MANUEL RANCÉS VILLANUEVA Y FELICIANO PÉREZ

EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015
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LUCES DEL MISTERIO. Un
recorrido por los lugares de las Islas
donde los testigos dicen haber visto
las inexplicables luminarias . 6/7
del domingo
revista semanal de EL DÍA
PUERTO DE LA CRUZ
MANUEL RANCÉS VILLANUEVA Y
FELICIANO PÉREZ ZAMORA,
dos ilustres políticos del siglo XIX
Texto: Melecio Pérez Hernández
Al estimado amigo Leoncio Calzadilla
Hernández, quien me descubrió la personalidad del político gaditano Manuel
Rancés de Villanueva, IV marqués de
Casa Laiglesia.
A
lo largo del siglo XIX se
origina por parte del Gobierno español, y a veces
por libre disposición de
alguna autoridad provinciana, la práctica habitual de las
deportaciones o destierros a Canarias
de los más significativos adversarios
políticos e idealistas radicales, cuyas
ideologías tuvieron gran influencia en
los naturales de las Islas. Este tipo de
acciones se iniciaron con un grupo de
constitucionales, en 1821, que llegó a
Santa Cruz en el bergantín La Hermosa
Rita, procedente de La Coruña, con 42
confinados políticos, canónigos y
clérigos gallegos, conducidos por 22
soldados (1).
Se sucedieron nuevas y reiteradas
deportaciones, como la provocada por
la cruenta sedición de Barcelona de
1835, a raíz de la cual, en 1836, llegó
al puerto tinerfeño un grupo de 19 desterrados, entre los que se encontraban Eugenio Aviraneta y Felipe Bertrán Soler, inductores de la fundación
de la sociedad secreta de los Isabelinos en Santa Cruz, y la de 1838, también procedente de Barcelona.
Se estima que debieron de llegar a
las islas con cierta regularidad y su presencia ya no constituía ninguna novedad, siendo el periodo de mayor destierros el de 1854 a 1868 (2), año este
último de la revolución conocida
como “La Gloriosa” en Cádiz, también
conocida como “el año de los tiros”,
que llevó al exilio a la reina Isabel II
(Madrid, 1830-París,1904), acabando
así, momentáneamente, con once
siglos y medio de monarquía hereditaria(3).
No es fácil comprender cómo los
numerosos gobiernos que han utilizado esta práctica para alejar de la capi-
tal a los adversarios cuyas ideas o actividades le molestaban no han sabido
prever este resultado o, si lo han previsto, no han puesto fin a una costumbre
doblemente bochornosa, que transformaba a los políticos en detenidos
y a las Islas en prisión. A los canarios,
de todos modos, no les ha caído bien
esta peregrina y continuada atención
del gobierno central para con ellos (4).
Entre las numerosas personalidades
de la política y la milicia, incluso de
la Iglesia, deportados a Canarias
durante aquellos años de grandes hostilidades se encontraban dos maris-
Caricatura del
ministro español
Manuel Rancés y
Villanueva
realizada en Londres
en 1871.
cales de campo, siete brigadieres, cinco
coroneles, tres tenientes coroneles, 12
comandantes, 16 capitanes, 22 tenientes,
seis alféreces, 13 sargentos y más 457
civiles, muchos de los cuales eran ilustres: Antonio de los Ríos y Rosas, presidente del Congreso y del Consejo de
Estado; Francisco Serrano Domínguez,
duque de la Torre y capitán general
del ejército; el mariscal de campo Antonio Caballero de Rodas; el teniente general Domingo Dulce, marqués de Castelfiorite; Manuel de la Concha Martínez, marqués del Duero; Dionisio
López Roberts, diputado y perio-
dista; Cristóbal Martín Herrera, diputado, y Manuel Rancés y Villanueva
(5), por citar solo unos pocos.
Rancés y Villanueva, posteriormente IV marqués de Casa Laiglesia,
cuando llega deportado, en 1854, a Santa
Cruz de Tenerife, capital de la provincia
única de Canarias desde 1833, ya era
notable diplomático, periodista y
escritor castizo. Sus artículos eran de
interés y contenido literario, pero, otros
de carácter político y solapada sátira
no escaparon a la libre interpretación
del gobierno-clero-iglesia del momento, lo que, con la aplicación de la
Ley de la Crítica, le costó la deportación, puesto que “criticar significaba
colocarse fuera de la ley”.
Durante su estancia en la isla de Tenerife, debido a su integración en la
vida social y política en aquel gran siglo
XIX de la historia de Santa Cruz, del
que Rancés sería digno protagonista
y representante en el Parlamento
nacional (6), gozó de franca libertad
y se granjeó la amistad y simpatía de
varias personas de cargos públicos y
políticos influyentes.
Pronto hubo cierta empatía con el
también político e hijo del Puerto de
la Cruz Feliciano Pérez Zamora (18191900), con quien coincidió en varias
legislaturas parlamentarias. De este ilustre portuense baste decir, por ahora,
que fue elegido diputado a Cortes por
Tenerife trece veces durante el periodo
comprendido entre 1854 y 1896 (7), por
los partidos la Unión Liberal, Monárquico Democrático y Conservador.
Nació Manuel Rancés en Cádiz el 24
de diciembre de 1824. Hizo sus primeros
estudios en el seminario gaditano y
después cursó la carrera diplomática
y la de periodismo (8). Dotado de gran
inteligencia, vasta cultura, don de gentes y dominio de idiomas, particularmente el inglés, poseía el sentido
de humor propio de su tierra natal, cualidades, si cabe, aún más realzadas y
solidificadas debido a una clásica formación universitaria. Su gallarda
figura fue apreciada por las damas y
alcanzó gran popularidad entre los distintos niveles sociales (9).
Por primera vez participa Rancés y
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domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
Villanueva en las elecciones a diputados
a Cortes de abril de 1857, siendo elegido por la villa de Santa Cruz de Tenerife, a la par que ostentaba el cargo de
ministro plenipotenciario de España
en Brasil. En el mes de diciembre anterior había estado de nuevo en Santa
Cruz, de paso para tomar posesión de
su cargo en aquel imperio.
También salieron otros cinco diputados por los restantes distritos electorales: La Laguna, Emilio Bernar; por
La Orotava, Diego Coello y Quesada;
por La Palma, Domingo Verdugo y Massieu; por Las Palmas, Manuel Bertrán
de Lis, y por Guía de Canaria, Cristóbal del Castillo y Manrique de Lara.
