mineral de pozos correg - poesia javier bustamante

Mineral de Pozos: la piedra animada
El viento dobla la esquina. Va deprisa. Se pierde entre las calles. A veces no sabe si entrar
por el quicio de una puerta inexistente que no le ofrece ninguna resistencia o salir despedido
de una habitación sin techo y perderse en la inmensidad azul. El viento no se ve, pero se
escucha. Su paso es sonoro: silba, empuja ventanas, cruje restos de techumbres, despeina
ramas. También susurra y, entonces, obliga a escuchar, ya que entredeja oír palabras. El
viento es caprichoso, no sólo porque hace lo que quiere y va donde quiere, sino porque se
da la libertad de dejarse ver cuando quiere. Sí, súbitamente se agacha, toma un hilacho de
polvo y se lo enreda igualito que un rebozo. Y se va dejando restos de indumentaria por el
camino. Como diciendo: sígueme.
En Pozos el viento mora a sus anchas. Conoce todas las historias de las antiguas casas
señoriales. Ha conversado con cada una de sus estancias. Se ha rozado con cada una de sus
piedras. Se ha tendido a dormir en los rincones más frescos. Los visitantes dicen que Pozos
es un pueblo fantasma, es porque lo ven con ojos de fuereño. Si se sentaran a escuchar al
viento o a conversar con sus interlocutores, los habitantes del lugar, verían que Pozos está
lleno de vida. Si no, pregúntenle a las piedras, que no paran de contar su pasado glorioso y
su presente aún más palpitante.
De las entrañas de la tierra
Mineral de Pozos es un antiguo pueblo minero mexicano situado en el estado de
Guanajuato, en el centro del país. Recibe su nombre de los profundos tiros de mina, cual
pozos, que aún pueden observarse. Fue asentamiento de culturas chichimecas, huachichiles,
copuces, guaxabanes y pames. En 1576 los jesuitas fundaron una misión llamada Palmar de
Vega, origen del actual pueblo. Pocos años después se descubrieron yacimientos de
minerales como oro, plata, mercurio y cobre y comenzaron los asentamientos regulares
dando paso a un desarrollo minero importante para la localidad.
No todo fue auge, Pozos pasó por varios momentos de decadencia. El primero se dio a raíz
del movimiento de independencia de México, a comienzos del siglo XIX, llegando a
paralizarse por completo la actividad. Para la segunda mitad del siglo la vida minera en el
pueblo tomó un segundo aire. Surgieron casas de hospedaje y alimentación, tiendas,
licorerías e, incluso, un teatro. Este nuevo esplendor atrajo inmigración francesa, española,
italiana, inglesa y norteamericana. También llegaron trabajadores de diversas regiones del
país. La bonanza se vio reflejada en el ámbito social y educativo.
Este ascenso se consolidó durante la dictadura de Porfirio Díaz, la cual concluyó con la
Revolución Mexicana en 1910. En aquel periodo Mineral de Pozos llegó a contar con 80 mil
habitantes. Después de este esplendor truncado comenzó el verdadero declive,
agudizándose durante la revolución cristera en el año de 1926. La crisis internacional de los
años 20 también contribuyó a que se alejaran las inversiones extranjeras.
A todo esto sobrevino el abandono masivo de trabajadores, desmantelándose la industria y
vendiéndose la maquinaria. Para mediados del siglo XX la población de Mineral de Pozos se
vio reducida a 200 habitantes. De las entrañas de la tierra vino el esplendor de la que una
vez fuera considerada ciudad de Mineral de Pozos. Su historia se fue tejiendo con hilos de
metales preciosos. Probablemente esta riqueza sólo adornó a los amos de las minas y quedó
inmortalizada en señoriales construcciones, sin embargo, esconde historias anónimas de
explotación que quedaron enterradas en esas mismas entrañas.
La piedra animada
El mejor acompañante para escudriñar en el misterio de la belleza artística y natural de
Pozos sigue siendo el viento. Uno ha de dejarse conducir por él, escuchándole,
deteniéndose en sus pausas, abrevando del sonido que se cuela por las grietas y los cáctus,
apresurando el paso para no rezagarse.
Caminando por sus calles de tierra y a sus alrededores, poco a poco descubrimos que aquel
paisaje semidesértico poblado de cactáceas y matorrales y sembrado de vestigios
arquitéctonicos, constituye un universo parlante. Los edificios nos muestran su antiguo
esplendor y, a la vez, son el marco de una interesante vida cultural que se ha desarrollado en
las últimas décadas.
Existe un amplio grupo de artistas repartidos por el pueblo dedicados, desde hace años, a la
construcción de instrumentos musicales prehispánicos. Instrumentos de cuerda, de viento,
de percusión, trabajados en madera, piedra, barro... También hay grupos locales que
mantienen viva esta música ancestral.
Y, más recientemente, una oleada de artistas de otras disciplinas, sobre todo plásticas, han
descubierto este paraje de inspiración y tranquilidad. Ahí han asentado sus talleres y galerías
donde exponen trabajos propios y ajenos. Por si fuera poco, diversos festivales artísticos de
carácter nacional e internacional se dan cita a lo largo del año en Mineral de Pozos. También
ha sido escenario para la realización de varios filmes.
¿Un pueblo habitado o un pueblo deshabitado? Todo depende de la capacidad para
detenerse a “estar” en Pozos. Sentir el pulso de aquella tierra y sus actuales moradores
transmiten la certeza de que hasta las piedras están vivas.
Francisco Javier Bustamante Enriquez
[email protected]