Vapor “PRÍNCIPE DE ASTURIAS” (1916)

EL DÍA, domingo, 12 de abril de 2015
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BARRANCO GRANDE,
el
nacimiento y la evolución de un
barrio formado a partir de la
emigración interinsular. 4
del domingo
revista semanal de EL DÍA
RECUERDOS DEL PASADO
GRANDES TRAGEDIAS NAVALES.
Vapor “PRÍNCIPE DE ASTURIAS” (1916)
Texto: Manuel Marrero Álvarez
(exdelegado de la Compañía Trasatlántica Española en Canarias)
E
l naufragio del vapor “Príncipe de Asturias”, de Naviera Pinillos, cuyo hundimiento se produjo en la madrugada del 5 de marzo de
1916, cuando el buque navegaba con
mal tiempo en demanda del puerto
de Santos, en Brasil, ha sido considerado
como una de las peores catástrofes marítimas ocurridas en la marina mercante española, y aun hoy, lamentablemente, después de casi un siglo de su trágica desaparición, siguen sin conocerse
los motivos reales de su naufragio, como
tampoco el número exacto de las centenares de vidas que se llevó consigo,
a pesar de las numerosas investigaciones que en su día se llevaron a cabo.
Fue una tragedia que conmocionó a
España entera y al mundo, pero que
muy pronto quedó en el olvido.
Parece incomprensible que, a pesar
del tiempo transcurrido desde la fecha en que se produjo tan espantosa
catástrofe y de la cantidad que hubo
de supervivientes, unido a que los res-
tos del buque quedaron a poca profundidad y muy cerca de tierra, los investigadores, que lo tenían todo al alcance de la mano, no hayan podido
averiguar, ni por lo tanto clarificar, lo
que realmente ocurrió esa fatídica noche. Tal vez las dificultades del momento estaban en otras circunstancias, como que el mundo se desangraba
en plena Primera Guerra Mundial.
De lo que sí se está seguro es de que
los asaltos y robos fueron frecuentes
desde el instante del naufragio. Se dice
que un grupo de lugareños iniciaron
un saqueo desenfrenado, sin respetar ni socorrer a las víctimas que imploraban ayuda, y que cuando llegaron
los representantes de la autoridad solo
quedaban muertos por enterrar. El pecio
del gran buque que fue ha desaparecido con el tiempo, totalmente expoliado y dinamitado por los desalmados buceadores buscadores de “tesoros”. En cuanto a las opiniones de algunas personas que lograron salvar
sus vidas y a la escasa información reca-
El “Príncipe de
Asturias” en sus
pruebas de mar, en
1914 (foto archivo de
Naviera Pinillos), y su
hundimiento según
una recreación de
Michail Platon
bada de archivos y hemerotecas, son
totalmente contradictorias y muy
confusas. Existen muchísimas conjeturas y versiones distintas del naufragio y algunas hablan del capitán y
oficiales, poniéndolos como héroes,
pero otros los tildan de villanos,
irresponsables y culpables del siniestro. También se observa mucha fantasía a la hora de enjuiciar las causas
de la tragedia, como, por ejemplo, la
posible desviación de la aguja de la
brújula; poca visibilidad del faro del
puerto de Santos; víctima de un torpedo lanzado por un buque de la
armada inglesa; celebración a bordo
de la fiesta de carnaval, donde el alcohol corría entre los pasajeros de pri-
mera y segunda clase, junto al capitán y su plana mayor, etc., etc. En fin,
una serie de lamentables comentarios
entre los que no faltó el suicidio del
capitán, su primer oficial y el sobrecargo, sin que nada de ello se pueda
contrastar para llegar a conclusión
alguna que justifique realmente los
motivos por los cuales el esbelto trasatlántico, orgullo de sus armadores,
Naviera Pinillos, y de la Marina Mercante de España, desapareció bajo las
aguas del Atlántico Sur.
Tampoco, por supuesto, hay acuerdo
en el número de supervivientes, ya
que unos hablan de 143, otros de 156
y los más optimistas dicen que fueron 243. Con relación a los muertos,
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domingo, 12 de abril de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
se dice que el número de víctimas
ascendió a 457, pero otros superan los
600, muchos de ellos emigrantes y algunos polizones que huían de los estragos de la guerra en Europa, especialmente en Italia.
En cuanto a que era el mejor vapor
español de la época, pongámoslo asimismo en cuarentena a nuestro particular entender, porque hay que tener en cuenta que por aquellos tiempos navegaban los hermosos y rápidos vapores de la Compañía Trasatlántica “Infanta Isabel de Borbón” y
“Reina Victoria Eugenia”, que eran palabras mayores en la navegación de la
Línea del Plata. Dos auténticos galgos
de la mar, cuya fama en España y fuera
de ella aún perdura.
