¿Cómo se llega a un reparto equilibrado de las tareas domésticas

¿Cómo se llega a un reparto equilibrado de las tareas domésticas? Un estudio
cualitativo en Barcelona, Madrid, Pamplona y Sevilla
Autoras: Patricia Amigot, Carmen Botía, Marta Domínguez y Teresa Jurado
Abstract
Este trabajo tiene como objetivo comprender qué factores, tanto objetivos como
subjetivos favorecen un reparto equitativo de las tareas domésticas. Para ello se analizan
las entrevistas semi-estructuradas realizadas a 68 parejas heterosexuales que estaban
esperando su primer hijo en 2011 (en Barcelona, Madrid, Pamplona y Sevilla). En
primer lugar, se identifican tres grupos de parejas: 1. aquellas que declaran no tener un
reparto equitativo; 2. aquellas que dicen tenerlo, pero en las que se observan bastantes
prácticas tradicionales; 3. aquellas que más se acercan a un reparto equitativo tanto
subjetiva como objetivamente. En segundo lugar, esta tipología se pone en relación con
los factores normalmente analizados en los estudios cuantitativos (reparto de ingresos
relativos y absolutos, disponibilidad de tiempo y actitudes) para ver hasta qué punto
estos factores ayudan a comprender la clasificación en esta muestra cualitativa.
Finalmente, se estudian los discursos justificativos y las estrategias emocionales de las
parejas del 2º y el 3º grupo y se exploran los factores que pueden explicar las diferencias
entre estos dos grupos. Se hará especial incidencia en el análisis de las parejas del tercer
grupo, las más equitativas, analizando cómo sus relaciones de pareja permiten el
desarrollo de interacciones equitativas a partir de la existencia, identificación,
reconocimiento y movilización de muy diferentes tipos de recursos por parte de cada
miembro.
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Introducción
Los países que disponen de largas series temporales sobre el uso del tiempo destacan que
las mujeres han ido reduciendo su dedicación a las tareas domésticas mientras que los
hombres han aumentado ligeramente su implicación (Bianchi, Robinson y Milkie, 2006).
La implicación de los hombres en las tareas domésticas, sin embargo, dista mucho de
equipararse a la magnitud de los cambios que se han producido con respecto al papel de
la mujer en el mercado de trabajo. El propósito de este estudio es, precisamente, analizar
los factores que inciden positivamente en los cambios de género y, en concreto, en una
distribución más equitativa de las tareas domésticas entre los miembros de parejas biactivas antes de tener un primer hijo/a.
El análisis se centra en parejas heterosexuales, en las que ella está embarazada del primer
hijo/hija. Las parejas fueron entrevistadas en 2011 y se les preguntó sobre el reparto de
tareas en ese momento y sobre los cambios acontecidos al respecto desde que iniciaron la
convivencia. Además se les preguntó sobre cómo era la división del trabajo en general en
su familia de origen y se les pidió que se comparasen con sus amigos/hermanos o
referentes más cercanos en cuanto al reparto del trabajo doméstico. La entrevista conjunta
permite observar las diferencias de percepciones de qué hace cada uno, da una idea de si
este tema suscita desacuerdos o no y permite estudiar las justificaciones que da cada
miembro de la pareja sobre el porqué ellos se organizan de una determinada manera.
Además disponemos de las principales características socio-económicas de cada persona,
obtenidas mediante un breve cuestionario que los entrevistados rellenaron al final de la
entrevista. Se entrevistó a un total de 68 parejas repartidas entre las ciudades de
Barcelona, Madrid, Pamplona y Sevilla.
El estudio se divide en cuatro apartados. En el primero resumimos brevemente las
perspectivas teóricas más relevantes en los estudios sobre la división de las tareas
domésticas, a continuación presentamos una clasificación de las parejas según la
autoubicación de estas en cuanto a su división del trabajo doméstico, y se relaciona esta
clasificación con los factores explicativos clásicos. Finalmente nos centramos en el grupo
de parejas que se ubican ellas mismas como de reparto bastante equilibrado en cuando a
las tareas domésticas.
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La división de tareas domésticas: explicaciones clásicas y perspectiva de análisis
La teoría económica neo-clásica ha sido una de las corrientes teóricas más influyentes
que, desde los años sesenta, han intentado explicar la división sexual de trabajo a partir
de la distribución de tiempo y riqueza de los miembros del hogar. El modelo básico
asume que la división tradicional de las tareas domésticas, en la que el marido se
especializa en el trabajo de mercado y la mujer en el trabajo doméstico, maximiza el
bienestar familiar y la eficiencia de la unidad doméstica (Becker 1981). En este modelo
de especialización, el objetivo principal de la familia consiste en maximizar su utilidad o
satisfacción conjunta.
Desde las teorías del intercambio social y de la negociación económica, en cambio, la
división de las tareas domésticas se piensa en términos de dos cónyuges que pueden tener
intereses contrapuestos. De acuerdo con estas teorías, el cónyuge que tiene mayores
recursos (ventajas económicas o una mejor alternativa a la relación) tendrá una mayor
probabilidad de negociar el trabajo doméstico (Manser y Brown, 1980). Los modelos de
negociación propuestos por los economistas y basados en la teoría de juegos proponen la
noción de la ‘capacidad de amenaza’ (threat point). Estos modelos, que se construyen
sobre la base de una amenaza exterior, subrayan que la negociación dentro del
matrimonio se realiza con vistas a la posibilidad de un divorcio. El poder de negociación
de cada cónyuge vendría determinado por el nivel de bienestar que cada uno alcanzaría si
ella o él fuera incapaz de encontrar una solución cooperativa dentro de la pareja
(McElroy y Horney, 1981). Por ejemplo, Lundberg y Pollack (1993) consideran que la
esposa puede usar el poder negociador económico para conseguir que su pareja se
implique en las tareas domésticas. También desde otras perspectivas teóricas se plantea la
posibilidad de modificar los equilibrios de poder en una pareja a partir de la
identificación y movilización de recursos entre las partes (Elias 1982). Por lo tanto, en la
división de trabajo tradicional, las mujeres tenían una capacidad de amenaza baja,
mientras que progresivamente consiguen más “voz” para afirmar sus preferencias a
medida que aumenta su capital humano y su participación en el empleo. Otro mecanismo
de distribución del trabajo no remunerado dentro de las parejas se conoce
tradicionalmente como la hipótesis de la disposición de tiempo. La idea es que los
hombres realizan más tareas domésticas cuando las mujeres están mucho tiempo ausentes
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del hogar debido a largas jornadas de trabajo (Blood y Wolfe, 1960). Esta hipótesis
afirma que el tiempo que un individuo invierte en trabajo doméstico está relacionado con
sus horas de trabajo remunerado y las de su pareja. La relación entre recursos
individuales y realización de tareas es compleja: resultados recientes para EEUU
muestran que cuanto mayores son los ingresos absolutos de la mujer menos trabajo
doméstico realiza (Gupta, 2007) y esto se interpreta, en parte, como resultado de la
externalización. Así, en las parejas en las que la mujer trabaja muchas horas, sus ingresos
pueden ser altos y probablemente también los ingresos conjuntos de la pareja, y esto
podría permitir la externalización de una parte de las tareas domésticas. En ese caso
puede que la distribución del trabajo doméstico sea más equilibrado, porque la parte no
externalizada sea pequeña.
