Ficha Estructuralismo en Lingüís

UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA: LINGÜÍSTICA
AÑO 2014
El estructuralismo en lingüística
* FICHA DE TRABAJO *
Selección y organización de textos:
Vanesa Condito
Material de cátedra de circulación interna
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO- FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA: LINGÜÍSTICA - AÑO 2014
FICHA DE TRABAJO: El estructuralismo en lingüística
En esta ficha de trabajo tenemos como objetivo presentar una mirada introductoria al
estructuralismo en tanto que perspectiva teórica fundacional de la lingüística moderna
que, en buena medida, parte de la lectura y revisión de la propuesta saussureana, y
cuyos postulados centrales han sido retomados y reorganizados en la mayoría de las
ciencias humanas a mediados del siglo XX .
En efecto, la ficha consiste en una selección y organización temática de distintos
fragmentos textuales que corresponden, por un lado, a escritos de los autores centrales
que –aun con sus diferencias relativas a las distintas escuelas (el funcionalismo de la
Escuela de Praga, la glosemática de la Escuela de Copenhague, la Escuela francesa, el
distribucionalismo norteamericano, etc.)– se enmarcan todos en la propuesta del
estructuralismo lingüístico y, por tanto, sostienen sus principales fundamentos,
principios y categorías (léase, los fragmentos de Hjelmslev, Jakobson, Trubetzkoy,
Martinet y Alarcos Llorach). Por otro lado, aquí también se inscriben fragmentos
pertenecientes no ya a ‘textos fuente’ sino a ‘lecturas clásicas’ del tema que nos
permiten organizar con mayor claridad y amplitud los ejes centrales de la mirada
estructural (léase los fragmentos de Benveniste, Milner, Peñalver Simó, Ducrot,
Greimas, Godel y Lévi-Strauss).
El recorrido de lectura propuesto se organiza en torno de tres grande ejes. En el
primero, de carácter introductorio (I), se plantea una breve historización y marco
temporal del estructuralismo (a), así como también se intenta dejar en claro la común
filiación y referencia de este punto de vista teórico respecto de la formulación
saussureana, y su ruptura en relación con la lingüística del siglo XIX (b). Asimismo, y en
tercer lugar, se plantean los principales argumentos que organizan el canon de
cientificidad que propone el estructuralismo: cuáles son sus presupuestos, cómo se da
la constitución del objeto y cuáles son los objetivos que se formula (c). Por otro lado, el
segundo eje de trabajo (II) supone un recorrido por las principales nociones teóricas
involucradas en esta perspectiva lingüística: sistema, estructura (a), unidades (b),
niveles (c) y relaciones (d). Por último, y como tercer núcleo de trabajo (III), se plantea
una breve revisión relativa a las formulaciones metodológicas involucradas: sus
principios, procedimientos y operaciones constitutivas.
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Finalmente, antes del planteo de la bibliografía, ofrecemos un índice de autores básico
a los fines de que el lector no interiorizado en el tema pueda orientarse en la referencia,
ubicación e inscripción de los fragmentos textuales planteados.
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I. INTRODUCCIÓN
a) Breve marco cronológico
(1) La fonología estructural es presentada públicamente en el Primer Congreso Internacional de
Lingüistas de La Haya, en 1928. Esta circunstancia marca la aparición del programa de
investigaciones estructuralista como programa científico para la lingüística (…).
La extensión del punto de vista estructural a otras ramas del saber diferentes de la lingüística
empezó muy tempranamente; Jakobson fue sin la menor duda uno de sus mayores artesanos.
En 1929, publica junto con Bogatyrev un artículo sobre el folclore donde ambos autores invocan
la oposición saussureana lengua / habla con el solo fin de asentar el estudio del folclore sobre
principios nuevos. Para que se inicie un programa de investigaciones sistemáticamente
extendido a objetos no lingüísticos es preciso esperar, no obstante, el encuentro de Jakobson y
Lévi-Strauss en Nueva York, en 1941. (…)
Desde el punto de vista de la lingüística, el programa termina, en rigor, con Chomsky y
Syntactic Structures (1957). EN los hechos, se necesitó un tiempo para comprender. Con la
gran síntesis de la fonología generativa, N. Chomsky y M. Halle, The Sound Pattern of English
(Nueva York: Harper & Row, 1968) quedó claro, sin embargo, que el programa estructuralista
había tenido existencia tanto en la fonología como en la sintaxis y, por tanto, en la lingüística
entera.
Las extensiones del programa a objetos no lingüísticos no podían dejar de verse afectadas por
la ruptura iniciada en 1957. Los actores capitales del programa habían tomado progresiva
conciencia de ello y singularmente Lévi-Strauss, sin duda ya en El pensamiento salvaje (1962).
La aparición de una forma completa de fonología no estructural no hacía más que confirmar
conclusiones ya esbozadas. Así, pues, puede fecharse en 1968 el fin del estructuralismo como
programa de investigación en su conjunto, una vez establecido que el quebrantamiento empezó
con anterioridad. (Milner, 2003: 183-185)
b) La ruptura saussureana
(2) A menudo se ha subrayado el carácter exclusivamente histórico que daba su carácter a la
disciplina durante todo el siglo XIX y principios del XX. La historia como perspectiva necesaria y
la sucesividad como principio de explicación, la fragmentación de la lengua en elementos
aislados y la búsqueda de leyes de evolución propias de cada uno: tales eran los caracteres
dominantes de la doctrina lingüística (…). Era consecuencia, a la vez, de la inspiración
evolucionista que penetraba en aquel entonces todas las disciplinas, y de las condiciones en
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que la lingüística nació. La novedad del punto de vista saussureano, uno de los que más
hondamente han actuado, fue adquirir conciencia de que el lenguaje en sí mismo no incluye
ninguna dimensión histórica, que es sincronía y estructura, y que no funciona sino en virtud de
su naturaleza simbólica. No es tanto la consideración histórica la que es por ello condenada,
sino cierta manera de ‘atomizar’ la lengua y mecanizar la historia. El tiempo no es el factor de la
evolución, no es más que el marco. La razón del cambio que afecta a tal o cual elemento de la
lengua está por una parte en la naturaleza de los elementos que la componen un momento
dado, por otra en las relaciones de estructura que hay entre dichos elementos (…). Esto pone
ya de relieve la importancia primordial de la noción de sistemas y de la solidaridad restaurada
entre todos los elementos de una lengua. (Benveniste, 2007 [1971]: 6-7).
(3) Los lingüistas tienen que ser conscientes de “lo que hacen”. Estas palabras aparecen
subrayadas en una carta del 4 de enero de 1894 dirigida [por Saussure] a Meillet y se repiten en
un cuaderno de noviembre del mismo año. Saussure quería decir que los que hablan del
lenguaje y explican hechos lingüísticos no tienen una idea cabal del objeto mismo que están
analizando. Vimos que probablemente había sentido este defecto en sus años de estudiante en
Leipzig y Berlín, lo cual lo incitó a encarar el problema por su cuenta, y no es extraño que, en
vez de un método elaborado de análisis del habla, haya logrado más bien, como justamente lo
expresa Bloomfield, una “demostración de principios fundamentales”. Primero rechazó por
incoherente todo lo que había aprendido o lo que se le había enseñado: conceptos, métodos y
terminología. Como Descartes, arrancó de una duda radical y advirtió que en el habla humana
no hay un objeto definido que se preste para la observación y el análisis; sólo hay un fenómeno
sumamente complejo, que entraña procesos físicos y psicológicos, libertad individual y coerción
social, cambio y estabilidad. Un fenómenos así no es apto para la clasificación o descripción;
por lo tanto, el primer planteo científico es hacer distinciones. ¿Qué es lo esencial del habla
humana? ¿Qué es lo primordial? ¿Qué es lo real? Sólo sobre la base de criterios válidos
pueden contestarse estas preguntas y formularse las distinciones. Entonces, antes de aplicar el
método experimental que fuere, debemos formular una teoría del habla humana. La razón debe
operar para elaborar los principios; sería inútil tratar de estudiar y explicar hechos mientras está
en discusión su naturaleza misma. Saussure, presenta, pues, un enfoque filosófico del leguaje.
(Godel, 1971 [1966]: 41)
(4) Todo problema de la lingüística presaussureana se planteaba en términos del acto
individual. El problema definitivo y capital era la causa del cambio lingüístico, que se buscaba
en las variantes y deslices de la pronunciación, en las asociaciones espontáneas, en la acción
de la analogía. Como último análisis, en la lingüística presaussureana todo se remite a la acción
del individuo: el lenguaje se reduce a la suma de los actos individuales. Esto es lo que
constituye a la vez la profunda diferencia con la nueva teoría y el punto de contacto que ésta
debía explotar para hacerse entender. De este modo, admitiendo la importancia del acto
individual y su papel decisivo para el cambio, y haciendo así amplia concesión a las
investigaciones tradicionales, Saussure logró establecer algo que difiere radicalmente de ellas:
una lingüística estructural, una Gestaltlinguistik destinada a reemplazar, o por lo menos a
completar la lingüística puramente asociativa de entonces. (Hjelmslev, 1971: 124)
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(5) El análisis estructural de un campo fenoménico consiste en mostrar que existe un orden (el
sistema) cuyo principio explicativo se encuentra en la configuración subyacente (la estructura)
que lo define en su singularidad y su variabilidad. La aportación de Saussure ha consistido
sobre todo en definir el estatuto de sistema como totalidad, y el de la unidad como diferencia.