El “Príncipe de Asturias” tuvo una
vida de menos de dos años, todo lo
contrario que su hermano gemelo, el
“Infanta Isabel”, que navegó más de
seis lustros por esos mares del mundo,
hasta que el 21 de septiembre de 1944,
en plena Segunda Guerra Mundial y
perteneciendo a la naviera japonesa
Osaka Shosen Kaisha, que lo rebautizó con el nombre de “Mizhuo
Maru”, fue torpedeado y hundido por
el submarino norteamericano
“Redfish”, cerca de Luzón, en Filipinas, después de una agitada existencia
de 32 años. Las correrías del viejo
“Infanta Isabel” se habían acabado y
es muy posible que con su altanería
y larga vida se haya ido a pique y repose
en el fondo del océano Pacífico,
orgulloso de haber cumplido con
creces la labor para la cual fue construido, allá por 1912, y después de haber
sufrido varios cambios de armador y
dos guerras mundiales.
Dicen que se hundió de popa, elevando al cielo su proa y largando por
su chimenea una nube de humo, el
alma del buque. Todo lo contrario de
su hermano el “Príncipe de Asturias”,
que a su corta vida de un año y siete
meses unió la forma lamentable de
marcharse. Se hundió de proa en medio
de traicioneras explosiones, mostrando su popa al cielo con sus dos enormes y resplandecientes hélices de
bronce, llevándose además en sus entrañas a centenares de compatriotas, víctimas inocentes.
Pero seis días antes de que se produjera su terrible desgracia, el 28 de
febrero a las 10.00 de la mañana, tuvo
tiempo de despedirse de su hermano gemelo, que hacía el viaje de
retorno a Europa, al cruzarse en
pleno Atlántico, cuando la travesía
transcurre plácidamente y sin novedad. Ambos buques pasaron baborbabor a unos 200 metros de distancia, enarbolando las banderas del código
internacional de señales, haciendo sonar
sus bocinas y lanzando bengalas en
señal de saludo, ante la algarabía de
los pasajeros y tripulantes, que saludaban desde la cubierta al barco
hermano. Nada hacía presagiar que
este iba a ser el último adiós y su trágico final unos días más tarde.
Y a falta de versión oficial por lo acontecido y a los desacuerdos existentes
sobre los motivos de este desgraciado
Escalera principal
de la primera clase
del vapor (archivo
Naviera Pinillos).
naufragio, la historia se ha encargado
de poner en el tiempo la narración más
reincidente, que por repetitiva ha llegado a convertirse en la descripción
más verosímil de lo sucedido. La misma
se basa en que en las últimas horas
del sábado 4 de marzo de 1916 el “Príncipe de Asturias” se aproximaba a Santos con fuerte marejada y navegando
por estima, debido a que el cielo estaba
nuboso e impedía que los oficiales pudieran determinar la posición exacta
del buque con el sextante y lograr divisar la luz del faro Do Boi para enfilar
la entrada del puerto. Hasta aquí todo
normal y rutinario en la navegación
de cualquier barco en aquellos tiempos.
El buque continúa su derrota, pero,
debido a las inclemencias del tiempo,
el capitán ordena moderar la marcha
y cambiar el rumbo, cayendo en dos
ocasiones cinco grados a babor, con
la esperanza de lograr en algún instante distinguir los destellos del faro
orientador. En la madrugada del domingo 5, las condiciones meteorológicas siguen adversas: cerrado en niebla, lluvia, mar gruesa y vientos del
sudoeste, motivo por el cual el buque
se halla fuera de su ruta y a escasas
millas de tierra, sin que la tripulación
advirtiera la cercanía para poder reaccionar y maniobrar a tiempo.
El reloj del barco marcaba las 4.15
de la mañana cuando, entre la neblina,
como un horrible fantasma, aparece
el faro, justo delante de la proa del buque, a menos de una milla. El capitán y oficiales de guardia en el puente
de mando se dan cuenta del inminente
peligro, pero ya era tarde, demasiado
tarde. Los cálculos de la navegación
por estima fueron erróneos y el barco
va directo contra los arrecifes. Todo
lo demás es imaginable: gritos, nerviosismo, el capitán que se abalanza
sobre el telégrafo de órdenes, “atrás
toda”; “todo a babor”, etc , pero acto
seguido se produjo la fortísima colisión contra los arrecifes de Ponta de
Pirabura, abriéndose el casco a la altura
de la sala de máquinas, lo que originó
la inundación de las calderas y una serie
de explosiones que dejaron al buque
herido de muerte y sin energía eléctrica. El violento choque desgarró el
doble fondo e inmediatamente se escoró
a estribor. Cinco minutos más tarde,
otra fuerte explosión llevó al fondo
del océano al esbelto y moderno trasatlántico, “Principe de Asturias”, arrastrando a la muerte a 457 personas.
La rápida inundación y las fuertes
explosiones inutilizaron todos los sistemas del buque, por lo cual no fue
posible enviar señal de socorro alguna.
Solo los gritos desgarradores de las víctimas retumbaban en la angustiosa noche, siendo la soledad su peor enemigo,
porque nadie les podía ayudar. Nueve
horas más tarde, sobre mediodía, aparece el primer amigo; se trata del carguero francés “Vega”, al mando del
capitán Augusto Poli, que navegaba
por aquel lugar procedente de Salvador
de Bahía y descubre los restos del
naufragio por casualidad. Inmediatamente da parte de la tragedia y recoge
a varios supervivientes del agua.
