DEPRESIÓN. ACCIDENTE CEREBROVASCULAR DEPRESSION. STROKE Depresión post ictal (DPI) PRÁCTICA CLÍNICA Depresión post ictal (DPI) (Rev GPU 2015; 11; 1: 90-93) Fernando Ramírez1, Maritza Bocic2 Tradicionalmente el estudio de los accidentes cerebrovasculares se enfoca principalmente en las repercusiones motoras, estableciendo el énfasis en cuanto a rehabilitación y seguimiento, prácticamente de forma exclusiva en esta área. Sin embargo, recientemente se ha comprobado que aspectos tales como la cognición, el comportamiento y la afectividad son primordiales en la evaluación y el seguimiento de pacientes con antecedente de accidente cerebrovascular reciente. En el presente trabajo se define el cuadro de depresión post ictal, mencionando aspectos fisiopatológicos relevantes, clínica y tratamiento, destacando el rol de la prevención de la depresión post ictal como un polo de investigación futura, que debe ser considerado en la evaluación de individuos que sufrieron un accidente cerebrovascular, considerando esta patología especialmente trascendente en lo que respecta a rehabilitación neuropsiquiátrica de estos pacientes. Introducción C onceptualmente la depresión post ictal (DPI) es la que se produce tras un accidente cerebrovascular, asumiendo que es consecutiva a éste y no solo por la comprobación de la secuencia temporal, sino por la existencia de mecanismos fisiopatológicos que conducen al trastorno del ánimo (6). Considerando esto, actualmente se ha descrito que la depresión post ictal es la complicación neuropsiquiátrica más frecuente tras un ACV (2, 3).. Es importante considerar también que además de la depresión post ACV pueden aparecer otros síntomas neuropsiquiátricos tales como: ansiedad, irritabilidad, agitación, incontinencia emocional, modificación de la experiencia emocional, alteraciones del sueño, 1 2 Interno séptimo año Medicina USACH, [email protected] Docente pre y posgrado USACH. 90 | Psiquiatría universitaria alteraciones del comportamiento, apatía, fatiga y síntomas psicóticos como delirios y alucinaciones (1) que no deben ser olvidados al momento de la evaluación neuropsiquiátrica de un paciente que cursó con un accidente cerebrovascular y que pueden dificultar el diagnóstico de DPI y su manejo. El DSM-IV cataloga la depresión post ictal como un trastorno del ánimo debido a una enfermedad médica que en su presentación es similar a la depresión no debida a ACV (4).. En cuanto a datos epidemiológicos, éstos varían de acuerdo con la población estudiada y los instrumentos utilizados para su evaluación, variando su incidencia entre 15-70%. También se conocen datos respecto al tiempo posterior al ACV, siendo la prevalencia de 25% al momento del alta, 30% a los 3 meses, 16% al año y 29% a los 3 Fernando Ramírez, Maritza Bocic años del seguimiento. Y según el grado de depresión, de 5-11% de los casos se diagnosticaron como depresión mayor y 11-40% de los casos con depresión menor, con una edad media de presentación de 73 años (4). Mecanismos fisiopatológicos y localización del ictus Los mecanismos fisiopatológicos de la depresión post ictal no están totalmente clarificados, aunque se cree que se trata de un proceso multifactorial en que están implicados tanto factores biológicos, conductuales y sociales (1). En cuanto a estudios sobre la génesis de la depresión post ictal (DPI), Robinson et al. (10) fueron los primeros en sugerir una relación entre DPI y lesión de hemisferio cerebral izquierdo, localizando lesiones causales en regiones corticales frontal y dorsolateral izquierdas, así como en ganglios basales izquierdos, asociación que otros investigadores inicialmente habrían corroborado. Sin embargo, posterior a estos hallazgos se realizaron numerosos estudios en los que se analizaba la potencial relación entre la lateralización del ictus y el riesgo de presentar DPI, encontrándose hallazgos contradictorios debido a algunos sesgos metodológicos, en los que por ejemplo las lesiones frontales y de ganglios basales relacionadas con el desarrollo de DPI variaban dependiendo de si la muestra examinada correspondía a pacientes ingresados o no, siendo esta asociación mayor en estudios de base hospitalaria que en aquellos de base comunitaria (1) o diferencias en cuanto a criterios de selección según hallazgos obtenidos en neuroimágenes, por lo que la evidencia aún no es suficiente como para establecer una relación causal entre lateralización del ictus y riesgo de presentar DPI. Ante los cuestionamientos recibidos para estas hipótesis predominantemente de “localización” de la DPI, el propio grupo de Robinson planteó una hipótesis eminentemente integradora, considerando que en la fase aguda tras el ictus (primeros 3 meses), la aparición de depresión estaría condicionada por factores biológicos, principalmente en los ictus de localización anterior, por depleción de neurotransmisores y desaferentación de los sistemas noradrenérgico y serotoninérgico. Posterior a este tiempo de evolución, tendrían mayor influencia otros factores principalmente psicosociales (tales como sexo femenino, discapacidad física, incapacidad laboral, situación