Retrato realizado por Geneviève Koevoets (Mahâjyoti) VIJAYANANDA UN FRANCÉS EN EL HIMALAYA ITINERARIO CON MA ANANDAMAYI Textos recogidos y presentados por Vigyananand (Jacques Vigne) ÍNDICE Introducción Primera parte – Treinta años con Ma Anandamayi I. Ma Anandamayi : una introducción II. Imágenes de Ma III. ¿Quién era en realidad Ma Anandamayi? Segunda parte – Encuentros con santos destacados I. Krishnamurti II. Neem Karoli Baba III. Ramdas IV. Shivananda V. Los místicos. Los buenos y los menos buenos Tercera parte – Las entrevistas de Kankhal I. Ma y la transmisión espiritual II. Meditación III. Desapego IV. Respuestas diversas V. Ma y la enseñanza espiritual VI. Sadhana VII. El yoga y Occidente VIII. Historias Cuarta parte – Reflexiones sobre algunos aspectos de las tradiciones de la India I. Mi tránsito del Mar Rojo hacia otra Tierra Prometida : la India II. Experiencias indias 2 INTRODUCCIÓN “Un francés en el Himalaya” relata el itinerario de un médico nacido en los alrededores de Marsella, que viajó a la India en 1950 y que se quedó allí para siempre. Quería visitar a algunos maestros espirituales y encontró al suyo en la persona de Ma Anandamayi (1896-1982), una santa de origen bengalí. Tras una infancia religiosa, Vijayananda se volvió ateo en la adolescencia. Completó sus estudios de medicina a pesar de los embates de la Segunda Guerra Mundial y comenzó a practicar como médico de cabecera. Muy interesado por el budismo, decidió visitar Ceilán y, de camino, la India. Tras su encuentro con Ma en Benarés, anuló su billete de vuelta, vendió su consulta médica por correspondencia y comenzó, durante diecinueve meses, una vida de viajes siempre al lado de Ma. Empezó, después, a residir de forma más permanente en Benarés, donde pasó unos ocho años, y a continuación subió al ashram de Ma, cerca de la ciudad de Almora, al norte de Lucknow, en el Himalaya. Pasó, seguidamente, siete años en una ermita a 2000 m de altura, frente al paisaje de los grandes Himalayas y de un horizonte de nieves eternas que se extienden por más de trescientos kilómetros. Después de haber vivido durante los primeros años intensamente concentrado en Ma, evolucionó, con el beneplácito de ella, hacia una sadhana vedántica. Durante sus siete años de soledad, no se dedicó a leer sino que meditaba y caminaba por la montaña; permaneciendo frente al Absoluto. Vijayananda escribió algunos artículos sobre Ma Anandamayi y un libro que se publicó en India. Presentamos, en esta obra, la traducción de dichos artículos y algunos extractos de su libro. Hace bastante tiempo que Vijayananda no escribe pues opina que difícilmente se puede hablar de forma general sobre las cuestiones espirituales y que nada puede reemplazar la comunicación oral, en la que se puede responder a cada persona según su nivel y su pregunta: « dar de comer a aquellos que tienen hambre y de beber a los que tienen sed. » Aparte de algunos escritos que hemos podido recoger, no sin dificultad, Vijayananda fue siempre muy discreto, especialmente en vida de Ma. Ella no necesitaba la ayuda de nadie para transmitir la espiritualidad a aquellos que venían a visitarla. 3 Además, Vijayananda tenía una vocación especialmente abierta a la experiencia de la soledad. Creía en la acción realizada por los « santos escondidos » por el bien del mundo, y citaba sobre este tema, una tradición de la Cábala. Por otro lado, en el hinduismo, el sabio, en concreto el sabio vedántico, desarrolla el sentimiento intenso de la unidad de todas las cosas; y no tiene ninguna tendencia al proselitismo. Sin embargo, una vez que Ma abandonó su cuerpo físico, Vijayananda respondió con más frecuencia a las preguntas de los visitantes; actualmente tiene ochenta y dos años, y no tiene intención de desarrollar una escuela o una secta; sus palabras provienen realmente del silencio, tienen el peso de la experiencia; están dotadas de una energía particular que hace que tengan una fuerte tendencia a realizarse; al menos, esa es la experiencia que yo he tenido en los once años que hace que le frecuento. Nota del editor: Las palabras sánscritas utilizadas por el autor fueron traducidas y explicadas por él, a menudo varias veces, a medida que las utilizaba. Por eso, nos ha parecido superfluo añadir un glosario al final del texto. Los textos traducidos del inglés se deben a Jacques Vigne. 4 PRIMERA PARTE TREINTA AÑOS CON MA ANADAMAYI La primera parte sobre Ma Anandamayi será del interés de todos aquellos que quieren comprender, con palabras sencillas, lo que puede representar un santo visto de cerca; percibirán mejor cómo se puede unir la perfección de la humanidad con la perfección de la divinidad. El testimonio de Vijayananda tiene el interés de un documento de primera mano. Sus reflexiones me han inspirado la redacción de mi libro “El maestro y el terapeuta” (Jacques Vigne, Le Maitre et le Thérapeute, Albin Michel, 1991). Vijayananda aporta muchas precisiones concretas sobre los acontecimientos parapsicológicos que se desarrollaban alrededor de Ma y sobre la forma en la que deben ser interpretados. Los artículos sobre Ma fueron escritos para el público de la edición inglesa de Ananda Varta, el periódico de la organización de Ma Anandamayi. Es bueno que el lector español recuerde este hecho para recolocar en su contexto el estilo que ha utilizado Vijayananda que deja, a veces, entrever una emoción, una devoción intensa. Se da por sentada cierta confianza de base en Ma y en la veracidad de sus palabras. Esta confianza no fue el resultado de un acto de fe ciega, sino el resultado de un contacto directo y prolongado con Ma y la evidencia de su amor desinteresado por sus discípulos, incluso si este amor se manifestó, en ocasiones, bajo la forma de firmeza. 5 CAPÍTULO I MA ANANDAMAYI : UNA INTRODUCCIÓN Nacimiento y primeros pasos ¿Se puede hablar de nacimiento en el caso de aquella que en vida era ya una leyenda? Los humanos (y todo aquello que tiene nombre y forma en general) nacen, viven y mueren, después renacen según la inexorable ley del karma. Nuestros pensamientos y nuestras acciones dan forma a nuestra vida futura, y las condiciones fisiológicas y sociales en las que nacemos son el resultado de nuestras vidas anteriores. En términos técnicos esto se conoce como prarabdha-karma. Sin embargo, no es así en lo que concierne a Shri Ma Anandamayi, pues había expresado claramente en repetidas ocasiones que ella no había tenido una vida anterior y que, si había asumido un cuerpo humano, no era para recoger el fruto de un karma sino en respuesta a un anhelo colectivo de los humanos. No obstante, si nos limitamos al aspecto empírico de las cosas, diríamos que aquella que se convirtió más tarde en Ma Anandamayi (este nombre le fue dado por Shri Jyotish C. Roy, más conocido por el nombre de Bhaiji, uno de los principales discípulos de Ma. CF Bhaiji, Matri Darshan. En compagnie de Ma Anandamayi, ed. Terre du Ciel, 1996) nació el 30 de abril de 1896 en el pueblo de Khéora, perteneciente al distrito de Tripurah, al este de Bengala (hoy en día Bangladesh). Su padre Shri Bipin Bihari Bhattacharya, un brahmin del renombrado clan de Kashyapa, era respetado y amado por su rectitud, su honestidad y su espíritu de desapego. Su madre, Srimati Mokshada Sundari Devi tenía todas las nobles cualidades que hacen de la mujer hindú la guardiana de la antigua tradición. Antes y después del nacimiento de la niña, la madre tuvo a menudo el sueño de que los dioses y las diosas venían a hacerle una visita en su humilde morada y la iluminaban con su esplendor. Cosa curiosa, la niña, al llegar al mundo no lloró ni profirió sonido alguno, como hacen casi todos los recién nacidos. En relación a esto, Ma diría más tarde riendo: «¿Qué razones hubiera podido tener? Estaba viendo el mango a través de las grietas de la pared » (es decir, a través de las fisuras del muro de la cabaña hecha de bambú). Ma recordaba también un detalle que tuvo lugar algunos días después de su nacimiento, y que fue verificado, lo que nos permite afirmar que nació en plena conciencia del ser. La niña recién nacida fue llamada Nirmala 6 Sundari. Al crecer, demostró ser una niña totalmente fuera de lo normal, no diciendo nunca mentiras y obedeciendo a sus mayores de una forma tan escrupulosa que a veces llegaba a desconcertarlos. Su amabilidad y su tacto con cualquier persona le proporcionaba la amistad de todo el mundo. Su pasatiempo preferido era el canto religioso en compañía de su padre. A los trece años, la casaron con Shri Ramani Mohan Chakravarti, del pueblo de Atpara al este de Bengala, que fue conocido más tarde bajo el nombre de Baba Bholanath. Sin embargo, el matrimonio fue, en realidad, un matrimonio blanco, pues el nuevo marido comprendió muy pronto que su esposa no era un ser ordinario y sus relaciones con ella fueron de adoración, a menudo mezclada con temor. Más tarde, ella le dio la iniciación y se convirtió en sannyasin bajo el nombre de Tibhatananda. « Sadhana » Pongo la palabra sadhana entre comillas porque el término es incorrecto para referirse a Ma. Ella había dicho en repetidas ocasiones -y tan categóricamente que no puede quedar ninguna duda sobre este tema- que siempre había sido la misma desde la infancia, y que los cambios en su comportamiento no eran más que juegos superficiales, no habiendo afectado para nada a su estado real. Por lo que se refiere a su sadhana, Ma hablaba de «sadhana khel» (« juego de sadhana »), es decir, una actitud similar a la de un actor haciendo conscientemente un papel, o si se prefiere, la de un médico que se entretiene presentándose al examen de selectividad. Para que el juego estuviera completo, hacía falta –como Ma misma dijo- que su espíritu se cubriera momentáneamente de un velo de ajnana (ignorancia), que sin embargo nunca afectó al estado de Realización perfecta en el que ella siempre vivió. Esta sadhana empezó con una diksha (iniciación ritual) una noche en Jaulan-purnima (la luna llena anterior al aniversario del nacimiento de Krishna). Ma describió todos los detalles de dicha iniciación que fue realizada con la minuciosidad completa del ritual de la India tradicional. Sin embargo, fue hecha en un plano sutil, visible solamente para aquellos dotados de una visión astral, y el gurú no fue otro que el invisible y omnipresente Poder Divino. Después empezó una impresionante sadhana que provocaría vértigo a los yoguis más valientes. Todos los métodos de sadhana antiguos y 7 modernos –nos dice Shri Ma-, desde su alfa hasta su omega, es decir hasta su culminación (siddhi) fueron practicados por ella, algunos durante un tiempo, otros – como una película proyectada a velocidad vertiginosa- en espacio de unos pocos segundos. Shri Ma contó el motivo de esta sorprendente acrobacia espiritual: fuera quien fuera el sadhaka (practicante de un camino espiritual) que le pidiera consejo, fuera cual fuera la experiencia que le describía, ella podría ayudarle y dirigirle como una guía que indica al viajero los jalones de un camino que conoce perfectamente. Durante un periodo de varios años, aparecieron a través de la persona de Shri Ma Anandamayi todo tipo de manifestaciones extraordinarias.: bhavas, poderes y estados de samadhi. Aparecían sobre todo cuando Ma oía kirtans. Parecía entonces que un poder divino hubiera tomado posesión de su cuerpo y le hiciera moverse con una gracia sobrenatural. Bailaba, corría hacia el lugar donde se cantaba el kirtan, a veces animada por un movimiento ondulante, otras veces con una velocidad imposible de seguir con los ojos. A veces, su cuerpo rodaba por el suelo desde donde era llevada como una hoja muerta por el viento; otras veces aún, con una gracia extraordinaria, se mantenía en equilibrio sobre los dedos de los pies o danzaba. Además, a menudo, perdía la conciencia del mundo exteriores y se quedaba varias horas inmersa en la felicidad del samadhi. Fue también durante este periodo que se manifestaron poderes yóguicos que parecían desafiar las leyes naturales. Un día, su cuerpo se retrajo hasta el punto de convertirse en una minúscula masa de piel cubierta por ropa; otras veces, alcanzaba una estatura desmesurada; un día, fue envuelta por una aureola luminosa deslumbrante para la vista humana, etc. Hacia 1925 empezaron las reglas que restringían su alimentación, sin que su salud sufriera la menor modificación. Por ejemplo, durante un cierto periodo, no comía más que tres bocados de comida los lunes y los jueves, y el resto de la semana nueve granos de arroz. En otra época, durante varios meses, no comió más que un grano de arroz al día sin que su cuerpo se adelgazara lo más mínimo. Todas estas manifestaciones sorprendentes – incluso desconcertantes para un espíritu occidental parecen ser parte del sadhana khel del que hablaba Shri Ma Anandamayi. Yo conocí a Ma a principios de 1951, es decir, en una época en la que estas manifestaciones extraordinarias habían terminado. Así, yo explico lo que escuché, lo que leí y lo que oí de la propia Shri Ma. Sin embargo, la manifestación más extraordinaria que yo advertí en la personalidad de Shri Ma fue 8 también la más conmovedora: ella era especialmente natural y humana… supremamente humana. Su personalidad Si utilizo la palabra « personalidad » es sobre todo como concesión al lenguaje común más que en su verdadero sentido. Pues para tener una personalidad hace falta también tener un sentido del ego, algo totalmente ausente en Shri Ma Anandamayi. Además, se trata de describir aquí más bien una personalidad aparente, es decir aquella que podría ver un espectador aún inmerso en la dualidad. Pero la cosa no es tampoco tan sencilla como parecería a primera vista pues lo impersonal, cuando toma un aspecto personal, varía según el espectador que inconscientemente le impone sus propias limitaciones, que ha trazado a partir de sus aspiraciones conscientes o inconscientes. Dicho de otro modo, no se trata de describir aquí la personalidad aparente de Ma Anandamayi de una forma objetiva –lo que es imposible- sino tal como se apareció bajo el ángulo de visión del que escribe estas líneas. Así pues, imaginad una señora de más de ochenta años (pero que parecía mucho más joven), con una larga cabellera morena cayendo sobre sus hombros, excepto cuando la llevaba recogida en un gracioso moño sobre la cabeza, y que casi siempre iba vestida con un sari blanco impecablemente limpio. Decir que dicha mujer es aún bella sería ofender a los que insisten tanto en la evanescencia de las cosas de este mundo. El hecho es que en otro tiempo (las fotos dan fe, así como mis recuerdos) su extraordinaria belleza evocaba la belleza del más allá. Quizás era por este motivo por lo que sus íntimos –que, como muchos hindúes, piensan que la belleza física es uno de los atributos de lo divino cuando desciende a la tierra- vieron en ella la encarnación de la Madre Divina. Pero había algo notable en este rostro fino y aristocrático, en unos ojos que te miraban directamente a la cara. No era solo su mirada, que ninguna persona que yo conozca pudo sostener mucho tiempo sin bajar la cabeza, pues expresaba una dulzura en la que no había el menor rastro de debilidad o de problema y que evocaba la inmutable conciencia que es la fuente y el objetivo de todas nuestras aspiraciones pero también el terror de nuestro ego. No se trataba tampoco solamente de la expresión voluntaria de sus labios que revelaban una energía indomable y creaban un contraste remarcable en este rostro específicamente femenino. Yo quiero hablar de otra cosa. Desde mis primeros contactos con Ma, me quedé impresionado por su extraordinaria 9 facultad para modificar los rasgos de su rostro. Algunas veces parecía que –por algún tipo de mimetismo- se identificaba con su interlocutor. Otras veces, como si hubiera adivinado de un vistazo la circunstancia emocional fundamental de un discípulo, se le aparecía bajo el aspecto que le era más querido. Algunas veces, yo la vi tomar el aspecto de una chica joven de veinte años con una belleza radiante, y después, un cuarto de hora más tarde, el rostro cansado y fatigado de una mujer anciana, o bien la expresión viril de un hombre maduro, y otras veces incluso el rostro, los gestos y la risa de un niño. Hablaba mucho, sin ahorrar palabras. Su voz tenía un timbre musical que encajaba bien en el conjunto de esta personalidad en la que todo estaba en armonía. Para aquellos «que tengan oídos para oír» ella no decía más que unas pocas palabras pero de un valor tan profundo que había que saber sopesar. Para otros, hablaba a veces con gran abundancia de palabras. Había recibido solamente una educación primaria elemental y sin embargo debatía con los grandes pandits de Benarés sobre los temas metafísicos más arduos. Con pocas palabras sencillas, sabía aclarar los problemas filosóficos más complicados y, a menudo, sus respuestas entrañaban una convicción como si se tratara de un hecho evidente, pues su sabiduría no provenía de los libros sino de una visión directa de la verdad. Pero lo que impresionaba sobre todo de la personalidad de Ma Anandamayi era su resplandor de amor, un amor puro y luminoso que ennoblecía aquello que tocaba, lo divinizaba, y daba un nuevo valor a los individuos y a las cosas. Pero mejor que esto aún, ella conocía el medio, por no sé qué tipo de alquimia misteriosa, para abrir la fuente de amor divino que está en nosotros mismos. Y para aquellos que fueron tocados por su gracia, el camino espiritual se volvía fácil pues ella les había dado las alas del Amor divino, sin el que, incluso el vichara marga (el camino del conocimiento), no era más que una gimnasia intelectual estéril. Otro rasgo destacado de la personalidad de este Gran Ser era su sentido psicológico extremadamente afinado y su extraordinaria habilidad para tratar a los humanos. Sabía, cuando quería, estirar a voluntad las cuerdas de las marionetas humanas que somos. Pero las cuerdas respondían a una mano que conocía la compasión divina y que quería transformar a los títeres en seres libres y conscientes. Shri Ma había nacido, creció y vivió rodeada por los ritos de la tradición hindú antigua. Los recomendaba, los aconsejaba a aquellos a los que una vida religiosa podía servir de apoyo para las prácticas espirituales. Pero ella misma planeaba majestuosamente por encima del ritual como el águila mira, desde las montañas, cómo se mueven las gentes de la llanura. Ella no hacía ni puja ni meditación ni 10 práctica religiosa alguna, a menos que fuera a título excepcional, como una madre haciendo ver que se interesa por los juegos de sus hijos. Ella vivía de hecho constantemente en el sahaja avastha y se apoyaba en la roca inamovible del Absoluto. Su enseñanza Los profanos no están satisfechos si no pueden clasificar a un gran santo dentro de una categoría: este es –o era- un bhakta, aquel un jnanin, aquel otro un karma-yogui, etc. Pero el santo que alcanza la cumbre descansa en un terreno en el que se unen todos los senderos. Y se apoya sobre un camino concreto para guiar a sus discípulos, que será preferentemente (aunque no siempre) aquel que habrá recorrido para alcanzar el objetivo. Pero Ma Anandamayi –como ella decía a menudo- incluso aunque pueda parecernos extraño, nunca estuvo en estado de ajnana (ignorancia) y la perfección fue siempre su estado natural. Clasificarla dentro de una categoría sería pues una tentativa fútil. Su enseñanza iba dirigida a una gran variedad de personas. En su entorno había sadhakas que practicaban el vichara marga (el camino del conocimiento), bhaktas, shaktas, karma-yoguis; gente corriente que practicaba una disciplina espiritual, sadhus muy avanzados junto a personas que balbuceaban el abc del camino espiritual; hindús, algunos jainistas, cristianos y judíos; europeos y americanos. Pues ella era ante todo la Madre y no reservaba su enseñanza solo a unos pocos sino que quería salvar al máximo número de personas posible. Además, su enseñanza se adaptaba al nivel de evolución de cada individuo: para el adhikari (el sadhaka maduro) aconsejaba el camino del Advaita; para la gente sencilla, la adoración de una imagen, el japa, etc. Sin embargo, su enseñanza oral se limitaba estrictamente a la sabiduría de la antigua tradición hindú, el sanatana Dharma, y regresaba siempre al concepto central del Advaita. A menudo decía: «Conocer a Bhagavan (Dios) es conocerse a uno mismo, y conocerse a uno mismo es conocer a Dios». Su originalidad no provenía de la naturaleza de su enseñanza sino de su manera fresca, viva y espontánea de exponerla. Pues aquello que decía, aunque en perfecta concordancia con las Escrituras, no había sido elaborado en los libros sino que era la expresión directa de la Verdad. Su lenguaje era sencillo, sin palabras rimbombantes. No hacía discursos sino que respondía a las preguntas que le hacían. El tono de la conversación era jovial; nunca se sentía el aburrimiento que tan a menudo se da en las discusiones filosóficas. De vez en cuando, una historia divertida despertaba la 11 atención de aquellos que no eran capaces de ponerse al nivel de una discusión filosófica y un toque de humor delicioso o un estallido de una risa cariñosa nos recordaba aquello que ella exponía: «el Conocimiento Gozoso». Sus métodos La enseñanza esotérica no puede ser encerrada en palabras ni codificada en fórmulas pues es algo vivo que cambia con los individuos y las circunstancias. También la enseñanza oral de un sabio está lejos de ser esencial en su papel de guía espiritual, de gurú, pero ¿era Shri Ma realmente una gurú? No daba ninguna iniciación oficial, es decir, transmisión de un mantra con el ritual que le acompaña. Además, si nos atenemos al ritual tradicional, nadie (con la única excepción de su marido) puede pretender ser su discípulo. Cuando era necesaria o alguien pedía algo semejante a una iniciación, ella se la confiaba a menudo a su madre, DidiMa, que había tomado los votos de sannyasa, o bien enviaba al aspirante a otro gurú. Pero en el transcurso de los últimos años, los brahmacharis del ashram daban la iniciación en presencia de Ma. En efecto, para hacer el papel de gurú debe persistir un resto de ego, algo totalmente ausente en Shri Ma. Sin embargo, un número considerable de individuos recibieron de ella instrucciones regulares respecto a sus prácticas espirituales. Y, aunque ella no daba un diksha oficial, transmitía el poder espiritual y eso es la verdadera iniciación. Las personas que ella guiaba eran dirigidas hacia el florecimiento de sus propias tendencias espirituales y no según una línea impuesta por el gurú. Así que no podemos decir que Shri Ma tuviera métodos y técnicas propias y, no obstante, utilizaba una «técnica» (si me atrevo a utilizar esta palabra) que la caracterizaba y daba un sello especial a su enseñanza. Desde los primeros contactos con Ma Anandamayi, uno no podía evitar quedar impresionado por su extraordinario poder para atraer los corazones. Sabía reconocer de inmediato la circunstancia emocional dominante de aquellos que se le acercaban y, entrando en el juego, se volvía de alguna manera en aquella o en aquel que llenaba el vacío de sus corazones. A algunos se les manifestaba como una madre, a otros como una amiga, a otros como un niño. «Soy vuestra nieta», decía a menudo a las personas mayores que venían a verla. Creaba así un lazo de amor con aquellos que habían venido a buscar refugio a sus pies. Este lazo era a menudo muy poderoso y, frente a él, las atracciones mundanas marchitaban una a una. Pues este amor puro y luminoso proporciona un gozo 12 que ningún placer del mundo puede igualar. Y este amor, ella lo dirigía hacia lo Divino, pues provenía de lo Divino. En la vida cotidiana «Una actividad intensa y, en medio de dicha actividad, la calma eterna»: así se podría definir la actitud de Shri Ma en la vida cotidiana. La organización que lleva su nombre y que ella dirigía comprende casi treinta ashrams, así como inmuebles construidos para uso de Ma en casas particulares. En pocas ocasiones se quedaba más de un mes en el mismo lugar. Viajaba sin cesar, como lo hicieron antiguamente el Buda o Shankaracharya, e iba a difundir la palabra, su luminoso amor a todos aquellos que lo necesitaban. En todas partes las multitudes –a veces inmensas- se presentaban para obtener su darshan. Pero para ella no eran multitudes anónimas, pues en cada individuo sabía reconocer lo Divino. Nadie le era indiferente, y todos aquellos que se le acercaban recibían algo de este maná divino, en la medida en la que eran capaces de asimilarlo. Cuando viajaba –y era muy a menudo- iba acompañada de un número más o menos grande de sadhus y de brahmacharis. El ruido y la agitación de las estaciones, la multitud que se apretaba frente a su compartimento en casi cada estación, gente que se enojaba, otros que se alborotaban, el cansancio de las noches pasadas en el tren, pero ella siempre con esa sonrisa que reposaba en el infinito… y la gran calma eterna. A veces, sus días estaban tan saturados que uno se preguntaba cómo un ser humano (¿pero era ella realmente un ser humano?) –aunque fuera impresionante- podía ser capaz de contener todo eso sin rechistar. Un día tenía lugar la inauguración de un templo o una gran fiesta religiosa (Durga-puja, Shivaratri, etc.) que ella presidía; en otra ocasión, era invitada por un mahatma y se sometía a una apretada agenda; o bien había un Bhagavata sapta o incluso el Samyam sapta anual, las agotadoras ceremonias con motivo de su cumpleaños, y otras muchas cosas. Jamás se la veía perder su templanza, ni siquiera un segundo, o incluso ponerse nerviosa, sino que manifestaba siempre una dulzura y una bondad infinitas. A menudo pasaba quince días o más en uno de sus ashrams, fuera Benarés, Vrindavan, Dehradun o Calcuta. Algunos son imponentes construcciones con sus dependencias, y en todos habitan sannyasins o brahmacharis, pues la castidad absoluta es una condición indispensable para ser admitido en cualquiera de estos ashrams. Pero ella no descansaba e incluso cuando lo hacía , en ocasionales intervalos, no era más que 13 un reposo relativo pues siempre tenía una enorme correspondencia a la que debía responder, los problemas del ashram, el darshan para los visitantes, etc. Que una persona pueda soportar, sin fatiga aparente, una actividad tan intensa es sorprendente, pero lo que lo es todavía más es que no solo se ocupaba de los detalles más minuciosos sino que todo lo que hacía llevaba el sello de la perfección. Tanto si eran los detalles de una puja que organizaba, las instrucciones para la construcción de un templo o de un ashram, o bien sencillamente un plato delicioso que se preparaba ella misma. Nunca olvidaba a nadie, incluso cuando las multitudes estaban compuestas por miles de personas. Un visitante que entraba en su casa era despedido en el momento exacto; una solicitud de entrevista privada era concedida a una hora adecuada, etc. Ella parecía estar plenamente identificada con cada circunstancia y vivía intensamente en el momento presente. Cada persona que tenía una petición recibía una atención total, como si solamente él existiera en ese momento. Si alguien se encontraba en dificultades, ella estaba totalmente presente para resolver sus problemas. Así, nos demostraba que en la vida cotidiana podemos participar en el rol de la actividad a la perfección, apoyándonos en lo Supremo. Ma dejó su cuerpo físico pero su presencia está siempre en nosotros. Aquellos que fueron tocados por su gracia no podrán olvidarlo jamás. 14 CAPÍTULO II IMÁGENES DE MA Mi primera impresión Es una tarea difícil intentar dar a un lector que solo tenga curiosidad, si no es indiferente, una idea de lo que para ti es lo más precioso, la joya de las joyas. Se deben evitar dos peligros: el primero es el de dar rienda suelta a tu corazón, escribir un registro tan entusiasta, tan extravagante que el lector tenga la impresión de encontrarse frente a un desequilibrado mental o, al menos, una persona demasiado sentimental, y en consecuencia hojeará el artículo con una sonrisa llena de conmiseración e ironía. El otro peligro será obligarte a quedarte completamente frío y desapegado, escribir como un observador imparcial. Eso será aún peor, pues no se puede hablar de ella, la encarnación misma del Amor Divino, como si tratáramos un problema científico. Es por eso que voy a tratar de contener mi corazón, sin por ello reducirlo a un silencio absoluto. No me gusta mucho hablar de mi mismo, sin embargo, todo lo que puedo hacer es explicar la historia, la forma en la que entré en contacto con Ma. Es imposible, en efecto, describirla objetivamente: ella es diferente para cada uno de nosotros. «Soy todo lo que pensáis que soy», decía ella a menudo. Era la tarde del 2 de febrero de 1951, alrededor de las seis, cuando la vi por primera vez en su ashram de Benarés. Tras haber cogido «provisionalmente» a un sustituto para mi consulta médica, partí de Francia en busca de un guía espiritual de ese país que ha iluminado el mundo desde tiempos inmemoriales. Mi primer destino fue la Ceilán budista y después fui subiendo por la costa este de la India y había llegado a Benarés el día antes. Cansado y decepcionado, casi convencido de que había viajado en vano y decidido a volver a Francia, había ya reservado plaza en La Marseillaise que partiría de Colombo el 21 de febrero. Me preguntan a menudo cuál fue mi primera impresión de Ma, la que hizo que decidiera abandonarlo todo –familia, amigos, profesión y riquezas- para seguirla; por qué la seguí, efectivamente, como una sombra esos once últimos meses; por qué, a pesar de no entender lo que decía, me pasaba horas a sus pies sin dejar de mirarla. Es muy difícil responder a estas preguntas. No es que le falten palabras al lenguaje sino porque una misma palabra no significa lo mismo para diferentes personas, a menos que todas ellas hayan vivido la sensación 15 correspondiente a dicha palabra. Así, podemos también, utilizando comparaciones, intentar hacer comprender a un niño francés cómo es exactamente el sabor de un mango. Incluso dedicándole muchas horas, no se hará más que una idea muy vaga y también, con toda probabilidad, falsa. Tras todas estas reservas preliminares, voy a intentarlo. ¿Cuál fue, entonces, mi primera impresión? Era la tarde del 2 de febrero, me encontré frente a una mujer de cincuenta y cinco años que no aparentaba su edad, siempre bella. Pero no fue en ese momento cuando me di cuenta de su belleza. Fue más tarde cuando realmente tomé conciencia de ella. Todavía puedo verla, fijando sus ojos en mí, con esa mirada singular que parecía abrazar todo mi destino. Esa misma noche, alrededor de las diez, me concedió una entrevista que duró más o menos veinte minutos. Supuestamente, ella iba a responder a mis preguntas pero yo no tenía ninguna. Yo solamente quería tener un contacto espiritual. Ella parecía ser el pensamiento divino encarnado. Fue ella quien hizo las preguntas, claras, precisas, yendo directa al corazón de las cosas, tocando exactamente los puntos que me afectaban, pero esas palabras no eran más que un juego superficial. Durante esos veinte minutos, me inspiró algo que estaba destinado a durar mucho tiempo, que dura todavía… Volví al hotel Clark tras haber obtenido su palabra de poder ir a vivir al ashram a partir del día siguiente. Yo estaba en un extraño estado. Mi corazón estaba entusiasmado, desbordante de exaltación y de gozo. Era el estado de una persona que acaba de encontrar aquello a lo que aspiraba ardientemente desde el fondo más profundo de su corazón. Su imagen no me abandonó, incluso por la noche, y el solo hecho de pensar en ella me llenaba los ojos de lágrimas. ¿Qué fue exactamente lo que me pasó? Mi sentido crítico, que había sucumbido en la primera ola, se despertó el tercer o cuarto día: «Cuidado, me dijo, has caído en las manos de una gran maga. Te ha lanzado un hechizo para reducirte al estado de esclavo sumiso». Y empecé a estar a la defensiva, a combatir su influencia –bastante débilmente, lo confieso, por que ¿cómo se puede luchar contra el amor? No existe un poder en el mundo más poderoso que el del amor. Pero, ¿qué tipo de amor era ese? No iba dirigido a la mujer. No tiene nada que ver con el amor que uno puede sentir por una mujer. Como por una extraña alquimia, todas mis potencialidades de afecto, todo lo que uno puede amar y admirar en el mundo, todo eso, yo lo había trasladado a ella. Pero, al mismo tiempo, ese amor pasó a ser tan puro, tan sublimado que se fundía en el Absoluto, que intensificaba enormemente la llamada de este último, llamada que yo siempre había sentido. Todos los apegos del mundo perdieron su atractivo, y la ascensión espiritual 16 pasó a ser más fácil después de que ella me hiciera el regalo de las alas del amor. En una sola y única persona, todo aquello que uno puede amar, admirar, respetar y adorar se identifica con el sadgurú, el Señor; pues esos once meses pasados cerca de ella me convencieron que era el Dios mismo, encarnado en el cuerpo de una mujer. Yo pensaba que ese amor (estoy obligado a utilizar esa palabra a falta de una mejor, aunque no expresa exactamente lo que quiero decir) desaparecería o al menos se atenuaría con el tiempo. Y lo que pasó fue lo contrario; no hace más que intensificarse. De hecho, el amor es como esas antiguas ciudades enterradas: cuanto más hondo se cava, mayores maravillas se encuentran y van saliendo a la luz. Hubo algo que me impactó desde el primer día y es la atmósfera de milagro en la que uno se va adentrando cuando está con Ma. En Europa (y sin duda también en la India), la palabra « milagro » implica algo que es diferente, una ruptura de las leyes de la naturaleza, algo que nos impacta por imposible, por absurdo. Pero esto es solo la dimensión objetiva, grosera de las cosas. El aspecto sutil, subjetivo es muy diferente. ¿Qué me importa que un yogui haya caminado sobre las aguas o volado por el aire? El verdadero milagro es cuando aquello que uno necesita, aquello que uno desea con pasión, o tibieza, aparece en el momento justo en el que lo necesita. Y aún mejor, cuando eso llega, no es solamente como lo deseaba sino como lo hubiera querido ver venir desde lo más profundo de su corazón. Me pareció haber sido guiado hacia un trayecto sembrado de obstáculos por la mano de la madre más amorosa, por una madre todopoderosa. A medida que vas avanzando, ella quita todas las espinas, todas las piedras del camino y, si es necesario, te coge y te ayuda a atravesar en sus brazos. Y todas las circunstancias se ajustan y se adaptan ellas mismas con una precisión maravillosa, sin obstáculos. « Coincidencia », pensé al principio. Pero una coincidencia que sigue repitiéndose cotidianamente no puede llamarse así. Y todo ello sucede sin violentar aparentemente las leyes de la naturaleza, pues el Señor no tiene necesidad de transgredir las leyes, Él es la Ley. ¿Debería dar ejemplos? No, pues aquellos que han vivido cerca de ella ya lo han comprendido. Ella es como el Ganges, su mismo contacto purifica. En su presencia, uno mejora constantemente, no por la supresión de sus faltas: la misma falta es sublimada y se convierte en una ayuda para buscar lo Divino, y ella no parece notar, o no quiere hacerlo, las caras oscuras del individuo. Ella solo ve las caras luminosas, realzadas considerablemente por su gracia divina. Todos los jivanmukta (los liberados en vida) dan a grandes rasgos el mismo mensaje; y Ma Anandamayi no es la excepción a esta regla. Sin embargo, es un aspecto que ningún otro 17 sadgurú ha presentado anteriormente, al menos que yo sepa, excepto quizás Shri Krishna: pienso en su poder para atraer el corazón de los seres humanos. Para algunos, y es la mayoría, ella es la Madre llena de amor y de ternura, para otros una amiga y una hermana mayor, o incluso su hija. Para otros, más avanzados espiritualmente, es el gurú o un aspecto de Dios: Durga, Krishna, etc. Y no es solo en la imaginación de los bhakta que ella representa estos diferentes aspectos, es su apariencia física, su comportamiento, su voz que son de hecho transformadas y adaptadas al papel que ella desea interpretar. Para ilustrar esto, me gustaría mencionar un pequeño incidente sorprendente del que fui testigo. La ocasión era la última fiesta de JanMasthami, el nacimiento de Krishna, en Benarés. La habían vestido como Shri Krishna y podíamos ir a verla. Yo iba con ciertas reservas, cierta irritación pues no me gustan los disfraces, pero cuando la vi, comprendí que no se trataba de un disfraz. Su rostro, aunque aún podía reconocerse, se había transformado totalmente. Resplandecía con una belleza divina, una calma y una dulzura verdaderamente sobrenaturales. Ella era realmente una con Shri Krishna. Este es uno de muchos ejemplos. Este contacto de amor y afecto se convierte, de alguna manera, en el cebo que atraerá a quien tenga la gran suerte de conocerla, dejando de lado todo apego a las cosas mundanas. En efecto, será transformado y orientado hacia lo Divino. ¿Qué podría añadir? ¿No había prometido limitar mi efusividad? Quizás hubiera sido mejor que hubiera imitado a aquel amigo que, cuando le pidieron que escribiera un artículo sobre Ma, respondió: « Lo único que puedo decir es Ma, Ma Ma ». Espero que estas pocas líneas no sean totalmente indignas de ella pues no tienen otro objetivo que ser un testimonio humilde del amor, de la veneración y de la gratitud que yo le profeso. Fe y dudas Shraddha, la fe : fe en el gurú, fe en las Escrituras, fe en la eficacia de las prácticas espirituales, es una calificación que todo aspirante en el camino espiritual debe tener. Para la gran mayoría de sadhakas, esta fe tiene su centro en la jnana-murti, la forma del Conocimiento, el aspecto físico del gurú. Pero no debemos cometer el error de tomar esta confianza por aquello que denominamos « fe ciega », esa creencia que se basa en las convicciones de otras personas, padres, profesores, amigos… con la resolución de no abandonarla, incluso si no se corresponde con los hechos reales o si es contraria a la razón. La fe no puede basarse únicamente en la razón, en los procesos del intelecto. 18 Buddhi, la inteligencia, es la creadora de todo nuestro mundo mental; sus creaciones están basadas en la ilusión y son susceptibles de hundirse como una casa construida sobre la arena. No hay duda de que la fe que proviene de una percepción directa es real, pero, por supuesto, está mucho más allá de las posibilidades del sadhaka. La fe que tenemos en el gurú, en Ma, empezó para la mayoría de nosotros por una experiencia intuitiva que nos reveló en ella lo sobrenatural. Esta experiencia suele ser el punto de partida, la semilla del « árbol de la fe ». En algunos casos, la primera experiencia es tan conmovedora que asegura inmediatamente una convicción intuitiva firme, y los procesos de duda en el espíritu serán totalmente impotentes contra ella. Para otros, esta experiencia, a pesar de haber dado un fuerte impulso al espíritu, no ha reducido al silencio el proceso de duda ni la actitud crítica. Para una tercera categoría de aspirantes, el primer contacto con Ma no tiene nada de espectacular pero despierta simplemente el interés por saber más. Dichas personas necesitan más tiempo, a veces años, para que su fe madure. Sin embargo, ella penetra en el espíritu lentamente pero de forma segura. De hecho, independientemente del enfoque, hay tres elementos que deben combinarse para que el sadhaka común pueda ser establecido en shraddha. El primero, el más importante, es la experiencia intuitiva. Sea cual sea su tipo y su intensidad, está basada en el reconocimiento de nuestra naturaleza real, reflejada por el aspecto físico de Ma. En general, es transitoria, kshanik, como un abrir y cerrar de ojos y no puede ser experimentada en el nivel discursivo de la mente. A veces, puede incluso ser olvidada pero el hecho de que su fuente resida en la eternidad hace que no pueda ser borrada nunca y que se mantenga muy viva en las profundidades del subconsciente. El segundo elemento proviene de nuestra naturaleza emocional, que intenta traducir la experiencia inexpresable y única en términos de experiencias pasadas. Esta es la razón de la intuición de lo real que da lugar al apego que tenemos por Ma como por una madre, un gurú, etc. En tercer lugar, la mente discursiva produce el elemento que se convertirá en los cimientos de esta construcción de nuestra fe, pues no podemos aceptar como definitivo más que aquello que es razonable, aquello que ha sido pensado a fondo y no es contrario a lo que hemos oído o aprendido de nuestros mayores o de nuestra experiencia personal. Todas las cosas, en este universo manifestado, están bajo la influencia de los dvandva, los pares de opuestos, y de las tres gunas, las tres cualidades de la naturaleza. En otras palabras, el crecimiento de la fe está sujeto a fluctuaciones que dependen de aquella de las tres gunas que predomina en un momento dado. Es por eso 19 que la duda, lo contrario de la fe, aparece automáticamente y pone a prueba nuestra fe para saber si está construida sobre cimientos inquebrantables. Si este no es el caso, se desmoronará; pero si es sincera, se mantendrá firme contra viento y marea y saldrá de dificultades aún más fuertes. Algunos extractos de un diario –escrito en 1951-1952, después de mi primer darshan de Ma, en febrero de 1951- pueden, me parece, servir como ejemplo, entre miles de otros, de la forma en que nuestra fe en Ma se despierta y debe atravesar severas tempestades, los fuegos cruzados de las dudas, para resurgir finalmente victoriosa. Este diario fue escrito de forma espontánea, como uno se entretiene con su propio yo cuando sabe seguro que nadie más será testigo de su apasionamiento. - Pondicherry, 22 de enero de 1951 He decidido dejar el ashram el martes por la mañana y viajar por Calcuta, Benarés, Almora, Rishikesh, Agra, Delhi, Bombay, Kanhangad y Madrás, hasta Colombo. (No había ideas preconcebidas respecto a Ma Anandamayi). - Benarés, 21 de julio de 1951 A veces, una duda terrible se apodera de la mejor parte de mi. Este amor inmenso, ¿es realmente tan diferente del amor que sentimos por una mujer? Por supuesto, ahí no hay lugar para pensamientos negativos. Es un amor absolutamente puro pero, sin embargo, siempre personal y limitado. Y a pesar de todo, perfecto; como un perfume emanando de su frasco, parece invadir a todos los seres y fundirse en la búsqueda del Absoluto… Cómo me había desviado de las resoluciones firmes de mi vida anterior, que habían representado hasta ahora mis reglas básicas de conducta: libertad absoluta en uno mismo, ser mi propio refugio, mi propia ley… Perdí esta libertad y me convertí en discípulo, quizás del más maravilloso gurú, pero discípulo al fin y al cabo. A veces, me invadía de nuevo nostalgia de las montañas y tenía ganas de irme a un lugar solitario en los Himalayas y de concentrar mi espíritu en el Absoluto puro, excluyendo cualquier otra cosa. Cuando llegué a India, yo seguía el camino del budismo theravada que insiste mucho sobre el hecho de ser autosuficiente y que no admite la necesidad de un gurú. Pero en algunos otros momentos, la certidumbre de estar en el buen camino era tan 20 fuerte que no había cuestionamiento ninguno. De todos modos, el espíritu tiene diferentes estados y he decidido registrarlos por escrito para ser más claro conmigo mismo. (Hay aquí un buen ejemplo de la alternancia de la duda y de la fe según las fluctuaciones de las tres gunas. Cuando domina sattva, es evidente que estamos en el buen camino y el hecho de cuestionarse parece absurdo. Cuando rajas prevalece, el ego sustituye a la cabeza y se lamenta por su libertad perdida. Cuando tamas predomina, uno duda del grado de pureza de su amor por el gurú). - Bhagalpur, 29 de julio de 1951 Mi amor y mi veneración por Ma son tan grandes que querría que ella fuera como un diamante perfecto que, examinado bajo todos sus ángulos a través de una lupa, no muestra el menor defecto. Pero, ¿quién soy yo para atreverme a juzgar a este gigante de la espiritualidad? Solamente un jivanmukta puede juzgar a otro jivanmukta; y, desgraciadamente, yo estoy muy lejos… Un día que estaba paralizado por la duda, Ma dijo sencillamente en respuesta a otra persona (yo nunca le expresé mis dudas ni le hice ninguna pregunta) que era imposible para un shishya (discípulo) juzgar a su gurú, igual que un estudiante no es capaz de juzgar el saber de su profesor. Estoy seguro de que tiene razón. - Hazaribogh, 1 de agosto de 1951 (A veces, el gurú, para evaluar nuestro progreso, provoca circunstancias que hacen tambalear violentamente nuestro espíritu hasta sus mismos cimientos. Estas líneas han sido escritas después de la tempestad). Me pongo a pensar que es ella quien ha querido y creado toda esta tormenta interior, como la gran maga que ciertamente es. El ego tiene maneras sutiles para recuperar las riendas que le han sido retiradas. Solamente el gurú puede liberarnos de las garras de este tigre feroz que es el sentido del yo. - Benarés, 13 de agosto de 1951 (De nuevo, las nubes de tamas han oscurecido el horizonte). He escrito. Estoy cada vez más decidido a marcharme. De hecho, soy como un peregrino en la montaña, que se 21 encuentra de repente envuelto por una niebla espesa. No sé si estoy en el buen camino o si me voy a precipitar por el abismo. Esta vía es realmente tan peligrosa como el filo de una navaja. - Benarés, 14 de agosto de 1951 La duda es algo terrible. Se ha desencadenado en mí desde hace unas tres semanas más o menos, un tiempo muy largo. Si no puedo recuperar mi seguridad, será mejor que me vaya… - Benarés, 17 de agosto de 1951 La crisis no ha acabado del todo. De hecho, ¿de qué se trata exactamente? Algunos incidentes que se repiten frecuentemente me hacen dudar de que Ma sea realmente, como yo creía, mi gurú, alguien más cercano que tu propio corazón. ¡Ay! ¿Dónde han huido el abandono completo y la fe absoluta que me poseían hace solamente un mes? - Benarés, 25 de agosto de 1951 La crisis de duda ha desaparecido por completo como por encanto sin que haya sucedido ningún acontecimiento especial. Pues, en realidad, hay algo que cuando sucede –y sucede muy a menudo- no deja lugar a dudas ni discusiones. Tiene la evidencia indiscutible de lo que experimentamos a través de la percepción directa. De lo que hablo aquí es difícil de definir y, de hecho, indefinible. (La guna ha cambiado; sattva ha expulsado a tamas con todas sus nieblas y oscuridades). - Vindyachal, 22 de octubre de 1951 De nuevo, la duda me asalta… Esa cuerda en la que yo tenía plena confianza, con la que me iba a lanzar para atravesar el abismo, será necesario que pruebe su solidez, estirarla cada vez más para ver si se rompe; y si se rompe, me libraré de un gran peligro. Si el lazo que me une a Ma es aquel que une al gurú y al discípulo, entonces es indestructible y 22 resistirá todos los ataques, tempestades y ciclones… « pues uno no puede ser separado de su propio Ser... » - Benarés, 30 de octubre de 1951 Cuando aparece la duda, supone una caída, un descenso al nivel del pensamiento discursivo. Si mantengo siempre mi consciencia en el presente, la duda no podrá surgir. - Rajgir, 18 de diciembre de 1951 (De nuevo tamas…) Acabo de releer lo que escribí el 22 de octubre. Hubiera podido escribirlo hoy, pues representa exactamente mi estado de ánimo actual. Todo esto es muy difícil de comprender. Me muevo como un ciego que tropieza en la oscuridad, siempre con el riesgo de caer. - Rajgir, 25 de diciembre de 1951 Cada vez que la tensión me parece demasiado grande y que voy a tener que dejar a Ma, las cosas vuelven a ponerse en su sitio de una manera o de otra, como por arte de magia. (El cambio de las gunas que, durante un tiempo, gobierna el espíritu puede cambiar completamente a este último. Con cada cambio, emergen diferentes aspectos de la personalidad). - Rajgir, 27 de diciembre de 1951 El amor de Ma ¿no es acaso la Gracia Divina pura y nada más? Esta gracia es un bien poco común; no se puede simplemente coger como la fruta de un árbol, se debe merecer. Una vez que se recibe, uno debe aprender a conservarla, cultivarla y cuidarla como una joya preciosa, pues puede ser perdida fácilmente, robada por el demonio de la duda en un momento de descuido. Una simple mirada hacia atrás, hacia lo profano, hace que salga volando como un pájaro asustado. 23 - Puri, 26 de enero de 1952 Cuando releo mi diario, me doy cuenta de que da la impresión de que dudo de Ma la mayor parte del tiempo y que estoy siempre a punto de marcharme. Pero, de hecho, la duda aparece en contadas ocasiones, como una excepción por llamarlo así –lo habitual son los periodos de fe y de amor intensos. Pero durante estos periodos de felicidad profunda, no tengo necesidad de escribir; no escribo habitualmente sino cuando estoy lleno de dudas, abatido y deprimido. - Anandakashi, 20 de abril de 1952 Cuando releo estas notas, me pregunto cómo ha sido posible que me haya cegado tanto la estupidez… - Anandashram, 14 de octubre de 1952 Tengo actualmente la certeza de que el lazo que me une a ella no podrá romperse jamás, como no se pueden romper los parentescos físicos que te unen a tu madre. Pues ella es mi madre espiritual; es ella quien me ha dado a luz en este nuevo mundo. Y este lazo en más fuerte que cualquier otro parentesco físico. - Hacia 1952 (fecha incierta) Pueda yo, cuando la ceguera y la estupidez me oscurezcan de nuevo, releer estas líneas y recordar. 