Al día siguiente, 6 de marzo, el buque
“Patricio de Satrústegui”, de la Compañía Trasatlántica, que cubría el mismo itinerario que el “Príncipe de Asturias”, recibió aviso del hundimiento
y se dirigió a toda máquina hacia la
zona del siniestro para prestar la ayuda
necesaria y rescatar a más víctimas,
pero solo pudo encontrar seis cadáveres: cuatro hombres y dos mujeres.
Después, su capitán elaboraría un
informe relacionado con la actuación
del buque de su mando en el lugar del
naufragio. Sobrevivieron 57 pasajeros
y 86 tripulantes, tal vez por milagro
de Dios, pero parece que la desproporción es exagerada y lamentable,
por muchas explicaciones que se
quieran dar para intentar justificar que
hubiera más supervivientes de la dotación que viajeros.
De los tripulantes salvó la vida el segundo oficial Rufino Onzain y Urtiaga,
de 24 años de edad, que, según
cuentan, tuvo un
comportamiento
ejemplar al tomar
el mando del único
bote salvavidas
que las fuertes
olas habían arrojado al mar, al
romperse los aparejos que le unían
a los pescantes,
ya que no hubo
tiempo de arriar ni
un solo bote. Rescató a más de cien
náufragos de las
embravecidas
aguas y fue el oficial de mayor rango que sobrevivió
al desastre. Con él
se salvaron 9 oficiales más: 2 de
puente, 2 telegrafistas, el médico y
segundo sobrecargo. El resto,
hasta los 86 tripulantes supervivientes, eran subalternos. Por contra,
los oficiales que tuvieron la desgracia de desaparecer con el barco fueron: el capitán José Lotina, primer oficial Antonio Salazar, jefe de máquinas Dionisio de Oñate, sobrecargo Antonio Llinás, capellán, 3 oficiales de puente
y 3 maquinistas. En cuanto a los 57 pasajeros que salvaron sus vidas, solo 6
eran mujeres y 3 niños. A bordo viajaban docenas de críos que perecieron en la catástrofe junto a una gran
mayoría de mujeres.
Posteriormente el “Patricio de Satrústegui” se dirigió a Santos, donde
embarcarían los supervivientes, unos
para regresar a España y otros para proseguir su viaje a Buenos Aires. En el
puerto todos los buques tenían las banderas a media asta en señal de duelo
y la emotiva escena se produjo
cuando el barco alemán “Palatia”, que
se encontraba fondeado, izó en el tope
del trinquete una gran bandera española, como signo de solidaridad, en
el momento en que el vapor de Trasatlántica soltaba amarras. El buque
español efectuó una vuelta completa en torno a la nave alemana,
haciendo sonar su sirena en señal de
agradecimiento. Asimismo, en la
citada ciudad de Santos se organizó
una colecta a beneficio de los damnificados, consiguiendo una importante suma de dinero, que fue distribuida entre los supervivientes,
renunciando a su parte en favor de los
restantes náufragos los dos oficiales
de mayor graduación que se salvaron,
Rufino Onzain y el doctor Zapata.
Años más tarde, conocimos personalmente a Rufino Onzain en su domicilio de Madrid, junto a su querida
esposa Panchita, como ella deseaba
que la llamaran. Don Rufino, ya septuagenario, era padre de dos grandes
amigos de la mar y los barcos, marinos que navegaban en la Compañía
Trasatlántica Española; Francisco y José
María Onzain Suárez, capitán y encargado de información, respectivamen-
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EL DÍA, domingo, 12 de abril de 2015
EN PORTADA
te. Después del naufragio, el joven Rufino dejó Pinillos y pasó a Trasatlántica, donde navegaría como oficial y
posteriormente capitán. Su última ocupación laboral la ejerció como jefe de
personal de la Empresa Nacional Elcano, de la Marina Mercante. Falleció en Madrid el 5 de febrero de 1968,
a la edad de 76 años.
El vapor “Principe de Asturias” fue
construido en los Astilleros Russell&Co,
de Glasgow, y efectuó su viaje inaugural el 16 de agosto de 1914. Tenía
un desplazamiento de 16.500 toneladas,
160 metros de eslora, 20 metros de
manga y 10 de puntal. Su puerto de
matrícula era Cádiz, lugar también de
la sede social de sus armadores, Naviera Pinillos. El equipo propulsor estaba
compuesto de dos máquinas alternativas gemelas Rowan de cuádruple
expansión, conectadas a dos hélices
que le daban una velocidad de 18 nudos.
Disponía de una capacidad para
transportar 1.890 pasajeros y 193 tripulantes. Estaba adscrito a la Línea
del Plata, con puerto de partida en Barcelona y escalas en Valencia, Almería, Cádiz y Las Palmas de Gran
Canaria.
