Objetos arqueológicos y adverbios gramaticales. Relaciones

Objetos arqueológicos y adverbios gramaticales. Relaciones materiales en
el área maya durante el periodo Clásico.
Borrador, no citar sin permiso del autor.
Por: Antonio Jaramillo Arango
Posgrado en Estudios Mesoamericanos
Universidad Nacional Autónoma de México
Algunas advertencias preliminares: arqueología y materialidad.
Este texto surge de una preocupación metodológica: en la arqueología académica recuperar,
fechar y catalogar los objetos generalmente se presenta como una descripción, imputando a
estos un carácter ontológico dentro de los pueblos con los que se trabaja idéntico al que
ocupa en la realidad del investigador. No es casualidad que la palabra “objeto” sirva para
denominar las cosas materiales, y por otro lado, sea una categoría gramatical que sufre la
acción de un verbo llevada a cabo por un sujeto. Desde esta perspectiva, los objetos
materiales son vistos como los vestigios de las acciones de sujetos en el pasado, es decir, su
valor como fuente histórica reside precisamente porque se cree que operaron como objetos
gramaticales. Si fue un ser humano quien realizó una acción –un verbo– sobre un objeto
(produciéndolo, utilizándolo, destruyéndolo, etcétera), y se logra determinar cuál fue este
proceso, se podría estudiar al sujeto detrás de los objetos. Por ejemplo, si un arqueólogo
está analizando una pieza metalúrgica “muisca” y logra determinar cuáles fueron las
técnicas de manufactura con la que fue elaborada, puede desentrañar un aspecto social de
quienes realmente le interesa estudiar: los humanos muiscas. Uno de los objetivos de este
escrito será, precisamente, separar los homónimos de “objeto” material y “objeto”
gramatical.
Para lograr esto voy a tomar los objetos de una manera heurística, esto es,
comprenderlos en las relaciones que tejen y generan en el mundo del que son parte sin
presuponer que estos significan, expresan o simbolizan una idea más general, o que son la
expresión de un concepto abstracto (Henare, Holbraad y Wastel 2007; de la Cadena 2010:
344; Strathern 2014: 225). Por esta razón mi estudio no va a ser sobre los humanos mayas
detrás de los objetos, va a ser a través de los objetos mayas. Siguiendo este método algunos
trabajos de arqueología mayista se han visto obligados a expandir el concepto de sujeto y
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1!
persona entre los mayas del Clásico al reconocer que muchos supuestos “objetos” contaban
con agencia propia o eran parte integral de una persona (Gillespie 2001, 2008; Hendon,
2012; Jaramillo y Borrero en prensa; Jaramillo enviado). En el presente escrito me gustaría
continuar con esta metodología, pues las categorías de sujeto y objeto no son las únicas
opciones posibles que se derivan del estudio de la materialidad (Miller 2009). En el trabajo
con los objetos mayas del Clásico me he encontrado que existen objetos que agregan
información circunstancial en una relación (un verbo), es decir, que gramaticalmente están
funcionando como adverbios.
Estos objetos-adverbios los he decidido separar en tres acápites para su exposición:
objetos personales que posicionan al sujeto en una relación ordinal política o familiar;
objetos espaciales que dan al sujeto atributos de extranjero y lo “extranjerizan”; y objetos
temporales que enmarcan una relación entre sujetos en un tiempo alterno. Estos objetos
adverbios están calificando una relación (un verbo), es decir, están dinamizando al sujeto a
través de la especificación de las relaciones que lo constituyen. Estos tipos de objetosadverbios derivaron de los materiales analizados pero no son características intrínsecas de
los objetos, sino cualidades que adquieren en relaciones específicas.
Objetos ajenos en las tumbas personales, adverbios ordinales.
Tal vez pocos contextos arqueológicos sean más pertinentes para entender el concepto de
persona dentro un pueblo que los funerarios. Afortunadamente, para el caso de los mayas
del Clásico, conocemos tumbas que son atribuidas a una personalidad específica; gracias a
las lecturas epigráficas se puede determinar con algún grado de certeza que una persona que
fue gobernante de una ciudad, hizo la guerra y mandó construir ciertos edificios, yace
enterrada en una tumba. Sin embargo, en el caso de las tumbas de personajes más
destacados nunca aparece un cuerpo humano aislado, sino que este está acompañado de
otros cuerpos humanos, de restos de animales y de una variedad de objetos. El contenido de
las tumbas mayas del Clásico puede ser entendido como partes de un cuerpo dividual
personal,1 lo que explicaría por qué la mayoría de los objetos están “matados”, es decir
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Un cuerpo dividual se refiere a la posibilidad de que una persona posea un cuerpo con elementos humanos y
no humanos que puedan estar separados. Esto se opone a la idea de individuo presente en la tradición
euroamericana.
