Referat Lateinamerika und Karibik - Friedrich-Ebert

MERCOSUR
Prospectiva 20 años
Carlos Álvarez
Rodrigo Arocena
Gerardo Caetano
Gonzalo Carámbula
Roberto Conde
Artur Henrique
Enrique Rodríguez Larreta
Luis Maira
Jeferson Miola
Daniel Olesker
Rosa María Ortiz
Renato Janine Ribeiro
Saúl Sosnowski
MERCOSUR
Prospectiva 20 años
MERCOSUR
Prospectiva 20 años
© 2012, CEFIR
Centro de Formación para la Integración Regional
Av. Joaquín Suarez 3568
11700 Montevideo, Uruguay
Tel. (++598) 2336 52 32 / 2336 52 33
Fax: (++598) 2336 36 95
[email protected]
www.cefir.org.uy
ISBN: 978-9974-8299-7-8
Carlos Álvarez
Rodrigo Arocena
Gerardo Caetano
Gonzalo Carámbula
Roberto Conde
Artur Henrique
Enrique Rodríguez Larreta
Luis Maira
Jeferson Miola
Daniel Olesker
Rosa María Ortiz
Renato Janine Ribeiro
Saúl Sosnowski
Centro de Formación para la Integración Regional
El Centro de Formación para la Integración Regional (CEFIR) es una institución fundada en 1993, que ha sido testigo
y participe activo de los procesos de integración en América Latina, con un protagonismo especial en la constitución
y evolución del MERCOSUR. Desde su sede en Montevideo propicia el intercambio creativo de ideas y prácticas de
integración, al tiempo que facilita el desarrollo de experiencias de diálogo político y participación social en los temas
que hacen a la agenda más profunda del tejido regional. Asimismo, entre sus objetivos destaca el de reforzar la capacidad de negociación y toma de decisiones a través de la formación permanente de actores clave en dichos procesos.
Dedicado a impulsar el diálogo, la investigación, reflexión, comunicación, formación y acción política en materia de
integración regional, y abierto a la participación de los distintos actores de la sociedad civil, el CEFIR tiene por objetivo
contribuir a democratizar y a fortalecer las dimensiones social, cultural y ciudadana de la construcción de la región.
Las actividades del CEFIR se orientan además a objetivos de proyección estratégica: promover la sensibilización
de la ciudadanía del MERCOSUR sobre los aspectos positivos de la integración; establecer mecanismos de prevención
y resolución de conflictos; incubar iniciativas innovadoras que ordenen, impulsen y refuercen la integración regional
en sus diferentes dimensiones; defender los valores morales y los principios de justicia, igualdad y libertad, así como
las formas democráticas de gobierno.
Centro de Formación para la Integración Regional
Av. Joaquin Suarez 3568
11700 Montevideo, Uruguay
Tel. (++598) 2336 52 32 / 2336 52 33
Fax: (++598) 2336 36 95
[email protected]
www.cefir.org.uy
www.formacioncefir.org
www.somosmercosur.net
Índice
Presentación
15
Nota introductoria
17
El futuro de la integración regional: entre la administración de conflictos
y la necesidad de pensamiento estratégico
19
América del Sur y las perspectivas de la integración en la posguerra fría
29
El MERCOSUR en la ecumene global. Pensar el mundo desde el MERCOSUR
y pensar el MERCOSUR desde el mundo
37
¿Cuál será la inserción de nuestra región en la sociedad capitalista del conocimiento?
43
por Gerardo Caetano
por Luis Maira
por Enrique Rodríguez Larreta
por Rodrigo Arocena
La economía. Una observación sobre las relaciones de poder
La política y la ideología. Comentario breve sobre sus dinámicas en nuestros países
Sobre la democratización del conocimiento
44
45
45
Hacia una ‘Cultura MERCOSUR’
49
El derecho a participar de la vida cultural
55
¿Cómo trabajar la cultura como derecho humano?
¿Cómo hacer para que los derechos culturales que ya existen formen parte del monitoreo
de los órganos de tratados de las Naciones Unidas y del Sistema Interamericano?
55
57
Comentando la cultura en Brasil
61
Entre la realidad y los sueños: “link”
67
por Saúl Sosnowski
por Rosa María Ortiz
por Renato Janine Ribeiro
por Gonzalo Carámbula
Política social y participación
73
De las resoluciones a las políticas sociales regionales en el MERCOSUR:
voluntad política y profundización
79
MERCOSUL: possíveis políticas e estratégias em tempos de crise
85
Comentários iniciais
A primeira etapa do MERCOSUL
Um ponto de inflexão: rechaço da ALCA e novos compromissos comunitários
A grande crise no século da China: nova inflexão do MERCOSUL
85
85
85
86
La reconfiguración del MERCOSUR, una construcción comunitaria
95
por Daniel Olesker
por Artur Henrique
por Jeferson Miola
por Carlos Álvarez
Un pacto integracionista para el desarrollo
por Roberto Conde
101
Presentación
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
15
En este 2012 el Centro de Formación para la Integración Regional (CEFIR) está especialmente empeñado en fortalecer
su política de publicaciones. En lo que va del año han visto la luz el manual complementario al libro que presentamos en el marco de los 20 años del MERCOSUR, “Breve historia, cronología y marco institucional”, el libro “Políticas
públicas regionales para el MERCOSUR” y tres cuadernos de trabajo: “MERCOSUR – Unión Europea: ¿Un acuerdo
posible?”, “Dictaduras y democracias en el Cono Sur (1961-2011)” y “La incidencia de los Tratados de Protección de
inversiones en el MERCOSUR”.
Ahora ponemos a disposición de los interesados en el proceso de integración y su futuro el producto del Seminario
“20 años MERCOSUR. MERCOSUR a 20 años”, que se realizara en CEFIR durante 2011, en conjunto con la Universidad de la República (UDELAR) y la Fundación Friedrich Ebert en Uruguay (FESUR). Además contamos, en todos los
casos, con la colaboración de la agencia de cooperación alemana GIZ.
Esta edición se realiza al mismo tiempo que se llevan a cabo las “Segundas Jornadas Internacionales sobre la
Prospectiva de la Integración Regional en América Latina”, en asociación también con UDELAR y FESUR. A ningún
observador atento se le escapará que la rapidez de los cambios que se producen en el escenario político regional e
internacional nos incentivan cada vez más a darle continuidad a estas jornadas de debates abiertos y plurales cuyos
resultados esperamos también publicar los próximos meses.
El nivel de los expositores que participaron el año pasado y el de los que nos acompañan este año nos permite ser
más que optimistas en cuanto a la riqueza e interés de sus aportes. Esperamos seguir compartiendo el producto de estas
jornadas con todos ustedes.
Federico Gomensoro
Secretario Ejecutivo
Nota introductoria
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
17
Los días 14 y 15 de noviembre del año 2011 se realizó en Montevideo un seminario internacional en el que sumaron
esfuerzos la Universidad de la República (UDELAR), el Centro de Formación para la Integración Regional (CEFIR) y
la Fundación Friedrich Ebert en el Uruguay (FESUR), cuyo título ilustra con elocuencia su foco de análisis: “20 años
MERCOSUR, MERCOSUR a 20 años”. Se trataba en efecto de convocar a un destacado conjunto de autoridades de
los organismos de la integración regional, dirigentes sociales y políticos representativos de los Estados miembros del
MERCOSUR y académicos expertos en distintos aspectos del tema para promover una reflexión colectiva en torno a
cómo combinar un balance sobre los 20 años que cumplía el bloque con los prospectos necesarios para la mejor forja
de su futuro. Como decía hace ya algunos años en relación a estos mismos temas Alberto Methol Ferré, el objetivo era
explorar las mejoras formas para reunir las raíces con el futuro, en relación a un proceso de integración regional que ya
podía presentar en sus alforjas la experiencia y la masa crítica de dos décadas de historia.
El seminario fue diseñado en torno a cuatro ejes de abordaje, que sirvieron para configurar los temas de los cuatro
paneles que se desarrollaron en aquellas dos intensas jornadas de trabajo y discusión: i) los desafíos de una prospectiva
MERCOSUR; ii) las dimensiones culturales del futuro de la integración; iii) las políticas sociales y su proyección regional en el MERCOSUR que viene; y iv) políticas para una estrategia MERCOSUR. De esa forma se buscaba habilitar un
debate amplio y flexible, pero al mismo tiempo acotado al tratamiento específico del foco temático elegido. A través del
abordaje plural de la construcción de la agenda, de las dimensiones culturales involucradas, de la proyección regional
de las políticas sociales en esta etapa y de los posibles contenidos de políticas estratégicas para el MERCOSUR de los
próximos años, se procuraba impulsar un auténtico ejercicio de prospectiva en torno a algunos de los eventuales “futuribles” (futuros posibles) del proceso de integración.
En el libro se recogen trece de las diecisiete ponencias presentadas en aquella oportunidad. En todos los casos se
trata de exposiciones orales luego desgrabadas y corregidas por los autores. Se ha buscado respetar en forma expresa
el tono coloquial del intercambio de opiniones a los efectos de reproducir de la forma más fiel el espíritu reflexivo y el
carácter plural de la discusión abierta en aquella oportunidad, rasgos que sin duda favorecen el ejercicio prospectivo.
No resulta casual ni episódico que los coorganizadores del evento hayan elegido el foco del futuro como el observatorio y la óptica priorizados para conmemorar los 20 años del MERCOSUR. Esa elección se funda en la coincidencia
sobre lo negativo de la ausencia de pensamiento estratégico en la región en general, con un destaque particular de
cuánto afecta esa omisión las posibilidades de una profundización consistente del proceso de integración regional
en el MERCOSUR. En especial, nos parece que esa tarea se vuelve insoslayable desde una perspectiva completa de la
integración regional en tanto vector indispensable para el desarrollo y la mejor inserción internacional de nuestros
países. Es en esa dirección que deben inscribirse la realización del evento y la publicación de sus ponencias que ahora
se presentan.
Gerardo Caetano
agosto de 2012
El futuro de la integración regional: entre la administración
de conflictos y la necesidad de pensamiento estratégico
Gerardo Caetano, Director Académico de CEFIR, docente e investigador de la UDELAR
I
Como ha señalado con sumo acierto Daniel Innerarity en su libro “El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza
política”, no corren tiempos muy propicios para pensar el futuro, esa dimensión temporal que tiene muchos enemigos
–confesos o no, conscientes o no- en las sociedades contemporáneas. Dice Innerarity en uno de los pasajes de su libro:
“La crítica del uso que las sociedades hacen del tiempo futuro es una clave para desarrollar una teoría crítica de la sociedad. Toda teoría de la sociedad debe ser hoy una teoría del tiempo y especialmente del empleo que hacemos del futuro. Y es
que la crisis de la política tiene mucho que ver con una crisis del futuro y de su creciente ilegibilidad. La lógica de lo urgente
desestructura nuestra relación con el tiempo, subordinando siempre al momento presente”. En efecto, una dimensión importante de la crisis actual de la política en muchos países se vincula precisamente con una crisis de futuro, entendida
como la restricción conceptual o la resistencia lisa y llana a pensar en términos estratégicos, a reflexionar con “mirada
larga”. En esta cultura de lo instantáneo, el cortoplacismo y la imposición de las urgencias parece ganar la batalla, con
el consiguiente imperio de un “presente continuo” devenido en nueva temporalidad hegemónica.
Y sin embargo, si hay algo que resulta visible en este contexto de renovadas incertidumbres es precisamente la necesidad del retorno de una “política del futuro”, demanda en verdad imperativa para sustentar las nuevas democracias
del siglo XXI y para viabilizar una forma posible de gobernanza mundial en los tiempos de la globalización contemporánea. Se trata de una exigencia en verdad ineludible para afirmar una mejor calidad de las políticas nacionales e
internacionales. Empero, constituye un valor escaso en la actualidad. En América Latina en general y en los países del
MERCOSUR en particular, tal vez con ciertas excepciones en Brasil, se advierte una clara ausencia de pensamiento estratégico y ello está afectando seriamente el aprovechamiento de oportunidades, por ejemplo muchas de las derivadas
del tiempo de bonanza que, al menos en América del Sur, se ha instalado prácticamente sin interrupciones desde el segundo semestre del 2003. La premisa de nuestra presentación apunta precisamente a registrar los problemas generados
a partir de esa ausencia de pensamiento estratégico en los procesos de integración regional.
II
Todo proceso de integración entre Estados implica una administración cotidiana de los conflictos de la coyuntura. No
hay proceso de integración regional dentro de la experiencia internacional comparada que no haya estado dominado
durante largos períodos por esa dialéctica cotidiana. La propia integración genera conflictos, en particular entre Estados nacionales como los nuestros que, como hace tiempo nos advertía Alberto Methol Ferré, nacieron en el siglo XIX
desde la construcción de imaginarios nacionalistas “para andar solos”. De allí que integración y conflictos coyunturales
sean dos dimensiones muy interconectadas: conflictos de intereses, ideológicos, políticos, geopolíticos, etc.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
19
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
20
Una buena clave para afirmar los procesos de integración regional apunta pues a aprender a administrar los conflictos de la coyuntura. Pero no alcanza con eso. Esas lógicas cotidianas signadas por el pragmatismo y la capacidad de
negociación deben ser complementadas por la necesidad del pensamiento estratégico. Afirmar esta complementariedad se presenta como algo absolutamente decisivo y es la primera premisa de análisis que mencionaré, a propósito de
la necesidad de fundar y construir unidades de prospectiva de perfil regional.
III
En un artículo que publicara en “Nueva Sociedad” a finales del 2009, nuestro amigo Luis Maira ensayaba algunas claves
de análisis en torno a la situación actual de los procesos integracionistas en América del Sur. Para ello proponía un cúmulo de preguntas e hipótesis que se hicieran cargo –más allá de las fortalezas coyunturales de la región- del peso de las
exigencias de una coyuntura signada por la magnitud de una crisis internacional todavía en curso incierto. En su texto,
que precisamente tomaba como título la pregunta crucial de ¿Cómo afectará la crisis a la integración regional?, Maira
terminaba su análisis manifestando su sorpresa por la “evaluación insuficiente” y por la “limitada comprensión” que –a
su juicio- las elites intelectuales y gobernantes sudamericanas habían tenido frente a la magnitud y las consecuencias
de la crisis global. De manera especial, en su análisis enfatizaba en “la escasa repercusión que este hecho ha tenido en el
examen y las propuestas de las fuerzas progresistas de la región”.
Luego de resaltar el rol muy gravitante que las usinas del pensamiento neoconservador tuvieron en el ascenso de
las fuerzas políticas de derecha en las últimas décadas, Maira advertía que con el cambio de ciclo nada similar había
ocurrido en el campo adversario, lo que a su juicio revestía mucha importancia a la hora de sustentar las posibilidades de retorno de “una etapa posneoconservadora en la región”. Luego de citar la conocida opinión de Wallerstein
en el sentido de que, así como el gobierno de Bush coadyuvó al cambio político progresista en la América del Sur
de la última década, el gobierno de Obama podía paradójicamente ser funcional al “momento de la venganza de la
derecha”, Maira llamaba la atención sobre que un eventual “efecto pendular” muy bien podía ser favorecido por la
ausencia de pensamiento estratégico de los gobiernos y partidos que han protagonizado el cambio político de los
últimos años en el subcontinente sudamericano.
“La pregunta es –concluía Maira- si todavía estamos a tiempo de corregir las fallas de caracterización de la crisis y
recuperar la iniciativa política, poniendo el énfasis en aquellas ideas fuerza que la mayoría de los balances académicos o
políticos señala. Los consensos de la hora actual son muy desfavorables para las visiones de derecha y proclives al pensamiento transformador. Se reconoce ahora que hay una mayor necesidad de política y un mayor espacio para hacerla. Cabe
esperar, también, un creciente interés por los asuntos públicos. Se vuelve a apreciar como insustituible el papel del Estado
en materia de regulación y dirección de la sociedad. Se hace evidente la urgencia de un control eficaz en el funcionamiento
de las corporaciones y (…) la participación ciudadana en las decisiones más cruciales de las políticas gubernamentales. Lo
que no se advierte aún son los proyectos nacionales y estrategias de desarrollo que den capacidad de respuesta a las fuerzas
progresistas de América del Sur”.
Las reflexiones de Maira vienen muy a cuento en torno al asunto de las posibilidades efectivas de un proceso
integracionista exitoso en América del Sur, coincidente con una resignificación democrática con cambio social, que
se consolide en forma paralela al impacto de una crisis global como la actual. Con programas de mero pragmatismo,
sin nuevas ideas sobre desarrollo o sin el coraje político de aplicarlas, más allá de su amplia diversidad, los nuevos
gobiernos “progresistas”, que han sido y son el principal sujeto promotor de los proyectos de integración regional en
curso en el continente, no aportarán de manera consistente en esa dirección. Más aun, corren el peligro de perder la
oportunidad o, lo que tal vez sería más grave, de apostar en una dirección equivocada, contraria a los requerimientos
de una profundización transformadora en la región.
Este también resulta un factor insoslayable del contexto más actual del MERCOSUR: en la región la coyuntura parece exigir superar un acusado déficit de pensamiento prospectivo, cuyo norte se oriente a las exigencias de la
consolidación democrática, de la superación de las escandalosas desigualdades, de la forja de un desarrollo de veras
sustentable y de la consolidación de procesos mucho más creíbles para la integración regional. ¿Pueden encontrarse
respuestas convincentes para estos retos desde “caminos en solitario”, que desacumulen lo andado o que apuesten a
un vaciamiento gradual de los procesos integracionistas? ¿Es contradictoria la estrategia de un nuevo impulso de
desarrollo y de la reintegración de los tejidos sociales nacionales, con la perspectiva de profundización genuina de la
integración regional en el continente, de acuerdo a esa lógica de los “círculos concéntricos” que vinculen –de modo
complementario y no como alternativas incompatibles- a procesos como MERCOSUR, UNASUR y CELAC? Luego de
un análisis histórico crítico y no teleológico, nuestra convicción apunta con firmeza a que toda apuesta contra la región
o sin la región no es posible ni deseable. Pero para estar a la altura de las circunstancias resulta imperativa una agenda
efectiva de sinceramiento y de prospectiva integracionista.
IV
Esta ausencia de pensamiento estratégico se vuelve más acuciante en un contexto de crisis internacional nacido y
desplegado en especial en los países desarrollados, frente al que la región –al menos desde los países del MERCOSUR
y del área sudamericana- se ha podido plantar hasta el momento con fortalezas inéditas respecto a otras experiencias
del pasado. Como dijimos, la falta de pensamiento estratégico puede incluso opacar las oportunidades que brinda la
bonanza económica. A contramano de lo que está pasando en buena parte del mundo desarrollado, hace 8 años –con
la excepción del 2009, salvo en Uruguay y Perú- que nuestros países crecen a tasas muy importantes. Y la bonanza suele
ser una invitación a la siesta y a la insularidad, tanto a nivel de los países como de las regiones. Uruguay conoce este
peligro muy bien, pues lo ha vivido en varias oportunidades. Durante mucho tiempo durmió en ancas de la bonanza.
Durante mucho tiempo la “siesta” de la bonanza de una prosperidad frágil fundamentó su actitud de insularidad respecto a sus vecinos de la región y del continente. Lo pagamos carísimo. Si los países sudamericanos suponen que esta
bonanza va a persistir sine die y que ella los pone a salvo de los remezones de la coyuntura de la crisis internacional, se
equivocan y mucho. En particular se equivocan aquellos que reflexionan de esta forma y no encuentran incompatibilidad alguna entre esa actitud y la voluntad de afirmar la integración regional como una clave, un vector absolutamente
indispensable para el desarrollo.
V
Miremos lo ocurrido en el MERCOSUR en los últimos tiempos. Resulta evidente que existen tendencias que ponen
en entredicho la competitividad de nuestros productos con mayor valor agregado. Hay que decirlo claramente: estamos creciendo en función de la venta de commodities. Incluso los países más industrializados de la región, como
Argentina o Brasil, están creciendo por el gran factor de dinamismo de las demandas de la zona Asia–Pacífico y
fundamentalmente de China. ¿Qué es lo que les vendemos? Básicamente alimentos y minerales sin procesar. ¿Qué le
compramos a China? Productos industrializados y con alto o medio valor agregado. ¿Hacia qué mercados nos orientamos para vender nuestros productos o rubros con mayor valor agregado? Los colocamos dentro del MERCOSUR
y de Sudamérica. ¿Mantenemos un comercio intrazona ágil, equitativo y facilitado por incentivos aprovechados por
todos? Claramente no. Padecemos la irrupción de barreras proteccionistas entre nosotros y, como ha demostrado
en un estudio reciente para el SELA José Manuel Quijano, el aprovechamiento de los incentivos para el comercio y
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
21
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
22
los servicios entre los países de la región no sólo no resulta compensatorio con las asimetrías originarias sino que las
agrava. ¿Estamos administrando con sensatez los conflictos de esta coyuntura y, sobre todo, los estamos atendiendo
con mirada y pensamiento estratégicos? Surgen muchas evidencias que parecen poner en seria duda esto.
Uruguay ha vivido los últimos meses fuertemente tensionado por los conflictos de coyuntura en la región, lo que
ha reavivado en su sistema político la discusión sobre la inserción del país y su política exterior hacia la apuesta a la
integración regional. La aplicación del plan “Brasil Maior” en el 2011, con la aplicación de políticas proteccionistas en
nuestro principal socio comercial que sin duda afectan algunas de nuestras exportaciones, ha generado fuertes conflictos de intereses. Sin embargo, muchos de ellos han podido ser resueltos o encaminados políticamente y de manera bastante rápida, mediante una sensata administración de los conflictos. En esta política, la clave integracionista ha jugado
un papel decisivo. El vicecanciller uruguayo, Roberto Conde, ha dicho bien que en un mismo momento, en el país se
produjeron conflictos de intereses vinculados con la región y otros vinculados con exportaciones a países extra zona.
Aquellos conflictos de intereses vinculados con Brasil pudieron encaminarse políticamente, mientras que la afectación
de industrias de manufacturas de la madera, que había generado la pérdida de centenares de puestos de trabajo y que
se vinculaba con mercados europeos, no pudieron encontrar espacios de administración del conflicto. Este contraste
refleja un aspecto favorable de la integración regional: los conflictos que se generan entre países socios de un bloque
pueden encontrar vías de resolución política más ágiles y operativas que aquellos que se generan con países “más ricos
y lejanos”, parafraseando la famosa frase de Végh Villegas en tiempos de la dictadura, que recientemente han reiterado
algunos connotados dirigentes de la oposición.
Sin embargo, esta facilitación que pudo encontrarse con Brasil no se confirmó con Argentina, incluso desde los
esfuerzos de un gobierno como el presidido por José Mujica, que ha demostrado una particular “paciencia estratégica”,
como ha dicho el propio presidente, para negociar las diferencias en los complejos y nutridos temas de la agenda bilateral. Es muy importante advertir también que la misión uruguaya que llevó adelante la negociación de los diferendos
con Brasil no se conformó con la solución por la vía de la excepción sino que planteó que muchos de esos conflictos
de intereses podían ser resueltos con más integración, no con menos o por la vía de las excepciones o flexibilizaciones.
En la discusión sobre cómo se resolvía un conflicto de intereses, podía plantearse la necesidad estratégica de afirmar
la posibilidad de profundizar lógicas de complementación productiva como vía idónea para resolver diferendos comerciales. Aquí hay un rumbo relevante pero que lamentablemente no ha podido instalarse en todos los conflictos
emergentes dentro del MERCOSUR: la administración de un conflicto concreto de intereses puede complementarse en
su superación efectiva con voluntad política y horizonte estratégico de mayor perfil integracionista.
Pero ese giro virtuoso no pudo confirmarse en el relacionamiento, también vital, con Argentina. Una larga lista
de contenciosos de la agenda bilateral (barreras arancelarias y parancelarias, dragado del canal Martín García, monitoreo conjunto de la situación medioambiental en el río Uruguay, conflicto de intereses portuarios, impacto del “cepo
cambiario” en el turismo, conectividad energética, entre otros) no sólo han encontrado y siguen enfrentando muchas
dificultades de administración coyuntural, sino que tampoco han dado lugar a miradas más estratégicas sustentadas
en voluntad política. Y no parece injusto señalar que el gobierno uruguayo se ha mostrado mucho más abierto y negociador que su par argentino, pagando incluso costos políticos internos muy elevados. Muchos de estos conflictos
han tenido un fuerte impacto en el Uruguay, mientras pasaban casi desapercibidos en Argentina y en la región. Han
sido noticias muy amplificadas –con justicia o sin ella– en el marco de un debate ideológico muy fuerte en el Uruguay,
cuyo centro vuelve a ubicarse en la interpelación sobre si el país debe continuar apostando a la región como elemento
principal de su política exterior. Entre otras muchas cosas, en la tramitación de la agenda bilateral argentino-uruguaya
ha faltado pensamiento estratégico a la hora de evaluar y tramitar las diferencias.
VI
Así las cosas, un análisis crítico sobre lo ocurrido en los últimos años podría abonar desde una perspectiva integracionista esta idea fuerza: la integración regional se promueve con una sensata administración de los conflictos de
intereses, pero siempre que ello pueda complementarse con acciones estratégicas, con “políticas de futuro” como base
de la construcción de un bloque como el MERCOSUR. Estamos en un ciclo que traerá más conflictos. No seremos una
isla en un contexto internacional dominado por la crisis. Y si no administramos la crisis con pensamiento estratégico
tendremos cada vez más y peores problemas. Sobre todo si volvemos a apostar a los “salvatajes solitarios” y no ubicamos
esos conflictos y problemas en la perspectiva del debate sobre la integración regional y el desarrollo. Esta demanda le
agrega elementos de oportunidad a una iniciativa que, aquellos que promovemos la integración regional como una
orientación fundamental de las políticas de desarrollo de nuestros países, siempre hemos tenido.
Muchos de nuestros gobiernos nacionales están dominados por lógicas muy internistas y nacionales. Privilegian
en términos absolutos la administración de los conflictos internos en cada coyuntura y no dejan espacios para articular
la respuesta ante esas demandas con las exigencias y las oportunidades de la pertenencia a un bloque de integración.
A menudo, esa desarticulación entre las agendas interna y regional se afirma en la carencia de usinas de pensamiento
estratégico y en la ausencia de agenda prospectiva en ambas dimensiones. Incluso en algunos gobiernos sudamericanos, los institutos y unidades de prospectiva que se radicaban dentro de los Estados han sido eliminados, con la consiguiente desacumulación de mucha masa crítica que ayudaba a la respuesta interna pero también cooperaba en el frente
regional. Una honrosa excepción en esa dirección está el trabajo liderado por Samuel Pinheiro Guimaraes durante el
último año del segundo gobierno de Lula, titulado “Brasil 2022”. Este documento pero sobre todo el trabajo que lo hizo
posible, pueden verse como la expresión de ese circuito virtuoso que desde la dimensión estratégica puede rearticular
los objetivos y acciones nacionales con las demandas de la agenda regional.
VII
Si la prospectiva y el pensamiento estratégico resultan bienes escasos a nivel de las políticas nacionales, cabe el señalamiento de una omisión mucho mayor en lo que refiere a los esfuerzos de reflexión prospectiva a nivel regional. Y la coyuntura internacional actual vuelve más acuciante este déficit. Estamos en presencia de cambios fortísimos a nivel de la
geopolítica mundial. Uno de los primeros elementos que nos debiera llevar a la prospectiva es la necesidad de precisar
con acierto los severos condicionamientos que se abrirán para la región a partir de esta coyuntura de incertidumbres.
Asistimos a un tiempo de rebalance de poder mundial inédito en muchos sentidos. Vivimos una crisis económica de
rumbo incierto que, a contramano de algunos anuncios prematuros, no sólo sigue siendo desafiante sino que se profundiza gravemente en muchos países. Miremos, si no, lo que ocurre en Europa. ¿Acaso pensamos que América del Sur y el
MERCOSUR se van a encontrar ajenos al impacto de estos procesos? Aún desde la perspectiva de la continuidad de la
bonanza de la mano del alza de la demanda y de los precios de las commodities, múltiples factores deberían llevarnos a
actitudes más reflexivas y prudentes. Cualquier coyuntura de cambio como la que sacude al mundo desarrollado implica
un reto analítico muy serio, que debiera tenerse presente. Advierto –incluso a nivel de la academia– la ausencia de miradas
calificadas que reconozcan, con vocación de anticipación (que nunca debe confundirse con predicción), la idea de que se
inicia un ciclo complicado, que tendrá como una consecuencia lógica el aumento de conflictos en la región.
Junto con este rebalance dramático del poder mundial, así como de la continuidad de la crisis en el mundo desarrollado que sigue su curso, tenemos también una severa crisis de gobernanza mundial. Ésta se advierte claramente en
la crisis extendida de los escenarios multilaterales más clásicos, pero también en la emergencia de situaciones complicadas a nivel de los nuevos espacios informales de gobernanza mundial. Un ejemplo paradigmático es el G20 financiero,
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
23
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
24
que tiene a tres países latinoamericanos entre sus integrantes: Argentina, Brasil y México. La pregunta que de inmediato
surge es si esos tres países han articulado sus propuestas, si han promovido diálogo político para discutir con anticipación
sus posiciones e iniciativas como región, incluso si han discutido con los otros países de la región para alzarse como voceros de todos en esos foros informales. ¿Es que esto es una utopía? ¿Es que esa exigencia proviene de un enfoque idealista
desenfocado? ¿No es el realismo más duro el que nos lleva a impulsar coordinaciones de esta índole? Yo creo lo segundo.
No son nuestros ideales (que también se orientan en esa dirección) los que nos llevan a reafirmar que ésta es la hora de la
región; es sobre todo un principio del más puro realismo. Desde esa perspectiva creo que se puede discutir con rigor intelectual que todos nuestros países, incluso Brasil que es un país continente, encuentran la mejor versión de sus repuestas
ante una coyuntura crítica y desafiante como la actual, desde la región y no contra la región.
Ocurre que la integración regional en el MERCOSUR y en América del Sur ya no admite más retórica. Llegó el momento de las acciones y de las ideas concretas, de la propuesta, de la prospectiva y de la voluntad política sin dobleces.
El integracionismo genuino requiere hoy más que nunca del sinceramiento efectivo de nuestros gobiernos. Advirtamos
por ejemplo las múltiples implicaciones de la emergencia de China como potencia mundial de primer orden y del crecimiento exponencial de sus intereses en la región.
¿Cuál es el gran desafío de negociación internacional externa para los países del MERCOSUR como bloque? Por cierto que no es Estados Unidos, que ya ni siquiera tiene en su agenda la propuesta de suscribir Tratados de Libre Comercio
bilaterales, a los que por cierto nos hemos opuesto desde la perspectiva de la integración regional pero también desde la
óptica realista de la defensa más concreta de los intereses nacionales. Lo digo desde el realismo: ¿cuál es la base técnicopolítica para sustentar un plan B a la integración al MERCOSUR y a la región sudamericana? Tampoco la prioridad parece
estar en las negociaciones en curso con la Unión Europea. Y esto sí es de lamentar pero también sirve para analizar sus
causas: la concreción de este acuerdo no parece estar entre las prioridades de Argentina y de Brasil, y la crisis que afecta al
viejo continente no resulta el mejor contexto para afirmar una oferta viable para que el bloque pueda negociar.
Y si la agenda externa del MERCOSUR, que en sus 21 años ha dejado un balance en verdad paupérrimo -y no ocultemos que allí radica uno de los obstáculos más fuertes para el éxito del proyecto MERCOSUR-, no tiene hoy en sus
radares a los Estados Unidos ni la negociación del bloque con la Unión Europea permite afirmar perfiles auspiciosos,
¿dónde están los interlocutores externos con los que discutir “políticas de futuro”? ¿O es que acaso creemos que puede
afirmarse una prospectiva auspiciosa para un MERCOSUR cerrado sobre sí mismo? ¿Es que, más allá de la retórica y
aun de la carga ideológica del concepto, alguien puede negar que el regionalismo abierto sigue siendo la apuesta viable
para la región en su conjunto? Si respondemos con rigor estas preguntas, con seguridad convergeremos que hay que
abrir nuevas puertas al MERCOSUR, que hay que rediscutir a fondo las posibilidades de una ampliación regional sudamericana y latinoamericana desde formatos más realistas y flexibles. También se llegará sin duda a poner el foco en
la zona Asia-Pacífico y en especial en China. Para realizar eso también necesitamos pensamiento estratégico riguroso.
imperativo comprender qué es lo que está pasando realmente en China. Tenemos que comprender qué es lo que implica la renovada presencia de China en la región. Y qué es lo que significa un horizonte de relaciones en crecimiento
que no va a resultar sencillo. Quienes, con enorme ingenuidad, plantean que la China emergente y principal factor
de dinamismo económico en el mundo de hoy (las últimas estimaciones proyectan que de aproximadamente un 8%
del PBI mundial que tenía en el 2010 saltará a un 20% en el 2030) va a constituirse en un “hegemón” benévolo con la
región sudamericana cometen un enorme error. Y al mismo tiempo no advierten una de las ventajas comparativas de
la política exterior de China: ella siempre piensa “en larga duración”, porta pensamiento estratégico consistente. Ello
constituye una de las características históricas ya milenarias de esta nación-civilización. La transición de Hong Kong,
por citar un ejemplo, fue pensada a 50 años. Para nosotros pensar una transición así es sencillamente imposible. Esta
pauta de comportamiento de China en el mundo contemporáneo nos ayuda a calificar nuestro pensamiento sobre la
prospectiva y sus aportes reales. Esa que no es el pronóstico ni mucho menos la adivinación, como ha sido dicho. Tampoco es la simple proyección de tendencias. Por lo general, la proyección de tendencias nunca acierta en prevenir lo
que realmente pasará, porque omite o subvaloriza el factor constitutivo del nuevo escenario internacional: la inflexión,
el cambio, los episodios disruptivos que alteran proyecciones desde lo no previsible.
Quien proyectaba tendencias desde los años 70 del siglo XX hacia los siguientes cincuenta años con seguridad no
estaba en condiciones de anticipar, al menos en su magnitud, el crecimiento exponencial de más de 30 años de China,
base sustantiva de lo que hoy significa ese país en el mundo. A estos factores internacionales se le agregan los cambios
dramáticos en los contextos geopolíticos. Uruguay siempre definió su política exterior desde una visión geopolítica primaria: “un pequeño país entre dos gigantes con vocación hegemónica”. Hoy el primer núcleo de cualquier definición de política exterior para el Uruguay –y para buena parte de los países sudamericanos– es que Argentina y Brasil han cambiado
históricamente su matriz de relacionamiento y que, por ende, las políticas que antes ayudaron a pendular entre Argentina
y Brasil ya no sirven para las actuales circunstancias. Hay que repensar la clave de política regional de nuestras iniciativas
de política exterior porque ha tenido lugar en las últimas décadas un cambio geopolítico de fuertes proporciones en la
Cuenca del Plata. Y es que también se han producido cambios geopolíticos a nivel de América Latina.
