Publicacions - Guia breu - Generalitat de Catalunya

2.1. Visibilidad cero
Autoras/es: Mara Amante, Cecilia Balbiano, Gabriela Castedo, Vanesa Dell'Armi, Yanina Drisdale,
Mónica Espíndola, Zulma Forti, Sabrina Pasquino, Jorgelina Unsain
Instituto: ISFD N 131
Localidad: Chacabuco. Pcia Bs. As.
Producción: Ensayo
Correo de contacto: [email protected]
“…trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
No hay proa que taje una lluvia de ideas.
Los pueblos que no se conocen han de darse prisa
en conocerse como quienes van a pelear juntos.”
José Martí.
En este trabajo nos hemos propuesto pensar la Guerra de Malvinas y revisar
cómo fue pensada por los medios de comunicación, analizando las relaciones entre
los acontecimientos históricos, los relatos mediáticos, lo que el ciudadano/receptor
creía/le hacían creer y el plan de gobierno de la Dictadura Militar.
Podríamos hablar, entonces de trincheras, de acuerdo a lo que plantea Martí en
el epígrafe elegido, en contraposición a la figura de laboratorio de ideas, con la cual
identificaremos a los medios de comunicación. Son estos medios –principalmente los
hegemónicos- quienes construyeron y construyen a través de un mecanismo iterable
las fórmulas verbales y visuales que instalaron el mensaje y calaron profundamente en
el imaginario social y colectivo.
Este producto discursivo o mensaje no sólo se ha distribuido y ha circulado como
un producto de consumo, sino también como producto cultural (que en determinados
sectores se asumen como parte de los discursos sociales, valores propios, creencias
“personales” y opiniones).
En función de esto, a treinta años de la guerra de Malvinas, nos preguntamos
¿Por qué gran parte de la comunidad apoyó la guerra?; ¿Por qué la sociedad no podía
percibir que la Dictadura se apoyaba en el conflicto Malvinas mientras declinaba su
fuerza para mantenerse al frente del país?; ¿Cómo se logró instalar en el imaginario
colectivo la idea de paridad entre una potencia marítima como Inglaterra con un país
como Argentina, que carecía de experiencias y antecedentes en la historia bélica de
ultramar?
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Estos interrogantes nos conducen a revisar la vinculación y complicidad entre los
medios hegemónicos con la dictadura militar. Es por eso que no podemos dejar de
preguntamos: ¿por qué estos medios formadores de opinión junto a otros semanarios
y diarios del interior hace treinta años en un contexto dictatorial, violento y opresivo
apoyaron la guerra, y hoy - en un contexto democrático, de recuperación institucional y
funcional y abismalmente diferente-, reproducen la mayor parte del tiempo una versión
de la realidad nacional pesimista, negativa, desalentadora y del desánimo?
Los medios de comunicación cumplieron un rol decisivo en la construcción del
relato de la guerra. Cimentaron con eficacia el modo de percibir la dictadura a través
de ciertos tópicos instalados durante los días del conflicto, entre los que se encontraba
la construcción de una propaganda triunfalista.
La información que circulaba durante la guerra de Malvinas hacía de puente a
las condiciones generales del proceso militar. Como siempre, instalaban en la
sociedad algún tema a través de los titulares de los medios, capaz de desviar el foco
de atención en torno a la conflictividad interna para sumar adhesión a estas erróneas
hipótesis. En la actualidad, vemos sumamente positivo- a diferencia de hace años
atrás- el surgimiento de otras voces que pueden ser escuchadas y que resisten la
opresión.
Si bien un sector de la comunidad desconocía los horrores de la dictadura, otros
sectores estaban en connivencia con su accionar, por lo tanto actuaban en
consecuencia, buscando su propio beneficio. En este sentido, la tensión social que se
percibía se vinculaba más a los aspectos económicos que al propio terrorismo de
Estado. Siguiendo esta perspectiva, el profesor de historia, Luis María Unsain consultado para este trabajo- nos explica que en la clase media, de conocido corte
individualista, se encontraba un marcado desinterés ya que les importaba poco (si es
que lo sabían) que hubiera gente desaparecida o torturada. Sin embargo, el mal humor
social estaba dado por el malestar económico.
En consonancia con esto, citaremos al pensador Jean J. Rousseau que en su
libro El contrato social expresa que: “los súbditos ensalzan la tranquilidad pública, los
ciudadanos la libertad individual; el uno prefiere la seguridad de las posesiones, y el
otro la de las personas; el uno asegura que el mejor gobierno es el más severo, el otro
defiende que lo es el más suave…”1 Salvando las distancias históricas en las que
estas ideas emergieron, podemos extrapolar el término “súbditos” y pensarlo para
1
Rousseau, J., El contrato social, Centro Editor de Cultura, Buenos Aires, 2011, Pág.: 77.