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Cabe la posibilidad de que el cuerpo humano de esta mujer de Tikal fuera parte de la persona de 'Ajwosal,
sin embargo llama la atención que estuviera en una tumba diferente. Es común que cuando más de un cuerpo
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destruidos o con hoyos que les hacen perder su función utilitaria. Además, algunos textos
epigráficos son explícitos en marcar que muchos personajes tenían cuerpos objetuales (es
decir, hechos de lo que nosotros denominamos “objetos”) (Stuart 1996; 2012). El concepto
de persona maya no es reducible al de cuerpo humano individual.
Al tener un cuerpo complejo construido por varios elementos, las personas mayas
podían extender su agencia y estar presentes en algunos contextos en los que, a pesar de
que la epigrafía anota específicamente la presencia de una persona, sabemos que su cuerpo
humano no podía estar presente por estar muerto o muy enfermo (Gillespie 2001, 2008;
Jaramillo y Borrero en prensa; Jaramillo enviado). Aunque entender el contenido de las
tumbas como partes de un cuerpo dividual personal esclarece muchas de las aparentes
contradicciones entre epigrafía y arqueología con respecto a las acciones personales
realizadas luego de que el cuerpo humano de un personaje esta muerto y enterrado, queda
un aspecto por explorar que me gustaría resaltar: en algunas tumbas personales aparecen
objetos pertenecientes a otras personas.
Identificar objetos personales ajenos en una tumba parece una paradoja en la
arqueología mayista, pues uno de los indicios más fuertes para identificar a un personaje en
una tumba es, precisamente, porque esta contiene algunos objetos en los que viene
consignado su nombre. ¿Cómo estar seguro entonces que se trata de un objeto ajeno y no
que la tumba pertenece a una persona diferente? A continuación expondré algunos ejemplos
en los que podemos estar seguros de la presencia de este fenómeno en contextos funerarios.
La tumba 72 bajo la estructura 5G-8 de Tikal pertenece a una mujer y como única
ofrenda se encuentra un cuenco polícromo (Goudiaby 2013: 64). En su texto epigráfico,
este objeto manifiesta ser “el recipiente para beber cacao del poderoso joven/príncipe
'Ajwosal” (CEMYK 2013: 183). 'Ajwosal fue un conocido gobernante de la ciudad de
Naranjo y lo más probable es que sus restos se encuentren en esa ciudad; además, por las
referencias epigráficas e iconográficas, esperaríamos que fuera un hombre. Aunque la
estructura 5G-8 es de regular importancia, se encuentra en un área residencial, demostrando
que esta mujer pertenecía a la élite tikaleña pero no a la familia gobernante de esta ciudad.
La tumba de 'Ajwosal debe ser la de un rico señor en Naranjo, no la de una mujer de
mediana importancia en Tikal. Si bien se puede determinar que el personaje de la tumba no
es 'Ajwosal, no es posible establecer con certeza cuál fue la relación entre esta mujer y el
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3!
gobernante de Naranjo, sobre todo porque este último estaba aliado con K'altun Hix, señor
de la dinastía de la cabeza de la serpiente (posiblemente asentada en esta época en
Dzibanché y no en Calakmul), férrea enemiga de la dinastía de Tikal (Martin y Grube
2008: 72).2
Imagen 1: Enterramiento 5G-8 72 de Tikal
Tomado de Goudiaby (2013: 64)
Imagen 2: Dibujo del cuenco polícromo del Enterramiento 5G-8 72 de Tikal
Tomado de The Linda Schele Drawing Collection (s.f)
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2
Cabe la posibilidad de que el cuerpo humano de esta mujer de Tikal fuera parte de la persona de 'Ajwosal,
sin embargo llama la atención que estuviera en una tumba diferente. Es común que cuando más de un cuerpo
humano fuera atribuido a una persona, estos se enterraran juntos; ejemplos de esto los encontramos por
ejemplo en Tikal y en el Zotz, donde además de un cuerpo humano “principal”, encontramos otros cuerpos en
la misma tumba. También considero que los llamados entierros colectivos obedecían a este fenómeno general.
A reserva de encontrar evidencia concluyente de que un cuerpo dividual pudiera ser enterrado en dos tumbas
diferentes, voy a considerar aquí el cuenco polícromo de la tumba 72 5G-8 como un caso de un objeto ajeno
en una tumba personal.
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Por otro lado, no cabe duda que la persona enterrada en la tumba bajo el templo de las
inscripciones de Palenque es K'inich Janaahb' Pakal, pues así está escrito en el texto mismo
del templo y en la lápida del sarcófago (Bernal 2011: 109). Dentro de la parafernalia con la
que se enterró el cuerpo humano de Pakal, resaltan sus orejeras hechas de jadeíta. En el
texto de dichas orejeras se explicita que estos objetos son el tributo de jadeíta de O' Kan,
señor de Lah (Bernal 2008: 107). Lah fue un pequeño poblado que estuvo bajo el mando de
Palenque en la época de Pakal y que luego fue atacado por K'inich Ahkal Mo' Nahb',
gobernante palencano, cuarenta años después de la muerte de Pakal (Bernal 2008: 109).
