3 LA FORMA SINDICAL EN LATINOAMÉRICA MIRADAS CONTEMPORÁNEAS Editores: Paula Abal Medina Bruno Fornillo Gabriela Wyczykier N U E VA 4 La forma sindical en Latinoamérica Abal Medina Paula, Fornillo Bruno, Wyczykier Gabriela La forma sindical en Latinoamérica. Miradas contemporáneas -1a ed. - Buenos Aires : Nueva Trilce, 2012. 414 p. 23x16 cm. ISBN 978-987-281903-3 1. Sociologia. 2. Trabajo Fecha catalogacion 20/12/2012 © 2012 Nueva Trilce Editorial www.nuevatrilce.com.ar | [email protected] Primera edición: Diciembre 2012 Impreso en Argentina – Printed in Argentina Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método, incluidos la reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autorización por escrito de los titulares del copyright. 5 LA FORMA SINDICAL EN LATINOAMÉRICA. MIRADAS CONTEMPORÁNEAS Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 ¿El regreso de la patria minera en Bolivia? El sindicalismo revolucionario durante el primer gobierno del Movimiento Al Socialismo Bruno Fornillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Las organizaciones sindicales campesino-indígenas y los pueblos originarios de Bolivia en el proceso de cambio Magdalena Cajías de la Vega . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Sindicalismo y precariedad laboral: apuntes para pensar la acción gremial de base en la Argentina de la postconvertibilidad . . . . . . Gabriela Wyczykier y Mariana Barattin . . . . . . . . . . . 55 Sindicalismo y mundo trabajador en la Argentina reciente Paula Abal Medina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 “El sindicalismo ante los gobiernos de la izquierda. Uruguay 2005-2010” Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato . . 155 Los trabajadores y el sindicalismo en Chile: nuevas expresiones a inicios del siglo XXI Antonio Aravena Carrasco . . . . . . . . . . . . . . . . 197 Implicaciones sociopolíticas del surgimiento de la Central Única de los Trabajadores (CUT) en Brasil Iram Jácome Rodrigues . . . . . . . . . . . . . . . . . 223 Sindicalismo y desigualdades raciales en Brasil Pedro C. Chadarevian . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 Trabajo y sindicalismo en Brasil durante el gobierno Lula Mario Henrique Ladosky . . . . . . . . . . . . . . . . . 259 6 La forma sindical en Latinoamérica “El suelo bajo los pies”. La memoria sindical en la configuración identitaria de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador Blanca S. Fernández . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289 Nueva Geografía de la Guerra y la Resistencia: Los Trabajadores de la Frontera Norte de México en el siglo XXI Edur Velasco Arregui . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329 Revitalización territorial de los movimientos laborales tras la invasión neoliberal Juan Carlos Celis Ospina . . . . . . . . . . . . . . . . 371 El desarrollo del sindicalismo docente en América Latina. Un ensayo sociológico. Julián Gindin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391 ○ Introducción 7 La forma sindical en Latinoamérica Miradas contemporáneas Introducción En el último tercio del siglo XX la relación entre capital y trabajo se ha transformado profundamente como consecuencia de la irrupción de una nueva lógica mundial que puede ser denominada como capitalismo financiero transnacional. En América Latina, el neoliberalismo conjugó terrorismo de estado y virulentas represiones con procesos hiper-inflacionarios, altos niveles de desempleo y precarización del trabajo, amplificando las asimetrías sociales. La resultante de décadas sostenidas de políticas de “libre mercado” fue la masificación del trabajador desocupado o empobrecido, con derechos impedidos y organizaciones sindicales devastadas. Ciertamente, los sectores subalternos sufrieron el impacto profundo sobre su condición de trabajadores y, particularmente, en sus relaciones, formas de organización y modos de politización y disputa social. Como punto de partida concebimos la forma sindicato como la expresión legitimada socialmente de existencia colectiva del trabajo. El sindicalismo, aun en su diversidad ideológica, se constituyó en la institucionalidad privilegiada, cuando no exclusiva, de reconocimiento y visibilización de lo subalterno. En nuestro tiempo, como resultante de un proceso de varias décadas, la forma sindical se encuentra atravesada e interpelada por una realidad social latinoamericana que la desborda ampliamente. Un proceso complejo que involucra retirada/cesión sindical; imposibilidad de abarcar conjuntos de trabajadores que perdieron los rasgos de visibilidad, duración y estabilidad, bajo los cuales se hacía efectiva la representación; y desfasaje entre las formas sindicales de la periferia local y los movimientos globales de las empresas multinacionales. Durante la última década, sin embargo, tuvieron lugar, en varios países de la región, procesos de recomposición laboral y política que adquieren cada vez mayor visibilidad y contornos que crecen en nitidez. Dichos procesos nos permiten reflexionar sobre cómo es desafiada, tensionada, 8 La forma sindical en Latinoamérica modificada y/o complementada la forma sindical. En definitiva, la recomposición subalterna pone en crisis lo existente y abre senderos de mutación de las formas vigentes. Una estrategia de desconexión relativa, como define Samir Amin, respecto del capitalismo financiero transnacional, permite atenuar y resistir la magnitud descomunal de asimetrías de esta fase capitalista, infiltrando localmente rupturas con el neoliberalismo, creando condiciones de posibilidad para un nuevo momento político. Gobiernos como los de Evo Morales, en Bolivia, Rafael Correa, en Ecuador y Hugo Chávez, en Venezuela, han permitido reconfigurar la dinámica de relación entre capital y trabajo y con ello otorgar un nuevo protagonismo de los trabajadores y lo popular. También resultan significativas las transformaciones que tuvieron lugar con la llegada de Luis Ignacio Lula, al gobierno de Brasil, de los Kirchner en Argentina y del Frente Amplio en Uruguay. Por el contrario, y con consecuencias verdaderamente dramáticas, los trabajadores de México y de Colombia siguen padeciendo la composición represiva y expulsiva del neoliberalismo. Matanzas y asesinatos de trabajadores y militantes sindicales y empobrecimiento desmesurado de las poblaciones, no sólo persisten, sino que se han intensificado alcanzando niveles impensables. En este sentido, el artículo de Edur Velazco Arregui, que incluimos aquí, además de un trabajo de valor sociológico e histórico, es un testimonio indispensable y una denuncia política de los padecimientos de la región. Allí donde la organización popular logró sedimentar ciertas transformaciones, aunque acechadas por las fuerzas conservadoras internas del sindicalismo y los dilemas y contradicciones del orden internacional vigente, que se instalan también en sus propias construcciones, la forma sindical está siendo resignificada. En este escenario, algunos de los interrogantes que animaron la escritura y atraviesan los diversos artículos que componen este libro pueden distinguirse del siguiente modo: ¿qué rasgos fue adoptando la forma sindical en las últimas décadas? ¿Cómo está siendo desafiada en las experiencias cotidianas de los trabajadores? ¿Qué articulaciones y procesos de recomposición subalterna se crean entre trabajadores y otros sujetos sociales? ¿Qué institucionalidades emergen? Con estas inquietudes, el área andina es abordada de manera específica por tres artículos, dos de ellos dedicados a Bolivia y el restante, a Ecuador. De modo evidente, los países que se emplazan sobre la columna vertebral de América Latina, la cordillera de los Andes, tienen, como característica singular, el hecho de que la dimensión étnica adquiere un protagonismo decisivo. Es por esta vía que es posible comprender las complejas imbricaciones que la forma sindical “moderna” posee con la mucho más antigua Introducción 9 “forma comunidad”. Tal es la mixtura, en la que la rotación de cargos, propia de la matriz comunitaria, es paralela, por ejemplo, a la elevación de los pliegos petitorios, típica del siglo pasado, que en un clásico como We eat the mines and the mines eat us, June Nash postuló que sólo por esa mixtura es posible explicar el grado de radicalidad que expresa el sindicalismo boliviano; el cual ha sabido co-gobernar el país o dar por tierra al ejército oficial en la Revolución Nacional de 1952. A la par que los artículos abordan la relación Etnia-clase, comunidad-sindicato, temporalmente están situados de manera central en el despuntar del siglo, y reflejan la experiencia de gobiernos de carácter progresista de los más activos del subcontinente fuertemente permeables a las incidencias de los sectores populares. El artículo de Magdalena Cajías, “Las organizaciones sindicales campesino-indígenas y los pueblos originarios de Bolivia en el proceso de cambio”, destaca un elemento medular para comprender la dinámica política del país andino-amazónico: la lenta pero no poco decidida conformación de las organizaciones indígena-campesinas. Ahora bien, Magdalena Cajías presenta, de manera clara, sintética y profunda, las múltiples vertientes que fueron confluyendo en lo que llama un “bloque social, indígena, campesino, obrero y popular”, para explicar la genealogía organizacional del gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS). En otras palabras, el artículo indaga sobre la emergencia del sindicalismo campesino independiente, a principios de la década de los setenta, explicando las corrientes kataristas y clasistas, en su seno, así como su peso específico en la resistencia a la dictadura y en la lucha por el retorno a la democracia. Se analiza también cómo, en las décadas de los ochenta y noventa, el sindicalismo campesino pasó por profundas etapas de crisis y aislamiento, pero, al mismo tiempo, de voluntad de articulación de su movimiento con los otros sectores obreropopulares, especialmente con la Central Obrera Boliviana (COB). Será este proceso, postula la autora, el que derive en la voluntad de construcción de un instrumento político que incorpore al resto de los sectores sociales populares bolivianos. Primero el Instrumento por la Soberanía de los Pueblos, y después, el MAS, convirtieron a las organizaciones de matriz campesina e indígena en un actor político central y, desde el poder, conquistaron una suerte de hegemonía para la construcción de una nueva Bolivia. Seguidamente, el artículo de Bruno Fornillo, “Historia reciente del sindicalismo obrero en Bolivia”, aborda la dinámica del ala sindical clásica, la federación de mineros y la COB. El trabajo, realizado principalmente en base a fuentes primarias, procura dar cuenta del tránsito del sector obrero minero boliviano -núcleo proletario central del siglo pasado- desde la aplicación de las reformas estructurales del año 85, cuando se cierran las principales minas estatales, a la actualidad. El escrito postula que durante el “evismo” la acción colectiva del sector minero fue central para forzar la 10 La forma sindical en Latinoamérica nacionalización de la principal reserva estañífera del país, trayendo consigo una nueva elite de gestión ministerial en el área. A su turno, presenta el recorrido trazado en tiempos recientes por la antes fortísima COB. Aunque su carácter opositor en relación con los gobiernos neoliberales pareció encontrar una línea de continuidad para con la actual gestión de gobierno, esta perspectiva no ha sido la dominante: por primera vez en su historia el ente matriz de los trabajadores se ha subordinado al campo de articulación popular comandado por el sector campesino e indígena, mostrando a las claras su lugar prioritario en la Bolivia de hoy. Dicho esquemáticamente, si los dos artículos dedicados a Bolivia caracterizan la hora actual, sin descuidar las historizaciones cuando son necesarias, el primero lo hace desde el ala sindical indígena-campesina y el segundo desde el ala proletaria clásica, minera. La lógica sindical ecuatoriana queda a cargo del artículo de Blanca Fernández, El suelo bajo los pies. La memoria sindical en la configuración identitaria de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador”. Entre mayo y junio de 1990, el Ecuador amaneció con una incuestionable mayoría indígena movilizada en los parques y carreteras. El episodio es liderado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), una organización que nuclea al 75% de la población indígena del país. La CONAIE, desde entonces, logró una alta influencia de alcance nacional en la lucha contra el neoliberalismo. La autora propone, para esta organización central en el proceso político ecuatoriano, que en su plataforma de lucha se registran elementos que indican una clara influencia sindical de matriz clasista y otros de carácter étnico-cultural, ambos convergentes en la demanda del Estado Plurinacional, que recientemente se ha concretado en la letra de una nueva Constitución. En este sentido, el principal movimiento social del Ecuador representa un claro exponente de institucionalidad emergente, al mismo tiempo que recrea prácticas, demandas y discursos del sindicalismo de izquierda que subyacen en los orígenes de las organizaciones en la “Sierra ecuatoriana”. Dicha herencia, sostiene, ha teñido su relación con el Estado a partir de una tensión entre la demanda de integración y la de autonomía. Empero, no podría plantearse una tensión equivalente frente a un Estado en descomposición (defensor del modelo neoliberal) con el modelo de Estado hoy vigente, que ha recuperado su rol planificador e intervencionista a partir de la renovación de sus estructuras. En este artículo, entonces, se realiza un breve recorrido por la historia organizativa de la CONAIE, para luego comparar esa tensa relación entre el movimiento y el Estado, tanto en la etapa neoliberal (que delimita entre 1990 y 2006), como en la nueva gestión de Rafael Correa, de vertiente desarrollista. Introducción 11 La imbricación entre las tensiones raciales y la forma sindical no es, claro está, privativa del área andina, también forma parte de la urdiembre político-cultural de Brasil. En su artículo, titulado “Sindicalismo y desigualdades raciales en Brasil”, Pedro Chadarevian se propone demostrar, a partir de un análisis de carácter estadístico, la relación que se aprecia entre la creciente presencia de los sindicatos en la economía verde-amarela y la disminución de las desigualdades y el racismo en el mercado de trabajo. El autor busca así contrarrestar el “dogma liberal” sostenido por la tradición de los economistas conservadores, que reniega del impacto favorable que puede tener la acción sindical sobre el bienestar de los trabajadores. Sobre la base de una encuesta nacional domiciliaria anual que se realiza en todo el país, Chadarevian destaca que la mayor presencia de trabajadores negros se encuentra en los sectores de la economía menos sindicalizados; y que el sector más dinámico -como el ala industrial ligada a la competencia internacional, demandante de alta calificación laboral- es el que presenta una menor proporción de trabajadores negros, tornando patente “la tendencia de los sectores más dinámicos (…) a mantener a los negros segregados a los puestos más precarios”. De manera correlacionada, el autor muestra que en Brasil las diferencias salariales son siempre desfavorables para los negros, incluso con independencia del sector económico; distancia que disminuye en aquellos rubros en los cuales la tasa de sindicalización es pareja con la de los blancos. En este sentido, su estudio permite acercar evidencias con respecto a la importancia de la organización sindical en la disminución de las desigualdades salariales al interior de las empresas, pero también para atenuar las consecuencias del racismo, entendido “como fenómeno que determina la jerarquización racial de los trabajadores”. Continuando con el caso brasilero, y persiguiendo el propósito de historizar la dinámica local de la forma sindical, el trabajo de Iram Jácome Rodrigues, titulado “Implicaciones sociopolíticas del surgimiento de la Central Única de los Trabajadores en Brasil”, busca comprender un hecho clave: las formas de protagonismo que adquirieron los trabajadores hacia finales de los setenta en Brasil, fermento del proceso de constitución de la nueva central sindical (CUT) y del Partido de los Trabajadores (PT). El autor analiza los idearios y acontecimientos que habilitaron el movimiento huelguístico de 1978 y la doble dimensión de las luchas obreras de aquellos años; al mismo tiempo, contra el régimen autoritario que se impuso tras el golpe de 1964 y contra la antigua estructura sindical. Son, por tanto, acciones de movilización y protesta que van destilando las vertientes que convergen en un nuevo sindicalismo, no exento de tensiones: sindicalistas combativos, grupos de izquierda y sectores vinculados a la Iglesia Católica; institución central en tanto catalizadora de las aspiraciones populares. En suma, la tesis que subtiende el escrito propone que el movimiento sindical, 12 La forma sindical en Latinoamérica emergente durante la etapa que se inicia con el movimiento huelguístico de 1978, se vinculó estrechamente con los derechos de ciudadanía, y por ello puede ser visto como una expresión de las aspiraciones más generales de la sociedad civil. De manera concatenada, el artículo de Mario Henrique Ladosky, “Trabajo y sindicalismo en Brasil durante el gobierno de Lula”, avanza ya sobre los frutos del anterior; más cercano en el tiempo, aborda el Brasil de hoy. En efecto, este escrito nos presenta un conjunto de inquietudes alrededor de la relación entre la Central Única de Trabajadores, principal central sindical brasilera, y el gobierno nacional lulista que despunta en el año 2002. Bajo este interés, Ladosky enseña los antecedentes organizativos de la CUT, analiza su creación y crecimiento en los inicios de los ‘80 y la reconfiguración de la “CUT-movimiento” a la “CUT-institución” a partir de los años ‘90, década en la cual se profundizan las reformas neoliberales. A su turno, los primeros pasos del gobierno lulista, sostiene el autor, produjeron una fuerte tensión entre las distintas corrientes de la CUT, gestada por las “diferentes perspectivas y expectativas” abiertas, produciendo rupturas y alejamientos en su seno. A través del análisis del Foro Nacional del Trabajo, impulsado por el gobierno en el año 2003, y de la reforma sindical, el texto nos muestra un conjunto de cambios que ocurrieron en la regulación y organización de los sindicatos, entre las que se destaca el reconocimiento legal de las distintas centrales sindicales; hecho que impactó en la fortaleza interna de la CUT. En suma, a través de su escrito, Ladosky persigue abonar a la reflexión acerca de las tensiones, contradicciones y logros que pueden acontecer en los gobiernos populares que mantienen una fuerte alianza con sectores sindicales, teniendo en cuenta tanto las presiones que provienen de los sectores patronales como así también las del propio movimiento obrero. En el artículo “El sindicalismo ante los gobiernos de izquierda. Uruguay 2005-2010”, Luis Senatore y Gustavo Mendez ubican como central la relación y posición de los sindicatos uruguayos con respecto al gobierno del Frente Amplio, considerando el vínculo que históricamente han mantenido las organizaciones de trabajadores con los partidos de izquierda. Para ello, proponen inicialmente una recorrida histórica de este vínculo, mostrando que ha estado signado por una “mutua autonomía de las organizaciones sindicales y partidarias” a lo largo del siglo precedente. El debilitamiento del movimiento sindical, en su ámbito específico de acción durante los años 90, reflexionan Senatore y Mendez, tuvo como contrapartida su reposicionamiento en el espacio político, “constituyéndose en la más firme y persistente oposición a las reformas pro-mercado impulsadas por los gobiernos de coalición de los partidos tradicionales”, y siendo el Frente Amplio el aliado político por excelencia. Introducción 13 En la actualidad, aseguran los autores, la relación entre el Frente Amplio y los sindicatos puede ser pensada bajo el influjo de tres figuras centrales, que denominan “interconexión directriz”, “sintonía programática” y “coincidencia táctica”. Estas figuras reenvían fundamentalmente a la presencia de miembros de partidos de izquierda en la dirección del movimiento sindical y viceversa; a la cercanía o yuxtaposición en las formulaciones programáticas de ambos actores y al nivel de concordancia en el posicionamiento frente a problemáticas concretas del país. Así, los autores se involucran directamente en el análisis de las medidas impulsadas por el gobierno de izquierda desde el año 2005, particularmente teniendo en vista la regulación de las relaciones laborales. Entre ellas, contando el lugar central que pasó a ocupar el Ministerio de Trabajo, se distingue la intensificación y extensión de las negociaciones colectivas a distintos sectores de la actividad económica, la gestación de una serie de leyes y normas laborales que atendieron demandas de los trabajadores y los sindicatos; cambios que, entre otros, operaron en la regulación de las relaciones laborales y alentaron un proceso de “revitalización sindical”. El artículo de Paula Abal Medina, “Sindicalismo y Mundo Trabajador en la Argentina reciente”, aborda la actual paradoja que atraviesa la forma sindicato en Argentina: su mayor gravitación y eficacia al analizar la situación de los trabajadores registrados y convencionados; la cada vez mayor tensión y disputa interna puesta de manifiesto en sus crecientes niveles de atomización y también vinculada con la relación particular que históricamente asumió el sindicalismo con los gobiernos peronistas y, en la actualidad, con el kirchnerismo; y, finalmente, los profundos límites para reconocer, e inscribir en su institucionalidad, los cambios estructurales que desde mediados de los setenta registra el mundo trabajador. Con el propósito de brindar elementos para comprender la actual paradoja, la autora reconstruye los rasgos que permiten singularizar la forma sindicato, originada temporalmente hacia mediados de la década del cuarenta con la irrupción del peronismo y la experiencia nacional-popular. Posteriormente, analiza las diversas rupturas que, como consecuencia de la irrupción represiva del neoliberalismo, fueron sufriendo la forma sindicato y el mundo trabajador. La resultante de la virulenta consolidación neoliberal es el desfasaje abismal que se produce entre ambos. Y por eso la forma sindicato queda como neutralizada, encogida, impermeable frente a una realidad viva desbordante y brutal. A veces, incluso, es puro extrañamiento y el sindicalismo, una institucionalidad invertida, como en los momentos en que se consolidó el sindicalismo empresarial. Empero, Paula Abal Medina afirma que entre los años 2001 y 2003 surge un nuevo ciclo social, sindical y político que produce rupturas significativas respecto del neoliberalismo -sin descontar que la fase actual del capitalismo financiero transnacional 14 La forma sindical en Latinoamérica no deja de acarrear sonadas continuidades-, y reconstruye los contornos y los trazos gruesos de los modelos sindicales y proyectos de sociedad que se asoman en nuestro tiempo actual. Por su parte, el artículo de Mariana Barattini y Gabriela Wyczykier tiene como interés fundamental interrogarse sobre las acciones de base llevadas adelante por colectivos de trabajadores organizados en torno a la precariedad laboral en la Argentina durante la última década. Dicha problematización cobra relevancia, sostienen las autoras, en un contexto signado por la existencia de una serie de tendencias que muestran continuidades y rupturas con respecto a la etapa neoliberal anterior. En efecto, se advierte que tras la crisis económica-política y social, que tuvo lugar en la Argentina a fines del 2001, convivió una cierta recuperación económica y del empleo con la persistencia de relaciones precarias de trabajo; ciertamente, en un marco de resurgimiento de las acciones sindicales organizadas que fueron cobrando mayor protagonismo desde el año 2004. El escrito busca de este modo contribuir a las reflexiones académicas y políticas que observan en las inserciones laborales precarias un conjunto de modalidades divergentes de transitar la experiencia de trabajo, las cuales condicionan y afectan la dinamización de las relaciones colectivas de trabajo y la representación gremial y política. A pesar de ello, en la década observada se ha advertido la aparición de experiencias de carácter sindical que han desarrollado estrategias para afrontar colectivamente el proceso de individualización de la trayectoria vital a la que confina la precariedad laboral. Con esta inquietud, Barattini y Wyczykier analizan los atributos, potencialidades y limitaciones de estos procesos de colectivización político-sindical, problematizando la precariedad y al trabajador precario como sujeto político. Empíricamente, el escrito se centra en un conjunto de experiencias que dan cuenta de acciones gremiales tanto en el sector industrial como en el sector servicios de la economía. Para el primero, se destacan las acciones gremiales que fueron impulsadas en forma atomizada por delegados y trabajadores de base con determinada trayectoria política y sindical desde los lugares de trabajo, y que han contenido las contrataciones eventuales y la situación de los trabajadores tercerizados. En cuanto al sector servicios, se analiza la experiencia de trabajadores de consultoras de mercado y políticas, y la experiencia de la organización de los trabajadores mensajeros y cadetes. Actividades, ambas, que mostraron un espectacular crecimiento luego de la crisis del 2001 sucedida en Argentina. Vale señalar la complementariedad que existe entre los artículos de Abal Medina y el de Wyczykier y Barattini, en la medida en que éste último aborda fundamentalmente las experiencias de los activismos y militancias gremiales de los lugares de trabajo, mientras que el primero se plantea un abordaje más ‘desde arriba’ al analizar las concepciones de los dirigentes de Introducción 15 las centrales y/o los principales nucleamientos sindicales que participaron de los procesos de resistencia al neoliberalismo. El texto de Antonio Aravena Carrasco problematiza las expresiones de los trabajadores y el sindicalismo en Chile en los albores del siglo. En esta dirección, el autor presenta un breve recorrido sobre el sindicalismo local desde los años 80’ en adelante, para luego concentrarse en algunas experiencias y conflictos sindicales concretos de la última década. Así, Carrasco procura desestimar los diagnósticos que vaticinaban el debilitamiento progresivo de las acciones sindicales en la región tras la era neoliberal, sin por ello suponer que los mueve “una potencialidad política inherente”, o que simplemente estaríamos frente a “una institución centrada en su función económica”; mostrando, por el contrario, la significatividad de las acciones colectivas organizadas por ciertos sectores laborales en el último quinquenio. Concretamente: las dinámicas sindicales en el sector minero, forestal y agrícola; de multitiendas y supermercados; las experiencias del sindicato de Unilever y del sector público chileno, dieron cuenta de movilizaciones masivas y ciclos de huelgas que revitalizaron la acción sindical; catapultando al movimiento obrero a la agenda social y mediática, más allá de sus elementos comunes y divergencias. El estudio de los conflictos y estrategias sindicales permite observar nuevas tendencias en la actualidad de las organizaciones sindicales de Chile, reinstaladas nuevamente en la sociedad, no sólo para “adecuarse a las condiciones políticas y económicas existentes, sino que se han involucrado con propuestas, de manera crítica y creativa”. Ahora bien, el artículo “Nueva geografía de la guerra y la resistencia social de los trabajadores: México en el siglo XXI”, de Edur Velazco Arregui, nos trae a colación otro panorama: el signado por la acción sindical en contextos de alta militarización y violencia social. En México, del año 2006 a la fecha, en la guerra por la oligopolización de la economía sumergida, han sido ejecutadas 22 mil 743 personas. A lo anterior hay que agregar una de las tasas más altas de accidentes mortales de trabajo del mundo. Edur Velazco Arregui propone, entonces, considerar el carácter medular de la guerra, fuera de la fábrica y dentro del centro de trabajo, a la hora de tipificar el ambiente determinante que envuelve a la dinámica sindical local. La Ciudad en donde se han concentrado la mayoría de las víctimas de este ciclo de violencia es Ciudad Juárez, Chihuahua; y la inmensa mayoría de las víctimas han estado vinculadas a familias de trabajadores de la industria maquiladora, o han sido ellas mismas parte de la población trabajadora de la región. El escrito, presenta una reconstrucción de la forma en que los núcleos urbanos de trabajadores, en distintos escenarios de la guerra, van construyendo un tejido social de solidaridad y resistencia. Juan Carlos Celis Ospina, autor colombiano, en su artículo “Revitalización territorial de los movimientos laborales tras la invasión neoliberal”, 16 La forma sindical en Latinoamérica busca traer a colación un panorama de las alternativas que construye el sindicalismo en la actualidad, fruto de una mirada teórica y macro. Esas nuevas formas están signadas en Latinoamérica por tres dimensiones claves: una nueva concepción de la ciudadanía, la organización en red, y la territorialización. La primera acarrea una “invasión de la democracia” en los procesos de trabajo; la segunda, la construcción de una alternativa organizada a nivel global frente a la natural globalización del capital; la última, la territorialidad, uno de los temas más relevantes en las dos últimas décadas, afirma Ospina, puesto que la globalización, la reestructuración productiva, el nuevo papel del poder local, la llamada nueva cuestión social y la problemática medioambiental aunaron las lógicas del trabajo y el sindicalismo al territorio. Por esta vía, el escrito aporta a los debates contemporáneos acerca de la posición estratégica que asumen los trabajadores y los sindicatos y la revitalización de las organizaciones laborales. Julián Gindin elaboró el único artículo que nos ofrece una mirada transversal de uno de los actores sindicales más significativos del continente: el gremio docente. En efecto, su presentación lleva adelante un análisis comparativo de la génesis y evolución histórica de las organizaciones sindicales docentes en el sector público de enseñanza básica en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, México y Venezuela; observando tendencias comunes y divergentes. Al respecto, el escrito nos muestra cómo la actividad docente y sus organizaciones de representación laboral estuvieron vinculadas en las primeras décadas del siglo XX a las políticas de regulación estatal de las condiciones de trabajo y de la actividad sindical. El papel político y social de las mujeres que ingresan progresivamente al mercado de trabajo en las décadas del 50 y 60 modifica los “contornos” del cuerpo docente, fortaleciendo la apreciación del trabajo docente como un segmento asalariado común a otros, contribuyendo ello, por otra parte, y como destaca el autor, a “transformar el horizonte de acción reivindicativa de una ocupación femenina como la docencia”. Hacia fines de los años 50, Gindin destaca el clima político favorable presente en casi todos los países para la acción del gremio. Más temprano que tarde, la lucha contra las dictaduras militares por la recomposición salarial movilizó a los docentes, politizó las demandas gremiales, y colocó en el centro de la escena a las corrientes más radicalizadas (habiendo sufrido en países como Argentina y Chile medidas represivas y asesinatos). Con la vuelta a la democracia, la implementación de las reformas neoliberales de los años 90’, si bien afectó al sistema educativo y a las condiciones laborales docentes, no limitó el crecimiento de esta fuerza de trabajo en varios países. Se advierte, puntualiza el autor, una supervivencia de la tradición sindical, y la posibilidad de agregar intereses, fruto de condiciones reguladas por estatutos generales de la actividad, y Introducción 17 por la presencia de grandes empleadores, como resultan las provincias y los estados nacionales. Ello contribuyó a que el sindicalismo docente se colocara en mejores condiciones estructurales que el resto de las organizaciones sindicales. La resignificación de la forma sindicato en la última década nos permite, en definitiva, reflexionar sobre la articulación entre movimiento obrero y movimientos sociales, la reemergencia y vitalización de la militancia y organización de base de los trabajadores; las tensiones, a veces creativas, que redefinen nuevas relaciones entre gobiernos y movimientos; la reposición de la matriz nacional-popular y las nuevas contradicciones que surgen entre capital y trabajo; la articulación político sindical entre lo étnico, lo campesino, y el trabajador urbano. Hoy por hoy, las organizaciones sindicales parecen cabalgar al ritmo de varios mundos: desde aquel marcado por el pasado sindical clásico, ligado a los procesos de industrialización, el mercado-internismo y la política de masas, pasando por la fisura que propició el neoliberalismo en el mundo del trabajo, hasta el actual y sinuoso escenario cuya composición final es aún un enigma, pero que no deja de tener por actor central a gobiernos que aseguran defender las conquistas de las clases subalternas. Los artículos que siguen, desde una mirada contemporánea, se lanzan entonces a problematizar estas condiciones sociohistóricas y políticas que acompañan a la forma sindical latinoamericana. 18 La forma sindical en Latinoamérica Bruno Fornillo 19 ¿El regreso de la patria minera en Bolivia? El sindicalismo revolucionario durante el primer gobierno del Movimiento Al Socialismo Bruno Fornillo UBA - CONICET. Dr. en Ciencias Sociales (UBA), Geopolítia (Paris VIII). “Si usted quiere ser diputado tiene que ir a hacer campaña para que voten por usted, y a todas las clases va a ir a decir: ‘Yo voy a hacer esto, y quiero hacer esto, esto y esto; y quiero que voten por mí’. En la federación de mineros la democracia era al revés, las bases decían: ‘Yo quiero que mi dirigente minero sea él’. Y muchas veces, ése decía: ‘Yo no puedo compañeros, por favor. No me tomen en cuenta’. ‘Tiene que ser’. Entonces aquí la democracia era que la base era la propietaria de las decisiones y el dirigente se convertía en el portavoz de ellos”. Edgar Ramírez Santiesteban, ex Secretario General de la COB, actual Director de Archivos Históricos de la Corporación Minera de Bolivia. La Central Obrera Boliviana, surgida luego del triunfo militar de los trabajadores mineros sobre el ejército oficial en la Revolución Nacional del 52, cifró la historia boliviana del siglo XX y supo ser uno de los sindicatos más potentes de Latinoamérica. Su acción colectiva producía un inmediato “efecto estatal”, y las determinaciones ideológico-políticas de la medular Federación Sindical de Trabajadores Mineros Bolivia (FSTMB) volcaban la “irradiación obrera” de sus 60.000 trabajadores sobre cada uno de los ámbitos laborales del país1. Claramente: luego del 52, la matriz sindical se 1 La solidaridad colectiva del sindicato minero se relacionaba con características específicas del proceso de trabajo: 1) La concentración de enormes volúmenes de medios de trabajo y de fuerza de trabajo para llevar adelante una producción Bruno Fornillo 20 La forma sindical en Latinoamérica constituirá en el molde de la institucionalidad colectiva del país andinoamazónico, traspasando su forma a los nacientes sindicatos campesinos. Se entiende, pues, la épica que embarga la narración de la historicidad minero-cobista. Agentes básicos del accionar colectivo, núcleo de la resistencia a las dictaduras (tanto que debían militarizar completamente los campamentos mineros), fueron quienes conquistaron -“desde abajo”- la “vuelta” a la democracia. Tal centralidad sufrió una angustiosa ruptura cuando el líder histórico del Movimiento Nacionalista Revolucionario, Víctor Paz Estenssoro, asumió la presidencia en 1985, luego del fracaso de la Unión Democrática Popular, proclamando “Bolivia se nos muere”. El intento de revivirla consistió en inaugurar un ciclo de reformas neoliberales; siendo Bolivia uno de los 10 países que de manera más dogmática aplicó los principios del “libre mercado”.2 La capacidad de reacción del sindicalismo minero colapsó luego del frustrado avance hacia la capital del país que la “Marcha por la vida y la paz” emprendió en 1986, en defensa de las empresas estatales. Advertida de un inminente baño de sangre, la dirigencia de la FSTMB decidió no violentar el cerco militar que impedía su paso en Kalamarka y los miles de trabajadores del subsuelo retornaron a sus distritos. Ese mismo día -29 de agosto- se promulgaba el decreto supremo 21.377, que disponía la desestructuración de manera terminante de la otrora poderosa Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). Un nuevo régimen de acumulación comenzaría a instalarse al perder sus empleos 40.000 fabriles como consecuencia del decreto de la libre contratación, y al cerrarse las más de 50 minas estatales, “relocalizando” (despidiendo) al 70 por ciento de su fuerza de trabajo y convirtiendo en pueblos fantasmas a los distritos levantados en derredor del trabajo del subsuelo.3 masiva; 2) La presencia de un tipo de contrato de trabajo por tiempo indeterminado; 3) La existencia de un sistema de fidelidades internas, transido por la “anterior” lógica comunitaria, que permitía convertir en valor acumulable la asociación por centro de trabajo; 4) La fusión de los derechos ciudadanos con los derechos laborales, resultado del reconocimiento por parte del Estado de la legitimidad de la organización sindical. Véase: Zavaleta, René. Clases sociales y conocimiento. Los Amigos del Libro, Bolivia, 1988 y García Linera, Álvaro. Sociología de los Movimientos sociales en Bolivia. Estructuras de movilización, repertorios culturales y acción política. Diakonia/Oxfam, La Paz, 2004. 2 Barrios Suvelza, Franz Xavier, El discurso neoliberal boliviano y la crisis de sus científicos sociales, El juguete rabioso, Bolivia, 2005. 3 Una de sus consecuencias fue producir una diáspora minera. Aquel núcleo formado en la arena del sindicalismo revolucionario partió a habitar los núcleos urbanos de mayor proyección económica, sean los alrededores de la capital cruceña o de la ciudad de Tarija, sean las áreas urbanas de crecimiento acele- Bruno Fornillo 21 Se abrieron paso antiguas tendencias de rango menor en el campo de la extracción y procesamiento minero, acentuadas hasta tal punto que, para el año 1997, el 94 por ciento de la producción se hallaba en manos privadas. Tal era el caso de la comúnmente llamada “minería mediana”, de los parajes desechados por COMIBOL, que fueron entregados a capitales internacionales, e incluso del cooperativismo que pasó a absorber una cantidad abultada de los 47 mil trabajadores desempleados. El Estado, por su parte, terminaría por desprenderse a fines de 1999 de las tres explotaciones de posible futuro que aún conservaba; sin compradores, fueron entregadas “al mejor postor” Colquiri, Huanuni y la fundición de Vinto. En aproximadamente 15 años, el grueso de la base económica mineral había sido deteriorada hasta la práctica extinción.4 El movimiento minero dejaría de constituir el núcleo de la COB, desahuciada en el escenario que se abría. Así, liquidando el modo de acumulación asentado en la explotación del estaño, que había significado la principal fuente de excedentes desde principios del siglo pasado, desestructurando la matriz económica industrialista bajo regulación estatal, culminaba la Bolivia del metal. Durante la década de los 90’, esta mutación radical pasó a impactar decididamente en el plano político, ya que tendió a disminuir la capacidad de cohesión y representación social de la COB. Tal es así que la antiquísima Confederación de Trabajadores Ferroviarios no tenía delegados, puesto que directamente había desaparecido la Empresa Nacional de Ferrocarriles; e incluso caerían sobre el comité ejecutivo nacional las sospechas de que estaba siendo acometido por los partidos del oficialismo neoliberal. El ente matriz se concentró con espíritu defensivo, sin capacidad de movilización, ni creación discursiva, ni éxito general, en intentar atemperar la ola privatizadora, que había dejado sólo un 20 por ciento de empleo formal.5 Ante el rado, como la vital ciudad de El Alto, lindante a La Paz, o en las zonas rurales de producción cocalera, en el chapare cochabambino o los yungas paceños. 4 Desde su creación, el 2 de octubre de 1952, la COMIBOL sería la empresa productiva más grande de Bolivia, hasta mediados de los años ochenta. Digamos que para 1980 la comercialización de minerales producidos por las empresas de COMIBOL representaba cerca del 60 por ciento de las exportaciones bolivianas; para fines de la década del noventa, sólo el 5 por ciento. Ya en el año 2000, la empresa había prácticamente desaparecido, pasó a ser una adjudicadora de contratos fundamentalmente a grandes empresas extranjeras y a sectores cooperativistas. Giavarini, María y Costas, Patricia. Huanuni y la nueva empresa minera. Ministerio de la presidencia, La Paz, 2008 y Soliz Rada, Andrés. La fortuna del expresidente. Edición del autor, Bolivia, 2005. 5 Los conflictos de baja intensidad que logró encarar fueron protagonizados por el sector del magisterio urbano y rural, y el sector de salud -todos dependientes del Estado-, y en general los sectores laborales negociaban 22 La forma sindical en Latinoamérica debilitamiento de la coordinación madre, movimientos en ascenso -dentro de los que sobresale la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), cada vez más independiente y uno de los pilares que dio origen al MAS- comenzaron a reclamar un papel mayor, pero no les fue posible modificar los estatutos cobistas; el dirigente máximo seguiría siendo un minero y los campesinos tendrían 101 delegados frente a los 328 del sector proletario. Con todo, el ciclo de ebullición política general que despunta en el año 2000, renovó los aires combativos de la COB, que comenzaría a remontar su letanía al participar -aunque como actor secundario- de las movilizaciones sociales. En la “Guerra del Gas” de octubre del 2003 los mineros asalariados de la única empresa del Estado sobreviviente -Huanuni- y base de la debilitadísima FSTMB, pondrían en juego su decisiva capacidad dinamitera en el centro paceño, bajo el eco de las consignas que en los trenes de retorno a los socavones, luego de aquella derrota decisiva del 85, aseguraban que los mineros volverían. Hecha esta caracterización de largo aliento, nos proponemos en adelante sondear la dinámica del proletariado minero y de la COB durante buena parte de la gestión de gobierno de Evo Morales, puesto que no falta literatura sobre los años pasados, pero apenas existe sobre los presentes, debido a que abunda la investigación sobre las nuevas organizaciones sociales pero poco se sabe y visita la matriz organizativa de clase tradicional, ya que no suele considerarse la actuación de los “viejos sujetos” en las “nuevas condiciones”. Al comenzar el mandato “evista” a principios de 2006, las primeras señales de la casa de los trabajadores hacia el gobierno no fueron precisamente halagüeñas: el magisterio urbano no dejó de movilizarse haciendo difícil la gestión de varios ministros de la cartera educativa, tensiones generales que fueron apaciguadas gracias a un aumento constante del salario básico. Entre la competencia, el apoyo mutuo, y el antagonismo explícito fue circulando el posicionamiento de la COB frente al MAS; aunque las últimas señales nos hablen de una relación en extremo novedosa. Nos detendremos en ella, pero también daremos cuenta de la reconstrucción de la fuerza y de la identidad minera, las políticas públicas y los actores que se desenvuelven en el sector económico del subsuelo, debido a que las principales novedades provienen desde quien fuese la “médula” obrera: la federación de mineros. En este sentido, debemos decir que fue la acción de los trabajadores del mineral lo que propició la nacionalización de un sector central para la economía boliviana, horadando la dinámica local del capitalismo tardío. por separado sus demandas. García Linera, Álvaro La condición obrera. Estructuras materiales y simbólicas del proletariado de la minería mediana (1950-1999), Muela del Diablo Editores, Bolivia, 2001. Bruno Fornillo 23 Enfrentamiento fraticida y nacionalización económica en Huanuni Al asumir la presidencia, Evo Morales tomó la decisión de rediseñar el poder ejecutivo nacional y reponer el Ministerio de Minería y Metalúrgica, una instancia política que supo ser central en los designios políticos del país, pero que durante los tiempos neoliberales fue reducida a una Secretaría de Estado para luego encontrar un destino aún menor. Presidió la cartera Walter Villarroel, antiguo presidente de Federación Nacional de Cooperativas Mineras (FENCOMIN) y miembro de la cooperativa “La Salvadora”, una de las ventajas que negoció el sector a cambio del apoyo al Movimiento al Socialismo para el proyecto “Evo Presidente”. Las otras fueron la participación en la lista parlamentaria y la entrega de las concesiones mineras cuyos contratos tuviesen “observaciones”. El cooperativismo dista de hacer gala de la significación comunitaria que expresa su nombre, ampliamente engrosado luego de la caída de la minería estatal. Lejos de sostener prácticas productivas igualitarias tendió a tejer relaciones laborales asimétricas e individualistas, bajo pautas de funcionamiento cercanas a las de una pequeña empresa. Hasta 1980, existían unos 17.000 cooperativistas en Bolivia, y en el año 2000, el sector se triplicó al contar con 47.538 socios y una cantidad de personas dependientes estimada en 251.951. El abultado caudal electoral de estos “trabajadores por cuenta propia”, por tanto, se inclinó en las elecciones hacia el actual mandatario, a quien rápidamente exigieron la promulgación de medidas que les beneficiaran en su faena extractiva, y cargos en representaciones diplomáticas del extranjero. Presentaron también una lista de técnicos de FENCOMIN para integrar la plana estatal -anteponiendo que “no se trata de un cuoteo político ni sectorial”-. Desde un comienzo, el ministro Villarroel procuró establecer una política consensuada con los diversos actores del sector, hecho esperable pero complejo. Tónica análoga a la que sustentaba el primer mandatario, quien afirmaba, ante la debilitada FSTMB, la necesidad de “refundar COMIBOL y recuperar las minas para el pueblo” y, ante los cooperativistas, “una política de captación de 1.300 millones de dólares de inversión privada y apoyo financiero y técnico”. No resulta extraño que ante esta ambivalencia en el proyecto político-económico para el área la COB demandase naturalmente la destitución del ministro, y lo propio hiciese la FENCOMIN, ya que una de sus corrientes buscaba un perfil técnico del que -decíanVillarroel carecía. Tampoco lo es, entonces, que durante ocho meses se hayan sostenido un total de 16 reuniones infructuosas con los principales actores de la minería, teniendo como eje las características que adquiriría la refundación de COMIBOL (mientras los mineros asalariados demandaban 24 La forma sindical en Latinoamérica una estatal minera productiva, los cooperativistas una que sea solamente administrativa). Eusebio Gironda, asesor técnico de la presidencia, afirmó que “no aceptan nada, ni el uno ni el otro sector”6, y esta falta de concordia se expresaría fuertemente en el departamento de Oruro. Los mineros asalariados de Huanuni detallaron a los recienvenidos que fue en los socavones del Cerro Posokoni donde una aguerrida asamblea dispuso la creación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, en 1944. Sucede que el distrito minero, capital de la primera sección municipal de la provincia Pantaleón Dalence, del departamento orureño, puede dar cuenta de un proceso ininterrumpido de antagonismo político que no conoció altibajos, aún en los momentos más férreos de la capitalización minera; recreando el empuje místico clásico de la matriz sindical clasista. Un alto funcionario del Ministerio de Minería sostuvo que se debe reconocer a sus obreros puesto que “de no haber sido por ellos hubiera desaparecido la minería estatizada. Entonces, Huanuni ha sido el último yacimiento que tenía COMIBOL trabajando y ha servido para reorganizar la minería”.7 El cerro Posokoni, que contiene la reserva de estaño más importante de Bolivia, presentaba hasta hace poco un condensado de los actores económico-sociales que se desenvuelven en el área extractiva. La compañía inglesa Allies tomó a cargo la producción del cerro y de la fundición Vinto en 1999, ofertando casi 30 millones de dólares por ambas. Sin embargo, un mes después, se supo que el Estado boliviano sólo recibiría 14.7 millones dado que en equipos, materiales y estaño acumulado sólo tendría un valor de 15. Luego de un año de entreveros jurídicos, comenzó sus faenas y prometió invertir 10 millones con el objetivo de introducir tecnología de punta. Sin embargo, desembolsó sólo dos y las condiciones de los trabajadores, en todos los aspectos, tendieron a empeorar. A principios de 2002, se supo que la empresa matriz en Londres, ahora denominada RBG, estaba en total bancarrota, y que había arrastrado en su crisis a las posesiones locales. Dada la situación, tras algunas dubitaciones y, antes que nada, gracias a la movilización de los trabajadores, COMIBOL decidió intervenir Huanuni y ofertar inmediatamente Vinto, que fue adjudicada a la empresa boliviana Compañía Minera del Sur, propiedad del entonces presidente, Sánchez de Lozada. Aunque COMIBOL señaló que el código minero aprobado en el 97 le impedía administrar Huanuni, los trabajadores y un amplio movimiento departamental, que activó numerosas organizaciones sociales y cívicas orureñas, la obligaron a quedarse en Huanuni y, a lo largo de todos estos años, permaneció como la única mina bajo administración directa del Estado. 6 Entrevista a Eusebio Gironda, Ministerio de la Presidencia, 2008 7 Entrevista a Carlos Castañon. Ministerio de Minería y Metalurgia, 2007 y 2008. Bruno Fornillo 25 Asimismo, el cuadro del cerro Posokoni se completaba con otros actores igual de importantes, que adquirieron una presencia cada vez mayor durante la década de los noventa. Luego de la relocalización, en Huanuni se formarían las cooperativas La Salvadora, compuesta por trabajadores provenientes de la mina situada a 100 kilómetros de Huanuni: Catavi Siglo XX, y luego K’arazapato, Playa Verde y Relaveros Libres; ésta última, dedicada al aprovechamiento de los residuos de minerales echados al río. En total agrupaban a cerca de 4 mil trabajadores. La actividad de los jukus -tradicionalmente conocidos como “ladrones de mineral”, cuyo origen se remonta a tiempos coloniales- luego del decreto privatizador 21.060 se incrementó hasta niveles nunca alcanzados en todo el siglo XX. Los “lobos”, así son llamados por los obreros sindicalizados, se adentran por las galerías del cerro para lograr hacer una diferencia mínima, generalmente inmiscuyéndose en la noche por entradas laterales, atravesando por cavidades mínimas a fin de burlar a la “policía sindical”. En el año 2000, COMIBOL informó que Huanuni era la mina más afectada por esta actividad, reportándole una pérdida de cerca de tres millones y medio de dólares anuales. La convivencia de tantos sectores permite adivinar que la tensión en Huanuni no es nueva. En abril de 1997, los cooperativistas hicieron estallar miles de dinamitas para así tomar por la fuerza todo Posokoni, sólo un paro de 24 horas decidido por los asalariados y una serie de intermediaciones hicieron que los cooperativistas se contentasen con ampliar sus concesiones hacia los sectores de “Duncan” y “Harrison”, colindantes con los socavones de la COMIBOL, tornando aún más precarias y complejas las actividades de explotación del cerro.8 Los cooperativistas, además, poseen cierta alianza con los jukus. Por ejemplo, en julio de 2001, fueron apresados por la policía sindical asalariada una serie de lobos que habían robado material, y sólo las mujeres de los empleados del Estado pudieron evitar una confrontación de considerables dimensiones dada la acusación cooperativa de haber tratado con excesiva rudeza a quienes “carecen de otra alternativa para llevar el pan a sus hogares”.9 Es la misma tensión histórica, alimentada por años en los que los antiguos trabajadores de COMIBOL acusaban de “pequeño burgueses” y los cooperativistas retrucaban con “rojos subversivos”, la que venía despuntando 8 El cerro Posokoni, en comparación con otros de la región orureña, tiene la característica singular de poseer una estructura horizontal, lo que permite la existencia de diferentes explotaciones simultáneas sin que se entrecrucen entre ellas. 9 Cajías, Magdalena “La crisis de la minería del estaño y sus consecuencias en Huanuni”, mimeo, Bolivia, 2007. 26 La forma sindical en Latinoamérica en los primeros meses del gobierno de Evo10, alimentada por los sabrosos ingresos que reporta actualmente el estaño, gracias a la bonanza de los precios internacionales. En suma, quedó en nada la promesa de 2003, cuando los obreros de la empresa Huanuni y las cooperativas lucharon juntos por la reversión estatal de la mina, y sus líderes acordaron con un abrazo en el Paraninfo de la Universidad Técnica de Oruro pelear por su demanda y luego discutir el trabajo conjunto del estaño del Posokoni. “Todo eso ha sido desechado, ahora las posiciones divergentes traen discordia a la localidad y pueden derivar en consecuencias fatales. Sin embargo, las bases pueden cambiar este horizonte, mascan la coca juntos en el interior de la mina”, en palabras de Policarpio Calani, alcalde del poblado de Huanuni. Efectivamente, la mañana del 5 de octubre de 2006, el distrito minero de Huanuni amaneció con una serie de dinamitazos que tronaron en las cercanías del socavón Santa Elena del cerro Posokoni. El sector cooperativo buscó ocupar las instalaciones estatales que acrecentarían sus parajes en Huanuni topándose con la resistencia de los asalariados de la FSTMB, y de esta suerte el pequeño poblado se transformó durante dos días en un campo de batalla. Evo Morales afirmó: “Mis peores días en ocho meses de gobierno han sido ayer y anteayer, viendo a nuestros hermanos mineros metiéndose bala y dinamita”; percibiendo a las claras las dimensiones que había adquirido el enfrentamiento: 16 mineros muertos, 61 heridos de gravedad, pérdidas materiales por 10 millones de dólares, además de sumir en un estado de conmoción a todo el poblado minero y no menos a la sociedad boliviana. Tal como señala Dunia Mokrani, se aparecía a la memoria sindical como un “enfrentamiento fraticida”, cuyo desquicio general hay que rastrearlo en los efectos que la era neoliberal produjo al disolver la cohesión política y productiva que caracterizaba al proletariado boliviano, apenas resguardada por los mil obreros de Huanuni que buscaron revertir ininterrumpidamente el proceso de capitalización desde el único yacimiento estatal.11 Una continuidad que podría resaltarse nuevamente. Lo que tenemos en el Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni es la perseverancia de la estructuración sindical, una fuente de recreación identitaria y el núcleo clásico de la irradiación obrera. Un primer atisbo de solución al conflicto, ya que la militarización del poblado fue inocua, comenzó con la propuesta de crear una empresa social totalmente estatal que recibiera inversión y contemplara la inmediata creación de 4.010 fuentes laborales para acoger a los cooperativistas locales, bajo los alcances de la Ley General del Trabajo. Luego de realizar 10 Pascale, Absi. Los ministros del Diablo. Pieb, La Paz, 2005. 11 Mokrani, Dunia. “Pensar la política en Bolivia desde Huanuni”. En: Pensamiento de los confines Nº 19. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006. Bruno Fornillo 27 populosas asambleas, en las que varios señalaron que ya no querían cargar la k’epirina (mochila de lona) porque preferían percibir un salario, los cooperativistas de K’arazapato, Relaveros Libres y La Salvadora aceptaron la iniciativa del gobierno -ante la acusación de traidores de la matriz FENCOMIN-. El gobierno aseguró el anuncio de una Nueva Política Nacional Minero Metalúrgica para el 31 de octubre, día clave en el que durante el año 1952 se habían nacionalizado las minas pertenecientes a los “barones del estaño” Patiño, Aramayo y Rothschild, en el distrito minero de Catavi. Pero, sintomáticamente, una correlación tal del tiempo encontró un desenlace menos tajante, debido a que la proclama quedó postergada, alegando el poder ejecutivo falta de recursos y detalles a pulir pero teniendo de fondo la oposición de los cooperativistas, cuyo líder potosino -Filomeno Qaqa Flores- afirmó en medio de una movilización que la organización instruyó que en “cada mina, en cada socavón, un minero esté armado”. Contribuyó también a ello la visita al Ministerio de funcionarios de la embajada de Suiza, quienes expresaron su preocupación por el anuncio de estatización de los centros mineros que fueron del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y que estaban en manos de capitales de aquel país, o la de los representantes de la minería mediana, inquietos por la decisión de revertir concesiones que, aseguraron, dañarían la posibilidad de sostener proyectos grandes, como San Cristóbal y San Bartolomé, impulsados por capitales estadounidenses..Así, pues, se anunció el más modesto pero no poco importante Decreto Supremo 28.901 que determinó que todo el cerro Posokoni esté bajo dirección y administración de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), tornando cierta la terminante expresión del nuevo ministro Guillermo Dalence: “No más cooperativas en Huanuni”12. La alianza que unía a la minería cooperativista con el gobierno de Evo se disolvió abruptamente, mostrando claramente los límites “electoralistas” que orientaron la construcción del entramado político del MAS durante el 2005, disolución que no fue ruptura. Como era de esperar, emergió en contraparte una alianza estratégica con el sector asalariado de Huanuni, con la FSTMB. Pero, por sobre todas las cosas, el conflicto puso en primer plano la evidencia de que aun en el mismo gobierno de Evo Morales y a pesar de un grado mayor de receptividad, fue en la resistencia de los trabajadores del subsuelo donde hay que encontrar las causas que posibilitaron refundar la actividad minera para que sea futuro patrimonio de todos los bolivianos. Comprobemos que son los núcleos políticos movilizados los que forzaron las medidas más progresistas, si así no fuese las cosas tendían a seguir “como de costumbre”; esto es, en cercanía con los patrones de funcionamiento inmediatamente recientes. De modo que la capacidad de 12 Entrevista a Guillermo Dalence, ex Ministro de Minería y Metalurgia, 2007. 28 La forma sindical en Latinoamérica presión de los movimientos, y a no dudarlo en el área de la minería, fue un factor de primer orden a la hora de tornar radical la política del gobierno. La acción ministerial ¿El retorno de la patria minera? Luego de este gran conflicto, que marcó fuertemente el año 2006, la agenda minera ha entrado en la sintonía de las nacionalizaciones que buscó armonizar el gobierno del MAS. Arribó a las altas esferas ministeriales una capa intelectual de arraigo nacionalista, con trayectoria en el determinante movimiento clasista de antaño. El ministro entrante, Alberto Echazú13, de reconocida militancia maoísta, afirmó que el plan de acción estatal consistía en reconstruir COMIBOL -cuyo presidente era el representante de la FSTMB en el directorio- sobre la base estratégica de Huanuni y Vinto -la principal fundición del país que fue también nacionalizada- yendo hacia la explotación de nuevos parajes y antiguos residuos aún productivos; sosteniendo finalmente una presencia sustantiva en todos los procesos económicos: extracción, industrialización y comercialización (actualmente en manos de empresas privadas que hacen una gran diferencia monetaria)14. Un trayecto que aguardó consolidarse con un nuevo código minero, cuyo adelanto fue la promulgación, el 1 de mayo de 2007, de un decreto que declaraba a todo el territorio boliviano reserva fiscal minera. Por último, en las explotaciones de gran envergadura, como el yacimiento de hierro Mutún, otorgado a la empresa india Jindal, se buscó que prosiguieran grandes capitales con un margen de ganancias, en provecho del Estado, mayor que el corriente. En este camino es que actualmente se ha comenzado 13 A fines de marzo de 2007 el presidente Evo Morales reemplazó a José Guillermo Dalence por Luis Alberto Echazú en la cartera de Minería y Metalurgia, molesto porque Dalence viajó a Cuba para participar en una reunión de ministros de minería de los países del ALBA sin cumplir los requisitos burocráticos para obtener la autorización. Aunque Echazú compartía los principios básicos que guiaban la nueva gestión de Dalence, y de hecho ocupaba el cargo de viceministro, estaba dispuesto a bajar el tono de la disputa con los contingentes cooperativistas. Por su parte, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y la Central Obrera Departamental de Oruro, expresaron su desacuerdo con el cambio. 14 Con la nacionalización de Vinto, la mayor fundidora, que consume el ciento por ciento de materia prima de Huanuni, se ha reducido considerablemente el mercado de las comercializadoras. Sin embargo, estas persisten y trabajan principalmente comprando minerales de otros centros mineros o mineral proveniente del juquéo que es recién legalizado en otras regiones o en el exterior del país. Durante los últimos años el Estado boliviano dejó de percibir 70 millones U$D anuales por concepto de impuestos a la actividad minera, a causa de la salida no registrada del mineral. Bruno Fornillo 29 a invertir y reactivar yacimientos como San Miguel en Potosí y Coro-Coro en La Paz, sin considerar -como más adelante veremos- los estragos que producen en el entorno ambiental.15 A pesar del nuevo escenario, la confrontación no cesó. Las cooperativas buscaron recuperar sus posesiones vía la justicia ordinaria, mediante la presentación de un recurso de inconstitucionalidad contra el decreto de nacionalización, lo cual motivó una movilización asalariada a Sucre, sede del poder judicial, demandando la promulgación de una ley definitiva. Así sucedió el 31 de julio de 2007 al promulgarse la Ley Nº 3.719, que nacionalizó el yacimiento de estaño Posokoni, administrado por el Estado mediante la COMIBOL. Sin embargo, la articulación de los actores que pugnan por un proyecto común no se encontró exenta de tensiones. La FTSMB fue reprimida y desalojada de la ruta a la fuerza cuando demandaba la inversión de lo prometido y un nivel más amplio de autogestión en Huanuni, afianzando el control de los trabajadores en el proceso de producción; lo que fue conseguido en parte al formarse una “comisión tripartita entre COMIBOL-trabajadores mineros-Ministerio de Minería (para contemplar) el pedido de participación, control social y fiscalización de los trabajadores”, que contribuyera al diseño de la nueva Ley de Empresas Estatales16. En esta línea, ha vuelto a ser la protesta la que ha posibilitado que un dirigente de Huanuni afirme: “Nosotros tenemos una herramienta política, que es la relación con el poder a través del control obrero”.17 El Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni entró desde entonces en un proceso de consolidación como organización, participando activamente en la gestión de la Empresa, por lo que se ha trabajado en relativa afinidad con COMIBOL y el poder ejecutivo “evista”.18 Reseñado Huanuni, el proceso de nacionalización ya no avanzará más en toda la primera gestión masista, ni sobre la minería mediana en manos privadas, ni sobre las grandes explotaciones -a las que se les buscará con mayor intensidad buenos inversores-, y tampoco sobre el sector cooperativo; confirmando el papel clave jugado en su momento por la movilización de 15 A tono con el “boom minero”, que no es privativo de Bolivia, en el plan de gobierno para la gestión 2010-2015, destacan la puesta en marcha de la industrialización del hierro en el Mutún, el inicio de operaciones de la planta de cobre en Corocoro (Kores Ltda.), la industrialización del Salar de Uyuni y Coipasa y la construcción de dos plantas hidrometalúrgicas para el zinc, en Oruro y Potosí. 16 Acuerdo gobierno-FSTMB, 2007. 17 Entrevista a Juan Carlos Trujillo, militante del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni. 18Entrevista a Fernando Chávez, secretario ejecutivo del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni. 30 La forma sindical en Latinoamérica los mineros estatales. El dato no es menor, lo que se buscó fue “respetar” los contratos existentes y vincularse al capital privado para llevar adelante emprendimientos “mixtos”, bajo el propósito de “diversificar la matriz productiva” e impulsar la “industrialización”. Sea como fuese, los números querían cerrarle al actual gobierno. El PBI minero creció el 20,65 por ciento entre 2006 y 2009, por encima del 0,82 que creció la minería entre 2002 y 2005, y muy por encima del 4,75 que creció el PBI general. Durante 2009, se alcanzó el récord de producción minera en toda la historia de Bolivia: 2.055 millones de U$D; llegando a erigirse como el principal rubro exportable del país, aun por sobre la explotación gasífera. Una memoria ministerial de fines de 2009 rezaba: “El país retoma su perfil minero. Bolivia es el cuarto país productor del mundo de estaño y wolfram, el octavo de plomo, el noveno de plata, el décimo de zinc, el segundo de antimonio y sexto de bismuto. Resultado nada despreciable del esfuerzo del sector privado, cooperativo y de la minería estatal”.19 Es esta bonanza económica, lograda por el entonces primer rubro de exportación nacional y la capacidad para encuadrar las tensiones del área, lo que ha permitido a la gestión que ingresó tras la confrontación reseñada permanecer a la cabeza del ministerio durante todo el primer gobierno “evista”, a diferencia del cambio constante de jefes de cartera que dispuso el presidente en otras áreas. Sin embargo, salta a la vista que la absorción estatal del excedente no ha sido del todo prometedora, se espera que la explotación del Mutún reporte 200 millones U$D anuales, Vinto, 7 y Huanuni, una ganancia anual de 40 millones U$D, gracias a sus 7.669 toneladas de estaño exportadas; pero lo cierto es que las recaudaciones por regalías e impuestos alcanzaron, en la gestión 2008, la tenue cifra de 150,5 millones U$D (94,1 por regalías y 56,4 por impuestos a las utilidades). Aunque si se sitúan estos valores en perspectiva, el panorama no es tan desolador: entre 2002 y 2005 se recaudaron 56,37 millones U$D, mientras que entre 2006 y 2009 se obtuvieron 439,1 millones U$D, o sea, se ha recaudado casi 8 veces más. Empero, el 75 por ciento de la explotación permanece en manos privadas y el incremento de la recaudación responde en gran parte al salto salvaje de la cuantía exportada. La minería a cielo abierto de San Cristóbal, a modo ilustrativo, en manos japonesas, se espera que en 16 años reporte 12.841 millones U$D de ganancia, con un impuesto complementario minero que bordea el tope máximo de 5 por ciento del valor exportado, fundiendo y refinando fuera del país, situación que se acerca peligrosamente, en lo fundamental, a lo sucedido durante la etapa neoliberal.20 19Memoria anual 2006-2009. Asesoría de Comunicación y Dirección General de Planificación del Ministerio de Minería y Metalurgia. La Paz, 2010. 20 Ribera Arismendi, Marco. El sector minero. Análisis crítico y problemáticas socio ambientales de: megaproyecto Mutún, cuenca del Poopó, cuenca del Bruno Fornillo 31 En lo que hace a la dinámica de los principales actores del área, las grandes empresas privadas, como la coreana que pasará a explotar la principal reserva de litio del mundo en el Salar de Uyuni, sólo tienen que saber que el rango de utilidades será menor, y que el gobierno manifiesta la intención de procesar localmente las materias primas, pero no significa que encaren malos negocios, todo lo contrario. De hecho, el 32 por ciento de las exportaciones se dirigen a aquel país asiático, principal comprador. Por su parte, el cooperativismo tendió a consolidarse al obtener sus demandas centrales: el límite a las nacionalizaciones, una suba leve del Impuesto Complementario Minero, provisión de material técnico, el control de lo que ya dispone (incluso garantizado dentro del nuevo código constitucional, aprobado en enero de 2009), la creación de un Viceministerio de Cooperativas y un pacto de delimitación con el sector indígena-campesino, que abruptamente venía reclamando el usufructo de la explotación minera en tierra propia, provocando infinitos conflictos. Los cooperativistas, pues, según un alto dirigente de FENCOMIN, volvieron a tejer buenas relaciones con el gobierno, esta vez “de palabra”21, pero el efecto no ha sido menor: cada vez que el presidente los convoca ellos se movilizan. En lo que respecta al vital proletariado minero, sujeto obrero clásico y combativo del siglo XX, tendió a reconstituirse, de bordear la desaparición pasaron a ser cinco mil los trabajadores agrupados en la zona orureña. Lejos del “efecto estatal” que supieron demostrar no dejan de ser un contingente de movilización por lo demás aguerrido, puesto que siguen siendo un ejército latente. Al día de hoy reconstruyeron la épica narrativa tradicional; no otra cosa expresaron al pasar de la penosa contemplación muda de los campamentos desiertos a proferir con certeza que fueron quienes le dieron el golpe de gracia a los militares que intentaban evitar la huida de Sánchez de Lozada en octubre de 2003, y quienes dieron por tierra a las ambiciones cooperativistas. Por último, el gobierno acomodó a cada uno de estos actores bajo su égida, haciendo honor a la usual destreza sindical para congeniar intereses aparentemente opuestos, mostrándose -antes que nada- interesado en reconstituir la productiva explotación minera de Bolivia. Pilcomayo, megaproyecto San Cristóbal. Actualización 2009-2010. Programa de Investigación y Monitoreo Ambiental/LIDEMA, Bolivia, 2010 y Webber, Jeffery. “The Rebellion in Potosi: Uneven Development, Neoliberal Continuities, and a Revolt Against Poverty in Bolivia”. En: Fornillo, Bruno y Puente, Florencia. Observatorio Latinoamericano. Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, UBA, Argentina, 2010. 21 Entrevista a Fredy, integrante de la Federación Cooperativas Mineras. 32 La forma sindical en Latinoamérica La Central Obrera Boliviana y el MAS: entre la oposición y el diálogo La COB desplegó una línea política opositora para con el gobierno de Evo Morales, si bien mostró ambivalencias, dada la generalizada aceptación y los vientos de cambio que rodean al actual mandatario. A contramano de la clásica apelación a la “unidad de criterio” sindical, la central de los trabajadores distó de tener control sobre las ramificaciones de los 9 departamentos, presas de un fenómeno de duplicidad (en Santa Cruz hay tres centrales, en Beni, dos, en Pando, no existe). La Central Obrera Departamental de Oruro fue comandada por un antiguo dirigente, Jaime Solares, cuyo radical y solitario patrón de activación nunca terminó de mostrar si buscaba el bienestar de los trabajadores; en Tarija, la central obrera fue asediada hasta el asalto por la oposición derechista, acto respaldado por la dirección cobista, no así por el Ministerio de Trabajo. Los sectores más activos continuaron siendo el magisterio urbano y rural, el sector de la salud, los fabriles y ahora, fundamentalmente, el ala de la minería estatal nacionalizada, Huanuni, que constituye además la punta de lanza central para cualquier resolución que apele a la movilización. Lo acaecido en el año 2008 viene a expresar cabalmente el derrotero ambivalente que siguió la casa matriz de los trabajadores, además de ser el momento en el que se modificó de modo profundo la relación entablada con el gobierno. Veamos los hechos: el día de los trabajadores, como cada 1 de mayo de los últimos años, la relación de Pedro Montes -secretario ejecutivo de la COB- con el poder ejecutivo escenificaba las mieles de la concordia desde el balcón del Palacio Quemado. Evo Morales anunciaba la nacionalización de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, promulgaba un nuevo Código Procesal Laboral y consolidaba el Fuero Sindical. Apenas dos meses después, la COB llamaba a una huelga nacional indefinida seguida de un bloqueo de caminos, porque el proyecto sindical de Ley de Pensiones, de tendencia obrerista, había sido rechazado.22 Tras 22 Las principales coincidencias eran la eliminación de las Administradoras de Fondos de Pensiones, la universalización del seguro de vejez, la reducción en la edad de jubilación (pero el gobierno planteaba 60 años, y la COB, 55), mejorar el monto de la pensión de jubilación, y que los recursos de la seguridad social estuviesen exentos de impuestos. Entre las divergencias, la COB proponía fusionar en una bolsa común los aportes individuales de los trabajadores, mientras el poder ejecutivo planteaba mantenerlos; la COB eliminaba la Renta Dignidad (bono universal, para mayores, que distribuye el gobierno) y creaba una pensión mínima vitalicia en su lugar. Además pedía dejar de usar los recursos del Impuesto Directo a los Hidrocarburos, elementos que el poder ejecutivo rechazaba. Proyecto de Ley de Pensiones Bruno Fornillo 33 una serie de convocatorias de poca monta -no es un dato menor que la COB haya llamado a cuatro marchas sin respuesta-, sobrevino una escalada de bloqueos que recién a principios de agosto tenía a los afiliados cercando los departamentos de Sucre, Potosí, Cochabamba y desatando protestas en La Paz. El 10 de agosto, se proyectaba realizar un referéndum revocatorio que ponía en juego el mandato del presidente de la República y los prefectos (cada cual debía abandonar el cargo si no obtenía más o igual cantidad de votos que los que le habían permitido asumirlo), y el bloque cívico-prefectural opositor se movilizaba en la “media luna” con un grado de radicalidad que era acompañado por la central obrera. A modo de ejemplo, el mismo día -5 de agosto- en que el Comité Cívico de Tarija tomaba el aeropuerto del departamento, impidiendo un acto conjunto de Hugo Chávez, presidente venezolano, Cristina Kirchner, su par argentina, y Evo Morales, en Oruro capital, un contingente policial irrumpió el bloqueo que hacía dos días sostenían los trabajadores de Huanuni demandando la promulgación de la Ley de Pensiones cobista, cuyo saldo fueron dos muertos mineros. El apoyo a la medida de las bases en Huanuni no fue unánime, y el descontento frente a la dirigencia fue en ascenso. Un día antes del referéndum -el 9 de agosto- en un ampliado local se afirmaba que los trabajadores habían sido “obligados” a movilizarse y que se determinó en asamblea general desconocer como dirigentes representativos de Huanuni a toda la dirigencia (a Pedro Montes, Secretario Ejecutivo de la COB, a Jaime Solares, Secretario Ejecutivo de la COD Oruro, a Guido Mitma, Secretario Ejecutivo de la FSTMB y a la cúpula del Sindicato de Trabajadores Mineros de Huanuni), posicionando a Juan Carlos Trujillo como nuevo líder local. No extrañamente, el 9 de agosto se firmó un acta de entendimiento entre la COB y el gobierno.23 Tras el referéndum revocatorio en el que Evo Morales fue ratificado con el 67 por ciento de los votos, se reforzó el vínculo de confianza entre el sector minero de Huanuni y el Gobierno, que ha tenido continuidad en la realización de reuniones y audiencias. La COB ha dado un paso inédito en su medio siglo de historia: participar de la coordinadora que agrupa a todas las organizaciones oficialistas, la Coordinadora Nacional para el Cambio (CONALCAM), desde una posición de relativa subordinación.24 presentado por la COB. Resolución de la reunión ampliada de emergencia de secretarios ejecutivos de la COB, 2008. 23 Acuerdo de Entendimiento Gobierno Nacional-COB, 2008. 24 Ya para el 18 de septiembre de 2008, en la sede paceña de los trabajadores, la COB y la CONALCAM suscribieron un documento de siete puntos, llamado “Por la defensa de la democracia, la unidad e integridad de Bolivia”, que convocaba, a la organización matriz de los trabajadores, a encabezar 34 La forma sindical en Latinoamérica ¿Cuáles son las causas de un viraje de época? Como hecho puntual: se llegó a él debido a que la Ley de Pensiones comenzó a adquirir una forma parcialmente análoga a lo que la COB demandaba, teniendo en vistas el aplastador triunfo de Evo Morales en el referéndum, pero sobre todo a causa de que las bases mismas comenzaron a pensar que no era necesario estar tan cerca de ser “funcionales a la derecha”; de hecho, en Huanuni acababan de declarar “traidores” a casi toda la dirigencia, y la dirección nacional de la COB tomó nota de que debía modificar su patrón de alianzas si pretendía seguir comandando. En definitiva, como afirma Eusebio Martínez -dirigente de Huanuni-, “Pedro Montes era débil porque lo desconoció la base minera”25, y esa capacidad de revocatoria del sindicato obrerista fue la influencia decisiva para que la casa de los trabajadores apoyara al actual mandatario nacional. Como hecho general: sobresale la evidencia de que las organizaciones sindicales campesinas, indígenas, han suplantado a la COB en su papel protagónico. Vale decir que en su más de medio siglo de historia nunca la COB aceptó la subordinación al sector campesino indígena, siempre mantuvo la tradicional “independencia sindical”, no formó parte orgánica del MAS ni realizó alianzas electorales, aunque la mayoría de sus trabajadores votaron a Evo Morales. Lo que es claro es que se firmó un acuerdo no menor, por vez primera la COB fue parte de una red de organizaciones sociales sin ser quien la comandaba, se sumó a los bloqueos oficialistas a la “media luna”, y para las elecciones de fines de 2009 había logrado incluir a candidatos propios para bancas legislativas. Aún más, tampoco se privó de mencionar que la relación con el ejecutivo recomponía el “cogobierno” y hasta era “superior”.26 “el proceso de cambio que vive el país y a sepultar el modelo neoliberal”. Sobresalen, entre los siete puntos de la resolución, las menciones referidas a “defender la unidad de la patria ante el golpe de Estado civil”, “preservar la democracia que costó luto y sangre al pueblo boliviano”, “defender el proceso revolucionario de cambio en busca de la equidad, igualdad y justicia social que es liderado por nuestro hermano Presidente”, o el repudio a “el odio y el racismo fascista neonazi, y la actitud de los prefectos y dirigentes cívicos neoliberales”. “Por la defensa de la democracia, la unidad e integridad de Bolivia”, acuerdo COB-CONALCAM, 2008. 25 Entrevista a Eusebio Martínez, dirigente del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni, 2008. 26Al respecto, la cabeza actual de la COB, Pedro Montes, afirmó: “La COB, cuando nace y triunfa la revolución el 9 de abril, el 17 de abril nace la COB, y al 21 de abril es cogobierno. El 64 también ha sido cogobierno, el 70 con J.J. Torres también ha sido cogobierno. Solamente con la UDP en el 82 ha habido discrepancias, y eso ha sido por aquel entonces una equivocación, nos ha Bruno Fornillo 35 En la práctica, la COB vino a asumir un lugar que no mostró en palabras. Las representaciones sobre el destino gigante siguieron su curso, bastó entablar un diálogo con Pedro Montes, ocupando el sitial que fue de Lechín Oquendo, para escuchar que si todo el piso que lo sostiene fuese la COB, el MAS sería tan sólo “el pequeño zócalo de la esquina” 27, es decir, siempre va a existir un solo ente matriz de los trabajadores de Bolivia. costado el golpe de García Mesa que ha sido sangriento. Estas equivocaciones no se pueden repetir, no se trata sólo de cogobernar o ser gobierno, sino se trata de la unificación de la patria con políticas de orden estructural. ¿Qué se exige? Se exige comunicación, coordinación, dentro de un marco de respeto”. Entrevista a Pedro Montes, secretario ejecutivo de la COB. 27 Entrevista a Pedro Montes. 36 La forma sindical en Latinoamérica Bibliografía Cajías, Magdalena (2007) “La crisis de la minería del estaño y sus consecuencias en Huanuni”, mimeo, Bolivia. Barrios Suvelza, Franz Xavier, El discurso neoliberal boliviano y la crisis de sus científicos sociales. El juguete rabioso, Bolivia, 2005. García Linera, Álvaro (2001) La condición obrera. Estructuras materiales y simbólicas del proletariado de la minería mediana (1950-1999). Muela del Diablo Editores, Bolivia. García Linera, Álvaro (2004) Sociología de los Movimientos sociales en Bolivia. Estructuras de movilización, repertorios culturales y acción política. Diakonia/Oxfam, La Paz. Giavarini, María y Costas, Patricia (2008) Huanuni y la nueva empresa minera. Ministerio de la presidencia, La Paz. Harvey, David (2004) “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”. En: Pantich, Leo y Colin Leys (ed.) El Nuevo desafío Imperial. 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Bruno Fornillo 37 Entrevista a Eusebio Martinez, dirigente del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni. Fredy, Federación Cooperativas Mineras Hugo Rendón, presidente de la Corporación Minera de Bolivia. Edgar Ramírez Santiesteban, Director de Archivos Históricos de la Corporación Minera de Bolivia. Eusebio Gironda, Ministerio de la Presidencia. Guillermo Dalence, Ministerio de Minería y Metalurgia. Carlos Castañon, Ministerio de Minería y Metalurgia. Documentos Informe gestión de gobierno (2006 a junio 2008). Presidencia de la República. Pre-acuerdo Ley de empresas estatales. FSTMB-GOBIERNO-SMTMH, 2007. Resolución de la reunión ampliada de emergencia de secretarios ejecutivos de la COB, 1 de agosto de 2008. Acuerdo de Entendimiento Gobierno Nacional-COB, 9 agosto 2008. “Por la defensa de la democracia, la unidad e integridad de Bolivia”, COBCONALCAM, 18 septiembre de 2008. Proyecto de Ley de Pensiones presentado por la COB. Memoria anual 2006-2009. Asesoría de Comunicación y Dirección General de Planificación del Ministerio de Minería y Metalurgia, La Paz, Enero 2010. Recursos web (Diarios nacionales) www.laprensa.com.bo www.la-razon.com 38 La forma sindical en Latinoamérica Magdalena Cajías de la Vega 39 Las organizaciones sindicales campesinoindígenas y Los pueblos originarios de Bolivia en el proceso de cambio Magdalena Cajías de la Vega Doctora en Ciencias Sociales, Master en Historia Andina, Licenciada en Historia, ex Ministra de Educación de Bolivia, docente emérita de la Universidad Mayor de San Andrés. Los sentidos generales de la irrupción política de los pueblos originarios y las organizaciones sindicales campesino-indígenas En enero del año 2011, se cumplieron cinco años del gobierno de Evo Morales Ayma, primer Presidente indígena de Bolivia, quien ganó en los últimos años dos elecciones generales (diciembre de 2005, con 53.7 por ciento de los votos, y diciembre de 2009, con el 63.9 por ciento de los votos) y un referéndum revocatorio que él mismo convocó ante la arremetida de la oposición (agosto de 2008, con el 67.4 por ciento de los votos). Además, puede considerarse que el voto que aprobó la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, a través de un referéndum (enero de 2009), donde el SI ganó con el 61.4 por ciento de los votos, fue también una aprobación indirecta a su liderazgo nacional. Para muchos de sus seguidores esto prueba que el movimiento indígenacampesino boliviano y los pueblos originarios, que se han constituido en la principal base social del actual gobierno, han logrado plasmar sus acumulaciones históricas -expresadas en procesos de resistencia étnica y cultural, movilización social en torno a demandas sectoriales y capacidad organizativa y de presión política de carácter más amplio, entre otros- en una especie de hegemonía practicada a partir del ejercicio del poder político “desde arriba” y “desde abajo”. 40 La forma sindical en Latinoamérica “Desde arriba”, pues por primera vez en nuestro país decenas de mujeres y hombres provenientes de los pueblos originarios y las organizaciones sindicales campesino-indígenas ocupan puestos en la administración central (Poder Ejecutivo), en la Asamblea Plurinacional de Bolivia (Poder Legislativo), se aprestan a participar en las elecciones de octubre de 2011 para ocupar cargos en el Poder Judicial, y cuentan con dirigentes políticos que vienen jugando un papel importante en la toma de decisiones a nivel nacional y regional. “Desde abajo”, porque los ahora llamados “movimientos sociales” han tenido todos estos años un rol gravitante con sus movilizaciones y capacidad de presión en la defensa del régimen, en el aplastamiento de la oposición político-regional que en los primeros años del gobierno de Evo Morales intentó acorralarlo y frustrar el proceso de cambio, así como en la aprobación de la nueva Constitución y diferentes leyes que buscaban legitimar el cambio. Por otro lado, esa especie de voluntad hegemónica de “lo indígena” y lo “sindical-campesino”, se ha venido expresando cotidianamente en aspectos como el discurso emitido desde las esferas gubernamentales y los liderazgos indígenas; en la generalización de la utilización intensiva de símbolos propios de los pueblos originarios; en la construcción de la imagen de “gobierno indígena” hacia afuera -principalmente como ejemplo para los pueblos originarios de otros países del subcontinente pero también del mundo-, y hacia adentro -en relación a los grupos “mestizos” y “blancoides” a los que normalmente se descalifica-, así como en la puesta en marcha de políticas públicas a partir de la ideología del “vivir bien”, plasmada en la Nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia. Sin embargo, después de que el gobierno decretara un “gasolinazo” en diciembre de 2010; es decir, la subida de los precios de la gasolina en un cien por ciento, parecen haberse desatado importantes contradicciones internas que actuaban subyacentemente hasta ese momento, pues aunque la medida fue suspendida por la presión de la movilización popular, las críticas a la conducción del proceso de cambio más importantes han surgido de las mismas filas del Movimiento al Socialismo (MAS). Entre los cuestionamientos más llamativos están los que señalan que los movimientos sociales están siendo instrumentalizados por un pequeño grupo que controla el poder político, que los líderes sociales se han burocratizado y se ha perdido la capacidad autónoma de movilización y acción en pos de sus reivindicaciones, además de no practicarse auténticamente la consulta a los diversos sectores para la toma de decisiones, y de haberse utilizado la represión en varias oportunidades contra movimientos populares. Aunque estas últimas consideraciones no son el tema central de este artículo, las señalamos como referente necesario para enlazar con los objetivos Magdalena Cajías de la Vega 41 de este trabajo. El primero de ellos es mostrar que la gestación del proceso de cambio en Bolivia tuvo como actores a diferentes sectores sociales que desde la década de los noventa fueron abriendo una agenda de transformaciones a partir de la lucha emprendida -expresada de diferentes maneras y en distintos momentos- por demandas que cuestionaban radicalmente las políticas neoliberales implantadas desde 1985 y que pre-figuraron sus contenidos políticos e ideológicos. Aunque los sectores movilizados fueron muchos, como trabajadores mineros, cooperativistas, maestros, pobladores urbanos, gremialistas y otros, fueron los pueblos originarios y los campesinos indígenas organizados sindicalmente los que ganaron cada vez mayor protagonismo, hasta el punto de prácticamente pasar a ser los conductores de un nuevo “bloque social indígena, campesino, obrero y popular”. En segundo lugar, buscamos mostrar cómo los pueblos indígenas originarios de las tierras bajas, organizados desde mediados de la década de los ochenta, los campesinos cocaleros del trópico cochabambino, que se hicieron sentir sobre todo desde mediados de la década de los noventa, y los indígenas de tierras altas, aglutinados en la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), que irrumpieron con fuerza a inicios del nuevo siglo, desarrollaron intensos conflictos sociales que permitieron que se fuera construyendo un poder “desde abajo”, el que en el año 2005 se plasmó en el triunfo electoral del Movimiento al Socialismo (MAS) y en la conquista de la Presidencia de Bolivia por Evo Morales. Y aunque aquí no vamos a referirnos a los actores sociales urbanos populares, obreros en general, y mineros en particular, que lucharon en la “Guerra del Agua” de Cochabamba, en abril de 2000, en la “Guerra del Gas” de octubre de 2003, y en muchos otros momentos de movilizaciones intermitentes que se produjeron a lo largo de toda la última década, es evidente que también los actores indígenas y campesinos lograron articularse con estos otros, con los que sumaron fuerzas a través de importantes alianzas sociales. Ahora bien, para entender mejor los alcances de la rebelión indígena originaria y campesina de este nuevo siglo es necesario hacer unas rápidas apreciaciones sobre algunas de las características de la coyuntura histórica boliviana en la que ésta se desarrolló. El cuestionamiento al neoliberalismo: Los sectores sociales fueron identificando crecientemente como causa principal de la situación de crisis económica que soportaban las mayorías nacionales, a la aplicación de un radical modelo neoliberal desde mediados de la década de los ochenta, a través del cual -entre otras cosas- se produjo la desnacionalización de nuestras empresas estatales estratégicas (como del importante sector de los hidrocarburos), se descuidó sistemáticamente la reactivación del aparato 42 La forma sindical en Latinoamérica productivo nacional, se provocó el mayor acaparamiento de tierras en pocas manos, se generó desempleo y se amplió la brecha entre ricos y pobres. En suma, el neoliberalismo era percibido por la mayoría de la población boliviana como un sistema que afectaba negativamente sus posibilidades de mejora económica y social. El cuestionamiento a la democracia representativa: La democracia boliviana logró consolidarse desde 1982, luego de un largo período de gobiernos militares que desde entonces no volvieron a repetirse. Aunque ésta fue reconquistada fundamentalmente por las luchas populares, el sistema de partidos que pasó a administrarla comenzó a sufrir un profundo descrédito a partir de fines de la década de los noventa del siglo pasado. Esto se debió a que se practicó una “democracia pactada” que permitió a los partidos políticos afines al modelo neoliberal -como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), la Acción Democrática Nacionalista (ADN), el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), la Nueva Fuerza Republicana (NFR), la Unidad Cívica Solidaridad (UCS), e incluso Conciencia de Patria (CONDEPA), que había emergido como un partido populista- turnarse en el gobierno en cinco elecciones sucesivas y aprobar conjuntamente leyes que fueron rechazadas por amplios sectores de la población, como la Reforma Educativa, la Ley de Pensiones, la Ley de Capitalización, la Ley de Hidrocarburos y otras. Además, se les criticó su falta de interés en dar respuestas a las reivindicaciones populares, su comportamiento autoritario y represivo para frenar las movilizaciones sociales, haber practicado ampliamente la corrupción y defender intereses de los nuevos grupos dominantes. La crisis de los viejos actores sociales: La aplicación de las políticas liberales tuvo como uno de sus efectos sociales más significativos el profundo debilitamiento de las organizaciones obreras y populares que habían jugado durante décadas un papel central, tanto social-sindical como político. La otrora poderosa Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) vivió su momento más crítico luego de que el desmoronamiento de la economía minera de 1985-86 provocara el despido de más del 80% de los trabajadores de las empresas de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), y la Central Obrera Boliviana (COB), en cuyo seno los mineros habían sido hegemónicos, y entró en uno de los reflujos más profundos de su historia. Por otro lado, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, creada en 1979 como un símbolo central de la ruptura del pacto militar campesino iniciado una década antes y que se fortaleció hasta mediados de los ochenta, ingresó en un período de fuertes divisiones internas y ausencia de un proyecto compartido. La recomposición de la protesta social: Desde 1985 hasta fines del siglo pasado, los sectores sociales aglutinados en la COB y la CSUTCB, pese a Magdalena Cajías de la Vega 43 su debilidad, desarrollaron innumerables conflictos sociales, que en los primeros años no llegaron a tener los resultados deseados por distintas causas, como la ausencia de objetivos claros, el sectarismo, la utilización de métodos de lucha desacreditados, la ausencia de liderazgos renovados, la represión gubernamental, la dispersión y otras. Sin embargo, la paulatina combinación de distintas estrategias de lucha, la ampliación de los motivos de la protesta, la aparición de nuevos actores sociales con peso significativo -como los campesinos cocaleros, las organizaciones indígenas de tierras bajas y los actores urbano-populares- y las cada vez más eficaces articulaciones entre unos y otros, fue posibilitando la emergencia de un nuevo momento histórico, en el que los grupos dominantes comenzaban a perder espacios significativos de su poder y los movimientos sociales comenzaban a instalar en la sociedad sus perspectivas y a proyectar la construcción de su propio poder. Desde el año 2000, las condiciones descritas más arriba fueron el sedimento del inicio de la aceleración de un proceso en el que las acciones de los movimientos sociales tuvieron consecuencias directas en el paulatino desmoronamiento del modelo neoliberal y sus sustentadores: los partidos “tradicionales”. Un sentido central de la movilización social fue que, ante el descrédito de la forma en que se había desenvuelto la democracia representativa en Bolivia, diferentes sectores de la población comenzaron a utilizar intensamente la confrontación abierta y la presión desde fuera del sistema para obtener respuestas a sus reivindicaciones, desconfiando mucho más que antes en las posibilidades del diálogo entre los gobernantes y la sociedad. Con la “Guerra del Agua” de abril de ese año, los bloqueos campesinos dirigidos por la CSUTCB, que se iniciaron en ese mismo mes y seguirían practicándose intensamente por lo menos hasta el año 2003, los radicales bloqueos y permanentes movilizaciones de los campesinos cocaleros, la reaparición de los trabajadores mineros que volvieron a mostrar su capacidad combativa, las huelgas desatadas por diferentes sectores afiliados a la COB, como los maestros y los jubilados, así como las sacrificadas marchas hacia la ciudad de La Paz, protagonizadas por los indígenas de tierras bajas; todas las formas de lucha practicadas en el pasado cobraron nuevo impulso y se convirtieron en estrategias ofensivas ante el paulatino debilitamiento de los gobiernos neoliberales. Poco a poco se fueron revelando los sentidos inmediatos y más estructurales de los actores movilizados, así como los horizontes ideológicoculturales que subyacían posiblemente desde mucho tiempo atrás, pero que ahora comenzaban a hacerse explícitos. Por otro lado, emergían nuevos liderazgos de origen popular, principalmente de origen indígena, y las nuevas generaciones se incorporaban a la lucha como “guerreros del agua”, fuerzas de choque y otros. 44 La forma sindical en Latinoamérica En todo ello, es necesario señalar que el refortalecimiento de los actores sociales populares en Bolivia no hubiese sido posible sin los referentes del pasado, es decir, sin la memoria colectiva de las acumulaciones y experiencias anteriores, así como sin el rescate de formas organizativas que habían sido debilitadas pero no eliminadas en los años de crisis, en especial, la forma sindical de organización. Al respecto, no es posible sostener, como algunos cientistas sociales lo hicieron, que la “multitud” actuó sólo a partir de nuevos parámetros de movilización social e incluso de manera puramente espontánea. En realidad, ni la acción insurreccional, ni los bloqueos, ni las marchas y movilizaciones hacia la sede de gobierno, ni la irrupción volcánica de las masas en las calles, ni los bloqueos de carreteras, ni el uso de la dinamita como arma de amedrentamiento al adversario, ni la utilización de hondas y chicotes eran algo nuevo. Lo nuevo, lo diferente, fueron principalmente dos cosas: 1) La superación de la dispersión y sectarización de las movilizaciones, lo que permitió dotar de sentidos comunes a la lucha popular, así como la articulación entre distintos sectores desde abajo en momentos claves, y 2) La vocación por participar en la lucha electoral con partidos propios, es decir, que representen directamente a los sectores indígenas y populares, habiendo emergido el Movimiento al Socialismo como la expresión más importante de esa voluntad política. En relación a lo primero, se logró conformar un auténtico “bloque social indígena, campesino, obrero y popular”, que ya en el año 2003 consiguió derrocar al gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, aun cuando éste había apelado a las FF.AA., las cuales masacraron a más de 70 bolivianos en la ciudad de El Alto. Más adelante, en junio de 2005, expulsaron del gobierno al sucesor de “Goni”, Carlos Mesa, que se negó a cumplir la “agenda de octubre” que el pueblo perfiló en la insurrección popular de 2003. En relación a lo segundo, la significativa y sorprendente votación obtenida en las elecciones nacionales de 2002 por el Movimiento al Socialismo (MAS), que obtuvo el segundo lugar y la posibilidad de que Evo Morales fuera elegido Presidente de la República, así como el apoyo de importantes sectores campesino-indígenas a la candidatura de Felipe Quispe del Movimiento Indígena Pachacuti (MIP), permitieron por primera vez en nuestra historia la presencia de decenas de diputados y senadores indígenas en el Parlamento Nacional, que habían sido elegidos como representantes de partidos políticos propios. Con el triunfo del MAS, en diciembre de 2005, se produjo un verdadero salto cualitativo en la acumulación de lucha social previa y la correlación de fuerzas fue profundamente modificada en el campo político boliviano. Sin embargo, más de cinco años de ejercicio del poder político del partido que logró reunir a los actores sociales dispersos y a las corrientes políticas Magdalena Cajías de la Vega 45 de la “izquierda tradicional”, desestructuradas en las dos últimas décadas, ha comenzado a mostrar fisuras internas y, en algunos casos, la falta de reconocimiento de que la construcción del proceso les pertenece a todos, lo que podría provocar un retroceso significativo de lo logrado hasta ahora y una nueva centralización del poder. Los pueblos originarios de tierras bajas: la lucha por territorio y dignidad La Reforma Agraria de 1953 desconoció la existencia de los pueblos indígenas del oriente, que fueron calificados como Tribus Selvícolas. Esto permitió que muchas de sus tierras fueran entregadas a personas individuales. Surgieron latifundios sobrepuestos a las tierras que desde tiempos inmemoriales habían sido ocupadas por los pueblos de tierras bajas. En las últimas décadas del siglo pasado, las cosas empeoraron. Ganaderos, productores agrícolas, madereros, recibieron amplias concesiones de tierras, en gran medida por favores políticos de los gobiernos de turno. Surgieron nuevas formas de explotación y el gobierno violaba constantemente el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales adoptado por la OIT en junio de 1989. En esos años, tres problemas centrales preocupaban a los pueblos originarios del Beni. Uno: La presencia de siete empresas madereras en la zona de Chimanes, que estaban explotando ese recurso natural a partir de que el gobierno convirtió a la zona en Bosque de Producción Permanente. Dos: En el Ibiato, los sirionós protestaban contra los asentamientos irregulares de prepotentes ganaderos que buscaban adueñarse de ese inmenso territorio de 23.000 hectáreas. Tres: En el Isiboro Sécure, declarado Parque Nacional en 1965, cientos de colonizadores llegados del occidente del país estaban plantando coca. Nadie les preguntó qué pensaban de esto a los indígenas de los pueblos chimán, mojeño, yuracaré, movima, trinitario, sirionó y otros pueblos asentados en esos territorios. A nadie parecía importarle la difícil realidad de estas naciones originarias. Eran pueblos invisibles, de los que el Estado no se ocupaba. Sin embargo, ellos ya habían tomado conciencia por sí mismos de sus problemas y empezaban a organizarse. En 1987, se creó la Central de Pueblos Indígenas del Beni con más de 150 comunidades que ya estaban organizadas en cabildos indigenales. También se produjeron diversos eventos que permitían el encuentro entre pueblos indígenas de tierras bajas y donde se demandó el control sobre sus territorios. En una declaración de ese año, señalaron: “El territorio que reclamamos es un espacio de tierra ocupado por los nativos desde el tiempo de nuestros antepasados; nos pertenece por derecho con todos 46 La forma sindical en Latinoamérica sus recursos naturales de flora, fauna, suelo y subsuelo. Es aquí donde desarrollamos nuestras costumbres culturales, religiosas, de producción y de organización. Parte de nuestra lucha es para que nuestros cabildos, capitanías, cacicazgos y otras formas de organización se fortalezcan” (Presencia, 8 de noviembre de 1987). Por todo ello, en 1990, indígenas del Bosque de Chimanes, del Isiboro Sécure y del Ibiato tomaron la iniciativa de emprender juntos una sacrificada marcha desde Trinidad hasta la ciudad de La Paz. Iban a recorrer unos seiscientos kilómetros a pie. La llamaron “Marcha Indígena por el Territorio y la Dignidad”. Los comandaban Tomás Ticuazu, jefe del pueblo sirionó; el mojeño Marcial Fabricano, presidente de la Subcentral de Cabildos del Parque Nacional Isiboro Sécure y coordinador de la marcha, y Ernesto Noé Tamo, presidente de la Central de los Pueblos Indígenas del Beni. El 15 de agosto de ese año, cientos de indígenas se reunieron en Trinidad para iniciar la caminata y oyeron misa en la Catedral antes de partir. El gobierno de Jaime Paz Zamora (MIR) guardó silencio. Pensaba que el movimiento no tenía fuerza. Había que dejarlo desvanecerse por sí solo. Pero día que pasaba, la marcha se fortalecía. A ella se unieron chiriguanos del Alto y Bajo Izozog; guaraníes de Camiri, Yta, Caraparirenda, Santa Rosa, Tetayapi y otros lugares del Chaco boliviano; mosetenes y yuracarés; aymaras y quechuas; chipayas del departamento de Oruro. La Coordinadora de Solidaridad con el Movimiento Indígena integrada por unas 70 instituciones humanitarias, la Iglesia Católica Boliviana y la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, los acompañó en todo su recorrido. El gobierno llamó a los principales dirigentes de la marcha a dialogar, quienes viajaron a La Paz el 22 de agosto, pero no se logró ningún acuerdo, por lo que Paz Zamora y varios de sus ministros fueron a su encuentro. El 30 de agosto, la Marcha ingresó a suelo paceño bajo una persistente llovizna. La Alcaldía Municipal de Caranavi los declaró “Patriotas de la Soberanía Nacional y Embajadores de su tierra”. Nadie creyó a los empresarios benianos y cruceños que los acusaron, en costosas publicaciones de prensa, de estar defendiendo intereses políticos. El 11 de septiembre iniciaron el ascenso a la cumbre, ubicada a 4.624 metros sobre el nivel del mar. Sólo faltaban 89 kilómetros para llegar a La Paz. La Cumbre fue el espacio del encuentro histórico entre los diferentes pueblos de tierras bajas, y los aymaras y quechuas de tierras altas, que fueron a recibirlos. Nada igual se había vivido hasta ese momento. El 18 de septiembre, después de 32 días de caminata, los marchistas ingresaron en la ciudad de La Paz. Entre ellos se encontraban 200 mujeres y 55 menores de edad. En todo el trayecto, la presencia de la mujer había sido importantísima. Caminaron a la par de los hombres y, al llegar a Magdalena Cajías de la Vega 47 los campamentos de descanso, se hacían cargo de la elaboración de los alimentos. Nunca desmayaron. Desde la tranca de Chuquiaguillo hasta la Plaza Murillo, juntas vecinales, organizaciones cívicas, sindicatos y miles de pobladores paceños les dieron la bienvenida. Eran las seis de la tarde. Al gobierno no le había quedado otra alternativa que ceder. El apoyo a los indígenas había sido tan inesperado como inmenso, por lo que Paz Zamora dictó varios decretos que recogieron sus demandas. Los marchistas indígenas habían dejado de ser invisibles. Ya ningún gobierno podía olvidar que existían. Ya la sociedad boliviana sabía de sus derechos. Para la memoria de estos pueblos la marcha quedó como un acontecimiento altamente significativo. El movimiento cocalero: la defensa de la hoja de coca y de la soberanía nacional El trópico cochabambino comenzó a llenarse de migrantes llegados de distintos lugares del país, principalmente desde las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado. A los campesinos del valle bajo y alto de Cochabamba, se sumaron los de la región andina y los ex-trabajadores de las antiguas minas estañíferas. Ellos se convertían rápidamente en productores de la hoja milenaria de coca. Durante el gobierno dictatorial de Luis García Meza, el Chapare cochabambino comenzó a ser percibido como una de las “zonas rojas” por la presencia de narcotraficantes y “pisacocas”. Con el retorno de la democracia, en 1982, los gobiernos comenzaron a buscar soluciones a este problema y, bajo la influencia de Estados Unidos, se dictó la famosa Ley 1008. Paralelamente, se crearon organismos especiales como UMOPAR, y llegó la DEA norteamericana para intervenir en el Chapare. Como los cocaleros defendieron sus plantaciones, que iban a ser erradicadas pese a que la mayoría habían sido calificadas por la 1008 como legales, se produjeron dos masacres: la de Parotani, en 1987, y la de Villa Tunari, en 1988, que costaron la vida a once personas y produjeron decenas de heridos. Desde esos años, los cocaleros y sus familias estuvieron expuestos a constantes atropellos y vejámenes. Por eso se organizaron en cinco federaciones especiales, las que tuvieron como modelo organizativo a los sindicatos campesinos, así como la influencia de ex-dirigentes mineros que habían llegado a la zona. Paralelamente, emergió el liderazgo de un joven dirigente llegado al Chapare desde Oruro, Evo Morales. A principios de los noventa, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico incrementó la reducción forzosa de los cultivos de coca. Mientras tanto, los 75 millones de dólares invertidos para el desarrollo alternativo 48 La forma sindical en Latinoamérica sólo habían beneficiado a dos centenas de familias de las aproximadamente 50.000 presentes en la zona. En septiembre de 1991, el presidente Jaime Paz Zamora determinó la militarización de la zona y 51 asesores militares norteamericanos entrenaron a los batallones Jordán y Manchego en Riberalta. En respuesta a ello, los cocaleros comenzaron a ejercitar diversos métodos de lucha para resistir la arremetida, como bloqueos de caminos, desarrollo de “comités de autodefensa”, búsqueda de apoyo en organismos de derechos humanos y de instituciones nacionales e internacionales. Tres años después, el zar antidroga Lee Brown, impuso al gobierno boliviano la opción “Coca Cero” y comenzó la “Operación Nuevo Amanecer” para erradicar cinco mil hectáreas de coca. En abril de 1994, la Central Obrera Boliviana, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia y la Confederación Sindical de Campesinos Colonizadores, decretaron un bloqueo de caminos a los campesinos cocales -y por otras reivindicaciones-, que en el trópico cochabambino fue total. Las fuerzas represivas detuvieron a más de 600 cocaleros; entre ellos mujeres y niños y un campesino resultó muerto. En ese momento se consideró que era preciso cambiar de táctica y se decidió realizar una marcha pacífica hacia la ciudad de La Paz, a la que llamaron “Por la vida, la coca y la soberanía nacional”. En ella participarían las cinco Federaciones del Trópico y representantes de la COB, de la CSUTCB, de la CSCB y otros sectores sociales. Los cocaleros pedían el cumplimiento de convenios anteriormente firmados con el gobierno, la salida del Chapare de las fuerzas militares y policiales y de la DEA, garantías para los dirigentes sindicales, respeto a los derechos humanos y ejecución de proyectos de desarrollo alternativo sin condiciones. Y aunque 400 militares y 200 policías llegaron a la zona para impedir que la marcha saliera de ahí, ésta logró burlar la vigilancia y continuó por “caminos de herradura”. Caminaron muchos días eludiendo a la represión. Desde Cochabamba, Potosí, Oruro, Santa Cruz, Tarija y los Yungas de La Paz salieron contingentes campesinos para llegar hasta la sede de gobierno en apoyo a los cocaleros. El 19 de septiembre, tras caminar más de 600 kilómetros, entraron a La Paz por Ovejuyo y Chasquipampa, recibiendo una enorme solidaridad de sus pobladores. El 22 de septiembre, tras 27 días de conflicto, se logró firmar un convenio con el gobierno, que daba respuesta a sus principales pedidos. La marcha cocalera también había servido para que la sociedad boliviana conociera la verdadera realidad del trópico cochabambino y para fortalecer a sus federaciones y líderes sindicales. Sin embargo, unos meses después, las promesas de respeto a los derechos humanos no se Magdalena Cajías de la Vega 49 habían cumplido, las detenciones inconstitucionales habían continuado y la erradicación forzosa estaba en ascenso. Marchar otra vez a La Paz fue una decisión de las mujeres cocaleras ante la nueva arremetida represiva, las que iniciaron su marcha en diciembre de 1995. Los motivos eran prácticamente los mismos de un año antes. Cuando arribaron a La Paz, el 17 de enero de 1996, luego de 31 días de caminata, como siempre, esa ciudad respondió con una enorme solidaridad. Allí las cocaleras instalaron una huelga de hambre, que finalmente consiguió un nuevo acuerdo con el gobierno, firmado el 3 de febrero de 1996. En los siguientes años, los cocaleros combinarían diferentes formas de lucha: bloqueo de carreteras, grupos de autodefensa, formación ideológica de las bases, búsqueda de aliados en la sociedad boliviana y en el exterior, y la participación electoral. Para 1995, esa última estrategia cocalera estaba dando sus frutos. En las elecciones municipales de diciembre de ese año, ganarom las alcaldías de Villa Tunari, Sinahota, Puerto Villarroel, Pojo y Chimoré y medio centenar de concejales en 21 municipios. El nuevo instrumento político, convertido en MAS-IPSP siguió aumentando su caudal electoral a través del establecimiento de mayores vínculos con otros sectores populares y por el reconocimiento social a la lucha del movimiento cocalero. L a recomposición de la C onfederación S indical Ú nica Trabajadores Campesinos de Bolivia de “Aquí hay dos Bolivias. Una Bolivia es la que está en las ciudades. Yo soy de la otra. Esa otra Bolivia no tiene teléfono, no tiene internet, no tiene medios comunicacionales. Esa Bolivia no tiene electricidad; tenemos que vivir con mecheros. Esa Bolivia no tiene postas sanitarias, no hay farmacias, no hay Mejoral, no hay Heno; nosotros tenemos que estar masticando coca o tomando orín [para curarnos]. Esa es nuestra realidad. Así hemos crecido y así hemos nacido. Esa Bolivia no tiene agua potable, no tiene duchas, no hay javoncillo; tenemos que utilizar poq’e y montón de esas otras cosas. Esa Bolivia no tiene buenos caminos. Esa Bolivia no tiene medios para estar feliz (...). Esa Bolivia, o lo que era el Kollasuyo, tiene su propia cultura, su propia religión, su propia filosofía, su propia historia; tenemos nuestros propios territorios y nuestras leyes ancestrales (...), nuestros hábitos y nuestras costumbres”. Esas palabras fueron pronunciadas por el dirigente indígena Felipe Quispe Huanca en una entrevista realizada en septiembre del año 2000, en el programa “De Cerca”, conducido por el periodista Carlos Mesa, que convocaba normalmente a “personalidades”. Para entonces, Quispe se había constituído en un protagonista de primera línea de acontecimientos sociales que estaban conmoviendo al país. 50 La forma sindical en Latinoamérica En abril de ese año, había conducido como Secretario Ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, y como líder de los aymaras del altiplano boliviano, un primer contundente bloqueo de caminos en torno a la problemática de la privatización del agua, que se desarrolló paralelamente a la “Guerra del Agua” de Cochabamba. En el momento de la entrevista citada, estaba dirigiendo el segundo bloqueo de caminos en distintas provincias de los departamentos de La Paz y Oruro, el que puso en jaque al gobierno de Hugo Banzer Suárez. Sobre ambas movilizaciones, un dirigente de Achacachi, localidad que había asumido el liderazgo de las acciones, señaló: “Estos movimientos de abril y septiembre no van a ser en vano. Alguna gente debe pensar que solamente es una actitud o locura de nuestra gente, pero yo digo que no es tanto así. Este movimiento ya ha generado intelectuales, ha generado pensamiento diferente a lo occidental, un pensamiento en el marco de la lógica aymara”. (Entrevista a dirigente campesino de Achacachi, octubre del año 2000). En ambos casos, el gobierno se vio obligado a abrir el diálogo y las negociaciones con el movimiento campesino-indígena del Altiplano boliviano, luego de que fracasara la utilización del ejército y la policía contra los bloqueadores que provocaron varios muertos y heridos. Pero la lentitud de la aplicación de los acuerdos alcanzados provocó el estallido de un nuevo conflicto en junio de 2001. En esta oportunidad, la estrategia campesina fue la concentración de más de 50.000 campesinos en las carreteras el día en que el gobierno dio un ultimátum para que fueran levantadas las medidas, lo que impidió el avance del ejército y obligó a Banzer a volver a entrar en negociaciones. Para entonces, estaba claro que se había producido la emergencia de un vigoroso movimiento campesino-indígena, que durante más o menos dos décadas estuvo sumergido en una larga crisis. En varios sentidos, los aymaras estaban utilizando simbólicamente la memoria histórica de las rebeliones anticoloniales de Túpac Catari en el siglo XVIII, de Pablo Zárate Willka de fines del siglo XIX, de los levantamientos del siglo XX contra la expansión de la hacienda, de las milicias campesinas de la revolución del 52 y de los bloqueos de fines de la década del 70 organizados para lograr el retorno a la democracia. Por otro lado, el movimiento tenía reivindicaciones económicas y sociales concretas, que se plasmaron en un pliego de demandas de 50 puntos que incluía desde la dotación de tractores, hasta la construcción de universidades indígenas. Pero lo que le dio más significado al movimiento conducido por la CSUTCB fue la fuerza que cobró la dimensión étnico-cultural. Al respecto, los indígenas aymaras del Altiplano boliviano recrearon tradiciones organizativas y formas de lucha ancestrales, como la mita (turnos), la mink’a y el Magdalena Cajías de la Vega 51 ayni (formas comunitarias de apoyo solidario) para sostener los bloqueos, la utilización de hondas, palos y piedras para enfrentarse al ejército y la puesta en escena permanente de símbolos originarios como la Whipala (bandera indígena) y el sonido de los “pututus” para convocar a la lucha. El discurso de los líderes reflejó cada vez más nítidamente el contenido político de las acciones, como se puede advertir en lo señalado por Felipe Quispe a la prensa: “En lo posterior vamos a plantear la autodeterminación de la nación aymara, así como de la quechua y las demás [etnias] que hay en este país y eso va a ser una lucha por las nacionalidades y no como ahora que es una lucha de clases” (“El Juguete Rabioso”, 15 al 28 de julio de 2001). En los movimientos sucesivos, como en los bloqueos campesinos y la huelga de hambre de septiembre de 2003, los líderes insistieron en que sus acciones eran una respuesta a la explotación y marginación que durante siglos habían ejercido contra aymaras, quechuas y otras naciones indígenas los “k’aras” (blancos, criollos, sectores dominantes), y plantearon que había llegado la hora del “Pachakuti”, es decir, de la rebelión general y total contra el colonialismo interno vigente. Durante la insurrección popular de octubre de ese año, miles de campesinos-indígenas realizaron un cerco a la ciudad de La Paz, provocando un profundo temor entre sus sectores acomodados asentados en los barrios recidenciales, aunque finalmente este hecho fue ante todo de carácter simbólico. En todo caso, la irrupción social y política indígena iniciada en el año 2000 tuvo la suficiente fuerza como para convertir a este sector en un actor central de los nuevos tiempos, y a su discurso indianista en uno de los sustentos ideológicos fundamentales. El “bloque social indígena, campesino, obrero y popular” y la Asamblea Constituyente A modo de conclusión, queremos volver brevemente sobre uno de los dos aspectos más significativos y novedosos del período histórico que abrió el camino al proceso de transformaciones en Bolivia: la articulación entre distintos sectores -movimientos sociales- en momentos altamente significativos para la estructuración de lo que podemos llamar “una agenda del cambio”, así como para comenzar a perfilar un proyecto político ideológico de construcción de un nuevo Estado. Al respecto, aunque es evidente que cada sector tuvo reivindicaciones particulares, muchas otras consiguieron aglutinar a grupos regionales y sociales diversos como fue el caso de la lucha por tierra y territorio, la mejora de condiciones de vida y de trabajo, la reconquista de derechos laborales, eliminados desde la implantación del neoliberalismo, la defensa de la hoja de coca, la nacionalización de los recursos naturales y otros, así 52 La forma sindical en Latinoamérica como la crítica a la “partidocracia”, el rechazo a la utilización de la violencia estatal y el descrédito de la democracia representativa. Durante más de una década, indígenas de tierras bajas, pueblos originarios de tierras altas, colonizadores y cocaleros, sectores afiliados a la Central Obrera Boliviana, asalariados y cooperativistas mineros, hombres y mujeres, nuevas y viejas generaciones, se fueron encontrando en los caminos -ya sea bloqueando las carreteras o marchando hacia la sede de gobierno-, en los momentos de insurrección popular urbana -como en las ciudades de Cochabamba, El Alto y La Paz-, soportando la represión o celebrando los triunfos populares. Pero no se encontraban sólo como ciudadanos movilizados espontáneamente, sino que la mayoría de ellos estaban afiliados a organizaciones sindicales, cívicas y sociales que sostenían colectivamente sus acciones. Eran masas y multitudes volcadas a la rebelión y practicando la acción directa, pero detrás de ellas dirigentes y bases respondían a sus diferentes estructuras organizativas. En todos esos años, actuaron la Central Indígena de Pueblos del Oriente Boliviano (CIDOB), el Consejo Nacional de Markas del Qollasuyu, las seis Federaciones de Campesinos del Trópico de Cochabamba, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, la Central Obrera Boliviana, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, La Federación Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia, la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia, la Central Obrera Regional de El Alto, las Juntas Vecinales de la ciudad de El Alto, la Coordinadora del Agua de Cochabamba, las organizaciones indígenas del Beni y Santa Cruz y muchas otras más. Fue justamente la capacidad organizativa de cada uno de los sectores lo que permitió sumar fuerzas cuando los motivos comunes de la movilización confluyeron en una demanda de carácter más global y estructural: la convocatoria a una Asamblea Constituyente para transformar radicalmente la Carta Magna como instrumento legal fundamental del ordenamiento de una nueva Bolivia. Esa demanda ya había sido planteada en junio de 2002 por organizaciones indígenas de tierras bajas y de tierras altas, comandados por la CIDOB, CONAMAQ, el Bloque Oriente y otras 50 organizaciones, que realizaron una larga y sacrificada marcha hacia la ciudad de La Paz. Aunque en ese momento no lograron su objetivo, la consigna fue levantada con mayor fuerza aun durante la insurrección popular de octubre de 2003, junto a otra demanda generalizada: la nacionalización de los hidrocarburos. En cuanto al segundo aspecto señalado al principio de este artículo, igualmente trascendente para el proceso de cambio, los movimientos sociales -especialmente, las organizaciones indígenas- optaron por participar Magdalena Cajías de la Vega 53 del juego democrático para plasmar a través de la conquista del poder político sus experiencias previas y sus aspiraciones sociales, para lo que contaron con candidatos y estructuras políticas propias. Ya hemos descrito cómo las sucesivas votaciones que se dieron desde el año 2005 favorecieron al Movimiento al Socialismo y al liderazgo de Evo Morales, lo que puede calificarse como inédito en nuestra historia, aun cuando el Instrumento Político de la Soberanía de los Pueblos ya había incursionado en procesos electorales municipales y nacionales con bastante éxito. Por otro lado, el triunfo electoral del MAS se debió también al apoyo recibido por las clases medias, ausentes en el período de desarrollo de los conflictos. Esto puede deberse al hecho de que las distintas movilizaciones y sobre todo la insurrección de octubre de 2003, convocaron e interpelaron al conjunto de la sociedad boliviana y lograron la solidaridad de otros sectores no necesariamente involucrados directamente en los acontecimientos. De alguna manera, las “acciones populares”, sean aisladas o más generales, se transmitieron a los no participantes que, a veces, las hicieron suyas e incluso comenzaron a formar parte del nuevo bloque social. Unos y otros construyeron y apoyaron el desarrollo de la Asamblea Constituyente instalada en el año 2006 tras un apoteósico y nunca visto desfile en la ciudad de Sucre en el que participaron miles y miles de personas que representaban a las organizaciones indígenas, campesinas, obreras, populares, al mismo tiempo que por primera vez desfilaban junto al ejército nacional. Tres años más tarde, dieron su voto por el SI para la aprobación definitiva de la Nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia. El camino para la construcción de un nuevo Estado estaba abierto. Bibliografía El juguete rabioso, 15 al 28 de julio, 2001. Entrevistas Entrevista a dirigente campero de Achacachi, octubre, 2000. 