1 José Victorino Lastarria a mediados de 1850. Época en que era diputado por Rancagua. Archivo fotográfico Biblioteca Nacional. 2 José Victorino Lastarria (1817-1888) Obra narrativa 3 JOSÉ VICTORINO LASTARRIA Obra narrativa Edición crítica Hugo Bello Ediciones Universidad Alberto Hurtado Alameda 1869 – Santiago de Chile [email protected] – 56-02-8897726 www.uahurtado.cl Impreso en Santiago de Chile Primera edición de 600 ejemplares: mayo de 2014 Impreso por Dimacofi ISBN libro impreso: 978-956-9320-80-4 ISBN libro digital: 978-956-9320-81-1 Registro de propiedad intelectual Nº 239406 Dirección editorial Alejandra Stevenson Valdés Editora ejecutiva Beatriz García Huidobro M. Diseño de la colección y diagramación interior Francisca Toral Imágenes de portada: Fotografía José Victorino Lastarria: Archivo del escritor, Biblioteca Nacional, DIBAM. Puente de Cal y Canto: río Mapocho, vista desde el puente Cal y Canto en 1875. Pintura de Ramón Subercaseaux. Museo Histórico Nacional. Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos. José Victorino Lastarria (1817-1888) Obra narrativa Edición crítica Hugo Bello 5 6 Índice Introducción...................................................................................9 Historia del texto y criterios editoriales.................................45 Narraciones...................................................................................55 Una hora perdida (1842)...........................................................57 El Mendigo (1843)....................................................................66 Rosa (Episodio histórico) (1847).............................................100 El Alférez Alonso Díaz de Guzmán (1848).............................107 El manuscrito del Diablo (1849)............................................125 Carta sobre Lima (1851).........................................................151 Una situación política (1855).................................................196 Peregrinación de una vinchuca (1858).....................................213 Don Guillermo (1860)............................................................226 Astronomía celeste y social. Un eclipse de sol (1868)...............336 Situación moral de Santiago en 1868 (1868)...........................352 El diario de una loca (1874)...................................................361 Mercedes (1874)......................................................................392 Una hija (1881).......................................................................445 Salvad las apariencias (1884)...................................................486 Dossier..........................................................................................567 “Romanticismo y liberalismo en el primer Lastarria”. Bernardo Subercaseaux .............................................................569 “Lastarria en la construcción de un tótem masculino llamado chilenidad”. Ana Figueroa-Coddou .............................587 7 “Del liberalismo romántico al idealismo solipsista. Diario de una loca (1875) de José Victorino Lastarria”. Beatriz González-Stephan ..........................................................645 “Lastarria, Bello y Sarmiento en 1844: genocidio, historiografía y proyecto nacional”. Álvaro Kaempfer..................675 Cronología....................................................................................701 Bibliografía....................................................................................733 Introducción Hugo Bello Puente Los Maquis camino Santiago-Valparaíso hacia finales del siglo XIX. Archivo Museo Histórico Nacional. Biblioteca Nacional de Chile. 9 10 Introducción Hugo bello I. El peso de la noche “La reacción de 1830 trajo el silencio del terror”. Lastarria, Recuerdos literarios José Victorino Lastarria Santander nació en la ciudad de Rancagua, el 23 de marzo de 18171. Fueron sus padres Francisco de Asís Lastarria y Cortés y Carmen Santander Bozo. Por la necesidad de continuar sus estudios debió dejar su provincia natal y su familia para dirigirse a Santiago, la capital de la nación, tal cual lo hicieran otros muchos estudiantes connotados en la historia de Chile como Pablo Neruda, Nicanor Parra y Jorge Teillier. Lastarria comenzó sus más importantes estudios en el claustro de Santo Domingo (1828-9), y los terminó en el Liceo de Chile y el Instituto Nacional. Parte del tiempo que pasó en el Liceo dirigido por el español José Joaquín de Mora (1783-1864) permaneció interno en su Academia Militar anexa. El año 1836 obtuvo el grado de bachiller en Sagrados Cánones y Leyes y en 1839 recibió el título de abogado. Desde temprano, mientras aún era estudiante, comenzó a ejercer la docencia: en 1837 en el colegio de Romo; en 1843 en el Colegio de Santiago; en 1839, el mismo año en que contrajo matrimonio con Jesús Se desconoce el año exacto del nacimiento de Lastarria. Se ha determinado que es 1817 gracias a información entregada por los herederos, pero hay suficientes argumentos para dudar de dicha información. Un razonamiento no desdeñable es el que hace Guillermo Feliú Cruz, quien constata que en 1829 era sargento segundo de las Sección Militar del Liceo de Chile, lo que era poco plausible teniendo 12 años, más probable en cambio si fuese mayor de 16. 