K'inich Janaahb' Pakal, el gobernante más poderoso de la historia de Palenque, fue
enterrado con las orejeras de su vasallo O' Kan de Lah.
Imagen 4: detalle de contenido de la tumba de Pakal
Tomado de Bernal (2008: 92)
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Imagen 5: Texto de las orejeras de Pakal
Tomado de Bernal (2008: 94)
De ninguna manera estos dos ejemplos son casos aislados. Debido a la naturaleza del
registro arqueológico, el fenómeno de objetos ajenos en tumbas personales está subrepresentado. Me explico, en muchas ocasiones sólo tenemos un objeto con escritura que
nos indique un nombre, por lo que atribuimos con frecuencia esa tumba a la persona
nombrada. Conforme avance la arqueología mayista será posible tener más ejemplos de
objetos con escritura que vengan de tumbas diferentes y la información, al ser más
abundante, nos dará la oportunidad de cruzar los datos y poder determinar más ejemplos de
la aparición de objetos ajenos en tumbas personales. Esto ayudará a resolver casos dudosos,
como la famosa tumba del edificio de los cormoranes en Dzibanché atribuida a “Testigo del
Cielo”, pues aún es debatible que el punzón encontrado allí pertenece realmente al cuerpo
dentro de la tumba o perteneció a otro personaje.
Existen afortunados casos dónde, entre la cantidad de objetos dentro de una tumba,
se encuentran objetos que mencionan a dos personas: en Yaxchilán, por ejemplo, en la
tumba 2 bajo el templo 23, perteneciente al señor Itzamnaaj Bahlam III, se encontraron
varios punzones de hueso para el sacrificio, casi todos con su nombre escrito aunque, en
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6!
contados casos, algunos de estos objetos decían pertenecer a su esposa, la señora K'abal
Xook (García Moll, 2004: 270). De la misma manera la tumba 5 de Piedras Negras es
atribuida al gobernante 3 de esta ciudad, K´inich Yo´nal Ahk II, porque se encontró una
espina de raya con su nombre dentro del ajuar funerario; esta tumba contiene también unas
placas de concha de Spondylus princeps que pertenecían a su esposa y que relatan la vida
de ella (Stuart 1985; Danien 2002: 19-20).
La presencia de objetos personales ajenos encontrados en contextos funerarios nos
obliga a pensar en la razón de ser de estos objetos. Como ya adelanté, considero acertado
considerar los objetos enterrados en las tumbas como partes de un cuerpo personal
complejo compuesto por varios elementos humanos y no humanos. Debo aclarar que
aunque aquí he abordado casos de tumbas de élite, este es un fenómeno que también ocurre
en enterramientos menos ostentosos, sin embargo, al carecer de objetos con escritura, son
menos fáciles de documentar. 3 Pero ¿porqué integrar objetos pertenecientes a otras
personalidades dentro de esta construcción corporal? Para comenzar a responder esta
pregunta es necesario remitirse a la definición de objeto inalienable en la antropología y la
arqueología.
Derivado de los trabajos de Marcel Mauss sobre el don y el intercambio, surgió una
propuesta metodológica de comprender ciertos objetos como inseparables de su poseedor
original (para ver una discusión amplia del trabajo de Mauss y su impacto en la concepción
de los objetos ver Holbraad 2007). Según esta propuesta, el concepto de persona no puede
ser comprendido sin tener en cuenta algunas de sus pertenencias, convirtiendo a estas
últimas en posesiones inalienables (Weiner 1992). Al ser intercambiadas, estas posesiones
inalienables se convierten en una relación material que une al poseedor original con el
poseedor actual. Quiero hacer hincapié en esto: no es que el objeto sea testigo o simbolice
una relación social, el objeto mismo es una relación material mantenida gracias a la
existencia relacional del objeto.4 Si aceptamos que el concepto social de persona excede al
de humano y que esto se da gracias a una construcción relacional del cuerpo, incluir
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3
Considero que el concepto de persona y el de cuerpo están profundamente ligados, es en y a través del
cuerpo que una persona se constituye relacionalmente. Si bien esto es una realidad entre los mayas del
Clásico, existían diferentes capas de complejidad: personas poderosas que podían acumular más relaciones
poseían un cuerpo más complejo con más elementos; personas menos poderosas, con menos relaciones,
tenderían a tener un cuerpo menos complejo y esto es reflejado en sus tumbas.
4
Tomo el concepto de “relación material” de Hendon, Joyce y Lopiparo (2014).
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7!
relaciones materiales en la construcción personal (esto es relaciones condensadas en un
objeto específico) se hace indispensable para ubicarse en una posición social desde la cual
se tejen otras relaciones.
