Lunes 15.08.11 EL COMERCIO 18 ASTURIAS A BORDO DEL ‘CREOULA’ TOMÁS CORTIZO DIRECTOR CIENTÍFICO DE LA UIM SINGULAR EN COMPAÑÍA E Dos instruendos, Daniel Álvarez Gil e Ignacio Junquera, conversan en la proa bajo una Luna llena. :: JOSÉ PELÁEZ Cómo sobrellevar 8 días en la mar sin pisar tierra La tripulación del barco se enfrentó a un hecho inédito en sus seis ediciones: convivir más de una semana sin atracar :: R. MUÑIZ / JOSÉ PELÁEZ A BORDO DEL ‘CREOULA’. A las 19.00 horas de ayer el radar del barco-escuela ‘Creoula’ avisaba de la presencia de Formentera a unas 36 millas a babor. El velero luso cumplirá hoy una semana desde que abandonara Lisboa (Portugal). En el momento mencionado, sumaba 872 millas de navegación ininterrumpida y le restaban aún 136 para alcanzar su nuevo destino: Mahón, en Menorca. A bordo, una expedición compuesta por militares, 41 alumnos de la Universidad Itinerante de la Mar (UIM), y 12 tutores con un importante reto: mantener la moral de los jóvenes después de que un fortísimo Levante impidiera cruzar el Estrecho como estaba previsto. El retraso obligó a suprimir la etapa de Ceuta, noticia que instaló la frustración en quienes veían el atraque como una oportunidad para desconectar de las estrecheces del barco y de sus mareos. «Quería morirme porque con el viento en contra tenía muchas náuseas. Durante días estuve apática, agobiada porque deseaba estar bien y no podía», confía Sandra González, estudiante de Ciencias Ambientales. La UIM se encontraba así ante un reto inédito en sus seis ediciones. Aguantar el imprevisto de pasar ocho días sin pisar tierra. Lo hace con una tripulación que «lejos de sus casas y embutidos en un espacio cerrado donde no controlan nada, tienden a quedarse sin mecanismos de defensa, lo que invita a la emotividad a ponerse a flor de piel», expuso Tiago de Sousa, médico del barco y psiquiatra de especialidad. «Son como los que van a consulta y se tumban en el diván; al ver que están bajo la supervisión de otro aprovechan y sueltan todo lo que llevan dentro», abundó. Los jóvenes cumplen el patrón. Lloran y ríen con soltura. Cuando el navío logró, tras dos días de lucha, participar de ese tráfico de 310 embarcaciones que diariamente cruzan el Estrecho de Gibraltar, los móviles festejaron la proximidad a tierra vol- «Lejos de sus casas y en un espacio cerrado, la emotividad se pone a flor de piel», explica el médico viendo a la vida. Muchos aprovecharon para llamar a casa. «Al oír a mis padres se me puso un nudo en la garganta, no pude evitar las lágrimas», decía una estudiante de Historia. En el Mediterráneo se pierden cada año 10.000 contenedores. Lo explicó durante una de sus charlas el biólogo Alberto Vizcaíno. Las cajas de metal quedan flotando, sin rumbo, «como un bisturí preparado para abrir un agujero en el casco de cualquier barco que se cruce». De igual manera actuaban en el barco quienes peor encajaron el reto. Desmotivados, sus pensamientos amenazaban con hundir al resto.A Marta Díaz, alumna de Dos tripulantes a bordo del ‘Creoula’. :: JOSÉ PELÁEZ Ingeniería Química, le alcanzó uno. Vio a un compañero afectado «y se me contagió, empecé a pensar negativamente, sintiendo lo que me perdía por no parar en Ceuta». Romper la rutina Cierto es que vencer al Levante y superar el Estrecho insufló una buena dosis de adrenalina, pero ahora la calma del Mediterráneo consume ese capital. Las olas no pasan del metro, el viento es de fuerza cuatro. Para poner a nuestra favor estos elementos, el comandante Nuno Cornelio Roquete da Silva ordenó extender el único velacho disponible, el de trinquete. De forma similar, los tutores de la UIM despliegan conferencias, talleres prácticos y juegos. Los militares tienen la jerarquía «para gestionar esa emotividad; actúan con la guarnición como padres que solucionan las cuestiones, con reglas claras y justas», analizó el médico. Dada la edad de los sujetos, De Sousa recomienda «no fiarlo todo a que tengan la buena voluntad de obedecer, y en cambio, seducirles enseñando en las conferencias cosas que les interesen, romper la rutina con juegos, hacerles entender que ellos son la pieza de este proyecto, y permitirles aunque sea una vez que se pongan en el papel del tutor, para que interioricen las dificultades que pasan aquellos que les dan órdenes que a veces no entienden». El recetario casa con la metodología de la UIM. En las últimas horas, los alumnos han cumplido con sus guardias, escuchado charlas sobre pesca, geopolítica... Hubo taller de nudos marineros y una sorpresa. Cruzado el Estrecho, un profesor se vistió de Neptuno y celebró un juicio contra aquel miembro de la tripulación que, días antes de alcanzar Gibraltar, venía repitiendo su deseo de encontrar mala mar, por aquello de darle emoción a la cosa. Tras las risas de rigor, el reto se mira ahora con otros ojos. «Me apetecía mucho ver Ceuta, pero a cambio aprendí a convivir en una situación no planificada», respondía Ángel David García, de la Escuela de Ingeniería de Gijón. La atención retorna a la navegación y ya no tanto al destino perdido. El viaje vuelve a ser lo importante, y no el día de llegada. Una situación de equilibrio, de momento. l viento no es propicio para quien no se dirige a ningún puerto, dice Montaigne. Nosotros, en cambio, sabemos quienes somos en la convivencia diaria, cumplimos unas promesas sencillas, nos acomodamos y adoptamos nuestro comportamiento al día, al mar y al viento. Nuestra preparación y nuestra voluntad procuran que las condiciones sean favorables antes de que ellos nos impongan su ley. También entonces tendremos la respuesta para aprender la lección de la vida en la travesía. Sabemos qué queremos y nos esforzamos en conseguirlo: nos dirigimos al puerto de la aventura y del conocimiento, de la satisfacción del trabajo realizado, de la armonía en la convivencia y de la seguridad. El ‘Creoula’ nos brinda la oportunidad única de tener vivencias intensas amparadas en su experiencia y tenemos muchos beneficios: disfrutar de lo singular, en grupo o en la soledad del combés; componer un diario que sea nuestra memoria y ordenar las ideas de los proyectos; realizar con responsabilidad las tareas, ser generosos en la conversación o, muy importante, quedar absortos ante el mar aclarado por la luna. La vivencia de lo singular es un signo de inteligencia y, cuando depende de los demás, también de generosidad. Viví momentos intensos al atardecer tras una jornada de montaña y tengo un recuerdo privilegiado de la salida de Portimâo en un encendido atardecer, del mar calmo bajo un sol ardiente rumbo a Ajaccio, de la travesía en un Atlántico frío, embravecido y lluvioso hacia Rouen o la placidez hacia Porto Santo. Y ya está el paso del Estrecho. Siempre compartí el sentimiento de que eran únicos. Si en esta travesía no captas lo singular y lo compartes y lo anotas en tu diario, larga el cuaderno, olvídate de esta empresa, vuelve a la sombra tumultuosa de la ciudad . Nosotros quedamos para que el ‘Creoula’ nos lleve hacia fructíferos aprendizajes antes de volver, cambiados, a un puerto que, ahora, está un poco más allá.
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