.Conversaciones entre la arquitectura y la medicina. Por Jaime de los Ríos y Marta Garbayo. -¿Cómo se relaciona el espacio con tu interior a través del cuerpo y el movimiento? Mi cuerpo se torna espacio, se prolonga en su extensión aérea. Salgo de este su finito límite. Me recojo en ser cúpula, curva, estrecho pasillo, ventana… Ventana que miraba sin saberlo hasta que la habitó mi cuerpo. (¿Se transforma la conciencia del espacio al ser habitado?) El aire lleva el cuerpo que le entrego. Conozco a este ser aire…mis articulaciones lo respiran, nos tocamos, se desliza por mi piel. Entra y sale por sus pequeños poros. El cuerpo quieto, y aquietado, irradia. El cuerpo quieto y habitado es fuego. El cuerpo en movimiento se abre y vuela. Puede también fluir y puede ser forma, o recipiente o actividad de modelar. El fuego, el aire, el agua, la arcilla. Materia es cuerpo y pensamiento. La materia pensada como gesto es ya una substancia (Alquimia) -Aprender a comprender el espacio desde el interior. Visitar arquitecturas y saber escuchar la experiencia interior. La experiencia interior de la arquitectura implica escuchar con toda la corporalidad, pues las formas tienen un efecto sobre ella, y, por ella, sobre nuestra experiencia interna. En su texto “La voz del escultor” Henry Moore habla de la experiencia espacial de la forma como una experiencia anímica que se alcanza a través de la corporalidad, a través de la identificación de la corporalidad con la forma, de un dejarse modelar del cuerpo. Imaginar la forma, llevar al cuerpo esa imaginación, ¿qué sensación nos produce? He ahí el comienzo de la experiencia interior de la forma. En palabras del escultor: “El escultor alberga la forma en su interior…mientras observa un lado sabe qué aspecto tiene el otro; él mismo se identifica con el centro de gravedad de esa forma, con su masa, con su peso; percibe su volumen como el espacio que esa forma desplaza en el aire. “ Posteriormente en referencia al observador dice “También el observador de una escultura debe aprender a sentir la forma meramente como forma, no como una descripción, ni como una reminiscencia de algo”, y alude a Brancusi como aquel que se adjudicó la misión de conseguir que recobrásemos la conciencia de las formas. Es decir, Moore nos habla de la existencia de un sentido para la forma, el cual se aloja en la vivencia corporal de la misma, y nos conduce a la experiencia interior. Es una percepción desde el cuerpo a través de la capacidad imaginativa, la que conduce a la experiencia interior. Quizá sean las cajas vaciadas de Oteiza las que nos permitan dar el salto cualitativo a pasar de la forma como sólido a la forma del aire que es lo que vivenciamos a gran escala como espacio arquitectónico. La arquitectura no es sólo lo que vemos como materia sino que su sentimiento reside en el aire, en los espacios que genera, en que le da una forma al elemento aire. Es en el aire arquitectónico, este aire que recibe una forma que percibimos gracias a nuestro cuerpo, el que nos trae las sensaciones y también sentimientos de la arquitectura. El elemento aire es quien media. El aire está fuera, nos rodea, envuelve cada objeto. Como materia química entra en nuestros pulmones y nos trae la vida, la vida materializada como oxígeno. Como materia del arte, como materia-forma, entra en nuestro cuerpo imaginario y nos trae la respiración de nuestro interior; las sensaciones y los sentimientos. Podemos jugar con un sencillo ejercicio que Michael Chejov proponía a los actores para comenzar a desarrollar el cuerpo imaginario en relación al espacio, en un proceso que él llama desarrollar el sentido de la verdad. “Observa cualquiera de las formas de distintos estilos de arquitectura clásica. Estúdialas. Sigue sus líneas, sus formas, sus dimensiones; intenta sentir su peso, la interacción de sus fuerzas de gravedad. Estudia las conexiones entre distintas partes de la forma arquitectónica completa. Trata de adivinar su función, ya sea servir de soporte, levantar, suspender, etc. ¿Cuál es el carácter principal del conjunto? ¿Presiona hacia arriba, cubre y protege, se inclina para mantenerse cerca del suelo, desea vibrar, salir volando, estirarse, contraerse? Para este ejercicio no es preciso que estudies ningún libro profesional sobre arquitectura, incluso es preferible que lo hagas de manera libre e intuitiva. Así hallarás muchos modos de penetrar en lo más profundo de la forma arquitectónica y sentirla. Pero, sobre todo, disfruta de su belleza. Luego, cuando ya te hayas convertido en un buen amigo de la obra en su conjunto, hazte la siguiente pregunta de forma repentina: “¿Qué aspecto tendría si este pilar fuese dos veces más delgado de lo que es, si la torre fuera tres veces más baja, si el arco se volviera cuadrado, el techo plano y la ventana ancha?” Y así sucesivamente. El resultado de estas preguntas te impresionará y a veces incluso te hará reír. Puedes hacer algo similar con esculturas y pinturas clásicas, tratar de cambiar sus formas y sus colores. -Crear arquitectura desde el interior y convertir ese sentimiento en materia construida. ¿Desde dónde nace el interior? El interior en general, todo lo que contiene, sentimientos, pensamientos, emociones, imágenes, recuerdos, representaciones, ideales, aspiraciones…ese espacio en el que acontece todo eso y que llamamos interior, ¿cómo se relaciona con nuestro cuerpo?