54 La forma sindical en Latinoamérica Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 55 Sindicalismo y precariedad laboral: apuntes para pensar la acción gremial de base en la Argentina de la postconvertibilidad Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini Gabriela Wyczykier Doctora en Ciencias Sociales de FLACSO-Argentina, Investigadora del CONICET, Investigadora-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento. [email protected] Mariana Barattini Magíster en Ciencia Política, Investigadora-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Doctoranda en Ciencias sociales IDES-UNGS. [email protected] Introducción En el milenio actual hemos asistido en la Argentina a un resurgimiento de los estudios y discusiones sobre prácticas y acciones sindicales, tanto en el ámbito académico como en el político. Ello se enmarca en un contexto de reposicionamiento de los actores sindicales que ha contenido un conjunto de acciones y demandas en sus diversos niveles organizativos (de primer, segundo y tercer grado) en torno a distintas problemáticas y con dispares resultados. En efecto, se distingue en este período una estrategia de revinculación estratégica y rearticulación política de la principal central de trabajadores que agrupa al movimiento obrero argentino (la Confederación General del Trabajo -CGT-)1 con el primer y segundo gobierno del Frente Para La Victoria (FPV), así como la reemergencia de disputas laborales encaradas por organizaciones sindicales de distinto nivel de agregación, entre las que se aprecian seccionales gremiales, delegados de fábricas y trabajadores de base. 1 La otra central obrera que agrupa fundamentalmente gremios estatales y otros sindicatos, pero que no ha logrado obtener hasta la actualidad la personería gremial, es la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 56 La forma sindical en Latinoamérica En esta dirección y en contraposición a la disminución de los conflictos laborales en el ámbito de trabajo y en el escenario público en los años ‘90, la recomposición de la actividad económica luego de la crisis social, política y económica del 2001 favoreció, junto a otros factores, la dinamización de disputas en torno a las relaciones de abajo especialmente desde el 2004 en adelante.2 Éstas últimas se han centrado principalmente en demandas en torno a mejoras económicas, básicamente la recomposición salarial; pero también han contenido, aunque proporcionalmente en menor medida, reclamos en torno a la problemática de la precariedad laboral y la democratización sindical.3 Estas disputas se han venido así desplegando y problematizando en un escenario caracterizado, como referencian algunos autores, por el fin del consenso neoliberal y el comienzo de una nueva etapa, marcada por ambigüedades, rupturas y continuidades.4 En este marco, determinados 2 Se distingue como la etapa de la postconvertibilidad en la Argentina al período económico, político y social inaugurado en el año 2002, cuando se dejó sin efecto como política pública el Plan de Convertibilidad vigente desde el año 1991, que igualaba la paridad de un peso argentino a un dólar estadounidense. Dicho Plan había generado significativos efectos perniciosos sobre el tejido económico nacional, habiendo implicado su finalización una serie de situaciones que favorecieron la reversión de las tendencias negativas en el crecimiento del PBI en el milenio actual, contribuyendo ello al crecimiento económico. 3 Los datos del Observatorio del Derecho Social de la CTA muestran en el 2007 y 2008, en el país, una mayor incidencia porcentual de demandas económicas que promovieron estos conflictos (63% y 54% de los casos, respectivamente), pero se registran adicionalmente -con oscilaciones entre los períodos- una serie de demandas en torno a la problemática de la representación sindical (20% y 24%, respectivamente), las condiciones de trabajo y condiciones precarias (17% en el 2007), y en torno a situaciones de crisis de las empresas (despidos, suspensiones, cierre de empresas). En el informe anual del 2009, los datos muestran un importante ascenso de los conflictos vinculados a situaciones de crisis que adquieren una magnitud mayor en los casos del sector privado (55%). En este sector, los conflictos dinamizados por demandas económicas muestran una disminución, mientras que los referidos a cuestiones de representación sindical oscilaron en torno al 20%. 4 Algunos autores analizan que en el milenio actual varios países latinoamericanos, incluyendo a la Argentina, se encuentran experimentando un “cambio de época” que, en sus dimensiones económico-político y sociales, marca un giro hacia un modelo neodesarrollista con base “extractiva”, marcando ello continuidades y rupturas respecto a la etapa neoliberal (Svampa, 2010). Feliz (2010) refiere a una forma de Estado neodesarrollista que reconoce la centralidad de la clase trabajadora en el desarrollo económico, y ello se expresa a través de una serie de concesiones políticas a los trabajadores Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 57 procesos se fueron desarrollando en forma concomitante: la coexistencia de la recuperación económica y un discurso que revaloriza el trabajo como vector de integración, reenviando a la matriz nacional-popular de otras etapas políticas en el país y en la región, denotando tendencias ideológicas “progresistas” en diversos países del continente. Ello se produce, sin embargo, con la persistencia de dinámicas que acentúan la precarización de las relaciones laborales, la concentración y extranjerización de la economía. Este escenario, en el caso de la Argentina, fue acompañado por un fortalecimiento político de los sindicatos. En vistas de este contexto de reflexión académica y política, junto a la constatación de ciertos cambios en la dinámica de las relaciones laborales, este artículo se propone centralmente indagar sobre una dimensión central que atraviesa y continúa caracterizando este escenario: la persistencia en la Argentina, y en otras geografías, de inserciones laborales precarias que suponen tanto la presencia de formas divergentes de transitar la experiencia de trabajo, como así también, algunos intentos de recrear relaciones solidarias de clase, que se ven reflejadas en experiencias de carácter sindical de estos trabajadores. La precariedad laboral es un fenómeno que condiciona y afecta la dinamización de relaciones colectivas de trabajo y de representación gremial y política, dado que la misma experiencia laboral acentúa una tendencia a la individualización en el modo de transitarla. En esta dirección, podemos señalar en las prácticas del sindicalismo argentino un doble proceso: de un lado, esas prácticas han permitido (ya sea por acción u omisión) la persistencia de la tendencia a la precarización de las relaciones laborales. Pero al mismo tiempo, algunas organizaciones gremiales en sus distintos niveles de representación han acogido la problemática de la precariedad laboral entre sus demandas reivindicativas, aunque de un modo muy atomizado y particularizado, especialmente en estos últimos años de recuperación económica y del empleo. En este marco, se advierte de todos modos la emergencia de experiencias de carácter sindical en diversos sectores de la economía, que han desarrollado, especialmente desde el lugar de trabajo, estrategias para afrontar colectivamente el proceso de individualización de la trayectoria vital a la que confina la precariedad laboral. En esta dirección, nuestra inquietud investigativa y reflexiva ha buscado concentrarse en los atributos, potencialidades y limitaciones de los procesos de colectivización político-sindical que han perseguido, entre sus objetivos, desandar y operar sobre el proceso junto con una serie de políticas activas de intervención gubernamental en este desarrollo. Ello acontece en una etapa post neoliberal, donde el capital transnacional tiene significativa relevancia. 58 La forma sindical en Latinoamérica de descolectivización que ha venido afectando a los trabajadores en las últimas décadas. Con este propósito, las siguientes preguntas han estructurado nuestras preocupaciones: ¿Qué características asume la acción colectiva que incorpora la problemática de la precarización del trabajo? ¿Qué atributos asumen estas acciones considerando los procesos de individualización y la dificultad de acceso a instituciones colectivas que caracterizan esta clase de inscripciones y experiencia laboral? ¿Qué relaciones y vínculos solidarios, entre trabajadores que experimentan similares y diferentes modos de atravesar la experiencia laboral, se advierten a partir de la precarización del trabajo? ¿Cómo se desarrolló la relación entre los diferentes niveles de organización sindical ante estas experiencias? Un aspecto central a destacar es el nivel de análisis para pensar la acción sindical desde nuestros estudios. Ello remarca una elección analítica que de ningún modo comprende la complejidad de dimensiones que requieren atención para pensar e ilustrar las preguntas y los enunciados señalados. Con esta consideración, nuestro propósito es aportar a inquietudes analíticas reflexionando sobre algunos procesos organizativos en particular, sin ahondar en otros que sin duda resultarían fundamentales para aportar a una visión más comprensiva de la situación actual del sindicalismo. En vistas de ello, el artículo recorre la problematización de la precariedad y del trabajador precario como sujeto político, considerando los aportes de la bibliografía desde una perspectiva académica, y otra mirada políticomilitante. A continuación, presentaremos un conjunto de experiencias que dan cuenta de acciones gremiales en torno a la precariedad laboral que se desarrollaron tanto en el sector industrial como en el sector servicios de la economía desde el año 2001 en la Argentina. En el primer caso, el del sector industrial, observaremos que las acciones gremiales han sido impulsadas en forma atomizada por delegados y trabajadores de base con determinada trayectoria política y sindical desde los lugares de trabajo, y que han contenido fundamentalmente las contrataciones eventuales y la situación de los trabajadores tercerizados dentro de las demandas fundamentales para afrontar la precariedad laboral. En cuanto al sector servicios, presentaremos el recorrido de dos experiencias ligadas a los nuevos servicios de la economía, una enmarcada en las consultoras de mercado y políticas: la organización gremial de los trabajadores de las encuestas, y la otra, la organización de los trabajadores mensajeros y cadetes, actividad que ha denotado un espectacular crecimiento luego de la crisis del 2001. Ambas experiencias se sitúan en un recorrido que da cuenta de una des-individualización de la experiencia Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 59 laboral y el inicio de un camino de construcción colectiva que se propuso desafiar la precariedad. Los cambios en el mundo del trabajo y en sus organizaciones de representación Como consignamos anteriormente, el proceso de reposicionamiento de los actores sindicales se llevó adelante en el marco de un mejoramiento de los indicadores socioeconómicos luego de la crisis del año 2001. Sin embargo, la mejora sustancial de las condiciones laborales no se ha distribuido de modo homogéneo por sobre el conjunto de los trabajadores y de los diferentes sectores de actividad. Más aún, aspectos que parecen denotar una ruptura con la década pasada, como la disminución del porcentual de desocupación o el registramiento de trabajadores, coexisten con deficitarias condiciones laborales, bajos salarios, y la permanencia de irregularidades de contratación en distintas actividades. Como se ha destacado vastamente en la bibliografía, tanto en la Argentina como en otras economías occidentales en, los años 90’ se avanzó significativamente en la flexibilización de las relaciones laborales, predominando estrategias empresariales que consistieron en la creación de condiciones de contratación dúctiles que, junto a los elevados niveles de desempleo, confluyeron para generar un fuerte debilitamiento de los derechos e instituciones colectivas y protectoras del trabajo. Ello trajo como correlato un debilitamiento y desestructuración de los vínculos sociales y laborales que otrora caracterizaron los estándares del trabajador protegido, imperantes fundamentalmente, y en términos generales y normativos, entre los años 40 y 70, en las economías capitalistas de América Latina (atendiendo a las disparidades nacionales y regionales). Estas transformaciones generaron una fragmentación del mundo del trabajo que conllevó un resquebrajamiento de solidaridades entre los trabajadores, tanto en sus espacios productivos, como de sociabilidad (Negri, 2002), ante un acelerado proceso de estratificación vertical y fragmentación horizontal de los vínculos laborales (De la Garza, 2001). Como señala lúcidamente R. Castel (2003), la precariedad y el desempleo afectaron desde los años 70 en adelante a la clase obrera operando sobre sus formas de organización, por la existencia de un conjunto de desigualdades inter e intra categoriales que profundizaron las dificultades en torno a la construcción de identidades colectivas. Estos cambios entrañan para Castel un proceso de descolectivización de las relaciones laborales y del modo de organización de los trabajadores, observándose como contrapartida una individualización de las estrategias personales para afrontar la precariedad y el desempleo, con el objeto de permanecer integrados en relaciones de trabajo asalariadas formales. 60 La forma sindical en Latinoamérica En este escenario, y como abona Harvey (2004) a estas reflexiones, hemos asistido a una transición en el régimen de acumulación, y su correspondiente modo de regulación social y política, notándose un pasaje a un sistema que apela a la flexibilidad de los procesos de trabajo, que ha tenido significativos efectos sobre las modalidades de vinculación de los individuos con el mercado laboral, afectando profundamente, como mencionamos con anterioridad, sus formas de organización. En relación a estas organizaciones, durante la etapa fordista fueron los sindicatos -en el caso argentino, estructurados bajo una forma corporativa, vertical y jerárquica, en cuya cúpula se encontraba la Central de Trabajadores Argentinos (CGT)- la forma predominante (hegemónica) de regulación de las relaciones laborales. Las transformaciones antes señaladas han afectado claramente en una variedad de situaciones la fortaleza de esas organizaciones sindicales tradicionales, herederas de estrategias defensivas y reivindicativas de recursos materiales, simbólicos y culturales propios de esa era de acumulación. Diferentes perspectivas han augurado el fin de esa forma de regulación, destacando la ineficacia de las instituciones clásicas del sistema de relaciones industriales (negociación colectiva, seguridad social, neocorporativismo) (Boyer, 1989; Lipietz, 1985). A pesar de esos diagnósticos, en los últimos años, ciertos indicadores nos muestran la reversión del proceso de desmovilización y acotamiento de la acción sindical, denotando un reposicionamiento político de los sindicatos.5 Con ello se hace referencia al aumento de la cantidad de trabajadores afiliados a estructuras sindicales, el crecimiento del número de acuerdos y convenios de negociación colectiva6 y el traslado del conflicto social al 5 El “resurgir del actor” fue analizado observando experiencias de vitalización sindical en países como México, Brasil y Argentina, y hay una reciente producción bibliográfica sobre la temática (Zapata, 2004; Bensusan, 2004; de La Garza Toledo, 2005; Alcalde, 2003, 2006; Leyva, 2005; Bisberg, 2003; Guzmán Concha, 2004; Etchemendy y Coller, 2009; Fernández, 2005, 2007; Ferrero, 2005; Di Tella, 2003; Armelino, 2004, entre otros). 6 Para Senén Gonzáles y Haidar (2009), dicho proceso de “revitalización” de la negociación colectiva no debe confundirse sin embargo con el denominado proceso de “revitalización” sindical si se considera la literatura existente principalmente en Europa respecto a este concepto. En esta dirección, las autoras advierten claras señales de una recuperación del sindicalismo, pero no se destaca el fortalecimiento de estructuras sindicales horizontales, la afiliación de nuevos miembros, y la construcción de vínculos con organizaciones de la sociedad civil, elementos que nos hablarían de una revitalización sindical. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 61 conflicto laboral que se verifica desde el 2003 en adelante (Trajtemberg, Senén González, Medwid, 2007)7, entre otros factores. Apuntes sobre la precariedad laboral La precariedad laboral ha sido una modalidad de inserción en el mundo del trabajo, presente en las relaciones salariales del modelo de acumulación capitalista, en distintos momentos históricos de consolidación de este modelo, y en diversas geografías nacionales. Sin embargo, su precisión conceptual, su significación estadística, política y su presencia en la literatura académica, política y militante, se inscribe fundamentalmente a partir de mediados de los años 70, en adelante, en el marco de las transformaciones capitalistas que definen un cambio en el modelo de acumulación. Como bien destacan Alvater y Mahnkopf (2008), las relaciones laborales precarias, y por tanto no normadas, fueron absorbidas por el sistema industrial o desplazadas hacia pequeñas subempresas, actividades agrícolas, el comercio minorista, sobre todo en los países subdesarrollados. Sin embargo, en la era de la globalización, la precariedad laboral vuelve a resituarse transversalmente en los mercados capitalistas desarrollados. Ello condujo, analizan estos autores, a profundizar las desigualdades socioestructurales de poder entre capital y trabajo, porque las nuevas formas se oponen a las garantías y la seguridad social e institucional que resultan de la relación hasta ese momento normal de trabajo. Esta relación laboral era la que brindaba seguridad, ligada a la dependencia y la subordinación, por la permanencia y pertenencia de los trabajadores a una rama profesional por un tiempo indeterminado. Sin que ello mine las asimetrías de poder entre capital y trabajo, se fueron configurando formas de solidaridad ligadas principalmente a los convenios colectivos y los seguros sociales. Fue entonces, a mediados de los años 70, que la OIT utilizó por primera 7 Desde el año 2003, creció la cantidad de afiliados en numerosas organizaciones gremiales, revirtiendo la tendencia a la baja de las tasas de afiliación ligada a los cambios de composición sociológica del salariado (Drolas, 2008: p. 10). En referencia a la negociación colectiva, hubo un auge de este instrumento, no sólo por la cantidad de negociaciones sino también por el contenido de las mismas (Novick y Trajtemberg, 2000; Palomino y Trajtemberg, 2006: p. 49). Según los autores, este reimpulso fue incentivado por el Estado, que articuló las políticas salariales con la promoción de la negociación colectiva, alcanzando a colectivos más amplios de trabajadores, como los trabajadores del sector agrario, los docentes del sector privado, los trabajadores del servicio doméstico y los del trabajo a domicilio (op. Cit. p. 53). Sin embargo, más allá de la creciente cobertura de este instrumento a partir del 2003, hay una porción importante de trabajadores que no están registrados y cuyo salario no alcanza al mínimo. 62 La forma sindical en Latinoamérica vez el concepto de precarización ligándolo a la inestabilidad en el puesto de trabajo, y tomando como indicador para ello formas de contratación por tiempo determinado o la inexistencia de contrato (el llamado trabajo en negro). Al mismo tiempo, el término quedaba ligado a las situaciones del mercado de trabajo de las economías subdesarrolladas, porque era allí en donde estas formas adquirían relevancia. A partir de entonces, y acompañando las transformaciones en los modos de producir y gestionar las relaciones trabajo-capital, fue aumentando la preocupación por la temática, siempre asumida como un efecto no deseado de la reestructuración productiva, la incorporación de tecnologías en la producción y las nuevas formas de organización del trabajo (Aguiar, 2008).8 Progresivamente, la precariedad laboral comenzó a instalarse en la discusión académica contemplando al trabajo precario como “atípico” y opuesto al trabajo regular estable asalariado, caracterizado por la seguridad y predictibilidad normativa. Si bien hay un reconocimiento del carácter heterogéneo, complejo y ambiguo del trabajo precario, éste se visualiza como aquella modalidad de inserción ocupacional que se desvía de la norma. Aquello que identifica entonces a la precariedad es una combinación de estos factores, “y los límites del concepto son, inevitablemente, arbitrarios hasta cierto punto” (Rodgers, 1992, pág. 19). En esta dirección, Feldman y Galín (1990) destacan la dificultad de trabajar con una conceptualización delimitada por residuo, al ser definidas como precarias las ocupaciones que no son “típicas”, y quedando así registradas como formas “atípicas” el empleo clandestino (empleo no registrado); el empleo a tiempo parcial; el empleo temporario y el empleo asalariado fraudulento. Como manifiestan los autores, varias de estas formas de empleo precario se superponen parcialmente.9 Desde una mirada en la que confluyen la preocupación por identificar un proceso social en curso y sus efectos políticos en la estructuración de identidades colectivas, De La Garza Toledo (2005) destaca que en América Latina y el Caribe la precariedad caracteriza el problema del empleo, 8 Aguiar (2008) menciona cuatro perspectivas interesantes para pensar la precariedad: Una perspectiva jurídica y del mercado de trabajo (la atipicidad contractual y de las condiciones de trabajo); una perspectiva del proceso de trabajo (la flexibilización laboral); una perspectiva de la subjetividad (dispersión, debilitamiento); y una perspectiva “del bienestar” (la preocupación por la protección social). 9 Los autores estimaban en 1990 que el 40% del empleo asalariado ya era precario en el Gran Buenos Aires, Argentina. Ello fue el producto de la desconcentración del empleo, al incrementarse el peso relativo de la ocupación en establecimientos de pequeño tamaño, y en la pequeña producción; así como de la tercerización del empleo y particularmente de la expansión de las actividades de servicios personales. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 63 alentando un proceso de fragmentación de la clase trabajadora que no necesariamente se encuentra ligado, en esta región, al advenimiento de la sociedad posindustrial, o bien a la posmodernidad. Ello es más bien el fruto de una base económica no estructurada, en la cual crecieron las ocupaciones por cuenta propia y aumentó el empleo en micro establecimientos, siendo características de estas ocupaciones las condiciones de trabajo precarias. Ahora bien, como sostiene Alves (2009), la base objetiva de la precarización es la intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo, la desarticulación de colectivos de trabajadores y de la resistencia sindical-corporativa, y la fragmentación social ligada al crecimiento significativo del desempleo de masas. La experiencia de precarización produce una inseguridad de clase por la inestabilidad laboral y la falta de representación que conllevan las modalidades de contratación que emergieron en la etapa neoliberal. Otras miradas provenientes de algunos colectivos militantes que han incorporado esta problemática en su agenda consideran a la precariedad como una experiencia que trasciende las relaciones laborales normadas, acentuando que en el actual contexto ya no resulta siquiera posible realizar una clara distinción entre un sector precario de la población y otro seguro o garantizado. Por el contrario, se destaca una tendencia más amplificada ligada a la precarización de la vida como una amenaza que afecta a la sociedad en su conjunto. En esta línea de análisis, que considera a la precariedad como un factor que caracteriza a las sociedades posindustriales, podríamos pensar que el trabajo, para tornarse más productivo, comienza a incorporarse en el tiempo de no trabajo y así la explotación de la mano de obra se sustancia adicionalmente por fuera de la esfera laboral, distribuyéndose a través de todo el tiempo y el espacio de la vida. De este modo, la precariedad se liga a la explotación del continuo de la vida cotidiana, siendo ésta la experiencia corporizada de la precariedad (Tsianos y Papadopoulos, 2006).10 Este enfoque europeo surge a partir de la figura del trabajador inmaterial que caracterizaría la etapa actual, tras la derrota del obrero fordista y la centralidad del trabajo vivo, cada vez más intelectualizado en la producción (Lazzarato y Negri, 2006). Para estos autores, el ciclo del trabajo inmaterial ha tomado un papel estratégico en la organización global de la 10Esta experiencia corporizada tendría las siguientes características: vulnerabilidad ligada a la continua experiencia de la flexibilidad sin ninguna forma de protección; hiperactividad que exige el imperativo a adaptarse a la disponibilidad constante; simultaneidad que opera sobre la capacidad de manejar a la vez los distintos tiempos y velocidades de múltiples actividades; recombinación que supone los entrecruzamientos entre varias redes, espacios sociales y recursos disponibles; inestabilidad que se sustancia en la continua experiencia de la movilidad a través de distintos espacios y líneas temporales; agotamiento afectivo y explotación emocional. 64 La forma sindical en Latinoamérica producción, y su integración al trabajo industrial y terciario es una de las principales fuentes de la productividad. En la gran empresa reestructurada, el trabajo del obrero es un trabajo que implica, en forma ascendente, la capacidad de elegir entre varias alternativas y la de responsabilizarse de ciertas decisiones. Cualidad y cantidad de trabajo son reorganizadas en torno a su inmaterialidad, y la actividad productiva se liga cada vez más con tareas de control, de gestión de la información, de capacidad de decisión. Considerando estos enunciados, es posible advertir que la precariedad laboral se instala tanto en la agenda de discusión académica, como así también en interrelación con discusiones políticas y en documentos de organizaciones militantes. Su conceptualización, en tanto noción, proceso y experiencia, se relacionan entonces con un conjunto de dimensiones que denotan un fenómeno complejo al momento, tanto de reflexionar sobre su potencialidad política, de acción colectiva y de clase, como así también, en términos de trazar una caracterización de tipo descriptiva para referenciar el universo socio demográfico que conforma a este universo. Esto es, referirse tanto a una dimensión de universo objetivo como así también de experiencia subjetiva y colectiva. En efecto, y en relación con la primera dimensión, la inexactitud y ambigüedad que rodean a este fenómeno inciden sobre la dificultad de precisar numéricamente los grupos de trabajo afectados directamente por este proceso. En términos estadísticos, el acercamiento usualmente considerado para arrojar cifras sobre la precariedad ha sido el de medir el trabajo no registrado o “en negro” como un indicador, aunque parcial, de la precariedad laboral.11 Sin embargo, y como hemos planteado en este apartado, la precariedad engloba experiencias, situaciones y trabajadores que trascienden la noción del trabajo en negro. Como bien destacan los enfoques y la bibliografía referenciada, la precariedad distingue un conjunto de experiencias “atípicas” de empleo, que traducen modalidades divergentes de transitar el mundo del trabajo. De este modo, legalidad e ilegalidad, trabajo “típico” y “atípico” constituyen fronteras sumamente lábiles y porosas para demarcar este fenómeno extendido en las relaciones laborales desde los años 70 en adelante en las economías occidentales.12 En esta orientación, y como ilustraremos posteriormente con 11 Las cifras de la Encuesta Permanente de Hogares -EPH- muestran que en el primer trimestre del año 2005, los trabajadores asalariados no registrados en la Argentina representaban el 47,5%, mientras que, en igual período del año 2010, esta cifra descendió al 34,6% (Informe Estadístico del Tel, junio 2010). 12 La extensión de la flexibilización contractual, a partir de la década del 90 en la Argentina, como analiza Perelman (2001), que se llevó adelante con la sanción de la Ley 24.013 del año 1991 y la sanción de la Ley 24.465 de 1995, promovió Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 65 nuestros propios análisis de campo, las contrataciones eventuales y a tiempo determinado, el trabajo tercerizado, la reivindicación por el trabajo estable, el trabajo en negro, el empleo asalariado fraudulento, entre otros, forman parte del conjunto de demandas de trabajadores en distintos sectores de la economía en torno a la problemática del empleo precario. Sobre ello avanzaremos en los próximos apartados de este artículo. Acciones gremiales y trabajo precario: aproximaciones a partir de los trabajadores industriales y de servicios en la Argentina actual. En este apartado, concentraremos nuestra atención en aquellas situaciones en las cuales fue posible observar el desarrollo de demandas y acciones en torno a la precariedad, desde el lugar de trabajo, con la complejidad y la diferencia que aquel lugar refiere, tanto para los trabajadores industriales, como para algunas actividades de servicios. En variados casos, ello permitió la rearticulación de solidaridades entre trabajadores estables y precarios con el objeto de modificar sus condiciones laborales -como advertimos en los trabajadores de la industria-: en otros, ello supuso la organización de solidaridades entre trabajadores precarizados cuyo lugar de trabajo no se encuentra necesariamente delimitado por los muros de una fábrica o empresa, siendo la vía pública un espacio de referencia para el despliegue de ciertas ocupaciones. En vistas de ello, abordaremos el análisis a partir de dos sectores de la economía: el sector industrial y el sector servicios, considerando una pequeña porción de experiencias que se concentran en cada caso, y que permiten ilustrar los procesos señalados. Para el caso del sector industrial, presentaremos información sobre demandas y acciones, en torno a la precariedad, estimuladas por comisiones internas de fábrica del sector manufacturero de la economía, específicamente, del metalúrgico, el automotriz y el sector de la alimentación. Para el segundo caso, reflexionaremos sobre dos experiencias organizativas de carácter gremial de trabajadores ligados a los nuevos servicios de la economía, que tomaron como eje articulador la problemática de la precariedad, básicamente, el trabajo no registrado y el empleo asalariado no fraudulento: las experiencias del SIMeCa (Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes) y del SENCUE (Sindicato de Encuestadores en Lucha). El trabajo de campo que otorga una base para los argumentos que desarrollaremos se llevó adelante entre los años 2007 y 2009, a través de una estrategia cualitativa de investigación social, aplicando la técnica de las entrevistas en profundidad a delegados, militantes y trabajadores las modalidades de empleo que contribuyeron a precarizar las relaciones de trabajo dentro de un marco normativo y legal de regularización del empleo. 66 La forma sindical en Latinoamérica de base, y la participación activa en repertorios de acción y en instancias asamblearias.13 Es importante destacar que en el caso de los trabajadores industriales las demandas y acciones de los colectivos laborales en torno a la precariedad se ligaron especialmente con las contrataciones eventuales, a tiempo determinado, y a la situación de los trabajadores tercerizados. 14 Estas demandas y acciones generalmente emergieron en virtud de la observación de condiciones de trabajo desiguales, que introducían significativas disparidades materiales, culturales y simbólicas de transitar el espacio productivo entre trabajadores con diferente inscripción ocupacional. En cuanto a las otras experiencias, las demandas y acciones se estructuraron en torno al reconocimiento de la relación de dependencia oculta en esas formas de contratación inestables y transitorias. De allí que el pedido 13 Los casos abordados en la industria corresponden a los colectivos de trabajo de la planta Tenaris-Siat ubicada en la localidad de Avellaneda; de la planta de Siderar-Morón, de la planta Dana-Spicer ubicada en la localidad de Grand Bourg, Provincia de Buenos Aires, y de las fábricas de alimentos de Kraft-Food (ex Terrabussi) y Pepsico, la primera ubicada en la localidad de Pacheco, la segunda en la localidad de Florida, Provincia de Buenos Aires. Es importante destacar que la elección de los casos no obedeció de ningún modo a una lógica metodológica que procurara algún tipo de representación con respecto a un fenómeno más amplio, sino que, por el contrario, hemos llegado a estos casos por el interés que inviste en el estudio analizar acciones gremiales respecto a la precariedad laboral en el sector de la industria que se hubieran producido fundamentalmente desde el año 2001 en adelante, considerando que este tipo de situaciones no se ha producido mayormente en este sector de la economía. Por otra parte, y dada la extensión del presente artículo y sus objetivos primarios, enunciaremos algunas tendencias generales observadas a partir de estos casos, que nos permitan reflexionar sobre las preguntas planteadas en el texto. 14 En la Ley de Contrato de Trabajo se considera que “media contrato de trabajo eventual cuando la actividad del trabajador se ejerce bajo la dependencia de un empleador para la satisfacción de resultados concretos tenidos en vista por éste, en relación a servicios extraordinarios determinados de antemano, o exigencias extraordinarias y transitorias de la empresa, explotación o establecimiento, toda vez que no pueda preverse un plazo cierto para la finalización del contrato. Se entenderá además que media tal tipo de relación cuando el vínculo comienza y termina con la realización de la obra, la ejecución del acto o la prestación del servicio para el que fue contratado el trabajador”. (Art. 99-según Ley 24.013; 2009) El trabajo de temporada se desarrolla “cuando la relación entre las partes, originada por actividades propias del giro normal de la empresa o explotación, se cumple en determinadas épocas del año solamente y está sujeta a repetirse en cada ciclo en razón de la naturaleza de la actividad” (Art. 96-según Ley 24.012; 2009). Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 67 de registración (según los actores, “el blanqueo”) haya sido una de las primeras demandas que abrían la puerta a muchas otras, como el derecho a la sindicalización. Los trabajadores industriales El sector industrial de la economía que atrajo nuestro interés, para indagar sobre acciones de base y precariedad laboral, reviste un interés que obedece a dos inquietudes que primaron en la elección de esta problemática: De un lado, este sector de la economía no solamente ha experimentado en la etapa de la postconvertibilidad un incremento productivo significativo en relación a la década precedente sino que, conjuntamente, ha atravezado, en términos generales, un aumento de la ocupación con la pervivencia de formas de inserción laboral diferentes y desiguales en el espacio productivo. En efecto, se advierte un incremento de planteles productivos en los cuales han convivido formas de contratación a tiempo indeterminado, con contrataciones eventuales y de trabajo tercerizado. En suma, aquellas tendencias que se acentuaron en el período neoliberal, y que afectaron profundamente la organización productiva, gremial y política de los lugares de trabajo en el sector industrial, continuaron desarrollándose en el milenio actual en el marco del proceso de vitalización sindical referenciado antecedentemente. En este escenario, la precariedad laboral del mencionado ámbito de la economía, ligada mayormente a la desigualdad de condiciones de trabajo y acceso a recursos materiales, simbólicos y culturales, que distingue a los trabajadores según el tipo de relación laboral que los caracteriza en cada espacio productivo, poco ha sido encarada como problemática por las organizaciones de segundo y tercer grado. Cuando esta problemática ha encontrado un espacio en la disputa gremial, fue adoptada por unas pocas organizaciones en el lugar de trabajo y en un contexto de fuertes limitaciones. Como habíamos destacado anteriormente, en la evolución del sector industrial de la economía, se advierten en términos generales algunos aspectos que denotan continuidades y rupturas con relación al milenio anterior. En este sentido, Azpiazu y Schorr (2010) destacan que si bien el sector industrial no fue una de las actividades ganadoras por las medidas de política económica implementadas desde el 2002 en adelante, se notan heterogeneidades al interior de este sector, al mismo tiempo que se distingue un acelerado ritmo de crecimiento que revirtió el proceso de desindustrialización, que había afectado profundamente la actividad desde los años 70.15 15 Según los autores, mientras el PBI global se expandió a 36,1%, el de la actividad industrial se incrementó al 45,6%. 68 La forma sindical en Latinoamérica Entre los atributos que caracterizan la evolución del sector industrial en el período postconvertibilidad se distinguen, según estos autores, una serie de señalamientos que vale la pena introducir: 1) Entre el 2001 y el 2007, fueron las agroindustrias, la rama automotriz e industrias productoras de commodities (siderurgia, aluminio, cemento, química) las que realizaron una mayor contribución al crecimiento industrial; 2) La reactivación económica del sector en este período estuvo fuertemente ligada a la utilización de capacidad ociosa instalada en la industria, dando lugar a un proceso de reindustrialización acotado, tanto cualitativa, como cuantitativamente; 3) El desempeño productivo del sector impactó positivamente sobre la creación de puestos de trabajo, ocupando, en el 2007, el 36,3% más de trabajadores que en el año 2002; 4) Se advierte en el período un incremento de la productividad de la mano de obra; 5) Se profundizó la fragmentación de la clase obrera argentina debido a la presencia de trabajadores empleados con modalidades precarias de contratación y remuneraciones reducidas, con relación a los trabajadores que gozan de empleos registrados y perciben mejores salarios, conformando ello una nueva dimensión de la diferenciación. Este último aspecto señalado reviste para nosotros una importancia fundamental al observar algunas tendencias muy marcadas en la organización gremial de los lugares de trabajo. En primer lugar, es importante destacar que las maneras diferentes de experimentar la actividad laboral en los espacios productivos, conforme a las modalidades contractuales distintas que se reproducen en estos espacios, muestran desigualdades significativas entre los trabajadores que cooperan en un proceso de trabajo conjunto. De este modo, se advierte una diferencia de acceso a diferentes recursos que afecta, no solamente a los trabajadores en su experiencia vital individual, sino además, a la experiencia colectiva en general. Con referencia a las contrataciones eventuales, las demandas gremiales en el lugar de trabajo se han inspirado en la observación del uso de estrategias legales fraudulentas por parte de los empresarios, que han optado por esta modalidad de contratación cuando el requisito del puesto de trabajo denotaba una permanencia más que una eventualidad. Así, dicho puesto mostraba su permanencia a través de los meses, mientras que la empresa rotaba personal para ocupar aquellos puestos, los cuales hubieran requerido o justificado la contratación de personal efectivo. Ello era una observación presente en los distintos colectivos laborales indagados. En el caso de las industrias de la alimentación, por ejemplo, algunos trabajadores evaluaban cómo, a pesar de que en un escenario de ascenso productivo, visto especialmente desde el 2003 en adelante, la empresa disponía de un plantel significativo de trabajadores eventuales que rotaban constantemente por la misma. En este sentido, los mecanismos Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 69 de contratación y rotación de personal eran vistos como una estrategia que no obedecía a los descensos y ascensos de producción, sino a una estrategia de gestión de los recursos humanos que ocultaba la existencia, como manifiestan trabajadores de ésta y otras empresas, de puestos de trabajo genuinos y con posibilidad de efectivización del personal. Trabajadores de la empresa metalúrgica notaban igualmente cómo el trabajo eventual era considerado por la empresa como una manera de evitar la efectivización del empleo, abusando de esta modalidad de contratación: “Los que estaban contratados en forma eventual, por ahí bajaba un poco el trabajo y una cantidad de compañeros se iban, en determinado momento se iban dos meses, volvían y se iban a los dos meses, y era todo así. Tuvimos compañeros que durante 10 años estuvieron contratados por agencia. Y el otro tema es la tarea, porque no son contrataciones eventuales, no es que se enfermó uno y el otro va a estar reemplazándolo un año entero. Los compañeros tenían un trabajo establecido” (Entrevista realizada por la autora a José, 41 años, y a Ariel, 45 años, delegado y trabajador respectivamente de Tenaris-Siat, diciembre de 2008, y diciembre de 2009). La modalidad de contratación eventual tendió a ser así utilizada por muchas empresas como una estrategia que conformó, pero además superó, aquel “ejército industrial de reserva” puesto a disposición de los capitalistas cuando el proceso productivo, conforme a los vaivenes económicos, requiriera de su utilización, tal cual lo analizó Marx. De este modo, en los momentos de incremento de la producción, esta modalidad de inserción laboral continuó cumpliendo una función clave en las relaciones laborales al interior de las empresas: debilitar la organización gremial interna y abaratar los costos empresariales de la fuerza de trabajo. Entre los trabajadores eventuales y efectivos se notaban diferencias salariales y de otros beneficios materiales significativos: los primeros cobraban salarios menores por tener categorías muchas veces más bajas que los segundos, a pesar de desarrollar similares tareas; no accedían a premios por productividad o presentismo, no podían solicitar créditos que la empresa brindaba a los efectivos, como, por ejemplo, en materiales y mercadería, o al uso de colonia de vacaciones. A ello se sumaba en algunas empresas el uso de ropa de trabajo diferente que aportaba una distinción corporal entre unos y otros, el uso de horarios distintos de comedor, un trato diferencial por parte de supervisores con relación a los tiempos de descanso, sólo para mencionar algunos. El vínculo con las organizaciones sindicales, para estos trabajadores, acostumbrados a 70 La forma sindical en Latinoamérica la rotación o a la “eventualidad permanente”16, era sin dudas un privilegio vedado. Incluso, en algunos eventos conflictivos o en demandas de parte de delegados y comisiones internas ante ciertas situaciones problemáticas que afectaban a los trabajadores contratados, la respuesta de la organización sindical solía ser renuente a la incorporación de este grupo como parte de las actividades y compromisos de representación sindical. Estas diferencias entre los trabajadores efectivos y contratados mellaban las relaciones solidarias y de cooperación entre los mismos en el espacio productivo. En el lugar de trabajo, la división entre trabajadores con categorías contractuales diferentes generaba dificultades para establecer lazos secundarios duraderos, que otrora caracterizaba el pasaje por los espacios productivos. Para unos, la figura del trabajador estable se inviste de una meta y una aspiración para evitar la continua rotación y la dificultad que ello entraña por sus efectos materiales y sociales sobre las condiciones vitales y laborales. Para los otros, el trabajador contratado se convierte en parte de una escenografía que cambia con frecuencia, dificultando la recreación de lazos solidarios de clase. Entre aquellos suele establecerse una relación distante, de competencia, muchas de las veces, por el temor de los primeros de ser reemplazados por los segundos, y de cierta sensación de abuso de los contratados por tener que realizar tareas que los trabajadores efectivos ya no quieren desarrollar. “Cuando entré yo, entrábamos en tandas de entre 20 y 30 compañeros, y quedaban no más de 5 ó 6 como efectivos. El resto era despedido en forma automática, sin ningún tipo de asombro por parte de los compañeros, era algo naturalizado. Incluso la tanda anterior venía de 2 ó 3 años contratados. La rivalidad que había entre contratados y efectivos era terrible, porque cuando entraba un compañero, el efectivo pensaba que le venía a sacar el puesto. Lo he vivido personalmente, cuando me mandaron a una máquina de fundición y me di cuenta que el compañero, de 50 años, que me explicaba, me estaba ocultando cosas, para que yo cometiera un error grande. Esa división nos costó varios meses romper” (Entrevista realizada por la autora a Gastón, 30 años, delegado despedido de DANA, Buenos Aires, diciembre 2008). Las empresas por otra parte aprovechan para incentivar estas diferencias. 16 “La eventualidad permanente” ha sido un término referenciado en varias notas periodísticas para destacar la situación de los trabajadores con contratos eventuales, en el sector de la industria, en particular en alusión al caso de los trabajadores de Tenaris-Siat. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 71 “La empresa S. se encarga de marcar la diferencia entre los estables y los contratados, trabajan mucho con esa psicología” (Entrevista realizada por la autora a Coco, 42 años, delegado de la empresa Siderar-Morón, noviembre de 2008). La rotación de los trabajadores genera, por otro lado, serias dificultades en varias empresas para desarrollar vínculos de compañerismo de cierta permanencia, así como las estrategias de gestión del personal conspiran en muchas ocasiones contra la posibilidad de dinamizar estas relaciones. “Vos entrabas a la empresa y no distinguías cuál era cuál. Lo distinguías en el trato. Los contratados estaban excluidos de todos los beneficios que había, en la proveeduría vos podías comprar mercadería de la empresa. Pero tenía que ser con una lista, con un pedido. Y los que estábamos por agencia no podíamos. A parte del laburo que hacías, eras un paria, en todo el sentido de la palabra. Y tus compañeros también lo veían así, te decían no me voy a encariñar con vos porque los van a echar a la mierda. Entonces cuando los echaban, no pasaba nada. Uno se acostumbra a eso y yo tampoco le daba mucha pelota la verdad a los compañeros contratados (Entrevista realizada por la autora a Roberto, 31 años, ex trabajador y delegado de sector de Kraft despedido, diciembre 2009, Buenos Aires). La dificultad de ver al otro como un igual y como un sujeto de derechos semejantes requirió entonces, en las experiencias estudiadas, de la activación de delegados y trabajadores más comprometidos con revertir este tipo de situaciones que limitaban la solidaridad en el lugar de trabajo. Ello supuso aprovechar diferentes instancias de sociabilidad en el espacio productivo, y por fuera del mismo (como los asados y los partidos de fútbol), para incentivar una mayor empatía de parte de los trabajadores efectivos con relación a los contratados. En algunas empresas, como en una de la alimentación, camadas de trabajadores contratados presionaron a la CI (Comisión Interna) para que generara acciones de apoyo a su situación, en la búsqueda de la efectivización laboral. Ello en alguna medida también fue motorizado por algunos trabajadores y delegados que actuaron como referentes en estos reclamos. En otras empresas, trabajadores más activos, delegados y CI promovieron acciones para efectivizar a los contratados con vistas a igualar condiciones de trabajo y remuneración. Algunas de las veces ello obtuvo resoluciones favorables a los reclamos, y en otras, a pesar de la intervención del Estado a favor de los trabajadores (como lo demuestra el caso de los trabajadores de Tenaris-Siat), varios trabajadores eventuales no pudieron efectivizar su condición laboral.17 17 En el caso del colectivo de trabajadores de Tenaris-Siat, la CI, entre sus variadas 72 La forma sindical en Latinoamérica Las amenazas de quite de colaboración, la no realización de horas extras, la presión gremial interna, presentaciones institucionales al Ministerio de Trabajo en la órbita nacional y provincial, fueron algunas de las medidas colectivas desarrolladas por las organizaciones gremiales internas. Para que estas medidas fueran dinamizadas, y las inquietudes por la precariedad transitaran de la preocupación de un grupo o delegado en particular a ser una demanda colectiva, se advierte en todas las experiencias un trabajo de concientización política por parte de los referentes y trabajadores más “inquietos” con estas condiciones. Algunas de las veces estas inquietudes se ligaron con tradiciones partidarias de izquierda de algunos de los referentes, otras, con trayectos de experiencia y trabajo básicamente sindical, mientras que en otras experiencias se advierten preocupaciones que reconocen antecedentes más diversos. Pero una condición para que estas inquietudes se proyectaran como demandas de colectivos basistas ha sido la irrupción en los espacios productivos, en el milenio actual, de trabajadores jóvenes, sin experiencia sindical ni de trabajo efectivo muchas de las veces, pero con actitudes políticas de carácter contestatario y revulsivo, que buscaron desnaturalizar condiciones de trabajo asumidas como infranqueables. En esta orientación, en algunos colectivos laborales también se avanzó reivindicando la situación de los trabajadores tercerizados que, si bien responden a distintas empresas, transitan el mismo espacio productivo, alertando sobre la responsabilidad solidaria que las empresas que contratan estos servicios tercerizados tienen sobre los trabajadores. En este camino, se buscó colocar bajo el mismo convenio de trabajo a todo el plantel de trabajadores, se avanzó sobre la organización gremial de los tercerizados en uno de los casos, y se persiguió igualar ciertos beneficios entre los trabajadores que dependían directamente de las empresas solicitantes de los servicios tercerizados, y los trabajadores que respondían a estas otras empresas.18 acciones, realizó una serie de reuniones y presentaciones en el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, hacia fines del año 2009, para resolver la situación de un grupo de 20 trabajadores eventuales. Ante esta institución, lograron demostrar que dichas contrataciones habían sido fraudulentas: contratos por un período de tres años, en el mismo puesto de trabajo y en la misma empresa. Si bien el Ministerio de Trabajo instó a la empresa a que regularizara la situación de aquellos trabajadores debido a la extensión en el tiempo de los contratos, los mismos no fueron finalmente reincorporados. 18 La Ley de Contrato de Trabajo estipula que las empresas que contraten servicios de terceros, con vistas a proporcionarlos en la propia empresa, responden solidariamente por las obligaciones emergentes de la relación laboral. (Art. 29, según Ley 24.013). Ello fue el sustento de la acción emprendida en el país, en agosto de 2010, por el Sindicato de Camioneros, ante la empresa Techint, exigiendo el blanqueo de aproximadamente 5000 transportistas que trabajaban para esta empresa de forma tercerizada. Los trabajadores del subterráneo de Buenos Aires Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 73 Ello lo ilustra el caso del colectivo de trabajadores de la empresa Siderar-Morón. Entre las demandas y los logros obtenidos se distingue la estabilización de los trabajadores de las empresas tercerizadas en su puesto de trabajo (los cuales acostumbraban rotar de lugar de trabajo cuando una empresa de estas características dejaba de prestar sus servicios en Siderar), reconociéndoles antigüedad por la tarea realizada a pesar del cambio de la firma que presta los servicios en la fábrica metalúrgica; la promoción de la organización gremial interna de estos trabajadores tercerizados; la obtención de ciertos beneficios y demandas postergadas para estos grupos de trabajo, como el acceso a refrigerio, ropa de trabajo, elementos de seguridad, mejoras de salario, la no realización de ciertas tareas laborales, entre otros. Estos reclamos se produjeron tanto hacia las empresas tercerizadas como hacia Siderar, a la cual se la considera solidariamente responsable de las condiciones de trabajo de todos los que integran la planta. “Tuvimos muchas conquistas, pero una de las satisfacciones más grandes para mi persona fue el recordar cuando mis compañeros corrían detrás del carrito mangueando un sándwich, al que le daban si les sobraba (luego de repartirlos entre los trabajadores estables de Siderar). El día que logramos que esto la empresa lo diera por derecho, porque lo habíamos adquirido como trabajadores, fue una de las grandes satisfacciones que tuve” (Entrevista realizada por la autora a Marcos, 40 años, delegado de la empresa de limpieza que presta sus servicios en Siderar-Morón, diciembre de 2008). Como señalamos anteriormente, los sindicatos en general no acompañaron estas acciones (sólo en uno de los casos se logró el acompañamiento de una seccional sindical de la UOM por presión de trabajadores y delegados, como lo muestra la experiencia de los trabajadores de Tenaris-SIAT) y, en otros casos, el sindicato actuó para desmembrar la organización gremial interna, demostrando dificultades en las instancias sindicales más amplias para incorporar la situación de trabajadores eventuales y tercerizados dentro de sus reclamos colectivos. Ello se notó claramente en el caso de la organización gremial interna que se había conformado a principios del milenio actual en Dana-Spicer, actuando el sindicato del SMATA (Sindicato de Mecánico y Afines del Transporte Automotor de la Argentina) que representa al sector para desactivar dicha organización. En cuanto al sindicato que nuclea a los trabajadores de la alimentación de las empresas abordadas, tampoco se distingue una política solidaria para con los trabajadores eventuales y tercerizados, habiéndose acercado a los también emprendieron una serie de acciones para igualar condiciones de trabajo entre tercerizados y efectivos. Véase Arias y Haydar, 2008. 74 La forma sindical en Latinoamérica delegados del colectivo laboral de PEPSICO recién en meses recientes, ante las denuncias constantes de estos delegados, para que la justicia y el Ministerio de Trabajo nacional intercediera ante las contrataciones eventuales fraudulentas que llevaba adelante la empresa. El sector servicios: las experiencias del SIMECA y el SENCUE. El Sector Servicios está asociado a todas aquellas actividades que facilitan y permiten la relación entre agentes económicos y sus actividades productivas (CAC, 2009). A partir de esta definición, podemos deducir la heterogeneidad del sector, tanto por el tipo de servicio, la calificación requerida para ofrecerlo, el sector del que se trate, sumando las diferentes relaciones contractuales entre el prestador y el demandante. El sector servicios, con su heterogeneidad y complejidad, comienza a crecer en Argentina a mediados de los 70, coincidiendo con la instauración de un nuevo modelo de acumulación que rompe con el perfil industrialista y proteccionista del período anterior. La apertura comercial y la desregulación coinciden entonces con el proceso de terciarización, fenómeno que trascendió las fronteras nacionales. Ya para los años 90, el sector servicios pasó a ser el primer empleador de la economía, a partir de la absorción de trabajadores desplazados del sector industrial. La incorporación de nuevas tecnologías al servicio de la producción fue uno de los factores explicativos de este desplazamiento, hecho que nos lleva a rechazar las tesis que argumentan el crecimiento del sector servicios como resultante de la desindustrialización.19 Ahora bien, pese al crecimiento del sector servicios, la situación de los trabajadores vinculados a él estuvo caracterizada por un alto grado de desprotección. Según los últimos datos estadísticos, al tomar el universo de trabajadores precarios de la economía y analizar su lugar de inserción, puede notarse que el 77% de ellos trabaja en el sector terciario; más precisamente, el 23% se dedica a actividades de servicio doméstico, 19Entre 2003 y 2008, el sector servicios creció a una tasa promedio anual del 8,03% (un comportamiento similar a la industria manufacturera) y actualmente genera el 62% del Producto Interno Bruto (PIB), cerca de USD 12.000 millones de exportaciones (el 16% del total de exportaciones), y emplea al 71% de los trabajadores registrados. Dentro del sector servicios los rubros de mayor participación son el Comercio (21,1%), Actividades Inmobiliarias (20,6%) y Transporte Almacenamiento y Comunicaciones (17,8%), que concentran aproximadamente el 60% de la producción de servicios. Le siguen en importancia los servicios de Enseñanza y Salud, Otros servicios y la Intermediación financiera. El tercero de los tres rubros de mayor participación, transportes, almacenamiento y comunicaciones, creció a una tasa del 6,6% anual, logrando un PIB de 42.129 millones de pesos (op. cit., p. 10). Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 75 el 18%, a comercio y el 9% se desempeña en las ramas de transporte y comunicaciones (Santarcángelo y Borroni, 2009, p. 15).20 Ahora bien, el crecimiento del sector servicios en los últimos años estuvo asociado a la tercerización, mecanismo que permite a las empresas modificar su estructura de costos, fragmentando el proceso productivo.21 La tercerización no es un fenómeno novedoso, pero generalmente se limitaba a los servicios de seguridad, limpieza y catering. A partir de los 90, como señala Teuly, se produjo una generalización y extensión de este mecanismo a todo tipo de servicios y tareas, “desde los servicios de facturación, informática, transporte, atención telefónica y logística, hasta las tareas de producción y mantenimiento en la industria” (Teuly, 2004, p. 2). En cuanto al empleo y los servicios, un elemento llamativo es que la distribución de los asalariados por sector económico es muy dispar, siendo que en la actualidad el sector productor de servicios -que representa alrededor del 60% del PBI argentino- aglutina al 75% de los trabajadores asalariados de la economía, de los cuales el 40% de ellos es precario (Santarcángelo y Borroni, 2009).22 En nuestros casos de estudio, la precariedad se presenta bajo dos formas características: el empleo no registrado o en negro, para el caso de los trabajadores mensajeros, y el empleo asalariado fraudulento a tiempo determinado, para el caso de los trabajadores de las encuestas. Las singularidades de ambos casos son, fundamentalmente, la distancia con el mundo sindical leída en términos de desprotección, y la inestabilidad de la experiencia laboral. Las experiencias que aquí analizamos, la del SIMeCa 20Estos autores, para cuantificar el fenómeno de la precariedad, realizan un recorte del universo de asalariados sin aportes a la seguridad social. Está de más aclarar que el fenómeno de la precariedad supone una complejidad mayor y que esta definición corresponde a la necesidad de cuantificación. 21La fragmentación del proceso productivo en diferentes países, llamada outsourcing, también ha contribuido al desarrollo del comercio internacional de servicios (Santarcángelo y Borroni, 2009). 22 El 77% del total de asalariados de la economía pertenecen al sector servicios, y mirando las ramas, el 15% pertenece a comercio y reparaciones, el servicio doméstico, con el 11% del total, y administración pública y enseñanza (10% cada una). Las de menor peso son la rama de restaurantes y hoteles (3%) y la de intermediación financiera (2%); en tanto que el resto de las ramas se ubican entre esos valores extremos. Al mirar la tasa de precariedad, la rama del servicio doméstico es la que muestra peores condiciones, ascendiendo a un 93%, luego hoteles y restaurantes con un 54%, comercio, el 51% y los de transporte y comunicaciones, un 48%. Todas estas ramas presentan una tasa de precariedad laboral superior a la del promedio de la economía, que se encuentra por encima del 40% (op. cit., p. 16). 76 La forma sindical en Latinoamérica y del SENCUE, intentan problematizar esa condición y construir una identidad común en un mundo laboral fragmentado y precarizado. La experiencia del SIMeCa (Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes) se constituyó en un ejemplo para quienes desde otras actividades decidían emprender un camino de organización gremial. Como tal, sus orígenes se sitúan en un contexto diferente a la experiencia del SENCUE, ya que datan del año 1999, en el marco del ciclo de luchas anti neoliberales abierto en esos años. El SIMeCa está marcado por las jornadas represivas del 19 y 20 de 2001, porque los trabajadores mensajeros acentúan la importancia de su accionar rescatando a las víctimas de la represión policial en su lugar de trabajo: las calles del centro de la ciudad de Buenos Aires. La combatividad constitutiva de la experiencia luego se fue adaptando a nuevos tiempos y necesidades, sin que ello opacara sus orígenes disruptivos, marcando su originalidad en una contradicción entre constituirse en sindicato y la negación de esa forma en tanto estructura instituida; una contradicción que con el tiempo terminó por resolverse, en otro ciclo de luchas, en otro escenario. Como mencionamos, el SIMeCa se constituyó en un ejemplo a seguir por su capacidad de generar un espacio gremial horizontal, independiente y democrático, a partir del esfuerzo militante y la acción directa. Si bien el SIMeCa comenzó con un formato de movimiento social (negando la representación y la legalidad), con el tiempo dicho formato fue mutando, producto del cambio de contexto y del mismo devenir de la experiencia. La defensa de los derechos de los trabajadores y en particular de los trabajadores mensajeros fue una de sus principales banderas. En ese camino, luego de que algunas de las pocas luchas gremiales, que habían sido ganadas “poniendo el cuerpo”, terminaran siendo capitalizadas por otros sindicatos -como Comercio o Pasteleros- se replantearon sus lógicas de organización y de acción. Recordemos que esta experiencia se situó en un vacío gremial porque no había un sindicato que encuadrara la actividad del mensajero, y ni siquiera la actividad estaba en el nomenclador oficial. Es así que si el sindicato impulsaba un conflicto demandando el blanqueo de los trabajadores, mejores condiciones de trabajo y recomposición salarial, logrando el registramiento de esos trabajadores, éstos terminarían siendo afiliados a otros gremios. De allí la necesidad de comenzar la disputa por la personería, una pelea que aún permanece abierta. Desde la voz de los actores hubo un viraje que implicó el alejamiento de muchos motoqueros que rechazaban la figura sindical tradicional o que aspiraban a conformar un agrupamiento político desde ese espacio.23 23 Sin embargo, pese a este alejamiento, en la actualidad hay militantes fundadores y sigue participando del SIMeCa el afiliado N°1. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 77 El trabajo registrado y el acceso a la personería comenzaron a ser entonces nuevas banderas de lucha, proceso que significó para muchos militantes un repliegue hacia adentro, dejar de participar en espacios más abiertos, en marchas “políticas”, y comenzar a construir el sindicato. ¿Con qué herramientas comenzaron esa nueva lucha? Adoptando el discurso del gobierno nacional de la lucha contra el trabajo en negro y utilizando las inspecciones laborales como herramientas para ejercer presión. “Nosotros empezamos con el tema del trabajo registrado, nosotros dimos vueltas el discurso del gobierno, y fuimos con el discurso del gobierno a reclamar, “y bueno nosotros también lo queremos”, y ahí empezaron una serie de inspecciones en las agencias y ahí se empezó a registrar recién a los compañeros y fue un efecto dominó porque empezaron a blanquear a los compañeros. ¿Después cómo capitalizamos nosotros todo eso? Fue muy difícil, pero bueno, logramos hacerlo. Después en el 2005 caemos en cana en una agencia que se llama TRANSICLE. Ya no empezamos a caer en cana por tener quilombos con la policía, sino por tener problemas con la patronal” (Entrevista realizada por la autora a Fausto, 23 años, militante SIMECA, mayo de 2007). En el discurso de los actores involucrados en esa transformación se presenta la idea de “evolución”, marcando el pasaje de un SIMeCa viejo a un SIMeCa nuevo. El viejo, ligado a la idea de los fundadores, la mayoría, militantes de la organización HIJOS24, cuyo objetivo era conformar una agrupación de trabajadores, en donde no sólo se diera la pelea por las reivindicaciones del sector, sino que hubiera también definiciones políticas claras y profundas. Como sostiene Carlos: “Con un sindicato muy vinculado a la idea de cambio social, no se quedaba sólo en los trabajadores, sino que era muy politizado” (Entrevista realizada por la autora a Carlos, 21 años, Militante SIMeCa, octubre de 2007). Sin embargo, paulatinamente y en un contexto diferente, el SIMECA fue cambiando su forma en tanto estructura, funcionamiento y marco relacional, acercándose al modelo sindical tradicional y perdiendo su carácter movimientista. A la hora de buscar las causas de ese viraje se presentó la necesidad de tener que decidir entre una supuesta dicotomía “lucha gremial – lucha política”. Este fue un proceso conflictivo en donde muchos 24HIJOS es una organización vinculada a la derechos humanos, integrada por hijos de desaparecidos, que se caracterizó desde sus orígenes por la modalidad de la acción directa como repertorio de acción: “si no hay justicia, hay escrache”, “a donde vayan los iremos a buscar”. 78 La forma sindical en Latinoamérica militantes de partidos optaron por estar en otros espacios, replanteando sus banderas de lucha y las formas de lograr esos objetivos: blanqueo, negociación, legalidad y estructura. “Quedó el clasismo independiente, digamos, mirá, los partidos se fueron, se cansaron de discutir y se fueron, en esa época SIMeCa eran militantes, todos los que estaban en SIMeCa eran militantes, eran de partidos, y ahora vos te ponés a pensar lo que es SIMeCa hoy y no son militantes, son militantes los 5 o 6 dirigentes que tiene la comisión directiva pero el resto son todos compañeros de las agencias, ese es laburo que hicimos nosotros, eso es re importante, nosotros ganamos la confianza de los compañeros de la calle al traerlos al sindicato y nosotros tratamos de formarlos en los conflictos y todo eso” (Entrevista realizada por la autora a Lucio, 25 años, Militante SIMeCa, agosto de 2007). Revalorizar la figura del sindicato como herramienta legítima de lucha de los trabajadores fue una de las metas de los militantes actuales del SIMeCa, y llegar a esa revalorización fue el resultado del mismo camino recorrido, según ellos, de la experiencia, y del cambio del contexto que sitúa a ésta última en otro marco de oportunidades políticas. La vitalización sindical del período de la convertibilidad corresponde a este cambio de perspectiva dentro del SIMeCa, en el que el formato de organización gremial aparece acorde con el nuevo ciclo de luchas. Sin embargo, hay que destacar que la forma sindical revalorizada lejos está de pensarse en términos burocráticos, sino que se fomentan prácticas democráticas en el funcionamiento del sindicato: “no queremos ser un sindicato como los que se denominan ahora tradicional”. De allí surge la necesidad de rescatar prácticas clasistas que pueden recuperarse de algunos sindicatos de los años 60 y 70, de las experiencias anarquistas de principio de siglo, pero que en definitiva suponen lo antiburocrático, la democracia y la solidaridad de clase. Nosotros también pensamos que si bien es una herramienta gremial, el sindicato también tiene que servir para poner al servicio a otros trabajadores, a través de la solidaridad, y apoyar nuestros conflictos y apoyar otras luchas de otros sectores de la sociedad. En su momento también hoy estamos sentados acá en la CTA, pero también tiene que ver con la experiencia, con las necesidades, hay un rechazo absoluto a las centrales sindicales y a relacionarnos con cualquier otro tipo de sindicato. Hoy siete u ocho años después estamos sentados con la CTA” (Entrevista realizada por la autora a Fausto, 23 años, Militante SIMeCa, mayo de 2007). Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 79 Es necesario situar el cambio de posicionamientos en función de los escenarios en los que se desarrolla la experiencia. No era lo mismo reclamar el blanqueo de los trabajadores en un contexto de alta conflictividad social y en donde la economía mostraba claros signos de deterioro en sus indicadores, que adoptar ese reclamo en contextos de mejoramiento de esos indicadores y ante un gobierno que impulsa el registramiento. Si bien el pragmatismo resultó fundamental a la hora de buscar las razones de los cambios del SIMeCa, es necesario remarcar el cambio de contexto. La revalorización de la figura del sindicato se sitúa allí, entre el pragmatismo y el cambio en las oportunidades políticas, dado por el quiebre del consenso neoliberal. Esa revalorización supuso un trabajo minucioso al interior del sindicato, que implicó formación sindical y la necesidad de incorporar tanto la mística como el lenguaje y determinadas prácticas inscriptas en el sindicalismo tradicional. Esto llevó a los militantes activos a iniciar un proceso de formación, acercarse a compañeros que militaron en el sindicalismo clasista de los 70, y también revalorizar elementos del sindicalismo tradicional que pueden ser incorporados más allá de las cuestiones ideológicas o de principios del SIMeCa. La discusión al interior del sindicato CGT o CTA, cuando se planteó la necesidad de incorporarse a una estructura mayor, da cuenta del grado de apertura que experimentó esta organización. De un rechazo general a las prácticas sindicales a plantearse la inclusión en la central por demás cuestionada por aquellas experiencias que se reivindican antiburocráticas. “Yo rescato de Moyano, de camioneros, la cuestión de la mística que le dan. Nosotros tenemos chalecos, eso me pega, cuando fuimos a hablar con la gente de Moyano están todos con camperas verdes, y un chabón me dice nosotros tenemos el mejor secretario que podíamos tener en los siglos de los siglos, le falto decir amén, igual son (...) pero la cuestión de la mística, nada más, la ideología nada que ver, hay que darle un poco de mística. SIMeCa tiene como una cosa de hinchada, y si nosotros le ponemos un poco más de rojo y negro al color del sindicato, todos efectos visuales” (Entrevista realizada por la autora a Fausto, 23 años, Militante SIMeCa, mayo de 2007). Así fue que el SIMeCa comenzó a poner por delante del enfrentamiento directo la negociación; comenzó a valorar la cuestión simbólica como elemento que incentiva sentimientos de pertenencia en aquellos motoqueros que se consideraban cuentapropistas o autónomos, ajenos a cualquier forma de militancia. Estos elementos nuevamente tienen relación con la dimensión experiencial. ¿Qué elementos contribuían a capitalizar el esfuerzo de los militantes del sindicato, de qué valía la pura confrontación? La cuestión de la legalidad, en los orígenes rechazada, fue crucial conforme a los testimonios 80 La forma sindical en Latinoamérica de los entrevistados: tomar la legalidad como base para la acción tuvo que ver con la maduración de las ideas. La personería gremial fue un paso importante para posicionarse frente al nuevo antagónico: la patronal. En este punto, se puede destacar que la figura legal que logró adquirir el SIMeCa es la inscripción simple, ésta le permite hacer convenios por empresa, aunque no representa a todo el sector. La ley le posibilita hacer acuerdos entre el sindicato y la empresa mientras no haya un sindicato con personalidad gremial en la actividad. Así, el SIMeCa se propuso comenzar una campaña de afiliación a la par de pelear por tener la personería.25 En resumen, la lucha por la obtención de la personería gremial fue un paso importante para posicionarse frente al nuevo antagonista (la patronal) en la conformación de alianzas, y en definitiva ante los trabadores que (busca) representa(r). La representación es una dimensión que debe ser tomada en cuenta al momento de identificar mutaciones. Los militantes más activos del SIMeCa se consideran el sector más avanzado de los trabajadores mensajeros, tanto en conciencia como en compromiso, hecho que los habilitaría a ejercer el rol de la representación hacia todos aquellos que se propongan militar para mejorar las condiciones laborales. La idea de representación viene acompañada por una particular concepción de la relación bases –cúpulas, visualizándose un elemento diferenciador de las experiencias de burocratización sindical. El SIMeCa, a pesar de sus mutaciones, ha mantenido su principio de fomentar el protagonismo y la participación de todos sus miembros. Por otra parte, el pasaje de una forma a otra se conjuga con un cambio en la composición de los trabajadores representados por el SIMeCa; tornándose en los últimos años “más proletaria”. En sus orígenes, se consideraba una actividad atractiva para aquellos jóvenes de sectores medios que compatibilizaban sus estudios con la “moto”, pero en la actualidad aparece la noción de oficio. La transitoriedad y la alta rotación que ha existido en la actividad comienzan a diluirse. Un elemento que destacan los entrevistados, en relación a las características de la actual composición más “proletaria”, es el menor nivel educativo de los actuales trabajadores del sector, así como el costo y el modo de adquisición de la herramienta de trabajo. Y sin embargo, como mencionamos, el cambio de eje de la lucha del SIMeCa muestra ser una adecuación a la nueva realidad, o lo que, en otros términos, puede comprenderse como un aprovechamiento de una estructura de oportunidades políticas. Estas oportunidades expresadas en la política de registración del empleo potencializa su lucha por la mejora de las condiciones laborales, al tiempo que produce un reencauce. Así, la 25 En enero de 2009, el SIMeCa comenzó una campaña de afiliación para cotejar el número de afiliados del sindicato en el camino de su lucha por adquirir la personería gremial. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 81 transmutación del ciclo de luchas sociales producido luego de la devaluación y condensado en la disputa sindical es expresión de un reencauce de las luchas, donde, de la negatividad contra el orden neoliberal, se pasa a una positividad26 que busca mejoras sociales. Y en este sentido, el SIMeCa al enfocarse en la consolidación como sindicato ingresó en una etapa de aceptación, impuesta por la estructura de oportunidades políticas abiertas de las formas constituidas. La disputa por el cambio social en y contra su propia forma sindical ha quedado entonces desdibujada. La racionalidad instrumental parece haber colonizando sus prácticas, si bien esta colonización no se ha dado linealmente y sin conflictos. La experiencia del SENCUE se sitúa en un ciclo de luchas diferente, en donde el reposicionamiento de los actores sindicales marca las condiciones de posibilidad del camino a recorrer. ¿Por qué constituirse en un sindicato? Porque aparece como una herramienta legítima de defensa de los derechos de los trabajadores, hecho que no estaba muy claro en los años 90. Si bien la actividad del encuestador data de los años 80, la misma siempre fue asociada por los propios trabajadores de las encuestas al cuentapropismo, negando toda relación de dependencia y posible protección sindical, aun existiendo un sindicato y un convenio colectivo que la contemplen. Pero el contexto en el que el SENCUE comenzó a conformarse, la revalorización del sindicalismo y la existencia de experiencias de organización sindical novedosas, diferencian a esta experiencia de la historia del SIMeCa. El acercamiento del SENCUE al SIMeCa, el conocimiento de la experiencia de los delegados del subte,27 mostró posibles caminos organizativos en oposición a estructuras instituidas (de carácter tradicional) o la creación de nuevas estructuras más flexibles y democráticas. En ese debate se situó el SENCUE luego de todo un esfuerzo militante previo que implicó la revalorización del trabajo en relación de dependencia y la importancia del registramiento y de la protección sindical que el mismo conlleva. Así, cuando uno rastrea sus orígenes en el año 2004, había un total desconocimiento de la existencia de un Sindicato que nucleaba la actividad y de un convenio colectivo. Todo empezó cuando un grupo reducido de encuestadores comenzó a organizarse para reclamar por el aumento del valor de las encuestas en una consultora. Ese reclamo puntual significó 26 Negatividad y positividad de las luchas se refiere, simplemente, a que la primera tiene por horizonte la destitución del orden existente; mientras que la segunda (la positividad) remite a que las luchas, a pesar de su carácter conflictivo, son afirmativas de la sociedad existente, aun de los intereses declarados. 27 Esta experiencia da cuenta de procesos organizativos en los lugares de trabajo que cuestionan el rol de las cúpulas en el monopolio de la representación, y muestra a su vez, la articulación de resistencias entre trabajadores registrados y precarizados. Véase, Arias y Haydar, 2008. 82 La forma sindical en Latinoamérica que esa consultora que contrataba a los encuestadores duplicara el monto pagado por cada encuesta realizada. Estos encuestadores comenzaron a percibir entonces la potencialidad de la organización. Este hecho particular significó un quiebre en la percepción acerca de la posibilidad de mejorar las condiciones de trabajo, a partir de pensarse en términos colectivos, en el marco de una realidad dada por un tipo de trabajo individualizado, una trama empresarial por demás compleja y una concepción de la tarea sin fuerte arraigo identitario. En virtud de ello, consideramos que este paso tuvo relación con un primer nivel de relación inter-individual, en el cual la cuestión del vínculo y la confianza cobraron relevancia, siendo la base para la construcción de una organización. “El tema del temor que había, que sigue estando, pero que ahora es mucho menor, que bueno, hablás, te juntás, te quedás sin trabajo. Si se enteran te quedás sin trabajo. Por eso la importancia de generar confianza para romper con eso” (…) “Cada uno que venía, que venía a contar su historia como si fuera propia y como si fuera individual, cuando en realidad es siempre la misma historia de todos” (Entrevista realizada por la autora a Gabriela, 39 años, 10 años de encuestadora, diciembre de 2007). A partir de ese primer nivel, los militantes decidieron conformar el SENCUE, jugando con el desconocimiento que tenían las consultoras acerca de la magnitud del mismo y llevando adelante un tipo de militancia clandestina. La desconfianza fue entonces el primer obstáculo que se presentaba como una dificultad a la hora de convocar a los encuestadores para que se organizaran en los (no) lugares de trabajo.28 Recordemos que la actividad del encuestador dificulta la organización porque no se desarrolla en un espacio físico acotado y es una actividad que se caracteriza por la alta rotación, siendo desde sus orígenes un tipo de trabajo transitorio de jóvenes entre los estudios y un empleo estable, o como una opción posible para mujeres amas de casa en vistas de aumentar el ingreso familiar. Esas particularidades generan un obstáculo para el sostenimiento de una estructura organizativa estable. La calle aparece en este caso como el lugar de trabajo por excelencia y la existencia de diferentes modalidades de realizar la tarea del encuestador 28Plantear la existencia de no lugares tiene que ver con no poder establecer un espacio fijo de trabajo. Si bien la calle es un espacio concreto, su amplitud dificulta una demarcación y sabemos que los análisis sobre los procesos organizativos de los trabajadores parten del hecho de compartir las mismas condiciones en un espacio laboral acotado y concreto, como se observó en los trabajadores industriales. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 83 (timbreo, salón, telefónica, coincidencial, por contacto) implica también relaciones diferentes con el encuestado, entre los encuestadores, con los supervisores, distintos instrumentos de trabajo y espacios también diferentes. El riesgo también es un factor del tipo de trabajo, por el grado de exposición del encuestador cuando la calle es el espacio laboral. Ante la dificultad de generar adhesiones inmediatas, cambia el sujeto a quien interpelar: son las empresas sobre las que hay que ejercer presión y por decantación, en un mediano plazo, los mismos encuestadores cambiaron su concepción acerca de la actividad. Así, la forma de trabajo del encuestador llevó a que el SENCUE aprovechara el momento de la entrega de los instructivos29 para el trabajo militante, porque era el único momento en el que los encuestadores se reunían en un mismo espacio físico (generalmente, un bar), en contacto directo con las consultoras. Ahora bien, luego de romper la barrera puesta por la misma actividad, cuando ya se habían logrado victorias que implicaban la suba del monto pagado por encuesta, y cuando la forma de accionar del SENCUE comenzó a tener una regularidad y una dinámica propia, hubo un hecho que cambió el objetivo primario de la organización: La existencia de un convenio colectivo que regulaba la actividad del encuestador, así como la existencia de un sindicato en donde estaba encuadrada la misma, marcaron la posibilidad del cambio en la concepción misma del tipo de trabajo (del cuentapropismo a la relación de dependencia), como la posibilidad de encuadrar la militancia en una estructura mayor. Sin embargo, el SUP resultó no ser permeable a los reclamos de estos encuestadores, quienes plantearon la exigencia a todas las consultoras del registramiento de los trabajadores de las encuestas y que el SUP fuera quien llevara adelante esa negociación. “Encima nos dicen ‘ustedes están en negro, así que no les corresponde el convenio, la única salida es hacer juicio individual, nosotros no podemos hacer nada como sindicato’, qué indignación, desestimulaban todo, ponían precauciones, individualizaban el reclamo” (Entrevista realizada por la autora a Roberto, 24 años, 7 años de encuestador, julio de 2008). Este primer encuentro frustrado con la forma sindical instituida generó un debate interno en la organización. Si conformar un sindicato alternativo al SUP o afiliarse al mismo y disputar su conducción. Sin embargo, había 29 El momento del instructivo es aquel en que los encuestadores son convocados por la consultora, generalmente un bar, para capacitarlos en el uso del instrumento: la encuesta. Este momento es el único en el que los encuestadores están en contacto entre sí, porque una vez realizadas las encuestas, su entrega es un acto individual. 84 La forma sindical en Latinoamérica un paso previo para esta segunda opción: el registramiento para aquellos trabajadores que estaban o en negro o pagando el monotributo30 para poder realizar las encuestas. Esto estaba claro: La importancia del registramiento de los trabajadores como un pasaje respecto de ser prestadores de servicios con obligaciones a ser trabajadores con derechos. El repertorio de acción de los militantes del SENCUE consistió entonces en la acción directa: “petitorio, presión, escrache” hasta el “blanqueo” de los trabajadores. Aquí podemos percibir un cambio además de la forma en el tipo de reclamo, que transitó desde la demanda del aumento del valor de la encuesta (aumento salarial), a otro reclamo que incluía el reconocimiento de la relación de dependencia. “Al principio era tan lejano el tema del blanqueo, estábamos tan acostumbrados a estar en negro. El convenio trajo un montón de discusiones, porque era difícil aceptar la idea de la relación de dependencia, porque estaba el razonamiento de que si me blanqueo en una empresa no puedo agarrar trabajo en otra. Fue un proceso para que se transforme en un objetivo colectivo” (Entrevista realizada por la autora a Fiorela, 25 años, 4 años de encuestadora, febrero de 2008). El blanqueo adquiría para estos trabajadores varios significados: acceso a la obra social, aguinaldo, vacaciones, y que el “dejar de llamar” por parte de una consultora resultara una señal de despido. El blanqueo daría un marco de estabilidad que al mismo tiempo facilitaría el proceso organizativo en los lugares de trabajo, al disminuir los altos niveles de rotación y también posibilitaría otro tipo de acercamiento al SUP. 30 El Monotributo es un Régimen Simplificado para Pequeños Contribuyentes, propuesto por la Ley 24.977, promulgada el 2 de julio de 1998. Se define como un régimen tributario integrado y simplificado, relativo a los impuestos a las ganancias y al valor agregado y al sistema previsional, destinado a los pequeños contribuyentes, que son aquellas personas físicas que ejercen oficio o son titulares de empresas o explotaciones unipersonales y a las sucesiones indivisas en su carácter de continuadoras de los mismos, que habiendo obtenido en el año calendario inmediato anterior al período fiscal de que se trata, ingresos brutos inferiores o iguales a pesos ciento cuarenta y cuatro mil ($ 144.000), no superen en el mismo período los parámetros máximos referidos a las magnitudes físicas y el precio unitario de operaciones, que se establezcan para su categorización a los efectos del pago integrado de impuestos que les corresponda realizar (Art.2). Esta modalidad, consideramos, esconde relaciones de dependencia laboral, dándole la responsabilidad del costo laboral al mismo trabajador. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 85 “Consideramos que una victoria en una empresa acarrea un espacio y una base de militancia y para conseguir mejoras, entonces es como un efecto dominó en un punto” (Entrevista realizada por la autora a Gisela, 25 años, 3 años de encuestadora, marzo de 2008). Por vínculos personales, el SENCUE se contactó con el SIMeCa, y el abogado de esta organización asesoró en cuestiones relacionadas a las nuevas modalidades de contratación y en el carácter ilegal del monotributo como forma que esconde la relación de dependencia. La posibilidad de usar una herramienta legal como son las inspecciones del Ministerio de Trabajo31 para multar a aquellas empresas que tienen trabajadores en negro, que había sido fructífero para los mensajeros, abrió una nueva etapa, ampliando el marco relacional del SENCUE. El Ministerio terminó respondiendo a esta demanda de intervención, en el marco de una campaña estatal de lucha contra el trabajo en negro (como fueron las acciones para comenzar a regular el trabajo doméstico). Estas inspecciones comenzaron a finales del 2006 y continuaron hasta la finalización del trabajo de campo. Las inspecciones implicaban un trabajo previo, de una militancia clandestina en las empresas, del “boca en boca”, pintadas y “pegatinas” de noche, informando del convenio, para generar un grado de consenso entre los trabajadores. El camino recorrido por el SENCUE resulta aún muy incipiente: Ensayo y error entre lo instituido y lo nuevo resultan cuestiones importantes de esta organización. El camino de la lucha es una de las banderas que levantó esta organización en un ciclo de luchas que revaloriza el trabajo portador de derechos e instituciones que los defienden. El debate entre la generación de un espacio alternativo o el ingreso al SUP en calidad de afiliados no estaba aún resuelto, pero la militancia, defendiendo el Convenio Colectivo de Trabajo 107/90 que regula la actividad y los beneficios del blanqueo, son banderas de esta organización. “¿Qué hacer cuando aquello que se presenta como una situación transitoria se va convirtiendo en una actividad más de todos los días? ¿Qué hacer cuando aquello que era un trabajo bien pago nos consume 31La relación con las instancias estatales se da a partir de la decisión de contactarse con el Ministerio de Trabajo, para que éste realice inspecciones en el momento del instructivo de la encuesta (momento en que la empresa contratada por la consultora se junta con los encuestadores para hacer una demostración de cómo se aplica la encuesta). Sin embargo, el SENCUE denuncia la complicidad del Estado con las empresas, por la promulgación de las leyes de flexibilización laboral que dieron el marco a la existencia de estas relaciones de trabajo precarias. 86 La forma sindical en Latinoamérica en la actualidad más tiempo y nos reditúa menos dinero? ¿Qué hacer cuando aquellas exigencias de las empresas que se presentan como un absurdo son en realidad un abuso? ¿Qué hacer cuando nos exigen todos los deberes sin reconocernos un solo derecho? ¿Qué hacer...? Pareciera una pregunta que se corresponde con una respuesta única. Nosotras y nosotros no tenemos esa repuesta, mientras tanto vamos haciendo, nos vamos juntando, compartimos experiencias, construimos colectiva y horizontalmente ensayos de respuestas… Y mientras tanto seguimos avanzando, reconociéndonos como trabajadores/ as, y nos damos cuenta de que debemos luchar para que los que nos emplean nos reconozcan como trabajadoras y trabajadores, para que reconozcan nuestros derechos… si bien no tenemos una respuesta sí tenemos una convicción, es necesario luchar, y por eso firmamos: encuestadores y encuestadoras en lucha”. (En Boletín N° 8, SENCUE). Reflexiones finales En el presente artículo hemos reflexionado sobre un conjunto de situaciones y experiencias de carácter gremial que se han reproducido contendiendo la condición de la precariedad laboral como estímulo y dinamizador de demandas, acciones conjuntas, e impulso a la organización. De este modo, nuestra intención ha sido analizar qué situaciones se han manifestado entre los trabajadores de base en los lugares de trabajo, o con el lugar de trabajo como referencia indiscutible, en torno a esta problemática. En este sentido, nos ha preocupado prioritariamente argumentar respecto de algunas dimensiones que han favorecido que ciertas cuestiones sociales ligadas a las modalidades de inserción ocupacional de los trabajadores y sus condiciones laborales, hubieran sufrido un proceso de desnaturalización que pudo conllevar a la activación de demandas y acciones por parte de estos colectivos, en la persecución de objetivos poco presentes en las diputas laborales en décadas antecedentes. En esta orientación, pensar la problemática de las acciones sindicales y la precariedad laboral nos permite colocar la mirada analítica no tanto sobre el proceso de descolectivización e individualización de las estrategias para enfrentar la pérdida de inscripciones laborales sino por el contrario, nos conduce a observar un escenario de estrategias y redefinición de solidaridades en torno a las condiciones de trabajo que se traducen en acciones colectivas. Como enunciamos en líneas anteriores, la precariedad como fenómeno sociológico supone la vinculación de los individuos al mercado de empleo en condiciones contractuales que los distancian de aquellas modalidades Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 87 consideradas típicas y normales, en función de la herencia que la etapa productiva denominada fordista, y la extensión de los derechos laborales y sociales ligados a la misma, instalaron avanzado el siglo XX en las economías occidentales. Asimismo, la ampliación de estas modalidades contractuales precarias no afectó a todos los grupos demográficos por igual, siendo las mujeres, los jóvenes, los colectivos migratorios, entre otros, quienes afrontaron mayoritariamente dichas condiciones de trabajo. De otra parte, estas formas de integración laboral atravesaron distintos sectores de la economía, ampliándose tanto en aquellas actividades que usualmente reproducían mecanismos contractuales vinculados a la indeterminación temporal, la estabilidad y la homogeneización de condiciones colectivas de trabajo en una misma empresa -como es factible de observar en el sector industrial de la economía- como así también, favoreciendo modalidades de vinculación laboral en actividades productivas cuya lógica de reproducción ha estado ligada a las nuevas tecnologías y a la difusión de tareas eventuales en los llamados nuevos servicios -telemarketers, encuestas de mercado y opinión, servicios tecnológicos a empresas, entre otras-. Es en éste último sector donde es factible observar con mayor fortaleza la diversificación incluso formativa y de calificaciones de quienes se vinculan laboralmente al mismo, coexistiendo trabajadores con alto nivel de calificación, y otros con menores credenciales educativas y formativas. En esta dirección, la precariedad como fenómeno excede la noción de trabajo “en negro”. Así, este término denota normativamente inserciones ocupacionales ilegales mientras que, en el caso de la precariedad, legalidad e ilegalidad se entrecruzan y confunden algunas de las veces, y se distancian en otras. Al mismo tiempo, el carácter electivo o forzado de ocupaciones intermitentes y a tiempo determinado adicionan otros elementos de consideración al pensar en esta problemática. Así, se observa bajo la noción de precariedad tanto la reproducción de trabajo esclavo y clandestino en talleres textiles, como también el caso de trabajadores jóvenes universitarios que aspiran durante su etapa de formación a la efectivización de tareas intermitentes. Entre ambas situaciones, claro está, se encuentra todo un conjunto heterogéneo de situaciones y aspiraciones laborales que reflejan diversas formas de transitar la experiencia laboral. Ahora bien, las consecuencias de la precariedad sobre los grupos laborales afectados en este proceso contienen un elemento en común: la inestabilidad de la ocupación, la incertidumbre laboral, la desigualdad en las condiciones de trabajo e ingreso, y la dificultad para configurar relaciones solidarias y colectivas de trabajo. 88 La forma sindical en Latinoamérica Con respecto a este último aspecto, las experiencias que analizamos en el artículo permiten remarcar las siguientes consideraciones. Tradicionalmente, el lugar de trabajo ha sido observado en términos político-ideológicos, y de práctica organizativa, como el espacio privilegiado para configurar identidades políticas y de clase. La acción gremial se ha consolidado y sustanciado a lo largo de varias décadas conteniendo al ámbito y el espacio de trabajo como un escenario de significativa relevancia. Así, la socialización, transmisión de ideas y mancomunión que es factible concitar entre trabajadores que comparten un mismo espacio productivo y condiciones de trabajo que los recrea como grupo que establece relaciones antagónicas con el capital, han sido considerados en la literatura como base fundamental para pensar la organización y acción reivindicativa y/ ó defensiva de los trabajadores. En esta dirección, las comisiones internas de fábrica (CI) conformadas por delegados elegidos desde las bases, han constituido órganos de representación colectiva de los trabajadores que actúan como nexos entre el ámbito propiamente fabril y las organizaciones sindicales más amplias. Históricamente, estos ámbitos de representación micropolíticos han conformado espacios de fuerte resistencia y reclamo de los trabajadores frente a las empresas, al Estado, y a sus propios sindicatos. Otras tantas han sido señaladas por los mismos trabajadores como estructuras de disciplinamiento y control de sus propias bases, atendiendo principalmente los intereses de las organizaciones sindicales más amplias, y de las empresas. En este sentido, son espacios de representación y acción colectiva en disputa, pero que resultan fundamentales al momento de pensar como se redefinen las relaciones de cooperación y de conflicto entre los trabajadores de base, y con ámbitos de representación colectiva extra fabriles, y políticos. Y en esta dirección, resulta para nosotros estimulante reflexionar acerca de que acontece en estos ámbitos cuando la diversificación contractual ha instalado en el seno de los espacios productivos situaciones diferentes de inserción colectiva y política. En el sector servicios, y en particular en las experiencias gremiales que abordamos respecto de los trabajadores del SENCUE y el SIMeCa, el lugar de trabajo como espacio de sociabilidad y socialización política y configuración identitaria reviste algunas dimensiones que difieren sustancialmente con relación a la industria. En primer lugar, cabe destacar que se trata de actividades laborales que han crecido acompañando el incremento en importancia del sector servicios en general en las últimas décadas, y en lo particular, que carecían de una tradición en la organización gremial de base, y en la representación sindical más amplia -en el caso del SIMeCa fundamentalmente-. En este sentido, la construcción de una Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 89 organización colectiva que favoreciera la representación político-gremial de las actividades de estos trabajadores hubo de desarrollarse interpelando a ciertas tradiciones sindicales y políticas en vistas de la generación de una experiencia relativamente novedosa, y que contara al mismo tiempo con la experiencia surgida de la propia construcción de dicha organización. Y ello, en un primer momento, se desplegó a través del distanciamiento y posicionamiento alternativo a las organizaciones sindicales más tradicionales y dominantes en el arco político-gremial de la Argentina. El lugar de trabajo, para estas dos experiencias sindicales, inviste otra característica distintiva en relación a las organizaciones de base de la industria. Se trata de un lugar y un espacio definido en otros términos: es la calle, la vía pública, o los entre muros de una empresa que puede cambiar asiduamente dada la rotación propia que se destaca en algunas actividades, como la de los encuestadores. De este modo observamos, de un lado, comisiones internas, delegados de fábrica, trabajadores más activos política y sindicalmente que han buscado reconstruir relaciones solidarias entre la figura del trabajador estable, el contratado y el tercerizado, en vistas a homologar e igualar las condiciones de trabajo, remuneración, participación y representación colectiva de todas aquellas formas de inserción laboral. De otra parte, notamos experiencias que han buscado recrear un espacio común de representación colectiva y experimentación de las condiciones de trabajo que parten de un lugar físico y cultural más difuso y cambiante, con una historia y una trayectoria de acción colectiva mucho más virgen y espontánea aún, en comparación con las situaciones estudiadas en la industria. Entre las diferencias, podemos distinguir de todos modos ciertos rasgos que permiten delinear un escenario de proximidad entre las distintas experiencias enunciadas que forman parte de los dos sectores de la economía. En efecto, todas ellas se han desarrollado especialmente en el escenario societal inaugurado por la crisis sistémica del 2001 en la Argentina, que estimuló el surgimiento de una etapa de cambios económicos, políticos y sociales y de vitalización -en relación con la década de los 90- de la acción colectiva de diversos actores y movimientos sociales con diferentes demandas. Entre estos actores, y como enunciamos al principio del texto, las organizaciones sindicales y las experiencias gremiales de base adquirieron una mayor relevancia, significación política y estadística, obteniendo nuevamente un lugar destacado en las relaciones con el gobierno y en los niveles de conflictividad laboral. Estas experiencias referenciadas representan, sin embargo, un lugar atomizado dentro de la evolución de las relaciones laborales en el país 90 La forma sindical en Latinoamérica en el milenio actual, e ilustran de algún modo demandas y conflictos que ocupan un interés minoritario dentro de los actores sindicales argentinos32. Dichos actores -reconociendo y advirtiendo sobre su heterogeneidad- han sido proclives en general a lidiar y negociar, políticamente atentos a los trabajadores sindicalizados y formales, por sobre aquellas figuras de trabajadores con contrataciones definidas en nuestro trabajo como precarias e inestables. Esta tendencia ha mostrado, sin embargo, algunos signos distintivos con relación al involucramiento del sindicato de los camioneros (del cual proviene Hugo Moyano, líder actual de la CGT) en la defensa de los trabajadores tercerizados de su actividad, en el año 2010. Esta acción reconoce, sin embargo, límites estrechos, no habiéndose extendido ni generado políticas activas desde la central sindical para procurar atender las necesidades e igualar las condiciones de trabajo de otras actividades laborales que desarrollan trabajadores tercerizados, o de los contratados en condiciones de “eventualidad permanente”. Otro aspecto común que recorre a estas experiencias es el generacional. Los trabajadores jóvenes que han experimentado luego del 2001 su integración al mundo del trabajo, en términos generales, en condiciones contractuales precarias, en una primera etapa para algunos, en forma consecuente para otros, se han visto motivados a demandar y generar acciones conjuntas para subvertir las condiciones de trabajo inestables y desiguales que los aquejan. Dicha motivación reconoce la importancia del contexto socialmente revulsivo y de protesta que se inauguró con la crisis societal mencionada, con la presencia de dos gobiernos (el de Néstor y el de Cristina Kirchner) que re-situaron las relaciones de trabajo nuevamente en el centro de la escena política, y con el desarrollo de un mercado de trabajo que, a diferencia de la etapa neoliberal y favorecido por el crecimiento económico de la última década, incentivó procesos de integración en relaciones laborales y productivas por sobre los procesos de expulsión que primaron en aquella 32 Es importante señalar que algunas seccionales gremiales emprendieron una serie de demandas contra la precariedad. Este ha sido el caso de la seccional UOM Quilmas, que presentó un documento en el año 2007 al Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, denunciando una situación de fraude laboral contra la empresa Siderar S.A. ubicada en Florencio Varela. En este documento la seccional gremial denunciaba que estos trabajadores percibían una remuneración más baja que la de los trabajadores efectivos de planta, generando una marcada diferenciación entre los empleados directos de la empresa, y la de los trabajadores tercerizados. Allí se constata que un trabajador de una empresa tercerizada percibía un salario de aproximadamente $1400, mientras que las remuneraciones de Siderar promediaban los $3000. Ante ello, el gremio interpelaba a la empresa a no precarizar las remuneraciones y las condiciones de trabajo de sus afiliados. Gabriela Wyczykier y Mariana Barattini 91 etapa. Ello, sin embargo, y como reiteramos en variados párrafos de este escrito, se ha dinamizado en forma concomitante a la consolidación de tendencias de integración sociolaboral de tipo precarias. Es relevante destacar que el origen de estas experiencias implicó formas de militancia de tipo clandestina, ante la vigilancia manifiesta o latente de las empresas que, mediante diferentes estrategias, expulsaban a aquellos trabajadores que consideraban disruptivos, cuestionadores, alteradores del orden. Esta militancia clandestina le imprimió un carácter particular a las acciones desarrolladas por estos colectivos. En suma, los enunciados y argumentos propuestos en este artículo han buscado motivar e incentivar la reflexión y discusión respecto a la acción sindical y la precariedad en un contexto signado por la presencia de gobiernos en distintos países de América Latina, definidos y reconocidos a partir de una matriz política nacional-popular, que han demostrado revertir algunas tendencias propias de la época neoliberal. Dichos gobiernos han revalorizado al empleo productivo como uno de los vectores del desarrollo y la integración social pero al mismo tiempo no han logrado todavía desmembrar otras tendencias que caracterizaron aquella etapa del libre mercado. Algunas experiencias de organización sindical se han abocado, en esta dirección, a presionar y demandar para que estas tendencias, como la de la precariedad laboral -por lo pronto en alguna de sus expresiones- puedan ser transformadas, visto ello en estas líneas a través de la experiencia argentina. La forma sindical en Latinoamérica 92 Bibliografía Aguiar, S. (2008) “Inquisiciones sobre la economía del tiempo. La Confrontación de la figura del trabajo precario”. En: Cuadernos Nº4 Estudios del trabajo. Santiago de Chile. Alcalde, A. (2003) “Reforma laboral. Una iniciativa para fortalecer el corporativismo”. En: Alcalde y otros. Reforma laboral. Análisis crítico del proyecto Abascal de reforma a la Ley Federal del Trabajo. 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[email protected] Introducción El capitalismo financiero transnacional se expresa radicalmente en nuestro país, y más en general en la región, a través del neoliberalismo que irrumpe a mediados de los 70 con terrorismo de estado y una transformación abrupta y traumática de las relaciones entre capital y trabajo. Es numerosa y concluyente la investigación que funda el sentido político de la dictadura como un plan sistemático de exterminio del trabajador asalariado, organizado sindical y políticamente, figura que se había fortalecido en estrecha vinculación con el proceso de industrialización2 y con la centralidad del peronismo en la vida política nacional. Hiperinflaciones y desempleo masivo fueron los dispositivos de dominación más significativos que continuaron, profundizaron y consolidaron el neoliberalismo argentino. La resultante de los años que transcurren entre 1975 y el 2001 compone una nueva morfología del mundo trabajador, que puede sintetizarse a través de los siguientes rasgos principales: 1 Este proyecto se enmarca en mi actividad como Investigadora asistente del CONICET (Plan de trabajo 2011 y 2012: Transformaciones recientes del sindicalismo argentino) y como investigadora del grupo responsable del Proyecto PICT (2009-2012) Modelos de desarrollo: actores, disputas y nuevos escenarios en la Argentina contemporánea, dirigido por Maristella Svampa. 2 Ver Basualdo (2001), Battistini (2002), Martucelli y Svampa (1997). Paula Abal Medina 98 La forma sindical en Latinoamérica • la masificación de la condición de trabajador ocupado pobre;3 • la precarización y la tercerización como iluminación general del mundo del trabajo;4 • el aumento sustancial de los niveles de desocupación y la multiplicación de trayectorias laborales inestables;5 • la extensión de un proceso de insularización de territorios en los cuales el trabajo queda ‘atrapado’ en circuitos informales, clandestinos y/o ilegales que amplifican la vulnerabilidad y desigualdad de vastos segmentos de la población;6 • la fragmentación del trabajo como sujeto colectivo7, con el consiguiente debilitamiento de la forma sindical como institucionalidad, hasta entonces predominate de la organización subalterna. En términos de actividades productivas, fueron el sector primario y el de servicios los que lideraron el crecimiento en detrimento de la actividad industrial que se contrajo significativamente. Es fundamental también vincular los rasgos mencionados con el tipo de matriz de intervención estatal que rigió durante la etapa referida: desreguladora en los mercados (en especial el mercado de trabajo); facilitadora de la acción de las empresas 3 O. Altimir y L. Beccaria (1999) señalan específicamente para la década del noventa que la mayor parte de los puestos de trabajo creados corresponden a posiciones precarias, con bajas remuneraciones, sin cobertura social y con una nula protección al despido. 4 En P. Abal Medina (2011) se profundiza en torno al significado de la precarización como iluminación general. Numerosos trabajos de Julio Neffa brindan evidencia sobre la magnitud y rasgos sustantivos de la precarización del trabajo. Ver también los aportes de Arias y Crivelli (2010); Busso (2007 y 2010); Battistini (2009); Del Bono y Quaranta (2010); Figari (2009); Wyczykier y Barattini (2009); Basualdo (2012). 5 En particular, es interesante la clasificación que realiza Gabriel Kessler sobre las trayectorias laborales inestables: descendentes (caída en la pobreza), espúreas (movilidad ascendente inter o intrageneracional en cuanto al tipo de puestos ocupado pero sin ganar -o aun perdiendo- bienestar respecto del pasado) e inconsistentes (simultaneidad entre una movilidad ascendente según criterios objetivos con una percepción subjetiva de trayectoria descendente). Ver, Espinoza y Kessler (2003) y Kessler (2004). 6 Ver Gorbán, (2008); Kessler, (2000); Soldano, (2008) y Crisis Nº3, (2011). 7 Nos referimos a la multiplicación de condiciones y situaciones de trabajo que obstaculizaron la identificación entre trabajadores. Paula Abal Medina 99 concentradas y extranjeras;8 de intervención focopolítica en términos de asistencia social9; y represiva y criminalizadora de la protesta social.10 En síntesis, durante el último cuarto del siglo XX se conjugaron y potenciaron en la Argentina dos dinámicas sociales: por un lado, la degradación generalizada de la condición de trabajador; por otro lado, la intensificación de las desigualdades y fracturas sociales. Los procesos reseñados y sus consecuencias en términos de dinámicas de degradación y fractura, transformaron la vida de los sectores subalternos y, en particular, sus relaciones, formas de organización y modos de politización y disputa social. El movimiento sindical argentino, aún corroído internamente por virulentas diferencias ideológico-políticas,11 había garantizado hasta mediados de los 70 una capacidad representativa elevada: conducido por gremios industriales, representantes de los sectores más dinámicos de la economía, actuando sobre un mercado de trabajo relativamente equilibrado y homogéneo, las conquistas de los gremios de algún modo se esparcían y beneficiaban al conjunto de los trabajadores. Si hasta entonces la forma sindical se había constituido en la institucionalidad privilegiada de reconocimiento y organización de lo subalterno, la profundidad de los cambios visibilizó sus límites y puso en juego su eficacia. Por este motivo el proceso de resistencia y lucha social que inició la recomposición del trabajo, durante el último decenio del siglo XX y los primeros años del siguiente, desbordó e incluso enfrentó los cauces del sindicalismo tradicional. 8 Para un análisis detallado, ver, Neffa (1998), Persia (2011) y Azpiazu y Schorr (2010). 9 Álvarez Leguizamón (2002), en una investigación muy esclarecedora se refiere a las transformaciones del Estado a partir de la idea de reemplazo de la biopolítica por la “foco-política”. De esta forma el Estado actúa sobre las poblaciones des-fijadas por el capital a partir de una variedad de programas y políticas que operan sobre segmentos cada vez más minúsculos de la sociedad. En la Argentina, este viraje se registró en forma virulenta, a partir de la implementación de programas contra la pobreza, inspirados en las directivas de Organismos Internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La noción de foco-política se aplica para reflexionar sobre el caso argentino en Abal Medina (2004). 10 Svampa y Pandolfi (2005). 11 Quizás es más adecuado afirmar que la mayor capacidad de representación sindical residía justamente en la magnitud de estas disputas ideológicopolíticas, dado que ellas preservaban el carácter reversible del sindicalismo: desde la integración hacia la resistencia-transformación social. Esta reflexión se profundiza en Abal Medina (2009). 100 La forma sindical en Latinoamérica El nuevo ciclo político y social que se origina en 2001/2003 produce numerosas modificaciones, una de las más significativas es la fuerte y constante disminución que registra el desempleo desde entonces y que nos permite comprender cierto desplazamiento de los espacios y sujetos de manifestación de la conflictividad social. Si bien en las investigaciones locales existe controversia respecto de las formas de aproximación cuantitativa a la protesta y a la conflictividad social, podemos decir, de todos modos, que el corte de ruta y de calles y el sujeto piquetero tuvieron una gravitación muy significativa en la etapa que va de 1997 a 2001 y que, a partir de entonces y en especial desde el 2003, desciende su importancia para potenciarse una conflictividad laboral-sindical. Asimismo, durante esta etapa vuelve a acrecentarse la gravitación del sindicalismo y su capacidad para representar ciertos segmentos del mundo trabajador a través de herramientas como la negociación colectiva. En este marco el sindicalismo recupera protagonismo y vuelve a ser objeto de polémicas y aspiraciones. Actualmente, la forma sindicato se encuentra atravesada por una paradoja: su mayor gravitación y eficacia al analizar la situación de los trabajadores registrados y convencionados; la cada vez mayor tensión y disputa interna puesta de manifiesto en sus crecientes niveles de atomización y también vinculada con la relación singular que históricamente asumió el sindicalismo con los gobiernos peronistas y, en la actualidad, con el kirchnerismo; y, finalmente, los profundos límites para reconocer, e inscribir en su institucionalidad, los cambios estructurales que desde mediados de los 70 registra el mundo trabajador. La escritura del presente artículo se ordenará del siguiente modo: en primer lugar, realizaremos una síntesis reflexiva que nos permita comprender cómo se fue constituyendo la singularidad histórica de la forma sindicato. Luego abordaremos algunas de las rupturas respecto del neoliberalismo, que tienen lugar como consecuencia de la convergencia de luchas sociales que se produce en 2001 y los procesos de gobierno iniciados en 2003 con la llegada del kirchnerismo al gobierno, focalizando nuestra atención en el mundo trabajador. Finalmente, nos proponemos abordar el estado actual del debate sindical retomando las voces de los dirigentes de los principales nucleamientos sindicales que han participado o protagonizado procesos de resistencia al neoliberalismo. La forma sindicato en perspectiva histórica La forma sindicato que abordaremos en este artículo se origina a mediados de los 40, impregnada por la irrupción del peronismo como identidad política, proceso de gobierno y tonalidad propia del ideario nacional popular. Paula Abal Medina 101 Como lo afirma Juan Carlos Torre, “el sindicalismo se constituye, desde los cambios operados entre 1946 y 1955, en un hecho central de la vida social y política. Su gravitación en la vida nacional es fundamental más aún si, desde una perspectiva comparativa, se analiza su presencia en otros países de la región”.12 En el mismo sentido, sostiene Adolfo Gilly que “el proletariado argentino, tal cual es hoy, ha sido modelado en las luchas de esos treinta años [se refiere a 1945-1975]. El viejo proletariado se fundió en 1945-1946 con las nuevas camadas de obreros venidas del interior, y todos ellos transmitieron su experiencia a las generaciones siguientes, que la absorbieron y enriquecieron: delegados, comisiones internas, sindicatos de industria, central obrera única, afiliación sindical masiva, intervención política de los sindicatos. En esos treinta años, se formó un tejido social indestructible […] Ese tejido se extiende por los innumerables vasos comunicantes de la clase, al barrio y a las ciudades. El principal objetivo de la dictadura militar fue destruirlo, aniquilarlo. La represión más violenta ha sido contra los cuadros sindicales: miles de delegados han sido asesinados, otros miles encarcelados”.13 Rodolfo Walsh dimensiona en Quién mató a Rosendo, la envergadura del acontecimiento sindical: “Muchos creen que la industria metalúrgica apareció en la época de Perón […] La fantasía es más profunda de lo que parece: se trata de oponer empresario bueno a terrateniente malo y de identificar industria con liberación nacional. La realidad no es tan simple. […] En 1935 eran ya 85.000, es decir que de cada cinco obreros industriales, uno era metalúrgico. En 1943 había ya en el país dieciséis mil establecimientos metalúrgicos, con 155.000 obreros. Este crecimiento fabuloso, que en ocho años iguala al de los cuarenta años anteriores, formaba parte de la “explosión industrial” que en ese período elevó el número total de obreros ocupados en la manufactura de casi cuatrocientos mil a más de setecientos mil. Esa expansión era a la vez un fenómeno mundial. […] Lo que sí aparece después de 1943 es la organización sindical de los obreros metalúrgicos. La primitiva Asociación, de origen comunista, apenas nucleaba en 1941 a 2.000 afiliados. Es un trotsquista, Ángel Perelman, quien embandera el sindicato en el peronismo. En 1946, la Unión Obrera Metalúrgica tiene 100.000 afiliados, casi la mitad de los trabajadores de la industria”. 12Torre (2004, VIII-XI). Agrega también: “sólo cuando en una sociedad industrial se está en presencia de una clase obrera, por un lado, homogéneamente articulada como clase social y, por otro, ampliamente incorporada en un nivel nacional a la comunidad política, se puede hablar de la vigencia del sindicalismo como fuerza social” (XI). 13 Gilly, (1978, pp60-1). 102 La forma sindical en Latinoamérica La afiliación sindical llega a sextuplicarse entre 1945 y 1955, pasando de 400.000 a 2.300.000 trabajadores (Gasparri y Orsatti, 2000). En el mismo período se crean más de quince estatutos para la regulación de actividades específicas (docentes, viajantes, periodistas, tambero, radiotelegrafista, etc.) y se sancionan numerosas normas de protección laboral sobre vacaciones, indemnizaciones, descansos, etc. También se masifica la negociación colectiva hasta abarcar, prácticamente, la totalidad de las actividades productivas (Barbeito, 2000). Perón induce a la unificación, a la construcción de organizaciones sindicales fuertes: “es mejor un sindicato grande que un sindicato chico…. Es mejor un dirigente de todos que un dirigente de fracción. Únanse en el gremio total y no en el sindicato parcial. No abran frentes de lucha chicos, únanse en lo fundamental y no en lo secundario. Procuren la organización nacional y resolverán más fácilmente el problema comunal”.14 Es destacable que durante los años 1946-1949, tal como documentó Louise Doyon (1988, p. 256), rechazando la caracterización de los sindicatos como simples organismos administrativos operacionalizadores de beneficios otorgados por el Estado, las huelgas y paros crecieron de una manera exponencial, al igual que la cantidad de afiliados que casi se cuadruplicó. Y es en este tiempo cuando surge una institucionalidad nueva que tendrá una gravitación inusitada a lo largo de las tres décadas siguientes: la comisión interna, entonces denominada “Comité de delegados de empresa”. También es significativa la consagración de derechos individuales y colectivos en la Constitución de 1949. ¿Por qué resulta central destacar esta etapa? En primer término, porque el relato académico y político que más ha proliferado es el que interpreta este tiempo como de integración vertical de la CGT en el gobierno y, más en general, en las estructuras del Estado. Por el contrario, la documentación pormenorizada de la época muestra una relación más compleja y nada exenta de conflictos que se expresó también en esta institucionalidad que se fortalecía en los lugares de producción y volvía significativa la figura del trabajador, entre otras figuras subalternas que constituían la identidad política peronista, como la de Pueblo y Descamisado. Como afirma James para referir a la etapa de la resistencia “el símbolo del nuevo equilibrio de fuerzas en las fábricas y la resistencia de los empleadores a modificarla fue la ‘comisión interna’”.15 Pero la misma se había originado y desarrollado durante “los años dorados” del peronismo. Su gravitación, y también los límites, quedarían de manifiesto durante el Congreso de la Productividad y el Bienestar Social realizado en marzo 14 Perón citado en Barbeito (2000). 