Nunca se habló tanto de Sudamérica y tan poco de América Latina, y por cierto que aquí radica (y a veces se esconde) un asunto central de nuestras políticas internacionales en el continente. Tenemos que sincerarnos sobre si el
escenario prioritario de la integración regional es Sudamérica, es el MERCOSUR, y qué papel puede jugar la reciente
CELAC como espacio de reintegración latinoamericana efectiva. Hay que pensar en estrategias de integración diferenciada, que permitan pensar integraciones posibles entre países que han firmado TLC con Estados Unidos y la UE (Chile, Perú, Colombia, toda Centroamérica más República Dominicana y nada menos que México) y otros que no se han
negado a consentir esos acuerdos bilaterales, aún con sus restricciones y condicionamientos. Tenemos que pensar de
manera distinta aquella vieja doctrina de los “círculos concéntricos” que pensara hace 100 años Luis Alberto de Herrera
y que hoy, resignificada y transformada para el siglo XXI, puede ser una buena metáfora para recombinar estrategias
comunes entre MERCOSUR, UNASUR y CELAC, por ejemplo. Y por supuesto que tenemos que ser creativos y flexibles para que esas iniciativas puedan construir complementariedades reales y no retóricas. Pero para ello también se
necesita pensamiento estratégico y ejercicios sólidos de prospectiva regional.
IX
X
Es China el gran factor que ha permitido que, al menos en América del Sur, se haya podido “saltear” los principales
impactos de la crisis de 2008, con sus recrudecimientos y despliegues posteriores. Es también el mercado chino el que
permite fundamentalmente que nuestras economías sigan creciendo pero el que, obviamente, también condiciona
fuertemente nuestro rumbo. En cualquier agenda prospectiva para nuestros países y bloques de integración, se vuelve
La prospectiva, incluso a nivel nacional, pero particularmente a nivel de sus contribuciones para consolidar la gobernanza
mundial, configura una lógica de pensamiento a contracorriente. Como vimos, vivimos una etapa que tiende a desafiar
las “políticas del futuro”, a confrontar la pertinencia de que hay que discutir los futuros posibles en términos de hipótesis,
entre otras cosas para gestionar mejor el presente y para terminar de asumir que peleamos por un futuro deseable y no
VIII
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
25
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
26
sólo uno posible. Porque, entre otras cosas, la frontera entre lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer no es natural,
sino que se forja en la discusión rigurosa de alternativas. Y eso siempre exige anticipación. Esta cultura de la urgencia, de
lo imprevisto, que nos impone la adaptación permanente, incluso la idea de que la política –sobre todo la internacional–
es una mera estrategia adaptativa ante lo que ocurre, nos puede llevar a los callejones sin salida más atroces. Advirtamos
lo que ocurrió en el 2011, nada más. Advirtamos cómo el acontecer internacional se ha visto impactado y desafiado por
la irrupción violenta de situaciones y procesos no previstos, que incluso han terminado en cierta “naturalización” y acostumbramiento resignado de la comunidad internacional ante violaciones flagrantes al Derecho Internacional más básico,
circunstancias que en muchos casos ni siquiera pudieron ser anticipadas por las grandes potencias.
En contextos como los actuales, una decisión en materia internacional en este marco de cambio permanente, si no
tiene un nivel de ejercicio prospectivo y de exploración de “futuribles”, no puede llegar a ser consistente. La prospectiva
nos permite mejorar nuestra aproximación cognitiva a la realidad del presente. Nos permite desplegar los espacios de
disponibilidad analítica para registrar la inflexión inesperada en un tiempo de cambios. Al mismo tiempo, nos habilita
un tipo de reflexión más idóneo para administrar mejor los desafíos de futuros inciertos. Si es siempre útil, lo es particularmente cuando la incertidumbre se entroniza en la coyuntura.
XI
Desde la integración sudamericana y latinoamericana, y más específicamente desde el MERCOSUR, la agenda de una
política del futuro, calificada por el ejercicio prospectivo, abarca necesariamente un espectro muy importante de temas. En primer lugar, como señalaba Maira en su texto de 2009, debería reenfocar una interpretación sólida sobre los
desafíos reales y potenciales de la crisis internacional actual. ¿Cuál será nuestro posicionamiento político frente a sus
consecuencias? ¿Vamos a tener una postura común o al menos convergente o siquiera consultada desde la región? ¿De
qué manera estamos perfilando nuestra comprensión respecto a la coyuntura internacional dominada por la crisis?
¿Cómo vamos a anticipar este ciclo adverso que ya está frente a nosotros? ¿Vamos a responder ante ellos con los viejos
reflejos del nacional desarrollismo, ya agotado? ¿No vamos a complementar las nuevas respuestas con dimensiones
de proyección regional? ¿No vamos a buscar una cierta convergencia de nuestras políticas exteriores ante coyunturas
y desafíos tan pesados? ¿Están convergiendo nuestras políticas exteriores? ¿Nuestros gobiernos trabajan de manera
convergente frente a las nuevas presencias fuertes en la región, como China pero también como Rusia, Irán, India?
¿Hay un foro donde nuestros gobiernos estén discutiendo en profundidad estos temas? ¿Se discuten estos temas con
real calificación analítica?
En segundo lugar, la consolidación de un programa de estudios prospectivos para la integración regional va a ayudarnos también a profundizar en torno a agendas ya establecidas. En el MERCOSUR, hace ya más de un año, hubo un
Cumbre muy relevante que generó la llamada “agenda de San Juan”. Los reclamos de decisiones impostergables frente
a temas importantes (algunos de muy vieja data en el MERCOSUR) fue luego complementada por las discusiones y
debates de la Cumbre de Foz de Iguazú. En esta última ocasión, entre otras decisiones relevantes, se creó la figura del
Alto Representante del MERCOSUR, entre cuyas tareas fundamentales se incluyó la de promover una usina propositiva y prospectiva para la región en su conjunto. Cabe preguntarse hacia fines de 2011 si toda esa agenda exigente ha
sido recogida en los hechos, si realmente se ha asumido en el tiempo transcurrido las exigencias y posibilidades abiertas con las decisiones adoptadas. Nuestra impresión es que no. Como decíamos, tal vez el principal eje de inserción
internacional de nuestros países en la actualidad pase por explorar acuerdos e interlocuciones diferentes con China.
¿Estamos a la altura de las exigencias para establecer una postura común o al menos una postura convergente respecto
a este nuevo factor?
XII
Tenemos políticas públicas regionales en agenda que también son los temas del futuro. Es que los países sudamericanos
en general y los socios de la Cuenca del Río de la Plata en particular viven una rara paradoja en el contexto internacional actual. Más allá de su bonanza y de sus altos índices de crecimiento de los últimos años, nuestros países aun
evidencian los signos de su relativa marginalidad en ciertos escenarios internacionales. Véanse a este respecto indicadores sobre el peso de la región en porcentajes del comercio mundial, PBI, flujos financieros, patentes aprobadas en los
últimos treinta años, inversión en investigación en ciencia y tecnología, volumen de inversiones u otros datos similares
y se advertirá con claridad esa situación, pese a que en varios de estos rubros –como por ejemplo en la captación de
inversión extranjera directa- en los últimos años se han verificado procesos estimulantes. Sin embargo, en términos
de capacidad y eficiencia en la producción de alimentos agropecuarios, de posesión de recursos naturales estratégicos
(en particular hídricos, minerales y energéticos), de riqueza en biodiversidad, la situación resulta bien contrastante.
En ese marco, las riquezas y potencialidades de América del Sur, por ejemplo, lejos están de la marginalidad anotada
y ya despiertan codicias externas varias. La Cuenca del Río de la Plata resulta un ejemplo máximo en esa dirección.
La postergación de políticas públicas regionales que garanticen un manejo integrado de la misma es sin duda la más
riesgosa de las opciones. Y en este plano, como en otros, las políticas nacionales, aunque siempre importantes, ya no
son suficientes para responder a los grandes desafíos del presente.
La clave energética, por ejemplo, en momentos en que Sudamérica se perfila como el gran polo energético mundial, con potencialidades impresionantes, debiera centrar nuestra atención y hacernos converger en una prospectiva
efectivamente regional. La integración productiva también configura un gran tema en esa dirección. Y aún más: la
integración física, la exigencia de políticas muy proactivas en infraestructura en un continente como Sudamérica, cuya
geografía impone obstáculos muy fuertes para la comunicación. Tomemos el ejemplo de la necesidad de los corredores
bioceánicos, para una integración física que acompañe un crecimiento que ha sido muy fuerte, y que ya hoy pone al
desnudo la debilidad insostenible de nuestra infraestructura regional. Ni qué hablar de nuestros déficits compartidos
en lo que refiere a la convergencia de nuestras políticas en investigación e innovación en ciencia y tecnología. Nuestros
rezagos en esta área decisiva para el desarrollo contemporáneo arrojan números y circunstancias realmente impactantes, que todos conocemos. Para conseguir logros en estas y en otras áreas estratégicas, resulta imprescindible hacer
converger los esfuerzos. Ni siquiera Brasil puede hacerlo solo.
XIII
Podríamos continuar largamente la reseña de temas y problemáticas que reforzarían el imperativo, en esta coyuntura,
de la generación de unidades de prospectiva con proyección regional como una contribución desde el campo académico a la clarificación de las políticas integracionistas y con norte en el desarrollo de nuestras sociedades. Desde las
instituciones organizadoras queremos que esta sea una instancia fundacional de un esfuerzo en la dirección anunciada.
Se trata de una iniciativa que sólo será posible profundizar trabajando en redes y con hondo sentido regional e integracionista. Para eso los hemos convocado.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
27
América del Sur y las perspectivas de la integración
en la posguerra fría
Luis Maira, ex Ministro de Estado y Embajador en Argentina, Chile
Celebro que esta reunión del Consejo del CEFIR sea acompañada por un encuentro que propone discutir y reflexionar
sobre temas importantes, bajo el patrocinio de FESUR, y con la participación de la Universidad de la República. Quisiera hacer mis reflexiones en la misma línea que Gerardo Caetano planteó, desde mi óptica profesional —las Relaciones
Internacionales— y desde mi reciente experiencia, que desde el fin de las actividades del gobierno de Michelle Bachelet
han sido más bien académicas y realizadas en México, en el Centro de Investigación y Docencia Económicas. En México
viví once años de exilio y otros seis como Embajador y, desde 1974, he mantenido allí un contacto permanente. Eso me
ha permitido moverme por el conjunto de los 20 países que forman la América Latina. En el último año y medio los he
visitado todos, y nunca he abandonado los temas ligados a los vínculos de nuestra región con el entorno global. En 2010
pasé cuatro meses en Washington como profesor visitante en el Woodrow Wilson Center y me empapé de las visiones que
hay en el centro respecto a nuestra situación y perspectivas; de donde surgen elementos que son interesantes de colocar en
nuestro análisis. Los organizadores me pidieron una exposición del contexto internacional con un énfasis particular en la
situación latinoamericana. Partiría subrayando mi acuerdo con lo dicho por varios expositores: trabajar por la integración
del espacio latinoamericano o de América del Sur no es contradictorio sino complementario con lo que pueda hacer el
MERCOSUR en el ámbito concreto de sus cuatro países fundadores para establecer una Unión Aduanera.
Pretendo tocar cuatro puntos. El primero es ver cómo nos afectan los cambios del sistema internacional, y el
tiempo desordenado en que ha transcurrido la vida del MERCOSUR. El segundo aspecto a considerar es cómo en esta
época se produjo una reconceptualización de lo que es América Latina, a la que debiéramos atenernos porque viene
de factores de poder muy determinantes. El tercer punto es recordar qué contexto específico hemos debido enfrentar,
y de qué manera nos ha golpeado la crisis donde hemos podido salir de ella relativamente mejor que otras veces. Por
último, examinar cuáles son las perspectivas de la integración referida a América del Sur, espacio que privilegio por las
razones que mi propia exposición irá estableciendo.
Estos 20 años de MERCOSUR coinciden exactamente con los tiempos de la llamada Posguerra Fría, que marcó
un gran reordenamiento del sistema internacional. Probablemente, este ha sido el más imprevisible y desordenado
de los reordenamientos que hubiéramos podido tener. El conocido historiador de las relaciones internacionales, Paul
Kennedy, publicó hacia 1986 el libro clásico “Auge y caída de las grandes potencias”, que intentaba ser un registro de
las hegemonías y sus cambios en los últimos 500 años, del siglo XVI a finales del siglo XX. Kennedy señaló en su examen histórico que, cuando un orden internacional concluye no viene otro orden internacional de reemplazo, sino un
tiempo de ajustes y transiciones. Y que sólo después de un cierto número de años, donde se colocan los fundamentos
de un nuevo orden internacional, se puede decir con propiedad que se ha establecido una nueva modalidad de funcionamiento del sistema global.
El ajuste internacional anterior, a fines de la Segunda Guerra Mundial, fue extremadamente nítido: el reordenamiento económico se hizo en la Conferencia de Bretons Woods, en 1944, al crear dos entidades multilaterales que
reflejaran la hegemonía norteamericana, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que fueron agentes
amplificadores de la estrategia económica de Estados Unidos durante los años siguientes. Junto a ello, la Conferencia
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
29
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
30
de San Francisco, en junio de 1945 sirvió para constituir la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde, de
nuevo, Estados Unidos se reservó para sí, junto a la Unión Soviética y sus propios aliados Francia, Gran Bretaña y la
China Nacionalista, el derecho de veto en los asuntos cruciales que resuelve el Consejo de Seguridad de la ONU. La
Guerra Fría funcionó durante más de 45 años con reglas conocidas y previsibles, que además se fueron recomponiendo
en varias etapas, lo que hizo cada vez más nítido el papel hegemónico de las superpotencias. Fue un tiempo de gran disputa ideológica donde el dilema era: o vivir como en los Estados Unidos o como en la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS). Nuestro sentido común internacional, formado durante aquellos años, permitía prever y orientarnos frente a cualquier nuevo conflicto o acontecimiento. Esa certeza desapareció junto con la caída del muro de Berlín
y el término de la URSS. El MERCOSUR nació exactamente cuando el último atisbo de unidad de lo que Lenin había
creado en 1922 como una confederación que llegó a tener 15 Repúblicas desaparecía con las tres últimas agrupadas
en la Comunidad de Estados Independientes: Rusia, Bielorrusia y Ucrania. Cada ex república soviética siguió por su
cuenta y el mundo pasó a tener otra consistencia.
Lo asombroso es que desde entonces no hubo una transición exitosa. Hubo un agolpamiento de esquemas que
finalmente abortaron y dieron lugar a una nueva situación provisional, en función de acontecimientos internacionales
que determinaron un turning point de la situación previa. Pueden distinguirse en apenas 20 años tres fases perfectamente claras, a las que no hemos podido sintonizarnos bien los latinoamericanos. Todos tenemos el recuerdo de los
primeros años de Posguerra Fría, la última década del siglo XX, tiempos en que se hablaba del mundo unipolar. Estados Unidos aparecía como una potencia llamada a tener un largo ejercicio de la hegemonía internacional. Nos decían
que esta se basaba en la unipolaridad militar porque su presupuesto de defensa excedía al de los principales países,
desarrollados y en desarrollo, juntos. Washington tenía igualmente superioridad comunicacional, por lo que aparecía
como un gendarme global capaz de arbitrar y decidir sobre todas las situaciones. Eso duró poco más de 10 años. Los
atentados del 11 de setiembre de 2001 nos llevan a una segunda fase y cambiaron, subjetiva y objetivamente, esa percepción. Los que enseñamos Relaciones Internacionales nos quedamos con una tabla en nuestras bibliotecas llenas de
textos sobre unipolar politics, que sirven ya de muy poco. El mundo dejó de ser unipolar y volvió a grados variables de
multipolaridad que se han ido corrigiendo.
La fase uno, el unipolarismo, no dio lugar a un nuevo orden internacional sino que nos llevó a saltar a una segunda
etapa donde prevaleció la lógica del presidente Bush hijo, y una nueva estrategia norteamericana de seguridad nacional. Pasamos a la lucha global contra el terrorismo y a las intervenciones militares preventivas de Estados Unidos, para
modificar el equilibrio de fuerzas de cualquier país donde la Casa Blanca considerara que se estaban gestando situaciones amenazantes para la sociedad y los intereses norteamericanos. En esta lógica, tuvimos la guerra de Afganistán, y
luego la de Irak. Sólo esta última le ha costado tres trillones de dólares a Estados Unidos y ha sido un factor económico
decisivo en sus dificultades y ocaso, que se hacen más manifiestos en los años recientes. Estados Unidos agotó factualmente, en las “intervenciones contra el terrorismo” una capacidad de despliegue internacional que ya no tiene. Porque,
luego, producto de esta ofensiva y también de las dificultades internas de la sociedad norteamericana pasamos, el 15 de
setiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, un gran banco con más de 160 años de existencia, a la tercera
fase de la Posguerra Fría. Estalló lo que Eric Hobsbawm definió muy bien como el equivalente de la caída del Muro de
Berlín para Wall Street y los países desarrollados. Una crisis que colocó a Estados Unidos, y, en una segunda ola, a los
países europeos en un proceso de recesión prolongado y bastante imprevisible en sus consecuencias.
Michael Mandelbaum, encargado del área de Política Exterior de Estados Unidos en el Instituto de Estudios Estratégicos Avanzados (SAIS) de la Universidad John Hopkins, produjo, en 2010, un texto digno de leerse, que se refiere a
Estados Unidos como The Frugal Superpower (La Superpotencia Frugal). Allí cuenta cómo la estrategia internacional
norteamericana nunca más tendrá los recursos que tuvo en los 70 años previos para organizar su hegemonía, y cómo
a partir de ello las capacidades de influencia y acción norteamericanas en el mundo irán declinando. Esto no ocurrirá de una manera brutal, advierte, pero escalón tras escalón veremos una caída en la influencia y el peso económico
de Estados Unidos en lo que resta del siglo XXI. Y como este último ajuste de la posguerra fría, tampoco ha podido
establecer ningún orden internacional de reemplazo (seguimos con las obsoletas reglas de San Francisco y de Bretton
Woods y con la creación de instituciones como el G20, entes prácticos que no están debidamente reglamentados ni institucionalizados) nos movemos en un cuadro de enormes dificultades e incertidumbre para las regiones del mundo en
desarrollo, entre las cuales está América Latina. En ese contexto, Estados Unidos tiene menos capacidad de intervención y menos cuotas de poder internacional que en cualquier período previo, desde el término de la Segunda Guerra.
En el lenguaje de los analistas del ciclo de las grandes potencias, ha pasado su zenit e inicia un punto que lo conduce a
su declinación. Aquí aparece el segundo factor que me interesa destacar: América Latina es reconceptualizada en este
momento desde el centro de un modo distinto. Quiero referirme a un consenso que tienen Estados Unidos y Brasil, el
país más grande de la región, para ver a América Latina de una nueva manera, aunque por razones distintas.
Para Estados Unidos—pensemos en los análisis del Departamento de Estado o del Consejo de Seguridad Nacional—América Latina ha tenido enfoques que han variado en los últimos 50 años. Es claro que la región tiene componentes comunes y estables, como su fisonomía histórica, su patrimonio cultural o el afecto que guardan entre sí los
habitantes de sus 20 países. Pero tiene también elementos cambiantes en los diseños políticos, la estrategia económica,
social o la inserción internacional, que se modifican mucho de un tiempo a otro. En los años de la Revolución Cubana,
por ejemplo, América Latina era vista como un espacio coherente, y Estados Unidos tenía una sola estrategia para la
región, que venía, por lo demás, desde la Política del Buen Vecino de Franklin Roosevelt, de 1933. Cuando el presidente
Kennedy tuvo que dar una respuesta a los desafíos que Fidel Castro y el gobierno revolucionario de La Habana colocaron para Estados Unidos, puso en marcha un plan válido para los 20 países, la Alianza para el Progreso. Y aunque había
en esta época muchas diferencias entre Haití y Argentina, o entre Nicaragua y Brasil, todos veíamos, ellos y nosotros,
que éramos para Washington parte de un mismo entorno, un espacio donde las diferencias no eran tan grandes como
las semejanzas. Veinte años después, en los tiempos de la crisis centroamericana -otro momento impactante y tenso de
nuestras relaciones con la primera potencia del mundo que hegemonizaba el hemisferio- América Latina ya era vista
como una colección de subregiones, más los dos países que eran considerados potencias emergentes, México y Brasil,
que eran estimados también, por su tamaño, como subregiones en sí mismos. Así las cosas, se presentaban seis actores:
Brasil, México, la subregión del Caribe, la centroamericana, el mundo andino y el Cono Sur.
En el contexto de la posguerra fría y a medida que ésta avanzó -y particularmente a raíz de la estrategia de seguridad nacional que Estados Unidos redefinió después de los ataques a las Torres Gemelas- apareció una nueva visión del
Consejo de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado que, de ahí en adelante, trató a América Latina de forma
diferente a los encuadres previos. A partir de entonces, comenzamos a tener dos Américas Latinas: una América Latina
del Norte y una América Latina del Sur, cada una de ellas formada por 10 países, y separadas por el canal de Panamá. La
primera incluye a México, los cinco países centroamericanos, a Panamá y a los tres países latinoamericanos del Caribe
(Cuba, República Dominicana y Haití). Al sur quedaron los diez países con contigüidad geográfica debajo del canal
de Panamá, a los que nosotros sumamos en UNASUR cuando decidimos avanzar en nuestra estrategia de integración.
¿Por qué esta diferenciación tuvo sentido para la visión de Estados Unidos? Porque existen dos agendas perfectamente
diferenciables. Primero, porque por razones de seguridad, para la Casa Blanca el conjunto de América Central, México
y el Caribe, es pensado como un perímetro geopolítico, condición que no tienen los países del sur. Segundo, porque la
política migratoria es el núcleo decisivo de la relación de Estados Unidos con esos países. Fenómenos como las remesas
y otros cumplen la función de un colchón de los conflictos sociales, que han evitado muchos estallidos por su volumen.
México recibió 24 mil millones de dólares en 2007, antes de la crisis. Países como El Salvador recibieron 3.500 y triplicaban los valores de exportación de su principal riqueza, el café. Y porque Estados Unidos estaba convencido de que
desde estos países se intentarían nuevos atentados en su territorio, sobre la base del apoyo logístico que podían dar los
migrantes, el crimen organizado o las mafias centroamericanas ayudando al quehacer de comandos de organizaciones
fundamentalistas islámicas.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
31
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
32
A Estados Unidos le preocupaba fundamentalmente la porosidad de la frontera mexicana del sur. Y, en cambio,
tiene mucho menos interés por la seguridad en América del Sur, con la excepción de Colombia. Por esta razón nuestra
subregión fue desenganchada de las prioridades de la estrategia antiterrorista norteamericana. Naturalmente, esto es
algo que no debiera preocuparnos, ni ser materia de lamentaciones para los sudamericanos, pero es un dato importante
para trabajar. En este contexto creo que no es casualidad que esta estrategia norteamericana coincida con un momento
de ascenso de fuerzas de centro-izquierda e izquierda en la mayoría de los países de América del Sur. Probablemente
eso fuera inimaginable en tiempos previos, al menos en la generalización de la actual tendencia, y en el grado de autonomía que proclaman las políticas exteriores de muchos de estos gobiernos, que no son homogéneos, pero sí pueden
entenderse y tener muchos puntos de vista en común. América del Sur ha asimilado y trabajado bien en las relaciones
con Washington una agenda que corresponde a lo que los norteamericanos llaman “una no política hacia América
Latina”, y, en este caso, hacia América del Sur. En estos tiempos hay, por parte de Washington, una mera colección
de relaciones bilaterales muy pragmática, un trato no muy importante, y esto genera un mayor espacio de autonomía
internacional relativa para los países colocados al sur del canal de Panamá. Y las agendas que aquí se manejan son muy
distintas a las del Norte. Bastaría señalar que los temas migratorios en América del Sur no tienen que ver con Washington ni con buscar el “sueño americano” del que hablan los mexicanos y los centroamericanos. Nuestras migraciones
son transfronterizas, y en el caso de Brasil, son internas en el país. Los paraguayos, bolivianos, peruanos, que generan
fuertes contingentes migratorios, van fundamentalmente a los países más prósperos de la región, en particular a Argentina. En Brasil van desde el Nordeste pobre al Sur industrial, y a su corazón, que es San Pablo.
Tenemos así una visión de nuestra región segmentada en dos componentes, que tienen a su vez procesos de integración muy diferenciados. En la América Latina del Norte los proyectos integracionistas son mucho más leves. En
2000, cuando Vicente Fox asumió la presidencia de México, se generó el Plan Puebla Panamá, pero eso se desvanece a
poco andar. Cuando se empezó a ver el contenido del proyecto de integración del nuevo gobierno mexicano se descubrió que incluía muchas de las mismas iniciativas previas de infraestructura y proyectos productivos para los Estados
del Sudeste mexicano y que estas eran reordenadas artificiosamente para presentarlas como un aumento de la cooperación con América Central y el Caribe. Entonces, la parte alta de América Latina quedó al margen de toda posibilidad
e impulso de un proceso integrador. El proceso en América del Sur es distinto. En 2004 se establece en Cuzco la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) por el acuerdo directo de los 12 jefes de estado de la subregión. En 2007,
en la reunión de Isla Margarita, la CSN se convierte en la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y genera, por
primera vez, un referente político para el proceso de integración de los 12 países del área.
Coincido en que, sin ser antagónicos, no puede verse en un mismo nivel un acuerdo económico de complementación que tiene el horizonte de una Unión Aduanera, como el MERCOSUR (o lo que se puede hacer si se revitaliza la
Comunidad Andina de Naciones) con UNASUR como un proyecto gradual de entendimiento político de un grupo de
doce naciones que, definen tareas comunes y una institucionalidad mínima y que buscan avanzar en grados de interacción y cooperación que lleven finalmente a la integración subregional. Creo que desde el punto de vista objetivo, estos
dos espacios latinoamericanos -el del Norte y el del Sur- no anulan nuestra identidad cultural, pero tienen mucho que
ver con las decisiones que hoy día tomamos. Para decirlo tal como lo percibo, América del Sur es el espacio territorial
que se ha convertido en el referente del proceso de integración política, económica, cultural y social de este bloque de
países. Y esto, en adelante, debe ser visto y examinado en su gradual potenciación.
Me parece importante señalar aquí que en este punto es muy importante el rol que Brasil desempeña en este esquema. Brasil también comparte la idea de que su espacio referencial está en América del Sur. Cuando uno conversa
con franqueza con los formuladores de la política exterior brasileña, invariablemente dicen que después del TLC que
en 1993 ligó a México con Canadá y Estados Unidos, este perdió identidad y fuerza, densidad latinoamericana. Y, que
también se redujo su influencia y rol orientador en América Central y el Caribe. Ellos concluyen que, por tanto, el
núcleo latinoamericano más consistente es el sudamericano que es el referente del quehacer de Itamaraty y Planalto en
los años recientes. Necesitamos comprender entonces que esta conceptualización de América del Sur es coincidente,
por razones muy distintas, para Estados Unidos, la mayor potencia del hemisferio, y para Brasil, la principal economía de América del Sur. En este cuadro, resulta interesante el hecho de que Brasil sea parte del BRICS, un bloque de
acción internacional alternativo al que encabeza Estados Unidos. La asociación de Brasil con India, Rusia, China, y,
desde el año pasado, Sudáfrica, origina -por primera vez- un grupo de países que tienen la capacidad de contrapesar
en el sistema internacional la influencia y el poder de decisión de Estados Unidos y del bloque tradicional de los países
desarrollados del G7. El mundo de la tercera fase de la posguerra fría recupera la bipolaridad, aunque es una bipolaridad distinta de la que tuvo la Guerra Fría. Esta no tiene ahora ni el componente ideológico, ni la confrontación por
los arsenales nucleares que se dio otrora entre las dos superpotencias. Pero coloca también en los dos platillos de la
balanza a bloques de países que, por el tipo de desarrollo y crecimiento que tienen, van a decidir los balances futuros
del sistema internacional.
En un encuentro sobre el triángulo China-Estados Unidos-América Latina, realizado en el Wilson Center, se presentó, en 2011, el interesante dato de que en los 10 primeros años de este siglo, Estados Unidos creció dos por ciento
frente a un 10,3 por ciento de crecimiento anual de China. Ese país asiático tenía menos de un tercio del Producto
Bruto Interno de los Estados Unidos: cerca de 4.5 trillones de dólares contra algo más de14 trillones. Si se proyectan
los niveles de crecimiento, tan distintos, como razonablemente estables en un tiempo largo, el tema de los analistas y de
los funcionarios que trabajan en la conducción de la política exterior norteamericana pasa a ser en qué momento los
balances de poder van a permitir que se cruce el poderío chino con el poderío norteamericano; o el del BRICS frente
al del G7. Estaba estudiado y cuantificado que el tamaño de la economía china podía superar al de la norteamericana
en la segunda mitad de la década de los veinte. Con el impacto de la recesión iniciada en setiembre de 2008 este plazo
comienza a acortarse hasta llegar unos 12 años, según algunos de los analistas que aventuran hipótesis al respecto.
Estamos así en un mundo en el que América Latina va a hacer su tarea bajo perspectivas de declinación de los
países capitalistas tradicionales y de crecimiento de la influencia de las llamadas naciones emergentes, con las que nos
hemos asociado fuertemente en los últimos años. No es sólo Brasil, que es parte formal de un bloque como el BRICS,
con un mecanismo de consulta y cooperación. Somos nosotros mismos. Argentina tiene mucho más comercio con
China que con Estados Unidos, y su primer socio es Brasil. Perú, Chile y Brasil tienen como primer socio comercial
a China. América del Sur comienza a funcionar triangularmente respecto del bloque de los países desarrollados y los
países emergentes, teniendo un componente donde se intensifica el peso de los países emergentes y en particular de
China en su comercio exterior. A la vez, resulta claro que los intereses chinos en nuestra región son económicos y comerciales; no tienen alcance político.
Alicia Bárcena, quien ha hecho un muy buen trabajo político en la conducción de la CEPAL, realizó una buena
reflexión sobre nuestra dependencia frente a los mercados chinos y de los países emergentes para nuestros productos.
Esto ocurre en condiciones que son enteramente distintas de las que tuvimos desde los tiempos en que Raúl Prebisch
teorizó sobre el deterioro de los términos de intercambio. Recuerdo que DON Raúl utilizaba como ejemplo la pregunta
de cuántas toneladas de trigo o de cobre debíamos vender para comprar un tractor, y nos explicaba que cada año necesitábamos más materias primas para pagar cualquier bien de capital. Si uno hace ese ejercicio en la primera década
del siglo XXI descubre que el petróleo, la soja, el cobre, o cualquiera de nuestros productos de exportación minera o
commodities de los países sudamericanos han crecido muchísimo en su valor y que compramos cada día más barato:
computadores, automóviles y bienes industriales que llegan de los países desarrollados, y ahora también de China y los
países emergentes. Esto creó una condición que nos obliga a reaccionar sobre lo que bien se llama la “reprimarización
de América Latina”. Estamos yendo, otra vez, hacia una situación en que es atractivo exportar básicamente commodities, materias primas y alimentos, pero las exportamos a un precio mucho más alto que antes y esto explica las “vacas
gordas” que benefician a los gobiernos sudamericanos desde 2003. Este parece ser un fenómeno estable a largo plazo
debido a la conversión de sectores populares a capas medias en los dos países mayores en poderío demográfico -China
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
33
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
34
e India- lo que asegura que este precio más elevado de los alimentos o minerales que exportamos no será coyuntural,
sino que tendrá un ciclo de duración bastante prolongado, de varias décadas. Entonces, el proyecto debiera consistir
en hacer simultáneo un flujo de exportación hacia los países emergentes que nos dé más divisas y mejore nuestras
balanzas comerciales, aparejado con un proceso de mejoramiento del valor agregado respecto de esos commodities y
minerales que nos asegure un horizonte más favorable que el que tuvimos en el pasado, cuando los precios de nuestros productos de exportación eran declinantes Este, naturalmente, es un escenario positivo para pensar el proceso
de integración, donde podemos incluir elementos contemporáneos de innovación tecnológica y avances en el campo
industrial y los servicios.
Podemos tener, en el mercado ampliado del espacio sudamericano, mejores posibilidades de colocación de los
productos industriales respecto de los que podemos especializar su producción. Y también completar eso con una
lúcida decisión de decidir cuánto explotamos nuestros recursos energéticos, nuestros minerales o nuestra capacidad
de alimenticia, para lograr como resultado un desarrollo más equitativo y humano en cada uno de nuestros países. La
integración se da, pues, en un contexto enormemente más favorable, porque América Latina, y los países sudamericanos en particular, tendrán en el curso de las próximas décadas y probablemente por un tiempo considerable, mejores
oportunidades de procurarse recursos de inversión por la vía de la exportación, y disponer de mayores fondos de ahorro para nuevos proyectos. El ritmo y decisiones de este proceso están abiertos a la imaginación de cada uno de quienes
conducen los 12 países sudamericanos.
Concluyo señalando que las potencialidades del actual proceso de integración difieren de muchas de nuestras
visiones ideológicas del pasado. No hablamos ya del sueño bolivariano que se acabó, por desgracia, en el fracaso de la
Conferencia Anfictiónica de Panamá en 1826. Tampoco hablamos del proyecto de CEPAL, del Mercado Común Latinoamericano, de 1959. Estamos hablando de una inserción en marcha, casi inevitable y en muchos sentidos favorable,
en un nuevo sistema económico y político internacional, en el cual América del Sur y sus países, si se mueven bien y no
dejan pasar la oportunidad, pueden constituir la cuarta macro-región económica del mundo, jugar inteligentemente
con los espacios de sus mercados internos y tener una mayor presencia, resuelta por nosotros, en la economía mundial.
Esto supone tener un proceso de integración que avance. En este sentido, el quehacer de UNASUR, si lo miramos con
objetividad, ha tenido muchos elementos de prudencia y discreción que ayudan a llevar las cosas más adelante. Primero, porque ha sabido resolver crisis muy dramáticas. Señalo la que tuvo al borde de la guerra civil a Bolivia y que la
presencia directa de los presidentes conjuró –cuando la presidenta Bachelet los convocó hacia 2008- e impidió el avance de los secesionistas de la Media Luna, reforzando al gobierno constitucional de La Paz. Lo mismo ocurrió cuando
la UNASUR nos permitió conjurar el riesgo de la presencia de la Cuarta Flota norteamericana mediante un acuerdo
militar con Colombia, que terminó cuando los Jefes de Estado y sus Cancilleres reunidos en Bariloche, forzaron la
suspensión de esa decisión tan amenazante para la soberanía de los países de América del Sur. Discretamente se han
ido constituyendo varios Consejos de Políticas Públicas. El primero fue el de Seguridad y Defensa. Luego tuvimos el
de Infraestructura y, también, uno energético y otro educativo. Se están creando, sin burocracia, instancias de decisión
y entendimiento para coordinar las políticas públicas de los 12 países. Se puede considerar que eso es poco. Pero es
mucho más de lo que se hizo en largas décadas anteriores a esta etapa.