24 El carácter compasivo de Ma Hemos escuchado a menudo a Ma decir que no va a ningún lado y, sin embargo, la vemos viajar de un lado a otro. Ella lo penetra todo, y está por lo tanto en todas partes, en todo momento. Su cuerpo, sus movimientos no tienen significado para nosotros. Ma nos ha asegurado que no nos abandonará nunca, vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos, pues ella es la Conciencia Divina que lo penetra todo, para la que no hay limitaciones ni de espacio ni de tiempo, para la que la palabra « imposible » no tiene significado. Sin embargo, para la mayoría de nosotros, este conocimiento se queda al nivel de las palabras. Muchos lo repiten simplemente porque lo han oído. Pero aquellos que, durante un largo periodo, han vivido bajo la dirección de Ma, han experimentado la bendición de su presencia de diversas formas y entienden que su gracia y su amor divino son idénticos, tanto si estamos físicamente lejos como cerca de ella. Pero nuestra mente es como un niño tonto al que se debe repetir la lección sin cesar porque continúa olvidándola, hasta que haya entrado en su cabeza. En algunos momentos, sucede algo que hace que en nuestras mentes poco inteligentes penetre profundamente el hecho de que la Madre está siempre con nosotros, que reside en nuestro propio corazón, guiándonos constantemente, apartando los obstáculos y salvándonos de los peligros. Este es el tema que quiero desarrollar ahora, en relación a dos incidentes. 1 En 1954, las fiestas de aniversario de Ma tuvieron lugar en el ashram de Almora. Yo vivía entonces en el ashram de Varanasi y desde allí iba a ir a Almora para asistir a las ceremonias. Habiendo pasado ya tres años, tenía la suerte de vivir bajo la dirección personal de Ma. Durante la primera mitad de este periodo, había viajado constantemente con ella, acompañándola allá dónde iba. Abandonarla, aunque fuera un solo día, era para mí una fuente de sufrimiento insoportable. Es la forma en que Ma nos atrae primero hacia su presencia física, con el objetivo de privar a nuestras mentes de todo apego mundano. El amor por Ma purifica la mente y el corazón, despierta y desarrolla considerablemente nuestro deseo por lo Divino. Aquello que no puede alcanzarse más que con años de lucha, de práctica del pranayama, de japa, de búsqueda 25 del Ser es alcanzado en poco tiempo, por así decirlo sin esfuerzo, con un amor puro e intenso por Ma. De hecho, un amor puro, intenso, desinteresado por Ma es, en sí mismo, una poderosa sadhana. Este amor debe ir extendiéndose progresivamente hacia la presencia que todo lo penetra. Así, Ma nos conduce paso a paso. Algunos caracteres pueden, de hecho, sentir a Ma más cercana cuando están lejos de ella y esto puede parecer paradójico pero puede ser explicado así: cuando estamos físicamente con Ma, su dulzura, su amabilidad, su sencillez infantil pueden hacernos olvidar a veces su divinidad. Cuando nos alejamos, si el espíritu es capaz de elevarse por encima de los aspectos físicos, tenemos quizás más oportunidad de captar «Aquello» que reside en el corazón. Pero debería retomar el hilo de mi historia. Durante la segunda mitad de los tres años que pasé viajando con Ma, no podía soportar estar sin ella ni siquiera intervalos cortos de tiempo. Nunca, que yo recuerde, estuve sin su darshan durante más de un mes. Cuando llegué a Almora para las celebraciones del aniversario, el deseo de la presencia física de Ma reapareció más fuerte que nunca. El amor infinito del gurú es verdaderamente diferente de aquello que habitualmente llamamos «amor». El amor real no conoce debilidad. Puede parecer incluso duro, sin piedad. El niño grande estaba apegado a sus juguetes de bebé y la Madre sabía sin ningún tipo de duda que había llegado el momento de que se desprendiera de las costumbres de niño. La habilidad de Ma para reconocer el momento psicológico oportuno es muy conocida. En cierto momento, me hizo prometer que me quedaría en el ashram de Almora durante un año entero, sin viajar a ningún lado. Un año entero sin ver a Ma, me parecía una eternidad. Antes, incluso tras quince días de separación, contaba los días y esperaba su regreso. Ese verano, Ma se quedó más de dos meses en Almora. Durante su estancia, se realizaron numerosas mejoras en el ashram, pero demasiado pronto llegó el fatídico día de la partida de Ma. Me puse de pie, al borde de la carretera, mirando su coche listo para partir. No podía creer que Ma, conociendo mi estado mental, pudiera dejarme atrás durante un periodo tan largo. Antes de partir, me llamó, me dio su bendición y pronunció algunas amables palabras de consuelo. El coche bajaba por la carretera de Kathgodam y yo lo seguí con los ojos hasta que desapareció. Todo tipo de ideas pueriles atravesaban mi mente. Pensaba que solo se trataba de una prueba a la que Ma me estaba sometiendo y que pronto vendría alguien para decirme que me uniera a ella, pero el tiempo fue pasando y nadie vino. Mi mente fue invadida por la tristeza como el cielo por las nubes. Me sentía abatido, deprimido, desesperado. Evidentemente, yo no estaba 26 obligado a continuar quedándome allí, nunca había visto a Ma forzar a nadie. Hubiera podido seguirla fácilmente por la llanura y, probablemente, ella hubiera resuelto la cuestión riéndose, como de hecho había sucedido en ocasiones anteriores, y ella hubiera esperado una mejor ocasión para dejarme solo. Pero esa vez yo había dado mi palabra y, además, en el intervalo, mi mente había madurado y yo comprendía que tenía la necesidad de practicar la sadhana y de llevar una vida de soledad. Así, intentaba distraer mis pensamientos de su fijación dolorosa y me mantenía ocupado continuamente en un trabajo u otro. Durante la estancia de Ma en Almora, yo había ocupado provisionalmente una habitación cerca del depósito del templo de Patal Devi, pues todas las habitaciones del ashram estaban ocupadas. Ahora, tenía que ir a instalarme allí. Me puse pues a arreglar y preparar mis cosas, pero la pena no me abandonaba. Fui ascendiendo lentamente por el camino que llevaba al ashram. El cielo estaba de un azul inmaculado, el aire era fresco y ligero. En las llanuras, me iba diciendo a mí mismo, debe hacer un calor aplastante, una atmósfera saturada de humedad. Aquí, en Almora, tenemos el silencio tranquilo de las montañas del Himalaya en su sublime belleza. En las llanuras, hubiera estado inmerso en el ajetreo y el bullicio de las ciudades. Viajar con Ma significa tener que soportar todo tipo de dificultades prácticas. Aquí, tenía todo lo que me hacía falta, como si estuviera en mi casa. Pero, ¿de qué sirve el bello espectáculo, el clima fresco, el confort material y todo el resto, cuando te falta la felicidad principal, es decir, aquello que yo encontraba en la presencia de Ma y que no dependía de ningún factor del entorno? Con los ojos llenos de lágrimas, miraba la maravillosa cadena montañosa. De pronto, me sucedió algo extraordinario. Todo mi ser fue inundado de gozo. ¡Ma estaba ahí! ¡Ma estaba ahí, presente frente a mí! Sin embargo, no era su forma física… Pero, ¿cómo describir aquello que no puede ser explicado con palabras? No había forma y no obstante yo podía ver claramente su largo cabello negro que flotaba en las crestas de las montañas. No había rostro pero podía percibir su dulce sonrisa divina que llenaba mi corazón con un gozo y una paz inexplicables. Yo estaba allí, clavado en el suelo, como un niño pequeño, observando con asombro y admiración su rasgos majestuosos. Ella estaba a la vez fuera y dentro de mi. Verdaderamente, ella era mi fuerza vital, mi prana que había tomado una forma. No se oía ningún sonido pero, en las profundidades de mi corazón, comprendí el significado de su silencio. Me decía: «¿Por qué te lamentas, insensato? No me he marchado lejos de ti; estoy siempre contigo, presente para siempre en tu corazón; soy tu verdadero Ser». Esta experiencia solo duró unos minutos pero fue 27 suficiente para dispersar las nubes que me sumergían en un estado miserable, para apartar la niebla espesa que había oscurecido mi comprensión. 2 No es solo en los momentos de angustia cuando Ma está presente. Ella está siempre atenta, incluso en aquello referente a los pequeños detalles de la vida cotidiana. La historia que viene a continuación es un ejemplo de la forma en la que a veces nos damos cuenta de ello. Sucedió en el ashram de Varanasi. En la época de esta historia, algunas grietas amenazantes habían aparecido ya en el vestíbulo, bajo la terraza que daba al Ganges. No podíamos utilizar más el vestíbulo para las reuniones y se prohibía a los visitantes que bajaran por las escaleras. Solamente un pequeño número de residentes ocupaban algunas habitaciones de ese lado. Yo resultaba ser uno de los privilegiados. Digo «privilegiado» porque tenía la suerte de vivir en soledad, en medio de este ashram lleno de gente. Mi habitación, que daba al Ganges, estaba cerca de Anandamayi Ghat. En el silencio de la noche, me sentaba a menudo en el vestíbulo, cerca de la ventana que se abría sobre el río. Cerca del ashram, en la parte superior del ghat, hay un pequeño templo dedicado a Ganesh. Cada año, la comunidad de pescadores que vive en el vecindario organiza una ceremonia que dura cinco días. Para esta ocasión, se erige una plataforma sobre el ghat. Se instala una gran tienda con bellas decoraciones. Cada tarde, tras la jornada laboral, los fieles se reúnen en esta tienda (pandal) y cantan kirtans o recitan las Escrituras hasta bien entrada la noche. Durante una de estas noches, yo estaba sentado como siempre en el vestíbulo que dominaba el río. Ma no estaba en Varanasi en ese momento. Yo podía oír claramente todo lo que se decía o se cantaba en las ceremonias del ghat; a menudo, los sadhaka que están siempre comprometidos en prácticas espirituales se vuelven muy sensibles a los ruidos y a las vibraciones que les rodean. Pero en este caso, el alboroto de la ceremonia no me molestaba en absoluto, mientras era de naturaleza religiosa. Por el contrario, me hacía feliz y apreciaba el nama-kirtan y los bhajan, pero otro tipo de ruidos me molestaban, a veces considerablemente. Esa noche, podía darme cuenta de que el ambiente de la plataforma iba cambiando poco a poco. No podía comprender las 28 palabras de los cantos pero las entonaciones y las risas del auditorio me daban la impresión de que la celebración había pasado a ser otra cosa más secular. Quizás no hacían daño a nadie y mi impresión era errónea pero esa noche yo estaba especialmente sensible y me sentía muy incómodo. En un acaloramiento de la oración, me dije mentalmente: «¡Ponerse a cantar de forma tan vulgar en la ciudad santa de Kashi, en las riberas del Ganges, cerca del ashram de Ma Anandamayi! ¡Deberían al menos cantar el maha-mantra! » Tan pronto como esta oración tomó forma en mi mente, oí un fuerte sonido -podría incluso decirse que «vi» el sonido. Es un hecho reconocido que sonido y forma están íntimamente ligados. Existe un nivel de percepción en el que los dos se mezclan. El sonido que yo había escuchado no venía de una voz humana, tenía su propia personalidad viva. Llegó como una gran ola desde la terraza del ashram, se esparció por el vestíbulo y finalmente envolvió la plataforma de debajo en la que continuaba la ceremonia. Aunque la ola no tenía forma definida, yo sentí que estaba en cierta manera ligada a la presencia física de Ma. La ola de sonido pronunció solamente una vez « Hari Bol» (que quiere decir: « Repite el Nombre del Señor»), pero no con el tono en el que Ma solía cantar estas palabras. Aquí, la voz era potente y estricta, como un reproche o un mandato severo. Tan pronto como la ola precipitó sobre la plataforma, la concurrencia dejó de cantar instantáneamente. Durante varios minutos, reinó un silencio absoluto. Después, sin transición alguna, se pusieron a cantar: « Haré Ram, Haré Ram, Ram, Ram, Haré, Haré», que es el segundo verso del maha-mantra. Continuaron así durante un tiempo, sin cantar el primer verso: « Haré Krishna... ». Después, más tarde, cantaron «Sitaram, Sitaram» y si no recuerdo mal, todo el resto de la noche se consagró a cantar el nama-kirtan. Mi oración era infantil y apenas merecía una respuesta tan sobrenatural. Pero fue probablemente uno de esos momentos psicológicos, un instante de conjunción durante el cual la lección, tan frecuentemente olvidada, podría marcar profundamente la mente del niño antes mencionado. 29 El aspecto físico de Ma El poder inescrutable al que llamamos Shri Ma Anandamayi se manifiesta en sí mismo a través de un aspecto físico que no es más que una pequeña parte, y sin duda ni siquiera la más importante. Ma ha dicho en repetidas ocasiones que es omnipresente, que ella nunca va ni viene a ningún lugar, que nunca nació, etc. Así, es evidente que ella no es su cuerpo físico y esto me parece no ser más que un instrumento que constituye un vínculo entre nosotros y el poder divino. Algunas personas pueden preguntar cuál es la utilidad de un elemento tan limitador como el cuerpo físico, si el poder de Ma es omnipresente, está más allá del espacio y del tiempo, y listo para ayudarte, como tanta gente ha experimentado, tanto si estás cerca como si estás lejos, sea cual sea la lejanía. Además, la devoción que tanta gente siente por la presencia física de Ma, ¿no será engañosa, una especie de moha (apego)? Ante todo, debo responder que aquellos que están libres de todo tipo de apegos, que son nirmoha, son de hecho santos realizados. Para todos los otros, la devoción a un ser como Ma es el apego más elevado posible sobre la tierra y consumirá a su momento todos los otros tipos de moha. « Gracias al moha por este cuerpo (es decir, por ella misma), todo otro tipo de apego se desvanece», escuché decir a Ma un día (cuando cito las palabras de la Madre, les doy el sentido en la medida en que me acuerdo y fui capaz de comprender, y no sus palabras exactas). Es importante destacar aquí que una encarnación divina es de una gran utilidad para todos los seres encarnados. Este apoyo se manifiesta de muchas maneras y yo escribiré solamente sobre algunas de ellas que pude entrever con mi punto de vista limitado. No tengo la intención de hablar aquí de su papel principal, que es evidente para todos, es decir de sus palabras que proporcionan una luz decisiva sobre los sujetos espirituales, su dirección, sus consejos preciosos para los sadhaka, ni de su acción como gurú que no depende de su forma física. Me limitaré a ciertos otros aspectos menos aparentes, aunque muy importantes. En el reino del ahamkara, del ego, en el que vivimos la mayoría de nosotros, no existe el amor real. En aquello que conoce el ahamkara, lo más cercano es moha, el apego. El amor real presupone la disolución, la desaparición del ego. Ahora bien, la raíz de todas sus acciones es el instinto de conservación, todos sus pensamientos giran alrededor de la protección del cuerpo y su bienestar. Para liberarse de las garras del ego, es necesario en primer lugar resistirse a sus condicionamientos y, con este objetivo, cultivar las cualidades puras, el daïvi-sampa. 30 1 Todos hemos leído sobre satya (verdad), ahimsa (no violencia) y escuchado muchos discursos y buenos consejos sobre el tema, pero ver siempre estas cualidades en un ser vivo que las expresa en los detalles de su vida cotidiana es, seguramente, algo muy distinto. A través de la forma física de Ma, todas estas cualidades resplandecían con el brillo de la perfección. Si no hubiera sido así, ¿cómo iba a haber tanta gente que se sintiera atraída por ella? ¡Qué poco frecuente es encontrar a alguien que esté completamente libre de todo tipo de miedos! Pero abhaya no es posible realmente más que cuando uno no percibe ya nada como diferente a su propio Ser. Los mismos dioses están sometidos al miedo, y las Upanishad dicen, por ejemplo, que es debido al miedo que Agni arde. Yo que tuve la suerte de vivir bajo la dirección de la Madre, jamás pude hallar en sus rasgos el menor rastro del miedo. ¡Qué gozo admirar la expresión de un rostro como aquel! Ahimsa, el hecho de no deparar perjuicio a ningún ser viviente, es más común. Ma nos muestra con su propio ejemplo cómo puede practicarse perfectamente en la vida cotidiana. No matar a ningún ser viviente es un deber obvio para un sadhaka, pero no hacer daño a nadie, ni de palabra, por acción o por omisión, incluso en pensamiento o por la simple presencia, es realmente mucho más difícil. En innumerables ocasiones pudimos observar la delicadeza con la que Ma se comportaba para evitar causar el menor daño, la menor ofensa a través de su propia persona o a través de la de un devoto. Recuerdo haber visto un día en Solan que Ma cambiaba el trayecto habitual de su paseo de la tarde para evitar molestar al pasar a un perro acostado. Un día, un asistente que había ahuyentado al perro fue reprendido: «¿Por qué lo ahuyentas? », dijo la Madre, « está aprovechando que la tierra está fresca». En numerosas ocasiones, algunos brahmachari que habían pegado o incluso intentado pegar a un perro veían cómo Ma les pedía que hicieran pranam al animal, para implorar perdón al Señor que habitaba en el perro. Satya, la veracidad, significa, según he oído decir a Ma, no pronunciar ninguna mentira, ni con palabras, ni con signos ni por omisión. Ella añadió que si uno pudiera practicar una veracidad tal durante un periodo de doce años, todo aquello que pudiera llegar a decir a partir de entonces se haría realidad. Ma insistía mucho en la importancia que tenía decir la verdad en cualquier circunstancia. No hace falta decir que ella misma nos daba un ejemplo vivo de la forma en que satya puede 31 ser desarrollada hasta la perfección suprema. Aparte de su omnipotencia, esta única virtud sería suficiente para asegurar que todas sus palabras son verdaderas. En lo que se refiere a akrodha, la ausencia de ira, seguramente no hace falta precisar que Ma jamás entraba en cólera y no se podía encontrar en ella tampoco el menor signo de irritación o de impaciencia. Ma está en contacto con cientos, miles de personas de todo tipo, por temperamento o medio social. De vez en cuando aparecen personas que actúan con falta de cortesía o dicen palabras sorprendentes en presencia de un ser tan grande. Pero cuanto más basta es la conducta de estas personas, más radiante es la sonrisa de la Madre y más gentileza y amor hay en sus respuestas. A menudo ofrece más atención a sus agresores que al resto de la gente. Es como si actuara como un buen médico, que dedica más cuidados a sus pacientes gravemente enfermos que a aquellos que solo tienen una tos o un simple resfriado. Todo el mundo sabe que Ma no hace discursos o conferencias, pero responde a las preguntas que se le hacen sobre temas espirituales. La mayoría de la gente escucha con una atención fascinada las palabras de Sabiduría Divina que salen de sus labios pero, a veces, algunas personas se dejan llevar por su necesidad de hablar e interrumpen la conversación de la Madre para hacer observaciones que se inventan o preguntas tontas. Ma no solo no los rechaza sino que jamás muestra el menor signo de impaciencia. Abrevia, normalmente, sus propias explicaciones y, después de haber escuchado con interés y una sonrisa llena de amor las palabras del inocente que la ha interrumpido, intenta clarificar sus dudas con un amor y una paciencia infinitas que seguramente no se encuentran en otros seres humanos que enseñan. ¿Qué más se puede decir sobre las cualidades divinas que se revelan a través de la forma física de la Madre, esta encarnación de Sabiduría y de Amor «puro como el sol»? Si continúo escribiendo, nunca terminaría… 2 Realmente, el camino de la sadhana no es fácil, es «como el filo de la navaja», dicen los sabios. La principal dificultad reside en el hecho de que la buena vía es difícil de encontrar y más aún de conservar, mientras que las falsas o las semi-verdaderas seducen normalmente con más facilidad. Frecuentemente sucede, por supuesto, que la mente del sadhaka se extravía. No hace falta decir que siempre le es posible pedir el 32 consejo de Ma, pero muchas veces no se da cuenta de que va por mal camino. Hay muchas cosas que no se pueden expresar con palabras, pero la presencia física de Ma tiene una cualidad especial. Las sombras de la noche no persisten frente al sol del amanecer y, por su sola presencia, muchas personas han visto resueltos sus problemas psíquicos. La persona que está desmoralizada recupera la confianza en sí misma; aquel que tiene miedo, siente renovado coraje para hacer frente a la batalla; otro, que tenía la mente sucia por sus apegos mundanos, es purificado como si se hubiera bañado en el divino Ganges; otro más que estaba estancado por la falta de energía, siente el impulso de un incremento de fuerza que no puede tener una causa natural; a veces, un obstáculo en el camino se funde como la nieve al sol. Aquello que estaba torcido se endereza, la confusión se aclara, las impurezas son limpiadas. Tal es el poder que irradia su presencia física. 3 El resultado de nuestras acciones, nuestro karma-phala, a veces se atraviesa y nos bloquea el camino hacia futuros progresos, o si la ruta no está totalmente cortada, el progreso se ralentiza enormemente como la carreta que avanza con gran dificultad a causa del exceso de peso. En algunos momentos, podemos superar los obstáculos kármicos por nuestros propios esfuerzos, pero a menudo la tarea es demasiado ardua y nuestro destino puede estancarse o incluso truncarse si la gracia de Ma no interviene. La forma física de Ma no ha sido creada a causa de un prarabdha karma, como ya hemos dicho. Ella es capaz, si lo desea, de utilizar su cuerpo con el fin de absorber parte del karma de otros. La fatalidad del karma no reside totalmente en las circunstancias favorables o desfavorables a las que estamos sometidos. En toda circunstancia, existe un núcleo central que consiste en variaciones de la vibración pránica y que se manifiesta fundamentalmente como placer o sufrimiento. Las condiciones externas y nuestras reacciones mentales, es decir, el conjunto de nombres y de formas (nama-rupa), son ilusorios y dependen esencialmente de nuestra creencia en su realidad. Aquel que lo sabe y es maestro, puede reducir al mínimo los efectos kármicos, es decir, cualquier enfermedad física o pránica temporal. Nosotros no somos capaces, evidentemente, de realizarlo, pero Ma puede, y mucho más allá de lo que podamos imaginar. Para ella no es 33 un problema en absoluto, como nos sucede a nosotros, reducir el nama-rapa o traducirlo, según el caso, en un problema del cuerpo sutil, o bien, si el karma es pesado, en una indisposición o enfermedad física. Esta era, me parece, la razón principal de las enfermedades de la Madre cada cierto tiempo. Estoy seguro de que, cuando nos comportábamos o pensábamos de una forma indigna, la reacción se evidenciaba en la salud de Ma. 4 Si un sadhaka desea tener éxito, debe liberarse de todos los apegos humanos (nishanga). El apego que tenemos por nuestra familia o nuestros amigos debe ser sustituido por una simpatía igual hacia todos los seres vivos. A primera vista, esto parece muy fácil pero pronto tomamos conciencia del poder de la parte emocional de nuestra personalidad y de la profundidad de sus raíces en nuestro subconsciente. De hecho, la naturaleza emocional no debe ser destruida sino que debe ser dirigida de forma correcta, y se convierte entonces en una ayuda para nuestra evolución espiritual. Entender que esta necesidad emocional no es otra cosa que nuestra aspiración a volver a nuestro estado natural, hacia nuestra naturaleza real, es seguramente la forma más alta de bhakti. Pero son pocos lo que pueden mantener esta actitud mental, la mayoría de los sadhaka tienen necesidad de un objeto exterior de devoción, es decir, un nombre y una forma como símbolo del Eterno. El ishta-devata (divinidad elegida) y el gurú son, por supuesto, excelentes objetos de devoción. Un gran número de devotos de Ma la consideran la encarnación de su ishta o su gurú, y le ofrecen culto con esta idea. Los occidentales y los espíritus occidentalizados tienen una gran reticencia a tolerar el culto de un santo o de un santo viviente. El motivo es, me parece, una falta de comprensión de la palabra «devoción». En casi todas las religiones occidentales, Dios es adorado como el ser perfecto, eternamente diferente del alma individual. La actitud del devoto es sin duda la del amor pero también de una veneración mezclada más o menos con el miedo. Por el contrario, en India es muy diferente. Casi todas las escuelas ortodoxas consideran que el alma individual es de la misma naturaleza que Dios. Incluso los dualistas más convencidos admiten que Dios, el antar-yamin (maestro interior) reside en todos los seres, que está más cercano a nosotros que nuestro propio ego. La consecuencia es una 34 devoción sin miedo, casi tan íntima como la relación con sus propios padre y madre. Además, un hindú instruido comprende que la devoción al aspecto personal no es más que un estado provisional que, en última instancia, le permitirá darse cuenta de la unidad de todo. Con esta mentalidad, cualquier símbolo puede llevar a alcanzar el objetivo. Sin embargo, me parece que un santo realizado, la encarnación de la Conciencia Divina, es el objeto de veneración más apropiado, si se necesita dicho objeto. Debo decir que la Madre no fomenta en absoluto el culto a su forma física. En repetidas ocasiones he podido observar como desviaba las oraciones rituales (puja) de este tipo, para despertar la comprensión de que el objeto a adorar es el Uno que reside en el corazón de todos. La Madre vivía en el Yatra naanyat pashyati, donde se considera solo el Ser único, donde no existe adorador ni objeto de adoración. Pero desde nuestro punto de vista, todo lo que pensamos que ella es, lo es realmente para nosotros, como ella señaló en varias ocasiones. Igual que el oro puro puede ser modelado en todas las formas pero sigue siendo el mismo oro, la Conciencia Divina que se manifiesta a través del cuerpo de Ma, puede ser considerada en todas las formas sin perder por tanto su cualidad fundamental. Esto es lo que hace falta comprender cuando se medita en el aspecto físico de Ma. Una faceta de la enseñanza de Ma La forma de transmitir el conocimiento espiritual (paravidya) es fundamentalmente diferente de la manera de enseñar el conocimiento secular (apara-vidya). Este último no traspasa el reino de los nombres y de las formas y se queda en los límites del pensamiento discursivo. Hablar, leer, escuchar, reflexionar, memorizar este conocimiento y asimilarlo son los medios de dominarlo; cuando se trata del verdadero conocimiento, las cosas son bastante diferentes. «Yato vacho nirvatante aprapya manasa saha», « De donde regresan la palabra y la mente sin haber sido capaces de alcanzarlo», dice la Taittiriya Upanishad. El objetivo de la instrucción espiritual es el de invertir la extraversión de la mente y volverla hacia su fuente, que está en el interior. En el camino del conocimiento de uno mismo, el aspirante debe avanzar paso a paso, penetrando cada vez más profundamente, partiendo del nivel más superficial para alcanzar la base firme del Gran Silencio. Los niveles más profundos son los cimientos y contienen 35 potencialmente a los más superficiales –igual que, por ejemplo, varias hojas crecen en la rama de un árbol, varias ramas en el tronco y así sucesivamente. En consecuencia, cuanto más profundamente se penetre, más concentrada y eficiente será la mente. Instrucciones recibidas con explicaciones puramente orales serán mucho menos convincentes que aquello que se transmite a un nivel más profundo. A este nivel, las cosas llevan la marca de la percepción directa y se presentan de forma mucho más clara que los argumentos del pensamiento discursivo. Es por eso que casi todas las religiones utilizan mucho los símbolos: ídolos con rasgos humanos o animales (murti), diseños geométricos (yantra), sonidos (bija mantra), etc. para intentar incidir en capas cada vez más profundas de la mente. Cuanto más grandes son las profundidades que el discípulo alcanza, más sencillos serán los símbolos que necesitará. Probablemente, todos los grandes maestros han utilizado esta forma de vehicular la verdad sin la ayuda del pensamiento discursivo o no utilizándolo más que en su aspecto elemental. Ma, en su contacto cotidiano con sus devotos, parecía muy a menudo comunicar una parte de su preciosa enseñanza de forma similar. Pero, por desgracia, habitualmente nosotros no sabemos aprovechar este rocío divino: a veces por culpa de nuestra falta de atención, pero también porque todo esto parece tan sencillo que no nos tomamos la molestia de aprehender el significado real. La amabilidad infinita de Ma nos hace a veces olvidar quién es ella en realidad, que las palabras que pronuncia su boca son como mantras, sus gestos como mudras y las expresiones de su rostro como imágenes de lo Divino con forma. Como la mayoría de nosotros, yo no pude aprehender más que unas pocas gotas solamente de este rocío divino. Es, desde este ángulo de visión limitada que es el mío, que me tomo la libertad de escribir sobre esta enseñanza tan profunda de Ma. Los ejemplos que vienen a continuación solo dan una ligera idea. 1 Empecemos por algo que parece bastante insignificante. Ma, a menudo, preguntaba a la gente: «¿Cómo estás? », «¿Estás bien? », etc. Cuando, tras un viaje, volvía a Benarés, nos hacía esta misma pregunta a mí y a los otros. Al principio, muy contento de recibir la atención de Mataji, yo no le daba mucha importancia a este hecho. Más tarde, sin embargo, me di cuenta de que ella hacía esta pregunta de formas muy diferentes y en 36 circunstancias concretas. Una vez, yo estaba totalmente abatido, sentía que no avanzaba en mi sadhana, quizás incluso que iba en la dirección errónea, mientras que, evidentemente, como comprendí más tarde, la verdad era exactamente lo contrario. Durante este periodo, Ma me había preguntado en dos ocasiones: « Tum bahut acché ho?», que significa « ¿Vas muy bien ? » Utilizaba una entonación poco interrogativa y hablaba con una voz fuerte como si quisiera grabar algo en mi mente. En otros momentos, yo pensaba que progresaba rápidamente e inconscientemente me enorgullecía un poco, pero en el camino espiritual, esta actitud es la mejor manera de fracasar. Cuando Ma llegó a Varanasi, me preguntó: « Tu acché ho », «¿Vas bien, no ?» Esta pregunta llamó mi atención sobre mi punto débil y corregí mi actitud mental. 2 El ejemplo siguiente, aunque no tiene que ver con ninguna enseñanza, es una muestra interesante de la forma en la que un aparente defecto en la voz de Ma podía tener un buen motivo. Una vez, después de la estación de las lluvias, yo había cogido una amigdalitis que duraba ya un mes y medio sin que yo consiguiera desembarazarme de ella. Ma acababa de volver, creo que de Hardwar. Se sentó en la veranda frente al templo de Annapurna; éramos unas veinte personas sentadas a su alrededor. Ella miró hacia donde yo estaba y dijo: « Tum kaisé ho ? », « ¿Cómo estás ? » Yo no estaba seguro de que la pregunta fuera para mí y guardaba silencio. Ma repitió su pregunta mirando directamente hacia mí. Esta vez, su voz parecía ronca como si tuviera dolor de garganta, cuando su salud era muy buena ese día. En ese momento, yo me había olvidado completamente de mi dolor de garganta y respondí: « Estoy bien». Al día siguiente, mi garganta estaba completamente curada. 3 Un día que había ido a ver a Ma a Vyndhyachal, se decidió que yo me quedaría allí un tiempo tras su partida. Ma dijo: «Puedes ir a la cueva de Bhajanalay, tú eres Bhajananda (el bhajanalaya es una casa que está junto a los jardines del ashram y que está a la 37 disposición del mismo. Bhajanalava significa: « lugar para practicar su sadhana». Bhajan significa música religiosa, pero también práctica espiritual) ». Cuando ella pronunció esta última palabra, su voz se atragantó como si tuviera el deseo de pronunciar mi verdadero nombre que es Vijayananda, pero una palabra equivocada hubiera salido por error. Mi primera reacción fue sentir un poco de pena, oyendo a Ma llamarme por un nombre equivocado; pero de inmediato y después de eso, comprendí el significado profundo de su aparente error y la bendición que contenía. 4 Las expresiones de nuestro rostro tienen mucha importancia en nuestras relaciones con los otros. Cada persona puede, en un grado variable, interpretar el mensaje vehiculado por la mímica facial, aunque la mayoría de personas sean medio inconscientes, preocupados por la abundancia de su pensamiento discursivo. Nuestros músculos faciales están casi siempre en movimiento, expresando diferentes ideas. Pero estos movimientos giran alrededor de una imagen central, que será dominante durante algunas horas, a veces algunos días, y que representa la personalidad provisional con la que nos identificamos en ese momento. Esta imagen central tiene su origen en el movimiento de la fuerza vital. La mayor parte del tiempo, por lo tanto, estamos completamente identificados con esta imagen central y somos, por lo tanto, bastante inconscientes. Si pudiéramos observarla como espectadores, conseguiríamos tener bastante éxito en el control de nuestra mente. Ma tiene muchas formas de ayudarnos a realizar esta toma de conciencia: a veces, actúa como un espejo que refleja durante un breve instante, a través de su expresión, nuestro estado mental, su opuesto o su complementario. Si pudiéramos adoptar con intensidad los cambios en el rostro y el autocontrol de Ma, movidos por una actitud de amor y de veneración, podríamos obtener un gran provecho espiritual. Todas las expresiones de su rostro aparecen con plena conciencia y tienen un significado concreto. El sattva puro que brillaba a través del cuerpo de Ma era en sí mismo una poderosa upadésha (enseñanza espiritual). A veces, Ma creaba circunstancias que impactaban nuestra mente en el momento psicológico oportuno y que nos impresionaban mucho más de lo que podría hacerlo un largo discurso. Una tarde, en Varanasi, Ma caminaba por la terraza que daba al Ganges. Yo 38 estaba ese día muy abatido, pensando que no avanzaba lo suficiente y me encontraba apoyado contra el pequeño templo de Shiva, cerca de la terraza. Miraba con tristeza a Ma y le decía mentalmente: «Ma, Vijayananda no ha logrado todavía la victoria (vijaya)». Mientras pensaba estas palabras, había recogido de forma totalmente automática una de las flores de calotropis que crecen en el patio del ashram, cerca del templo de Shiva. No era más que un capullo que todavía estaba cerrado. Habiéndolo cogido con la mano izquierda, yo tocaba ligeramente su parte superior con un dedo de la mano derecha. En seguida, el capullo se abrió lentamente y desarrolló sus pétalos hasta su completo florecimiento. Yo no había ejercido presión alguna, solamente lo había tocado ligeramente. No se debía tampoco a una fuerza pránica que pasara a través de mi cuerpo; intenté después muchas veces reproducir este hecho extraordinario sin poder conseguirlo. No había duda de que era la respuesta de Ma a mi queja y, de esta forma tan original, quedó grabada en mi mente desde ese mismo momento. Estaba bastante claro lo que Ma replicaba habitualmente ante una queja o una solicitud de este tipo: «Puede suceder incluso ahora, en este mismo instante» - refiriéndose a la realización del Ser. Un día, en Dehra-Dun, Ma estaba sentada en el vestíbulo de los kirtan del ashram de Kishenpur, a la hora del silencio observado todos los días desde las 8.45 horas de la noche. Algunos devotos habían traído mangos, pero no había suficientes para distribuirlos entre todos y Ma los repartió solo entre los niños. Dichos mangos estaban un poco amarillentos. Había uno verde, que aparentemente no estaba maduro. Ma me lo lanzó diciendo: « Kaccha hai, bahut kaccha», « ¡No está maduro, realmente no está maduro ! » Cualquiera que fuera el prasad de Ma, entregado con sus propias manos, era algo poco habitual y precioso. Al final del satsang, me dije: « Maduro o no maduro, debo tomármelo inmediatamente. El prasad de Ma no puede hacerme daño». El mango era suave al tacto y, en general, parecía bastante maduro. Pero, cuando lo probé, me quedé estupefacto al darme cuenta de que era de los mejores, y estaba en su justo punto. Es parte de la omnisciencia de Ma tener un sentido de la observación muy agudo y que no se le escape el menor detalle. En consecuencia, seguramente ella debía de haberse dado cuenta de que el mango era dulce y de un tipo que se mantiene siempre verde, incluso después de madurar. Por otro lado, Ma no miente nunca, ni siquiera dice una sombra de mentira. Pero inmediatamente después me acordé de lo que había sucedido ese día. Por la mañana, alrededor de las diez, Ma se paseaba por la veranda del ashram. El mismo día había tenido éxito en mi meditación y era tan tonto como para pensar que la realización 39 estaba ya cerca. Había observado a Ma y le había dicho mentalmente: « Ma, ahora el fruto está en mi mano, el amalaka, el fruto de la inmortalidad está en mi palma (El amalaka, el fruto del ciruelo mirobolan, en la palma de la mano es una expresión clásica del Vedanta para designar la realización del Ser) ». El mango verde había sido el medio de vehicular su respuesta. No había dicho que el mango no estuviera maduro, pero había querido decir, evidentemente, que el fruto excepcional de la realización del ser que yo pensaba que estaba a punto de recoger todavía estaba poco maduro. Sucede a menudo que Ma comunica una opinión, una enseñanza o incluso una reprimenda por la intermediación de otra persona. Ma lo es todo; ella es el antar-yamin (el maestro interior) que habita en el corazón de todos. En numerosas ocasiones, me había dado cuenta de que cuando entraba en el vestíbulo con una pregunta o una petición en la mente, el mahatma que estaba hablando sobre un tema espiritual, en presencia de Ma, hablaba exactamente del tema que me ocupaba la mente. De esta forma, recibí muchos consejos valiosos, algunas respuestas a mis preguntas e incluso la solución de un problema complicado. En estas ocasiones, sentía claramente que dichas enseñanzas venían directamente de Ma –quiero decir de Ma tal como se nos aparecía. Pues si la consideramos en su aspecto de gurú omnipresente, su enseñanza puede hacerse a través de cualquier persona o cosa, en todas las circunstancias. En conclusión, podemos decir que la presencia de Ma era en sí misma la enseñanza más elevada. Un ejemplo vivo es mucho más convincente y efectivo que una cantidad de palabras, por muy brillantes y bien explicadas que puedan ser. Ma nos hacía ver cómo la inteligencia suprema puede ir de la mano del amor y de la compasión infinitos; cómo se puede ser al mismo tiempo sencillo y natural y, a la vez, dar testimonio de formas que pertenecen a la cultura más alta; que es posible vivir en sahaja-samadhi y ser también consciente de los menores detalles del entorno cotidiano. Todas sus acciones, sus palabras, sus formas de relacionarse con la gente nos mostraban que la perfección espiritual y la perfección humana van de la mano. 40 La madre y los poderes sobrenaturales Muchas personas se sienten atraídas por el camino espiritual o están ávidas de entrar en contacto con sabios o santos a causa de la atracción por los poderes sobrenaturales. A menudo, gente de fuera nos pregunta si Ma realizaba milagros. Esta actitud hacia el «más allá» normalmente cambia cuando la gente se familiariza más con la espiritualidad. Todo milagro pertenece a un mundo ilusorio (maya) y está así sometido a la relatividad, por ejemplo, que un ser humano vuele. En todo caso, el poder que ha dado nacimiento a este universo relativo puede también cambiar los detalles o incluso todo el conjunto; y este poder reside en todo lo que está vivo y, por su simple presencia, constituye el milagro permanente del dinamismo de la vida. Pero consideremos ahora el problema del punto de vista ordinario (vyavaharika) para poder responder a la pregunta de si Ma realizaba milagros o no. Es un hecho muy conocido que en un cierto nivel de desarrollo, los yoguis son capaces de realizar todo tipo de acciones destacadas que impresionan a la gente corriente. Esto culmina en el estado conocido como hiranyagarbha, en el que uno domina y/o se identifica con el prana cósmico. Pero este no es, en ningún caso, el objetivo final; todos los sabios insisten en el hecho de que los poderes psíquicos no son más que obstáculos en el camino y que utilizarlos bloquearía los futuros progresos. Los grandes bhaktas también son capaces de realizar milagros. Su voluntad personal se ha entregado completamente a Dios y no están atados por los poderes psíquicos. En su caso, la Voluntad Divina puede realizar un milagro sin que ellos sean conscientes siquiera. Respecto al jnanin consumado que está bien establecido en lo real, no siente la necesidad de interesarse por los cambios de este mundo ilusorio, es decir, la sustitución de un tipo de ilusión por otro. No podemos calificar a Ma de yoguini, a pesar de que durante el periodo de su vida en el que interpretó el papel de una sadhika, pasó en un tiempo extremadamente corto por todas las etapas y variedad del yoga, hasta su perfección final. No podemos tampoco calificarla de bhakta, aunque eso formó también parte de la lila de su sadhana (la interpretación de su disciplina espiritual); en efecto, en el estado de unidad, no existe adorador ni objeto de adoración. Además, desde el punto de vista de sus devotos, ella es en sí misma el objeto de culto. Sin ninguna duda, ella era una jnanin perfecta y un ser liberado, pero no en el sentido ordinario de estas palabras. Pues para alcanzar jnana (el Conocimiento supremo), hemos tenido que estar antes en ajnana (estado de ignorancia); y para liberarse, hemos 41 tenido que estar antes cautivos. Ma misma ha declarado sin ambigüedad que ella nunca ha pasado por el estado de ignorancia ni de servidumbre, excepto a modo de juego durante la lila de su sadhana. Una persona que se ha licenciado y que se entretiene en presentarse a la selectividad no deja por ello de estar licenciada. Respecto a los milagros, parece inadecuado decir que Ma tenía poderes sobrenaturales: para ella, no existía diferencia entre lo natural y lo sobrenatural, y aquello que nosotros llamamos milagro le sucedía de forma tan natural como lo es para nosotros el hecho de caminar o de comer. Numerosos santos y sabios del pasado han realizado milagros de forma espectacular con el objetivo de convencer a la gente de su nivel espiritual elevado o de su misión divina. Nunca observamos algo así en el caso de Ma. Cuando le hacíamos preguntas sobre cualquier acontecimiento sobrenatural, ella parecía desapegada del mismo y que prácticamente no le concernía. La razón es, me parece, que consideraba las manifestaciones parapsicológicas como aquello que realmente son: cosas banales. Además, mi opinión (sin duda limitada) es que Ma no hacía milagros por sí misma. Seamos claros: Ma, que está tan cerca de nuestros corazones, es el mismo ser del que hablan las Escrituras: libre de la contaminación de los nacimientos y los renacimientos, omnisciente, omnipotente, pura conciencia, etc. Esta conciencia no actúa por sí misma sino por intermediación de su maya, de su shakti; no era Ma la que realizaba milagros, sino su shakti, siguiendo su menor deseo o su menor indicación, igual que un rey no tiene más que decir una palabra o hacer un signo a su ministro y sabe que el trabajo se hará a la perfección, incluso ignorando los detalles y la forma en que será realizado. Pero dejemos el dominio de la especulación y veamos ahora como, en la vida cotidiana, Ma jugaba con lo supuestamente sobrenatural, sin otro objetivo que nuestro beneficio espiritual y sin otra motivación que su infinita misericordia. 1 Lo primero que un profano espera de un santo es que sea capaz de curar las enfermedades. Entre las multitudes que rodeaban a Ma, se encontraba un buen número de personas que habían venido con la esperanza de verse aliviados de una enfermedad que los médicos no habían conseguido sanar. Pero dejando que la gente se le acercara con la motivación que fuera, y fuera cual fuera la forma en que se establecía su relación 42 con ella, ella los conduciría tarde o temprano por el camino correcto. Cuando un yogui imperfecto utiliza su poder de curación, es posible que acabe provocando problemas al paciente. La enfermedades resultan, a veces, ser una ayuda para el progreso espiritual, o pueden también proteger al aspirante de un mal mayor. Incluso, aparecen a causa de la ley del karma y, si las suprimimos, en algún lugar aparecerá una reacción. Pero Ma conocía la fuente de todas las cosas y cuando alguien era curado por su gracia, lo que era frecuentemente el caso, los resultados del karma (karma-phala) eran completamente anulados. Casi todos sus devotos podrían dar al menos un ejemplo en el que su gracia les ha aliviado de una enfermedad, tanto si era un acceso grave (como el caso de lepra curado en Ambala en 1951) o podía ser solamente un dolor reumático común. A veces, cuando la enfermedad era sin duda una ayuda, ella podía desplazarla en el tiempo, a un periodo en el que el individuo pudiera soportarla más fácilmente y sacar el máximo beneficio. 2 Incluso el ángel de la muerte debía obedecerla. Hace poco oí hablar de un devoto que estaba a punto de morir durante un viaje a América y que, por la gracia de Ma, pudo retrasar su deceso hasta regresar a India donde finalmente expiró junto a su familia. Una persona de confianza me dijo que Ma había confirmado ese hecho. 3 Lo que impresiona a primera vista a las personas que entran en contacto con Ma es su extraordinario poder de cautivar el corazón humano. Algunos sadhaka, sobretodo aquellos que siguen el camino tántrico, adquieren principalmente en los primeros estadios, el poder de seducir a la gente, poder que tiene su base en el ser vital. Otros, en los que predomina el sattva-guna, atraen a la gente gracias al encanto natural de su cuerpo. Pero la atracción de Ma era de una naturaleza completamente diferente: se debía a la conciencia de nuestro verdadero Ser, el atman que resplandecía a través de su forma física. 43 4 Tan pronto como uno entraba en contacto con Ma, ella podía conocer de un vistazo el estado de su mente, desde el nivel más secreto de nuestro subconsciente hasta su personalidad social superficial, tan fácilmente como se puede leer en un libro abierto. Cada vez que llegábamos frente a Ma, ella conocía inmediatamente nuestro estado mental, si nos sentíamos inquietos o satisfechos, etc. No era extraño que diera una respuesta bien oral, bien de cualquier otra manera, según las circunstancias, a una pregunta formulada mentalmente. Decirle una mentira o intentar esconderle algo era actuar como el avestruz que esconde su cabeza en la arena. Todo esto debe considerarse desde el punto de vista ordinario pues, en realidad, Ma no tenía necesidad de leer nuestros pensamientos, ella era nosotros mismos. 5 En lo que respecta a la clarividencia, Ma dijo: « Igual que a la luz de una antorcha podemos distinguir los rasgos de vuestras figuras, las expresiones de vuestros rostros se me aparecen en la mente cuando meditáis sobre mí o habláis de mí o me rezáis… » Entre nosotros, hubo muchos que pudieron verificar por experiencia que las oraciones dirigidas a Ma mentalmente y a cualquier distancia recibían una respuesta, y que ella tenía un conocimiento asombroso de nuestros actos más secretos. En lo que se refiere a nuestra sadhana, por ejemplo, ella revelaba a veces en privado o en público hechos que no queríamos que nadie conociera. 6 Nuestros pensamientos, nuestra actitud mental, nuestros humores en ciertos periodos que pueden durar varios días se basan en patrones definidos que tienen sus raíces en el flujo de la energía pránica (fuerza vital) a través del cuerpo… Ma podía cambiar a voluntad dichas raíces y, a través de ellas, toda nuestra actitud mental. 44 7 El mundo que percibimos con nuestros sentidos no es más que una parte del universo manifestado. Los sabios dicen que existen otros planos: seis más elevados que el plano físico y siete mundo inferiores. Ma nos ha hablado a menudo sobre cómo algunos seres invisibles a los ojos de las personas corrientes venían a rendirle homenaje. En la vida de Buda también se ha atestiguado que los devas aparecían en su presencia. 