15 James, D. (1981, p. 333). Paula Abal Medina 103 de 1955 -convocado por la CGT y la CGE a fines de 1954. Numerosas conclusiones pueden extraerse del Congreso pero baste aquí aludir a las declaraciones de José Gelbard, representante de la parte empresaria nucleada en la Confederación General Económica (CGE), quien señala a la comisión interna como uno de los obstáculos principales para el crecimiento de la productividad: “es inaceptable que, cualquiera sea el motivo, un delegado toque su silbato en una fábrica y la paralice”.16 Desde entonces, una línea histórica coherente puede ser trazada para interpretar hasta nuestros días la férrea oposición del empresariado a la organización de los lugares de trabajo y a la expansión de las prerrogativas de dicha institucionalidad en la estructura general del sindicalismo. La misma es entendida como el principal obstáculo para el aumento de la producción por productividad del trabajo y de sus márgenes de ganancia. Posiblemente, también se consolide en estos escenarios de disputa una estrategia duradera de fracciones de los sectores dominantes quienes, reconociendo la centralidad sindical en la vida nacional, hayan direccionado su intervención a garantizar un sindicalismo tan vigoroso como disciplinado. Una intervención que en términos conceptuales podemos inscribir en una larga tradición durkheminiana ,cuyos principales exponentes teóricos son el matrimonio fabiano de S. y B. Webb en el clásico trabajo La democracia industrial (1897). Allí se concibe y fundamenta, en aras de la armonía social y el bien común, una acción sindical auto-contenida y compartimentada. Qué se produce y cómo se produce constituyen, según el enfoque, esferas prohibidas para el sindicalismo y privativas del capital en el orden mercantil y fabril, respectivamente. En ese contexto, sí son competencias del sindicalismo las condiciones específicas bajo las cuales “el factor humano debe ser empleado”, entre ellas “la temperatura, el ambiente y las condiciones sanitarias entre las que deben trabajar, la intensidad y la duración de sus tareas, y los salarios recibidos como recompensa”. Obviamente, la enunciación declarativa tiene demasiadas superposiciones con el cómo se produce y, finalmente, la esfera específica del sindicalismo se reduce a “la insistencia en las reformas necesarias”, pero actuando como un “freno constante generado por la necesidad de asegurar el empleo”. De este modo, a fin de ser más precisos, debemos decir que desde esta perspectiva la competencia sindical reside en la experticia del sindicalista para saber hasta dónde aprieta el zapato del afiliado y, en tal sentido, cuánta suciedad, ruido y atmósfera viciada, cuánta intensidad, cuánta fatiga y cuántas privaciones pueden soportar los trabajadores. Más allá del regateo en torno del lugar exacto donde se traza el límite, la cuestión es clara: el qué y el cómo se produce no se negocian. 16 Gelbard en James (1981, p. 334). 104 La forma sindical en Latinoamérica De aquí la importancia de un sindicalismo que en el plano reivindicativo actuaba primordialmente a través de la negociación colectiva por rama de actividad, con una dinámica decisional que autorizaba a negociar a un solo sindicato (el que obtuviera la personería gremial), y que tendía a fortalecer a las cúpulas de las estructuras sindicales con poca o nula participación de delegados fabriles y comisiones internas. Una última cuestión sobre el Congreso de la Productividad porque en él se abordaba una problemática actual sobre cómo se proponía afrontar el peronismo la puja distributiva frente a las tendencias inflacionarias que impedían un equilibrio sostenido entre precios y salarios. En la convocatoria al Congreso, Perón sostuvo: “cada argentino debe saber que han terminado las posibilidades de un bienestar social que no esté afirmado en una mayor riqueza y que el camino que conduce a una mayor riqueza es únicamente el de la productividad (…) Muchas veces se ha dicho en los ambientes de las discusiones obreras: ¿para qué vamos a producir más? ¿Para que el patrón se ponga más rico y más gordo? Frente a un individualismo capitalista de explotación eso es justo, es real (…) Pero en un país como el nuestro donde hemos ya superado esa etapa, donde no hay explotación y el producto del trabajo se reparte ecuánime y justicieramente, sostener que se trabaja para el patrón es sostener una mentira (…) Nosotros encontramos una comunidad donde la distribución de la riqueza era injusta y desigual. Para corregir ese mal, nosotros hemos procedido a la realización de una reforma que se ha cumplido íntegramente y hoy podemos decir que los beneficios de las empresas ya han sido justo y ecuánimemente distribuidos en la comunidad, respetando la capitalización indispensable para la realización de las empresas. No podríamos ya echar mano a los recursos de esa capitalización para mejorar el bienestar social. (…) En otras palabras, se ha repartido lo posible. Para más, hay que producir”. La frase de Perón expresaba la aspiración pluriclasista del movimiento peronista y ponía de manifiesto una ambivalencia en términos de concepción de la relación capital-trabajo que se desarrolló durante las décadas posteriores: a) como relación cuya asimetría fundaba un antagonismo irreductible que sólo podía manifestarse de manera conflictiva y en un juego de suma cero;17 b) como relación capaz de dinamizar un juego de suma 17 Sin pretender incurrir en una simplificación que oponga en esta concepción las figuras de Evita y Perón, es destacable la siguiente afirmación de la primera: “Yo no auspicio la lucha de clases. Pero el dilema nuestro es muy claro. La oligarquía que nos explotó miles de años en el mundo tratará siempre de vencernos. Con ellos no nos entenderemos nunca porque lo único que quieren es lo que nosotros no podemos darles jamás: nuestra libertad. Lo fundamental es que los hombres del pueblo, los de la clase que trabaja, no se Paula Abal Medina 105 positiva que asegurara beneficios para ambas partes y armonía social y cuya pre-condición es que los trabajadores aceptaran los términos de la asimetría de la relación (se ha repartido lo posible), depusieran el silbato menguando la organización gremial en las fábricas; y se dispusieran al presentismo y la intensificación del trabajo (mano de obra barata). Podríamos decir que en el primer caso, el horizonte de disputa es la igualdad y la agregación es clasista; en el segundo, por el contrario, tiende a razonarse en términos de una relación de fuerzas estabilizada, a partir de la cual, los beneficios dependerían del crecimiento, dinamizando una concepción de agregación pluriclasista, igualmente cuestionadora de la ideología liberal como de los socialismos soviéticos, cuyo objetivo es el de construcción de una Nación soberana, libre de todo imperialismo, que logre vertebrar una amplia alianza de clases al interior de la comunidad nacional (Barbeito, 2000:23-4). De aquí lo significativo que se vuelve el clivaje liberalismo-nacionalismo como ordenador del razonamiento peronista. En este marco la importancia de lo que la doctrina justicialista denomina las Organizaciones Libres del Pueblo y de la concepción movimientista que impulsa a superar las diferencias y disensos entre clases en pos de constituir la fortaleza del campo nacional. En este entramado de alianzas el movimiento obrero organizado suele ser designado como la columna vertebral del Movimiento Nacional. Finalmente, otro rasgo resulta sustantivo para caracterizar el sindicalismo emergente en 1945-6: la tensión entre la idea de autonomía sindical y/o política y la de homogeneidad del movimiento obrero. La complejidad de la problemática hace difícil un abordaje fundamentado en esta instancia. Pero será suficiente destacar la velocidad y el entramado de conflictos que deponen la constitución del Partido Laborista y en qué medida ello expresa, como es analizado en máximo detalle por J. C. Torre en La vieja guardia sindical y Perón, la resignación de autonomía política de la clase trabajadora y su limitación al terreno sindical. Sin embargo, continuando con el énfasis en el devenir ambivalente del sindicalismo, esta resultante no logró erradicar la aspiración de autonomía del movimiento obrero18 que reaparecería en otros momentos de la historia nacional. entregan a la raza de los oligarcas, de los explotadores. Todo explotador es enemigo del pueblo. La justicia exige que sea derrotado” (Mi Mensaje, citado en Historia del Movimiento Obrero Argentino 2. CTA). 18 Un solo ejemplo para ilustrar la afirmación; cuando en 1946 se abrió el proceso electoral para renovar autoridades de la CGT, el candidato de Perón, que ya se desempeñaba como Ministro del Interior de su gobierno, A. Borlenghi, quien expresaba para decirlo en forma muy simplificada, la mayor subordinación del sindicalismo a las estructuras de gobierno, no pudo sostenerse como 106 La forma sindical en Latinoamérica En la medida en que el campo de fuerzas de la sociedad de aquellos años se volvía más virulento y conflictivo, la cesión de autonomía sindical se conjugó con una aspiración de homogeneidad del movimiento obrero que se inscribía (y justificaba) en el tenor de la embestida que padecía el gobierno de Perón. Precisamos esta idea tras la ilustrativa afirmación de A. Borlenghi: “El movimiento peronista, originado en la afluencia de gente de distintos sectores pudo anarquizarse fácilmente porque algunas personas que llegaron a nuestro movimiento creyeron que debían imponer en el mismo los viejos credos políticos que habían abrazado…antes. […] Por eso fue quedando alguna gente de lado. No faltan peronistas ingenuos que dicen: “caramba, cuánta gente va quedando de lado”. Todos esos son desconformes, todos esos pueden ser enemigos para más adelante. No tengan miedo compañeros y compañeras, esa es la aspiración de nuestro movimiento. Eso era indispensable para que el movimiento fuera homogéneo, para que en el movimiento peronista no haya más que peronistas; para que ninguno quiera imponer métodos que no son peronistas. Por eso fueron quedando de lado algunos que no respondían claramente a la directiva central que les indicaba que se debía hacer un movimiento de masas”.19 Aquí la unidad consagrada sobre la base de una multiplicidad de exclusiones políticas, que funda la deseabilidad de la homogeneidad de ideario del movimiento obrero y que legitima prácticas de persecución y declaración de enemistad frente a trabajadores portadores de “viejos credos”, es lo suficientemente elocuente y clara como para definir también estos rasgos como constitutivos del sindicalismo originado a mediados de los cuarenta, cuyo carácter extremo se inscribe, como dijimos, en la brutal ofensiva que sufría el gobierno de Perón, circunstancia que afianzó la vinculación del sindicalismo como correa de transmisión de los gobiernos peronistas. Este rasgo ha sido señalado por diversa bibliografía al analizar el tipo de populismo y experiencia nacional-popular que representó el peronismo. Tanto De Ipola como Portantiero (1981) advirtieron sobre la construcción candidato por la irrisoria cantidad de votos que obtuvo. Por el contrario, ganó por importante mayoría la candidatura de Louis Gay, quien expresaba las aspiraciones de los impulsores del Partido Laborista. 19 Discurso de Borlenghi, Secretario General de la Federación, 21 de Agosto de 1951. Estas declaraciones se pronuncian un día antes del renunciamiento de Eva Perón como candidata a la vicepresidencia de la Nación en medio de amenazas de levantamientos, golpes y complots militares contra el gobierno de Perón. Borlenghi, además de dirigente de la Federación de Empleados de Comercio, es Ministro del Interior del gobierno amenazado. De hecho un mes después se consumaría el primer intento de levantamiento conducido por Benjamín Menéndez y derrotado por el gobierno constitucional. Paula Abal Medina 107 de un tipo de hegemonía organicista que tiende a enaltecer homogeneidad y semejanza por sobre el disenso y la diferencia y, en el extremo, persigue la unanimidad. Desde entonces, es el vandorismo el modelo sindical que incluye, como una suerte de figura extrema, este rasgo expulsivo y macartista, aunque adquiriendo una especificidad: en tanto expresión de un sindicalismo integrado, el suelo de causales de expulsión del vandorismo crece en sintonía y complicidad con el empresariado. El registro más contundente procede, una vez más, de la páginas de Walsh: “el vandorismo tiene su discurso del método, que puede condensarse en una frase: el que molesta en la fábrica, molesta a la UOM; y el que molesta a la UOM, molesta en la fábrica […] antivandorismo equivale a perder el empleo”. Otras especificidades del vandorismo se definen más abajo. En trabajos anteriores hemos sostenido que el sindicalismo argentino que emergió de estas tramas históricas podría caracterizarse como una institucionalidad en la línea de juntura, una ambivalencia irreductible lo recorre y amaga con situarlo de un lado o del otro: integrado o resistente, como lo expresa James, y más aún, con capacidad de convertir la resistencia, dada su gravitación en la representación subalterna, para emerger en momentos fugaces como sujeto con capacidad de transformación. Esa condición de reversibilidad implica desistir de puntos de partida que pretenden saturar su significado, para abordarlo en la complejidad que lo compuso históricamente. Hemos pretendido aquí partir de la afirmación de Torre sobre la singularidad que adquiere desde 1945-6 como fuerza social, para remitir a la enumeración descriptiva de rasgos que traza Gilly (delegados, comisiones internas, sindicatos de industria, central obrera única, afiliación sindical masiva, intervención política de los sindicatos) y reponer el carácter conflictivo que se inscribió en la forma sindicato. Por dar un sólo ejemplo: el dinamismo y radicalidad de las comisiones internas no siempre coexistió armónicamente, muchas veces más bien lo contrario, con las poderosas estructuras sindicales nacionales por rama de actividad. Desde el golpe de 1955, la proscripción del peronismo y la intervención de sindicatos tendieron a concentrar la resistencia en los lugares de producción, abonando una práctica de intervención que, en medio de una feroz represión, creaba no sólo una resistencia, sino también la densificación de un ideario que transgredía con creces los cauces definidos más arriba a propósito de la referencia a los Webb. Walsh registra de este modo: “la revolución libertadora intervino la CGT, derogó la ley de asociaciones, asaltó locales, encarceló dirigentes, disolvió hasta los cuerpos de delegados. Nace entonces una etapa oscura y heroica […]: la Resistencia. Su punto de partida es la fábrica, su ámbito el país entero, sus armas la huelga y el sabotaje”. Y agrega algunos 108 La forma sindical en Latinoamérica datos significativos: en 1955 se alcanza el record histórico de trabajadores metalúrgicos, 315.000, alrededor del uno porciento de los establecimientos industriales empleaba casi la mitad de los trabajadores y acaparaba más de la mitad de la producción, es decir, alta concentración de trabajadores en establecimientos con alta concentración económica. Afirma además que en estas empresas predominaba el capital nacional y que durante la época peronista no se establecieron en el sector metalúrgico nuevas firmas extranjeras. Por último, que las concentradas nacionales junto a las extranjeras preexistentes al peronismo se constituyeron en el motor de la gigantesca represión ya aludida. Como consecuencia de la radicalidad que adquirió la resistencia peronista se consolidó una estrategia de los sectores dominantes que, reconociendo la gravitación sindical en la vida nacional como un dato irreversible, se propuso afectar la forma sindicato de modo tal de asegurar la prevalencia de un sindicalismo corporativo, cupular y con capacidad de garantizar la contención de la conflictividad laboral. De hecho durante los 60 se fortalece una estrategia sindical que dilata la resistencia y negocia con los gobiernos constitucionales y de facto que se suceden vertiginosamente, supeditando aumentos salariales a cláusulas de productividad y rendimiento. De esta forma en 1959 existían 309.000 trabajadores empleados en la industria metalúrgica, cifra que desciende paulatinamente hasta 252.000 en 1965.20 El proceso de destrucción del empleo se acompaña de una profundización de la concentración y también de un cambio de tendencia respecto de la década peronista: la acelerada extranjerización industrial. Una vez consolidados estos cambios, los salarios serán acechados una y otra vez por el congelamiento. Desde 1955, dos tendencias polarizan cada vez con mayor virulencia tensionando la forma sindicato que surgió durante el primer peronismo.21 Cabe aquí, antes de retomar la discusión más actual, sintetizar los rasgos más sustantivos del vandorismo porque se trató de un modelo sindical, en sentido fuerte, que dejó marcas que se prolongan hasta la actualidad: 20 Walsh (1994). 21La bibliografía consigna una variedad de clasificaciones que con diversos matices coexisten al interior de lo que podríamos denominar como sindicalismo peronista y que traducen dicho enfrentamiento entre las tendencias reseñadas: “62 de pie junto a Perón”; “62 Leales Peronistas”; “Independientes” (peronistas no partidistas); “Combativos (peronistas confrontacionistas)”; “62. Peronistas vandoristas”; “8. Peronistas expulsados de ‘la 62’”; “Nueva Corriente de Opinión (peronistas y no peronistas participacionistas)”; CGT de los Argentinos, CGT Azopardo, etc. La clasificación corresponde a la etapa 1955-1975. Ver Arturo Fernández (1984). Paula Abal Medina 109 1) la concepción del sindicalismo como factor de poder22, imprescindible, de la vida nacional, junto a las Fuerzas Armadas, la Iglesia, y las organizaciones patronales nacionales. Esta concepción tendió a acompañarse de un antiliberalismo que desdeñaba los poderes representativos23, y ponderaba en formas matizadas un proyecto de tipo corporativo que proponía reformar “la antigua sociedad liberal e individualista” para convertirla en una “verdadera comunidad nacional”; 2) “Golpear primero para negociar después” afirmaba con frecuencia Vandor como método que permitía volver efectiva la gravitación sindical como factor de poder; 3) En este sentido, la negociación y su idea de integración en el gobierno no discriminó entre gobiernos constitucionales y de facto; 4) Se declaraba abiertamente no clasista, insistiendo en la armonía de la comunidad como elemento posible y necesario; 5) En este marco, desarrolló como práctica efectiva la persecusión y expulsión de todo trabajador, dirigente y activista que, como dijimos más arriba, atentara contra el funcionamiento del sindicato como factor de poder. Ejerció un macartismo profundo que se acompañó de prácticas regulares de matoneo y violencia; 6) Profundizó el funcionamiento del sindicalismo como poderoso aparato24 dotado de funciones políticas y económicas. La concentración de recursos económicos es de enorme magnitud y se tradujo en la expansión de un sindicalismo de servicios. J. Taccone, dirigente de Luz y Fuerza, sostenía en 1966 “hoy, en cambio, tenemos una organización con un capital real de más de 1.500 millones, un movimiento económico actual de 2000 millones […] campos de recreo, hoteles, departamentos”. James retoma la declaración de otro sindicalista para sintetizar su idea central: “tenemos el concepto moderno de que las organizaciones valen en relación a su poder económico”. 22Refiriéndose al sindicalismo sostiene Vandor que “en todas las latitudes... ha sido y es fundamentalmente constructivo”. Agrega que en Argentina las elecciones de 1958 demostraron “su poder real y concreto” y que si se lo elimina de la conducción nacional se produce “el estancamiento económico”. “Pienso que la única forma en que las relaciones entre el Sindicalismo y el Poder Público adquieren carácter permanente, es con la participación del sindicalismo en este último”. (Vandor citado en Walsh, 1994). 23Uno de los exponentes más puros de este sesgo corporativo fue J. Alonso, secretario General de la CGT entre 1962 y 1965, elegido con la “bendición de Vandor”. Aunque años después la coyuntura política los enemistó, James señala y fundamenta en forma suficiente la comunidad que existía entre ambos en términos de concepción del sindicalismo. 24 “Aun en la coyuntura más desfavorable, nuestro Sindicalismo ha probado su notable voluntad comunitaria(...) Policlínicos, servicios sociales en general, turismo, planes de vivienda, campos de deporte, bancos sindicales(...), son la prueba(...)” Declaraciones de Vandor, citadas en Walsh (1994). 110 La forma sindical en Latinoamérica Sin embargo, el sindicalismo de servicios, que concentra poderosos aparatos económicos, es un rasgo común al conjunto del sindicalismo peronista. El censo de Asociaciones Profesionales realizado por el Ministerio de Trabajo en 1965, por ejemplo, detalla los recursos económicos que recibían diferentes sindicatos en concepto de cuotas sindical, asistencial, extraordinaria. También surgen de dicha fuente la extensa y variada oferta de servicios sindicales: bibliotecas, cantinas, campos recreativos, campos de deportes, cooperativas, escuelas, farmacias, gestión de pensiones, hospitales, sanatorios, proveedurias, gestión de seguros, etc. Finalmente debemos decir que la consolidación del sindicalismo como aparato económico se termina de concretar durante el gobierno de facto de Onganía cuando se generalizó el modelo de obras sociales al declararlo obligatorio para todos los trabajadores en relación de dependencia (y sus familiares a cargo), a la par que se unifican los descuentos salariales y se define que es responsabilidad de los empleadores realizarlos y transferirlos a los sindicatos25. En 1968 se registraba un total de 3.543.345 beneficiarios de obras sociales de todo el país, contabilizando a los titulares y miembros de los grupos familiares; después de sancionada esta ley la población cubierta estimada llegó a 15.957.000 personas”.26 En febrero de 1973, Ignacio Rucci y Agustín Tosco participaron de un célebre debate televisivo en el que se ponían nuevamente de manifiesto los términos del enfrentamiento: el sindicalismo concebido como factor de poder en la enunciación de Rucci y la contestación de Tosco: “yo creo que ese es un concepto que está encuadrado en el concepto de defensa del sistema. Para nosotros, el movimiento obrero y la CGT deben ser una palanca para transformaciones revolucionarias de la sociedad capitalista”. En el mismo programa y, muchas otras declaraciones de Rucci resurge el contenido macartista27, ya aludido. 25 Ver Danani (1992) citado en Loza y Perelman. Disponible en http://www.icesi. edu.co/ret/documentos/ Ponencias %20pdf /197.pdf 26 Ver Grassi, Hintze y Neufeld (1996: 24) 27 En julio del 72, cuando es reelegido en su cargo de Secretario General de la CGT Ignacio Rucci, la confederación realiza la siguiente declaración: “el justicialismo se proyectó sobre las masas, infundiendo fe y esperanzas, vida, calor y movimiento, a esos contingentes estacionados en los campos de concentración de nuestras izquierdas, alejándolos de esta manera de los confines del mundo comunista […] el justicialismo ha sido el antídoto por excelencia de la penetración de ideas extranjerizantes […] Afirmamos que las entidades obreras y los cuerpos orgánicos peronistas constituyen hoy la columna vertebral providencial de la seguridad ideológica” Declaraciones dirigidas “Al Pueblo de la República, a las Fuerzas Armadas del Ejército, Marina y Aeronáutica”. Citado en Schneider, (2005, p. 349). La Razón, 7 de julio de 1972. Paula Abal Medina 111 A lo largo de estos años de consolidación del modelo vandorista se producen dos experiencias que lo enfrentan y que convergen en diversos acontecimientos: por un lado la CGT de los Argentinos (1968) y lo que se denominó Sindicalismo de Liberación, y el clasismo de Tosco y Salamanca, en especial con la experiencia de lucha protagonizada por los sindicatos SITRAC y SITRAM entre 1970 y 1971. Los acontecimientos políticos más importantes que protagonizan son el Cordobazo, el Viborazo y el Villazo. El carácter de la lucha sindical que llevan adelante estas experiencias de izquierda sindical podría sintetizarse así: 1) luchas anti-burocráticas que desatan profundos conflictos intra-sindicales que enfrentan bases con cúpulas y exigen democratización de las estructuras28; 2) luchas por el control de las condiciones de trabajo y contra el autoritarismo patronal29 definiendo demandas que se vinculaban muy directamente con las condiciones concretas de esos trabajadores y consolidando de esta forma la representatividad de líderes nuevos que desde la activación de los lugares de trabajo también cuestionaban el liderazgo establecido al interior de los sindicatos30. La dirección de estos procesos de lucha tenía lugar en medio de un proceso de densificación del debate estratégico, ideológico y político entre organizaciones del movimiento obrero, partidos políticos y movimientos de izquierda, organizaciones de izquierda peronista y organizaciones guerrilleras, destacando además la intensa participación estudiantil y de círculos intelectuales. Circunstancia que se inscribía también en un escenario de politización y radicalización creciente del Tercer Mundo y de diversos países de Europa. En este marco surgieron, en especial, en el tejido industrial del río Paraná, en Campana, San Nicolás y Villa Constitución, experiencias de organización obrera hasta entonces inéditas: los comités de lucha y las Coordinadoras inter-fabriles. El clasismo en tanto expresión radicalizada de lucha reivindicativa al interior de los lugares de producción y concretización del principio de autonomía de la patronal, el Estado y los 28 De esta forma las acciones eran de destitución de autoridades sindicales en asambleas, conflictos obreros que no sólo se dirimían entre representantes sindicales y trabajadores en la empresa sino que abarcaban fuertes cuestionamientos a las dinámicas sindicales enfrentando diversos grupos que muchas veces desencadenaban ocupaciones de los “locales sindicales” (Jelin, 1978). 29“La demandas durante este período se referían a la provisión de ropa de trabajo adecuada, el control de los ritmos de producción y los períodos de descanso, problemas de temperatura, ventilación, salubridad e higiene de los lugares de trabajo, malos tratos por parte del personal superior, etcétera. Si bien estos temas pueden contar fácilmente con el apoyo generalizado de los obreros” (Jelin, 1978, p. 135). 30 Jelin, (1978, p. 433-7). 112 La forma sindical en Latinoamérica sindicatos, es desbordado para pensar y ensayar la convergencia de la lucha obrera con la constitución de un frente de masas. La escalada represiva del gobierno de Isabel Perón sobre el proceso y el horizonte de disputa que abrían estas experiencias fue de una brutalidad inusitada. Las complicidades y hasta el colaboracionismo de dirigentes sindicales y empresariales con la ofensiva represiva permanecen aún invisibilizadas. Actualmente en el marco de los juicios por los crímenes del Terrorismo de Estado comienza a develarse el entramado de delaciones que tuvo lugar durante dicha etapa y en particular la significación y las dimensiones del Operativo Serpiente Roja del Paraná. La bibliografía es bastante coincidente al señalar que tras la exhaustiva y homogénea política represiva del gobierno de facto de Onganía frente al conjunto del sindicalismo y el movimiento obrero entra en crisis el método vandorista de golpear para negociar y de este modo se desarrollan dos polaridades sindicales: por un lado, las vertientes de izquierda mencionadas en el párrafo anterior; por otro, un ala colaboracionista y subordinada a dicho gobierno que desde entonces se cristalizó como parte del movimiento sindical. El blanco fundamental de la última dictadura militar fue la radicalización de las consignas de los trabajadores, el sindicalismo de la resistencia, la democracia interna impulsada desde la organización de los lugares de trabajo, las experiencias de pluralidad que se gestaban entre idearios múltiples de la izquierda y el peronismo revolucionario, el discurso antiburocrático, los delegados, las comisiones internas. Se combinó, como lo expresa con claridad Taiana, el criterio ideológico con el criterio estructural por el cual la represión se ejerció con distinta intensidad en los diferentes niveles de la estructura sindical: “fue masiva, violenta y persistente a nivel de cuerpos de delegados y comisiones internas; amplia, pero limitada en el tiempo, para las conducciones zonales; muy selectiva para los dirigentes nacionales”. La lucha por el control de la fábrica fue el objetivo estratégico para desarticular la organización obrera.31 Desarticulada esta organización, 31 Recordemos sólo una parte del comunicado militar anunciado en el marco del inicio de la dictadura, el 25 de marzo de 1976: “se comunica a la población que todas las fuentes de producción y lugares de trabajo, estatales y privadas, a partir de la fecha, serán considerados objetivos de interés militar”. Asimismo, se decretaron intervenciones militares en la CGT y principales gremios. Se suspendió la actividad gremial, se eliminó el derecho de huelga y el ejercicio de cualquier otra medida de fuerza, se derogó el fuero sindical, se sancionó la ley 21.400 de “seguridad industrial”, destinada a combatir la subversión fabril. Se ocuparon militarmente establecimientos industriales, se generaron despidos masivos, persecusiones y desapariciones. Para analizar con mayor detalle el caudal represivo ,ver, Taiana y Pozzi. Paula Abal Medina 113 el resto de la estructura y los dirigentes girarían en el vacío.32 Las superposiciones entre el criterio ideológico y el criterio estructural son evidentes, sin embargo, la distinción resulta significativa. Durante la dictadura militar, el producto industrial creció menos que el promedio y el número absoluto de asalariados en la industria se redujo un 33%. Esto llevó a que la industria pasara de generar el 44% del total del empleo asalariado en 1974 al 30% en 1982.33 Es indispensable también retener datos vinculados a la reducción de establecimientos manufactureros, que pasa de 126.388 en 1974 a 109.436 en 1985, la reducción representa el 13.4%. Si analizamos esta reducción, teniendo en cuenta el tamaño de los establecimientos34 en 1974 había 122 fábricas que ocupaban más de 1000 personas cada una y reunían un total de 246.618 obreros. En 1985, sólo había 64 de estos establecimientos y ocupaban un total de 127.153 operarios. La reducción alcanza aquí el 50%. En el mismo sentido, la reducción es mucho más marcada entre las ramas de actividad y en las regiones en las cuales el movimiento sindical tuvo mayor inserción.35 Al cambio de la composición, tamaño y localización de empresas industriales debe adicionarse una política empresarial destinada a crear una renovación del personal muy significativa36 y a dinamizar dispositivos culturales de afectación de la relación capital – trabajo en torno a las ideologías del new management.37 Lo que conllevó a una situación de falta de cuadros en los establecimientos productivos durante muchos años y a profundas rupturas y tensiones en el intercambio entre generaciones de trabajadores.38 Durante los 90 con Carlos Menem en el gobierno durante una década, se produce la consolidación del orden neoliberal a partir de la implementación de las denominadas reformas estructurales: privatizaciones masivas de empresas públicas estratégicas, desregulación de los mercados, en espe32 Taiana, (1988, p. 11) 33 Persia (2011). 34Es en las grandes fábricas donde más desarrollo tuvo el sindicalismo de izquierda y la organización a nivel de establecimientos. 35 Taiana (1988, pp.19-20). 36 Taiana ilustra sólo refiriendo a la planta Ford de Pacheco: “allí no se realizaron asambleas de trabajadores durante al menos 8 años”. 37Analizo más en profundidad algunas de estas problemáticas al referirme a las líneas estratégicas de dispositivos empresarios de grandes empresas de supermercados y call centers offshore como: la exaltación de la debilidad del trabajo, el destierro de la alteridad y la esquilmación inmediata (Abal Medina, 2009). 38 Problemática desarrollada por Maristella Svampa (2000). 114 La forma sindical en Latinoamérica cial el de trabajo, implementando importantes reformas legislativas que minaron los derechos protectorios del trabajo instalando la flexibilización precarizadora, brutal aumento del desempleo, desindustrialización y especulación financiera. Los legados del cuarto de siglo neoliberal con relación al mundo del trabajo se han abordado en la primera página de este escrito. En lo atinente a la forma sindicato es en especial durante esta década cuando se consolida lo que Martuccelli y Svampa (1997) caracterizaron como “nuevo sindicalismo”39 al analizar el caso de los mercantiles. Una estructura sindical extremadamente importante en términos cuantitativos ya que posee casi un quinto del total de trabajadores registrados enmarcados en su convenio colectivo por rama de actividad. Dicha estructura sindical resulta emblemática para definir la consolidación de un nuevo tipo sindical durante el neoliberalismo: el sindicalismo empresarial (Abal Medina, 2009 y 2011). Lo denominamos de este modo porque sustenta su práctica en la gestión y provisión de servicios al cotizante concebido como usuario40, menguando en forma significativa la representación del afiliado como empleado y eliminando cualquier práctica de carácter socio-político destinada a la representación y organización del trabajador como sujeto colectivo. En algunos casos la rentabilidad y la acumulación de capital del sindicato se transforman en un objetivo central que queda incluso disociado de los trabajadores representados. El mercantil es sólo uno de los gremios más significativos. La lista es numerosa y abarca estructuras sindicales cuantitativamente grandes. En la jerga mediática sus dirigentes son denominados como “los gordos”. En algunos casos la acepción sindicalismo empresarial describe más literalmente un tipo contradictorio porque el mismo sindicato se desempeña simultáneamente como patrón y representante sindical de los mismos trabajadores41. En definitiva, tras la dictadura la transformación del mundo trabajador es tan profunda que el sindicalismo no podrá recuperar hasta hoy la centralidad y gravitación que lo tuvo como representante protagónico de la subalternidad nacional. 39Danilo Martucelli y Maristella Svampa (1997) analizan sus rasgos más significativos a partir del caso de los Sindicatos de Empleados de Comercio. En el mismo sentido varios trabajos de mi autoría dan cuenta del devenir de ese tipo sindical en la actualidad (2009, 2010). 40 El debate conceptual que subyace a estas conclusiones se origina en diversos trabajos del sociólogo alemán, Clauss Offe. 41Esto ocurrió con algunos sindicatos que representaban trabajadores de empresas públicas que se privatizaron o concesionaron durante los 90 como la Unión Ferroviaria y el Sindicato de Luz y Fuerza y que se transformaron en accionistas de las empresas. Paula Abal Medina 115 Resistencia al neoliberalismo y recomposición del trabajo Como adelantamos en la introducción, el proceso de resistencia y lucha laboral/popular que inició la recomposición social durante el último decenio del siglo XX y los primeros años del siguiente, desbordó e incluso enfrentó los cauces de este tipo sindical, el empresarial, y aún más en general del sindicalismo tradicional: • ya sea como expresión disidente al interior de la única central reconocida legalmente (el MTA42 de la CGT); • como nueva central sindical (la CTA) que emergió con la consigna “la nueva fábrica es el barrio”; • como numerosos movimientos y organizaciones con inscripción territorial o en los lugares de trabajo (Organizaciones de Trabajadores Desocupados, Movimiento de Empresas y Fábricas Recuperadas, Organizaciones gremiales y activistas en los lugares de trabajo, Frentes clasistas, etc.). En algunos casos estos colectivos se sumaron a la central alternativa (CTA) y en otros se mantuvieron por fuera de ambas centrales. También a través de frentes nacionales que convergieron en expresiones de fuerte gravitación, como la Marcha Federal43 en Julio de 1994, que logró la confluencia de la CTA y el MTA, o la Consulta Popular organizada por el Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO) en 2001. La consigna central de la Marcha Federal fue A llenar la Plaza de Mayo 42Una descripción actualizada sobre el MTA y su reposicionamiento, tras el 2003, al interior de la CGT, a la par que la creación de la Corriente Sindical Peronista puede encontrarse en los capítulos 10 y 11 de Díaz, Claudio (2010). Para un análisis de la constitución del MTA, ver Ferrer (2005). 43La Marcha Federal fue convocada por las dos organizaciones mencionadas pero para su organización se constituyó una Mesa de Enlace de la que participaron otras organizaciones muy importantes como: la Corriente Clasista y Combativa liderada por el Perro Santillán, dirigente municipal de la provincia de Jujuy, que tras sucesivas movilizaciones había logrado la renuncia del gobernador. La Federación Agraria Argentina, dirigida entonces por H. Volando, expresaba las reivindicaciones de los pequeños y medianos productores que habían logrado una fuerte visibilidad con una novedosa medida de fuerza: “el tractorazo”. También se sumaron a la Mesa diversas organizaciones de jubilados y pensionados, la Federación Universitaria Argentina (FUA), la Asamblea de Pequeños y Mediano Empresarios (Apyme). Adhirieron también algunos partidos políticos entre los que se destacaba el Frente Grande, el Partido Socialista y el Comunista. 116 La forma sindical en Latinoamérica afirmando que “los niveles de exclusión, el crecimiento del desempleo y la pobreza, la crisis de las economías regionales y el deterioro de los pequeños y medianos empresarios del campo y la ciudad parecen no tener límite”.44 En diciembre de 2001, tiene lugar la consulta popular organizada por el FRENAPO, bajo el lema Ningún hogar pobre en la Argentina. Votan alrededor de tres millones de personas a favor de una serie de medidas que pretendían limitar los efectos de la crisis social: un subsidio de empleo para todos los jefes de hogar desocupados, asignaciones familiares por cada hijo menor de 18 años y una asignación universal para los ancianos sin cobertura jubilatoria. La consulta popular se realiza en tiempos en que casi cinco millones de trabajadores buscan infructuosamente un empleo o trabajar más horas.45 Alrededor de quince millones de personas son pobres.46 Casi la mitad del total de asalariados no está registrado (3 de cada 10 trabajadores formales y 7.5 de cada 10 trabajadores del sector informal).47 La CTA lidera este frente48 que ensaya una articulación entre el trabajador ocupado y el desocupado, resistiendo las ideologías más esparcidas y adherentes de la época que más bien practicaban modos de enfrentamiento. El más reiterado es el que dio lugar a las leyes precarizadoras de principios de los 90: son los privilegios y rigideces de los ocupados los que impiden fuentes de trabajo a los desocupados49. También se ensayarían otros argumentos: la culpabilización de los desocupados por “inempleables-obsoletos” y, tras su organización colectiva, la criminalización de la protesta con la asimilación de las figuras de desocupado, piquetero y violento. El sujeto 44 Ferrer (2005). 45 Situación que se agravaría intensamente durante el 2002. En porcentajes, en la medición de octubre de 2001, el desempleo alcanzaba 18.3% y la subocupación demandante, el 10.7%. En mayo de 2002, la desocupación alcanzaría su pico histórico más elevado: 21.5% y la subocupación treparía al 12.7%. (Fuente: EPH-INDEC). 46En octubre de 2001, las personas por debajo de la línea de pobreza alcanzaban el 35.4% y por debajo de la línea de indigencia, el 12.2%. En mayo de 2002, 49.7% y 22.7%, respectivamente. En octubre de 2002, 54.3% y 24.7%, respectivamente. (Fuente: INDEC). 47 Persia (2011). 48Integrado además por asociaciones de pequeños y medianos empresarios (como la CAME y Federación Agraria Argentina) y numerosas organizaciones de derechos humanos. 49Es el argumento más ejercitado para fundamentar las reformas de flexibilización laboral de la década de los 90 que tendieron a precarizar múltiples condiciones de trabajo. Esta problemática es analizada con mayor detalle en Abal Medina (2011a). Paula Abal Medina 117 disruptivo de la etapa fue el trabajador desocupado organizado territorialmente y la metodología, el corte de ruta.50 En contraste, el disciplinamiento es tan profundo entre los trabajadores ocupados que los establecimientos empresarios parecen petrificados durante aquellos años. El desempleo es el que otorga el sentido al trabajo, los ocupados se sienten desempleados en potencia, por eso la débil manifestación del conflicto que, sin embargo, se padecía a diario. Quizás sea Gramsci quien planteó con elocuencia conceptual y política el sentido más fundamental de la práctica sindical en tiempos de desempleo masivo: “he aquí las exigencias presentadas como esenciales para la acción sindical: mantener la ligazón entre desocupados y quienes no lo son; buscar que en el terreno de la oferta de la mano de obra no se libre sólo una serie de duelos ‘singulares’ entre el individuo desesperado y el hambre, sino que el desocupado sienta que el órgano tradicional de defensa de sus intereses, el sindicato, sigue siendo ‘suyo’ […] Renunciar a dicho objetivo, significaría perder el contacto con la vida obrera en todo lo que ella tiene hoy de más expresivo, de más trágico, de más sentido”. En Argentina, los sindicatos que condujeron y hegemonizaron la CGT51, durante la década noventista, convirtieron dicha institucionalidad en una estructura conservadora que al mismo tiempo que declamaba la unidad, expulsaba de su representación a alrededor del 60% de los trabajadores.52 En otros trabajos (2009 y 2011), refiero a la metáfora de la casa y a la figura del extranjero para ilustrar el modo en el cual diversos dirigentes explicaban por qué muchos sindicatos y la CGT no asumieron la representación de trabajadores desocupados o en negro. Una de las afirmaciones más gráficas es la siguiente: “es como todo, primero hay que estar bien con los que son de tu propia casa y después podés salir a defender a los demás”. El sindicalismo dominante convirtió a buena parte del colectivo de trabajadores en extranjeros: una concepción empequeñecida de los sujetos susceptibles de representación sindical, un desgajamiento gestado por la fuerza de imposición material e ideológica del capital en tiempos neoliberales que se convalida y profundiza por la resignificación de lo propio y de lo ajeno, que ejercitó buena parte del sindicalismo local. 50Ver, Svampa y Pereyra (2003) para una exhaustiva caracterización del movimiento de trabajadores desocupados, en términos de idearios, formas organizativas, pertenencias y repertorios de acción. 51 La central sindical mayoritaria y única que actúa con reconocimiento estatal. 52 Ver, Persia (2011) donde se analiza la evolución de los trabajadores potencialmente convencionados (cuyas condiciones de trabajo se rigen por CCT), que son los que pueden ser considerados como parte de la representación efectiva de los sindicatos nucleados en la CGT. 118 La forma sindical en Latinoamérica La cartografía de las resistencias puso de manifiesto el ‘encogimiento’ de la forma sindical tradicional y su incapacidad para expresar la realidad que padecía un sector muy numeroso y significativo de los trabajadores. El 19 y 20 de diciembre de 2001, el conflicto se manifestó con máxima radicalidad a través de diversos repertorios de acción (saqueos, cacerolazos, movilizaciones, destrucción de bancos) y a través de figuras muy heterogénas (vecinos, ahorristas, piqueteros y luego asambleístas) que confluyeron en una potente fuerza destituyente. Sólo un par de días antes había concluido la consulta popular del FRENAPO.53 Ni las estructuras sindicales tradicionales ni la figura del trabajador ocupado protagonizaron estas jornadas de sublevación colectiva. Los procesos de gobierno que iniciaron en mayo de 2003, con Néstor Kirchner y posteriormente con Cristina Fernández de Kirchner, son en alguna medida resultantes del tensionamiento y los límites que los acontecimientos de 2001 producen en el campo de la política institucional. Néstor Kirchner accede al gobierno con más desocupados que votos. Sin embargo, la actualización del ideario nacional popular junto con la capacidad de interpelar desde la gestión de gobierno a los trabajadores en general, a los organizados en sindicatos y a diversos movimientos del campo popular, le permite construir con bastante rapidez una legitimidad mucho mayor. Los cambios en materia de trabajo son muy significativos: la baja muy sustancial del desempleo y el subempleo demandante, la disminución del empleo no registrado, la recuperación de la tasa de empleo y asalarización y la implementación de políticas de carácter más universal que lograron reducir la incidencia de la pobreza y la indigencia, como la Asignación Universal por hijo54 y el aumento de la cobertura y de la jubilación mínima55. 53 Ver, Abal Medina (2011). 54“Un decreto instituyó un subsistema no contributivo en el marco de la Ley 24714, la cual ya establecía las asignaciones familiares para trabajadores registrados pero que son financiadas por contribuciones patronales. El decreto oficial definió como beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo a los hijos menores de 18 años de los desocupados, trabajadores con empleos no registrados que ganan menos que el salario mínimo y a los monotributistas sociales que no perciben asignaciones familiares […] se estima que a comienzos de 2010 el beneficio ya cubría unos 3.500.000 niños y jóvenes que antes no los percibían […]” (Neffa, 2011, pp. 333-4) 55 “La instauración de un sistema de jubilaciones y pensiones no contributivas otorgadas a personas que no reunían los aportes ni las condiciones establecidas en la legislación; esta situación se debía a que no habían hecho aportes, habían estado inactivos o desocupados o que habían trabajado en empleos no registrados. A comienzos de 2010, esta política ya había beneficiado a casi 2.300.000 Paula Abal Medina 119 Asimismo se logra la reversión parcial de algunas reformas precarizadoras de institutos del trabajo, vinculadas al derecho individual, que tuvieron lugar en los noventa. El proceso de recuperación del empleo coincide con una reactivación de la actividad industrial y con una mayor intervención del Estado regulando la actividad económica. También con un proceso de concentración y extranjerización de la actividad económica en general. En este contexto el sindicalismo recupera centralidad y dinamismo. En muchos casos sus estructuras se ven desafiadas por la extensión y radicalización de una militancia en los lugares de trabajo que, en especial durante los primeros años del kirchnerismo, dirigió sus reclamos hacia las empresas pero también hacia los sindicatos, provocando conflictos intra-sindicales de intensidad.56 Según un informe del Equipo de Conflicto y Protestas Sociales de la CTA, el sector de los asalariados formales sindicalizados es el que impulsó, durante el año 2005, la mayor cantidad de conflictos: el 32.4% en 2004 asciende al 48.5% en 2005. Por el contrario, en el ámbito no sindical, los actores que acumulan mayor cantidad de protestas son las organizaciones de trabajadores desocupados: en el año 2004 estuvieron presentes casi en el 30% de las protestas y, en el año 2005, su participación en el conjunto descendió al 15.1%. Estos años marcan con mucha claridad el momento de modificación de tendencia y de desplazamiento de la frontera del conflicto, desde el desempleo hacia la precariedad (Svampa, 2008). Asimismo, un cambio en la relación de fuerzas interna de la CGT logra imponer en la conducción a la disidencia que se había nucleado en el MTA durante los años noventa. Desde el 2003 y hasta el 2012, Hugo Moyano –dirigente camionero– se desempeñará como Secretario General de la central.57 La otra central sindical que se constituyó en 1992, la Central de Trabajadores Argentinos, sufre una fractura muy significativa tras una elección de autoridades con acusaciones cruzadas de fraude. La CTA formalizó una fractura que se había esbozado de hecho como consecuencia de la polarización política que se produjo en el marco de un conflicto entre patronales y personas. De esa manera se incrementó fuertemente la tasa de cobertura del sistema previsional, que pasó del 49% hacia fines de la convertibilidad a más del 85% en 2009” (Neffa, 2011, p, 332). 56En el libro Colectivos Resistentes. Procesos de politización de trabajadores de la Argentina Reciente, que compilo junto a Nicolás Diana Menéndez, se analizan diversas experiencias de organización en los lugares de trabajo, caracterizando los idearios, activismos y formas de disputa que se construyen. 57 Una fractura minoritaria es encabezada por el gremialista gastronómico Luis Barrionuevo desde 2008, con la conformación de la denominada CGT Azul y Blanca. 120 La forma sindical en Latinoamérica nucleamientos de productores agropecuarios y el gobierno nacional. Dicho conflicto profundizó los desacuerdos en torno a la valoración de los gobiernos kirchneristas y sobre el tipo de reposición de lo nacional-popular en la actualidad nacional. Durante estos años, la negociación colectiva protagoniza la escena, el incremento de la negociación es despampanante: ascendió de 200 convenios colectivos anuales negociados durante el año 1991 hasta 1864 durante el 2011.58 No sólo aumentó cuantitativamente la negociación colectiva, sino también sus niveles de cobertura respecto del conjunto de trabajadores59, y su eficacia en términos de determinación colectiva del salario60 (Palomino y Trajtemberg, 2007 y Etchemendy, 2011). Algunas estadísticas muestran un aumento de la sindicalización61 y la densidad sindical.62 A pesar de ello, los resultados al momento de evaluar la capacidad de plantear e impulsar la distribución de las ganancias y la riqueza, tanto al interior de la clase trabajadora, como en relación con el capital, son menos alentadores. También, al analizar la capacidad de asegurar un piso de derechos y condiciones de trabajo al conjunto heterogéneo de trabajadores e, incluso, al indagar los contenidos de la negociación colectiva, mayoritariamente ceñidos a la cuestión salarial en momentos de suba de los niveles generales de precios. Asimismo, resulta llamativa la escasa representación sindical en los establecimientos empresarios. En aproximadamente el 85% de las empresas 58Personal comprendido: 4,2 millones de puestos de trabajo. Fuente: SSPTMTEySS. http://www.trabajo.gov.ar/left/estadisticas/negCol/index.asp 59 Si tenemos en cuenta el Gran Buenos Aires, la población potencialmente convencionada asciende del 35 al 45% del total de la población económicamente activa, entre el 2003 y el 2009. El crecimiento es significativo, sin embargo, sigue siendo mayoritaria la cantidad de población trabajadora no afectada por la negociación colectiva y además, tendríamos que tener en cuenta, que estas cifras se reducirían aún más si se consideraran otros dominios geográficos del país con mayor participación de trabajadores rurales y amplias franjas de informales (Persia, 2011, pp. 394-5). 60En 1990, sólo el 60% del salario de los trabajadores convencionados correspondía al salario de convenio; en 2010 el 90% del salario lo determina el CCT. 61 Creció un 24% entre 2003 y 2010. Ver, Palomino (2011) y Trajtemberg, Senén González y Medwig (2007). La tendencia en un sindicato tan emblemático como la UOM profundiza esta tendencia. De acuerdo a declaraciones de Carlos Gdansky (Secretario General ral UOM La Matanza) en 1976 había 537.000 afiliados directos en la UOM Nacional, en el 2001 70.000 y actualmente alrededor de 300.000. En Programa Televisivo CN23, conducción de Martín Granovsky, emitido el miércoles 29 de junio de 2011. 62 Definida como la relación entre la afiliación real y la afiliación potencial. Paula Abal Medina 121 no existe ninguna instancia de representación directa de los trabajadores63 (delegados o comisiones internas). No se producen modificaciones en materia de derecho colectivo de trabajo, tampoco se otorga personería gremial a la Central de Trabajadores Argentinos. La CGT no realiza modificaciones estatutarias destinadas a promover la representación y participación del mundo trabajador excluido de su institucionalidad sindical. Del análisis de un núcleo de reformas recientes de estatutos de diversos sindicatos se puede inferir que no sólo los sindicatos no aumentaron la representación directa a nivel de establecimientos, sino que además han tendido a reducir las competencias y prerrogativas de los delegados y comisiones internas y a intensificar un tipo de relación radial entre los delegados y las comisiones directivas.64 La ausencia de modificaciones en la legalidad sindical es un rasgo problemático si se tiene en cuenta que, pese al aumento de la proporción de trabajadores involucrados por la negociación colectiva, el sector no afectado por este tipo de representación sindical continúa siendo mayoritario. En lo que sigue, presentamos algunos clivajes que consideramos sustanciales para dimensionar el debate que prolifera entre importantes dirigentes65 del sindicalismo que resistió, de modos diversos, el neoliberalismo: quienes constituyeron el MTA y luego, en 2008, accedieron a la conducción de la CGT (nos referimos a ellos a través de la noción “núcleo MTA”) y de los dirigentes que fundaron la CTA y actualmente fracturaron la central en dos (nos referiremos a estos grupos en función de sus actuales secretarios generales como CTA Yasky y CTA Micheli). La CGT, Confederación General del Trabajo, es la única central que posee personería gremial66 . Se constituye en 1930 con la fusión de la Confederación Obrera Argentina (COA), la Unión Sindical Argentina 63Fuente: Ministerio de Trabajo (EIL, 2005 y 2006). Ver Trajtemberg, Senén González y Medwid (2007): La expansión de la afiliación sindical. Análisis del módulo de relaciones laborales de la EIL. 64 Ver, Abal Medina, Anigstein y Diana Menéndez (2011). 65Los apartados que siguen se basan en una aproximación preliminar a 20 entrevistas en profundidad realizadas desde el primer semestre de 2011 a integrantes de las Comisiones Directivas de las centrales sindicales y a otros reconocidos dirigentes de las mismas. Varias de las entrevistas fueron realizadas junto con Cecilia Anigstein. 66 La ley de asociaciones sindicales, la 23.551, mantuvo el criterio de las leyes sindicales de la primera etapa peronista, reconociendo una sola y exclusiva personería gremial por actividad, profesión y oficio, y una única confederación o central sindical nacional. Entre los beneficios de la personería gremial, además del derecho de representación en las negociaciones colectivas, figura el reconocimiento del fuero sindical a sus dirigentes y el derecho al cobro de 122 La forma sindical en Latinoamérica (USA) y la Comisión Poligráfica Argentina. La Unión Ferroviaria fue, hasta el advenimiento del peronismo, coincidiendo con la vigencia del modelo agro-exportador, el principal componente de la CGT y el gremio con mayor capacidad de hegemonizar su conducción. Posteriormente, consolidándose la industrialización y un sindicalismo poderoso, el liderazgo se desplazó a la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). En la actualidad una de las disputas de mayor repercusión se vincula con la ausencia de correlación entre el gremio que lidera la CGT (camioneros) y la recuperación, proclamada por el gobierno, de un modelo de desarrollo industrial. Actualmente los trabajadores afiliados a gremios que pertenecen a la CGT superan los cuatro millones. Desde el 2003 los que más han crecido en afiliados son el gremio de la construcción, el de metalúrgicos y el del complejo automotor. Los gremios más numerosos serían Comercio (FAECyS), Construcción (UOCRA), Metalúrgicos (UOM), Sanidad (FATSA), Camioneros, Gastronómicos (UTHGRA), Municipales (COEMA), Rurales (UATRE) y Estatales (UPCN). La CGT está contituida en la actualidad por tres grandes fracciones: 1) quienes conducen la central desde el 2003 son, en su mayoría, los que resistieron la consolidación neoliberal durante los noventa nucléandose en el MTA. El Secretario General es desde entonces Hugo Moyano del gremio de camioneros; 2) un sector disidente constituyó, de hecho, la CGT Azul y Blanca, liderada por el gastronómico Barrionuevo y ligada a sectores de la derecha peronista; 3) los denominados “Gordos”, gremios muy numerosos que integraron la conducción de la confederación durante los noventa, a quienes cabe la clasificación de sindicalismo empresarial, si bien forman parte formal de la comisión directiva, de hecho se retiraron de los órganos oficiales de la central y confrontan abiertamente con el ‘moyanismo’. Finalmente es importante destacar que durante los últimos años las relaciones entre la conducción de la CGT y el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se han deteriorado, lo que está horadando la unidad del primer grupo, pudiendo ya diferenciarse dos subgrupos en función del apoyo o incipiente cuestionamiento al gobierno nacional. La CTA67 (desde fines de 2010 fracturada en dos) es una central simplemente inscripta que exige desde su fundación en 1992 el otorgamiento de la personería gremial. Posee alrededor de un millón trescientos mil afiliados. Su modalidad de afiliación es muy diferente a la de la CGT ya que los afiliados de la CTA son: 1) trabajadores afiliados a sindicatos, 2) la cuota sindical. Para profundizar en el debate del modelo sindical argentino actual se recomienda la lectura de Ciampa, Roudil y Roa (2010). 67 Existen muchos trabajos sumamente interesantes sobre la CTA como Pérez, G. (2008) y Armelino (2004). Paula Abal Medina 123 integrantes de movimientos sociales y 3) afiliados directos a la central (trabajadores con o sin empleo, trabajadores beneficiarios de alguna de las prestaciones del régimen la seguridad social, trabajadores autónomos y cuentapropistas; trabajadores asociados o autogestivos; y trabajadores de la actividad doméstica). De acuerdo a diversos dirigentes sindicales los afiliados de la central se distribuyen en tercios equivalentes. En los últimos años creció la afiliación al sindicato de neumáticos, refinerías de maíz, minería y sector público.68 Las voces de los dirigentes CTA y MTA: ¿Nueva Central o Corriente Interna? En diciembre de 1991, en lo que fue denominado como el Grito de Burzaco, confluyeron numerosos dirigentes sindicales enfrentados con la conducción de la CGT que, tras la derrota de Ubaldini, había quedado subordinada al gobierno de Carlos Menem y que funcionaría como correa de transmisión de las reformas estructurales que permitieron la consolidación del neoliberalismo. El documento del Congreso de la CGT realizado en el Teatro San Martín decía, “Habiendo ahora un gobierno justicialista los sindicalistas tenemos que ser la garantía de la concreción de sus políticas”.69 En Burzaco, coincidieron dirigentes y organizaciones que luego se dividirían en base a dos experiencias de resistencia: la mayoría se nucleó en el CTA (creado en 1992 como Congreso), y algunos otros dirigentes y organizaciones en el MTA (creado en 1994). Una de las más importantes afirmaciones de la declaración que cierra el encuentro es: “Por un nuevo modelo sindical. El viejo modelo sindical sostenido por su dependencia al poder político y su grado de complicidad con el poder económico no sirve para canalizar las demandas de sus representantes ni defender sus conquistas e intereses.”70 Se define la conversión de dicha corriente interna en un movimiento político-social que surja de una práctica que contemple: 1) autonomía sindical; 2) democracia sindical; 3) apertura a otras organizaciones sociales que reflejen la realidad de los cinco millones de argentinos con problemas de empleo; 4) Revalorización de la ética gremial.71 La decisión de creación de una nueva central fue cuestionada por los 68 Declaraciones de Hugo Yasky. Ver http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-5374-2011-08-14.html 69 Ver Periódico de la CTA Nº 81, octubre de 2011. Disponible en www.agenciacta.org/spip.php?article2938 70 Declaración del Grito de Burzaco, 17 de diciembre de 1991. 71Ibídem. 124 La forma sindical en Latinoamérica dirigentes que luego constituirían el MTA. Horacio Ghilini 72 lo explica del siguiente modo: “Decidir ser ‘corriente interna’ o ‘movimiento’ de los trabajadores, significó no prestarnos al juego del enemigo de fragmentar y atomizar a la clase trabajadora […] Esto nos distanció de la CTA. Muchas de las organizaciones fundadoras del MTA compartimos no sólo la unidad de acción sino mesas de discusión con lo que terminó siendo el encuentro de Burzaco. Pero después cuando se optó por transformar esa corriente en una ‘Central’ de trabajadores, nos retiramos de ese agrupamiento. Con esta experiencia era lógico que en el seno del MTA planteásemos la unidad en una sola CGT como objetivo estratégico. Claro que esto conlleva el desafío de una CGT realmente pluralista y con una clara gimnasia de democracia sindical”. (Horacio Ghilini- MTA-CGT) Los debates sobre la unidad y las concepciones del mundo trabajador Como queda de manifiesto en la afirmación de Ghilini, para una gran parte del núcleo MTA la unidad defendida es la de la estructura sindical. La unidad es, como mínimo, el punto de partida. Para otros la unidad no es identificada como un problema, por eso podríamos decir que es punto de partida y de llegada: la unidad en una central aseguraría la unión de los trabajadores. Un enunciado se reitera entre los diversos dirigentes de este nucleamiento: “central única, fuerte y poderosa”. El fundamento se vuelve indiscutible, una suerte de lógica impenetrable del dirigente MTA que puede ser sintetizada así: ‘el capital, el empresariado se fusiona, se concentra, se transnacionaliza y ¿los trabajadores se fragmentan? Esa es la estrategia del enemigo, no puede ser la de los trabajadores’. Además, se habla del Modelo Sindical Argentino (las mayúsculas se usan para poner de manifiesto la formalidad de la enunciación y lo inamovible que resulta), su esencia es fundamentalmente la de un sindicalismo poderoso y peronista. Una fórmula infalible que puede comprobarse con sólo revisar la historia de las mayores conquistas del movimiento obrero argentino. Barbeito apunta: “con el peronismo el sindicalismo pudo pasar de ser grupo de presión a ser grupo de poder”. Por otra parte estas ideas constituyen el núcleo del ideario del justicialismo que revisamos más arriba al citar a Perón alentando a constituir el gremio total y rechazando los frentes de lucha chico. Una frase circula con mucha asiduidad en los discursos y también en los relatos surgidos de las entrevistas: “es mejor ser cola de león que cabeza de ratón”, dicen los dirigentes del sector MTA-CGT. La comparación con la situación de los trabajadores en otros países del mundo, ya sea de América Latina, del Norte o de Europa, es parte central 72 Horacio Ghilini en prólogo de Ferrer (2005). Paula Abal Medina 125 de la argumentación. El sindicalismo argentino trasciende las fronteras nacionales y es objeto de polémica internacional: “Ingenuos no somos, el sindicalismo argentino es odiado porque es un sindicalismo poderoso y peronista, no porque sea mafioso y no democrático, que también lo es. Pero no es odiado por eso. Es odiado porque es poderoso y peronista” [Horacio Ghilini -MTA-CGT]. “¿Por qué preocupan los sindicatos al poder? Porque los sindicatos son la organización libre del pueblo más perfecta que armó Perón, eh? Acá lo que molesta es cuando los trabajadores están organizados y manteniendo un proyecto político. Esa es la gran lucha de la Argentina en los últimos 60 años, la que instauró el peronismo y por eso quieren destruir al peronismo porque saben que si no destruyen al peronismo es imposible cambiar definitivamente” [Julio Piumato -MTA-CGT]. La singularidad del sindicalismo local enorgullece a los dirigentes del núcleo MTA. Como Ghilini, muchos otros dirigentes, vuelven sospechosos los motivos de la crítica internacional, y en particular las objeciones realizadas por la Organización Internacional del Trabajo. Es interesante el deslizamiento que se produce en las formulaciones, Victor de Gennaro destaca también la extraordinaria cualidad nacional, pero del siguiente modo: “Porque la clase trabajadora es muy poderosa, tiene la capacidad en nuestro país de una cultura, una historia, más de 150 años, en que ha sido protagonista central. No hay un hecho político en la historia argentina que no haya sido una rebelión de masas y fundamentalmente de la clase trabajadora la que lo esté pariendo”[Víctor de Gennaro CTA Micheli]. Habla de clase trabajadora (y no de sindicalismo) y de un período histórico que antecede al peronismo, más bien es coextensivo de la historia misma del trabajo en la historia argentina. De todos modos, al interior del ‘núcleo MTA’ se ubican matices: quienes encuentran causas que permiten interpretar, aunque sin compartir, el momento de creación de la CTA y, a su vez, valorar las numerosas coincidencias que se plasmaron en unidad de acción desde mediados de los 90 y quienes definen la fractura como un error estratégico, en su versión más extrema, una “traición al movimiento obrero”: “Que exista la CTA es culpa de la CGT (…) Ahora yo creo que la CTA no entendió nada. Acá el problema no son las estructuras organizativas, el problema es de definición política. El modelo sindical argentino es uno de los mejores del mundo, y eso lo ven todos.” [Facundo MoyanoJuventud Sindical-CGT]. 126 La forma sindical en Latinoamérica “Sí, es culpa de la CGT porque cuando los compañeros iban quedando despedidos, nosotros los acompañamos con la indemnización y le dimos un golpecito en la espalda. Y después cuando llegaron a su casa, no los fuimos a buscar”[Mono Lombardi, Juventud Sindical]. “Primero el CTA era un congreso pero después cuando deciden armar otra central dividida cometen un grave error estratégico, porque hacen un modelo de central que no tiene nada que ver con la historia del movimiento obrero argentino, tiene más que ver con un modelo que desarrollaron en Europa (…) Acá la CTA compró el discurso de la derrota y creyeron que el neoliberalismo era un proceso irreversible, hicieron la central de la derrota (…) La experiencia de la CTA es parecida a lo que quisieran hacer los que se aliaron al poder. Los dos pensaron que el modelo neoliberal triunfaba en la Argentina y desaparecía todo” [Julio Piumato -MTA-CGT]. La exaltación de la unidad, en algunos casos, significa homogeneidad y fusión. Las diferencias son asimiladas rápidamente con el enemigo y se actualiza el componente macartista que definimos más arriba al referir a uno de los rasgos de la forma sindicato: “Porque ahí donde hubo un divorcio entre la dirigencia y las bases, aparecieron otros delegados, con otras características, entonces eso no les hace bien a los trabajadores porque debilita la organización, al empresario de alguna manera lo podés jorobar porque le anarquizás determinados establecimientos, pero después el que más pierde es el trabajador, ¿por qué?, porque no tiene una organización fuerte que lo defienda. Vos no podés hacer en la Argentina lecturas ideologistas, como las hace el troskismo y algunas ideas minoritarias no inciden en la realidad, forman parte más de lo discursivo que tienen más fuerza en los enemigos de los trabajadores que en los propios trabajadores, porque esos sectores muchas veces son funcionales a los enemigos de los trabajadores”[Julio Piumato -MTA-CGT]. De todos modos, este rasgo macartista no es generalizable. Si bien los dirigentes exaltan la vinculación entre sindicalismo y peronismo, incluso hasta asimilarlos, la concepción misma del peronismo es muy amplia. El peronismo es concebido como un movimiento histórico con capacidad de contener idearios y tendencias múltiples y varios de los dirigentes del núcleo MTA integraron o, al menos, simpatizan más fuertemente con las experiencias del sindicalismo peronista más combativo, en especial, con la CGT de los Argentinos. Las exclusiones de la unidad de estructura (desocupados, trabajadores no registrados, etc.) se relativizan o adjudican a la relación de fuerzas que Paula Abal Medina 127 sufrieron en la CGT cuando la conducción se subordinó al menemismo y muchos en vez de enfrentar la conducción desde adentro se fueron a formar otra central, lo que acentuó la debilidad de fuerzas interna. En todos los casos se recuerda, a veces de modo defensivo, la constitución del MTA y las movilizaciones contra la exclusión, la pobreza y el desempleo: “Fue un tiempo de confrontación con el enemigo externo y común de todo el pueblo argentino, que era el Neoliberalismo. Y al interior la confrontación era con la propia lectura que hacía de ese sistema la conducción de la CGT. En aquel momento, cuando nosotros confrontamos contra el sistema lo que decíamos era: si nosotros no derrumbamos este sistema, acá no hay solución, ni para los precarizados, ni para los desocupados, ni para nosotros tampoco” [J. C. Schmid -MTA-CGT]. Un común denominador de los dirigentes del núcleo MTA es definido con precisión por Facundo Moyano: el problema tuvo que ver con la definición política y no con las estructuras organizativas. La defensa, de los trabajadores desocupados o informales que puede hacer una Central Sindical, se asume desde un lugar de externidad. Podríamos decir que la CGT es sólo el conjunto de trabajadores registrados y convencionados, que suelen denominar como Movimiento Obrero Organizado. Este es el ‘nosotros’ que aparece en la cita de Juan Carlos Schmid, uno de los exponentes más críticos de la conducción de la CGT durante la década de los 90. Otros dirigentes, ya refiriéndose a la actualidad, afirman que admitir trabajadores que “ganan menos que el salario mínimo legal implicaría que la CGT legitime esa circunstancia y eso no puede ocurrir ya que lo que tienen no es trabajo digno”. Suele ensayarse esta argumentación al referir a los trabajadores que participan del Programa de Cooperativas Argentina Trabaja. Al insistir en el marco de las entrevistas con el señalamiento sobre la incapacidad de la CGT para integrar al conjunto de expresiones del trabajo, algunos dirigentes esbozan nuevos argumentos e insinúan los peligros: “mirá lo que le pasó a la CTA por la afiliación directa”. Con estos mecanismos “corrés el riesgo de rifar la central”, “es imposible controlar internamente la relación de fuerzas”. Las garantías de lo instituido prevalecen y obturan la posibilidad de poner en cuestión las estructuras organizativas. Esto se produce actualmente cuando habiendo alcanzado el núcleo MTA la conducción de la CGT, a través de la figura de Hugo Moyano, las diferencias al interior de la central, inclusive al interior de lo que podríamos denominar ‘el moyanismo’ son significativas. Entre los dirigentes de la CTA la unidad es el punto de llegada, la resultante de una construcción. Los dirigentes que integran la CTA Yasky enfatizan la unidad de acción como objetivo. Además tienden a relativizar 128 La forma sindical en Latinoamérica la fractura de la CTA señalando que son casi excepcionales los momentos de central única en la Argentina. De todos modos la diferencia entre los dirigentes del núcleo MTA y este sector de la CTA tienen que ver con la posibilidad de legalizar una nueva estructura sindical, lo que implicaría reconocer la caducidad del Modelo Sindical Argentino. Para el núcleo MTA las diferencias son de definición política y no ponen en cuestión el modelo sindical. Al menos en sus rasgos más nodales como el de la central única. De este modo, la noción de unidad circula en los testimonios de sindicalistas de manera reiterada y por momentos redundante. La unidad es un valor preciado de la dirigencia sindical aunque es significada de forma heterogénea: unidad de organización, de acción, de conceptos, unidad de clase. Asimismo, en torno a la unidad/unificación coexisten dos tensiones: una de carácter ideológico-político; otra de carácter estructural. Sobre la primera tensión: ¿la unidad de organización supone una ideología monolítica y por tanto este sería el fundamento esencial de las exclusiones, como subyace en el fragmento de Borlenghi? ¿la heterogeneidad de idearios está ceñida a lo que habilita el peronismo como proyecto político? ¿Se actualiza y de qué modos la dimensión macartista de la forma sindicato tal como surge en determinados momentos históricos de fuerte confrontación nacional? Vale apuntar en este último sentido que durante el 2010, un importante dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, Juan Belén, sostuvo en un reportaje radial que “la CTA es una zurda loca, manejada desde afuera, subordinada a los mandatos de la cuarta internacional comunista”. Con relación a la segunda tensión de la unidad vinculada a la estructura, debemos decir que los dirigentes del núcleo MTA refieren al Movimiento Obrero Organizado (MOO), que a su vez es asimilable al conjunto de trabajadores que pueden ser representados por los sindicatos: registrados y convencionados. El resto de las expresiones del trabajo no constituye al MOO y, por tanto, tampoco forma parte de la CGT. Podríamos decir, incluso, que son una forma anómala del trabajo. A diferencia de Los Gordos (sector que lideró la CGT durante la consolidación neoliberal de los 90) que tendieron a destacar su extranjería, ejercitando la estigmatización frente a procesos de organización; entre los dirigentes del núcleo MTA hay cierta convicción respecto de la necesidad de terminar con un modelo que los reproduce como infra-trabajadores pero ello no implica asumir su organización o representación institucional. La negociación colectiva es la herramienta que permitirá generar un efecto de arrastre, irradiando o derramando hacia los sectores del trabajo más desfavorecidos. Dos supuestos subyacen a las concepciones de dirigentes del MTA: por un lado, que sigue siendo efectiva la máxima que dice ‘que golpee el más fuerte porque eso asegura un piso de derechos para el Paula Abal Medina 129 conjunto’ y, por otro lado, que es posible registrar y convencionar al conjunto de los trabajadores argentinos, más allá de la fase actual de un capitalismo financiero transnacional. En definitiva, se cree que con acción sindical es posible eliminar la precarización y la tercerización precarizadora del empleo y extender las protecciones y beneficios, que gozan gremios como el de camioneros, al conjunto heterogéneo de trabajadores. Entre diversos dirigentes de la CTA, en cambio, la unidad es parte de una construcción que debe incluir al conjunto de la clase trabajadora definida como: “la unidad de clase no es la estructura orgánica, la unidad de clase es que cualquiera que vive de su trabajo, que vivió de su trabajo, que quiera vivir de su trabajo es un trabajador (…) Y por lo tanto afiliación directa. Porque empezamos a darnos cuenta que en los barrios, la organización existía, no había que inventarla, había que abrir el cauce para que se organice. Obviamente que fue toda una experiencia reencontrarnos con la vieja definición del sindicato, pero el sindicato no lo da la legalidad del sistema, sino que para nosotros un sindicato es cualquier tipo de organización de trabajadores que nos sirve para defendernos y para transformar la sociedad. Por lo tanto entraron en la característica de organización de los trabajadores un montón de cosas que no estaban antes concebidas, por eso afiliación directa, por eso elección directa.” [Víctor De Gennaro -CTA Micheli]. Las valiosas interpretaciones de la CTA sobre la transformación de la estructura han tenido magros resultados en términos de representación efectiva. La CTA sigue representando hasta hoy un sector minoritario del trabajo, logrando su mayor fuerza entre los trabajadores estatales y los movimientos sociales y, por el contrario, con dificultades para garantizar la participación y representación de los trabajadores registrados del sector privado. La vinculación entre unidad de clase y el procedimiento de afiliación directa se reitera en diversos testimonios de dirigentes de la CTA Micheli, destacándose como una cuestión definitoria tanto para explicar por qué no quisieron los gobiernos kirchneristas otorgarle personería gremial a la CTA como para explicar el cuestionamiento de los partidos de izquierda tradicional al modelo sindical de la CTA. En este sentido la afiliación directa habilitaría la autonomía de los trabajadores a la par que la unidad de la clase: “Cuando sube Kirchner, este, ‘les damos la personería si sacan la afiliación directa’, ese es el punto central de ellos, ellos no soportan la afiliación directa. ¿Por qué no la soportan? Porque eso es una unidad de clase que no están dispuestos a hacer, ellos se pueden bancar una 130 La forma sindical en Latinoamérica central de gremios de izquierda o combativos, que rompan un poco los huevos, ¿cuál es el problema? Mientras sea la estructura sindical, mientras sea ese modelo. El problema es si vos querés todo, es otra cosa, si vos querés en serio que haya unidad de clase y ahí sea una organización. Por eso el modelo sindical no es menor el debate y por eso los partidos de izquierda están en contra del modelo sindical de la CTA no lo bancan, no lo soportan. Porque no van a soportar que la clase sea autónoma”. [Víctor de Gennaro -CTA Micheli]. Los dirigentes de la CTA rescatan la capacidad para crear una estructura sindical receptiva del momento histórico y de los cambios que registraba el mundo trabajador. Sin embargo para los dirigentes de la CTA Yasky hubo una tendencia a confundir un momento coyuntural con un momento estructural. “La CTA se desarrolla en esa etapa de alta desocupación, de proceso de desindustrialización, de crisis del modelo, con la aplicación de políticas neoliberales, que estalla en el 2001, ese fue un período de nacimiento y de crecimiento de la CTA donde, para mí, tiene el gran mérito de hacerse cargo, fundamentalmente, de los trabajadores excluidos, que no eran desocupados en términos tradicionales, digo, sino es una masa gigantesca de trabajadores borrados con estrategias muy precisas (…) empezamos desde Burzaco a construir una central de otro tipo, con la representación directa, con el voto directo, con la afiliación directa, pero también definiendo creo que como cuestiones estructurales o definitivas, cuestiones coyunturales, por ejemplo, el fin de la fábrica, la fábrica es el barrio, la clase trabajadora está en el barrio, hay que buscarla en el territorio. Y, de alguna manera la CTA no logra hacerse fuerte en la representación de lo que quedaba de la clase obrera industrial, achicada, disminuida, que estaba larvada pero que luego se expande nuevamente.” [Victorio Paulón CTA-Yasky]. La lectura que realizan los dirigentes de la CTA Micheli es algo diferente, también la autocrítica: “Lo primero que creamos fue un sindicato de desocupados, en Rosario (…) fue todo un proceso aprender que no se puede organizar a los desocupados, que hay que organizar a las distintas formas de los trabajadores, con empleo o sin empleo, y eso nos permitió integrar un montón de organizaciones sociales que hoy existen al interior de la clase trabajadora, al interior de la central de trabajadores”[Cachorro Godoy -CTA Micheli]. Paula Abal Medina 131 “Nosotros planteamos que la nueva fábrica era el barrio. Las primeras experiencias que a mí me llevaron a esta organización era que uno se encontraba que en toda la estructura barrial, organizativa, social, uno empezaba a preguntar qué hacían y respondían: “bueno, yo soy ex delegado de sanidad, ex delegado metalúrgico, ex portuario”, ¿no? Ex metalúrgico. Eran ex, ex, y había una estructura de organización, que se complementa después con un aprendizaje, estamos hablando de que no teníamos una idea tan clara de ese momento sindical, que nos llevó a hacer una Unión de Trabajadores Desocupados, con la demostración más cabal que eso es un contrasentido total, nadie quiere ser lo que lo humilla o lo que desea no ser, desocupado. Entonces estas organizaciones tendieron a desaparecer rápidamente (…) y los desocupados no son la mayoría, son los precarios la mayoría después descubrimos. Ese es el punto central del sistema” [Víctor De Gennaro -CTA Micheli]. La autocrítica se vincula con la definción del sujeto fundamental de la organización: no era el desocupado sino el trabajador precario. Asimismo mientras que entre dirigentes del MTA la única organización señalada es el sindicato; los dirigentes de la CTA Yasky reconocen la riqueza y variedad de movimientos sociales, la importancia del sindicalismo estatal pero definen una suerte de primacía del trabajador registrado del sector privado, destacando en especial al sector industrial. El principal problema de la CTA tiene que ver con la dificultad para ejercer esta representación. “Para darte alguna cifra, en el 75, cuando tenemos el enfrentamiento con Lorenzo Miguel había quinientos setenta mil metalúrgicos en Argentina, en el 2001 quedaban sesenta y cinco mil, este es el mejor termómetro de la desindustrialización. En el 2008 se había recuperado más de la mitad, había casi trescientos mil metalúrgicos de nuevo y de esta realidad la CTA no toma registro, y seguimos repitiendo el discurso, la foto, la caracterización de los noventa, no solamente en términos de decir que el gobierno es lo mismo que el Menemismo, sino que decir que el proceso económico es igual que en los noventa” [Victorio Paulón -CTA Yasky]. De algún modo, reaparece el debate sobre qué tipo de trabajador tiene que hegemonizar o, al menos, definir el modo de organización de la clase trabajadora. Extremando el argumento podríamos decir que entre “los Gordos” el trabajador representado es, centralmente, el cotizante. De ahí la centralidad de un modelo sindical de provisión de servicios que mencionamos brevemente más arriba. Entre el núcleo MTA, como ya dijimos, es fundamentalmente el trabajador cotizante, afiliado y convencionado. 132 La forma sindical en Latinoamérica De todos modos, hay excepciones, entre dirigentes de la Juventud Sindical como Facundo Moyano; entre otros, el trabajador registrado, convencionado y afiliado es quien debe liderar el proceso de organización de la clase, generando nuevas solidaridades y acciones que permitan a los precarizados o desempleados adquirir esta condición. Esta lectura es compartida en términos generales por varios dirigentes importantes de la CTA Yasky. La diferencia consiste en que para estos últimos es necesario generar institucionalidades capaces de asegurar la participación y representación efectiva del heterogéneo mundo trabajador: además de la transformación del modelo sindical proponen la herramienta de la Paritaria Social como institucionalidad complementaria a la negociación colectiva. La paritaria es un instrumeto indispensable ya que, a diferencia del moyanismo, los dirigentes de este nucleamiento reconocen la pérdida de eficacia de la máxima “que golpee el más fuerte…” y por ello la necesidad de generar institucionalidades populares capaces de afectar positivamente los salarios y condiciones de trabajo de los trabajadores precarizados. En este sentido existe una interpretación más compleja sobre las posibilidades de Argentina para sustraerse a las marcas y relaciones de fuerza que impone el capitalismo financiero transnacional. Finalmente, para estos dirigentes, el cambio que registra la Argentina desde los inicios de siglo y, en especial, desde la llegada del kirchnerismo al gobierno, impone recuperar o construir a la CTA como Central Sindical y no como Partido de Pobres. Esta enunciación anticipa una de las críticas más sustantivas que permiten comprender las disidencias que concluyeron con la fractura de la CTA. Idearios y valoración de la historia reciente El abordaje de los idearios y tradiciones, subyacentes en los relatos y testimonios de la dirigencia sindical, es sumamente complejo y problemático. En esta instancia preliminar de la investigación no podremos más que señalar algunos trazos gruesos que sobresalen en las entrevistas y contribuyen a delimitar un debate. Esta problemática se filtraba en un apartado anterior al referirnos a la concepción organicista de la hegemonía como tensión que atraviesa las experiencias nacional-populares. Decíamos que esta concepción es marginal entre dirigentes del núcleo MTA y ajena a la dirigencia de la CTA. Los primeros actualizan con mayor fuerza el clivaje nacionalismo-liberalismo que se inscribe en la tradición peronista, surgiendo el liberalismo como el ideario más cuestionado. “Esa es una concepción liberal” sostienen y con esta frase demarcan un terreno de ideas extraño al peronismo. La distinción entre derecha e izquierda, en cambio, adquiere menos densidad y entre algunos dirigentes es directamente rechazada: Paula Abal Medina 133 “Yo soy de los que piensa que las ideologías de derecha e izquierda son muy etéreas, no? En la Argentina como está el peronismo, este, en los países de este continente creo que la derecha y la izquierda es aleatoria. Porque vos en un proceso de liberación y de reencontrarte con un proyecto de nación terminan coincidiendo muchos sectores que, que en otras circunstancias estaríamos a los tiros. Por ejemplo, vos tenés muchos sectores económicos que bancan al Gobierno ¿Por qué lo bancan? Porque están haciendo grandes negocios, y bueno ¿qué hacemos? ¿Los combatimos a todos con una postura dogmática? Porque más allá de su negocio hay otros sectores que también están haciendo grandes negocios y que tienen una connotación ideológica tal que no se bancan una Argentina con equidad” [Julio Piumato -MTA-CGT]. Para los diferentes dirigentes de la CTA el clivaje estructurante es el de izquierda/derecha. En el caso de la CTA Yasky, aunque son muchos los dirigentes que provienen de la izquierda no peronista, resulta complementaria del clivaje anterior la revalorización y reconocimiento de una tradición nacional-popular que con el peronismo expresó su mayor potencial aunque también límites. De aquí las referencias o identificaciones con un peronismo de izquierda o con un sindicalismo de liberación y la ponderación de los momentos de intersección entre extracciones de la izquierda peronista con el clasismo, con izquierdas nacionalistas y experiencias sindicales muy radicalizadas como las que proliferaron mediando los 70 en el cordón industrial del Paraná. “Aprendí a considerarme peronista de izquierda. Eso aprendí a hacer. Viví, mamé el peronismo de mi viejo, mi abuelo; mi abuelo fue preso en el ’55, también secretario general de ATE, hay una historia sindical en mi familia. Y me contó lo que fue el peronismo, pero nunca lo viví. A partir del kirchnerismo aprendí qué es el peronismo. Y dentro de lo que me mostró este proceso político, en ese marco amplio que tiene este proceso político, se vierten diferentes corrientes ideológicas, puedo decir que me considero parte de la izquierda peronista. Y es una forma de actuar, una decisión política de actuar e irrumpir ante el capital…” [Pablo Reyner -CTA Yasky]. “El peronismo fue el peronismo porque hubo una base social que lo llevó a Perón a distribuir la riqueza, porque si no se distribuía había paro. Hubo una clase trabajadora lo suficientemente fuerte y grande para mostrarle a aquel que gobernaba el estado, que fue Perón, que distribuía o distribuía. Por eso yo preferiría tener el 100% de la clase trabajadora organizada en diferentes organizaciones para que haya realmente una puja de poder (…) porque así se puede forjar la posibilidad de un campo nacional y popular más grande que avance hacia adelante”.[Pablo Reyner -CTA Yasky]. 134 La forma sindical en Latinoamérica Entre los dirigentes de la CTA Micheli se destaca fuertemente la traición del peronismo durante los gobiernos de Carlos Menem. El énfasis en este momento lleva a leer en términos de ruptura la tradición nacional-popular del peronismo: “fue capaz de lo mejor y lo peor”. Al profundizar sobre el modo de vinculación del sindicalismo con los gobiernos peronistas se cuestiona fundamentalmente su funcionamiento como correa de transmisión. Resulta muy importante la caracterización completa ya que esta misma crítica se dirige a los partidos de izquierda tradicional y los modos en los cuales sus activistas intervienen en conflictos laborales y sindicales. El funcionamiento como correa de transmisión plantea jerarquías y por tanto la subordinación de los trabajadores a la conducción de un gobierno o a la vanguardia partidaria: “La CTA nace como modelo sindical en plena crisis después de la caída del campo socialista y la traición del peronismo” [Víctor de Gennaro] “Por eso los partidos de izquierda están en contra del modelo sindical de la CTA, no están de acuerdo, no lo bancan, no lo soportan. Porque no van a soportar que la clase sea autónoma. El sindicato tiene que subordinarse al partido. Y el partido en la Unión Soviética tenía que subordinarse al Estado” [Víctor de Gennaro -CTA Micheli]. “Hasta ese momento, con idas y con vueltas, con la polémica entre la derecha y la izquierda peronista, no había discusión sobre que la expresión política de la clase trabajadora era el peronismo, y el peronismo no sólo como movimiento sino además como fuerza electoral. Esto entra en crisis con el menemismo, a pocos meses de que asume Menem se empieza a dar este debate, de cómo se reemplaza esa representación política de los trabajadores que ya no era el PJ y en ese marco se da el debate entre Mary Sánchez y De Gennaro, en el cual Mary Sánchez plantea ‘hay que hacer un partido político que venga a reemplazar al PJ’, y De Gennaro dice ‘hay que construir la fuerza social para que ese partido no sea simplemente un partido más de un sistema político que no permite una participación igualitaria de los sectores populares’. La mercantilización de la política hace que no podés vos disputar, esta es la perspectiva nuestra, con las maquinarias electorales de la UCR, del PJ, y ahora con los nuevos emergentes del PRO, de De Narváez, etc., con los recursos que hacen falta, pero eso sí puede ocurrir si tenés una fuerza social que te permita equilibrar fuerzas desde otro lugar”. [Pablo Abramovich -CTA Micheli]. El señalamiento y caracterización de los dos procesos históricos mencionados por De Gennaro lleva a enfatizar las rupturas con el modo de construcción de poder del socialismo y del peronismo. Por este motivo es tan Paula Abal Medina 135 importante el clivaje izquierda/derecha como el de autonomía/heteronomía (vanguardismo-verticalismo). A su vez, así como el objetivo central al que aspiran los dirigentes de la CTA Yasky es la construcción de una central sindical con fuerte presencia de trabajadores registrados del sector privado y la combinación de la negociación colectiva, con una paritaria social y la mayor organización de los lugares de trabajo; en la CTA Micheli, la herramienta es lo que denominan la Constituyente Social, un espacio de construcción de la unidad popular que, sin jerarquizaciones, construya un movimiento político, social y cultural. Es un espacio de elaboración colectivo, que desde su primer declaración (2009) enfatiza que no hay recetas, resulta destacable, en este mismo sentido, que el principal documento esté constituido por “100 preguntas al campo popular”.73 Se destaca la necesidad de la paritaria social junto a otras institucionalidades más referidas al campo político y social como el presupuesto participativo y la consulta popular. Una de las ideas fuerza principales del clivaje autonomía/heteronomía es que no es posible la distribución de la riqueza si no hay antes distribución del poder social, y por la tanto resulta tan imperativa la discusión del para qué como la discusión del cómo se contruye una democratización popular. Entre los dirigentes entrevistados de este sector se reitera esta formulación en especial para invalidar las lecturas optimistas sobre las posibilidades que abrió el kirchnerismo, ya que la apreciación de este proceso es que ha dejado intactas las institucionalidades de decisión política del peronismo, por eso puede haber mejoría sin transformación de las relaciones de fuerza. La lectura del kirchnerismo es extremadamente crítica: reposición de los problemas del peronismo y continuidades de la matriz de poder económico de las grandes empresas concentradas y transnacionales. La caracterización que hacen los dirigentes del MTA y de la CTA Yasky difiere con lo anterior. Un punto de partida muy destacado es la recuperación del empleo. En este sentido, vale un paréntesis sobre las implicancias que tiene esta recuperación en términos de irrupción de un nuevo trabajador en las fábricas. Este señalamiento es prácticamente inexistente en los relatos de los dirigentes de la CTA Micheli que entrevistamos y en cambio muy destacado en el resto de los testimonios de dirigentes sindicales. La creación de más de tres millones de puestos de trabajo registrados que se produce desde el 2003 implica el surgimiento de un “trabajador nuevo” en fábricas y empresas: el trabajador joven que hizo su primera experiencia laboral en tiempos en que la conflictividad sacudía el orden empresarial y en el cual los trabajadores volvían a conocer y a discutir sobre el convenio colectivo, la paritaria y los sindicatos. Un segundo tipo de trabajador nuevo es el que proviene del desempleo o el trabajo infor73 Disponible en http://www.constituyentesocial.org.ar/IMG/pdf/100preguntas.pdf 136 La forma sindical en Latinoamérica mal, condición que lo mantuvo expulsado de las estructuras sindicales tradicionales. Este trabajador tiende a cuestionar con más virulencia la institucionalidad sindical misma y los modos en que obstruye la participación de los trabajadores. Las reflexiones de los dirigentes sindicales complementan con mucha riqueza la particularidad aludida en términos de composición de la clase obrera. El testimonio de Ghilini aporta reflexiones sobre las características del nuevo trabajador y su potencial disruptivo para las estructuras sindicales. El de Piumato la excepcionalidad política del momento actual, definiendo como equivalente la del primer peronismo. Paulón, problematiza el acortamiento de la antigüedad de los trabajadores en fábricas y la emergencia de un trabajador joven socializado en tramas históricas de discontinuidad respecto de la forma sindicato que aquí analizamos. Plantea un interrogante fundamental: ¿cómo funcionará la cabeza colectiva de esta nueva clase obrera? En definitiva podemos aseverar que repuesta la indeterminación, la institución sindical está en suspenso porque, puertas adentro, su normalidad estaría siendo desafiada. “Más allá de todos los pormenores que se quieran señalar, vuelve el empleo, esto es lo que queríamos y esto pasa con Kirchner. En este sentido es una etapa feliz. Con el empleo surgen dos ingredientes nuevos en los gremios: los jóvenes y los que retoman el trabajo (…) Ambos son un desafío para las conducciones. Yo veo la caída, la destrucción de un sindicalismo burocrático que no contiene este vino nuevo. ¿Y hay vino nuevo por qué? Porque el desocupado de ayer que volvió al trabajo viene con bronca y tiene razón. Porque de alguna manera le atribuye su padecimiento de desempleo a una conducción entreguista. Entonces si viene al gremio, viene a patear las estructuras. Y después está el nuevo, el joven. “¿Qué hago con éste nuevo? ¿Lo reprimo? ¿Lo manejo con patota? o lo capacito, conduzco que no es mandar, significa una política de apertura, de cuadros, de formación que no todas las dirigencias están dispuestas, no todas las organizaciones están dispuestas y esto es lo que ya está haciendo crisis en la CGT, en el movimiento obrero y va a dar que hablar en los años que vienen”. [Horacio Ghilini -MTA-CGT]. “El movimiento obrero vive una situación similar a la del `45 que es la modificación de la constitución de los sindicatos por la irrupción de masas nuevas de trabajadores, acá hubo gremios que fueron casi oficinas, en los noventa, porque se quedaron sin trabajadores, y de golpe la actividad vuelve, esos gremios se llenan de trabajadores, y no se pueden manejar con la lógica que se manejaban, hay gremios que están teniendo cambios profundos, como Smata. En Smata vos ves, todos los delegados son jóvenes, en la UOM también, entonces esos Paula Abal Medina 137 gremios en unos años más van a tener una transformación impresionante” [Julio Piumato -MTA-CGT]. “La influencia de esta nueva clase obrera que surgió desde el 2003, va a ser cada vez mayor en el mundo del trabajo, porque nosotros teníamos un fenómeno de una clase obrera envejecida (yo hablo, fundamentalmente, del sector industrial) En el año 2000 el promedio de antigüedad de los trabajadores en la fábrica era de más de veinte años, hoy la mayoría de esos están afuera, están jubilados, hay una nueva clase obrera. Son trabajadores que están haciendo su aprendizaje, entonces hay que ver cómo funciona la cabeza colectiva de esta nueva clase obrera, que no tiene los paradigmas…no conocieron a Perón, no conocieron a Vandor, a Rucci, no conocieron a Ongaro, o sea, no conocieron aquella historia que tuvo continuidad hasta la generación nuestra. Acá hay un corte, también una ruptura del proceso de aprendizaje histórico que, normalmente, en el sindicalismo, viene de los más viejos a los más nuevos: se aprende a trabajar, se aprende a organizar, y se aprende a resistir, entonces, en ese proceso creo que va a haber algo nuevo.” [Victorio Paulón -CTA Yasky] “hay una generación que viene que no se come ninguna y que va por todo y hay que ver quién está dispuesto en las estructuras a bancarse que vayan por todo” [Pablo Reyner -CTA Yasky]. Regresando a la cuestión de la ponderación de la historia reciente y en particular del kirchnerismo, entre los dirigentes del MTA que conducen la CGT se destaca con máximo entusiasmo el retorno del peronismo en términos de recuperación de protagonismo del trabajador organizado, de aumento del poder adquisitivo del salario, de la apuesta por el mercado interno, del círculo virtuoso de incentivo de la demanda. Para estos dirigentes el menenismo no fue peronismo sino parte fundamental del modelo neoliberal. Y el kirchnerismo permitió el retorno de la dinámica social peronista. De todos modos al interior de este nucleamiento hay diferencias significativas que no podrán sintetizarse aquí en sus matices y complejidad. En un sector de la conducción actual de la CGT tiende a ponderarse más fuertemente una tradición movimientista que exige el reconocimiento del movimiento obrero como ‘columna vertebral’ pero que acepta la conducción política del kirchnerismo. Entre otros dirigentes, la aspiración es que el movimiento obrero organizado se transforme en la “cabeza del movimiento político”, para decirlo en los términos de un dirigente. La polémica parece reeditar el planteo de un partido laborista, con mucha similitud con lo que en esta cuestión planteaba el vandorismo. En sintonía con esta disidencia una parte de la dirigencia parece definirse más fuertemente como ‘sindicalistas kirchneristas’ y otros como ‘dirigentes del moyanismo’. Los 138 La forma sindical en Latinoamérica pesos relativos que se reconocen a ambas conducciones dependerán de estas lecturas. En este terreno deben inscribirse las polémicas suscitadas por la exigencia del moyanismo de participación de sus dirigentes en el armado electoral que garantizó la reelección de Cristina Fernández de Kirchner. En clave más anecdótica se expresa en la declaración de Hugo Moyano: “queremos que alguna vez un trabajador ocupe la presidencia”. Declaración que fue contestada por la presidenta y entonces candidata con la frase: “trabajo desde los 16 años” y con un cierre de listas electorales que restringió fuertemente la participación del moyanismo y, más en general, del sindicalismo. En consonancia con esta definición la presidenta, tras su reelección por el 54% de los votos a fines de 2011, también obstruyó y generó dilaciones diversas en los giros de fondos para las obras sociales, estructuras económicas que aseguran la existencia del sindicalismo como factor de poder. La lectura que realizan de la historia reciente establece como punto de partida la irrupción del peronismo y el liderazgo de Perón. El fugaz retorno de Perón seguido por su muerte y una lectura muy arraigada sobre los antecedentes del golpe de 1976: “Muere Perón, la gestión del peronismo, después de la muerte de Perón, se ve convulsionada por la violencia social del país, pero además por una disputa en serio, digamos por la captura de la riqueza en la Argentina. Nosotros habíamos llegado a casi 45-47% del producto bruto interno en el reparto de las riquezas, y nos parecía poco, si hubiéramos podido ver, leer el futuro, y lo que nos esperaba si no desbarrancábamos de eso seguramente no se hubieran cometido los errores, nos parecía poco” [Juan Carlos Schmid -MTA-CGT]. “Hubo una equivocación porque en realidad nosotros estuvimos confrontando, las vertientes populares, frente a una derecha que siempre tuvo más claro que todos nosotros lo que tenía que hacer, y que cuando lo hace lo hace con tal brutalidad, y con tal decisión que termina exterminando, qué se yo, a los indios a principio de siglo, bombardeando la ciudad después, y finalmente produciendo el Terrorismo de Estado en 1976” [Juan Carlos Schmid -MTA-CGT]. “Pero hay una semejanza de nuestra juventud con esta, en términos generales yo la noto muy semejante, creo que el enemigo la nota muy semejante, que es una gran preocupación. Entonces acá el tema está en si el enemigo va a usar las mismas fórmulas que con nosotros, cosa que normalmente hace (…) cómo trabajaron la tensión del movimiento, la derecha y izquierda, cómo pudieron trabajarla de modo tal que no viéramos el enemigo principal, lo que nosotros en realidad llamamos las contradicciones en el seno de lo popular, las explotó el enemigo. Tuvimos Paula Abal Medina 139 un elevado nivel de contradicciones tácticas y eso nos generó muchos problemas” [Horacio Ghilini -MTA-CGT]. “Yo abrí los ojos cuando fui a la cárcel, antes no lo veía. Recién cuando vi los que estábamos en la cárcel ‘¿Cómo? ¿Estos no eran nuestros enemigos? ¿Estamos todos juntos?’ Algo falló, quería decir que los enemigos eran los que estaban afuera.” [J. Piumato -MTA-CGT]. La confrontación entre vertientes populares, la forma en que el enemigo aprovecha esta circunstancia, las elevadas exigencias obreras, la posibilidad de que se reitere la estrategia del enemigo, que en definitva es la del exterminio, atraviesan los relatos de muchos dirigentes sindicales, pero en especial de los que ocupan la conducción de la actual CGT y de quienes comparten la resistencia del MTA.74 Las consecuencias de esta lectura de aquellos años y su traspolación al presente son muy complejas, aquí sólo queremos apuntar que dada su fuerte gravitación en los tiempos actuales estas lecturas podrían funcionar como auto-limitación o anticipación, desde el propio campo popular, del momento de estabilización creando una adaptación a las estructuras de injusticia vigentes. Por último queremos destacar que para este nucleamiento, a diferencia de los dirigentes de la CTA, el 2001 y en particular el 19 y 20 de diciembre son significados sólo de manera negativa. Julio Piumato lo define con el “anti-17 de octubre”. Dirigentes de la juventud sindical cuestionan la dimensión espontánea: “lucha espontánea, conduce el enemigo”, sentencian. También retacean protagonismo y potencial disruptivo al trabajador desocupado organizado. Sólo apuntan la resistencia al neoliberalismo que ejerció el MTA y la unidad de acción que logró con otros sectores sindicales y sociales. El 19 y 20 es la expresión de la anti-política y el momento más profundo de la crisis connotada de manera exclusivamente negativa. Para los dirigentes de la CTA Yasky el kirchnerismo es definido como una excepcionalidad inesperada, entre sus dirigentes se encuentran los apoyos más entusiastas. Ocurre cuando nadie esperaba el retorno de una experiencia nacional-popular. Algunos leen este gobierno como continuidad del camporismo: “Yo vengo con el síndrome de nuestra generación que vivió una primavera que duró un año, que fue el Camporismo y bueno, a mi en un determinado momento, me pareció vivir otra primavera, pero se prolongó, ya van ocho años, con perspectiva de que haya cuatro años más!” [Victorio Paulón -CTA Yasky]. 74No corresponde profundizar aquí pero este diagnóstico es compartido por muchos militantes y dirigentes del kirchnerismo que integraban diversas organizaciones de izquierda juvenil del peronismo. 140 La forma sindical en Latinoamérica Otros dirigentes destacan los significados del kirchnerismo para las subjetividades populares que sólo metabolizaban la derrota: “que cuando hay una masa en el campo popular que cree que puede y va por todo y que tiene derecho a ir por todo, porque eso es lo que verdaderamente se vislumbró, que tenemos derecho a ir por todo. Entonces después mas o menos a favor o en contra, lo que hizo este tipo [se refiere a Néstor Kirchner] fue abrir la posibilidad del triunfo, de saborear alguna vez adentro de la muela y del paladar lo que es ganar, y eso no lo cambiás mas. Yo por lo menos no lo cambio más, ahora yo sé lo que es ganar” [Pablo Reyner] Otros, los que en general provienen de la izquierda, insisten en que más allá de los cuestionamientos y los propios límites del kirchnerismo, la iniciativa política es dinamizada desde arriba, desde los gobiernos kichneristas. Dirigentes como Alberto Pianelli suelen insistir en el diagnóstico: “hasta ahora los Kirchner estuvieron siempre a la izquierda de la sociedad”. Por los relatos y en función de las trayectorias de sus dirigentes tiende a quedar sobreentendido que estos dirigentes quieren consolidar transformaciones más ambiciosas. El sobreentendido junto con los méritos asignados al kirchnerismo actúa como inhibidor de las aspiraciones y reivindicaciones que ciertas tradiciones ideológicas podrían actualizar y reponer en esta coyuntura histórica, cómo por ejemplo la traducción de qué significa en este momento “ir por más”. El sindicalismo como factor de poder y la concepción de las centrales sindicales A lo largo de este escrito hemos referido en varias oportunidades a la definición del sindicalismo como factor de presión, factor de poder o herramienta para la transformación social. Si lo replicamos en la literalidad con que surgió históricamente, en el debate entre Rucci y Tosco, los términos factor de poder/palanca para la transformación revolucionaria aparecieron como antagónicos y excluyentes, expresiones de construcciones sindicales enfrentadas. Entre los dirigentes del núcleo MTA-CGT, en cambio, se fundamenta de manera directa la importancia de un sindicalismo poderoso en términos económicos, que se consolide como factor de poder, estableciendo una relación directa con las posibilidades de transformación. Persiste entonces, con la misma fuerza, el concepto que identificamos más arriba como uno de los rasgos singulares de la forma sindicato que emergió con el peronismo: las organizaciones valen en relación a su poder económico. “Que los sindicatos tengan que construir su poder económico…mejor dicho, sus instrumentos económicos, es una cosa muy distinta a un negociado hecho sobre las espaldas de los trabajadores. Instrumentos Paula Abal Medina 141 económicos que le permitan confrontar con el poder económico, porque si nosotros creemos que al poder económico lo vamos a confrontar con declaraciones, con solicitadas, estamos fritos, estamos al horno, nosotros tenemos que construir nuestros instrumentos económicos” [Juan Carlos Schmid -MTA-CGT]. “Una cosa es el negocio, otra es el negociado, y te diría mas, otra cosa es un principismo utópico tonto que no acepta que el poder es también el dinero. Está bien que los gremios tengan guita, pero el negociado está ahí, al lado del negocio. El negociado y el negocio, ahí las palabras son muy claras (...) Porque el negocio es parte de una estrategia de poder, el negociado es parte de la estrategia de poder del enemigo. Te meten en el negociado porque sos parte de una mafia, cuando vos querés decir “Ahora“, “Ahora no, ahora... callate la boca, ahora hacés esto“. Ahora otra cosa es el principismo es “Ah no! yo la plata no la toco. Yo hago política en el café, entonces yo no tengo 2 pesos para nada”. Puteo a todo el mundo pero en el fondo no construyo nada de poder, no me ensucio con el poder. Y no ensuciarse con el poder es no entender el poder, y eso es negativo. En realidad para ayudar a la transformación hay que tener poder, sino yo sería abogado. Como mi señora que quería ser abogada porque le interesaba la justicia. Muy sana, demasiado sana. No, si te interesa la justicia tenés que tener poder, no razón. Razón siempre tenemos…” [Horacio Ghilini -MTA-CGT]. La reflexión de Ghilini expresa con máxima claridad en qué medida los negocios son parte de la estrategia de poder de los sindicatos y también el rechazo y cierta ridiculización de quienes creen que ‘poder decir’ es equivalente a ‘poder hacer’. El plano discursivo se encuentra muy subestimado y la relación entre poder y transformación está muy poco problematizada. La conservación es la pulsión primaria de cualquier factor de poder y, en muchas y diversas circunstancias históricas, ha funcionado en detrimento de la transformación. Esta concepción, además, polemiza con la mirada del sindicalismo como correa de transmisión de los gobiernos peronistas. En la medida que los sindicatos se consolidan como factor de poder pueden desempeñar otras funciones y construir una relación diferente – no subordinada - con el gobierno y, en general, con el campo estatal. Entre los dirigentes de la CTA Yasky se enfatiza el cuestionamiento a los negociados y la consolidación de un sindicalismo empresarial. De todos modos esta lectura no es unánime y tiene matices, a veces se alterna con un reconocimiento a la “capacidad de los burócratas para negociar”. Pedro Wasiejko realiza una reflexión con puntos de contacto con las anteriores transcripciones del núcleo MTA-CGT: 142 La forma sindical en Latinoamérica “Los trabajadores en su conjunto tienen derecho a utilizar sus recursos económicos y su poder económico de la manera que crean más conveniente para su interés. Me parece que ése es un valor que no puede ser discutido. Si tengo la capacidad de juntar recursos económicos y ponerlos en determinada dirección, por qué no lo voy a hacer. Eso me parece que no puede estar en discusión, porque si no parece que en todo caso los únicos que tienen derecho a hacer negocios son los empresarios, ¿por qué? no se puede suprimir la necesidad de que las organizaciones puedan brindar servicios, puedan utilizar sus recursos económicos eficientemente, en forma adecuada” [Pedro Wasiejko -CTA Yasky] Los dirigentes de la CTA Micheli repudian el modelo de sindicalismo de negocios. Realizan una distinción entre poder de administración y poder sindical. De Gennaro, refiriéndose al momento de achicamiento del estado sobre la base de los despidos de personal, afirma: “uno tendía a decir, bueno es cuestión de fortalecerse e incidir, fortalecerse e incidir, si vos ganás ahí después ganás a todos los trabajadores, mentira. Vos podes ser el secretario general de ATE y nos estaban echando a la mierda a los laburantes, retiro voluntario y no tenías poder. Tenías poder de administración, manejábamos hoteles, casas, pero te echaban a los trabajadores por el retiro voluntario. Entonces íbamos a las asambleas y decíamos “El retiro voluntario, pan para hoy y hambre para mañana, no acepten” y después se anotaban. O sea, te habían penetrado por otros lados” [Víctor De Gennaro -CTA Micheli]. En términos de construcción de poder es destacable la insistencia con la cual se definen como una minoría, definición que puede rastrearse en las primeras declaraciones de sus dirigentes casi 20 años atrás. “Bueno, nosotros pateamos el tablero, nos fuimos del peronismo y de la CGT, y empezamos a entender que bueno, somos minoría, y somos minoría, y… no nos da bola nadie, y somos minoría. Ahora, tenemos una vocación de ser mayoría y apostamos a creer en la clase, porque hasta que nos demuestren lo contrario los únicos que generamos riqueza somos nosotros” [Víctor De Gennaro -CTA Micheli]. Resulta interesante corroborar los énfasis polares de unos y otros dirigentes: por un lado los enunciados ‘hay que ensuciarse con el poder’ y ‘los negocios son parte de la estrategia’; por el otro, el reconocerse y definirse como una minoría, tan reiterado en el tiempo y entre la militancia, y también la insistencia en la ruptura con lo previo (los populismos o socialismos realmente existentes) y en la expresión de ‘lo nuevo’, un plano discursivo hiper-desarrollado, el rechazo a la acumulación económica. Paula Abal Medina 143 Los dirigentes construyen matices con lucidez y con la experiencia de acumular décadas de lucha, sin embargo, en su polaridad, unos resuenan demasiado adaptados a la realidad, inmunizados frente a los dilemas y tensiones que producen las contradicciones y, los otros, parecen mantenerse en paralelo, excedidos en pureza, con riesgo de seleccionar justo la parte que no contiene el todo y que entonces no podría totalizar una realidad nueva. “El partido se juega en toda la cancha” suelen decir los dirigentes para cuestionar esta selectividad. La polémica se reedita nuevamente en los términos de poder de las estructuras o poder de los trabajadores a propósito de los estatutos de las centrales sindicales: CGT y CTA. ¿Central de sindicatos o Central de trabajadores? Horacio Ghilini repone la complejidad de la disyuntiva del siguiente modo: “Me acuerdo que West Ocampo, hablando del tema del estatuto dice: ‘no es conveniente que un secretario de la CGT sea secretario de los trabajadores y no de los gremios’. Mirá lo que dice, me quedó grabado esto desde hace 25 años. Yo creo que es una expresión bastante fascista en el fondo, no? Es decir, en el fondo la imagen de un líder, de un secretario general para ciertas estructuras, es que sea líder de estructuras y no de trabajadores (…) Otros podrían decir: ‘el secretario general de la CGT tiene que expresar a los trabajadores contra las estructuras’. ¡Pero las estructuras garantizan muchas cosas! Entonces yo pienso que el secretario general de la CGT tiene que conciliar ser un líder de los trabajadores y de las estructuras” [Horacio Ghilini -MTA-CGT]. Llevado al plano de los instrumentos previstos en los estatutos la discusión se produce en torno a la afiliación directa de los trabajadores o afiliación de estructuras (sindicatos, federaciones). De acuerdo al estatuto de la CTA rige una combinación de afiliación directa de trabajadores, sindicatos y también movimientos sociales. La CGT es una confederación de sindicatos, es decir, sólo pueden afiliarse estructuras sindicales. Los fraudes de los que se acusan los sectores de la CTA que luego se fracturan se originan, según dicen, en esta apertura (afiliación directa y afiliación a través de movimientos sociales). Alertando sobre esta cuestión persiste el funcionamiento de la CGT como compuerta, referimos a ello más arriba. La afiliación directa, lo hemos fundado en forma reiterada, es un sello distintivo del que se enorgullece la dirigencia de la CTA Micheli. Por el contrario para la otra vertiente de la CTA fue más bien una solución transitoria a la desestructuración del mundo del trabajo en tiempos de desempleo masivo y vigente el proyecto de desindustrialización. Si bien no surgió de este modo entre los dirigentes del sector MTA-CGT, podríamos decir que la gravitación y ponderación excesiva de este procedimiento incurre en el 144 La forma sindical en Latinoamérica desliz de consagrar la inevitabilidad de la desagregación o de la agregación atomística, individual. Para la dirigencia del MTA esto sería de algún modo “liberalismo”, ideología que posiblemente encabeza el listado de sus rechazos. En todo caso la afiliación directa debería concebirse más como una incapacidad de vehiculizar un modo de agregación en el trabajo superador de la individualidad, que como la fortaleza de un modelo sindical. Lo que no invalida que no existiendo otros modos, habilite, al menos, un modo de pertenencia, débil y hasta radial, a una instancia sindical. Reflexión final En Crítica de la razón dialéctica J. P. Sartre aborda los modos múltiples de relación que tienen lugar en la vida cotidiana, en especial, en el seno de los sectores subalternos y define diversas socialidades en juego y distintos modos de estar con otros: la serie, el colectivo, el grupo fusionado, el grupo estatuido, el grupo institucionalizado. Afirma Sartre (1995) que: “las determinaciones del discurso nos presentan siempre a la clase demasiado simplemente, ya sea siempre unida y levantada contra los explotadores, ya sea desmovilizada provisionalmente”. Rechazando estas dicotomías, Sartre nos invita a pensar tres estatutos simultáneos de existencia de la clase trabajadora como dispersión pasiva, aparato institucionalizado y conjunto de grupos de acción directa.75 La perspectiva sartreana nos permite señalar que mundo trabajador, sindicalismo y clase obrera no son equivalentes. Esta afirmación suena como una obviedad, sin embargo, algunas veces parece extraviarse en su significación y se generan algunas confusiones. Los desfasajes, los hiatos, son irreductibles, y desde la investigación es imperativo reponerlos y, fundamentalmente, problematizarlos. El sindicalismo condensa además estructura (institución) y acción directa, y no hay pura externidad entre ambas, sí implicación. La acción directa se nutre de fuerzas heterogénas, a veces embiste hacia adentro, a veces empuja a la institución hacia fuera. En algunos casos es muy audible, en otros casi nada. Lo cierto es que en esos movimientos grandilocuentes o infinitesimales va mutando la institucionalidad sindical. Aquí definimos los contornos y los trazos gruesos de los modelos sindicales y proyectos de sociedad que se asoman en nuestro tiempo actual teniendo en cuenta el espectro restringido de voces de las principales dirigencias sindicales que participaron de procesos de resistencia al neoliberalismo pero tratando de reconstruir la diversidad de perspectivas, concepciones, tradiciones e idearios. Han surgido así diferencias y disidencias significativas en torno a: concepciones de unidad (unidad de acción, unidad de organización, 75 Sartre, Jean-Paul (1995) Paula Abal Medina 145 unidad de clase, unidad como fusión); lecturas, énfasis e interpretaciones sobre la historia reciente (el tensionamiento del movimiento, la radicalidad obrera, la dictadura, la traición del peronismo, la caída del muro, el 2001 como la anti-política, el 2001 como momento instituyente, el kirchnerismo como retorno de lo nacional y popular, como reposición de lo nacional-estatal; etc.); concepciones del sindicato (como factor de presión, factor de poder, herramienta para las transformaciones, construcción autónoma, como columna vertebral o cabeza del movimiento político); figuras representadas (afiliado/convencionado/cotizante; primacía de trabajadores covencionados; precariado; heterogeneidad de trabajadores sin jerarquizaciones); herramientas primordiales (negociación colectiva, participación electoral; paritaria social, constituyente social); idearios (liberalismo/nacionalismo; izquierda/derecha; autonomía/heteronomía; vanguardismo/verticalismo); entre otras que surgen de los fragmentados citados y de la reconstrucción reflexiva que realizamos sobre la forma sindicato. La hechura histórica de nuestro sindicalismo, repleto de tensiones internas y desbordando potencia las más de las veces en base a melentendidos en torno al peronismo, aquella que lo marca a fuego con el peronismo desde el mismo 17 de octubre de 1945 y le imprime una singularidad nueva, lo aproxima una y otra vez a una línea de juntura: “ahí donde duele, donde arde, donde está más viva y menos cristalizada la relación, donde la actividad humana se manifiesta y se rebela dentro de una hegemonía que, para seguir siendo tal, se ve obligada a adaptarse y a cambiar”. Con la fricción pudo ensayar la resistencia y también la transformación. La represión buscó descomponer de una y mil formas sus agregaciones para debilitar el lazo que construía y lo ligaba con el mundo trabajador. Sin embargo la represión parecía estar signada por una incapacidad, no alcanzaba sus objetivos, la radicalidad obrera se expandía multiplicando las experiencias de lucha y plantando los contornos de un nuevo proyecto de sociedad. Por eso la dictadura de 1976, y lo que siguió, significó un cambio cualitativo porque además de que la escalada represiva adquirió una intensidad inusitada, se define la pulverización de los cimientos. ¿Qué queremos decir? Uno de los dirigentes, Víctor de Gennaro, lo expresa así: “para terminar con la rabia hubo que matar al perro”. El proyecto represivo que impusieron las derechas civiles y militares no sólo se dirigió hacia los sindicatos y las organizaciones, sino que minó la estructura productiva y las formas de vida y acción cotiana del mundo trabajador. Es aquí donde el desfasaje entre sindicalismo y mundo trabajador se vuelve abismal. Y por eso la forma sindicato queda como neutralizada, encogida, impermeable frente a una realidad viva desbordante. A veces, incluso, es puro extrañamiento y el sindicalismo una institucionalidad invertida, como en los momentos en que se consolidó el sindicalismo empresarial. 