1. Material Lengua 5º año

Introducción al Análisis y Producción del Discurso Científico
Sebastián Sayago
2014
Presentación
Presentamos una nueva versión de un material que, desde 2004, ha pasado por diferentes
reformulaciones. Sus destinatarios preferenciales son los alumnos de la cátedra Análisis y
Producción del Discurso de la Unidad Académica Caleta Olivia de la Universidad Nacional de la
Patagonia Austral.
Fue realizado con dos objetivos básicos:
-articular los contenidos del programa y
-guiar a los alumnos en el proceso de lectura de la bibliografía propuesta.
Esta es la causa del paralelismo existente entre la secuencia de contenidos del Cuadernillo y la
secuencia desarrollada en el aula. La lógica de la cátedra será más visible si las relaciones
conceptuales son formuladas en un documento escrito que pueda ser sometido a crítica en
diferentes momentos de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Los dos objetivos explican también el desigual tratamiento de los temas. El Cuadernillo fue
pensado para acompañar al alumno en la lectura de la bibliografía de la cátedra, no para
reemplazarla. Por esta razón, hay temas que son introducidos en términos muy generales y luego se
remite a los textos que los tratan en profundidad. En los casos en los que se consideró que la
inclusión de ciertos materiales bibliográficos no resultaba adecuada pero los temas que estos tratan,
el Cuadernillo Base suple esta ausencia efectuando el desarrollo teórico correspondiente.
Por último, quisiera reconocer varias deudas académicas. Una, con el Prof. Eduardo Bibiloni,
especialmente en lo referido al abordaje de la narratividad y de la carga semántica de las palabras.
Otra, con la Prof. Brenda Melián, quien hizo valiosos aportes para el tratamiento de la tipología
textual y de los recursos y estrategias. Agradezco también a Brenda la lectura crítica de la versión
original de este trabajo y sus sugerencias para mejorarlo. La tercera, con los compañeros del equipo
de cátedra, quienes, con espíritu crítico y constructivo, incentiva y promueven el sano ejercicio de la
revisión.
Dr. Sebastián Sayago
Marzo de 2014
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Sebastián Sayago
2014
1. EL DISCURSO Y EL ACTO DE ENUNCIACIÓN
1.1. Discurso y enunciación
1.1.1. Discurso, texto y contexto
Reflexionar y analizar el uso del lenguaje pueden ser desafíos muy interesantes, ya que,
de distintos modos, estudiar el modo como hablamos es también estudiarnos a nosotros
mismos. No es exagerado afirmar que la imagen que de nosotros se forman quienes nos
rodean se construye, en gran parte, lingüísticamente. Las cosas que decimos y la
manera como lo hacemos favorecen ciertas representaciones de nuestra personalidad.
Nos considerarán como amigos leales, como compañeros solidarios, como alumnos
aplicados, como vecinos discretos, etc.
Comenzaremos este recorrido con una definición general de dos nociones que
suelen ser tomadas como equivalentes: discurso y texto. Aquí adheriremos a la postura
de los lingüistas que consideran que la primera es más amplia que la segunda, en tanto
la incluye. Para definir adecuadamente las relaciones entre estos conceptos se suele
recurrir a la fórmula
Discurso = Texto + Contexto
Provisoriamente, podemos definir el texto como el producto oral o escrito de la
actividad lingüística situada. Es lo que producimos con el lenguaje cuando hablamos o
escribimos con el fin de comunicarnos con otras personas.
El concepto de discurso tiene mayor amplitud. Es “un texto puesto en circulación
social” (Raiter, 1995: 82), un texto más los factores contextuales que hacen posible su
existencia: el emisor y el receptor (con sus identidades sociales, sus roles, sus
expectativas, sus ideologías), el ámbito institucional en el que se utiliza el lenguaje, el
trasfondo cultural, las circunstancias sociales, económicas, políticas, etc. En otros
términos, el discurso es el proceso social de producción, circulación y recepción del texto.
A fin de ordenar el análisis, conviene discriminar dos tipos de contexto, uno macro y
otro micro. El contexto macro (o macrocontexto) está constituido por las dimensiones
macrosociales que determinan nuestra existencia (el período histórico, el sistema políticoeconómico, la cultura, etc.). Para su definición, es necesario apelar a aportes
provenientes de ciencias sociales como la sociología, la ciencia política, etc. El contexto
micro (o microcontexto) está conformado por los factores pragmáticos que configuran la
situación comunicativa (el marco, los participantes, los roles, el canal, el tópico global,
etc.). Se lo denomina también contexto pragmático, porque incluye los elementos más
inmediatos o locales del proceso de comunicación verbal (todo lo que importa aquí-yahora cuando hablamos).
Si analizamos, por ejemplo, este proceso comunicativo, podemos distinguir:
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Texto: Las páginas que tienen ante sus ojos constituyen un texto académico, de carácter
pedagógico, que trata un tema específico. Estas propiedades se manifiestan a través de
los diferentes recursos lingüísticos. Más adelante profundizaremos en este tema.
Contexto micro: En el caso de la comunicación escrita, la reconstrucción del contexto
micro es compleja, ya que habría que analizar la situación de escritura, protagonizada
por el autor, y las diferentes situaciones de lectura, protagonizadas por cada uno de
ustedes. Además del tiempo demandado por la producción y por la lectura de este texto
(con todas las interrupciones, revisiones de lo escrito/leído, asociaciones, comentarios,
etc., que pudieran haberse realizado mientras tanto), hay que dar cuenta de la
importancia de los roles y de factores tales como las expectativas y los intereses
personales.
Contexto macro: Esta interacción comunicativa, como cualquier otra, está enmarcada en
la organización social. De hecho, sin organización social, no habría comunicación
lingüística. Sin embargo, los factores derivados de las instancias macrosociales actúan
generalmente de manera encubierta, condicionando de diferentes maneras lo que
decimos y escuchamos. Así, en este caso, debe considerarse el modo como los
currículos (explícito e implícito) de las carreras que cursan determinan la importancia de
este espacio curricular, estos contenidos, este tipo de material bibliográfico, etc. Por
ejemplo, la existencia de este manual, al igual que la de otros con similares objetivos
introductorios, se puede explicar aludiendo al sistema institucional de la ciencia y a la
formación dogmática del científico (Kuhn, 1962). También pesan sobre esta interacción
comunicativa factores culturales, políticos, económicos, etc. Somos sujetos constituidos
mediante procesos de socialización en el seno de grupos e instituciones particulares, con
ideologías específicas; cumplimos roles dentro de una universidad (que, en muchos
aspectos, es parecida a muchas otras universidades del país y del mundo); la mayoría
provenimos de hogares de clase media, lo que condiciona desde el dialecto que
utilizamos hasta nuestras experiencias de vida y temas de conversación. Tanto esta
universidad como las carreras que ustedes estudian son resultado de una historia
compleja. Pensemos que algunos de estos trayectos de formación académica eran
impensables hace apenas veinte o treinta años. La mención de todos estos aspectos
apunta a señalar la existencia de esta totalidad social que nos marca como personas y
que, de diversos modos, hace posible que nos encontremos en este proceso de
comunicación y que yo (re)escriba este texto y que ustedes asuman la obligación y el
desafío de leerlo.
Es fácil reconstruir e imaginar innumerables situaciones comunicativas en las que
distingamos estas categorías. Basta con que utilicemos mínimamente el lenguaje para
que produzcamos un texto. Puede tratarse de un texto monogestionado (una nota, un
mail, un escrito académico individual) o un texto plurigestionado (una conversación
espontánea, un examen oral, un intercambio de mensajes por teléfono celular).
Todo texto es producido y recibido e interpretado en un contexto micro específico.