Este último y fatídico viaje pareció
profetizar las desgracias de la travesía, ya que el barco salió para América con solo 395 pasajeros y 193 tripulantes, aunque sus bodegas llevaban unas cinco mil toneladas de
carga. Mandaba el buque el capitán
José Lotina Abrisqueta, vasco, natural de Plencia, 44 años de edad y uno
de los más veteranos, competentes y
querido capitanes de la flota de Pinillos. El rendimiento del buque en sus
primeros tiempos de servicio fue
envidiable y recibió los mayores elogios de la prensa nacional e internacional, superando todas las expectativas puestas por sus armadores.
Entre los pasajeros embarcados
en Las Palmas el 23 de febrero de 1916,
última escala del buque antes del cruce
del Atlántico, se encontraban cinco vecinos de la isla de La Palma que viaja-
ban con destino a Buenos Aires:
Higinio Carmona Pérez; Néstor Arozena y María del Pino Rodríguez
Torres, acompañada de sus dos hijos,
María del Carmen y Ezequiel.
Extrañamente, los cinco aparecen en
todas las informaciones como pasajeros ilegales, y hasta el Boletín Oficial de la Provincia y tablón de anuncios de la Comandancia de Marina de
Las Palmas publicaba meses después
un edicto emplazando a las citadas personas, “embarcadas clandestinamente” a bordo del vapor siniestrado.
Los cinco fallecieron y también
murieron todos los pasajeros despachados en el puerto de Las Palmas de
Gran Canaria. Mucho se habló de que,
aparte de estos vecinos palmeros, viajaban a bordo docenas de polizones
embarcados en puertos peninsulares
y que desaparecieron en el hundimiento, por lo cual el número de víctimas pudo ser muy superior al que
oficialmente se dio a conocer. Algunos periódicos brasileños y argentinos informaban sobre un grupo de unos
cien muchachos italianos que iban de
forma clandestina en lo más profundo
de los sollados del buque, huyendo
de los estragos que sufría Europa como
consecuencia de la guerra mundial.
Asimismo, viajaban en primera
clase varias familias de millonarios españoles residentes en Montevideo y Buenos Aires, así como también otras ilustres personalidades de la alta sociedad sudamericana. En total ascendía
a 50 el número de personas en dicha
clase, falleciendo la mayoría en el naufragio y habiéndose salvado solo 7.
Finalmente, y después de consultar archivos, releer artículos y algún
libro, seguimos con las mismas dudas
sobre este triste y desgraciado naufragio. Ha pasado mucho tiempo, casi
un siglo, y es muy fácil opinar ahora,
pero de todas formas lo que sí parece
es que fue un accidente extraño y da
la impresión de que pudo ser evitable. Tal vez pudo influir algún exceso
de confianza que les llevara a cometer errores, porque lo evidente es que
ningún capitán en su sano juicio comete
acciones desacertadas que pongan en
peligro su barco y la de las personas
que viajan a bordo, pero a la vista de
las informaciones de los investigadores
cuesta entender que un trasatlántico
de 16.500 toneladas navegue sin
saber dónde está y adónde va. Y si lo
sabe, peor lo pone, porque la navegación cerca de la costa y entre arrecifes no es aconsejable para ningún
El “Infanta Isabel”,
(arriba) y el “Patricio
de Satrústegui
(archivo CTEMadrid).
gran barco. ¿Y qué otra cosa se pudo
hacer en tales circunstancias? Aquí
entran los conocedores de la materia,
los profesionales de la mar y los barcos, pero generalmente sus opiniones
chocan frontalmente con el corporativismo existente en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, el capitán del carguero “Vega”, Augusto Poli,
primer amigo que pasó por allí por
casualidad, nueve horas más tarde del
naufragio, defendió en todo momento
el comportamiento de los mandos ,
manifestando que “no existió ningún
tipo de negligencia en el gobierno del
buque y que todo fue una cuestión de
mala suerte, debido a un desvío de la
aguja náutica, que hizo que el buque
recalase en Punta do Boi en vez de en
Santos”. Lo contrario de lo declarado
por parte de la mayoría de los pasajeros supervivientes, que tachaban a
los miembros de la plana mayor del
buque, desaparecidos todos en el hundimiento, de incompetentes, irresponsables, e imprudentes. Hay que
decir que los cuerpos del capitán y primer oficial nunca fueron encontrados.
En cuanto a la actuación del capitán
del carguero “Vega”, en principio todo
fueron alabanzas y muestras de
cariño y simpatía por parte de las autoridades y gentes del lugar, por su actuación en el rescate de los náufragos, pero
según pasaban los días, el volumen
de elogios iba disminuyendo y todo
ello porque los que sobrevivieron a
la tragedia manifestaron todo lo contrario y lo acusaban de negligente e
indeciso, y que en realidad había sido
Rufino Onzain, el segundo oficial del
buque siniestrado, quien dirigió todas
las operaciones de salvamento y era
el merecedor de tales muestras de agradecimiento por su arrojo y valentía.