Esto va acompañado de tareas objetivas para la integración sudamericana, definidas por los gobiernos, por más
que -digámoslo francamente- nuestras cancillerías han sabido colocar en el cajón de más abajo la propuesta que se les
hizo cuando los presidentes solicitaron que se definieran en 2006 en forma más amplias tareas de integración. Bajo la
coordinación de Marco Aurelio García concordamos entonces cuatro tareas objetivas y concretas para impulsar el proceso de la integración sudamericana. Primero, la conectividad. América del Sur es un espacio desconectado entre sus
países, y a veces dentro de un mismo país. Planteamos tener interconexión física por la vía de la infraestructura, perfeccionando el plan IIRSA, surgido en 2000, y asegurar mediante un compromiso de financiamiento los 29 proyectos que
se definieron como prioritarios. Eso nos daba la posibilidad de tener una conexión horizontal, los llamados corredores
bioceánicos. A eso se sumaba la conectividad a través de las telecomunicaciones y desarrollos complementarios en
el campo de las hidrovías, los ferrocarriles y los puertos y aeropuertos. En segundo lugar, señalamos el impulso de la
cooperación energética. El área sudamericana que conforman estos países tiene reservas considerables para dar a todos
abastecimiento energético seguro, en la medida en que podamos transferir, a precio justo de mercado, de unos a otros,
los excedentes. Debemos hacer una explotación razonable de nuestros recursos energéticos, combinando proyectos
convencionales y no convencionales, graduando el ritmo de cada uno de ellos. La Cuenca del Tupí, en Brasil, tiene
muchas posibilidades de desarrollo a 8 o 10 años. Debe ser perfectamente calibrada –los brasileños lo están haciendo– para que no sea una explotación brusca y acelerada de un nuevo recurso. Lo mismo deberá hacer Venezuela y los
demás productores de hidrocarburos. También Bolivia con el litio; y cada uno de los países con sus recursos.
Un tercer aspecto a trabajar es el de la ciencia y tecnología de la sociedad del conocimiento. La dispersión actual
nos lleva a duplicaciones, a la irracionalidad y a abandonos impresionantes. Sólo Argentina tiene el uno por ciento de
su producto bruto interno dedicado a la investigación y desarrollo; la mayoría de los demás países no llega siquiera
al 0,5 por ciento, lo cual empobrece la educación superior pública, desalienta a los investigadores y favorece las migraciones de estos hacia los países que les ofrecen, fuera de la región, mejores oportunidades. Por último, debemos
abordar juntos los problemas de la pobreza y la desigualdad. Esto se vincula en cierta medida con el aislamiento de
las comunidades interiores, pero también con la disparidad de crecimiento y desarrollo -dentro de cada país- entre
regiones modernas y atrasadas. Hay que pensar más en términos de equidad territorial y nivelación de oportunidades,
los proyectos productivos y el gasto en el conjunto del espacio sudamericano. En definitiva, hay materias sustantivas
que hacen a la agenda de la integración y a las condiciones financieras que favorecen nuestra buena y temprana salida
de la crisis, que esta vez se gestó y golpeó más a los países centrales. Nuestras vacas gordas nos habían permitido tomar
recaudos y así, esta vez, salimos más rápido. Eso nos da el mejor posicionamiento internacional que hayamos tenido
en mucho tiempo.
No quisiera idealizar. Sé que al lado de los factores positivos de la integración hay otros lamentables, como la multiplicación de nuevos conflictos bilaterales. O la incapacidad de resolver los conflictos históricos. Señalo que Chile no
podrá ser un actor fuerte y plenamente creíble en un proceso de integración sudamericana, si no contribuye a resolver
el problema de la mediterraneidad boliviana. La situación que se produjo entre Argentina y Uruguay por la instalación
de las papeleras en el río Uruguay fue enteramente desastrosa y empañó relaciones que tienen que ser complementarias. Los problemas que Paraguay tiene pendientes con Argentina y con Brasil por el pago de su energía hidroeléctrica
son del mismo tipo. Los problemas que había entre los gobiernos de Venezuela y Colombia fueron resueltos de una
buena manera. Pero hay problemas entre Colombia y Ecuador, y dificultades territoriales por el Esequibo entre Venezuela y Guyana, y problemas de límites marítimos entre Guyana y Surinam. Todos son parte de una vastísima agenda
de conflictos que, con urgencia, debemos aprender a resolver. Si no se trabaja en esa dirección, esa “maleza” va a impedir que crezcan las posibilidades de integración.
Hay muchas cosas más que hacer para institucionalizar este proceso, pero concluyo subrayando que este esfuerzo
tiene plena compatibilidad con los esfuerzos parciales de coordinación económica de grupos de países que, como en
el caso del MERCOSUR, se pueden insertar en esta dinámica más amplia. Creo que, al final, este puede ser un tiempo
que le dé a la integración, más allá de los discursos, la posibilidad real de que en América del Sur constituyamos un
primer bloque regional de países del mundo en desarrollo, que influya más en el sistema internacional en crisis; y que
en el curso de este siglo avancemos gradualmente a condiciones más humanas y justas de vida, resolviendo, por cierto,
las lacras de la desigualdad y otros problemas que han sido parte de nuestras penurias.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
35
El MERCOSUR en la ecumene global. Pensar el mundo desde
el MERCOSUR y pensar el MERCOSUR desde el mundo
Enrique Rodríguez Larreta, Instituto de Pluralismo Cultural de la Universidad Cândido Mendes, Brasil
Esta reunión de balance y perspectiva conmemorando los veinte años del MERCOSUR reúne participantes de nacionalidades, profesiones y experiencias profesionales muy diversas. Mi lugar es el de un intelectual nacido en Uruguay
que ha residido durante largos periodos en tres países del MERCOSUR: Argentina, Brasil y Uruguay. Poseo naturalmente convicciones ideológicas y he tenido intensos compromisos políticos en el pasado, pero actualmente no integro
ningún movimiento político. Soy un profesional de las Ciencias Sociales y mi área de especialidad en las últimas décadas ha sido la antropología de la modernidad en la era global con especial énfasis en el Brasil y la China. Por eso no
pueden esperarse de mi intervención propuestas y soluciones, sino más bien líneas de reflexión y análisis.
Me parece que los científicos sociales estamos muy desprovistos de herramientas conceptuales para pensar esta
época que podemos denominar “la época global”. Mucho se ha escrito sobre globalización y, como suele suceder, no
todo lo producido es de gran calidad. Hay mucha literatura de aeropuerto y best sellers globales para hombres de negocios que simplemente ven la globalización como un proceso unidireccional de desaparición de fronteras nacionales,
de victoria del mercado sobre el Estado y las tradiciones culturales locales y regionales en un imparable proceso de
homogenizacion cultural, o de americanización, como se llegó a escribir en la década del 90.
El concepto que prefiero para describir “lo global” o la era global, en la expresión de Martin Albrow, es la idea de
ecúmene global. La noción de ecumene que proviene de Polibio (200-118 A.C) describe los límites del mundo habitado. En la época del historiador griego ese mundo habitado estaba centrado en los límites del imperio romano y tenía
su centro en el mar Mediterráneo. La noción de ecumene global propuesta por Ulf Hannerz a partir de autores como
Alfred Kroeber y Lewis Mumford, pero considerando también la idea de Sistema Mundial de Imannuel Wallerstein,
destaca sobre todo las dimensiones de interconexión cultural (Notes on the Global Ecumene, in Inda and Rosaldo ed.
2002, The Anthropology of Globalization, London, Blackwell) No se trata de un espacio homogéneo, un mundo plano,
como se ha escrito desde una perspectiva muy diferente (Thomas Friedman) sino de un campo de fuerzas, en el que
existen centros y periferias móviles y procesos de dominación y marginalización.
Pueden considerarse diferentes periodizaciones en un proceso histórico de esa escala, pero me parece que la entrada
en la ecumene global se define sobre todo a partir de dos grandes acontecimientos históricos: el final de las guerras coloniales portuguesas, que señala el fin del colonialismo clásico y la caída, en 1989, del imperio soviético, un evento que modifica
la dinámica del poder mundial y sitúa por un momento a Estados Unidos en una situación de poder unipolar. Estos eventos coinciden con un conjunto de transformaciones tecnocientíficas fundamentales. La llegada de la teletécnica, la época
del homo computer. Por primera vez nos encontramos en un mundo único en el cual estamos totalmente interconectados
por teléfonos celulares y por redes virtuales. Es un mundo que funciona en una relación de tiempo simultáneo. Eso ha
tenido efectos enormes, incluso, sobre la crisis económica que atravesamos hoy internacionalmente, porque el capital
financiero está profundamente asociado a las tecnologías digitales y a la comunicación en tiempo real.
Ese marco de un espacio global, de un mundo interconectado, debemos pensarlo como un evento único en la
historia del Planeta Tierra. Por primera vez la humanidad, potencialmente, es una porque el mundo se ha unificado en
un mismo espacio. Una interrupción del tráfico en Shenzhen, una ciudad costera de China, a una hora de Hong Kong
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
37
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
38
y de Guangzhou, en una región en la cual se produce el 70 por ciento de los componentes de computadoras del mundo,
crearía una cantidad de problemas económicos en pocas horas. Es uno de los tantos ejemplos de los efectos mariposa
desencadenados a partir de fenómenos aparentemente menores en una sociedad global interconectada y compleja.
Apenas es necesario mencionar que el consumo de materias primas y la modificación de los hábitos de consumo de la
población china ha tenido y tiene consecuencias directas sobre las economías de lo que llamamos MERCOSUR. Pero
el fenómeno no es solamente económico. Hoy, el Medio Oriente está mucho más cerca nuestro a través de la presencia
de densas redes sociales en la Triple Frontera y la mayor presencia de Irán en la región.
Las transformaciones en la geopolítica del conocimiento y la extensión de un capitalismo de consumo y una sociedad comercial moderna a todo el mundo ha modificado -sin llegar a eliminarla- la relación entre centros y periferias
dando lugar a nuevos puntos de referencia del poder mundial, a la creación de un mundo donde una serie de potencias
emergentes no occidentales, o no totalmente occidentales, están comenzando a cumplir un papel decisivo. Nos encontramos en un mundo que gradualmente se transforma en pos-occidental y, más que pos-occidental, en pos-norteamericano. Es probable que Estados Unidos continúe teniendo un peso decisivo, sobre todo económico y militar, probablemente durante todo el siglo XXI. De hecho, tiene muy buenas condiciones demográficas, fuerza económica, fuerza
en la economía del conocimiento, y su poder de irradiación cultural continúa siendo muy importante, pero claramente
tendrá que compartir su poder con otras potencias emergentes en la nueva configuración del poder mundial. Por otra
parte están las naciones emergentes a las que se les ha dado el nombre de BRICS. La popularidad de esa noción en los
países incluidos en el acrónimo es comprensible por motivos de orgullo nacional. Pero, a su vez, ha puesto en evidencia
un proceso de desplazamiento –¿circunstancial, con presencia a largo plazo?– del poder mundial y le ha asignado a
ciertos Estados nacionales un papel protagónico. Han sido bautizados en China de Golden BRICS, y ha dado origen a
reuniones internacionales, incluyendo a último momento la S de África del Sur, no presente en el acrónimo original.
Pero entendido como una previsión de un nuevo centro del poder mundial hasta el 2050 creo que es un concepto que
confunde, más que aclara, porque su visión prospectiva se encuentra basado en inferencias muy dudosas. El concepto
acuñado por James O’Neill, analista de la Goldman Sachs, está basado en tres variables: la importancia demográfica,
la de las reformas económicas que algunos llaman neoliberales o reformas en la relación Estado-mercado, y el peso
económico de los países. Es un concepto que no sirve para analizar la situación mundial ni para fundar la opinión de
que los BRICS puedan convertirse en un actor central en el mundo contemporáneo. Hay muchos conflictos, tensiones
y situaciones disímiles en los países del BRICS. Además: ¿por qué Rusia y no Indonesia, por qué África del Sur y no
México? En realidad, cuando hablamos de BRICS, hablamos de China. Porque hay un enorme salto entre el potencial
y la fuerza de China como potencia mundial, y Brasil o Rusia. Rusia es un ex imperio, su transformación tiene otras
características. Me parece que el hecho de que se le hayan agregado gradualmente más letras (la “S” de Sudáfrica y posiblemente llegue la “M” de México) revela la tendencia a que simplemente lo que estemos diciendo con los BRICS es que
hay una serie de países emergentes importantes, que van a desempeñar un papel regional muy significativo y anuncian
un mundo multipolar. En nuestra región es claro que Brasil tiene todas las condiciones para cumplir ese papel.
Pero ese mundo pos-occidental, caracterizado por la presencia creciente de nuevas potencias nacionales, que es en
el que estamos hoy, es un mundo fundamentalmente incierto. Es un mundo que se caracteriza por una combinación
de creciente nacionalismo con inevitable interdependencia. O sea, hay una situación de interdependencia global pero
al mismo tiempo hay una emergencia de conciencia nacional. Se puede ver claramente en China, en Brasil, en Rusia,
en Indonesia, y en otros tantos países. El mundo está interconectado, pero los Estados nacionales cumplen su papel,
sobre todo, desde el punto de vista político e ideológico. La crisis o simplemente las operaciones del capitalismo a escala
mundial estimulan reflejos proteccionistas y el crecimiento de algunas potencias regionales despierta la inquietud de
los vecinos. En la psicodinámica de las intelligentzias nacionales hay celos y también muchas veces resentimiento. Por
otra parte, los Estados nacionales poseen un control limitado sobre los dos grandes fenómenos de la era global: los
medios de comunicación, el control del significado que circula globalmente, y la economía. Los Estados nacionales se
encuentran sumamente limitados para enfrentar esos procesos de producción de imágenes y significados a distancia y
de impetuosa circulación financiera y mercantil.
La circunstancia por la que atravesamos se caracteriza por un alto grado de incertidumbre. Es un cuadro en el que
cabe prever muchas crisis. El Estado chino ha oficializado en las últimas décadas el concepto ideal de la Gran Armonía
(el Datong) y el lema de Orden y Progreso siguen siendo valores rectores para las elites de una sociedad como la brasileña. Pero la realidad se encuentra muy distante de esas aspiraciones. No existe en absoluto una situación de armonía.
Si consideramos estos países como sociedades inmersas en un proceso rápido de transformación, es razonable prever
que habrá conflictos, tensiones, luchas por recursos e incluso conflictos regionales. A su vez, las diversas crisis en los
centros tradicionales del poder mundial no abren solo oportunidades para las periferias, sino que producen también
efectos negativos sobre las economías emergentes: interrupción del flujo de capitales, cierres de mercados etc.
Mi reflexión sobre el contexto de la integración regional comenzó por el presente. Pero es interesante comparar la
situación actual con lo que sucedía al final de los años 80. El MERCOSUR surge cuando comienza la globalización. Y
esa globalización parecía que iba a ser dirigida fundamentalmente por Estados Unidos. En cierto sentido, el símbolo
del momento histórico en el que tuvo lugar la formación del MERCOSUR es el libro de Francis Fukuyama, “The End
of History” (Informe a la Rand Corporation de 1989, ampliado a un libro en 1992, The Free Press NY.) que presentaba
la visión utópica -y distópica- de un mundo convergiendo hacia la grand finale de un capitalismo de tipo occidental
anglo-norteamericano. En ese escenario de derrota de la Unión Soviética por los Estados Unidos y de desintegración
del campo socialista, con la entrada de todos los países de Europa del Este en el mundo, los países de esta región del
Sur de América toman conciencia de que es necesario integrarse porque hay una amenaza en la potencial competencia americana y de otros mercados Poco después se comenzarán a discutir los TLC y el ALCA. Es el momento donde
comienzan los debates sobre el Consenso de Washington, o la globalización en América Latina, desde un punto de
vista crítico. La globalización aún hoy tiene una connotación fuertemente crítica en América Latina y está asociada
al Consenso de Washington. Pero, como vimos antes, la globalización es un fenómeno multidimensional demasiado
complejo como para reducirlo a la simple calificación de bueno o malo. Pero puesto que ha tenido muy mala prensa en
América Latina y se la ha asociado mecánicamente con el Consenso de Washington y el neoliberalismo, vale la pena
tener en cuenta aquí sus dimensiones positivas. La circunstancia global permitió una flexibilización del orden mundial,
en parte como una consecuencia inesperada, pero sin duda real. Que hoy discutamos en el marco de un posible orden
internacional flexible, donde países no hegemónicos puedan tener diferentes papeles importantes a cumplir, tiene que
ver con la transformación de lo que llamamos globalización. China, Brasil y la India –tres BRICS relevantes-, de manera diferente impulsaron en la década del-90 políticas de apertura económica. A las reformas de Deng Xiaoping en
China posteriores a la revolución cultural, se las llama en China hasta hoy “la política de apertura”.
En el marco de una globalización, percibida como americanización, el MERCOSUR fue concebido desde una
perspectiva fundamentalmente defensiva. Brasil, en la época de Lula, si bien ha tenido un papel más activo en la región,
llevó básicamente adelante “la política de la no política”. Ha colocado siempre en el primer lugar de la agenda regional
sus intereses nacionales, y su política ha sido la de utilizar su peso económico, pero no la de pretender ejercer un liderazgo político. Esa actitud tiene, sin duda, un sólido fundamento histórico. La política exterior brasileña siempre estuvo
guiada por el balance de poder con Argentina. Y una presencia muy activa en la región implica un desequilibrio y una
potencial alianza de Argentina con otros países hispanoamericanos contra Brasil, un peligro que en el pasado estuvo
presente. Y si bien se habla mucho de hegemonía pienso que en este momento Brasil no cumple una función de liderazgo político en la región. Cumple una función sobre todo económica –como mercado y como investidor- y, por supuesto, de colaboración política y de diálogo. En buena medida no puede pretender liderazgo porque tiene una matriz
histórica diferente a la del resto de los países de América Latina. Brasil tiene aspiraciones de potencia mundial por sus
conexiones con África y su potencial económico. Sin duda, América del Sur es un aspecto de su gran estrategia, o vendrá posiblemente a serlo en el futuro próximo, pero solamente eso: un aspecto y, no necesariamente, el fundamental.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
39
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
40
En los foros internacionales recientes, Brasil ha movilizado diferentes tipos de identidades. La identidad de integrante de América del Sur, la identidad BRICS, y, bastante menos, la identidad latinoamericana. La argumentación
de Brasil para ingresar al Consejo de Seguridad de la ONU no está basada en su condición de líder regional sino en
argumentos ligados a su historia diplomática. Por ejemplo, el contar con una vasta y prestigiosa trayectoria en los foros
internacionales, desde los tiempos de Rui Barbosa.
Las posturas diplomáticas de Argentina han variado mucho en las últimas décadas. En 1990, la posición de la
diplomacia argentina era: “somos los europeos dentro de América Latina”. Hoy su política exterior parece inclinarse en
una dirección más volcada hacia América Latina y el mundo en desarrollo. Pero es necesario considerar que la historia
argentina reciente ha estado pautada por giros bruscos y su política exterior ha dependido mucho de imperativos internos. Por ese motivo, la situación argentina es delicada, en un momento internacional difícil, y las oscilaciones de su
política exterior afectan considerablemente la alianza regional.
La situación de Uruguay y Paraguay es diferente. Cuando hablamos de asimetrías entre países, en realidad empleamos un eufemismo. Brasil y Argentina, están entre los países que tienen mayor extensión territorial del mundo frente a
Uruguay y Paraguay, que son sumamente pequeños. Uruguay incluso tiene muy poca población, y Paraguay posee una
población considerable pero serios problemas de tipo social y económico, equiparables a las áreas más empobrecidas de
Brasil y Argentina. En este sentido, de manera diversa, enfrentan grandes dificultades para la integración regional. Temen,
con toda razón, las potenciales aspiraciones hegemónicas de sus vecinos. La falta de base institucional y los déficits de
construcción institucional y diseño cultural crean un problema muy concreto: el MERCOSUR carece de un mito integrador. La identidad de la Unión Europea se construyó en oposición al totalitarismo soviético. Un proyecto de la posguerra
donde, fundamentalmente por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la paz y la democracia fueron dos conceptos fundamentales desde el punto de vista de la integración de la Unión y, en general, de la identidad europea. La desaparición del campo socialista y el final de la Guerra Fría tuvieron importantes consecuencias sobre el sentido de unidad
cultural de Europa, que fue agravada por el deterioro de sus Estados de Bienestar. En países como Francia y Alemania de
modos diversos se generó una crisis de identidad larvaria que tiende a crecer. La presencia musulmana, en una Europa
crecientemente multicultural, con fuertes presencias de minorías y fenómenos migratorios, alimentó el crecimiento de la
sombra oscura de la xenofobia y el racismo. Actualmente en Europa conceptos como democracia y ciudadanía no parecen
tan obvios hoy como en la inmediata posguerra, aun cuando entonces la cuestión colonial en muchos países europeos
permanecía indefinida. En nuestra región no tenemos ningún mito de construcción de integración. Somos una colección
de naciones que defendemos y coordinamos determinados intereses. Brasil, por los motivos que anoté, hasta el momento
ha tenido una actitud reticente en relación al MERCOSUR. Si fuera un país líder, o con un proyecto de liderazgo, tendría
que hacer concesiones, es lo que se llama en relaciones internacionales la política del bandwagon: subirse al carro de la
banda. El país líder orienta pero también da cosas, construye a partir de hacer concesiones económicas, políticas, etc.
Brasil hasta el momento ha mostrado poco de esa capacidad de liderazgo.
En otras intervenciones, se hizo mención a una serie de conflictos regionales que son fundamentalmente de la zona
norte del continente como el de la violencia en Colombia y el narcotráfico que también nos involucra. Pero en el MERCOSUR tuvimos el caso de las papeleras, que efectivamente fue muy serio. Puso de relieve la ausencia de capacidad
de las instituciones del MERCOSUR y sus Estados integrantes para resolver un conflicto regional. En un ejercicio de
historia virtual, podemos plantearnos la pregunta de qué hubiera pasado en la región si el conflicto local en Gualeguaychu hubiera derivado en violencia y muertes. La tragedia habría tenido consecuencias incalculables para las relaciones
entre dos países hermanos. Situaciones como esa ponen de relieve los déficit institucionales y culturales de esa entidad
que llamamos MERCOSUR y a la vez indica la importancia que tienen las políticas estatales de largo plazo, no basadas
en intereses políticos momentáneos en la construcción regional. En particular, la situación de los países pequeños -en
poder económico, no en importancia política y cultural- debería ser especialmente tenida en cuenta por parte de las
potencias -o aspirantes a potencias-regionales.
El desequilibrio Argentina-Brasil crea una situación complicada. Comparada con la Unión Europea no tenemos el
eje Francia-Alemania para sostener la arquitectura regional. Se trata un problema concreto porque el antiguo equilibrio
entre Argentina y Brasil se ha modificado a favor de Brasil. Hoy nos encontramos en una situación paradójica: nunca
esta región -desde comienzos de siglo XX- estuvo tan bien desde el punto de vista económico, nunca tuvo tanto impulso potencial. La región está transformándose en una cantidad de sentidos y, efectivamente, cierta forma de integración
regional, a partir del MERCOSUR, puede contribuir positivamente a esa transformación Pero tenemos que apostar en
el largo plazo, apostar a la construcción de instituciones, sobre todo instituciones de intercambio. Debemos invertir
en el campo universitario, en la circulación de estudiantes y conocimiento mutuo, en el campo de la construcción de
observatorios de información. No soy optimista en cuanto a lo que se puede conseguir inmediatamente. Tenemos que
ir más allá de los discursos y tenemos que sentar bases sólidas en el plano del conocimiento. Reinventar la región.
Dentro de ese proyecto de reinvención es decisivo darle entrada a los pueblos. La integración es un proceso de
toma de conciencia nacional, que supone que las personas que integran los distintos países estén de acuerdo con integrarse. Eso no sucede en el caso de nuestra integración regional. Me atrevo a decir que hay una información menos que
mínima en Brasil con respecto al MERCOSUR, y hay una información menos que mínima en Argentina con respecto
a Brasil. No se conoce el nombre MERCOSUR. Puede estar en los pasaportes pero hay muy poca conciencia de su existencia y mucho menos de su importancia. Hay que buscar la manera, mediante distintas políticas de comunicación, de
construir ese espacio desde un punto de vista popular más allá de la visión autocomplaciente de los burócratas.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
41
¿Cuál será la inserción de nuestra región en la sociedad
capitalista del conocimiento?
Rodrigo Arocena, Rector de la Universidad de la República (UDELAR), Uruguay
En esta mesa se abordó el tema del pensamiento estratégico. No sé decir casi nada sobre lo que deberíamos hacer para
tener un pensamiento estratégico, pero me animo a hacer una de las preguntas que habría que contestar a largo plazo
para tenerlo: imaginemos que dentro de 20 años tiene lugar aquí mismo un evento para analizar qué pasó durante
el período. La pregunta que debería estar presente en todo el itinerario de la discusión es la siguiente: ¿Cuál será la
inserción de nuestra región en la sociedad capitalista del conocimiento? Hasta hace 250 años, prácticamente todas las
sociedades eran de base agraria. Muy diferentes entre sí pero su base tecnológica fundamental era agraria. Grandes
mutaciones mediante, algunas pasaron a ser sociedades de base tecnológica industrial. Y por cierto, cobraron una
ventaja extraordinaria en la distribución internacional del poder. No hay en lo que digo ningún determinismo tecnológico, hablo de la base tecnológica; para una descripción mínimamente ajustada habría que tener en cuenta también
las relaciones sociales. Por ejemplo, las sociedades de base industrial del siglo XX fueron, grosso modo, de dos tipos:
sociedades de base industrial capitalistas y sociedades de base industrial socialistas de estado. Dentro de ese proceso
de cambio tecnológico, que no determina la historia pero la desestabiliza, en algunas sociedades industriales tuvo lugar
el “matrimonio entre la ciencia y la tecnología”, la conversión del pensamiento científico teórico en sustento principal
del cambio técnico, de modo que ambos devinieron la base productiva fundamental. En algunos casos las relaciones
sociales posibilitaron la expansión de economías basadas en el conocimiento y motorizadas por la innovación, como
en los países centrales tradicionales y algunos del este asiático. En otros, como en los países industriales del socialismo
de estado, en un proceso que quizá a Marx no le hubiera llamado la atención, las relaciones sociales bloquearon la
emergencia de una economía basada en la innovación y el conocimiento, y tuvieron las consecuencias que todos conocen. Pues bien, en ese panorama, sobresale como un rasgo fundamental del siglo XXI la emergencia muy asimétrica
de una sociedad, o de un conjunto de sociedades, cuya base productiva fundamental es el conocimiento científico y
tecnológico de alto nivel, y cuyas relaciones sociales son capitalistas.
Por supuesto, esa sociedad capitalista del conocimiento no emerge en todas partes del planeta, pero sí condiciona
a todo el planeta, de manera comparable, aunque no idéntica, a lo que sucedió en el siglo XIX con la emergencia de las
sociedades industriales, los “centros” de la economía mundial en aquella época. Para países como los nuestros, cuál será la
inserción en ese marco, es una pregunta relevante. En aras a la brevedad, quiero señalar una sola de las tendencias intrínsecas de esa sociedad capitalista basada en el conocimiento. Y digo tendencias, porque quienes somos aficionados a la prospectiva no creemos que haya destinos ineluctables. Me refiero a la tendencia poderosa a la desigualdad. El conocimiento
es un factor que, cuanto más se usa más se tiene y cuanto menos se usa menos se tiene. Para no aburrirlos con ejemplos
usaré una especie de imagen impresionista que viene de algo muy usual para quienes trabajamos en políticas científicotecnológicas y de innovación. Hace muchos años el gran sociólogo que fundó los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología, Robert Merton, acuñó una expresión extraña:·el efecto Mateo. ¿Qué es y por qué se llama así? El efecto Mateo
dice, grosso modo, que cuando distintos grupos de investigación compiten por ciertos recursos, los más fuertes lo ganan
y se hacen más fuertes. Y así estarán más fuertes para la siguiente competencia. ¿Por qué efecto Mateo? Por un versículo
extraño del Evangelio según Mateo que dice algo así como “al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aun lo que no
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
43
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
44
tiene”. Creo que la sociedad capitalista del conocimiento tiene en su dinámica fundamental un efecto Mateo generalizado.
Una tendencia a que quienes saben más puedan estudiar, usar el conocimiento, de forma que sepan todavía más y puedan
seguir aprendiendo más. Y, lo contrario, les pasa a los otros. Desde allí quiero acercarme a algunos problemas tratados con
mucha más solvencia por mis compañeros de panel. Voy a hablar entonces de las relaciones de poder en nuestra región.
Siguiendo a Michael Mann1, creo que las relaciones de poder fundamentales tienen que ver con dinámicas económicas,
políticas, ideológicas y militares. De las últimas simplemente no me voy a ocupar. Voy a hacer algunos comentarios sobre
las relaciones de poder económicas, políticas e ideológicas en nuestra región, muy primarios y tentativos. Quiero decir
que mi pronóstico es bastante menos optimista que el que he escuchado. Ojalá esté profundamente equivocado y en la
reunión dentro de 20 años pueda levantar la mano y decir: ¡me equivoqué! ¡Viva!
La economía. Una observación sobre las relaciones de poder
¿Qué caracteriza a las relaciones de poder económicas mirado desde lo que, usando un lenguaje quizá de otra época
pero que creo válido todavía, pueden calificarse de periferias? Creo que hay una cuestión fundamental: la escasa demanda de conocimiento proveniente de la dinámica económica. Voy a ampararme en la autoridad de Dani Rodrik2,
quien dice que el principal problemas que tienen los países del tercer mundo para incorporar ciencia y tecnología e
innovación no es la ausencia de investigadores, laboratorios, etc., sino la debilidad de la demanda de conocimientos
provenientes de las dinámicas empresariales. Y, cuidado, de ahí no viene ninguna descripción despectiva de académicos que descalifican a los empresarios por ser poco modernos. Esa escasa demanda proviene del hecho de que no es
rentable. En nuestras economías, la fuerte inversión en el conocimiento –promedialmente porque podría dar muchos
contraejemplos– no es rentable. Casi es una tautología, porque implica decir que nuestras economías no son economías basadas en el conocimiento y motorizadas por la innovación como fuente principal de ganancias. Esto es el problema clave. Ha sido destacado en muchos casos, pero me parece que es lo fundamental. Me preguntaba Luis Maira qué
hacemos en la Universidad de la República en materia de ciencia y tecnología. Traté de contarle con cierto optimismo
lo que hacemos. Nuestros esfuerzos como países, por construir oferta de ciencia, tecnología e innovación encuentra
como principal obstáculo que la dinámica de la economía demanda poco conocimiento, y que ese poco conocimiento
muy a menudo es demandado hacia afuera. Con lo cual no fortalece nuestra oferta y nos deja en una situación precaria
para entrar a una sociedad basada en el conocimiento. Nuestro hilo conductor para encarar ese problema es apostar,
desde el esfuerzo conjunto de una diversidad de actores, a detectar, estimular y atender la demanda social de conocimientos, con prioridad a las necesidades de los sectores más postergados. Conjeturamos de que así construiremos legitimidad ciudadana para la investigación avanzada, capacidades para llevarla a cabo, eslabonamientos para utilizarlas en
la atención de problemas sociales prioritarios y hasta quizás una especialización “socio técnico productiva” de ese tipo.3
Déjenme todavía hacer una digresión sobre la incógnita de China con respecto a este tema, porque claramente uno
podría discutir si en China la demanda de conocimiento avanzado es débil o no. En 2010 un académico estadounidense publicó un libro cuyo título sería más o menos el siguiente: “Jugando nuestro juego. Por qué el ascenso de China no
amenaza al Oeste”.4 Su tesis es que China llegó a la etapa de la sociedad basada en la industria, pero no a la etapa de la
sociedad basada en el conocimiento. Por consiguiente la economía industrial china demanda conocimiento e investigación avanzada a Occidente, por lo tanto jugaría –si me permiten la comparación– una especie de papel de periferia
industrial de las sociedades basadas en el conocimiento. Tengo muy serias dudas a la vista de lo que está haciendo China en muchas materias de ciencia, tecnología, innovación y educación superior, que sugieren que en ciertas regiones
1 Mann, M. (1986, 1993): The Sources of Social Power, Vol. I y II, Cambridge University Press, Cambridge. Ídem (2006): The Sources of Social Power revisited: a response to
criticism, in John Hall & Ralph Schroeder (eds.), An Anatomy of Power. The Social Theory of Michael Mann. Cambridge University Press, 343-396.
2 Rodrik, D. (2007): One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth, Princeton Univ. Press, Princeton, USA.
3 Este enfoque se elabora en Arocena, R. y Sutz, J. (2012): Research and innovation policies for social inclusion: an opportunity for developing countries,
Innovation and Development, Volume 2, Issue 1, 147-158.
4 Steinfeld, E. S. (2010): Playing Our Game. Why China’s Rise Doesn’t Threat the West, Oxford University Press.
de ese país se podría llegar a pasar bastante rápido del capitalismo industrial al capitalismo del conocimiento. Pero mi
ignorancia sobre China es tan grande como China misma. Así que simplemente señalo esto y sigo adelante.
La política y la ideología. Comentario breve sobre sus dinámicas en nuestros países
Me parece que aquí la cuestión fundamental es la contradicción entre una expansión económica regional, motorizada
esencialmente por la demanda externa de productos primarios o afines, en la cual el papel del gran capital es muy
grande, y los gobiernos surgidos del enfrentamiento al neoliberalismo y vinculados con movimientos populares. Esos
gobiernos llegaron basados en programas políticos que si uno tuviera que resumir en pocas palabras aludiría a la primacía de lo público, la primacía de lo participativo, la primacía de los actores sociales. ¿Cómo se conjuga todo ese bagaje ideológico político, esa tradición, con el contexto económico actual? Creo que ello es extremadamente complejo, y
al menos mirando lo que uno puede ver de nuestros países, genera no pocas dificultades. Si vamos a lo ideológico, estos
gobiernos progresistas con vocación igualitaria tienen enormes dificultades para ubicarse ante la sociedad capitalista
del conocimiento. Esquematizando de manera grosera, creo que está pasando que entre sus bases de apoyo se polarizan
dos alternativas, ambas inconducentes. Por un lado la alternativa de la reiteración. Reiteremos que el Estado tiene que
jugar un papel fundamental, reiteremos que estamos defendiendo las empresas públicas. Reiteremos todas cosas con
las que llegaron, al menos en este país, al gobierno quienes ahora gobiernan. Y por otro lado la resignación: las cosas no
son como creíamos, las dinámicas fundamentales son las de la inversión, sobre todo extranjera. Entre la reiteración y la
resignación ¿cuál es el papel específico para los movimientos populares y para gobiernos emanados de ellos? Tengo la
sospecha de que, si esa difícil disyuntiva no se resuelve, vamos a asistir a procesos muy desgarradores, en los cuales va a
estar enfrentada la acusación de traición por un lado, con la acusación de traición por el otro. La traición por haber renunciado al programa versus la traición por haber enfrentado al gobierno popular. En cualquier caso, cuando no se tiene programa propio se gobierna con programa ajeno. Porque gobernar exige, implícita o explícitamente, un programa.
