esto es la teoría pues en la práctica todo es mucho más
complejo. De entrada, un yogui perfecto está unido a la «fuente de las cosas» y por este
mismo hecho, todos sus deseos y aspiraciones se han cumplido. Ahora bien, la
producción de un milagro exige una volición, un deseo, ambos ausentes en un ser
perfecto. Por otro lado, no existe algo que podamos llamar una «mentalidad individual
autónoma». El individuo no es más que una ola, un remolino en el océano mental
universal. En el ámbito mental, como en el ámbito físico, se produce una interacción
constante entre los elementos individuales, un intercambio continuo de pensamientos.
De esto se deduce que el mago no es un elemento aislado: no existe más que en función
de su espectador. Un milagro solo se puede producir cuando los dos actúan en sintonía,
como una pareja de bailarines por ejemplo. Aquel sobre el que se ejerce un milagro debe
ofrecer una receptividad suficiente, su mente debe haber sido permeabilizada de
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antemano, en una palabra, debe creen en la posibilidad del hecho sobrenatural, aunque
sea en lo más profundo de su inconsciente. En la mayoría de los casos, debe de hecho
«llamar» al milagro a través de un deseo o de una expectativa formulada en el presente o
en el pasado. Frente al occidental corriente, que opone un muro de impecable
incredulidad, el mago no tendrá poder, pues el escepticismo es una fe regresiva, a
menudo mucho más poderosa que la verdadera fe. A finales del siglo pasado, cuando los
ingleses atacaron el Tíbet, los lamas magos del país aseguraron a sus tropas que no
tenían nada que temer, pues por el poder de sus ritos mágicos, las balas de los ingleses
se volverían contra ellos mismos. Pero, de hecho, las balas inglesas perforaron
totalmente el pecho de los soldados del Dalai Lama. A primera vista, parece que los
magos del Tíbet se hubieran hecho ilusiones sobre su poder pero no es imposible que
ellos tuvieran realmente ese poder y lo trataran de ejercer pero que fuera ineficaz
debido a la incredulidad total de los soldados ingleses. Por otra parte, es un hecho bien
conocido que la fe sola puede producir milagros pero se trata de la fe «que mueve
montañas» de la que habla el Evangelio. De hecho, esta fe está en la base misma del
funcionamiento de nuestra mente. En primer lugar, recibimos el haz de información que
nos dan nuestros sentidos. Nuestra mente lo recoge, lo elige, le da una interpretación
extraída de la memoria y lo compara con experiencias similares. Después, aquello que
está en el centro de nuestra máquina de pensar le da el «sello» definitivo que valora el
grupo de percepciones: «esto es un hombre, no un árbol»; «esto existe, esto no existe»;
«esto es bueno, esto es malo», etc. Cuando vemos un árbol, por ejemplo, no tenemos
ninguna duda sobre la realidad de dicha percepción. Nuestra fe en la existencia del
objeto es total, sin la menor duda. Por lo tanto, si analizamos el mecanismo fisiológico de
nuestras percepciones, y su interpretación psicológica, nos vemos obligados a llegar a la
conclusión de que la existencia objetiva de un objeto está lejos de ser demostrada
científicamente. No es más que una hipótesis. Por otra parte, cuando soñamos tenemos
la misma fe absoluta en la realidad de nuestras fantasmagorías. No es más que al
despertar que podemos decir: «No era más que un sueño». A fin de cuentas, es nuestra
creencia, nuestra fe en su existencia la que da a los objetos su realidad empírica. Pero,
para volver a los hechos tangibles: ¿cuáles serán entonces las condiciones en las que se
puede producir un milagro?
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1. Un santo perfecto que potencialmente posee todos los poderes no los utilizará más
que en circunstancias excepcionales, pues, como ya he comentado, está desprovisto de
todo rastro de deseo de volición. El hecho sobrenatural podrá producirse a veces por su
intermediación sin que sea consciente siquiera. Sirve, en este caso, simplemente como
canal para la voluntad cósmica. La mayoría de milagros que se atribuyen a los santos
entran dentro de esta categoría. En otras circunstancias, el santo podrá identificarse
momentáneamente con el deseo o la aspiración del discípulo o de un suplicante, y
hacerlos realidad.
2. Los grandes yoguis están generalmente un poco por debajo del nivel de perfección y
sus milagros tienen por objetivo el bien del mundo o el progreso espiritual de uno o de
varios discípulos.
3. En cuanto a aquellos que realizan milagros con objetivos personales (admitiendo que
no sean simples prestidigitadores), su poder está muy limitado, pues el poder de un
yogui es inversamente proporcional a su ego. Borrar el ego lleva a la perfección, la
afirmación del mismo limita más y más. Por otra parte, un mago que utiliza un poder con
fines personales, acabará tarde o temprano por perderlo y se expondrá a graves
consecuencias. La mayoría de los «magos de oficio» –si me atrevo a utilizar este términono utilizan directamente su voluntad o su poder de concentración para realizar un hecho
sobrenatural. Pues un esfuerzo personal tendrá como resultado dar un impulso al ego, lo
que se traducirá automáticamente por un debilitamiento, incluso una pérdida total del
poder yóguico. El yogui utiliza como palanca el «poder del Otro». Este «Otro»,
normalmente es Dios, el medio más simple de que sea propicio es una oración ardiente y
sincera… Pero, algunas veces también, el mago podrá apelar a un poder cósmico, un
«dragón» o un «espíritu». Qué más da que estos poderes tengan una existencia real o
imaginaria o que estén dotados de una vida temporal y efímera insuflada por un yogui.
Este método fácil y eficaz ha sido utilizado por los magos de todos los tiempos y de todos
los países. Si los milagros existen, dirá inmediatamente el intelectual occidental,
deberíamos poder verificarlo y estudiarlos a través de los métodos modernos. Y, así,
empezamos a seguir la pista de los yoguis con cámaras ultrasensibles, máquinas
electrónicas, electrocardiogramas, electroencefalogramas y no sé cuántas cosas más.
Pero el milagro –el verdadero milagro- no es presentado al público como un espectáculo
en el escenario. Cuando lo es, podemos afirmar casi con seguridad, que el mago no es, en
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realidad, más que un hábil prestidigitador. Un verdadero milagro es algo vivo que surge
cuando se establece un contacto con el formidable poder cósmico subyacente en el
mundo de nuestras percepciones. Para él o para los espectadores, tiene un significado
profundo y preciso, más importante que el hecho sobrenatural en sí mismo. A menudo
marca un punto de inflexión en su vida psicológica, una nueva orientación de su
pensamiento y de su conducta. Yo mismo he sido testigo e instrumento de cierto número
de milagros: una flor que se abre espontáneamente en la mano, la lluvia que cae a la hora
precisa en que se la había llamado (y en numerosas ocasiones), la evolución rápida de
una enfermedad hacia su curación sin medicamentos, cuando la medicación era
imposible, y muchas otras cosas. Pero todos ellos tenían un significado profundo, más
vasto, más conmovedor, más convincente que el milagro en sí mismo. Así, una encuesta
científica, llevada a cabo con las técnicas modernas, sería molesta e ineficaz. Los
milagros que hacen los grandes yoguis nunca tienen como objetivo «epatar» al público.
Contienen siempre una enseñanza y a veces actúan como una «terapia de choque» cuyo
objetivo es el despertar espiritual. Y, con toda probabilidad, esto es así en lo que
concierne a los milagros de Neem Karoli Baba.
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CAPÍTULO III
RAMDAS
Fui a Anandashram, en Kerala, para visitar a Swami Ramdas. Nos acercamos al ashram,
construido en un entorno encantador, lejos de las viviendas de los hombres. Muy cerca
del ashram se encuentra una colina desde la que se puede divisar el azul grisáceo del
mar. Entramos, mi mozo de equipajes y yo, por el gran porche de este refugio de paz. En
el patio del ashram había un hombre sentado en un sillón, rodeado de algunos niños y
adultos. Parecía un abuelo en medio de los miembros de su familia. Iba vestido con un
dhoti blanco, en su rostro lampiño irradiaba una sonrisa perpetua que, algunas veces, se
iluminaba con un franco estallido de risa que producía una alegría irresistible y
contagiosa. Su rostro no tenía el menor rastro de ironía o de condescendencia, menos
todavía de severidad o el menor vestigio de cualquier complejo de superioridad. No
había necesidad de preguntar si era Swami Ramdas pues era más que evidente. Una
persona que estaba dándole un masaje en los pies se apartó frente a mí. Yo hice
respetuosamente los saludos habituales al maestro y puse un coco a sus pies. El swami
hablaba un inglés impecable. Su timbre de voz era sencillo y natural, tan benévolo como
la sonrisa de su rostro. Me hizo las preguntas corrientes que se le hacen a un recién
llegado pero el tono de su voz, su actitud familiar me hicieron sentir que ya formaba
parte de su círculo de amistades. Su familiaridad –si me atrevo a utilizar esta palabrarecordaba a la de un padre con sus hijos, pero un padre que sería al mismo tiempo su
amigo. Los íntimos de Ramdas y sus discípulos le pusieron el sobrenombre de Papa. Era
el nombre que le iba mejor y quizás también el que le tocaba más directamente el
corazón. Ramdas era un sannyasin y antaño vestía ropa naranja. «Llevaba una barba y
largos cabellos como tú», me dijo un día, pero en aquel entonces iba vestido solamente
con un dhoti blanco, «como todo el mundo», pues había trascendido la época monástica
y se había convertido en un ativarnashrami, aquel que está más allá de las castas sociales
y de las etapas de existencia. (Las cuatro etapas de existencia (ashrama) de la sociedad
hindú tradicional son los de: - brahmacharya, educación y formación a través del estudio
y de la disciplina, - grihasthya, vida activa mundana y familiar, - vanaprasthya, vida de
retiro y de desapego de la vida mundana, - sannyasa, renuncia a la acción y a la vida
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mundana). Su cráneo completamente calvo, su rostro siempre lampiño, su boca
completamente desprovista de dientes contribuían a la impresión de extrema sencillez
que se desprendía de su persona. El sahaja-avastha, el estado natural completo, ¿no es la
mayor perfección? Swami Ramdas, en su vida mundana, se llamaba Vittal Rao. Era un
brahmin del clan de los Saraswat, conocidos por su brillante inteligencia y su espíritu
emprendedor. Estaba casado y de dicho matrimonio había nacido una sola hija. Vittal
Rao tenía una sólida cultura occidental y probó diferentes oficios, el último fue un puesto
en una fábrica de tejidos. Repetía a menudo el nombre divino de Ram. Un día, su padre le
oyó y le transmitió el mantra completo de Ram. «El gurú de Ramdas (Ramdas utilizaba la
tercera persona cuando hablaba de sí mismo) le dijo: “Hijo mío, repite este mantra
constantemente: Shri Ram Jai Ram Jai Jai Ram, y obtendrás una felicidad eterna”
(Traducido del inglés de God experience, p. 168, cf también Les carnets de pèlerinage de
Albin-Michel por Ramdas).» El efecto de dicha iniciación parece haber sido
extraordinario, pues Vittal Rao, que tomó entonces el nombre de Ramdas («servidor de
Ram»), dejó a su mujer, a su única hija y partió a la aventura por los caminos de la India
como tantos otros monjes errantes, repitiendo el mantra día y noche, sin descanso, pues
su gurú le había dicho que lo tenía que repetir constantemente. «¿Qué te dijo? (su
padre). Repite el Nombre constantemente. Ramdas pensaba que constantemente
significaba las veinticuatro horas del día. Por eso, todo trabajo debía ser abandonado».
La repetición de esta fórmula sagrada le aportó un gozo inefable y temía perder dicho
gozo, me dijo un día, si llegaba a interrumpir la repetición. Ramdas ha descrito sus
aventuras durante este periodo de su vida, con un estilo agradable y lleno de humor, en
su libro In quest of God. Durante sus peregrinaciones, visitó al gran santo de Arunachala,
Ramana Maharshi. Cuenta que le rogó al santo que le bendijera, lo que el Maharshi hizo
con la mirada. Después se fue a meditar en la colina de Arunachala y fue allí donde tuvo
por primera vez la experiencia del samadhi. Tras esta iluminación, continuó con su vida
errante pero era otro hombre el que viajaba entonces a través de los caminos de la India.
Esta segunda parte de su vida, la describe en una obra voluminosa: In the vison of God. El
número de sus discípulos en India es considerable pero la mayoría de sus admiradores
está entre los hindús del sur y del oeste. No podemos dejar de sorprendernos por el
curioso contraste entre la personalidad de Swami Ramdas y su enseñanza. El santo,
como ya he comentado, tenía una sólida cultura occidental y hablaba un inglés excelente.
Además, simpatizaba abiertamente con la corriente de ideas de la India moderna:
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abolición de los privilegios de las castas, rehabilitación de los parias, educación de las
mujeres, etc. Y, sin embargo, su método puede ser resumido con una sola palabra: japa,
palabra que para el hindú moderno evoca la vía tradicionalista de las abuelas devotas, la
fe simple de la gente sencilla, la credulidad de las masas ignorantes. El japa es
simplemente la repetición de un nombre divino o de un mantra transmitido por un gurú,
tantas veces como sea posible, en todas las condiciones de la vida diaria, incluso sin
interrupción como lo hizo el mismo Ramdas. Ramdas afirmaba de forma perentoria que
la sola repetición del nama (el «Nombre») con fervor es suficiente para llevarte a la
cumbre de la realización espiritual. Además, su vida y la disciplina que él siguió son
pruebas vivas de ello. He aquí lo que él escribió sobre este tema: «Cuando Ramdas dice
que alcanzó el objetivo siguiendo este camino (el japa), tal como le fue ordenado por
Dios, algunas personas no le creen. Dicen: “Nosotros también repetimos el Nombre, pero
no obtenemos el resultado que usted ha obtenido…” La repetición del “Nombre Divino”
es sin duda diferente según las personas». La mente no aceptará el Nombre como el
único medio para realizar a Dios, si esta práctica no está apoyada por un preciso
vairagya (renuncia a los placeres mundanos). Una mente dispersa no puede degustar la
felicidad del Nombre. Vairagya es el resultado de una aspiración intensa y concentrada
en una sola dirección, para la realización de Dios. «Entonces el Nombre actuará
maravillosamente». Sin embargo, el japa es considerado por muchos como el «pariente
pobre» entre los métodos de sadhana. Tenemos la tendencia a creer que a esta vía, tan
básica en apariencia, le falta eficacia. Pero el japa, tal como es aconsejado a los
principiantes, no es más que un primer paso; un primer paso tan fácil, tan sencillo que
está al alcance de cualquier persona que tenga un ápice de buena voluntad. Y esta es la
enorme ventaja de este método, pues ofrece una puerta de entrada al camino de lo
Divino, accesible a todo el mundo. La repetición del mantra, incluso si se hace de forma
mecánica al principio, acabará tarde o temprano por despertar la actitud mental
correspondiente a su significado. Así, pronto se formará en la mente un núcleo central
que ralentizará el curso de los pensamientos y hará más fácil su observación. Poco a
poco, si el sadhaka repite su mantra sin cesar, llegará a un estado de concentración
mental casi constante, favorable al despertar de la fuerza interior. Esta fuerza, una vez
despierta, guiará infaliblemente al discípulo hacia el objetivo. «La mente se vuelve
concentrada. Y entonces liberas la fuerza divina escondida que dirige los pensamientos y
las acciones». Muchos de los sabios hindús atribuyen una importancia enorme al nama,
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el Nombre de lo Divino. Los Puranas y las leyendas populares hablan a menudo de la
eficacia milagrosa del Hari-Nam (el Nombre de Vishnu). Algunos llegan incluso a afirmar
que decirlo, aunque sea una sola vez, es suficiente para salir del ciclo de nacimientos.
Estas alabanzas hiperbólicas del Nombre tienen como objetivo evidente reafirmar la fe
del sadhaka en su mantra. Pues la eficacia de japa será directamente proporcional a la fe
que el discípulo ponga en esta práctica. Por otra parte, algunos piensan que la fe total del
practicante puede volver poderosa cualquier fórmula vulgar, si este está persuadido de
que es un mantra. El mantra que Swami Ramdas transmitía era el que le había sido
entregado por su padre. Rompiendo con la antigua tradición india, él daba las
iniciaciones en público, a todos aquellos que se lo pedían. El mantra ya no era guardado
celosamente, como un secreto que no se debía comunicar más que en la estricta
intimidad a aquellos que habían demostrado que eran capaces de seguir una disciplina
espiritual. Pero, en realidad, como todos los verdaderos gurús, Ramdas utilizaba
métodos más complejos, adaptados a cada caso particular. Pues es en los detalles de la
vida diaria donde se encuentran nuestros verdaderos problemas y los nudos
psicológicos que nos unen. Y las técnicas espirituales no son más que puntos de apoyo
para ayudarnos a deshacerlos. Yo había traído de la ciudad dos cocos. El primero lo
había ofrecido a Ramdas y el segundo estaba destinado a Krishnabai. Krishnabai es una
discípula de Ramdas pero, en realidad, es mucho más que eso: ella es la Madre del
ashram. Ramdas decía a menudo que ella había alcanzado el mismo nivel de realización
espiritual que él. Un día me contó la historia de esta mujer extraordinaria y como él se
había visto «obligado a darle el samadhi». Esta gran santa que se ocupa minuciosamente
de todos los detalles del funcionamiento del ashram, no puede ser más prudente y
discreta. Todo en su mirada, en sus gestos, expresa la dulzura, la ternura, la entrega a
todo ser vivo. No sabría decir por qué, cuando pienso en ella la identifico casi
inmediatamente con la Sita del Ramayana, la mujer ideal. Ella no hablaba inglés y su
hindi no era muy fluido. En cuanto a mí, en esa época yo empezaba apenas a chapurrear
la lengua oficial de la India. Las comidas ofrecidas por Krishnabai son excelentes pero el
alimento espiritual es todavía más generoso y sabroso que aquel destinado al estómago.
Todas las noches nos reuníamos en la gran sala del ashram para los kirtans. El público se
sentaba en las esterillas o incluso en el suelo, como es costumbre en India, y Ramdas en
un asiento alto. El rostro de Papa en esta ocasión parecía difundir a su alrededor una
atmósfera de amor plácido, pacífico, tranquilizador y reconfortante. Los cantos, la
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música instrumental y la actitud de las personas presentes reflejaba este mismo
ambiente. El ambiente que rodea a un santo es a menudo más característico de la vía que
él muestra que su enseñanza oral. Lo que aureolaba a Ramdas era desde luego la bhakti,
y así utilizaba las emociones religiosas. Pero la gama de emociones era muy diferente de
aquella que podemos encontrar, por ejemplo, en Bengala. El kirtan de los bengalíes
alcanza a menudo las notas agudas de la emoción y produce a veces una tensión
nerviosa que se traduce por crisis de lágrimas, incluso, en personas poco equilibradas,
por una actitud exuberante: bailes, gritos, hipo, etc. Nunca observé nada parecido cerca
de Ramdas. Aquí, los bhava eran lenitivos, calmaban la mente, incitándola a fundirse en
ese refugio subyacente de paz y de felicidad. Ramdas, como la mayoría de los grandes
santos, no daba una enseñanza regular como la de un maestro de escuela o de un
profesor. Lo que un hindú o cualquier practicante espiritual busca en un gran santo es
sobre todo el satsang, palabra que significa literalmente «la compañía de la verdad».
Para el hindú corriente, es una idea familiar y sabe perfectamente en qué consiste el
beneficio que se puede obtener del satsang. Pero para la mayoría de occidentales,
acostumbrados a la transmisión de una enseñanza a través de palabras o de libros, esta
expresión requiere una explicación: vivir simplemente en compañía de un gran santo,
incluso sin recibir una enseñanza oral, puede dar lugar a un progreso espiritual
considerable. Parece que se transmite espontáneamente una especie de ósmosis de
fuerza espiritual, incluso si el santo no interviene de una manera activa. Por otro lado,
incluso cuando personas corrientes viven juntas durante algún tiempo, o simplemente
tienen una conversación un poco larga, tiene lugar un intercambio de ideas, de
conceptos mentales, de cualidades y de defectos, en un grado variable según los casos.
Esto no es una teoría sino un hecho de observación corriente. Así, las personas casadas
que viven juntas en armonía durante cierto tiempo, terminarán por tener gustos e ideas
similares, lo que se traducirá algunas veces incluso en un parecido físico, como si se
produjera algún tipo de mimetismo. Por otro lado, un santo que alcanza la perfección ve
en todos los seres su esencia perfecta. Proyecta sobre los que se le acercan una mirada
de amor que «diviniza». Ahora bien, estamos constantemente influenciados por las
sugerencias mentales de nuestro entorno, sean buenas o malas. Frente a alguien que nos
desprecia, nos sentimos en cierta forma «contrariados», aunque nos diga palabras
melosas. Por el contrario, experimentamos una sensación de comodidad y de expansión
ante aquellos que nos respetan y nos aman. Ahora bien, la sugestión «divinizadora» de
72
un santo parte de una mente poderosa y concentrada y no puede dejar de tener algún
efecto. Además de esta influencia benéfica pasiva, los «grandes seres» intervienen a
menudo de una forma activa y voluntaria. Es lo que llamamos la shakti-dana o shakti-pat,
el don de la fuerza espiritual, que puede darse en grados muy variables. Lo más
corriente es una recarga momentánea de energía física y mental, que produce una
intensificación de todas las facultades. Y, por este hecho, el fervor religioso, la aspiración
hacia el bien, las buenas resoluciones, etc. son considerablemente amplificadas, pues
uno va a ver a un santo con un estado de espíritu religioso. Esta intensificación no dura,
por lo general, mucho tiempo, pero si el sadhaka la sabe utilizar, le puede servir como
trampolín para un progreso espiritual considerable. En otros casos menos corrientes, la
shakti-dana toma el aspecto de una verdadera iniciación, activando el despertar de la
fuerza
interior.
Tiene
lugar,
entonces,
un
«segundo
nacimiento»,
pues
el
comportamiento del individuo habrá cambiado totalmente y comenzará para él una
nueva vida. Finalmente, el santo puede poner a una persona frente a una serie de
circunstancias que le permitirán curarse definitivamente de un vicio o de un grave
defecto. Conocí a un fumador inveterado que fue sanado de un día para otro después de
haber visitado a un santo. Pero la mayoría de los grandes santos –excepto aquellos que
observan un silencio absoluto- tienen también una enseñanza oral para dar, y sus
palabras son precisas, pues son la expresión –llevada a nuestro nivel de pensamiento- de
una experiencia directa de la verdad. Durante las tres semanas que pasé en compañía de
Ramdas, fui especialmente favorecido en este aspecto. Casi todas las tardes, pasé media
hora, una hora y a menudo más tiempo de conversación particular con el gran santo.
Podía hacerle entonces a Ramdas todas las preguntas que me pasaban por la cabeza: mis
propias dificultades, temas generales, la descripción de las experiencias de Ramdas y
también el relato de sus aventuras que explicaba con su lenguaje lleno de sentido del
humor. Qué pena no haber pensado en apuntar día a día estas conversaciones, pues la
mayoría de las enseñanzas orales tan preciosas del santo han huido de mi memoria
como a través de los agujeros de un colador. Hablaba de una manera tan sencilla, tan
natural, y la respuesta a cualquier pregunta era franca y abierta, como la de un niño. Sin
el menor rastro de hermetismo o de misterio fuera el tema que fuera, siendo el tono de
la conversación amistoso y sin rastro de la actitud de una enseñanza ex cátedra.
73
1. Un día, le pregunté a bocajarro: «Como usted es Ram (por « Ram », Ramdas entendía
el poder divino omnipresente, no el Ram histórico) ¿puede darme la experiencia del
samadhi ?» El respondió: «Usted mismo es Ram. ¿Cómo podría Ram darse algo a sí
mismo? » A mi vez: « Sí, desde el punto de vista del Absoluto, esto puede ser cierto pero
yo no lo sé y sufro por ello». Ramdas: «No, no, Ram no sufre, él lo finge, es su juego (su
lila) ». Yo: «Muy bien. Admitamos que soy Ram y que juego al juego del sufrimiento y de
la ignorancia. Pero en el interior mismo de ese juego, me puede dar la experiencia del
samadhi? » Ramdas: «Sí. Puedo dársela. Pero perdería el gozo de la victoria». Yo hubiera
podido llevar la argumentación más allá y decirle: «No me importa el gozo de la victoria,
deme la experiencia de la Verdad igualmente». Pero, si no recuerdo mal, nuestra
conversación fue interrumpida en ese momento por un visitante o por otro motivo.
2. En esa época, yo tenía un apego muy profundo por mi gurú y me resultaba penoso
estar lejos de su presencia física, aunque fuera un corto periodo. Creía que esto era algo
bueno y lo hablé con Ramdas, pensando que lo aprobaría. Pero su respuesta me
desconcertó un poco, y no fue hasta más tarde cuando comprendí cuánta razón tenía:
«Alrededor de un santo, me dijo, hay dos tipos de personas: el primer tipo está formado
por aquellos que lo acompañan siempre. Estos son como los chinches. Hacen sufrir al
santo y sufren ellos también. El segundo tipo sigue el ejemplo del ternero que después
de beber la leche de su madre se va a brincar a su aire en los prados. Así, el verdadero
sadhaka se queda un corto periodo con su gurú para recargar sus fuerzas y después se
va a un retiro solitario o se dedica a una sadhana intensiva. Sea como el ternero y no
como el chinche». Entre las historias de sus aventuras durante su vida errante, me contó
la de la visita que hizo a Hardwar durante la kumbha-mela. Esta historia está explicada
íntegramente en su libro In the visión of God (en francés “Les carnets de pèlerinage”) pero
añadió un detalle interesante que no se menciona en el libro:
La kumbha-mela es una «feria» religiosa colosal que tiene lugar cada doce años en
Hardwar (y en otros lugares, Allahabad, Nasik, Ujjain, pero en fechas diferentes). Un
número impresionante de sadhus y varios millones de personas se reúnen en esta
ciudad relativamente pequeña y, a la hora propicia del baño ritual, toda esta gente se
concentra en un punto del Ganges, el Brahma-Kunda, con la mente y los nervios en
74
tensión, para intentar tomar este baño fabuloso cuyo fruto será nada menos que la
liberación del ciclo de renacimientos. El resultado es una inmensa masa humana en
movimiento, en la que el individuo tiene muy poca iniciativa. Las fuerzas de policía
situadas cerca del Brahma-Kunda y un poco por todos lados hacen lo posible para
encauzar y dirigir esta marea humana. Si dejan de tener la situación controlada –y esto
sucede algunas veces- aunque sea unos pocos minutos, el resultado es catastrófico. No es
extraño entonces que un número más o menos grande de personas sean asfixiadas o
pisoteadas hasta la muerte. Y ahí estaba Ramdas, con uno de sus amigos, en medio de
esta marea humana. Naturalmente, había perdido, como todo el mundo, toda iniciativa
de movimiento libre y se veía forzado a seguir las fluctuaciones de las olas humanas. Por
otra parte, él no tenía intención de tomar el baño ritual, había venido simplemente como
espectador. Pero, cosa curiosa, después de haber sido casi asfixiado y aplastado varias
veces, terminó por encontrarse justo delante del Brahma-Kunda, y a la hora propicia
indicada por los astros. Poder tomar este baño ritual en el Brahma-Kunda en Hardwar,
durante la Kumbha-méla y a esa hora concreta es algo maravilloso para un hindú
corriente, pues su destino tras la muerte será de los más elevados. Pero Ramdas dejó
pasar fríamente este hecho maravilloso y no se metió en el río: «No quiero una
liberación adquirida de forma tan barata, quiero luchar por conquistarla».
3. Un día, algunos discípulos laicos de Ramdas, que venían de Bombay o de otra gran
ciudad, fueron a visitar al Maestro en Anandashram. Estábamos todos sentados en la
sala comunitaria con Ramdas. Uno de los discípulos dio al santo, a modo de ofrenda, dos
kurtas de pura seda. Ramdas se las puso y luego se las sacó inmediatamente. Él no
llevaba ropa de seda, nos dijo desde el día que visitó una fábrica de seda en Cachemira.
La forma un poco ruda con la que esos desafortunados gusanos de seda eran tratados le
había impresionado mucho. Y pensaba sin duda que utilizar seda natural era ser
cómplice de un acto de himsa (violencia). En esa época, yo llevaba kurtas. Iba vestido
como los del Punjab: un pijama (pantalón de tela fina), una kurta y un chadar (chal) por
encima de la kurta. Viendo esas espléndidas kurtas abandonadas por Ramdas, la idea
que me pasó por la cabeza fue que esas dos camisolas me irían muy bien. Nuestra mente
es un animal extraño… y la mía, en esa ocasión, manifestó una codicia poco digna de un
sadhu. La idea no hizo más que atravesar mi mente y, sin embargo, estaba
75
suficientemente clara en la superficie de la conciencia. Algunos días más tarde, había
dado una de mis kurtas para lavar a los trabajadores del ashram –pues además de todas
las amabilidades con las que nos obsequiaba, Krishnabai daba también nuestra ropa a
lavar- pero sucedió que los lavanderos extraviaron esa vez mi kurta. Esto era bastante
molesto pues yo solo había llevado dos camisolas. Cuando Ramdas supo lo que había
sucedido, me mandó llamar y me regaló las dos famosas camisolas de seda que recibí
como el prasad del Maestro. Al día siguiente, la kurta que había enviado a la lavandería
fue encontrada. Y ahí estaba yo en posesión –además de las mías- de dos camisolas que
había codiciado mentalmente. ¿Coincidencia? Quizás, pero coincidencias parecidas se
producen a menudo en el entorno de los grandes santos.
4. Durante mi estancia en el ashram, se produjo un triste acontecimiento. Ramdas
recibió un telegrama que le informaba de que su única hija acababa de morir. Me lo
contaron los miembros del ashram. Yo observaba la expresión del santo, ese mismo día y
los días siguientes, pero ni el menor signo de tristeza o de inquietud vino a velar su
rostro. Conservaba la misma sonrisa, esa expresión de beatitud que no depende de nada.
Todos hemos leído: «El santo no se aflige ni por los vivos ni por los muertos…» « Eterno,
inmutable y tradicional, Esto no muere cuando el cuerpo muere.. » «Igual que un hombre
rechaza la ropa vieja para ponerse una nueva, así Esto abandona el cuerpo usado para
tomar uno nuevo». Pero ¿quién, excepto un santo perfecto como Ramdas, es capaz de
vivir realmente esta enseñanza?
Finalmente llegó el día de mi partida, pues todas las cosas de este mundo tienen un final.
Tenía la intención de ir a Madrás, donde esperaba conocer a un gurú. Antes de mi
partida, Krishnabai me regaló golosinas y alimentos para el camino. Justo antes de dejar
el ashram, me despedí de Ramdas prosternándome ante él según la costumbre y tocando
sus pies con mi frente. Él parecía estar haciendo un esfuerzo para parecer indiferente.
Quizás era simplemente el reflejo de mi propio estado mental. El gran santo me dijo
entonces con tono enérgico: « I wish to see you again », « Espero volver a verte ». Sin
embargo, su deseo no se cumplió. Él abandonó su forma física hace unos años y a pesar
de mi deseo de volver a tener su darshan de nuevo, la ocasión favorable, el samyoga,
como dicen en India, no se produjo.
