COMUNA 10 . LA CANDELARIA . PRADO

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COMUNA 10 . LA CANDELARIA . PRADO
Fundado el 8 de noviembre de 1990 • Año 25 • Edición 613 • 9 al 16 de abril de 2015 • Circulación certificada • Distribución gratuita • 43.000 ejemplares certificados • 32 páginas • ISSN 2011–6403
Vivir en Medellín es una publicación de:
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Residencia tradicional del barrio Prado. Fotografía tomada por Francisco Mejía (1899-1979). Sin fecha. (Cortesía Archivo Fotográfico Biblioteca Pública Piloto). Vea más fotografías antiguas y actuales de Prado en www.vivirenelpoblado.com
Al igual que sus viejas casas, la arborización sigue siendo uno de los principales atractivos del barrio Prado. Sus residentes valoran los árboles no solo por su cualidad
paisajística: son fundamentales para protegerlos del polvo y la contaminación ambiental y auditiva. Fotografías de Róbinson Henao.
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Prado, muchas declaratorias y pocas realidades
demolerlo para volver a construir. De ahí
que los proyectos planteados para recuperar y convertir a Prado en bulevar cultural,
por ejemplo, no sean hoy más que documentos de archivo.
El otrora aristocrático Prado no ha sido ajeno a la transformación urbana y a los problemas asociados al desempleo, informalidad e inseguridad que se han acrecentado
en las dos últimas décadas en la comuna 10 (La Candelaria), a la cual pertenece. Su inseguridad está ligada, en buena
parte, a la disputa territorial de las bandas
delincuenciales para afianzar negocios ilegales como el microtráfico de drogas. Al
igual que sucede con otras zonas de la ciudad, sus límites oficiales, muy claros en los
en un cuadernillo de ocho páginas el universo que es una comuna.
Prado es considerado bien patrimonial de
la ciudad, sector de conservación urbanística y arquitectónica, con gran valor ambiental. Desde 2009 está incluido en el
Plan Especial de Manejo y Protección del
Patrimonio Inmueble de Medellín. Sin embargo, la realidad dista mucho de estas declaratorias y no hay políticas públicas que
las sustenten, como lo afirma el investigador y arquitecto Luis Fernando González,
director de la Escuela del Hábitat de la Universidad Nacional. Las intervenciones han
sido muy puntuales, varias de ellas por iniciativa privada, y prevalece el interés de
muchos en dejar acabar lo que existe o
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de Antioquia
mapas, se desdibujan en la realidad y se
funden con sectores históricamente más
deprimidos, como Lovaina (comuna 4,
Aranjuez). Así se evidencia en la crónica
“Prado: una pieza fúnebre”, de la periodista Ana Cristina Restrepo, quien se sumerge y aborda una de las facetas que hoy caracterizan a Prado, como es la del uso que
se les ha venido dando a muchas de sus
viejas casas.
Esta investigación no busca estigmatizar
un barrio. Por el contrario, pretende llamar
la atención de las autoridades a fin de que
establezcan políticas públicas serias y concreten acciones certeras para conservar
ese bello Prado patrimonial, regular el funcionamiento de los inquilinatos y mejorar
la situación social de la población.
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Este es uno de los mejores inquilinatos del barrio Prado. Donde antes vivía una sola familia, hoy conviven varias. Fotografía de Róbinson Henao
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Con este cuadernillo sobre el
barrio Prado (de la comuna 10,
La Candelaria), el periódico Vivir en El Poblado continúa su recorrido
por las diferentes comunas y corregimientos de Medellín, como parte de la celebración de sus 25 años.
Mediante crónicas escritas por periodistas
literarios especialmente para Vivir en El
Poblado, las cuales seguiremos publicando a lo largo de varias ediciones de 2015,
buscamos acercar a nuestros lectores a
otros sectores de Medellín, su historia y las
transformaciones vividas.
Es solo un abrebocas, una motivación para
seguir conociendo otras realidades y personas que nos circundan, pues somos
conscientes de la imposibilidad de abarcar
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Prado:
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Por Ana Cristina Restrepo Jiménez
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Características
Prado es uno de los 17 barrios que componen la comuna 10 (La Candelaria), cuyo
Indicador de Calidad de Vida a 2013, según el informe “Medellín Cómo Vamos”,
fue de 87,59 % (por debajo de las comunas 14 (93,23 %); 11 (91,13 %); 12 (89,58
%), y 16 (88,49 %).
Uso preponderante: residencial.
Estrato predominante: 4.
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Directora: María Eugenia Posada Aristizábal
Editora: Luz María Montoya Hoyos
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Vivir en Medellín
Comuna 10 La Candelaria - Prado
Es una publicación de
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“Tantas veces me mataron, tantas veces me morí…”
La Cigarra, trova de María Elena Walsh
Extensión: 62,37 hectáreas.
Manzanas: 71.
Predios: 1596 (aproximadamente).
Población: 10 mil personas (aprox.).
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nal de la ciudad, al sur, y con Jesús Nazareno y el Hospital San Vicente de Paúl, al
occidente.
Está enmarcado entre las calles 58 (Avenida Oriental) y la 65 (Jorge Robledo), y las
Límites
carreras 51 (Bolívar) y 46 (San Martín).
Prado limita con los barrios San Pedro Las quebradas El Ahorcado y La Loca
(Lovaina) y Manrique Central, al norte; atraviesan su territorio; fueron canalizaLa Mansión - San Miguel y Los Ángeles, das entre 1915 y 1925 y varias vías pasan
al Oriente; Villanueva y el Centro tradicio- sobre ellas.