Sobre la democratización del conocimiento
En este contexto es que se plantea la gran cuestión prospectiva, mirada desde el punto de vista de la lucha contra la desigualdad. Si el conocimiento es la base de poder fundamental ¿qué hay que hacer? No es nuevo que el conocimiento es
la base del poder. Francis Bacon, por el 1600 y algo, lo afirmó. Marx y Engels en el Manifiesto Comunista dijeron que
la ciencia deviene fuerza productiva fundamental. No era cierto en aquella época pero ahora sí lo es. En ese contexto, si
el conocimiento de base científica y tecnológica es el principal factor de poder en lo productivo, en lo destructivo, en lo
comunicacional, si la definición de los movimientos populares es la democratización, vale decir, la transferencia de poder
al pueblo, entonces el gran problema, la pregunta decisiva para una prospectiva del progreso social, me animo a sugerirlo,
son las posibilidades de la democratización del conocimiento. ¿Qué significa la democratización del conocimiento? En
concreto, por ejemplo, ¿quiénes acceden a la educación superior? La respuesta hace una gran diferencia en la materia.
Permítanme recordarles a quienes no están siguiendo la coyuntura uruguaya: la desigualdad en Uruguay creció de manera importante, desde 1994 a 2007, y el factor decisivo principal de ello fue el acceso a la enseñanza terciaria. Cuando uno
habla de economías basadas en el conocimiento y motorizadas por la innovación habla de países donde, si uno para por la
calle a un muchacho o muchacha de 30 años, hay un 70 u 80 por ciento de posibilidades de que tengan educación terciaria. ¿Nuestros países están construyendo algo así? En el nuestro, difícilmente, ante todo porque el tema primero se relegó
y ahora se encara con precipitación, pero en educación lo único que se hace rápido es destruir. Construir es un proceso
esencialmente prospectivo. Exige tener una idea muy largo plazo de a dónde se quiere ir.
Concentro la atención en otros aspectos de la democratización del conocimiento que me parecen menos atendidos. ¿Cómo vamos a hacer para que los trabajadores puedan avanzar realmente en su formación, cuando la mayoría
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
45
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
46
no terminaron la enseñanza media, ni tienen 18 años y por lo tanto no tiene sentido decir que su manera de avanzar
en la enseñanza es mandarlos a primer año de las instituciones terciarias? ¿Cómo vamos a vincular desempeño laboral
con formación? Pero no hablo de cursillos de tres meses para desempleados, cuyo valor no cuestiono y que considero
importantes, aunque a largo plazo cambian poco. Estoy hablando de cómo vamos a hacer para que trabajadores de oficina, fábricas y granjas combinen el desempeño laboral con formas específicas de la enseñanza que les permitan seguir
aprendiendo a nivel avanzado. Déjenme contar una pequeña anécdota que da idea de la resistencia que cosas como
éstas suscitan: en la Conferencia de Educación Superior de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO), en 2009, el grupo latinoamericano y del Caribe actúo unificado. Cuando hubo que
proponer el texto de la resolución final todo el mundo hablaba de educación permanente para todos. Nosotros poníamos “educación permanente para todos y educación superior permanente para todos”. La palabra superior o universitaria
o terciaria se caía del borrador de resolución, vez tras vez. Y finalmente se cayó. No quedó en el borrador de resolución.
Porque si lo ponemos nos obliga a pensar mucho más allá de la academia, porque la academia tradicional puede y debe
ofrecer enseñanza a mucha más gente pero la cuestión de cómo formar a los trabajadores en sentido amplio desborda la
academia e incluso cuestiona sus privilegios tradicionales. No casualmente se cayó esa propuesta de la resolución final.
Déjenme ir un poco más allá de la educación y hablar de la agenda de investigación. La democratización del conocimiento tiene muchísimo que ver con qué se investiga. Recurro a una imagen clave, usada entre la gente que trabaja
en políticas científicas y tecnológicas para la salud: la imagen de la brecha 90–10. Eso quiere decir que el 90 por ciento
de los recursos mundiales para investigación e innovación en salud se dedican a problemas de salud del 10 por ciento
de la población. No es ése el camino, es el enemigo de la democratización del conocimiento. Déjenme decirles, porque
quiero señalar algunos aspectos positivos, que en la evolución de las políticas científicas tecnológicas y de innovación
después de la segunda guerra mundial, parecería que estamos asistiendo a la emergencia de una nueva etapa (particularmente en Brasil los esfuerzos en esa dirección son extraordinarios) que intentaré describir a continuación.
La primera etapa de las políticas científicas y tecnológicas se llamaba la política de oferta. Fue la construcción de
una base científica. Hay que seguir haciéndolo. La segunda etapa se llamó políticas de ciencia y tecnología. Además de
la oferta había que ocuparse de la demanda de tecnología en las empresas. Hay que seguir haciéndolo. La tercera etapa
se llamó políticas de ciencia, tecnología e innovación. Fue la comprobación, a partir de estudios muy profundos, de
sociólogos del cambio técnico, de que los procesos científicos y tecnológicos son mucho más complicados e involucran
a muchos más actores de lo que tradicionalmente habíamos creído. Empezamos a hablar de ciencia, tecnología e innovación, entendiendo que la innovación es un proceso social distribuido, que involucra a muchos actores.
Pues bien, está empezando a surgir -y quizá esto sea un error de óptica pero nos parece encontrar elementos de
juicio para sugerirlo- políticas de ciencia, tecnología e innovación directamente vinculadas con la atención a la problemática social. Políticas de innovación pensadas como políticas sociales. Si esto tuviera fuerza sería la manera de
encarar el problema clave que señalé hace un momento. Hablé de la escasa demanda de conocimiento en los países
periféricos. ¿Cuál es la escasa demanda? La demanda escasa es la demanda solvente, la demanda con poder de mercado, con poder de compra. Nadie que conozca uno de nuestros países se le ocurrirá que hay poca demanda social de
conocimientos, pocas oportunidades para involucrar la investigación con la atención directa de problemas sociales. Las
políticas brasileñas en salud son el mejor ejemplo. Parecerían estar surgiendo políticas de ciencia, tecnología e innovación que vinculan directamente la generación de conocimientos y la formación de gente a alto nivel con la atención
de problemas sociales prioritarios. No es una varita mágica. Es extremadamente complejo establecer el vínculo entre
quienes son investigadores y quienes conocen directamente los problemas sociales. No se trata, por cierto, de llevar a
un investigador a mirar lo que pasa en un barrio periférico para que resuelva el problema. Se necesita una construcción
de diálogos y una interacción de saberes extremadamente complicada. Pero, en todo caso, hay indicios de que eso no
es imposible. Y, como señalé antes, con esa orientación trabajamos en la Universidad de la República.
Repito la pregunta inicial: ¿cuál será nuestra inserción en la sociedad capitalista del conocimiento? Para los movimientos populares, y para la gente con vocación igualitaria, me parece que el imperativo de la democratización del
conocimiento es insoslayable. En todo caso, como uruguayo, termino diciendo que, en el mejor de los casos, para
Uruguay, esta tarea nos queda grande. Sólo tenemos posibilidades de encararla a nivel regional.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
47
Hacia una ‘Cultura MERCOSUR’
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
49
Saúl Sosnowski, Profesor de Literatura Latinoamericana, Editor de Hispanamerica,
Universidad de Maryland, Estados Unidos
Nuestro punto de partida es el siguiente: ¿Qué es lo que entendemos cuando hablamos de cultura? El término no
se circunscribe a las artes ni a la fallida noción de cultura como “postre”, sino que abarca a las artes, al saber científico y tecnológico y, en este contexto, a las múltiples dimensiones en que nos movemos en torno a “innovación”.
Cuando hablamos de cultura también consideramos lo que implican sus relaciones con la educación y los medios
de comunicación, así como sobre uno de los temas trabajados en el MERCOSUR: los “derechos culturales”, a los
que frecuentemente se ha nombrado como de segunda generación. Sobre esto último, cabe preguntar si estos derechos culturales están jurídica y uniformemente incorporados en el MERCOSUR. De ser así, deberemos ver cómo
se pueden ampliar a otras esferas. De no ser así, deberemos ver cómo proceder para lograrlo. Creo que la noción
de cultura sobre la que deberíamos trabajar, en primer lugar, es la que se teje en torno a los conceptos de “cultura
cívica”, “coexistencia” y “aceptación”. Prefiero hablar de “aceptación”, en vez de “tolerancia” como un valor superior
al implícito “yo te aguanto”.
En toda aproximación al MERCOSUR debemos tener en cuenta una serie de factores y variables. Éste posee una
diversidad étnica y cultural sumamente rica que se ha formado a lo largo de varios siglos, desde la conquista y colonización europea y el forzado cruce africano, al aluvión del siglo XIX, al que se han ido sumando migrantes de otros
continentes. El “manto cultural multicolor” americano jamás ha sido estático, si bien adquirió visos de mestizaje por la
conjunción de los grupos étnicos mayoritarios a partir del siglo XVI. Actualmente se sigue diversificando por el arribo
de inmigrantes de Europa oriental y la creciente dimensión asiática, además de la japonesa de larga data en Brasil, y
la china en Perú, por ejemplo. Si bien cada migración requiere un análisis pormenorizado que considere sus diversos
estratos, puntos de partida, arribo y afianzamiento económico y social, así como el uso del territorio americano como
paso intermedio hacia otros destinos, lo menciono en esta apertura para que tengamos en cuenta que cada una de ellas
suma sus propias experiencias culturales a nuestra ya existente y mutante riqueza étnica. El resultado es que, al igual
que en otras regiones del mundo, el perfil del MERCOSUR es de sociedades transnacionales, heterogéneas, multilingües; mucho más multilingües ahora de lo que fueron hace apenas unas décadas.
Otro dato que cabe tener en cuenta: por lo general pensamos en “culturas urbanas”. A pesar de toda exaltación del
campo -particularmente de índole cultural y con ribetes utópicos o de rescate civilizatorio-, hay un dato que condiciona toda proyección: se calcula que en el año 2025 el 80% de la población mundial vivirá (o sobrevivirá) en ciudades.
Las culturas urbanas surgen de sociedades híbridas y éstas portan legados que no siempre pueden ser asimilados a los que definen a los países de recepción. Ello puede dar lugar a conflictos que deberán ser encarados y
resueltos. Estos resultan, por un lado, del arraigo al lugar de origen y el culto a una identidad de origen y, por otro,
de las exigencias locales para que se abandone ese apego en aras de la integración al nuevo espacio. Y es así que se
produce la siguiente pregunta: para poder integrarme ¿necesito renunciar a mi identidad de origen o es que ésta,
en algún modo, es compatible con la del país de adopción? ¿Es que podré establecer un diálogo entre ellas y sentir
que la integración no me exigirá renunciar a lo que he sido hasta ahora? Las tensiones surgen entre la dimensión
de tiempo y el lugar de origen. Para entenderlas debemos recordar que las sociedades se construían sobre la base
de tradiciones heredadas, sobre legados del pasado, mientras que las construcciones transnacionales que se están
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
50
produciendo ahora apuntan a proyectos de futuro. Se insiste –también en la convocatoria a este encuentro— que
debemos apuntar al futuro. Mientras se diagnostica lo logrado en los últimos 20 años, surge un interrogante raigal:
¿hacia dónde se dirigirá el MERCOSUR?
Retomo el tema de los derechos culturales, uno de los logros del MERCOSUR, y pregunto: ¿qué elementos tenemos para defenderlos? Y de esta pregunta se desglosan otras, ya relacionadas con la fase operativa. Una de ellas:
¿cuál es, o cuál debe ser, la función de los organismos del MERCOSUR? Esta mañana se dijo que recientemente
surgió la figura de Alto Representante quien, entre sus atributos, tal vez podría tener la protección y la defensa de
los derechos culturales.
Dentro de este rubro, cabe pensar, además, cómo se fomentará la capacitación de personal especializado. ¿A
quién le incumbe esa función?, ¿lo hará cada país por separado?, ¿se podrá hacer en el MERCOSUR? Una de las
posibles recomendaciones de nuestro panel podría ser la creación de un “Observatorio Cultural MERCOSUR” que
estaría conectado a observatorios locales y regionales. En lugar de que cada uno de ellos siga operando independientemente, podríamos comenzar a trazar líneas de cooperación. Esa función podría ser desempeñada por el Sistema
de Información Cultural del MERCOSUR, que en noviembre sacó el primer número de su revista. En ese número,
me parece importante señalarlo, aparece una serie de declaraciones muy interesantes. No se reconoce allí el cruce
que creo necesario para establecer y fortalecer nexos entre todos los países del MERCOSUR.
Quisiera instalar ya lo relacionado con las demandas nacionales porque será un tema que atravesará nuestras
deliberaciones. Pregunto, entonces, ¿cómo se promoverán las condiciones necesarias para fomentar la producción
cultural y crear espacios de encuentro entre los miembros del MERCOSUR y así avanzar más allá de las demandas
nacionales? ¿Será que renunciaremos en algún momento a cierta parte de nuestras respectivas identidades nacionales? ¿Agregaremos una identidad MERCOSUR? Nadie nace con una sola identidad. Además, a lo largo de nuestras
vidas seguimos acumulando las identidades a las cuales nos vamos suscribiendo. Pero ¿qué es o qué podría llegar
a ser “la identidad cultural MERCOSUR”? Respondo y pongo lo siguiente a su consideración. Por la constitución
étnica y cultural de la región, así como por el derecho inalienable a múltiples identidades, considero imposible e
indeseable impulsar una identidad MERCOSUR. Ésta podrá surgir en tanto reconozca promueva, respete y proteja
la diversidad y la heterogeneidad regional. En todo caso, se trata de ir sumando.
Por otra parte, dentro de cada una de nuestras identidades, ¿cómo agregar también esta otra?, ¿Cuál es la política de los organismos del MERCOSUR? ¿Cuál será el papel de la sociedad civil en sus múltiples expresiones? ¿Cuál la
responsabilidad de los medios de comunicación? Son temas sumamente complicados y candentes; están instalados
en el debate cotidiano en varios de nuestros países aunque sin referencia alguna al MERCOSUR. Son, más bien,
pugnas internas con posibles referentes exteriores.
En otro orden, agrego la siguiente interrogante: ¿cómo se pueden crear las condiciones necesarias para una
distribución más equitativa de los bienes culturales? Es un tema que les compete más a los organismos formales
del MERCOSUR y que relaciono con el tema “cultura y legislación”: ¿existen tratados y acuerdos uniformes en el
MERCOSUR que reconozcan la diversidad cultural frente a otras manifestaciones identitarias y el derecho a las
identidades culturales? ¿Cuál ha sido, o es, su impacto social? Y acoto preguntas relacionadas con lo planteado al
comienzo: dada la creciente heterogeneidad cultural, ¿existe una legislación común de protección a las minorías?
¿Se implementan medidas antidiscriminatorias? ¿Cómo funciona el sistema de inclusión, exclusión y el acceso a
la cultura y a la participación en expresiones y beneficios? Esta pregunta ya contiene una respuesta parcial porque
sabemos que en muchos lugares no se está implementando y que en otros no existe una legislación común para
proteger a las minorías. Recordemos que las minorías son múltiples, de diverso signo y que, en diversos casos, son
consideradas de diferente manera.
Retomo algo que Gerardo Caetano mencionó al comienzo y a lo que se refirió el rector de la UDELAR, Rodrigo Arocena: cuando hablamos de educación tenemos que pensar a largo plazo. Muchos de nuestros países son
cortoplacistas; pensamos en términos electorales: cuatro, cinco o seis años. No pensamos –como sí lo hacen las
instituciones en China, por ejemplo— en términos de décadas; en inversiones y apuestas a la excelencia académica y a posicionarse en el mundo frente a las universidades que generan conocimiento y tecnología de punta. A no
ser que nosotros también tengamos un proceso educativo de largo alcance que abarque a toda la población, tanto
la escolar como la adulta, como afirmó el Rector, estaremos perdidos. Esa es la clave: inversión en la educación a
largo plazo.
También debemos pensar cómo conectar cultura y democracia. No exagero al decir que la democracia necesita
a la cultura más de lo que ésta necesita a la democracia: durante las dictaduras que asolaron a la región se siguió
produciendo cultura. El poder de la cultura radica en invitar a los demás a incorporarse a su predio, a ser parte de
su dinámica, a dialogar con las palabras, con las imágenes, con los objetos que genera. La entendemos como una
larga, extensa, conversación. Hay que tener en cuenta, asimismo, cuál es el papel que desempeña la cultura en el
manejo y en la resolución de los conflictos. Alguien mencionó en un panel de esta mañana los problemas limítrofes
que aún prevalecen en América Latina e inclusive en el MERCOSUR. ¿Cómo podemos utilizar el factor cultural
para resolverlos? Hace unos años, con un colega formulamos una propuesta centrada en el conflicto de las papeleras.
Luego de la última guerra entre Ecuador y Perú, con ese mismo colega realizamos un trabajo con la sociedad civil
de ambos países. Utilizando una serie de instrumentos que incluían la dimensión cultural logramos contribuir a los
procesos de paz. Lo menciono porque la cultura puede servir como un eje estratégico en procesos de diferenciación
y construcción de identidades. También como una herramienta para recortar las exaltaciones nacionales, y lo que es
mucho más grave, las nacionalistas. La cultura puede ser un factor de xenofobia y marginación pero también puede
servir para acercar a las partes en conflicto.
Otro elemento –siguiendo con la conexión cultura y democracia—, sería armar la secuencia cultura-democracia-memoria-procesos de integración. La siguiente pregunta, obviamente retórica, es: ¿es que es posible el diálogo
donde no habita la memoria? No creo necesario abundar en este aspecto luego de lo vivido en nuestros países, pero
merece ser recordado particularmente en tiempos que exigen acercamientos, cohesión, memoria y reconstrucción
de la historia en sus múltiples versiones.¿Cómo se genera una conciencia de ser uno y múltiple, ser nacional y
miembro de una comunidad más amplia? Son temas que tienen que ver con los cuatro componentes que nos convocan (cultura, memoria, democracia, integración), puestos en el orden que prefieran. Y valga como ejemplo lo
conversado con Rosa María en torno a la Guerra de la Triple Alianza, una herida permanente en Paraguay que no
se ha resuelto hasta ahora. No se trata de crear una versión única de la historia, siempre habrá una competencia de
narrativas, pero debe existir un reconocimiento y aceptación de cuáles han sido los diversos factores que condujeron
a su desenlace. Lo que reviste mayor importancia es tan siquiera conocer lo ocurrido.
Comparto con ustedes un ejercicio que hicimos en Venezuela al comienzo del primer gobierno de Hugo Chávez.
Lo menciono porque podríamos adaptarlo a los términos culturales del MERCOSUR. El proyecto “Vivir la democracia” tenía como principios fundamentales los cuatro términos antes citados que, a su vez, generaron las siguientes palabras clave: conciencia, participación ciudadana, deberes y derechos, diálogo, respeto, pertenencia, nación.
Preparamos una serie de 10 fascículos, uno para cada uno de los 10 valores que un equipo venezolano consideró
fundamentales para ser promovidos en la población: libertad, convivencia, igualdad, tolerancia, solidaridad, honestidad, derechos, responsabilidad, pertenencia, participación. Estos valores pueden ser adaptados culturalmente a
cualquier país, excepto donde impera un régimen totalitario, que se vería amenazado por ellos. Los fascículos estaban basados en materiales culturales propios de la región e incluían citas de la constitución nacional vigente en ese
momento. Además de un proyecto de este tenor, espero que en algún momento podamos considerar la posibilidad
de generar “Publicaciones del MERCOSUR”, en las que se promueva el cruce de informaciones culturales, literarias,
artísticas e históricas de todos los países del MERCOSUR. Éstas circularían en toda la región y promoverían un
mayor conocimiento de estos países, así como de los valores antes mencionados.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
51
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
52
Para terminar esta presentación preliminar, quisiera enumerar algunas propuestas a considerar:
1. Generación y análisis de datos sobre iniciativas culturales del MERCOSUR: ¿qué se ha logrado más allá del reconocimiento de los títulos universitarios y otros títulos legales? ¿Qué otros rubros debieran ser considerados para
una mayor cohesión MERCOSUR?
2. Producción y acceso a programas alternativos, que incluyan lo cultural junto a lo ya compartido en el MERCOSUR.
3. Producción de material histórico cultural que dé cuenta de las múltiples narrativas de los países miembros.
4. Producción de materiales sobre derechos culturales ligados explícitamente a derechos humanos y ambos a una cultura que construya y sostenga la democracia participativa. Lo que subyace a esta idea es la necesidad de promover
un mayor conocimiento de la diversidad cultural del MERCOSUR e incorporarlo de manera formal a la política
del MERCOSUR.
5. Un instrumento puntual: “Biblioteca MERCOSUR”, que consistiría en 10 libros que cada uno de los países miembros considera indispensables para ser conocido por su propia ciudadanía y por la de los otros países del MERCOSUR. Traducidos a los idiomas del MERCOSUR, serían distribuidos en todas las escuelas primarias y secundarias.
Estas son algunas propuestas a considerar teniendo en cuenta la consigna “trabajar a futuro”.
El derecho a participar de la vida cultural
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
55
Rosa María Ortiz, Comisionada electa de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
CIDH, Paraguay
La Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay ha decidido dedicar sus esfuerzos a la gestión de la cultura como un
derecho humano. Inspirada en el artículo 15 del Pacto Universal sobre derechos económicos, sociales y culturales,
esta secretaría se ha puesto a indagar los desafíos de la realización del derecho de toda persona a participar de la vida
cultural. Esa búsqueda ha llevado también a conocer los alcances de los derechos culturales que se encuentran en
otros artículos del mismo pacto y en los demás tratados de derechos humanos. La intención de ir superando la brecha
que existe entre los derechos culturales y el resto de los derechos humanos nos ha llevado a tener en cuenta todos los
derechos humanos que están relacionados, de alguna manera, al campo cultural. Los derechos culturales han estado
tradicionalmente dejados de lado en el gran escenario de los derechos humanos. Esta aseveración encuentra sustento
en el desconocimiento de las propias comunidades culturales acerca de estos derechos y su consiguiente falta de exigibilidad. También llama la atención el hecho que los estados no desarrollen políticas culturales con enfoque de derecho
humano y que por ende no informen sobre su cumplimiento en los informes periódicos que los mismos presentan a los
Comités de Vigilancia de Derechos Humanos, específicamente, al Comité de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Comité DESC). Pero también se puede observar el mismo vacío o poca relevancia del tema en las observaciones finales que producen dichos comités de vigilancia, incluso el Comité DESC. La UNESCO se ha dedicado, con todo
fervor, a los derechos culturales, con la fuerza y compromiso que le caracteriza y con la debilidad con que los estados
responden, al no dar a estos convenios la misma relevancia que a los tratados universales. En el año 2009, el Consejo de
los Derechos Humanos de las Naciones Unidas nombró a la señora Sharida Faheed como Experta Independiente en el
campo de los derechos culturales y en el año 2012 el mismo consejo decidió crear una Relatoría Especial en el campo
de los derechos culturales, con la intención de conceptualizar, difundir y asegurar la mejor realización y exigibilidad de
estos derechos. La Relatora Especial debe presentar anualmente un informe sobre sus avances y el Consejo de Derechos
Humanos solicita a los estados colaboren con ella en la elaboración de dichos informes. Mi presentación intenta compartir con ustedes algunos elementos que hemos tenido en cuenta desde la Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay
en este intento de ampliar el enfoque de derechos humanos en la cultura.
¿Cómo trabajar la cultura como derecho humano?
Trabajar con enfoque de derecho humano significa partir de aquellos principios que rigen para todos los derechos humanos.
La universalidad: Los derechos humanos son inherentes a todos los seres humanos. Se los adquiere simplemente
por ser humanos, no se requiere hacer algo para tener derechos. Los derechos humanos son inalienables. No pueden
suprimirse, salvo en determinadas situaciones y según las debidas garantías procesales. En la Conferencia Mundial de
Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 los estados acordaron que todos los estados tenían el deber, independientemente de sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y
las libertades fundamentales5.
5 Sitio web de Human Rights: http://www.ohchr.org/EN/Issues/Pages/WhatareHumanRights.asps. Última visita: 20 de agosto de 2012.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
56
La integralidad: los derechos humanos no pueden ser divididos, parcializados, seleccionados. Por eso mismo, los
derechos culturales no pueden estar rezagados en relación con los demás derechos. Todos los derechos están interrelacionados y son interdependientes. El avance de uno facilita el avance de los demás. De la misma manera, la privación
de un derecho afecta negativamente a los demás.
La no discriminación: Este principio obliga a los estados a asegurar medidas para que los bienes y servicios culturales lleguen a todos los sectores de la población sin discriminación de ningún tipo. En nuestros países y en toda la
región que habitamos reina la discriminación en un grado que no puede seguir tolerándose. Desde la cultura se puede
hacer un gran aporte en la realización de este principio, lo que ayudará en el cumplimiento de los demás derechos
humanos. Aquellos colectivos que tienen más dificultades para lograr el acceso a los bienes y servicios culturales deben estar considerados con medidas afirmativas en las políticas culturales nacionales y regionales. El principio de nodiscriminación constituye por tanto una importante ayuda en el abordaje de la desigualdad y de la inequidad, fuentes
de diferentes tipos de violencia en la región.
La participación: todos nuestros gobiernos coinciden en la necesidad de trabajar por y en base a la participación
protagónica de la ciudadanía. Todos los derechos para todos los ciudadanos y ciudadanas, pero con los ciudadanos y
ciudadanas. No bastaría, por tanto, encarar solamente el derecho al acceso a la vida cultural, como meros espectadores.
Es preciso asegurar igualmente la participación activa en las más distintas expresiones de la amplia gama de diversidad
cultural existente en la región.
Y, como último principio a considerar, la exigibilidad: si la cultura es un derecho humano entonces puede y debe
ser exigida, y el estado está obligado a tomar las medidas para asegurar los mecanismos que permitan a la población
exigir ese derecho. Obviamente, que para poder exigir un derecho, la ciudadanía debe en primer lugar conocerlos,
saberse sujeto de derecho y entender los alcances de su significado para sí mismo/a y para cualquier otra persona así
como la responsabilidad que acarrea. Todo este proceso es también una responsabilidad del Estado. Pero al ser los ciudadanos y ciudadanas los principales interesados y beneficiarios su contribución se hace imprescindible.
Estos principios orientadores ayudan en los nuevos desafíos a tener en cuenta en la elaboración de políticas en el
campo de la cultura (o las culturas) desde un enfoque de derecho. Ellos garantizarán el elemento de sostenibilidad de
las políticas de desarrollo, por lo tanto deben ser parte de ellas; en otras palabras, que ya es tiempo de que nuestros
estados dejen de embarcarse en políticas de desarrollo a costa de dejar de ser quienes somos. Muchas veces se señalan
los aspectos “culturales” en la lista de problemas, justamente porque no se hace un abordaje integral, que es uno de los
principios que hemos señalado. No podemos pedir a sectores de la población que dejen de ser quienes son para ser parte de la sociedad o para no quedar excluidos. Es complejo, pero no debería verse esto como un problema sino como una
estrategia ineludible pero también interesante para asegurar el éxito y sostenibilidad de los programas de desarrollo.
Rápidamente, me gustaría compartir una experiencia con una población indígena en Paraguay denominada Pai
Tavytera. En Paraguay, en 50 años, se redujeron los bosques del 45 por ciento al nueve por ciento del territorio. Por lo
tanto, varias decenas de comunidades indígenas que vivían de la caza tuvieron que aprender a vivir en pequeñas extensiones de tierra. Tenían poca experiencia para sobrevivir en esas condiciones que eran nuevas para ellos. Conocían el
trabajo en las estancias de los ganaderos. Intentaron copiar el modelo a los estancieros “paraguayos” -como ellos los llaman, diferenciándose así de su historia- y, como consecuencia, el cacique se convirtió en el estanciero, vendió parte de
los árboles para comprarse una camioneta y comportarse como patrón. El resto de la comunidad, hombres y mujeres,
se convirtió de un día para el otro en sus peones. Pues era así como funcionaba el modelo que querían imitar. Rotundo
fracaso. La comunidad pronto reaccionó porque el nuevo esquema rompía valores de una sociedad igualitaria que persiste entre ellos. Destituyeron al líder y, a la vez, fracasó el nuevo modelo económico. Durante seis años se reunieron
varios caciques para ver cómo podrían criar ganado para alimentarse, pero sin dejar de ser Pai Tavytera. Y lo lograron,
probando y evaluando, hasta lograr encontrar mecanismos que se diferencian de nuestros modelos de criar ganado,
pero garantizan su cohesión social. Por ejemplo, en lugar de hacer un gran corral, que sería más barato, hicieron cuatro,
porque eran cuatro los clanes familiares en la misma comunidad. De esta manera, además de evitar problemas de celos
entre los clanes, ocupaban con infraestructura el territorio comunal y así lo protegían de posibles invasiones. Sus jóvenes fueron capacitados como promotores veterinarios, las primeras vacas fueron entregadas a familias responsables
que las cuidarían durante el día y asegurarían leche para los más pequeños, los enfermos y ancianos. Con esto evitaban
tener que salir a trabajar en estancias vecinas. Las primeras crías de los vacunos fueron dadas a nuevas familias. Ese
modelo resultó diferente a la cría de ganado que sirvió de modelo inicial y resultó incluso más cara su infraestructura,
pero aseguró que pudieran criar ganado viviendo en paz y, sin dejar de ser ellos mismos. Es complejo el reconocimiento de las diferencias culturales y la puesta en práctica de los principios mencionados, pero al mismo tiempo asegura
éxito y sostenible tanto desde el punto de vista social como político, económico y cultural.
Mucho se ha hablado de la poca importancia que se da a la cultura frente a las políticas económicas. Aquí estamos
para valorar y ver cómo podemos introducir el enfoque de derecho en la cultura y como introducir la cultura en las
demás políticas públicas. Como derechos humanos que son, el Estado está obligado a ser garante y a crear las condiciones adecuadas para que estos derechos fluyan en la vida de todos los ciudadanos. Para asegurar estos derechos hay
obligaciones positivas que son acciones que ayudan a materializar esos derechos y, hay obligaciones negativas que son
las que se realizan para evitar que se violen o se impida la realización de estos derechos. Daré un ejemplo de cómo en
el MERCOSUR Cultural se desarrolló una acción positiva en el campo de la cultura a nivel sub-regional. Se hizo un
encuentro de pueblos guaraníes de los diversos países que integran el MERCOSUR y asociados. El primero se realizó
en Brasil en el año 2010, luego en Paraguay en el 2011. El gobierno paraguayo, a través de la coordinación de la Secretaría de Cultura y con fondos de Itaipú construyó para recibir a 1.200 personas, ocho Oga Guasu (Grandes Casas).
Son las casas donde antiguamente vivían los clanes familiares, en las que convivían siete u ocho familias nucleares (ya
esas grandes casas no las tienen hoy las comunidades para la vida de las familias sino tienen una sola, para actividades
religiosas, pues con la colonización se introdujo el uso de casas individuales por familia nuclear). Esta enorme estructura de ocho Oga Guasu no sólo permitió el encuentro de 1.200 personas provenientes de pueblos guaraníes de Brasil,
Bolivia, Paraguay, Argentina, sino que también hizo posible que la arquitectura tradicional fuera recuperada en todos
sus valores, aprendida y admirada por los jóvenes guaraníes. Este complejo de construcción arquitectónica se convirtió luego del encuentro en un centro de convenciones indígenas de la región. Allí, la palabra -porque los Pai Tavytera
son un pueblo que basa su cultura en el valor de la palabra- pudo ser expresada de manera propia. En ese encuentro
de cinco días, guaraníes Ava, Chiriguano, Pai, Mbya, Kaiowa de Bolivia, Argentina, Paraguay y Brasil pudieron intercambiar cantos, danzas, métodos de curación, historias, leyendas y, en abundancia produjeron interesantes encuentros
de análisis político de su situación. Estuvieron presentes en el cierre, para escuchar sus reivindicaciones, el presidente
Fernando Lugo y el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera.
¿Cómo hacer para que los derechos culturales que ya existen formen parte del monitoreo de los órganos de
tratados de las Naciones Unidas y del Sistema Interamericano?
Es de vital importancia los grandes tratados que incorporan derechos en el campo de la cultura encuentren su expresión en las legislaciones nacionales. La cultura amerita tener su propio sistema nacional, incorporando a todos los
niveles de gobierno y asegurando participación ciudadana. Pero además se necesita que el sistema sea coordinado por
el Ministerio o la Secretaría de Cultura y que la elaboración y ejecución de las políticas a través de planes de acción sea
participativa y transparente. Que los planes de acción se basen en indicadores y que tengan presupuesto concreto. Los
datos, su sistematización y análisis, son muy importantes. No contar con datos cuando se van a elaborar los planes es un
problema generalizado de nuestros países. Los observatorios son importantes y, en este caso, el SICSUR6 será un gran
aporte. La Defensoría del Pueblo tiene que incorporar conocimiento y acción en relación a la cultura como derecho. Se
6 Sitio web del Sistema de Información Cultural del Mercosur: http://www.sicsur.org/. Última visita: 21 de agosto de 2012.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
57
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
58
necesita permanente capacitación de los gestores culturales. Por otra parte, las organizaciones de ciudadanos y ciudadanas vinculadas con los distintos campos de la cultura son actores esenciales que deben ser apoyados.
Algunos documentos son innovadores en esta materia. Por ejemplo, la Observación General No. 21 del Comité de
los Derechos Económicos, Sociales y Culturales en la cual desarrolla el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales: el derecho de toda persona a participar de la vida cultural7. En dicha observación, la
definición del Comité de “sujeto” va mas allá del individuo; grupos o pueblos son reconocidos como sujetos de ese derecho. La mencionada observación general también desarrolla de una manera progresista el concepto de “participar”, y
el concepto de “vida cultural”. Por otro lado, la Relatora Especial de las Naciones Unidas para los Derechos Culturales,
Sharida Faheed8, ha presentado los informes: “Alcance y contenido de los derechos humanos en la esfera de la cultura” y
“Asuntos relacionados con el patrimonio cultural” al tiempo que tiene en preparación nuevos informes. Son documentos
sumamente ricos, que dan mucha inspiración y fuerza para trabajar la cultura como derecho. En febrero de 2011, el
consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprueba una resolución (17/15) sobre Promoción del disfrute de los
derechos culturales de todos y respeto de la diversidad cultural, en la cual, entre otros temas:
Considera … que el respeto de los derechos culturales es fundamental para el desarrollo, la paz y la erradicación
de la pobreza, el fomento de la cohesión social y la promoción del respeto, la tolerancia y el entendimiento mutuos
entre las personas y los grupos, en toda su diversidad;
Pone de relieve que la promoción y protección universales de los derechos humanos, incluidos los derechos culturales, y el respeto de la diversidad cultural, se deben reforzar mutuamente.