2
aquellos integrantes de la clase media que orientaron su conducta en relación a las
leyes del mercado y en beneficio propio.
El 24 de marzo de 1976 una sublevación militar derrocó a María Estela Martínez
de Perón, llega al poder un régimen militar que implementa el terrorismo de Estado
como accionar. Éste consistió en un plan sistemático de secuestros, desapariciones,
torturas y exterminio de dirigentes y militantes del campo popular. Este gobierno se
autodenominaba Proceso de Reorganización Nacional, y estaba gobernado por una
Junta Militar integrada por las tres fuerzas.
Las medidas tomadas por la Junta Militar fueron la suspensión de la actividad
política, suspensión de los derechos de los trabajadores, derogación de la Ley de
Contratos de Trabajo, intervención de los sindicatos, prohibición de huelgas, disolución
del Congreso y los partidos políticos, destitución de la Corte Suprema de Justicia,
intervención de la CGT, intervención de la Confederación General Económica, censura
a los medios de comunicación y quema de miles de libros, persecución ideológica, etc.
Los golpistas aducían que debían poner orden a un país desordenado, lo que obligó a
miles de personas a exiliarse del país para preservar sus vidas. Asimismo, debido al
estado de sitio, la población debió abstenerse de transitar por la vía pública en horas
de la noche, a fin de facilitar la acción de las Fuerzas Armadas.
El siniestro plan del Proceso de Reorganización Nacional, consistió en
secuestrar, torturar y asesinar en forma clandestina y sistemática a más de treinta mil
personas.
José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía de ese entonces, fue el
responsable de entregar el poder económico a los sectores más conservadores de la
sociedad en una política abiertamente desindustrializadora y neoliberal, contrayéndose
así la peor deuda externa (fraudulenta y corrupta) que afectó al durante las siguientes
décadas..
En referencia a la causa Malvinas, la decisión de la última dictadura militar puede
catalogarse como suicida, no solamente por el retroceso en el plano diplomático, sino
por la profunda herida social que generó en nuestro país. Cabe destacar que desde la
recuperación democrática, se ha utilizado la diplomacia como un instrumento político y
una dimensión simbólica desde donde se posiciona Argentina para reclamar por el
justo y legítimo derecho de soberanía sobre las islas. Y el reclamo se ha profundizado
desde el 2003 hasta la fecha en distintos Foros internacionales y cada año en la ONU,
ya no como un conflicto de causa nacional o conflicto bilateral, sino como una causa
regional que afecta los interese no sólo de Argentina, sino también los de los demás
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integrantes del MERCOSUR, UNASUR, y de otros países que adhieren a la causa
Malvinas porque no aceptan como parte de la realidad posible del siglo XXI los
enclaves coloniales.
Con respecto, a las representaciones que han sido construidas desde los medios
de comunicación acerca de los Combatientes y Caídos, Víctor Santa María, en su
artículo: “Mirada de nuestros soldados” reflexiona acerca del mensaje que, desde los
medios, se instauraban como verdades incuestionables a través de la imposición de
diferentes estereotipos, que desde el cese de la guerra recayeron sobre la figura de
los veteranos como intentos de desmalvinizar el país. En este sentido, uno de los
procedimientos involucraba el tópico de la locura, representación que se instaló a
través de la frase: los locos de la guerra; luego, se los estigmatizó como Víctimas de
aventuras descabelladas. Este procedimiento perverso demuestra que las voluntades
y los discursos del poder de aquel momento se resistían a incorporar a los
combatientes a la historia argentina y que, por el contrario, los mecanismos empleados
respondían a la lógica imperante de la desaparición de la escena para que cayeran en
el olvido. Muchos veteranos y familiares de caídos han luchado contra la
invisibilización y la estigmatización denunciándolo como un atentado a la subjetividad.
Durante muchos años no hubo ningún tipo de asistencia ni ayuda, recién en los
últimos diez años la situación de los (ex)combatientes mejoró notablemente cuando se
realizó un relevamiento socio-sanitario nacional. Mediante estas intervenciones se
intentó, desde el Estado, reparar no sólo el tejido social y volver a pensar “Malvinas”
desde la educación y la cultura sino, también, comenzar a cicatrizar las profundas
heridas de los “héroes” cuyas secuelas no son solamente físicas sino, también,
psicológicas. Basta visualizar que es mayor el número de suicidios posteriores a la
guerra que el número de los caídos en combate. Los especialistas atribuyen esta
situación al denominado “trastorno de estrés pos traumático” (TEP), un estado
depresivo crónico que genera una constante sensación de temor, angustia y
pesadillas, miedos, problemas de relación, irritabilidad, dificultades para conciliar el
sueño, sobresalto, un elevado nivel de violencia e irritabilidad y una acentuada
inclinación por las adicciones, entre otros síntomas.