1 11 Prólogo Villarroel, como catedrático de legislación y derecho de gentes en el Instituto Nacional. Como casi toda la generación de chilenos que condujo y fundó las instituciones de la República (entre ellos José Joaquín Vallejo (Jotabeche), y Jacinto Chacón, que fueron sus condiscípulos), Lastarria pudo gozar de una educación privilegiada por la voluntad y los esfuerzos del naciente Estado chileno. Recibió, en efecto, las lecciones de Andrés Bello (1781-1865), José Joaquín de Mora, José Miguel Varas (1807-1833) y Ventura Marín (18061877), entre otros, pues ese Estado buscaba a los mejores maestros en diversas materias, con el fin de entregar una educación coherente con los horizontes de la Ilustración que había sellado el pensamiento de los primeros independentistas. En el Liceo de Chile (1829-1831), fundado y regentado por el gaditano José Joaquín de Mora2, Lastarria recibió lo medular de la La figura de Mora es en extremo relevante para Lastarria pero también para la formación de la prensa y el derecho constitucional en Chile, además de ser una personalidad polémica y atractiva, su obra se amplía a la fundación del Liceo de Chile. Creó, junto con José Passamán, El Mercurio Chileno (1828-1829), una de las publicaciones que se destinó a la difusión de la ciencia, las humanidades y las ideas liberales en Chile. Miguel Luis Amunátegui, primer biógrafo de Andrés Bello, describe el encuentro entre Mora y el intelectual venezolano con palabras que caracterizan a Mora (como al propio Amunátegui). Las citamos en extenso para hacer composición de lugar del contexto chileno de la época: “El acreditado escritor español don José Joaquín de Mora habia venido de la República Arjentina a Chile, en principios de 1828, por llamamiento del presidente don Francisco Antonio Pinto. No habia tardado en ocupar la buena posición que correspondia a su indisputable mérito. Habia sido nombrado oficial mayor ausiliar del ministerio del interior; habia establecido dos colejios, uno de hombres rejentado por él mismo, i otro de mujeres, dirijido por su esposa; habia fundado una revista, que tuvo por nombre El Mercurio Chileno. Algun tiempo ántes, i a propuesta del plenipotenciario don Mariano Egaña, habian sido traídos por contrata otros dos españoles mui recomendables e ilustrados: el médico don José Passaman, i el matemático don Andres Antonio Gorbea. Mora se asoció con estos dos paisanos suyos para algunos de los variados trabajos de que se encargó. Gracias a esta importante cooperación, i a la decidida proteccion del gobierno, adquirió pronto una marcada influencia en la sociedad chilena. La diversidad de sus conocimientos algo superficiales, pero jenerales, que sabia lucir, contribuyó mucho a fortalecer ese prestijio. Encantaba a sus oyentes en las tertulias, i a sus lectores en los periódicos, con un injenio i agudeza realmente admirables.” (Amunátegui 1882: 326) 2 12 Hugo Bello concepción educativa ilustrada, en la que se compendian elementos neoclásicos y otros románticos, propios de las formas de pensamiento que había aprehendido Mora en su estancia en Inglaterra. En sus Recuerdos literarios (1878)3 Lastarria rectifica la información difundida por Benjamín Vicuña Mackenna respecto del protagonismo hispanizante que le habría cabido a Mora en la formación de la juventud ilustrada; allí, en carta escrita en El Ferrocarril el 15 de febrero de 1871, Lastarria precisa los aportes que sin duda influyeron en él, propiciados por la institución dirigida por Mora y que distaban mucho de ser conservadores: Para que Ud. se persuada de que no es Mora el autor de la reacción literaria española, no tiene mas que ver el Plan de Estudios del Liceo, en el cual por primera vez en Chile aparecen los estudios de humanidades divididos en cinco años y basados en los estudios científicos que dirigía don Andres Antonio de Gorbea. Al mismo tiempo que se enseñaba gramática latina, no por Nebrija, sino por la gramática