146 La forma sindical en Latinoamérica La clase comenzó a hacerse entonces más allá de los sindicatos, a veces contra ellos. Formas nuevas de agregación debilitaron la omnipresencia de los lazos de aislamiento habilitando recomposiciones sociales, políticas, laborales. La clase trabajadora, primero desde la intemperie y luego más guarnecida va sacudiendo, en estos movimientos, lo más esclerosado de las estructuras sindicales. De algún modo, en esta ebullición estamos hoy. Por ello también la riqueza de ideas y la importancia de la polémica y la disputa que surjen de los testimonios de los dirigentes sindicales, que aquí compartimos con los lectores. La memoria colectiva de los trabajadores tiene grabadas ambas, tanto la ferocidad represiva como la fuerza inaudita y también inextinguible de los trabajadores para recomponerse. La resultante es incierta. La clase que se está haciendo otra vez en los sindicatos, además de en los movimientos, quizás, de nuevo se esté dirigiendo hacia la línea de juntura. Dependerá del tipo de marca que logre imprimirle el “nuevo trabajador” en su quehacer cotidiano que ahora también es reivindicativo y político. No hay dudas que la resultante de mínima es la de lograr expandir el sindicalismo existente con idearios múltiples y con la heterogeneidad de capacidades, rebeldías y realidades que coexisten en el mundo trabajador de la Argentina. Paula Abal Medina 147 Bibliografía Abal Medina, Paula (2007), “El destierro de la alteridad. El caso Wal Mart Argentina”, en Revista Mexicana de Sociología. Año 69, núm. 4, (octubre-Diciembre, 2007). Págs. 683-727. Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Sociales. México. 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Investigador en el marco del Convenio entre UdelaRICP-Fesur, en el ámbito de la política laboral Introducción La instalación del gobierno encabezado por Tabaré Vázquez el 1º de marzo de 2005, seguido por el de José Mujica a partir del 2010, han colocado a los sindicatos uruguayos de trabajadores ante una situación inédita. Por primera vez, el gobierno es ejercido por la fuerza política con la que el movimiento sindical mantiene un vínculo de histórica hermandad. A diferencia de lo sucedido en otros países de la región, los sindicatos uruguayos, no obstante la autonomía y la independencia de clase que han proclamado y defendido celosamente, nunca dejaron de mantener una relación privilegiada con los partidos de izquierda. Desde que en 1971 se fundó el Frente Amplio (FA)1 la gran mayoría de los dirigentes sindicales 1 Inicialmente, el FA fue una coalición electoral basada en un acuerdo programático entre los dos viejos partidos marxistas (el Partido Comunista y el Partido Socialista), la democracia cristiana, algunas fracciones escindidas de los partidos tradicionales (Nacional y Colorado), y otros grupos de izquierda. La forma sindical en Latinoamérica 156 han sido militantes pertenecientes a alguna de sus fracciones. De hecho, el FA ha sido desde entonces el hermano político del sindicalismo nucleado en el PIT-CNT2, situación que se ve frecuentemente retratada en los análisis políticos y académicos, toda vez que se hace referencia a las dos “patas” o “frentes” (político y social) de la izquierda. ¿Qué expectativas ha generado en el ámbito sindical esta nueva situación política? ¿Cómo incidirá la misma en el vínculo que hasta ahora han mantenido la izquierda política y los sindicatos de trabajadores? ¿Qué cambios pueden razonablemente esperarse en las políticas públicas relativas al mercado laboral y la relación entre el estado y los sindicatos? ¿Cuáles han sido las primeras medidas de los gobiernos “progresistas” en relación a estos asuntos? Para responder a estas preguntas, en el Capítulo 1, se realiza un repaso de la situación de sindicalismo a lo largo del último cuarto del siglo pasado. En el Capítulo 2 se prestará especial atención al modelo liberal y desregulador predominante en las relaciones laborales (1992-2004) y la fuerte oposición del movimiento sindical. Este análisis opera como antecedente relevante de la posición de los sindicatos frente al nuevo contexto político signado por la asunción del primer gobierno del FA. A ese acontecimiento político, al establecimiento de un modelo -opuesto- regulador y participativo en el mundo del trabajo, y a la integración del sindicalismo al nuevo sistema, se dedica el Capítulo 3. El Capítulo 4 analiza los impactos del nuevo modelo de relaciones laborales sobre el sujeto sindical. En el Capítulo 5 se analizan qué perspectivas se abren, en términos de oportunidades y desafíos para los sindicatos, en el futuro inmediato. Finalmente, se delinean algunas conclusiones. 1. La izquierda y los sindicatos en el siglo XX: autonomía y hermandad La estrecha relación entre sindicatos de trabajadores y partidos de izquierda convivió con la mutua autonomía de las organizaciones sindicales y partidarias. Ni los sindicatos han sido la expresión social de partidos de Luego de la dictadura que gobernó el país entre 1973 y 1985, el FA devino en un partido político en el que los viejos componentes coaligados se transformaron en fracciones del nuevo partido frenteamplista. 2 En 1966 se concretó la unificación de las diversas corrientes del sindicalismo al crearse la Convención Nacional de Trabajadores (CNT). Tras la ilegalización y desarticulación de ésta por parte de la dictadura, en 1982 los sindicatos se reorganizaron en el marco del Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT). A la salida de la dictadura, en el año 1984, el PIT resolvió cambiar su denominación a PIT-CNT, marcando su continuidad histórica con la CNT. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 157 izquierda, ni éstos, el instrumento político de los sindicatos. La relación que los vincula no es ni de sumisión ni de total independencia. Este reconocimiento de autonomías recíprocas surge de la observación de la historia del movimiento sindical y de los partidos de izquierda en el Uruguay. Desde los orígenes de las organizaciones sindicales, a fines del siglo XIX, y especialmente en la época del “primer batllismo” -momento inicial de la incorporación política de los trabajadores, del sufragio universal masculino y del reconocimiento de la actividad sindical- se aprecian rasgos que serán distintivos del movimiento sindical uruguayo en el largo plazo. El espíritu de clase, la permanente apelación a la movilización, un fuerte grado de autonomía, cierta distancia tanto del Estado como de los Partidos Blanco y Colorado, así como ciertas señas de politización, acompañarán el desarrollo futuro de las organizaciones sindicales. Sin embargo, dichos rasgos permanentes los encontraremos plasmados en formas sindicales diferentes. El primer sindicalismo, nacido entre fines del siglo XIX y las primeras tres décadas del siglo XX, bajo el impulso ideológico y político del anarquismo, el socialismo y el comunismo, se caracteriza por su base urbana concentrada en la capital del país. Nace junto a la incipiente industria y, dado su alto componente migratorio, cuenta con las experiencias asociativas de los inmigrantes españoles e italianos. Se configura como un sindicalismo altamente ideologizado y fragmentario, orientado a la oposición, fundamentalmente minoritario (aun entre los trabajadores), revolucionario y combativo. Después de los años 30, y sobre todo a partir de los 40, sobre la base del proceso de industrialización que experimenta el Uruguay en ese período, emerge un nuevo tipo de sindicalismo “de masas”, con menor carga ideológica, que hace de la defensa de las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores su eje principal de demanda y movilización. A partir del establecimiento de los Consejos de Salarios (1943), los sindicatos participan de los ámbitos de regulación de la fuerza de trabajo. Se abre una etapa de institucionalización del conflicto. Los comunistas adquieren un protagonismo que los ubica como actor de mayor relevancia dentro del movimiento obrero. En este período, el desempeño sindical adquiere dimensiones corporativas, centrándose en las reivindicaciones económicas, sin un horizonte político ambicioso. Se abre camino una modalidad de acción que incorpora fuertemente las prácticas negociadoras, articuladas con la movilización. Es este el período en que la organización sindical de los trabajadores se desarrolla y crece fuertemente. El espacio político nacional y especialmente electoral sigue dominado por los partidos tradicionales. De esta forma, el espacio obrero es el ámbito principal de acción de la izquierda, pero su importante influencia gremial, no logra traducirse en las elecciones nacionales. 158 La forma sindical en Latinoamérica Hacia fines de la década del 50, se agota el diseño económico del neobatllismo, así como también los modos de regulación y de institucionalización del conflicto social. Se produce una inflexión en el desarrollo social y político del país, el nuevo gobierno herrero-ruralista impulsa políticas económicas que reducen el apoyo a la industria, en favor de los sectores agropecuarios, y tienden a la contención salarial. Esta inflexión alcanzará un punto culminante en 1968 cuando la interrupción de los Consejos de Salarios, y su sustitución por la COPRIN, implican para los sindicatos la pérdida de injerencia en la fijación de salarios, que pasan a ser fijados por decreto. En este contexto de crisis y reestructuración del modelo de desarrollo, en la primera mitad de la década de los 60, se renuevan los intentos, varias veces fracasados con anterioridad, de concretar la unidad sindical, desatando un proceso que culmina en 1966 cuando la CNT se transforma en la central única de trabajadores organizados. Esta adopta como propio el “Programa de Soluciones a la Crisis”, aprobado por el Congreso del Pueblo el año anterior (1965). El contenido de este programa evidencia el carácter nacional y popular que el movimiento sindical incorpora a su accionar, sin abandonar la dimensión clasista y reivindicativa. De esta forma, en la etapa previa al golpe de estado, en el espacio de acción de los trabajadores, aparecen definidos con claridad dos tipos de objetivos que, si bien separables analíticamente, están totalmente imbricados en el discurso y el accionar sindical. Por un lado, la acción reivindicativa en sentido amplio, no sólo salarial, sino también, relativa a las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los trabajadores. Simultáneamente, los sindicatos, al adoptar el Programa del Congreso del Pueblo, hacen propio un proyecto nacional de transformación económica y social que vertebra y otorga un sentido político estratégico a su accionar cotidiano, ordenando los objetivos inmediatos en el marco de los objetivos de largo plazo, delineando una política de alianzas sociales y políticas. Es en ese mismo contexto socio-económico que se concreta también la unificación de la izquierda política junto a fracciones escindidas de los partidos tradicionales. En 1971, cinco años después de que la unidad sindical se concretara en la CNT, comunistas, socialistas, demócratacristianos, blancos y colorados convergen en la fundación del Frente Amplio. Desde entonces, la vieja hermandad entre sindicatos y partidos de izquierda se expresa en la relación de cercanías entre la CNT (PIT-CNT desde 1984) y el FA. Estrictamente, esta relación se desarrolla en dos niveles superpuestos. Uno, más intenso, de parte de ciertas fracciones del FA que tienen una implantación sindical importante. Otro, entre la central sindical y el propio FA que, como tal, no desarrolla una política sindical propia, más allá del relacionamiento, a nivel general, con los sindicatos. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 159 Durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX (entre 1944-1968 y entre 1985-1991), la autonomía de los sindicatos respecto a la izquierda fue compatible y funcional con la inscripción de aquellos en mecanismos institucionalizados de negociación salarial donde se producía un juego de negociación y compromisos directos con el Estado y los Gobiernos de turno. De esta forma, el sindicalismo exhibía una doble articulación al sistema político: a través de su relación privilegiada con la izquierda y a través de su inscripción en instituciones paraestatales en las que generaba vínculos y compromisos con el Estado y los partidos tradicionales. Al mismo tiempo, la izquierda partidaria se integraba más plenamente al sistema político por los dos carriles que tenía a disposición: a través de sus asentamientos sindicales (que participaban en las instituciones ya señaladas) y desde su inscripción parlamentaria. Por largo tiempo, esta última fue tan reducida, que la “vía sindical” fue la principal forma de integración de la izquierda al sistema político. Por ello, Jorge Lanzaro (1986) denominó a esa forma de incorporación de la izquierda una “adscripción corporativa”. Más allá de su raíz ideológica (la opción clasista que proclaman como propia las corrientes políticas socialistas), la “hermandad” entre sindicatos e izquierda política puede registrarse a través de tres variables. A través de su observación buscaremos caracterizar y medir la intensidad de la relación entre FA y Sindicatos, así como reconocer la evolución de la misma, identificando lo permanente y lo cambiante. La primera variable a considerar es la que denominaremos “interconexión directriz”. En esta variable discriminamos a su vez dos dimensiones: la presencia de militantes partidarios de izquierda en la dirección del movimiento sindical y de militantes sindicales en la dirección de la izquierda. La segunda variable que permite visualizar esta relación, refiere a la “sintonía programática” entre FA y central sindical, esto es la cercanía o superposición de las formulaciones programáticas de ambos actores. La tercera y última dimensión que consideraremos es la “coincidencia táctica”, es decir el grado de concordancia en el posicionamiento frente a problemas y situaciones concretas de la coyuntura nacional a lo largo del período considerado. 1.2. Pertenencia político-partidaria de los dirigentes sindicales En cuanto a la primera dimensión de la “interconexión directriz”, el indicador más relevante y visible es la pertenencia político-partidaria de la dirigencia sindical. En este sentido, la composición de las Mesas Representativas de la CNT tras los Congresos de 1969 y 1971 (véase, cuadro Nº 1), y la de los Secretariados Ejecutivos del PIT-CNT a partir de 19853 (véase Cuadro 2) permiten señalar varias conclusiones. 3 Para este período, no fue posible acceder a la información necesaria para La forma sindical en Latinoamérica 160 CUADRO Nº 1 Composición de la dirección sindical según tendencias políticas * MESA REPRESENTATIVA I CONGRESO(1969) II CONGRESO(1971) 16 2 2 1 1 1 1 24 19 4 3 2 PCU INDEPENDIENTES MLN/M26 PSU ANARQUISTAS ROE GAU TOTAL 1 - 29 * Al momento de la integración de la Mesa Representativa en cada Congreso de la CNT CUADRO Nº 2 Composición de la dirección sindical según tendencias políticas * SECRETARIADO EJECUTIVO DEL PIT-CNT PCU PARANINFO** MLN/MPP PSU PVP M26 CI IDI/VA PGP ASU III IV V VI VII VIII CONGRESO CONGRESO CONGRESO CONGRESO CONGRESO CONGRESO (1985) 8 1 3 2 1 1 INDEP. TOTAL 16 (1990) 7 1 3 2 (1993) 2 6 4 1 2 (1996) 2 4 1 2 1 1 1 1 1 1 14 16 13 (2001) 5 2 2 2 1 1 13 (2003) 3 2 1 3 1 2 1 13 * Al momento de su integración luego de cada Congreso. ** Ex comunistas. desagregar por tendencias políticas la integración de la Mesa Representativa de la central, por lo que optamos por presentar únicamente la integración de su Secretariado Ejecutivo. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 161 En primer lugar, todos los dirigentes de la central sindical pertenecen a grupos políticos de izquierda. Desde 1971, una contundente mayoría de ellos pertenece a organizaciones políticas que son a su vez fracciones del FA. En segundo lugar, las fracciones frenteamplistas han tenido pesos relativos diferentes y cambiantes en la dirección de la central sindical. Estos no han sido coincidentes con los respectivos pesos (electoral y parlamentario) de dichas fracciones que al interior del FA tuvieron a lo largo del período comprendido en los cuadros 1 y 2. En tercer lugar, se perciben claramente los efectos de la crisis del PCU en 1992: en los congresos de 1985 y 1990 la mitad de los integrantes del Secretariado Ejecutivo pertenece a esta fracción frenteamplista, mientas que, tras el Congreso de 1993, esta participación cae abruptamente y se recompone parcialmente recién en el Congreso del año 2001, para volver a caer en el último Congreso. Entretanto, ninguna corriente política relevó al PCU en el lugar que éste ocupó hasta su crisis. Este es un factor de importancia, no sólo para verificar los cambios en las relaciones de fuerzas entre diversas corrientes de izquierda y su correlación con los cambios en la composición fraccional del FA y sus equilibrios, sino también porque permite explicar algunos de los cambios que se han producido en la relación entre FA y movimiento sindical, en particular, la ausencia de un partido con una capacidad de “disciplinamiento” del sindicalismo, similar a la que ostenta el PCU desde la creación de la CNT hasta inicios de la década del 90. 1.4. Reconsiderando la teoría del “dualismo” Al considerar la composición partidaria de las direcciones sindicales registramos una casi completa interconexión directriz con los partidos de izquierda. Debe hacerse notar que la misma se verificaba con anterioridad al gran crecimiento electoral del FA, cuando la izquierda apenas captaba una ínfima parte del electorado. Éste era menor al número de trabajadores sindicalizados. Vale decir que la mayor parte de los votantes era de los partidos tradicionales. Esta aparente paradoja (trabajadores que votaban a dirigentes sindicales de izquierda, mientras elegían a gobiernos de partidos “burgueses”) llevó a que algunos académicos que estudiaron el fenómeno en los años 60 del siglo pasado, adhiriesen a las tesis “dualistas”, formuladas en referencia a casos nacionales del mundo desarrollado, para dar cuenta de similares comportamientos políticos de los obreros. Repasemos brevemente el itinerario de esta hipótesis en nuestro país. Aplicando al caso uruguayo las formulaciones que Beatrice Potter y Sydney Webb (“los esposos Webb”, como se los suele citar) elaboraron en referencia a la clase obrera británica, Alfredo Errandonea y Daniel 162 La forma sindical en Latinoamérica Costábile (1969) plantearon la pertinencia del “dualismo” como categoría de análisis que da cuenta del hecho de que los trabajadores sindicalizados apoyaran a dirigentes gremiales de izquierda mientras que, en sus preferencias políticas, no abandonaban su adhesión a los partidos tradicionales. Casi treinta años después de su primera aplicación al caso uruguayo, esa tesis fue reafirmada por Errandonea (1986) y cuestionada por Luis Eduardo González (1986), quien entiende que no existe tal dualismo ya que, de acuerdo a los resultados de su investigación basada en encuestas, considera que hay una correlación positiva fuerte entre afiliación sindical y adhesión electoral izquierdista de los encuestados. Alfredo Errandonea, al sostener la hipótesis dualista, argumentaba en los siguientes términos: La acción de los sindicatos se orienta a dos tipos de objetivos distintos. Como actor meramente social, el movimiento sindical se orienta a las reivindicaciones inmediatas de tipo económico y laboral, que tienen que ver fundamentalmente con los salarios y con las condiciones generales de trabajo. Pero a su vez, el sindicalismo es un actor político en tanto es portador de un proyecto alternativo de sociedad que se orienta a la superación del sistema capitalista. Para Errandonea, los sindicatos viven en permanente tensión entre estos dos tipos de objetivos. Mientras que las bases presionan únicamente para la consecución de las reivindicaciones inmediatas, las dirigencias sindicales, altamente politizadas, buscan basarse en la lucha reivindicativa para ir más allá, hacia los objetivos políticos finalistas: “La característica definitoria de este tipo de sindicalismo es precisamente la discrepancia entre dirección y base, acerca de la finalidad de la acción sindical y la tensión consecuente. Mientras que la base ve en el sindicato su defensa ante la superior capacidad de maniobra del empresario para establecer y mantener las condiciones de trabajo, la dirección se integra con hombres con motivación política, que fomentan y defienden al sindicalismo porque lo consideran una forma de organización de la clase obrera, y ven en él un vehículo (...) de liberación” (Errandonea, 1986). A su vez, este fenómeno se relaciona con el comportamiento dual de los trabajadores sindicalizados: en las elecciones sindicales apoyan y acatan a los dirigentes de izquierda mientras que en las elecciones nacionales se mantienen leales a los partidos tradicionales, mostrando una “conciencia dividida” entre el comportamiento sindical y el accionar ciudadano. Este comportamiento se vincula a su vez con lo que César Aguiar (1984) ha denominado “doble escena” para diferenciar los comportamientos que se dan en los momentos electorales y en los períodos interelectorales. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 163 Luis Eduardo González (1986) discrepa con este enfoque y sostiene que, al menos desde los años 80, en verdad no existe tal dualismo. A partir de encuestas que mede las preferencias políticas de los trabajadores sindicalizados, constata que efectivamente, a la hora de votar, estos trabajadores también lo hacen mayoritariamente por los partidos de izquierda. Su comportamiento político electoral era coherente con sus lealtades sindicales. Lo que sucede es que los trabajadores sindicalizados son, en el total del electorado, un sector minoritario. González va un paso más adelante en su razonamiento y señala que, no sólo no hay comportamiento dualista, sino que: “(...) los sindicatos han actuado como agentes de socialización política para la izquierda. La izquierda recluta adherentes y electores a través de los sindicatos (...) en términos de electorados (...) los sindicatos hacen a la izquierda, y no al revés” (González 1986). Los sindicatos han sido un ámbito privilegiado de reclutamiento de militantes y votantes para la izquierda, un ámbito de socialización política de izquierda. A través de encuestas, González encuentra que allí donde los trabajadores no están sindicalizados, el porcentaje de adhesión política de izquierda desciende, lo cual confirmaría sus afirmaciones anteriores. La razón de este correlato sindicalización/preferencia ideológica izquierdista se explicaría por la sencilla razón de que la izquierda ha sido históricamente la única oferta que los trabajadores sindicalizados han tenido en sus organizaciones. En este sentido, lo único que podría revertir esta identificación sería un cambio en la actitud de automarginación de los partidos tradicionales respecto a la militancia sindical, lo cual al pluralizar la oferta ideológica intrasindical rompería el monopolio de izquierda y podría alterar el carácter de los sindicatos como ámbitos privilegiados de socialización de la izquierda política. Sin embargo, lo amagues que en ese sentido se verifican en la transición de los 80 fracasan y desaparecen por lo que esta posibilidad no se concreta. A la inversa, en la actualidad las encuestas señalan que los votantes de izquierda mantienen mejor imagen de los sindicatos. La constante caída de la imagen que la Central de trabajadores sufre, fundamentalmente a partir de los 90, es de hecho menos preocupante para los ciudadanos que se inclinan a votar al Frente Amplio; esto parecería señalarnos la hipótesis contraria. La izquierda aparece en las nuevas capas de trabajadores como un agente de socialización sindical. Aquellos grupos de trabajadores que no votan al FA en las elecciones nacionales, tenderán menos a organizar un sindicato o a afiliarse en el caso de que ya exista uno. Parafraseando a González, parecería ser que hoy la izquierda hace a los sindicatos y no al revés. 164 La forma sindical en Latinoamérica 1.5. Sintonía programática y coincidencia táctica Consideraremos ahora la segunda variable propuesta para explorar la relación entre Frente Amplio y sindicatos: la “sintonía programática”. Para ello compararemos las formulaciones programáticas del movimiento sindical y del FA y su evolución desde 1971 a la actualidad, considerando tres momentos en ese itinerario: fundacional (1966-1973), reorganización (1984-85) y reciente (1994-2003). En el punto de partida deben considerarse dos documentos básicos: “El programa de soluciones a la crisis”, aprobado por el Congreso del Pueblo en 1965 y adoptado por la CNT como propio en 1966, y las “Bases programáticas de la Unidad”, aprobadas por el Frente Amplio al momento de su fundación en 1971. Entre ambos programas existe una fuerte sintonía, al punto que puede decirse que las Bases del FA son un resumen del programa del Congreso del Pueblo y por tanto del de la CNT. Se trata de un programa de fuerte tono transformador centrado en la propuesta de cambios económicos y sociales de carácter estructural. Es, a su vez, un programa de inspiración desarrollista y dependentista, que se proclama “antioligárquico y antiimperialista”, “nacional y popular”, y contiene una fuerte reivindicación del rol central del Estado en el proceso económico y social y del valor estratégico de la planificación de la economía. El corazón de la batería de medidas propuestas está dado por estas tres medidas básicas: reforma agraria, nacionalización del comercio exterior y nacionalización de la banca. La sintonía programática entre izquierda y sindicatos era completa. A la salida de la dictadura, al momento de su reorganización y actualización, tanto el Frente Amplio como el PIT-CNT revisan sus formulaciones programáticas. Predomina la intención restauradora y son más las reivindicaciones del pasado que los avances renovadores. En el caso del FA, en agosto de 1984, se preparan nuevas “Bases programáticas de la unidad”, que son un ajuste fiel a las del 71, con pequeñas modificaciones que no alteran la sustancia del programa fundacional (se cambia la nacionalización por la estatización de la banca y se elimina la referencia a la nacionalización del comercio exterior). En el caso del PIT-CNT, el III Congreso reunido en octubre de 1985 no llega a considerar la propuesta de Programa que se incluía en el Documento Preparatorio del Congreso, por lo que queda vigente el programa original hasta el Primer Congreso Extraordinario reunido en 1987. En esa ocasión, se realizaron agregados que no modificaron sino que más bien ampliaron a través de agregados los postulados del programa fundacional. A partir de 1994, se produce en el caso del FA una importante renovación programática. En ese año, la creación del Encuentro Progresista, como Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 165 un marco de alianzas más amplio que la izquierda reunida en el FA, es el punto inicial de una moderación del programa que se confirma plenamente en “El otro programa”, con que el EP-FA disputó las elecciones de 1999. Se trata de un programa de cambio moderado en el que se mantiene la apuesta al crecimiento y la distribución del ingreso, la reivindicación del rol primordial del Estado en la dirección del proceso económico y el énfasis en la promoción del bienestar a través de políticas sociales. Sin embargo, desaparecen algunas de las medidas más fuertes del programa fundacional que se habían mantenido hasta 1989: la reforma agraria y la nacionalización y/o estatización de la banca. En el caso del PIT-CNT, la propuesta contenida en el informe de la Comisión de Programa para el III Congreso (1985) mantiene en esencia el programa de 1965. Se sigue planteando la necesidad de nacionalizar la banca, reforma agraria, moratoria de la deuda externa, medidas que detengan el avance del capital extranjero en la industria, que se preserven los monopolios estatales, que se nacionalice el comercio exterior. En ocasión del Primer Congreso Extraordinario (1987) se alcanza un amplio consenso sobre la necesidad de actualizar aquel programa introduciendo temas nuevos como: Reforma del Estado, recuperación del salario real a los niveles previos al golpe de estado, jubilación base equivalente al salario mínimo, subsidio a los productos de la canasta familiar, reducción de los montos de las tasas bancarias de interés, política arancelaria que aliente la inversión productiva, aliviar la carga impositiva que se vuelca al consumo, plan de viviendas populares, ley de vivienda que beneficie a los inquilinos, entre otros puntos. Se produce así una adecuación del Programa de 1965, que implica combinar reivindicaciones inmediatas y específicas de los asalariados con otras de tipo general, que afecta al conjunto de los sectores populares, a los que la central obrera también aspira a representar. Al convencimiento -más allá de que se mantiene la adhesión al programa histórico- de la necesidad de reformular los objetivos de largo plazo, se agregan las dificultades crecientes en lograr éxitos reivindicativos (situación muy diferenciada según los sectores que consideremos), lo que genera un cierto desgaste y finalmente la reformulación ideológica de la izquierda. Específicamente, la crisis del Partido Comunista y su fuerte impacto en los sindicatos son elementos que pautan la nueva situación del movimiento sindical. Partiendo de una fuerte sintonía en el período fundacional (1966-1973), que se reprodujo casi incambiada al momento de la restauración democrática (1984-1987), en los últimos diez años, el FA y el PIT-CNT se han distanciado desde el punto de vista de sus trayectorias programáticas. Mientras que la izquierda ha realizado una importante renovación pautada por la modera- 166 La forma sindical en Latinoamérica ción de sus propuestas, el PIT-CNT mantiene en esencia el viejo programa fundacional, ubicándose en esta materia más a la izquierda que el FA. Finalmente, la observación del comportamiento de la tercera variable planteada, el grado de “coincidencia táctica” entre izquierda y sindicatos, requiere escoger un indicador que permita captar la frecuencia en que ambos actores se posicionan de forma coincidente o disidente frente a ciertas situaciones a lo largo del período estudiado, en particular, desde el retorno a la democracia en 1985. En este sentido, hemos optado por tomar una serie de situaciones que tienen características comunes, que presentan un número reducido de casos relevantes: las convocatorias a plebiscitos revocatorios de leyes o partes de leyes aprobadas por los gobiernos de turno, o para impulsar leyes o reformas por la vía de la iniciativa popular. En ambos casos (plebiscitos y otros temas de debate público), se verifica una elevada coincidencia táctica. Sin embargo, se observan diferencias en la intensidad de los pronunciamientos y en el origen de las iniciativas. En cuanto a lo primero, en general los sindicatos han sido más radicales que el FA en su postura opositora frente al gobierno. En cuanto a lo segundo, en muchos casos, la iniciativa ha partido del movimiento sindical, mientras que el FA, por momentos en forma vacilante, se ha plegado a las mismas una vez que estaban en marcha. En resumen, a lo largo del período considerado, hay: una fuerte interconexión directriz, un alto grado de sintonía programática y también una importante coincidencia táctica. En los tres aspectos se verifican cambios, especialmente notorios a partir de los años 90, que replantean la histórica “hermandad” existente entre sindicatos e izquierda, reforzando las autonomías mutuas, pero sin cuestionarla. 2. Los sindicatos y el modelo liberal y desregulador (1992-2004) 2.1. Transición política, redemocratización y el papel del sindicalismo. Para el movimiento sindical, el período dictatorial implicó la represión y clausura de casi toda actividad gremial pública, la ilegalización de la CNT y la persecución, el encarcelamiento y el exilio de los principales dirigentes sindicales. En este período, en particular en su fase inicial y final, el movimiento sindical tiene una relevante actuación como sujeto político opositor al régimen, basando sus movilizaciones en demandas políticas generales cuyo eje central era la reconquista de la democracia. En los últimos años de la dictadura, los sindicatos reorganizados se transforman en el canal legítimo de las demandas del conjunto de la sociedad (rebasando los límites estrictamente clasistas). Se desarrolla un sindicalismo del tipo confrontacionista (Valenzuela, 1983) con una “nueva” dirigencia que, junto a los militantes partidarios de los grupos políticos Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 167 ilegalizados, encuentran en la acción sindical el único canal para la lucha política democrática. Al aparecer las primeras grietas en el muro dictatorial, irrumpen los trabajadores en acciones públicas autorizadas, representando a un vasto abanico de fuerzas sociales y a los propios partidos de izquierda aún proscriptos. Estos factores ejercieron un efecto multiplicador del perfil político general del movimiento sindical en los primeros tramos de la transición. Simultáneamente, los partidos políticos hermanados al movimiento obrero, procuraron reafirmar sus vínculos con las organizaciones sindicales y ocupar un lugar dentro del nuevo espacio político que se iniciaba. La salida de la dictadura implicó un claro desafío para el movimiento sindical. Debió definir nuevas estrategias de articulación con los distintos actores sociales y políticos. Por un lado, terminada esta etapa de reorganización, el FA vuelvoó a escena y el movimiento sindical dejó de ser el eje del accionar político, y por otro, debió lograr unificar a los “nuevos” dirigentes con los “viejos”, que ahora vuelven del exilio o de la cárcel. Este doble desafío, en parte, se logró cuando el acto del 1º de mayo de 1984 fue convocado por el PIT-CNT, en tanto expresión de un solo movimiento sindical. Pero estos no fueron los únicos ni los principales desafíos que los sindicatos enfrentarían a partir de 1985. El escenario político nacional en los años 90, estuvo signado por la orientación hacia un modelo de desarrollo pautado por la apertura comercial, la integración regional y la desregulación de la economía. Como resultado se producirá en pocos años la desaparición de las grandes concentraciones fabriles que habían sobrevivido a la crisis de los 80, y la consiguiente pérdida de empleos que no fueron ni automática ni completamente compensados por la creación de nuevos puestos en los nuevos sectores en expansión (básicamente, los servicios). Este conjunto de reformas, como parte del fenómeno conocido como la “segunda transición”, golpeó fuertemente al movimiento sindical. A lo largo de la década, éste fue perdiendo capacidad de organización y movilización de los trabajadores. Como señalamos en el apartado anterior, por esos años, el Frente Amplio se fue consolidando como partido político de izquierda y, al tiempo que procesó una importante renovación ideológica y programática, creció hasta transformarse en 1999 en la mayor fuerza política del país. Junto a esta “nueva” izquierda uruguaya, también se reforzó un nuevo tipo de sindicalismo, “de opinión” (Lanzaro, 1991), desarrollando nuevas formas de vinculación con los propios trabajadores, con el Estado y con los partidos políticos. Según lo ha señalado Jorge Lanzaro (1991) emergió un nuevo tipo de sindicalismo “post keynesiano”, con cambios en los niveles de compromiso y organicidad, en los apegos ideológicos y los grados de politización, lo que confluye hacia una redefinición de sus relaciones con los partidos políticos, 168 La forma sindical en Latinoamérica con el Estado, con los empresarios y sus organizaciones representativas. Esto altera particularmente la relación de los sindicatos con la izquierda política, determinando un vuelco importante de las pautas históricas de ensamble, propias de lo que el mismo autor denominó “adscripción corporativa” (Lanzaro, 1996), de la izquierda y el movimiento sindical, y fundadas en los años 40. 2.2. Las reformas de los 90 Lo mismo que en la mayoría de los países latinoamericanos, el Uruguay experimentó, a lo largo de la década de los 90, los efectos de las reformas estructurales, promovidas por coaliciones políticas y sociales internas, con el respaldo ideológico y material de los organismos financieros internacionales (Godio, 2004). Aun cuando se ha señalado la peculiar modalidad heterodoxa y gradualista del reformismo liberal en Uruguay -por contraposición a la profundidad y ritmo que habría caracterizado a los procesos de reforma, entre otros, en Argentina y Brasil- el hecho es que la economía uruguaya experimentó un verdadero ajuste estructural que constituyó una segunda fase del operado en los 70, en los tiempos de la dictadura cívico-militar (Moreira, 2001). En el año 2000, la economía estaba más abierta y más desregulada que en 1990. A su vez, la política de estabilización de precios con ancla cambiaria había apreciado la moneda nacional en relación a las de los socios comerciales extra-regionales. Los impactos de estos fenómenos sobre la estructura productiva y ocupacional del país fueron muy fuertes. Por efecto de la apertura, la desregulación y la apreciación cambiaria, buena parte de la industria manufacturera doméstica sucumbió frente a la competencia extranjera; y la competitividad externa de los transables uruguayos se deterioró. Al mismo tiempo, la actividad bancaria, el turismo y el comercio florecieron alimentando la imagen del “país de servicios” y del proyecto de “plaza financiera” con la que buena parte del elenco gobernante soñaba desde tiempo atrás. En un contexto pautado por la liquidez financiera internacional, con una tasa de interés moderada y un esquema de integración comercial regional, con socios que también se embarcaron en procesos de apertura externa y estabilización con apreciación cambiaria, la economía ingresó en una fase de crecimiento que se sostuvo hasta fines de los 90. Al mismo tiempo, el creciente desempleo, generado por la caída de la actividad en el sector secundario, no fue compensado por la creación de nuevos empleos en el terciario que se expandía, lo que provocó un aumento del desempleo. Éste pasó de un promedio de poco menos de 10%, en el quinquenio 1985-1989, a algo más de 15% en 2001. Asimismo, la pobreza que se había reducido desde 1986, pasando del 46% al 15% en 1993, se estancó desde entonces en ese nivel. Así fue que en la segunda década de Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 169 los 90 el crecimiento económico convivió con el alza del desempleo y la mantención del nivel de pobreza. Luego, la crisis desatada en 1999 llevaría el desempleo y la pobreza a niveles sorprendentes, del orden de 17% en 2002 y 31% en 2003, respectivamente. 2.3. El modelo liberal y desregulador de relaciones laborales (1992-2004) y sus impactos en el mundo del trabajo y en el sindicalismo. La desregulación del mercado laboral y la flexibilización consecuente de las relaciones entre empresarios y trabajadores despojaron a los sindicatos desde 1991 (año en que, en el marco de la liberalización, el gobierno suspendió la convocatoria a los Consejos de Salarios4) del ámbito institucional en el que se negociaban los salarios. Esta decisión, así como las políticas efectivamente implementadas, son coincidentes con los criterios impulsados por algunos organismos internacionales (BM). Dichos criterios orientaban hacia la desregulación de los mercados y en especial el mercado de trabajo; la adaptabilidad de la fuerza de trabajo vía flexibilidad laboral; la limitación y disminución de los privilegios monopolísticos de los trabajadores del sector formal (por considerar que las mejoras logradas fueron a expensas de la inversión y los consumidores) y las transferencias de ciertos recursos a los sectores informales más desfavorecidos (BM, 1995). En ese marco, el Poder Ejecutivo se limitó a establecer, vía decreto, el salario mínimo nacional, el salario mínimo del sector doméstico así como el del sector rural. Como excepción, siguió participando en sectores estratégicos que debían ser resguardados, ya sea por su impacto en la economía o en la sociedad.5 En síntesis, este período se caracterizó, a excepción de los sectores ya señalados, por la descentralización y el carácter bilateral de la negociación colectiva; cuando ésta existía, se producía a nivel de empresa y no por rama de actividad.6 4 Los Consejos de Salarios fueron establecidos por ley de 1943 como una instancia obligatoria de negociación salarial tripartita, entre empresarios y trabajadores, con la mediación del estado, el que luego daba, por decreto del Poder Ejecutivo, carácter legal a lo allí laudado. Su funcionamiento fue suspendido en 1968 por resolución del gobierno de la época en el marco de una política de estabilización basada en el congelamiento de precios y salarios. Luego, fueron reestablecidos en 1986 por el primer gobierno democrático posdictadura, pero volvieron a ser suspendidos en 1991, en el marco de la política de desindexación de la economía y de desregulación del mercado laboral. La ley nunca fue derogada. 5 La intervención pública se mantuvo en las áreas de salud, el transporte y construcción, en tanto en sectores tales como la banca se continúo negociando según la importancia del sector y la fuerza de la organización sindical. 6 El convenio colectivo del sector metalúrgico (2003) constituye una excepción importante. La forma sindical en Latinoamérica 170 Desde entonces, el Estado se retiró de la negociación y el nivel salarial quedó sujeto al libre juego de las partes y, en definitiva, a la fortaleza o debilidad de las organizaciones de trabajadores. Ésta se vio fuertemente afectada por la convergencia de tres factores: la desaparición física de numerosas actividades productivas vinculadas al sector manufacturero orientado al mercado interno, donde residían buena parte de los núcleos tradicionales del sindicalismo obrero; la pasividad de los gobiernos frente a la deliberada política de desmantelamiento de las organizaciones sindicales emprendida por las patronales, especialmente en los sectores en expansión vinculados al comercio y los servicios en general; y la propia desregulación del mercado laboral, que al quitar la institucionalidad de la negociación colectiva eliminó un ámbito que incentivaba la acción organizada. Así fue que en estos años, el sindicalismo se redujo cuantitativamente, con una brutal caída de la tasa de sindicalización que pasó del 35% en 1987 al 15% en el año 2000. Este descenso fue especialmente grave en el sector privado de la economía, donde cayó del 28% al 8%, en el mismo período. Como resultado de ello, se produjo al interior del movimiento sindical, una sobre-representación de los funcionarios públicos, que pasaron de ser el 49 % de los afiliados, en 1987, a ser el 69%, en 2003 (Gráfico 1 y 2). Con la casi única excepción en el sector privado del gremialismo bancario. Este sindicalismo, reducido cuantitativamente, desposeído de los ámbitos institucionales de negociación salarial y, por la vía de los hechos, sin la garantía estatal del derecho de asociación y de huelga, perdió gravitación como actor social, viéndose, en el sector privado, notablemente reducida su capacidad para defender a los trabajadores frente a los embates de un nuevo empresariado vinculado a las actividades más dinámicas, en el contexto del modelo de crecimiento de los 90. Gráfico 1. Afiliados cotizantes PIT-CNT (1985-2003) 300,000 250,000 200,000 150,000 100,000 Total Públicos 50,000 Privados 0 1985 1987 1990 1993 1996 2001 2003 Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 171 Gráfico 2. Relación Públicos / Privados Afiliados Cotizantes PIT - CNT Por Sector 1987 Públicos 49 % Privados 51 % Afiliados Cotizantes PIT - CNT Por Sector 2003 Privados 31 % Públicos 69 % En este panorama, el movimiento sindical, debilitado en su ámbito de acción específico, se reposicionó como un actor relevante en el espacio político, constituyéndose en la más firme y persistente oposición a las reformas pro-mercado impulsadas por los gobiernos de coalición de los partidos tradicionales (Nacional y Colorado). En esta oposición, su único aliado en el sistema político fue el Frente Amplio. Sin embargo, los sindicatos fueron, en ese frente anti-reformas, la vertiente más radical y contundente. El PIT-CNT fue el principal promotor, a veces con éxito, otras sin él, de los recursos de referéndum popular para derogar diversas leyes que pautaron el proceso del reformismo liberal. En estas iniciativas no siempre contó con el apoyo del FA, que en ocasiones se mostró reticente, aun cuando se plegara finalmente a las acciones promovidas por los sindicatos, en otras, directamente, no las acompañó. De todas formas, el PIT-CNT y el FA fueron aliados en la oposición a las reformas y, el constante crecimiento electoral de la izquierda a lo largo de los años 90, fue creando amplias expectativas en el sindicalismo, centradas en la posibilidad de poner fin al ciclo reformista liberal, en particular a la desregulación del mercado laboral y a la desprotección de los derechos sindicales (Doglio, Senatore y Yaffé, 2004). En resumen, la política de relaciones laborales del período 1992-2004 puede caracterizarse en base a los conceptos de desregulación y flexibilización laboral, en un contexto de fuerte predominio de las concepciones liberales, fomentadas por los organismos financieros internacionales, que propugnaban la reducción del Estado y el consecuente traspaso de atribuciones al mercado. No obstante esto, y como señalan algunos especialistas en Derecho Laboral, en términos jurídicos, en el Uruguay convivían dos modelos de relaciones laborales, debido a que el Poder Ejecutivo podía convocar a los consejos de salarios y por tanto impulsar la negociación colectiva, o de lo contrario no hacerlo. Es por esta realidad que los cambios en materia de 172 La forma sindical en Latinoamérica relaciones laborales durante los 90 no necesitaron modificar fuertemente la legislación existente. Esta dualidad, como se verá más adelante, facilitó la rápida reinstalación de los consejos de salarios en los primeros días del gobierno del Frente Amplio. 3. Primer gobierno del FA: los cambios en las relaciones laborales (2005-2010). 3.1. Antecedentes del Cambio La instalación del gobierno encabezado por Tabaré Vázquez, el 1º de marzo del año 2005, colocó a los sindicatos uruguayos de trabajadores ante una situación inédita. Por primera vez, el gobierno es ejercido por la fuerza política con la que el movimiento sindical mantiene un vínculo de histórica hermandad. A diferencia de lo sucedido en otros países de la región, los sindicatos uruguayos, no obstante la autonomía y la independencia de clase que han proclamado y defendido celosamente, nunca dejaron de mantener una relación privilegiada con los partidos de izquierda, como se señaló en el Cap. 1. Por otro lado, las definiciones del FA, elaboradas en el IV Congreso (2003), en el Plenario Nacional (mayo de 2004) y del VIII Congreso Ordinario PIT-CNT (24-26 de octubre de 2003) sobre el relacionamiento entre organizaciones sociales e izquierda gobernante, tuvieron diversas instancias de discusión en actividades que nuclearon al entonces EPFA-NM junto a sindicalistas7 y empresarios durante el año 2004 y se prolongaron luego en el período de transición. Es así que el presidente electo Tabaré Vázquez, antes de asumir el gobierno, realizó el lanzamiento político8 de las reuniones tripartitas entre representantes de la futura administración, empresarios y trabajadores, orientadas al restablecimiento de la negociación colectiva y la conformación de ámbitos de diálogo social. 7 Taller. (27-28 de mayo de 2004).Organizan: PIT-CNT y EP/FA/NM (Auspicia UGT/España). Documento del PIT-CNT: “La política de relacionamiento del movimiento sindical en la perspectiva de un gobierno del EP/FA/NM”. Taller. (22-23 de julio de 2004, Salón Azul IMM y Aebu), Organizan: PIT-CNT y EP/ FA/NM (Auspicia UGT/España) “La Gestión en un gobierno progresista”. Seminario (24 de agosto). Organizan: PIT-CNT y EP/FA/NM (Auspicia UGT España): “Fuerza Política – Gobierno – Movimiento Sindical”. Seminario (18.10.04) “El Mercado de Trabajo”. La experiencia italiana, los desafíos nacionales: El Acuerdo Social-Patronato Inca- Cgil y EP/FA/NM – PIT-CNT. 8 Seminario convocado por el gobierno electo: “Análisis y propuestas acerca de la negociación colectiva en el Uruguay” (31.01.05). Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 173 3.2. El perfil del modelo regulador de RRLL. Es notorio el cambio de rumbo y de entonación que las medidas del gobierno del Frente Amplio imprimieron a la estructura institucional de regulación de las relaciones laborales. La nueva orientación de la política pública laboral, condensada en dos decisiones: el fomento de la negociación colectiva y el tripartismo, por un lado, y medidas que apuntan al equilibrio de los negociadores, por otro, constituyen un fuerte cambio de rumbo. El reequilibrio de los actores, luego del predominio del modelo desregulador de la etapa 1992-2004, cuando los sindicatos del sector privado se debilitaron por la vertiginosa caída de la afiliación, exigía como paso inicial facilitar el fortalecimiento de la organización sindical; al tiempo de reestablecer la acción reguladora del MTSS. 3.2.1. Negociación Colectiva: Reinstalación con Innovaciones Una de las primeras medidas del gobierno del Frente Amplio fue reconvocar a los Consejos de Salarios, para lo cual no necesitó aprobar ninguna ley puesto que la ley Nº 10.449 de Consejos de Salarios estaba vigente. Tres iniciativas se dieron casi simultáneamente: • Se creó el Consejo Superior Tripartito y el Consejo Superior Rural, con competencias originales para categorizar los sectores de actividad y proponer modificaciones a la ley de Consejos de Salarios. • Se creó un Consejo Bipartito de diálogo y negociación con los funcionarios públicos.9 • Se instalaron los Consejos de Salarios en los 20 grupos de actividad definidos por el Consejo Superior.10 Asimismo, el gobierno impulsó un nuevo ámbito de discusión entre empresarios y trabajadores denominado “Compromiso Nacional para el Empleo, los Ingresos y las Responsabilidades”, el objetivo de la iniciativa era lograr un compromiso nacional que operara de marco regulador para las posteriores negociaciones colectivas.11 En este marco, la negociación colectiva reapareció con la intensidad habitual. Sin embargo, se presentó con la novedad de una mayor extensión, 9 Por vía de los decretos Nº 104/005 y 113/005. 10El presidente de la República en acuerdo con el Ministro de Trabajo en los decretos: ( Nº 105/005 del 07.03.05). 11 El anuncio lo efectuaron Astori y Bonomi, en su visita a la sede del PIT-CNT (18.03.2005) para reunirse con el Secretariado Ejecutivo. 174 La forma sindical en Latinoamérica ya que por primera vez en la historia de las relaciones laborales, se extiende a los trabajadores rurales y a la totalidad de los funcionarios públicos. A su vez, esta mayor extensión se cristalizó en la ronda de Consejos de Salarios de 2008, en la cual se creó el grupo de actividad que abarca al servicio doméstico. Los nuevos criterios de la política pública laboral han generado cambios en la ubicación de los actores. Las principales iniciativas gubernamentales han contado con la simpatía del movimiento sindical12, en tanto, los empresarios se han distanciado y, en ciertos casos, han formulado fuertes cuestionamientos públicos.13 No obstante esto, los Consejos de Salarios que se instalaron en mayo de 2005, luego de negociaciones tripartitas para redefinir las reglas de las relaciones laborales y logrados ciertos acuerdos básicos, constituyeron el primer paso de cristalización del diálogo social. En la misma dirección, aunque trascendiendo la negociación laboral, se realizó una convocatoria al Compromiso Nacional por el Empleo, los Ingresos y las Responsabilidades. En diciembre de 2006, produjo un primer acuerdo, en torno al objetivo de creación de 35.000 puestos de trabajo durante el año 2007. En el año 2006, continuó vigente la orientación de la política pública laboral diseñada al inicio de la gestión: se convocó a los Consejos de Salarios del sector privado y rural, se mantuvieron las reuniones del Consejo Superior Tripartito -aunque con frecuencia menor- y se relanzó, sobre el fin del año, la convocatoria del Compromiso Nacional. Asimismo, en el ámbito público continuó desarrollándose la negociación colectiva a través del Consejo Superior de la Negociación Colectiva del sector público.14 12Inmediatamente después de las elecciones nacionales (03.11.2004) ya el movimiento sindical, a través de un documento de seis puntos de su Secretario Ejecutivo, entre otras afirmaciones, señala que “de acuerdo con los anuncios del Dr. Tabaré Vázquez, en lo que tiene que ver con el mundo del trabajo - trabajo, negociación colectiva y libertades sindicalesencontramos varios puntos de acuerdo con las resoluciones emanadas del 8º Congreso del PIT-CNT”. 13 Declaración de las cámaras empresariales (15.12.2005), previa a la aprobación de la Ley de Fuero Sindical. El punto 7 de la misma afirma lo que sigue: “Esta iniciativa no es un hecho aislado. Forma parte de una estrategia que apunta al desplazamiento del empresario en la gestión de su propia empresa, determinando un nuevo orden en nuestra sociedad.” Manifiesto de las principales cámaras empresariales del Uruguay, motorizadas por la Cámara Nacional de Comercio y Servicios, en contra del proyecto de ley denominado “Prevención de Conflictos” (08.03.2006). 14 Como así también de los grupos previstos en el Decreto 113/05(15.03.05) Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 175 El diseño referido, a la vez de significar un quiebre con el período 19922004, también tiene importantes diferencias con el modelo de negociación construido en el período 1985-1989. Las convocatorias se universalizaron, son múltiples, no sólo van dirigidas al sector privado tradicional -como se hizo en 1985- sino al sector rural, al sector público (negociación bipartita) y también al sector del trabajo doméstico.15 Si bien en 1985 había existido el Consejo Superior de Salarios -especie de acuerdo entre los tres operadores principales del sistema-, el Consejo Superior Tripartito se creó como un órgano formalmente constituido y con una integración tripartita (9 representantes del poder ejecutivo, 6 de los empresarios y 6 de los trabajadores). Asimismo, la Comisión de Clasificación de las ramas tuvo integración tripartita y no sólo estatal como en 1985. Por lo tanto, si bien existió una reinstauración del tripartismo clásico, podría ser más adecuado denominarlo como tripartismo ampliado. 3.2.2. Principales Leyes Aprobadas La actividad legislativa en materia de relaciones laborales fue importante durante el período. Esto marca una diferencia respecto al modelo vigente durante 1992-2004, el cual no necesitó del dictado de numerosas leyes para implementarse, debido a que el retiro del Estado del marco de la negociación colectiva era una facultad que podía ejercer el Poder Ejecutivo. En el período se aprobaron más de 35 leyes referidas al ámbito de las relaciones laborales, sólo vamos a hacer referencia a las que consideramos más relevantes. En el primer y segundo año de gobierno del Frente Amplio se dio una fuerte producción legislativa en lo referente al ámbito laboral. Así, el período de “luna de miel” del gobierno fue el momento en que se enviaron al Parlamento una batería de normas (protección y promoción sindical, descentralización empresarial, trabajo doméstico, entre otras) que, conjuntamente con la reinstalación de la negociación colectiva tripartita, dieron forma a un nuevo modelo de regulación de las relaciones laborales. Las mayores garantías para los trabajadores, a través del reconocimiento de derechos por ley, se materializaron en dos medidas: las normas de libertad sindical y la regulación de la licencia sindical. También en este período el Poder Ejecutivo decretó la posibilidad de que el Ministerio del Interior desalojará los lugares de trabajo ocupados por los trabajadores en caso de conflicto, obviamente esta medida no contó con el apoyo del movimiento sindical. donde se toman en cuenta las especificidades de la institucionalidad pública. 15Debe notarse que sólo concurrió la delegación trabajadora y se elaboró un decreto en consulta con ella. 176 La forma sindical en Latinoamérica Luego, entre fines de 2006 y durante el 2007, lo más relevante es que se aprobó la tan esperada Ley de Tercerizaciones16, que regula esta modalidad de contratación muy extendida en el Uruguay a partir de la década del 90. Tras esta ley se produjo una suerte de impasse legislativo. Sin embargo, los últimos meses del 2008 y los primeros del 2009 conformaron nuevamente un período muy activo en materia de aprobación de leyes laborales. Podríamos denominar este período como una segunda ola, si entendemos los años 2005-2006 como la primera ola reformista en materia laboral. En el mes de octubre de 2008, se creó por ley el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (INEFOP)17, que sustituyó a la Junta Nacional de Empleo a partir de mayo del 2009. El INEFOP se constituyó como persona de derecho público no estatal y tiene conformación tripartita (trabajadores, empresarios y el Estado). Entre sus principales cometidos se encuentran: administrar el fondo de reconversión laboral; asesorar al Poder Ejecutivo en materia de relaciones laborales; realizar programas de capacitación y reinserción para los desempleados; y convertirse en una nueva usina desde la cual se elaboren estudios acerca del panorama laboral uruguayo. El INEFOP es considerado por el gobierno como un factor clave para enfrentar las consecuencias de la crisis económica mundial. Luego, en diciembre se aprobó la ley que establece para todos los trabajadores rurales la jornada laboral de 8 horas, la regulación del ciclo semanal de trabajo y los días de descanso.18 Ya en 2009, en enero, entró en vigencia la ley que regula las licencias especiales, constatándose un cambio respecto a las licencias por estudio de los trabajadores.19 La anterior normativa establecía 18 días de licencia por estudio a efectuarse cuando el empleado lo solicitara, en la actual, el número de días se fija según la cantidad de horas trabajadas por semana y la fecha del goce debe ser coordinada con el empleador. En el mes siguiente, entró en vigencia la normativa que establece la ampliación del seguro de desempleo para los trabajadores de más de 50 años, con la previsión de su generalización al conjunto de los trabajadores en caso de crisis.20 Esta legislación, que se implementa desde el Banco de Previsión Social (BPS), apunta a flexibilizar el acceso al seguro de desempleo, haciendo potenciales beneficiarios también a aquellos que, aun conservando un trabajo formal, pierden su empleo principal. También modifica la modalidad de la prestación económica, asumiendo ésta una lógica decreciente para que no sea muy fuerte el impacto en los primeros meses de pérdida del trabajo y 16 Leyes 18.098, 18.099 y 18.215 años 2006 y 2007. 17 Ley 18.046, octubre 2008. 18 Ley 18.441, diciembre 2008. 19 Ley 18.458, enero 2009. 20 Ley 18.399, febrero 2009. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 177 sea mayor el incentivo de buscar un nuevo empleo en los meses siguientes. En agosto se aprobó la ley de acoso sexual laboral. Esta ley establece la indemnización con 6 salarios al trabajador o trabajadora que lo padezca, quien deberá denunciarlo en su empresa o ante la Inspección de Trabajo. La normativa implica un avance en la cuestión de las relaciones de género, ya que la mayoría de los casos de acoso sexual en el trabajo tienen como víctima a mujeres. Dentro de esta segunda ola de leyes laborales, también se aprobó una ley que regula los accidentes laborales camino al trabajo, sin embargo, fue vetada por el Presidente. Tabaré Vázquez actuando en Consejo de Ministros, argumentó en el veto que la ley es muy difícil de reglamentar, de inspeccionar y que encarece los seguros. El veto tuvo impacto en la bancada frenteamplista y en el PIT-CNT, quienes mostraron rechazo y “asombro” ante la situación, ya que no había existido un aviso previo del Poder Ejecutivo.21 Las últimas dos leyes aprobadas en esta legislatura fueron la que establece el acortamiento de los juicios laborales (que por problemas de implementación el PE retrasó su aplicación) y la ley de negociación colectiva (de públicos y privados) que se analiza en el próximo apartado. Principales Leyes Aprobadas (2005-2010) Promoción y Protección Sindical (Fuero y licencia sindical) Prescripción de Créditos Laborales Regulación del Trabajo Doméstico Tercerizaciones y responsabilidad empresarial Limitación de la Jornada Laboral Rural (8 horas) Creación del INEFOP Regulación de las licencias especiales para trabajadores privados Flexibilización del seguro de desempleo Acoso Sexual Laboral Ley de Negociación Colectiva para sector Público y Privado Abreviación de los Juicios laborales 3.2.3. Las leyes de negociación colectiva 21 Diario “El País”, 22/05/09. 178 La forma sindical en Latinoamérica Casi finalizando la legislatura pasada, el Parlamento aprobó la Ley de Negociación Colectiva para el sector privado y para el público, consolidando los cambios implementados por el Frente Amplio. Sector Privado (Ley 18.566) En el ámbito privado, el órgano de coordinación y gobernanza de las relaciones laborales es el Consejo Superior Tripartito (CST), que queda configurado de la siguiente manera: 9 delegados del Poder Ejecutivo; 6 delegados de los empleadores; y 6 delegados de las organizaciones de trabajadores. Las competencias que le atribuye la ley al CST son: A) Expedirse en forma previa al establecimiento, aplicación y modificación del salario mínimo nacional y del que se determine para los sectores de actividad que no puedan fijarlo por procedimientos de negociación colectiva. A tales efectos, el Poder Ejecutivo deberá someter estas materias a consulta del Consejo con suficiente antelación. B) Efectuar la clasificación de los grupos de negociación tripartita por rama de actividad o cadenas productivas, designando, en su caso, las organizaciones negociadoras en cada ámbito. C) Asesorar preceptivamente al Poder Ejecutivo en caso de recursos administrativos dictados contra resoluciones referidas a diferencias ocasionadas por la ubicación de empresas en los grupos de actividad para la negociación tripartita. D) Considerar y pronunciarse sobre cuestiones relacionadas con los niveles de negociación tripartita y bipartita. E) Estudiar y adoptar iniciativas en temas que considere pertinentes para el fomento de la consulta, la negociación y el desarrollo de las relaciones laborales. La principal novedad que introduce esta ley es que pone fin al monopolio del Poder Ejecutivo en la facultad de convocar a los Consejos de Salarios. Con esta normativa la convocatoria puede ser solicitada por cualquiera de las tres partes del sistema. A su vez, en la ley se establece que existirán tres niveles de negociación, que podríamos denominar, el nivel macro tripartito en los Consejos de Salarios, el nivel meso bipartito a nivel de rama de actividad, y a nivel micro, negociación por empresa. Los niveles Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 179 inferiores de negociación no podrán disminuir los mínimos acordados en los niveles superiores, salvo que se establezca lo contrario en los Consejos de Salarios. La novedad en este punto es que la negociación bipartita entre empresarios y trabajadores cuando se realice a nivel meso, es decir, por rama de actividad y sin presencia del PE tendrá aplicabilidad para todo el sector de actividad. Por otra parte, en cuanto a la duración de los convenios, la ley se orientó hacia el criterio de la ultra actividad, es decir, que un convenio sigue vigente hasta que lo sustituya otro, salvo que en el mismo se haya establecido explícitamente lo contrario. Finalmente, en la ley se introdujo una cláusula de prevención de conflictos, por la cual, los pactantes del acuerdo se obligan a no promover acciones que contradigan lo pactado. Esta cláusula fue introducida a último momento por el Senado, cuando la Cámara de Diputados ya había dado aprobación al proyecto de ley. Tal situación generó algunas discrepancias entre los legisladores del FA, principalmente por el hecho de que los plazos eran muy restringidos debido a que el proyecto de ley (que estaba en discusión desde 2007) terminó aprobándose en una de las últimas sesiones de la legislatura. Sector Público (Ley 18.508) La negociación colectiva para el sector público es una de las novedades que se produjeron en la administración del FA. Esta ley consolida la innovación. Si bien existía negociación colectiva en este sector en los años precedentes, no se instrumentaba de acuerdo a una estructura formal de negociación, como la prevista por la nueva normativa. La ley establece que la Negociación colectiva en el sector público “es la que tiene lugar, por una parte entre uno o varios organismos públicos, o una o varias organizaciones que los representen y, por otra parte, una o varias organizaciones representativas de funcionarios públicos, con el objetivo de propender a alcanzar acuerdos que regulen”: A) Las condiciones de trabajo, salud e higiene laboral. B) El diseño y planificación de la capacitación y formación profesional de los empleados en la función pública. C) La estructura de la carrera funcional. D) El sistema de reforma de la gestión del Estado, criterios de eficiencia, eficacia, calidad y profesionalización. La forma sindical en Latinoamérica 180 E) Las relaciones entre empleadores y funcionarios. F) Las relaciones entre uno o varios organismos públicos y la o las organizaciones de funcionarios públicos correspondientes y todo aquello que las partes acuerden en la agenda de la negociación. Fuente: Ley 18.508. Art.4º Asimismo, en la normativa aprobada se incorpora la obligatoriedad de la negociación, aunque no se obliga a llegar a acuerdos. La ley abarca al Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo, el Tribunal de Cuentas, la Corte Electoral, los entes autónomos, servicios descentralizados y los Gobiernos Departamentales (Intendencias Municipales, Juntas Departamentales y Juntas Locales Autónomas Electivas). A su vez, será el MTSS el encargado de velar por la aplicación de la norma. 3.2.4. El MTSS, de la Marginación a la Centralidad Con la reinstalación de la negociación tripartita, se produjo la revitalización del MTSS. Una de las notas relevantes es que ha pasado de ser una cartera marginal a ocupar un lugar central, su visibilidad pública así lo demuestra. El papel del MTSS en los Consejos de Salarios, el rol de los negociadores del Ministerio en la resolución de los conflictos, así como la fuerte actividad de la Dirección Nacional de Trabajo y de la Inspección de Trabajo, son todas cuestiones que hacen que la actividad del MTSS se haya expandido en cuanto a la regulación de las relaciones laborales. Por otra parte, también se potenciaron las oficinas que el MTSS posee en el interior, configurando un avance en materia de descentralización. Este aspecto cobra especial relevancia en cuanto cristaliza la mayor participación del estado en materia de regulación de las relaciones laborales, siendo un elemento fuertemente contrastante con el período 1992-2004. 3.2.5. Cambio de Orientación del FA: Organismos Financieros vs OIT Las decisiones gubernamentales del FA fueron coincidentes con propuestas elaboradas por la OIT22, orientadas a la búsqueda de lo que se 22 El concepto de “trabajo decente” está contenido en el llamado de alerta lanzado por el Director General de la OIT, Juan Somavía, en su primer Memoria a la Conferencia Internacional del Trabajo (1999). Plantea la absoluta necesidad de dotar a las transformaciones económicas de un fuerte contenido ético, que reúna los conceptos de seguridad, protección social, equidad y dignidad Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 181 ha denominado trabajo decente o trabajo digno, el reconocimiento de la existencia de derechos laborales irrenunciables y universales, y la promoción del diálogo social como un objetivo estratégico. Al mismo tiempo, el modelo tripartito de negociación ha exigido la presencia de sujetos colectivos fuertes, independientes y representativos, lo cual demanda medidas de garantía y protección a los negociadores, en especial a los más débiles; el fortalecimiento de la representación colectiva del sector empresarial, superando la fragmentación de intereses sectoriales; y la recolocación del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), el que ha pasado de una ubicación marginal a otra central, constituyéndose en un actor de peso en el conjunto del gobierno, lo que le ha implicado el desafío de desarrollar capacidades propias para la nueva función reguladora. En este sentido, el contraste con el modelo de relaciones laborales de 1992-2004 es notorio, pasando de las orientaciones de los organismos financieros, hacia una fuerte influencia de las conceptualizaciones de OIT. El primer gobierno del Frente Amplio, introdujo importantes cambios en materia de regulación de las relaciones laborales. En ese sentido, el FA fue muy activo en materia legislativa, sancionando aproximadamente 40 leyes en ese ámbito. De manera resumida, puede decirse que dos fueron las principales modificaciones, que conjuntamente dieron lugar a un nuevo modelo de relaciones laborales. Por un lado, la reanudación de la negociación colectiva y su posterior institucionalización; por el otro, el fortalecimiento de dos de los actores principales del sistema: el Estado (Ministerio de Trabajo y Seguridad Social) y los trabajadores. Es preciso remarcar el quiebre que implicaron los cambios con el modelo de relaciones instaurado durante la década de los 90, basado en el retiro del Estado y el traspaso de la regulación de las relaciones laborales a la lógica de mercado. En efecto, una de las primeras medidas del gobierno del FA, fue reconvocar a los Consejos de Salarios, para lo cual no necesitó aprobar ninguna ley puesto que la ley Nº 10.449 de Consejos de Salarios estaba vigente. En resumen, puede decirse que los cambios que realizó el FA se caracterizan por: convocar y fomentar la negociación colectiva con la novedad del sector público, el rural y el servicio doméstico (tripartismo ampliado); fortalecer legalmente las garantías para la actividad sindical; dotar de centralidad en la regulación de las relaciones laborales al MTSS; y por último, un cambio de orientación ideológica con respecto al período 19922004, basándose el FA en las conceptualizaciones de OIT. humana, con los conceptos de eficiencia, productividad y flexibilidad, como única estrategia realista de crecimiento. 182 La forma sindical en Latinoamérica 4. El impacto de los cambios en el sindicalismo 4.1. El fortalecimiento de la organización y la acción del sindicalismo Durante la década de los 90, el sindicalismo vivió una etapa de crisis. Las políticas de liberalización de la economía tuvieron un fuerte impacto en el sujeto sindical. La desregulación del mercado laboral, la no convocatoria a los Consejos de Salarios a partir de 1991, la flexibilización laboral, la política de desmantelamiento de las organizaciones sindicales, llevadas a cabo por las patronales, sumado a la caída fuerte de la actividad industrial por la apertura económica irrestricta, se cristalizaron en un debilitamiento fuerte del PIT-CNT. Como vimos en el capítulo 3, con la llegada del Frente Amplio al gobierno y la realización de importantes cambios en la regulación de las relaciones laborales, dotando de mayores incentivos a la afiliación sindical, el PIT-CNT procesó una suerte de revitalización. Los mayores incentivos se explican por la mayor protección legal a la actividad sindical, y por la reinstalación de la negociación colectiva. En los apartados siguientes describimos los resultados de las rondas de consejos de salarios y la evolución de las principales variables económico-laborales. De esa manera, intentamos evaluar, al menos parcialmente, el impacto de los cambios en las relaciones laborales en el movimiento sindical. 4.2. La negociación colectiva en las rondas de los consejos de salarios Respecto a las rondas de Consejos de Salarios (CCSS) 2005 y 2006, en calidad de resumen y de acuerdo al registro sistemático de la información acerca de la negociación colectiva, a nivel de grupos y subgrupos acumulada por el MTSS, puede decirse que “los resultados fueron positivos en términos de participación (más de 1.500 representantes de trabajadores y empleadores en 20 grupos y más de 200 subgrupos, entre ellos todas las ramas de los trabajadores rurales), convenios salariales concretados (aproximadamente 400) y la solidez de los mismos (en el entorno del 90% de los convenios, en ambas rondas, fueron por acuerdo entre trabajadores y empleadores). Por su parte, los CCSS moderaron la conflictividad “sin debilitar la competitividad de las empresas y posibilitando la creación de aproximadamente 170.000 nuevos puestos de trabajo en el trienio 20052007”.23 Asimismo, los cotizantes al BPS se incrementaron en 200.585 (16.9 %) en el período 2005-2007 y se produjo una progresiva recuperación del salario real privado del 19%, entre abril de 2004 y abril de 2008. 23 “Relaciones Laborales, Diálogo Social y Consejos de Salarios”, junio de 2008, Espacio de Opinión de Presidencia de la República. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 183 En 2007, no fueron convocados los ámbitos institucionales creados desde 2005 en el sector privado, por existir convenios vigentes. Es así que, para este sector, fue un año de transición hacia la última ronda de negociación colectiva en el segundo semestre del año 2008. Otra fue la situación para la Comisión de los Funcionarios Públicos que trabajó durante todo el año 2007 en las subcomisiones, tratando problemas puntuales de los distintos organismos y abocándose sobre fin de año a la negociación del futuro acuerdo salarial. La propuesta del Poder Ejecutivo fue, en todos los casos, firmar convenios de acuerdo hasta el 2010, con ajustes en los meses de enero de cada año, tomando en cuenta, para el 2008, el IPC pasado y, para los años siguientes, el IPC proyectado. En los dos últimos años, en caso de que la inflación real fuera mayor que la esperada, se estipuló la aplicación de un correctivo. Asimismo, se acordó la continuación del proceso de recuperación de la caída del salario real producida entre 1999-2004 (cuantificada en 16% para todos los trabajadores), aunque variable en función de la pérdida efectiva de cada organismo. Además de lo convenido, se agregan los puntos de incremento salarial que se acuerden para cada subsector. La Enseñanza ya tenía un acuerdo anterior, el que fue ratificado en la negociación. En las Empresas Públicas el criterio de ajuste salarial acordado fue la inflación pasada en el 2008 e inflación futura en los dos años siguientes. En estos años, se hará una corrección que operará si la inflación real es diferente de la proyectada. La discusión más compleja se procesó en la banca pública, dando mérito a un conflicto que duró cerca de 70 días y que se levantó tras la firma de un preacuerdo aceptado por la asamblea.24 El caso de los trabajadores de la Administración central agremiados en COFE tuvo la particularidad de que inicialmente no aceptaron la propuesta del Poder Ejecutivo, siendo los últimos en acordar, en el mes de marzo de 200825. 24 La propuesta del poder ejecutivo, para la banca pública y los entes incorpora el criterio del cumplimiento de las metas de las instituciones a los efectos de otorgar puntos de incrementos salariales. 25 Cabe recordar que en diciembre de 2007 COFE se había negado a suscribir el convenio laboral que sí firmaron los trabajadores de los Entes y de la banca Estatal. Solicitaron y les fue concedida una entrevista (marzo 2008) con el presidente de la República, Tabaré Vázquez, y finalmente firmaron un acuerdo que, en un anexo, incluye una tabla específica de la recuperación salarial, que al finalizar el convenio estaría en el 19,5%, lo que equivale a la pérdida que hubo en el quinquenio de la administración de Jorge Batlle. El convenio laboral abarca a todos los trabajadores de la administración central, además de los del artículo 220 (Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay (INAU), 184 La forma sindical en Latinoamérica Los resultados de la tercera ronda de Consejos de Salarios realizada en 2008 arrojaron un saldo positivo. La cantidad de convenios alcanzados fue de 226, lográndose 185 por consenso de trabajadores, empresarios y Ministerio de Trabajo (MTSS). En 23 convenios se resolvió por votación mayoritaria, votando el MTSS con los trabajadores en 12 oportunidades, y en 11 con los empresarios. Los restantes 15 convenios fueron establecidos por decreto del Poder Ejecutivo, dictando un ajuste de salarios mínimos. En los acuerdos prevaleció la firma de convenios de 24 meses sobre la alternativa 2, que establecía convenios a 30 meses. En el cuadro 4 se encuentra la información resumida de los resultados de todas las rondas de Consejos de Salarios. De los datos se desprende que el nivel de acuerdos por consenso de las tres delegaciones fue muy alto en todas las rondas. En este sentido, los resultados de las negociaciones parecen demostrar que las dificultades para acordar no eran insuperables, como se podía suponer en la década de los 90, en donde los sectores que estuvieron cubiertos por convenios colectivos eran la excepción. Asimismo, la apuesta del gobierno del Frente Amplio de impulsar la negociación colectiva con la convocatoria a los Consejos de Salarios parece haber sido exitosa a la luz de los resultados, cuestión que también se relaciona con el grado de madurez que poseen las organizaciones gremiales en el país. Cuadro 4. Resultados de las Rondas de Consejos de Salarios Número de Convenios Según Forma de Resolución 2005 2006 2007 2008 181 213 8 226 ACUERDOS POR CONSENSO 167 184 6 185 ACUERDOS POR MAYORÍA* 10 22 s/d 23 SIN ACUERDO (DECRETO PE) 4 7 s/d 15 92% 86% 75%** 84% TOTAL DOCUMENTOS FIRMADOS % ACUERDOS POR CONSENSO *En la mitad de los casos la delegación del MTSS votó con los empresarios y en la otra mitad con los trabajadores. ** Cifra mínima, debido a que no encontramos datos de la forma de resolución de los otros dos convenios. De todos modos, el año 2007 tuvo sólo 8 mesas de negociación, no hubo ronda de Consejos de Salarios. Tribunal de lo Contencioso Administrativo (TCA) y la Corte Electoral), en total, cerca de 35 mil funcionarios. Más allá de que la firma del convenio es calificada como un gran avance, el presidente de COFE dijo que “no ata las manos del gremio para luchar por la plataforma reivindicativa para la próxima Rendición de Cuentas”. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 185 Fuente: Presentación del MEF y el MTSS en el Consejo Superior de Salarios (04.06.2008) en base a datos del Programa de Modernización de las RRLL de Ucudal y MTSS y Memoria Anual del MTSS 2008. No obstante la participación y el alto nivel de acuerdos alcanzados, existen dos matices a tener en cuenta. En primer lugar, las rondas de Consejos de Salarios se realizaron previamente a la aprobación de las leyes de negociación colectiva. En segundo lugar, las rondas de negociación se realizaron teniendo algunas metas quinquenales ya establecidas. Al iniciar el gobierno del Dr. Tabaré Vázquez, se había planteado lograr la recuperación del salario real perdido durante la administración del Dr. Jorge Batlle (2000-2005) y los empresarios y el PIT-CNT mostraron conformidad. A su vez, existía un acuerdo tácito entre el gobierno y el PIT-CNT que suponía la aprobación de leyes de protección a la actividad sindical. Estos dos matices impiden hablar de la existencia de concertación, de un pacto tripartito sólido, ya que al asumir el nuevo gobierno en 2010 dos desafíos importantes le estaban planteados en la órbita de las relaciones laborales: el desacuerdo de los empresarios acerca de las reglas de juego básicas (su oposición a las leyes de negociación colectiva) y la inexistencia de parámetros para ajustar los salarios. No obstante esto, es importante señalar que el primer gobierno del FA fue un paso hacia adelante en el sentido de acercarse a un esquema de concertación, ya que institucionalizó la consulta regular al aprobar las leyes de negociación colectiva. 4.3. Evolución de las variables económico-laborales en el primer gobierno del FA En términos generales, las principales variables económico-laborales mostraron una evolución positiva en todo el período. En el año 2008, así como en los primeros meses del 2009, la evolución confirma el desempeño positivo registrado en los años precedentes. Tal desempeño se dio en un contexto de crecimiento económico estable y pronunciado. El PBI del Uruguay creció un 8,5% en 2008, lo que lo ubica por encima de la media mundial y latinoamericana. El salario real aumentó en 2008, en promedio un 3.5%, y el aumento se distribuyó uniformemente en los ámbitos público y privado. Estas cifras confirman el crecimiento del salario real en todos los años del primer gobierno del FA, ascendiendo a un 18,4% en el período 2005-2008, como se muestra en el Gráfico 3. Según afirmó el entonces Ministro de Trabajo, Julio Baraibar, el salario real al finalizar 2010 completó un aumento promedio de un 25%.26 26Fuente: www.mtss.gub.uy Nota: Baráibar: “Salario experimentó aumento promedio del 25%”. La forma sindical en Latinoamérica 186 Gráfico 3. Salario Real (2004-2008) (Indice Diciembre 1997=100) 120 110 100 90 Públicos 80 Privados Total 70 2004 2005 2006 2007 2008 Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Informe de Coyuntura 2009 del Instituto de Economía. La tasa de desempleo en promedio del 2008, para el total del país urbano, se ubicó en un 7,6%, configurando la cifra más baja de los últimos 18 años y continuando la tendencia que se manifiesta desde el año 2004, como muestra el Grafico 4. La disminución del desempleo en 2008 fue mayor en las mujeres que en los hombres, de todos modos, las mujeres siguen registrando una tasa de desempleo mayor en el total de la población. También fue mayor la caída del desempleo en los menores de 25 años, sin embargo, siguen registrando una tasa de desempleo mayor que los mayores de 25 años. La caída del desempleo se debió a la generación de nuevos puestos de trabajo, ya que el número de activos se mantuvo estable en 2008 con respecto al año anterior, aumentando tan sólo un 0,6% la cantidad de personas en edad de trabajar que se ofreció en el mercado laboral.27 27 Ver Informe de Coyuntura 2009 del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 187 Gráfico 4. Tasa de Desempleo (1998-2008) 19 17 15 13 11 9 7 5 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE. En cuanto a la calidad del empleo, los datos disponibles indican que en promedio aproximadamente un 7% de los activos se encontró en situación de subempleo en 2008; un 23,7% no estuvo registrado (no tenía aportes jubilatorios) y un 9,5% se encontró en ambas situaciones, simultáneamente. En tanto que aproximadamente un 60% tuvo empleo sin restricciones.28 Estos datos suponen un leve descenso del empleo sin restricciones, un leve aumento de la formalización del trabajo y un aumento más sensible del subempleo con respecto al año 2007. La sindicalización aumentó considerablemente en 2008, lo que confirmó la tendencia de los anteriors cuatro años. En el año 2003, los cotizantes al Congreso del PIT-CNT eran poco más de 100 mil trabajadores, en 2008 la cifra superó los 180 mil, como se muestra en el Grafico 5. En estos momentos, el PIT-CNT estima que la cantidad de afiliados supera los 320.000 trabajadores y se propuso como meta culminar el 2010 con más de 400.000 afiliados.29 Otro hecho, tal vez menor, pero que puede simbólicamente ilustrar el proceso de revitalización sindical es la inauguración de una nueva y moderna sede del PIT-CNT a principios de 2009. Este aspecto es de especial relevancia en tanto que a partir de 2006 se evidencia un cambio notorio de la tendencia 28Datos de la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística. 29 Diario “La República”, Sección POLITICA, 17/03/2009. La forma sindical en Latinoamérica 188 de la afiliación sindical, ya que durante la década del 90 tuvo una fuerte y constante caída, configurando una gran crisis de representación sindical. Gráfico 5. Afiliados Cotizantes PIT-CNT (1985-1985) 300,000 250,000 200,000 150,000 100,000 Total Públicos 50,000 Privados 0 1985 1987 1990 1993 1996 2001 2003 2006 2008 Una característica muy importante del movimiento sindical uruguayo es la capacidad de acción unificada que ha mantenido a lo largo del tiempo en distintos escenarios. En ese sentido, una seña distintiva de los trabajadores organizados uruguayos es la capacidad de articular los dos grandes sectores de trabajadores, los públicos y privados. Teniendo presente las diferentes lógicas de los sectores, es importante la capacidad de la central única de trabajadores, de agrupar a ambos sectores en un movimiento único, lo cual constituye una excepcionalidad en el mundo, con pocos casos comparables. Cabe señalar que durante la crisis del sindicalismo en la década del 90, la relación numérica entre públicos y privados se modificó, pasando los primeros a representar una cifra cercana al 70% de los afiliados al PIT-CNT. En el año 2008, en el marco de la revitalización del movimiento sindical, los trabajadores privados mejoraron su nivel de afiliación, tras lo cual, la representación porcentual en el PIT-CNT quedó 50% públicos y 50% privados. 5. Segundo gobierno del FA: Desafíos, dificultades y coyuntura (2010-2015) 5.1. Los desafíos del segundo gobierno del FA Al asumir el gobierno el Presidente José Mujica, éste debía enfrentar dos desafíos principales en materia de relaciones laborales: la oposición Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 189 de los empresarios a la ley de negociación colectiva y la inexistencia de parámetros para el ajuste salarial. La oposición de los empresarios a la ley de negociación colectiva se vio fortalecida por la respuesta del Comité de Libertad Sindical de OIT, que planteó recomendaciones al gobierno uruguayo para que modifique la normativa. A su vez, cuatro factores hacían prever que el 2010 sería un año complejo en materia de relaciones laborales. En primer lugar, el vencimiento de gran parte de los convenios colectivos del sector privado (una parte en julio y la otra en diciembre) implica que 2010 es un año de “ronda grande” de negociación en Consejos de Salarios. En segundo lugar, el 2010 es el año donde el sistema nacional de negociación colectiva -en el marco de las leyes de negociación colectiva- iba a ser efectivamente implementado, ya que las leyes fueron aprobadas al final de la legislatura pasada. En tercer lugar, como todo primer año de gobierno, el 2010 es el año de elaboración y discusión del presupuestos nacional quinquenal. Este hecho implica un año de arduas discusiones en el sector público, ya que se definen los lineamientos principales en materia de asignación presupuestal -más allá de que existan rendiciones de cuentas anuales que pueden realizar modificaciones-. En cuarto lugar, y vinculado al último punto, la discusión sobre la reforma del Estado iba a permear todo tipo de negociaciones en el sector público. Cabe recordar que la reforma del Estado, y en particular de la administración pública, fue uno de los ejes de la campaña política de José Mujica. Estos cuatro factores inciden a la hora de enfrentar los dos desafíos señalados. En este sentido, la negociación salarial en el ámbito público y la “ronda grande” en el sector privado, hacen más complicada la inexistencia de parámetros para el ajuste salarial. En tanto, la puesta en marcha del nuevo sistema de negociación, en el marco de la nueva normativa, se conjuga con una fuerte oposición de los empresarios. No obstante estas dificultades, el segundo gobierno del FA tiene a su favor una coyuntura que en materia de indicadores económicos es favorable. Durante el quinquenio 2005-2010, las variables económico-laborales presentaron un desempeño positivo, y -al parecer- los efectos de la crisis económico-financiera mundial han sido superados. Como se muestra en el Cuadro 5, el PBI uruguayo creció todos los años desde el 2004. A su vez este crecimiento supera largamente la media de crecimiento anual del PBI, incluso en 2009 -el año de mayor impacto de la crisis mundial- el Uruguay creció un 2,9%. Las estimaciones del desempeño La forma sindical en Latinoamérica 190 de la economía uruguaya en los próximos años también son favorables. A principios de 2010, las expectativas eran de un crecimiento de 4% anual, cifra que fue corregida al alza en el segundo semestre (Cuadro 8). Cuadro 5. PBI Crecimiento Anual Porcentual 2001-2010 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010* -3,4 -11 -2,2 12,3 7,5 4,3 7,5 8,5 2,9 6,0* * Valores Proyectados. Fuente: Informe de Coyuntura 2004-2005, 2005-2006 y 2009-2010 Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, Universidad de la República. Disponibles en: http://www.iecon.ccee.edu.uy El salario real aumentó en todos los años del quinquenio 2005-2010, como se muestra en el Cuadro 6. Si bien no se cumplió la meta que se había establecido de recuperar para todos los sectores de trabajadores el total del salario real perdido en el gobierno del Dr. Jorge Batlle (2000-2005), se estuvo muy cerca de dicho aumento promedial, superándolo en algunos sectores de actividad. Por otra parte, el Salario Mínimo Nacional creció de manera importante, pasando de $1.310 en 2004 a $4.150 en 2009, lo que implica que se duplicó en términos reales (Olesker, 2009). Cuadro 6. Salario Real Crecimiento Anual Porcentual 2005-2009 Año 2005 2006 2007 2008 2009 Público 5,7 3,3 5,2 3,6 6,0 Privado 4,0 5,0 4,5 3,5 8,0 General 4,6 4,4 4,8 3,5 7,3 Fuente: Instituto de Economía en base a datos del INE: Informe de Coyuntura Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, Universidad de la República. Disponible en: http://www.iecon.ccee.edu.uy Por otra parte, la tasa de desempleo ha descendido año a año desde 2004, como se muestra en el Gráfico 4. En 2009, el promedio anual fue de 7,3% y alcanzó la cifra record de 6,2% en agosto de 2010, para la totalidad del país (dato mensual). No obstante la caída promedial de la tasa de desempleo, no se ha revertido el diferencial negativo de algunos sectores. Principalmente, los más afectados son las mujeres, las cuales presentan una tasa de desempleo sensiblemente mayor a la de los hombres, y las Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 191 personas menores de 25 años, los cuales presentan una tasa de desempleo mayor que otros cohortes de edad, como se muestra en el Gráfico 6. Gráfico 6. Desempleo por sexo y edad (III trimestre 2010). 30% 25% 20% 15% hombres Mujeres 10% 5% 0% Menores de 25 Mayores de 25 Fuente: INE Cuadro 7. Estimación de evolución de PBI, empleo y salario real 2011-2014. 2011 2012 2013 2014 PBI (var. Real anual) 4,2% 4,0% 4,0% 4,0% Empleo (var. Personal) 1,4% 1,3% 1,3% 1,3% Salario real 2,8% 2,6% 2,6% 2,6% Fuente: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social Por tanto, a la hora de enfrentar la oposición de los empresarios a las reglas de juego y la inexistencia de parámetros para ajustar los salarios, el 2010 presentaba, por un lado, algunos factores que hacían prever un año complejo en materia de relaciones laborales, pero, por otro, una coyuntura económica favorable. Con este contexto, analizaremos las primeras acciones del gobierno para enfrentar los desafíos principales que planteamos. 5.2. Las propuestas del gobierno ante los dos desafíos Al momento de iniciar la ronda de Consejos de Salarios en 2010, la OIT respondió a la denuncia presentada por los empresarios sobre la ley de negociación colectiva. Los empresarios consideraban que las normas aprobadas son violatorias de los convenios 98 y 154. La respuesta de OIT supuso la presentación de recomendaciones al gobierno uruguayo para que 192 La forma sindical en Latinoamérica realice modificaciones a la normativa. Ante esto, el gobierno convocó una comisión tripartita (gobierno, trabajadores y empresarios) para analizar modificaciones a la ley de negociación colectiva. Se propuso que dicha comisión trabajara independientemente del ámbito de negociación de los Consejos de Salarios. En ese sentido, la estrategia del gobierno es enfrentar por separado, en “arenas” distintas, los dos desafíos, para minimizar la retroalimentación del potencial conflictivo de cada uno de ellos. Por otra parte, ante el desafío planteado ante la inexistencia de parámetros de ajuste salarial, el gobierno planteó la elaboración de un índice compuesto, con un componente de ajuste por inflación, un componente de ajuste real (macro y sectorial), correctivos y cláusulas de salvaguarda. A su vez, propuso la firma de convenios de larga duración, de tres a cinco años. Las propuestas del gobierno para enfrentar los dos desafíos que estaban planteados en 2010, claramente apuntan a transitar hacia un esquema de concertación. Por un lado, la creación de la comisión tripartita para analizar modificaciones a las leyes de negociación colectiva, suponen la propuesta de solidificar el pacto tripartito más importante: el acuerdo sobre las reglas de juego. Por el otro, la propuesta de creación de un índice para el ajuste salarial, así como la intención de realizar acuerdos de larga duración, también implican una apuesta por la concertación. Si finalmente se llega a un consenso acerca de un parámetro para ajustar los salarios, la discusión salarial se convertiría en una cuestión esencialmente técnica. La discusión principal pasaría a ser acerca de las fuentes de información para la elaboración del índice. El análisis de los convenios colectivos firmados, así como las resoluciones de la comisión sobre las modificaciones a la ley, serán centrales para conocer si efectivamente el Uruguay transita a un esquema de concertación. Ante el sindicalismo, luego de cinco años de integración en el modelo regulado y participativo de rrll, está planteado un tema clásico que formula Richard Hyman (1989: 217) y que recoge Jorge Notaro (2010: 33) en un trabajo reciente: “el análisis sobre cuanto pueden ganar en las relaciones de producción las organizaciones sindicales, presionando o concertando con el Estado en la sociedad capitalista.; la situación se repite a principios del siglo XXI en Brasil con el gobierno del PT y la CUT, en Argentina con el gobierno peronista y la CGT y en Uruguay con el gobierno del FA y el PITCNT. Se trata de analizar la relación entre medidas de lucha y resultados económicos en términos de salarios y empleo, así como entre estas y los resultados políticos en términos de cambios en las relaciones de poder”. Luis Alberto Senatore Camerota y Gustavo Mendez Barbato 193 6. Conclusiones A lo largo del período considerado, signado por la unificación sindical (1966) y la fundación del FA (1971) y hasta el presente, constatamos que entre el FA y el sindicalismo existe una fuerte interconexión directriz; un alto grado de sintonía programática; y hay también una importante coincidencia táctica. En los tres aspectos se verifican cambios, especialmente notorios a partir de los años noventa, que replantean la histórica “hermandad” existente entre sindicatos e izquierda, reforzando las autonomías mutuas, pero sin cuestionarla. En los últimos años de la dictadura (1973-1985) en el proceso de la transición a la democracia, los sindicatos reorganizados se transformaron en el canal legítimo de las demandas del conjunto de la sociedad (rebasando los límites estrictamente clasistas). Se desarrolló un sindicalismo del tipo confrontacionista (Valenzuela, 1983) con una “nueva” dirigencia que junto a los militantes partidarios de los grupos políticos ilegalizados, encontraron en la acción sindical el único canal para la lucha política democrática. En la década del 90, sindicalismo y FA se erigieron como opositores a las políticas de liberalización de la economía. La política de relaciones laborales del período 1992-2004 puede caracterizarse en base a los conceptos de desregulación y flexibilización laboral, en un contexto de fuerte predominio de las concepciones liberales, fomentadas por los organismos financieros internacionales, que propugnaban la reducción del Estado y el consecuente traspaso de atribuciones al mercado. En este período el sindicalismo se vio fuertemente debilitado, a raíz de la supresión de la negociación colectiva al dejar de convocarse los consejos de salarios. Este debilitamiento se tradujo en una caída constante de la afiliación sindical. Con la llegada del FA al gobierno y la realización de importantes cambios en la regulación de las relaciones laborales, dotando de mayores incentivos a la afiliación sindical, el PIT-CNT procesó una suerte de revitalización, aumentando cuantitativamente su afiliación, y fortaleciendo su organización. Los mayores incentivos se explican por la mayor protección legal a la actividad sindical, y por la reinstalación de la negociación colectiva. El primer gobierno del FA supuso la consolidación e institucionalización de la negociación colectiva orientada a la conformación de un sistema de concertación salarial entre empresarios, trabajadores y Estado. Desde el punto de vista de la estrategia sindical, si manejamos las y clásicas categorías de Alain Touraine (1987), se puede afirmar que en el período desregulador prevaleció una lógica de oposición, en tanto con la consolidación de un modelo regulador y participativo en las rrll prevalece una lógica de integración. 194 La forma sindical en Latinoamérica Finalmente, la realización de pactos tripartitos, clásicos de los modelos neocorporativos (concertación), no está sólidamente construida a pesar de que existieron altos niveles de acuerdos por consenso en las rondas de consejos de salarios en el período 2005-2010. Por lo tanto la evolución presente del sistema de relaciones laborales será clave para definir si Uruguay se dirige realmente hacia un esquema de concertación salarial. En este marco, el sindicalismo realiza un balance de la relación entre medidas de lucha y resultados económicos en términos de salarios y empleo, así como entre estas y los resultados políticos en términos de cambios en las relaciones de poder. De la evaluación de estos resultados dependerá en mucho el tipo de acción colectiva a desarrollar en el futuro. Bibliografía Aguiar, Cesar (1984) “Elecciones y partidos”. En: Uruguay Hoy, CIEDUR, Montevideo. Audelo Cruz, Jorge Mario (2005) “Sobre el concepto de corporativismo: una revisión en el contexto mexicano actual”. En: David Cienfuegos Salgado y Miguel Alejandro López Olvera, coordinadores, Estudios en homenaje a Don Jorge Fernández Ruiz, Derecho Constitucional y Política. 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Doctorando en Sociología, Universidad Alberto Hurtado, [email protected] Presentación El propósito de este artículo es entregar algunas reflexiones sobre la situación del sindicalismo en Chile, destacando una serie de movilizaciones observadas en los últimos años. Lo que ha tenido lugar en nuestro país es un ciclo de protestas que ha permitido a dicho actor recuperar su protagonismo social, mostrando interesantes estrategias. Al mismo tiempo, ha conllevado un replanteamiento de las orientaciones que había seguido desde el “retorno a la democracia”, que lo habían situado en una posición más bien moderada. La importancia de este período va más allá del sindicalismo, pues los hechos ocurridos han despertado el interés de investigadores por examinar estos temas, situación que, siendo aún muy acotada, permite visualizar el surgimiento de nuevos estudios en este campo. Para dar cuenta de nuestros propósitos vamos a exponer, en primer lugar, de manera sucinta, el recorrido reciente del sindicalismo en Chile, tratando de proveer elementos que faciliten el análisis de los actuales procesos. Asimismo, nos interesa en este apartado vincular nuestra perspectiva de análisis con estudios que se realizan en América Latina y que contribuyen a repensar estos tópicos. En segundo lugar, nos centraremos en algunas experiencias sindicales, tratando de identificar sus aspectos más destacados. Finalmente, en las conclusiones, se procurará mostrar los desafíos que estos hechos plantean a los estudios sindicales y al actor sindical. Con este texto nos hemos planteado aportar al debate, abrir la discusión, sin embargo, los temas pueden ser objeto de una indagación más minuciosa. En ese sentido, es conveniente considerar que para captar de 198 La forma sindical en Latinoamérica mejor modo procesos que son dinámicos y complejos, los estudios sindicales deben innovar en sus perspectivas teóricas y metodológicas. Es necesario reconocer este elemento para dar pasos consistentes en dicho terreno. Trayectoria y orientaciones del sindicalismo Los estudios sindicales en Chile han considerado diferentes temáticas: los procesos políticos y económicos que le han afectado, los cambios en el mercado laboral, su fuerza como movimiento social, su evolución cuantitativa, la situación por sectores laborales, los indicadores de conflictividad, sus modalidades de acción, etc. En los 80, ochenta los procesos asociados a las dictaduras militares fueron focos privilegiados de atención. En esos años, el sindicalismo jugó un papel importante en la lucha contra el régimen militar, tal como sucedió en diferentes países de la región, por lo que su función política fue muy valorada. La investigación sobre “la demanda democrática” de los trabajadores y los cambios en la acción sindical, por citar dos tópicos, fueron muy influyentes no sólo a nivel nacional, sino también en Latinoamérica (Campero, Valenzuela, 1984; Barrera, 1984; Frías, 1989). En aquellos años, se planteaba que este actor pasaba desde una posición anticapitalista a una de tipo antiautoritaria (Ruiz Tagle, 1985). Las investigaciones referidas a la reducción cuantitativa de la clase obrera, que se relacionaba con los cambios estructurales ocurridos en ese período y no sólo a las acciones represivas del régimen militar, adquieren relevancia. Es decir, se coloca atención a las nuevas tendencias productivas y ocupacionales, la disminución de la actividad industrial y la construcción, el auge del sector servicios, entre otros aspectos, que condujeron a plantear la necesidad de nuevas estrategias por parte del movimiento sindical. Entre ellas, funcionar sobre la base de alianzas (Martínez, Tironi, 1983). Al mismo tiempo, se sostenía que las orientaciones de la acción sindical requerían repensar lo que se denominó las dimensiones política, ideológica, estructural y organizacional de la crisis sindical (Campero, Valenzuela, 1984). Esto es, la relación con el Estado y los partidos políticos, su discurso, su base material de apoyo, su grado de unidad, la relación entre las bases y la directiva sindical. En este marco, el sindicalismo se sumó a las luchas por la democratización de la sociedad chilena, lo que implicó nuevas articulaciones internas y con otros actores políticos y sociales. Posteriormente, en los 90, varios autores analizaron la estrategia de la concertación social que el sindicalizmo utilizó a través de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), su organización más importante a nivel nacional. La mayoría de ellos coincide en señalar que en la perspectiva de aportar al desarrollo político y económico del país esa posición resultaba más adecuada que la confrontación. Esta nueva disposición implicaba Antonio Aravena Carrasco 199 abandonar demandas históricas, asumir mayor disposición al diálogo (sobre la base de criterios “técnicos”), entendiendo que ese era el aporte del sindicalismo al fortalecimiento de la democracia (Aravena, 2000). En los hechos, esto conllevó la aceptación del modelo económico, restringiendo su acción y fuerza como colectivo (Drake, Paul, 2003). Sin embargo, con el correr de los años surgieron cuestionamientos a esta práctica, especialmente porque los resultados obtenidos no respondieron a las expectativas de los trabajadores, lo que constituye un elemento a considerar a la hora de pensar estrategias sindicales en la actualidad. Paralelamente, los estudios sobre el sindicalismo comenzaron a decaer, dejando de constituir una preocupación central. Los estudios muestran que el nuevo escenario político, económico y socio-cultural ubica a este actor en una situación de “crisis”. Esto, tanto en Chile como en América Latina. Los cambios acaecidos en la sociedad tienen un profundo impacto por cuanto su desarrollo y consolidación se dio en el marco de un régimen político democrático y en una forma de crecimiento económico basada en la industria, con una activa presencia del Estado y una valoración del sindicalismo en la negociación de intereses colectivos. Por esta razón, Zapata (1993, 2003) sostiene que la crisis del sindicalismo puede ser entendida en un contexto histórico, considerando la desarticulación de los marcos institucionales que habían prevalecido en los regímenes populistas y la política de industrialización por sustitución de importaciones. Y en ese sentido, se puede afirmar que la crisis no es sólo del sindicalismo, sino que de las sociedades en general. La idea de “crisis sindical” volvió a instalarse con fuerza en Chile hacia fines de los 90. Tal como sucede en la región, hay elementos que se utilizan para caracterizarla, como la ausencia de proyectos nacionales, las tendencias hacia la fragmentación, la disminución de las tasas de sindicalización, los menores logros en materia de negociación colectiva, etc. Al mismo tiempo, hay algunas situaciones más específicas que cabe considerar, entre ellas, la disminución de la afiliación sindical en los sindicatos de empresa, que son los que, de acuerdo a la ley laboral, tienen derecho a negociar. Esto, asociado a la modernización y descentralización productiva y el incremento de la subcontratación, reforzó la idea de crisis, no sólo en el mundo político o en los medios de comunicación, sino también entre los propios dirigentes sindicales. Circunscrita la negociación colectiva a nivel de la empresa el poder sindical se veía fuertemente afectado, lo que originó debates sobre el modelo de acción más eficaz para responder a los cambios económicos y productivos que habían tenido lugar en el país. La crisis también se vinculaba a la debilidad de la CUT. En ese momento, se destacaba la disminución de la afiliación sindical (que afectaba indudablemente su representatividad), la falta de renovación de los 200 La forma sindical en Latinoamérica cuadros sindicales, la intervención del gobierno y los partidos políticos, la insuficiente democracia en sus mecanismos y procedimientos, las rencillas internas (que tuvieron varios momentos complejos, como algunos vividos en procesos eleccionarios), la lejanía con los nuevos problemas de los trabajadores y la sociedad en general. A esto se agregan las escisiones que han ocurrido en la central y que derivaron en el surgimiento de la Central Autónoma de Trabajadores (CAT) y la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), con menor presencia en el mundo sindical, pero que dan cuenta de los problemas antes señalados. Asimismo, hay que recordar que se vio profundamente afectado por lo ocurrido durante el régimen militar. En ese período no sólo se prohibió la actividad sindical, sino que sus dirigentes fueron perseguidos, y muchos de ellos asesinados, produciéndose el quiebre de esta cultura colectiva. De la misma manera, el funcionamiento clandestino condujo a formas de trabajo muy particulares, con considerable protagonismo de sus líderes, dependencia del financiamiento externo, entre otros aspectos, que no se modificaron una vez derrotada la dictadura y que siguen siendo cuestiones importantes de atender (Rojas, Aravena, 1999). Hay quienes sostienen, en relación a estas discusiones, que pese a perder fuerza y capacidad para representar a los trabajadores, la crisis no puede ser catalogada de “terminal”. Más bien el sindicalismo estaría sufriendo las consecuencias de un proceso adaptativo frente a condiciones políticas, económicas y sociales nuevas y diferentes a las que permitieron su fortalecimiento. La crisis no estaría relacionada con el rol corporativo de los sindicatos, hacia adentro de las empresas, sino más bien con el rol sociopolítico que está radicado en la CUT y que aparentemente no está siendo disputado por este sindicalismo corporativo que, de alguna manera, delega en la CUT esas responsabilidades (Espinoza, 1997). Este punto de vista, que consideramos una incitación a la reflexión y al análisis, es coincidente con diagnósticos efectuados en Latinoamérica, donde se muestra que hoy estaría en crisis un determinado tipo de sindicalismo, el denominado “sindicalismo de masas”, no así su existencia más general. Por otra parte, se ha sostenido que está en juego la revisión del modelo de acción histórico del sindicalismo, que experimentaría cambios para insertarse en las nuevas condiciones sociales, económicas, tecnológicas e institucionales (Campero, 2000). La situación del sindicalismo y particularmente su estado de crisis deberan ser examinados con precaución. Si bien se encuentra en un estado de debilidad si se compara con su rol histórico, el sindicalismo ha desplegado algunas acciones que permiten complejizar ese diagnóstico. A fines de los años 90, por ejemplo, cesantes y trabajadores eventuales organizaron sindicatos en diferentes regiones del país, pese a que se encontraban en condiciones de gran marginalidad y exclusión socio-laboral. También cabe Antonio Aravena Carrasco 201 consignar los interesantes niveles de organización mostrados por los trabajadores subcontratistas en la minería, trabajadores forestales y en algunos sindicatos de empresas transnacionales que, en nuestra opinión, no han sido suficientemente considerados en los análisis por la mayor atención que ha concentrado la crisis. En varios sectores sindicales es distintivo el uso de nuevas tecnologías de información, la generación de alianzas y redes de apoyo político y social, la presencia de jóvenes y mujeres en diferentes actividades (esto es especialmente claro en el comercio y servicios, o en el caso de los call center, últimamente); lo que está abriendo el debate sobre un conjunto de temas y problemas, como son los referidos a maternidad, discriminación de género, el conflicto entre trabajador y clientes (y no sólo entre trabajador y empresa), las expectativas laborales y el sentido del trabajo, las enfermedades profesionales, las nuevas formas de acción a nivel individual y colectivo, etc. Es decir, temas que generan el desafío de observar las diversas expresiones del sindicalismo, sin ocuparnos sólo de lo que ocurre en las centrales sindicales. Al comenzar el siglo XXI es importante avanzar en una sociología del sindicalismo que contribuya a pensar la situación y perspectivas de este actor. Los diagnósticos existentes son reducidos, se concentran en las grandes estructuras o en algunas experiencias puntuales. Hasta la década de los 80, hubo variados estudios en este sentido, pero en los años 90, el interés de los investigadores decayó. En cierta medida, esto se debe al diagnóstico de crisis sindical, así como a la emergencia de otros temas que convocaron a los estudiosos del trabajo, como las reestructuraciones productivas o el seguimiento a la empresa como actor económico, político y social. Además, los pocos estudios han centrado su atención preferentemente en las tácticas defensivas del sindicalismo, sin observar los cambios que se han producido en sus formas de acción. Avanzar en ese sentido, develando algunos de esos cambios, es el propósito de este texto. Ello bajo el supuesto de que el sindicalismo en Chile presenta nuevas características, sufre un proceso de recomposición, buscando un espacio en la sociedad global actual y no simplemente desvaneciéndose. En esta dirección, nos parecen muy sugerentes los aportes de diferentes investigadores en América Latina, que han advertido sobre las orientaciones y desafíos de los estudios sindicales. Por ejemplo, concordamos con Leyva y Rodríguez cuando sostienen: “Así pues, el sindicalismo tiene vida propia y nuevamente nos muestra sus recomposiciones en función de las nuevas realidades productivas y políticas. El reto para el análisis sindical es valorar esta condición antes que atribuirles por anticipado sentidos a sus comportamientos. Hay que reconocer la legitimidad del conocimiento y la experiencia de los propios agentes sindicales que no sólo se niegan a sobrevivir, sino que su 202 La forma sindical en Latinoamérica insistencia en la reproducción de la sociedad indica que son agentes que entienden y controlan su vida en tensión con las estructuras económicas y políticas y, ahora, también en tensión con planteamientos teóricos y configuraciones ideológicas que predicen su falta de sentido necesario y hasta su extinción” (Leyva y Rodríguez, 2006, pág. 172). Según De la Garza el contenido del concepto sindicato ha estado muy relacionado con “la extensión de la actividad industrial, la forma de llevarla a cabo, la estructura del mercado del trabajo, la distribución por ramas y ocupaciones en la economía, la estructura organizacional de dichos sindicatos, las ideologías dominantes, las demandas y formas de lucha de estas organizaciones, y el tipo de relaciones entre sindicatos, partidos, empresas y Estados” (De la Garza, s/f). Esto permite entender que el sindicato fuera definido como una organización que promueve la cooperación entre los trabajadores, posibilita enfrentar las fuerzas del capitalismo o los intentos de distinto tipo por dividirlos, facilita el desarrollo de la conciencia e identidad sindical y/o permite el control del puesto de trabajo (Zapata, 2003). Todos aspectos que se deben mirar en un contexto de transformaciones, abriéndose nuevamente la pregunta por lo que ocurre con la organización sindical. Algunos antecedentes históricos ayudan a entender mejor los cambios en la visión de los sindicatos. Se sabe que su recorrido ofrece múltiples matices y giros en sus orientaciones. Antes que se constituyeran los sindicatos “legales” a inicios del siglo XX hubo otras formas de organización, como las mutuales, que estaban centradas en la solidaridad, la ayuda mutua y la defensa de su oficio (más que en la relación salarial), y sus formas de lucha eran las huelgas de hecho, pues no había una legislación que las regulara. Estas organizaciones tenían una estructura muy simple, con un sistema de democracia asamblearia y control directo de las bases sobre los dirigentes. A la vez, fueron testigos del surgimiento de las formas de producción capitalistas, en un contexto de gran exclusión social. Posteriormente, en una fase de mayor institucionalización, los sindicatos pasaron a ser actores fundamentales en el nuevo modelo de desarrollo, lo que se acompañó de un crecimiento de sus organizaciones. Esto se observó también en las sociedades mutuales (o de socorros mutuos) que fueron los instrumentos utilizados por los trabajadores para plantear sus demandas. Según Alan Angell las mutuales tuvieron un importante desarrollo desde fines del siglo XIX hasta inicios del siglo XX, pasando de 13 en 1870 a 39 en 1880 y a 600 en 1924, con 90 mil miembros, sin considerar las sociedades sin reconocimiento oficial (Angel, 1972). Ellas serían el precedente de las sociedades de resistencia (organizadas por oficio, y que privilegiaban el enfrentamiento directo con los empresarios) y las mancomunales (que tenían una base territorial, y el propósito de la defensa social y la educación popular), donde el componente político Antonio Aravena Carrasco 203 e ideológico era más importante. Estas formas de expresión cambiaron décadas después cuando aparece el sindicato “legalizado”, que participa de un arreglo institucional que les entrega ciertos beneficios a los trabajadores, pero que circunscribe su acción a normas y procedimientos. Este es el momento en que las centrales, federaciones y confederaciones adquieren también mayor realce, proceso que se produce paralelamente al aumento de las asociaciones de funcionarios del Estado. Entonces, desde una concepción que ve a los sindicatos como actores centrales de la sociedad, y por lo tanto como “sindicatos fuertes”, se ha pasado en las últimas décadas a una visión que recalca su debilidad; aunque han surgido igualmente posiciones intermedias que destacan la presencia e influencia que éstos continúan exhibiendo. Nuestra posición se acerca a esta última, en el sentido de que no hacemos nuestra observación atribuyendo al sindicalismo una potencialidad política inherente o consustancial ni lo vemos sólo como una institución centrada en su función económica. Creemos que desarrolla acciones de distinto tipo, que contribuyen a dar forma a su propia existencia, aun cuando está condicionado también por diversos factores que deben ser evaluados a partir del trabajo empírico. El diagnóstico de De la Garza nos parece muy acertado en relación a nuestros propósitos: “La crisis actual del sindicalismo es una realidad, sin embargo habría que preguntarnos si cada uno de los períodos analizados no implicó la crisis de la forma sindical precedente (Lipset, 1986): del sindicato de resistencia inicial, del sindicato como fuerza política, el de negociación en el sistema de relaciones institucionales (…) En el período actual este sindicato no puede aspirar a incrementar simplemente las condiciones de vida o trabajo por presión en el Estado o a través de la negociación colectiva porque el sistema de relaciones industriales ha cambiado, así como el Estado en que encontraba apoyo en términos de política económica y laboral (…) ¿Lo anterior significa el fin de la forma sindicato como tal?”. Esta pregunta indica la vigencia del rol histórico jugado por el sindicato, aunque se advierten modificaciones en su sentido. Por esta misma razón, el autor agrega: “Sin embargo, la globalización no ha traído la prosperidad homogénea del mundo, por el contrario los estándares laborales han ido hacia la baja aun en países desarrollados; tampoco las crisis económicas y financieras han sido abolidas con el libre mercado, por ende el problema del desempleo sigue latente. Teóricamente la tesis del conflicto estructurado no ha sido rebatida y la concepción de desarticulación de mundos de vida ignora que tampoco en el pasado existió una sociedad totalmente articulada (…)”(De la Garza, s/f). 