(Peñalver Simó, 1972: 70)
(6) El punto de vista inmanente, el considerar el lenguaje como fin en sí mismo, no se ha
aplicado hasta tiempos muy recientes. Fue Ferdinand de Saussure, si no el primero ni el único,
el que con mayor claridad insistió en la necesidad de estudiar el lenguaje desde un punto de
vista lingüístico. Ante todo, estableció una tajante división metodológica: la lengua puede ser
considerada o bien como un estado de fenómenos simultáneos, o bien como una evolución de
fenómenos sucesivo (…). Por otro lado, la distinción saussureana de lengua y habla, de un
sistema de signos adoptado por un grupo social para su intercomunicación y del uso individual
de ese sistema, delimita aun más el campo científico de la ‘gramática’. La gramática será el
estudio de un estado de lengua dado, sin atender al uso particular que los individuos hacen de
él. (Alarcos Llorach, 1990 [1951]: 13-14)
(7) Creemos que la originalidad de la contribución de Ferdinand de Saussure reside en la
transformación de una visión de mundo que era propia de él –y que consiste en captar al
mundo como una amplia red de relaciones, como una arquitectura de formas cargadas de
sentido y que llevan en sí mismas su propia significación– en una teoría del conocimiento y una
metodología lingüística. (…) Saussure supo experimentar el valor epistemológico de su
postulado aplicándolo a una ciencia particular del hombre: la lingüística. Partiendo del concepto
lingüístico de significante, indisolublemente ligado al de significado (este último sólo conocido
gracias a él), de la noción de lengua, ese ser de doble rostro, concebida como “una forma y no
(como) una sustancia”, se efectúa el paso de la lingüística a las otras ciencias humanas, la
extrapolación metodológica del saussurismo, y se afirma el postulado saussureano de un
mundo estructurado, captable en sus significaciones. (Greimas, 1971 [1956]: 24-25)
(8) Toda la empresa de Saussure consiste, pues, en mostrar el reconocimiento de la
organización presupuesta en el del elemento y la organización más compleja presente, a su
vez, implícitamente en la organización más simple. Para Saussure, el sistema lingüístico no
está construido por ensamble de elementos preexistentes; no se trata de ordenar un inventario
dado en desorden, de ajustar las piezas de un rompecabezas. El descubrimiento de los
elementos y el del sistema constituyen una tarea única. (Ducrot, 1975 [1968]: 62)
c) La lingüística estructural como ciencia: presupuestos, objeto, objetivos
(9) Entendemos por lingüística estructural un conjunto de investigaciones que descansan sobre
la hipótesis de que es científicamente legítimo describir el lenguaje como si fuera esencialmente
una entidad autónoma de dependencias internas o, en una palabra, una estructura.
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Insistamos ante todo sobre el carácter hipotético de esta proposición inicial. En efecto, el
enunciado que acabamos de formular no tiene el carácter de un dogma o juicio apriórico (…).
Se trata, pues, de una hipótesis, susceptible de un control de verificación. Y una hipótesis se
verifica solo por la investigación. La investigación tiene por fin establecer todas las
proposiciones que sea posible y útil enunciar y mantener sobre el objeto examinado, y el
control consiste en comprobar si estas proposiciones están o no en contradicción con la
hipótesis inicial. De ahí se deduce que el trabajo propuesto en material de lingüística estructural
no s ni especulativo ni subjetivo, y que tiene forzosamente el carácter positivo y objetivo de una
investigación.
Exenta de todo dogmatismo, la lingüística estructural se abstiene, pues, igualmente de toda
especulación metafísica y las apreciaciones subjetivas de una estética estéril e imprecisa. La
lingüística estructural sustituirá la ‘filosofía del lenguaje’ de antaño con una investigación
positiva y científica.
(…)
Al ‘realismo ingenuo’ que predomina en la vida cotidiana y que ha predominado hasta aquí en la
lingüística, la lingüística estructural propone añadir, a título de ensayo, una concepción
funcional, que ve en las funciones (en el sentido lógico-matemático de este término), es decir,
en las dependencias, el verdadero objeto de la investigación científica.
La hipótesis de que hemos partido implica que, en el interior del lenguaje, es precisamente la
lengua, y no el habla, lo que constituye el objeto específico de la lingüística estructural.
Por objeto específico queremos indicar el objeto al cual tendemos, el objeto que nos
proponemos detectar. El objeto estudiado, el objeto del que partirnos para detectar el objeto
considerado, es necesariamente más amplio y debe comprender esta manifestación de la
lengua que es el habla. La lingüística estructural estudia el lenguaje para detectar en él la parte
esencial, que es, según la hipótesis, una entidad autónoma de dependencias internas. Esta
parte esencial del lenguaje es la lengua; la lengua y solo ella corresponde a esta definición.
Precisamente por esto la lengua constituye el objeto específico de nuestra disciplina, y el habla
interesa sólo porque entra en el lenguaje del que la lengua forma igualmente parte. La
lingüística estructura puede, en este sentido, inspirarse en la frase final del Cours de F. de
Saussure: “La lingüística tiene como único y verdadero objeto la lengua considerada en sí
misma y por sí misma”.
(…)
La lingüística estructural, que representa la fase más nueva y actual de la lingüsítica moderna,
se ve organizada siempre sobre sus propias bases, y reclama sus derechos de disciplina
autónoma. Será, desde cierto punto de vista, independiente de otros puntos de vista posibles o
necesarios en materia lingüística. Apuntando a objetivos que no han sido enfocados antes,
piensa constituirse de la manera más sólida haciendo tabla rasa de cuanto la precede.
Constituye un nuevo punto de partida. Se encuentra en los comienzos y es lógico pretender que
antes de los comienzos no hay nada. (Hjelmslev, 1972 [1959]: 27-33)
(10) (…) La lingüística, como disciplina, revela una fuerte preocupación epistemológica. Más
que ninguna otra generó proposiciones acerca de su método, acerca de la naturaleza de sus
razonamientos, de sus datos, etc. Hasta el punto de que los clásicos de la lingüística son o
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deberían ser también clásicos de la epistemología. Hasta el punto de que en la década de 1960
se llegó a pensar que la lingüística bastaba por sí sola para fundar un nuevo tipo de
racionalidad y una figura específica de la cientificidad, independiente de la que trazan las
ciencias de la naturaleza. Poco importa, al fin y al cabo, que el estructuralismo sea cosa del
pasado: el hecho de que fuera posible, de que a partir de él se hayan construido modelos de
inteligibilidad supuestamente válidos para cualquier objeto (recordemos, por lo demás, la
fecundidad de que dieron pruebas algunos de estos modelos), todo esto indica una articulación
particular entre la cuestión de la lingüística y la cuestión de la ciencia. (Milner, 2000 [1989]: 1112)
(11) Decir que la lingüística tiende a hacerse científica, no es sólo insistir en la necesidad de
rigor que es común a todas las disciplinas. Se trata de ante todo un cambio de actitud hacia el
objeto, que se definiría por un esfuerzo de formalizarlo. En el origen de esta tendencia es
reconocible una influencia doble: la de Saussure en Europa, la de Bloomfield en América.
(Benveniste, 2007 [1971]: 8)
(12) La lingüística es el estudio científico del lenguaje humano. Un estudio se llama científico
cuando se funda sobre la observación de los hechos y se abstiene de proponer una selección
entre estos hechos en nombre de ciertos principios estéticos o morales. ‘Científico’ se opone,
pues, a ‘prescriptivo’ (Martinet, 1984 [1968]: 12)
(13) Para establecer una verdadera lingüística que sea algo más que una ciencia auxiliar o
derivada, es preciso actuar de otro modo. La lingüística ha de esforzarse por comprender el
lenguaje no como un conglomerado de hechos no lingüísticos (físicos, fisiológicos, psicológicos,
lógicos, sociológicos), sino como una totalidad autosuficiente, como una estructura sui generis.
Sólo de este modo puede el lenguaje por sí mismo someterse a tratamiento científico (…). Lo
que se necesita es una teoría lingüística que descubra y enuncie las premisas de tal lingüística,
que establezca sus métodos e indique el camino. El presente trabajo constituye los
prolegómenos de semejante teoría. El estudio del lenguaje, con sus múltiples metas, en lo
esencial trascendentes, tiene muchos seguidores; la teoría, con su meta inmanente, pocos.