Con estos documentos a la vista, los estados y organizaciones interesadas pueden hacerse la siguiente pregunta:
¿qué hace el Estado para asegurar el acceso a los servicios y bienes culturales a todas las personas? ¿Qué hace para asegurar la participación ciudadana en la diversidad de expresiones culturales? ¿Qué hace para asegurar la participación
ciudadana en la elaboración y el monitoreo de las políticas? ¿Cómo interactúa Cultura con la realización de los demás
derechos humanos y con las demás políticas públicas?.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que complementa y enriquece al sistema universal, fortalece
sobre todo el principio de exigibilidad de los derechos. Las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y las sentencias de la Corte Interamericana (Corte IDH) que crean jurisprudencia. De ahí que
puedan ser instrumentos aliados importantes para elevar la gestión de la cultura como derecho humano en nuestros
estados del MERCOSUR.
7 Sitio web del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos: http://www2.ohchr.org/english/bodies/cescr/comments.htm. Última visita: 21 de
agosto de 2012.
8 Sitio web del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos: http://www.ohchr.org/EN/Issues/CulturalRights/Pages/FaridaShaheed.aspx.
Última visita: 21 de agosto de 2012.
Comentando la cultura en Brasil
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
61
Renato Janine Ribeiro, Profesor titular de Ética y Filosofía Política de la Universidad de San Pablo, Brasil
Empiezo por un comentario sobre la cultura en Brasil y luego discutiré sobre el MERCOSUR. Me gustaría dar una
indicación inicial sobre los presupuestos de algunos ministerios. Comparemos el presupuesto de la Ciencia, Tecnología
e Innovación (MCTI) al de la Cultura. Estos son valores indicativos. No logré encontrar los datos exactos de una cosa
tan simple como el presupuesto de la Cultura en general. Es complicado: entre el presupuesto propuesto al Congreso
y lo que se convierte en ley hay muchas diferencias. Pero esos datos, aunque apenas indicativos, enseñan que, si sumo
el ministerio de Ciencia y Tecnología con la CAPES (Comisión de Acreditación de Posgrado), que es el sector del
ministerio de Educación dedicado a la pos graduación y a la investigación superior, tenemos cerca de diez billones de
reales, según datos de 2010
Comparación de los presupuestos volcados a la Ciencia,
Tecnología e Innovación y a la Cultura.
Ministerio de Ciencia, Tecnología y Innovación
R$ 7,3 billones (+ USD 3.65 billones)
CAPES (Ministerio de Educación)
R$ 3,1 billones (+ USD 1.55 billones)
Ministerio de la Cultura
R$ 2 billones (+ USD 1 billones)
(Según estimación 1 dólar = 2 reales)
Si sumamos el presupuesto de las áreas de investigación científica, tenemos cinco veces el presupuesto del ministerio
de Cultura. ¿Y por qué esa diferencia tan grande? Porque los científicos están muy bien organizados. Las dos grandes
entidades que los representan son la Asociación para el Progreso de la Ciencia (SBPC), que tuvo una gran importancia en
la lucha contra la dictadura, es muy respetada socialmente y cuya reunión anual en julio tiene un papel cultural, de divulgación científica y política muy amplio cubriendo todas las áreas; y la Academia Brasileña de Ciencias, que en realidad está
más volcada a las ciencias exactas y biológicas pero en su ámbito específico tiene fuerte influencia, en la sombra, sobre los
gobiernos. De su lado los artistas son mucho más numerosos pero no son organizados, y eso hace que casi siempre que
tenemos un ministro de Cultura en Brasil, su gestión pareciera destinada a ser insuficiente, insatisfactoria. Quizás si los
artistas fuesen más organizados tal vez conseguirían más recursos. Por otro lado, tal vez fuesen menos artistas. Porque tal
vez para ser artista usted necesite la transgresión, y el hecho de organizarse no sea bueno para la creación.
Intenté traer una lista de los ministros de Cultura sólo para mostrar la importancia de ellos. Celso Furtado, uno de
los mayores economistas de América Latina, fue fundador del Ministerio. Sérgio Rouanet fue quien salvó el ministerio, en
el gobierno Collor de Melo; AntônioHouaiss fue un ministro muy bueno, filólogo, pero por un período corto; Jerônimo
Moscardo era embajador en ALADI, acá en Montevideo. El presidente Itamar Franco había quedado impresionado con la
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
62
defensa que él hizo de la cultura y lo llamó al ministerio donde a los pocos meses fue sacado por la propuesta que hizo: que
el cinco por ciento del PBI fuese utilizado en la cultura. Y además se volvió contra la propuesta de reforma económica del
ministro Fernando Henrique Cardoso, que luego lo nombró embajador en Bucarest. En el gobierno de Cardoso tuvimos a
Francisco Weffort, cientista político. Lula nombró ministro a Gilberto Gil, artista. Son nombres destacados, son nombres
buenos, pero la importancia del ministerio, políticamente, es pequeña. Hoy publiqué mi artículo semanal en el diario Valor econômico9, el diario económico más importante de Brasil, y pregunté por qué tuvimos recientemente dos escándalos
de corrupción en ministerios como Deporte y Turismo –no son escándalos comprobados pero son escándalos– y por qué
tenemos una ministra de Cultura considerada de bajo desempeño cuando esas tres pastas deberían ser fundamentales,
deberían ser tres ministerios volcados al futuro, en el sentido de la vida si se puede decir así. Dejar al Deporte y al Turismo
para la negociación política y dejar la Cultura librada a sí misma, no es por lo pronto lo mejor que se puede hacer.
Fuera del gobierno tenemos otros actores importantes en la cultura. Tenemos el Sistema S, llamado así porque los
nombres de las aproximadamente once entidades que lo integran comienzan con la letra “s”. Sus recursos vienen de una
contribución fijada por la ley, casi como funciona un impuesto. Pero no es un impuesto recaudado por el gobierno sino
por las confederaciones de empresas, básicamente. Y las once entidades del Sistema S son muy diferentes entre sí. Tenemos el SESI (Servicio Social de la Industria) y el SENAI (Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial), que están dirigidas
por la Confederación Nacional de Industrias, léase el empresariado industrial en su liderazgo; y el SESC (Servicio Social
de Comercio) y el SENAC (Servicio Nacional de Aprendizaje Comercial), dirigido por la Confederación Nacional de Comercio. Las principales son esas tres. Las otras son menos relevantes. El SENAI de la industria da una formación técnica
volcada a la profesionalización: torneros mecánicos como el ex presidente Lula. Su primer diploma fue del SENAC–el
segundo fue de la Presidencia de la República–, un diploma que forma muy bien al obrero de alto nivel. El SESI se dedica
sobre todo a la educación; tiene 514 escuelas en Brasil. Son más o menos el 0,5% del total de las escuelas que ocupan
alumnos de seis a 18 años. Pero esto no tiene que ver directamente con la cultura. Por una razón curiosa la industria no
se volcó a la cobertura cultural en el Sistema S. Quien se volcó a la cultura fue el SESC, del comercio. Es un sistema de
comercio extremadamente envolvente: incluye todos los sectores de servicios. Todas las personas de las áreas de servicios, inclusive profesores de facultades particulares o privadas, tienen acceso al SESC. Entonces el SESC tiene un número
enorme de centros en todo Brasil que cubren sobre todo cultura y deportes, aunque varía mucho según los estados. Hay
estados en los que es excelente: en Paraná en bueno y en San Pablo es absolutamente excelente. El SESC de San Pablo tiene
como director a Danilo Miranda, que es probablemente uno de los nombres de mayor importancia en la organización
cultural de Brasil. Funciona con una secretaría de cultura de hecho, pero no pertenece al Estado, no tiene relación con el
gobernador o la Unión Federal. Tiene sí un presupuesto alto y lo usa muy bien tanto en la difusión como en la creación,
en cooperación internacional y congresos. Entonces, lo que yo quiero mostrar es cómo los actores que están presentes en
la construcción, en la divulgación, en la creación de cultura están muy diversificados y tal vez el actor más importante sea
ese, en todo Brasil. Es uno de los principales actores en el sentido de organizadores de la cultura que tenemos en el país,
tanto que ya fue invitado varias veces para ser Secretario de Cultura de su Estado.
Otro actor privado que hace un trabajo reconocido en el Estado de San Pablo es la Compañía Paulista de Fuerza
y Luz (CPFL), una compañía de electricidad privatizada que cubre el interior del estado de San Pablo, con sede en la
ciudad de Campinas y que hace una serie de actividades culturales, especialmente un Café Filosófico del cual fui el
primer curador, en 2003 y 2004. Algunas de sus actividades, en particular el Café, son grabadas y trasmitidas para la
TV Cultura que pertenece al Estado de San Pablo. TV Radio Cultura es respetada, aunque haya bajado su presupuesto
y quizás su nivel en los últimos gobiernos del PSDB en San Pablo. Algunos de sus programas pasan a otros canales
y se puede visitar el sitio web de TV Radio Cultura. Para volver a la CPFL, ha tenido un éxito cultural muy grande y
recibió varios premios de la Asociación Brasileña de Comunicación Empresarial (ABERJE). El premio es muy prestigioso, muestra a las empresas si están comunicando bien o no. Otros actores son TV Futura, de la fundación Roberto
Marinho –vinculada al fundador de la red Globo, que abarca a once grandes empresas–, y que tiene una programación
9 Ministérios de primeira e de segunda, Valor econômico, 14 noviembre 2011. Puede leerse en http://www2.valoronline.com.br/politica/1094560/ministerios-de-primeira-e-de-segunda o en renatojanine.blogspot.com. Última visita: 21 de agosto de 2012.
propia. Hace ya un tiempo, TV Cultura, de San Pablo, compra programas a la BBC, después de haber creado durante
un largo período muchos programas propios, sobre todo Castillo RáTinBun, para los niños, que fue un gran éxito de
crítica y de público. Hoy TV Futura tiene una buena programación propia. La ventaja es que produce barato; a pesar
de estar ligada a Globo funciona como una fundación sin fines de lucro, el problema es que es poco conocida. Es casi
el mismo problema que TV Cultura, aunque esta sea más conocida que Futura.
Intentando un balance: casi todos los estados y ciudades de Brasil tienen un sector específico para la cultura. Es
muy frecuente que tengan una secretaría o por lo menos un departamento administrativo de cultura. Pero esto no sirve
ni para combinaciones políticas. Como combinación política sirve mejor la Secretaría de Deportes, que se entrega al
Partido Comunista de Brasil, los antiguos maoístas. Ya sea el gobierno federal que pertenece al PT o el gobierno municipal de San Pablo, que es de derecha, allí ponen al PCdoB que hasta hace veinte años atrás defendía la versión albanesa
de comunismo y que desde entonces se volcó profundamente a los deportes. Imaginen ustedes la importancia de esa
secretaría en un país que tiene por delante a la Copa del Mundo y a los Juegos Olímpicos. Pero el principal problema
de eficiencia es que existen pocos proyectos de largo aliento para la cultura. La gran excepción fue el ministerio del
compositor Gilberto Gil y su brazo derecho y sucesor, Juca Ferreira. En el comienzo de su gestión, Gilberto Gil definió
los ejes de un programa al cual llamó Cultura Viva. El punto de cultura, decía él -y esa expresión chocó y sorprendió
en Brasil- es una especie de do-in (acupuntura hecha con los dedos) antropológico, masajeando puntos vitales pero
momentáneamente despreciados o adormecidos del cuerpo cultural del país. En 2010 había más de dos mil quinientos
puntos de cultura en un veinte por ciento de los municipios. El punto de cultura fue una de las grandes iniciativas que
consiguió desconcentrar la cultura, porque las leyes de fomento, las leyes de incentivo, de estímulo fiscal para apostar
en la cultura, beneficiaban a las personas más ricas. La idea fue descentralizar eso. Pero hubo conflictos de la actual
ministra con la gestora del programa Cultura Viva.
Vamos a pasar al MERCOSUR. Uno de los grandes problemas que tenemos con el MERCOSUR es la lengua.
Ha habido avances en ese campo, tanto que les hablo en portugués y creo que ustedes están entendiendo bien lo que
digo... Y eso es un punto difícil. Mientras para muchos hispano hablantes Brasil representa una cierta amenaza por su
tamaño y por su población, para nosotros, brasileños, un problema en el intercambio con el resto de América hispánica
es sentir que tenemos que hablar español porque si no hacemos ese esfuerzo, difícilmente nos entenderán. Ese es un
problema serio que exige cooperación porque de lo contrario no habrá mucho incentivo para que los brasileños cooperen preferentemente con América Latina y no con otras partes del mundo. La gran perspectiva es salir de la aduana,
salir de las cuestiones estrictamente económicas para entrar en la gran política. Voy a tomar el modelo de la Unión
Europea al cual el ministro Luiz Dulci se ha referido ya. En comienzos de los años 1950 se hizo en Europa esa cosa
genial que fue crear un vínculo que en la práctica torna imposibles o indeseables nuevas guerras. El Ruhr alemán tiene
el hierro, Francia tiene el carbón; si creamos una comunidad uniendo los dos, un país no tiene que conquistar al otro
para potenciar la siderurgia, las dos partes siderurgian juntas. Eso pasa al Mercado Común, con el Tratado de Roma, y
gradualmente se introduce una ciudadanía europea que fue un largo proceso que tiene sin embargo una debilidad: las
instituciones políticas comunes tienen poca legitimidad, menos el Parlamento, el resto no son electas con el voto de la
gente. El Parlamento de Estrasburgo tiene relativamente poco poder. El poder mismo está en manos de instituciones no
electas que son bastante poderosas, económicas, de los llamados burócratas de Bruselas. Eso crea, en paralelo a la cuestión del euro y otras, un problema: la Unión Europea repite el proceso bismarckiano de la unión de Alemania pero con
la diferencia de que el proceso bismarckiano acabó llevando a una fusión efectiva que no hubo en Europa. Creo que el
modelo de la Unión Europea es muy inspirador para nosotros porque, pensando desde mi perspectiva que es la de la filosofía política, de los cien países del mundo apenas dos tienen todos los trazos que nosotros atribuimos a la soberanía
nacional: Estados Unidos y China. La India intenta un poco, otros países intentan un poco, Brasil ha intentado. Pero,
cuando mucho, podemos tener dos o tres decenas de países que pueden hacer uso de la mayor parte de los atributos
de la soberanía nacional. De ahí, en mi opinión, la importancia de la integración. La integración permite que aquellos
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
63
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
64
actores débiles consigan tener más fuerza. Tanto que Francia, Alemania e Inglaterra que eran las tres grandes potencias
europeas saben que hoy son mucho más fuertes en tanto Unión Europea de lo que son aisladamente cada una de ellas.
¿Qué sería importante en el fortalecimiento del MERCOSUR desde el punto de vista de la cultura? Es fundamental
que la cultura deje de ser un resto, un remanente. Que aumentemos los intercambios, que conozcamos mejor las dos
lenguas oficiales y que sea interesante para cada uno asociarse al otro en vez de hacer asociaciones europeas y norteamericanas. La experiencia que tuve, en los sectores de ciencia y tecnología, como director del CAPES, es que cuando
fuimos a negociar un acuerdo con India había interés político en Brasil y en la India en llegar a un entendimiento, aun
sabiendo que era más costoso que hacer un acuerdo con Europa o Estados Unidos porque si antes, para ir a los puertos
de Europa se pasaba por Río de Janeiro, hoy para ir de Río a India se pasa por Europa; entonces es mucho más costoso
y se necesita una voluntad política muy firme. Esa voluntad política es un punto fundamental como ya fue presentado
aquí. Y creo que es un horizonte de constante debate que necesitamos tener: qué tipo de unión queremos tener aquí
en el MERCOSUR. Yo pensé en tres niveles de unión: una unión leve sería el mercado común alimentado con intercambios culturales crecientes; una unión media ya sería más de lo que tenemos hoy, con la libre circulación de personas, y un modelo parecido al de la Europa de los años 70, cuando dejó de ser necesario pedir permiso de residencia.
Cualquier miembro de un país de la entonces Comunidad Europea podía vivir en otro sin permiso; la vida entera si
quería, algo que nosotros deberíamos considerar en un futuro próximo. O una unión ambiciosa que es la creación de
instituciones supranacionales, cosa que la Unión Europea empezó pero no completó, porque su unión no es democrática, en el sentido que no es dirigida por un poder que eligen los ciudadanos. Pero antes de todo eso, creo que debemos
empezar a plantearnos la cuestión, ¿qué queremos unir, qué no queremos unir? ¿Cuáles son las ambiciones de unos
respecto a los otros? Eso no se plantea en nuestra vida cuotidiana.
Concluyendo, una pregunta que me surge es si la poca ambición que hemos tenido no vendrá también de los pocos
peligros a los que nos enfrentamos. Europa en 1950 comienza ese proceso que culminó en la Unión Europea porque
había vivido dos guerras mundiales en pocas décadas. El peligro era muy grande. En el Cono Sur, en la primera mitad
del siglo XX, como Dulci relató, se avisaba a los hispanohablantes que Brasil era un peligro... pero la hipótesis de guerra
del lado brasilero era el miedo de una invasión argentina. El Brasil de los años 30 estaba seguro de que si los argentinos
invadían, conquistaban el sur de Brasil en tres tiempos. Después de 1950, exceptuando el riesgo de una guerra entre
la dictadura chilena y argentina en los años 70 -uno de cuyos protagonistas el general Menéndez acaba de conseguir
su octava pena de prisión perpetua- no hubo riesgo de guerras. Eso es algo muy bueno. ¿Pero será que eso nos está
inhibiendo de ser más ambiciosos? ¿Será que estamos viendo que esto es muy bueno y ya no precisamos unirnos más?
Pregunto si nosotros necesitamos del peligro para la ambición o si podemos hacer proyectos positivos, respetando
nuestra diversidad cultural.
Termino con una frase que, según amigos míos, fue dicha por el entonces presidente Mario Soares, de Portugal,
al recién electo presidente Fernando Collor cuando éste lo visitó en 1979: “Países más pobres como los nuestros tienen
en la cultura su gran triunfo, más que en otras cosas”. Y Collor le respondió: “El mundo de la cultura se opuso a mí en
la campaña electoral. Yo no voy a tratar bien al mundo de la cultura”. En la misma ocasión, Collor visitó a George Bush
padre, y Bush había visto el film Indiana Jones. Y encontró que Collor tenía el dinamismo de Indiana Jones, sin pensar
que Indiana era un intelectual. Y llamó Indiana a Collor, a quien le gustó mucho eso y se fue muy contento. Lo que dice
mucho respecto a la conciencia cultural de algunos poderosos de este mundo.
Entre la realidad y los sueños: “link”
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
67
Gonzalo Carámbula, Director de la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República,
Uruguay
En la presentación en que Gerardo Caetano nos invitaba a ver qué había pasado en los 20 años del MERCOSUR en el
ámbito cultural se planteaba un tema, y ahora escuchando a Saúl vuelvo a sentirme tironeado por esa definición del
supuesto campo de la cultura. “Nosotros los de la cultura”, decía Saúl y luego hizo una descripción que poco menos
incluye al universo entero. Esa es una tensión que siempre tenemos cuando hablamos de estos temas, desde esa perspectiva, en ese umbral entre lo pasado y lo que proyectamos o que queremos proyectar. Un umbral que en mi caso
es desde la política. Me siento un político aunque no tenga otra definición partidaria que la de ser del Frente Amplio.
No milito sectorialmente, pero no quiero dejar de abordar en estos ámbitos quizá más académicos, mi condición de
político; no por partidario sino para asumir políticamente estos temas. Por eso insisto con esta imagen proyectada en
el power point de un camino barroso, “artesanal”, no lineal). Así he visto el proceso de integración. En todo caso es una
imagen que pretende mostrar lo que ha sido hasta ahora el camino de la integración en materia cultural en el MERCOSUR. Hay una senda, un camino, hay muchas cosas hechas, pero es barroso, complejo. Hay algunas señas, lo que
facilita los intercambios. Presento esta imagen no para oponerla a la imagen de una autopista. Esta imagen es pasado
pero también es futuro. No me imagino necesariamente una autopista como paradigma de la integración regional sino
más o menos la imagino en los próximos años así, compleja, barrosa, con momentos claros, con momentos difíciles de
absorber, con límites.
En la actividad anterior, proponía una relectura del Protocolo de Integración Cultural del MERCOSUR, que es de
1996. Hay que valorar la importancia política que tuvo. Es relevante que, a pocos años de firmado el tratado del MERCOSUR, ya se hiciera un Protocolo de Integración Cultural, aprobado en Fortaleza, Brasil. La pregunta que cabe desde
la política es acerca de la distancia entre la realidad y los sueños, acerca de la distancia entre el discurso y la práctica.
Sospecho, lo presento como hipótesis, que hay una gran ingenuidad. Si tuviera que diagnosticar lo que nos ha pasado
diría que existió una omisión involuntaria para el abordaje de estos temas de manera profesional y sistemática. La evolución del concepto de cultura en los últimas décadas nos permite tener un texto bueno como es el Protocolo de Integración Cultural, pero que no se compadece con un desarrollo profesional serio, político-técnico que esté a la altura de
tamaño desafío para un bloque regional. Hay valiosas experiencias, hay una larga historia de desarrollo cultural entre
nuestras comunidades, hay múltiples experiencias en la frontera. En muchos lugares hay riquísimos actos de intercambio cultural entre nuestros países. Pero todo eso, más la idea de la cultura como un factor importante para el desarrollo
de nuestras comunidades, me parece que agrava la situación y magnifica la importancia de esa involuntaria omisión.
Contaba a los visitantes antes de integrar el panel sobre la actitud actual de los que siempre se opusieron al proyecto
de integración. Dicho de manera simple o grotesca: la derecha neoliberal de Uruguay aprovecha esta ocasión de gran
incertidumbre mundial para decir: “¿Vieron? El proceso de integración no sirve, y si sirve, sirve de una mala manera
para Uruguay. Hemos perdido grandes oportunidades por dedicar esfuerzos a un proceso mercosuriano que no ha dado
grandes resultados”. Estos son los más trogloditas de la prédica anti integración regional. Aunque hay toda una gama,
que va desde la derecha no necesariamente neoliberal hasta la izquierda. Todos defienden el regionalismo abierto pero
les señalan a los gobiernos del Frente Amplio (al de Tabaré Vázquez y al de José Mujica, con diferentes énfasis) una
cierta ingenuidad en el vínculo con Argentina y con Brasil. “Brasil y Argentina hacen lo que quieren, utilizan el MER-
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
68
COSUR”, sostienen. O que “Es una utopía pensar que podamos fortalecer el bloque en un contexto de incertidumbre como
estamos ahora con los bloques emergentes”. Todo esto condimentando con ejemplos más bien vinculados a lo comercial y
a lo económico. Obviamente, todos hablamos sobre el papel de los bloques emergentes. El papel de China, de India, etc.
y cómo nosotros deberíamos lograr, como dicen algunos citando al viejo caudillo nacionalista Herrera, aquello de que
nuestros amigos estén lejos. Es un planteo que se hace para tratar de disolver la relación histórica, aun conflictiva, que ha
tenido Uruguay –eventualmente Paraguay— con los dos grandes colosos que tiene al lado. Un aprovechamiento, en mi
opinión, superficial de la realidad actual. Hasta una insolente declaración de Sarkozy en una conferencia de la OCDE es
aprovechada para abonar esta tesis de una manera muy superficial y con muy pocos elementos de análisis sobre el papel
de los bloques regionales en nuestro continente. En este contexto –disculpen que me haya ido lejos— la cultura aparece
como una cuestión ni siquiera concebida y, por supuesto, mucho menos analizada o debatida públicamente.
Nadie discute que haya de hecho una integración cultural, pero casi nadie se detiene a pensar, proyectar o cuestionar los caminos de la integración, la pertinencia de sus eventuales reglas o énfasis o marcos de desarrollo. Tanto
no se discute ni se analiza esto, que si a mí me preguntaran –y hace mucho tiempo que participo en instancias sobre
la cultura o las políticas culturales— si es mejor un relacionamiento con India, Sudáfrica, Rusia y China que con la
Unión Europea en materia de intercambio de bienes y servicios culturales, yo –y me temo que la mayoría- no sabría
qué contestar. No sabemos porque no conocemos los pro y los contra. Intuimos, pero en este caso la intuición no alcanza. Es tan poco el rigor técnico profesional con que hemos abordado los procesos de integración, que las condiciones
materiales de un desarrollo cultural sostenible -un componente clave de estos factores de integración- no han formado
parte de un análisis profundo y sistemático. No sabemos. Aun cuando ha habido esfuerzos, como el libro del Sistema
de Información Cultural del MERCOSUR (SICSUR) sobre los negocios de la cultura es insuficiente, porque comprensiblemente es más descriptivo que prospectivo.
Entonces, entre la descripción genérica un tanto naif de la cultura y esta omisión del tratamiento de los temas
en el ámbito político, gubernamental, de los sectores, actores y protagonistas, hay una debe enorme que no nos deja
avanzar, que no permite habilitar sólidamente los procesos, siendo éste un tema, una responsabilidad que nos compete. Podemos seguir declarando que la cultura es un factor clave de la integración regional, podemos seguir firmando
documentos, pero si no nos preguntamos sobre qué bases, cómo nos beneficiamos, cómo se canalizan estos factores,
probablemente sigamos confundiendo en el ámbito de la integración cultural, lo comercial, lo diplomático y la arena
de la cooperación. Tres campos que en el ámbito de la cultura no han sido suficientemente desarrollados y analizados.
Generalmente se confunde el intercambio y las relaciones en materia de políticas culturales con la cooperación. Quedó
en el olvido, un poco viejo, aquello de la diplomacia cultural, pero sigue siendo un factor.
Nos falta conocer más y analizar mejor o más profundamente los elementos nuevos de las relaciones culturales.
¿Por qué no ha rendido ese Protocolo? ¿Por qué no ha funcionado el sello MERCOSUR Cultural? No funciona por un
problema de diseño. No es por la burocracia ni por la falta de voluntad de los gobiernos principalmente. En el diseño
está el error original. Muchas veces se dice que están suficientemente diagnosticadas algunas políticas, yo señalo que
no, que tenemos un problema de diagnóstico de pobre factura. Todavía tenemos un problema con el qué. No hemos
desarrollado adecuadamente el cómo porque todavía tenemos visiones atrasadas, ingenuas, parciales de ese qué.
El año1996 fue clave. En ese año se celebró el Protocolo de Integración Cultural. En 1996 no existía la Convención
de la Diversidad Cultural, recién se conocía Nuestra Diversidad Creativa de la UNESCO (integra este panel una de las
redactoras de aquel un documento clave). No existían los bloques emergentes, ni Google, ni Youtube, no estaban las
redes sociales. Simplemente a modo de reseña, la definición que tenemos de esta integración de la cultura está muy
lejos de al menos estos tres planos, que deben ser incorporados a la parte prospectiva. Es parte del pasado no claro, ese
que no está suficientemente desarrollado y que tiene que obligarnos a investigar, razonar, conocer y recorrer nuevos
caminos, los nuevos desarrollos que deba tener la cultura en la región para que sus procesos, el propio y el de integración, sean sostenibles.
Por otra parte, para mí el problema no está en los gobiernos (los “políticos” o “burócratas” de turno). El mayor
problema está en el propio sector cultural. Este no termina de asumir con profesionalidad la importancia de desplegar
sus intereses y sus lógicas, y la interlocución correspondiente con los otros actores de la realidad. Los políticos, o las
comunidades o las representaciones políticas expresan en buena medida las contradicciones que se desarrollan en sus
sociedades y sobre todo cómo se apropian socialmente sus consignas, sus propuestas, sus modelos, sus programas. El
sector cultural de nuestro país es una suma, de mayor o menor extensión, tan variado como para incluir el diseñador de
modas, el desarrollador de videojuegos o el de las artes escénicas, los músicos, los que elaboran ringtones para colocar
en el mercado japonés y a quienes hacen danza contemporánea, directores de orquesta, gestores culturales, críticos,
productores, etc. Una suma riquísima pero que no ha tenido conformación como sector. Quizá es un problema de la
propia naturaleza del sector, pero en la medida en que no nos expresemos, que no comuniquemos, no sabremos cuáles
son las lógicas de eso que denominamos genéricamente -no siempre en el acuerdo- “cultura”. Notoriamente, al interior
de ese supuesto sector las lógicas son muy diferentes. Sin embargo, seguimos hablando del sector cultural -o incluso de
“la cultura”- como un todo, sin precisión, sin profundidad y sin desarrollo profesional.
Por otro lado, en el ámbito cultural, a diferencia de otras políticas de la integración, los territorios y las escalas juegan
de manera muy diferente. El escenario de las ciudades juega diferente que en otras prácticas de la integración. Lo mismo
sucede en las subregiones. Lo que intento decir hoy es: o vamos inercialmente a un futuro anémico donde las cosas discurren sin asumir concretamente, como creo que ha sucedido hasta ahora, donde la cultura está fenomenal en el discurso
políticamente correcto (nunca hay que dejar de tener una declaración sobre la cultura, conviene tener un Protocolo, una
buena “carta cultural”, una “agenda”…), o lo vemos con otra perspectiva, donde sí jueguen las definiciones ideológicas
y políticas proyectándose en resoluciones y acciones específicas, concretas. Habrá que crear las condiciones materiales
para que las definiciones ideológicas y políticas de la integración se lleven a cabo. Cuando digo condiciones materiales
me refiero al desarrollo económico y comercial, además de las “buenas ondas” diplomáticas. Me refiero a las condiciones
necesarias para generar la producción y facilitar los intercambios. Allí debemos plantearnos algunas cosas muy crudas:
la Reunión Especializada del Cine y el Audiovisual del MERCOSUR, la RECAM, es de las experiencias más interesantes
que ha habido en materia de intercambio cultural. Sin embargo, al parecer por esta época se debilita como proceso. No
es que se debilite institucionalmente, hablo de un debilitamiento político, conceptual. Tan es así que deja de tener vigor la
cuatrilateralidad propia de la RECAM para empezar a experimentar las relaciones bilaterales. Uruguay hace un acuerdo
bilateral con Brasil, Argentina lo mismo. Y los acuerdos bilaterales se generan no necesariamente como parte de un estadio superior del desarrollo de la cuatrilateralidad, sino como parte de un no poder de la RECAM. Creo que hay que poner
el discurso de lo cultural en debate desde esta perspectiva. El discurso o el proyecto de integración tienen que ser más sistémicos, en el sentido de mirar su complejidad. Más consistente, más profesional, más técnico, con mayor cuidado de las
reglas de juego que le permiten desarrollarse. Verse el bloque y los sectores sin ingenuidad. Los países asociados (Bolivia,
Chile, Ecuador, Perú y Venezuela) plantearon en más de una oportunidad demandas muy concretas y hubo sólo buenas
declaraciones, pero pocas respuestas. Por ejemplo, plantearon, también con ingenuidad, integrarse al sello MERCOSUR
Cultural, cuando ese sello -que, además, no ha funcionado- es sólo para los países miembros y no para los asociados. No
sé si desconocen que esto no ha funcionado, que no existe, que no se ha llevado a la práctica.
Existe un problema en este tipo de situaciones que, más que en otras políticas, tienen que ser multiespaciales. En
materia de gestión cultural, los desafíos de una visión “360” de la gestión cultural, lo multiespacial, también tiene enorme relevancia. Cuando comenté antes que en el año que se hizo el proyecto de integración cultural no estaba Google,
Youtube ni las redes sociales, hablo de esto, de la potencialidad de nueva manera de concebir el “negocio” cultural. Si
hago rock gótico tal vez tenga mis 500 oyentes en Irak o en Japón y no en el estrecho horizonte de los 500 discos del
mercado montevideano. Esa visión, más omnicomprensiva, no quiere decir que no reanalice ni me cuestione los procesos de integración regional en esa nueva perspectiva. Quiere decir que deben cuestionarse desde allí y verlos con esa
amplia, dinámica y múltiple dimensión.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
69
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
70
Por estas consideraciones vuelvo a plantear lo que propuse en otro momento aquí en CEFIR: una ronda profesional
del MERCOSUR Cultural. Hay cosas que están hechas y dichas, hay bastante avanzado, hay un Centro Sur que acaba
de crear Uruguay sobre industrias culturales y creativas o de economía creativa. He tenido el privilegio de participar en
diversos ámbitos pero veo que en muchos lugares hablamos de muchos temas y no convergemos, no logramos generar
sinergias, y duplicamos esfuerzos, dando vueltas en el agua como quien no sabe remar. Creo que lo más importante
para un ámbito como el CEFIR es que se genere, efectivamente, un link entre la política y los sectores culturales, un
link entre procesos que se desarrollaron en otros lugares. El link no son los Ministros de Cultura, o no lo hacen ellos
solamente. En una reunión de los Ministros de Cultura, funcionan con su lógica, sacan una declaración con la lógica
de buenos ministros de Cultura, pero no hay interlocución profesional –disculpen la insistencia- con otros sectores.
Hemos llegado al extremo de que los ministros se reunieran en una capital, emitieran una declaración, pero las cancillerías adoptaran otro criterio sobre la misma declaración. Por ejemplo, cuando se discutía a la misma vez en la OMC
y en la UNESCO sobre los acuerdos de libre comercio y sobre la diversidad cultural. Y las cancillerías probablemente
hayan actuado -depende de los países- condicionadas por los ministerios de Economía, sobre acuerdos comerciales en
materia de intercambio de bienes y servicios culturales. Por eso, reitero, me parece fundamental una ronda profesional.
Pueden sumarse observatorios, centros de documentación, publicaciones, etc., pero sobre todo hay que insistir en el
vector de la profesionalidad en el análisis del desarrollo material de las condiciones de la integración para un desarrollo
cultural sostenible.
Política social y participación
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
73
Daniel Olesker, Ministro de Desarrollo Social, Uruguay
Pretendo trasmitir cuatro capítulos o componentes. En primer lugar, quiero hablar sobre cuál es el enfoque en política
social que a nuestro juicio va empezando a delinearse en nuestro país y en los países de la región, y cuáles son los aspectos centrales que deberían estar presentes, sí o sí, en ese enfoque. En segundo lugar quiero hacer una breve referencia
a Uruguay –aunque si uno lo compara con los demás países encuentra aspectos similares-, respecto de cuáles son los
ejes estratégicos de una política social en la realidad actual. Esto tiene que ver con la ubicación de la población. En
tercer lugar me gustaría referirme brevemente, a los componentes principales de políticas que pueden atacar esos ejes
estratégicos. Y finalmente una referencia al Plan Estratégico de Acción Social (PEAS) que nos toca coordinar.