8 A veces, si era necesario, Mataji podía manifestarse a distancia de su cuerpo físico, en su cuerpo sutil. De hecho, algunos de sus devotos sintieron su presencia en sukshma (plano sutil). 9 Leemos en la Biblia que Cristo realizó el milagro de alimentar a una multitud con una pequeña cantidad de alimentos. En muchas ocasiones, cuando Ma distribuía el prasad, sucedía que una pequeña cantidad era suficiente para alimentar a un gran número de personas. Por ejemplo, cuando distribuía la fruta, ocurría que el número de piezas se correspondía exactamente con el número de personas presentes. En algunos casos, cuando parecía faltar una pieza, descubríamos después que una persona había recibido doble ración y que esto tenía un significado concreto. 10 Todo lo que Ma hacía llevaba el sello de la perfección, hasta en el menor detalle. Cuando, por ejemplo, preparaba un plato, siempre era realmente delicioso, y ni siquiera el mejor cocinero hubiera podido igualarlo. Si distribuía fruta o golosinas, eran siempre de la 45 mejor cualidad y del gusto de los que las recibían. Si nos regalaba un hábito, era en el momento adecuado en que lo necesitábamos y del tipo exacto que nosotros queríamos. Cuando cantaba, lo hacía siempre en la medida perfecta. Nunca vi a Ma tocar un instrumento musical excepto una vez en la que tomó un par de címbalos (kartal) y comenzó a tocar con una habilidad tan perfecta que ningún otro ser humano hubiera sido capaz de imitarla. La atmósfera milagrosa que rodeaba a Ma siempre me impresionó, desde el mismo día que la conocí. Era una experiencia cotidiana en nuestra relación con Ma. 11 Ma podía llamar o detener la lluvia a voluntad. Durante su recorrido por el sur de la India, en 1952, la provincia de Madrás sufría de sequía desde hacía mucho tiempo. Yo estaba presente cuando una delegación vino a pedirle a Ma que trajera la lluvia. Tan pronto como Ma y su grupo atravesaron esa zona del sur de la India, en el camino de retorno, se puso a llover abundantemente en la provincia de Madrás. Este hecho fue registrado en los diarios. 12 Casi todos los devotos de Ma podrían explicar al menos uno o dos milagros que Ma realizó por ellos o en su presencia, pero el más maravilloso de los milagros que realizó, y el menos aparente, fue el de la purificación y la transformación de nuestra mente y de nuestro corazón. Ma ha declarado en muchas ocasiones que en realidad no tenemos necesidad de liberarnos: estamos ya liberados. Lo único que debemos hacer es eliminar los obstáculos que ocultan la realidad, es decir, purificar nuestra mente. Muchos aspirantes pueden testificar sobre la forma en que Ma les ha ayudado en este sendero «sobre el filo de la navaja» - no solo como lo hacen todos los gurús, sino de una manera milagrosa, liberando en unos días los bloqueos que normalmente hubieran necesitado largos años de esfuerzos para ser superados. A veces incluso, identificada con el sadhaka, podía hacerle pasar un obstáculo como una madre que toma a su hijo en sus 46 brazos. El milagro de la transformación interior es el verdadero milagro y para conseguirlo solo debemos rezar a Ma. El loto rojo En 1980, si no recuerdo mal, la celebración de la festividad de Durga tenía que realizarse en Bombay, en presencia de Shri Ma Anandamayi. Algunos meses antes de la celebración, Shri Ma estaba en Kankhal y tuvo la khéyala (inspiración) de que una celebración idéntica se desarrollara, también con gran pompa, en el ashram de Kankhal, pero sin que ella estuviera físicamente presente. Tenía que venir un oficiante especialmente desde Calcuta con su grupo. Antes de dejar Kankhal, Shri Ma puso a punto cada detalle de la fiesta con Shri Ram Panjwani y algunos otros. Desconozco la razón por la que Ma tuvo de pronto esta khéyala pero yo estaba convencido de que si había dedicado tanta atención al desarrollo de esta puja de Kankhal era porque iba a estar presente, al menos de forma sutil. Cuando se acercaba la fecha de la festividad, se trajo al ashram una preciosa estatua de Durga, gracias a la amabilidad de Shri Ram Panjwani, y el oficiante llegó de Calcuta con un grupo numeroso. En el ashram solo quedaban unos pocos miembros, la mayoría había acompañado a Ma a Bombay. La puja comenzó. El ambiente era excelente y reinaba la impresión tan concreta de alegre celebración que conocen bien aquellos que han participado, como cuando Shri Ma estaba físicamente presente – pero sin embargo menos intensa. Como yo pocas veces dejaba mi habitación por la mañana, asistía todos los días al arati del atardecer (la Sandhya-puja, la puja especial, en la confluencia del octavo y noveno día lunar, que es el momento en el que, según la leyenda, la diosa consiguió matar al demonio). Un día, quizás el octavo o noveno día lunar, durante el arati, yo contemplaba a la diosa Durga. Era una de las estatuas más bellas que había visto nunca y parecía estar viva. ¿Era debido al efecto de la presencia de Ma o de cualquier otra presencia divina, o solo mi pura imaginación? Este era el tipo de pensamiento que me ocupaba en ese momento. Me decía: « A fin y al cabo, no es más que una estatua de yeso a la que mi imaginación le da vida». Decidí, entonces, hacer una prueba. Mirando a la diosa, empecé una conversación mental con ella: «Madre, si estás realmente viva y no eres simplemente una figura de yeso, otórgame un don». Pedí un deseo y continué: « Si realmente me estás escuchando y si quieres concederme este don, 47 manifiéstate con una señal». Pero, ¿qué señal? De pronto me vino una idea: «Enséñame un loto rojo». No tenía motivo alguno para hacer una petición semejante y no tenía ni idea de cómo podía aparecérseme dicho loto. Supe más tarde que los lotos rojos son muy poco corrientes en Kankhal y que el oficiante había traído solamente unos pocos de Calcuta. Apenas había mencionado ese deseo –quizás en ese mismo instante- el oficiante cogió un loto rojo (no pude ver de dónde lo sacaba, la multitud estaba delante de mí para el arati) y lo agitó frente a la diosa. Después, levantó el loto por encima de su cabeza y lo movió así durante un buen rato, yo podía verlo perfectamente, a pesar de estar detrás de muchas personas. Yo pensaba: «Es extraordinario, la Madre Divina me ha respondido inmediatamente». Después me dije: « Quizás se trata solamente de una coincidencia», y añadí a la intención de la diosa: « Si no me estoy engañando a mí mismo y si realmente me escuchas, debes darme un loto rojo». El arati terminó, nos sentamos para escuchar los kirtan. Apenas me había sentado, Deepak, un joven asistente del sacerdote vino hacia mí y me pidió, con una amabilidad extrema, si podía darme prasad. Yo le expliqué que no aceptaba nada, excepto lo que venía de las propias manos de Ma, principio que yo aplicaba desde hacía muchos años. Pero Deepak era para mí un recién llegado, podía no comprender mi rechazo y sentirse ofendido. Por eso, añadí en hindi «Phool de sakte » (“Puedes darme una flor”). Él me respondió « Abhi donga » («Se la traigo ahora mismo»). Entró en el recinto en el que se desarrollaba la puja y me trajo… un loto rojo. Mi sorpresa fue grande y estaba encantado de que la Madre Divina hubiera eliminado mis dudas tan rápidamente. No solo me daba un loto rojo, sino también el don que yo esperaba… Guardé celosamente el loto en mi mesa reservada a la puja pues me había sido entregado –así lo creía- por la Madre Divina. Desgraciadamente, sus pétalos se fueron cayendo uno a uno y, en verano, tuve que tirarlo. En el mes de mayo siguiente, durante las fiestas de celebración del aniversario de Ma en Kankhal, justo después de la Tithipuja, Shri Ma me llamó y me entregó con sus manos puras una gran cantidad de fruta, como a menudo hacía; pocas veces me daba flores o una guirnalda. Esa vez, habiendo entregado las frutas, dijo unas palabras a una de las brahmacharii, ésta salió y volvió con una flor que Ma, con sus manos sagradas, me entregó… ¡Era un loto rojo! Lo dejé sobre la mes de mi puja en el lugar de aquel que había perdido sus pétalos. Han transcurrido cuatro años y todavía está allí, siempre el mismo: se ha secado pero no pierde sus pétalos. Era como si Ma me dijera: « Mira, lo que la diosa de yeso te dio (la flor y el don) es efímero; pero lo que yo te de durará para siempre». 48 CAPÍTULO III ¿QUIÉN ERA EN REALIDAD MA ANANDAMAYI? He aquí una pregunta que ha surgido a menudo y a la que no se ha encontrado ninguna respuesta satisfactoria. Pues, ¿cómo definir aquello que está más allá de toda forma de pensamiento y de toda concepción mental, sea cual sea? Este poder primordial que se manifiesta a través de la forma física que llamamos Ma Anandamayi se encuentra, como dice la Upanishad, « allí donde las palabras e incluso la mente chocan infructuosamente sin comprender la Divinidad... » Pero lo que podemos hacer es intentar descubrir aquello que Ma no era, es decir, eliminar una a una todas las concepciones erróneas que circulan sobre aquella que fue una de las más grandes santas de la India de todos los tiempos. 1) Empecemos por la más ordinaria que oí algunas veces repetir a personas que jamás habían conocido a Ma: ¿Era Ma una 'vamacharin' (una devota del tantra de la mano izquierda que utiliza prácticas sexuales)? Por supuesto, una mujer muy bella, rodeada de numerosos discípulos masculinos podría dar lugar a la sospecha; pero un simple darshan o una visita a uno de sus ashrams era suficiente para disipar esta falsa manera de verla. Pues el visitante es informado de que una castidad absoluta, no solo de acto sino también de pensamiento, es una condición sine qua non para ser admitido en cualquiera de sus ashrams. Ma decía: « Solo la flor pura, sin mancha, es digna de ser situada a los pies del Señor, y en ninguna otra parte. Aseguraos de llevar una vida pura y sin mancha, digna de ser dedicada a la adoración del Señor». No es necesario añadir que Ma merecía totalmente el nombre que le habían dado sus padres Nirmala (inmaculada). 2) Se oían también otros chismes que decían que Ma era una maga que atraía a la gente hacia ella por magia o hipnosis, solo para entretenerse. Sí, en verdad, Ma era una gran maga que atraía a numerosas personas bajo el encantamiento de esta gran ilusión llamada maya, que los había atado con innumerables apegos mundanos. Y Ma, a través 49 de su gran amor, los deshipnotizaba y los llevaba « de lo irreal a lo real, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la inmortalidad». 3)Otras personas, con buenas intenciones, veían en Ma a una hija de la Madre Divina, como la había descrito un conocido sadhu. ¿Una niña? Sí, pero el tipo de niña del que hablaba Shri Aurobindo cuando decía: « El Señor es un eterno niño jugando a un juego eterno en un jardín eterno». 4) Muchas personas, incluso algunas que estuvieron muy cerca de Ma, creían firmemente que era una encarnación de la Madre Divina: Durga para algunos, Kali para otros. Algunos veían en ella a Krishna e incluso Shiva. Pero todas estas deidades no tienen más que una realidad relativa, son los símbolos de un camino que lleva hacia la Realización de lo Supremo, y no existen más que mientras estamos en el domino de la mente. Más allá ya no hay nombre ni forma, y es este « más allá», este poder supremo, lo que se manifestaba a través de la forma física de Ma. Dicho poder puede tomar cualquier forma, manteniéndose más allá del nombre y de la forma. «Yo soy lo que vosotros pensáis que soy», decía Ma. Además, decir que Ma era Durga o Kali no es más que una verdad fragmentada. He aquí lo que Ma decía sobre este tema: «Las visiones de los dioses y de las diosas se producen según los samskaras (impresiones subconscientes) de cada individuo. Yo soy aquello que siempre he sido y que siempre seré. Soy lo que imagináis, pensáis o decís». O también: «Tu eres la encarnación de todos los dioses y mucho más. Has surgido de mí y yo soy la suma de toda la creación». 5) Durante mis primeros encuentros con Ma, yo pensaba que ella enseñaba la bhaktimarga (el camino de la devoción). Esta opinión es compartida por numerosas personas que no tienen sin embargo más que un contacto superficial con Ma Anandamayi. Ma sería, según ellos, una gran bhakta. Es una opinión que vale la pena examinar. Veamos en qué está basada. Los bhavas. Antiguamente, cuando Ma oía cantar kirtans (música religiosa) o se encontraba en un medio especialmente religiosos, entraba en diferentes estados de éxtasis. Su comportamiento parecía el del gran santo vishnuita Chaitanya Mahaprabhu, que es el ejemplo más típico de la gran devoción extática. Pero, en la época 50 que yo conocí a Ma (febrero de 1951), estas manifestaciones parecían haber cesado completamente. Algunas veces, la observé durante los kirtans; su rostro expresaba una profunda emoción religiosa pero en cuanto el canto terminaba, su rostro volvía a estar sereno y en calma. Me parecía evidente que ella jugaba con las emociones, probablemente para dar un ejemplo a aquellos que siguen el bhaktimarga. En el intervalo, lo que yo pude observar es que ella tenía un extraordinario dominio de sí misma y que nada podía hacerle perder el profundo gozo y la paz interior en la que parecía vivir constantemente. En lo que se refiere a los bhava, creo –retrospectivamenteque eran simplemente una reacción al deseo de las personas de su entorno y no era más que un juego superficial. Ma repetía a menudo que siempre había sido la misma desde su infancia, fuera cual fuera su apariencia exterior. Como el cristal puro toma el color de los objetos que se le ponen delante, pero sigue siendo el mismo, así Ma parecía diferente según el medio en el que se encontraba. Los kirtans Ma alentaba mucho esta práctica y a menudo ella misma cantaba. Los kirtans eran parte integrante del programa diario de los ashrams de Ma, pero ella aconsejaba también la meditación, el vichara (discriminación: método que forma parte del camino del Conocimiento), a aquellos que eran capaces de llevarlo a cabo. La gran mayoría de personas en el entorno de Ma siguen el bhakti-Marga, pero esto se debe sencillamente a que es el camino más fácil, el que se aconseja a la mayoría. Entonces, ¿cuál era el camino enseñado y seguido por Ma Anandamayi? Quizás el Vedanta. Ma decía: « Este cuerpo (Ma) presenta las cosas desde el punto de vista de los rishi y de los muni, según la línea que ellos hayan elegido». En realidad, Ma no pertenecía a ninguna secta ni a ninguna escuela de pensamiento. Lo real, de lo que ella era la encarnación y que ella enseñaba, es esta sustancia primordial que está en el origen y en la base de todo aquello que existe. Eso está más allá de toda creencia, religión o filosofía. No puede ser descrito con palabras ni conocido por la mente. Sin embargo, para el individuo, es necesaria una vía de acercamiento en el ámbito de la mente. Es aquello que llamamos sadhana. En palabras de Ma: « Los buscadores de la verdad están hechos cada uno de una forma especial, diferentes de los otros, y diferentes unos de otros, pero todos tendrán que pasar por el umbral de la Verdad» y «Cuando se debate sobre creencias y sobre caminos, 51 recordad: es solo cuando uno está en el camino, que habla de camino…» Pero donde ya no se trata de doctrina ni de debate, está Él en la raíz, Él que está presente en todas sus formas innombrables». La mayoría de los santos que han alcanzado la Realización han seguido un camino y son capaces de guiar a sus discípulos según el camino que han seguido, o posiblemente según un camino parecido. Pero casi todos tienen un método propio: sea el japa, por ejemplo, o la discriminación o el abandono del sí mismo, etc. En consecuencia, solo una categoría de sadhaka puede beneficiarse de su enseñanza. Con Ma no era así. Habiendo nacido perfecta, no tenía ningún camino propio y podía guiar a cada individuo según su vía de acercamiento personal. Ma misma no tenía necesidad alguna de sadhana. No obstante, en su juventud, Ma realizó, en cierta forma, un juego de sadhana durante un periodo de seis años. No fue un juego fútil sino una experiencia sorprendente y única en la historia de los santos. Durante este periodo, Ma pasó por innombrables disciplinas espirituales, desde su inicio hasta la perfección. Algunas son extremadamente peligrosas y a un sadhaka corriente le exigen una vida de esfuerzos e incluso varias vidas, pero Ma lo realizaba a beneficio de la humanidad, pues así era capaz de guiar a cualquier sadhaka en cualquier camino. Veamos lo que la propia Ma decía sobre este tema: « Debo deciros que este cuerpo (Ma) no solo ha seguido una única vía de sadhana sino que ha recorrido todos los caminos conocidos. Ha pasado (la forma física de Ma) por todas las diferentes disciplinas mencionadas por los sabios de tiempos remotos. Este cuerpo ha pasado con éxito por la nama sadhana, el hatha yoga con todas las diversas asanas y por otros yogas diferentes, uno tras otro. Con el objetivo de alcanzar un cierto nivel en una de las vías de sadhana, un individuo corriente tiene que renacer una y otra vez. Pero en el caso de este cuerpo, fue una cuestión de segundos… Sin embargo, las diferentes formas de sadhana que han sido practicadas por este cuerpo, no estaban destinadas a este cuerpo, lo estaban para todos vosotros… Cuando me contáis vuestras experiencias espirituales, digo a menudo que este cuerpo ha tenido dichas experiencias y es por eso que sabe lo que son. No solo esto: si alguien revela a este cuerpo una vía de sadhana concreta, este puede describirla en sus más pequeños detalles las diferentes etapas de este camino». (Extractos del diario de Shri Amulya Dutta Gupta, traducidos del bengalí por el autor mismo, por Swami Vijayananda). Ma podía entonces guiar a cualquier sadhaka –sin embargo supimos que ella se negaba a dar instrucciones sobre el camino del vamachara (el tantrismo de la mano izquierda, que utiliza prácticas sexuales). Por este motivo, se 52 podían encontrar en el entorno de Ma una variedad sorprendente de sadhakas. Los sadhakas no estaban obligados a adaptarse a la vía que daba la gurú sino que ella los guiaba en el camino que mejor convenía al temperamento de cada uno de ellos. Es más, ella les daba el poder y el conocimiento que revelaba al Guía interior que les conduciría, tarde o temprano, hacia lo Supremo. 53 SEGUNDA PARTE ENCUENTROS CON SANTOS DESTACADOS La segunda parte de esta obra se refiere a los encuentros de Swami Vijayananda con algunos santos notables; incluso si hoy en día ya no están vivos, su mensaje y el valor de su ejemplo es intemporal; puede servir de referencia tanto a nuestra generación como a futuras generaciones. CAPÍTULO I KRISHNAMURTI Imaginamos a menudo a los santos de la India vestidos con una amplia toga o un dhoti de color naranja, barba blanca y un largo cabello blanco cayendo por sus hombros, o, si no, afeitados como los sannyasins. Quizás viviendo retirados en la soledad del Himalaya o en una cueva en los alrededores de Rishikesh, o tal vez en un ashram en la ribera del Ganges, con sus numerosos discípulos. Los vemos rodeados de multitud de admiradores o con un grupo elegido de chélas, de discípulos, vestidos como los antiguos rishis de la India. A menudo, adorados como dioses y con visitantes que se prosternan ante ellos con veneración y les traen ofrendas. Sus palabras son profundas y poco comunes y están siempre en concordancia con las Escrituras. El hombre moderno, en compañía de un santo así, olvida que vive en la era atómica y le parece que ha dado marcha atrás en el tiempo hasta la bienaventurada época védica. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con Krishnamurti. Si es verdad –y esto es en mi opinión- que nec plus ultra de la grandeza espiritual consiste en parecer absolutamente natural, Krishnamurti ha conseguido ciertamente el súmmum de esta realización. Pues nada – ni en su vestimenta, ni en su conversación, ni en sus formas, ni siquiera en un actitud- permite adivinar que no es un hombre corriente. Si no fuera por su noble rostro iluminado con una sonrisa a veces teñida con una ligera tristeza, en el que se puede descubrir una compasión infinita por todos los seres vivos. Y también, sus grandes ojos, como no se ven más que entre los hindús y que parecen reflejar esta « vía impersonal», tema principal de sus conferencias. Sus charlas atraen siempre a una multitud, pues a su 54 perfecto dominio del lenguaje él añade un fino sentido psicológico, y sabe expresar en términos claros situaciones y matices psicológicos que la mayoría de psicoanalistas de profesión apenas sospechan. Pero, ni la psicología ni el psicoanálisis son los temas de su enseñanza, pues, aunque él lo niegue, es un maestro y aquello que dice lo sitúa entre los grandes gurús modernos. Sin embargo, no solo no acepta el papel de gurú, sino – rompiendo con la antigua tradición hindú- declara categóricamente no solo que el gurú no es necesario, sino que apoyarse en un maestro solo puede retrasar la progresión espiritual; que uno no puede descubrir la verdad más que en sí mismo a través de un esfuerzo personal e independiente. Rechaza igualmente la autoridad de toda Escritura o tradición, sea cual sea. Pero, ¿qué enseña entonces Krishnamurti en sus conferencias? Es difícil explicarlo con precisión, pues sus métodos –si es que tiene métodos- son ante todo negativos. La enseñanza esotérica no se puede codificar en fórmulas ni encerrar en escritos pues es una cosa viva que varía según los individuos y las circunstancias. Cuando lo subjetivo prevalece sobre lo objetivo, comienza la experiencia espiritual. Intentar expresarlo con palabras es ya objetivar y, por le mismo hecho de hacerlo, cubrirla con un velo que la deforma. En sus conferencias, Krishnamurti aconseja a su auditorio descubrir el funcionamiento de su propia mente, tanto en su aspecto consciente como en su mecanismo inconsciente. Pero rechaza cualquier punto de apoyo, sea un método de yoga, la dirección de un guía o una deidad tutelar. Deben dejarse tentar por esta aventura, pues es una temible aventura («a journey on an uncharted sea»), sin ideas preconcebidas, sin prejuicios, sin miedo. Se trata de observar el movimiento de nuestros pensamientos sin juzgarlo, sin imponerle una interpretación hablada, incluso sin intento de autocontrol. “Observar” no es la palabra exacta, pues tomar la actitud del observador produce una división de la mente en dos elementos, es decir una formación mental haciendo el papel de espectador de las otras formaciones mentales, y este no es el método que aconseja Krishnamurti. La toma de conciencia de la corriente de pensamientos debe hacerse desde el interior. El observador debe mantenerse intensamente consciente dejándose llevar por la corriente de pensamientos, sin intentar obstaculizar o cambiar su curso en absoluto. Nuestra mente es, en efecto, una entidad en movimiento y dicho movimiento es producido por la oposición de dos fuerzas como cualquier otro movimiento. Oponer un pensamiento a otro es alimentar el movimiento y darle un nuevo dinamismo, incluso si dicho pensamiento es un acto de autocontrol o incluso simplemente la actitud del observador. El movimiento de nuestra 55 mente no puede ser detenido más que anulando el conflicto de olas mentales que se oponen constantemente unas a otras. No hace falta señalar que este método es muy difícil y no cualquiera puede llevarlo a cabo. La mayoría de personas que inician el camino espiritual prefieren elegir «una vía más humilde», es decir, un camino progresivo. Pero la ruta que indica Krishnamurti es el « camino abrupto», para utilizar el lenguaje del zen. Aunque él nunca lo ha dicho, sus conferencias reflejan la declaración de Buda: «Como en el gran océano solo existe un sabor y es el de la sal, así en mis palabras solo existe una enseñanza y es la liberación». De todos modos, igual que el Buda hace dos milenios y medio, la venida de Krishnamurti supone una reacción revolucionaria a un exceso de ritualismo y a un ocultismo persistente, y a menudo un alejamiento para recoger medias verdades o poderes ocultos decepcionantes. Pues Krishnamurti surge de la Sociedad Teosófica. Fue criado e instruido por Annie Besant quien predijo que él sería un día el “Instructor del Mundo”. Yo había leído en Francia, o más bien devorado con avidez, todo aquello que había caído en mis manos sobre sus conferencias, las de Ommen Camp, las de Ojai y también sus libros. Yo tenía entonces apenas veinte años y este método «descarnado» había impregnado profundamente mi mente. No obstante, nunca había aceptado totalmente esta enseñanza hasta el punto de situarme entre sus «discípulos». Pero aquello que Nietzsche decía de sí mismo, que aquellos que creen ser sus discípulos no lo han comprendido realmente, puede aplicarse también a Krishnamurti. No había tenido ocasión de conocer a este gran santo hasta una veintena de años más tarde, en India, que tuve la suerte de tener un encuentro personal con este gran maestro moderno. En el periodo que va de 1951 a 1959, vivía más a menudo en Benarés, en el ashram de Ma Anandamayi, en la ribera del Ganges. Krishnamurti venía casi cada año a Benarés en invierno, hacia el mes de diciembre. Se alojaba en la escuela que había fundado en Raj Ghat y daba conferencias públicas durante casi toda su estancia en la ciudad santa. En esa época, yo llevaba una vida de reclusión y era muy raro que saliera del ashram más que para un corto paseo. Por otro lado, Ma Anandamayi había llenado mi espíritu y mi corazón hasta tal punto que no tenía ningún deseo de ver a ningún otro santo. Sin embargo, un día, hacia 1953, unos amigos hindús me llevaron a la Banaras Hindu University donde Krishnamurti debía dar una conferencia por la tarde. Llegamos un poco antes y Krishnamurti aún no había llegado. Sin embargo, la sala estaba ya llena de gente, con un público casi formado por hindús, sobre todo estudiantes de la universidad, casi todos vestidos de forma europea o, al menos, con ropas 56 occidentalizadas. Yo iba vestido como un sadhu indio y llevaba barba y cabello largo. Era una situación extraña: un sadhu europeo en la ciudad santa en medio de hindús occidentalizados… Pronto entró un hombre en la sala. Iba vestido a la europea y llevaba una gabardina. Nada lo distinguía de los otros visitantes. No fue anunciado ni llegó acompañado. Simplemente se subió al estrado y empezó a decir algunas palabras. Era Krishnamurti. Miró al auditorio y, automáticamente, el « sadhu europeo» con barba y largos cabellos, extraño representante de una India tradicional en medio de ese público hindú occidentalizado, llamó su atención. Por su rostro pasó una sonrisa ligeramente irónica, pues a Krishnamurti no le gustan los «signos externos» de una vida espiritual. Empezó la conferencia, respondiendo sobre todo a las preguntas que le hacían. Los temas eran los mismos de los que suele hablar. Insistió sobre todo en dos puntos: la autoridad de las Escrituras y el gurú, que aún conservan toda su fuerza en este bastión de la ortodoxia hindú que es Benarés. Pero lo que me interesaba no eran tanto las palabras del orador como su forma de expresarse y su actitud frente al público. No había ni rastro de un discurso ex cátedra ni la menor huella de la superioridad de un «enseñante». Hablaba de forma muy sencilla pero digna, sin familiaridad, con un inglés excelente, respondía a los que preguntaban de igual a igual, como si se tratara de «buscar unidos» la verdad. Sin embargo, me parecía que había una frialdad impersonal en su contacto con el público. Pero, más tarde comprendí que era una violencia que se estaba haciendo a sí mismo. Aunque los temas tratados fueran de lo más abstracto, yo estaba intensamente atento y mi mente se encontraba en un estado de hiperconciencia. Este estado se mantuvo los dos o tres días siguientes, después se fue atenuando progresivamente. Una persona que había estado mucho tiempo en contacto con Krishnamurti me confirmó que dicho estado era normal después de sus conferencias. Así, él dirige a sus oyentes hacia su fuero interno, les apremia a descubrir por sí mismos el funcionamiento de su mente, y aparentemente les niega todo punto de apoyo, incluso (y quizás sobre todo) la palabra del maestro pero, como todos los verdaderos gurús (pues a pesar de que lo niega, él es un gurú) les da el poder de realizar esta tarea: la hiperconciencia indispensable para el estudio introspectivo. Tuve la prueba de que Krishnamurti era capaz de « transmitir poder » más tarde, durante un segundo encuentro. No obstante, este primer contacto no me dejó una impresión profunda y pensaba equivocadamente que Krishnamurti no era más que un frío intelectualista. Algunos años más tarde, en 1957 o 1958, mientras yo estaba todavía en el ashram, 57 Krishnamurti vino, como era su costumbre, a Benarés en invierno. Pero, ese año – teniendo probablemente la necesidad de descansar, a menos que fuera por otra razónvivía medio recluido y, parece ser, sin conceder tampoco entrevistas privadas. A principios de marzo, una mujer francesa, la señora B, famosa por sus investigaciones sobre las reacciones psicológicas en los trances yóguicos, vino a visitarme a Benarés. Durante la conversación, supe que dicha señora era teósofa y que sentía gran admiración por Krishnamurti pero nunca había tenido ocasión de conocerle personalmente. Con una llamada telefónica a la escuela de Rajghat nos informamos de que el Maestro estaba todavía en Benarés, pues ese año había alargado su estancia, pero que no nos sería posible obtener una entrevista privada. Krishnamurti no salía de su habitación más que sobre las cinco de la tarde para dar un paseo por el jardín de la escuela, y era el único momento en el que los visitantes podían verle. Decidimos ir a Rajghat al día siguiente por la tarde. La señora B. no tenía ninguna pregunta para hacerle sino que sencillamente quería ver al Maestro. Un sannyasin del ashram y un brahmachari que querían también recibir el darshan de Krishnamurti iban a acompañarnos. Nuestro ashram estaba al sur del Ganges, cerca de Assi Ghat, es decir, en el extremo sur de la ciudad, y la escuela de Raj Ghat está al otro lado de Benarés, en el extremo norte, igualmente muy cerca del río. Pensamos que hacer el camino en barca a lo largo del río sería el medio de locomoción más agradable, si no el más rápido. Al día siguiente, por la tarde, nuestro pequeño grupo descendió las escaleras que llevan al ghat. Una barca de pescador debía llevarnos a nuestro destino y llegamos bajo un chaparrón a Rajghat. Apareció un hombre que salía de una de las habitaciones de la planta baja. Era, creo, uno de los secretarios de Krishnamurti. Nos confirmó lo que ya nos temíamos: que el Maestro no saldría a dar su paseo esa tarde, a causa de la tormenta. Habíamos decidido volver a nuestro ashram y volver otro día y nos disponíamos a partir cuando el secretario, que había desaparecido un momento, volvió y nos dijo que Krishnamurti nos invitaba a ir a verle a su habitación en el primer piso. Esta señal de delicadeza del gran maestro me emocionó profundamente. Krishnamurti nos recibió con una sencillez y una amabilidad que fue directa a mi corazón…y me sorprendió pues tenía en mi memoria el rostro de un Krishnamurti impersonal y distante, casi frío, como lo había visto en la B.H.U. Sin embargo, aquí su amabilidad parecía tan sencilla, tan espontánea como si fuéramos amigos de toda la vida. En India, se acostumbra a hacer una ofrenda a los santos cuando se los visita, aunque sea unas flores. Sin embargo, nos habían dicho que 58 Krishnamurti no aceptaba ofrendas e incluso que se oponía a esta práctica, como a muchas otras costumbres que forman parte de la tradición ortodoxa. Sin embargo, mi hábito de vivir entre los hindús y de seguir sus costumbres estaba tan arraigado que había recogido unas rosas en nuestro ashram con la intención de ofrecérselas al Maestro. Eso fue lo que hice, con no obstante, una ligera aprensión por las posibles reacciones. Una vez más, Krishnamurti nos mostró que, tras un intelectualismo en apariencia frío e impersonal, escondía un «corazón de bodhisattva». Recibió las flores con sus dos manos. Su actitud y la expresión de su rostro eran las de un hombre que recibe un precioso presente de amistad. Algunos pétalos cayeron al suelo y Krishnamurti se agachó y los recogió uno a uno como si quisiera decirnos que no se podía perder nada de ese precioso regalo. Esta faceta inesperada del maestro me emocionó profundamente. Se sentó sobre una estera en el suelo, como es habitual en India, y nosotros frente a él. Habíamos venido por el darshan y no para cansarlo con preguntas, especialmente pues no daba conferencias en esa época y vivía en retiro. Importunarle con nuestras dudas filosóficas hubiera sido de muy mal gusto. Por otro lado, el «silencio» de un gran santo, ¿no es el mejor de los discursos? Intercambiamos apenas unas palabras con el Maestro y se hizo el silencio. Después –no se decir cómo sucedió- mis párpados cayeron y entré en meditación. Mis otros compañeros hicieron lo mismo, como supe después, excepto el brahmachari que mantuvo los ojos abiertos «para observar el espectáculo», según me dijo. No sabría decir cuánto tiempo duró esta meditación. Veinte minutos quizás, según la valoración del brahmachari, pero tuve en esta ocasión una curiosa experiencia: me parecía que mi cuerpo físico se había difuminado y que no quedaba en el centro más que una línea recta sobre la que se superponían tres «nudos» psico-fisiológicos a los que la conciencia se enganchaba sin poder soltarse. Eran –al menos así fue como los entendílos tres granthis («nudos» clásicos descritos en la filosofía del yoga), los tres lazos fundamentales que nos unen a la conciencia individual limitada y que están formados en su raíz por dos partes. Un elemento psicológico que puede localizarse sobre un punto del cuerpo pero al que no hay que intentar fijarle una base anatómica, pues forma parte de una anatomo-fisiología subjetiva diferente de la que se estudia en Occidente. Aproximadamente, podría decirse que esta punto corresponde a un plexo nervioso de los sistemas simpático y parasimpático. El segundo elemento del granthi está formado por la conciencia individual, que está de alguna forma «retorcida» sobre este punto por el conflicto de las ondas mentales opuestas de miedo y de deseo. La combinación de 59 estos dos elementos es lo que forma el granthi. Estos nudos existen siempre en las personas corrientes. Forman la base inconsciente de nuestro comportamiento y están velados por capas mentales cada vez más superficiales hasta llegar a las de la conciencia clara. El primer «nudo», yendo de abajo hacia arriba, es el granthi genital. Está situado en un nivel de conciencia relativamente más superficial que los dos siguientes. Por «genital» no quiero implicar solamente al elemento sexual. Se puede llevar una vida de castidad, tener un perfecto dominio del instinto sexual y no estar liberado del granthi genital, pues este integra todos los matices de amor y de afecto en nuestras relaciones con «los otros». Cada uno tiene una tonalidad propia y el amor sexual propiamente dicho no es más que uno de ellos. El segundo «nudo» está situado a nivel del corazón, en un punto en el que nos damos cuenta de una angustia respiratoria cuando «nos falta la respiración». Es el centro del instinto de conservación, de la lucha por la defensa de nuestra vida física. El tercer granthi se encuentra al nivel de la frente. Está situado en un plano más profundo todavía que el instinto de conservación física. Es el centro del egotismo, la voluntad de afirmarse como una entidad diferenciada de los otros. Visto en su «desnudez», se presenta como una voluntad de ser, sombría, triste y dura. Esta descripción de los tres granthis se corresponde a grandes rasgos con la que se encuentra en los libros clásicos. Quizás puede estar en desacuerdo con estos últimos en algunos puntos secundarios. Pero lo que he querido describir aquí es sencillamente una experiencia personal que ha podido ser diferente para otras personas. Nos despedimos del Maestro. Él se levantó y nos acompañó hasta el pasillo, poniendo su brazo sobre nuestros hombros al caminar, como si fuéramos antiguos amigos. Todavía llovía y recorrimos el largo camino hasta nuestro ashram. Cada uno de los miembros de nuestro pequeño grupo contó sus impresiones sobre aquella entrevista extraordinaria con el Maestro. Frente a mis ojos flotaba la imagen del nuevo Krishnamurti, el que acababa de descubrir. Un Krishnamurti que podía combinar un intelectualismo refinado, una compasión infinita y esa ternura espontánea que son las señales características de los verdaderos santos. 60 CAPÍTULO II NEEM KAROLI BABA Era 1957, el 13 de abril, el día en que el sol entra en el signo de Aries, una festividad importante en India. En esa época, yo vivía en nuestro ashram de Benarés. Acababa de atravesar un periodo de prácticas espirituales intensas y, como suele pasar en estos casos, la reacción se había manifestado en forma de una depresión mental. Pensando que un poco de descanso me iría bien, había pedido a la dirección del ashram que me confiara un pequeño trabajo útil pero poco absorbente. Por ello, me habían encargado que regara parte de las flores y arbustos que crecen en el jardín. Hacía mucho calor en abril en Benarés, un calor que resecaba tanto a los seres humanos como a las plantas. Era necesario beber mucho y las flores también necesitaban mucha agua. Al principio de la tarde –la hora que tenía libre- con una gamcha (toalla hindú) atada a la cintura a modo de delantal, estaba realizando concienzudamente mi «trabajo». Los visitantes del ashram eran personas corrientes y, en general, yo no les prestaba demasiada atención. Uno de ellos pasó muy cerca de mí, un tipo grande con un gran bigote, vestido con un dhoti blanco, bastante corriente. Llevaba la cabeza rapada, dejando solamente un mechón de cabello en la coronilla, según la costumbre de los hindús ortodoxos de castas superiores. Su aspecto era el de un brahmin como los que se pueden encontrar normalmente en las calles de Benarés. Un hombre joven, vestido de forma similar, lo acompañaba. El «tipo grande» me miró al bies, con simpatía, y le oí murmurar a su compañero: «Ingrezi» («es un inglés») – nombre genérico utilizado por los hindús para llamar a todo aquel que viene de Occidente-, y después desapareció por uno de los edificios del ashram. Algunos minutos después, uno de los sadhus del ashram se acercó a mí y me dijo: «¿Sabe que Neem Karoli Baba está aquí? » Nunca antes había conocido a Neem Karoli Baba, este yogui cuyo nombre está rodeado de un halo de misterio y de milagros, y hacía tiempo que quería tener su darshan. «¿Dónde está?», fue mi reacción inmediata. «Está sentado en la terraza del Annapurna mandir (templo dedicado a un aspecto de la Divina Madre, aquel que provee del alimento físico)». Antes de que mi interlocutor hubiera terminado su frase, había desatado mi gamcha y subía a toda velocidad por la escalera que lleva a la terraza del templo. Estaba sentado en una asana, 61 rodeado por algunos miembros eminentes del ashram. Era el «tipo grande» de hacía un momento. Le saludé respetuosamente con un pranam, el saludo habitual para un santo, y él me pidió que me sentara a su lado. Después me hizo algunas preguntas en hindi. Parecía, no sabría decir por qué, haberme tomado una repentina simpatía. Le trajeron una bebida refrescante, un vaso de matta (suero de leche). Él insistió que trajeran también uno para mí y no bebió su vaso hasta que lo hicieron. Algunos miembros del ashram vinieron uno a uno a presentar sus respetos al santo. Sobre cada uno, él daba en unas palabras su opinión y añadía a veces una observación profética sobre el porvenir. «Sant hai» («es un santo»), decía de algunos, entre los que yo me encontraba. Me miraba con una mirada que parecía sondear el porvenir y dijo: «Benarés te conviene de momento pero pahar jaoge pahar jaoge – tú irás a vivir a la montaña». En esa época, yo estaba profundamente apegado a Benarés y me parecía que viviría toda mi vida en esta ciudad. No tenía ni el deseo ni la menor intención de irme a vivir a la montaña. Sin embargo, dos años más tarde, mi ánimo cambió y pasé el verano de 1959 en Almora, en el Himalaya. No obstante, volví a Benarés en invierno, pero desde el principio de 1960 volví a Alora y después viví en el Himalaya, bajando solamente a la llanura durante un corto periodo en pleno invierno. Así pues, la profecía de Neem Karoli Baba se cumplió. El santo se levantó. Le habían invitado a una casa privada en el vecindario. Yo lo acompañé hasta el portal del ashram. Cuando se marchaba, murmuraba mi nombre sin cesar, como una letanía: «Vijayananda, Vijayananda...» Neem Karoli Baba es un gran yogui según la antigua tradición de los Matsyendranath, Gorakshanath, etc. En principio, su cuartel general está en Lucknow, al norte de la India, pero en realidad nadie sabe nunca dónde está exactamente o hacia dónde va. Aparece de pronto en un lugar, en casa de un discípulo, y después desaparece misteriosamente. No posee nada, no lleva equipaje, ni siquiera la tradicional jarrita de agua. El dhoti que lleva, lo cambia por otro limpio cuando se queda a pasar unos días en casa de un discípulo. Se cuentan todo tipo de historias milagrosas sobre él. Voy a contar algunas que he oído y que tengo motivos sobrados para creer que son auténticas. Un sannyasin de nuestro ashram, que conozco bien desde hace varios años, asistía un día a la Kumbhaméla. Estaba discutiendo con otros sadhus cuando la conversación llevó a Neem Karoli Baba. El sannyasin declaró que si Neem Karoli Baba era un yogui auténtico, debía aparecer frente a ellos si se lo invocaba. Entonces –quizás solamente para bromear- empezó a 62 repetir en voz alta el nombre de Neem Karoli. Casi inmediatamente, en efecto, el santo apareció delante de ellos. Hacia mediados de noviembre de 1962, la situación era crítica en la India. Los chinos habían atacado en octubre, avanzaban victoriosamente en todos los frentes y amenazaban directamente Assam. Parecía que la India estaba en la vigilia de una debacle. Un político importante –cuyo nombre no puedo decir-, discípulo de Neem Karoli Baba estaba entonces en Delhi. Llamó a su maestro para pedirle consejo pues tenía la intención de abandonar la capital. Neem Karoli Baba le aconsejó que no se moviera y le confirmó que a la mañana siguiente todo volvería a estar en orden. Parecía imposible que la situación se arreglara tan rápidamente, y el político trató de discutir, de pedir explicaciones, pero su maestro persistía en sus afirmaciones. Al día siguiente, se anunció que los chinos habían tomado la inesperada decisión de hacer un alto al fuego y de volver a sus posiciones de origen –decisión totalmente sorprendente e imprevisible. La historia más extraordinaria que se cuenta sobre él es la siguiente: Neem Karoli Baba fue en su juventud un monje itinerante que recorría la India entera de arriba abajo. A menudo tomaba el tren y –como muchos sadhus hacen todavía en nuestros días- viajaba sin billete. A menudo, cuando se trata de un sadhu, el revisor cierra los ojos, pero ese día fue despiadado. En el momento en que el tren se paró, hizo bajar a Neem Karoli Baba al andén y le prohibió que volviera a subir bajo pena de sanciones severas. Era una estación pequeña y el tren tenía que partir a los pocos minutos. El jefe de estación silbó y el mecánico puso en marcha las máquinas, pero… el tren se negaba a moverse. Fue examinado vagón por vagón para tratar de descubrir el obstáculo que impedía que arrancara pero fue imposible encontrar nada. Todo parecía estar en buen estado y, sin embargo, la locomotora no quería moverse. Neem Karoli Baba seguía en el andén, quizás con una sonrisa burlona en los labios. Mientras los empleados de la estación intentaban resolver el misterio, alguien sugirió que quizás el mahatma era un gran yogui cuyo poder mágico paralizaba el tren. Los hindús, sobre todo los de los pueblos, son aún muy creyentes. Admiten que existen yoguis que, por el poder de sus austeridades, pueden realizar cualquier milagro. Un empleado se acercó a Neem Karoli Baba y le rogó que volviera a subir al tren. El santo subió a su compartimento, retomó su lugar y…el tren arrancó inmediatamente. La mayoría de los occidentales son escépticos cuando se habla de milagros. Incluso aquellos que se mencionan en la Biblia son considerados 63 «leyendas», «fábulas», como máximo «historias simbólicas» que sirven para transmitir una enseñanza secreta, y muchos creyentes buscan una explicación «científica» de los milagros mencionados en la Biblia, para estar en paz consigo mismos. Las curaciones milagrosas de Lourdes, los casos de levitación entre los místicos cristianos son desde luego aceptados por las personas religiosas, pero casi a regañadientes. A un intelectual corriente le daría vergüenza confesar públicamente que admite que un milagro es algo más que un «cuento de hadas» o una «historia de Papá Noel». Pero, ¿qué es exactamente un milagro? ¿Un hecho, un acontecimiento que impacta a la mente como una ruptura de las leyes naturales? ¿Algo que se creía imposible y que, sin embargo, se ha materializado? Sí, en efecto, así es a veces, pero el verdadero milagro es cuando aquello que hemos deseado trasciende el dominio de la imaginación y se concreta en la realidad tangible exactamente como lo habíamos deseado. El acontecimiento puede ser sobrenatural o ser simplemente un hecho en apariencia banal. En realidad, el mecanismo del milagro debe estudiarse en su aspecto subjetivo, pues las varitas mágicas ejercen su función en el dominio psicológico, y la explicación del hecho milagroso no puede ser «científica» sino solamente psicológica. De entrada, hay que aceptar la hipótesis de que es la mente la que crea la materia, que un pensamiento suficientemente poderoso y concentrado puede materializarse en una forma visible o en una serie de acontecimientos. En principio, un yogui que ha obtenido un perfecto dominio de su mente –no solo de su aspecto consciente sino también de las formaciones del inconsciente, hasta su base fundamental, es decir el instinto de conservación- puede realizar cualquier milagro. Pero esto es la teoría pues en la práctica todo es mucho más complejo. De entrada, un yogui perfecto está unido a la «fuente de las cosas» y por este mismo hecho, todos sus deseos y aspiraciones se han cumplido. Ahora bien, la producción de un milagro exige una volición, un deseo, ambos ausentes en un ser perfecto. Por otro lado, no existe algo que podamos llamar una «mentalidad individual autónoma». El individuo no es más que una ola, un remolino en el océano mental universal. En el ámbito mental, como en el ámbito físico, se produce una interacción constante entre los elementos individuales, un intercambio continuo de pensamientos. De esto se deduce que el mago no es un elemento aislado: no existe más que en función de su espectador. Un milagro solo se puede producir cuando los dos actúan en sintonía, como una pareja de bailarines por ejemplo. Aquel sobre el que se ejerce un milagro debe ofrecer una receptividad suficiente, su mente debe haber sido permeabilizada de 64 antemano, en una palabra, debe creen en la posibilidad del hecho sobrenatural, aunque sea en lo más profundo de su inconsciente. En la mayoría de los casos, debe de hecho «llamar» al milagro a través de un deseo o de una expectativa formulada en el presente o en el pasado. Frente al occidental corriente, que opone un muro de impecable incredulidad, el mago no tendrá poder, pues el escepticismo es una fe regresiva, a menudo mucho más poderosa que la verdadera fe. A finales del siglo pasado, cuando los ingleses atacaron el Tíbet, los lamas magos del país aseguraron a sus tropas que no tenían nada que temer, pues por el poder de sus ritos mágicos, las balas de los ingleses se volverían contra ellos mismos. Pero, de hecho, las balas inglesas perforaron totalmente el pecho de los soldados del Dalai Lama. A primera vista, parece que los magos del Tíbet se hubieran hecho ilusiones sobre su poder pero no es imposible que ellos tuvieran realmente ese poder y lo trataran de ejercer pero que fuera ineficaz debido a la incredulidad total de los soldados ingleses. Por otra parte, es un hecho bien conocido que la fe sola puede producir milagros pero se trata de la fe «que mueve montañas» de la que habla el Evangelio. De hecho, esta fe está en la base misma del funcionamiento de nuestra mente. En primer lugar, recibimos el haz de información que nos dan nuestros sentidos. Nuestra mente lo recoge, lo elige, le da una interpretación extraída de la memoria y lo compara con experiencias similares. Después, aquello que está en el centro de nuestra máquina de pensar le da el «sello» definitivo que valora el grupo de percepciones: «esto es un hombre, no un árbol»; «esto existe, esto no existe»; «esto es bueno, esto es malo», etc. Cuando vemos un árbol, por ejemplo, no tenemos ninguna duda sobre la realidad de dicha percepción. Nuestra fe en la existencia del objeto es total, sin la menor duda. Por lo tanto, si analizamos el mecanismo fisiológico de nuestras percepciones, y su interpretación psicológica, nos vemos obligados a llegar a la conclusión de que la existencia objetiva de un objeto está lejos de ser demostrada científicamente. No es más que una hipótesis. Por otra parte, cuando soñamos tenemos la misma fe absoluta en la realidad de nuestras fantasmagorías. No es más que al despertar que podemos decir: «No era más que un sueño». A fin de cuentas, es nuestra creencia, nuestra fe en su existencia la que da a los objetos su realidad empírica. Pero, para volver a los hechos tangibles: ¿cuáles serán entonces las condiciones en las que se puede producir un milagro? 