El hedor y la oscuridad en el
zaguán del inquilinato donde
vive doña Celia, evocan las fauces de un
lobo. La luz al final de ese túnel conduce a un pequeño patio de escobas atestado de juguetes viejos, donde corretean
dos de sus nietos; entre tanto, “La Saly”,
su hija de veinte años, arrulla a un bebé
de tres meses.
Sobre la puerta principal cuelga una placa rústica, similar a otras tantas que demarcan numerosas casas y edificios del
vecindario: “Se alquila pieza para persona sola”. Afuera, en las calles de Lovaina, al nororiente del barrio Prado, los muchachos sin miedo se lanzan en bicicletas
loma abajo por la 68. Tres esquinas hacia
el norte, en la frontera invisible de la calle
71, unos niños en corrillo quiebran adobes sobre el pavimento y dibujan el perfil
de las montañas con los fragmentos. Las
aceras son su lienzo.
Doña Celia, famélica y desdentada, les
echa ojo a los chiquitos en el patio, mien-
tras recibe la visita de un líder comunitario.
–Vea, es que para lo de la guardería necesito resolver lo del Sisbén de John Alexander –señala con la mirada a uno de sus
nietos, que pedalea en la rueda libre de
un triciclo desbaratado.
–Sí, doña Celia: usted tiene que arrimarse
donde le voy a indicar y allá entrega los
papeles que le anote en esta lista.
Un tanto desconcertada, observa al hombre escribir en su libreta, reclinado sobre
el poyo de la cocina. No hay estanterías,
solo un arrume de botellas vacías de plástico, un par de platos y varias ollas de metal opaco, martilladas por el exceso de
uso. No hay rastros de comida.
Entre plantas de penca sábila y una frondosa enredadera de cidras (listas para
echar en la olla de los frisoles), la parte
trasera del inquilinato se convierte en un
corredor de piezas improvisadas, doce
espacios tuguriales divididos con placas
de tríplex y retazos de otras maderas, cu-
yas imperfecciones son recubiertas con
afiches del Nacional e imágenes religiosas. Todos los inquilinos comparten un
solo baño.
En la pieza más cercana a la cocina, con
las paredes atiborradas de muñecos de
peluche en mil tonos grisáceos, “La Saly”
acuesta al bebé, su segundo hijo. Se prepara para salir: raspa el último vestigio
de un polvo facial Vogue y busca cómo
despojar su piel y su memoria de los vahos de sudores ajenos, trapos húmedos,
vapores de cocina y pisos trapeados sin
detergente. Del olor a inquilinato. Llena
la cuenca de su mano con la loción del
bebé. La frota en su cuello, nuca y hombros semidesnudos, con la misma ilusión
y sensualidad de una diva que se baña en
Chanel N°5.
Por efecto de las migraciones campesinas, la proliferación de inquilinatos es
un fenómeno creciente en Medellín desde los años 50. En el barrio Prado este
tipo de vivienda ejerce presión desde los
bordes hacia adentro, a partir de lugares
como Lovaina y el sector de la Basílica
Metropolitana.
La vulnerabilidad de los inquilinos –de
bajos ingresos, inestables laboralmente, muchos de ellos con necesidades básicas insatisfechas– y la falta de políticas
públicas sobre los inquilinatos han logrado que esa forma de habitar sea, tal vez,
la estocada definitiva en el ya prolongado
proceso de decadencia de Prado.
El tradicional barrio, surgido de los sueños de Ricardo Olano, es un mito, el tesoro de las élites paisas. La vocación de su
suelo se ha transformado de residencial a
lugar de acogida para hospitales, hogares
geriátricos y de paso, u oficinas de organizaciones no gubernamentales (algunas
establecidas allí con la esperanza de ejercer un control social). A la par, persiste la
lucha para instituirlo en distrito cultural.
Prado es la joya de la corona. Lo quieren conquistar los urbanizadores a quienes les conviene la depreciación de las
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Calle Cuba. Esta vía del barrio Prado también recibe los nombres de calle Restrepo Uribe o José Martí. Fotografía
tomada en 1950 por Gabriel Carvajal (1916-2008). (Cortesía Archivo Fotográfico Biblioteca Pública Piloto).
propiedades, y también las estructuras
del crimen organizado, como la Oficina
de Envigado, que buscan integrar el barrio al corredor de microtráfico que se extiende desde el norte del Valle de Aburrá
y desemboca en el Centro de Medellín.
Entre las zanjas urbanas trazadas por Barranquilla (calle 67) y la Avenida Oriental
(calle 58) existe un territorio de dominio
imprescindible.
•••
“La sensación de seguridad se afecta con
la presencia de inquilinatos: ruidos de peleas nocturnas, gritos en la noche. El vecindario se ha transformado; cada vez
hay más indigentes, travestis, gente con
apariencia de ladronzuelos”, dice Carlos
Ciro, poeta y traductor, quien vive desde
su infancia en la carrera Sucre (47), entre las calles Urabá (62) y Moore (61), en
uno de los lotes más antiguos de los que
se tenga noticia de construcción en Prado. Los planos originales, que reposan en
algún rincón olvidado, datan de 1700.
No obstante, fue en el siglo 20 cuando
por primera vez se consideraron esos
terrenos al centro-oriente de la ciudad
como propicios para el desarrollo urbanístico. La Sociedad Propietaria La Ladera
fue una de las primeras en construir.
En 1907, Juan E. Olano, Enrique Moreno
y Ricardo Olano le compraron a Manuel
J. Álvarez un lote de más de cien mil varas
entre las carreras Bolívar y Venezuela.
Ricardo Olano, liberal, oriundo de Yolombó, propietario de una fábrica de fósforos
y miembro del Concejo de Medellín, avizoró una promesa de ciudad en las mangas de la colina detrás de la Villa Nueva.
Entre sus pobladores había desde terratenientes con cuarenta cuadras hasta propietarios de media agua (casas de paja).
