Prehistoria - Museo Arqueológico Nacional

MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
TEXTOS DE LA GUÍA MULTIMEDIA
Prehistoria
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Prehistoria
La Prehistoria es un largo período de tiempo que representa casi la totalidad de la
vida humana sobre la Tierra. Durante el mismo, los seres humanos adquirieron las
características físicas actuales y la plenitud de sus capacidades. Lo sabemos gracias
al estudio contextualizado de los restos humanos fósiles y de la cultura material que
han llegado hasta nosotros.
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Orígenes (7 – 1 millón de años)
1.
Australopitecus: antepasados lejanos
Nuestros antepasados lejanos han desaparecido, pero los conocemos gracias a sus
restos ósiles hallados en África. Tal es el caso de Lucy, una australopitecus de
aspecto aún muy similar a los actuales chimpancés. Su hallazgo excepcional nos ha
permitido conocer esta especie más profundamente. Lucy es una hembra de
Australopitecus afarensis que vivió en la sabana africana hace tres millones y medio
de años. Medía alrededor de un metro de altura y pesaba aproximadamente 27 kilos.
Su cadera muestra que era capaz de caminar erguida sobre sus pies. La posición de
sus dedos índice y pulgar evidencia que ya pudo agarrar y manipular cosas con
ellos, rasgo que la acerca a los humanos. Sin embargo, la longitud de sus brazos y la
forma de sus articulaciones sugieren que todavía trepaba a los árboles.
2. Primeros humanos
Los restos fósiles de los primeros individuos del género homo han aparecido en
África. Homo ergaster tuvo, hace casi 2 millones de años, unas características
anatómicas y conductuales tales que hacen de esta especie la primera
indudablemente humana. El mejor exponente es el llamado niño del Turkana. Se
adaptó a la vida en medios abiertos y sus proporciones corporales y locomoción
bípeda fueron idénticas a las nuestras. Protagonizó la gran expansión humana desde
África hacia Asia y Europa.
En el Museo se exponen las pruebas más antiguas de presencia humana en Europa.
Son los instrumentos de piedra hallados en la región granadina de Orce y en la sierra
burgalesa de Atapuerca con 1,2 millones de años de antigüedad, de los que aún no
se sabe qué Homo los realizó. El siguiente conjunto de evidencias vuelve a
encontrarse en Atapuerca hace 1millón de años con fósiles que se atribuyen a la
especie Homo antecessor, de probable origen africano.
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Paleolítico (600.000– 5.600 a.C.)
3. Heidelbergensis: hábiles depredadores
En la zona templada de Europa en la que se incluye la península Ibérica, vivió hace
600.000 mil años una especie de homo llamada heidelbergensis, probable
descendiente de homo antecessor y antepasado de neandertal. Los heidelbergensis
eran altos y fuertes. Poseían conocimientos y habilidades muy eficaces para hacer
instrumentos de madera, como las lanzas, y de piedra tallada, como los hendedores.
Elaboraron y controlaron el fuego y posiblemente tuvieron un rudimentario lenguaje
de gestos y sonidos.
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Cierta capacidad de previsión y organización les permitió enfrentarse en grupo a
animales de mediano tamaño. Más frecuentemente competirían con otros
depredadores por los animales que mataban o por los que morían de manera
natural. Después, los despiezaban para aprovechar todas sus partes utilizando gran
variedad de instrumentos, como los bifaces, hendedores, raederas o perforadores.
4. Bifaz del Manzanares
El bifaz o hacha de mano es uno de los primeros instrumentos de piedra elaborados
por los seres humanos. Es, además, el que mejor muestra su capacidad para
transformar la piedra en un objeto útil. La perfecta adecuación entre la materia, la
forma y la función de este instrumento es una prueba de la inteligencia y habilidad
de los primeros seres humanos. Su forma obedece a un plan o proyecto mental que
previó el uso que se le quería dar, en este caso, múltiple. Es decir, es un instrumento
multiuso que sirve para cortar, cavar, extraer, golpear, descarnar y despellejar. Con
este objetivo, la piedra de sílex fue tallada por las dos caras hasta conseguir la arista
de contacto, es decir, el borde, que sería retocado presionando con un percutor de
madera o hueso hasta obtener un filo cortante.
