SER PAPÁ Históricamente, el padre se ha considerado como la figura fuerte y protectora, el guía, la autoridad y el proveedor de la familia. Pero al mismo tiempo como una persona más bien ausente y un poco lejana, temido y respetado, dando la imagen de que la ternura y cercanía no son parte de su rol. Existe aún el mito, de que los hombres no lloran, ni son sensibles. Sin embargo, a medida que la sociedad ha ido cambiando, las familias se han hecho más pequeñas y el rol de hombres y mujeres ha cambiado también. Ha variado el papel en que el hombre debía ser “el fuerte”. Ser fuerte, es una labor exigente; nadie puede ser fuerte y protector todo el tiempo; cada uno tiene sus debilidades y cuando se pretende no tenerlas, es a costa de un empobrecimiento de muchas experiencias, dignas de vivirse. En la actualidad, en la mayoría de las parejas, al hombre se le exige ser tierno, cercano y amoroso con sus hijos/as. Los padres, han comenzado a participar de manera más igualitaria, con los quehaceres de la casa y en el cuidado de los niños. Cuando se da mucha importancia al trabajo y la comodidad económica, que el padre pueda brindar, convirtiéndose ésta labor, en el centro de sus días y de su vida, descuida y pierde tiempos y espacios valiosos para compartir, conversar y jugar con sus hijos/as y su mujer, desaprovechando así oportunidades para establecer y potenciar vínculos afectivos con su familia. Algunos padres piensan, que el papel más importante del hombre en el hogar, es el de ser figura de autoridad, por lo que debe poner orden y disciplina y además tomar decisiones. No obstante, una de las responsabilidades es educar, pero ésta debe ser una tarea compartida con la madre y los demás miembros de la familia. Además de la protección económica y la disciplina, es necesario brindar al niño/a, otro tipo de seguridad, que es más básica y primaria, la necesidad de ser aceptado, querido y respetado, para hacerlo sentir que los demás lo consideran y entienden. Para esto, es necesario mirar a los hijos/as como un individuo aparte, con sus propias características, con sus propias necesidades y su propia forma de ser, como alguien en camino de crecimiento y que puede equivocarse, ya que tiene mucho que aprender. Un padre castigador, lejano y autoritario, produce miedo e inseguridad; y en el futuro el niño enfrentará la vida con ansiedad, temor y agresividad. Mientras que un papá afectuoso, cercano y abierto al diálogo, pero firme en sus valores y convicciones, va a dar una imagen positiva del mundo, entregándole al niño una sensación de protección y un gran ejemplo de responsabilidad con su familia. Que San José, padre de Jesús, sea nuestro guía y protector en la misión de ser padre. Prof. Claudio Olivares Cepeda Director CDOL
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