La primera vez que el industrial salió del
país lo hizo por Barranquilla. Allí conoció el barrio “El Prado”. Fue tal su encanto, que se empeñó en levantar uno igual
en Medellín, añadiéndole a su vez el concepto de confort entonces en boga en el
sector de Manga (Cartagena). Con Olano
llegarían otras revoluciones: ventilación,
iluminación, aguas servidas, arborización
y estética.
El industrial firmó un contrato para urbanizar con su yerno, Joaquín Cano, un
hombre viajado, de familia liberal, quien
se quedó con el alto que recibía los vientos y ofrecía la mejor vista. Su casa era un
lujo, de tapias con acabado en cemento.
Hoy, en esa cumbre está la iglesia del Espíritu Santo.
El 8 de mayo de 1924, Olano consignó en
su diario: “Tengo sembrados un millar de
pimientos y guayacanes para arborizar el
barrio Prado”. Cuatro años después comenzó la construcción de tres casas en la
esquina de Belalcázar con Balboa. Liquidaron la compañía y repartieron los lotes.
El primer dilema fue elegir la calle: pensaron en Bolívar (“El Llano”) pero su mala
reputación los llevó a optar por Palacé. En
1934 instalaron farolas de alumbrado público. Cada una costó cincuenta pesos.
“El que no viviera en Prado era bobo o
pobre –relata el historiador Roberto Luis
Jaramillo–. Los menos pudientes compraron las tierras del Alto del Caballo para
arriba, lo que hoy es Manrique”.
“El apóstol de las Mejoras Públicas en Colombia” –como se conocía a Ricardo Olano– fue el gran promotor de las ideas del
Localizado en el costado oriental del Centro de Medellín, Prado fue entre 1930 y 1950 sitio de residencia de las
personas adineradas de la ciudad. Estas mandaban a edificar sus casas en estilos arquitectónicos foráneos. Gran
parte de su arquitectura doméstica es considerada patrimonial. Fotografía tomada en 1928 por Benjamín De la
Calle (1869-1934). (Cortesía Archivo Fotográfico Biblioteca Pública Piloto).
A la sazón, algunos de los habitantes originales de Prado migraron hacia Laureles. Otros se fueron a vivir a los edificios
“de renta” (vendían sus fincas, construían
en la ciudad para alquilar apartamentos
y se pasaban a vivir a uno de ellos). Después, los hijos fraccionaron las casonas
de sus padres. Se convirtió en un negocio comprar casas grandes para dividirlas
por dentro.
Por los corredores eclécticos de las aceras de Prado, donde las fachadas de esti-
Como hoy, Lovaina quedaba en las goteras de Prado: era una vecindad cuestionada por los moralistas, pero nunca violenta ni insegura
City Planning, que consistía en “la reforma ordenada e higiénica de las construcciones urbanas, de los parques y de los
jardines, y en general en todo lo que respecta a esa moderna ciencia que busca el
confort para las personas”, como consta
en sus memorias.
A lo largo de los años 20 y 30, Lovaina
se convirtió en una suerte de París de la
‘Belle Époque’. Las noches eran agitadas
durante el llamado “Periodo de las putas ilustres”: mientras los señores buscaban los placeres de la carne en las luces
rojas de Lovaina –sitios reservados atendidos por mujeres sin reservas–, sus esposas frecuentaban a las hechiceras de
la calle del Sapo (Niquitao), cuyos conjuros alejaban a sus maridos de las sinvergüenzas. Pero al alcalde Luis Peláez no
le gustó: con el decreto 517 del año 1951,
expulsó a las prostitutas y las desterró al
barrio Antioquia.
lo republicano convivían con el art déco
y el noveau, deambulaba el filósofo Fernando González para hacerle visita ventaneada a Margarita, hija del expresidente Carlos E. Restrepo. Y es que entre los
distinguidos habitantes del sector se encontraban además buena parte de la comunidad judía, el consulado español y
personalidades de rancio abolengo como
Luz Castro de Gutiérrez, Alejandro Ángel
o Peter Santamaría.
“Prado es un mito histórico: es el barrio
de un tipo de élite que durante un tiempo definió a Medellín”, dice Luis Fernando González, director de la Escuela del
Hábitat de la Universidad Nacional. “Lo
de las casas patrimoniales es una postura totalmente romántica: no son las grandes casas de los grandes diseñadores ni
de los grandes arquitectos ni de los grandes acabados. Son grandes y ya. De Prado hay que rescatar el urbanismo”, agre-
ga Roberto Luis Jaramillo.
El arquitecto Juan Guillermo Restrepo,
quien también creció en el barrio, recuerda que en sus cuadras (Palacé, entre las
calles 65 y 66) “siempre hubo un rondero
privado y jamás se sabía de robos”. Recalca que, como hoy, Lovaina quedaba en
las goteras de Prado: era una vecindad
cuestionada por los moralistas, pero nunca violenta ni insegura.
El auge del bazuco a partir de los 70 lo
cambió todo. Algunos prostíbulos se
transformaron en inquilinatos y dominaron el panorama de Lovaina. Sin embargo, en 1995 el paso del viaducto del metro se dibujó como una esperanza, como
también lo fueron la declaratoria del cementerio de San Pedro como museo cementerio, más el Planetario, la renovación
del Parque Norte, el Parque Explora y la
remodelación del Jardín Botánico. Pero
no fue suficiente…
Algunos de esos inmuebles han sido
declarados patrimonio; otros están bajo
extinción de dominio o bajo edicto, o
desatendidos por sus propietarios, cansados de no poder vender. Las casas,
como las personas, se derrumban con
el abandono.