Ahora bien, no está claro que la división del trabajo entre hombres y mujeres se base en
una decisión “racional” en la pareja que implique que sea central el empleo frente al
trabajo doméstico y de cuidados para aquél que disponga de mejores condiciones de
empleo, en forma de estabilidad o ingresos; y a la inversa, para aquél miembro con
peores condiciones de empleo, sería central su dedicación al trabajo doméstico y de
cuidados frente a su empleo. Y es que no se trata de una decisión tan “racional” sino que
la segregación social entre varones y mujeres, es previa al momento en el que se valora el
empleo frente a los trabajos no remunerados. Cultural y socialmente el empleo sigue
siendo mayoritariamente central para los varones y los trabajos domésticos y de cuidados
centrales para las mujeres, por tanto los recursos de los que dispone cada miembro de la
pareja están relacionados con factores de socialización y roles.
Otras perspectivas teóricas hacen hincapié en estos factores, sugiriendo que que las
personas son socializadas para creer en la segregación del trabajo según género y que se
adaptan a este tipo de normas. Últimamente, se ha difundido ampliamente la teoría de
preferencias propuesta por Hakim (2000), que afirma que hay diferentes grupos de
mujeres que varían según las preferencias de éstas: un grupo con una clara preferencia
por la dedicación a la familia; un grupo orientado prioritariamente al empleo, y un amplio
grupo que se adapta a las restricciones y circunstancias vitales del momento. Otros
enfoques sociológicos rechazan la idea de que las mujeres se puedan distinguir según sus
preferencias y van más allá de los roles pasivos de los individuos propuestos por las
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teorías de socialización. Partiendo del interaccionismo simbólico y
de visiones
fenomenológicas, etnometodológicas y feministas de la vida cotidiana, hay enfoques que
sugieren que las tareas domésticas tienen un significado simbólico. Hombres y mujeres
tienen diferentes identidades de género y quieren ser reconocidos como “miembros
competentes de una categoría sexual con la capacidad y el deseo de realizar
adecuadamente comportamientos de género” (Coltrane, 2000). Eso significa que muchos
sociólogos han descartado los argumentos de normas y actitudes tradicionales y los
argumentos de “elección individual” y han virado hacia nuevas perspectivas como la
construcción simbólica de roles de género (conocido en inglés como “doing gender”).
La perspectiva de “la construcción simbólica de los roles de género” afirma que el
comportamiento individual se ve afectado por las expectativas de otros. Esta visión de
género (West y Zimmerman, 1987; Connell, 1987) rechaza el supuesto de que las
personas son socializadas y adquieren automáticamente roles de género rígidos. Las
mujeres realizan las tareas domésticas para representar su feminidad simbólicamente,
mientras que los hombres las evitan por motivos simbólicos de masculinidad. Cuanto más
dependa un marido económicamente de su mujer, menos trabajo doméstico realizará para
compensar simbólicamente esta relación no-tradicional (Bittman et al., 2003). Según la
perspectiva de construcción simbólica de género, la división del trabajo es principalmente
una práctica social que se crea y reconstruye por las mujeres y los hombres, como
también a través de instituciones sociales como la familia, el Estado de bienestar y el
mercado laboral.
Las visiones teóricas clásicas aquí presentadas tratan de explicar diferentes lógicas de
acción individual y de interacción en las parejas. Las primeras se centran más en las
relaciones económicas y de poder y las últimas en preferencias y construcción simbólica
de roles de género. La perspectiva de análisis de este trabajo toma en consideración estas
perspectivas para ponerlas a prueba, matizarlas y complementarlas si los resultados lo
sugieren.
En primer lugar, tradicionalmente se ha tenido poco en cuenta el contexto institucional
entendido como el marco político y económico en el que las parejas se mueven. La
influencia del contexto
también puede ser muy relevante, ya que condiciona la
posibilidad de la pareja de negociar y su acceso a diferentes recursos. Existe una
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distribución desigual de las oportunidades de acceder a recursos, específicamente
marcadas por la desigualdad de género, no obstante en este análisis no nos vamos a
centrar en los contextos institucionales de las políticas públicas, las normas culturales,
etc., sino en la forma cómo en el ámbito micro, las parejas, a pesar de las desigualdades
de género, logran o no superar estas desigualdades, y específicamente las mujeres
negociar sus intereses propios. Sí estudiamos el posicionamiento de la pareja con
respecto a su entorno de amigos y familiares para ver si se sienten similares o diferentes a
su entorno. Esto es importante, ya que es más fácil nadar con la corriente social del
entorno que en contra de ella. Por lo tanto, se tendrá en cuenta el contexto social de
referentes significativos, pero no el contexto institucional a nivel macro.
En segundo lugar, pensamos que comprender si hay negociación dentro de la pareja y
cómo ésta se manifiesta es crucial para poder entender las diferencias entre parejas con
un reparto de tareas más igualitario y las que siguen pautas más tradicionales. Para Coria
(1996) y Wiessman et al. (2008) la negociación explícita es necesaria para alcanzar un
reparto de tareas más equilibrado. Es decir disponer de recursos es muy importante, pero
también es necesaria la capacidad de movilizarlos en el juego social para participar de
relaciones de género más equilibradas y tener la voluntad de hacerlo. Estas prácticas son
imprescindibles, pero no podrán tener lugar si previamente las mujeres no han sido
capaces de identificar los recursos que ponen en juego en su relación de pareja (Botia,
2010). Esta capacidad para identificar y movilizar los recursos puestos en juego en la
interacción social, permite modificar los equilibrios de poder, en terminología de (Elias,
1982) para de este modo formar parte de relaciones de pareja más equilibradas desde un
punto de vista de género.
La situación social en la que las parejas actualmente pueden negociar ha cambiado
significativamente. Ha cambiado el pacto matrimonial tradicional en el que el marido
ofrecía seguridad económica a cambio de dependencia de la mujer, por un nuevo pacto
conyugal, caracterizado por la importancia de la satisfacción con la relación, siendo el
desigual reparto del trabajo doméstico significativo en esa insatisfacción, y por tanto,
potencial generador de conflictos (Cherlin, 2004; Meil, 2005). Si antes las dimensiones
de la familia estaban fijadas, ahora se pueden negociar convirtiéndose así en una “familia
negociadora”. Se ha pasado: “de estar definidas las dimensiones de la convivencia, a
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negociarse, en un contexto en el que los recursos diferenciales de poder tienden a
igualarse y a superarse la tradicional dependencia económica, social y cultural de la
mujer” (Meil, 2005: 178).
En esta nueva situación familiar la centralidad del empleo de las mujeres o el aumento de
su nivel educativo, entendidos como recursos, pueden facilitar la negociación. Asimismo,
que los padres tengan un empleo que les deje tiempo disponible puede facilitar su
dedicación a los cuidados (Dermott, 2006 y 2008). No obstante, es necesario incorporar
un análisis de género, entendido como ideología que construye diferencias entre varones
y mujeres previamente al análisis de los recursos que se manejan, ya que puede
sobrevalorarse la contribución de los varones a la relación, satisfaciéndose en mayor
medida sus intereses y no los de las mujeres, aunque sean éstas quienes contribuyan con
mayores ingresos al hogar (Dema, 2005 y 2006). De hecho, puede suceder que las
mujeres no sean siquiera conscientes de los recursos propios que ponen en juego en su
relación de pareja y por tanto no puedan identificarlos para posicionarse mejor en sus
negociaciones cotidianas (Coria, 1996).