65 1. Un santo perfecto que potencialmente posee todos los poderes no los utilizará más que en circunstancias excepcionales, pues, como ya he comentado, está desprovisto de todo rastro de deseo de volición. El hecho sobrenatural podrá producirse a veces por su intermediación sin que sea consciente siquiera. Sirve, en este caso, simplemente como canal para la voluntad cósmica. La mayoría de milagros que se atribuyen a los santos entran dentro de esta categoría. En otras circunstancias, el santo podrá identificarse momentáneamente con el deseo o la aspiración del discípulo o de un suplicante, y hacerlos realidad. 2. Los grandes yoguis están generalmente un poco por debajo del nivel de perfección y sus milagros tienen por objetivo el bien del mundo o el progreso espiritual de uno o de varios discípulos. 3. En cuanto a aquellos que realizan milagros con objetivos personales (admitiendo que no sean simples prestidigitadores), su poder está muy limitado, pues el poder de un yogui es inversamente proporcional a su ego. Borrar el ego lleva a la perfección, la afirmación del mismo limita más y más. Por otra parte, un mago que utiliza un poder con fines personales, acabará tarde o temprano por perderlo y se expondrá a graves consecuencias. La mayoría de los «magos de oficio» –si me atrevo a utilizar este términono utilizan directamente su voluntad o su poder de concentración para realizar un hecho sobrenatural. Pues un esfuerzo personal tendrá como resultado dar un impulso al ego, lo que se traducirá automáticamente por un debilitamiento, incluso una pérdida total del poder yóguico. El yogui utiliza como palanca el «poder del Otro». Este «Otro», normalmente es Dios, el medio más simple de que sea propicio es una oración ardiente y sincera… Pero, algunas veces también, el mago podrá apelar a un poder cósmico, un «dragón» o un «espíritu». Qué más da que estos poderes tengan una existencia real o imaginaria o que estén dotados de una vida temporal y efímera insuflada por un yogui. Este método fácil y eficaz ha sido utilizado por los magos de todos los tiempos y de todos los países. Si los milagros existen, dirá inmediatamente el intelectual occidental, deberíamos poder verificarlo y estudiarlos a través de los métodos modernos. Y, así, empezamos a seguir la pista de los yoguis con cámaras ultrasensibles, máquinas electrónicas, electrocardiogramas, electroencefalogramas y no sé cuántas cosas más. Pero el milagro –el verdadero milagro- no es presentado al público como un espectáculo en el escenario. Cuando lo es, podemos afirmar casi con seguridad, que el mago no es, en 66 realidad, más que un hábil prestidigitador. Un verdadero milagro es algo vivo que surge cuando se establece un contacto con el formidable poder cósmico subyacente en el mundo de nuestras percepciones. Para él o para los espectadores, tiene un significado profundo y preciso, más importante que el hecho sobrenatural en sí mismo. A menudo marca un punto de inflexión en su vida psicológica, una nueva orientación de su pensamiento y de su conducta. Yo mismo he sido testigo e instrumento de cierto número de milagros: una flor que se abre espontáneamente en la mano, la lluvia que cae a la hora precisa en que se la había llamado (y en numerosas ocasiones), la evolución rápida de una enfermedad hacia su curación sin medicamentos, cuando la medicación era imposible, y muchas otras cosas. Pero todos ellos tenían un significado profundo, más vasto, más conmovedor, más convincente que el milagro en sí mismo. Así, una encuesta científica, llevada a cabo con las técnicas modernas, sería molesta e ineficaz. Los milagros que hacen los grandes yoguis nunca tienen como objetivo «epatar» al público. Contienen siempre una enseñanza y a veces actúan como una «terapia de choque» cuyo objetivo es el despertar espiritual. Y, con toda probabilidad, esto es así en lo que concierne a los milagros de Neem Karoli Baba. 67 CAPÍTULO III RAMDAS Fui a Anandashram, en Kerala, para visitar a Swami Ramdas. Nos acercamos al ashram, construido en un entorno encantador, lejos de las viviendas de los hombres. Muy cerca del ashram se encuentra una colina desde la que se puede divisar el azul grisáceo del mar. Entramos, mi mozo de equipajes y yo, por el gran porche de este refugio de paz. En el patio del ashram había un hombre sentado en un sillón, rodeado de algunos niños y adultos. Parecía un abuelo en medio de los miembros de su familia. Iba vestido con un dhoti blanco, en su rostro lampiño irradiaba una sonrisa perpetua que, algunas veces, se iluminaba con un franco estallido de risa que producía una alegría irresistible y contagiosa. Su rostro no tenía el menor rastro de ironía o de condescendencia, menos todavía de severidad o el menor vestigio de cualquier complejo de superioridad. No había necesidad de preguntar si era Swami Ramdas pues era más que evidente. Una persona que estaba dándole un masaje en los pies se apartó frente a mí. Yo hice respetuosamente los saludos habituales al maestro y puse un coco a sus pies. El swami hablaba un inglés impecable. Su timbre de voz era sencillo y natural, tan benévolo como la sonrisa de su rostro. Me hizo las preguntas corrientes que se le hacen a un recién llegado pero el tono de su voz, su actitud familiar me hicieron sentir que ya formaba parte de su círculo de amistades. Su familiaridad –si me atrevo a utilizar esta palabrarecordaba a la de un padre con sus hijos, pero un padre que sería al mismo tiempo su amigo. Los íntimos de Ramdas y sus discípulos le pusieron el sobrenombre de Papa. Era el nombre que le iba mejor y quizás también el que le tocaba más directamente el corazón. Ramdas era un sannyasin y antaño vestía ropa naranja. «Llevaba una barba y largos cabellos como tú», me dijo un día, pero en aquel entonces iba vestido solamente con un dhoti blanco, «como todo el mundo», pues había trascendido la época monástica y se había convertido en un ativarnashrami, aquel que está más allá de las castas sociales y de las etapas de existencia. (Las cuatro etapas de existencia (ashrama) de la sociedad hindú tradicional son los de: - brahmacharya, educación y formación a través del estudio y de la disciplina, - grihasthya, vida activa mundana y familiar, - vanaprasthya, vida de retiro y de desapego de la vida mundana, - sannyasa, renuncia a la acción y a la vida 68 mundana). Su cráneo completamente calvo, su rostro siempre lampiño, su boca completamente desprovista de dientes contribuían a la impresión de extrema sencillez que se desprendía de su persona. El sahaja-avastha, el estado natural completo, ¿no es la mayor perfección? Swami Ramdas, en su vida mundana, se llamaba Vittal Rao. Era un brahmin del clan de los Saraswat, conocidos por su brillante inteligencia y su espíritu emprendedor. Estaba casado y de dicho matrimonio había nacido una sola hija. Vittal Rao tenía una sólida cultura occidental y probó diferentes oficios, el último fue un puesto en una fábrica de tejidos. Repetía a menudo el nombre divino de Ram. Un día, su padre le oyó y le transmitió el mantra completo de Ram. «El gurú de Ramdas (Ramdas utilizaba la tercera persona cuando hablaba de sí mismo) le dijo: “Hijo mío, repite este mantra constantemente: Shri Ram Jai Ram Jai Jai Ram, y obtendrás una felicidad eterna” (Traducido del inglés de God experience, p. 168, cf también Les carnets de pèlerinage de Albin-Michel por Ramdas).» El efecto de dicha iniciación parece haber sido extraordinario, pues Vittal Rao, que tomó entonces el nombre de Ramdas («servidor de Ram»), dejó a su mujer, a su única hija y partió a la aventura por los caminos de la India como tantos otros monjes errantes, repitiendo el mantra día y noche, sin descanso, pues su gurú le había dicho que lo tenía que repetir constantemente. «¿Qué te dijo? (su padre). Repite el Nombre constantemente. Ramdas pensaba que constantemente significaba las veinticuatro horas del día. Por eso, todo trabajo debía ser abandonado». La repetición de esta fórmula sagrada le aportó un gozo inefable y temía perder dicho gozo, me dijo un día, si llegaba a interrumpir la repetición. Ramdas ha descrito sus aventuras durante este periodo de su vida, con un estilo agradable y lleno de humor, en su libro In quest of God. Durante sus peregrinaciones, visitó al gran santo de Arunachala, Ramana Maharshi. Cuenta que le rogó al santo que le bendijera, lo que el Maharshi hizo con la mirada. Después se fue a meditar en la colina de Arunachala y fue allí donde tuvo por primera vez la experiencia del samadhi. Tras esta iluminación, continuó con su vida errante pero era otro hombre el que viajaba entonces a través de los caminos de la India. Esta segunda parte de su vida, la describe en una obra voluminosa: In the vison of God. El número de sus discípulos en India es considerable pero la mayoría de sus admiradores está entre los hindús del sur y del oeste. No podemos dejar de sorprendernos por el curioso contraste entre la personalidad de Swami Ramdas y su enseñanza. El santo, como ya he comentado, tenía una sólida cultura occidental y hablaba un inglés excelente. Además, simpatizaba abiertamente con la corriente de ideas de la India moderna: 69 abolición de los privilegios de las castas, rehabilitación de los parias, educación de las mujeres, etc. Y, sin embargo, su método puede ser resumido con una sola palabra: japa, palabra que para el hindú moderno evoca la vía tradicionalista de las abuelas devotas, la fe simple de la gente sencilla, la credulidad de las masas ignorantes. El japa es simplemente la repetición de un nombre divino o de un mantra transmitido por un gurú, tantas veces como sea posible, en todas las condiciones de la vida diaria, incluso sin interrupción como lo hizo el mismo Ramdas. Ramdas afirmaba de forma perentoria que la sola repetición del nama (el «Nombre») con fervor es suficiente para llevarte a la cumbre de la realización espiritual. Además, su vida y la disciplina que él siguió son pruebas vivas de ello. He aquí lo que él escribió sobre este tema: «Cuando Ramdas dice que alcanzó el objetivo siguiendo este camino (el japa), tal como le fue ordenado por Dios, algunas personas no le creen. Dicen: “Nosotros también repetimos el Nombre, pero no obtenemos el resultado que usted ha obtenido…” La repetición del “Nombre Divino” es sin duda diferente según las personas». La mente no aceptará el Nombre como el único medio para realizar a Dios, si esta práctica no está apoyada por un preciso vairagya (renuncia a los placeres mundanos). Una mente dispersa no puede degustar la felicidad del Nombre. Vairagya es el resultado de una aspiración intensa y concentrada en una sola dirección, para la realización de Dios. «Entonces el Nombre actuará maravillosamente». Sin embargo, el japa es considerado por muchos como el «pariente pobre» entre los métodos de sadhana. Tenemos la tendencia a creer que a esta vía, tan básica en apariencia, le falta eficacia. Pero el japa, tal como es aconsejado a los principiantes, no es más que un primer paso; un primer paso tan fácil, tan sencillo que está al alcance de cualquier persona que tenga un ápice de buena voluntad. Y esta es la enorme ventaja de este método, pues ofrece una puerta de entrada al camino de lo Divino, accesible a todo el mundo. La repetición del mantra, incluso si se hace de forma mecánica al principio, acabará tarde o temprano por despertar la actitud mental correspondiente a su significado. Así, pronto se formará en la mente un núcleo central que ralentizará el curso de los pensamientos y hará más fácil su observación. Poco a poco, si el sadhaka repite su mantra sin cesar, llegará a un estado de concentración mental casi constante, favorable al despertar de la fuerza interior. Esta fuerza, una vez despierta, guiará infaliblemente al discípulo hacia el objetivo. «La mente se vuelve concentrada. Y entonces liberas la fuerza divina escondida que dirige los pensamientos y las acciones». Muchos de los sabios hindús atribuyen una importancia enorme al nama, 70 el Nombre de lo Divino. Los Puranas y las leyendas populares hablan a menudo de la eficacia milagrosa del Hari-Nam (el Nombre de Vishnu). Algunos llegan incluso a afirmar que decirlo, aunque sea una sola vez, es suficiente para salir del ciclo de nacimientos. Estas alabanzas hiperbólicas del Nombre tienen como objetivo evidente reafirmar la fe del sadhaka en su mantra. Pues la eficacia de japa será directamente proporcional a la fe que el discípulo ponga en esta práctica. Por otra parte, algunos piensan que la fe total del practicante puede volver poderosa cualquier fórmula vulgar, si este está persuadido de que es un mantra. El mantra que Swami Ramdas transmitía era el que le había sido entregado por su padre. Rompiendo con la antigua tradición india, él daba las iniciaciones en público, a todos aquellos que se lo pedían. El mantra ya no era guardado celosamente, como un secreto que no se debía comunicar más que en la estricta intimidad a aquellos que habían demostrado que eran capaces de seguir una disciplina espiritual. Pero, en realidad, como todos los verdaderos gurús, Ramdas utilizaba métodos más complejos, adaptados a cada caso particular. Pues es en los detalles de la vida diaria donde se encuentran nuestros verdaderos problemas y los nudos psicológicos que nos unen. Y las técnicas espirituales no son más que puntos de apoyo para ayudarnos a deshacerlos. Yo había traído de la ciudad dos cocos. El primero lo había ofrecido a Ramdas y el segundo estaba destinado a Krishnabai. Krishnabai es una discípula de Ramdas pero, en realidad, es mucho más que eso: ella es la Madre del ashram. Ramdas decía a menudo que ella había alcanzado el mismo nivel de realización espiritual que él. Un día me contó la historia de esta mujer extraordinaria y como él se había visto «obligado a darle el samadhi». Esta gran santa que se ocupa minuciosamente de todos los detalles del funcionamiento del ashram, no puede ser más prudente y discreta. Todo en su mirada, en sus gestos, expresa la dulzura, la ternura, la entrega a todo ser vivo. No sabría decir por qué, cuando pienso en ella la identifico casi inmediatamente con la Sita del Ramayana, la mujer ideal. Ella no hablaba inglés y su hindi no era muy fluido. En cuanto a mí, en esa época yo empezaba apenas a chapurrear la lengua oficial de la India. Las comidas ofrecidas por Krishnabai son excelentes pero el alimento espiritual es todavía más generoso y sabroso que aquel destinado al estómago. Todas las noches nos reuníamos en la gran sala del ashram para los kirtans. El público se sentaba en las esterillas o incluso en el suelo, como es costumbre en India, y Ramdas en un asiento alto. El rostro de Papa en esta ocasión parecía difundir a su alrededor una atmósfera de amor plácido, pacífico, tranquilizador y reconfortante. Los cantos, la 71 música instrumental y la actitud de las personas presentes reflejaba este mismo ambiente. El ambiente que rodea a un santo es a menudo más característico de la vía que él muestra que su enseñanza oral. Lo que aureolaba a Ramdas era desde luego la bhakti, y así utilizaba las emociones religiosas. Pero la gama de emociones era muy diferente de aquella que podemos encontrar, por ejemplo, en Bengala. El kirtan de los bengalíes alcanza a menudo las notas agudas de la emoción y produce a veces una tensión nerviosa que se traduce por crisis de lágrimas, incluso, en personas poco equilibradas, por una actitud exuberante: bailes, gritos, hipo, etc. Nunca observé nada parecido cerca de Ramdas. Aquí, los bhava eran lenitivos, calmaban la mente, incitándola a fundirse en ese refugio subyacente de paz y de felicidad. Ramdas, como la mayoría de los grandes santos, no daba una enseñanza regular como la de un maestro de escuela o de un profesor. Lo que un hindú o cualquier practicante espiritual busca en un gran santo es sobre todo el satsang, palabra que significa literalmente «la compañía de la verdad». Para el hindú corriente, es una idea familiar y sabe perfectamente en qué consiste el beneficio que se puede obtener del satsang. Pero para la mayoría de occidentales, acostumbrados a la transmisión de una enseñanza a través de palabras o de libros, esta expresión requiere una explicación: vivir simplemente en compañía de un gran santo, incluso sin recibir una enseñanza oral, puede dar lugar a un progreso espiritual considerable. Parece que se transmite espontáneamente una especie de ósmosis de fuerza espiritual, incluso si el santo no interviene de una manera activa. Por otro lado, incluso cuando personas corrientes viven juntas durante algún tiempo, o simplemente tienen una conversación un poco larga, tiene lugar un intercambio de ideas, de conceptos mentales, de cualidades y de defectos, en un grado variable según los casos. Esto no es una teoría sino un hecho de observación corriente. Así, las personas casadas que viven juntas en armonía durante cierto tiempo, terminarán por tener gustos e ideas similares, lo que se traducirá algunas veces incluso en un parecido físico, como si se produjera algún tipo de mimetismo. Por otro lado, un santo que alcanza la perfección ve en todos los seres su esencia perfecta. Proyecta sobre los que se le acercan una mirada de amor que «diviniza». Ahora bien, estamos constantemente influenciados por las sugerencias mentales de nuestro entorno, sean buenas o malas. Frente a alguien que nos desprecia, nos sentimos en cierta forma «contrariados», aunque nos diga palabras melosas. Por el contrario, experimentamos una sensación de comodidad y de expansión ante aquellos que nos respetan y nos aman. Ahora bien, la sugestión «divinizadora» de 72 un santo parte de una mente poderosa y concentrada y no puede dejar de tener algún efecto. Además de esta influencia benéfica pasiva, los «grandes seres» intervienen a menudo de una forma activa y voluntaria. Es lo que llamamos la shakti-dana o shakti-pat, el don de la fuerza espiritual, que puede darse en grados muy variables. Lo más corriente es una recarga momentánea de energía física y mental, que produce una intensificación de todas las facultades. Y, por este hecho, el fervor religioso, la aspiración hacia el bien, las buenas resoluciones, etc. son considerablemente amplificadas, pues uno va a ver a un santo con un estado de espíritu religioso. Esta intensificación no dura, por lo general, mucho tiempo, pero si el sadhaka la sabe utilizar, le puede servir como trampolín para un progreso espiritual considerable. En otros casos menos corrientes, la shakti-dana toma el aspecto de una verdadera iniciación, activando el despertar de la fuerza interior. Tiene lugar, entonces, un «segundo nacimiento», pues el comportamiento del individuo habrá cambiado totalmente y comenzará para él una nueva vida. Finalmente, el santo puede poner a una persona frente a una serie de circunstancias que le permitirán curarse definitivamente de un vicio o de un grave defecto. Conocí a un fumador inveterado que fue sanado de un día para otro después de haber visitado a un santo. Pero la mayoría de los grandes santos –excepto aquellos que observan un silencio absoluto- tienen también una enseñanza oral para dar, y sus palabras son precisas, pues son la expresión –llevada a nuestro nivel de pensamiento- de una experiencia directa de la verdad. Durante las tres semanas que pasé en compañía de Ramdas, fui especialmente favorecido en este aspecto. Casi todas las tardes, pasé media hora, una hora y a menudo más tiempo de conversación particular con el gran santo. Podía hacerle entonces a Ramdas todas las preguntas que me pasaban por la cabeza: mis propias dificultades, temas generales, la descripción de las experiencias de Ramdas y también el relato de sus aventuras que explicaba con su lenguaje lleno de sentido del humor. Qué pena no haber pensado en apuntar día a día estas conversaciones, pues la mayoría de las enseñanzas orales tan preciosas del santo han huido de mi memoria como a través de los agujeros de un colador. Hablaba de una manera tan sencilla, tan natural, y la respuesta a cualquier pregunta era franca y abierta, como la de un niño. Sin el menor rastro de hermetismo o de misterio fuera el tema que fuera, siendo el tono de la conversación amistoso y sin rastro de la actitud de una enseñanza ex cátedra. 73 1. Un día, le pregunté a bocajarro: «Como usted es Ram (por « Ram », Ramdas entendía el poder divino omnipresente, no el Ram histórico) ¿puede darme la experiencia del samadhi ?» El respondió: «Usted mismo es Ram. ¿Cómo podría Ram darse algo a sí mismo? » A mi vez: « Sí, desde el punto de vista del Absoluto, esto puede ser cierto pero yo no lo sé y sufro por ello». Ramdas: «No, no, Ram no sufre, él lo finge, es su juego (su lila) ». Yo: «Muy bien. Admitamos que soy Ram y que juego al juego del sufrimiento y de la ignorancia. Pero en el interior mismo de ese juego, me puede dar la experiencia del samadhi? » Ramdas: «Sí. Puedo dársela. Pero perdería el gozo de la victoria». Yo hubiera podido llevar la argumentación más allá y decirle: «No me importa el gozo de la victoria, deme la experiencia de la Verdad igualmente». Pero, si no recuerdo mal, nuestra conversación fue interrumpida en ese momento por un visitante o por otro motivo. 2. En esa época, yo tenía un apego muy profundo por mi gurú y me resultaba penoso estar lejos de su presencia física, aunque fuera un corto periodo. Creía que esto era algo bueno y lo hablé con Ramdas, pensando que lo aprobaría. Pero su respuesta me desconcertó un poco, y no fue hasta más tarde cuando comprendí cuánta razón tenía: «Alrededor de un santo, me dijo, hay dos tipos de personas: el primer tipo está formado por aquellos que lo acompañan siempre. Estos son como los chinches. Hacen sufrir al santo y sufren ellos también. El segundo tipo sigue el ejemplo del ternero que después de beber la leche de su madre se va a brincar a su aire en los prados. Así, el verdadero sadhaka se queda un corto periodo con su gurú para recargar sus fuerzas y después se va a un retiro solitario o se dedica a una sadhana intensiva. Sea como el ternero y no como el chinche». Entre las historias de sus aventuras durante su vida errante, me contó la de la visita que hizo a Hardwar durante la kumbha-mela. Esta historia está explicada íntegramente en su libro In the visión of God (en francés “Les carnets de pèlerinage”) pero añadió un detalle interesante que no se menciona en el libro: La kumbha-mela es una «feria» religiosa colosal que tiene lugar cada doce años en Hardwar (y en otros lugares, Allahabad, Nasik, Ujjain, pero en fechas diferentes). Un número impresionante de sadhus y varios millones de personas se reúnen en esta ciudad relativamente pequeña y, a la hora propicia del baño ritual, toda esta gente se concentra en un punto del Ganges, el Brahma-Kunda, con la mente y los nervios en 74 tensión, para intentar tomar este baño fabuloso cuyo fruto será nada menos que la liberación del ciclo de renacimientos. El resultado es una inmensa masa humana en movimiento, en la que el individuo tiene muy poca iniciativa. Las fuerzas de policía situadas cerca del Brahma-Kunda y un poco por todos lados hacen lo posible para encauzar y dirigir esta marea humana. Si dejan de tener la situación controlada –y esto sucede algunas veces- aunque sea unos pocos minutos, el resultado es catastrófico. No es extraño entonces que un número más o menos grande de personas sean asfixiadas o pisoteadas hasta la muerte. Y ahí estaba Ramdas, con uno de sus amigos, en medio de esta marea humana. Naturalmente, había perdido, como todo el mundo, toda iniciativa de movimiento libre y se veía forzado a seguir las fluctuaciones de las olas humanas. Por otra parte, él no tenía intención de tomar el baño ritual, había venido simplemente como espectador. Pero, cosa curiosa, después de haber sido casi asfixiado y aplastado varias veces, terminó por encontrarse justo delante del Brahma-Kunda, y a la hora propicia indicada por los astros. Poder tomar este baño ritual en el Brahma-Kunda en Hardwar, durante la Kumbha-méla y a esa hora concreta es algo maravilloso para un hindú corriente, pues su destino tras la muerte será de los más elevados. Pero Ramdas dejó pasar fríamente este hecho maravilloso y no se metió en el río: «No quiero una liberación adquirida de forma tan barata, quiero luchar por conquistarla». 3. Un día, algunos discípulos laicos de Ramdas, que venían de Bombay o de otra gran ciudad, fueron a visitar al Maestro en Anandashram. Estábamos todos sentados en la sala comunitaria con Ramdas. Uno de los discípulos dio al santo, a modo de ofrenda, dos kurtas de pura seda. Ramdas se las puso y luego se las sacó inmediatamente. Él no llevaba ropa de seda, nos dijo desde el día que visitó una fábrica de seda en Cachemira. La forma un poco ruda con la que esos desafortunados gusanos de seda eran tratados le había impresionado mucho. Y pensaba sin duda que utilizar seda natural era ser cómplice de un acto de himsa (violencia). En esa época, yo llevaba kurtas. Iba vestido como los del Punjab: un pijama (pantalón de tela fina), una kurta y un chadar (chal) por encima de la kurta. Viendo esas espléndidas kurtas abandonadas por Ramdas, la idea que me pasó por la cabeza fue que esas dos camisolas me irían muy bien. Nuestra mente es un animal extraño… y la mía, en esa ocasión, manifestó una codicia poco digna de un sadhu. La idea no hizo más que atravesar mi mente y, sin embargo, estaba 75 suficientemente clara en la superficie de la conciencia. Algunos días más tarde, había dado una de mis kurtas para lavar a los trabajadores del ashram –pues además de todas las amabilidades con las que nos obsequiaba, Krishnabai daba también nuestra ropa a lavar- pero sucedió que los lavanderos extraviaron esa vez mi kurta. Esto era bastante molesto pues yo solo había llevado dos camisolas. Cuando Ramdas supo lo que había sucedido, me mandó llamar y me regaló las dos famosas camisolas de seda que recibí como el prasad del Maestro. Al día siguiente, la kurta que había enviado a la lavandería fue encontrada. Y ahí estaba yo en posesión –además de las mías- de dos camisolas que había codiciado mentalmente. ¿Coincidencia? Quizás, pero coincidencias parecidas se producen a menudo en el entorno de los grandes santos. 4. Durante mi estancia en el ashram, se produjo un triste acontecimiento. Ramdas recibió un telegrama que le informaba de que su única hija acababa de morir. Me lo contaron los miembros del ashram. Yo observaba la expresión del santo, ese mismo día y los días siguientes, pero ni el menor signo de tristeza o de inquietud vino a velar su rostro. Conservaba la misma sonrisa, esa expresión de beatitud que no depende de nada. Todos hemos leído: «El santo no se aflige ni por los vivos ni por los muertos…» « Eterno, inmutable y tradicional, Esto no muere cuando el cuerpo muere.. » «Igual que un hombre rechaza la ropa vieja para ponerse una nueva, así Esto abandona el cuerpo usado para tomar uno nuevo». Pero ¿quién, excepto un santo perfecto como Ramdas, es capaz de vivir realmente esta enseñanza? Finalmente llegó el día de mi partida, pues todas las cosas de este mundo tienen un final. Tenía la intención de ir a Madrás, donde esperaba conocer a un gurú. Antes de mi partida, Krishnabai me regaló golosinas y alimentos para el camino. Justo antes de dejar el ashram, me despedí de Ramdas prosternándome ante él según la costumbre y tocando sus pies con mi frente. Él parecía estar haciendo un esfuerzo para parecer indiferente. Quizás era simplemente el reflejo de mi propio estado mental. El gran santo me dijo entonces con tono enérgico: « I wish to see you again », « Espero volver a verte ». Sin embargo, su deseo no se cumplió. Él abandonó su forma física hace unos años y a pesar de mi deseo de volver a tener su darshan de nuevo, la ocasión favorable, el samyoga, como dicen en India, no se produjo. 76 CAPÍTULO IV SHIVANANDA Probablemente, Shivananda es el santo de la India moderna más famoso en Europa y en América. Mi contacto con él fue muy corto y superficial, y mi opinión sobre este gran santo viene a ser la de un cliché fotográfico instantáneo que fija al personaje en una posición concreta, en unas circunstancias y condiciones concretas. Sin embargo, antes de conocerle, ya había leído varios de sus libros. No todos, es cierto, pues eso es casi imposible… No he contado el número de volúmenes que llevan la firma de Shivananda pero no me sorprendería descubrir que dicho número alcanza o incluso sobrepasa la centena. La «literatura Shivananda » (el término está justificado) no sería muy apreciada por un intelectual occidental ni por un pandit conocedor de la literatura sánscrita sagrada, pues es ante todo una literatura de divulgación. El objetivo de Shivananda parece haber sido el de «sembrar a los cuatro vientos» el conocimiento sagrado esotérico. Su estilo es familiar, bonachón; traducido en inglés, parece un poco pesado y sus bromas algunas veces nos incomodan, pero no hay que olvidar que toda esta literatura ha sido «pensada» en una lengua hindú. Expresa exactamente la forma en la que un baba se dirige a su auditorio, en hindi o en otra lengua moderna de la India. Por otra parte, esta literatura no tiene la pretensión de proponer ideas originales. Es la expresión del Sanatana dharma a todos los niveles, y puesta al abasto del hombre de la calle. Pero representa un trabajo de recopilación, de traducción y de adaptación considerable y, por este hecho, es extremadamente precioso para aquellos que no pueden o no tienen tiempo para consultar los originales sánscritos u otros. En lo que a mí se refiere, los libros de Shivananda me han ofrecido una ayuda preciosa y he aprendido muchas cosas en ellos. Sin embargo, tengo que admitir que me habían dejado una opinión un poco negativa sobre la personalidad del santo. Pero esta impresión se borraría después del darshan. Dicho darshan tuvo lugar en abril de 1952. Yo acababa de pasar quince días en compañía de mi gurú en Ananda Kashi. Si yo pudiera pensar en un paraíso terrenal, sin duda sería este lugar. Por supuesto, hablo de un paraíso para ascetas. Ananda Kashi no es una ciudad ni un pueblo, ni tampoco una aldea. Es simplemente un grupo de casitas que pertenecen a la familia real de Tehri-Garhwal. Pero 77 este grupo de casitas está construido en un entorno natural para el que la palabra «grandioso» se queda corta. Está, por supuesto, en el Himalaya pues, ¿no es en el Himalaya donde la naturaleza revela todo su esplendor? El lugar se encuentra a unas quince millas de Rishikesh, en la ruta que va hacia Badrinath. Las casas están construidas sobre una ondulación del terreno que sobresale por encima del Ganges, en plena naturaleza salvaje. El gran río empieza a descender de sus cumbres natales y todavía tiene ímpetu de torrente. Sus olas con tonalidades verdiazules, claras como el agua cristalina, fluyen en medio de una paisaje montañoso al que añaden el último toque de perfección. Un estruendo acompaña su curso majestuoso, un sonido solemne que recuerda el pranava (el Om). Pues el río legendario, ¿no desciende de los cielos después de haber recorrido los cabellos de Shiva? Las laderas de las montañas están rayadas como el lomo de un tigre, pero la razón de esta peculiaridad es más prosaica de lo que me hubiera gustado imaginar. Son los campesinos los que han cortado escalones horizontales en los terrenos cultivables, en las laderas de las montañas para retener el agua de la lluvia que, de otro modo, fluiría por las pendientes. El lugar está en la baja montaña, a unos mil metros de altitud aproximadamente, y los tigres suelen merodear por la zona. En la alta montaña, solo el leopardo, poco peligroso para el hombre, frecuenta las junglas. A unos cientos de metros de Ananda Kashi, al otro lado del río, se encuentra la famosa Vashishta Gupha, la cueva que fue habitada por el gran rishi Vashishta del Ramayana. En la época en que la visité, estaba ocupada por Swami Purushotamananda y sus discípulos. Yo dejé Ananda Kashi a finales de abril. Un jeep debía llevarme a Hardwar vía Rishikesh, donde íbamos a tomar un tren hacia otro destino. El jeep se estropeó a algunos kilómetros de Rishikesh y, en lugar de esperar tranquilamente a que el chofer hubiera reparado los daños, decidí ir a pie hasta Rishikesh. Me vino entonces a la mente la idea de ir a visitar a Shivananda, cuyo ashram estaba de camino. Llegué al ashram por la tarde. Shivananda aún no había llegado, pues vivía en una casita alejada. Tuve mucho tiempo para examinar el lugar, que daba al Ganges. Me invitaron al refectorio para ofrecerme una taza de te. Aquí, como en el ashram de Ramdas, los prejuicios de casta no existían: occidentales e hindús de todas las castas comían juntos. Pero lo que me interesó sobre todo fue la librería del ashram, muy bien provista. Empecé por adquirir un libro muy documentado sobre el hatha yoga, reservándome para comprar otros más tarde. Pero entonces llegó Shivananda. Era un gigante de casi dos metros, con el cuerpo atlético pero un poco gordo. Su cabeza y su 78 rostro afeitados le daban un perfil de estatua romana. Sin embargo, a pesar de la impresión de poder que se desprendía de su persona, no había nada duro en su rostro. Una simpática sonrisa revelaba a un hombre cuya actividad tenía como móvil central el bien de sus semejantes. Shivananda había sido médico antes de renunciar al mundo y conservaba los gestos, las actitudes y las costumbres de un facultativo. Al llegar, se sentó en su escritorio y examinó el abundante correo, mientras gestionaba los asuntos del ashram. Al mismo tiempo –entre dos cartas y una conversación con un miembro del ashram –se ocupó de los visitantes que estaban sentados en un banco frente a él, como lo había hecho quizás, en otro tiempo, con los pacientes que recibía en su consulta médica. Habló conmigo, me hizo preguntas, me sonrió simpáticamente entre dos asuntos corrientes. La expresión de su rostro, el tono de su voz y su sonrisa parecían decir: «Estoy contento de que hayas venido». Su actividad externa parecía centrarse en su correo pero su rostro revelaba que todo su interés se centraba en el visitante. «¿Cuánto tiempo piensas quedarte en India? », me preguntó. Yo respondí casi sin pensar: .«Hasta que obtenga la Realización». Después me preguntó: .«¿Quieres libros? – Sí, quiero», y esta era incluso la razón principal por la que había ido allí. Hizo que me trajeran un libro, dos libros: el Bhagavad-Gita, comentado por él mismo, las Upanishad. «¿Quieres también este? Pranayama… y este otro… y aquel…» Cogí primero los libros con una mano, después con las dos manos, luego con los brazos… y después me vi forzado a pedir misericordia pues, ¿cómo podía llevarme aquella montaña de volúmenes? Yo quería pagar pero no me dejó hacerlo. «Un sadhaka, dijo, debe recibir gratuitamente su material de trabajo». También Shivananda, abandonó su cuerpo físico después de una larga vida consagrada al bien de sus semejantes. Su nombre no se olvidará fácilmente. Como un gran barco que atraviesa el Ganges, dejó una huella profunda y fuertes remolinos que continuarán sintiéndose mucho tiempo después de su fallecimiento. 79 CAPÍTULO V LOS MÍSTICOS. LOS BUENOS Y LOS MENOS BUENOS En este vasto crisol de razas humanas que es la India, existen varios millones de sadhus que viven de la mendicidad. Además, un número significativo de laicos, brahmines, etc. profesan la religión, y numerosas personas en todo el mundo siguen una disciplina espiritual bajo la dirección de un gurú. Entre esta marea humana, solo algunos pocos elegidos consiguen la perfección espiritual. «Entre los seres humanos, apenas uno entre diez mil sigue el camino que lleva a la perfección; y entre los que buscan la perfección, pocos son los que Me conocen en Substancia». (Bhagavad-Gita VII, 3) Al lado de dichos santos o ascetas auténticos, se puede encontrar toda la gama de falsificaciones, desde el simple estafador hasta el sadhaka que confunde una experiencia parcial con la realización suprema. Son bastante comunes los que utilizan vestimenta de sadhu o visten la gérua (el color naranja reservado a los renunciantes) para engañar a un público ingenuo, o simplemente para llevar una vida fácil a base de mendigar. Algunos consiguen reunir un grupo de discípulos reclutados entre la gente tosca y crédula. Estos «fraudes» son fáciles de desenmascarar y no son peligrosos en lo que se refiere a las prácticas espirituales. Por mi parte, tuve la buena suerte de no haber sido nunca víctima de este tipo de gente indeseable. En cambio, a menudo he tenido la ocasión de entrar en contacto con lo que llamaría los «semi-falsos». Son individuos que tienen cierta experiencia en el campo espiritual o han adquirido algunos poderes. Algunos de ellos no engañan más que a su público y son, al menos, sinceros con ellos mismo en el sentido de que reconocen en su fuero interno que su realización espiritual es falsa. Otros, por el contrario, están persuadidos de que han alcanzado lo más elevado e intentan que su entorno comparta dicha opinión. 1. El falso nirvikalpa samadhi Cuando llegué a la India, tuve la ocasión de conocer a un europeo, un hombre mayor y respetable, que estaba convencido de haber alcanzado la «realización final», como él 80 decía. Tenía una larga experiencia de meditación y de concentración pero habiendo practicado sus ejercicios durante mucho tiempo sin guía, estaban mal dirigidos. Durante sus meditaciones, y a veces fuera de ellas, entraba en un estado que aparentemente parecía la típica crisis de epilepsia, y perdía completamente la conciencia. Al despertarse, tenía el recuerdo de un estado de vacío, quizás acompañado de cierta euforia, y creía firmemente que era el estado de nirvikalpa samadhi. Pero el hombre que ha vivido la experiencia del nirvikalpa sale completamente transformado. Su comportamiento en la vida práctica revela indiscutiblemente el contacto que ha tenido con la Verdad Suprema. En el nirvikalpa, el ego se ha disuelto completamente. Cuando el santo vuelve a la vida práctica y retoma un ego, este es «transparente», en cierta forma. En general, el egoísmo, la cólera, la avidez, etc. han desaparecido. Cuando todavía quedan rastros, son como las ondas en un agua en calma, que solo rozan la superficie: «Sadhu ka rag, pani ka dag », « la cólera de un sadhu es parecida a una onda sobre el agua » es un dicho hindi. Lo que estaba lejos de ser el caso con el europeo en cuestión, que tenía todas las debilidades de un hombre corriente. Por otro lado, en el samadhi, el verdadero samadhi, no hay pérdida de conciencia. Es, por el contrario, un estado intenso de hiperconciencia en el que la Verdad es percibida «frente a frente», sin que pueda quedar ningún rastro de duda. Cuando el sadhaka va a consultar a su gurú –como fue el caso de la persona en cuestión- para saber si su experiencia es realmente el samadhi, se le afirma con seguridad que es un falso samadhi. 2. El falso savikalpa samadhi Un día, en un ashram, durante una conversación con un joven sadhu hindú, le pregunté dónde estaban sus progresos espirituales. Me respondió que había tenido la experiencia del savikalpa samadhi. En el savikalpa, la mente continúa funcionando, más lentamente, pero el meditador reposa en la conciencia pura y observa cómo se despliega el panorama de su mente. Esto no es más que una de las formas del savikalpa, pues existen otras. Este estado viene acompañado de una sensación de gozo y de felicidad. Pero al preguntarle, pronto me di cuenta de que su samadhi era simplemente una pérdida de conciencia en un estado de felicidad relativa. Tras una intensa emoción religiosa, entraba en lo que se llama un bhava, una especie de ideación de la emoción religiosa, 81 acompañada de una euforia intensa. Estos estados se dan bastante a menudo entre aquellos que siguen el camino de la devoción. A veces son acompañados de movimientos semi-conscientes, o de un comportamiento extraño. Estos bhava tienen un valor real, y señalan un progreso espiritual serio pero están lejos del savikalpa samadhi. Por supuesto, no hay que confundirlo con el comportamiento de histéricos o desequilibrados mentales, que no son extraños en el medio religioso. De todas formas, cuando uno sale de un samadhi, aunque no sea el savikalpa, la mente está completamente transformada. El corazón se enternece con todo aquello que respira, pues uno ha vivido la unidad de todas las cosas. 3. «La encarnación» de Krishna En el verano de 1965, estaba en una pequeña ciudad de los Himalayas como huésped de un rajá del lugar. De vez en cuando venían algunos visitantes para debatir sobre temas religiosos y algunas veces me pedían consejo. Un día, una persona que conocía vino a presentarme a uno de sus amigos. Era un vendedor de telas de la ciudad que estaba interesado en los temas religiosos y espirituales. Me hizo algunas preguntas a las que respondí sencillamente. Parecía interesado y me dijo que volvería solo al día siguiente, a las cuatro de la tarde. Al día siguiente vino, en efecto, casi a la hora exacta, lo que es raro entre los hindús. Entablamos una conversación. Yo pensaba que me iba a pedir algún consejo referente a su vida espiritual pero me di cuenta muy rápido de que se habían invertido los papeles, pues tomó la actitud de «maestro» que tenía el poder de resolver todas mis dudas y, quizás, el de darme el samadhi. Yo le escuchaba atentamente pues se trataba de un «caso» interesante, y le hacía preguntas sobre sus «realizaciones». Por desgracia, hablaba en un hindi lleno de cantidad de palabras que me eran desconocidas, quizás panjabí o bengalí. Sin embargo, la conversación fue bastante larga, lo que me permitió estudiar el «caso» tranquilamente y hacer un diagnóstico casi exacto. El hombre estaba casado y tenía varios hijos. No tenía ninguna práctica espiritual. Su estado perfecto –creía él- databa de su nacimiento. La mayoría de los hindús hacen una puja por la mañana, pero él dejaba que su esposa se levantara por la mañana y él se quedaba en la cama hasta tarde, donde –decía- saboreaba su estado espiritual. Su «realización» consistía en que veía casi constantemente frente a él una gran luz y 82 pequeñas lucecitas. La gran luz –probablemente una bola brillante y blanca-, la identificaba con Dios, y las numerosas lucecitas que veía en el espacio, con las almas de los muertos. Me dibujó en un papel una de estas lucecitas. Tenía la forma de una almendra con un punto en medio. Le pregunté si había alguna diferencia entre las formas de las luces-almas, por ejemplo, entre la de un hombre y la de un animal. «No, me dijo, todas las almas tienen la misma forma». El pobre hombre tenía probablemente un tumor o una adherencia meningítica comprimiendo el nervio óptico, lo que producía estos «fosfenos» que él llamaba Dios y las almas individuales. En base a eso, había construido todo un sistema de interpretación, sacado de su fondo religioso. Sin embargo, no daba la impresión de un desequilibrado mental, pues hablaba con calma y razonaba bien. Había escrito a un instituto de estudios parapsicológicos, desde el que le habían invitado para poder verificar científicamente sus experiencias, pero él no había respondido a la invitación. Era bastante hábil en su forma de darse importancia, pues no se vanagloriaba abiertamente sino a través de perífrasis llevando a su interlocutor a extraer él mismo las conclusiones. Por ejemplo, me dijo que había escrito una carta de advertencia y de amenazas a un político (que más tarde fue asesinado) para hacerle volver al camino correcto. Añadió: «Como hice hace cinco mil años». De lo que un hindú corriente sacaría la conclusión de que él era una encarnación de Krishna que había vuelto a la tierra para restablecer el Dharma, pues el célebre verso del Bhagavad-Gita le vendría automáticamente a la memoria: «Cada vez que el dharma degenera, oh Bharata, y que la injusticia prospera, yo me encarno. Para la protección de los justos y la destrucción de los malvados, para consolidar el dharma vengo de era en era» (IV, 7 y 8). Parecía lleno de buenas intenciones hacia mí y me consideraba como un discípulo digno de recibir el poder del maestro. Quizás incluso me habría dado la «realización definitiva» si se la hubiera pedido. Me preguntó si tenía alguna duda por resolver, preguntas para hacerle. No, no tenía ninguna duda, al menos ninguna de la naturaleza del maestro que estaba frente a mí. En cuanto a las preguntas que yo le hacía, era solamente por curiosidad médica. Sin embargo, yo le escuchaba educadamente, respondiendo a sus preguntas con una sonrisa amable y no dejaba aparecer ni rastro de ironía o de impaciencia. Al cabo de una hora o más, se despidió. Pero, cosa curiosa, este «gran maestro», antes de marcharse se prosternó frente a mi… ¿Era sincero o era simplemente un «presuntuoso»? Parece ser que tenía un pequeño círculo de admiradores a su alrededor. Probablemente creía con sinceridad que las luces que veía eran elevadas 83 experiencias espirituales pero, en el fondo de sí mismo, en algún lugar entre el pensamiento consciente y el subconsciente, se daba realmente cuenta de que no tenía ni la paz ni el gozo interior que son inseparables de una realización espiritual auténtica. Sin duda había cedido casi inconscientemente a la tentación de «aparentar» y de brillar tan irresistible para la mayoría de los seres humanos. 4. La interpretación mística errónea Además de aquellos que han tenido una experiencia supranormal o fuera de lo normal malinterpretada, existen otros muchos que fabulan o interpretan lugares comunes en el sentido de su vida mística. Desde luego, la interpretación mística es una necesidad y una ayuda en el progreso del sadhaka. Me gustaría hablar de la actitud mental que interpreta los hechos como si estos emanaran de la Voluntad Divina y, en consecuencia, son benéficos, sea cual sea su apariencia a primera vista. Pero esto no quiere decir que se deba dejar a un lado el sentido común y la facultad para juzgar saludablemente los hechos. La actitud de credulidad ingenua no es lo que se pide y no favorece el progreso espiritual. Eso sería hacer una interpretación mística errónea, como nos muestra la siguiente historia. Hacia 1956, yo vivía en nuestro ashram de Benarés. Tenía como vecino a un brahmachari hindú, un chico encantador que se había convertido en mi amigo. Preparaba su comida él mismo y esta consistía principalmente en roti que él recubría con ghi. Antes de tomar su comida, ofrecía el alimento a su deidad tutelar, después comía, considerando que era la comida de su ishta-devata. Un día, cuando venía de consagrar su alimento y se disponía a comer, fue llamado a la oficina por el director del ashram. Cerró herméticamente todas las ventanas y la puerta con llave y se fue. Cuando volvió, se dio cuenta de que alguien había lamido el ghi que había puesto por encima del roti y tal vez empezado su pan. Después de comer, vino a verme. Su rostro resplandecía de gozo. Con un aire misterioso, me dijo que me iba a confiar un secreto pues acababa de tener una experiencia espiritual importante. Durante su ausencia, me dijo, su deidad tutelar había venido a probar el alimento que le había sido ofrecido. Yo simplemente asentí pues no hubiera querido destrozar su estado de euforia pero había visto a una mangosta que se paseaba familiarmente por los alrededores de su habitación y había un gran agujero para colar el agua… 84 5. La interpretación regresiva También existen individuos que hacen la interpretación inversa. Es decir, que una experiencia espiritual auténtica es interpretada en un sentido patológico, como una enfermedad o un estado de posesión por un espíritu. Alrededor de 1963, estaba en Taratal, un ashram aislado en el bosque del Himalaya, cerca del pueblo de Dhaulchina. Un día, un campesino de los alrededores vino a verme. Hablaba mal el hindi y se expresaba en parte con un dialecto local, el pahari. Sin embargo, acabé por entender de qué se trataba. Pensaba que estaba poseído por un espíritu maligno o que quizás alguien le había echado un maleficio, y también creía estar enfermo físicamente. Los síntomas que me describía eran auténticos signos del despertar de la kundalini. En concreto, oía la mayoría de los diez sonidos místicos clásicos: el sonido del laúd, del tambor, el del trueno, etc. Yo lo tranquilicé tanto como pude y traté de convencerlo de que no solo su estado no era patológico sino que debería estar feliz de haber sido favorecido por una experiencia poco frecuente. Nunca volví a verle y no sabría decir qué fue de él. 6. Los darshans « ¿Has tenido el darshan de tu ishta-devata, el darshan de Krishna o de Ram ?... » Es una pregunta que un hombre común preguntará a menudo a un sadhaka. Pues para muchos hindús de clase media, haber tenido la visión de Krishna, de Rama, de Shiva o de cualquier otra forma de lo Divino es considerado como uno de los momentos cumbre de la realización espiritual. Esta creencia está apoyada por los textos de los Puranas: aquel que ha tenido la visión de Krishna o de Rama no volverá a la rueda de nacimientos y de muertes. Pero, como muchas creencias populares, esta convicción tiene su origen en una verdad esotérica. Krishna, Rama o cualquier otra forma de los Divino son los símbolos del Paramatman, es decir, de la Conciencia Cósmica. En efecto, «ver» la Conciencia Cósmica significa la liberación del ciclo de nacimientos, pero la Conciencia Cósmica no tiene forma y no puede ser «vista», pues ella es el «Vidente», el Numen Eterno. Sin embargo, al borde de lo impersonal, del Infinito, se puede percibir una forma que de alguna manera marca el punto de inflexión entre el mundo empírico de nombres y de 85 formas y el Silencio Absoluto del nirvikalpa-samadhi. Pero esta forma no es limitada, sino que colma todo el cosmos. Esta experiencia corresponde al savikalpa- samadhi y da a quien la ha vivido la sensación de estar unido al Omnipresente. Solo algunos pocos elegidos consiguen alcanzar esta cumbre espiritual, y esto es el verdadero darshan, cuando la deidad tutelar –Krishna, Rama, etc.