Para júbilo de los urbanizadores acechantes, muchas de esas viviendas no cumplen con los requisitos contemporáneos
de seguridad en la construcción: están listas para ser demolidas y reemplazadas
por edificios.
Desde el año 2005, la familia de Carlos
Ciro ha sido testigo de la transformación:
“Las casas entran a la venta sin suerte y
nes de leña; hoy se usan poco por cuestión de espacio, por la incomodidad de
cargar la leña y, sobre todo, por no exponer ante los vecinos la precariedad de los
alimentos que se cocinan.
“Entre los aspectos asociados al deterioro,
desde el imaginario popular, están precisamente los inquilinatos, pues se endilga a este tipo de vivienda ser posada de
aquellos que no tienen hogar, con lo cual
se quiere decir que el inquilinato no es un
hogar…”, analiza el estudio “IdentificaMuchas de las viejas residencias de Prado hoy se alción y caracterización de los inquilinatos
quilan por piezas. Fotografía de Róbinson Henao
de San Benito, San Lorenzo y San Pedro
puerta de las piezas de la terraza, el ama- de la ciudad de Medellín y formulación
necer recibe al inquilino con una impo- de propuestas de gestión” (2006), coornente panorámica de las montañas. El dinado por la socióloga belga Françoise
aire se respira puro y fresco afuera de la Coupé.
habitación con vista… aunque sin ven•••
tana. En este tipo de inquilinatos es permitido el pago mensual: 350 mil. Mil adicionales por usar la cocina, tres mil por “¿Es de verdad que van a tumbar todo
el servicio de lavandería. En lugares así, por acá?”, pregunta Daisy*, ataviada con
el estado de conservación de los deta- una toalla que apenas le alcanza a cubrir
lles originales de las casas (pisos en ro- el torso y la mitad de los muslos.
ble o comino, vitrales y rosetones) refleja Los habitantes de Lovaina están inquietos por el arribo reciente de encuestadoel perfil de sus inquilinos.
Desde algunos de los lugares que hoy funcionan como cuevas, es posible divisar la cúpula de la iglesia del
Uno de los grandes problemas que pre- res que tocan a sus puertas para recolecSeñor de Las Misericordias, en Manrique, patrimonio cultural, artístico y religioso de Medellín desde 1999.
sentan los inquilinatos en las zonas pa- tar información. Le temen al despojo.
Fotografía de Karin Richter
trimoniales (fenómeno común en La- Reclinada en su cama como una odalisca,
pasan a tener letreros de ‘se arrienda’ del siglo pasado se convirtieron en el al- tinoamérica) es la intervención en el frente a una panorámica de la zona nocon todas las grafías posibles. Las caso- bergue de quienes huían de la violencia diseño interior de las casas: los corredo- roriental, la travesti recuerda a su difunnas abandonadas son pobladas por in- partidista desatada en el campo.
res se transforman en calles internas don- ta madre, quien con solo catorce años lledigentes”.
Aunque los primeros inquilinatos de Pra- de transcurre la vida comunitaria, con su gó desde San Antonio de Prado a Lovaina
do más parecían pensiones –de pago mezcla de solidaridad y conflicto; las gran- para fundar una familia.
•••
mensual, con estándares de habitación des habitaciones son divididas con mate- La sala de Daisy está llena de botellas de
más exigentes y huéspedes que compar- riales diversos: desde cortinas de tela o licor: “Se acerca mi cumpleaños que es
“El hombre que busca pensión es un tipo tían rasgos como el del origen geográ- plástico hasta drywall y tableros en fibra como unos Premios Oscar, ¡qué pesar
sui géneris, y que vive exclusivamente fico–, los actuales se caracterizan por la de madera. Los techos altos se convier- que Espacio Público ya no me deje cepara eso, para cambiar de pensión como precariedad y el anonimato.
ten en “palomeras” o especies de azoteas rrar la calle con carpas!”, exclama con inel aficionado a la radio existe exclusiva y Tanto en Lovaina (comuna 4, Aranjuez) donde no cabe una persona de pie, su dignación.
únicamente para ensayar distintos tipos como en Prado (comuna 10), la mayoría precio por noche es más bajo. En las te- Su pieza, la torre del inquilinato de trade circuitos y aparatos”, escribió Robervestis del cual es propietaria, está decoto Arlt en “El que busca pensión”, una de
rada con láminas de pinturas clásicas de
Este negocio no regulado, no considerado en la legislación vigensus Aguafuertes porteñas.
desnudos femeninos en posiciones sente sobre vivienda, es clasificado de diversas formas: por su tamaño,
Las formas de habitar no convencionales,
suales. En la parte superior de su escatipo de administrador y de inquilinos, por los servicios prestados…
como los inquilinatos (el célebre de Rasparate ostenta una colección de frascos
kolnikov, protagonista de Crimen y Cas- de los inquilinatos no exhibe en su puer- rrazas de las casonas se construyen tantas de perfumes: “¡Nada más delicioso que
tigo) y las pensiones, suelen ser miradas ta un nombre al público; sin embargo, la piezas como sea posible acomodar… y un hombre te desnude y huelas por tocon reserva en sociedades conservado- comunidad los identifica con algún ape- ocultar de la mirada vigilante de la admi- das partes!”.
ras, de ideas ortodoxas: una familia es así lativo: Pueblito Paisa, La Macabra, El Ca- nistración municipal. Los cubículos suelen Hedonismo a flor de piel.
