INTRODUCCIÓN Este curso tiene la finalidad de iniciar a los futuros maestros en el conocimiento de los problemas y desafíos que implica la enseñanza de la historia en la escuela secundaria, particularmente en relación con el papel del maestro, las formas de enseñanza, los propósitos y contenidos educativos, y las características propias del conocimiento histórico. Se espera que con el estudio de los temas y la realización de las actividades sugeridas en el programa los alumnos normalistas adquieran un marco de referencia general de los principales propósitos y retos pedagógicos que implicará su trabajo como profesores de historia en la escuela secundaria. Es importante señalar que la finalidad de este curso introductorio no es agotar el tratamiento de temas tan complejos e importantes para la formación de los futuros maestros. El curso tiene como punto de partida el análisis de las experiencias que los estudiantes normalistas han vivido en la primaria, la secundaria y el bachillerato, pues su estancia en estos niveles educativos les ha permitido conocer diversos estilos de enseñanza. Al analizar y comparar esos cursos podrán identificar aquellos con los cuales se obtienen mejores resultados educativos y se fomenta el gusto y la curiosidad por la historia. Además, a partir de la información obtenida mediante la observación del proceso escolar, los futuros maestros podrán comparar sus propias experiencias con las que viven actualmente los adolescentes, lo que les permitirá reconocer los retos que deberán afrontar en los próximos semestres durante las jornadas de observación y práctica docente. Al analizar las formas de enseñanza y relacionarlas con las habilidades, nociones y actitudes adquiridas, los estudiantes advertirán que la adquisición de conocimientos está asociada con el ejercicio de las habilidades intelectuales, es decir, que no puede existir una sólida adquisición de conocimientos sin la reflexión sobre su sentido y que el desarrollo de habilidades y nociones no es posible si éstas no se ejercen en relación con conocimientos específicos. De esta manera se espera que comprendan que la enseñanza de la historia que privilegia la memorización de datos (nombres, fechas, lugares, etcétera) no sólo tiene escasa influencia formativa en los alumnos sino que suele generar actitudes de subvaloración y rechazo del conocimiento histórico. Los temas de estudio de este curso tienen estrecha relación con las siguientes asignaturas: La Enseñanza en la Escuela Secundaria, Propósitos y Contenidos de la Educación Básica I y II, Desarrollo de los Adolescentes, Escuela y Contexto Social, y Observación del Proceso Escolar. ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS Los contenidos del curso están organizados en tres bloques temáticos. En cada uno de ellos se incluyen los propósitos específicos, los temas, las bibliografías básica y complementaria, los recursos audiovisuales y las actividades que se sugiere desarrollar para lograr los propósitos generales de la asignatura. Antes de iniciar el estudio de los temas propios del programa conviene que los alumnos conozcan el programa en su conjunto, así como el contenido de los materiales de apoyo para el estudio; de esta manera sabrán lo que se espera lograr al final del semestre y podrán identificar con anticipación los materiales de lectura que será necesario solicitar en la biblioteca de la escuela normal. El bloque I, “Situación actual de la enseñanza de la historia en la escuela secundaria”, tiene la finalidad de promover la reflexión de los alumnos normalistas acerca de la experiencia escolar que ellos mismos han tenido en relación con la enseñanza y el aprendizaje de la historia durante la educación básica y el bachillerato. ORIENTACIONES DIDÁCTICAS En este apartado se presentan sugerencias para el tratamiento de los contenidos, así como estrategias y actividades cuya puesta en práctica promueve el logro de los propósitos generales del curso. 1. Este curso tiene un carácter introductorio, que permitirá el acercamiento a los problemas y retos vinculados a la enseñanza de la historia; los temas abordados no se agotan con esta asignatura sino que, por la importancia que tienen en la formación de los futuros maestros 1 de secundaria, continuarán estudiándose a lo largo de la licenciatura. Así, aunque el programa contiene temas relacionados con la didáctica de la especialidad, la teoría de la historia y el desarrollo de las nociones histórico-sociales de los adolescentes, el objetivo no es la revisión puntual y exhaustiva de estos aspectos: se espera que los alumnos inicien su estudio para que adquieran un referente global que dará sentido a su formación en el campo de la especialidad. 2. Para lograr los propósitos del curso es necesario que los estudiantes realicen actividades que favorezcan el desarrollo y la aplicación permanente de sus habilidades intelectuales básicas, por eso se sugiere que el desarrollo del curso –sin menoscabo de la acción del profesor– funcione como un taller en el que los alumnos lean e interpreten textos, identifiquen y analicen tesis de los autores, resuelvan problemas, planteen hipótesis, redacten conclusiones y opiniones personales, etcétera. Asimismo, es necesario revisar la conveniencia de ciertas prácticas que imperan en la escuela normal, como son la distribución de temas al inicio del semestre para su exposición por parte de los alumnos y el papel de espectador –en la mayoría de los casos– del profesor de grupo; el dictado de apuntes; la lectura sin propósito definido, etcétera. Como la experiencia lo prueba, este tipo de actividades tienen escaso efecto formativo en los estudiantes y, además, en los hechos se les transmiten formas de enseñanza que posteriormente reproducen en el aula. Por lo tanto, es muy importante que se comprenda el sentido y la finalidad de las actividades propuestas para el estudio de los temas del programa, ya que de lo contrario se correrá el riesgo de que las sesiones sean un espacio en el que los alumnos sólo expresen comentarios generales y vagos que no conduzcan a reflexionar y a obtener conclusiones útiles sobre los temas o problemas analizados. 3. A continuación se proponen algunas actividades generales que pueden favorecer el desarrollo del curso. Además, en cada bloque se incluyen sugerencias de actividades específicas, que no constituyen secuencias didácticas rígidas ni completas, pues los maestros y alumnos podrán seleccionar o agregar las que consideren convenientes de acuerdo con los propósitos del curso y las características del grupo. a) Análisis de las experiencias personales de los alumnos. Los estudiantes normalistas han tenido varios cursos de historia a lo largo de la primaria, la secundaria y el bachillerato, esto les ha permitido conocer diversos estilos de enseñanza y experimentar distintas actividades de aprendizaje que han influido en sus actitudes sobre el conocimiento histórico. Es importante que a esta actividad se dediquen varias sesiones para que los estudiantes puedan analizar a fondo las experiencias expuestas y se supere el simple comentario anecdótico. Se requiere una participación muy activa del profesor de grupo para que plantee las preguntas que sean necesarias, confronte opiniones, oriente las discusiones, etcétera, a fin de que el análisis sea lo más completo posible. b) Lectura y análisis de textos. Para el desarrollo de este curso la lectura es una actividad fundamental. A partir de los textos leídos pueden proponerse ejercicios para identificar y comentar las hipótesis de un autor, elaborar resúmenes y comprender las ideas principales de un texto, comparar argumentos de diversos autores, etcétera. De esta manera, los futuros maestros conocerán diferentes estrategias que podrán aplicar en la escuela secundaria y tendrán más opciones para utilizar adecuadamente los libros de texto y otros materiales escritos. c) Planteamiento y solución de problemas. Una forma de contribuir al desarrollo de habilidades intelectuales es plantear problemas cuya resolución implique el análisis, la reflexión y la toma de decisiones a partir de información específica. La principal característica de un problema es que para su solución no existen rutas o procedimientos establecidos de antemano sino que se trata de situaciones cuya respuesta debe ser explorada creativamente por los alumnos. Pueden plantearse problemas que impliquen análisis crítico de textos, interpretación de información, síntesis de datos obtenidos de varias fuentes, respuesta a preguntas específicas, argumentación para un debate, etcétera. Es importante que, una vez resuelto el problema planteado, se realice una valoración colectiva de los resultados obtenidos por cada persona o equipo; ésta será la mejor manera de comunicar a los estudiantes que gran parte del conocimiento social se elabora a partir de interpretaciones e hipótesis propuestas que son aceptadas provisionalmente, mientras se crean otras que las corrigen. 2 d) Observación del proceso escolar. Los estudiantes observarán el desarrollo de clases de diversas asignaturas que se imparten en la escuela secundaria, entre ellas se espera que puedan presenciar algunas de historia. La observación de clases de historia permitirá conocer y analizar las formas de enseñanza, los recursos didácticos empleados, el tipo de actividades realizadas, los conocimientos y habilidades que se promueven y desarrollan, la organización del grupo, la actitud de los adolescentes y del profesor, y las estrategias de evaluación, entre otros. Como se señala en los programas correspondientes al área de acercamiento a la práctica escolar, la finalidad principal de las jornadas de observación no es calificar apresuradamente como “buena” o “mala” alguna clase, sino analizar y valorar lo observado a partir de cuestiones como las siguientes: ¿cómo dirigió el maestro la clase?, ¿en qué forma apoyaron los recursos didácticos empleados, fueron útiles?, ¿cuál fue la actitud de los estudiantes y del profesor: de interés o indiferencia?, ¿cómo organizó el maestro al grupo?, ¿la organización repercutió en el desarrollo de la clase?, etcétera. De esta manera, los estudiantes se darán cuenta de que existen distintos estilos de enseñanza y que los resultados que se obtienen con cada uno de ellos también son diferentes; algunos atraen más la atención y promueven una mayor participación de los adolescentes, mientras que otros generan desinterés. Con base en las experiencias que obtengan mediante la observación y el análisis colectivo, los futuros profesores podrán valorar las formas que conviene seguir para preparar y desarrollar las clases de historia y definirán, progresivamente, su propio estilo de enseñanza. SUGERENCIAS PARA LA EVALUACIÓN Es pertinente que el maestro de la asignatura acuerde con sus alumnos, desde el inicio del curso, las formas de evaluar; de esta manera, todos podrán orientar su desempeño según los compromisos establecidos. La evaluación tiene que ser congruente con el enfoque del programa, los propósitos educativos y las actividades de enseñanza. Por ejemplo, si de acuerdo con el enfoque de esta asignatura, durante la clase se promueve la realización frecuente de actividades en las que los estudiantes leen individualmente y discuten en pequeños equipos, interpretan información, proponen hipótesis, etcétera, sería poco acertado evaluar sólo con un instrumento que midiera la cantidad de datos que fueron capaces de memorizar. En este caso, el examen elegido debe conciliar tanto el enfoque del programa como el proceso de enseñanza empleado en el aula. Para evaluar puede aprovecharse la valoración de los argumentos que los alumnos expresan en clase, las preguntas que formulan, su intervención efectiva en los trabajos de equipo, así como los trabajos (ensayos, propuestas didácticas, registros de lectura) e investigaciones realizadas. Si se aplican pruebas escritas, de preferencia deben plantear a los estudiantes retos en los que apliquen la capacidad de análisis, juicio crítico, comprensión, relación, síntesis, argumentación, etcétera. Las “pruebas objetivas”, de correspondencia, opción múltiple y selección de enunciados falsos o verdaderos, deben considerarse complementarias a los procedimientos de evaluación sugeridos. Antes de iniciar el curso, el maestro puede plantear los momentos en que realizará actividades específicas de evaluación, así podrá dosificar los contenidos y prever el tiempo y los recursos que se requieran. Lo importante es que la evaluación se realice de manera permanente, se asuma como una extensión de las actividades de enseñanza y sea formativa para estudiantes y maestros, es decir, que aporte información para mejorar los resultados del proceso educativo. Asimismo, se pretende que los estudiantes exploren y conozcan las opiniones de los adolescentes acerca de las formas de enseñanza empleadas por sus maestros, así como sus actitudes hacia el conocimiento histórico. La intención es que los futuros maestros analicen y expliquen las posibles causas tanto de las actitudes de los adolescentes, como de la calidad de los aprendizajes logrados. Se espera que al realizar estas actividades los alumnos comprendan la trascendencia que tienen el maestro y las formas de enseñanza para despertar el gusto, el interés y la curiosidad por el conocimiento histórico. Con los temas del básica. Evolución importancia social trascendencia que bloque II, “Las finalidades de la enseñanza de la historia en la educación y planteamiento actual”, los estudiantes normalistas identificarán la del conocimiento histórico, de esta manera se espera que valoren la tiene en la formación intelectual de los adolescentes para que se 3 desenvuelvan en el futuro como ciudadanos responsables. Para ello revisarán cuáles han sido las finalidades de la enseñanza de la historia y la relación que éstas han tenido con las necesidades políticas y sociales de cada época histórica; se trata de que los estudiantes comprendan que dichas finalidades han evolucionado a lo largo del tiempo, que en algunos momentos se ha puesto énfasis en la formación de la identidad nacional, mientras en otros la preocupación ha sido el fomento de la unidad de los mexicanos. Particularmente revisarán cuál es el planteamiento actual en los programas de estudio. El bloque concluye con el análisis de la articulación del estudio de la historia entre la escuela primaria y la secundaria; la finalidad es que los estudiantes normalistas conozcan la continuidad que existe en cuanto a los propósitos educativos, los temas, las formas de enseñanza y, particularmente, la adquisición de conocimientos, el desarrollo de habilidades y nociones temporales, y la formación de valores y actitudes; de esta manera, valorarán la importancia que tiene la historia en la formación intelectual de los niños y los adolescentes a lo largo de la educación básica, y la trascendencia de la labor del maestro de secundaria para ampliar y consolidar los conocimientos, habilidades y actitudes de los alumnos que terminaron la educación primaria. Con el estudio de los temas del bloque III, “Los retos de la enseñanza de la historia”, más las conclusiones obtenidas en los bloques anteriores y las experiencias adquiridas en las jornadas de observación del proceso escolar, se pretende que los alumnos normalistas identifiquen los retos que implica enseñar historia en la escuela secundaria: un dominio amplio y profundo de los contenidos, de las características de la producción del conocimiento histórico, así como de diversas formas de enseñanza y evaluación; este dominio es la base fundamental para interesar a los alumnos y contribuir no sólo a que adquieran conocimientos específicos sino también a que desarrollen habilidades intelectuales y la capacidad para pensar históricamente. El reconocimiento de estos retos constituye un punto de partida importante para orientar la formación profesional a lo largo de la licenciatura. PROPÓSITOS GENERALES Al desarrollar este curso se pretende que los estudiantes normalistas: 1. A partir de sus experiencias de aprendizaje, reflexionen acerca de la importancia que tienen el maestro y las formas de enseñanza para propiciar el interés, gusto y curiosidad por el estudio de la historia y para fomentar en los adolescentes actitudes favorables hacia el conocimiento histórico. 2. Identifiquen las finalidades de la enseñanza de la historia a lo largo del tiempo y las relacionen con las necesidades políticas y sociales predominantes. 3. Reconozcan la continuidad de la enseñanza de la historia en el plan y programas de estudio de la educación primaria y secundaria. Asimismo, valoren la importancia del conocimiento histórico en la formación intelectual y cívica de los adolescentes. 4. Identifiquen los principales retos en la enseñanza de la historia relacionados con las características propias del conocimiento histórico, la capacidad de comprensión de los alumnos y las formas de enseñanza y evaluación. 4 BLOQUE I SITUACIÓN ACTUAL DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA EN LA ESCUELA SECUNDARIA PROPÓSITOS Al estudiar los temas y realizar las actividades propuestas se espera que los estudiantes: 1. Reconozcan la influencia de la labor del maestro y de las formas de enseñanza en el desarrollo de las actitudes de los estudiantes. 2. Conozcan cuáles son las actitudes predominantes de los adolescentes respecto al conocimiento histórico e indaguen sus posibles causas en ámbitos relacionados con los contenidos educativos, la enseñanza, los materiales educativos, la organización del trabajo escolar y la competencia didáctica de los maestros. TEMAS 1. Experiencia escolar de los estudiantes normalistas: • La función de los maestros en la clase. • Las formas de enseñanza: tipos de actividades, participación de los alumnos, uso del libro de texto y otros recursos. 2. Opiniones de los adolescentes acerca de las formas de enseñanza actuales. 3. Exploración de los conocimientos que poseen los adolescentes. Actitudes predominantes hacia el conocimiento histórico. Explicación de las posibles causas de la calidad de los aprendizajes logrados y de las actitudes hacia el conocimiento histórico. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA • • Carrillo, Carlos A. (1998), “Indicaciones acerca del estudio de la historia”, en Cero en conducta, año XIII, núm. 46, octubre, México, Educación y Cambio, pp. 67-71. SEP, (1999), Cómo se enseña hoy historia, México, videocinta. SUGERENCIAS DIDÁCTICAS 1. Comentar en equipo algunas experiencias vividas en relación con la enseñanza y el aprendizaje de la historia (conviene considerar desde la educación básica hasta el bachillerato). a) Los comentarios deberán hacerse con base en cuestiones como las siguientes: • Qué tipo de actividades realizaban los maestros para conducir la clase. • Cuáles eran las formas de enseñanza empleadas, qué recursos educativos utilizaban. • Qué tipo de actividades proponían realizar a los estudiantes. • Qué tipo de conocimientos les interesaba que se aprendieran, cómo promovían la participación de los alumnos. • Cómo evaluaban, cómo calificaban. b) Analizar los comentarios expresados y elaborar en plenaria un listado en el que se señalen las actitudes de los maestros, las formas de enseñanza, las actividades realizadas, etcétera, que fomentaron el interés por la historia, y la relación que existe con la decisión de ser maestros de esta asignatura. c) Leer el texto “Indicaciones acerca del estudio de la historia” y señalar las principales críticas que Carrillo hace a la enseñanza de la historia. • Contestar las preguntas: ¿aún son vigentes las ideas de Carrillo?, ¿por qué? Además de considerar los argumentos del autor, conviene tomar en cuenta la experiencia personal. d) Observar el video Cómo se enseña hoy historia (se encuentra en los Centros de Maestros) y redactar un texto: “Carta a mi maestro(a) de …”, en el que los estudiantes 5 normalistas, a partir de los comentarios expresados y escuchados, rememoren alguna experiencia y formulen recomendaciones para mejorar las formas de enseñanza de la historia en el aula. 2. Solicitar a estudiantes de secundaria que escriban una carta a su maestro de historia en la que manifiesten opiniones respecto a lo que más les gusta de la clase, lo que no les agrada, lo que modificarían para hacerla más interesante, lo que han aprendido, los temas que les gustaría estudiar, las formas de trabajo que preferirían emplear, etcétera. a) Comentar y analizar en grupo el contenido de algunas cartas: ¿qué tipo de comentarios predominan?, ¿cuáles son las actitudes de los adolescentes hacia el conocimiento histórico?, ¿cuáles serán las posibles causas de dichas actitudes?, etcétera. b) Tomando en consideración las opiniones de los adolescentes, escribir sugerencias acerca de los aspectos que deberían modificarse para mejorar la enseñanza de la historia. 3. Para realizar esta actividad se requiere que los estudiantes normalistas: a) Conversen con adolescentes de diferentes grados de la educación secundaria para obtener información acerca de los siguientes aspectos: • Actividades que realizan los maestros para dirigir la clase. • Actividades que realizan los alumnos. • Las formas de evaluar y las prioridades de los maestros en relación con el aprendizaje de los alumnos (es decir, qué conocimientos les interesa que sus alumnos adquieran). b) Revisen los cuadernos de los alumnos para conocer el tipo de actividades que contienen. c) Comentar en equipo el tipo de información obtenida y definir criterios para clasificarla; por ejemplo, si en general existe coincidencia en la forma como se desempeña el maestro frente a la clase, éste puede ser un criterio para agrupar la información. d) Una vez ordenada la información, organizar un debate acerca de las semejanzas entre las experiencias vividas por los estudiantes normalistas y los testimonios de los adolescentes. c) Con base en la información recabada elaborar hipótesis acerca del tipo de conocimientos adquiridos y de las habilidades y actitudes desarrolladas por los adolescentes según las actividades que realizan en el aula. 4. Escribir un texto en el que los estudiantes expliquen qué harían, y qué no harían, para despertar en los adolescentes el gusto y la curiosidad por el conocimiento histórico. BLOQUE II LAS FINALIDADES DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA EN LA EDUCACIÓN BÁSICA. EVOLUCIÓN Y PLANTEAMIENTO ACTUAL PROPÓSITOS Al estudiar los temas y realizar las actividades propuestas se espera que los estudiantes: 1. Comprendan la función social del conocimiento histórico. 2. Conozcan las finalidades que ha tenido la enseñanza de la historia a lo largo del tiempo y las relacionen con las necesidades políticas y sociales predominantes en cada época. 3. Conozcan las finalidades de la enseñanza de la historia en los programas de estudio vigentes y analicen la secuencia y articulación de los contenidos de historia entre la escuela primaria y secundaria. 6 TEMAS 1. Importancia social del conocimiento histórico. 2. Finalidades de la enseñanza de la historia: una recapitulación histórica. 3. La relación entre las finalidades y las necesidades políticas y sociales. La formación de la identidad nacional. 4. Continuidad de la enseñanza de la historia entre la educación primaria y secundaria. Las finalidades de la enseñanza de la historia en los programas vigentes: • La prioridad a los fines formativos. Relación entre información y formación. • La comprensión del pasado como elemento para la explicación del presente. La capacidad de “pensar históricamente”. • El desarrollo de habilidades intelectuales y la comprensión de nociones para el estudio de la historia y los hechos sociales. • El papel de la enseñanza de la historia en la formación ética y cívica. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA • • • • • • • • • • Braudel, Fernand (1994), “El vino”, en Bebidas y excitantes, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial, pp. 12-20. Florescano, Enrique (1994), “Valor y uso del pasado”, en Memoria mexicana, México, FCE, pp. 177-184. — (1997), “La función social del historiador”, en La historia y el historiador, México, FCE (Fondo 2000), pp. 63-88. Ginzburg, Carlo (1998), El queso y los gusanos; el cosmos según un molinero del siglo XVI, México, Océano, pp. 35-42. Krauze, Enrique (1995), “Donde el agua se arremolina”, en El amor a la tierra: Emiliano Zapata, México, FCE, pp. 29-37. Le Goff, Jacques (1996), “Algunas observaciones sobre cuerpo e ideología en el Occidente medieval”, en Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona, Gedisa, pp. 40-42. Ramírez Raymundo, Rodolfo (1998), “La enseñanza de la historia en la escuela primaria”, en Cero en conducta, año XIII, núm. 46, octubre, México, Educación y Cambio, pp. 25-41. SEP (1994), Plan y programas de estudio, 1993. Educación básica. Secundaria, 2ª ed., México. — (1993), Plan y programas de estudio, 1993. Educación básica. Primaria, México. Taboada, Eva (1995), “Los fines de la enseñanza de la historia en la educación básica”, ponencia presentada en el Primer Encuentro de Profesores de Historia en Educación Básica, México, Escuela Normal Superior de México. Trepat, Cristófol (1995), “Virtudes educativas de la historia”, en Procedimientos en historia. Un punto de vista didáctico, Barcelona, Graó, pp. 128-135. Vázquez, Josefina Zoraida (1970), “La enseñanza de la historia, 1859-1889”, “La enseñanza de la historia, 1889-1917”, “La enseñanza de la historia, 1917-1940” y “La enseñanza de la historia, 1940-1960 ”, en Nacionalismo y educación en México, México, El Colegio de México, pp. 68-91, 111-141, 182-223 y 241-284. SUGERENCIAS DIDÁCTICAS 1. Leer las siguientes afirmaciones para comentarlas y analizarlas en equipo. Después, organizar un debate en el grupo y resumir las opiniones expresadas. • “La historia es maestra de la vida” (Cicerón). • “...toda unidad nacional, así sea en Francia, en Inglaterra o en México, sólo se consigue a través de una conciencia nacional. A su vez, la conciencia nacional es resultante del conocimiento del origen, desarrollo, vicisitudes, gloriosos hechos y tradiciones de un pueblo” (L. Chávez Orozco). • “El estudio de la historia permitirá al ciudadano sensato deducir el probable desarrollo social en el futuro próximo” (G. Childe). 7 • “El conocimiento histórico enseña que desde los tiempos más remotos los seres humanos se organizaron en grupos, tribus, pueblos y naciones dotados de un profundo sentimiento de solidaridad e identidad” (E. Florescano). • “Los ilustrados franceses creían que [la historia] podía emplearse para denunciar la tiranía y la superstición, para abrir los ojos de los hombres a la realidad y educar las conciencias” (J. Fontana). • “El saber histórico prepara para el gobierno de los Estados” (Polibio). • “El conocimiento de la historia es absolutamente indispensable para entender la vida social presente y para encauzar rectamente la vida futura de la humanidad. El aprendizaje de la historia favorece, pues, la buena ciudadanía” (R. Ramírez). • “Al historiador le interesa, como a cualquier científico, conocer un sector de la realidad; la historia tendría como objetivo el esclarecimiento racional de ese sector. [...] Porque, aunque no se lo proponga, la historia cumple una función: la de comprender el presente” (L. Villoro). Después de participar en el debate y de conocer las conclusiones, cada estudiante redactará un texto que responda a la pregunta: ¿para qué sirve el conocimiento histórico? 2. Para realizar la siguiente actividad se requiere leer los textos de F. Braudel, E. Florescano, C. Ginzburg, E. Krauze y J. Le Goff. El propósito de la actividad es que los estudiantes normalistas se percaten y reflexionen acerca de las diversas funciones del conocimiento histórico, por lo tanto conviene que los textos se lean con base en las siguientes indicaciones: • Cuál es el tema o problema que aborda, explicarlo brevemente. • A qué época o periodo histórico se refiere su contenido. • A manera de hipótesis señalar la función que tiene la historia en cada caso (tomar en cuenta las conclusiones de la actividad 1). • Escribir un breve ensayo en el que se aborde el tema: “La función del conocimiento histórico”. 3. Leer el texto de E. Florescano, “La función social del historiador”, y realizar las siguientes actividades: • Explicar brevemente el tema que aborda el autor. • Con enunciados breves y precisos indicar las funciones sociales que E. Florescano le otorga a la historia. Comparar los argumentos del autor con las ideas expresadas en el ensayo realizado en la actividad 2. • Comentar en equipo y escribir una conclusión personal acerca de las siguientes preguntas: ¿qué sentido tienen los planteamientos de Florescano para un futuro maestro que enseñará historia a adolescentes en la escuela secundaria?, ¿cómo contribuyen a su formación? 4. Para identificar las finalidades de la enseñanza de la historia a lo largo de la historia de México deberán leerse los cuatro artículos de J. Vázquez; por lo tanto, es importante que se programe el número de sesiones que se dedicarán a su análisis, de tal manera que todos los alumnos lean y conozcan con profundidad los planteamientos de la autora; la intención es evitar la práctica común de que los alumnos leen sólo uno de los textos y de los otros se enteran mediante la exposición en equipos. Esta forma de proceder, como lo muestra la experiencia, es poco formativa para los estudiantes. a) Antes de iniciar la sesión conviene que los alumnos normalistas estudien el contexto social, político y cultural del periodo abordado por la autora y elaboren una síntesis al respecto. Para ello se sugiere analizar los propios elementos expuestos por J. Vázquez o consultar algún texto de historia de México, por ejemplo, Historia mínima de México, coordinado por Daniel Cosío Villegas, o cualquier otro del acervo de la biblioteca de la escuela normal. Los resultados obtenidos pueden exponerse en plenaria o mediante un panel, lo importante es que los estudiantes logren conocer y sistematizar las características del periodo para después analizar su influencia en las finalidades de la enseñanza de la historia. b) Se sugiere estudiar los textos de J. Vázquez de la siguiente manera: • Después de leer el texto elaborar un resumen en el que se destaquen las finalidades • 8 de la enseñanza de la historia en el periodo estudiado. Relacionar dichas finalidades con el ambiente político, social y cultural de la época y, a manera de hipótesis, explicar de qué manera el contexto influyó en las propuestas • • que los hombres de la época hicieron acerca de la enseñanza de la historia. Exponer casos específicos que ilustren los argumentos expresados. Presentar los resultados de las actividades anteriores a todo el grupo mediante la forma que determinen el maestro y sus alumnos (panel, plenaria, mesa redonda, conferencias, periódico mural, redacción de ensayos, etcétera). Cada estudiante deberá redactar sus propias conclusiones acerca del tema. 5. Considerando las conclusiones obtenidas con la lectura de Vázquez contestar la pregunta: ¿por qué es importante, además de saber cuáles son las finalidades de la enseñanza de la historia, conocer las prácticas de enseñanza? Argumentar la respuesta. 6. Leer los textos de E. Taboada, C. Trepat y el enfoque de la enseñanza de la historia del plan de estudios de la educación secundaria. a) Desde el punto de vista de Trepat, ¿cuáles son las finalidades de la enseñanza de la historia? b) Según E. Taboada, ¿cuáles son los principales elementos que se han incorporado recientemente a las finalidades de la enseñanza de la historia?, ¿a qué se debe? c) ¿Cuáles son las finalidades de la enseñanza de la historia expresadas en el plan de estudios de secundaria? 7. Consultar en la biblioteca de la escuela normal planes y programas de estudio de educación secundaria correspondientes a diferentes épocas y elaborar un cuadro que concentre los contenidos de estudio en cada grado escolar. Después, contestar las siguientes preguntas: ¿cuál es el tipo de temas que predominan (políticos, militares, culturales, de vida cotidiana, etcétera)?, ¿qué tipo de recomendaciones didácticas se hacen para su enseñanza? 8. Escribir un ensayo acerca de la evolución de las finalidades de la enseñanza de la historia, desde mediados del siglo xix hasta nuestros días. 9. Para realizar esta actividad se requiere leer los enfoques de los programas de historia de primaria y secundaria, y el texto de Rodolfo Ramírez. • Enunciar cuáles son y en qué consisten los cinco rasgos del enfoque para la enseñanza de la historia en la escuela primaria y secundaria. • A partir de las lecturas anteriores, señalar los propósitos de la enseñanza de la historia en la escuela primaria y secundaria. • Para advertir la complejidad gradual de los temas de estudio de la primaria a la secundaria se sugiere elaborar un cuadro en el que se transcriban los contenidos relacionados con los temas “El descubrimiento de América” y “Conquista y Colonia”. • Revisar cómo son tratados dichos temas en los libros de texto de primaria y secundaria (los estudiantes del grupo pueden organizarse para conseguir textos de los dos niveles educativos). Analizar la finalidad de los elementos de los libros: texto, fotografías, gráficas, ilustraciones, actividades, etcétera. • Elaborar un cuadro a dos columnas en el que se destaquen los elementos comunes (enfoque, propósitos, características de los programas, tratamiento de temas) que dan continuidad a la enseñanza de la historia entre la educación primaria y secundaria. 10. Organizar un panel cuyo tema sea “Continuidad de la enseñanza de la historia entre la educación primaria y secundaria”. 9 BLOQUE III LOS RETOS DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA PROPÓSITO Al estudiar los temas y realizar las actividades propuestas se espera que los estudiantes: 1. Reconozcan que la enseñanza de la historia en la escuela secundaria implica conocer las características propias de esa especialidad, así como el dominio de diversas formas de enseñanza y evaluación y la comprensión del desarrollo de las nociones histórico-sociales en los adolescentes. TEMAS 1. Las características del conocimiento histórico y el conocimiento del desarrollo de las nociones histórico-sociales en los adolescentes: su importancia para el tratamiento de los contenidos de enseñanza. 2. Formas de enseñanza y de evaluación de la historia. Características centrales y supuestos en que se fundamentan. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA • • • • De Gortari, Hira (1998), “El reto de enseñar historia”, en Cero en conducta, año XIII, núm. 46, octubre, México, Educación y Cambio, pp. 13-23. Pozo, Ignacio (1985), El niño y la historia, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, p. 32. Sánchez Quintanar, A. (1995), “Didáctica de la historia”, audiocinta de la serie El conocimiento en la escuela, núm 1, México, SEP [Entrevista]. SEP (1996), “La evaluación”, en Libro para el maestro. Historia, cuarto grado, México, pp. 87-99. SUGERENCIAS DIDÁCTICAS 1. Esta actividad tiene la finalidad de indagar acerca de los conocimientos, habilidades y nociones que poseen alumnos de 11 a 15 años de edad. No se trata de identificar errores o deficiencias para hacer juicios apresurados, sino de analizar y comprender el tipo de respuestas, los problemas de aprendizaje que expresan y sus posibles causas. Para ello se propone plantear los siguientes ejercicios: • ¿Qué es una revolución? • ¿Qué significa la siguiente expresión: “defensa de la soberanía nacional”? • ¿Cuántos años transcurrieron desde la llegada de Cristóbal Colón a América (1492) hasta la toma de México-Tenochtitlan (1521)?; o ¿cuántos siglos han transcurrido desde la llegada de Cristóbal Colón a América (1492) hasta nuestros días (año 2000)? • Mencionar el papel desempeñado en la historia de México por los siguientes personajes: Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Emiliano Zapata, Antonio López de Santa Anna. • Ordenar una secuencia cronológica de cinco acontecimientos. • Indicar qué duró más años: la época de los cazadores recolectores nómadas o la Edad Media. • Mencionar tres causas de la guerra de independencia. Para cada uno de los problemas anteriores se pedirá a los niños o adolescentes que argumenten sus respuestas. Si es necesario, se deberán hacer preguntas adicionales. Lo importante es obtener la mayor cantidad de información posible para analizarla después de realizar las siguientes actividades. 2. Para realizar estas actividades se requiere leer el texto de I. Pozo: a) Desde el punto de vista de Pozo, ¿qué estudia la historia?, ¿por qué se requiere el dominio de la noción tiempo histórico para la comprensión del pasado? Discutir y argumentar en equipos y presentar las conclusiones en plenaria (conviene que además 10 de las ideas del autor se tomen en cuenta experiencias propias que ilustren los planteamientos del equipo). b) En equipo, definir por escrito a qué se refiere el término tiempo histórico. Leer las definiciones al resto del grupo para analizar el contenido y el sentido de cada definición. c) Elaborar un cuadro a dos columnas en el que se destaquen las diferencias entre el tiempo personal y el tiempo histórico. Comparar los resultados obtenidos con los de otros estudiantes. d) Señalar las semejanzas que existen entre el tiempo personal y el tiempo histórico. e) Señalar los conceptos que, según el autor, forman parte de la noción tiempo histórico. Explicar en qué consiste cada uno de ellos. f) Explicar el desarrollo de cada uno de esos conceptos en los niños y los adolescentes y la forma como la enseñanza puede contribuir a estimularlos. 3. A partir de la lectura del texto de I. Pozo, analizar algunas respuestas obtenidas a los ejercicios planteados en la actividad 1. a) Conviene tomar como guía las siguientes preguntas: • ¿Cuáles son los problemas más frecuentes?, ¿en qué consisten?, ¿cuáles son sus posibles causas?, ¿qué relación tienen con el tipo de actividades que generalmente se realizan en el aula? • De los ejercicios que implican nociones temporales, ¿cuáles fueron más difíciles de resolver para los niños?, ¿existen diferencias en la forma de solución, según la edad de los niños? Citar casos específicos que ilustren las opiniones y los comentarios. • De los ejercicios que implican explicaciones causales o conceptuales, ¿las respuestas definen el término propuesto, lo definen parcialmente o la respuesta no tiene ninguna relación con él?, ¿las respuestas se relacionan con un hecho concreto y cercano al niño o demuestran cierto nivel de abstracción? Mencionar ejemplos específicos. • ¿En qué consisten los logros de aprendizaje mostrados por los niños? b) A partir de la lectura de Pozo y del análisis de las respuestas de los niños escribir un ensayo sobre el tema: “Las nociones histórico-sociales y el aprendizaje de la historia”. c) Redactar una carta imaginaria, dirigida a un maestro de escuela secundaria, para comentarle la importancia de tomar en cuenta las nociones de los alumnos en la enseñanza de los contenidos histórico-sociales. 4. Describir y analizar la secuencia de una clase de historia impartida en la escuela secundaria. • • ¿Cuál es el tema de la clase? ¿Cómo inició la clase el maestro?, ¿hace preguntas para indagar los conocimientos previos de los alumnos sobre el tema?, ¿cuál es la actitud de los alumnos: participan, expresan sus ideas, se mantienen callados? • ¿Qué tipo de actividades realizaron los alumnos?, ¿mostraron interés por la clase?, ¿por qué? • ¿Qué recursos se utilizaron?, ¿cómo se emplearon?, ¿facilitaron el desarrollo de la clase?, ¿motivaron a los alumnos? • ¿La forma de enseñanza propicia la adquisición de conocimientos y el desarrollo de habilidades, nociones y actitudes? Argumentar respuesta. Si es posible, describir casos específicos de actividades que propician el desarrollo de nociones temporales. 5. Esta actividad tiene el propósito de que los estudiantes analicen las prácticas de evaluación a partir de la información y las evidencias recogidas durante las jornadas de observación (exámenes, trabajos, cuadernos de los alumnos, etcétera). a) Describir las formas de evaluación más frecuentes observadas durante las estancias en la escuela. Conviene mostrar evidencias para fundamentar las opiniones, por ejemplo, relatos de la clase o ejemplos de reactivos de exámenes. Es importante que en las 11 descripciones se comenten aspectos como: ¿en qué momento se evalúa?, ¿qué tipo de instrumentos se utilizan para evaluar?, ¿para qué se evalúa: para calificar, para saber si se lograron los propósitos, para mejorar las formas de enseñanza? b) En grupo, analizar los casos y obtener conclusiones acerca de la siguiente pregunta: ¿en qué medida las formas de evaluación observadas en la escuela secundaria coinciden con el enfoque de enseñanza propuesto en el plan de estudios? 6. Leer el capítulo “La evaluación”, del Libro para el Maestro. Historia, cuarto grado y realizar las siguientes actividades: a) Elaborar un resumen de la crítica que se hace en el texto a las formas predominantes de evaluación. b) Discutir y reflexionar sobre los siguientes asuntos: • ¿La evaluación consiste sólo en medir los conocimientos adquiridos por los alumnos o existen otros aspectos que también pueden, y deben, evaluarse? • ¿En qué consiste la evaluación de habilidades, actitudes y valores? • ¿Por qué es necesario evaluar el desarrollo de habilidades y actitudes? c) Organizar un panel con el tema “La evaluación del aprendizaje de la asignatura Historia”. Se sugiere debatir sobre los siguientes aspectos: • Formas de evaluación más usuales: ventajas y desventajas. • Los momentos de la evaluación. • Otras formas de evaluación: la participación de los alumnos, la redacción de textos, las “pruebas objetivas”. d) Elaborar una recapitulación de las ideas principales expresadas por el grupo y escribir cinco sugerencias para evaluar el aprendizaje de los adolescentes en la asignatura Historia. Comparar sus propuestas con las de sus compañeros. 7. Leer la entrevista a H. de Gortari y escuchar el audio “Didáctica de la historia”, de A. Sánchez Quintanar. a) Elaborar una síntesis de los principales argumentos relacionados con la enseñanza y el aprendizaje de la historia expresados por los autores y a partir de ellos y de las lecturas y comentarios realizados a lo largo del curso, escribir cuáles son los retos que deben afrontar los maestros para enseñar historia en la escuela secundaria. Se sugiere agruparlos de la siguiente manera: Retos relacionados con: • Las características propias del conocimiento histórico. • Las formas de enseñanza y evaluación. • El uso de los recursos didácticos. • El desarrollo de las nociones histórico-sociales de los adolescentes. b) Organizar un panel en el que se discuta y analice el tema “Retos para la enseñanza de la historia”. 8. Redactar conclusiones generales acerca de los temas abordados en este bloque. 12 MATERIAL DE APOYO 13 14 QUÉ ES LA HISTORIA LA HISTORIA Y LOS HOMBRES Marc Bloch Se ha dicho alguna vez: “La Historia es la ciencia del pasado”. Me parece una forma impropia de hablar. Porque, en primer lugar, es absurda la idea de que el pasado, considerado como tal, puede ser objeto de un conocimiento racional, sin una delimitación previa, una serie de fenómenos que no tienen otro carácter común que el no ser nuestros contemporáneos ¿Cabe imaginar en forma semejante una ciencia total del Universo en su estado actual? Sin duda, en los orígenes de la historiografía estos escrúpulos no embarazaban apenas a los viejos analistas. Contaban confusamente acontecimientos sólo unidos entre sí por la circunstancia de haberse producido aproximadamente en el mismo momento: los eclipses, las granizadas, la aparición de sorprendentes meteoros, con las batallas, los tratados, la muerte de héroes y reyes. Pero en esta primera memoria de la humanidad, confusa como una percepción infantil, un esfuerzo de análisis sostenido ha realizado poco a poco la clasificación necesaria. Es cierto que el lenguaje, por esencia tradicionalista, conserva voluntariamente el nombre de historia a todo estudio de un cambio en la duración… La costumbre carece de peligro, porque no engaña a nadie. En este sentido hay una historia del sistema solar, ya que los astros que lo componen no han sido siempre como los vemos. Esa historia incumbe a la astronomía. Hay una historia de las erupciones volcánicas que seguramente tiene el mayor interés para la física del globo. Esa historia no pertenece a la historia de los historiadores. O, por lo menos, no le pertenece quizás más que en la medida en que se viera que sus observaciones, por algún sesgo especial, se unen a las preocupaciones específicas de nuestra historia de los historiadores. ¿Entonces, cómo se establece en la práctica la repartición de las tareas? Un ejemplo bastará para que lo comprendamos, mejor, sin duda, que muchos discursos. En el siglo X de nuestra era había un golfo profundo, el Zwin, en la costa flamenca. Después se cegó. ¿A qué rama del conocimiento cabe asignar el estudio de este fenómeno? Al pronto, todos responderán que a la geología. Mecanismo de los aluviones, función de las corrientes marítimas, cambios tal vez en el nivel de los océanos. ¿No ha sido creada y traída al mundo la geología para que trate de todo eso? Sin duda. No obstante, cuando se examina la cuestión más de cerca, descubrimos que las cosas no son tan sencillas. ¿Se trata ante todo de escrutar los orígenes de la transformación? He aquí ya a nuestro geólogo obligado a plantearse cuestiones que no son estrictamente de su incumbencia. Porque, sin duda, el colmataje fue cuando menos favorecido por la construcción de diques, por la desviación de canales, por desecaciones: actos humanos, nacidos de necesidades colectivas y que sólo fueron posibles merced a una estructura social determinada. En el otro extremo de la cadena, nuevo problema: el de las consecuencias. A poca distancia del fondo del golfo había una ciudad: Brujas, que se comunicaba con él por corto trecho de río. Por las aguas del Zwin recibía o expedía la mayor parte las mercancías que hacían de ella, guardando todas las proporciones, el Londres o el Nueva Cork de aquel tiempo. El golfo se fue cegando, cada día más ostensiblemente. Buen trabajo tuvo Brujas, a medida que se alejaba la superficie inundada, de adelantar cada vez más sus antepuertos: fueron quedando paralizados sus muelles. Sin duda no fue ésa la única causa de su decadencia. ¿Actúa alguna vez lo físico sobre lo social sin que su acción se preparada, ayudada o permitida por otros factores que viven ya del hombre? Pero en el movimiento de las ondas causales, aquella causa cuenta al menos, sin duda, entre las más eficaces. Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica según sus necesidades el suelo en que vive es, como todos percibimos por instinto, un hecho eminentemente “histórico”. Así mismo, las vicisitudes de un rico foco de intercambios; por un ejemplo harto característico de la topografía del saber, he ahí, pues de una parte, un punto de intersección en que la alianza de dos disciplinas se revela indispensable para toda tentativa de explicación; de otra parte, un punto de tránsito, en que una vez que se ha dado cuenta de un fenómeno y que sólo sus efectos, por lo demás, están en la balanza, es cedido en cierto modo definitivamente por una disciplina a otra. ¿Qué ha ocurrido, cada vez, que haya parecido pedir imperiosamente la intervención de la historia? Es que ha aparecido lo humano. En efecto, hace mucho que nuestros grandes antepasados, un Michelet y un Fustel de Coulanges, nos habían enseñado a 15 reconocerlo: el objeto de la historia es esencialmente el hombre. 4 Mejor dicho: los hombres. Más que el singular, favorable a la abstracción, conviene a una ciencia de lo diverso el plural que es el modo gramatical de la relatividad. Detrás de los rasgos sensibles del paisaje, de las herramientas o de las máquinas, detrás de los escritorios aparentemente más fríos y de las instituciones aparentemente más distanciadas de los que las han creado, la historia quiere aprehender a los hombres. 5 Quien no lo logre no pasará jamás, en el mejor de los casos, de ser un obrero manual de la erudición. Allí donde huele la carne humana, sabe que está su presa. Del carácter de la historia, en cuanto conocimiento de los hombres, depende su posición particular frente al problema de la expresión. ¿Es la historia una ciencia o un arte? Hacia 1800 les gustaba a nuestros tatarabuelos discernir gravemente sobre este punto. Más tarde, por los años de 1890, bañados en una atmósfera de positivismo un tanto rudimentaria, se pudo ver cómo se indignaban los especialistas de método porque en los trabajos históricos el público daba importancia, según ellos excesiva, a lo que se llamaba la “la forma”. ¡El arte contra la ciencia, la forma contra el fondo! ¡Cuántas querellas que más vale mandar al archivo de la escolástica! No hay menos belleza en una exacta ecuación que en una frase precisa. Pero cada ciencia tiene su propio lenguaje estético. Los hechos humanos son esencialmente fenómenos muy delicados y muchos de ellos escapan a la medida matemática. Para traducirlos bien y, por lo tanto, para comprenderlos bien (¿acaso es posible comprender perfectamente lo que no se sabe decir? Se necesita gran finura de lenguaje, un color adecuado en el tono verbal. Allí donde es imposible calcular se impone sugerir. Entre la expresión de las realidades del mundo físico y la expresión de las realidades del espíritu humano, el contraste es, en suma, el mismo que entre la tarea del obrero que trabaja con una fresadora y la tarea del violero: los dos traban al milímetro, pero el primero usa instrumentos mecánicos de precisión y el violero se guía, sobre todo, por la sensibilidad del oído y de los dedos. No sería conveniente que uno y otro trataran de imitarse respectivamente. ¿Habrá quien niegue que haya un tacto de las palabras como hay un tacto de la mano? EL TIEMPO HISTÓRICO “Ciencia de los hombres”, hemos dicho. La frase es demasiado vaga todavía. Hay que 16 agregar: “de los hombres en el tiempo”. El historiador piensa no sólo lo “humano”. La atmósfera en que su pensamiento respira naturalmente es la categoría de la duración. Es difícil, sin duda, imaginar que una ciencia, se la que fuere, puede hacer abstracción del tiempo. Sin embargo, para muchas ciencias que, por convención, dividen el tiempo en fragmentos artificiales homogéneos, éste apenas representa algo más que una medida. Por lo contrario el tiempo de la historia, realidad concreta y viva abandonada a su impulso irreversible, es el plasma mismo en que se bañan los fenómenos y algo así como el lugar de su inteligibilidad. El número de segundos, de años o de siglos que exige un cuerpo radioactivo para convertirse en otros cuerpos, es un dato fundamental de la atomística. Pero que esta o aquella de sus metamorfosis haya ocurrido hace mil años, ayer u hoy, o que deba producirse mañana, es una consideración que interesa sin duda al geólogo, porque la geología es a su manera una disciplina histórica, mas deja al físico perfectamente impávido. En cambio, a ningún historiador le bastará comprobar que César necesitó ocho años para conquistar la Galia; que Lucero necesitó quince años para que del novicio ortodoxo de Erfurt saliera el reformador de Wittemgerg. Le interesa mucho más señalar el lugar exacto que ocupa la conquista de la Galia en la cronología de las vicisitudes de las sociedades europeas; y sin negar en modo alguno lo que haya podido contener el terno una crisis del alma como la del hermano Martín, no creerá haber rendido cuenta exacta de ella más que después de fijado con precisión su momento en la curva de los destinos simultáneos del hombre que fue su héroes y de la civilización que tuvo por clima. Ahora bien, este tiempo verdadero es, por su propia naturaleza, un continuo. Es también cambio perpetuo. De la antítesis de estos dos atributos provienen los grandes problemas de la investigación histórica. Éste, antes que otro alguno, pues, pone en tela de juicio hasta la razón de nuestros trabajos. Consideremos dos periodos sucesivos demarcados en el suceder ininterrumpido de los tiempos. ¿En qué medida el lazo que establece entre ellos el flujo de la duración es mayor o menor que las diferencias nacidas de la propia duración? ¿Habrá que considerar el conocimiento del período más antiguo como necesario o superfluo para el conocimiento del más reciente? ¿DE QUÉ ASPECTOS DE LA ACTIVIDAD HUMANA DEBE OCUPARSE DE LA HISTORIA? José Fontana La historia tradicional tenía la vida política en el centro de su universo, ya fuese en la forma de actividad guerrera, de las relaciones diplomáticas internacionales o, en el plano nacional, de la evolución de las instituciones de gobierno y de legislación. Batallas, leyes y tratados constituían sus elementos fundamentales. A la vez que denunciaba la “historia de los reyes”, Voltaire atacaba también la dedicación exclusiva de los historiadores a los hechos políticos y militares, proclamando: “Una esclusa del canal que une los Dos Mares, un cuadro de Poussin, una bella tragedia… son cosas mil veces más preciosas que todos los anales de la corte y todas las relaciones de campañas militares”. Pero la “historia de la cultura” que surgió de esta condena moral resultó ser tan minoritaria y restringida como la otra, puesto que la cultura que estudiaba era la de las clases dominantes. ¿Cómo vamos a comprender las sociedades del pasado a través de su cultura escrita, si hasta mediados del siglo XIX, por lo menos, estas sociedades incluían un 80% a 90% de analfabetos? E, incluso, de esta cultura escrita, tan sólo su estrato superior, el más minoritario, recibe la atención de los investigadores. Lo que solemos llamar “arte del pueblo”, y no “por el pueblo”- recibe una atención secundaria, como un fenómeno pintoresco que se considera con la misma condescendencia que reservamos para las culturas de los pueblos primitivos que todavía existen. Por otra parte, esta historia de la cultura de las minorías dirigentes pretende, por lo general, explicarse a sí misma, sin recurrir a otros datos de la actividad social. Una obra literaria se explica por sus antecedentes literarios, por las obras que se han escrito con anterioridad y que han podido influir sobre el autor; una teoría científica es el resultado de la evolución autónoma del pensamiento científico, hija de otras teorías del pasado. Así se explica que estas tendencias hayan podido conducir a las posiciones extremas, como las de George A. Sarton (1884-1956), que se proponía crear una “historia espiritual de la humanidad” integrada por las historias de la ciencia, del arte y de la religión, y completamente desvinculada de la “historia material”, de los hechos terrenales de la vida del hombre; de su nacimiento de su muerte, de la lucha por existencia y el combate para conseguir un mundo más justo; en fin, de todo aquello que constituye la esencia misma de lo humano. Por bien intencionados que fuesen los propósitos que movieron a algunos investigadores a desviar su atención de las guerras y los tratados para fijarla en los hechos culturales, resulta evidente que no era éste el camino para llegar a una historia auténticamente social. Si lo que se pretendía era combatir a quienes se dedicaban al elogio sistemático de los conquistadores guerreros o a la justificación del sistema político establecido, la respuesta correcta era fomentar un estudio crítico que ayudara a los demás a comprender qué representaban estos conquistadores y qué intereses concretos habían inspirado el sistema político; no la de refugiarse en un inocuo elogio de las artes y las letras. A su modo, el silencio era también una forma de complicidad, por lo cual no ha de extrañarnos que la “historia de la cultura” haya resultado una disciplina fundamentalmente minoritaria y conservadora, que no suele ofrecer respuestas válidas a quienes buscan explicaciones para comprender el mundo en que viven. “Indudablemente, la historia se hace con documentos escritos. Pero también puede hacerse, debe hacerse, sin documentos escritos si éstos no existen. Con todo lo que el ingenio del historiador puede permitirle utilizar para fabricar su miel, a falta de las flores usuales. Por tanto, con palabras. Con signos. Con paisajes y con tejas. Con formas de campo y hierbajos. Con eclipses de Luna y cabestros. Con exámenes periciales de piedras realizados por geólogos y análisis de espadas de metal realizados por químicos. En una palabra: con todo lo que siendo del hombre, depende del hombre, sirve al hombre, expresa el hombre, significa la presencia, actividad, los gustos y las formas del ser del hombre”. Lucien Febvre Más interesente parecía ser el análisis de la evolución de la economía, puesto que, refiriéndose a la subsistencia humana, su campo de estudio abarca la totalidad de los hombres, con lo que resulta mucho más “social” que las historias de la política o la cultura. Pero los historiadores de la economía cayeron en vicios que frustraron cualquier posibilidad de renovación. No se interesaron por los hombres que intervenían en los 17 hechos económicos, sino por estos hechos en sí mismos. Así, al perder de vista a su protagonista real, e el estudio de la historia de la economía se convertía en un esfuerzo erudito para investigar cómo habían evolucionado la industria o el comercio, la agricultura o la banca, como si tales fenómenos pudieran desligarse de los hombres que los habían producido. De este modo surgieron montones de monografías dedicadas a contar la epopeya del vapor y de las máquinas que habían transformado el mundo, y grandes interpretaciones de la industrialización, donde el crecimiento económico parece ser una consecuencia de la disponibilidad de unos capitales, de una técnicas o de unos mercados, pero en las que apenas se hace referencia a los beneficios de los empresarios ni a los salarios o a las condiciones de trabajo de los obreros. Stefano Merli denunciaba recientemente que los cultivadores de la vieja historia ético-política se habían pasado al estudio de las estructuras del desarrollo industrial –entendidos en la forma abstracta de una actividad en las que los hombres no son más que un número, un dato estadístico más- con el objeto de justificar la racionalidad del desarrollo capitalista y dar una base de previsión a la programación económica. Esta concepción de la historia de la economía estaba en estrecha relación con la evolución que había seguido la teoría económica, convertida en un cuerpo de doctrina puro que rechazaba de su seno todo lo que pudiera parecer factores perturbadores de índole política o social. Sólo que, a partir de la II Guerra Mundial, y enfrentados con el problema de la pobreza del mundo, los economistas han tenido nuevamente que echar mano de estos datos externos a la economía, Han descubierto – o redescubierto- que una economía funciona dentro de una sociedad, y que no puede explicarse aislada de ella. Han vuelto sus ojos a la historia, como fuente de enseñanzas para comprender el subdesarrollo. Así K Griffith ha podido decir que “solo mediante un examen de la fuerza de la historia, es decir, la utilización histórica del poder, tanto político como económico, podrá obtenerse una visión profunda del origen del subdesarrollo”. A estas nuevas preocupaciones de la teoría económica, tendrá que responder una orientación renovada de la historia económica, o, mejor dicho, de una historia que no podrá ser meramente económica, sino que tendrá que abrirse a todas las dimensiones del hombre. Ejemplo de esta nueva forma de ver y comprender el pasado humano es lo que Pierre Vilar ha llamado una “historia total”, auque tal vez fuera mejor calificarla de 18 “integradora” para poner de relieve que no se trata de fabricar una síntesis universal de todos los datos que definen la evolución de una sociedad, sino de a partir de un terreno concreto, de un aspecto definido de esta compleja realidad global (por ejemplo, del estudio de la política, de la economía o de la cultura), pero con la ambición de integrar en este estudio los datos de otros terreros, para ayudarnos a comprender mejor al hombre y las sociedades humanas. Admitir que puedan contraponerse, como disciplinas separadas y –en cierto modo- antagónicas, una historia política y otra económica, por ejemplo, es ignorar que economía y política se condicionan estrechamente; la consecuencia será que estas historias resulten de corto alcance y nos expliquen muy superficialmente los acontecimientos de que se ocupan. Porque el hombre no puede definirse por sus actitudes políticas, por su actividad económica o por su bagaje cultura; la vieja historia tradicional, que aislaba rigurosamente cada uno de estos aspectos (o que, a lo sumo, añadía unos granos de condimento económico y cultural al guiso político), no puede servirnos para comprenderlo: no sirven para entender por qué y cómo evolucionan las sociedades humanas. Sin embargo en estas últimas palabras se encierra un nuevo problema. El de aclarar si es lícita la pretensión de llegar a conocer el porqué de la evolución histórica: la busca de unas causas, de unas leyes que rigen el curso de la historia. HISTORIA, ¿PARA QUÉ? Carlos Pereyra Cuando se interroga por la finalidad de la investigación histórica quedan planteadas cuestiones cuya conexión íntima no autoriza a confundirlas. La pregunta ¿historia para qué? Pone a debate de manera explícita el problema de la función o utilidad del saber histórico sin embargo, como lo vio acertadamente Marc Bloch, con tal pregunta también se abre el asunto de la legitimidad de ese saber. Se recordará el comienzo de la Apologie pour l´historie: “Papá, explícame APRA qué sirve la historia”, pedía hacer algunos años a su padre, que era historiador, un muchachito allegado mío… algunos pensarán, sin duda, que es una fórmula ingenua; a mí, con el contrario, me parece del todo pertinente. El problema que plantea… es nada menos que la legitimidad de la historia”.1 Se trata de cuestiones vinculadas pero discernibles: el saber histórico prueba su legitimidad teórica y otros, de naturaleza diferentes, son los rasgos en cuya virtud este saber desempeña cierta y resulta útil más allá del plano cognoscitivo. Por ello aclara Bloch párrafos adelante que “el problema de la utilidad de la historia”, en sentido escrito en el sentido ‘pragmático’ de la palabra útil, no se confunde con el de su legitimidad, propiamente intelectual”. No siempre se mantiene con rigor la distinción entre legitimidad y utilidad; nada hay de extraño en ello pues desde antiguo ambas aparecen entremezcladas. En las primeras páginas de la Guerra del Peloponeso, Tucídes escribe: “Aquellos que quisieren saber la verdad de las cosas pasadas y por ellas juzgar y saber otras tales y semejantes que podrán suceder en adelante, hallarán útil y provechosa mi historia; porque mi intención no es componer farsa comedia que dé placer por un rato, sino una historia provechosa que dure para siempre”. Este pasaje muestra hasta qué grado estaba convencido Tucídes de que su intención (elaborar una historia provechosa) se realizaría en la medida en que la investigación permitiera “saber la verdad de las cosas pasadas”. En este caso verdad y utilidad son mutuamente correspondientes porque se parte del supuesto de que el conocimiento de ciertos fenómenos constituye una guía para comportarse cuando ocurran de nuevo cosas semejantes. Una larga tradición encuentra el 1 Marc Bloch, Introducción a la historia, México Fondo de Cultura Económica, 1972. sentido de la investigación histórica en su capacidad para producir resultados que operen como guía para la acción. La eficacia del discurso histórico (como, en general, de las distintas formas del discurso científico) no se reduce a su función de conocimiento: posee también una función social cuyas modalidades no son exclusivas ni primordialmente de carácter teórico. Sin ninguna duda, pues, el estudio del movimiento de la sociedad, más allá de la validez o legitimidad de los conocimientos que genera, acarrea consecuencias diversas para las confrontaciones y luchas del presente. No hay discurso histórico cuya eficacia sea puramente cognoscitiva; todo discurso histórico interviene (se inscribe) en un determinada realidad social donde es más o menos útil para las distintas fuerzas en pugna. Ello no conduce, sin embargo, a medir con el mismo rasero las cualidades teóricas de un discurso histórico (su legitimidad) y su funcionamiento en el debate social: su utilidad ideológico-político no es una magnitud directamente proporcional a su validez teórica. Es preciso no incurrir, como la advierte Hobsbawm, en la “confusión que se hace entre las motivaciones ideológicas o políticas de la investigación o de su utilización y su valor científico”. La tendencia a identificar utilidad y legitimidad del discurso histórico tiene con frecuencia su origen en la idea de que la historia sigue un curso ineluctable: los historiadores procuran entonces formular reglas de conducta – en los comienzos, por ejemplo, de esta disciplina en Grecia y Roma- porque se presupone la repetición del proceso conforme a ciertas pautas establecidas de una vez por todas. La confianza en que hay una vinculación directa e inmediata entre conocimiento y acción se apoya en la creencia de que la comprensión del pasado otorga pleno manejo de la situación actual: de ahí el peculiar carácter pragmático de la indagación histórica tradicional. Esa identificación también lo origina a veces en el convencimiento de que unos u otros grupos sociales extraen provecho de la interpretación histórica y de que, en este sentido, la captación intelectual del pasado desempeña cierto papel en la coyuntura social dada. Debiera ser claro, sin embargo, que el provecho extraído es independiente de la validez del relato en cuestión; utilidad y legitimidad no son, en consecuencia, magnitudes equivalentes. Se puede convenir, por tanto, con el modo en que Bloch plantea el asunto: “¿qué es justamente lo que legitima un esfuerzo intelectual? Me imaginé que nadie se 19 atrevería hoy a decir, con los positivistas de estricta observancia, que el valor de una investigación se mide, en todo y por todo, según su aptitud para servir a la acción… aunque la historia fuera eternamente indiferente al homo faber o al homo políticus, bastaría para su defensa que se reconociera su necesidad para el pleno desarrollo del homo saines.” Tal vez sea preferible decirlo en otros términos: sin negar, por supuesto, el impacto de la historia que se escribe en la historia que se hace, la apropiación cognoscitiva del pasado es un objetivo válido por sí mismo o, mejor todavía, la utilización (siempre presente) ideológico-política del saber histórico no anula la significación de éste ni le confiere su único sentido. La utilidad del discurso histórico no desvirtúa su legitimidad, es cierto, pero ésta no se reduce a aquélla. No obstante, al parecer hay cierto apresuramiento en la opinión de Bloch según la cual “nadie se atrevería hoy a decir que el valor de una investigación se mide según su aptitud para servir a la acción”. Chesneaux, por ejemplo, se atreve y, más aún, encuentra en esa tesis de Bloch un ejemplo del intelectualismo profundamente arraigado en los historiadores de oficio quienes distinguirían, según esta reproche, entre la historia-asunto de los políticos y la historia a cargo de los historiadores. El argumento de autoridad que ofrece Chesneaux a favor de su posición es tan inconsistente como son siempre los argumentos de esta índole. “Marx no consideró jamás estudio del pasado como una actividad intelectual en sí, que tuviera su fin en sí misma, enraizada en una zona autónoma del conocimiento… lo que contaba para él era pensar históricamente, políticamente… el estudio del pasado no era para Marx indispensable sino al servicio del presente… su opción era política: el conocimiento profundo y sistemático del pasado n constituye un fin en sí mismo. Marx no era un “historiador marxista”, pero sí ciertamente un intelectual revolucionario”. No hace falta colocarse en una endeble posición intelectualista para advertir que la perspectiva del intelectual revolucionario no agota la razón de ser de la investigación histórica. En efecto, frente a quienes suponen (con base en una confusa noción de objetividad donde ésta se vuelve sinónima de neutralidad ideológica) que la única posibilidad de conocimientos objetivos en el ámbito de la historia está dada por el confinamiento de la investigación en un reducto ajeno a la confrontación social, es imprescindible recordar el fracaso del proyecto teórico encandilado con la tarea ilusoria de narrar lo sucedido wie es 20 eigentlich gewesen ist. Ranke tuvo motivos suficientes para reaccionar a mediados del siglo pasado contra la tradicional historia moralista y pedagógica, apostando a favor de un programa ceñido a contar lo que realmente aconteció. Es claro, sin embargo, que no hay descripción (ni siquiera observación) posible fuera de un campo problemático y de un aparato teórico, los cuales se estructuran en un espacio en cuya delimitación intervienen también las perspectivas ideológicas. La confianza ingenua en la lectura pura de los documentos y en el ordenamiento aséptico de los datos fue tan sólo un estadio pasajero en la formación de la ciencia histórica. Se vuelve cada vez más insostenible la pretensión de desvincular la historia en la que se participa y se toma posición de la historia que se investiga y se escribe. En definitiva, “la función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y comprenderlo, como clave para la comprensión del presente”. Ahora bien, el énfasis requerido para salirle al paso a la actitudes farisaicas inclinadas a elaborar un discurso histórico pretendidamente aislado de la vida social en curso, no tiene por qué conducir al esquema reduccionista según el cual todo el sentido del cocimiento histórico está supeditado a las urgencias ideológico-políticas más inmediatas. El academicismo cree encontrar en la doctrina de la neutralidad ideológica un refugio para preservar el saber contra los conflictos y vicisitudes del momento y, en rigor, sólo consigue mutilar la reflexión arrancándole sus vasos comunicantes con la principal fuente de estímulo intelectual: Organización y el tratamiento de la información histórica. Explica por qué se considera que contribuyen al desarrollo de nociones y habilidades. • Contestar la pregunta: ¿la lección o lecciones analizadas son congruentes con los propósitos de la asignatura, las características y los contenidos del programa correspondiente, por qué? 1. Observar el video “1929-1932. aventura fatigada” y realizar siguientes actividades: La las • Identificar con qué temas de los programas de historia d ella educación secundaria se relaciona el contenido del video. • Investiga en qué consisten las nociones de cambio, causalidad y simultaneidad, y comentar cómo se expresan éstas en el video. Citar ejemplos específicos ya sea referidos a narración. las imágenes o a la • Analizar cómo contribuye el contenido del video al logro de los propósitos y el enfoque de la asignatura. Citar ejemplos específicos. • Contestar la pregunta: ¿el contenido de video propicia la adquisición de conocimientos y fomenta el desarrollo de nociones temporales, por qué? 2. Para realizar esta actividad se requiere leer el enfoque y los programas de historia del Plan y programas de estudio 1993, educación primaria, y el texto de Rodolfo Ramírez. • Enunciar cuáles son y en qué consisten los cinco rasgos del enfoque para la enseñanza de la historia. • A partir de las lecturas anteriores, señalar los propósitos de la enseñanza de la historia en la escuela primaria. • Para advertir la complejidad gradual de los temas de estudio de la primaria a la secundaria se sugiere elaborar un cuadro en el que se transcriban los contenidos relacionados con los temas “El descubrimiento de América” “Conquista y Colonia”. • Revisar cómo son tratados dichos temas en los libros de texto de primaria y secundaria (los estudiantes del grupo pueden organizarse para conseguir textos de los dos niveles educativos). Analizar la finalidad de los elementos de los libros: texto, fotografías, gráficas, ilustraciones, actividades, etcéteras. • Elaborar un cuadro a dos columnas en el que se destaquen los elementos comunes que dan continuidad (enfoque, propósitos, características de los programas, tratamiento de temas) a la enseñanza de la historia entre la educación primaria y secundaria. 3. Organizar un panel cuyo tema sea “Continuidad de la enseñanza de la historia entre la educación primaria y secundaria”. 4. Redactar conclusiones acerca de temas abordados en este bloque. los 21 BEBIDAS Y EXCITANTES Fernand Braudel EL VINO Al hablar de vino, hay que referirse a toda Europa, si se trata de quien lo bebe, y a una parte de Europa tan sólo si se trata de quien lo produce. Aunque la vid (no el vino) tuvo éxito en Asia, en África, y más aún en Nuevo Mundo, en el que se impuso apasionadamente el ejemplo obsesivo de Europa, tan sólo cuenta este último y exiguo continente. La Europa productora de vino está formada por el conjunto de los países mediterráneos, más un zona que consiguió incorporar la perseverancia de los viticultores hacia el Norte. Como dice Bodino, “más allá, la vid no puede crecer allende los 49 grados por el frío”. Una línea trazada desde la desembocadura del Loira, sobre el Atlántico, hasta Crimen y más allá hasta Georgia y Transcaucasia, señala el límite norte del cultivo Comercial de la vid, es decir, una de las grandes articulaciones de la vida económica de Europa vinícola se reduce a una estrecha franja, que además no recuperará fuerza y vigor hasta el siglo XIX. Se trata, no obstante, de una implantación muy vieja. Durante la Antigüedad, en estas latitudes se enterraban las cepas, en vísperas del invierno, para protegerlas de los vientos fríos de Ucrania. Fuera de Europa, el vino ha seguido a los europeos. Se realizaron verdaderas hazañas para aclimatar la vid en México, en Perú, en Chile en 1541, en Argentina a partir de la segunda fundación de Buenos Aires, en 1580. En Perú, a causa de la proximidad de Lima, ciudad riquísima, la vid prospera pronto en los valles próximos, cálidos y malsanos. Se desarrolla todavía mejor en Chile, donde se encuentra favorecida por la tierra y el clima: la vid brota ya entre las “cuadras” las primeras manzanas de casas de la naciente ciudad de Santiago. En 1578, en las costas de Valparaíso, Drake se apoderó de un barco cargado de vino chileno. Ese mismo vino llegó a lomo de mulas o de llamas a lo alto de Potosí. En California, hubo que esperar al final del signo XVII y, en el siglo XVIII, al último avance hacia el Norte del Imperio español. Pero los éxitos más impresionantes tuvieron lugar en pleno Atlántico, entre el Viejo y el Nuevo Mundo, en las islas (a la vez nuevas Europa y Pre-Américas) a la cabeza de las cuales se sitúa Madeira, donde el vino tinto 22 va sustituyendo progresivamente el azúcar; después en las Azores, donde el comercio internacional encontraba a mitad de viaje vinos de un alto grado alcohólico y que sustituyeron ventajosamente, , al intervenir la política (el tratado de lord Methuen con Portugal es de 1704), a los vinos franceses de La Rochelle y de Burdeos; en Canarias, por último, concretamente en Tenerife, desde donde se exportó en grandes cantidades de vino blanco hacia América anglosajona o ibérica, e incluso a Inglaterra. Hacia el sur y el este de Europa, la vid tropieza con el pertinaz obstáculo del Islam. Bien es verdad que en los espacios que éste controla persistió el cultivo de la vid y el vino demostró ser un infatigable viajero clandestino. En Estambul, cerca del Arsenal, los taberneros lo servían diariamente a los marineros griegos, y Selim, el hijo de Solimán el Magnífico, apareció en exceso el vino generoso de Chipre. En Persia (donde los capuchinos tenían parras cuyos vinos no se dedicaban exclusivamente a la misa), eran afamados y contaban con clientes fieles los vinos de Chiraz y de Ispahán, Fue una pena que los grandes Mogoles, sucesores a partir de 1526 de los sultanes de Delhi, no se contestaran con estos vinos fuertes de Persia, y se entregaran al alcohol de arroz, al araj. Europa resume, pues, por sí sola los rasgos esenciales del problema del vino, y conviene volver al límite norte de la vid, a esa larga articulación del Loira a Crimen. Por un lado, campesinos productores y consumidores habituados al vino local, a sus traiciones y a sus ventajas; por otros, grandes clientes, bebedores no siempre experimentados pero exigentes, que preferían por lo general vino de muchos grados: así por ejemplo, los ingleses dieron fama, muy pronto, a las malvasías, vinos dulces de Candia y de las Islas Griegas. Pusieron de moda después los vinos de Oporto, de Málaga, de Madeira, de Jerez y Marsala, vinos célebres, con muchos grados. Los holandeses aseguraron el éxito de todo tipo de aguardientes a partir del siglo XVII. Había pues, paladares y gustos particulares. El Sur contempla con socarronería a estos bebedores del Norte que, desde su punto de vista, no saben beber y vacían el vaso de un solo trago. Jeand´Auton, cronista de Luis XII, asiste a la escena de los soldados alemanes poniéndose bruscamente a beber (trinken) en el saqueo del castillo de Forli. Y todo el mundo pudo verlos desfondando toneles de vino, completamente borrachos poco después, durantes el terrible saqueo de Roma, en 1527. En los grabados alemanes de los siglos XVI y XVII que representan fiestas campesinas, casi nunca falta el espectáculo de uno de los comensales vuelto de espaldas, para vomitar el exceso de sus libaciones. Félix Platter, ciudadano de Basilea que residía en Montpellier en 1556, reconoce que “todos los borrachos de la ciudad” son alemanes. Se les encuentra roncando bajo los toneles, víctimas de reiteradas bromas. El fuerte consumo del Norte determinó un gran comercio procedente del Sur: por mar, desde Sevilla, y desde toda Andalucía, a Inglaterra y Flandes; o lo largo Dordoña y del Garona hacia Burdeos y Gironde; a partir de La Rochelle o del estuario del Loira; a lo largo del Yonne, de Borgoña hacia París y, más allá, hasta Ruán; a lo largo del Rin; a través de los Alpes (después de cada vendimia, los grandes carruajes alejmanes, los carretón, como dicen los italianos, iban a buscar los vinos nuevos del Tirol, de Brescia, de Vicenza, de Friul y de Istria); de Moravia y de Hungría hacia Polonia; luego, por los caminos del Báltico, desde Portugal, España y Francia hasta San Petersburgo, para saciar la sed violenta, por inexperta, de los rusos. Claro está que no es toda la población del Norte europeo quien bebe vino, sino los ricos. Un burgués o religioso prebendado de Flandes desde el siglo XIII; un noble de Polonia, en el siglo XVI, que tendría la sensación de rebajarse si se contentara, como sus campesinos, con la cerveza destilada en sus dominios. Cuando Bayard, prisionero en los Países Bajos en 1513, tuvo mesa franca, el vino era tan caro que “un día gastó veinte escudos en vino”. Así viajaba, por tanto, el vino nuevo, esperado con ansia, saludado por doquier con alegría. Ya que de un año para otro el vino se conservaba mal, se picaba, y las técnicas de trasiego, de embotellado, así como el uso regular de tapones de corcho no se conocían aún en el siglo XVI ni quizá incluso en el XVII. Tan es así que, hacia 1500, un tonel de viejo Burdeos no valía más que 6 libras mientras que un tonel de buen vino nuevo valía 50. En el siglo XVIII, por el contrario, se había avanzado mucho en este sentido, y, en Londres, la recogida de viejas botellas vacías, para entregárselas a los comerciantes de vino, era una de las actividades lucrativas del hampa de la ciudad. No obstante, hacía ya mucho tiempo que el vino se transportaba en toneles de madera (de duelas juntas y en y enarcadas), y no ya en ánforas como antaño, en tiempos de Romas (aunque seguía habiendo, en algunos lugares, supervivencias arraigadas). Estos toneles (inventados en la Galia romana) no siempre conservaban bien el vino. No hay que comprar, aconseja el duque de Mondéjar a Carlos V, el 2 de diciembre de 1539, grandes cantidades de vino para la flota. Si “han de transformarse por sí mismos en vinagre, más vale que se queden con ellos sus propietarios y no Vuestra Majestad” Todavía en el siglo XVIII, un diccionario de comercio se asombra de que en tiempos de los romanos se valoran “la cantidad de los vinos” por su “antigüedad”, mientras que “en Francia” se considera que los vinos se pasan (incluso los de Dijon, de Nuits y de Orleáns, lo más apropiados para ser conservados) cuando llegan a las 5 ó 6” hoja” (es decir, año). La Enciclopedia dice claramente: “los vinos de cuatro y cinco hojas que algunas personas alaban tanto son vinos pasados”. Sin embargo, cuando Gui Patin, para celebrar su decanato, reúnete a treinta y seis colegas, “Nunca vi reír y beber tanto a gente serie, cuenta. (…) Era el mejor vino viejo de Borgoña que había reservado para este banquete.” Hasta el siglo XVIII, la fama de los grandes vinos tarda en afirmarse. El hecho de que algunos sean más conocidos se debe no tanto a sus propias cualidades como a la comodidad de su transporte y, sobre todo, a la proximidad de las vías fluviales o marítimas (tanto el pequeño viñedo de Fontignan en la costa del Languedoc como los grandes viñedos de Andalucía, de Portugal, de Burdeos, o de La Rochelle); o a la proximidad de una gran ciudad: París, por sí sola, absorbe los 100.000 toneles (1698) que producen las cepas de Orleáns; los vinos del reino de Nápoles, greco, latino, mangiaguerra, lacryma Christi, cuentan en sus cercanías con la enorme clientela de esta ciudad y hasta con la de Roma. En cuanto al champaña, la fama del vino blanco espumoso que comienza a fabricarse durante la primera mitad del siglo XVIII tardó mucho tiempo en borrarla de las antiguas cosechas de tinto, clarete y blanco. Pero a mediados del siglo XVIII lo había conseguido: todas las grandes reservas conocidas en las actualidad estaban ya perfectamente definidas. “Probad, escribe Sébastien Mercier en 1788, los vinos de la Romanée, de Saint-Vivant, de Citeaux, de Grave, tanto el tinto como el blanco (…) e insistid en el Tokai si lo encontráis, porque se trata, a mi modo de ver, del mejor vino del mundo, y tan sólo los grandes de la tierra tienen el privilegio de beberlo”. El Dictionnaire de commerce de Savary, al enumerar, en 1762. todos los vinos de Francia, coloca en la cima los de Champaña y Borgoña. Y cita: “Chablis …Pomar, Chambertin, Beaune, le Cios de Vougeau, Bolleneney, la Romanné, Nuist, Mursault”. Es evidente que el vino, con la diversidad creciente de los caldos, se desarrolla cada vez más como un producto de lujo. En esta 23 misma época (1768), según el Dictionnaire sentencieux aparece la expresión “sabler le vin de champagne, expresión de moda entre las personas de categoría para decir apurar precipitadamente”. Pero nos interesa aquí, más que estos refinamientos cuya historia nos arrastraría con facilidad demasiado lejos, los bebedores corrientes cuyo número no ha cesado de crecer. Con el siglo XVI el alcoholismo aumentó por doquier: así por ejemplo en Valladolid, donde el consumo, a mediados del siglo, llegó a 100 litros por persona y año; en Venecia, donde la Señoría se vio obligada, en 1598, a castigar de nuevo con rigor el alcoholismo público; en Francia, donde Laffemas, a principios del siglo XVII, se mostraba terminante sobre este punto. Ahora bien, esta extendida embriaguez de las ciudades nunca exige vino de calidad; en los viñedos abastecedores se incrementó el cultivo de cepas vulgares de gran rendimiento. En el siglo XVIII, el movimiento se extendió incluso al campo (donde las tabernas arruinaban a los campesinos) y se acentuó en las ciudades. El consumo masivo se generalizó. Es el momento en que aparecen triunfalmente las guinguettes a las puertas de París, fuera el recinto de la ciudad, allí donde el vino no pagaba las ayudas, impuesto de “cuatro sueldos de entrada por una botella que intrínsecamente sólo vale tres…”. Pequeños burgueses, artesanos y mozas, Salid todos guinguettes. de París y corre de alas Donde conseguiréis cuatro pintas al precio de dos Sobre mesas de madera y sin mantel ni servilletas, Tanto beberéis en estas básicas quintas Que el vino se os saldrá por las orejas. Este prospecto para pobres, al pie de un grabado de la época no es falaz. De ahí el éxito de las ventas de los arrabales, entre las que figuraba la célebre Courtille, cerca de la «barrera» de Belleville, fundada por un tal Ramponeau, «cuyo nombre es mil veces más conocido por la multitud que los de Voltaire o Buffon». Según dice un contemporáneo. O el “famoso salón del populacho”, en Vaugirard, donde hombres y mujeres bailan descalzos, entre el polvo y el ruido. “Cuando Vaugirard está lleno, (la) gente (los domingos) afluye hacia el Petit Gentilly, los Porcherons y la Courtille: al día 24 siguiente se ven, en los comercios de vino, docenas de toneles vacíos. Esta gente bebe para ochos días”. También en Madrid, “fuera de la ciudad, se bebe buen vino a bajo precio, al no pagarse los derechos que suben, más que el precio del vino”. ¿Embriaguez, lujo del vino? Aleguemos circunstancias atenuantes. El consumo en París, en vísperas de la Revolución, es del orden de 120 litros por persona y año, cantidad que no es, en sí misma, escandalosa. En realidad, el vino se convirtió en una mercancía barata, particular el vino de baja calidad. Su precio bajaba incluso, relativamente, cada vez que el trigo se encarecía en exceso. ¿Quiere esto decir, como sostiene un historiador optimista, Witold Kula, que el vino ha podido ser una compensación (como el alcohol), es decir, calorías bajo precio, siempre que faltaba el pan? ¿o tan sólo que, al vaciarse los bolsillos por los altos precios en época de hambre, el vino, menos solicitado, bajaba forzosamente el precio? En cualquier caso, no se debe juzgar el nivel de vida que estos aparentes derroches. Y debe pensarse a menudo una forma de evadirse, lo que una campesina castellana llama, todavía hoy, “el quitapenas”. Es el vino tinto de los dos personajes de Velásquez (Museo de Budapest), o el de color dorado, que parece aún más valioso en las altas copas y los magníficos vasos, panzudos y glaucos, de la pintura holandesa: allí se asocian, para mayor alegría del bebedor, vino, tabaco, mujeres fáciles y la música de aquellos violinistas populares que el siglo XVII puso de moda. INDICACIONES ACERCA DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA CARLOS A. CARRILLO. Apuntaré algunas reflexiones que han venido a mi mente en diversas ocasiones, y que no he tenido tiempo ni oportunidad de madurar, todas relativas al estudio de la historia patria. 1. ¿Es conveniente dividir el período colonial en tantas fracciones, como virreyes gobernaron la Nueva España durante él? Esta es la práctica de todos los autores de compendios escolares de que tengo conocimiento, y sin embargo no me parece laudable. En la vida histórica de una nación significa muy poco que la gobierne éste o aquel sujeto; las fases de su evolución dependen de causas muy distintas y de mayor tamaño que las prendas personales de que está dotado quien lleva en sus manos las riendas del gobierno. ¿No sería absurdo, al estudiar el crecimiento y vegetación de una planta, fraccionar la duración de su vida en tantos períodos como jardineros le han cuidado? Pues no me lo parece menos dividir la historia con arreglo al criterio de que antes he hablado, pues cada nación tiene también vida propia que se desarrolla, en mucha parte, con completa independencia del carácter personal de quien la gobierna. 2. ¿Conviene seguir un orden rigurosamente cronológico en la narración de los sucesos históricos? Conviene antes de dar una respuesta, añadir algo que aclare mi pensamiento. Hay autores, como Leví Alvarés en su Compendio de historia universal, que se apegan de tal manera a la cronología, que dividen la historia en períodos iguales de un siglo cada uno; pudiera llevarse más lejos la división, y repartir, verbi gracia, el estudio de nuestra época colonial en períodos pequeños de diez años. A cada uno de estos se dedicarían un capítulo en que se narrarían los sucesos notables acaecidos en este espacio de tiempo. Me parece, no sólo malo, sino malísimo este modo de proceder. En la historia de todo pueblo, se presentan series de sucesos eslabonados entre sí íntimamente que constituyen una cadena, un solo todo, y no creo que se forme idea exacta del conjunto, quien lo estudia a retazos, despedazándolo por obedecer al orden cronológico. Para fijar las ideas, pondré un ejemplo. La lucha sostenida en la Colonia entre los recomendados y conquistadores, que trataban de sacar el mayor provecho de los indios, por un parte, y los defensores de éstos por la otra, fue larga, y ofrece materia dignísima de estudio. ¿Sería la manera más fructuosa y lógica de hacer éste, dividir esa lucha en períodos del mismo tamaño, que coincidieran exactamente con las décadas de años? ¿Debe considerarse la historia como un pedazo de jabón, que se rebana arbitrariamente en pedazos de dimensiones iguales al arbitrio de uno? ¿No es más bien un todo orgánico compuesto de diversas partes, cada una de las cuales tiene unidad propia, y constituye un todo parcial que hay que estudiar en su conjunto? ¿Se formaría idea cabal de cuerpo humano quien quisiera estudiarlo rebanándolo horizontalmente en tajadas de una pulgada, que ofrecerían el más complicado mosaico de los órganos más disímiles, la confusión más espantosa e indescifrable de arterias, venas, huesos, nervios, músculos, glándulas, tendones, y quién sabe cuántas cosas más? ¿Comprenderá el juego de los órganos de dirección de los nervios, la repartición de los vasos sanguíneos quien tal hiciera? ¿En geografía, se formaría concepto cabal de la dirección de las cadenas de montañas, del curso de los ríos, de la configuración de los países, quien emprendiera el estudio de la superficie terrestre dividiendo el globo en zonas de un grado de latitud, para estudiar cada una separadamente? Pues, ¿por qué razón se despedaza la vida de un pueblo, so pretexto de hacer metódico el estudio? 3. ¿Conviene estudiar la historia patria independientemente de la de España y sus demás colonias? Me parece que no. Una colonia podrá compararse, con cierta exactitud, a la rama de un árbol que vive con la vida común de vegetal, y que prospera o se marchita por causas que no residen en ella misma, sino que hay que buscar en otra parte: en el tronco común, en las ramas hermanas, o en la raíces que alimentan a la planta. No es posible, a mi escaso entender, comprender ciertos fenómenos de la vida colonial de México sin conocer la 25 historia de la madre patria, y en parte, las de sus demás colonias esparcidas en toda la extensión de América. Después de cada una de las cuestiones anteriores, debe imaginarse un gran signo de interrogación, por decirlo con las palabras de un pedagogo americano. Son dudas que presento al estudio de todos los maestros, y tendría sumo gusto en recibir de cualquiera de ellos observaciones favorables o adversas que me ayudarán a esclarecer aquéllas en provecho común. Un deseo vivísimo me anima desde el primer momento que tomé la pluma para escribir en La Reforma: ver unidos fraternalmente a todos los maestros, auxiliándonos en la obra común de elevar las almas a una esfera superior en el mundo de la belleza, la verdad y el bien. Esta es mi suprema ambición, por la que he trabajado y trabajaré continuamente. ¿Por qué todos los maestros no han de ayudarnos con sus reflexiones? ¿Por qué no ha de ser hoy el primer día de esa anhelada unión? Enero 15 de 1887 FECHAS, NOMBRES PROPIOS, BATALLAS Muchos creen que aprender historia es grabar en la memoria un largo catálogo de fechas. 