Dependiendo de las características del canal, los microcontextos de producción y de
recepción pueden coincidir o pueden ser muy diferentes entre sí. Por ejemplo, en una
charla de café, hay coincidencia, ya que los participantes comparten las coordenadas
espacio-temporales. En cambio, en la comunicación escrita, los contextos se separan, tal
como ocurre cuando alguien escribe en Santa Cruz una nota de reclamo a una oficina
que atiende en Buenos Aires. Tanto en un caso como en otro, los procesos de
comunicación tienen lugar dentro de una sociedad con particulares características
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culturales, económicas, políticas, jurídicas, etc., las cuales se manifiestan a través de los
géneros discursivos disponibles, de los temas que se pueden abordar, las restricciones
para el cumplimiento de los roles comunicativos, las estrategias de cortesía, las
expectativas de los participantes, entre otras cosas. Puede inferirse, entonces, que el
contexto no es solo lo que está con-el-texto, es decir, lo que lo acompaña o lo rodea. Es
el conjunto de las condiciones que hacen posible que un texto concreto sea producido,
circule y se recibido e interpretado por alguien.
Vale advertir también que el concepto de discurso que utilizamos no es el mismo que
concibe el sentido común. Como ustedes saben, usualmente las personas dicen o
escuchan expresiones como: “La directora pronunció un emotivo discurso ante los padres
y alumnos” o “El funcionario leyó un discurso”. En estos casos, se denomina discurso a
un tipo de texto específico: a uno que se lee o se improvisa ante un público.
Para nosotros, un discurso es algo más amplio: incluye el texto y la situación
comunicativa en la que este es producido. No importa si el texto es escrito u oral ni si son
puestos en circulación en un acto público o en una conversación privada. Entonces, en
un sentido estricto, un discurso no es un texto escrito que alguien lee en un acto público.
Es bastante más que eso.
1.1.2. Acto de enunciación y práctica discursiva
Los textos (a los que también denominamos enunciados) no nacen solos ni crecen de
la nada. Son producidos en contextos específicos, por personas concretas que tienen
intenciones determinadas. El acto de producción de un texto se denomina enunciación y
consiste básicamente en que un hablante o escritor produzca un texto y, al hacerlo, dé
vida a un enunciador o locutor, que es la representación textual del posible autor. La
idea es simple: cuando escribimos una carta, por ejemplo, el receptor puede buscar las
huellas lingüísticas que le permitan inferir cómo es la persona que la escribió
(responsable, inteligente, experimentado, etc.), pero esa persona que él reconstruirá
mentalmente puede no ser una copia fiel de nosotros (de hecho, tienen que conocernos
muy bien para que lo sea). Muchas veces podemos fingir mayor desesperación de la que
sentimos o aparentar tener más información de la que tenemos.
En literatura, la separación entre escritor y locutor es más evidente que en la
comunicación no literaria. Un escritor hombre, que vivió toda su vida en Argentina, en el
siglo XX, puede hacer una novela en la que una mujer africana del siglo XIX cuente su
vida. Obviamente, no nos sentiríamos tentados de identificar a ambos.
Así como el complemento del emisor (hablante o escritor) es el receptor, el
complemento del enunciador es el enunciatario (el destinatario de la comunicación). Al
igual que el enunciador, el enunciatario puede coincidir o no con el receptor real del
texto. Además, puede ser explícito (el enunciador lo nombra o lo apunta directamente) o
puede ser implícito (el enunciador se dirige a alguien que no nombra).
Otra noción útil es la de representación discursiva, que se refiere a la imagen de la
realidad presente en el texto. No está de más recordar que los textos nunca reflejan la
realidad sino que transmiten una versión de esta. Al ser construidas y transmitidas a
través del discurso, estas imágenes son sociales y sirven como referencias compartidas
para que los sujetos interpretemos el mundo y planifiquemos nuestras acciones. Por
ejemplo, todos sabemos que algo especial ocurrió en el Virreinato de la Plata en mayo de
1810, que eso fue denominado revolución, que Mariano Moreno fue uno de los
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protagonistas más destacados, que ese hecho es tomado como la fundación de nuestra
nación, etc. No solo compartimos este conocimiento, sino que además sabemos qué este
acontecimiento se celebra públicamente, que, cuando vamos a estas celebraciones, se
canta el himno nacional, se demuestra respeto, se usa escarapela, etc. No todos nos
apropiamos de las mismas representaciones ni lo hacemos de la misma manera. Algunas
están muy extendidas y parecen poco problemáticas y otras, en cambio, son compartidas
solo por algunos grupos y el resto de la sociedad las considera polémicas o poco
interesantes o demasiado complejas.
Cada acto de enunciación forma parte de una práctica discursiva, que es la
interacción lingüística mediante la cual las personas expresan, negocian e imponen sus
representaciones discursivas. Toda producción lingüística está condicionada por los
diferentes factores que constituyen las instancias de producción, difusión y consumo
textual.
La noción de práctica discursiva da cuenta de este complejo entramado de
relaciones, que incluye, entre otras cosas, la selección o imposición de tipos textuales y
géneros discursivos.1 Estos últimos, los géneros discursivos, proponen los rasgos
básicos de la voz discursiva (quiénes son los participantes de la interacción lingüística y
cómo son construidos), del estilo (cómo son definidas las relaciones entre los
participantes), del modo (qué formas de textualización y de relaciones texto-contexto se
aplican) y del campo o tipo de actividad (qué clase de interacción social es la que
enmarca la producción, difusión y consumo del texto).
La práctica discursiva es un tipo de práctica sociocultural, caracterizada por el uso del
lenguaje. Tiene importantes efectos sobre la organización social, ya que permite la
negociación de normas, valores, roles, representaciones discursivas de personas,
eventos, etc.
Veamos un ejemplo: el de una escucha radiofónica. En este caso, el único texto
puesto en circulación es el del programa radial. Puede tratarse de una canción, de un
acto de locución típico de este medio (como, por ejemplo, cuando un locutor le habla a la
audiencia), de una entrevista hecha al aire, de la lectura de una noticia publicada en un
diario, etc.
Al igual que en una conversación telefónica, podemos reconocer dos microcontextos:
el de la locución radial (en la emisora) y el de la escucha (en el lugar donde se encuentre
el oyente). El microcontexto privilegiado por nosotros será el segundo. Aquí podemos
imaginar diferentes situaciones: una persona escucha un programa de folclore mientras
conduce un auto, otra persona escucha un programa sobre la actualidad política de la
ciudad en su casa, mientras atiende los deberes domésticos, etc. La situación pragmática
de recepción puede ser muy variable. El ámbito, el espacio, el momento, el oyente, etc.
no son algo predeterminado.
El macrocontexto, en cambio, es menos variable, ya que está constituido por
dimensiones de la estructura social que nos afectan a todos (aunque no de la misma
manera). Por ejemplo, vivimos en un país democrático y, si estamos en vísperas de
elecciones nacionales, es predecible que, en muchos programas de radio, se trate el
tema de las candidaturas, las alianzas, las denuncias, etc. Nuestro sistema económico es
1 La relación entre tipos textuales y géneros discursivos está desarrollada más adelante, en el capítulo
dedicado al discurso científico. Por ahora basta decir que los primeros son modelos de textos (los más
importantes son el narrativo, el expositivo, el argumentativo y el conversacional) y que los géneros discursivos
son básicamente un conjunto de pautas para la elaboración de textos dentro de un ámbito específico
(pedagógico, político, mediático, religioso, etc.). Se puede afirmar, entonces, que un género discursivo
determinado, el político, por ejemplo, incluye todos los textos políticos, sean producidos en el pasado, en el
presente o en el futuro.
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capitalista, por lo que podemos prever que en la programación de todas las radios haya
publicidades incitándonos al consumo. En nuestro país hay libertad religiosa, así que es
posible o bien que la radio pertenezca a una iglesia particular o bien que en una radio no
religiosa participe algún representante eclesiástico (a través de un ciclo, de una
entrevista, de un llamado telefónico, etc.). Como todos sabemos, en nuestra cultura el
fútbol ocupa un lugar muy importante, así que el oyente imaginario del ejemplo también
podría estar escuchando un partido por radio. Esto supone, también, un gran desarrollo
tecnológico y comercial. Pensemos en un partido que se juega en Buenos Aires y que es
retransmitido en una radio de Perito Moreno. Este proceso supone muchas mediaciones
(comerciales y técnicas).