Un mes y siete días más tarde de la
odisea del salvamento, el 12 de abril
de 1916, en plena Primera Guerra Mundial, en el viaje de regreso de Santos
a Marsella, ironías de la vida, el “Vega” con un cargamento completo de
café, tabaco y cacao con destino al mencionado puerto francés, fue torpedeado
y hundido por un submarino alemán,
cuando navegaba por el mar Mediterráneo a la altura de Barcelona. Afortunadamente no hubo víctimas entre
los miembros de su tripulación. Sin
embargo, 22 años después de la
catástrofe del “Príncipe de Asturias”, el primer oficial del “Vega”, Langlois, quien primero descubrió los restos del naufragio, perdería la vida al
chocar con una mina y desaparecer
con todos sus tripulantes cuando
navegaba como capitán del “Saint Prosper”. Sus restos fueron encontrados
años más tarde.
Como colofón y si se pudiera retroceder en el tiempo, hubiera sido
muy interesante conocer la versión del
capitán del “Patricio de Satrústegui”,
que realizó la misma derrota unas horas
más tarde que el desdichado “Príncipe de Asturias”. Como ello no es posible, solo queda desear que después
de la horrible muerte de las cientos
de víctimas de esta terrible tragedia
sus almas estén descansando en paz.
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domingo, 12 de abril de 2015, EL DÍA
INVESTIGACIÓN
EN PORTADA
TURISMO
Manuel
González
Méndez
Manuel González Méndez
(Santa Cruz de La Palma, 1843–Barcelona, 1909) fue hijo de María
Méndez Espinosa y del artesano Santiago González. Su padre era un ebanista muy conocido en la ciudad por
su seriedad y por su habilidad en el
oficio.
El que llegaría a ser considerado
como el pintor más representativo
y destacado de Canarias en el siglo
XIX, adquirió su formación en la Academia Provincial de Bellas Artes de
Santa Cruz de Tenerife, ampliando
sus estudios a partir de 1870 en La
Escuela de Artes Decorativas y en la
Academia de Bellas Artes de París,
donde tuvo como maestro a Léon
Gerôme (1824-1904).
Vivió en París con esporádicas visitas a España hasta 1900, consolidando su situación como pintor
destacado en las exposiciones anuales celebradas en esa capital. De regreso a Tenerife desarrolló la docencia en la Cátedra de Modelado y Composición Decorativa de la Escuela
Municipal de Dibujo a partir de
1904, sin perder nunca los lazos con
París, sorprendiéndolo precisamente
la muerte en Barcelona tras su
última visita a esa ciudad, en 1909.
Artista polifacético, además de dedicarse a la pintura fue aficionado
a la escultura y a la composición musical. Es el principal representante del
costumbrismo canario del siglo XIX,
destacando en la pintura decorativa,
en la de paisaje, y especialmente en
la de género y en el retrato.
Tanto en París como en Santa Cruz
de Tenerife, ciudades donde transcurrió su vida profesional, expuso sus
delicadas obras con gran éxito de crítica y público.
En reconocimiento a su labor artística recibió honores de los gobiernos de España y Francia, como el nombramiento de Caballero de la Orden
de Isabel la Católica, en el año
1889, o la concesión de la Legión de
Honor, en 1898. Asimismo, en Tenerife obtuvo el codiciado diploma de
honor de la Real Sociedad Económica
en 1893.
Su obra se encuentra colgada de
las paredes de numerosos organismos públicos de las Islas, como los
Ayuntamientos de Santa Cruz de La
Palma y de Santa Cruz de Tenerife,
en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria, el Parlamento de Canarias, en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz
de Tenerife y en numerosas colecciones particulares.
Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 11
(técnica mixta sobre papel de acuarela)
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EL DÍA, domingo, 12 de abril de 2015
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domingo, 12 de abril de 2015, EL DÍA
Texto: José Cesáreo López Plasencia
(Lcdo. en Filología (ULL).
Historiador del Arte)
Al pueblo de Realejo Bajo, que con
sumo cariño y sacrificio
ha sabido conservar y potenciar una
de sus más preciadas tradiciones,
a pesar de la adversidad.
L
a Semana Santa de 2003
supuso la recuperación de
una de las imágenes más históricas de la Semana Mayor
realejera. Nos referimos al
paso de Las Lágrimas de San Pedro,
talla que –junto a la citada del Señor
Preso– presidía la Función y Procesión
del Clero la tarde del Martes Santo, que
hemos documentado desde 1654. La
imagen del Apóstol Arrepentido que
desfila en la actualidad es fruto de la
donación efectuada por José Siverio,
quien la bendijo el Martes Santo de 2003,
aunque no procesionaría hasta el
año siguiente por carecer de un trono
adecuado. Conviene señalar que la donación del P. Siverio se limitó a la cabeza
–que hemos relacionado con el círculo
del manchego-sevillano Martín de Andújar Cantos (1602-1677)– y tórax de
la efigie, puesto que el resto del
cuerpo y extremidades se llevaron a
cabo en la Carpintería El Carmen, del
Realejo Bajo, y en el taller de Ezequiel
de León. Con respecto al gallo que figura
sobre una columna en el paso, éste fue
tallado por José Siverio. El Príncipe de
los Apóstoles procesiona hoy en un antiguo trono de madera de tea tallada y
policromada que perteneció a uno de
los Santos Varones, efigies –como la
citada de la Virgen de los Dolores– cuya
pronta incorporación a nuestra Semana
Grande esperamos.