(Hjelmslev, 1972 [1943]: 14-15)
(14) Una teoría lingüística que trate de hallar la estructura específica del lenguaje a través de un
sistema de premisas exclusivamente formal, aun teniendo siempre en cuenta las fluctuaciones y
cambios del lenguaje hablado, habrá de negarse, necesariamente, a conceder valor exclusivo a
estos cambios; habrá de perseguir una constancia que no se apoye en ninguna ‘realidad’
exterior al lenguaje –una constancia que haga a una lengua lengua, cualquiera que sea, y que
haga a una lengua idéntica a sí misma en todas sus diversas manifestaciones– (…). La
búsqueda de tal constancia agrupadora e integradora estará seguramente en oposición con
cierta tradición humanística que, de variada guisa, ha predominado hasta ahora en la ciencia
lingüística. Esta tradición humanística, en su forma típica, niega a priori la existencia de tal
constancia y la legitimidad de su búsqueda. (Hjelmslev, 1972 [1943]: 18-19)
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(15) La meta de la teoría lingüística es probar, en lo que parece un objeto altamente alentador,
la tesis de que todo proceso tiene un sistema subyacente –y toda fluctuación una constancia
subyacente–. (Hjelmslev, 1972 [1943]: 21)
(16) La lingüística quiere deshacerse de los apoyos que hallaba en marcos ya establecidos o
disciplinas vecinas. Rechaza toda visión a priori de la lengua para construir sus nociones
directamente sobre el objeto. Esa actitud debe acabar con la dependencia, consciente o no, de
la lingüística con la historia por una parte, con la psicología, por otra. Si la ciencia del lenguaje
tiene que elegirse modelos, será en las disciplinas matemáticas o deductivas que racionalizan
por completo su objeto reduciéndolo a un conjunto de propiedades objetivas provistas de
definiciones constantes. Es decir, se tornará más y más formal, al menos en el sentido en que el
lenguaje consistirá en la totalidad de sus formas observables. (Benveniste, 2007 [1971]: 9-10)
(17) En el conjunto de las ciencias sociales, del cual indiscutiblemente forma parte, la lingüística
ocupa sin embargo un lugar excepcional: no es una ciencia social como las otras, sino la que,
con mucho, ha realizado los mayores progresos; sin duda la única que puede reivindicar el
nombre de ciencia y que, al mismo tiempo, ha logrado formular un método positivo y conocer la
naturaleza de los hechos sometidos a su análisis. Esta situación privilegiada entraña algunas
obligaciones: el lingüista verá que, a menudo, investigadores de disciplinas vecinas pero
diferentes se inspiran en su ejemplo e intentan seguir su camino (…). [La fonología] Ella no
solamente ha renovado las perspectivas lingüísticas: una transformación de esta magnitud no
se limita a una disciplina particular. La fonología no puede dejar de cumplir, respecto de las
ciencias sociales, el mismo papel que la física nuclear, por ejemplo, ha desempeñado para el
conjunto de las ciencias exactas. ¿En qué consiste esta revolución, cuando tratamos de
analizarla en sus consecuencias más generales?
N. Trubetzkoy, el ilustre maestro de la fonología, nos proporcionará la respuesta a esta
pregunta. En un artículo-programa, Trubetzkoy (1933) reduce en suma el método fonológico a
cuatro pasos fundamentales: en primer lugar, la fonología pasa del estudio de los fenómenos
lingüísticos "conscientes" al de su estructura "inconsciente"; en segundo lugar, rehúsa tratar los
"términos" como entidades independientes, y toma como base de su análisis, por el contrario,
las "relaciones" entre los términos; en tercer lugar, introduce la noción de "sistema": “la
fonología actual no se limita a declarar que los fonemas son siempre miembros de un sistema;
ella ‘muestra’ sistemas fonológicos concretos y pone en evidencia su estructura”; en fin, por
último, busca descubrir "leyes generales" ya sea que las encuentre por inducción o bien
"deduciéndolas lógicamente, lo cual les otorga un carácter absoluto". De esta manera y por
primera vez, una ciencia social logra formular relaciones necesarias. Tal es el sentido de la
última frase de Trubetzkoy, mientras que las reglas precedentes muestran cómo debe operar la
lingüística para obtener ese resultado. (Levi-Strauss, 1968 [1945]: 29)
(18) Considerar la lengua (o cada parte de una lengua, fonética, morfología, etc.) como un
sistema organizado por una estructura por revelar y describir, es adoptar el punto de vista
‘estructuralista’. (Benveniste, 2007 [1971]: 96)
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(19) Ya aquí se ve cuánto difiere esta concepción de la lingüística de la que imperaba antes. La
noción positivista del ‘hecho’ lingüístico es sustituida por la de ‘relación’. En lugar de considerar
cada elemento en sí y buscar la ‘causa’ en un estado más antiguo, se considera como parte de
un conjunto sincrónico; el atomismo deja sitio al estructuralismo. (Benveniste, 2007 [1971]: 24)
II. NOCIONES BÁSICAS DE LA LINGÜÍSTICA ESTRUCTURAL: sistema; estructura;
unidades; niveles; relaciones
a) Sistema y Estructura
(20) La famosa distinción saussureana entre lengua y habla está investida de un verdadero
valor epistemológico: asevera que al habla, que se despliega indefinidamente en la duración,
corresponde un sistema lingüístico anterior que es el único en posibilitar la comunicación;
Hjelmslev formula esta distinción en términos más generales, pues plantea como punto de
partida que todo proceso siempre presupone un sistema subyacente. (Greimas, 1971 [1956]:
26)
(21) El principio de la ‘estructura’ como objeto de estudio fue enunciado, poco antes de 1930,
por un grupo restringido de lingüistas que se proponían reaccionar así contra la concepción
exclusivamente histórica de la lengua, contra una lingüística que disociaba la lengua en
elementos aislados y se ocupaba de seguir las transformaciones de éstos. Existe consenso en
considerar que el manantial de este movimiento estuvo en la enseñanza F. de Saussure en
Ginebra (…) Saussure ha sido llamado y con razón el precursor del estructuralismo moderno
(…). Importa señalar, para una descripción exacta de este movimiento de ideas que no hay que
simplificar, que Saussure jamás empleó, en ningún sentido, la palabra ‘estructura’. A sus ojos, la
noción esencial es la de sistema. La novedad de su doctrina reside ahí, en esa idea, rica en
implicaciones que hizo falta mucho tiempo para desarrollar: que la lengua forma un sistema (…)
Y sobre todo, Saussure enuncia la primacía del sistema por sobre todos los elementos que lo
componen. (Benveniste, 2007 [1971]: 91-92)
(22) Se advertirá que estructura se determina como ‘estructura de un sistema’. (Benveniste,
2007 [1971]: 96)
(23) (…) es estructura una entidad autónoma de dependencias internas. Estructura se emplea
aquí “para designar por oposición a una simple combinación de elementos, un todo formado por
fenómenos solidarios, tales que cada uno depende de los otros y sólo puede ser lo que es en y
por su relación con ellos. Esta idea es también el centro de lo que se llama teoría de las formas”
(Lalande, 1932: 117). La teoría de la forma o teoría de las formas “consiste en considerar los
fenómenos no tanto como una suma de elementos que se trata ante todo de aislar, analizar,
disecar, cuanto como conjuntos (Zusammenhänge) que constituyen unidades autónomas que
manifiestan una solidaridad interna y tienen leyes propias. Se deduce de ello que la manera de
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ser de cada elemento depende de la estructura del conjunto y de las leyes que lo rigen. No
psicológicamente, ni fisiológicamente, el elemento preexiste al conjunto: no es ni más inmediato
ni más antiguo; el conocimiento del todo y sus leyes no podría deducirse del conocimiento
separado de las partes que en él se encuentran” (Lalande, Op. Cit.: 55). Añadamos aún una
cita: hay que entender la idea de forma “sobre el modelo de un sistema al que no se puede
quitar ni añadir una parte sin alterar las otras o sin determinar una reagrupación general”
(Guillaume, 1925: 729). Precisamente sobre una idea idéntica se funda la lingüística estructural
(Hjelmslev, 1972 [1959]: 130-131)
(24) El principio fundamental es que la lengua constituye un sistema cuyas partes todas están
unidas por una relación de solidaridad y de dependencia. Este sistema organiza unidades -los
signos articulados- que se diferencian y delimitan mutuamente. La doctrina estructuralista
enseña el predominio del sistema sobre los elementos, aspira a deslindar la estructura del
sistema a través de las relaciones de los elementos, tanto en la cadena hablada como en los
paradigmas formales, y muestra el carácter orgánico de los cambios a los cuales la lengua está
sometida. (Benveniste, 2007 [1971]: 98)
(25) Estructura es uno de los términos esenciales de la lingüística moderna, uno de los que
todavía tienen valor programático (…) Puede significar dos cosas diferentes. Se entiende por
estructura, particularmente en Europa, la disposición de un todo en partes y la solidaridad
demostrada entre las partes del todo que se condicionan mutuamente; para la mayoría de los
lingüistas norteamericanos será la repartición de los elementos tal como se verifica, y su
capacidad de asociación o de sustitución. (Benveniste, 2007 [1971]: 10)
(26) De la base a la cúspide, desde los sonidos hasta las formas de expresión más complejas,
la lengua es una disposición sistemática de partes. Se compone de elementos formales
articulados en combinaciones variables, según ciertos principios de estructura. He aquí el
segundo término clave de la lingüística: la estructura. Por ello se entiende en primer término, la
estructura del sistema lingüístico, descubierta progresivamente a partir de esta observación:
que la lengua no comprende jamás sino un número de elementos básicos, pero que dichos
elementos se prestan a gran cantidad de combinaciones (…) Ahora, el análisis metódico lleva a
reconocer que una lengua no se queda más que con una parte pequeña de las combinaciones,
harto numerosas en teoría, que resultarían de estos elementos mínimos libremente acoplados.
