PABLO HUNEEUS - CLAUDIO ORREGO EDUARDO PALMA - SEBASTIAN PINERA ANDRES SANFUENTES CHILE: EL COSTO SOCIAL DE LA DEPENDENCIA ID EOLOGICA * E D I T O R I A L D E L P A C I F I C O , S. A. INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS. I D E P. SANTIAGO DE CH ILE Es propiedad. Derechos reservados para todos los países. Inscripción N9 41024. (c) by Editorial Del Pacífico, S. A. Edición de 3.000 ejemplares. Santiago de Chile, 1973. Impreso en Chile. Talleres Gráficos Corporación Ltda. En esto descubrieron treinta o cua renta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero: — La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque, ves allí, amigo Sancho Panza, dónde se descubren treinta o pocos más desaforados gi gantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala si miente de sobre la faz de la tierra. (Cervantes, “Don Quijote de la Mancha”). LOS A U T O R E S PABLO HUNEEUS C., 32 años, Sociólogo y Periodista, Li cenciado en Sociología de la Universidad de Chile; Doctorado en Sociología de la Universidad de París (Sorbonne); trabajó de Investigador en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas y como Director del Servicio Nacional del Empleo (SENDE); Profesor de Sociología Industrial de la Universidad de Chile. CLAUDIO ORREGO VICUÑA, 33 años, Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Lovaina, ejerció las cátedras de Sociología Política y Teoría Política en la Escuela de Sociología de la UC y en el Instituto de Estudios Huma nísticos de la Facultad de Ingeniería de U. de Chile. Director de la Nación y Consejero de Difusión del Presidente Eduardo Frei. Periodista y Escritor, colabora en numerosas publicaciones y ha editado varios ensayos políticos. Actual Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Políticos (IDEP). EDUARDO PALMA C., 35 años, Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de Lovaina, fue Director de la Academia Andrés Bello del Ministerio de Relaciones Exterio res y Asesor Político de dicho Ministerio; Consejero Nacional de Televisión en representación del Senado; Profesor de Ciencias Políticas e Investigador en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile. 7 SEBASTIAN PINERA E., 24 años, Licenciado en Ciencias Económicas e Ingeniero Comercial de la Universidad Católica, obtuvo el Premio “ Raúl Iver” del Instituto de Economía de dicha Universidad; Profesor de Economía e Investigador de la Universidad Católica. ANDRES SANFUENTES V., 33 años, Licenciado en Ciencias Económicas e Ingeniero Comercial de la Universidad de Chile, estudios de postgrado en la ESCOLATINA y la Uni versidad de Chicago; Profesor de Economía de la Universidad de Chile y Católica. PRESENTACION Chile está viviendo una experiencia política que por cierto no pasará desapercibida en nuestra historia futura; tampoco lo será para los observadores mundiales de la evolución de los pueblos y el desarrollo de las ideologías y modelos de compor tamiento y organización social. , La Unidad Popular, coalición centrada en dos partidos marxista-leninistas, obtuvo la Presidencia de la República sobre la base de ofrecer una “segunda vía al socialismo”, adecuada a las características de nuestra institucionalidad democrática y a la idiosincrasia de nuestro pueblo. Sería una revolución con “sabor a vino tinto y empanadas”. A dos años de iniciada la experiencia la convivencia social de los chilenos ha sufrido rudos cambios y el país se debate en una profunda crisis económica. Es evidente, entonces, que los estudiosos de la política chi lena tengan algunos elementos de juicio para poder interpretar el recorrido político del Gobierno de Salvador Allende y las razones profundas de la situación que vive el país. Todo proceso histórico se puede descomponer en una mul tiplicidad de elementos que lo van explicando. Una visión de la realidad sobre la que se actúa que se expresa en un diagnós tico coherente; una serie de objetivos a alcanzar que se conju gan en un programa de acción; una serie de recetas a aplicar que conforman la política a seguir y, en el caso muy especial 9 de la UP, una ideología — definida como ciencia de la historia— que inspira la percepción de la realidad a partir de variables de valor universal. Todas ellas se conjugan en una ejecución de la cual surgen resultados objetivos y mensurables. Por esta razón, el Instituto de Estudios Políticos (IDEP) en su programa de actividades de 1972, contempló la realiza ción de un seminario destinado a analizar la raíz profunda de la crisis que vive Chile a raíz de la política seguida durante el período 1970-72. Se trataba de comparar de los elementos constitutivos del proceso y poder así estudiar el grado de relación que había entre las variables de la acción y los presupuestos ideológicos de ella. Sabido es por todos la influencia que el pensamiento marxista-leninista ha tenido en el análisis de la izquierda tradicio nal respecto a la situación de Chile. Había pues presunciones serias que gran parte del diagnóstico estaba referido a una forma de ortodoxia ideológica que no surgía de una observación empírica de la realidad. £ Por ello, se buscó el origen de aquellas afirmaciones progra máticas que constituían los ejes del proceso de transformación social que se pretendía realizar. Tan sólo de esa manera era posible rastrear una cierta pretensión de ortodoxia que entron cara esta experiencia con la de aquellos países bajo conducción de movimientos de similar inspiración ideológica. Igualmente, se buscó identificar con perfecta claridad cuál era el propósito confesado por los actores del proceso, acerca de los resultados que deberían conseguirse y los medios más adecuados para alcanzarlos. Después de ese proceso de investigación de la inspiración ideológica y de los objetivos deseados, se procedió a analizar los resultados concretos que se obtuvieron. Fruto de este propósito son los cinco ensayos que compo nen el presente libro. Ellos fueron pedidos a sus autores, sobre la base de una precisa definición de los objetivos que se pro ponía a cada uno y una adecuada sincronización que permitie ra una total complementareidad entre ellos. Estos trabajos fueron sometidos a la discusión de un amplio 10 grupo de profesores de las Universidades Católica y de Chile, la mayoría de ellos especialistas en ciencias sociales. De ese deba te, realizado a comienzos de octubre en la localidad de San Sebastián, surgieron sugerencias, críticas y presiones que sus autores contemplaron para la redacción final de su trabajo. Los temas son polémicos, como lo es la presente situación de Chile. Sin embargo, se ha buscado en todo momento una probatoria que recurra a fuentes reconocidamente solventes, inclusive por los propios sectores del marxismo-leninismo chi leno. Y ello estamos ciertos que se ha alcanzado, a pesar de las dificultades de observación e información de muchos aspectos de la gestión del actual Gobierno. “Chile: El Costo Social de la Dependencia Ideológica”, será un libro destinado a abrir un debate sobre las reales causas del fracaso de la Unidad Popular y de la crisis de Chile. En él también estará involucrada la cuota de responsabilidad que le cabe en esta situación a los elementos básicos de la ideología marxista-leninista y a la pretensión de ortodoxia que, en rela ción a ella, mantienen los responsables principales de la actual experiencia. Esperamos de esta manera estar haciendo un nuevo aporte para un mayor conocimiento de la realidad política chilena. Continuamos así la obra iniciada con “Ciencia y Mito en el Análisis Social” en que se confrontaba la validez de las prin cipales tesis marxistas desde un punto de vista científico. LOS EDITORES 11 LOS FUNDAMENTOS IDEOLOGICOS DE LA ESTRATEGIA UP CLAUDIO ORREGO V. PRIMERA PARTE Cuando a los marxistas criollos se les afirma que su expe riencia de Gobierno no responde a una ortodoxia claramente marxista, reaccionan con indignación. Sin embargo, no com prenden que están en presencia de aquella situación en que los cuidados del sacristán matan al señor cura. Porque, contrario sensu, si su ortodoxia es tal como ellos la predican, el fracaso de su política es algo más que el fracaso histórico de los hom bres que la encarnaron y pasa a convertirse en el fracaso his tórico del marxismo-leninismo, o al menos, de la más nueva de sus variantes. Como el tema es de tal manera crucial — no sólo para Chile, sino que también para el debate político mundial— es necesario abordarlo en forma lo más clara posible. Es ésta la hora de plantearlo con toda su crudeza y, por cierto, buscando la raíz misma del fracaso de la “ vía chilena” al socialismo. Sin, por eso, tratar de encubrir la culpabilidad histórica que en ello les cabe a los marxistas criollos que han ocupado los puestos de mando del Estado chileno. Para ser más claros aún, hay tan sólo dos interpretaciones posibles para el fracaso histórico de esta experiencia de aspi 13 raciones revolucionarias: o es el fracaso de sus supuestos y de su diagnóstico de la realidad nacional o es el fracaso táctico de sus conductores. Mi opinión personal es que se trata de ambas cosas a la vez. La Unidad Popular ha fracasado porque su diagnóstico ha estado basado en un dogmatismo ideológico y por la inca pacidad táctica y humana de quienes debían realizar la tarea. Este trabajo está destinado a probar esta aseveración, de cuya veracidad depende la esencia misma del juicio histórico acerca del primer Gobierno de inspiración marxista-leninista y aspiración socialista que ha habido en Chile. 1. La Dicotomía Básica Entre Explotadores y Explotados. En la base misma del planteamiento de la Unidad Popular está el convencimiento profundo de que el país se divide en dos categorías esenciales: la minoría explotadora y la mayoría explotada. En la Introducción del Programa Básico del Gobierno de la Unidad Popular se decía: “ Chile vive una crisis profunda que se manifiesta en el estancamiento económico y social, en la pobreza generalizada y en las postergaciones de todo orden que sufren los obreros, campesinos y demás capas explotadas”, y luego agregaba: “ Lo que ha fracasado en Chile es un sistema que no corresponde a las necesidades de nuestro tiempo. Chile es un país capitalista, dependiente del imperialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamen tales del país, los que precisamente derivan de sus privilegios de clase, a los que jamás renunciarán voluntariamente”. (Subrayado nuestro). El propio Salvador Allende en su entrevista con Regis Debray afirma: “ Este es un Gobierno de clase porque la ideo logía predominante es la de la clase trabajadora. En el Gobier no no están representados los intereses de la clase explota dora...” (pág. 38 de la edición de Punto Final) y antes había 14 afirmado: “ Efectivamente, el pueblo chileno escogió el camino de la Revolución y no hemos olvidado un principio fundamen tal del marxismo: la lucha de clases...” (ibid. pág. 37). Me parece que estas dos citas pueden ser suficientemente representativas de una vasta literatura al respecto. Por lo de más, nadie que haya sido testigo vivencial del debate político en Chile en el curso de los últimos tres o cuatro años podría sentirse sorprendido si se denuncia la majadería de los secto res marxistas en su reiteración de la polaridad entre explota dores y explotados como fenómeno básico de la sociedad chi lena. En consecuencia es un hecho claro y comprobado que la realidad primera a que apunta la estrategia política de la Uni dad Popular y su desarrollo programático es dar una respuesta a esa realidad básica. El principio esencial de que la lucha de clases es el motor de la historia no ha sido derogado en nuestro país. Muy por el contrario, se le sigue valorizando en términos deificados. Es este principio el que les hace ver la realidad nacional expresada en términos de enfrentamiento y de ilegitimidad, y ello tiene, necesariamente, implicancias políticas de carácter muy práctico que, como veremos más adelante, han ido ca racterizando el comportamiento público del oficialismo allendista desde el primer momento. La situación de explotación es entendida como un fenó meno de origen estructural, cuya raíz está en el sistema capi talista. Es ésta otra perspectiva importante en la medida en que el Gobierno de la Unidad Popular y los partidos que lo componen se colocan en marcha hacia una expresión socialis ta que sea una transformación radical de las estructuras exis tentes. Miradas las cosas en esa lógica, se puede decir que no habrá solución definitiva ni final al problema de los explota dos, mientras no cambie la raíz qué genera sus males: el capitalismo. Es en este punto donde se enhebran las primeras difi cultades que van limitando el comportamiento estratégico y táctico del oficialismo. La primera de ellas es que la revolu 15 ción tiene que ser definida en términos de proceso. Y éste a su vez en términos de tiempo, lo que lleva necesariamente a la tarea de fijar objetivos prioritarios. Y es así como mientras el Partido Socialista se define en términos de revolución global, el Partido Comunista se define en términos de objetivos parcializados como son la lucha anti imperialista, antimonopólica y antifeudal. Los socialistas en su famoso Congreso de Chillan en 1967 se definieron en los siguientes términos: “ El PS, como organi zación marxista-leninista, plantea la toma del poder como obje tivo estratégico a cumplir en esta generación, para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependen cia y del retraso económico y cultural e inicie la construcción del socialismo” . (Julio César Jobet, El Partido Socialista de Chile, Tomo II, pág. 130). En cambio los comunistas se definen en términos de obje tivos parciales. En el Programa del PC de 1971, dicen así: “ El carácter de la revolución chilena está determinado por la ne cesidad imperiosa de liberar al país de sus enemigos y remover las trabas, que se oponen a su progreso. En consecuencia, la revolución chilena, por su esencia y objetivos, es antiimperia lista, antimonopolista y agraria y con vista al socialismo” . No es necesario ser demasiado agudo para captar la dife rencia entre ambas posiciones. Es ello lo que explica que el regidor Carlos Cerda, miem bro de la Comisión Política del PC se haya visto obligado a la tarea de probar la ortodoxia leninista de su partido en un lato estudio titulado: “ El leninismo y la Victoria Popular” . En sus páginas se afirma: “La doctrina leninista sobre el carác ter de la revolución y el análisis hecho por los partidos de la Unidad Popular acerca del carácter de la revolución chilena que está expresado en el Programa de la Unidad Popular y materializado en cada una de las medidas del Gobierno Popu lar...” (pág. 182, op. cit., Editorial Quimantú, 1971). Y llega a sostener frases como ésta: “En Chile ese día llegó el 4 de septiembre de 1970. No cayó del cielo ni fue la resultante his tórica de un error incontenible de los enemigos del pueblo. 