¿Realmente las parejas negocian el reparto de tareas de forma explícita y las mujeres
ponen en juego sus recursos?
En un estudio francés (Kaufmann, 1999) se afirma que es complicado que en la práctica
las parejas negocien para
organizarse de manera equilibrada, precisamente por las
constricciones laborales y por tanto temporales, y por las expectativas de los roles de
cada género. No obstante, la idea de pareja igualitaria de roles equilibrados es la que
cuenta con legitimidad social en Francia. Tras analizar las relaciones establecidas en
torno a la ropa, este autor concluye que muchas veces no se hacen explícitos conflictos
latentes y reales, siendo asumidos sin que la negociación llegue a plantearse. La diferente
socialización de género para varones y mujeres es la que explicaría las distintas
concepciones y umbrales con relación al orden, la suciedad o la limpieza que cada género
puede asumir. Identifica las contradicciones entre el ideal de equilibrio conyugal en las
tareas y sus prácticas. Afirma que no se suele hablar en torno a la división del trabajo,
sino que cada miembro suele tener una idea sobre el asunto: “no es el resultado de una
negociación razonada, sino de una relación de fuerzas: el uno o la otra impone sus ideas,
para sí o como principio colectivo” (Kaufmann, 1999: 214). Si gran parte de la
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negociación no llega a producirse, se dan entonces entregas silenciosas, normalmente por
parte de las mujeres, que los varones muchas veces ni siquiera reconocen. Así, al no
existir negociación y no ser explícito el conflicto, la mujer para cobrárselo puede llevar a
cabo “pequeñas venganzas” como arruinar una camisa, planchar una camisa siempre con
el tiempo justo o no coser los botones, prácticas que le sirven solamente para quedarse un
poco en paz consigo misma pero que no cuestionan la desigualdad del reparto.
También Wiesmann et al. (2008), a partir de resultados de estudios anteriores y de los
suyos propios para Holanda, afirman que las mujeres tratan de evitar conflictos y
prefieren aceptar y asumir más trabajo de casa, salvo cuando son parejas con una gran
preferencia por la igualdad compartida. En un análisis para España de la gestión de los
recursos económicos las autoras concluyen que la independencia económica de las
mujeres no les asegura su autonomía, debido a un reparto segregado de roles según
género en el hogar, incluso en las parejas con igualdad de recursos o superioridad de las
recursos de ella (Dema, 2005; Ibáñez, 2008).
Así, varios estudios cualitativos han mostrado que la división de las tareas no se debe
necesariamente a una negociación explícita, y que de producirse esta, los recursos de los
que disponen los miembros de la pareja pueden ser interpretados de maneras diferentes
por los implicados en la negociación. La lógica del reparto no es necesariamente una
lógica económica o racional.
El primer objetivo teórico de este análisis consiste en ver hasta qué punto los diferentes
tipos de parejas de esta muestra encajan o no con las explicaciones clásicas. Para ello
analizamos a todas las parejas1. Como segundo objetivo, hacemos una propuesta teórica
propia de cómo se puede explicar la asunción de un reparto de tareas domésticas notradicional entre las parejas analizadas, estudiando sólo el sub-grupo de parejas que dicen
tener un reparto equilibrado o en el que el hombre hace más que la mujer. Para ello nos
fijaremos en varias dimensiones:
1
Se han excluido del análisis a aquellas parejas que no habían convivido o sólo durante un escaso tiempo
(4 casos) y aquellas que por diferentes motivos no se han podido/querido auto-ubicar en cuanto al reparto
de tareas (6 casos).
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1. ¿De qué recursos disponen las mujeres y la pareja en su conjunto? (recursos
relativos y absolutos)2
2. ¿Cómo se reparten las tareas? ¿Siguen el principio de rotación, de especialización,
fin de semana y/o de reducción de tareas? (principio del reparto)
3. ¿Qué estrategias siguen ellas y ellos para conseguir un reparto no-tradicional? ¿Se
negocia explícitamente, se basa en los gustos y aptitudes de cada uno, se crean
rutinas específicas, ella asigna y recuerda las tareas? (mecanismos del reparto)
4. ¿Cómo se justifica este reparto? ¿Se hace referencia a algún tipo de justicia, a
necesidades personales, a necesidades externas, a actitudes o a capacidades
(justificaciones del reparto).
Las parejas según su auto-percepción de reparto de las tareas domésticas
En la entrevista se conversaba con las parejas sobre las diferentes tareas domésticas, en
particular la limpieza, las compras, la preparación de comidas, el fregado posterior a las
comidas y el lavado y planchado de ropa. Espontáneamente las parejas también sacaban
otras tareas que consideraban como domésticas: preparar la ropa para el bebé, ocuparse
de mascotas, realizar arreglos en la casa, gestiones administrativo-financieras y sacar la
basura. Al final de esta conversación, en la que además se preguntaba sobre cambios en
la realización de estas tareas a lo largo del tiempo, se les pedía a ambos que reflejaran
cada uno la parte de tareas domésticas realizadas en un porcentaje.
Tras un primer análisis de las parejas identificamos tres grandes grupos de parejas:
1. Parejas que inmediatamente tienen claro que ella hace mucho más que él, es decir
entre un 70 y un 100% de las tareas y que denominamos como parejas
tradicionales.
2. Parejas que no están muy seguros de cuánto hace cada uno, que incluye muy a
menudo una debate en el que, normalmente, el hombre intenta convencer a la/el
entrevistador que él hace al menos entre un 35 a un 45% de las tareas y ella un 65
2
Los recursos que pueden ser relevantes van más allá de los clásicos, por lo que también se valora la
diferencia de edad, el mantenimiento de redes sociales y de relación por parte de ella, la estabilidad del
empleo, la titularidad de la vivienda, indicadores de dependencia emocional y otros recursos que aparezcan
como relevantes.
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a 55%, mientras que ella percibe que hace más de lo que él está afirmando. Estas
parejas las denominamos debatibles.
3. Parejas que tienen bastante claro que tienen un reparto equilibrado o incluso una
inversión de roles de género, porque el hombre hace entre un 50 a un 80% de las
tareas (parejas no-tradicionales).
Auto-ubicación del reparto de tareas domésticas, parejas de dos ingresos 2011
Tradicionales (él realiza 30%-)
Debatibles (él realiza 35-45%)
Igualitarias (él realiza 50%+)
No procede, no contestan
15%
16%
29%
40%
Nota: La pregunta se refiere a cómo consideran que se reparten el total de tareas domésticas sin la posible
ayuda externa que puedan tener. Son parejas en las que ellas están embarazadas del primer hijo.