Al año siguiente, la Pasión en nuestro pueblo se vio notablemente enriquecida con la incorporación a los cultos del Domingo de Ramos de la escena
de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén. Este paso, bendecido en El Carmen el Sábado de Pasión de 2004 y
donado por la Venerable Hermandad-Cofradía de Ntra. Sra. del Carmen,
se debe a la gubia magistral del sevillano Darío Fernández Parra. El conjunto sustituye a la escena homónima
que –por iniciativa del entonces párroco Carlos González Quintero– tallara y donara José Siverio, bendecida
también en El Carmen el Domingo de
Ramos de 1976. Ese día la talla desfila acompañada por la Hermandad
Sacramental de La Concepción y por
la referida Hermandad-Cofradía carmelitana, fundada en 1664 y refundada
en 1731.
Finalmente, en los años 2005 y 2009
llegaron al pueblo las dos últimas donaciones de imaginería de Pasión. El Martes Santo del primer año mentado se
celebró la bendición de la Verónica,
donada por su autor, el imaginero villero
Jesús de León Cruz. Este paso, que
ocupa el lugar del que ejecutara José
Siverio en 1978, forma parte de la Procesión del Encuentro, que tiene lugar
la mañana del Viernes Santo.
La Semana Santa del Realejo Bajo tras
el incendio de la parroquia matriz de
La Concepción (1979-2015) (y II)
Por otra parte, en 2009, el sacerdote
realejero José Luis García Hernández
hizo donación a su parroquia de bautismo de una escultura de Santa María Magdalena, efigie vestidera que luce
una hermosa peluca de pelo natural,
y que se bendijo el 21 de marzo del año
mencionado. Este simulacro de la discípula predilecta de Cristo, tallado por
el sevillano Juan Antonio González García, conocido como Juan Ventura, se
integra en los cortejos procesionales
del Señor atado a la Columna, el Jueves Santo, y en los del Encuentro y Santo
Entierro de Cristo el Viernes Santo.
No queremos finalizar este epígrafe,
dedicado a los pasos que desfilan en
nuestra Semana Santa, sin indicar que
para la edición de 2015 se ha recuperado otro conjunto procesional que
antaño recorrió las calles de Realejo
Bajo. Hacemos referencia al paso
alegórico de Las Insignias de la Pasión
de El Redentor, conjunto que –portando
las Arma Christi– formó parte de la Procesión del Santo Entierro la tarde del
Viernes de la Cruz.
Las artes suntuarias: la platería y el
bordado
Junto a los tronos procesionales, que
realzan sobremanera la imaginería merced a los enrames, verdadero alarde
de arte floral, y a la iluminación, existen otros elementos de carácter ornamental que contribuyen en gran medida a enriquecer y embellecer los pasos.
Éste es el caso de las piezas de platería y tejidos bordados que figuran tanto
en los tronos como en las insignias de
las hermandades y cofradías.
Con respecto a las primeras, advertimos que la gran mayoría se tuvieron
que labrar con el objeto de sustituir
a las calcinadas por las llamas. Sirvan
de muestra los soleos y potencias realizadas por el platero lagunero Juan
Ángel González García para el Cristo
de La Redención, la Virgen y el Cristo
del paso de La Piedad y el Ecce
Homo, así como las cantoneras y el INRI
que decoran la cruz de salida del primer Cristo mencionado. La citada cruz
ocupa el lugar de la hermosa pieza
barroca de plata repujada que –obsequiada por los parroquianos de Realejo Bajo hacia la mitad del siglo XVIII–
perteneció al desaparecido Cristo de
la Misericordia. De los cinceles del referido artista salieron las cruces del guión
y estandarte sacramentales, los báculos de la Cofradía de La Dolorosa y Hermandad Sacramental, además de los
bellos fanales de la Virgen de los Dolores, cuya original traza es obra del artista
local Donato García Hernández.
Entrada triunfal
de Jesús en
Jerusalén.
Al arte del platero sevillano Emilio
Méndez pertenecen los soleos de
San Juan y la Verónica, mientras que
del obrador de Orovio de la Torre (Ciudad Real) salieron las potencias del Cristo
Yacente y los fanales de San Juan y Cristo
de La Redención. El pasado año se adquirió en el Rastro de Sevilla el clasicista
pomo de perfumes de La Magdalena,
labrado en metal plateado y sobredorado, que la imagen porta durante
la Semana Santa en lugar del antiguo
–todavía conservado– que fue donado
por Agustín González Siverio.
