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Daniel Chirom
Cantos para Elizabeth
De Las puertas de lo invisible. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2014.
I
Sé mi hada, mi maga,
mi último secreto.
II
Tu nombre te esconde.
Ebria de bodas infinitas
duermes mientras la ciudad
araña tus orillas
y deja mudas huellas
en tu edad secreta.
Tus labios de bacante
Besan bellos derrumbes.
III
Los años te han cambiado
y eres la misma.
Poseo tu corazón en mi oído,
su música es feroz:
campanas sordas
sueños blancos
bosques.
A través de tus dedos
nace un niño
reza la ausencia.
Una sinfonía enloquece
tu cuerpo.
IV
De tus ojos aprendí
el mal que bien hace.
¡Oh mujer de luna!
tus manos son mi hambre;
mis palabras
besan tu boca.
V
La luz nos embellece.
Los muros son de agua
cuando te espero.
Eres
entre cosas ajenas
la torre más alta.
VI
Flor azul,
de tus pechos bebo
la sangre blanca.
Escribe en mi destino
la fábula de la noche.
VII
Tu nombre será una demanda.
Nadie apagará las lámparas de tu vientre.
Tu voz caminará sobre mi cuerpo
y un esplendor
bailará en la ventana.
VIII
Estás de pie
desnuda,
tu sombra sobre
la mañana sangrante.
Eres la belleza
liberada de la belleza,
la palabra cielo
en el deseo,
una travesía
el instinto
y la gracia.
IX
Echaste el cerrojo
a mi puerta
y el león, la madera
y un reloj de arena
fueron harapos,
un idioma para los pájaros
X
Esta prisión no asfixia;
esa mano no ahoga;
esos ojos no ahorcan;
Tu sombra me ilumina.
XI
Tu rostro
hechizo de almendro.
Tu rostro
mínimo instante
tierra ebria.
Tus ojos descienden
a mis ojos:
un cielo amanece,
el sueño enciende un sueño.
XII
Maravilla tu boca
tus labios atardecer
esos blancos dinteles
que coronan tu verbo.
Lame el vacío, pequeña,
lame mis pudores,
húrtame mis robos,
la música que debo,
un silencio ciego.
Inclínate con tu frente
sobre las huellas de los besos,
quema mi existencia,
envuélveme en tu cabellera azabache
donde mis manos se pierden
hurgando soledades.
Carbón encendido
tu piel,
carbón febril
sobre mi río,
diamante de la tristeza.
Cavo en tu garganta,
cavo presintiendo ese centro caliente
donde vives primerísima
y tu tibio aliento nace
para rozar mis aguas
y aumentar la marea.
Furia del vacío
golpea mi vientre.
XIII
Mi país vive en tu rostro,
reina del espejo.
Tus días están en mis días,
en esta mañana en que escribo
a tu noche
y en la noche
cuando duermo tus amaneceres.
XIV
Y yo canto el cielo que hay en ti,
ungida en luna;
recuerda en la noche
cuando el mundo rodó al mar,
recuerda en la noche,
recuerda que éramos lo que somos:
carceleros de horas y torres,
hermanos del viento,
extranjeros bebedores del rocío,
un ojo del trueno.
XV
La luna es nueva
y el río ya no es el mismo
pero tus ojos permanecen iguales;
sólo quien viajara hacia el fondo de su mirada
descubriría el paso del tiempo:
un animal enfurecido contra la jaula del horizonte.
XVI
Duermes:
tu boca de sombra
recuerda los primeros ojos
y una última mirada.
Encadenada al sueño
viajas por días y noches
buscando un oro
que desnude tu presencia.
XVII
Tu ofrenda
es un caballo azul
en la lluvia.
XVIII
De mis ojos a tus ojos
un rayo incesante
la voz luz.
Mis ojos en el vacío,
tus ojos en el recuerdo.
Una mirada nos ciega.
XIX
Cuando el tiempo borre tus coros
y todas las iglesias
sean piedras hundidas
aún brillará tu rostro en estos versos.
Ellos serán testimonio de mi religión.
XX
Digo la sombra de tu nombre
y tu nombre estalla
claro
desmedido
inocente
imposible
y tu cuerpo canta
luminoso
marino
extranjero.