76
CAPÍTULO IV
SHIVANANDA
Probablemente, Shivananda es el santo de la India moderna más famoso en Europa y en
América. Mi contacto con él fue muy corto y superficial, y mi opinión sobre este gran
santo viene a ser la de un cliché fotográfico instantáneo que fija al personaje en una
posición concreta, en unas circunstancias y condiciones concretas. Sin embargo, antes de
conocerle, ya había leído varios de sus libros. No todos, es cierto, pues eso es casi
imposible… No he contado el número de volúmenes que llevan la firma de Shivananda
pero no me sorprendería descubrir que dicho número alcanza o incluso sobrepasa la
centena. La «literatura Shivananda » (el término está justificado) no sería muy apreciada
por un intelectual occidental ni por un pandit conocedor de la literatura sánscrita
sagrada, pues es ante todo una literatura de divulgación. El objetivo de Shivananda
parece haber sido el de «sembrar a los cuatro vientos» el conocimiento sagrado
esotérico. Su estilo es familiar, bonachón; traducido en inglés, parece un poco pesado y
sus bromas algunas veces nos incomodan, pero no hay que olvidar que toda esta
literatura ha sido «pensada» en una lengua hindú. Expresa exactamente la forma en la
que un baba se dirige a su auditorio, en hindi o en otra lengua moderna de la India. Por
otra parte, esta literatura no tiene la pretensión de proponer ideas originales. Es la
expresión del Sanatana dharma a todos los niveles, y puesta al abasto del hombre de la
calle. Pero representa un trabajo de recopilación, de traducción y de adaptación
considerable y, por este hecho, es extremadamente precioso para aquellos que no
pueden o no tienen tiempo para consultar los originales sánscritos u otros. En lo que a
mí se refiere, los libros de Shivananda me han ofrecido una ayuda preciosa y he
aprendido muchas cosas en ellos. Sin embargo, tengo que admitir que me habían dejado
una opinión un poco negativa sobre la personalidad del santo. Pero esta impresión se
borraría después del darshan. Dicho darshan tuvo lugar en abril de 1952. Yo acababa de
pasar quince días en compañía de mi gurú en Ananda Kashi. Si yo pudiera pensar en un
paraíso terrenal, sin duda sería este lugar. Por supuesto, hablo de un paraíso para
ascetas. Ananda Kashi no es una ciudad ni un pueblo, ni tampoco una aldea. Es
simplemente un grupo de casitas que pertenecen a la familia real de Tehri-Garhwal. Pero
77
este grupo de casitas está construido en un entorno natural para el que la palabra
«grandioso» se queda corta. Está, por supuesto, en el Himalaya pues, ¿no es en el
Himalaya donde la naturaleza revela todo su esplendor? El lugar se encuentra a unas
quince millas de Rishikesh, en la ruta que va hacia Badrinath. Las casas están
construidas sobre una ondulación del terreno que sobresale por encima del Ganges, en
plena naturaleza salvaje. El gran río empieza a descender de sus cumbres natales y
todavía tiene ímpetu de torrente. Sus olas con tonalidades verdiazules, claras como el
agua cristalina, fluyen en medio de una paisaje montañoso al que añaden el último toque
de perfección. Un estruendo acompaña su curso majestuoso, un sonido solemne que
recuerda el pranava (el Om). Pues el río legendario, ¿no desciende de los cielos después
de haber recorrido los cabellos de Shiva? Las laderas de las montañas están rayadas
como el lomo de un tigre, pero la razón de esta peculiaridad es más prosaica de lo que
me hubiera gustado imaginar. Son los campesinos los que han cortado escalones
horizontales en los terrenos cultivables, en las laderas de las montañas para retener el
agua de la lluvia que, de otro modo, fluiría por las pendientes. El lugar está en la baja
montaña, a unos mil metros de altitud aproximadamente, y los tigres suelen merodear
por la zona. En la alta montaña, solo el leopardo, poco peligroso para el hombre,
frecuenta las junglas. A unos cientos de metros de Ananda Kashi, al otro lado del río, se
encuentra la famosa Vashishta Gupha, la cueva que fue habitada por el gran rishi
Vashishta del Ramayana. En la época en que la visité, estaba ocupada por Swami
Purushotamananda y sus discípulos. Yo dejé Ananda Kashi a finales de abril. Un jeep
debía llevarme a Hardwar vía Rishikesh, donde íbamos a tomar un tren hacia otro
destino. El jeep se estropeó a algunos kilómetros de Rishikesh y, en lugar de esperar
tranquilamente a que el chofer hubiera reparado los daños, decidí ir a pie hasta
Rishikesh. Me vino entonces a la mente la idea de ir a visitar a Shivananda, cuyo ashram
estaba de camino. Llegué al ashram por la tarde. Shivananda aún no había llegado, pues
vivía en una casita alejada. Tuve mucho tiempo para examinar el lugar, que daba al
Ganges. Me invitaron al refectorio para ofrecerme una taza de te. Aquí, como en el
ashram de Ramdas, los prejuicios de casta no existían: occidentales e hindús de todas las
castas comían juntos. Pero lo que me interesó sobre todo fue la librería del ashram, muy
bien provista. Empecé por adquirir un libro muy documentado sobre el hatha yoga,
reservándome para comprar otros más tarde. Pero entonces llegó Shivananda. Era un
gigante de casi dos metros, con el cuerpo atlético pero un poco gordo. Su cabeza y su
78
rostro afeitados le daban un perfil de estatua romana. Sin embargo, a pesar de la
impresión de poder que se desprendía de su persona, no había nada duro en su rostro.
Una simpática sonrisa revelaba a un hombre cuya actividad tenía como móvil central el
bien de sus semejantes. Shivananda había sido médico antes de renunciar al mundo y
conservaba los gestos, las actitudes y las costumbres de un facultativo. Al llegar, se sentó
en su escritorio y examinó el abundante correo, mientras gestionaba los asuntos del
ashram. Al mismo tiempo –entre dos cartas y una conversación con un miembro del
ashram –se ocupó de los visitantes que estaban sentados en un banco frente a él, como
lo había hecho quizás, en otro tiempo, con los pacientes que recibía en su consulta
médica. Habló conmigo, me hizo preguntas, me sonrió simpáticamente entre dos asuntos
corrientes. La expresión de su rostro, el tono de su voz y su sonrisa parecían decir:
«Estoy contento de que hayas venido». Su actividad externa parecía centrarse en su
correo pero su rostro revelaba que todo su interés se centraba en el visitante. «¿Cuánto
tiempo piensas quedarte en India? », me preguntó. Yo respondí casi sin pensar: .«Hasta
que obtenga la Realización». Después me preguntó: .«¿Quieres libros? – Sí, quiero», y
esta era incluso la razón principal por la que había ido allí. Hizo que me trajeran un libro,
dos libros: el Bhagavad-Gita, comentado por él mismo, las Upanishad. «¿Quieres también
este? Pranayama… y este otro… y aquel…» Cogí primero los libros con una mano,
después con las dos manos, luego con los brazos… y después me vi forzado a pedir
misericordia pues, ¿cómo podía llevarme aquella montaña de volúmenes? Yo quería
pagar pero no me dejó hacerlo. «Un sadhaka, dijo, debe recibir gratuitamente su material
de trabajo». También Shivananda, abandonó su cuerpo físico después de una larga vida
consagrada al bien de sus semejantes. Su nombre no se olvidará fácilmente. Como un
gran barco que atraviesa el Ganges, dejó una huella profunda y fuertes remolinos que
continuarán sintiéndose mucho tiempo después de su fallecimiento.
79
CAPÍTULO V
LOS MÍSTICOS. LOS BUENOS Y LOS MENOS BUENOS
En este vasto crisol de razas humanas que es la India, existen varios millones de sadhus
que viven de la mendicidad. Además, un número significativo de laicos, brahmines, etc.
profesan la religión, y numerosas personas en todo el mundo siguen una disciplina
espiritual bajo la dirección de un gurú. Entre esta marea humana, solo algunos pocos
elegidos consiguen la perfección espiritual. «Entre los seres humanos, apenas uno entre
diez mil sigue el camino que lleva a la perfección; y entre los que buscan la perfección,
pocos son los que Me conocen en Substancia». (Bhagavad-Gita VII, 3)
Al lado de dichos santos o ascetas auténticos, se puede encontrar toda la gama de
falsificaciones, desde el simple estafador hasta el sadhaka que confunde una experiencia
parcial con la realización suprema. Son bastante comunes los que utilizan vestimenta de
sadhu o visten la gérua (el color naranja reservado a los renunciantes) para engañar a
un público ingenuo, o simplemente para llevar una vida fácil a base de mendigar.
Algunos consiguen reunir un grupo de discípulos reclutados entre la gente tosca y
crédula. Estos «fraudes» son fáciles de desenmascarar y no son peligrosos en lo que se
refiere a las prácticas espirituales. Por mi parte, tuve la buena suerte de no haber sido
nunca víctima de este tipo de gente indeseable. En cambio, a menudo he tenido la
ocasión de entrar en contacto con lo que llamaría los «semi-falsos». Son individuos que
tienen cierta experiencia en el campo espiritual o han adquirido algunos poderes.
Algunos de ellos no engañan más que a su público y son, al menos, sinceros con ellos
mismo en el sentido de que reconocen en su fuero interno que su realización espiritual
es falsa. Otros, por el contrario, están persuadidos de que han alcanzado lo más elevado
e intentan que su entorno comparta dicha opinión.
1. El falso nirvikalpa samadhi
Cuando llegué a la India, tuve la ocasión de conocer a un europeo, un hombre mayor y
respetable, que estaba convencido de haber alcanzado la «realización final», como él
80
decía. Tenía una larga experiencia de meditación y de concentración pero habiendo
practicado sus ejercicios durante mucho tiempo sin guía, estaban mal dirigidos. Durante
sus meditaciones, y a veces fuera de ellas, entraba en un estado que aparentemente
parecía la típica crisis de epilepsia, y perdía completamente la conciencia. Al
despertarse, tenía el recuerdo de un estado de vacío, quizás acompañado de cierta
euforia, y creía firmemente que era el estado de nirvikalpa samadhi. Pero el hombre que
ha vivido la experiencia del nirvikalpa sale completamente transformado. Su
comportamiento en la vida práctica revela indiscutiblemente el contacto que ha tenido
con la Verdad Suprema. En el nirvikalpa, el ego se ha disuelto completamente. Cuando el
santo vuelve a la vida práctica y retoma un ego, este es «transparente», en cierta forma.
En general, el egoísmo, la cólera, la avidez, etc. han desaparecido. Cuando todavía
quedan rastros, son como las ondas en un agua en calma, que solo rozan la superficie:
«Sadhu ka rag, pani ka dag », « la cólera de un sadhu es parecida a una onda sobre el
agua » es un dicho hindi. Lo que estaba lejos de ser el caso con el europeo en cuestión,
que tenía todas las debilidades de un hombre corriente. Por otro lado, en el samadhi, el
verdadero samadhi, no hay pérdida de conciencia. Es, por el contrario, un estado intenso
de hiperconciencia en el que la Verdad es percibida «frente a frente», sin que pueda
quedar ningún rastro de duda. Cuando el sadhaka va a consultar a su gurú –como fue el
caso de la persona en cuestión- para saber si su experiencia es realmente el samadhi, se
le afirma con seguridad que es un falso samadhi.
2. El falso savikalpa samadhi
Un día, en un ashram, durante una conversación con un joven sadhu hindú, le pregunté
dónde estaban sus progresos espirituales. Me respondió que había tenido la experiencia
del savikalpa samadhi. En el savikalpa, la mente continúa funcionando, más lentamente,
pero el meditador reposa en la conciencia pura y observa cómo se despliega el
panorama de su mente. Esto no es más que una de las formas del savikalpa, pues existen
otras. Este estado viene acompañado de una sensación de gozo y de felicidad. Pero al
preguntarle, pronto me di cuenta de que su samadhi era simplemente una pérdida de
conciencia en un estado de felicidad relativa. Tras una intensa emoción religiosa,
entraba en lo que se llama un bhava, una especie de ideación de la emoción religiosa,
81
acompañada de una euforia intensa. Estos estados se dan bastante a menudo entre
aquellos que siguen el camino de la devoción. A veces son acompañados de movimientos
semi-conscientes, o de un comportamiento extraño. Estos bhava tienen un valor real, y
señalan un progreso espiritual serio pero están lejos del savikalpa samadhi. Por
supuesto, no hay que confundirlo con el comportamiento de histéricos o desequilibrados
mentales, que no son extraños en el medio religioso. De todas formas, cuando uno sale
de un samadhi, aunque no sea el savikalpa, la mente está completamente transformada.
El corazón se enternece con todo aquello que respira, pues uno ha vivido la unidad de
todas las cosas.
3. «La encarnación» de Krishna
En el verano de 1965, estaba en una pequeña ciudad de los Himalayas como huésped de
un rajá del lugar. De vez en cuando venían algunos visitantes para debatir sobre temas
religiosos y algunas veces me pedían consejo. Un día, una persona que conocía vino a
presentarme a uno de sus amigos. Era un vendedor de telas de la ciudad que estaba
interesado en los temas religiosos y espirituales. Me hizo algunas preguntas a las que
respondí sencillamente. Parecía interesado y me dijo que volvería solo al día siguiente, a
las cuatro de la tarde. Al día siguiente vino, en efecto, casi a la hora exacta, lo que es raro
entre los hindús. Entablamos una conversación. Yo pensaba que me iba a pedir algún
consejo referente a su vida espiritual pero me di cuenta muy rápido de que se habían
invertido los papeles, pues tomó la actitud de «maestro» que tenía el poder de resolver
todas mis dudas y, quizás, el de darme el samadhi. Yo le escuchaba atentamente pues se
trataba de un «caso» interesante, y le hacía preguntas sobre sus «realizaciones». Por
desgracia, hablaba en un hindi lleno de cantidad de palabras que me eran desconocidas,
quizás panjabí o bengalí. Sin embargo, la conversación fue bastante larga, lo que me
permitió estudiar el «caso» tranquilamente y hacer un diagnóstico casi exacto. El
hombre estaba casado y tenía varios hijos. No tenía ninguna práctica espiritual. Su
estado perfecto –creía él- databa de su nacimiento. La mayoría de los hindús hacen una
puja por la mañana, pero él dejaba que su esposa se levantara por la mañana y él se
quedaba en la cama hasta tarde, donde –decía- saboreaba su estado espiritual. Su
«realización» consistía en que veía casi constantemente frente a él una gran luz y
82
pequeñas lucecitas. La gran luz –probablemente una bola brillante y blanca-, la
identificaba con Dios, y las numerosas lucecitas que veía en el espacio, con las almas de
los muertos. Me dibujó en un papel una de estas lucecitas. Tenía la forma de una
almendra con un punto en medio. Le pregunté si había alguna diferencia entre las
formas de las luces-almas, por ejemplo, entre la de un hombre y la de un animal. «No, me
dijo, todas las almas tienen la misma forma». El pobre hombre tenía probablemente un
tumor o una adherencia meningítica comprimiendo el nervio óptico, lo que producía
estos «fosfenos» que él llamaba Dios y las almas individuales. En base a eso, había
construido todo un sistema de interpretación, sacado de su fondo religioso. Sin embargo,
no daba la impresión de un desequilibrado mental, pues hablaba con calma y razonaba
bien. Había escrito a un instituto de estudios parapsicológicos, desde el que le habían
invitado para poder verificar científicamente sus experiencias, pero él no había
respondido a la invitación. Era bastante hábil en su forma de darse importancia, pues no
se vanagloriaba abiertamente sino a través de perífrasis llevando a su interlocutor a
extraer él mismo las conclusiones. Por ejemplo, me dijo que había escrito una carta de
advertencia y de amenazas a un político (que más tarde fue asesinado) para hacerle
volver al camino correcto. Añadió: «Como hice hace cinco mil años». De lo que un hindú
corriente sacaría la conclusión de que él era una encarnación de Krishna que había
vuelto a la tierra para restablecer el Dharma, pues el célebre verso del Bhagavad-Gita le
vendría automáticamente a la memoria: «Cada vez que el dharma degenera, oh Bharata,
y que la injusticia prospera, yo me encarno. Para la protección de los justos y la
destrucción de los malvados, para consolidar el dharma vengo de era en era» (IV, 7 y 8).
Parecía lleno de buenas intenciones hacia mí y me consideraba como un discípulo digno
de recibir el poder del maestro. Quizás incluso me habría dado la «realización definitiva»
si se la hubiera pedido. Me preguntó si tenía alguna duda por resolver, preguntas para
hacerle. No, no tenía ninguna duda, al menos ninguna de la naturaleza del maestro que
estaba frente a mí. En cuanto a las preguntas que yo le hacía, era solamente por
curiosidad médica. Sin embargo, yo le escuchaba educadamente, respondiendo a sus
preguntas con una sonrisa amable y no dejaba aparecer ni rastro de ironía o de
impaciencia. Al cabo de una hora o más, se despidió. Pero, cosa curiosa, este «gran
maestro», antes de marcharse se prosternó frente a mi… ¿Era sincero o era simplemente
un «presuntuoso»? Parece ser que tenía un pequeño círculo de admiradores a su
alrededor. Probablemente creía con sinceridad que las luces que veía eran elevadas
83
experiencias espirituales pero, en el fondo de sí mismo, en algún lugar entre el
pensamiento consciente y el subconsciente, se daba realmente cuenta de que no tenía ni
la paz ni el gozo interior que son inseparables de una realización espiritual auténtica. Sin
duda había cedido casi inconscientemente a la tentación de «aparentar» y de brillar tan
irresistible para la mayoría de los seres humanos.
4. La interpretación mística errónea
Además de aquellos que han tenido una experiencia supranormal o fuera de lo normal
malinterpretada, existen otros muchos que fabulan o interpretan lugares comunes en el
sentido de su vida mística. Desde luego, la interpretación mística es una necesidad y una
ayuda en el progreso del sadhaka. Me gustaría hablar de la actitud mental que interpreta
los hechos como si estos emanaran de la Voluntad Divina y, en consecuencia, son
benéficos, sea cual sea su apariencia a primera vista. Pero esto no quiere decir que se
deba dejar a un lado el sentido común y la facultad para juzgar saludablemente los
hechos. La actitud de credulidad ingenua no es lo que se pide y no favorece el progreso
espiritual. Eso sería hacer una interpretación mística errónea, como nos muestra la
siguiente historia. Hacia 1956, yo vivía en nuestro ashram de Benarés. Tenía como
vecino a un brahmachari hindú, un chico encantador que se había convertido en mi
amigo. Preparaba su comida él mismo y esta consistía principalmente en roti que él
recubría con ghi. Antes de tomar su comida, ofrecía el alimento a su deidad tutelar,
después comía, considerando que era la comida de su ishta-devata. Un día, cuando venía
de consagrar su alimento y se disponía a comer, fue llamado a la oficina por el director
del ashram. Cerró herméticamente todas las ventanas y la puerta con llave y se fue.
Cuando volvió, se dio cuenta de que alguien había lamido el ghi que había puesto por
encima del roti y tal vez empezado su pan. Después de comer, vino a verme. Su rostro
resplandecía de gozo. Con un aire misterioso, me dijo que me iba a confiar un secreto
pues acababa de tener una experiencia espiritual importante. Durante su ausencia, me
dijo, su deidad tutelar había venido a probar el alimento que le había sido ofrecido. Yo
simplemente asentí pues no hubiera querido destrozar su estado de euforia pero había
visto a una mangosta que se paseaba familiarmente por los alrededores de su habitación
y había un gran agujero para colar el agua…
84
5. La interpretación regresiva
También existen individuos que hacen la interpretación inversa. Es decir, que una
experiencia espiritual auténtica es interpretada en un sentido patológico, como una
enfermedad o un estado de posesión por un espíritu. Alrededor de 1963, estaba en
Taratal, un ashram aislado en el bosque del Himalaya, cerca del pueblo de Dhaulchina.
Un día, un campesino de los alrededores vino a verme. Hablaba mal el hindi y se
expresaba en parte con un dialecto local, el pahari. Sin embargo, acabé por entender de
qué se trataba. Pensaba que estaba poseído por un espíritu maligno o que quizás alguien
le había echado un maleficio, y también creía estar enfermo físicamente. Los síntomas
que me describía eran auténticos signos del despertar de la kundalini. En concreto, oía la
mayoría de los diez sonidos místicos clásicos: el sonido del laúd, del tambor, el del
trueno, etc. Yo lo tranquilicé tanto como pude y traté de convencerlo de que no solo su
estado no era patológico sino que debería estar feliz de haber sido favorecido por una
experiencia poco frecuente. Nunca volví a verle y no sabría decir qué fue de él.
6. Los darshans
« ¿Has tenido el darshan de tu ishta-devata, el darshan de Krishna o de Ram ?... » Es una
pregunta que un hombre común preguntará a menudo a un sadhaka. Pues para muchos
hindús de clase media, haber tenido la visión de Krishna, de Rama, de Shiva o de
cualquier otra forma de lo Divino es considerado como uno de los momentos cumbre de
la realización espiritual. Esta creencia está apoyada por los textos de los Puranas: aquel
que ha tenido la visión de Krishna o de Rama no volverá a la rueda de nacimientos y de
muertes. Pero, como muchas creencias populares, esta convicción tiene su origen en una
verdad esotérica. Krishna, Rama o cualquier otra forma de los Divino son los símbolos
del Paramatman, es decir, de la Conciencia Cósmica. En efecto, «ver» la Conciencia
Cósmica significa la liberación del ciclo de nacimientos, pero la Conciencia Cósmica no
tiene forma y no puede ser «vista», pues ella es el «Vidente», el Numen Eterno. Sin
embargo, al borde de lo impersonal, del Infinito, se puede percibir una forma que de
alguna manera marca el punto de inflexión entre el mundo empírico de nombres y de
85
formas y el Silencio Absoluto del nirvikalpa-samadhi. Pero esta forma no es limitada,
sino que colma todo el cosmos. Esta experiencia corresponde al savikalpa- samadhi y da
a quien la ha vivido la sensación de estar unido al Omnipresente. Solo algunos pocos
elegidos consiguen alcanzar esta cumbre espiritual, y esto es el verdadero darshan,
cuando la deidad tutelar –Krishna, Rama, etc.- es identificado con el Macrocosmos. En un
nivel más bajo, parece ser que en el momento del despertar de la kundalini, surge a veces
la visión luminosa de una forma humana acompañada por una sensación de felicidad.
Sucede a menudo que el sadhaka confunde dicha visión con el verdadero darshan y cree
equivocadamente que ha alcanzado una de las cumbres de la realización espiritual.
Otros, finalmente, han tenido simplemente la visión de una imagen subjetiva de colores
de Krishna, de Rama, etc. como aquellas que aparecen a veces en el duermevela, y se
imaginan y cuentan que han «visto» lo Divino. Pero: «Su forma no pertenece al ámbito de
la visión, nadie puede verlo con los ojos. Se revela a aquel que reside en el corazón, por
la intuición, por la meditación. Aquellos que han entendido esto, se vuelven inmortales».
(Kathopanishad, VI, 9)
86
TERCERA PARTE
LAS ENTREVISTAS DE KANKHAL
Vijayananda interactúa regularmente con los visitantes indios y occidentales, cerca del
samadhi de Ma Anandamayi, en Hardwar. Su vida de discípulo al lado de Ma le permitió
ir muy lejos en el camino espiritual sin tener que identificarse con una religión o con un
dogma concreto. Su itinerario es un ejemplo vivo del hecho de que la interioridad es
capaz de trascender las culturas, está más allá del espacio. Vijayananda conoce a los
buscadores espirituales interesados por la India: hace cuarenta y cinco años que los ve
pasar, que ve sus lados buenos y sus debilidades, así como su diversidad. He
mencionado, cuando me ha parecido que podía ser útil, la personalidad de aquel que
hacía la pregunta, pues Vijayananda no da enseñanza ex cátedra, sino tal como hacía Ma,
no hace más que responder a las preguntas, adaptándose al nivel de aquellos que las
hacen. Lo que aquí se trasluce poco es el ambiente de las conversaciones informales que
abordan muchos más temas que solo los espirituales. Esto es, por supuesto, para que los
visitantes se sientan cómodos, puedan avanzar en el camino a través de lo que en la
Edad Media se conocía como el "conocimiento gozoso", pero existe también una realidad
metafísica subyacente: lo mundano y lo espiritual son uno, los budistas hablan a este
propósito de la unión del samsara y del nirvana. Ciertas ideas expresadas en las
respuestas que siguen tienen, sin duda, relación con el contexto general de la obra. El
ambiente alegre y amoroso que reina en las entrevistas de Kankhal ayuda a los
buscadores a desarrollar gozosamente el espíritu de desapego, tan fundamental para un
progreso espiritual real. En este sentido, la compañía de los hombres de Dios (satsang)
es indispensable, al menos durante una buena parte del camino espiritual. Esto siempre
ha sido así y no hay razón para cambiarlo. Comparado con el contacto directo, parecido
al sabor de un mango fresco, los escritos serían como mangos secos. De todos modos,
incluso si tienen menos sabor, no son menos nutritivos, sobre todo para aquellos que
tienen una base de experiencia espiritual suficiente para asimilarlos. Existen dos
factores, además de las palabras, que suponen la calidad de una respuesta: por una parte
la energía de la presencia, basada en la experiencia y la sinceridad de aquel que
responde, y por otro lado, a propósito de la respuesta, en función de las circunstancias,
87
el nivel del estado emocional de aquel que hace la pregunta. Hay que reconocer que esto
es difícil de exponer en un libro, incluso si lo has oído cuando estás con Vijayananda.
Pienso mucho mejor de él de lo que pueda decir en estas palabras pero me abstengo de
hacerlo pues sé que él, al leerlo, censuraría el manuscrito de esta introducción… Cuando
se le pregunta cuál es su nivel espiritual, normalmente responde que el nivel que ha
alcanzado es el efecto de la gracia de Ma. No he transcrito algunas respuestas cuando he
visto que se trataba de consejos de sadhana dados a una persona concreta, en un
momento concreto, y que no tenían un interés más general. La fórmula de preguntarespuesta puede parecer, en algunos momentos, un poco artificial. Hubiéramos podido
anotar directamente los pensamientos de Vijayananda por separado, pero estos
corresponden, a pesar de todo, a una realidad: Vijayananda expresaba pensamientos en
respuesta a preguntas. A menudo vuelve sobre los mismos temas bajo ángulos de vista
un poco diferentes. Se trata de un estilo en espiral que permite, mejor que un estilo
lineal, integrar nociones fundamentales de la meditación. Espero que el lector sabrá
comprender las diferencias de magnitud, cuando se dé cuenta de que va a leer, en unas
pocas horas, respuestas que tardé seis años en recoger, y que corresponden a una
práctica de yoga que Vijayananda comenzó hace más de sesenta años y continuó
intensamente en India, al lado de Ma, durante cuarenta y cinco años.
88
CAPÍTULO I
MA Y LA TRANSMISIÓN ESPIRITUAL
- Se dice a menudo que un maestro espiritual debe esperar la solicitud de aquellos que
vienen a verle. Pero el poder de un santo, ¿no es justamente el despertar esta solicitud
latente?
Si, es cierto que un maestro debe esperar la solicitud de aquellos que vienen a verle.
Predicar o enseñar a aquellos que no están receptivos es como sembrar en un terreno
rocoso; pero el santo es capaz de transformar este terreno rocoso en una tierra fecunda.
Para algunos, lo puede hacer de golpe, para otros será un trabajo progresivo; pero esto,
no lo hace por lo general a través de palabras o con una enseñanza. La sola mirada de un
santo es suficiente para transformar a un ateo en hombre religioso, a un libertino en un
yogui. Este era el tipo de milagros que hacía Ma casi a diario, pero esta transformación
se realizaba a través del despertar de la fuerza divina que está latente en todo el mundo.
Una vez que se ha despertado, habrá un terreno fecundo para la enseñanza verbal, si aún
es necesaria.
-El despertar de la energía interior, realizado por el gurú, ¿puede llevar en algunos casos a
la intensificación de los deseos mundanos?
Cuando la energía interior (es decir, el poder de la kundalini) es despertada, sea por el
gurú, sea por los ejercicios de yoga o incluso espontáneamente, el primer efecto es una
intensificación considerable de los deseos, incluso de los más ordinarios. Ma dijo un día:
« Kama, krodha y Bhagavan ki shakti' caminan juntos», y con sus dedos mostró kama, el
deseo sexual, krodha, la ira, y Bhagavan ki shakti, palabras con las que Ma designaba el
poder de la kundalini. Mostró diez movimiento íntimamente ligados caminando en
sentido inverso. Lo que buscamos en la satisfacción de nuestros deseos es (en realidad)
la felicidad del ser. Pero intentando obtener esta felicidad en los objetos de los sentidos,
vamos por el camino equivocado, pues estos objetos no son más que un reflejo de dicha
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felicidad. Es como un niño que quisiera abrazar su propia imagen que estuviera viendo
en un espejo. Es necesario, pues, invertir el dinamismo del deseo y llevarlo hacia su
fuente que está en nosotros mismos. Cuando el gurú despierta la energía interior, da
intensidad a este doble movimiento. Es el discípulo el que debe elegir la dirección: hacia
lo alto o hacia lo bajo. Pero el gurú no despertará la kundalini más que cuando haya
puesto a prueba repetidas veces a su discípulo, para estar seguro de que será capaz de
dominar las pasiones violentas que dicho despertar podría producir al principio. Existe
todo un proceso de preparación para ello. Además de la disciplina moral, el esfuerzo del
dominio de uno mismo, la discriminación, etc., existe una técnica para la purificación y la
apertura de los nervios psíquicos; solamente así será posible no ser arrastrado por la
marejada de una kundalini en movimiento.
-¿Por qué la enseñanza sobre la kundalini es tradicionalmente considerada como secreta?
La kundalini es un poder primordial, más allá del pensamiento hablado. Cuando se
despierta, el sadhaka la reviste, de alguna forma, con las vestiduras de los pensamientos
almacenados en su inconsciente. Por ejemplo, para un hindú, tomará la forma de su
deidad preferida (Krishna, Durga, etc.); para un cristiano será Jesús o María, etc. a
condición, por supuesto, de que la persona sea un verdadero sadhaka y que haya
alcanzado un grado de purificación mental; pues un Despertar accidental o forzado de la
kundalini, sin la ayuda de un gurú puede acarrear una catástrofe. Preguntáis por qué la
enseñanza de la kundalini es secreta. A decir verdad, no puede haber enseñanza de la
kundalini, pues uno no puede expresar en palabras lo que está más allá de ellas. Y si uno
intenta hacerlo, el interlocutor interpretaría dichas palabras según sus propias ideas
mentales. Sería como en la historia de Ramakrishna y el ciego de nacimiento que quería
que le explicaran lo que quería decir «blanco como la leche». Un amigo le explicó que la
leche era del mismo color que el cisne y para explicarle lo que era un cisne, hizo con
gestos la forma del cuello del cisne; el ciego tanteó el brazo y se fue muy contento a decir
a los otros: « Ya sé qué significa “blanco como la leche” (y mostró el gesto que hacía su
amigo, es como la forma del brazo doblado».