Empiezo por los criterios o principios de la política social. En general, durante la década del 90 primó el criterio de que
la política social debía preocuparse de los sectores sociales más empobrecidos, focalizarse hacia ellos y dar respuesta a las
cosas a las que el mercado –por distintas razones que no vienen ahora al caso– no llegaba. Y por lo tanto la política social
era un subproducto de la política económica o de la visión del desarrollo. Es así en las dos principales líneas de políticas
sociales, la política de empleo y la política de servicios públicos: en el primer caso el propio crecimiento generaba las condiciones para el desarrollo del empleo y en el segundo el mercado era quien mejor asignaba los recursos para acceder a los
servicios públicos y particularmente en nuestro caso a los servicios sociales. Esta visión ha fracasado, como es obvio. Creo
que buena parte de los problemas que hoy tienen los gobiernos en América Latina emergen de los resultados de la política
social desreguladora de los años 90. Esta ha sido sustituida en los países del MERCOSUR por una política social de la que
yo destaco cuatro principios, pero podrían destacarse más. En primer lugar, que el acceso y el financiamiento no tienen
vínculos directos. ¿Qué quiere decir esto? Que las políticas sociales deben financiarse con impuestos o contribuciones a la
seguridad social (eso es decisión de cada país) y el acceso a ellas es independiente del nivel de contribución de las personas
a esa política social. Esto significa que las personas contribuyen según sus capacidades al financiamiento de políticas de
salud, vivienda, educación, seguridad y protección social, de un Sistema de Cuidados como estamos instrumentando ahora
en Uruguay. Luego, acceden según las características que lo vinculan con esa política social: su edad, su sexo, su lugar de
residencia, etc. Es decir, opera bajo el principio de que “cada quien según sus ingresos a cada quien según sus necesidades”.
El segundo componente es que el diseño de una política social debe ser universal, es decir que debe estar diseñado
para que en determinado momento abarque al conjunto de los ciudadanos. ¿Excluye la focalización? No, incluye la
focalización como un componente de la política universal. Siempre digo que la discusión entre políticas universales
y focalizadas es de manual, de discusión teórica. Cuando uno hace políticas públicas hace políticas universales que,
cuando se aplican, tienen una dirección focalizada para empezar por los sectores prioritarios.
El tercer principio es la participación social en la política social. Es muy difícil pensar en el desarrollo de una política social que no tenga participación social. Es muy importante discutirlo ahora que está de moda la participación
y prácticamente cualquier enfoque de política social, desde los más de izquierda, desde los más regulacionistas hasta
los más liberales, incluyen la participación. Por eso es importante discutir qué es la participación y dónde debe darse.
Nosotros creemos que debe darse en el diseño, en la implementación y en el contralor de los resultados de esa política
social. De hecho las principales políticas sociales de Uruguay tienen en sus órganos de conducción representantes de
trabajadores, de usuarios y de empresarios. Cosa que está muy bien desde el punto de vista teórico pero que nos ha
complicado la vida desde un punto de vista práctico. Pero es un tema de la democracia.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
74
El cuarto principio que quería comentar es que la regulación de esas políticas y la asignación de los recursos debe
ser de monopolio público, no así la prestación de los servicios. Esto para nosotros es importante: quien defina prioridades en materia de políticas sanitarias y en materia de políticas educativas, quien regule los accesos y la manera, debe ser
el Estado. Pero la prestación del servicio es algo distinto: un hospital público o una mutualista en el caso uruguayo, una
obra social en el caso argentino o una empresa en el caso chileno, pueden prestar el servicio. Lo que garantiza el carácter público de una política social es la regulación y el fondo único de financiamiento que determina cómo se asignan los
recursos, no quién es el prestador ni si es público o privado. Bajo esos cuatro principios definimos nosotros la política
social: universalidad focalizada, regulación pública, distinción entre acceso y financiación, y participación social.
Lo segundo que quería comentar es que hoy en nuestros países, uno puede distinguir claramente tres sectores de
población que emergieron de las políticas de los años 90: sectores vulnerables a la extrema pobreza, sectores vulnerables a la pobreza y sectores en una mejor situación socioeconómica. El concepto de vulnerabilidad a la indigencia
y a la pobreza lo que pretende –y es algo que estamos conversando bastante con los ministerios de Desarrollo de los
demás países del MERCOSUR– es evitar que la discusión de indigencia y pobreza sea únicamente una discusión sobre
ingresos. Que lo único que haga saltar de la indigencia a la pobreza o de la pobreza a la no pobreza sea una línea de
ingresos, aun sabiendo que la línea de ingresos es muy importante en una sociedad como la nuestra, que el grueso de
los bienes - alimentos, vestimenta, etc.- se compra en el mercado. En Uruguay construimos algo que se llama Índice de
Carencias Críticas, en otros países hay índices parecidos.
Estas políticas sociales que se aplican a los tres grupos de población para actuar con los criterios que cité al principio, tienen que pensarse en términos de un diseño universal-focalizado hacia esa población,- en función de que en
Uruguay esa realidad y esos tres grupos poblacionales -y esto es importante trasmitirlo- coinciden bastante con la
realidad de otros países. En el caso de Brasil estamos trabajando junto al “Plan Cigüeña” lanzado por el ministro de
Salud brasileño para bajar la mortalidad infantil, que en Brasil es muy importante. Y nosotros hemos tenido bastante
éxito en eso, claro: acá nacen 47 mil niños por año y en Brasil nacen 3 millones; en Brasil nace un Uruguay por año,
por decirlo así.
Las prioridades son: primera infancia; culminación de ciclos educativos, o sea igualdad ante los rezagos educativos
y culminación de ciclos; y empleo precario, que imagino que es una gran preocupación de la CUT en Brasil y del PITCNT en Uruguay. Aquí tenemos un cinco y algo por ciento de desempleo, sin embargo es insostenible que haya una
persona de cada cuatro que no tenga seguridad social, o que las jóvenes mujeres menores de 29 años tengan tasas de
desempleo que superan el 25 por ciento. Si miran en Uruguay la tasa de actividad de los hombres de 30-60 años verán
que está al tope, por ahí no se puede hacer más. Para mejorar hay que modificar la estructura del mercado de trabajo,
pero para eso hay que mejorar las condiciones de oferta y de demanda. Oferta quiere decir habilidades para el trabajo
y sistema de cuidados que permita a las mujeres liberarse de los cuidados familiares y volcarse al mercado de trabajo o
a estudiar, o a tomar mate debajo de la palmera si así lo quisieran. Al mismo tiempo hay temas de demanda, donde hay
empresas que todavía mantienen niveles de precariedad y de informalidad muy importantes.
Otro punto importante es un tema que estamos trabajando mucho con Brasil: el de la seguridad alimentaria. Brasil
tiene una norma por la cual el 30 por ciento de los alimentos que compran para la alimentación escolar las escuelas
públicas debe ser de proveedores familiares. Es una medida que tiene un fuerte impacto sobre la sustentabilidad de
la pequeña producción de alimentos Y, por último, en términos de prioridades, el tema del hábitat y la segregación
habitacional y residencial.
Otra discusión que está avanzando mucho en la región, sobre todo por las organizaciones sociales que le impregnaron mucha fuerza, es que estas políticas universales focalizadas en la pobreza e indigencia no tienen en cuenta otras
vulnerabilidades que no necesariamente están vinculadas a problemas de distribución material de la riqueza, sino que
están vinculadas a los problemas de reconocimiento de ciertas poblaciones, básicamente etnia, género, discapacidad
y orientación sexual. Esas son las cuatro más importantes a nuestro entender porque si no hay acciones afirmativas
antidiscriminatorias para ellas, las políticas universales no les llegan por un problema de reconocimiento en el acceso,
y las focalizadas no les llegan porque no siempre esos núcleos están en los sectores de mayor pobreza o indigencia,
medidos en términos de ingresos. En general sucede bastante con los afrodescendientes porque hay cierta correlación
entre ingreso y vulnerabilidad. Pero no pasa en materia de género. Siempre pongo el ejemplo de una mujer de clase
media totalmente subordinada a su hogar, que no está en ninguna línea de pobreza ni de indigencia, que no es vulnerable, pero un día su matrimonio se quiebra y pasa a la pobreza más extrema de manera inmediata: la suya es una
vulnerabilidad potencial... Por eso es tan importante visualizar estas otras vulnerabilidades. Ese es el tercer punto que
quería comentar: los ejes transversales a tener en cuenta.
Esto determina una matriz para hacer la política social, en que por un lado tenemos las poblaciones (los tres escalones), por otro lado las políticas (salud, educación, vivienda, trabajo, etc.), por otro lado los ejes transversales y del
otro lado los ejes estratégicos.
Con esta lógica nos hemos planteado, para los tres años que quedan de gobierno, algunas prioridades muy relevantes que emergen de los ejes estratégicos. Una de ellas es la erradicación de la indigencia. Estamos muy cerca de eso.
La indigencia en Uruguay era 5,1 por ciento, si mal no recuerdo, en 2004; bajó a 2 y algo en 2009; el año pasado (2010)
había dado 1,1 y algunas estimaciones que tenemos ya muestran que estamos muy cerca del cero estadístico. El otro
objetivo que nos habíamos planteado era bajar la pobreza a la mitad. Era del 40 por ciento en 2005 –estoy hablando
de personas, no de hogares–; 20 por ciento en 2009; ya fue 18 por ciento en 2010 y todavía no tenemos la cifra para
2011 pero todo indicaría que tiene que haber bajado algún punto más por las políticas que se han aplicado. La idea es
llegar al 10 por ciento (a la mitad del 2009). Para llegar a eso nos hemos planteado como instrumentos generalizar las
transferencias monetarias, con esto estamos trabajando mucho con los países de la región en el intercambio de experiencias. Las transferencias condicionadas como se les llama son un instrumento muy importante siempre y cuando
haya un “después qué”, de lo contrario se transforman en eternas y generan un círculo vicioso. Creo que la experiencia
de Uruguay y Brasil para salir del círculo vicioso de la transferencia condicionada ha sido bastante exitosa, en comparación con las dificultades de salidas como la de México o la de Chile por ejemplo. Estamos en un tres por ciento de la
población, aproximadamente, a la que se le daría transferencias condicionadas a la compra de alimentos.
Otra prioridad es la revinculación al sistema educativo de los jóvenes que no estudian ni trabajan, pero de esto
va a hablar seguramente el propio Kliksberg, porque este tema de la relación entre familia, juventud y trabajo ha sido
una de sus especialidades. Estamos trabajando fuertemente en eso. El presidente ha reconocido que este no es solo un
problema educativo, que este no es solo un problema laboral. Este es un problema de política social y de abordaje de las
familias; la estrategia es familiar. Estamos tratando de llegar a esos 40 o 45 mil muchachos que están en esa situación
de mayor precariedad. En esto incide mucho la educación de la madre y del padre, pero sobre todo de la madre. La
correlación entre madres que no culminaron la primaria y jóvenes que se desvinculan del sistema educativo es altísima. Y por lo tanto es muy importante ese abordaje familiar para encantar y recuperar a los muchachos para el sistema
educativo, o para la formación para el trabajo. Nadie pretende recuperar a la totalidad para el sistema educativo formal
tradicional. Esta sería la segunda prioridad.
Nos planteamos también como prioridad atacar la precariedad en el empleo. Hacemos una gran apuesta allí. El
país aprobó una ley por la cual parte de las ganancias del Banco de la República (BROU) va a ser utilizada para promover experiencias de autogestión, experiencias de desarrollo cooperativo. Esto es un cambio cualitativo en la vida de la
economía social en Uruguay. Estamos hablando de mucha plata: 30 por ciento de las utilidades de un Banco que está en
su mejor momento económico. En la parte laboral hacemos una apuesta muy fuerte a la economía social. Allí tenemos
un convenio con Argentina que nos permite aprovechar toda la experiencia de ese país, sobre todo en lo que son marcas sociales y colectivas, en identificar a las empresas de la economía social con un distintivo que les da primero una
presencia en el mercado, y por otro lado puede generar para quienes toman productos distinguidos con la marca social
ciertos beneficios, a veces materiales y a veces simplemente morales, como los de contribuir a la integración social de
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
75
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
76
cierto grupo. Es una experiencia que consideramos muy exitosa y estamos tratando de replicarla en Uruguay. Argentina, según los números que manejo, ocupa 1.100.000 personas en la economía social. Es un número impresionante.
Un fenómeno que creció básicamente con la crisis de 2001. Igual que acá, pero el crecimiento en Uruguay fue mucho
más lento, trabajoso, y hasta la llegada del estímulo que le va a dar esta norma legal de los fondos del BROU tuvo serias
dificultades de financiamiento para poder insertarse en los mercados. Entonces: transferencia, vinculación educativa,
inserción laboral y finalmente el Sistema Nacional Integrado de Cuidados. Expondremos nuestra experiencia en Cuzco, en una reunión de UNASUR Social, porque varios países están planteando ver cómo avanza nuestra experiencia.
Básicamente se trata de un sistema de protección y de cuidados para la primera infancia, las discapacidades severas y para los adultos mayores no autoválidos. Esto, permite al 95 por ciento de las mujeres que son las que realizan
esos cuidados, acceder a un sistema de cuidados financiado o co-financiado por la seguridad social. Hoy, o lo hacen
los familiares o hay que pagarlo en un sistema privado que es de muy difícil acceso por su costo. Estoy hablando de
hogares de adultos mayores, hogares para discapacitados o guarderías privadas para primera infancia. El Estado da
una respuesta muy pequeña a esto y la idea es, de aquí al 2014, potenciarla creando un Sistema Nacional de Cuidados.
El Plan de Acción Social del MERCOSUR intenta ser un lugar de intercambio de estas experiencias, y poder hacer
cosas en común. Creo que tenemos mucho para aportar en materia de salud de la primera infancia, de mortalidad infantil, de mortalidad materna, de seguimiento del aborto en condiciones de riesgo... tenemos una interesante experiencia para compartir en el bloque materno-infantil. Tenemos algunas cosas importantes para aportar sobre revinculación
educativa, a través de una experiencia de formación profesional básica que se hizo en la Universidad del Trabajo del
Uruguay (UTU). Y creemos que podemos aprender mucho de las experiencias del resto de los países, sobre todo en
economía social de Argentina, y en Brasil todo lo vinculado a la compra de medicamentos, etc. Hace poco fuimos a
conocer una experiencia sobre uso de la madera en alternativas de vivienda, una experiencia que se está desarrollando
en Rivera. La zona de frontera es clave en la integración regional, desde la identidad de las personas hasta la atención
sanitaria. Estuvimos hace poco en Aceguá y solo ven televisión brasileña. Es difícil hablar de Uruguay y Brasil en esos
lugares donde el prefecto brasileño y el alcalde uruguayo tienen más vínculo entre sí que cada uno con su respectivo
gobierno nacional. Hay que ver en qué medida se pueden desarrollar allí políticas sociales comunes.
Existe una medida vinculada al mercado laboral que viene de mucho tiempo atrás: la libre circulación de trabajadores, sobre la que pretendemos avanzar más plenamente en este período. Supone la regulación común de algunos
aspectos vinculados a la movilidad, a la seguridad social, a los permisos de trabajo. Seguramente hay otras medidas
que tienen que ver con políticas sociales en sentido más estricto, sobre todo en las zonas de frontera. Políticas que nos
permitan unificar los sistemas y trabajar más conjuntamente en materia de salud o de educación. Debemos aprovechar que hoy hay en el MERCOSUR una visión común del enfoque social, donde los cuatro principios que enuncié al
comienzo están en la base de todos los gobiernos, con las diferencias de implementación que corresponden. Y estos
escalones de las transferencias condicionadas, la reinserción laboral y educativa, y las políticas universales. Tenemos
poblaciones distintas en cada país pero sobre todo en los dos primeros escalones hay muchas políticas que se pueden
hacer en común, y para eso es clave el financiamiento de proyectos sociales comunes en el MERCOSUR. Si bien tenemos el punto tres del FOCEM, creo que debería haber una línea específica en el MERCOSUR de fortalecimiento de
políticas sociales comunes, de las investigaciones comunes y de los intercambios que nos permitan mejorar nuestros
sistemas de información y de políticas sociales en cada uno de los países.
De las resoluciones a las políticas sociales regionales en el
MERCOSUR: voluntad política y profundización
Artur Henrique, ex Presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT) de Brasil, actual secretario
adjunto de Relaciones Internacionales
Antes de entrar directamente en el balance que hacemos de las políticas públicas en el ámbito del MERCOSUR, quiero
plantear que para los movimientos sociales, para nuestros gobiernos y para nuestra región, el enfrentamiento a la crisis es sin duda una prioridad en el corto y mediano plazo. La crisis es económica aunque se establezca hoy con otras
dimensiones, varias de ellas importantes y que ya fueron tratadas aquí, como la crisis alimentaria, la crisis energética...
Frente a estas circunstancias, resulta absolutamente necesaria, cada vez más, una articulación, una integración para
que los países enfrenten la crisis conjuntamente y no cada uno cuidando de su territorio, de su problema. De lo que
se trata es que nuestros países se articulen para actuar en conjunto frente a la crisis económica. Eso implica alterar y
reglamentar el sistema financiero y gravar especialmente la especulación. Implica no adoptar medidas de apertura ni
de ajuste fiscal que pongan en riesgo las políticas públicas, sociales, y el propio papel del Estado. Implica profundizar la
integración, lo que para nosotros representa y significa una política de integración productiva dinámica, más amplia.
También requiere un fortalecimiento y ampliación del focem (Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR), así como un avance en la estructura institucional del MERCOSUR.
Y si tenemos una visión de lo que es necesario hacer, también tenemos un análisis de que el balance de la situación
actual es muy preocupante. Las últimas decisiones tomadas por los gobiernos de nuestros países son preocupantes. Por
ejemplo, Argentina en el primer semestre de 2011 decidió la revisión de la tarifa externa común, lo que Brasil hizo en
el segundo semestre de ese año. La tarifa, que debería ser utilizada como un instrumento de política industrial para
establecer una mayor integración y hacer frente a otros mercados, está siendo utilizada como medida proteccionista.
En nuestra opinión, esto no contribuye a la integración regional y a ese necesario enfrentamiento conjunto a la crisis.
Si la respuesta a la crisis se da por los países en forma individual, solos, con certeza tendremos más problemas que
si enfrentáramos esa crisis en forma articulada y unitaria. Es lógico que sea mucho más fácil hablar que hacer, pero
resulta absolutamente imprescindible plantear este tema.
¿Por qué comencé por esto? Porque entiendo que el tema de las políticas públicas regionales y en especial el de las
políticas sociales reflejan una decisión política respecto de qué modelo de desarrollo adopta cada uno de nuestros países de aquí en adelante. Digo siempre que para nosotros no basta sólo con crecer. Hoy no basta con mirar el aumento
del producto interno bruto. Brasil creció tanto por ciento, Argentina creció tanto, Uruguay creció tanto... Sí, pero ¿creció y concentró renta o creció y distribuyó renta? ¿Creció y atacó las desigualdades sociales, creció y atacó la miseria,
creció y atacó la pobreza? Estas son cuestiones absolutamente centrales para quien quiere alterar el modelo y mostrar a
algunos órganos multilaterales como el FMI o el BM que es posible hacer las cosas de una manera diferente, es posible
otro modelo y no este, que ya fue adoptado aquí en la década del 90 y ahora es adoptado en varios países de Europa
como la única solución frente a la crisis. Como si el problema allí fuese que el elevado gasto con políticas públicas y
políticas sociales hecho algunos años atrás aumentó la deuda de aquellos países.
Hice esta introducción porque pienso que esta es una cuestión absolutamente clave en la discusión política que debemos hacer hoy en relación al futuro del MERCOSUR. Podemos tener de aquí a algunos años algunos analistas, economis-
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
79
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
80
tas o no, que vengan a hacer el estudio de que nuestro continente gastó mucho en políticas públicas y en políticas sociales
para sacar a millones de personas de la pobreza y de la miseria. Podrán decir que es necesario reducir drásticamente la
inversión y el papel del Estado como inductor del desarrollo y si eso sucede dentro de algunos años, nosotros tenemos
que estar preparados haciendo este debate desde hoy. Es por eso que plantee este tema como un primer tema importante.
Quiero hablar brevemente del mundo del trabajo que toma una dimensión importante cuando se habla de políticas públicas y de políticas sociales. Nuestros cuatro países de MERCOSUR tienen hoy índices de desempleo mucho
menores de los que tenían hace diez años. Eso refleja el acierto de varias de las políticas implementadas a lo largo de
estos últimos años. El señalamiento de esto es importante a pesar de tener todavía una precariedad bastante grande
en algunos mercados. En Paraguay, por ejemplo, al igual que en Brasil, existe aún una informalidad que necesita ser
atacada, pero sin ninguna duda creció en los últimos años la tasa de empleo formal.
Si bien hoy tenemos varios ejemplos de políticas o discusiones hechas en el ámbito del MERCOSUR, principalmente en relación al trabajo de jóvenes, mujeres, personas en situación de miseria, aún no podemos hablar de una política de empleo del MERCOSUR, a pesar del grupo de alto nivel sobre situación del empleo en el MERCOSUR creado
en 2005. Una cosa es la creación del grupo de alto nivel sobre la situación del empleo y otra cosa es contar con políticas
prácticas efectivamente ejecutadas a lo largo de estos últimos años. A pesar de esos avances, de decisiones importantes
como estrategias de empleo en el MERCOSUR en 2006, directrices para una estrategia de empleo en el MERCOSUR
en 2007, la propia forma en que los países enfrentaron la crisis en 2008 revela que no alcanzamos en el ámbito del
MERCOSUR una política de empleo mínimamente común.
Quiero dar un ejemplo: creamos en 1997 el Observatorio del Mercado de Trabajo del MERCOSUR, una herramienta
absolutamente importante para crear las condiciones de evaluación de la situación del empleo en cada uno de nuestros
países, proponer soluciones y propuestas de subsidios para actuación en política pública de empleo. Las representaciones
de las entidades empresariales y sindicales del Sub Grupo 10 de Trabajo dentro del MERCOSUR apoyan el Observatorio.
Los ministros de Trabajo de nuestros cuatro países dicen que lo apoyan y hablan abiertamente de este apoyo. Sin embargo
el Observatorio no tiene recursos, presupuesto ni estructura, tampoco condiciones mínimas para actuar efectivamente
en el tamaño y las necesidades que consideramos importantes para el papel que debería tener en una política de empleo
del MERCOSUR. Lo mismo vale para la actuación de nuestros ministros de Trabajo en las reuniones del G-20 en las que
participan Brasil y Argentina. Como discutimos aquí en el seminario, nunca vi a un ministro de Trabajo de Brasil o de
Argentina hacer reuniones previas a la reunión del G-20 con los otros países del MERCOSUR, para discutir una política
común del bloque y llevarla a la reunión del G-20. Tenemos muchas conversaciones, mucho diálogo, mucha discusión,
pero no una articulación efectiva entre los países, entre los ministros, para una definición común del bloque.
Entrando un poco más en el tema de hoy sobre políticas públicas y políticas sociales en perspectiva regional,
quiero referirme al balance que hacemos en el movimiento sindical en relación a ese tema. Nosotros hemos actuado
y hemos tomado resoluciones y aprobado documentos, informes, propuestas absolutamente importantes en estos
últimos años. Tenemos un Instituto Social de Políticas Públicas y Derechos Humanos, uno de Formación, un Observatorio de la Democracia, un Observatorio del Mercado de Trabajo del que ya hablé... Los dos primeros tienen sede
en Asunción y Buenos Aires y un presupuesto definido. Sin embargo, los otros dos observatorios dependen de un
financiamiento externo y de proyectos específicos para su pleno funcionamiento. Lo que demuestra esta situación es
cuánto tenemos que cambiar las prioridades cuando se habla de presupuestos públicos de nuestros países, cuando
se mira al MERCOSUR como prioridad.
Si el MERCOSUR es realmente una prioridad para nuestros gobiernos, hay que hacer un debate consistente respecto de cuánto estamos poniendo del Presupuesto público de cada uno de nuestros países para que ello ocurra efectivamente. No para gastar millones de reales en enviar representantes de cada gobierno a las reuniones sino para hacer
efectivamente una estructura del MERCOSUR que pueda tener resultados prácticos, concretos, para toda la sociedad.
Encuentro que este también es un tema importante.
Algunas decisiones importantes fueron tomadas en 2008, como la creación del Fondo de Agricultura familiar para
micro y pequeñas empresas, un plan estratégico de acción social del MERCOSUR. Años después fue creado el cargo de
Alto Representante General del MERCOSUR, en procura de dar orientación regional y concreción efectiva a estas iniciativas. Todas estas medidas son absolutamente importantes y van en el camino correcto. Sin embargo, el balance y la
pregunta que me gustaría dejar aquí es la siguiente: ¿todo lo que fue aprobado está siendo ejecutado? ¿Hemos tenido efectivamente condiciones para concretar todo aquello que debatimos entre nosotros, que avalamos y proponemos? ¿Estas
iniciativas de proyección regional están logrando transformar nuestras realidades? Y principalmente, ¿estamos logrando
implementar aquello que se establece como tarea principal y como principal decisión? Diría que estamos lejos de eso.
No quiero ser pesimista, soy optimista respecto al MERCOSUR, pero entiendo que somos poco osados. Basta
mirar lo que está pasando en Estados Unidos y Europa y mirar lo que está pasando en nuestra América Latina y
en especial en el MERCOSUR... Nunca fui tan invitado como dirigente sindical para hablar sobre Brasil y sobre las
experiencias de América del Sur en el combate a la crisis. Entonces, cuando digo que somos poco osados, es porque
entiendo que tenemos mucho para decir, para mostrar y para implementar. A pesar de que tenemos aún muchas cosas
para encaminar, creo que tenemos mucho para analizar y para intercambiar experiencias. No sólo entre nosotros sino
para mostrar al resto que es posible hacer de forma diferente las políticas derivadas de ese modelo hegemónico que fue
implementado y sigue siendo implementado en varios países.
Quería concentrarme, porque entiendo que es algo que puede ayudar a fortalecer el debate de las políticas públicas
y las políticas sociales regionales, en el tema del Estatuto de Ciudadanía del cual el ministro Luiz Dulci fue uno de los
ideólogos, junto a otros compañeros y compañeras del cefir, en un debate que se hizo a propósito de la creación de un
estatuto de la ciudadanía regional. Se trata de un tema fundamental porque tiene un impacto directo en la vida de decenas de millones de ciudadanos de nuestros países que en gran medida no saben qué es el MERCOSUR, para qué sirve.
Estoy hablando de la población, no estoy hablando de nosotros que tenemos acceso a la información, sino de la parcela
de población que aun continúa –por lo menos en Brasil–, apartada de la realidad de las posibilidades de la región, entre
otras cosas porque los medios de comunicación no ayudan. Al contrario, el MERCOSUR es algo que aparece en forma
extemporánea. Solo cuando hay reunión de presidentes o cuando hay problemas aparece alguna foto, algún reportaje
sobre las iniciativas del MERCOSUR. Esas medidas, las que están propuestas en el Estatuto de Ciudadanía, involucran
cuestiones como trabajo, empleo, previsión social, salud, educación, libre circulación de personas, patrones comunes de
identificación de las personas y de los vehículos, tarifas de telecomunicación, defensa del consumidor. O sea, si miramos
lo que está planteado en el Estatuto de Ciudadanía vemos que es algo fundamental desde el punto de vista político para el
avance inclusive de la integración de las políticas públicas y de las políticas sociales de cada uno de nuestros países.
Sin embargo, si no tuviésemos condiciones de implementar efectivamente aquello que está escrito como propuesta
en el Estatuto, como dijo alguien aquí, sería terrible estar dentro de veinte años haciendo un balance y diciendo que
avanzamos mucho en las resoluciones, que fue muy importante, pero que sin embargo no logramos aún implementar
un estatuto creado hace veinte años porque faltó una decisión política de presupuesto, de implementación. Se requiere
una decisión política del área económica de los gobiernos, que necesitan ser presionados para tomar esto como una
prioridad. Estoy hablando aquí de las políticas públicas y las políticas sociales regionales así como hablábamos antes de
los problemas que tenemos y que es necesario enfrentar entre nosotros.
Un primer problema a considerar podría ser el de la jubilación. Se trata de buscar soluciones concretas para las
personas que trabajan en distintos países por determinados años y que aún teniendo acuerdos multilaterales de seguridad social, tienen problemas con respecto a la jubilación, con el tiempo de trabajo realizado en otros países. Otro
de los problemas es el respeto y el reconocimiento de la cuestión profesional que involucra principalmente a médicos,
abogados, dentistas y a otros tantos profesionales liberales. En el movimiento sindical tenemos que tener un papel importante en ese debate. Además, porque se está discutiendo en este momento el Protocolo de Montevideo en relación a
la liberalización de los servicios y esto tiene impacto directo en los profesionales de los que hablábamos.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
81
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
82
Otro tema es el de los derechos laborales. Y aquí tenemos una bancada empresarial que aún tiene resistencia a
establecer patrones máximos y temen discutir patrones mínimos debido a la competitividad. El discurso es siempre el
mismo: en términos de competitividad de nuestros mercados, nosotros precisamos reducir los patrones de trabajo. Ya
vi a muchos empresarios de Brasil y del MERCOSUR debatir con nosotros sobre la importancia de hacer algo contra
China. Me dicen: “Arthur, ustedes tiene que hacer algo, necesitamos presionar contra la situación de China porque la
competencia es muy fuerte”. Y varios de esos empresarios cierran sus empresas y se van a China, y cuando llegan a
China ¿qué hacen? Mantienen exactamente la misma política de bajos salarios...
Es un debate que tenemos que dar, por eso hablo de modelo de desarrollo, porque la competitividad es un valor típico
de una cultura neoliberal: individualismo, competitividad, son valores que tenemos que superar, con su cultura de la competencia por la competencia misma. Esto tiene que ver con el ambiente, con el futuro del planeta pero tiene que ver con el
futuro de las personas, con la calidad de su vida. ¿Sólo queremos crecer o queremos ser felices? Para ser felices, ¿necesitamos
consumir todo lo que se consume hoy? Tal vez no. Brasil tiene un programa llamado Luz para Todos y a veces se dan debates
con ambientalistas que dicen que tenemos que parar de crecer porque el planeta no aguanta. Sí, les digo, vayan a decirle eso
a doña María que acaba de recibir luz en su casa, energía eléctrica, y que antes guardaba comida en la grasa de cerdo para
mantenerla y ahora que tiene energía eléctrica va a comprar heladera. ¿Le van a decir que deje de comprar heladera porque el
planeta no aguanta? Pueden pensar que estoy exagerando con el ejemplo pero las personas tienen derecho al crecimiento, al
desarrollo. Cuando se habla de los derechos laborales queremos hablar de igualar para arriba, no para abajo.
Hoy veo a ideólogos neoliberales apropiándose del programa Bolsa Familia de Brasil10. Nuestro problema con Bolsa Familia fue hacer que las familias tuviesen condiciones para sobrevivir, que no muriesen de hambre. Ahora, Bolsa
Familia no es política sustentable. La política sustentable que nosotros defendemos, y el gobierno de Brasil también, es
dar empleo, condiciones de trabajo, capacitación profesional para que esa persona deje de recibir Bolsa Familia.
Quiero decir que, desde el punto de vista de las políticas públicas y las políticas sociales, consideramos fundamental lo
que se viene haciendo y, sin embargo, insisto en que es necesario el fortalecimiento de esos organismos sociolaborales, el
fortalecimiento de las campañas hechas por el trabajo decente. Y el trabajo decente no es sólo lucha contra el trabajo esclavo y contra el trabajo infantil. Es la reducción de la jornada de trabajo, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, entre blancos y negros, es un conjunto de otros factores. Queremos colaborar en la implementación de los debates
sobre el Estatuto de Ciudadanía del MERCOSUR. Espero que estas cuestiones sean también una propuesta en el sentido
de que se pueda debatir en nuestros países en relación a estos temas. Por ejemplo, un seminario como este, que está debatiendo los 20 años del MERCOSUR y los próximos 20 años con temas absolutamente fundamentales como la cuestión
institucional, la cuestión de políticas públicas y políticas sociales, la cuestión económica, debe marcar un rumbo a seguir,
tenemos que ampliar eso. Los debates tienen que ser hechos con el involucramiento de más actores sociales de nuestros
países, porque eso hará que estemos cada vez más construyendo una mirada sobre la importancia de la integración.
Quería hablar también sobre el papel del movimiento sindical. En Brasil hemos debatido sobre los elementos
centrales de las políticas públicas y las políticas sociales con una frase, dirigida a la presidenta Dilma como marco:
“Dilma usted fue electa para profundizar los cambios, no para hacer lo mismo que hizo Lula”. Algunos dicen que si hace
lo mismo es suficiente. Pero en el movimiento sindical queremos que ella profundice los cambios. ¿Qué queremos decir
con eso? Los programas de agricultura familiar, como fue citado aquí por el Ministro, son de vital importancia. En el
gobierno de Fernando Henrique Cardoso se gastaba en agricultura familiar con los pequeños propietarios, un billón
de reales, dos billones de reales; hoy se tiene un gasto de 8 a 9 billones de dólares en la agricultura familiar, un salto
extremadamente positivo. Sin embargo, seguimos gastando 30 o 40 para los grandes propietarios de tierra. Cuando se
dice que es necesario avanzar es preciso aún establecer mecanismos para equilibrar las grandes inversiones para los
grandes propietarios de tierras y los pequeños agricultores familiares.
10 El programa Bolsa Familia, iniciado en 2003, es un programa de transferencias monetarias condicionales que beneficia a las familias pobres y extremadamente
pobres. Se lleva a cabo con la fusión de varios programas –Bolsa Escola, Bolsa Alimentaçao, Cartão Alimentação y Auxílio Gas en un único programa de transferencias
monetarias.
Lo mismo vale para la vivienda. Nosotros tenemos un excelente programa que ahora va por la meta de dos millones de casas populares en Brasil. El déficit habitacional en Brasil ronda los siete a ocho millones de viviendas. Estamos
construyendo dos millones de viviendas este año, con alto financiamiento público, para personas de baja renta. En
tanto la precarización de la construcción civil en esta área aún es muy fuerte. Desde el movimiento sindical hemos
señalado que no es posible que el dinero público sea invertido en una empresa privada de la construcción civil que está
ganando mucho dinero y que no respeta los derechos de los trabajadores o sus condiciones de trabajo, salud y seguridad, que tiene accidentes de trabajo y descuida las enfermedades laborales. Este es un debate que estamos dando en
Brasil, del mismo modo que damos el debate sobre Educación. Hay una campaña por el diez por ciento del PBI para
la educación, diez por ciento del Producto Interno Bruto para la educación en todos los niveles, desde la guardería
y la escuela infantil hasta el nivel superior. Y en el caso de la salud, un ejemplo de máxima importancia es el Sistema
Único de Salud (SUS), universal, con todas las características que señala el ministro y nosotros también defendemos,
pero que tiene un problema serio de ejecución. La ejecución a partir de empresas privadas y de organizaciones sociales
ha causado muchos problemas en la ejecución de los servicios de salud del Estado, que tienen que avanzar, mejorar.