16 Fue, antes que todo, el resultado de la lucha de muchas gene raciones, de la fuerza y combatividad de la clase obrera, de la movilización permanente de las masas, orientadas por una vanguardia leninista..." (Op. cit., pág. 164). En otras palabras, los partidos marxistas que constituyen el eje — oficialmente proclamado como tal— de la Unidad Po pular, reivindican, permanentemente el carácter ortodoxo de sus medidas a pesar de las claras discrepancias que mantienen sobre los objetivos del “proceso” revolucionario. Las citas he chas de Cerda (que podrían ser aumentadas en forma impre sionante) tienden a demostrar que la posición comunista no sólo es “L E N IN IST A ” en materias programáticas sino que tam bién estratégicas. ¿Cabría un esfuerzo intelectual parecido de no estar en disputa, en este caso chileno, la eficacia del método marxistaleninista? ¿Y si ello es así — a juzgar por los escritos de sus más importantes protagonistas— , no significa, acaso, que las premi sas básicas se están derivando tan sólo de consideraciones ideo lógicas y no empíricas? En otras palabras, la dicotomía básica entre explotadores y explotados produce la lucha de clases; pero a su vezésta tiene que resolverse en términos de proceso hasta terminar con el capitalismo; y en los términos y plazos de éste hay discre pancias entre comunistas y socialistas. Sin embargo, ninguno de los dos partidos ejes renuncian a su aspiración de ortodoxia. En consecuencia, mantienen una permanente polémica para probar la mayor fidelidad de uno sobre otro, sin por ello resolver la contradicción esencial que les presenta la realidad: que la situación chilena es muchísimo más compleja y matizada que la brutal dicotomía. Amarrados a la ortodoxia, mantienen, permanentemente una ambigüedad esencial frente al cuadro social y económico en que deben moverse. Y de ello surge un sub-consciente político que se refleja en cada uno de sus actos y los denuncia como ajenos a la situación que pretenden enfrentar y solucionar. Como se ve, es la simple consecuencia lógica de los aser 17 tos oficialistas lo que nos va llevando a esta situación proba toria. Es a su vez, esta realidad la que va confluyendo, ininte rrumpidamente, hacia una resultante política final que es la que conocen los chilenos en el presente, y que veremos en la segunda parte del trabajo. Para terminar este punto de nuestro análisis, quisiera hacer una última cita que refleje las exactas dimensiones que la Uni dad Popular le da a la polaridad básica entre explotadores y explotados. En la colección de “ Cuadernos de Educación Po pular”, la Editorial Quimantú ha hecho un esfuerzo de divulgar las tesis oficialistas a vastos sectores sociales. Para ello ha en cargado a Marta Harnecker la elaboración de una serie de trabajos sobre la lucha de clases. En su título 4, se termina con la siguiente conclusión: “ Para sacar a Chile del “ subdesarrollo” ; para suprimir la miseria y la angustia económica de la mayoría de la población; para hacer posible que todos tengan acceso a la educación, a la salud, a la recreación y a la cultura; para que los niños de hoy puedan vivir un futuro sin hambre, sin egoísmo y sin explotación, el Programa de la UP plantea la necesidad de que el poder económico y político que estos gru pos (la gran burguesía monopólica, el imperialismo norteame ricano y los latifundistas) han usado para enriquecerse a costa de los trabajadores, pase ahora a manos de todo el pueblo” . (Op. cit., pág. 49). Es decir, basta con resolver la dicotomía básica y los problemas se solucionan automáticamente. Además de la comicidad que la definición encierra, si se la compara con los resultados del Gobierno UP, ése es el pen samiento básico con que el oficialismo busca “concientizar” al pueblo chileno. Me parece que sobran las pruebas, para sostener el supues to ideológico básico que tiene la conducción política del actual Gobierno. Este análisis nos permite pasar a una segunda fase, que se va desprendiendo de la anterior. Y siguiendo el “hilito” llega remos hasta la acción misma de los funcionarios del Gobierno de Chile. 18 2. Lucha de Clases, Dictadura de la Burguesía y Enfrentamiento Revolucionario. Como es lógico deducir, si se parte del hecho que la diná mica básica de una sociedad —y de todas las sociedades, lo que es más grave aún— es el conflicto entre explotadores y explotados, tienen que derivarse inevitablemente una serie de hechos posteriores. La dicotomía social básica deriva para los marxistas de la pro piedad privada de los medios de producción. Ello a su vez genera un conflicto permanente y crecientemente acelerado entre los pro pietarios de los medios de producción (explotadores) y los prole tarios (explotados). A ellos se van sumando otras categorías menores y siempre accesorias que son definidas como estratos so ciales en contraposición a las dos clases principales. Y ese conflicto lleva necesariamente a una lucha por el poder, tanto económico como político. Y esa lucha por el poder lleva a quienes lo detentan en ese momento (la clase dominante) a endurecer, progresivamente, sus posiciones para mantenerlo. Y ello a su vez lleva a niveles crecientes de enfrentamiento. La culminación del proceso, es cuando la “ correlación de fuerzas” permite que la “ clase proletaria” tome por asalto el poder y desplace, definitivamente, a la burguesía dominante. Como se puede ver — aun de manera tan global y sucinta— la sola aceptación de la premisa básica, no puede terminar sin una “ corrida” de conclusiones. La dicotomía esencial lleva encerrada toda la dinámica de la realidad histórica y de la evolución de los tiempos. Si no hay más división posible que aquella entre explota dores y explotados, todo lo demás es inevitable: la lucha de clases, la dictadura de la burguesía y el enfrentamiento revo lucionario. Tanto es ello así, que ésta termina siendo una preocupación básica de todo el aparato dirigente del marxismo criollo. Ya hemos visto cómo Salvador Allende le afirma a Debray que la Unidad Popular no ha olvidado en ningún momento el principio esencial de la lucha de clases. Me parecería un es fuerzo y un alargamiento inútil pretender fundamentar en nue 19 vos textos esa conclusión política básica de todo el esquema teórico del oficialismo actual. Sin embargo, la UP ha sido más cuidadosa desde el punto de vista político en afirmar la tesis de la “ dictadura de la burguesía” . Tan sólo el Senador Carlos Altamirano, Secretario General del PS, recurre sistemáticamente a esa temática. Para probar la importancia de este punto, utilizaré una cita, que me parece, especialmente, significativa. Se trata del estudio que el “ asesor letrado” (*) del señor Allende y teórico máximo de la tesis de los “ resquicios legales” para pasar del capitalismo al socialismo, Eduardo Novoa Monreal, publicó en la revista de la Universidad Técnica del Estado acerca del “ difícil camino de la legalidad” . En su obra, Novoa, pretende definir la esencia institucional de la sociedad chilena y para ello recurre, como es obvio, al estudio de nuestras instituciones jurídicas. Las define en prin cipio así: “ Ellas son la expresión de una determinada concep ción del hombre, de la sociedad y del mundo en general, en un cierto momento histórico. Se hallan arraigadas en concretas estructuras sociales y económicas y obedecen el propósito de servirlas”. Y luego continúa diciendo: El derecho [que rige en Chile] burgués que elevó a la categoría de axiomas jurídi cos algunas tesis que no son sino el fruto de la intención de afirmar indefinidamente en el poder al régimen político, so cial y económico del liberal individualismo” . Y concluye di ciendo al respecto: “ En el fondo (...) ese derecho, así concebido, no es sino un mecanismo laboriosa, hábil y pacientemente for jado y perfeccionado por los grupos hasta hoy dominantes que esperaban no perder jamás el poder y que, sometidos al asedio de la presión popular, se esfuerzan por no perderlo del todo” . (Op. cit., N9 7, abril de 1972, pág. 11). (Subrayado nuestro). De esa manera, queda demostrado cómo de la dicotomía social inicial, el oficialismo va derivando sus conclusiones. (*) El título de “asesor letrado” surge de la propia definición que de su cargo hiciera el señor Novoa Monreal, ante la comisión del Senado que discutía la reforma constitucional para la naciona lización del 49% de la gran minería del cobre. 20 Para ellos la institucionalidad democrática de Chile no es más que el instrumento de opresión de una burguesía sobre el proletariado. Es decir, una dictadura al revés de lo que ellos buscan, como expresión de “ liberación” popular. ¿O es que pueden concluir otra cosa cuando el país vive el drama de la explotación porque la burguesía lo domina? ¿Y si la burguesía dominante ha forjado “ laboriosa, hábil y pacientemente” sus mecanismos de opresión, no deben ser éstos también destruidos junto con ella? ¿Y si la democracia chilena no es más que ese gigantesco engaño burgués, hasta dónde tiene sentido respetarla? ¿Y si no vale la pena respetarla, por qué no recurrir en tonces a la violencia? A estas alturas del análisis deductivo nadie podrá dudar que la lógica marxista es un verdadero tobogán, que cuando ya se desliza por el primer trecho no tiene otro desenlace que ate rrizar en el suelo. Las palabras de Eduardo Novoa tienen una gran consisten cia lógica con el sistema de premisas marxista. Jamás él hubiera llegado a esas conclusiones si no partiera de la división básica entre explotadores y explotados y si no llegara a la conclusión de que ésta tiene que terminar en una lucha de clases que se resuelve en un proceso de “ artillamiento” general para alcanzar el poder. Tan sólo así se puede interpretar el derecho liberal en tér minos de una dictadura de la burguesía, aun cuando el térmi no no sea usado, y así se puede ignorar la génesis y evolución histórica de nuestras instituciones. ¿Es que el señor Novoa puede negar que en el derecho chi leno está impreso el racionalismo roussoniano de la revolución francesa que defendía principios e ideales? ¿Es que el señor Novoa puede negar que el derecho chileno ha sido el producto final de una disputa pluriclasista y plura lista en lo ideológico de distintos grupos que han ido incorpo rándose al poder político? ¿Es que el Partido Radical puede ser definido como parte integrante de los “grupos dominantes” ? 21 ¿O es que en Chile no ha tenido ninguna influencia legis lativa un Partido Comunista con vida desde hace cincuenta años, y un Partido Socialista con casi tantos años? ¿Y que dice el señor Novoa de la fuerza de los movimientos obreros estructurados en torno a la FOCH, la CTCH y la CUT? ¿Y alguien honesto puede ignorar el papel de la Democra cia Cristiana y el social cristianismo para cambiar las estruc turas de este país? Por último, ¿cabría preguntarse si realmente algún chileno honorable es capaz de sostener que don Mariano Egaña o don Andrés Bello eran simples amanuenses de una “ burguesía” de seosa de establecer una magnifícente red de “ trampas jurídi cas” para cazar al proletariado que surgiría cien años después? Me parece que como argumentación es suficiente para pro bar la falta de consistencia empírica del pensamiento marxista criollo. Para terminar bastaría decir que el Sr. Novoa y los dog máticos marxistas se contradicen a sí mismos. Es el propio Sr. Novoa quien en la página anterior al párrafo citado nos dice lo siguiente, al referirse a las razones por las cuales la UP se deci dió a mantener la .“ legalidad” como instrumento del cambio: “ El principio de legalidad es una conquista social que debe ser mantenida. Ha sido impuesta tras una lucha de muchas generaciones contra el absolutismo y la arbitrariedad en el ejer cicio del poder público. Debe subsistir mientras exista diferen cia entre gobernantes y gobernados”. (Op. cit., pág. 10). ¿En qué quedamos entonces en cuanto al significado de la legalidad chilena? De todo esto se va desprendiendo con claridad, cómo el dogmatismo ideológico marxista va llevando a los hombres del actual Gobierno a una permanente dialéctica entre el ideologismo a priori y el conocimiento de la realidad. Porque nadie pretende sostener que la legalidad chilena es perfecta; o que en ella no tienen cabida intereses de ninguna clase; o que está limpia de todo pecado desde el punto de vista de la justicia social. Ella es imperfecta, en muchos aspectos francamente retrógrada y discriminatoria en contra de sectores sociales completos y mantiene vacíos graves en cuanto al ejer cicio pleno de la igualdad entre los chilenos. 22 Pero esa imperfección, no permite tampoco la licencia de presentarla como una monstruosidad preconcebida para mante ner los privilegios de unos pocos a costillas de la miseria de los más y mucho menos como una dictadura burguesa. Nuestra legalidad ha ido evolucionando, con el tiempo, a partir de ciertas premisas básicas que la informan. Por eso, a través de ella, se han ido corrigiendo injusticias, incorporan do nuevos sectores sociales a la plenitud de sus derechos y trans formando las estructuras mismas de la sociedad. Por eso mismo, si su mecanismo básico respondiera a la ortodoxia marxistaleninista no habría sido posible jamás que todo ello ocurriera. Hay una profunda diferencia entre la lucha por la justicia social y el cambio revolucionario y el apriorismo dogmático que se desprende de las tajantes opiniones del señor Novoa. Defender la legalidad chilena no es igual a defender sus errores y deficiencias. Es tan sólo apreciar lo mucho que ella encierra de positivo, como resultado de la maduración histó rica de nuestra sociedad. Pero continuemos con el raciocinio. Si la legalidad chilena es tal como la describe el principal jurista del Gobierno y ar tífice de la “legalidad revolucionaria”, no habrían razones ob jetivas para sostener que no se necesita del enfrentamiento re volucionario entre los explotados y los explotadores, para que la revolución sea posible. Y, siguiendo su propia lógica, el oficialismo inconscientemente es arrastrado hacia esa tesis, aun que sostengan otra cosa. Al respecto las citas que están a mano son numerosísimas. Hay una, sin embargo, que es especialmente significativa. Ella está en la página 48 de la citada entrevista entre Debray y Allende. Reproduzco textualmente: “Debray: Un compañero dirigente de su partido, el Parti do Socialista, me dijo recién: “ Si no hay traición, hay enfren tamiento”. Entiendo así que si no hay enfrentamiento es que habrá traición. ¿Ud. cree inevitable el enfrentamiento? Allende: Es que el enfrentamiento se produce todos los días, en todos lados, Regis, de modos muy distintos. 23 Debray: Me refería a un enfrentamiento frontal, decisivo, digamos, una ruptura abierta del estado actual de coexistencia. Un levantamiento militar, por ejemplo... Allende: Eso dependerá de ellos. Si ellos lo provocan se va a producir, pero en todo caso nosotros esperaremos que ellos lo provoquen. Estamos vigilantes. Por lo demás no somos mecanicistas. Los enfrentamientos se vienen sucediendo en la historia de Chile desde tiempo atrás... ¿Qué se entiende por enfrentamiento? Los hay mientras hay contradicciones en la sociedad y éstas subsisten incluso en el período de la construc ción del socialismo. Separemos los antagonismos; esos están determinados por la lucha de clases. Debray: ¿Y se va a agudizar la lucha de clases en ese momento? Allende: Evidente. Tú comprendes que una vez aplicada la reforma constitucional nuestra se hieren intereses poderosos internos y foráneos. Esa gente afectada por la reforma agraria o por la nacionalización de los bancos va a querer reaccionar. Antagonismo ¿cómo no va a haber, si nosotros partimos del hecho esencial de la lucha de clases? Sabemos que los grupos oligárquicos, los grupos plutocráticos, los grupos feudales tra tarán de defender sus privilegios a toda costa”. (Subrayado nuestro). Ahora bien, por si alguien duda de la veracidad de lo afirmado por Debray acerca de las palabras de su amigo so cialista, el siguiente párrafo del Congreso del PS en Chillán (1967) puede ser aclaratorio: “La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter re presivo y armado del estado de clase. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y a su ulterior defensa y fortalecimiento. Sólo destruyendo el aparato burocrático y militar del estado burgués, puede consolidarse la revolución socialista” . (Julio C. Jobet, op. cit., pág. 130). (Subrayado nuestro). Por si alguien creyera que dicho acuerdo fue el producto de la pasión antifreísta del momento, la verdad es que peca de ingenuidad. Las mismas tesis de fondo fueron repetidas y reafirmadas en el Congreso de La Serena en enero de 1971, tres meses después de haber asumido el poder. 