50 fechas, 100 fechas, 200 fechas en el estudio de la historia de México, como he visto exigir algunos maestros de pobres niños de once y trace años, eso ya pasa de la raya de abuso, eso constituye una verdadera tortura inquisitorial. Yo quisiera que se hiciera la estadística de las fechas que retienen los niños a los veinte, quiero menos, a los diez años de haber salido de la escuela. Si de cada cien recuerdan cinco, decididamente me paso a las filas de los partidarios de la historiafecha. ¡Fechas! ¿Y para qué? ¿Qué provecho le resulta al niño de saber que Cortés saltó a tierra el 21 de abril de 1519, o que entraron los franciscanos en la capital en 1524? ¿Qué beneficios recoge de aprenderse el año exacto, y tal vez el mes, en que Revillagigedo empuño las riendas del gobierno? Tras de las fechas viene la plaga de los nombres propios. Yo he oído a las niñas de un colegio de nota repetir imperturbablemente la serie completa de los nombres de todos los virreyes que han gobernado la Nueva España. Probablemente a esta seguiría en su memoria la de los 26 presidentes de la república, y más atrás ¿quién sabe hasta dónde se iría a perder la genealogía de los gobernantes cuyos nombres habían logrado retener? Es tiempo ya de podar todas esas superfluidades de los estudios. Los instantes de los niños son un tesoro demasiado precioso para derrocharlo en aprender fruslerías que a nada conducen. No creáis, padres de familia, que la bondad de una escuela o con más precisión, los adelantos de vuestros hijos en historia, se miden por la cantidad de nombres propios que hay almacenados en su memoria. La regla inversa sería más segura: mientras menos nombres, mejor la escuela, y más sustancial la enseñanza. ¡Las batallas! Otro de los flacos de los autores de compendios históricos. Diríase que la historia no tiene ojos, sino para ver el aspecto salvaje de la humanidad. La sucesión de batallas podrá ser la historia de la barbarie; pero no es, sin duda, la de la civilización. Entresacad a un niño de una clase de historia, y preguntadle por la batalla de Otumba o la del monte de las Cruces, y al momento os responderá. Preguntadle si los mexicanos, antes de la venida de Cortés, conocían y usaban el hierro, si utilizaban el caballo o el buey, si cultivaban la caña de azúcar y el café; y os sorprenderéis de su ignorancia. Lo que debía hacerse, y lo que no se hace, era trasladar al alumno a la época anterior a la conquista, para que viera con sus propios ojos la agricultura y la industria, el comercio, en el estado en que entonces se encontraban; para que siguiera al labrador al campo, y observara las plantas que cultivaban y los instrumentos de que se servía; para que en el taller o en el hogar doméstico, fuera testigo de las operaciones de aquella industria tosca y primitiva; para que, en compañías de las caravanas de mercaderes, recorrieran los caminos, viendo el estado que guardaban en aquella fecha, y presenciara la permuta o venta de las mercancías que aquellos hacían. Debía dársele a conocer a la familia, y enseñarle cuáles eran sus ocupaciones habituales; conducírsele a los templos y mostrarle las ceremonias y ritos sangrientos con que se tributaba culto a las divinidades, descubrirle el mecanismo del gobierno, con su sistema de tributos, y su espíritu guerrero, y su afán de conquista. Así que ya hubiera conocido a México actual en su cuna, por decirlo así, debía irle siguiendo su mirada en el progreso lento, es verdad, pero real, con que se ha ido siguiendo su mirada en el progreso lento, es verdad, pero real, con que se ha ideo acercando lentamente a un grado superior de civilización. Estudiaría, pues, no la historia de las guerras, sino la de la familia, la de la agricultura, la de las artes, la del comercio, la de la religión y el culto, la del gobierno y la administración, la de las ciencias, de las costumbres, de los sentimiento, de los hábitos, en suma, la historia de la civilización en general. En vez de poner ante sus ojos el cuadro de las luchas sangrientas y funestas entre pueblos hermanos, se le mostraría el de la lucha porfiriada, pacífica y fecunda con el hombre avasalla por medio del trabajo, la áspera bravura de la naturaleza; en vez del espectáculo que ofrece la conquista, ensanchando los límites del territorio a expensas de la justicia y del derecho, contemplaría el que presenta el espíritu humano sometiendo su yugo las fuerzas naturales, y dilatando el dominio que su poder abarca. Agosto 1 de 1886 27 MEMORIA MEXICANA Enrique Florescano VALOR Y USO DEL PASADO Como en todas las sociedades complejas, en las mesoamericanas el valor que se atribuía al pasado y el uso que se hacía de él no eran unívocos, sino múltiples. El pasado servía para darle cohesión a los grupos étnicos, hacía comunes orígenes remotos, identificaba tradiciones y luchas como propias y constitutivas de la idiosincrasia de los pueblos. A su vez la pertenencia del tronco étnico común prometía futuros mesiánicos a quienes trabajaban en mantener la unidad y fortaleza del grupo. La recordación del pasado, al vivirse como actualización de lo orígenes constitutivos del cosmos, ofrecía la doble gracia hoy perdida por los seres humanos de revivir compartidamente los principios del mundo y de liberarse de las angustias del presente. La continua actualización del pasado incorporaba al individuo en el grupo y lo integraba a los intereses de la colectividad. Y a su vez, la constante revitalización que el rito y las ceremonias hacían del pasado era también u conjuro contra las incertidumbres del presente y del futuro. Bañarse periódicamente en las aguas primordiales del pasado era para los hombres y mujeres de estas sociedades una manera de reconstruir el origen, una forma de unirse a los principios fundadores del cosmos y reconstruirse ellos mismos. La catarsis colectiva que significaban las ceremonias y ritos masivos devolvía al individuo o sus orígenes sociales, al tiempo que le infundían nueva vitalidad y confianza para vivir el presente. El Prestigio del pasado Por tener la cualidad de la duración, el pasado era algo que daba lustre y prestigio. El pasado era constantemente revitalizado porque su recordación le confería fundamento, valor y sentido a los acontecimientos presentes, pues a semejanza de lo creado en el momento de la creación primigenia, lo acontecido en un tiempo remoto ejercía la atracción de lo que había podido resistir sin deterioro el desgaste del tiempo. Los mayas, los zapotecos, los aztecas y todos los pueblos mesoamericanos le rindieron un culto fervoroso al pasado. Lo que para estos pueblos eran estimable y valioso, como el origen de la agricultura, el calendario y las artes, se hacían remontar a 28 un tiempo legendario, que estaba ornado de prestigio y era objeto de veneración. Por su parte, a lo que en el presente tenía esas calidades o representaba un valor que se quería inculcar en la población, se le hacía descender de esos antecedentes prestigiosos, incorporándolo al linaje de las fundaciones carismáticas y duraderas. Pero hay que subrayar que ese culto al pasado omitía al desgasta ocasionado por el fluir del tiempo, creando un nexo directo entre el pasado místico y el presente. Mediante este artificio que eludía el paso del tiempo, el pasado llegaba al presente con el lustre de las cosas que habían resistido el paso del tiempo, y el presente se revestía del prestigio y la fuerza de lo duradero y casi inmutable. Así, en contraste con la tradición histórica occidental, que considera el pasado como algo muerto, lejano o escindido del presente, como lo diferente a lo actual, en estas sociedades el pasado se representa como algo vivo, como una realidad profundamente integrada al presente. Si en la tradición occidental el pasado sólo parece revivir por la obra del historiador, en la tradición mesoamericana el pasado era una realidad que se actualizaba constantemente y una presencia evocada por todas las artes y medios. El pasado como sancionador del orden establecido Entre los usos que los pueblos mesoamericanos le dieron al pasado sobresale la utilización de la memoria histórica como instrumento para legitimar el poder, sancionar el orden de cosas establecido e inculcar en los gobernados los valores que orientaban la acción de los gobernados los valores que orientaban la acción de los gobernantes. Esta utilización del pasado fue muy opresiva por el hecho de que las clases dirigentes disfrutaron de un monopolio del poder, de tal manera que el discurso histórico producido por este grupo no sólo fue exclusivo, sino que se impuso autoritariamente al resto de la población. La fusión tan estrecha entre clase dominante y grupo gobernante, y la de débil presencia de grupos intermedios con base económica y social propia para generar su interpretación del pasado, determinaron que el discurso histórico elaborado por el grupo en el poder tuviera la característica de ser exclusivo y legitimador del grupo gobernante. El registro del pasado y la composición de los textos que lo perpetuaban se realizaban en el mismo palacio del soberano, y la difusión de esta en memoria del poder se hacía también, por los canales del estado. En las grandes ceremonias religiosas, en las fiestas que periódicamente actualizaban los acontecimientos fundadores del orden social, o en los actos que celebraban la entronización de un nuevo gobernante, la historia oficial se convertía en memoria colectiva. Como en Mesopotamia, Egipto y China, 40 los gobernantes de los pueblos campesinos de Mesoamérica hicieron de la recuperación del pasado una arma muy poderosa para legitimar el orden establecido. Al igual que en las antiguas civilizaciones orientales, en Mesoamérica los primeros relatos no estrictamente místicos son anales dinásticos, memoria de los ascensos y sucesiones de los gobernantes, registro de los triunfos militares de un jefe sobre los pueblos. Como toda memoria del poder, la de los pueblos mesoamericanos era una memoria selectiva: retenía lo que engrandecía y daba prestigio a los gobernantes; excluía lo que afectaba a los intereses del linaje gobernante, y dedicaban esfuerzo sistemático a adecuar el pasado a los fines de la dominación presente. Quienes depuraban y transmitían la memoria del pasado eran los altos miembros de la clase gobernante, lo cual le imprimió una gran coherencia a esas tareas y permitió su revisión periódica. Así, cuando las sucesivas conquistas del tlatoani Itzcóatl provocaron un cambio político en el Altiplano y los mexicas se convirtieron en uno de los reinos más poderosos de la cuenca de México, sus dirigentes mandaron destruir las antiguas historias: El desciframiento de la escritura maya mostró que las famosas estelas pobladas de inscripciones, cuyo sentido se consideraba religioso, astronómico y calendárico, son en realidad monumentos conmemorativos del ascenso al poder de los gobernantes, un registro de las fechas principales de sus vidas y una recordación de sus hazañas. Otro descubrimiento reciente: la lectura de los códices mixtecos reveló la más dilatada historia genealógica que se conoce en Mesoamérica. Las genealogías que Alfonso Caso presenta en Reyes y reinos de la mixteca son un registro cronológico de los señores que gobernaron pequeños reinos en esa región desde el año 692 de nuestra era hasta el siglo XVI. En ellas se recogen las principales fechas de la vida de estos gobernantes –particularmente las de su nacimiento, ascenso al poder y muerte- y se relatan sus hazañas. Estas genealogías hacen entroncar el linaje terrerno de los gobernantes con el divino – en este caso con Quetzalcóatl- y convierten la entronización de los gobernantes en un acto sagrado, ratificado por los mismos dioses. Aunque tratan de seres humanos y lugares terrenos, su propósito es perpetuar la creencia en la continuidad inextinguible de las familias gobernantes y en el carácter divino del oficio real. Se guardaba su historia. Estas y otras formas de utilizar el pasado para legitimar el poder fueron heredadas y enriquecidas por los pueblos nahuas del centro de México, y singularmente por los mexicas. Como se ha visto, la mayoría de sus testimonios históricos son una memoria del poder: anales donde se recogen los hechos significativos que hicieron poderoso a un grupo étnico, genealogías de gobernantes, registros de la extensión territorial del reino, monumentos destinados a fijar imperecederamente las hazañas de jefes y caudillos. Pero entonces fue quemada Cuando reinó Itzcóatl en México Se tomó una resolución, Los señores mexicas dijeron: No conviene que toda la gente conozca las pinturas. Los que están sujetos (el pueblo) Se echarán a perder y andará torcida la tierra, Porque allí se guarda mucha mentira, Y muchos en ellas han sido tenidos Por dioses. La quema de los libros antiguos y la elaboración de una memoria dedicada a presentar una nueva imagen del pasado es una acontecimiento ligado la posición política que ocuparon los mexicas a partir de la victoria de su tlatoani Itzcóatl sobre los tepanecas en 1427. Antes de esa fecha los mexicas estuvieron sometidos al poder tepaneca que tenía su centro de Azcapotzalco. En 1426 el nuevo gobernante de Azcapotzalco mató al rey mexica Chimalpopoca, y como respuesta los mexicas se aliaron con Netzahualcóyotl, rey de Texcoco y líder del grupo acolhua. Junto a este aliado poderoso, Itzcóatl, sucesor de Chimalpopoca, recibió el apoyo de dos primos, posteriormente célebres en la historia mexica, Tlacaélel y Motecuhzoma Ilhuicamina. Según la reelaboración histórica que hicieron más tarde los mexicas, Itzcóatl, Tlacaélel y Motecuhzoma emprendieron una guerra feroz contra los tepanecas, y con sus propias fuerzas-no mencionan a sus poderosos aliados de Texcoco- vencieron a los tepanecas. La versión mexica de este 29 episodio cuenta que Tlacaélel prometió ascender un rango quienes participaran en la guerra si resultaban triunfadores. Esta decisión produjo un cambio decisivo: en adelante, la jerarquía política y social mexica no se basó más en el linaje, pues se podía ascender en la escala social por méritos militares. Con excepción de Netzahualcóyotl, los tres líderes que dirigieron la ofensiva contra el poder tepaneca, Itzcóatl, Tlacaélel y Motechuhzoma Ilhuicamina descendían de linajes nobles sólo por la rama masculina, pero no por las dos líneas, como lo exigía la tradición tolteca. Frente a ese obstáculo, los nuevos gobernantes de Tenochtitlan crearon otras reglas para eliminar a los descendientes de Chimalpopoca y mantenerse ellos en el poder: Tlacaélel fue elevado al rango de Señor de la Casa de las Flechas y más tarde se convirtió en cihuacóatl, principal consejero de Itzcóatl. Motecuhzoma Ilhuicamina accedió al fango de tlacateccatl, un alto puesto militar equivalente a general del ejército mexica, y Netzahualcóyotl continuó como gobernante de Texcoco. Además, las reformas introducidas por Itzcóatl hicieron que estos cuatro personajes integraran el Consejo Imperial de Tenochtitlan. Asimismo, estas reformas dispusieron que los señores que habían ayudado a Itzacóatl en la guerra recibieran nuevos títulos, y que la tierra conquistada fuera repartida entre quienes habían destacado en la victoria. Así que para excluir a los demás linajes que aspiraban al poder, y principalmente a los descendientes de Chimalpopoca, se crearon estas nuevas reglas y se destruyeron los antiguos registros genealógicos y los códices que recogían esas tradiciones. La quema de las antiguas escrituras tuvo pues el triple cometido de acabar con las tradiciones que no se avenían con las nuevas reglas de poder, borrar el pasado legitimaba a los antiguos gobernantes tapanecas y crearles un pasado prestigioso a los vencedores. Para legitimar su derecho a gobernar los reinos y pueblos antiguos de la cuenca de México, desde 1427 los mexicas rescribieron el pasado. En esa nueva escritura se mostraron como un pueblo de orígenes humildes destinados a convertirse en el poder más grande que había existido en la cuenca de México. En los nuevos códices, cantos y monumentos se inscribió la historia que conocemos de los mexicas, la que cuenta su obstinada peregrinizacion desde el legendario Aztlán hasta la mítica fundación de México-Tenochtitlan. En esta versión se lee que el pueblo mexica fue el escogido por Huitzilopochtli para gobernar a las demás naciones, imponer tributos que 30 engrandecieran a Tenochtitlan y sacrificar cautivos para mantener la vitalidad del quinto sol. Otra constante de estas sociedades fue la utilización de los prestigios de civilizaciones remotas para los fines de las dominación presente. Los mexicas, por ejemplo, mientras que por un lado borraron la memoria que recordaba sus orígenes oscuros y modificaron los hechos que se contraponían a la imagen política que buscaban inculcar, por otro recuperaron la tradición mitificada del reino tolteca y la convirtieron en antecedente cultural de su propia dominación. 45. Como lo ha mostrado Van Zantwijk, los mexicas se especializaron en lo que él llama el “préstamo de ancestros”. Mediante esta estrategia se apropiaron primero del prestigioso pasado tolteca y más del de Teotihuacan y de otros pueblos. El mensaje que brotó de ese registro de los hechos históricos resultó ser imperativo y opresivo. El mito, el ritual, la ideología religiosa, la pintura y los discursos pictográficos y orales explicaban el mundo, mostraban cómo había sido creado y destacaban la participación de los dioses en su creación y en el esfuerzo de mantenerlo estable. Y a partir de esa “explicación se definían las cargas y compromisos humanos, que debían cumplirse como obligaciones ineludibles. Con una coherencia que envidiarían los mensajes publicitarios actuales, el discurso histórico transmitió con insistencia unas cuantas imágenes por todos los medios disponibles, a todos los miembros del conglomerado social, desde el nacimiento hasta la muerte. La clase dirigente no sólo utilizó el pasado como un instrumento para sancionar el poder establecido, también hizo de la memoria histórica un poderoso proyector de conductas y prácticas sociales que la tradición oral y el ritual se encargaban de difundir, con el auxilio de la danza, la música, la pintura, la escultura y la escenificación ceremonial, Reconstruir el proceso que fue formado a esta memoria exige el análisis de todos sus componentes, no sólo de los textos que la tradición occidental ha calificado como históricos. LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA EN LA ESCUELA Enrique Florescano LA FUNCIÓN SOCIAL DEL HISTORIADOR2 A Octavio Paz La historia es la disciplina del “autoconocimiento humano (…) conocerse a sí mismo significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta, la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en ese sentido lo que es el hombre”. R.G. Collingwood A diferencia del científico, que el siglo XIX fue ungido con el auro del genio solitario, desde los tiempos más antiguos el historiador se ha pensado un deudor de su grupo social. Conoce el oficio a través de las enseñanzas que recibe de sus profesores. Aprende la arquitectura de su disciplina desmontando y rehaciendo los modelos heredados de sus antepasados. Descubre los secretos del arte por el análisis que hace las variadas técnicas imaginadas por sus colegas. Sus libros de cabecera son obras escritas en lenguas ajenas a la suya y nutridas por las culturas más diversas. Los desafíos que le imponen sus compañeros de generación, y la ineludible competencia que padece en nuestros días, son los incentivos que lo inducen a superarse. Es decir, desde que elige su vocación hasta que aprenda a encauzarla, está rodeado de condicionantes sociales inescapables. De una parte, es un producto 2 En la historia y el historiador, México, FCE (Fondo 2000), 1997, pp. 63-88. (La primera versión de este ensayo se publicó en francés e Inglés en la revista Diogéne, París, Gallimard, 1994, núm. 168, pp. 4351; el texto en español apareció en la revista Vuelta, en enero de 1995, pp. 15-20. En los años siguientes encontré textos e ideas que complementaban o enriquecían mis concepciones acerca de la función social del historiador. La presente versión incorpora esos hallazgos. N. del autor). social, un resultado de diversas corrientes colectivas; y de otra, un individuo acuciado por el deseo de superar herencias del pasado y de renovar su oficio a partir de los desafíos que le impone su presente. I Cuando la alfombra mágica de la historia nos transporta a los tiempos transcurridos, y nos cuenta acerca de taras que nuestros antecesores le asignaron al rescate del pasado, advertimos que las funciones de la historia han sido variadas. También observamos que buena parte de esas tareas se concentró en dotar a los grupos humanos de identidad, cohesión y sentido colectivo. Desde los tiempos más antiguos, los pueblos que habitaron el territorio que hoy llamamos México acudieron al recuerdo del pasado para combatir el paso destructivo del tiempo sobre las fundaciones humanas; para tejer solidaridades asentadas en orígenes comunes; para legitimar la posesión de un territorio; para firmar identidades arraigadas en tradiciones remotas, para sancionar el poder establecido; para respaldar con el prestigio del pasado vindicaciones del presente; para fundamentar en un pasado compartido la aspiración de construir una nación; o para darle sustento a proyectos disparados hacia la incertidumbre del futuro.i3 En todos esos casos la función de la historia es la de dotar de identidad a la diversidad de seres humanos que formaban la tribu, el pueblo, la patria o la nación. La recuperación del pasado tenían por fin crear valores sociales compartidos, infundir la idea de que el grupo o la nación tuvieron un origen común, inculcar la convicción de que la similitud de orígenes le otorgaba cohesión a los diversos miembros del conjunto social para enfrentar las dificultades del presente y confianza para asumir los retos del porvenir. Dotar a un pueblo o a una nación de un pasado común, y fundar en ese origen remoto una identidad colectiva, es quizá la más antigua y la más constante función social de la historia. Se inventó hace mucho tiempo y sigue vigente hoy día. Como dice Jonh Updike, el historiador sigue siendo el especialista de la tribu que tiene el cargo de contarle a los demás lo que todo grupo necesita saber: ¿quiénes somos? ¿Cuáles fueron nuestros orígenes? ¿Quiénes fueron nuestros antepasados? ¿Cómo llegamos a 3 Enrique Florescano, Memoria mexicana, México, FCE, 1994. 31 este punto o a esta encrucijada de la historia?4 Esta función primordial explica el activo tan grande que tiene el relato histórico y su audiencia vasta, continuamente renovada. Atrae al común de la gente y al curioso porque el relato histórico los transporta al misterioso lugar de los orígenes. Seduce al auditorio más variado porque ofrece un viaje a lugares remotos y propone esclarecer los comienzos del grupo. Al tender un puente entre el pasado distante y el presente incierto, el relato histórico establece una relación de parentesco con los antepasados próximos y lejanos, y un sentimiento de continuidad en el interior del grupo, el pueblo o la nación. Al tender un puente entre el pasado distante y el presente incierto, el relato histórico establece una relación de parentesco con los antepasados próximos y lejanos, y un sentimiento de continuidad en el interior del grupo, el pueblo o la nación. Al dar cuenta de las épocas aciagas o de los años de gloria, o al rememorar los esfuerzos realizados por la comunicad para defender el territorio y hacerlo suyo, crea lazos de solidaridad y una relación íntima entre los miembros del grupo y el espacio habitado. II Pero si por una parte la historia ha sido una búsqueda infatigable de lo propio, debe reconocerse que su práctica es un registro de la diversidad del acontecer humano. La inquisición histórica nos abre el reconocimiento del otro, y en esa medida nos hace partícipes de experiencias no vividas pero con las cuales nos identificamos y formamos nuestra idea de la pluralidad de la aventura humana. Para el estudioso de la historia la inmersión en el pasado es un encuentro constantemente asombrado con formas de vida distintas, marcadas por la influencia de diversos medios naturales y culturales. Por esos rasgos peculiares del conocimiento histórico, a la práctica de la historia puede 4 John Updike, “el escritor como conferenciante”, La Jornada Semanal, 19 de febrero de 1989. En este sentido dice Owen Chadwik (The Secularizaron of the European Mind in the 19th Century Cambridge, Cambridge University Press, 1995, p. 189): “No human being is satisfied if the knows nothing of his father or mother. And no human society is content unless it knows how it came to be, and why it adopted the shape and the institutions which history alone can give. Nescire autem quid antiquan natus sis acciderit, id est semper esse puerum, Cicero, Orador, 120- that is, you cannot even grow up without history” 32 llamársele el oficio de la comprensión. Obliga a un ejercicio de comprensión de las acciones y motivaciones de seres humanos diferentes a nosotros. Y como esta tarea se practica con grupos y personas que ya no están presentes, es también un ejercicio de comprensión del lo extraño. Podemos decir entonces que estudiar el pasado supone una apertura a otros eres humanos. Nos obliga a trasladarnos a otros tiempos, a conocer lugares nunca vistos antes, a familiarizarnos con condiciones de vida diferentes a las propias. Dicho en forma resumida, el oficio de historiador exige una curiosidad hacia el conocimiento del otro, una disposición para el asombro, una apertura a lo diferente, y una práctica de la tolerancia. Como advierte Owen Chadwik, el oficio de historiador requiere la humildad del corazón y la apertura de la mente, dos cualidades que proverbialmente se ha dicho que son indispensables para la comprensión histórica. Es verdad que no en todos los historiadores alienta la simpatía y la disposición hacia lo extraño. Pero el conjunto de los practicantes de este oficio, y los maestros más eminentes, nos muestran que el oficio de historiador, cuando se ejerce con probidad, es una apertura a la comprensión y una disposición hacia lo extraño. III Al mismo tiempo que la imaginación histórica se esfuerza por revivir lo que ha desaparecido, por darle permanencia a lo que poco apoco se desvanece, por otro lado es una indagación sobre la trasformación ineluctable de las vidas individuales, los grupos, las sociedades y los estados. La historia, se ha dicho, es el estudio del cambio de los individuos y las sociedades en el tiempo. Buen número de los instrumentos que el historiador ha desarrollado para comprender el pasado son detectores del cambio y la transformación. El historiador registra el cambio instantáneo, casi imperceptible, que el paso de los días provoca en las vidas individuales y colectivas. Estudia los impactos formidables producidos por las conquistas, las revoluciones y las explosiones políticas que dislocan a grupos étnicos, pueblos y naciones. Y ha creado métodos refinados para observar los cambios lentos que a través de miles de años transforman la geografía, las estructuras económicas, las mentalidades o las instituciones que prolongan su vida atravesando el espesor de los siglos. Gracias al análisis de estos diversos momentos de la temporalidad, el estudio de la historia nos ha impuesto la carga de vivir conscientemente la brevedad de la existencia individual, la certidumbre de que nuestros actos de hoy se apoyan en la experiencia del pasado y se prolongarán en el futuro, y la convicción de que formamos parte del gran flujo de la historia, de una corriente mayor por la que transitan las naciones, las civilizaciones y el conjunto de la especie humana. Al reconstruir la memoria de los hechos pasados, la historia satisface una necesidad humana fundamental: integra las existencias individuales en la corriente colectiva de la vida. Como advierte Grahame Clark: “Es propio de las sociedades humanas, en contraste con las otras especies animales, el estar constituidas y motivadas, en una proporción muy grande, por una cultura heredada. Es cosa común aceptar que las actitudes y creencias de los seres humanos, y los modelos de conducta que se derivan de éstas, provienen del pasado, y su validez descansa, ciertamente, en su antigüedad. Los seres humanos deben su carácter distintivo al hecho de compartir memorias sociales y sustentar valores heredados del pasado5 IV Por otra parte, cuando la investigación histórica analiza los hechos ocurridos en el pasado, se obliga a considerar cada uno de ellos según sus propios valores, que son precisamente los valores del tiempo y el lugar donde esos hechos ocurrieron. Al proceder con este criterio de autencidad, el historiador les confiere a esas experiencias una significación propia y un valor duradero. De este modo, la historia viene a ser el instrumento por medio del cual los hechos del pasado adquieren un significado singular e irrepetible dentro del desarrollo humano general. Por esa vía las experiencias individuales y los actos nacidos de la intimidad más recóndita se convierten en testimonios imperecederos, en huellas humanas que no envejecen ni pierden valor por el paso del tiempo. Hace siglos, al observar esta característica de la recuperación histórica, el humanista italiano Marsilio Ficino escribió: “La historia es necesaria, no sólo para hacer agradable la vida, sino también para conferir a ésta un sentido moral. Lo que es en sí mortal, a 5 Grahame Clark, Space, Time and Man.A Prehistorian´s Viw, Cambridge, Cambridge Univesity Press, 1994, p.39 través de la historia conquista la inmortalidad; lo que se halla ausente deviene presente: lo viejo se rejuvenece”. ii Un siglo más tarde, el fraile fransicano Juan de Torquemada, al escribir en México el prólogo de su notable Monarquía indiana, reprodujo con otras letras la sentencia del humanista italiano. Decía Torquemada: “Es la historia un enemigo grande y rador de la mortalidad de los hombres y una recompensa de la brevedad de esta vida; porque si yo, leyendo, alcanzo clara noticia de los tiempos en que vivió el católico rey don Fernando a su nieto, el emperador Carlos V, ¿qué menos tengo (en la noticia de esto) que si viviera en sus tiempos?”.6 Por otro lado, la historia, al revisar infatigablemente los asuntos que obsesionan a los seres humanos, los despoja del sentido absoluto que un día se les quiso infundir. Contra las pretensiones absolutistas de quienes desearon imponer una sola Iglesia, un solo Estado o un orden social único para toda la humanidad, la historia muestra, con la implacable erosión del paso del tiempo sobre las creaciones humanas, que nada de lo que ha existido en el desarrollo social es definitivo si puede aspirar a ser eterno. La historia, advierte Hornung, “inexorablemente destruye todos los valores “eternos” y “absolutos” y demuestra la relatividad de los referentes absolutos que nos esforzamos por establecer”.7 Al contemplar la naturaleza efímera de los datos que recogen el historiador, el etnólogo o el analista del desarrollo social, cobramos conciencia del carácter mudable de las construcciones humanas, y comprendemos también los impulsos desquiciados que quisieron congelarlas en el tiempo y hacerlas inmunes al paso de los días. V Entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX era común escuchar, en el salón de clases, la tertulia social o en los discursos que recordaban los hechos pasados, el dicho de que “la historia es la maestra de la vida”. Con esta frase se quería decir que quien leía libros la historia o examinaba con atención los hechos que habían conducido a tal o cual 6 Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana, edición preparada por el Seminario para el Estudio de Fuentes de Tradición Indígena, bajo la coordinación de Miguel León-Portilla, México, UNAM, 1975-1983, 7 vols. 1, p. XXVIII. Véase también Alejandra Moreno Toscazo, Fray Juan de Torquemada y su monarquía indiana, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1963, p. 41. 7 Eric Hornung, Les dieux de 1´Egypte, París, Flammarion, 1992, pp. 233. 33 resultado, podría utilizar esos conocimientos para no incurrir en los errores que afectaron a nuestro ancestro, o para normar los actos de la propia vida, apoyándolos en las experiencias del pasado. Como sabemos Hegel cortó esta pretensión con una sentencia tajante: “lo que la experiencia y la historia nos enseñan es que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia, y nunca han actuado según las doctrinas que de ellas se podía haber extraído”. En nuestro tiempo, Agnes Heller observó que los pueblos y los gobiernos “no son niños en absoluto, y para ellos no existe un maestro llamado historia”.8 Como reconoce Agnes Heller, si es verdad que no extraemos “lecciones de la historia”, constantemente estamos aprendiendo de los hechos históricos. Los desafíos de la actualidad casi siempre nos remiten a las encrucijadas del pasado, y muchas veces los acontecimientos pasados sirven de “principio orientadores de nuestras acciones presentes”. Pero todos estos nos lleva a la conclusión de que la “historia no nos enseña nada”, puesto que “somos nosotros lo que, aprendiendo de ella, nos enseñamos a nosotros mismos. La historicidad, la historia, somos nosotros. Somos nosotros los maestros y los discípulos en esta escuela que es nuestro planeta (…) La historia “no continúa avanzando”, porque no avanza en absoluto. Somos nosotros lo que avanzamos (…) Como dice Vico sólo podemos entender un mundo que nosotros mismos hechos creado. No nos limitamos a andar a tientas en la oscuridad. El rayo que ilumina las zonas oscuras de nuestro pasado es el reflector de nuestra conciencia”.9 VI De tiempo en tiempo se ha considerado, sobre todo después de los desastres provocados por las guerras, o en épocas de crisis, si una de las funciones de la historia no sería la de condenar los crímenes, o los actos monstruosos cometidos en el pasado. Esta corriente se ha unido con otra, más antigua, que considera a la historia como una suerte de gran tribunal al que compete dictaminar el contenido moral de las acciones humanas. Lord Acton, por ejemplo, afirmaba que “la inflexibilidad de código moral es el secreto de la autoridad, de la dignidad y de la utilidad de la historia”. Apoyado en ese razonamiento, quiso hacer la historia “un árbitro de las controversias, una guía para el caminante, el detentador de la norma que tanto los poderes seculares como hasta los religiosos tienden a menguar”.10 Contra esa opinión se ha manifestado la corriente que advierte que el historiador no es un juez, ni le asisten razones morales para condenar a sus antepasados. Benedetto Croce, uno de los más convencidos defensores de esta tesis, la razonaba de la manera siguiente: La acusación olvida la gran diferencia de que nuestros tribunales (sean jurídicos o morales), son tribunales del presente, instituido para hombres vivos, activos y peligrosos, en tanto que aquellos otros hombres ya comparecieron ante el tribunal de sus coetáneos y no pueden ser nuevamente condenados o absueltos. No puede hacérseles responsables ante ningún tribunal por el mero hecho de que son hombres del pasado que pertenecen a la paz de lo pretérito y de que en calidad de tales no pueden ser más que sujetos de la historia, ni les cabe sufrir otro juicio que aquel que penetrara y comprende el espíritu de su obra … Los que, so pretexto de estar narrando historia, se ajetrean con ademán de jueces, condenado acá e impartiendo su absolución allá, y pensando que tal es la tarea de la historia … Son generalmente reconocidos como carentes de todo sentido histórico.11 Sir Isaiah Berlin, el eminente pensador inglés, suscribe esta idea, pero piensa que ningún “escrito histórico que sobrepasa a la pura narración de una cronista” puede evitar la expresión de juicios valorativos. Añade que pedir a los “historiadores que intenten entrar con la imaginación en las experiencias que han tenido otros y prohibirles que desplieguen su comprensión moral, es invitarlos a decirle una parte demasiado pequeña de lo que saben, y quitarle significado humano a su trabajo”. iiiAl reflexionar sobre estos temas acuciantes y demandantes. Agnes Heller concluyó: En nuestro siglo. Las catástrofes originaron grandes esperanzas para que nuevas catástrofes las aplastaran (…) El infierno de la primera Guerra Mundial terminó con la promesa (…) de que aquélla habría sido la última (conflagración). De las democracias y las revoluciones surgieron nuevas tiranías, la economías se arruinó y el mundo se precipitó en una nueva guerra, incluso más terrible que la anterior. Los campos de 8 Agnes Heller, Teoría de la historia, México, Fontamara, 1989, pp.165. De aquí procede la cita de Hegel. 9 Ibid., pp. 179-180 34 10 Citado en Edgard H. Carr, ¿Qué es la historia? Barcelona, Seis Barral, 1970, pp. 102-103. 11 Citado por Carr, ibid., pp. 104 concentración (…) las enormes fábricas de “procesar la materia prima humana”, convirtieron en amarga frase la supuesta “superioridad” de la cultura europea. Pero, desde las profundidades de este nuevo abismo (…) renacieron frescas las esperanzas (…) He aquí nuestra historia: en su cruda desnudez es una historia de esperanzas traicionadas. ¿Hay que echar la culpa de ello al mundo o a nuestras esperanzas? Si culpamos al mundo, nos culpamos a nosotros mismos, puesto que somos historia. Si culpamos a nuestras esperanzas, culpamos a lo mejor que hay en nosotros, que somos historia. Buscar culpables es una irresponsabilidad. Lo que habría que hacer es asumir responsabilidades. Lo que hay que hacer es asumir responsabilidades.12 VII Si es verdad que una de las tareas que más desvelan al historiador es la de corregir la interpretaciones que distorsionan el conocimiento fidedigno de los hechos históricos, no es menos cierto que en ningún tiempo ha sido capaz de ponerle un freno a las imágenes que ininterrumpidamente brotan del pasado y se instalan en el presente, o a las que cada uno de los diversos actores sociales inventa o imagina acerca del pasado. Lo que quiera o no el historiador, el pasado es un proveedor inagotable de arquetipos que influyen en la conducta y la imaginación de las generaciones posteriores. Desde los tiempos más remotos, cuando los mitos narraron la creación del cosmos, definieron también la relación entre los seres humanos, los dioses y la naturaleza. Eran mitos dedicados a reproducir normas y tradiciones remotas, y a legitimar el poder. En estos relatos el orden del cosmos y de la vida humana se tribuían al poder inconmensurable del soberano. En 12 Agnes Heller, Teoría de la historia, pp. 275-276. En nuestro país, estas ideas son lo que han prevalecido. Entre los decanos del gremio de historiadores, don Silvio Zavala ha sido uno de sus defensores más vigorosos. Por su parte, Edmundo O´Gorman ha repartido que la misión del historiado “Consiste en dar explicaciones por los muertos, no regañarlos” o juzgarlos. Sin embargo, la pasada preparación y celebración del V Centenario del Descubrimiento de América hizo añicos esa tradición. Casi en todas partes, pero sobre todo en Hispanoamérica, brotaron tribunales y jueces que condenaron a los actores de los descubrimientos, exploraciones y conquistas del territorio americano, derribaron sus monumentos, quemaron sus efigies e impugnaron sus legados. Mesoamérica, este modelo le dio sustento a la construcción de numerosos reinos, fijó el arquetipo del gobernante y, a través de las diversas artes, multiplicó el ideal de vida predicado en los mitos cosmogónicos. En mesopotamia, las primeras muestras de escritura registran los innumerables epítetos que acompañaban el nombre de los reyes, y también dan cuenta de la congoja que invadió el espíritu de Gilgamesh al contemplar, consternado, cómo la vida abandonaba el cuerpo de Ekindú, su amigo. Hemos olvidado los 50 adjetivos hiperbólicos que exaltaban la persona de los reyes de Babilonia, pero cada generación que lee el poema de Gilgamesh recuerda la imagen desolada del héroe ante la intromisión inesperada de la muerte que le arrebata la compañía del amigo irrepetible. Los cantos que Homero diseminó en la antigua Grecia propagaron imágenes imperecederas del héroe guerrero y del amigo fiel, del momento fragoroso de las batallas y los giros ineluctables que los dioses imponían en la conducta humana. Más tarde, el genio griego sustituyó la explicación mítica del cosmos por un análisis razonado del desarrollo social, basado en un pensamiento separado de la religión y dotado de sus propios instrumentos de análisis (Heródoto, Tucídides).13 En esta tradición abrevó la corriente dedicada a extraer la historia ejemplos morales. Plutarco, el polígrafo griego que vivió entre los años 50 y 126 d. C. se convirtió en el primer maestro del género al escribir biografías edificantes de sus antecesores de la época clásica y de los romanos que vivieron los esplendores de la república. Siguiendo a Platón, Plutarco pensaba que las virtudes podían enseñarse. A ese fin dedicó sus Vidas paralelas, una galería de hombres ilustres que enaltece sus valores morales.14 Con el correr del tiempo esta obra vino a ser el texto que difundió los principios que nutrieron a la antigüedad clásica, y en el modelo más imitado para trasmitir los ideales de vida de otras épocas. Durante la Edad Media, el triunfo el cristianismo hizo de la pasión de Jesucristo el relato más celebrado. Por primera vez se difundió, por todos los medios conocidos, un solo mensaje religioso y una forma única de vida, al mismo tiempo que se condenaban las experiencias históricas distintas al 13 Véase Jean Pierr Vernant, Les origines de la pensée grecque, París, Presses Universitaries de France, 1988. 14 Plutarco, Vidas paralelas, introducción de Francisco Montes de Oca, México, Porrúa (“Sepan Cuentos …”), 1987. 35 cristianismo. El humanismo del Renacimiento canceló esa pretensión e inauguró los tiempos modernos. Las Vidas paralelas de Plutarco convivieron entonces con las hagiografías de los varones y mujeres piadosas. Las estatuas de filósofos, estadistas y héroes de la Antigüedad invadieron el espacio público. Los antiguos cánones del arte clásico renacieron en la vida mundana y en el seno de la misma iglesia. La estima de los valores clásicos produjo las primeras colecciones privadas de antigüedades, y esta pasión llevó a la creación del museo de arte, el recinto donde el visitante pudo contemplar por primera vez obras maravillosas creadas por seres que habían vivido en tiempos lejanos. Como lo percibió con claridad Erich Auerbach, el humanismo del Renacimiento creó una nueva perspectiva para mirar el pasado: Con el despuntar inicial del humanismo, empezó a existir un sentido de que los hechos de la historia antigua y los mitos clásicos, y también los de la Biblia, no esperaban separados del presente tan sólo por una extensión del tiempo, sino programa de restauración de las antiguas formas de vida y de expresión abren una perspectiva histórica de una profundidad inexistente en las anteriores épocas que conocemos: los humanistas perciben la antigüedad con hondura histórica, y sobre ese trasfondo también, las sombrías épocas de la Edad Media… (Esto hizo posible) restablecer la vida autárquica propia de la cultura antigua, o la ingenuidad histórica de los siglos XII y XIII.15 La sensación de vivir simultáneamente en diferentes espacios y tiempos históricos fue acelerada por los descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI. Los viajes de Colón y Magallanes, al mismo tiempo que precisaron los confines geográficos del planeta, dieron a conocer la diversidad del globo terráqueo. El instrumento que difundió este universo nuevo, poblado por geografías, bestiarios, civilizaciones, dioses y tradiciones diversas. Fue el libro impreso. Por primera vez el relato del viajero y del historiador registró las peripecias de la aventura humana en los escenarios más apartados y las comunicó a seres de culturas diversas. Gracias al libro impreso, el ciudadano de un país pudo ser contemporáneo de civilizaciones extrañas y llegó a conocer los itinerarios históricos del pueblo hasta entonces ignorados. Del libro, los temas y los personajes históricos 15 Erich Auerbach, Mimesis. The Representation of Reality in Western Literature, Garden City, Nueva Cork, Doubleday Anchor, 1957, p. 282. 36 saltaron al centro de las obras teatrales (William Shakespeare), la ópera (Claudio Monteverde, Handel, Gluck, Wagner, Richard Strauss), la novela histórica (Walter Scott), hasta invadir, en tiempos más cercanos a nosotros, la industria del entretenimiento y de la nostalgia: cine, televisión y tiras cómicas. Desde esos años, el libro, el museo y los medios de comunicación masiva son los principales difusores de imágenes y tradiciones provenientes del pasado. Son los instrumentos que completan y extienden la función social del historiador. Hoy Sabemos que los pueblos y los gobiernos de algunos países hispanoamericanos, asiáticos y europeos, al enfrentar diversas amenazas en el siglo XIX, imaginaron ancestros inexistentes; inventaron lazos de identidad con el propósito de unir a poblaciones de lenguas y culturas diferentes; forjaron símbolos nacionales (el territorio, el folkclore, la bandera y el himno nacional); o inauguraron monumentos, museos, ceremonias y panteones heroicos que definieron los emblemas y los principios de legitimidad que sustentaron a la nación y al Estado nacional. Esas manipulaciones del pasado crearon “comunidades imaginadas”, construcciones mentales que más tarde desafiaron la comprensión y el análisis del historiador, el sociólogo o el estudioso de los sistemas políticos. Entre los instrumentos que más se distinguieron en la creación de estos imaginarios colectivos había que destacar un nuevo tipo de obras edificantes: el texto oficial de historia, el mapa del territorio, el calendario cívico, los emblemas nacionales, los rituales públicos y el uso de los nuevos medio de comunicación.16 Otra función social que cumple la historia proviene de los hábitos establecidos por sus propios practicantes. En los dos últimos siglos, pero sobre todo en el que está por terminar, el estudio de la historia se convirtió, más que en una memoria del pasado, en un análisis de los procesos del desarrollo humano, en una reconstrucción 16 Véase Josefina Vázquez, Nacionalismo y educación en México, México, El colegio de México, 1979; David A. Brading., Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, SEP, 1972; Benedict Anderson, Imagined Communities, Londres, Verso, 1991; Eric Hobsbawm y Terance Range (comps.), The Invention of Tradition, Cambridge, Cambridge University Press, 1983; E. J. Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1780, Barcelona, Crítica, 1992; Fernando Esclante, Ciudadanos imaginarios, México, El Colegio de México, 1992; Francois Xavier Guerra (comp.) Mémoires en Devenir, Amérique Latina, XVle-XXe Siécle, Burdeos, Maison des Pays Ibériques, 1994. crítica del pasado. Como ha dicho Marc Bloch, “El verdadero progreso (en el análisis histórico) surgió el día en que la duda se hizo ‘examinadora’ (…); cuando las reglas objetivas, para decirlo en otros términos, elaboraron poco a poco la manera de escoger entre la mentira y la verdad”.17 A través del examen cuidadoso de los vestigios históricos, sometiendo los testimonios a pruebas rigurosas de veracidad y autenticidad, y atendiendo más al cómo y al por qué ocurrieron así los hechos, el relato histórico se transformó en un saber crítico, en un conocimiento positivo de la experiencia humana. La investigación histórica estableció entonces la regla que dice que “una afirmación no tiene derecho a producirse sino a condición de poder ser comprobada”, y nos advirtió que “de todos los venenos capaces de viciar un testimonio, la impostura es el más violento”. En la medida en que el historiador puso mayor cuidado en la crítica y selección de sus fuentes, mejoró sus métodos de análisis y sacó provecho de las técnicas de las ciencias y las disciplinas humanistas, en esa misma medida se transformó en un impugnador de las concepciones del desarrollo histórico fundadas en los mitos, la religión, los héroes providenciales, los nacionalismos y las ideologías de cualquier signo. De este modo, en lugar de buscarle un sentido trascendente a los actos humanos, de legitimar el poder o el ponerse al servicio de las ideologías, la práctica de la historia se convirtió en un ejercicio crítico y desmitificador, en una “empresa razonada de análisis”, como decía Marc Bloch.18 La investigación histórica, al recibir la presión de estas demandas, abandonó las interpretaciones universales del desarrollo humano y se dedicó a estudiar las acciones de los actores individuales y colectivos de manera concreta, buscando explicar la conducta de los hombres a partir de su propia lógica, y esforzándose por comprender el cambio histórico a partir de sus propios desenvolvimientos, en tanto procesos capaces de ser observados con lo instrumentos analíticos creados por la inteligencia y el saber positivo. Podría entonces decirse que la norma que se ha impuesto la investigación histórica de nuestros días es hacer de su práctica un ejercicio razonado, crítico, inteligente y comprensivo. Es decir, se ha convertido en un estudio sometido a las reglas de la 17 Marc Bloch, Introducción al estudio de la historia, México, FCE, 1952, p. 66 18 Ibid., p. 16 prueba y el error propias del conocimiento riguroso. Aun cuando los historiadores de este siglo soñaron algunas veces equiparar el conocimiento histórico con el científico, después de ensayos desafortunados acabaron por reconocer que la función de la historia no es producir conocimientos capaces de ser comprobados o refutados por los procedimientos de la ciencia experimental. A diferencia del científico, el historiador, al igual que el etnólogo o el sociólogo, sabe que no puede aislar herméticamente su objeto de estudio, pues las acciones humanas están inextricablemente vinculadas con el conjunto social que las conforma. Y a diferencia del historiador positivista, que creía posible dar cuenta de los hechos tal y como éstos efectivamente ocurrieron en el pasado, el historiador de nuestros días ha aceptado que la objetivada es una relación interactiva entre la inquisición que hace el investigador y el objeto que estudia: “La validez d esta definición proviene de la persuasión más que de la prueba; pero sin prueba no hay relato histórico digno de ese nombre”.19 A pesar de las diferencias de enfoque que hoy oponen a los diversos historiadores y escuelas historiográficas, hay consenso en que el objetivo principal de la historia es la producción de conocimiento a través del ejercicio de la explicación razonada. Desentrañar los enigmas de la conducta humana y dar razón del desarrollo social se convirtieron en indagaciones presididas por el análisis sistemático, la explicación convincente. IX Con todo y las presiones que las ciencias experimentales han hecho sentir en el campo de la historia, los miembros de este oficio decidieron no cerrarle las puertas a los legados que provienen del arte, los humanistas y el sentido común. Después de largos y a veces acalorados debates sobre los métodos científicos que conducen al conocimiento verdadero, los maestros del oficio proponen practicar con rigor una cuantas reglas básicas. Entre ellas destaco las siguientes: Ignorar a quienes quieren encerrar la historia en un rígida camisa de fuerza determinista, sea marxista, estructuralista o funcionalista. Evitar caer en las 19 Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, Telling the Truth about History, Nueva Cork, W.W. Norton and Company, 1994,pp. 260-261. 37 explicaciones monocausales. Alejarnos de las banalidades del anticuario que invierte su tiempo el pasado por solo hecho de que ahí reposan datos cubiertos por el polvo de los tiempos. Rechazar los casilleros académicos que han dividido la historia en campos, áreas, disciplinas y especialidades que fragmentan la comprensión del conjunto social e impiden conocer su desarrollo articulado. Vincular la historia de la vida material, historia de los productos de la cultura de la historia política, con el análisis de las estructuras profundas de poder, uno de los campos del conocimiento histórico más descuidados en las últimas décadas. Restituir la vida real de los seres humanos, tanto la de los grandes como la de los pequeños, al escenario social de donde fueron expulsados por los ismos que se impusieron a lo largo de este siglo.20 Imponer, como norma benévola de comunicación, la claridad en el lenguaje y la expresión. Combatir la tendencia que busca fragmentar a los historiadores en grupos cada vez que más pequeños, especializados e incomunicados. Reivindicar, en fin, la función central de la historia en el análisis del desarrollo social. Quizá esta función se reduzca a mostrar, con la fuerza de datos fidedignos y de la explicación razonada, que la inquisición histórica produce conocimientos positivos que nos ayudan a comprender las conductas, las ideas, los legados y las aspiraciones profundas de los seres humanos. Al fin y al cabo, como observa E. H. Gombrich, “cada civilización ha concebido a la historia como una búsqueda de sus propios orígenes. Las culturas más tempranas recibieron su historia bajo la forma de mitos o de relatos épicos, como los de Homero. Y no es necesario subrayar la importancia que el culto de los ancestros y las reivindicaciones basadas en orígenes remotos tuvieron en el desarrollo de la historiografía. De ahí que Huizinga pensara que la mejor descripción que le conviene a la historia es la que la define como “la forma intelectual bajo la cual una civilización rinde cuentas de su propio pasado”.21 20 Lawrence Stone, “Una doble función. Las tareas en que se deben empeñar los historiadores en el futuro”, El País, 29 de julio de 1993. 21 The Essential Gombrich, editado por Richard Woodfield, Londres, Phaidon Press, p. 366 38 EL QUESO Y LOS GUSANOS Carlo Ginzburg EL COSMOS SEGÚN UN MOLINERO DEL SIGLO XVI Menocchio Su nombre era Domenico Scandella, y le llamaban Menocchio. Nació en 1532 (en su primero proceso declaró tener cincuenta y dos años) en Montereale, un pueblecito entre las colinas de Friuli, a veinticinco kilómetros al norte de Pordennone, desde que se divisan los Alpes del Véneto. Siempre volvió allí, salvo durante dos años de destierro (1564-1565), por motivo de una riña, en los que residió en otro pueblo cercano – Arba – y en una localidad de la comarca de Carniola que no conocemos. Estaba casado y era padres de siete hijos; otros cuatro murieron. Al canónigo Giambattista Maro, vicario general del inquisidor de Aquileia y Concoridia, declaró que sus actividades eran de “molendero, carpintero, serrar, hacer muros y otras cosas”. Pero fundamentalmente trabajaba como molinero y vestía las prendas tradiciones del oficio: bata, capa y gorro de lana blanca. Así compareció en el proceso, vestido de blanco. Dos años más tarde diría a sus inquisidores que era “pobrísimo” “solo tengo dos molinos en alquiler y dos campos como aparcero, con ello he sustentado y sustento a mi pobre familia”. Pero desde luego exageraba. Aunque buena parte de las cosechas sirvieran para pagar y tuvieran que satisfacer el impuesto del canon sobre los terrenos y el alquiler de los dos molinos (probablemente en especie), debía quedarle suficiente para vivir y hasta salir de apuros en las malas temporadas. Sabemos que, cuando estuvo desterrado en Arba, alquiló en seguida otro molino. Su hija Giovanna, al casarse (ya hacía casi un mes que Menocchio había muerto), aportó una dote equivalente a doscientas cincuenta y seis liras y nueve sueldos. No era gran cosa, pero tampoco una miseria en comparación con lo habitual en la región por aquellos tiempos. A grandes rasgos, no parece que la situación de Menocchio, en el microcosmos social de Montereale, fuese de las peores. En 1581 había sido alcalde de su municipio y de las “villas” circundantes (Gaio, Grizzo, San Lonardo, San Martino), así como, en fecha no precisada, “camarero”, es decir, administrador, de la parroquia de Montereale. No sabemos si allí, como en otras localidades de Friuli, el antiguo sistema de cargos rotativos había sido remplazado por el sistema electivo. Si así era, el hecho de saber “leer, escribir y cuentas” debió jugar a favor de Menocchio. Desde luego los camareros solían elegirse entre personas que habían ido a una escuela pública elemental, en donde aprendían incluso algo de latín. Existían escuelas de este tipo de Aviano y Pordenone; sin duda Menocchio asistió a una de ellas. El 28 de septiembre de 1583 Menocchio fue denunciado al Santo Oficio. La acusación era haber pronunciado palabras “heréticas e impías” sobre Cristo. No se trataba de de una blasfemia ocasional: Menochio había intentado expresamente difundir sus opiniones, argumentándolas (“predicarse et dogmatizare con erubescit”). Con ello su situación era grave. Estos intentos de proselitismo quedaron claramente confirmados en la encuesta informativa que un mes más tarde se iniciaría en Portogruaro, y proseguiría en Concordia y en el propio Montereale. “siempre está llevando la contra en cosas de la fe, por discutir y también con el párroco”, declaró Francesco Faceta al vicario general. Otro testigo, Domenico Melchiori, manifestó: “Suele discutir con unos y con otros, y como quería discutir conmigo yo le dije: “Yo soy zapatero y tú molinero, y tú no eres doctor, ¿a qué disputar sobre esto?”. Las cosas de la fe son graves y difícil, lejos del alcance de molineros y zapateros: para discutir era necesaria la doctrina, y los depositarios de ella eran antes que nada los clérigos. Pero Menocchio afirmaba que cree que el Espíritu Santo gobernase la Iglesia, y añadía: “Los prelados nos tienen dominados y que no nos resistamos, pero ellos se la pasan bien”; en cuanto a él: “Conocía mejor a Dios que el vicario general, para que aclarara sus ideas, le reconvino diciéndole: “Estos caprichos tuyos se herejías”. Menocchio le prometió que no enzarzarse más en discusiones, pero volvió en seguida a las andadas. En la plaza, en la hostería, en su camino de Grizzo o de Daviano, de regreso de la montaña: “Suele con todo el que habla – dice Giuliano Stefanut- salir con razonamientos sobre las cosas de Dios, y siempre meter algo de herejía: así porfía y grita para mantener su opinión”. El País No es fácil captar, por las actas de sumario, cuál fue la reacción de los paisanos de Menocchio a sus palabras; está claro que ninguno estaba dispuesto a admitir el haber escuchado aprobatoriamente los argumentos 39 de su sospechoso de herejía. Por el contrario, alguno se apresuró a manifestar al vicario general que instruía su caso su propia reacción de enojo. “¡Quita, Menoccchio, por gracia, por amor de Dios, no digas esas cosas!”, había exclamado Domenico Melchiori al oírle. Y Giuliano Sefanut: “Yo le he dicho muchas veces, y sobre todo cuando íbamos hacia Grizzo, que le pareció, pero no puedo soportar lo que dice sobre cosas de la fe, porque siempre me pelearé con él, y si cien veces me matase y yo resucitara, siempre me haría matar por la fe”. El sacerdote Andrea Bionima le lanzó incluso una amenaza velada: “Calla, Domenego, no digas esas cosas, porque algún día podrás arrepentirte”. Otro testigo, Giovanni Povoledo, dirigiéndosela vicario general, hizo una definición, aunque peque de genérica: “Tiene mala fama, es decir, opiniones equivocadas sobre la rama del Lucero”. Pero este coro de voces no debe inducirnos a engaño. Casi todos los interrogados declararon conocer de mucho tiempo a Menocchio: algunos hacía treinta o cuarenta años, otros veinticinco, otros veinte. Uno de ellos, Daniele Frasseta, dijo que le conocía “desde que era un chuponcillo porque somos de la misma parroquia”. Parece que algunas de las afirmaciones de Menocchio databan no sólo de algunos días atrás, sino de “muchos años”, hasta de treinta años antes. En todo ese tiempo nadie del pueblo le había denunciado. Y, sin embargo, todos conocían sus discursos; la gente los repetía – quizá con curiosidad, quizá moviendo la cabeza. En los testimonios recogidos por el vicario general no se advierte una clara hostilidad hacia Menocchio, a lo sumo desaprobación. Cierto que algunos de ellos son parientes, como Francesco Faceta o Bartolomeo di Andrea, primo de la mujer, que lo define como “hombre de bien”. Pero, por otra parte, el propio Giuliano Sfefanut que había planeado cara a Menocchio, diciéndose dispuesto a dejarse “matar su fe”, añade: “Yo le aprecio”. Nuestro molinero, alcalde del pueblo y administrador de la parroquia, no vivía precisamente al margen de la comunidad de Montereale. Muchos años más tarde, durante el segundo proceso, un testigo declaró: “Yo siempre le veo con gente y creo que es amigo de todos”. A pesar de todo, en un momento determinado, fue víctima de una denuncia que puso en marcha el sumario. Como veremos, los hijos de Monocchio en seguida atribuyeron la delación anónima al párrafo de Montereale don Odorico Voraz. No se equivocaban. Entre él y Menocchio existían rencillas: hacía cuatros años que el molinero se confesaba fuera del pueblo. 40 Cierto que el testimonio de Voraz con el se cierran las indagaciones del proceso es curiosamente elusivo: “No puedo recordar exactamente qué cosas decía, por tener poca memoria, y por mis ocupaciones en otros asuntos”. En principio, ninguno mejor que él para facilitar el Santo Oficio información sobre el asunto, pero el vicario general no insistió. No había necesidad: había sido el propio Varai, instigado por otro cura – don Octavio Montereale, miembro de la familia señorial del pueblo – quien transmitió la denuncia detallada sobre la que se basaron los interrogatorios del vicario general a los testigos. Es fácil explicar tal hostilidad del clero local. Como hemos visto, Menocchio no reconocía a las jerarquías eclesiásticas ninguna autoridad especial en cuestiones de fe. “¡Los papas, los prelados, los curas!, decía con desprecio que no creía en ellos”, alegó Domenico Melchiori. A fuerza de discutir y polemizar por calles y hosterías, Menocchio debía haber casi llegado a impugnar la autoridad del párroco. Pero ¿qué es lo que decía Menocchio? Para empezar, no sólo blasfemaba “desmesuradamente”, sino que sostenía que blasfemar no es pecado (según otro testigo, no era pecado blasfemar de los santos, pero sí de Dios) y añadía sarcástico: “Cada uno hace su oficio, unos aran, otros vendimian, y yo hago el oficio de blasfemar”. Además hacía extrañas afirmaciones, que sus paisanos refieren más o menos fragmentariamente y de forma inconexa al vicario general. Por ejemplo: “El aire es Dios (…) la tierra es nuestra madres”; ¿Quién os imagináis que es Dios? Dios no es más que un hálito, y todo lo que el hombre pueda imaginarse”; “Todo lo que se ve es Dios, y nosotros somos dioses”; “El cielo, tierra, mar, aire, abismo e infierno, todo es Dios” “Qué creéis, ¿Qué Jesucristo nació de ala virgen María?; no es posible que le hay partido y siguiera siendo virgen: puede que haya sido algún hombre de bien o el hijo de algún hombre de bien”. Hasta se decía que escondía libros prohibidos, especialmente la Biblia en lengua vulgar: “siempre discute sobre esto y aquello, tiene la Biblia vulgar y en ella se fundamente obstinándose en sus razonamientos”. Mientras se iban recogiendo los testimonios, Menocchio empezó a sospechar que se estaba preparando algo contra él. Por ello fue a visitar al vicario de Polceningo, Giovanni Daniele Melchiori, amigo de la infancia, quien le exhortó a presentarse voluntariamente al Santo Oficio, o por lo menos a obedecer sin dilación cualquier citación que se produjera, y le amonestó así: “Contéstales a todo lo que te pregunten y no intentes hablar de más ni trates de hablar de estas cosas; responde únicamente a lo que te pregunten”. También Alessandro Policreto, un antiguo abogado de Menocchio, a quien se encontró casualmente en casa de un amigo suyo mercader de leña, le aconsejó presentarse a los jueces reconociéndose culpable, pero declarando al mismo tiempo no haber nunca creído sus propias afirmaciones heterodoxas. Por ello Menocchio fue el inmediato a Maniago, obedeciendo la citación del tribunal eclesiástico. Pero al día siguiente, 4 de febrero, visto el curso que tomó la instrucción sumarial, el inquisidor en persona, el franciscano fray Felice da Montefalco, le hizo arrestar y “llevar esposado” a la cárcel del Santo Oficio de Concordia. El 7 de febrero de 1584 Menocchio sufrió su primer interrogatorio. Primer interrogatorio A pesar de los consejos que le habían dado, muy pronto se mostró extremadamente locuaz. Intentó presentar su postura bajo un ángulo aún más favorable que el que arrojan los testimonios. Por ejemplo, aun admitiendo haber tenido, dos o tres años antes, dudas sobre la virginidad de María y haber hablado con varias personas, entre ellas un sacerdote de Barcis, puntualizó: “Es cierto que yo he dicho estas palabras ante varias personas, pero no las exhortaba a que las creyeran, y al contrario, he exhortado a muchos diciéndoles: “¿Queréis que os enseñe el camino verdadero? Tratad de hacer el bien y seguir el camino de mis antecesores, y no lo que manda la Santa Madre Iglesia”. Pero las palabras que yo antes pronunciara, las decía por tentación, y porque así las creía y quería enseñar a otros; ha sido el espíritu maligno el que me hacía creer aquellas cosas y asimismo me incitaba a decirlas a otros”. Con esta declaración, Menocchio confirmaba sin más, inconscientemente, la sospecha de que se había atribuido en el pueblo el papel de maestro de doctrina y en comportamiento (“¿Creéis que os enseñe el camino verdadero?”) En cuanto al contenido heterodoxo de este tipo de prédica no había dudas, y, sobre todo, ante la exposición que haría Menocchio de su singularísima cosmogonía, de la que al Santo oficio había llegado hasta entonces un eco confuso: “Yo he dicho que por lo que yo pienso y creo, todo era un caos, es decir, tierra, aire, agua y fuego juntos; y aquel volumen poco a poco formó una mesa, como se hace el queso con la leche y en él se forman gusanos, y éstos fueron los ángeles; y la santísima majestad quiso que aquello fuese Dios y los ángeles; y entre aquel número de ángeles también estaba Dios creado, también él de aquella masa y al mismo tiempo, y fue hecho señor con cuatro capitanes, Luzbel, Miguel , Gabriel y Rafael. Aquel Luzbel quiso hacerse señor comparándose al rey, que era la majestad de Dios, y por denes y compañía; y así Dios hizo después a Adán y Eva, y al pueblo, en gran multitud, para llenar los sitios de los ángeles echados. Y como dicha multitud no cumplía los mandamientos de Dios, mandó a su hijo al cual prendieron los judíos y fue crucificado”. Y añadió: “yo no he dicho nunca que lo mataron como a una bestia” (era una de las acusaciones contra él: más tarde admitiría que sí, que podría haber dicho algo así). “Yo he dicho claramente que se dejó crucificar, y aquel que fue crucificado era uno de los hijos de Dios, porque todos somos hijos de Dios, y de la misma naturaleza que el crucificado; y era hombre como nosotros, pero de mayor dignidad, como si dijéramos hoy que nosotros porque tiene poder, y el que fue crucificado nació de san José y la virgen María.” ¿”Poseso”? Durante la fase de instrucción del proceso, dadas las extrañas manifestaciones referidas por los testigos, el vicario general preguntó al principio si Menocchio hablaba “en serio o en son de burla”; más adelante, si estaba mentalmente sano. En ambos casos la respuesta no dejó lugar a dudas: Menocchio hablaba “en serio”, y estaba “en su juicio, no (…) loco”. Pero una vez iniciados los interrogatorios, uno de los hijos de Menocchio, Ziannuto, por sugerencia de algunos amigos de su padres (Sebastiano Sebenico, y otro al que sólo se ha identificado como Lunardo) comenzó a difundir el rumor de que estaba “loco” o “poseso”. Pero el vicario no lo creyó y el proceso siguió su curso. Por un momento se pensó en liquidar las opiniones de Mennocchio, especialmente su cosmogonía, calificándolas de amasijo de extravagancia impías pero inocuas (el queso, la leche, los gusanos-ángeles, Dios-ángel creado del caos), pero se descartó esta alternativa. Cien o ciento cincuenta años más tarde, probablemente Menocchio habría sido recluido en su hospital para locos, por afección de “delirio religioso”, pero en plena Contrarreforma las modalidades represivas eran distintas, y antes que nada pasaban por la individualización y, en consecuencia, la represión de la herejía. 41 EL AMOR A LA TIERRA EMILIANO ZAPATA Enrique Krauze Donde el agua se arremolina EL PEQUEÑO PUEBLO de Anenecuilco, enclavado en el corazón del paraíso perdido, aparece ya en el Códice Menocino como tributario de los aztecas. Su traducción del náhuatl es “lugar donde el agua se arremolina”. Luego de la Conquista, en 1579 el pueblo se ve forzado a defender- y l hace con éxito- su condición de “cabecera de por sí” frente al Marquesado de Valle que pretende incorporarlo a otras cabeceras o compelerlo a trabajar en obras ajenas a su jurisdicción. La identidad del pueblo se ve amenazada de nueva cuenta en 1603. Cuando las autoridades buscan congregar a su población junto a la de otros dos pueblos vecinos en la villa de Cuautla. Los dos pueblos. Ahuehuepan y Olintepec, ceden ante la presión y desaparecen. Anenecuilco sobrevive. En 1607, el virrey Luis de Velasco le concede merced de tierras, pero ese mismo año se le quitan para la constitución de la Hacienda del Hospital. Durante el siglo XVII y parte del XVIII, el pueblo vivió de milagro. En 1746 lo componían 20 familias que defienden su fundo legal de un acoso triple: las Haciendas de Cuahuixtla, del Hospital y Mapaztlán. En 1798 el pueblo pide tierras y se opone al acuerdo de la Real Audiencia a favor del hacendado Abad, de Cuahuixtla. Al final del siglo su población ha crecido: el censo de 1799 encuentra 32 familias indias “con todo y gobernador”. Un testigo de la época asienta en 1808 que los indios de Anenecuilco entre los que aparece el apellido Zapata – “arrendaban las Haciendas del Hospital por no serles suficientes las suyas”. Ese mismo año se ventila una diligencia entre Anenecuilco y la hacienda de Mapaztlán en la que los representantes de ésta sostienen una declaración reveladora del rencoroso desdén hacia el pueblo: La población verdadera de Anenecuilco había venido en decadencia, de muchos años a esa fecha, de manera que no llegaba a treinta las familias de indios originarios del lugar. Que por esa razón no tienen utensilios ni paramentos sagrados por lo que cuando celebran misa los piden presentados al Mayordomo del Señor del Pueblo, Don Fernando Medina, colector de la limosna quien los ha hecho con la ayuda de los rancheros de Mapaztlán y los presta y los guarda según es necesario. Que las tierras que aún tienen los de Anenecuilco son muy superabundantes en relación con las que 42 gozan otros pueblos compuestos de cien o más familias, y que por lo tanto las cultivan dejando muchas vacías y arrendando otras. Que permitiéndoseles salir a los indios de la atarjea de cal y canto para entrar en tierras de la Hacienda, causarían un enormísimo daño perjudicando las labores de caña, y robándosela según acostumbran, por lo que se tiene que pagar peón constantemente para ahuyentar los ganados y cerdos. Que del corto pedazo de tierra que tomarían dentro de la Hacienda apenas podrían sacar diez o doce pesos de renta anual o dos fanegas de sembradura de maíz, perjudicando en cambio de la Hacienda grandemente. Que la atarjea de la Hacienda es hecha a mucho costo y que no podría mudarse por no permitirlo la situación de las aguas necesarias para las sementeras. Que la mayor parte de las tierras de que goza Anenecuilco se las dio la Hacienda cuando se erigió este Pueblo en principios del siglo próximo pasado. Que en aquel tiempo, quedaron deslindadas las tierras de la citada Hacienda en la conformidad en que se hallan, y según la cual se hizo la atarjea sin contradicción de parte de los indios. Que por todo lo expuesto los indios no se mueven ni se moverían si no mediara algún secreto impulso, puesto que no tienen necesidad de pedir tierras ya que gozan de grandes ventajas respecto de otros infinitos pueblos, lo cual indica que los indios litigan por sugestión de algún enemigo de la Hacienda. Por su parte, los indios de Anenecuilco revelan que la querella con las haciendas es tanto asunto de tierras como de dignidad: quieren ver las resultas del pleito “aunque tuvieran que ceder las tierras que debían reintegrarles las Haciendas del Hospital y Cuahuixtla”. La era colonial terminó sin que sucediera ninguna de las dos cosas. Anenecuilco puso su grano de arena en la Guerra de la Independencia. En su pequeña iglesia salvó la vida uno de los insurgentes más cercanos a Morelos: Francisco Ayala, casado con una vecina de Anenecuilco apellidada Zapata. Como en toda la región, los siguientes decenios hasta mediados del siglo son un paréntesis, pero la tregua se rompe en 1853: el pueblo vuelve a pedir su documentación al Archivo General y reabre su pleito con mapaztlán En 1864 pide sus tierras a Maximiliano. El emperador visita la zona de Cuernavaca con asiduidad. Lo atraen el paraíso y la India Bonita. Desarrolla una sensibilidad para escuchar y entender los reclamos indígenas, y concede la merced a Anenecuilco. Por desgracia para el pueblo, el Imperio se disuelve. Después del episodio de los Plateados que tiene en Anenecuilco uno de sus principales escenarios, José Zapata –criollo de Mapaztlánejerce las funciones de gobernador del pueblo. Es él quien escribe a Porfirio Díaz en junio de 1874: Los ingenios azucareros son enfermedad maligna que se destruye, y hace desaparecer posesionarse de tierras y más una sed insaciable. como una extiende y todo para tierras con Cuando usted nos visitó se dio cuenta de esto y uniéndose a nosotros, prometió luchar y creemos, y más bien estamos seguros, de que así lo hará. Tenemos fe y confiamos en que algún día la justicia se haga cargo de nuestros problemas, guardamos con celo los papeles que algún día demostrarán que somos los únicos y verdaderos dueños de estas tierras. Las miras de usted, general, hasta hoy siempre han sido justas y nosotros hemos seguido fielmente sus pasos, no creemos ser dignos de olvido. No estamos reprochando nada, pero queremos estar seguros de que no nos ha olvidado. Destruirá usted ésta, pues no es aún tiempo de que se conozca el pacto, como usted dice. Sólo es una recordatoria, para que esté este problema en su mente y no lo olvide. De quien sí hemos recibido correspondencia es del Lic. Don Justo Benítez que está con nosotros y también nos apoyan en todos los puntos. “No descansaremos hasta obtener lo que nos pertenece.” Son sus propias palabras, general. Dispense que distraigamos sus ocupaciones, pero el asunto no es para menos; estamos al borde de la miseria unos y los otros han tenido que emigrar por no tener alimentos para sus hijos. Los de los ingenios cada vez más déspotas y desalmados. No queremos cometer con ellos algún acto de violencia, esperaremos con paciencia hasta que usted nos dé la señal para iniciar nuestra lucha. Fiamos en la prudencia que le es a usted característica en que nos disimulará nuestro rústico pero leal lenguaje. Dos años después, apenas lanzado el Plan de Tuxtepec al amparo del cual derrocaría al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz recibe un nueva carta, aún más esperanzada y firme, del pueblo de Anenecuilco: Los tan conocidos para usted, miembros de este club de hijos de Morelos, nos dirigimos nuevamente a usted con el respeto debido para hacerle presentes nuestros agradecimientos por la gran ayuda que hasta ahora nos ha prestado. Recibimos su nota de comunicación y estamos satisfechos con los adelantos que ha proporcionado a nuestra causa. Como le hemos estado remitiendo constantemente cartas recordatorias, creemos que no se ha olvidado de nosotros, aunque su última contestación fue de 13 de enero del pasado, sabemos que esto se debe a sus muchas ocupaciones. General, no tendremos con qué pagarles si podemos realizar nuestro anhelo y salimos victoriosos en este trance tan difícil para nosotros. Nos damos cuenta de que el problema es bien difícil, pero tenga usted en cuenta que estamos decididos a luchar hasta el fin, junto con usted. Y hemos resuelto todos de común acuerdo, que es preferible que desaparezca la gran riqueza que constituyen los ingenio azucareros (que luego podrá repararse), a que se sigan apoderando de nuestras propiedades hasta hacerlas desaparecer. Confiamos en que usted tampoco ha dado nada a conocer, pues sería peligroso en estos momentos. Con gran pena le comunicamos el fallecimiento de nuestro querido presidente y a quien considerábamos casi como padre. Mientras, me han nombrado a mí, pero es seguro que no quede de fijo, pues hay otros que más lo merecen. Por toda respuesta Porfirio – que evidentemente los conocía bien- marcó en el margen: “Contestarles en los términos de siempre. Estoy con ellos y los ayudará hasta lo último Siento la muerte del señor Zapata, pues era fiel servidor y capaz amigo”. En 1878, el hacendado de Cuahuixtla Manuel Mendoza Cortina sostiene que “la justicia para los pobres ya se subió al cielo”, y emprende un nuevo despojo ahora sobre las aguas del pueblo. Uno de los mandatarios del pueblo, Manuel Mancilla, entabla con él pláticas conciliatorias aunque secretas. Al descubrirlo, los vecinos lo degüellan. “Su cuerpo - escribe Jesús Sotelo Inclán, el gran historiador de la genealogía zapatista del que provienen todas estas noticias y documentos sobre Anenecuilco – quedó tirado por el Cerro de los Pedernales en el camino a Hospital, y lo enterraron fuera del pueblo por traidor, al pie de unos cacahuates blancos, junto al río”. En el caso de Anenecuilco, el porfiriato no fue una era de paz. En 1882, el hacendado de Hospital se queja de que los animales del 43 pueblo maltratan su cañas. En 1883, los campesinos se cotizan para comprar armas. En 1885, denuncian los huecos y demasías de Cuahuixtla. En 1887, sufren la destrucción del barrio oriental del pueblo llamado Olaque, por el archienemigo Mendoza Cortina. En 1895, Vicente Alonso Pinzón, español, nuevo dueño de Hospital y la hacienda cercana, Chinameca ocupa tierras del pasto del pueblo, mata sus animales y coloca cerca de alambre. Al inicio del siglo, Anenecuilco retoma, por enésima vez, el camino legal: pide copias de sus títulos al Archivo General de la Nación y busca el dictamen de su abogado célebre, Francisco Serralde. Después de analizar los títulos. Serralde opina: “los títulos amparan plenamente las 600 varas de terreno que se concedieron a los naturales de Anenecuilco por decreto y por ley”: Con el dictamen en la mano, en 1906 los vecinos apelan al gobernador, quien concierta una junta con los representantes de Hospital. Un año más tarde, en vista de la irresolución completa de sus antiquísimas demandas, los de Anenecuilco visitan a Porfirio Díaz en la vecina Hacienda de Tenextepango, propiedad de su yerno, Ignacio de la Torre. Habían pasado 40 años desde aquellas cartas esperanzadoras. Porfirio les promete – una vez más – interceder. El gobernador los conmina a acreditar con títulos pertinente “sus alegados derechos". Nada se resuelve. En enero de 1909, el pueblo interpone un nuevo curso para recobrar sus documentos: Don Vicente Alonso, propietario de la Hacienda del Hospital, trató de despojar nuestros ganados que allí pastaban no nos permitía seguir haciendo uso de los ampos de sembradura que nosotros siempre habíamos cultivado, por decirse dueño de esa posesión, que nosotros mantenemos y hechos mantenido, por indeterminado lapso de tiempo por ser exclusivamente de nuestra propiedad. Aquel año 1909 sería – según recordaba uno de los más activos representantes- “el más pesado”. En junio, el administrador de Hospital decidió dar un paso hacia el abismo: ni siquiera en arrendamiento dio las tierras a Anenecuilco. En septiembre, el nuevo presidente del pueblo, el joven Emiliano Zapata, estudia cuidadosamente los papeles de la comunidad, muchos en náhuatl, su lengua materna. En octubre Zapata busca el patrocinio del licenciado Ramírez de Alba y el consejo del escritor y luchador social Paulino Martínez. Todo sin éxito. En una frase trágicamente célebre, el administrador de Hospital responde así a sus reclamos: “Si los de Anenecuilco quieren 44 sembrar que siembren en maceta porque ni en tlacolol22 “han de tener tierras.” En abril de 1910 el tono de una carta al gobernador ya no es de combate sino de súplica, casi de imploración: Que estando próximo el temporal de aguas pluviales, nosotros los labradores pobres debemos comenzar a preparar los terrenos de nuestras siembras de maíz; en esta virtud, a efecto de poder preparar los terrenos que tenemos manifestados conforme a la Ley de Revalúo General, ocurrimos al Superior Gobierno del Estado, implorando su protección a fin de que, si a bien lo tiene, se sirva concedernos su apoyo para sembrar los expresados terrenos sin temor de ser despojados por los propietarios de la Hacienda del Hospital. Nosotros estamos dispuestos a reconocer al que resulte dueño de dichos terrenos, se a el pueblo de San Miguel Anenecuilco o se otra persona; pero deseamos sembrar los dichos terrenos para no perjudicarnos, porque la siembre es la que nos da la vida, de ella sacamos nuestro sustento y el de nuestras familias. En mayo, el pueblo se juega la última carta: escribe al presidente Díaz, Éste les contesta informando que ha vuelto a recomendar el asunto al gobernador interino del estado, quien de inmediato los recibe en Cuernavaca y les solicita una lista de las personas agraviadas. A los dos días el pueblo le envía el documento, precedido de un párrafo revelador de la intacta memoria histórica del pueblo: Lista de las personas que anualmente han verificado sus siembras de temporal en los terrenos denominados Cuajar, Chautla y La Canoa, que están comprendidos en la merced de tierras concedidas a nuestro pueblo en 25 de septiembre de 1607, por el Virrey de Nueva España, hoy México, según consta en el mapa respectivo, y de cuya propiedad nos ha despojado la Hacienda del Hospital. A mediados de 1910, Emiliano Zapata advierte que el trance es de muerte y toma una resolución aplazada por siglos: ocupa y reparte por su cuenta y riesgo las tierras. El jefe político de Cuautla, José A. Vivanco, se entera pero no lo toca. Poco tiempo después el presidente Díaz ordena a la sucesión del hacendado Alonso devolver las tierras a Anenecuilco. En diciembre de 1910, Zapata derriba tecorrales y realiza un segundo reparto de tierras, al que se unen los vecinos de Moyotepec y Villa de Ayala. 22 Sitios pequeños y deslavados en las laderas de los cerros. Previendo que las nubes del horizonte eran presagio de un cataclismo social, Vivanco abandona el distrito, no sin antes festejar en un jaripeo con Zapata la reivindicación histórica de Anenecuilco. Tres siglos después de su expedición, la merced del virrey Luis de Velasco, comenzaba a surtir efecto. 45 ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE CUERPO E IDEOLOGÍA EN EL OCCIDENTE MEDIEVAL23 Jacques Le Goff Una historia más digna de este nombre que los tímidos ensayos a los que nos reducen hoy nuestros medios dejaría paso a las aventuras del cuerpo (March Bloch, La sociedad feudal) LA REVOLUCIÓN CORPORAL Entre las grandes revoluciones culturales ligadas al triunfo del cristianismo en Occidente, una de las mayores es la que se refiere al cuerpo. Ni siquiera las doctrinas antiguas que signan la máxima preeminencia al alma conciben una virtud o un bien que no se realice por la mediación del cuerpo. El gran vuelvo de la vida cotidiana de los hombres que, en las ciudades (en la antigüedad, lugar de la vida social y cultural por excelencia) suprime el teatro, el circo, el estadio y las ternas, espacios de sociabilidad y cultura que con diversos títulos exaltan o utilizan el cuerpo, ese vuelco, pues, representa la derrota doctrinaria de lo corporal. CUERPO Y ALMA La encarnación es humillación de Dios., El cuerpo es la prisión (ergastulum, prisión para esclavos) del alma; y ésta es, más que su imagen habitual, la definición del cuerpo. El horror del cuerpo culmina en sus aspectos sexuales. El cristianismo medieval convierte en pecado sexual el pecado original, otrora pecado de soberbio intelectual, desafío intelectual a Dios. La abominación del cuerpo y del sexo llega al colmo en el cuerpo femenino. Desde Eva a la hechicera de finales de la Edad Media, el cuerpo de la mujer es el lugar elegido por el diablo. Al igual que los períodos litúrgicos que entrañan una prohibición sexual (cuaresma, vigilias y fiestas de guardar), el período de flujo menstrual es objeto de tabú: los leprosos son los hijos de los esposos que han mantenido relaciones sexuales durante la menstruación de la mujer. El inevitable choque de lo fisiológico y lo sagrado lleva a 23 Esas observaciones fueron presentadas en el coloquio “Hombre biológico y hombre social” (organizado por el Centro Royaumont para una Ciencia del Hombre con el patrocinio de la Delegación General para la investigación científica y técnica, diciembre de 1978). 46 une esfuerzo para negar al hombre biológico: vigilia y ayuno que desafían al sueño y a la alimentación. El pecado se expresa por la tara física o la enfermedad. La enfermedad simbólica e ideológica por excelencia de la Edad Media, la lepra (que ocupa el mismo lugar que el cáncer en nuestra sociedad) es en primer lugar la lepra del alma. El camino de la perfección espiritual pasa por la persecución del cuerpo: el pobre es identificado con el enfermo, el tipo social eminente, el monje, se afirma atormentando su cuerpo mediante el ascetismo, el tipo espiritual supremo, el santo, nunca lo es de manera tal indiscutible como cuando hace el sacrificio de su cuerpo en el martirio. En cuanto a las divisiones sociales laicas esenciales, nunca se expresan mejor que en oposiciones corporales: el noble es hermoso y está bien formado, el villano es feo y deforme (Aucassin et Nicollette, Yvain de Chrétien de Troyes, etc.) Más aun que polvo, el cuerpo del hombre es podredumbre. El camino de toda carne es la decrepitud y la putrefacción. En la medida en que el cuerpo es una de las metáforas fundamentales de la sociedad y del mundo, igual que a éste, les llega la ineluctable decadencia. El mundo del cristianismo medieval, según la teoría de las seis edades, ha entrado en la vejez. Mundus senescit. Un célebre poema de los últimos del siglo XII atestigua esa omnipresencia del cuerpo que corre a su consunción; se trata de los Gusanos de la muerte del cisterciense Elinando de Froimont: Un cuerpo bien nutrido, una carne delicada Nos es más que una camisa de gusanos y del fuego (los gusanos del cementerio y el fuego del infierno) El cuerpo mancillado. es vil, maloliente y está La alegría de la carne está envenenada y corrompe nuestra naturaleza. Sin embargo la salvación del cristiano pasa por una salvación del cuerpo y del alma juntos. El monje inglés de alrededor de 1180 que escribió el Purgatorio de san Patricio en el que relata un viaje al más allá se excusa, al disponerse a hablar de las torturas de los impuros y de las alergias de los justos, por tener que hablar sólo de cosas corporales o semejantes al cuerpo. El autor apela a san Agustín y a san Gregorio para que le ayuden a explicar que las penas corporales pueden castigar a espíritus incorpóreos. “En el hombre corporal y mortal las cosas espirituales sólo se manifiestan con una apariencia y forma corporales” (“quasi in specie et forma corporali”). El hecho de que, en efecto, el alma misma me manifiesta a los hombres de la Edad Media en una forma corporal no es la menor de las paradojas de este sistema del cristianismo medieval. El alma se representa habitualmente en la forma de un hombrecillo o de un niño y puede tomar formas materiales aún más desconcertantes. En el Dialogus miraculorum de Cesario de Heisterbach, escrito a comienzos del siglo XIII, los demonios juegan con un alma como si ésta fuera una pelota. Para los hombres de la Edad Media lo sagrado se revela con frecuencia en este turbador contacto entre lo espiritual y lo corporal. Los reyes taumaturgos manifiestan su sacralizad curando a los escrofulosos que tocan. Los cadáveres de los santos prueban su santidad difundiendo un olor suave, el olor de santidad. Las revelaciones divinas así como las tentaciones diabólicas se expresan en los cuerpos dominados por los sueños y las visiones que tanto desconcertaban a los hombres de la Edad Media. En el siglo XII uno de los espíritus más originales medioevo, santa Hiildegarde de Bingen, en quien se ha creído reconocer a una epiléptica (pero el asunto no nos importa en esta contexto) expone en su extraño tratado Causae el curae los fundamentos de una biología y de una medicina íntimamente ligadas a la teología mística. 47 LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA EN LA ESCUELA PRIMARIA24 Rodolfo Ramírez Raymundo25 La historia como asignatura En el plan de estudio de 1993 se reintegraron la historia, la geografía y la educación cívica como asignaturas específicas, después de 20 años durante los cuales los niños estudiaron una materia llamada ciencias sociales. Existen varias razones que justifican este cambio. El establecimiento del área de ciencias sociales a partir de la Reforma de 1972-1976, estuvo influido por la aspiración de las ciencias sociales de producir grandes explicaciones integradas del mundo que recuperan los aportes de la economía de la antropología, de la sociología, de la ciencia política, de la geografía, de la historia, etcétera; sin embargo, el desarrollo de la investigación científica reveló que en este plano no fue posible lograr el tipo de explicaciones esperadas. La instrumentación de un estudio integrado de los fenómenos sociales en la educación básica significó un doble reto: por un aparte para los maestros, cuya formación no era suficiente para manejar de este modo los contenidos y, por otra, para los niños, ya que realmente es prematuro esperar que produzcan una explicación integrada del mundo social. Los problemas para enfrentar estos retos se expresaron en un debilitamiento muy fuerte del conocimiento de nuestro país, tanto en su geografía como en su historia. La integración de las ciencias sociales a los programas de estudio se tradujo, además en una yuxtaposición de temas. Este se puede ver claramente en los libros de texto de ese periodo, en los que el presente ocupa una unidad y la siguiente es ocupada por la historia y así sucesivamente. Es necesario reconocer que la integración de las ciencias sociales a periodo, en los que el presente ocupa una unidad y la siguiente es ocupada por la historia y así sucesivamente. Es necesario reconocer que la integración de las ciencias sociales a los programas también tuvo ventajas importantes, ya que introdujo problemas que nos se habían considerado antes en la educación primaria como la desigualdad, la marginación, la relación entre el campo y la ciudad, 24 En Cero en conducta, año XIII, núm. 46, octubre, México, Educación y cambio, pp. 25-41. 25 Director de Investigación Educativa de la Subsecretaría de Educación Básica y Normal. 