Ha habido un gran cúmulo de problemas con la ejecución de los servicios de salud hospitalarios, de alta complejidad,
hospitales privados que ejecutan la política pública del SUS.
Termino con un debate de gran importancia sobre la actuación de nuestros países en aquello que es fundamental
para las políticas públicas y las políticas sociales: el ataque a la miseria, a la pobreza y a las desigualdades sociales. Nosotros sacamos 30 millones de brasileños de la miseria, de la pobreza. Hoy algunos analistas dicen que esas personas
alcanzaron la clase media. No me gusta esa formulación, entiendo que una persona que empieza a ganar 50 dólares por
mes no puede ser llamada de clase media. De cualquier forma, hay 30 millones de personas que entraron en el mercado
de consumo, comenzaron a ejercer nuevos derechos, se transformaron en ciudadanos. La gran tarea de la presidenta
Dilma es sacar a más de siete millones de personas de la miseria hasta 2014. De los siete millones de pobres que aún
existen en Brasil, 79 por ciento son mujeres, negras, del campo y que viven en el norte del país. Y para sacar a siete
millones de la miseria antes de 2014 necesita Bolsa Familia, salario mínimo, renta, trabajo, calificación profesional y,
principalmente, necesita política pública, papel del Estado. No va a tener ningún mercado que se interese en invertir
en el norte del país –y creo que lo mismo debe pasar en cualquiera de nuestros cuatro países– para sacar a la gente de
la pobreza, porque saben que la inversión es grande y no redituable.
Hoy veo a muchos empresarios en Brasil beneficiándose de las políticas públicas del Estado porque esas personas
que entraron en el mercado de consumo están consumiendo, básicos y alimentación, básicos y ropa, básicos y electrodomésticos. Eso está haciendo que varios economistas, incluso ligados a entidades empresariales, avalen lo importante
que fueron los programas de políticas públicas y políticas sociales, el papel del Estado como inductor del desarrollo
en los ocho años del gobierno de Lula. Y termino con esto. Como presidente de la CUT recuerdo una reunión con
empresarios que decían, en 2010, al final de segundo mandato de Lula: ¿ustedes no van a hacer campaña para un tercer
mandato de Lula? Y yo decía: yo no, vayan ustedes a hacer campaña por Lula, a decirle que se quede. Porque cinco o
seis años antes creían que Lula no iba a gobernar o que no tenía competencia para gobernar Brasil.
Estoy llamando la atención sobre esto no para hablar de Lula sino para resaltar que tenemos una experiencia
acumulada en el MERCOSUR que es fundamental para enfrentar ese modelo que está siendo debatido a nivel internacional. Pero no podemos ser poco osados, no podemos ser tímidos. Tenemos que hacer como hacemos en el fútbol,
con mucha energía para hacer que nuestras políticas públicas, el papel que juega el Estado, lleguen a otros lugares del
mundo y demostrar que es posible un hacer diferente. El lema del Foro Social Mundial decía “Otro mundo es posible”,
pero otro mundo ya se está haciendo, y entiendo que no podemos perder la oportunidad de mostrar a los otros países
lo que nosotros hemos hecho. Para ello, fortalecer la integración y sus políticas públicas de proyección regional es fundamental. Debemos parar de pelear entre nosotros y unirnos cada vez más para enfrentar a ese otro adversario que no
está aquí entre nosotros.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
83
MERCOSUL: possíveis políticas e estratégias
em tempos de crise
Jeferson Miola, Diretor da Secretaria do MERCOSUL em Montevidéu
Comentários iniciais
A prospecção do futuro não pode ser confundida com o exercício de futurologia e tampouco pode ser a simples expressão
de vontades ou desejos pessoais de um ideal de futuro. Prospectar o futuro é realizar análises a respeito das experiências
históricas e dos acontecimentos acumulados, observar os fatos, apreender a realidade e olhar para diante com o objetivo
de explorar as possibilidades futuras. É um exercício para prefigurar cenários, apoiado nos fatos e nas tendências históricas. É a partir dessa referência, e também considerando a trajetória acumulada na construção do MERCOSUL nos
últimos anos, que se pretende elencar algumas hipóteses, perspectivas de futuro, políticas e estratégias para o processo de
integração na região. Não é esta uma tarefa simples de ser exercitada numa realidade que processa mudanças em velocidade supersônica e num mundo de grandes incertezas e de crescente fragmentação do pensamento.
Se reconhecem, desde logo, os limites teóricos e intelectuais da presente abordagem, que certamente deixou escapar alguns ângulos essenciais desta reflexão. Uma lacuna, por exemplo, se refere ao exame aprofundado que deve ser
feito acerca do peso relativo de cada país na determinação do futuro do MERCOSUL, em particular identificando-se
o peso específico do Brasil neste processo. Se reconhece esta insuficiência, a qual se deveu a uma escolha consciente.
A primeira etapa do MERCOSUL
Neste ano de 2011 a assinatura do Tratado de Assunção completou 20 anos. Em 1991 o MERCOSUL foi criado com
ênfase em interesses comerciais, aduaneiros e de livre comércio ditados pela globalização neoliberal. Era um mundo
unipolar, de hegemonia das idéias absolutas impostas como crenças religiosas indestrutíveis: o livre comércio seria
o veículo para o nirvana, o deus-mercado a solução mágica das necessidades humanas e o Estado a fonte dos pecados da humanidade. Com a selvagem desregulamentação econômica e a abertura indiscriminada das economias e
dos mercados nacionais, os países da região aprofundaram sua dependência externa, se tornaram mais vulneráveis e
comprometeram o crescimento de suas economias. Em última instância, foram fatores que aprofundaram a inserção
subordinada dos países do Bloco na globalização financeira neoliberal, com efeitos desvantajosos para cada um dos
países individualmente e para o projeto comunitário.
Um ponto de inflexão: rechaço da ALCA e novos compromissos comunitários
Na segunda década de existência do MERCOSUL, a partir dos anos 2003/2005, houve uma inflexão nos rumos da integração regional. A emergência simultânea e a sucessiva onda de eleições de governos progressistas e de esquerda nos
países do Bloco – e em outros da América do Sul – desatou uma dinâmica regional virtuosa.
As agendas domésticas mudaram radicalmente, e houve também um deslocamento das opções geopolíticas, das
ênfases comerciais e das políticas externas desses governos, com acento na cooperação e no comércio sul-sul e na
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
85
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
86
integração regional. O rechaço da ALCA – Área de Livre Comércio das Américas em Mar del Plata em 2005 pode
ser considerado o marco fundacional da plataforma atual do MERCOSUL. A recusa daquele projeto de anexação foi
acompanhada do vigoroso empenho e compromisso dos Presidentes dos países com a integração sul-americana e
latino-americana.
Os anos 2005 em diante, neste sentido, inauguram o que poderia ser considerada a “segunda geração do projeto
comunitário” do MERCOSUL; o início da etapa pós-neoliberal, o ponto de inflexão para o relançamento do Bloco em
bases mais abrangentes e politicamente diferenciadas. Esta segunda fase tem sido de avanços importantes nos aspectos
aduaneiros, comerciais e econômicos, na qual se verifica o crescimento vertiginoso do comércio intra-regional - que
foi multiplicado por dez, representando mais amplas oportunidades de trabalho, renda e emprego para as populações
dos quatro países. O crescimento das economias nacionais também foi muito diferenciado, comparativamente com as
economias do centro do capitalismo mundial e a média do crescimento do conjunto da economia mundial.
Foi ainda neste período que foram processadas importantes mudanças institucionais abarcando dimensões mais
abrangentes da integração: a criação do FOCEM – Fundo de Convergência Estrutural do MERCOSUL com a definição
de estratégias para o enfrentamento de assimetrias; a conversão da Comissão Parlamentar em Parlamento do MERCOSUL com eleições parlamentares específicas até 2014; a instituição de Fundos Setoriais que contudo carecem de regulamentação e aportes financeiros; se estabeleceu um Estatuto da Cidadania com um conjunto de direitos fundamentais e
benefícios com prazo de implementação integral até 2031; foram aprovados os eixos e objetivos do Plano Estratégico de
Ação Social com 26 diretrizes e 106 objetivos prioritários ao desenvolvimento social [que contudo requer priorização e
focalização de propósitos]; a criação do Instituto Social do MERCOSUL e do Instituto de Políticas Públicas de Direitos
Humanos e, finalmente, foi criado o órgão Alto Representante Geral do MERCOSUL.
O fator China e a crise mundial são parâmetros que organizam a conjuntura no próximo (e longo) período. É
difícil prever o cenário exato no qual se desenrolará a construção do MERCOSUL nos próximos 10 ou 20 anos, porém
algumas características poderão estar presentes:
A grande crise no século da China: nova inflexão do MERCOSUL
Crises econômicas severas podem vir acompanhadas de maus presságios. A Grande Depressão de 1929, por exemplo,
que é utilizada como a mais próxima analogia histórica com esta crise, teve como desfecho e resolução final a segunda
guerra mundial. Devido à brutal assimetria entre a capacidade bélica dos EUA e o resto do mundo, e considerando-se
o imenso poder destrutivo dos artefatos nucleares que poderiam destruir o planeta várias vezes, hoje seria improvável a
detonação de uma guerra de dimensões planetárias. Mas as incursões bélicas seguirão compondo um cardápio de opções
cogitáveis nestes tempos de crise, cumprindo funções distintas: como instrumentos para o reposicionamento competitivo
e para garantir interesses geopolíticos das maiores potências; para a ativação do complexo bélico-industrial e como vetor
de investimentos relacionados à “reconstrução” de áreas e países dizimados pelas próprias Nações agressoras.
No plano regional, de outra parte, se as forças políticas que governam os países lograrem se defender das condições externas adversas, existe boa probabilidade de se estar diante de um ciclo duradouro destes projetos governamentais na região.
Esta é uma hipótese plausível, devido ao sentido civilizatório de muito do que se tem feito em cada um dos países, resgatando
milhões de pessoas secularmente condenadas à miséria e à exclusão e produzindo um novo padrão na disputa hegemônica
ao interior das sociedades nacionais em favor de tais projetos. A permanência no poder das forças políticas que lideram este
projeto, poderá conformar um ambiente político fecundo para o aprofundamento da integração da América do Sul, que tem
como requerimento essencial o aperfeiçoamento da integração sub-regional, no marco do MERCOSUL.
Nos últimos anos se observa uma profusão de iniciativas institucionais e políticas vocacionadas à integração regional, o que é positivo. De todas, a UNASUL parece ser a de maior transcendência, considerando-se uma perspectiva
de médio e longo prazo, porque abarca todos os países da América do Sul. Mas, ao mesmo tempo, na UNASUL se
expressam dificuldades relevantes para a ampliação da zona de integração, visto que três dos treze países associados
estão comprometidos com acordos de livre comércio com os EUA que conflitam com a possibilidade de ingresso numa
zona econômica comum da América do Sul.
O MERCOSUL, pelas suas características territoriais, demográficas, econômicas, energéticas, produtivas e infra-estruturais, poderia seguir existindo e avançando enquanto Bloco econômico-político, independentemente da exis-
Se os anos 2003/2005 representaram um ponto de inflexão no processo de construção do MERCOSUL, a severa crise
deflagrada no centro do capitalismo mundial pode significar outro ponto de inflexão do contexto em que se desenrola a
integração regional. É certo que os anos vindouros de construção do MERCOSUL serão de turbulências, instabilidades
e eventualmente até de rupturas na economia e na geopolítica mundial. O processo de integração regional, portanto,
não será uma simples navegação em um mar de águas tranquilas.
No próximo período, a construção do MERCOSUL se dará frente a pelo menos dois desafios complexos e incontornáveis: (i) a grave crise que acomete principalmente a Europa e os EUA, e (ii) o fenômeno de expansão impressionante da China no comércio, nos investimentos, na ciência & tecnologia, no consumo e no peso geopolítico - à conferir
igualmente seu desempenho no campo militar. Não se tem previsão exata quanto à duração da presente crise, começada em 2008 atingindo parte do setor bancário-financeiro e que em 2010 replicou violentamente comprometendo então
os Estados Nacionais. Se sabe, contudo, que a crise é gravíssima, profunda, afeta o mundo inteiro (ainda que de modo
desigual), e chega mesmo a ameaçar a integridade política, jurídica e monetária da União Européia.
No contexto desta crise nossos países vêm adotando domesticamente importantes medidas anticíclicas, porém o
MERCOSUL carece de uma rotina e de uma lógica institucional de discussão, análise e monitoramento de conjunto
a respeito desta questão. Diante de cenários de regressão de conquistas sociais e econômicas como os verificados na
Europa –a desconstituição das políticas de bem-estar social é a mais dramática evidência-, é fundamental que os países
do MERCOSUL estabeleçam políticas e mecanismos de proteção da estabilidade econômica, do crescimento, do equilíbrio fiscal, dos empregos e dos direitos de cidadania no Bloco e na região.
De outra parte, é até provável que devido ao desaquecimento econômico mundial o padrão incremental da expansão chinesa no mundo se modifique, mas o provável é que sua influência continuará sendo crescente e determinante
nos câmbios econômicos, políticos e culturais ao longo do século 21.
1ª. A China avançando no comércio e nos investimentos em todo o mundo. E também ampliando formidavelmente seu
já superlativo mercado interno de consumidores, no que virá acompanhada da Índia;
2ª. A demanda mundial por matérias primas, minérios, alimentos e energia poderá diminuir o ímpeto de incremento,
mas seguirá elevada;
3ª. Ondas de instabilidade, violência e conflitos continuarão tendo lugar em determinadas regiões do mundo, havendo o
recrudescimento de sentimentos de xenofobia, de racismo e de intolerância;
4ª. Os EUA seguirão sendo uma potência imperial com amplo poder não só militar, tecnológico e industrial, mas também
agrícola, financeiro, cultural e ideológico, ainda que com crescente contestação à autoridade que exerce no mundo;
5ª. Se aprofundará a tendência de oligopolização das principais cadeias produtivas, algumas das quais com capacidade
econômica e poder político superiores aos próprios Estados Nacionais de origem;
6ª. Em algumas regiões do globo, as sociedades serão ainda mais urbanas, com novas – e gigantescas - parcelas humanas
incorporadas ao “padrão moderno” de consumo alimentar, de bens duráveis e imateriais [arte, cultura, lazer, turismo];
7ª. Os desdobramentos da crise afetarão principalmente a Europa durante vários anos, podendo inclusive comprometer
a integridade e a extensão territorial daquele Bloco e a sua unidade monetária e política;
8ª. Depois de etapas iniciais de transição política e social, novas ondas de rebeldia no mundo árabe poderão alterar o jogo de
influências naquela região gerando novas instabilidades e conturbando o provisionamento energético ao mundo ocidental.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
88
tência ou não da UNASUL. O contrário, por outro lado, não é tão categoricamente verdadeiro. Porque a UNASUL,
para sua sobrevivência, não resistiria sem o avanço e a consolidação não só econômica, mas principalmente política
do MERCOSUL. Neste sentido, a possibilidade de êxito do processo de integração da América do Sul será fortemente
dependente dos avanços que poderão ser concretizados no MERCOSUL no próximo período. O principal ativo político, institucional e econômico do MERCOSUL é justamente a história dos 20 anos de sua construção, que geraram importantes acúmulos. Por isso, seguir investindo neste capital político e seguir investindo estrategicamente em avanços
concretos em todas as dimensões do MERCOSUL parece ser a aposta prioritária.
Nestas circunstâncias, seria de se perguntar: quais seriam as estratégias e políticas fundamentais que poderiam se
projetar para o MERCOSUL, aproveitando as condições históricas presentes frente aos complexos desafios e dificuldades
existentes?
Algumas diretrizes de políticas e estratégias poderiam ser consideradas. Estão resumidas em seis pontos:
1. O MERCOSUL deve ser um fator de construção de um mundo multipolar, referência para o desenvolvimento justo das
Nações e instrumento para a construção de maior equilíbrio e da paz no mundo.
Para isso, no futuro imediato o MERCOSUL deve buscar aumentar sua coesão não só econômica, política e social, como
também ampliar seu espaço territorial e geográfico, integrando outras Nações do continente – além das que já fazem
parte: Argentina, Brasil, Paraguai, Uruguai e Venezuela. Já estão sendo realizadas gestões neste sentido em relação ao
Equador e a Bolívia, e se deveria investir na atração de outras Nações da América do Sul, como Suriname e Guiana.
Não se pode pensar o MERCOSUL sem ter como perspectiva de futuro a constituição de um Bloco sul-americano
de Nações. A América do Sul é o horizonte óbvio de construção de um projeto e de um ideal societário continental, que deve ser perseguido com perseverança, porque os interesses estratégicos principalmente dos EUA são a
desunião e a des-integração do continente.
Em nome de um mundo multipolar e da democracia no mundo, importa muito ao MERCOSUL a preservação
da Comunidade Européia. A ameaça da desintegração monetária, política e jurídica da Europa é uma ameaça ao
já débil equilíbrio do sistema de Nações e um passo atrás na construção de um mundo multilateral e multipolar.
O desenlace da crise na Europa – considerada enquanto Comunidade – condiciona a existência de paz e estabilidade no mundo. Nos momentos históricos em que nacionalismos xenofóbicos e racistas ganharam força social, a
Europa descambou para guerras mundiais, holocausto e as piores tragédias humanas.
Nossa região deve exigir permanentemente reformas dos mecanismos das Nações Unidas, disputando melhor
representação nos espaços mundiais de poder, como o Conselho de Segurança da ONU e em todos os organismos
internacionais, para oferecer propostas de um mundo com paz, estável e com padrões justos de desenvolvimento,
que é o padrão perseguido na região.
2. O MERCOSUL deve avançar na implementação de uma estratégia de desenvolvimento econômico-social sustentável
e equilibrado, que garanta o crescimento econômico, a eliminação das desigualdades e injustiças sociais e que ajude a
diminuir as assimetrias entre os países.
As experiências dos últimos anos dos governos da região desmistificam o mito econômico ortodoxo que advoga a
incompatibilidade entre, por um lado, o combate à pobreza, a regulação e indução estatal, a formação de mercados
internos de massa e, por outro, o desenvolvimento pujante e sustentável.
A região exibiu, nos últimos anos, a formidável ampliação do mercado interno de massas com o ingresso, neste
mercado, de praticamente 50 milhões de pessoas que passaram a acessar bens modernos de consumo.
Devido às políticas de geração de renda, trabalho e emprego, associadas a políticas macroeconômicas endógenas
aplicadas em cada um dos países da região, em 2008 os países do Bloco foram os últimos a sentir os efeitos da crise
e os primeiros a superá-la, retomando na continuidade níveis elevados de crescimento. Agora, no repique da crise,
estas condições têm ajudado a mitigar os efeitos dramáticos que ela poderia acarretar.
Não se pode fazer um simples transplante das experiências nacionais para o contexto comunitário do MERCOSUL. São complexidades distintas. Deve-se avançar, contudo, no tremendo desafio da construção de uma “economia política comunitária” em superação à simples econometria que preside o processo negocial atualmente,
vinculado preponderantemente às realidades de megaempresas e oligopólios.
A maior e mais complexa integração das economias da região em torno de uma estratégia de desenvolvimento
comunitário é uma ferramenta fundamental para a defesa dos interesses de cada país no sistema mundial e para
a concretização tanto dos objetivos nacionais como dos objetivos comuns. A integração mais profunda é também
maior garantia para a melhor inserção internacional e para o desenvolvimento em condições mais favoráveis. Em
outro sentido, condições inversas, de contexto de uma integração mais superficial, se traduz em despotencialização
de oportunidades para o conjunto dos países.
Na formulação de uma estratégia de desenvolvimento econômico-social não se poderia deixar de contemplar,
além de outras metas, pelo menos as seguintes:
• O estímulo à diversificação econômica, à complementariedade e à sofisticação produtiva dos países mais além das
comodities, visando (i) atender ao mercado interno de massas regional (robustecido anualmente com o ingresso
de novos consumidores), e também (ii) à participação competitiva na disputa pela renda e pelo comércio mundial.
• A execução de um ambicioso plano plurianual de investimentos e obras comunitárias nas áreas de: transportes
(fluviais, marítimos, rodoviários, ferroviários e aéreos], comunicações e telecomunicações, saneamento ambiental,
energia e infra-estrutura social que reduzam as importantes assimetrias intra-zona.
• A elevação geral do nível e da qualidade de vida das pessoas, com estratégias e metas claras de eliminação da pobreza e de diminuição considerável das desigualdades sociais neste que é o continente mais desigual do mundo.
A viabilização de uma estratégia de desenvolvimento não se dará sem uma presença firme dos Estados Nacionais na
coordenação de políticas, projetos e planos de médio e longo prazo. Para isso, é importante a coordenação e equalização do acesso aos instrumentos indutores ao desenvolvimento próprios de cada país nas áreas de transferência
tecnológica, de conhecimento e inovação, de cooperação econômica e de concessão de crédito para investimentos.
No acesso ao crédito público para investimentos, por exemplo, as assimetrias são impressionantes, e se deveria
reduzi-las através da garantia de acesso de pessoas e empresas às instituições financeiras de todos os países, independentemente de nacionalidade, desde que cumpridos estandares econômicos e sociais definidos. Os padrões
atuais de financiamento estatal para investimentos evidencia uma perigosa realidade de predação do processo de
expansão dos capitais dos maiores países, sendo que em determinadas cadeias produtivas se observa a simples
transferência de propriedade e de nacionalidade do capital, sem a geração de um único posto de trabalho novo no
lugar onde o empreendimento se encontra originalmente instalado.
Por último, e como condição básica para o enfrentamento eficaz e rápido das assimetrias e dos desequilíbrios
existentes no interior do MERCOSUL, é necessário o reforço e a ampliação do FOCEM. Assim como também é
importante se criar outros instrumentos comunitários de transferência tecnológica, de cooperação econômica e de
indução de setores e cadeias de valor geradoras de renda, trabalho e preservadoras do ambiente.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
89
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
90
3. O MERCOSUL tem o desafio de avançar na concretização de uma plataforma de direitos, de afirmação das pluralidades
culturais e de pertencimento cidadão ao Bloco.
O MERCOSUL será tanto mais tangível quanto mais se aproximar da realidade das pessoas comuns, quanto mais
atentar aos interesses reais e cotidianos das pessoas, despertando a consciência de que a vida é melhor com o MERCOSUL e não sem ou apesar do MERCOSUL.
Mesmo com a adoção de políticas econômicas importantes e com a incrível ampliação do comércio regional dos
últimos anos, que podem se refletir no nível de trabalho e renda das pessoas, o fato é que o MERCOSUL não é
conhecido e tampouco reconhecido pelas sociedades nacionais; não faz parte do imaginário social. É comumente
reconhecido como universo de interesse restrito das empresas e dos grandes conglomerados. O MERCOSUL será
atrativo e interessante para as grandes massas se produzir medidas concretas que impactem positivamente na vida.
Se for capaz de constituir um território de realização das necessidades subjetivas e objetivas de vida, de circulação,
de trabalho, de lazer, de estudos, de encontro, de cultura e de convivência humana fraterna.
Os países da região, que são mundialmente reconhecidos pela exemplaridade como vêm enfrentando as monstruosidades praticadas pelas ditaduras no passado recente, têm o desafio de avançar na constituição de uma plataforma para a concretização dos direitos humanos contemporâneos, onde o direito de circular, de trabalhar, de estudar,
de ser protegido pelo Poder Público seja usufruído independentemente da nacionalidade.
Em 20 anos de existência, seria de se imaginar que as barreiras à mobilidade social – para mencionar um exemplo
- estivessem removidas, o que não é, todavia, uma realidade. Ainda subsistem, nas fronteiras, portos e aeroportos,
dificuldades burocráticas inexplicáveis, que poderiam ser resolvidas com medidas simples e eficientes.
4. Na região se concentram as maiores riquezas minerais, energéticas, naturais, de biodiversidade e grandes áreas agricultáveis do mundo. Tudo isso localizado tanto no solo como no subsolo.
A América do Sul é um continente privilegiado. Apesar da monumental transferência das riquezas e rendas da região
para outras partes do mundo ao longo de praticamente os 500 anos desde o descobrimento da América – na forma de
pilhagem ou de espoliação econômica -, o continente ainda preserva uma riqueza impressionante. Recentemente, com a
certificação de novas reservas petrolíferas na Venezuela, a região passou a deter a maior reserva do produto no mundo. A
água, que potencialmente será o motor de novos conflitos no futuro, jaz em quantidades generosas nos países da região.
Os produtos minerais, as terras raras, o gás, a Amazônia, os grandes rios, as fontes hídricas, os dois oceanos banhando as costas leste e oeste do continente e outras fontes abundantes de riquezas estão localizadas nesta região, e
não em outra parte do planeta. É provável que haja um relativo desconhecimento, na própria região, da totalidade
desse formidável manancial de riquezas naturais e energéticas. Dedicar recursos, meios, ciência e tecnologia para
catalogar e controlar estas riquezas é um imperativo não só econômico, mas também moral. Igualmente imperioso
é o estabelecimento de estratégias compartilhadas entre os países não só do MERCOSUL, mas de toda a América
do Sul, para a gestão, controle e planejamento de uso desta reserva geoestratégica.
5. A região que pretende cooperar com a paz e a estabilidade no mundo necessita cuidar da sua própria segurança, defesa e proteção.
A história da América do Sul tem sido a história da dependência militar estrangeira, a ausência de sistema próprio
de segurança e a vulnerabilidade ante a presença bélica externa. A índole pacifista dos nossos povos, a crença na
eterna imunidade da região ante o belicismo imperial e das grandes potências, e as históricas restições econômicas
são fatores que travaram esforços no campo da segurança e da defesa.
O crescente interesse geopolítico e econômico que a região desperta aos olhos do mundo obriga a que no futuro
imediato o tema da segurança e da proteção continental seja abordado com máxima prioridade.
A edificação de complexo bélico-militar de caráter defensivo-preventivo e dissuasório não pode deixar de ser
uma alternativa a ser considerada no contexto de uma gestão compartilhada de estratégias de Defesa comum no
continente. Um entendimento comum já existente a este respeito foi, por exemplo, a formação do Conselho de
Defesa Sul-americano no marco da UNASUL, uma experiência que pode aportar as referências fundamentais para
a reflexão estratégica a respeito deste tema.
6. Aos novos tempos, deve corresponder uma nova institucionalidade.
Nestes primeiros 20 anos do MERCOSUL, os assuntos comerciais exerceram primazia sobre o conjunto da agenda
do Bloco. Os mecanismos de negociação comercial ao interior do MERCOSUL estão plasmados em praticamente
toda a estrutura institucional do Bloco.
A lógica econômico-comercial determinou a conformação da institucionalidade e da cultura de integração vigente. Ainda que tal arquitetura institucional seja funcional aos propósitos mercantis, ela todavia não responde
à globalidade dos processos políticos, sociais, culturais e humanos inerentes a uma visão integracionista ampla.
As mudanças institucionais do MERCOSUL são cada vez mais exigidas diante do agigantamento do Bloco e da
relevância que o mesmo ocupa na geografia mundial. Nota-se um desbalanceio entre as diminutas estruturas
existentes e a magnitude e natureza das responsabilidades e exigências postas ao processo de integração. Definidas
pelo Tratado de Assunção e pelo Protocolo de Ouro Preto, são somente três as instâncias decisórias do MERCOSUL: o CMC - Conselho Mercado Comum, o GMC – Grupo Mercado Comum, e a Comissão de Comércio. Se,
por um lado a organização “piramidal” facilita o monitoramento de conjunto do processo de integração, por outro
lado, a limitada quantidade de instâncias decisórias pode inibir a maior cooperação à construção de políticas comunitárias, assim como pode sobrecarregar consideravelmente os poucos espaços de decisão.
Um processo abarcativo de integração deve incluir na formulação de políticas e projetos o conjunto dos Ministros
de Estado dos governos nacionais, que detém responsabilidades sociais e públicas de proporções consideráveis.
Segundo os procedimentos atuais, os Ministros de Estado responsáveis pelas distintas políticas públicas de Estado,
não dispõem de poder decisório, ainda que suas decisões demandem recursos financeiros das próprias Pastas que
dirigem e que suas políticas específicas possam ter impacto sobre milhões de pessoas.
A inclusão orgânica de Ministros de Estado no estabelecimento das distintas políticas públicas é uma necessidade
tanto para comprometer a totalidade das áreas no processo de integração, como para ampliar sua legitimidade
pública. Isso não significa conceber o processo de integração como o resultado de uma “colcha de retalhos”, mas
sim de se repensar a confluência dos múltiplos atores e campos da política pública na construção do MERCOSUL,
combinado com uma arquitetura institucional ampliada, compreensiva e democratizada.
Outra dimensão a ser explorada diz respeito aos princípios deliberativos no MERCOSUL. A intergovernabilidade
na condução do Bloco, antes de ser um simples método, se constitui também em valor democrático e de construção tolerante e consensual do Bloco, ainda que tenha como consequências a convivência com lógicas mais complexas e com ritmos mais lentos de tomada de decisões. Ao mesmo tempo, é fonte de solidez e profundidade na
construção dos entendimentos comuns.
Os efeitos da atual crise sobre a institucionalidade monetária e jurídica da União Européia demonstram o quanto
é complexo e arriscado avançar-se na adoção de procedimentos supranacionais em um processo de integração.
No contexto do MERCOSUL, conformado por Nações e povos com aspirações e identidades muito mais coincidentes que a realidade da Europa, se deveria institucionalizar uma reflexão a respeito deste desafio. O avanço da
integração é também resultado do aprofundamento da confiança mútua entre os povos e as Nações e do exercício
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
91
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
92
compartilhado de tomar decisões e corresponder às atribuições comunitárias. Uma referência neste sentido, por
exemplo, poderia ser o conceito de “governança comunitária”. A verdade é que no futuro próximo nem a intergovernabilidade clássica nem uma supranacionalidade de tipo “dura” responderão aos imperativos postos para o
avanço do processo de integração.
Em termos prospectivos, outros aspectos ainda deveriam ser problematizados em relação à institucionalidade
do MERCOSUL, visando acompanhar os tempos de mudança e também visando corresponder aos evocativos
dos Presidentes e Presidentas dos países. A liturgia das Cúpulas Presidenciais deveria ser repensada, para que as
ocasiões em que os Presidentes se reúnem sejam momentos de efetiva construção de direcionalidade dos rumos
do MERCOSUL a cada conjuntura, para a politização do debate a respeito da visão de futuro do Bloco, e não simplesmente encontros com características de ritos protocolares e formais.
A realidade do mundo hoje e a velocidade dos acontecimentos, obrigam a um maior e mais frequente intercâmbio
entre as Presidentas e Presidentes para uma eficiente intervenção em cada conjuntura. Estas são as autoridades
maiores e os principais “militantes políticos” e dirigentes fundamentais do MERCOSUL, e deveriam exercer politicamente seus mandatos em forma mais fluida, e não somente em ocasiões que acabam adquirindo uma conotação
ritualística.
Vale recordar também que a coesão política do MERCOSUL se fortalece com o reconhecimento de poderes e de
funções claras do Parlamento do MERCOSUL. A implementação plena do PARLASUL com parlamentares eleitos
especificamente para a função é uma importante fonte de legitimidade que deve, além disso, estar combinada com
outros mecanismos republicanos de deliberação pública e de participação direta das sociedades civis organizadas
dos países no processo de integração.
Um último aspecto ainda a ser referido diz respeito ao aproveitamento eficiente das modernas tecnologias de comunicações e telecomunicações nos mecanismos negociais. Enfim, os novos tempos na região e a potência política
das condições para a concretização do MERCOSUL enquanto projeto de integração regional cobram um esforço
de idealização de uma nova institucionalidade, que permita o aproveitamento eficiente das formidáveis oportunidades históricas existentes.
La reconfiguración del MERCOSUR,
una construcción comunitaria
Carlos Álvarez, Secretario General ALADI
Coincido con la perspectiva estratégica que plantea en su exposición Jeferson, aunque considero que es una perspectiva
estratégica que trasciende mucho el MERCOSUR realmente existente. Hay una brecha entre la perspectiva del Director de la Secretaría y cómo se administra el MERCOSUR día a día. Pueden realizarse dos enfoques: uno vinculado al
enfoque tradicional, un balance del MERCOSUR, que siempre da positivo, sumado a la serie de demandas y reclamos
que se hacen sobre las cosas que no están hechas y hay que hacer. Es el abordaje que tradicionalmente hacemos en estos
seminarios.
Hay otro abordaje posible, un mapa regional que se ha ido reconfigurando a partir de nuevos organismos subregionales y que nos obliga a ciertas redefiniciones. Algunos dirán que el proceso es un poco caótico o desprolijo, pero
ciertamente hay una dinámica de la política regional que va reformulando la función y el sentido de los viejos y nuevos
organismos. Entonces, la discusión del MERCOSUR hace cuatro años no es la misma que la de hoy. Hoy no estamos en
la misma discusión del MERCOSUR de los años 2004 o 2005, el MERCOSUR de la cumbre de Córdoba, con todos los
presidentes progresistas de la región; incluso con el último viaje de Fidel Castro, no sólo a América Latina sino desde
el punto de vista internacional. Aquel fue un tiempo en que el MERCOSUR fluía en términos políticos y fundaba, por
así decirlo, la etapa pos neoliberal. Pensábamos que el MERCOSUR debía tener una nueva agenda estratégica, sin dejar
atrás el núcleo duro —la construcción de un mercado común— dándole nuevas dimensiones, y pasando de la idea de
mercado a la idea de construcción de comunidad, de complementariedad entre nuevos modelos de desarrollo.
El MERCOSUR de los años 2003, 2004 y 2005 coincidió con la llegada de gobiernos que ponían en discusión las
estrategias de desarrollo en cada uno de nuestros países. Veníamos del agotamiento, fracaso y final del Consenso de
Washington, de la profunda crisis de 2001 en Argentina, que tuvo su rebote en Uruguay. El triunfo de Lula en Brasil
fue un hecho de importancia capital, así como también los cambios que se darían luego en la política de Paraguay. Esta
realidad le dio a los cuatro gobiernos la posibilidad de pensar y trabajar juntos, en términos estratégicos, la complementariedad de los modelos de desarrollo y el achicamiento real de las asimetrías. Era el pasaje de un MERCOSUR de
puro mercado al de complementariedad de los modelos de desarrollo.
Uno de los núcleos de esa complementariedad tiene que ver con el comercio, pero no solamente en lo que atañe al
comercio como competencia, sino al comercio como la posibilidad de construir cadenas de valor subregionales o regionales, y de participar de forma conjunta en las cadenas de valor globales. Es decir, no solo desde una perspectiva de
desarrollo endógeno, sino también desde una perspectiva compartida y distinta de inserción en la economía mundial.