de Mora, el francés, la geografía, la historia, la literatura francesa i la española, la gramática castellana, la filosofía por las inmortales lecciones Laromiguière, se enseñaban tambien las matemáticas, desde la aritmética hasta los cálculos diferencial e integral, la física, incluyendo la óptica, la química i la astronomía. Las lecciones de elocuencia i de literatura, las de gramática i jeografía, así como las de derecho, se hacían por testos escritos espresamente por el señor Mora, quien, habiendo completado su educación en Inglaterra, introducia por primera vez en América las doctrinas de Bentham en el derecho, i dejaba mui atras todas las reminiscencias españolas en la enseñanza literaria (17-18). La relación de discípulo y alumno que sostuvieron Lastarria y Mora en el Liceo de Chile, al parecer, influyó en el desarrollo de los puntos de vista intelectuales y políticos del joven rancagüino; 3 Citaremos en adelante por la segunda edición, de 1885. 13 Prólogo así, la expulsión de Mora de Chile, en 1831, gatilló su repulsa temprana a la figura de Bello. Como es sabido, el debate público entre los dos intelectuales, a raíz de una disputa de orden filológico, propició la detención y posterior expulsión de Mora y su familia4. Sin embargo, es la autoría de la Constitución liberal de 1828, atribuida a Mora, aquello que lo había convertido en un peligro a los ojos de los pelucones, vencedores de la batalla de Lircay, tras la que se instauró la persecución de los pipiolos y la consiguiente hegemonía política conservadora bajo la férula de Diego Portales como ministro. Mora tenía un carácter más polémico que Bello, y lo manifestaba en sus opiniones de prensa. En el poema que se difundió en la época de su expulsión, “El Uno y el Otro”, muestra toda su mordacidad5. Esta perspectiva satírica, crítica, acerba, claramente cismática respecto del poder de los sectores oligárquicos, es lo que probablemente influyó de modo determinante en su discípulo6. Según narra Iván Jaksic (2001: 131) en su exhaustivo libro sobre la vida y la obra de Bello, al ofrecer el discurso inaugural de la cátedra de oratoria del Liceo, Mora ironizó con la enseñanza de la retórica de algunos profesores franceses en el Colegio de Santiago, dirigido por Andrés Bello. El Colegio había sido creado por los sectores conservadores y contaba con el respaldo de Portales, como alternativa al Instituto Nacional y con mayor razón al Liceo de Chile dirigido por Mora. La respuesta de Bello no se hizo esperar. En ella el venezolano enmienda y pone en evidencia contradicciones del lenguaje empleado por Mora en su alocución, en la que veía Bello algunas de las faltas que Mora enrostraba a sus adversarios. Se inició una escalada de ataques mutuos que terminó con la cancelación del Liceo de Chile y, finalmente, la expulsión de Mora rumbo a Lima. 5 Se trata de un poema que, según Luis Monguió (1967), Mora escribió mientras estaba preso en la fragata “Colocolo”, en vísperas de su deportación. El texto fue publicado en El Trompeta el 25 de febrero de 1831, y alude a Diego Portales y José Tomás Ovalle (ministro plenipotenciario y presidente provisional, respectivamente), quienes habían firmado su expulsión mientras gobernaban con mano firme un país en crisis. Ver también Ricardo Donoso (1950), La satírica política en Chile. 6 Ver la tesis doctoral de Bárbara Rodríguez Martín (2005-2006), que muestra la fuerte influencia de Mora en el intelectual argentino Juan María Gutiérrez (1809-1878). Rodríguez confirma los vínculos de Mora con el romanticismo a través de Blanco White, así como sus incursiones en los temas y los géneros de interés del romanticismo y la ilustración mediante su labor editorial en Londres. 4 14 Hugo Bello II. Fraguando un sistema de ideas y creencias “Es cierto que la gran tradición se ha perdido y que la nueva no está formada aún”. Charles Baudelaire, “El heroísmo de la vida moderna” Lastarria tuvo cercanía con los liberales organizados en el Partido Liberal, pero nunca se allanó a integrar sus filas y se mantuvo en una posición solitaria que le costó, sin duda, el precio de la marginalidad, incrementada por el individualismo intransigente del cual hacía gala. Sin embargo, como afirma en su texto biográfico Alejandro Fuenzalida Grandón, la vida de Lastarria compendia “toda la vida contemporánea de Chile” (1911: XIX). La que pudiese ser una más de las muchas frases encomiásticas, propias de la desfiguración biográfica, se ajusta a la realidad en la medida que esa vida tiene la extensión del primitivo Chile republicano. El país, forjado como nación independiente, emancipado de la sujeción