Nuevamente, en las elecciones para diputados a Cortes de noviembre
de 1858 y octubre de 1863 vuelve a salir
electo por Santa Cruz Manuel Rancés
y Villanueva, así como su compañero
por La Orotava, Feliciano Pérez
Zamora, quien no había participado
desde las elecciones constituyentes de
1854, convocadas por el gobierno del
general Espartero.
La isla estaba dividida en tres distritos electorales: Santa Cruz de Tenerife, La Laguna y Orotava. El distrito
de la capital lo constituían, además de
los pueblos del partido judicial, las islas
de Lanzarote, Gomera y Hierro. La
Palma y Guía de Canaria eran distritos independientes, con diputados propios. Con el distrito de Las Palmas
votaba la isla de Fuerteventura. Una
distribución un poco rara, pero que
subsistió durante varios años, hasta
que se implantó el sistema de las circunscripciones (10).
Rancés fue diplomático durante
treinta y seis años, cuatro menos que
Pérez Zamora. El prócer gaditano en
cuanto a la defensa y privilegios, en
pro de Tenerife, entre otros logros relevantes, consigue con sus valiosas gestiones y participación de los diputados Emilio Bernar y Feliciano Pérez Zamora el título de “Ciudad” para Santa Cruz, mediante proclamación del
real decreto de 29 de mayo de 1859,
que, reiteradamente desde 1836, 1846
y 1858, venía solicitando sin éxito la
capital de la provincia de las islas Canarias. Para dar las gracias al diputado
Rancés por su gestión, hubo “repique
de campanas y tres noches de iluminación
y regocijos” (11).
A partir de agosto de dicho 1859, el
que fuera diputado y también senador en las Cortes españolas pasa a
desempeñar, representando a España,
los más altos cargos, como el que ya
se adelantó de ministro plenipotenciario en Brasil y Confederación Germánica, Baviera, Wurtemberg, Berlín,
Viena Sajonia, Roma y Londres. En este
último destino fue amigo personal de
la reina Victoria y del príncipe de Gales,
después Eduardo VII.
En 1868, al ir a Cádiz para despedirse
de su familia por el nombramiento de
embajador de España en Austria, fue
testigo y actor de los sucesos conocidos
en Cádiz como “el año de los tiros” (con
el mismo nombre de aquel otro de 1820
cuando se sublevaron las tropas realistas asolando la ciudad), en el que
de solemnidad, costeando su entierro, en póstumo homenaje, el Congreso
de los Diputados. Personaje ilustre,
como recuerda Francisco Martínez
Viera, “fue también de los mejores en
el servicio a su país, tenaz y constante
en la lucha por el engrandecimiento de
nuestra isla, no decayendo su entusiasmo en los cuarenta años casi consecutivos en que fue diputado por Tenerife, Pérez Zamora, después de una vida
activa y de una conducta intachable”
(15).
Entre otros reconocimientos, Feliciano Pérez Zamora fue nombrado en
1868 Regidor Honorario Perpetuo e Hijo
Adoptivo de Barcelona; en 1883, Hijo
Adoptivo por el Ayuntamiento de Santa
Cruz, y en 1885 el Puerto de la Cruz
cambia la rotulación de la calle Norte
por Pérez Zamora, en un afán por incluir
en el homenaje a su hermano, traductor
y escritor, Aurelio Pérez Zamora
(1828-1918).
Manuel Rancés y Villanueva y Feliciano Pérez Zamora, dos ilustres políticos del XIX, tienen en común que
ambos permanecen en el más absoluto de los olvidos.
Y para que esto no siga sucediendo, ¿para cuándo la casa o museo de
hijos ilustres del Puerto de la Cruz?
BIBLIOGRAFÍA
Feliciano Pérez
Zamora, hijo ilustre
del Puerto de la Cruz.
el pueblo, armado, y habiendo formado
barricadas, tenía a raya a las fuerzas
de la guarnición. Intervino Rancés “cerca
del general Laserna y de los elementos
de los disturbios atrincherados en la Casa
Ayuntamiento, y obtuvo un aplazamiento
en la lucha, cuando se sabía que
estaba a las puertas de Cádiz un
Cuerpo de Ejército al mando del General Caballero de Rodas, y por fin, convencidos los dirigentes del pueblo de que
la resistencia sería inútil depusieron las
armas” (12). Fue providencial la intervención de Rancés por restablecer la
paz y el orden público, entonces
investido por el Gobierno del cargo de
gobernador civil de la provincia.
Pero también, en agosto de 1873,
cuando Cádiz se declaró cantón independiente, nuevamente hubo de
intervenir el marqués de Casa Laiglesia
en calidad de presidente del Cuerpo
Consular acreditado en Cádiz. Con doce
buques extranjeros surtos en la bahía
de Cádiz, dotados de 142 cañones y
12.000 hombres –ingleses, austriacos,
brasileños, americanos, franceses,
alemanes y portugueses– y una
valiente estrategia de envío de modestas fuerzas de la Infantería de Marina,
ordenó no permitir el desembarco ni
de un solo hombre de las tropas extranjeras, consiguiendo el dominio de la
situación. Esto ocurrió siendo presidente de la I República Emilio Castelar, a quien, recuperada la paz, le escribió aconsejándole “que para sostener
y garantizar el orden en plazas como
Cádiz precisaba en todo momento
una tropa regular disciplinada, y no una
Milicia del pueblo, [a lo que contestó
el Sr. Cautelar] que el pueblo no estaba
preparado porque antes debían haberse
creado las costumbres políticas y los hábitos de la libertad” (13).
Al término de su vida política,
ejercida con moderación, entusiasmo
y tesón, vuelve a su Cádiz del alma,
escribe sus memorias y mantiene correspondencia con algunas de sus amistades. Presumiblemente también lo
hiciera con su compañero portuense,
Feliciano Pérez Zamora, si bien no tengo
constancia de ello. Murió el IV marqués de Casa Laiglesia en Ciudad Real
el 17 de noviembre de 1897. Su hijo,
Emilio Rancés y Esteban, heredero del
marquesado y conservador como su
padre, también fue diputado por
Tenerife, en 1890 y 1899.
Entre los honores recibidos están los
de vicealmirante de la Armada y
otros no siempre acordes con sus grandes méritos, pese a estar distinguido
con la Gran Cruz de Carlos III, además
de doce cruces extranjeras de primera
categoría. Por otra parte, la ciudad le
dedicó una calle y plaza con su nombre, así como una lápida de mármol
blanco muy artística, con letras de
relieve donde se lee: “En esta casa nació
el 25-12-1824 Don Manuel Rancés y Villanueva –Marqués de Casa Laiglesia–.