5. Neandertales: inteligentes cazadores
El neandertal es, quizás, el primer humano con inteligencia tan compleja como la
nuestra y dotado de capacidad simbólica. Vivió en Europa desde hace unos 150.000
años y se extinguió por causas desconocidas hace 30.000, tras convivir los últimos
diez mil con el sapiens moderno.
Su robusta anatomía le facilitó la adaptación al frío y al esfuerzo físico que requería
la caza de grandes animales. De igual modo, su inteligencia práctica le permitió
diseñar trampas y aplicar estrategias de caza en grupo más eficaces y seguras.
También le facilitó la elaboración de instrumentos más especializados partiendo de
lascas con formas predeterminadas que, con hábiles retoques, convertía fácilmente
en instrumentos. Así hizo las aguzadas puntas que, embutidas en astiles de madera,
utilizó como lanzas o jabalinas; las hojas afiladas que le sirvieron para cortar carne, o
las raederas que empleó para raspar pieles. Tuvo además comportamientos sociales
y simbólicos, como cuidar a los enfermos, enterrar a los muertos o adornarse, que
presuponen cierta capacidad de comunicación, pero dudamos tuviera un lenguaje
como el nuestro.
6. Punta de Tayac
Esta punta formó parte del equipamiento del cazador neandertal que habitó en
Europa hace cien mil años. Tecnológicamente, es novedoso que la elaborara a partir
de una lasca obtenida al golpear un núcleo de piedra de tal manera que su forma
prefigurara ya la de la punta. Después, tan sólo tuvo que retocar los bordes de la
lasca para lograr la punta de filo cortante y apuntado que, a continuación, embutiría
y ataría a un astil de madera. Con esta arma logró que la caza, llevada a cabo en
grupo, fuera más eficaz y segura porque, empleada como lanza y a corta distancia,
la clavaría profundamente en la presa, mientras que a larga distancia la arrojaría con
fuerza a modo de jabalina.
7. Sapiens: sabio explotador del medio
Homo sapiens es la especie a la que pertenecemos. Llegó a Europa procedente de
África hace unos treinta y cinco mil años y durante 10.000 convivió con los
neandertales. Su mayor capacidad adaptativa a los cambios ecológicos puede
explicar la extinción del neandertal, incapaz de resistir la competencia en la lucha
por la explotación del medio. El sapiens, al igual que sus predecesores, fue nómada
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y vivió de la caza, la pesca y la recolección aunque fue más selectivo en la elección
de lugares propicios, que explotaba en un amplio radio.
Elaboró nuevos instrumentos de piedra a partir de fragmentos de láminas cuyas
formas prefiguraban las de los instrumentos. Así pudo obtener de cada lámina varios
útiles de distintas formas, como las hojas y pequeñas puntas que posteriormente
embutiría en los correspondientes astiles. También utilizó nuevos materiales, como
hueso y asta, para elaborar los innovadores instrumentos de la época: azagayas y
arpones que, debidamente enmangados, arrojó con ayuda de propulsores; y
punzones y agujas con los que confeccionó prendas de vestir ajustadas al cuerpo
para protegerse del frío y facilitar sus movimientos.
8. Aguja de hueso de la cueva del Castillo
Entre los objetos que los humanos del Paleolítico emplearon en la confección, el más
interesante es la aguja. Las huellas de uso de las agujas muestran desgaste y brillo
por fricción, más en la parte del ojo y menos en la aguzada punta. De ello se deduce
que no tuvo una función punzante directa, sino que se introdujo en un orificio
previamente realizado con un punzón en la piel previamente preparada. Es decir,
sirvió más que para perforar, para pasar por el orificio un hilo elaborado con
tendones, crines de caballo o fibras vegetales. Se utilizó, por tanto, para coser las
prendas de vestir compuestas por varias piezas y elaboradas con pieles previamente
raspadas, pulidas, cortadas y perforadas. La aguja ha pervivido tal cual hasta hoy
por su perfecto diseño, es decir, por la precisa adecuación entre forma y función.