y solo así, un ser humano debe vivir así y guancito, La Oficina…
carecer de cualquier otra forma de entra- En los pisos inferiores viven las chicas de
solo así, una vivienda es así y solo así… Este negocio no regulado, no considera- da de luz natural. Una casa grande (400 Daisy. Nada tienen qué ver con el aire reEn el Valle de Aburrá los inquilinatos tie- do en la legislación vigente sobre vivien- m2, aproximadamente) puede llegar a al- posado de su modelo cincuentona: a menen una larga historia. Si bien desde la da, es clasificado de diversas formas: por bergar más de 35 piezas. Las puertas de dia tarde, desde las escalas, ya ensordeColonia existían residencias que alberga- su tamaño, tipo de administrador y de in- las piezas de los inquilinatos no suelen te- ce la música electrónica. Al ascender, el
ban a varias personas o familias, fue a fi- quilinos, por los servicios prestados… ner chapas: se cierran desde afuera o des- aroma del incienso de sándalo del primer
nales del siglo 19, con la llegada de cam- No obstante, el criterio de elección más de adentro con candado. Cada inquilino piso súbitamente se convierte en una
pesinos a la naciente ciudad industrial, común es, tal vez, el precio: cada quien guarda la llave del cuarto que ocupa.
mezcla de olor a marihuana, pachulí, sucuando cobraron importancia. Un infor- se queda donde puede pagar. El cobro Es casi imposible encontrar un inquilinato dor y semen. Se preparan para buscar acme de la Comisión Sanitaria del año 1921 es diario. Los precios en Lovaina fluc- sin servicio de televisión por cable: es la ción en las calles del Calzoncillo, la Lavanseñalaba que en la calle San Juan, en las túan entre cuatro mil y catorce mil pesos posibilidad de “vivir” una realidad parale- dería Real y la 30.
avenidas Sur y Amador, y en las carreras la noche; entre Barranquilla y la Avenida la que ayude a escapar de la propia.
África*, una figura de madre entre las traTenerife, Cúcuta y Maturín, había inquili- Oriental tiende a incrementarse, la base Las cocinas, baños y patios de ropa com- vestis de Lovaina, reconoce que uno de
natos “que estaban fuera de la ley por ra- está en diez mil pesos y puede subir has- partidos suelen ser los lugares donde se los mayores riesgos en los inquilinatos
zones de hacinamiento y porque se dedi- ta veinte mil.
manifiesta lo mejor y lo peor de la con- como el que ella administra es la presencaban con frecuencia a la producción de En algunos inquilinatos de Prado las con- dición humana. Antaño, en las terrazas o cia de menores: “Las maricas no somos
alimentos a domicilio”. Desde mediados diciones son menos hostiles: al abrir la espacios abiertos, se cocinaba con fogo- buen ejemplo para los niños de ciertas
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Espacios que antes fueron viviendas confortables, hoy son testimonio del abandono y centro de acciones ilícitas. Fotografías de Karin Richter
edades”. Le preocupa aquello del control
sobre la libertad sexual de sus inquilinas.
Cuando las mujeres solas o las parejas
buscan pieza, la primera indagación del
administrador es por los hijos. En los inquilinatos evitan a los niños por el ruido,
porque ensucian, porque hay adultos que
los dejan encerrados mientras salen a rebuscar su sustento. Porque algunos son
trabajadores informales o mendigan. Porque el reloj biológico de los hijos de las
prostitutas suele sincronizarse con el de
sus madres: duermen de día y comienzan el trajín por la noche. Corretean, juegan, gritan. Los rebotes de una pelota de
fútbol a las 2:00 am enloquecen a cualquiera.
Los niños son testigos y, a veces, protagonistas de escenas de sexo y consumo de
drogas. En Lovaina, las niñas en contextos de prostitución se encuentran en lavaderos de taxis y montallantas, de donde
son llevadas a Casa Blanca –el prostíbulo más famoso de Prado– o a la Media
Manzana.
Todo esto converge en el riesgo de que el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar los descubra y retire la custodia de los
adultos. Y se inicie un proceso de clausura del inquilinato.
Las llaves de don Luis* parecen el racimo de uvas de un próspero viñedo. El
día que decidió dedicarse a la administración de inquilinatos no le pidieron hoja
de vida: solo le preguntaron dónde vivía
su familia (la garantía de que permanecerá callado en caso de indagatorias de las
autoridades). Sus patrones no se han percatado de que ni siquiera sabe leer y escribir. De don Luis solo esperan la liquidación: cada dos días entrega las cuentas
claras de cuatro casas de inquilinato, con
38 piezas y cinco apartamentos.
Este hombre de 65 años, nacido en Amalfi y criado en Segovia, lleva treinta años
trabajando en Medellín. Su salario actual
depende de la ocupación mensual en los
inquilinatos que administra. Con un promedio de un millón y medio de pesos
mensuales, mantiene a sus once hijos.
No tiene seguridad social.
Antes de dedicarse a los inquilinatos, vendía cigarrillos, licor y confites en una cha-
za, en Junín con Pichincha: “La gente se
acercaba para jugar cartas y fumar, pero
los ‘tombos’ me empezaron a cobrar vacunas impagables, de hasta noventa mil
pesos por semana. Me tocó abrirme”, recuerda.
Después administró casinos y vendió detergentes de preparación casera.
Todos los días hace la primera ronda de
cobro a las 5:00 am: toca la puerta de las
piezas, cuyos precios fluctúan entre seis
mil y diez mil pesos, según las comodidades.
Su libro de cuentas es un cuaderno escolar con la imagen de un pingüino de colores y en la contratapa las tablas de multiplicar. Cada página registra una pieza,
sin fechas, solo con dos o tres columnas
que indican la cantidad de dinero recibido. No hay datos sobre egresos. Algunas
páginas están marcadas en el reglón superior, con nombres o alias que alguien
ha escrito por él: “Viejito”, “Alex”, “Raúl”.
El método es simple, cada tachón equivale a un pago realizado. Una columna
presenta una deuda de $95.000. No suele haber atrasos por tal monto: es hora de
proceder al desalojo.