El pueblo de Cádiz representado por
su Excmo. Ayuntamiento dedica a su
memoria esta lápida como testimonio
de respeto y gratitud al ilustre patricio gaditano que siempre demostró
especial respeto a su ciudad natal” (14).
También lejos de su tierra natal, en
Madrid, murió Feliciano Pérez Zamora
el 20 de enero de 1900, anciano y pobre
(1) CIONARESCU, Alejandro (1978). Historia
de Santa Cruz de Tenerife. Edita Caja General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife.
T. III, pág. 214.
(2) Ídem. Pág. 216.
(3) VIDAL SALES, José-Antonio (1995). Crónica íntima de las reinas de España. Editorial Planeta, S.A. Pág.203.
(4) CIONARESCU, Alejandro (1978). Historia de Santa Cruz de Tenerife. Edita Caja
General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife. T. III, pág. 214.
(5) Ídem. Páginas 216/217.
(6) MARTÍNEZ VIERA, Francisco (2003). Historia antigua de Santa Cruz, crónicas de
la capital de Canarias. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna.. Pág. 113.
(7) GUIMERÁ PERAZA, Marcos (2000). El
Liberal Félix Benítez de Lugo (1868-1946).
Gobierno de Canarias, Santa Cruz de Tenerife. Pág. 17.
(8) PRO Y RUIZ, Serafín (1955). Diccionario
biográfico de gaditanos ilustres. Impreso
Casa del Niño Jesús, Cádiz. Pág. 298
(9) JEHU Junior (1871). MEN OF DAY, nº
XXX, Don Manuel Rancés y Villanueva.
London, august 26, 1871. Pág. 67.
(10) MARTÍNEZ VIERA, Francisco. Los
diputados por Tenerife en 1859. Suplemento
EL DÍA, Santa Cruz de Tenerife, 28-051959.
(11) CIONARESCU, Alejandro (1978). Historia de Santa Cruz de Tenerife. Edita Caja
General de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife. T. III, pág. 19
(12) PRO Y RUIZ, Serafín (1955). Diccionario biográfico de gaditanos ilustres.
Impreso Casa del Niño Jesús, Cádiz. Pág.
298/299.
(13) Ídem. Pág. 298/299.
(14) (www.placasdecadiz.com).
(15) MARTÍNEZ VIERA, Francisco (2003).
Historia antigua de Santa Cruz, crónicas
de la capital de Canarias. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna. Páginas 270.
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EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015
HISTORIA LOCAL
BARRANCO GRANDE.
Entre datos y vivencias
Este lugar, mi pueblo adoptivo, siempre deseando reafirmar
su personalidad, surgida de la fusión en adecuado crisol de
tantos y tan variopintos orígenes, cuenta con asociación de
vecinos, iglesia y plaza, fiestas y costumbres, centros
docentes y de salud, además de muchos otros servicios que
lo reconocen como enclave pujante y diferenciado. Con
esta finalidad, un grupo de vecinos liderados por la señorita
Nati han inaugurado una exposición de recuerdos
testimoniales relativos al proceso de su consolidación.
Texto: Emiliano Guillén Rodríguez
(periodista, cronista oficial y miembro del Instituto de Estudios Canarios)
Foto: Cedida
C
uando una persona, o
grupo doméstico, ha de establecerse en lugar distinto al de su infancia ya estabilizada de inmediato
suele tender a conocer e interpretar el
nuevo terruño, para venerarlo casi tanto
como el que ha dejado en la añoranza.
Con mayor ahínco si las iniciales experiencias vividas en él le resultaron
favorables. Las primeras imágenes que
poseo de este entorno están relacionadas con aquellos viajes de eterna duración que me llevaban desde mi pueblo natal hacia La Laguna, para examinarme de los sucesivos cursos del
Bachillerato de entonces. El recuerdo
es difuso, me vienen a la memoria siluetas de molinos quijotescos y muchas
huertas escaroladas por el cebollino maduro. También, eso sí, una ristra de vueltas, curvas y más curvas, una tras otra,
todas adornadas de tarajal, en un sinvivir constante.
En tierra ahora, con apenas diecisiete
años cumplidos, estuve en este lugar
colaborando con la campaña de alfabetización promovida por el general
Franco, cuyo objetivo era que todos los
ciudadanos manejasen los rudimentos básicos de lectura, escritura y cálculo. Este hecho me permitió vivir el
primer contacto, desde luego muy halagüeño, con sus moradores primigenios.
El conocido como “colegio de abajo”
lucía por aquella época su señera estampa de juventud al arrullo de su soledad. Años después, el azar, que no el
escalafón, me conduciría a enraizar aquí;
por destino y por amor. Pronto, como
siempre fue mi costumbre, con los hombres y con los papeles, comencé a recopilar datos y recuerdos para componer someramente la estampa deseable,
la misma que precisaba para consolidar
mi nuevo arraigo.
Me contaban ellos que antaño disfrutaban de tres fiestas interesantes cada
año. La del Carmen, en El Sobradillo,
muy importante y de gran empaque,
me aseveraban con rotundidad. para
nosotros siempre fue motivo para
estrenar traje y zapatos nuevos; siempre que se pudiera, claro está. Otra era
la de San Isidro, en El Chorrillo. A ella
acudían en romería con carretas en forma
de barcos, a la usanza teguestera. Recuerdan que penetraban al recinto bailando
al son de la danza de cintas. Un aspecto
a recuperar por su identidad y solera.
La tercera fue la procesión del Cristo
de La Montaña. Esta imagen, por el 18
de julio, llegaba en procesión hasta el
cruce de Barranco Grande, donde estaba situada su primera casa-escuela.
Esta construcción aún hoy ofrece su
indolente estampa casi frente al actual
centro de salud. El pueblo, sin embargo,
a medida que se iba reafirmando, demandaba su propio patronazgo, su propia fiesta.
Durante largas décadas esta zona fue
lugar de cultivos genuinos y puntuales. Aquí alcanzaron gran fama las pitas,
para extraer la fibra destinada a la elaboración de sacos y sogas especialmente.
De estas labores mucho sabe la que ahora
llaman Cueva Caprichosa, entonces
Cueva de Silva, en alusión a alguno de
sus dueños o moradores seguramente. De esta suerte también se cultivaba
la miel, y en ella se elaboró. Destacó
el cultivo del cebollino y de la caña de
azúcar, además de los propios de la subsistencia: papas, legumbres y verduras. Entre los frutales abundaron con
franqueza el higo bicariño y el naranjo.
Los años sesenta rolaron los destinos de esta nave hacia nuevos vientos. El contexto torna en asentamiento de muchas familias huidas del arado, desertores de la guataca, fugados
de un sistema feudal que les acongojaba y les impedía el menor atisbo de
progreso, para ellos y para sus hijos.