XXI
Desde mi nacimiento
porto una lámpara y tu espada
para vestir sombras
y segar anhelos.
Ante ti
soy el universo.
XXII
El viento en tus manos,
una melodía
que hace del árbol
un cielo
y del cielo
una profecía.
La palabra en tus ojos
tiene cuerpo de pájaro.
XXIII
Este silencio, nuestro mundo,
es una rama dorada
oculta en el bosque.
El trueno calla
en nuestras manos.
Amándonos
el espejo estalla.
XXIV
El mar, un cazador y la muerte
Son la voz de tu ausencia.
XXV
Tanto te amo
que ya no te amo.
Eres para mí tantas cosas
que estoy vacío de tu presencia.
Tu belleza me anochece.
XXVI
Tus ojos son lunas que navegan
de puerto en puerto,
raíces en la piedra,
pasos perdidos.
Tus ojos son soledades,
puentes del olvido,
remembranzas.
XXVII
Este reino no tiene límites:
más allá de las sombras
otras sombras nacen
y cada sol
son mil soles.
Abandóname a tu soledad,
déjame desaparecer
y cantar lo infinito.
XXVIII
La noche,
oro secreto.
La noche,
agua y Venus.
Tu prisión me amanece.
XXIX
Reina de Saba,
cisne del ciprés,
tamiz del acero.
Pájaro y piedra
son tu emblema.
XXX
El rostro del mundo ha cambiado.
Abrázate al ensueño de la última hora.
Bella traidora,
libera los espejos
y devora esta canción.
XXXI
Cuerpo de muérdago,
piernas nacaradas del puente,
piedra cerrada, muerta, olvidada.
Cuerpo para delatar la intemperie
como el tajo del sexo, como el fulgor de tus pechos.
Cuerpo, mujer, doncella, niña, navío, barco, barca
para encender el misterio
y hollar sobre un abismo
el vacío, la nada
y el castigo.
XXXII
Mi amor se peina frente al espejo.
Los años pasan,
no su imagen.
Su mirada pronunció
la primera palabra.
XXXIII
Mujer de suave plata
y furioso oro:
deja que el vacío
ilumine nuestra frontera,
que la distancia
encienda un olvido.
XXXIV
La sombra te obedece,
una ausencia te nombra.
XXXV
Cuando me besas
soy el canto, la danza,
un deseo.
XXXVI
Tu corazón es dragón del mundo,
una huella de fuego.
XXXVII
El corazón del orbe
que habita tu lengua
es la fiesta del cielo
que entristece la tierra.
XXXVIII
Tus ojos son campanas
precipicios
una herida
voces últimas
olvidos.
XXXIX
Blanco rostro
niebla
extravío del fuego.
Anhelo tus bodas
en el espejo.
XL
Una luna en la noche
oculta el cielo
y enciende tu noche
azul, olvidada, desmedida.
XLI
Hemos vivido en la esperanza del día
y la oscuridad quebró nuestras lenguas.
XLII
Un beso en la noche.
Luna llena. Un beso
como un puente o
dos silencios que se besan
en la ausencia.
Un beso en la noche
aviva la medianoche
y el cielo es un ojo
que mira su riqueza.
La belleza de los cuerpos
olvida el día, lo celebra
con un beso en la noche.
XLIII
Callo
lo que dices.
XLIV
Mi amor se halla perdido
pues queriendo abarcar el universo
abraza el vacío.
Haz que tu corazón
Sea la intemperie
de mi olvido.
XLV
Escalar las formas con un ojo,
mística del silencio.
Cuando el iris se aproxima a la cúpula
el cielo es una barrera infranqueable.
XLVI
Vienes con las altas horas,
tu cabellera y tu nombre
hacia mi sigilo.
Desciendes por la estela
hasta el centro del lago
donde un hada
sostiene tu mirada.
Cantaré tu oscuridad
y el cielo será una sombra.
XLVII
Ella dice
los árboles vuelan
un mirlo enloquece
el cielo es piedra.
Ella calla
el rayo incesante
una estrella nueva
la mañana.