48 etcétera. Sin embargo, combinando la formación de los profesores y los retos que implicaba que los niños elaboran explicaciones integradas de los fenómenos sociales, no se lograron los resultados esperados. Con el plan de estudios vigente se espera que los niños –quienes estudiarán a partir de tercer grado cada una de las asignaturas, ya reorientado el enfoque de la enseñanza de éstas- desarrollen una visión más sistemática de algunas cuestiones fundamentales. En historia, uno de los propósitos es, por ejemplo, que adquieran el conocimiento de los principales hechos y procesos que dieron origen a nuestro país: que desarrollen la idea de que existió una época prehispánica con formas de vida absolutamente distintas de las que ellos tienen en la actualidad; que vino un largo periodo de dominación colonial durante el cual se formó la cultura mexicana, lo que hoy somos, que es una mezcla de las culturas prehispánicas y de la cultura europea. Otro propósito importante consiste en desarrollar la idea de cambio, de que la sociedad se transforma poco a poco en distintos aspectos, tanto en lo político como en lo material, en lo cultural y en la vida de todos los días. Éstos son los propósitos fundamentales de la reforma. El valor formativo de la historia Durante mucho tiempo, y con justificada razón, ha existido una crítica muy fuerte a la forma de enseñar historia en la educación básica: una historia difícil, aburrida, con muchas batallas, llena de nombres de virreyes y presidentes que cambian frecuentemente. México es un país que tiene una historia violenta, en gran parte. Ese tipo de historia, que es un recuentro de datos aislados, francamente parece inútil y preferiría, como sostiene el maestro Carlos A. Carrillo, que no se enseñara. Sin embargo, se puede intentar otra forma de enseñar y de presentar los contenidos. Considero, como se afirma en el plan de estudios, que el estudio de la historia es un elemento fundamental en la formación de los seres humanos porque, en primer lugar, la sociedad humana tiene historia; es decir, no surge espontáneamente, no se construye en un momento y, sobre todo, porque a diferencia de otros seres vivos, la sociedad humana es, en gran parte, producto de su propio aprendizaje sobre experiencias anteriores; entonces, ¿cómo entender el mundo de hoy, que es en donde los niños se van a desenvolver? ¿Cómo comprender lo que sucede y la forma como afectan las acciones de otros hombres y de otras mujeres en la vida personal, en la vida de su comunidad, de su ciudad o de su país, si no se tienen los elementos básicos que expliquen cuál es la dinámica de la sociedad? En este sentido, el estudio de la historia tiene un valor formativo muy grande. El segundo elemento que aporta el estudio de la historia es una forma de pensar; es decir, la capacidad de explicar y de comprender los hechos del presente en relación con los procesos que explican su origen y evolución. Esto puede dejar en los niños, una vez concluida su educación básica, una forma de pensar, lo que algunos autores han denominado pensar históricamente. El estudio de la historia contribuye a que los niños superen el presentismo – una manera relativamente simplista de explicar las cosas- que puede causar confusiones cuando se enfrentan, ya de adultos, a problemas sociales para los que se requiere una explicación. Por ejemplo, ¿qué es lo que explica la violencia actual en nuestro país? ¿Qué es lo que explica los problemas políticos, la inestabilidad o la fragilidad de la economía? Lo más común y recurrente es que se diga: “el gobernante en turno cometió los errores más garrafales de la historia”. No se comprende que esa situación es un producto histórico; el hecho de que México tenga una economía débil se debe al tipo de desarrollo que tuvo durante el siglo XX y ese desarrollo estuvo condicionado por la propia construcción del país en el siglo XIX y quizá antes. Para comprender el presente es necesario, por ejemplo, conocer la época colonial –condicionaron el desarrollo del país, muchas de las cosas que hoy ocurren en nuestro país- y que están en proceso de cambio– se explican sólo a partir de su larga historia. Lo que se puede esperar en este nivel de educación es que los niños tengan un esquema de ordenamiento de las épocas de la historia de México, para que posteriormente puedan acomodar en éste cualquier información que reciban y pedan darle algún sentido; asimismo, que entiendan que nuestro país se ha formado a lo largo de muchos años y que han sucedido cambios importantes, en los cuales las condiciones del país juegan un papel fundamental, pero también la voluntad de los ciudadanos, de los hombres y mujeres, y en ese sentido, el estudio de la historia también contribuye a la formación cívica y ética. Creo que la historia tiene esa posibilidad porque también es la lucha de los ciudadanos para mejorar las condiciones de la vida y de trabajo, no sólo familiares – que siempre es un motivo importante- sino de vida social, y eso tiene que ver con la lucha permanente por las libertades, por la justicia, y cómo, poco a poco, se ha ido construyendo en nuestro país un ambiente de tolerancia cada vez mayor. La historia tiene un valor formativo que consiste en desarrollar la identidad con los grandes valores de nuestro país, que son la defensa de la soberanía, la lucha por la justicia, la formación de instituciones para encauzar los conflictos armados y abrir la posibilidad de que siempre existe otro camino: el de la paz y la legalidad. El estudio de la historia debe promover la solución no violenta de los conflictos sin condenar el pasado; es decir, no tiene caso afirmar: “estuvo mal que tomaran las armas”. Éste, es un hecho que sucedió y el propósito de la enseñanza de la historia radica en explicar por qué y cómo sucedió, no es decir si estuvo mal o estuvo bien; la historia brinda la posibilidad intelectual de reflexionar acerca de si conviene más otro camino, no si hubiera sido mejor que hicieran así, sino, visto el saldo de los conflictos armados, preguntarse; ¿no sería preferible el camino de la paz y el de la solución no violenta de posconflictos? Secuencia y alcance de los contenidos de historia en el plan de estudios Al plantearse la inclusión de la historia en el plan de estudios surge la necesidad de revisar cuál será el mejor camino para que los niños lleguen a los objetivos que se plantean. Es necesario tomar en cuenta las posibilidades de aprendizaje que tienen los niños, así como la forma de plantear el contenido de sí mismo, por su propia dificultad; por ejemplo, sería absurdo hablar del Tratado de Libre Comercio o de las reformas carbónicas en primer grado. Es más o menos evidente que tiene que haber un camino que permita a los niños transitar de contenidos más simples o nociones más complejas, y esto depende en gran parte de las posibilidades de su desarrollo intelectual. En el plan de estudios está propuesto que en el primer ciclo –primer y segundos gradoslos niños empiecen a reflexionar sobre la noción de pasado y la noción de cambio; que reflexionen más en torno a su pasado personal, que es muy breve, apenas unos cuantos años, pues se trata de un tiempo lleno de cambios, y cuando los niños reflexionan sobre ello, distinguen con relativa facilidad que muchas cosas están cambiando, en primer término su cuerpo y su forma de ser. Después distinguirán las 49 transformaciones que ha habido en su familia, que también tiene historia. La historia de las familias puede ser muy larga, el tema podría prestarse incluso para tesis doctorales – así como las biografías. Por otro lado, también es muy importante la historia de los objetos cotidianos, es decir, de lo que usamos diario. Los niños, con su curiosidad natural, podrían descubrir cómo han cambiado o han aparecido objetos de uso común que no se usaban antes: Del molcajete a la licuadora o Del comal ala tortilladora serían buenos temas para trabajar con los niños. El propósito principal es que tomen conciencia de que hay cambio y secuencia, es decir, que existe una cosa antes y una cosa después. Otro de los propósitos es formar la identidad de los niños como mexicanos, es por ello que en el programa se incluye el repaso de los grandes hechos de la historia de México: la llegada de los españoles a América, el movimiento de Independencia, la defensa de la soberanía nacional en la época de Juárez, la Revolución 1910 y otros temas que se plantean no con la idea de que los niños, desde el primer ciclo, ya los expliquen, sino para que reconozcan por qué se conmemoran esos acontecimientos, que se empiecen a familiarizar con la idea de que se trata de acontecimientos importantes en la historia de nuestro país. En tercer grado se ha incluido, y coreo que es una cuestión que debe estudiar todavía con cuidado para evaluar cómo está resueltazo, la historia de la entidad. Lo más adecuado sería estudiar algunos elementos de historia de la localidad y promover que los niños se habitúen al tipo de cambios que ocurren en ella, y que son relativamente observables; y, al mismo tiempo, consolidar la noción de medición del tiempo hasta que la dominen totalmente. En el programa actual está propuesto revisar la historia de la entidad, lo que en términos de estudio podría ser equivalente a la historia de un país. El planteamiento consiste en que los niños se familiaricen con algunos hechos relevantes de la historia de su estado, aunque no deja de ser complicado. En algunas entidades hay historias milenarias, por ejemplo, las que tuvieron las culturas prehispánicas; en cambio, en otras entidades, sobre todo las del norte, no hubo asentamientos prehispánicos estables, así que sus historias pueden ser más breves. De cualquier manera, la temática implica un salto brusco respecto al primer ciclo. En cuarto grado, los niños llevarán a cabo una primera revisión sistemática de todas las épocas de la historia de México, con los planteamientos antes mencionados; es decir, primero se estudiarán solamente 50 grandes periodos y los procesos más importantes. Así el libro de la historia para cuarto grado y las propuestas de actividades que el maestro debían realizar con sus alumnos tienen esa orientación. Para quinto y sexto se propone, aunque nos e ha logrado totalmente volver a estudiar la historia de México, pero en el contexto de la historia del mundo; y deseo enfatizar que se trata del contexto de la historia del mundo y no de repasar todo lo que sucedió en este planeta desde el origen del hombre hasta la actualidad. Se trata de estudiar los hechos más revelantes de la historia mundial que, además, se relacionen con el desarrollo de nuestro país, aunque no haya una relación de época sí puede haberla porque un acontecimiento origina o es antecedente de otro. Por ejemplo, ¿tendría algún caso estudiar las culturas asiáticas, Japón sobre todo, en la época equivalente a la Edad Media europea? A primera vista la respuesta sería que no; pero recordemos Japón tuvo una intervención destacada en la Segunda Guerra Mundial y hoy es una de las grandes potencias; luego de conocer, por lo menos, desde cuándo existía esa cultura, cuándo se constituyó ese país. Este planteamiento resulta muy complicado, y hoy representa un reto muy grande para los profesores, sin embargo puede tener muchas posibilidades de manejo. En el programa también se refleja un esfuerzo por incorporar la historia material y la historia cultural. Por ejemplo, China se estudia- y esto ya es tradición- a partir de sus aportes técnicos, se estudian algunos elementos de historia de la ciencia: cuándo empezaron a surgir las grandes ciencias, cómo cambiaron, cómo tuvieron impulso durante el Renacimiento, por citar un caso, y luego en el siglo XIX. De hecho el curso de sexto grado abarca los siglos XIX y XX, es un periodo más corto, pero el espacio es muy grande y, por lo tanto, es muy complicado ordenar los acontecimientos en términos didácticos, es decir para que los niños los comprendan. Debe hacerse un esfuerzo por seleccionar sólo cuestiones que nos muestran, además de lo que he comentado, la diversidad del mundo. Una de las cosas más importantes es que los niños entiendan que vivimos en un mundo que ha dado origen a distintos pueblos y que éstos han tomado distintos caminos, por eso son diferentes. Ésa es la base de la tolerancia, la comprensión de que la diferencia es importante y está explicada por un proceso. Uno es tolerante cuando comprende eso, no sólo porque se a buena persona. El enfoque de la enseñanza de historia en el plan de estudios 1993 la Los planteamientos actuales para la enseñanza de la historia no son absolutamente nuevos. Desde finales del siglo XIX se empieza a plantear en nuestro país en una nueva forma de enseñar historia. En 1993, al restituir la historia como asignatura específica, se plantea un cambio importante en la forma de presentar y de abordar los contenidos durante la clase. Esto es lo que entendemos por enfoque: cómo se presentan los contenidos a qué se da prioridad y cómo se pretende que el niño logre los propósitos planteados. El enfoque se podría sintetizar de la siguiente manera: 1) Dar prioridad a la comprensión de las grandes épocas por encima de los hechos y acontecimientos aislados; la organización de los acontecimientos en periodos o grandes épocas permite que los niños comprendan los cambios sociales o políticos. Por ejemplo, cuando a los niños se les dice: “en ese periodo se formaron dos grupos políticos, los yorkinos y los escoceses, ambos sostenían posiciones contrarias respecto a la organización del Estado. Mientras unos querían volver a los privilegios de la época colonial, otros siguiendo el modelo político recientemente implantado a Estados Unidos y por el influyo de las ideas liberales, pretendían un cambio en nuestro país”, es evidente que no entenderán ni les dice algo que puedan asociar con su experiencia o con los hechos que les inquietan. De por sí las categorías y políticas y la vida política son abstractas, son muy complejas; entonces, para qué apresurarnos en tratar de que los niños tengan una explicación muy completa de todos los factores que influyen en cada periodo: ¿qué papel jugó el factor humano? ¿qué ideología tenía cada grupo? ¿Cuál es el origen de esa ideología? Tendríamos que elegir algunos elementos explicativos, el niño profundizará después, no importa que pugna, lo que importa es que vea su trascendencia; pero, antes tenemos que decidir si lo que pasó con enfrentamiento de estos grupos fue trascendente o fue un hecho que, dicen los procesos políticos específicos, por lo menos en educación primaria, sino los procesos más generales, y, segundo, se descarten los elementos demasiados abstractos. Siempre se tiene que buscar la forma de que los niños comprendan lo que queremos explicarles, no sólo con la historia, sino también con otras ciencias. En la enseñanza de la historia existe la tentación de utilizar las categorías que emplean los historiadores para explicar determinados hechos y procesos. Uno de los primeros retos de los materiales para niños en buscar cómo explicar sin perder rigor, es decir, difundir sin vulgarizar el conocimiento. Éste es un reto muy grande. Con este cambio se pretende no saturar a los niños; estar consciente de que si los contenidos aumentan, los niños la pasan mal y aprenden menos, y, lo más importante, que tengan los elementos básicos para seguir aprendiendo; esa sería la clave. Que tengan una idea de la sucesión de los periodos principales, de cómo se producen los cambios; es decir, un pensamiento histórico. No importa que se olviden algunos hechos o conceptos específicos porque los conceptos se reelaboran constantemente. Si nuestra escuela lograra eso, sería un triunfo; aunque los niños no aprendieran hechos específicos, con dos o tres cosas que les permitan seguir aprendiendo sería suficiente. 2) Poner especial atención en las formas de vida, el desarrollo material, la vida de todos los días, en las formas de pensar y de explicar los fenómenos sociales y naturales, por encima de los acontecimientos políticos y militares, que, tradicionalmente, tienen mayor importancia en la enseñanza de la historia. En los libros de texto de cuarto grado, por ejemplo, el énfasis está puesto en el estudio de las formas de vida, de la vida diaria, y no tanto en cuál fue la sucesión de los gobernantes mexicas o zapotecas, eso no está en los contenidos. La finalidad es saber cómo era esa sociedad, una sociedad histórica, y cómo cambió con la llegada de los europeos a América y con la conquista española. Ya se sabe que el imperio mexica fue derrotado y que después cayeron otros reinos, pero ¿qué cambio hubo en las formas de vida de la gente? Desde luego que fue un proceso muy violento, pero ¿cómo se fue integrando una nueva forma de vivir? Hay detalles muy elementales que no se revisan con la suficiente profundidad, por ejemplo ¿qué significó para la vida en estas tierras el hecho de que los españoles hubieran traído los animales de tiro? Con este suceso surge un cambio muy valioso porque los medios de trasporte en la época prehispánica eran los 51 tatemes y las canoas, es decir, el propio hombre; no había otro medio de transporte. Las carretas empiezan allegar relativamente pronto, ésa fue otra aportación fundamental. Se sabe que los mexicas conocían la rueda porque se han encontrado juguetes con rueditas, pero nunca la utilizaron para transportar, no tuvieron acceso a esa fase de desarrollo técnico. Otro ejemplo es el trabajo con los metales. Aquí el trabajo era fundamentalmente el ornato y con la llegada de los españoles se diversificó, este cambio alteró la vida de las comunidades. Un asunto que también se debe estudiar es la evangelización, entre otros; y todos con las características generales de los grandes periodos en los que, desde luego, se estudiarán los hechos políticos esenciales; será necesario, entonces, realizar un esfuerzo por seleccionar únicamente los acontecimientos más significativos, es decir, aquellos que han trascendido hasta la actualidad; éstos son los que deben estudiar los niños porque les dan la idea de cambio y de proceso histórico. 3) 52 Establecer una relación continua entre los hechos de pasado y el presente; esto es, buscar la explicación del presente en los hechos del pasado y analizar cómo la sociedad se transforma poco a poco en distintos aspectos, lo cual permite desarrollar la idea de cambio. Hay elementos incluso de orden político, que pueden hacer más accesible el conocimiento para los niños, veamos dos ejemplo. Los niños se enterarán de que durante una parte del siglo XIX hubo una gran inestabilidad en relación con los presidentes, ya que cambiaban muy seguido, cada seis meses o menos. Los niños saben que, en la actualidad tenemos un presidente cada seis años. Este hecho marca la diferencia entre una época pasada y el presente, y esa diferencia puede ser comprensible para los niños. ¿Qué se les podría explicar en este caso? Quizá que había una fuerte pugna entre muchos grupos y que ninguno respetaba las leyes, así, en esos términos; y que por la fuerza de la violencia los presidentes llegaban y se iban. Si lo comparamos con lo que sucede ahora, tenemos una situación distinta; aunque sigue habiendo problemas, algunas situaciones como la estabilidad del país, han mejorado mucho. Se efectúan un proceso electoral y se respetan los resultados. Este sencillo ejemplo muestra cómo se puede acercar a los niños a la comprensión de hechos políticos; pero no tendrá mucho sentido si se estudiaran sólo en sí mismo, olvidando el conjunto de cambios de la sociedad. Ésa es la clave. Otro tema que puede ilustrar muy bien la forma de relacionar los hechos históricos con el presente es el de las comunicaciones. En algún momento del curso de historia, en cuarto o quinto grados, los alumnos estudian el desarrollo de los inventos que comenzaron a llegar a México en el siglo XIX, entre ellos el ferrocarril y el telégrafo, así como el impacto que tuvieron esos adelantos técnicos en nuestro país, que fueron muy importantes en esa época y que hoy prácticamente han sido desplazados. Los niños conocen hoy otro tipo de transporte y de comunicaciones, los cuales son más rápidos, más veloces y más precisos. El tema es un claro ejemplo de cómo se puede relacionar el estudio del pasado con el presente. La idea no es que los niños se olviden del presente, sino que con ejemplos sencillos – porque el proceso resulta muy complicado- establezcan la relación que les permita comprender cómo ha evolucionado la vida social y, en este caso, el desarrollo material de la sociedad. 4) Incluir la relación del hombre ha aprovechado y ha dominado a la naturaleza, lo cual darse cuenta de cómo el hombre ha aprovechado y ha dominado a la naturaleza, lo cual representa una gran hazaña – aunque en estos tiempos de ecologismo, no parece ser una gran virtud- reconocida por los filósofos: uno de los seres más indefensos de este planeta fue el que logró dominar a la agresiva naturaleza, fue una hazaña de la humanidad. El problema es que una vez dominada, se ha aprovechado en forma irracional. Los niños pueden ser más responsables si comprenden cómo ha sucedido el proceso de dominación de la naturaleza para su aprovechamiento y cómo en ese proceso se han cometido graves excesos que amenazan a destruir el hábitat, que si los espantamos con que estamos destruyendo todo. 5) Otro aspecto importante es no renunciar a la dimensión cívica y ética que tiene el estudio de la historia. Quizá éste sea uno de los puntos más controvertidos porque, al parecer, en ningún país la enseñanza de la historia está desligada de los valores sociales, pues representan la memoria colectiva, la que nos explica cómo somos y de lo que nos enorgullecemos. Existe una interpretación de los hechos del pasado: de algunos estamos orgullosos; a otros los consideramos, desde nuestra visión actual, grandes catástrofes políticas o sociales. Esto implica un sesgo en la visión de los hechos del pasado; pero si incluimos una reflexión que nos explique por qué un suceso se convirtió en leyenda o por qué tomó un valor que quizá no tuvo en su origen, tal vez podemos entender a la sociedad de ese tiempo y comprender por qué se forjaron los grandes mitos y valores cívicos, que no son malos en sí mismos. Entre los asuntos más discutidos están las acciones del Pípila y los Niños Héroes, por citar dos casos. Existe un debate acerca de si existió o no el Pípila. Algunos historiadores dicen que si, que se trata de un hecho documentado; pero otros refutan esto y dicen que no hay suficiente documentación para probar la existencia de este individuo. Pero, ¿por qué se arraigó como una creencia popular? - que no se debió a los libros de texto, pues se trata de una “leyenda” que existía mucho antes de que se distribuyeran estos materiales de nuestro país. La leyenda explica la valentía de un hombre en la lucha por la liberación de este país, y los niños tienen derecho a saber cómo surgió. Se les puede decir que hay dos puntos de vista, que los historiadores no se ponen de acuerdo, y creo que no les causarán ningún problema. Una situación similar puede darse con la historia de los Niños Héroes. Si esa historia se sobre explotó, fue porque una vez pasada la tragedia de la invasión norteamericana, el país tuvo que buscar formas para recuperar su unidad, su identidad, y estos muchachos pasaron a ser símbolo de la resistencia frente al invasor. Si hay detalles que no corresponden estrictamente con los hechos, eso es otra cosa. La noción de tiempo histórico Cuando se habla de tiempo histórico, lo que se trata de decir es que en el transcurso de vida social pueden formarse ciertas unidades de tiempo que no son constantes; el tiempo histórico es variable. Quizá el ejemplo más claro sea el siguiente; de acuerdo con el tiempo convencional, el siglo XIX comprende los años transcurridos entre 1801 y 1900, sin embargo, los grandes cambios de la historia de México no coinciden con el siglo XIX, porque la revolución, de Independencia ocurre 20 años después y el otro parteaguas, que es la Revolución, ocurre en 1910. En historia el periodo comprendido entre esos dos acontecimientos es lo que se conoce como siglo XIX, aunque invada partes del tiempo convencional. La noción de tiempo histórico está asociada a la idea de comprensión de periodo. En el tiempo histórico hay sucesión- como en el tiempo convencional-, características que pasan al siguiente, y también una serie de cambios fundamentales, que le dan fin al periodo y marcan el inicio de otra época. ¿Cómo hacer que el niño llegue a esa noción? Puede haber muchos caminos y, justamente, lo que la investigación ha encontrado es que para comprender tal noción, uno tiene que dominar primero el tiempo convencional: los días, las semanas, los meses, los años; saber que son comparables entre sí, que tiene la misma duración; pero, sobre todo, poder proyectarlo hacia el pasado. Éste es el gran problema con los niños. Lo que dicen los investigadores, es que, hasta cierta edad – algunos sostienen que hasta los 12 o 13 años-, los niños depositan los hechos pasados en un gran bolsa; todo es pasado, y en esa gran bolsa no hay distinción, de tal manera que el nacimiento de su papá – que para los niños ya es muy lejano—y la guerra de Independencia, pueden estar en el mismo lugar; no importa, están juntos en una cosa que se llama pasado. En ese caso, la noción de tiempo histórico se dificulta porque se refiere al pasado y tiene esa doble complicación. Entonces, ¿cómo acercarse? Primero se necesita consolidar la noción de tiempo convencional y proyectarlo, y eso se logra poco a poco. También depende del desarrollo intelectual de los niños, el cual está en función de la información que se obtiene; es decir, el propio estudio de la historia puede llevar a construir la noción de tiempo histórico. Cuando uno es adulto, creo que se puede ir proyectando en forma más o menos natural hacia el pasado, pro existen casos de adultos que no han estudiado historia y que enfrentan dificultades similares a las de los niños, porque no tuvieron información que les permitiera desarrollar esa noción. La noción no nace y se desarrolla sola, despende de la información, y en ese sentido, la escuela y la enseñanza de la historia juegan un papel muy importante. En resumen, la noción de tiempo histórico se construye con el paso del tiempo y tiene que ver con la experiencia personal y con la información que se adquiera y se sistematice, de ahí la importancia de que el niño se forme un esquema temporal de las grandes épocas de la historia de México y del mundo. 53 La Evaluación A este enfoque le deberían de corresponder, formas de evaluación que pongan en el centro de los objetivos principales mencionados: a) la comprensión de las características de los grandes periodos; b) la formación del esquema temporal acerca de la historia de México y del mundo; c) el desarrollo de habilidades para seleccionar esta información y analizarla; d) la comprensión del papel de los actores; e) relacionar los hechos históricos con el medio geográfico. Ciertamente, una evaluación basada en la memorización de datos aislados es absolutamente inútil; pero vale la aclaración: en historia sí hay que memorizar. Se necesita memorizar datos, pero sólo los más importantes porque de lo contrario se genera una gran confusión. En el libro del maestro editado por la SEP se pone como ejemplo que nadie puede tener una idea de la historia de nuestro país, si no sabe qué ocurrió en1492, en 1521, en 1810, en 1857, en 1862, 1867, en 1910. El esquema temporal que se pretende que los niños se formen en la primaria está asociado a hechos fundamentales, y, por lo tanto, a fechas y a algunos personajes principales, que pasarían a ser simplemente como el esqueleto donde se acomoda toda la explicación y que permite sostenerla, pero no debería pasar de ahí. Si por “desgracia”alguien olvida de dónde vino Carlota o Maximiliano era francés o austriaco, no pasaría nada, lo importante es que tenga una idea de la época histórica en que participaron antes de qué y después de qué ubicamos su presencia en México; los datos secundarios, no siempre accesorios, se pueden consultar en cualquier libro y en cualquier momento pero los damos fundamentales si deberían formar parte de ese esquema temporal. Con esa salvedad, en la evaluación se tendría que poner énfasis en la comprensión de los grandes periodos; es decir, identificar si el niño: 1) Ubica temporalmente el periodo que se estudia. 2) Distingue cuál fue la característica principal en el caso de los grandes enfrentamientos, qué es lo que estaba en disputa. En cada periodo histórico se pueden encontrar dos o tres cuestiones centrales alrededor de las cuales se movilizaron los actores; por ejemplo, en la Revolución se pueden encontrar dos o tres motivaciones principales: por un lado, en el centro estaban la no reelección y efectividad del voto; por 54 otro, estaba desigualdad. el problema social, la 3) Sabe qué grupo o qué personajes intervinieron y, tal vez, cuáles fueron los argumentos principales, qué querían y por qué lo querían. 4) Conoce qué otros elementos influyeron en el hecho histórico. Ésa sería la primera parte de la comprensión de los periodos históricos. La otra parte se refiere a los procesos de cambio y a la continuidad: ¿qué cambió de una época a otra y qué permanece hasta la actualidad? ¿Qué dejó la historia? El mejor aprendizaje no se logra dándole al alumno directamente las explicaciones, sino ayudándole a que las forme y, por lo tanto, la evaluación debería reforzar, justamente, los propósitos enunciados. Lo más importante es que el alumno muestre cómo maneja la información para producir explicaciones, relativamente sencillas, que de todos modos requieren un trabajo fuerte para que el niño las asimile. En este campo se requiere un cambio radical de las formas de evaluar, que están muy asociadas a la manera de concebir la historia. Como la concepción dominante en el magisterio es que la historia es sólo un recuento de hechos y datos, la evaluación se centra en la memorización. Quizá ésta sea un de las cosas más difíciles de cambiar, pero también hay propuestas y muchas posibilidades para hacer una evaluación distinta, que ponga en el centro de compresión de la historia y la formación de habilidades. No se puede enseñar a los maestros una forma distinta de evaluar en historia si no se reflexiona primero cómo se conciben los contenidos y la propia disciplina. El papel del maestro en la clase de historia Como en otras asignaturas, el papel del maestro casi siempre ha consistido en transmitir la información, lo cual, quizá fuera justificable, digamos hace cien años, cuando la información no estaba disponible para todos; incluso por razones muy elementales, no solamente porque no existían la televisión o la radio. Simplemente los niños no tenían el material para consultar la información, había recursos mucho más escasos y lugares donde el recurso principal era la voz del maestro y la fuente de información, su memoria. Ese papel sigue siendo importante, pero sin duda no deberá ser la fundamental; esto no quiere decir que el maestro puede estar desinformado acerca de lo que quiere enseñar, en ese caso no podría enseñar nada. de un maestro que tiene que ser activo en la clase y debe estar informado. Lo principal es que ayude a los niños a construir una serie de explicaciones sobre los periodos y los procesos históricos, a distinguir algunos factores que influyeron para que eso fuera sí. Esto significa que debe ayudar, primero a que el niño comprenda la información; es decir que lea y comprenda de qué se trata y, enseguida, tiene que provocar en el niño reflexiones para que analice esa información; eso sólo lo puede hacer el niño si tiene una comprensión del periodo o del proceso que se estudia, de otra manera expresaría alguna idea confusa y el maestro – si no sabe- agregaría otra, lo cual no tiene ningún sentido. En ese proceso, por ejemplo, cuando el niño formule cualquier intento de explicación – que suelen ser muy ingenuas en la primaria- el maestro debe hacer preguntas que generen conflicto intelectual. Lo más elementa sería decirles: “¿por qué? ¿Por qué dices esto?..., pero ¿no te acuerda que sucedía tal cosa? A ver, vamos a recordar”. De esta forma las explicaciones más simplistas, que suelen ser comunes, entran en problemas, dificultades y el niño se ve obligado a producir otro tipo de explicaciones. Pero para producir eso – que sería un proceso intelectual, de cambio de concepción en el niño – el maestro necesita echar mano de muchos recursos; pro ejemplo lo que se mencionan enseguida. El profesor debe transmitir información oportuna; es decir, debe ayudar a que los niños mejores sus explicaciones durante la clase, El maestro debe contar con un arsenal de ideas para que en el momento en que el niño tenga dudas y elabore una explicación que no sea congruente con la historia, lo pueda cuestionar y reoriente sus explicaciones: “No fue así, sucedió de esta manera; en realidad estas personas quería otra cosa”. Esto requiere que el maestro tenga un dominio superior de la información. En primer lugar, hacer interesante la historia, y ése es el papel que le corresponde al maestro porque ya sabemos que la asignatura, aun con todos los replanteamientos, tiene dificultades para ser interesante por sí misma. Si hablamos a los niños de la explosión de un volcán, puede resultar impactante y muy interesante de por sí, pero si les hablamos de a vida en el siglo XIX, si no les llama directamente la atención, es el maestro quien tiene que generarla, buscando los elementos de la historia que puedan interesar a los alumnos. Puede echar mano de recursos tradicionales, los cuales conforman el arte de ser maestro, por ejemplo , la narración histórica que a veces se presenta como algo que no fuera deseable, pro que es una de las cosas más impactantes que pueden sucederle al niño. Una bella narración histórica que le despierte curiosidad sin problemas. En segundo lugar, es necesario que el maestro diversifique las formas de enseñanza. La exposición debería ser sólo una parte de la clase. Esto permite que sean los niños quienes realicen distintas actividades que los lleven a cuestionarse sus explicaciones y a comprender la información. Eso nos habla 55 ¿QUÉ HISTORIA ENSEÑAR?26 Entrevista con Luis González y González27 ¿Cómo definiría usted la historia? Yo veo a la historia como una ciencia social que trata de exhumar personas y acontecimientos de otras épocas que normalmente tienen las características de ser representativos de la sociedad por la obra que han hecho. A través de la historia nacional se estudian los aspectos trascendentes, es decir, los que en alguna forma han modificado la vida humana y han marcado nuevos rumbos. En la historia local se estudian los hechos que a corta distancia se considera son representativos de los seres humanos, del conjunto de las diferentes comunidades; hay ciertas gentes que, no sabe uno exactamente por qué, se quedan ahí, prendidas en el recuerdo popular. Todo dentro de la una historia absolutamente documentada y verídica. Antes se creía que cuando el historiador se encontraba con un enigma lo podría resolver inventando una novelita que metía dentro de la historia, hoy sabemos que no. El historiador únicamente tiene pequeños indicios, por la documentación existente de otras épocas, y con esos indicios se ayuda a entender el pasado, sin necesidad de inventarle ni ponerle luces artificiales. ¿Por qué es importante enseñar historia a los niños y jóvenes? Desde hace algunos siglos existe la tradición de enseñar historia a los jóvenes, antes exclusivamente a los jóvenes de la nobleza. En algún tiempo la historia era la ciencia que debería aprender el delfín, el que iba a gobernar. Ahora que vivimos en un ambiente democrático, necesitamos más de la historia. No cabe duda que la historia es algo que necesitamos todos los seres humanos: saber de nuestro pasado, del pasado de nuestra familia y de nuestro pueblo, del pasado de nuestra nación, e incluso, del hombre en su conjunto. Es una disciplina que ayuda a conocer una parte 26 Entrevista realizada por Alberto Sánchez y Rodolfo Ramírez, San José de Gracia, Michoacán. 27 Doctor en historia, autor de numerosas publicaciones entre las que destacan Pueblo en Vilo, Invitación a la microhistoria y Los días del presidente Cárdenas. Actualmente la editorial Clío publica las obras completas del autor. 56 muy importante de la naturaleza humana, su trayectoria en el tiempo. Todos necesitamos en alguna forma el conocimiento de nuestras raíces, las que están más cerca de nosotros, las obtenemos por la crianza, por la enseñanza de los antepasados que están con nosotros, y otra parte de ese conocimiento lo obtenemos a través de la educación. Yo sí creo que la historia sirve para, en alguna forma, normal la conducta humana. Quizá la historia que más necesita la niñez y la juventud es la historia local, es decir, la historia que ellos han visto a simple vista. Por eso estimo que la enseñanza de la historia debería empezar por el conocimiento de la familia a la que pertenece un niño y por el conocimiento del pueblo, el barrio, el terruño en el que vive, y después conocer cómo era la vida cotidiana en otras épocas, la vida común y corriente, es decir, enseñar a los niños cómo fue la vida de sus antepasados, de sus paisanos en épocas anteriores, más que la vida en los grandes personajes de la historia nacional o universal. Creo que de esta forma se puede aprender más. En la enseñanza primaria se debe hacer participar al niño, que no sólo se le cuente, por ejemplo, cómo surgió su pueblo, cómo ha crecido, qué problemas ha tenido, qué problemas ha resulto, etcétera, sino que el niño mismo debe indagar con sus padres, con sus parientes, lo que le ha sucedido a su comunidad, es decir, desde pequeños hacer a los estudiantes historiadores partícipes de la historia, si ellos se sientes colaboradores del maestro al hacer su propia historia, después le tomarán mucho más sabor a la historia mayor, a la macrohistoria, a la historia de la nación. Esto no quiere decir, por supuesto, que no se enseñe la historia nacional ni la historia de todo el mundo, aunque es mejor que sea en un ciclo posterior. De hecho las naciones no podrían vivir, no podrían continuar si no tuvieran ese conocimiento sí mismas a través de la historia. ¿Qué peso debe darse a los héroes en la enseñanza de la historia patria? En el siglo pasado, cuando los norteamericanos invadieron este país, hubo poca reacción tanto de las autoridades estatales como la gente común ara defender el territorio frente a la agresión norteamericana. Esto indica que había muy poca conciencia nacional. Pasada esta tragedia, que dejó el territorio nacional. Pasada esta tragedia, que dejó el territorio nacional reducido a la mitad de su tamaño, se pensó que había que impulsar la conciencia nacional y para ello empezaron a hacerse obras de historia de México, no por historiadores profesionales que tuvieran un especial interés en decir la verdad, en reconstruir la historia tal como fue, sino más bien en impulsar el patriotismo. Hubo dos series: la de los conservadores y la de los liberales; las dos se polarizaron mucho y como al final triunfó el grupo liberal, pues se quedó su versión, si hubiera triunfado el grupo conservador se habría impuesto su versión de la historia; pero también pudo quedarse la versión de una historia verdadera de México. Por ejemplo, está claro que nosotros, nos guste o no nos guste, nos cuadre o no nos cuadre tenemos una serie de costumbres y de usos que dejaron aquí aquellas gentes europeas que vinieron en el siglo XVI, nos entendemos perfectamente con esa población venida de allá, si embargo, a veces en la historia oficial se niega que eso sea una de las raíces de nuestra nacionalidad y se difunde la idea de que nosotros somos como eran los mexicas, esta visión tiene algunos problemas; vamos a suponer que cualquiera de nosotros nos encontramos ahora mismo con un mexica auténtico, no nos entenderíamos para nada, sería una manera de pensar, una manera de sentir algo diferente, es decir, ellos no forman parte de nuestra nación, auque indudablemente fueron un antecedente importante en la formación de México. En cambio, tenemos rasgos culturales que nacieron después del encuentro entre españoles y muchas comunidades indígenas muy diferentes. Negar todo eso que surgió el encuentro no tiene ningún sentido. Yo creo que la historia debe considerarse como una ciencia, debe exhumar acciones y personajes reales, no místicos. La historia en definitiva debe ser verdadera, hasta donde es posible llegar a la verdad histórica, por lo tanto, estimo que la historia debe hacerse sin propósito alguno de modificar la conducta o el pensamiento de los demás, sino para explicar cómo ha sido nuestro origen y el desarrollo que ha tenido para entendernos a nosotros mismos, no más. Ahora, si con esta historia se puede conseguir al mismo tiempo consolidar el patriotismo, consolidar el afecto a tal o cual conducta pues que bien, pero estoy completamente en desacuerdo con esa falsa historia que consiste en inventar un país que no es exactamente en el que vivimos, con inventar una trayectoria de acuerdo con una determinada ideología. Para mí, la única función de la historia es ser verdadera. Las cosas y las personas del pasado de las que se pueden ocupar la historia son muchísimas. Hasta hoy, existe una tendencia a ocuparse de la parte más insana del pasado humano: las grandes matanzas, los genocidios, los mártires. Ese gran pensador que fue José Vasconcelos –quizá el mayor pensador que ha tenido este país, además muy preocupado por la educacióndecía que en México la historia ha enaltecido a los mártires, en lugar de enaltecer a quienes han salido adelante, a quienes han triunfado, a los que han hecho algo positivo para el país. Él creía que se debía limpiar de sangre a la historia mexicana. En eso estaría completamente de acuerdo, es decir, dentro del conjunto de sucesos y personajes del pasado que uno necesita recrear, exhumar, hay que procurar que sean aquellos que han ayudado a la construcción del país, y los que han ayudado a la construcción del país son gente de paz no gente de guerra. Hasta hoy, la guerra ha sido siempre un elemento muy eficaz para destruir, pero la paz es la que permite realmente la contrición de una sociedad. Habría que hacer una historia de México en la que se destaquen las acciones que pacíficamente han permitido construir la entidad nacional que llamamos México. Dejar de hacer historia de bronce quiere decir no venerar a esas figuras de quienes sus nombres están en las avenidas y en los parques, por haber matado o por haber sido asesinadas. En lugar de una historia que nos presente todos los crímenes, debemos tener una historia que nos hable acerca de todo lo que se ha hecho para construir este país. ¿Qué lugar debe tener regional en la enseñanza? la historia Yo pienso que la historia local debería enseñarse en lo que se llama la crianza. Nosotros pasamos primero por la crianza y después por la educación. Aquí en este pueblo como no teníamos escuela – por lo menos cuando yo fui niño- tuvimos un largo período de crianza, es decir, todo lo recibíamos de los contaban los viejos y, particularmente, de nuestros padres. En la crianza que yo tuve aquí aprendí historia, pero todo fue historia local. Toda la conciencia histórica que tuve cuando fu a estudiar en la secundaria era una conciencia histórica nacida en crianza, formada en ella. Por eso creo que debería darse más impulso a la crianza, es decir, a la educación de la casa; aunque actualmente parece que lo que se enseña en la casa y lo que se enseña en la escuela son enemigos, se puede crear una conciencia local fuerte en cada ciudadano, pero no en la escuela, sino en la casa, en su comunidad. Ahora ¿cómo se puede impulsar esto? Por ejemplo, debería haber un periodiquito en 57 cada pueblo, en el que se manifestara su modo de ser, de pensar, etcétera, por otro lado, la televisión es un medio que obviamente se debe utilizar en la enseñanza, que se está utilizando cada vez más y que va a equivaler un poco a la crianza que había antes. Por eso hago la propaganda de la microhistoria o historia local, porque a mí desde chico me interesó, no en la escuela sino en la crianza, que me contaran cosas de los antepasados, cómo cultivaban la tierra, cómo criaban sus caballos, todas esas cosas. Por otro lado, no se hasta dónde ya se estén utilizando para la enseñanza los medio de comunicación masiva, supongo que eso sería mucho más interesante. Ahora, quizá se ha dado mucha importancia a que los niños aprendan a calcular el tiempo, no se qué importancia tenga eso porque es cierto que todo niño no sabe exactamente medir el tiempo, pero con la edad empieza a saber medirlo, sin embargo, en la clase de historia se enseña con base en fechas. Creo que así los niños acaban aborreciendo la historia. En cambio si fijamos la vista de los niños en la historia de la que los rodea, pueden tener más claramente la sensación del cambio histórico, la sensación de que nunca debemos pretender arribar a ningún paraíso. La microhistoria se ocupa de todos los aspectos de la vida humana, es decir, es verdaderamente un historia global, no sólo toma en cuenta las acciones humanas, sino que también registra con mayor insistencia cualquier otra historia, las grandes mudanzas naturales en la vida local tiene mucha importancia: un temporal de lluvias o un sismo, cualquier cosa que establece modificaciones dentro del medio real. La historia local o microhistoria insiste mucho en las formas de producción, en la manera en que la gente de una comunidad obtiene sus recursos para vivir y no sólo eso, generalmente dentro de las monografías históricas o de la historia académica, la historia económica se ocupa de la producción, en cambio, en la microhistoria es muy importante el ver en que forma se consumen los productos materiales. Algunos historiadores le dan mucha importancia, por ejemplo, ala comida, al vestido, en fin a esas formas de la vida económica que no son de producción sino de consumo; también se aborda bastante la vida socia, la pequeña política que existe diario en un lugar y, por último, los valores culturales, la filosofía tradicional del lugar, los actos de carácter religioso, las manifestaciones artísticas que pueden ser puramente artesanales o de mayor importancia, en fin, como la microhistoria se ocupa de poca gente en el espacio corto y en un tiempo 58 generalmente no muy largo, puede hablar de todo. Lo característico de un hecho histórico es cada vez vamos a tener oportunidad de ser como se nos antoje, de estudiar, de modificar, de saber que tenemos el futuro en nuestras manos. ¿Qué sería importante que las