Los ejemplos arqueológicos presentados muestran la flexibilidad de estas relaciones
materiales. Puede ser, como en el caso del cuenco de Tikal, que una persona de menor
rango se vincule con un señor poderoso y se defina relacionalmente bajo esta relación de
inferioridad política; pero el caso de las orejeras demuestra que el movimiento inverso era
igualmente posible, un gran gobernante se definía relacionalmente como el señor de un
vasallo poco poderoso. También se incluía a la pareja dentro de esta construcción, como en
los casos de la señora K'abal Xook de Yaxchilán y la esposa del gobernante 3 de Piedras
Negras. Incluir relaciones políticas desiguales y matrimoniales condensadas en objetos
específicos fue uno de los mecanismos de construcción personal adoptados por los mayas
del Clásico.5
Los objetos analizados no están operando en la relación como elementos que
reciben la acción de un sujeto, ni siquiera para extender la agencia de este último, sino que
a través del uso de este tipo de objetos, los sujetos se ordenan política o familiarmente; es
decir, estos objetos funcionan como adverbios ordinales al agregar información
circunstancial a las relaciones que constituyen al sujeto, en este caso incluirlo en una
jerarquía política o familiar. El adverbio está dinamizando al sujeto, en cierto modo
verbalizándolo, pues pauta una serie de relaciones posibles en las que este está inmerso.
Lo teotihuacano en Copán: el rey extranjero, adverbios espaciales.
En 378 d.C se produce una irrupción en el Petén central de un grupo de teotihuacanos
liderados por Siyaj K'ak' que termina con la muerte del gobernante de Tikal y la instalación
de un gobierno con fuerte influencia del centro de México en esta ciudad petenera. Existen
numerosos registros de este personaje en diferentes ciudades (Grube 2003: 700; Martin y
Grube 2008; Stuart 2000), lo que nos habla del impacto que tuvo esta llegada de extranjeros
en una amplia región. No obstante, la interacción de los mayas con teotihuacanos no se
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5
Valdría la pena explorar las consecuencias de la circulación de objetos personales no sólo para quienes
usaban e integraban a su persona los objetos ajenos, sino también para quienes eran sus poseedores originales.
Debido a que esto merece un desarrollo más amplio lo dejo sugerido aquí esperando poder tener la
oportunidad en el futuro de realizar un análisis a más profundidad.
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8!
restringió a la llegada de Siyaj K'ak'; por ejemplo, el panel 12 de Piedras Negras narra un
hecho ocurrido en 510 d.C en el que el gobernante de esta ciudad llamado “Diente de
Tortuga” aparece bajo el dominio de un poder de origen teotihuacano (Martin y Grube
2008: 141).
El ejemplo en el que me voy a centrar es de la sureña ciudad de Copán, por ser el
caso con mayor y mejor información disponible. En 426 d.C arriba a la región del Motagua,
en la frontera entre Honduras y Guatemala, K'inich Yax K'uk' Mo', quien en
representaciones iconográficas aparece portando insignias teotihuacanas y con el título de
Ochk'in Kalo'mte' (el Kalo'mte' de occidente), denominativo asociado a la urbe del centro
de México (Stuart 2000: 493). Este personaje se asienta específicamente en el valle del río
Copán, habitada por poblaciones no mayas, tal vez lencas, fundando la dinastía de la cabeza
del murciélago, misma que gobernó en la ciudad de Copán. El lugar donde se estableció
este centro urbano estaba ya ocupado por construcciones de estas otras poblaciones
(Andrews y Fash 2005: 396). Al llegar a la ciudad, los mayas comienzan a construir
edificios según su propia tradición y hacen en la acrópolis central un edificio al estilo
teotihuacano (Argucia Fasquelle y Fash 2005: 201). A pesar de esto, la tradición lenca no
desparece ni en la cerámica ni en el urbanismo (Viel 1983; Newsome 2001).
El problema del origen étnico de K’inich Yax K’uk’ Mo’ ha sido un tema de
investigación recurrente en la arqueología y epigrafía mayista: estudios de fijación de
estroncio sobre los restos que se creen pertenecieron a este personaje fundador arrojaron
que pasó su niñez en el Petén central (Price et al 2015) y, sumado a esto, David Stuart
(2007) ha propuesto, atendiendo a la lectura de la estela J de Copán, que K’inich Yax K’uk’
Mo’ proviene de la ciudad de Caracol, en el actual Belice.
¿Si este personaje procede del Petén central, exactamente de Caracol, por qué trae
consigo insignias y títulos de Teotihuacan? Una interesante propuesta es que, al igual que
en el Posclásico, Teotihuacan fungió como una Tula (sabemos que el nombre original de
Teotihuacan era “lugar de tules”, en maya, Puh), es decir, como lugar legitimador del
poder. Algunas fuentes que hablan sobre la realidad del Posclásico mesoamericano
describen cómo desde diferentes regiones tales como Oaxaca (Herrman 2006; 2001; Jansen
y Pérez Jiménez 2005), la península de Yucatán (Stuart 2000: 502) y los altos de Guatemala
(Popol Vuh 2012: 311-318), los gobernantes viajaban hasta “Tula” a adquirir sus insignias
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y nombres de poder. Así pues lo más probable es que varios gobernantes mayas, entre ellos
K'inich Yax K'uk' Mo', viajaran hasta una Puh-Tula dónde recibían su título de Ochk'in
Kalo'mte' y sus insignias teotihuacanas, entre las que resalta las anteojeras de Tláloc. Esta
Tula podría ser o no Teotihuacan; más allá de plantear la posibilidad de un viaje desde
Copán hasta Teotihuacan, me gustaría resaltar que en esta “Tula” se recibían insignias
teotihuacanas asociadas al poder. Podría ser que diferentes ciudades, incluso dentro del área
maya, fungieran como Tulas y se vincularan con lo teotihuacano mediante objetos
teotihuacanoides.