9. Arpón de la cueva del Castillo
El arpón es un instrumento nuevo, inventado por los humanos del final del
Paleolítico para cazar y pescar salmones, truchas y otros peces con los que
completar su dieta alimenticia. Lo elaboraron en asta o hueso, materias poco
utilizadas hasta este momento, y lo enmangaron en un astil de madera para poder
lanzarlo o clavarlo con fuerza. Gracias a su forma aerodinámica con dientes laterales
y aguzada punta, penetraba mortalmente en el cuerpo de la presa y gracias al cordel
que unía astil y arpón se evitaba la pérdida de éste. Su forma tan compleja y
especializada permite suponer que sus inventores habían planificado mentalmente
su diseño y su proceso de fabricación paso a paso. Esta capacidad de elaborar
objetos compuestos por varios elementos y darles una forma que se adecuase a la
utilidad requerida pone de manifiesto el dominio del razonamiento que caracteriza a
homo sapiens.
10. Sapiens: experto comunicador
Homo sapiens es, sin duda, el autor de magnificas representaciones de animales, ya
sean grabadas, pintadas e incluso esculpidas. Aunque hoy desconocemos qué ideas
deseó representar con ellas, es indudable que utilizó estas imágenes como soportes
simbólicos para transmitirlas. Es decir, no sólo tuvo gran capacidad de observación,
sino también de interpretar lo que veía y transmitirlo de acuerdo con un código de
comunicación. En definitiva, dispuso de las capacidades cognitivas necesarias para
comunicarse por medio de un lenguaje codificado.
Entre los animales que más representó, destacan los ciervos, caballos y cabras, que
quizás fueron también los más cazados. Pero la representación más excepcional es
la que representa a un pequeño animal, interpretado como un glotón, por ser el
único ejemplar de escultura hallado en nuestro territorio y porque testimoniaría la
presencia de estos animales carnívoros, de clima frío y de la familia de las nutrias, en
la Península Ibérica a finales del Paleolítico. Demuestra también el dominio del ser
humano en el tratamiento del marfil durante esa época.
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11. Omóplatos de la cueva del Castillo
Este conjunto de omóplatos decorados fue hallado en la cueva cántabra de El
Castillo. Está considerado como una de las muestras más excepcionales del llamado
“arte mueble” del Paleolítico, cuyo artífice fue homo sapiens, un ser humano como
nosotros. En cada uno de los omoplatos hay grabadas una o varias figuras
superpuestas. La mayor parte de ellas son representaciones naturalistas de ciervas,
ejecutadas con ciertos convencionalismos gráficos, como la tendencia hacia formas
rectangulares y triangulares, la desproporción existente entre la cabeza y el cuerpo
de los animales, la tipificación de sus posturas y la repetición de determinados
elementos, como las orejas o el contorno de la cabeza, en un posible intento de
expresar perspectiva. Estas características sugieren un estilo codificado para
representar imágenes y unos individuos especializados en la tarea.
12. Hacia un nuevo modo de vida
Durante miles de años, los seres humanos mantuvieron un modo de vida basado en
la explotación de ecosistemas de clima frío y el dominio de las técnicas líticas y
óseas ya conocidas. Con ellas, siguieron realizando raspadores, puntas y hojitas de
piedra y reducido tamaño o arpones de hueso. Sin embargo, hace unos diez mil años
se produjo un cambio climático. El aumento de la temperatura amplió la oferta de
recursos naturales del bosque y de los mares. Por esta razón, pudieron intensificar
su vinculación a un territorio determinado y vivir de su explotación intensiva, es
decir, de la caza y de la recolección de los frutos que ofrecía.
Con ello, iniciaron la sustitución paulatina de su nomadismo tradicional por un modo
de vida estable, que culminará en el sedentarismo del periodo Neolítico siguiente. En
determinadas zonas, como el norte cantábrico, junto a la caza terrestre, se
especializaron en la pesca marina y el marisqueo, como evidencian los toscos picos
marisqueros que utilizaron para separar de la roca las conchas de los moluscos, y el
gran número de éstas que aparecen en los lugares que habitaron. La escasa
variedad de instrumentos de piedra hace pensar que también los hicieron de
madera, material perecedero que no ha llegado hasta nosotros.
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Neolítico y Calcolítico (5.600-2.200 a.C.)