- es identificado con el Macrocosmos. En un nivel más bajo, parece ser que en el momento del despertar de la kundalini, surge a veces la visión luminosa de una forma humana acompañada por una sensación de felicidad. Sucede a menudo que el sadhaka confunde dicha visión con el verdadero darshan y cree equivocadamente que ha alcanzado una de las cumbres de la realización espiritual. Otros, finalmente, han tenido simplemente la visión de una imagen subjetiva de colores de Krishna, de Rama, etc. como aquellas que aparecen a veces en el duermevela, y se imaginan y cuentan que han «visto» lo Divino. Pero: «Su forma no pertenece al ámbito de la visión, nadie puede verlo con los ojos. Se revela a aquel que reside en el corazón, por la intuición, por la meditación. Aquellos que han entendido esto, se vuelven inmortales». (Kathopanishad, VI, 9) 86 TERCERA PARTE LAS ENTREVISTAS DE KANKHAL Vijayananda interactúa regularmente con los visitantes indios y occidentales, cerca del samadhi de Ma Anandamayi, en Hardwar. Su vida de discípulo al lado de Ma le permitió ir muy lejos en el camino espiritual sin tener que identificarse con una religión o con un dogma concreto. Su itinerario es un ejemplo vivo del hecho de que la interioridad es capaz de trascender las culturas, está más allá del espacio. Vijayananda conoce a los buscadores espirituales interesados por la India: hace cuarenta y cinco años que los ve pasar, que ve sus lados buenos y sus debilidades, así como su diversidad. He mencionado, cuando me ha parecido que podía ser útil, la personalidad de aquel que hacía la pregunta, pues Vijayananda no da enseñanza ex cátedra, sino tal como hacía Ma, no hace más que responder a las preguntas, adaptándose al nivel de aquellos que las hacen. Lo que aquí se trasluce poco es el ambiente de las conversaciones informales que abordan muchos más temas que solo los espirituales. Esto es, por supuesto, para que los visitantes se sientan cómodos, puedan avanzar en el camino a través de lo que en la Edad Media se conocía como el "conocimiento gozoso", pero existe también una realidad metafísica subyacente: lo mundano y lo espiritual son uno, los budistas hablan a este propósito de la unión del samsara y del nirvana. Ciertas ideas expresadas en las respuestas que siguen tienen, sin duda, relación con el contexto general de la obra. El ambiente alegre y amoroso que reina en las entrevistas de Kankhal ayuda a los buscadores a desarrollar gozosamente el espíritu de desapego, tan fundamental para un progreso espiritual real. En este sentido, la compañía de los hombres de Dios (satsang) es indispensable, al menos durante una buena parte del camino espiritual. Esto siempre ha sido así y no hay razón para cambiarlo. Comparado con el contacto directo, parecido al sabor de un mango fresco, los escritos serían como mangos secos. De todos modos, incluso si tienen menos sabor, no son menos nutritivos, sobre todo para aquellos que tienen una base de experiencia espiritual suficiente para asimilarlos. Existen dos factores, además de las palabras, que suponen la calidad de una respuesta: por una parte la energía de la presencia, basada en la experiencia y la sinceridad de aquel que responde, y por otro lado, a propósito de la respuesta, en función de las circunstancias, 87 el nivel del estado emocional de aquel que hace la pregunta. Hay que reconocer que esto es difícil de exponer en un libro, incluso si lo has oído cuando estás con Vijayananda. Pienso mucho mejor de él de lo que pueda decir en estas palabras pero me abstengo de hacerlo pues sé que él, al leerlo, censuraría el manuscrito de esta introducción… Cuando se le pregunta cuál es su nivel espiritual, normalmente responde que el nivel que ha alcanzado es el efecto de la gracia de Ma. No he transcrito algunas respuestas cuando he visto que se trataba de consejos de sadhana dados a una persona concreta, en un momento concreto, y que no tenían un interés más general. La fórmula de preguntarespuesta puede parecer, en algunos momentos, un poco artificial. Hubiéramos podido anotar directamente los pensamientos de Vijayananda por separado, pero estos corresponden, a pesar de todo, a una realidad: Vijayananda expresaba pensamientos en respuesta a preguntas. A menudo vuelve sobre los mismos temas bajo ángulos de vista un poco diferentes. Se trata de un estilo en espiral que permite, mejor que un estilo lineal, integrar nociones fundamentales de la meditación. Espero que el lector sabrá comprender las diferencias de magnitud, cuando se dé cuenta de que va a leer, en unas pocas horas, respuestas que tardé seis años en recoger, y que corresponden a una práctica de yoga que Vijayananda comenzó hace más de sesenta años y continuó intensamente en India, al lado de Ma, durante cuarenta y cinco años. 88 CAPÍTULO I MA Y LA TRANSMISIÓN ESPIRITUAL - Se dice a menudo que un maestro espiritual debe esperar la solicitud de aquellos que vienen a verle. Pero el poder de un santo, ¿no es justamente el despertar esta solicitud latente? Si, es cierto que un maestro debe esperar la solicitud de aquellos que vienen a verle. Predicar o enseñar a aquellos que no están receptivos es como sembrar en un terreno rocoso; pero el santo es capaz de transformar este terreno rocoso en una tierra fecunda. Para algunos, lo puede hacer de golpe, para otros será un trabajo progresivo; pero esto, no lo hace por lo general a través de palabras o con una enseñanza. La sola mirada de un santo es suficiente para transformar a un ateo en hombre religioso, a un libertino en un yogui. Este era el tipo de milagros que hacía Ma casi a diario, pero esta transformación se realizaba a través del despertar de la fuerza divina que está latente en todo el mundo. Una vez que se ha despertado, habrá un terreno fecundo para la enseñanza verbal, si aún es necesaria. -El despertar de la energía interior, realizado por el gurú, ¿puede llevar en algunos casos a la intensificación de los deseos mundanos? Cuando la energía interior (es decir, el poder de la kundalini) es despertada, sea por el gurú, sea por los ejercicios de yoga o incluso espontáneamente, el primer efecto es una intensificación considerable de los deseos, incluso de los más ordinarios. Ma dijo un día: « Kama, krodha y Bhagavan ki shakti' caminan juntos», y con sus dedos mostró kama, el deseo sexual, krodha, la ira, y Bhagavan ki shakti, palabras con las que Ma designaba el poder de la kundalini. Mostró diez movimiento íntimamente ligados caminando en sentido inverso. Lo que buscamos en la satisfacción de nuestros deseos es (en realidad) la felicidad del ser. Pero intentando obtener esta felicidad en los objetos de los sentidos, vamos por el camino equivocado, pues estos objetos no son más que un reflejo de dicha 89 felicidad. Es como un niño que quisiera abrazar su propia imagen que estuviera viendo en un espejo. Es necesario, pues, invertir el dinamismo del deseo y llevarlo hacia su fuente que está en nosotros mismos. Cuando el gurú despierta la energía interior, da intensidad a este doble movimiento. Es el discípulo el que debe elegir la dirección: hacia lo alto o hacia lo bajo. Pero el gurú no despertará la kundalini más que cuando haya puesto a prueba repetidas veces a su discípulo, para estar seguro de que será capaz de dominar las pasiones violentas que dicho despertar podría producir al principio. Existe todo un proceso de preparación para ello. Además de la disciplina moral, el esfuerzo del dominio de uno mismo, la discriminación, etc., existe una técnica para la purificación y la apertura de los nervios psíquicos; solamente así será posible no ser arrastrado por la marejada de una kundalini en movimiento. -¿Por qué la enseñanza sobre la kundalini es tradicionalmente considerada como secreta? La kundalini es un poder primordial, más allá del pensamiento hablado. Cuando se despierta, el sadhaka la reviste, de alguna forma, con las vestiduras de los pensamientos almacenados en su inconsciente. Por ejemplo, para un hindú, tomará la forma de su deidad preferida (Krishna, Durga, etc.); para un cristiano será Jesús o María, etc. a condición, por supuesto, de que la persona sea un verdadero sadhaka y que haya alcanzado un grado de purificación mental; pues un Despertar accidental o forzado de la kundalini, sin la ayuda de un gurú puede acarrear una catástrofe. Preguntáis por qué la enseñanza de la kundalini es secreta. A decir verdad, no puede haber enseñanza de la kundalini, pues uno no puede expresar en palabras lo que está más allá de ellas. Y si uno intenta hacerlo, el interlocutor interpretaría dichas palabras según sus propias ideas mentales. Sería como en la historia de Ramakrishna y el ciego de nacimiento que quería que le explicaran lo que quería decir «blanco como la leche». Un amigo le explicó que la leche era del mismo color que el cisne y para explicarle lo que era un cisne, hizo con gestos la forma del cuello del cisne; el ciego tanteó el brazo y se fue muy contento a decir a los otros: « Ya sé qué significa “blanco como la leche” (y mostró el gesto que hacía su amigo, es como la forma del brazo doblado». 90 - En una trayectoria concreta de meditación, sea devocional o no dual, ha mencionado la existencia de ejercicios de meditación espontáneos que uno encuentra por sí mismo y que practica durante un cierto tiempo. ¿Puede precisar esta idea? Las kriyas son ejercicios (lo más habitual es que sean de pranayama asociado o no a un mantra) cuyo objetivo es provocar el estado de meditación, cuando uno no puede obtenerlo de entrada. Son muy útiles para la mayoría de sadhakas pero no son necesarios para aquellos que alcanzan el estado meditativo espontáneamente o sin demasiado esfuerzo. Un día, en un encuentro privado con Ma, ella me dio algunos ejercicios (kriyas). No se por qué, yo dije a media voz, como hablando conmigo mismo: «Querer hacer algo es el verdadero obstáculo». Inmediatamente Ma dijo: «Kriya alasya ke Iye hein», «las kriyas se aconsejan para combatir los obstáculos». Sin embargo, cuando el gurú os da kriyas, debéis hacerlas, tanto si las consideráis útiles como si no, por devoción y por amor hacia el gurú. En referencia a lo que llamáis las «kriyas espontáneas», fueron mencionadas por Ma durante lo que ella llamaba su «sadhana ka khel» (juego de la sadhana). Consistían sobre todo en posturas de meditación –asana o mudra, que aparecían espontáneamente. Se producen algunas veces en el sadhaka corriente durante el despertar de la kundalini. Pero en este caso, tienen poco interés y conllevan el riesgo de producir desvíos patológicos si se les tiene demasiado apego. - Ma proponía ejercicios de meditación y de yoga a algunos de sus visitantes o discípulos. Durante su vida, pidió que se guardaran en secreto pero desde que ella abandonó su cuerpo, ¿por qué no los escribimos, igual que se escribieron, por ejemplo, los Seis Yogas de Naropa, tras su muerte? En efecto, Ma dio kriyas a algunos de sus discípulos. Pedía que dicha enseñanza fuera mantenida en secreto y no fuera comunicada a nadie. Es difícil saber si pidió mantener el secreto a todos los que recibieron sus enseñanzas, pues probablemente hay un cierto número de personas que obtuvieron estos kriyas de Ma y no querrían ni siquiera decirlo. Es decir que no puedo hablar con certeza más que de mi caso concreto. Cuando ella me enseñó una kriya, siempre añadía al final: «Kisi ko mat bolna» (« No hay que decírselo a nadie »). Una vez incluso añadió: « Ye gupta kriya hei » (« Esta es una kriya secreta »). 91 Preguntáis si ahora que Ma ha abandonado su cuerpo, estas enseñanzas secretas podrían ser puestas por escrito y publicadas. No creo que eso sea posible. Una recomendación de un gurú no pierde su validez cuando este ha abandonado su cuerpo físico. Si uno de los discípulos de Ma, habiendo alcanzado la Realización, tuviera sus propios discípulos, podría entonces comunicarles esas enseñanzas pero probablemente también sería bajo secreto. -¿Se podría decir que un gurú seduce a sus discípulos para llevarlos hasta Dios? En un sentido, creo que se puede responder afirmativamente, aunque la palabra «seducir» puede llevar a confusión. Se trata más bien de una «transferencia emocional», un método muy conocido por los psicoanalistas. El hombre corriente está ligado por todo tipo de apegos y afectos mundanos. Ama a su mujer, a sus hijos, sus posesiones, sin hablar de su propio cuerpo y de su comodidad, y todo ello porque le proporcionan algunos momentos de felicidad pasajera. Todos estos apegos llevan la mente hacia el exterior en todas las direcciones. Para descubrir lo Divino que está en cada uno de nosotros, es necesario cambiar la dirección de la mente y llevarla hacia el interior. Pero esto es extremadamente difícil. Y es aquí donde interviene la gracia del gurú. Él despierta en el corazón del discípulo un apego tan intenso que todos los apegos mundanos pierden su poder de atracción. Al principio, es un amor por el aspecto físico del gurú; pero, sin embargo, es el amor por un ser que es el símbolo de lo Divino Omnipresente. Pero el discípulo – por la gracia del gurú – terminará por descubrir pronto lo Divino que está en su propio corazón, y entenderá que los placeres de los sentidos no tienen valor más que porque son iluminados momentáneamente por un reflejo de lo Divino. -¿Por qué el cuerpo de un santo que es sátvico se pone enfermo y muere? Así como el hombre común se identifica con el cuerpo físico, el santo perfecto está identificado con el tattva, la sustancia imperecedera hecha de pura Conciencia-Felicidad. Este es su verdadero cuerpo. En cuanto al cuerpo físico, forma parte de prakriti (la 92 naturaleza) y está sujeto a las leyes de la naturaleza: nacimiento, crecimiento, madurez, degeneración y muerte. Para el santo, este cuerpo físico es como un instrumento que le permite entrar en contacto con los individuos que todavía están encadenados por las leyes de la naturaleza y ayudarles a liberarse. El santo se identifica con su cuerpo físico tanto como un caballero lo hace con su caballo o el chofer con su coche. En cuanto a las enfermedades, por ejemplo, que aparecen en el cuerpo físico del santo, están en la naturaleza de las cosas: lo que forma parte del mundo perecedero debe, por la fuerza de las cosas, degenerar y finalmente morir, pero para los grandes santos, algunas de sus enfermedades se deben también al hecho de que absorben el mal karma de sus discípulos. Sin embargo, existen yoguis que no han alcanzado aún la perfección y que tienen como objetivo perfeccionar el cuerpo físico y ponerlo a salvo de las enfermedades. -Usted dice que si nos concentramos en Ma, podremos verla frente a nosotros. Esta concentración exige sin duda algún tipo de compromiso y el resultado ¿no es solamente la forma de nuestro pensamiento, una proyección mental? La concentración en Ma (como la concentración en la imagen de una divinidad, de un ishta-devata) es uno de los métodos que se aconsejan para calmar la mente. La mente se dirige de forma natural hacia aquello que ama: placeres, alimento, sexo, etc. y se dispersa en numerosas direcciones. Dirigiéndola hacia un objetivo divino, uno puede desviarla de sus búsquedas mundanas. Por otro lado, cuando la devoción por el gurú, por Ma, es profunda, la concentración es fácil y puede llevar la mente a un estado de paz feliz sin grandes esfuerzos. Pero, además de esto, en el caso de un gurú santo como Ma, que ha dejado una presencia residual, se puede entrar en contacto con dicha presencia. Y este contacto puede convertirse en una ayuda considerable para nuestra búsqueda espiritual. El gurú transmite fuerza y puede seguir haciéndolo después de haber abandonado su forma física. Todavía existe un beneficio más que puede obtenerse de esta concentración. Cuando pensamos en Ma, evocamos automáticamente sus cualidades, sus virtudes, su pureza, su compasión, etc. Se produce entonces una especie de mimetismo y nos empapamos un poco de estas cualidades, incluso si no lo sentimos conscientemente. Para poder ver efectivamente la imagen de Ma frente a nosotros se necesita, como decís, un gran entrenamiento, y no lo consiguen más que aquellos que tienen capacidad de visualización. Pero no es necesario verla realmente frente a 93 nosotros. Simplemente pensar en ella con devoción es suficiente. Lo que cuenta es nuestra reacción mental de amor y de devoción; la imagen no es más que un medio para producir esta reacción. Incluso si podemos verla, no es más que una forma de pensamiento, como sugerís. Pero esta forma de pensamiento es un soporte para lo Divino omnipresente cuyo centro (para nosotros) es lo que reside en nuestro corazón sutil. Cuando uno ha conseguido fijar su atención de entrada en lo Divino omnipresente, en la Conciencia universal, el soporte ya no es necesario. 94 CAPÍTULO II MEDITACIÓN - ¿Cómo desarrollar la sinceridad en la sadhana? Un hombre joven que intenta conquistar a una mujer que ama o alguien que trabaja para amasar una fortuna, ¿tienen necesidad de desarrollar la sinceridad de su esfuerzo? Ciertamente no. Porque están totalmente convencidos que dicho esfuerzo vale la pena. Y, para ello, están dispuestos a utilizar todas sus energías físicas y mentales para alcanzar su objetivo. Y, sin embargo, lo que obtendrán (si es que lo obtienen) es efímero, trivial y decepcionante; pero lo que uno obtiene siguiendo una sadhana es la felicidad eterna, la inmortalidad, una felicidad que nos da una satisfacción total sin rastro de amargura. Además, cuando uno entra en la corriente espiritual por la gracia del gurú, tiene la seguridad de que alcanzará su objetivo, si no en esta vida, al menos en futuros nacimientos. Como reflejo de esto, la sinceridad se desarrolla lentamente. También, al meditar con perseverancia, llegará el día en el que una visión de la felicidad del Ser surgirá como un destello de luz en un cielo oscuro. Entonces, la sadhana se realizará con la misma intensidad que teníamos cuando corríamos tras los placeres y los éxitos mundanos. - ¿Cómo situar las experiencias de meditación en el marco general del progreso espiritual? Depende del tipo de experiencia que se tenga. Si son visiones (colores, imágenes) o sonidos, indican un cierto progreso. Es decir que el sadhaka ha tocado ya el nivel mental subyacente al pensamiento discursivo. Y es un estímulo para el meditador, mostrándole que su esfuerzo empieza a dar sus frutos. Por supuesto, no hay que creer que uno consigue el objetivo y sobre todo no hacer de ello un placer o un juego, lo que podría bloquearlo en este punto e impedir que fuera más lejos. Pero las experiencias que os dan un estado de paz y de felicidad son muy superiores; sobre todo cuando se acompañan de un olvido total de las sensaciones que provienen del cuerpo físico. También se dan experiencias en las que uno sale del cuerpo físico con un cuerpo sutil. Estas experiencias son peligrosas pero pueden tener su utilidad si el gurú os guía y os protege; sin embargo, 95 la verdadera prueba del progreso se encuentra en el comportamiento de la vida diaria. Es decir, el dominio de las emociones negativas (cólera, deseo sexual, etc.) y la armonía con el entorno. - Ma dijo que no hay que intentar volver a un estado de meditación pasado; y, sin embargo, aquellos que saben meditar pueden fácilmente entrar en un estado profundo y mantenerse. ¿No es necesario para el meditador cierta «habilidad» para ser capaz de volver a estados de conciencia anteriores? Todo depende del tipo de meditación que uno tiene. Si son estados de conciencia (bhava) o visiones, la escucha de sonidos u otras experiencias marginales, no hay que intentar reproducirlas si no vienen espontáneamente; pues el apego a estas experiencias, el placer que uno encuentra, podría obstaculizar todo progreso futuro. Pero si son estados que forman parte de la técnica de meditación que uno sigue y que ha sido indicada por el gurú, se debe intentar reproducirlos pues forman parte integral de una meditación exitosa. Por ejemplo, si uno se sienta a meditar sobre la Conciencia pura, deberá continuar, si es posible, la técnica con la que hubiera tenido éxito en la meditación anterior e intentar obtener la ékagrata (la concentración exclusiva) sobre ella. Pero si es una visión acompañada de un estado de gozo, no deberá intentar reproducirla. E incluso si viene espontáneamente, deberá intentar ir más allá. - ¿Puede explicarnos la diferencia entre concentración y meditación? El estado de calma obtenido por la concentración, ¿no es una ilusión, un acto volitivo, así pues egótico, mientras que la meditación –que es receptividad- se abre a la totalidad sin exclusión? ¿Existe oposición entre concentración y meditación? En muchos textos y en la conversación corriente, estas dos palabras tienen un valor similar. Pero Krishnamurti señaló una marcada diferencia entre ambas. Por un lado –la concentración- que él consideraba nociva porque deforma la mente, por otro lado –la meditación- que recomendaba. Y probablemente es a eso a lo que hacéis alusión en vuestras preguntas. Por concentración, entiende el hecho de fijar la mente sobre un objeto concreto, como recomiendan la mayoría de los sabios. Por ejemplo, concentrarse en la luz, en un loto rojo en el corazón, la imagen de una deidad, etc. Es verdad que estos métodos proporcionan una calma temporal solamente y no se enfrentan a los problemas 96 fundamentales de la estructura de nuestra mente y de su forma de funcionar. Estos son métodos de desbaste. Un escultor (en este caso, el gurú), cuando tiene frente a él un bloque amorfo de piedra, no empezará de entrada a esculpir las facciones de un rostro. Tendrá que proceder a todo un trabajo de debastado antes de poder empezar a trabajar seriamente; el ideal, por supuesto, es a lo que Krishnamurti da el nombre de meditación. Es una visión panorámica de nuestra mente, observarla como es en su totalidad, sin intervenir, con el propósito de conocer bien su funcionamiento. El objetivo final de toda disciplina espiritual es llevar la mente al silencio: «El yoga es la extinción de las ondas mentales», dijo Patanjali en los Yogasutras. Uno puede llegar a este resultado a través de lo que Krishnamurti llama la «meditación», es decir, la vía del Conocimiento (la vichara marga). Cuando uno conoce perfectamente la mente hasta su raíz más íntima que es el ego, el silencio se hace egocéntrico. Habiendo disuelto el ego, la mente tal como la conocemos deja de funcionar. Es lo que llamamos la manonasha (la destrucción de la mente). Este método es muy difícil pues exige una vigilancia mental constante y un espíritu « sattvico ». Pero se puede llegar también a un silencio mental temporal (manolaya), a través de métodos casi todos basados en la concentración. Uno concentra la mente en un punto concreto (una imagen, un mantra, etc.) hasta que se convierte en la única onda mental persistente en el campo de conciencia. Esto es la dharana. En la siguiente etapa, esta concentración única debe derretirse de forma natural, sin esfuerzo (dhyana). Finalmente, esta misma onda mental única debe desaparecer, y lo que queda es el Gran Silencio (samadhi). Este silencio es temporal y la mente vuelve a funcionar cuando el yogui sale de su samadhi. Krishnamurti rechaza estos métodos que considera como nocivos, como una especie de muletas mentales a las que uno se apega como a una droga. Es verdad que son muletas pero si uno le pide a un paralítico que camine de golpe sin muletas, existe el riesgo de que, tras muchas tentativas vanas, se resigne a quedarse en su estado. ¿Por qué no dejarle caminar con muletas, que podrá desechar cuando haya ganado confianza en sí mismo? ¿Existe el peligro de que se habitúe a sus muletas y no pueda caminar sin ellas nunca más? Quizás. Pero vale más ser un paralítico que camina con muletas que un paralítico que no camina. Por este motivo, los métodos basados en la concentración son recomendados por la mayoría de los sabios. Una vez que la mente se haya aguzado, a través de una larga práctica de concentración, y esté purificada, podrá volver a la 97 práctica de la meditación (en el sentido que Krishnamurti daba a esta palabra). De todos modos, las dos vías pueden ir de la mano. Cuando uno intenta fijar la atención en un punto (por ejemplo, un mantra), la mente se escapa hacia otras direcciones. Se puede entonces (repitiendo el mantra continuadamente) observar y aprender a conocer su naturaleza. Existen muchos caminos que llevan a lo Supremo. Cada uno debe poder elegir aquel que le va mejor según su temperamento y sus capacidades. - ¿Cómo se puede saber, para una persona concreta, si debe trabajar sobre el chakra del corazón o más bien sobre el sahasrara? ¿Es suficiente decir que una persona con tendencia emocional debe dirigirse en el sentido del chakra del corazón? ¿Esto no conlleva al riesgo de agravar su tendencia emocional? En realidad, el principiante no medita sobre los chakras sino sobre un punto en el interior de su cuerpo. Esto no es más que un punto de apoyo para llegar a silenciar la mente. En el centro del chakra, los nervios psíquicos principales (ida y pingala) se fusionan. El resultado es una sensación de paz y de felicidad: yogananda, la felicidad de la unión; la mente se vuelve silenciosa y deja que aparezca el Ser que es la fuente de esta felicidad. Esta unión puede hacerse en cualquiera de los chakras pero es más fácil en el del corazón y en el que está situado en el entrecejo, sobre todo porque las asociaciones de ideas ligadas a estos centros son sátvicas. Con los chakras inferiores, existe el riesgo de desviarse en las asociaciones de ideas que evocan y esto puede ser peligroso. Lo que es importante es la actitud mental en la meditación, y el punto sobre el que uno medita es secundario. De todos modos, es el gurú quien debe decidir sobre qué punto debe meditar su discípulo. Grosso modo, se podría decir que el centro del corazón está ligado al amor y el de la frente a la hiperconciencia. Sin embargo, Ramana Maharshi situaba el Ser (es decir la Conciencia pura) en el corazón, pero es verdad que la situaba a la derecha y no en el chakra del corazón mismo. Y en el camino de la devoción, el devoto visualiza algunas veces su ishta-dèvata, su bien amado, en el centro de la frente (con amor). Trabajar sobre los chakras, es decir, intentar abrirlos, es una sadhana especial que forma parte, sobre todo, del tantrismo. Es un camino progresivo que intenta llegar a estados de conciencia cada vez más sutiles, hasta que uno alcance la Conciencia pura del ajna chakra – pero estas meditaciones deben realizarse bajo la dirección de un gurú experimentado. Insisto en que, sea cual sea el punto sobre el que uno medite, lo que es 98 esencial es la actitud mental y el sankalpa, es decir, el objetivo que uno se propone al empezar esta meditación. - ¿Cuáles son las señales del despertar del sahasrara chakra? No lo sé. Jamás oí decir que Ma aconsejara a nadie que meditara en este centro ni que otros grandes gurús lo hayan hecho. La coronilla es un punto de salida del cuerpo en un cuerpo sutil, o eventualmente en el cuerpo cósmico. - En la meditación, ¿es necesario eliminar cualquier forma de voluntad o expectativa? Cuando uno está en el camino espiritual, o incluso en la vida diaria, seguramente es necesario realizar un esfuerzo de voluntad para dominar las emociones negativas e incluso aquellas que son positivas y pueden arrastrarte. Alejar toda forma de voluntad y toda expectativa solo es posible para aquellos que están muy avanzados en el camino espiritual; entonces, uno está en armonía con el Poder divino (la Potencia del Otro) y es él quien dirige nuestras acciones y pensamientos. En esta situación, un acto de voluntad hace intervenir al ego y crea un obstáculo en la corriente armoniosa de la voluntad divina, pero esto es muy diferente del dejarse llevar del hombre corriente. Estar en armonía con la Potencia divina y mantener dicha armonía solo es posible cuando la mente se ha purificado y es capaz de mantener un estado de hiperconciencia constante. Así, por ejemplo, un buen nadador se dejará llevar por la corriente de un río; adaptará sus movimientos a las diferentes fluctuaciones de la corriente sin dejarse ir a la deriva; pero esto es muy diferente de la situación de aquél que no sabe nadar y que es arrastrado por las olas. - ¿Cómo distinguir entre intuición o inspiración divina y deseos inconscientes? Es muy difícil distinguir entre una verdadera intuición y un deseo que surge del inconsciente. Nuestra mente es muy hábil para presentar un deseo reprimido bajo una forma más o menos aceptable. Sucede a menudo que los sadhakas están convencidos de que algunas de sus acciones les son dictadas por una voz divina que proviene del interior, cuando en realidad no hacen más que seguir un deseo del que creen haberse liberado. 99 - ¿Cómo distinguirlo, entonces? 1) En primer lugar, es necesario tener una buena dosis de humildad y saber que no somos infalibles, y recordar las numerosas ocasiones en las que nos hemos equivocado. 2) Si se tiene la más pequeña duda, preguntarse si lo que la mente nos sugiere está de acuerdo con el dharma o el adharma, y elegir siempre el camino del dharma, cueste lo que cueste. 3) Si no nos sentimos capaces de distinguirlo, consultar entonces con un guía espiritual, un amigo o un pariente mayor con el que se tenga confianza. Pero existe un Estado en el que las intuiciones son infalibles. Es cuando el gurú interior (el Christos de los gnósticos) se ha despertado en nuestro corazón. La intuición aparece entonces como una inspiración divina y tiene la evidencia de una percepción sensorial. - ¿Es necesario meditar regularmente? ¿Cuáles son las mejores horas del día para ello? Sí, es importante meditar con regularidad; así se convierte en un hábito, como el café, uno ya no puede desengancharse. Se recomienda, en general, «la hora Brahma» (Brahma-muhurta), es decir las dos horas anteriores a la salida del sol, pero eso depende del ritmo de cada uno, y si uno quiere practicar a esta hora debe asegurarse de que no se va a dormir sentado. Sentarse a meditar justo antes del crepúsculo también es bueno. Las horas de conjunción, al salir y ponerse el sol, son horas en las que la circulación de la energía en los nadis cambia de sentido; hay entonces un momento, corto o largo según los conocimientos del practicante, durante el cual el prana entra en el canal central, sushumna. Durante este periodo, la mente queda en silencio. La medianoche (mahanisha) también es una buena hora. - Toda nuestra actividad para ganarnos el pan y, en última instancia, para alimentar el cuerpo, ¿no es excesiva? Seguramente. Es necesario alimentar el cuerpo y mantenerlo con buena salud, incluso cuando se renuncia a la vida mundana; y para alimentar el cuerpo, hay que trabajar, ¿no es cierto? Pero lo que no hace falta es dejarse encadenar por innumerables necesidades 100 imaginarias que os obligarán a trabajar de la mañana a la noche para poder ganaros la vida. Una vida sencilla con pocas necesidades os permite trabajar menos y tener distracciones que pueden utilizarse para el perfeccionamiento personal en la vida espiritual. Así, podréis ir más allá de la conciencia física y de sus necesidades. Entonces, la naturaleza (o Dios) se ocupará de alimentar este cuerpo. - Si la pregunta no es indiscreta, ¿cuál es su nivel espiritual? Yo no soy un gurú, ni siquiera un sabio, sino simplemente un sadhaka que, sin embargo, alcanzó cierto nivel espiritual por la gracia de Ma Anandamayi. - ¿Cómo avanzar en el karma yoga?, ¿cómo profundizar? El objetivo final del karma yoga es llegar a la disolución del ego (ahamkara). El ego es esta formación ilusoria que nos hace creer que somos una personalidad separada, distinta del resto, que se disuelve cuando uno comprende que en realidad no hay más que una sola Conciencia omnipresente que anima todos los seres y todas las cosas. Ahora bien, una base fundamental del ego es la (falsa) creencia de que existe un «yo», una volición personal que actúa. De hecho, la palabra sánscrita ahamkara significa literalmente «yo hago», mientras que, en realidad, es el poder del Otro el que actúa (la naturaleza prakriti, el Poder Divino). El ego, en realidad, es como un remolino, un obstáculo en la corriente de un río. Por eso, el karma yogui intentará liberarse de esta falsa creencia, cambiando su actitud mental en todos los actos de la vida diaria. Lo que importa no es el acto en sí sino la actitud mental con la que se hace. Los métodos del karma yoga difieren según el grado de desarrollo del sadhaka. Al principio, se le aconsejará que realice séva (servicio) sin remuneración: servicio social, cuidado de enfermos, etc. y aún mejor el servicio al gurú, en caso de que lo tenga. Este servicio debe ser realizado por amor a la humanidad, y el sadhaka debe recibir con la misma ecuanimidad el reconocimiento que la crítica. Más adelante, cuando su mente esté suficientemente purificada, podrá pasar a la siguiente etapa… Lo que cuenta es siempre la actitud mental. Deberá realizar toda acción como una ofrenda o un servicio a lo Divino que reside en todos los seres. Si está casado, su mujer será para él un aspecto de la Divina Madre, y sus hijos seres que Dios ha puesto en su camino para despertar la chispa divina que está en ellos. En el trabajo, en el metro, etc. agradecerá todos aquellos que 101 Dios ha puesto en su camino para servirles. Finalmente, cuando la calidad de sattva predomine en su mente, podrá empezar el verdadero karma yoga, que es una de las sadhanas más difíciles. Lo que nos apega a la acción y como consecuencia mantiene el nudo del egoísmo es el deseo de obtener un resultado, una recompensa por nuestros actos. Así pues, es necesario intentar hacer nuestro trabajo sin desear ningún fruto, ninguna recompensa, simplemente por el gozo de hacer un trabajo lo mejor posible. Al principio, esto parecerá difícil y árido pero nos damos cuenta de que nos ponemos en armonía con la corriente cósmica divina. El río de la corriente divina se derrama a través nuestro sin esfuerzo y vuelve perfecta toda acción. Esto requiere una gran vigilancia, pues es necesario saber distinguir entre la gran corriente y los remolinos del ego. Conseguir hacerlo proporciona un gran gozo y una profunda paz interior. 102 CAPÍTULO III DESAPEGO - ¿Cómo llegó usted a correr el riesgo de abandonarlo todo por lo sobrenatural? Imaginad que estáis caminando por la carretera en un largo viaje a pie, llevando sobre los hombros un pesado saco que creéis que está lleno de cosas preciosas. En un momento de descanso, os paráis, abrís el saco y os dais cuenta de que está lleno de trapos y de cosas sin valor. Y lo tiráis. ¡Qué alivio! Así, lo que yo he abandonado son los placeres y las riquezas transitorias y efímeras que, de todas formas, desaparecerán a la muerte del cuerpo. Lo «sobrenatural» de lo que habláis es la cosa más natural. La búsqueda es la de nuestro verdadero Ser. ¿Qué puede haber más sencillo que el Ser más íntimo? ¿Dónde está el riesgo? ¿Se puede dejar de ser uno mismo? Estar firmemente establecido en el Ser supremo es el objetivo del esfuerzo espiritual. - ¿Puede decirse que existen diferentes niveles en el silencio interior? En efecto, existen diferentes niveles de silencio interior que corresponden a las diferentes capas de nuestra mente. Grosso modo, se podría decir que hay tres niveles diferentes en la estructura de la mente. El primero es el del pensamiento discursivo. Es esta cháchara interior, casi incesante para la mayoría de las personas, y que aquellos que lo han intentado saben que es muy difícil hacer callar. Callarla es uno de los primeros objetivos de la meditación. Cuando uno ha conseguido poner en silencio el pensamiento discursivo, aparece una capa más profunda que es la del pensamiento en imágenes o sonidos, es decir que formas y colores así como percepciones auditivas subjetivas aparecen en el campo de conciencia. Si uno llega a eliminar también estas percepciones subjetivas, ya no queda más que el estado de mente emocional (bhava), es decir los estados mentales de euforia o de depresión, etc. que se basan en sensaciones que llegan a la conciencia corporal o, para ser más precisos, del movimiento de la fuerza vital en nuestro organismo. Cuando el bhava se ha silenciado (y esto solo es posible cuando se consigue dejar atrás la conciencia física), nos identificamos entonces con el samarasa, un estado ininterrumpido de Conciencia-Felicidad, y eso es el Verdadero Silencio. Los tres 103 niveles de la mente se interpenetran. No son estados aislados entre ellos; sino que los niveles superficiales ocultan lo que está las profundidades, como por ejemplo las olas de un lago nos impiden ver el fondo. -¿ Cómo puede ser compatible la humildad con el hecho de decir, como en el Vedanta: «Yo soy el Ser»? Yo le hice una pregunta parecida a Ma en la época en la que me sentía muy atraído por la vía del Advaita; estaba preocupado por si esta práctica podía hipertrofiar el ego. Ma respondió con una expresión en su rostro que fue más elocuente que las palabras. Esto significaba que no había riesgo alguno y que, de todos modos, el gurú está ahí para no perderte de vista, pero evidentemente la meditación sobre el «Yo soy el Ser» debe ser practicada correctamente. El Ser no es el ego. El ego no es más que el exterior de la máscara. El Ser es Pura Conciencia. Esta «conciencia» que está en nosotros está también en los otros, en todos los seres. Puesto que somos todos iguales a nivel de la Conciencia Suprema, del Ser Verdadero, no hay ya espacio para complejos de superioridad y evidentemente tampoco para orgullos. La humildad ocupa su lugar cuando el ego reconoce lo que en realidad es: un torbellino de deseos y de miedos, de todo tipo de debilidades. Entonces cede el lugar al Ser Supremo que es nuestra verdadera naturaleza, omnipresente, y que está más allá de la humildad y del orgullo. - Se acusa a algunos meditadores de ser tristes, ¿qué opina usted? Se dice a menudo que un santo triste es un triste santo… pero el principiante en una sadhana no es aún un santo. Pasa por todo tipo de dificultades y algunas veces por estados muy arduos. Tiene derecho a estar triste cuando experimenta una aplastante derrota o una caída. La tristeza también puede ser la expresión de un deseo intenso de realización, o incluso la nostalgia por el Bien Amado, lo que se llama viraha en el camino devocional. Todas estas tristezas son «buenas» tristezas, por así decirlo. Las « malas» son aquellas que uno tiene cuando añora los placeres y la comodidad del mundo que ha abandonado. Sin embargo, un sadhaka debe cultivar un estado de gozo interior independiente de lo que le sucede; e incluso si no lo consigue, debe hacer un esfuerzo por enarbolar una sonrisa en su contacto con los otros, y no incomodarlos con un rostro sombrío. 104 - Algunos dicen que, para el meditador, el momento en el que pierde realmente su ego es un momento terrorífico. ¿Qué opina usted? Sí, ciertamente, cuando uno se pone cara a cara frente a este terrible momento en el que el ego debe dejarse disolver –más que eso, cesar de existir, hay que tener mucho coraje. La muerte del cuerpo físico es aterradora, pero no es una muerte total, pues la mente persiste así como un sentido de individualidad; pero desde el punto de vista del individuo, la disolución del ego es una muerte total. Sin embargo, esta disolución rara vez llega al principio, sino que se produce tras una larga preparación. En el gyanamarga, los largos años de discriminación entre lo que es el verdadero «Yo» y el falso «yo», han dado suficiente madurez a la mente para enfrentarse con el gran acontecimiento. En la bhakti, el amor por la deidad amada va creciendo hasta que el devoto llega a la unión total y su individualidad se disuelve en el océano del Bien Amado como, por volver al ejemplo de Ramakrishna, la muñeca de sal se disuelve en el océano. - Meditar bien, ¿es aprender a morir? ¡Sí! Se puede decir que meditar es aprender a morir bien. Aquellos que siguen las vías de la kundalini (que corresponde al Espíritu Santo de las religiones occidentales) hacen entrar la fuerza vital en el canal central y consiguen sublimar los instintos animales hasta que la conciencia individual se funde en lo Divino. En el momento de la muerte, la conciencia abandona el cuerpo físico, se escapa por la coronilla y es absorbida por lo Divino omnipresente. Un estado más elevado es el de nirvikalpa samadhi (éxtasis con extinción de la mente). La fuerza vital es entonces inmovilizada en el centro superior y el yogui se vuelve uno con un océano de Conciencia-Felicidad. En este estado, el mundo, incluidos los centros y el canal central, desaparece como una ilusión. El yogui que alcanza este estado no tiene necesidad de salir del cuerpo en el momento de la muerte. El cuerpo cae como la hoja muerta de un árbol. El árbol (la Conciencia-Felicidad omnipresente) no se ve afectada; pero en el estado de la realización suprema, el sabio, después de haber vivido el éxtasis, vuelve al mundo y lo marca con el sello de la Realidad. Vive con lo Divino, que es lo mismo en el estado de éxtasis y en el mundo manifestado. El fondo inmóvil del océano y las olas no son otra cosa que el agua. Así, ve que todo está hecho de la misma Sustancia Divina. En este estado de realización, la muerte no tiene ningún significado. 105 - El sabio, ¿no tiene una personalidad doble, estando identificado con el Absoluto más allá de todo y, al mismo tiempo, respetando los condicionamientos, grandes o pequeños, de la vida cotidiana en sociedad? No existe contradicción: es como el agua y el hielo. El Yo omnipresente se cristaliza bajo una forma de yo individual, bajo una forma personal, para poder hablar con otras personalidades. El cuerpo, para el sabio, es un instrumento que ha escogido. Durante el nirvikalpa samadhi, está identificado con la base inmutable del ser, con la masa del océano, y olvida aquello que cambia; pero este no es el estado supremo; el estado supremo consiste en ver al mismo tiempo la profundidad y la superficie (sahajasamadhi). El sabio imperfecto sufre contradicción entre los momentos de samadhi y los momentos en los que olvida que es el Absoluto y se identifica con la personalidad. 106 CAPÍTULO IV RESPUESTAS DIVERSAS -¿Qué piensa usted sobre las escuelas de psicología occidental que dicen que una persona con buena salud física debe afirmar su ego ? Depende del tipo de personalidad. Si una persona tiene una personalidad « tamásica » (asténica) y se le pide que borre su ego, se quedará dormida. Es mejor pedirle que se reafirme. Si tiene una personalidad « rajásica » (excitada), hay que pedirle, por el contrario, que frene a su ego. Destruir el ego no significa destruirlo todo pues el ego no es más que una cáscara que rodea al Ser. Se trata más bien de una disección que permita retirar dicha cáscara y dejar que aparezca el Ser. No se trata de, como dice el proverbio inglés, «tirar al bebé con el agua del baño». Hay que ser «sátvico» para destruir el propio ego. Una persona corriente que quiera destruir de entrada su ego corre el riesgo de embrutecerse. - ¿Debemos esperar del gurú una escucha de los pormenores de la mente, como hace el psicoanalista? El gurú y el psicoanalista tienen funciones totalmente diferentes, aunque a primera vista puedan parecer similares. El psicoanalista trata un tema psicopatológico, es decir a alguien cuya mente está desequilibrada, alguien que, en general, no tiene la capacidad de controlar o conocer su propia mente, y que necesita de alguien de confianza para mostrarle lo que no anda bien en su cabeza. Pero el sadhaka no debe ser psicopatológico, pues sería entonces descalificado para llevar a cabo una sadhana seria. Tiene que tener ya las cualidades de base para que el gurú pueda aceptarlo como discípulo. Debe ser inteligente, tener ya un cierto dominio de sí mismo, de la discriminación y de la firme determinación de descubrir lo que está más allá de la ilusión de la mente. La tarea del gurú será entonces transmitirle el poder para darle la intensidad que le falta en general; hacerle tomar conciencia de sus puntos débiles poniéndolo en condiciones en las que estas debilidades salgan a la superficie con una dolorosa intensidad. Solo en pocas ocasiones el verdadero gurú le explicará los detalles del funcionamiento de su mente. 107 Volverá al sadhaka sobre sí mismo, forzándole a descubrir por sí mismo cómo funciona su espíritu. - ¿Qué crédito podemos conceder seriamente a los propósitos convencidos, mantenidos por muchos, a favor de la «reencarnación», mientras que una reflexión profunda y la evidencia muestran que no existe una entidad capaz de decidir reencarnarse? Tengo la sensación de que es suficiente con ponerse a buscar el origen de la conciencia personal del ser para descartar cualquier teoría reencarnacionista. Creo que la enseñanza de Ma no fue constante a este respecto y dependía del interlocutor al que se dirigía, ¿puede precisarlo? Es cierto que desde el punto de vista de la Verdad absoluta, no existe reencarnación. El atman, el Ser, es conciencia puramente omnipresente, siempre es igual a sí mismo. El yo individual es una formación ilusoria que no tiene realidad sustancial, pero esta es la visión del sabio que ha alcanzado la realización perfecta. Para el hombre corriente existe una realidad empírica que tiene su propia dinámica. Cuando el Ser se identifica con una forma física, surge una entidad personal, lo que llamamos ego o el yo individual. Este ego es algo que está en constante movimiento, mientras que el Ser, el atman, es estático. Este movimiento se debe a una pérdida de equilibrio. El atman se ve como un reflejo de sí mismo en el cuerpo. Se identifica con este reflejo. Ahora bien, el cuerpo es imperfecto, mortal, doloroso, etc. y el atman es perfecto, inmortal, es felicidad, etc. Identificado con el cuerpo, el atman pierde su naturaleza primordial e intenta reencontrarla (erróneamente) a través del cuerpo. La felicidad se convierte entonces en una objetivación, algo que se intenta obtener a través del cuerpo y de los órganos de los sentidos. Esta búsqueda de la felicidad en la objetivación se conoce como deseo. La entidad ilusoria que llamamos ego puede ser comparada a un torbellino. Este torbellino continuará moviéndose tanto tiempo como sea animado por su motor que es el deseo, y sus compañeros el miedo o la ira. Cuando el cuerpo físico muera, el torbellino del ego continuará moviéndose y tomará otra forma para realizar los deseos que no han sido satisfechos. Es este torbellino hecho de deseos y aspiraciones lo que se reencarna. - Usted que conoce el hebreo, ¿conoce bien la Cábala? No quiero mezclar los símbolos de la Cábala con los del hinduismo. Generalmente, cuantos menos símbolos, mejor. Cuando usted dice: «los símbolos cuanto menos mejor», me cuesta comprenderlo. Demasiados conceptos, sí; demasiadas palabras, sí. Pero, ¿demasiados símbolos…? 