¿Y si el arrendatario se niega? Don Luis no
se atreve a decirlo, pero es un secreto a
voces: si un inquilino no paga, de “La Oficina” vienen a ‘saldar la cuenta’.
Lovaina y Prado constituyen lo que se podría llamar un “corredor” de microtráfico;
la Oficina de Envigado domina el sector.
No es propietaria directa de los inquilinatos, pero sí vigila que se conserve el “orden social” que le conviene establecer
para sus negocios.
En estos sectores desprotegidos por el Estado, los cobros irregulares a cargo de criminales son democráticos y agnósticos:
desde los vendedores de flores del cementerio de San Pedro hasta las iglesias
evangélicas están obligados a pagar cuota. Dios también anda vacunado.
La declaración pública del dominio territorial de las bandas criminales comprende la presencia de sus esbirros en las
esquinas y el cobro de vacunas, como
también la impronta de una “X” sobre los
afiches de las paredes (publicidad política, agenda cultural, etcétera). El sábado
es el día de cobro de extorsiones en los
inquilinatos; los recaudadores se mueven
a sus anchas. Ni se inmutan ante el paso
de las patrullas de la policía.
–Oiga, Luis, calmado con lo de anoche
Política pública,
una necesidad
En la década de los 80, el Programa
de Estudios de Vivienda para América Latina, Peval, que luego dio lugar
a la creación del Centro de Estudios
del Hábitat Popular, Cehap, y de la
Escuela del Hábitat de la Facultad de
Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, consideró necesario abrir una línea de
investigación sobre los inquilinatos, y
con recursos de cooperación del gobierno de los Países Bajos, promovió
un ciclo de investigación al respecto.
En los 90, se llevó a cabo un proceso
diseñado y desarrollado por Corvide,
con la vinculación de la ONG france-
sa Pact Arim para el mejoramiento de
inquilinatos.
En 2010 se creó la mesa de trabajo
sobre inquilinatos, coordinada por la
Unión Temporal “Viviendo en Comunidad”, que lideran las Corporaciones Talentos y Primavera (Lovaina),
además del equipo de profesionales
que se ocupa del Edificio Modelo de
Vivienda Compartida.
En la actualidad, la Corporación Primavera Talentos tiene una propuesta técnica para que el Instituto Social
de Vivienda y Hábitat de Medellín (Isvimed) promueva la creación de una
política pública de inquilinatos.
–le advierte un muchacho, dándole una
palmada en la espalda.
–Usted sabe que yo vigilo que la gente no
se me descarrile, que no tome ni fume.
Puede que se fumen su bareto, pero donde los pille: ¡los echo!
–Calmado, calmado, hombe Luis…
–Yo les he advertido que no me guarden
vicios ni fierros, que sus cositas queden
bajo candado. Usted verá…
A las 2:00 pm es la segunda ronda de cobro y de inspección del estado de la propiedad. Entre las normas que don Luis
impone, sin consenso previo con los inquilinos, se estipula que todos entren a
las casas antes de las 11:00 pm.
•••
Desde los vagones del metro se observa
la cúpula gótica de la iglesia de Manrique,
la aureola de Lovaina. De sus aceras inclinadas despuntan acacias amarillas y azucenos, improvisados jardines de camarón
rojo y san joaquines, en medio de lavaderos de taxis, carpinterías, tiendas de barrio
y casas con piezas de alquiler.
Sus calles cuentan con vigilancia permanente, no solo de los patrulleros de la
Policía Nacional; también de los campaneros de las bandas criminales, que en
ciertos sectores se reservan el derecho de
admisión. Fungen como guardianes de
fronteras que no son “invisibles”.
“Hay ojos por todas partes: la Oficina de
Envigado tiene mucha gente. Sabemos
de fiscales que cobran en inquilinatos”,
asegura Fabián*, habitante de Lovaina.
Las llamadas “cuevas” son la forma más
precaria del inquilinato. Pertenecen a un
submundo donde el dinero que se mueve
va por cuenta del consumo de drogas.
Ni siquiera la luz del día logra restarles su
aire siniestro. Un arrume de escombros
conduce a un patio trasero bajo la sombra de un palo de mango, en lo que alguna vez fue el sótano de una casa. A la
caverna oscura de El Caguancito no arriman ni las ratas; solo lagartijas blancas y
regordetas cuyos movimientos súbitos en
la oscuridad se asemejan a una danza de
serpientes. Huele a orines, a excrementos, a mortecina. Una persona de baja es-
tatura no cabría de pie en ese espacio. Sobre la losa resbaladiza por la humedad y
el fango, hay una guitarrita de juguete en
forma de mariposa, unas zapatillas plateadas, unos bluyines mojados. Y basura,
mucha basura. Entre cenizas y restos carbonizados, una cosmetiquera con un labial, unas pulseras y una camándula.
En otra cueva, anónima, detrás del cementerio de San Pedro, una flor de batatilla se trepa por una malla vertical; más
abajo, pedazos de lápidas grises se distribuyen caprichosamente como peldaños entre el terreno irregular de ese solar
escondido: “Eres y serás la luz de nuestros días”, “Tu partida dejo en nuestras
vidas, una gran tristeza que solo terminará cuando terminemos nuestro paso
por la vida y al verte nos fundamos contigo en un abrazo, Te adoramos, Tus hijos” (sic).
Las cuevas son plazas de vicio, lugares
donde se venden y consumen drogas.
Cada una de ellas tiene cuatro personajes fundamentales: el administrador, que
controla el pago por ingreso; el jíbaro,
que vende la droga; el campanero, que
avisa de la cercanía de la fuerza pública,
y, por supuesto, los consumidores. Dentro de las plazas guardan armas de fuego
“para poder responder cuando el campanero no hace bien su trabajo”, explica Fabián.