colonial de casi cuatro siglos, sin que los lastres de ese pasado pudiesen extirparse de la noche a la mañana, fue testigo de la obra de Lastarria que representa ideas matrices para la formación del Estado. Por una parte, buscará proveer de instituciones y organismos esenciales a la organización republicana; por otro, su labor queda descrita en la cristalización de textos (literarios, históricos, legales, pedagógicos) que él concibe imprescindibles para una nación civilizada. Acusa la carencia de una tradición literaria, y no se hacen esperar sus ensayos (relatos, dramas, novelas) que den cuerpo a una literatura nacional. Es decir, Lastarria actúa en el alba de la creación y en el crepúsculo de la crítica que reflexiona sobre los objetos literarios creados. Esa vida republicana en la que Lastarria participa activamente (escribiendo, fundando publicaciones) es testimoniada en su acción en el campo de la política: ejerce responsabilidades públicas en el poder judicial, es miembro del poder ejecutivo en distintas 15 Prólogo ocasiones, como diputado en ocho oportunidades, como senador en otra, como profesor del Instituto Nacional y de la Universidad de Chile. Sin embargo, su compromiso con la nación se muestra a través de su afán de no participar de lo que él llamaba “el desorden… [ni las] riñas de partido” (Lastarria, 1849: 17), lo que lo convierte en un sujeto rebelde a las orgánicas partidarias, pero no reniega de ellas al punto de ignorarlas. El abogado rancagüino, que llevó una vida sin comodidades económicas, sin granjerías personales obtenidas por sus vinculaciones con el poder político, prefirió, a cambio de su libertad, desempeñarse como maestro de geografía, de derecho de gentes y derecho universal, teniendo como horizonte “la realización de la República entre nosotros” (17) por sobre cualquier otro interés. La idiosincrasia ideológica de Lastarria, adquirida mediante la formación que le facilitan sus maestros y las lecturas fundamentales de su juventud, además de los imperativos de su carácter personal, determinan las afinidades filosóficas que conjugará con la atmósfera cultural del siglo XIX –participa en dos tercios del siglo–. Su sistema de ideas, vacilante, ciertamente, se puede definir como la suma de dos factores: las ideas ilustradas que vitalizaron el movimiento criollo que incitó a la Independencia y las ideas románticas, nacidas en principio en el Círculo de Jena. Es el romanticismo alemán de Novalis (1772-1801), Friedrich (1772-1829) y August Schlegel (1767-1841), llevado a Francia por Madame de Staël (1766-1817) y acogido por la juventud francesa, que tiene en Victor Hugo (1802-1885) a su representante por antonomasia, el conjunto de ideas apropiadas –problemática y contradictoriamente–, el que constituye el ideario desde el que se desprenden sus narraciones hasta más o menos el año 1860, cuando publica Don Guillermo. Hugo será la cúspide del liberalismo político y la superación de los elementos conservadores y reaccionarios del primer romanticismo, que desconocía el trabajo secularizador de la filosofía de la Ilustración. No solo eso: Hugo revitaliza la poética romántica, la redime de los dogmas formales de la época 16 Hugo Bello neoclásica y propone un arte literario que esté en consonancia con el liberalismo político, que se constituye en la corriente política dominante de Europa. Este es el momento ideológico con el que se entroncará el liberalismo romántico de América Latina, la síntesis que Faletto y Kirkwood denominan “liberalismo romántico”, que se entiende como “[la] ideología liberal [que] en el siglo XIX ha recibido la influencia del Romanticismo, de modo que, junto al anterior pensamiento de la Ilustración surge una nueva forma liberal” (1974: 61)7. De allí que las formas y los núcleos ideológicos del pensamiento literario de Lastarria aparezcan tallados por ciertas ideas antitéticas, paradójicas, que se entrelazan sobre la base de sus razonamientos políticos, por sobre todo. En 1842, con la lectura de su “Discurso de Incorporación a una Sociedad de Literatura”, el días 3 de mayo, Lastarria abrió las compuertas de un sistema de ideas (y de creencias) que rivalizaba con la España colonial, y su extenso legado, en la esfera de la representación literaria. El modelo de literatura que se ofrecía era ideológicamente distante a la matriz colonial: por una parte estaba la literatura francesa, en cuya historia se vinculaba con las fuerzas liberales y revolucionarias emanadas de la Revolución francesa; por otra parte se apelaba a la fundación de una literatura nacional, es decir, se apelaba a que los escritores debían