108 El objetivo de toda sadhana es conseguir dejar la mente en silencio. Cuando los movimientos de la mente han cesado totalmente, lo Real impensable se revela por sí mismo, porque está siempre presente detrás del velo formado por la agitación mental. Para conseguir este silencio, se podría decir que –a grandes rasgos- existen dos caminos posibles: el primero es el del jnana-marga (el camino del Conocimiento), que se ocupa de entrada de observar la mente y de conocer su funcionamiento tanto en su parte consciente como en los abismos del inconsciente. Cuando uno llega a los dominios del subconsciente y del inconsciente, debe enfrentarse a menudo con experiencias aterradoras, y el sadhaka corre el riesgo de perder su «equilibrio mental». Incluso si consigue superar las dificultades que le aparecen por el camino, al final se encontrará, frente a él, con la posibilidad de una disolución total de su yo individual, algo aún más temible que la muerte física. Este camino es muy difícil; poca gente es capaz de seguirlo. Es como si uno atravesara una pasarela estrecha al borde de un abismo. Yo lo llamaría el «camino de los ojos abiertos». La segunda vía –sería el «camino de los ojos vendados »– utiliza símbolos para atravesar los arcanos del inconsciente. Los pasajes difíciles son interpretados –en el camino de la devoción, por ejemplo- como pruebas enviadas por la Divinidad ('ishta dévata') que uno venera; la disolución de la mente, como una unión con el Bien Amado. En el tantrismo, se utilizan innumerables símbolos pues sirven para atravesar los pasajes difíciles. Pero es necesario saber dejarlos de lado cuando uno llega a una madurez espiritual y a una capacidad de ver los hechos tal como son en realidad. Es decir que todos estos símbolos no tienen una realidad empírica y no son más que muletas mentales. Si, al principio, uno no puede caminar sin muletas, es necesario, al menos, saber abandonarlas lo antes posible. -¿Qué hacer para liberarse de una cicatriz dejada por una fuerte decepción afectiva? No hay que intentar olvidarla. No es cuestión de poner «parches», como en psicología. No busquéis eliminar la cicatriz. El sufrimiento nos parece un mal porque no vemos su efecto liberador. El Poder Divino os da un golpe para despertaros, como lo haría un amigo si viera que os dormís en la nieve o en un bosque peligroso. Si el primer golpe no es muy fuerte, decís: «Prefiero dormir» y os volvéis a dormir poco después; pero si vuestro amigo es un verdadero amigo, os sacude más fuerte hasta el momento en que os despertáis por completo. No hay que buscar desembarazarse de tales recuerdos: actúan como una espina irritante en vuestra mente para llevaros al desapego. Hay que 109 utilizarlos para llegar a la fuente de todo sufrimiento que es la falsa creencia de que somos individualidades distintas, separadas del Gran Todo. (Swamiji hablaba aquí sobre aquellos que ven en todos lados la acción del gurú). No podemos dejar de interpretar; lo importante es hacerlo en el sentido correcto. - ¿Cómo protegerse de las influencias externas si uno siente que no le ayudan? La verdadera coraza es el Dharma: constantemente, incluso en los pequeños detalles, hay que preguntarse dónde está el dharma y dónde está el adharma, y después seguir el sendero del dharma, cueste lo que cueste. Entonces, seréis invulnerables. Nadie os podrá hacer daño. - Entendemos, en la meditación, el interés por desidentificarse de las emociones negativas; pero ¿es necesario perseguir las emociones positivas? Sí, sin duda; la felicidad es la verdadera naturaleza del hombre. Sin embargo, es necesario distinguir entre la felicidad tranquila, que se desarrolla con la sadhana, y los placeres acompañados de excitación que, tarde o temprano, entrañan necesariamente su opuesto. Es necesario controlar estos últimos. El ego se siente siempre miserable, el yo real está siempre feliz. (Hablando de la cantidad de condicionamientos a los que están sometidos el cuerpo y el espíritu). El sadhaka va más allá de la naturaleza. El ser humano corriente es como un búfalo o un toro que se deja asustar por una niña pequeña con un bastón o que tiene miedo de quedarse sin su ración de heno. Si el toro fuera inteligente, daría una cornada a la niña y correría libremente por el bosque. La naturaleza nos encadena de la misma manera. Es el principio de la zanahoria y del bastón. Tenemos miedo del sufrimiento y también de que nos falten nuestros pequeños placeres. Para liberarse de la esclavitud de la naturaleza, es necesario plantar cara al sufrimiento y no dejarse apegar por los placeres. Entonces, podremos descubrir la verdadera Felicidad del Ser, más allá del placer y de la tristeza. - ¿Qué puede proporcionar el gurú, técnicas o fuerza? El gurú da fuerza, puede favorecer el despertar de la kundalini, pero esto no es más que un estadio dentro de la sadhana. No puede dar la Realización, pero puede ayudar a retirar los obstáculos que velan dicha Realización que ya está presente en nosotros. 110 - ¿Qué significa abandonarse a la voluntad del gurú? Con Ma, yo intentaba responder de inmediato a la menor de sus sugerencias. Así, era posible ser liberado de ciertas consecuencias de actos previos… Si no la obedecías, Ma decía: «Si, está bien así, hazlo como tú creas». Pero, en ese mismo momento, tenías que sufrir las consecuencias kármicas de tus actos. En realidad, no se trataba de una cuestión de obediencia hacia Ma, pues la obediencia incluye, más o menos, el miedo. Yo sentía hacia Ma amor, veneración. Por este motivo, podía seguir los consejos prácticos que ella me daba cada cierto tiempo, incluso si estos no se adaptaban demasiado a la situación real que ella no había visualizado bien. Por el contrario, yo nunca le di mi libertad mental. El abandono mental, no era para mi. Lo que yo buscaba en Ma era la transmisión directa de fuerza para ayudarme en mi sadhana y ella me la dio en abundancia. - Algunos ven en el Vedanta un intelectualismo reseco. ¿Dónde se unen el amor y el Vedanta? Es un reproche que se ha hecho a menudo a aquellos que practican exclusivamente el camino del Conocimiento. En esta vía, el elemento intelectual se utiliza al máximo mediante la práctica de la discriminación entre lo que es transitorio y lo que es real; mediante la observación de la mente y el ascenso a la fuente –nuestro «yo»; o también mediante la búsqueda del «¿Quién soy yo? », como enseñaba el gran santo Ramana Maharshi. Pero limitarse solamente al elemento intelectual, es un falso Vedanta, es querer volar con una sola ala. Para volar, hacen falta dos alas, y la segunda ala es el elemento afectivo, es la bhakti. El vedantín, en general, no adora a un Dios personal (aunque no hay ningún inconveniente en que lo haga si lo encuentra necesario). Su amor se dirige hacia el gurú, no hacia la persona física del gurú sino hacia aquel que es jnana murti, la encarnación de la Sabiduría; aquel que nos lleva hacia lo Supremo Omnipresente, lo Sin Forma, el akshara brahma que es nuestro Ser Real. Para el verdadero vedantín, el amor que tiene por su gurú se dirige a través de él hacia este Eterno Omnipresente imperecedero que no está afectado por nada, ni siquiera por la disolución final. Es un amor de una calidad elevada que es necesario haber sentido para poder saber lo que es. En realidad, no hay dos vías diferentes, la del Conocimiento y la del Amor, Jnana y bhakti son dos aspectos de la misma sadhana; son inseparables. Para 111 algunos, jnana está en la superficie y bhakti en las profundidades; para otros, es a la inversa. - En las Upanishads, se habla de rasa (la esencia de la felicidad) que motiva todas nuestras acciones y pensamientos: ¿puede desarrollar este punto? Las palabras sánscritas tienen a menudo significados diferentes según el contexto en el que se utilizan. Lo mismo sucede con la palabra rasa; en la Taittiriya Upanishad, esta palabra se utiliza en un sentido especial (II-7). Rasa, aquí, es la sustancia misma de la que está constituido lo Supremo. « Raso veisa »: «Eso, en verdad, es rasa». En todos los objetos de nuestros deseos, lo que buscamos es el placer que nos dan, es decir, el rasa (el sabor de estos objetos). Estos placeres son solo un reflejo del rasa supremo. «Aquel que obtiene este rasa», dice la Upanishad, «se vuelve dichoso» (ananda bhavati). Todos nuestros movimientos, todos nuestros pensamientos, incluso nuestra respiración son movidos por esta Dicha Suprema, que colma el Espacio. - La meditación budista fundamental, basada esencialmente en la observación de las sensaciones corporales, ¿no corre el riesgo de reforzar paradoxalmente el apego al cuerpo? La observación de las sensaciones del cuerpo es uno de los métodos utilizados por el camino del Conocimiento, y no es propia solamente del budismo. Los movimientos de la mente siempre pueden ser llevados a una sensación que fue su punto de partida. Familiarizarse con estas sensaciones puede convertirse en una ayuda considerable para conocer y dominar nuestra mente. No creo que este método pueda reforzar el apego al cuerpo físico, pues el descubrimiento de que nuestro cuerpo es, en realidad, una fábrica de descomposición y de putrefacción debería llevar más bien a un desagrado por nuestra forma física; pero este método no es aconsejable para psicópatas o hipocondríacos que podrían descubrirse todo tipo de enfermedades imaginarias. Por regla general, los psicópatas o los alienados mentales no debe tener acceso a prácticas espirituales serias. - Algunas palabras de Ma se pueden fácilmente interpretarse como si no hubiera nada que hacer. ¿Es esta una visión equilibrada de su enseñanza? 112 La enseñanza de un sadguru no es una enseñanza ex cátedra. Se adapta a cada individuo, según su nivel intelectual y su desarrollo espiritual; incluso para un individuo concreto, los consejos del sabio varían a medida que el discípulo progresa por el camino espiritual. Normalmente, las palabras de un sabio son como potentes indicadores en la ruta. Sus indicaciones son útiles, incluso vitales para aquellos que viajan por esa ruta; pero distribuir fotos o copias de dichas indicaciones a todos los interesados no serviría para demasiado. Además, las palabras de Ma deben situarse en su contexto. Si no, podrían parecer contradictorias. Por ejemplo, a algunos individuos les aconsejaba que renunciaran al mundo; a otros les recomendaba acaloradamente que vivieran la vida de casados. Todo depende del nivel del individuo que hace la pregunta. Es verdad que, en último análisis, no hay nada que hacer para alcanzar lo Supremo, puesto que está siempre presente en nosotros; pero hay muchas cosas que deshacer: es decir, las impurezas, los complejos, las falsas creencias que enmascaran lo Real. «No hacer nada» al principio, para una persona corriente es una tarea imposible. Pedid simplemente al «ciudadano de a pie» si es capaz de quedarse cinco minutos sentado en una silla, sin moverse, ni siquiera el dedo pequeño, sin entornar los ojos. Y no hablo siquiera de la incapacidad de detener el flujo de pensamientos. Es necesario aprender a «no hacer nada», empezando por los esfuerzos para disminuir el movimiento. Y esto es lo que llamamos una sadhana, que debe llevarnos finalmente hacia el estado perfecto de no-acción. - Se dice que la vía de Ma era la de la purificación (vishuddha marga). ¿Puede precisarlo? Ma decía que lo que ella enseñaba era el camino indicado para los rishis y los munis de antaño, es decir, el sanatana dharma, la vía clásica de la India, transmitida por los Veda y las Upanishads. Es lo que llamamos también el vishuddha marga, la vía de purificación (de la mente). La mente es el velo que oculta lo Real. Este velo está compuesto por las tres gunas (sattva, rajas y tamas). Cuando predomina tamas, el velo se vuelve muy espeso, como unas nubes negras que enmascararan completamente el cielo. Rajas es la actividad, agitación frenética como las olas que impiden ver el fondo del lago. Mientras que sattva es la calma, la pureza, el estado de contentamiento, etc. La mente aún no se ha disuelto pero el velo que oculta lo Real es transparente. El vishuddha marga consiste entonces en aumentar la guna sattva a expensas de rajas y de tamas. Sattva es la pureza; 113 la pureza empieza por la higiene del cuerpo (baño diario) y la de la alimentación: alimentación vegetariana, con pocas especias; y después la pureza de la mente, observando las cinco yama (reglas) tal como son enunciadas en los sutras de Patanjali: brahmacharya (castidad), satya (sinceridad), astéya (honestidad), ahimsa (no violencia), aparigraha (ausencia de avidez). También es conveniente ocupar la mente con pensamientos divinos, meditación, etc. Cuando la mente está inundada de sattva guna y tamas y rajas casi han desaparecido, se disuelve espontáneamente en lo Supremo. - ¿Cuál es la función de las etapas de soledad prolongadas y completas en la vida de un sadhaka? La completa soledad es buena para una sadhana intensiva pero es temporal. Por ejemplo, cuando preparas un examen, te encierras en tu habitación hasta el momento en el que lo has pasado y después ya puedes salir. Pero la completa soledad demasiado prolongada no es buena. Te separas de los otros, te encierras en tu torre de marfil, obtienes una realización falsa. Creas una tensión y, por este motivo, no puedes alcanzar la paz del espíritu. Dondequiera que estés hay un entorno. Incluso en mi ermita en Dhaulchina, había pastores, visitantes, gente del pueblo: yo me llevaba bien con ellos y me consideraban como a un miembro de su familia. Siempre es necesario estar en armonía con el entorno, incluso si este no consiste más que en árboles y cuervos: es el punto esencial. No hace falta crear barreras, conflicto. Si la gente del ashram me pregunta si deben practicar la soledad o el silencio completo, yo se lo desaconsejo. Evidentemente, para las personas que trabajan, que están rodeadas por cientos de personas que les hacen preguntas, que les hablan, hay distracciones y es mejor separarse en la medida de lo posible. Es preciso distinguir entre la soledad, actitud mental y el aislamiento físico, que es útil por un tiempo pues ralentiza los pensamientos, pero la soledad mental –«Quiero separarme de los otros, no quiero ver a nadie»- no es buena. Hagáis lo que hagáis, siempre hay que hacer todos los esfuerzos posibles para estar en armonía con el entorno. Es cierto que se dan casos particulares en los que es necesario romper con algunas relaciones; pero es difícil generalizar. 114 - Usted ha dicho que uno está en soledad para pasar un examen: ¿cuál es el nivel de dicho examen? Incluso si el sadhaka termina su aislamiento físico, no debe abandonar su sadhana para predicar, antes de haber alcanzado la realización. - Para un sadhaka que vive en el mundo, ¿el hecho de aspirar directamente a la realización (moksha) no conlleva el riesgo de crearle un dilema entre sus aspiraciones y sus capacidades reales? Moksha no es para todo el mundo. Moksha, la liberación completa es para aquellos que han renunciado completamente al mundo, es decir, los sannyasin o aquellos que renuncian mentalmente sin tomar el hábito de sannyasa. Para los que viven en el mundo existe otra vía, la de la liberación progresiva (krama mukti). A través de la devoción hacia su ishta-devata, por el ritual y la puja cotidiana, en el contexto indio, el bhakta, si lo consigue, alcanza el Brahma cósmico en el momento de la muerte. La vía directa de la liberación inmediata (sadhya mukti), es para el sannyasin. El budismo distingue también entre vía abrupta y vía progresiva, entre el Zen, por ejemplo, y la devoción al Buda de la compasión (Amitabha). En la vía progresiva, se hace salir el prana por la coronilla (brahma-randhra) en el momento de la muerte. Pero en el cuarto estadio de la vida, el sannyasa rompe con esta liberación progresiva y con las prácticas graduales que conducen a ella. El sannyasin quiere la liberación inmediata, o al menos en el momento de la muerte, cuando se separa del cuerpo (videha-mukti). En una Upanishad, se habla del liberado en vida de esta forma: « Nastosya prana utkramanti », «aquel cuyos pranas no ascienden (en el momento de la muerte)». Como ya se ha identificado con la conciencia omnipresente, para él la muerte no es un cambio de nivel de conciencia. En Occidente, la mejor vía es el karma yoga: « Hacer lo que se debe, pase lo que pase ». Realizar el propio trabajo con su máxima capacidad, sin preocuparse del resultado. Si se tiene éxito, está bien; si se falla, también está bien. Realizar una acción por el gozo de la acción. Para aquellos que son intensamente devotos al gurú, a Ma por ejemplo, existe otra vía: ofrecer todas sus acciones como un sacrificio a Ma, con la perspectiva de que, en el momento de la muerte, serán acogidos por ella y se fundirán en su ser. Se dice que cuando se es muy devoto de un gurú, este aparece en el momento de la muerte. 115 - En la bhakti, ¿debemos abandonarnos a las emociones o controlarlas? La vía de la devoción (bhakti) es conveniente para los individuos cuyo elemento afectivo, emocional de la mente, está más desarrollado que el elemento intelectual. Dichos individuos tendrán dificultades para observa su mente y para seguir lo que llamamos el vichara marga (la vía de la discriminación, del discernimiento). Les será más útil utilizar su emotividad para progresar en el camino espiritual. Estas emociones deberán ser purificadas y transmutadas en amor por lo Divino. Cuando este amor se vuelve muy intenso, culmina en unión mística. Entonces el ego se disuelve en lo Divino. Cuando ya no queda ego, tampoco queda mente, pues el ego es la raíz y la fuente de la mente. Así pues, la bhakti no consiste en dejar de lado las emociones desordenadas. Hay que saber jugar con las emociones pero no ser nunca su juguete. Podemos dejar que una emoción se intensifique pero nunca hasta el punto de perder el control. Recuerdo haber visto una vez, en Vrindavan, a un pandit que seguía el camino de la devoción, hacer una demostración delante de Ma Anandamayi para mostrarnos lo que era la verdadera bhakti. Podía abandonarse a las emociones religiosas más intensas y después detenerlas bruscamente y pasar a otra emoción. Esto requiere un dominio muy grande de la mente, mucho más difícil que la contención de una emoción. - ¿Cómo desarrollar una conciencia que esté más allá de las experiencias? En cada experiencia está el hecho mismo de la experiencia y el sujeto que vive dicha experiencia. Esta dualidad: aquel que ve y el objeto que es observado, existe en todas nuestras sensaciones y en nuestras experiencias más banales. De hecho, según el Vedanta, no hay dos sino tres, es decir Aquel que ve (el testigo eterno), el objeto que es visto (que forma parte de prakriti) y el hecho de ver, que une a los dos primeros. Es lo que llamamos la triputi. A través de la discriminación y de la meditación intensiva, acabamos por comprender que estos tres realmente son uno, y que nuestra creencia de su separación es ilusoria. Que exista una conciencia única, subyacente a este proceso de división en tres, es lo que llamamos el triputi nasha, la destrucción de la triputi. - Usted hace, a veces, alusión a un estado más allá de la distinción observador-observado, en la que somos uno con la acción. Krishnamurti habla de lo mismo. ¿Puede concretarlo? 116 Para el hombre corriente, en cada percepción hay tres elementos: el que observa, el objeto de la percepción, el acto de observar. Esta distinción es ilusoria pues en realidad, (desde el punto de vista del sabio perfecto), estos tres elementos forman parte de un bloque homogéneo. El error proviene de que nosotros creemos en la existencia de individualidades separadas: el « yo », el ego (ahamkara). Dicho ego proyecta a otro que se convierte en el objeto de la percepción, y la relación entre ambos se convierte en el acto de percibir. El esfuerzo de escapar de este círculo vicioso es lo que llamamos una sadhana. El objetivo de toda sadhana es percibir este bloque homogéneo, lo Real, donde todos los elementos se disuelven en la Gran Unidad. Este Real está oculto por los movimientos de la mente. Son las ondas que impiden ver el fondo del lago. Cuando la mente se vuelve silenciosa (totalmente silenciosa, hasta en sus capas más profundas), lo Real se manifiesta espontáneamente, pues ha estado siempre ahí, como el sol que está presente, sea cual se el espesor de la capa de nubes. Todas las sadhanas, sean cuales sean, tienen pues como objetivo final llevar a la mente al Silencio. Krishnamurti (ya que lo citas en tu pregunta) se refiere principalmente a un método de observación de la mente. En el método clásico (Vedanta y otros) se aconseja tomar la actitud del testigo de los movimientos de nuestra mente. Es decir, observar la mente como si fuera la de otro. Pero haciendo esto, dividimos la mente en dos: una parte que observa (pues el observador es parte de la mente) y otra parte que es observada. Lo que Krishnamurti aconseja, si lo he entendido bien, es dejarse llevar por el movimiento de la mente, manteniéndose intensamente consciente. En este caso concreto, ya no hay un testigo que observe y una cosa observada, sino una corriente mental que fluye de forma natural. Este método es, por supuesto, el mejor, pero no es para el principiante que corre el riego de ser arrastrado por la corriente de los pensamientos e ir a la deriva. Para un sadhaka medio también es preferible tomar la actitud de un testigo de los movimientos de la mente. Una vez más, no hay que observar directamente o intentar estudiar la mente, pues la mente es capaz de crear todo tipo de cosas cuando intentamos estudiarla. Es un poco como una madre que observa a su hijo mientras juega. Si él se siente observado, hará todo tipo de bromas. Es mejor que ella lo vigile « de reojo », mientras continúa su trabajo. Lo mismo sucede con la mente. Hay que tomar un punto de apoyo (un mantra, la respiración, etc.) y observar a la mente de reojo. 117 - En el momento en que entramos en el año del centenario de Ma, ¿cómo ve usted el futuro de los ashrams y de la sangha que se constituyeron a su alrededor? ¿Cómo ve el desarrollo de su enseñanza en India, por un lado, y en Occidente por otro lado? La organización religiosa llamada Shri Shri Ma Anandamayi Sangha es relativamente reciente (hacia 1952), comparada con las organizaciones establecidas hace tiempo como la Ramakrishna Mission, por ejemplo. Durante todo el tiempo que Ma estuvo físicamente presente, no se hizo nada sin su consentimiento y sus consejos; y sus sugerencias (ella casi nunca daba órdenes) eran obedecidas sin discusión por sus discípulos cercanos y aceptadas como procedentes de una fuente divina. Ella hizo construir toda una red de templos, al menos uno en cada ashram. Como el servicio de estos templos debe ser realizado diariamente sin interrupción por un brahmán cualificado, y siempre que sea posible por un brhmacharin que pertenezca a la organización, ella creó también una sólida infraestructura que une a los discípulos con su ashram. Esta infraestructura es, en cierta forma, el esqueleto que da solidez a la organización. Desde que Ma abandonó su cuerpo físico (en agosto de 1982), la Sangha se administra siguiendo principios democráticos, es decir que las decisiones son tomadas por el Comité de Dirección (Governing Body) según la opinión de la mayoría de sus miembros. Este comité tiene cuarenta y dos miembros de ambos sexos. Los miembros laicos (veintiuno) se eligen por votación secreta de la asamblea general de la Sangha. La otra mitad del Comité está constituida por lo que llamamos ascetic members, es decir los brahmacharis y los monjes de ambos sexos que viven en los ashrams. Estos son nombrados (y no elegidos) por el Comité de Dirección. Actualmente, este comité es la autoridad suprema y sus decisiones no pueden ser revocadas salvo en casos totalmente excepcionales y siguiendo un procedimiento complicado. Para los temas religiosos y espirituales, tenemos un Sadhu Committee, compuesto por nueve miembros (recientemente se han sumado dos más) elegidos por los monjes y los brahmacharis más eminentes de la organización. Este comité, sin embargo, no tiene poder ejecutivo. Presenta sus conclusiones al Governing Body, que toma las decisiones finales. Desde el punto de vista económico, la Sangha está sólidamente establecida, aunque sus ingresos provienen principalmente de donaciones. Se puede decir, entonces, que la Sangha está en buenas manos y que continuará durante mucho tiempo, salvo imprevistos, funcionando para propagar el mensaje de Ma. La enseñanza de Ma está fundada por completo en la antigua tradición de los Vedas y en el 118 hinduismo (o más bien el sanatana dharma, la «religión eterna», como los hindús llaman a su propia religión) en su aspecto tradicional y ortodoxo; y la estructura de los ashrams y de los templos forma una especie de fortaleza destinada a proteger dicha enseñanza. La culminación de esta enseñanza, su centro vivo, es el Vedanta, y esta parte del sanatana dharma es la que está destinada a los discípulos occidentales. - El apego que algunos discípulos antiguos guardan hacia la forma física de Ma, ¿no es un velo frente la luz que Ma puede darnos? El apego a la forma física de un sabio perfecto o sadguru es muy diferente a aquel que podemos tener hacia una persona corriente. El sadguru es llamado gyana-murti, la encarnación del Conocimiento. Su forma es, de algún modo, una cristalización de la Conciencia-Gozo omnipresente. Una relación de devoción hacia esta forma lleva, tarde o temprano, a la omnipresencia que representa. Para aquellos que son capaces de meditar desde el principio en la omnipresencia, el apego a la forma quizás no es necesario; pero para aquellos que han degustado el amor maravilloso por su gurú, la transición de lo personal a lo impersonal se hace de forma natural. El amor personal hacia el gurú no podrá desaparecer más que cuando haya una fusión total con lo que el gurú simboliza. El amor por la persona del sadguru es indeleble. Ma decía: “Aquellos que han amado este cuerpo (ella misma) aunque solo sea una vez, no podrán olvidarlo jamás, sean cuales sean los esfuerzos que hagan para erradicarlo de su corazón”. - Usted ha dicho que lo que más le gustaría a Ma durante este año de centenario (1995-96) sería que cada uno de sus discípulos eligiera un yama y decidiera observarlo perfectamente durante todo un año. ¿Puede desarrollar este punto? Los cinco yamas representan la primera etapa del ashtangayoga, el yoga en ocho etapas que describe Patanjali en los Yoga Sutras. Estas son las bases de la vida espiritual. Estos yamas son: ahimsa, no violencia- satya, sinceridad- astéya, honestidad- aparigraha, ausencia de avidez,- brahmacharya, castidad. Estos yamas conducen a la perfección moral pues deben ser observados incluso en sus aspectos más sutiles. Por ejemplo, decir una palabra dura es un acto de himsa (violencia); o bien, una simple expresión de la cara que conscientemente intenta disimular la verdad puede ser considerada como una mentira sutil. Patanjali indica también, además de la purificación mental, el poder 119 psíquico que proporciona la observación de cada yama. Así, si observamos la verdad perfectamente durante doce años, obtendremos lo que se conoce como el vak-siddhi: cada palabra que pronunciemos se hará realidad. Si ahimsa (no violencia) es observada estrictamente, nadie podrá haceros daño y los animales feroces actuarán frente a vosotros como corderos. Solo con la perfecta observación de los cinco yamas se puede alcanzar la realización, gracias a la purificación de la mente que producen. Ma daba mucha importancia a la observación estricta de estas reglas morales, y yo pensé que si algunos de sus allegados hacían el voto de observar a la perfección al menos uno de estos yamas, sería la mejor prueba de amor y de veneración que podría darle a Ma con motivo de su centenario. - ¿No existe una correlación entre los tres yamas: ahimsa, satya y astéya que, por lo tanto, serían uno? Los yamas son reglas morales, por supuesto, pero forman parte del temperamento sátvico, es decir, que una persona cuya mente sea muy sátvica seguirá espontáneamente los yamas sin ningún esfuerzo. En este sentido, están unidos. Decir siempre la verdad puede entrar en conflicto con el voto de ahimsa pues algunas verdades pueden a veces hacer mucho daño. En la Ley de Manu se dice que hay que decir siempre la verdad pero que hay que abstenerse (es decir, callarse) si se trata de palabras duras o hirientes. Creo que esto es lo que quieres decir cuando hablas de una correlación entres estos yamas. Igualmente, ser honesto es no mentir pues una persona deshonesta tendrá que mentir automáticamente para esconder su latrocinio. Y robar, es hacer daño a alguien, es decir, un acto de himsa. - ¿Cómo discernir la actitud justa entre esfuerzo y abandono? El abandono total, el atma-nivedan, es muy difícil. Voy a citar una preciosa definición de Nisargadatta Maharaj sobre esta actitud: «Por supuesto, cuando hay un abandono total, una completa renuncia a toda preocupación sobre nuestra vida pasada, presente o futura, sobre nuestra seguridad física y espiritual, y sobre nuestra respetabilidad, entonces empieza una nueva vida llena de amor y de belleza». Pero, ¿quién es capaz de tener una actitud semejante? Realizamos todo tipo de esfuerzos por nuestra vida física, para proteger nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra posición social, a nuestros 120 allegados, etc. Estos esfuerzos deben desviarse hacia la búsqueda de lo Divino: meditación, purificación mental, etc. Esto se llama purushartha, el esfuerzo hacia lo Divino. Estos esfuerzos deben ser realizados a nuestra máxima capacidad, pero hay que reconocer que nuestro poder es muy limitado, y que es lo Divino (el gurú) quien completará nuestro esfuerzo. Es cuando hemos agotado toda nuestra capacidad de esfuerzo y nos damos cuenta de que no somos capaces de obtener su fruto, cuando surge el verdadero abandono. - ¿Cómo saber cuál es nuestro legítimo lugar? Desde el punto de vista del atman sois omnipresentes, y no aquí no cabe el tema del lugar. En lo que se refiere a la conciencia individual, el jivatman, está siempre «en sí mismo», es siempre el mismo, sean cuales sean los cambios de cuerpo, de mente o de entorno. La cuestión de saber cuál es nuestro legítimo lugar solo surge cuando la mente se pone a funcionar y se imagina que puede dirigir los acontecimientos. En realidad, es la Fuerza Divina la que actúa en nosotros y nos hace ir de un lugar a otro. Nuestro legítimo lugar es, entonces, abandonarnos conscientemente a la Fuerza Divina sin perder por ello nuestra responsabilidad. Es como un buen nadador que se deja llevar por la corriente sin perder, no obstante, la iniciativa. - Usted ha escrito recientemente: «La culminación de la enseñanza de Ma es el Vedanta». ¿Puede desarrollar los aspectos más específicos de su enseñanza? La enseñanza de Ma puede resumirse en una frase que repetía a menudo: “Encontrar a Bhagavan (Dios) es encontrar tu propio ser, y descubrir tu propio ser es encontrar a Dios”. Es decir que si empiezas la búsqueda de lo Divino (por la vía de la devoción), acabarás por encontrar que esta Divinidad reside en tu propio corazón o que es de la misma naturaleza que lo Omnipresente. Y si empiezas por la búsqueda del «¿Quién soy yo en realidad?» (la vía del Conocimiento), lo Divino se revelará como tu propia naturaleza. Para llegar a este Conocimiento hay numerosos velos y esto es lo que llamamos una sadhana. Ma guiaba a cada persona en la vía que le convenía más, y no imponía una línea de sadhana concreta, aunque el objetivo final era el descubrimiento del hecho de que el alma individual no es diferente de lo Divino Omnipresente. Y esto es la esencia del Vedanta. 121 CAPÍTULO V MA Y LA ENSEÑANZA ESPIRITUAL Ma y sus discípulos - ¿Cuál es la acción de un santo? Miles de personas van a ver a los santos como Ramana Maharshi o Ma Anandamayi con sus problemas personales; en su presencia, todos estos problemas se resuelven, al menos momentáneamente. La acción de un santo es como un flash en la oscuridad que te permite tomar una foto de tu interior y entenderlo exactamente. No existen malos o buenos gurús, hay quien es un gurú y hay quien no lo es. Un árbol artificial de papel no es un árbol, no tiene sus buenos efectos ni su fuerza vital. - ¿Ma dedicaba voluntariamente su tiempo a sus visitantes o a sus discípulos? Una vez, después de haber hablado con Ma, le dije: «Ahora ya puede ir a descansar», y ella me respondió: « Pero si en este momento ¡ya estoy descansando!» - Parece que Ma, con algunos de sus devotos, no «hizo milagros». ¿Por qué fue así? La mayoría de personas corre en círculos o va hacia abajo; los santos como Ma han dirigido a un gran número de personas hacia la corriente ascendente. Su acción para las masas era la de impulsar al mayor número de personas hacia la corriente, para que pudieran conseguir el objetivo tarde o temprano; es lo que llamamos krama-mukti, la liberación progresiva tras la muerte, que permite evolucionar a través de los diferentes niveles sutiles hacia la liberación final (moksha). Por otra parte Ma tenía también un círculo interior de discípulos que pudo formar más en profundidad. Este círculo estaba unido por la mente, no se correspondía necesariamente a su entorno físico inmediato, que incluía a veces a gente imposible, bhutas (malos espíritus), como los llamábamos irónicamente. Ma mantenía a este tipo de gente cerca de ella porque estaban demasiado débiles para desarrollarse por sí mismos, o bien porque querían convertirse en gurús sin 122 tener la madurez necesaria en ese momento; Ma los mantenía así cogidos firmemente de la mano. (Pregunta de un occidental que ha vivido mucho tiempo en los ashrams de Ma, después se casó y ahora quiere volver como vanaprasthi – estado intermedio entre el matrimonio y el sannyasa) – Ma daba la impresión a la gente de que podía hacer realidad todos sus deseos, ¿era eso cierto? Cada hombre tiene en él un deseo al que se aferra por encima de los demás. Lo que está en el centro es el Ser. Ma reactivaba, elevaba el Ser pero la gente sobreponía a ello sus deseos materialistas. - Cierto número de personas dicen que Ma enseñaba sobre todo la bhakti. ¿Qué piensa usted? Ma daba, de vez en cuando, consejos de bhakti, pero ella volvía siempre a la no-dualidad (Advaita), estaba firmemente establecida en el Advaita. - ¿Es cierto que Ma reía menos y estaba menos contenta en la segunda parte de su vida? Una vez, yo le llamé la atención sobre esto, y ella me respondió: «Yo soy siempre la misma, pero el cuerpo envejece». Es verdad que tenía un aire serio; quizás era también para mostrar que no estaba de acuerdo con un grupo de personas y de actitudes que había a su alrededor. Cuando un santo llega, desciende desde un nivel muy elevado; para él, ser feliz es tan fácil, la felicidad está ahí; no comprende por qué la gente se empeña en ser desgraciada. Poco a poco, se da cuenta del bajo nivel de esta gente. Al principio, Ma reía mucho, como ashram le bastaban los árboles; después ella aceptó la existencia de los ashrams por petición insistente de Bhaiji, Didi y otros devotos; después acabo por tener que ocuparse a causa del riesgo de corrupción. Los hindús eran difíciles para ella; a veces, teníamos la impresión de que ellos no entendían nada; en fin, no hay que generalizar, también había algunos que estaban bien. - Un cierto número de devotos tenían miedo de Ma, no se atrevían a mirarla a los ojos. ¿Por qué? 123 Quizás es porque sabían que Ma podía ver sus defectos directamente. Uno de los devotos de Ma que había recaído en el alcoholismo vio a Ma iniciar el gesto de darle una bofetada: era el año de su muerte, en 1982. En cuanto a mí, jamás me sentí asustado frente a Ma. Una vez, estaba con ella en Vrindavan; yo acababa de terminar un periodo de siete u ocho años en los que no había hablado a ninguna mujer ni mirado su rostro. Unos días después, tuve que ocuparme de una americana joven y bonita y, exteriormente, podía parecer que volvía a tener apego. Ma me miró de pronto con una mirada capaz de movilizar de alguna forma el prana en el vientre y de provocar un verdadero pánico en muchas personas; pero yo mantuve su mirada, pues no tenía nada que reprocharme a mí mismo; ella empezó a sonreír, aliviada. Si Ma podía ser severa en algunos momentos, en otros parecía simpatizar con la menor emoción de un visitante. En las Escrituras hindús se dice en relación a la Madre divina: «Dura como el rayo y tierna como la flor…» - Usted insiste a menudo en el hecho de que Ma no tenía ego y se adaptaba a donde estuviera. ¿Cómo se hubiera adaptado si hubiera nacido en Occidente? Creo que no hubiera podido adaptarse, por eso nació en India… Los occidentales son demasiado intelectuales; para que un santo pueda realizarse, hace falta que esté rodeado de personas que tengan una capacidad de confianza directa. - ¿Puede decirnos una palabra fundamental de Ma que sea como un mantra? Sí, hay una que es como un maha-vakya, una «gran palabra» de las Upanishads del estilo «Yo soy Eso»: « Amar atma, amar pantha, svayam », « El alma eterna, el peregrino eterno, es Él mismo». Ma y Vijayananda - ¿Sentía, usted, la presencia de Ma? ¡Cuántas veces he sentido en la distancia, con absoluta claridad, que Ma pensaba en mí! 124 - Usted dice que Ma, durante sus aniversarios, no estaba en samadhi sino en un estado de conciencia omnipresente, derramándose en el corazón de sus devotos, ¿puede explicarlo? Sí, es cierto, ¿para qué iba a estar ella en nirvilalpa samadhi, completamente apartada del mundo exterior, cuando todo el mundo había venido a verla? Pude comprobar esto al principio de mi itinerario con ella; en esa época, no había multitudes en su aniversario. Yo le dije mentalmente, probablemente en hindi: «Es triste que usted esté lejos de nosotros». Ella se giró entonces hacia mí, con una mirada que quería decir: «No, no estoy lejos, estoy siempre contigo». (Una profesora de Meditación Trascendental, que estaba de visita con su marido, explica que el siddhi de levitación consiste de hecho en saltos en el mismo sitio, a partir de la postura del loto). Respecto a la levitación, voy a contaros una experiencia que nunca he contado a nadie. En Almora, Ma me había dicho que estuviera un año separado de ella. Era la primera vez que tenía que residir lejos de ella y estaba desesperado. Estaba estirado en mi lecho y de repente me encontré elevado, muy alto y durante demasiado tiempo para que pudiera ser un sobresalto; además, mi cuerpo estaba tranquilo. En ese momento, mi emoción era demasiado fuerte, solo después me di cuenta de que aquello tenía que haber sido una levitación. - ¿Cuando le dio Ma el hábito naranja de sannyasa? En 1956, yo estaba haciendo una tapasya intensa en Vindyachal, en la ribera del Ganges, por encima de Benarés. Había ido a ver a Ma a Benarés y éramos tres o cuatro en la terraza. Ma vio que la ropa marrón que yo llevaba –era la única que tenía- estaba un poco desgarrada por detrás; yo no me había dado cuenta. Ella se puso a reír y la desgarró del todo mientras yo hacía el pranam. Le dije: «Ma, usted me ha dado el sannyasa»; ella sonrió con aprobación e hizo que me dieran unas ropas anaranjadas. Antes de recibir el hábito naranja, yo me preocupaba de no utilizar ningún color que pudiera parecerse. Sin embargo, un día, tras un lavado, mi ropa salió casi naranja. Le pregunté a Ma si estaba bien y ella me dijo: «Es el gérua (color naranja de los renunciantes) que está en el interior y va saliendo hacia fuera». En 1971, me dio un chaddar (chal) blanco que ella había llevado y le pidió a Nirvananda que lo coloreara de 125 naranja. En 1976, con motivo de su 80 aniversario, me dio un habito naranja completo. Más tarde, pidió a una de sus asistentes traer el «tejido de mahant (jefe de los monjes)» y me lo dio. Por mí mismo, nunca hubiera tomado las ropas naranjas; me hubiera quedado vistiendo como un occidental o hubiera llevado un vestido indio sencillo y discreto. La gente del ashram, igual que Ma, me consideraban un sannyasin. Un día, ella dijo girándose hacia mí: «Yo no distingo entre un sannyaisn», y volviéndose hacia Bhaskarananda y Nirvanananda que estaban al otro lado, «y un brahmachari». La enseñanza espiritual - ¿Es posible acabar con el ego por ti mismo? El que hace la sadhana es también el ego: es, pues, muy difícil hacerlo desaparecer. Ramana Maharshi compara esta situación con un jefe de ladrones que se convirtiera en jefe de la policía; podría atrapar a todos los otros ladrones, pero no podría atraparse a sí mismo. Es necesario un gurú, pues solo abandonándose a él, el ego puede desaparecer completamente. Sin embargo, la sadhana es una ayuda importante para atenuar, podría decirse ablandar, el ego. Cuando la mente es cien por cien sátvica, se disuelve ella misma, o al menos se vuelve tan transparente que es solo un velo traslúcido que apenas oculta al Ser. - ¿Cuáles son los criterios para reconocer a un santo? De entrada, un gran santo tiene compasión, una compasión real; la compasión se puede fingir pero, en él, sientes que es auténtica. Además, tiene humildad: el santo es tan noble que todo el mundo quiere postrarse ante él, y sin embargo sigue siendo humilde. Existen también otros criterios. De todas formas, es preciso estar cerca de un santo durante cierto tiempo para darse cuenta de su nivel. Un aspirante espiritual no puede hacerse cargo de otros hasta que no se ha desidentificado del cuerpo. Un santo actúa como un faro, ilumina el camino para los navegantes solitarios que pasan a lo lejos; estos últimos quizás puedan aprovechar más que aquellos que están físicamente cerca del santo: se corresponden con los empleados que barren las escaleras del faro y que no siempre están bien situados para ver su luz. 126 - ¿Se puede observar el silencio mientras se habla? Hablando solo de lo que es necesario y guardando silencio mental en el intervalo. - ¿Es bueno ir de un santo a otro? Los principiantes que están en busca de un maestro pueden hacerlo para conocerlos. Pero cuando te has convertido en discípulo verdadero de un gurú verdadero, te conviertes en una parte de su cuerpo, ya no puedes abandonarlo. Sería una disolución de energía, un mariposeo ir de uno a otro, incluso simplemente para verlos. Los indios lo comprenden bien, para los occidentales es difícil. - ¿Por qué algunos santos mueren jóvenes? Han venido para cumplir una misión; consideran el cuerpo como una carga. Para ellos, cuanto antes se deshacen de él para fundirse en ananda, la felicidad, mejor. Así, desde el momento en que sienten que han terminado su misión, abandonan su cuerpo. Vijayananda y sus visitantes - ¿Puede, usted, ver rápidamente el temperamento de las personas que vienen a visitarle? Sí, tan rápido como un jardinero ve cuál es el árbol que hay frente a él, si es un manzano o un peral; para eso, no hace falta analizar los detalles. - ¿Por qué no insiste más a la gente en que medite? Ya que la meditación es una de las bases de la sadhana, y que ha representado y todavía lo hace la parte más importante de su vida, en pocas ocasiones se le oye animar a los visitantes a ir en esa dirección. Yo no siento que tenga alma de maestro, desconfío de este tipo de ego; no quiero hablar ex cátedra y que se aburran conmigo como en los bancos de la escuela. Además, si a alguien a quien no le gusta meditar le dices que lo haga, se enfadará. Para mi, el conocimiento espiritual, es el «conocimiento gozoso», según la expresión de la Edad Media. Durante la conversación la gente saca de mí aquello que necesita, me «tiran de la lengua» si verdaderamente lo sienten; todo sucede espontáneamente. Yo siento que no 127 soy yo el que habla; la enseñanza espiritual verdadera está más allá de las palabras, a pesar de que a veces las palabras sean importantes. Lo que me gusta menos son los discursos. La gente tiene la impresión de hacer una buena acción, un satsang, yendo a escucharlos, pero de hecho se dicen banalidades que todo el mundo ya sabe. La gente puede comportarse como quiera, yo no se lo impido, pero si preguntan mi opinión, yo se la doy. A veces, sucede que intervengo pero no como un gurú; es más bien como si alguien escribiera «¡atención! », viendo en la calle a un transeúnte acercarse a un agujero que no ha visto. A veces sucede que hay personas que se dirigen hacia un precipicio; yo se lo digo. - ¿ Cuáles son los factores que hacen que un sadhaka empiece a atraer seguidores? Hay momentos en mi sadhana en los que he entendido claramente cómo atraer numerosos discípulos y volverme muy conocido, pero he rechazado firmemente esta tentación. La mayoría de los gurús no pueden dar el shaktipat (la transmisión de energía), y es porque no son verdaderos gurús. Además, a medida que se encuentran atrapados en el ashram que fundaron o que heredaron, no pueden realizar una sadhana intensiva. Hay algunos, no obstante, que son capaces de renunciar al ashram que han construido, como por ejemplo Satyananda de Mongyr, el discípulo de Shivananda. (Una psicoterapeuta californiana, mística pero con rasgos histéricos) - Vijayananda, ¿por qué no abre usted su corazón? El corazón es la cosa más secreta, no se abre a todo el mundo. De hecho, tu no muestras tu cuerpo desnudo a todo el mundo, solamente a tu marido, y el corazón es mucho más importante que el cuerpo. - ¿Cree, usted, en la comunicación a distancia? Toda persona que tiene un gurú sabe que se puede comunicar con él o ella a distancia; para recibir un mensaje telepático, hay que tener la mente en silencio, si no, incluso si lo percibes hasta cierto punto, lo envuelves en fabulaciones. Cuando estaba en mi retiro de Dhaulchina, tenía el problema de saber si el colmado estaría abierto cuando bajara al pueblo, que estaba a una media hora, o si el campesino que me suministraba el ghi tenía. Se lo preguntaba interiormente y los interesados me respondían sí o no. 128 - Vijayananda, ¿es usted un gurú? Le preguntaron a Cavour, el distinguido diplomático que había conseguido la unificación italiana, los motivos de su éxito. Él respondió: «Yo digo la verdad pero no me creen». Lo mismo me sucede a mí, digo que no soy un gurú, pero no me creen. (Una profesora de Meditación Trascendental y su marido) - ¿Está, usted, en un estado de dicha, de felicidad permanente? No, yo soy un hombre muy corriente; lo que sucede, sin embargo, es que no tengo emociones negativas: no tengo ira ni deseos sexuales, ese deseo que es tan difícil de dominar. No tengo apego, ni siquiera hacia mis hijas adoptivas que tanto quiero, no estoy apegado. Evidentemente, durante la meditación siento felicidad, pero mantenerla constantemente en la vida diaria es mucho más difícil: esto corresponde a la culminación de la evolución espiritual, al sahaja samadhi (samadhi espontáneo). - Sentimos en usted mucho amor. No sé; yo, cuando hablo con alguien, estoy totalmente concentrado en él. Observo sus reacciones, sus gestos, lo que le gusta y lo que le disgusta. En cambio, la gente corriente, cuando habla con alguien, están de hecho concentrados en ellos mismos. 129 CAPÍTULO VI SADHANA (Una joven española, cuya familia materna es de Ávila y que vuelve después de un año) – Vuelvo aquí tras un año y parece como si no hubiera pasado más que un día, ¿a qué es debido? Este es el lugar en el que “Solo Dios basta” (final de un célebre poema de Teresa de Ávila). (La joven se pone a llorar diciendo que no es suficientemente sincera en su sadhana). La sinceridad es una cuestión de discernimiento, de comprensión y no de esfuerzos. Si vieras que la sadhana es la cosa más esencial, la encontrarías. Para mí, no es un esfuerzo. Si tuvieras un anticipo, un toque de la experiencia de la verdadera meditación, te ayudaría mucho. Mientras no se da esta experiencia, practica con regularidad. A veces, los «flashes» pueden suceder, incluso fuera de la meditación formal. Yo tuve uno cuando era estudiante; sentí que era «Eso», que era la única cosa digna de interés. - ¿Cuáles son las señales de que se está progresando en la sadhana? Una experiencia de gran felicidad interior. - Toda esta historia de querer hacer una sadhana y de obtener la Realización del Ser, ¿no es egoísta? Quizás, pero a fin de cuentas, la Realización destruye al ego; e incluso si alguien tiene al principio la motivación egoísta de obtener la Realización solo para él, su práctica purificará de todas formas el entorno. Podrías decirle a un estudiante de medicina de tercer año que dejara sus libros y fuera a servir a los otros como enfermero. Desde luego, podría realizar ese servicio pero será más útil posteriormente si consigue terminar sus estudios de medicina. - ¿Por qué la mente y las personas son tan difíciles de cambiar? 