Una amiga un poco especial Hola, me llamo Manuel, aunque mis amigos me llaman Manu. Como a muchos de vosotros, me encanta la música. Toco veinte instrumentos, estudio cantando… bueno, pues que me gusta mucho, y ya está. Estoy aquí para contaros una historia que os va a interesar. Todo comenzó un día normal y corriente, como todos, en la clase de Matemáticas. Estábamos con Carmen, la profesora, cuando, de repente alguien llamó a la puerta. -¿Sí?, dijo la profesora. Todos empezamos a mirarnos ¿Sería algo bueno, algo malo? La puerta se abrió, y simplemente era el director. -Buenos días, alumnos y alumnas, -dijo el director. -Buenos días, Señor Pedro, -contestamos nosotros. En ese momento, todo iba bien, pero Paloma, se levantó y dijo: -¿Cierro la puerta, señor director? Y él contestó: -Espérate muchacha, que de lo siguiente he venido a hablar. Mirad, os presento, pasa Mari Carmen, por favor. Esta chica va a ser vuestra compañera de clase. Ya, si eso, presentaros vosotros, que no quiero seguir interrumpiendo a vuestra queridísima profesora. Como estaba sentado solo, se puso a mi lado, pero me daba vergüenza hablarle. Tocó el timbre, apuntamos los deberes y nos levantamos para salir al pasillo. Ella se quedó sentada en su sitio, y Celia y yo fuimos a conocerla. -¿Eres un poco tímida, no?, -dijo Celia. Mari Carmen no contestaba. -Si quieres, te enseño la nueva canción que he compuesto, - le dije. Pero ella no reaccionaba. Al minuto, entró en la clase Tomás, el profesor de Educación Física, y Fernando, el gracioso, dijo: -Profesor, ¿no tenemos que bajar nosotros? Este le contestó: -Id bajando, sólo he venido a por Mari Carmen. Todos nos quedamos asombrados, pero al segundo nos fuimos para abajo. Celia y yo empezamos a pensar qué podría pasar, así que nos quedamos a esperar al profesor. Vimos cómo le daba la mano y le ayudaba a levantarse. -Profesor, ¿pasa algo?, -dijo Celia. -¿No os lo han contado, verdad?, -contestó Tomás. Abrimos las orejas y, prestando atención, nos dijo: -A ver cómo os lo explico yo ahora… Mirad, Mari Carmen es un poco diferente a vosotros. No puede hablar, ni atender, en resumidas cuentas, tiene una parálisis cerebral. A mí y a Celia se nos saltaron las lágrimas, y contesté: -Haremos todo lo posible por ayudarla. Al salir del colegio, esa misma tarde, contacté con todos mis amigos por el grupo de la clase del WhatsApp, y lo conté todo. Todos empezaron a poner emoticones de pena y tristeza. Llegó la noche, y era la hora de cenar. Me senté en la mesa con mis padres y les conté lo ocurrido. Mi padre dejó los cubiertos en la mesa, y mi madre dejó de masticar. Me fui a la cama dándole vueltas a la cabeza, sobre cómo ayudarla, pero después del duro día de trabajo, caí dormido al minuto. Legué al instituto al día siguiente, y fuimos todos mis amigos y yo a conocerla mejor. -Hola, me llamo Alex, y si quieres te enseño a jugar a videojuegos. Tengo el Pokemon, el Minecraft… -Yo soy Alberto, y me llaman el empollón. La verdad, no sé por qué, pero si quieres te digo cuál es la raíz cuadrada del cuadrado del perímetro de un heptágono irregular. -Yo soy Joaquín, y no es que sea muy espabilado. Si ves que algún día me duermo a tu lado, dame una colleja para despertarme. Así con todos, uno a uno, y aunque sé que no entendía nada, podía ver en su cara una pequeña sonrisa. La verdad es que empezamos a juntarnos mucho con ella, jugábamos a ver quién ponía la cara más fea, ya que así se reía mucho, íbamos todos con ella en el recreo… A la semana siguiente, en un recreo, estábamos todos en un corro, pero Carmen, la profesora de Mates, iba a decirnos las notas del examen en su aula. Sólo se quedaron Alberto y ella, ya que Alberto sabía que tenía un diez. A los pocos minutos, se acercaron a Alberto, Adrián y su pandilla, los más gamberros del colegio. Empezaron a meterse con Mari Carmen, y Alberto, para protegerla, se puso delante de Adrián y le dijo: -Mira, si te tienes que meter con alguien, métete conmigo, a mí no me das miedo. Al final, acabó en el suelo con las gafas rotas. Cuando volvimos, Mari Carmen estaba llorando, pero no pudo contarnos nada. Alberto se recuperó y nos lo contó todo. Adrián acabó siendo expulsado. Llegamos al tercer trimestre, después de las vacaciones, y fuimos llegando uno a uno al colegio. Sólo faltaba Mari Carmen, y sólo quedaba un minuto para subir a clase, pero a lo lejos ya se veía a su madre. Parecía llevar el carro de la compra, pero no era un carro, ¡era una silla de ruedas! Nos acercamos corriendo y vimos que había cambiado mucho. No movía bien algunas partes del cuerpo, y por eso iba en la silla. Por esta razón nos unimos más a ella. Le preguntamos a Tomás qué había pasado, pero dijo que era algo muy fuerte que no nos podía contar. Sabiendo que estábamos en 6º de primaria, aprovechamos para estar juntos el máximo tiempo posible. Nadie quería separarse de nadie, y menos, de Mari Carmen. Todo iba bien, pero Mari Carmen se encontraba cada vez peor, hasta que un día no vino al centro. En la hora de Matemáticas, la profesora cerró el libro y dijo que ese día no dábamos clase. Poco a poco empezaron a caer lágrimas de sus ojos. Con el tiempo nos fuimos enterando de lo sucedido. Todos nos poníamos a llorar, y lo peor fue lo que nos costó superarlo. Cuento esta historia para que veáis que a las personas, sean como sean, hay que apoyarlas, y no marginarlas. Yo sé que Mari Carmen, esté donde esté, siempre nos llevará en el corazón, al igual que nosotros a ella.
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