90
- En una trayectoria concreta de meditación, sea devocional o no dual, ha mencionado la
existencia de ejercicios de meditación espontáneos que uno encuentra por sí mismo y que
practica durante un cierto tiempo. ¿Puede precisar esta idea?
Las kriyas son ejercicios (lo más habitual es que sean de pranayama asociado o no a un
mantra) cuyo objetivo es provocar el estado de meditación, cuando uno no puede
obtenerlo de entrada. Son muy útiles para la mayoría de sadhakas pero no son
necesarios para aquellos que alcanzan el estado meditativo espontáneamente o sin
demasiado esfuerzo. Un día, en un encuentro privado con Ma, ella me dio algunos
ejercicios (kriyas). No se por qué, yo dije a media voz, como hablando conmigo mismo:
«Querer hacer algo es el verdadero obstáculo». Inmediatamente Ma dijo: «Kriya alasya
ke Iye hein», «las kriyas se aconsejan para combatir los obstáculos». Sin embargo,
cuando el gurú os da kriyas, debéis hacerlas, tanto si las consideráis útiles como si no,
por devoción y por amor hacia el gurú. En referencia a lo que llamáis las «kriyas
espontáneas», fueron mencionadas por Ma durante lo que ella llamaba su «sadhana ka
khel» (juego de la sadhana). Consistían sobre todo en posturas de meditación –asana o
mudra, que aparecían espontáneamente. Se producen algunas veces en el sadhaka
corriente durante el despertar de la kundalini. Pero en este caso, tienen poco interés y
conllevan el riesgo de producir desvíos patológicos si se les tiene demasiado apego.
- Ma proponía ejercicios de meditación y de yoga a algunos de sus visitantes o discípulos.
Durante su vida, pidió que se guardaran en secreto pero desde que ella abandonó su
cuerpo, ¿por qué no los escribimos, igual que se escribieron, por ejemplo, los Seis Yogas de
Naropa, tras su muerte?
En efecto, Ma dio kriyas a algunos de sus discípulos. Pedía que dicha enseñanza fuera
mantenida en secreto y no fuera comunicada a nadie. Es difícil saber si pidió mantener el
secreto a todos los que recibieron sus enseñanzas, pues probablemente hay un cierto
número de personas que obtuvieron estos kriyas de Ma y no querrían ni siquiera decirlo.
Es decir que no puedo hablar con certeza más que de mi caso concreto. Cuando ella me
enseñó una kriya, siempre añadía al final: «Kisi ko mat bolna» (« No hay que decírselo a
nadie »). Una vez incluso añadió: « Ye gupta kriya hei » (« Esta es una kriya secreta »).
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Preguntáis si ahora que Ma ha abandonado su cuerpo, estas enseñanzas secretas
podrían ser puestas por escrito y publicadas. No creo que eso sea posible. Una
recomendación de un gurú no pierde su validez cuando este ha abandonado su cuerpo
físico. Si uno de los discípulos de Ma, habiendo alcanzado la Realización, tuviera sus
propios discípulos, podría entonces comunicarles esas enseñanzas pero probablemente
también sería bajo secreto.
-¿Se podría decir que un gurú seduce a sus discípulos para llevarlos hasta Dios?
En un sentido, creo que se puede responder afirmativamente, aunque la palabra
«seducir» puede llevar a confusión. Se trata más bien de una «transferencia emocional»,
un método muy conocido por los psicoanalistas. El hombre corriente está ligado por
todo tipo de apegos y afectos mundanos. Ama a su mujer, a sus hijos, sus posesiones, sin
hablar de su propio cuerpo y de su comodidad, y todo ello porque le proporcionan
algunos momentos de felicidad pasajera. Todos estos apegos llevan la mente hacia el
exterior en todas las direcciones. Para descubrir lo Divino que está en cada uno de
nosotros, es necesario cambiar la dirección de la mente y llevarla hacia el interior. Pero
esto es extremadamente difícil. Y es aquí donde interviene la gracia del gurú. Él
despierta en el corazón del discípulo un apego tan intenso que todos los apegos
mundanos pierden su poder de atracción. Al principio, es un amor por el aspecto físico
del gurú; pero, sin embargo, es el amor por un ser que es el símbolo de lo Divino
Omnipresente. Pero el discípulo – por la gracia del gurú – terminará por descubrir
pronto lo Divino que está en su propio corazón, y entenderá que los placeres de los
sentidos no tienen valor más que porque son iluminados momentáneamente por un
reflejo de lo Divino.
-¿Por qué el cuerpo de un santo que es sátvico se pone enfermo y muere?
Así como el hombre común se identifica con el cuerpo físico, el santo perfecto está
identificado con el tattva, la sustancia imperecedera hecha de pura Conciencia-Felicidad.
Este es su verdadero cuerpo. En cuanto al cuerpo físico, forma parte de prakriti (la
92
naturaleza) y está sujeto a las leyes de la naturaleza: nacimiento, crecimiento, madurez,
degeneración y muerte. Para el santo, este cuerpo físico es como un instrumento que le
permite entrar en contacto con los individuos que todavía están encadenados por las
leyes de la naturaleza y ayudarles a liberarse. El santo se identifica con su cuerpo físico
tanto como un caballero lo hace con su caballo o el chofer con su coche. En cuanto a las
enfermedades, por ejemplo, que aparecen en el cuerpo físico del santo, están en la
naturaleza de las cosas: lo que forma parte del mundo perecedero debe, por la fuerza de
las cosas, degenerar y finalmente morir, pero para los grandes santos, algunas de sus
enfermedades se deben también al hecho de que absorben el mal karma de sus
discípulos. Sin embargo, existen yoguis que no han alcanzado aún la perfección y que
tienen como objetivo perfeccionar el cuerpo físico y ponerlo a salvo de las
enfermedades.
-Usted dice que si nos concentramos en Ma, podremos verla frente a nosotros. Esta
concentración exige sin duda algún tipo de compromiso y el resultado ¿no es solamente la
forma de nuestro pensamiento, una proyección mental?
La concentración en Ma (como la concentración en la imagen de una divinidad, de un
ishta-devata) es uno de los métodos que se aconsejan para calmar la mente. La mente se
dirige de forma natural hacia aquello que ama: placeres, alimento, sexo, etc. y se
dispersa en numerosas direcciones. Dirigiéndola hacia un objetivo divino, uno puede
desviarla de sus búsquedas mundanas. Por otro lado, cuando la devoción por el gurú,
por Ma, es profunda, la concentración es fácil y puede llevar la mente a un estado de paz
feliz sin grandes esfuerzos. Pero, además de esto, en el caso de un gurú santo como Ma,
que ha dejado una presencia residual, se puede entrar en contacto con dicha presencia. Y
este contacto puede convertirse en una ayuda considerable para nuestra búsqueda
espiritual. El gurú transmite fuerza y puede seguir haciéndolo después de haber
abandonado su forma física. Todavía existe un beneficio más que puede obtenerse de
esta concentración. Cuando pensamos en Ma, evocamos automáticamente sus
cualidades, sus virtudes, su pureza, su compasión, etc. Se produce entonces una especie
de mimetismo y nos empapamos un poco de estas cualidades, incluso si no lo sentimos
conscientemente. Para poder ver efectivamente la imagen de Ma frente a nosotros se
necesita, como decís, un gran entrenamiento, y no lo consiguen más que aquellos que
tienen capacidad de visualización. Pero no es necesario verla realmente frente a
93
nosotros. Simplemente pensar en ella con devoción es suficiente. Lo que cuenta es
nuestra reacción mental de amor y de devoción; la imagen no es más que un medio para
producir esta reacción. Incluso si podemos verla, no es más que una forma de
pensamiento, como sugerís. Pero esta forma de pensamiento es un soporte para lo
Divino omnipresente cuyo centro (para nosotros) es lo que reside en nuestro corazón
sutil. Cuando uno ha conseguido fijar su atención de entrada en lo Divino omnipresente,
en la Conciencia universal, el soporte ya no es necesario.
94
CAPÍTULO II
MEDITACIÓN
- ¿Cómo desarrollar la sinceridad en la sadhana?
Un hombre joven que intenta conquistar a una mujer que ama o alguien que trabaja para
amasar una fortuna, ¿tienen necesidad de desarrollar la sinceridad de su esfuerzo?
Ciertamente no. Porque están totalmente convencidos que dicho esfuerzo vale la pena. Y,
para ello, están dispuestos a utilizar todas sus energías físicas y mentales para alcanzar
su objetivo. Y, sin embargo, lo que obtendrán (si es que lo obtienen) es efímero, trivial y
decepcionante; pero lo que uno obtiene siguiendo una sadhana es la felicidad eterna, la
inmortalidad, una felicidad que nos da una satisfacción total sin rastro de amargura.
Además, cuando uno entra en la corriente espiritual por la gracia del gurú, tiene la
seguridad de que alcanzará su objetivo, si no en esta vida, al menos en futuros
nacimientos. Como reflejo de esto, la sinceridad se desarrolla lentamente. También, al
meditar con perseverancia, llegará el día en el que una visión de la felicidad del Ser
surgirá como un destello de luz en un cielo oscuro. Entonces, la sadhana se realizará con
la misma intensidad que teníamos cuando corríamos tras los placeres y los éxitos
mundanos.
- ¿Cómo situar las experiencias de meditación en el marco general del progreso espiritual?
Depende del tipo de experiencia que se tenga. Si son visiones (colores, imágenes) o
sonidos, indican un cierto progreso. Es decir que el sadhaka ha tocado ya el nivel mental
subyacente al pensamiento discursivo. Y es un estímulo para el meditador, mostrándole
que su esfuerzo empieza a dar sus frutos. Por supuesto, no hay que creer que uno
consigue el objetivo y sobre todo no hacer de ello un placer o un juego, lo que podría
bloquearlo en este punto e impedir que fuera más lejos. Pero las experiencias que os dan
un estado de paz y de felicidad son muy superiores; sobre todo cuando se acompañan de
un olvido total de las sensaciones que provienen del cuerpo físico. También se dan
experiencias en las que uno sale del cuerpo físico con un cuerpo sutil. Estas experiencias
son peligrosas pero pueden tener su utilidad si el gurú os guía y os protege; sin embargo,
95
la verdadera prueba del progreso se encuentra en el comportamiento de la vida diaria.
Es decir, el dominio de las emociones negativas (cólera, deseo sexual, etc.) y la armonía
con el entorno.
- Ma dijo que no hay que intentar volver a un estado de meditación pasado; y, sin embargo,
aquellos que saben meditar pueden fácilmente entrar en un estado profundo y mantenerse.
¿No es necesario para el meditador cierta «habilidad» para ser capaz de volver a estados
de conciencia anteriores?
Todo depende del tipo de meditación que uno tiene. Si son estados de conciencia
(bhava) o visiones, la escucha de sonidos u otras experiencias marginales, no hay que
intentar reproducirlas si no vienen espontáneamente; pues el apego a estas
experiencias, el placer que uno encuentra, podría obstaculizar todo progreso futuro.
Pero si son estados que forman parte de la técnica de meditación que uno sigue y que ha
sido indicada por el gurú, se debe intentar reproducirlos pues forman parte integral de
una meditación exitosa. Por ejemplo, si uno se sienta a meditar sobre la Conciencia pura,
deberá continuar, si es posible, la técnica con la que hubiera tenido éxito en la
meditación anterior e intentar obtener la ékagrata (la concentración exclusiva) sobre
ella. Pero si es una visión acompañada de un estado de gozo, no deberá intentar
reproducirla. E incluso si viene espontáneamente, deberá intentar ir más allá.
- ¿Puede explicarnos la diferencia entre concentración y meditación? El estado de calma
obtenido por la concentración, ¿no es una ilusión, un acto volitivo, así pues egótico,
mientras que la meditación –que es receptividad- se abre a la totalidad sin exclusión?
¿Existe oposición entre concentración y meditación?
En muchos textos y en la conversación corriente, estas dos palabras tienen un valor
similar. Pero Krishnamurti señaló una marcada diferencia entre ambas. Por un lado –la
concentración- que él consideraba nociva porque deforma la mente, por otro lado –la
meditación- que recomendaba. Y probablemente es a eso a lo que hacéis alusión en
vuestras preguntas. Por concentración, entiende el hecho de fijar la mente sobre un
objeto concreto, como recomiendan la mayoría de los sabios. Por ejemplo, concentrarse
en la luz, en un loto rojo en el corazón, la imagen de una deidad, etc. Es verdad que estos
métodos proporcionan una calma temporal solamente y no se enfrentan a los problemas
96
fundamentales de la estructura de nuestra mente y de su forma de funcionar. Estos son
métodos de desbaste. Un escultor (en este caso, el gurú), cuando tiene frente a él un
bloque amorfo de piedra, no empezará de entrada a esculpir las facciones de un rostro.
Tendrá que proceder a todo un trabajo de debastado antes de poder empezar a trabajar
seriamente; el ideal, por supuesto, es a lo que Krishnamurti da el nombre de meditación.
Es una visión panorámica de nuestra mente, observarla como es en su totalidad, sin
intervenir, con el propósito de conocer bien su funcionamiento. El objetivo final de toda
disciplina espiritual es llevar la mente al silencio: «El yoga es la extinción de las ondas
mentales», dijo Patanjali en los Yogasutras.
Uno puede llegar a este resultado a través de lo que Krishnamurti llama la «meditación»,
es decir, la vía del Conocimiento (la vichara marga). Cuando uno conoce perfectamente
la mente hasta su raíz más íntima que es el ego, el silencio se hace egocéntrico. Habiendo
disuelto el ego, la mente tal como la conocemos deja de funcionar. Es lo que llamamos la
manonasha (la destrucción de la mente). Este método es muy difícil pues exige una
vigilancia mental constante y un espíritu « sattvico ». Pero se puede llegar también a un
silencio mental temporal (manolaya), a través de métodos casi todos basados en la
concentración. Uno concentra la mente en un punto concreto (una imagen, un mantra,
etc.) hasta que se convierte en la única onda mental persistente en el campo de
conciencia. Esto es la dharana. En la siguiente etapa, esta concentración única debe
derretirse de forma natural, sin esfuerzo (dhyana). Finalmente, esta misma onda mental
única debe desaparecer, y lo que queda es el Gran Silencio (samadhi). Este silencio es
temporal y la mente vuelve a funcionar cuando el yogui sale de su samadhi.
Krishnamurti rechaza estos métodos que considera como nocivos, como una especie de
muletas mentales a las que uno se apega como a una droga. Es verdad que son muletas
pero si uno le pide a un paralítico que camine de golpe sin muletas, existe el riesgo de
que, tras muchas tentativas vanas, se resigne a quedarse en su estado. ¿Por qué no
dejarle caminar con muletas, que podrá desechar cuando haya ganado confianza en sí
mismo? ¿Existe el peligro de que se habitúe a sus muletas y no pueda caminar sin ellas
nunca más? Quizás. Pero vale más ser un paralítico que camina con muletas que un
paralítico que no camina. Por este motivo, los métodos basados en la concentración son
recomendados por la mayoría de los sabios. Una vez que la mente se haya aguzado, a
través de una larga práctica de concentración, y esté purificada, podrá volver a la
97
práctica de la meditación (en el sentido que Krishnamurti daba a esta palabra). De todos
modos, las dos vías pueden ir de la mano. Cuando uno intenta fijar la atención en un
punto (por ejemplo, un mantra), la mente se escapa hacia otras direcciones. Se puede
entonces (repitiendo el mantra continuadamente) observar y aprender a conocer su
naturaleza. Existen muchos caminos que llevan a lo Supremo. Cada uno debe poder
elegir aquel que le va mejor según su temperamento y sus capacidades.
- ¿Cómo se puede saber, para una persona concreta, si debe trabajar sobre el chakra del
corazón o más bien sobre el sahasrara? ¿Es suficiente decir que una persona con tendencia
emocional debe dirigirse en el sentido del chakra del corazón? ¿Esto no conlleva al riesgo
de agravar su tendencia emocional?
En realidad, el principiante no medita sobre los chakras sino sobre un punto en el
interior de su cuerpo. Esto no es más que un punto de apoyo para llegar a silenciar la
mente. En el centro del chakra, los nervios psíquicos principales (ida y pingala) se
fusionan. El resultado es una sensación de paz y de felicidad: yogananda, la felicidad de
la unión; la mente se vuelve silenciosa y deja que aparezca el Ser que es la fuente de esta
felicidad. Esta unión puede hacerse en cualquiera de los chakras pero es más fácil en el
del corazón y en el que está situado en el entrecejo, sobre todo porque las asociaciones
de ideas ligadas a estos centros son sátvicas. Con los chakras inferiores, existe el riesgo
de desviarse en las asociaciones de ideas que evocan y esto puede ser peligroso. Lo que
es importante es la actitud mental en la meditación, y el punto sobre el que uno medita
es secundario. De todos modos, es el gurú quien debe decidir sobre qué punto debe
meditar su discípulo. Grosso modo, se podría decir que el centro del corazón está ligado
al amor y el de la frente a la hiperconciencia. Sin embargo, Ramana Maharshi situaba el
Ser (es decir la Conciencia pura) en el corazón, pero es verdad que la situaba a la
derecha y no en el chakra del corazón mismo. Y en el camino de la devoción, el devoto
visualiza algunas veces su ishta-dèvata, su bien amado, en el centro de la frente (con
amor). Trabajar sobre los chakras, es decir, intentar abrirlos, es una sadhana especial
que forma parte, sobre todo, del tantrismo. Es un camino progresivo que intenta llegar a
estados de conciencia cada vez más sutiles, hasta que uno alcance la Conciencia pura del
ajna chakra – pero estas meditaciones deben realizarse bajo la dirección de un gurú
experimentado. Insisto en que, sea cual sea el punto sobre el que uno medite, lo que es
98
esencial es la actitud mental y el sankalpa, es decir, el objetivo que uno se propone al
empezar esta meditación.
- ¿Cuáles son las señales del despertar del sahasrara chakra?
No lo sé. Jamás oí decir que Ma aconsejara a nadie que meditara en este centro ni que
otros grandes gurús lo hayan hecho. La coronilla es un punto de salida del cuerpo en un
cuerpo sutil, o eventualmente en el cuerpo cósmico.
- En la meditación, ¿es necesario eliminar cualquier forma de voluntad o expectativa?
Cuando uno está en el camino espiritual, o incluso en la vida diaria, seguramente es
necesario realizar un esfuerzo de voluntad para dominar las emociones negativas e
incluso aquellas que son positivas y pueden arrastrarte. Alejar toda forma de voluntad y
toda expectativa solo es posible para aquellos que están muy avanzados en el camino
espiritual; entonces, uno está en armonía con el Poder divino (la Potencia del Otro) y es
él quien dirige nuestras acciones y pensamientos. En esta situación, un acto de voluntad
hace intervenir al ego y crea un obstáculo en la corriente armoniosa de la voluntad
divina, pero esto es muy diferente del dejarse llevar del hombre corriente. Estar en
armonía con la Potencia divina y mantener dicha armonía solo es posible cuando la
mente se ha purificado y es capaz de mantener un estado de hiperconciencia constante.
Así, por ejemplo, un buen nadador se dejará llevar por la corriente de un río; adaptará
sus movimientos a las diferentes fluctuaciones de la corriente sin dejarse ir a la deriva;
pero esto es muy diferente de la situación de aquél que no sabe nadar y que es
arrastrado por las olas.
- ¿Cómo distinguir entre intuición o inspiración divina y deseos inconscientes?
Es muy difícil distinguir entre una verdadera intuición y un deseo que surge del
inconsciente. Nuestra mente es muy hábil para presentar un deseo reprimido bajo una
forma más o menos aceptable. Sucede a menudo que los sadhakas están convencidos de
que algunas de sus acciones les son dictadas por una voz divina que proviene del
interior, cuando en realidad no hacen más que seguir un deseo del que creen haberse
liberado.
99
- ¿Cómo distinguirlo, entonces?
1) En primer lugar, es necesario tener una buena dosis de humildad y saber que no
somos infalibles, y recordar las numerosas ocasiones en las que nos hemos equivocado.
2) Si se tiene la más pequeña duda, preguntarse si lo que la mente nos sugiere está de
acuerdo con el dharma o el adharma, y elegir siempre el camino del dharma, cueste lo
que cueste.
3) Si no nos sentimos capaces de distinguirlo, consultar entonces con un guía espiritual,
un amigo o un pariente mayor con el que se tenga confianza. Pero existe un Estado en el
que las intuiciones son infalibles. Es cuando el gurú interior (el Christos de los gnósticos)
se ha despertado en nuestro corazón. La intuición aparece entonces como una
inspiración divina y tiene la evidencia de una percepción sensorial.
- ¿Es necesario meditar regularmente? ¿Cuáles son las mejores horas del día para ello?
Sí, es importante meditar con regularidad; así se convierte en un hábito, como el café,
uno ya no puede desengancharse. Se recomienda, en general, «la hora Brahma»
(Brahma-muhurta), es decir las dos horas anteriores a la salida del sol, pero eso depende
del ritmo de cada uno, y si uno quiere practicar a esta hora debe asegurarse de que no se
va a dormir sentado. Sentarse a meditar justo antes del crepúsculo también es bueno.
Las horas de conjunción, al salir y ponerse el sol, son horas en las que la circulación de la
energía en los nadis cambia de sentido; hay entonces un momento, corto o largo según
los conocimientos del practicante, durante el cual el prana entra en el canal central,
sushumna. Durante este periodo, la mente queda en silencio. La medianoche
(mahanisha) también es una buena hora.
- Toda nuestra actividad para ganarnos el pan y, en última instancia, para alimentar el
cuerpo, ¿no es excesiva?
Seguramente. Es necesario alimentar el cuerpo y mantenerlo con buena salud, incluso
cuando se renuncia a la vida mundana; y para alimentar el cuerpo, hay que trabajar, ¿no
es cierto? Pero lo que no hace falta es dejarse encadenar por innumerables necesidades
100
imaginarias que os obligarán a trabajar de la mañana a la noche para poder ganaros la
vida. Una vida sencilla con pocas necesidades os permite trabajar menos y tener
distracciones que pueden utilizarse para el perfeccionamiento personal en la vida
espiritual. Así, podréis ir más allá de la conciencia física y de sus necesidades. Entonces,
la naturaleza (o Dios) se ocupará de alimentar este cuerpo.
- Si la pregunta no es indiscreta, ¿cuál es su nivel espiritual?
Yo no soy un gurú, ni siquiera un sabio, sino simplemente un sadhaka que, sin embargo,
alcanzó cierto nivel espiritual por la gracia de Ma Anandamayi.
- ¿Cómo avanzar en el karma yoga?, ¿cómo profundizar?
El objetivo final del karma yoga es llegar a la disolución del ego (ahamkara). El ego es
esta formación ilusoria que nos hace creer que somos una personalidad separada,
distinta del resto, que se disuelve cuando uno comprende que en realidad no hay más
que una sola Conciencia omnipresente que anima todos los seres y todas las cosas.
Ahora bien, una base fundamental del ego es la (falsa) creencia de que existe un «yo»,
una volición personal que actúa. De hecho, la palabra sánscrita ahamkara significa
literalmente «yo hago», mientras que, en realidad, es el poder del Otro el que actúa (la
naturaleza prakriti, el Poder Divino). El ego, en realidad, es como un remolino, un
obstáculo en la corriente de un río. Por eso, el karma yogui intentará liberarse de esta
falsa creencia, cambiando su actitud mental en todos los actos de la vida diaria. Lo que
importa no es el acto en sí sino la actitud mental con la que se hace. Los métodos del
karma yoga difieren según el grado de desarrollo del sadhaka. Al principio, se le
aconsejará que realice séva (servicio) sin remuneración: servicio social, cuidado de
enfermos, etc. y aún mejor el servicio al gurú, en caso de que lo tenga. Este servicio debe
ser realizado por amor a la humanidad, y el sadhaka debe recibir con la misma
ecuanimidad el reconocimiento que la crítica. Más adelante, cuando su mente esté
suficientemente purificada, podrá pasar a la siguiente etapa… Lo que cuenta es siempre
la actitud mental. Deberá realizar toda acción como una ofrenda o un servicio a lo Divino
que reside en todos los seres. Si está casado, su mujer será para él un aspecto de la
Divina Madre, y sus hijos seres que Dios ha puesto en su camino para despertar la chispa
divina que está en ellos. En el trabajo, en el metro, etc. agradecerá todos aquellos que
101
Dios ha puesto en su camino para servirles. Finalmente, cuando la calidad de sattva
predomine en su mente, podrá empezar el verdadero karma yoga, que es una de las
sadhanas más difíciles. Lo que nos apega a la acción y como consecuencia mantiene el
nudo del egoísmo es el deseo de obtener un resultado, una recompensa por nuestros
actos. Así pues, es necesario intentar hacer nuestro trabajo sin desear ningún fruto,
ninguna recompensa, simplemente por el gozo de hacer un trabajo lo mejor posible. Al
principio, esto parecerá difícil y árido pero nos damos cuenta de que nos ponemos en
armonía con la corriente cósmica divina. El río de la corriente divina se derrama a través
nuestro sin esfuerzo y vuelve perfecta toda acción. Esto requiere una gran vigilancia,
pues es necesario saber distinguir entre la gran corriente y los remolinos del ego.
Conseguir hacerlo proporciona un gran gozo y una profunda paz interior.
102
CAPÍTULO III
DESAPEGO
- ¿Cómo llegó usted a correr el riesgo de abandonarlo todo por lo sobrenatural?
Imaginad que estáis caminando por la carretera en un largo viaje a pie, llevando sobre
los hombros un pesado saco que creéis que está lleno de cosas preciosas. En un
momento de descanso, os paráis, abrís el saco y os dais cuenta de que está lleno de
trapos y de cosas sin valor. Y lo tiráis. ¡Qué alivio! Así, lo que yo he abandonado son los
placeres y las riquezas transitorias y efímeras que, de todas formas, desaparecerán a la
muerte del cuerpo. Lo «sobrenatural» de lo que habláis es la cosa más natural. La
búsqueda es la de nuestro verdadero Ser. ¿Qué puede haber más sencillo que el Ser más
íntimo? ¿Dónde está el riesgo? ¿Se puede dejar de ser uno mismo? Estar firmemente
establecido en el Ser supremo es el objetivo del esfuerzo espiritual.
- ¿Puede decirse que existen diferentes niveles en el silencio interior?
En efecto, existen diferentes niveles de silencio interior que corresponden a las
diferentes capas de nuestra mente. Grosso modo, se podría decir que hay tres niveles
diferentes en la estructura de la mente. El primero es el del pensamiento discursivo. Es
esta cháchara interior, casi incesante para la mayoría de las personas, y que aquellos que
lo han intentado saben que es muy difícil hacer callar. Callarla es uno de los primeros
objetivos de la meditación. Cuando uno ha conseguido poner en silencio el pensamiento
discursivo, aparece una capa más profunda que es la del pensamiento en imágenes o
sonidos, es decir que formas y colores así como percepciones auditivas subjetivas
aparecen en el campo de conciencia. Si uno llega a eliminar también estas percepciones
subjetivas, ya no queda más que el estado de mente emocional (bhava), es decir los
estados mentales de euforia o de depresión, etc. que se basan en sensaciones que llegan
a la conciencia corporal o, para ser más precisos, del movimiento de la fuerza vital en
nuestro organismo. Cuando el bhava se ha silenciado (y esto solo es posible cuando se
consigue dejar atrás la conciencia física), nos identificamos entonces con el samarasa, un
estado ininterrumpido de Conciencia-Felicidad, y eso es el Verdadero Silencio. Los tres
103
niveles de la mente se interpenetran. No son estados aislados entre ellos; sino que los
niveles superficiales ocultan lo que está las profundidades, como por ejemplo las olas de
un lago nos impiden ver el fondo.
-¿ Cómo puede ser compatible la humildad con el hecho de decir, como en el Vedanta: «Yo
soy el Ser»?
Yo le hice una pregunta parecida a Ma en la época en la que me sentía muy atraído por la
vía del Advaita; estaba preocupado por si esta práctica podía hipertrofiar el ego. Ma
respondió con una expresión en su rostro que fue más elocuente que las palabras. Esto
significaba que no había riesgo alguno y que, de todos modos, el gurú está ahí para no
perderte de vista, pero evidentemente la meditación sobre el «Yo soy el Ser» debe ser
practicada correctamente. El Ser no es el ego. El ego no es más que el exterior de la
máscara. El Ser es Pura Conciencia. Esta «conciencia» que está en nosotros está también
en los otros, en todos los seres. Puesto que somos todos iguales a nivel de la Conciencia
Suprema, del Ser Verdadero, no hay ya espacio para complejos de superioridad y
evidentemente tampoco para orgullos. La humildad ocupa su lugar cuando el ego
reconoce lo que en realidad es: un torbellino de deseos y de miedos, de todo tipo de
debilidades. Entonces cede el lugar al Ser Supremo que es nuestra verdadera naturaleza,
omnipresente, y que está más allá de la humildad y del orgullo.
- Se acusa a algunos meditadores de ser tristes, ¿qué opina usted?
Se dice a menudo que un santo triste es un triste santo… pero el principiante en una
sadhana no es aún un santo. Pasa por todo tipo de dificultades y algunas veces por
estados muy arduos. Tiene derecho a estar triste cuando experimenta una aplastante
derrota o una caída. La tristeza también puede ser la expresión de un deseo intenso de
realización, o incluso la nostalgia por el Bien Amado, lo que se llama viraha en el camino
devocional. Todas estas tristezas son «buenas» tristezas, por así decirlo. Las « malas»
son aquellas que uno tiene cuando añora los placeres y la comodidad del mundo que ha
abandonado. Sin embargo, un sadhaka debe cultivar un estado de gozo interior
independiente de lo que le sucede; e incluso si no lo consigue, debe hacer un esfuerzo
por enarbolar una sonrisa en su contacto con los otros, y no incomodarlos con un rostro
sombrío.
104
- Algunos dicen que, para el meditador, el momento en el que pierde realmente su ego es un
momento terrorífico. ¿Qué opina usted?
Sí, ciertamente, cuando uno se pone cara a cara frente a este terrible momento en el que
el ego debe dejarse disolver –más que eso, cesar de existir, hay que tener mucho coraje.
La muerte del cuerpo físico es aterradora, pero no es una muerte total, pues la mente
persiste así como un sentido de individualidad; pero desde el punto de vista del
individuo, la disolución del ego es una muerte total. Sin embargo, esta disolución rara
vez llega al principio, sino que se produce tras una larga preparación. En el gyanamarga, los largos años de discriminación entre lo que es el verdadero «Yo» y el falso
«yo», han dado suficiente madurez a la mente para enfrentarse con el gran
acontecimiento. En la bhakti, el amor por la deidad amada va creciendo hasta que el
devoto llega a la unión total y su individualidad se disuelve en el océano del Bien Amado
como, por volver al ejemplo de Ramakrishna, la muñeca de sal se disuelve en el océano.
- Meditar bien, ¿es aprender a morir?