Típicamente, en una entrevista radial hay dos emisores: el entrevistador y el
entrevistado. Ambos cumplen esa función de manera alternada (primero, habla uno y
después lo hace el otro). Así, como el rol de emisor es intercambiable, también lo es el
de receptor: cuando habla entrevistador, el entrevistado escucha y viceversa. También
hay un tercer receptor: el oyente del programa de radio. A diferencia de los otros dos,
este no puede actuar como emisor (salvo que se decida a llamar por teléfono y le
permitan participar de la entrevista). De esta manera, quedan identificados emisores
(entrevistador, entrevistado) y los receptores (entrevistador, entrevistado y oyente del
programa de radio).
En cuanto a los roles de enunciador y enunciatario, conviene recordar que estas son
las representaciones discursivas del emisor y del receptor, respectivamente. Cuando el
entrevistador toma la palabra, crea un enunciador que se identifica con él. Supongamos
que dice: “Yo quiero conocer su opinión al respecto”. En este caso “Yo” se refiere a un
enunciador identificado con el entrevistador. Lo mismo sucede con el entrevistado.
Cuando él dice: “Yo no estoy de acuerdo con el gobernador”, está poniendo en escena
un enunciador que coincide con él. Dicho de una manera más simple: el locutor y el
enunciador se identifican.
Ahora bien, el asunto se pone más interesante con respecto a la categoría de
enunciatario. Como ya dijimos, esta es la representación discursiva del receptor. El
enunciador que pone en escena el entrevistador puede tener como enunciatario al
entrevistado y, a su vez, el entrevistado puede poner en escena un enunciador que se
dirija a un enunciatario identificado con el entrevistador. Esto sería lo más típico. Cuando
el entrevistador dice: “Yo le pregunto a usted”, crea un enunciador que tiene como
enunciatario a la imagen del entrevistado (el político), es decir, el “Usted” del enunciado
tiene como único referente a la imagen del político. Lo mismo sucede cuando el
entrevistado dice “Quiero aclararle a usted algo”. Ese “usted” se refiere a la imagen del
entrevistador (el periodista).
Hasta aquí hemos desarrollado un nivel básico de análisis. Se puede alcanzar un
grado mayor de complejidad si imaginamos algunos enunciados como los siguientes:
a) “Lo que a los santacruceños nos interesa es qué va a pasar con el medioambiente”:
más allá de que esta frase sea producida por el periodista o por el político, el emisor creó
un enunciatario que no se corresponde exactamente con él, ya que es una creación
colectiva en la cual se incluye. Dicho de otra manera, se quita responsabilidad individual
ante lo que dice y, a la vez, legitima su postura al erigirse en representante de un grupo,
de un partido o de una sociedad. Es así que presenta un enunciador constituido por
mucha gente (“los santacruceños”).
b) “Lo que yo quiero explicarle a la audiencia es el porqué de mi postura. Cuando
ustedes, señor, señora, leyeron en el diario mi declaración, por ahí no entendieron lo que
estaba diciendo”. Si el político dice produce este enunciado, toma como enunciatario
explícito a toda la audiencia (la imagen de todos los receptores del programa) y no al
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periodista que lo entrevista. Dicho de otro modo, está tomando al entrevistador como un
medio para hacerle llegar el mensaje a los destinatarios a los que realmente apunta: los
votantes.
En fin, estas son algunas posibilidades. Ustedes pueden imaginar más.
1.2. Acerca del lenguaje
1.2.1. Lenguaje, lengua y habla
Se asume que la lingüística moderna fue fundada en 1916, a partir de la publicación
de la versión completa del Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure. Esta
obra, que consiste en los apuntes de las clases que de Saussure dictó en la Universidad
de Ginebra, intenta definir con precisión el objeto de estudio de la ciencia lingüística. Uno
de los supuestos fundamentales que planteó este lingüista suizo es que, contrariamente
a lo que se pensaba, el lenguaje no podía ser ese objeto de estudio, puesto que es algo
inabarcable y extremadamente heterogéneo. Incluye, decía, todas las manifestaciones
lingüísticas del ser humano: todo lo que se dijo y se escribió a lo largo de la historia, las
palabras emitidas por cada persona de cada sociedad a lo largo de toda su vida.
Para establecer un objeto de estudio más acotado y estable, distinguió dos instancias
dentro del lenguaje: la lengua y el habla. La primera es el sistema lingüístico, un código
conformado elementos de diversa complejidad y por reglas que especifican el modo
como estos deben ser combinados. Los idiomas (el español, el inglés, el francés, etc.)
son considerados ejemplos de lengua. Se los denomina también lenguas naturales, en
oposición a las lenguas artificiales creadas por lo lógicos y matemáticos.
El habla es el uso de la lengua, la puesta en funcionamiento del sistema a cargo de
cada persona cuando habla o escribe. Mientras la lengua es colectiva en tanto es
conocida y utilizada por todos los miembros de una comunidad de hablantes, el habla es
individual puesto que se trata de un proceso que puede ser realizado por una sola
persona.
Desde esta perspectiva, la lengua es homogénea y estable, a diferencia del habla
que es heterogénea e inestable. Resaltando estas propiedades y asumiendo, además,
que la lengua hace posible la existencia del habla (ya que, si no hubiera un sistema
preexistente, las personas emitirían solo sonidos sin sentido), de Saussure propuso
tomar a la lengua como principal objeto de la lingüística.
Como veremos a continuación, esta distinción es objetada por las corrientes
lingüísticas que estudian el discurso, las que afirman que al hablar hacemos algo más
que poner en funcionamiento un sistema de signos.
1.2.2. Las funciones del lenguaje
Quienes opinan que la lengua no debe ser estudiada como un sistema autónomo y
aislado del contexto hacen hincapié en su finalidad comunicativa. Desde esta
perspectiva, es mejor hablar de lenguaje, porque es una noción que refiere tanto a la
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lengua como a su uso.
Uno de estos lingüistas es Michael Halliday, quien postula que el lenguaje cumple
tres funciones básicas o metafunciones (Halliday, 1978):
a) Función ideacional: representar un determinado estado de cosas en el mundo (un
proceso determinado, por ejemplo, pueden ser presentado metafóricamente, ocultando al
responsable del mismo: Llovieron los despidos en la fábrica).
b) Función interpersonal: manifestar, establecer y modificar actitudes personales y
relaciones sociales (una orden puede ser dada en forma de pregunta, con el fin de no
incomodar al destinatario: ¿Podrías alcanzarme la sal?).
c) Función textual: ligar las partes del texto como un todo coherente y adecuado a los
diferentes contextos situacionales (un texto debe tener sentido, debe estar bien
construido y debe ser pertinente de acuerdo con cada circunstancia en la que circula y
es recibido).
Estas tres metafunciones pueden ser reconocidas en cualquier texto.
Imaginemos que, en medio del corte de agua de este febrero, un indignado vecino de
Caleta Olivia le dice a un funcionario municipal: “Disculpe, señor, pero ustedes los
políticos no se ocupan de los verdaderos problemas de la gente. No se puede vivir
parchando las cosas. En algún momento, hay que proyectar el futuro con seriedad y, sin
agua, no hay futuro”.
