La otra perspectiva Hola, me llamo Lucía y soy la más lista, guapa y estilosa de todas las chicas del instituto. Así ha sido desde que entré en primero, o al menos eso creía, hasta que un día, mientras dábamos clase de matemáticas con la profesora Carmen, llegó el director, Pedro, con una nueva alumna. Se llamaba Mari Carmen. Era alta, delgada, con el pelo rizado, muy morena y además muy guapa. Nada más verla no me cayó bien. Todos los chicos de la clase se quedaron embobados mirándola, incluso Antonio que era el más guapo de la clase y eso no tenía que ser así. Cuando terminó de presentarse se sentó al lado de Celia, ‘la solidaria’, cómo no. Tenía que ayudar a la nueva para que no se sintiese sola. Continuamos con la clase y pensé en hacerme amiga suya, pero no. Conforme pasaba la mañana esa idea iba desapareciendo. Era muy lista, más que yo, y eso no podía ser. La chica nueva lo hacía todo mejor, vestía muy bien, era muy inteligente, todo el mundo se fijaba en ella y tenía que pararlo como fuera. Sentía celos de la nueva. Me había quitado lo que mejor se me daba, y decidí que, para ser mejor que ella, lo que tenía que hacer era dejarla en ridículo para sentirme mejor y que las cosas siguieran como siempre. Todos los días me metía con ella, insultaba su forma de vestir y de ser, le decía a la gente que era una copia barata de mí. Me inventaba cosas malas sobre ella y un día, cuando tocó la sirena y todos salieron corriendo para irse a sus casas, vi en el suelo un folio pequeño. Era una lista que había escrito Mari Carmen sobre los chicos que le gustaban y los que no. Al salir del instituto fui corriendo a una papelería y saqué 200 fotocopias de aquella lista, y a la mañana siguiente, antes de que los alumnos llegaran, pegué todos los papeles por todo el instituto. Cuando comenzaron a llegar, todos se quedaron boquiabiertos leyendo la lista, y lo mejor fue cuando apareció Mari Carmen. Todo el mundo se reía de ella. Ya había conseguido lo que quería, que sufriera. Pero una mañana el director entró a clase y me dijo que fuera a su despacho. Me habían pillado, sabían que fui yo la que colocó los papeles por todo el instituto. Cuando entré al despacho vi a Mari Carmen y a sus padres. Tenía miedo. Por culpa de mi envidia no me di cuenta de todo el daño que le había hecho, estaba destrozada y era por mi culpa. Tuve un gran castigo, la verdad es que me lo merecía. Hice las paces con Mari Carmen y nos hicimos grandes amigas. Teníamos muchas cosas en común. Ya no me importaba quién era la mejor del instituto ni nada de eso. Yo había cambiado.
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