130 Tamas es la fuerza más poderosa de este mundo; esto es así porque tiene esta cualidad al revés que es la simétrica del Ser, la inmovilidad, la estabilidad completa: el Ser es también una base que no se mueve. - A un miembro de un grupo de franceses que iba camino a las fuentes del Ganges y que preguntaba si existía algún tipo de camino intermedio en la practica espiritual. (Con vehemencia) ¡No! Dios es celoso, como se dice en la Biblia. Hay que tener en cuenta que solo el camino espiritual es realmente importante; por eso yo estoy en él. Dicho esto, cuando uno está en el mundo, el camino espiritual consiste también en actuar con el mínimo ego posible, ofreciendo los resultados de tu trabajo a Dios. (Un visitante de Suiza) – He frecuentado a una maestra espiritual que decía que había dos estaciones en la sadhana, una estación para la recogida, por ejemplo, y una estación de invierno igualmente, para el descanso. ¿Qué piensa usted? No hay una estación de descanso en la sadhana. Debemos estar siempre dispuestos a trabajar por el progreso espiritual. - ¿Cree, usted, que hay caminos de sadhana más cortos que otros? Los caminos de sadhana son como los caminos de la montaña. El que parece más corto puede acabar siendo el más largo y peligroso, pues nos podemos encontrar frente a acantilados u obstáculos insalvables. Vale más seguir los «caminos trillados», como se suele decir. Cuando vemos la hierba pisada en un lugar, significa que mucha gente ha pasado por allí y que el camino lleva a alguna parte. (A una joven que tenía la tendencia de sentirse culpable por sus defectos y que realizaba una práctica constante allí mismo, en Kankhal). A los buscadores espirituales les cuesta darse cuenta de sus defectos. Si les haces el favor de decírselo, se enfadan contigo –a veces de por vida. El gurú les pone en situaciones en las que sus defectos ocultos salen a la superficie. El hecho de que tú seas consciente de tus defectos es ya en sí una cualidad infrecuente. Abandona el complejo de inferioridad: al fin y al cabo, solo tú puedes cambiar tu interior y disolver tus defectos. 131 (A propósito de un discípulo que a pesar de estar bastante equivocado, entró en conflicto con su maestro espiritual y lo abandonó). El mundo fue creado por Dios con una ley fundamental que los Veda llaman rita, que se corresponde con el Dharma, con la ley de la armonía. Una persona podría no hacer nada mal, ni siquiera un delito, si previamente se hubiera convencido claramente de que era la mejor cosa que podía hacer. Por supuesto, después, ella lo sentiría, pero en ese momento, estaría convencida de que había optado por la mejor opción. (Una joven dividida entre el amor humano y el amor divino) – Estoy cansada de estar dividida; sea cual sea la opción que decida, quiero ser una. Ver todos los pares de opuestos, los apegos y la liberación, el bien y el mal como iguales supone un nivel muy elevado. Al nivel del sadhaka, una cierta dosis de conflicto es normal. - ¿Cuál es el beneficio del ritual y de la devoción? Cuantos más rituales hay, menos devoción existe. Los rituales no son un fin en sí mismos, solo están ahí para despertar la devoción pero la gente lo olvida y actúa automáticamente. La verdadera oración se hace con un estado interior (bhava) completamente unificado , como el de Moisés cuando pidió que su hermana fuera curada de la lepra. Solamente dijo: «Dios mío, haz que ella se cure», y fue escuchado. Por el contrario, parece que eso fue más difícil para Eliseo. A la mujer de unos amigos se le había muerto el hijo. Ella le pidió que hiciera algo y él envió primero a su sirviente para intentar realizar un milagro, pero no surgió efecto. Después, fue él mismo, pero tuvo que invocar a Dios siete veces antes de que la resurrección tuviera lugar. Quizás este retraso se debiera a los restos de ego de Eliseo. Las cualidades básicas - ¿Es realmente útil seguir totalmente los yamas, niyamas y las reglas monásticas que uno se ha fijado para sí mismo si está en este camino, o esto supone la manifestación de una tendencia obsesiva? 132 Si uno sigue las reglas, hay que seguirlas completamente; si no, es como una presa que huye, terminará por desmoronarse. En ese momento, no importa si practicas el tantrismo de la mano izquierda (vamachara) en el que todas las reglas se invierten; pues se trata de una vía muy peligrosa que debe seguirse bajo la dirección de un gurú auténtico. Solo siguiendo los yamas-niyamas se puede obtener una purificación de la mente tal que uno puede llegar a alcanzar la Realización. (Discusión con un sadhu que criticaba a otros miembros del ashram) No critique a los otros pues en el fondo, usted no tiene ninguna conexión con ellos, usted no es su gurú. Puede, eventualmente, criticar a los niños o a los brahmacharis que están bajo su responsabilidad. - Usted dice que no tenemos ninguna conexión pero todos somos uno en el Ser. Mientras no estemos realizados (brahma jnanin), no debemos criticar; y cuando lo estemos, se actúa directamente por el interior, y no hay necesidad tampoco de criticar. No podemos criticar a las personas puesto que no podemos realmente ponernos en su lugar. Normalmente, tienen motivaciones que se nos escapan. (Retomando el tema de la crítica, más tarde) Un sabio judío, que vivió no hace mucho tiempo, escribió un libro contra la crítica a los otros. Estaba basado en un salmo que se podría traducir como sigue: «¿Quién es el que desea la vida? Que tu lengua se guarde de criticar y tus labios de proferir calumnias». En hebreo, «quien desea la vida» se dice «rhafets Faim», y esto da título al libro, pero también, por extensión, al apellido del autor. Un día que fue a dar una conferencia a pueblo cercano, viajó con un hombre que no le conocía y que justamente tenía la intención de escuchar dicha conferencia. El viajero se puso a alabar a Rhafets Rhaïm; por humildad, este último tomó la opción contraria y se puso a criticarse a sí mismo –sin decirle quién era-, lo criticó tanto y tan bien que el viajero, poniéndose furioso, le escupió en la cara. Al llegar, se dio cuenta de su error y se disculpó profusamente. Rhafets Rhaïm concluyó la historia diciendo: «No hay que criticar a nadie, ni siquiera a uno mismo». Existe otra historia de Rhafets Rhaïm. Un estudiante, amigo del rabino, había sido acusado de espionaje y había sido arrestado por la policía zarista. Él fue a la comisaría de policía para defender su caso y lo hizo con tanta pasión que la policía sospechó que podía ser cómplice y también fue arrestado. 133 Cuando fue llevado a juicio, el fiscal dijo al juez que se contaba sobre él la siguiente historia: un ladrón se escapó de casa del rabino con su botín; cuando Rhafets Rhaïm lo vio, corrió tras él, diciendo: «Te regalo todo lo que has cogido pero, sobre todo, no tengas mala conciencia». El juez le preguntó al fiscal: «¿Cree usted en esta historia? - Por supuesto que no! ¿Y usted? - Es difícil de decir, pero lo que sí sé es que no se cuentan este tipo de historias sobre usted ni sobre mí ... ¡Libere al acusado! » (A un abogado que estaba de paso y que pedía a Vijayananda su bendición) La mejor bendición es seguir completamente el Dharma; no mientas… (Y viendo la cara del abogado bastante molesto) hay varios niveles en el cumplimento de los yamaniyama. Esto está bien explicado en una historia de los Jataka, los relatos de los nacimientos anteriores de Buda. En uno de ellos, él era un sadhu. Un día, estaba meditando bajo un árbol, frente a un estanque lleno de bellas flores de loto. Se levantó para olerlas y, en ese momento, escuchó al espíritu del árbol que le decía: «¡Intentas robar los lotos!» Poco después, llegó un aldeano, entró en el estanque y, sin miramientos, arrancó la mayoría de los lotos. El sadhu le preguntó al espíritu del árbol: «¿Y ahora no dices nada?» El espíritu respondió: «Lo que para alguien de tu nivel hubiera sido una falta grave, a su nivel no lo es». (Sobre una mujer que tras llegar a un ashram, se puso a meditar de golpe seis horas al día, y fue invadida por la ira). No hay que ponerse a meditar intensamente si antes no se ha purificado la mente hasta cierto punto, pues la meditación lo intensifica todo. Debemos ir a la raíz de las cosas y de las emociones. ¿Qué es la ira? Es el ego que se infla. - Los sabios griegos aconsejaban las lágrimas para luchar contra la ira. Sí, es la actitud del niño “helpless”, es decir, que depende completamente de su madre. (Un sadhaka, justo antes de marcharse a su ashram, hace una última pregunta) - ¿Cómo podemos darnos cuenta de nuestros progresos en la meditación? Viendo cómo dominamos las emociones perturbadoras fundamentales. Es, por ejemplo, más importante dominar la ira que hacer horas de meditación. Esta no es más que un 134 medio para alcanzar un objetivo que es el control de la mente. Si, al ser interrumpidos en la meditación, entráis en cólera, es mejor detener la meditación. Se cuenta que un samurái fue a ver al maestro zen Hakuin para hacerle preguntas sobre el cielo y el infierno. Este le preguntó: «¿Quién eres? – Un samurái», respondió el otro con cierta arrogancia. «¿Un samurái? ¡Pero si nadie va a querer contratarte!» Furioso, el samurái puso la mano en su sable y Hakuin le dijo: «¡Tu sable es de madera! » Fuera de sí, el otro blandió el sable sobre Hakuin. Este dijo: «Aquí se abren las puertas del infierno». Sorprendido por la calma perfecta del maestro, el samurái cayó de rodillas. «Aquí se abren las puertas del paraíso», concluyó Hakuin. - Usted dice que es necesario enfrentarse al miedo; pero, ¿podemos enfrentar todos nuestros miedos? Sí, por supuesto, es necesario enfrentar todos los miedos. - ¿Por qué no se puede realizar una buena sadhana teniendo, al mismo tiempo, los placeres habituales de la vida familiar y mundana? Es una cuestión de intensidad; es como dos niños que vuelven de la escuela, uno no tiene prisa por ver a su madre, se para al borde del camino, recoge moras, toma desvíos, mientras que el segundo, con mucha prisa por volver a casa, corre derecho hasta su madre. - ¿Hay algunas Escrituras hindús que le parezcan fundamentales para la sadhana? Sí, por ejemplo, en la Katha Upanishad se dice: «Cuando se desatan los nudos del corazón, el mortal se vuelve inmortal», y se habla también de avritti chakshu, « el ojo que se da la vuelta para mirar hacia dentro». Esta es la definición misma de meditación. En el Baghavad Gita también encontramos preciosas ayudas para la sadhana, cuando lo leemos atentamente. Por ejemplo, se describen las cualidades del sabio «más allá de la alabanza y de la culpa, en silencio». Yo interpreto esta yuxtaposición como una clave para ir realmente más allá de la alabanza y de la culpa: a través del silencio. En otro lugar, se dice: «Más allá del placer y de la pena, estar en el Ser (svastha)», que es también una indicación de sadhana. 135 (Una joven que hacía una sadhana intensa en Kankhal) – Yo lo he probado todo para calmar la mente, y no es posible. No, no es tan difícil cuando sabes cómo hacerlo; quizás se te haga tan difícil justamente porque crees que es imposible. Nisargadatta Maharaj decía que la mente es como las manos o los pies, hay que saber dejarla en reposo cuando no la necesitas. Otra forma es recitar el mantra muy rápidamente, sin interrupción alguna entre las repeticiones, tal como lo hacía Krishnabai. Esto, más que simplemente disfrutar del efecto del mantra, ayuda a calmar la mente. Disolver el propio mantra en el pranava (el Om) es otra forma de detener su actividad. Disolverlo a la divinidad que uno visualiza, en luz, también tiene el mismo efecto. Hay también otra manera de detener la mente, esta vez, de golpe: a través de la unión de los canales de energía (nadis) en el punto de los chakras, en concreto de ajna y de anahata. El silencio es también una gran ayuda, sobre todo al principio de la sadhana, cuando uno debe aprender a «sujetar el volante» de sus emociones. De lo contrario, uno entra en pánico y pierde pie. Se pueden probar muchas técnicas diferentes, pero cuando uno tiene un principio de despertar, no se da cuenta de que es a causa de su propia actitud emocional (bhava) que provoca los movimientos energéticos descontrolados. Intenta dominarlos por la fuerza y crea una contra-onda que no hace más que agitar aún más el «estanque» de la mente. - ¿Qué es más importante, el esfuerzo o la gracia? Ma decía a menudo « Kripa (gracia) significa karo, pao (haz, encuentra) », es decir que uno es recompensado en la medida de su esfuerzo. Es la ley general de la sadhana. Debemos hacer todos los esfuerzos y, después, que pase lo que tenga que pasar. Por otro lado, existe la gracia sin motivo (ahetu kripa), que no depende de nada, pero esto no sucede más que en contadas ocasiones. - ¿Un deseo demasiado intenso puede ser un obstáculo? Puede serlo. Ramatirtha (un sabio vedantín contemporáneo de Vivekananda) hacía, sobre este tema, la comparación del hombre que recibe a un amigo en la puerta. Está tan contento de verlo que se queda allí abrazándolo y hablando con él, lo que hace que el amigo no acabe de entrar en la casa. Dicho esto, no hay necesidad de tener miedo de las emociones. Son como una piedra que cae en un lago. Si intentamos detener las ondas con 136 las manos en lugar de dejar que se calmen solas, lo único que conseguiremos es crear otras ondas y no se acabará nunca. (Una mujer que lleva una vida mundana, en París, pero que a menudo regresa a Kankhal) – Mi sadhana me da, a veces, la impresión de una regresión. ¿Qué debo hacer? Sé como Saddam Hussein, celebra las victorias y olvida las derrotas. Hay avances en la sadhana, pero son más como una sierra dentada que como una línea continuamente ascendente. (Una adolescente francesa)- Padre, ¿qué debo hacer si cometo una falta? Lo primero es pedir perdón. Después, debes repararla si es posible. En tercer lugar, debes tomar la decisión de no volver a cometer dicha falta. Por último, y quizás es lo más importante, debes olvidarte completamente de todo ello… - ¿Cómo superar el miedo y la depresión? Desde mi infancia, me acostumbré a enfrentarme directamente a los peligros. Cuando estaba en la ermita, existía cierto peligro que provenía de las bestias feroces y, sobre todo, de los tunantes, pero me habitué a no permitir que la vibración del miedo surgiera en mi mente. Durante la guerra, los soldados saben que una buena forma de vencer el miedo es atacar. Para la depresión, la mejor actitud cuando ella aparece es simplemente observarla; lo que nos perturba en este tipo de emociones es que creemos que van a durar eternamente. Nos decimos: «Ya está, ¡estoy acabado!, no seré más que un paciente depresivo de por vida, etc. » Pero si las veis como una parte del juego de los tres gunas, entenderéis que este tamas (letargo) pasará en unos días, y no os preocupareis demasiado. - ¿Cuál es el mejor apoyo para la sadhana? Es recordar que la Realización del Ser es maravillosa. De entrada, se tiene una gran felicidad, y después uno se vuelve inmortal. Cuando, a través de la discriminación, uno ha comprendido que no hay nada más que valga la pena, tiene la eternidad frente a él; incluso si se tarda miles de años en conseguirlo, no es un problema. 137 El sufrimiento - Alguien cuenta la historia de un Padre del desierto que decía a sus discípulos: Si estáis hartos de comer lo mismo todos los días, comed menos; el hambre os hará volver a desear vuestro plato cotidiano. Esto es un consejo ingenioso, pero demasiada austeridad no es buena. Un día, Baal Shem Tov le dijo a alguien muy ascético y que iba a convertirse en su discípulo: Si tienes un carro de cuatro caballos y mantienes las riendas demasiado tensas, ¿cómo podrán tomar impulso los caballos? Empieza por aflojar las riendas y después los caballos podrán ponerse en marcha. - Me he dado cuenta de que los hijos de algunas personas interesadas en la mística están perturbados, ¿por qué? Hay mística y mística. Aquellos a los que aludes son más bien esoteristas y ocultistas. Un verdadero místico atraerá a su familia la encarnación de almas selectas. En Occidente, lo que es místico es más o menos considerado como extraordinario, y puede entonces atraer a más personas desequilibradas. En India, donde la mística tiene fácilmente la ciudadanía, la cuestión de la oposición a la sociedad ocurre mucho menos. Hay, entonces, menos problemas que se derivan de ella. (Un estudiante de París) – Querría hacerle una pregunta importante, al menos para mí… Todas las preguntas son importantes o no importantes, eso depende del punto de vista en el que uno se sitúe. - Si Rembrandt o Van Gogh no hubieran tenido el sufrimiento de su pequeño yo, ¿hubieran podido realizar una obra tan intensa? Los buenos sadhakas son aquellos que tienen una cierta dosis de sufrimiento, como una «espinita irritante»: esto les despierta, si no, se duermen. La ostra necesita un cuerpo extraño para hacer su perla, si no, no existiría perla. Sin embargo, no todas las ostras dan perla, deben ser ostras perleras; de la misma forma, no todas las personas que tienen 138 sufrimientos hacen algo espiritual. Algunos piensan que todos aquellos que inician el camino espiritual han tenido grandes sufrimientos mundanos, pero este no fue mi caso. Yo era muy feliz con mi trabajo de médico, era respetado y amado por la población del pequeño pueblo en el que ejercía. Pero sentía que todo aquello era pequeño, más bien mezquino. - ¿Es necesario meditar sobre el sufrimiento? En la verdadera meditación, olvidamos las sensaciones del cuerpo y entramos en una conciencia que está más allá del cuerpo y de la mente. Un argumento que demuestra que nuestra naturaleza fundamental es la felicidad es que incluso cuando tenemos un sufrimiento intenso, hay una felicidad paradójica que emerge. En cierto modo, estamos contentos por ese acontecimiento que es el sufrimiento, pues lo que más pesa a la gente es la banalidad de lo cotidiano. Un gran sufrimiento aporta un cambio; tienen por fin algo importante que contar. Por otro lado, podemos amansar las catástrofes para progresar espiritualmente. No he leído el libro de Christiane Singer, Del buen uso de las crisis, pero encuentro que la idea del título es bastante exacta. - La predicación espiritual, la actividad misionera, ¿tiene un sentido? Si Buda, por ejemplo, envió a sus discípulos a predicar, no fue porque estuvieran realizados o porque quisiera fundar una nueva religión, fue simplemente para mostrar que había una manera para salir del sufrimiento. La mayoría de la gente no lo sabe y se resigna. Incluso se apegan a su sufrimiento como a algún tipo de seguridad dolorosa. Kundalini - El despertar de la kundalini, ¿viene de la práctica del yoga o de la gracia del gurú ? Sobre todo de la gracia del gurú ; el sadgurú puede abrir los nadis; lo interesante es que se experimenta entonces una intensa felicidad que permite abandonar completamente el deseo sexual. La naturaleza misma de la mente es la de buscar la felicidad, y esta apertura es necesaria para poder realmente abandonar las fuentes habituales del placer. Hay algunos gurús que pueden proporcionar una experiencia momentánea de vacío 139 mental, por ejemplo observando a las personas de una forma concreta, pero este no es el verdadero despertar de energía. Son pocos los sadhus que han tenido esta apertura de nadis; alrededor de Ma eran, sin duda, un poco más numerosos, pero eso no significa que esta apertura haya sido duradera. Es necesario de entrada ser un muy buen sadhaka para que la apertura sea permanente; y sin embargo, esta no es más que la primera iniciación en el camino. Cuando los nadis están abriéndose, hay que mantenerse muy aislado. Si un sadhaka se mezcla fácilmente con la gente es, bien porque está realmente muy avanzado, bien porque no ha obtenido nada. En el tumo tibetano, se aconseja abrir la narina izquierda para conseguir que el cuerpo se caliente. Pero lo que es más importante que el efecto del calor, para la continuación de la sadhana, es la apertura de los nadis misma. El error de los occidentales es creer que las relaciones sexuales son una experiencia espiritual en sí misma, o al menos ayudan a dicha experiencia; en realidad, son dos direcciones opuestas, como lo muestra bien la fisiología sutil de la kundalini. Mientras la conciencia esté en los canales laterales, está al nivel de la mente. El despertar de los nadis laterales (ida y pingala) ayuda ya a conseguir cierta estabilidad de la mente y a la sublimación de la energía sexual; pero es solo cuando la kundalini entra en el canal central (sushumna) que la mente se vuelve totalmente silenciosa. Uno de los efectos de este control es el despertar del carisma. La gente piensa que su kundalini se ha despertado porque sienten un cosquilleo en la espalda. Esto no es así, a pesar de que las sensaciones en la espalda así como el temblor pueden ser signos precursores. Es necesario recordar que la kundalini está omnipresente y que no se la puede reducir a una localización corporal concreta. Cuando se despierta, la revisten inspirándose en su base cultural: Ramakrishna la llamaba Kali, otros la llamarán Krishna o Jesús. Es posible que Freud hubiera tenido un cierto despertar de la kundalini y la hubiera interpretado con una teoría al gusto de su época que él llamó psicoanálisis. Si no, no hubiera podido ver claramente la importancia de la libido y su papel en las regiones del psiquismo que parecían estar muy alejadas. Él también había desarrollado cierto carisma. Cuando los nazis llegaron a detenerle, él los miró a los ojos y se marcharon. - ¿Puede el hatha yoga ayudar a la elevación de la kundalini? Cuando las observamos de cerca, casi todas las asanas del yoga, o incluso podemos decir todas, representan la unión sexual invertida, es decir, con la parte superior del cuerpo. Es por eso, sin duda, que algunos sadhakas suficientemente avanzados no muestran sus 140 posturas a los miembros del otro sexo. El objetivo del yoga es, de hecho, el despertar de la kundalini. (Miembros de la Embajada de Francia de visita) - ¿Cómo saber si se ha recibido el shaktipat? Es un despertar que os sumerge de tal manera que no existen dudas sobre ello. Si preguntáis si lo habéis recibido o no, significa que no lo habéis hecho. Se experimenta un sentimiento de gozo, de fuerza y de conciencia que no es de este mundo. - ¿Cuál es el mejor lugar para empezar a despertar la kundalini? El gurú abre primero los nadis laterales. Sobre el despertar del poder de la kundalini, no se puede hablar. Dejádselo al gurú. Cuando la narina derecha está abierta (que corresponde a la estimulación del hemisferio izquierdo), la tendencia de la mente es más activa y masculina. Se aconseja a los brahmacharis acostarse sobre el lado izquierdo para que la narina derecha (el lado del nadi pingala) se abra y tengan un mejor control sexual. (Un general retirado) – Cuando medito sobre el ajna, como me indicó mi gurú, a veces siento tensiones. ¿Debo continuar? Ma decía que la concentración sobre el ajna podía favorecer la ira y que era necesario conseguir tener un buen dominio de ella. Si siente que no lo consigue, puede concentrarse durante un tiempo en el corazón. - Gopi Krishna escribió que cuando su kundalini se despertó, podía entender todas las lenguas y escribir poesía con gran facilidad. ¿Qué piensa usted? Eso son siddhis; debemos evitarlos, porque, si no, nos quedamos bloqueados en su nivel. En realidad, el despertar de la kundalini no es el problema, el verdadero problema es más bien saber qué hacer con él. - ¿Se habla de la kundalini en los Vedas? 141 Los hindús védicos despertaban la kundalini pero no a través la sexualidad –esto debe haber sido una práctica pre-védica, sino a través el sacrificio del fuego. Los tres hogares, con el ghi que se derrama en el hogar central, representan los tres nadis principales. Estaban entrenados en la práctica del brahmacharya y del sacrificio con fuego; así, para ellos, este simbolismo era muy poderoso. En las Upanishads antiguas, se habla sobre todo del paladar y de la coronilla. - El hecho de proyectar a la madre en la gurú, como lo hacían con Ma Anandamayi y lo hacen hoy en día con Ma Amritanandamayi, ¿no favorece desviaciones pueriles? Una gurú mujer despierta en sus discípulos la kundalini que ellos interpretan como una fuerza sexual dirigida hacia ella. Para defenderse, intentan transformar este impulso en el sentido de una relación madre-hijo. (Un visitante inglés de unos setenta años) – La kundalini, ¿es necesaria para obtener el samadhi espontáneo (sahaja samadhi)? Existen diferentes vías. La kundalini es una experiencia, mientras que el sahaja samadhi está más allá de las experiencias. - ¿Qué es la kundalini? Son la sexualidad y la ira sublimadas. - Debo ser demasiado viejo para eso. Ya no tengo apetito sexual y mi tendencia a la ira es débil. ¿Conoce la historia de Jalandhari, uno de los ochenta y cuatro mahasiddhas (santos tántricos que se sitúan entre el budismo y el hinduismo)? Un día, pidió hospitalidad en una gran residencia. Los propietarios del lugar, no muy amables, le dijeron que fuera a dormir en el establo. Allí encontró a un anciano gimiendo entre la paja, que le contó que era el padre de las personas que vivían en la mansión principal pero que había sido excluido porque era muy viejo. Jalandhari sintió compasión por él y le dio la iniciación a pesar de que tuviera ochenta años. Cuando la hija del anciano fue al establo, tuvo la visión de varias divinidades y comprendió que su padre se había convertido en un 142 místico. Después de eso, el anciano también se convirtió en uno de los ochenta y cuatro mahasiddhas y ayudó a mucha gente. - Finalmente, cuando se medita, ¿sobre qué punto del cuerpo es mejor concentrarse? Al principio, una concentración sobre los chakras puede ayudar, pero después percibimos los límites. Cuando uno sabe meditar bien, se puede ir hacia lo Absoluto desde cualquier punto del cuerpo. La felicidad - En algunos tratados de mística, sobre todo cristianos, se dice que hay que desconfiar de las experiencias de felicidad en meditación, porque pueden ser trampas, ¿qué piensa usted? Espontáneamente, yo tendría tendencia a decir que una experiencia de felicidad en meditación es siempre un bien. Estas experiencias suponen problemas sobre todo porque no son duraderas; pero aún así, siguen siendo un incentivo. Lo que quizás quieren decir los autores de estos tratados es que es necesario evitar los excesos de emoción religiosa que pueden trastornar el psiquismo, pero sin duda no critican la felicidad serena (ananda en sánscrito, gaudium en latín). La felicidad es la naturaleza fundamental del hombre. Es una tontería concentrarse en una supuesta naturaleza pecaminosa, pues aquello que pensamos, lo convertimos en realidad. La felicidad que podemos experimentar a través de la meditación es un millón de veces superior a aquella que podemos experimentar a través de la unión sexual. - ¿Qué se dice de la felicidad (ananda) en las Upanishads? Sin la felicidad, nada sería posible. La felicidad es la sustancia misma del mundo y del santo; no podemos decir que este tenga la experiencia de la felicidad sino que él es la felicidad misma. Por el contrario, el theravada considera el gozo como una simple cualidad de la sadhana, desde luego indispensable pues quién realizaría la práctica espiritual si este gozo no estuviera ahí, pero inferior al estado de nirvana que es neutro, más allá de la felicidad y del sufrimiento. En el Gita, se distingue en general entre sukha, que es el placer, lo contrario de duhkha, el dolor, y ananda, la felicidad. Se hace una 143 distinción también entre el placer “tamásico”, que empieza por la satisfacción y finaliza con la frustración, y el placer “sátvico” que es a la inversa. El placer sexual es de índole “tamásica”, por el contrario el matrimonio, una vez que los esposos han comprendido bien que la satisfacción sexual no es lo esencial, puede ser totalmente “sátvico”. Además, para la gente que no realiza una práctica espiritual intensa, el matrimonio y la vida familiar son todavía el mejor medio para salir del estrecho círculo de su ego. El celibato consagrado a la espiritualidad sigue siendo una vía de excepción. - ¿Qué quiere decir Nisargadatta Maharaj cuando afirma que existe una conciencia más allá de las experiencias? En los Yoga Sutras de Patanjali, el rasavada, es decir la savia, el gusto por las experiencias, es un obstáculo que debemos superar. En un momento dado, yo quería tener la experiencia de rasa, ese conocimiento intenso de los fenómenos psíquicos que se puede traer a voluntad cuando uno progresa. Ma me dijo: «Nahi, anubhav ka tchiz he», « No, aún está en el campo de la experiencia». Lo que quería decir es que se trataba de subproductos de la meditación y que no había que entretenerse con ellos. Era más importante preguntarse quién era el que experimentaba dichos fenómenos; esto llevaba entonces, en efecto, a una sensación, pero muy sutil, que correspondía a la misma conciencia. La Bhakti - ¿No es peligroso pensar que uno es un canal de lo Divino, como se dice en la vía devocional? Para una persona corriente, es mejor contentarse con hacer lo que debe hacer de la mejor forma posible. Hay que ser un sadhaka muy avanzado para discernir lo que viene de Dios y lo que viene de uno mismo. Cuando decimos «Yo soy un canal de lo Divino», esto ya no es cierto puesto que el «yo» está ahí bloqueando la corriente. Aquellos que son verdaderos canales de lo Divino lo son de forma natural. En la bhakti, es bueno ver la acción de Dios en todo aquello que os sucede a condición de tener una buena dosis de discernimiento. En este sentido, la famosa historia de Ramakrishna adquiere todo su 144 sentido. Un gurú recomendó a su discípulo que viera a Dios en todas partes. Este último vio a un elefante que venía corriendo. Su cornaca gritaba: «¡Apártese, mi montura está enloquecida!» El discípulo se dijo: «¿Por qué voy a apartarme si Dios está por todas partes?» El elefante le atropelló y, al día siguiente, fue a quejarse a su gurú. Este le respondió: «Entonces, ¿no has comprendido que si Dios está realmente en todas partes, también lo estaba en el cornaca que gritaba: “¡Apártate!”» Dios es una buena excusa; ha sido el pretexto de guerras; parece ser que incluso Hitler, en el Mein Kampf, decía que era un canal de lo Divino. Una devota americana de Ma se fue a vivir con dos hombres al mismo tiempo, para hacer un “ménage a trois”, y estaba convencida de que Ma se lo había inspirado desde el interior… - Interpretar que todo proviene de Dios o del gurú ¿es indispensable o es un método propio de la vía devocional? En todas las religiones, se da este trabajo de sadhana que consiste en relacionar todo con la acción divina. Y tras un cierto tiempo, nos damos cuenta de que no existe la casualidad. El mejor ejemplo de esto en el hinduismo son los Diarios de peregrinaje de Ramdas. - ¿Cómo comprender la gracia? Ya hemos visto que además de la gracia, que es de hecho el resultado normal de nuestros esfuerzos, habría una gracia menos habitual, la gracia sin causa (ahetu kripa). Cuando damos un paso hacia Dios, Dios da diez pasos hacia nosotros. La diferencia entre el bhakta y el purushartha (el que realiza lo Supremo por sí mismo) es más que una cuestión de palabras. Al segundo la gracia le viene del interior, mientras que el primero la recoge en el exterior. Lo que podemos y debemos hacer es prepararnos, poner nuestro receptáculo en el lugar correcto para recibir el agua que corre. (Una joven que estaba realizando una intensa sadhana en Kankhal): - A veces, tengo la impresión de tener el corazón abierto como durante una operación: ¿qué debo hacer? Observar; sentir el gozo de la experiencia. Para estabilizar la apertura de los chakras, es bueno evitar una respiración profunda que empuje la energía hacia los lados y tener una respiración más bien superficial que ayude a concentrar la energía en la línea media. 145 Desde el punto de vista de la eficacia de la ventilación de los pulmones, esto equivale a un paro respiratorio y favorece entonces la interrupción del prana. Es una respiración que aparece espontáneamente en el samadhi. Sobre este tema, Ma me dijo un día en inglés, a pesar de que sabía muy pocas palabras: «Lungs don’t breathe», «Los pulmones no respiran». - ¿Qué utilidad tienen las respiraciones profundas en meditación? Empujar el prana hacia una parte concreta del cuerpo. Por ejemplo, se aconseja que después de comer se abra la narina derecha que tiene un efecto yang (hace entrar en calor, se dice en el ayurveda) favoreciendo la digestión. Se observa fácilmente si una narina está abierta o cerrada intentando inspirar y espirar con fuerza y comparando con el otro lado. Para abrir una narina cerrada, la derecha por ejemplo, podemos acostarnos sobre el lado izquierdo o comprimir la axila izquierda. Aquellos que tienen la preparación, pueden abrir una narina solo con la concentración. (Una psicoterapeuta francesa que vivió mucho tiempo en Asia y que cambió de gurú pues no estaba satisfecha con su primera elección) – Yo he practicado intensamente el mantra durante un periodo, pero encontré que me despersonalizaba. (Tras un tiempo de reflexión) Cuando se recita el mantra, hay que hacerlo con amor. - ¿De dónde viene el poder del mantra? De tres fuentes: primero, de la fe del discípulo; después de la energía que le pone el gurú; finalmente, si se trata de un mantra védico, del poder que le han insuflado los rishis que lo han « visto» y las generaciones que lo han recitado desde entonces. - ¿Existe relación entre el mantra y el nada (el sonido interior)? En la recitación del mantra, hay tres grados: las palabras con su sentido, el sonido de las sílabas en sí mismas, y finalmente un OM continuo como una especie de zumbido. La audición del sonido interior es más fácil si meditamos en soledad, sobre todo en una cueva. El primer ruido es el del mar, después vienen los nueve siguientes descritos por las tradiciones. Se puede integrar el mantra a este sonido repitiéndolo indefinidamente, como un magnetófono. Parece sencillo transformar estos sonidos interiores, al principio 146 discontinuos, en sonidos continuos, pero es muy difícil; cuando se consigue el sonido continuo, se ha alcanzado el Conocimiento (jnana). - La bhakti ¿es simplemente fundirse en la emoción o es más que eso? Muchas veces, Ma hizo algo para hacer que me disolviera completamente en la emoción pero yo no quise. De hecho, no sabía qué pasaría si me dejaba fundir completamente, pero esta era justamente la cuestión; yo no quería ser empujado en una dirección en la que no tuviera el poder de controlar mi mente. (Sonriendo) Quizás si me hubiera dejado llevar, hubiera sido un gran santo. Sin embargo, sea el bhakta o sea el jnanin, no es bueno dejarse llevar completamente. En la sadhana, tenemos emociones mucho más intensas que en la vida corriente, pero no son más que un comienzo. Las experiencias reales del yoga están mucho más allá de las emociones. Jnana - El Vedanta, que no cree en el Dios personal, ¿no es una forma de ateísmo? En realidad, los verdaderos ateos son escasos pues cada uno cree en su propia existencia y en la existencia del mundo exterior y, entonces, finalmente todo el mundo cree en el Ser, pues Dios es Existencia (sat). - ¿Cómo liberarse del ego? A través de la Realización completa es como podemos verdaderamente liberarnos del ego. En cuanto al camino a seguir, eso depende. Si uno tiene un ego fuerte, vale más seguir el Vedanta y decir: «Yo soy el Todo… soy todopoderoso», entendiendo bien que no se trata del cuerpo o de la mente, sino del ser mismo en tanto que Ser. Si, por el contrario, tienes un ego más tierno, puedes seguir la vía de la devoción. Los vedantines al principio, pueden ser fácilmente arrogantes, pero pierden esta arrogancia cuando se dan cuenta de que ellos no son realmente el cuerpo ni la mente. Además, la compasión 147 lleva de todas formas a no pisar a los otros con su superioridad, si es que hay superioridad. - ¿No es demasiado simple el Vedanta? Algunos constatan que la teoría del Vedanta es simple, pero su práctica es difícil, mientras que la teoría de la bhakti (en concreto del vishnuismo) es complicada pero su práctica es sencilla. En esta existen, por ejemplo, teorías sobre los diferentes paraísos, etc. pero la práctica es simple, es el japa. La metafísica del Vedanta es, por el contrario, muy sencilla, y puede resumirse en una frase: «El Brahmán es real, el mundo es ilusión, el alma individual es una con el Ser», pero su práctica es difícil pues no es fácil llegar a observar la propia mente sin soporte alguno. - ¿Cómo sentimos que hemos alcanzado una Realización? Cuando el ego ha desaparecido completamente, cuando ya no hay una persona que diga «yo» estoy realizado. Desde luego, en las Upanishads, algunos rishis dicen « Vedam aham purusham aditya varnam », « Yo sé que soy la Persona Suprema del color del sol». En la Taittiriya Upanishad (I,10), Trishanku resume el Conocimiento de esta forma: « Soy aquel que derriba el árbol (de la ilusión). Mi reputación es parecida a la cima de una montaña. Exaltado, puro como el néctar en el sol, Yo soy un tesoro brillante, Sabio, inmortal, indestructible. » Existen dos posibilidades: que los rishis que dijeron «yo» tampoco estaban completamente realizados, o que proponían estas expresiones a sus discípulos como una especie de mantra para meditar. Ramatirtha, un santo vedantín del siglo XX, decía: «Es un pecado creer que no somos Dios». - ¿Cómo vencer el ego? ¿Por qué debemos tomarlo de forma negativa? Considerad las cosas de forma positiva: ¿por qué el ego es tan fuerte? Porque tiene sus raíces en algo universal, sobre una base última de felicidad. Convertíos en esta base. (Una visitante recuerda la respuesta de Swami Ramdas a la pregunta «¿Cuál es el sexo de Dios?: Dios no es él ni es ella, ni es eso, es un misterio») - ¿Cuál es su experiencia en este tema? 148 El Absoluto es como una piedra que ocupa todo el espacio; en nuestro corazón tenemos un cristal de dicha piedra; es indestructible, imperecedero, inmortal; es felicidad (ananda); debemos vincularnos a esta ananda. Sin embargo, este absoluto puede tomar todas las formas y jugar a ser femenino o masculino, o los dos al mismo tiempo. - ¿Cómo desarrollar la confianza en sí mismo? Desidentificándonos del cuerpo y de la mente que son cambiantes e identificándonos con la base que es inmortal y que no cambia; aquello que da su aspecto de permanencia al cuerpo impermanente, es el Ser. La gente cree que esta Conciencia, este Ser es tan sutil que es casi inexistente, pero en realidad es más duro que el diamante. Este diamante está hecho de chit ananda, conciencia-felicidad, pero es mejor experimentar todo esto por uno mismo. - En el samadhi, ¿se detiene la respiración? Hay una respiración que se detiene completamente o se vuelve muy superficial, lo que detiene al prana. La apertura de los nadis es una señal de progreso, sea cual sea el camino que se sigue. Esto permite la verdadera meditación (dhyana), que es espontánea. Cuando digo «espontánea», no quiere decir que no exista cierto control, cierta conciencia que esta ahí y que está en guardia. De igual forma, cuando conducimos por una carretera recta, a 100 km por hora, todo va solo pero eso no impide que sostengamos el volante… - Algunos dicen que el éxtasis puede ser un obstáculo, pues en él está todavía el sentimiento del « yo»… Yo no diría un obstáculo sino un estadio; se trata del savikalpa samadhi. En el nirvikalpa samadhi no existe más que el fondo del mar, absolutamente tranquilo y absolutamente feliz. No tenemos el pensamiento «yo soy feliz», sino que somos la felicidad misma, estamos identificados con ella. El sahaja samadhi es ver a la vez el fondo tranquilo del mar y las olas. Es difícil juzgar, desde el exterior, los samadhis que algunas personas han experimentado o no han experimentado; es mejor dejarles el beneficio de la duda. Padmasambhava (apóstol del budismo en el Tíbet) por ejemplo, fue criticado por alguno que lo conocía porque vivía con una mujer. Sobre aquel que le criticaba, él comentó: «Yo le perdono, porque no conoce el funcionamiento de los nadis». 149 (A un joven intelectual nihilista de París). En India, se dice desde hace miles de años que se puede alcanzar el Absoluto. Hay gente que lo ha conseguido, y todavía hay algunos que lo hacen hoy en día. Decir que no podemos alcanzarlo es una actitud desesperada. La desesperación proviene de la objetivación, de la atracción hacia los objetos exteriores. Una vez que se ha entendido intelectualmente esto, solo hay que ponerse a trabajar. En ese momento, el tiempo ya no tiene importancia, podemos llegar tanto en esta vida como en una próxima vida, hemos entrado en la buena corriente. - Verlo todo como testigo, ¿no es uniformizador? Está el movimiento y lo inmóvil, lo que es observado y el observador, ambos existen. El primer trabajo –que ya es una tarea considerable- es identificarse con lo inmóvil profundamente. Después, se considera que todo es agua, que el fondo y la ola son uno. - Y, ¿qué hace usted con esta realización? Un santo tiene tal gozo que solo quiere dar, dar, dar… Ve que Maya es tan poderosa para los otros: tienen esta felicidad a mano pero no se dan cuenta de ello. - La realización, ¿es estar de acuerdo con el propio ser? Con el Ser más profundo. - ¿Se puede decir que un jnanin realmente está dormido? El santo es turiyatita, está más allá incluso del estado de testigo. Se identifica con la conciencia de base y lo sabe, incluso cuando la mente duerme. Ramana Maharshi dijo que el nirvikalpa samadhi y el sueño profundo están muy cerca. Podemos decir, sin lugar a dudas, que el santo no duerme verdaderamente sino que entra en nirvikalpa samadhi. A mí, sin embargo, no me molesta decir que un santo duerme. De hecho, es su mente la que duerme. - ¿Qué más podemos decir sobre el jnana, el Conocimiento? 150 Las verdades espirituales son más sencillas a medida que avanzamos. Llega un momento en el que «Eso» es, y ya está. No podemos darle nombre a «Eso», simplemente decimos: «¡Ah ». Desapego - ¿Qué podemos decir a aquellos, numerosos en Occidente en nuestros días, que no tienen la menor idea de la utilidad del desapego? La gente mundana tiene razón, a su nivel, cuando dicen que la religión es «falsa». En efecto, no sienten nada cuando meditan; y los sadhakas tiene razón cuando dicen que el mundo es «falso», pues no sienten nada con la vida mundana o la idea del mismo. (Un joven francés había intentado retirarse un mes llevando como libro de cabecera solamente La interpretación de los sueños de Freud y había intentado meterse en el mundo de los sueños; se había perdido, había estado tres meses en un hospital psiquiátrico y había sido suficientemente inteligente como para comprender que necesitaba consejos sabios para explorar su mundo interior. Había ido a India, Kankhal incluido, donde había realizado una sadhana de seis semanas sostenida y bastante equilibrada). – El desapego, ¿no lleva a la despersonalización? Mírame a mi: estoy perfectamente desapegado y, sin embargo, tengo los pies perfectamente asentados sobre la tierra. - ¿Debe, el gurú, empujar a sus discípulos a que renuncien al mundo? Si alguien le pregunta a un gurú: «¿Debo renunciar al mundo?», su respuesta casi siempre será: «No». El que tiene verdadero espíritu de renunciante no hace preguntas; para él, es evidente, abandona el mundo como alguien saltaría de una casa en llamas. Ramakrishna cuenta una historia sobre esto. Una mujer le dijo a su marido: «Temo que mi hermano se haga renunciante. Se entrena haciendo cada vez más ejercicios espirituales, reduce progresivamente su alimentación, duerme un poco menos – No debes inquietarte, no tiene verdadero espíritu de desapego - ¿Y tú qué sabes?», le dijo la mujer. «El verdadero espíritu de renuncia, es esto», respondió el marido. Cogió entonces 151 su dhoti (paño de banda ancha que se usa envuelto alrededor de las caderas), lo partió en dos y se lo ciñó a la manera de los brahmacharis, después de fue para no volver más. - ¿Piensa usted que, en el momento de la muerte, hace falta continuar haciendo ejercicios de concentración concretos o hay que desapegarse por completo? Los maestros que se ponen en loto e intentan hacer salir el prana por el sahasrara, prueban así que no están realizados. El santo realizado tiene energía por todas partes; no tiene que liberar su prana; se dice de él en una Upanishad: « Na tasya prana upkramante », « Es aquel del que no sale el prana». La muerte de Ramana Maharshi o la de Ma no fueron espectaculares, no pasó nada. La hoja muerta simplemente se desprendió del árbol. Acción, compasión - ¿Es posible alcanzar la realización simplemente sirviendo a la humanidad? No, uno puede purificar la mente, obtener un buen karma e ir al paraíso durante cierto tiempo pero tendrá que reencarnarse. El santo, por su parte, es completamente libre; puede reencarnarse por compasión, como por ejemplo, Ma Amritanandamayi, o como entretenimiento. O también puede elegir no reencarnarse porque ya tiene suficiente. (Con una sonrisa) Me temo que ese sea el caso de Ma. En ese momento, se funde en la conciencia universal. La compasión de un perfecto jnani es espontánea mientras que la del bodhisattva viene de un voto, así pues de una volición y, por eso, crea un karma. (A una joven que no está muy segura de su voluntad de empezar una sadhana orientada al desapego). Hay que reflexionar, tener una firme resolución y armonizar el intelecto y el corazón. En ese momento, viene una verdadera intensidad y la bola de nieve del inicio se convierte en una avalancha. Cuando nos ponemos a trabajar en serio, nos vienen a ayudar ciertos poderes. Cuando yo estaba en Francia, tenía ya suficiente intensidad como para que la sola mención del gurú me hiciera llorar. Madame Blavatsky dijo en La voz del silencio: «La valentía del corazón es lo que ilumina el camino». 152 - ¿Es indispensable retirarse del mundo para obtener la realización? Existen dos puntos de vista: el punto de vista práctico, según el cual es muy útil para un sadhaka retirarse del mundo para conseguir un buen nivel espiritual. Después, puede volver pues se ha hecho muy fuerte. El segundo punto de vista es metafísico. Ha habido escuelas en India, el budismo Theravada y el budismo Vijnanavada, escuelas de Vedanta tardías también, que enseñaban la idea de la irrealidad completa del mundo. Es una actitud que puede ser útil durante un tiempo para el sadhaka, con el objetivo de desarrollar en él el espíritu de desapego. Pero no es la actitud del budismo Mahayana, que dice que el mundo (samsara) y el nirvana son uno, o del Vedanta que es la escuela en la que estoy yo, que dice que el mundo es real puesto que es pura conciencia. En tanto que sustancia, es real como el agua, pero en tanto que movimiento, es transitorio como la ola; pero incluso ahí, no podemos decir que sea completamente irreal; es simplemente que comprendemos mal dónde se sitúa su realidad. En la Katha Upanishad, se dice: «Lo que está aquí está allá, lo que está allá está aquí; el que ve diferencias va de muerte en muerte». - Decir que se quiere salvar al mundo, ¿no es una actitud teñida de sentimentalismo, incluso si se hace el bien socialmente? El jnanin no se preocupa de estas cosas. Ma nunca dijo que quisiera salvar al mundo, pero ayudó igualmente a un gran número de personas. La verdadera compasión es espontánea, no se trata de palabras sino de actos. 