¡Sí! Se puede decir que meditar es aprender a morir bien. Aquellos que siguen las vías de
la kundalini (que corresponde al Espíritu Santo de las religiones occidentales) hacen
entrar la fuerza vital en el canal central y consiguen sublimar los instintos animales
hasta que la conciencia individual se funde en lo Divino. En el momento de la muerte, la
conciencia abandona el cuerpo físico, se escapa por la coronilla y es absorbida por lo
Divino omnipresente. Un estado más elevado es el de nirvikalpa samadhi (éxtasis con
extinción de la mente). La fuerza vital es entonces inmovilizada en el centro superior y el
yogui se vuelve uno con un océano de Conciencia-Felicidad. En este estado, el mundo,
incluidos los centros y el canal central, desaparece como una ilusión. El yogui que
alcanza este estado no tiene necesidad de salir del cuerpo en el momento de la muerte.
El cuerpo cae como la hoja muerta de un árbol. El árbol (la Conciencia-Felicidad
omnipresente) no se ve afectada; pero en el estado de la realización suprema, el sabio,
después de haber vivido el éxtasis, vuelve al mundo y lo marca con el sello de la
Realidad. Vive con lo Divino, que es lo mismo en el estado de éxtasis y en el mundo
manifestado. El fondo inmóvil del océano y las olas no son otra cosa que el agua. Así, ve
que todo está hecho de la misma Sustancia Divina. En este estado de realización, la
muerte no tiene ningún significado.
105
- El sabio, ¿no tiene una personalidad doble, estando identificado con el Absoluto más allá
de todo y, al mismo tiempo, respetando los condicionamientos, grandes o pequeños, de la
vida cotidiana en sociedad?
No existe contradicción: es como el agua y el hielo. El Yo omnipresente se cristaliza bajo
una forma de yo individual, bajo una forma personal, para poder hablar con otras
personalidades. El cuerpo, para el sabio, es un instrumento que ha escogido. Durante el
nirvikalpa samadhi, está identificado con la base inmutable del ser, con la masa del
océano, y olvida aquello que cambia; pero este no es el estado supremo; el estado
supremo consiste en ver al mismo tiempo la profundidad y la superficie (sahajasamadhi). El sabio imperfecto sufre contradicción entre los momentos de samadhi y los
momentos en los que olvida que es el Absoluto y se identifica con la personalidad.
106
CAPÍTULO IV
RESPUESTAS DIVERSAS
-¿Qué piensa usted sobre las escuelas de psicología occidental que dicen que una persona
con buena salud física debe afirmar su ego ?
Depende del tipo de personalidad. Si una persona tiene una personalidad « tamásica »
(asténica) y se le pide que borre su ego, se quedará dormida. Es mejor pedirle que se
reafirme. Si tiene una personalidad « rajásica » (excitada), hay que pedirle, por el
contrario, que frene a su ego. Destruir el ego no significa destruirlo todo pues el ego no
es más que una cáscara que rodea al Ser. Se trata más bien de una disección que permita
retirar dicha cáscara y dejar que aparezca el Ser. No se trata de, como dice el proverbio
inglés, «tirar al bebé con el agua del baño». Hay que ser «sátvico» para destruir el propio
ego. Una persona corriente que quiera destruir de entrada su ego corre el riesgo de
embrutecerse.
- ¿Debemos esperar del gurú una escucha de los pormenores de la mente, como hace el
psicoanalista?
El gurú y el psicoanalista tienen funciones totalmente diferentes, aunque a primera vista
puedan parecer similares. El psicoanalista trata un tema psicopatológico, es decir a
alguien cuya mente está desequilibrada, alguien que, en general, no tiene la capacidad de
controlar o conocer su propia mente, y que necesita de alguien de confianza para
mostrarle lo que no anda bien en su cabeza. Pero el sadhaka no debe ser psicopatológico,
pues sería entonces descalificado para llevar a cabo una sadhana seria. Tiene que tener
ya las cualidades de base para que el gurú pueda aceptarlo como discípulo. Debe ser
inteligente, tener ya un cierto dominio de sí mismo, de la discriminación y de la firme
determinación de descubrir lo que está más allá de la ilusión de la mente. La tarea del
gurú será entonces transmitirle el poder para darle la intensidad que le falta en general;
hacerle tomar conciencia de sus puntos débiles poniéndolo en condiciones en las que
estas debilidades salgan a la superficie con una dolorosa intensidad. Solo en pocas
ocasiones el verdadero gurú le explicará los detalles del funcionamiento de su mente.
107
Volverá al sadhaka sobre sí mismo, forzándole a descubrir por sí mismo cómo funciona
su espíritu.
- ¿Qué crédito podemos conceder seriamente a los propósitos convencidos, mantenidos por
muchos, a favor de la «reencarnación», mientras que una reflexión profunda y la evidencia
muestran que no existe una entidad capaz de decidir reencarnarse? Tengo la sensación de
que es suficiente con ponerse a buscar el origen de la conciencia personal del ser para
descartar cualquier teoría reencarnacionista. Creo que la enseñanza de Ma no fue
constante a este respecto y dependía del interlocutor al que se dirigía, ¿puede precisarlo?
Es cierto que desde el punto de vista de la Verdad absoluta, no existe reencarnación. El
atman, el Ser, es conciencia puramente omnipresente, siempre es igual a sí mismo. El yo
individual es una formación ilusoria que no tiene realidad sustancial, pero esta es la
visión del sabio que ha alcanzado la realización perfecta. Para el hombre corriente existe
una realidad empírica que tiene su propia dinámica. Cuando el Ser se identifica con una
forma física, surge una entidad personal, lo que llamamos ego o el yo individual. Este ego
es algo que está en constante movimiento, mientras que el Ser, el atman, es estático. Este
movimiento se debe a una pérdida de equilibrio. El atman se ve como un reflejo de sí
mismo en el cuerpo. Se identifica con este reflejo. Ahora bien, el cuerpo es imperfecto,
mortal, doloroso, etc. y el atman es perfecto, inmortal, es felicidad, etc. Identificado con
el cuerpo, el atman pierde su naturaleza primordial e intenta reencontrarla
(erróneamente) a través del cuerpo. La felicidad se convierte entonces en una
objetivación, algo que se intenta obtener a través del cuerpo y de los órganos de los
sentidos. Esta búsqueda de la felicidad en la objetivación se conoce como deseo. La
entidad ilusoria que llamamos ego puede ser comparada a un torbellino. Este torbellino
continuará moviéndose tanto tiempo como sea animado por su motor que es el deseo, y
sus compañeros el miedo o la ira. Cuando el cuerpo físico muera, el torbellino del ego
continuará moviéndose y tomará otra forma para realizar los deseos que no han sido
satisfechos. Es este torbellino hecho de deseos y aspiraciones lo que se reencarna.
- Usted que conoce el hebreo, ¿conoce bien la Cábala? No quiero mezclar los símbolos de la
Cábala con los del hinduismo. Generalmente, cuantos menos símbolos, mejor. Cuando usted
dice: «los símbolos cuanto menos mejor», me cuesta comprenderlo. Demasiados conceptos,
sí; demasiadas palabras, sí. Pero, ¿demasiados símbolos…?
108
El objetivo de toda sadhana es conseguir dejar la mente en silencio. Cuando los
movimientos de la mente han cesado totalmente, lo Real impensable se revela por sí
mismo, porque está siempre presente detrás del velo formado por la agitación mental.
Para conseguir este silencio, se podría decir que –a grandes rasgos- existen dos caminos
posibles: el primero es el del jnana-marga (el camino del Conocimiento), que se ocupa
de entrada de observar la mente y de conocer su funcionamiento tanto en su parte
consciente como en los abismos del inconsciente. Cuando uno llega a los dominios del
subconsciente y del inconsciente, debe enfrentarse a menudo con experiencias
aterradoras, y el sadhaka corre el riesgo de perder su «equilibrio mental». Incluso si
consigue superar las dificultades que le aparecen por el camino, al final se encontrará,
frente a él, con la posibilidad de una disolución total de su yo individual, algo aún más
temible que la muerte física. Este camino es muy difícil; poca gente es capaz de seguirlo.
Es como si uno atravesara una pasarela estrecha al borde de un abismo. Yo lo llamaría el
«camino de los ojos abiertos». La segunda vía –sería el «camino de los ojos vendados »–
utiliza símbolos para atravesar los arcanos del inconsciente. Los pasajes difíciles son
interpretados –en el camino de la devoción, por ejemplo- como pruebas enviadas por la
Divinidad ('ishta dévata') que uno venera; la disolución de la mente, como una unión con
el Bien Amado. En el tantrismo, se utilizan innumerables símbolos pues sirven para
atravesar los pasajes difíciles. Pero es necesario saber dejarlos de lado cuando uno llega
a una madurez espiritual y a una capacidad de ver los hechos tal como son en realidad.
Es decir que todos estos símbolos no tienen una realidad empírica y no son más que
muletas mentales. Si, al principio, uno no puede caminar sin muletas, es necesario, al
menos, saber abandonarlas lo antes posible.
-¿Qué hacer para liberarse de una cicatriz dejada por una fuerte decepción afectiva?
No hay que intentar olvidarla. No es cuestión de poner «parches», como en psicología.
No busquéis eliminar la cicatriz. El sufrimiento nos parece un mal porque no vemos su
efecto liberador. El Poder Divino os da un golpe para despertaros, como lo haría un
amigo si viera que os dormís en la nieve o en un bosque peligroso. Si el primer golpe no
es muy fuerte, decís: «Prefiero dormir» y os volvéis a dormir poco después; pero si
vuestro amigo es un verdadero amigo, os sacude más fuerte hasta el momento en que os
despertáis por completo. No hay que buscar desembarazarse de tales recuerdos: actúan
como una espina irritante en vuestra mente para llevaros al desapego. Hay que
109
utilizarlos para llegar a la fuente de todo sufrimiento que es la falsa creencia de que
somos individualidades distintas, separadas del Gran Todo. (Swamiji hablaba aquí sobre
aquellos que ven en todos lados la acción del gurú). No podemos dejar de interpretar; lo
importante es hacerlo en el sentido correcto.
- ¿Cómo protegerse de las influencias externas si uno siente que no le ayudan?
La verdadera coraza es el Dharma: constantemente, incluso en los pequeños detalles,
hay que preguntarse dónde está el dharma y dónde está el adharma, y después seguir el
sendero del dharma, cueste lo que cueste. Entonces, seréis invulnerables. Nadie os podrá
hacer daño.
- Entendemos, en la meditación, el interés por desidentificarse de las emociones negativas;
pero ¿es necesario perseguir las emociones positivas?
Sí, sin duda; la felicidad es la verdadera naturaleza del hombre. Sin embargo, es
necesario distinguir entre la felicidad tranquila, que se desarrolla con la sadhana, y los
placeres acompañados de excitación que, tarde o temprano, entrañan necesariamente su
opuesto. Es necesario controlar estos últimos. El ego se siente siempre miserable, el yo
real está siempre feliz. (Hablando de la cantidad de condicionamientos a los que están
sometidos el cuerpo y el espíritu). El sadhaka va más allá de la naturaleza. El ser humano
corriente es como un búfalo o un toro que se deja asustar por una niña pequeña con un
bastón o que tiene miedo de quedarse sin su ración de heno. Si el toro fuera inteligente,
daría una cornada a la niña y correría libremente por el bosque. La naturaleza nos
encadena de la misma manera. Es el principio de la zanahoria y del bastón. Tenemos
miedo del sufrimiento y también de que nos falten nuestros pequeños placeres. Para
liberarse de la esclavitud de la naturaleza, es necesario plantar cara al sufrimiento y no
dejarse apegar por los placeres. Entonces, podremos descubrir la verdadera Felicidad
del Ser, más allá del placer y de la tristeza.
- ¿Qué puede proporcionar el gurú, técnicas o fuerza?
El gurú da fuerza, puede favorecer el despertar de la kundalini, pero esto no es más que
un estadio dentro de la sadhana. No puede dar la Realización, pero puede ayudar a
retirar los obstáculos que velan dicha Realización que ya está presente en nosotros.
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- ¿Qué significa abandonarse a la voluntad del gurú?
Con Ma, yo intentaba responder de inmediato a la menor de sus sugerencias. Así, era
posible ser liberado de ciertas consecuencias de actos previos… Si no la obedecías, Ma
decía: «Si, está bien así, hazlo como tú creas». Pero, en ese mismo momento, tenías que
sufrir las consecuencias kármicas de tus actos. En realidad, no se trataba de una cuestión
de obediencia hacia Ma, pues la obediencia incluye, más o menos, el miedo. Yo sentía
hacia Ma amor, veneración. Por este motivo, podía seguir los consejos prácticos que ella
me daba cada cierto tiempo, incluso si estos no se adaptaban demasiado a la situación
real que ella no había visualizado bien. Por el contrario, yo nunca le di mi libertad
mental. El abandono mental, no era para mi. Lo que yo buscaba en Ma era la transmisión
directa de fuerza para ayudarme en mi sadhana y ella me la dio en abundancia.
- Algunos ven en el Vedanta un intelectualismo reseco. ¿Dónde se unen el amor y el
Vedanta?
Es un reproche que se ha hecho a menudo a aquellos que practican exclusivamente el
camino del Conocimiento. En esta vía, el elemento intelectual se utiliza al máximo
mediante la práctica de la discriminación entre lo que es transitorio y lo que es real;
mediante la observación de la mente y el ascenso a la fuente –nuestro «yo»; o también
mediante la búsqueda del «¿Quién soy yo? », como enseñaba el gran santo Ramana
Maharshi. Pero limitarse solamente al elemento intelectual, es un falso Vedanta, es
querer volar con una sola ala. Para volar, hacen falta dos alas, y la segunda ala es el
elemento afectivo, es la bhakti. El vedantín, en general, no adora a un Dios personal
(aunque no hay ningún inconveniente en que lo haga si lo encuentra necesario). Su amor
se dirige hacia el gurú, no hacia la persona física del gurú sino hacia aquel que es jnana
murti, la encarnación de la Sabiduría; aquel que nos lleva hacia lo Supremo
Omnipresente, lo Sin Forma, el akshara brahma que es nuestro Ser Real. Para el
verdadero vedantín, el amor que tiene por su gurú se dirige a través de él hacia este
Eterno Omnipresente imperecedero que no está afectado por nada, ni siquiera por la
disolución final. Es un amor de una calidad elevada que es necesario haber sentido para
poder saber lo que es. En realidad, no hay dos vías diferentes, la del Conocimiento y la
del Amor, Jnana y bhakti son dos aspectos de la misma sadhana; son inseparables. Para
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algunos, jnana está en la superficie y bhakti en las profundidades; para otros, es a la
inversa.
- En las Upanishads, se habla de rasa (la esencia de la felicidad) que motiva todas nuestras
acciones y pensamientos: ¿puede desarrollar este punto?
Las palabras sánscritas tienen a menudo significados diferentes según el contexto en el
que se utilizan. Lo mismo sucede con la palabra rasa; en la Taittiriya Upanishad, esta
palabra se utiliza en un sentido especial (II-7). Rasa, aquí, es la sustancia misma de la
que está constituido lo Supremo. « Raso veisa »: «Eso, en verdad, es rasa». En todos los
objetos de nuestros deseos, lo que buscamos es el placer que nos dan, es decir, el rasa (el
sabor de estos objetos). Estos placeres son solo un reflejo del rasa supremo. «Aquel que
obtiene este rasa», dice la Upanishad, «se vuelve dichoso» (ananda bhavati). Todos
nuestros movimientos, todos nuestros pensamientos, incluso nuestra respiración son
movidos por esta Dicha Suprema, que colma el Espacio.
- La meditación budista fundamental, basada esencialmente en la observación de las
sensaciones corporales, ¿no corre el riesgo de reforzar paradoxalmente el apego al cuerpo?
La observación de las sensaciones del cuerpo es uno de los métodos utilizados por el
camino del Conocimiento, y no es propia solamente del budismo. Los movimientos de la
mente siempre pueden ser llevados a una sensación que fue su punto de partida.
Familiarizarse con estas sensaciones puede convertirse en una ayuda considerable para
conocer y dominar nuestra mente. No creo que este método pueda reforzar el apego al
cuerpo físico, pues el descubrimiento de que nuestro cuerpo es, en realidad, una fábrica
de descomposición y de putrefacción debería llevar más bien a un desagrado por
nuestra forma física; pero este método no es aconsejable para psicópatas o
hipocondríacos que podrían descubrirse todo tipo de enfermedades imaginarias. Por
regla general, los psicópatas o los alienados mentales no debe tener acceso a prácticas
espirituales serias.
- Algunas palabras de Ma se pueden fácilmente interpretarse como si no hubiera nada que
hacer. ¿Es esta una visión equilibrada de su enseñanza?
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La enseñanza de un sadguru no es una enseñanza ex cátedra. Se adapta a cada individuo,
según su nivel intelectual y su desarrollo espiritual; incluso para un individuo concreto,
los consejos del sabio varían a medida que el discípulo progresa por el camino espiritual.
Normalmente, las palabras de un sabio son como potentes indicadores en la ruta. Sus
indicaciones son útiles, incluso vitales para aquellos que viajan por esa ruta; pero
distribuir fotos o copias de dichas indicaciones a todos los interesados no serviría para
demasiado.
Además, las palabras de Ma deben situarse en su contexto. Si no, podrían parecer
contradictorias. Por ejemplo, a algunos individuos les aconsejaba que renunciaran al
mundo; a otros les recomendaba acaloradamente que vivieran la vida de casados. Todo
depende del nivel del individuo que hace la pregunta. Es verdad que, en último análisis,
no hay nada que hacer para alcanzar lo Supremo, puesto que está siempre presente en
nosotros; pero hay muchas cosas que deshacer: es decir, las impurezas, los complejos,
las falsas creencias que enmascaran lo Real. «No hacer nada» al principio, para una
persona corriente es una tarea imposible. Pedid simplemente al «ciudadano de a pie» si
es capaz de quedarse cinco minutos sentado en una silla, sin moverse, ni siquiera el dedo
pequeño, sin entornar los ojos. Y no hablo siquiera de la incapacidad de detener el flujo
de pensamientos. Es necesario aprender a «no hacer nada», empezando por los
esfuerzos para disminuir el movimiento. Y esto es lo que llamamos una sadhana, que
debe llevarnos finalmente hacia el estado perfecto de no-acción.
- Se dice que la vía de Ma era la de la purificación (vishuddha marga). ¿Puede precisarlo?
Ma decía que lo que ella enseñaba era el camino indicado para los rishis y los munis de
antaño, es decir, el sanatana dharma, la vía clásica de la India, transmitida por los Veda y
las Upanishads. Es lo que llamamos también el vishuddha marga, la vía de purificación
(de la mente). La mente es el velo que oculta lo Real. Este velo está compuesto por las
tres gunas (sattva, rajas y tamas). Cuando predomina tamas, el velo se vuelve muy
espeso, como unas nubes negras que enmascararan completamente el cielo. Rajas es la
actividad, agitación frenética como las olas que impiden ver el fondo del lago. Mientras
que sattva es la calma, la pureza, el estado de contentamiento, etc. La mente aún no se ha
disuelto pero el velo que oculta lo Real es transparente. El vishuddha marga consiste
entonces en aumentar la guna sattva a expensas de rajas y de tamas. Sattva es la pureza;
113
la pureza empieza por la higiene del cuerpo (baño diario) y la de la alimentación:
alimentación vegetariana, con pocas especias; y después la pureza de la mente,
observando las cinco yama (reglas) tal como son enunciadas en los sutras de Patanjali:
brahmacharya (castidad), satya (sinceridad), astéya (honestidad), ahimsa (no violencia),
aparigraha (ausencia de avidez). También es conveniente ocupar la mente con
pensamientos divinos, meditación, etc.
Cuando la mente está inundada de sattva guna y tamas y rajas casi han desaparecido, se
disuelve espontáneamente en lo Supremo.
- ¿Cuál es la función de las etapas de soledad prolongadas y completas en la vida de un
sadhaka?
La completa soledad es buena para una sadhana intensiva pero es temporal. Por
ejemplo, cuando preparas un examen, te encierras en tu habitación hasta el momento en
el que lo has pasado y después ya puedes salir. Pero la completa soledad demasiado
prolongada no es buena. Te separas de los otros, te encierras en tu torre de marfil,
obtienes una realización falsa. Creas una tensión y, por este motivo, no puedes alcanzar
la paz del espíritu. Dondequiera que estés hay un entorno. Incluso en mi ermita en
Dhaulchina, había pastores, visitantes, gente del pueblo: yo me llevaba bien con ellos y
me consideraban como a un miembro de su familia. Siempre es necesario estar en
armonía con el entorno, incluso si este no consiste más que en árboles y cuervos: es el
punto esencial. No hace falta crear barreras, conflicto. Si la gente del ashram me
pregunta si deben practicar la soledad o el silencio completo, yo se lo desaconsejo.
Evidentemente, para las personas que trabajan, que están rodeadas por cientos de
personas que les hacen preguntas, que les hablan, hay distracciones y es mejor
separarse en la medida de lo posible. Es preciso distinguir entre la soledad, actitud
mental y el aislamiento físico, que es útil por un tiempo pues ralentiza los pensamientos,
pero la soledad mental –«Quiero separarme de los otros, no quiero ver a nadie»- no es
buena. Hagáis lo que hagáis, siempre hay que hacer todos los esfuerzos posibles para
estar en armonía con el entorno. Es cierto que se dan casos particulares en los que es
necesario romper con algunas relaciones; pero es difícil generalizar.
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- Usted ha dicho que uno está en soledad para pasar un examen: ¿cuál es el nivel de dicho
examen?
Incluso si el sadhaka termina su aislamiento físico, no debe abandonar su sadhana para
predicar, antes de haber alcanzado la realización.
- Para un sadhaka que vive en el mundo, ¿el hecho de aspirar directamente a la realización
(moksha) no conlleva el riesgo de crearle un dilema entre sus aspiraciones y sus
capacidades reales?
Moksha no es para todo el mundo. Moksha, la liberación completa es para aquellos que
han renunciado completamente al mundo, es decir, los sannyasin o aquellos que
renuncian mentalmente sin tomar el hábito de sannyasa. Para los que viven en el mundo
existe otra vía, la de la liberación progresiva (krama mukti). A través de la devoción
hacia su ishta-devata, por el ritual y la puja cotidiana, en el contexto indio, el bhakta, si lo
consigue, alcanza el Brahma cósmico en el momento de la muerte. La vía directa de la
liberación inmediata (sadhya mukti), es para el sannyasin. El budismo distingue también
entre vía abrupta y vía progresiva, entre el Zen, por ejemplo, y la devoción al Buda de la
compasión (Amitabha). En la vía progresiva, se hace salir el prana por la coronilla
(brahma-randhra) en el momento de la muerte. Pero en el cuarto estadio de la vida, el
sannyasa rompe con esta liberación progresiva y con las prácticas graduales que
conducen a ella. El sannyasin quiere la liberación inmediata, o al menos en el momento
de la muerte, cuando se separa del cuerpo (videha-mukti). En una Upanishad, se habla
del liberado en vida de esta forma: « Nastosya prana utkramanti », «aquel cuyos pranas
no ascienden (en el momento de la muerte)». Como ya se ha identificado con la
conciencia omnipresente, para él la muerte no es un cambio de nivel de conciencia. En
Occidente, la mejor vía es el karma yoga: « Hacer lo que se debe, pase lo que pase ».
Realizar el propio trabajo con su máxima capacidad, sin preocuparse del resultado. Si se
tiene éxito, está bien; si se falla, también está bien. Realizar una acción por el gozo de la
acción. Para aquellos que son intensamente devotos al gurú, a Ma por ejemplo, existe
otra vía: ofrecer todas sus acciones como un sacrificio a Ma, con la perspectiva de que, en
el momento de la muerte, serán acogidos por ella y se fundirán en su ser. Se dice que
cuando se es muy devoto de un gurú, este aparece en el momento de la muerte.
115
- En la bhakti, ¿debemos abandonarnos a las emociones o controlarlas?
La vía de la devoción (bhakti) es conveniente para los individuos cuyo elemento afectivo,
emocional de la mente, está más desarrollado que el elemento intelectual. Dichos
individuos tendrán dificultades para observa su mente y para seguir lo que llamamos el
vichara marga (la vía de la discriminación, del discernimiento). Les será más útil utilizar
su emotividad para progresar en el camino espiritual. Estas emociones deberán ser
purificadas y transmutadas en amor por lo Divino. Cuando este amor se vuelve muy
intenso, culmina en unión mística. Entonces el ego se disuelve en lo Divino. Cuando ya no
queda ego, tampoco queda mente, pues el ego es la raíz y la fuente de la mente. Así pues,
la bhakti no consiste en dejar de lado las emociones desordenadas. Hay que saber jugar
con las emociones pero no ser nunca su juguete. Podemos dejar que una emoción se
intensifique pero nunca hasta el punto de perder el control. Recuerdo haber visto una
vez, en Vrindavan, a un pandit que seguía el camino de la devoción, hacer una
demostración delante de Ma Anandamayi para mostrarnos lo que era la verdadera
bhakti. Podía abandonarse a las emociones religiosas más intensas y después detenerlas
bruscamente y pasar a otra emoción. Esto requiere un dominio muy grande de la mente,
mucho más difícil que la contención de una emoción.
- ¿Cómo desarrollar una conciencia que esté más allá de las experiencias?
En cada experiencia está el hecho mismo de la experiencia y el sujeto que vive dicha
experiencia. Esta dualidad: aquel que ve y el objeto que es observado, existe en todas
nuestras sensaciones y en nuestras experiencias más banales. De hecho, según el
Vedanta, no hay dos sino tres, es decir Aquel que ve (el testigo eterno), el objeto que es
visto (que forma parte de prakriti) y el hecho de ver, que une a los dos primeros. Es lo
que llamamos la triputi. A través de la discriminación y de la meditación intensiva,
acabamos por comprender que estos tres realmente son uno, y que nuestra creencia de
su separación es ilusoria. Que exista una conciencia única, subyacente a este proceso de
división en tres, es lo que llamamos el triputi nasha, la destrucción de la triputi.
- Usted hace, a veces, alusión a un estado más allá de la distinción observador-observado,
en la que somos uno con la acción. Krishnamurti habla de lo mismo. ¿Puede concretarlo?
116
Para el hombre corriente, en cada percepción hay tres elementos: el que observa, el
objeto de la percepción, el acto de observar. Esta distinción es ilusoria pues en realidad,
(desde el punto de vista del sabio perfecto), estos tres elementos forman parte de un
bloque homogéneo. El error proviene de que nosotros creemos en la existencia de
individualidades separadas: el « yo », el ego (ahamkara). Dicho ego proyecta a otro que
se convierte en el objeto de la percepción, y la relación entre ambos se convierte en el
acto de percibir. El esfuerzo de escapar de este círculo vicioso es lo que llamamos una
sadhana. El objetivo de toda sadhana es percibir este bloque homogéneo, lo Real, donde
todos los elementos se disuelven en la Gran Unidad. Este Real está oculto por los
movimientos de la mente. Son las ondas que impiden ver el fondo del lago. Cuando la
mente se vuelve silenciosa (totalmente silenciosa, hasta en sus capas más profundas), lo
Real se manifiesta espontáneamente, pues ha estado siempre ahí, como el sol que está
presente, sea cual se el espesor de la capa de nubes. Todas las sadhanas, sean cuales
sean, tienen pues como objetivo final llevar a la mente al Silencio. Krishnamurti (ya que
lo citas en tu pregunta) se refiere principalmente a un método de observación de la
mente. En el método clásico (Vedanta y otros) se aconseja tomar la actitud del testigo de
los movimientos de nuestra mente. Es decir, observar la mente como si fuera la de otro.
Pero haciendo esto, dividimos la mente en dos: una parte que observa (pues el
observador es parte de la mente) y otra parte que es observada. Lo que Krishnamurti
aconseja, si lo he entendido bien, es dejarse llevar por el movimiento de la mente,
manteniéndose intensamente consciente. En este caso concreto, ya no hay un testigo que
observe y una cosa observada, sino una corriente mental que fluye de forma natural.
Este método es, por supuesto, el mejor, pero no es para el principiante que corre el riego
de ser arrastrado por la corriente de los pensamientos e ir a la deriva. Para un sadhaka
medio también es preferible tomar la actitud de un testigo de los movimientos de la
mente. Una vez más, no hay que observar directamente o intentar estudiar la mente,
pues la mente es capaz de crear todo tipo de cosas cuando intentamos estudiarla. Es un
poco como una madre que observa a su hijo mientras juega. Si él se siente observado,
hará todo tipo de bromas. Es mejor que ella lo vigile « de reojo », mientras continúa su
trabajo. Lo mismo sucede con la mente. Hay que tomar un punto de apoyo (un mantra, la
respiración, etc.) y observar a la mente de reojo.
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- En el momento en que entramos en el año del centenario de Ma, ¿cómo ve usted el futuro
de los ashrams y de la sangha que se constituyeron a su alrededor? ¿Cómo ve el desarrollo
de su enseñanza en India, por un lado, y en Occidente por otro lado?
La organización religiosa llamada Shri Shri Ma Anandamayi Sangha es relativamente
reciente (hacia 1952), comparada con las organizaciones establecidas hace tiempo como
la Ramakrishna Mission, por ejemplo. Durante todo el tiempo que Ma estuvo físicamente
presente, no se hizo nada sin su consentimiento y sus consejos; y sus sugerencias (ella
casi nunca daba órdenes) eran obedecidas sin discusión por sus discípulos cercanos y
aceptadas como procedentes de una fuente divina. Ella hizo construir toda una red de
templos, al menos uno en cada ashram. Como el servicio de estos templos debe ser
realizado diariamente sin interrupción por un brahmán cualificado, y siempre que sea
posible por un brhmacharin que pertenezca a la organización, ella creó también una
sólida infraestructura que une a los discípulos con su ashram. Esta infraestructura es, en
cierta forma, el esqueleto que da solidez a la organización. Desde que Ma abandonó su
cuerpo físico (en agosto de 1982), la Sangha se administra siguiendo principios
democráticos, es decir que las decisiones son tomadas por el Comité de Dirección
(Governing Body) según la opinión de la mayoría de sus miembros. Este comité tiene
cuarenta y dos miembros de ambos sexos. Los miembros laicos (veintiuno) se eligen por
votación secreta de la asamblea general de la Sangha. La otra mitad del Comité está
constituida por lo que llamamos ascetic members, es decir los brahmacharis y los monjes
de ambos sexos que viven en los ashrams. Estos son nombrados (y no elegidos) por el
Comité de Dirección. Actualmente, este comité es la autoridad suprema y sus decisiones
no pueden ser revocadas salvo en casos totalmente excepcionales y siguiendo un
procedimiento complicado. Para los temas religiosos y espirituales, tenemos un Sadhu
Committee, compuesto por nueve miembros (recientemente se han sumado dos más)
elegidos por los monjes y los brahmacharis más eminentes de la organización. Este
comité, sin embargo, no tiene poder ejecutivo. Presenta sus conclusiones al Governing
Body, que toma las decisiones finales. Desde el punto de vista económico, la Sangha está
sólidamente establecida, aunque sus ingresos provienen principalmente de donaciones.
Se puede decir, entonces, que la Sangha está en buenas manos y que continuará durante
mucho tiempo, salvo imprevistos, funcionando para propagar el mensaje de Ma. La
enseñanza de Ma está fundada por completo en la antigua tradición de los Vedas y en el
118
hinduismo (o más bien el sanatana dharma, la «religión eterna», como los hindús llaman
a su propia religión) en su aspecto tradicional y ortodoxo; y la estructura de los ashrams
y de los templos forma una especie de fortaleza destinada a proteger dicha enseñanza.