Este fenómeno social cambia profundamente la fisionomía y quehaceres
de este entorno. Los nuevos colonos
luchan por mejorar sus nuevos asentamientos y consolidar una idiosincrasia
propia y diferenciada para un pueblo
rehecho a partir de muy variopintas procedencias.
Escudriñando fechas de interés que
delatasen su desarrollo hasta los años
pasados, partamos de los cuarenta. El
16 de enero de 1947 se crea la primera
escuela elemental en la localidad, de
primeras letras, porque el incremento
de la población lo demandaba. Se aco-
modó en una casa arrendada por el
Ayuntamiento de El Rosario a Dolores
Gómez García. De ella se dice que carece
de otros espacios. Situada a poniente
del Cruce de Barranco Grande, con capacidad para unos cincuenta alumnos,
está dotada de un retrete separado del
inmueble. En el año de 1960 se mejora
y amplía la oferta educativa con dos
unidades escolares con casas para maestros. Para nosotros, el citado “colegio
de abajo”. Varios años después quedaría
inaugurado el primer edificio, en
nuevo diseño, del colegio denominado
Bethencourt y Molina, en honor del ilustre ingeniero portuense. Durante
algún tiempo este centro docente
acogió a los alumnos de Santa María
del Mar, entonces en fase de solucionar sus carencias de infraestructuras
educativas.
El año de 1972 resultó crucial para
el futuro local. El propio Ayuntamiento de El Rosario segrega este distrito a un ahogado Santa Cruz, que lo
necesitaba imperiosamente para continuar su expansión hacia el suroeste.
Llegado el año de 1977, se crea la parroquia de San Felipe Apóstol y, bajo la
responsabilidad técnica de Juan Francisco González Orihuela, comienzan
los trabajos para la construcción de su
iglesia. Es difícilmente sostenible una
parroquia sin templo. Mientras tanto,
a modo testimonial, figuraba en un
pequeño garaje próximo al flamante
edificio del colegio.
El 6 de noviembre de 1983 quedó colocada la primera piedra del primer edificio eclesial. Fue bendecida por el obispo
Luis Franco Cascón. La consagración
de la totalidad del sagrado recinto se
llevó a cabo el 19 de marzo de 1989. Ofició el entonces también obispo de Tenerife Damián Iguacen Borau. La primera
misa en la nueva iglesia tuvo lugar a
las cinco de la tarde de ese mismo día.
La financiación de esta obra corrió a
cargo de los propios feligreses, canalizando sus iniciativas a través de una
Junta Parroquial, a impulsos del
párroco Domingo Albertos González,
contando además con la inestimable
colaboración del Ayuntamiento capitalino.
Templo en
construcción.
Con la proximidad de los años
ochenta viene la consolidación de la
democracia. En su virtud, un entusiasta
grupo de residentes funda la asociación de vecinos El Molino, bautizada
de esta suerte en clara alusión a sus tradicionales estampas, para luchar por
los intereses del común.
Durante el curso escolar 1987-88 llega
la inauguración oficial del tercer edificio del colegio, anexado al anterior,
ahora enriquecido con unidades de infantil y del cual era modesto director
quien les habla, acompañado de un magnífico equipo de compañeros profesionales de la docencia, siempre empeñados todos en conseguir las mejores
metas para nuestros alumnos, sin escatimar esfuerzo alguno para ello. Entonces ya se pensó, y logró, completar el
ciclo de enseñanza no universitaria con
la adjudicación del I.E.S. Las Veredillas. Este complejo educativo recibe el alta para su gestión el 9 de septiembre de 2009. El sustancial aumento
de plazas en el sector de la educación
obligatoria en esta zona denota el espectacular acrecentamiento de la población en el distrito durante los últimos
sesenta años.
Vueltos al asunto eclesiástico, el 21
de marzo de 1990 la familia de Loendio Cabrera Orihuela, “Lito”, dota al
templo de su primera campana,
donada por esta familia y fundida en
Tenerife. Durante el primer abril del
presente siglo se le añade otra nueva
a la torre de la iglesia. Entonces ya se
albergaba la esperanza de lograr algún
día la conocida como “Do”, de sonar
más profundo y penetrante que las dos
ya existentes.
Tras este sucinto y ligero recorrido
por los avatares de la localidad, regresamos a la motivación que sostiene esta
reflexión. No es otra que la inauguración de una exposición fotográfica retrospectiva, montada con la finalidad de
que todos recordemos, con notable regocijo, las primeras fatigas y satisfacciones
vividas en este entorno, para el bien
de todos, y que, a buen seguro, habrá
de reforzar aún más si cabe, nuestros
lazos cívicos de pueblo con genuina personalidad, ya firmemente robustecida.
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domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA
INVESTIGACIÓN
EN PORTADA
TURISMO
Juan Davó
Rodríguez
El pintor Juan Davó nació el
27 de enero de 1897 en Santa Cruz de
Tenerife y fue el menor de cuatro hermanos. Desde pequeño le gustaba ir
por la Litografía Romero, siendo
allí donde se despertó su temprana
vocación artística. Se formó como pintor en la Escuela de Artes y Oficios de
Santa Cruz de Tenerife, siendo maestros suyos Gumersindo Robayna Laso y Ángel Romero Mateos, dueño éste de la litografía donde trabajaría el
pintor más de la mitad de su vida. Romero le corregirá no solo en el dibujo, sino también en la aplicación de
la luz (fue discípulo directo de Sorolla).
Ambos desarrollaron una temática similar, no por pura casualidad, sino porque los dos se vieron inmersos en el
costumbrismo, corriente artística
que se desarrolló a mediados de siglo. Desde muy joven, Davó participó en exposiciones y certámenes, realizando su primera exposición en 1916.
Hacia 1920, decidió marchar a Madrid.
Una vez allí, con su deseo de ampliar
conocimientos, trabajó como discípulo del pintor Hipólito Hidalgo Caviedes, y prosiguió con sus estudios
en la Real Academia de San Fernando, donde conoció a Ignacio Zuloaga, del que tomó su preocupación por
las tonalidades grises.
De vuelta a Tenerife expone, con
cierto éxito, en un género que nunca
dejará de cultivar, el retrato, aunque
casi siempre por encargo. En 1926 contrae matrimonio con Mª de la Natividad Ramallo, con la que tendrá tres
hijos. Y es por esta misma fecha cuando
entra a trabajar en la Litografía Romero,
donde se ocupará de la sección de dibujo con el cargo de director artístico.