204 La forma sindical en Latinoamérica Resurgimiento de la actividad sindical El recorrido del sindicalismo en Chile está vinculado a la implementación del modelo de desarrollo neoliberal que, como se sabe, se comenzó a implementar en el curso de una feroz dictadura. En este marco, se produce una descentralización de la actividad productiva, cambios en los mercados laborales, incorporación de la fuerza de trabajo femenina, entre otros aspectos, que inciden en su poder y capacidades históricas. Si se aprecia lo que ocurre con los procesos de subcontratación, por ejemplo, destaca su mayor incidencia y el deterioro que implican en las condiciones laborales y los derechos colectivos. Llama la atención que la subcontratación no se utiliza sólo en actividades anexas, sino también en la actividad económica principal de las empresas. Así, la encuesta laboral ENCLA de 2008 muestra que el 31,6% de las empresas subcontrataba en este tipo de actividad (Dirección del Trabajo, 2009, a). A la vez, los cambios en la organización y gestión empresarial que se producen en los 80 y 90 propician un mayor involucramiento de los trabajadores con la empresa, afectando de ese modo la identidad sindical. Por otra parte, es importante considerar lo ocurrido durante la transición a la democracia. Esta etapa no implicó cambios importantes en el modelo de desarrollo, por lo que se mantienen condiciones de precariedad en el trabajo y en el ámbito de las relaciones laborales (Aravena, 2009). Asimismo, este actor perdió progresivamente incidencia política, quedando relegado a un segundo plano en las decisiones de interés nacional. No es de extrañar, entonces, que continúe vigente un marco legal que restringe la actividad sindical. Podemos mencionar dos ejemplos al respecto: por una parte, la negociación colectiva sigue circunscrita al ámbito de la empresa (una reforma ya aprobada permite la negociación interempresa, pero siempre que ambas partes estén de acuerdo, lo que rara vez sucede); por otra, existe la posibilidad de reemplazar trabajadores en huelga, lo que hace ineficaz este instrumento. A esto se suma una cultura antisindical muy extendida en el país, que se expresa en conductas desleales de distinto tipo. En la práctica, el ejercicio sindical, particularmente en el sector privado, es una tarea muy complicada, que expone a los dirigentes y trabajadores a costos muy elevados, que pueden incluir el despido tras su participación en una huelga. Esto, entre otras cosas, por la existencia del artículo 161 en el Código del Trabajo, que permite el “despido por necesidad de la empresa”. Si bien en los primeros años de los 90, el sindicalismo, a través de la CUT, participó de la estrategia de la concertación social, dialogando con el gobierno y los representantes del empresariado, paulatinamente fue asumiendo un papel más crítico, reconociendo las limitaciones que tenía y la falta de soluciones a sus exigencias. De tal modo, se comenzaron a Antonio Aravena Carrasco 205 demandar cambios estructurales en el modelo de desarrollo, la calidad de la democracia y los derechos laborales y sindicales (aunque los resultados fueron débiles). El cambio de posición de la central se aprecia en la primera protesta social del 2003 y el apoyo a movilizaciones y conflictos sindicales en diferentes regiones y sectores de la economía. Pese a estas acciones, los problemas orgánicos y las disputas internas en la central han sido un factor que le ha restado fuerza a sus acciones. Si nos centramos en el sector privado vemos una situación compleja. Existen procesos de reestructuración social y laboral, nuevas dinámicas de exclusión social, otras figuras de trabajadores, como el de celulosa o el de los call center. A la vez, como decíamos antes, los trabajadores están expuestos a una desprotección legal en los procesos de negociación, lo que explica que persista el sentimiento de “miedo a perder el empleo”. En cuanto a indicadores como sindicalización, negociación colectiva y huelgas, en los 90 mostraron progresivamente baja significación, experimentando una recuperación en los últimos años. La afiliación sindical, por ejemplo, pasó de 724.065 trabajadores en 1992, a 595.495 en 2000, a 724.606 en 2007, y a 837.055 en 2009; esta última cifra representa el 12,5% de la fuerza de trabajo ocupada y el 20,3% de los trabajadores asalariados. La negociación colectiva, por su parte, ha tenido el siguiente comportamiento: en 1993, eran 255.226 trabajadores involucrados en instrumentos colectivos (contratos y convenios), cifra que llega a 232.667 en 2007 y 227.282 en 2009; esto representa el 9,1%, 6,1% y 5,9%, respectivamente, considerando la fuerza de trabajo asalariada en el sector privado. En cuanto a las huelgas, en 1991 se efectuaron 219, con 45.910 trabajadores involucrados, pasando a 146 en 2007, involucrando a 17.294 trabajadores, y 171 en 2009, con 21.915 involucrados (Dirección del Trabajo, 2009, b). Por estas mismas razones han sido muy sugerentes y llamativas las experiencias sindicales ocurridas en el último tiempo. Entre 2006 y 2008, se desarrollaron una serie de movilizaciones, muy masivas, que revitalizaron la actividad sindical y la instalaron nuevamente en la agenda social y en los medios de comunicación. Antes y después de este período, se observan también episodios relevantes, aunque los cambios registrados en este ciclo han tenido un impacto simbólico especialmente significativo. Varios casos se ubican en sectores estratégicos del modelo económico chileno, mientras que otros responden a procesos más particulares. En ellos se observa que los trabajadores generan estrategias para superar las dificultades, creando nuevas coordinaciones sindicales, enfrentando a empresas que tienen un poder económico y político inmensamente superior. Además, son conflictos que se dieron en un contexto político más propicio para las demandas sindicales. No todas las experiencias fueron exitosas para los trabajadores, sin embargo, significaron un aprendizaje que bien podría ser utilizado en el futuro. 206 La forma sindical en Latinoamérica Dinámicas sindicales en la minería, el sector forestal y la agricultura Los trabajadores subcontratados de la Corporación de Desarrollo del Cobre (CODELCO) llevaron a cabo una huelga muy intensa entre junio y julio del 2007, aunque en los años previos se habían visto involucrados en acciones similares. Se trata de un sector que exhibe elevados grados de conflictividad, que se ha apropiado de la cultura sindical minera y que ha venido desplegando un intenso trabajo, que llevó a la creación de organizaciones en los diferentes yacimientos. Un lugar especial en ese sentido ocupa la fundación de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), que representa a los trabajadores de las diferentes divisiones de esta empresa estatal (ubicadas desde la segunda a la sexta región del país). Este movimiento sacudió el escenario nacional, desafiando a la institucionalidad y el ordenamiento político. En un reciente estudio, Núñez (2009) entrega un minucioso análisis de lo ocurrido. La huelga se extendió por 37 días y comprendió las cinco divisiones de la empresa. Las precarias condiciones laborales y salariales son elementos que inciden en las movilizaciones. Sin embargo, según el autor, es necesario considerar otros elementos como la historia sindical en la minería, la coyuntura económica del 2007 (bonanza del precio del cobre) y el contexto político. Cabe señalar también el lugar estratégico de la minería en Chile, así como la magnitud del trabajo subcontratado que sólo en actividades operacionales superaba los 25 mil trabajadores, mucho más que los 18 mil contratados directamente por CODELCO. Además, se debe recordar que en agosto de 2006 los mineros de la empresa Escondida, en la segunda región, realizaron una huelga que se prolongó por casi un mes. Las reivindicaciones salariales y la demanda de un bono por los elevados precios del cobre fueron aspectos muy conocidos. De igual forma, la estrategia implementada por el sindicato de trabajadores N°1, que declaró la huelga, se distinguió por el alto nivel de planificación, la participación de asesores, el acceso y producción de información, el apoyo de las familias mineras, las acciones masivas, con apreciables grados de conciencia (Zapata, 2010). La huelga de los subcontratados pasó por diferentes momentos, pero en general se caracterizó por su masividad, la actitud decidida y combativa de los trabajadores, y la conjugación de acciones muy diversas que incluyeron tomas de carreteras, paralización de faenas, marchas, bloqueo de accesos a las minas, protestas pacíficas, ocupación de calles y plazas, ocupación de edificios corporativos, acciones de sabotaje, carta abierta, entre otras. Los subcontratados proponen una nueva forma de hacer sindicalismo, con participación de las bases, sentido de pertenencia de clase, rescatando elementos de la historia sindical como el desarrollo de prensa obrera, pero Antonio Aravena Carrasco 207 incorporando las herramientas tecnológicas hoy disponibles. El evento de mayor notoriedad e impacto mediático fue, de todas formas, el incendio de varios buses de CODELCO en el mineral de El Teniente. El conflicto concluye con logros importantes para los trabajadores. Se forzó una negociación interempresa donde la CTC, organización sectorial de los trabajadores, tuvo un papel fundamental, siendo reconocida en dichas negociaciones. Se obtuvieron diversos beneficios económicos y sociales, entre ellos, un bono de productividad (por el alto precio del cobre), situación sin precedente en trabajadores del subcontrato. Generaron alianzas con actores políticos, sociales y sindicales, y con la iglesia (que cumplió un papel clave en la solución de la huelga). La experiencia mostró que la acción sindical podía conducir a resultados favorables, lo que sin duda influyó en movilizaciones registradas posteriormente. De la misma forma, los trabajadores visibilizaron temas de interés nacional, como la aplicación de la ley de subcontratación y los convenios internacionales de la OIT, así como la nacionalización del cobre, que seguramente será un tema de debate en los próximos años. La huelga forestal se desarrolla entre marzo y mayo de 2007 en Forestal Arauco, empresa que pertenece al holding COPEC, y que ha experimentado un sostenido crecimiento en los últimos años. Uno de los elementos que la provocan es el contraste que observan los trabajadores entre las elevadas utilidades de la empresa y sus precarias condiciones salariales, así como la situación de pobreza de los habitantes de la provincia de Arauco, en el sur de Chile (Ruminot, 2009). Esto quedó expresado en el petitorio de 23 puntos que presentó la recién creada Unión de Sindicatos Forestales (USINFA), donde los aspectos económicos constituían un elemento central. Cabe decir que la unión de los sindicatos responde a un proceso que se había comenzado a gestar en los años previos y que se sostenía en la convicción de sus dirigentes de que la unidad amplia de los trabajadores forestales era clave para lograr mejoras significativas en sus condiciones salariales y laborales. Después de estar circunscrito al ámbito regional, el conflicto repercute a nivel nacional debido a un hecho lamentable: la muerte del obrero forestal Rodrigo Cisternas durante una jornada de protesta que congregó a cerca de 6 mil personas. Este hecho, informado por los medios de comunicación, influyó en su trayectoria y desenlace. Mientras los trabajadores se fortalecían, lograban ampliar sus alianzas y las bases mostraban disposición para mantener la paralización, la empresa sentía la presión política y social; incluyendo la de la iglesia católica que se hizo parte del conflicto, tal como ocurrió en el caso minero. Todo esto, que comprendió duros enfrentamientos con carabineros, ocupación de las instalaciones de la empresa, marchas, entre otras manifestaciones, finalmente concluye con una negociación inter 208 La forma sindical en Latinoamérica empresa, donde se alcanza casi la totalidad de los puntos solicitados por la USINFA (Ruminot, 2009). En el caso de los trabajadores asalariados agrícolas, también se han registrado conflictos importantes, como los desarrollados entre fines de 2007 e inicios de 2008 por los temporeros del Valle de Copiapó (tercera región), de la Provincia del Limarí (cuarta región), del Valle de Aconcagua (quinta región) y del Valle del Cachapoal (sexta región). Este es un sector estratégico en la economía chilena, donde han prevalecido históricamente condiciones muy precarias de trabajo, con una creciente participación de mujeres y niños. Los trabajadores tienen muchas dificultades para organizarse y en los hechos ven muy limitada su intervención en procesos de negociación. En ese marco, es sorprendente lo ocurrido con los llamados “temporeros” o “temporeras”, que se han agrupado en organizaciones de distinto tipo, algunas históricas y otras nacidas al calor de los conflictos, luchando por mejores salarios y un trato digno, evitar los abusos de las empresas contratistas, denunciar el incumplimiento de la ley, reclamando un rol más activo y protector de parte del gobierno. Los temporeros de Copiapó se vieron involucrados en un conflicto en diciembre de 2007 que incluyó a más de tres mil trabajadores. Constituyeron el Sindicato de Trabajadores Temporales y Eventuales y se coordinaron con la CUT, la Confederación Nacional Sindical Campesina y del Agro (Ranquil), la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) y otras organizaciones (sindicatos, agrupaciones de mujeres, cooperativas), para demandar el mejoramiento de sus condiciones laborales y un salario de 250 mil pesos, propuesto como “salario ético” por la iglesia meses antes. Cabe destacar que los trabajadores lograron desarrollar una negociación por rama, con las empresas mandantes, saltándose a las contratistas. A la vez, constituyeron una mesa de diálogo del sector, conformada por empresarios, trabajadores y gobierno, donde se acordó el salario solicitado, entre otros aspectos. No todos los acuerdos se respetaron, lo que motivó nuevas movilizaciones en enero del 2008, donde se registró una fuerte represión policial. No obstante, se ha valorado la aparición de un actor que ha mostrado capacidad de organización, movilización y propuesta, y que ha posicionado el tema de la desprotección laboral en el trabajo de temporada agrícola, ha visibilizado las contradicciones entre el éxito de la industria y las magras condiciones de los trabajadores y trabajadoras, ha logrado un pronunciamiento de las empresas respecto a los abusos de la subcontratación, consiguió mayor fiscalización y el establecimiento de un “salario ético” (OLAB, Chile, 2008). Los problemas y las tareas en este sector siguen siendo numerosos, por ejemplo, en materia de trabajo infantil y situación de las mujeres. Respecto al primer tema, las inspecciones de la Dirección del Trabajo constataban Antonio Aravena Carrasco 209 en enero del 2008 lo siguiente: “Este año hemos sido sorprendidos lamentablemente con un nivel de trabajo infantil que no se había visto antes. Hemos constatado en la cuarta región una infracción flagrante en materia de trabajo infantil, donde se han incorporado a menores de edad en el proceso productivo. Vimos por ejemplo en la Cuarta Región a altas horas de la madrugada a niños que estaban haciendo la labor de una especie de inventario y en Valle del Elqui incluso tuvimos que recurrir a la fuerza pública para que nos dejaran entrar a fiscalizar” (La Nación, 27/01/2008). Respecto a la situación de las trabajadoras, el Secretario del sindicato de Trabajadores Agrícolas Eventuales y Transitorios de Copiapó, Gabriel Pino, señala que “los trabajadores temporeros estamos sufriendo vejámenes que se han prolongado por más de 20 años, incluso nuestras compañeras han sido víctimas de abusos sexuales y lo más grave que ocurrió fue la muerte de una de las trabajadoras” (La Nación, 30/01/2008). Estas movilizaciones se asociaron en la prensa nacional al surgimiento de los “megasindicatos”, que también incluía experiencias en otros sectores, como la banca o el retail. Los trabajadores mostraban interesantes niveles de organización, una fuerza colectiva inusitada, contaban con una importante base de apoyo y lograban legitimar socialmente sus reivindicaciones. La precariedad de las condiciones laborales y salariales, así como los problemas para organizarse sindicalmente y negociar colectivamente constituyeron mensajes muy potentes y convincentes. Todo esto hizo crecer las expectativas en los dirigentes sindicales. Así, Arturo Martínez, presidente de la CUT, sostenía que “hasta hace poco hubo un proceso de progresiva atomización sindical, en que surgieron muchas confederaciones chicas. Pero hoy el proceso es inverso y se están creando estas organizaciones con un volumen más grande” (La Nación, 10/07/2007). La atomización sindical no se ha superado, aunque lo ocurrido abrió el espacio para pensar en la viabilidad de cambios positivos para los trabajadores y sus organizaciones. Multitiendas, supermercados y Agrosuper La experiencia de los trabajadores forestales y mineros fue muy importante en este ciclo de huelgas, difundiéndose a otros sectores donde existen condiciones menos favorables para la acción de los sindicatos. De hecho, varios dirigentes de la CTC, entre ellos, su presidente, Cristián Cuevas, acompañaron movilizaciones en distintos sectores, lo que reveló la rearticulación sindical que estaba en curso. Pese a las conocidas dificultades que existen en el comercio (creación de múltiples razones sociales en las empresas, fragmentando de ese modo la acción de los sindicatos; externalización de servicios; salarios bajos y condicionados por las comisiones; prácticas antisindicales; acoso sexual; despidos injustificados; etc.) han surgido 210 La forma sindical en Latinoamérica coordinadoras, federaciones, confederaciones, sindicatos interempresa, que han evidenciado una reacción colectiva de los trabajadores. Por ley la mayoría de estas orgánicas no tienen derecho a negociar, sin embargo, han sido buenos mecanismos para unir a los trabajadores, generar un sentido de identidad, apoyar negociaciones en los sindicatos por empresa, logrado así legitimar sus posiciones. Cabe mencionar el surgimiento de la Coordinadora de sindicatos de Cencosud, holding que ha experimentado una sostenida expansión en los últimos años y que tiene presencia en negocios como supermercados, tiendas por departamentos, artículos para el hogar y la construcción, entre otras. Algunas empresas que ésta controla en Chile son Supermercados Jumbo y Santa Isabel, Almacenes Paris, Textil Foster, Tiendas Easy. La coordinadora participa permanentemente en movilizaciones nacionales, además de ser un vehículo para la solidaridad entre los sindicatos que la integran. En las marchas convocadas por la CUT ha llamado la atención su presencia ya que la misma representa a los “nuevos trabajadores”, muchos jóvenes y mujeres, que hacen sus primeras incursiones en el mundo sindical. Además, se ha incorporado en una red sindical Cencosud en América Latina. En diferentes multitiendas, como Ripley o Falabella, han surgido federaciones que muestran cierta revitalización de la actividad sindical en este sector, agrupando a muchos trabajadores. Existe también la coordinadora de sindicatos del comercio, que surgió en noviembre de 2007, a partir de la cercanía de procesos de negociación colectiva en cinco sindicatos de Ripley, Falabella y Paris, y que incluye a otros sindicatos y a cerca de 7 mil trabajadores (La Nación, 01/11/2007). Sin embargo, este proceso no ha sido fácil y tiene muchas dificultades, entre ellas, la actitud gubernamental, que en ciertos momentos ha favorecido la relación con algunas de las organizaciones en desmedro de otras; las disputas al interior del sindicalismo, entre las nuevas organizaciones y otras más tradicionales; la acción de sindicatos pro empresa que trastocan las dinámicas sindicales y la percepción de los trabajadores; las prácticas productivas y sindicales de la empresa; etc. Todos estos elementos reflejan las dificultades de la unidad sindical en el sector. A esto se agregan otras movilizaciones, como la que llevaron adelante los trabajadores del holding Agrosuper (vinculado a la producción de aves, cerdos y pollos), o las convocatorias nacionales efectuadas por la CUT (como el paro nacional de agosto de 2007). La paralización de los trabajadores de Agrosuper, propiedad de Gonzalo Vial, ocurre en la planta Lo Miranda, sexta región de Chile. Se produce en agosto de 2007 (después de los conflictos suscitados en el sector forestal y minero), debido a la amenaza que ven los trabajadores de perder un bono de colación luego de la construcción de un casino en la empresa, aunque existía un malestar más general con las condiciones de trabajo y salarios, el acoso laboral, la dificultades de las Antonio Aravena Carrasco 211 madres para cuidar a sus hijos y la falta de libertad para la acción sindical. El conflicto no se produce en el marco de una negociación colectiva, como suele suceder, razón por la cual los empresarios denunciaron el carácter ilegal de esta paralización. El paro involucró a más de 1200 trabajadores, se prolongó por casi dos semanas, y tuvo momentos muy tensos, con toma de carretera, barricadas y duros enfrentamientos con carabineros, situación atípica en esta empresa. Los dirigentes de diferentes sindicatos del holding, a través de la coordinadora de sindicatos de la empresa, adhirieron a la paralización señalando la siguiente: “Hacemos un llamado a todos los trabajadores a continuar expresando su absoluta disconformidad con el trato indigno de que somos objeto, de las remuneraciones y descuentos injustos y de la actitud miserable al despedir a dirigentes sindicales y de perseguirlos” (…) “Queremos que ya no existan despidos masivos e injustificados, queremos remuneraciones justas, queremos una empresa donde exista verdadera libertad sindical” (La Nación, 21/08/2007). La empresa, por su parte, procuró instalar en los medios de comunicación la idea de que la paralización tenía un carácter ilegal, que estaba influida por intereses políticos, que implicaba romper con el Estado de Derecho y, consiguientemente, podía conducir a la desestabilización social. Señalaba también el costo que tendría el conflicto en términos de imagen e inversiones, aunque los indicadores muestran su sostenido crecimiento en los últimos años. El gerente industrial de Agrosuper, por ejemplo, señaló: “nos tienen parada una planta y este es un paro absolutamente ilegal, porque nosotros no estamos negociando con ellos, no tenemos nada pendiente” (…) “Aquí hay asesorías externas y todo un movimiento detrás. Hay gente infiltrada, absolutamente, y al final los que pierden son la misma gente, porque hay un problema de inseguridad importante” (La Nación, 21/08/2007). Incluso, el presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura, Luis Schmidt, llegó a comparar este período de agitación social, en que se insertaba el conflicto en Agrosuper, con el escenario político-social vivido en la Unidad Popular: “Estamos viendo actuaciones que no veíamos hace 30 años, y todos sabemos lo que nos pasó cuando comenzamos a caminar por ese desfiladero, que usted sabe cómo parte, pero no sabe cómo termina” (La Nación, 22/08/2007). Y en otra entrevista sostenía: “Es difícil prever esos conflictos cuando son ilegales. Se supone que existe un período establecido para negociar, y el resto del tiempo debiera haber tranquilidad y armonía para producir (…) (La Nación, 26/08/2007). Es decir, las movilizaciones de los trabajadores generaron una reacción por parte de los empresarios, que vieron afectadas las condiciones institucionales y sociales que permitieron el crecimiento de sus negocios. 212 La forma sindical en Latinoamérica Finalmente, se llegó a un acuerdo que contempló el uso voluntario del casino, descuento salarial a los trabajadores de 50% por día no laborado, constitución de una mesa de trabajo, se descartaron represalias y despidos a los trabajadores que habían participado en la huelga y regresaron de inmediato a las labores (La Nación, 01/09/2007). Es revelador el hecho que el cierre del conflicto considerara que no se producirían “represalias”, situación que es una probable consecuencia después de participar en un evento de este tipo. El conflicto terminó después de las amenazas de cierre de la empresa (maniobra utilizada también en otros casos), previo a la celebración de fiestas patrias, período donde las ventas del sector aumentan considerablemente. La huelga tuvo momentos muy duros para los trabajadores, que se organizaron contra todas las disposiciones legales. Unilever, redes globales y acción ciudadana Una experiencia novedosa, pero distinta a las anteriores, es la que ha llevado a cabo el sindicato nacional Nº1 de Unilever. A diferencia de los casos comentados, su acción sindical, más que en la movilización social, se basa en el desarrollo de alianzas estratégicas con instituciones nacionales e internacionales del ámbito gubernamental, de la sociedad civil, del mundo académico y sindical. A la vez, procura desarrollar una gestión sindical eficaz, atento a los cambios globales que experimenta esta empresa transnacional. El uso de tecnologías y la importancia del conocimiento son aspectos relevantes de su estrategia, buscando ser un interlocutor permanente de la empresa. De la misma manera, en los últimos años, ha desarrollado esfuerzos por ampliar el concepto de responsabilidad social empresarial, incluyendo en ella las relaciones laborales, propiciando así un espacio para discutir un cambio en la cultura empresarial y sindical, que favorezca el reconocimiento y la negociación entre las partes. De la misma manera, destaca la utilización de conceptos poco empleados por el sindicalismo a nivel nacional, como control ciudadano, exigibilidad de derechos, sentido ético del trabajo, monitoreo tripartito, certificación social de la producción, transformación del comportamiento empresarial, etc. Es decir, la acción sindical se despliega a partir del desarrollo de nuevas orientaciones y capacidades. Pero, al mismo tiempo, intenta provocar que la empresa incluya criterios éticos en su actividad productiva y en sus políticas laborales, medioambientales, sociales y sindicales. Además, que valide organizaciones externas, como aquellas de tipo no gubernamental, a la hora de definir sus políticas. Estas orientaciones y preceptos se movilizaron con ocasión del conflicto derivado de una reestructuración global de la empresa, impulsada entre diciembre de 2004 y mayo de 2005, que en el caso de Chile implicó el cierre de tres plantas y el despido de 190 trabajadores. En ese escenario, el sindi- Antonio Aravena Carrasco 213 cato utilizó las redes político-sindicales y las tecnologías de la comunicación para hacer visible el problema a nivel local y global. Estableció una relación permanente con el Ministerio del Trabajo, con organizaciones no gubernamentales y con organizaciones sindicales de distinto nivel, que permitieron sustentar técnicamente las acciones del sindicato y le otorgaron mayor poder de negociación. Particularmente importante fue la vinculación con la CUT (organización a la que se había afiliado con respaldo mayoritario de sus socios), quien presentó la denuncia en representación del sindicato. Así, tras denunciar a la empresa por incumplir las directrices de la OCDE (específicamente, cierre sin aviso de las plantas en Chile), el conflicto salió del ámbito de la empresa. En un hecho inédito en el país, el sindicato continúa el proceso de negociación (conciliación, técnicamente) en el Punto Nacional de Contacto, que físicamente se ubica en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Como resultado de este proceso, el sindicato logró pasar de una situación defensiva y desventajosa a una de mayor fortalecimiento. Si bien no detuvo la reestructuración, sí logró mejores condiciones de salida para los trabajadores y para el funcionamiento de la organización, validándose así ante la empresa y los trabajadores. Asimismo, la utilización de este instrumento ha significado un proceso de aprendizaje y maduración sindical muy importante, que permitirá encarar de mejor modo eventos similares en el futuro (OXFAM, 2006). Podemos apreciar, a partir de esta experiencia, la importancia que adquiere el conocimiento y el uso de redes e instrumentos internacionales en la acción sindical. Considerando que las organizaciones están insertas en un mundo cada vez más dinámico e interconectado es posible pensar en incorporar nuevos mecanismos de negociación, que incrementen su poder. Entre ellos se encuentran los vinculados a las directrices de la OCDE, que se refieren a múltiples aspectos, y las normas internacionales del trabajo de la OIT, por mencionar sólo algunos. Las directrices de la OCDE también fueron utilizadas en el 2002 cuando la organización holandesa Amigos de la Tierra denunció a la empresa salmonera Nutreco / Marine Harvest, ubicada en la décima región de Chile, por incumplir aquellas vinculadas a aspectos ambientales y sociales. Posteriormente, las organizaciones sindicales se integraron al proceso de monitoreo de los acuerdos suscritos. En el caso de las normas OIT diversas organizaciones han presentado quejas, sin embargo, las recomendaciones que surgen de dicho proceso no obligan jurídicamente, por lo que ha tenido un impacto menor en el sector privado, a diferencia de lo que sucede en la administración pública, donde existen mejores experiencias (Revista Laboral, ICAL, 2007). Cabe mencionar que el desarrollo de redes y campañas ciudadanas ha comenzado a ser incorporado en algunos sindicatos para dar a conocer sus problemas y superar de esa forma las barreras comunicacionales 214 La forma sindical en Latinoamérica que enfrentan en el país. Una de las redes utilizadas es el Encuentro de Movimientos Sociales de América Latina, el Caribe y Europa, que funciona a partir de un Tribunal ciudadano, donde se “juzga” el comportamiento de las empresas transnacionales, promoviendo el control ciudadano. A los encuentros efectuados en Austria y Perú asistieron dirigentes sindicales de Chile. En el primer país los casos presentados fueron los de la Federación de Trabajadores de la Industria Pesquera (FETRAINPES), por bajos estándares laborales en la salmonera Marine Harvest, y los procesos derivados de la reestructuración en Unilever que ya comentamos (Revista Laboral, ICAL, 2006). En Perú se expuso el caso de la salmonera Mainstream S.A., perteneciente a la transnacional Cermaq, por violar los convenios 87 y 98 de la OIT y las directrices de la OCDE sobre empleo, relaciones laborales, medio ambiente y competencia (Presentación Tribunal Permanente de los Pueblos, 2008). El sector público y la modernización del Estado En el sector público, a diferencia del ámbito privado, se han observado desde hace varios años importantes niveles de organización, que incluyen acciones muy diversas (paros nacionales, marchas, reuniones políticas, paralizaciones momentáneas, etc.), hacen uso de las tecnologías de la información, y cuyas protestas tienen un sentido de festividad, y en general cuentan con atención de los medios de comunicación. Aunque no tienen derecho legal a negociar colectivamente, hacen uso de esta facultad por la vía de los hechos, debido a su fuerza social. De acuerdo a algunos estudios, a partir de la década de los 90 los conflictos laborales se han desplazado desde el sector privado al público y municipal, con un mayor protagonismo de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF). Esto, a diferencia de lo que ocurría antes de 1973 donde el papel de la CUT era preponderante (Armstrong, Águila, 2006). La ANEF, en todo caso, participa en la central, siendo una fuerza mayoritaria en ella, razón por la que muchos le asignan un papel fundamental en el reimpulso de la actividad sindical. La asociación adhiere al sindicalismo sociopolítico, combinando sus demandas gremiales con otras de carácter nacional y sectorial (salud, educación, etc.). Desde los 90 los procesos de modernización del Estado han influido en las acciones de los gremios públicos. En ese marco, aparecen nuevas concepciones, problemas y demandas. Por ejemplo, se han debido fijar posiciones respecto a temas como gestión y evaluación del desempeño, productividad, eficiencia, trabajo en equipo, transparencia, manejo de información, etc., que generalmente están en tensión con la promoción de políticas ligadas a condiciones laborales y salariales. A la vez, han combinado reivindicaciones, algunas dirigidas a proponer cambios en el modelo económico y otras de Antonio Aravena Carrasco 215 tipo corporativas que se centran en temas salariales, estabilidad laboral, daño previsional, participación en los procesos y decisiones, etc. En los últimos meses, también ha cobrado resonancia el tema de la regulación legal de la negociación colectiva, lo que ha llevado a un intenso proceso de análisis y discusión en las asociaciones del sector público. A nivel sectorial, sólo por citar un caso, se puede mencionar lo ocurrido con la Confederación de Trabajadores de la Salud (CONFENATS) que, al igual que otras organizaciones del sector, se ha movilizado en los últimos años contra la reforma al sistema de salud y al plan Auge que se implementa en Chile. Esta reforma hizo que los trabajadores discutieran sobre el modelo de salud existente en el país, el sistema de financiamiento, los roles del Estado, la participación social en el diseño de políticas públicas, etc., incorporándose en instancias de diálogo con el gobierno, pero también activando la presión social. Los gremios de la salud, así como los profesores, continúan exhibiendo fuerza y capacidad de convocatoria, independientemente de los problemas internos que cada cierto tiempo se suscitan, con mayor o menor intensidad. Un tema diferente es el que ocurre con los trabajadores de empresas públicas, que han debido enfrentar procesos de privatización o reestructuración, tanto durante el régimen militar como “en democracia”, lo que ha conducido al despido de contingentes importantes del personal. Tras intentar resistir los cambios, los sindicatos buscaron mejores condiciones de salida, lo que se expresó en que muchas indemnizaciones fueran superiores a lo establecido legalmente. No obstante, los procesos significaron condiciones menos favorables para los trabajadores que posteriormente se incorporaron en estas empresas; muchos de ellos, a partir de la modalidad de subcontratación o formas más inestables, como se puede observar en Telefónica. En esta empresa, los cambios soportaron la movilización sindical, que se entendía inherente al ajuste. También hay estrategias que han favorecido el diálogo. En los 90 se establecieron en CODELCO planes conjuntos entre empresa y sindicato (alianza estratégica), que involucraron un compromiso de ambas partes para dar sustentabilidad a la actividad minera. En esos términos, por lo tanto, se reducían los niveles de conflictividad, pero se establecían condiciones que otorgaban mayor estabilidad laboral. Esto no siempre fue posible y en el caso de la Empresa Nacional del Carbón (ENACAR), más allá de los esfuerzos realizados por los trabajadores para demostrar que se podía producir eficientemente, la empresa procedió al cierre de sus plantas en el sur de Chile (Rojas, Aravena, 1999). 216 La forma sindical en Latinoamérica Conclusiones El presente escrito ha procurado avanzar en la reflexión sobre la situación del sindicalismo en Chile, tratando de describir nuevas tendencias. Para tal efecto hemos vinculado el análisis con los estudios realizados en América Latina. Hemos destacado que los trabajadores, pese a las profundas dificultades, han desarrollado nuevas formas de acción, reinstalándose en la sociedad chilena. No han buscado sólo adecuarse a las condiciones políticas y económicas existentes, sino que se han involucrado con propuestas, de manera crítica y creativa. Así, por ejemplo, los sindicatos de diferentes empresas (o razones sociales) de un holding, en diferentes sectores, han negociado en conjunto con la matriz, forzando esta situación por la vía de organizaciones masivas. Estas experiencias revelan la resistencia de los trabajadores a la estructura legal instaurada por el régimen militar, así como a las grandes desigualdades sociales y los contrastes entre las utilidades de las empresas y los salarios de los trabajadores que, además, están inmersos en formas muy precarias de trabajo. Muchos dirigentes han sostenido, a partir de estos casos, que el sindicalismo chileno debe continuar imponiendo cambios a través de los hechos. Sin embargo, esto debe ser objeto de un examen más acabado, considerando los diferentes factores que inciden en sus posibilidades y limitaciones. A la vez, hemos expuesto que en algunos sectores se están implementando estrategias más cercanas a lo que podríamos denominar, preliminarmente, una diplomacia sindical. Esto es, el desarrollo de relaciones nacionales e internacionales que permiten aumentar sus recursos, capacidades y poder de negociación. Y en otros casos, como la experiencia de la Federación de Trabajadores de Call Center (FETRACALL), se está recién haciendo un camino en el plano sindical, lo que podría conducir a la utilización de diferentes recursos. En tal sentido, más que adherir a una estrategia en particular es factible pensar que dicho actor debe explorar diversas fórmulas, que den cuenta de las heterogéneas situaciones en que se encuentran los trabajadores y sus organizaciones. Esto no implica suprimir el desafío de la unidad más transversal del sindicalismo, que podría considerarse creando coordinaciones de distinto tipo. Las experiencias examinadas presentan algunos elementos comunes. Se aprecia el desarrollo de organizaciones amplias, que permiten extender los horizontes de la unidad sindical. Es lo que ocurre con los trabajadores forestales que crean la Unión de Sindicatos Forestales (USINFA) y, con los trabajadores de la minería, fundan la Confederación de Trabajadores del Cobre. Lo mismo sucede en el comercio y en Unilever (donde se ha conformado una federación sindical), entre otros sectores. Es decir, hay una disposición favorable por parte de los trabajadores a organizarse colecti- Antonio Aravena Carrasco 217 vamente, aunque el papel de los dirigentes sigue siendo muy importante. A esto podemos agregar la experiencia desarrollada previamente por la Coordinadora de sindicatos del grupo Luksic que agrupa a sindicatos de diferentes empresas y rubros, proponiendo espacios de reconocimiento, identificación y solidaridad más allá del ámbito de la empresa. Cabe destacar también el desarrollo de alianzas, la valoración del conocimiento, el uso de las tecnologías de la información y de nuevos mecanismos e instrumentos de negociación, como elementos distintivos de las nuevas formas de acción que han emergido. Los trabajadores de la minería y del ámbito forestal realizaron un trabajo muy interesante que les permitió contar con el respaldo de actores políticos (expresado en acciones concretas de autoridades del gobierno y parlamentarios), de la iglesia y de organizaciones ciudadanas. A esto se suman los vínculos con organizaciones sindicales de carácter internacional, con las que mantienen lazos formales (que implican afiliación y cotización) e informales. En el caso del sindicato Unilever la relevancia de los recursos mencionados es tanto o más central, pues estructuraron su estrategia en momentos de conflicto. Asimismo, las experiencias muestran cambios en las prácticas internas de las organizaciones sindicales, que procuran establecer una relación más estrecha entre los dirigentes y las bases, otorgándole a esta última poder de control sobre los dirigentes; desarrollar trabajo en equipo, incorporando asesoría profesional; promover principios éticos en su funcionamiento; renovar la dirigencia sindical (muchos dirigentes sindicales en los sectores analizados son de edades relativamente bajas); generar propuestas, sin limitarse a la denuncia de los problemas; etc. En este sentido, instalan una crítica al sindicalismo que ha prevalecido en el período postdictadura por no disponer de un proyecto claro, haber perdido autonomía frente al gobierno y los partidos políticos (aunque muchos dirigentes tienen militancia política), incurrir en prácticas poco transparentes, fomentar el caudillismo, obstaculizar la renovación sindical, etc., abriendo de ese modo un debate muy serio al interior del propio movimiento. Ahora bien, cabe reparar en las dificultades que continúan enfrentando los sindicatos. Debido a las barreras comunicacionales es difícil visibilizar los conflictos sindicales, lo que sólo en algunas circunstancias se logra superar. Se puede ejemplificar esta situación en dos casos ocurridos en el comercio: en julio de 2006, el sindicato de trabajadores de muebles Paris fue a huelga, la primera huelga de la empresa, involucrando a cerca de 300 socios; en octubre de 2008, el sindicato del supermercado Montecarlo también fue a huelga, involucrando a más de 1000 trabajadores (Coordinadora de Sindicatos Cencosud, 2007-2009). En ambos casos, hubo baja cobertura en la prensa y prácticamente nula en los noticieros de la televisión, lo que 218 La forma sindical en Latinoamérica ha hecho que los sitios web de las organizaciones sindicales comiencen a ser valorados como mecanismo de información, con las limitaciones que ciertamente tienen. No se puede dejar de mencionar el costo personal que tiene la actividad sindical, que conduce a que muchos trabajadores eviten ser parte de ella. Existen frecuentes testimonios de dirigentes sindicales y trabajadores en este sentido. A modo de ejemplo, rescatamos los dichos de Fabiola Parra, dirigente sindical, que en el marco de la huelga del sindicato del supermercado Santa Isabel Preaservice, en noviembre del 2009, dice: “El costo humano es enorme; tanto para las dirigentes como para los cientos de trabajadores y sus familias que deben cargar con el miedo al despido, el hostigamiento de ciertas jefaturas, la suspensión del salario, etc. Hay que tener mucho coraje para sortear una situación así” (Coordinadora de Sindicatos Cencosud, 2009). Asimismo, si bien las experiencias examinadas muestran que los sindicatos lograron superar las barreras del plan laboral instaurado en dictadura, no es menos cierto que ese marco sigue rigiendo las relaciones laborales en nuestro país. Probablemente, ésta sea una de las principales deudas de los gobiernos de la Concertación con los trabajadores. En ese sentido, las organizaciones ven limitada su acción y no siempre logran acumular las fuerzas suficientes para llevar a cabo movilizaciones como las que se han descrito. A esto se agregan los problemas internos en el propio sindicalismo, que han sido indicados en otros párrafos de este texto, así como la represión policial que suelen enfrentar los trabajadores en estos conflictos. Además, como una consideración más general, se debe tener presente que los cambios que ha sufrido la sociedad chilena han llevado la introducción de nuevas pautas culturales y una inclinación al individualismo y el consumo que evidentemente afectan la forma como los trabajadores se representan el trabajo y la organización sindical. Estas situaciones han conducido a que muchas huelgas no tengan los efectos esperados por los trabajadores, huelgas que igualmente creemos que es importante analizar para reconocer los factores que inciden en la trayectoria de los conflictos. En ese sentido, un ejemplo es el análisis que realiza Álvarez (2009) de lo ocurrido en una empresa salmonera. Situado en el mismo ciclo de huelgas que los ocurridos en la minería, el sector forestal y la agricultura (se extendió entre diciembre de 2007 y marzo de 2008) tuvo un recorrido diferente. Si bien lució grados importantes de fuerza sindical, no dispuso de los mismos apoyos políticos y, por el contrario, debió enfrentar una dura respuesta de la empresa. Debido a esto las consecuencias del conflicto fueron una pérdida de poder sindical en la décima región. Más recientemente, tuvo lugar una huelga de 32 días en Farmacias Ahumada (FASA) que, pese al esfuerzo y los logros obtenidos, dejó a sus dirigentes Antonio Aravena Carrasco 219 con un sentimiento de “descontento e impotencia hacia la empresa” (La Nación, 06/11/2010). Pensamos que es muy importante preguntarse por el lugar que ocupan los trabajadores en la sociedad, así como sus formas de representación colectiva. Lejos de las visiones que adhieren a las tesis del fin del trabajo (y el fin de los actores colectivos que actúan en el trabajo), los sucesos examinados muestran un actor vivo, que se renueva y busca construir proyectos propios. Por eso es necesario continuar desarrollando investigaciones en el campo de los estudios sindicales, innovando teórica y metodológicamente. En esa dirección, hay ciertos elementos que creemos pueden ayudar a orientar futuras investigaciones. Se debe problematizar el sentido de la crisis sindical y salir al paso de argumentos simplificadores que la relacionan exclusivamente a las tasas de sindicalización; hay que reexaminar la historia sindical, complejizando los análisis sobre sus dinámicas y funcionamiento; hay que vincular la situación del sindicalismo con la de otros actores y procesos; etc. (Aravena, 2007). De la misma manera, tal como sostienen algunos investigadores en América Latina, es posible asumir una concepción ampliada del sindicalismo, que no lo restrinja sólo al trabajador asalariado o al nivel de la empresa, sino que incluya a trabajadores o empleados del ámbito privado o público, activos o no, que se organizan en defensa de sus intereses. Es decir, tal como sostiene De la Garza, creemos que debido a que el trabajo ha experimentado cambios es necesario modificar la perspectiva de análisis, repensando las nociones tradicionales que se utilizaban para estudiarlo (De la Garza, 2006; De la Garza, s/f). Esto contribuirá a apreciar las particularidades de la acción sindical, así como las nuevas configuraciones que están surgiendo. Naturalmente, este escenario genera desafíos al propio sindicalismo. Algunos que nos parecen relevante mencionar son: realizar esfuerzos concretos por constituirse en un actor político y social, capaz de ofrecer o sumarse a proyectos democratizadores de la sociedad chilena; incorporar nuevas prácticas y valores en las organizaciones, apreciando la democracia sindical, el trabajo en equipo, el conocimiento, la formación político-sindical, entre otras cosas; desarrollar la capacidad propositiva, ampliando la plataforma de demandas sindicales, incorporando temas ligados a medioambiente, consumo, discriminación, género, jóvenes, salud, por citar algunos; pensar globalmente el sindicalismo, propiciando las alianzas, la solidaridad y la acción en ese nivel; etc. Estas preocupaciones probablemente tendrán derroteros muy diversos en los diferentes niveles y sectores del sindicalismo. De la misma manera, requieren considerar la participación de otros actores, no sólo del Gobierno, las empresas o partidos políticos, sino de universidades, ONGs, movimientos ciudadanos, entre muchos más, que interactúan o afectan las dinámicas sindicales. 220 La forma sindical en Latinoamérica Bibliografía Angel, Alan (1972) Partidos políticos y movimiento obrero en Chile. Ediciones ERA, México. Álvarez, Rolando (2009) “¿Desde fuera o dentro de la institucionalidad? La “huelga larga del salmón” y las nuevas estrategias sindicales en Chile (2006-2008)”. En: Aravena, Antonio, Daniel Núñez (Editores). El renacer de la huelga obrera en Chile. El movimiento sindical en la primera década del siglo XXI. Universidad ARCIS, ICAL, Chile. Aravena, Antonio (2009) “El conflicto laboral en Chile. Perspectivas de análisis y tendencias emergentes”. En: Aravena, Antonio, Daniel Núñez (Editores). El renacer de la huelga obrera en Chile. El movimiento sindical en la primera década del siglo XXI. 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[email protected] Introducción El objetivo de este texto2 es reflexionar sobre los años de formación de la Central Única de los Trabajadores (1983-1991) y entender las formas mediante las cuales los trabajadores irrumpieron en el escenario brasileño al final de los años 1970 y durante toda la década de 1980. El punto central del texto es discutir el papel desempeñado por el sindicalismo brasileño, especialmente de la CUT, en el proceso de transición política en este período y en la consolidación de la democracia en el país. Hoy, la Central Única de los Trabajadores es una central sindical de gran importancia en el contexto brasileño y latinoamericano. La derrota experimentada tras el golpe de 1964 en Brasil desarticuló, por un largo período, el movimiento de los trabajadores en Brasil. El proceso de rearticulación tomó varios años y esa reorganización desembocaría en la estructuración -después de un largo período de gestación- de dos polos distintos, pero complementarios, al interior del movimiento obrero y del sindicalismo brasileño: la Oposición Sindical Metalúrgica de São Paulo, en la capital paulista, y el Sindicato de los Metalúrgicos de San Bernardo do Campo y Diadema, en la región metropolitana de São Paulo. Comenzaba entonces a surgir una nueva cepa de activistas al interior de las empresas, principalmente entre los trabajadores metalúrgicos. La 1 Para una visión más amplia de este período y un análisis más minucioso de las cuestiones aquí tratadas, ver el libro de mi autoría Sindicalismo e Política: a trajetória da CUT (1983-1993). São Paulo, Editora LTr, 2ª. Edição, 2011. 2 Traducción de Catalina González-Zambrano. 224 La forma sindical en Latinoamérica actuación de ese grupo consistía, por una parte, en pequeños embates que caracterizaban las luchas obreras en el período 1969/77; por otra parte, en la crítica a la práctica del sindicalismo populista, previo a 1964. Esos activistas que forjan su lucha contra el régimen autoritario, siempre presente en el cotidiano de las empresas durante ese período, aparentemente tienen una mayor sensibilidad hacia lo que está pasando al interior de la clase trabajadora, ya que forman parte de esa reorganización del movimiento obrero y, además, por lo menos en parte, pertenecen a esa vanguardia, que está criticando la práctica sindical del período previo a 1964. Del mismo modo, la acción de pequeños grupos, con su voluntarismo, busca substituir la acción de masas, como sucedió con la experiencia de un sector de la izquierda que defendía la lucha armada. Eso lleva a que militantes de los partidos políticos de izquierda -en una época de clandestinidad-, en su intento por conseguir una conexión más fuerte con el movimiento de masas, lleguen a las fábricas y a los barrios de la periferia de las grandes ciudades, particularmente al área metropolitana de São Paulo. Ese proceso trae para el sindicalismo dos vertientes distintas, que en el camino se encuentran durante los acontecimientos de 1978: el patrón de acción de los sindicalistas de San Bernardo y la organización de base de los militantes de la Oposición Sindical Metalúrgica de São Paulo. Estos aspectos explican la sensibilidad y creatividad que ambos grupos de trabajadores tuvieron frente al momento de la eclosión de las huelgas.3 La concepción de esos dos movimientos y sus prácticas crearán las condiciones para el surgimiento de un nuevo tipo de acción sindical, conocido inicialmente como nuevo sindicalismo, en oposición a la actividad sindical vigente en el período anterior a 1964. Es esa nueva praxis sindical la que, en buena medida, mostrará su eficacia en la acción de los trabajadores posterior a 1978, y que da origen al Partido de los Trabajadores (PT) y a la Central Única de los Trabajadores (CUT). La Oposición Sindical Metalúrgica La Oposición Sindical Metalúrgica de São Paulo surge después del golpe de 1964. La primera agregación más orgánica de los activistas, que posteriormente van a formar ese movimiento, ocurre durante las elecciones para el Sindicato de los Metalúrgicos de São Paulo en 1967. En ese año, un grupo de trabajadores provenientes de organizaciones de izquierda, así como de sectores vinculados a la Iglesia Católica, forman una lista opositora a la dirección del Sindicato, dirigida por Joaquim dos Santos 3 Iram Jácome Rodrigues. “As comissões de empresa e o movimento sindical”. In: Armando Boito Júnior (org.) O sindicalismo brasileiro nos anos 80. São Paulo, Paz e Terra, 1991, p. 153. Iram Jácome Rodrigues 225 Andrade. Es el primer momento, después de 1964, en que los activistas dispersos hasta entonces logran articularse para contraponerse, de forma más organizada, al sindicalismo que había sido puesto en práctica por la dirección sindical.4 Este era un sindicalismo que normalmente estaba apartado del conjunto de demandas de la clase trabajadora en la capital paulista, así como de la defensa para mejorar las condiciones de vida y trabajo de los metalúrgicos. Al funcionar como un frente de trabajadores, la Oposición Sindical -con una influencia significativa de la Iglesia y de militantes de movimientos de izquierda que fueron paulatinamente tomando distancia y hasta rompieron con sus organizaciones al inicio de los años 70-, durante todo el régimen autoritario, tuvo como una de sus principales banderas la defensa de la organización de base de los trabajadores en las unidades de producción. Además, defendía también la constitución de comisiones de empresa al interior de las fábricas (influenciada por la experiencia de las comisiones obreras en España y por los consejos de fábrica italianos), reclamaba poner fin a un tipo de estructura sindical subordinada y dependiente del Estado, y por consiguiente, afirmaba la libertad y la autonomía sindical, esto es, un sindicalismo de masas y democrático. Como lo muestra Hamilton Faria5, entre 1964/68, la participación de núcleos de trabajadores más organizados en el movimiento obrero es muy pequeña, “a excepción de los grupos de origen católico”. Por un lado, aquellos sectores provenientes de la Iglesia Católica desempeñaron, al comienzo de la estructuración de la Oposición, un papel más relevante que el de muchos grupos diseminados de la izquierda que se aproximaban a una práctica más vinculada con el movimiento de masas y, principalmente, a un trabajo con los obreros al interior de la fábrica. Esto sucede por varios factores, entre los cuales, según Faria, pueden ser mencionados “la cercanía de esos núcleos (católicos) en relación al movimiento obrero, a su actuación organizativa, y al espacio que existe para el trabajo de la Iglesia en los años subsiguientes al golpe”. Por otro lado, el movimiento huelguista, iniciado en mayo de 1978 en São Bernardo do Campo, se va a encontrar con una Oposición en plena actividad electoral: la disputa por la dirección del Sindicato de los Metalúrgicos de 4 Sobre la política del sindicato durante el período 1978-1983, ver Arnaldo Nogueira. Modernização conservadora no sindicalismo brasileiro: a experiência do Sindicato dos Metalúrgicos de São Paulo (1978-1983). Trabajo de Maestría, presentada al departamento de Ciencias Sociales de la Unicamp, 1990. 5 Hamilton Faria. A experiência operária nos anos de resistência: a oposição metalúrgica e a dinâmica do movimento operário (1964-1978). Dissertação de mestrado, Departamento de Ciências Sociais da PUC-SP, 1986. 226 La forma sindical en Latinoamérica São Paulo que debía realizarse en junio de ese año. La campaña había comenzado en marzo6 y, de cierta forma, la lista encabezada por el metalúrgico y activista de la Oposición Sindical, Anísio Batista de Oliveira, encarnaba la madurez organizativa de la Oposición. Esta era la tercera elección por la dirección del sindicato en la que había una participación de la propia Oposición: las dos anteriores fueron durante las disputas de 1967 y 1972. La corriente sindical para ese momento ya tenía un trabajo significativo al interior de las principales empresas metalúrgicas de la capital, así lo demuestran los hechos relacionados a la eclosión de huelgas en São Paulo. Esos aspectos corroboran la idea de que, en el primer semestre de 1978, la Oposición era de hecho una referencia relevante desde el punto de vista sindical y estaba, además, integrada por sectores significativos de trabajadores. En ese contexto, el movimiento paredista de la capital gana mayor relevancia. Durante los primeros meses de paralizaciones por empresa en este municipio, por ejemplo, 75 fábricas metalúrgicas se quedaron sin trabajar. Además, otras sesenta fábricas hicieron un acuerdo con sus empleados: “Apenas con la amenaza de huelga, la resistencia patronal, que durante las primeras veinte huelgas se demoraba, en promedio, más de tres días y medio para aceptar algún acuerdo, se redujo y en las cincuenta huelgas subsiguientes ese promedio bajó a un día y medio (...)” Cerca de la mitad de las empresas del sector metalúrgico que hicieron huelga, o tan sólo amenazaron con paralizar sus actividades, “tenían más de quinientos obreros; 30% tenían entre doscientos y quinientos obreros; 10% entre cien y doscientos obreros y el resto 10% menos de cien obreros”.7 Estaban dadas las bases para una formulación más estructurada de esta nueva corriente sindical, que ya venía participando activamente de las experiencias de los trabajadores a partir del período inmediatamente posterior a 1964, tanto en el día a día de la fábrica, como en el cotidiano del barrio. La experiencia Diadema del sindicalismo de São Bernardo Do Campo e El año de 1978 fue emblemático para la lucha de los trabajadores, pues es en este momento que se dan las primeras huelgas en cada fábrica de la 6 La papeleta electoral No. 3, correspondiente a la Oposición Sindical, presentó oficialmente sus candidatos y su programa en la noche de un martes 4 de abril de 1978. Murilo Carvalo. “A noite dos metalúrgicos”. In: jornal Movimento, 10/4/1978, p. 6. Sin embargo, la campaña ya había ganado en las fábricas desde el mes anterior. 7 Idem, p. 3. Iram Jácome Rodrigues 227 región del ABC paulista, luego de diez años sin movimientos significativos del sindicalismo. La sociedad civil fue sorprendida cuando los trabajadores, que escasamente eran mencionados en la prensa -cuando lo hacían aparecían tan sólo en los segmentos económicos-, de repente pasaron a ocupar las primeras páginas de todos los periódicos y en los noticieros de radio y televisión. A su manera, logran colocarse, de un momento para otro, en el centro de atención política de todo el país. El movimiento huelguista comienza en São Bernardo en mayo de 1978, posteriormente se extiende por todas las regiones de Brasil y logra finalmente movilizar a un amplio espectro de asalariados transformándose en un hecho político fundamental que transformaría, a mediano plazo, la geografía del poder al colocar en el centro del debate una nueva agenda política en la que se destacarían las demandas de los trabajadores. Las huelgas, más allá de su significado específico de reivindicación por el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo, abren en el debate nacional nuevos temas de gran importancia para las clases trabajadoras. Sitúan, por primera vez, de forma concreta, el tema de los derechos de ciudadanía para los trabajadores. Defendiendo un patrón de acción sindical distinto del que fuera hegemónico antes de 1964, el Sindicato de São Bernardo, durante los años 70, va definiendo su actividad y desarrollando el perfil de un sindicalismo de masa empeñado en la solución de los problemas laborales al interior de las empresas. En ese sentido, las preocupaciones del Sindicato se aproximan a las observadas en la Oposición Sindical Metalúrgica de São Paulo, siendo la más importante de ellas, sin duda, la cuestión de la organización de base de la clase trabajadora. En este aspecto, “una reconstitución más minuciosa de la historia del Sindicato de São Bernardo muestra que a partir de 1969 (…) comienza a manifestarse una cierta ofensiva en las negociaciones con el patronato. Un ejemplo es la lucha por el anticipo salarial (octubre de 1971), de acuerdo a las condiciones poco favorables dentro de las cuales ella se desarrolla”. A partir de las elecciones realizadas en 1972, Lula entra a formar parte de la dirección, junto con otros dirigentes, “mostrando sensibilidad frente a lo que pasa en las fábricas”, y crean un instrumento llamado Consejo de Coordinación de los Trabajos de Base, que tiene como propósito “establecer un puente entre la lucha del sindicato y aquella que se despliega dentro de la empresa”.8 Los sindicalistas tienen pues una determinada percepción sobre la relación de la organización de los trabajadores en las unidades de producción. De cualquier manera, esta 8 Marco Aurélio Garcia, São Bernardo: a (auto) construção de um movimento operário. Desvios, n. 1, São Paulo, novembro de 1982, p.. 228 La forma sindical en Latinoamérica es una temática que, a nivel internacional, está presente en la práctica sindical desde mediados de los años 1960.9 La experiencia del sindicalismo de São Bernardo, así como de los activistas de la Oposición, lleva a reposicionar el lugar de trabajo como espacio privilegiado del conflicto entre empleados y empleadores. Esta es una especificidad que se encuentra presente tanto en la región del ABC como en la capital paulista. Es a partir de los temas relacionados con las condiciones de trabajo y de los salarios, así como de las condiciones de vida de los metalúrgicos al final de la década de los 60 y comienzo de los 70, que el surgimiento de esa nova praxis sindical altera de sobremanera la correlación de fuerzas en el sindicalismo al rescatar la lucha por los derechos para los trabajadores a partir del lugar de trabajo. Este hecho es el que sin duda causará un fuerte impacto entre los metalúrgicos en un primer momento y posteriormente se extenderá a amplios sectores de las clases trabajadoras, funcionando como un punto de irradiación cuyo origen es São Paulo. A pesar del clima político que reina en el país al final de los años 1960 y al inicio de 1970, se observa que el movimiento de los sindicatos brasileños bascula entre reuniones, congresos y seminarios para discutir la situación de los trabajadores. Si el régimen militar consigue por un período controlar a la oposición política, no consigue controlar completamente a la sociedad civil. El sindicalismo expresa de forma clara y concisa su inconformidad con los destinos del país al reivindicar libertades democráticas. Al tiempo que se critica al régimen dictatorial, se defiende una participación mayor de los trabajadores en la renta nacional. Son demandas que se inscriben en el ámbito de los derechos políticos, sociales y económicos para el conjunto de la clase trabajadora. Basado en la experiencia de São Bernardo, y en consonancia con estas cuestiones, aparece lo que se ha llamado nuevo sindicalismo. Después del vacío dejado por el golpe de 1964, nuevas formas de actuación se van estructurando y comienzan a ocupar un espacio relevante dentro de la sociedad civil, en lo que se refiere tanto al enfrentamiento contra la antigua estructura sindical como contra el régimen autoritario. En este contexto, este grupo de sindicalistas va afirmando su identidad como una corriente del movimiento sindical. 9 Ver, por ejemplo,, Coulin Crouch e Alessandro Pizzorno (orgs.). El resurgimento del conflito de clases em Europa Occidental a partir de 1968, Vol 1. Madrid, Centro de Publicaciones Ministerio de TRabajo e Securidad Social, 1989. La edición original de esta obra, compuesta de dos volúmenes, es de 1978. Iram Jácome Rodrigues 229 Iglesia Y Movimiento Obrero La gran mayoría de los activistas de la Oposición Sindical que eran parte de grupos de ideología socialista venían de tendencias de izquierda y buscaban, al final de la década de 1960 y principalmente al comienzo de 1970, hacer un ajuste de cuentas con su pasado militante intentando llegar a las masas. Este intento se realizaba a través de actividades en los barrios o por medio del trabajo dentro de la fábrica. Otro grupo minoritario de sindicalistas construía su crítica sobre la estructura sindical, las condiciones de vida y de trabajo en las que vivían sectores considerables de las clases trabajadoras, a partir de las condiciones concretas de vida y prácticas cotidianas. Las discrepancias de este segundo grupo sobre los variados aspectos de la política que regían el aparato sindical, eran el resultado de su experiencia al “interior de la “máquina”, o sea, de la estructura sindical y/o del sindicato. Excepto en raras ocasiones, estos sindicalistas no tenían grandes relaciones con la izquierda y, normalmente, se autodenominaban independientes.10 Su visión pragmática inicial luego sería politizada. A pesar de todas las diferencias existentes entre estos dos patrones de acción sindical, lo que los aproxima aparentemente son sus formas de actuación y su estrecha relación con la Iglesia Católica. La Iglesia, entonces, ejerce una fuerte influencia al lado de los activistas sindicales durante todo el período de resistencia al régimen autoritario. Este hecho es fundamental, en primer lugar, para comprender el giro dado en la temática reivindicativa y, en segundo lugar, por la idea de que “ir a las bases” se refería al trabajador no sólo como un obrero de fábrica, sino también como ciudadano. Esta estrecha relación con los movimientos católicos llevará a esas dos corrientes a tener prácticas mucho más próximas durante todo un período. Heloísa de Souza Martins afirma que “la emergencia de una clase obrera organizada y combativa, así como de un sindicalismo auténtico no se da por casualidad a partir de las huelgas de 1978, ni exclusivamente a partir del Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo (…). Es preciso igualmente considerar, al lado de otras fuerzas, la actuación de los militantes cristianos en el movimiento operario y sindical y avistar su influencia en los rumbos del sindicalismo auténtico, especialmente en la región del ABC. Estos militantes que en su práctica política enunciaban varias características que hoy son atribuidas a los ‘nuevos’ movimientos sociales”.11 10Ver, por ejemplo, entrevista con Paulo Vidal Neto, en la época, presidente del Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo do Campo y Diadema, al diario Opinião de 16 de septiembre de 1974, p. 3. 11 Heloísa de Souza Martins. Igreja e movimento operário no ABC: As raízes do 230 La forma sindical en Latinoamérica Continuando con la participación de la Iglesia al lado del movimiento obrero, específicamente junto al sindicalismo del ABC paulista, es necesario aclarar que “el apoyo de la Iglesia al movimiento obrero en el ABC no surgió con las huelgas de 1979 y 1980. Por el contrario, existía en la historia de luchas obreras en el ABC una destacada participación de militantes cristianos y de sectores de la jerarquía de la Iglesia. Pero específicamente, desde 1954, con la creación de la diócesis y la ida de don Jorge Marcos de Oliveira para allá, se inició una aproximación entre la Iglesia y el movimiento obrero”.12 Se observa, entonces, que en el caso brasileño la actuación de la Iglesia Católica viene desde mucho antes del golpe del 64 y que, sin duda, esto ayudó a la formación de un nuevo patrón de acción sindical presente tanto en el sindicalismo de São Bernardo como en la actividad de la Oposición de São Paulo. Ciertamente, la Iglesia no fue la única responsable por la reorganización del movimiento obrero y del sindicalismo en Brasil durante el período de 1964 a 1978. Nuestra hipótesis es que esa institución, como consecuencia de su arraigo en la sociedad brasilera y en armonía con las transformaciones que estaban aconteciendo en la sociedad civil, fue capaz de percibir y de tener cierta sensibilidad para los problemas más permanentes que consternan a amplios sectores de la población trabajadora y no a la Iglesia como un todo, sino a aquella parcela comprometida con las demandas de las clases populares. La Iglesia Católica, por su capacidad de organización al lado de los pobres, ejerció, por un largo período, el papel de catalizadora de las aspiraciones populares y, desde ese punto de vista, fue una de las responsables de la reorganización del movimiento popular sindical después de 1964.13 Sin embargo, es importante subrayar que con este tipo de acción reivindicativa en los barrios, en los sindicatos, en las empresas y aun en la zona rural, emerge una praxis sindical diferente de la existente hasta 1964. Esa unión entre católicos, grupos de izquierda y sindicalistas es la que aproxima las dos tendencias del sindicalismo y que, en cierta medida, son los principales grupos responsables por la reinserción de los trabajadores en la esfera pública: los sindicalistas de São Bernardo y la Oposición Sindical Metalúrgica de São Paulo. Aquellas tres corrientes (también las sindicalismo autêntico e de base no Brasil, XV Encuentro Anual da ANPOCS, Caxambu, 15 a 18 de octubre de 1991, mimeo., p. 5. 12 Idem, pp. 10/11. 13Ver Ana Maria Doimo. “Os rumos dos movimentos sociais nos caminhos da religiosidade.” In: Paulo Krischke e Scott Mainwaring (orgs.) op. cit., pp. 101/129. Iram Jácome Rodrigues 231 tensiones entre ellas) confluirían en la organización de la Central Única de los Trabajadores, CUT. El surgimiento de la CUT Entre el 21 y el 23 de agosto de 1981 en Playa Grande, litoral paulista, región donde están ubicadas muchas colonias de vacaciones de los sindicatos, se realiza la Primera Conferencia Nacional de las Clases Trabajadoras (CONCLAT). El evento tuvo un gran impacto frente a la situación política nacional. Pese a los problemas internos, disputas y divergencias, la CONCLAT impulsó de manera importante la lucha de los trabajadores del campo y la ciudad. En esta conferencia participaron 5.427 delegados que representaban 1.126 entidades sindicales. Además, se hicieron presentes 480 sindicatos rurales representados por 969 trabajadores, 49 delegados en nombre de 32 asociaciones de funcionarios públicos, 176 asociaciones pre-sindicales con 875 delegados, 134 representantes de 17 federaciones rurales y 22 delegados representando 4 confederaciones: trabajadores en comunicación, agricultura, servidores públicos y profesores.14 La I CONCLAT mostró, por un lado, la fuerza organizativa del movimiento sindical y, por otro lado, expresó la capacidad política y de decisión de los trabajadores para influir en el proceso político. Reflexionando sobre la composición del encuentro, el plenario estuvo divididp entre los dos principales rivales de tal evento. Por un lado, el bloque de los combativos; por otro lado, los alineados con el bloque de la reforma o de la unidad sindical, lo que sería luego crucial para la elección de la Comisión Pro-CUT y que tenía como objetivo principal llevar a cabo las resoluciones que habían sido extraídas y preparar, en agosto de 1982, el Congreso Nacional de las Clases Trabajadoras; el cual crearía la Central Única de los Trabajadores. La I CONCLAT no logró avances significativos. Tampoco en lo referido a cuestiones más específicamente sindicales. No obstante, mantuvo la defensa de la unicidad sindical, así como también la contribución sindical o el impuesto sindical. Además, en lo relativo a la organización de los trabajadores en los lugares de producción, se menciona a la comisión de empresa, o comisión de fábrica, y se define que sus estatutos deben ser aprobados en la asamblea de los sindicalizados de la empresa. O sea que no se trataría exactamente de comisiones de fábrica en las que todos los trabajadores están representados, sean ellos sindicalizados o no, 14Clarice Melamed Menezes e Ingrid Sarti. Conclat 1981, a melhor expressão do movimento sindical brasileiro. Campinas, Cartgraf, Coleção Ildes 3, 1981, p. 46 e segs. 232 La forma sindical en Latinoamérica sino de comisiones sindicales de base en las cuales participan solamente los trabajadores sindicalizados. El enfrentamiento entre las dos principales corrientes del movimiento sindical, expresado claramente en la I CONCLAT, llegó hasta el interior de la Comisión Nacional Pro-CUT. Cerca de dos años después de aquella conferencia, el 7 de agosto de 1983, durante la reunión de la Comisión Nacional Pro-CUT para la organización del Congreso Nacional de las Clases Trabajadoras (llamado también de I CONCLAT), las dos principales tendencias del movimiento sindical brasileño se enfrentaron: el bloque combativo y los miembros de la Unidad Sindical. Finalmente, el bloque de los combativos realizó entre el 26 y el 28 de agosto de 1983 su propio Congreso Nacional y al final se creó la Central Única de los Trabajadores. El Congreso de fundación de la Cut La realización de este I CONCLAT en agosto de 1983, en São Bernardo do Campo, derivó en la fundación de la CUT.15 Este I CONCLAT, que también es el congreso de fundación de la CUT, contó con la participación de 5.059 delegados. Los participantes de los sectores rurales eran 1.658, representando 310 sindicatos. Por otra parte, se hicieron presentes 355 sindicatos urbanos con 2.262 delegados. También participaron 134 asociaciones pre-sindicales, con 588 delegados y 99 asociaciones de funcionarios públicos con 483 representantes. Además, en la fundación de la CUT estuvieron presentes cinco federaciones de trabajadores, ocho entidades de carácter nacional y una confederación.16 La realización de este congreso representó una victoria significativa de los “combativos” en su lucha por conquistar el espacio político al crear su propia central sindical y, a partir de ahí, tener un organismo nacional para vehiculizar sus propuestas tanto políticas como sindicales. El congreso definió un Plan de Luchas, con la intención de dar una “respuesta política a la crisis”, conforme fue expuesto en las resoluciones del encuentro. Las discusiones de la reunión giraron en torno a dos temas relevantes: la creación de la CUT y la huelga general. Los principales temas que fueron incluidos en las resoluciones finales giraban en torno a la lucha contra el desempleo, la estabilidad en el empleo, la reducción de la jornada de trabajo sin reducción de salario, la lucha por la extinción de la hora extra, la lucha contra la reducción salarial, por la defensa de 15Sobre el congreso de fundación de la CUT o I Congreso de las Clases Trabajadoras (I CONCLAT) realizado el 26, 27 y 28 de agosto de 1983, ver: I CONCLAT, São Paulo, CEDI/CUT, 1984, p. 214. 16 Idem, p. 73. Iram Jácome Rodrigues 233 los servidores públicos, defensa de las empresas estatales, derecho a la vivienda. En lo que se refiere a la organización general de los trabajadores, fue aprobada la creación de la Central Única de los Trabajadores, CUT, dirección dispuesta a conducir “de forma organizada, a nivel nacional, las luchas de los trabajadores. La nueva entidad deberá ser representativa, democrática e independiente del Estado, de los patrones y de los partidos políticos”.17 Así como en la I CONCLAT, este congreso también elaboró un programa extremadamente minucioso sobre la cuestión sindical y sobre la situación política del país. El programa contenía, entre otros aspectos a los cuales ya hemos hecho referencia, la “exigencia” por parte de los trabajadores de acabar con la política económica del gobierno; romper con los acuerdos con el FMI; mantener la libertad y la autonomía sindical; la libertad de organización política; la reforma agraria bajo el control de los trabajadores; el rechazo al pago de la deuda externa; el fin de la Ley de Seguridad Nacional (LSN); exigir el fin del régimen militar y el comienzo de un gobierno controlado por los trabajadores; elecciones directas para presidente.18 El sector vinculado, en aquella época, a la Unidad Sindical, que no participó de este congreso, realizó en noviembre de 1983 el Congreso Nacional de la Clase Trabajadora (CONCLAT) y eligió también una coordinación nacional. Decidida la creación de la CUT, en agosto de 1984 se realizó el I CONCUT en São Bernardo do Campo. El segundo sería realizado a finales de julio y comienzos de agosto de 1986 en Río de Janeiro. En septiembre de 1988 se realizaría el tercer congreso en Belo Horizonte y, finalmente el IV CONCUT tuvo lugar en septiembre de 1991 en la capital paulista. En el primer semestre de 1984, el movimiento sindical estaba completamente reorganizado. La historia de esa reorganización comienza con las pequeñas luchas, aquellas prácticas de resistencia aparentemente “invisibles” de los trabajadores en la cotidianeidad del trabajo, así como en la actividad sindical stricto sensu. En este sentido, desde el momento en que fue fundada, la central pasó a ser un componente fundamental del 17 Idem. 18 Como lo analiza Leoncio Martins Rodrigues, “el Programa de Luchas de 1983 traía de hecho algunos puntos que deberían aparecer en los congresos posteriores de la CUT, mezclando demandas de carácter laboral con otras de reforma social más radical. Por las primeras, estamos entendiendo las reivindicaciones posibles que deben ser alcanzadas al interior de una economía de mercado y el cuadro de un sistema político pluralista y representativo. Por las segundas, estamos entendiendo las que sólo podrían ser realizadas en un procesos de luchas y que resultarían en alteraciones profundas en el cuadro institucional en dirección a alguna forma de socialismo. Cf. Leôncio Martins Rodrigues. CUT: os militantes e a ideologia. São Paulo: Paz e Terra, 1990, p. 7. 234 La forma sindical en Latinoamérica proceso político brasileño y de la lucha por la ampliación de los derechos democráticos en la sociedad, y colocó en la agenda de transición las demandas del mundo de trabajo. A partir de la eclosión de las huelgas de mayo de 1978 hasta 1983, cuando nace la CUT, hay una actividad febril de reorganización de los trabajadores que rápidamente estructuran una central sindical a nivel nacional, la que pasa a ser una referencia fundamental para los trabajadores de nuestro país. La trayectoria de la Central Única de los Trabajadores, desde su fundación hasta su tercer congreso nacional, realizado en 1988, representó un período de construcción y de afirmación cuya fase de mayor movimiento, más libertaria, socialista y conflictiva, en fin, heroica, se cierra con el III CONCUT. Consideraciones finales En resumen, el movimiento sindical brasileño dio un paso importante en la construcción de sus organismos de representación en un tiempo relativamente corto. Este texto intentó mostrar, de forma concisa, el camino andado por el sindicalismo desde finales de los años 1960 y comienzos de 1970, conjuntamente con algunos aspectos de la práctica obrera y laboral en los locales de trabajo. De otra parte, buscó resaltar el papel desempeñado por la Iglesia Católica en esa reorganización, así como de los dos principales centros de irradiación de la práctica obrera y sindical de la época: la Oposición Sindical Metalúrgica de São Paulo y el Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo. La CUT fue fundada en 1983, dentro de una coyuntura favorable para el movimiento sindical brasileño, a pesar de la recesión que deprimió al país al inicio de los años 80. Expresión del sindicalismo que dio inicio a la ola de huelgas en 1978, con una actuación más conflictiva frente al Estado y al sector empresarial y representativa de considerables sectores de trabajadores, la CUT logró en tan sólo 10 años un crecimiento significativo dentro del movimiento sindical: sin lugar a dudas, es la central sindical más importante de nuestro país. La CUT participó en los principales sucesos políticos en el escenario nacional y se convirtió durante esos años en una interlocutora fundamental de amplios sectores de las clases trabajadoras, tanto en el ámbito de la sociedad civil como en la esfera política. La Central Única de Trabajadores surgió para defender un lugar para los trabajadores en la sociedad brasileña y representó, en cierta medida, las aspiraciones laborales por los derechos sociales, políticos y económicos. Habiendo surgido en un período de descenso del régimen autoritario, la CUT comenzó su proceso de consolidación enfrentando el régimen de Iram Jácome Rodrigues 235 excepción, reivindicando -de manera más general- la democratización del país, las mudanzas económicas y sociales que trajeran beneficios para los asalariados y asociando estas demandas a la defensa de mejoras en la calidad de vida y de trabajo para la población trabajadora, así como de cuestiones más concretas que permeaban el cotidiano de la mano de obra. Contando con una fuerte presencia en la sociedad brasileña, la CUT ha desempeñado un papel importante en el manejo de las luchas de los asalariados, trayendo para la esfera pública demandas que antes no tenían espacio en la agenda política. En ese sentido, puede ser considerada como la propia expresión de lucha por los derechos de ciudadanía para amplios sectores de las clases trabajadoras. Para afirmarse como dirección de una corriente significativa del movimiento sindical y construir su identidad, la CUT optó en un primer momento por una actuación más conflictiva en la esfera de las relaciones de trabajo. No obstante, pasados diez años, ese patrón de acción sindical comienza a debilitarse, teniendo en cuenta, principalmente, la crisis por la que pasa el sindicalismo internacional y en Brasil como consecuencia, fundamentalmente, de las profundas transformaciones en el mundo de trabajo. Prácticas muy localizadas de algunos grandes sindicatos afiliados a la Central Única de Trabajadores, especialmente aquellos con experiencia en las cámaras sectoriales, están indicando una mudanza apreciable de una acción sindical que se apoyaba en el conflicto hacia otra que privilegia la negociación. Sin embargo, ese camino no es lineal y las dificultades son considerables, sin contar con que los desafíos son aún de mayores proporciones. La convivencia al interior de la Central de una amplia gama de posiciones político-ideológicas, si por un lado es saludable en la medida en que permite la discusión de cuestiones a partir de opiniones diversas, de otro lado trae riesgos que pueden desembocar en una parálisis permanente, pues son proyectos algunas veces contradictorios y hasta excluyentes. Esto se refleja en un grado de conflicto interno mucho más alto que acabó por desgastar muchas iniciativas que estaban siendo implementadas. Ese proceso ocasionó, durante este período, un acentuado distanciamiento entre el discurso y la práctica del sindicalismo dentro de la CUT, porque son varias las “prácticas” y varios los “discursos”. Este proceso también es responsable, en cierta medida, por la ausencia de un proyecto sindical más diáfano. Este es el dilema por el que atravesó la CUT en sus primeros años y que se debe, también, a la misma dinámica de su institucionalización. La trayectoria de la Central Única de los Trabajadores demuestra que varias reivindicaciones, que eran importantes en el momento de la 236 La forma sindical en Latinoamérica aparición del “nuevo sindicalismo”, luego fueron paulatinamente dejadas de lado. La crítica más contundente a la estructura sindical dio lugar a una adaptación activa al modelo corporativo y la adaptación a ese modelo se expresa, entre otros aspectos, a través de la frágil penetración de ese nuevo sindicalismo en las empresas. Nuestra hipótesis es que, en buena medida, la demanda de los trabajadores a partir del movimiento huelguista de 1978 por mejores salarios, democratización al interior de la empresa, contratos de trabajo negociados colectivamente, participación en las discusiones políticas, económicas y sociales (políticas públicas), en la lucha por la democracia, fueron primordialmente reivindicaciones por derechos de ciudadanía. En otras palabras, la actuación del movimiento sindical de aquel período, de 1978 a comienzos de 1990, puede ser vista como una expresión de las aspiraciones más generales de la sociedad civil. Al tiempo que se fortaleció su organización, fue uno de los actores de mayor peso en la lucha por los derechos en nuestro país y la Central Única de los Trabajadores tuvo una participación fundamental en ese proceso. Bibliografía Boito, Armando. “Reforma e persistência da estrutura sindical”. In: Armando Boito (Org). O sindicalismo brasileiro nos anos 80. São Paulo, Paz e Terra, 1981. Carvalho, Murilo. “A noite dos metalúrgicos”. In: Jornal Movimento. 10 de abril de 1978. Crouch, Coulin e Pizzorno, Alessandro (orgs.). El resurgimento del conflito de clases em Europa Occidental a partir de 1968. Vol I. Madrid, Centro de Publicaciones Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. 1989. Doimo, Ana Maria. “Os rumos dos movimentos sociais nos caminhos da religiosidade”. 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Chadarevian Economista y Profesor de grado, Magister en Economia de la Universidad Federal de San Carlos - Campus Sorocaba. [email protected] Introducción La organización de los trabajadores en sindicatos asistió a un desarrollo importante a mediados del siglo XIX como manera de contrarrestar un patrón de acumulación extremadamente liberal, en donde se justificaba el empleo de niños y mayores hasta que se agotaran sus últimas fuerzas. La lucha, más allá de mejores sueldos, pronto se situaría alrededor de mejores condiciones de trabajo y participación en las decisiones de las empresas. A lo largo del siglo XX, el sindicato se ha vuelto un interlocutor de los intereses de los trabajadores siempre presente incluso en el debate político y económico de los países centrales, y muchas veces de algunos de los países periféricos, sobre todo los latinoamericanos. Además, el así llamado golden age, los años de oro del capitalismo, comprendido entre el pos segunda guerra mundial y los años 1970, representó un período de importantes conquistas para los trabajadores en estos países, gracias, entre otros, a un papel activo de los sindicatos en la regulación del mercado laboral. La flexibilización de estas conquistas, bajo un patrón de acumulación influenciado por la ideología neoliberal, a partir de los años 1980, no sólo hizo retroceder muchas de estas conquistas, sino que también resultó en una importante disminución del poder de los sindicatos. Sin embargo, aunque esta evolución histórica nos ofrezca ejemplos concretos del impacto de la acción sindical sobre el bienestar de los trabajadores, el mainstream de la Economía, con fuerte penetración en la estrategia de políticas laborales de la actualidad, sostiene que los sindicatos 240 La forma sindical en Latinoamérica no hacen más que generar desempleo, privilegiando a sus miembros y discriminando a los demás. Con el espíritu de desarmar el argumento dominante de los economistas conservadores, buscamos aquí evidencias del impacto de la acción sindical en la reducción de un tipo muy particular de desigualdades: las desigualdades raciales que se reproducen en el mercado laboral.1 Para ello, presentaremos sucintamente el debate económico respecto a los efectos de la organización de trabajadores en el mercado laboral, para luego analizar el problema racial en Brasil y su relación con la sindicalización en diferentes sectores económicos del país en el período reciente. Cuando los manuales de Economía declaran guerra a los sindicatos Los sindicatos son los culpables del desempleo, el retraso tecnológico, la inflación, y la desigualdad en la economía. Esta es la conclusión que sobresale de la lectura de los principales manuales de pregrado de introducción a Economía2, a partir de los años 1980. Más especificamente, los sindicatos, según este punto de vista, con su poder monopolista en la representación obrera, impedirían la contratación de trabajadores que deseen trabajar por un salario inferior al mínimo acordado, dejándoles en situación de desempleo; rechazarían cambios tecnológicos que generen la sustitución de mano de obra por máquinas; presionarían por aumentos salariales por encima de la evolución promedio de los precios en la economía, causando inflación; estimularían la formación de un nuevo segmento privilegiado de la clase obrera, los sindicalizados, en oposición a los no sindicalizados, alejados de los beneficios y conquistas sociales.3 Estos verdaderos ataques a los sindicatos tienen una repercusión que va mucho más allá de la formación académica del economista, puesto que los manuales de Economía son comúnmente utilizados en los cursos de otras áreas como Periodismo, Derecho, Ciencias Sociales, Administración, 1 Para un análisis profundizado del modo de reproducción de las desigualdades raciales en el mercado laboral, véase Pedro C. Chadarevian, Économie politique du racisme au Brésil. De l’abolition de l’esclavage à l’adoption des politiques d’action affirmative. Editions Universitaires Européennes, 2011. 2 Véase, por ejemplo, Paul A. Samuelson y William D. Nordhaus. Economics, McGraw-Hill/Irwin, Nueva York, 1985; Robert S. Pindyck y Daniel L. Rubinfeld, Microeconomics, Prentice Hall, Nueva York, 2008. 3 Otro eminente economista, autor de manuales de Macroeconomía, aunque no aborde los sindicatos desde un punto de vista teórico en sus libros de pre grado, explicitó su visión antisindical en un artículo de prensa, por ocasión de la reciente ola de huelgas en Wisconsin. Se trata de Robert Barro, “Unions vs. The Right to Work”, The Wall Street Journal, 28/02/2011. Iram Jácome Rodrigues 241 Contabilidad, Ingenierías, Turismo, Geografía, etc., en Brasil y otras partes del mundo.4 La naturaleza ideológica de la visión conservadora es evidente cuando se busca comprender las bases teóricas de este posicionamiento; ellas simplemente no existen. En realidad, los primeros estudios de economistas neoclásicos -que influencian la redacción de los manuales- interesados en los impactos de un fortalecido movimiento sindical en la economía americana surgieron en los años 1960, en la escuela de Chicago. El precursor es, naturalmente, Milton Friedman, para quien los sindicatos aumentan los ingresos en sectores en los que ejercen influencia, por medio del establecimiento de restricciones a la entrada de trabajadores a las empresas, o sea, la acción sindical discrimina y disminuye las oportunidades de trabajadores no sindicalizados. Como esto hiere, en su visión, la libertad individual de opción por el puesto de trabajo preferido por los individuos, determinando la discriminación de unos en beneficio de otros, y como la filosofía económica de Friedman pide la realización de la libertad individual de opción en primer plano, la recomendación implícita del autor es la abolición de las actividades sindicales. Así de sencillo. Pero es quizás con los estudios de Lewis, igualmente de la escuela de Chicago, que se inaugura una metodología neoclásica específica para el tratamiento de los impactos del sindicalismo. En uno de sus primeros trabajos, el autor busca cuantificar los efectos de la sindicalización en la dispersión salarial, para diferentes sectores económicos. Concluye que el sindicato influye muy poco en la variación de los salarios en el período estudiado. Su análisis es, sin embargo, puramente cuantitativo, y no aclara que otros factores también serían importantes en la determinación de los salarios.5 Ashenfelter, importante heredero de esta tradición, fue considerado una de las principales autoridades en el análisis del papel de los sindicatos en el mercado laboral. Su contribución pretende ir más allá de la cuantificación de los impactos en términos salariales u ocupacionales de la acción sindical y demostrar que los sindicatos son un importante factor determinante de las desigualdades raciales en los EE.UU.6 Entre sus conclusiones, se destaca la preservación de altos diferenciales de salarios persistentemente favorables a blancos sindicalizados, respecto a negros sindicalizados, en diferentes sectores de la economía, lo que indicaría el impacto despreciable de la acción sindical para reducir las desigualdades raciales. El autor parece 4 Incluso en algunos países se enseña la Economía con esta misma orientación de los manuales a estudiantes escolares, como en Francia. 5 H. Gregg Lewis. “The Effect of Unions on Industrial Wage Differentials”. National Bureau of Economic Research, Princeton, 1968. 6 Orley Ashenfelter. “Discrimination and Trade Unions”. Working Papers, n. 30C, Princeton University, 1971. 242 La forma sindical en Latinoamérica olvidar, sin embargo, la dimensión ocupacional en la determinación de los ingresos promedios en la economía. El ingreso menor de los negros refleja muchas veces su concentración en segmentos subordinados, resultado de la presencia de mecanismos de discriminación que les impiden una mobilidad en el interior de las empresas, y en contra de los cuales muchas veces el sindicato nada puede hacer. Esta posición económica ultraconservadora determina una importante, y definitiva hasta el momento, ofensiva de los gobiernos que terminó por legitimar las restricciones a la libertad sindical en muchos países, empezando por los EE.UU. De hecho, durante la administración Reagan, a principios de los años 1980, diversas medidas produjeron una rápida flexibilización del mercado laboral en ese país, aumentando así la competitividad entre trabajadores y el desempleo. Paralelamente, se desarrolla en el período una gestión conservadora en la agencia nacional de regulación laboral (la National Labor Relation Board), haciendo cada vez más difícil la concretización de las demandas de los sindicatos.7 Consecuentemente, asistimos al rápido declinio de los sindicatos americanos -nada más en los ocho años de gobierno Reagan la densidad sindical cae por la mitad en el sector privado, llegando a un 12% en 1989-, en un movimiento acompañado por una caída importante de los ingresos de los trabajadores y por un aumento inédito de las desigualdades. La política de desregulamentación del mercado laboral encuentra en el discurso (pseudo) científico de los economistas su razón de existir. En realidad, la teoría neoclásica de la formación de los salarios considera toda intervención institucional maléfica, ya sea en términos de alocación eficiente de los recursos, ya sea en términos de bienestar general. Se entiende que los salarios equivalen únicamente a la productividad marginal de los trabajadores en la producción. Desde esta concepción meritocrática, los bajos salarios se explican por cuenta de la baja productividad de estos trabajadores. Igualmente, los más privilegiados merecen cada centavo de su sueldo, puesto que su contribución fue elevada para la riqueza producida. La moraleja es bastante sencilla: la educación y el esfuerzo individual -y no la la lucha unificada alrededor de las organizaciones sindicales- son los caminos que los trabajadores deben seguir para aumentar sus salarios. Pero no siempre ha sido así. Hubo un tiempo en que los manuales de Economía transmitían una visión relativamente tolerante respecto a la acción sindical. El mismo Samuelson, en las primeras ediciones de su manual, en 7 Samuel Rosenberg. “Labor in the Contemporary Structure of Accumulation”. In: Terrence McDonough, Michael Reich y David Kotz, Contemporary Capitalism and its Crisis. Social Structure of Accumulation for the 21st Century, Cambridge University Press, 2010. Iram Jácome Rodrigues 243 los años 1950, temía, es cierto, el riesgo de una subida incontrolable de los ingresos como resultado del poder creciente de los sindicatos; sin embargo, reconocía la necesidad de regulación del estado para protegerlos de los abusos de los patrones. En ese entonces, cuando la escuela de Chicago no había sembrado todavía las raíces de la revolución conservadora en el pensamiento económico, la oposición ideológica a los sindicatos parecía carecer de argumentos más convincentes. Era otro el contexto, eran otros los manuales, y, claro, era otro el Samuelson que denfendía una actitud colaboradora entre los sindicatos y los patrones, en lugar de la relación conflictiva predominante (para la cual contribuía, naturalmente, según el autor, el comportamiento beligerante de los sindicatos (...).8 En fín, hay que tener en cuenta que una crítica muy radical a la presencia de los sindicatos en la economía americana, como la que hacía Hayek, le podría costar un largo período de ostracismo, debido al inegable bienestar resultante de los años de oro del sindicalismo estadounidense. De hecho, la crítica voraz al sindicalismo no tenía lugar en plena consolidación del ‘consenso keynesiano’, cuyas bases teóricas justifican la importancia económica de los movimientos laborales, como veremos a continuación. El sindicato en el análisis económico heterodoxo La verdad es que, como dice Anne Perrot, especialista en las teorías económicas del mercado laboral, los economistas neoclásicos en su ortodoxia pura no disponen de un instrumental adecuado para tratar el fenómeno sindical.9 Sindicalismo presupone un cuadro teórico apto a incluir variables como poder, Estado y clases sociales, totalmente ausentes del actual método dominante de análisis económico. Sin embargo, el tratamiento teórico del sindicato ha estado siempre muy presente en el marco de la economía heterodoxa. Empecemos por los clásicos. Para Marx y Engels el precio de equilibrio en el mercado laboral no es obra de la mano invisible, del encuentro ciego entre oferta y demanda, sino que refleja los costos de producción. En el caso del mercado laboral, el costo de (re)producción de la fuerza de trabajo es dado por el costo de los bienes consumidos por los trabajadores para mantener su bienestar. Sin embargo, el salario de los obreros no organizados tiende al mínimo absoluto, 8 Paul A. Samuelson, Economics, Nueva York, 1958. 9 Hubo, es cierto, intentos de internalizar la acción sindical por parte de economistas que pertenecen a una ramificación institucionalista del paradigma neoclásico. Partiendo de una concepción más flexible de racionalidad, que permite su aplicación a decisiones colectivas, analizan el sindicato bajo la lógica de la maximización de sus intereses de clase. Anne Perrot. Les nouvelles théories du marché du travail. La Découverte, Paris, 1998. 244 La forma sindical en Latinoamérica o sea, a un monto inferior al precio de equilibrio, o valor. Es la natureleza misma del capitalismo que el empresario intente aumentar continuamente su ganancia, y el camino más simple es la reducción de sueldos, absoluta o relativa. Simpre que el trabajador entra aisladamente en relación con el capitalista se somete a una situación de desigualdad de condiciones para negociar su contrato de trabajo; éste le impone a aquel la duración, las condiciones y el precio por el trabajo ejecutado. El resultado de esta desigualdad en la determinación del salario es que el trabajador recibirá una remuneración por debajo del valor de su fuerza de trabajo, o sea, inferior a lo necesario para su reproducción física y social. Los autores atribuyen al surgimiento del sindicato la necesidad natural de los trabajadores de organizarse frente a los abusos del capital, tratando así de equilibrar las relaciones de fuerza profundamente desiguales que caracterizan el funcionamiento del mercado laboral. El mecanismo principal por el cual opera el sindicato en el mercado laboral es por medio de la restricción de la competencia, dificultando que la “mano invisible del mercado” determine exclusivamente el precio de la fuerza de trabajo. Trotsky, en uno de sus últimos escritos, se interesó por el fenómeno sindical en su relación con las transformaciones del capitalismo en la primera mitad de siglo XX. Consideraba natural el desarrollo del sindicalismo alrededor de grandes centrales sindicales, como reacción a la expansión del imperialismo económico, o sea, el capital monopolista.10 Sin embargo, éste, como otros autores clásicos de la tradición marxista, concentraron su atención sobre todo en el carácter político del sindicalismo en su relación con el Estado y la revolución. Más recientemente, Michael D. Yates, el autor del aclamado Why Unions Matter (Por qué los sindicatos importan), sostiene en sus investigaciones sobre el impacto del sindicato en el mercado laboral, que la organización de los trabajadores es un paso fundamental para alcanzar mejores salarios, beneficios, participación y condiciones de trabajo. Y sobre todo, la acción sindical, contrariamente a la visión de los economistas conservadores, resulta generalmente en la extensión de estas mejorías a los no sindicalizados, ya sea por su acción política directa, ya sea por el efecto de contaminación (spillover effect), en el que las empresas prefieren conceder beneficios para evitar un proceso de sindicalización de sus empleados. Además, muestra que negros americanos se benefician más que los blancos al sindicalizarse, lo que lleva al autor a concluir que la presencia de sindicatos en el mercado laboral actúa para disminuir las desigualdades raciales.11 10León Trotsky. “Trade Unions in the Epoch of Imperialist Decay”. Fourth International, v. 2, n. 2, 1941. 11 Michal D. Yates. “Why Unions Still Matter”. Monthly Review, v. 60, n. 9, 2009. Iram Jácome Rodrigues 245 Keynes fue uno de los primeros en criticar la visión ortodoxa que ve en la acción sindical un intento sistemático de obstruir nuevas contrataciones, siempre que el poder de compra de sus miembros está amenazado.12 El autor destaca el carácter procíclico del sindicato, pues los trabajadores tienden a aumentar su poder relativo durante los períodos de crecimiento económico, garantizando así conquistas salariales. Sin embargo, su obra mayor no detalla el impacto del sindicato en la determinación de los salarios o del empleo, aunque se encuentre ahí una visible intuición de estas articulaciones. Los seguidores de esta tradición heterodoxa no marxista mantendrán una visión positiva de la actuación de organizaciones laborales en el sentido de evitar una caída contraproducente del nivel de los salarios o, más generalmente, de la demanda efectiva. Galbraith, por ejemplo, llama la atención para el hecho que el declinio del sindicalismo en los años de oro del capitalismo se explica por su presencia desnecesaria en un contexto de conquistas consolidadas para los trabajadores, lo que remite a la tomada en consideración de la variable “ciclo económico” para explicar la evolución de la tasa de sindicalización entre trabajadores. Por otro lado, transformaciones estructurales del capitalismo, como la tendencia a la “tecnoburocratización” en las economías centrales disminuyen la capacidad de penetración de la acción sindical en segmentos ocupacionales más cercanos ideológicamente a la burguesía que a la clase obrera.13 Piketty, experto en el problema de las desigualdades, en colaboración con Saenz, se basa en un rico analisis de la economía americana para concluir que el nivel de regulación del mercado laboral por parte del Estado y de los sindicatos explica la evolución de las desigualdades salariales en ese país. Durante los años de vigencia de un salario mínimo elevado y de ascensión del sindicalismo, entre los 1930 y 1960, la desigualdad cayó significativamente. A partir de los años 1970, con la desregulamentación del mercado laboral y la decadencia del sindicalismo en EUA (con un 10%, la densidad sindical volvió al nivel de los tiempos de la depresión de los 1930), la desigualdad crece nuevamente en esse país.14 12“Every trade union will put up some resistance to a cut in money-wages, however small. But since no trade union would dream of striking on every occasion of a rise in the cost of living, they do not raise the obstacle to any increase in aggregate employment which is attributed to them by the classical school”. John M. Keynes, The General Theory of Employment, Money and Interest, Martino Fine Books, Eastford, 2011 [1936]. 13 John Kenneth Galbraith. The New Industrial State, Princeton University Press, 1997 [1967]. 14 Thomas Piketty y Emmanuel Saenz. “Income inequality in the United States, 1913-1998”. En: Quaterly Journal of Economics, v. 118, n. 1, 2003. 246 La forma sindical en Latinoamérica La teoría francesa de la regulación, ramificación importante del paradigma económico hetedoxo, destina un lugar destacado para el papel de los sindicatos en la determinación de los salarios. Para estos teóricos, la relación salarial, forma institucional central del modo de regulación capitalista, se construye, en la actual etapa del capitalismo, por medio de acuerdos colectivos, en los que se incluye no solamente el salario, sino los beneficios y condiciones de trabajo. El impacto de estos acuerdos va más allá de la empresa o sector en cuestión, influenciando muchas veces toda la economía, por un proceso de imitación que termina por beneficiar una parcela importante de los trabajadores. Sobre todo, los acuerdos colectivos en el período del fordismo fueron los responsables por volver los salarios más rígidos, o sea, menos sometidos a las inestabilidades comunes de los ciclos económicos.15 Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, relata que en un sistema con fuertes sindicatos, y con un Estado regulador, la capacidad de los accionistas y directores ejecutivos de las grandes corporaciones de aumentar indefinidamente sus remuneraciones y ganancias es más limitada. Explica, por ende, la decadencia del movimiento laboral en ese país como resultado del ataque del capital monopolista a los sindicatos, a partir de los años 1970. Entre otros mecanismos, destaca licenciar (ilegalmente) trabajadores sindicalizados o simpatizantes, y la persecución de líderes del movimiento iniciada en el gobierno Reagan16. En su blog, el tema de las relaciones salariales es constante, y no es raro encontrar la defensa del carácter imprescindible la acción sindical en la regulación del mercado laboral – posición sorprendente para un economista de tamaña influencia como lo es Krugman.17 Cómo los sindicatos parecen atenuar el efecto del racismo en el mercado laboral brasileño Aunque aquí se adopte una metodología cuantitativa para medir el impacto de la acción sindical sobre las desigualdades, hay que resaltar desde ya la importancia de un análisis histórico e institucional complementario. De hecho, la historia de la refundación del movimiento sindical en Brasil, en el pos dictadura militar a finales de los años 1970, se confunde con el renacimiento de los grupos de lucha antiracista. Muchas veces, estos 15 Michel Aglietta. Régulation et crises du capitalisme. Editions Odile Jacob, Paris, 1997 [1976]. 16 Paul Krugman. The Conscience of a Liberal. W.W. Norton & Company, Nueva York, 2007. 17http://krugman.blogs.nytimes.com Iram Jácome Rodrigues 247 dos ejes del movimiento social brasilero se encontraron bajo un mismo objetivo político partidario (en el PT, en el PDT, en las tendencias socialistas independientes), e incluso en las mismas centrales sindicales, que no rara vez se han mostrado receptivas a las banderas de la democracia racial (la CUT y la Conlutas, en especial). A parte de las acciones de concientización racial, localizadas por parte de sindicatos de categorías específicas (químicos, petroleros, bancarios), cuya tradición en esta lucha ha sido sin embargo escasamente documentada, interesa sobretodo aquí registrar el intento sistemático de las centrales sindicales en hacer de la lucha contra la discriminación un eje central de su política hacia los patrones y empleados. En ese sentido, se destaca el papel precursor de la CUT, que desde finales de la década de los 1980 ha tratado de desarrollar políticas específicas sobre el tema del racismo, ya sea bajo la forma de artículos en sus periódicos, debates, resoluciones o con la participación de sus liderazgos junto a los congresistas con el objetivo de instituir medidas de acciones afirmativas. Naturalmente, esta dimensión histórica e institucional del papel de los sindicatos en la lucha contra el racismo difícilmente se puede captar en un estudio cuantitativo como el que sigue a continuación. Trataremos, en realidad, de analisar aquí el impacto de la acción sindical en las desigualdades raciales que se manifiestan en el mercado laboral. La suposición de base es que cuanto más grande es la proporción de sindicalizados en un determinado sector económico, mejor tienden a ser las condiciones de trabajo, y, por ende, menores las desigualdades raciales de ingreso promedio y ocupacionales. Lo que se ve abajo, en el gráfico 1, es una clasificación de los trece sectores de actividad de la economía brasileña según la proporción de trabajadores que declararon estar asociados a algún tipo de sindicato en el año de 2008. Estos datos, como los demás que analizaremos, provienen de la encuesta nacional por muestreo domiciliar (PNAD-IBGE), en la que se entrevistaron a más de 200 mil domicilios en todo el país cada año. Mientras que la tasa promedio de sindicalizados se ha estabilizado en alrededor de un 18% en Brasil en los últimos años, algunos sectores se destacan por una participación política de sus trabajadores mucho más importante que la realidad nacional. Es el caso de los sectores que todavía tienen fuerte presencia de funcionarios públicos, como la Educación, la Salud y el servicio social (28,5% de sindicalizados), y la Administración pública (27,2%), naturalmente. Minería (37,6%), Transporte y Comunicación (24,0%) son sectores que pasaron en buena parte por privatizaciones en los años 1990, pero que mantienen todavía una tradición sindical importante. Lo mismo se podría decir de las Actividades financieras (22,3%), aunque ahí el sindicalismo siempre ha sido fuerte incluso en los bancos 248 La forma sindical en Latinoamérica privados. No se puede dejar de mencionar igualmente la fuerte presencia de los sindicatos rurales en el campo brasileño, que han actuado recientemente con el objetivo de evitar abusos por parte del agronegocio que se expande de manera incontrolada en el país. Estos sectores con fuerte actuación sindical se caracterizan por evidentes mejores condiones de trabajo, puesto que las negociaciones son generalmente nacionales y por medio de acuerdos colectivos garantizan no solamente mejores ingresos, sino más beneficios (como plan de salud, subsidios a educación, participación en las ganancias y en decisiones estratégicas, etc.). El sector agrícola, a su vez, se presenta como una relación salarial muy particular y, aún así, ha logrado conquistas importantes en lo que se refiere a transporte de mejor calidad, jornadas de trabajo menos extenuantes y salud laboral. La industria es un caso especial, por cuenta de la enorme heterogeneidad de subsectores que la caracterizan. Aunque la tasa de sindicalización promedio (20,1%) esté por arriba del promedio nacional, la variedad de realidades en su interior es impresionante: 49% en la automobilística, 38% en la metalurgía y electronica, 16% en la de ropa, 7% en la de muebles. Más adelante comentaremos los detalles en un analisis de los subsectores de actividad de la economía y su relación con la acción sindical. En el otro extremo de esta clasificación encontramos a los sectores de inserción laboral más precaria, marcados por fuerte inestabilidad e inseguridad contractual, baja formalización y poca regulación por parte del Estado. Como consecuencia, la penetración de los sindicatos en estos sectores se hace mucho más dificil. Los seis sectores cuya tasa de sindicalización se encuentran muy lejos del promedio nacional representan un 40% de los trabajadores, sometidos a los peores regímenes de trabajo en el país. Hay que decir que predominan en estos sectores pequeñas empresas, muchas veces familiares, e incluso relaciones de trabajo individualizadas, como en el caso de los servicios domésticos, lo que prácticamente imposibilita la acción sindical. Aún así, el período reciente ha registrado importantes conquistas sobre todo para los trabajadores domésticos (a pesar de una tasa de sindicalización promedio irrisoria: 1,9%). Iram Jácome Rodrigues 249 Gráfico 1. Porcentajes de trabajadores sindicalizados por sector de actividad. Brasil, 2008. Minería 37,6% Educación, salud y servicio social 28,5% Administracion pública 27,2% Agricultura 25,2% Transporte y comunicación 24,0% Actividades financieras 22,3% Industria manufacturera 20,2% Comercio y mantenimiento 11,0% Otros servicios colectivos 9,2% Hoteleria y alimentación 8,6% Construcción civil 8,3% Actividades mal definidas 3,4% Servicios domésticos 1,9% Pues son precisamente en estos sectores en donde las condiciones de trabajo son las más precarias, y, por ende donde el sindicato está más ausente -es aquí que se concentra la proporción más importante de trabajadores negros en Brasil. Es lo que nos enseña el gráfico 2 abajo. Los sectores con menor penetración de sindicatos, medida por la tasa de sindicalización promedio, son aquellos con mayor presencia de trabajadores negros sobre el total de empleados. Así, mientras que en la población trabajadora total la proporción de negros es de un 54,1%, en el sector de Servicios domésticos ellos son un 64,8%, en el de Construcción civil un 63,7% y Hotelaría y alimentación un 56,8%- justo aquellos sectores con débil penetración sindical. Ahora, los sectores tradicionalmente marcados por la fuerte sindicalización de sus trabajadores (financiero, educación, administración pública) tienen una proporción relativamente menor de negros entre sus empleados (43,0%, 46,7% y 50,3%, respectivamente). Los economistas conservadores entenderían este fenómeno posiblemente como una discriminación de los sindicatos hacia los trabajadores negros, haciéndoles difícil la penetración en los sectores nobles, por medio de su acción monopolizadora respecto a las contrataciones. Sin embargo, un analisis lúcido muestra exactamente lo contrario. La desregulamentación del mercado laboral brasileño afectó más duramente a los sectores tradicionalmente más precarios, en donde históricamente se han concentrado los trabajadores negros. Mientras el sindicato no penetre ahí de manera La forma sindical en Latinoamérica 250 consistente, sus condiciones de trabajo continuarán siendo las peores de la economía. Tanto es verdad que los sectores con tasas más altas de sindicalización promedio son aquellos en los que los trabajadores se benefician de mejores ingresos, como analisamos a continuación. Gráfico 2. Proporción de trabajadores negros y de trabajares sindicalizados en 13 sectores de actividad. Brasil, 2008. 75% 70% 65% 60% 55% 50% 45% 40% 35% 0% 5% 10% 15% 20% 25% 30% 35% 40% La sindicalización no está uniformemente distribuida entre blancos y negros en el mercado laboral de Brasil. Aunque las desigualdades raciales en este ítem no sean muy importantes, la “ventaja” es casi sistemática a favor de trabajadores blancos. Es este el tema del gráfico 3, en el que clasificamos las diferencias en las tasas de sindicalización por subsector de actividad. Aparentemente, los sectores más dinámicos de la economía son los que presentan la penetración relativamente más debil de negros en los sindicatos, como los sectores industriales más sometidos a la competencia internacional y los sectores económicos de elevado nivel de calificación de sus trabajadores: la Industria de automóviles (7 puntos percentuales más sindicalizados blancos que negros), servicios financieros (7 p.p.). En cambio, en los sectores de servicio, que tienden a concentrar gran número de negros, la probabilidad de que observen un grado de sindicalización semejante o superior a de blancos es mucho más importante (limpieza urbana, servicios personales, servicios rurales). Es importante que se diga que estas diferencias no tienen absolutamente nada que ver con un comportamiento discriminador de los sindicatos, como alegan los economistas conservdores. Simplemente, reflejan un fenómeno mucho más profundo: la tendencia de los sectores más dinámicos, y por ende intensivos en capital y mano de obra supercalificada, en mantener a los negros segregados de los puestos Iram Jácome Rodrigues 251 más precarios, sometidos a la amenaza constante del desempleo. En estas condiciones es normal que a los negros se les ofrezcan menos posibilidades de sindicalizarse si se compara con blancos. Gráfico 3. Subsectores de actividad clasificados según la diferencia en las tasas de sindicalización entre blancos y negros (en puntos percentuales). Brasil, 2008. Ind. Minerales no metálicos Ind. Madera Ind. Automóviles, transporte Ind. Automóviles transporte Pecuria Extractiva mineral Ind. Papelera Ind. Máquinas Ind. Editorial Ind. Metalúrgica Educación Total Agrícola Otros servicios Actividades inmobiliarias N/D Pesca Comercio de objetos personales Hotelería, alimentación Salud y seguridad social Energia Ind. Textil Adm. Pública Ind. Quiímica Ind. Electrónica y hospitalaria Comercio vehiculos Ind. Alimentos, bebidas, fumo Construcción civil Servicios rurales Ind. Muebles Servicios domésticos Ind. Confección Servicios de transporte Mktg. Servicios a empresas Correo y telecom Ind. Calzado Servicios personales Limpieza urbana -0,08 -0,07 -0,06 -0,05 -0,04 -0,03 -0,02 -0,01 0,00 0,01 0,02 0,03 0,04 0,05 0,06 0,07 0,08 252 La forma sindical en Latinoamérica Observemos ahora atentamente el gráfico 4. Lo que se ve ahí es, sin lugar a dudas, una tendencia a que las más altas remuneraciones en promedios se encuentren en los sectores con mayor acción sindical. Los sectores más nobles de la economía, con ingreso promedio por encima de los R$2 mil poseen una tasa de sindicalización nunca inferior a un 30%. Por otro lado, de los once sectores con tasas de sindicalización por debajo de los 15%, apenas uno sobrepasa la barrera de los R$1 mil de sueldo promedio. Gráfico 4. Remuneración promedio y proporción de trabajadores blancos sindicalizados en 39 subsectores de actividad. Brasil, 2008. Además de la relación positiva que parece existir entre la presencia de trabajadores sindicalizados y los niveles de remuneración, los datos también indican que los sectores con altas tasas de sindicalización son los que presentan las menores desigualdades salariales. Es lo que se puede concluir luego de una rápida mirada al gráfico 5 más abajo. Como indicador de desigualdad salarial al interior de los diferentes sectores tomamos la razón entre el sueldo máximo pagado y el sueldo promedio de este mismo sector en el año 2008. Así, por ejemplo, sectores con bajos niveles de sindicalización de trabajadores son los que presentan las diferencias salariales más importantes: Comercio de vehículos (10% de sindicalizados y sueldo máximo 66 veces superior al promedio del sector), Hotelería y alimentación (8,6% y 39 veces), Industria de confección (10,3% y 38 veces). Ya en el otro extremo tenemos: Energía (46,8% y 6 veces), Servicios financieros (38,4% y 9 veces), Extracción mineral (59,8% y 7 veces). Iram Jácome Rodrigues 253 Gráfico 5. Desigualdad de ingresos y proporción de trabajadores sindicalizados en 39 subsectores de actividad. Brasil, 2008. Si los mecanismos por los cuales la acción de los sindicatos, ya sea en el interior de la empresa, ya sea en el ámbito sectorial, logran aumentar los ingresos directos e indirectos de los trabajadores menos calificados, y, por ende, disminuir la desigualdad de salarios parecen claros, su papel en la atenuación de los impactos de los mecanismos de discriminación son menos evidentes. De todas maneras, los elementos que traemos abajo parecen indicar que las desigualdades raciales de hecho disminuyen cuanto más fuerte se presenta la acción sindical. En el gráfico 6 se observa, primero que todo, que en Brasil los diferenciales salariales son siempre perjudiciales para los negros, independientemente del sector económico, variando de -5% hasta -60% en algunos casos. Sin embargo, parece existir una tendencia de reducción en estos diferenciales en aquellos sectores en donde la tasa de sindicalización se acerca más de la de los blancos. Los sectores con grandes desigualdades raciales en la tasa de sindicalización (Industria maderera, -7,2%, Servicios financieros, -6,5%, Industria de vehículos, -6,4% y Minería, -5,4%) están entre las que presentan las mayores desigualdades salariales, perjudicando a los negros (-46,1%, -38,6%, -33,6% y -40,4%). Encontramos, al contrario, en los sectores con destacada participación de negros entre los trabajadores sindicalizados, algunos superando incluso el número de blancos (Limpieza urbana, +6,9%, Correos, +1,5%, Servicios domésticos, -0,1%, Industria de muebles, -0,4%), los casos en donde se registran las menores desigualdades raciales de salarios (-5,1%, -25,0%, -12,7% y -28,4%). 