de aislamiento social, carencia de red de apoyo, bajo nivel socioeconómico o existencia de antecedentes personales de depresión), los cuales tenderían a cronificar la DPI (6). Inflamación y su relación con la DPI Se ha descrito que la isquemia cerebral provoca aumento de la producción de citoquinas proinflamatorias (IL-beta), factor de necrosis tumoral alfa (TNF) o IL 18, que pueden explicar una depleción de serotonina en ciertas áreas cerebrales, favoreciendo la aparición de depresión. Además, los niveles periféricos de IL-18 parecen relacionarse con la gravedad de la depresión. Existen estudios que corroboran que tanto la depresión como la isquemia están relacionadas con un incremento de citoquinas proinflamatorias en pacientes post ictus. Estableciendo que es altamente probable que la inflamación isquémica contribuya al desarrollo de DPI. Un reciente estudio ha encontrado un incremento de los niveles de citoquinas IL-6, IL-10, TNF alfa, Interferón Gamma y de los ratios de IL-6/IL 10 y TNF-α/IL-10 en pacientes con DPI comparado con pacientes post ictus que no se encuentran deprimidos (1, 7). A pesar de que otros estudios no establecen una relación tan clara entre la DPI y marcadores de inflamación, es interesante que existan trabajos efectuados en base a modelos animales, en los que se evidencian efectos antiinflamatorios de los antidepresivos, los cuales pueden reducir los síntomas depresivos actuando sobre marcadores inflamatorios implicados en la regulación del ánimo (1). Clínica de la depresión post ictus Aunque la DPI puede iniciarse poco después del evento cerebrovascular, generalmente ocurre en los primeros meses tras el ictus. En el estudio de Berg et al. (11) se utilizó una muestra de 100 pacientes que habían tenido un ACV, realizándose un seguimiento de 18 meses posterior al evento; en este estudio se identificaron síntomas de DPI en el 46% de los pacientes durante los primeros 2 meses y sólo un 12% experimentó los primeros síntomas 12 meses después del ictus. Se propone DPI “precoz” a la que aparece los primeros tres meses tras el ictus, y DPI “tardía” a la que aparece posterior a este plazo. Aparentemente los pacientes con DPI precoz tienden a presentar más signos depresivos somáticos que síntomas psicológicos (1). Si bien, en general, los síntomas depresivos son similares respecto a los pacientes que no han padecido un ictus cerebral, existen algunas diferencias que pueden ser significativas para el estudio y manejo de estos pacientes. Se ha observado que en pacientes con DPI, especialmente en los que el daño cerebral se produce en el hemisferio derecho, tienen menor probabilidad de presentar disforia y más probabilidad de presentar Psiquiatría universitaria | 91 Depresión post ictal (DPI) signos y síntomas vegetativos (1). Se describe también mayor tendencia al aislamiento social y trastornos del sueño en pacientes con depresión e ictus previo que en sujetos con depresión que tienen otras comorbilidades médicas (1, 2). Es importante destacar que debe realizarse el diagnóstico diferencial con una serie de síndromes cognitivo-conductuales que cursan con cambios afectivos tras un ictus, que pueden confundirse con una depresión post ictus. Destacan síndromes de labilidad emocional, pérdida de autoactivación psíquica, abulia y apatía, la aprosodia afectiva y los síndromes disejecutivos frontales, entre otros cuadros que deben considerarse en la evaluación de un paciente con sospecha de DPI (1, 2). Pronóstico e importancia de la DPI Se he encontrado que la presencia de depresión en la fase temprana de recuperación del ictus se correlaciona de modo independiente con los déficits funcionales y la mortalidad en el seguimiento (1, 2). Además, el tratamiento de la DPI mejora el pronóstico de la rehabilitación considerando variables tales como: recuperación cognitiva, recuperación de actividades de la vida diaria y mortalidad (6). Es relevante considerar que la DPI es una patología subdiagnosticada y subtratada, a pesar de su conocida elevada prevalencia, posiblemente por dificultades en cuanto a su evaluación y los posibles reparos en cuanto al manejo farmacológico y sus eventuales efectos adversos. Sin embargo es importante señalar que existe consenso en cuanto a la importancia del tratamiento de la depresión en adultos mayores con enfermedades médicas concomitantes (1, 6). Tratamiento de la depresión post ictal Existen estudios aleatorizados, a doble ciego y controlado con placebo, sobre el tratamiento de la DPI, la mayoría con fármacos antidepresivos. La interpretación de estos estudios no está exenta de críticas debido a evidentes limitaciones metodológicas tales como: muestras muy pequeñas, el tipo de sujetos incluidos en los estudios, el tiempo de tratamiento empleado y la valoración de la respuesta terapéutica de forma dispar. Sin embargo, un dato interesante es que existe recuperación espontánea frecuente durante las primeras semanas tras el ictus, lo que podría constituir un argumento a favor del mecanismo biológico de la DPI aguda (6). El primer estudio sobre tratamiento de la DPI fue llevado a cabo por