¿Cómo se ubican estos tres grupos de parejas respecto a los factores explicativos clásicos,
en concreto los recursos relativos (ingresos y nivel educativo), la disponibilidad de
tiempo (jornada y horario laboral), los recursos absolutos (ingresos de ella y
externalización de tareas domésticas)? Un primer análisis de las variables sobre recursos
nos indica que la relación entre recursos y división del trabajo doméstico no puede
establecerse de manera sencilla. En nuestra muestra encontramos parejas en las que los
recursos relativos de los cónyuges son muy similares (o incluso superiores en el caso de
ellas) pero que mantienen un reparto tradicional. En cambio, también encontramos
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parejas en las que las mujeres tienen menos recursos que sus compañeros y que en
cambio mantienen repartos igualitarios. A continuación nos proponemos explorar en
mayor detalle las características y discursos de seis parejas que, teniendo una relación de
recursos similar, muestran repartos del trabajo doméstico diferente. A través del contraste
entre estas parejas ilustramos los mecanismos y estrategias que influyen en el reparto del
trabajo doméstico. En primer lugar analizamos cómo organizan y se reparten las tareas
para ilustrar en qué consisten las diferencias en la práctica. En segundo lugar describimos
las estrategias de ellas y de él para conseguir alcanzar o resistirse a un reparto
equilibrado. Finalmente, interpretamos cuáles son los factores diferenciadores y que
pueden explicar el reparto que han conseguido.
Rebeca y Roberto/ Tania y Tomás
Rebeca y Roberto tienen estudios universitarios de ciclo corto y trabajan por cuenta
ajena, ella es funcionaria con jornada de 37,5 horas y él comercial, con jornada partida,
por lo que ella tiene mayor disponibilidad que él y más posibilidad de disponer de tiempo
propio. Roberto gana 1/3 más que ella. Ambos se auto-ubican con una responsabilidad al
50 % en las tareas del hogar. Tania y Tomás son licenciados y trabajan como
funcionarios con jornada completa y continua, aunque él gana un poco más que ella. Los
dos tienen una disponibilidad temporal elevada y unos recursos bastante similares, más
equilibrados que en el caso de Rebeca y Roberto, con lo que las teorías de los recursos
relativos esperarían un reparto equilibrado de las tareas. Sin embargo, Tania y Tomás
forman una pareja transicional en la que se mantiene la responsabilidad de las tareas
sobre ella. Los factores que explican esto tienen que ver con la negociación explicita, la
valoración que hacen del empleo y del tiempo propio.
Rebeca y Roberto negociaron al inicio de su convivencia de forma explícita las
responsabilidades del hogar que asumiría cada uno. Comenzaron turnándose en la
asunción de tareas, una semana cada uno. Esta es una buena estrategia para reconocer el
esfuerzo que conlleva la asunción de cada una de las tareas, elemento clave para no dejar
de asumirlas y evitar así sobrecargar al otro miembro de la pareja. Los estándares de ella
con el orden eran más exigentes que los de él, cuando comenzaron la convivencia;
momento en el que los estándares de él con la limpieza ya eran mayores. Con el tiempo él
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ha ido asumiendo los estándares de mayor exigencia con el orden que tenía al inicio de la
convivencia. La asunción de tareas al 50 % no es algo que esté exento de conflictos para
la pareja, ya que a él le molesta dedicar la tarde del viernes (el único día en que sale de
trabajar temprano), ya que afirma disponer de poco tiempo libre y le gustaría no tener que
dedicarlo por norma a las tareas del hogar. La forma como lo resuelven, es tratar de
limpiar pronto, tardar poco, y salir antes a la calle y así evitar eternizar las discusiones,
que demorarían, a su vez, que saliesen antes a la calle.
ROBERTO: además eso me lo ha pegado ella, cosa que agradezco, que si está muy
desordenado me, también llega un momento en que me crispa, ¿no?, y me dice "joé, pues
esto vamos a ponerlo, venga, vamos a", pero por ejemplo a la hora de la limpieza sí que
me gusta también decir, "joé, nos ponemos limpiar y a ver si queda perfecto o, o lo mejor
posible" (Roberto, entrevista conjunta).
REBECA: No, o sea, aparte Roberto para eso es, o sea, es que a veces hasta le he dicho
yo :"¿quieres que te planche una camisa?", porque llega hecho polvo igual y no tenía
camisas planchadas y me dice que no, o sea, este es un poco de Bilbao, p'a eso,
autosuficiente, o sea, o autosuficiente o bueno, no vaya a ser que porque me planchen
una camisa yo sea menos... él lo tiene que hacer todo él, en ese sentido es un poco hasta
exagerao, ¿no?... no me parece que, que por ser tía tenga que planchar porque aparte
me, me horroriza planchar (Rebeca, entrevista conjunta).
La experiencia de autocuidado por parte del varón, y que haya asumido tareas domésticas
previamente a la convivencia en pareja, conlleva una experiencia imprescindible cuando
comienza a convivir en parejas. Además, Rebeca y Roberto comparten tiempo de ocio,
salen con amigos comunes, esto implica que sea necesario que cada uno se preocupe por
disponer de tiempo propio y que a la vez sea tiempo libre disponible también para su
pareja; salir juntos es importante, para tener referencias en común respecto a las
necesidades temporales de ambos que se deben satisfacer.
En el caso de la pareja menos igualitaria de Tania y Tomás, el disfrute de los recursos
comunes está a disposición en mayor medida del varón. Ambos trabajan en el mismo
sitio, con turnos diferentes, ella por la mañana y él por la tarde. Tienen un solo coche, que
utiliza él, por lo que tarda menos en llegar a su trabajo, 15 minutos frente a 30 minutos.
Viven en la localidad de él, por lo que las redes sociales de la pareja, son las
originalmente de él, siendo ella la que al unirse a su pareja ha debido renunciar a sus
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propias redes, renunciando así a sus amigos propios, a su espacio propio, mientras que él
lo mantiene.
La pareja de Tania y Tomás se auto-ubica con un reparto del 60 % asumido por ella,
frente al 40 % asumido por él, pero parece haber mayor especialización de la asumida
explícitamente. Tomás parece sobrevalorar sus propias responsabilidades domésticas,
infravalorando las realizadas por Tania. Durante la entrevista son continuos los
comentarios de él, aclarando que las tareas no son motivo de discusión en la pareja. Es
una pareja que no negoció el reparto de las tareas cuando comenzaron a convivir. Y
además, una pareja que tiene una disponibilidad similar, ya que ambos trabajan 35 horas
semanales.
TOMÁS: no ha habido mucho problemas, no ha habido discusiones por eso, y no hemos
hablado nunca nada, eso empezó... el primer día que teníamos libre que era el sábado
así de la semana y uno hacía una cosa, otro otra, y ya está.
E: ¿y a ti hay tareas que te gustan más y otras menos?.
TOMÁS: sí, sí, hombre, (ríe Tania), eso sí... el baño no, normalmente el baño y el polvo
no me gustan
Rebeca y Roberto valoran el empleo como un elemento central para ambos, no solo para
el varón, sino que también es fundamental para ella, no limitándose solamente a la
necesidad de desempeñarlo. Esto implica necesariamente que es necesario que él la apoye
cuando ella invierte tiempo para formarse o para conseguir un trabajo mejor, como ha
sido el caso de la pareja formada por Rebeca y Roberto. Durante los dos años en los que
Rebeca ha estudiado oposiciones, era él el protagonista en la asunción de tareas del
hogar, como también ocurre durante el embarazo. En el caso de Tania y Tomás, el
empleo para ella es importante, pero no central. Tania luchó por aprobar unas oposiciones
y tener un empleo estable antes de intentar ser madre. Para que desempeñar un empleo no
signifique quitar tiempo de cuidados a su hija, a lo que renuncia esta madre es a su
tiempo propio, práctica asumida también por las madres tradicionales, dedicadas
completamente a los cuidados y gestión del hogar.