24 Y las razones de esa pertinacia son congruentes con nues tra tesis, debido a que parten de premisas ideológicas y no de una observación racional de la realidad. El caso es que con el correr de las citas, hemos ido viendo cómo el pensamiento político de la UP se va estructurando, permanentemente, en torno a valores ideológicos y no a plan teamientos políticos que digan relación con la realidad chilena. El “ tobogán” ideológico los ha ido arrastrando ininterrumpida mente desde su premisa básica hacia las derivaciones “ inevi tables”. Si además de la lucha política, me hubiera podido dedicar a hacer una recopilación completa de citas al respecto, la pro batoria habría sido absolutamente irrefutable. Es necesario, sin embargo, que nos limitemos —dadas las circunstancias— tan sólo a algunos textos básicos cuya importancia y representatividad no puedan ser discutidos por nadie. Y si bien es cierto que ellos representan siempre el pen samiento de sectores de la UP, más adelante veremos cómo al final de cuentas, son absolutamente congruentes con la praxis política que hemos vivido en los últimos 2 años. Pero el tobogán ideológico no termina ahí, por cierto. Del problema de la lucha de clases al problema del enfrentamiento armado, hay algunos pasos intermedios. 3. Los Partidos de Vanguardia Proletaria, Las Alianzas Estratégicas y la Conciencia Revolucionaria. Todo el esquema marxista, como hemos visto, parte del supuesto obvio de que los explotados son la inmensa mayoría del pueblo chileno. Tan sólo una pequeña minoría audaz y desenfrenada es la que los explota mediante el uso de los más hábiles y astutos mecanismos. Sin embargo, ¿cómo explicarse que la mayoría resista en términos tan pasivos la opresión de la minoría? Este es un problema clave y central que necesita de algunos pasos teóricos previos para ser explicado. Al respecto, la ideología marxista nos formula la siguiente secuencia teórica: el proletariado no adquiere simultáneamente 25 su conciencia de clase; hay sectores que no son capaces de liberarse de las mil ataduras de la burguesía dominante; pero aquéllos más conscientes, aquéllos que han adherido a la “ teo ría del proletariado”, se estructuran y organizan en los movi mientos de clase; entre éstos el más importante es el partido de vanguardia, aquél, depositario de la conciencia lúcida de la clase obrera en su tarea de liberación; aquél que en la práctica es leninista: el Partido Comunista. Pero como los secto res conscientes de la mayoría explotada no son mayoría en la sociedad, Lenín dijo que había que buscar alianzas tácticas transitorias para conquistar el poder; esas alianzas deben ser hechas con estratos sociales que por alguna razón sean acree dores del sistema imperante y estén dispuestos a movilizarse para destruirlo. Una vez conquistado el poder, esos aliados vol verán a su condición de “ parientes pobres” o desaparecerán. Para lograr esta adhesión, se trata — leninistamente— de fijar objetivos intermedios entre el statu quo y la auténtica “ revo lución socialista” . En otras palabras, se trata de explicar que el pueblo nece sita voceros oficiales que interpreten sus verdaderos problemas, mientras la mayoría vuela en sus ensoñaciones, alienada a la burguesía. Y, por cierto, se trata de explicar que esa tutoría generosa debe ser ejercida por los comunistas. En el caso chileno, la aplicación universal de la norma marxista adquiere una pequeña particularidad: son dos los par tidos de vanguardia del proletariado, el PS y el PC, porque ambos son marxista-leninistas. Salvador Allende le expresa a Debray esta fórmula univer sal en los siguientes términos: “También debes recordarte que en Chile hay partidos de masas que representan genuinamente la ideología de la clase obrera. En la actualidad el pueblo está en el gobierno y desde él lucha por ganar el poder con un programa que es el de la Unidad Popular, y con una vanguardia formada por dos partidos marxistas, Socialista y Comunista, y por otros dos partidos de extracción burguesa, Radical y Social-Demócrata y dos movimientos de similar extracción: el movimiento cristiano (MAPU) y la Acción Popular Independiente(API)”. (Op. cit., pág. 37 y 38). Subrayado nuestro). 26 Y continúa más adelante el “ conductor de la Revolución Chilena” (*) — tratando de ablandarle la cabeza al filósofo fran cés— , diciendo: “ Hoy día en la UP no hay ningún partido hegemónico, pero están presentes dos partidos de la clase obre ra: Partidos Revolucionarios, Partidos Marxistas. Por último, compañero, el Presidente de la República es un socialista. Entonces las cosas son distintas y yo he llegado a este cargo para hacer la transformación económica y social de Chile, para abrirle paso al socialismo. La meta nuestra es el socialismo in tegral, científico, marxista”. (Op. cit., pág. 57). (Subrayado nuestro). ¿Cree alguien que se necesitan pruebas adicionales para demostrar que la inspiración central de la UP está basada en reafirmar su ortodoxia marxista-leninista? ¿O es que habría alguna voz más autorizada que la del “ Conductor” para que nos definieran las reglas del juego? Carlos Cerda en el libro ya comentado, nos entrega algu nos antecedentes adicionales: “ De eso se desprende que la perspectiva revolucionaria que abre el partido se apoya en la concepción leninista de que la revolución es obra de las masas, tarea histórica del proletariado, que este solo podrá cumplir a condición de ejercer su papel de dirección respecto de otras fuerzas y capas sociales que terminan comprendiendo cuáles son sus enemigos reales, cuáles sus necesidades objetivas y cuál es su aliado principal... La concreción de esta perspectiva pasa por la conformación de un bloque político en que se exprese este papel conductor del proletariado... En las condiciones de Chile, este bloque político es concebido por el Partido sobre la base de la alianza comunista-socialista y abierto a la incor poración de partidos o movimientos no precisamente proleta rios, que comparten con el proletariado las posiciones anti imperialistas y antioligárquicas que éste pone en primer plano (*) Esta manera de referirse al señor Allende Gossens no es original del autor. Ella fue usada, oficialmente, por la cadena na cional obligatoria de Radio y TV de la Oficina de Informaciones y Radiodifusión de la Presidencia de la República, durante la transmisión de los actos oficiales de las Fiestas Patrias en Sep tiembre de 1972. 27 en esta etapa histórica. Esta es la jundamentación política de la Unidad Popular”. (Op. cit., pág 164). (Subrayado nuestro). Y el Secretario General del PC, senador Luis Corvalán, decía en el X III Congreso de su Partido en 1964 que “nada concebimos al margen de la unidad socialista-comunista, todo lo concebimos alrededor de ella... Este es a nuestro juicio el camino que permitirá conquistar nuevas victorias para el pue blo y ensanchar las perspectivas revolucionarias con miras a la constitución del gobierno del pueblo que ha de tener como piedra angular a los Partidos Comunista y Socialista”. (Carlos Cerda, op. cit., págs. 164-165). (Subrayado nuestro). ¿No resulta extremadamente aleccionador sostener que la piedra angular del “ Gobierno del Pueblo”, serán los partidos y no el pueblo mismo? ¿No resulta dramáticamente claro de cómo la ideología marxista define a priori todos los grandes pasos de sus adherentes y termina por encadenarlos al margen de la realidad y de la historia? ¿Es que alguien podría dudar que quienes así piensan, por adhesión casi religiosa, no terminarán siempre por someter su actuación política a su doctrina básica? ¿O es que ello no se trasparenta en estos dos años que hemos vivido los chilenos con el mandato de Salvador Allende? Las poderosas anclas que amarran a la Unidad Popular a la formulación teórica del pensamiento marxista son, definiti vamente, un elemento decisivo en el comportamiento político del oficialismo gobernante. Los hechos han demostrado qué no es del caso aplicarles el viejo adagio de que “ quienes no actúan como piensan, terminan por pensar como actúan”. Han demostrado —en forma trágica para Chile— una incompren sible e irracional adhesión a una teoría de pretensiones univer sales, escrita por un filósofo alemán hace un siglo y readecuada por un político ruso hace cincuenta años. Sin embargo, es ello lo que le da tanta trascendencia a esta “experiencia chilena” . Hay todavía otro elemento adicional para entender exacta mente el cuadro teórico que ha inspirado la acción política del oficialismo. 28 4. El Gobierno, la Totalidad del Poder y la Transición al Socialismo. La continuación de la teoría básica de la división social entre explotadores y explotados ha ido llevando a una serie de conclusiones derivadas. Pero hay una última que es donde el leninismo se entronca con el totalitarismo moderno y justi fica los peores crímenes contra la humanidad. Si la solución final de la historia es el triunfo de los explo tados sobre los explotadores, es lógico que se instaure una dictadura del proletariado en reemplazo de la dictadura de la burguesía. Pero ello sólo tiene sentido si “ el proletariado” asu me la totalidad del poder, para eliminar los últimos residuos de la clase dominante o de su ideología. No tenemos para qué insistir nuevamente en el carácter de sinónimos que para todos los efectos tiene el proletariado con los “ partidos del prole tariado”. El más novel aprendiz de marxismo en el política chilena es el MAPU. En sus palabras, discursos y discusiones no puede dejar de reflejarse la pasión del converso que busca hacer mé ritos ante los consagrados. Por eso es ilustrativa la siguiente idea, extractada de su manual oficial de formación ideológica: “ ¿De qué manera el Gobierno Popular llega a constituir un estado popular? En primer lugar trabajando en la perspectiva de que todo el poder y no sólo una parte de él esté en manos del pueblo, lo cual significa resolver en favor de las fuerzas populares la situación contradictoria que hoy se da. En otras palabras, significa transformar la victoria de septiembre y la victoria de abril en poder popular, desplazando a los enemigos del pueblo del poder legislativo y judicial y aislando y derro tando en forma definitiva a los sectores fascistas que intentan operar al interior de las fuerzas armadas” . (El carácter de la Revolución Chilena. Edición oficial del MAPU. Junio de 1971, pág. 74). (Subrayado nuestro). A su vez el PS, en su Congreso de La Serena, en enero de 1971, sostiene: “ El triunfo electoral del camarada Salvador Allende... ha generado nuevas y favorables condiciones a la 29 clase obrera y a las masas chilenas, para una efectiva conquis ta del poder que hace posible iniciar la construcción del socia lismo en el país...” (julio César Jobet, op. cit., pág. 172). (Subrayado nuestro). Por lo demás, en este punto no se necesitan demasiadas pruebas bibliográficas. El país recuerda perfectamente bien los slogans principales del oficialismo a su llegada al poder y los rayados murales de sus, tristemente célebres, brigadas. Es obvio que para las pretensiones marxista-leninistas de “los partidos de vanguardia proletaria” el solo control del Go bierno no constituye el poder. Mientras hayan enemigos de clase, residuos de la burguesía explotadora que tengan un lugar bajo el sol la situación no habrá cambiado sustancialmente. Para que la revolución “ vaya” se necesita la totalidad del poder. Sólo así se estará destruyendo el estado burgués, ins trumento diabólico concebido para la dominación de las ma yorías, por parte de la minoría. No obstante ello, el oficialismo criollo comprende que la conquista de la totalidad del poder no es un juego de niños. Representa la posibilidad cierta de un enfrentamiento armado o de un quiebre de la institucionalidad democrática en cuyos “ resquicios” se asila la legitimidad del Gobierno de Allende. En consecuencia, la tesis de la totalidad del poder, derivada de su dependencia ideológica al marxismo, les resulta disfuncional a la tesis de la transición legal y democrática al socialismo. De ahí surge, entonces, la importancia que le dan — espe cialmente el PC— al hecho de definir este proceso no como de transición al socialismo, sino como centrado en sus objeti vos antiimperialistas y antioligárquicos. Recurriendo nuevamente a Carlos Cerda, éste nos entrega en su página 132, una cita del discurso de Luis Corvalán al XIV Congreso del PC. Ella dice así: “ De ahí que no nos pa rezcan serios y sí carentes de rigor científico aquellos plantea mientos que suelen hacerse en el sentido de darle ya un ca rácter socialista a todo el proceso revolucionario que hoy debemos operar. El camino hacia el socialismo pasa a través de las transformaciones antiimperialistas y antioligárquicas. Y 30 no ayudan, precisamente, al socialismo sino todo lo contrario, las desfiguraciones del verdadero contenido de la revolución chilena, aunque en muchos casos sólo se trate de desfigura ciones verbales” . Y a ello agrega el propio Cerda: “ El hecho de que la revolución antiimperialista y antioligárquica que se plantea en esta etapa no sea una revolución socialista (su ob jetivo no es expropiar todos los medios de producción que son de propiedad de los explotadores) no significa que sea una revolución capitalista, burguesa” . (Op. cit., págs. 132-133). Ello, por cierto, no es enteramente congruente con el pensa miento, ya citado, de Salvador Allende cuando le asegura que ha llegado a la presidencia “para abrirle paso al socialismo” y que la meta de la UP es el “ socialismo integral, científico, marxista”. Ni tampoco tiene demasiado que ver con la afirmación del mismo Allende en su Primer Mensaje Presidencial (21 de mayo de 1971) cuando dice: “ Del realismo del Congreso depende, en gran medida, que a la legalidad capitalista suceda la lega lidad socialista conforme a las transformaciones socioeconómi cas que estamos implantando...” (Subrayado nuestro). Y en ese mismo Mensaje, Allende dijo: “ Como Rusia en tonces, Chile se encuentra ante la necesidad de iniciar una manera nueva de construir la sociedad socialista: la vía revo lucionaria nuestra, la vía pluralista, anticipada por los clásicos del marxismo, pero jamás antes concretada” . Estas frases dichas solemnemente en el Salón de Honor del Congreso Nacional, ante la faz de todo el país y en el seno de la institución democrática por excelencia, muestran la con tradicción que existe sobre esta materia en el seno del oficia lismo. Mientras unos definen el proceso como esencialmente anti imperialista y antioligárquico —expresamente no socialista— otros, entre ellos el mismísimo “ Conductor de la Revolución Chilena” sostiene que se avanza hacia el socialismo y que éste comienza a ser construido a partir de las medidas que el Go bierno ya está adoptando. 31 En esta materia, como en todas las que hemos visto, el oficialismo oscila entre la ortodoxia y la realidad; entre la con ducción política y la esquizofrenia. Y esta dualidad se ha notado perfectamente en el curso del actual Gobierno. La resultante política final ha sido conse cuencia de estas diversas interpretaciones leninistas sobre la realidad de la revolución que se pretendía hacer. En la práctica un sector importante del oficialismo ha esta do con la tesis de que la “ revolución chilena” ES SOCIALISTA y que, en consecuencia, se hace un deber ineludible la conquista total del poder, como fórmula final de reivindicación de los explotados contra los explotadores. Y si otros, como los comunistas, han sostenido una tesis más parcial, lo más que han logrado ha sido disminuir en algo la ofensiva totalitaria del oficialismo. Desgraciadamente para ellos, lo ocurrido es lo suficientemente definitorio como para que nadie los libere de su responsabilidad histórica. Incluso nadie tampoco debe poner sus manos al fuego por el PC, cuyos pecados stalinistas aún no han sido expiados y de los cuales tal vez ni tan siquiera se hayan arrepentido y los mantengan larvados. 