Esto se hizo patente cuando se le dijo no al ALCA. No aceptamos insertarnos en el mundo según el modelo de Estados
Unidos, en el que los países son segmentos del mercado americano, sino que planteamos una inserción pensada desde
nuestros intereses nacionales y regionales.
Ese proceso que se anunciaba distinto y superador, por condiciones que no vamos a repetir acá porque todos las
conocemos, se retrasó y no se pudo dar con el ímpetu necesario. Me refiero en particular al conflicto entre Argentina y
Uruguay. Así como tuvimos mucha fortuna con la coyuntura que nos toca vivir, como latinoamericanos, en la primera
vez que conciliamos democracia y crecimiento sostenido con un combate eficaz a la pobreza y a la marginalidad, al
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
95
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
96
mismo tiempo, en el MERCOSUR convivimos con esa tensión, que generó momentos muy negativos en el proceso de
integración. Ese MERCOSUR que diferenciaba dos etapas no se pudo poner en marcha con la claridad, con la decisión
y la voluntad política que se expresaba en cada cumbre del MERCOSUR y en cada reunión de presidentes y de cancilleres. Vivíamos un discurso en las cumbres, muy contundente, muy claro: había terminado un “viejo” MERCOSUR y
nacía otro superador. Pero el MERCOSUR hoy existente sigue obedeciendo más al viejo patrón que al que planteaban
los propios presidentes y cancilleres.
En el camino se crea la UNASUR. La expectativa acerca de la multidimensionalidad del MERCOSUR -un MERCOSUR que plantee una idea de construcción comunitaria que no solo tiene que ver con el libre mercado sino con
otros aspectos de la realidad- se desplazó a la UNASUR. La UNASUR tomó la posta no de construir un mercado común sino de construir desde una visión de región, de intentar conformar un actor político, económico y social a partir
de un espacio con mayor autonomía relativa, capaz de hacer convivir modelos políticos, económicos y sociales distintos pero que reconocieran la importancia de aportar a la construcción de la idea de comunidad. Ese es el gran laboratorio que representa UNASUR. La UNASUR tomó como eje político el área de la defensa, y avanza a pasos muy firmes
e interesantes. Es la primera vez que la región se propone tener una doctrina de defensa regional común. Unificar las
estadísticas para discutir qué significa una política de defensa que tenga un gasto militar aceptable. Se avanza mucho
en ese plano y en el de la conformación de una ingeniería de recursos financieros propios. Una arquitectura financiera
regional que permita financiar el desarrollo más equilibrado y más autónomo de la propia región sudamericana.
Cuando vemos la agenda planteada en la UNASUR, con temas como una arquitectura financiera regional, la integración energética, la conectividad física y el desarrollo de infraestructuras, la defensa, y la posibilidad de hacer
converger lo producido por el MERCOSUR y lo producido por la CAN hacia el 2015, nos estamos centrando en una
visión más estratégica de cómo se construye comunidad. ¿Cómo queda rediseñada la región si es Sudamérica el ámbito a priorizar y el susceptible de ser construido como actor y que también involucra al MERCOSUR? Lo que queda
planteado es que el MERCOSUR permanece como un núcleo que debe seguir conformando un ámbito profundo de
integración comercial y sobre todo, que tiene que seguir persistiendo en la unión aduanera que, aún con perforaciones
es necesario sostener y profundizar. Pero parte de la expectativa y de las demandas que se le hacían al MERCOSUR en
cuanto avanzar en otras dimensiones, pasan a instalarse en la UNASUR. Y, por otra parte, refuerza la legitimidad de la
idea de integración, hasta ahora en manos del MERCOSUR y la CAN (aunque ésta ha sufrido una crisis más importante que la del MERCOSUR), y que ahora se desplaza a la UNASUR y en menor medida a la CELAC.
Puede que exista la idea de que el MERCOSUR tienda progresivamente a empalmarse con la UNASUR, incorporando sobre todo a Ecuador y Bolivia y a aquellos países que tienen acuerdos de complementación comercial, hasta
poder llegar a una geografía indistinta entre MERCOSUR y UNASUR, cuestión muy difícil de percibir hoy. Pero estamos en un proceso donde la dinámica trasciende y supera el pensamiento estratégico de los actores, y donde muchas
cosas salen al calor de tensiones, debates no dados, discusiones y diferencias entre los países. Hoy podemos reflexionar
estratégicamente sobre integración regional, porque por primera vez no tenemos crisis cada 4 o 5 años. Eso es extremadamente importante. La situación permite que podamos hacer una reflexión estratégica sobre el desarrollo de la región.
Hemos vivido siempre sorteando dificultades en tanto lo predominante es la administración del conflicto comercial.
Hoy podemos aspirar a una orientación más ambiciosa y más trascendente en la hoja de ruta de la integración.
Nuestro desarrollo es muy positivo en términos generales pero, como dije al principio, es también un poco desprolijo: hacemos un parlamento del MERCOSUR y de repente decimos que hay que hacer un Parlamento de UNASUR en
Cochabamaba, cuando no tenemos funcionando el del MERCOSUR. Tenemos que emprolijar, no sólo la existencia de
múltiples organismos sino la función de cada uno de ellos y la coordinación de las agendas. Siempre planteamos que,
para hacer parte de lo que plantea Jefferson, hay que mejorar la institucionalidad. La institucionalidad que funciona
es la que administra el comercio, y la institucionalidad del Fondo de Convergencia Estructural del MERCOSUR, el
FOCEM, que ha sido un avance muy importante. Pero es evidente que con esta institucionalidad no se puede plantear,
por ejemplo, armar, por ejemplo, un complejo agroindustrial más compartido. No se puede decir vamos a construir
cadenas conjuntas de valor, o vamos a asociar nuestras PYMES para que puedan salir a vender juntas a los mercados
internacionales, sin una mejora en la estructura organizacional. Con la institucionalidad actual es muy difícil pasar del
estadio de lo comercial al desarrollo económico y social. Lo mismo sucede en lo social. Una cosa es el avance en el funcionamiento del Instituto Social del MERCOSUR (ISM), y otra es tener políticas públicas sociales de alcance regional.
Por ejemplo, producir vacunas conjuntas, o tener una política de medicamentos genéricos común.
Ahora bien, si nunca vimos posible la idea de la supranacionalidad en los términos en que está planteado en Europa, siempre consideramos que el nuestro debería ser un camino propio. Pero necesitamos una intergubernamentalidad
más fuerte y eficaz. Quizá el modelo de integración del sudeste asiático refleja más que el europeo lo que podríamos
hacer nosotros, porque el nivel de asimetrías que tiene nuestra región hace imposible plantearse supranacionalidad.
¿Cuál es la razón de la crisis europea? Todos los que nos daban lecciones de cómo debíamos integrarnos, de cuáles eran
las etapas que debíamos atravesar, descubrieron que fue un error la creación del Euro sin haber tenido mayor integración económica y mayor integración fiscal. Todos los que venían a los seminarios a tratarnos casi como discapacitados
—porque éramos incapaces de atravesar las etapas que ellos habían procesado— descubren ahora que se equivocaron.
Claro, durante las burbujas nadie lo planteaba. Lo plantean ahora durante la crisis. Parece una lectura sencilla pero, en
realidad, como dijo Jefferson, no es buena la crisis de Europa para la multipolaridad, para el multilateralismo, y no es
buena para un mundo reconfigurado en regiones. La crisis de Europa no beneficia a América Latina.
Debemos construir un modelo de integración propio. Podemos abrevar de otros pero lo que es cierto es que, para
pasar a una etapa de profundización de la integración, debemos construir una intergubernamentalidad más sólida,
con metas y resultados concretos. Tenemos que definir –y creo que es lo que está planteado en el MERCOSUR– tres
o cuatro áreas estratégicas, que deben tener autoridades fuertes que gestionen y hagan el seguimiento de las políticas.
No se trata de que decida, sino de que esa autoridad, compartida con los gobiernos, que son quienes tienen el poder
de decidir, lleve adelante y haga el seguimiento sistemático de esas políticas y se puedan poner metas realistas y cumplirlas. Creo que esas áreas sin duda tienen que ver con la integración productiva, con el mundo de la producción y del
trabajo. Y así como las políticas industriales en los países necesitan soportes institucionales muy fuertes y eficaces, si
uno intenta construir políticas industriales regionales o políticas sectoriales en términos regionales necesita soportes
institucionales mucho más eficaces. Es evidente que hay cierta resistencia. Esperamos con mucha expectativa que la
presencia de Samuel Pinheiro Guimarães, en la figura del Alto Representante del MERCOSUR, permita construir una
suerte de gabinete con orientaciones de políticas claras.
Tenemos que definir una política de innovación tecnológica conjunta. Las inversiones que hacen los países —aún
Brasil, el más importante de la región— no alcanzan a reducir la brecha del conocimiento con los países desarrollados.
Si queremos entrar al mundo de la innovación, la ciencia y la tecnología, debemos hacer un esfuerzo compartido, sobre
todo en aquellos saberes que puede acompañar nuestras ventajas competitivas y comparativas más dinámicas. Nosotros trabajamos sobre la nano tecnología, sobre bio tecnología, que significa la posibilidad de ser más competitivos e
incorporar conocimiento y valor a lo que mejor producimos, si lo hacemos de conjunto vamos a hacer mucho más
eficaces que compitiendo entre nosotros.
El tercer tema, que es tabú en la región, es que debemos trabajar en el sentido de intentar mirar al mundo de manera más o menos parecida. Es un tema que no queremos abordar, porque tenemos distintas visiones sobre cómo se
reforma el Consejo de Naciones Unidas, sobre cómo nos relacionamos con ciertas instancias internacionales, y porque
hay otros actores, como los BRICS, que son socios muy importantes e influyentes en el nuevo escenario internacional.
Si Sudamérica es el único laboratorio de ideas que está planteando algo distinto, desde el punto de vista de cambios
progresistas, es evidente que desde el MERCOSUR tenemos que hacer el ejercicio –para luego extender a la UNASUR— de intentar coincidir en los principales foros de alcance mundial. Cuando estuvimos en el MERCOSUR no
logramos reunir a los países para hacer un debate del primer Foro del G-20, cuando era importantísimo, para los países
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
97
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
98
que no participan sentir que los sudamericanos y los latinoamericanos que sí forman parte del G-20, intentan llevar a
ese foro la voz de la región. La pregunta es ¿queremos construir una región que sea una actor en un mundo que se está
reconfigurando? Asociado a esto ¿cada uno verá el tema China desde su óptica de país o podemos hablar y congeniar
posiciones comunes? Al menos el MERCOSUR, porque es excesivo plantearse una relación con China o con el Asia del
Pacífico desde la UNASUR; allí puede haber intereses distintos.
Somos una región que tiene similares ventajas competitivas, que tiene una historia de 20 años en común en el
MERCOSUR. Frente a un cambio tan abrupto en el escenario mundial, y el ascenso de una potencia que va a cambiar
la fisonomía mundial desde el punto de vista político, económico y de las inversiones; y sobre todo por ser una región
complementaria con América Latina y sobre todo con Sudamérica, es fundamental un esfuerzo hacia la unificación de
posiciones en la relación con China. Suelo decir que para trabajar en la integración uno tiene que ser estratégicamente
optimista, porque convivimos con esa contradicción y tensión entre el compromiso regional y los intereses nacionales.
La política es el puente para achicar las distancias.
Hago una pequeña digresión: tenemos muchas dificultades para complementar la política nacional –que es la que
en definitiva da legitimidad a los políticos— con el plano de la política regional. Cuando nos quejamos de muchas
cosas que suceden en el MERCOSUR, en términos del manejo cotidiano del bloque, lo que estamos viendo es lo que
vemos en Europa: el gobierno de los tecnócratas y ausencia de política. El MERCOSUR no ha podido resolver la tensión entre cierto nivel de tecnocracia y la política como orientadora estratégica de un devenir, de una mirada más allá
de la coyuntura, diríamos, de mediano plazo. Es muy difícil, porque en Argentina hay una crisis bastante importante
de los partidos, y en Paraguay también. Sólo Brasil y Uruguay tienen dos partidos de izquierda claros, pensando en
la posibilidad de tener una mirada común. Esa mirada común regional choca cuando hay tensión entre lo nacional y
lo regional. Eso explotó en Europa. Algunos pensaban que la supranacionalidad iba dejando dejaba atrás los estados
naciones, pero lo que se discute hoy es cuán europea va a ser Alemania o cuánto de Alemania tendrá Europa. Se vuelve
al refugio de los estados nación, y se observa una crisis de legitimidad de la idea de Europa. Porque los ciudadanos de
los países ricos no quieren hacer ningún esfuerzo para ayudar a sus hermanos europeos pobres. Y eso lo vemos en que
la única política de Ángela Merkel es ser la gendarme de la austeridad. Y eso puede terminar de hundir definitivamente
a Europa, porque no tiene margen en su país para plantear otra política.
En definitiva lo que está en juego y se puso blanco sobre negro, es la crisis de legitimidad política y social de Europa. Por eso cuando se votaba sobre temas comunitarios la gente lo hacía según cómo le iba en el plano nacional. Eso
pasaba en los referéndum, y en la mayoría de los países cuando se discutían los tratados europeos. Entonces, nosotros
en la región tenemos que hacer un gran esfuerzo, no sólo por la idea de que el Parlamento funcione, sino para que
haya una cooperación política mucho más densa e importante, para que la política pueda trabajar con objetivos más
estratégicos y trascendentes de lo que muestra la acción de los administradores. Y no quiero con estas palabras hacer
como una crítica a los administradores, porque esa es su tarea: conservar el espacio común, administrar los conflictos,
zafar, tener una agenda de mínima. Pero eso no es lo que se espera de la integración en momentos tan cruciales, trascendentes y tan benéficos para la región.
Creo que el MERCOSUR tendría que aprovechar hoy la elección de una cabeza pensante, que ha trabajado mucho
sobre la integración, para definir tres o cuatro objetivos convergentes con los otros organismos existentes en la región.
Y que en ese ejercicio de discusión más estratégico y de mediano plazo pueda alumbrarse alguna vez una mayor racionalización, o incluso una fusión de los espacio de integración en la región.
Un pacto integracionista para el desarrollo
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
101
Roberto Conde, Subsecretario de Relaciones Exteriores, Uruguay
Aunque el tema central es MERCOSUR, quiero hacer un enfoque mirando América del Sur en su conjunto desde la
perspectiva de sus procesos de integración. Quiero plantear alguna reflexión sobre la UNASUR porque creo que allí se
abre un capítulo, bien interesante si lo gobernamos bien, y muy complicado si no lo sabemos gobernar. Hoy, entre los
diarios que me llegan en las mañanas, llegó uno con una foto de Gerardo Caetano, con rostro adusto y concentrado,
que dice “el MERCOSUR carece de pensamiento estratégico”. Y más abajo agrega: “se terminó la hora de la retórica en
el MERCOSUR”. Así que me callo la boca, dejo estas dos hojitas acá y me voy tranquilo (risas). Si Gerardo me habilita
una oportunidad más para la retórica voy a compartir un par de reflexiones. Antes que nada quiero valorar mucho la
actitud enérgica y desafiante. Creo que sí, el MERCOSUR corre el riesgo del estancamiento. Algunos dirán que esto es
un eufemismo, el MERCOSUR ya está estancado. Y segundo, si aparece ahora la superposición de la UNASUR, genera
un cuadro político muy confuso y riesgoso.
Un par de reflexiones previas, referidas al escenario internacional. Sé que aquí han tenido conversaciones muy
importantes desde esta perspectiva. No avizoro, con los datos que tenemos sobre la mesa, riesgos inminentes de una
fractura. No cabe duda de que estamos en crisis. Muchos dicen que es la crisis más aguda del capitalismo desde 1929;
es cierto, y eso puede abordarse eso desde muchos puntos de vista. ¿Cómo se sale? No será por la guerra y por la redivisión imperialista como en 1940, sin duda. En 1970 y pico se cayeron todas las instituciones de Bretton Woods. ¿Cómo
se salió? Imprimiendo un gobierno coordinado y concertado al sistema capitalista mundial, mediante la instalación de
la trilateral entre Estados Unidos, Alemania y Japón. Esa trilateral gobernó el mundo capitalista hasta el advenimiento
del poder unipolar norteamericano, y hasta el declive relativo de Japón respecto a China. ¿Qué escenario tenemos
ahora? ¿Una nueva trilateral norteamericana, china con un tercer componente, el eje franco-alemán? Creo que no se
puede asegurar tan así. Pero de hecho está funcionando un acuerdo tácito que permitirá mantener el capitalismo en
funcionamiento. Sin debate.
En realidad, esto puede agregarse a un tipo de análisis de corte prospectivo que están haciendo algunos filósofos.
Acabo de leer un artículo de Immanuel Wallerstein, donde pronostica que la próxima década va a ser cien veces peor
que la actual. Sostiene que eso se deberá a la nueva revolución científico-técnica, que continuará destruyendo puestos de trabajo y ampliará enormemente las brechas de conocimiento, productividad y competitividad entre distintas
regiones del mundo. Quiero decir, estamos en un momento de cierta incertidumbre y cierto tono especulativo, pero
algunas hipótesis hay que manejar, si no uno no sabe dónde se encuentra, ni hacia dónde tomar. En este juego de hipótesis todos decimos: “la región no va a ser gravemente afectada”. Es la hipótesis que uno escucha a nivel político, a nivel
periodístico, a todo nivel. No escuché hasta ahora ninguna elaboración de pensamiento académico o de instituciones
como la CEPAL (que no hace mucha prospectiva actualmente) planteando alguna visión que asevere que nuestra región está claramente comprometida, que estamos ante una crisis inminente, etc. No tengo ningún elemento para hablar
de debacle internacional ni de debacle regional, pero si las tendencias siguen evolucionando como hasta ahora –y aquí
quiero introducir el primer elemento crítico— aunque nosotros estamos en un momento importante de crecimiento
y, en algunos aspectos, de desarrollo, uno no puede avizorar que la distancia entre el mundo desarrollado y América
del Sur o el MERCOSUR disminuya, sino que aumente. Fundamentalmente en materia de conocimiento, de dominio
científico-técnico, de dominio de las claves de generación de valor, del poder político militar y de la capacidad de investigación y de generar riqueza. Es polémico lo que digo, pero quiero curarme en salud de esta especie de confort en que
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
102
todos nos refugiamos diciendo “la crisis no nos va a golpear mucho”. En todo caso, propondría un pequeño ejercicio de
imaginación: si no hubiera habido crisis, ¿nosotros estaríamos conformes? Estamos recuperándonos de nuestras propias fallas y debilidades pero, ¿estamos acercándonos a los estándares de los países más avanzados y de los centros de
poder decisorios en el mundo? Esa es la pregunta que nos tenemos que hacer; no alcanza analizarnos mirando la región
hacia adentro, hay que mirarla en el conjunto. Y francamente creo que la región tiene que acelerar su trabajo integrado.
Pongo para el debate la idea de que sin integración la región va a seguir distanciándose de los centros desarrollados del
mundo, aun habiendo crisis en esos centros en el mundo.
¿Cuál es la consecuencia práctica de eso? Que el MERCOSUR debe definitivamente explicitar su pacto del desarrollo. La crisis del MERCOSUR que lo ha llevado, en los últimos seis o siete años, a una situación de estancamiento –y
hago la aclaración de que estoy hablando a nombre personal y no del gobierno de Uruguay– se debe a que el MERCOSUR no termina de explicitar ese pacto. Todos decimos que integración es desarrollo. Es la bandera que nos aglutina,
pero ¿cuál es nuestro pacto de desarrollo? Pondré algunos ejemplos bien concretos y polémicos. ¿Argentina necesita
limitar el desarrollo de los puertos del Uruguay para desarrollarse? No. Sin embargo hay quienes en Argentina piensan
que si. Uruguay, para desarrollarse ¿necesita vivir de los capitales que hacen elusión y evasión fiscal en Argentina? No.
Sin embargo en Uruguay hay quienes piensan que sí. Brasil, para desarrollarse ¿necesita impedir el desarrollo industrial
de los países que tiene al lado? ¿O lo que mejor conviene a los intereses de Brasil es potenciar la complementación e
integración fundamentalmente industrial? Y sin embargo, seamos francos, no lo hace. Jefferson Miola dijo aquí cuál es
la razón fundamental de por qué no lo hace: Brasil financia la expansión de su industria en la región pero no financia la
expansión en la región de las demás industrias. Podemos decir, “bueno, embromémonos porque no tenemos recursos” o,
para hablar de mi país, tenemos recursos que no queremos arriesgar en desarrollo industrial. Es un problema interno
de mi país. Sea como sea, no existe una política de financiamiento o fomento para la complementación industrial, o
para la complementación productiva, o la formación de cadenas productivas. Brasil dice que necesita eso, pero no lo
impulsa de acuerdo a su estatura, o de acuerdo a su anunciado interés estratégico. Es necesario insistir en estas ideas.
Estos incidentes entre Brasil y Argentina, y entre Uruguay y Argentina no fueron un enfrentamiento frontal entre
la burguesía brasileña y la argentina. El conflicto fue por la penetración de productos chinos en el mercado argentino,
que estaban desplazando a la producción brasileña. Hasta ese momento las burguesías industriales de ambos países tenían un pacto y lo estaban respetando. Quienes lo quebraron no fueron las burguesías industriales, sino las burguesías
comerciales intermediarias. Cuando los brasileños vieron que en Argentina estaba creciendo más el ingreso de zapatos
chinos que el ingreso de zapatos brasileños, el pacto estaba siendo violado. Pasó también con otros rubros. O sea que
acá aparece China en el escenario. Pero aparece también -lo que es inevitable- la presión de la balanza comercial sobre
la balanza de pagos y la reservas.
Bien decía Carlos Álvarez hoy: ¿cada uno se va a relacionar a su manera con China, o vamos a tener una política
común frente al exterior, por lo menos para pautar un acuerdo básico sobre la expansión y la utilización de nuestro
propio mercado? Aquí hay dos componentes del pacto de desarrollo que son claves: primero, cómo queremos usar el
mercado común. Esto significa posicionarnos frente a las potencias de afuera, fundamentalmente China, que es la que
hoy está lanzando sobre la región los mayores poderes ofensivos. Y segundo, cómo lo queremos usar entre nosotros.
En un seminario en Río de Janeiro dije, y lo repito aquí —ahora sí hablando en nombre de mi gobierno, porque así lo
hemos explicitado— que no es nuestra voluntad transformar a Uruguay en una cabeza de puente para que los productos chinos perforen y penetren los mercados argentinos y brasileños. Pero Argentina y Brasil tienen que reconocer que
Uruguay también tiene derecho a su desarrollo industrial. Y si Uruguay actúa con lealtad en la integración, tenemos
que tener un pacto que garantice el desarrollo industrial de todos. Si no es muy simple, cada uno elige el camino que
quiere y seguimos mintiéndonos, haciendo de cuenta que el MERCOSUR se desarrolla cuando no se desarrolla. Y puedo decir que aquí estamos dispuestos a dar esos debates francamente. Se han dado instrucciones muy directas en estos
días para que se cierre una empresa que aquí estaba siendo utilizada para eludir la política anti dumping de Brasil frente
a China. Entran productos chinos a los que se les agrega un valor mínimo y se reembarcan a Brasil como si fueran
productos de origen regional, simplemente porque tuvieron salto arancelario. Y algunos creen que eso es una trampa
al Brasil. En realidad son doblemente tontos, primero porque piensan que Brasil lo va a dejar pasar y segundo porque
es una trampa a nosotros mismos, los uruguayos, por dos razones. Una cuasi evidente: no estamos agregando valor, y
por lo tanto no estamos generando renta nacional más que en una muy mínima proporción. Pero es un perjuicio para
los uruguayos en un sentido mucho más profundo: estamos atacando la principal herramienta de desarrollo que nos
hemos dado, que es la potencialidad de la integración regional. Ahora, así como somos autoexigentes, queremos tener
un pacto de desarrollo. O decimos claramente cómo el MERCOSUR va a servir para desarrollar a nuestros países y
para que nuestros países actúen coordinadamente frente al mundo, o el MERCOSUR seguirá siendo una institución
estancada, y aparecerán luego otras opciones u otros debates. Aquí hay que administrar pactos. Si a un país le dicen
que va a producir para la región 20, 50 mil autos, ese país ya sabe que no puede salir a buscar empresas muy baratas
para que vengan a financiar acá cualquier cantidad de autos, porque eso no va a caminar. Pero también sabe que tiene
derecho a producir esos autos. Eso le da estabilidad a su industria, a su economía y a su sociedad. Mientras no hablemos de este pacto, de cómo vamos a usar nuestro mercado interno, para nuestro desarrollo, mientras no explicitemos
estas políticas y lo que hagamos es tomar medidas y contramedidas cada vez que aparece algo que al otro no le gusta,
entonces estamos yendo por una vía de los hechos consumados. Eso destruye cualquier posibilidad de aplicación de
una estrategia. Si uno tiene una estrategia no puede vivir corriendo atrás de los hechos particulares. Debe viabilizarla a
través de un pacto. Y este pacto incluye administración de inversiones, libertad de comercio y en algunos casos, administración de comercio; pero no queremos centrarnos de eso.
En otro seminario al que me invitaron, en Buenos Aires, llegué al cierre de un panel donde un representante de
Ecuador, a quien no conozco pero supongo un querido amigo, terminó su panel diciendo “el MERCOSUR es sólo económico comercial, ahora estamos en la UNASUR, que es una integración que tiene todas las dimensiones, política, defensa”,
etc. Quiero intercambiar algunas reflexiones porque me parece un enfoque equivocado. Voy a comenzar por la última
página del libro: si el MERCOSUR se desplazara, en términos históricos, hacia donde está hoy la UNASUR, no sería
un avance histórico sería un retroceso. No porque sean procesos incompatibles sino porque son procesos diferentes.
Lo que la UNASUR no puede plantearse resolver, al menos en este estadio, es este pacto de desarrollo sobre el que
estoy hablando. No sería realista pretender que todos los países de la UNASUR tuviéramos la misma política frente a
China, por lo menos en grandes rasgos. Todos lo sabemos. A lo mejor tampoco es perfectamente posible que los cuatro
países del MERCOSUR tengamos una sola política frente a China, por supuesto. Pero sí podemos tener ciertas grandes pautas acordadas sobre cómo vamos a manejar nuestro mercado frente a la industria exterior etc. Es cierto que la
UNASUR tiene una política de defensa. Me parece formidable que pueda desplegar una concepción que nos permita
construir una política estratégica disuasoria, no sólo defensiva. Pero primero hemos tenido que superar las hipótesis
de conflicto entre nuestros países y regiones. Y para eso necesitamos un altísimo grado de concertación política de
bloque. Por ejemplo, cuando tenemos un conflicto de frontera siempre aparece la tentación de las políticas de defensa.
Es clave tener una política dirigida hacia la interna de nuestra propia región para administrar los conflictos, no bajo la
lógica militar sino bajo la lógica de la cooperación, y contención de cualquier desborde que pueda afectar y perturbar
el trabajo de cooperación. Pensamientos similares se podrían exponer en torno a los temas de seguridad y lucha contra
el crimen trasnacional.
Celebro que la UNASUR se plantee estas cosas, que se plantee un financiamiento para la coordinación de las políticas públicas de sus estados es un gran avance. Al salir hacia aquí llamaron para decirme que en ese momento el Senado
uruguayo votaba la aprobación del tratado del Banco del Sur, con lo cual éste podría entrar en vigencia. Pero, para ser
muy franco, con los fondos y con los mecanismos que tiene el Banco del Sur, no tiene la envergadura suficiente para
transformarse en una herramienta de desarrollo. Si queremos generar herramientas financieras de desarrollo tenemos
que aumentar extraordinariamente la capitalización de esas herramientas y explicitar nuestro pacto de desarrollo. ¿A
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
103
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
104
dónde va a ir ese financiamiento? ¿O se va a resolver por competencia, por oportunidades, en función de los resultados de los negocios? En suma UNASUR es una gran construcción geopolítica pero no quiere ni puede construir un
mercado común, ni siquiera intentar ese camino. ¿Debe entonces el MERCOSUR resignarse y abandonarlo también?
Aquí aparece otro tema bien complicado que tenemos en el MERCOSUR. Los estados quieren impulsar una política pero luego no tienen políticas públicas suficientes para impulsarlas y lo dejan en manos de los agentes privados.
Para no hablar de otros países mencionaré lo ocurrido aquí. Claramente la inversión brasileña aumentó de una forma
espectacular. También el comercio. Por primera vez en 50 años Uruguay tiene una balanza comercial equilibrada con
Brasil. Esto es formidable para Uruguay. Pero también ocurren ciertas deformaciones propias del dinamismo de la gran
economía frente a la pequeña economía. Se dinamizaron inversiones hacia sectores que son muy importantes para la
economía de Brasil; han invertido en la industria frigorífica, y ahora invierten en la cuenca lechera, para utilizar el
capital genético que tiene desarrollado el Uruguay y así acceder a los mercados de alta calidad de carnes y de lácteos.
Bienvenida la inversión extranjera brasileña. Ahora, eso lo deciden las empresas. El único caso de fuerte participación
política en la inducción de inversiones en las empresas felizmente lo tuvimos en el complejo de cebada, malta y cerveza,
donde el gobierno de Brasil actuó fuertemente, durante el primer gobierno de Lula, para evitar que se desmantelara
completamente el complejo cervecero en el Uruguay. El gobierno de Lula tuvo la autoridad y la reciprocidad de los
grupos económicos a los que les planteó la alternativa para que no retiraran sus inversiones de Uruguay.
Ahora, la inversión comenzó a dirigirse fuertemente al arroz. La mayoría de la producción arrocera de Uruguay
está en manos de compañías brasileñas. Ojo, para nosotros no es un pecado. Lo que quiero decir es que los sectores
que se dinamizan, son los que se deciden en Brasil, no en Uruguay. Ni los que deciden Uruguay y Brasil como estados
sino los que deciden las empresas. Y obviamente la estatura de las empresas brasileñas es la que determina el rumbo
de las inversiones. A nosotros las inversiones nos sirven, pero eso no es un pacto de desarrollo. Cuando hablo de pacto
de desarrollo hablo de un acuerdo entre los gobiernos, donde hay que poner en juego políticas públicas para orientar
inversiones. Y hay que poner recursos que no van a venir de los bancos privados sino de los bancos de fomento, donde
hay participación del Estado para financiar esas inversiones. Y si hay que fijar cuotas de mercado, fijémoslas. Para un
neoliberal sería una blasfemia que viniera otro y le dijera “mire, usted va a entrar a mi mercado pero con esta cuota”. A
nosotros no nos asusta que Brasil y Argentina nos digan “señores, ustedes van a entrar a mi mercado con esta cuota”.
Pero hacemos un pacto para una etapa y después se cumple hasta alcanzar la normalidad de la libre circulación integrada. Y eso es mejor que estar peleando día por medio a ver si tal producto que mandé para tal país lo van a dejar pasar o
no. Eso es lo que destruye el prestigio del MERCOSUR. Eso es lo que destruye la confianza en la integración. Eso es lo
que demuestra la inutilidad de las instituciones. Porque después los agentes de la vida real y de la economía real quieren
recurrir a las instituciones y éstas no tienen respuesta cuando los camiones quedan parados en un galpón y no se sabe
quién los mandó detener. Así no hay integración posible. Ahora, naturalmente que no queremos una integración neoliberal ni nada que se parezca. Lo que no resulta correcto es el discurso que comenzó a aparecer, afirmando que, como
no podemos resolver las cuestiones económico-comerciales, entonces eso es una cuestión de segunda y lo que es de
primera es la integración continental y el gran sueño político. Yo comparto ese sueño pero, ¿saben qué? Dije en Buenos
Aires, ante el argumento del amigo representante ecuatoriano: podemos hacer una gran concertación política en la
UNASUR, pero si no construimos poder económico propio, el mundo de la economía lo van a seguir gobernando las
trasnacionales. Y nosotros con la UNASUR no vamos a llegar a ningún lado. Cuidado con despreciar el comercio y la
economía porque sin eso no se tiene poder real. Podemos tener cumbres, foros, revistas, diarios, podemos tener fotos y
discursos…en un mundo que en el que van a mandar otros. Cuidado con despreciar la integración económico comercial. Y si el MERCOSUR fracasa ahí, fracasa toda América del Sur, donde hasta ahora ya fracasó la ALADI. Comparto
el análisis de Jefferson Miola sobre las tendencias crecientes a la oligopolización mundial. Tengo la visión de un pacto
entre Europa, Norteamérica y China, que reforzará las tendencias a la oligopolización mundial. Y nosotros tendremos
una bella UNASUR pero seguiremos produciendo soja y cobre para que otros hagan industria.
El MERCOSUR es el único que se plantea este desafío, y no lo sabe resolver porque nuestro países no se deciden,
de una vez por todas, a explicitar el pacto de desarrollo, y cómo vamos a usar nuestro mercado para nosotros mismos,
y frente a los demás. Terminamos destripándonos entre nosotros porque no sabemos construir ese pacto. La gran
paradoja es que todos los días nos despertamos diciendo que tenemos la voluntad política de hacerlo pero nunca lo hacemos. Tengo esa visión del MERCOSUR, y tengo esa visión de la UNASUR, que no es negativa, pero que me reafirma
en que si se cae, si fracasa el MERCOSUR, es un fracaso histórico para todos, y se arriesga cualquier otro intento integrador de América del Sur. El MERCOSUR no resiste cinco años más sin poner en el centro de sus debates el pacto de
desarrollo. No sé si resiste dos o tres años más. Los gobiernos están discutiendo el proyecto de declaración política para
la cumbre, por lo que me puse a revisar todos los proyectos de declaración política de las últimas cumbres. Casi todos
tienen 15 o 20 hojas ¿Saben cuántas hablan de MERCOSUR? Hay declaraciones donde lo que se dice de MERCOSUR
no llega a una hoja, aunque las declaraciones tengan quince. Es toda una tónica.
MERCOSUR
Prospectiva
20 años
105
Esta publicación recoge trece de las diecisiete ponencias
presentadas durante el seminario “20 años MERCOSUR.
MERCOSUR a 20 años”, que se realizara en CEFIR durante
2011, en conjunto con la Universidad de la República
(UDELAR), la agencia alemana de cooperación GIZ y la
Fundación Friedrich Ebert en Uruguay (FESUR). No resulta
casual ni episódico que los organizadores del evento hayan
elegido el foco del futuro como el observatorio y la óptica
priorizados para conmemorar los 20 años del MERCOSUR.
Esa elección se funda en la coincidencia sobre lo negativo de
la ausencia de pensamiento estratégico en la región en
general, con un destaque particular de cuánto afecta esa
omisión las posibilidades de una profundización consistente
del proceso de integración regional en el MERCOSUR. En
especial, esa tarea se vuelve insoslayable desde una
perspectiva completa de la integración regional en tanto
vector indispensable para el desarrollo y la mejor inserción
internacional de nuestros países. Es en esa dirección que
deben inscribirse la realización del evento y la publicación de
sus ponencias que ahora se presentan.