En el caso de Rebeca y Roberto, es ella quien dispone de más tiempo libre, por tanto,
quien tendría mayor posibilidad de tener mayor presencialidad en el hogar, y que esto
conllevase una mayor asunción de tareas. Pero esta dinámica no se da en esta pareja,
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porque ella invierte su tiempo disponible en realizar actividades que la alejan de la casa.
El tiempo libre no lo dedica a las tareas de la casa, sino a sí misma (deportes,
formación…). Es relevante, por tanto, que siendo ella la que mayor disponibilidad tiene,
porque así se lo permite su empleo, tenga una actitud activa y no emplee esa
disponibilidad en asumir las tareas del hogar. Es fundamental también que su pareja no
considere ni utilice la mayor disponibilidad de ella como un argumento para dejar de
asumir las tareas domésticas, es necesario que también él considere estas tareas como una
responsabilidad propia.
En la pareja menos igualitaria, Tania valora el tiempo propio de Tomás, por encima del
suyo propio, al que de alguna forma ha renunciado, y él ha asumido que ella no lo
necesita como él. Si no fuese así, él trataría que ella también dispusiese de tiempo propio.
Dentro de los procesos de socialización de género tradicionales, las mujeres no se
consideran con necesidades propias diferenciadas de las de su familia, sino que se asume,
que sus necesidades son las de su familia. En este sentido, resulta muy interesante como
ella legitima la necesidad de tiempo para su pareja planeando adaptar para ello los
horarios de la guardería de su hija, aunque explícitamente afirma que es por el bienestar
del bebé.
TANIA: en principio... la idea no es llevarla toda la mañana... es llevarla menos horitas
porque como está él por la mañana, llevarla a lo mejor tres horas o así que a él le dé
tiempo a comer tranquilamente, si quiere ir al gimnasio, también que tenga un poco de
vida
Delia y David, Raquel y Roque
Se comparan estas dos parejas porque ambas son muy similares en cuanto a sus
trayectorias educativas y profesionales hasta poco antes de ser entrevistadas. En ambas
parejas los cónyuges tienen una edad similar, llevan conviviendo un tiempo similar y las
cuatro personas son licenciadas de la misma carrera y están o han estado hasta hace poco
empleados en el mismo sector económico. En ambas parejas los cónyuges disponen de un
tiempo similar fuera del trabajo. En una pareja ella siempre ha ganado menos que él y en
la otra ella gana algo más que él Según las tesis clásicas que relacionan una similar
disponibilidad de tiempo y de ingresos relativos (o mayores) con un poder de negociación
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dentro de la pareja similar, se podría esperar que estas parejas tuvieran un reparto de
tareas domésticas similar y bastante equilibrado según género. Sorprendentemente, en la
pareja en la que ella siempre ha ganado menos que él (Delia y David), encontramos un
reparto de tareas mucho más equilibrado que en la pareja en la que ella gana más que él
(Raquel y Roque). ¿Cómo es posible que Delia y David se repartan las tareas de forma
más equilibrada que Raquel y Roque a pesar de sus similitudes en las relaciones de poder
basadas en tiempo e ingresos?
Ambas parejas antes han tenido ayuda doméstica remunerada, que se encargaba de la
limpieza semanal en ambos casos y en la pareja Delia-David a veces de la plancha de la
ropa de él. Ambas parejas renunciaron a esta ayuda en un momento de cambios externos
(mudanza de casa y cambio de empleo respectivamente). Si comparamos lo que ambas
parejas nos cuentan sobre el reparto de tareas, podemos observar que Delia y David se
turnan o realizan juntos las tareas de cocinar, vaciar y llenar el lavavajillas, limpiar
(incluido baño) y comprar. No nos cuentan nada sobre quién pone lavadoras y tiende,
pero como tienen un cuadrante para equilibrar todas las tareas que hacen, es de suponer
que también se turnan para estas dos tareas. Además reducen en parte las tareas, ya que
no planchan la ropa. En cambio, Raquel y Roque lo único que hacen juntos, es la
limpieza semanal, mientras que Raquel es la que se ocupa casi en exclusiva de cocinar,
del lavavajillas, de lavar, tender y planchar. No cuentan cómo hacen la compra. Roque
reconoce en la entrevista individual que ella hace mucho más que él. Cuando en las
entrevistas conjuntas a ambas parejas se les pide que digan qué proporción de tareas
domésticas hace cada uno, Delia y David están de acuerdo que en general se las reparten
equilibradamente (50:50). A Raquel y Roque les cuesta ponerse de acuerdo en cómo es
su reparto, ya que Roque empieza afirmando que tienen un reparto en el que ella realiza
el 70% y él un 30%, pero Raquel no está de acuerdo, porque opina que ella hace un 85%
y él un 15%. En el breve debate que mantienen, Raquel acepta por cansancio y como
“premio de consolación” la segunda afirmación de él sobre un reparto de 80:20, aunque
ella piensa que realiza al menos un 85% de las tareas.
Raquel y Roque cuentan que siempre han tenido conflictos por las tareas domésticas,
porque él hace muy poco y ella se lo reprocha. Lo han hablado varias veces para intentar
cambiarlo, pero no lo han conseguido, aunque ella dice que ahora él hace algo más que
15
antes. Durante un tiempo tuvieron a una señora que iba una vez por semana y para ellos
esto fue una forma de disminuir el conflicto. Refiriéndose al inicio de la convivencia
Raquel dice:
RAQUEL: “…sí que lo de las tareas de casa es algo que ahora se está ajustando más
que antes, creaba conflictos, pero supongo, (ríe), y pero, bueno sí, más o menos,…”.
ROQUE: “Siempre ha sido motivo de, de conflicto, y, mmm, claramente por mi parte, eh,
yo soy el causante de dicho conflicto porque no, debería hacer más y sé que debería
hacer más pero es, es lo que te he comentao un poco antes, ¿no?, que a veces a mí lo que
me pasa es que no veo las cosas o no les doy la importancia o no, que, amm, ‘que hay
que limpiar esto, ah vale, luego, ya, de esto, ya lo haré’ o paso por ahí, o sea, a lo mejor
pasa Raquel y se escandaliza de cómo puede estar esto así…”.