En las cuevas no se duerme, se consume
toda la noche. Por lo general no tienen
electricidad y cuentan con un solo baño,
inservible. En el suelo, sea de losa, baldosa o tierra cubierta de rastrojo, es fácil
encontrar diferentes tipos de “cueros” y
papel de arroz –para envolver sustancias
psicoactivas–, marcados con escorpiones,
caballos, estrellas… cada uno representa distintos productores y distribuidores,
grados de pureza. En diciembre, aparece en los papeles una marca adicional:
¡sorpresa!, el consumidor puede reclamar
una segunda dosis. El aguinaldo.
Antes de llegar a la plaza de vicio, en algunas casas del sector empacan, pican, prensan, pesan y transportan la marihuana. El
bazuco “se empaca por bombas (en forma de pelotica) –dice Fabián–; cada una
trae 22 bazucos. Las cajas de marihua-
na contienen un promedio de trescientos
baretos. El perico va en tubos”.
El Pueblito Paisa es un inquilinato que
funciona en los bajos de un enorme sótano interconectado con otras plazas de vicio por medio de túneles. Algunas casas
son laberintos subterráneos que pueden
llegar hasta Balboa.
De acuerdo con una fuente de la Personería de Medellín, existe “un documento de
la Casa Castaño donde se dice que Carlos y Fidel Castaño tenían unas escuelas
para enseñar a desmembrar: enrolaban a
su militante, le enseñaban cómo hacerlo
y le entregaban diploma. Esa modalidad
la impusieron acá: por eso los desmembramientos son perfectos”.
“La Oficina”, un inquilinato de tres pisos
y un sótano, era una casa de pique. Sus
bajos con salida a la quebrada, permitían arrojar al agua los cadáveres de personas torturadas o muertas por sobredosis. (Cabe anotar que estos terrenos de la
ciudad son irrigados por numerosas quebradas como La Loca, La Bermejala y El
Ahorcado, entre otras).
“La Oficina” fue desocupada porque los
vecinos se quejaban permanentemente
de los gritos y el llanto. Las escenas de
horror.
Esa es una de las explicaciones al ruido
de los sótanos: más que una competencia entre el poder de los parlantes, es una
necesidad de aplacar los bramidos del
submundo.
“La policía que esté por acá es porque
también le pagan –asegura Fabián–, no
hay ninguno que cumpla su papel decidido de funcionario”. Explica que los decomisos suelen ser muy superiores a los
que informan en la prensa.
Según la Secretaría de Seguridad de Medellín, “la criminalidad en Prado puede estar influenciada por organizaciones
delincuenciales que son ajenas al barrio.
Con la ayuda de la Policía Nacional y las
cámaras de seguridad, vigilamos y controlamos los corredores de fuga”. En Prado existen 23 cámaras de seguridad instaladas y seis cuadrantes. Cada uno cuenta
con dos policías las 24 horas del día, siete
días a la semana.
De acuerdo con las cifras oficiales, la cri-
minalidad en Prado ha disminuido con
respecto al índice reportado en 2005.
Desde entonces, el año con más homicidios registrados fue 2008, con veinte casos; la cifra a 2015 (al cierre de esta publicación) es uno. El único homicidio en
un hotel, motel u hostal de Prado, desde
2005 hasta hoy, ocurrió en 2012.
El papel de los ciudadanos ha sido crucial en el sector. Hace varias décadas, las
hermanas adoratrices vinieron de Bogotá
para trabajar con mujeres en contexto de
prostitución en Lovaina. Las corporaciones Amiga Joven y Primavera Talentos trabajan por la comunidad con énfasis en la
población de los inquilinatos. Sus aportes
han sido esenciales en los estudios académicos sobre este fenómeno.
Un miembro de la Corporación Primavera Talentos explica que no existen planes generales de la administración municipal que mitiguen la situación de riesgo
de la población de los inquilinatos. Con
sus compañeros de trabajo se cuestiona
sin cesar: ¿Qué población de los inquilinatos hace uso del Sisbén? ¿Cómo intervenir? ¿Para cuándo una política pública
frente a los inquilinatos?
En los últimos años estas corporaciones
no han recibido aportes de la administración municipal. El apoyo a muchas de las
organizaciones no gubernamentales depende de los intereses electorales políticos y partidistas.
Es domingo en la mañana. Con su nieto
de tres meses en los brazos, doña Celia
sale a tomarse un tinto en la tienda que
queda debajo de La Macabra. La gente
habla de lo mismo, del misterio de los encuestadores de Ruta N, del rumor de que
“van a tumbar todo por aquí”. Aprovecha
para asolear la cabecita, llena de pelusas
desordenadas, que asoma entre una bayeta blanquecina.
–Qui’hubo pues, doña Celia, ¿desde esta
hora ya lidiando con nietos? ¿Dónde anda
“La Saly”? –le preguntan en la calle.
–Se quedó por ahí, en una fiesta, con
unas amigas –responde a secas.
Mientras sostiene con firmeza a la criatura, la abuela se limpia la frente con una
mano antes de recibir el tinto en un vaso
de plástico. Mira de reojo al líder comu-
nitario que hace su ronda matutina por el
barrio. Recuerda que no ha ido a hacer la
vuelta del Sisbén: con qué tiempo, con
qué pasajes, con qué cabeza…
En medio de un silencio estridente, sorbe
el primer trago amargo. Levanta las cejas con resignación, no mira a nadie a la
cara: evade cualquier juicio en contra de
su hija.
Doña Celia les da la espalda a todos en
la tienda y regresa, con paso acelerado,
a calentar desayunos en el inquilinato. En
dominios de guapos, las grandes peleas
no se libran a bala ni a mansalva, sino con
ráfagas de cotidianidad.