Fue colaborador de diversas publicaciones, con dibujos que servían como ilustración a los poemas y artículos.
Llegó también a ilustrar libros, unas
veces las ilustraciones interiores que
animan el texto y otras la cubierta. Si
Davó dominaba el dibujo, también hay
que señalar que tenía una predisposición innata para el mismo.
Aunque su preocupación por el paisaje no desaparecerá nunca de su obra,
ésta se verá determinada por cuatro
etapas atendiendo a los viajes realizados: a Madrid (1921-1923); regreso
a Tenerife (1923-1957); y estancias en
Puerto Rico (1957-1962) y Seattle, Estados Unidos (1962-1966).
En 1966 decide volver a Tenerife y
va a vivir con su hija. En su isla lo acogen con múltiples homenajes de
bienvenida. Pese a su poca salud, no
pierde el buen humor. Vuelve a sus
tertulias, donde cuenta sus impresiones
sobre la joven América y sigue pintando, falleciendo a los 70 años de edad.
Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 12
(técnica mixta sobre papel de acuarela)
EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015
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domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA
CLAVES DEL CAMINO
MAFASCA Y OTRAS
LUCES DEL MISTERIO
Canarias es un auténtico crisol de misterios, un genuino continente en miniatura en el que es
posible encontrar cualquier expresión del misterio que seamos capaces de imaginar. Criptozoología, sociedades secretas, casas encantadas, encuentros con ovnis, islas fantasmas, arquitectura hermética, apariciones marianas, fiestas paganas, pirámides, objetos milagrosos… un
detallado mapa de lo insólito en el que también ocupan un lugar muy destacado las enigmáticas luces populares. Luminarias que nos hablan de viejas creencias de almas en pena.
Texto: José Gregorio González
F
rente a las modernas y
constantes apariciones de
ovnis que siembran los
cristalinos cielos de Canarias, las luces populares
constituyen uno de los misterios más
sorprendentes de cuantos podemos
conocer en el archipiélago, un enigma
que se muestra desafiante resistiendo
tanto al paso del tiempo como a las múltiples explicaciones esbozadas para intentar comprenderlo. Han pasado ya
décadas desde que Jesús Callejo y Javier
Sierra acuñasen esta denominación de
luces populares para referirse a una serie
de fenómenos luminosos cuyo retrato
robot más habitual es el de una
pequeña bola incandescente, de tonos
amarillos y rojizos, que de manera saltarina, y puede que hasta curiosa, se
aproxima a los testigos, manteniéndose
visible durante largos periodos de
tiempo.
Por razones que ignoramos, y que
quizá estén en relación con la activa
mecánica volcánica del archipiélago,
el fenómeno se registra con abrumadora frecuencia por todo el archipiélago, un territorio en el que este misterio ha sido contemplado a lo largo de
las épocas como una manifestación de
almas en pena, reuniones brujeriles o
como producto de mágicos encantamientos. Durante años hemos podido
inventariar con precisión este fenómeno
por todas las islas, indagando en la
memoria y la tradición populares, así
como en la casuística contemporánea
que revela la vigencia en nuestros días
de tan desconcertante misterio. En base
a todo ello y con rotundidad, en el mapa
de las luces populares de Canarias sobresale con creces por encima del resto una
luminaria, la llamada Luz de Mafasca.
Sin duda, y por méritos propios, la
Luz de Mafasca, en Fuerteventura, se
ha convertido en uno de los iconos más
potentes del misterio en Canarias. La
tradición remonta sus observaciones
a varios siglos atrás, y de hecho las primeras reseñas escritas que aluden a su
avistamiento son de finales del XIX.
La mayor parte de sus observaciones
se localizan en Antigua y de Betancuria, donde resulta inusualmente sencillo encontrarse con testigos directos
o con informantes que conocen personalmente a vecinos que han visto de
cerca y sin margen a la confusión nuestra luminosa protagonista.
La gente habla con libertad de un fenómeno que ha terminado por permear
su cotidianeidad, llegando a inspirar
cuentos infantiles, cuadros o películas,
cediendo su nombre a colectivos vecinales, jornadas culturales e incluso calles.
Actualmente, y como parte de una investigación en marcha llevada a cabo por
quien firma este artículo, junto a Luis
Javier Velasco, Alberto Montesdeoca
y Luis Niño, se han podido inventariar
con precisión un total de 97 casos, algunos de ellos de fecha tan reciente como
2014. El vaciado de los datos realizado
por Luis Velasco permite observar
que más de 50% siguen un patrón de
observación estándar, con relativa
cercanía, interacción con el o los testigos, duración amplia, etc. Curiosamente, el segundo gran grupo de
casos, un 32%, está constituido por encuentros en los que el sujeto va en un
vehículo y la luz se cruza en su
camino, mantiene su mismo itinerario
o incluso entra en el coche o camión.
Ante un catálogo tan nutrido y considerando los diferentes parámetros que
se pueden manejar, resulta muy complicado seleccionar los casos que puedan definirse como los más importantes.
Por la extrañeza con la que se manifestó
el episodio destaca el vivido por
Vicente Peña. Este testigo la observaba
hace unos 50 años desde la lejanía “con
frecuencia mirando desde Triquivijate
hacia El Matorral, con el mar de fondo.
Siempre en la misma zona, aparentando
ser barcos de pesca, para después desparramarse y dividirse hasta en siete
u ocho luces, cerca unas de otras. Después volvían a unirse haciéndose una
sola”. La lejanía de la observación, como
en otros episodios, presupone un tamaño considerable que tiende a reducirse muchísimo cuando se aproxima
a los testigos.
Extraño también puede considerarse el caso comunicado por el padre de
Augusto Quesada, joven que nos
narraría la peculiar escolta que tuvo su
progenitor una noche de verano de 1996.
“Una emergencia médica había motivado la hospitalización de mi hermana,
y en el trayecto de regreso, pasadas las
3 de la madrugada, desde Puerto del
Rosario a Jinijionamar, mi padre vio en
solitario la luz, de color anaranjado. Lo
curioso es que mi padre se equivocó
al tomar un desvío a la altura de Pozo
Negro, quedándose la luz atrás, pero
al corregir el trayecto e incorporarse a
la carretera general, la luz reapareció
y le acompañó hasta donde nos alojábamos”. En esta ocasión, la extrañeza
radica en la aparente inteligencia que
demuestra la luminaria, anticipándose al “despiste” del observador.