¿ Cómo se relaciona con el espacio? (Podemos ahora darle la vuelta a la primera pregunta , que era, cómo se relaciona el espacio con tu interior a través del cuerpo y el movimiento, y preguntar cómo se relaciona nuestro interior con el espacio…a través del cuerpo y el movimiento?) La primera arquitectura interior que existe, antes incluso de aproximar representación alguna del espacio, es la música. El sonido no. Sino la música. Que es aquello que viaja entre entre los sonidos, y los relaciona creando una forma definida. Y la superposición temporal de estas formas, tal y como acontece en la música polifónica y muy especialmente en J.S.Bach, crea el espacio interior. Que no es todavía, ni se le asemeja en apariencia, el espacio exterior. Tiene Novalis en su enciclopedia una cita enigmática que invita a la meditación y que versa así: “Tiempo es espacio interior. Espacio es tiempo exterior” Cuando me hablas de crear arquitectura desde el interior como de un sentimiento que se convierte en materia construida, entonces veo los espacios y las voces de la polifonía: esos inmensos silencios en el centro mismo del sonido son como el aire que se posa y se mueve entre los muros y los arcos. El cuerpo es el vehículo por el cual ese espacio interior (tiempo, música, ritmo incluso) inicia su descenso por el gesto y va penetrando del tiempo eterno al tiempo exterior o espacio físico. Kairos y Zeus. Es nuestro cuerpo el que pesa y contrapesa, densifica, mueve, alisa, dibuja, gravita el parto de la arquitectura. En ese proceso alumbramos una forma que es real, no es abstracción mental, sino que existe, tiene emotividad y vida, emotividad y vida que se hacen posibles por la proporción del cuerpo. ¿No es nuestro cuerpo con su arquitectura, la primera experiencia arquitectónica que recibimos? Esta es una lección que aprendí en Nueva York. Me la enseño Mies mientras contemplaba las extensas superficies del Seagram y me preguntaba qué lo convertía en un rascacielos tan especial e inimitable en ese bosque de gigantes verticales. Poco a poco se fue formando una sensación de espejo en mi cuerpo, recordé los quirófanos, las relaciones espaciales entre las partes del cuerpo. Su proporción, supe entonces, es humana. De ahí la emotividad que llega a despertar en nosotros (al margen de otros elementos) aun siendo una forma tan distante a todo lo que nos resulta anímicamente cercano. Entregar emotividad a un rascacielos es, por su rareza, excepcional. (¿Existe una relación entre la emotividad de las formas y la vida de las formas? ¿Puede lo inanimado, no obstante, contener vida? ¿Cuál es la cualidad de la vida y cómo llegamos a ella? ¿Es el arte el medio para traer vida a lo inanimado? ¿Cómo se relacionan la imaginación, el cuerpo, la materia y la vida? ) -¿Podría decirse que el entendimiento del espacio arquitectónico desde el interior es universal, mientras que la lectura superficial de la arquitectura se queda en gustos y opiniones meramente formales, es individual y propia de cada espectador? ¡No hay duda! Yo diría también real donde dice universal, y abstracto donde dice formal. También podríamos decir que pertenecen al pasado, no surgen de una relación presente. Se han fijado y han muerto. Ya no existen, no son reales, no tiene existencia. -¿Podría decirse por tanto que desde lo formal y superficial creamos arquitectura que sólo nosotros comprendemos porque responde a criterios de nuestra individualidad? A lo individual lo llamaría tal vez personal, o idiosincrásico. Una persona muy querida me enseño que a pensar lo individual desde su resonancia con indiviso o individido. Cuando somos individuos somos indivisos, estamos en relación. Hay otro aspecto del interior en el cual estamos separados, divididos, sin relación con los demás. Creo que es lo que llamas formal y superficial. Desde ese lugar no podemos alcanzar a comprendernos mutuamente, es un estado de desconexión con el medio y con el cuerpo. Pero la tendencia actual es esa, a permanecer divididos y crear un arte totalmente cerebral e idiosincrásico. -¿Es el terreno de la experiencia interior algo común a todos los seres humanos, lo que nos permite como creadores un camino para conectar con los demás, más allá de gustos e idiosincrasia? ---------------------------------------- Anotación particular: Importante revisar el concepto de superficie como aquello que sirve de medio de manifestación a lo profundo, con el afán de no polarizarnos sino de permanecer creando el movimiento o relación entre esos dos lugares. Revisión fundamental que ha iniciado Ortega en sus “Meditaciones del Quijote”. Sin embargo estas cosas no calan en nuestro día a día, no hacen escuela ni se prolongan hacia otras manifestaciones artísticas para ampliarse. ¿Ahora? ¿Es el tiempo de cambiar la mirada y hacerla…real?
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