*Nombres cambiados por protección
de las fuentes.
La cronista
Ana Cristina Restrepo Jiménez
Es comunicadora social – periodista de la
Universidad Pontificia Bolivariana (UPB),
especialista en Periodismo Urbano de la
UPB y magíster en Estudios Humanísticos
de la Universidad Eafit.
Es autora del libro de entrevistas Página
en blanco, de Sílaba editores (2012); columnista de los diarios El Espectador y El
Colombiano; colaboradora de las revistas Universidad de Antioquia, Arcadia, El
Magazín de El Espectador y Generación
de El Colombiano, entre otras.
Es productora radial del programa Página en blanco (Cámara F.M) y profesora
de Crónica y Reportaje, en Eafit.
Alcaldía lidera planes integrales
de seguridad en Aranjuez y La Candelaria
Con presencia institucional permanente, la Alcaldía de Medellín y los organismos de seguridad y justicia trabajan
en el mejoramiento de las condiciones de seguridad de Aranjuez y La Candelaria
Obras como la UVA San Lorenzo recuperarán espacios públicos
para mejorar la calidad de vida en La Candelaria. (Render)
35
33
Reducción de homicidios
en La Candelaria
30
En una labor articulada con los organismos de seguridad y justicia, la Alcaldía
25
de Medellín trabaja permanentemente
-48 %
para reforzar la seguridad en las comu20
17
-16
nas Aranjuez y La Candelaria y atacar los
15
delitos y las estructuras criminales de estos sectores de la ciudad.
10
Como resultado de operativos continuos,
5
entre el 1 de enero y el 31 de marzo de
Homicidios
2015 fueron capturadas 232 personas en
0
Aranjuez y 1.499 en La Candelaria, por
2014
2015
los delitos de homicidio, tráfico, fabriCasos registrados entre enero 1 y marzo 31
cación o porte de estupefacientes, hurto, violencia intrafamiliar, lesiones per$50 mil millones del Fondo Medellín Ciudad para la Vida
sonales y uso de documento falso, entre
serán invertidos en la recuperación del Centro
otros.
El secretario de Seguridad, coronel (R)
Sergio Alfonso Vargas Colmenares, expli- lentas en 2015 contra 33 casos ocurridos determinante la presencia institucional.
ca que “esta Administración, por primera entre enero y el 31 de marzo de 2014.
Por lo anterior, la comuna 4 –Aranjuez–
vez, pone a funcionar un Plan Integral de En esta lucha contra la criminalidad es cuenta con 32 cuadrantes y 55 cámaras
Seguridad y Convivencia, y está en la definición de una Política Pública de Seguridad que le brinde todas las garantías a
la ciudad, que marque una ruta hacia un
contexto de seguridad sostenible y no que
Ciudadanos y visitantes por igual serán do es el Plan de Intervención, el cual
estemos siempre al vaivén de los comporlos invitados de honor al nuevo Centro comprende 17 obras que la Administratamientos criminales del día a día”.
de Medellín que se gesta gracias al Plan ción Municipal aspira dejarle a la ComuBajo esta estrategia se han alcanzado imIntegral del Centro.
na 10, entre ellas la UVA San Lorenzo, el
portantes resultados. En Aranjuez, el hoEl primer nivel de este plan es el Centro Tranvía de Ayacucho y Parques del Río
micidio presenta una reducción del 79%,
como Territorio de Vida, estrategia que Medellín; y el tercero, el Plan Estratégicon solo tres casos registrados hasta el
busca mejorar el espacio público y la co, que consiste en la definición a largo
31 de marzo de 2015 frente a 14 muertes
circulación peatonal, disminuir los altos plazo de iniciativas que trascienden al
violentas ocurridas en el mismo periodo
niveles de indigencia, fortalecer los es- actual gobierno municipal, en coherendel año anterior. En La Candelaria este
pacios de valor histórico y patrimonial, y cia con los principios del nuevo Plan de
delito alcanza una disminución del 48%
mejorar la calidad ambiental; el segun- Ordenamiento Territorial (POT).
en lo corrido del año, con 17 muertes vio-
Centro, Territorio de Vida
El exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, y el alcalde
Aníbal Gaviria Correa visitan el Centro de Medellín
de vigilancia, y la Comuna 10 –La Candelaria– con 66 cuadrantes y 266 cámaras
de vigilancia.
“En el Centro se dan todas las expresiones del crimen, de la cotidianidad, del raponazo. En la forma en que usted sea
contundente en Castilla, en Aranjuez, etcétera, afecta toda la criminalidad en el
Centro. Estamos adelantando unos procesos investigativos muy serios para enfrentar las estructuras criminales a otro nivel”, expresa el secretario de Seguridad.
La Alcaldía de Medellín adelanta una labor rigurosa para la identificación e intervención de lugares de venta y consumo
de estupefacientes en los sectores Barbacoas, Niquitao, Plazuela Rojas Pinilla, Barrio Trinidad y Lovaina.
Lo anterior es coherente con un nuevo
plan de seguridad lanzado en Medellín
por la Presidencia de la República, con
el acompañamiento de la Universidad de
Los Andes y del exalcalde de Nueva York,
Rudolph Giuliani, quienes proponen
concentrar mayor cantidad de policías en
aquellos sitios identificados previamente
por las estadísticas con alta ocurrencia de
delitos. De este modo, se fortalecerá la
estrategia de cuadrantes y la lucha contra
el crimen en los barrios de la ciudad.
Así, con una labor interdisciplinaria en territorio y con la corresponsabilidad ciudadana, la Alcaldía de Medellín construye un escenario con mejores condiciones
de seguridad y convivencia para toda la
comunidad.