5. Reflexiones Finales. El somero análisis que hemos hecho de los fundamentos ideológicos de la estrategia adoptada por la Unidad Popular, parece lo suficientemente claro como para obtener algunas conclusiones válidas. En primer lugar, parece claro que el oficialismo, a través de sus personeros más caracterizados, se esfuerza por mante ner intacta su ortodoxia marxista-leninista. Todo lo que dicen tiene la marca de la voluntad de hacer, realmente, marxismo-leninismo en Chile. Y su mayor preocu pación parece ser que alguien pudiera reprocharles no haber sido lo suficientemente leales a la formulación revolucionaria leninista. En consecuencia, no es ilegítimo concluir en los mismos términos en que planteábamos nuestra hipótesis de trabajo: la acción política del actual oficialismo, deriva fundamentalmente de su manera marxista para encarar la realidad. En consecuen cia, el fracaso político de la UP, puede ser, también, legítima mente cargado al marxismo y no a las contradicciones de la sociedad chilena que en este caso ha demostrado una notable flexibilidad y paciencia. En segundo lugar, parece claro que existe un acuerdo teó rico básico entre quienes constituyen “ la vanguardia del pro letariado”. Las discrepancias aparecen siendo tan sólo tácticas, lo que en nada invalida nuestra conclusión anterior. Si entre leninistas hay discrepancias debido al terreno en que tienen que moverse, nada los aleja de su esfuerzo de se guir siendo ortodoxamente fieles a su pensamiento. Ello no es más que la resultante lógica de la acción política entre gentes que se mueven por valores e ideas. En consecuencia, las discrepancias tácticas que existan en tre los leninistas, en nada invalidan el hecho esencial que hasta esa misma discrepancia tiene como raíz una interpretación di ferente de un pensamiento universal. Lo que los divide no es sólo la percepción diferente de la realidad; fundamentalmente es la manera de interpretar correctamente dicha realidad desde el punto de vista marxista. En la segunda parte de este trabajo veremos cómo esta ad hesión ideológica que hemos analizado tiene una influencia decisiva en el desarrollo político de este Gobierno y en sus actuaciones prácticas. Es ello lo más significativo de todo, para el juicio final de esta experiencia titulada pomposamente como la “vía chi lena al socialismo” y ya “ anticipada por los clásicos del mar xismo”, al decir del “ Conductor de la Revolución”, don Salva dor Allende. 2.— Chile . . . 33 SEGUNDA PARTE ¿QUE HA PASADO REALMENTE CON LA VIA CHILENA? En esta segunda parte pretendemos mirar la historia de los últimos dos años, no tanto ya desde la perspectiva ideológica de los sectores marxistas, como desde la lógica en que se han movido los sectores oficialistas, mayoritariamente. Vimos ya la pretensión de ortodoxia de la Unidad Popular, ligada entrañablemente a la teoría marxista-leninista de carácter universal. Y cómo de esa lógica va surgiendo la temática básica que preocupa al oficialismo. Lo que a su vez va determinando va lores, actitudes, prioridades que generan contra — respuestas y contra— valores de parte de quienes tienen una distinta manera de abordar la realidad. Resulta por ello importante poder aproximarse — con el máximo de objetividad que sea posible— a lo que realmen te ha ocurrido con la política seguida por el Gobierno en este tiempo. Saber en qué ha terminado la originalidad de la vía chilena. Relatar cómo han reaccionado, masivamente, los chi lenos a las predicciones universales del leninismo que “ ya habían sido anticipadas por los clásicos del marxismo” . En última instancia, probar en los hechos hasta dónde tiene sen tido moverse en términos de ortodoxia marxista en una so ciedad madura y democrática. Para abrir el tema, me parece necesario definir algunas premisas básicas que motivan este trabajo y sin las cuales es difícil llegar a comprender lo inesperado del resultado de esta experiencia. La primera de estas premisas me lleva a remitirme a mi teoría de “la estrategia de los mariscales rusos” (“ Política y Espíritu”, mayo de 1972). Ella es la expresión de un aspecto fundamental de la realidad política de estos dos años: la opo sición política ha retrocedido tácticamente frente al asalto oficia lista. No se ha presentado ninguna batalla frontal en materias que no digan relación estricta con intentos gobiernistas de que brar la institucionalidad y someter a los chilenos a una dictadura. La segunda premisa se deriva de la anterior: el enfren tamiento con la UP ha tenido, fundamentalmente, una raíz política y moral y no económica. Ello viene a contradecir, gravemente, la lógica misma del planteamiento marxista y tal vez constituya la mayor frustración del oficialismo. El hecho me parece obvio y claro, sin embargo lo funda mentaremos en forma más extensa en el punto cuarto de esta segunda parte. Ello no quita que dejemos sentada la tesis des de un principio: el enfrentamiento político en Chile ha sido en torno a las libertades públicas y no en torno a los intereses económicos. La tercera dice relación con el hecho de que la inspiración básicamente leninista del oficialismo, le ha impedido conjugar adecuadamente su voluntad de acción pretendidamente demo crática con los requisitos morales de luna democracia real. Por último habría que agregar que dentro de la lógica de su esquema ideológico, en la práctica, los sectores marxistas en Chile han operado sobre el supuesto de la “ irreversibilidad” del proceso hacia un “ socialismo” administrado por ellos. Todo lo que han realizado ha estado basado — implícitamen te al menos— en su convencimiento de que en Chile se repetiría la eternidad de los regímenes totalitarios conducidos por los partidos comunistas en otros países. Traicionados en su lógica interior, han obrado a partir del supuesto de que “ la burgue sía” ha sido destronada para siempre de nuestro país y que todo lo que hagan — para bien o para mal— seguirá, ad eternum, administrado por ellos. La lógica totalitaria del leninismo los ha llevado a ignorar el problema del castigo que reciben en las democracias los des tructores, los incapaces, los inmorales y los sembradores de odio. La fijación mental en la Unión Soviética, China, Cuba y la Europa Oriental les ha hecho olvidar que si sus intencio 35 nes de mantener la democracia en Chile eran sinceras, esta rían sometidos al juicio del pueblo en forma periódica y, por lo tanto, sujetos, al riesgo de ser expulsados del poder y san cionados históricamente en proporción directa a su fracaso. En una democracia pluralista no se puede partir de la base absurda de que la “ ortodoxia leninista” sea posible de pagar a cualquier precio por quienes o nocreen o les importa un bledo el leninismo. En consecuencia, han pagado, entusiastamente, el precio de su adhesión dogmática, como si en Chile todo el mundo la compartiera y estuviera orgulloso de haber abierto una nueva vía hacia el socialismo, al precio de la destrucción del país. Creo no equivocarme, al pensar que las malas influencias moscovitas, sobre los comunistas, y fidelistas, sobre los socia listas, les hayan hecho pensar que, al igual que en esos paí ses, experimentar con los pueblos y cometer errores, que cues ta decenios corregir, era un problema sin costo alguno para los culpables. En el curso de este trabajo seguiremos viendo cómo esta lógica planteada en las premisas anteriores ha ido marcando la experiencia del actual oficialismo hasta llevarlo ala trági ca situación en que nos encontramos. 1. La Democracia Chilena y la Lógica del “Estado de Clase”. De la teoría de explotados y explotadores, la Unidad Po pular chilena ha sacado trágicas conclusiones, todas las cua les la han hecho ir desadecuándose a lo que ha sido el estilo político tradicional de los chilenos. Desde el primer día del Gobierno de Salvador Allende ha quedado claro que para el oficialismo existen dos categorías muy definidas de chilenos: los que están con ellos (los explo tados) y los que están contra ellos (los explotadores). Y esaactitud, derivada directamente del esquema ideo lógico que ya hemos analizado, se ha ido traduciendo en todas sus actividades hasfa el punto de que pocos chilenos podrían 36 pensar hoy que la adhesión del oficialismo a la norma demo crática sea algo más que la imposibilidad de haber hecho otra cosa. En la medida en que los explotados son representados por sus partidos de vanguardia y que éstos han llegado al poder, se ha producido automáticamente una identificación entre el Gobierno y la clase trabajadora. Contrario sensu, todo aquel que se exprese en contra del “ Gobierno Popular” no puede si no estar representando los más oscuros y abyectos intere ses de la burguesía explotadora. Es, por lo tanto, un enemigo más de los muchos que el “pueblo” debe derrotar en su ca mino hacia la liberación. La prensa, la radio, la televisión, los documentos, los li bros y las tribunas han ido mostrando esta realidad ante un país atónito. Imperceptiblemente y aun contra su expresa vo luntad en muchos casos, los representantes oficialistas han tenido que ir sometiéndose a la lógica de sus premisas básicas. La agresión verbal y física, destinada a descalificar a los adversarios, se ha ido convirtiendo en la norma más clara de una estrategia leninista para hacer la revolución chilena. En la medida en que el Estado ha dejado de entenderse en los términos liberales de la Constitución chilena y se le ha dado una connotación clasista, se ha ido introduciendo un elemento distorsionador a la convivencia política, que ha ter minado por ser una auténtica radiografía del pensamiento ofi cialista. Es imposible gobernar un Estado democrático si consciente o subconscientemente se parte del principio de que una parte de sus habitantes no tiene derecho a existir socialmente. Porque en todas las acciones públicas, inevitablemente, se irá traducien do esa concepción básica en términos de discriminación, arbi trariedad, odio o revanchismo. “ La mona aunque se vista de seda, mona se queda”, dice el viejo refrán. Igual cosa ocurre con los totalitarios de men talidad: aun cuando quieran atenerse a las normas democrá ticas, terminan siempre por dejar traslucir su lógica profunda. Y Salvador Allende deja permanentemente la impresión de haber confundido la adhesión más o menos formal a la lega lidad con la democracia. Partiendo del principio que ésta no 37 es más que un artilugio burgués para permanecer en el poder ha querido, demasiado obviamente, convertirla en un aparato de dominación contra sus inspiradores supuestos. Pero ése es tema a tratar más adelante. Lo que sí es clave, es que dentro del esquema ideológico en que se mueve el oficialismo no es de extrañar que haya ignorado, por completo, la filosofía, la moral y la adhesión vital que se esconde tras una práctica democrática. La lógica dialéctica de “explotadores y explotados” les impide compren der que la vida democrática tiene un espíritu y que las leyes tienden tan sólo a enmarcarlo para su mayor funcionalidad. Resulta un poco paradojal detenerse en algo tan obvio, para los chilenos que han vivido la democracia como su am biente natural. Pero es vital entender este aspecto de la lógica oficialista para poder comprender realmente el clima que he mos vivido este tiempo y las consecuencias políticas que él ha tenido. Sin filosofía democrática no hay democracia. Y eso lo de bería entender bien Allende que no tiene empacho en decirle a Debray: “ Yo sé perfectamente bien que no hay acción revo lucionaria sin teoría revolucionaria” (op. cit., pág. 27). Las leyes son tan sólo la expresión final de una voluntad com partida de organizar de una determinada manera la conviven cia colectiva. Por eso es imposible manejar la democracia chilena par tiendo de la base de que ella es la expresión de un dominio de clase; el resultado de una hábil estrategia para oprimir al pueblo; de que sus miembros deben ser juzgados más por su permanencia de clase que por su comportamiento práctico. Es esta situación la que ha llevado a una grave superposi ción de nuestra vida política. Es la lógica del “ Estado de Tra bajadores” la que ha ido generando las más graves tensiones y ha terminado por alienar incluso a los propios trabajadores. Estoy convencido de que Allende, debe sorprenderse de la reacción creciente de los chilenos ante su Gobierno y de la sensación generalizada de opresión que siente la opinión pública. Porque al final de cuentas debe sacar sus cálculos y pensar que la libertad ha existido todo este tiempo en Chile. 38 Y es cierto que la libertad ha existido. Lo que también es cierto, es que todos sentimos que si nuestra voluntad democrática no hubiera sido tan decidida y nuestra conducta política tan incansable en la denuncia y la protesta, no habría hoy ni democracia ni libertad en Chile. “ La vía chilena” se hubiera fundido con las más negras tradiciones totalitarias, hermanadas en su común tronco ideo lógico. Y esa sorpresa del totalitario haciendo penitencia demo crática lleva al señor Allende a decir en el mitin de la UP en Santiago, el 18 de abril de 1972: “ Nosotros, el Gobierno de ustedes, el Gobierno de los trabajadores, ha ampliado la de mocracia política, camina la democracia económica y hace efectiva la democracia social” . “ Hoy tenemos, no una democracia formal, sino una autén tica democracia en que nuestros opositores pueden marchar, gritar y protestar, pueden mentir; una democracia acerada y afirmada en la unidad del pueblo de Chile” . Y le debe resultar una pesadilla escuchar que esas pala bras lejos de fortalecer la confianza en sus intenciones y sus actos, provoca mayor inseguridad. No comprende que en lo mismo que él dice está el germen del totalitarismo. De sus propias palabras fluye, junto con la reafirmación democrática su contenido totalitario. Porque para el oficialis mo, los derechos democráticos de la oposición son tan sólo una concesión generosa y costosa que ellos les hacen. Pero no les reconocen la legitimidad de disponer de ellos por la lógica del sistema; por la fuerza de las conquistas históricas; por la dignidad esencial de todos los chilenos. Cuando Salvador Allende inauguró el Congreso de Perio distas 'de Izquierda con que se dio el grito de partida de la “ Operación Verdad”, sostuvo que nada teníamos que quejar nos los chilenos en materia de libertad porque él aceptaba que hubiera prensa de oposición que lo criticara. Recuerdo, que escribí varios artículos de prensa al res pecto, denunciando el contenido profundamente totalitario que ese pensamiento encerraba. Porque para el oficialismo las li bertades de que gozamos históricamente los chilenos parecie ran ser el producto de su generosa grandeza y no un derecho 39 que nos hubiera legado el genio creador de nuestros ante pasados. Y eso se nota. Se trasluce. Y por eso, los chilenos tene mos el legítimo derecho a estar convencidos de que nuestra democracia se mantiene en pie porque nosotros la hemos de fendido. Pero que si el Gobierno hubiera podido liquidar nues tras libertades — formal o prácticamente— hoy estaríamos viviendo la pesadilla de una dictadura. ¿Y lógicamente qué otra cosa puede ocurrir si nosotros los “ explotadores” debemos desaparecer socialmente para que el pueblo sea libre? ¿Y si nuestras posiciones políticas al enfrentarse a los partidos de vanguardia proletaria se convierten, automática mente, en contrarrevolución? ¿Y qué más se puede esperar de quien confiesa que bus ca realizar un socialismo integral, científico, marxista y ya he mos visto lo que ideológicamente ello representa? La gran tragedia del oficialismo (y por cierto que mucho más de los chilenos) es no haber comprendido que la demo cracia es una adhesión vital e intelectual. Y al haber querido rellenarla de contenido de clase le han cortado las alas, han generado las peores tensiones y han terminado por ponérsela en contra. Es ésta la primera expresión de cómo afecta a la “ vía chi lena” su ortodoxia marxista-leninista. Pero por cierto que no es la única. 