El conflicto no parece resuelto como se aprecia en el debate que mantienen sobre la parte
que hace cada uno y en otro pasaje, en el que ella dice que cuando venga el niño habrá
que reorganizar de nuevo las tareas domésticas y que ese sería un buen momento para
repartir las tareas. ¿Qué estrategia parece haber seguido Raquel para tener un reparto de
tareas domésticas más equilibrado? Ella cuenta que en su momento se sentaron a
hablarlo, pero que después en la práctica él no parece hacer más: “Sí, en algún momento
se ha hablado y luego pasa lo que pasa (ríe), que las cosas no se ven, pero bueno”. Por
un lado, parece que ella se queja con regularidad y que no está satisfecha con lo que él
hace, pero por otro lado, esto no la ha llevado a plantear un reparto de tareas salvo en la
limpieza general y sólo desde que ella está embarazada. Ella sigue unas rutinas claras y
muestra poca flexibilidad respecto a cuándo realizar las tareas. De la entrevista conjunta
se desprende también que él tiene estándares de limpieza, orden y con respecto a la
comida más bajos que ella. Por lo tanto, ella parece tener la voz cantante en la
organización de las tareas y él se ve más como ayudante que como corresponsable. El se
resiste a asumir su parte de forma autónoma y para ella seguramente resulte cansado tener
que estar dando instrucciones constantemente. Esta estrategia de resistencia de él,
probablemente funcione en esta pareja por la diferencia de caracteres:
ROQUE: “mi problema es que a lo mejor no veo que hay que hacer una cosa, vale, ella
sí, ella, hay que hacer esto, yo lo mejor paso por allí y ni me doy cuenta y, y es de las
que ‘no, pues que no te lo tengo que decir’, digo ‘si a mí no me importa hacerlo pero es
que me doy ni cuenta y, pero si tú lo dices lo hago’,…”
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(…)“Bueno, a ver, o sea, no nos engañemos, mmm, mi mujer hace muchísimo más que
yo, muchísimo más, pero con diferencia, aparte ella es super-activa, yo soy, yo creo que,
no sé, somos como polos opuestos, o sea, ella se levanta por las mañanas y tiene energía
y tal y corre p'aquí y corre p'allá, y hace esto y hace lo otro, y hace lo otro y a mí es que
como me cuesta arrancar, y tal, y yo las tareas de casa, bueno, no soy, no hago mucho,
algo lo, lo justo y necesario,…”.
Ahora bien, como ella valora mucho su empleo, su tiempo libre y trabaja muchas horas
fuera de casa, no se entiende que ahora en un piso más grande que el anterior hayan
dejado de tener ayuda doméstica y ella no le empuje a él a realizar más tareas. ¿Por qué
es así? Ella ha vivido en una familia en la que su padre y su madre se repartían las tareas
y además en su entorno también hay amigos que se reparten más las tareas, por lo que
tampoco parece ser un tema de socialización tradicional o referentes tradicionales. Raquel
reconoce que hay amigos “que han sabido como mínimo marcar unas pautas de estas
tareas las haces tú y estás yo, o sea, como mínimo repartirlo que nosotros esto no lo
hemos hecho”. Además ella busca la responsabilidad del “fracaso” en ella: “nosotros ya
llevamos mucho tiempo juntos y esto, también ha sido culpa mía no lo, no se ha hecho o
no lo hemos, no lo hemos llevado a, a cabo, (ríe)”. En cambio, él sabe que tendría que
hacer más, pero parece buscar la solución en tener ayuda doméstica pagada. En su familia
de origen tenían ayuda externa pagada. Según Roque ella siempre ha sido reacia a esa
solución y además con el cambio de casa a ella le parecía un gasto adicional que se
sumaba al alquiler que pagan3. Quizás otro factor a tener en cuenta sea el hecho de que
ella vivió sola varios años durante los que seguramente adquirió las rutinas de realizar las
tareas domésticas y el parece haberse independizado del hogar de origen para ir a vivir
con ella. En cualquier caso, todo esto no es óbice para que ellos se hubieran repartido las
tareas de forma más equilibrada. Ella parece desgastarse en quejas, pero no ha querido o
sabido condicionar la convivencia a un reparto de tareas explícito y equilibrado. El se
resiste a buscar una solución eficaz para acabar con el desequilibrio del reparto de tareas
no remuneradas.
3
Si tenemos en cuenta sus ingresos y su gasto en alquiler, podría parecer que son solventes para una ayuda
externa. Quizás aquí pese la hipoteca de un piso, que aunque ahora de momento lo tengan alquilado, es un
gasto fijo adicional y también la experiencia de desempleo de él y la incertidumbre laboral que ella percibe
con la crisis.
17
¿Qué han hecho Delia y David diferentemente para conseguir un reparto más
equilibrado? Ellos empezaron a convivir sin un reparto explícito de tareas y eso fue
generando un desacuerdo como cuenta David:
DAVID:“…teníamos una polémica porque claro, (ríe Delia),mm cada uno tenía su
percepción de lo que uno hacía, entonces ella tenía la sensación de que ella trabajaba
mucho más que yo y yo tenía justo la contraria, de que yo hacía más que ella, ¿no?,
entonces, al final llegamos al acuerdo de contabilizar lo que hacía cada uno, ¿no?', y, y
bueno, y de esa forma, eh, pues tenerlo mucho más, tsch… más establecido, más objetivo,
¿no?”.
En ese momento de desacuerdo una persona de su entorno les regaló un cuadrante para
apuntar todas las tareas, que les vino muy bien para visibilizar quién de los dos hacía
más. Según Delia “y ahí se demostró que era yo, (ríe)” aunque David sigue poniéndolo
en duda y hace referencia a la actualidad, ya que ahora él hace más que ella. Delia matiza
que este desequilibrio a favor de él sólo es coyuntural. El uso del cuadrante resulta
complicado en ocasiones; por ejemplo: a ambos les gusta cocinar y dedicar tiempo a
realizar comidas caseras. La preparación de comidas especiales no se contabiliza en el
cuadrante, a excepción de que haya requerido un esfuerzo especial. En ese caso la
persona que lo ha hecho puede pedir considerarlo en el cuadrante y si ambos están de
acuerdo se contabiliza como una tarea. Delia reconoce que es un sistema algo
complicado, pero lo cree necesario para ser más felices como pareja Es interesante
observar que a Delia le gustaría que no hiciese falta tener el cuadrante y apuntar todo:
DELIA: “…muchas veces pienso que, tsch, que me gustaría que fuera todo más natural,
¿no?, que no hiciera falta tener un cuadrante con, con la de estos, ¿sabes?, que fuera,
pero es que si no tengo la sensación de que se está aprovechando de mí, (ríe David),
entonces ya no puedo, no me relajo, entonces necesitamos tenerlo así… hacerlo explícito
(…)
Así somos las dos más felices pues ya está, o sea, que un poco la tendencia es que yo, me
gustaría que esto a lo larga no hiciera falta, ¿sabes?, y que los dos estuviéramos
tranquilos con lo que hacemos cada uno y ya está, sin tener que preocuparte es que he
hecho más, porque hay veces que unas veces puede hacer más uno y otras veces más
otro, y todo eso, sin sentir que se están aprovechando de ti, ninguno de los dos, ¿no?,
pero, de momento esta, esta es la fórmula”.
18
La sensación de que el otro se apropie de tu trabajo, es decir una sensación de injusticia,
es lo que movió a Delia a plantear un reparto más equilibrado. También David ha
acabado viéndole ventajas al método del reparto explícito. La estrategia de Delia ha
consistido en hacer las tareas explícitas, pero también en dejar de tomar la iniciativa en la
realización de las tareas como en cambio sí hacía antes
DAVID: “… yo también lo prefiero, porque es verdad que, que es que si no, no haces las
cosas cómodo, o sea, no, porque dices tú bueno, me estoy aquí jartando de, de fregar
platos y, y Delia veo que no, que no arrima el hombro’, ¿no?...”.