La culminación de esta enseñanza, su centro vivo, es el Vedanta, y esta parte del
sanatana dharma es la que está destinada a los discípulos occidentales.
- El apego que algunos discípulos antiguos guardan hacia la forma física de Ma, ¿no es un
velo frente la luz que Ma puede darnos?
El apego a la forma física de un sabio perfecto o sadguru es muy diferente a aquel que
podemos tener hacia una persona corriente. El sadguru es llamado gyana-murti, la
encarnación del Conocimiento. Su forma es, de algún modo, una cristalización de la
Conciencia-Gozo omnipresente. Una relación de devoción hacia esta forma lleva, tarde o
temprano, a la omnipresencia que representa. Para aquellos que son capaces de meditar
desde el principio en la omnipresencia, el apego a la forma quizás no es necesario; pero
para aquellos que han degustado el amor maravilloso por su gurú, la transición de lo
personal a lo impersonal se hace de forma natural. El amor personal hacia el gurú no
podrá desaparecer más que cuando haya una fusión total con lo que el gurú simboliza. El
amor por la persona del sadguru es indeleble. Ma decía: “Aquellos que han amado este
cuerpo (ella misma) aunque solo sea una vez, no podrán olvidarlo jamás, sean cuales
sean los esfuerzos que hagan para erradicarlo de su corazón”.
- Usted ha dicho que lo que más le gustaría a Ma durante este año de centenario (1995-96)
sería que cada uno de sus discípulos eligiera un yama y decidiera observarlo perfectamente
durante todo un año. ¿Puede desarrollar este punto?
Los cinco yamas representan la primera etapa del ashtangayoga, el yoga en ocho etapas
que describe Patanjali en los Yoga Sutras. Estas son las bases de la vida espiritual. Estos
yamas son: ahimsa, no violencia- satya, sinceridad- astéya, honestidad- aparigraha,
ausencia de avidez,- brahmacharya, castidad. Estos yamas conducen a la perfección
moral pues deben ser observados incluso en sus aspectos más sutiles. Por ejemplo, decir
una palabra dura es un acto de himsa (violencia); o bien, una simple expresión de la cara
que conscientemente intenta disimular la verdad puede ser considerada como una
mentira sutil. Patanjali indica también, además de la purificación mental, el poder
119
psíquico que proporciona la observación de cada yama. Así, si observamos la verdad
perfectamente durante doce años, obtendremos lo que se conoce como el vak-siddhi:
cada palabra que pronunciemos se hará realidad. Si ahimsa (no violencia) es observada
estrictamente, nadie podrá haceros daño y los animales feroces actuarán frente a
vosotros como corderos. Solo con la perfecta observación de los cinco yamas se puede
alcanzar la realización, gracias a la purificación de la mente que producen. Ma daba
mucha importancia a la observación estricta de estas reglas morales, y yo pensé que si
algunos de sus allegados hacían el voto de observar a la perfección al menos uno de
estos yamas, sería la mejor prueba de amor y de veneración que podría darle a Ma con
motivo de su centenario.
- ¿No existe una correlación entre los tres yamas: ahimsa, satya y astéya que, por lo tanto,
serían uno?
Los yamas son reglas morales, por supuesto, pero forman parte del temperamento
sátvico, es decir, que una persona cuya mente sea muy sátvica seguirá espontáneamente
los yamas sin ningún esfuerzo. En este sentido, están unidos. Decir siempre la verdad
puede entrar en conflicto con el voto de ahimsa pues algunas verdades pueden a veces
hacer mucho daño. En la Ley de Manu se dice que hay que decir siempre la verdad pero
que hay que abstenerse (es decir, callarse) si se trata de palabras duras o hirientes. Creo
que esto es lo que quieres decir cuando hablas de una correlación entres estos yamas.
Igualmente, ser honesto es no mentir pues una persona deshonesta tendrá que mentir
automáticamente para esconder su latrocinio. Y robar, es hacer daño a alguien, es decir,
un acto de himsa.
- ¿Cómo discernir la actitud justa entre esfuerzo y abandono?
El abandono total, el atma-nivedan, es muy difícil. Voy a citar una preciosa definición de
Nisargadatta Maharaj sobre esta actitud: «Por supuesto, cuando hay un abandono total,
una completa renuncia a toda preocupación sobre nuestra vida pasada, presente o
futura, sobre nuestra seguridad física y espiritual, y sobre nuestra respetabilidad,
entonces empieza una nueva vida llena de amor y de belleza». Pero, ¿quién es capaz de
tener una actitud semejante? Realizamos todo tipo de esfuerzos por nuestra vida física,
para proteger nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra posición social, a nuestros
120
allegados, etc. Estos esfuerzos deben desviarse hacia la búsqueda de lo Divino:
meditación, purificación mental, etc. Esto se llama purushartha, el esfuerzo hacia lo
Divino. Estos esfuerzos deben ser realizados a nuestra máxima capacidad, pero hay que
reconocer que nuestro poder es muy limitado, y que es lo Divino (el gurú) quien
completará nuestro esfuerzo. Es cuando hemos agotado toda nuestra capacidad de
esfuerzo y nos damos cuenta de que no somos capaces de obtener su fruto, cuando surge
el verdadero abandono.
- ¿Cómo saber cuál es nuestro legítimo lugar?
Desde el punto de vista del atman sois omnipresentes, y no aquí no cabe el tema del
lugar. En lo que se refiere a la conciencia individual, el jivatman, está siempre «en sí
mismo», es siempre el mismo, sean cuales sean los cambios de cuerpo, de mente o de
entorno. La cuestión de saber cuál es nuestro legítimo lugar solo surge cuando la mente
se pone a funcionar y se imagina que puede dirigir los acontecimientos. En realidad, es la
Fuerza Divina la que actúa en nosotros y nos hace ir de un lugar a otro. Nuestro legítimo
lugar es, entonces, abandonarnos conscientemente a la Fuerza Divina sin perder por ello
nuestra responsabilidad. Es como un buen nadador que se deja llevar por la corriente
sin perder, no obstante, la iniciativa.
- Usted ha escrito recientemente: «La culminación de la enseñanza de Ma es el Vedanta».
¿Puede desarrollar los aspectos más específicos de su enseñanza?
La enseñanza de Ma puede resumirse en una frase que repetía a menudo: “Encontrar a
Bhagavan (Dios) es encontrar tu propio ser, y descubrir tu propio ser es encontrar a
Dios”. Es decir que si empiezas la búsqueda de lo Divino (por la vía de la devoción),
acabarás por encontrar que esta Divinidad reside en tu propio corazón o que es de la
misma naturaleza que lo Omnipresente. Y si empiezas por la búsqueda del «¿Quién soy
yo en realidad?» (la vía del Conocimiento), lo Divino se revelará como tu propia
naturaleza. Para llegar a este Conocimiento hay numerosos velos y esto es lo que
llamamos una sadhana. Ma guiaba a cada persona en la vía que le convenía más, y no
imponía una línea de sadhana concreta, aunque el objetivo final era el descubrimiento
del hecho de que el alma individual no es diferente de lo Divino Omnipresente. Y esto es
la esencia del Vedanta.
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CAPÍTULO V
MA Y LA ENSEÑANZA ESPIRITUAL
Ma y sus discípulos
- ¿Cuál es la acción de un santo?
Miles de personas van a ver a los santos como Ramana Maharshi o Ma Anandamayi con
sus problemas personales; en su presencia, todos estos problemas se resuelven, al
menos momentáneamente. La acción de un santo es como un flash en la oscuridad que te
permite tomar una foto de tu interior y entenderlo exactamente. No existen malos o
buenos gurús, hay quien es un gurú y hay quien no lo es. Un árbol artificial de papel no
es un árbol, no tiene sus buenos efectos ni su fuerza vital.
- ¿Ma dedicaba voluntariamente su tiempo a sus visitantes o a sus discípulos?
Una vez, después de haber hablado con Ma, le dije: «Ahora ya puede ir a descansar», y
ella me respondió: « Pero si en este momento ¡ya estoy descansando!»
- Parece que Ma, con algunos de sus devotos, no «hizo milagros». ¿Por qué fue así?
La mayoría de personas corre en círculos o va hacia abajo; los santos como Ma han
dirigido a un gran número de personas hacia la corriente ascendente. Su acción para las
masas era la de impulsar al mayor número de personas hacia la corriente, para que
pudieran conseguir el objetivo tarde o temprano; es lo que llamamos krama-mukti, la
liberación progresiva tras la muerte, que permite evolucionar a través de los diferentes
niveles sutiles hacia la liberación final (moksha). Por otra parte Ma tenía también un
círculo interior de discípulos que pudo formar más en profundidad. Este círculo estaba
unido por la mente, no se correspondía necesariamente a su entorno físico inmediato,
que incluía a veces a gente imposible, bhutas (malos espíritus), como los llamábamos
irónicamente. Ma mantenía a este tipo de gente cerca de ella porque estaban demasiado
débiles para desarrollarse por sí mismos, o bien porque querían convertirse en gurús sin
122
tener la madurez necesaria en ese momento; Ma los mantenía así cogidos firmemente de
la mano.
(Pregunta de un occidental que ha vivido mucho tiempo en los ashrams de Ma, después se
casó y ahora quiere volver como vanaprasthi – estado intermedio entre el matrimonio y el
sannyasa) – Ma daba la impresión a la gente de que podía hacer realidad todos sus deseos,
¿era eso cierto?
Cada hombre tiene en él un deseo al que se aferra por encima de los demás. Lo que está
en el centro es el Ser. Ma reactivaba, elevaba el Ser pero la gente sobreponía a ello sus
deseos materialistas.
- Cierto número de personas dicen que Ma enseñaba sobre todo la bhakti. ¿Qué piensa
usted?
Ma daba, de vez en cuando, consejos de bhakti, pero ella volvía siempre a la no-dualidad
(Advaita), estaba firmemente establecida en el Advaita.
- ¿Es cierto que Ma reía menos y estaba menos contenta en la segunda parte de su vida?
Una vez, yo le llamé la atención sobre esto, y ella me respondió: «Yo soy siempre la
misma, pero el cuerpo envejece». Es verdad que tenía un aire serio; quizás era también
para mostrar que no estaba de acuerdo con un grupo de personas y de actitudes que
había a su alrededor. Cuando un santo llega, desciende desde un nivel muy elevado; para
él, ser feliz es tan fácil, la felicidad está ahí; no comprende por qué la gente se empeña en
ser desgraciada. Poco a poco, se da cuenta del bajo nivel de esta gente. Al principio, Ma
reía mucho, como ashram le bastaban los árboles; después ella aceptó la existencia de
los ashrams por petición insistente de Bhaiji, Didi y otros devotos; después acabo por
tener que ocuparse a causa del riesgo de corrupción. Los hindús eran difíciles para ella;
a veces, teníamos la impresión de que ellos no entendían nada; en fin, no hay que
generalizar, también había algunos que estaban bien.
- Un cierto número de devotos tenían miedo de Ma, no se atrevían a mirarla a los ojos. ¿Por
qué?
123
Quizás es porque sabían que Ma podía ver sus defectos directamente. Uno de los devotos
de Ma que había recaído en el alcoholismo vio a Ma iniciar el gesto de darle una
bofetada: era el año de su muerte, en 1982. En cuanto a mí, jamás me sentí asustado
frente a Ma. Una vez, estaba con ella en Vrindavan; yo acababa de terminar un periodo
de siete u ocho años en los que no había hablado a ninguna mujer ni mirado su rostro.
Unos días después, tuve que ocuparme de una americana joven y bonita y,
exteriormente, podía parecer que volvía a tener apego. Ma me miró de pronto con una
mirada capaz de movilizar de alguna forma el prana en el vientre y de provocar un
verdadero pánico en muchas personas; pero yo mantuve su mirada, pues no tenía nada
que reprocharme a mí mismo; ella empezó a sonreír, aliviada. Si Ma podía ser severa en
algunos momentos, en otros parecía simpatizar con la menor emoción de un visitante.
En las Escrituras hindús se dice en relación a la Madre divina: «Dura como el rayo y
tierna como la flor…»
- Usted insiste a menudo en el hecho de que Ma no tenía ego y se adaptaba a donde
estuviera. ¿Cómo se hubiera adaptado si hubiera nacido en Occidente?
Creo que no hubiera podido adaptarse, por eso nació en India… Los occidentales son
demasiado intelectuales; para que un santo pueda realizarse, hace falta que esté rodeado
de personas que tengan una capacidad de confianza directa.
- ¿Puede decirnos una palabra fundamental de Ma que sea como un mantra?
Sí, hay una que es como un maha-vakya, una «gran palabra» de las Upanishads del estilo
«Yo soy Eso»: « Amar atma, amar pantha, svayam », « El alma eterna, el peregrino eterno,
es Él mismo».
Ma y Vijayananda
- ¿Sentía, usted, la presencia de Ma?
¡Cuántas veces he sentido en la distancia, con absoluta claridad, que Ma pensaba en mí!
124
- Usted dice que Ma, durante sus aniversarios, no estaba en samadhi sino en un estado de
conciencia omnipresente, derramándose en el corazón de sus devotos, ¿puede explicarlo?
Sí, es cierto, ¿para qué iba a estar ella en nirvilalpa samadhi, completamente apartada del
mundo exterior, cuando todo el mundo había venido a verla? Pude comprobar esto al
principio de mi itinerario con ella; en esa época, no había multitudes en su aniversario.
Yo le dije mentalmente, probablemente en hindi: «Es triste que usted esté lejos de
nosotros». Ella se giró entonces hacia mí, con una mirada que quería decir: «No, no estoy
lejos, estoy siempre contigo».
(Una profesora de Meditación Trascendental, que estaba de visita con su marido, explica
que el siddhi de levitación consiste de hecho en saltos en el mismo sitio, a partir de la
postura del loto).
Respecto a la levitación, voy a contaros una experiencia que nunca he contado a nadie.
En Almora, Ma me había dicho que estuviera un año separado de ella. Era la primera vez
que tenía que residir lejos de ella y estaba desesperado. Estaba estirado en mi lecho y de
repente me encontré elevado, muy alto y durante demasiado tiempo para que pudiera
ser un sobresalto; además, mi cuerpo estaba tranquilo. En ese momento, mi emoción era
demasiado fuerte, solo después me di cuenta de que aquello tenía que haber sido una
levitación.
- ¿Cuando le dio Ma el hábito naranja de sannyasa?
En 1956, yo estaba haciendo una tapasya intensa en Vindyachal, en la ribera del Ganges,
por encima de Benarés. Había ido a ver a Ma a Benarés y éramos tres o cuatro en la
terraza. Ma vio que la ropa marrón que yo llevaba –era la única que tenía- estaba un
poco desgarrada por detrás; yo no me había dado cuenta. Ella se puso a reír y la
desgarró del todo mientras yo hacía el pranam. Le dije: «Ma, usted me ha dado el
sannyasa»; ella sonrió con aprobación e hizo que me dieran unas ropas anaranjadas.
Antes de recibir el hábito naranja, yo me preocupaba de no utilizar ningún color que
pudiera parecerse. Sin embargo, un día, tras un lavado, mi ropa salió casi naranja. Le
pregunté a Ma si estaba bien y ella me dijo: «Es el gérua (color naranja de los
renunciantes) que está en el interior y va saliendo hacia fuera». En 1971, me dio un
chaddar (chal) blanco que ella había llevado y le pidió a Nirvananda que lo coloreara de
125
naranja. En 1976, con motivo de su 80 aniversario, me dio un habito naranja completo.
Más tarde, pidió a una de sus asistentes traer el «tejido de mahant (jefe de los monjes)» y
me lo dio. Por mí mismo, nunca hubiera tomado las ropas naranjas; me hubiera quedado
vistiendo como un occidental o hubiera llevado un vestido indio sencillo y discreto. La
gente del ashram, igual que Ma, me consideraban un sannyasin. Un día, ella dijo
girándose hacia mí: «Yo no distingo entre un sannyaisn», y volviéndose hacia
Bhaskarananda y Nirvanananda que estaban al otro lado, «y un brahmachari».
La enseñanza espiritual
- ¿Es posible acabar con el ego por ti mismo?
El que hace la sadhana es también el ego: es, pues, muy difícil hacerlo desaparecer.
Ramana Maharshi compara esta situación con un jefe de ladrones que se convirtiera en
jefe de la policía; podría atrapar a todos los otros ladrones, pero no podría atraparse a sí
mismo. Es necesario un gurú, pues solo abandonándose a él, el ego puede desaparecer
completamente. Sin embargo, la sadhana es una ayuda importante para atenuar, podría
decirse ablandar, el ego. Cuando la mente es cien por cien sátvica, se disuelve ella misma,
o al menos se vuelve tan transparente que es solo un velo traslúcido que apenas oculta al
Ser.
- ¿Cuáles son los criterios para reconocer a un santo?
De entrada, un gran santo tiene compasión, una compasión real; la compasión se puede
fingir pero, en él, sientes que es auténtica. Además, tiene humildad: el santo es tan noble
que todo el mundo quiere postrarse ante él, y sin embargo sigue siendo humilde. Existen
también otros criterios. De todas formas, es preciso estar cerca de un santo durante
cierto tiempo para darse cuenta de su nivel. Un aspirante espiritual no puede hacerse
cargo de otros hasta que no se ha desidentificado del cuerpo. Un santo actúa como un
faro, ilumina el camino para los navegantes solitarios que pasan a lo lejos; estos últimos
quizás puedan aprovechar más que aquellos que están físicamente cerca del santo: se
corresponden con los empleados que barren las escaleras del faro y que no siempre
están bien situados para ver su luz.
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- ¿Se puede observar el silencio mientras se habla?
Hablando solo de lo que es necesario y guardando silencio mental en el intervalo.
- ¿Es bueno ir de un santo a otro?
Los principiantes que están en busca de un maestro pueden hacerlo para conocerlos.
Pero cuando te has convertido en discípulo verdadero de un gurú verdadero, te
conviertes en una parte de su cuerpo, ya no puedes abandonarlo. Sería una disolución de
energía, un mariposeo ir de uno a otro, incluso simplemente para verlos. Los indios lo
comprenden bien, para los occidentales es difícil.
- ¿Por qué algunos santos mueren jóvenes?
Han venido para cumplir una misión; consideran el cuerpo como una carga. Para ellos,
cuanto antes se deshacen de él para fundirse en ananda, la felicidad, mejor. Así, desde el
momento en que sienten que han terminado su misión, abandonan su cuerpo.
Vijayananda y sus visitantes
- ¿Puede, usted, ver rápidamente el temperamento de las personas que vienen a visitarle?
Sí, tan rápido como un jardinero ve cuál es el árbol que hay frente a él, si es un manzano
o un peral; para eso, no hace falta analizar los detalles.
- ¿Por qué no insiste más a la gente en que medite? Ya que la meditación es una de las
bases de la sadhana, y que ha representado y todavía lo hace la parte más importante de
su vida, en pocas ocasiones se le oye animar a los visitantes a ir en esa dirección.
Yo no siento que tenga alma de maestro, desconfío de este tipo de ego; no quiero hablar
ex cátedra y que se aburran conmigo como en los bancos de la escuela. Además, si a
alguien a quien no le gusta meditar le dices que lo haga, se enfadará. Para mi, el
conocimiento espiritual, es el «conocimiento gozoso», según la expresión de la Edad
Media. Durante la conversación la gente saca de mí aquello que necesita, me «tiran de la
lengua» si verdaderamente lo sienten; todo sucede espontáneamente. Yo siento que no
127
soy yo el que habla; la enseñanza espiritual verdadera está más allá de las palabras, a
pesar de que a veces las palabras sean importantes. Lo que me gusta menos son los
discursos. La gente tiene la impresión de hacer una buena acción, un satsang, yendo a
escucharlos, pero de hecho se dicen banalidades que todo el mundo ya sabe. La gente
puede comportarse como quiera, yo no se lo impido, pero si preguntan mi opinión, yo se
la doy. A veces, sucede que intervengo pero no como un gurú; es más bien como si
alguien escribiera «¡atención! », viendo en la calle a un transeúnte acercarse a un agujero
que no ha visto. A veces sucede que hay personas que se dirigen hacia un precipicio; yo
se lo digo.
- ¿ Cuáles son los factores que hacen que un sadhaka empiece a atraer seguidores?
Hay momentos en mi sadhana en los que he entendido claramente cómo atraer
numerosos discípulos y volverme muy conocido, pero he rechazado firmemente esta
tentación. La mayoría de los gurús no pueden dar el shaktipat (la transmisión de
energía), y es porque no son verdaderos gurús. Además, a medida que se encuentran
atrapados en el ashram que fundaron o que heredaron, no pueden realizar una sadhana
intensiva. Hay algunos, no obstante, que son capaces de renunciar al ashram que han
construido, como por ejemplo Satyananda de Mongyr, el discípulo de Shivananda.
(Una psicoterapeuta californiana, mística pero con rasgos histéricos) - Vijayananda, ¿por
qué no abre usted su corazón?
El corazón es la cosa más secreta, no se abre a todo el mundo. De hecho, tu no muestras
tu cuerpo desnudo a todo el mundo, solamente a tu marido, y el corazón es mucho más
importante que el cuerpo.
- ¿Cree, usted, en la comunicación a distancia?
Toda persona que tiene un gurú sabe que se puede comunicar con él o ella a distancia;
para recibir un mensaje telepático, hay que tener la mente en silencio, si no, incluso si lo
percibes hasta cierto punto, lo envuelves en fabulaciones. Cuando estaba en mi retiro de
Dhaulchina, tenía el problema de saber si el colmado estaría abierto cuando bajara al
pueblo, que estaba a una media hora, o si el campesino que me suministraba el ghi tenía.
Se lo preguntaba interiormente y los interesados me respondían sí o no.
128
- Vijayananda, ¿es usted un gurú?
Le preguntaron a Cavour, el distinguido diplomático que había conseguido la unificación
italiana, los motivos de su éxito. Él respondió: «Yo digo la verdad pero no me creen». Lo
mismo me sucede a mí, digo que no soy un gurú, pero no me creen.
(Una profesora de Meditación Trascendental y su marido) - ¿Está, usted, en un estado de
dicha, de felicidad permanente?
No, yo soy un hombre muy corriente; lo que sucede, sin embargo, es que no tengo
emociones negativas: no tengo ira ni deseos sexuales, ese deseo que es tan difícil de
dominar. No tengo apego, ni siquiera hacia mis hijas adoptivas que tanto quiero, no
estoy apegado. Evidentemente, durante la meditación siento felicidad, pero mantenerla
constantemente en la vida diaria es mucho más difícil: esto corresponde a la culminación
de la evolución espiritual, al sahaja samadhi (samadhi espontáneo).
- Sentimos en usted mucho amor.
No sé; yo, cuando hablo con alguien, estoy totalmente concentrado en él. Observo sus
reacciones, sus gestos, lo que le gusta y lo que le disgusta. En cambio, la gente corriente,
cuando habla con alguien, están de hecho concentrados en ellos mismos.
129
CAPÍTULO VI
SADHANA
(Una joven española, cuya familia materna es de Ávila y que vuelve después de un año) –
Vuelvo aquí tras un año y parece como si no hubiera pasado más que un día, ¿a qué es
debido?
Este es el lugar en el que “Solo Dios basta” (final de un célebre poema de Teresa de
Ávila). (La joven se pone a llorar diciendo que no es suficientemente sincera en su
sadhana). La sinceridad es una cuestión de discernimiento, de comprensión y no de
esfuerzos. Si vieras que la sadhana es la cosa más esencial, la encontrarías. Para mí, no es
un esfuerzo. Si tuvieras un anticipo, un toque de la experiencia de la verdadera
meditación, te ayudaría mucho. Mientras no se da esta experiencia, practica con
regularidad. A veces, los «flashes» pueden suceder, incluso fuera de la meditación
formal. Yo tuve uno cuando era estudiante; sentí que era «Eso», que era la única cosa
digna de interés.
- ¿Cuáles son las señales de que se está progresando en la sadhana?
Una experiencia de gran felicidad interior.
- Toda esta historia de querer hacer una sadhana y de obtener la Realización del Ser, ¿no es
egoísta?
Quizás, pero a fin de cuentas, la Realización destruye al ego; e incluso si alguien tiene al
principio la motivación egoísta de obtener la Realización solo para él, su práctica
purificará de todas formas el entorno. Podrías decirle a un estudiante de medicina de
tercer año que dejara sus libros y fuera a servir a los otros como enfermero. Desde luego,
podría realizar ese servicio pero será más útil posteriormente si consigue terminar sus
estudios de medicina.
- ¿Por qué la mente y las personas son tan difíciles de cambiar?
130
Tamas es la fuerza más poderosa de este mundo; esto es así porque tiene esta cualidad
al revés que es la simétrica del Ser, la inmovilidad, la estabilidad completa: el Ser es
también una base que no se mueve.
- A un miembro de un grupo de franceses que iba camino a las fuentes del Ganges y que
preguntaba si existía algún tipo de camino intermedio en la practica espiritual.
(Con vehemencia) ¡No! Dios es celoso, como se dice en la Biblia. Hay que tener en cuenta
que solo el camino espiritual es realmente importante; por eso yo estoy en él. Dicho esto,
cuando uno está en el mundo, el camino espiritual consiste también en actuar con el
mínimo ego posible, ofreciendo los resultados de tu trabajo a Dios.
(Un visitante de Suiza) – He frecuentado a una maestra espiritual que decía que había dos
estaciones en la sadhana, una estación para la recogida, por ejemplo, y una estación de
invierno igualmente, para el descanso. ¿Qué piensa usted?
No hay una estación de descanso en la sadhana. Debemos estar siempre dispuestos a
trabajar por el progreso espiritual.
- ¿Cree, usted, que hay caminos de sadhana más cortos que otros?
Los caminos de sadhana son como los caminos de la montaña. El que parece más corto
puede acabar siendo el más largo y peligroso, pues nos podemos encontrar frente a
acantilados u obstáculos insalvables. Vale más seguir los «caminos trillados», como se
suele decir. Cuando vemos la hierba pisada en un lugar, significa que mucha gente ha
pasado por allí y que el camino lleva a alguna parte.
(A una joven que tenía la tendencia de sentirse culpable por sus defectos y que realizaba
una práctica constante allí mismo, en Kankhal).
A los buscadores espirituales les cuesta darse cuenta de sus defectos. Si les haces el
favor de decírselo, se enfadan contigo –a veces de por vida. El gurú les pone en
situaciones en las que sus defectos ocultos salen a la superficie. El hecho de que tú seas
consciente de tus defectos es ya en sí una cualidad infrecuente. Abandona el complejo de
inferioridad: al fin y al cabo, solo tú puedes cambiar tu interior y disolver tus defectos.
131
(A propósito de un discípulo que a pesar de estar bastante equivocado, entró en conflicto
con su maestro espiritual y lo abandonó).
El mundo fue creado por Dios con una ley fundamental que los Veda llaman rita, que se
corresponde con el Dharma, con la ley de la armonía. Una persona podría no hacer nada
mal, ni siquiera un delito, si previamente se hubiera convencido claramente de que era
la mejor cosa que podía hacer. Por supuesto, después, ella lo sentiría, pero en ese
momento, estaría convencida de que había optado por la mejor opción.
(Una joven dividida entre el amor humano y el amor divino) – Estoy cansada de estar
dividida; sea cual sea la opción que decida, quiero ser una.
Ver todos los pares de opuestos, los apegos y la liberación, el bien y el mal como iguales
supone un nivel muy elevado. Al nivel del sadhaka, una cierta dosis de conflicto es
normal.
- ¿Cuál es el beneficio del ritual y de la devoción?
Cuantos más rituales hay, menos devoción existe. Los rituales no son un fin en sí
mismos, solo están ahí para despertar la devoción pero la gente lo olvida y actúa
automáticamente. La verdadera oración se hace con un estado interior (bhava)
completamente unificado , como el de Moisés cuando pidió que su hermana fuera curada
de la lepra. Solamente dijo: «Dios mío, haz que ella se cure», y fue escuchado. Por el
contrario, parece que eso fue más difícil para Eliseo. A la mujer de unos amigos se le
había muerto el hijo. Ella le pidió que hiciera algo y él envió primero a su sirviente para
intentar realizar un milagro, pero no surgió efecto. Después, fue él mismo, pero tuvo que
invocar a Dios siete veces antes de que la resurrección tuviera lugar. Quizás este retraso
se debiera a los restos de ego de Eliseo.
Las cualidades básicas
- ¿Es realmente útil seguir totalmente los yamas, niyamas y las reglas monásticas que uno
se ha fijado para sí mismo si está en este camino, o esto supone la manifestación de una
tendencia obsesiva?
132
Si uno sigue las reglas, hay que seguirlas completamente; si no, es como una presa que
huye, terminará por desmoronarse. En ese momento, no importa si practicas el
tantrismo de la mano izquierda (vamachara) en el que todas las reglas se invierten;
pues se trata de una vía muy peligrosa que debe seguirse bajo la dirección de un gurú
auténtico. Solo siguiendo los yamas-niyamas se puede obtener una purificación de la
mente tal que uno puede llegar a alcanzar la Realización.
(Discusión con un sadhu que criticaba a otros miembros del ashram)
No critique a los otros pues en el fondo, usted no tiene ninguna conexión con ellos, usted
no es su gurú. Puede, eventualmente, criticar a los niños o a los brahmacharis que están
bajo su responsabilidad.
- Usted dice que no tenemos ninguna conexión pero todos somos uno en el Ser. Mientras no
estemos realizados (brahma jnanin), no debemos criticar; y cuando lo estemos, se actúa
directamente por el interior, y no hay necesidad tampoco de criticar. No podemos criticar a
las personas puesto que no podemos realmente ponernos en su lugar. Normalmente, tienen
motivaciones que se nos escapan.
(Retomando el tema de la crítica, más tarde) Un sabio judío, que vivió no hace mucho
tiempo, escribió un libro contra la crítica a los otros. Estaba basado en un salmo que se
podría traducir como sigue: «¿Quién es el que desea la vida? Que tu lengua se guarde de
criticar y tus labios de proferir calumnias». En hebreo, «quien desea la vida» se dice
«rhafets Faim», y esto da título al libro, pero también, por extensión, al apellido del
autor. Un día que fue a dar una conferencia a pueblo cercano, viajó con un hombre que
no le conocía y que justamente tenía la intención de escuchar dicha conferencia. El
viajero se puso a alabar a Rhafets Rhaïm; por humildad, este último tomó la opción
contraria y se puso a criticarse a sí mismo –sin decirle quién era-, lo criticó tanto y tan
bien que el viajero, poniéndose furioso, le escupió en la cara. Al llegar, se dio cuenta de
su error y se disculpó profusamente. Rhafets Rhaïm concluyó la historia diciendo: «No
hay que criticar a nadie, ni siquiera a uno mismo». Existe otra historia de Rhafets Rhaïm.
Un estudiante, amigo del rabino, había sido acusado de espionaje y había sido arrestado
por la policía zarista. Él fue a la comisaría de policía para defender su caso y lo hizo con
tanta pasión que la policía sospechó que podía ser cómplice y también fue arrestado.