No obstante, atendiendo a la duración del mismo y al hecho de haber existido un inusual contacto físico con el
mismo, no hay duda de que el encuentro más notable de todos lo protagonizó, a nuestro juicio, Domingo Alberto
Brito, ya fallecido. Este buen hombre,
ya octogenario, compartía con nosotros su encuentro con la luz hace más
Parajes por donde
deambula la “Luz
de Bentaiga”
(izquierda) y la playa
La Rajita (La
Gomera), donde se
divisa la “Luz de la
Vega Abajo”.
de setenta años. “Fue en 1941, al año
de casarme, –nos relataba–. Yo vivía en
Betancuria pero había venido a las fiestas de Antigua. Cuando regresaba a mi
casa vi la luz a lo lejos, sobre un lomo,
por lo que aceleré el paso, pero al
momento ya estaba cerca. A la altura
de un pequeño barranco la luz pareció
bajar, y yo aproveché para ir más deprisa
todavía cogiendo un atajo, pero cuando
llegué al final allí estaba la luz, paradita junto a un mojón y una pitera.
Seguí para mi casa y de nuevo quise
evitarla, por lo que, en vez de seguir
por el callejón que daba a mi casa, caminé
por la gavia. Cuando salí de la misma
salté al camino junto a mi casa, y la luz
estaba de nuevo quieta, posada encima
de una piedra que había en la entrada.
Entonces se me ocurrió darle una patada, y cuando lo hice, ¡se me quedó
todo el pueblo de la Villa de Betancuria encendido, como el “peso” del mediodía! Desde ese día no la he vuelto a ver”.
Con ser la Luz de Mafasca la más conocida, no es ni mucho menos la única que
se ha dejado ver desde hace siglos por
Canarias. Las tenemos en todas las islas
y en escenarios rurales y urbanos. El retrato robot tiende a ser similar, con un
tamaño que oscila desde el de una monedadeuneuroaldeunapelotadebalonmano, mientras que su gama de colores oscila desde los blancos y azules a
tonos rojizos. Lo habitual es que se vea
una sola luz, que puede aumentar o disminuir su tamaño, abandonando la forma
esférica para convertirse en un simulacro de hoguera o en un amasijo
chisporreante de brasas. No obstante,
hay casos de más de una luz, fusionándose o bien dividiéndose en cuerpos independientes. Llama la atención la frecuencia con la que la luz se manifiesta
ante varias personas al mismo tiempo,
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EL DÍA, domingo, 19 de abril de 2015
CLAVES DEL CAMINO
así como la duración de los encuentros,
que suelen prolongarse muchos minutos e incluso horas. El sonido es apenas anecdótico y la cercanía es tanta que
a veces se ha dado contacto físico. Su
luz no es cegadora, aunque puede dar
estallidos que deslumbran al testigo, no
existiendo testimonios que hablen de
cambios de temperatura significativos.
Aunque se la teme y la gente prefiere
no toparse con ellas por vincularla con
almas en pena, no hay episodios de agresión ni consecuencias negativas para el
observador. Con todo, lo más desconcertante en su aparente inteligencia, la
curiosidad que parece mostrar hacía los
testigos, entrando en ocasiones en un
aparente y provocador juego, reaccionando a los mismos con aproximaciones extremadas, cambios de ritmo y forma, etc. Sean lo que sean estas luminarias, y descartando que se trate de almas
que purgan sus pecados así como de fenómenos tan socorridos y fuera de lugar
como los rayos en bola o los fuegos fatuos,
las luces populares en Canarias constituyen un desafío en toda regla presente
por toda la geografía de las islas.
En el entorno de Anaga, en Tenerife,
nos topamos con estas extrañas luminarias en varias localizaciones, llegando
a dar sus frecuentes apariciones nombre a un hito geológico de esas hermosa
y abrupta zona costera: el Roque de las
Ánimas. Además, en la cercana zona
de Almáciga llegó a darse uno de esos
escasos encuentros en los que se produce contacto físico, concretamente con
la llamada “Luz de Gutiérrez”.
Nos topamos con ese caso por “casualidad”. El testigo era nieto de uno
de los tres protagonistas del encuentro, ocurrido a mediados del siglo XX.
Al parecer, al igual que a muchos vecinos, a los testigos les picó la curiosidad sobre la naturaleza de las luces que
habitualmente se dejaban ver por la zona,
unas luminarias que incluso ellos habían podido ver en la distancia algunas noches. En el ánimo de los tres amigos estaba dar con los responsables de
aquellas luces nocturnas, que consideraban de carne y hueso, por lo que
una noche decidieron salir en su búsqueda. Y así fue cómo, localizándola
en una parte de un sendero, decidieron ir a por ella cercándola. Uno de los
observadores se acercó tanto que a cierta
distancia se atrevió a lanzarle una piedra. “A partir de ese momento, según
me dijeron mi tío y mi abuelo, el buen
hombre estuvo viendo la luz por lo
menos tres días. Aquello pegó un
destello que lo dejó deslumbrado y del
susto hasta soñaba con la luz”, concluía
su relato nuestro testigo en el tiempo.
Al parecer, según confirmaría de manera independiente el investigador Carlos Soriano, el nombre de “Luz de Gutiérrez” se le asignaría por ser éste el
apellido del sujeto al que cegó la luz.
Soriano pudo recoger también el valioso testimonio de Juan “El Cuco”,
vecino y memoria viva de aquellos hermosos parajes, quien una madrugada
vivió su propio encuentro con el misterio mientras transitaba por aquellos
senderos. “En un momento determinado –comenta Soriano–, a un lado del
camino aparece una extraña luminaria que a don Juan le llama poderosamente la atención. Estaba quieta,
como esperándole. Él pensó que podría
tratarse de la linterna de un pescador.
Nos confiesa don Juan que, “lo que le
faltó fue hablarle”. En el momento en
que hace un ademán para continuar su
camino, aquella luminaria, de un color
blanquecino semitransparente, le salta,
dando enormes brincos entre los riscos, hasta situarse frente a él, a poco
más de metro y medio de sus pies. Don
Juan, con cierta calma y sangre fría, dirige
el halo de su linterna hacia aquello: “Enfoqué como de aquí a allí, para ver si era
un bicho o un ave... ¡pero ave no era!”.
De pronto, aquella cosa se deslizó flotando, alejándose de él y perdiéndose
entre los riscos. Pero no contento con
lo abrumador de tan insólito encuentro, don Juan decide seguirla para tratar de comprobar de qué se trataba: “Bajé
a la playa, por donde tenía que venir,
y miré para los lados a ver si la veía, porque dicen que esta luz le seguía a uno.