Esta restricción perfila ciertas configuraciones específicas variables según los sistemas
lingüísticos considerados. Es esto ante todo lo que se entiende por estructura: tipos particulares
de relaciones que articulan las unidades de determinado nivel. (Benveniste, 2007 [1971]: 23)
(27) Como una estructura es por definición una trama de dependencias o funciones (en la
acepción lógico-matemática del término), será la tarea primordial de la lingüística estructural
estudiar las funciones y sus clases. Se tratará de hacer una síntesis de las clases de relaciones
necesarias y suficientes para poder de la forma más simple y completa a la vez toda estructura
semiológica, tarea que precede lógicamente a todas las demás. (Hjelmslev, 1971: 124)
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b) Unidades
(28) Para restablecer la originalidad de los sistemas que se manifiestan en los diferentes
estados lingüísticos, Saussure tenía que atacar, pues, la misma noción de elemento, porque
ella era el fundamento de los historiadores. Hay un tema que vuelve constantemente en el
Curso de Lingüística General: la idea de que los elementos lingüísticos no son datos, que el
lingüista no encuentra e entrada, en el texto que estudia, la indicación evidente de las unidades
con las que ese texto está construido. Para reconocerlas es necesaria toda una investigación
que constituye la etapa más difícil y más decisiva del trabajo descriptivo. Más aún el
descubrimiento de los componentes reales de un lenguaje se identificaría, según Saussure, con
el de sus relaciones mutuas y finalmente con el reconocimiento de una organización lingüística
(…). La aportación propia de Saussure al estructuralismo lingüístico consiste, según nosotros,
en el hecho de presuponer el sistema en el elemento. (Ducrot, 1975 [1968]: 51)
(29) Un sistema está constituido por una serie de unidades organizadas, de modo que las unas
dependen de las otras. Estas unidades no son nada aisladamente, sino sólo en el conjunto del
que forman parte; no son entidades positivas, sino negativas, al ser lo que son por su diferencia
respecto las demás. Cada una de estas unidades tiene un valor relativo, ya que depende del
valor de las demás entidades; no pueden ser definidas absolutamente. La lengua está, pues,
constituida por un sistema de valores. (Alarcos Llorach, 1990 [1951]: 17).
(30) Cada una de las unidades de un sistema se define así por el conjunto de las relaciones que
sostiene con otras unidades, y por las oposiciones en que participa; es una entidad relativa y
opositiva, decía Saussure. Se abandona la idea de que los datos de la lengua valen por sí
mismos y son ‘hechos’ objetivos, magnitudes absolutas. En realidad las unidades lingüísticas
(…) no valen sino en tanto que elementos de una estructura. Es primero que nada el sistema el
que hay que deslindar y describir. Se elabora así una teoría de la lengua como sistema de
signos y como arreglo de unidades jerarquizadas. (Benveniste, 2007 [1971]: 23)
(31) El reconocimiento de este hecho de que la totalidad no consta de cosas sino de relaciones,
y de que no es la sustancia, sino sus relaciones internas y externas quienes tienen existencia
científica, no es, por supuesto, nuevo para la ciencia, pero puede ser nuevo para la ciencia
lingüística. La aserción de que los objetos son algo distinto que los términos de las relaciones
es un axioma superfluo y, consecuentemente, una hipótesis metafísica de la que hemos de
liberar a la ciencia lingüística. (Hjelmslev, 1972 [1943]: 41)
(32) El registro, con ayuda de instrumentos, de los factores acústico-motores objetivos de
imágenes acústico-motrices subjetivas es fundamental a título indicativo de las
correspondencias objetivas de valores lingüísticos. Estos hechos objetivos no tienen más que
una relación indirecta con la lingüística, por lo que no se les identifica con los valores
lingüísticos. Por otra parte, las imágenes acústico-motrices son sólo elementos de un sistema
lingüístico cuando cumplen una función diferenciadora de significados en este sistema. El
contenido sensorial de tales elementos fonológicos es menos esencial que sus relaciones
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recíprocas en el seno del sistema (principio estructural del sistema fonológico). (Círculo
Lingüístico de Praga, 1970 [1929]: 22.23)
(33) El significante de la lengua consiste en una cantidad de elementos cuya esencia reside en
el hecho de distinguirse unos de otros. Cada palabra debe diferenciarse por medio de algo, de
todas las otras palabras de una misma lengua. Pero la lengua posee solo una cantidad limitada
de tales medios de diferenciación, y como esta cantidad es mucho menor que el número de
palabras, éstas deben consistir en combinaciones de elementos de diferenciación (‘marcas’,
según la terminología de K. Bühler). Pero, por otra parte, no son admisibles todas las
combinaciones imaginables de tales elementos. Su combinación está regida por leyes
especiales, distintas para cada lengua. La tarea de la fonología ha de ser la de investigar cuáles
son las diferencias fónicas que, en una lengua dada, están ligadas a diferencias de
significación, cómo se comportan unos con respecto a otros los elementos de diferenciación (o
marcas), y de acuerdo con qué reglas pueden combinarse para formar palabras y oraciones.
(Trubetzkoy, 1973 [1939]: 9-10)
(34) En primer término, la r [en francés] podría definirse: 1) por pertenecer a la categoría de las
consonantes, definida como determinante de la de las vocales; 2) por pertenecer a la
subcategoría de las consonantes que admiten indistintamente la posición inicial (p. ej. rue) y la
final (p. ej. part-tir); 3) por pertenecer a la subcategoría de las consonantes contiguas a las
vocales (la r puede ocupar el segundo lugar en un grupo inicial [p. ej. trappe] pero no el primero
y el primer lugar en un grupo final, pero no el segundo); y 4) por entrar en conmutación con
algunos otros elementos que comparten estas mismas categorías (p. ej. l). Esta definición de la
r francesa basta para determinar su papel en el mecanismo interno (redes de relaciones
sintagmáticas y paradigmáticas) de la lengua considerada como esquema [cfr. supra: la lenguaforma pura]: opone la r a los demás elementos que pertenecen a la misma categoría por el
hecho funcional de la conmutación; lo que la distingue de esos otros elementos no es su calidad
propia y positiva, sino el simpe hecho de no confundirse con ellos. Opone la categoría a la que
pertenece r a las demás categorías, por las funciones que respectivamente las definen. De este
modo, la r francesa se define como una entidad oposicional, relativa y negativa; la definición
dada no le atribuye cualidad positiva alguna. Implica que es un elemento realizable, no algo
realizado. Deja abierta la vía a cualquier manifestación. (Hjelmslev, 1971: 126-127)
c) Niveles
(35) El enunciado se define como una combinación de elementos; el código presenta una serie
de órdenes jerarquizados (fonemático, morfemático, frástico), en los que cada unidad
(segmento) está determinada por sus combinaciones en el orden superior. Los fonemas se
relacionan por sus combinaciones en el orden de los morfemas y los morfemas por su
funcionamiento en la frase. Los diversos métodos estructurales no se distinguen entonces sino
por el número de niveles operatorios que reconocen o por el valor que conceden a la diferencia
entre dos de estos niveles. Así, A. Martinet considera que existe una diferencia cualitativa entre
el orden fonemático (fonemas) y el orden morfemático (morfemas). Y la interpreta como una
12
doble articulación del lenguaje: una no significativa y la otra significativa, siendo la del fonema la
segunda, en relación con la del monema. E. Benveniste, con la escuela de Praga, establece
sobre todo una diferencia de naturaleza entre el fonema y sus rasgos pertinentes: el primero
aparece de manera lineal en la cadena del habla y los otros se manifiestan simultáneamente.