Ensayemos el análisis:
a) Función ideacional. El lenguaje construye una representación de la realidad en la que
se pueden reconocer dos actores sociales: “los políticos” y “la gente”. Ambos son
construidos como entidades homogéneas y diferenciadas entre sí. Los políticos son
mencionados como si fueran todos iguales y como si tuvieran igual responsabilidad en el
conflicto del agua. Se les atribuye desinterés en “los verdaderos problemas” de la gente y
una constante conducta asociada a la improvisación. Esta caracterización denuncia que
no están cumpliendo con su función. A la vez, se presenta el agua como un recurso
indispensable para el futuro.
b) Función interpersonal. El lenguaje también afecta las relaciones entre el hablante y el
oyente. En el texto, podemos reconocer en el texto marcas de cortesía que indican
respeto (“Disculpe, señor”). El hablante formula su reclamo de un modo que no resulta
demasiado agresivo.
c) Función textual. El lenguaje también hace posible la elaboración de un texto adecuado
a la situación. El texto del ejemplo es oral y puede ser emitido en el contexto de una
conversación en un lugar público o en uno privado. Es breve, coherente y está bien
organizado gramaticalmente.
Además de analizar las metafunciones del lenguaje, en este ejemplo, también
podríamos imaginar cuales podrían ser las características del microcontexto y del
macrocontexto.
1.2.3. Dialectos y lengua estándar
Dentro de la ciencia lingüística hay diferentes disciplinas. Una de ellas es la
sociolingüística, que es la encargada de estudiar las variaciones lingüísticas. Para
cumplir este cometido, asume que la lengua es un constructo teórico inventado por los
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gramáticos y que no tiene existencia empírica. Desde esta perspectiva, al hablar o
escribir, no utilizamos la lengua sino una variante de la lengua, denominada dialecto. Los
hablantes de la patagonia, por ejemplo, no hablamos igual que los hablantes de Buenos
Aires, que los de la zona cuyana o que los de Madrid. Incluso, dentro de la misma región,
los adolescentes no hablan exactamente igual que los adultos.
Veamos dos definiciones básicas para entender esta propuesta teórica. Ambas son
formuladas por el sociolingüista argentino Alejandro Raiter (1995: 8-9):
Llamamos dialecto al conjunto (ordenado) de formas lingüísticas que utilizan, en forma ideal,
todos los miembros de una comunidad lingüística para comunicarse entre sí.
Llamamos comunidad lingüística al conjunto de los hablantes de un mismo dialecto, que
ocupan alguna delimitada región geográfica.
Conviene que hagamos una aclaración a propósito de cada definición. La primera es
que el dialecto es un conjunto de formas lingüísticas ordenadas por el investigador que
analiza una comunidad lingüística determinada. Precisamente, porque es el investigador
el que recoge los datos y los sistematiza en un dialecto es que esta tarea tiene un
componente de idealización, en el sentido de que se construye una abstracción
generalizadora. La segunda aclaración está referida al problema de los límites de la
comunidad lingüística, los cuales dependen de los objetivos que cada investigador se
proponga. Así, por ejemplo, se puede estudiar la comunidad de los adolescentes de Pico
Truncado o la de los trabajadores del petróleo de esa ciudad o, adoptando un punto de
vista más amplio, la comunidad lingüística de Pico Truncado o de la zona norte de Santa
Cruz.
El sociólogo francés Pierre Bourdieu (1975, 1982, 1984) también ataca la noción
saussureana de lengua, afirmando que está relacionada con el mito del comunismo
lingüístico, según el cual los hablantes conoceríamos y hablaríamos una misma lengua.
Desde esta perspectiva, la idea de la existencia una misma lengua compartida por los
diferentes grupos que componen una sociedad es un artificio creado para ocultar las
diferencias y las asimetrías existentes en su interior. La denominada lengua estándar no
sería otra cosa que la variante lingüística utilizada por los grupos que legitiman en el
campo de la cultura (por ejemplo, a través del sistema educativo) las ventajas obtenidas
en el campo económico o en el político.
Para dar cuenta de estas diferencias, la sociolingüística nos provee dos nociones
clave. Una, ya presentada, es el dialecto; la otra es el registro o estilo, referido al modo
como adecuamos esa variedad de acuerdo con los requerimientos de las diferentes
situaciones comunicativas. El siguiente cuadro, tomado de Halliday (1982: 50) amplía las
diferencias entre ambas nociones:
Dialecto (“variedad dialectal”)
= variedad “acorde con el usurario”
Un dialecto es:
lo que usted habla (habitualmente)
determinado por lo que usted es
(socio-región de origen y/o adopción),
y que expresa diversidad de estructura
social (patrones de jerarquía social).
Registro (“variedad diatípica”)
= variedad “acorde con el uso”
Un registro es:
lo que usted habla (en un momento dado)
determinado por lo que usted hace
(naturaleza de la actividad social que
realiza), y que expresa diversidad de
proceso social (división social del
trabajo).
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Y, en principio, los dialectos son:
distintos modos de decir lo mismo y
suelen diferir en:
fonética, fonología, lexicogramática
(pero no en semántica).
Y, en principio, los registros son:
modos de decir cosas distintas y suelen
diferir en:
semántica (y por tanto en lexicogramática
y a veces en fonología, como realización
de esta).
Casos extremos:
antilenguajes, lenguas maternas
políticas.
Casos extremos:
lenguajes limitados, lenguajes con
propósitos especiales.
Ejemplos típicos:
variedades subculturales (estándar /
no estándar)
Ejemplos típicos:
variedades profesionales (técnicas,
semitécnicas)
Principales variables reguladoras:
clase social, casta; extracción
(rural/urbana); generación, edad; sexo.
Principales variables reguladoras:
Campo (tipo de acción social); tenor
(relaciones de papeles); modo
(organización simbólica).
Caracterizado por:
actitudes firmes hacia el dialecto como
símbolo de diversidad social.
Caracterizado por:
importantes distinciones entre
hablado/escrito; lenguaje en acción /
lenguaje en reflexión.
Comúnmente, el aula es un espacio donde se manifiestan diferencias dialectales de
distinto tipo: sociales (según la clase social), generacionales (entre docente y alumnos),
de edad (entre alumnos, si hay recursantes o si el grupo es ‘naturalmente’ heterogéneo,
como en la universidad), etc. Todos estos dialectos interactúan entre sí, mientras se ven
presionados por los requerimientos de la situación de clase. El producto de esta tensión
es el estilo o registro académico.2
Antes de seguir adelante, es conveniente que definamos los principales dialectos y
estilos:
Dialectos
Sociolecto: Variante propia de cada clase, estrato o grupo diferenciado según criterios
socioeconómicos (clase alta, media, baja / escolarizada, no escolarizada).
Cronolecto: Variante que permite distinguir a los hablantes de acuerdo a los grupos
generacionales a los que pertenecen (infantil, adolescente, adulto).
Lecto regional: Variante propia de cada región geográfica (se distingue del dialecto
general o estándar).
Idiolecto: Variante característica de cada persona, formada principalmente por la
combinación de los cuatro dialectos anteriores.
Estilos
Formal / informal: Adecuación del dialecto según el grado de formalidad
Oral / escrito: Adecuación del dialecto al medio (oral y escrito, en el medio escrito hay
que distinguir la comunicación mediata -típicamente, la carta- y la inmediata
2 Claro que sería una ingenuidad creer que el estilo académico es el único estilo presente en la clase. Cuando
los alumnos hablan entre sí, tratando de que no los escuche el docente, utilizan uno no académico. Incluso el
mismo docente, por diferentes motivos, puede abandonar por un instante el estilo académico y pasar a este
otro.
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-el chat).
Subjetivo / objetivo: Adecuación del dialecto según el grado de manifestación de la
subjetividad del autor en su enunciado (en 2.2.1. desarrollaremos este
punto).
Técnico / no técnico: Adecuación del dialecto a la actividad laboral.
Literario / no literario: Adecuación del dialecto según el tipo de elaboración retórica
requerida o conveniente para lograr fines determinados (en ocasiones, un
hablante producirá un texto “florido” para tratar de conmover o convencer al
receptor).
Académico / no académico: Adecuación del dialecto según el grado de dominio de
términos teóricos y expresiones típicas de los textos académicos.
Etc.