2. El Manejo de la Legalidad en su Transición al Socialismo. Como ya adelantamos en alguna forma, el compromiso de Allende y la Unidad Popular parece haberse entendido desde un comienzo como el de respetar tan sólo la “legalidad”, pero no compremeterse con la democracia en su espíritu y en sus prácticas. El carácter de “ clase” que inspira la ideología oficialista la ha mantenido enmarcada dentro del esquema que ya hemos conocido. Y eso es lo que ha llevado progresivamente a la aceleración de la crisis. 40 Eso ha hecho que el Gobierno se haya limitado a aplicar la letra de la ley (por supuesto que a veces ni eso ha respetado) mientras con todo desparpajo desafiaba su espíritu. Y con él la conciencia democrática de los chilenos. Y por lo mismo que la ley ha sido tomada sin su espíritu, ello ha permitido el uso más desvergonzadamente arbitrario que recuerde el país. La legalidad se entiende al servicio de la revolución. Por lo tanto sirve para abrirle camino al so cialismo, pero en ningún caso como norma de aplicación general. Por eso la ley vale cuando se trata de beneficiar al Go bierno. Pero no vale cuando su aplicación le trae inconve nientes o problemas. La ley primitiva vale para la oposición: pero no tiene vi gencia para el oficialismo. En consecuencia, parece obvio entender por qué razón el manejo de la legalidad no le ha dado ninguna legitimidad al Gobierno de Salvador Allende y ha ido, en cambio, creando las condiciones para que una inmensa mayoría de los chi lenos se sienta sometida al principio de una dictadura que se instalará apenas nuestras defensas se debiliten. Este sin duda es un punto clave en la polémica acerca del Gobierno de la Unidad Popular. Por ello creo conveniente dejar hablar al principal jurista del Gobierno y el hombre que ha buscado el .camino para mantener al Gobierno en la legalidad. Se trata del artículo de Eduardo Novoa Monreal, “ El Difícil Camino de la Legalidad”, que ya citáramos ante riormente. Conocemos el criterio con que dicho autor analiza el sen tido de la democracia chilena y de su Estado de derecho. Veamos cómo nos muestra ahora el camino seguido. Reconoce, desde luego, parte de las atribuciones impor tantes que tiene un Presidente de la República en un régi men presidencial como el chileno. Pero además agrega otras: “ Aparte de ellas, que son más o menos las facultades acos tumbradas de los Jefes de Estado, corresponden al Presiden te de Chile algunas que le conceden ventaja en relación con el Congreso Nacional dentro de la tarea legislativa que am 41 bos comparten. Es así como puede convocar al Congreso a legislatura extraordinaria durante ocho meses al año, lapso du rante el cual el Parlamento sólo puede ocuparse de los proyec tos que él mismo indique; puede eliminar disposiciones con tenidas en los proyectos de ley haciendo uso de un veto que tenga apoyo solamente de un tercio más uno de los parlamen tarios presentes en una sola de las Cámaras y puede hacer regir el mismo presupuesto del año anterior si el Congreso no aprueba dentro del plazo el que haya presentado oportuna mente. Fuera de lo anterior, en materia económica tiene reser vada la iniciativa exclusiva, entre otras, para crear nuevos em pleos rentados o servicios públicos, fijar o modificar las remu neraciones del personal administrativo del Estado, fijar o aumentar sueldos o salarios de los trabajadores del sector pri vado, modificar regímenes previsionales y conceder pensiones y beneficios pecuniarios”, (op. cit. pág. 17). El panorama por cierto que es realista. Ningún Jefe de Es tado podría quejarse de sus1prerrogativas. Pero ello no es bas tante para la UP. Veamos por qué: “ Realmente esas facultades no son escasas si se las compara con las del Congreso Nacio nal y parecerían bastantes para que el Presidente pudiera obrar como un eficiente administrador del Estado. Pero si ellas pue den considerarse suficientes o aún sobradas cuando se trata de gobernar una sociedad en reposo, destinada a preservar el statu quo o cuando más a evolucionar lentamente dentro de los marcos llamados de “ desarrollo” se tornan dramáticamente insuficientes para el Jefe del Estado que aspira a provocar transformaciones profundas en las estructuras políticas del país y en sus condiciones socio-económicas como es el caso del Presidente Allende”, (op. cit. págs. 17 y 18). En la cita anterior comienza a aparecer claramente “el res quicio” antidemocrático del oficialismo. En la práctica todo va siendo reducido a los derechos de los buenos y los malos. Toda democracia supone la búsqueda de un consenso mí nimo. Los cambios, por cierto, que no constituyen una excep ción a dicho principio. Incluso se podría sostener que con mucha mayor razón los cambios deben ser realizados sobre la base de un consenso mayoritario para que realmente respon dan a las aspiraciones del pueblo. 42 ■ Sin embargo ello es imposible si se parte de que la sóciedad está dividida entre explotados y explotadores, habiendo estos últimos construido su más poderosa fortaleza en el sis tema jurídico y en la institucionalidad del Estado. ¿Cómo es perar que los explotadores colaboren en la destrucción de su poderío, tendiéndole la mano a los partidos que representan a los explotados? Por cierto que miradas las cosas así, ello es imposible. Y por eso la UP se aleja de la Democracia. Dogmatiza to do hasta el punto que llega a la idolatría de su propio “Dios Programa” a cuyos pies caben todos los sacrificios imaginables. Por cierto que el señor Novoa, jurista antiguo en Chile, no se detiene un minuto a pensar si el Programa no hubiera podido concitar un cierto consenso nacional. Parte, a priori, de la incompatibilidad esencial entre los buenos y los malos, que tiene que traducirse — si se quiere que haya salida— en la capi tulación incondicional de los malos. Tan así es ello, que el propio Allende en su Primer Men saje Presidencial llegó a decir: “ Del realismo del Congreso depende, en gran medida, que a la legalidad capitalista suceda la legalidad socialista... sin que una fractura violenta de la juridicidad abra las puertas a arbitrariedades y excesos que, res ponsablemente, queremos evitar”. En otras palabras, la divinidad del programa de la UP no puede ser cuestionada. Se trata de que la minoría explotadora de los malos — que para mala suerte del Gobierno se convier te en mayoría en las urnas— capitule. Incluso se le aconseja que lo haga, para evitar males mayores. La burguesía explotadora y los partidos que la represen tan puede todavía encontrarse con situaciones peores que la de verse destruida pacíficamente por la legalidad socialista. Para ello se le advierte con anticipación. Nadie podría discutir el contenido antidemocrático de dicha lógica. Y por eso se abandona la democracia para asilarse en una legalidad que no se puede ignorar sin demasiados riesgos. Dejemos a Novoa con la palabra: “ Como ha podido apreciarse, se trata de un marco legal que si no puede tenerse como un muro absolutamente infran queable para el cumplimiento de una política que tienda al 43 establecimiento del socialismo, apenas llega a ofrecer ásperos atajos y estrechos senderos para un fin semejante”, (op. cit. pág.19). (Subrayado nuestro). Y continúa: “ Sin embargo, nos encontramos frente a un hecho indiscutible: en el curso de menos de un año y medio de Gobierno, el Presidente Allende ha logrado realizar parte im portante de su programa, no obstante haberse ajustado a la legalidad vigente. ¿Cómo explicar este hecho?” (op. cit. pág. 19) (Subrayado nuestro). La verdad es que lo primero que se debe comentar es la lógica “indestructible” del asesor letrado de S. E. Porque ape nas una líneas después de haber descrito esa emulación de los Macabeos entre “ ásperos atajos y estrechos senderos”, termi na por hacernos la pasmosa confesión de que ya se ha reali zado “una parte importante” del programa revolucionario que esta corrompida legalidad vigente hacía imposible. Al parecer, en esta novela de suspenso, los héroes revolucionarios han lo grado derrotar a la oscura y siniestra burguesía dominante, que durante siglos construyó nuestro aparataje jurídico para hacer eso imposible. Se trata ahora de ver las razones de ese prodigio y por cierto que nos sorprenderemos. “ Increíblemente, la propia exuberancia legislativa, su desor den y falta de organicidad pasaron a convertirse en aliados de estos esfuerzos. ¿Cómo entre tantos miles de preceptos, no iban a subsistir algunos pocos, que manejados con destreza abrieran una brecha por la cual conducir los esfuerzos guber nativos? La respuesta fue afirmativa. Existían tales preceptos y ellos fueron encontrados”, (op. cit, pág. 20). (Subrayado nuestro). Es decir, la burguesía que tan “ laboriosa, hábil y paciente mente” había “ forjadó y perfeccionado” su estafa institucional, cayó derrotada por vicios tan simplotes como el desorden, la exuberancia y la falta de organicidad. ¡Otra prueba más de có mo se van contradiciendo los marxistas cuando quieren probar que las democracias son tan sólo las dictaduras de las bur guesías! Y el mecanismo empleado permitió descubrir dentro de la maraña de la legalidad, “ poderes de los llamados jurídica mente ‘discrecionales’ (es decir que permiten la adopción de medidas por la autoridad con apreciable margen de libertad), otorgados en su origen con el fin de resolver materias perti nentes con criterio, por cierto ‘reformista’ o ‘desarrollista’. Pe ro, aunque tal hubiera sido el pensamiento del legislador que los dictó, en el hecho estaban allí, como fuentes de poder am plio para poner en aplicación medidas destinadas a la orga nización de la economía y de las tareas productivas y, aun cuan do otro hubiera sido el propósito íntimo de sus redactores, en plena aptitud para ser utilizados también en la aplicación de una política socialista”, (op. cit. pág. 21). (Subrayado nuestro). Me parece innecesario seguir argumentando que el Go bierno de la Unidad Popular confundió, trágicamente, la de mocracia con la legalidad. Y el asunto no tiene sólo interés teórico. En este “ resqui cio” está nada menos que en juicio la legitimidad moral del Gobierno constitucional para seguir gobernando democrática mente el país. Confundidos en su lógica marxista entre las leyes y el consenso, el oficialismo ha desatado un conflicto político de tal magnitud que hace peligrar su propia base de sustentación democrática. Ello es perfectamente explicable a la sola condición de com prender que las leyes están para servir a las democracias y no éstas a las leyes. Error de por sí grave, pero mucho más si se considera que en este caso la legalidad característica de la “ vía chilena” ha sido puesta tan sólo al servicio del programa de la coalición oficialista. Entonces, cuando las leyes comienzan a ser instrumentalizadas no como principios destinados a regular la convivencia democrática, sino que como “ desfiladeros” para imponer el socialismo sin buscar el mínimo de consenso político y social, es legítimo que los pueblos se vayan rebelando a medida en que la violación de las reglas del juego aparece como más clara. Tan obvia es esa realidad que el propio asesor político de Allende, Joan Garcés, sostiene: “ ...Combate ideológico que dista de ser relevante pues afecta nada menos que a la legiti midad institucional del Gobierno de Allende. Algo fundamental 45 y que no siempre han visto políticos de la propia izquierda, cuando tienden a buscar y reconocer una sola legitimidad: la revolucionaria. Pero no se dan cuenta de que el camino revo lucionario actualmente seguido por Chile presupone la legitimi dad institucional que le dio la forma de llegar al Gobierno y su ejercicio dentro de los márgenes de la ley y la Constitución. La revolución social no necesita, es cierto, de esta última le gitimidad. Pero si se desea llevarla a cabo sin verse abocados ineludiblemente a la quiebra violenta de la estructura social y del proceso productivo, sin enfrentamiento con las institu ciones coercitivas del Estado, sin recurrir a la sola fuerza física como medio resolutivo de las contradicciones sociales, la le gitimidad revolucionaria del Gobierno de Allende necesita conservar su legitimidad institucional”. (Joan Garcés, “ Revo lución, Congreso y Constitución, el Caso Toha. Editorial Quimantú, 1972, pág. 16). (Subrayado nuestro). Garcés tiene toda la razón en afirmar eso. Tan sólo se equivoca al creer que la legitimidad institucional es posible mantenerla con el sólo apego a la formalidad legal. Ella está, siempre, implicada en el reconocimiento mayoritario de que se actúa dentro de las reglas del juego y que se busca servir ho nestamente el interés mayoritario del pueblo y no tan sólo servir los propios empecinamientos. Es esta la razón, por la cual la legalidad “ revolucionaria” de Allende lejos de haber legitimado democráticamente su Go bierno, lo ha ido deteriorando gravemente en sus fundamentos democráticos. La lógica leninista sigue penando a los estrategas de la Unidad Popular. Pero no hemos detenido todavía la caída por el tobogán. 3. La Lógica del Enfrentamiento y la Violencia. La paz social es sólo posible mientras los ciudadanos dele guen la solución de sus conflictos y problemas en una autori dad comúnmente aceptada. De no ser así, sólo la violencia y la fuerza física es capaz de resolver el conflicto, siempre a favor del más fuerte contra el más débil. 