13. Primeros campesinos
Hacia el 6.000 a.C., los grupos de cazadores-recolectores peninsulares que ya vivían
apegados a un territorio, cambiaron su modo de vida. Sin renunciar a la caza y a la
recolección, iniciaron el cultivo de cereales y legumbres y la cría de de ovejas, cabras
o bóvidos. Este proceso de domesticación y cultivo de plantas y animales silvestres
caracteriza el periodo llamado Neolítico. Las nuevas actividades agropecuarias
aseguraron a las poblaciones campesinas el sustento y, consecuentemente,
provocaron que se hicieran sedentarias. Al depender de la cosecha, talaron el
bosque con hachas para ampliar las tierras de cultivo, que preparaban para la
siembra abriendo hoyos con palos cavadores de madera, de los que sólo se ha
conservado la maza de piedra. Posteriormente, segaban las mieses con hoces o
cuchillos de sílex. Una vez recogido el cereal, las mujeres lo triturarían con piedras
molederas. El esfuerzo continuado dejaría huella en sus huesos. Tras obtener la
harina, la tostarían o cocerían en ollas para hacerla más digerible. El cereal sin moler
lo almacenaban en tinajas o silos excavados en la tierra.
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14. Olla de Tajos de Cacín
Esta olla se encontró en una cueva de Tajos de Cacín, en Alhama de Granada. Es de
cerámica, el primer material elaborado por los seres humanos. La plasticidad de la
arcilla facilitó su elaboración a mano. La cocción posterior le dio consistencia y
dureza. De su forma podemos deducir que pudo servir para contener pequeñas
cantidades de legumbres o cereal, cocer los alimentos o tostar el grano para
conservarlo mejor. En cualquier caso, se colgó de sus asas, bien para evitar que los
roedores alcanzasen su contenido o para suspenderla sobre el fuego y controlar la
cocción. Tanto los restos de hogares como los cereales tostados encontrados en la
cueva son indicios compatibles con ambos usos. Otra peculiaridad de la olla es que
está decorada. Los motivos geométricos se hicieron presionando con una concha
sobre la arcilla aún blanda, y antes de cocerla entre brasas en un agujero practicado
en la tierra.
15. Talleres domésticos
Con el dominio de las actividades agropecuarias y el almacenamiento de
excedentes, los campesinos de finales del Neolítico se aseguraron la supervivencia y
dispusieron de tiempo para desarrollar nuevos procesos de producción y elaborar
nuevos objetos. Con fibras vegetales y lana, intensificaron la producción textil. Para
ello diseñaron el telar, que manejaban las mujeres y del que sólo nos han llegado las
pesas halladas en las viviendas. En cambio, siguieron utilizando los punzones y
agujas tradicionales para confeccionar las prendas. También obtuvieron queso de la
leche utilizando queseras diseñadas específicamente para este proceso.
Con piedras pulimentadas, elaboraron rejas de arado con las que roturaron
profundamente la tierra y la hicieron más productiva. Asimismo, descubrieron el
cobre y con él ensayaron el proceso metalúrgico que les permitió fabricar sierras,
leznas y escoplos de pequeño tamaño. Por último, gracias a los intercambios con
otras gentes, dispusieron de materias primas semipreciosas procedentes de lugares
lejanos. Con ellas hicieron objetos de adorno personal, como collares de variscita y
brazaletes de concha o marfil, posibles signos de ostentación e identificación
personal.
16. Primeros enterramientos
Las poblaciones campesinas vivieron en poblados y enterraron a sus difuntos en
lugares próximos. Inicialmente lo hicieron en fosas individuales, en cuevas y grietas.
Con el paso del tiempo, sustituyeron la tumba individual por la colectiva y
enterraron a muchos individuos sucesivamente en cuevas o en cámaras construidas
con grandes losas de piedra, a modo de panteón familiar. Ejemplo de este tipo de
enterramiento colectivo es el de la cueva granadina de los Murciélagos. Aquí se
hallaron, según su descubridor, doce cadáveres dispuestos en círculo en torno a otro
de mujer y otros diseminados en diversas salas, que aún conservaban restos de su
vestido, calzado y pertenencias. Entre éstas destacan los adornos personales y los
cestillos de esparto finamente tejidos. Ya fueran ajuares personales u ofrendas,
algunos de estos objetos son únicos, como la diadema de oro que apareció junto a
un esqueleto. Este uso exclusivo de un objeto valioso es interpretado por los
arqueólogos como un indicio de una incipiente diferenciación social en la igualitaria
comunidad campesina.