254 La forma sindical en Latinoamérica Gráfico 6. Diferencias salariales y en las tasas de sindicalización entre negros y blancos. Brasil, 2008. Nos gustaría, por fin, destacar el impacto que la acción de los sindicatos parece generar en el cuadro de jerarquización racial al interior de las empresas. En Brasil, el reflejo más evidente del racismo en el mercado laboral es la existencia, y predominancia a lo largo de décadas, de un nivel elevado de jerarquización racial en su estructura ocupacional y de clases. En realidad, la probabilidad de que un negro acceda a los puestos más nobles de la estructura ocupacional es mucho menor en Brasil que en países como Estados Unidos o Gran Bretaña.18 Para efecto de comparación, utilizamos aquí, como indicador de este cuadro de división racial del trabajo (DRT), la proporción de trabajadores negros que se concentran en las ocupaciones menos prestigiosas (o descalificadas) del mercado laboral: las de servicios. Son ocupaciones que no permiten en general muchas oportunidades de mobilidad social, y que mantienen al trabajador aislado de las decisiones estratégicas más importantes de la empresa (como ocurre con las ocupaciones técnicas o de gestión y directivas). Evidentemente, cada sector tiene, en función de su composición orgánica del capital, una 18 Fue lo que pude constatar por medio de la creación de nuevos indicadores de desigualdad racial, en un estudio que fue recientemente publicado en Brasil. Pedro C. Chadarevian. “Para medir as desigualdades raciais no mercado de trabalho”. En: Revista de Economia Política, v. 31, n. 2, 2011. Iram Jácome Rodrigues 255 proporción más grande o más pequeña de trabajadores descalificados. En el sector financiero, basado en alta tecnología, la proporción de trabajadores no calificados es mucho menor con relación a los muy calificados, diferentemente del sector de Servicios personales, en el que esta relación se invierte. Sin embargo, los niveles de división racial del trabajo son muy importantes en Brasil, haciendo que los negros se concentren de manera desproporcional en puestos descalificados y estén menos presentes en los altamente calificados. Tomemos algunos ejemplos que aclaran la existencia de estas desigualdades, ilustradas en el gráfico 7. En el sector de Administración pública, la proporción de negros en ocupaciones descalificadas es de 58% superior a la de blancos, en el sector de Educación, 100% superior, y en el sector de Servicios financieros, 200% superior. La pregunta que se puede hacer es qué papel tiene el sindicato en la distribución de estas oportunidades de mobilidad al interior de las empresas. Para responderla construimos un modelo multivariado en el que incluimos, además de la tasa de sindicalización promedio, la proporción de negros y su ingreso promedio en los diferentes sectores de actividad. La introducción de estas dos últimas variables nos permite comparar el impacto de la presencia de los sindicatos en sectores con idéntica proporción de negros y nivel de ingreso. En otras palavras, reconocemos que el impacto de los sindicatos no es el mismo en sectores “nobles” que en sectores reconocidamente subordinados de la economía. Cuadro 1.Resultados del modelo utilizado para estimar el impacto del nivel promedio de sindicalización sobre la concentración relativa de negros en ocupaciones descalificadas. Brasil, 2008. Variable Impacto Explicación Sectores con mayor concentración de negros presentan menos tendencia a la DRT. Cuando su número es relativamente menor, la segregación es más importante. % Negros Negativo Ingreso promedio Positivo Sectores nobles son los que presentan mayor tendencia a la DRT, segregando a los negros en puestos descalificados. Tasa de sindicalización Negativo La presencia relativamente más importante del sindicato inhibe la DRT, generando una estrucura ocupacional menos segregada. El cuadro 1 nos trae un resumen de los resultados de la aplicación de este modelo, en el que buscamos explicar el patrón observado en la división 256 La forma sindical en Latinoamérica racial del trabajo (medida por la proporción relativa de negros en ocupaciones descalificadas en relación a la proporción de blancos) en función de la tasa de sindicalización promedio en cada sector de actividad. Incluimos, como dijimos más arriba, dos variables de “control”: la proporción de negros en el sector y su ingreso promedio, como manera de medir el impacto de la sindicalización, cuidando siempre para comparar sectores con igual nivel de especialización. Destaquemos la implicación más importante de este ejercicio: cuanto más importante sea la fuerza del sindicato en un sector, menor tiende a ser la división racial del trabajo, puesto que el efecto de la tasa de sindicalización es negativo sobre el indicador de concentración relativa de negros en ocupaciones descalificadas. El gráfico 7 es una ilustración de la buena adecuación de las variables elegidas para explicar la/DRT en los subsectores de actividad, o sea, que las variables explicativas dan cuenta de un 52,36% del fenómeno de la DRT en los subsectores del mercado laboral de Brasil. Gráfico 7. Adecuación del modelo para estimación de la División racial del trabajo (DRT). Brasil, 2008. Conclusiones Contrariamente a lo que han sostenido los economistas conservadores, por medio de análisis fundamentados mucho más en opciones ideológicas que en resultados científicos, el estudio que desarrollamos aquí trae evidencias de la importancia de la acción sindical en el sentido de disminuir, no apenas las desigualdades salariales al interior de las empresas y los sectores económicos, sino también de atenuar los efectos del racismo, entendido como fenómeno que determina la jerarquización racial de los trabajadores. Iram Jácome Rodrigues 257 Sin embargo, es importante que se diga que aquí hemos tan sólo ensayado algunos elementos de respuesta para una indagación compleja, y que demanda una investigación mucho más detallada. Aunque de hecho hemos apuntado la tendencia de un rol positivo de la acción sindical en los salarios y el bienestar de los trabajadores, nos basamos en un análisis esencialmente cuantitativo. Qué tipo de acción más precisamente desarrollan los sindicatos al interior de las empresas, en el sentido de contrarrestar los efectos del racismo, es una cuestión que demandaría una metodología totalmente distinta para ser respondida. Se supone, naturalmente, teniendo en cuenta el histórico de luchas antiracistas de los sindicatos, que algun tipo de acción directa debe existir con el objetivo de disminuir los impactos de la división racial del trabajo o la discriminación racial de salarios. Además, acciones del sindicato que benefician los negros de manera indirecta, o sea por cuenta de su posición por lo general sobordinada, son igualmente importantes, puesto que las luchas por mejores condiciones de trabajo de los segmentos más descalificados de trabajadores terminan por beneficiarlos y disminuir las desigualdades raciales. Además, no hemos podido aclarar debidamente con la metodología cuantitativa adoptada la naturaleza heterogénea de los sindicatos brasileños. No simpre el hecho de contar con un elevado nivel de sindicalización significa la garantía automática de una mobilización eficiente a favor de los derechos de los trabajadores. Algunos sindicatos se comportan de manera rentista, especialmente aquellos que representan la pequeña burguesía comerciante o propietaria de pequeños negocios en el sector de servicios. Pero aunque hizo falta incluir estas y otras características, que por cierto volverían el análisis más rico, lo que se pretendió aquí fue sobretudo abrir el debate sobre la importancia de criticar la metodología dominante en los estudios sobre el impacto de la acción sindical y llamar la atención para la necesidad de una metodología alternativa, fundamentada en la tradición crítica, que permita un tratamiento científico de este fenómeno, y no ideológico como lo ha sido el de los economistas conservadores. Obviamente que, como lo que encontramos es todo al contrario de lo que sostiene la visión dominante, no deberá sorprenderle a nadie que las recomendaciones normativas que apuntamos al final de este trabajo, fundamentadas en nuestros resultados, sean igualmente opuestas de lo que pretiende el dogma liberal: garantir, por medio de normatización estatal una participación creciente de los sindicatos en la economía – y libre de interferencias políticas por parte de los capitalistas –, por cuenta de su reconocido papel en la regulación de las relaciones salariales, cuyos impactos en la disminución de desigualdades y del racismo en el mercado laboral hemos tratado de ilustrar con este estudio. 258 La forma sindical en Latinoamérica Mario Henrique Ladosky 259 Trabajo y sindicalismo en Brasil durante el gobierno Lula Mario Henrique Ladosky Sociólogo y Doctor en Sociología por la Universidad de San Pablo. [email protected] Introducción La reciente trayectoria política en diversos países de América Latina ha incitado el análisis sociológico acerca del impacto que han tenido los gobiernos del campo popular y progresista1, elegidos por voto directo, sobre la relación Estado – sociedad. Posteriormente, a la década de 1990, época caracterizada por el predominio del llamado “neoliberalismo”, cuyos preceptos anunciaban la restricción del papel del Estado como inductor en la economía y en las políticas sociales compensatorias, un conjunto de partidos de oposición de diversos matices e ideologías-“centro-izquierda”, “nacionalista” o “popular”- comenzaron a ganar las elecciones, apoyados por organizaciones populares que se movían en la onda de la crisis de aquel modelo. 1 Es difícil definir el carácter de los gobiernos a los cuales hacemos referencia, dada la heterogeneidad de sus propuestas y las diversas situaciones que los llevaran al mando del Estado. Sin embargo, nos referimos, aún de forma imprecisa, a los gobernantes provenientes de partidos y movimiento que encarnaron en una época una oposición ideológica al pensamiento “neoliberal” manteniendo en la práctica, en algunas ocasiones, una relación contradictoria con esa herencia, pero apoyados de diversas maneras por una base social organizada de carácter popular. Con este corte ideológico un tanto impreciso fueron elegidos Lula y Dilma Russef en Brasil; Néstor Kirchner y Cristina Kirchner (Argentina); Hugo Chávez (Venezuela); Evo Morales (Bolivia); Rafael Correa (Ecuador); Michelle Bachelet (Chile); Tabaré Vásquez y José Mujica (Uruguay) y Fernando Lugo (Paraguay). Mario Henrique Ladosky 260 La forma sindical en Latinoamérica El ascenso de estos gobernantes en los diferentes países de la región, trajo consigo la expectativa de que se produjeran cambios políticos importantes, pese a la fuerte herencia neoliberal. El presente artículo discute una de esas experiencias en América Latina: el gobierno Lula, en Brasil, y su relación con la Central Única de los Trabajadores (CUT), la principal central sindical del país y base de apoyo social. El texto se divide en tres partes. En la primera discutiremos los antecedentes de la actuación de la CUT durante las décadas 1980 y 1990, lo que nos permitirá comprender el significado de su experiencia como base de apoyo político en el gobierno Lula. En la segunda parte analizaremos las vicisitudes de la Central frente al gobierno y las tensiones a nivel político entre las corrientes internas, lo que generaría fisuras en la historia de la CUT. En la tercera parte analizaremos la cuestión del sindicalismo y del trabajo durante el gobierno Lula a partir de las propuestas en torno a los cambios en la legislación sindical y laboral. En las consideraciones finales, reflexionaremos sobre el significado del gobierno Lula en la organización del movimiento sindical, en general, y sobre la trayectoria de la CUT, en particular. Los antecedentes de la CUT y el gobierno Lula El origen de la Central Única de los Trabajadores (CUT), así como del Partido de los Trabajadores (PT), se remonta al período de apertura política del régimen militar, durante la transición para la redemocratización en Brasil, a finales de los años 1970, cuando se llevan a cabo las grandes huelgas del llamado “nuevo sindicalismo” en las empresas de la región del ABC y estando Lula a la cabeza del sindicato. Los movimientos sociales que debían asistir a distancia la transición lenta, gradual y segura impresa por el gobierno militar, surgieron exigiendo derechos, ciudadanía y participación política con la marca de la autonomía. En el terreno sindical, más específicamente, ciertos sectores del movimiento criticaban contundentemente a los dirigentes que se encontraban al frente de las máquinas sindicales. La opinión más frecuente que se escuchaba entre los militantes de la CUT decía que “todos eran pelegos”. La fundación de la CUT en 1983 marca una posición de enfrentamiento y de oposición al gobierno, a los patrones y a los antiguos dirigentes sindicales de la estructura sindical corporativa. Esta postura conflictiva persistirá hasta 1990 y marca un primer período de la trayectoria de la CUT. La estrategia política trazada en ese momento por la CUT puede resumirse en las propuestas de fortalecer las oposiciones sindicales y conquistar la dirección de las entidades sindicales a través del voto para, de esa manera, promover una implosión de la estructura corporativa desde el Mario Henrique Ladosky 261 interior del aparato. Esto innovaría las prácticas políticas e implementaría la concepción político-ideológica expresada en sus documentos: “Clasista; autónomo en relación a los partidos políticos y al Estado; independiente de los patrones y de los gobiernos; socialista”. Contando con el beneficio del tiempo, se observa que dicha estrategia tuvo un éxito parcial. Por un lado, se evidencia un enorme crecimiento de la CUT, llegando a ser la central sindical más grande del país al conquistar la dirección de innumerables sindicatos a lo largo de la década de 1980. A pesar del mantenimiento de los principales pilares de la estructura sindical corporativa, que son la unidad sindical, el impuesto sindical, el poder normativo de la Justicia del Trabajo, entre otros; se da una cierta radicalización de las luchas promovida por los cutistas2 y la victoria de las papeletas electorales con la bandera de la Central. Como resultado, la resolución fijada en el documento de la 5ª Plenaria Nacional de la CUT, en 1992, afirma: “Por fuerza de nuestra herencia histórica, la CUT tuvo que optar por la transformación de su estructura oficial y no por la construcción de una estructura paralela, desde el sindicato de base (…). Sin embargo, se mantuvo los pilares básicos del modelo y no conseguimos superar todos los límites impuestos a la práctica sindical, manteniéndose la tendencia al corporativismo y a la burocratización de los sindicatos. Hoy, en la mayoría de los casos, no hay mecanismos que garanticen el control de la base sobre los sindicatos, las direcciones no mantienen canales directos de contacto con los trabajadores desde los locales de trabajo y existe un distanciamiento de los dirigentes de la realidad de los trabajadores, limitándose así el poder de presión, movilización y negociación de los sindicatos” (CUT, 1992). La nueva estrategia de la CUT en los años 1990: representación y negociación La elección presidencial de 1989 representó un momento de inflexión en la trayectoria de la CUT. La victoria de Fernando Collor de Mello significó, en el campo económico, el inicio de la implementación de un proyecto neoliberal en el país. La apertura indiscriminada del mercado nacional a los productos importados causó una gran recesión y desempleo, perjudicando a la base de sustento sindical de las huelgas. El sindicalismo y particularmente la CUT, sufrió una fuerte sacudida y tuvo inicialmente el primer descenso en 2 Datos de Noronha (1991, p. 95) indican que hubo un crecimiento de aproximadamente 1.800% en el número de huelgas de 1978 a 1988. Se movilizaron en el mismo período un número anual de huelguistas 60 veces mayor: las jornadas no trabajadas aumentaron de 1,8 millones a 132 millones de horas. 262 La forma sindical en Latinoamérica las movilizaciones. A esto se le suma la creación de la Fuerza Sindical en 1991, la cual tenía una propuesta político-ideológica que se encajaba con la del gobierno de turno. Por primera vez la CUT encontraba en otra central sindical un adversario que se encontraba a la altura en la disputa sindical. En el campo político, la victoria de Collor significó la inviabilidad de los derechos inscritos en la Constitución Federal promulgada en 1988. El movimiento de implementación de un gobierno neoliberal, introducido en el gobierno Collor, tuvo un breve intervalo en el gobierno del Presidente Itamar Franco, quien tomara posesión en diciembre de 1992.3 El gobierno Itamar planteaba políticas contradictorias: por un lado, el repertorio de ideas de tipo nacionalista; por otro lado, la presión por la afirmación del proyecto neoliberal que se encontraba en curso. El resultado fue entonces la paralización del movimiento de privatización de las empresas estatales y el estímulo a la industria nacional. El gobierno Itamar también fue el principal fiador del Plano Real. Este plan fue precursor de la futura política económica del Presidente Fernando Henrique Cardoso, quien fuera durante el gobierno Itamar encargado de comandar el Ministerio de Hacienda. Desde el punto de vista del movimiento sindical, el corto período de la presidencia de Itamar le abrió una alternativa importante para participar de manera más activa en la negociación del diseño de una nueva política industrial en el país, en dirección opuesta a la del gobierno Collor. Contrariamente a la desestructuración, serían firmadas las cámaras sectoriales como instrumento de negociación tripartita entre gobierno, empleadores y trabajadores en diversos sectores económicos, teniendo en cuenta el accionar dentro de las cadenas productivas para promover el aumento en las ventas y en la producción y mantener el empleo. La participación de la CUT en las cámaras sectoriales demuestra claramente una inflexión en su posición política respecto al período anterior de mayor enfrentamiento. La “CUT-movimiento” había concluido su ciclo y, a partir de la década de 1990, la Central comenzó a modelar su estrategia en su fuerza institucional, buscando con ello fortalecer su capacidad de representación, de negociación y de conquista en convenciones y contratos colectivos de trabajo. Esa nueva estrategia, dicho sea de paso, había comenzado durante el 3º Congreso Nacional de la CUT en 1988 (un poco antes del gobierno Collor), en el que 3 Las denuncias de corrupción que envolvían a los altos mandos del gobierno Collor resultaron en una amplia movilización de la sociedad que, junto con la CUT y otros movimientos, cumplió un papel importante en la defensa de la ética en la política y llevó al impeachment del Presidente Collor y a la posesión de su vice, Itamar Franco como Presidente de la República. Mario Henrique Ladosky 263 se cambiaron los estatutos, reforzando más el carácter de entidad sindical de la CUT que el de movimiento social. En el debate político interno se decía que la CUT debería “dejar de ser una CUT del no; para volverse una CUT del sí”; esto es, afirmar su proyecto político de una nueva sociedad dejando de ser meramente reactiva. Factores externos (crisis económica, nuevo contexto político del país y del movimiento sindical) e internos (cambios en la estrategia de la CUT), explican el fin de la CUT-movimiento y la institución de un nuevo período en la trayectoria de la CUT: la “CUT-central sindical” o “CUT-institución”, que va a persistir en la década de 1990. El repertorio de ideas neoliberales se refuerza en los dos mandatos siguientes presididos por el Presidente Fernando Henrique Cardoso entre 1995 y 2002. Este períiodo de mandato dificulto las acciones de la CUT y de los sindicatos quienes comenzaron una nueva defensiva política e ideológica. La criminalización de los movimientos sociales, particularmente del Movimiento de los Sin Tierra (MST) y de los sindicatos de la CUT, además de la supresión de derechos y la precarización del trabajo, fueron la pauta de ese período. Una diferencia notable entre el gobierno FHC y el de sus antecesores fue que, gracias al control inflacionario, este último tuvo el apoyo de la población durante todo el primer mandato, a pesar de cumplir una agenda de reformas liberalizadoras en materia económica, de la precarización de derechos y del deterioro en los servicios públicos. Para Krein y Teixeira, “las características principales de las medidas adoptadas fueron: 1. Precarización del trabajo, fragilizando el contrato y las condiciones de trabajo, especialmente en lo que se refiere a la reducción de derechos laborales y eventualmente de seguros sociales; 2. Mayor libertad a las empresas para contratar y desvincular empleados, reduciendo los costos del trabajo o estimulando negociaciones descentralizadas; 3. Distanciamiento del Estado de sus obligaciones relativas a la protección de derechos laborales y/o de seguridad social; 4. Mudanzas en el papel del sindicato” (Krein y Teixeira, 2003, p. 39). Las principales mudanzas en la legislación laboral durante el período fueron: trabajo pro tiempo determinado (Ley 9.601/98), denuncia de la Convención 158 de la OIT (Decreto 2100/96), Cooperativas de prestación de servicios (Ley 8.949/94), trabajo de tiempo parcial (MP 1709/98), suspensión del contrato de trabajo (MP 1726/98), trabajo de pasantía (MP 2164/99 y Ley 6.494/77), Banco de horas (Ley 9.061/98 y MP 1709/98), liberación del trabajo los domingos (Ley 10.101), PLR- Participación de los lucros y resultados (MP 1029/94; Ley 10.101 a partir de 19/12/2000, que reproduce la MP 1982-77/2000). 264 La forma sindical en Latinoamérica La CUT en el Gobierno Lula El carácter contradictorio del gobierno Lula frente a la herencia neoliberal de los años 1990 La victoria de Lula con el 61% de los votos (53,4 millones de votos) en la segunda vuelta de la elección presidencial, el 27 de octubre de 2002, representó un marco en la historia de Brasil. Por primera vez era elegido como presidente de la República un candidato proveniente de un segmento popular de la sociedad que, como tantos otros brasileños, sufrió hambre, trabajo infantil, difícil acceso a los estudios, migración de la región del Nordeste para la región industrial del ABC donde experimentó la vida dura en una empresa metalúrgica en la que un accidente de trabajo mutiló su dedo. Además, Lula era el candidato elegido por el PT, partido de izquierda fundado tras el impulso de luchas y de organización popular y sindical, responsable por las principales conquistas sociales en la Constitución Federal y por la construcción de la democracia en Brasil que, a su vez, se apoyaba en la participación popular, de intelectuales, artistas, trabajadores del campo y la ciudad y de todas las categorías organizadas. La elección de Lula representó la victoria de todos los personajes que habían entrado en la escena en los últimos 20 años y que, aún antes de los años 1970, se organizaban y luchaban por una sociedad más justa. El mismo Lula reconoció y rindió homenaje a todas aquellas personas que lo acompañaran en esa larga caminata hasta la presidencia, pero que por diversos motivos ya no estaban presentes: Betinho, Henfil, Paulo Freire, Chico Mendes, Margarida Alves. La celebración de los movimientos sociales fue una verdadera catarsis que envolvió a varias generaciones de todas las regiones del país. El Presidente Lula también reconoció en su discurso de posesión las dificultades que debería enfrentar a partir de ese momento: “Vamos a cambiar. Cambiar con coraje y con cuidado, con humildad y osadía. Cambiar teniendo la consciencia de que cambiar es un proceso paulatino y continuo, no simplemente un acto de voluntad, no un arrebato voluntarista. Cambio por medio del diálogo y de la negociación, sin atropellos ni precipitaciones para que el resultado sea consistente y duradero (…) Tendremos que mantener bajo control nuestras muchas y legítimas ansiedades sociales para que ellas puedan ser atendidas al ritmo adecuado y en el momento justo. Tendremos que pisar la vía con ojos abiertos – y caminar con pasos pensados, precisos y sólidos. Por el simple motivo de que nadie puede coger frutos antes de plantar el árbol. Pero comenzaremos a cambiar ahora, como dice la sabiduría popular, una larga caminata comienza por los primeros pasos” (Lula, 2003). El cuadro socioeconómico heredado por Lula era dramático. Delante de Mario Henrique Ladosky 265 él, la opción tomada fue de prudencia en los cambios para un nuevo modelo de desarrollo, manteniendo aspectos centrales de la política económica de FHC, señalado en la “Carta al Pueblo Brasilero”4 en la que se aludía al mantenimiento del superávit primario en las cuentas públicas, al cumplimiento de las metas de inflación y al cumplimiento de contratos con los acreedores internos y externos. El informe del equipo de transición recalcó el grave cuadro de la crisis por la cual atravesaba el país, pero también consintió que: “la inestabilidad actual cuestiona los propios avances que se obtuvieron con la estabilización de la moneda, el control relativo de la inflación y un marco institucional y federativo fortalecido por la responsabilidad fiscal. Esos han sido los progresos que deben ser acreditados en buena medida al gobierno que se cierra, conquistados con el esfuerzo de todos los brasileños. No hacemos tabula rasa de los últimos ocho años, no compartimos la visión de aquellos que creen que todo debe ser reinventado. Por eso, hemos insistido con toda la pedagogía que en nuestro gobierno no habrá medidas exóticas, recisión de contratos o condescendencia con la irresponsabilidad fiscal. Hemos dicho también que no pretendemos provocar burbujas de crecimiento económico a partir de una permisividad peligrosa con la inflación” (Palocci, 2007, pp. 45-46). Tales posturas sorprendieron tanto a los opositores de Lula, sobre todo parlamentares del PSDB y del PFL (actual DEM), como también a la base histórica de sostenimiento social del PT. Fue como si de un momento para otro los papeles se hubieran invertido: algunos teniendo por “obligación” criticar medidas que ya habían sido adoptadas y que antes apoyaban; otros, apoyando justamente aquello que anteriormente era más criticado. En esta situación de desconcierto se fueron configurando bloques de apoyo y de oposición al gobierno Lula en el Congreso Nacional, mezclando en cada uno de los campos parlamentares espectros político-ideológicos y trayectorias totalmente distintas. Simplificando el escenario, había parlamentares tanto de partidos de “derecha” como de “izquierda” en cada uno de los bloques. De esta manera se perdió el sentido de hablar de “derecha” o de “izquierda”. 4 Frente a la perspectiva real de victoria del candidato Lula, las llamadas “fuerzas de mercado” se agitaban delante de la incertidumbre de lo que podría ser el gobierno Lula. Tan sólo la expectativa de cambios radicales en la economía surtía un fuerte impacto en los indicadores de inversión como el “riesgo Brasil”, que fueron cada vez peores a lo largo del 2002. Para contener la ansiedad del “mercado” y del deterioro del escenario financiero/ económico, el candidato Lula lanzó un manifiesto a la nación denominado “Carta al pueblo brasileño” en el que se comprometía a no rescindir contratos y mantener las metas de inflación y el superávit primario, entre otras cosas. 266 La forma sindical en Latinoamérica La controversia no se encontraba tan sólo en el Congreso Nacional o en la sociedad: dentro del propio gobierno, ministros y asesores se colocaban en posiciones diferenciadas y muchas veces antagónicas, frente a la política económica adoptada (Frei Betto, 2007). El 26 de noviembre de 2003, el Congreso Nacional aprobó la reforma de la Seguridad Social enviada por Planalto, y que visaba adecuar los gastos a la política contenciosa del Ministerio de Hacienda, interesada en reducir el déficit de la Seguridad Social Pública. Sin embargo, el resultado político más visible para la sociedad fue la primera crisis del PT en el alto gobierno, cuando parlamentares de este partido votaron en contra de la orientación dada por Planalto, lo que ocasionó su expulsión en la Convención Nacional del PT el 14 de diciembre de 2003 en Brasilia.5 Pese a las presiones internas y externas, el Presidente Lula resistió a la presión y continuó con la política económica adoptada, poniendo en riesgo todo el capital político y el prestigio dado por los trabajadores. Así lo reconoció públicamente, durante una ceremonia para dirigentes y militantes del Sindicato de los Químicos del ABC, en octubre de 2008. Fue tan sólo en 2003 que los resultados de la política económica comenzaron a dar los resultados esperados por el gobierno: inflación anual del 9,3%, con tendencia de caída; el riesgo Brasil (N.T: indicador de riesgos financieros) cayó para 463 puntos; el dólar llegó a uno de sus niveles más bajos hasta entonces, $R2,88. De esta manera, los agentes de mercado no tenían que preocuparse con el gobierno Lula (Palocci, 2007, pp. 203). No obstante, los efectos positivos estuvieron acompañados de un elevado costo social. Las actividades económicas, direccionadas para el mercado interno, tuvieron un mal desempeño, lo que produjo que el PIB y el PIB per capita cayeran a 0,2% y a 1,5% respectivamente, en 2003. El consumo familiar disminuyó en 3,3% y la inversión cayó a 7,2%. La tasa promedio de desempleo había alcanzado en los últimos 12 meses el 12,9% y en la Región Metropolitana de São Paulo llegó al 19,9% en ese año –la más grande desde el inicio de la investigación en 1985, llegando a alcanzar en tan sólo unos meses el 20,6% de la Población Económicamente Activa (PEA). El rendimiento promedio de los salarios también sufrió el impacto del bajo dinamismo en la economía. Según el IBGE, los datos para las seis principales regiones metropolitanas del país indican que tales rendimientos venían cayendo desde julio de 2002 y continuaron sistemáticamente en ese 5 Fueron expulsados del PT la senadora Heloisa Helena (AL) y los diputados federales Luciana Genro (RS), João Fontes (SE) y João Batista Oliveira de Araujo, Babá (PA). Con excepción de João Fontes, todos los otros fundaron el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). El PSOL fue fundado el 6 de junio de 2004, pero fue registrado definitivamente solamente el 15 de septiembre de 2005. Mario Henrique Ladosky 267 ritmo en 2003 (reducción del 15,2%, pasando de R$980 para R$831), lo que demuestra la tendencia de caída que ya venía aconteciendo (Filgueiras y Pinto, 2004; Frei Betto, 2007). La continuidad de la política económica de FHC durante el gobierno Lula es un consenso en todos los análisis, cualquiera sea la perspectiva utilizada. Sin embargo, si no fue hecha una mudanza radical y socialista, como era esperado, el gobierno Lula apuntó diferencias significativas con relación a su antecesor, fortaleciendo el papel inductor del Estado y la elaboración de políticas públicas dirigidas al mercado interno. En otras palabras, diríamos que hubo una substitución de una lógica liberal por otra de corte keynesiana. Los indicadores económicos y sociales positivos tardaron en aparecer, pero cuando se concretizaron se consolidó una posición política confortable para el gobierno, a pesar de los ataques de la oposición. Reflejos del gobierno Lula en la CUT La CUT apoyó la candidatura de Lula a la presidencia desde la primera disputa electoral en 1989, por el hecho de que la Central y el PT encarnaban un proyecto común de sociedad, fruto de la trayectoria histórica común, pero desde una perspectiva diferente.6 En su relación con el movimiento sindical, el gobierno Lula intentó mantener abierto un canal permanente de diálogo buscando apoyo político, especialmente de la CUT, aunque reconocía que era importante y necesario que la CUT mantuviera su autonomía e independencia frente al gobierno. Según Artur Henrique, presidente de la CUT en ese período, “muchas personas que pasaron por la CUT durante su historia asumieron tareas en el gobierno. Inicialmente, creían que íbamos a “entender” que ellas no podrían atender todas nuestras reivindicaciones. Hubo gente, también de este lado, que creía que al elegir a Lula se resolverían todos los problemas. Que él resolvería: “artículo 1º, que se instale el socialismo; artículo 2º, se revocan todas las disposiciones contrarias”, y que no se necesitaría más de lucha, huelga y movilización. Dos visiones eran equivocadas. Se trata de un gobierno en disputa. Ganamos la elección, pero no el poder. La gente dejó en claro la independencia y la autonomía. Pero no vamos a permitir que haya un proceso de golpe, como lo intentó gran parte de los medios de comunicación y de la derecha, para derrumbar a Lula. Para ellos, Lula como presidente es una pesadilla” (Souza, 2008). 6 En muchas ocasiones, la CUT expresó su apoyo, con cierto eufemismo, al “candidato de los trabajadores”. Sin explicar su apoyo formal por causa de la legislación electoral y/o porque en la CUT había corrientes que apoyaban otros candidatos como Leonel Brizola. Pero en la 10ª Plenaria Nacional, realizada en 2002, la CUT deliberó por el apoyo explícito a Lula. 268 La forma sindical en Latinoamérica De ese modo, durante los primeros años del gobierno Lula había sectores de la CUT que, por un lado, proponían una postura más radical alrededor de las antiguas reivindicaciones del movimiento queriendo que fueran atendidas con prontitud; por otro lado, aquellos sectores que ofrecían un apoyo crítico y experimentaban la angustia de estar en una cuerda floja al defender y al mismo tiempo presionar al gobierno; también estaban quienes adoptaron un apoyo incondicional al gobierno independientemente de las dificultades que les fueron impuestas a los trabajadores. En fin, se produjo una tensión entre las diferentes corrientes políticas de la CUT propiciada por las diferentes perspectivas y expectativas que acompañaron el ritmo de los acontecimientos durante el mandato. La política contradictoria del gobierno Lula tuvo un fuerte impacto sobre la CUT, colocando a la Central en una situación vergonzosa frente a la base. Así como ocurrió con parlamentarios de la oposición, las primeras medidas del gobierno Lula dejaron perplejos a la sociedad y a los dirigentes y militantes de la CUT. En el transcurso del primer año de mandato del Presidente Lula, en 2003, se complicaba el escenario a medida que se mantenía elevada la tasa de interés y el superávit primario de las cuentas públicas, sin demostrar algún resultado positivo frente a la caída de la inflación, al mejoramiento del nivel de empleo y de la renta y a las condiciones que justificaron el apoyo de la CUT en 2002. El 8º Congreso Nacional de la CUT, realizado en 2003, definió apoyar al gobierno manteniendo los principios que siempre guiaron a la CUT: defensa de la autonomía y la independencia frente al gobierno, participación del Foro Nacional del Trabajo (FNT) –espacio tripartito creado para debatir la reforma sindical y laboral, entre otros temas. Pero el punto esencial de conflicto durante el 8º CONCUT giró en torno a qué posición debería adoptar la CUT frente al tema de la reforma de la seguridad social para los servidores públicos, debatida en el Congreso Nacional. Esta fue una gran prueba para la relación entre el gobierno y la base de apoyo de la CUT (Melleiro y Radermacher, 2007). La controversia interna con el gobierno Lula se exacerbaría, al final de ese año, con la aprobación de la reforma de la seguridad social en el Congreso Nacional y con la expulsión de los parlamentares petistas que votaron en contra de la enmienda constitucional. En función de la insatisfacción con relación a los rumbos del gobierno y de la postura de la CUT, en 2004, se da por primera vez en la historia de la entidad la deserción de una de las tendencias. Cerca de 1800 dirigentes y militantes sindicales y de otros movimientos participaron del Encuentro Sindical Nacional en Luiziana (GO) y fundaron la Coordinación Nacional Mario Henrique Ladosky 269 de Luchas (CONLUTAS).7 La mayoría de los dirigentes y militantes que migraron de la CUT para CONLUTAS estaban vinculados al Movimiento de los Trabajadores al Socialismo (MTS), en su mayoría al PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado). En mayo de 2006, víspera del 9º CONCUT, que se realizaría en junio, otra corriente política deja la CUT y constituye una vía propia de acción dentro del movimiento sindical. Muchos dirigentes y militantes sindicales de la Alternativa Sindical Socialista (ASS) que habían acompañado la opción partidaria del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), fundan la Intersindical.8 Si, por un lado, la reforma de la seguridad social y la reforma sindical fueron factores de tensión dentro de la CUT que motivaron la salida de dos de sus corrientes políticas; por otro lado, la CUT, especialmente su mayor corriente política Acción Sindical, se apoyaba en los resultados sociales de la política del gobierno para mantener su apoyo a pesar del desgaste de su imagen como central sindical independiente y autónoma frente al gobierno. De esta manera se justificaba el carácter popular del gobierno que iba de la mano con el proyecto defendido por la CUT. A medida que se fue consolidando una buena margen de aprobación del Presidente en las encuestas de opinión, entre las capas más pobres de la población y en las regiones más desprovistas del país, se fueron confirmando señales de acierto del gobierno y de la CUT al apoyarlo. La reelección de Lula reforzó la convicción de la Articulación Sindical de acertar en su política, contrariamente a los sectores más radicales que habían salido de la CUT. En la resolución del 9º Congreso Nacional de la CUT con relación al balance del gobierno Lula y, en consecuencia, con la estrategia de apoyar o no su reelección, se hizo explícita la posición de la CUT en aquella coyuntura: 7 La CONLUTAS no se caracteriza como central sindical, sino como una coordinación “compuesta por entidades sindicales, organizaciones populares, movimientos sociales, etc., que tiene como objetivo organizar la lucha contra las reformas neoliberales del gobierno Lula (sindical/laboral, universitaria, tributaria y judicial) y también contra el modelo que este gobierno aplica en el país, siguiendo las directrices del FMI (CONLUTAS, 2007). Tan sólo recientemente la CONLUTAS ha buscado reconocimiento como central sindical en el Ministerio del Trabajo y el Empleo. 8 El 12 de diciembre de 2007, la CUT sufrió el tercer movimiento de deserción de sus corrientes políticas: militantes vinculados con el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), organizados como Corriente Sindical (CSC) al interior de la CUT, deciden crear otra central sindical: la Central de los Trabajadores y Trabajadoras de Brasil (CTB). 270 La forma sindical en Latinoamérica “La llegada a la presidencia de las nuevas fuerzas representó un marco histórico y abrió un nuevo ciclo político en el país, marcado por la disputa sobre los rumbos que tomaría el país frente a la superación del neoliberalismo. Pero la elección no significó una alteración inmediata de la correlación de fuerzas políticas. Así, tanto en el gobierno como en la sociedad hay una fuerte disputa política (….) Los avances que obtuvimos en este primer mandato de Lula son inequívocos (…) La CUT interviene en esa disputa como una entidad destacada del movimiento social, manteniendo su autonomía e independencia frente al gobierno. En alianza con otros movimientos sociales, se han construido campañas que hacen presión para hacer efectivos los cambios orientados a superar la herencia neoliberal y consolidar la implantación de un proyecto democrático y popular (…) El centro de nuestra táctica combina dos tareas relacionadas entre sí: impedir el retroceso (lo que pasaría con la victoria de la candidatura PSDB-PFL) y apoyar la reelección del Presidente Lula, en la perspectiva de avanzar en el proyecto democrático popular, presionando por la aplicación de una plataforma democrática definida en la CONCUT que orientará las posiciones de la CUT frente a las acciones del próximo gobierno” (CUT, 2006b). El sentido de la reforma sindical Durante la campaña presidencial del 2002, Lula presentó la propuesta de crear un Foro Nacional del Trabajo (FNT) tripartito, con el fin de debatir la necesidad de mudanzas en la legislación sindical y laboral del país. La estrategia adoptada por el gobierno fue la de, primero, alterar la legislación sindical permitiendo así mayor poder de representación para las entidades para que, luego, se llevara a cabo la redefinición de los aspectos de la legislación laboral. La victoria de Lula y la perspectiva de realizar su proyecto histórico –implementación de la libertad y la autonomía sindical a partir de la ratificación de la Convención 87 de la OIT- entusiasmaron a la CUT para participar del Foro Nacional del Trabajo (FNT) convocado por el Presidente. La resolución del 8º Congreso Nacional de la CUT mostró el camino por el que la Central debía guiar sus discusiones: “…garantizar derechos, fortalecer la organización sindical y democratizar las relaciones de trabajo. Desde su fundación, la concepción de la CUT era que superar la estructura sindical oficial sería fruto de un movimiento articulado entre las iniciativas para la transformación de sindicatos, la construcción de la estructura de la CUT y las alteraciones en el marco institucional legal” (CUT, 2003a). Mario Henrique Ladosky 271 La propuesta del Sistema Democrático de Relaciones de Trabajo (SDRT) formulada en 1992, consolidó de manera sistémica la acumulación de la organización sindical de la CUT cuya base fundamental era la institución de un régimen de plena libertad de organización sindical, en sintonía con varios principios consagrados por las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT): Convención 87 –libertad sindical y protección al derecho de sindicalización; Convención 98- aplicación de los principios del derecho de sindicalización y de la negociación colectiva; Convención 135 –protección a los representantes de los trabajadores en las empresas; Convención 151 – protección al derecho de sindicalización y procedimientos para definir las condiciones de empleo en la administración pública; Convención 158 – sobre el término de la relación de trabajo por iniciativa del empleador, entre otras. Sin embargo, más que viabilizar un proyecto histórico, la participación de la CUT en la reforma sindical fue conducida por un diagnóstico preciso sobre la situación del movimiento sindical brasileño luego de promulgada la Constitución de 1988. El diagnóstico de la CUT parte de la misma premisa elaborada por el ministro Berzoini en la exposición de motivos del anteproyecto de la ley de relaciones sindicales. “..El texto constitucional fue el reflejo del estado de las luchas sindicales y la dinámica de las relaciones de trabajo característicos del período de redemocratización nacional. No obstante, la intención de consolidar la libertad sindical con la unidad sindical se reveló contradictoria y abrió paso para la pulverización de entidades sindicales y para el surgimiento de ‘sindicatos de sello’. El aumento significativo del número de entidades sindicales en los últimos años, que sobrepasan los 18 mil, no fue tan sólo el resultado de los avances de la organización sindical, sino sobre todo de la fragmentación de entidades preexistentes en un proceso que debilitaría tanto a la representación de los trabajadores como a los empleadores y cuya tendencia no sería impedida por la vigencia de la unidad. Es cierto que no son pocas las entidades sindicales que mantienen una amplia representatividad y capacidad de actuación, pero eso contrasta con la proliferación de sindicatos cada vez más pequeños y menos representativos reiterando la necesidad de superación del sistema, que ya había sido criticada años atrás por su baja representatividad y su reducido sometimiento al control social (…) La prioridad que le fue dada [a la reforma sindical] no es resultado de motivos estrictamente políticos, sino de la comprensión de que la redefinición del sistema de relaciones colectivas de trabajo debe ser el centro dinámico de cualquier esfuerzo por la democratización de las relaciones de trabajo, 272 La forma sindical en Latinoamérica adelantándose así la revisión de los otros institutos que regulan el trabajo en Brasil. En vez de inspirarse en un modelo doctrinario preconcebido, el presente anteproyecto de ley consideró la realidad actual del sindicalismo brasileño, la dinámica de las relaciones colectiva de trabajo y el deseo de mudanza de los propios actores sociales, sin perder de vista la necesidad de incorporar principios consagrados por el derecho internacional y supranacional” (FNT, 2005,pp. 13-14). El motivo de la reforma sindical, por tanto, no fue solamente rescatar la deuda heredada en los tiempos del Presidente Getulio Vargas, sino la necesidad de disciplinar la materia después de la Constitución de 1988. Esto creó tal situación de hibridismo entre el fin de la intervención gubernamental y las garantías del “antiguo” corporativismo que condujeron a la pulverización/fragmentación de la organización sindical y su consecuente debilitamiento de la representación sindical en el país. Para la MTE y la CUT, la reforma sindical anularía la situación creada por la Constitución de 1988, con el fin de garantizar dos puntos fundamentales en la legislación sindical: mayor representatividad de las entidades sindicales y fortalecimiento del diálogo social por medio del mecanismo de incentivo a la negociación colectiva. Esos dos puntos derivarían en otras cuestiones: organización en los locales de trabajo, reglamentación de la ley de huelga, cohibición de prácticas antisindicales, autocomposición de conflictos (fin del poder normativo de la Justicia del Trabajo), ratificación de las Convenciones 151 y 158 de la OIT, etc. El FNT y la posición de los dirigentes cutistas con relación a los temas de la reforma sindical El FNT fue lanzado por el gobierno federal el 19 de julio de 2003, amparado por el decreto Nº 4.764 del 24 de junio de 2003. El reglamento interno del FNT se aprobó en la Portería MTE Nº 1.029 del 12 de agosto de 20039 (Horn, 2005, pp. 4-5). Los trabajos comenzaron en agosto de 2003, hasta marzo de 2004, y de ellos se extrajo un informe que sirvió como base para 9 En este reglamento estaba previsto el funcionamiento de grupos de trabajo (GTs) tripartitos, abordando varios aspectos de la Organización Sindical: Negociación Colectiva; Sistema de Composición de Conflictos; Legislación del trabajo; Organización administrativa y judicial del trabajo; Normas administrativas sobre condiciones de trabajo; Cualificación y certificación profesional; Micro y pequeñas empresas, autogestión e informalidad. El informe sería enviado a la Comisión de Sistematización con una conclusión de las discusiones. Esta Comisión remitiría el informe a una Plenaria antes de enviar la propuesta al Ministerio del Trabajo y el Empleo y a la Presidencia de la República. Mario Henrique Ladosky 273 la elaboración de la Propuesta de Enmienda Constitucional Nº 369 del 2 de marzo de 2005 (PEC 369/05) y del anteproyecto de ley de relaciones sindicales (ALRS), con 238 artículos, dirigida en la misma fecha que la PEC. En el ámbito de la CUT se realizaron dos encuestas de opinión sobre temas de reforma sindical: la primera realizada en 2003 con los (as) delegados (as) al 8º Congreso de la CUT (8º CONCUT), al iniciarse los preparativos para la discusión en el FNT; la segunda, en 2006, con los(as) delegados (as) al 9º CONCUT, con el fin de evaluar el resultado al cual había llegado el FNT. Al analizar las respuestas de la encuesta de 2003 (8º CONCUT), se constata que los cambios deseados en la reforma sindical por parte de los dirigentes delegados a la máxima instancia de deliberación de la CUT deberían reforzar lo que Boito Jr. denominó como “modelo democrático de gestión sindical”; o sea, los delegados deseaban eliminar aquello que consideraban interferencia autoritaria y conservar lo que era tolerado por los mismos dirigentes, aunque fuera intervención estatal en los sindicatos, sobre todo en lo que se refería a la unidad sindical (Boito Jr, 1991 y 1991b). La encuesta de opinión dejó claro que la CUT tendría problemas para convencer a su propia base para que se movilizara por la reforma sindical, de acuerdo a la encuesta de opinión y el perfil de los(as) delegados (as) al Congreso en la que se buscó identificar las siguientes preguntas: 1) ¿Cuál es su apreciación sobre la participación de la CUT en el Foro Nacional del Trabajo (FNT)? 2) ¿Cuáles fueron las dificultades encontradas para la aprobación de la propuesta de Reforma Sindical enviada al Congreso Nacional en 2005? y 3) ¿Cuáles alternativas usted considera que deben ser prioritarias para componer la Reforma Sindical? La opinión de los delegados al 9º CONCUT sobre las dificultades encontradas para la aprobación de la Reforma Sindical está porcentualmente bien equilibrada. En orden decreciente, los principales factores señalados fueron: “Falta de presión en el Congreso” (36,0%); “Composición del Congreso desfavorable para las reformas de esa naturaleza” (35,1%); “Hubo confusión en el debate sobre la reforma sindical y la reforma laboral que tiende a flexibilizar derechos” (29,1%); “Los trabajadores están más preocupados con las demandas inmediatas que con la discusión sobre organización sindical” (27,4%) y “los sindicalistas generalmente no están preparados para la reforma sindical” (26,7%). Si, por un lado, los delegados evaluaron de forma ligeramente positiva la participación de la CUT en el FNT, por otro lado, la identifican como la principal dificultad para aprobar la reforma por falta de presión en el Congreso. Esto no deja de ser una auto-evaluación en la que se apunta una laguna en la actuación de la CUT en todo este proceso. La forma sindical en Latinoamérica 274 Participación de la CUT en el FNT 50,2 % 24,4 % 17,9 % 9,9 % 26,3 % 14,3 % La CUT acertó al participar del proceso, buscando garantizar una propuesta que considerara sus principales posiciones históricas La Cut no tuvo las condiciones para viabilizar una propuesta que contemplara sus posiciones históricas, dada la composición del FNT. La CUT se equivocó al aceptar formar parte de una negociación con otros actores sociales, en lugar de presentar su propuesta al FNT. La CUT hace muchas concesiones para que el FNT tenga una propuesta de reforma sindical. La CUT fue transparente al hacer el boletín de todas las reuniones temáticas, posibilitando que los interesados acompañaran e intervinieran. No tengo condiciones para hacer una evaluación con las informaciones con las que dispongo. Mitad de los delegado (as), 50,2%, consideraron que fue un acierto de los delegado (as),aunque 50,2%, consideraron queobservar fue un acierto de laMitad CUT de participar del FNT, también se debe que 26,3% lade CUT participar del FNT, aunque también se debe observar que 26,3% ellos afirmaron que no tenían condiciones de evaluar debido a las pocas deinformaciones ellos afirmaron que no tenían condiciones de evaluar debido a las disponibles. La suma de las opciones más críticas en pocas las que informaciones disponibles. La suma de las opciones más críticas en que “la CUT no tuvo condiciones de viabilizar sus propuestas históricaslas (17,9%); “la“la CUT no tuvo condiciones de viabilizar sus propuestas históricas (17,9%); CUT se equivocó al aceptar hacer parte de la negociación” (9,9%) y que “la“la CUT sehace equivocó al aceptar hacer parte de totaliza la negociación” (9,9%) y que CUT muchas concesiones” (14,3%), el 42,1%. “la CUT hace muchas concesiones” (14,3%), totaliza el 42,1%. Se evidencia que la evaluación general está equilibrada, casi por igual, Seloevidencia que laaevaluación general estáyequilibrada, casi igual,de en que se refiere los aspectos positivos negativos en el por balance enparticipación lo que se refiere a los aspectos positivos y negativos en el balance de de la CUT en el FNT Se observa también que un porcentaje participación de la CUT en el FNT. relevante de delegados le imputa a factores externos, en este caso a la composición del Congreso Nacional, la dificultad para aprobar la reforma sindical. Es a partir, solamente, del cuarto factor señalado por los delegados que se expresa una valoración de cierta mansedumbre política de los sindicalistas, en general, en lo que se refiere a la voluntad de aprobar la reforma sindical: la propuesta no representa los anhelos de la base sindical, los trabajadores no están preocupados con la organización sindical y los sindicalistas no están preparados para la reforma sindical. Mario Henrique Ladosky 275 Dificultades para la aprobación de la reforma sindical 36,0 % 35,1 % 29,1 % 19,7 % 27,4 % 32,7 % 26,7 % 18,2 % Falta de presión en el Congreso Nacional. Composición del Congreso Nacional desfavorable para las reformas de esta naturaleza. La propuesta negociada en el Foro Nacional no representa los anhelos de la base sindical. La manera como el Foro estableció consensos con otros actores sociales, contribuyó para articular los sectores. Las garantias proporcionadas por la estructura llevaron a una acomodación de los dirigentes, lo que inviabiliza una reforma sindical. Los trabajadores están más preocupados con las demandas inmediatas que con la discusión sobre organización sindical. Hubo confusión en el debate sobre la reforma sindical y la reforma laboral que tiende a flexibilizar los derechos. Los sindicalistas, en general, no están preparados para la reforma sindical. Indagados sobre “cuáles alternativas usted considera que deben ser prioritarias para componer la reforma sindical”, los delegados del 9º CONCUT La reforMa sindicaL en pedazos dieron un mensaje muy claro: La principal prioridad, señalada por el 64,8% A delegados, pesar de lafue importancia de lasen discusiones el FNT y del debate de los la organización el local de en trabajo, seguida por el sobre el corporativismo y la posibilidad de democratización de las relaciones “fin de las prácticas antisindicales” (59,6%); por el fin de la intervención del de trabajo en Brasil, sindical fracasó. Estado y la Justicia enlalareforma organización libre de los trabajadores (55,3%) y mecanismos de incentivo vigentesenenellasector actual estructura sindipor laAlgunos “obligatoriedad de negociación colectiva público y privado” cal, como pordos ejemplo la sentencia de laque contribución sindical, prevalecieron (52,6%). Las últimas alternativas los delegados indicaron fueron sobre lasimpuesto propuestas por cambios. significa, sin embargo, quede la “el fin del sindical” (50,2%)Esto y el no “sindicato único con criterios estructura sindical(30,2%). se ha mantenido intacta o inalterada. La acción sindical representatividad” deEs laperceptible CUT ha provocado en aspectos referentes a ladebería estructura que paracambios los delegados la reforma sindical gacorporativa, de igual manera que un corporativismo transformado parrantizar un fortalecimiento organizativo y de poder de negociación sindical, dejando en segundo plano aspectos de la actual estructura que, pese a también ser una intervención del Estado, no son percibidos necesariamente como “maléficos”. Por esto creemos que el fin del impuesto sindical y los criterios de representatividad fueron los puntos que fueron menos mencionados por los delegados. Las opiniones de los delegados al 9º CONCUT son coherentes con las de los delegados al 8º CONCUT (2003), cuando se iniciaban los primeros La forma sindical en Latinoamérica 276 pasos del FNT, durante la discusión sobre la reforma sindical. Asímismo se ajustan al análisis sociológico que frecuentemente es empleado y que expresa la intención de mantener las garantías a la acción sindical (incentivos), y apartan los mecanismos de retracción. Prioridades para la reforma sindical 64,8 % 50,2 % 55,3 % 52,6 % 59,6 % 30,2 % Fin del impuesto sindical. Obligatoriedad de la negociación colectiva (en el sector público y privado). Organización en el local de trabajo. Sindicato único con critério de representatividad. Fin de la intervención del Estado y de la justicia en la organización libre de los trabajadores. Fin de las prácticas antisindicales. Así, se percibe que las opiniones de los delegados al 8º y al 9º CONCUT, sobre el FNT y la reforma sindical, demuestran una posición precavida con relación a posibles cambios en la estructura sindical brasileña. Cabe añadir que esa opinión atraviesa de forma transversal todas las corrientes políticas internas de la CUT. Esta precaución refuerza el diagnóstico de la CUT desde el 5º CONCUT (1994), en el que se anotaba una acomodación de las entidades afiliadas a la estructura sindical corporativista. La reforma sindical en pedazos A pesar de la importancia de las discusiones en el FNT y del debate sobre el corporativismo y la posibilidad de democratización de las relaciones de trabajo en Brasil, la reforma sindical fracasó. Mario Henrique Ladosky 277 Algunos mecanismos de incentivo vigentes en la actual estructura sindical, como por ejemplo la sentencia de la contribución sindical, prevalecieron sobre las propuestas por cambios. Esto no significa, sin embargo, que la estructura sindical se ha mantenido intacta o inalterada. La acción sindical de la CUT ha provocado cambios en aspectos referentes a la estructura corporativa, de igual manera que un corporativismo transformado parcialmente ha ejercido influencias en la práctica sindical de la CUT y sus sindicatos afiliados. Diversas resoluciones obtenidas en los congresos desde la fundación de la CUT, junto con la posición de defensa por la reforma de la FNT por parte de algunos miembros de la Dirección Nacional, revelaron que en la base del sindicalismo de la CUT había muchas dudas y resistencias latentes que dificultaban que la Central tuviera una actuación más combativa. A pesar de las resistencias, se dejó en claro que la reforma sindical más global (PEC 369 y ALRS) no progresaría en el Congreso, por lo que se comenzó a diseñar un “plan B” que fue llamado de “reforma sindical en pedazos”. O sea, en lugar de hacer una mudanza a gran escala substituyendo una lógica corporativa por otra basada en la libertad y la autonomía sindical, o algo que se le aproximara, fueron procesadas más lentamente mudanzas puntuales y significativas que alteraron más recientemente una buena parte del escenario sindical: el reconocimiento legal de las centrales sindicales y el “fin de la unidad sindical” a través de la Portería 186 del MTE. Estas dos medidas deben ser analizadas de forma articulada y complementaria, pero antes veamos lo que cada una de ellas significa en sí misma. Las centrales sindicales fueron reconocidas como entidad sindical a partir de la aprobación de la Ley 11.648/08. Fue firmado entonces el acuerdo entre las centrales, a medida que se tramitaba el Proyecto de Ley en el que se estipulaba que, en la medida en que exista un Impuesto Sindical,10 una parte de él (el 10% de la cuenta del Ministerio del Trabajo) sería destinado a las centrales de forma proporcional a su tamaño. Esto sería corroborado por el MTE por medio de ciertos datos, como el número de trabajadores sindicalizados y el número de sindicatos afiliados a las centrales. A partir de ese acuerdo, los sindicatos de base indicaron cuál Federación, la Confederación y la Central recibiría la parte de su contribución sindical. 10La contribución sindical, disciplinado en el art. 578 y los subsiguientes de la CLT, mejor conocida como impuesto sindical, provenía del valor de un día de trabajo, descontado al trabajador, en beneficio de la estructura sindical y era distribuida de la siguiente manera: 60% del recaudo permanece en el sindicato; 15% se destina a las federaciones; 5%, a las confederaciones; 10% se queda en las centrales proporcionalmente al número de trabajadores representados por los sindicatos afiliados; y el otro 10% permanece en el MTE. 278 La forma sindical en Latinoamérica Aunque la CUT oficialmente estuviera en contra del cobro de la contribución sindical por mandato a todos los trabajadores, la consecuencia de la reforma sindical en pedazos provocó la exacerbación de la disputa entre las centrales sindicales para ver quién se quedaba con la mayor parte de la contribución sindical. El esfuerzo emprendido por la CUT, desde entonces, ha sido el de oficializar las entidades sindicales junto al MTE y de estimular a la mayor cantidad posible de sindicatos indicados por la CUT y por su estructura vertical (federación y confederación) a recibir la parte que les corresponde del recurso de la contribución sindical. El cuadro del Ministerio del Trabajo y del Empleo (MTE) sobre la representatividad de las centrales (indicada por el número de sindicatos afiliados), señala a la CUT como la mayor central sindical y una de las pocas que cumple con los requisitos de representatividad de la Ley 11.64811, de acuerdo al siguiente cuadro: Representatividad de las Centrales Sindicales en Brasil CENTRAL SINDICAL CUT FS UGT CGTB CTB NCST 2008 35,84% 12,33% 6,29% 5,02% 6,27% 5,09% 2009 36,79% 13,10% 7,19% 5,02% 6,12% 5,47% Sin embargo, tal vez el dato más interesante del Ministerio de Trabajo sea la alteración de las entidades no afiliadas a ninguna central sindical, reflejo de la embestida de las centrales sindicales sobre estas entidades buscando su adhesión. En 2008, tan sólo el 47% de los sindicatos habían indicado la afiliación a alguna central sindical. En 2009, los datos presentados mostraron que llegó al 55,0% el porcentaje de sindicatos que han tenido alguna afiliación a centrales sindicales. Todavía continúa un campo enorme que debe ser disputado por las centrales, en la medida en que el 45,0% (3781 sindicatos) no pertenecen a ninguno de sus cuadros. 11 La ley estableció un criterio de representatividad de las centrales exigiendo cien sindicatos afiliados en las cinco regiones del país; veinte sindicatos afiliados en por lo menos tres regiones del país; afiliación de sindicatos en mínimo cinco sectores de actividad económica; y la afiliación de sindicatos que representen mínimo el 7% del total de empleados sindicalizos en el ámbito nacional. Los diputados reiteraron la posibilidad de adicionar las centrales sindicales a los índices de sindicalización de los sindicatos afiliados a ellas para cumplir con la exigencia de los 7%, pero la flexibilización fue realizada en la medida en que se aprobó que “en los dos primeros años contados a partir de la fecha de la futura ley, ese índice del 7% se reducirá al 5%” (CUT, 2007). Mario Henrique Ladosky 279 Otro punto del sistema sindical corporativo que se alteró frente al régimen de libertad y autonomía sindical fue el de la instauración, en la práctica, del fin de la unidad sindical,12 a través de la Portería 186, publicada el 10 de abril de 2008 por el Ministro de Trabajo, Carlos Lupi, que determina los procedimientos para el registro sindical. Según el análisis del Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria (DIAP), “la Portería 186 trajo, de esta manera, los acondicionamientos necesarios a los procedimientos administrativos para el registro sindical y las alteraciones en los estatutos, estableciendo claras exigencias para una efectiva y concreta comprobación de representatividad de la base territorial, adoptando la posibilidad de autocomposición para la solución de conflictos interminables, objetivando amparar categorías que se encuentran al margen de la propia evolución a razón de extensas discusiones sobre quién, efectivamente, es el representante sindical” (Gherardi, 2008). No es el caso afirmar que la Portería invalidó la unidad sindical, pero permite, por sus propios criterios, el reconocimiento de una federación estadual de determinado campo creada por la CUT (de químicos, por ejemplo), aunque ya exista otra federación en el mismo estado afiliada, o no, a otra central sindical. Esta lógica permite que la federación de la CUT represente exclusivamente a los trabajadores de su base sindical afiliada; otra federación sería representante exclusiva de trabajadores de sindicatos no cutistas. De esta manera, se preserva la unidad sindical, en la medida en que se permite y reconoce más de una entidad sindical. Esta es, ciertamente, la gran novedad de la Portería 186: el fin de la unidad en la estructura superior. Esta medida permite que centrales sindicales recientemente legalizadas puedan, a partir de criterios definidos por esta portería, construir y legalizar sus federaciones y confederaciones. El efecto de la Portería 186 se articula a medida que se destina la contribución sindical a las entidades indicadas por los sindicatos de base. Así, los sindicatos afiliados a la CUT dirigen parte de la contribución recaudada en su base a la federación cutista/ confederación cutista/ la CUT; los sindicatos afiliados a la Fuerza Sindical dirigen parte de su contribución sindical a la federación de la FS / Confederación de la FS/ la Fuerza Sindical, y así consecutivamente. 12 El artículo 2º de la Portería menciona el procedimiento para el registro y la alteración de los estatutos de entidades sindicales, o sea, quedan sobreentendidos sindicatos, federaciones y confederaciones. Sólo recientemente la Portería ha sido eficaz también para sindicatos al estimular la creación de nuevos sindicatos. En entrevista concedida a la investigación, un asesor de la CUT afirmó que el movimiento de fragmentación de la base de sindicatos, que ya estaba ocurriendo antes de la Portería, se mantuvo. La novedad estaba, segun este asesor, en las instancias de grado superior. 280 La forma sindical en Latinoamérica En un documento oficial se expresa que, “la CUT inmediatamente manifestó su posición favorable a la Portería 186, reforzando su posición intransigente en defensa de la Convención 87 de la OIT (…) Finalmente, queremos reforzar que la Portería 186 no tiene el mismo papel en la organización sindical que la Convención 87, pues mantiene la unidad sindical y mantiene aún un papel determinante de Estado en la organización sindical, pero se aproxima del proyecto defendido por la CUT” (CUT, 2008). Los intentos de reforma en la legislación laboral y la precarización del trabajo en la práctica La reforma laboral, entendida como una revisión amplia de la legislación laboral, no alcanzó a ser un tema de discusión en el Congreso Nacional, pero las iniciativas puntuales sobre precarización del trabajo estuvieron siempre presentes en la llamada enmienda 3,13 la cual fue fuertemente 13 La llamada enmienda 3, autoria del senador Nei Suassuna (PMDB-PB), fue una propuesta de enmienda al Proyecto de Ley 6272/05 que creó la superreceita (Ley nº11.457/07). El texto de la enmienda decía lo siguiente: “en el ejercicio de las atribuciones de la autoridad fiscal de la que trata esta Ley, la desconsideración de la persona, acto o negocio jurídico que implique el reconocimiento de la relación de trabajo, con o sin vínculo laboral, deberá ser siempre presidida por una decisión judicial”. La iniciativa de la enmienda, expuesta ante los principales medios de comunicación y por representantes del sector patronal de la sociedad, era evitar el arbitrio de fiscales del trabajo y de los recaudos en sus atribuciones. No obstante, aprobada la enmienda, los auditores fiscales de recaudo de la seguridad social y del trabajo, quedaban impedidos para señalar irregularidades en el vínculo laboral entre patrones y empleados, como el contrato de empleados como Personas Jurídicas a través de las llamadas “empresas de una sola persona”, con la actuación consecuentemente fraudulenta de la empresa contratante, siendo permitida tan sólo a jueces cuando fueran accionados en procesos judiciales. Guardadas las diferencias, sería como impedir que un agente de tránsito multara a un conductor infractor y que esto fuera hecho solamente por un juez. La discusión de la enmienda 3 ganó grandes proporciones en la sociedad y colocó en campos diametralmente opuestos a las entidades sindicales de empleadores y trabajadores que entendían que su aprobación implicaría la pérdida de incontables derechos laborales como el registro oficial, el pago de vacaciones, el 13º salario, de FGTS, de PLR, de seguro por accidente de trabajo, entre otros. La enmienda 3, sería desde esta óptica, el cin de la relación de trabajo, convirtiéndola en una relación entre empresas. Frente a esto, las centrales tuvieron una actuación conjunta en protestas de calle y en el campo institucional al presionar la aprobación del veto del Presidente Lula a la enmiendo, lo que fue realizado durante el acto de promulgación de la Ley, el 16 de marzo de 2007. Mario Henrique Ladosky 281 atacada por las centrales sindicales y, más recientemente, por el Proyecto de Ley Nº. 1987/07. En ambos casos, la alteración de la legislación laboral fue realizada omitiendo cualquier intención de diálogo con las centrales sindicales en foros tripartitos, como el FNT. El propósito del PL 198/07, autoría del diputado federal Cândido Vaccarezza (PT-SP) fue realizar una consolidación de la CLT que, en otras palabras significa analizar toda la legislación laboral considerando facilitar a los ciudadanos y a las empresas la comprensión de sus derechos. El diputado justifica la proposición por el hecho de que “el proyecto no tiene por objetivo crear un nuevo derecho, tan sólo sistematizar la CLT reuniendo en un solo instrumento legislativo toda la legislación dispersa para facilitar su examen, estudio y aplicación por el operador de derecho”. El problema identificado por la CUT y sus sindicatos fue que, al hacer esa “limpieza” en la CLT buscando desburocratizarla, el diputado dejó por fuera diversos derechos y ciertos factores perjudiciales, enterrados por la jurisprudencia, ganaron vida. Lo peor, en la interpretación de la CUT sobre el PL 1987/07, es que éste instituye un nuevo paradigma al prevalecer el acuerdo individual en vez de la negociación colectiva, autorizando la flexibilización y la precarización del derecho laboral. En reunión realizada en la CUT con el diputado autor del PL, el presidente de la Central, Artur Henrique, incentivó a retirar el proyecto advirtiendo que éste enfrentaría una fuerte oposición por parte de la Central (CUT, 2008). La finalidad de la reforma sindical, según la visión de la CUT, fundada en el fortalecimiento de la representatividad, de la organización en los locales de trabajo y la capacidad de negociación colectiva de las entidades sindicales, no ha sido un antídoto infalible para las presiones por la precarización del trabajo; lo que ha ocurrido realmente bajo las tensiones de la ley, pero ha buscado protegerse en la ley a través de la llamada enmienda 3 y en la consolidación de la CLT de Vaccarezza. Consideraciones finales Iniciamos este artículo situando la relación entre el gobierno Lula y la CUT, en medio de experiencias de las relaciones que han establecido entre gobiernos de carácter “popular”, de “izquierda”, y los movimientos sindicales en América Latina en los últimos años. El “caso brasileño” ilustra contradicciones y tensas relaciones (ambiguas muchas veces en la relación entre central sindical y gobierno de un mismo campo político-ideológico), así como también evidencia que es posible obtener conquistas sociales y laborales, aunque se deba pagar un tributo alto como una herencia neoliberal que estuvo vigente durante toda 282 La forma sindical en Latinoamérica la década de 1990. En tal circunstancia política, el movimiento sindical camina sobre un “campo minado” que coloca en riesgo, de un lado, la posibilidad real de pérdida de autonomía frente al gobierno, confundiendo así el papel de la central sindical; de otro lado, la reafirmación de una postura radical que pueda hacer coro con la oposición conservadora. Desde el punto de vista de la legislación sindical, la reforma propuesta fue una iniciativa del gobierno Lula por hacer cumplir una bandera histórica de la CUT: transformar la estructura sindical corporativa en dirección a una mayor libertad y autonomía. Esta reforma, como fue demostrado en este artículo, no tuvo éxito por causa, en parte, por la oposición de los sectores patronales y, en buena medida, por la resistencia abierta o latente de una gran parte del movimiento sindical, inclusive en la base de la propia CUT. Sin embargo, esa conclusión no nos permite afirmar que la estructura sindical corporativa hubiera permanecido tal como era antes. En nuestra periodización acerca de la trayectoria de la CUT, asumimos la división consagrada en estudios sobre el tema: de la “CUT-movimiento” en los años 1980, a la llamada “CUT-Institución”, o “CUT-organización”, en los años 1990. Conceptualmente, el primer período tratado, cuyo patrón de acción sindical fue más conflictivo, puede ser clasificado como un enfrentamiento abierto al corporativismo estatal en busca de la ratificación de la libertad y la autonomía sindical consagrada en la Convención 87 de la OIT. El segundo período, no siendo una negación propiamente del primer período, incorporó elementos conceptuales de una concertación neocorporativa. Este artículo sugiere que a lo largo de los dos mandatos del Presidente Lula (2003-2010), se instituyó una nueva etapa en la historia del movimiento sindical brasileño y, en función de esto, la CUT está ahora viviendo un nuevo momento en su trayectoria. Por lo menos tres factores han alterado el sindicalismo en Brasil y, particularmente, el sindicalismo-CUT, fruto de ese nuevo contexto, con efectos en el patrón de la acción sindical Central: 1. Reconocimiento legal de las centrales sindicales por la Ley 11.648/08; 2.la flexibilidad de la unidad sindical a través de la Portería 186; 3. la fragmentación de la CUT y la división en otras tres centrales (CTB, Conlutas e Intersindical, aunque las dos últimas no sean propiamente centrales sindicales). Estos tres factores combinados han llevado al endurecimiento de la disputa entre las centrales sindicales por la afiliación o la creación de sindicatos, federaciones y confederaciones, teniendo en vista obtener mayor representatividad frente al Ministerio de Trabajo y el Empleo (MTE) y, por consiguiente, conseguir un pedazo mayor de los recursos del impuesto sindical. Consideramos entonces que esta tercera fase en la trayectoria de la CUT incorpora un nuevo elemento a los elementos conceptuales presentes en Mario Henrique Ladosky 283 los dos primeros períodos marcados por la defensa de la libertad y la autonomía frente al corporativismo estatal y la concertación neocorporativa. El nuevo elemento es el pluralismo. Esta mudanza ocurre en virtud de las alteraciones en la legislación sindical con la reforma sindical en pedazos e inconclusa y el papel que ella y las demás centrales sindicales habrán de desempeñar en adelante, en un contexto inédito caracterizado por una disputa más intensa de representación entre las centrales sindicales. Cabe resaltar que los tres aspectos conceptuales aquí tratados deben ser considerados más como “tipos ideales” que se mezclan y superponen, consolidando así un escenario más complejo para el análisis de la relación entre CUT y estructura corporativa, y no exactamente como una sucesión de fases en las que unas son substituidas por otras. Desde el punto de vista de las mudanzas en la legislación laboral, el gobierno no colocó una propuesta global para su revisión y la relación entre la CUT y el gobierno Lula, en este tema, varió de acuerdo a los intereses puestos en juego: momento de alianza, como en el caso de la enmienda 3; de negociación y presión de las centrales, como el acuerdo de recuperación del valor del salario mínimo; situaciones de enfrentamiento, como en el caso de la reforma de la seguridad social en el sector público y del factor previdenciario (N.T: reductor del ingreso recibido por los pensionados) que el gobierno mantuvo pese a la presión de las centrales sindicales, entre ellas, la CUT. Las medidas de precarización del trabajo por iniciativa propia del Legislativo, como la revisión de la CLT por el diputado Vaccarezza (PT-SP) líder del gobierno, contaron con la omisión del Ejecutivo. Así, en el gobierno Lula permaneció la implementación de una “reforma laboral rígida” en las empresas, contrariamente a la ley. El enfrentamiento frente a la precarización del trabajo ha ocurrido solamente a través de algunos efectos positivos de la política económica que ha activado el mercado de trabajo viabilizando el crecimiento de la formalización del empleo de un gran contingente de trabajadores. En fin, el gobierno Lula no se colocó como un gobierno de los trabajadores exclusivamente, sino como un gobierno en disputa, de la cual la CUT recogió victorias y derrotas, ejerciendo tres tipos de papel: a veces, de presión sobre el gobierno, otras veces, de concesión en la mesa de negociación, y otras, de defensa frente a los ataques de los sectores políticos oposicionistas. 284 La forma sindical en Latinoamérica Bibliografia Almeida, Maria Hermínia Tavares de. Crise econômica e organização de interesses: estratégias do sindicalismo brasileiro nos anos 80. 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Entre ellos se suele citar el de Rafael Correa en el Ecuador, a partir del 15 de enero de 2007. Sin embargo, su arribo es resultado de un acumulado de luchas sociales que portaron las banderas emancipatorias en los años de mayor exacerbación de la ofensiva neoliberal. Frente al fin de la historia y el cuestionamiento a todo relato liberador obrado en las entrañas de la modernidad, en América Latina se produce el ascenso de los movimientos sociales organizados. Estos movimientos, que no constituyen cualquier tipo de acción colectiva, impulsan luchas que dan cuenta de alguna forma de desigualdad existente. En palabras de Touraine (1997), exceden a “un grupo de interés o un instrumento de presión política. Pone(n) en cuestión el modo de utilización social de recursos y modelos culturales” 1. En el Ecuador, las 1 Como indica Touraine (1997) “un movimiento social jamás se redujo a la defensa de los intereses de los dominados, siempre quiso abolir una relación de 290 La forma sindical en Latinoamérica luchas de estos movimientos sociales se tradujeron en una crisis de aquel estado neoliberal que subordinaba las riquezas públicas a los intereses de los sectores gobernantes y del capital financiero transnacional (Dávalos, 2010), en tanto actualizaba y profundizaba el componente colonial y así reforzaba la centralidad de la cultura occidental/moderna/capitalista (Tapia, 2007). Se trata de una crisis de la colonialidad del poder (Quijano, 2000) impulsada por un proceso (aún abierto y contradictorio) de democratización de las relaciones sociales y de descolonización de las estructuras del Estado. Como lo indicará Alberto Melucci, los movimientos sociales entendidos como sistemas de acción constituyen “redes complejas entre los distintos niveles y significados de la acción social” cuya identidad “no es un dato o una esencia, sino el resultado de intercambios, negociaciones, decisiones y conflictos entre diversos actores” (Melucci, 2002:12). Sin embargo en los países con pasado colonial existe también lo que Luis Tapia ha denominado “movimientos societales”. Se trata de aquellas sociedades que subsisten y han sido incorporadas de manera subordinada a la sociedad dominante que se instala a partir de la conquista (Tapia, 2008). Creemos que esta categoría resulta útil para distinguir de manera analítica aquellas formas de organización de la vida colectiva que representan diferentes lógicas civilizatorias (Linera, 2008), es decir que sirve a los efectos de puntualizar acerca de subjetividades colectivas que substancialmente se encuentran en constante movimiento. Los movimientos sociales y los movimientos societales confluyen en este tipo de sociedades, en las cuales sólo se ha desarrollado una forma colonizada de estado y de nación (Trujillo León, 1993); motivo por el cual las luchas sociales adquieren contenidos tanto contra la desigualdad como en defensa de la diversidad. Dentro del amplio espectro de movimientos sociales que habitan el suelo ecuatoriano y que dinamizan este contexto de crisis, los sindicatos han renovado su rol protagónico en el escenario político local y por ello un estudio al respecto continúa siendo una tarea pendiente en el Ecuador (Ibarra, 1989; León Galarza, 2009). No obstante, el foco aquí estará puesto en otro de los movimientos sociales que ha heredado algunos elementos de la tradición de lucha sindical y que ha sido el principal canalizador de las demandas de la sociedad ecuatoriana hacia el Estado en el período reciente. Nos referimos al movimiento indígena, que cobra inesperado protagonismo a partir del Primer Levantamiento Indígena Nacional de 1990, liderado por la CONAIE.2 Este movimiento social impulsó las luchas por dominación, hacer triunfar un principio de igualdad, crear una nueva sociedad que rompiera con las formas antiguas de producción, gestión y jerarquía”. 2 Se trata de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, creada en 1986, a partir de la confluencia de organizaciones indígenas de Blanca S. Fernández 291 la resistencia contra la imposición del modelo neoliberal y alcanzó, incluso, la participación en instancias de gobierno. El Levantamiento significó un hito histórico para la memoria corta de los pueblos indígenas (Guerrero y Ospina, 2003; Zamosc, 1993) pero también un “momento constitutivo nacional” porque, como lo indica Trujillo León (1993) parafraseando a René Zavaleta, introdujo en la agenda de la sociedad ecuatoriana una serie de debates pendientes acerca de su configuración histórica. Dichos debates se vieron ejemplificados en una producción académica cualitativa y cuantitativamente destacable (Cornejo Menacho, 1992; Almeida et. al., 1993; Moreno Yáñez y Figueroa, 1992; Guerrero y Ospina, 2003). La pregunta que atravesaba a todas aquellas propuestas de análisis tenía el objetivo de historizar la emergencia de un movimiento indígena que aparecía como sólido y homogéneo. En realidad, el hilo conductor en todas ellas buscaba dar respuesta a una sociedad que se preguntaba estupefacta “de dónde habían salido los indígenas”, en un asombro que sólo se puede explicar por la configuración moderno/colonial que caracteriza. En general, la respuesta estuvo encaminada a subrayar la dimensión étnica del “problema indígena” como factor de conformación de sus organizaciones hacia los años 60 y 70 del siglo XX. Para otros autores, la búsqueda por el origen de la CONAIE se remontaba a la creación de la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) en 1944 (Albó, 2008) a instancias del Partido Comunista Ecuatoriano (PCE), que para ese mismo año también promueve la conformación de la Central de Trabajadores Ecuatorianos (CTE). Sin embargo, sostener que la FEI es un punto de partida del proceso organizativo de la CONAIE, acarrea dificultades analíticas y sociohistóricas que niegan la complejidad del sujeto social en cuestión. Desde el punto de vista que aquí expondremos, la FEI es el resultado de una experiencia de lucha en base a alianzas con otros sectores sociales, que fueron organizadas para cuestionar el régimen de acumulación vigente. El sindicato campesino es la forma organizativa que adquirió esa lucha en los años veinte y en ese sentido la FEI es también un punto de llegada respecto de los contenidos de una identidad en la que confluirán elementos que son tanto “clasistas” como “étnicos”. Sin embargo, en el contexto de crisis de los paradigmas de izquierda, se ha propuesto el carácter étnico como superador cuando no en contraposición respecto de los análisis de clase para caracterizar la identidad de los movimientos indígenas, dejando atrás los estudios que intentaban dar cuenta del legado clasista en la memoria de su conformación. A su vez, notamos que la imposición de este “giro étnico” ha llevado a otros analistas a enfrentar base tanto en territorio andino como amazónico; y al que progresivamente se irán incorporando organizaciones de la Costa. 292 La forma sindical en Latinoamérica estos supuestos revalorizando la dimensión de clase, y reproduciendo así la misma operación que cuestionaban, pero en sentido inverso (Saltos Galarza, 2002). De esta manera, se sostuvo cierta oposición binaria para el estudio de la génesis y caracterización de la CONAIE, ignorando que estas formas de organización social expresan en realidad estructuras de movilización previamente constituidas por anteriores luchas sociales y por lo tanto portadoras de diferentes memorias de lucha (Linera, 2004, pp. 219). No obstante, al mismo tiempo, debemos evitar concepciones esencialistas de la identidad y entenderla como resultado de un proceso de construcción social, es decir “reconocer que la memoria es menos una restitución fiel del pasado que una reconstrucción continuamente actualizada del mismo” (Candau, 2011). En razón de ello, proponemos rastrear en la memoria de lucha del movimiento indígena ecuatoriano algunos de los elementos que son hoy retomados para caracterizar una dimensión de su identidad asociada a la persistencia de una matriz sindical clasista, que dialoga con (y por lo tanto asume a) la otra dimensión de matriz étnica/cultural, en los años veinte. La memoria configura un eje trasversal en la identidad del movimiento indígena porque dicha identidad relacional que se constituye en el presente lo hace seleccionando, y por lo tanto construyendo también, elementos del pasado. En este sentido retomamos la propuesta de Candau para quien “la puesta en memoria del mundo presupone su puesta en orden, en particular gracias a una domesticación o una estructuración del tiempo” (Candau, 2001, p. 11). La CONAIE “pone en orden su mundo” a partir de tres etapas en las que se forma su identidad como movimiento indígena: la primera, desde la invasión española hasta la década del 20; la segunda, desde los años veinte hasta los años 60; y la tercera, desde los años 60 hasta los 90, en que se conforman las organizaciones regionales y la misma CONAIE (CONAIE, 1989, p. 276). Subrayaremos aquí esa memoria intermedia, ya que es la que da cuenta de los orígenes de una lucha organizada a partir de la cual hoy se afirma una memoria sindical clasista: Hasta principios de este siglo fueron levantamientos de comunidades indígenas aisladas, a los que se los sofocó con el uso de la fuerza física. A partir de las décadas del 20, el movimiento indígena inscrito dentro del movimiento campesino, adquirió mayor organicidad con la creación de los sindicatos campesinos y más tarde de la Federación Ecuatoriana de Indios (CONAIE, 1989, p. 259, énfasis propio). Sin embargo, en la mayoría de los discursos de sus dirigentes, en los mandatos de la organización o en los artículos escritos por sus intelec- Blanca S. Fernández 293 tuales, las principales referencias ocurren respecto de la primera y de la tercera etapa. La memoria larga, que da cuenta de la continuidad entre Colonia y República, es una memoria de la tragedia, del saqueo y de la conquista a partir de la cual se desata la configuración moderno/colonial del régimen de acumulación vigente. La memoria corta es la que sienta las bases para el ciclo ascendente de la protesta, que derivará en el Levantamiento de 1990. Se trata de una memoria larga y de una memoria corta entre las cuales queda entrampada la memoria intermedia de los años 20, porque ha subsistido íntimamente subordinada a las concepciones indigenistas del Estado, los partidos y las iglesias. En rigor, el indigenismo en el Ecuador se configura y desarrolla en los años posteriores, fundamentalmente a partir de la década del 40 (Cueva, 1967; Ibarra, 1992; Muratorio, 1994; Prieto, 2004). Sin embargo el recuerdo de los años 20 y 30 será distorsionado, y quedará asociado a una memoria de la imposibilidad de producir organizaciones propias a causa de la persistencia de ventrílocuos encarnados en las figuras de la vanguardia intelectual de los partidos de izquierda, de los misioneros religiosos o de los tenientes políticos (Guerrero, 1996). De esta manera, así como no se puede sostener que la memoria se constituya a partir de experiencias pasadas que sean recuperadas en toda su integridad, las distorsiones que operan en la memoria “nos enseñan probablemente más sobre una sociedad o un individuo que una memoria fiel. En cada caso, es necesario ver en la deformación aportada al acontecimiento recordado, un esfuerzo de ajuste del pasado a las necesidades identitarias del presente” (Candau, 2001, p. 166). Respecto de dicho “esfuerzo de ajuste”, observamos que en el contexto más reciente se empieza a escuchar tanto entre los dirigentes jóvenes como los históricos, así como entre los intelectuales más orgánicos de la CONAIE, el llamado a la rearticulación de la “tendencia de izquierda” (Simbaña, 2007b). Guerrero y Ospina (2003) explican cómo el ajuste estructural implementado por el Estado neoliberal fragmentó el campo popular y contribuyó a producir el llamado “giro étnico” en las organizaciones. El movimiento indígena que emergió en los 90 como articulador de las luchas antineoliberales, no es ajeno a dicho giro a partir del cual ingresa progresivamente en una crisis interna hacia mediados de los 90, que se prolongará incluso hasta la llegada de Rafael Correa al gobierno. El reciente llamado a la rearticulación, tendría su base en lo que sus principales referentes denominan “corriente histórica” (Maldonado, 2008; Macas en Unda, 2010; Cholango, 2011; Churuchumbi, 2011). Desde nuestro punto de vista, este es el contexto en que lo sindical adquiere forma de memoria identitaria y por ello queremos subrayar su persistencia, incluso afirmando su constante reformulación. Nos preguntamos entonces: ¿Cuáles son aquellas expe- 294 La forma sindical en Latinoamérica riencias vinculadas a la lucha sindical que se recrean en el presente del movimiento indígena andino en el Ecuador? ¿Qué continuidades y rupturas se ha propuesto el movimiento respecto de este legado? ¿Qué elementos colaboran en esta propuesta de giro hacia la “corriente histórica”? En rigor, ¿cuáles son aquellas “necesidades identitarias” del presente? En este artículo, quisiéramos introducir el legado de lo que aquí denominaremos “memoria sindical” en la composición identitaria de la CONAIE. Dicha memoria ha sabido reformularse de manera variada al calor del principal sujeto colectivo que podía proponer un proyecto político emancipatorio para las generaciones “posmuro” del Ecuador: el sujeto “indígena-campesino”. En esta afirmación existen por lo menos tres ejes a desarrollar: en primer lugar, qué elementos consideramos que se retoman en dicha “memoria sindical”. Si no se puede caracterizar al movimiento indígena del Ecuador a través de la huelga como acción principal de lucha, ni encontrar demandas exclusivamente salariales entre sus principales reivindicaciones, es preciso reflexionar sobre cuáles son aquellas especificidades que dan cuenta de la persistencia de lo “sindical” en su configuración identitaria, teniendo en cuenta la estructura social y productiva del Ecuador. En segundo lugar, la actualidad de la categoría “indígena-campesino”, un término compuesto que ha resultado bastante problemático y difícil de afrontar desde los campos disciplinares de la sociología y la historia. Observaremos aquí su confluencia en los marcos programáticos de la ECUARUNARI3 y de la CONAIE, y en el testimonio de sus principales dirigentes. Y en tercer lugar, creemos pertinente admitir la vigencia y actualización de un debate acerca del proyecto político emancipatorio y de los sujetos que lo encarnan. Es necesario problematizar, retomando a Touraine (1997), si el conflicto central de la época realmente se ha desplazado desde la lucha de clases a la lucha por la cultura. Tal vez se pueda enfatizar la complejidad de los procesos sociales que encarnan dicho conflicto tanto como la hibridez de los sujetos que lo impulsan, admitiendo la existencia de distintas dimensiones que adquieren mayor visibilidad en determinados momentos, sin ignorar sus niveles de latencia en otros.4 Estos niveles de latencia y 3 Fundada en 1972, la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador, ECUARUNARI (Ecuador Runacunapak Rikcharimui), es una organización de carácter regional, que agrupa a los pueblos indígenas kichwas de la Sierra Ecuatoriana. 4 Según Melucci, los momentos de visibilidad se expresan en la acción colectiva a través de las demandas y la fuerza social que tiene el movimiento para exigirlas. Pero, a su vez, es indispensable caracterizar el nivel de latencia, en el cual se ubican las redes subterráneas en donde se construyen activamente Blanca S. Fernández 295 visibilidad resultan inabordables si no se observa cómo los sujetos llegan a producir prácticas, representaciones, creencias y recuerdos a partir de los cuales son también producidos. En este trabajo, nos proponemos el abordaje de las elecciones de una memoria sindical a partir de un conjunto de elementos que se recuperan tanto en los momentos previos al “giro étnico” de mediados de los 90, como en el actual revival de la “corriente histórica”. Uno de estos elementos es la demanda de tierra, que constituye la base del cuestionamiento al régimen de acumulación del capitalismo moderno/ colonial. Otro elemento es el carácter de la acción colectiva organizada en torno a la “unidad” de los sujetos subalternos, cuyas estrategias oscilan entre la movilización y territorialización de la protesta y el diálogo y la negociación con aquellos sectores de la sociedad con los que entran en conflicto (fundamentalmente el Estado). Estos componentes se entrelazan alrededor del peso ideológico de una matriz de izquierda heterodoxa que incorpora desde los tempranos años 20, identidades étnicas y de clase. Llama la atención que esta convocatoria a recuperar una memoria que juzgamos asociada al sindicalismo de izquierda se produzca en contraposición y no en complementariedad con la presencia de un gobierno que proclama el “socialismo del siglo XXI”: no pasaron muchos meses luego de la asunción para que la relación entre el gobierno de Correa y los movimientos sociales estuviera teñida por una clara conflictividad en ascenso (Unda, 2010). Con lo cual, sobreviene un interrogante comparativo acerca de la forma en que se recrea y reformula dicha memoria en escenarios tan diferentes como el contexto neoliberal de los años 90 y el posneoliberal vigente. A priori, sería esperable que dicha memoria hubiera jugado un rol significativo en las luchas contra la implantación del modelo neoliberal; y aquí expondremos de qué manera esto efectivamente ocurrió. De la misma manera resultaría inconcebible que dicha memoria hoy operara para confrontar al movimiento indígena con el gobierno de Correa. Sin embargo, el conflictivo escenario político del Ecuador de inicios del siglo XXI es bastante más complejo; motivo por el cual dedicaremos el último apartado a ello. En este sentido, no se debe perder de vista que la fuerza identitaria que adquiere la actividad de la memoria sólo se comprende cuando ésta se inscribe en los marcos de un proyecto político. En esta tarea de pasarle a la historia el cepillo a contrapelo (Benjamin, 1955), la CONAIE argumenta que lleva el suelo bajo los pies. los códigos culturales alternativos que luego sustentan las demandas que se expresan en el espacio público (Melucci, 2002). 296 La forma sindical en Latinoamérica Los giros de una historia en movimiento Las transformaciones recientes que ha atravesado el Ecuador podrían ser planteadas en los marcos de un “giro histórico” (Guerrero y Ospina, 2003). Dicho giro ocurre respecto de una historia larga y se observa a partir de la confluencia de las transformaciones producidas en el rol del Estado, en el sistema productivo y en las formas de organización e identidad de los actores colectivos. La memoria de larga duración en la historia oficial de la sociedad ecuatoriana se remite a la constitución de la República y la hegemonía del sistema de hacienda, un sistema en el cual se entrelazan los principales ejes de dominación política y económica en el país. A pesar de las diferentes modalidades que coexistieron, en términos generales dicho sistema se basó en el cobro de una renta (ya sea en especies o en trabajo) a las comunidades campesinas que habitaban dentro o en los alrededores de la propiedad latifundista, a cambio del uso precario de una porción de tierra (el huasipungo) o de los recursos que de allí pudieran extraerse (Guerrero y Ospina, 2003). Según señala Agustín Cueva, en este sistema de producción, que caracterizó la formación socio-económica del Ecuador, el modo de producción capitalista dependiente y dominante articuló de manera contradictoria y subordinada a otras formas de producción social no capitalistas “que coexisten como remanentes históricos refuncionalizados por el capital” (Cueva en Ibarra, 1984). El debate de los años 60 respecto del carácter feudal o capitalista de un Ecuador basado en una economía de hacienda, queda saldado con los aportes de Andrés Guerrero: Los hacendados serranos no solamente participan sino colaboran directamente en la reproducción ampliada de las relaciones capitalistas […] pero siempre sin entrar en un proceso de disolución y de transformación de las relaciones de producción precapitalistas del sector agrario (Guerrero, 1991, p. 74). Dicha transposición configura una forma social abigarrada que Luis Tapia describe, retomando a René Zavaleta, como “la sobreposición de diversos tipos de sociedad que coexisten de manera desarticulada, estableciendo relaciones de dominación y distorsión de unas sobre otras” (Tapia, 2002, p. 10). Dicha forma social abigarrada da cuenta de la condición multisocietal que caracteriza particularmente a los países de la región andina (Tapia, 2006). A este debate, Aníbal Quijano ha contribuido con otra dimensión de análisis que ilustra el carácter moderno/colonial del sistema del mundo capitalista en estas sociedades: este autor destaca el dispositivo de la raza como instrumento de poder que impide la democratización de la sociedad Blanca S. Fernández 297 y el Estado (Quijano, 2000). Retomando los aportes de Pablo González Casanova, Luis Maldonado añade que Este fenómeno es conocido como colonialismo interno [énfasis original] porque el Estado y la sociedad ecuatoriana excluyen a la sociedad indígena, estableciendo una relación de marginación racial (…) La sociedad ecuatoriana es producto de la herencia colonial insertada en el sistema capitalista, resultado del proceso de acumulación, del saqueo de nuestros recursos minerales y naturales y de la explotación que ha reducido a la población indígena y a la mayoría de la sociedad nacional a condiciones miserables de vida. Es una sociedad capitalista dependiente [énfasis propio] de los grandes centros monopólicos del poder económico y político (Maldonado, 1993). Esta caracterización propuesta por un dirigente histórico de la CONAIE es clave para especificar la coexistencia y superposición de diversas formas de desigualdad sobre las que se asienta la República en el Ecuador desde su fundación en 1830. En ese sentido, se conforma “una estructura de clase moderna pero que se halla atrapada en el viejo lenguaje de castas de origen colonial. El término casta como equivalente a raza y grupo étnico, es el que sirve para definir la ubicación de los sectores sociales en la Colonia. Prolongación de la situación colonial que sobrevive en la época republicana” (Ibarra, 1992, pp. 2-3). Se trata de una “ruptura de la comunidad de linaje” respecto de las poblaciones asentadas en un mismo territorio, garantizada por el racismo como dispositivo fundamental para el sostenimiento y reproducción del “grupo étnico foráneo (blanco-hispano-europeo-occidental) constituido en referente de identidad de la nación ecuatoriana” (Silva Charvet, 2004). Por ello, Erika Silva sostiene que la fractura de la comunidad de linaje trata de un “nosotros” blanco-hispano-europeo-occidental enmascarado en el “nosotros mestizo”. Ese “nosotros” fragmentado y desigual también tiene fuerte carácter regional (Donoso Pareja, 2004), históricamente determinado por la disputa de liderazgo económico-político entre Quito y Guayaquil (ambas ciudades representantes de las regiones de la Sierra y la Costa) y de intereses económicos vinculados al sistema de producción tradicional de la hacienda serrana y los intereses comerciales, fuertemente emparentados con sectores exportadores guayaquileños, respectivamente. Sierra y Costa más que regiones geográficas forman dos sociedades con bagajes históricos, culturales, sociales y económicos diferentes. Estas historias singulares han significado también modalidades de explotación y de control de la fuerza de trabajo diversas, las cuales 298 La forma sindical en Latinoamérica han incidido directamente en el desarrollo del sindicalismo al menos en sus inicios. En la sierra en donde, hasta los años cincuenta, se ha encontrado el grueso de los trabajadores del país es en donde, igualmente, la adscripción étnica predominaba (León e Ycaza, 1989). Más que una nación en ciernes, la forma nacional desarrollada en el Ecuador desde el siglo XIX responde a un modelo que deseaba la homogeneidad cultural (con fuerte base racial en la blanquitud) como parte de los componentes a “construir” y, por esta razón, el nacimiento de la República estuvo signado por la exclusión de amplias mayorías de la construcción nacional (Larrea, 2007). Sin dudas, la confluencia de estos elementos derivó en la configuración de un estado débil, en el cual el sistema de hacienda no sólo se constituye en el principal eje de acumulación desigual sino que es fundamental para articular una ciudadanía excluyente. Según Andrés Guerrero, desde mediados del siglo XIX, el Estado ecuatoriano “delega soberanía” sobre un conglomerado heterogéneo compuesto por hacendados, congregaciones religiosas y funcionarios locales que asumieron el rol de ventrílocuos, en base a las relaciones de opresión configuradas en la Colonia. Esta forma predominante de delegación de soberanía en el ámbito privado (sobre la que se asienta el Estado ecuatoriano) constituye una forma de “administración étnica” en la que determinados “ventrílocuos” son designados para “interpretar” y “representar” informalmente la voluntad de los pueblos indígenas entre mediados de siglo XIX y mediados del siglo XX (Guerrero, 1996). Por ello la crisis hegemónica del sistema de hacienda puede ser entendida como un “giro histórico” respecto de esta historia larga; un giro que se produce con la modernización del capitalismo impulsado por los sectores de elite y que “se inicia en 1964, se acelera en 1972 y se cristaliza en 1978” (Guerrero y Ospina, 2003). Claramente, la selección de estos años no es azarosa. 1964 es el año de la primera reforma agraria. La ley fue resultado tanto del impulso modernizador e industrializador estatal, como de la presión social y demográfica sobre la tierra.5 El objetivo de la reforma fue la reestructuración del sistema de hacienda, encaminada a “liberar” mano de obra y dinamizar el mercado de tierras a través de la eliminación de 5 En este contexto, es claro que las clases subalternas generaron la presión social y política para la reforma agraria, pero fueron las presiones dentro del bloque dominante lo que dio viabilidad política: “afloraron con claridad los límites de la reproducción ampliada en las haciendas tradicionales, lo cual fortaleció la necesidad de la reforma agraria, para introducir innovaciones tecnológicas y aumentar la productividad” (Acosta, citado en SIPAE, HeiferEcuador, IEE, 2004). Blanca S. Fernández 299 los grandes latifundios (Sánchez Parga, 2007).6 Esta reforma implicó la diversificación del mercado interno y laboral, al igual que la multiplicación de flujos migratorios internos que modificaron por entero las coordenadas de la demografía regional (León e Ycaza, 1989). Al mismo tiempo, profundizó las luchas por la tierra entre aquellos huasipungueros que habían sido “liberados” de las obligaciones. Estos procesos de transición hacia un nuevo régimen de acumulación, también pusieron en crisis el sistema de administración étnica vigente: una década más tarde “el fin de la hacienda tuvo su correlato en el fin de lo que se ha llamado el estado oligárquicoterrateniente” (Quintero y Silva, 1991, énfasis original). 1972 es el año de la dictadura nacionalista y desarrollista del General Rodríguez Lara. En este período, el proyecto modernizador de la dictadura se articuló con un modelo de producción rentista en base a la nacionalización del petróleo. La aparición del nuevo divo produce otra inflexión en el giro histórico: de una economía basada en la exportación de productos primarios como el cacao y el banano se pasa a un modelo basado en la explotación petrolera, en los marcos de un oscuro protagonismo estatal, empapado con los nuevos ingresos. En dicho contexto modernizador, el Estado se fortalece dotado del fuerte carácter patrimonialista que aún conserva (Larrea, 2007). El desplazamiento del eje articulador de la economía ecuatoriana se produce tanto en términos del tipo de materia prima como territoriales: la crisis de la tradicional hacienda serrana deja paso al petróleo amazónico. La Amazonía norte se irá convirtiendo en la principal zona de extracción petrolera, maderera y agrícola-empresarial, acompañada por una segunda Ley de Reforma Agraria y Colonización (1973), que profundizará el escenario de contratación de asalariados, venta de tierras y conversión a la ganadería intensiva. 1978 no es sólo el año hacia la transición democrática, sino también el año en que se plantea la necesidad de una nueva constitución que en 1979 establecerá el carácter universal del voto por primera vez en la historia ecuatoriana, en un claro proceso de ampliación de ciudadanía política. El gobierno democrático del binomio Hurtado-Roldós entrará en contradicción y crisis cuando se apliquen las primeras medidas de ajuste estructural desde 1984, que perdurarán en un contexto de conflicto y protesta social 6 El Ecuador tuvo “tres diferentes leyes de Reforma Agraria: en 1964, 1973 y 1979. Es posible distinguir tres fases claramente diferenciables: I) 1964–1974: que se implementa principalmente en la región sierra y que busca acabar con las formas más atrasadas de explotación, como el huasipungo; II) 1975–1980: que se implementa principalmente en la región costa y que busca expandir la modernización del campo en esa zona; III) 1982–1990: completa los procesos de afectación, con una intensidad reducida.” [Grupo de Trabajo SIPAE-IEE, 2004]. 300 La forma sindical en Latinoamérica durante los años 90. Por ello, es también un año que subraya la aceleración del tiempo histórico: un giro en la caracterización del tiempo estable, lento y homogéneo de la hacienda; hacia el tiempo corto e intrépido de la modernización capitalista y la irrupción del neoliberalismo. En términos políticos, es un tiempo que Andrés Guerrero describe irónicamente indicando el pasaje de la “administración de poblaciones a la administración de ciudadanías” (Guerrero, 1997). Como veremos, la modernización ocurre en dos fases: “la primera entre 1964 y 1982, caracterizada por el protagonismo crucial del Estado como motor de cambio de la economía nacional; la segunda, entre 1982 y 2002, caracterizada por el desmantelamiento progresivo del rol propulsor del Estado” (Guerrero y Ospina, 2003). Este proceso es parte de una historia compartida por las naciones latinoamericanas: el neoliberalismo profundiza aquellas formas de desigualdad territoriales, políticas y sociales heredadas de la Colonia. En estas condiciones, a un país dependiente de la exportación petrolera y que no produce sus derivados, se le suma el desmantelamiento del Estado, el fin de las regulaciones, el posterior auge de las privatizaciones y el eventual uso de la política social como paliativo (Falconí Benítez, 2004), sin olvidar la peculiaridad ecuatoriana: en un contexto de quiebre del sistema bancario, en el año 2000, se decide la dolarización de la economía, con lo cual hasta el día de hoy el gobierno carece de independencia en política monetaria (Larrea, 2007). El relato de este proceso ilustra el contexto en que asume la presidencia Rafael Correa, en enero de 2007. Sin embargo, en esta caracterización de la historia larga y corta del Ecuador, faltan los actores sociales, fundamentalmente aquellos que han impulsado los procesos de democratización social y estatal. En los siguientes apartados nos concentraremos en ellos, sin olvidar que la práctica destrucción de los sindicatos en los 80, dejó al movimiento indígena como principal estandarte de la resistencia al neoliberalismo en los 90. Como hemos adelantado, el sistema de acciones que constituye a este movimiento social es resultado de un proceso de acumulación cuyas memorias de luchas tienen una historia larga, media y corta, configurando una identidad que no solamente se ha construido en base a la relación con el Estado como principal interlocutor, sino a las orientaciones subjetivas de los actores que constituyen dicho movimiento (Melucci, 2002). En los años 20, el sindicato compone un espacio articulador de sujetos que son a la vez campesinos e indígenas y configura un tiempo de peso ideológico y de experiencia de acción colectiva. Espacio y tiempo que dotarán de espesor identitario a muchos de los elementos que hoy retoma la “corriente histórica” de la CONAIE. Blanca S. Fernández 301 ¿Qué memoria sindical? Una de las primeras experiencias organizativas entre los indígenas de la Sierra se produjo en Cayambe a través de los sindicatos agrarios que se formaron en los años 20 a raíz del conflicto por la tierra. En 1926, el Sindicato de Trabajadores Campesinos Juan Montalvo, dirigido por Jesús Gualavisí, demandaba a la hacienda por “haberse apropiado de tierras que les pertenecían por historia”, a través de un pliego de peticiones. Al encontrarse con la negativa del dueño de la hacienda, Gualavisí condujo la ocupación de tierras en disputa, aunque luego fueron reprimidos por dos batallones del ejército. Como explicita la misma CONAIE en sus primeros documentos públicos: Estos sindicatos estuvieron formados en su mayoría por indígenas vinculados a las haciendas serranas (huasipungueros, yanaperos, arrimados, etc.). Las reivindicaciones por las cuales luchábamos estuvieron íntimamente relacionadas con la situación de muchos de nosotros al interior de las haciendas. Se pedía acceso a la tierra, mejores salarios, prestaciones sociales, etc. (CONAIE, 1989, p. 276). La conformación de estos sindicatos se produce en colaboración con sectores urbanos blanco-mestizos7 de Quito. En Cayambe, como en Chimborazo y Cotopaxi, la mayoría de las parroquias se constituirían en torno a las haciendas de la Asistencia Pública, que se habían conformado luego de la expropiación estatal de tierras a la Iglesia en 1908. Como relata Marc Becker, “escondidos en cuevas y con la complicidad de la noche los trabajadores indígenas formaron los primeros sindicatos campesinos en Cayambe: El Inca en Pesillo, Tierra Libre en Moyurco, y Pan y Tierra en La Chimba” (Becker, 1999, p. 57). Otros autores que analizan las primeras organizaciones de los sectores populares en el campo señalan que “desde 1920, en las provincias de Chimborazo y Azuay se gestó un potente ciclo de revueltas campesinas e indígenas donde los levantamientos más significativos se caracterizaron por los ataques contra los centros poblados en tanto símbolos de la sociedad blanco-mestiza, lugar terminal de las instancias inferiores del Estado y residencia de las autoridades seccionales civiles y religiosas” (Ibarra, 1992, pp. 341-342). Como indica Hernán Ibarra (1984) es un contexto en el que convergen “en la protesta campesina, el impacto de la crisis agraria que afectaba a todas las clases del campo, las nuevas 7 Como indica Blanca Muratorio (1994:21) “el término blanco-mestizo aunque no muy feliz, es aceptado entre los académicos andinistas para referirse a la categoría social de la población de origen blanco y mestizo, culturalmente diferente a la indígena y negra“. 302 La forma sindical en Latinoamérica ideologías movilizadoras y la crisis de hegemonía del estado oligárquico”. Estas “nuevas ideologías movilizadoras” son las mismas que constituirán al Partido Socialista (PS) en 1926. En la fundación del PS se destacará la figura de Ricardo Paredes, que había estado en contacto con Gualavisí para la formación de los sindicatos en Cayambe. Esta experiencia conjunta es un elemento central para identificar el tipo de relación que se establecerá entre campesinos indígenas e intelectuales mestizos y urbanos, y que dará un tinte heterodoxo a la izquierda que en Ecuador fundará al PS. En 1928, Ricardo Paredes publica en La internacional sindical roja de París la siguiente caracterización de la clase obrera ecuatoriana: “está pues sometida a un doble yugo: opresión de raza (prejuicio de la “raza inferior”) y opresión económica. Bajo esta doble opresión, los trabajadores del Ecuador toman poco a poco conciencia de sus distintos intereses de clase” (Paredes, 1928). Las tareas del PS para ese entonces eran el asesoramiento legal y la colaboración en el armado de sindicatos de indígenas huasipungueros, fuertemente reprimidos por el estado oligárquico. Según Paredes, “esta lucha creciente entre la propiedad privada y el régimen comunal que los indios continúan defendiendo enérgicamente, coloca a los indígenas ante la perspectiva de una expropiación completa; y esta eventualidad ejerce sobre ellos una influencia revolucionaria” (Paredes, 1928). El PS fue el que más esfuerzos realizó por incorporar las demandas indígenas a su plataforma política, incluso a pesar de que la política electoral los excluía del voto. Paredes se presentaba como “el candidato de los trabajadores, los campesinos, los indios y los soldados” (Becker, 1999) y la reforma agraria encabezaba las demandas del Partido. En ese sentido, el contacto con la izquierda definiría a las primeras organizaciones indígenas de la región, cuyos orígenes reconoce hoy la principal regional de la Sierra: Las organizaciones que conforman el ECUARUNARI son una red de estructuras organizativas provinciales que recuerdan en su conformación a los sindicatos de tierras. De hecho, su agenda principal será la lucha por la tierra y por una reforma agraria radical (ECUARUNARI, 2003, énfasis propio). Al mismo tiempo, Gualavisí fue miembro fundador del PS en Ecuador (Ibarra, 1984). Esto permite sostener que el origen de estos sindicatos en el campo es simultáneo al de los partidos de izquierda en las ciudades. La situación en la ciudad y el campo tenía características similares: “una pequeña elite era la propietaria de las tierras donde se oprimía a los indios y de las fábricas donde se explotaba a los obreros urbanos” (Becker, 1999). Blanca S. Fernández 303 Según las fuentes citadas por Marc Becker (1999 p. 56), Gualavisí consideraba que el partido les ofrecía una forma de organización que cohesionaría su lucha, así como la introducción de la huelga como instrumento eficaz. Además contaban con la colaboración de los intelectuales urbanos tanto para la redacción y presentación del pliego de peticiones, como para el asesoramiento y acompañamiento jurídico, en los casos de demandas legales. Estos elementos permiten sostener que “ese fue el inicio de un desplazamiento conceptual en los campesinos indígenas, que ahora se apartaban de la búsqueda de soluciones locales, encaminándose hacia lo que en realidad eran los problemas estructurales mucho más amplios” (Becker, 1999 p. 56). Si retomamos la cronología construida por la CONAIE, el desplazamiento no es sólo conceptual, sino también operativo: como decíamos, se pasa de rebeliones aisladas a la lucha organizada. Para mayo de 1930 los socialistas empiezan a reunirse de manera más orgánica con los activistas en sus chozas, colaborando en la organización y redacción de sus demandas, dando cuenta de un “proceso lento, que combina una serie de estrategias, entre alzamientos y negociaciones, comportamientos clasistas y étnicos” (Ramón Valarezo y Gámez Barahoma, 1993 pp. 203-204). Así organizaron la huelga entre diciembre de 1930 y enero de 1931, entre cuyas demandas se incluía la “devolución” de tierras a los trabajadores. Sin embargo, la reforma agraria no formó parte de aquel pliego de peticiones: Aparentemente estaba fuera de toda posibilidad el que los trabajadores concibieran la idea de que podían ser dueños del medio de producción en las haciendas. Sólo después, gracias a la influencia del partido comunista, se planteó el asunto y se convirtió en una petición común (…) Cuando la tierra cobró importancia, el propósito no era tener parcelas individualizadas sino más bien administrar la hacienda como una cooperativa o en algún otro tipo de organización comunal (Becker, 1999 p. 61). La demanda de reforma agraria aparece unos meses después, en la convocatoria al Primer Congreso de Organizaciones Campesinas, que se iba a realizar en Cayambe. Este Congreso nunca llegó a celebrarse porque fue reprimido por el gobierno que decretó el estado de sitio en el cantón y encarceló a varios dirigentes indígenas y no indígenas, entre los dos mil líderes que planeaban asistir (Prieto, 1978 p. 55). El objetivo político de aquel Congreso era elaborar un pliego de peticiones común que les permitiera conformar una organización nacional. A pesar de que fue abortado por las autoridades, el aporte de los socialistas en la cuestión logística y de divulgación del evento había sido fundamental. De hecho, 304 La forma sindical en Latinoamérica en febrero se organizó y fue reprimida otra huelga en Pesillo, y en marzo “141 indígenas de Cayambe iniciaron una caminata hasta Quito con el fin de presentar sus peticiones directamente al gobierno” (Becker, 1999 p. 69). La caminata hasta Quito (un tipo de acción común que hoy despliega la CONAIE), se tornó estrategia de lucha de las organizaciones de la Sierra en este contexto. Transito Amaguaña, una de las lideresas de Cayambe, hizo veintiséis caminatas hasta Quito. Una vez allí, para resolver los problemas de alojamiento y comida, además de las barreras culturales y lingüísticas, los líderes acudían a las organizaciones urbanas de izquierda. Para noviembre de 1935, finalmente se organiza una Conferencia de Cabecillas indígenas en la Casa del Obrero en Quito. El pliego de las diecisiete demandas que fue publicado convocaba también a “unir u organizar a los indios para la defensa de sus intereses de clase y como nacionalidades oprimidas” (Becker, 2004). Además de reconocer que como “obreros agrícolas” debían unirse con la “clase obrera industrial”, el pliego señalaba que Los indios trabajadores tienen además algo que les diferencia de los demás obreros y campesinos blancos, mestizos, negros y mulatos: los indios tienen lenguas que hablan solo ellos (…) ropas y costumbres propias, pertenecen a razas propias y a nacionalidades o pueblos que hace más de cuatrocientos años vivían libres sin estar sometidos como hoy a los blancos y mestizos. Es por esto que los indios han sido por más de cuatro siglos sometidos a una gran opresión de todo su pueblo o nacionalidad, despreciados como si fueran de una raza inferior(…) Por todo esto es muy corriente que los indios peones de hacienda, los campesinos se organicen aparte de los blancos, mestizos, mulatos y negros. Sin embargo, los peones obreros indios nunca deben considerar como sus enemigos los obreros o campesinos blancos, mestizos, negros o mulatos porque ellos son también explotados por hacendados, capitalistas y oprimidos por las autoridades (Becker, 2004 p.138). El pliego de 1935 exhorta a la formación de sindicatos en las haciendas donde haya peones, Ligas Campesinas entre los indios campesinos sueltos y Comunas indígenas entre las comunidades. La enunciación en tercera persona pone en duda que fuera escrito por los síndicos indígenas. No obstante, el objetivo final era la formación de un Consejo General de Indígenas, ilustrando de esta manera el corolario de un ciclo de acumulación de luchas que se cerrará con la fundación de la FEI. Aquí se abre una nueva etapa, que es la que suele citarse como primer antecedente, muchas veces ignorando el proceso recién descripto. La FEI nace el mismo año que la CTE, en un contexto de insurrección general, permeado por la influencia de la tesis de los “frentes populares” y por el Blanca S. Fernández 305 “sentimiento nacional” entonces predominante (a raíz de la guerra con el Perú en 1941). Algunos autores han apuntado que la FEI “cuando nace en 1944, lo hace precisamente bajo una concepción exclusivamente de clase, excluyendo una problemática étnica” (Trujillo, 1992 p. 381). Esto da lugar a un relato historiográfico lineal, a la hora de analizar el actual movimiento indígena del Ecuador. En dicha interpretación, se “pasa” desde una primera etapa de influencia clasista, hacia la formación de organizaciones étnicas en los años 70 -que es lo que algunos autores llamarán etnogénesis y que la misma CONAIE recupera en los marcos de su “historia media”-; para luego “pasar a” las “nacionalidades étnicas” en las décadas del ochenta y noventa. Sin entrar aquí en el detalle de cada una de estas “etapas”, consideramos que todos estos elementos se encontraban de alguna manera vigentes en el proceso que dio origen a la FEI. Cuando Guerrero (1993) desluce a la FEI “como un organismo (…) controlado por el PC, no toma en cuenta que los mismos indígenas tenían una voz activa en la formación ideológica del partido” (Becker, 2007). El primer objetivo que figura en el Estatuto de la FEI es el de “realizar la emancipación económica de los indios ecuatorianos”, con lo cual puede sostenerse que la organización se basaba en el carácter étnico del campesino serrano para caracterizar su composición. Según Mercedes Prieto (1978), “la FEI creyó que la etnicidad no excluía ni entraba en contradicción con el desarrollo económico. Aunque la FEI planteaba la lucha de clases, no ignoró la presencia del racismo y la importancia de componentes étnicos en una lucha campesino-indígena”. Al referir su composición, el Estatuto señala a “los sindicatos, comunas, cooperativas, instituciones culturales y defensivas indígenas, así como tribus”. En el artículo 22, la organización adhiere a la CTE pero en el siguiente artículo indica que “la insignia de la FEI es la bandera ecuatoriana en uno de cuyos costados estará pintada una hoz, entrelazada con un machete y un martillo sobre los que descansará un libro”. Si no se tiene presente el acumulado de luchas y experiencias previo, esto puede ser interpretado como una clara injerencia de los partidos de la izquierda marxista en la formación de dicha organización. Dichas interpretaciones no podrían explicar que la primera Secretaria General de la FEI fuera Dolores Cacuango: mujer, indígena y oriunda de Cayambe, al mismo tiempo que tesorera y miembro del buró del PC. En este sentido, coincidimos con aquellas interpretaciones que complejizan los componentes identitarios. Becker afirma que la FEI surge “de una perspectiva subalterna y nogubernamental (…) [y que] siempre mantuvo su base social en las luchas de los huasipungueros por la tierra” (Becker, 2007 p.138). Como observamos, efectivamente sus bases se encontraban en las haciendas estatales de 306 La forma sindical en Latinoamérica la Junta Central de Asistencia Pública (luego Social), en las zonas de Chimborazo, Cotopaxi y Cayambe, en la Sierra central y norte, donde la mayoría de la población es indígena. Pero en realidad, la FEI nació como un “proyecto de colaboración” entre sujetos indígenas que formaban parte de los sindicatos campesinos y de la izquierda urbana que formaría el PC.8 En un Manifiesto de febrero de 1945, el Comité Ejecutivo de la FEI señala que El trabajador mestizo y el trabajador indio, son hermanos e iguales en el sufrimiento de la explotación y en la terrible miseria común que, en ciudades y campos, nos hace sufrir el patrono anti-progresista y anti-cristiano (…) nuestra raza es la mayoría productora del país (…) El camino por la organización pacífica y legal por la cual hemos comenzado a caminar, es nuestra defensa (FEI, 1945). Pero como ya hemos visto, se trata de una relación cuyos antecedes tienen más de veinte años. Contra quienes argumentan racismo y manipulación (algo aún vigente cuando ocurrió el levantamiento de 1990), debemos recordar el clima transicional y experimental de los años 20 en América Latina (Funes, 2006). Este contexto permitió a los intelectuales marxistas mayor espacio para pensar y criticar sus propias realidades nacionales, al incorporar la etnicidad en el análisis. Pero “de igual importancia (…) fueron los cambios de actitudes hacia la conciencia de clase y la identidad étnica dentro de los grupos indígenas del Ecuador” (Becker, 1999 p. 52). En este sentido, de la misma manera en que es un error considerar que la relación fue paternalista, también Es demasiado simplista considerar a los izquierdistas simples conductos que transmitían las demandas indígenas al gobierno central sin interactuar intelectualmente con los autores de dichas demandas. Naturalmente, en el proceso de redacción del pliego de peticiones los dos grupos discutían los asuntos y problemas que enfrentaban. La izquierda urbana introdujo a los indios dentro de las tendencias intelectuales que iban más allá de la realidad inmediata de los campesinos indígenas en la sierra norte del Ecuador (Becker, 1999 p. 72). 