(Dubois, 1968: 6)
(36a) Una lengua es un instrumento de comunicación con arreglo al cual la experiencia humana
se analiza de modo diferente en cada comunidad, en unidades dotadas de un contenido
semántico y de una expresión fónica, los monemas. Esta expresión fónica se articula a su vez
en unidades distintivas y sucesivas, los fonemas, en número determinado en cada lengua, cuya
naturaleza y relaciones mutuas difieren también de una lengua a otra. (Martinet, 1984 [1968]:
§1.14.)
(36b) Se oye decir con frecuencia que el lenguaje humano es articulado. Los que así se
expresan tendrían probablemente dificultad para definir exactamente lo que ellos entienden por
esto. Pero no hay duda de que este término responde a un rasgo que caracteriza efectivamente
a todas las lenguas. Conviene, no obstante, precisar esta noción de articulación del lenguaje y
tener en cuenta que se manifiesta en dos planos diferentes; cada una de las unidades que
resultan de una primera articulación es a su vez articulada en unidades de otro tipo. La primera
articulación del lenguaje es aquella con arreglo a la cual todo hecho de experiencia que se vaya
a transmitir, toda necesidad que se desee hacer conocer a otra persona, se analiza en una
sucesión de unidades, dotadas cada una de una forma vocal y de un sentido.
Si sufro dolores de cabeza puedo manifestarlo por gritos. (…) La situación es distinta si
pronuncio la frase me duele la cabeza. Aquí ninguna de las cuatro unidades sucesivas, me,
duele, la, cabeza, corresponde a lo que tiene de específico mi dolor. Cada una de citas puede
encontrarse en cualquier otro contexto para comunicar otros hechos de experiencia: duele, por
ejemplo, en duele la ingratitud, y cabeza, en se ha puesto a la cabeza (…). Algunos millares de
unidades, como cabeza, duele, la, me, ampliamente combinadas nos permiten hacer más
comunicaciones que las que se podrían conseguir con millones de gritos inarticulados
diferentes (…). Cada una de estas unidades de la primera articulación presenta, como hemos
visto, un sentido y una forma vocal (o fónica). Pero no puede ser analizada en unidades
sucesivas mis pequeñas dotadas de sentido. El conjunto cabeza quiere decir «cabeza» y no se
puede atribuir a ca-, a -be- y a -za, sentidos distintos cuya suma sea equivalente a «cabeza ».
Pero la forma vocal es analizable en una sucesión de unidades, cada una de las cuales
contribuye a distinguir cabeza de otras unidades como cabete, majeza o careza. Esto es lo que
se designará como la segunda articulación del lenguaje. En cabeza, estas unidades son seis;
podemos representarlas por medio de letras que, por acuerdo, son colocadas entré barras
oblicuas, esto es, /kabc0a/. Es evidente la economía que representa esta segunda articulación.
(…) Las unidades que ofrece la primera articulación, con su significado y su significante, son
signos, mejor dicho, signos mínimos, pues ninguno de ellos podría ser analizado en una
sucesión de signos. No existe un término universalmente admitido para designar estas
unidades. Emplearemos aquí el de monema. Como cualquier otro signo, el monema es una
unidad de dos caras; por una parte, el significado, su sentido o su valor, y por otra parte, el
13
significante, que reviste forma fónica y que está compuesto de unidades de la segunda
articulación. Estas últimas son llamadas fonemas. (Martinet, 1984 [1968]: 22-25)
(37) La noción de nivel nos parece esencial en la determinación del procedimiento de análisis.
Sólo ella es adecuada para hacer justicia a la naturaleza articulada del lenguaje y al carácter
discreto de sus elementos; ella sola puede permitirnos, en la complejidad de las formas, dar con
la arquitectura singular de las partes del todo. El dominio en que la estudiaremos es el de la
lengua como sistema orgánico de signos lingüísticos. El procedimiento entero del análisis tiende
a delimitar los elementos a través de las relaciones que los unen. Este análisis consiste en dos
operaciones que se gobiernan una a otra y de las que dependen todas las demás: 1] la
segmentación; 2] la sustitución. Sea cual fuere la extensión del texto considerado, es preciso
segmentarlo primero en porciones cada vez más reducidas hasta los elementos no
descomponibles. Paralelamente se identifican tales elementos por las sustituciones que
admiten.
(…) Alcanzamos así, por los procedimientos descritos, los dos niveles inferiores del análisis, el
de las entidades segmentables mínimas, los fonemas, el nivel fonemático, y el de los rasgos
distintivos, que proponemos llamar merismas (gr. merisma, -utos, "delimitación"), el nivel
merismático.
Definimos empíricamente su relación de acuerdo con su posición mutua, como la de dos niveles
alcanzados sucesivamente, produciendo la combinación de los merismas el fonema,
descomponiéndose el fonema en merismas. Pero ¿cuál es la condición lingüística de esta
relación? La encontraremos si llevamos el análisis más adelante y, en vista de que no podemos
descender más, apuntando al nivel superior. Tenemos entonces que operar sobre porciones de
textos más largas y averiguar cómo realizar las operaciones de segmentación y de sustitución
cuando no se trata ya de obtener las más pequeñas unidades posibles, sino unidades de mayor
extensión.
(…) Del fonema se pasa así al nivel del signo, identificándose éste según el caso con una forma
libre o con una forma conjunta (morfema). Para comodidad de nuestro análisis podemos
descuidar esta diferencia, y clasificar los signos como una sola especie, que coincidirá
prácticamente con la palabra. Permítasenos, siempre por mor de la comodidad, conservar este
término vituperado e irremplazable.
La palabra tiene una posición funcional intermedia que se debe a su naturaleza doble. Por una
parte se descompone en unidades fonemáticas que son de nivel inferior; por otra entra, a título
de unidad significante y con otras unidades significantes, en una unidad de nivel superior. (…)
Con las palabras, y luego con grupos de palabras, formamos frases. (Benveniste, 2007 [1971]:
118-123)
d) Relaciones sintagmáticas y relaciones asociativas
(38) En efecto, las unidades de la lengua participan de dos planos: sintagmático, cuando se las
considera en su relación de sucesión material en el seno de la cadena hablada; paradigmático,
cuando son planteadas en relación de sustitución posible, cada una en su nivel y en su clase
formal. Describir estas relaciones, definir estos planos, es referirse a la estructura formal de las
14
lenguas; y formalizar así la descripción es -sin paradoja- hacerla más y más concreta,
reduciendo la lengua a los elementos significativos de que se constituye únicamente y
definiendo esos elementos por su mutua relevancia. En lugar de una serie de ‘acontecimientos’
singulares, innumerables, contingentes, obtenemos un número finito de unidades y podemos
caracterizar una estructura lingüística por su repartición y combinaciones posibles.
(Benveniste, 2007 [1971]: 24)
(39) Hablar supone seleccionar determinadas entidades lingüísticas y combinarlas en unidades
de un nivel de complejidad más elevado. Esto se ve claramente a nivel léxico: el hablante
selecciona palabras y las combina formando frases de acuerdo con el sistema sintáctico del
lenguaje que emplea y, a su vez, las oraciones se combinan en enunciados. Pero el hablante
no es en modo alguno totalmente libre en su elección de palabras; ha de escoger (excepto en el
caso infrecuente de un auténtico neologismo) de entre las que le ofrece el repertorio léxico que
tiene en común con la persona a quien se dirige (…). Así, el acto de hablar requiere para ser
eficaz que aquellos que intervienen en él utilicen un código común.
(…) Por tanto, en la combinación de unidades lingüísticas se sigue una escala de libertad
creciente. En la combinación de rasgos distintivos para constituir fonemas, la libertad del
hablante individual es nula; el código tiene ya establecidas todas las posibilidades utilizables en
un lenguaje dado. La libertad de combinar los fonemas en palabras se circunscribe al caso
marginal de la acuñación de términos. El hablante se halla menos coartado cuando se trata de
formar frases con palabras. Y, finalmente, la acción coactiva de las reglas sintácticas cesa a la
hora de combinar frases en enunciados.
(…)Todo signo lingüístico se dispone según dos modos: 1) La combinación. Todo signo está
formado de otros signos constitutivos y/o aparece únicamente en combinación con otros signos.
Esto significa que toda unidad lingüística sirve a la vez como contexto para las unidades más
simples y/o encuentra su propio contexto en una unidad lingüística más compleja. De aquí que
todo agrupamiento efectivo de unidades lingüísticas las conglobe en una unidad superior.