17. Sandalia de la cueva de los Murciélagos
Formó parte de la indumentaria de los individuos que fueron enterrados en la cueva
granadina de los Murciélagos, en Albuñol. Es, por tanto, una demostración
excepcional de que los hombres y mujeres del Neolítico utilizaron este tipo de
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calzado en zonas de clima cálido y seco. Es un calzado sencillo, de elaboración fácil
y muy funcional. La suela está hecha con fibras de esparto trenzadas. Su forma se
corresponde perfectamente con la forma de la planta del pie para protegerla. Se
sujeta al talón con los cabos de cuerda trenzada que salen de la propia suela: unos
para sujetar el talón y otros, yendo hacia adelante, para unirse a las fibras que pasan
entre los dedos, también procedentes de la suela. Resulta así un calzado ligero y
fresco, que deja gran parte del pie al descubierto, tal y como lo hacen las sandalias
de hoy en día. Su pequeño tamaño corresponde a un número 35 ó 36 actuales, por
lo que posiblemente perteneció a una persona adulta de pie pequeño o a un niño.
18. ¿Ídolos o símbolos de identidad colectiva?
Las poblaciones campesinas del periodo Calcolítico elaboraron un tipo de objetos
cuya utilidad parece más simbólica que práctica. Realizados en distintos materiales y
con cierta variedad de formas, la mayor parte de estos objetos evocan el cuerpo
humano y representan sintéticamente el rostro con grandes ojos, tatuaje y cabellera.
Los arqueólogos los denominaron “ídolos”, al interpretar que representaban
divinidades. Estudios recientes confirman su significado ideológico, aunque más
vinculado a aspectos de identidad que de creencias religiosas. Así, los motivos
geométricos grabados en los llamados ídolos placa, hallados en enterramientos
colectivos, son signos que muestran la identidad familiar del difunto y el grado de
parentesco respecto al antepasado fundador del grupo; los ídolos oculados fueron
símbolos de identidad territorial, con diferencias entre ellos porque se refieren a
distintos territorios. Y, por último, los ídolos antropomorfos, mayoritariamente
masculinos, representarían al personaje relevante en la estructura social y
responderían al momento en el que se está produciendo el cambio hacia una
sociedad jerarquizada, en la que un individuo, o grupo de individuos, destaca sobre
el resto.
19. Ídolo oculado
Esta figura cilíndrica, con dos grandes ojos de líneas concéntricas, cejas y tatuaje
facial es una imagen inquietante. Evoca la figura humana, pero no tiene rasgos
sexuales que indiquen su género. Fue tallada en alabastro, un material blando, pero
está intacta. No tuvo un uso que la desgastara. Fue elaborada para ser vista o
contemplada, aunque no necesariamente por tener un significado religioso, por más
que se le haya denominado ídolo. En todo caso, su función fue más simbólica que
práctica. Para conocer su utilidad social, los arqueólogos han analizado
determinados datos, como la existencia de otros ejemplares muy similares, pero con
variantes estilísticas; su hallazgo en el interior de las cabañas de poblados de la
Edad del Cobre, y no en tumbas; y su dispersión territorial por el sur de la Península
Ibérica. La interpretación de estos datos les ha permitido concluir que los llamados
“ídolos oculados” pudieron servir para identificar un territorio determinado. Cada
territorio tendría su propio “ídolo oculado” como símbolo del mismo, aunque no
podamos saber qué representan.
20. El poder de las armas
Las sociedades campesinas del Neolítico dieron paso, durante el Calcolítico, a una
sociedad basada en la desigualdad. Uno de los factores desencadenantes fue el
aumento de la producción agrícola, que produjo excedentes gracias a la explotación
intensiva potenciada por el regadío. La apropiación de los excedentes y de su
distribución, así como el control del comercio generaron un grupo social dominante
que impuso su poder con la ayuda de las armas. También con ellas defendió a la
comunidad del enemigo externo. Puntas de flecha, alabardas y otras armas de
piedra tallada o pulimentada, así como puntas de jabalina de cobre fueron utilizadas
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contra los individuos, como atestiguan los hallazgos en algunos yacimientos
arqueológicos de huesos humanos con las marcas dejadas por estas armas.