8 De hecho, los indígenas tendrían presencia en el partido: los delegados que asistieron al Primer Congreso Ecuatoriano de Indígenas en agosto de 1944 en la Casa del Obrero en Quito, fueron Jesús Gualavisí (que en 1926 participó de la fundación del PS); Dolores Cacuango (miembro del comité central del PC), Agustín Vega (líder de la cooperativa Tigua) y Ambrosio Lasso (jefe del sindicato en Galte). Gualavisí fue electo presidente del Congreso y Cacuango tesorera. Blanca S. Fernández 307 La formación de estas organizaciones sólo puede entenderse por el abundante y continuo diálogo entre activistas indígenas e intelectuales urbanos de izquierda. Nela Martínez, una combativa militante de izquierda urbana (y primera diputada mujer en la historia del país), afirma que en los años 20 utilizaban la revista Amauta editada por José Carlos Mariátegui en Perú “como material de lectura y discusión”. La lectura de Mariátegui al interior de un partido entre cuyos dirigentes se encontraban indígenas y no indígenas constituye un dato central. No sólo por sus consideraciones respecto del problema del indio como problema de la tierra, sino por la conexión entre la necesidad de una reforma agraria y el cambio social (Mariátegui, 2005). En este sentido, esto también fue parte del “contexto ideológico para la formación del movimiento indígena moderno en el Ecuador” (Becker, 1999, pp. 73-74). Lo cual no significa que dichos conceptos no hayan sido discutidos y reformulados en aquel momento, ni a lo largo del tiempo. Al respecto, encontramos que esto ha permitido a algunos autores plantear la progresiva autonomía teórica y política de las organizaciones, entendida como “el desarrollo de un sistema de pensamiento capaz de procesar la modernidad desde categorías andinas” (Ramón Valarezo y Gámez Barahoma, 1993). Sin embargo, este tipo de interpretaciones se sostienen sobre el supuesto de que existió una relación ventrílocua (Guerrero, 1993) entre izquierda e indígenas, de la cual se liberan los segundos para construir lo que finalmente será la CONAIE. Esto es lo que insistimos debe ser problematizado a la luz de la experiencia de los años 20. A la vez, y sin ignorar las relaciones de poder y autoridad que caracterizan a cualquier movimiento social tanto a su interior como “hacia afuera”, creemos que los más recientes análisis que abordan la reconstrucción histórica de proceso organizativo de la CONAIE han sobrevalorado la dimensión étnica por sobre la dimensión clasista, en base a un ocultamiento o desplazamiento descalificatorio que no constituye una operación neutral, sino que sólo puede comprenderse en el marco de un determinado contexto político, que no refiere únicamente al “afuera” de dicha identidad, sino a sus propias tensiones internas. Por lo tanto, no se trata sólo de que estas dimensiones constitutivas adquieran mayor o menor visibilidad en determinado momento histórico (Melucci, 2002). Se trata también de que aquellas dimensiones que emergen son resultado de un proceso de negociación interno. Esta es la dimensión co-constitutiva de los actores en la lucha política, que sin negar el conflicto permite acumulados históricos que a veces son resultado de momentos de “apertura conceptual” de estos mismos actores. Becker señala que el hecho de que indígenas y no-indígenas jugaran papeles fundamentales no significaba que fueran los mismos, ni que no existieran conflictos; en todo caso desde esas diferencias “ambos 308 La forma sindical en Latinoamérica grupos tomaron ventaja de las fuerzas del otro para construir un fuerte movimiento social” (Becker, 2007). Es decir, que la construcción de la identidad “negociada” de todo movimiento, tiene un carácter simultáneamente sincrónico y diacrónico. La coyuntura impone los tiempos del primero. La memoria colectiva que aquí hemos intentado retratar, constituye al segundo. Es cierto también que el movimiento indígena soportará una fuerte injerencia de los partidos de izquierda en los años 60 a partir de “una tendencia a la formación de corrientes clasistas en el conjunto del movimiento obrero, así como una definición de la alianza “obrero-campesina” (León e Ycaza, 1989). Aquí no se pueden obviar el cambio en el contexto internacional, marcado por la radicalización de las luchas emancipatorias al compás de la Revolución Cubana y el paraguas de la Guerra Fría, ni en el contexto interno de crisis del sistema de hacienda y modernización capitalista. Pero en el mismo período también es destacable la actuación de misioneros religiosos (iglesia tercermundista y de la liberación) y del mismo Estado a través de la legislación o de ONG`s como el Instituto Lingüístico de Verano o la Misión Andina. De aquella confluencia, y de la necesidad de liberarse de ventrículos no siempre elegidos, surge en 1972 la ECUARUNARI: El accionar organizativo empieza por los años 60, emblematizado y abanderado en la lucha por la tierra y territorio (…) En la Organización, el rol de la iglesia es fundamental; también confluyen en su proceso organizativo varias corrientes de izquierda y la superación de un discurso político de tipo antropológico y étnico (ECUARUNARI, 2003). Pero aquellas relaciones que sí produjeron fuertes debates internos acerca de la cooptación y el paternalismo, no son las mismas que las que se producen en el contexto de los años 20 y 30. En aquel entonces las luchas por la igualdad confluyeron con la afirmación de las diferencias, y esto tiene vigencia en la memoria de los pueblos indígenas que habitan la Sierra y que integran la ECUARUNARI y la CONAIE. Esa “apertura conceptual”, ese desborde heterodoxo, permitió en el Ecuador el encuentro temprano entre “dos razones revolucionarias” todavía no cerradas en sí mismas: el marxismo y el indianismo. Como lo indican ellos mismos: Es necesario destacar el hecho de que a pesar de que la lucha y las reivindicaciones de los sindicatos campesinos estuvieron hegemonizadas por el punto de vista de los mediadores, de que se asumía una nueva forma organizativa como los sindicatos y de que se acudía a manifestaciones sindicales como las huelgas; las movilizaciones indígenas no perdieron su carácter étnico. Así pues, la comunidad fue la base del Blanca S. Fernández 309 sindicato y la unidad y solidaridad existentes estuvieron reforzadas por las redes de parentesco y lealtades conformadas en nuestro proceso de desarrollo histórico-cultural. Además, para nosotros los indígenas, la reivindicación de la tierra tuvo un doble significado pues lo hacíamos tanto como base de nuestra subsistencia pero también como la Pacha Mama, nuestra fuente cultural (CONAIE, 1989 p. 276). Como veremos a continuación, la tierra en este doble sentido continua siendo el eje articulador de la demanda, y en torno de ella confluye un proceso organizativo que propone la unidad de los subalternos. El sujeto campesino-indígena representado en la CONAIE se constituye en torno de una identidad que simultáneamente recupera y superpone una matriz clasista de izquierda con otra étnica-cultural. Ambos elementos asumen límites porosos, aunque en determinados contextos alguno adquiera mayor visibilidad, mientras el otro despliega su latencia. Llamativamente, es la memoria sindical que se constituye en torno a esta doble dimensión la que se irá actualizando en los años siguientes. Actualización y factualización de la memoria sindical en tiempos neoliberales A continuación, abordaremos algunos de los elementos que permiten pensar la continuidad de aquella memoria colectiva en la cual clase y etnia compartían rumbos. Como hemos observado, esta memoria se afirma a través de experiencias e ideologías; formas de acción y demandas; se asienta en un territorio específico; y también propone conmemoraciones, olvidos y tragedias. Cada uno de estos elementos aparece actualizado en la configuración identitaria de la CONAIE, tanto en tiempos neoliberales como posneoliberales. Referiremos aquí al primero de estos períodos y en el próximo apartado reflexionaremos sobre el segundo. Respecto de los debates ideológicos, aquella “apertura conceptual” y el aprendizaje en el diálogo y práctica conjunta con otros actores, abrirán grietas por las que se colará el marxismo heterodoxo, la alianza obrerocampesina, la necesidad de pensar la realidad local sin ignorar el contexto nacional, y la comprensión de una doble dimensión (colonial y moderna) de la dominación. En este sentido, se observa en los mandatos y discursos de la CONAIE, el uso de categorías tanto andinas como marxistas. En 1980, se realizaron los primeros encuentros con el objetivo de constituir lo que luego será la CONAIE. Allí se planteaba que Esta instancia coordinadora era necesaria para superar las diferencias existentes al interior de las diferentes organizaciones indígenas. 310 La forma sindical en Latinoamérica Al mismo tiempo era indispensable para unir la doble dimensión de nuestra lucha, la de clase y étnica. Los indígenas estamos inmersos dentro de la estructura de la sociedad ecuatoriana y por esta razón algunos somos campesinos, obreros, comerciantes, artesanos, etc., unos trabajamos en el campo, otros en la ciudad, unos establecemos relaciones salariales, otros no. Por ello, a este nivel compartimos las luchas de los diferentes sectores populares. Pero además tenemos especificidades propias que provienen de una identidad que se remonta a los orígenes del poblamiento del Ecuador (…). En vista de que el doble carácter de esta problemática: como miembros de una clase y como parte de diferentes nacionalidades indígenas (…), no se ha comprendido en su globalidad (…) es indispensable que los indígenas contemos con nuestras propias organizaciones, para a través de ellas vincularnos al movimiento popular más amplio (CONAIE, 1989, pp. 261-262, énfasis propio). En 1986, las Resoluciones del I Congreso de la CONAIE en Quito, avaladas con el consenso de 300 delegados en representación de 27 organizaciones indicaba entre sus objetivos: “luchar por la participación directa del campesino e indígena en la Administración Pública del Estado; Gestionar ante el gobierno la devolución total de nuestras tierras en forma comunitaria” (CONAIE, 1986, énfasis propio). Ya en el contexto del “período difícil” de aplicación del ajuste neoliberal (Falconí Benítez, 2004) en el Proyecto Político de la CONAIE del año 1994 se destaca una lectura en clave marxista, a partir de la cual se enuncia la autodeterminación como derecho frente a un Estado moderno/colonial, en tanto uninacional y burgués. Entre sus principios ideológico-políticos la CONAIE anuncia que Los Pueblos y Nacionalidades Indígenas que existimos en el actual territorio ecuatoriano, sometidos y dominados por el Estado Uninacional Burgués y los Estados hegemónicos imperialistas; propugnamos el establecimiento del derecho a la Autodeterminación de las Nacionalidades, y a su ejercicio mediante la participación activa y directa en la vida política, económica y cultural en el proceso de transformación y consolidación de las Nacionalidades y en la construcción de la Nueva Nación Plurinacional (CONAIE, 1994, p. 13) Por lo tanto, la propuesta de Estado Plurinacional y la demanda de tierra también plantean que el problema indígena es en realidad un problema nacional: Blanca S. Fernández 311 En el Ecuador el “problema del indio”, no es únicamente un problema pedagógico, eclesiástico o administrativo como señalan los sectores dominantes; sino que fundamentalmente es un problema económicopolítico estructural y por lo mismo un problema nacional (CONAIE, 1994, p. 5) La tierra no sólo como medio de producción, sino como condición de vida, es continuidad material y continuidad histórica; es decir, símbolo de identidad (Linera, 2004, p. 240). El mismo Luis Macas ha escrito en diciembre de 1990 que el derecho a la tierra es su “principal demanda” y advierte: “creemos que no habrá solución al problema indígena si no se resuelve el problema de la tierra” (Macas, 1992, pp. 23-24). Desde nuestro punto de vista, no se trata sólo de un eco casi textual de las palabras de Mariátegui, sino de una actualización de la memoria sindical de los años 20. En torno del problema de la tierra se ha articulado la demanda de reforma agraria, que al mismo tiempo no se reduce a la necesidad de cambios en el régimen de propiedad de la tierra, sino que constituye un requisito para la reestructuración de una sociedad. Por eso, la tierra es el “eje que ha articulado el proceso de unidad y lucha de los pueblos indígenas y campesinos del país” (Macas, 2004). Incluso después de los dos procesos de reforma agraria, el diagnóstico de la CONAIE es que en la actualidad aún existe la gran propiedad privada sobre la tierra y la mano de obra indígena sigue siendo explotada de forma brutal. El Estado Burgués, no ha logrado solucionar el problema agrario y actualmente es el sector productivo más abandonado y atrasado del país. El proceso de Reforma Agraria impulsado por los diferentes gobiernos civiles y militares desde el año de 1964 no ha resuelto el problema de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas (CONAIE, 1994, p 31). En el pliego de demandas del Levantamiento de 1990, se exige la “entrega, solución y legalización en forma gratuita de la tierra” así como una “solución a los problemas de agua, considerado como un problema social”. Estos “16 puntos” de la CONAIE, recuerdan fundamentalmente a los primeros pliegos de peticiones que en los años 20 respondían a problemas específicos de los campesinos indígenas. Sin embargo, allí figura también la demanda de reforma del artículo 1 de la Constitución, para declarar al Ecuador como Estado Plurinacional (CONAIE, 1990). Al mismo tiempo, la demanda de Reforma Agraria será recuperada y explicitada cuando en 1994 el gobierno neoliberal de Sixto Durán Ballén intente la promulgación de la ley de Desarrollo Agrario.9 Hasta ese momento, el IERAC había sido el 9 Esta ley promovía el libre mercado de las tierras, incluidas las comunitarias 312 La forma sindical en Latinoamérica organismo estatal encargado de la redistribución y legalización de tierras y territorios. Respecto de su labor, se evaluó que además de entregar tierras inservibles, como la adjudicación se realizó generalmente a través de títulos individuales, esto acentuó “la mercantilización de la tierra” (Macas, 2004). La inoperancia del IERAC es uno de los desencadenantes del Levantamiento de 1990. En cambio, para 1994 las motivaciones de la marcha son respuesta a la clara intencionalidad política de profundizar el neoliberalismo. Frente a dicho contexto, la CONAIE sostiene que aún no se ha liquidado “el sistema hacendatario de tenencia de la tierra” y ante ello propone sustituir “la gran propiedad privada de la tenencia de la tierra por una propiedad comunitaria autogestionaria y estatal plurinacional” (CONAIE, 1994, p. 31). Como veremos luego, el conjunto de elementos citados ha sido causal de desencuentro entre la CONAIE y el actual gobierno. En principio, la CONAIE cumple veinte años de lucha en medio de una parálisis en el ciclo de la protesta que había sido ascendente hasta mediados de los 90. Aquel ciclo ascendente actualiza elementos de la memoria colectiva entre los cuales no sólo está presente la demanda de tierra y reforma agraria que se había configurado en los años 20, sino también experiencias y estrategias que hacen a su accionar colectivo. Las marchas hacia Quito, las huelgas y levantamientos, los pliegos de peticiones que en los 90 serán actualizados a través de los “mandatos”, así como la alternancia entre negociación y conflicto, entre diálogo y levantamiento. Esto ha significado una experiencia organizativa de cooperación y unidad con otros actores sociales, que configura la memoria corta del movimiento indígena. En 1990, confluye la convocatoria de la CONAIE con la de la Coordinadora de Organizaciones Campesinas e Indígenas en Conflicto (que incluía a la FEI) que son quienes sostienen la toma pacífica de la iglesia de Santo Domingo el 25 de abril para exigir la solución del conflicto de tierras. Ese mismo día la CONAIE resuelve en Asamblea la convocatoria al levantamiento para los primeros días de junio.10 En 1995, se decide la formación del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik-Nuevo País, una alianza que también es expresión de unidad popular en sus orígenes, aunque luego fuera vista como mero “brazo político” de la CONAIE. (permitiendo la división de tierras comunales), suprimía el IERAC (Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización) y creaba el Instituto de Desarrollo Agrario, encargado de facilitar la privatización de los recursos naturales, principalmente del agua. 10Posteriormente, en carta pública del 28 de mayo, la Coordinadora resuelve apoyar los “16 puntos” de la CONAIE. Blanca S. Fernández 313 En 1997, la CONAIE acompaña el “Paro Cívico Nacional” como parte de la Coordinadora de Movimientos Sociales11 (CMS). Este paro, que exige y logra la destitución del presidente Bucarám, encuentra a la CONAIE como parte de la convocatoria a una “huelga nacional” que incluyó el bloqueo de carreteras por los indígenas, el paro de transportistas de combustible y movilizaciones en casi todas las ciudades. Al mismo tiempo, se producen algunos ensayos de organización social como los “parlamentos populares provinciales” con el objetivo de conformar una Asamblea Popular Constituyente, demanda que luego se canalizó a través de la nueva Constitución de 1998. La participación en el golpe contra el presidente Jamil Mahuad (19982000) y el levantamiento del año siguiente, en medio de la crisis política y económica general, se produjeron bajo la consigna “nada solo para los indios” (CONAIE, 2001). E incluso la alianza electoral con el Coronel Lucio Gutiérrez (2003-2005), que permitió una primera y efímera experiencia de cogobierno, también ilustra la disponibilidad del movimiento para realizar alianzas estratégicas con otros sectores, a pesar de que en este último caso fuera más un indicador de la profunda crisis interna que lo atravesaba. El problema indígena como problema nacional implicaba la consideración de alianzas potenciales y estratégicas. Previo al Levantamiento de 1990, la CONAIE recuerda que su antecesora “la CONACNIE, en la medida que ha creído que la lucha de los sectores populares no puede ser aislada, ha establecido relaciones con otras organizaciones del país, tales como: FENOC, FEI, ACAE, FUT, etc.” (CONAIE, 1989, p. 264). Por ello el movimiento indígena fue parte a comienzos de los 80 de las huelgas nacionales convocadas por el FUT (Frente Unitario de los Trabajadores), y ya formada la CONAIE en 1986, participó del II Paro Nacional del Pueblo. Finalmente, debemos abordar una breve apreciación respecto de la cuestión de los liderazgos. Se ha referido al problema de los ventrílocuos en una sociedad que consideraba “incapaces” a los indios. Aquella tragedia como recurso de la memoria para constituir identidad, se complementa con la remembranza epopéyica de los primeros liderazgos propios: Gualavisí, Amaguaña y Cacuango no son una novedad histórica en la memoria de los pueblos indígenas en la que Tupak Amaru, Tupak Katari y Fernando Daquilema entre muchos otros, participan de la historia larga. Lo que los distingue respecto de aquellos, y también de los liderazgos que se producirán a raíz del proceso modernizador en los años 60 (que además atraviesan la escuela y la universidad), es que no prescinden de la cola11Conformada por organizaciones de derechos humanos, FETRAPEC (Federación de Trabajadores Petroleros del Ecuador) y FEDELEC (Federación de Trabajadores de la Industria Eléctrica del Ecuador. 314 La forma sindical en Latinoamérica boración e intereses de los sectores de izquierda, sino que, al contrario, se co-constituyen en la experiencia de lucha. De hecho, los partidos de izquierda han quedado entrampados en la memoria de estos pueblos, a través del accionar dogmático de su “vanguardia” en los años 60. Por eso los principales dirigentes que participan de la creación de la CONAIE destacan también la necesidad de tener liderazgos propios. Sin embargo, es esta misma memoria la que recreará de manera reciente el recuerdo de los años 20 y 30. El peso ideológico y la lucha conjunta, instituyen parte de aquello que los líderes de la CONAIE hoy llaman “lucha histórica”. Esta lucha incluye aliados potenciales con quienes comparten un análisis social de la situación de clase que no se produce “en perjuicio de su identidad étnica como pueblos indígenas” (Becker, 1999, p. 53). En los últimos años, el esfuerzo de rearticulación del movimiento y las reflexiones acerca de cómo salir de la crisis en la que se vieron cercados, planteaba la necesidad de “establecer las alianzas que hemos dejado de lado, las alianzas estratégicas con nuestro pueblo, con los sectores populares, con los sectores sociales, progresistas y patrióticos de nuestro país” (Macas, 2005). Como lo señaló Humberto Cholango en su discurso de asunción a la presidencia de la CONAIE, “la lucha del movimiento indígena jamás ha sido para nosotros, ha sido una lucha para todos los ecuatorianos, para todos los que hemos sido excluidos por este modelo capitalista y neoliberal” (Cholango, 2011). Las necesidades identitarias del presente Desde nuestro punto de vista, la necesidad de retomar la “lucha histórica” da cuenta de un proceso de reflexión que hace referencia a la memoria corta de los primeros años de la CONAIE, pero también restituye componentes identitarios que se asientan en la memoria media de los años 20 y 30. La relación entre clase y etnia, las formas de entender el liderazgo, la demanda por la tierra, la unidad de los sectores populares y la necesidad de una estructura organizativa, configuran piezas que no se “perdieron” ni siquiera durante uno de los peores momentos de crisis que atravesó la CONAIE: en todo caso, se afirmaron en la latencia hasta que a partir de 2006 volvieron a adquirir visibilidad. No desarrollaremos aquí las diferentes caracterizaciones de la crisis de la CONAIE. Esta trayectoria ha sido ampliamente abordada tanto desde las ciencias sociales (Dávalos, 2003; Porrás Velasco, 2005; Sánchez Parga, 2007; Ospina Peralta, 2008; Unda, 2010), como desde los mismos dirigentes de la CONAIE (Macas, 2005; Simbaña, 2007a). Todavía constituye una cuestión irresuelta y en este sentido eclipsa en gran parte el escenario de análisis actual. En función de estos aportes, indicaremos que en esta crisis confluyen el “giro etnicista” en la configuración identitaria, la cooptación, Blanca S. Fernández 315 el oportunismo y la corrupción de amplias capas dirigenciales a través de su participación en organismos del estado y ONG’s, las consecuencias de la Ley Agraria de 1994 y la Constitución de 1998, entre otras varias que han sido oportunamente esgrimidas. En dicho contexto, la corta y fallida experiencia de cogobierno en 2005 terminaría por evidenciar la crisis interna del movimiento y ponerlo al borde de la fractura (CONAIE, 2004). Lo que nos interesa señalar es que se trata de una crisis organizativa que es también una crisis de identidad. Entre la revuelta de los “forajidos” que en 2005 derroca al Coronel Gutiérrez y la asunción de Correa en 2007, comienza a avizorarse el intento de rearticulación del movimiento indígena, que se había guardado al silencio luego de abandonar el co-gobierno ante la inesperada predisposición neoliberal de la fórmula presidencial que ellos mismos habían acompañado. La CONAIE no forma parte orgánica del movimiento que liquida a Lucio Gutiérrez años más tarde pero sí comienza a acompañar las luchas contra la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, que amplios sectores populares empiezan a combatir en las calles. Según algunos autores, la radicalidad que adquiere progresivamente la lucha contra el TLC le permitirá a la CONAIE “ir superando la debilidad socio organizativa y la crisis política. Recuperó contacto con muchas de sus organizaciones de base; nuevas organizaciones indígenas y no indígenas rurales ingresaron a sus filas, retomó alianzas con organizaciones sociales urbanas que sobreviven y las inició con otras nuevas” (Simbaña, 2011). Al mismo tiempo, Humberto Cholango asume la presidencia del ECUARUNARI en 2004 y Luis Macas, la presidencia de la CONAIE en 2005. La llegada de ambos, avalada por el consenso de los delegados que representan a las organizaciones de base (es decir, a las comunidades), visibiliza una re-actualización e incluso una re-factualización de la memoria sindical que describíamos. Como indica Simbaña, permitió rearticular al movimiento indígena desde un enfoque más político; ello implicó el debilitamiento (no hablamos todavía de su derrota) de la tendencia etnicista y el inicio de la rearticulación de la tendencia de izquierda. Cabe anotar que este es un proceso todavía incipiente y lleno de contradicciones (Simbaña, 2007b, énfasis propio). La llamada “tendencia de izquierda” recupera de la memoria sindical la distinción de una identidad tanto étnica como de clase. Humberto Cholango, ha dicho que “nosotros pensamos desde lo político el ser indígena y el ser pobre” (Cholango, 2011). En su discurso es donde resulta más nítido el uso de un vocabulario de matriz ideológica de izquierda, tanto cuando indica que “desde el movimiento indígena queremos debatir sobre la redistribución 316 La forma sindical en Latinoamérica de los medios de producción”, como cuando resalta que “la conciencia de los humildes es más poderosa que las mentiras de la oligarquía” (Cholango, 2011). Su antecesor, Luis Macas, lo había abordado en estos términos: “Algunos van a decir: van a traer comunismo, y no compañeros; aunque eso a mí me han enseñado que es bueno. Compañeros les comunico, eso he aprendido en las comunidades, eso he aprendido estando con las nacionalidades y mis pueblos” (Macas, 2005). Floresmilo Simbaña, joven dirigente de ECUARUNARI, sostiene que “el problema cultural y reconstrucción de los pueblos indígenas se resolverá sobre una base material que cambie el sistema capitalista” (Simbaña, 2007a). La lectura en clave marxista se encuentra también en las palabras del actual presidente de Pueblo Kayambí, lugar de origen de los primeros sindicatos: Igualmente, las comunidades indígenas aportan en el desarrollo del capitalismo local y mundial como mano de obra gratuita, sin que puedan controlar los medios de producción, pues han sido desplazadas de las tierras de origen tanto en la colonia y la república (Churuchumbi, 2011, p. 53). En este contexto, ¿cuáles son los elementos que ayudarían a explicar por qué un movimiento social de izquierda ha llegado a convertirse en uno de los principales opositores de la “Revolución Ciudadana”? Rafael Correa asume y cumple aquellas promesas electorales que recuperaban las demandas del movimiento indígena. Tanto la convocatoria a una Asamblea Constituyente, el discurso aglutinador contra la “oligarquía”, los grandes medios de comunicación privados y el neoliberalismo; sumado a las posiciones que irá adoptando respecto de una política exterior independiente (la integración regional a través de UNASUR y Banco del Sur, su oposición al TLC y el fin del contrato de la base militar estadounidense en Manta), sumaron el favor de los sectores populares e incluso permitieron su reelección en abril de 2009, en los marcos de la nueva Constitución que declaraba al Ecuador un Estado Plurinacional. Sin embargo, en los marcos de la Asamblea Constituyente se vislumbran las primeras señales del conflicto. Apenas iniciado el proceso constituyente, la CONAIE logra organizar una marcha indígena de diez mil personas a través de la cual presentan a los bloques progresistas de la Asamblea su propuesta de Constitución y su Propuesta Agraria. Esta marcha se realiza el 22 de octubre de 2007. El 11 de marzo de 2008 se organiza la “Marcha en Defensa de la Plurinacionalidad, la Soberanía y los Recursos Naturales” junto con otras organizaciones sociales, hacia la casa de gobierno. A partir de esta acción colectiva, se formó una comisión de diálogo entre el ejecutivo y la CONAIE para abordar los tres temas centrales que aún continúan en Blanca S. Fernández 317 disputa: el reconocimiento de los territorios comunitarios o indígenas, el autogobierno y el manejo de los recursos naturales. Los desacuerdos respecto del modelo de desarrollo evidenciaron las diferentes formas de entender el Estado Plurinacional. Como señala Luis Macas “el planteamiento del movimiento indígena, la revolución agraria, no está contemplada en la revolución ciudadana” (Macas en Unda, 2010). Los líderes de la CONAIE habían recuperado el diagnóstico de mediados de los 90 respecto de la reconcentración de la tierra, e indicaron que “el 63% de las tierras están en las manos de un 10% de la población, está reconcentrada en las manos de los gamonales del país” (Macas, 2005). Este “retroceso” respecto de las reformas agrarias implementadas se debe a la progresiva reconstitución de la propiedad latifundista en manos de hacendados agroindustriales que concentran también los alimentos para exportación. En diciembre de 2007, a casi un año de la primera gestión del gobierno de Rafael Correa y apenas un mes de iniciada la Asamblea Constituyente, la Propuesta Agraria de la CONAIE sostiene que el movimiento indígena se ha constituido en base a estructuras socio-organizativas autónomas debido al problema de la tierra. Allí continúa con la propuesta de una “reforma agraria integral” en los marcos del Estado Plurinacional a partir de cuatro ejes: la democracia socioeconómica, el desarrollo de la economía comunitaria, la soberanía alimentaria y la sustentabilidad ecológica (CONAIE, 2007). En realidad, ya desde el discurso inaugural del presidente frente a la Asamblea Nacional Constituyente, se pueden avizorar los elementos que caracterizarán el actual conflicto. Allí Correa señaló que “siempre hemos dicho que uno de los mayores peligros es el izquierdismo y ecologismo infantil” (Correa, 2007), en referencia a los movimientos sociales que se opondrían luego a la sanción de la Ley Minera. Dicha ley, sancionada en diciembre de 2008, permite la explotación minera a gran escala por primera vez en el Ecuador, al mismo tiempo que no se pronuncia sobre el tratamiento del uso y manejo del agua. En enero de 2009 indígenas y ambientalistas anunciaron la resistencia contra la ley minera y acusaron a Correa de neoliberal.12 La marcha contra esta Ley despuntará un nuevo ciclo de movilizaciones indígenas que entre septiembre y octubre de 2009 convergirían contra algunos artículos del proyecto de Ley de Aguas.13 junto 12Como señala Mario Unda (2011), “la ley de Minería “rebaja” la consulta previa, permite modificar la prelación del agua para el consumo humano y desconsiderar los derechos de la naturaleza si el presidente considera que se trata de un proyecto estratégico para el país”. 13 Según Pablo Ospina (2010), los nudos críticos de la Ley son la concentración de las concesiones de agua (que aunque es peor que la de tierras no es abor- 318 La forma sindical en Latinoamérica con las luchas de otros actores sociales14. Demandas tan heterogéneas y específicas comparten el malestar por la falta de espacios de interlocución y de reconocimiento. Al mismo tiempo, en estas movilizaciones que finalmente frenaron la sanción de la Ley de Aguas, participaron en conjunto las principales organizaciones sociales: CONAIE, FEINE, FENOCIN y las Juntas de Regantes; actualizando las “alianzas estratégicas”. Como recuerda Mario Unda, “Alberto Acosta [ex presidente de la Asamblea Constituyente] habló alguna vez de una “contrarrevolución constitucional” que se operaba en la traducción de la Constitución a las leyes que le siguieron” (Unda, 2011). Los retrocesos señalados ocurrieron paralelamente al cierre de los canales de diálogo y participación que el proceso constituyente había significado. Hacia fines de 2009, el gobierno vuelve a proponer la instalación de “mesas de diálogo” con el movimiento indígena, pero para enero de 2010 estos espacios reinciden en el fracaso. La razón de la disputa es el modelo de desarrollo que, incluso si se lo definiera como “posneoliberal y redistributivo”, se sostiene en la explotación de los recursos naturales (Ramírez Gallegos, 2010). El pasaje de la mutua aceptación al enfrentamiento y la polarización (León Trujillo, 2010) no es exclusiva del movimiento indígena. Se produce con todos aquellos sectores populares que en los 90 habían alzado la bandera contra el neoliberalismo: los ecologistas y los sindicatos públicos (trabajadores petroleros y docentes). En este sentido, el proyecto de la Revolución Ciudadana Tal como ha sido planteado, como una modernización capitalista y separada de los movimientos sociales (es decir, como una reconducción de la expectativa de cambio social para mantenerla al interior de la reproducción del sistema capitalista), requiere objetivamente disolver la institucionalidad social contrahegemónica para afirmar sus propios instrumentos de hegemonía (Unda, 2011, énfasis original). Como hemos observado, esa “institucionalidad social contrahegemónica” ha sido bien distintiva del movimiento indígena ecuatoriano, tanto por su capacidad de movilización autónoma como por su capacidad propositiva y de diálogo hacia el conjunto de los sectores populares. En este sentido, la construcción hegemónica que propone el gobierno de Correa es evaluada como parte de una “nueva derecha”. Luis Macas sostiene que su “novedad” se basa con el uso de “otros conceptos, con otras estrategias, con otras dado en el proyecto de ley), y la centralización de atribuciones en la Secretaría Nacional de Aguas (por ejemplo para fijar tarifas y entregar las concesiones). 14El gremio docente se movilizará contra la evaluación, y los profesores y estudiantes universitarios lo harán por la defensa de una Ley de Educación Superior gratuita. Blanca S. Fernández 319 políticas, que no son las de la vieja derecha: son sutiles, absolutamente modernos para remozar el mismo sistema que ha vivido este país pero con otros actores” (Macas en Unda, 2010). En este sentido, el movimiento indígena lo ha caracterizado de racista y prepotente (Cholango, 2011), capitalista y neodesarrollista (ECUARUNARI, 2010); neoliberal (CONAIE, 2011), y desmantelador del proyecto político popular (Macas en Unda, 2010). Es aquí que la CONAIE retoma elementos de la memoria sindical que habíamos descripto. Al mismo tiempo, actualiza la memoria de unidad en la lucha. ECUARUNARI participó recientemente de la convocatoria al “Encuentro de Movimientos Sociales del Ecuador por la Democracia y la Vida” que se realizó en agosto de 2011, junto con otras organizaciones sociales y políticas.15 Parte de la convocatoria señala: Nos juntamos para reivindicar nuestro derecho de decir NO a este modelo de dominación, de modernización capitalista, sustentado en el extractivismo, el control de las organizaciones sociales por el Estado y la explotación del trabajo; Nos reunimos para enfrentar a un gobierno que habla de democracia y participación, pero que persigue y criminaliza la lucha social y mete las manos en la justicia. Que habla de revolución económica pero sigue concentrada la riqueza en pocas manos; incrementa la deuda externa, la venta anticipada de petróleo, promueve la extracción minera, los grandes agronegocios, la subordinación de las pequeñas economías a los grandes capitales y se incrementa constantemente el precio de los alimentos; Que habla de los derechos de los trabajadores, pero impone la flexibilización laboral y las renuncias forzosas a los empleados públicos. En 4 años no ha sido capaz de dar pasos para un acceso equitativo a la tierra y al agua. De esta manera, participa activamente de un proceso de recomposición y unidad en la lucha con otros movimientos sociales, que también se oponen a un modelo de desarrollo “capitalista, de derecha y neodesarrollista”. Así, se rearticula la resistencia frente a la reconcentración de la tierra y el agua, y la oposición a un modelo de liderazgo sin mediaciones, que ignora las estructuras organizativas del movimiento y que divide a las organi15Entre los firmantes de la convocatoria figuran: Frente Popular, Asamblea Nacional Ambiental, Coordinadora Nacional de los Pueblos del Manglar, ECUARUNARI, CEDOC-CUT, CEOSL, UGTE, Asamblea de Mujeres Populares y diversas, UNE, FEUE, Movimiento Nacional de Mujeres Populares Luna Creciente, Ecuador Decide, CUBE, FESE, FEUNASSC, MESSE, Red Nacional Mar, Tierra Y Canasta, CUCOMITAE, CONFEMEC, Organizaciones Movimiento Agroecológico, JRE. 320 La forma sindical en Latinoamérica zaciones. La creciente conflictividad entre el gobierno y el movimiento indígena también ha implicado la criminalización de la protesta16, amén de los agravios públicos. Como advierte Floresmilo Simbaña, se trata de un “enfrentamiento entre la CONAIE y la revolución ciudadana no sólo como una rivalidad política, sino como una disputa de sentidos y proyectos políticos” (Simbaña, 2011). Este es el contexto en que produce la llamada recomposición de la “corriente histórica” de la CONAIE. El “giro” hacia la memoria Ha transcurrido ya un siglo desde la formación de los primeros sindicatos en el Ecuador. Aquellas luchas de los trabajadores campesinos e indígenas implicaron algo más que una forma organizativa en sintonía con las condiciones de explotación y dominación que instituía el sistema de hacienda. Como decíamos, ha contribuido a componer una memoria ideológica e interpretativa; y una práctica y experiencia conjuntas de lucha, en la que se parte del reconocimiento de las diferencias para pensar las alianzas que configuran un campo popular de los excluidos y subalternizados. Estos elementos se visibilizan y actualizan cuando en la CONAIE confluyen demandas y acciones colectivas que implican el reconocimiento de las diferencias sin abandonar la lucha por la igualdad. Se trata de una puesta en memoria, un “esfuerzo de ajuste del pasado” a través del cual el movimiento indígena ecuatoriano recupera experiencias vinculadas a la lucha sindical en función de las necesidades del presente. En ese camino pueden observarse continuidades y rupturas. Hemos señalado las primeras para explicar aquellos elementos que se reivindican hoy en la propuesta de rearticulación de la “lucha histórica” de la CONAIE. El legado de la memoria sindical refiere a una identidad moderna, que se opone al reduccionismo etnicista que en su versión más radicalizada ha caracterizado a los movimientos indígenas como portadores de una continuidad inalterada. Como lo advertía Mariátegui Al racismo de los que desprecian al indio, porque creen en la superioridad absoluta y permanente de la raza blanca, sería insensato y peligroso oponer el racismo de los que superestiman al indio con fe mesiánica en su misión como raza en el renacimiento americano (Mariátegui, 1929). 16Bajo el argumento del respeto al marco legal previo, que el actual proceso aún no ha modificado, acusa de “terrorismo” a los principales dirigentes del movimiento. Blanca S. Fernández 321 La “superestimación” de la dimensión étnica no sólo oscurece la dimensión de clase, sino que en la misma operación esencializa los componentes civilizatorios y societales. Es decir, se pierde la perspectiva del dinamismo que también los constituye en nacionalidades. Como lo ha señalado Simbaña, La tradicional visión de que la CONAIE está dividida o compuesta por una tendencia Histórica (de izquierda) y otra por una etnocentrista (de derecha), desde hace largo tiempo atrás que no tiene asidero en la realidad y complejidad del movimiento indígena. Las tendencias son tan dinámicas, elásticas y fluctuantes que es necesario un seguimiento más detallado (Simbaña, 2011:41). Este dinamismo es a la vez un obstáculo para aquellas interpretaciones que sostengan exclusivamente la idea de un “giro étnico” o de un “giro clasista”. En este sentido, si bien hemos pretendido hacer más “visible” el legado de una matriz de izquierda clasista, también hemos señalado que la memoria sindical se constituye de la doble dimensión campesino-indígena y que ambos elementos son recuperados cuando los líderes de la CONAIE hablan de la “corriente histórica”. Como hemos señalado, uno de los ejes que articula la identidad campesino-indígena es la tierra, entendida como fuente de continuidad simbólica y material. Por ello la demanda de tierra constituye la base del cuestionamiento al régimen de acumulación del capitalismo moderno/ colonial. Otro eje articulador es el carácter de la acción colectiva organizada en torno a la “unidad” de los sujetos subalternos, cuyas estrategias oscilan entre la movilización y territorialización de la protesta y el diálogo y la negociación. Estos componentes se entrelazan alrededor del peso ideológico de una matriz de izquierda heterodoxa que incorpora desde los tempranos años 20 identidades étnicas y de clase. Recientemente, la necesidad de rearticular una tendencia de izquierda que apele a recuperar la “lucha histórica” es sostenida tanto por los líderes históricos como por los renovados liderazgos de la CONAIE. Coinciden en caracterizar la identidad campesino-indígena a partir de las dimensiones de clase y etnia, proclamando así la unidad de la lucha con aquellos sujetos dominados y explotados por el capitalismo moderno/colonial. Así, la CONAIE aspira a restituir su institucionalidad contrahegemónica para enfrentar a un gobierno que desde su punto de vista encarna y actualiza el poder moderno/colonial. De esta manera, el “conflicto central de la época” renueva diferentes memorias de lucha, y ellas confluyen en torno de un proyecto político que disputa hoy los sentidos sobre el Estado Plurinacional: 322 La forma sindical en Latinoamérica Lo que debemos subrayar a manera de síntesis es que los pueblos indios nos hemos unido partiendo, en primer lugar, del reconocimiento de nuestra heterogeneidad así como de los rasgos culturales semejantes; de la convicción de ser partícipes de una misma historia de opresión y explotación; y, de que también somos parte de una sociedad más amplia en la cual estamos cuestionando la naturaleza de un estado nacional que no reconoce nuestras identidades culturales diferentes por lo que es un problema que debe ser resuelto. En este contexto, nos planteamos la unidad de todos los sectores populares para la transformación estructural de la sociedad y la instauración de una sociedad igualitaria, justa y pluricultural, representada en un estado plurinacional (CONAIE, 1989, p. 269). En los umbrales del siglo XXI, la CONAIE gira hacia la memoria y debate su configuración identitaria. Y, en el mismo movimiento, recuerda al actual gobierno que el “posneoliberalismo” existe porque existen los pueblos en lucha. 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[email protected] Las Ciudades del Desierto Las Ciudades de la Frontera Norte de México son el escenario central de la Guerra Irregular1, que conmociona a México desde principios de la primera década del siglo XXI. El Gobierno Mexicano fue el primero en reconocer el carácter de Guerra del conflicto interno que vive el país. 2 Ante 1 La caracterización del conflicto armado de México como Guerra ha sido hecha por el Instituto de Investigación de Conflictos Internacionales de la Universidad de Heidelberg, Alemania, en su publicación anual Barómetro de Conflictos Internacionales del Año 2010. “The regional predominance conflict between the main drug cartels Sinaloa, Golfo, Los Zetas, La Familia, and Beltrán Leyva, on the one hand, and the government, on the other, escalated to a full scale war. In the first four months of 2010, 151 clashes between security and members of drug cartels were reported.” Heildelberg Institute for Internacional Conflict Research, University of Heildelberg University, 2010, page 48. De diciembre de 2006 al final de 2010 se contabilizaron 34 mil 612 muertos en el conflicto interno, 10,135 de los cuales se produjeron en Chihuahua, y 6,437 en Ciudad Juárez según el Consejo Nacional de Seguridad. El Universal, 13 de enero del 2011. 2 “En México, y para contrastar con la notable pasividad de su predecesor, Felipe Calderón, de entrada, decidió crearse la imagen de un líder fuerte que contrarrestara los resultados de una victoria electoral nada impresionante y lograda por métodos dudosos. La solución que se encontró fue una acción contundente de la policía federal contra la inédita movilización social en Oaxaca y otra 330 La forma sindical en Latinoamérica la magnitud de sus propias palabras decidió retractarse, pero el desarrollo de un conflicto interno de grandes proporciones es un hecho incontestable. Para entender el desarrollo de la nueva Guerra Sucia en México es necesario reconstruir la historia reciente del territorio en el que se desarrolla: la morfología de la región de la Frontera Norte recreada por la globalización de la industria en México. Cuadro 1: Trabajadores ocupados por la industria manufacturera en los Estados de la frontera norte de México 1970-2012 Estados 1970 2010 2012 Baja California 31.358 274.262 291.846 Sonora 24.224 130.689 142.872 Chihuahua 29.702 292.761 327.323 Coahuila 47.221 255.114 269.548 Nuevo León 123.912 382.349 404.066 Tamaulipas 26.166 210.043 216.952 Total Estados de la Frontera Norte 282.583 1.545.218 1.652.607 1.520.661 3.806.639 4.124.702 Total Nacional Fuente: Instituto Mexicano de Seguro Social, Estadísticas Históricas y CIOR, INEGI, 2012 Como lo mostramos en el cuadro 1, Trabajadores Industriales en los Estados de la Frontera Norte de México, en el lapso de cuarenta años que va de 1970 al año 2010, la fuerza de trabajo ocupada en las entidades fronterizas con Estados Unidos pasó de 282 mil trabajadores a un poco mas de 1.5 millones, esto es, casi se sextuplico. En relación al conjunto de la supuestamente similar del Ejército contra el narcotráfico. Ganar la iniciativa contra los desarmados inconformes de Oaxaca no resultó difícil pero el caso del narcotráfico es diferente y Calderón puede estar metiéndose, como Bush, en problema mayor del pensado, pues hasta ahora no hay ningún caso en que el Ejército haya derrotado al narco, ni siquiera el Ejército norteamericano en ese centro de producción de opio que es Afganistán. (…) La guerra contra los capos de droga en México se inició como una guerra básicamente norteamericana. Por razones internas, al principio de los 1970, el presidente Richard Nixon -después de haber presionado a Díaz Ordaz con la “Operación Intercepción”lanzó una espectacular pero poco eficaz ofensiva en contra de los proveedores externos de sustancias prohibidas. Sin embargo, el combate a la demanda de esas drogas dentro de Estados Unidos -única forma de realmente cegar la oferta- sigue sin ganarse.” Meyer Lorenzo, Reforma, 18 de enero 2007. Edur Velasco Arregui 331 población ocupada por la industria en el país, la fuerza de trabajo ocupada por la industria en los estados colindantes con los Estados Unidos aumentó su peso específico del 18% al 40%, dando lugar a grandes ciudades con una notable densidad de fuerza de trabajo industrial por habitante. Cuadro 2: frontera norte de Mexico crecimiento de las ciudades industriales integradas a la manufactura global 1970 - 2005 1970 2010 Baja California Mexicali 396.324 936.826 Tecate 18.091 101.079 Tijuana 340.583 1.559.683 Nogales 53.494 220.292 Agua Prieta 23.272 79.138 San Luis Río Colorado 63.604 178.380 Ciudad Juárez 424.135 1.332.131 Ciudad Acuña 32.500 136.755 Pidras Negras 46.698 152.806 Sonora Chihuahua Coahuila Nuevo León Monterrey Zona Metropolitana 1.177.094 4.036.112 150.786 608.891 Río Bravo 71.389 118.259 Nuevo Laredo 151.253 384.033 Matamoros 186.146 489.193 Tamaulipas Reynosa Total 3.135.369 10.333.578 Fuente: INEGI, Mexico: Censo de Población 1970 y México: Censo de Población 2010 En el cuadro 2, podemos apreciar el crecimiento demográfico de las ciudades industriales en las entidades federales de la Frontera Norte ubicadas en el mapa de la Línea México-Estados Unidos. En un lapso de tan sólo 35 años, en la franja de la línea fronteriza, han emergido tres grandes ciudades de más de un millón de habitantes, destacando Tijuana, en la Costa del Pacífico, 332 La forma sindical en Latinoamérica Ciudad Juárez en el Centro Norte del Territorio, y la más antigua de todas como polo urbano e industrial, Monterrey, más inclinada hacia el Noreste. Además de estas tres metrópolis fronterizas, hay que destacar el ascenso de cuatro ciudades medias, Mexicalli, con cerca de un millón de habitantes para el año 2010, Reynosa y Matamoros, con medio millón cada una, y Nuevo Laredo con 355 mil habitantes en el año de 2005. A estas cuatro ciudades hay que añadir otras seis localidades fronterizas con población entre 100 mil y 500 mil habitantes. Para el año 2010, diez millones de mexicanos habitaban los 14 grandes centros industriales del corredor fronterizo con los Estados Unidos, cuando tan sólo cuarenta años atrás la población fronteriza era de 3 millones de personas. En una perspectiva sudamericana, la población de las ciudades maquiladoras de México creció en cuatro décadas, lo que tomó más de siete décadas, entre 1940 y 2010, a las Ciudades industriales del interior de Argentina como la Gran Córdoba, y las zonas metropolitanas del Gran Rosario, Mendoza o La Plata consolidar su actual dimensión demográfica.3 La gran pregunta que recorrerá el conjunto del presente artículo es ¿Por qué un proceso de urbanización e industrialización tan intenso no ha devenido en el despliegue de la resistencia masiva por parte de los trabajadores, ya sea a partir de su nuevos espacios de autoorganización en los centros de trabajo, o por medio de la recuperación de las formas de organización sindical preexistentes? Un proceso paralelo y complementario a la emergencia de las fábricas en el desierto del Norte de México es la mexicanización de las Ciudades Fronterizas del lado estadounidense. Como podemos observar en el cuadro 3 “Población Total y Porcentaje de Habitantes de Origen latino en la Frontera Sur de los Estados Unidos de América”, en muchos de los condados fronterizos, del lado estadounidense, la población latina alcanza en dos de ellas porcentajes superiores al 90%, en otras tres, porcentajes arriba del 80%, y en las zonas metropolitanas, algunas de ellas ya en el interior de su territorio, como Tucson, San Antonio o Los Angeles, la población latina oscila entre 33% en Tucson, 44.8% en Los Angeles y 53.5% en San Antonio. La conformación de un proletariado latino que fluye, en muchas ocasiones indocumentado, entre las grandes manchas urbanas e industriales ubicadas en ambos lados de la frontera, representa un problema social y político crucial para la hegemonía del capitalismo norteamericano. Los ghettos latinos, tan lejanos a la asepsia cultural y la disciplina protestantes, son un elemento nuevo dentro del rígido orden de las ciudades industriales marcadas desde el siglo XX por un severo fordismo, tal y como lo entendía Gramsci en sus Cuadernos de la Cárcel. 3 INDEC, Argentina, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, 2010, Resultados Provisionales, http://www.indec.gov.ar/default_censo2010.htm Edur Velasco Arregui 333 Cuadro 3: Población Total y Porcentaje de Habitantes de Origen Latino Ciudades Fronterizas y Zonas Metropolitanas en La Frontera Sur de los Estados Unidos de América. Año 2010. Ciudad o Zona Metropolitana Estado al que pertenece Población Total de la Ciudad o Zona Metropolitana Porcentaje de población latina ZM Laredo Texas 236.091 94,8 ZM Bronsville Texas 396.371 86,1 Mc Allen Texas 775.225 90,5 Eagle Pass Texas 27.183 94,9 Del Rio Texas 36.676 78,6 Calexico California 38.827 75,7 Alburquerque Nuevo Mexico 887.100 45,3 ZM El Paso Texas 801.447 81,8 ZM San Antonio Texas 2.143.300 53,5 ZM Tucson Arizona 980.556 33,7 ZM San Diego California 3.095.110 31,3 ZM Los Angeles California 12.829.540 44,8 Fuente: US Bureau of Census, Statistical Abstract of the US Population, Table 23 La Construcción Histórica de la Frontera Para descubrir el metabolismo particular de las relaciones de poder en las Ciudades Fronterizas del México Septentrional es necesario reconstruir, así sea en grandes trazos, la conformación histórica de la Frontera de México y Estados Unidos. Se trata de una región con rasgos específicos, que escapan al orden constituido en cada una de las dos repúblicas que en ella confluyen. La Frontera como un espacio único, compartido, establece una particular simbiosis entre ciudades de uno y otro lado, que corrompe las mareas institucionales del norte y del sur. La Frontera es un espejo que no devuelve la imagen de sus sujetos, la reconstruye y degrada. Poblada en ambos lados por mexicanos, como ya lo mencionamos en la primera sección de este capítulo, las élites norteamericanas le han asignado un carácter subterráneo, subalterno, en el que la barbarie debe convertir la trituración de sus agonistas en acumulación de virtuosa riqueza. 334 La forma sindical en Latinoamérica Fuente: Andreas Peter (2000) Border Games: Policing the US Mexico Divide, Cornell University Press Al comenzar el siglo XIX, la dotación de recursos y las características de las dos Américas, la que poseían las antiguas trece colonias británicas y la novohispana, no presentaban una brecha sustancial entre sí. John Coatsworth ha señalado: “los datos comparativos muestran que el ingreso nacional per capita en México estuvo más cerca del de Gran Bretaña y los Estados Unidos en 1800 que en ningún otro momento más adelante(...) La brecha de productividad entre la economía mexicana y la de los países avanzados del Atlántico norte nunca ha sido tan pequeña como entonces” (Coatsworth,1990, p.81). En efecto, datos elaborados para un texto posterior de Angus Maddison, sobre las grandes tendencias de la economía mundial, muestran cómo el PIB per cápita de México en el año de 1800, equivalía al 68% del PIB per cápita de Estados Unidos. Los cálculos del propio Humboldt sobre los salarios relativos de México, en relación a los de otras naciones muestran cómo las condiciones de vida de los jornaleros libres en minas y campos, en sí mismas duras en todas las latitudes, no distaban de las de los trabajadores asalariados en los Estados Unidos, más que en una proporción de dos a uno (Humboldt,1973, p. 265). Adam Smith reconocía que las grandes ciudades de los virreinatos hispanos, ya fueran La Habana, México o Lima, superaban con creces a las construidas en Boston, Filadelfia o Nueva York. John Elliot señala que el contrapunto y la distancia en prosperidad material Edur Velasco Arregui 335 entre los territorios de la América del Norte y las naciones de Mesoamerica y América del Sur no era previsible para un observador imparcial cuando fenecía el orden colonial en el nuevo mundo.(Elliott, 2007, p.18) El Tratado de Guadalupe Hidalgo con el que concluyó la Guerra de Estados Unidos con México en el año de 1848 fue diseñado por el Gobierno Federal de los Estados Unidos, con la idea de que entre ambos países sólo quedara un desierto en el que los caminos se bifurcaran. La sucesión de páramos y montañas hacía que entre los grandes centros de población de uno u otro país sólo emergieran pequeñas ciudades fronterizas, en las que ciudadanos de uno y otro país convivían en pequeñas comunidades regidas por dos leyes, las que se aplicaban de manera muy aleatoria. En los años que van de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo a la creación de la Patrulla Fronteriza en el año de 1924, los mexicanos se movieron libremente en ambos lados de la frontera, y trabajaron como mineros, ferrocarrileros, peones, vaqueros y en las más diversas actividades económicas. Pero con la creación de la patrulla fronteriza se estableció por primera vez un control a la presencia mexicana en territorio norteamericano. Sólo hasta entonces, siglo y medio después de la guerra de independencia de los Estados Unidos, en el año de 1776, la presencia indocumentada de los mexicanos sería considerada como “ilegal”. Las aguas que corrían desde las Rocallosas y desde las cordilleras centrales, por los Ríos Colorado y Bravo, según la doctrina Harmon, les permitía a los norteamericanos disponer de ellas sin ninguna consideración de los habitantes mexicanos de “río abajo”, reforzando la distancia entre uno y otro territorio. Los ciudadanos norteamericanos podrían acceder al agua, los de río abajo dispondrían de los remanentes no utilizados, y así fue hasta bien entrado el siglo XX. Como sostiene Leo Huberman, en su clásica historia de los Estados Unidos, “Nosotros, el Pueblo”, una cultura de granjeros sólo podía concebir que sus fronteras llegasen hasta donde coincidían tres elementos: la madera, el agua y la tierra. En este caso, hubo que añadir las tierras áridas del oeste, hasta el mar, por la decisión del Presidente Polk de adueñarse de los principales puertos del Pacífico Norte, San Francisco y San Diego, con el afán de abrir el comercio hacia el continente asiático, que ya desde finales del siglo XVIII parecía promisorio para los navegantes anglosajones (Leo Huberman, pp. 125-127) Aun así, la frontera común de México y Estados Unidos fue un espacio abierto y poco poblado durante las décadas posteriores a la guerra de 1846-47. En 1880, en 500,000 kilómetros cuadrados de condados y municipios fronterizos, considerando ambos lados de la frontera, los poblados mexicanos y estadounidenses sumaban 70 mil habitantes. Por la frontera Norte tan sólo transitaba el 3% del comercio exterior de México (Riguzzi, Paolo; ¿Reciprocidad Imposible?, El Colegio mexiquense, 2003). 336 La forma sindical en Latinoamérica La Frontera entre Estados Unidos y México es, por tanto, una construcción social muy reciente. Todavía durante los años veinte del siglo pasado, cientos de miles de mexicanos ingresaron de manera legal y pacífica a Estados Unidos, aunque después fueron deportados sin justificación legal alguna. Durante casi un siglo, mientras se construía la hegemonía capitalista sobre el territorio de América del Norte, no había barreras a su avance sin límites. Fue un acontecimiento social, la Revolución Mexicana, la que construyó la frontera. Ironía de la historia, fueron los mexicanos, con sus límites a la hegemonía capitalista contenidos en las leyes revolucionarias y un pueblo rearmado alrededor de un programa político comunalista (social y comunitario) quienes construyeron la primera barrera. Segunda ironía, la primera barrera no fue para restringir el movimiento de personas, sino el libre movimiento del capital hacia los territorios sociales del Sur, hacia el espacio de acumulación de capital conocido como México. La frontera es, por tanto, la expresión de dos formas de hegemonía capitalista. Y la clase obrera mexicana, desde el siglo XX, dependiendo de las circunstancias, optó por una o por otra, permaneciendo dentro de México o migrando hacia los Estados Unidos. Tal vez eso contribuya a explicar que estas dos formas de pobreza, la que existe entre la comunidad latina dentro de Estados Unidos, y la que padece el pueblo mexicano dentro de su territorio, convivan de manera ordenada, dentro de lo que cabe, y no terminen en un colapso de La Línea, como se conoce por los habitantes del Norte a la línea fronteriza entre México y Estados Unidos, similar al del Muro de Berlín, con millones de mexicanos agolpados en los puentes fronterizos, en un mismo día, para alejarse de la miseria acumulada durante tres décadas de estancamiento económico en el pasado inmediato. Dado el tremendo diferencial, en términos de ingreso, entre ser pobre en un lado y ser pobre en el otro, debe existir algo más, que no explican los simples ingresos monetarios para comprender la reticencia a migrar de una buena parte de los trabajadores mexicanos, dada su contrastable pobreza relativa. La crisis desatada en el otoño del 2008 arroja luz sobre las líneas de fuerza existentes en cada lado de la frontera. En los Estados Unidos, la crisis económica ha transcurrido en condiciones de reforzamiento de la hegemonía de las grandes corporaciones. Y la clase obrera latina en general que vive dentro de los Estados Unidos, y la mexicana en particular, lo perciben en el deterioro de sus condiciones de vida y trabajo. En contraste, en el caso de México, el desempleo masivo y el empobrecimiento sin precedente de su población, coinciden con una profunda crisis de autoridad, y con un peso notable y cada vez mayor de la informalidad, que no es sino la forma espontánea en la que millones de mexicanos rompen con la línea global de respeto irrestricto de la propiedad privada. Edur Velasco Arregui 337 Las remesas, en una tercera paradoja, son la savia que alimenta dos procesos contradictorios. Por un lado, financia, en parte, la migración de nuevos miembros de la familia hacia los Estados Unidos. Pero, en un segundo ámbito, las remesas son fundamentales para nutrir la economía no capitalista, las actividades artesanales y alternativas dentro y fuera del mercado, de sus familias en México. Muchas familias pobres logran a partir de las remesas construir una economía familiar, pequeños o micro establecimientos, que les permiten subsistir sin engancharse como peones asalariados en las modernas plantas o en los grandes establecimientos que el Tratado de Libre Comercio ha creado en las ciudades de México. Las remesas alimentan, nutren, al México que nunca fue incorporado en las cláusulas del NAFTA. La Migración encuentra en las remesas su propio antídoto, siempre y cuando la burguesía mexicana no destruya el metabolismo de la economía alternativa que existe en México. Si una buena parte de la clase obrera mexicana no migra hacia los Estados Unidos, es porque el capitalismo mexicano no los ha podido subsumir como sí lo hace con los mexicanos que entran a territorio norteamericano. Carece el capitalismo mexicano de la composición orgánica necesaria para ejercer un control tan potente y severo como el que atenaza a los trabajadores norteamericanos, sean nativos o nacidos en el extranjero. Como lo mencionaba un compañero albañil mexicano: “En México no lleva uno tantos kilos de herramienta en la cintura cuando se sube al andamio, ni la grúa va tras de ti a tal velocidad como el más cruel de los supervisores.” Mientras existan dos formas de hegemonía tan contrastantes en los dos lados de la frontera, la Línea tardará en colapsarse. La Frontera Norte, como territorio estratégico de la acumulación de capital en la América Septentrional, tiene pocas reglas, muchas de ellas no escritas, y las que existen son trastocadas. Los trabajadores que encallan en sus arenas, no importa en muchos casos si en el lado sur o en el lado norte, tendrán que asumir que esta fue una región de presidios desde los tiempos coloniales, en la que sus habitantes carecían de calidad de ciudadanos. Es por ello que en las próximas páginas reconstruiremos los esfuerzos sostenidos por parte del Bloque Industrializador dominante, para erradicar a toda propuesta civilizatoria que concediera derechos a los trabajadores, y mucho menos que les permitiese organizarse como sujetos autónomos, en los Estados del Sudoeste de Estados Unidos y en los Estados del Norte de México. Desde casi un siglo atrás, las élites fronterizas, mexicana y estadounidense, decidieron excluir a los plebeyos como interlocutores dentro de su desreglado territorio. Con los rebeldes su ira no tiene límites. 338 La forma sindical en Latinoamérica La expulsión de los socialistas del Sudoeste de los Estados Unidos: su impacto en la densidad sindical de la región fronteriza Bajo la fuerte presencia de inmigrantes de todo el mundo, las corrientes socialistas dentro del sudoeste de los Estados Unidos, esto es, en los Estados Fronterizos con México, alcanzaron una poderosa inserción a principios del siglo XX. En las elecciones del año 1911, con la Revolución Mexicana en curso en el otro lado de la frontera, el candidato socialista Job Harriman a la alcaldía de Los Angeles obtuvo el 35% de los votos para alcalde de la más dinámica ciudad del Sudoeste.4 La acción coordinada de las policías privadas, y la provocación ingenua o dolosa dentro de sus propias filas, le arrebataron el triunfo a pocas semanas de las elecciones. El descarrilamiento de la corriente socialista encabezada por Harriman implicó una derrota estratégica para el movimiento obrero en el sudoeste de Estados Unidos que se prolongó por décadas. Desde aquel entonces el entorno laboral del Sudoeste de los Estados Unidos se caracterizo por la existencia de una legislación laboral, establecida a nivel local, dirigida a impedir la organización sindical de los trabajadores. La debilidad histórica de los sindicatos en el lado estadounidense de la frontera repercute, aun en el siglo XXI en una correlación de fuerzas adversa para la lucha obrera en el Norte de México. Una de las variables fundamentales que incidieron en la debilidad del movimiento sindical en el sudoeste de Estados Unidos fue el racismo. En aquellas localidades mineras o en los centros de producción donde los organizadores sindicales lograron superar las líneas raciales entre blancos, negros y latinos, como durante la huelga de 62 días de los estibadores en los puertos del estado de Texas en el año de 1935, el movimiento sindical logró obtener sonados triunfos. Pero en términos generales, los pequeños granjeros blancos, siempre conformaron una base social conservadora reacia a permitir la organización sindical. En muchas ocasiones la milicia local, como los Texas Rangers, fueron utilizados para romper huelgas, lo mismo entre trabajadores ferrocarrileros o entre jornaleros del campo, muchos de ellos de origen mexicano.5 4 Job Harriman winning about 35% of the 137,000 votes cast in the 1911 mayoral election. Los Angeles Times, May 28, 1989 Sebastian Rotella, “LLano Del Rio Cooperative Colony l914-l918 : Remains of Utopia” http://articles. latimes.com/1989-05-28/local/me-1544_1_llano-pearblossom-highway-colony 5 Durante el período de la Revolución Mexicana y con el objeto de impedir que la incipiente revuelta entre los trabajadores mexicanos se extendiera al Sur de Texas, entre mineros y jornaleros de origen latino que laboraban en territorio norteamericano, se desató una intensa persecución de “bandidos mexicanos” que condujo a sucesivas masacres de grupos revolucionarios mexicanos que se Edur Velasco Arregui 339 La presencia de cientos de miles de trabajadores atraídos por el auge de la economía del sudoeste de los Estados Unidos durante las primeras dos décadas del siglo XX marcaron con rasgos particulares el mundo del trabajo de la región. Se trataba de las víctimas de una intensa Revolución Industrial frustradas por la distancia entre sus expectativas y la realidad del sueño americano. Sin el entorno estable y ordenado de las ciudades del Este de los Estados Unidos, los trabajadores de la Frontera del lado estadounidense conformaban una gran masa desprovista de Iglesias, comunidades y familia. Por ello, como sucedía entre los mineros del cobre de Arizona, prevalecía un ánimo dispuesto a formas de organización básicas, o de desorganización flexible, como con ironía se referían a las mareas de descontento social los activistas de la IWW (Industrial Workers of the World). La acción directa no dejaba mucho espacio para formas estables de representación. Ni entonces, ni ahora. Las élites del Sudoeste de los Estados Unidos casi siempre optaron por acciones drásticas, como la deportación de los rebeldes, o en su caso, la ejecución de sus líderes. En el salvaje capitalismo del Sudoeste de los Estados Unidos la lucha de clases siempre tuvo un aroma de pólvora. Un ejemplo de ello fue la masacre de Ludlow donde en abril del año de 1914 la Guardia Nacional atacó e incendió las pequeñas chozas de los huelguistas en la región carbonífera del Sur del Estado de Colorado, arrasando y quemando vivas a 19 personas, e hiriendo a cientos de los trabajadores y sus familias que acampaban cerca de las bocas de las minas. A diferencia de otras ocasiones, la respuesta de los mineros del sudoeste fue contundente. Durante los diez días siguientes, trabajadores armados contraatacaron a las fuerzas estatales y las guardias blancas de las empresas.6 Miles más se manifestaron en la habían internado como consecuencia de los vaivenes de la azarosa ruta de la propia Revolución. “In January 1919 an investigation by the Texas Legislature found that from 300 to 5,000 people, mostly of Hispanic descent, had been killed by Rangers from 1910 to 1919, and that members of the Rangers had been involved in many acts of brutality and injustice” Harris, Charles H. III & Sadler, Louis R., The Texas Rangers And The Mexican Revolution: The Bloodiest Decade. 1910–1920, University of New Mexico Press (2004). 6 “In response to the Ludlow massacre, the leaders of organized labor in Colorado issued a call to arms, urging union members to acquire “all the arms and ammunition legally available,” and a large-scale guerrilla war ensued, lasting ten days. In Trinidad, Colorado, United Mines Workers of America officials openly distributed arms and ammunition to strikers at union headquarters. 700 to 1,000 strikers “attacked mine after mine, driving off or killing the guards and setting fire to the buildings.” At least fifty people, including those at Ludlow, were killed in ten days of fighting against mine guards and hundreds of militia reinforcements rushed back into the strike zone. The 340 La forma sindical en Latinoamérica capital del Estado, Denver, exigiendo castigo a los asesinos de las familias mineras. El conflicto fue aplastado con el envio de tropas federales y la presencia de Comisiones del Congreso para investigar los sucesos. Miles de huelguistas fueron despedidos y la sindicalización de los mineros del carbón en el Sudoeste de los Estados Unidos, permaneció vedada. Transcurridos los años, en la primera década del siglo XXI, la tasa de sindicalización, o de densidad sindical como también se le conoce, en los Estados del Sudoeste de los Estados Unidos es una de las más bajas de toda la nación. En Texas, la densidad sindical es de tan sólo el 3.1% de los trabajadores del sector privado. En Nuevo México la densidad sindical abarca también a tan sólo tres de cada cien trabajadores en los establecimientos privados y en Arizona, la densidad sindical implica que tan sólo 3.6 de cada cien trabajadores esta organizado sindicalmente. Incluso en el progresista estado de California, la densidad de sindicalización es superior en la región norte, el área de la Bahía de San Francisco, con una tasa de sindicalización del 10% entre los trabajadores del sector privado. En la región sur, en el área metropolitana de San Diego, la tasa de sindicalización desciende al 7.5 por ciento. Entre el total de los trabajadores industriales del Estado de California, tan sólo 6 de cada cien esta organizado sindicalmente frente al promedio nacional de 13 de cada cien. (Union Membership: Data on California and the US, UCLA, 2005) Revolución y organización sindical en el Norte de México Dados los problemas de hegemonía que sobre su propia clase obrera enfrenta el capitalismo mexicano, desde que las élites en México iniciaron su viraje hacia la apertura y desregulación de la economía mexicana, acentuaron su disposición de crear en el Norte del país una zona especial económica, pero sobre todo, un área en la que las leyes laborales heredadas de la Revolución Mexicana no tuvieran vigencia y se aplicaran de facto fighting ended only when US President Woodrow Wilson sent in Federal troops. The troops, who reported directly to Washington, DC, disarmed both sides, displacing and often arresting the militia in the process. This conflict, called the Colorado Coalfield War, was the most violent labor conflict in US history; the reported death toll ranged from 69 in the Colorado government report to 199 in an investigation ordered by John D. Rockefeller, Jr. In the end, the strikers failed to obtain their demands, the union did not obtain recognition, and many striking workers were replaced by new workers. Over 400 strikers were arrested, 332 of whom were indicted for murder. Only one man, John Lawson, leader of the strike, was convicted of murder, and that verdict was eventually overturned by the Colorado Supreme Court” Zinn, H., Dana Frank, and Robin D. G. Kelley, Three Strikes: The Fighting Spirit of Labor’s Last Centur Beacon Press (Sep 2002) New York Edur Velasco Arregui 341 condiciones de excepción, que condenaban a los trabajadores asalariados de la región a una situación de vulnerabilidad extrema en sus relaciones laborales. Para ello fue crucial la expulsión de los trabajadores rebeldes, de las organizaciones políticas y sociales de inspiración nacional popular o francamente socialistas de la región fronteriza con los Estados Unidos. La represión al movimiento sindical en el Sudoeste de los Estados Unidos, y la existencia de leyes en contra de la libertad de asociación de los trabajadores y su derecho de huelga, tuvo un correlato singular del lado mexicano. La frontera se constituyó durante muchos años como una frontera a la barbarie de las corporaciones norteamericanas en contra de la fuerza de trabajo. La organización de los trabajadores en el Norte, a lo largo del siglo XX, tuvo que enfrentar las limitaciones del agrarismo Villista. A diferencia del Zapatismo, la corriente agrarista predominante en el sur y centro del país que logró, a partir de su profundo comunalismo ,superar el fallecimiento de sus liderazgos históricos, el del mismo Emiliano Zapata, el agrarismo en el Norte tuvo muchas mas dificultades para revertir su derrota política y militar durante la década de los 20 del siglo pasado. En ello pesó su composición mas laxa, integrada por peones y trabajadores de origen diverso, sin un tejido comunitario precedente, y la decisión de muchos de los derrotados de abandonar el país cruzando la Frontera. Los campesinos del Sur no tenían esa opción y por ello su empecinamiento victorioso que condujo a obtener la tierra para quien la trabaja. En el Norte, la derrota del Villismo condujo a que el Neolatifundismo se recreara, y que los ejidos fueran muchos mas escasos y débiles. Mientras, en el zapatista estado de Morelos el 81% de la tierra fue repartido entre las comunidades campesinas, en los Estados de Nuevo León, Tamaulipas y Sonora tan sólo un tercio de las tierras, las más pobres y áridas, se repartieron entre los jornaleros del campo. Mientras en el Sur, hasta la fecha, la comunidad campesina siempre ha actuado como una retaguardia profunda de los obreros rebeldes de las Ciudades; como lo muestra Chiapas, en el Norte las comunidades han sido mucho más vulnerables a los desplazamientos del Ejercito Federal.7 7 Por ejemplo, en los años 60 del siglo XX, los cortadores de caña de azúcar de Tamaulipas, sufrieron la violencia policial como consecuencia de participar en paros, manifestaciones y huelgas obreras agrícolas. El ambiente político en la región sur de Tamaulipas se desarrolló bajo una fuerte represión gubernamental. Entre los ejemplos más graves se encuentran el asesinato en el año de 1966 de tres jóvenes campesinos, a manos de pistoleros de los terratenientes de la zona local, en el ejido el Abra de Ciudad Mante, por un problema de posesión de tierras; en las zonas rurales de los municipios de Villa de González y Estación Manuel el ejército y policía realizaron tareas de “guardias blancas” a favor de los ricos terratenientes Arturo B. De la Garza y otros más de ascendencia estadounidense.” Informe Dr. Ignacio Carrillo 342 La forma sindical en Latinoamérica No obstante, durante el ascenso de la movilización obrera de los años 30, los trabajadores de los Estados del Norte de México, participaron activamente en la fundación o consolidación de los grandes sindicatos nacionales. En particular de dos de ellos, el Sindicato Nacional de Trabajadores Minero Metalúrgicos de la República Mexicana y el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana. A partir de su constitución, las secciones sindicales de los mineros y de los ferrocarrileros conformaron la columna vertebral del sindicalismo de clase en el Norte del país. Entre los trabajadores mineros destacaban las secciones de los grandes tajos de Cobre de Cananea y Nacozari en el estado de Sonora, así como las secciones mineras del Estado de Chihuahua, y las secciones metalúrgicas de Altos Hornos de Coahuila, y de Fundidora de Hierro y Acero en Monterrey. En el caso de los trabajadores Ferrocarrileros las secciones del Norte del país, desde el Pacífico Norte a las del Noreste de México, siempre fueron fundamentales en las luchas sindicales a lo largo de la franja de los Estados fronterizos. Cuando la oligarquía mexicana inicia el gran viraje hacia la Manufactura Global, la destrucción de la estructura de los sindicatos nacionales, y en particular de sus secciones sindicales en el Norte del país, se convirtió en un objetivo fundamental para la ingeniería social que requería el despliegue en gran escala de la industria maquiladora en la Franja Fronteriza. La ofensiva contra el sindicalismo en el Norte del país Para el año 1976, la insurgencia sindical había logrado reposicionarse en el Norte del país. La izquierda sindical tenía presencia en las principales secciones de los grandes sindicatos nacionales. Desde los ferrocarrileros de Empalme, en Sonora, a los trabajadores de la incipiente maquiladora en Matamoros, Tamaulipas.8 Corrientes democráticas de trabajadores tenían Prieto, Fiscal Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP). Capitulo 7. Página 20. 8 “La maquila a Matamoros, ciudad fronteriza al norte de México, arribó en 1964, con la instalación de Procesadora de Mariscos, y vivió su mayor esplendor a mediados de los ochenta, cuando General Motors realizó una fuerte inversión en la ciudad. El auge de GM fue también la época de prosperidad en la maquiladora de Matamoros, no sólo en el área de crecimiento maquilador sino en materia de salarios y prestaciones para otros trabajadores. El crecimiento industrial se asoció con la prosperidad de la empresa, por ejemplo, un trabajador de la maquiladoras de esta compañía llegó a ganar 1,200 pesos semanales, libres de impuestos, y sin contar prestaciones, es decir, alrededor de 170 pesos diarios, cuando el salario mínimo era de 40 pesos diarios. Su jornada laboral era de 40 horas y sus prestaciones estuvieron enlazada a su antigüedad. Ahora bien, un análisis detallado de la situación, permite mostrar que el Edur Velasco Arregui 343 una fuerte presencia en las principales ciudades de los Estados Fronterizos del Norte del país. Electricistas, Mineros, Ferrocarrileros habían recuperado, a sangre y fuego, buena parte de los locales sindicales que durante las pasadas décadas habían controlado líderes espurios vinculados con el oficialismo priísta. En los siguientes diez años, la burguesía regiomontana, con sede en la más poderosa ciudad industrial del Norte, Monterrey, inició una contraofensiva dirigida a someter a los centros de trabajo que habían escapado al riguroso control corporativo del sindicalismo del Congreso del Trabajo. En ello fue decisivo el barrer de las ciudades del Norte a los militantes de las organizaciones político-militares que habían logrado establecerse en ellas durante el auge de la insurgencia sindical. Para el año de 1978, la implacable Dirección Federal de Seguridad había desaparecido o ejecutado a más de 300 militantes de las organizaciones armadas en el Norte del país, entre ellos a Jesús Ibarra de Piedra. 9 En las dos últimas décadas del siglo XX el gobierno mexicano privatizó el 85% de las empresas públicas del país. En el caso de empresas como Ferrocarriles Nacionales de México, el proceso de desnacionalización se tradujo en el despido de decenas de miles de trabajadores. En 1990, el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana contaba con 83,290 afiliados. En el año 2010, según los registros de la Dirección General de Registro de Asociaciones se había reducido a 11,352 el número de ferrocarrileros afiliados, el 14% de los que tenía veinte años atrás. Buena parte de las secciones sindicales de la zona fronteriza como Empalme (Sección 8), Benjamín Hill (Sección 40), Chihuahua Capital (Sección 5) Ciudad Jiménez, Chihuahua (Sección 38) y (Sección 30) de Nuevo Laredo, Tamaulipas quedaron reducidas a unos cuantos cientos de trabajadores. Las nuevas empresas ferroviarias, en su mayoría extensión de las grandes corporaciones norteamericanas del sector, rasuraron los contratos y desguanzaron la materia de trabajo por medio del “outsourcing” provisto por cientos de proveedores. mejoramiento laboral, entre ellos la salud, no provino automáticamente de la empresa, sino que existió una negociación importante del sindicato. Las buenas condiciones laborales fueron producto de un sindicalismo combativo, que provenía del sindicalismo algodonero, que había logrado un excelente contrato colectivo, y que fue capaz de recuperarse y fortalecerse durante la prosperidad industrial que experimentó General Motors especialmente durante la década de los ochenta y noventa.” Quintero Cirila (2005) Maquiladoras y condiciones laborales. Entre la precariedad y el trabajo digno. El caso de México. El Colegio de la Frontera Norte. 9 Informe: Dr. Ignacio Carrillo Prieto, Fiscal Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP). 344 La forma sindical en Latinoamérica Entre los trabajadores universitarios fue particularmente severa la represión de Tijuana, Ensenada, Mexicalli y Tecate, todos ellos adscritos a la Universidad Autónoma de Baja California, cuya huelga fue rota en el año de 1980, y expulsados del Estado sus principales dirigentes bajo amenaza de muerte por parte del Gobernador del Estado, Roberto de la Madrid. No fue un caso único. El sindicalismo universitario y de los profesores de educación básica en el Norte fue arrasado por las fuerzas corporativizadas enviadas desde el centro de la República durante los años precedentes al cambio de siglo.10 Los ataques al Sindicato Minero y la privatización de buena parte de los tajos y fundidoras de metal destruyeron decenas de miles de empleos y devastaron los antiguos contratos colectivos en Nacozari, Cananea, Monclava, Torreón y Monterrey. La combativa sección 67 simple y sencillamente fue borrada del mapa con el cierre de la histórica planta de Hierro y Acero de Monterrey, el despido de sus cinco mil trabajadores, y su exclusión bajo una lista negra de toda posibilidad de recontratación por cualquier empresa en el Estado de Nuevo León. Antes de las privatizaciones, en su conjunto las secciones del Sindicato Nacional de Trabajadores Minero Metalúrgicos de la República Mexicana (SNTMMRM) contaban con más de 60 mil afiliados en sus secciones en el Norte de México. Para el año 2000, los mineros organizados sindicalmente se habían reducido a tan sólo 25 mil en toda la franja fronteriza. Tras la ofensiva en toda la línea existe, desde finales del siglo pasado, una estrategia para erradicar de la zona fronteriza, concebida desde entonces 10 “Con las banderas rojinegras sostenidas en los puntos de guardia montados alrededor de la empresa Peñoles, -en donde laboran los mineros pertenecientes a la Sección 64 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM)-, los 378 miembros de esta organización reiteraron a Demócrata Norte de México la determinación a mantenerse en huelga, pero también, la disposición a negociar con los representantes de la firma Peñoles, misma que de acuerdo al Secretario General Daniel Cossío Ríos, “ha pecado de soberbia” para sentarse a dialogar. Las campañas de Peñoles para desestibilizar la Sección 64 del Sindicato Nacional Minero son presiones políticas de gran calado, dice Daniel Cossío, Secretario General en Torreón. “En realidad, la empresa actúa con mala intención. Quiere destruir la organización sindical. Intenta formar un sindicato corporativo, para así, conseguir quitar el Contrato Colectivo de Trabajo que tenemos, y, que entre otras cosas, se le hace muy caro a Peñoles”, pronuncia Cossío Ríos. El Secretario General de la Sección 64, termina diciendo, “Peñoles quiere destruir el sindicato, no lo vamos a permitir”. Mientras tanto, el Informe Anual ejecutivo de Peñoles, asienta que la empresa obtuvo 6 mil 764 millones 300 mil pesos de ganancias netas en el ejercicio del año 2008, un 74.8 por ciento más que en el 2007.” El Demócrata del Norte, Torreón, Marzo 2 del 2009. Edur Velasco Arregui 345 como una “zona especial”, la vigencia de la Ley Federal del Trabajo creada al calor del ascenso del movimiento revolucionario en México durante las primeras décadas del siglo XX, y que a pesar de todos los esfuerzos de la derecha mexicana, no ha podido ser modificada para introducir todos los criterios flexibilizadores propicios para la manufactura global. La ofensiva política de la derecha en el Norte de México La destrucción de las bases del sindicalismo clasista en el Norte de México fue posible por el desarrollo de una estrategia política por parte de las oligarquías regionales, en alianza con los grandes poderes fácticos de la Iglesia y el capital transnacional, para llevar adelante una profunda ingeniería social en la zona. Dicho proceso de reorganización de las relaciones sociales dentro de un territorio específico fue posible a través de la creación de una convulsión económica inducida para fracturar a la economía mexicana, fenómeno urdido desde los centros financieros internacionales como después ha sido confirmado por múltiples fuentes. Las sucesivas devaluaciones del peso mexicano entre 1982 y el año de 1995, crearon un desabasto generalizado y un grado sin precedente de incertidumbre en el Norte del país, mismo que fue aprovechado por los grandes conglomerados capitalistas de la región para alcanzar el poder en buena parte de los gobiernos estatales y municipales de la franja fronteriza. Si bien la sede de los grupos de poder que construyeron la restauración foxista sigue siendo Monterrey (Velasco, 2001, p. 20), Ciudad Juárez fue la plaza en la que alcanzaron su primera gran victoria electoral. Fue en Ciudad Juárez en donde lograron trasladar la utopía de la manufactura global, y de la competitividad del conservadurismo mexicano, a la escena política. El que fuera contralor general de la república con Vicente Fox, Francisco Barrio, fue catapultado a la vida política estatal, primero, y nacional después, al vencer en las elecciones municipales de 1983. En ese proceso electoral recibió un amplio apoyo de los encapuchados de Chipinque, el poderoso grupo Monterrey. Tres años después, y para mermar la fuerza panista en el Estado, en una elección de estado, el priísmo arrebató la alcaldía, a la mala, pero no por mucho tiempo. En 1992, el PAN volvió a recuperar la alcaldía. Y no sólo eso. Francisco Barrio se convirtió en gobernador del Estado. (Granados Chapa: 2001, Reforma) Desde hace nueve años, Ciudad Juárez es uno de los bastiones de los grupos conservadores empresariales en el Norte del país. Desde Juárez, la influencia del panismo se irradia hacia, por lo menos, otros cinco estados del centro-norte. No es una plaza menor en el posicionamiento político del PAN en el ámbito nacional. Posiblemente sea la segunda en importancia, tan sólo después de Monterrey. Francisco Villareal, Ramón Galindo y Gustavo Elizondo, tres personajes de la política nacional panista, 346 La forma sindical en Latinoamérica han encabezado el gobierno municipal del antiguo Paso del Norte, dando lugar a una dinastía que a partir del control político de la ciudad fronteriza realiza maniobras estratégicas en el terreno federal. De Juárez parten muchas campañas político-electorales que le garantizan al PAN un buen número de diputados federales en el centro-norte del país. En las elecciones del 2 de julio del año 2000, un verdadero laboratorio de la hegemonía política empresarial, el PAN obtuvo una victoria contundente. En la votación para presidente de la República, el foxismo arrancó en Ciudad Juárez 209,416 votos de un total de 409,661 votos válidos, esto es, un 51.1% del total, casi diez puntos por arriba de lo que fue el resultado a nivel nacional. En las mismas votaciones del 2 de julio, pero en lo que se refiere a diputados federales, la coalición panista conquistó el triunfo en las tres diputaciones federales, con un margen amplio de decenas de miles de votos con respecto al conjunto de los candidatos priístas. (Instituto Federal Electoral, Resultados Electorales, año 2000). El ascenso electoral de la derecha en las grandes ciudades de México no es un hecho sin precedentes que se presente de manera sorpresiva e inesperada. Fue la consecuencia de la incapacidad de las fuerzas de izquierda para desafiar al capitalismo salvaje que ha dominado el acelerado proceso de urbanización del país de las últimas tres décadas. El resultado ha sido ciudades privatizadas, sin espacios comunitarios, y en donde el monopolio de las grandes empresas se extiende a todos los terrenos de la vida social, a la educación y a la cultura. En un artículo publicado en el año de 1985 señalaba que la estrategia política del PAN no era inocua: “Estamos en presencia de un nuevo bloque conservador en el país capaz de disputar el poder(...)De acuerdo a los resultados electorales de 1982, el PAN emerge como un partido urbano, las zonas panistas emergen en dos grandes franjas en el país, en el centro occidente, y en el norte, en los estados fronterizos” (Velasco y Sigg, 1985, El Cotidiano Nº4, páginas 5-7). La tesis sobre la capacidad del Partido de Acción Nacional para construir “la transición a la democracia” sobre la base de su hegemonía en las ciudades pareciera confirmarse al obtener una alta proporción de sus votos en las zonas metropolitanas de Guadalajara, Monterrey, Puebla, León y Ciudad Juárez, las cinco ciudades más importantes del país, detrás de la Ciudad de México. Para entender las victorias electorales de la derecha en las ciudades obreras de la franja norte es necesario considerar las implicaciones políticas de la masiva migración interna de la fuerza de trabajo, que no deja de pesar de manera decisiva, dado que los ciudadanos mexicanos que se encuentran fuera de su localidad, sólo en una pequeña proporción pueden votar en las famosas casillas especiales, que sólo permiten 750 votos, y en donde, rápidamente se agotan los votos disponibles, dejando también a millones de personas sin posibilidad de votar. En las elecciones del 2006, se instalaron Edur Velasco Arregui 347 un número ínfimo de casillas especiales, insuficientes para incluir en el proceso a una población interna de migrantes, estimada por la CONAPO en 15 millones de personas, entre el año 1995 y el año 2006. (CONAPO: Migración Interna, 2007). Se da el caso de muchas ciudades del Norte hacia dónde han emigrado cientos de miles de trabajadores de los estados del sur, y que no han cambiado simultáneamente su credencial de elector, por múltiples razones, a su nuevo lugar de residencia. Un ejemplo de ellos es Ciudad Juárez, con un padrón electoral de un millón de electores, tuvo una de las tasas de abstención más altas de México en las elecciones del 2006. En el distrito 2 de Ciudad Juárez la participación electoral fue de tan sólo el 37.3% del total. Mas interesante aún es comprobar cómo en las casillas especiales de Ciudad Juárez, donde votaron mayoritariamente trabajadores emigrantes, la votación para López Obrado, el candidato de la izquierda, subió al 28%, una de las más altas en los Estados fronterizos del Norte del país. (IFE, Resultados Electorales 2006), en donde su promedio estuvo ocho puntos abajo, llegando a ser en la Ciudad de Monterrey de 14%. Ha sido tan atroz y frenética la relocalización de la fuerza de trabajo en el México contemporáneo, que esta todavía no encuentra la tregua necesaria para reorganizarse, para sedimentar su fortaleza cuantitativa. El surgimiento de la nueva geografía económica coincide con una relativa paralización de la resistencia organizada de los trabajadores. Pero se trata de una circunstancia, y no de un rasgo permanente.11 Nos parece, por lo tanto, completamente precipitado afirmar que la izquierda se encuentre derrotada estratégicamente en las regiones mas industrializadas. La magnitud de las mutaciones geográficas en el mercado laboral ha dislocado las redes de resistencia social, y la izquierda no supo reconstruirlas, y en ciertos casos, como aquellos que intentaron una transición pactada con los poderes fácticos, no consideró ni quiso siquiera intentarlo. La crónica de la vida política cotidiana desde los años setenta da cuenta un ininterrumpido avance de la derecha empresarial en todos los espacios de representación política. Ello fue posible gracias a un reposicionamiento político de los grandes grupos empresariales, que crearon las líneas estratégicas de desarrollo de su hegemonía política. En primer lugar, fijando un índice temático preciso, con sus prioridades en materia de política econó11 El propio Federico Engels resaltaba en el apéndice a la edición norteamericana de su obra clásica sobre “la situación de la clase obrera en Inglaterra” cómo la emigración por aluvión de los trabajadores de una región a otra, provocaba de manera irremediable una fractura temporal entre la fuerza de trabajo ya establecida y los grupos de reciente inmigración. Se tenía que cerrar un período casi inevitable de contienda por prevalecer en el mercado laboral, para que se reconstituyeran los lazos de solidaridad. Marx C. Y Engels F. (1962) Escritos. Editorial Grijalvo, México, pp. 317/318. 348 La forma sindical en Latinoamérica mica. Pero de allí han pasado a otros ámbitos como el laboral y el civil. El resultado es que lograron trastocar por completo el carácter y el quehacer cotidiano. Se trata de la emergencia del nuevo “Estado Conservador”, en el que los empresarios se han convertido en el actor predominante en el escenario nacional, en obvio detrimento de los posibles representantes de los trabajadores. La supuesta alternancia no ha traído ni traerá por sí misma grandes reformas sociales. En todo caso sólo ha reforzado la exclusión de los trabajadores de las instancias de representación de política como los gobiernos locales y las cámaras de diputados estatales y en el Congreso de la Unión. La exclusión de los trabajadores justo en el momento en que la agenda legislativa tiene como uno de sus principales puntos la reforma a la Ley Laboral es la demostración de cómo el bloque conservador busca dotar de legitimidad al despojo de los derechos de los sindicatos y de los trabajadores. Con ello el bloque conservador pretende dar por terminado el proceso de transición política. La Guerra en el Piso de Fábrica: Los accidentes industriales en la Franja Fronteriza A partir de las condiciones políticas creadas por la devastación, cerco o sometimiento de las secciones de los sindicatos nacionales en los Estados del Norte y el ascenso del control territorial y político de los gobiernos municipales y estatales por las diversas variantes de las derecha política, la clase obrera engullida por la manufactura global, en cientos de miles, quedó expuesta a la mayor de las violencias dentro del piso de fábrica: los accidentes de trabajo.12 Según la estadística de accidentes fatales de trabajo, las entidades fronterizas, en particular algunas como Chihuahua y Tamaulipas, se encontrarían entre aquellas con una menor tasa por cada cien trabajadores, 12 El terreno propicio para triturar a los trabajadores en el proceso de trabajo es creado por el Gobierno Federal, que no realiza desde hace años ningún tipo de inspección en el trabajo rigurosa., que permitiera contrastar los datos del IMSS. “En Tijuana, a pesar de ser la Ciudad con mayor número de plantas maquiladoras en el país, en el año 2003, la delegación federal de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS) tenía sólo un inspector de trabajo para cubrir a todo el Estado de Baja California, y la secretaria estatal de trabajo, tres inspectores en total,, la mitad de lo que tenían ambas dependencias hace cinco años. En el mismo año 2003, Ciudad Juárez no tenía oficialmente inspectores debido a la reestructuración laboral que sufrió la delegación federal en esa Ciudad.” (Contreras et al, Desempeño laboral de las Maquiladoras: Una evaluación de la seguridad en el trabajo, Frontera Norte, Volumen 18, Número 35, Enero-Junio 2006, página 68). Edur Velasco Arregui 349 por debajo del promedio nacional. Los datos concentrados por las clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para los seis Estados de la Frontera Norte, en el año 2009, reportarían 334 trabajadores muertos como consecuencia de riesgos de trabajo. Para ocultar la verdadera siniestralidad, el número de accidentes de trabajo por cada cien trabajadores existente en la Franja Fronteriza de México con Estados Unidos, las empresas han construido una red paralela de seguros y hospitales privados, de forma tal de que los accidentes en las maquilas no queden registrados por el Instituto Mexicano del Seguro Social: “El sector maquilador local prefiere desembolsar unos 32.5 millones de dólares al año en servicios de salud para sus trabajadores -su principal activo-, a tener que arriesgar su integridad, pese a que pagan el servicio del Instituto Mexicano del Seguro Social. Para la industria maquiladora es preferible invertir en médicos y enfermeras para los centros de trabajo, así como en pólizas de seguro de gastos médicos mayores para darle la vuelta al IMSS”, dice Pablo Castro, contralor de Small Parts una empresa maquiladora que emplea a más de 200 personas. De acuerdo a cifras de la Asociación de Maquiladoras (AMAC), la industria eroga en pólizas de seguros de gastos médicos mayores, 18 millones 971 mil dólares anuales. Mientras que por la contratación del servicio de doctores y enfermeras para atender a los trabajadores dentro de las plantas, las compañías en su conjunto, gastan un total de 13 millones 610 mil dólares anuales como pago de nómina.” (El Norte, Octubre 2005). A partir de la existencia de estos mecanismos es como las empresas maquiladoras logran mostrar una tasa de riesgos de trabajo totalmente inverosímil, dada la ausencia de inspección laboral de las autoridades, la escasa inversión en medidas de higiene y seguridad y el fuerte predominio de trabajo eventual predominante en las plantas: “En lo que va del año el Instituto Mexicano del Seguro Social ha registrado 5 mil 400 riesgos de trabajo, de los cuales 300 casos han dejado secuelas permanentes en los trabajadores, informó José Luís Tirado Medina, jefe de los Servicios de Salud en el Trabajo. La plaza laboral de Ciudad Juárez registró una tasa de 1.5 por ciento de trabajadores accidentados por cada 100 empleados contratados durante 2005, “la cifra más baja de todo el país. El funcionario del IMSS recordó que durante 2004 la oficina de los servicios de salud en el trabajo registró 5 mil 800 riesgos calificados como de trabajo. Los riesgos de trabajo disminuyeron un 8 por ciento con relación al 2004, aseguró Tirado. Mientras que en el Estado de México es de 2.5 a 3.0 por ciento trabajadores accidentados, dijo Tirado Medina. “Se disminuyó poco con relación a los años pasados, pero la meta de la Organización Internacional del Trabajo, establece que las organizaciones que tienen menos de dos riesgos de trabajo son empresas de calidad mundial”, indicó.” (El Norte, Noviembre del 2005). 350 La forma sindical en Latinoamérica En realidad, la maquiladora ha logrado injertar en los procesos de trabajo con una fuerte presencia de las tecnologías de la información e incluso de la robótica, el uso de los mecanismos más coercitivos y brutales: un enlace del chip con el látigo. Es por ello que cuando se produce un accidente fatal dentro de sus instalaciones no es poco frecuente que impidan el paso de los servicios médicos de salud. Tal fue el caso del técnico de mantenimiento Héctor Joel Pérez Helguera, con siete años de antigüedad en la maquiladora Ansell- Edmont de Ciudad Juárez, de 42 años de edad, quien murió como resultado de las heridas producidas que le ocasionó una máquina robotizada que intentaba reparar. La máquina lo golpeó en la cara y pecho con tal fuerza que le fracturó todas las costillas, colapsó y desgarró sus pulmones, hígado, corazón y otros órganos. Los directivos de la empresa declararon que realizarían una profunda investigación del accidente a la vez que expresaron sus condolencias a la familia del trabajador. (Diario de Juárez 12 de mayo 2007). “Es probable que nunca lleguemos a saber si la muerte de Joel se debió a una imprudencia de su parte, como por ejemplo una falta de seguimiento a los procedimientos de operación de la máquina, o a una falla grave en los sistemas de seguridad de Ansell-Edmont. Sin embargo, sería aconsejable que la empresa informará a los demás trabajadores y a los ciudadanos sobre los resultados de su investigación del accidente.” señalaron en su momento compañeros y ciudadanos, casi con un temor reverencial, estremecidos por la vulnerabilidad de los trabajadores frente a la operación sin control de los poderosos sistemas de producción. Según los nuevos manuales del IMSS, sólo si la empresa acepta firmar el formato respectivo en donde reconoce un fallo en la operación de la maquinaria o equipo, el accidente aparece como industrial, en caso contrario es un deceso consecuencia de la imprudencia del trabajador, y no entra en las estadísticas como riesgo de trabajo fatal.13 13 “El trabajador al momento de sufrir un probable accidente de trabajo acudirá al área de urgencias para ser atendido, donde será requisitado el nuevo formato ST-7, el cual será avalado y firmado por dos testigos del accidentado, posteriormente se le entregará al paciente y/o a sus familiares para su entrega al patrón y complementar la información al respecto. El patrón tendrá un lapso de 72 horas para llenar el formato y ser devuelto al IMSS para su dictamen. Anotó que si el patrón responde en tiempo y forma, el servicio de Salud en el Trabajo, emite la calificación correspondiente ya sea negativo o positivo. En caso de que el patrón no respondiera a la primera solicitud se le notificará nuevamente por oficio por correo certificado dándole un plazo de 48 horas, por lo que de continuar sin una contestación se califica el probable riesgo de trabajo en relación a la nota médica y a la versión firmada por los testigos del paciente y posteriormente se le notificará al patrón la resolución tomada por el IMSS, también por correo certificado. Se estima que un tercio de los riesgos de trabajo Edur Velasco Arregui 351 Pero la presencia de accidentes industriales no necesariamente involucra las nuevas tecnologías sino también se presenta en aquellas maquiladoras con procesos de producción básicos, pero en las que las medidas de seguridad e higiene están ausentes. Tal fue el caso de Ismael Galindo Santiago, obrero de 24 años, quien murió prensado por una pesada máquina hidráulica en la empresa maquiladora LG-Starion-Reynosa, ubicada sobre la brecha E-99 del parque industrial Reynosa, especializada en moldear partes de plástico. Tuvieron que ser sus compañeros de trabajo quienes reportaran el deceso industrial, dado que el personal de seguridad privada de la empresa impedía el acceso a los paramédicos y autoridades policiales del gobierno municipal (Línea Obrera, 20 de Julio del 2010). En el corredor maquilador, caracterizado por la presencia de sustancias tóxicas e inflamables, incendios y explosiones son parte del día a día.14 En Ciudad Camargo, Chihuahua, el 26 de enero del 2011, un menor trabajador, Sergey Hernández López, de tan sólo 17 años de edad y con sólo dos días de haber entrado a trabajar, falleció en un accidente industrial: una fuerte explosión, que derivó en una larga agonía de otro compañero trabajador, Pedro Chávez Morales, de 44 años de edad y con amplia experiencia en el manejo de calderas. Ambos laboraban en la empresa Mallamsa, que está en la plaza del Soldado, en el sur de la Ciudad. Cuando llegaron los servicios de emergencia resultó muy difícil controlar el incendio en la sección donde se encuentran máquinas que semejan grandes ollas de presión. (El Tiempo de Chihuahua, 27 de enero del 2011). Unos meses antes se había producido un tremendo accidente en el Estado de Coahuila cuando un camión que transportaba explosivos mató a 28 personas, o el temible incendio de la maquiladora Meiki, productora de equipos electrodomésticos de capital japonés, ubicada sobre el Boulevard Casablanca de la Ciudad de Tijuana, en el que cientos de trabajadores resultaron intoxicados, a pesar de que los organizadores sindicales, duramente perseguidos por las empresa en los meses anteriores, lograron emprender el desalojo de los dos mil obreros que se encontraban en las naves industriales de la maquiladora japonesa al producirse la conflagración. En realidad, las condiciones creadas por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte han hecho de México uno de los países, junto con China de mayor siniestralidad en el trabajo, con una guerra brutal en el piso de fábrica.15 no son registrados como tales por la criba burocrática que permite a los patrones eludir sus responsabilidad.” Sonia García, El Sol de Tijuana, 12/Nov/2007. 14 Alejado a un par de cientos de millas de la Frontera, el homicidio industrial mas grave de todos fue el ocurrido el 19 de febrero del 2006 a las 2:30 am, cuando más de 65 trabajadores mineros perdieron la vida en la mina de Carbón Pasta de Conchos, propiedad del Grupo Minero México (Velasco y Roman:2006). 15 En la estadística de la OIT, México es el país con más trabajadores muertos 352 La forma sindical en Latinoamérica La disconformidad laboral en el Norte: la larga marcha hacia la protesta social La crisis global tuvo un severo impacto en la industria maquiladora. Mes tras mes, desde el estallido de la crisis en el verano del 2008, el empleo en la industria transfronteriza se desplomaba en caída libre. Entre mayo del 2008 y junio del 2009, la industria maquiladora perdió cerca de 450 mil puestos de trabajo: cerca de una quinta parte del nivel precedente. La crisis azotó a una industria sometida a grandes presiones en su competitividad global, y cuyo gran dinamismo en los años 90 del siglo pasado había dado paso a una primera década del siglo XXI con breves ciclos de recuperación seguidos de años de virtual estancamiento, o de franco retroceso. En menos de 20 años, la industria maquiladora había conocido el sol y la sombra de la manufactura global. Después de la tormenta, se dio un paulatino restablecimiento de la actividad económica en el último trimestre del 2009 y los consecutivos del año 2010. En junio del presente año, la industria maquiladora recuperó casi 200 mil empleos perdidos durante la crisis, pero las condiciones de los mismos eran mas precarias en relación a los que arrebató la crisis. La recuperación más notable está en Nuevo León, donde el salario perdió 2 por ciento de poder adquisitivo, pero hay 22 mil 542 empleos nuevos este año; en el Estado de México, la reducción salarial fue de 2.8 por ciento y el empleo aumentó en 13 mil 928 nuevos puestos. En contraste, en San Luís Potosí, entidad en donde los salarios aumentaron 3.2 por ciento, a la maquila aún le falta generar 652 puestos para recuperar el nivel que tenía antes de la crisis. La Situación del desempleo y la precarización de las condiciones laborales en las Ciudades del Norte de México se agudizan por el nuevo flujo de migrantes repatriados. Tal es el caso de Nogales en donde el flujo de repatriados se concentra. Según el Alcalde de esta ciudad, José Ángel Hernández ante el reforzamiento de la seguridad en las fronteras de Tijuana y Ciudad Juárez, el Gobierno de Estados Unidos canalizó las deportaciones a Nogales, lo que puso en jaque al municipio. “No tenemos el recurso económico suficiente en caso de que se nos incremente el flujo(…) en accidentes fatales durante el desarrollo de su actividad laboral de los tres que conforman el NAFTA. Para el año 2001, la OIT estima que 7,630 personas fallecieron en algún siniestro relacionado con su actividad laboral, un dato muy por encima de las estadísticas de la Secretaria del Trabajo. …Sí desplegamos la metodología de la OIT, la cosecha de la muerte en los centros de trabajo en México suma 82,404 muertos en las fábricas, carreteras y centros de producción de México, durante los primeros doce años del NAFTA. (North America Free Trade Agreement) (Velasco y Roman, 2006). Edur Velasco Arregui 353 en ciertos días del año pasado, en el 2009, llegó a haber un día en que se tuvieron más de mil personas que nos deportaron”, aseguró. El Alcalde consideró que para atender el flujo migratorio es necesario aumentar el espacio físico con camas disponibles para que los migrantes pernocten y disponer de recursos para financiar el transporte hasta los lugares de origen de los paisanos. De acuerdo con la delegación del Instituto Nacional de Migración, Nogales concentra el 80 por ciento de las repatriaciones. El año pasado fueron deportados por esta frontera 215 mil personas y en lo que va del año 2010, durante los primeros seis meses, se han registrado 91 mil. (Reforma, 30 de julio 2010). No es por ello un dato menor el incremento de la disconformidad laboral en la frontera norte del país. El descontento laboral en el Norte de México se manifiesta de una manera peculiar y a partir de su condición específica. No es con grandes demostraciones y protestas en las calles. Es como un rumor que brinca de fábrica en fábrica, como una ligera fiebre, inquietante, de inconformidad de los trabajadores que se expresa en un incremento notable de los conflictos laborales individuales. En décadas pasadas, la Frontera Norte se caracterizaba por una baja presencia de conflictos laborales: el descontento se desvanecía en la vorágine de la movilidad laboral. Quien por algún motivo u otro entraba en una ruta de colisión con su empresa, la podía eludir cambiando de establecimiento, de ciudad o incluso, si tenía la audacia y las condiciones necesarias, de país. Sin embargo, el largo estancamiento de la industria maquiladora durante la primera década del siglo XXI, el reforzamiento de la seguridad en la frontera, y la crisis económica, cerraron de golpe muchas de estas salidas laterales al conflicto laboral. En el año de 1994, en todos los estados de la frontera norte el número de conflictos individuales del trabajo se limitaron a una cifra baja: 20,871 agravios, sin considerar los de Monterrey, cuya dinámica laboral se inscribía en una historia industrial bastante más remota que la aparición de la industria maquiladora. Esta “paz laboral” se prolongó por casi diez años. Cuando se inició el siglo XXI, a pesar de que el número de trabajadores de la industria maquiladora se había casi triplicado en relación al año de 1994, la cantidad de juicios laborales ante las JLCA16 casi no se había modificado. Sin embargo, en el curso de los últimos años, se produjo entre los trabajadores de la industria maquiladora un significativo cambio de humor: empezaron a estar a disgusto. Su insatisfacción laboral era creciente. A casi tres lustros de la firma del TLC, en el año de 2008, desde antes del inicio de la crisis, el conflicto laboral a nivel de demandas individuales ante las no muy prestigiadas JLCA, se había disparado. En 2008, el número de conflictos laborales en los estados fronterizos ascendió a 50 mil casos, sin siquiera 16 Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje. 354 La forma sindical en Latinoamérica incluir de nuevo la Ciudad de Monterrey, cuya dinámica industrial no escapa ya a la maquilización de su producción manufacturera. En cuyo caso, el número de conflictos laborales en la franja maquiladora del país se habría multiplicado por tres en un período de poco más de una década. Es probable, además, que el número de discrepancias graves en materia laboral sea mucho mayor que el reflejado en el número de juicios ante las JLCA. Por lo general, los trabajadores recurren a la Junta solo como una última instancia y no sin tener grandes dudas sobre su imparcialidad y rigor jurídico. No obstante, el que los trabajadores se vuelvan respondones, y lo manifiesten yéndose a juicio en los tribunales laborales refleja un fracaso de la política de relaciones laborales de la industria maquiladora que siempre prefirió los arreglos informales por fuera de los tribunales y sin considerar los mínimos establecidos en la Ley Federal del Trabajo. No deja de ser una ironía que justo en el momento en que la STPS pretende reformar la LFT es cuando los trabajadores industriales del Norte del país están recurriendo más a sus limitadas pero valiosas virtudes. Por otra parte refleja también el hecho de que la ausencia de sindicatos reales, con presencia en el piso de fábrica, lejos de facilitar la resolución de conflictos los acrecienta. Es en aquellas ciudades con mayor presencia sindical, como Matamoros, donde los conflictos individuales de trabajo ante las JLCA son menos recurrentes dado que la presencia de los sindicatos facilita la resolución y conciliación antes de tener que dirimirlos ante los tribunales. De manera aún imperceptible, una corriente en sentido contrario a la desesperanza sembrada desde arriba, empieza a emerger en las ciudades fronterizas. En ciudad Juárez, el CISO denuncia las desapariciones de cientos de ciudadanos a cargo del Ejército. Las organizaciones campesinas en el curso de los últimos años han tomado en diversas ocasiones los puentes en protesta de la política agrícola que condena al país al desabasto y dependencia, repudiando la siembra de maíz transgénico. Transportistas y agricultores se han organizado para denunciar una política energética que los condena a pagar un diesel encarecido, incluso por encima del precio que se paga por dicho combustible en los Estados Unidos. La huelga de los mineros de Cananea se hermana con las luchas de los padres de la Guardería ABC de Sonora. Un nuevo tono, gestos de indignada vehemencia, una actitud desafiante configuran el nuevo rostro de la frontera norte de México. Son parte de la larga marcha de la indignación hacia la protesta social. Una historia de Mujeres y de fábricas El grave deterioro de las condiciones de trabajo en la franja fronteriza y el desarrollo de la inconformidad laboral es un hecho incontrovertible, pero que no se manifiesta bajo el formato tradicional de la organización gremial de los trabajadores empresa por empresa. Edur Velasco Arregui 355 Influye en ello, en primer lugar, el hecho de la tremenda movilidad laboral del personal en las fábricas maquiladoras, que en ciertos momentos de auge llegó a estar por encima del 10% mensual, (Verduzco, 1998 p. 49) Esta movilidad se produce esencialmente por el traslado de personal de una fábrica a otra, pero se acentúa dado fenómeno migratorio por el cual un segmento de los trabajadores, fundamentalmente varones llegan a la frontera durante el tiempo estrictamente necesario para preparar su cruce al lado americano, donde les espera una explotación recrudecida, pero en el que sus niveles de ingreso se acrecentarán junto con el desgaste aun mas acelerado de su fuerza de trabajo. No es por ello un hecho casual la feminización de la fuerza de trabajo en las maquilas como consecuencia de la mayor dificultad de las mujeres para migrar junto con los niños por las peligrosas veredas en el desierto que separan a los dos países. Durante un período, la feminización de la Maquila apuntaba a un proceso de organización horizontal exitoso de las trabajadoras. Eran la sal de la tierra en las Ciudades Fronterizas. Su independencia, alcanzada a través del trabajo asalariado, las convirtió durante un breve período, previo a la firma del Tratado de Libre Comercio, en las protagonistas de una intensa vida urbana. Valga en este punto el testimonio y descripción viva, por parte del escritor Mauricio Carrera, de la feminización de los espacios públicos de las ciudades de la frontera: “Hay muchas mesas con mujeres solas. No es casual. Juárez es una ciudad de mujeres. Ahí se lleva a cabo lo que los sociólogos denominan “la feminización de los espacios públicos”. Son mujeres guapas, atractivas, al parecer más independientes, menos agobiadas por los roles tradicionales, aunque de todas formas terminan sufriendo otras formas de dominación masculina. Mujeres con una tradición familiar de hombres ausentes que se han ido a Estados Unidos, y mujeres que desplazan al hombre en ser las proveedoras de las necesidades del hogar. La maquila contribuyó enormemente a esto último. Al considerar que la mujer es más productiva, las maquiladoras utilizan mayormente mano de obra femenina. Son mujeres sobre las que recae la proverbial doble jornada de trabajo: obreras y madres y amas de casa, todo al mismo tiempo. Muchas de ellas provienen de otros lugares de la República, lo que provoca un fuerte sentimiento de desarraigo. Reciben salarios muy bajos, lo que las imposibilita a tener mejores condiciones de vida. Trabajan bajo parámetros de producción muy exigentes que provocan fuertes presiones laborales, personales y familiares. No hay ventanas en las plantas maquiladoras. Las obreras sólo cuentan con cinco minutos de tiempo libre al día, que utilizan para ir al baño. Están sujetas a hostigamiento sexual por parte de sus supervisores. No tienen ningún tipo de seguridad en cuanto a su permanencia en el trabajo. Su labor es monótona, sin sentido. Víctor Bartoli, en su novela Mujer alabastrina, que cuenta la historia de un grupo 356 La forma sindical en Latinoamérica de mujeres trabajadoras en Ciudad Juárez, describe la primera orden que recibe una de ellas a su llegada a la maquiladora: “Tú te vas a pegar estos alambritos con soldadura”. Las obreras estaban, dice, “de pie todo el santo día, apretando un tornillo idéntico, en maquiladora distinta”. Novela y todo, en esta obra se da un fiel retrato al interior del mundo femenino enfrentado al mundo de la maquila: “Es una chinga tener que levantarse todos los días a las cinco de la mañana; pelearse por alcanzar un lugarcito en la rutera (el camión) para poder llegar a tiempo; esperarse hasta las once de la mañana para tragar algo, aunque te gruñen las tripas; aguantarse el olor a puritito azufre todo el santo día, porque las herramientas con que trabajas queman una cosa que así huele; desesperarse por el chingado ruido que retumba en los oídos y casi te los hace sangrar”. Todo esto, aunado con las condiciones de pobreza y marginación en que estas mujeres viven, provoca un fenómeno muy particular que consiste en “ir los fines de semana a divertirse a los centros nocturnos, como una forma de olvidarse de la rutina, de escaparse del ambiente opresivo y de presión constante de las fábricas”, como señala Jorge Balderas en su libro Mujeres, antros y estigmas en la noche juarense. Agrega que “la noche es, para las trabajadoras de la maquila, el espacio de la transgresión”, que la llegada del fin de semana representa una posibilidad de recobrar su identidad a través del disfrute extremo de su tiempo libre. La noche les permite lo que la realidad laboral les niega: ser ellas mismas.”17 Continua Carrera: “En 1986 el gobernador Fernando Baeza, priísta, limitó el horario de los centros nocturnos. De lunes a domingo hasta la una de la mañana y viernes y sábado hasta las dos. La venta de bebidas alcohólicas en establecimientos comerciales también se restringió: a las ocho y nueve, respectivamente. A su llegada a la gubernatura del estado Patricio Martínez, también priísta, refrendó esa medida. Dijo: “Quiero que Ciudad Juárez se vaya a dormir temprano”. Si no han podido detener el narcotráfico, que tiene todo el peso de la ley en su contra, ¿cómo van a detener el deseo de divertirse de la gente de trabaja?, como se pregunta una de las maquileras entrevistadas por Jorge Balderas para su libro sobre las mujeres y la noche juarense: “¿En qué están pensando cuando ponen esas prohibiciones?” (Carrera: 2005, 11) Y como las mujeres maquileras no se iban a dormir, y como el descontento en las maquilas iba en aumento, y su rebeldía en el piso de fábrica creció junto con el alzamiento zapatista en el otro extremo del país, y como la globalización trajo consigo el alza de demanda de cuerpos vivos o de sus órganos, comenzaron los feminicidios de Ciudad Juárez, ese holocausto de genero en la frontera, extremo en el antiguo Paso del Norte, pero presente a lo largo de la Línea fronteriza y en el resto del país. La organización civil Nuestras Hijas de Regreso a Casa presentó a finales del año 2010 este terrible cuadro sobre los feminicidios 17 Mauricio Carrera, La Historia de Juárez, UACJ, México, 2005, p. 10 Edur Velasco Arregui 357 en Juárez, que no incluye otra estadística igualmente dramática, el de las desaparecidas. En esta gráfica solo se presenta el de las mujeres asesinadas cuyos cuerpos aparecieron en alguno de los algodonales que antes rodeaban a la metrópoli maquilera. Feminicidios en el Estado de Chihuahua de 1993 al 2010 500 446 300 194 200 10 09 20 08 20 07 20 06 79 45 20 05 62 20 04 20 03 49 61 20 02 52 63 20 01 00 20 99 20 52 20 41 27 19 98 47 19 97 48 42 96 49 95 19 94 26 19 19 0 93 29 19 100 19 Feminicidios 400 Fuente: Nuestras Hijas de Regreso a Casa, http://nuestrashijasderegresoacasa.blogspot.com/2010/11/ feminicidios-crimenes-discriminados.html Cuando los sindicatos no son permitidos: el fracaso del formato sindical empresa por empresa para organizar la rebelión En este gran escenario del infierno global, los intentos de organizar a los trabajadores en sindicatos, empresa por empresa, desplegados por grupos de organizadores, en la mayoría de los casos con apoyo de redes sociales y sindicatos de otras regiones no han dado lugar a muchos resultados. La forma sindical de negociación institucionalizada y estable no encaja en este escenario de guerra. A pesar de diversos estudios que han tratado de distinguir entre un sindicalismo tradicional similar al corporativo existente en el centro del país18, dotado por tanto de cierta capacidad de negociación, en contraste con 18 “En síntesis, se podría definir al sindicalismo tradicional como la organización laboral inserta en una burocracia sindical, que en una fase de reestructuración industrial, busca participar en las nuevas empresas y condiciones productivas mediante la negociación de distintos aspectos laborales, siempre y cuando 358 La forma sindical en Latinoamérica otros dos formatos sindicales, el sindicalismo subordinado y el sindicalismo blanco o patronal, en todos ellos, como los propios laboralistas de la frontera norte han reconocido, los contratos colectivos son frágiles y se subsumen a las normas escritas y no escritas de las relaciones laborales creadas en el almacigo maquilador: “En general, es observable la existencia de un contrato colectivo flexible unilateral, en el sentido de un claro beneficio para los empresarios en los casos de Tijuana y Ciudad Juárez. En tanto el caso de Matamoros, se ha caracterizado por una práctica sindical dirigida al logro de la estabilidad y protección laboral.”