Intentando profundizar en este tema, recurrimos al Centro de ex Combatientes
de la ciudad de Chacabuco en busca de los testimonios directos de los protagonistas.
Carlos Daluisio, tripulante del ARA Crucero General Belgrano, relató su experiencia
del hundimiento, donde también estaban Caticha y Díaz, oriundos de la misma ciudad,
ambos muertos en el hundimiento.
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Daluisio recuerda -y nos cuenta- que se encontraba en el crucero realizando las
actividades cotidianas cuando advirtió que algo estaba pasando por los movimientos
inusuales y nerviosos que había a bordo del barco. Luego de la incertidumbre y la
extrañeza de aquellos momentos y tras varios intentos por indagar cuál era la situación
que alteraba la rutina, los soldados fueron convocados a cubierta y se les comunicó
que el gobierno había decidido tomar Malvinas por la fuerza. Daluisio destaca que
fueron interrogados inmediatamente por sus superiores para saber si alguien quería
bajar al continente, pero ninguno de los tripulantes optó por abandonar el barco.
Continúa con su relato para referirse, puntualmente, al 2 de Mayo, día en el que
reciben el impacto de un torpedo. Cuenta que él se encontraba en la recámara
leyendo una revista y a partir de ahí, la oscuridad y los gritos invadieron todo y el caos
se apoderó del lugar… Como se supo después, la tripulación carecía de las balsas
necesarias para los naufragios, esto complicó las cosas, fueron momentos de tensión
y angustia, en los que afloró el instinto de supervivencia. Carlos tuvo la suerte de
acceder a una de las embarcaciones que tenía capacidad para veinte personas, sin
embargo, llevaba cincuenta. Su voz es conmovedora, y su testimonio revela la
solidaridad que existía entre los compañeros y él: ayudó a subir a la balsa a muchos
hombres hasta que un Superior le colocó un arma en la cabeza y amenazó con
matarlo si seguía subiendo más jóvenes a la balsa. Su relato se corta, lo envuelve un
silencio y sus ojos nos muestran el dolor que sintió por no poder seguir salvando vidas.
Los medios masivos de comunicación manipulaban la información con titulares
que, tras el hundimiento del Belgrano, optaron por minimizar los daños causados por
la acción militar devastadora de los británicos, para resaltar que había un gran número
de sobrevivientes. Preferían poner de relieve la respuesta militar argentina destacando
el hundimiento del “Sheffield”. La macabra sintaxis mediática se preocupaba por
construir titulares optimistas como, por ejemplo: “Seguimos ganando”, acompañando
la invención con gráficos que mostraban las bajas enemigas y ocultaban la de los
argentinos.2
Malvinas no fue un hecho aislado en el entramado de la historia, al respecto,
Daluisio describe: “Estuve cuatro días en Chacabuco (después de la guerra)3 de
licencia. Luego volví a la base Naval de Puerto Belgrano y de ahí nos destinaron a la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Cuando llegamos nos dieron un galpón
para estar con un grupo de sobrevivientes del Belgrano y nos dijeron que nos iban a
2
En el anexo agregamos ejemplos que permiten ampliar el trabajo de la prensa en el contexto
de guerra.
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Lo destacado entre paréntesis es una referencia que incorporamos en nuestra edición.
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dar puestos de trabajo, de ahí nos mandan a un subsuelo donde nos hacen sacar las
camas y los colchones, al ver esos colchones manchados con sangre ahí muchos nos
damos cuenta de que eran los que habían usado para los desaparecidos. No
queríamos saber nada con eso. Nos agarró un ataque y comenzó la discusión. No
éramos conscientes, pero más o menos sabíamos, algo sabíamos. Entonces fuimos al
lugar que nos habían dado para dormir y empezamos a hacer un motín, quemamos
esos colchones y no quisimos trabajar más allí. Luego nos retaron y nos pidieron
calma y nos dieron colchones comunes, sin manchas. Nosotros estábamos muy mal,
realmente a la deriva. Terminamos haciendo cinco meses más en la ESMA después
de Malvinas.”