Las diferencias apuntadas pueden ser resumidas en el siguiente esquema:
Dialectos
Variaciones del lenguaje
Estilos
Sociolecto
Cronolecto
Lecto regional
Tecnolecto
Idiolecto
Formal / informal
Oral / escrito
Objetivo / subjetivo
Literario / no literario
Académico / no académico
Veamos como se diferencian los dialectos y los estilos entre sí:
Diferencias entre dialectos:
-fonética (de pronunciación de un sonido): la realización del sonido correspondiente a y
en la palabra “yo”;3
-fonológica (el reconocimiento y uso de un sonido o de una combinación de sonidos
determinados): la pronunciación o no del grupo culto ct en la palabra “actitud”;
-lexicomorfológico: la selección de las palabras “pibe”, “chango”, “niño”, “purrete”, “chico”,
“gurí”, “chaval”, “mozalbete” o “cabrito”, entre otras, para designar a un menor, o la
opción entre “hiciera” o “haría” para hablar de una acción posible;
-sintáctico: la opción entre “de que” y “que” o la frecuencia en el uso del “cuyo” para
hacer una construcción subordinada.
Diferencia entre estilos:
-semántica (incluye los niveles fonológico, lexicomorfológico y sintáctico): la distinción
entre el significado de “afano” y “latrocinio”, “gas” y “monóxido de carbono”, “loco” y
“psicótico”, “rajar” y “darse a la fuga”.
Michael Stubbs distingue las variedades dialectales en dos grandes grupos, la
normativa y la anormativa. La primera se caracteriza por haber atravesado un proceso de
3 Pensemos en el modo en que pronuncia esta palabra un hablante de Buenos Aires (algo parecido a “sho”) y
un hablante de la región cuyana (algo similar a “io”).
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normativización, es decir, “una deliberada codificación y ordenación de la lengua por
autores de diccionarios, escritores de gramáticas, etc.” (Stubbs, 1984: 31), que luego es
difundida por el sistema educativo.
El estilo designa a las variantes lexicales, morfosintácticas y retóricas elegidas por los
hablantes. Esta elección nunca es libre, ya que las variantes estilísticas están
restringidas por el o los dialectos que domina el hablante y por los condicionamientos
discursivos ya mencionados.
Veamos un ejemplo: un texto publicitario, publicado en un diario de Caleta Olivia en
vísperas de Navidad.
Papá Noel:
En Multirrubro Bochinche te esteramos esperando para que busques los juguetes.
Los chicos de la ciudad te lo agradecerán.
Aceptamos todas las tarjetas y tickets canasta.
Saludos.
Multirrubro Bochinche
donde los caprichos se hacen realidad
El dialecto es estándar, es decir, no se advierten marcas de regionalismos (variantes
regionales o diatópicas) ni de cronolectos. Al decir que es estándar, queremos decir que
es un dialecto considerado correcto en diferentes lugares de Argentina (no podemos
extender la pauta a otros países, ya que las expresiones “tickets canasta” y “bochinche”
no tienen validez en toda Hispanoamérica).
Puede considerarse también que este dialecto corresponde a la clase media, ya que
carece de las marcas características del sociolecto de clase baja (por ejemplo, “te
esperamo”, una expresión verbal con ausencia de “s” final). Debemos observar también
que la puntuación es correcta y que se utilizan adecuadamente las mayúsculas y las
minúsculas. Esto indica que el o los autores dominan el dialecto estándar.
Por supuesto, este texto (como cualquier otro) expone un idiolecto: la variante del
español que dominan el o los autores.
En cuanto a los estilos, podemos decir que reconocemos:
-un estilo escrito: se utilizan adecuadamente los rasgos de la escritura (mayúsculas y
minúsculas, puntuación, cursiva en el slogan del final, correcta grafía de una expresión
inglesa –“tickets”, etc.);
-un estilo informal: el enunciador se dirige al destinatario directo o enunciatario de un
modo informal (utiliza el pronombre “te”, en vez de “lo”, lo que indica que lo trata de “vos”
o de “tú”, en vez de usted, utilizando además una fórmula de saludo informal
–“Saludos”-, en vez de una más formal, como, por ejemplo, “Saludos cordiales”);
-un estilo subjetivo: el enunciador manifiesta su opinión (“Los chicos te lo agradecerán”) y
se hace presente en el texto (NOSOTROS “te estamos esperando” y “Aceptamos todas
las tarjetas…”);
-un estilo literario: el enunciado concluye con la frase “donde los caprichos se hacen
realidad”, que expresa una metáfora.
El texto no manifiesta otros estilos (académico, técnico).
Vale hacer una aclaración. El análisis efectuado no debe hacernos pensar que los
cuatro estilos señalados existen como cosas separadas en el texto. Al contrario, están
fusionados en la redacción. Por esta razón, una misma expresión puede servir para
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identificar un rasgo de informalidad y un rasgo de subjetividad en el estilo.4
1.3. El acto de enunciación
1.3.1. El microcontexto del acto de enunciación
El acto de enunciación y las competencias del hablante
En cada acto de enunciación se ponen en juego distintos tipos de conocimientos y de
habilidades de los hablantes a los que se denomina competencias. Todos estamos
dotados de una competencia lingüística, de una competencia comunicativa y de una
competencia cultural. La primera incluye conocimientos y habilidades referidas a las
características formales de dialectos y estilos. La segunda, conocimientos y habilidades
referidas al uso de dialectos y registros en contextos específicos, por lo que incluye, a su
vez, a las competencias lectora y escritora. La tercera, conocimientos y creencias acerca
del mundo, preferencias de consumo artístico, mediático, etc.5
La competencia lingüística, a su vez, puede ser descompuesta en competencias por
niveles de la lengua. Habría así una competencia fonológico-entonacional, una
grafológico-notacional, una léxicomorfológica, una sintáctica y una semántica. Si bien en
el acto de enunciación (y en el de recepción) actúan integradamente, cada una de estas
competencias procesa información específica. Es así que, al escribir, una persona puede
tener inconvenientes en el manejo de información propia de la competencia grafológiconotacional (problemas de tildación, por ejemplo) y no manifestar inconvenientes que
afecten a las otras competencias.
Mientras las cuestiones referidas a la normativa incluyen principalmente aspectos de
tres de las competencias mencionadas, la grafológico-notacional, la léxico-morfológica y
la sintáctica, en las últimas dos tiene un mayor peso, además, todo lo que tiene que ver
con el estilo. Este, a su vez, vincula a la competencia lingüística con la comunicativa, ya
que el sistema de elecciones de la lengua está relacionado con los contextos en los que
se lleva a cabo la comunicación.
Junto con el estilo, en la interfaz entre ambas competencias, también se sitúan el
género discursivo y los tipos textuales, en tanto comúnmente estos están asociados al
En este ejemplo, el emisor puede haber sido el dueño del multirrubro o el publicista del diario o ambos.
Todo texto escrito es producido por al menos una persona, que es quien elabora una idea, toma una lapicera
y un papel o se sienta frente a una computadora y redacta el texto. El enunciador, como ya sabemos, es un
sujeto discursivo, por lo tanto no tiene existencia real. Aquí, el enunciador es Multirrubro Bochinche.
Podemos darnos cuenta fácilmente de que se trata de una entidad discursiva, ya que es imposible que este
multirrubro se siente frente a una computadora a escribir una carta a Papá Noel. En este caso, el emisor y el
enunciador no están identificados. El emisor puede ser Juan Pérez, publicista de un diario, y el enunciador
una empresa. El enunciatario y el receptor tampoco coinciden. Los receptores serán los lectores del diario y
Papa Noel, como ustedes saben, no existe (perdón si para alguno de ustedes este último comentario fue una
revelación).