Combinación y contextura son dos caras de la misma operación 2) La selección. La opción ente
dos posibilidades implica que se pueden sustituir una de ellas por la otra, equivalente a la
primera bajo un aspecto y diferente de ella bajo otro. De hecho, selección y sustitución son dos
caras de la misma operación. Ferdinand de Saussure advirtió claramente el papel fundamental
que estas dos operaciones desempeñan en el lenguaje (…) A fin de delimitar los dos modos de
relación que hemos descrito como combinación y selección, F. de Saussure establece que el
primero es ‘in praesentia; se apoya en dos o más términos igualmente presentes en una serie
efectiva’, mientras que el segundo ‘une términos in absentia en una serie mnemónica virtual’. Es
decir, la selección (y, correspondientemente, la sustitución) se refiere a entidades asociadas en
el código, pero no en el mensaje dado, mientras que, en el caso de la combinación, las
entidades a que se refiere se hallan asociadas, bien en ambos, bien solamente en el mensaje.
(Jakobson, 1975 [1956]: 74-78)
III. EL MÉTODO EN LINGÜÍSTICA ESTRUCTURAL: principios, procedimientos y
operaciones
15
(40) El principio de inmanencia, que se encuentra fundamentado implícitamente en F. de
Saussure cuando distingue lengua y habla, fue encarado con todas sus consecuencias en la
teoría glosemática de L. Hjelmslev (…). Abandonando para un estudio ulterior la lingüística del
habla, del discurso, el estructuralismo se da como tarea la descripción de las reglas del código
que constituyen la lengua. Se trata para ello de definir solo por la combinatoria interna, un
sistema abstracto, común al conjunto de los hablantes, y que se realiza en múltiples variaciones
individuales, en actualizaciones infinitas; si bien, todas ellas, son manifestaciones de una misma
estructura.
En la medida en que la lengua es considerada como un sistema en el cual los términos se
definen por oposiciones bilaterales, multilaterales, privativas, etc.1, el lingüista saussureano o el
hjelmsleveano es llevado a estudiar en primer lugar el código lingüístico en un momento dado
de su funcionamiento: la descripción estructural es, de inicio, sincrónica y considera todo
sistema como un equilibrio. La transformación de una estructura depende de los lugares de
desequilibrio. (Dubois, 1968: 03)
(41) Partiendo de la expresión lingüística nativa, se procede por vía analítica a una
descomposición estricta de cada enunciado en sus elementos, y luego por análisis sucesivos a
una descomposición de cada elemento en unidades cada vez más sencillas. Esta operación
tendrá por fin deslindar las unidades ‘distintivas’ de la lengua, y ya hay aquí un cambio radical
de método (…).Hoy en día se aspira a identificar los elementos en tanto que distintivos en todos
los niveles del análisis. Para reconocerlos (…) se aprovecha el principio de que en una lengua
no hay más que diferencias, que la lengua hace funcionar un conjunto de procedimientos
discriminatorios (…) Se opera entonces una gran simplificación y se hace posible así reconocer
la organización interna y las leyes de ajuste de tales rasgos formales. Cada fonema o morfema
se vuelve relativo a cada uno de los demás, por ser a la vez diferente y solidario; cada uno
delimita a los otros que a su vez lo delimitan, siendo distintvidad y solidaridad nociones
conexas, Estos elementos se ordenan en series y muestran en cada lengua disposiciones
particulares. (Benveniste, 2007 [1971]: 10)
(42) ¿Cómo describir la lengua? La descripción de la lengua, como la de cualquier otro objeto
científico, ha de ser libre de contradicciones, exhaustiva y los más sencilla posible; estas tres
exigencias constituyen el principio que Hjelmslev llama principio del empirismo. Para hacer la
1
Desde el punto de vista de la lingüística estructural, una oposición refiere a la relación que permite diferenciar una
unidad lingüística de otra en el marco de un nivel determinado (fonología, morfología, sintaxis). Específicamente, una
oposición fonológica alude a la diferencia entre dos o más fonemas mediante la cual se determinan sus rasgos
distintivos y su relación con los otros integrantes del sistema. Desde el punto de vista de su vinculación con la
totalidad del sistema, entonces, una oposición bilateral es aquella cuya base de comparación es exclusiva de dos
fonemas, sin que se presente en otros miembros del sistema. Ej.: la oposición entre /k/ y /x/ en español (los rasgos
comunes de +oral +velar +sorda no aparecen reunidos en ninguna otra oposición en español). Una oposición
multilateral es la que se produce entre dos fonemas cuya base de comparación aparece en otras oposiciones del
sistema. Ej.: la oposición entre /b/ - /d/ (porque las oposiciones /b/ - /g/ y /d/ - /g/ tienen la misma base de
comparación: +consonante + oclusiva + orales + sonoras). Desde el punto de vista de la relación entre los miembros,
una oposición es privativa cuando un miembro del par posee un rasgo que está ausente en el otro. Ej.: la oposición
entre /d/ - /t/ en español (lo que los diferencia es sólo que el primero es + sonoro mientras que el segundo es sonoro).
16
descripción hay que adoptar un método. La lingüística anterior avanzaba de lo especial a lo
general, ascendía del simple sonido al fonema, de éstos a su categoría, de la mera significación
especial a la general o fundamental, procedimiento que se suele designar como inductivo; es
una marcha del componente a la clase, un movimiento sintético, un método generalizador. (…)
La inducción no nos conduce a la constante sino sólo al casuismo, y por ello no es apta para
hacer una descripción conforme a las tres exigencias establecidas: la no contracción, la
exhaustividad, la sencillez. Lo que nos es dado, al tratar de describir la lengua, es el texto (sea
oral o escrito), aun no analizado, como totalidad no dividida y absoluta. El único procedimiento
para buscar en el decurso de este texto un sistema de lengua es el análisis, mediante el cual el
texto será considerado como una clase divisible en elementos, los cuales, considerados a su
vez como clases, se dividen de nuevo en elementos, y así sucesivamente hasta que la división
se agota. Es un movimiento que avanza de la clase al elemento, un movimiento analítico y
especificativo, lo contrario a la inducción: se llama método deductivo. (Alarcos Llorach, 1990
[1951]: 26)
(43) Puesto que la teoría lingüística parte de texto como dato, e intenta mostrar el camino que
lleva a una descripción autoconsecuente y exhaustiva del mismo por medio del análisis –una
progresión deductiva de la clase al componente, y al componente del componente–, los estratos
más profundos de su sistema de definiciones han de ocuparse de este principio de análisis,
establecer la naturaleza del análisis y de los conceptos que de él forman parte. (Hjelmslev,
1972 [1943]: 39)
(44) Considerando entonces que la lengua se describe en términos de órdenes, el
estructuralismo define un método combinatorio, cuyas aproximaciones pueden ser diversas,
pero que llevan todas a una taxonomía.
La diferencia entre métodos aparecía frecuentemente como una diversidad de teorías, aunque
de hecho se trata de simples modalidades. En la medida en que la Lingüística estructural
privilegia el enunciado, impone un método inductivo-deductivo: las reglas de las sintaxis por
ejemplo son inferidas de la consideración de un corpus (conjunto de enunciados producidos) y
estas reglas, una vez definidas, deben rendir cuenta por un movimiento inverso de las frases
posibles, no incluidas en la muestra considerada.
El establecimiento de las reglas de la sintaxis reposa esencialmente en la consideración de los
contextos verbales, en la naturaleza de las coacciones que se ejercen en la cadena del habla.
