LIBERIO Y LAS OFRENDAS Liberio está de fiesta. Ha entendido el sentido eucarístico-eclesial de las ofrendas. No sólo las del pan y vino (las propiamente eucarística) sino también las ofrendas en dinero y en especie. Esta comprensión la ha compartido con sus fieles. Ya dejó la «moda» de hacer procesiones de ofrendas «simbólicas», con su imprescindible explicación alegórica, pues comprendió que era introducir un elemento didáctico que distraía del sentido fundamental celebrativo. Igualmente ha abandonado las ofrendas «folclóricas» con su desfile de trajes regionales y artesanías. Ha organizado sus equipos de recolectores de ofrendas, que dan su servicio rápida y oportunamente. Liberio recibe las ofrendas, todas, pero las coloca todas sobre el altar. Le recomendaríamos a Liberio que no olvide que solamente el pan y el vino deben estar sobre el altar; las otras ofrendas estarán en un lugar adecuado, en oportuna relación con el altar. FIRMINIO Y LAS OFRENDAS Firminio no ha entendido todavía el sentido de las ofrendas eucarísticas. Jamás organiza una procesión para que los fieles las presenten, lo cual «tieneā¦ un sentido y significado espiritual» (IGMR 73). A las ofrendas económicas las sigue llamando «limosna». Nunca ha enseñado a sus fieles su sentido eucarístico (ofrenda de amor constructora de la comunidad). Los fieles las siguen viendo más bien como «paga» por la entrada. La colecta la hace una sola persona (a veces dos), con una charola metálica. La inician al terminar la homilía y la continúan durante la Oración Eucarística (eso sí, la interrumpen durante la Consagración), con la consiguiente distracción de los fieles. Conviene que Firminio recuerde que estrictamente hablando los dones u ofrendas eucarísticas son el pan y el vino: «Al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo» (IGMR 73). Todos los dones son llevados hasta el altar: «Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino lo presenten las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino lo presenten los mismos fieles. Un sacerdote o el diácono saldrán a recibirlo a un sitio oportuno y lo dispondrá todo sobre el altar mientras pronuncia las fórmulas establecidas. Aunque los fieles no traigan pan y vino suyo como se hacía antiguamente, con este destino litúrgico, el rito de presentarlos conserva igualmente todo su sentido y significado espiritual» (IGMR 73). Para recolectar convenientemente las ofrendas en dinero, convendría que Firminio organizara un equipo competente. Iniciarían su servicio inmediatamente después de terminar la Oración universal; usarían cestos y otros receptáculos adecuados, que no amplifiquen el ruido normal de las monedas. Serían en número suficiente para que se hagan la colecta sólo en un pequeño sector de la asamblea, y luego oportunamente sean llevadas las ofrendas económicas junto con el pan y el vino para expresar su conexión y se coloquen en un «lugar apropiado, cerca del altar», no sobre él, para marcar la diferencia.
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