DELIA: “… a lo mejor a lo que al principio me chocaba pues digo, mmm, empiezo a, a
acostumbrarme a eso, y ahí está, ¿no?, y, y entonces antes por ejemplo si era, hay que
limpiar ya, no sé qué y a lo mejor era yo la que lo decía y lo hacíamos los dos igual pero
la idea estaba en mi cabeza… ahora me voy relajando, (ríe), ¿sabes?, porque cada vez
puedo con más, pues yo creo que ahora ya es él, el que, o sea, pasa un momento que él
antes incluso de que, o sea que ya, eh, en un momento que ha, habría decidido, eh, que
ya que hay que limpiar, él es que dice vamos a, hay, hay que, tenemos que hacer las
cosas, y él tiene en su cabeza también muchas veces hay qué comprar no sé cuantos y
hay que comprar esto, lo tenemos todo muy, no hay nadie que dirija qué es lo que hay
que hacer, cada uno, aporta por su parte, vamos”.
La justicia como principio en la convivencia es importante para Delia, aparte de que
también valore mucho los detalles románticos de él. A pesar de que David en su casa no
hacía tareas domésticas, porque las hacía todas su madre, en la convivencia con Delia ha
cambiado, porque le parece justo compartir las tareas. Él deja claro que es ella la que le
ha empujado a él a tener un reparto equilibrado y él considera de justicia que en su
situación de poca disponibilidad laboral de ambos, las tareas se repartan de forma
equilibrada.
DAVID: “…nosotros desde que vivimos juntos, pues los dos hemos trabajado mucho,
entonces, no, hombre, tampoco es justo, (ríe) que, que si los dos trabajamos los mismo,
que después uno haga más que otro en la casa, ¿no?, y aparte es que tampoco me lo han
permitido, o sea que, que también, ni tampoco lo he, lo he pretendido, ¿no?..., si uno
trabaja y el otro no pues ya a lo mejor la cosa cambia un poco la balanza pero siempre
que trabajemos los dos”
Si comparamos ambas parejas, muy similares en sus condicionantes externos,
observamos alguna diferencia objetiva, pero sobre todo diferencias en las estrategias. Por
un lado, hay trayectorias de emancipación diferentes, ya que Delia y David, ambos han
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vivido solos durante un tiempo, él además fuera de su lugar usual de residencia, por lo
que han pasado por una fase de autonomía y responsabilidad individual de un hogar. Por
otro lado, ellos no sólo han realizado un reparto explícito de tareas, sino que además
llevan una contabilidad del reparto de tareas. Contrariamente a Raquel y Roque, Delia y
David también han decidido reducir tareas domésticas y no tienen unos días fijos para las
tareas, sino que se combinan el principio de la realización de tareas de forma conjunta
con el principio de la rotación en las tareas. Por último, Delia parece abordar el tema de
las tareas de forma más relajada y flexible que Raquel a la vez que David no parece
seguir estrategias de resistencia sino de corresponsabilidad, porque cree que es justo ser
autónomo en las tareas y no concibe su papel como ayudante a las órdenes de ella, como
en cambio sí concibe Roque su rol.
Beatriz y Baltasar, Pablo y Paula
De nuevo estas parejas son similares en recursos relativos. En las dos parejas las mujeres
tienen horarios de trabajo similares (menos de ocho horas al día en jornada continua),
mientras que sus parejas trabajan más horas al día y en jornadas partidas, por lo tanto
pasan menos tiempo que ellas en el domicilio. En ambas parejas las mujeres tienen
ingresos más bajos (1000-1249 euros) que sus compañeros (1250-1499 euros). Aunque
sus ocupaciones son diferentes, todos cuentan con estabilidad laboral. En ambas parejas
las mujeres poseen también el recurso de la vivienda, que en los dos casos es propiedad
de ellas. Cuentan también con una red social potencialmente más amplia, ya que sus
compañeros se trasladaron a vivir a la ciudad de residencia actual cuando ya eran adultos.
En ningún caso disponen de ayuda externa para realizar las tareas de la casa. Las dos
parejas son homógamas en cuanto a su nivel educativo.
Con estas características tan similares, las teorías de los recursos relativos nos harían
esperar un reparto quizás algo desigual, ya que las mujeres tienen ingresos inferiores y
mayor disponibilidad temporal que sus compañeros, pero similar en ambos casos. Sin
embargo, Beatriz y Baltasar tienen un reparto igualitario de las tareas, mientras que el
reparto de Paula y Pablo es tradicional. ¿Cómo podemos explicar esta divergencia?
En el caso de Beatriz y Baltasar, la limpieza general, la compra de la semana y la plancha
se llevan a cabo durante el fin de semana, mientras que Beatriz se ocupa más de la cocina
20
durante la semana. Ella menciona que le gusta cocinar y le resulta relajante hacerlo.
Cuando se les pregunta sobre el reparto, ambos se ponen de acuerdo en que se lo reparten
al 50%. Sin embargo, al principio de su convivencia el reparto era más desigual, debido
fundamentalmente a la mayor presencia de Beatriz en casa, tanto durante la semana como
el fin de semana (durante el que Baltasar realizaba una actividad de ocio que implicaba
ausentarse todo el día). Beatriz afirma que no estaba dispuesta a encargarse de todas las
tareas de la casa por el hecho de tener mayor disponibilidad, así que se lo planteó a su
compañero. La decisión que tomaron fue realizar las tareas que llevan más tiempo
(compra y limpieza) en el fin de semana, momento en que ambos tenían igual
disponibilidad. Esto implicó cambios en el modelo de ocio de Baltasar, sin llegar a
impedirle realizar su actividad de ocio. El reparto más igualitario se debe por tanto a una
negociación explícita iniciada por Beatriz, con acuerdo activo por parte de Baltasar, y con
la estrategia de realizar las tareas juntos en el fin de semana.
BEATRIZ: “Entonces, eh...era un poco duro para mí porque, claro, la casa, la compra,
la limpieza, las lavadoras, la plancha,
BALTASAR: Sí, lo hacía todo.
BEATRIZ: Se quedaba para el fin de semana y lo hacía todo yo.
E: ¿Tú no te ibas a X?
BEATRIZ: No, iba él sólo, entonces el primer año fue un poco...duro hasta que di un
golpe de estado y dije que la nevera no se llenaba sola (ríe) y que había, que había que
buscar tiempo para hacerlo todo, para que él pudiera disfrutar de X, pero para que yo no
estuviera también todo el día ocupándome de...de la casa.
E: ¿Por qué has dicho que la compra, la limpieza, la lavadora, poner la ropa?
BEATRIZ: Mientras él no estaba lo hacía yo.
E: ¿Se quedaba para el fin de semana, no se hacía entresemana?
BALTASAR: Sí, y ya ahora se sigue haciendo los fines de semana.
BEATRIZ: Sí. Nos resulta más, más cómodo a los dos.
BALTASAR: Sí, las compras se suele hacer el viernes a la tarde y el sábado a la mañana
se limpia la casa, eso es lo que se suele hacer.
E: ¿Y cómo lo resolvisteis, volviendo atrás?