La transformación material sufrida por K'inich Yax K'uk’ Mo' en Puh fue su
conversión a extranjero. En este caso las insignias recibidas por el gobernante, las
relaciones materiales que portará (las anteojeras de Tláloc), lo ubican como foráneo venido
del lugar de los tules. La “teoría del rey extranjero” fue por primera vez planteada por
Marshall Sahlins (1997: 41-104) para las sociedades polinesias (haciendo comparaciones
constantes con comunidades africanas e indoeuropeas) y la aplicación más sistemática a un
contexto mesoamericano fue llevada a cabo por Susan D. Gillespie (2005: 279-291) para
los gobernantes mexica'. Según esta propuesta los gobernantes se presentan como
extranjeros porque se muestran como trascendentes a la comunidad a la que gobiernan, en
ese sentido serían legítimos rectores porque proceden de un lugar “allá” donde ser dios y
extranjero se confunde (Sahlins 1997: 84). Por eso es que era frecuente que los gobernantes
se presentaran como dioses o como extranjeros, o como las dos cosas (Gillespie 2005: 283).
En los códices oaxaqueños del Posclásico es evidente que el viaje a Tula transforma
al gobernante mixteco llamado “Ocho Venado, Garra de Jaguar” en un (re)presentante de
Quetzalcóatl6 (Hermann 2006: 36-37; 2011: 126-132; Jansen y Pérez Jiménez 2005: 6263); tal vez este fenómeno sea análogo a la transformación del gobernante maya del Clásico
en Ochk'in Kalo'mte' y en (re)presentante de Tláloc. K'inich Yax K'uk' Mo' no sólo se
convirtió en extranjero, se convirtió en (re)presentante del dios extranjero gracias a las
insignias (relaciones materiales) que portaba consigo. Siguiendo con esta idea vale la pena
resaltar que no era cualquier extranjería la que otorgaba la doble categoría de dios y
extranjero; K'inich Yax K'uk' Mo' ya era un extranjero en el valle de Copán: para las
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Así como en los Andes (de la Cadena 2010) y en Cuba (Holbraad 2007), la diferencia entre representante y
representado en Mesoamérica parece ser muy tenue (Stuart 1996; Jaramillo enviado)
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poblaciones lencas, teotihuacanos y mayas del Petén central eran igualmente extranjeros.
Sin embargo, era Puh y las insignias de Tláloc, el lugar “allá” y las relaciones materiales
que le otorgaban la condición de extranjero-dios a K'inich Yax K'uk' Mo'.
No es mi intención sugerir que la “teoría del rey extranjero” se pueda aplicar
estrictamente al caso maya, sin embargo la asociación extranjero-dios y su vínculo con el
poder político parece bastante sugerente.
Imagen 6: Porta-incensario de K'inich Yax K'uk' Mo' con anteojeras de Tláloc.
Tomado de “Lords of Creation”. Origins of Sacred Maya Kingship (s.f.)
La dinastía de la cabeza de murciélago se encargó de mantener su condición de extranjería
a lo largo de toda su historia. Incluso cuando Teotihuacan ya había perdido todo su poder y
la ciudad del centro de México se encontraba prácticamente deshabitada, K'inich Yax K'uk'
Mo' siempre fue representado por sus descendientes con insignias materiales teotihuacanas,
lo que refuerza que esta idea de Tula podía no corresponder exactamente con la urbe del
centro de México.
En la escalera jeroglífica mandada a hacer por el gobernante 13, Waxaklaju'n U
B'aah K'awiil, y ampliada por uno de sus sucesores, aparece el nombre de K'inich Yax
K'uk' Mo' asociado con el glifo emblema de Copán, que contiene a su vez un glifo Puh
inserto en la cabeza del murciélago.
El ejemplo más claro de esta preocupación de la dinastía copaneca por mostrarse
extranjeros dentro de su propio pueblo hasta fechas muy tardías es el texto del templo del
edificio 23, fechado para 756 d.C. Allí, el gobernante 13 hace un recuento de la historia
dinástica de Copán en un texto supuestamente “bilingüe”, es decir, usando glifos de
inspiración teotihuacana pero que realmente no representan ningún texto real y no puede
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ser leído (Stuart 2000: 495). Estos cartuchos glíficos funcionan más como relaciones
materiales con lo extranjero que como transmisores de información codificable. Aunque la
vinculación con Teotihuacan ya no podía ser física, la condición de extranjero-dios de la
dinastía se mantenía en relaciones materiales como estas.7 Al igual que con los ejemplos
arqueológicos retomados en el acápite anterior, es evidente que lo ajeno, en este caso
Teotihuacan y los objetos teotihuacanos, se incluía en la construcción de lo propio, no sólo
como contraste, sino también como parte constitutiva de la élite gobernante.