O bien, este reparto, esta distribución de los segmentos, de las unidades dentro de las frases,
se puede relacionar con todos los órdenes según el mismo procedimiento. El análisis
combinatorio reposa sobre los mismos principios, cualquiera que sea el orden considerado y
cualquiera que sea el número de órdenes. (Dubois, 1968: 07)
(45) La Lingüística estructural define su tarea de descripción como una búsqueda de las
diferencias, de las oposiciones en el orden de la cadena del habla (de la combinatoria
sintagmática) o en el orden de la clase de selección (paradigmática). Esta metodología de las
diferencias encuentra su expresión más sistemática en el binarismo, propio de la escuela de
Praga (en particular de R. Jakobson) y de la escuela de Copenhague. Se describen ahí los
17
términos por medio de oposiciones bilaterales o multilaterales que se apoyan en el concepto de
“marca”: términos marcados (ej.: las consonantes sonoras) se oponen a términos no marcados
(ej.: las consonantes sordas); el rasgo pertinente (sonoridad) se opone a la ausencia de ese
rasgo en otra serie, y así las dos series se definen una en relación a la otra. En análisis
simplificadores, el binarismo se identifico a veces con el estructuralismo. Esta confusión es
natural entre aquellos que siempre identificaron metodología y teoría. Para otros, el binarismo
se volvió el principio de explicación universal de los funcionamientos, tanto en el plano de la
expresión como en el plano del significado. (Dubois, 1968: 09)
(46) Tareas fundamentales de la fonología sincrónica.1. Es necesario caracterizar el sistema
fonológico, es decir, establecer el repertorio de las imágenes acústico-motrices más simples y
significativas en una lengua dada (fonema), especificando necesariamente las relaciones
existentes entre tales fonemas, o sea, trazando el esquema estructural de la lengua
considerada; particularmente, es importante definir como tipo especial de diferencias
significativas las correlaciones fonológicas. Una correlación fonológica se compone de una serie
de pares de fonemas opuestos, distinguiéndose uno de otro según un mismo principio, que se
puede inferir abstrayéndolo de cada uno de los pares (en ruso, por ejemplo las correlaciones:
.acento de intensidad- atonía de vocales», « carácter
sonoro-carácter sordo de las
consonantes-; en checo: Largueza- brevedad de las vocales», .carácter sonoro- carácter sordo
de las consonantes»). 2. Es preciso determinar las combinaciones de fonemas realizadas en
una lengua dada en comparación con las combinaciones teóricamente posibles de tales
fonemas, las variaciones de su agrupamiento y la extensión de estas combinaciones. 3. Se
debe determinar también el grado de utilización y la frecuencia de realización de los fonemas en
cuestión y de las combinaciones de fonemas de extensión variada. (Círculo Lingüístico de
Praga, 1970 [1929]: 23)
(47) El método estructural en lingüística ha recibido su consagración oficial hacia 1930 gracias,
sobre todo, a los trabajos de Trubetzkoy, considerado como el fundador de la fonología
estructural. En un artículo-programa publicado en 1933, Trubetzkoy formulaba los principios
fundamentales del método fonológico. Estos principios van a servirnos como punto de partida
para el análisis epistemológico del análisis estructural (…). Analicemos ahora las cuatro
operaciones enunciadas por Trubetzkoy y tratemos de deducir los presupuestos que ellas
indican:
1) De lo consciente a lo inconsciente: “La fonología pasa del el estudio de los fenómenos
lingüísticos conscientes al de su infraestructura inconsciente”. (…) Inconsciente significa aquí
que esa red de relaciones, esa infraestructura como la llama Trubetzkoy, no se presenta
simplemente al observador. La estructura no es aparente; no es una entidad percibida
naturalmente por los sentidos. La razón la concibe a partir de la experiencia sensible. La razón
no la inventa ni la imagina. La infraestructura explicativa de lo real está inscrita en un nivel de
inteligibilidad que sólo puede ser alcanzado a través de lo fenomenal. Así se realiza la exigencia
del principio enunciado: pasar de los fenómenos a la entidad relacional implícita en ellos (…)
2) Las relaciones entre los términos: el método estructural, según Trubetzkoy “se niega a tratar
los términos como entidades independientes tomando por el contrario como base de su análisis
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las relaciones entre los términos”. Según este principio metodológico, el análisis estructural se
‘desentiende’ de la noción de sustancia. Es decir, de ese algo permanente, simple e invariable,
la que la razón descriptiva y atomista pretende asignar ciertos atributos y propiedades. (…) El
razonamiento estructural buscará el principio explicativo último estructurando esas relaciones,
es decir, haciéndolas funcionar en una estructura. Pero la estructura es una noción última que
supone un principio epistemológico anterior: el principio de la sistematicidad de lo real (…)
3) Sistema y estructura: El método fonológico “introduce la noción de sistema”. Y Lévi-Strauss
añadía, transcribiendo textualmente a Trubetzkoy: “la fonología actual no se reduce a declarar
que los fonemas son siempre miembros de un sistema; la fonología muestra sistemas
fonológicos concretos y pone en evidencia su estructura”. (…) Aquí reaparece la noción de
sistema que postula precisamente la inteligibilidad de lo relacional independientemente de toda
idea de espacio o de tiempo. La estructura del sistema, cuya formulación es el objeto esencial
del análisis, dará cuenta de la manera más económica de las leyes de la combinación
relacionales que definen el sistema como totalidad estructurada y como actividad estructurante.
4) El razonamiento estructural: aquí aparece la última formulación enunciada por Trubetzkoy: el
método estructural fonológico persigue el descubrimiento de leyes generales “sea encontradas
por inducción, sea…deducidas lógicamente, lo que les imprime un carácter absoluto” (…). El
método estructural implica en realidad una serie de operaciones intelectuales en la que se
ejerce no solo la inducción y la deducción, sino también la analogía. Estas tres formas de
razonamiento se realizan en diferentes momentos del análisis, según un proceso cognoscitivo
que, considerado como un todo, constituye lo que podríamos denominar el razonamiento
estructural. (Peñalver Simó, 1972: 11-20)
(48) La gramática estructuralista, especialmente, ambicionó imponer a los lingüistas el deber de
colocarse en la posición del primer observador, que debe recrear por vías estrictamente
empíricas las nociones más elementales de la descripción. Con este fin propuesto algunos
procedimientos: el estructuralismo europeo sostuvo que la conmutación era necesaria y
suficiente para producir las nociones descriptivas de la ciencia: el estructuralismo
norteamericano prefirió el análisis en constituyentes inmediatos. En cualquier caso, las
categorías de la gramática tradicional eran consideradas inútiles y peligrosas: por ejemplo, no
se hablará de Sustantivo y Verbo, de hablará nada más que de categorías deslindadas por el
único procedimiento admitido. (…)
El tema del ‘primer observador’, bastante difundido en la literatura lingüística de los años
cincuenta, suele estar vinculado a la práctica etnográfica. Se dirá entonces que el lingüista q ue
estudia una lengua cualquiera debe imitar al observador que estudia una lengua que nunca
escuchó, y que nadie estudió antes que él. (…) De todos modos, la referencia a la descripción
etnológica es tan sólo una máscara; se trata en realidad de una elección epistemológica
plenamente independiente de la existencia de la etnología. Ahora bien, esta elección tiene dos
fundamentos en apariencia opuestos: uno es la concepción axiomática de la lingüística,
concebida no como una ciencia galilieana empírica y experimental, sino como una epistéme de
tipo griego, conforme con la axiomática de los antiguos; el otro es la creencia en observaciones
brutas independientes de toda teoría: la conmutación, según Martinet, tiene las propiedades de
esta observación bruta.
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Ahora bien, tanto desde un punto de vista como del otro, la lingüística se separaba de la ciencia
moderna. En realidad, se imponía cargas que no se impone ninguna ciencia empírica: renunciar
a todo material de descripción que no hubiese construido ella misma, bien por vía axiomática
(versión formalista), bien por observación directa (versión empirista). Se comprende entonces la
esterilidad que afectó, al cabo de unos años, a las diversas versiones del estructuralismo
(Milner, 2000 [1989]: 64-65)
(49) Toda descripción científica presupone que el objeto de la descripción sea concebido como
una estructura (en consecuencia, analizando según un método estructural que permite
reconocer vínculos entre las partes que lo constituyen) o como formando parte de una
estructura (por tanto, sintetizando con otros objetos con los que contrae vínculos que hacen
posible establecer y reconocer un objeto más extenso del que esos objetos, con el objeto
considerado, son partes) (Hjelmslev, 1972 [1959]: 132).
(50) El método estructural del lenguaje tiene ciertas relaciones estrechas con la corriente
científica que ha tomado forma con independencia completa de la lingüística y a la que todavía
no se ha presentado demasiada atención por los lingüistas, esto es, la teoría logicista del
lenguaje, que en sus comienzos emergió de consideraciones matemáticas y que ha sido
desarrollada particularmente por Whitehead, Bertrand Russel y la Escuela de logicistas de
Viena, especialmente por el profesor Carnap, de la Universidad de Chicago (…). En la primera
época de los trabajos del profesor Carnap se define a la estructura de manera que concuerda
completamente con los puntos de vista por los que aquí abogo, es decir, como hecho
puramente formal y relacional. Según el profesor Carnap, todos los asertos científicos deben ser
asertos estructurales en el verdadero sentido de la palabra; según él, un aserto científico debe
ser siempre una afirmación de relaciones, sin implicar un conocimiento o análisis de las
relaciones mismas. Este punto de vista de Carnap confirma plenamente los resultados
conseguidos en años recientes dentro de la propia lingüística. Es evidente que la descripción
de una lengua debe comenzar por afirmar relaciones entre unidades relevantes y estas
afirmaciones no deben implicar una declaración sobre la naturaleza inherente, esencia o
sustancia de estas mismas unidades. (Hjelmslev, 1972 [1959]: 42)
***
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ÍNDICE DE AUTORES
Alarcos Llorach, Emilio (Salamanca, 1922 - Oviedo, 1998): Filólogo español, catedrático de
Lingüística general de la Universidad de Oviedo y miembro de la Real Academia Española
desde 1972. Contribuyó a la introducción y difusión en España de las teorías lingüísticas de
diversas escuelas del estructuralismo europeo: primero del Círculo Lingüístico de Praga con la
Fonología española (1950); luego de la Glosemática de Copenhague con una Gramática
estructural (1951); y finalmente el funcionalismo martinetiano con sus Estudios de gramática
funcional del español (1970).