133
Cuando fue llevado a juicio, el fiscal dijo al juez que se contaba sobre él la siguiente
historia: un ladrón se escapó de casa del rabino con su botín; cuando Rhafets Rhaïm lo
vio, corrió tras él, diciendo: «Te regalo todo lo que has cogido pero, sobre todo, no tengas
mala conciencia». El juez le preguntó al fiscal: «¿Cree usted en esta historia? - Por
supuesto que no! ¿Y usted? - Es difícil de decir, pero lo que sí sé es que no se cuentan
este tipo de historias sobre usted ni sobre mí ... ¡Libere al acusado! »
(A un abogado que estaba de paso y que pedía a Vijayananda su bendición)
La mejor bendición es seguir completamente el Dharma; no mientas… (Y viendo la cara
del abogado bastante molesto) hay varios niveles en el cumplimento de los yamaniyama.
Esto está bien explicado en una historia de los Jataka, los relatos de los nacimientos
anteriores de Buda. En uno de ellos, él era un sadhu. Un día, estaba meditando bajo un
árbol, frente a un estanque lleno de bellas flores de loto. Se levantó para olerlas y, en ese
momento, escuchó al espíritu del árbol que le decía: «¡Intentas robar los lotos!» Poco
después, llegó un aldeano, entró en el estanque y, sin miramientos, arrancó la mayoría
de los lotos. El sadhu le preguntó al espíritu del árbol: «¿Y ahora no dices nada?» El
espíritu respondió: «Lo que para alguien de tu nivel hubiera sido una falta grave, a su
nivel no lo es».
(Sobre una mujer que tras llegar a un ashram, se puso a meditar de golpe seis horas al día,
y fue invadida por la ira).
No hay que ponerse a meditar intensamente si antes no se ha purificado la mente hasta
cierto punto, pues la meditación lo intensifica todo. Debemos ir a la raíz de las cosas y de
las emociones. ¿Qué es la ira? Es el ego que se infla.
- Los sabios griegos aconsejaban las lágrimas para luchar contra la ira.
Sí, es la actitud del niño “helpless”, es decir, que depende completamente de su madre.
(Un sadhaka, justo antes de marcharse a su ashram, hace una última pregunta) - ¿Cómo
podemos darnos cuenta de nuestros progresos en la meditación?
Viendo cómo dominamos las emociones perturbadoras fundamentales. Es, por ejemplo,
más importante dominar la ira que hacer horas de meditación. Esta no es más que un
134
medio para alcanzar un objetivo que es el control de la mente. Si, al ser interrumpidos en
la meditación, entráis en cólera, es mejor detener la meditación. Se cuenta que un
samurái fue a ver al maestro zen Hakuin para hacerle preguntas sobre el cielo y el
infierno. Este le preguntó: «¿Quién eres? – Un samurái», respondió el otro con cierta
arrogancia. «¿Un samurái? ¡Pero si nadie va a querer contratarte!» Furioso, el samurái
puso la mano en su sable y Hakuin le dijo: «¡Tu sable es de madera! » Fuera de sí, el otro
blandió el sable sobre Hakuin. Este dijo: «Aquí se abren las puertas del infierno».
Sorprendido por la calma perfecta del maestro, el samurái cayó de rodillas. «Aquí se
abren las puertas del paraíso», concluyó Hakuin.
- Usted dice que es necesario enfrentarse al miedo; pero, ¿podemos enfrentar todos
nuestros miedos?
Sí, por supuesto, es necesario enfrentar todos los miedos.
- ¿Por qué no se puede realizar una buena sadhana teniendo, al mismo tiempo, los placeres
habituales de la vida familiar y mundana?
Es una cuestión de intensidad; es como dos niños que vuelven de la escuela, uno no tiene
prisa por ver a su madre, se para al borde del camino, recoge moras, toma desvíos,
mientras que el segundo, con mucha prisa por volver a casa, corre derecho hasta su
madre.
- ¿Hay algunas Escrituras hindús que le parezcan fundamentales para la sadhana?
Sí, por ejemplo, en la Katha Upanishad se dice: «Cuando se desatan los nudos del
corazón, el mortal se vuelve inmortal», y se habla también de avritti chakshu, « el ojo que
se da la vuelta para mirar hacia dentro». Esta es la definición misma de meditación. En el
Baghavad Gita también encontramos preciosas ayudas para la sadhana, cuando lo
leemos atentamente. Por ejemplo, se describen las cualidades del sabio «más allá de la
alabanza y de la culpa, en silencio». Yo interpreto esta yuxtaposición como una clave
para ir realmente más allá de la alabanza y de la culpa: a través del silencio. En otro
lugar, se dice: «Más allá del placer y de la pena, estar en el Ser (svastha)», que es también
una indicación de sadhana.
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(Una joven que hacía una sadhana intensa en Kankhal) – Yo lo he probado todo para
calmar la mente, y no es posible.
No, no es tan difícil cuando sabes cómo hacerlo; quizás se te haga tan difícil justamente
porque crees que es imposible. Nisargadatta Maharaj decía que la mente es como las
manos o los pies, hay que saber dejarla en reposo cuando no la necesitas. Otra forma es
recitar el mantra muy rápidamente, sin interrupción alguna entre las repeticiones, tal
como lo hacía Krishnabai. Esto, más que simplemente disfrutar del efecto del mantra,
ayuda a calmar la mente. Disolver el propio mantra en el pranava (el Om) es otra forma
de detener su actividad. Disolverlo a la divinidad que uno visualiza, en luz, también tiene
el mismo efecto. Hay también otra manera de detener la mente, esta vez, de golpe: a
través de la unión de los canales de energía (nadis) en el punto de los chakras, en
concreto de ajna y de anahata. El silencio es también una gran ayuda, sobre todo al
principio de la sadhana, cuando uno debe aprender a «sujetar el volante» de sus
emociones. De lo contrario, uno entra en pánico y pierde pie. Se pueden probar muchas
técnicas diferentes, pero cuando uno tiene un principio de despertar, no se da cuenta de
que es a causa de su propia actitud emocional (bhava) que provoca los movimientos
energéticos descontrolados. Intenta dominarlos por la fuerza y crea una contra-onda
que no hace más que agitar aún más el «estanque» de la mente.
- ¿Qué es más importante, el esfuerzo o la gracia?
Ma decía a menudo « Kripa (gracia) significa karo, pao (haz, encuentra) », es decir que
uno es recompensado en la medida de su esfuerzo. Es la ley general de la sadhana.
Debemos hacer todos los esfuerzos y, después, que pase lo que tenga que pasar. Por otro
lado, existe la gracia sin motivo (ahetu kripa), que no depende de nada, pero esto no
sucede más que en contadas ocasiones.
- ¿Un deseo demasiado intenso puede ser un obstáculo?
Puede serlo. Ramatirtha (un sabio vedantín contemporáneo de Vivekananda) hacía,
sobre este tema, la comparación del hombre que recibe a un amigo en la puerta. Está tan
contento de verlo que se queda allí abrazándolo y hablando con él, lo que hace que el
amigo no acabe de entrar en la casa. Dicho esto, no hay necesidad de tener miedo de las
emociones. Son como una piedra que cae en un lago. Si intentamos detener las ondas con
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las manos en lugar de dejar que se calmen solas, lo único que conseguiremos es crear
otras ondas y no se acabará nunca.
(Una mujer que lleva una vida mundana, en París, pero que a menudo regresa a Kankhal) –
Mi sadhana me da, a veces, la impresión de una regresión. ¿Qué debo hacer?
Sé como Saddam Hussein, celebra las victorias y olvida las derrotas. Hay avances en la
sadhana, pero son más como una sierra dentada que como una línea continuamente
ascendente.
(Una adolescente francesa)- Padre, ¿qué debo hacer si cometo una falta?
Lo primero es pedir perdón. Después, debes repararla si es posible. En tercer lugar,
debes tomar la decisión de no volver a cometer dicha falta. Por último, y quizás es lo más
importante, debes olvidarte completamente de todo ello…
- ¿Cómo superar el miedo y la depresión?
Desde mi infancia, me acostumbré a enfrentarme directamente a los peligros. Cuando
estaba en la ermita, existía cierto peligro que provenía de las bestias feroces y, sobre
todo, de los tunantes, pero me habitué a no permitir que la vibración del miedo surgiera
en mi mente. Durante la guerra, los soldados saben que una buena forma de vencer el
miedo es atacar. Para la depresión, la mejor actitud cuando ella aparece es simplemente
observarla; lo que nos perturba en este tipo de emociones es que creemos que van a
durar eternamente. Nos decimos: «Ya está, ¡estoy acabado!, no seré más que un paciente
depresivo de por vida, etc. » Pero si las veis como una parte del juego de los tres gunas,
entenderéis que este tamas (letargo) pasará en unos días, y no os preocupareis
demasiado.
- ¿Cuál es el mejor apoyo para la sadhana?
Es recordar que la Realización del Ser es maravillosa. De entrada, se tiene una gran
felicidad, y después uno se vuelve inmortal. Cuando, a través de la discriminación, uno
ha comprendido que no hay nada más que valga la pena, tiene la eternidad frente a él;
incluso si se tarda miles de años en conseguirlo, no es un problema.
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El sufrimiento
- Alguien cuenta la historia de un Padre del desierto que decía a sus discípulos: Si estáis
hartos de comer lo mismo todos los días, comed menos; el hambre os hará volver a desear
vuestro plato cotidiano.
Esto es un consejo ingenioso, pero demasiada austeridad no es buena. Un día, Baal Shem
Tov le dijo a alguien muy ascético y que iba a convertirse en su discípulo: Si tienes un
carro de cuatro caballos y mantienes las riendas demasiado tensas, ¿cómo podrán tomar
impulso los caballos? Empieza por aflojar las riendas y después los caballos podrán
ponerse en marcha.
- Me he dado cuenta de que los hijos de algunas personas interesadas en la mística están
perturbados, ¿por qué?
Hay mística y mística. Aquellos a los que aludes son más bien esoteristas y ocultistas. Un
verdadero místico atraerá a su familia la encarnación de almas selectas. En Occidente, lo
que es místico es más o menos considerado como extraordinario, y puede entonces
atraer a más personas desequilibradas. En India, donde la mística tiene fácilmente la
ciudadanía, la cuestión de la oposición a la sociedad ocurre mucho menos. Hay, entonces,
menos problemas que se derivan de ella.
(Un estudiante de París) – Querría hacerle una pregunta importante, al menos para mí…
Todas las preguntas son importantes o no importantes, eso depende del punto de vista
en el que uno se sitúe.
- Si Rembrandt o Van Gogh no hubieran tenido el sufrimiento de su pequeño yo, ¿hubieran
podido realizar una obra tan intensa?
Los buenos sadhakas son aquellos que tienen una cierta dosis de sufrimiento, como una
«espinita irritante»: esto les despierta, si no, se duermen. La ostra necesita un cuerpo
extraño para hacer su perla, si no, no existiría perla. Sin embargo, no todas las ostras dan
perla, deben ser ostras perleras; de la misma forma, no todas las personas que tienen
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sufrimientos hacen algo espiritual. Algunos piensan que todos aquellos que inician el
camino espiritual han tenido grandes sufrimientos mundanos, pero este no fue mi caso.
Yo era muy feliz con mi trabajo de médico, era respetado y amado por la población del
pequeño pueblo en el que ejercía. Pero sentía que todo aquello era pequeño, más bien
mezquino.
- ¿Es necesario meditar sobre el sufrimiento?
En la verdadera meditación, olvidamos las sensaciones del cuerpo y entramos en una
conciencia que está más allá del cuerpo y de la mente. Un argumento que demuestra que
nuestra naturaleza fundamental es la felicidad es que incluso cuando tenemos un
sufrimiento intenso, hay una felicidad paradójica que emerge. En cierto modo, estamos
contentos por ese acontecimiento que es el sufrimiento, pues lo que más pesa a la gente
es la banalidad de lo cotidiano. Un gran sufrimiento aporta un cambio; tienen por fin
algo importante que contar. Por otro lado, podemos amansar las catástrofes para
progresar espiritualmente. No he leído el libro de Christiane Singer, Del buen uso de las
crisis, pero encuentro que la idea del título es bastante exacta.
- La predicación espiritual, la actividad misionera, ¿tiene un sentido?
Si Buda, por ejemplo, envió a sus discípulos a predicar, no fue porque estuvieran
realizados o porque quisiera fundar una nueva religión, fue simplemente para mostrar
que había una manera para salir del sufrimiento. La mayoría de la gente no lo sabe y se
resigna. Incluso se apegan a su sufrimiento como a algún tipo de seguridad dolorosa.
Kundalini
- El despertar de la kundalini, ¿viene de la práctica del yoga o de la gracia del gurú ?
Sobre todo de la gracia del gurú ; el sadgurú puede abrir los nadis; lo interesante es que
se experimenta entonces una intensa felicidad que permite abandonar completamente el
deseo sexual. La naturaleza misma de la mente es la de buscar la felicidad, y esta
apertura es necesaria para poder realmente abandonar las fuentes habituales del placer.
Hay algunos gurús que pueden proporcionar una experiencia momentánea de vacío
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mental, por ejemplo observando a las personas de una forma concreta, pero este no es el
verdadero despertar de energía. Son pocos los sadhus que han tenido esta apertura de
nadis; alrededor de Ma eran, sin duda, un poco más numerosos, pero eso no significa que
esta apertura haya sido duradera. Es necesario de entrada ser un muy buen sadhaka
para que la apertura sea permanente; y sin embargo, esta no es más que la primera
iniciación en el camino. Cuando los nadis están abriéndose, hay que mantenerse muy
aislado. Si un sadhaka se mezcla fácilmente con la gente es, bien porque está realmente
muy avanzado, bien porque no ha obtenido nada. En el tumo tibetano, se aconseja abrir
la narina izquierda para conseguir que el cuerpo se caliente. Pero lo que es más
importante que el efecto del calor, para la continuación de la sadhana, es la apertura de
los nadis misma. El error de los occidentales es creer que las relaciones sexuales son una
experiencia espiritual en sí misma, o al menos ayudan a dicha experiencia; en realidad,
son dos direcciones opuestas, como lo muestra bien la fisiología sutil de la kundalini.
Mientras la conciencia esté en los canales laterales, está al nivel de la mente. El despertar
de los nadis laterales (ida y pingala) ayuda ya a conseguir cierta estabilidad de la mente
y a la sublimación de la energía sexual; pero es solo cuando la kundalini entra en el canal
central (sushumna) que la mente se vuelve totalmente silenciosa. Uno de los efectos de
este control es el despertar del carisma. La gente piensa que su kundalini se ha
despertado porque sienten un cosquilleo en la espalda. Esto no es así, a pesar de que las
sensaciones en la espalda así como el temblor pueden ser signos precursores. Es
necesario recordar que la kundalini está omnipresente y que no se la puede reducir a
una localización corporal concreta. Cuando se despierta, la revisten inspirándose en su
base cultural: Ramakrishna la llamaba Kali, otros la llamarán Krishna o Jesús. Es posible
que Freud hubiera tenido un cierto despertar de la kundalini y la hubiera interpretado
con una teoría al gusto de su época que él llamó psicoanálisis. Si no, no hubiera podido
ver claramente la importancia de la libido y su papel en las regiones del psiquismo que
parecían estar muy alejadas. Él también había desarrollado cierto carisma. Cuando los
nazis llegaron a detenerle, él los miró a los ojos y se marcharon.
- ¿Puede el hatha yoga ayudar a la elevación de la kundalini?
Cuando las observamos de cerca, casi todas las asanas del yoga, o incluso podemos decir
todas, representan la unión sexual invertida, es decir, con la parte superior del cuerpo.
Es por eso, sin duda, que algunos sadhakas suficientemente avanzados no muestran sus
140
posturas a los miembros del otro sexo. El objetivo del yoga es, de hecho, el despertar de
la kundalini.
(Miembros de la Embajada de Francia de visita) - ¿Cómo saber si se ha recibido el
shaktipat?
Es un despertar que os sumerge de tal manera que no existen dudas sobre ello. Si
preguntáis si lo habéis recibido o no, significa que no lo habéis hecho. Se experimenta un
sentimiento de gozo, de fuerza y de conciencia que no es de este mundo.
- ¿Cuál es el mejor lugar para empezar a despertar la kundalini?
El gurú abre primero los nadis laterales. Sobre el despertar del poder de la kundalini, no
se puede hablar. Dejádselo al gurú. Cuando la narina derecha está abierta (que
corresponde a la estimulación del hemisferio izquierdo), la tendencia de la mente es más
activa y masculina. Se aconseja a los brahmacharis acostarse sobre el lado izquierdo
para que la narina derecha (el lado del nadi pingala) se abra y tengan un mejor control
sexual.
(Un general retirado) – Cuando medito sobre el ajna, como me indicó mi gurú, a veces
siento tensiones. ¿Debo continuar?
Ma decía que la concentración sobre el ajna podía favorecer la ira y que era necesario
conseguir tener un buen dominio de ella. Si siente que no lo consigue, puede
concentrarse durante un tiempo en el corazón.
- Gopi Krishna escribió que cuando su kundalini se despertó, podía entender todas las
lenguas y escribir poesía con gran facilidad. ¿Qué piensa usted?
Eso son siddhis; debemos evitarlos, porque, si no, nos quedamos bloqueados en su nivel.
En realidad, el despertar de la kundalini no es el problema, el verdadero problema es
más bien saber qué hacer con él.
- ¿Se habla de la kundalini en los Vedas?
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Los hindús védicos despertaban la kundalini pero no a través la sexualidad –esto debe
haber sido una práctica pre-védica, sino a través el sacrificio del fuego. Los tres hogares,
con el ghi que se derrama en el hogar central, representan los tres nadis principales.
Estaban entrenados en la práctica del brahmacharya y del sacrificio con fuego; así, para
ellos, este simbolismo era muy poderoso. En las Upanishads antiguas, se habla sobre
todo del paladar y de la coronilla.
- El hecho de proyectar a la madre en la gurú, como lo hacían con Ma Anandamayi y lo
hacen hoy en día con Ma Amritanandamayi, ¿no favorece desviaciones pueriles?
Una gurú mujer despierta en sus discípulos la kundalini que ellos interpretan como una
fuerza sexual dirigida hacia ella. Para defenderse, intentan transformar este impulso en
el sentido de una relación madre-hijo.
(Un visitante inglés de unos setenta años) – La kundalini, ¿es necesaria para obtener el
samadhi espontáneo (sahaja samadhi)?
Existen diferentes vías. La kundalini es una experiencia, mientras que el sahaja samadhi
está más allá de las experiencias.
- ¿Qué es la kundalini?
Son la sexualidad y la ira sublimadas.
- Debo ser demasiado viejo para eso. Ya no tengo apetito sexual y mi tendencia a la ira es
débil.
¿Conoce la historia de Jalandhari, uno de los ochenta y cuatro mahasiddhas (santos
tántricos que se sitúan entre el budismo y el hinduismo)? Un día, pidió hospitalidad en
una gran residencia. Los propietarios del lugar, no muy amables, le dijeron que fuera a
dormir en el establo. Allí encontró a un anciano gimiendo entre la paja, que le contó que
era el padre de las personas que vivían en la mansión principal pero que había sido
excluido porque era muy viejo. Jalandhari sintió compasión por él y le dio la iniciación a
pesar de que tuviera ochenta años. Cuando la hija del anciano fue al establo, tuvo la
visión de varias divinidades y comprendió que su padre se había convertido en un
142
místico. Después de eso, el anciano también se convirtió en uno de los ochenta y cuatro
mahasiddhas y ayudó a mucha gente.
- Finalmente, cuando se medita, ¿sobre qué punto del cuerpo es mejor concentrarse?
Al principio, una concentración sobre los chakras puede ayudar, pero después
percibimos los límites. Cuando uno sabe meditar bien, se puede ir hacia lo Absoluto
desde cualquier punto del cuerpo.
La felicidad
- En algunos tratados de mística, sobre todo cristianos, se dice que hay que desconfiar de
las experiencias de felicidad en meditación, porque pueden ser trampas, ¿qué piensa usted?
Espontáneamente, yo tendría tendencia a decir que una experiencia de felicidad en
meditación es siempre un bien. Estas experiencias suponen problemas sobre todo
porque no son duraderas; pero aún así, siguen siendo un incentivo. Lo que quizás
quieren decir los autores de estos tratados es que es necesario evitar los excesos de
emoción religiosa que pueden trastornar el psiquismo, pero sin duda no critican la
felicidad serena (ananda en sánscrito, gaudium en latín). La felicidad es la naturaleza
fundamental del hombre. Es una tontería concentrarse en una supuesta naturaleza
pecaminosa, pues aquello que pensamos, lo convertimos en realidad. La felicidad que
podemos experimentar a través de la meditación es un millón de veces superior a
aquella que podemos experimentar a través de la unión sexual.
- ¿Qué se dice de la felicidad (ananda) en las Upanishads?
Sin la felicidad, nada sería posible. La felicidad es la sustancia misma del mundo y del
santo; no podemos decir que este tenga la experiencia de la felicidad sino que él es la
felicidad misma. Por el contrario, el theravada considera el gozo como una simple
cualidad de la sadhana, desde luego indispensable pues quién realizaría la práctica
espiritual si este gozo no estuviera ahí, pero inferior al estado de nirvana que es neutro,
más allá de la felicidad y del sufrimiento. En el Gita, se distingue en general entre sukha,
que es el placer, lo contrario de duhkha, el dolor, y ananda, la felicidad. Se hace una
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distinción también entre el placer “tamásico”, que empieza por la satisfacción y finaliza
con la frustración, y el placer “sátvico” que es a la inversa. El placer sexual es de índole
“tamásica”, por el contrario el matrimonio, una vez que los esposos han comprendido
bien que la satisfacción sexual no es lo esencial, puede ser totalmente “sátvico”. Además,
para la gente que no realiza una práctica espiritual intensa, el matrimonio y la vida
familiar son todavía el mejor medio para salir del estrecho círculo de su ego. El celibato
consagrado a la espiritualidad sigue siendo una vía de excepción.
- ¿Qué quiere decir Nisargadatta Maharaj cuando afirma que existe una conciencia más
allá de las experiencias?
En los Yoga Sutras de Patanjali, el rasavada, es decir la savia, el gusto por las
experiencias, es un obstáculo que debemos superar. En un momento dado, yo quería
tener la experiencia de rasa, ese conocimiento intenso de los fenómenos psíquicos que
se puede traer a voluntad cuando uno progresa. Ma me dijo: «Nahi, anubhav ka tchiz he»,
« No, aún está en el campo de la experiencia». Lo que quería decir es que se trataba de
subproductos de la meditación y que no había que entretenerse con ellos. Era más
importante preguntarse quién era el que experimentaba dichos fenómenos; esto llevaba
entonces, en efecto, a una sensación, pero muy sutil, que correspondía a la misma
conciencia.
La Bhakti
- ¿No es peligroso pensar que uno es un canal de lo Divino, como se dice en la vía
devocional?
Para una persona corriente, es mejor contentarse con hacer lo que debe hacer de la
mejor forma posible. Hay que ser un sadhaka muy avanzado para discernir lo que viene
de Dios y lo que viene de uno mismo. Cuando decimos «Yo soy un canal de lo Divino»,
esto ya no es cierto puesto que el «yo» está ahí bloqueando la corriente. Aquellos que
son verdaderos canales de lo Divino lo son de forma natural. En la bhakti, es bueno ver la
acción de Dios en todo aquello que os sucede a condición de tener una buena dosis de
discernimiento. En este sentido, la famosa historia de Ramakrishna adquiere todo su
144
sentido. Un gurú recomendó a su discípulo que viera a Dios en todas partes. Este último
vio a un elefante que venía corriendo. Su cornaca gritaba: «¡Apártese, mi montura está
enloquecida!» El discípulo se dijo: «¿Por qué voy a apartarme si Dios está por todas
partes?» El elefante le atropelló y, al día siguiente, fue a quejarse a su gurú. Este le
respondió: «Entonces, ¿no has comprendido que si Dios está realmente en todas partes,
también lo estaba en el cornaca que gritaba: “¡Apártate!”» Dios es una buena excusa; ha
sido el pretexto de guerras; parece ser que incluso Hitler, en el Mein Kampf, decía que
era un canal de lo Divino. Una devota americana de Ma se fue a vivir con dos hombres al
mismo tiempo, para hacer un “ménage a trois”, y estaba convencida de que Ma se lo
había inspirado desde el interior…
- Interpretar que todo proviene de Dios o del gurú ¿es indispensable o es un método propio
de la vía devocional?
En todas las religiones, se da este trabajo de sadhana que consiste en relacionar todo con
la acción divina. Y tras un cierto tiempo, nos damos cuenta de que no existe la
casualidad. El mejor ejemplo de esto en el hinduismo son los Diarios de peregrinaje de
Ramdas.
- ¿Cómo comprender la gracia?
Ya hemos visto que además de la gracia, que es de hecho el resultado normal de nuestros
esfuerzos, habría una gracia menos habitual, la gracia sin causa (ahetu kripa). Cuando
damos un paso hacia Dios, Dios da diez pasos hacia nosotros. La diferencia entre el
bhakta y el purushartha (el que realiza lo Supremo por sí mismo) es más que una
cuestión de palabras. Al segundo la gracia le viene del interior, mientras que el primero
la recoge en el exterior. Lo que podemos y debemos hacer es prepararnos, poner nuestro
receptáculo en el lugar correcto para recibir el agua que corre.
(Una joven que estaba realizando una intensa sadhana en Kankhal): - A veces, tengo la
impresión de tener el corazón abierto como durante una operación: ¿qué debo hacer?
Observar; sentir el gozo de la experiencia. Para estabilizar la apertura de los chakras, es
bueno evitar una respiración profunda que empuje la energía hacia los lados y tener una
respiración más bien superficial que ayude a concentrar la energía en la línea media.
145
Desde el punto de vista de la eficacia de la ventilación de los pulmones, esto equivale a
un paro respiratorio y favorece entonces la interrupción del prana. Es una respiración
que aparece espontáneamente en el samadhi. Sobre este tema, Ma me dijo un día en
inglés, a pesar de que sabía muy pocas palabras: «Lungs don’t breathe», «Los pulmones
no respiran».
- ¿Qué utilidad tienen las respiraciones profundas en meditación?
Empujar el prana hacia una parte concreta del cuerpo. Por ejemplo, se aconseja que
después de comer se abra la narina derecha que tiene un efecto yang (hace entrar en
calor, se dice en el ayurveda) favoreciendo la digestión. Se observa fácilmente si una
narina está abierta o cerrada intentando inspirar y espirar con fuerza y comparando con
el otro lado. Para abrir una narina cerrada, la derecha por ejemplo, podemos acostarnos
sobre el lado izquierdo o comprimir la axila izquierda. Aquellos que tienen la
preparación, pueden abrir una narina solo con la concentración.
(Una psicoterapeuta francesa que vivió mucho tiempo en Asia y que cambió de gurú pues
no estaba satisfecha con su primera elección) – Yo he practicado intensamente el mantra
durante un periodo, pero encontré que me despersonalizaba.
(Tras un tiempo de reflexión) Cuando se recita el mantra, hay que hacerlo con amor.
- ¿De dónde viene el poder del mantra?
De tres fuentes: primero, de la fe del discípulo; después de la energía que le pone el gurú;
finalmente, si se trata de un mantra védico, del poder que le han insuflado los rishis que
lo han « visto» y las generaciones que lo han recitado desde entonces.
- ¿Existe relación entre el mantra y el nada (el sonido interior)?
En la recitación del mantra, hay tres grados: las palabras con su sentido, el sonido de las
sílabas en sí mismas, y finalmente un OM continuo como una especie de zumbido. La
audición del sonido interior es más fácil si meditamos en soledad, sobre todo en una
cueva. El primer ruido es el del mar, después vienen los nueve siguientes descritos por
las tradiciones. Se puede integrar el mantra a este sonido repitiéndolo indefinidamente,
como un magnetófono. Parece sencillo transformar estos sonidos interiores, al principio
146
discontinuos, en sonidos continuos, pero es muy difícil; cuando se consigue el sonido
continuo, se ha alcanzado el Conocimiento (jnana).
- La bhakti ¿es simplemente fundirse en la emoción o es más que eso?
Muchas veces, Ma hizo algo para hacer que me disolviera completamente en la emoción
pero yo no quise. De hecho, no sabía qué pasaría si me dejaba fundir completamente,
pero esta era justamente la cuestión; yo no quería ser empujado en una dirección en la
que no tuviera el poder de controlar mi mente. (Sonriendo) Quizás si me hubiera dejado
llevar, hubiera sido un gran santo.
Sin embargo, sea el bhakta o sea el jnanin, no es bueno dejarse llevar completamente. En
la sadhana, tenemos emociones mucho más intensas que en la vida corriente, pero no
son más que un comienzo. Las experiencias reales del yoga están mucho más allá de las
emociones.
Jnana
- El Vedanta, que no cree en el Dios personal, ¿no es una forma de ateísmo?
En realidad, los verdaderos ateos son escasos pues cada uno cree en su propia existencia
y en la existencia del mundo exterior y, entonces, finalmente todo el mundo cree en el
Ser, pues Dios es Existencia (sat).
- ¿Cómo liberarse del ego?
A través de la Realización completa es como podemos verdaderamente liberarnos del
ego. En cuanto al camino a seguir, eso depende. Si uno tiene un ego fuerte, vale más
seguir el Vedanta y decir: «Yo soy el Todo… soy todopoderoso», entendiendo bien que
no se trata del cuerpo o de la mente, sino del ser mismo en tanto que Ser. Si, por el
contrario, tienes un ego más tierno, puedes seguir la vía de la devoción. Los vedantines
al principio, pueden ser fácilmente arrogantes, pero pierden esta arrogancia cuando se
dan cuenta de que ellos no son realmente el cuerpo ni la mente. Además, la compasión
147
lleva de todas formas a no pisar a los otros con su superioridad, si es que hay
superioridad.
- ¿No es demasiado simple el Vedanta?
Algunos constatan que la teoría del Vedanta es simple, pero su práctica es difícil,
mientras que la teoría de la bhakti (en concreto del vishnuismo) es complicada pero su
práctica es sencilla. En esta existen, por ejemplo, teorías sobre los diferentes paraísos,
etc. pero la práctica es simple, es el japa. La metafísica del Vedanta es, por el contrario,
muy sencilla, y puede resumirse en una frase: «El Brahmán es real, el mundo es ilusión,
el alma individual es una con el Ser», pero su práctica es difícil pues no es fácil llegar a
observar la propia mente sin soporte alguno.
- ¿Cómo sentimos que hemos alcanzado una Realización?
Cuando el ego ha desaparecido completamente, cuando ya no hay una persona que diga
«yo» estoy realizado. Desde luego, en las Upanishads, algunos rishis dicen « Vedam aham
purusham aditya varnam », « Yo sé que soy la Persona Suprema del color del sol». En la
Taittiriya Upanishad (I,10), Trishanku resume el Conocimiento de esta forma: « Soy
aquel que derriba el árbol (de la ilusión). Mi reputación es parecida a la cima de una
montaña. Exaltado, puro como el néctar en el sol, Yo soy un tesoro brillante, Sabio,
inmortal, indestructible. » Existen dos posibilidades: que los rishis que dijeron «yo»
tampoco estaban completamente realizados, o que proponían estas expresiones a sus
discípulos como una especie de mantra para meditar. Ramatirtha, un santo vedantín del
siglo XX, decía: «Es un pecado creer que no somos Dios».