Imagen 7: Fragmento de la escalera jeroglífica de Copán con el glifo emblema con Puh inserto
Tomado de Stuart (2000: 505)
Imagen 8: Detalle de texto “bilingüe” del templo del edificio 26 de Copán
Tomado de Stuart (2012)
Me gustaría indicar que no es Teotihuacan o Tula la substancialización del extranjero, sino
lo teotihuacano como atributo lo que genera la condición de extranjería. 8 Aunque he
tomado el ejemplo copaneco, ejemplos de esta condición teotihuacana se aprecian en
numerosas ciudades de área maya como Palenque, Piedras Negras, El Perú-Waká, Tikal,
Uaxactún, e incluso, recientes análisis apuntan a que incluso en Calakmul podría darse esta
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Para estas fechas tardías, lo teotihuacano en Copán cumplía una doble función: daba la condición de
extranjero y a la vez de ancestro, al vincular al sujeto con el personaje fundador K'inich Yax K'uk' Mo'. Desde
esta perspectiva podría entenderse que los objetos teotihuacanos funcionaron como un adverbio espacial y
temporal, extranjerizando y ancestralizando las relaciones que constituyen al sujeto. Por claridad expositiva
no exploro esta opción y en el siguiente acápite analizo los objetos-adverbios temporales.
8
Agradezco a Hilda Landrove por explicarme esta sutil pero significativa diferencia.
!
12!
condición (comunicación personal con Pablo Mumary Farto, 2015). Los objetos
teotihuacanoides encontrados en el área maya, hubieran sido manufacturados en el centro
de México o no, no sólo evidencian una relación directa entre mayas y teotihuacanos, sino
la preocupación de los primeros por presentarse como extranjeros dentro de sus propias
comunidades.
Una vez más los objetos utilizados para asignar atributos de extranjería no reciben
pasivamente la acción de un sujeto o se limitan a extender su agencia. En este caso, el uso
de estos objetos ubican a las relaciones que constituyen a un sujeto espacialmente, como
foráneo, por lo que estos elementos están funcionando en la relación social como adverbios
espaciales, al agregar este tipo de información a un sujeto o serie de sujetos. Más que
convertirlo en extranjero, este tipo de adverbios dinamizan al sujeto verbalizándolo, en este
caso, “extranjerizándolo”.
La construcción de alteridades entre temporalidades, adverbios temporales.
Ya hemos abordado como los mayas reconocieron alteridades personales y culturales e
hicieron un esfuerzo para incluirlas en lo propio. Existe otro tipo de alteridad reconocida
por los mayas que me gustaría explorar: la temporal. El tiempo entre los mayas no era un
concepto abstracto que pasaba inexorablemente y del cual las personas sólo podían apreciar
su paso; el tiempo era construido a través de esfuerzos materiales como, por ejemplo, la
erección y dedicación de monumentos (Stuart 1996; Jaramillo enviado). La forma de
construir el tiempo conocida como “la cuenta larga”, construía el paso sucesivo de ciclos de
tiempo, los cuales eran nombrados tun, literalmente “piedra”, al igual que los monumentos
que les permitían su existencia (Stuart 1996). Al construir monumentos con cuentas de
ciclos, los mayas creaban una distancia temporal entre eventos y seres. Esta distancia
permitía crear relaciones e interactuar con el pasado y con el futuro, temporalidades
construidas materialmente mediante esta cuenta. Veamos dos ejemplos de relaciones
materiales con la alteridad temporal.
La estela 4 de Copán contiene una narración temporal bastante compleja. En la
inscripción epigráfica se menciona que en la fecha 09.14.15.00.00 11 Ajaw, 18 Sak (729
d.C) Waxaklaju'n U B'aah K'awiil, el gobernante 13 de Copán, realiza los mismos eventos
que hizo K'inich Yajaw Hu'n en 08.06.00.00.00 10 Ajaw 13 Chen (159 d.C) (Reents-Budet
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13!
2010: 88). Más que una emulación de actos del pasado, en esta narración se anula la
distancia temporal previamente construida para convocar a K'uy ¿?Ajaw, dios patrono de la
ciudad.9 La anulación de la distancia temporal permite a dos eventos separados en el tiempo
ser contemporáneos. Esta relación de distanciamiento y acercamiento entre temporalidades
se logra gracias a objetos –relaciones materiales– atribuidos al pasado. Debajo de la estela 4
se encuentran dos de estas relaciones materiales con el pasado: un altar del gobernante
K'ahk' U Ti' Chan Yopaat (578 d.C -628 d.C) y una “escultura barrigona” decapitada del
Preclásico del occidente de Guatemala y el norte del Salvador (800 a.C-200 d.C).10 La
relación con el pasado que anula la distancia temporal entre Waxaklaju'n U B'aah K'awiil y
K'inich Yajaw Hu'n para convocar a K'uy ¿? Ajaw está materializada, además de en la
estela, en dos objetos que transgreden la construcción de dicha distancia.