Sin embargo, también hemos de señalar que, amén de las nuevas creaciones, también se han restaurado otras
antiguas que, rescatadas del incendio,
afortunadamente han llegado hasta
nosotros. Sirvan de ejemplo el arca eucarística del Monumento del Jueves Santo
(1955), obra del madrileño César Fernández Molina (1901-1982); la Custodia Mayor, que hemos adjudicado a
los cinceles del artífice Alonso Agustín de Sosa y Salazar (1693-1766); el elegante juego de vinajeras del cordobés
Antonio José de Santa Cruz (1733-1793);
la pareja de incensarios neoclásicos,
posible labor del platero catedralicio
lagunero Buenaventura Correa, a
principios del Ochocientos; los fanales que porta el trono del Ecce Homo,
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EL DÍA, domingo, 12 de abril de 2015
piezas de comienzos del siglo XX adquiridas en el Rastro de Madrid, y restauradas por el citado González García
(1999-2000); la cruz parroquial plateresca, la más antigua de nuestra diócesis, obra del platero de la Catedral
Canariense Francisco de Soto (1563)
y restaurada por González García
(2009); así como el sagrario manifestador de finales del Setecientos, de plata
repujada y madera policromada que
–donado por José Siverio– ingresó en
el tesoro parroquial en la Semana Santa
de 2009, habiendo sido colocado en
el altar mayor y presentado a la comunidad el Domingo de Resurrección
de aquel año.
En lo referente a las obras bordadas,
hay que destacar especialmente el manto de la Virgen de los Dolores, realizado en oro sobre terciopelo negro por
las RR.MM. Concepcionistas de la Villa
y Puerto de Garachico, y donación de
la que fuera camarera de la Virgen Candelaria Siverio Pérez; el estandarte de
la Cofradía del Cristo de La Redención,
trabajo del cordobés Antonio Villar
Moreno, donado por la familia Fuentes Luis; el pendón de la misma confraternidad y el estandarte de la Hermandad Sacramental, obras de la
afamada artista sevillana Piedad Muñoz Rodríguez, discípula de la recordada bordadora hispalense Esperanza
Elena Caro (1906-1985); así como el mantel para el altar de Las Lágrimas de San
Pedro y el sudario del Cristo Yacente,
elaborados siguiendo la delicada técnica Richelieu por Rosa Marina Plasencia
García, a cuya familia se debe la donación de estas obras.
Y aquí termina lo que ha supuesto
la Semana Santa en el pueblo del Realejo Bajo desde la tragedia del incendio de su parroquia matriz hasta hoy,
líneas que han sido redactadas como
sencillo homenaje a un pueblo devoto,
aferrado a sus centenarias tradiciones,
entre las que descuella la Semana Mayor.
En las líneas precedentes figuran los
nombres de sacerdotes, artistas (escultores, carpinteros, tallistas, pintores,
doradores, plateros, bordadores), donantes o benefactores, mayordomos,
camareras y cofrades que en los últimos años han contribuido de manera
denodada a la recuperación y realce
de una de nuestras más queridas tradiciones religiosas, un valioso legado
que hemos heredado de nuestros
antepasados, y que es nuestro deseo
y deber legar a las generaciones venideras.
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domingo, 12 de abril de 2015, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 975
VIOLENCIA DE GÉNERO
Y ADOLESCENCIA
P
ara comprender cómo está
la situación actual en nuestro país respecto a la violencia de género en la adolescencia debemos tener
muy en cuenta los incesantes avances en las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC),
ya que estas nuevas tecnologías, y sobre
todo el mal uso de ellas, han cambiado
por completo las actividades cotidianas
de la adolescencia actual, y especialmente las relaciones entre los jóvenes, incluyendo sus relaciones de pareja.
Evidentemente, dichas tecnologías suponen importantes ventajas en
la sociedad, pero también debemos
tener en cuenta que incrementan determinados riesgos, sobre todo en esta
población.
Según se ha expresado recientemente
en referencia a este asunto desde el
Ministerio deSanidad, Servicios Sociales e Igualdad, “las nuevas tecnologías
desempeñan un papel cada vez más
importante en las relaciones que establecen los jóvenes con otros chicos y chicas. Esto las convierte en un instrumento de doble filo: por un lado, son una
herramienta de sensibilización eficaz
frente a la violencia de género, pero por
otro facilitan nuevas vías para el ejercicio de conductas violentas, como el
ciberacoso, que supone una invasión
sin consentimiento y repetida de la intimidad de la víctima, el sexting (difusión de imágenes u otros contenidos de
tipo sexual o erótico a través del móvil o de internet), o el grooming (abuso sexual de menores llevado a cabo por
parte de adultos coaccionando con la
información y las imágenes que obtienen a través de internet)”.
Además, se ha descubierto que la
utilización de dichas tecnologías en
una relación de pareja hace que resulte
mucho más difícil cerrarla, y esto a su
vez incrementa considerablemente la
posibilidad de control y presión, así
como la gravedad de las consecuencias que puede tener este acoso por
parte de la pareja. Los estereotipos tradicionales de género siguen existiendo
en las relaciones entre hombres y mujeres y se proyectan de manera muy explícita en Internet y en las redes sociales.
Los estudios recientes sobre el tema revelan datos muy preocupantes:
seis de cada diez chicas reciben mensajes con insultos y amenazas por parte
de su entorno, sus novios, exparejas
y amigos de la pandilla (siendo Whatsapp, Tuenti y llamadas del móvil los
medios más frecuentes para enviar y
recibir estos mensajes machistas). El
15% dice que esos mensajes les han
hecho sentir miedo. La edad en la que
Texto: Beatriz Castro
(psicóloga clínica y forense)
se empieza a sufrir este tipo de violencia también ha disminuido considerablemente; cada vez son más las
jóvenes de entre 13 y 17 años que sufren
control, insultos, amenazas e, incluso,
agresiones por parte de su pareja o expareja.