5 Conviene advertir que, dentro de la lingüística, coexisten diferentes criterios para la discriminación de
competencias. Por ejemplo, una de las más difundidas en la actualidad es la de Kerbrat-Orecchioni (1980),
quien incluye lo que aquí denominamos competencia lingüística dentro de lo que ella denomina competencia
lingüística y paralingüística y lo que aquí denominamos competencia comunicativa y competencia cultural
dentro de lo que ella denomina competencia ideológica y cultural.
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uso de estilos específicos (se podría decir incluso que los prescriben).
Como vemos, en cada acto de enunciación, además de importar el ámbito donde
estamos (el contexto objetivo), importa lo que somos, es decir, el desarrollo singular de
nuestras competencias, las que se ponen en juego en dicho acto y permiten que este se
lleve a cabo. De ellas dependen el modo en que organicemos el enunciado, las
facilidades que tengamos para comprenderlo o para lograr nuestros fines pragmáticos
(informar, persuadir, ordenar, etc.).
Sin embargo, hay que tener en cuenta que, además de este componente cognitivo
conformado por las competencias apuntadas, en nuestra conducta influye también un
componente afectivo o anímico (factores psi, según Kerbrat-Orechioni, 1980).
Situación comunicativa
Todo acto de enunciación es realizado dentro de situaciones comunicativas
particulares, las cuales pueden ser caracterizadas a partir de los siguientes
componentes:6
a) Marco (lugar, fecha y duración de la comunicación) / Ámbito (institución o espacio
social).
b) Campo (tipo de actividad o acción social llevada a cabo por los participantes, la que
puede estar estipulada más o menos formalmente).
c) Participantes (personas involucrados en el proceso de comunicación –cantidad, clase
social, tipo de prestigio social, sexo, edad, competencias lingüística, comunicativa y
cultural, factores psi, etc.) / Roles (roles cumplidos por cada uno de los participantes) /
Tenor (relación entre los participantes –según la distancia, la afectividad, la diferencia de
poder).
d) Canal (oral o visual, mediación electrónica o cara-a-cara).
e) Tópico global (tema general de la comunicación).
f) Grado de ritualización (flexibilidad o rigidez para la secuenciación de los actos
comunicativos, la elección del dialecto, del tema, etc.).
g) Dialecto (variedad de lengua utilizada por cada participante) / Estilo (adecuación del
dialecto al contexto, de acuerdo al campo, al tipo de participantes, a los roles, al tenor y
al modo –categoría que incluye el canal y condiciona el desarrollo del tópico global).
La situación comunicativa sirve de base para el desarrollo de los actos de
enunciación y de los actos de recepción, que incluyen una serie acotada de interacciones
(no necesariamente lingüísticas). Una clase, un encuentro en la parada de colectivos,
una conversación telefónica son ejemplos de este tipo de eventos.
Al aplicar esta noción a interacciones concretas se plantea el problema del
establecimiento de sus límites. Supongamos que el Sr. A y el Sr. B se encuentran en la
cantina de la universidad y comienzan a hablar de un tema X. Luego se incorpora a la
conversación el Sr. C, quien introduce el tema Y. Finalmente, el Sr. A se despide y los
otros dos continúan la charla mientras caminan hacia las aulas. ¿Cuál debe ser el criterio
para aislar el evento comunicativo? ¿La unidad temática, la presencia de determinados
participantes, el tiempo, la permanencia en un lugar físico determinado?
6 Esta selección de componentes es, básicamente, una síntesis de las propuestas de Hymes (1972) y
Halliday (1978).
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Además de establecer el criterio más apropiado para cada caso, tenemos que tener
en cuenta dos cosas:
a) el tema cambia en el transcurso de las interacciones y este cambio puede ser sutil;
b) además del tópico global o tema discursivo, cada hablante tiene su propio tema.
El tópico global es el resultado de la negociación de representaciones, normas y
valores efectuada por los hablantes. Se sostiene sobre un bagaje presuposicional, es
decir, por la información acumulada progresivamente durante el transcurso de un evento
comunicativo, constituida por: a) saberes enciclopédicos, b) conocimientos referidos a la
situación comunicativa, compartidos por los participantes, c) por la parte ya realizada del
discurso mismo.
El tema del hablante es el resultado del intento de hablar acerca de lo que se cree
que se habla (Brown y Yule, 1983). Está determinado por las motivaciones y los intereses
particulares de cada participante.
Otro aspecto particularmente complejo de la situación comunicativa es la
ritualización, concepto que puede ser definido como un proceso colectivo mediante el
que se convencionaliza algo (procedimientos, roles, formas de comunicación). Su
existencia es fundamental para la constitución de cualquier sociedad, ya que es
imprescindible la consolidación de una tradición que provea a cada individuo de fórmulas
preestablecidas para desempeñarse en el mundo.
Sin ritualización, las acciones de los seres humanos estarían indeterminadas: habría
que decidir en cada instante qué y cómo hacer. El margen de incertidumbre sería
enorme: no sabríamos qué esperar de los demás. Habría que fundar la organización
social a cada instante y su duración sería fugaz. La acción social, entonces, es
estructurada y esta estructuración, para que sea efectiva, debe ser instaurada y aceptada
por convención. En este proceso hay una enajenación, una extrañación. Los seres
humanos, a través de la interacción, generan normas que son transmitidas de generación
en generación y que son recibidas como una herencia, como algo normal.
La comunicación humana está regulada de múltiples maneras: la lengua es un
sistema de reglas que especifican las posibilidades combinatorias de signos (los que
también son instituidos por convención –pensemos en el léxico), los roles también
prescriben modos de acción (los maestros deben hacer cosas de maestros, los
vendedores, de vendedores, etc.), las acciones comunicativas están preestructuradas
(por ejemplo, para comprar un vestido hay que cumplir una serie de pasos determinados:
saludar, preguntar por el producto, emitir una evaluación, confirmar la compra, pagar,
saludar), etc.
La noción de grado de ritualización indica que hay situaciones comunicativas
sometidas una convencionalización mayor que otras. Así, una misa católica exhibe un
alto grado de ritualización: hay roles, momentos y secuencias de textos establecidos por
convención. En el otro extremo, está la conversación entre amigos: los temas son
diversos, el uso de registros también; los participantes no se ven obligados a cumplir
pasos preestablecidos (pueden interrumpirse unos a otros, reírse, levantarse para ir al
baño, cambiar de tema con facilidad, etc.). Sin embargo, toda situación comunicativa
tiene al menos un umbral mínimo de ritualización: hay que respetar, al menos, las reglas
gramaticales y ciertas normas éticas. Los sonidos que emitimos en una conversación
entre amigos se corresponden con los fonemas del español y están organizados en
palabras existentes por convención. Y, por supuesto, hay cosas que no haríamos delante
de ellos.
La socialización consiste en el aprendizaje de las convenciones que estructuran las
diferentes esferas de actividad social. Cuando vamos a la escuela, por ejemplo, tenemos
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que aprender las normas de la institución, las que, entre otras cosas, definen los modos
de comunicación. Lo mismo, cuando empezamos a trabajar o a ir a un club de fútbol o a
una iglesia o a un partido político.
La ritualización tiene efectos cognitivos beneficiosos, porque reduce la tensión que
supone planificar las acciones y también comprenderlas. Luego de ir a dos, tres o cuatro
misas católicas, ya podemos tener una idea bastante clara de qué es lo que podemos
esperar en la próxima. El mundo se vuelve predecible, estable, tranquilizador.
Por último, asumir que la ritualización es inevitable en la sociedad no implica que
todo tienda inevitablemente hacia la reproducción. A la vez, todo varía. El lenguaje, los
roles, los temas de conversación, etc. Aunque suene a paradoja, la innovación es posible
porque hay ritualización.
Antes de pasar a la última sección del capítulo, veamos un ejemplo que nos permita
retomar varias de las categorías planteadas hasta aquí. Imaginemos que, en Los
Antiguos, una joven llamada Adriana Giménez está en su trabajo y recibe la siguiente
llamada a su teléfono celular:
A: Buenos días. ¿Estoy hablando con la señora Giménez, Adriana?