Imagen 9: Lectura del texto de la estela 4 de Copán
Tomado de Reents-Budet (2010: 96-97)
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9
Utilizo acá la expresión “anulación” en detrimento de otras como recrear o condensar para resaltar que la
rigidez y rigurosidad de la construcción temporal maya podía ser destruida y reconstruida, pero difícilmente
modificada en sus reglas.
10
Con esto no quiero sugerir que las divisiones temporales entre Preclásico y Clásico que operan en la
arqueología académica mesoamericanista hayan operado entre los mayas clásicos. Sin embargo el contexto sí
sugiere que la escultura barrigona era considerada antigua por los pobladores de Copán.
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14!
Así como objetos del Preclásico fueron relaciones materiales que vincularon a los mayas
del Clásico con su pasado, objetos mayas del Clásico (250 d.C- 909 d.C) fueron usados en
el Posclásico (909 d.C- 1697 d.C) para relacionarse con su propia alteridad temporal. Los
habitantes de Chichen Itzá procuraban hacerse con objetos remitentes de diferentes
alteridades: objetos venidos de muy lejos y objetos antiguos. Estos objetos eran depositados
en el cenote principal de esta ciudad, en donde se han encontrado tanto objetos
provenientes del sur de Centroamérica y Colombia (Jaramillo en prensa) como objetos
provenientes de las ciudades mayas del Clásico (Bernal 2011: 165). Los cenotes formaban
parte de una serie de portales conocidos en lengua maya como way; desde estos portales los
vivos se comunicaban con seres no humanos y con personas muertas que poblaban otro
mundo (Jaramillo en prensa).11 Una de las representaciones de way más conocidas aparece
en el sarcófago de K'inich Janaahb' Pakal; allí, este personaje sale emergiendo como el dios
del maíz de un way. El texto epigráfico especifica que en este caso el portal esta
materializado en las fauces de Sak B´aak Naah Chaapat, el ciempiés de la casa de los
huesos blancos (Bernal 2011: 111, 143)
La comunicación a través de los way tejía relaciones materiales que, como ya
apunté, se concretaban en objetos foráneos y antiguos. Vale la pena analizar un objeto del
cual conocemos su procedencia e incluso su poseedor original: un colgante manufacturado
en jadeíta perteneciente a K´inich K´an Ba´lam. El hijo y sucesor de K'inich Janaahb' Pakal
en el gobierno de Palenque, K´inich K´an Ba´lam, fue uno de los gobernantes más
poderosos de esta ciudad y mandó a construir varios edificios, así como a eregir una gran
variedad de monumentos. Su tumba, que debió haber constado de objetos de gran valor, no
ha sido encontrada en Palenque; lo más probable es que el enterramiento de este gobernante
fuera saqueado por mayas del Posclásico, en este caso de Chichen Itzá, lo que explicaría la
presencia de un pectoral perteneciente a este personaje en un contexto del Posclásico del
norte de Yucatán (Bernal 2011:165). Los de Chichen Itzá buscaron objetos ajenos espacial
y temporalmente precisamente porque era su forma de relacionarse con los seres del otro
mundo a través de los way.
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11
Los pozos en Mesoamérica han sido reconocidos como lugares de comunicación privilegiados. No
obstante, y a diferencia de lo que comúnmente se argumenta de estos lugares, esta comunicación no se da
entre planos ontológicos dispuestos de manera vertical, sino entre seres específicos. Es la comunicación entre
seres la que crea los planos ontológicos involucrados, es decir, estos últimos se construyen en la relación y no
son preexistentes a esta (Neurath, 2013: 72).
!
15!
Imagen 10: Pectoral de K´inich K´an Ba´lam encontrado en el cenote principal de Chichen Itzá.
Tomado de Proskouriakoff 1974: 110-111.
Estos objetos que son relaciones materiales entre temporalidades no son los pacientes de
una relación que recibe la acción de un sujeto o sirve para que este pueda extender su
agencia. En este caso estos objetos funcionan para ubicar una relación en y entre
temporalidades específicas, es decir, funcionan como adverbios temporales que ubican a
ciertos sujetos y la relación entablada entre ellos en un tiempo liminal (transgrediendo la
distancia construida entre ellos).
Conclusiones
A lo largo del texto hemos analizado varios ejemplos de relaciones materiales en las que los
mayas del Clásico interactuaban con alteridades que ellos reconocían como tales. Después
de esta revisión de casos se pueden percibir varios fenómenos; tal vez uno de los más
evidentes es que, a través de los casos abordados, hemos podido apreciar parte del régimen
de alteridad de los mayas del Clásico, esto es, distinguir qué era aquello que los mayas del
Clásico consideraban ajeno: había personas ajenas, sociedades ajenas (de las que venían
reconocidos extranjeros con sus objetos ajenos) y temporalidades ajenas. Claro que el
régimen de alteridad no se limita a estos tres casos, podría hablarse también de muertos,
dioses, ancestros y de otros seres y fenómenos que no abordé en este artículo.