46 Es ésta la razón de por qué la organización jurídico-democrática del Estado marca de manera tan clásica, los progresos de la civilización humana. Es dentro de ese cuadro, que los hombres eligen sus autoridades, aceptan la norma común como un valor indiscutido y se someten libremente a una autoridad por encima de las partes en litigio. ¿Pero cómo se mantiene todo aquello, si se parte del prin cipio de un antagonismo dicotómico inevitable en que un bando tiene que estar sometiendo al otro para imponer su ley? ¿Cómo mantener la paz social en un cuadro donde se parte de la ilegitimidad de las estructuras y las normas co munes? Ese es el problema clave de los chilenos bajo el Gobierno de la Unidad Popular. El esquema ideológico del oficialismo, al irse trasluciendo en la acción, ha ido minando la legitimidad del sistema, asaltado desde el propio Palacio de La Moneda. Tal como veíamos al tratar la legalidad, hay un momento en que el Gobierno deja ver sus intenciones. Y ellas, por cier to, que no son democráticas aun cuando puedan llegar a estar revestidas de una leve capa de formalismo jurídico. Y cuando la legalidad del sistema se resquebraja, nace la indefensión y la inseguridad de los ciudadanos. Es ése el mo mento en que la lógica del enfrentamiento y la violencia hace su aparición. Para partir, cronológicamente, habría que decir que esta lógica venía implícita en el aparataje ideológico marxista, a partir de la lucha de clases y la teoría del Estado burgués. En la entrevista que Carlos Altamirano le diera al perio dista cubano, Joaquín Andrade (Punto Final, N’ 120, del 22 de diciembre de 1970), responde a varias preguntas que mues tran el estado de ánimo y la lógica política del jefe del princi pal partido oficialista. La primera de ellas es relativa a la estrategia que la derecha (que engloba, para él, a toda la opo sición) jugará frente al Gobierno que recién asume el poder. Altamirano responde: “ Pienso que la derecha chilena va a jugar todas las cartas. El hostigamiento por la vía parlamentaria; el descrédito internacional de nuestro país, esto ya se está haciendo, especialmente, en los EE. UU; el temor y la intran quilidad respecto a las medidas que se tomen, la profundiza47 ción de la crisis económica y, por último, intentarán crear el caos. No creo que utilicen una sola estrategia o una sola tác- * tica. Recurrirán a la polarización económica y también al golpe de Estado; intentan todos los recursos...” A ello el periodista agrega: “Entonces, ¿la posibilidad que la derecha chilena intente un golpe de Estado no está descartada?” y Altamirano respon de: “ Vuelvo a repetir, creo que no dejará de lado ninguna de las alternativas a que pueda recurrir. Entre ellas, la del golpe de Estado. No me cabe duda que a medida que se radicalice el proceso, por la construcción de una nueva sociedad en nues tro país tendrá que venir un serio enfrentamiento entre las fuerzas conservadoras, tradicionales, que defienden el statu quo y la que está pugnando por crear una nueva sociedad...” (Subrayado nuestro). No bien convencido aún, el periodista, lanza la última pre gunta: “¿La Unidad Popular se prepara para ese enfrentamien to?” A ella responde sin ambajes el actual Secretario General del PS: “ Sí, nos preparamos y pensamos que el desarrollo y la radicalización del proceso debe llevar a ese enfrentamiento. Si me equivocara, en buena hora. Pero pienso que, lamentablemen te, Chile no va a ser una excepción al conjunto de los procesos que se han desarrollado en la historia universal”. (Subrayado nuestro). Me parece que no se necesitan mayores comentarios acer ca de la dinámica del proceso de la violencia en Chile, des pués de conocer las palabras de Carlos Altamirano. Porque la verdad de las cosas es que ellas responden a un apriorismo ideológico y no a una constatación empírica. Bastaría mirar lo que realmente ha ocurrido en el curso de estos dos años para comprender, en forma clara, que el comportamiento político de los chilenos ha sido radicalmente diferente al pensado como inevitable por el jefe socialista. Si hubiera de hacerse justicia, la historia señalaría que realmente la oposición política en Chile ha sido extremadamen te cautelosa en relación a la magnitud de los riesgos que el país y la institucionalidad democrática han corrido. Más bien se ha reproducido lo que el sociologo Robert K. Merton, llamaba a la profesía auto-cumplida. La obsesión ofi48 cialista por el enfrentamiento ha sido de tal manera fantástica que son ellos los que han terminado por crear todas las condi ciones que lo permitan. Aun cuando nadie hubiera pensado razonablemente en ello, en los últimos meses de 1970 y el cur so de 1971. Cuando se cree que hay constantes inevitables de “ la histo ria universal” que llevan a la violencia, es difícil que no se termine por crear la cuota necesaria de irritación e incertidumbre como para que ella se produzca. Por lo demás, después de este Gobierno, sabremos con cer teza la magnitud de los esfuerzos hechos por los partidos marxistas para prepararse para este enfrentamiento, denunciado desde siempre y para siempre por Lenin. Es la hora en que sa bremos de los contrabandos de armas, de los arsenales, del uso de los recursos fiscales y de los mecanismos del poder para hacer posible la constitución del aparato para-militar del ofi cialismo. Muchos llegarán a sorprenderse de todo aquello que se sabrá a la hora de la victoria democrática. Pero eso es sólo el primer eslabón de la lógica del enfren tamiento. Porque no deja de ser lógico que si un jefe de partido que tiene en sus manos el poder del Gobierno se expresa en esos términos, el resto de los chilenos no vaya siendo víctima de un sentimiento de inseguridad creciente. Cuando se sabe de las milicias armadas del oficialismo, son muchos los chilenos que se interrogan con creciente preo cupación: ¿cómo defenderemos nuestros hogares si son asal tados por las fuerzas extremistas? ¿Quiénes garantizan una ade cuada protección a nuestra indefensión democrática? Y no se necesita exagerar para sostener que cuando los términos en que se interroga un país llegan a esos niveles, la violencia de la ley de la selva está cerca. Agregúese además, la discriminación clara en la aplicación de la ley. Si Ud. es estudiante partidario del Gobierno puede manifestarse en cualquier lugar de Santiago y provincias; y por si alguien pretendiera agredirlo — cosa que no ha ocurrido nunca— le colocan al Cuerpo de Carabineros como niñera. Pero si Ud. tiene la mala suerte de ser un estudiante opositor, puede tener la seguridad de que estará circunscrito a un ghetto 49 en cualquier ciudad y que además, el Cuerpo de Carabineros tendrá “ órdenes superiores” para apalearlo y lanzarle bombas. Y la cosa suma y sigue. Si Ud. es agricultor —aunque sea dueño de 5 htás. puede estar seguro que se la pueden ocupar sin que los asaltantes corran riesgo alguno. Pero si Ud. llega al extremo “ sedicioso” de querer expulsar por su propia mano a los usurpadores, tenga la seguridad que a las pocas horas tendrá una querella por Ley de Seguridad Interior del Estado y todo el “ aparato represivo” del Estado “ burgués” estará so bre sus talones para ponerlo en manos de la justicia de “ clase”. Y si Ud. es comerciante, o dueña de casa, o industrial, o periodista, o chofer, o empleado, estará seguro de que correrá igual suerte. ¿Por qué? Por la simple razón de que Ud. al estar en con tra de los partidos de “ la clase obrera” forma parte, consciente o inconsciente, de los explotadores. Y al ser eso así, la obliga ción del “ Gobierno de los Trabajadores” es usar contra Ud. la “legalidad” como un primer paso hacia el momento defini tivo en que se instaure la dictadura del proletariado sobre la burguesía, dando así vuelta la tortilla de la actualidad. El asunto puede ser tratado desde muchos puntos de vista; ya sea el humor, la indignación y hasta la franca frivolidad. Pero hay un hecho dramático que se encierra tras las constantes ac tuales: el Gobierno va perdiendo, aceleradamente, su legiti midad democrática mientras los ciudadanos comienzan a pen sar en sus propios caminos de defensa y seguridad personal. El poder democrático de las mayorías pierde uno de sus fundamentos más poderosos como es la fuerza de la ley y pasa a depender en forma cada vez más preponderante en las fuer zas de las armas cuyo control constitucional está entregado a las FF. AA. y de Carabineros. La fuerza armada constitucional se yergue como el único bastión de equilibrio frente al poder de la fuerza armada extremista que busca la violencia y el enfrentamiento. La mitología esquizofrénica de las fuerzas oficialistas, las ha llevado a todos los extremos. Así lo veremos cuando hable mos de la mentira. Cuando un pueblo —y fundamentalmente su clase media— 50 I comienza a creer que los mecanismos legales, que la autoridad común, que la norma y el procedimiento democrático no son más capaces de garantizarle la sobrevivencia física y la jus ticia mínima, surge la rebelión. Como conclusión podemos decir que la obsesión del en frentamiento derivada de la lucha de clase, a la cual se le suma el debilitamiento orgánico de la democracia a partir de una manipulación interesada de la legalidad conduce a un agra vamiento peligroso de la paz social. Siendo el instinto de sobrevivencia uno de los más fuer tes de la especie humana, todo intento de amenaza, lleva invo lucrada una respuesta proporcional. Esa es la dosis de equilibrio que salva el sistema democrá tico. Y también, la dosis de desequilibrio que trae consigo la amenaza totalitaria de aquellos sectores que piensan en térmi nos de una desigualdad esencial de los ciudadanos y la dejan traslucir. El caso es que la Unidad Popular sometida a su esquema ideológico ha ido creando las condiciones para la destrucción de la armonía democrática y el nacimiento de la lógica del enfrentamiento y la violencia. fío he querido hablar, a propósito, del MIR y su estrategia, porque después de la capitulación de Salvador Allende ante ellos, en Lo Hermida, no hay ninguna razón valedera para se guir considerándolos una excepción. Cuando el Presidente de la República destituye a los jefes de la policía que se defienden de una agresión armada del mirismo, mientras cumplen con su deber de detener a un pró fugo de un complot de ultra-izquierda, no hay ninguna razón para sostener que el mirismo es ajeno al Palacio de La Moneda. Por el contrario, habrían razones de sobra para pensar que está mucho más íntimamente ligado al poder que varios de los partidos de la UP. Pero, en todo caso, resulta evidente que Sal vador Allende les reconoce una autoridad armada equivalente a la de la policía constitucional, después de las medidas que adoptó en aquella ocasión. Es éste un cuadro de la lógica de la violencia en acción. 51 4. Las Connotaciones de la Lucha Anti-Imperialista y AntiOligárquica. La infaltable predicción mecanicista tenía su axioma muy bien definido: si la revolución es anti-imperialista y anti-oligárquica, necesariamente se producirá la agresión imperialis ta y oligárquica. Dos más dos, son cuatro. También en las ciencias sociales y en libre actuación de los hombres. Convencidos de que eso se produciría, la UP comenzó a orquestar sus defensas costeras para repeler el ataque. El país fue puesto en alerta: ¡los imperialistas y los oli garcas se preparan para el asalto! Y día a día, los titulares de “ El Siglo”, “ Puro Chile”, “ Ultima Hora”, “ Televisión Nacional” daban nuevos antecedentes del conflicto inminente. Han pasado ya más de dos años y Allende “ ha realizado una parte importante de su programa” y sin embargo, la doble agresión no se ha producido. Fuera de la natural frustración que el hecho tiene que haber producido en la UP, esta situación pacífica — sobre todo si se considera que la Revolución Cubana sufre diez años de bloqueo económico y ha sufrido varios intentos de invasión; que la Revolución Vietnamita recibe, diariamente, millones de toneladas de bombas; que la Revolución Checoslovaca recibe la “visita” de los tanques soviéticos; y que la pobre Revolución Chilena anda tan sólo siendo embargada por el mundo, como comerciante pobre, por empresas privadas extranjeras— tiene su explicación. ¡Es falso que los hombres y las colectividades se muevan tan sólo en razón de sus intereses económicos! Ello ha sido probado hasta la saciedad en todas las naciones de la tierra, pero los marxistas tienen que seguir creyendo y actuando co mo si fuera cierto, porque si no dejarían de sér marxistas. Como ya habíamos señalado en páginas anteriores, la razón principal de la creciente y multitudinaria oposición a este Go bierno ha sido de orden político y no económico. Bastaría señalar el contenido magnánimamente democrá tico del Pacto de Garantías Constitucionales, con cuya apro 52 bación Salvador Allende recibió los votos de la Democracia Cristiana en el Congreso Pleno. En su texto está claramente reflejado —que aun cuando en ese momento el afiebrado can didato triunfante estaba dispuesto a firmar cualquier cosa con tal de ver cumplido su “ sueño del pibe”— tan sólo le pidieron garantías en cuanto a los derechos individuales y sociales de los chilenos. Ninguna cláusula que dificultara su tarea de trans formación social. ¡La Reforma Constitucional de octubre de 1970 es una garantía anti-totalitaria y no anti-revolucionaria! Por si esto fuera poco, o se considerara tan solo formal, podemos sacar a colación los hechos ocurridos en este lapso de tiempo. La mayoría de los grandes imperios financieros han caído, casi sin ruido; pero en todo caso sin cuartelazos, sin enfrentamientos armados, sin defensas desesperadas. Igual co sa ha ocurrido con los Bancos. Y en el campo, la única violen cia la han impuesto los miristas y los funcionarios públicos. ¿No es legítima entonces la pregunta, dónde está la deliran te oligarquía que defendería a sangre y fuego sus privilegios centenarios, base de su poder de dominación política? Y esta realidad tiene todavía agravantes para el Gobierno. Ya hemos visto la tesis oficial de Eduardo Novoa sobre cómo manejar las leyes para conseguir los efectos propuestos por el oficialismo. De ahí que la caída de numerosas de esas em presas haya sido hecha en el más puro estilo gansteril y con un desparpajo abismante. Sin embargo, sus propietarios han seguido el racional y democrático expediente de recurrir a la Justicia para la res titución de sus derechos conculcados. Aun cuando mientras du ra el largo proceso judicial son muchas aquellas empresas que han sido destruidas por aquellas bandas de irresponsables —que bajo el nombre de interventores— el Gobierno ha des plegado por el sistema industrial chileno para destruirlo. ¿Cuáles han sido en cambio, los puntos de conflicto real y de alta movilización política y popular? Aquellos casos don de la propiedad estatal de un determinado tipo de empresas es una certeza de atentados antidemocráticos por parte del ofi cialismo gobernante. 53 El primero de ellos es la Papelera, industria que se defien de, no como ente económico-financiero sino que en su calidad de fabricante de papel. Porque existe la certeza racional de que el papel en manos del Estado sería usado para coartar la libertad de expresión escrita. Pero además de ello, porque se defiende el principio de la legalidad en contra de la imposición arbitraria de la voluntad del Gobierno para cumplir sus objetivos. Porque no habiendo sido posible encontrar “resquicios” legales para adueñarse de la Papelera, el Gobierno ha recurrido al expediente inacepta ble de llevarla a la quiebra mediante el manejo arbitrario, in justo y descarado de medios legales que fueron creados para que los administraran funcionarios honorables (*). Luego vienen los Bancos, donde no se ha pedido su restitu ción a sus antiguos propietarios, sino que un sistema de empre sa de trabajadores, que impida que el Estado utilice este mono polio al servicio de su poder político o de sus intereses eco nómicos. Luego vienen las radios, de cuya defensa no se necesita hablar, sobre todo después de haber visto el inmoral manejo que se ha hecho de la Televisión Nacional, convertida en ins trumento de culto a la personalidad y divulgación de mentiras orquestadas. Por lo demás, bien se puede calcular que la inmensa ma yoría de los chilenos no está ligada a los grandes intereses eco nómicos de manera tal que se pudiera explicar, razonable mente, la multitudinaria y aplastante oposición al Gobierno. Las razones están en otra parte. Y entre otras cosas, por que la propia ineficiencia, la inmoralidad funcionaría y la ile gitimidad democrática de los procedimientos utilizados en la lucha “antioligárquica” han venido a mostrar las realidades que se encierran tras las palabras... (*) Después del Paro Nacional de Octubre y estando ya este libro en prensa, el Gobierno acordó un reajuste adecuado al precio del papel y rompió el cerco para hacer quebrar la Papelera. Fue necesario para ello un paro de 27 días de duración y el acceso de Ministros Militares al Gabinete para que el asunto se resolviera adecuadamente. 