(Quintero: 1992, 23) Pero aun considerando las estructuras paraoficiales de control como “sindicatos”, la tasa de sindicalización en buena parte de las Ciudades Fronterizas ha descendido en las últimas dos décadas a menos del 10% de la PEA.19 no se lesionen aspectos básicos de sus agremiados y/o afecten su papel de interlocutor laboral. Un ejemplo de este comportamiento lo constituye el Sindicato de Jornaleros y Obreros Industriales (SJOI), perteneciente a la federación cetemista de Matamoros. Respecto a este último aspecto, se puede mencionar que hasta principios de los años 90, la práctica sindical tradicional parecía haber tenido éxito, al conservar elementos básicos y estratégicos de su política sindical, como la estabilidad y dominio del mercado laboral, así como el logro de los mejores salarios y prestaciones a nivel maquilador fronterizo. La explicación de estas relativas ventajas, más que deberse a un pacto político con los poderes locales, estatales y federales, se puede encontrar en el fortalecimiento del liderazgo sindical en la región, y que a partir de los años 80, mediante la práctica de una política sindical reivindicativa ha logrado legitimar su autoridad y conseguir consenso entre las bases. Ahora bien, la estabilidad bajo la cual ha dominado este tipo de sindicalismo podría verse afectada ante las actuales tendencias de reestructuración de las relaciones laborales corporativas, en donde las rubros más personales de poder, como los liderazgos y la cultura patrimonialista, tienden a modificarse. De esta forma, algunas dirigencias fuertes del sindicalismo oficial y tradicional han sido sustituidas por liderazgos modernos y más débiles que permiten la refuncionalización del pacto con el Estado, como aparentemente sucedió con el líder regional cetemista en Matamoros: Agapito González Cavazos, actual Secretario General del Sindicato de Jornaleros y Obreros Industriales, y quien fuera dirigente durante más de cuarenta años de la Federación Regional de Trabajadores en este mismo estado. Una Comisión Mixta de Productividad sería la mejor fórmula para planear la producción bilateralmente, evitando con ello, que los ritmos, los estándares sean fijados sólo por el patrón, sin ninguna consideración del trabajador” Quintero et al Sindicalismo y Contratación Colectiva en las Maquiladoras Fronterizas Frontera Norte. Vol. 4 Número. 8. Jul-Dic. 1992 pp. 12-17 19 Veáse, Esquinca Tulio y Melgoza Javier (2007) p. 468 Edur Velasco Arregui 359 La diversidad sindical en la Frontera se diluyó en el transcurso de las grandes crisis de la economía mexicana, la de 1995 y la del 2008. En ambos casos, ninguna de las formas sindicales existentes en el Norte fue capaz de proteger el salario, el empleo, o el bienestar básico de las familias obreras en la región. La incapacidad de los sindicatos para proteger a los obreros de las bandas paramilitares de la frontera. En particular, cuando algunos de sus más prominentes líderes han sido acusados de estar involucrados en las actividades ilícitas que se despliegan a través de la Línea.20 En síntesis, 20 En 1997, cuando fallece Fidel Velásquez, el líder histórico del sindicalismo corpo- rativo de México, la central histórica que condujo por casi cincuenta años, la CTM, se encontraba en una bancarrota que hacía incierta su viabilidad como estructura organizativa. Sus finanzas se habían quebrantado ante el fin de los negocios de la construcción en el INFONAVIT. Y para colmo de males el Banco Obrero se había hundido con la crisis financiera de 1995. Tan sólo quedaban 60 millones de pesos en sus arcas. Pero para el año 2005, no obstante que se redujo su numero de afiliados su poderío financiero y su capacidad de usarlo para cumplir con su tarea de disuasión del descontento se había restablecido. (Diario de México agosto del 2005). Sus fondos se habían multiplicado por siete, y disponía de cuantiosos recursos para operar en el mercado laboral. Ante este misterio de una recuperación financiera y su consolidación como instancia de control hay una hipótesis que empieza a cobrar fuerza. El vínculo de la CTM, así como del conjunto de las organizaciones sindicales, con la economía subterránea. En el caso de la CTM, existen pruebas de vínculos de algunos de sus más significativos representantes con los cárteles de la droga. En abril de 1998, tan sólo un año después de muerto Fidel Velásquez, estalló el escándalo del Grupo Finaciero Anahuac, en donde, funcionarios sindicales del SUTERM, subordinados de Leonardo Rodríguez Alcaine, aparecieron envueltos en una operación por 20 millones de dólares junto con el cartel Ciudad Juárez. (El Universal: 1998, 20 de marzo). Los directamente implicados se dieron a la fuga y se diluyó la averiguación penal en los laberintos del Ministerio Público. Pero la prosperidad inexplicable de la estructura sindical y de propios dirigentes sindicales no sufrió mengua alguna. Inexplicablemente, dinero de las cuotas sindicales aparecían invertidos en “joint ventures” inmobiliarias junto con los poderosos señores de Ciudad Juárez. Otra fuente de poder y de riqueza de los viejos líderes sindicales es su conversión en empresarios de la “seguridad privada”. En el caso de Leonardo Rodríguez Alcaine, a través de un conglomerado de empresas de Seguridad en las que es accionista directo, como el Buró de Investigaciones y Seguridad SA (BISSA), o la empresa transportadora de valores GRUMER, y de organizaciones sindicales subordinadas cómo el Sindicato de Trabajadores de Seguridad Privada y Vigilancia de la República Mexicana, se consolidó como un factor de poder en una red que abarca a 70 mil “trabajadores” de seguridad establecidos a través de cientos de empresas con capacidad para ofrecer servicios como un pequeño ejército privado. (Revista La Crisis: Año 360 La forma sindical en Latinoamérica la crisis económica y la globalización hicieron de las distintas versiones del sindicalismo fronterizo una más de las estructuras de control formal, con un muy escaso papel en los procesos reales de organización y negociación en el día a día de las fábricas. Los testimonios recogidos entre las trabajadoras de la frontera arrojan mucha luz sobre la miseria laboral que acompaña a las prácticas aquiescentes con los patrones transnacionales de los organismos sindicales tradicionales.21 A principios de la primera década del presente siglo, Greg Bloom recorrió la región de Reynosa a Matamoros, en donde la presencia sindical era más notable a lo largo del corredor fronterizo. En sus propias palabras “Tamaulipas tiene el sindicato más fuerte en la frontera USMéxico(…) En Matamoros y Reynosa, ciudades al otro lado del río frente a Brownsville y McAllen, Texas, respectivamente, la sindicalización está muy extendida. Todos los oficios de la construcción están sindicalizados así como los empleados de restaurantes tales como meseros y cocineros. Cuando McDonald’s vino a Tamaulipas aun cuando tuviera que tener una fuerza laboral sindicalizada.” En las entrevistas con cientos de trabajadores, Greg Bloom llegó a la conclusión de que los sindicatos en la frontera tamaulipeca estaba concentrados en evitar una alta rotación de personal, más que en la defensa de sus derechos laborales frente a las empresas. “Un aspecto impresionante de la fuerza sindical en estas ciudades es que trabajadores en Matamoros y Reynosa no van a las compañías a buscar trabajo, ellos van a los sindicatos para ser puestos en listas y luego ser colocado en un trabajo por el sindicato. Las mujeres van los martes y jueves, para ser puestas en las listas. Los hombres van los lunes y miércoles. Cirila Quintero, laboralista del COLEF, dice que debido a que los trabajadores tienen que esperar usualmente uno o dos meses para conseguir un empleo la rotación de personal es muy baja en las maquiladoras de Matamoros y Reynosa.” (Bloom, 2001, p. 2) Mientras que otras ciudades fronterizas como Ciudad Juárez o Tijuana la rotación de personal mensual es muy alta, en Matamoros y Reynosa se ha reducido por debajo de un dígito al año. 4, Número 232, julio del 2000). En el caso de la CROC, la segunda central en importancia con una representación de 200 mil trabajadores, el grueso de ellos en el sector de transporte y servicios, cada vez es más interesante su conversión en promotores de casinos. Es así como en el último tramo de su vida Alberto Juárez Blancas devino en un importante gestor para su instalación en México. 21 La aquiescencia de la representación sindical con los patrones va mas allá de la inversión de la representación descrita por Paula Abal Medina para el caso de los sindicatos de las grandes cadenas comerciales de Argentina. (Abal Medina,2007a, pp. 22-23) Edur Velasco Arregui 361 Pero en lo que se refiere a la protección de los trabajadores frente a la presencia permanente de sustancias tóxicas o de graves riesgos de trabajo, la organización sindical es permisiva hasta la complicidad con las empresas: “Trabajadores entrevistados para esta historia mencionaron repetidamente que usualmente temen abogar por mejores condiciones y compensación porque ellos creen que los sindicatos pueden tomar represalias al ponerlos en listas negras cuando vean sus nombres en las listas de empleos. Inclusive algunos trabajadores dijeron que sus trabajos son tan vulnerables en las plantas, aun cuando pertenezcan a un sindicato, pueden enfrentar “medidas disciplinarias” por parte de la compañía si van al hospital debido a alguna lesión relacionada con el trabajo antes de recibir permiso del doctor de la planta.22 Los trabajadores dicen que esto es debido a que las compañías no reportan las lesiones que son tratadas en la enfermería de la planta. Solo lesiones que son reportadas fuera de las plantas, en hospitales, son incluidas en los reportes oficiales de accidentes.” (Bloom, 2001, p. 4) A raíz de las prácticas sindicales tradicionales o subordinadas, verdaderos “contratos de protección” de los patrones transnacionales dirigidos 22 Alma estuvo empleada en una maquiladora en Reynosa por tres años soldando componentes electrónicos con materiales basados en plomo, hasta que se enfermó de los pulmones y no pudo continuar trabajando. Le tomó tres meses recuperarse y durante ese tiempo no recibió ningún tipo de compensación por lo que ella consideraba una enfermedad relacionada con el trabajo. Cuando regresó a su sindicato para conseguir un nuevo empleo, fue enviada a una compañía diferente , soldando de nuevo. Convencida de que moriría si continuaba exponiéndose a los vapores como resultado de su trabajo tomó la difícil decisión de renunciar permanentemente a las maquiladoras. Desde que dejó de trabajar en las plantas ensambladoras Alma ha aprendido que ella debió haber sido protegida por las leyes mexicanas de seguridad ambiental en el trabajo. Pero no fue así. La primera maquiladora en la que ella trabajó tenía ventilación insuficiente --solamente pequeños ventiladores al frente de los trabajadores que estaban supuestamente para soplar el humo fuera de sus caras. La segunda maquiladora en la que trabajó no fue mejor que la anterior. El esposo de Alma tiene un buen trabajo en una maquiladora que le paga el equivalente a más o menos US $10 diarios, pero ella nos cuenta que él también enfrenta riesgos de salud en su trabajo. En la planta donde él trabaja ha habido gente que se ha pelado la piel de las manos debido a cadenas descubiertas en la máquina al cargarla con tela. Alma menciona otros accidentes de los que ha escuchado, y al hablar con gente en su barrio es aparente que todos conocen muchas historias de accidentes de trabajo en maquiladoras. Por supuesto, todo esto te hace pensar, ¿qué están haciendo los sindicatos por los trabajadores en términos de seguridad en las plantas, salarios y otros problemas? Bloom Greg Trabajadores y Sindicatos en la Frontera con Tamaulipas, Frontera Norte Sur, CFO, Texas, 2001. 362 La forma sindical en Latinoamérica a evitar un proceso de autorganización genuino de los trabajadores para construir una coalición social capaz de reivindicar sus derechos, a lo largo de las últimas tres décadas han existido muchos intentos, en la mayor parte de ellos con una amplia solidaridad nacional e internacional, para organizar de manera independiente a los trabajadores de la franja fronteriza. Sony Electronics ( Magnéticos de México) Matamoros Garment, Han Young, Duro Bag y otros conflictos derivados de intentos de sindicalización democrática que no alcanzaron la magnitud de estas grandes plantas, algunas de ellas con mas de dos mil trabajadores, son la demostración de la frágil táctica de pretender organizar a los trabajadores maquileros a través de obtener el reconocimiento legal de las representaciones obreras independientes por parte de las autoridades. “A pesar de la lucha obrera en los recintos de trabajo, y de la fuerte presión ejercida por las organizaciones binacionales”las empresas maquiladoras han derrotado a los intentos de sindicalización independiente- “aun y cuando hayan tenido que recurrir en no pocos casos a cerrar los centros de trabajo.” (Méndez, Luís, 2005, p. 67) La represión en la región fronteriza no ha retrocedido en intensidad. La militarización es pródiga en historias aciagas. Incluso en contra de las escasas secciones de los sindicatos nacionales de industria como el Petrolero. En Mayo del 2007, 38 trabajadores petroleros de la sección 49 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana fueron desparecidos en la Ciudad de Cadereyta, Nuevo León.23 23 “El 16 de mayo del año 2007 la sección 49 del STPRM realizó su asamblea de revisión contractual(…) Al final hubo un convivió y a la salida, ya de noche, ante la mirada de muchos agremiados, varios hombres con armas largas, uniformes negros sin insignias, granadas al cinto y chalecos antibalas, abordaron a cuatro de ellos, los esposaron, y los subieron a camionetas; nunca más aparecieron. Sus nombres: Víctor Manuel Mendoza, Jorge Alejandro Hernández Faz, David Sánchez Torres y Félix Sánchez Torres. Esa misma noche, otros comandos llegaron en varios vehículos a casa de David Vega, hermano del dirigente. Cerraron la calle y entraron a la vivienda. La policía municipal esperó media hora después de la partida de los comandos para llegar al lugar de los hechos. Al día siguiente, 17 de mayo, Hilario Vega recibió una llamada desde el celular de David. Eran los secuestradores. Con palabras altisonantes le dijeron que se entregara para negociar o, de lo contrario, le mandarían la cabeza de su hermano. Hilario fue solo al lugar de la cita. También se lo llevaron. Tres días después, el 20 de mayo, fueron levantados el ex alcalde de Cadereyta José Luis Lozano, un regidor y otro jubilado del sindicato petrolero. Las familias no dieron aviso inmediato a las autoridades porque pensaban que era un secuestro común, y que las llamarían para pedirles el rescate. Pero el 4 de julio leyeron en la prensa –el diario El Mañana de Reynosa que el Ejército había “reventado” una casa donde mantenían secuestradas a varias personas y que las había rescatado en esa ciudad. Se publicaron los nombres de los petroleros y del ex alcalde neoleonenses, supuestamente rescatados. Pero éstos “nunca fueron presentados” Según Josué Hilario Vega Estrada, hijo de Hilario Edur Velasco Arregui 363 En los meses recientes una de las acciones mas arteras y execrables contra las obreras maquiladoras ocurrió el pasado 28 de octubre del 2010, cuando trabajadoras de Ciudad Juárez fueron masacradas cuando al salir de su centro de trabajo: Cinco mujeres murieron tras el ataque a tres camiones de una empresa maquiladora que transportaban a los empleados a sus casas tras concluir la jornada laboral, en el poblado de Caseta en Ciudad Juárez, Chihuahua, en la madrugada, a la una de la mañana. En el ataque resultaron heridas 14 mujeres más, quienes fueron trasladadas al Hospital Regional 66 del IMSS, el cual es custodiado por soldados, con el fin de prevenir un ataque contra el inmueble. El concesionario de la línea de camiones D-Thelma, a la cual pertenecía la unidad rafagueada, fue ejecutado apenas la semana pasada. Dada las condiciones de extrema represión en el territorio de los trabajadores de la franja fronteriza, es imposible pensar que la estrategia fragmentada, a través de esfuerzos aislados de organización sindical independiente, fábrica por fábrica, pueda tener algún éxito. Mas allá del Sindicato En una demostración de las consecuencias y potencialidades de la acción directa por parte de las coaliciones imperceptibles e informales que empiezan a extenderse en muchas de las plantas del corredor maquilador 24 Vega Zamarripa –secretario general de dicha sección y uno de los desaparecidos–, todo comenzó cuando el 16 de mayo del año pasado los integrantes de la sección se reunieron, por la tarde, en las instalaciones del sindicato. El propósito: discutir sobre la constitución de un comité de huelga.” La Jornada, dos de junio del 2008. 24 Entramos aquí a un nuevo terreno dada la enorme dificultad que ha existido en la franja maquiladora para incorporar la disensión que brota desde la fábrica. La resistencia como táctica, cómo la fortaleza de los subordinados, se confronta con sus propias limitaciones al trasladar el conflicto en espiral, hacia un nuevo nivel dónde se agota. Para el desarrollo de esta discusión es de gran interés el trabajo escrito por Paula Abal Medina en “Notas sobre la noción de resistencia en Michel de Certeau”(Abal Medina:2007b) Las coaliciones informales, uniones, han estado en el proceso de rebelión y autoorganización de los obreros maquiladores desde hace por lo menos dos décadas. Esa fue la experiencia del Sindicato Independiente de Trabajadores Trabajadoras de la Industria Maquiladora conocido por sus siglas como SINTTIM en Baja California Sur; sin embargo, a los pocos meses prácticamente todo el Comité Directivo del SINTTIM fue despedido de la maquiladora California Connection (…) Entre 1987 y 1997, en forma subterránea y clandestina, las trabajadoras de la maquila organizaron una especie de Coalición, que según la Ley es la antesala de los sindicatos, llamada Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Maquila, que todas la conocían como La Unión. La Unión siguió los pasos legales que dice la 364 La forma sindical en Latinoamérica tenemos el caso de la maquiladora de capital taiwanés Foxconn. En febrero del año 2010, la maquiladora, especializada en la producción de equipo electrónico tomó la decisión de despedir alrededor de 300 trabajadores que la semana pasada participaron en una protesta en la cual quemaron el comedor de la empresa y apedrearon los dormitorios de los gerentes. “Obreros de la maquiladora localizada a las afueras de la ciudad, próxima a la garita de cruce internacional Santa Teresa, denunciaron ante los medios de comunicación que “por lo menos cien trabajadores fuimos sacados de las líneas de producción y sacados para afuera de la planta”. Indicaron que guardias de la empresa los despojaron de la bata y el gafete para enseguida conducirlos al exterior de la empresa de origen taiwanés. donde un buen número de patrullas policíacas custodiaban las instalaciones. No se supo de la presencia de autoridades laborales durante el despido” (Mexico Labor News, Febrero 2010). La maquiladora se encuentra a 20 kilómetros de la mancha urbana, en el sector de Santa Teresa, y ensambla computadoras. El 20 de febrero, aproximadamente 300 obreros del turno nocturno quemaron el comedor y rompieron vidrios de los dormitorios de los directivos cuando éstos trataron de obligarlos a trabajar tiempo extra después de la medianoche. En esa ocasión no llegaron los autobuses que a las 12 llevan a los trabajadores a sus hogares y éstos dijeron que estaban retenidos contra su voluntad. La mañana del jueves 25 de febrero del 2010, cinco días después de la acción directa del sábado anterior, 70 obreros protestaron fuera de la compañía porque en el turno de la noche les notificaron sin explicación alguna que estaban despedidos, y para evitar protestas fueron desalojados por agentes del Centro de Inteligencia Policial de la Secretaría de Seguridad Pública estatal. La empresa aseguró que no habría represalias contra los empleados, pero ayer por la noche dio a conocer el despido de todo el turno nocturno. La Federación Regional de Trabajadores del Norte fue rebasada por los acontecimientos, lo mismo que las instancias de conciliación como la Junta Local (estatal) de Conciliación y Arbitraje. Otra expresión de la resistencia obrera, a partir de coaliciones sumergidas, que son capaces de acciones de resistencia súbitas, aunque muy bien organizadas, es la experiencia del pasado otoño en la planta maquiladora Ley e intentó organizar un sindicato independiente pero no lo pudo legalizar durante 10 años debido a la represión ejercida por los patrones, las empresas, el gobierno y los sindicatos de la CROC y de la CTM. Pasados los 10 años sin sindicato independiente, un día del año 1998, alrededor de 35 trabajadoras de dos maquiladoras extranjeras, pero especialmente de la maquiladora de origen estadounidense llamada California Connection organizaron el sindicato y solicitaron su registro legal. (Piñeda Bañuelos, Gilberto, 2008). Edur Velasco Arregui 365 Sharp, de capital japonés, cuando 300 trabajadores suspendieron actividades el día 29 de septiembre, con lo que paralizaron dos de las principales líneas de producción de ensambles de televisiones. Los trabajadores inconformes que durante todo el día mantuvieron una manifestación de protesta pacifica, exigiendo la nivelación salarial de acuerdo al mercado “no maquilador”, incremento salarial para este año, el aumento en los salarios que les correspondía en el 2009 y su retroactivo, porcentaje de evaluaciones anuales definidas considerando la inflación y el desempleo, así como definir el alza salarial para promociones.25 (El Mexicano, 30 de septiembre del 2010) También hay que resaltar la incorporación a los nuevos movimientos sociales de la frontera el del gremio de los médicos, durante años avasallado por sus organizaciones nacionales como el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, A lo largo del año 2010, los médicos de Ciudad 25 Los representantes de la empresa y del sindicato “blanco” de la CROC que tiene la titularidad formal del contrato colectivo de trabajo, ofrecieron ayer por la tarde un aumento salarial del 4 por ciento general, lo que fue rechazado. “Vamos a continuar con el paro de labores hasta que lleguemos a un acuerdo, porque creemos que todos estamos cansados de trabajar en una empresa donde no se valora el esfuerzo diario, donde se sufre de injusticia, malos tratos y acoso sexual”, manifestaron los trabajadores inconformes. Establecieron también que tienen derecho a un ambiente laboral digno y bien remunerado, “porque son ya dos años sin incrementos salariales y creemos que juntos podemos hacer el cambio”. Durante la manifestación de protesta que comenzó a partir de las 6:30 de la mañana, los guardias de seguridad solo permitieron el ingreso de los empleados de las empresas subcontratistas y el del personal de confianza, mientras que al paro de labores podrían sumarse también el personal que labora en el horario nocturno. El conflicto laboral que se registró en la maquiladora Sharp terminó, luego de que la empresa de capital japonés ofreció a los trabajadores inconformes un aumento salarial del 4 por ciento y transportación gratuita. El incremento será retroactivo al primero de septiembre, mientras que los alrededor de 300 empleados que participaron en la movimiento de protesta, aceptaron reiniciar sus actividades con la condición de que no se tomaran represalias en contra de ninguno de ellos. Una comisión de grupo de trabajadores inconformes, informó que los directivos de la empresa se comprometieron también a generar un ambiente laboral más digno, con lo que se evitarán los malos tratos y el acoso sexual hacia las mujeres. Reconocieron que aún hay muchos trabajadores inconformes de las diferentes líneas de producción que aceptaron el aumento, por lo que no descartaron la posibilidad de realizar otra manifestación de protesta, en caso de que no se cumplan algunos de los acuerdos y continúe el hostigamiento laboral. Puntualizaron que el incremento salarial es insuficiente, ya que en los últimos años no se les ha otorgado ninguno, a pesar del índice de inflación acumulado en ese mismo período. El Mexicano 1 de octubre del 2010 366 La forma sindical en Latinoamérica Juárez realizaron paros sucesivos para solidarizarse con los trabajadores maquiladores, con las mujeres desaparecidas y para exigir un alto a la violencia organizada por los grupos de poder fácticos en la región. (Reforma, 13 de diciembre del 2010). El punto crucial de estas protestas reside en cómo conjurar en un gran frente, la acción de los diversos grupos de resistencia que vienen actuando de manera cada vez más articulada y con una táctica más flexible y menos ingenua que la auspiciada por los promotores sindicales provenientes de las organizaciones no gubernamentales binacionales. La organización horizontal de la resistencia obrera, por fuera de la estructura sindical existente, puede retomar la extraordinaria experiencia de los Comités de Defensa Popular (Punto Crítico, Junio de 1972) que quedó trunca con la represión y crisis de la izquierda fronteriza en los años 90 del siglo pasado, en el que la condensación social de los plebeyos desde el territorio pudo haber sido el germen de una gran organización industrial de los obreros maquiladores, agrupando en una sola Gran Unión a todos los trabajadores de la ciudad, tal y como lo concibieron y desarrollaron los magonistas y los wobblies26, en un período de rebelión internacional de los trabajadores, similar al que anuncian las grandes protestas sociales que sacuden al mundo a 20 años de la caída del Muro de Berlín. 26 Las dos corrientes socialistas revolucionarias más significativas en México y Estados Unidos durante el período de ascenso de la movilización obrera que va de 1890 a 1920. Ricardo Flores Magón fue asesinado en la prisión militar de Leavenworth, Kansas, el 21 de noviembre de 1922. Los wobblies derivaron su apelativo de las W presente en el nombre de su organización Industrial Workers of the World (IWW), fundada en junio de 1905 en Chicago en una convención de 200 socialistas, anarquistas y sindicalistas revolucionarios de todos los Estados Unidos, principalmente de la Western Federation of Miners. Entre los primeros organizadores de la IWW se encontraban William D. (“Big Bill”) Haywood, Daniel De Leon, Eugene V. Debs, Thomas J. Hagerty, Lucy Parsons, Mary Harris Jones (conocida como “Mother Jones”(Madre Jones), William Trautmann, Vincent Saint John, Ralph Chaplin y muchos otros. Dentro de su perspectiva, la organización de los trabajadores debí incluir a todo el territorio social a su alrededor, en una Gran Unión. Los Magonistas desarrollaron estos principios en las huelgas revolucionarias de Cananea(1906) y Río Blanco(1907). Según Howard Zinn “…El IWW se tomo en serio su eslogan de “Un Gran Sindicato”: cuando organizaban una mina o una fábrica, incluían a las mujeres, a los extranjeros, a los trabajadores afroamericanos, y a todos los trabajadores humildes y peor cualificados que estuvieran en el tejido social próximo. (Zinn Howard, 1999, p. 251) Edur Velasco Arregui 367 Bibliografía Abal Medina, Paula (2007a) “La exaltación de la debilidad del trabajador como singularidad histórica del capitalismo neoliberal”. Trabajo y Sociedad n° 9, vol. VIII, pp. 1 - 31. Santiago del Estero: Universidad Nacional de Santiago del Estero. Abal Medina, Paula (2007b) “Notas sobre la noción de resistencia en Michel de Certeau”. Cairos. Revista de Temas Sociales n° 20, pp. 1 - 14. 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Juan Carlos Celis Ospina 371 Revitalización territorial de los movimientos laborales tras la invasión neoliberal Juan Carlos Celis Ospina Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia Investigador de la Corporación Nuevo Arco Irís [email protected] Presentación Las características principales de las transformaciones sociales contemporáneas que se vienen registrando desde hace poco más de dos décadas, tanto en los países de capitalismo avanzado, como en América Latina son: el papel de agente remercantilizador de servicios sociales y territorios por parte del Estado y refuerzo de sus componentes policiales y penales; la desregulación de los flujos financieros, la flexibilización del mercado laboral y de las relaciones de trabajo, la reducción de las protecciones sociales y celebración moralizante de la responsabilidad individual. Hoy la experiencia de estas transformaciones, que Pierre Bourdieu ha denominado la invasión neoliberal, están cultural y políticamente desacreditadas pero sin que una fuerza sociopolítica de alcance internacional se configure en una alternativa viable. De cara a enfrentar la invasión neoliberal es preciso pensar el papel de las organizaciones de los trabajadores y, en especial, de los que se encuentran sometidos a alta rotabilidad del empleo y deslaboralización. El bombardeo mediático y político ha logrado hacer desaparecer en gran medida la imagen del trabajador del imaginario colectivo y reemplazarla por la del consumidor, haciendo crecer un conjunto borroso y desolador de sujetos vulnerables, despojados de las garantías laborales y otras posibilitaban la integración social. 372 La forma sindical en Latinoamérica En este texto no pretendemos plantear caminos de problematización tentativos (y a menudo especulativos) sobre estos temas. Para poder tener mejores y más completos enfoques y propuestas, que se basen en las experiencias y realidades concretas de los trabajadores, será necesario investigar mucho más de lo hasta ahora realizado por la comunidad académica, y construir referentes teóricos más complejos. Partimos de considerar que el sindicalismo, centrado en las luchas por el salario y el empleo, que hemos conocido hasta ahora, se encuentra en crisis, y se hace insostenible frente a los procesos de flexibilización de los mercados laborales y las relaciones de trabajo, así como frente a la gran movilidad de capitales que buscan mejores condiciones para las empresas por toda la geografía terráquea, amparados en la fragmentación de los procesos productivos y la subcontratación. Pero esta crisis de una configuración histórica del sindicalismo no significa necesariamente el fin de la forma sindicato, por lo que este ensayo se orienta a proponer, de acuerdo a las experiencias y a las dimensiones identificadas del rastreo teórico, las reconfiguraciones del accionar sindical y de otras organizaciones de los trabajadores que se conformen, teniendo en cuenta las restricciones estructurales en tensión con las potencialidades que encierran los sujetos, que tienen como centro el trabajo. El movimiento social de los trabajadores, y dentro de éste, el sindical, no es una mera agrupación de personas que se identifican en torno a unas características comunes, como es el caso de las asociaciones, sino que además lucha contra la subordinación, la dependencia, la sumisión y por el control de los procesos de trabajo y los procesos productivos en su conjunto. El conflicto estructurado por el control de los procesos productivos entre capital y trabajo significa, desde la perspectiva de los trabajadores, la lucha por el control de las propias vidas, la resistencia a la heteronimia de las estructuras de dominación y explotación, impulsadas por las necesidades radicales de libertad y felicidad. El ángulo de análisis de la lucha del control del proceso productivo y de las vidas al interior de las sociedades capitalistas, nos permite visualizar la fragmentación del proceso productivo y la flexibilidad del mercado laboral y las relaciones de trabajo como estrategias empresariales para individualizar a los trabajadores y minar su capacidad de resistencia y construcción alternativas de sociedad basados en la democratización del modo en que se produce. Para dar cuenta de este enfoque presentaremos de forma breve las transformaciones de las empresas tayloristas y fordistas hacia las empresas red y la individualización del trabajo de la mano de la flexibilidad y la deslaboralización. Para luego identificar tres dimensiones para repensar la organización de los trabajadores, como la tensión entre ciudadanía y Juan Carlos Celis Ospina 373 mundo del trabajo, procesos de trabajo y territorio, y la organización en red, que cierra el ensayo con algunas propuestas para tener en cuenta para el fomento de la organización de los trabajadores bajo condiciones de flexibilidad, deslaboralización, desempleo, o lo que Daniel Cornfield ha dado en denominar la revitalización de los movimientos laborales (Cornfield, 2006, p. 127). 1. Los trabajadores en la fragmentación de los procesos productivos y las dimensiones para su constitución como sujetos Nos interesa resaltar acá a los trabajadores que se vinculan a la producción a través de la fragmentación de los procesos de trabajo, en las denominadas empresas red y a los que su trayectoria laboral la define la alta rotación de puestos de trabajo. Es necesario tener presente que la crisis del taylorismo, desde la década de los 60, especialmente en Europa occidental y Estados Unidos, ha sido relacionada entre sus causas fundamentales a la renovación de las formas de resistencia obrera en los lugares de producción, que cuestionaron la legitimidad del autoritarismo propio del taylorismo y el fordismo al organizar el proceso de trabajo sobre la separación entre concepción y ejecución, que resultaba repetitivo, jerarquizado y monótono. El taylorismo entra en una crisis larvada de unos tres lustros, al hacerse socialmente inviable como forma de organización del trabajo. No se trató de una crisis tecnológica, sino de una contestación al poder jerárquico de las cadenas de producción. Tanto el gran volumen de huelgas, como sus contenidos reivindicativos en contra de las insoportables condiciones de trabajo bajo el taylorismo y el fordismo, como comportamientos individuales pero generalizados entre los que se cuentan el ausentismo, el sabotaje, que se denominó alergia al trabajo o rechazo al trabajo, propiciaron la gestación de “nuevas formas de organización del trabajo”. Desde mediados de los años 60, se ensayaron en Suecia, en la planta de la Volvo en Kalmar, una concepción del management donde el trabajo resultara aceptable para una mano de obra más escolarizada y calificada. Se busca de esta forma reducir el abismo entre la formación recibida y la requerida para los puestos y sistemas de producción, una de las razones fundamentales según los estudios contratados por las empresas para el descontento obrero. Para una corriente de analistas las respuestas de la crisis del taylorismo en países como los de Europa occidental, hacia principios de la década del 1970, se ubican en el horizonte donde “se tiende a difuminar la distinción entre la situación del trabajador y la del ciudadano o del consumidor, y 374 La forma sindical en Latinoamérica hacer menos intolerables condiciones de trabajo que no han seguido la progresión de las condiciones de vida” (Castillo, 2000, p. 52). Sin entrar en más detalles sobre los orígenes de las nuevas formas de organización de la producción1, podemos deducir una primera dimensión para la conformación de sujetos del trabajo y de posibilidades para la acción, que se constituye en la tensión entre mundo del trabajo y ciudadanía. En este punto, debemos tener en cuenta que si bien en los años 60 la Volvo no contaba con emigrantes dentro de las fronteras suecas para hacer funcionar sus cadenas, el intenso proceso de internacionalización de los procesos productivos desde principios de los años 70, se ha apoyado entre otros factores en el desigual desarrollo de la ciudadanía laboral entre los países de capitalismo avanzado más desarrollados y los de menor desarrollo económico, donde los trabajadores no alcanzaron el poder de resistencia y de conquistas que en aquellos. Donde además se logran reunir otras condiciones (infraestructura, fuerza de trabajo suficientemente calificada, menor protección al medio ambiente, entre otras) que permiten producir un producto o parte de él a menor costo, con una calidad semejante a la del lugar de origen de la planta matriz y con baja resistencia de los trabajadores. De esta manera, nos encontramos que las nuevas formas de organización de la producción tienen como una de sus principales características haber generado las condiciones técnicas y organizativas para la fragmentación de los procesos productivos, propiciando una de las mayores tendencias de la reestructuración productiva, denominada deslocalización productiva o descentramiento productivo, que conjuga un conjunto complejo de transformaciones en las que aún nos encontramos involucrados: basadas en innovaciones organizativas del trabajo en grupo; en las posibilidades en las nuevas tecnologías de la información disponible; en la gran relevancia que hoy juegan el diseño de productos, bienes y servicios; en una vinculación casi directa entre producción, distribución y consumo; y en el objetivo de destruir la figura del obrero-masa de la gran fábrica (Castillo, 2000 p. 55). La fragmentación del proceso productivo se traduce en la transición de la gran fábrica hacia las pequeñas unidades productivas, independientes pero coordinadas. Aunque los procesos de trabajo sean controlados por pequeños y medianos empresarios, y aun por los trabajadores, subcontratados por las grandes firmas, son estas las que se reservan la centralización de las funciones del control de proceso de valorización y con el del proceso productivo en su conjunto. 1 Que también tienen causas en problemas de ineficiencia de la producción en masa, la vulnerabilidad a los sabotajes de los trabajadores, entre las más relevantes. Juan Carlos Celis Ospina 375 En esta dirección identificamos, ya desde finales de los años 90, el resultado del proceso que comenzara a finales de los 60, y que empiezan a ser conocidos como nueva organización industrial o empresa red, que se concibe como una nueva división del trabajo entre empresas, donde el trabajo ha pasado del estado sólido de la gran fábrica al estado fluido de la empresa red. Esto significa que se ha vuelto más difícil reconocer quién hace qué, quién diseña, fabrica o construye un determinado bien o servicio. Los procesos productivos al fragmentarse se disuelven y extienden en el territorio, entre regiones y naciones, haciéndose invisible el trabajador colectivo, el trabajo vivo de los procesos de trabajo y producción. Siguiendo a Juan José Castillo, para encontrar el trabajo perdido, se hace necesario cambiar de enfoques y procederes analíticos.2 De esta forma, nos encontramos con otra dimensión para la construcción de sujetos trabajadores y la definición de sus posibilidades de acción, cuál es la tensión entre procesos de trabajo y territorio. Una de la características que hacen de los territorios grandes talleres de producción de bienes y servicios es el borramiento de las fronteras entre los lugares de ocio, residencia, intercambio y trabajo, por efectos de funciones expulsadas de las empresas a través de la subcontratación o flexibilidad externa. Flexibilidad externa, que junto a la flexibilidad interna y alta rotación de la fuerza de trabajo en las empresas contemporáneas erosiona la solidaridad y la ciudadanía. De allí salta la pregunta por las formas organizativas de los trabajadores arrojados a la flexibilidad del mercado laboral y aquellos que se encuentran en condición de deslaboralización, frente a lo cual las experiencias, teorizaciones y sistematizaciones de movimientos sociales actuales nos indican la dimensión de la organización en red, como proceder adecuado para canalizar el aglutinamiento, la acción y la reivindicación de derechos de los trabajadores a los que nos venimos refiriendo. La búsqueda de salidas para la organización de los trabajadores tras la invasión neoliberal, significa estar abiertos a enfrentar el debate sobre estas dimensiones y otras que se vayan estableciendo, y las configuraciones 2 Para caracterizar ese trabajo perdido, es preciso conocer como es vivido por los trabajadores invisibilizados. Castillo propone cómo alternativa de investigación volver a ese estado de trabajo fluido, en el que se construyen y reconstruyen dinámicamente las experiencias de vida de los trabajadores. En este orden, propone trabajar a partir del concepto de intensificación del trabajo, es decir, la economía interior del tiempo de trabajo, las capacidades requeridas de las personas, las nuevas disposiciones generadas por los nuevos complejos sistemas de producción, el simple trabajar más, con más desgaste en el mismo tiempo, que no es más que la famosa producción ligera. 376 La forma sindical en Latinoamérica que se puedan formar en la interacción de éstas. Pasemos a presentar las tres dimensiones identificadas. 2. Ciudadanía y mundo del trabajo La mirada en perspectiva de las trasformaciones del mundo del trabajo viene planteando a varios autores (Castel, 1997; Cocco, 2000; Alonso, 2000) que hoy ya no es la inserción productiva la que legitima la ciudadanía, sino esta última la que podría hacer posible la inserción productiva. Desde este ángulo de reflexión cabrá proponer la reconceptualización de las políticas públicas sociales y los proyectos alternativos de sociedad, que han de ser discutidos no sólo por el movimiento sindical, sino por el conjunto de movimientos sociales y agrupaciones políticas. De otra parte, nos posibilitará preguntarnos por las potencialidades de construcción de sujetos en torno al trabajo. Para muchos analistas, con la flexibilidad del mercado laboral y de las relaciones de trabajo, se retrocede hacia los tiempos anteriores de la revolución industrial y de las sociedades liberales europeas y norteamericanas de buena parte del siglo XIX. Sin embargo, Rober Castel nos hace notar una sutil diferencia entre la vulnerabilidad de los trabajadores de esos tiempos y la de crecientes segmentos de los de hoy. La condición de vulnerabilidad hoy se plantea en relación a un contexto de protecciones anteriores y aún paralela a la estabilidad y la conservación de algunas regulaciones y conquistas laborales, de un importante núcleo de trabajadores en la actualidad. En otras palabras, la vulnerabilidad en la actualidad es definida y vivida sobre un fondo de garantías construidas por cerca de siglo y medio, a raíz de luchas de movimiento obrero, durante los cuales éste fue uno de los principales motores de la construcción de la ciudadanía. Es entonces una vulnerabilidad, que produce una incertidumbre frente al futuro, muy distinta a la que durante siglos acompañó a lo que en aquellos tiempos se denominaba como «el pueblo» (Castel, 1997, p. 14). El fondo de regulaciones y protecciones que como experiencia biográfica o referencia histórica acompaña a los trabajadores, y que ha sido arrojados al vórtice de la alta rotabilidad de los puestos de trabajo, la deslaboralización, la precariedad laboral y hasta la exclusión social, que significa el desempleo por largo tiempo, posibilita reivindicar los avances civilizatorios que significa el status de ciudadanía hoy, para rediseñarlos y adaptarlos a las dinámicas condiciones de las economías internacionalizadas altamente competitivas. De no intentarse este camino, en una correlación de fuerzas bastante desfavorable al movimiento de los trabajadores, la situación de aquellos que aún conservan algunas garantías laborales estará amenazada y la misma sociedad verá debilitar sus apoyos cívicos y solidarios (Alonso, 2000, p. 232). Juan Carlos Celis Ospina 377 Los procesos de flexibilización, deslaboralización y precariedad que se pronuncian como fuertes tendencias en el mundo del trabajo, se correlacionan con problemas de cohesión social, desigualdad y movilización en torno a particularismos. Por tanto, se fortalecen tendencias de desmovilización y apatía social entre los más vulnerables del tejido productivo, y los que se encuentran integrados por un empleo estable se enfrentan al terror del mercado como dispositivo de disciplinamiento en el trabajo, que se traduce en que en crecientes franjas de la producción y territorios, el conflicto laboral y social asuma formas desinstitucionalizadas, caracterizadas por algunos como el resurgir del conflicto anómico (Alonso, 2000, p. 223). De entre los vacíos dejados por el debilitamiento del movimiento obrero y no llenados por otros movimientos sociales y asociaciones ciudadanas, surgen identidades colectivas basadas en los miedos e incertidumbres actuales, plasmándose fundamentalmente en los denominados antimovimientos sociales, como los nacionalismos agresivos, fascismos de diferentes expresiones (xenofobia, bandas de limpieza social, obsesión por la seguridad, etc.), diferentes formas de guerras comunitarias: “antimovimientos sin más proyecto de identidad que negar la identidad de los otros, sin poder salir de la aporía del nosotros (lo seguro, lo puro, lo respetable) frente a los otros (lo peligroso, lo contaminado, lo denigrable)” (Alonso, 2000. p. 224). De otro lado, los movimientos que resisten al neoliberalismo se han enfocado contra las privatizaciones y el desmantelamiento de las regulaciones y protecciones sociales y laborales, antes que en torno a propuestas de alternativas de organización económica, social y de convivencia. En otras palabras, antes que propugnar por un proyecto de futuro se defiende un modelo del pasado. Esta situación se produce en momentos en que la identidad entre ciudadano y trabajador se rompe entre las diversas formas de empleo, desempleo, contratación y subcontratación en un mercado de trabajo cada vez más heterogéneo. En consecuencia, es necesario lavantar discursos de ciudadanía como respuesta solidaria a los movimientos regresivos y autoritarios, y además como propuesta de relanzamiento de los derechos sociales y laborales. Frente a la amplia diferenciación y diversificación de sujetos y formas de vida que concurren en las sociedades contemporáneas, es necesario pensar en un tipo de solidaridad que trascienda las políticas sectoriales, las situaciones locales, que reconozca la sociodiversidad, que ayude a gestionar un estado de bienestar más descentralizado donde se de la posibilidad de encontrar vínculos sociales cada vez más espontáneos, pero con garantías, que combinen la distribución económica con desarrollo local y regional. Desde el movimiento sindical, las pautas de comportamiento mayoritario siguen teniendo como referente los acuerdos fordistas o corporativos, 378 La forma sindical en Latinoamérica según el caso, aunque en la realidad se han reconfigurado -tema que no es del caso tratar en este ponencia-. De esta forma, las reformas propuestas a los Estados siguen siendo pensadas en clave fordista o corporativa; desconociendo de paso la formación de otras subjetividades y reivindicaciones que, desde mediados de los años 60, han nucleado alrededor del medio ambiente, la calidad de vida, el sistema de relaciones humanas, el derecho a la ciudad, etc. La estrategia del movimiento de los trabajadores es necesario que tenga en cuenta, al menos dos elementos al momento de plantearse, en términos programáticos, la propuesta de una alternativa de sociedad, que tome en cuenta las deficiencias en la construcción de los pactos que sustentaron las diferentes configuraciones de Estado de bienestar, y el hecho de que el sindicalismo y los conflictos que se conforman en torno a las relaciones sociales de producción ya no son centrales y se han ido consolidando entre tanto, una multiplicidad de movimientos sociales que expresa un amplio conjunto de necesidades y demandas sociales no articuladas entre sí de antemano. En el siglo XX, hasta la década de 1970, al constituirse las diferentes configuraciones de Estado de bienestar, los sindicatos y las izquierdas que participaron en esos procesos, el discurso se centró en el espacio de la circulación, donde se ubican el salario, el empleo y la distribución del ingreso, y se desconoció la dimensión de la producción; es decir, del qué y cómo se produce, del control de proceso de trabajo y de producción, lo que significó un monopolio del discurso de la producción por parte de las derechas, sin que se pudiera incidir en el diseño de los diferentes sistemas de organización del trabajo, y se abriera paso las estrategias que han conllevado a la fragmentación de los procesos productivos. Por eso planteamos la necesidad de que una bandera fundamental de los trabajadores es la invasión de la democracia de los procesos de trabajo y, de esta forma, se posibilite una alianza entre los trabajadores y los movimientos medioambientalistas. En cuanto a la multiplicidad de sujetos llamados a construir una alternativa, basada en la noción del pacto social y de la ciudadanía social y laboral, significa tener objetivos mundiales a la vez que construir formas de gestión y participación localizadas y cercanas a los ciudadanos, creando espacios concretos, e integrando al pacto a sujetos sociales que han emergido en las últimas décadas (ecologistas, feministas, minorías étnicas, movimientos comunitarios, consumidores, franjas de edad laboralmente sacrificadas, pequeños y medianos empresarios, etc.). Una reconstrucción del pacto social para el período debe procurar recoger en él la heterogeneidad de los trabajadores (Alonso, 2000, p. 31). Juan Carlos Celis Ospina 379 Esta dimensión, que surge de la tensión entre la ciudadanía y el mundo del trabajo, se ubica en el plano programático, donde el trabajo ocupa un lugar modesto pero fundamental al momento de reconstruir una ciudadanía que enfrente el peligro de reducción de todos los vínculos sociales a una especie de mercado total. A su vez, esta reflexión nos conecta con la dimensión que se establece entre procesos de trabajo y su inscripción en el territorio, que trata de ser invisibilizada por los ideólogos de la globalización neoliberal, pues se pretende disolver el poder social del trabajo y la capacidad institucional y social de los territorios. 3. Procesos de trabajo y territorio La reconstrucción de la ciudadanía, en los términos en que venimos exponiendo, necesita pensar y concretar acciones que vayan más allá de la dimensión de la mera integración al mercado laboral, llevando a una integración más efectiva, en campos como el socioespacial. Para lo cual es preciso levantar alternativas a la conversión de las regiones en meras plataformas económicas, donde las Empresas Transnacionales (ETN) que se instalan en éstas asumen pocas responsabilidades con los territorios que las acogen. En las localidades y las regiones, eslabones claves de las estrategias de acumulación capitalista en la actualidad, es donde se vive con dramatismo la desregulación social, debido al traslado de responsabilidades en servicios y políticas públicas sociales desde los mayoritariamente débiles estados locales. Pero bajo la acción de sujetos sociales con proyectos alternativos a la globalización neoliberal, pueden reconstruir en los territorios alianzas de las formas concretas de trabajo y vida. “La región que viene no se puede construir sólo perfilada por el mundo económico mercantil (para atacar o defenderse en él), sino que está llamada a ser un anclaje para la nueva constitución de una ciudadanía que suponga una nueva visibilización del trabajo” (Alonso, 2000, p. 32). Podemos enumerar varias experiencias y propuestas en esta perspectiva: La Cámara Regional del Gran ABC en Brasil, que reúne a diversos actores desde 1996 con la participación de las prefecturas municipales del Gran ABC de São Paulo (São Bernardo do Campo, Santo André, São Caetano do Sul, Diadema, Mauá, Ribeirão Pires e Rio Grande da Serra), el gobierno del Estado de São Paulo, el conjunto de los parlamentarios de la región en el nivel municipal, estadual y federal, el Foro de la Ciudadanía del Gran ABC, gremios empresariales, organizaciones de los trabajadores (no sólo sindicatos) y entidades civiles organizadas. Su misión en un principio era enfrentar la crisis económica y social, producto de la reestructuración productiva, agenciada por fuerzas externas, y expresada en altas tasas 380 La forma sindical en Latinoamérica de desempleo y una crisis de identidad económica de la región; ésta ha derivado hacia la negociación con las ETN de su responsabilidad social, laboral y medio ambiental con la región (Leite, 2000, p. 92). También en Brasil, en Recife, las administraciones municipales en cabeza del PT, desde la década del 90 hasta el presente, han construido espacios que en el territorio buscan vincular trabajo, ciudadanía e integración socio-espacial con instituciones como las Unidades Productivas Comunitarias y los Centros Públicos de Promoción del Trabajo y la Renta. Donde, por ejemplo, en el fomento del turismo se ha buscado regular la alta rotabilidad en el trabajo y bajos salarios en los hoteles, como política orientada a mejorar el servicio, a la vez que se impulsa la formación profesional de los empleados de aquellos, y de paso se encamina hacia la integración de los trabajadores a la ciudad, abarcando dimensiones extralaborales, como la vivienda y el acceso a los servicios públicos domiciliarios y el equipamiento urbano (De Castillo, 2003, p. 195-214). También se pueden mencionar propuestas como las de la garantía dinámica del empleo y las comunidades de bienestar, que buscan desde los espacios locales permitir en la primera propuesta que los trabajadores que deben ser despedidos por los ajustes de las empresas al mercado, a través de un amplio pacto social que involucre a trabajadores, empresarios, universidades, gobiernos locales y otros actores sociales, se garantice la recalificación y reubicación laboral de los trabajadores cesantes. En cuanto a las comunidades de bienestar, se propone una alternativa reflexiva a las distancias y burocratismos de los antiguos esquemas de Estado de Bienestar, proponiendo el cara a cara en la construcción de las políticas públicas e incluso la participación de los ciudadanos en la definición del mismo concepto de bienestar, que encierra matices de un lugar a otro. Frente a este ángulo de análisis de la fragmentación de la producción y su extensión en el territorio, se vienen levantando una serie de experiencias, que de manera tentativa hemos denominado como sindicalismo territorial. Algunas de ellas son: el denominado sindicalismo territorial en Chile que agremia no sólo a trabajadores, sino también a amas de casa, desempleados, jóvenes, y además de reivindicaciones salariales, hace demandas sobre la calidad de vida y el medio ambiente en un territorio específico (Guattari, 1994, p. 54); la alianza entre movimiento sindical y ambiental en distintas regiones de los Estados Unidos (O’Connor, 1999); el control sobre el pago de impuesto por parte de las empresas al fisco municipal, realizado por los sindicatos en Porto Alegre Brasil en el marco de los procesos de presupuesto participativo (Genro, 2000, p. 44); la afiliación directa de los trabajadores a la Central de Trabajadores de Argentina y la instalación de las sedes de ésta en los barrios, abriéndose no sólo a los Juan Carlos Celis Ospina 381 trabajadores, desempleados y pensionados, sino también a los pobladores y sus múltiples formas organizativas (cooperadoras escolares, de costura, cooperativas para hacer pan, guarderías, comedores escolares, centros de salud comunitarias, asociaciones de mujeres contra la violencia, grupos comunitarios de asistencia, comunidades eclesiales de base, organizaciones de carácter reivindicativo barrial, entre otras), asumiendo la organización y potenciación de las demandas de ambos (entrevista N° 22; Rauber, 2003; Iñigo & Cotarelo, 2000). Las experiencias mencionadas pueden ser leídas como demarcaciones de vivencias de unos derroteros conformados entre determinados parámetros de tiempo y espacio que, desde el presente, pueden o no abrirse a otras trayectorias (Zemelman, 1995, p. 24). En estos casos, la articulación que hacen los sindicatos entre producción y sociedad, se realiza a través del territorio, y sus demandas abarcan además del salario, la calidad de vida y el medio ambiente. Avanzando en el estudio de estas experiencias, hemos identificado cinco dimensiones de la acción de los sindicatos desde lo local, que son: la globalización de la acción sindical local; el involucramiento en procesos de concertación desde las localidades de las inversiones extranjeras; la generación de propuestas alternativas de poder local; la articulación con movimientos medioambientalistas; y la vinculación dentro de su programa y accionar de la organización y defensa de los derechos de los trabajadores terciarizados, precarios y deslaboralizados. E incluso para el caso colombiano hemos identificado en algunos casos (Sintraemcal, Sintracarbon, Sintrainagro, Intersindical del Sur e Intersindical del Norte en el Valle de Aburrá) la presencia de varias de estas dimensiones y distintas formas de articulación entre éstas, generándose configuraciones de un eventual proyecto de sindicalismo territorial (Celis, 2004). Lo territorial es asumido como resistencia y actitud propositiva frente a las territorializaciones propuestas por la globalización neoliberal, como búsqueda de apropiación y construcción del espacio de producción de la vida. Esta perspectiva de construcción dentro del movimiento de los trabajadores coincide con los caminos que están recorriendo los movimientos sociales contemporáneos en América Latina, que se han alejado en su caracterización, tanto del viejo movimiento sindical, como de los denominados, desde hace tres décadas, nuevos movimientos sociales. Los movimientos indígenas y campesinos de diferente latitudes, los piqueteros argentinos, los diferentes movimientos de pobladores, marcan el paso a las movilizaciones sociales en América Latina, tiene según Raul Zibechi al menos siete características en común: arraigo territorial; autonomía de los estados y partidos; revalorización de la cultura y afirmación de identidades y solidaridades; capacidad de formar sus propios intelec- 382 La forma sindical en Latinoamérica tuales; empoderamiento de la mujeres; preocupación por la organización del trabajo y la naturaleza; y formas autoafirmativas de lucha que hacen visibles los rasgos de identidad y solidaridad de estos movimientos. Entre las características enunciadas, Zibechi destaca el territorial como el rasgo diferenciador más importante, que les estaría permitiendo revertir la derrota estratégica. Es una respuesta a la crisis de la territorialidad de la fábrica y de la hacienda, recuperando o conquistando espacios a través de largas luchas, abiertas o subterráneas. Desde los territorios se construye colectivamente organización social, donde se instituyen los sujetos, apropiándose del espacio, material y simbólicamente, los movimientos en cuestión enarbolan proyectos de largo aliento, entre los que se destaca la capacidad de producir y reproducir la vida, a la vez que se establecen alianzas con otras fracciones de los sectores populares y capas medias (Zibechi, 2003, p. 185). En términos del movimiento de los trabajadores, es de especial interés reconocer el aporte de los piqueteros argentinos. El movimiento de los trabajadores desempleados argentinos denominado piqueteros, toma su nombre de su forma de lucha fundamental, el piquete, que se refiere a un corte de ruta de importantes autopistas metropolitanas. La palabra piquete, que en el lenguaje sindical se refiere al grupo que bloquea la producción en una protesta o huelga dentro de la fábrica, es ahora resignificado para bloquear la producción que se ha extendido por el territorio y generar, de esta forma, condiciones de negociación. La relevancia de lo territorial necesita ser viabilizada por formas organizativas acordes a las dinámicas y subjetividades de los movimientos y las estructuras con las que se enfrentan, asunto que hemos asumido proponiendo la dimensión de la organización en red. 4. Organización en red El reto que enfrenta el movimiento de los trabajadores es conseguir integrar una pluralidad de realidades y de relaciones individuales y colectivas de trabajo, dispersas a lo largo de las redes de territorios, en una economía cada vez más integrada, que tiende hacia denominadores comunes de inestabilidad e incertidumbre, y desde donde se vienen gestando luchas por la consecución de derechos laborales y humanos mínimos y se pueden vislumbrar búsquedas de los trabajadores por un mayor control de los procesos productivos, y con esto, sobre sus propias vidas. La forma de organización tiene que ver consecuentemente con la constitución de redes, en parte yuxtapuestas a las empresas red. Se está en la búsqueda de las bases de agrupación local funcionando a nivel global; engendrando mecanismos de conexión e interrelación (Ronda, 2002, p. 25). Juan Carlos Celis Ospina 383 La posibilidad de concebir una forma de organización en red parte de entender que las grandes corporaciones no desaparecen en tiempos de creciente flexibilidad externa, las pequeñas y medianas empresas se han convertido en subcontratistas de aquellas, en condiciones de trabajo diferentes de las grandes. Mientras que en las grandes la introducción de formas de organización del trabajo contemplan el involucramiento negociado o no de los trabajadores en el proceso laboral, en las pequeñas y medianas empresas, en casos como el colombiano, priman relaciones laborales de tipo autocráticas (López, 1999, p. 215). Además en los países de América Latina se extienden con vigor los trabajos precarios y no estructurados, así como el autoempleo, que en Colombia ya tiene una historia que se remonta a finales de los años 50. En otras palabras, ha perdido fuerza de centralización el trabajo industrial taylorista y fordista, y ha aumentado la heterogeneidad ocupacional de los trabajadores. Sin embargo, la amplia heterogeneidad de las posiciones ocupacionales de los trabajadores no autoriza para postular la fragmentación absoluta como lo hacen los posmodernos, al igual que no se podría anteponer una imagen de un agente unificado y homogéneo, que por lo demás nunca ha existido (Hyman, 1996, p. 16). Pero a partir de estratos fosilizados de las culturas populares se pueden formar solidaridad e identidades entre sujetos que se constituyen en el mundo del trabajo, en la lucha por la consecución y defensa de mínimos stándares laborales y otros derechos, e incluso entre éstos y sujetos que se constituyen frente a las reivindicaciones medio ambientales, de discriminación racial, asimetrías de genero, mejoramiento de la calidad de vida, etc. De otro lado, los movimientos sociales contemporáneos cuestionan la fatalidad del individualismo, que para Clauss Offe, se basa en la fragmentación de los mundos de la vida de los trabajadores y la pérdida de importancia del mundo del trabajo en la conformación de subjetividades (Offe, 1992, pp. 17-51). Incluso en las empresas red, donde se descentraliza la producción a través de redes de subcontratistas, el control sobre la coordinación del proceso productivo, por parte de la gran empresa, siginifica articulaciones muy precisas entre empresas por la vía de los sistemas de “justo a tiempo”, lo que se convierte en una oportunidad para la acción sindical y/o de organización de los trabajadores. En las redes de subcontratación que implican autoempleo se pueden abrir los espacios de lucha por mejorar las condiciones precarias de trabajo, que pueden nuclearse alrededor de cambios legislativos, que encontrarán referentes en convenciones y resoluciones de la OIT; como la Convención 177 sobre trabajo a domicilio, y las recomendaciones 184 sobre trabajo a domicilio, y 189 sobre empleo en pequeñas y medianas empresas, así como 384 La forma sindical en Latinoamérica la SA 8000 de responsabilidad social empresarial. En la misma dirección, las relaciones desiguales entre empresas crean las posibilidades para alianzas entre trabajadores con sus pequeños empresarios, en procura de vínculos justos y equitativos con los grandes consorcios (De la Garza, 2003). También en los modelos productivos toyotistas, encontramos estrategias empresarias que procuran el involucramiento de los trabajadores en los objetivos de las empresas, en tanto productividad y calidad, recurriendo a la formación de identidad colectiva, cultural y de articulación del mundo productivo con los ámbitos de reproducción externa de los trabajadores como la familia, la religión, el ocio, el consumo. Este intento de articular por la voluntad de los empresarios espacios que no están articulados de forma estructural, están signados por la incertidumbre, marcan las potencialidades para la intervención organizada de los trabajadores y de los sindicatos, allí donde existan. Hoy los sindicatos ubicados fundamentalmente en el sector estructurado de la economía, están ante la alternativa de aliarse con la empresa para enfrentar a la competencia en el mercado, o formar bloques con los más precarios del sector no estructurado. En la primera opción, se encaminarían hacia un corporativismo de fábrica, mientras que la segunda alternativa, al no concebir la relación capital-trabajo en su inmediatez, se propone un desarrollo equilibrado y sustentable en contravía al neoliberalismo (De la Garza, 2001 a, p. 28). Entre los mismos procesos de reestructuración productiva se abre un amplio campo de incertidumbres y posibilidades para la acción viable de las organizaciones de los trabajadores, para la negociación del orden. En la configuración de estos espacios y ante las nuevas y más extendidas heterogeneidades, desarticulaciones y gobalizaciones, es preciso pensar en organizaciones en red, donde se desarrollen acciones múltiples, sin vanguardismos de determinados sujetos sociales, con un despliegue ágil, multiforme, rearticulable en forma diversa de los movimientos, donde se entienda que no siempre van a participar los mismos sujetos. También se pueden tomar en cuenta las experiencias de los movimientos altermundistas, en cuanto a su uso creativo de los medios masivos de comunicación, desde el internet hasta la televisión; creando unos símbolos y discursos seductores de subjetividades ávidas de que sus demandas sean traducidas en mensajes frescos (De la Garza, 2003, p. 36). Las experimentaciones en esta dirección que se han venido agenciando desde el movimiento de los trabajadores, parten fundamentalmente desde los sindicatos y se orientan, en la mayoría de los casos que hemos registrado, hacia sujetos trabajadores leídos como informales; en otros casos asumen la tarea de autogestionar pequeñas y medianas empresas abandonadas Juan Carlos Celis Ospina 385 por sus dueños, y también se vienen gestando redes de trabajadores en procesos de producción de bienes y servicios a lo largo y ancho del planeta. El caso del Self Employed Women Assossiation (SEWA) -Asociación de mujeres autoempeladas- de la India y el Self Employed Women Union (SEWU) -Sindicato de Mujeres Autoempleadas- de Sudáfrica, son dos casos de organización de las trabajadoras del sector no estructurado, que retan a la imaginación de los y las lideres sindicales de nuestras latitudes. La Asociación de Mujeres Autoempleadas de la India fue fundada como sindicato en 1971 para agrupar a mujeres del llamado sector informal, por unas mil trabajadoras, que buscaban defenderse de los atropellos de la policía, la violencia de badas, que las expropiaban de sus mercancías y sujetaban a su dominio. En sus inicios, exploraron recursos jurídicos para lograr independencia. Para 1974, fundaron un banco cooperativo, y ya contaban para entonces con 4000 afiliadas. El banco se dedica desde entonces a otorgar créditos a mujeres pobres, con el objeto de que comiencen su propia actividad económica, se fomenta la cultura del ahorro, se imparte ayuda técnica y asesoría en la gerencia de la producción, el almacenaje, la prestación de servicios y el mercadeo, se contribuye a recuperar bienes de casas de empeño, y se recogen ahorros a diario en los lugares de trabajo y las viviendas. La SEWA se ha trazado como meta empoderar a las mujeres para que utilicen todos los recursos a su alcance con eficacia. Han utilizado las herramientas tradicionales de lucha del movimiento sindical, y en regiones donde no existe autoempleo, han procurado formar cooperativas de producción. Hoy, SEWA cuenta con 220.000 afiliadas, 372 grupos de producción y 72 cooperativas, entre las que se cuentan las dedicadas a la salud y al cuidado de los niños. La experiencia del sindicato indio ha empezado a ser replicado desde 1993 en Sudáfrica por el Sindicato de Mujeres Autoempleadas, que agrupa a vendedoras ambulantes, mujeres que trabajan desde la casa, incluso tele-trabajo, campesinas de subsistencia y recicladoras. Siendo su principal actividad negociar con las autoridades municipales y regionales para las mujeres trabajadoras que agrupa mejoras como: baños, agua limpia, un techo sobre el puesto de ventas, lugares para almacenar las mercancías, alojamientos, seguridad y guarderías. Además han incursionado en programas de alfabetización y formación para el trabajo, como de promoción de campañas de prevención del SIDA. Para seguir con el sector informal, en Brasil la CUT ha creado una Agencia de Desarrollo Solidario, para apoyar fundamentalmente a los trabajadores del sector no estructurado, y el Sindicato de Trabajadores en la Economía Informal, aunque reconocen que aún no han construido una estrategia, ni 386 La forma sindical en Latinoamérica una política para el sector informal, si empiezan a discutir propuestas para el caso de Sao Páulo, como la formulada por las Incubadoras Universitarias de Cooperativas Populares, en el sentido de crear una cooperativa que reuniese a todos o a la mayoría de los vendedores ambulantes. La última experiencia que nos parece importante reseñar es la Union Network International (UNI), creada en el 2000 reúne a 1000 sindicatos de 150 países con un total de 15 millones de trabajadores del comercio, la banca, informática, correos, call center, la industria de los gráficos, los medios de comunicación y varios otros sectores que se unieron en este global unios (sindicato global en el sentido en que los viene impulsando la CIOLS). Resulta de especial interés las campañas internacionales que vienen realizando alrededor de los derechos de los trabajadores de los call center (centros de llamadas), que enlazan en red y utilizando los mismos instrumentos informáticos de su trabajo, para denunciar y presionar desde diferentes partes del mundo a ETN como desde el 2003 a Sintel que en Panamá viola los más mínimos derechos laborales en las instalaciones de su empresa Cable & Wireless, y presiona a las empresas que subcontrata para que sus trabajadores no se organicen en sindicatos, o se afilien a los ya existentes. Además, la UNI viene promoviendo una campaña mundial desde el 2001, de denuncia de la violación del derecho a la privacidad en el trabajo de los call center, a través de sofisticados medios de supervisión electrónica e identificación biométrica. Experiencias como las enunciadas, y otras que por tiempo de exposición no hemos reseñado, como ser: las redes mundiales de sindicatos al interior de ETN que viene fomentando el Observatorio Social de la CUT Brasil y el Programa de Vigilancia Social de ETN de Plades en Perú; las redes de recuperación de fábricas en Argentina; la Asociación Nacional de los Trabajadores en Empresas Autogestionarias y Paticipación Accionaria (ANTEAG) en Brasil; las redes de mujeres sindicalistas en México; las redes de sindicatos contra la tercerización en Perú; así como las redes a nivel mundial de ONG de apoyo a organizaciones de trabajadores y defensa de los derechos laborales (Fiaet, Global Network, Global Police Network, Redlab), son iniciativas que desde poco menos de diez años se vienen tejiendo, y constituyen la base para proyectos de organización y defensa de derechos del conjunto heterogéneo de trabajadores inmersos en la flexibilización del mercado laboral y deslaboralización de las relaciones de trabajo. Con esta presentación de dimensiones y experiencias esperamos suministar algunos planteamientos tácticos frente a la invasión neoliberal, que en el debate y la acción concreta de los sujetos y bajo el filtro de su adaptación, inventiva y creatividad podrán enriquecer o no a un movimiento como el de los trabajadores que tras más de siglo y medio de sucesivas mutaciones, Juan Carlos Celis Ospina 387 puede asumir con serenidad uno de sus períodos de mayores dificultades y crisis, así como de abversarios más fuertes. No buscamos alentar un engañoso optimismo, sino que simplemente asumimos la máxima gramscina, del pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad. Bibliografía Alonso, Luis Enrique, Trabajo y posmodernidad: el empleo débil, Madrid, Editorial Fundamentos, 2000. Castel, Robert, Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado, Buenos Aires, Paidós, 1997. Castillo, Juan José. La sociología del trabajo hoy: la genealogía de un paradigma. 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Este es particularmente el caso de las organizaciones de docentes de enseñanza básica.1 Tomar nota de esta situación posibilita una relectura de la historia del movimiento sindical y de los sistemas de relaciones laborales en clave de qué lugar ocuparon en ella los docentes públicos –un gremio antiguo, con cuadros que militaban en partidos obreros y que desde siempre había sido sujeto de demandas laborales. En el limitado espacio de este texto me pregunto por el desarrollo de las organizaciones de los docentes del sector público de enseñanza básica en México, Venezuela, Argentina, Brasil, Chile y Bolivia.2 Se trata de un 1 Cooper (1992), en un trabajo pionero, estudia quince casos nacionales de Asia, Europa, Oceanía y América del Norte. Se trata de una excepción; la bibliografía internacional es escasa. 2 El presente trabajo continúa algunas reflexiones desarrolladas en textos anteriores (Gindin, 2008 y 2009). He seleccionado a Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Venezuela y México porque, a partir de un estudio llevado adelante junto a Adalberto Cardoso, tuve la oportunidad de familiarizarme con la historia de estos países y particularmente con la historia de los respectivos movimientos sindicales. Ver, Cardoso y Gindin (2008). Julián Gindin 392 La forma sindical en Latinoamérica objetivo ambicioso y los estudios empíricos sobre la cuestión aún presentan importantes lagunas;3 por esto he optado por escribir un ensayo. En este me concentro en presentar un abordaje analítico general que pretende contribuir a comprender el desarrollo del sindicalismo docente en América Latina. Las políticas estatales de incorporación a la clase obrera y los docentes La regulación estatal de las condiciones laborales y de la actividad sindical fue parte de los proyectos gubernamentales de incorporación de la clase obrera. Las características que este proceso asumió en cada país re-estructuraron, aunque de diferentes maneras, las tradiciones y las prácticas sindicales. Esta intervención estatal tuvo en términos generales un carácter doble: sancionó y protegió derechos sindicales, pero al mismo tiempo se orientó a controlar la acción de los trabajadores. Uno de los grandes méritos del trabajo de Collier y Collier (1991) es que permite ir más allá de este reconocimiento general. Estos autores consideraron ocho países latinoamericanos, entre ellos, cinco de los seis casos que aquí interesan, y establecieron a partir de su estudio una tipología. De acuerdo a ella, Brasil, entre 1930 y 1945, y Chile, entre 1920 y 1931, serían casos de incorporación estatal de la clase obrera. En estas ocasiones, prima la faceta controladora de la acción estatal, que despolitiza a las organizaciones de trabajadores. Es en Brasil donde este proyecto llegó más lejos, llegando a conformarse un verdadero sindicalismo oficialista que sobrevivió al gobierno de Getúlio Vargas (1930-1945). Argentina entre 1943 y 1955 constituiría un caso de populismo laboral, en tanto México (1917-1940) y Venezuela (1935-1948), de populismo radical. En estos últimos tres países la incorporación fue protagonizada por un partido, y su acción politizó y movilizó a los trabajadores. La diferencia radica en que en los casos de México y Venezuela también los campesinos se movilizaron y 3 Existe material sobre la historia del sindicalismo docente en Argentina, Chile, Brasil y México (ver, entre otros, Arnaut, 1996; Ascolani, 1999 y 2009; Núñez, 1986; Vázquez y Balduzzi, 2000; Ramos, 2000; Vicentini y Genta, 2009; Gindin, Gentili y Fontoura, 2009). Algunos aspectos sobre la historia del sindicalismo docente en Bolivia pueden conocerse en Orozco (2003 y 2008) y Anaya (2008), pero no se trata de trabajos propiamente históricos. El material histórico sobre el sindicalismo docente en Venezuela es todavía más escaso. Me estoy valiendo de informaciones dispersas. Quiero agradecer a Sigfredo Chiroque su inestimable colaboración para poder hacerme con algunos materiales sobre la legislación educativa boliviana sancionada en la década de 1950. Julián Gindin 393 sostuvieron la coalición gubernamental reformista. Como muestran Collier y Collier (1991), estos diferentes procesos y sus implicaciones son determinantes de la historia -y particularmente de la historia del movimiento sindical- en las décadas siguientes. Creo que Bolivia puede caracterizarse, también, como un caso de populismo radical.4 Desde el punto de vista del Estado, no era tan importante controlar a los docentes como a otros segmentos asalariados. Las organizaciones del magisterio eran débiles, en general, respetuosas de la autoridad estatal y con pocas articulaciones con el movimiento sindical. Si bien hay registros de huelgas docentes en la primera mitad del siglo XX, la insatisfacción laboral del gremio raramente se expresaba de manera violenta. Naturalmente, por el tipo de trabajo, las protestas docentes no afectaban la economía de manera directa. De cualquier manera, por otro lado, era relativamente fácil promover desde el estado entidades docentes afines a los gobiernos. La afiliación obligatoria a una entidad oficial, por ejemplo, podía efectivizarse de manera sencilla. Era un segmento laboral interesante para los regímenes que se proponían movilizar a la sociedad en su apoyo: los maestros se encontraban en todas las ciudades y pueblos y podían ser efectivos difusores de las ideologías políticas en las cuales se legitimaba la acción estatal. Esta capilaridad del magisterio y el ascendente que podrían tener sobre las comunidades (particularmente, sobre las comunidades rurales) los hacían especialmente atractivos como organizadores populares. Para decirlo en otros términos: para los regímenes políticos que se propusieron la incorporación de la clase obrera era relativamente menos importante controlar a los docentes que a otros gremios, pero sí podía ser relevante movilizarlos como base de apoyo. Resulta emblemático que los gobiernos de México (en la década del ‘30) y Bolivia (en la del ‘50) movilizaran a los maestros rurales, mientras el régimen de Vargas, en otro país rural, mantuvo a los docentes relativamente fuera del edificio institucional que se propuso edificar. La intervención estatal directa en el movimiento sindical y la regulación de las relaciones laborales supuso la sanción de instrumentos legales que 4 No es este el lugar para intentar ubicar con precisión al caso boliviano en la tipología propuesta por Collier y Collier (1991). El período de incorporación habría comenzado en 1936, con el gobierno del militar nacionalista David Toro. La revolución del ‘52 indicaría la radicalización del período de incorporación, con el gobierno del Movimiento Nacional Revolucionario, que se extendería hasta el golpe militar de 1964. A diferencia de los casos de Venezuela y México, no hubo después de la reacción un período de estabilidad asentado en un sistema de partidos integrador que procesase las diferencias políticas evitando la polarización. 394 La forma sindical en Latinoamérica contemplaron de manera muy desigual a los asalariados por el Estado. En México, las líneas maestras de la legislación laboral fueron trazadas en la Constitución revolucionaria de 1917 y su artículo 123, que tiene dos apartados. La Ley Federal de Trabajo (1931) reglamentó el apartado A, relativo a los asalariados privados; luego fue sancionado un estatuto (1938) que reglamentó el apartado B, que se aplica a los empleados públicos empleados por el estado nacional. En Argentina, la Ley de Asociaciones Sindicales (1947) contempla la sindicalización del sector público, pero no así la de negociación colectiva (1953). Del otro lado, la Consolidação das Leis Trabalhistas de Brasil (1943), el Código de Trabajo de Chile (1931) y la Ley General del Trabajo de Bolivia (1942), no incluían a los empleados públicos. En estos países, y probablemente también en Venezuela,5 estos instrumentos legales no reconocían derechos sindicales para los docentes públicos. Estas diferencias no son casuales. Tanto en México, en 1917, como en Argentina, en 1947, los gobiernos estaban intentando fortalecer al sindicalismo como base de soporte político; mientras ese no era el proyecto ni del gobierno de Getúlio Vargas en Brasil ni de los de Alessandri e Ibañez en Chile. En Venezuela, la ley del trabajo fue promovida por un gobierno al que la coalición reformista emergente se oponía, y en Bolivia fue sancionada exactamente diez años antes de la revolución. En ese país el derecho a la organización sindical de los docentes públicos sería establecido por la legislación educativa post-revolucionaria. La Constitución mexicana de 1917 dedicó todo un apartado del artículo 127 (el inciso B) a las relaciones de trabajo de los empleados públicos del gobierno federal. Estableció allí el derecho a la organización colectiva y a la huelga; y colocó a los conflictos laborales de ese ámbito en la órbita de un Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje (que también arbitraría en algunas de las ramas productivas industriales y de servicios). No tuvo entonces mucho valor real para el gremio que nos interesa, porque eran los municipios y los estados los que empleaban mayoritariamente a los docentes. Pero este segmento creció en las décadas siguientes y se convirtió en paradigma de las legislaciones estaduales. En este contexto, sí el Estatuto Federal de los Trabadores al Servicio del Estado (luego transformado en Ley, LFTSE) de 1938, y el reglamento específico para los empleados de la Secretaría (ministerio) de Educación Pública (SEP) de 1946 del gobierno federal adquirieron un gran valor. Una federación docente que participaba de la central obrera próxima al gobierno (la CROM) había ganado algunos espacios institucionales en 5 No tuve oportunidad de consultar el original de la Ley del Trabajo venezolana, sancionada en 1936. Julián Gindin 395 el sistema educativo a fines de la década del 20, y la década siguiente asistió a un gran desarrollo de diversas organizaciones docentes. La LFTSE estableció que cada Secretaría del gobierno federal sólo reconocería a un sindicato y desde entonces estuvo en agenda la constitución del sindicato único de la SEP, creado finalmente en 1943, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). El estatuto y el reglamento otorgaron un enorme poder al sindicato, exactamente en la década que asistió al giro conservador de los gobiernos posrevolucionarios mexicanos. Afiliación obligatoria, gran poder de disciplinamiento del Comité Ejecutivo Nacional sobre las secciones estaduales y, lo que es más revelador, integración con relativa autonomía al control laboral de la docencia. Institucionalmente, esto se logró por medio de la capacidad de indicar la mitad de los cargos docente vacantes (una especie de bolsa de empleo) y la integración paritaria (esto es, con capacidad de veto) de los organismos que decidían los ascensos y los traslados. Recordemos que un mismo partido (el PRM de Cárdenas, luego el PRI) gobernó México hasta el año 2000 y entrelazó las estructuras partidarias con el estado, por un lado, y con las organizaciones sociales y sindicales, por el otro. El SNTE participó de esta exitosa gobernabilidad corporativa. En Bolivia, primero se organizaron los maestros urbanos, y los rurales lo hicieron masivamente de la mano de la revolución de 1952. Este último segmento estaba dirigido y fuertemente articulado con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en el gobierno. Como directivos de la federación de maestros rurales fueron elegidos funcionarios, inclusive ministros. Sin embargo, a diferencia de México, los segmentos rural y urbano de la docencia se organizarían en confederaciones nacionales separadas, posiblemente por las dificultades del MNR de dirigir políticamente a los docentes urbanos.6 La carrera docente estaba regulada por un instrumento legal de 1936, que fue transformado por el Reglamento del Escalafón Nacional del Servicio de Educación (1957). La ley laboral de la década del 30, que no contemplaba el derecho a la sindicalización del sector público, fue mantenida. Sin embargo, el Código de Educación promulgado en 1955 reconoce el derecho a la sindicalización del magisterio y las organizaciones de maestros fueron integradas mediante el Reglamento a la gestión del sistema educativo, y particularmente de la carrera docente.7 Este sistema 6 Hubo una tentativa de crear una confederación única en 1954, la Confederación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (CNTE), pero esto duro apenas dos años (Anaya, 2008). 7 Entre los criterios para evaluar a los docentes, el reglamento incorpora la asistencia a reuniones sindicales (art. 26) y al evaluar a los docentes que pretenden ascender de jerarquía, el reglamento establece que debe tenerse en 396 La forma sindical en Latinoamérica supone la unicidad sindical, vigente en Bolivia hasta la actualidad. Las federaciones y confederaciones se sostienen económicamente con descuentos compulsivos sobre su base de representación. Si bien los organismos de los que participan las organizaciones docentes no son paritarios (a diferencia de lo que pasa en México8) la participación de sindicatos únicos y de personal de carrera en las comisiones encargadas de la calificación y ascenso de los docentes favoreció, en los contextos no represivos, cierto co-gobierno informal del sistema educativo (Orozco, 2008). Probablemente, la Asociación General de Profesores (AGP) de Chile, creada en 1922, haya sido la más fuerte de las organizaciones docentes de ese período. La AGP llegó a reunir siete mil afiliados y 100 agrupaciones departamentales, cultivaba buenas relaciones con el movimiento sindical y reunía a un vigoroso activismo docente. Inicialmente, la AGP apoyó críticamente al gobierno de Carlos Ibañez (1927-1931) y algunos cuadros de la Asociación se incorporaron como funcionarios a la cartera educativa. Sin embargo, esta buena relación duró poco y en 1928 el gobierno disolvió la AGP, exoneró y trasladó a muchos de sus dirigentes. A diferencia de sus congéneres en Bolivia o México, la gravitación de la AGP hasta 1928 no dependía de su articulación al proceso político nacional. La AGP tenía sus raíces “(…) en el proceso histórico de ascensión e irrupción de las capas medias” (Núñez, 1986, p. 57), y en ese sentido guarda más puntos de contacto con las asociaciones docentes argentinas contemporáneas. Las relaciones con el movimiento sindical, más fuertes que en Argentina pero en el mismo sentido, se fundamentaban en ideologías marxistas o libertarias. Tenían, por ello, un fundamento ideológico diferente que las relaciones entre los docentes y el movimiento sindical en México y Bolivia. Y, lo que a fines de este trabajo es más importante, era parte de un desarrollo organizativo más autónomo en relación al estado y que difícilmente podía alcanzarse en la década del ‘20 en países rurales como Brasil, México o Bolivia. El gobierno de Getúlio Vargas (1930-1945) no tuvo que hacer frente a organizaciones sólidas como la AGP chilena. En el estado de São Paulo apoyó la creación de la que sería por décadas la principal organización del profesorado brasileño, el Centro do Professorado Paulista (CPP), una cuenta “el ascendiente y la autoridad moral de que deben gozar, en las bases del magisterio, los candidatos a los cargos superiores de la administración escolar” (art. 55). 8 El reglamento establece que las federaciones docentes nombraran uno de los tres miembros de las Comisiones Distritales encargadas de la calificación de los docentes, y uno de cuatro miembros de los tribunales encargados de evaluar los ascensos dentro de la carrera docente. Los concursos de ascenso con presencia sindical son conocidos como “institucionalizaciones”. Julián Gindin 397 entidad recreativa y mutualista. Hubo una fugaz tentativa de integrar estas organizaciones al propio gobierno, por medio del establecimiento de “diputados clasistas”, nombrados por las entidades de asalariados privados y de empleados públicos reconocidas por el gobierno. Pero esto no avanzó y el gobierno asumió características decididamente autoritarias con el Estado Novo (1937-1945). En Argentina había buenas condiciones para la conformación de entidades docentes con relativa autonomía del estado: una sociedad más urbanizada y con mayor presencia de las modernas clases medias, un desarrollo relativamente más vigoroso del sistema educativo y el fin de la república oligárquica en la década del 10. Efectivamente, hacia 1920 en prácticamente todas las provincias actuaban organizaciones docentes. Sin embargo, la situación política e ideológica favorable para la acción de las asociaciones docentes que entonces actuaban en Argentina se cerraría en 1930. En esa década se promovieron entidades docentes oficialistas9, política reeditada con mayor determinación durante el gobierno de Perón (1946-1955). El fuerte liberalismo laicista de finales del siglo XIX continuaba teniendo presencia en muchos cuadros docentes -inclusive en los socialistas y comunistas- y la promoción de elementos católicos y espiritualistas era, para ellos, inaceptables. A eso se sumaba una creciente polarización política que ubicó a buena parte del magisterio en las filas del antiperonismo, o por lo menos los alejó del peronismo militante. Por otro lado, y pese a algunas expresiones, el gobierno de Perón no mostró la misma determinación política para organizar al magisterio y satisfacer las demandas gremiales docentes que la que mostró con el conjunto de la clase obrera. En Venezuela, en 1932, antes de la apertura asociada al fin del gobierno de Juan Vicente Gómez, se creó la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria. Ésta, perseguida por las autoridades, fue el antecedente sobre el que se constituyó la Federación Venezolana de Maestros (FVM) en 1936.10 Los sectores medios opositores se nucleaban en el Partido Democrático Nacional (que después de la salida del PC fue transformado en Acción Democrática, AD). Muchos cuadros docentes eran militantes de AD, y Luis Beltrán Prieto Figueroa, primer presidente de la FVM, fue Ministro de Educación cuando AD llegó al gobierno (1945-1948). En ese breve trienio, la FVM se identifica y participa del gobierno. Infelizmente, no cuento con 9 El gobierno de Manuel Fresco, en la provincia de Buenos Aires, presionó a los docentes para que se afiliasen al Partido Demócrata Nacional y auspició la creación de la Corporación Nacionalista de Maestros. Ver, Ascolani (2009). 10 http://www.fvmaestros.org/historia.htm 398 La forma sindical en Latinoamérica informaciones sobre la regulación del trabajo docente o el sistema educativo que permitan ver qué papel le cupo a la FVM.11 Con la excepción de México, donde la reacción se canalizó dentro del mismo partido político, hay una notable discontinuidad entre las gestiones de los gobiernos a los que hicimos referencia y los que los siguieron. Golpes militares acabaron con los gobiernos de Rómulo Gallegos (Venezuela, 1948), Juan Domingo Perón (Argentina, 1955) y Víctor Paz Estenssoro (Bolivia, 1964). En estos países, como en México, la actividad sindical fue perseguida. Del otro lado, al fin de los gobiernos de Carlos Ibañez (Chile, 1931) y Getúlio Vargas (Brasil, 1945), siguió un período de apertura política, en la cual los sindicatos se fortalecieron, y comenzaron a pedir reformas a las restrictivas leyes laborales todavía vigentes. Los gobiernos mexicanos de la década del 40, como describimos, contribuyeron decisivamente a construir un poderoso sindicato nacional de trabajadores de la educación, a partir del marco legal heredado del gobierno de Cárdenas. La dictadura venezolana (1948-1958) pasó a controlar la dirección de la FVM, la de Bolivia (1964-1971) probablemente haya perseguido a los docentes como hizo con el conjunto del movimiento sindical, y la de Argentina (1955-1958) rehabilitó a los líderes gremiales tradicionales antiperonistas, al tiempo que persiguió a los peronistas. En Chile y en Brasil, el contraste es todavía mayor, se vive una nueva oleada de organización docente. En los contextos políticos liberales que siguieron a los gobiernos de Ibañez y Vargas, no hubo ni persecuciones político sindicales ni se promovieron relaciones corporativistas con las entidades docentes. Independientemente de la actitud que tuvieran frente a las organizaciones docentes, puede afirmarse que a partir de la década del 1930 los gobiernos comienzan específicamente a regular las condiciones de trabajo docente. Esta regulación fue legal (no contractual), inclusive constitucional, y era demandada por las organizaciones docentes y frecuentemente fue negociada informalmente. Las principales demandas eran la estabilidad e inamovilidad en el cargo (para evitar los despidos directos y limitar los efectos laborales de las reorganizaciones de la planta docente), una escala de salarios, el ingreso por concurso y en ocasiones el ascenso por concurso a los cargos jerárquicos. La Constitución brasileña de 1934 (vigente hasta 1937) estableció la vitalicidad e inmovilidad de los profesores concursados. Paralelamente, en los estados se avanzaba en la profesionalización del ingreso a la carrera 11 Si bien no cuento con información sobre las décadas anteriores, el Reglamento Docente de 1991 daba a las federaciones docentes un importante poder sobre la carrera docente. La Junta Calificadora Nacional está integrada por siete representantes de las organizaciones docentes, siete del estado y un miembro designado de común acuerdo (cfr., Gindin, 2009). Julián Gindin 399 docente (Vicentini y Lugli, 2009). La Lei Orgânica do Ensino Primário (1946) estableció que los directores de escuela serían electos por concurso y delegó a cada gobierno estadual la organización de la carrera docente. Según la Constitución boliviana de 1938, “los cargos docentes son inamovibles bajo las condiciones estipuladas por ley”, lo que fue ratificado en las posteriores constituciones (de 1948, 1967 y 1995). Estatutos docentes que establecen estabilidad laboral y un sistema de escalafón fueron sancionados en las provincias argentinas de Santa Fe en 1931 y 1941, y en Buenos Aires en 1938 y 1941. La estabilidad e inmovilidad en el cargo fueron paulatinamente consolidándose como componentes del empleo en el sector público. Esto tendría importantes consecuencias sobre la actividad sindical en las décadas de 1980 y 1990. Si bien las primeras organizaciones docentes no participaron del movimiento sindical, esto cambió a medida que avanzaba el siglo XX. La relación de las asociaciones docentes con el movimiento sindical fue natural en México, Bolivia y Venezuela, donde movimientos policlasistas reformistas permitían un marco ideológico común a sectores de las clases medias, donde se reclutaba parte del magisterio, y al movimiento sindical. También en Chile las principales asociaciones docentes tuvieron relaciones próximas con el movimiento sindical. En Argentina y Brasil fue más problemática, aunque por motivos diferentes. Sin negar las diferencias entre los cuerpos docentes de cada país, aquí destaco el papel explicativo de los diferentes contextos políticos. En el esquema de organización del Partido Revolucionario Institucional en sectores, promovido por Cárdenas, la FSTSE integra el sector popular, separado del sector obrero (donde la principal organización es la CTM) y del sector campesino (donde actúa la CNC). La identificación entre el estado y el PRI, un partido hegemónico policlasista, aproximó políticamente a las organizaciones docentes del movimiento sindical. La FSTSE y el SNTE integran el Congreso del Trabajo, creado en 1966, como la organización cupular del movimiento sindical mexicano. En Bolivia, la revolución del ‘52 y el papel en ella de la Central Obrera Boliviana (COB), dirigida por el MNR, hicieron natural la participación en la central de los docentes. Sin embargo, los estatutos de la Central establecen una participación calificada según se trate de organizaciones obreras (a las que está reservada la conducción de la central), campesinas o de clase media (como es el caso de los docentes). También en Venezuela, aunque con un contenido político diferente, la hegemonía de un partido político (Acción Democrática) sobre las organizaciones docentes y la mayoría del movimiento sindical contribuyó a que los docentes actuaran dentro de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV, fundada en 1947). 400 La forma sindical en Latinoamérica En Chile, como señalé, ya había habido una próxima relación entre el movimiento sindical y la Asociación General de Profesores en la década del 20. De cualquier manera, la AGP no se integró a la central sindical. La Federación de Educadores de Chile tuvo un papel importante en la organización de una central de asalariados de sectores medios (la Junta Nacional de Empleados de Chile, JUNECH), que a su vez participó de la creación de la Central Única de Trabajadores, en 1953. En esa década, la participación de las principales organizaciones docentes en las centrales sindicales no estaba aún planteada ni en Argentina ni en Brasil. El peronismo promovió la creación de sindicatos de maestros, afiliados a la Confederación General del Trabajo (CGT), al menos hasta 1950. Estos intentos naufragaron en las propias divisiones del movimiento peronista y en el contexto sociopolítico descripto. Con el derrocamiento del peronismo en 1955 esta situación no se reedita: mientras el peronismo tiene un limitado peso en los sectores medios donde se reclutaban a los docentes, y particularmente entre los cuadros docentes tradicionales, la central obrera se identifica fuertemente con el peronismo. La CTERA se afiliaría a la CGT recién en 1986. En Brasil, fue con el nuevo sindicalismo, a fines de los ‘70, cuando aparecieron corrientes que promovían la afiliación a las centrales sindicales, lo que a escala nacional lograron en 1987, cuando la Confederação dos Professores do Brasil (CPB) se afilió a la Central Única dos Trabalhadores (CUT). Hasta la década del ‘80, faltaba una ideología o movimiento político de masas que aproximara a las asociaciones docentes del movimiento sindical (como en Venezuela, México o Bolivia); al tiempo que una sociedad más jerárquica, rural, con menor desarrollo de las clases medias y un sindicalismo más débil, constituyó un ambiente menos favorable que el de Chile para que la relación se estrechase. Radicalización y sindicalización de la docencia En las décadas del ‘50 y del ‘60, el cuerpo docente gana nuevos contornos. El papel social y político de las mujeres comienza a redefinirse, de la mano de su progresiva incorporación al mercado de trabajo. Esto contribuyó a poner en jaque la idea de vocación como motivación para ejercer el magisterio, fortaleciendo la idea de que se trata, con sus particularidades, de un segmento asalariado más. La tendencia secular a la concentración del gremio se acelera; fundamentalmente, en los casos de expansión tardía del sistema escolar y urbanización, igualmente tardía de la población escolarizada (como es el caso de Brasil, México, Bolivia y probablemente también Venezuela). Otro elemento clave es la radicalización de la juventud, y particularmente de segmentos juveniles donde se reclutaban los docentes Julián Gindin 401 (de clase media o al menos con niveles relativamente altos de escolaridad). Probablemente, el magisterio sea el sector asalariado con vasos comunicantes más fuertes con el movimiento estudiantil. Desde inicios del siglo XX, las mujeres constituían la mayoría de la docencia primaria. Esta presencia disminuía en los niveles jerárquicos (directores y supervisores), en la enseñanza media (que tenía una presencia marginal en el conjunto de la docencia y sólo se expandió en la segunda mitad del siglo) y en el medio rural. Interesa destacarlo porque las mujeres tenían una presencia marginal en el mercado de trabajo urbano. A partir de la década del ‘60, con naturales diferencias según el país, crece la participación de las mujeres en el mercado de trabajo urbano. Esto tiene profundas consecuencias simbólicas y transformó el horizonte de acción reivindicativa de una ocupación femenina como la docencia. El magisterio primario se desarrollaba, en el siglo XIX, en escuelas unidocentes, donde frecuentemente vivía el profesor. La concentración del gremio en escuelas cada vez más numerosas fue un proceso lento y de suma importancia para el desarrollo de la actividad sindical. El otro proceso de concentración derivaba de la propia urbanización de la población. Las escuelas son intensivas en trabajo, no en capital, y pretenden acompañar la distribución de la población. Por eso es importante recordar que Bolivia, México, Brasil y Venezuela fueron países donde la mayoría de la población vivió en el medio rural hasta la segunda mitad del siglo XX. En 1959, la revolución cubana tuvo un efecto movilizador sobre Latinoamérica. Los procesos de descolonización en África y Asia, la renovación política y teórica de la izquierda y un conjunto de cambios culturales hicieron de la década que se abría un período político extraordinariamente rico. El movimiento estudiantil fue una gran cantera de cuadros para la izquierda radicalizada de estos años. Este proceso atravesó desarrollos políticos que pueden ser considerados análogos en distintas etapas de maduración. Para poner un ejemplo simple: en 1959, el gobierno del MNR llevaba jóvenes siete años, mientras en México hacía prácticamente dos décadas que el proyecto de radicalización emprendido por Cárdenas había comenzado a ser desandado. A finales de la década del ‘50, el clima político era relativamente favorable a la acción del gremio en casi todos los países. Argentina salía de los años más duros del golpe que terminó con el gobierno de Perón en 1955 y en Venezuela terminaba la dictadura de Pérez Jiménez (1958). De manera más o menos radicalizada, también habían sido superados los regímenes autoritarios en Brasil (en 1945) y Bolivia (en 1952). El contexto político volvería a cerrarse en Bolivia, Brasil y Argentina con los gobierno militares que asumieron el poder en 1964 y 1966. 402 La forma sindical en Latinoamérica La radicalización política que marcó la etapa contribuyó decisivamente al triunfo de la Unidad Popular en Chile (1970), a la llegada (efímera) al poder del general Juan José Torres en Bolivia (1970) y al regreso del peronismo en Argentina (1973). En los otros países, las consecuencias de este período tuvieron menos impactos en el sistema político. En 1968, el gobierno mexicano reprimió con dureza a los estudiantes en la conocida matanza de Tlatelolco y el brasileño acabó con el desafío obrero que representaron las huelgas de Contagem y Osasco, profundizando sus características autoritarias. Poco después, dictaduras militares más violentas, en Bolivia (1971), Chile (1973) y Argentina (1976) encauzarían represivamente la situación política en esos países. Venezuela, en tanto, continuaba con el régimen establecido en 1958 y aparecía como una “excepción” en una América Latina convulsionada. El escenario gremial docente en México, como señalamos, era monopolizado por el SNTE. Tampoco en Bolivia la unicidad sindical estaba colocada en cuestión (en cada ámbito, las confederaciones y federaciones actuaban como entidades únicas). Finalmente, en Venezuela, con el fin de la dictadura (1958), se reorganizó la Federación Venezolana de Maestros (FVM), dirigida por Acción Democrática (AD). Si en estos países la organicidad sindical no parece cuestionada en esta etapa, diferente es el caso de Chile, Brasil y, particularmente, de Argentina. Con un gremio heterogéneo (con ramas, especialidades, niveles, etc.), y sin mecanismos políticos y/o institucionales como los de Venezuela, Bolivia y México, la fragmentación del gremio creció. En Chile, en 1936, se creó la Unión de Profesores de Chile, inicialmente pensada como una entidad unitaria. Pero nuevas organizaciones docentes fueron creadas y ocho años después la Unión se participaba de la creación de la Federación de Educadores de Chile (FEDECH), donde sin mucha organicidad se nucleaban ocho asociaciones del sector. Esto no impidió que también se constituyera una organización por fuera de la Federación, que pretendió organizar a los docentes secundarios, la Asociación de Profesores del Estado (1954). Infelizmente, no hay un mapa claro de las organizaciones docentes que actuaban en Brasil entre 1945 y 1964. De cualquier manera, pese a que la Confederação de Professores Primários do Brasil (CPPB) sólo aceptaba una organización por estado de docentes primarios empleados por los estados, se crearon numerosas asociaciones docentes de otros niveles, de docentes municipales, y también entidades paralelas a las afiliadas por la CPPB. En Argentina, las diferencias políticas parecen haberse expresado en la organización del magisterio argentino más que en Brasil y Chile, al mismo tiempo en que -como en esos países- se crearon entidades según el nivel, la especialidad y el tipo de empleador (provincias o estado nacional). El caso es que para, 1973, 95 organizaciones docentes participaron de la creación de la Julián Gindin 403 Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). Y no fueron todas las que actuaban entonces; algunas importantes, como la FEB bonaerense, no participaron de la creación de CTERA. En este período, aparecen organizaciones (preexistentes o nuevas) cuya capacidad de presión se basa en la adhesión y la capacidad de movilizar a su base de representación. Se trata de un fenómeno del que se pueden encontrar antecedentes -como la AGP chilena, probablemente- y del que las huelgas docentes de masas son la mejor expresión. Lejos de las tradicionales “gestiones ante las autoridades”, las huelgas suponen enfrentamiento al mismo tiempo con el empleador y con el poder político, a veces en contextos tan difíciles como el mexicano. No es casual que estas huelgas se desarrollen en distritos donde el gremio está concentrado. La importancia del “Pleno de Representantes de Escuelas” en la huelga del Distrito Federal mexicano y la aparición de delegados por escuela en la de la provincia de Buenos Aires apuntalan este argumento.12 En la década del ‘60, aparece la idea, dentro del gremio, de que los docentes son “trabajadores de la educación”.13 Esto expresaba la aproximación, fundamentalmente de los cuadros emergentes, al movimiento sindical y particularmente su identificación con las ideologías clasistas y, en Argentina, también con el peronismo de izquierda. La idea de “trabajadores de la educación” tuvo entre sus desdoblamientos la incorporación del personal sin formación docente del sistema educativo en el segmento urbano de Bolivia, en algunas provincias argentinas, y de manera generalizada en Brasil. La estrecha relación entre las organizaciones docentes bolivianas y el gobierno del MNR sufrió un duro revés cuando en 1958, a seis años de la revolución, la federación de docentes urbanos de La Paz fue a la huelga contra el gobierno de Hernán Siles Suazo (1956-1960). De este modo, los docentes acompañaban parcialmente un movimiento del conjunto de la 12 Ambas huelgas se desarrollaron en 1958. Sobre la huelga del Distrito Federal mexicano ver Loyo (1979). Sobre el caso bonaerense me encuentro trabajando en el marco de mi tesis doctoral, con informaciones del archivo de la Asociación de Maestros de la Provincia de Buenos Aires y la tesis de Daniel Cormick (2005). El argumento es consistente con el estudio sobre el caso cordobés, en este período, llevado adelante por Gonzalo Gutiérrez en su tesis de maestría (aún no defendida). 13 En Bolivia, la federación de maestros urbanos se reconstituye a fines de los ‘60 como Confederación de Trabajadores de la Educación Urbana (CTEUB). También en este período aparece la identidad como “trabajadores de la educación” en Argentina (donde en 1973 se crea la CTERA) y Chile (donde en 1970 se crea el SUTE). A partir de 1974, los Congresos de la FVM pasan a llamarse “Congreso de los Trabajadores de la Enseñanza”. En Brasil es un poco posterior, a fines de los ‘70. 404 La forma sindical en Latinoamérica COB, frente a una gestión que representaba la ‘derecha’ del MNR. Si bien no contamos con información sobre la dinámica gremial en los restantes años del período, luego del golpe de 1964 los docentes bolivianos vuelven a ir a la huelga en 1968. Con una articulación mucho más sólida entre los sindicatos y el gobierno que en Bolivia, la huelga de finales de la década del ‘50, en el Distrito Federal mexicano, promovida por maestros disidentes, acabó con sus principales dirigentes presos. La conducción nacional del SNTE y el gobierno pudieron procesar el conflicto y reinstalar el status quo anterior al conflicto (Loyo, 1979). Las primeras huelgas estaduales (provinciales) promovidas por las entidades de base de la CPPB se realizaron en Minas Gerais (1959) y poco después en São Paulo (1963). Estos movimientos fueron menos radicalizados que en los otros países y la incipiente experiencia gremial fue abortada por la dictadura militar de 1964. En Argentina, en 1957 y 1958 los docentes se lanzan a grandes huelgas en la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, para realizar en 1960 el primer paro nacional docente. En este país, la realización de un paro nacional expresa mayor madurez gremial que en otros países, porque los gobiernos sub-nacionales eran importantes empleadores del magisterio. A partir de 1969, se realizarían nuevamente grandes huelgas docentes en algunas provincias (en Mendoza, Santa Fe, etc.) y una serie de paralizaciones nacionales. En Chile y Venezuela, este fenómeno aparece en 1968 y 1969, pero tiene el mismo carácter. En 1968, los docentes chilenos fueron a una huelga nacional que tuvo un gran saldo organizativo: los militantes docentes de la Democracia Cristiana dejaron de alentar la formación de Colegio de Profesores y se sumaron a la FEDECH para constituir el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUTE), en 1970. La FVM en Venezuela, que actuaba como la federación única, identificada con el régimen, se había mantenido pasiva en términos laborales por una década. Un grupo liderado por el viejo dirigente docente Luis Beltrán Prieto Figueroa se separa en 1967 de Acción Democrática y forma el Movimiento Electoral del Pueblo (1967),14 un movimiento político ubicado a la izquierda de los partidos del régimen (AD y COPEI). En 1969, llevando a Isaac Olivera como candidato, el MEP gana las elecciones de la FVM. Ese mismo año, se realiza la primera huelga nacional del magisterio venezolano, que termina con la firma de la primera acta convenio. No es un dato menor que fuera en este período cuando se promulgaron instrumentos legales que regulan con bastante precisión el trabajo docente 14 Sobre Prieto Figueroa, ver Rodríguez (2007). Julián Gindin 405 en Argentina y Brasil. En Argentina, son básicamente de finales de la década del ‘50, en tanto en Brasil fueron estimulados por la sanción de la Lei Orgânica do Ensino Primário, en 1946. Estos estatutos no dieron funciones a las entidades sindicales, si bien fueron demandados por ellas. Considero que este puede ser un elemento que contribuye a entender la tradición sindical más liberal del magisterio en estos países. No conozco qué instrumentos regulaban el trabajo docente en Chile ni en Venezuela,15 pero el contraste con Bolivia y México es claro. Las dictaduras militares de Argentina y Chile golpearon fuertemente a los activistas docentes políticamente radicalizados. En Chile. se disolvió el Consejo Nacional de Educación -que el magisterio integraba desde 1953- y se canceló la personería jurídica al Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUTE); en Argentina, se intervinieron algunos sindicatos de base que contaban con personería gremial y la CTERA fue desarticulada. En ambos países se despidieron y asesinaron docentes. Como en casi todas las áreas, la dictadura chilena fue más instituyente que la argentina e impulsó la creación del Colegio de Profesores en 1975. La afiliación al Colegio inicialmente era obligatoria y sus dirigentes, elegidos por el propio gobierno, pero años después, los Colegios Profesionales fueron transformados en Asociaciones Gremiales, decretándose la innecesaridad de la afiliación para ejercer la profesión y acabando con el monopolio de la representación. Esto posibilitaría la creación de entidades paralelas en los ‘80. Los docentes y la reconversión neoliberal del capitalismo A partir de finales de los ‘70, comenzaron las luchas sociales demandando el restablecimiento de regímenes democráticos en Bolivia, Argentina y Brasil. Esto fue logrado en 1982, 1983 y 1985 respectivamente. Más tarde se agregaría Chile (1990), y México se convertiría en un país con un régimen electoral realmente competitivo. Desde entonces, no ha habido golpes militares exitosos en estos países y los derechos civiles y políticos han sido, en líneas generales, respetados. En términos económicos, fue una década signada por la inflación y el bajo crecimiento económico, lo que disciplinó a los gobiernos más heterodoxos y abrió el camino de las reformas neoliberales que caracterizarían la década del ‘90. En Argentina, ya en la década del ‘70 la dictadura aplicó algunas de estas políticas, y en Bolivia comenzaron en 1985, pero fue en Chile, en la década del ’70, donde lograron reestructurar completamente la sociedad y su andamiaje institucional. 15Sobre Venezuela, ver nota al pie 12. De acuerdo a lo argumentado aquí, la hipótesis es que esta gravitación de las federaciones sobre la carrera docente sería anterior. 406 La forma sindical en Latinoamérica La lucha contra las dictaduras militares y por la recomposición salarial movilizó al magisterio, politizó las demandas gremiales y permitió que se pusieran en el centro de la escena (Brasil, México) o re-emergieran luego de la fuerte represión militar (Chile, Argentina, probablemente Bolivia) corrientes radicalizadas de docentes. En este fértil terreno, reaparece la utilización de las huelgas y las movilizaciones como forma de presión laboral. Naturalmente, hay importantes particularidades nacionales. Este no es el caso de muchos estados mexicanos, donde el sistema corporativista continuó garantizando paz laboral. En Brasil, las huelgas docentes comienzan, como las del conjunto de huelgas obreras que caracteriza el período, en 1978. Los líderes emergentes, vinculados a la izquierda no comunista, promovieron la UNATE, pero luego se integraron a la tradicional Confederação de Professores do Brasil (CPB), cuando ésta dio muestras de flexibilidad y abandonó sus posiciones más conservadoras. En algunos estados, fueron creadas nuevas entidades, se promovieron fusiones y la actividad gremial literalmente explotó. Las huelgas docentes en México permitieron, por primera vez, el surgimiento de una oposición radicalizada, con continuidad y abiertamente enfrentada a la dirección del SNTE: la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Inicialmente, con peso en los estados del sudeste (Oaxaca, Chiapas), sobre fines de la década del ‘80, la CNTE ganó presencia en el Distrito Federal y Michoacán. Pese a las grandes modificaciones vividas por el sindicalismo docente en México, en las últimas tres décadas (desvinculación del PRI, “modernización” y apertura ideológica, presencia de la CNTE, etc.) su relación con el estado ha cambiado relativamente poco, inclusive en los segmentos dirigidos por la CNTE (cfr., Cortez, 2006). En 1981, se creó la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH), depositaria de las tradiciones sindicalistas de la docencia, donde participaban fundamentalmente militantes y simpatizantes de izquierda. Años después, cuando las elecciones del Colegio fueron ganadas por opositores a la dictadura, la AGECH se disolvió y se integró al Colegio. En Argentina, son años de reorganización gremial. Se continúa la creación de sindicatos únicos por jurisdicción, política que había aparecido en los ‘70, pero que encontraría algunos límites e inclusive retrocesos luego de 1988. Si en Argentina, Brasil y Chile la tendencia a la unidad gremial tiene en el largo plazo más peso, en Venezuela el escenario es de una fragmentación del campo gremial, hasta entonces ocupado por la Federación Venezolana de Maestros. Se creó FETRAMAGISTERIO, la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación de Venezuela (FENATEV, en 1982) y, para 1984, siete federaciones sindicales y la principal central sindical fueron signatarias del 1er. Contrato Colectivo de trabajo del sector. Este proceso Julián Gindin 407 es paralelo a la realización de la tercera y la cuarta Huelga Nacional de los Educadores (en 1980 y en 1983, respectivamente). Murillo (2001), en su trabajo sobre la aplicación de las reformas de mercado a partir de 1989, apunta la existencia de incentivos para que no se unifiquen estas entidades (prerrogativas otorgadas por el estado a cada entidad), la competencia entre organizaciones y la poca disciplina partidaria. Hubo importantes avances legales en el reconocimiento de los derechos sindicales básicos (organización, huelga y negociación colectiva) de los docentes del sector público. En Brasil, la constitución de 1988 permitió la organización en sindicatos y la huelga en el sector público. Sin embargo, desde entonces el derecho a huelga no fue regulado (lo que obliga a la justicia a expedirse acerca de la legalidad de cada medida de fuerza) y, en términos generales, no hubo grandes avances en términos de negociación colectiva. En 1980, la Ley Orgánica de Educación venezolana hizo a los docentes venezolanos sujetos de los derechos establecidos en la Ley del Trabajo; desde entonces son entidades reconocidamente sindicales y pueden negociar colectivamente.16 En Argentina, donde la organización en sindicatos y la huelga estaban permitidos, CTERA demandó y progresivamente logró la sanción de leyes que establecen mecanismos de negociación colectiva de las condiciones de trabajo. Esto se generalizaría recién a partir del 2003. A diferencia de Venezuela, esto se hace por medio de leyes particulares y no por la extensión a la docencia de la ley de negociaciones colectivas que rige en el sector privado. En ambos casos, continúan vigentes los estatutos o reglamentos docentes, por lo que coexisten dos mecanismos diferentes de regulación de las condiciones laborales. En Chile y México ha habido, ya a partir de la década del ‘90, avances legales más moderados. Estos se han orientado a reconocer al Colegio de Profesores de Chile como agente colectivo (aunque legalmente continúa sin ser un sindicato) y a abrir relativamente el espacio para que sean creadas nuevas organizaciones docentes en lo que era la base del SNTE mexicano. En ambos casos, el contexto político ha sido determinante, con veinte años del gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia en Chile y los duros enfrentamientos entre los líderes del SNTE y el PRI, luego de que éste último perdiera las elecciones presidenciales del año 2000. El establecimiento de negociaciones colectivas tiene un carácter diferente que en el sector privado. En cierto sentido formaliza una situación muchas veces de hecho, sobre todo a partir de la consolidación de las organizaciones docente. Si contribuye a la judicialización
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