No la vi y entonces me puse a buscarla
por dentro de las piedras aquellas, a ver
si la veía”, nos contaba mientras señalaba un punto cercano a la playa. Tras
una leve búsqueda, don Juan continuó
su camino con la curiosa esperanza de
que aquella luminaria, tal como cuentan los lugareños que acostumbra a hacer,
le seguiría. Pero no fue así”.
Saltando de isla llegamos a Gran Canaria, territorio en el que el fenómeno también se manifiesta con inusitada frecuencia. De hecho, las apariciones de
una de estas luces terminaron dando
nombre al cosmopolita puerto de La Luz,
de la ciudad de Las Palmas, rastreando su presencia en lugares tan dispares como el casco antiguo del municipio de Telde con la “Luz de San Francisco”, las espectaculares cumbres de
Tejeda con la “Luz del Bentaiga”, o los
impactantes paisajes de la Aldea de San
Nicolás con la llamada “Luz de Toledo”.
Sin embargo, por antigüedad y reseñas
escritas, es obligado destacar el llamado
“Jacho de La Laguna”, que hacía su aparición entre los municipios grancanarios de Teror y Valleseco. Supimos de
esta historia gracias al historiador
Gustavo Alejo Trujillo, quien a su vez
la rescató de fuentes contemporáneas al fenómeno, como es el caso de
Sebastian Jiménez Sánchez, quien
escribía sobre el mismo con los siguientes términos: “Refieren los más ancianos de estos pueblos de medianías y de
cumbre oír decir a sus padres que
todas las noches, en el lugar conocido
por La Laguna, aparecía un hacho encendido que seguía trayectorias diversas.
Esta misteriosa aparición luminosa se
interpretaba como el alma en pena de
una persona que llevada de cierta
cólera y de ideas anticristianas se
entretenía en destrozar una cruz, de esas
que tanto abundan en nuestros caminos de herraduras y carreteras, rememorando fechas religiosas o desgracias
personales. La cruz en cuestión recordaba el accidente, con pérdida de su vida,
de uno que se dirigía a una última en
el pago del Zumacal. El autor del desafuero, impresionado de ciertas apariciones
Arriba, Velasco y
González, junto al
testigo Vicente Peña.
Sobre estas líneas,
cruz en Los Llanos
de Mafasca.
y sueños, embarcose
para la isla de Cuba con
el fin de olvidar correrías y creerse libre de
alucinaciones. Refiere
la leyenda que el tal
murió allá, y su espíritu
venía a penar seis meses
a Canarias, en forma de
«jacho luminoso», en el
lugar preciso donde él
destrozara la cruz de la
leyenda, y otros seis meses en Cuba”.
Tras la Luz de Mafasca, la mayor popularidad la acaparan los
llamados Hachones
del Time, en la isla de
La Palma. Desde hace
siglos, los vecinos del Valle de Aridane
y de Tijarafe observan estas bolas de
luz revoloteando por toda la cordillera
montañosa del Time, surcando a sus
anchas el Barranco de las Angustias, tanto
en dirección a la costa de Tazacorte como
hacia el interior de la siempre mágica
Caldera de Taburiente. Son muchos los
que en el pasado fueron testigos de tan
singular fenómeno, atribuido tradicionalmente a las almas de los guerreros
indígenas, los antiguos auaritas, que
lucharon con Tanausú y que clamaban
por la libertad que en su momento perdieron. Lorenzo Rodríguez recogió
en el siglo pasado, en sus “Noticias históricas”, la tradición de las luminarias
palmeras, incluyendo el relato dentro
de su descripción del pueblo de Tijarafe: “En una de las aludidas vueltas de
El Time, y a cosa de la mitad de la elevación del mismo, se observa un fenómeno que se ve de Los Llanos con alguna
frecuencia. Consiste en una luz, de color
muy vivo, que se deja ver allí, la cual
muchas veces, dividiéndose en dos o más
luces, corren hacia el mar volviendo a
reunirse al punto de partida pasado un
rato. Algunas personas han tratado de
averiguar sobre el mismo terreno la causa
ocasional de este fenómeno; pero sus deseos
se han quedado frustrados porque,
mientras que de Los Llanos se estaba
viendo constantemente la expresada luz,
aquéllas han tenido que volverse sin haber
visto luz ninguna ni descubierto el origen de ella”.
El intelectual palmero incluye en su
descripción la obligada reseña a su origen según la memoria colectiva: “La tradición cuenta que, viniendo de Tijarafe,
o de Puntagorda, unos romeros, les sorprendió la noche en El Time, y viéndose
en la imposibilidad de poder descender,
a causa de la mucha oscuridad que hacía,
rompieron una cruz de tea que allí estaba
colocada e hicieron un hacho con el que
se alumbraron; y de aquí se dedujo, y aún
deducen las gentes sencillas, que aquella luz tiene origen sobrenatural. La creencia más generalmente aceptada, sin
negar el hecho de la cruz que la tradición conserva, es que allí debe existir alguna
materia fosfórica en gran cantidad que
produce el fenómeno, con tanta más razón
cuanto que en las noches lluviosas y húmedas es cuando se hace más perceptible
la expresada luz”.
Resulta significativa, sin duda, la aparición en tierras palmeras de la misma
reseña popular al sacrilegio que nos encontramos en Mafasca de quemar
una cruz, y al pecado mortal que supone
tal hecho, debiéndose penar como luminaria por la eternidad. Curiosamente,
la tradición mantiene precisamente en
la zona de El Time una gigantesca cruz
asociada a la leyenda y a los fenómenos luminosos que la acompañan.
Finalizamos nuestro recorrido en la
isla de La Gomera, donde este misterio luminoso también cuenta con un destacado protagonismo. Junto a la “Luz
del Roque”, que deambula por el entorno de Roque Cano, en Vallehermoso,
elmáximoexponenteeslaconocidacomo
“Luz de la Vega Abajo” o “Luz de la Dama”, luminaria que aparece en el mismo municipio y que acumula decenas
de testigos y una leyenda sobre su origen un tanto peculiar. Se cuenta que el
alma que pena en forma de luz es la de
un pirata o contrabandista que, tras matar
a uno de sus socios y esconder un tesoro,
murió a manos de un tercero, quedando
el cofre oculto y en paradero desconocido,
aunque custodiado por el criminal y codicioso pirata. Las observaciones siguen
el mismo patrón, aunque en la casuística gomera la luz tiende a comunicarse,
hablándole a los testigos sobre su naturaleza penante o advirtiéndoles de manera intimidatoria sobre la osadía de cruzarse en su camino.
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domingo, 19 de abril de 2015, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 976
“El prestigio cuesta mucho en inversiones y tiempo, se gana a base de resultados y no pueden acabar con él acciones estratégicas
ni intervenciones grotescas manipuladas, por muy espectaculares que sean y haya injusticias colonialistas que lo permitan”.