Lipsey et al., demostrando una mejoría en la escala de Hamilton en 11 pacientes tratados 92 | Psiquiatría universitaria con nortriptilina a dosis de 25-100 mg/ día por 6 semanas, frente a placebo. Luego, el primer estudio en que se utilizó ISRS mostró que los pacientes tratados con citalopram presentaban una mayor mejoría sintomática, medida con escala de Hamilton, que aquellos tratados con fluoxetina, aunque ambos se mostraron eficaces en dos estudios doble ciego controlados con placebo, de seis semanas de duración. Trabajos más recientes se centran en el estudio de la efectividad de los ISRS. Ried et al. (8) realizaron un estudio retrospectivo evaluando mortalidad, donde obtuvieron que el tratamiento con ISRS, tanto antes como después de presentar un ictus, previene la mortalidad durante el año siguiente al ACV (HR = 0,31; IC de 95%, 0,11-0,86). En este estudio se concluyó que el tratamiento con ISRS está asociado a mayor supervivencia, por lo que recomiendan iniciar o reanudar el tratamiento con ISRS tras un ictus, en especial en pacientes con historia depresiva o que tomaban ISRS previo al evento isquémico cerebral (1, 8). Considerando esto, aunque no existen evidencias claras de un fármaco antidepresivo comparado con otros en cuanto a efectividad, los datos disponibles permiten afirmar que los individuos con depresión posterior a un ACV responden al tratamiento con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o antidepresivos tricíclicos, ambas familias de antidepresivos las más estudiadas en estos pacientes. La administración de psicoestimulantes resultó eficaz, segura y adecuadamente tolerada a corto plazo. No obstante, aún son necesarios estudios adicionales para lograr conclusiones definitivas (9). Prevención de depresión post ictal, lineamientos para el futuro Existen ensayos clínicos en que se comparó el efecto del tratamiento antidepresivo frente al efecto del placebo respecto a la disminución de la mortalidad en caso de ACV. De acuerdo con lo observado, una vez transcurridos nueve años del ACV, el 68% de los pacientes tratados con antidepresivos seguía vivo en contraste con el 36% asignado a placebo. El efecto de los antidepresivos resultó significativo independientemente de la presencia o no de depresión al inicio del estudio (9). Existen estudios comparativos entre antidepresivos tricíclicos (nortriptilina) frente a fluoxetina para prevenir la aparición de depresión posterior a un ACV (7, 9) resultando ambas drogas eficaces y observándose que la interrupción del tratamiento se asoció con aumento de la frecuencia y gravedad de los síntomas Fernando Ramírez, Maritza Bocic depresivos, especialmente en pacientes que habían recibido nortriptilina (9). En otro estudio se comprobó que la sertralina tiene un efecto preventivo significativamente superior que el placebo respecto de la aparición de depresión posterior a un ACV (9). Considerando estos resultados, se recomienda como tratamiento farmacológico de la DPI inhibidores selectivos de serotonina (ISRS), aunque es importante señalar que, de acuerdo con la evidencia estudiada, no existen estudios categóricos que demuestren superioridad de un fármaco antidepresivo específico sobre otro. Sin embargo es importante considerar que los ISRS son más seguros, con menos efectos adversos, un inicio de acción relativamente rápido y además poseen efecto ansiolítico, por lo que parecen ser el fármaco de elección de primera línea en pacientes con accidente cerebrovascular reciente (1), quienes con frecuencia son ancianos, polimedicados, con el conocido problema de las interacciones farmacológicas y otras comorbilidades cardiovasculares de base, donde el perfil de seguridad del fármaco a elegir adquiere una importancia determinante al momento de iniciar algún tipo de tratamiento. Conclusión Es habitual, en la práctica médica, que pacientes que sufren un accidente cerebrovascular son evaluados con un énfasis absoluto respecto a las repercusiones motoras de la enfermedad, focalizando prácticamente todos los esfuerzos terapéuticos en esa área. De acuerdo con lo descrito previamente, es sabido que la depresión post ictal es un problema de alta frecuencia en la práctica clínica diaria, siendo un factor principal en lo que respecta a la rehabilitación, además de tener implicancias en la morbimortalidad a mediano y largo plazo. Así y todo, en un porcentaje elevado de pacientes no se diagnostica ni se inicia tratamiento. Es por esto que parece necesario establecer protocolos de detección y tratamiento precoz, además de familiarizar con esta patología a todos los equipos de salud implicados en el tratamiento y rehabilitación de estos pacientes. Respecto al tratamiento profiláctico con antidepresivos, si bien aún faltan ensayos adicionales que permitan obtener resultados concluyentes, es interesante destacar el posible papel neuroprotector de los fármacos antidepresivos respecto al daño celular inducido por el ACV, destacando como un posible polo de desarrollo en cuanto al tratamiento y prevención de esta patología. Referencias 1. 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