Este impactante testimonio nos permite observar cómo Carlos, en la
construcción de su relato, no recuerda ni piensa la guerra de Malvinas como una
tragedia personal solamente, sino que –como muchos otros compañeros- decide
entenderla como una causa latinoamericana: “Nosotros queremos que los chicos no
pierdan el “sentimiento de patria”, somos latinoamericanos. Además necesitamos que
no pierdan la visión de mundo del latinoamericano. Los países poderosos quieren
nuestras reservas y por eso quieren Malvinas. Eso es lo que queremos, que los chicos
no pierdan de vista. Esa es mi idea” sostiene Daluisio
A partir de este pensamiento es posible considerar- como plantea Víctor Santa
María- que la causa Malvinas trasciende los tiempos y nos demanda un esfuerzo
intelectivo para asignar a cada uno de los protagonistas el sitio en el que la historia
debe recordarlos.
Actualmente, la Argentina se encuentra en una posición de vanguardia en
cuanto a la lucha de los derechos humanos en Latinoamérica, y valora la memoria
como herramienta de reconstrucción nacional y política. Esto se ha logrado gracias al
trabajo mancomunado de los gobiernos regionales que comparten la estrategia de
defensa de la integridad territorial y la soberanía de los recursos naturales como la de
los derechos de nuestros pueblos. Mientras tanto, otros países latinoamericanos
siguen con políticas extranjerizantes, apostando a las líneas de crédito y al
endeudamiento económico, haciéndoles creer a sus pueblos que el aislamiento es vivir
“integrados al mundo” –ficción neoliberal, por excelencia-, que los somete bajo
regímenes dictatoriales o gobiernos sumisos a la voracidad y la depredación del
imperialismo de las grandes potencias.
En cambio, en Argentina, la política vigente tiende a la construcción de una
identidad latinoamericana y a la resolución de conflictos mediante acciones
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diplomáticas que se llevan a cabo mediante una búsqueda de consenso y de diálogo,
donde la política es un instrumento de lucha y un ejercicio de la democracia, que
concibe a la patria como al prójimo, este es el camino trazado por el que se disputa el
reconocimiento y la recuperación de la soberanía integral de nuestro territorio: Las
Islas Malvinas.
Sin embargo, estas acciones y posicionamientos políticos reciben diariamente el
ataque mediático de las mismas esferas de poder que –curiosamente- avalaron la
dictadura. Recuperemos la voz del Sub Comandante Marcos que dice: “la memoria
funda el mañana, es sobre todo, dicen nuestros antepasados una poderosa vacuna
contra la muerte y alimento indispensable para la vida. Por eso, quién cuida y guarda
la memoria guarda y cuida la vida, y quién no tiene memoria está muerto”. Y agrega,
“la transformación de una realidad no es tarea de un solo actor, por más fuerte,
inteligente, creativo y visionario que sea. Ni solos los actores políticos y sociales, ni
solos los intelectuales pueden llevar a buen término esa transformación. Es un trabajo
colectivo. Y no sólo en el accionar, también en los análisis de la realidad y en las
decisiones sobre los rumbos y énfasis del movimiento de transformación.”
Teniendo en cuenta que la realidad sólo responde cuando se la interroga es
preciso recuperar la conciencia crítica y social preguntándonos también ¿Cómo
pensamos nuestro país? ¿Cuál es el significado de patria?, ¿Cómo pensamos
Malvinas? ¿Cómo construir un pensamiento crítico que cuestione el ataque mediáticohegemónico y que lo identifique como actor político posicionado detrás de sus
intereses corporativos? ¿Cómo hacer que la escuela sea un espacio de reflexión que
permita debatir y resignificar los relatos cristalizados de la historia oficial? ¿Cómo
plantear Malvinas desde su pasado y desde nuestro presente, hacia el futuro?
Si “el pueblo es una gran memoria colectiva, que recuerda todo lo que parece
muerto en el olvido” como sostiene Leopoldo Marechal, ¿es posible ejercer el derecho
a no clausurar los debates sobre el pasado? En relación a estas clausuras, los
grandes medios han jugado un rol activo en función de grandes intereses, instalando
un modo de ver la realidad que es reduccionista, sujetando al ciudadano y
reduciéndolo a un mero receptor, que le impide, en su inmovilidad, hacer escuchar su
voz porque la voz “dadora” de los argumentos se construye desde los medios
instalándose e instituyéndose como parte del sentido común de la sociedad.
Para dejar atrás el efecto del genocidio y la complicidad militante de las
corporaciones mediáticas que colaboraron sin pausa en la construcción de la cultura
del miedo que nos enmudeció, nos impidió ver, alterando, también, nuestra percepción
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de la realidad, es necesario e imperioso reconstruir nuestra historia a partir de un
pensamiento colectivo que incorpore las voces acalladas y genere miradas críticas
para reparar el tejido social. Por eso creemos que repensar Malvinas es una buena
oportunidad para comenzar a repensar el país y nuestra identidad, que son forjadas en
la incesante trama de nuestras vivencias, subjetividades y acontecimientos que
recordamos y que nos hacen sujetos y ciudadanos.
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