Las relaciones con los tipos de alteridad apuntados en este escrito se daban de
manera material, fueron relaciones-objetos, pero objetos en su acepción material, pues
gramaticalmente estos funcionaron más como adverbios, agregando información
!
16!
circunstancial a relaciones (verbos). Esta sugerencia la hago sin querer aplicar una
categoría analítica de las lenguas indoeuropeas a objetos pertenecientes a una realidad
distinta, sino con la intención de explicar en qué medida los objetos aquí presentados nos
obligan a separar los homónimos de “objeto” material y “objeto” gramatical; en este caso
me parece más pertinente percibir estos objetos materiales como adverbios gramaticales.
Los objetos-adverbios ubicaron ordinal (en una jerarquía política o en una relación
familiar), espacial (como local o extranjero) o temporalmente (como parte del presente o
del pasado construidos) a los actantes en una serie de redes de interacción. En este sentido
las relaciones materiales expuestas funcionaron como pivotes posibilitadores de unas
nuevas relaciones y se potenciaron al ser incorporadas en los sujetos.
Lo anterior me lleva a proponer que al acercarse a un objeto arqueológico no sólo
cabe contextualizarlo en su realidad histórica o exponer su significado cultural (Strathern
2014: 211-230). Los objetos, en este caso las relaciones materiales analizadas, construyen
sus propias relaciones y, en ese sentido, los objetos crean su propio contexto. El arqueólogo
también construye una relación con los objetos, lo que le permite tejer a su vez nuevas
relaciones. De esta manera los objetos no sólo son fuentes de información de la acción
humana, sino los protagonistas relacionales del pasado arqueológico y del presente del
investigador.
Tal vez he dejado la impresión de que los materiales en los que estaban
manufacturados los objetos no le imprimían una característica relacional a estos. No es así,
estoy seguro de que el hecho de que los ornamentos personales fueran hechos de jade, las
estelas fueran hechas de piedra y los objetos para comer y beber fueran hechos de cerámica
no es casualidad. No obstante, no considero pertinente atribuir a los materiales significados
o características abstractas; esto lo digo porque no encuentro ninguna evidencia
concluyente que me haga pensar que existía algo así como las materias primas entre los
mayas del Clásico. Jade, cerámica o piedra no eran materiales abstractos, había objetos que
tenían que ser hechos inevitablemente con ciertas características, entre las que estaba lo que
nosotros llamaríamos su material. Más allá de un análisis de materiales que revele su
procedencia, su estilo tecnológico o sus huellas de manufactura, algunos trabajos sobre el
color en Mesoamérica (Dupey García 2010) y en específico en el área maya (Magaloni
2004), apuntan a que los colores y la forma de fabricarlos, eran inseparables del objeto
!
17!
plasmado en estos. No obstante la materialidad y el color excede lo que se ha llamado un
“significado simbólico y cultural” (Magalloni 2004: 252), pues más que manufacturar un
artefacto en un material que le imprimiera un “significado”, el objeto era intrínsecamente
de este material, lo que le permitía construir relaciones específicas. Desafortunadamente no
tengo espacio para desarrollar esta idea como mereciera.
La última conclusión con la que me gustaría terminar el presente artículo es que el
vínculo con las alteridades abordadas no se dio de manera excluyente. Es decir, no se
reconocía lo ajeno para separarlo y alejarlo; tampoco la alteridad funcionó como contraste
para reforzar una identidad supuesta. En este caso lo considerado ajeno, la alteridad, era
incluido en lo propio, como hemos podido apreciar, de maneras diversas y complejas no
necesariamente exentas de conflicto. A esto se ha llamado en otros contextos “alteridad
constituyente” (Erikson, 1999: 346);12 habría que preguntarse cuáles son las consecuencias
de las diferentes formas de alteridad constituyente entre los mayas del periodo Clásico,
pues no hay una sola forma de incluir lo ajeno en lo propio de manera constitutiva (Fujigaki
2015: 466-500). Si aceptamos que los mayas del Clásico como colectivo adoptaban la
alteridad constituyente como un principio de relación con lo ajeno, nuestra visión de sus
relaciones sociales, tanto al interior de sus comunidades como al exterior de estas, tiene que
ser reformulada. En consecuencia, y esto lo digo como una propuesta para un trabajo
futuro, deberíamos repensar la manera en la que estamos analizando los indicadores
arqueológicos que usamos para evaluar y estudiar la interacción a diferentes escalas en este
lugar y en esta época específicos.
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“alteridad constituyente”) ya había sido un fenómeno identificado y discutido en contextos etnográficos de la
Amazonía, Melanesia y Siberia. Por eso se cuenta con una tradición de estudios antropológicos con los que se
puede dialogar en estos términos.
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