(…)
BALTASAR: Pues un día se calentó porque yo me iba casi todos los fines de semana y
entonces a, los cambiamos las rutinas, no me iba tanto, tanto tiempo.
BEATRIZ: Al principio ponía carita, y luego se dio cuenta de que era lo más lógico”
En el caso de Paula y Pablo, es Paula la que realiza la mayor parte de las tareas, salvo
algunas tareas puntuales (pasear al perro, bajar la basura), que le corresponden a Pablo.
21
Él se ocupa más de la cocina, pero parece que no es una actividad a la que dediquen
mucho tiempo, ya que cocinan algo rápido a mediodía, algunos días compran comida
preparada, y las cenas parece que son ligeras. Cuando se les pregunta por el reparto,
ambos se ponen de acuerdo rápidamente en un 70-30.
Para esta pareja, la desigualdad del reparto no es percibida como un problema, una
injusticia o una fuente de conflicto. Aunque Pablo afirma que le gustaría ayudar más, no
se ve capaz de realizar algunas tareas y fundamentalmente no tiene tiempo, ya que realiza
una jornada partida muy larga (sale de casa temprano y vuelve por la noche), aunque
dispone de tres horas para comer que aprovecha para volver a casa y comer con Paula.
Paula afirma que ella tiene más tiempo y que además le gusta encargarse ella misma de
las tareas, sobre las que dice ser un poco maniática. Los dos han vivido un tiempo de
manera independiente o con otras parejas antes de convivir, pero en este caso la
experiencia de autonomía de Paula sirve para consolidar sus propias prácticas y niveles
de exigencia. Para ella por lo tanto es una cuestión de gusto, pero también afirma que
prefiere hacer las tareas durante la semana para poder disfrutar de los domingos con su
pareja, ya que es el único día libre en el que coinciden.
E: Y me dices que las tareas del hogar las haces tú muchas veces entresemana, ¿te lleva
mucho tiempo?
PAULA: Me gusta hacerlas, no, porque como esto es pequeñito, no, no me lleva mucho
tiempo y además yo soy de las que me gusta hacerlo yo, no me gusta, (ríe), a no ser que
no me vea yo que no puedo, pues sí que le digo a él que me eche una mano, a lo mejor
aspira o lo que yo le diga, que se enfada porque no le dejo que, digo "ya, pero si para un
domingo que le, que tú libras y podemos estar juntos, vamos a estar con el plumero",
pues hombre, me da rabia, prefiero estar con él y disfrutar con él y, entonces, no me
gusta, yo es que soy como mi madre era, me gusta hacer las cosas yo, no me gusta que
me hagan las cosas, (ríe).
A Paula no le apetece dedicar a la limpieza el único día que tienen libre, y valora más el
tiempo ganado en pareja que el tiempo propio “perdido” que dedica a las tareas. Por otra
parte, Pablo asume completamente que las tareas sean realizadas por su compañera, y
concibe su participación en términos de ayuda. Por tanto, el reparto resulta de la poca
disponibilidad temporal de Pablo y del gusto y la iniciativa de Paula.
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PABLO: “A mí me gusta ayudarla a ella, pues poco la puedo ayudar, ¿no?, pero en todo
lo que puedo pues, pues la ayudo, y luego lógicamente la limpieza de la casa, eh, la
solemos hacer el domingo por la mañana, es que claro como la casa es muy chiquitita no
nos lleva tiempo, pero bueno.”
A modo de ilustración concreta sobre cómo se reparten las tareas concretamente, se ha
resumido en el cuadro 1 aquella información que las parejas nos han dado sobre quién
realiza (y cuándo) las diferentes tareas. Estas son las tareas en base a las que concluyen
cuál es la parte que realiza cada cual.
23
Cuadro 1: Reparto de tareas en las seis parejas según el análisis de sus discursos
Pareja
Rebeca y
Roberto
Tania y
Tomas
Delia y
David
Raquel y
Roque
Cocinar
Fudamental
mente él, ella
ayuda
Ella
Lavavajillas
No lo
mencionan
Limpiar
Se reparten
Baño
Lavar
Ella lo asume Él mas
Tender
Ambos
Planchar
Él
Comprar
Fundamental
mente ella
No lo
mencionan
Ella limpia el
polvo y la
casa
Ella hace el
baño
Ella más
Ella se turna
con él
Ella casi
siempre
Juntos, ella
una planta
Sábados
ambos
Ella limpia
uno
No se sabe
Ambos, pero
ella asume
más en la
práctica
No se sabe
Ella
Ella se turna
con él
Normalmente ella
Ambos, pero
ella asume
más en la
práctica
No se sabe
No planchan
Ella más
No se sabe
Los
domingos
ella
Los dos
Los
domingos
ella
Ella
Todos los
domingos
ella
Los dos
Muchas
veces juntos
No se sabe
Ella
Ella
Ella
Juntos el fin
Ella
de semana
Él cocina
No se sabe
Ella sobre
Ella
más
todo, él
tareas
puntuales
Fuente: Entrevista conjunta y entrevistas individuales a las parejas
Beatriz y
Baltasar
Paula y
Pablo
Juntos el fin
de semana
La encargan
24
Conclusiones
Las parejas presentadas anteriormente parecen indicar que los recursos materiales y la
disponibilidad de tiempo, considerados en la literatura cuantitativa como factores
explicativos clave, no son suficientes para explicar los repartos de tareas de las parejas.
La disponibilidad temporal, que suele ser mayor en el caso de las mujeres debido a su
situación peculiar en el mercado laboral (con fuerte presencia en la administración
pública y en trabajos con jornada continua) puede determinar que ellas realicen más
tareas, pero es importante tener en cuenta otros elementos, que pueden matizar esta
influencia. La valoración del tiempo propio y del ocio puede cambiar esa distribución
hacia un reparto más equitativo, como ocurre en el caso de Beatriz y de Delia, frente a la
valoración del tiempo en pareja a costa de sacrificar el propio, como ocurre en el caso de
Paula. La experiencia de vida autónoma y de auto-cuidado aporta experiencia en las
tareas y consciencia del tiempo que requieren, y potencialmente puede ayudar a implicar
más a los hombres en el trabajo doméstico, pero en algunos casos también puede servir
para consolidar prácticas propias en las que resulta difícil integrar a la pareja,
desembocando en que el miembro de la pareja con más “manías” sea el que se ocupe de
todo.
La negociación explícita dentro de la pareja también parece un factor importante a la hora
de conseguir un reparto más equilibrado, aunque es una estrategia que no siempre
funciona, dado que puede ser confrontada con una estrategia de resistencia o de esperar
órdenes, que conducen frecuentemente al desánimo, como ilustra el caso de Raquel y
Roque. Es decir, la negociación explícita requiere que los dos miembros de la pareja
estén dispuestos a adaptarse. Esta discusión explícita normalmente va acompañada del
uso de diferentes prácticas, como reducir las necesidades (alterar el nivel de limpieza
deseado, consumir productos preparados, no planchar); fijar un día para hacer las tareas,
o establecer turnos para hacerlas. Estas prácticas contribuyen a visibilizar el trabajo
doméstico para los dos miembros de la pareja y también fijan rutinas que permiten
mantener el reparto como parte de la vida cotidiana.
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