B: Hola. Sí, soy yo.
A: Buenos días. Mi nombre es Sonia Tejeira y le hablo en nombre de la empresa de
seguros La Tercera. Nosotros estamos asociados al banco del usted es cliente y, como
parte de una campaña promocional, queremos hacerle llegar una oferta muy ventajosa para
asegurar sus bienes y llevar tranquilidad a usted y a todos sus seres queridos. ¿Dispone de
cinco minutitos para escuchar lo que tenemos para ofrecerle?
B: Y... la verdad que no. Estoy trabajando y no tengo tiempo.
A: Pero, estimada Adriana, qué son cinco minutitos cuando estamos hablando de la
protección de sus seres queridos, su familia, que es lo más valioso que uno tiene en la vida,
¿no? ¿Está de acuerdo con nosotros en que la familia es lo más importante del mundo?
B: Sí, claro.
A: ¿Tiene hijos?
B: Sí, dos. Pero... estoy atendiendo gente en este momento.
A: Entiendo que usted, Adriana, está ocupada en este momento. Sin embargo, también
estará interesada en lo que podemos ofrecerle. Si le parece bien, puedo llamarla más tarde,
cuando esté más tranquila. ¿Le parece?
B: Sí, más tarde.
A: ¿Le parece que la llame dentro de cuatro horas, digamos, a las 15.30hs?
B: Bueno.
A: Perfecto, Andrea, ya la agendé. Entonces la llamo a las 15.30 de hoy, lunes 23. Le
sugiero que esta tarde tenga a mano su tarjeta de crédito así podemos confirmar los datos
de su perfil.
B: Bueno, bueno.
A: Hasta luego, Andrea.
B: Me llamo Adriana.
A: Perdón, Andrea. Le pido disculpas por la confusión. Espero que tenga una buena
mañana. Hablamos más tarde.
B: Chau.
A: Hasta luego.
a. Centremos la atención en el acto de enunciación realizado por Sonia Tejeira y
distingamos la siguientes categorías: hablante, oyente, enunciador y enunciatario.
Hablante: Sonia Tejeira
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Oyente: Adriana Giménez
Enunciador: Sonia Tejeira/compañía La Tercera
Enunciataria: Adriana Giménez
Sonia Tejeira es la persona real que inicia la comunicación telefónica (hablante) y
Adriana Giménez es la persona real que recibe el llamado y la escucha (oyente).
En el texto global que Sonia Tejeira produce, se ponen en escena dos enunciadores,
uno singular y otro colectivo. El singular se identifica con ella misma:
-Mi nombre es Sonia Tejeira y [yo] le hablo en nombre de la empresa de seguros La Tercera
-Si le parece bien, [yo] puedo llamarla más tarde, cuando esté más tranquila.
-¿Le parece que [yo] la llame dentro de cuatro horas, digamos, a las 15.30hs?
-Perfecto, Andrea, [yo] ya la agendé. Entonces [yo] la llamo a las 15.30 de hoy, lunes 23. [Yo] Le
sugiero que...
-[Yo] Le pido disculpas por la confusión. [Yo] Espero que tenga una buena mañana. [Usted y yo]
Hablamos más tarde.
Todas las formas gramaticales de primera persona del singular remiten a Sonia
Tejeira en tanto enunciadora, es decir, a una representación discursiva de Sonia Tejeira
hablante.
Sonia Tejeira (hablante) pone en escena también un enunciador grupal: la empresa
de seguros La Tercera. Para referirse a ella utiliza la primera persona del plural:
-Nosotros estamos asociados al banco del usted es cliente y, como parte de una campaña
promocional, queremos hacerle llegar una oferta muy ventajosa...
-¿Dispone de cinco minutitos para escuchar lo que [nosotros] tenemos para ofrecerle?
-Pero, estimada Adriana, qué son cinco minutitos cuando [nosotros] estamos hablando de la
protección de sus seres queridos, su familia, que es lo más valioso que uno tiene en la vida, ¿no?
¿Está de acuerdo con nosotros en que la familia es lo más importante del mundo?
-Sin embargo, también estará interesada en lo que [nosotros] podemos ofrecerle.
-Le sugiero que esta tarde tenga a mano su tarjeta de crédito así [nosotros] podemos confirmar los
datos de su perfil.
La única enunciataria del texto es la representación discursiva de Adriana Giménez.
Las huellas lingüísticas que la ponen de manifiesto con mayor claridad son todos los
pronombres de segunda persona: “le”, “la”, “usted”.
b. Ahora centremos la atención en el acto de enunciación realizada por Adriana Giménez
y distingamos las mismas categorías que en el inciso previo.
Hablante: Adriana Giménez
Oyente: Sonia Tejeira
Enunciador: Adriana Giménez
Enunciataria: Sonia Tejeira
Este análisis es más sencillo que el anterior. Adriana Giménez no pone en escena
más enunciadora que una representación discursiva de sí misma y apenas explicita quién
es la destinataria directa de sus textos. Esto se debe a que Sonia Tejeira es quien tiene
la iniciativa discursiva, es decir, quien habla más y quién propone los temas de
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conversación y las opciones.
Adriana (hablante) pone en escena a Adriana (enunciadora) mediante el uso de la
primera persona.
c. Por último, analicemos los componentes de la situación comunicativa.
a) Marco: Al tratarse de una comunicación telefónica, el espacio puede no ser compartido
por los participantes. En este caso, una de las hablantes (la potencial cliente) está en un
local de Los Antiguos, Santa Cruz. Tenemos que inferir que la otra (la vendedora) no está
presente allí, aunque no se especifica dónde está. A diferencia de lo que ocurre con el
espacio, el tiempo sí es compartido. Dicho de otra manera, hay sincronización temporal.
Si bien no se especifica el año, se dice que el evento ocurre un lunes 23. Se pude inferir
que a las 11.30hs y que dura menos de cinco minutos.
Ámbito: Un lugar de trabajo, con atención al público.
b) Campo: El campo es comercial.
c) Participantes: Sonia Tejeira, representante de la empresa de seguros La Tercera. Se
muestra amable y tenaz. Adriana González, madre de dos hijos. Es joven, relativamente
cortés y se muestra mínimamente interesada en la póliza. No se dan más detalles.
Roles: Hay dos roles: vendedora y cliente (potencial).
Tenor: El tenor entre las participantes es relativamente cordial, aunque distante.
d) Canal: auditivo, mediado telefónicamente.
e) Tópico global: La oferta de una póliza de seguro.
f) Grado de ritualización: Este evento comunicativo presenta un grado de ritualización
intermedio. Hay una secuencia estandarizada que incluye saludo - presentación de la
firma – presentación del producto – acuerdo – arreglo de la transacción – saludo final. En
este caso, hay una interrupción y la secuencia, detenida en la presentación del
producto, se reiniciará más tarde. Esto demuestra la flexibilidad relativa de las ventas
telefónicas.
g) Dialecto: El dialecto utilizado es estándar.
Estilo: Predomina un estilo semi-formal, lo suficiente como para transmitir una imagen
de seriedad a la cliente, pero no tanto como para provocar su alejamiento. Las
expresiones “Usted” y “estimada Adriana” indican rasgos de formalidad.
1.3.2. El macrocontexto del acto de enunciación
El acto de enunciación y la estructura social
Como vimos en 1.2.3., cuando nos referimos a las distinciones dialectales, no todos
hablamos del mismo modo. Estas variaciones lingüísticas derivan a su vez de variaciones
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sociales: pertenecemos a diferentes clases y grupos sociales, vivimos en diferentes
regiones, tenemos diferentes trabajos, etc.