21. El poblado: inicio de la desigualdad
Los Millares fue un poblado calcolítico estable, situado en una meseta sobre el río
Andarax en la provincia de Almería. Estuvo fortificado, tuvo un gran número de
viviendas y espacios diferenciados para talleres artesanales. Dispuso también de una
necrópolis con un centenar de tumbas colectivas construidas con grandes piedras,
diferentes por su localización y por la riqueza de sus ajuares funerarios. La presencia
o ausencia de determinados objetos de prestigio en ellos, como las puntas de flecha
de sílex, ídolos, objetos de marfil, ámbar, metal o concha y cerámicas con
decoración simbólica, ha sido interpretada por los arqueólogos como indicio de las
primeras desigualdades sociales. Asimismo, la presencia en estas grandes tumbas de
un gran número de difuntos pertenecientes a varias generaciones, les ha permitido
pensar en una población unida por lazos de parentesco, en la que el grupo
dominante utilizaba el linaje común para legitimar su ascenso social.
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Edad del Bronce (2.200 - 850 a.C.)
22. El varón guerrero
Por primera vez, en las poblaciones de a Edad del Bronce destacan determinados
individuos. Son los jóvenes jefes guerreros. Se les reconoce por el uso exclusivo de
determinados objetos de lujo y armas. Lujosas cerámicas campaniformes, brazales
de arquero para amortiguar el impacto de la cuerda en el tiro con arco, puntas de
flecha y puñales de cobre, el nuevo metal que otorga prestigio, son sus signos de
identidad y con ellos se enterraron en tumbas individuales o individualmente en
tumbas colectivas. Enterramientos con estos ajuares aparecen en un amplio espacio
europeo y peninsular lo que evidencia relaciones entre las élites de distintas
poblaciones. Denotan una ideología del poder vinculada a la posesión de armas y a
la celebración de determinados rituales funerarios o conmemorativos, en los que
tenía lugar el consumo colectivo de bebidas alcohólicas, como la cerveza, en los
vasos de la llamada cerámica campaniforme.
23. Vaso campaniforme de Ciempozuelos
El atractivo de este vaso se debe a su bella forma acampanada, la finura de sus
paredes, la suave textura de su acabado y el color negro brillante de su superficie,
que contrasta con el blanco de las bandas geométricas. Responde a un diseño
estandar, el que caracteriza también a las cazuelas y cuencos llamados
campaniformes. Son piezas de una vajilla de lujo. Análisis recientes confirman que
contuvieron bebidas alcohólicas y alimentos cárnicos, dieta básica en los banquetes
funerarios o ceremoniales ofrecidos por las élites emergentes del Calcolítico y la
Edad del Bronce, tanto de la península Ibérica como de Europa occidental.
La amplia distribución geográfica de estos recipientes prueba la existencia de redes
de contacto entre las élites a través de las que se transmitió la idea del banquete
como consumo social de comida y bebida por parte de los varones guerreros. En
este marco, la vajilla campaniforme varía ligeramente de una región a otra, tanto en
formas como en decoraciones, de acuerdo con los gustos y tradiciones de cada
comunidad.
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24. Primeras sociedades metalúrgicas
Uno de los primeros metales que las sociedades campesinas utilizaron fue el cobre,
extrayéndolo de minerales mediante su fundición. Su progresivo dominio de la
metalurgia del cobre desembocó en el descubrimiento del bronce, un metal más
duro y resistente cuya obtención y explotación originó importantes cambios en
estas sociedades. Entre ellos, la creación de nuevos oficios, como los de minero y
fundidor, que alternarían con su labor de campesinos.