nuevas generaciones conozcan de la historia del mundo? Normalmente en el tejido histórico hay tres sectores. Uno que es el de las acciones de carácter económico, las acciones materiales que le permiten a los seres humanos seguir vivitos y coleando, es lo que se llama la historia económica. Hay otro sector, que es el de lo social, y por último, lo cultural, es decir, los hombres siempre están ideando, creando nuevos conocimientos, nuevas técnicas, eso es lo cultural. Creo que la historia universal que se enseñe en la escuela debería ser la historia cultural: cómo se han inventado los grandes sistemas filosóficos, los granes sistemas artísticos, todo lo que tiene que ver con la cultura. La historia social, incluyendo tanto a las organizaciones sociales como a las actividades políticas, debe estudiarse, quizá, dentro de la historia nacional, me parece que la historia nacional, me parece que la historia nacional debe ser sobre todo política. La historia económica que realmente nos interesa es la de la propia comunidad, en la historia local se deberán estudiar los asuntos materiales relacionados tanto por la producción como con el consumo. Por ejemplo, a todos nos gusta mucho saber qué actividades desempeñaban nuestros padres, nuestros antepasados, para conseguir su sustento y sobre todo cómo gozaban con los frutos de su trabajo, los guisos de antes, en fin. Todo lo que se refiere al aspecto económico cae muy bien dentro de la historia local, lo social y político dentro de la historia nacional y lo cultural, para mí, debe estudiarse así en un gran panorama dentro del mundo. ¿PARA QUÉ ENSEÑAR Y ESTUDIAR HISTORIA? Andrea Sánchez Quintanar28 Es ésta la pregunta que se repiten cotidianamente semestre con semestre; año con año, profesores y estudiantes de diversos niveles educativos. En efecto, la historia como asignatura escolar no ha gozado de muy buena fama –salvo contadas y muy honrosas excepciones-; tampoco ha sido considerada como una materia interesante, actividad, o al menos importante y necesaria dentro del currículo de cualquier ciclo escolar. “¿Qué caso tiene aprender de memoria fechas y más fechas de un pasado inmediato o remoto, y nombres y más nombres de personajes desconocidos o de lugares ignotos, que ninguna relación tiene conmigo y con mi entorno?, se pregunta el pobre escolapio, sometido a la obligación de memorizar, sin saber por qué ni para qué, un montón de datos extraños, aparentemente inconexos, en los que se convierte una disciplina deficientemente aprendida por el profesor, y poco reflexionada por él mismo en cuanto su sentido profundo, epistemológico, ético, antropológico y social, De esta manera, en la mayor parte de las ocasiones, la historia enseñada se convierte en cronología, crónica, descripción, de “hechos únicos e irrepetibles”- según reza alguna instrucción metodológica que alguna vez conoció el profesor en su formación profesional- y que por lo mismo, sólo guardan una relación casual, a veces inmediata, nunca profunda y proyectante, sin sentido ni relación con nuestro presente y nuestro mundo. El problema de esa mala fama de la historia tiene su origen precisamente en esta errónea forma de concebirla, o en la falta de otra concepción profunda, auténtica y vital, que permita ligar el conocimiento histórico con la vida actuante y presente de los individuos que la enseñan y la estudian y, por lo mismo, con la comprensión de los problemas de su sociedad, local y mundial. El origen de tal problema se encuentra, en buena medida, en los propios cultivadores profesionales de tal conocimiento, en los historiadores, sobre todo en los consagrados por la fama, quienes han desdeñado ocuparse de reflexionar sobre los problemas que presenta la difusión de la historia, sea en su forma de enseñanza escolar, o en 28 Profesora de tiempo completo en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. otras diversas manera. Convencidos de la importancia de su ciencia, los historiadores profesionales no han considerado ingente la necesidad de llevar su conocimiento a todos los sectores de la población, en tanto se trata de un conocimiento necesario; yo diría que indispensable. El hecho de que suceda lo mismo con otras ciencias no es disculpa, sino mal de muchos. ¿Cuál sería entonces, en este momento, el papel del historiador, en su mundo actual, terrible y maravilloso, en el que los humanos estamos enfrentando las crisis que nosotros mismos hemos provocado?, ¿cuál es el sentido del quehacer histórico?, ¿se trata de un saber de altísimo nivel, propio sólo para unos cuantos interesados en extraordinarios descubrimientos de archivos insondables?, ¿es un mero conjunto de anécdotas curiosas pero intrascendentes?, ¿es, según afirman algunos, la teoría de las acciones revolucionarias? En otras palabras, ¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta el historiador, no ante los cambios históricos en general, ni ante cualquier cambio histórico, sino ante las crisis brutales, conmocionantes, que se nos presentan ante los ojos en este momento? Y de todo ello, ¿qué se debe enseñar, qué se puede estudiar…? Para responder a tales cuestionamientos, conviene partir de un principio: en la complejidad de la crisis del mundo contemporáneo, todos los seres humanos debemos considerarnos parcialmente responsables de ellas y, al mismo tiempo, comprometidos en su solución. Somos responsables de ellas, al menos por abstención, en la mínima medida en que nuestro desinterés o ignorancia nos ha impedido el conocimiento y la comprensión de los procesos sociales y por lo mismo, nos ha impedido nuestra participación en ellos, por lo que no hemos cubierto nuestro compromiso de contribuir a su solución. No me refiero, por supuesto, a la participación práctica, material – que sería imposible- en todos los sucesos del mundo: ¿cómo resolver la crisis del socialismo, el desmembramiento de la URSS. Los problemas del llamado Oriente Medio? Hablo de una participación conceptual, que implica conocimiento y comprensión de los principales acontecimientos que acaecen en el mundo y que afectan la vida de la humanidad entera en general, y de nuestra sociedad en particular. De esta manera podremos entender, por ejemplo, la crisis de regresión histórica que para el pueblo de México significan las reformas a la 59 Constitución, ahora en curso, y tomar una posición al respecto. La ignorancia no es atenuante de culpabilidad, según los juristas. Pero, ¡atención! en el caso de los historiadores, particularmente si somos maestros de historia, la ignorancia, y sobre todo el desinterés y su difusión, son agravantes que conllevan sentencia de pena capital. Sentencia de muerte, si, porque la historia es, o debe ser, un conocimiento vital. Es decir, un conocimiento sin el cual no sea posible vivir. Esto, que parece una afirmación exagerada, tiene como fundamente un concepto de la vida humana que explico brevemente. El ser humano es el ser de la autognosis. Es decir, es el único ser que se conoce a sí mismo, que se piensa a sí mismo, que reflexiona sobre sí mismo. Y ello es así porque el Hombre se identifica con y se diferencia del “el otro”. Se reconoce en los otros seres humanos de su entorno, de su sociedad, de las sociedades de su tiempo, y debe reconocerse en los hombres de las sociedades de otros tiempos. Quien no lo hace así, no vive una existencia plenamente humana; en cierto sentido, puede afirmarse que se tiene una existencia más alejada de la humanidad plena y más cercana a la humanidad plena más cercana a la animalidad. Esto es, el sentido verdaderamente humano de la vida reside en la pre-ocupación por sí mismo, pero a través de la pre-ocupación por los otros. Es el sentido de la “otredad”, es del “discernir y trascender”; es la sublimación de lo humano en el paso del “yo” al “nosotros”. En este sentido, la historia es un conocimiento sine qua non: sólo a través del reconocimiento de los procesos vivos, vitales, que son mis antecedentes, que me constituyen, me reconozco como parte de la comunidad, de su entorno cultural. Por conocer el pasado, entiendo el presente y me ubico en él. Y sólo de este modo puedo actuar con plena conciencia de mí y de mi entorno, entender y asumir los procesos sociales y tomar posición conciente respecto de ellos. Este es el actuar “plenamente humano” al que me referí anteriormente; en conclusión se trata de la conciencia histórica que es deber de los historiadores hacer patente en los hombres y mujeres de su sociedad. Es por ello que el conocimiento de la historia tendría que ser común a todos los hombres y mujeres, independientemente los oficios que ejerzan, los estudios que alcancen, la 60 edad que tengan y la clase social en que se ubiquen. De ahí la importancia que adquiere, entonces, la difusión del conocimiento de la historia, sea en su forma estrictamente escolar-en lo que puede entenderse propiamente como “enseñanza de la historia” – o en cualquier otra forma de comprensión, proyección y análisis, bien se a través de los medio de difusión de masas, las conferencias, los artículos y los libros, los museos, el cine, el teatro, o el que se quiera proponer. En este punto hay que señalar que para que este propósito pueda realizarse, el historiador que lo persiga debe reunir varias condiciones: en primer lugar, debe tener plena conciencia, en la razón en la emoción, de la imprescindible necesidad del “conocimiento histórico para todos”; debe conocer el medio al que se aplica su conocimiento y su labor de difusión –sea éste el especializado cenáculo de los consagrados o el cotidiano grupo escolar de secundaria-, en función de él, debe ejercer la selección del conocimiento para la difusión, de acuerdos a sus propios postulados teóricos, debidamente formulados y asumidos. Debe, por lo tanto, tener muy claros sus propósitos y sus fundamentos. Desafortunadamente, como señala un prestigiado autor: Muy pocos historiadores comienzan sus obras tratando de definir su proyecto. Les parece evidente que se dirigen en primer lugar ‘a sus iguales’… y después al público ‘culto’ en disponibilidad con buena voluntad, y respeto para instruirse con los que ‘hacen la historia’.29 Yo añadiría que algo similar sucede con el profesor de historia, guardado las proporciones, en relación con sus alumnos, especialmente si se trata de estudiantes del nivel de educación media. No concibe la enseñanza de la historia como un proyecto de trabajo conjunto- que es como concibió todo proceso educativo-, en el que participan dos elementos que se intercomunican. Menos aún se reflexiona en la atención y el conocido que el educando, para poder realizar adecuadamente la construcción y recreación de conocimientos, ideas, valores y todos los demás elementos que constituyen la educación. En otras palabras, el historiador puede esperar ser oído, leído, comprendido, y aprovechando sólo si toma en consideración al destinatario de su “saber”. No puede 29 Jean Chesneaux. ¿Hacemos tala rasa del pasado? A que propósito de la historia y de los historiadores. Trad. Aurelio Garzón del Camino. 11ª. Ed. México, Siglo XXI, editores, 1990. p.9 extenderme aquí en las múltiples consideraciones que implica este conocimiento del otro: del lector, del oidor o del televidente de la historia. En otro lugar habrá de hacerse. Pero es pertinente señalar que el destinatario del conocimiento histórico no sólo es ese público culto del que se hablaba antes: La historia en efecto es un saber intelectual que concierne a medio muy amplios: millones de alumnos frente a su manual, de televidentes eligiendo su programa, de lectores de revistas populares de turistas visitando un castillo o una catedral. A ellos, dice Chesneaux, es a quienes deberíamos dirigirnos, pero Es tan rígida la reclusión de los intelectuales en nuestra sociedad que se puede decir que… las puertas invisibles de nuestras universidades se hallan tan herméticas cerradas como las de las fábricas de los grandes complejos industriales o las de las unidades hospitalarias30 Podríamos referir la cita de Chesneaux, más que a las instituciones mismas, a la mente de nuestros intelectuales, cuyas torres de marfil constituyen verdaderos bunkers inexpugnables, dentro de los cuales creen salvarse del “demérito” de descender a impartir su saber a través de la docencia, o de otros medios de difusión tanto o más populares que ése: libros para niños, revistas femeninas y masculinas, periódicos deportivos, programas de televisión, y muchos más. Frente al desinterés de muchos historiadores por la difusión a sectores amplios de la población, resulta aterrador darse cuenta de la forma en que el imperialismo cultural capitalista obliga a borrar la conciencia histórica de los pueblos que la poseen en alto grado, como es el caso del nuestro. No es difícil darnos cuenta de la paulatina reducción y desaparición de la historia en los niveles escolares de primaria y secundaria y de la consecuente dificultad de estudiarla, comprenderla y amarla en el bachillerato. En la televisión, en las historietas o “comics”, en las revistas populares, priva el presentismo y se olvida no sólo el pasado sino toda relación de antecedentes, secuencia y consecuencia, desarrollo, origen y causa necesaria. Por lo mismo, el pasado no cuenta como fundamento ni como causa; el acontecer es el diario transcurrir de los fortuito, del azar; el hombre y la sociedad no pueden comprender y mucho menos conducir, los acontecimientos que se 30 Ibidem, p.10 producen de manera fatal, inesperada, ajena e inevitable. Importa mucho señalar entonces, que este proceso de aniquilación ideológica, no se produce en otros países con mayor conciencia histórica, al menos de la misma manera. Tal es el caso de algunos pueblos de Asia y África que Viven intensamente su relación con el pasado, pero se burla soberanamente de producir tesis de nivel internacional, de brillar en los coloquios y los seminarios de Occidente, de figurar en el sumario de las revistas orientalistas del mundo capitalista31 Ahí no existe una crisis del saber histórico, como sí existe en occidente, tanto entre los productores como entre los consumidores del ese saber. Curiosamente, en México, se produjo un fenómeno similar, en lo que se refiere a vivir la intensidad de una relación con el pasado, a todo lo largo del siglo XIX, y durante las cuatro primeras décadas del XX. En la primera parte, motivado por la construcción de la nación independiente, con su territorio, su pueblo y su gobierno debidamente consolidados, sustentados en el fundamente de la historia, y con el proyecto hacia el futuro de figurar entre las más avanzadas naciones de Occidente. En la segunda parte, el siglo XX, se buscaba la concreción e los anhelos de justicia social, manifiestos en la participación popular de la lucha revolucionaria iniciada en 1910 y pospuesta en sus aspiraciones, quién sabe hasta cuando. Estos proyectos, con su base en el pasado histórico y su meta en el futuro cercano, presentaban múltiples problemas, -sobre todo un virtud de la cercanía de la potencia imperialista del norte-, opero no dejaban de reconocer sus orígenes históricos y de sustentarse en ellos, con una conciencia que hoy parece el extremo opuesto del proyecto gubernamental contemporáneo que encabeza, su proyecto de modernización educativa, entre otros, el aniquilamiento de la conciencia histórica y, por lo mismo, de la conciencia social. Según parece proponer la ideología de la dominación, “hay que vivir el presente; hay que desinteresarse del pasado”. Se pierde de vista los puntos de referencia que permitirían criticar radicalmente el presente y definir así para el porvenir, la exigencia de una sociedad cualitativamente distinta. El capitalismo se identifica con el único porvenir posible para él: el suyo propio. 31 Ibidem, p,12 61 Por su parte, según señala Chesneaux, refiriéndose a los historiadores que no toman conciencia de lo anterior: El saber histórico, atrincherado tras de su objetividad, finge ignorar que refuerza, con toda la autoridad del tiempo, el poder de esa institución o de aquel aparato (de Estado).32 Es por ello imprescindible responder a uno de los retos que nos lanza esta situación: reivindicar para el conocimiento histórico, su carácter de relación fundante del presente: es decir, reconocer y proclamar en todos los ámbitos que los procesos históricos constituyen la base, el fundamente el origen, de los acontecimientos actuales; enseñar a entenderlo así, como para lograr una mas adecuada comprensión del mundo en que vivimos y del que somos responsables. El presente “no necesita del pasado sino en relación con el porvenir”. No se trata simplemente de conocer el pasado para comprender el presente y quedarse ahí, como señala el historicismo; se trata de aplicar a la historia la Tesis 11 sobre Feuerbach, de Marx: es necesario transformar el mundo33 o al menos, defenderlo. Es cierto que para cumplir estos propósitos los historiadores enfrentamos muchos obstáculos. Entre ellos, y no es el menor, está el implícito y olímpico desprecio – o al menos desvaloración. Con que se considera a la docencia y a todo lo que se domine “enseñanza”; como una labor inferior “de segunda”, por abajo del elevador rango de la investigación. Es tan grave y tan extendida esta consideración, que se encuentra aún entre los propios historiadores, quien serán los primeros obligados en tratar de superarla. No pretendo hacer aquí la apología de la docencia –aunque será necesario hacerla en algún momento-, sino señalar que todas las formas de difusión del conocimiento histórico son formas de enseñar la historia. En distintos ámbitos, de diferentes niveles, de diversas maneras, con variadas metodologías, a partir de variados lenguajes, el historiador debe ser conciente de que siempre está “enseñando historia”. Pero a partir de esta conciencia, no debe desdeñar las formas de difusión amplia de su disciplina, porque los problemas de la enseñanza de la historia no son cuestiones propias de pedagogos. Sólo quien construye el conocimiento, en una perspectiva teórica y empírica, puede conocer las orientaciones 32 Ibidem, p.36 Carlos Marx, “Tesis sobre Feuerbach” en Obras Escogidas Moscú, Editorial Progreso. V.I. p. 62 33 que son necesarias para su difusión, en diferentes niveles y ámbitos. Comparto la idea de que el conocimiento científico tiene como propósito el ser útil a la sociedad. Y la única manera de que los miembros de esa sociedad puedan beneficiarse de tal conocimiento es aprehendiéndolo y aplicándolo a la realidad. Por lo tanto, el conocimiento histórico, como toda ciencia, debe ser conocido y aprovechado peor amplios sectores de la sociedad. Las características del cómo, en qué medida, a través de qué medios, con qué interpretación, constituyen precisamente los desafíos a que ha de enfrentarse la comunidad de los historiadores para resolverlos. Entramos aquí a la segunda parte de nuestra reflexión: algunos problemas de la enseñanza de la historia. Ante la imposibilidad de desarrollarlos todos en este breve espacio, me limitaré a enunciar los que considera iniciales, a reserva de penetrar en ellos en otro lugar, más amplia y profundamente. Si consideramos a la historia como un conocimiento necesario para todos, nos topamos con un primer problema: nos topamos con un primer problema: ¿como dar a conocer la historia a todos los seres humanos? ¿cómo se difunde el conocimiento histórico a los individuos de diferentes niveles escolares, a los que alcanzan educación escolar? y ¿cómo a todos aquellos, que, habiendo tenido un límite en su educación escolar o incluso sin siquiera haber ingresado a ella también requieren de este conocimiento? Estas interrogantes nos llevan de nuevo al hecho de que los historiadores no hechos considerando suficientemente las distintas formas en que la historia se da a conocer o, mejor dicho, las diferentes maneras en que damos a conocer la historia. Surge de aquí un siguiente problema: es indispensable revisar, estudiar, analizar, todos los medios a través de los cuales se enseña la historia, pese a que el propósito específico de cada uno de estos medios no sea el educativo. Tal es el caso de la televisión, la prensa – en todas sus modalidades; diarios, revista, historieta, etc.,- el cine, radio, el teatro y, desde luego, los medios escolares y los parescolares, como conferencias, coloquios, simposios, museos y otros por el estilo. Un tercer problema lo constituye el hecho de que la construcción del conocimiento histórico sigue diversos caminos cuando se investiga o cuando se enseña. No se trata solo de problematizar, investigar, elaborar el conocimiento histórico, sino de darlo a conocer, proyectarlo, transmitirlo, a través de distintos medios a distintos públicos, a diferentes sectores que pueden captarlo y que podrían tener interés en conocerlo, incluso cuando no hayan descubierto este interés dentro de ellos mismos. De aquí tendría que derivar una línea de trabajo extraordinariamente amplia, que apenas empezamos a abordar algunos historiadores interesados en el asunto, todos con experiencia docente. Esta veta de investigación podría llamarse “Características y problemas en la enseñanza de la historia”, y habría de abordar desde los aspectos teóricos, epistemológicos, éticos, metafísicos, lógicos, y, por supuesto, metodológicos-, hasta los aspectos psicopedagógicos y aun didácticos de los procesos de construcción de la historia a través de la enseñanza. Resulta casi obvio que la parte nuclear de tales estudios está conformada por los aspectos del contenido histórico que se manejan al enseñar historia. Caben en esta parte los problemas de la selección de los contenidos que han de incluirse en la enseñanza, tomando en cuenta múltiples factores como el nivel y el grado en que se imparte la materia, la preparación y antecedentes de conocimiento de los alumnos que la estudian, las condiciones reales de trabajo- que permitan contar con ciertos recursos auxiliares-, el tiempo didáctico con el que se cuenta, y mucho más. De índole específica este conjunto del problemas que se refieren a los aspectos pedagógicos, y que deben articularse orgánicamente con aspecto teóricos y fácticos de la historia. Ante el desconocimiento enciclopédico que de teorías y prácticas educativas tenemos todos los que nos somos pedagogos, corremos el riesgo de dejarnos deslumbrar por las disquisiciones teóricas, metodológicas y prácticas, particularmente las de nuevo cuño, que provienen de los expertos consagrados por la institucionalidad. Lejos de mí la intención de negar importancia al conocimiento de teorías y prácticas educativas para los docentes de historia. Es importante estar enterados y actualizados sobre tales asuntos. Sin embargo, dicho conocimiento no puede aplicarse sin análisis, o sin mayor preocupación por su especificidad, estableciendo una vinculación con el conocimiento científico que se enseña, así como con las condiciones reales de su práctica. Tal aplicación requiere de su práctica. Tal aplicación requiere de una profunda reflexión y del establecimiento de relaciones muy precisas y casuísticas con la situación educativa concreta que sólo el profesor-historiador puede realizar. De esta manera, los aspectos de la investigación educativa en el caso de la enseñanza de la historia, que serían de primordial importancia, tendrían que ir encaminados a la forma en que se realiza la producción del conocimiento en la enseñanza, a través de los factores actuantes, educando y educador. Para ello además de los requerimientos que la propia orientación pedagógica imponga, será indispensable considerar los elementos categoriales de la construcción del conocimiento histórico, a partir de su enseñanza. Me refiere con esto a los procesos del intelecto y de la psique a través de los cuales se produce la historia en la mente de quienes la “aprenden” y, en el mejor de los casos, la aprehenden. Así el profesor historiador habrá de plantearse como interrogantes: ¿cómo capta el educando la temporalidad histórica?, ¿cómo penetran en su mente los conceptos –aplicados a realidades del pasado-, de periodización, duración, permanencia, cambio? De la misma manera, deben formularse como problemas las formas en que se entiende el concepto de espacio histórico, socialmente construido y ubicado en un tiempo específico, que va mucho más allá de la bidimensionalidad de un mapa. Habrán de formularse también distintas formas de abordaje –quizá una por cada tema o período histórico-, para integrar el concepto de la “historia total” postulado por Pierre Vilar34 para comprender el pasado como un proceso vivido, vivido y vívidamente percibido, y no como ese bloque de granito frío, pétreo y exánime en que han convertido la historia tantos aburridos profesores que ignoran su sentido vital. El área de investigación que propongo comprende también la percepción vital del individuo en la historia, el problema del “sujeto de la historia” – en sus distintas propuestas teóricas” – el problema del determinismo y, en fin, todos aquellos diversos aspectos del abordaje del conocimiento histórico, siempre entendidos a partir de la forma en que se proyectan y 34 Pierre Vilar. “Historia Marxista, historia en construcción”. En: Jacques Le Goff y Pierre Nora, Comp. Hacer la historia, Barcelona, Edit. Laia, 1985. V.I. Passim. 63 se captan en las diferentes manifestaciones de los procesos educativos. Todo ello sólo tendrá sentido si el profesor – historiador es capaz de establecer la relación existente entre el pasado y el presente. Suelo afirmar, atrevidamente, que no tiene sentido enseñar ningún fenómeno histórico que no tenga una relación con el presente. Tal afirmación, que parece exagerada, es en realidad tramposa, pues todo el proceso histórico tiene relación con el presente, si bien dicha relación no siempre es directa, menos lineal, y casi nunca evidente “a simple vista”. Tarea del profesor-historiador es pues estudiar y evidenciar la forma en que los fenómenos históricos, su concatenación, sus consecuencias, su proyección en el tiempo y en el espacio tiene que ver con la vida nuestra, actual y activa. Si los problemas históricos logran captarse y mostrarse en esta vitalidad, la historia podrá ser un conocimiento atractivo, interesante, e incluso divertido y ameno, en vez de ese monolítico costal de datos, farragosos, aburridos y sin relación con el “si mismo” que somos cada quien, y con el entorno que es nuestra circunstancia y nos constituye, tanto como nuestra propia fisiología, según aquel previsor aforismo de Talleryrand: “tanto como naturaleza soy historia”. Sólo de esta manera tendrá sentido enseñar y estudiar historia – en todos los terrenos no profesionales-, con la certeza de estar descubriendo los procesos vitales que nos constituyen, para adquirir así la plena soberanía de nuestras conciencias, para poder realizar el pleno ejercicio de nuestras facultades humanas. El conocimiento de la historia nos posibilitará entonces la participación en la realización de la historia. Los procesos sociales transcurren, de todos modos; los cambios sociales se producen, independientemente de una o varias voluntades individuales; entender su sentido, a partir del conocimiento de sus antecedentes, nos permite ser agentes activos y no meros objetos pasivos de nuestra propia vida. 64 EL RETO DE ENSEÑAR HISTORIA35 Entrevista con Hira de Gortari Rabiela36 ¿Por qué es importante enseñar historia a los niños y jóvenes? Es muy importante que en los actuales planes de estudio de educación básica se haya restablecido la enseñanza de la historia. Aunque la intención de integrar el estudio de las ciencias sociales en la educación básica era sana ya que se pretendía darle otro carácter al conocimiento histórico, hacerlo más sistemáticos, a la larga resultó – no sé si por la forma en que se enseñó o por los programas- que la historia se confundió con el resto de las ciencias sociales. Pensando a distancia, como padres de familia, tengo hijos que vivieron esos cambios y que evidentemente eran los interlocutores más importantes. La impresión que tuve al final es que para ciertas generaciones de jóvenes mexicanos que estudiaron la primaria, era poco clara la distinción entre la historia y el resto de las ciencias sociales, inclusive, creo que lo que se enseñaba de historia en esos programas perdía mucho sentido, quizá no era la mejor historia, me da la impresión que era la historia más tradicional, esto es, fáctica, lo que provocaba que los niños y las niñas no advirtieran su utilidad, sobre todo de una forma comprensiva. Otro asunto es que ubicación cronológica de los acontecimientos históricos se debilitó de una manera clara: las niñas y los niños no sabían situar ciertos pasajes importantes de la historia del país y tampoco a niveles más amplios; hubo una gran confusión. Por eso creo que si bien tradicional se enriqueciera incorporando el estudio del resto de las ciencias sociales, el esfuerzo no fue muy claro. Ahora bien, ¿por qué es importante que la historia vuelva a tomar su carácter propio en los programas de educación básica? Sin duda, porque el momento que atraviesa, no sólo el país, sino gran parte del mundo, se caracteriza por grandes cambios. El valor de la historia radica en que es un conocimiento básico, más allá de cualquier consideración, inclusive del gremio de los historiadores, ya que, por una parte permite que las nuevas generaciones encuentren ciertas singularidades en cuanto al desarrollo del 35 Entrevista realizada por Rodolfo Ramírez y Leticia Pérez. 36 Doctor en historia, director del Instituto de Investigaciones Históricas Dr. José María Luis Mora. país, y, al mismo tiempo, que definan con más precisión la ruta que se ha seguido en la construcción de las identidades nacionales y, particularmente la de nuestro país. En ese sentido, el conocimiento de la historia debe retomarse y tiene que delimitarse en forma adecuada respecto a otros campos como la geografía, la sociología, etcétera. No cabe duda que si nosotros lo viéramos a distancia, uno de los campos más importantes en las ciencias sociales es precisamente la historia, entendida como una disciplina singular que tiene su propio objeto de estudio y sus métodos. Creo que es razonable que las nuevas generaciones tengan una concepción clara de lo que se ha sido el proceso histórico mexicano y el de otras naciones. En ese sentido, los niños y los jóvenes van a tener una herramienta importante y el gran reto, quizá uno de los más difíciles, es enseñarlos a pensar históricamente No es problema de saber las cosas, aunque sí hay un mínimo de contenidos que tenemos que saber. El reto para los maestros, para quienes elaboran los libros de texto, etcétera, es lograr que los niños piensen históricamente. Si se logra incorporar la enseñanza esta forma de pensar, habremos ganado, porque la comprensión de lo social, de nuestra identidad, de nuestra manera de vivir, tomaría otra dimensión. ¿Cómo define el que los niños aprendan a pensar históricamente? La base de cualquier conocimiento, independientemente del carácter que tenga, es la curiosidad. Sin duda, en cualquier tipo de enseñanza y más en la básica, uno de los propósitos fundamentales es inculcar la curiosidad. Es importante que la persona tenga dudas, inquietudes, ya que es posible que así se contribuya un camino importante en sus actividades y en su vida. Marc Bloch, un gran historiador francés, al empezar uno de sus libros hace una referencia en que, si no mal recuerdo, el niño pide a su papá que le explique para qué sirve la historia. Creo que Bloch tenía razón, habría que pensar que la mayoría de los niños, las niñas y los jóvenes no serán historiadores, lo cual es comprensible, pero lo que sí es importante es que queden con una curiosidad básica, que aprendan a preguntarse cómo se hizo el presente, a indagar siempre el presente hacia el pasado, ahí está la gran cuestión. Pensar históricamente es preguntarse por qué las cosas están como están, es partir del presente al pasado por una razón muy 65 clara: la historia en sí misma, como conocimiento sistemático es muy abstracta, supone una gran imaginación y una reconstrucción de algo que tal cual, es difícil de percibir. Por ejemplo, en la historia cultural se advierte que muchos aspectos de la vida de estas épocas están presentes, siguen viviendo en nuestra sociedad de maneras diversas, quizá modificadas, ampliadas, en fin, eso es un poco abstracto. Si pensamos en nuestros maestros y en sus educandos, yo partiría al revés y preguntaría ¿por qué las cosas están así? Si logramos inculcar esa inquietud mediante la enseñanza de la historia, avanzaremos mucho porque la historia no será un conocimiento más, tendrá una utilidad específica: ayudarnos a comprender los problemas que tenemos en la sociedad mexicana actual. El problema indígena, por ejemplo, no hay que pensarlo en el corto plazo, como mucha gente lo hace, ya que es un problema muy viejo, es un problema de la historia de este país. La forma adecuada de estudiarlo sería ir hacia atrás, poco a poco, es decir, dando todo su valor a las cosas. Pensar históricamente se resumen en saber dar su dimensión a la historia, no como un conocimiento adicional, sino como una reflexión permanente al interior del conocimiento y de cómo nos situamos en la sociedad. Lo que tenemos que aceptar es la sociedad o las sociedades son históricas. Existe la tendencia a empezar por los orígenes, resulta verdaderamente muy abstracto, difícil de comprender. Seguramente en el camino del presente al pasado tampoco vamos a llegar a los orígenes, pero cuando menos se habrá sembrado una semilla: ¿Dónde estaba esto? ¿Por qué esto era así? Insisto, lo que los niños, las niñas y los maestros tienen enfrente es lo que viven, entonces, la sugerencia de Bloch es muy importante: la historia es un proceso regresivo y se puede hacer con, prácticamente, cualquier aspecto de la sociedad. Esto no tiene vuelta de hoja. ¿Qué deberían saber los niños y jóvenes del amplio conocimiento histórico? La respuesta es muy complicada y diversa porque todos sabemos que el conocimiento de la historia también tiene historia. Las sociedades y, por lo mismo, los gremios profesionales, en este caso los historiadores, tienen miradas distintas al pasado, en ese sentido es que existe una historia de la historia, por ejemplo, encontramos ciertos aspectos a los que se da prioridad en un momento histórico y en otro momento no. 66 Esto no quita que un elemento fundamental sea el rigor, más allá de calificar si es historia política, historia económica, etcétera; se puede hacer excelente historia o malísima historia. Uno de los retos es tratar de que lo que se ha escrito y que puede servir para elaborar un libro tenga un mínimo de rigor, esto me parece fundamental. Si nos damos cuenta, la literatura histórica y los intereses varían. El estado de ánimo de los historiadores también es importante, un estado de ánimo muy simple, puede producir una historia excesivamente optimista o una historia aparentemente neutra. Otra cosa que ha ocurrido es que el gremio de los historiadores es diverso, y ahora existe un sinnúmero de especialidades, es decir, hay diversas maneras de escribir y múltiples campos de la historia, desde asuntos muy especializados hasta otros más generales. Además, existe una variedad en el uso de herramientas y de teorías para la explicación histórica, esto ha hecho más complicado el asunto, creo que para mejorar las cosas, sin duda, pero también se han generado excesos: de una historia fáctica, de fechas, de personas, etcétera, se ha pasado a una historia en la que las personas y los hechos parecen perder importancia. La historia también se ha complicado tomando en cuenta el problema de la temporalidad; ahora la historia política tiene una dimensión temporal enorme, la historia económica tiene dimensiones mayores, en fin, todo esto hace que el acercamiento del conocimiento histórico a la educación básica sea complicado. En cuanto a la pregunta de qué enseñar y qué no enseñar de la historia, creo que estamos en momentos de grandes dificultades en un contexto amplio, pero que en el contexto nacional estamos más equilibrados: la historia de bronce, una la llamó el maestro Luis González, ha perdido mucha fuerza, por lo menos en el ámbito profesional, aunque no necesariamente en el mundo cotidiano, eso hay que tenerlo claro. La mayoría de nosotros recibimos en la primaria una historia muy fáctica, de personajes y de fechas, eso no se puede cambiar de un día para otro. No es que me gusten los justos medios, pero lo que tenemos que pensar es que, por un lado, la historia tiene que generar un conocimiento con pretensiones más amplias para crear la conciencia de que estamos en una sociedad, de que somos una sociedad, y por otro lado, que hay cierto tipo de procesos históricos que afectan a una parte importante de la sociedad. En diferentes niveles. En ese sentido, es difícil pensar que cómo enseñarle a un niño, a una niña o a un joven que las sociedades son complejas, que hay muchos actores individuales y colectivos que están funcionando. Además, algo que se nos ha olivado es la relación de la sociedad con su entorno, esto es fundamental y se nos ha olvidado. Por ejemplo, actualmente el agua es un problema de estudio histórico. Si nosotros estudiamos, por decir algo, las sociedades prehispánicas, las sociedades coloniales y las sociedades decimonónicas, el problema del agua siempre está presente: quien controla el agua, la corta a una sociedad que no la controla y esto modifica su desarrollo. Este es un ejemplo de tipo de problemas que hemos empezado a estudiar, pero que se había quedado en el olvido. Otro ejemplo es un asunto que hasta hace años parecía poco importante en la historia política mexicana: el estudio de las elecciones en el siglo XIX. Actualmente se estudian las elecciones, pero hace veinte o treinta años, todo mundo decía sí, pero para qué las estudiamos si no servían para nada, ahora sirven para mucho, estamos empezando a entender, a fines del siglo XX, que las elecciones del siglo XIX eran importantes. Otro ejemplo más es la historia parlamentaria: hoy cualquier lector, más o menos preocupado, se interesa por la historia parlamentaria mexicana porque la vivimos todos los días. Creo que en ese sentido la respuesta cambia. ¿El estudio de la historia debe partir de algunas problemáticas del presente? La respuesta es difícil. Creo que, como cualquier conocimiento, debe tener unos mínimos que todos tendríamos que saber. También habría que buscar, sin duda, ciertas inquietudes que ayudan a que esos conocimientos mínimos se consoliden, es decir es decir, buscar que un niño o una niña, con el apoyo del profesor, reflexione de forma más clara sobre ciertas preocupaciones que vive. Afortunadamente, los niños y jóvenes son más conscientes del medio ambiente y del deterioro que éste sufre, porque lo están viviendo, pero ellos son una generación que todavía no llega a tomar decisiones. Creo que a los niños les gustaría entender el problema del medio ambiente con una perspectiva histórica: qué ha pasado, por qué llegamos a esto, sería algo que los motivaría a estudiar. Habría otros temas que también pueden ser importantes como las diferentes formas de vida en este país: ¿Por qué son así? ¿Por qué un niño de la ciudad es distinto al del campo? Creo que este tipo de preguntas son las que los niños se hacen y que muchas veces no quedan contestadas porque están elaboradas de otra manera, pero siempre partiendo de los conocimientos mínimos, insisto. ¿Cuáles son los conocimientos mínimos que todo niño o adolescente mexicano deberían tener de la historia? Sin duda mi respuesta va a ser incompleta. Un conocimiento mínimo es, por un lado, que los niños comprendan que la sociedad mexicana ha cambiado históricamente. Eso es muy importante: ha cambiado de ser una sociedad campesina, rural a una sociedad urbana. Ese es un fenómeno histórico básico. La gente vivía en pequeñas comunidades, en municipios, actualmente tiene que vivir en grandes ciudades. Hace cien años la Ciudad de México no tenía tantos habitantes, más atrás tenía menos, ¿cuántas grandes ciudades había en el siglo XIX? La historia no sólo es un problema de cronología, también tiene que ver con el espacio, es decir, se ocupa de estudiar cómo una sociedad usa el territorio, cómo transforma el espació en territorio. También es importante entender que nuestro país ha tenido diversas formas de organización política. Otro aspecto es definir cómo la sociedad modifica el territorio para organizar una economía, con esto quiero decir, desde tratar de entender cómo estaba organizada la agricultura hasta cómo ha ido cambiando. Estas son cosas cruciales en una sociedad: por qué se organizaba así y había una división de la tierra para usarla de cierta forma, etcétera. También es importante estudiar, aunque es difícil, las dimensiones de una sociedad, en el sentido de reconocer el inicio de las ciudades, una buena parte del país ha vivido y vive todavía en pequeñas comunidades, una buena parte del país ha vivido y vive todavía en pequeñas comunidades. De ahí la importancia de la historia regional, de la historia local, pero como conjunto, sin caer en la micro, microhistoria. Otro aspecto es que los niños se pregunten por qué una sociedad cambia tecnológicamente, económicamente, políticamente, entender esto es sumamente importante. Esto nos daría preguntas básicas y permitiría que los niños comprendieran que la sociedad está cambiando. La idea de cambio es básica, permite comprender, por ejemplo, por qué la sociedad prehispánica, en su sentido de organización política, desapareció, como se implantó la sociedad colonial, por qué desapareció y cómo ésta tiene elementos que sin duda la atraviesan, es decir, también 67 es importante la idea de aquello que permanece: el territorio, la cultura, etcétera. Hay cosas que siguen presente, que no han cambiado o que cambian muy lentamente, pero ahí están, las sociedades tiene una parte de residuo, de permanencia, de algo que se mantiene hasta la fecha. También es necesario que los niños aprendan a pensar que en la historia del país tenemos pasajes claros y negros, claroscuros diría yo. Los niños tendrían que aprender que en la historia un acontecimiento no siempre es blanco o negro, sino empezar a matizar los hechos históricos, a comprender que nuestro país tiene claroscuros difíciles. Sobre todo en un país en el que ya no funciona la visión más optimista que teníamos en los sesentas. ¿La enseñanza de la historia puede contribuir a la formación de la identidad nacional? Estamos en un mundo en el que los nacionalismos exacerbados florecen nuevamente, Europa es un buen ejemplo. No creo que sea conveniente exaltar el nacionalismo, pero sí creo que hay ciertos rasgos de la identidad de este país que es necesario destacar. La reflexión que las nuevas generaciones hacen sobre el mundo se caracteriza por un presentismo exagerado, es decir, piensan en el presente, viven en el presente, existen en el presente, que ellos delimitan a través de los medio de comunicación, de sus conversaciones, de su vida, de sus aspiraciones, es algo a corto plazo. Los medios hacen que todo se vuelva presente y, al mismo tiempo, que todo se vuelva efímero: ayer hubo una matanza en Dublín, mañana ya no tiene importancia y así, día tras día, el ayer se va tirando a la basura. Estamos trabajando mucho con la memoria a corto plazo, es decir, algo que es desechable, estamos en un mundo de desechos, se tiran muchas cosas. Es necesario volver a reforzar la visión de que el presente tiene un trasfondo, esto es muy importante porque se está perdiendo. Cuando digo que el presente tiene un trasfondo, me refiero a que también se ha perdido de vista cierta parte de la historia del país, buscando que el presente responda A ciertas ideas que se deben manejar, por ejemplo, nadie puede decir, a estas alturas, que los problemas de marginación o de pobreza han desaparecido o que no existe la parte indígena que está dentro de la sociedad mexicana y que al parecer desapareció, yo no puedo concebir históricamente que exista el país de los 68 indígenas y el de los no indígenas, creo que hay un país más complejo que está entre los dos lados, culturalmente, es un país que tiene diversas formas de ser. Eso se ha perdido de vista y se están exaltando ciertas cosas que son peligrosas. En ese sentido la identidad nacional juega un papel importante. Los niños necesitan saber que han existido momentos de tolerancia y de intolerancia. Por ejemplo, leyendo un decreto de las cortes españolas en 1813, encontramos que en él se prohibía que los curas y los párrocos pegaran a los indios, pero eso ya se le alivió a todo mundo. La realidad es más compleja, necesitamos recuperar no una historia ejemplar, pero sí comprender que ciertos procesos han sido muy largos y que algunos aún no han terminado. Insisto, se han exacerbados las cosas. La identidad nacional sí es un problema, pues en el fondo somos un país que va más allá de todas las dificultades que enfrenta. En ciertas partes de México, el problema la identidad nacional es algo que se vive cotidianamente: existen algunas áreas del norte del país en las que la gente vive frente a la comunidad más poderosa del mundo: Estados Unidos. Sin embargo, estas personas siguen siendo mexicanas. Habría que seguir explorando y entender que estos mexicanos tienen deseos de conservar su lengua, de conservar sus costumbres, ya sea que trabajen del otro lado o que regresen.