- ¿Cómo vencer el ego? ¿Por qué debemos tomarlo de forma negativa?
Considerad las cosas de forma positiva: ¿por qué el ego es tan fuerte? Porque tiene sus
raíces en algo universal, sobre una base última de felicidad. Convertíos en esta base.
(Una visitante recuerda la respuesta de Swami Ramdas a la pregunta «¿Cuál es el sexo de
Dios?: Dios no es él ni es ella, ni es eso, es un misterio») - ¿Cuál es su experiencia en este
tema?
148
El Absoluto es como una piedra que ocupa todo el espacio; en nuestro corazón tenemos
un cristal de dicha piedra; es indestructible, imperecedero, inmortal; es felicidad
(ananda); debemos vincularnos a esta ananda. Sin embargo, este absoluto puede tomar
todas las formas y jugar a ser femenino o masculino, o los dos al mismo tiempo.
- ¿Cómo desarrollar la confianza en sí mismo?
Desidentificándonos del cuerpo y de la mente que son cambiantes e identificándonos
con la base que es inmortal y que no cambia; aquello que da su aspecto de permanencia
al cuerpo impermanente, es el Ser. La gente cree que esta Conciencia, este Ser es tan sutil
que es casi inexistente, pero en realidad es más duro que el diamante. Este diamante
está hecho de chit ananda, conciencia-felicidad, pero es mejor experimentar todo esto
por uno mismo.
- En el samadhi, ¿se detiene la respiración?
Hay una respiración que se detiene completamente o se vuelve muy superficial, lo que
detiene al prana. La apertura de los nadis es una señal de progreso, sea cual sea el
camino que se sigue. Esto permite la verdadera meditación (dhyana), que es espontánea.
Cuando digo «espontánea», no quiere decir que no exista cierto control, cierta conciencia
que esta ahí y que está en guardia. De igual forma, cuando conducimos por una carretera
recta, a 100 km por hora, todo va solo pero eso no impide que sostengamos el volante…
- Algunos dicen que el éxtasis puede ser un obstáculo, pues en él está todavía el sentimiento
del « yo»…
Yo no diría un obstáculo sino un estadio; se trata del savikalpa samadhi. En el nirvikalpa
samadhi no existe más que el fondo del mar, absolutamente tranquilo y absolutamente
feliz. No tenemos el pensamiento «yo soy feliz», sino que somos la felicidad misma,
estamos identificados con ella. El sahaja samadhi es ver a la vez el fondo tranquilo del
mar y las olas. Es difícil juzgar, desde el exterior, los samadhis que algunas personas han
experimentado o no han experimentado; es mejor dejarles el beneficio de la duda.
Padmasambhava (apóstol del budismo en el Tíbet) por ejemplo, fue criticado por alguno
que lo conocía porque vivía con una mujer. Sobre aquel que le criticaba, él comentó: «Yo
le perdono, porque no conoce el funcionamiento de los nadis».
149
(A un joven intelectual nihilista de París).
En India, se dice desde hace miles de años que se puede alcanzar el Absoluto. Hay gente
que lo ha conseguido, y todavía hay algunos que lo hacen hoy en día. Decir que no
podemos alcanzarlo es una actitud desesperada. La desesperación proviene de la
objetivación, de la atracción hacia los objetos exteriores. Una vez que se ha entendido
intelectualmente esto, solo hay que ponerse a trabajar. En ese momento, el tiempo ya no
tiene importancia, podemos llegar tanto en esta vida como en una próxima vida, hemos
entrado en la buena corriente.
- Verlo todo como testigo, ¿no es uniformizador?
Está el movimiento y lo inmóvil, lo que es observado y el observador, ambos existen. El
primer trabajo –que ya es una tarea considerable- es identificarse con lo inmóvil
profundamente. Después, se considera que todo es agua, que el fondo y la ola son uno.
- Y, ¿qué hace usted con esta realización?
Un santo tiene tal gozo que solo quiere dar, dar, dar… Ve que Maya es tan poderosa para
los otros: tienen esta felicidad a mano pero no se dan cuenta de ello.
- La realización, ¿es estar de acuerdo con el propio ser?
Con el Ser más profundo.
- ¿Se puede decir que un jnanin realmente está dormido?
El santo es turiyatita, está más allá incluso del estado de testigo. Se identifica con la
conciencia de base y lo sabe, incluso cuando la mente duerme. Ramana Maharshi dijo
que el nirvikalpa samadhi y el sueño profundo están muy cerca. Podemos decir, sin lugar
a dudas, que el santo no duerme verdaderamente sino que entra en nirvikalpa samadhi.
A mí, sin embargo, no me molesta decir que un santo duerme. De hecho, es su mente la
que duerme.
- ¿Qué más podemos decir sobre el jnana, el Conocimiento?
150
Las verdades espirituales son más sencillas a medida que avanzamos. Llega un momento
en el que «Eso» es, y ya está. No podemos darle nombre a «Eso», simplemente decimos:
«¡Ah ».
Desapego
- ¿Qué podemos decir a aquellos, numerosos en Occidente en nuestros días, que no tienen la
menor idea de la utilidad del desapego?
La gente mundana tiene razón, a su nivel, cuando dicen que la religión es «falsa». En
efecto, no sienten nada cuando meditan; y los sadhakas tiene razón cuando dicen que el
mundo es «falso», pues no sienten nada con la vida mundana o la idea del mismo.
(Un joven francés había intentado retirarse un mes llevando como libro de cabecera
solamente La interpretación de los sueños de Freud y había intentado meterse en el mundo
de los sueños; se había perdido, había estado tres meses en un hospital psiquiátrico y había
sido suficientemente inteligente como para comprender que necesitaba consejos sabios
para explorar su mundo interior. Había ido a India, Kankhal incluido, donde había
realizado una sadhana de seis semanas sostenida y bastante equilibrada). – El desapego,
¿no lleva a la despersonalización?
Mírame a mi: estoy perfectamente desapegado y, sin embargo, tengo los pies
perfectamente asentados sobre la tierra.
- ¿Debe, el gurú, empujar a sus discípulos a que renuncien al mundo?
Si alguien le pregunta a un gurú: «¿Debo renunciar al mundo?», su respuesta casi
siempre será: «No». El que tiene verdadero espíritu de renunciante no hace preguntas;
para él, es evidente, abandona el mundo como alguien saltaría de una casa en llamas.
Ramakrishna cuenta una historia sobre esto. Una mujer le dijo a su marido: «Temo que
mi hermano se haga renunciante. Se entrena haciendo cada vez más ejercicios
espirituales, reduce progresivamente su alimentación, duerme un poco menos – No
debes inquietarte, no tiene verdadero espíritu de desapego - ¿Y tú qué sabes?», le dijo la
mujer. «El verdadero espíritu de renuncia, es esto», respondió el marido. Cogió entonces
151
su dhoti (paño de banda ancha que se usa envuelto alrededor de las caderas), lo partió
en dos y se lo ciñó a la manera de los brahmacharis, después de fue para no volver más.
- ¿Piensa usted que, en el momento de la muerte, hace falta continuar haciendo ejercicios
de concentración concretos o hay que desapegarse por completo?
Los maestros que se ponen en loto e intentan hacer salir el prana por el sahasrara,
prueban así que no están realizados. El santo realizado tiene energía por todas partes;
no tiene que liberar su prana; se dice de él en una Upanishad: « Na tasya prana
upkramante », « Es aquel del que no sale el prana». La muerte de Ramana Maharshi o la
de Ma no fueron espectaculares, no pasó nada. La hoja muerta simplemente se
desprendió del árbol.
Acción, compasión
- ¿Es posible alcanzar la realización simplemente sirviendo a la humanidad?
No, uno puede purificar la mente, obtener un buen karma e ir al paraíso durante cierto
tiempo pero tendrá que reencarnarse. El santo, por su parte, es completamente libre;
puede reencarnarse por compasión, como por ejemplo, Ma Amritanandamayi, o como
entretenimiento. O también puede elegir no reencarnarse porque ya tiene suficiente.
(Con una sonrisa) Me temo que ese sea el caso de Ma. En ese momento, se funde en la
conciencia universal. La compasión de un perfecto jnani es espontánea mientras que la
del bodhisattva viene de un voto, así pues de una volición y, por eso, crea un karma.
(A una joven que no está muy segura de su voluntad de empezar una sadhana orientada al
desapego).
Hay que reflexionar, tener una firme resolución y armonizar el intelecto y el corazón. En
ese momento, viene una verdadera intensidad y la bola de nieve del inicio se convierte
en una avalancha. Cuando nos ponemos a trabajar en serio, nos vienen a ayudar ciertos
poderes. Cuando yo estaba en Francia, tenía ya suficiente intensidad como para que la
sola mención del gurú me hiciera llorar. Madame Blavatsky dijo en La voz del silencio:
«La valentía del corazón es lo que ilumina el camino».
152
- ¿Es indispensable retirarse del mundo para obtener la realización?
Existen dos puntos de vista: el punto de vista práctico, según el cual es muy útil para un
sadhaka retirarse del mundo para conseguir un buen nivel espiritual. Después, puede
volver pues se ha hecho muy fuerte. El segundo punto de vista es metafísico. Ha habido
escuelas en India, el budismo Theravada y el budismo Vijnanavada, escuelas de Vedanta
tardías también, que enseñaban la idea de la irrealidad completa del mundo. Es una
actitud que puede ser útil durante un tiempo para el sadhaka, con el objetivo de
desarrollar en él el espíritu de desapego. Pero no es la actitud del budismo Mahayana,
que dice que el mundo (samsara) y el nirvana son uno, o del Vedanta que es la escuela en
la que estoy yo, que dice que el mundo es real puesto que es pura conciencia. En tanto
que sustancia, es real como el agua, pero en tanto que movimiento, es transitorio como
la ola; pero incluso ahí, no podemos decir que sea completamente irreal; es simplemente
que comprendemos mal dónde se sitúa su realidad. En la Katha Upanishad, se dice: «Lo
que está aquí está allá, lo que está allá está aquí; el que ve diferencias va de muerte en
muerte».
- Decir que se quiere salvar al mundo, ¿no es una actitud teñida de sentimentalismo,
incluso si se hace el bien socialmente?
El jnanin no se preocupa de estas cosas. Ma nunca dijo que quisiera salvar al mundo,
pero ayudó igualmente a un gran número de personas. La verdadera compasión es
espontánea, no se trata de palabras sino de actos.
153
CAPÍTULO VII
EL YOGA Y OCCIDENTE
- Vijayananda, hace cuarenta y cinco años que ve pasar por India a occidentales en
búsqueda espiritual; según usted, ¿cuál es el principal obstáculo que les estorba en el
camino?
Su falta de comprensión de la utilidad del desapego. Me hacen pensar en el mono de la
historia. Le han preparado una trampa con una jaula cuyos barrotes están
suficientemente separados para que pueda pasar la mano y coger el plátano que está en
su interior; pero cuando quiere sacar la mano con el plátano, se queda bloqueada. El
cazador de monos puede entonces llegar tranquilamente. El mono, demasiado goloso
como para dejar su presa, se deja coger por la piel del cuello, diciéndose: «Incluso
aunque pierda la libertad, al menos conservaré el plátano». En ese momento, el cazador
golpea el codo del mono con un bastón y este se ve obligado a dejar su presa, lo que hace
que haya perdido la libertad y el plátano.
- ¿Cuál es, en su opinión, la principal diferencia entre Oriente y Occidente, en su
aproximación al Absoluto?
Está de entrada la dualidad Dios-criatura, que es fundamental en Occidente y que está
muy atenuada en Oriente: cada hindú, por ejemplo, sabe que Dios está en su interior y
que él no se diferencia de su ser más profundo. Por otra parte, en Occidente estamos
influenciados por la filosofía griega y creemos que podemos alcanzar el Absoluto a
través del debate. En India, el debate es secundario; saben que hay santos que han
alcanzado el Absoluto y que pueden proporcionar medios prácticos para llegar, y eso es
todo. El Yoga es una ciencia; si se repite la misma experiencia, en las mismas
condiciones, se conseguirán los mismos resultados. Ya hemos comentado también que lo
que puede explicar la relativa ausencia de santos en Occidente es que los occidentales no
tienen la capacidad de una confianza plena y completa que les permitiría realizarse. Es
por este motivo que Jesús no pudo hacer milagros en Nazaret. La gente no podía confiar
154
en él como en un santo o encarnación divina, pues proyectaban solamente en él la
representación de un hombre corriente, su antiguo vecino.
- (Un estudiante de París) ¿No existe una contradicción entre el Arte y la Realización?
No, simplemente son dos estadios diferentes. La Belleza es un atributo de lo Divino, su
búsqueda puede llevar a la realización. Cuando los genios están inspirados, lo que les
inspira es una gran Realidad, no su pequeño yo individual. Esto es aplicable a los genios,
no a cualquier artista.
- Los maestros espirituales que no están realizados creen que de todas formas hacen un
servicio a los otros al guiarles. ¿Es correcto?
Es verdad que en Occidente, aún más que en India, muchos maestros piensan así.
Abandonan una práctica intensiva para hacer lo que creen que es un servicio; algunos
dicen que han recibido incluso la orden de hacerlo así de su maestro espiritual. Pero
ayudan a través de las palabras. Si tuvieran un nivel de realización superior, podrían
ayudar a muchas personas y de forma mucho más eficiente.
- ¿Es posible la objetividad en las relaciones?
Mi primer gurú, que era un psiquiatra francés, decía muy bien, a su manera, una verdad
vedántica: «Cada uno delira en su pequeño rincón». En este sentido, el mundo es un gran
asilo.
(A un estudiante de París que tuvo una formación religiosa católica y que se queja de una
“pequeña voz” que le persigue)
Es tu interés, tu concentración negativa sobre ella lo que le da la fuerza. Este tipo de
concentración, el esfuerzo de no pensar es más fácil para la mente que la concentración
positiva en sí misma. Es la historia del enamorado que le pide a un mago un conjuro para
que su amada regrese. El experto le dice: «Repite esta fórmula pero, sobre todo, durante
la repetición no pienses en un mono». Evidentemente, el hecho de pensar en no pensar
en un mono le hace pensar automáticamente en uno… Lo mejor es ser indiferente, no
tener ningún interés en esta negatividad. Si no lo consigues, puedes repetir una fórmula
que conozcas bien, el Ave María, por ejemplo.
155
- ¿Cómo liberarse de la negatividad?
Piensa que eres el Ser que no cambia.
- Pero, ¿en la práctica?
Hay que repetir y repetir. Esto no sucede en un día.
- ¿Es autopersuasión?
Sí, en cierta forma. Pero como se trata de algo verdadero, real, en este sentido es lícito
autopersuadirse.
- ¿No es curioso que el Ser, que es lo más cercano, sea lo más difícil de observar?
El Ser es el que ve. Es difícil observar el propio ojo. Sobre este tema está la conocida
historia de diez personas que atraviesan el río. Al final, quieren contarse para saber si
todos han llegado bien, pero no consiguen contar más que nueve cada vez, hasta que un
transeúnte le dice al que estaba contando a sus compañeros: «Tú eres el décimo». Ser
consciente del Ser es difícil, pero no imposible.
- ¿Qué sentido tiene el sufrimiento?
Nos despierta; los más difíciles de despertar espiritualmente son aquellos que dicen ser
felices. Lo vemos, por ejemplo, en las parejas que hacen ver que son felices para dar una
imagen social pero que, de hecho, no lo son en absoluto: se ven obligados a tolerar
indefinidamente los defectos del otro y a resignarse.
- ¿Cómo explicar la energía paradójica que llega a la gente cuando sobrepasan sus límites?
Mucha gente, al sobrepasar su límite, obtiene la ayuda de una fuerza cósmica que llamáis
el «poder del Otro» o la kundalini, que situáis en la parte superior o en la inferior. No
podemos reducir estos fenómenos ni el éxtasis a una simple secreción química, como las
endorfinas, por ejemplo. Querer explicar todo el pensamiento a través de la química es
una visión del siglo XIX. De hecho, estamos ligados al exterior, no estamos aislados. Esta
noción empieza a aparecer ahora, incluso en las ciencias.
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(Una psicoterapeuta californiana, que mezcla lo místico con rasgos de excitación psíquica,
dice de pronto en medio de la conversación: ) – «¡Siento que me vuelvo loca! »
¡Vuélvete loca de Dios!
- Tengo ganas de llorar.
Las lágrimas son perlas; llorar por Dios purifica.
- Siento que estoy embarazada.
Embarázate del Niño Dios.
- Siento que me voy reduciendo; pronto no quedará nada de mí.
Es lo mejor; cuando no quede nada, verás a Dios.
- El obstáculo más grande en la sadhana, ¿no son las heridas del pasado que vuelven?
Dejad que el pasado se cure a sí mismo. Cuando conseguimos estar realmente en el
presente, hemos logrado el 90% de la sadhana.
- ¿Cree usted en la posibilidad de un Vedanta cristiano?
Intentar crear un Vedanta cristiano es la cuadratura del círculo. Dicho esto, Ramana
Maharshi tenía razón cuando aconsejaba a los cristianos meditar directamente en «Yo
soy el que soy»: esta definición de Dios por sí mismo es puro Vedanta. En otros lugares,
Yahvé dijo: « “Yo soy” es mi nombre». El nombre Yahvé contiene el pasado, el presente y
el futuro. Desde otro punto de vista, el sistema occidental tiene sus ventajas también:
francamente dualista para el pueblo, y de tendencia no-dualista para los místicos. De
todas formas, el místico que alcanza una verdadera realización, sea cual sea el camino
que sigue, no puede hablar de ello. El Vedanta no es una descripción de la realidad, es
simplemente una sadhana para alcanzarla. Concentrándose en el Ser, en el maha vakya,
como una especie de mantra, acabamos por experimentar la Realidad, pero no se trata
de una descripción.
- ¿Hay en los santos bíblicos la misma voluntad que en el Yoga por ir más allá del cuerpo?
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Sí, por ejemplo hay una versión de la muerte de Rabbi Akiba –la que me gusta más- que
es la siguiente. Rabbi Akiba había sido capturado por los romanos y condenado a ser
torturado hasta morir. Durante el suplicio, sus discípulos que estaban a su alrededor, le
preguntaron: «¿Cómo te las arreglas para estar tan radiante, tú que hiciste tanto bien en
tu vida?, ¿cómo sigues queriendo a Dios, que te ha abandonado así?» El rabino respondió
retomando la oración cotidiana de los judíos, el Shema Israel: «Hoy es el día más
hermoso de mi vida. Sé que amo a Dios con todo mi corazón, con toda mi fuerza, pero no
estaba seguro de poder amarle también con todo mi ser vital, ahora sé que soy capaz».
- ¿Qué piensa usted del vínculo entre celibato y religión en Occidente?
Hay grandes hombres, como Tolstoi, que recomendaban el celibato. Un día, le
preguntaron: «Si todo el mundo siguiera vuestro consejo, ¿no se extinguiría la especie
humana?» Él respondió: «Siempre habrá suficientes majaderos para hacer niños». A
pesar de esta opinión, podemos preguntarnos si una de las razones del debilitamiento
espiritual de la Iglesia católica a la larga, por ejemplo, comparado con las Iglesias
protestantes, no vendrá del hecho de que sus élites no tienen descendencia. En este
sentido, el sistema brahmánico, en el que se casan primero para educar a los niños y
solamente después se renuncia al mundo es quizás más sano, pero esto no es más que
una hipótesis. Estos fenómenos son difíciles de probar.
- Tras cuarenta y cinco años en India, ¿se siente hindú?
¿Cuándo entenderán los seres humanos que no hay más que una religión, la del hombre?
Las diversas religiones son sectas, y son ellas las que crean las guerras.
- La solución, ¿no será volver a una religión de la naturaleza? Como ermitaño, usted vivió
siete años en la soledad del Himalaya, en medio de la naturaleza, frente a un paisaje de
nieves eternas, ¿qué opina, usted?
No hay ninguna razón para apegarse a la naturaleza como tal. La belleza de la naturaleza
es un reflejo de la Belleza suprema, su silencio, un eco del Silencio supremo. Lo que nos
atrae de la naturaleza es un efecto de espejo, pero no hay que tomar el reflejo por la cosa
real. En este sentido, no hay razón para volver al culto de la naturaleza que
encontramos, por ejemplo, en el animismo.
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- ¿Piensa, usted, que la enseñanza espiritual del Cantar de los cantares puede ser útil a
personas que siguen caminos espirituales orientales?
Sí, por ejemplo, una noche el bien amado llegó a la puerta de su bien amada y ella, que no
estaba preparada, le hizo esperar así que cuando ella abre, él ya no está allí y ella debe
partir a buscarle. Yo mismo, como muchos otros, he perdido a menudo las
oportunidades que me ofrecía Ma. Cuando sobreviene la gracia de Dios o del maestro
espiritual, hay que reaccionar inmediatamente, no hay que dejar pasar la ocasión. Justo
antes de este episodio, la bien amada dice: «Yo estoy durmiendo, pero mi corazón está
en vela», esto hace alusión al estado de meditación.
- ¿Puede el Bhagavad Gita ayudar a comprender en qué consiste una enseñanza espiritual
precisa?
En el último capítulo del Gita (XVII-63), Krishna dice: «Te he revelado el Conocimiento,
el misterio de los misterios. Reflexiona profundamente sobre él, y haz lo que quieras
hacer». Krishna era a la vez el gurú y el Dios; hubiera podido decir fácilmente:
«Obedéceme, si no quieres que te envíe al infierno», pero él deja libertad a su discípulo y
le dice: «Haz lo que quieras hacer».
159
CAPÍTULO VIII
HISTORIAS
La fascinación por los bienes materiales
(Vijayananda piensa que esta historia es tan importante que dice sonriendo que debería
colgarse en todas las habitaciones de todos los ashrams…)
Érase una vez un gurú que tenía un muy buen discípulo, un brahmachari que estaba
inspirado por el espíritu de la renuncia: no poseía nada más que un “kupinam”
(calzoncillo). Un día, su gurú le dijo: «Vas a ir a un lugar aislado para consagrarte a la
meditación. Yo te daré un mantra y vendré a verte en unos años para ver cómo te va».
Entonces, el joven partió y se puso a practicar la meditación siguiendo las instrucciones
de su gurú. Su programa diario consistía en lo siguiente: por la mañana se levantaba,
lavaba su kupinam, lo ponía a secar sobre la hierba y empezaba su meditación. Después,
vestido con su único kupinam, iba al pueblo para mendigar su alimento; volvía para
comer y se sentaba de nuevo a meditar. Un día, una rata o un ratón hicieron agujeros en
su kupinam. Nuestro brahmachari estaba desesperado; era su única posesión. Lo
remendó como pudo y, mendigando su alimento en el pueblo, dijo a la gente que ya no
tenía kupinam. Los aldeanos le dijeron: «No pasa nada, vamos a darte otro kupinam». Así
fue. Él estaba totalmente feliz con su nuevo kupinam y retomó su programa diario. Unos
días después, se reprodujo la misma historia. De nuevo, un ratón hizo agujeros en su
kupinam; fue otra vez al pueblo y volvió a pedir un kupinam que los lugareños le dieron
con mucho gusto. Esto sucedió dos o tres veces. Finalmente, la gente se hartó y le
dijeron: «Baba, no vamos a darte todos los días un nuevo kupinam. Vamos a darte un
gato, te lo quedarás cerca, el gato cazará a los ratones y estos ya no vendrán a comer tu
kupinam». El brahmachari entonces se llevó su gato y los ratones se alejaron. Estaba
muy contento, su kupinam ya no era agujereado por los ratones. Pero, entonces se
encontró otro problema. Había que alimentar al gato, darle leche. Por este motivo,
cuando iba al pueblo, pedía a la gente: «Por favor, dadme también un poco de leche para
mi gato». La gente del pueblo le dio leche para el gato sin problemas. Esto se repitió
varios días durante una semana o dos y los pueblerinos acabaron por cansarse. «Eh,
160
Baba, no vamos a darte leche todos los días. Vamos a darte una vaca, tú la ordeñarás y
tendrás leche para alimentar a tu gato». Entonces se llevó la vaca, aprendió a ordeñarla y
así tuvo leche todos los días para el gato. Pero apareció un nuevo problema: había que
alimentar a la vaca. Cuando iba a mendigar, pedía a los aldeanos que le dieran heno para
alimentar a su vaca. Los lugareños le dieron al principio heno y después finalmente se
hartaron y le dijeron: «Eh Baba, no vamos a darte siempre heno. Hay tierras baldías
cerca de tu ashram. Cultívalas, vamos a darte trigo para sembrar, crecerá y tendrás trigo
para hacer tus roti (roti, torta de trigo), y tendrás paja para tu vaca». Él dijo que sí pues
era obediente y muy influenciable, como muchos brahmacharis y sadhus. Lo hizo,
recogió su trigo, sembró una parte de nuevo y empezó a almacenar la paja. Finalmente,
pasados unos años, no ya no podía hacer el trabajo solo y tuvo que pedir a los aldeanos
algunos hombres para ayudarle. Al principio, se los dieron pero después le dijeron:
«Baba, te vamos a dar una mujer, vas a casarte con ella, ella te ayudará, te dará hijos y los
hijos te ayudaran a su vez». Eso es lo que hizo y, poco a poco, su ashram se convirtió en
un gran propiedad con graneros para el heno y el trigo y obreros como en una empresa.
Un día vino su gurú. Vio la granja, con personas ocupadas por todos lados. Le preguntó a
un hombre: «¿Podría informarme? Yo había enviado un brahmachari aquí, ¿qué fue de
él?, ¿se marchó?» El hombre respondió: « No, no, es el que está de pie allí». El
brahmachari iba vestido como todo el mundo y daba órdenes a sus obreros. Su gurú se
acercó a él. Cuando el brahmachari le vio, cayó de rodillas y le dijo: «Guruji, mire, ¡todo
esto es por culpa de un kupinam!».
El poder de la compañía de los santos
Kabir vivió en Benarés en el siglo XV. Era de condición humilde y se paseaba vestido
como un pobre. Un día, un hombre rico, de carácter más bien violento y cruel, le
interpeló tomándolo por un porteador: «Eh tú, ven aquí, te necesito para llevar mi
cargamento». Kabir aceptó pero el rico le dijo: «Dime primero cuánto cobrarás – ¡Lo que
usted quiera! – Vosotros los porteadores decís siempre esto pero, al final, ¡pedís el doble
del precio! – El tema no es tan importante, dijo Kabir, pues en veinte minutos usted va a
morir, pero cuando vea a los ángeles de la muerte que le darán la posibilidad de tener
antes un día paradisíaco, ¡aproveche la ocasión! ¿Qué quieres decir? Lleva primero mis
161
cosas hasta mi casa y allí verás, por la paliza que te voy a dar, que no estoy muerto». Al
llegar a su casa, el rico cayó muerto en redondo. Los ángeles de Yama vinieron a buscarle
e hicieron el recuento de sus malas acciones en el Gran Libro; eran tan numerosas que se
dijeron: «Este es bueno para el infierno» pero echaron un vistazo a la página derecha del
libro y vieron que el rico había pasado veinte minutos con el gran santo Kabir. Por este
motivo, le dejan la opción de ir primero un día al paraíso o al infierno. El rico,
recordando el consejo de Kabir, eligió ir primero un día al paraíso. Allí, se reencontró
con Kabir que le enseñó el taraka mantra (el mantra que salva) y cuando los mensajeros
de Yama vinieron a buscarle, ya no pudieron hacer nada contra él.
Un ladrón convertido gracias a unos segundos de satsang
Un ladrón profesional se estaba haciendo mayor y decidió preparar a su sucesor. Le
enseñó a su hijo el oficio de ladrón y este se había convertido en un experto en la
materia. Como último consejo, el padre le había dicho: «Sobre todo, nada de satsang
(compañía de santos), eso podría arruinar tu carrera». El hijo había seguido
escrupulosamente este consejo excepto una vez en la que, pasando por azar delante de
una reunión, había oído al predicador decir: «Hay dos signos de autenticidad en la
aparición de un dios o de una diosa; su cuerpo no deja sombra y sus pies no tocan la
tierra». Un día, antes de intentar un robo realmente importante y arriesgado, fue a un
templo aislado dedicado a Kali, lugar de encuentro de los ladrones, y rezó así: «Oh
Madre, si haces que esta vez lo consiga, te traeré muchas ofrendas de diamantes, de oro
y de alimentos». Un segundo ladrón, de pequeña estatura, estaba al acecho en las
sombras y oyó la oración. Se dijo: «Voy a hacer un buen negocio. Una vez que haya
dejado sus ofrendas a Kali, las cogeré y me iré. Me voy a quedar esperando aquí». El
primer ladrón consiguió robar el tesoro que había codiciado pero, como por algo era
ladrón, olvidó su promesa a Kali. El segundo ladrón esperó mucho tiempo, se impacientó
y, finalmente, concibió un plan. Se disfrazó de Kali con toda la parafernalia necesaria: la
máscara con la lengua afuera, el collar de cráneos y el sable. Una noche se acercó hasta la
casa del primer tunante, llamó bruscamente a la puerta y se puso a gritar: «Eres un
ladrón, eres un ladrón. No has cumplido tu promesa. Voy a matarte a ti y a toda tu
familia». Cuando oyeron los gritos, la gente que rodeaba al ladrón se puso a salvo y él se
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quedó solo y dijo: «Por supuesto, por supuesto, voy a darte todo lo que es tuyo en
seguida; espera un segundo que encienda la luz». Una vez encendida la luz, miró a Kali y
vio que su cuerpo tenía una sombra. Echó un vistazo a los pies y vio que tocaban la
tierra. En el momento crucial, recordó las dos únicas frases que había oído en el satsang.
Entendió la situación y se puso a gritar: «¡Ayuda, ayuda, es un impostor! » El segundo
ladrón dejó caer allí mismo su disfraz de Kali, volvió sobre sus pasos y desapareció. El
primer ladrón había salvado así su riqueza y quizás incluso su vida. Después de esta
experiencia, se puso a reflexionar: «Si dos simples frases de satsang me han ayudado
tanto, seguramente obtendría mucho más si asistiera al satsang con regularidad». Así lo
hizo y su vida se transformó.