De todo lo expuesto se deduce la importancia que tiene la concienciación
de los jóvenes para poder prevenir estos
problemas, del riesgo de determinadas conductas a través de las nuevas
tecnologías. Esta conciencia de la que
hablamos parece estar poco desarrollada
entre quienes han crecido con las nuevas tecnologías; la llamada “juventud
nativa digital” tiene una percepción
del riesgo muy baja. Por eso, es de gran
importancia conocer las conductas y
situaciones de riesgo y de protección
de la adolescencia actual, así como su
conciencia sobre el riesgo que pueden
implicar, para llevar a cabo métodos
educativos que ayuden a prevenir esta
nueva ola de violencia de género juvenil.
Las herramientas para apoyar y ayudar a las chicas sometidas a estos nuevos patrones de violencia son aún muy
débiles, porque son conductas que han
surgido hace pocos años. Un mecanismo
de mucha ayuda para construir la igualdad y prevenir la violencia de género
es la educación. La formación y el aprendizaje son fundamentales para prevenir
estas situaciones, y para ello, debemos
centrarnos en los agentes socializadores,
es decir, en la familia, los centros edu-
cativos y los medios de comunicación.
Desde la educación conviene tener en
cuenta tres postulados básicos que ayudan a esta labor, que se resumen a continuación:
1.- El sexismo se aprende desde la
infancia, la igualdad también. El ser
humano nace con una gran plasticidad para adaptarse al entorno, que es
máxima en las primeras edades y se
va reduciendo con la maduración y
el paso de los años. El aprendizaje de
los modelos y expectativas sociales
básicos (entre los que se encuentra el
sexismo o la igualdad) una vez aprendidos tienden a mantenerse, actuando
como una segunda piel. Estos modelos y expectativas básicos aprendidos
desde la infancia son utilizados para
dar significado a todo nuestro mundo
social y emocional, tanto al propio como
al que nos rodea. Este modelo que nos
inculcan nuestros padres va a determinar nuestros comportamientos sociales mientras crecemos como, por
ejemplo, incluirse o excluirse de actividades grupales, cualidades o situaciones sociales; interpretar las
semejanzas y diferencias entre personas y grupos; juzgar como adecuado
o inadecuado el comportamiento de
los individuos que nos rodean; explicar por qué se producen los problemas que vivimos y viven los demás;
así como cualquier otra creencia que
pueda desempeñar un papel fundamental a la hora de relacionarnos o
interactuar con los demás. Por todo
ello, educar a nuestros hijos en un
ambiente de igualdad desde la infancia les llevará a sentir, pensar y actuar
conforme a esta creencia.
2.- Conocer cómo es el inicio de la
violencia de género en la pareja puede ayudar a prevenirla. Para prevenir
la violencia de género en la pareja es
necesario favorecer un adecuado conocimiento sobre cómo empieza y evoluciona, para alertar sobre el riesgo que
pueden implicar las primeras fases e
incorporar el rechazo de la violencia
en la propia identidad. Para valorar
la importancia que puede tener favorecer el conocimiento de dichas características entre los adolescentes debemos tener en cuenta que en esta etapa
se producen cambios muy significativos en la identidad de género y comienzan a establecerse las primeras
relaciones de pareja. Durante esta etapa
los jóvenes aún se están formando como
personas, por lo que es crucial que consigan diferenciar entre lo que se debe y no se debe tolerar en una relación sentimental.
3.- No basta con transmitir información. La erradicación del sexismo
y de la violencia de género debe tenerse
en cuenta desde diferentes perspectivas:
–El componente cognitivo del sexismo consiste en confundir las diferencias sociales o psicológicas existentes entre hombres y mujeres con
las diferencias biológicas ligadas al sexo,
con la creencia errónea de que las primeras surgen automática e inevitablemente como consecuencia de las
segundas; sin tener en cuenta la influencia de la historia, la cultura, el
aprendizaje, etcétera.
–El componente afectivo tiene que
ver con la forma sexista de construir
la identidad, asociando los valores femeninos con la debilidad y la sumisión,
y los valores masculinos con la fuerza, el control absoluto, la dureza emocional o la utilización de la violencia.
–El componente conductual del sexismo consiste en la tendencia a llevarlo a la práctica a través de la discriminación y la violencia.
Existe una gran normalización del
control y la violencia a través de la redes
sociales, por lo que debemos ponernos las pilas en cuanto a mecanismos
de prevención se refiere, pues progresivamente estos casos de violencia de
género entre adolescentes se han ido
multiplicando sin habernos dado
cuenta de su gravedad. Las conductas de violencia no han desaparecido,
sino que se han transformado; por lo
que debemos trabajar en plantear también nuevas soluciones para estos nuevos tipos de violencia.