´ Quizá, México se a un país, respecto a otros, en el que la identidad nacional, independientemente de nuestra preocupación, todavía tiene una gran fuerza pero creo que en la historia tenemos que evitar el presentismo exacerbado al que me referí, difundir la idea de que México es un país complejo y estudiar los procesos actuales de otra forma: veámoslo hacia atrás, recorrámoslo, advirtamos que tiene episodios claros, oscuros, negrísimos, rojísimos, blanquísimos, hay de todo, eso es parte de nuestra identidad. En el mundo globalizado actual la identidad nacional es un punto crucial frente a algo que es más complejo, el mundo de la Unión Europea donde existen intentos muy importantes por establecer medidas comunes, ahí van, pero conservando sus lenguas, ciertas expresiones culturales, en fin. La identidad es una construcción histórica, con sus partes literarias, sus partes reales, un territorio, unas lenguas en el caso mexicano y es necesario darle sus verdaderas dimensiones. ¿Cómo se puede despertar en los niños la curiosidad por el estudio de la historia? Sinceramente creo que hay dificultades para hacerlo porque parece que el entorno ayuda, aparentemente, a que se pierda el interés por la historia debido al presentismo: si algo mueve a muchos niños y jóvenes es vivir el presente. Las nuevas generaciones reciben, independientemente de su calidad, una cantidad enorme de información. Ahora, ¿cómo interesar a los niños en la historia? Creo que, si se puede decir así, creando dudas sobre la información que reciben, ya que ésta no se desmenuza, simplemente se recibe y es común escuchar en la radio”. Por eso es necesario crear dudas sobre las cosas: “¿ustedes creen que esto siempre ha sido así?, pues no, ¡piensen! Hay que recurrir mucho a crear una inquietud que rompa la gran barrera que existe sobre la información del presente. Hay otra cosa que tampoco ayuda y que ocurre en la manera de vivir, no sólo es información. En la medida en que las familias se vuelven nucleares se está perdiendo la relación con los viejos, y eso tampoco ayuda. Antes era común la referencia a lo que contaban los tíos, los abuelos, etcétera. Eso ha ido perdiendo importancia. Ahora, si vemos el asunto del lado positivo habría que entender que quizá, el exceso de información también lleva al otro lado, que está provocando la reacción contraria, es decir, encontrar que la historia tiene sentido en este mundo tan globalizado, tan uniforme. Un ejemplo es lo que está ocurriendo en Francia, donde los historiadores más importantes se volvieron, prácticamente, estrellas de televisión, aquí hay un gran interés, claro, también habría que recordar que la sociedad francesa es a la que más trabajo le ha costado incorporarse a la Unión Europea. Regresando al caso mexicano, quizá podemos modificar algo de lo que está pasando, pues precisamente en este mundo de globalización, en el que, aparentemente, la gente se desinteresamente en este mundo de globalización, en el que, aparentemente, la gente se desinteresa del pasado, sería importante encontrar las mejores preguntas que interesen a la gente, porque tenemos otra situación muy negativa, me refiero a todos estos subgrupos de seudo recuperación del pasado –estilo concheros y danzantes- los cuales difunden, aparentemente, la identidad nacional. A mí me da un poco de horror porque creo que son muy peligrosos, ya que presentan la identidad nacional totalmente deformada. Se supone que estos señores están recuperando el pasado prehispánico, pero con, al menos, doscientos filtros, y lo presentan como fenómenos de la autencidad nacional; estos grupos son peligrosísimos – aunque a veces fascinantes- e, incluso, fascistas ya que plantean recuperar la etnia original, la raza pura que se está perdiendo; estos grupos están llegando a los extremos. Creo que para interesar a los niños son necesarias preguntas que generen interés, porque si el maestro dice: “Niño repíteme cuáles son los héroes más importantes”, no creo que se interesen. Tal vez, las peguntas que podrían generar interés deben relacionarse con la cultura popular, por ejemplo, ya que es algo muy importante. Había que generar temáticas y preguntas que interesen a los niños, si no, estamos perdidos. Lo demás se vuelve absolutamente abstracto, las grandes fechas, los grandes héroes, son cosas a las que, a la larga, el niño podría llegar consultando una enciclopedia o un libro básico de historia. Es necesario encontrar las preguntas que inquieten al niño, y además que de ahora en adelante, él mismo se interrogue observando las cosas: “Aquí donde yo vivo, en esta casa ¿Qué había? ¿No estaba la casa? ¿Era un campo? ¿Había una hacienda? ¿Era la casa de otro y ya la tiraron? ¿Ahora hay una nueva casa?”. Este tipo de preguntas es fundamental porque los niños y las niñas han nacido pensando que las comunicaciones modernas han estado siempre, creen que la radio siempre ha existido, que la televisión siempre ha existido, que la televisión siempre ha existido y de colores además. En este aspecto hay un punto cultural importante que es difícil de entender. ¿Qué tipo de conocimientos y de habilidades deben poseer los maestros para enseñar historia? Aquí apelo a mi experiencia. De los maestros que tuve en la secundaria, había excelentes maestros de historia, gente dedicada, realmente muy dedicada. No sé si actualmente hay un problema de vocación, sé que es una cosa muy fuerte, pero para mí una de las cualidades de los profesores de primaria y secundaria es que tenían vocación y dignidad. No quiero decir que actualmente no haya, sin duda son muchos, pero también creo que hay un grupo que no tiene vocación ni tiene dignidad. Tuve maestros autónomos en el sentido de pensar qué era lo mejor que los niños o los jovencitos de secundaria tenían que aprender. Aquellos profesores tomaban la distancia suficiente para pensar en su materia. Un profesor de historia de 69 secundaria a eso se dedicaba y trataba de enseñar de la mejor manera. Tengo la impresión de que la educación se ha convertido en un camino fácil, en un camino muy mecánico. Un profesor, del nivel que sea, se debe plantear y actualizar sus preguntas, crear dudas a sus alumnos, pero también debe saberlas resolver, porque no se trata de dejar un curso donde todo mundo tiene dudas y nadie sabe qué pasó. No se deben generar dudas que el profesor no pueda resolver. También es necesaria la renovación de métodos, la historia que se enseñe a los niños tiene que ser cada vez menos verbalista. Los niños ya no aceptan este método porque además el mundo ha cambiado. La Secretaría de Educación Pública tiene que fomentar en los niveles básicos el uso de los medios audiovisuales. No es lo mismo que un niño únicamente lea sobre ferrocarriles, a que además los observe en fotografías o que vea un video de cómo cambiaron los ferrocarriles en este país. La parte visual también es muy importante en la enseñanza de la geografía y de la historia. Es necesario, además que los fenómenos se localicen, por ejemplo, cuando uno habla de la Independencia sería conveniente utilizar un mapa para que los niños comprendan que la guerra estuvo localizada en algunas partes del territorio, pero que también existieron otros lugares en los que no se presentó. Necesitamos volver a tener profesores autónomos que se cuestionen si lo que hacen es lo mejor, que busquen recursos, materiales, textos alternativos, además de lo que lo que les ofrece la Secretaría de Educación Pública. En ese sentido existe la necesidad de una renovación de la literatura general, mas allá de la que el profesor tiene que leer; de hacer exámenes periódicos a los profesores, buscando que uno de los criterios más importantes se la aptitud profesional, porque algo que nos ha afectado a todos, en todos los rubros de este país, son las plazas de base que han degenerado en afirmaciones como la siguiente: “yo soy de base, entonces ya no me pueden tocar”. Creo que todo mundo necesita seguridad en el empleo, pero hay que encontrar otros medios de que esto también se renueve a nivel de primaria. De secundaria, de preparatoria y universitario, ya que es un problema general. Juan Delval 70 CRECER Y PENSAR LA CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO EN LA ESCUELA LAS CIENCIAS SOCIALES La comprensión clara y puntual de los fenómenos sociales ha de ser uno de los objetivos primordiales de la educación. Si queremos contribuir a que existan individuos libres, autónomos y críticos, es muy importante que entiendan la sociedad en la que viven en sus distintos aspectos y su propio papel dentro de ella. Es, pues, enormemente importante que los chicos aprendan a entender la sociedad, a ser capaces de analizar los fenómenos sociales y a verlos con una visión crítica. El objeto de la enseñanza de las nociones sociales es que los chicos sean capaces de entender el mundo en el que viven, el papel del hombre en la naturaleza, la función de las instituciones sociales y la evolución de las sociedades humanas. Están implicadas aquí nociones de geografía, historia, economía, derecho, política, sociología, psicología. Entre otras cosas se trataría de que el niño entienda qué es la familia y cuál es su valor para la supervivencia de la especie, así como la de otras instituciones sociales tales como el Estado. Cuál es la estructura de las sociedades y su evolución, qué papel desempeña la economía en el desarrollo histórico, y en general entender la historia como una producción social. La visión que se suele dar de todos estos temas en la Enseñanza Básica y Media es muy pobre y esquemática, limitada a unos pocos hechos dispersos, tratados de forma aislada y presentados de tal forma que parece que el objetivo que se busca no es que los individuos entiendan qué hacen en el mundo sino que tengan algunas direcciones útiles y unos nombres para que si les hablan de ello les suene. Se proporciona un conocimiento trivial del medio, no se intenta que los escolares participen, o siquiera se aproximen a las decisiones sociales, y están ausentes de la enseñanza una gran cantidad de fenómenos macro sociales, al funcionamiento de los sistemas y ala interacción entre los elementos. Por esto la enseñanza de las Ciencias Sociales tiene que cambiar radicalmente. La dificultad de lo social Entender todas estas cuestiones resulta enormemente difícil y esas dificultades pueden atribuirse a varias razones que podemos intentar resumir en las siguientes: • Resulta siempre muchos más difícil tomar conciencia de la propia conducta que de algo exterior y por ello el conocimiento progresa más hacia lo externo y lo ajeno que hacia lo interno. El hecho de que el objeto de las ciencias sociales sea el propio hombre y su conducta constituye una dificultad que ha sido señalada repetidas veces por los epistemólogos. • Los conceptos de las ciencias sociales son conceptos abstractos al mismo tiempo que imprecisos. Son extremadamente difíciles de manipular y no tienen la tradición y el grado de precisión que han adquirido los conceptos de las ciencias de la naturaleza. Nociones tales como la de nación, sindicato, clase social, partidos políticos, democracia, etc., son difícilmente aprensibles porque generalmente se refieren a complejas redes de relaciones que ligan a los individuos. • A todo esto hay que añadir que el niño ocupa un papel marginal dentro de la sociedad de la cual es un sujeto bastante pasivo. La práctica social del niño, al no participar ni en el mundo de la práctica social del niño, al no participar ni en el mundo de la política ni en el mundo del trabajo y la producción, es prácticamente nula y entonces tiene que construir sus nociones políticas con aspectos fragmentarios, con retazos que recibe del exterior. • El egocentrismo del niño constituye también un obstáculo para la comprensión de las nociones sociales. La dificultad de ponerse en el punto de vista de los otros y de entender sus motivaciones es una dificultad más para poder entender las nociones sociales. Lo difícil de comprender el orden social es que hay que entenderlo como un vasto sistema en el cual distintas partes están en interacción, hay que entender cuál es la red de relaciones que constituye la sociedad. El niño aquí tiene que realizar, como en otros terrenos, un trabajo muy personal de construcción a partir de datos muy fragmentarios a partir de elementos aislados que tiene que organizar. Para ello utiliza sus instrumentos intelectuales, pero el hecho de tener una práctica tan fragmentaria, como señalábamos hace un momento, dificulta el establecimiento de esa necesaria unidad. La construcción de las nociones sociales El proceso por el cual se va construyendo la represión del mundo social dista mucho de ser lineal y simple. Se ha sostenido frecuentemente que el conocimiento del niño se va progresando en círculos concéntricos desde lo que está más próximo a lo que se encuentra más alejado. Esto se aplicaría, por ejemplo, al conocimiento de las unidades geográficas, que pasaría de la ciudad a la región y luego al país, pero sería igualmente válido para las instituciones sociales y otros campos del conocimiento. Este modelo, que seguramente está inspirado en una concepción empirista de la adquisición de conocimiento según la cual el sujeto es pasivo y está sometido a la información exterior sin buscarla ni organizarla, resulta sin embargo inadecuado y no se adapta a los datos de que disponemos en el terreno del mismo conocimiento geográfico. El niño conoce evidentemente su entorno más inmediato, su barrio, su ciudad, pero ese conocimiento directo interfiere con conocimientos indirectos y también con el conocimiento directo de cosas que están alejadas en el espacio, por ejemplo, de otras ciudades que el niño sitia. El niño tiene entonces que organizar esos distintos conocimientos de acuerdo con los elementos que se le suministran en la escuela y se produce entonces una interacción entre lo próximo y lo remoto semejante a lo que Vygotsky (1934) analizó respecto a la interacción entre los conceptos espontáneos y los conceptos científicos. Así pues, el conocimiento inmediato y directo es organizado y cobra un nuevo sentido gracias a los elementos más generales y abstractos, o a descripciones de cosas alejadas, y con todo ello el niño va formando sus propias nociones.37 Para formar su representación del mundo social el niño necesita conocer una serie de hechos, obtener un conocimiento fáctico acerca de los líderes políticos, los impuestos los tribunales de justicia, los continentes, los sistemas de gobierno o de l administración municipal. Pero esos hechos necesitan organizarse y tienen que cobrar un sentido en conjunto. No basta con recordar nombres 37 Hemos estudiado en diversas investigaciones cómo entienden los niños las nociones sociales y éste es un campo en el que se están realizando muchos trabajos en estos últimos años. Vésase J. Delval, “La representación infantil del mundo social” Infancia y aprendizaje, 13 1981. 71 sino que es preciso organizarlos en sistema. Ambas cosas son necesarias y no pueden existir la una sin la otra. Parece, aparentemente, que el niño puede aprender hechos aislados, y así vemos que los chicos dicen sin dudarlo que Sepúlveda es provincia de Segovia o de Madrid es la capital de España. Sin embargo, si profundizamos en lo que quieren decir nos pueden explicar que Sepúlveda es provincia de Segovia porque Segovia tiene muchas provincias y Sepúlveda es una de ellas. Mientras la que afirman que Madrid es la capital de España pueden negar si embargo (como veíamos en el cap. VII) que los dari leños sean españoles. Resulta entonces que el hecho aislado se queda en el conocimiento de una palabra, es un conocimiento aparente y sin sentido, si no se entiende el fenómeno en su conjunto, si no se dispone de los instrumentos lógicos necesarios para organizarlo. La noción del país, por ejemplo, implica la coordinación de conocimientos lógicos (clase que están incluidas unas en otras, relaciones), geográficos, espaciales, históricos, administrativos, políticos, etc., y todo ello tiene que ser organizado y formar un todo. La representación del mundo social está constituida por elementos de distinta naturaleza. Por un lado el niño adquiere una serie de normas, que estipulan lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse, y junto con ello valores sobre lo que es bueno desde el punto de vista social y lo que no lo es. Por otro lado adquiere lo que podríamos llamar nociones, que incluyen la comprensión de procesos sociales, del funcionamiento de instituciones, etc. la diferencia está en que las normas se aprenden pronto y dan lugar a explicaciones muy esquematizadas cuando se pide su justificación. Por ejemplo, los niños afirman que hay que ir a la escuela porque se debe, que a la tienda hay que llevar dinero, aunque no entiendan la función de éste, que una niña no se puede casar con su papá o que las niñas no juegan fútbol. Las explicaciones de estas normas sólo aparecen muy tardíamente para justificar algo que se aprendió mucho tiempo antes. Por el contrario, las nociones dan lugar a explicaciones mucho más elaboras que varían consideradamente con la edad. Las explicaciones sobre la determinación del precio de las mercancías, sobre las distintas profesiones o sobre el respeto a las leyes cambian mucho a lo largo del desarrollo. Se va produciendo, sin embargo, una coordinación entre normas y nociones tratando, en un esfuerzo de racionalidad. De insertar las normas dentro de las nociones y sirviendo éstas para 72 justificar aquéllas, aunque en algunos casos se produzcan conflictos. El niño pasa a concebir sólo elementos aislados y relaciones directas a entender los fenómenos sociales como algo mediato, con relaciones indirectas. Este paso de la comprensión de lo inmediato es muy característico del progreso en la comprensión del mundo social. El niño pequeño generaliza a partir de un único elemento que puede ser irrelevante. Pueden, por ejemplo, describir a los habitantes de un país diciendo que son muy gordos porque han conocido a una persona que lo era. Las relaciones son directas, el policía obtiene dinero del ladrón, el cobrador es el dueño del autobús y vive de lo que le pagan los viajeros, la ley la hace el policía que al mismo tiempo se encarga de su cumplimiento. Así, en la evolución de las nociones parece que pueden distinguirse, al menos en muchos casos, tres niveles. En un primer nivel, lo elementos sociales aparecen aislados y tiene rasgos perceptivos muy evidentes. En un segundo nivel, se empiezan a construir sistemas que organizan conjuntos de hechos, pero permanecen limitados en un terreno determinado y pueden coexistir sistemas independientes. Finalmente en un tercer nivel, la sociedad se concibe como sistemas múltiples que están en interacción y lo que sucede en uno de ellos tiene repercusiones sobre los demás. Una de las características más llamativas de la representación infantil del mundo social es que éste se concibe como algo estático en donde el cambio histórico se entiende con grandes dificultades y sólo muy tardíamente. El niño está muy centrado sobre la realidad que le rodea y tiene grandes dificultades para efectuar una descentración. Por otra parte, parece que el orden social es heterónomo, es decir, que las normas bien en generalmente de fuera: aunque los individuos se pusieran de acuerdo no podrían cambiar la sociedad. Es el reverso de la medalla del “contrato social” de Rousseau. Los cambios que el niño entiende que se han producido a lo largo de la historia son cambios menores y anecdóticos, en las formas de vestir o en algunas costumbres, pero difícilmente entienden que haya habido otros regímenes políticos, sociales o económicos distintos. Todo lo que está alejado en el espacio y en el tiempo les resulta muy difícil de comprender al estar tan centrados en su perspectiva inmediata. Por esto los niños piensan que las cosas van a continuar siendo de la misma manera que hasta ahora, sin que puedan introducirse más que modificaciones de detalle.} Sólo en el tercero de los estadios que hechos distinguido, que viene a coincidir con el período del pensamiento formal, el niño empieza a poder concebir un mundo distinto. Parece, pues, que la dificultad para concebir el cambio social está ligada a limitaciones en el pensamiento y parece verosímil que sea necesario poder manejar lo posible, razonar sobre hipasteis, para entender mundos diferentes intelectuales. Sólo a partir de la adolescencia puede el sujeto entender otros mundos, otras sociedades, y su propia sociedad en otros momentos, o también concebir formas nuevas para su propia sociedad. En este sentido puede concluirse que el desarrollo intelectual hace a los hombres más libres en cuanto que les da la posibilidad de concebir más mundos, de poder compararlos, y de poder elegir entre ellos, aunque sólo sea en el pensamiento. A partir de la adolescencia es cuando pueden concebirse entonces, y desearse cambios en la propia sociedad; sin embargo las ideologías sociales que tratan de mantener la situación existente actúan en sentido contrario. Esto puede provocar conflictos muy típicos de la adolescencia, entre los valores, lo racional, conflictos que caracterizan la inserción del individuo en el mundo social adulto. La historia Particularmente difícil es la comprensión de la historia. Los niños comprenden la historia como elementos aislados, como acontecimientos desconectados y la enseñanza que se practica contribuye notablemente a ello. El niño establece asociaciones ciegas de fechas y nombres que no le dicen nada porque existe una gran dificultad para entender lo que está muy alejado en el espacio y en el tiempo. La primera dificultad para entender la historia es la propia noción de tiempo. Como mostró Piaget el niño tiene dificultades para construir una noción del tiempo objetivo, con independencia de los acontecimientos que se viven dentro de él. Pero aunque se construya esa noción de tiempo todavía es preciso entender otras muchas cosas. Una vez mas es necesario entender un sistema, pero un sistema que no es en el que nosotros estamos sino algo que ya pasó, lo cual multiplica la dificultad. Si ya es difícil comprender cómo funciona el sistema económico en el que estamos, o las instituciones políticas, es mucho más difícil entender otras que son distintas, que están alejadas ya sea especialmente o temporalmente. Las primeras informaciones sobre lo que está alejado se interpretan como acontecimientos aislados, como historias o anécdotas. Unos hombres que encienden fuego frotando unos palos o que queman a los muertos en piras o un seños que se llamaba Aníbal y que iba con elefantes. Son historias semejantes alas de Caperucita Roja o La Cenicienta. Lo que resulta mucho más difícil de entender es cómo vivían los romanos y por qué difícil de entender es cómo vivían los romanos y por qué vivían así o cómo viven los hindúes en la actualidad y por qué conservan costumbres que pueden parecernos vestigios del pasado. Esto es lo más difícil de entender, otras formas de vida y que esas formas de vida no son puras curiosidades (como se presentaban por otra parte en los escritos de viajeros del siglo pasado) sino que responden a una necesaria y tienen un sentido. Esto es lo que nos permite entender las Ciencias Sociales y lo que es preciso intentar transmitir a los escolares. La historia no es, pues, un aspecto más de las nociones sociales sino que es una dimensión imprescindible para entender éstas. Sólo podemos comprender nuestras formas actuales de vida y nuestras instituciones viéndolas como el resultado de un proceso que no ha terminado. Las dificultades para entenderlo son muy grandes no sólo por la complejidad del problema sino como cedíamos antes por la cuestión de egocentrismo y el sociocentrismo. Nuestras instituciones y nuestras formas de vida se ven como absolutas y como las más naturales. Las demás son aberraciones, desviaciones o cosas curiosas, anécdotas o costumbres propias de bárbaros, de pueblo no civilizados. No es una pura coincidencia el que la historia se haya entendido como una sucesión de fechas y de individuos destacados. La historia centrada sobre los grandes personajes, que ha sido tradicional, los representa además como buenos y malos perfectamente clasificables. La historia en el siglo XIX se pensaba que debía tener esa función formadora de juventud pintando vidas ejemplares y vidas reprobables. Por eso el libro de Plutarco ha servido como texto, con múltiples adaptaciones y modificaciones, durante mucho tiempo. El que haya imperado este tipo de historia no es un azar sino que se debe a que esta forma es más sencilla de entender, planea menos dificultades. El hecho de que los niños interpreten también la historia de esta manera es producto posiblemente de dos causas. Por 73 un lado que se les enseña así y que muchos profesores continúan teniendo esta concepción de la historia. Pero además de eso hay que tener presente que resulta más fácil entender la historia de esa forma, como el producto de libre voluntad de un individuo privilegiado que es muy bueno o muy malo. Es mucho más difícil entender la acción de múltiples factores que interactúan a la conducta vacilante de individuos que son ni buenos ni males, sino que actúan por causas muy complejas que es difícil desentrañar. (Pensemos por ejemplo en Pedro el Cruel, en Pizarro o en Napoleón.) Luc (1979) ha realizado un estudio interesante sobre cómo entienden los niños la historia. Para ello realizaba entrevistas preguntándolos cómo podrían averiguar lo que pasó en Francia o en su pueblo en 1950, o en 1850 o en los tiempos de Napoleón. Muchos de los niños pensaban que había que interrogar a los testigos directos, y esto incluso cuando se trataba de lo que había sucedido en 1850, aunque ese tipo de respuesta disminuía con la edad. A pesar de que habían pasado más de ciento veinticinco años desde entonces pensaban que preguntando a los viejos, a los que vivían entonces, podrían averiguarlo. Pero lo que es más curioso es que los niños toman las respuestas que puedan darles los adultos o los viejos como documentos de valor indiscutible. El mejor documento es la narración de un testigo. Y resulta enormemente difícil entender que las concepciones de los testigos necesitan ser reconstruidas, necesitan ser reelaboradas. En realidad lo que está detrás de la concepción de la historia que tienen los niños, y probablemente muchos adultos y muchos maestros, es una posición realista en la que los datos hablan por sí mismos. Y sean las narraciones de testigos o los documentos de archivos se toman como algo indiscutibles de cuyo valor no puede dudarse. La concepción de los niños es también una concepción pasiva, si queremos averiguar algún hecho histórico lo que hay que hacer es preguntar a los adultos que lo saben o buscar en los libros en los que estás ya. La historia no se entiende, pues, como una reconstrucción de los hechos sino que es posible una lectura inmediata. Los niños conciben también que cada época histórica ha dejado su historia escrita y que sólo tenemos que remitirnos a ella. Resulta curiosa también la confusión entre el medio y el mensaje a que hace referencia Luc: muchos niños piensan que una película sobre caballeros de la Edad Media es una película de la Edad Media o que una 74 fotografía de una máquina antigua es una fotografía antigua. No sólo hay aquí una ignorancia de cuándo se ha descubierto la fotografía o el cine –cosa que sin duda influye- sino que hay también esa confusión entre lo transmitido y cómo se transmite. Lo más importante y lo más difícil de conseguir es que los niños entiendan el problema de la objetividad histórica y de la construcción de la historia, de cuál es el trabajo que tiene que realizar el historiador seleccionando sus fuentes y dándoles un valor u otro. La dificultad del niño para entender esto depende también de su dificultad para comprender las contradicciones, los conflictos en el terreno social. Y esto es precisamente una de las cosas que tenemos que ayudar a que entienda presentándole documentos contradictorios, visiones opuestas de un mismo acontecimiento para que él pueda realizar su propia elaboración. El tema de la construcción de la historia, de la realización del trabajo histórico es lo más importante que le podemos enseñar al niño en este terreno. Y, sin embargo, es probablemente lo que menos se le enseña en la actualidad. De todo esto podemos concluir que las ciencias sociales hay que enseñarlas tratando de sumergir al niño en el ambiente social y ayudándolo a entenderlo. Cada aspecto de la vida social puede dar lugar a preguntas, a problemas y la función del profesor es ayudar a que el niño se plantee esos problemas y encuentre vías para entenderlos. Quién se ocupa de que la electricidad o el agua lleguen a la casa, de dónde saca el tendero el pan que vende, quién arregla la calle, cómo se elige al alcalde, quiénes construyeron la iglesia, quién paga al maestro, cómo se llega a ser presidente del gobierno, etc., son algunas de las preguntas que pueden servir de punto de partida a estudios que los chicos realicen, sobre los que preguntan a los mayores, sobre los que busquen datos, lean periódicos. El ambiente es un rico depósito de datos históricos y sociales y una de las tareas de la escuela debe ser enseñar al niño a identificarlos y descubrirlos. LAS NOCIONES TEMPORALES EL TIEMPO HISTÓRICO Ignacio Pozo LAS NOCIONES TEMPORALES Introducción La historia es la memoria colectiva de un pueblo. Por ello es fundamental su transmisión a las nuevas generaciones. Pero la historia nos incumbe a todos, no sólo al profesor de historia. Todas las actividades humanas tienen su historia. No sólo la política –objeto preferente de los programas tradicionales de historia-, sino también la religión, la música, el cine, la física o el atletismo. Todos estos campos tienen un pasado, sin cuyo conocimiento sería imposible comprender su estado actual. Gran parte de esa historia, plural en sus contenidos, suele transmitirse a esas nuevas generaciones cuando se hallan aún en periodo de maduración y desarrollo. Los niños y adolescentes asisten, en la escuela, pero también fuera de ella al gran espectáculo de la historia. Resulta por ello conveniente saber cómo se entiende a esas edades la historia. Parece ya felizmente superada la época, prolongada durante siglos, en que se concebía al niño como un adulto en miniatura. Hoy se va generalizando la idea de que el niño y el adolescente tienen su forma propia de entender el mundo que les rodea, de la que procede, en definitiva, la concepción adulta del mundo. Es este un rasgo en común entre psicología evolutiva e historia: ambas disciplinas estudian el pasado para entender el presente; la psicología evolutiva se ocupa del pasado individual y próximo; la historia, de los hechos colectivos y remotos. Como queda dicho, la historia tiene por objeto estudiar el desarrollo de las actividades e instituciones sociales a través de los tiempos. El principal rasgo distintivo de la historia respecto a otras ciencias sociales es precisamente su carácter temporal y dinámico. No sólo estudia el pasado sino que, ante todo, se ocupa de los cambios producidos en la sociedad con el transcurso del tiempo. Por tanto, para comprender la historia además de dominar las nociones propias de las ciencias sociales en general es necesario un dominio conceptual del tiempo en su vertiente histórica. Sin duda, el tiempo de los acontecimientos históricos o “tiempo histórico” es algo muy distinto del tiempo de los acontecimientos personales, del tiempo que vivimos y medimos con nuestros relojes. Evidentemente no es lo mismo pensar en horas, semanas o meses que en siglos, eras o milenios. Además, nuestro tiempo personal está lleno de señales emotivas dejadas por nuestra propia vida: la Primera Comunión, aquel veraneo en Portugal, el ingreso en el instituto, etcétera. Poseemos referencias muy claras para representarnos nuestra propia vida. En cambio, por lo general las referencias históricas son distantes, hechos a los que no hemos asistido personalmente, situados difusamente en el tiempo, generalmente con nombres propios: Almanzor, Lepanto, Bailén, etcétera. Cada uno de estos nombres hace referencia a un tiempo remoto y con escasa o nula relación con nuestro desarrollo como persona. Una segunda diferencia entre el tiempo personal o vivido y el tiempo histórico es que este último se ocupa de duraciones, sucesiones y cambios en hechos sociales, de carácter colectivo, mientras que el tiempo personal está individualizado y es, en muchos casos, incomunicable. A pesar de su carácter cultural y social (no hay más que estudiar las diferencias en la medición y representación del tiempo entre unas culturas y otras) el tiempo personal es como un mapa de los hechos más relevantes de nuestra vida y, por ello, frente al tiempo histórico posee una dimensión subjetiva cargada de significado emocional. No obstante estas diferencias, existen notables paralelismos e interacciones entre la construcción conceptual del tiempo personal y del tiempo histórico. Ambos tiempos se dividen en pasado, presente y futuro, y recurren a unidades matemáticas de medida. En ambos el tiempo –o más bien lo que acontece en ese tiempo- produce cambios. ¿Qué relación hay entre ambos tiempo en el desarrollo cognitivo del niño? Parece claro que el niño domina antes su tiempo personal (el de las cosas que suceden en su vida, a su alrededor) que el tiempo de los acontecimientos históricos, hasta el punto de que este último se asienta sobre las ideas y nociones temporales alcanzadas previamente por el niño en el dominio personal. Antes de adentrarnos en el tiempo histórico propiamente dicho, repasaremos, por tanto, cómo se desarrollan en el niño las nociones de tiempo que afectan a su vida diaria, a las personas y objetos que le rodean. 75 Las nociones temporales Nuestra sociedad se ha dotado de unos instrumentos que permiten que ese tiempo personal, cargado como decíamos de valores y emociones individualizadas, sea, no obstante, común a todos. Ha inventado el reloj, el calendario, la cronología, haciendo el tiempo un fluido continuo, objetivo y cuantificable. No todas las sociedades disponen de una concepción semejante del tiempo sigue siendo algo subjetivo, ligado a las actividades que desempeñan. Para ellos, el día se divide en función de las diversas fases de sus labores ganaderas. Hay horas “de ordeñar”, “de regar”, “de volver el ganado a casa”, etcétera, que varían lógicamente de una estación a otra, con lo que la duración del día varía también. Para ellos el tiempo es discontinuo. Sólo sus actividades son constantes. Algo parecido le sucede al niño en sus primeras experiencias con el tiempo. Para el niño, el tiempo depende de sus propias acciones; no es continuo ni constante. Sólo gracias al progresivo dominio del sistema cuantitativo de medición del tiempo el niño es capaz de concebir éste como un flujo continuo, abstracto y cuantificable. Primer desarrollo Probablemente, la primera experiencia temporal del ser humano esté vinculada con la alimentación. El recién nacido tiene sensaciones de hambre cada ciertas horas. Se trata de una experiencia meramente fisiológica. Ya más adelante, a los cuatro o cinco meses, el bebé empieza a establecer con sus acciones las primeras series temporales antes-después. Tira de una cuerda y suena una campana. Se trata, sin embargo, de series aún subjetivas en las que se producen frecuentes inversiones entre el antes y el después. Así, si el bebé ve salir a una persona de la habitación la buscará en el lugar donde estaba inmediatamente antes, por ejemplo, junto a la cuna. Sobre el año de edad, estas series se estabilizan. El niño anticipa con facilidad sucesos a partir de antecedentes conocidos. Estas anticipaciones, además, y no sólo se refieren a sus propias acciones, sino también a acciones exteriores que son relevantes para él (la marcha de la madre). Sin embargo, estas series siguen siendo subjetivas, ya que cada acción posee su propio tiempo. No hay un tiempo común a todas las acciones y situaciones. La presencia de la madre siempre es demasiado breve y su ausencia demasiado larga. El sentido del pasado-presente-futuro es aún muy difuso y siempre referido a 76 acciones inmediatas, propias o ajenas en la medida en que afectan al yo. A partir del año y medio, con la aparición de la capacidad de simbolización y del lenguaje, el niño comienza a reaprender en el plano simbólico lo que ya conocía en el nivel de las acciones y percepciones. Frecuentemente, sus palabras adquieren un significado temporal implícito. Así, un niño de dos años puede decir: “coche agua”, indicando que se le acaba de caer su coche de juguete al agua. O dice: “baño, baño”, anticipando un futuro próximo (le van a bañar). Nace un cierto sentido del pasado-presente-futuro, pero sin que dentro de cada una de estas categorías temporales exista ningún tipo de subdivisión o estructuración interna. Estas subdivisiones se van produciendo, sobre todo a partir de los cuatro-cinco años, al mismo tiempo que el niño va aprendiendo a conjugar las distintas formas temporales de los verbos. A partir de este momento, se va ampliando progresivamente el horizonte temporal del niño (véase cuadro I). El pasado y el futuro abarcan algo más que los momentos inmediatamente anteriores y posteriores. Existe el ayer y el mañana, anteayer y pasado mañana, e incluso un tiempo más remoto. El niño aprende a ordenar cosas dentro de ese pasado y ese futuro. Generalmente, los niños se interesan más por el futuro no inmediato que por el pasado no inmediato, por tanto, lo descubren antes. Están impacientes ante las vacaciones o ante la venida de los Reyes Magos. Los niños son seres con futuro. El amor a la memoria nace más tarde. El interés teórico por el pasado, como génesis del presente, también. ¿Significan todos estos progresos alcanzados por el niño a sus cinco años de edad que concibe ya el tiempo como algo continuo y objetivo? Claramente, no. El niño de cinco años sabe que el tiempo transcurre, que las personas se hacen mayores y envejecen. Pero no transcurre igual para todos. Sólo envejecen las cosas que crecen. Las cosas más grandes son las más viejas. A esta edad, un niño con un hermano dos años mayor que él nos dirá que ahora su hermano es mayor, pero que cuando los dos sean adultos le alcanzará en edad, porque ambos serán “igual de grandes”. La edad se mide por la estatura. Así, los adultos, que ya no crecen, tienen la misma edad hasta que, de pronto, envejecen. El tiempo no es aún abstracto, ya que sigue vinculado a las cosas que suceden en él, en este caso, al crecimiento físico que, en definitiva es un fenómeno espacial. Y es que a esta edad (hasta los siete años) el niño sigue confundiendo tiempo y espacio. El gran psicólogo Jean Piaget dijo en cierta ocasión que “el tiempo es espacio en movimiento”. Para conocer el tiempo es necesario abstraerlo de las cosas que suceden en él (crecimientos, recorridos, etcétera). Inicialmente, los niños confunden el espacio recorrido por un móvil con el tiempo que ha tardado en recorrerlo, fijándose ante todo en el punto de llegada y no en el de partida. No siempre el móvil que recorre más espacio es el que más tarda. Depende de la velocidad. La comprensión plena del tiempo físico comienza, por tanto, cuando se comparan entre sí las velocidades de los móviles (los movimientos) y no sólo los espacios recorridos (sobre los once o doce años). Cuadro I Desarrollo del sentido del pasado-presente-futuro en el tiempo personal38 Edad cronológica aproximada Pasado que puede estar presente y tener consecuencias 4/5 meses Presente como tiempo empleado efectivamente Futuro anticipado que puede modificar las acciones presentes Relaciones pasado/presente inmediato con inversiones 12 meses Le colocan el babero Mamá le da la papilla Plato vacío 2/3 años Vuelta de la guardería Hora de la cena Hora de jugar 4/5 años Mañana en la escuela Mediodía Tarde de recreo 5/6 años Ayer Hoy Mañana 7/8 años Semana pasada Hoy Próxima semana 9/10 años Hace un mes Este mes El próximo mes 10/11 años La primavera Este verano El otoño Preadolescentes El año pasado Este año El próximo año Adolescentes Desde hace cinco Madurez Mi pasado todo como un Este periodo de mi vida Mi personalidad como un todo De ahora en cinco años Mi futuro en su desarrollo histórico 38 Tomado, con modificaciones, de Godin A.: “The Historical Function”, Lumen Vital, XIV (junio, 1959), pp. 249265. 77 El tiempo convencional Otro aspecto de sumo interés respecto al desarrollo de las nociones temporales y con una especial relevancia para la comprensión del tiempo histórico es el dominio de los sistemas de medición del tiempo o “tiempo convencional”. Aunque a nosotros no nos lo parezca, acostumbrados como estamos a su uso diario, los sistemas que a tal fin se utilizan en nuestra sociedad son, ciertamente, complejos. Para darse cuenta de ello, bastaría, como hemos señalado anteriormente, compararlos con el tipo de estructuración temporal vigente en otras sociedades menos desarrolladas que la nuestra, habitualmente dominadas “primitivas”. Debido a esta complejidad, los niños tienen serios problemas para usar y comprender el tiempo convencional, que irán superando conforme vayan desarrollando sus capacidades cognitivas. Antes de comenzar el aprendizaje de los sistemas de tiempo convencional, los niños de dos o tres años tiene ya un cierto conocimiento de ciertos ritmos temporales cotidianos (alimentación, aseo, etcétera). Hasta su escolarización escolarización formal a los siete años, aprenden de un modo memorístico, los nombres de muchos sistemas temporales (días de la semana, meses del año, etcétera), que no obstante actúan aún como realidades separadas, no coordinadas entre sí. Además sobre los cuatro-cinco años son capaces de convertir esos ritmos diarios en secuencia ordenadas (levantarse, asearse, desayunar, ir al colegio, etcétera). Tienen, no obstante, dificultades para establecer ciclos o secuencias más amplias (la semana, el trimestre, el curso, etcétera). Sobre los siete u ocho años los niños alcanzan un dominio considerable de los sistemas temporales convencionales. Por un lado usan el reloj y son capaces de realizar operaciones matemáticas con él, ya que a esa edad comienzan a dominar el concepto de número. Por ejemplo, pueden calcular cuántas horas pasan desde la merienda hasta la cena. También pueden establecer ciclos relativamente amplios, que llegan a alcanzar incluso un año (por ejemplo, ordenar diversos hechos relacionados con el curso, como “primer día de clase”, “vacaciones de Navidad”, “vacaciones de Semana Santa”, “excursión de estudios en junio”, etcétera). No obstante estos conocimientos, si bien importantes, son limitados. Aunque han llegado a concebir un tiempo “objetivo”, en el que existen unidades de medida con las que incluso pueden operar pasando de unas a otras (por 78 ejemplo, calcular cuántos días hay en tres semanas), no comprenden todavía el carácter convencional de esas unidades. Carecen aún de una representación abstracta del tiempo. No saben todavía que nuestros relojes miden tiempo pero no son el tiempo. Creen que si adelantamos una hora el reloj perdemos una hora de vida (véase cuadro 3). Hasta los 12 o 14 años no se darán cuenta del carácter convencional y, por tanto, arbitrario de las unidades de medida del tiempo. A esa edad son capaces también de realizar operaciones complejas con el tiempo, como por ejemplo resolver problemas de tiempo velocidad o calcular las equivalencias horarias en diversos lugares del planeta. Seguirán, no obstante, escapándoseles otros aspectos temporales sumamente complejos como el cálculo del tiempo estelar (velocidad de luz, etcétera) o la concepción del tiempo que se deriva de la teoría de la relatividad de Einstein. Pero esas nociones temporales nos resultan también difíciles de comprender a muchos adultos. Vemos, por tanto, que la comprensión del tiempo requiere el dominio de múltiples conceptos y sistemas, que se desarrollan en interacción. A modo de resumen y por implicaciones para el desarrollo del tiempo histórico quisiéramos extraer de todo lo dicho hasta ahora dos ideas: a. El tiempo es una abstracción y, como tal, no puede experimentarse de un modo directo sino de forma meramente subjetiva y, por tanto, discontinua. Por consiguiente, las estimaciones de los niños, carentes aún de la capacidad de abstracción y del rigor numérico necesario, se basarán fundamentalmente en las acciones o hechos que tengan lugar durante el periodo estimado. b. Sólo es posible alcanzar una concepción continua y objetiva del tiempo empleando unos bienes culturales que son los sistemas convencionales de medición del tiempo. De esta forma los problemas temporales se convierten también en problemas matemáticos Tras este recorrido previo a través del tiempo, tanto nosotros en nuestro estudio como el niño o el adolescente en su desarrollo psicológico estamos en condiciones de empezar a hacernos preguntas sobre este otro tiempo más amplio y más lejano: el tiempo propio de la historia o “tiempo histórico”. Carácter convencional de los sistemas de medida del tiempo Para comprobar si los alumnos comprenden o no este carácter convencional podemos plantearle la siguiente situación: ¿Qué le sucede al tiempo cuando al llegar la primavera adelantamos los relojes una hora, saltando bruscamente de las 11 horas a medianoche? ¿Envejecemos nosotros por ello? Podemos encontrar tres niveles de respuesta. Nivel 1. Ausencia de disociación entre tiempo real y tiempo medido por los relojes, creen, por tanto, que envejecemos una hora. Nivel 2. Situación intermedia. Si bien siguen creyendo que envejecemos por el mero hecho de adelantar el reloj, son conscientes de que al llegar el otoño deberemos retrasar el reloj justamente una hora, por lo que rejuvenecemos nuevamente y nos quedaremos como estábamos. Nivel 3. Comprensión del carácter convencional del tiempo medido por los relojes. Podemos hacerlos avanzar y retroceder cuantas veces queramos, sin que por ello se modifiquen el tiempo “real”. 