Se trata de una relación de determinación recíproca. A medida que la sociedad se
complejiza, crea nuevas esferas de actividad y de conocimiento. En torno de estas
esferas, los grupos sociales se distinguen entre sí. Por ejemplo, con el surgimiento de la
informática, podemos reconocer a grupos que ingresaron a este submundo y a otros que
no. Luego, dentro del submundo, podemos distinguir a los grupos que tienen mayor
control económico y tecnológico y a los que tienen uno menor. Todas estas diferencias
sociales tienen su correlato lingüístico. A la vez, las diferencias lingüísticas reflejan,
confirman y profundizan las diferencias sociales.
Al hablar, entonces, ponemos de manifiesto (acaso sin quererlo) cuál es nuestra clase
social, dónde vivimos, qué profesión tenemos, etc.
Si avanzamos por esta vía, no resulta difícil aceptar un par de supuestos relacionados.
El primero es que, en cada acto de enunciación los participantes hipotetizamos acerca de
todas estas cosas, es decir, nos evaluamos recíprocamente. En este proceso intervienen
los conocimientos constitutivos de nuestras competencias, sobre todo los de las
competencias comunicativa y cultural, que incluyen prejuicios y estereotipos.
El segundo supuesto es que estas hipótesis o expectativas cumplen una función
importante no solo en nuestras interacciones cotidianas, sino también en nuestra vida o,
por decirlo de algún modo, en nuestro destino. El hecho de que nos prejuzguen por todo
lo que se trasluce en nuestra conducta lingüística puede jugarnos a favor o en contra y
así condicionar nuestro éxito o fracaso en la escuela, en las entrevistas laborales, en el
establecimiento de contacto con desconocidos, etc.
El mercado lingüístico
Bourdieu construyó un modelo teórico que permite concebir la cultura (el mundo de
los bienes simbólicos) en términos de la economía (el mundo de los bienes materiales).
Esto es, estableció una analogía entre ambas transpolando las reglas económicas al
campo de la cultura. Pudo reconocer, entonces, la existencia de dominadores y
dominados, los que, como ocurre en el plano económico, se diferencian por el tipo de
capital que poseen. En el plano de la cultura, se constituye un mercado simbólico en el
que se configuran y cotizan los capitales simbólicos que los diferentes grupos sociales
poseen. Así, en este mercado, por ejemplo, el rock de Los Redondos tiene un precio más
alto que la cumbia villera y una película protagonizada por Ricardo Darín tiene un valor
mayor que una película protagonizada por Susana Giménez.
Bourdieu continúa por esta vía para justificar también la existencia de un mercado
lingüístico (1991), la instancia en la que los dialectos son valorados y puestos en
circulación. Lo interesante de esta noción es que permite situar las interacciones
lingüísticas en contextos sociales complejos, constituidos por diferencias y relaciones de
dominación y resistencia. Cada vez que hablamos, somos evaluados. Más
específicamente, el modo en que hablamos, el dialecto que utilizamos y los temas que
tratamos determinan la imagen de nosotros que los otros se forman.
El mercado lingüístico jerarquiza dialectos, discursos y capacidades comunicativas,
elementos que son convertidos en capital lingüístico y a los que se les asigna distintos
precios. Para que esto sea posible, el mercado debe estar unificado bajo una relación de
dominación que rija sobre la variedad de dialectos existentes en una sociedad. Cuando
se normativiza un dialecto y, a través de diferentes instituciones oficiales y no oficiales, se
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persuade acerca de su legitimidad a los usuarios de este y otros dialectos, el mercado
lingüístico se constituye como tal y comienza a funcionar.
En un mercado lingüístico unificado (es decir, cuando todos los hablantes reconocen
qué es hablar bien y qué no lo es), obtienen ganancia lingüística quienes poseen el
capital lingüístico legítimo. Dicho de otra manera, quienes dominan los dialectos y estilos
de la clase alta suelen ser respetados por el simple hecho de hablar bien. Quienes
asumen el hecho de que no dominan ese capital pueden sentirse subyugados o incluso
avergonzados ante la presencia de quienes lo dominan. Entonces, en diferentes
situaciones, los miembros de los grupos dominantes obtienen así una ganancia (social,
no necesariamente económica).
La legitimidad lingüística es una fuerza que obliga a todos los hablantes de un
mercado lingüístico unificado a aceptar la superioridad de un determinado capital
lingüístico. Por esta razón Bourdieu afirma que “nadie puede ignorar la ley lingüística”, es
decir, todos estamos obligados a reconocer que hay una ley que dice qué está bien y
qué está mal.
De este modo, las diferencias lingüísticas son utilizadas como modos de legitimación
social de relaciones de dominación. Así se explicaría por qué los sectores dominados
poseen un capital lingüístico que está siempre devaluado y por qué estos sectores deben
fracasar necesariamente en la escuela, en su intento de apropiarse del capital lingüístico
legítimo.
Supongamos, entonces, que un hablante de una clase no escolarizada va a una
entrevista de trabajo. En esa situación comunicativa, tratará de expresarse de la mejor
manera posible, esto es, utilizando el dialecto propio de la clase escolarizada. El cambio
de dialecto lo someterá a una presión extra: además de tener que responder con
solvencia las preguntas del entrevistador, debe hacerlo utilizando un dialecto con el que
no está familiarizado. Es posible que se muestre dubitativo y hasta contradictorio. El
entrevistador, por su parte, puede comprender la situación y asumir que el postulante es
una persona adecuada para desarrollar el trabajo prevista aunque no domine con fluidez
el dialecto estándar o, en cambio, puede asumir que el postulante no es una persona
adecuada porque no se expresa correctamente y, por lo tanto, no piensa con claridad.
Como vemos, son dos posturas extremas, una más prejuiciosa que la otra.
Como se trata de una entrevista de trabajo, el entrevistador tiene la máxima autoridad.
Él decide de qué hablar, cuándo cambiar de tema, cuándo finalizar la conversación y
quién será el postulante elegido.
No resulta difícil comprender cómo, a partir de la cotización de los capitales
lingüísticos, el mercado lingüístico puede persuadirnos acerca de la superioridad de
algunos y la inferioridad de otros.
Funciones del discurso: persuasión, construcción de verosimilitud, puesta en
aceptabilidad
Todos sabemos que el lenguaje sirve para comunicarnos. Comunicar es un verbo
relacionado etimológicamente con la palabra común: comunicar es hacer común algo,
crear cierto tipo de homogeneidad. Sin embargo, en el apartado anterior vimos que,
además, sirve para diferenciarnos. Es posible pensar que estos dos procesos, la
comunicación y la diferenciación, son paralelos y complementarios.
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Pero, al hablar, hacemos algo más que comunicarnos y diferenciarnos: en este mismo
proceso, también ocultamos nuestras diferencias. Desde una perspectiva afín, Raiter
(1995) destaca tres funciones del discurso que están fuertemente relacionadas entre sí:
a) la persuasión: utilización del discurso para lograr la modificación de las conductas,
creencias o actitudes del receptor;
b) la construcción de verosimilitud: elaboración de una imagen discursiva de la realidad
que parezca verdadera y
c) la puesta en aceptabilidad: instalación de una imagen discursiva de la realidad en la
visión de mundo de varios grupos sociales.
Estas tres funciones son fundamentales tanto para la producción y reproducción del
orden social como para su transformación. Por un lado, para que la sociedad exista como
una totalidad organizada es necesario que, mediante la comunicación persuasiva, un
grupo imponga a los otros una imagen discursiva de la realidad que les permita validar
un determinado orden social. Por otro lado, ninguna imagen discursiva de la realidad
puede ser aceptada por todos los grupos (al menos, no por mucho tiempo), por lo que
las posibilidades comunicativas del discurso también sirven para la resistencia y el
cambio. Así, un grupo puede elaborar una imagen verosímil de la realidad que se oponga
a la imagen dominante y luchar por su puesta en aceptabilidad. Pensemos, por ejemplo,
en la exitista representación de la Guerra de Malvinas que trató de imponer la última
dictadura militar en Argentina y su confrontación con la desencantada representación
resultante una vez acabado el conflicto.
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