Benveniste, Émile (Alepo, 1902 - París, 1976): Lingüista que desempeñó su actividad docente
en la École Pratique des Hautes Études de París desde 1927, y sucedió a A. Meillet como
profesor de Gramática Comparada en el Collège de France, donde ejerció la docencia entre
1937 y 1975. En 1961 fundó, junto con P. Gourou y Claude Lévi-Strauss, la revista L'Homme.
Su obra, centrada en la indoeuropeística y en la sintaxis general, es una de las más fértiles de
la escuela lingüística francesa, cuyos resultados fructificaron en una teoría de la enunciación en
el marco del estructuralismo. Sus estudios más notables son Orígenes de la formación de los
nombres en indoeuropeo (1935), El vocabulario de las instituciones indoeuropeas (1969) y los
dos volúmenes de Problemas de lingüística general (1966 y 1974), título capital de la lingüística
moderna, que recoge artículos de 1965-1972.
Ducrot, Oswald (París, 1930): Lingüista francés que dicta en los cursos preparatorios de la
École Pratique des Hautes Études de París. Ha escrito varias obras especializadas, en
particular sobre la teoría de la enunciación y la argumentación. Su trabajo reconoce como punto
de partida la revolucionaria obra de Ferdinand de Saussure, y dialoga con los aportes
antropológicos de Claude Lévi-Strauss. Obras centrales de referencia: El estructuralismo en
lingüística (1968), Decir y no decir. Principios de semántica lingüística (1975), El decir y lo dicho
(1980), La argumentación en la lengua –en coautoría con Anscombre- (1983).
Greimas, Algirdas (Tula, 1917 - París, 1992): Lingüista e investigador francés de origen
Lituano, realizó importantes aportes a la teoría de la semiótica, y fundó una semiótica
estructural inspirada en Ferdinand de Saussure y Louis Hjelmslev. Junto con Roland Barthes y
Dubois, entre otros semiólogos, fundaron la revista Langages (1966). Promovió el «Grupo de
Investigación Semiolingüística» (EHESS/CNRS) y la Escuela Semiótica de París. Sus obras
destacadas son: Semántica estructural (1966), Sobre el sentido (1970), Semiótica y ciencias
sociales (1976), y el Diccionario razonado de la teoría del lenguaje (1979).
Hjelmslev, Louis (Copenhague, 1899 - ibídem, 1965): Lingüista danés, uno de los pioneros de
la escuela estructuralista y referente central del Círculo Lingüístico de Copenhague. En 1931
fue uno de los creadores del Círculo Lingüístico de Copenhague y colaboró con Hans Jørgen
Uldall en el desarrollo de la glosemática, notablemente inspirada por la teoría saussureana. En
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la fundación de este círculo académico se basó en la Escuela de Praga, y su objetivo fue crear
un foro de estudio que desarrollara un nuevo tipo de investigación lingüística. Entre sus obras
más destacadas, escritas en danés y francés, figuran Principios de gramática general (1928),
Prolegómenos a una teoría del lenguaje (1943), El lenguaje. Una introducción (1963) y Ensayos
lingüísticos (1959).
Jakobson, Roman (Moscú, 1896 - Boston, 1982): Lingüista, fonólogo y teórico de la literatura.
Participó en la creación del Círculo Lingüístico de Moscú (1915) y de la Sociedad para el
Estudio del Lenguaje Poético de Leningrado ("Opoyaz", 1917), los dos principales centros de
difusión del movimiento que posteriormente sería conocido como "formalismo ruso". Se trasladó
a Praga en 1920 y allí contribuyó a fundar y animar el influyente Círculo Lingüístico de Praga.
En ese marco, en 1928 presentó un programa general de lingüística funcional y estructural,
elaborado junto a Karcevski y Trubetzkoy, con particular atención a la fonología, y que daba la
primera demostración analítica de la existencia de sistemas fonemáticos. Enseñó a
continuación en Copenhague, Oslo y Uppsala. Luego emigra a Estados Unidos en 1941. Fue,
junto con André Martinet, Claude Lévi-Strauss y Morris Swadesh, uno de los fundadores del
Círculo Lingüístico de Nueva York, más tarde convertido en la Asociación Internacional de
Lingüística. Enseñó en Columbia, Harvard y en el MIT. Sus principales obras son: Sobre la
teoría de las afinidades fonológicas entre las lenguas (1938), Lenguaje infantil, afasia y leyes
fonéticas generales (1941), Las categorías verbales (1950), Fundamentos del Lenguaje (1956),
Ensayos de Lingüística general I (1963), y Ensayos de Lingüística general II (1973).
Lévi-Strauss, Claude (Bruselas, 1908 - París, 2009): Antropólogo francés, una de las grandes
figuras de su disciplina en la segunda mitad del siglo XX. Cursó estudios de Filosofía y Derecho
en la Sorbona de París. En el año 1934 se traslada a Brasil para trabajar como profesor de
sociología en la Universidad de São Paulo, donde realizó trabajos de campo sobre las
comunidades indígenas del Mato Grosso y la Amazonia. En 1942 viaja a Estados Unidos donde
conoce a Roman Jakobson, cuyo estructuralismo lingüístico le influyó de manera decisiva. Fue
profesor visitante en la New School for Social Research de Nueva York; director asociado del
Musée de l'Homme en París en 1949 y más adelante director de estudios en la Escuela Práctica
de Altos Estudios de la Sorbona (1950-1974). Entre sus libros destacan: Estructuras
elementales del parentesco (1949), Antropología estructural (1958), Tristes trópicos (1955) y El
pensamiento salvaje (1962).
Martinet, André (Saint-Alban-des-Villards, 1908 - Châtenay-Malabry, 1999): Lingüista francés,
profesor de la Universidad de Nueva York y de la Sorbona, y representante de la corriente
estructural conocida como funcionalismo. Fue, junto con Claude Lévi-Strauss, Roman Jakobson
y Morris Swadesh, uno de los fundadores de la Asociación Internacional de Lingüística. Autor
de importantes trabajos de lingüística general: La descripción fonológica (1956) y Elementos de
lingüística sincrónica (1968). Ha dirigido las revistas Word (Nueva York) y La Linguistique
(París).
Milner, Jean-Claude (París, 1941): Lingüista, filósofo y ensayista. Sus campos de
especialización de la actividad son la lingüística (que estudió con Roland Barthes) y el
psicoanálisis (a través de la enseñanza de Jacques Lacan). Milner es profesor en la
Universidad París. Sus principales escritos son: La obra clara. Lacan, la ciencia, la filosofía
(1996); Los nombres indistintos (1999); Introducción a una ciencia del lenguaje (2000); El
periplo estructural (2003), Las inclinaciones criminales de la Europa democrática (Manantial,
2007).
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Saussure, Ferdinand (Ginebra, 1857 - ibídem, 1913): Lingüista suizo cuyas ideas sirvieron
para el inicio y posterior desarrollo del estudio de la lingüística moderna en el siglo XX. Estudió
sánscrito en Leipzig, bajo el influjo de la escuela de neogramáticos, que pretendía renovar los
métodos del estudio de la gramática comparada. En 1879 publicó una Memoria sobre el
sistema primitivo de las vocales en las lenguas indoeuropeas, y un año después leyó su tesis
doctoral, Sobre el empleo del genitivo absoluto en sánscrito (1880), a partir de lo cual fue
nombrado profesor de gramática comparada en la École des Hauts Études de París, y participó
activamente en los trabajos de la Sociedad lingüística. En 1891 regresó a Ginebra, donde fue
profesor de sánscrito y, entre 1907 y 1910, de gramática comparada y de lingüística general.
Fueron sus discípulos C. Bally y A. Séchehaye quienes publicaron su Curso de lingüística
general (1916), una síntesis de sus tres últimos años como profesor extraída a partir de los
apuntes de clase.
Trubetzkoy, Nikolái Serguéievich (Moscú, 1890 - Viena, 1938): Lingüista ruso considerado el
‘padre de la fonología estructural’. De origen noble, se interesó muy pronto por el estudio de la
etnología y las lenguas de Siberia, los Urales y el Cáucaso. Luego se especializó en gramática
comparada y fonología. En Moscú polemizó contra el atomismo conceptual de los
neogramáticos y asimiló críticamente las ideas de Ferdinand de Saussure. Entre 1920 y 1922
enseña en la cátedra de lingüística indoeuropea de la Universidad de Sofía y empieza su
correspondencia con su amigo y también lingüista Roman Jakobson. En 1922 es llamado a la
cátedra de filología eslava de Viena, donde enseña hasta el fin de sus días. En 1928 Jakobson
y Trubetzkoy ingresan en el Círculo Lingüístico de Praga, creado en 1926. Sus Principios de
fonología (1939), obra póstuma inacabada, es una de las más importantes aportaciones al
estudio de la Fonología.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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