79 El tiempo histórico ¿Cuántos años han transcurrido desde la aparición del hombre sobre la Tierra hasta nuestros días? ¿En qué año Colón descubrió América? ¿Cuándo empezó la Edad Media? ¿Qué sucedió antes, la batalla de las Navas de Tolosa o la derrota de las huestes de Carlomagno de Roncesvalles? ¿En qué año de la era musulmana estamos actualmente? Es obvio que la respuesta a todas estas preguntas exige un conocimiento del tiempo histórico. Si bien aluden a aspectos diversos del mismo (conocimiento de fechas, duraciones relativas y absolutas, uso de sistemas de medida del tiempo, etcétera) todas ellas hacen referencia al aspecto más conocido del tiempo histórico: la cronología. Pero el tiempo histórico no se agota ahí. Preguntas como: ¿por qué Colón descubrió América en 1492?, o ¿cuáles fueron las causas que desencadenaron la caída del Imperio Romano? O ¿qué cambió en la vida del campesino francés tras la Revolución Francesa?, aluden también al tiempo histórico, ya que éste se compone no sólo de fechas y de cronología, sino también de las cosas que suceden en ese tiempo, es decir, de relaciones causa-efecto, tanto 80 inmediatas como remotas. Por tanto, bajo la denominación “tiempo histórico se ocultan conceptos o significados diversos. Cada uno de estos conceptos o significados posee su propio ritmo de desarrollo en la mente del niño, en interacción, eso sí, con el desarrollo de los demás conceptos. Podemos dividir esos conceptos o significados en tres grandes grupos. Un primer grupo, que denominaremos genéricamente cronología, incluiría toda la primera serie de preguntas planeadas, por lo que sería en realidad bastante diverso. Incluiría, entre otras cosas, el dominio del sistema cronológico (siglos, eras, periodos), la estimación de duraciones absolutas y relativas y el conocimiento y la ordenación de fechas. Un segundo grupo se ocuparía de la sucesión casual en historia, en la que sin duda el tiempo es un factor esencial. La historia es una cadena continua de causas; lo que hoy es efecto mañana es causa. El tercer grupo consistiría en esencia en la noción de continuidad temporal entre pasadopresente-futuro. Se trataría de comprender las semejanzas y diferencias entre las civilizaciones del pasado y el mundo actual y también, por qué no, entre el mundo de hoy y el del mañana. Vamos a analizar por separado cada una de estas nociones, aun conscientes de que la mente del niño es sólo una y de que, por tanto, en ella todo se desarrolla de un modo conjunto e integrado. La cronología La cronología es la métrica de la historia. Permite establecer la duración y el orden de los hechos históricos, así como dividirlos en grandes periodos o eras históricas. La duración e un hecho o de un periodo histórico es el tiempo transcurrido entre su comienzo y su final. Iniciábamos este apartado con una pregunta sobre duración: ¿cuántos años han transcurrido desde la aparición del hombre sobre la Tierra hasta nuestros días? Merece la pena trasladar la pregunta a los propios niños y adolescentes. Desde luego, para un niño de cinco o seis años tal pregunta carece de sentido. Su horizonte temporal es aún tan escaso que es probable que crea que Franco vivió en la época de los dinosaurios. En cambio, los preadolescentes y los adolescentes de 11 años en adelante tienen ya una cierta representación del tiempo histórico, por lo que puede hacérseles la pregunta. Aunque hay mucha variación de un adolescente a otro, generalmente las respuestas oscilarán entre 3000 y 10 000 años y las cifras irán aumentando a medida que se incrementa la edad (hasta los 13-14 años predominarán las cifras inferiores a los 5000 años y a partir de esa edad las superiores). Pero estas cifras brutas no nos dicen gran cosa. Son más interesantes las cifras relativas que pueden compararse entre si (por ejemplo, el tiempo transcurrido desde la aparición del hombre hasta el nacimiento de Jesucristo y desde el nacimiento de Jesucristo hasta hoy). Aquí podemos llevarnos una buena sorpresa, y que, con 12 años, hay alumnos que, aunque saben perfectamente en qué año estamos, ¡ignoran los años transcurridos desde el nacimiento de Cristo! Se trata de casos anecdóticos pero significativos. El conocimiento de las fechas no siempre implica un entendimiento de su significado. Más intereses y normativo resulta observar la comparación entre periodo antes de Jesucristo y después de Jesucristo (véase cuadro2). La mayor parte de los adolescentes cree que ambos periodos han durado prácticamente igual: el nacimiento de Jesucristo divide la historia de dos. Si profundizamos un poco más y les preguntamos por la duración de la prehistoria, el error conceptual es aún más patente. Raro es el adolescente que cree que duró más de 1000 años. Incluso los hay que estiman su duración en ¡100 años! ¿A qué se debe este error generalizado entre los adolescentes? Refiriéndonos a las nociones temporales, hemos insistido reiteradamente en el carácter abstracto del tiempo, que impide su experiencia y estimación directa. Si carecemos de un sistema de medición objetivo sólo podemos estimar una duración temporal a partir de los hechos que en ella tengan lugar. Así sin mirar el reloj, una tarde en casa, sin hacer nada, nos parece muy larga; la misma tarde en una fiesta se nos hace cortísima. Lo mismo le sucede al adolescente (y tal vez al adulto) con la prehistoria. Visto sin perspectiva histórica, en la prehistoria no pasó casi nada: el descubrimiento del fuego, unas pinturas, unas pocas herramientas y unos cacharros de barro. ¿Qué es eso comparado con la televisión, los aviones supersónicos, la energía nuclear o las computadoras, inventos todos ellos de los últimos 30 o 40 años? Es necesario desprenderse de la mentalidad propia de un ciudadano del siglo XX para darse cuenta de la trascendencia y laboriosidad de aquellos modestos descubrimientos de nuestros antepasados prehistóricos. Y el adolescente no se libera espontáneamente de esa mentalidad. Hay que ayudarle. Ésa debería ser un a de las metas de la enseñanza de la historia. Señalábamos antes que algunos adolescentes ignoran los años transcurridos desde el nacimiento de Jesucristo hasta hoy. En un caso raro y extremo, pero significativo. Lo que es más frecuente, en este mismo sentido, es que no sepan calcular los años transcurridos entre dos fechas conocidas. Saben, por ejemplo, que Colón descubrió América en 1492 y que la Revolución Francesa tuvo lugar en 1789, pero no saben calcular el tiempo intermedio. ¿Cómo es posible, se preguntará más de un lector, que no sepan hacer una simple resta? Desde luego que saben hacer un resta. Lo que no saben en ninguno de los dos ejemplos citados es que hay que hacer una resta. Nos decían de pequeños que no se pueden sumar (ni restar) peras con manzanas. Tal vez los alumnos que tienen este tipo de problemas con las fechas históricas desconozcan que el tiempo es continuo, que todos los años de la misma naturaleza y duración. En muchos casos en la escuela se dan por sobreentendidos algunos conceptos que precisarían una explicación detallada, en ocasiones muy simple. 81 Cuadro 2 Horizonte temporal del adolescente Podemos presentar al alumno una línea recta que representan todo el tiempo transcurrido desde la aparición del hombre sobre la Tierra hasta nuestros días, y pedirle que señale dónde están situados una serie de hechos conocidos por él, de tal forma que cada trozo de recta represente el tiempo transcurrido entre cada uno de los hechos. Estos hechos pueden ser, por ejemplo: El final de la Edad de Piedra. El final de la Edad de los Metales. El nacimiento de Jesucristo. La caída del Imperio romano de Occidente. El descubrimiento de América. La Revolución Francesa. Al margen de la sorprendente ignorancia que sobre alguno de estos hechos pueda mostrar el alumno, tenderá generalmente a sobrevalorar los periodos más recientes, en detrimento de los más antiguos, especialmente de la prehistoria, y, al menos hasta 14-15 años, situará el nacimiento de Jesucristo (3) en el centro mismo de la recta, dividiendo la historia en dos. Obsérvese la diferencia entre la respuesta típica de un alumno adolescente (que probablemente no difiera mucho de la de un adulto no especializado en estos temas) y una respuesta aproximadamente correcta. Respuesta del adolescente 1 2 3 4 5 6 Aparición del hombre sobre la Tierra Solución correcta 123456 Aparición del hombre sobre la Tierra Un problema más complejo y generalizado entre los adolescentes es la dificultad para coordinar una unidad temporal histórica con las partes que la componen. Las representaciones suelen estar desajustadas, de forma que la suma de las partes es mayor que el todo o viceversa. Se repite así un problema ya observado en el desarrollo de las nociones temporales simples. El proceso de coordinación e integración en distintas unidades y “mapas” temporales es lento y complejo. Las confusiones son aún mayores cuando el adolescente tiene que coordinar dos datos que se encuentran en 82 Época actual unidades distintas, por ejemplo siglos. años y Vemos, por tanto, que la noción de duración histórica se desarrolla pausadamente. No es un simple aprendizaje de fechas. El niño puede conocer muchas fechas y, sin embargo, no ser capaz de integrarlas en un sistema común y continuo, del mismo modo que puede conocer lugares distintos (su casa, el colegio, el parque, etcétera) y ser incapaz de desplazarse por sí mismo de uno a otro. En ambos casos, el espacial y en el temporal, ha de construir un “mapa” que incluya los diversos puntos conocidos (lugares o fechas), pero también la forma o el camino más corto para ir de uno a otro. Esta analogía espacio/tiempo se rompe, no obstante, al considerar un elemento fundamental del tiempo no presente con la misma importancia en el espacio; se trata del carácter ordinal del tiempo: los acontecimientos tiene un orden, unos sucedieron antes que otros. En términos generales, las nociones de orden temporal histórico se desarrollan antes que las de duración. Aunque al adolescente le resulte costoso calcular el tiempo exacto transcurrido entre 1492 y 1789, no tiene problema alguno para reconocer que 1492 es anterior a 1789. De hecho, sobre los nueve o diez años se resuelve perfectamente este tipo de problemas cuando son pocas las fechas que hay que comparar. Si son más de cuatro o cinco, la solución plenamente correcta puede retrasarse hasta 11 o 12 años. Otro problema distinto se plantea cuando lo que hay que ordenar no son fechas sino hechos más o menos conocidos. En este caso, se requerirá del alumno un conjunto de conocimientos específicos (si el alumno no conoce el hecho, difícilmente podrá situarlo en el tiempo), pero también una estructuración temporal de las civilizaciones (aspecto que abordaremos más adelante, al referirnos al sentido de continuidad temporal). Pero, volviendo a las fechas, ¿qué sucede cuando le pedimos a un adolescente que ordene fechas (o hechos) que corresponden a eras cronológicas distintas? La comprensión de las eras históricas es más tardía que e3l simple ordenamiento de fechas. Por ejemplo, le pedimos a un niño de nueve o diez años que ordene dos hechos en los que consta su fecha correspondiente, una anterior a Jesucristo (a. C) y otra posterior a Jesucristo (d.C.) , hará caso omiso de las eras y los ordenará únicamente en función de la fecha, sin distinguir tiempo a.C. y d.C. (véase cuadro 3). En cambio, un niño de 11-12 años situará siempre los hechos a. C. antes que los hechos d.C., independientemente de la fecha que dentro de cada era le corresponda a cada hecho. ¿Significa esto que ha entendido de división del tiempo histórico en eras y el funcionamiento de cada una de ellas? ¿Domina ya el sistema cronológico? Todavía no. Si le pedimos que ordene dos hechos de la era a.C., lo hará como si fuesen hechos posteriores a Jesucristo, es decir, el de fecha numéricamente más elevada será el más reciente, mientras que la cifra más pequeña será anterior. Hasta los 12-13 años no entienden los adolescentes el auténtico significado de la era a.C., en la que la cifras van decreciendo a medida que se acerca el nacimiento de Jesucristo y, por tanto, el comienzo de la era cristiana (d.C.). O, como dicen ellos mismos, “antes de Jesucristo, se cuenta al revés”. Pero este avance importante es sólo parcial, ya que aún no hay una distinción clara entre la “sustancia” medida (el tiempo) y el instrumento usado para medirla (la cronología). El ejemplo más claro de ello son los niños de esta edad que sostienen que “antes de Jesucristo se contaba al revés; iban contando los años que quedaban para que naciera Jesucristo. Decían: quedan nueve años, ocho, siete, y así”. Esta incomprensión del carácter convencional de las eras históricas es aún más patente si le pedimos a estos adolescentes que ordenen fechas correspondientes unas a la era cristianas y otras a la era musulmana (advirtiéndoles incluso que la era musulmana comienza con la Hégira, en el año 622 d. C.). Antes de los 14-15 años son incapaces de concebir la existencia de dos formas distintas e igualmente válidas de medir el tiempo. No creen que puedan existir dos eras cronológicas paralelas con un punto de partida distinto. Creen, o bien que son dos formas de denominar una misma cosa y, por tanto, basta con mirar la fecha sin fijarse en la era a que corresponda, o bien que son eras sucesivas, de tal forma que cuando acaban una empieza la otra. Generalmente, para los adolescentes de 12-13 años, la era musulmana sería un periodo de la historia que hubo entre el final de la era a.C. y el comienzo de la era d.C. Probablemente, a esta idea de que la era musulmana es anterior a la era cristiana occidental contribuye nuevamente la confusión entre el tiempo y los hechos que en él suceden. Los niños saben que la civilización musulmana está atrasada tecnológicamente respecto a la occidental. De ahí que crean que es anterior en el tiempo. Cuadro 3 Comprensión de las eras históricas por niños y adolescentes Imaginemos que se plantea el siguiente problema a un grupo de niños y adolescentes (advirtiéndoles que la era musulmana comienza el año 622 de la era después de Cristo): 83 Ordena estos acontecimientos cronológicamente. Pon primero los más antiguos y luego los más modernos. El sabio Anaxágoras formó la Biblioteca de Constantinopla en el año 611 antes de Cristo. Benga-Tanka, jefe de la tribu de los mapúes, del África central, muere asesinado en el año 723 después de Cristo El Senegal es conquistado por el califa Huabib en el año 834 de la era musulmana. En Europa se producen terribles epidermis de peste en el año 1218 después de Cristo. Los egipcios luchan contra sus enemigos en el 1200 mantes de Cristo. La evolución de las respuestas ante este problema sería más o menos la siguiente: Nivel Edad aproximada Respuesta (de más antiguo a más moderno) Regla que sigue el alumno 0 Hasta años A-B-C-E-D No tiene en cuenta las eras cronológicas. Los números más altos son los más recientes 10 1 10-12 años A-E-C-B-D Cualquier año en la era a.C. (antes de Cristo) es anterior a cualquier año de la era d.C. (después de Cristo). Dentro de cada una de esas eras las fechas se ordenan de menor a mayor. 2 12/14 años E-A-C-B-D En la era a.C., los años se cuentan “al revés”; van descendiendo hasta llegar al cero. Sigue sin comprenderse la era musulmana. 3 14 años adelante E-A-B-D-C La era musulmana es paralela a la era d.C., pero su comienzo es posterior. Existen varias formas de medir el tiempo histórico. en En torno a los 15 años, la mayor parte de los adolescentes saben ya que el año 834 de la era musulmana es posterior al 1218 d.C. ya que 834 + 622 = 1456. Pero muchas veces no saben qué es ese 1456. O incluso los que saben que es el año de la era d.C. que corresponde al 834 de la era musulmana, pueden tener, en cambio, dificultades para decir en qué año de la era musulmana, pueden tener, en cambio, dificultades para decir en qué año de la era musulmana estamos actualmente. Este tipo de problemas serían fácilmente solucionados a edades mucho más tempranas si desde los 11-12 años los alumnos tuvieran que resolverlos con cierta frecuencia. Pero, como decíamos anteriormente, hay muchas habilidades y conceptos en la escuela que erróneamente se dan por sabidos, creyéndoles más fáciles de lo que en realidad son. ¿Los adolescentes que resuelven todos estos problemas han entendido el carácter convencional de la cronología? No siempre. En ocasiones, se resisten a que el calendario histórico pueda cambiarse, ya que, según ellos, eso modificaría el tiempo histórico. Es algo semejante a lo que ocurriría, a una edad más temprana, cuando se les sugería a los adolescentes adelantar o atrasar el reloj (véase cuadro 3). Sólo unos pocos admiten que “si todo el mundo se pusiera de 84 acuerdo, se podría cambiar”. La mayoría cree que el calendario histórico es y será siempre así. Pero si la cronología presenta problemas tan serios para su comprensión no es, desde luego, el único aspecto complejo del tiempo histórico. Habría nociones, incluso, más complejas, como la sucesión casual en historia o la misma idea de continuidad temporal, que vamos a bordar a continuación. La sucesión casual Ya desde los tiempo del filósofo inglés David Hume (1711-1776), e incluso antes, se sabe de las estrechas relaciones entre tiempo y casualidad entonos los dominios del conocimiento humano. La historia no constituye en este sentido una excepción sino, más bien, todo lo contrario, ya que las peculiares características de la realidad histórica hacen que estas relaciones resulten en ella aún más significativas e importantes. Ahora bien, ¿cómo concibe el adolescente estas relaciones tiempo/casualidad en la historia? Al igual que hicimos al analizar el desarrollo del conocimiento temporal, antes de ingresar efectivamente en la historia vamos a hacer un breve recorrido por el desarrollo de las nociones temporales casuales relativas al entorno físico y natural del niño, ya que, una vez más, preceden evolutivamente a sus equivalentes en el dominio histórico. Al igual que sucede con las nociones exclusivamente temporales, el bebé posee, en el plano de las acciones y las sensaciones, un conocimiento de que las causas preceden a los efectos. Si empuja un objeto, éste caerá; si llora, vendrá su madre. Es ya una primera noción de que las relaciones causales se producen en el tiempo. No será, sin embargo, hasta los tres-cuatro años cuando el niño recree o reconstruya esta misma noción en el plano simbólico. Sabrá ya que si se encía las manos jugando, cuando venga su madre se enfadará y le reñirá. Pero es un conocimiento causal aún muy limitado. En primer lugar, limitado temporalmente, ya que las causas y los efectos han de estar muy próximos entre sí. De lo contrario, el niño de esta edad no establecerá una conexión entre ambos. Será difícil, por ejemplo, convencerle de que si come muchos bombones, mañana le dolerá el estómago. Realiza sus actos en busca de consecuencias inmediatas, nunca remotas y ni siquiera demoradas. Una segunda limitación es la dificultad para anticipar las consecuencias incluso inmediatas de hechos o sucesos no completamente conocidos. Es fácil que el niño involuntariamente rompa o maltrate los objetos, ya que es incapaz generalmente de prever las consecuencias de sus acciones. Obviamente, esta previsión depende de su comprensión de los mecanismos causales implicados en cada situación concreta. Por ejemplo, el niño puede saber que si deja caer un vaso se romperá (un hecho observado por él en más de una ocasión), pero ignora que si mete los dedos en un enchufe recibirá una descarga eléctrica (algo imprevisible para él). En definitiva, su capacidad para establecer relaciones causales anticipando las consecuencias de los hechos presentes depende, en gran parte, de sus ideas sobre las relaciones causales implicadas en cada fenómeno. Estas ideas progresan evolutivamente según pautas que no son ya bastante conocidas gracias a las investigaciones psicológicas. Ciñéndonos a la historia, se observan algunos paralelismos significativos con lo que acabamos de exponer. También los hechos históricos requieren tiempo para producirse y para fraguar consecuencias. Ahora bien, ese “tiempo”, como hemos observado ya repetidamente, difiere del tiempo personal. Es un tiempo distinto y más complejo. Igualmente, las relaciones causales históricas son diferentes y, por reglo general, completas. Por ello, señalábamos antes la peculiaridad de las relaciones causales que se producen en el tiempo histórico, que la distinguen claramente de las producidas en otros dominios. La sucesión causal histórica tendrá ante todo, dos rasgos distintivos. a) El intervalo temporal entre causa y efecto suele ser mayor en historia que en otros dominios causales (de la acción personal, física o incluso social). En historia es frecuente que los hechos tengan consecuencias no sólo a corto plazo sino también a largo plazo. Las causas del paro en España hay que buscarlas no sólo en la situación económica y política actual, tanto nacional como mundial, sino también en la política económica del franquismo (crecimiento industrial salvaje, desequilibrios regionales, etcétera), e incluso asienta sus raíces en un pasado aún más remoto. Los adolescentes tienen serios problemas para remontarse en busca de causas o consecuencias distantes en el tiempo, no sólo por la tendencia ya apuntada en el pensamiento causal infantil de reducir al máximo el intervalo causa/efecto, sino también porque establecer relaciones causales a largo plazo requiere realizar cadenas causales con un número creciente de eslabones, es decir, operaciones sobre operaciones, uno de los rasgos que definen al llamado pensamiento formal. b) Generalmente los hechos históricos poseen más de una causa tiene más de una consecuencia. No se trata pues de relaciones causales lineales, simples, como las que suelen producirse en algunas situaciones físicas sencillas, sino casi siempre de relaciones complejas, formando cadenas o redes en algunos casos circulares. Inicialmente los niños rechazan la posibilidad de que un mismo hecho pueda tener varias causas. Posteriormente (en torno a los 11-12 años) lo admiten, pero siempre que esas causas sean alternativas, es decir, que no actúen en un mismo tiempo. Pero hasta los 14-15 años no empiezan a atribuir espontáneamente un fenómeno social a varias causas que actúan conjuntamente. Tal conducta cognitiva sigue siendo de todas formas infrecuente incluso entre los adultos, como se pone de manifiesto en algunas ingeniosas investigaciones realizadas por psicólogos sociales. Por ello parece necesaria una instrucción específica que favorezca la atribución de los hechos sociales e históricos a causas múltiples que 85 respondan en muchos interrelaciones complejas. casos a Pero el pensamiento causal adolescente no sólo progresa en la cantidad de causas que pueden establecerse para un hecho histórico sino también en el tipo de causas que se establecen. Como señalábamos anteriormente, al referirnos al pensamiento causal de los niños más pequeños, las relaciones causales establecidas por un sujeto dependen de sus ideas sobre cómo funciona ese fenómeno que está tratando de explicar; en la palabra, de su “teoría” explícita o implícita sobre ese fenómeno. Así, los niños y los preadolescentes pueden creer, por ejemplo, que los cambios políticos son fruto exclusivamente de la voluntad de quienes los llevan a cabo o que en los países ricos todo el mundo es rico y en los pobres al revés, estas teorías influirán considerablemente con las explicaciones que pueda elaborar este tipo de sujetos cuando se enfrente con situaciones históricas en las que estén implicados hechos de esa naturaleza. ¿Cómo progresan las “teorías históricas” durante la adolescencia? Junto a otros aspectos que no podemos analizar aquí, esas teorías experimentan una notable evolución en cuanto a los materiales de que se componen. Como es sabido, los ladrillos con los que se edifica la teoría son los conceptos. Y los conceptos que pueden formular o comprender en el campo social un alumno de 11-12 años, pongamos por caso, son bastante distintos de los manejados por un alumno de 15-16 años. Podemos resumir el cuadro 4 diciendo que el pensamiento conceptual progresa durante la adolescencia en dos direcciones fundamentalmente: a) En primer lugar hay una transición de entender los conceptos según sus rasgos o atributos más concretos a entenderlos en términos abstractos. Esto se manifiesta tanto en la reducción inicial de los fenómenos sociales a sus aspectos más tangibles y anecdóticos como en la personalización inicial de las instituciones sociales e históricas. b) Hay también una transición de concebir los conceptos de un modo estático y aislado a entenderlos de forma dinámica e integrada. A medida que desarrolla su conocimiento, el adolescente va tejiendo una red de conceptos y realidades cada vez más completa en la que, de alguna forma, todo se relaciona con todo y en la que cada realidad viene dinámicamente definida por su relación con otras realidades. Esta integración progresiva es tanto sincrónica (es decir, de hechos que ocurren simultáneamente) como diacrónica (de hechos que se suceden en el tiempo). Este último aspecto, la integración de realidades diacrónicas, es, ni más ni menos, sinónimo de la comprensión de la continuidad temporal de las distintas realidades o civilizaciones históricas, el último aspecto o dimensión del tiempo histórico al que queremos referirnos aquí. Evolución de la comprensión de conceptos históricos durante la adolescencia Evolución De lo concreto a lo abstracto Realidades afectadas Hechos Instituciones Realidades simultáneas (sincrónicas) De lo estático a lo dinámico Realidades sucesivas (diacrónicas) 86 Características psicológicas Comprensión inicial Reducción a sus aspectos superficiales. P. ej. Revolución, entendida como algarada callejera. Personalización. P. ej. La monarquía se identifica con el rey. División de la realidad social en comportamientos estancos sin conexión entre sí. P. ej. El funcionamiento económico de una sociedad no influye en su vida cultural Las realidades sociales son inmutables P. ej. Las leyes que no funcionan deben conservarse o incluso endurecerse. Comprensión final Definición por sus rasgos profundos. Revolución como cambio radical de las estructuras sociales. Institucionalización. La monarquía se concibe como un sistema político cuyo máximo representante es el rey. Integración de los diversos dominios sociales en una sola realidad. El funcionamiento económico influye en la vida cultural Comprensión del cambio social: las realidades cambian con el tiempo. Las leyes que no funcionan deben modificarse o suprimirse. La continuidad temporal Como señalábamos al comienzo, la historia es la memoria del pasado colectivo de un pueblo. Por ello, uno de los objetivos últimos de la enseñanza de la historia ha de ser transmitir a los alumnos de idea de que la historia es una de las claves fundamentales para entender la sociedad que les rodea y por tanto para entenderse a sí mismos. De la misma forma que el niño es, en un cierto sentido, “el padre del adulto”, la situación actual tiene su origen en el pasado colectivo; en un pasado continuo, en un fluir lento e inagotable en el que se han ido fraguando, pausadamente, los cambios que han hecho posible nuestro modo de vida actual. No siempre se ha vivido como hoy (más bien, casi nunca) y, por tanto, tampoco en el futuro se vivirá como hoy. Ahora bien, tal concepción de la realidad histórica es difícil de analizar psicológicamente, ya que viene a ser un compendio de todos los desarrollos conceptuales que hasta ahora hemos analizado. Para adquirir un sentido de la continuidad del tiempo histórico y por consiguiente, del cambio social, es necesario entre otras cosas el dominio completo de las distintas operaciones cronológicas, una comprensión eficiente de la causación histórica y la posesión de una “teoría” potente sobre el funcionamiento de los fenómenos históricos. Tal vez uno de los requisitos más importantes para el establecimiento de una continuidad temporal en la historia sea precisamente la posesión de una concepción del funcionamiento social integradora tanto sincrónica como diacrónicamente (véase punto anterior). Para entender, pongamos por caso, los estrechos vínculos entre la España de hoy y la España del siglo XIX es necesario comprender la integración de distintos niveles o dominios de la realidad social (económico, religioso, cultural, político, etcétera) en cada una de estas dos Españas. Pero también es necesario comprender por ejemplo los cambios económicos que se han producido en España durante los últimos 100 años. Esta integración podría verse favorecida mediante el uso didáctico de las llamadas “líneas de desarrollo”, es decir, el estudio monográfico de la evolución de un determinado aspecto o actividad de la sociedad a través de los tiempos (por ejemplo, la historia de la infancia o la evolución de los medios de transporte a través de los tiempos). De esta forma se podrían estudiar en profundidad tanto los cambios habidos en ese dominio o aspecto específico como su relación con otros ámbitos de la sociedad que fueran el origen de dichos cambios. Sea con éste o con cualquier otro método, hay que tener en cuenta que la comprensión de la continuidad temporal se enfrenta con varias concepciones erróneas vigentes incluso entre muchos adultos, a saber: a) La confusión entre continuidad temporal y continuidad del cambio social. El tiempo histórico es continuo, pero el cambio social es discontinuo. En diversos momentos históricos hay ritmos de cambio social distintos. Por ejemplo, en la actualidad estamos viviendo un ritmo de cambio muy intenso, que suele inducir a los alumnos a subestimar la duración de los periodos históricos más estables. Es necesario que el alumno disocie el tiempo, de los hechos que en él se producen (véase apartado sobre cronología). b) Al igual que los ritmos de cambio varían dentro de una misma sociedad de un momento histórico a otro, defieren también notablemente entre sociedad que coexisten en el tiempo. A finales del siglo XX existen en nuestro planeta sociedades feudales e incluso comunidades prehistóricas que aún no han superado casi la Edad de Hierro. Generalmente, nuestro etnocentrismo nos impide comprender esas sociedades contemporáneas tan distintas de la nuestra. Es conveniente ayudar al alumno a superar ese etnocentrismo (una especie de egocentrismo cultural). Para ello a veces no es necesario viajar en el tiempo; basta con viajar en el espacio. A este fin de integración entre geografía e historia es la geografía en el tiempo. La geografía es la historia en el espacio”. Los lectores atentos encontrarán en estas definiciones un abierto paralelismo con la concepción piagetiana del tiempo a la que aludíamos unas páginas atrás. c) Y, por último, y nos hemos referido a ello al considerar los riesgos del etnocentrismo, cabe el peligro de confundir cambio y progreso, de construir una imagen finalista de la marcha histórica de las sociedades. Podemos decir sin titubear que la sociedad industrial en la que vivimos está más avanzada tecnológica y científicamente que cualquier otra sociedad que jamás haya existido. Pero de ahí a afirmar que es la mejor de las sociedades hasta ahora habidas, media un abismo. Tal vez para nosotros, con 87 nuestro sistema de valores y nuestras costumbres, lo sea. Pero probablemente para un esquimal sea una sociedad llena de defectos, porque su sistema de valores difiere del nuestro. Y no hay que olvidar que la enseñanza, especialmente de las 88 ciencias sociales, es también necesariamente la transmisión de un sistema de valores. FICHA DE ACTIVIDADES INTRODUCCIÓN A LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA 4. ¿Qué competencias demanda el curso del maestro que imparta esta asignatura? FICHA 1 Leer los rasgos deseables del nuevo (plan de estudios, pp.7-13): Señalar cuántos y cuáles son los campos que definen los rasgos del perfil de egreso de los futuros maestros. Comentar en qué consiste cada uno de estos campos. ¿Estos campos son independientes o mantienen relación entre sí? Argumentar. ¿Por qué es importante la definición del perfil de egresos de los futuros maestros? 5. ¿Por qué se define como un curso de “introducción”? b) Organizar una plenaria para expresar las conclusiones obtenidas en los equipos. FICHA 2 a) Leer la introducción del programa, la organización de los contenidos y los propósitos generales. En equipo comentar y analizar el programa de la asignatura con base en las siguientes cuestiones: 1. ¿Qué se espera que logren los alumnos al finalizar el curso? FICHA 3 Leer individualmente la siguiente actividad que forma parte del Bloque I del programa de la asignatura. Después analizarla y comentarla con base en las siguientes preguntas: ¿cuál es el propósito de la actividad? ¿cuánto tiempo destinaría para realizarla, por qué? 1) Comentar en equipo algunas experiencias vividas en relación a la enseñanza y al aprendizaje de la historia (conviene considerar desde la educación básica hasta el bachillerato). 2. Señale las principales características que a su juicio distinguen al curso. 3. ¿Cuántos bloques temáticos integran el curso?, ¿cuál es la finalidad de cada uno? a) Los comentarios deberán hacerse con base en cuestiones como las siguientes: Qué tipo de actividades realizaban los maestros para conducir la clase. Cuáles eran las formas de enseñanza empleadas; que recursos educativos utilizaban. Qué tipo de actividades proponían realizar a los estudiantes. 89 Qué tipo de conocimientos les interesaba que se aprendieran; cómo promovían la participación de los alumnos. Cómo evaluaban; cómo calificaban. b) Analizar los comentarios expresados y elaborados en plenaria un listado en el que se señalen las actitudes de los maestros, las formas de enseñanza, las actividades realizadas, etcétera, que fomentaron el interés por la historia, y la relación que existe con la decisión de ser maestros de esta asignatura. c) Leer el texto “indicaciones acerca del estudio de la historia”, y señalar los principales argumentos críticos que Carrillo hace a la enseñanza de la historia. Contestar la pregunta: ¿aún son vigentes las ideas de Carrillo, por qué? Además de considerar los argumentos del autor, conviene tomar en cuenta la experiencia personal. d) Redactar un texto en el que los estudiantes normalistas, a partir de los comentarios expresados y escuchados, hagan recomendaciones para mejorar las formas de enseñanza de la historia en el aula. FICHA 4 1) Organizados en binas, asignarán a su pareja uno de los siguientes temas para que escriba durante diez minutos de él. ¿Hay omisiones importantes sin las cuales no se comprende el periodo o tema abordado? ¿La secuencia de acontecimientos es correcta? ¿El texto describe las características más relevantes del periodo o del tema abordado? FICHA 5/a 1. Realice las siguientes actividades: De la siguientes parejas marque con una (X) el acontecimiento que sucedió “antes” • Leyes de Reforma □ • Constitución de 1857 □ • Guerra con Estados Unidos □ • Muerte de Maximiliano □ • Imperio de A. Iturbide □ • Cortes de Cádiz □ Rasgos culturales mesoamericanos. • La época de Benito Juárez. • La primera Guerra Mundial. • La vida cotidiana en la época colonial. • El Renacimiento. a) Intercambiar los textos realizados y hacer comentarios sobre posibles errores, omisiones, etcétera, que se descubran. Ordene del 1 al 5 según corresponda. Valorar el texto con base en las siguientes preguntas: ________ Plan de Iguala de los pueblos ¿El texto contiene datos información equivocada? o los c) Escribir cuatro estrategias que permitan superar los problemas identificados en relación con el dominio del contenido histórico. Comparar las propuestas con el resto del grupo y discutir su pertinencia. • b) 90 ________ Plan de Ayutla ________ Constitución Federal ________ Sentimientos de la Nación FICHA 5/b FICHA 5/c 1) Ordene cronológicamente los siguientes acontecimientos históricos (el primer ensayo de este ejercicio debe realizarse sin consultar fuentes de información). Realice la siguiente actividad: Escriba el número 1 en el acontecimiento que sucedió primero, el 2 en el que aconteció después, y así sucesivamente hasta el 11. Lea detenidamente, reflexione y elabore una argumentación para aceptar o rechazar cada una de las siguientes aseveraciones. 1. Miguel Hidalgo y Benito Juárez se reúnen en Querétaro para acordar la defensa de la defensa de la soberanía nacional. ________ Batalla de 5 de mayo ________ Imperio de Agustín de Iturbide ________ Inicio del movimiento Independencia de México de _________ Triunfo liberal y fusilamiento de Maximiliano 2. Benito Juárez expresa: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. _________ Constitución de 1857 _________ Plan de Iguala _________ Reforma Gómez Farías educativa de V. _________ Guerra con Estados Unidos 3. José Ma. Morelos apoya con entusiasmo en el Play de Ayutla. _________ Revolución de Ayutla _________ Promulgación de la Constitución de Cádiz 4. Mariano Escobedo exclama: ¡Lucharé en la Guerra de los Tres años! 91 FICHA 5/d A qué época o periodo histórico se refiere su contenido. A manera de hipótesis señalar la función que tiene la historia en cada caso. Realice la siguiente actividad: Señale con una (X) los acontecimientos que no ocurrieron en el periodo 1810-1867: _______Batalla del 5 mayo _______Imperio de Agustín de Iturbide _______ Inicio del independencia de México movimiento FICHA 7 de _______ Triunfo liberal y fusilamiento de Maximiliano _______ Constitución de 1857 _______ Fundación de la Real y Pontificia Universidad de México. _______ Reforma educativa de Valentín Gómez Farías _______ Toma de México-Tenochtitlán _______ Guerra con Estados Unidos de América Leer individualmente la siguiente actividad que forma parte del Bloque II del programa de la asignatura. Después analizarla y comentarla con base en las siguientes preguntas: ¿cuál es el propósito de la actividad?, ¿cuánto tiempo destinaría para realizarla, por qué? 1) Para realizar esta actividad se requiere que los estudiantes normalistas: a) Conversen con adolescentes de diferentes grados de la educación secundaria para obtener información acerca de los siguientes aspectos: • Actividades que realizan maestros para dirigir la clase. los _______ Primera Constitución Federal • los _______ Revolución de la Constitución de Cádiz Actividades alumnos. • Las formas de evaluar y las prioridades de los maestros en relación con el aprendizaje de los alumnos (es decir, que les interesa que sus alumnos aprendan). _______ Plan de Ayala _______ Leyes de Reforma FICHA 6 1. Para realizar la siguiente actividad se requiere leer los textos de F. Baudel, E. Florescano. C. Ginzburg, e. Krauze y J. Le Goff. El propósito de la actividad es reflexionar acerca de las diversas funciones del conocimiento histórico, por lo tanto conviene que los textos se lean con base en las siguientes indicaciones: 92 Cuál es el tema o problema que aborda; explicarlo brevemente. que realizan b) Revisen los cuadernos de los alumnos para conocer el tipo de actividades que contienen. c) Comentar en equipo el tipo de información obtenida y definir criterios para clasificarla; por ejemplo, si en general existe coincidencia en la forma como se desempeña el maestro frente a la clase, éste puede ser un criterio para agrupar la información d) Una vez ordenada la información, organiza un debate acerca de las semejanzas entre las experiencias vividas por los estudiantes normalistas, ya comentadas en el bloque I, y los testimonios de los adolescentes. e) Con base en la información recabada elaborar hipótesis acerca del tipo de conocimiento adquiridos, y de habilidades y actitudes desarrolladas por los adolescentes con el tipo de actividad que realizan en el aula. FICHA 8 1) Para realizar las siguientes actividades se necesita leer el enfoque de los programas de historia de la educación secundaria y ser el video “cómo se enseña hoy historia”. a) Analizar y discutir las siguientes afirmaciones. Escribir conclusiones al respecto. • • • • • FICHA 9 Para realizar la siguiente actividad se dividirá la clase en tres grandes grupos y cada uno seleccionará dos libros de historia de la lista oficial de texto aprobados por la Secretaría de Educación Pública. Consultar individualmente la parte correspondiente a los siguientes temas: a) Grupo I: “Las revoluciones de la era del Renacimiento”, (primer grado). b) Grupo 2: “Las grandes transformaciones del siglo XIX, (segundo grado). c) Grupo 3: “La Conquista y la Colonia, (tercer grado). “Con el presente plan de estudios se restablece la enseñanza de la historia como asignatura específica en todas las escuelas que imparten educación secundaria”. “… la historia como asignatura específica permite organizar el estudio continuo y ordenado de las grandes épocas de la humanidad, los procesos de cambio en la vida material, las manifestaciones culturales y la organización social y política…” “El estudio de los contenidos específicos de la asignatura, debe permitir la profundización del desarrollo de habilidades intelectuales y nociones que los alumnos han ejercitado durante la educación primaria y que son útiles no sólo para el estudio del pasado, sino también para analizar los procesos sociales actuales …” “El enfoque que historia busca memorización de objetivo principal de la asignatura”. el estudio de la evitar que la datos (…) sea el de la enseñanza “Es preferible aprovechar la estancia en la secundaria para estimular en los adolescentes la curiosidad por la historia…” b) Leer los propósitos de la enseñanza de la historia y elaborar un cuadro sinóptico en el que se recapitulen las ideas principales referidas a los propósitos de la asignatura. • Leer la información contenida en la lección o lecciones correspondiente a cada tema: • Elaborar un listado de los recursos didácticos que se emplean en las lecciones correspondientes (líneas del tiempo, recuadros informativos, gráficas, fotografías, etcétera). • Analizar el tipo de actividades propuestas a los alumnos. • Elaborar un cuadro en el que se resuma la contribución que la lección o lecciones del texto hacen para la adquisición de conocimientos, el desarrollo de habilidades y nociones temporales, y el fomento de actividades y valores. • De cada libro seleccionar dos actividades, una que promueva el desarrollo de nociones temporales y otra que propicie el desarrollo de habilidades para la organización y el tratamiento de la información histórica. Explicar por qué se considera que contribuyen al desarrollo de nociones y habilidades. • Contestar la pregunta: ¿La lección o lecciones analizadas son congruentes con los propósitos de la asignatura, las características y los contenidos del programa correspondiente, por qué? FICHA 10 Observar el video “1929-1932. La aventura fatigada” y realizar las siguientes actividades: Identificar con qué temas de los programas de historia de la educación secundaria se relaciona el contenido del video. 93 Investigar en qué consisten las nociones de cambio, causalidad y simultaneidad, y comentar cómo se expresan éstas en el video. Citar ejemplos específicos ya sea referidos a las imágenes o a la narración. b) Elaborar un cuadro a dos columnas en el que se destaquen las diferencias entre el tiempo personal y el tiempo histórico. Comparar los resultados obtenidos con los otros estudiantes. Analizar cómo contribuye, el contenido del video al logro de los propósitos y el enfoque de la asignatura. Citar ejemplos específicos. c) Señalar las semejanzas que existen entre el tiempo personal y el tiempo histórico. Contestar la pregunta ¿el contenido de video propicia la adquisición de conocimientos y fomenta el desarrollo de nociones temporales, por qué? FICHA 11 Para realizar esta actividad se requiere el enfoque y los programas de historia del Plan y programas de estudio 1993, educación primaria, y el texto de Rodolfo Ramírez. Enunciar cuáles son y en qué consisten los cinco rasgos del enfoque para la enseñanza de la historia. A partir de las lecturas anteriores, señalar los propósitos de la enseñanza de la historia en la escuela primaria. Para advertir la complejidad gradual de los temas de estudio de la primaria a la secundaria se sugiere elaborar un cuadro en el se transcriban los contenidos relacionados con los temas “El descubrimiento de América” y “Conquista y Colonia”. Elaborar un cuadro a dos columnas en el que destaquen los elementos comunes que dan continuidad (enfoque, propósitos, características de los programas, tratamiento de temas) a la enseñanza de la historia entre la educación primaria y secundaria. d) Señalar los conceptos que según el autor forman parte de la noción tiempo histórico. Explicar en qué consiste cada uno de ellos. e) Explicar el desarrollo en los niños y los adolescentes de cada uno de esos conceptos y la forma como la enseñanza puede contribuir a estimularlos. Ficha 13 Leer la entrevista a H. de Gortari y escuchar el audio, “Didáctica de la historia”, de A. Sánchez Q. • Elaborar una síntesis de los principales argumentos relacionados con la enseñanza y el aprendizaje de la historia expresados por los autores, y a partir de ellos, y en las lecturas y comentarios realizados a lo largo del taller, escribir cuáles son los retos que deben afrontar los maestros para enseñar historia en la escuela secundaria. Se sugiere agruparlos de la siguiente manera: retos relacionados con: 1. Las características conocimiento histórico. propias del 2. Las formas de enseñanza y evaluación. 3. El uso de los recursos didácticos. 4. El desarrollo de las nociones histórico sociales de los adolescentes • Organizar un panel en el que se discuta y analice el tema: “Retos para la enseñanza de la historia”. FICHA 12 Para realizar estas actividades se requiere leer el texto de I. Pozo: a) Desde el punto de vista de Pozo ¿qué estudia la historia?, ¿por qué se requiere el dominio de la noción de tiempo histórico para la comprensión del pasado? Discutir y argumentar en equipos y presentar las conclusiones en plenaria (conviene que además de las ideas del autor se tomen en cuenta experiencias propias que ilustren los planteamientos del equipo). 94 ii Citado por Edwin Panofsky, El significado en las artes visuales, Madrid, Alianza Editorial. 1991, pp. 38-39. ii Isaiah Berlin, Libertad y necesidad en la historia, revista de Occidente, Madrid, 1974, p.29
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