Es la fe en el mantra lo que hace efecto
Ma decía a menudo que lo más importante en el japa, la repetición del mantra, es la fe que
el discípulo tiene. Afirmaba incluso que cualquier mantra podía llevar a alcanzar la
Realización, si el discípulo tenía una fe intensa. Sobre ello, contaba la divertida historia
siguiente: Había una vez un discípulo que tenía una gran fe en su gurú pero que cuya
mente era un poco débil y el maestro no quería darle la iniciación. Sin embargo, este le
acosaba constantemente. Finalmente, el gurú le dijo: «Mira, cuando tenga un rato libre,
te daré la iniciación». Desde ese instante, el discípulo acechaba a su gurú para ver
cuándo estaría libre. Un día, vio a su gurú irse hacia el campo con una lota (pequeño pote
de agua). Viendo al maestro sentarse en un lugar aislado, se precipitó hacia él y le dijo:
«Guruji, ahora está libre. Deme la iniciación». El gurú se puso furioso y le dijo: «¡Esté
aquí o allá, ni siquiera cuando voy al baño puedes dejarme en paz! » El discípulo se
prosternó frente a él boca abajo (ashtanga pranam) y dijo: «Guruji, usted me ha dado la
iniciación». Y se puso a repetir: «¡Esté aquí o allá, ni siquiera cuando voy al baño puedes
dejarme en paz! ». Tal como recomienda la tradición, partió entonces a recorrer los
caminos, repitiendo su mantra con una intensa fe, respetando las reglas con convicción y
observando una absoluta castidad. La gente empezó a ver que la luz de su rostro tenía
cierta experiencia espiritual. Un día, llegó a un pueblo en el que todos estaban en duelo
porque acababa de morir el hijo del alcalde. Viendo su rostro un poco iluminado, la gente
se precipitó sobre él y le dijeron: «Guruji, resucite a este niño». El brahmachari
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respondió: «¿Cómo? No soy capaz de resucitar a un muerto… - Sí, sí que es capaz». Como
insistían mucho, él dijo: «Yo no puedo hacer nada pero como me obligáis, voy a recitar el
mantra de mi gurú». Se acercó al chico que había muerto y se puso a repetir: «¡Esté aquí
o allá…» y, cosa curiosa, el niño resucitó. Hubo una gran alegría en todo el pueblo y
cubrieron al brahmachari de regalos y de plata. Él dijo: «Yo no he tenido nada que ver…
Es mi gurú». Vaya a darle todo esto a su gurú. Los aldeanos se dijeron: «Si el discípulo
tienen este poder, el gurú debe ser verdaderamente extraordinario». Fueron a ver al
gurú para ofrecerle muchos regalos y este abrió los ojos sorprendido y dijo: «¿De qué se
trata? – Uno de sus discípulos ha resucitado a un muerto - ¿Yo? Yo no tengo ningún
discípulo así». Después de describirlo, él acabó por descubrir de qué discípulo se
trataba: «Oh, es él». Entonces lo hizo llamar y le dijo: « Tú, tú eres un verdadero
discípulo». En cada mantra hay tres elementos. Primero, la fe del discípulo es esencial.
Después, el poder del que lo carga el gurú, y en tercer lugar, el hecho de que sea un
mantra védico. Si los tres elementos se unen, el discípulo puede realmente hacer
milagros.
Adaptarse
Había una vez un rajá en un pequeño estado del Himalaya. Era un monarca absoluto que
era temido por su súbditos. El rajá tenía la costumbre de pasearse sin avisar por
cualquier lugar de su reino, acompañado de un pequeño séquito. Como toda la gente de
la montaña en esa época, iba descalzo. Un día, en curso de uno de sus viajes, se clavó una
espina en el pie. Furioso, llamó a sus ministros y les dijo: «¿Qué significa esto? ¿No
podíais haber hecho que limpiaran el camino hoy? Si esto se repite, os castigaré muy
severamente». Los ministros se asustaron e hicieron que limpiaran cuidadosamente
todos los caminos antes de que el rajá pasara. En otra ocasión, una piedra afilada cayó de
la colina e hirió al rajá en el pie. Entonces dijo: «Si esto continúa, os haré decapitar a
todos». Los ministros empezaron a tener mucho miedo. El primer ministro reunió al
consejo y se pusieron a discutir de lo que podían hacer para que el rajá no se hiriera más
los pies. Cada uno daba su opinión. Por ejemplo, movilizar a una gran parte de la
población para limpiar los caminos justo antes de que pasara el rajá, etc. pero ninguna
solución era perfecta, pues nunca podemos prever cuando bajará una piedra por la
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pendiente, o una rama con espinas de un árbol caerá en el camino… No encontraban
ninguna solución. Había un escribano que llevaba un rato haciendo señales de querer
hablar. Finalmente, el primer ministro le dio la palabra, diciendo: «Así que, ¿tienes
alguna idea?». Y él respondió: «¡Zapatos! »
Todo lo que hace Dios es para bien
Un rey tenía un visir que decía siempre: «Todo lo que hace Dios es para bien». Un día, se
fueron de caza con la corte y, al cabo de un rato, ambos se perdieron. Después de ir de
aquí para allá, el rey empezó a tener hambre y le pidió al visir que le encontrara alguna
fruta. Este vio un fruto en un árbol, trepó y se lo bajó al rey que, hambriento, sacó un
gran cuchillo que se le resbaló al cortar la fruta y, como consecuencia, se cortó un dedo.
El visir, tenía la costumbre de decir «Todo lo que hace Dios es para bien», sucediera lo
que sucediera. Y esta vez no fue diferente mientras curaba al rey, lo que hizo que este se
pusiera furioso. Lo despidió y el visir se fue diciendo: «Todo lo que hace Dios es para
bien». Algún tiempo después, el rey fue hecho prisionero por una tribu de salvajes que
querían ofrecer un sacrificio a su diosa. El rajá protestó: «¿Sabéis quién soy?» Los
salvajes respondieron: « Sí, un rajá. Mejor, así nuestra diosa estará contenta». Lo ataron
a un poste y el brahmin encargado del servicio se acercó con un cuchillo para cortarle la
garganta. De pronto, vio que tenía una venda en el dedo, la arrancó y, al darse cuenta de
que estaba amputado, dijo: «Este hombre no está entero; nuestras reglas nos prohíben
sacrificarlo». Entonces lo desataron y le devolvieron su libertad. El rajá partió hacia el
bosque pensando: «Después de todo, no habría tenido que echar a mi buen amigo el
visir». Cuando, por azar, se lo volvió a encontrar, le dijo: «Tenías razón, dices que todo lo
que hace Dios es para bien; si no me hubiera cortado el dedo, hubiera sido sacrificado
por los salvajes. No te tendría que haber echado». El visir le dijo: « Pero si todo lo que
hace Dios es para bien; si no me hubieras echado, ellos me hubieran atrapado también y
¡me hubieran sacrificado a mí!»
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El yogui y el jnani
Gorakshnath era un famoso hatha yogui, así como uno de los ochenta y cuatro
Mahasiddas y el patrón de Nepal. Un día, mientras estaba de viaje, se encontró con un
gran santo, un jnani llamado Brahmananda. Empezaron a hablar de sus respectivas
experiencias de yoga y de jnana. Brahmananda le preguntó a Gorakshnath: «¿Qué es lo
que has conseguido?» Gorakshnath dijo: «He conseguido el vajra-kaya, el cuerpo
indestructible, el cuerpo de diamante. Como prueba, dijo, sacando su sable y dándoselo a
Brahmananda (era costumbre de los Naths llevar un sable), intenta atravesarme».
Brahmananda intentó hacerlo pero era imposible porque su cuerpo era muy duro.
Entonces, Brahmananda le dijo: «Intenta a tu vez atravesarme a mí», y le devolvió el
sable a Gorakshnath, que no se atrevió a golpearle. Brahmananda le incitó y, finalmente,
Gorakshnath dio un golpe de sable que pasó a través del cuerpo de Brahmananda sin ni
siquiera tocarle. Brahmananda concluyó: « Kaya, tchaya », « el cuerpo es una sombra».
El último pensamiento antes de morir
Los sabios indios dicen que lo que condiciona la siguiente reencarnación es el último
pensamiento que tenemos en el momento de la muerte. Sobre este tema, Ma contaba esta
historia: había una vez una mujer que era muy avara. Tenía una tienda y cada vez que un
pobre venía a pedirle un poco de aceite, le respondía: «Ni una gota, ni una gota». El día
de su muerte, toda su familia estaba reunida a su alrededor y le aconsejaban que
repitiera el nombre de Dios, pero ella no escuchaba lo que le decían y todo lo que podía
repetir era «Ni una gota, ni una gota». En el Bhagavata Purana hay otra historia acerca
del último pensamiento en el momento de la muerte. Un brahmin tenía una conducta
relativamente virtuosa pero, un día, se enamoró de una prostituta. Se casó con ella y ella
cometió todo tipo de faltas e incluso delitos. Su hijo preferido se llamaba Narayan y, en el
momento de su muerte, tuvo un gran deseo de verle y se puso a llamar: «Narayan,
Narayan». Murió con este nombre en los labios. Los mensajeros de Yama vinieron a
buscarle pero, cuando se lo iban a llevar, vinieron también los mensajeros de Vishnu y
dijeron: «No, no, nos pertenece a nosotros. Ha pronunciado el nombre divino en el
momento de morir». Y lo llevaron al paraíso.
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La verdadera compasión
Había un famoso maestro zen que enseñaba diariamente a numerosos discípulos. Entre
ellos, se dieron cuenta de que había un ladrón. Los otros alumnos fueron a ver al
maestro y le dijeron: «Este es un ladrón, hay que expulsarlo». Pero el maestro hizo oídos
sordos. Tras varias peticiones, los discípulos, enfurecidos, hicieron una petición por
escrito al maestro en la que le decían: «Si no echa a ese ladrón, nos iremos todos». El
maestro les reunió y les dijo: «Amigos, sois grandes sabios, sabéis distinguir entre el
bien y el mal pero este pobre chico no sabe. Podéis iros todos, pero él, se queda
conmigo».
Más allá de la alabanza y de la crítica
Hakuin era un gran maestro zen que vivía sencillamente en una casita. Sus vecinos eran
unos pequeños comerciantes cuya hija, un día, quedó embarazada; furiosos, empezaron
a pegarla para que confesara quién era el padre. Después de resistirse, terminó diciendo:
« Hakuin ». Se fueron directos a su casa y se pusieron a injuriarlo. Hakuin preguntó:
«¿Qué sucede? – Has dejado embarazada a nuestra hija. – Ah, ¿si? » Los vecinos se fueron
y unos meses después la chica dio a luz. Los padres fueron a casa de Hakuin y le llevaron
al bebé diciendo: «Ahora ocúpate tú, es tu hijo. – Ah, si», exclamó Hakuin. Y con la ayuda
de los vecinos, le dio de mamar, ocupándose de él como era necesario. En el intervalo,
había perdido toda su reputación y nadie iba ya a verle. Pasado un tiempo, la hija que no
podía estar separada de su bebé, confesó la verdad a sus padres: En realidad, yo tuve
relaciones con el hijo de un pescador de los alrededores. Confundidos, los padres fueron
a deshacerse en excusas ante Hakuin y le pidieron que les devolviera el bebé. Él dijo:
«Ah, si», y se lo devolvió.
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CUARTA PARTE
REFLEXIONES SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE LAS TRADICIONES DE LA INDIA
CAPÍTULO I
MI TRÁNSITO DEL MAR ROJO HACIA OTRA TIERRA PROMETIDA: LA INDIA
Si es verdad que existen dioses o ángeles que observan los actos de los humanos, sin
duda se habrán preguntado: «¿Qué va a hacer este hombre mediterráneo entre los
descendientes de los rishis? Este devoto del “Dios celoso” ¿va a arrodillarse ante las
imágenes y los ídolos de la India? ¿No estaba escrito en las tablas que Moisés sostenía en
sus brazos: “No tendrás otro Dios que yo; no te arrodilles ante ellos y no les des tu
adoración”? » El pensamiento de la India es muy diferente al del Mediterráneo, existe
todo un universo entre ellos. Sus arquetipos, las impresiones almacenadas en su
inconsciente, ¿no son fundamentalmente diferentes ? Quizás tendrían razón. Sin
embargo, una vieja leyenda cabalista cuenta que existen en nuestro mundo treinta y seis
santos, santos perfectos. Y es por ellos que Dios se digna a preservar este mundo, tanto
tiempo como ellos estén aquí. Estos grandes santos provienen de diferentes razas y
religiones. De vez en cuando, se reúnen en concilio. Sin duda hay algunos hindús,
cristianos, judíos, musulmanes y budistas. No obstante, ellos no discuten de dogmas,
ninguno se opone a la religión de los otros, pues su fe es común: es la «religión de los
Treinta y Seis». Todos tienen un conocimiento que no está sacado de los libros y que no
se apoya en ninguna tradición, sino que está basado en una visión directa de la Gran
Realidad y no deja lugar a ninguna duda. « Si esto es así, preguntarán los ángeles, ¿para
qué ir a la India? » Porque los marcos de las religiones de Occidente aún están
demasiado cerrados. Cada una de ellas cree y predica que es la única que tiene la llave de
la puerta que lleva a lo Supremo. Quizás se pueden descubrir en sus libros sagrados
frases como: «Los justos de otras religiones serán salvados también». Quizás unos pocos
individuos consiguen una tolerancia religiosa que sobrepasa la simple condescendencia.
Pero en India, la «religión de los Treinta y Seis» es predicada abiertamente y aceptada de
168
todo corazón por la mayoría de personas cultas. En este país, se conoce como el Vedanta.
Se puede encontrar incluso en los Puranas y está codificada en las obras de
Shankaracharya.
Y más aún, se pueden encontrar santos que la viven y que han
realizado el objetivo supremo.
CAPÍTULO II
EXPERIENCIAS INDIAS. LOS GRUPOS RELIGIOSOS DEL HINDUISMO : PLURALISMO Y
TOLERANCIA
Las sectas de la India aparecen a primera vista, para un occidental corriente, como un
revoltillo inextricable. En Occidente, tenemos la costumbre de que las cosas estén bien
clasificadas, organizadas según su orden, claras y sistemáticas. Nuestras religiones
tienen sus dogmas bien establecidos, su clero organizado según jerarquías, sus jefes.
Pero nada es así en el hinduismo. Y esto es porque, en muchos aspectos, la estructura de
la mente hindú es totalmente diferente a la del occidental. El hindú medio está más cerca
de las fuentes de la naturaleza que el occidental civilizado. Si vemos cómo trabaja la
naturaleza, el crecimiento de un árbol, por ejemplo, vemos que implica un proceso, sin
prisas. Las ramas crecen sin simetría, después se cubren de hojas y de flores que van
apareciendo desordenadamente. Las formas geométricas, cuando existen, son siempre
imperfectas. Pero el resultado final es la majestuosa belleza de un gran árbol. El
hinduismo se ha desarrollado como uno de estos inmensos árboles banianos, de una
forma aparentemente anárquica y que desconcierta nuestra mente a primera vista. Pero
cuando lo estudiamos a fondo, nos damos cuenta de que a pesar de su diversidad
extrema, todas sus sectas forman un todo y hacen del hinduismo una religión completa.
Podríamos preguntarnos qué vínculo puede haber entre el dualismo de un
Madhvacharya y el monismo absoluto de Shankaracharya, o bien entre el naga que no
posee ni siquiera ropa para cubrir su desnudez, y el laico religioso que gasta una fortuna
en un maha-yajña. Pero todo esto se aclara cuando recordamos el principio del adhikarin bhéda, tan repetido por los sabios de la India. Este término es difícil de traducir
literalmente. Significa la discriminación entre aquel que está preparado y aquel que no
169
lo está. Pues la diversidad de los niveles intelectual y moral de los individuos es un
hecho que no se puede negar. Los mismos principios, los mismos dogmas, los mismos
objetivos no son válidos para todos. El hinduismo tiene en cuenta esta diversidad. Y cada
tipo humano, desde el campesino iletrado hasta el intelectual más evolucionado
encontrará su lugar, sus ritos, las enseñanzas que le convienen, etc. Aquel que está
preparado, el adhi-karin, podrá consagrarse directamente al brahma-jnana, el
conocimiento del Ser tal como lo enseña el Advaita Vedanta. Para los otros, habrá un
grado intermedio que les permitirá perfeccionarse según sus capacidades. Nadie exigirá,
por ejemplo, que un niño de parvulario entienda la filosofía de Spinoza. Primero
aprenderá el abc, a escribir, a leer, etc. después irá subiendo de clase en clase y
finalmente su formación será suficiente para permitirle su estudio. Desde el punto de
vista de las religiones occidentales, no existe más que una sola verdad, y propagar y
enseñar otra cosa sería un «pecado contra el espíritu», una falta grave. Así, si la verdad
es una, ¿por qué entonces los sabios de la India enseñan o toleran las doctrinas
imperfectas? Pero, «¿qué es la verdad? », como decía aquel romano tristemente famoso.
La verdad absoluta está más allá de los conceptos mentales. No se puede explicar ni
enseñar, pero podemos «realizar» por experiencia directa que no existe más que un solo
océano de «existencia-conciencia». El mundo, tal como se nos aparece, es una visión
falsa, una «visión prismática» que vemos así porque está refractada a través de la
pantalla de nuestras formaciones mentales. Nuestra mente es, en cierta forma, el mago
que hace aparecer el mundo fenoménico y oculta el real. Para aprehender la verdad, hay
que reducir la mente al silencio total. Así pues, todo aquello que puede ser comprendido
dentro del marco de los pensamientos y de las palabras es, por definición, falso. El
objetivo de la enseñanza religiosa, según los santos de la India, no es expresar la verdad,
puesto que ésta no puede ser atrapada por la mente, sino volver receptiva a la
personalidad ilusoria hacia una actitud que permitirá que sea borrada frente a lo real,
más allá de los pensamientos y de las palabras. Y la cáscara de esta personalidad
ilusoria, el ego, puede ser reducido de innumerables formas diferentes, según la
estructura mental de cada individuo. Es por eso que no hay que ver las agrupaciones
religiosas de la India como diferentes facciones religiosas opuestas entre ellas. Por
ejemplo, no es posible establecer un paralelo entre el shivaismo y el vishnuismo por un
lado, y el catolicismo y el protestantismo por el otro. En los entornos cultos, es frecuente
que los devotos rindan homenaje a Shiva, así como a Krishna, Rama y Kali. En muchos
170
templos –si por ejemplo el templo está consagrado a Shiva- podemos ver alrededor del
lingam central, imágenes de otras deidades. En los kirtans, se glorifican deidades de
sectas opuestas de forma igualitaria. Es cierto que existen todavía beatos celosamente
apegados a una sola deidad. Pero, incluso para ellos, el particularismo no va más allá que
para lanzar algunas ironías a los grupos rivales. Los grandes santos de la India han
realizado una obra considerable a favor de la reconciliación de los grupos religiosos –sea
Shankaracharya o, en tiempos modernos, Ramakrishna y su discípulo Vivekanandaenseñando que todas las deidades no son más que diferentes aspectos del mismo Dios
único. En muchas familias, cada miembro –si es sinceramente religioso- elige a menudo
como ishta-devata la forma que responde más a sus aspiraciones. Podría suceder, por
ejemplo, que el marido fuera devoto de Shiva, la esposa de Krishna y quizás uno de los
hijos de las imágenes de Durga o de Kali, sin que eso suponga para nada una causa de
fricción o de problemas entre los miembros de la familia. Existe pues, hoy en día, no solo
una cohabitación pacífica de las sectas, sino también una verdadera interpenetración de
los grupos en el marco de la sanatana-dharmai.
Entender la psicología de los hindús
La psicología de los bengalís y de los hindús en general, desconcierta a menudo a los
occidentales. Las diferencias de mentalidades entre India y Occidente han sido muchas
veces exageradas. No hace falta llegar a decir, como Kipling, que Oriente y Occidente no
podrán encontrarse jamás, pues los arquetipos fundamentales de la raza humana son los
mismos en todas partes, y las diferencias solo se manifiestan en ciertos puntos de
fricción. El «choque de las razas» es un mito creado por aquellos que no ven más que la
diversidad en la superficie y olvidan la unidad fundamental de todo aquello que respira.
Sin embargo, es preciso admitir que la estructura psicológica del hindú medio presenta
considerables diferencias con la del occidental. Hacer un estudio de psicología
comparada sobrepasaría el marco de este libro. No obstante, creo que este estudio
podría concretarse alrededor de tres puntos fundamentales que son, en cierta forma, los
centros de las principales divergencias entre los dos tipos de mentalidad.
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1. En Occidente, sobre todo después de la Revolución Francesa, la importancia dada al
ser humano en tanto que individualidad es primordial. El valor de un hombre se juzga
según su «personalidad», la autoridad que tenga sobre su entorno, su inteligencia, su
capacidad de mandar, de decidir, de organizar, etc. El individuo quiere ser un centro de
fuerza. Las cualidades que exaltan y afirman el valor personal del individuo son aquellas
que son especialmente admiradas. Pero en India, el sentido de la individualidad está
mucho más atenuado. Para las masas, por supuesto, el motivo es su modo de vida
primitivo, cerca del instinto gregario. Pero para las élites –y una civilización se juzga por
su élite- la causa es más profunda. Se encuentra en la enseñanza de los rishis de la India,
de los sabios antiguos y de los grandes sabios modernos, y esta enseñanza ha
impregnado muy profundamente la mentalidad hindú desde hace milenios. Estos sabios
enseñan que lo que llamamos nuestra personalidad, nuestra individualidad es un falso
«yo», un usurpador de alguna forma, que nos impide ser realmente felices; que nuestro
“yo” verdadero es esta conciencia impersonal que se encuentra en todos los seres. De
esto se deriva que las cualidades que expresan la supresión de la personalidad son
alentadas y admiradas. Por ejemplo, en India, la humildad atrae elogios. Así, un político
humilde y modesto, atrae más fácilmente la simpatía de las masas. No es extraño
encontrar personas que estén «orgullosas de ser humildes». En Occidente, fuera de los
círculos monásticos cristianos, la humildad suele ser mal vista. Se la considera como la
expresión de un complejo de inferioridad o de una falta de virilidad. El occidental recién
llegado a India, con su cabeza alta, su mirada orgullosa, su paso decidido, su tono tajante
chocará profundamente a un hindú que verá en todo ello la expresión de un egotismo
exagerado. Por el contrario, el hombre de Occidente mira con una sonrisa burlona,
incluso despreciativa, la actitud humilde de un hindú, su cabeza baja, su voz dulce. Pues
toma por servilismo o timidez lo que para un hindú es la expresión de una cultura
elevada. También es interesante comparar las reacciones de los dos tipos frente a la ira.
Tomemos por ejemplo a dos individuos que tienen una discusión. En Occidente, si uno
de ellos eleva el tono e injuria al otro, la respuesta vendrá como una escalada de
violencia: «Usted también lo es, señor», y la discusión se irá envenenando cada vez más
hasta que, a menudo, acaben llegando a las manos. Pero la reacción del hindú medio es
para nosotros extremadamente desconcertante. Si le decimos una palabra dura o airada,
lejos de sublevarse, se retirará. Sonreirá –a menudo con una sonrisa forzada- poniendo
cara de creer que el ofensor quería bromear. Empezará a dar explicaciones para
172
excusarse e intentará por todos los medios tranquilizar al colérico. Un Occidental
juzgará muy severamente esta actitud que considerará como cobardía, como una falta de
dignidad. Quizás lo sea en algunos casos, pero esta actitud se basa sobre todo en las
convenciones admitidas por la sociedad hindú acerca de lo que está bien y de lo que está
mal. Aquel que sufre de ira se perjudica a si mismo más que a los otros. Es como si
recogiéramos con la mano carbones ardiendo para lanzarlos a un adversario. La cólera
es una de las manifestaciones primordiales del ego, es por eso que es considerado sabio
tranquilizar a un colérico y, sobre todo, no dejarse contaminar por este vicio que –con la
lujuria y la avidez- es una de las «tres puertas del infierno».
2. Un segundo punto alrededor del que se concretan las divergencias psicológicas de las
dos culturas es el siguiente: en Occidente, la evolución del progreso material nos
encierra poco a poco en un marco y en unas condiciones artificiales que han enrarecido
nuestro contacto con la naturaleza. De ello resulta una mentalidad centrada alrededor
del pensamiento consciente y lógico. La parte dedicada al instinto y a su forma superior,
la intuición tiende a ser cada vez más minimizada. Por otra parte, el occidental culto
observa con desconfianza o desprecio las inspiraciones que vienen de esta fuente y, la
mayoría de las veces, las descuida. Las conexiones que le unen al subconsciente están
más o menos atrofiadas. Por el contrario, el hindú medio –sobre todo, el de los pueblos y
pequeñas aldeas- está muy cerca del tipo humano primitivo, pues vive más cerca de la
naturaleza y en condiciones que le recuerdan constantemente que es parte integrante de
su marco natural; por ejemplo, sus ritos religiosos están íntimamente mezclados con los
fenómenos naturales. Por la mañana, saluda al sol que se levanta, por la tarde, hace sus
oraciones mirando al sol que se pone. El mes empieza con la luna nueva, y la luna llena
es un día de fiesta, etc. Desde luego, las cosas han cambiado desde los tiempos védicos
en los que cada acto religioso era una comunión con el «Gran Todo» y cada fenómeno
natural era presidido por un déva. Sin embargo, el hindú ha conservado en su
subconsciente la costumbre de ver la naturaleza como algo vivo y consciente, animado
por dioses y espíritus, y en donde todo lo que existe es la expresión de una sola gran
fuerza consciente. En otras palabras, para utilizar el lenguaje del psicoanálisis moderno,
el hindú ha conservado el cordón umbilical que le une con las influencias del
inconsciente. Es por eso que la estructura de su ideario, el ritmo de su pensamiento son
173
a veces desconcertantes para un hombre de Occidente. Pues un hindú reaccionará a
menudo a las sugerencias del pensamiento instintivo. La importancia dada al
pensamiento claro y lógico cederá frecuentemente el paso a la impulsión emotiva o a
una inspiración que viene del inconsciente. Para un occidental, el hilo de sus ideas
aparecerá a veces confuso y falto de claridad, recordando quizás lo que se conoce como
el «pensamiento pre-lógico». Por el contrario, un hindú tachará, sin duda, nuestro
ideario preciso y racional de intelectualismo reseco.
3. Finalmente, un elemento capital que condiciona de una forma considerable la
psicología de los hindús es su temperamento fundamentalmente religioso y místico.
Para la mayoría de occidentales, la religión es un «producto de complemento», cuando
no es totalmente ignorada. Los hindús, por el contrario, están impregnados de religión
hasta la médula. Incluso aquellos que hacen profesión de ateísmo conservan sin
embargo esta marca en su subconsciente. Para el hindú religioso, los ritos y la vida social
están estrechamente mezclados. Sus pensamientos, su conversación y sus actos serán a
menudo una expresión de este temperamento místico-religioso. Por ejemplo, si ve un
espacio natural maravilloso, un bello paisaje, pensará automáticamente que es un lugar
ideal para construir un templo, mientras que las asociaciones de ideas para el occidental
son las de un casino o un hotel. Para muchos hindús, el espectáculo de la belleza
femenina evoca asociaciones de ideas religiosos, pues desde su infancia han estado
rodeados de imágenes de Durga, Kali, Sita, Radha, etc. y han aprendido a venerarlas
como expresiones de lo Divino. Es cierto que India –sobretodo las grandes ciudades- se
occidentaliza cada vez más, pero el inconsciente colectivo, los arquetipos de la cultura
hindú son sin duda casi los mismos que en los tiempos védicos. Además, la psicología
religiosa de los hindús es, en muchos puntos, diferente de la del hombre religioso de
Occidente. En las religiones de origen semítico, Dios y su devoto son considerados como
dos entidades totalmente distintas, y la devoción estará siempre más o menos mezclada
con el respeto o el miedo. Para un hindú culto, siendo lo Divino la esencia misma de todo
aquello que existe, se encontrará ante todo en su propio corazón y el acto de adoración
consistirá en una actitud de tierna familiaridad. Por otro lado, el hindú medio «diviniza»
fácilmente toda cosa y todo individuo sin, por ello, perder de vista su lugar en la vida
diaria. Por ejemplo, el huésped de paso es considerado sagrado. Es Narayana, un aspecto
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de lo Divino. El cabeza de familia, antes de servirle, hará a veces una puja (servicio
religioso) similar a la que hace al ídolo que recoge sus devociones diarias. Pero cuando
su séva termine, el huésped Narayana volverá a ser para él el miserable sin recursos. La
vaca es sagrada pero eso no impide a su pastor golpearla duramente cuando se aparta
demasiado de las tierras de pasto. El hindú religioso debe considerar a su esposa como
la encarnación misma de Lakshmi (un aspecto de la Divina Madre) y para la esposa el
marido es Dios mismo. Deben educar a sus hijos en un espíritu de seva a Gopala. Esta
actitud hacia la vida social y su obligación es desconocida para el hombre religioso de
Occidente. Así, el resultado será a menudo una incomprensión entre estas dos
mentalidades y numerosos malos entendidos, pues las palabras que utilizarán tendrán
un valor diferente para cada uno de ellos.
En recuerdo del «yogui desconocido»
Los templos de Madrás, como la mayoría de los templos de la India, son muy
frecuentados. Sobre las plazas de algunos de ellos, los sadhus se sitúan a derecha y a
izquierda y esperan limosna sin pedirla. Desde luego, la mayoría son hombres bastante
ordinarios y su vestimenta religiosa apenas puede ocultar su miseria interior. Sin
embargo, en esta masa quizás hay –ignorados y desconocidos- algunos grandes santos o
yoguis de talla excepcional. Es, en todo caso, una creencia muy extendida en la India que
grandes santos y yoguis van errantes por el mundo, disimulando fácilmente su identidad
y tomando los aspectos más desconcertantes. Los discípulos de Ramakrishna cuentan la
siguiente historia, de la que el maestro mismo fue testigo: sucedió un día que un sadhu,
un «loco de Dios», llegó al templo de Kali de Rani Rasmani, el templo de Dakshineshwar
donde vivía entonces Shri Ramakrishna. Un día, el sadhu no recibió su comida y, a pesar
de tener hambre, no la reclamó. Viendo a un perro que devoraba los restos de un festín
que habían sido tirados en un rincón, se acercó a él, lo abrazó por el cuello y le dijo:
«Viejo hermano, ¿cómo es que comes solo sin compartirlo conmigo?». Y, mientras
hablaba, se puso a comer en compañía del can. Cuando terminó su comida en esta
extraña compañía, entró en el templo de Kali y rezó con tal fervor que pareció que todo
el templo vibrara. Cuando hubo terminado sus oraciones y estaba a punto de partir, Shri
Ramakrishna dijo a su sobrino Hriday que cuidara al hombre, que lo siguiera y que
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intentara entablar una conversación para ver qué podía llegar a decirle. Hriday lo estaba
siguiendo a distancia, cuando el santo se giró y le preguntó: «¿Por qué me estás
siguiendo?», él respondió: «Venerable, deme una enseñanza». Y el santo contestó:
«Cuando el agua de esta laguna y el glorioso Ganges que está allí parezcan idénticos ante
tu mirada, cuando tu oído no perciba ninguna diferencia entre el sonido de la flauta y el
ruido de la multitud, entonces alcanzarás el estado del Verdadero Conocimiento».
Hriday volvió y repitió estas palabras al Maestro, quien hizo el comentario siguiente:
«Este hombre ha alcanzado el verdadero estado extático, el Verdadero Conocimiento.
Los siddha (los Perfectos) van errantes por el mundo, a veces parecidos a niños o a
espíritus impuros, o incluso a locos». En el patio de uno de los templos, alineado con
muchos otros, un sadhu llamó especialmente mi atención. Su rostro luminoso estaba
embellecido por una tierna sonrisa. Sus ojos estaban enrojecidos como sucede a menudo
a aquellos que practican una meditación intensiva. Me hubiera gustado decirle algunas
palabras pero, sin duda, el obstáculo del lenguaje hubiera hecho imposible cualquier
conversación. Yo le sonreí y él respondió a mi sonrisa…
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