54 I Los aspectos económicos ya los veremos en la exposición de Andrés Sanfuentes. En cuanto a la gran batalla “ antiimperialista”, debemos decir que ella no ha librado los frutos que el Gobierno espera ba cosechar. Fracasado el “ levantamiento de la oligarquía”, quedaba al menos la esperanza de la agresión internacional, que cohesio nara al oficialismo, obligara a la oposición a sumarse a sus posiciones y a conquistar poder ilegítimo en nombre de las banderas y los intereses de la Patria. Y la gran ocasión para ello fue la nacionalización del co bre, conocida también como “Acta de la Segunda Independendencia Nacional” con que el “ Conductor de la Revolución Chilena” culminaba la inconclusa obra del Padre de la Patria, don Bernardo O ’Higgins. Pero tampoco ha sucedido nada. O si ha sucedido mucho ha sido en una línea diferente a la esperada. Por la vía de las anécdotas, no es vano recordar (para la preservación del buen humor) que esta solemne “ Segunda In dependencia” fue debidamente antecedida por un “ complot mundial” organizado por la CIA para bajar el precio del co bre, vendiendo partidas inexistentes de metal chileno. Todos sabemos cómo terminó el asunto. ¿Pero qué hubo de verdad en lo de la nacionalización del cobre? En primer lugar se estaba tan sólo nacionalizando el 49% de las acciones de las comoañías norteamericanas que no estaban, todavía, en manos del Estado Chileno. En otras pa labras, la Segunda Independencia, ya había tenido un preestre no de traie largo y gran orquesta. Además, el Congreso Nacional, por la unanimidad de sus miembros aprobó las disposiciones pertinentes y le entregó am plias facultades a Salvador Allende para que procediera a fi jar las indemnizaciones y las formas de pago. Si las usó bien o mal, es algo que la historia dirá y para él será el mérito de lo obrado, para bien o para la catástrofe. En resumen, el conflicto quedaba sometido a los tribunales y las partes eran el Estado Chileno y las compañías Anaconda y Kennecot. El Gobierno de los EE. UU. quedó fuera del con flicto. 55 Y ha pasado lo que tiene que pasar cuando pleitean dos partes por intereses contrapuestos; cada una desarrolla sus defensas al máximo para vencer y ganará aquella que tiene la ley y la razón de su parte, o la mayor eficiencia para desarrollar su defensa. Entonces nada de raro tiene que la Kennecott y la Anacon da anden pleitándonos por todo el mundo, dejándonos en el papel más disminuido que ha tenido nunca en su historia el Es tado chileno, al tener que abrir batalla contra empresas pri vadas y no contra Estados Soberanos. Lo raro hubiera sido que se hubieran quedado tranquilas con la resolución expropiatoria sin indemnización y hubieran dado las gracias por ella. Por lo demás los chilenos tenemos la obligación de pensar que Salvador Allende cuando ejerció sus facultades constitu cionales — en medio de una alud de “ Dictats” y ultimátums del PS que parecen no haber sido desoídos— , tenía previsto el costo que Chile pagaría en dinero y en prestigio por lo que hacía. El conflicto es desgraciado para los chilenos, pero perfec tamente previsible y a nadie pudo haber pillado de sorpresa. En otras palabras, la agresión imperialista que se supo nía política y de gran envergadura, resultó ser económica, por la vía judicial y de parte de dos compañías. Por eso se tuvo que recurrir al invento de un “bloqueo invisible” para tratar de crear alguna solidaridad interna y para justificar, en parte, la catástrofe económica. Y si por bloqueo económico se entiende que hay cré ditos de los EE. UU. que no se han cursado o renovado, ha bría que decirle al señor Allende que alguna vez viéramos la política como un conflicto de adultos y no como un juego de niños. ¿O es que alguien piensa que cuando un país con tradice a otro en forma sistemática y reiterada el otro, además, tiene que ayudarlo entusiastamente? ¿O no es más lógico pensar que tan sólo se le debe exigir que no realice maniobras ilegítimas o presiones indebidas? El caso es que la “ revolución” antiimperialista y anti oligárquica no ha recibido como respuesta la agresión espera da. Sin embargo la política del Gobierno de Chile se ha 56 basado en sus supuestos marxistas para desarrollar su polí tica en ambas materias. En los trabajos que siguen veremos sus efectos prácticos sobre la economía nacional. Desde el punto de vista políti co baste dejar establecido lo que ha ocurrido y cómo, nue vamente están presentes las premisas marxistas que configu ran la trama central de toda la estrategia de la Unidad Po pular. 5. La Manipulación de la Opinión Públicd y el Reemplazo de la Ideología Dominante. En la medida en que la dictadura de la burguesía se de fiende en todos los campos, lo lógico es que también emita secreciones mentales para someter intelectualmente a los explo tados. Ellas se llaman: la ideología dominante y se expresa en todo aquello que no sea la “ ideología de la clase trabajadora”, es decir el marxismo-leninismo. En consecuencia, una de las tareas principales de la “libe ración” del pueblo es lavarle el cerebro de todos los resquicios burgueses y rellenarlo de conceptos marxistas que le permitan descubrir “la verdadera verdad” . Para ello, el oficialismo ha contado con importantes herra mientas de acción. Pero no con todas, lo que ha dejado serios baches en su “ humanitaria” tarea. Contaban, en primer lugar, con el Canal Nacional de Tele visión, que ha sido el ariete de la concientización revolucionaria y de la manipulación de opinión pública. Además con el Canal 9 de la U. de Chile. Tienen una importante cadena de diarios, debidamente fi nanciados por los recursos de la burguesía dominante, traspa sados al “ área social” primero, y luego a sus “ benefactores” por la vía de los avisos publicitarios. Sorpresivamente, también el oficialismo ha logrado hacer se de una “pequeña” caja financiera para adquirir una vasta 57 cadena de emisoras, entre las que se incluyen aquellas de ma yor potencia. Tienen en su poder la Editorial Quimantú, de propiedad estatal, que edita un gran número de revistas y que ha inun dado el mercado del libro con literatura marxista bonificada a precios populares. No obstante todo ello, el asunto no ha podido avanzar demasiado en la medida en que los chilenos creen más a lo que ven sus ojos, que a lo que Marx les dice desde su Olimpo decimonónico. Porque el precio que un pueblo esté dispuesto a pagar por su revolución es algo voluntario. Y cuando ellos dejan de ser voluntarios y son impuestos obligatoriamente, comienzan a lla marse robo. De ahí que el problema de la alienación burguesa no haya sido tomado como un mal demasiado grave por los chilenos, cuando la comparan con los productos de “las mentes liberadas; con las actuaciones y fachas de los “ hombres nuevos” que se han liberado definitivamente. En esta materia el intento concientizador ha sido costoso pero ineficaz. Los resquicios de la libertad de prensa, de radio y TV han sido tan grandes, que por ahí han respirado los chilenos. No ha pasado este problema de ser un intento que ha permitido, también, traslucir el lado más negativo del espí ritu totalitario. Algún día, cuando los tiempos lo permitan, alguien deberá hacer una investigación empírica de la prensa oficialista en estos dos años y comprobar, así, de qué manera ella fue de velando una imagen moral, intelectual e ideológica del oficia lismo, que desesperadamente, se trataba de confundir en las actividades oficiales. Ha sido la prensa oficialista uno de los primeros instru mentos destinados a poner sobre alerta a los chilenos del ries go de que la camarilla reinante llegará a controlar la totalidad del poder. En sus páginas apareció el rostro de la dictadura que no se notaba tras los trajes oscuros y los vestidos largos en las ceremonias oficiales. Y, aun cuando difícil sea probarlo, es mi impresión más convencida de que han sido los diarios oficialistas y, sobre 58 todo, los representantes UP en los foros de televisión, aque llos elementos políticos y morales que mayor inquietud han traído a la población. Y los que mayor rechazo cultural han provocado. Son ellos los que han contribuido a fortalecer la oposición y a dinamizarla en su militancia y en su decisión, más que mil discursos o mil reuniones de partido. Cabría decir que hasta donde se conoce, el sistema educa cional no ha sido amenazado en términos masivos. Por cierto que no han faltado las demostraciones de intolerancia ideoló gica y los intentos de concientización marxista. Pero, difícil mente, se podría sostener que el oficialismo se ha puesto a esa tarea, en términos generales. El primer globo sonda lanzado — que fue el “ putsch” co munista para apoderarse de la Universidad de Chile— , demos tró el alto precio que tendrían que pagar para destruir el plu ralismo ideológico de los chilenos. Además de la magnitud de la derrota potencial a que se arriesgaban. El conflicto de la U. mostró el grado de decisión de las fuerzas democráticas en este campo. Por lo demás, cabría pensar que, en términos leninistas, la destrucción de la ideología dominante supone la toma previa de la totalidad del poder. En este caso han evitado crearse un conflicto generalizado en un área tan vital y explosiva, para manejar el adoctrinamiento liberador en términos más amplios y flexibles. Aun cuando más de algo deben haber estado pre parando en el secreto de sus Comités Centrales. 6. La Dialéctica Leninismo-Realidad se Conjuga en la Mentira. A lo largo de estas páginas hemos ido comprobando cómo la piedra angular de la estrategia política de la UP es de ori gen ideológico. Cómo los más altos jefes del movimiento y sus intelectuales más caracterizados viven sometidos a la angustia de la ortodoxia marxista-leninista y se esfuerzan por atenerse a ella. 59 Y por esta razón, los hechos se van poniendo siempre en contradición con el pensamiento oficial. Hasta el punto que el Gobierno ha sufrido una crisis en sus dos primeros años que ningún otro gobierno había conocido antes en igual plazo. De ahí surge la interrogante: ¿cómo puede- un movimiento político y un Gobierno resolver la contradicción permanente que existe entre los hechos y la interpretación ideológica que les dan? La respuesta empírica es: mediante LA MENTIRA. El Gobierno de la Unidad Popular se ha visto sometido a la inevitable necesidad de irse adentrando, cada vez en forma más acelerada e intensa, en una maraña de engaños y menti ras. Todo lo cual crea un grave círculo vicioso cuyo único efecto claro es la pérdida acelerada de prestigio y legitimidad moral por parte del Gobierno. Si el Gobierno se atuviera a la verdad, tendría que abando nar su bagaje teórico, porque tendría que atenerse a los he chos tal como ellos se producen y a las realidades tales como ellas se dan. En política la principal verdad es la realidad; por eso fracasan los dogmatismos y los esquemas apriorísticos. El primer hecho visible que permitía ir intuyendo la tra gedia que se avecinaba, fue en relación al paradigma de la agresión imperialista y oligárquica que defendería con todo su poder sus intereses económicos. Fue el ciclo de los complots y los movimientos sediciosos. Este se mantiene aún en vigencia, pero ha ido cambiando su contenido interno. No se necesitan demasiadas pruebas sobre estamateria, porque la memoria de los chilenos es, ciertamente, el mejor testimonio. Tal vez una breve recapitulación bastará: 1. La nómina de asesinos de Allende puesta por éste en una notaría. 2. La denuncia de un intento de asesinato en Viña del Mar, cuyo autor fue identificado públicamente y resultó ino cente. 3. El complot internacional del cobre. 4. El atentado del Estadio Chile contra S. E. 60 5. El arsenal de Jorge Ross. 6. El contrabando de las metralletas flotantes del Puelche. 7. La mano de la CIA y la Ultra-Derecha en el asesinato de Edmundo Pérez. 8. La agresión norteamericana a Chile por la nacionali zación del cobre. La cual terminó siendo tan sólo un par dé editoriales de algunos periódicos medianos, de los EE. UU. 9. La asonada fascista de la marcha de las cacerolas. 10. El complot de la ITT que probaba la mano de “ la reacción” derechista y freísta contra el Gobierno. Cuando “ El Mercurio” lo publicó antes de que el Gobierno lo diera a co nocer, el país atónito comprobó que el documento probaba todo lo contrario. 11. El atentado del macetero de greda en el Cerro Cas tillo. 12. El complot de los chupetes de guagua. 13. El complot del pastel de choclo. 14. El complot de UNICOOP. 15. La asonada fascista de la FESES. 16. El Plan de Septiembre y el luego anunciado Plan Octubre. Es probable que se me olviden algunas de estas denuncias permanentes, cada una de las cuales está destinada a provocar una gran inquietud pública. Pero si se calcula que contabilicé dieciséis en tan sólo veintitrés meses de Gobierno, podemos llegar a la conclusión de que se produce una cada mes y medio. ¿Qué Gobierno puede resistir un descrédito semejante? ¿Y sobre todo en un país dado al humor y al ridículo como Chile? Pero luego sigue todo en iguales términos en todos los ámbitos de la vida nacional. La crisis económica tiene que ser explicada en términos de “ sabotaje”, “boicot”, “ acaparamiento”, etc., etc. Y para tra tar de probar esa tesis, periódicamente, se orquestan campañas destinadas a probar cada una de esas causales. E, inevitable mente, a las pocas horas los afectados se encargan de poner la verdad en su lugar. Y así en relación al cobre, a las industrias, al comercio, a la agricultura, hemos visto surgir decenas de quemantes acu 61 saciones y de denuncias desgarradas. Y todas ellas han resul tado mentiras. ¿Pero, qué otra salida tienen? Desde el momento en que la ineficiencia, la irresponsabilidad, los diagnósticos errados, los métodos inadecuados, la falta de honestidad fueran recono cidos como causales efectivas de lo que ocurre, el marxismo estaría destruido. ¿Porque no es acaso científicamente cierto que todos los problemas derivan del capitalismo, de las es tructuras de dominación, de la burguesía explotadora? ¿Y de saparecidos éstos, cómo pueden seguir subsistiendo los males? E igual cosa ocurre con la violencia y la estabilidad polí tica del régimen. ¿Si es la oligarquía la que tiene que reaccio nar porque le han tocado el interés económico, cómo recono cer que es la ultra-izquierda y el propio oficialismo el que comete los desmanes? El caso del Subsecretario del Interior, el comunista Daniel Vergara, es no sólo paradojal, sino que clínico. Vergara es como el viejo cuento de los fenicios. Cada vez que ocurre algo, su obligación leninista es aseverar rotundamente que se trata de un nuevo atentado de la reacción y la derecha. Poco importa que a las pocas horas los porfiados hechos, una y otra vez, coloquen a Lenín vuelto a la pared y con el cucu rucho de burro en la cabeza. El caso es que la ortodoxia leninista no puede fallar. Y a cada vuelta del examen, Vergara comienza con su ya conoci do... “ los fenicios...” Hace un tiempo atrás, en un debate político identifiqué 19 hechos político-policiales de la más alta gravedad que habían ocurrido en los 45 días que van entre la elección complemen taria de Coquimbo y el aniversario oficialista del 4 de sep tiembre. Y todos ellos, salvo uno, habían sido cometidos por militantes oficialistas con clara y abierta complicidad ofi cial del Gobierno o algunos de sus personeros importantes. Lo grave del asunto es que la lógica de la mentira tiene necesariamente una aceleración degradante. Y el Gobierno in curre en ella cada vez en términos más intolerables para la conciencia democrática. 