FORMACIÓN PROFESIONAL TURÍSTICA:
una asignatura siempre pendiente (V)
Texto: Antonio-Pedro Tejera Reyes
(del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo, OMT,
de las Naciones Unidas)
“La injusticia, allí donde se halle,
es una amenaza para la justicia
en todo su conjunto”
(Martín Luther King)
C
orría el año 1994 cuando,
en un periódico de las Islas Canarias, apareció publicado un artículo de
opinión escrito por el profesional Antonio Romero Aumente,
sobre la formación profesional en el
sector turístico. Las últimas noticias
que llegaron a nosotros sobre este destacado profesional en el turismo español le situaban en el sur de Tenerife, como director del hotel Jardín Tropical, un establecimiento hotelero de
cinco estrellas vinculado a grandes capitalistas españoles, a cuya inauguración, creo recordar, asistió hasta el ex
presidente del gobierno de España
Felipe González Marques.
Hoy, pasado más de veinte años de
estos recuerdos, algunas consideraciones y reflexiones amigas nos han
puesto nuevamente a ocuparnos del
mismo tema, reproduciendo casi en
su totalidad–solo con algunas llamadas a la actualidad– el escrito que en
aquel entonces remitimos a la prensa,
el cual nos pareció oportuno en aquellos momentos y cuyo contenido
creemos sigue siendo de actualida más
de veinte años después. Es lo que hay.
Instar, presionar, insistir (agosto de
1994)
Escribimos entonces: “Son cientos
los trabajos que hemos escrito y publicado
sobre estos temas. Desde marketing turístico, hasta planificación del territorio,
pasando por la sociología, psicología,
deontología, etc., etc. Son miles las horas
que hemos dedicado al estudio del cómo
enseñar a profesionalizarse en el
turismo. Siempre intentando hacerlo
de la mejor forma. Siempre sin otro estímulo que la satisfacción del deber cumplido… al igual que ahora escribiendo
estas líneas. Sentimos que el tiempo se
nos acaba cuando vemos el disparate
de las planificaciones docentes para formación profesional turística, y hasta
no dan ganas de llorar.
Hace unos dos años se realizó un
encuentro de las escuelas de turismo
de Canarias con las autoridades pertinentes de la administración pública
de la Comunidad Canaria, donde se trató
de realizar una campaña para generar
la toma de conciencia en los estudios
de turismo así como la reestructuración
de los mismos. Todo quedó en nada.
Casualmente, leíamos en estos días
unas declaraciones del sabio del turismo
español, D. Manuel Fraga Iribarne, donde
se lamentaba de cómo vegetaba uno de
sus mejores logros dentro de las enseñanzas del turismo, en su época del Ministerio de Información y Turismo, el Instituto de Estudios Turísticos. ¿Tendremos
algún día que lamentarnos de la desaparición de estos estudios, de los que
precisamente España es su pionera y
Canarias una avanzada?
No seamos mezquinos. Llevemos a
nuestra juventud y a nuestros profesionales turísticos los conocimientos necesarios para que puedan especializarse
en su profesión y conseguir con ello, de
por vida, la consolidación del turismo
en la región.
El pasado año, en Caripe, un pueblecito
del Estado Monagas, en Venezuela, hablamos en un foro para alcaldes y concejales del estado sobre lo que había que
hacer para atraer y consolidar el
turismo. Reflexionando, más tarde, nos
dimos cuenta de que tristemente el mismo
discurso se podía emplear precisamente
en las mismísimas Islas Canarias en este
año 1994…
No improvisemos. Busquemos la
experiencia y el conocimiento. Vayamos hacia aquellos que por sus años de
trabajo, por su formación y por sus hechos
nos han demostrado sus conocimientos sobre el particular. De hacerlo así
pasaremos a la historia. De errar en ello,
pasaremos también a la historia, pero como un símbolo de la ineptitud…
que también así pasan muchos todos
lo días”.
Una explicacion consecuente (2015)
Los párrafos anteriores se escribieron
– como decimos– hace más de veinte
años. Ha llovido mucho desde entonces. Nuestra actividad alrededor de las
enseñanzas turísticas ha continuado
casi permanentemente, con unas cotas de eficacia difícilmente comparables
por sus propios resultados, lo cual
–como era natural– despertó la alarma
en aquellos que veían comprometida
su vida política por la existencia de unos
estudios cuyas características ponían
El profesor
Antonio Pastor
Abreu, en una de
sus brillantes
exposiciones dentro
de la maestría
comentada en este
reportaje, donde se
evidenció la calidad y
la eficacia de la
enseñanza
personalizada.
En la sede de la
Universidad para
La Paz, junto al
rector de la misma,
Francisco Barahona, y
el alto ejecutivo
especialista en
recursos naturales
Felipe Matos,
celebrando la firma
del documento que
radicaba en las Islas
Canarias el primer
master mundial
Calidad TurísticoAmbiental Sostenible
y Promoción de la
Paz. Año 1998.
en evidencia su nefasta gestión. Manipulaciones colonialistas y hechos esperpénticos cercenaron algo que era
ya mucho más que un proyecto dentro de las enseñanzas profesionales del
turismo… que se extendía por toda
América, que comenzaba a irrumpir
en Europa –Francia, Italia…– y donde
se contó con el apoyo –nada mas y nada
menos– de la Universidad para La Paz,
de las Naciones Unidas, del propio Gobierno de Canarias y muchas corporaciones insulares y locales, unidos a
un numeroso grupo de autoridades políticas y empresariales de varios países,
así como la cúpula de las organizaciones
empresariales de las Islas y distintos
representantes sociales. La envidia y
la ignorancia son muy poderosas… “La
gente mala nunca descansa” (Erle
Stanley Gardner 1936).
En general, al panorama de las ense-
ñanzas profesionales del turismo,
fundamentalmente en España, acusan un notable deterioro encasilladas
en programas “académicos”, donde
la realidad interna empresarial del día
a día huelga por un total desconocimiento, cercadas por ineptas acciones
políticas carentes del sentido de la profesionalidad y la eficacia.
Con métodos obsoletos y profesores en las universidades españolas carentes de los conocimientos profesionales turísticos necesarios, las escuelas
de turismo privadas han desaparecido
totalmente y las que subsisten asociadas
a universidades se ven obligadas a seguir
unos programas que no son precisamente unos modelos de esa eficacia
y conocimiento que señalamos.
Perseverar ente las dificultades es
abrir camino hacia el éxito. Es lo que
seguimos haciendo en este año 2015.