XLVIII
Un tiempo sordo,
los pasos perdidos.
Tu cuerpo es silencio
en mi voz.
XLIX
La luz calmó su paso
y surgió tu otoño jinete de sombras.
Mis ojos hollaron la casa de tu mirada.
El viento ceñía los presagios
y la rosa galopaba tu vientre.
Otro reino amanecía.
L
En tus manos veo ríos furiosos,
trenes amarillos decapitados,
un saludo azul.
Un tiempo de imaginería, aguas y relámpago
hieren tu alborada.
LI
De sombras y noches,
de barro y duelo
y no de tu vientre
son estos días.
LII
Estaba perdido en el bosque
cuando tus ojos besaron mis pasos.
Creíste que era un vagabundo
y me amaste por serlo.
Estaba perdido.
LIII
Asombro de luz
la piedra, una nube y el puñal
que habitan tu mirada.
No habrá corazón para tanta intemperie.
LIV
Entre el sueño y la vigilia
una nave va
con tu rostro mascarón de proa.
El viento la empuja
y los planetas ciñen su rumbo.
Saludan su paso las sirenas
con un canto enhebrado en los abismos.
Desde la playa
veo la risa de los marineros
que en tus celos
tañen la nostalgia de una patria perdida.
LV
Reinas en la noche
vertiginosa presencia
que encadenas la tierra.
Tu ojo derecho contempla la eternidad
mientras el izquierdo sueña una trova.
LVI
En tus labios rescato mi infancia.
Cada noche celebramos las nupcias
del espejismo y la quimera.
Nuestras sombras danzan
con la memoria de un tiempo
más allá de los tiempos.
LVII
Sed de arena:
los siglos golpean
nuestro insomnio.
Mis manos tiemblan
sobre tus fábulas.
Miel y noche
son la cruz
de nuestra casa.
LVIII
Hablo para encontrar tus ojos.
Sólo poseo el habla, sólo tengo
mi lengua incierta para buscarte
porque cantando quedé mudo
y sólo puedo revelarme por señales.
LIX
La luna blanquea
nuestros cuerpos:
una ceremonia comienza.
LX
El amor llamó al amor
y comprendí que el amor
no me pertenecía:
reina en tu corazón
y atravesando tus ojos
vive en los míos.
Deja que mi mirada
sea tuya
y así el amor será uno.
LXI
Todo es penumbra
salvo tus ojos.
Gallos, cometas, violetas, árboles
claraboya y ríos fugaces
despiertan en tu mirada que no calla.
Tu boca bebe de la oscura luz del alba.
LXII
Quien una sola vez te ha mirado
recibe ofrendas de la tierra.
LXIII
En el rayo del tiempo
te envío este poema
para que puedas olvidarme
sin abandonar mi alma
pues tus ojos
sabrán decir mis palabras.
LXIV
La noche vela en tus ojos
mientras dentro tuyo crujen unos pasos
que tú crees de otros.
Esperas la luz
nombras tu sueño:
revelar el azar de los dados.
Pierdes el tiempo nombrándote
escuchando el eco de tu nombre.
Nadie nombra nada
nadie nombra nadie
pero está el espejo y su hada y tu triste costumbre
de adivinar las respuestas que no tienen preguntas.
Miras a través de una ventana la ciudad ideal,
un cielo, estrellas, constelaciones
y universos extraviados dentro del mundo
imposible de una ciudad irreal.
Descansa de tus naipes, vasos, dados
y voces. Descansa en el día noche
de tu máquina fantástica.
Apaga las cenizas. Cúbrete. Sueña.
Conquista tus fantasmas,
días invisibles
donde tu hora nueva, maravilla maravillada
hiela la hora de una rebelión
de faros y nodrizas.
En los brazos de la muerte,
en las paredes del cuarto
la noche calla sus cuchillos.
Una ausencia invade tu nombre.
LXV
Nuestro mudo corazón sabe
quién venció y quién fue vencido
cuando la noche pone su sello
sobre el día que acaba.
LXVI
Tus ojos, ¿son marfil o cuerno?
Te miro:
soy otro.
LXVII
Envejece conmigo
rostro divino,
traicióname
y traiciona al tiempo.