Para obtener el cobre necesario para elaborar el bronce, los mineros partían el
mineral con grandes martillos de piedra. Tras sacar el mineral de la mina, el fundidor
lo trituraba y fundía echándolo directamente sobre el carbón encendido en hornosvasija o en hornos medio hundidos en el suelo, posteriormente cubiertos. Una vez
separado el cobre del resto de mineral o escoria, lo volvía a fundir en el crisol, solo o
con estaño si quería obtener bronce. Tras obtener el metal líquido, lo vertía en
moldes de piedra o arcilla que tenían en hueco la forma del objeto que quería
obtener. Por último, retocaba el objeto, mediante un recocido o martilleando en frío
las rebabas del metal, puliendo su superficie con arena y afilando los bordes.
25. Nuevas herramientas y nuevas armas
La elaboración de objetos de bronce por medio de moldes facilitó el aumento de la
producción, la mayor variedad de tipos de objetos y la adecuación de éstos a su
función, por lo que el metal fue suplantando a la piedra como materia prima. La
mayor eficacia de las nuevas herramientas repercutió inmediatamente en el
rendimiento del trabajo. Las hachas, por ejemplo, facilitaron la tala de árboles y la
ampliación de la superficie de cultivo y pastos, y con ello se originó un aumento de
la producción que repercutió en una mejor alimentación de la población.
También aumentó la variedad de armas. A los puñales se añadieron espadas y
alabardas de distinto tamaño, con enmangues sujetos mediante remaches. La mayor
parte de estas armas se ha encontrado en determinadas tumbas, formando parte del
ajuar funerario. Este hecho ha permitido suponer a los arqueólogos que
pertenecieron a individuos de la élite social, que fueron enterrados con ellas para
manifestar así su poder y alta posición social dentro de la comunidad.
26. Cista de Herrerías
La cista de Herrerias es un enterramiento típico de las poblaciones metalúrgicas que
habitaron el sureste de la península y crearon la llamada cultura del Argar. En esta
cista o caja formada por 6 lajas de piedra, Luis Siret, un pionero de la arqueología,
halló un esqueleto con las piernas y brazos replegados sobre su costado izquierdo,
para lo que posiblemente fue atado de forma conveniente. Su ajuar funerario estaba
constituido por sus armas, como correspondía a los varones de cierta posición
social, y por los recipientes de cerámica en los que sus familiares le ofrecieron
alimentos para asegurarle la supervivencia.
Lo más notable de este enterramiento es que fue construido, al igual que todas las
tumbas de los poblados argáricos, bajo el suelo de una casa para mantener de este
modo al antepasado difunto cerca de la comunidad de los vivos. Sin embargo, no
toda la población tuvo derecho a ser enterrada, ni se enterró con el mismo tipo de
ajuar, ni en el mismo tipo de tumba. El estudio comparativo entre las tumbas de los
poblados argáricos evidencia diferencias de género y la consolidación de la
desigualdad social, al hacerse hereditarias las posiciones de poder como demuestra
la existencia de algunas tumbas infantiles acompañadas de ajuar.
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27. Diadema de Caravaca de la Cruz
Esta diadema es un ejemplar único por ser de oro, ya que todas las diademas
encontradas en las tumbas de los poblados metalúrgicos de la cultura del Argar son
de plata, aunque tengan una forma parecida. Por esta razón, los arqueólogos han
interpretado que fue un objeto de lujo exclusivo de mujeres, en cuyos
enterramientos aparece, y que lo utilizaron como símbolo de ostentación de su
poder y prestigio social. La misma interpretación han dado a los anillos, pulseras y
collares, de oro, plata o marfil, con los que se adornaron y enterraron tanto los
hombres como las mujeres importantes de la comunidad argárica. Eran elementos
que permitían visualizar simbólicamente las diferencias sociales propias de estas
sociedades organizadas jerárquicamente. El poder de esta élite se fundamentó en el
control de la producción agrícola y metalúrgica, del comercio a larga distancia y de
la defensa de la población.
28. La primera inmigración europea
Al final de la Edad del Bronce, pequeños grupos de familias campesinas
centroeuropeas empezaron a cruzar los Pirineos paulatinamente y penetraron hacia
el interior de la Península buscando tierras de cultivo y pastos. Estas gentes tenían
una cultura muy característica, tal como demuestra el poblado de Roquizal del Rullo,
en Zaragoza. Las viviendas se organizaban en torno a un espacio central de uso
comunitario y tenían ajuares domésticos muy similares, como corresponde a
comunidades bastante igualitarias. Se componían de grandes recipientes de
cerámica para almacenar víveres; recipientes menores para cocinar y comer y
morillos para sustentar los recipientes o la leña del hogar.