extraer de las experiencias y del suelo de la nación los motivos y los argumentos de una literatura que aún estaba por nacer. Aquel vínculo expresivo, que conforma a la literatura de una comunidad histórica definida, se debía ajustar cuidadosamente ‒junto a los propósitos de emancipación‒ con lo que Lastarria atribuía a los deberes de la instrucción, la prensa, el derecho, la filosofía, etc. En sus dimensiones alegóricas y poéticas la literatura estaba determinada por un conjunto de deberes para con la polis. En un documento testimonial escrito por Jacinto Chacón (1924: 196) este recuerda que en ciertas tertulias a las que concurrían él y Lastarria, realizadas en la casa de Andrés Bello, se leía, entre otros, a Lord Byron, Lamartine y Victor Hugo. 7 17 Prólogo Para Lastarria España capitaliza todas sus antipatías, a ella atribuye la herencia colonial de males que aquejaban al presente en que le corresponde vivir. España, la Colonia, su religión, y con ellas su literatura, así como quienes personificaban políticamente ese pasado que no acababa de morir, ni acabaría, por cierto, eran la sustancia de las ideas conservadoras, que desplegaban con pujanza su hegemonía encabezada por Diego Portales. En un primer ciclo de sus narraciones, el pasado colonial y su herencia de atraso, oscurantismo y gazmoñería (“Una hora perdida”, “El mendigo”, “Rosa”, “El Alférez Alonso Díaz de Guzmán”) fueron objeto de escarnio. Un segundo momento de las letras de Lastarria lo constituye la sátira, que mediante el recurso de la alegoría ridiculiza las condiciones políticas apabullantes en las que se desenvuelven las ideas liberales. Bajo el subterfugio alegórico se enfrentará a los gobiernos conservadores. Ejemplo de este período son, a nuestro juicio, “El manuscrito del Diablo” (1849) y “Carta sobre Lima” (1851), “Una situación política” (1855), “Peregrinación de una vinchuca” (1858), Don Guillermo (1860), “Astronomía celeste y social. Un eclipse de sol” (1868) y “Situación moral de Santiago en 1868”. Finalmente hay un tercer período, marcado por la publicación de Lecciones de política positiva, profesadas en la Academia de Bellas Letras (1874), que manifiesta de manera más definitiva su apropiación de las ideas positivistas propuestas en Francia por Comte y también su perspectiva más cosmopolita y americanista. En este tercer conjunto de textos narrativos y que hemos dispuesto en esta edición crítica, podemos leer “Diario de una loca” (1874), “Mercedes” (1874), “Una hija” (1881), “Estudio de caracteres: Salvad las apariencias” (1884)8. A este período pertenecen sus memorias, Recuerdos literarios (1878) y “Lunática por deber: comedia original, en un acto i en verso” (1883), texto dramático atribuido a Lastarria y emparentado con los temas y formas lexicales de nuestro autor. 8 18 Hugo Bello En el período en que Lastarria comienza a escribir sus primeros textos literarios, no desarrolla un género ya consagrado, la novela burguesa, por ejemplo. Más bien entrevé y sospecha formas larvarias, imprecisas, derivadas de sus múltiples y sesgada lecturas de la literatura española y europea. Luego las ensaya en una emulsión de géneros, donde domina el cuadro de costumbres, el cuento de hadas, la novela histórica, la alegoría dantesca y la crítica volteriana, el diarismo, la crónica, el ensayo político y filosófico, la retórica en sus tres géneros (forense, deliberativo y demostrativo). Como la ocupación de Lastarria es la moral cívica, que promueve la Ilustración y la formación de ciudadanos, Lastarria, definitivamente, ensaya. ¿No es lo que hizo Sarmiento en el Facundo en 1845? ¿Se trata de ideas mal apropiadas o de ideas implantadas en un terreno que les es ajeno? No, de ninguna manera. De cualquier modo, la docencia es su condición más tenaz. Lastarria es discípulo de grandes maestros y disputa, de varias maneras, el lugar de sus mayores. Ese es el origen de la diatriba reiterada en que se transforman los Recuerdos literarios (1878) contra la figura de Andrés Bello. Lastarria es el maestro de la crema de una clase social en desarrollo, que hará un vuelco productivo y político durante el siglo XIX, aunque no sea siempre visible su impronta. Participa, como testigo e incitador de la oligarquía que por una parte lo rechaza y constriñe, que lo incita a participar de las fuerzas sociales y políticas triunfantes, inclusive a su pesar. Verá, al final de sus días, los estertores y la crisis del progreso, que llegaba a sus límites, no sin haber modificado su ideario liberal a cambio de una ideología que terminará siendo opresora. 19
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