153 CAPÍTULO VII EL YOGA Y OCCIDENTE - Vijayananda, hace cuarenta y cinco años que ve pasar por India a occidentales en búsqueda espiritual; según usted, ¿cuál es el principal obstáculo que les estorba en el camino? Su falta de comprensión de la utilidad del desapego. Me hacen pensar en el mono de la historia. Le han preparado una trampa con una jaula cuyos barrotes están suficientemente separados para que pueda pasar la mano y coger el plátano que está en su interior; pero cuando quiere sacar la mano con el plátano, se queda bloqueada. El cazador de monos puede entonces llegar tranquilamente. El mono, demasiado goloso como para dejar su presa, se deja coger por la piel del cuello, diciéndose: «Incluso aunque pierda la libertad, al menos conservaré el plátano». En ese momento, el cazador golpea el codo del mono con un bastón y este se ve obligado a dejar su presa, lo que hace que haya perdido la libertad y el plátano. - ¿Cuál es, en su opinión, la principal diferencia entre Oriente y Occidente, en su aproximación al Absoluto? Está de entrada la dualidad Dios-criatura, que es fundamental en Occidente y que está muy atenuada en Oriente: cada hindú, por ejemplo, sabe que Dios está en su interior y que él no se diferencia de su ser más profundo. Por otra parte, en Occidente estamos influenciados por la filosofía griega y creemos que podemos alcanzar el Absoluto a través del debate. En India, el debate es secundario; saben que hay santos que han alcanzado el Absoluto y que pueden proporcionar medios prácticos para llegar, y eso es todo. El Yoga es una ciencia; si se repite la misma experiencia, en las mismas condiciones, se conseguirán los mismos resultados. Ya hemos comentado también que lo que puede explicar la relativa ausencia de santos en Occidente es que los occidentales no tienen la capacidad de una confianza plena y completa que les permitiría realizarse. Es por este motivo que Jesús no pudo hacer milagros en Nazaret. La gente no podía confiar 154 en él como en un santo o encarnación divina, pues proyectaban solamente en él la representación de un hombre corriente, su antiguo vecino. - (Un estudiante de París) ¿No existe una contradicción entre el Arte y la Realización? No, simplemente son dos estadios diferentes. La Belleza es un atributo de lo Divino, su búsqueda puede llevar a la realización. Cuando los genios están inspirados, lo que les inspira es una gran Realidad, no su pequeño yo individual. Esto es aplicable a los genios, no a cualquier artista. - Los maestros espirituales que no están realizados creen que de todas formas hacen un servicio a los otros al guiarles. ¿Es correcto? Es verdad que en Occidente, aún más que en India, muchos maestros piensan así. Abandonan una práctica intensiva para hacer lo que creen que es un servicio; algunos dicen que han recibido incluso la orden de hacerlo así de su maestro espiritual. Pero ayudan a través de las palabras. Si tuvieran un nivel de realización superior, podrían ayudar a muchas personas y de forma mucho más eficiente. - ¿Es posible la objetividad en las relaciones? Mi primer gurú, que era un psiquiatra francés, decía muy bien, a su manera, una verdad vedántica: «Cada uno delira en su pequeño rincón». En este sentido, el mundo es un gran asilo. (A un estudiante de París que tuvo una formación religiosa católica y que se queja de una “pequeña voz” que le persigue) Es tu interés, tu concentración negativa sobre ella lo que le da la fuerza. Este tipo de concentración, el esfuerzo de no pensar es más fácil para la mente que la concentración positiva en sí misma. Es la historia del enamorado que le pide a un mago un conjuro para que su amada regrese. El experto le dice: «Repite esta fórmula pero, sobre todo, durante la repetición no pienses en un mono». Evidentemente, el hecho de pensar en no pensar en un mono le hace pensar automáticamente en uno… Lo mejor es ser indiferente, no tener ningún interés en esta negatividad. Si no lo consigues, puedes repetir una fórmula que conozcas bien, el Ave María, por ejemplo. 155 - ¿Cómo liberarse de la negatividad? Piensa que eres el Ser que no cambia. - Pero, ¿en la práctica? Hay que repetir y repetir. Esto no sucede en un día. - ¿Es autopersuasión? Sí, en cierta forma. Pero como se trata de algo verdadero, real, en este sentido es lícito autopersuadirse. - ¿No es curioso que el Ser, que es lo más cercano, sea lo más difícil de observar? El Ser es el que ve. Es difícil observar el propio ojo. Sobre este tema está la conocida historia de diez personas que atraviesan el río. Al final, quieren contarse para saber si todos han llegado bien, pero no consiguen contar más que nueve cada vez, hasta que un transeúnte le dice al que estaba contando a sus compañeros: «Tú eres el décimo». Ser consciente del Ser es difícil, pero no imposible. - ¿Qué sentido tiene el sufrimiento? Nos despierta; los más difíciles de despertar espiritualmente son aquellos que dicen ser felices. Lo vemos, por ejemplo, en las parejas que hacen ver que son felices para dar una imagen social pero que, de hecho, no lo son en absoluto: se ven obligados a tolerar indefinidamente los defectos del otro y a resignarse. - ¿Cómo explicar la energía paradójica que llega a la gente cuando sobrepasan sus límites? Mucha gente, al sobrepasar su límite, obtiene la ayuda de una fuerza cósmica que llamáis el «poder del Otro» o la kundalini, que situáis en la parte superior o en la inferior. No podemos reducir estos fenómenos ni el éxtasis a una simple secreción química, como las endorfinas, por ejemplo. Querer explicar todo el pensamiento a través de la química es una visión del siglo XIX. De hecho, estamos ligados al exterior, no estamos aislados. Esta noción empieza a aparecer ahora, incluso en las ciencias. 156 (Una psicoterapeuta californiana, que mezcla lo místico con rasgos de excitación psíquica, dice de pronto en medio de la conversación: ) – «¡Siento que me vuelvo loca! » ¡Vuélvete loca de Dios! - Tengo ganas de llorar. Las lágrimas son perlas; llorar por Dios purifica. - Siento que estoy embarazada. Embarázate del Niño Dios. - Siento que me voy reduciendo; pronto no quedará nada de mí. Es lo mejor; cuando no quede nada, verás a Dios. - El obstáculo más grande en la sadhana, ¿no son las heridas del pasado que vuelven? Dejad que el pasado se cure a sí mismo. Cuando conseguimos estar realmente en el presente, hemos logrado el 90% de la sadhana. - ¿Cree usted en la posibilidad de un Vedanta cristiano? Intentar crear un Vedanta cristiano es la cuadratura del círculo. Dicho esto, Ramana Maharshi tenía razón cuando aconsejaba a los cristianos meditar directamente en «Yo soy el que soy»: esta definición de Dios por sí mismo es puro Vedanta. En otros lugares, Yahvé dijo: « “Yo soy” es mi nombre». El nombre Yahvé contiene el pasado, el presente y el futuro. Desde otro punto de vista, el sistema occidental tiene sus ventajas también: francamente dualista para el pueblo, y de tendencia no-dualista para los místicos. De todas formas, el místico que alcanza una verdadera realización, sea cual sea el camino que sigue, no puede hablar de ello. El Vedanta no es una descripción de la realidad, es simplemente una sadhana para alcanzarla. Concentrándose en el Ser, en el maha vakya, como una especie de mantra, acabamos por experimentar la Realidad, pero no se trata de una descripción. - ¿Hay en los santos bíblicos la misma voluntad que en el Yoga por ir más allá del cuerpo? 157 Sí, por ejemplo hay una versión de la muerte de Rabbi Akiba –la que me gusta más- que es la siguiente. Rabbi Akiba había sido capturado por los romanos y condenado a ser torturado hasta morir. Durante el suplicio, sus discípulos que estaban a su alrededor, le preguntaron: «¿Cómo te las arreglas para estar tan radiante, tú que hiciste tanto bien en tu vida?, ¿cómo sigues queriendo a Dios, que te ha abandonado así?» El rabino respondió retomando la oración cotidiana de los judíos, el Shema Israel: «Hoy es el día más hermoso de mi vida. Sé que amo a Dios con todo mi corazón, con toda mi fuerza, pero no estaba seguro de poder amarle también con todo mi ser vital, ahora sé que soy capaz». - ¿Qué piensa usted del vínculo entre celibato y religión en Occidente? Hay grandes hombres, como Tolstoi, que recomendaban el celibato. Un día, le preguntaron: «Si todo el mundo siguiera vuestro consejo, ¿no se extinguiría la especie humana?» Él respondió: «Siempre habrá suficientes majaderos para hacer niños». A pesar de esta opinión, podemos preguntarnos si una de las razones del debilitamiento espiritual de la Iglesia católica a la larga, por ejemplo, comparado con las Iglesias protestantes, no vendrá del hecho de que sus élites no tienen descendencia. En este sentido, el sistema brahmánico, en el que se casan primero para educar a los niños y solamente después se renuncia al mundo es quizás más sano, pero esto no es más que una hipótesis. Estos fenómenos son difíciles de probar. - Tras cuarenta y cinco años en India, ¿se siente hindú? ¿Cuándo entenderán los seres humanos que no hay más que una religión, la del hombre? Las diversas religiones son sectas, y son ellas las que crean las guerras. - La solución, ¿no será volver a una religión de la naturaleza? Como ermitaño, usted vivió siete años en la soledad del Himalaya, en medio de la naturaleza, frente a un paisaje de nieves eternas, ¿qué opina, usted? No hay ninguna razón para apegarse a la naturaleza como tal. La belleza de la naturaleza es un reflejo de la Belleza suprema, su silencio, un eco del Silencio supremo. Lo que nos atrae de la naturaleza es un efecto de espejo, pero no hay que tomar el reflejo por la cosa real. En este sentido, no hay razón para volver al culto de la naturaleza que encontramos, por ejemplo, en el animismo. 158 - ¿Piensa, usted, que la enseñanza espiritual del Cantar de los cantares puede ser útil a personas que siguen caminos espirituales orientales? Sí, por ejemplo, una noche el bien amado llegó a la puerta de su bien amada y ella, que no estaba preparada, le hizo esperar así que cuando ella abre, él ya no está allí y ella debe partir a buscarle. Yo mismo, como muchos otros, he perdido a menudo las oportunidades que me ofrecía Ma. Cuando sobreviene la gracia de Dios o del maestro espiritual, hay que reaccionar inmediatamente, no hay que dejar pasar la ocasión. Justo antes de este episodio, la bien amada dice: «Yo estoy durmiendo, pero mi corazón está en vela», esto hace alusión al estado de meditación. - ¿Puede el Bhagavad Gita ayudar a comprender en qué consiste una enseñanza espiritual precisa? En el último capítulo del Gita (XVII-63), Krishna dice: «Te he revelado el Conocimiento, el misterio de los misterios. Reflexiona profundamente sobre él, y haz lo que quieras hacer». Krishna era a la vez el gurú y el Dios; hubiera podido decir fácilmente: «Obedéceme, si no quieres que te envíe al infierno», pero él deja libertad a su discípulo y le dice: «Haz lo que quieras hacer». 159 CAPÍTULO VIII HISTORIAS La fascinación por los bienes materiales (Vijayananda piensa que esta historia es tan importante que dice sonriendo que debería colgarse en todas las habitaciones de todos los ashrams…) Érase una vez un gurú que tenía un muy buen discípulo, un brahmachari que estaba inspirado por el espíritu de la renuncia: no poseía nada más que un “kupinam” (calzoncillo). Un día, su gurú le dijo: «Vas a ir a un lugar aislado para consagrarte a la meditación. Yo te daré un mantra y vendré a verte en unos años para ver cómo te va». Entonces, el joven partió y se puso a practicar la meditación siguiendo las instrucciones de su gurú. Su programa diario consistía en lo siguiente: por la mañana se levantaba, lavaba su kupinam, lo ponía a secar sobre la hierba y empezaba su meditación. Después, vestido con su único kupinam, iba al pueblo para mendigar su alimento; volvía para comer y se sentaba de nuevo a meditar. Un día, una rata o un ratón hicieron agujeros en su kupinam. Nuestro brahmachari estaba desesperado; era su única posesión. Lo remendó como pudo y, mendigando su alimento en el pueblo, dijo a la gente que ya no tenía kupinam. Los aldeanos le dijeron: «No pasa nada, vamos a darte otro kupinam». Así fue. Él estaba totalmente feliz con su nuevo kupinam y retomó su programa diario. Unos días después, se reprodujo la misma historia. De nuevo, un ratón hizo agujeros en su kupinam; fue otra vez al pueblo y volvió a pedir un kupinam que los lugareños le dieron con mucho gusto. Esto sucedió dos o tres veces. Finalmente, la gente se hartó y le dijeron: «Baba, no vamos a darte todos los días un nuevo kupinam. Vamos a darte un gato, te lo quedarás cerca, el gato cazará a los ratones y estos ya no vendrán a comer tu kupinam». El brahmachari entonces se llevó su gato y los ratones se alejaron. Estaba muy contento, su kupinam ya no era agujereado por los ratones. Pero, entonces se encontró otro problema. Había que alimentar al gato, darle leche. Por este motivo, cuando iba al pueblo, pedía a la gente: «Por favor, dadme también un poco de leche para mi gato». La gente del pueblo le dio leche para el gato sin problemas. Esto se repitió varios días durante una semana o dos y los pueblerinos acabaron por cansarse. «Eh, 160 Baba, no vamos a darte leche todos los días. Vamos a darte una vaca, tú la ordeñarás y tendrás leche para alimentar a tu gato». Entonces se llevó la vaca, aprendió a ordeñarla y así tuvo leche todos los días para el gato. Pero apareció un nuevo problema: había que alimentar a la vaca. Cuando iba a mendigar, pedía a los aldeanos que le dieran heno para alimentar a su vaca. Los lugareños le dieron al principio heno y después finalmente se hartaron y le dijeron: «Eh Baba, no vamos a darte siempre heno. Hay tierras baldías cerca de tu ashram. Cultívalas, vamos a darte trigo para sembrar, crecerá y tendrás trigo para hacer tus roti (roti, torta de trigo), y tendrás paja para tu vaca». Él dijo que sí pues era obediente y muy influenciable, como muchos brahmacharis y sadhus. Lo hizo, recogió su trigo, sembró una parte de nuevo y empezó a almacenar la paja. Finalmente, pasados unos años, no ya no podía hacer el trabajo solo y tuvo que pedir a los aldeanos algunos hombres para ayudarle. Al principio, se los dieron pero después le dijeron: «Baba, te vamos a dar una mujer, vas a casarte con ella, ella te ayudará, te dará hijos y los hijos te ayudaran a su vez». Eso es lo que hizo y, poco a poco, su ashram se convirtió en un gran propiedad con graneros para el heno y el trigo y obreros como en una empresa. Un día vino su gurú. Vio la granja, con personas ocupadas por todos lados. Le preguntó a un hombre: «¿Podría informarme? Yo había enviado un brahmachari aquí, ¿qué fue de él?, ¿se marchó?» El hombre respondió: « No, no, es el que está de pie allí». El brahmachari iba vestido como todo el mundo y daba órdenes a sus obreros. Su gurú se acercó a él. Cuando el brahmachari le vio, cayó de rodillas y le dijo: «Guruji, mire, ¡todo esto es por culpa de un kupinam!». El poder de la compañía de los santos Kabir vivió en Benarés en el siglo XV. Era de condición humilde y se paseaba vestido como un pobre. Un día, un hombre rico, de carácter más bien violento y cruel, le interpeló tomándolo por un porteador: «Eh tú, ven aquí, te necesito para llevar mi cargamento». Kabir aceptó pero el rico le dijo: «Dime primero cuánto cobrarás – ¡Lo que usted quiera! – Vosotros los porteadores decís siempre esto pero, al final, ¡pedís el doble del precio! – El tema no es tan importante, dijo Kabir, pues en veinte minutos usted va a morir, pero cuando vea a los ángeles de la muerte que le darán la posibilidad de tener antes un día paradisíaco, ¡aproveche la ocasión! ¿Qué quieres decir? Lleva primero mis 161 cosas hasta mi casa y allí verás, por la paliza que te voy a dar, que no estoy muerto». Al llegar a su casa, el rico cayó muerto en redondo. Los ángeles de Yama vinieron a buscarle e hicieron el recuento de sus malas acciones en el Gran Libro; eran tan numerosas que se dijeron: «Este es bueno para el infierno» pero echaron un vistazo a la página derecha del libro y vieron que el rico había pasado veinte minutos con el gran santo Kabir. Por este motivo, le dejan la opción de ir primero un día al paraíso o al infierno. El rico, recordando el consejo de Kabir, eligió ir primero un día al paraíso. Allí, se reencontró con Kabir que le enseñó el taraka mantra (el mantra que salva) y cuando los mensajeros de Yama vinieron a buscarle, ya no pudieron hacer nada contra él. Un ladrón convertido gracias a unos segundos de satsang Un ladrón profesional se estaba haciendo mayor y decidió preparar a su sucesor. Le enseñó a su hijo el oficio de ladrón y este se había convertido en un experto en la materia. Como último consejo, el padre le había dicho: «Sobre todo, nada de satsang (compañía de santos), eso podría arruinar tu carrera». El hijo había seguido escrupulosamente este consejo excepto una vez en la que, pasando por azar delante de una reunión, había oído al predicador decir: «Hay dos signos de autenticidad en la aparición de un dios o de una diosa; su cuerpo no deja sombra y sus pies no tocan la tierra». Un día, antes de intentar un robo realmente importante y arriesgado, fue a un templo aislado dedicado a Kali, lugar de encuentro de los ladrones, y rezó así: «Oh Madre, si haces que esta vez lo consiga, te traeré muchas ofrendas de diamantes, de oro y de alimentos». Un segundo ladrón, de pequeña estatura, estaba al acecho en las sombras y oyó la oración. Se dijo: «Voy a hacer un buen negocio. Una vez que haya dejado sus ofrendas a Kali, las cogeré y me iré. Me voy a quedar esperando aquí». El primer ladrón consiguió robar el tesoro que había codiciado pero, como por algo era ladrón, olvidó su promesa a Kali. El segundo ladrón esperó mucho tiempo, se impacientó y, finalmente, concibió un plan. Se disfrazó de Kali con toda la parafernalia necesaria: la máscara con la lengua afuera, el collar de cráneos y el sable. Una noche se acercó hasta la casa del primer tunante, llamó bruscamente a la puerta y se puso a gritar: «Eres un ladrón, eres un ladrón. No has cumplido tu promesa. Voy a matarte a ti y a toda tu familia». Cuando oyeron los gritos, la gente que rodeaba al ladrón se puso a salvo y él se 162 quedó solo y dijo: «Por supuesto, por supuesto, voy a darte todo lo que es tuyo en seguida; espera un segundo que encienda la luz». Una vez encendida la luz, miró a Kali y vio que su cuerpo tenía una sombra. Echó un vistazo a los pies y vio que tocaban la tierra. En el momento crucial, recordó las dos únicas frases que había oído en el satsang. Entendió la situación y se puso a gritar: «¡Ayuda, ayuda, es un impostor! » El segundo ladrón dejó caer allí mismo su disfraz de Kali, volvió sobre sus pasos y desapareció. El primer ladrón había salvado así su riqueza y quizás incluso su vida. Después de esta experiencia, se puso a reflexionar: «Si dos simples frases de satsang me han ayudado tanto, seguramente obtendría mucho más si asistiera al satsang con regularidad». Así lo hizo y su vida se transformó. Es la fe en el mantra lo que hace efecto Ma decía a menudo que lo más importante en el japa, la repetición del mantra, es la fe que el discípulo tiene. Afirmaba incluso que cualquier mantra podía llevar a alcanzar la Realización, si el discípulo tenía una fe intensa. Sobre ello, contaba la divertida historia siguiente: Había una vez un discípulo que tenía una gran fe en su gurú pero que cuya mente era un poco débil y el maestro no quería darle la iniciación. Sin embargo, este le acosaba constantemente. Finalmente, el gurú le dijo: «Mira, cuando tenga un rato libre, te daré la iniciación». Desde ese instante, el discípulo acechaba a su gurú para ver cuándo estaría libre. Un día, vio a su gurú irse hacia el campo con una lota (pequeño pote de agua). Viendo al maestro sentarse en un lugar aislado, se precipitó hacia él y le dijo: «Guruji, ahora está libre. Deme la iniciación». El gurú se puso furioso y le dijo: «¡Esté aquí o allá, ni siquiera cuando voy al baño puedes dejarme en paz! » El discípulo se prosternó frente a él boca abajo (ashtanga pranam) y dijo: «Guruji, usted me ha dado la iniciación». Y se puso a repetir: «¡Esté aquí o allá, ni siquiera cuando voy al baño puedes dejarme en paz! ». Tal como recomienda la tradición, partió entonces a recorrer los caminos, repitiendo su mantra con una intensa fe, respetando las reglas con convicción y observando una absoluta castidad. La gente empezó a ver que la luz de su rostro tenía cierta experiencia espiritual. Un día, llegó a un pueblo en el que todos estaban en duelo porque acababa de morir el hijo del alcalde. Viendo su rostro un poco iluminado, la gente se precipitó sobre él y le dijeron: «Guruji, resucite a este niño». El brahmachari 163 respondió: «¿Cómo? No soy capaz de resucitar a un muerto… - Sí, sí que es capaz». Como insistían mucho, él dijo: «Yo no puedo hacer nada pero como me obligáis, voy a recitar el mantra de mi gurú». Se acercó al chico que había muerto y se puso a repetir: «¡Esté aquí o allá…» y, cosa curiosa, el niño resucitó. Hubo una gran alegría en todo el pueblo y cubrieron al brahmachari de regalos y de plata. Él dijo: «Yo no he tenido nada que ver… Es mi gurú». Vaya a darle todo esto a su gurú. Los aldeanos se dijeron: «Si el discípulo tienen este poder, el gurú debe ser verdaderamente extraordinario». Fueron a ver al gurú para ofrecerle muchos regalos y este abrió los ojos sorprendido y dijo: «¿De qué se trata? – Uno de sus discípulos ha resucitado a un muerto - ¿Yo? Yo no tengo ningún discípulo así». Después de describirlo, él acabó por descubrir de qué discípulo se trataba: «Oh, es él». Entonces lo hizo llamar y le dijo: « Tú, tú eres un verdadero discípulo». En cada mantra hay tres elementos. Primero, la fe del discípulo es esencial. Después, el poder del que lo carga el gurú, y en tercer lugar, el hecho de que sea un mantra védico. Si los tres elementos se unen, el discípulo puede realmente hacer milagros. Adaptarse Había una vez un rajá en un pequeño estado del Himalaya. Era un monarca absoluto que era temido por su súbditos. El rajá tenía la costumbre de pasearse sin avisar por cualquier lugar de su reino, acompañado de un pequeño séquito. Como toda la gente de la montaña en esa época, iba descalzo. Un día, en curso de uno de sus viajes, se clavó una espina en el pie. Furioso, llamó a sus ministros y les dijo: «¿Qué significa esto? ¿No podíais haber hecho que limpiaran el camino hoy? Si esto se repite, os castigaré muy severamente». Los ministros se asustaron e hicieron que limpiaran cuidadosamente todos los caminos antes de que el rajá pasara. En otra ocasión, una piedra afilada cayó de la colina e hirió al rajá en el pie. Entonces dijo: «Si esto continúa, os haré decapitar a todos». Los ministros empezaron a tener mucho miedo. El primer ministro reunió al consejo y se pusieron a discutir de lo que podían hacer para que el rajá no se hiriera más los pies. Cada uno daba su opinión. Por ejemplo, movilizar a una gran parte de la población para limpiar los caminos justo antes de que pasara el rajá, etc. pero ninguna solución era perfecta, pues nunca podemos prever cuando bajará una piedra por la 164 pendiente, o una rama con espinas de un árbol caerá en el camino… No encontraban ninguna solución. Había un escribano que llevaba un rato haciendo señales de querer hablar. Finalmente, el primer ministro le dio la palabra, diciendo: «Así que, ¿tienes alguna idea?». Y él respondió: «¡Zapatos! » Todo lo que hace Dios es para bien Un rey tenía un visir que decía siempre: «Todo lo que hace Dios es para bien». Un día, se fueron de caza con la corte y, al cabo de un rato, ambos se perdieron. Después de ir de aquí para allá, el rey empezó a tener hambre y le pidió al visir que le encontrara alguna fruta. Este vio un fruto en un árbol, trepó y se lo bajó al rey que, hambriento, sacó un gran cuchillo que se le resbaló al cortar la fruta y, como consecuencia, se cortó un dedo. El visir, tenía la costumbre de decir «Todo lo que hace Dios es para bien», sucediera lo que sucediera. Y esta vez no fue diferente mientras curaba al rey, lo que hizo que este se pusiera furioso. Lo despidió y el visir se fue diciendo: «Todo lo que hace Dios es para bien». Algún tiempo después, el rey fue hecho prisionero por una tribu de salvajes que querían ofrecer un sacrificio a su diosa. El rajá protestó: «¿Sabéis quién soy?» Los salvajes respondieron: « Sí, un rajá. Mejor, así nuestra diosa estará contenta». Lo ataron a un poste y el brahmin encargado del servicio se acercó con un cuchillo para cortarle la garganta. De pronto, vio que tenía una venda en el dedo, la arrancó y, al darse cuenta de que estaba amputado, dijo: «Este hombre no está entero; nuestras reglas nos prohíben sacrificarlo». Entonces lo desataron y le devolvieron su libertad. El rajá partió hacia el bosque pensando: «Después de todo, no habría tenido que echar a mi buen amigo el visir». Cuando, por azar, se lo volvió a encontrar, le dijo: «Tenías razón, dices que todo lo que hace Dios es para bien; si no me hubiera cortado el dedo, hubiera sido sacrificado por los salvajes. No te tendría que haber echado». El visir le dijo: « Pero si todo lo que hace Dios es para bien; si no me hubieras echado, ellos me hubieran atrapado también y ¡me hubieran sacrificado a mí!» 165 El yogui y el jnani Gorakshnath era un famoso hatha yogui, así como uno de los ochenta y cuatro Mahasiddas y el patrón de Nepal. Un día, mientras estaba de viaje, se encontró con un gran santo, un jnani llamado Brahmananda. Empezaron a hablar de sus respectivas experiencias de yoga y de jnana. Brahmananda le preguntó a Gorakshnath: «¿Qué es lo que has conseguido?» Gorakshnath dijo: «He conseguido el vajra-kaya, el cuerpo indestructible, el cuerpo de diamante. Como prueba, dijo, sacando su sable y dándoselo a Brahmananda (era costumbre de los Naths llevar un sable), intenta atravesarme». Brahmananda intentó hacerlo pero era imposible porque su cuerpo era muy duro. Entonces, Brahmananda le dijo: «Intenta a tu vez atravesarme a mí», y le devolvió el sable a Gorakshnath, que no se atrevió a golpearle. Brahmananda le incitó y, finalmente, Gorakshnath dio un golpe de sable que pasó a través del cuerpo de Brahmananda sin ni siquiera tocarle. Brahmananda concluyó: « Kaya, tchaya », « el cuerpo es una sombra». El último pensamiento antes de morir Los sabios indios dicen que lo que condiciona la siguiente reencarnación es el último pensamiento que tenemos en el momento de la muerte. Sobre este tema, Ma contaba esta historia: había una vez una mujer que era muy avara. Tenía una tienda y cada vez que un pobre venía a pedirle un poco de aceite, le respondía: «Ni una gota, ni una gota». El día de su muerte, toda su familia estaba reunida a su alrededor y le aconsejaban que repitiera el nombre de Dios, pero ella no escuchaba lo que le decían y todo lo que podía repetir era «Ni una gota, ni una gota». En el Bhagavata Purana hay otra historia acerca del último pensamiento en el momento de la muerte. Un brahmin tenía una conducta relativamente virtuosa pero, un día, se enamoró de una prostituta. Se casó con ella y ella cometió todo tipo de faltas e incluso delitos. Su hijo preferido se llamaba Narayan y, en el momento de su muerte, tuvo un gran deseo de verle y se puso a llamar: «Narayan, Narayan». Murió con este nombre en los labios. Los mensajeros de Yama vinieron a buscarle pero, cuando se lo iban a llevar, vinieron también los mensajeros de Vishnu y dijeron: «No, no, nos pertenece a nosotros. Ha pronunciado el nombre divino en el momento de morir». Y lo llevaron al paraíso. 166 La verdadera compasión Había un famoso maestro zen que enseñaba diariamente a numerosos discípulos. Entre ellos, se dieron cuenta de que había un ladrón. Los otros alumnos fueron a ver al maestro y le dijeron: «Este es un ladrón, hay que expulsarlo». Pero el maestro hizo oídos sordos. Tras varias peticiones, los discípulos, enfurecidos, hicieron una petición por escrito al maestro en la que le decían: «Si no echa a ese ladrón, nos iremos todos». El maestro les reunió y les dijo: «Amigos, sois grandes sabios, sabéis distinguir entre el bien y el mal pero este pobre chico no sabe. Podéis iros todos, pero él, se queda conmigo». Más allá de la alabanza y de la crítica Hakuin era un gran maestro zen que vivía sencillamente en una casita. Sus vecinos eran unos pequeños comerciantes cuya hija, un día, quedó embarazada; furiosos, empezaron a pegarla para que confesara quién era el padre. Después de resistirse, terminó diciendo: « Hakuin ». Se fueron directos a su casa y se pusieron a injuriarlo. Hakuin preguntó: «¿Qué sucede? – Has dejado embarazada a nuestra hija. – Ah, ¿si? » Los vecinos se fueron y unos meses después la chica dio a luz. Los padres fueron a casa de Hakuin y le llevaron al bebé diciendo: «Ahora ocúpate tú, es tu hijo. – Ah, si», exclamó Hakuin. Y con la ayuda de los vecinos, le dio de mamar, ocupándose de él como era necesario. En el intervalo, había perdido toda su reputación y nadie iba ya a verle. Pasado un tiempo, la hija que no podía estar separada de su bebé, confesó la verdad a sus padres: En realidad, yo tuve relaciones con el hijo de un pescador de los alrededores. Confundidos, los padres fueron a deshacerse en excusas ante Hakuin y le pidieron que les devolviera el bebé. Él dijo: «Ah, si», y se lo devolvió. 167 CUARTA PARTE REFLEXIONES SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE LAS TRADICIONES DE LA INDIA CAPÍTULO I MI TRÁNSITO DEL MAR ROJO HACIA OTRA TIERRA PROMETIDA: LA INDIA Si es verdad que existen dioses o ángeles que observan los actos de los humanos, sin duda se habrán preguntado: «¿Qué va a hacer este hombre mediterráneo entre los descendientes de los rishis? Este devoto del “Dios celoso” ¿va a arrodillarse ante las imágenes y los ídolos de la India? ¿No estaba escrito en las tablas que Moisés sostenía en sus brazos: “No tendrás otro Dios que yo; no te arrodilles ante ellos y no les des tu adoración”? » El pensamiento de la India es muy diferente al del Mediterráneo, existe todo un universo entre ellos. Sus arquetipos, las impresiones almacenadas en su inconsciente, ¿no son fundamentalmente diferentes ? Quizás tendrían razón. Sin embargo, una vieja leyenda cabalista cuenta que existen en nuestro mundo treinta y seis santos, santos perfectos. Y es por ellos que Dios se digna a preservar este mundo, tanto tiempo como ellos estén aquí. Estos grandes santos provienen de diferentes razas y religiones. De vez en cuando, se reúnen en concilio. Sin duda hay algunos hindús, cristianos, judíos, musulmanes y budistas. No obstante, ellos no discuten de dogmas, ninguno se opone a la religión de los otros, pues su fe es común: es la «religión de los Treinta y Seis». Todos tienen un conocimiento que no está sacado de los libros y que no se apoya en ninguna tradición, sino que está basado en una visión directa de la Gran Realidad y no deja lugar a ninguna duda. « Si esto es así, preguntarán los ángeles, ¿para qué ir a la India? » Porque los marcos de las religiones de Occidente aún están demasiado cerrados. Cada una de ellas cree y predica que es la única que tiene la llave de la puerta que lleva a lo Supremo. Quizás se pueden descubrir en sus libros sagrados frases como: «Los justos de otras religiones serán salvados también». Quizás unos pocos individuos consiguen una tolerancia religiosa que sobrepasa la simple condescendencia. Pero en India, la «religión de los Treinta y Seis» es predicada abiertamente y aceptada de 168 todo corazón por la mayoría de personas cultas. En este país, se conoce como el Vedanta. Se puede encontrar incluso en los Puranas y está codificada en las obras de Shankaracharya. Y más aún, se pueden encontrar santos que la viven y que han realizado el objetivo supremo. CAPÍTULO II EXPERIENCIAS INDIAS. LOS GRUPOS RELIGIOSOS DEL HINDUISMO : PLURALISMO Y TOLERANCIA Las sectas de la India aparecen a primera vista, para un occidental corriente, como un revoltillo inextricable. En Occidente, tenemos la costumbre de que las cosas estén bien clasificadas, organizadas según su orden, claras y sistemáticas. Nuestras religiones tienen sus dogmas bien establecidos, su clero organizado según jerarquías, sus jefes. Pero nada es así en el hinduismo. Y esto es porque, en muchos aspectos, la estructura de la mente hindú es totalmente diferente a la del occidental. El hindú medio está más cerca de las fuentes de la naturaleza que el occidental civilizado. Si vemos cómo trabaja la naturaleza, el crecimiento de un árbol, por ejemplo, vemos que implica un proceso, sin prisas. Las ramas crecen sin simetría, después se cubren de hojas y de flores que van apareciendo desordenadamente. Las formas geométricas, cuando existen, son siempre imperfectas. Pero el resultado final es la majestuosa belleza de un gran árbol. El hinduismo se ha desarrollado como uno de estos inmensos árboles banianos, de una forma aparentemente anárquica y que desconcierta nuestra mente a primera vista. Pero cuando lo estudiamos a fondo, nos damos cuenta de que a pesar de su diversidad extrema, todas sus sectas forman un todo y hacen del hinduismo una religión completa. Podríamos preguntarnos qué vínculo puede haber entre el dualismo de un Madhvacharya y el monismo absoluto de Shankaracharya, o bien entre el naga que no posee ni siquiera ropa para cubrir su desnudez, y el laico religioso que gasta una fortuna en un maha-yajña. Pero todo esto se aclara cuando recordamos el principio del adhikarin bhéda, tan repetido por los sabios de la India. Este término es difícil de traducir literalmente. Significa la discriminación entre aquel que está preparado y aquel que no 169 lo está. Pues la diversidad de los niveles intelectual y moral de los individuos es un hecho que no se puede negar. Los mismos principios, los mismos dogmas, los mismos objetivos no son válidos para todos. El hinduismo tiene en cuenta esta diversidad. Y cada tipo humano, desde el campesino iletrado hasta el intelectual más evolucionado encontrará su lugar, sus ritos, las enseñanzas que le convienen, etc. Aquel que está preparado, el adhi-karin, podrá consagrarse directamente al brahma-jnana, el conocimiento del Ser tal como lo enseña el Advaita Vedanta. Para los otros, habrá un grado intermedio que les permitirá perfeccionarse según sus capacidades. Nadie exigirá, por ejemplo, que un niño de parvulario entienda la filosofía de Spinoza. Primero aprenderá el abc, a escribir, a leer, etc. después irá subiendo de clase en clase y finalmente su formación será suficiente para permitirle su estudio. Desde el punto de vista de las religiones occidentales, no existe más que una sola verdad, y propagar y enseñar otra cosa sería un «pecado contra el espíritu», una falta grave. Así, si la verdad es una, ¿por qué entonces los sabios de la India enseñan o toleran las doctrinas imperfectas? Pero, «¿qué es la verdad? », como decía aquel romano tristemente famoso. La verdad absoluta está más allá de los conceptos mentales. No se puede explicar ni enseñar, pero podemos «realizar» por experiencia directa que no existe más que un solo océano de «existencia-conciencia». El mundo, tal como se nos aparece, es una visión falsa, una «visión prismática» que vemos así porque está refractada a través de la pantalla de nuestras formaciones mentales. Nuestra mente es, en cierta forma, el mago que hace aparecer el mundo fenoménico y oculta el real. Para aprehender la verdad, hay que reducir la mente al silencio total. Así pues, todo aquello que puede ser comprendido dentro del marco de los pensamientos y de las palabras es, por definición, falso. El objetivo de la enseñanza religiosa, según los santos de la India, no es expresar la verdad, puesto que ésta no puede ser atrapada por la mente, sino volver receptiva a la personalidad ilusoria hacia una actitud que permitirá que sea borrada frente a lo real, más allá de los pensamientos y de las palabras. Y la cáscara de esta personalidad ilusoria, el ego, puede ser reducido de innumerables formas diferentes, según la estructura mental de cada individuo. Es por eso que no hay que ver las agrupaciones religiosas de la India como diferentes facciones religiosas opuestas entre ellas. Por ejemplo, no es posible establecer un paralelo entre el shivaismo y el vishnuismo por un lado, y el catolicismo y el protestantismo por el otro. En los entornos cultos, es frecuente que los devotos rindan homenaje a Shiva, así como a Krishna, Rama y Kali. En muchos 170 templos –si por ejemplo el templo está consagrado a Shiva- podemos ver alrededor del lingam central, imágenes de otras deidades. En los kirtans, se glorifican deidades de sectas opuestas de forma igualitaria. Es cierto que existen todavía beatos celosamente apegados a una sola deidad. Pero, incluso para ellos, el particularismo no va más allá que para lanzar algunas ironías a los grupos rivales. Los grandes santos de la India han realizado una obra considerable a favor de la reconciliación de los grupos religiosos –sea Shankaracharya o, en tiempos modernos, Ramakrishna y su discípulo Vivekanandaenseñando que todas las deidades no son más que diferentes aspectos del mismo Dios único. En muchas familias, cada miembro –si es sinceramente religioso- elige a menudo como ishta-devata la forma que responde más a sus aspiraciones. Podría suceder, por ejemplo, que el marido fuera devoto de Shiva, la esposa de Krishna y quizás uno de los hijos de las imágenes de Durga o de Kali, sin que eso suponga para nada una causa de fricción o de problemas entre los miembros de la familia. Existe pues, hoy en día, no solo una cohabitación pacífica de las sectas, sino también una verdadera interpenetración de los grupos en el marco de la sanatana-dharmai. Entender la psicología de los hindús La psicología de los bengalís y de los hindús en general, desconcierta a menudo a los occidentales. Las diferencias de mentalidades entre India y Occidente han sido muchas veces exageradas. No hace falta llegar a decir, como Kipling, que Oriente y Occidente no podrán encontrarse jamás, pues los arquetipos fundamentales de la raza humana son los mismos en todas partes, y las diferencias solo se manifiestan en ciertos puntos de fricción. El «choque de las razas» es un mito creado por aquellos que no ven más que la diversidad en la superficie y olvidan la unidad fundamental de todo aquello que respira. Sin embargo, es preciso admitir que la estructura psicológica del hindú medio presenta considerables diferencias con la del occidental. Hacer un estudio de psicología comparada sobrepasaría el marco de este libro. No obstante, creo que este estudio podría concretarse alrededor de tres puntos fundamentales que son, en cierta forma, los centros de las principales divergencias entre los dos tipos de mentalidad. 171 1. En Occidente, sobre todo después de la Revolución Francesa, la importancia dada al ser humano en tanto que individualidad es primordial. El valor de un hombre se juzga según su «personalidad», la autoridad que tenga sobre su entorno, su inteligencia, su capacidad de mandar, de decidir, de organizar, etc. El individuo quiere ser un centro de fuerza. Las cualidades que exaltan y afirman el valor personal del individuo son aquellas que son especialmente admiradas. Pero en India, el sentido de la individualidad está mucho más atenuado. Para las masas, por supuesto, el motivo es su modo de vida primitivo, cerca del instinto gregario. Pero para las élites –y una civilización se juzga por su élite- la causa es más profunda. Se encuentra en la enseñanza de los rishis de la India, de los sabios antiguos y de los grandes sabios modernos, y esta enseñanza ha impregnado muy profundamente la mentalidad hindú desde hace milenios. Estos sabios enseñan que lo que llamamos nuestra personalidad, nuestra individualidad es un falso «yo», un usurpador de alguna forma, que nos impide ser realmente felices; que nuestro “yo” verdadero es esta conciencia impersonal que se encuentra en todos los seres. De esto se deriva que las cualidades que expresan la supresión de la personalidad son alentadas y admiradas. Por ejemplo, en India, la humildad atrae elogios. Así, un político humilde y modesto, atrae más fácilmente la simpatía de las masas. No es extraño encontrar personas que estén «orgullosas de ser humildes». En Occidente, fuera de los círculos monásticos cristianos, la humildad suele ser mal vista. Se la considera como la expresión de un complejo de inferioridad o de una falta de virilidad. El occidental recién llegado a India, con su cabeza alta, su mirada orgullosa, su paso decidido, su tono tajante chocará profundamente a un hindú que verá en todo ello la expresión de un egotismo exagerado. Por el contrario, el hombre de Occidente mira con una sonrisa burlona, incluso despreciativa, la actitud humilde de un hindú, su cabeza baja, su voz dulce. Pues toma por servilismo o timidez lo que para un hindú es la expresión de una cultura elevada. También es interesante comparar las reacciones de los dos tipos frente a la ira. Tomemos por ejemplo a dos individuos que tienen una discusión. En Occidente, si uno de ellos eleva el tono e injuria al otro, la respuesta vendrá como una escalada de violencia: «Usted también lo es, señor», y la discusión se irá envenenando cada vez más hasta que, a menudo, acaben llegando a las manos. Pero la reacción del hindú medio es para nosotros extremadamente desconcertante. Si le decimos una palabra dura o airada, lejos de sublevarse, se retirará. Sonreirá –a menudo con una sonrisa forzada- poniendo cara de creer que el ofensor quería bromear. Empezará a dar explicaciones para 172 excusarse e intentará por todos los medios tranquilizar al colérico. Un Occidental juzgará muy severamente esta actitud que considerará como cobardía, como una falta de dignidad. Quizás lo sea en algunos casos, pero esta actitud se basa sobre todo en las convenciones admitidas por la sociedad hindú acerca de lo que está bien y de lo que está mal. Aquel que sufre de ira se perjudica a si mismo más que a los otros. Es como si recogiéramos con la mano carbones ardiendo para lanzarlos a un adversario. La cólera es una de las manifestaciones primordiales del ego, es por eso que es considerado sabio tranquilizar a un colérico y, sobre todo, no dejarse contaminar por este vicio que –con la lujuria y la avidez- es una de las «tres puertas del infierno». 2. Un segundo punto alrededor del que se concretan las divergencias psicológicas de las dos culturas es el siguiente: en Occidente, la evolución del progreso material nos encierra poco a poco en un marco y en unas condiciones artificiales que han enrarecido nuestro contacto con la naturaleza. De ello resulta una mentalidad centrada alrededor del pensamiento consciente y lógico. La parte dedicada al instinto y a su forma superior, la intuición tiende a ser cada vez más minimizada. Por otra parte, el occidental culto observa con desconfianza o desprecio las inspiraciones que vienen de esta fuente y, la mayoría de las veces, las descuida. Las conexiones que le unen al subconsciente están más o menos atrofiadas. Por el contrario, el hindú medio –sobre todo, el de los pueblos y pequeñas aldeas- está muy cerca del tipo humano primitivo, pues vive más cerca de la naturaleza y en condiciones que le recuerdan constantemente que es parte integrante de su marco natural; por ejemplo, sus ritos religiosos están íntimamente mezclados con los fenómenos naturales. Por la mañana, saluda al sol que se levanta, por la tarde, hace sus oraciones mirando al sol que se pone. El mes empieza con la luna nueva, y la luna llena es un día de fiesta, etc. Desde luego, las cosas han cambiado desde los tiempos védicos en los que cada acto religioso era una comunión con el «Gran Todo» y cada fenómeno natural era presidido por un déva. Sin embargo, el hindú ha conservado en su subconsciente la costumbre de ver la naturaleza como algo vivo y consciente, animado por dioses y espíritus, y en donde todo lo que existe es la expresión de una sola gran fuerza consciente. En otras palabras, para utilizar el lenguaje del psicoanálisis moderno, el hindú ha conservado el cordón umbilical que le une con las influencias del inconsciente. Es por eso que la estructura de su ideario, el ritmo de su pensamiento son 173 a veces desconcertantes para un hombre de Occidente. Pues un hindú reaccionará a menudo a las sugerencias del pensamiento instintivo. La importancia dada al pensamiento claro y lógico cederá frecuentemente el paso a la impulsión emotiva o a una inspiración que viene del inconsciente. Para un occidental, el hilo de sus ideas aparecerá a veces confuso y falto de claridad, recordando quizás lo que se conoce como el «pensamiento pre-lógico». Por el contrario, un hindú tachará, sin duda, nuestro ideario preciso y racional de intelectualismo reseco. 3. Finalmente, un elemento capital que condiciona de una forma considerable la psicología de los hindús es su temperamento fundamentalmente religioso y místico. Para la mayoría de occidentales, la religión es un «producto de complemento», cuando no es totalmente ignorada. Los hindús, por el contrario, están impregnados de religión hasta la médula. Incluso aquellos que hacen profesión de ateísmo conservan sin embargo esta marca en su subconsciente. Para el hindú religioso, los ritos y la vida social están estrechamente mezclados. Sus pensamientos, su conversación y sus actos serán a menudo una expresión de este temperamento místico-religioso. Por ejemplo, si ve un espacio natural maravilloso, un bello paisaje, pensará automáticamente que es un lugar ideal para construir un templo, mientras que las asociaciones de ideas para el occidental son las de un casino o un hotel. Para muchos hindús, el espectáculo de la belleza femenina evoca asociaciones de ideas religiosos, pues desde su infancia han estado rodeados de imágenes de Durga, Kali, Sita, Radha, etc. y han aprendido a venerarlas como expresiones de lo Divino. Es cierto que India –sobretodo las grandes ciudades- se occidentaliza cada vez más, pero el inconsciente colectivo, los arquetipos de la cultura hindú son sin duda casi los mismos que en los tiempos védicos. Además, la psicología religiosa de los hindús es, en muchos puntos, diferente de la del hombre religioso de Occidente. En las religiones de origen semítico, Dios y su devoto son considerados como dos entidades totalmente distintas, y la devoción estará siempre más o menos mezclada con el respeto o el miedo. Para un hindú culto, siendo lo Divino la esencia misma de todo aquello que existe, se encontrará ante todo en su propio corazón y el acto de adoración consistirá en una actitud de tierna familiaridad. Por otro lado, el hindú medio «diviniza» fácilmente toda cosa y todo individuo sin, por ello, perder de vista su lugar en la vida diaria. Por ejemplo, el huésped de paso es considerado sagrado. Es Narayana, un aspecto 174 de lo Divino. El cabeza de familia, antes de servirle, hará a veces una puja (servicio religioso) similar a la que hace al ídolo que recoge sus devociones diarias. Pero cuando su séva termine, el huésped Narayana volverá a ser para él el miserable sin recursos. La vaca es sagrada pero eso no impide a su pastor golpearla duramente cuando se aparta demasiado de las tierras de pasto. El hindú religioso debe considerar a su esposa como la encarnación misma de Lakshmi (un aspecto de la Divina Madre) y para la esposa el marido es Dios mismo. Deben educar a sus hijos en un espíritu de seva a Gopala. Esta actitud hacia la vida social y su obligación es desconocida para el hombre religioso de Occidente. Así, el resultado será a menudo una incomprensión entre estas dos mentalidades y numerosos malos entendidos, pues las palabras que utilizarán tendrán un valor diferente para cada uno de ellos. En recuerdo del «yogui desconocido» Los templos de Madrás, como la mayoría de los templos de la India, son muy frecuentados. Sobre las plazas de algunos de ellos, los sadhus se sitúan a derecha y a izquierda y esperan limosna sin pedirla. Desde luego, la mayoría son hombres bastante ordinarios y su vestimenta religiosa apenas puede ocultar su miseria interior. Sin embargo, en esta masa quizás hay –ignorados y desconocidos- algunos grandes santos o yoguis de talla excepcional. Es, en todo caso, una creencia muy extendida en la India que grandes santos y yoguis van errantes por el mundo, disimulando fácilmente su identidad y tomando los aspectos más desconcertantes. Los discípulos de Ramakrishna cuentan la siguiente historia, de la que el maestro mismo fue testigo: sucedió un día que un sadhu, un «loco de Dios», llegó al templo de Kali de Rani Rasmani, el templo de Dakshineshwar donde vivía entonces Shri Ramakrishna. Un día, el sadhu no recibió su comida y, a pesar de tener hambre, no la reclamó. Viendo a un perro que devoraba los restos de un festín que habían sido tirados en un rincón, se acercó a él, lo abrazó por el cuello y le dijo: «Viejo hermano, ¿cómo es que comes solo sin compartirlo conmigo?». Y, mientras hablaba, se puso a comer en compañía del can. Cuando terminó su comida en esta extraña compañía, entró en el templo de Kali y rezó con tal fervor que pareció que todo el templo vibrara. Cuando hubo terminado sus oraciones y estaba a punto de partir, Shri Ramakrishna dijo a su sobrino Hriday que cuidara al hombre, que lo siguiera y que 175 intentara entablar una conversación para ver qué podía llegar a decirle. Hriday lo estaba siguiendo a distancia, cuando el santo se giró y le preguntó: «¿Por qué me estás siguiendo?», él respondió: «Venerable, deme una enseñanza». Y el santo contestó: «Cuando el agua de esta laguna y el glorioso Ganges que está allí parezcan idénticos ante tu mirada, cuando tu oído no perciba ninguna diferencia entre el sonido de la flauta y el ruido de la multitud, entonces alcanzarás el estado del Verdadero Conocimiento». Hriday volvió y repitió estas palabras al Maestro, quien hizo el comentario siguiente: «Este hombre ha alcanzado el verdadero estado extático, el Verdadero Conocimiento. Los siddha (los Perfectos) van errantes por el mundo, a veces parecidos a niños o a espíritus impuros, o incluso a locos». En el patio de uno de los templos, alineado con muchos otros, un sadhu llamó especialmente mi atención. Su rostro luminoso estaba embellecido por una tierna sonrisa. Sus ojos estaban enrojecidos como sucede a menudo a aquellos que practican una meditación intensiva. Me hubiera gustado decirle algunas palabras pero, sin duda, el obstáculo del lenguaje hubiera hecho imposible cualquier conversación. Yo le sonreí y él respondió a mi sonrisa… 176
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