También formaron parte del equipamiento de las viviendas los aperos de labranza,
los moldes para elaborar objetos de bronce y los telares, de los que sólo quedan las
pesas. Instrumentos que evidencian una producción agrícola, metalúrgica y textil de
ámbito familiar y doméstico. El rasgo cultural característico de las gentes de
Roquizal fue la práctica funeraria de la incineración. Quemaban a sus muertos y
depositaban las cenizas en el interior de urnas que enterraban en pequeños hoyos
excavados en el suelo, dando lugar a los “campos de urnas”, denominación con la
que se conoce a esta cultura.
29. El oro, riqueza y prestigio
A finales de la Edad del Bronce, la península Ibérica se convirtió en un importante
foco de atracción por su riqueza en metales: oro y estaño en Galicia, y cobre en
Huelva. Las poblaciones que habitaron la zona atlántica respondieron a la creciente
demanda de estos metales intensificando la explotación minera y formando parte de
la amplia red comercial que los pueblos mediterráneos establecieron en las costas
atlánticas en dirección a Cornualles y Bretaña, zonas también ricas en estaño.
Los beneficiarios de estas actividades económicas fueron los individuos de alto
rango que se regalaron entre sí objetos de lujo, y sellaron sus alianzas y acuerdos
matrimoniales con ellos. Exhibieron su riqueza ostentando grandes y pesadas piezas
de oro, obras maestras de orfebrería. Ejemplos de ello son el brazalete de Estremoz,
profusamente decorado con molduras, calados y púas, y el torques de Sagrajas de
más de dos kilos de peso y que, por su pequeño diámetro, pudo pertenecer a una
niña. Estos tesoros fueron enterrados como parte de un ritual con el que se
pretendía liberar a estos objetos preciosos del espíritu de su anterior propietaria, al
cual se consideraban ligados.
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30. Depósito de la ría de Huelva
El conocido como “depósito de la ría de Huelva”, por haberse hallado al dragar esta
ría, está formado por un variado conjunto de piezas de bronce. Destaca por su
número el conjunto de armas, algunas inutilizadas. En menor cuantía, hay también
objetos relacionados con el atuendo.
Los hallazgos de objetos de bronce en los lechos de los ríos, fundamentalmente de
armas como las de este conjunto, se explican como ofrendas a las divinidades en el
transcurso de la celebración de un rito de paso. El más obvio sería el de la muerte
del poseedor, aunque otros momentos vitales pudieron ser conmemorados de igual
forma, por ejemplo la celebración de una victoria militar. La ofrenda a las aguas
conlleva la imposibilidad de recuperar lo ofrendado y desprenderse así de la riqueza
se interpreta como una prueba de status social. Este comportamiento se extendió
por buena parte de Europa durante la Edad del Bronce.
31. Estela de Solana de Cabañas: Demarcación del territorio
Las poblaciones que habitaron en el suroeste de la Península al final de la Edad del
Bronce utilizaron grandes lajas de piedra para marcar sus territorios. Grabaron en
ellas la figura del jefe local con los objetos que le identificaban simbólicamente
como tal y las colocaron en puntos estratégicos de la red viaria y comercial para que
la gente que transitaba por ella las viera a distancia e interpretara su mensaje.
La estela de Solana de Cabañas es uno de los ejemplares más significativos. En ella
aparece un varón junto a un gran escudo. Sobre ambos, hay un broche, un espejo,
una espada y una lanza; en la parte inferior, un carro de cuatro ruedas. También la
estela de Magacela muestra un varón con casco de cuernos, escudo circular, espada,
lanza y espejo. Estos objetos tuvieron su correlato en la realidad, aunque no todos
están documentados arqueológicamente en la península Ibérica. Unos relacionaban
a su poseedor con los príncipes mediterráneos que ostentaban objetos similares
como símbolos de su poder, y otros con los de la costa atlántica europea. Unos y
otros enfatizaban su participación en la red de intercambios de regalos entre
príncipes, y consecuentemente, le proporcionaban el prestigio que legitimaba su
control sobre el territorio.
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