62 Bastaría decir que en el curso del raes de septiembre, el Subsecretario del Interior ha tenido que mentir tres veces en materias de la más alta gravedad. Mintió cuando afirmó que un militante del PN, cuyo nom bre dio a la publicidad por cadena nacional de emisoras, había confesado su crimen contra el Cabo Aroca, del Cuerpo de Ca rabineros en Concepción. El hecho resultó ser una infamia. Primero, porque los ase sinos habían sido socialistas, desde la sede de su partido; cosa que era comprobable con sólo preguntar en la ubicación en que se habían desarrollado los incidentes. Segundo, porque el inculpado no se había declarado confeso de nada hasta el pun to que la Justicia lo sobreseyó de inmediato. Tercero, porque había la manifiesta intención de encubrir a los asesinos a man salva de un funcionario policial en acto de servicio. El segundo fue su intento de vejar la memoria del joven Avilés, muerto casualmente en disturbios callejeros en San tiago, al afirmar que se trataba de “ un vago”, militante de Patria y Libertad. Fue necesaria la indignada protesta de la familia para que se restableciera la verdad. El tercero, fue llegar hasta el límite del deshoñor al afirmar que la madre del Presidente de FESES había mentido al decla rarse agredida por una banda de hampones oficialistas. Fue necesaria la reacción airada de la dama ofendida para que el inefable Vergara recibiera un bofetón público como nunca antes lo había recibido un funcionario chileno. En estos tres hechos se llega a mostrar la lógica de la men tira. Pero lo que es más grave, se demuestra, también, la lógica misma de los regímenes totalitarios, capaces de amañar la verdad a sus estrictas conveniencias. Si un comunista actúa así en Chile, donde existe libertad de expresión y oposición parlamentaria, pocas dudas pueden caber de los límites de bellaquería e infamia que se pueden alcanzar en un régimen totalitario donde sólo tiene cabida “ la verdad” oficial del Gobierno. En otras esferas, como la económica, el fenómeno se repi te en forma igualmente dramática. El fenómeno de la infla ción, del desabastecimiento, de la baja de la producción, de 63 la emisión inorgánica, de la creciente penuria de divisas, son explicados al país mediante artilugios mentirosos destinados a mantener ocultas al pueblo las verdaderas causas de la cri sis. Igual cosa ocurre con los derechos de los trabajadores, el acceso del campesinado a la tierra, el respeto de medianos y pequeños agricultores, comerciantes y empresarios, etc. etc. En todos estos casos se produce una aceleración creciente de la mentira a medida que la realidad desautoriza en forma más ortodoxa los supuestos de la ortodoxia marxista-leninista. Muchos más ejemplos podríamos dar. ¿Pero a qué si los chilenos los conocen ya todos? Por eso cerramos este punto crucial para entender la aceleración de la crisis política en Chile y la deblacle de la Unidad Popular. 7. El Fin de la Historia: Cuando los Molinos de Viento Atacan a la Unidad Popular. El mundo conocía la célebre historia del Quijote de la Mancha, cuando animado de tanta pasión como irrealismo, cargó contra los molinos de viento, tratando de derrotar así a los gigantes amenazantes de su imaginación. Han pasado varios siglos desde que Miguel de Cervantes nos pintara aquellas páginas inmortales del tipo humano. Ya nadie esperaba que fueran superadas. Pero bastó “el milagro chileno de la Unidad Popular” para que desde este aislado y lejano país, impactáramos nuevamente al mundo con nuestra sorprendente imaginación creadora. Hemos sido capaces de escribir en las páginas solemnes de la Historia de Chile el reverso del viejo cuento cervantino: la Unidad Popular, cómodamente sentada en sus sillones presi denciales, recibe el artero e inopinado ataque de los molinos de viento. Pareciera que éstos habían decidido, después de tantos si glos de lúgubre meditación manchega, tomarse el desquite con tra el ingenio del hombre. Ser ellos esta vez los Quijotes idea listas y generosos. Salir de su inercia para convertirse en au ténticos fantasmas de pesadilla; en gigantes que encierran in sospechados peligros. 64 Y eligieron la noble figura del Gobierno de don Salvador Allende Gossens para hacerlo blanco de sus caprichos. Para paralizarlo de estupor al ver cargar contra él —lanza en ris tre— , a los gigantes galopantes. Y, como es natural, el Gobierno ha reaccionado como lo ha ría todo ser humano en similar apuro: gritar a todo pulmón que lo socorran de esta tragedia; pedir la fe y la comprensión de los demócratas; llamar al pueblo organizado a defender lo suyo (sic); clamar por comprensión, justicia y espíritu de bien. Pero, desde El Siglo de Oro hasta la Era Atómica el tiem po no ha pasado en vano. La inventiva del hombre lo ha perfeccionado todo; le ha dado mil matices y complicaciones. Ha hecho de la nada aparente fuentes de energía incalculables; y de los objetos más inofensivos instrumentos de peligro sin fin. ■ ' , Y así, en esta vuelta de la historia el ataque despiadado tiene otras connotaciones. El entrechocar de petos y mallas de los molinos al galope ha sido reemplazado por el lúgubre ruido de las cacerolas. Ellas no dejan dormir, ni leer, ni pensar. Se han convertido en una tragedia. Son una pesadilla. Están más allá del lumazo y el insulto. Son anónimas en su inmensidad. Son resistentes en su fragilidad. Son el gigante de Aladino convertido en lám para. * , Y hay ruidos que no dejan dormir porque se silencian. Como sucede con las monedas. Y mientras más duras sean, más se alejan en silencio. Y en ese momento se percibe la in mensidad del abismo silencioso; de la nada; del vacío; del socavón; del hambre; de la mendicidad. Y se quisiera escuchar el dulce tintinear de una catarata sonriente que fluye, sin cesar, del cuerno de la abundancia. Y, sin embargo, está tan sólo el silencio. El trágico silencio que desvela y que tiene mil ojos y mil bocas y, lo que es peor, mil puños. Pero también se siente cargar al molino de viento de la propia conciencia. Con su borrachera de imágenes, de inter ventores, de ministros, de conciliábulos secretos y de cóncla ves interminables. Con la sed que deja la ilusión que poco a 3.— C h i l e . 65 poco se aleja y que a veces se quisiera retomar pero que ya está fuera del alcance de la mano. Y mientras tanto, el galope de los gigantes se siente cada vez más cerca. Cada vez más distinguible en la suma de sus ruidos. Y cada tintinear parece golpear un lóbulo cerebral distinto. Al igual que Don Quijote, al vibrar del galope de su Roci nante, veía los mil matices de la cara de los gigantes y sentía arder en sus venas la decisión de derrotarlos. Y, necesariamente, tiene que llegar el instante supremo. El del choque frontal. Cuando toman contacto las fuerzas en pugna. Y no cabe duda que así como el Quijote se habrá sentido sorprendido al verse sentado, de golpe y porrazo, en el suelo, al pie de un molino de viento, con todos los gigantes esfu mados, mucho más lo habrá estado cuando el cuerdo Sancho procedió a explicarle la realidad de lo ocurrido. Y, también lo inexplicable de su actitud y de sus creencias y visiones. Y este Gobierno no será una excepción a la lógica cer vantina. También se sorprenderá cuando sentado, de golpe y porrazo, en el suelo vea en torno a él, no las caras amenazan tes de los molinos disfrazados de gigantes, sino que las meli fluas sonrisas de los hombres nuevos ya satisfechos y enrique cidos. Y mucho más sorprendido se sentirá cuando ese buen y razonable escudero que se llama Juan Verdejo, le explique cómo era de inexplicable su visión de los molinos cargando, cuando los fantasmas estaban todos detrás del trono. Tal vez sólo podría evitarse la sorpresa, si aprendiera la lección del Quijote: detener a tiempo el galope, cuando la cercanía muestre a las claras que se trata no de gigantes sino que tan sólo de pacíficos y quietos molinos de viento. Y que los fantasmas, son tan sólo el mundo tumultuoso de la propia conciencia, o las cercanías que de tanto aproximarse terminan confundiéndose con ella. Poco más tendríamos que agregar acerca de cómo el fun damento ideológico de la Unidad Popular la lleva primero a errar el diagnóstico, luego a fracasar en su política y por últi mo a atrincherarse en un mundo de pesadillas, alucinaciones y fantasmas. 66 Mientras tanto, el pueblo de Chile, cada 24 horas tiene asignada la amarga tarea de vivir la realidad. Y, lo que es más grave, de vivirla sin ilusiones ni esperanzas mientras la Unidad Popular —ortodoxamente fiel a su ortodoxia marxistaleninista— siga ejerciendo el poder. Sirva al menos esta estrategia como eterna lección para nuestros hijos, que si tuvieran que vivir esta experiencia en su madurez les quitaría su razón de vivir, y, también, la nuestra. Este libro y los miles que pudiéramos hacer no ten drían justificación si no existiera la razonable esperanza de poder empezar de nuevo a reconstruir la democracia chilena. 67 EL PAPEL DE LOS MITOS EN LA ESTRATEGIA ECONOMICO-SOCIAL DE LA UNIDAD POPULAR ANDRES SANFUENTES Transcurridos más de dos años desde que Allende asumió el mando, podemos afirmar que “la experiencia chilena hacia el socialismo” camina al fracaso, en el sentido que la Unidad Popular continúa siendo una fuerza política claramente mi noritaria — se ha planteado como meta obtener de un 40 a un 44% de la votación en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973— , que su deterioro es creciente y que se en cuentra imposibilitada para efectuar una apertura política que le permita ampliar su apoyo popular. Este hecho lleva a afir mar que difícilmente se logrará el objetivo fundamental de “ transformar el sistema y el carácter del Estado, para sustituir ese régimen de capitalismo dependiente por el inicio de la cons trucción de una economía y una sociedad socialista” (1) a través de una vía democrática. La hipótesis central contenida en estas páginas es la afir mación que una de las causas fundamentales del fracaso del gobierno de la Unidad Popular consistió en que su estrategia económico-social estuvo basada en un errado diagnóstico de la (1) Vuskovic, Pedro; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco nómicos”, pág. 101, en Basso y otros, Transición del Socialismo y Experiencia Chilena, Ed. PLA, 1972. 69 realidad nacional, producto de la incapacidad tanto de la ideo logía marxista, como de sus intérpretes criollos, para efectuar un análisis correcto. El tema será examinado tomando en cuenta cuál es la es trategia global que se adoptó, así como las políticas concretas a través de las cuales ella fue canalizada. No se evaluarán los resultados obtenidos, sino en forma ocasional, ya que dicha materia es tratada en otros capítulos. Ya se ha analizado el objetivo central del gobierno de la Unidad Popular (2), que apuntaba a transformar a Chile en un país socialista de acuerdo al modelo tradicional: la dicta dura del proletariado ejercida a través de los “partidos obre ros” (léase comunistas y socialistas) en una economía estatizada y planificada centralmente; para ello, el camino estaba condi cionado al uso de la legalidad de la “ democracia burguesa” . En el campo económico, y siguiendo la terminología em pleada por Vuskovic, tenemos un objetivo programático central consistente en “ el propósito de sustituir, a partir del área de propiedad social, la estructura. predominantemente capitalista por el predominio de relaciones socialistas de producción; de establecer dentro del área de propiedad social principios de organización y de dirección socialista, y de conducir la econo mía de modo tal que esa área de propiedad social vaya teniendo un carácter dominante y someta, por lo tanto, al área privada y al área mixta a las condiciones de funcionamiento que pue dan determinarse desde esa misma área de propiedad social” (3), y planteamientos estratégicos consistentes en la política de re distribución y la reactivación de la economía. Esto nos lleva a tratar cuatro temas fundamentales: — la estatización de la economía, — el rompimiento de la dependencia externa, — la política de reactivación y — la redistribución de ingresos. (2) Véase el capítulo de Claudio Orrego. (3) Vuskovic, Pedro; op. cit., págs. 102-103. 70 1. LA ESTATIZACION DE LA ECONOMIA. A. El camino del poder. El "recetario” indicaba que en esta sociedad “ capitalista, monopólica y dependiente” — como repetitivamente fue cali ficada la prevaleciente en Chile 1970— , los centros básicos del poder eran detentados por los propietarios de los medios de producción de las “grandes empresas monopólicas”, aliados con el capital extranjero; las “ superestructuras” — Estado, Congre so, Poder Legislativo, Partidos Políticos no obreros, Fuerzas Armadas, Iglesia, etc.— , respondían a sus intereses de clase (4). En una sociedad de este tipo, si los medios de producción eran arrebatados a los “monopolistas” y entregados al pueblo, re presentado a través de los partidos “obreros” en el Gobierno “Popular”, el centro básico de poder cambiaba de manos y la economía, por este hecho, dejaría de ser “ capitalista” para transformarse en “ socialista” (5). (4) “Los dueños de los medios de producción, al tener en sus manos el poder económico, tienen en sus manos al Estado con todo su aparato: fuerzas armadas, policía, magistratura o aparato ju dicial, funcionarios del Estado, etc. Tienen en sus manos, por lo tanto, no sólo el poder económico, sino también el poder político”. Y también el poder ideológico a través del control de los medios de comunicación de m asas y el contenido de los programas de edu cación. Hameker, M. y Uribe, G.; “Explotados y Explotadores”, pág. 40, Ed Quimantú, 1972. El senador Corvalán reafirmaba la idea en la siguiente frase: “La Constitución Política, los Códigos, la organización institucional responden ante todo a los intereses de la burguesía. Ello contribuye a que en el Parlamento, en la sindicatura y en los medios de co municación de masas la burguesía y la oligarquía detentan aún fuertes posiciones políticas” (Informe rendido al Pleno del Comité Central del Partido Comunista. “El Siglo”, 27 de noviembre de 1970, pág. 7). (5) Este tipo de pensamiento político ha llegado a extremos tales de simplismo que incluso el “Ministro” Director de ODEPLAN, Gonzalo Martner, convocó en septiembre de 1972 a una conferen cia de prensa para anunciar oficialmente que “Chile había dejado 71 El proceso de traspaso de poder iría cambiando la “ corre lación de fuerzas” hasta un punto tal en que entrarían a pre dominar las relaciones socialistas de producción, aunque con tinuaran subsistiendo durante un tiempo sectores o comporta mientos capitalistas. * La estrategia de estatizar toda empresa “monopólica” (6) pasa a ser una piedra angular del proceso de consecución de “ todo el poder” para el “pueblo”. Una vez transferido al Es tado el “ corazón del sistema”, los restantes centros de poder perderían su llamada “ base de sustentación” (7) y aparecería la nueva institucionalidad y una distinta legalidad. De allí nace la terquedad a toda prueba del Ministro Vuskovic, artífice y ejecutor de esta parte de la estrategia, — que la denominaremos la política a largo plazo del Gobierno— , por llevar a cabo este objetivo central y con posterioridad, único (8), de ser un país capitalista”, así como el propio Presidente Allende, en algunos de sus discursos, ha anunciado en forma solemne que Chile dejó de ser “dependiente”, al nacionalizar la Gran Minería del Cobre, el Hierro y el Salitre. (6) El término “monopolio” para la Unidad Popular tiene un significado totalmente distinto de aquel que universalmente es aceptado en la Ciencia Económica y que se refiere a una unidad económica que es la única oferente en un determinado mercado y donde el bien que produce no posee sustitutos cercanos. En el len guaje “nuevo” se utiliza este término para referirse a toda empre sa de propiedad privada que sea “grande”, ya sea por su volumen de capital, de ventas, de producción, o por el número de trabajado res ocupados. Si esta misma unidad productiva pasa a propiedad del Estado, deja de ser “ monopólica” ya que cambiaría su carácter. Para un análisis más detallado véase el capítulo de Sebastián Piñera. (7) En referencia a este punto central, de la igualdad poder económico-poder político, básico en el pensamiento marxista, véase Raúl Atria: “Propiedad de los Medios de Producción y Poder Po lítico”, Ciencia y Mito en el Análisis Social, Editorial Del Pací fico, 1972. (8) Desde fines de 1971, cuando reconoce el fracaso de su polí tica económica de corto plazo o de “coyuntura”. La exposición más completa al respecto es su discurso a los interventores y sim ila res en el Teatro Bandera, el 12 de mayo de 1972 y que aparece pu blicado en forma íntegra en el diario “Clarín” del 18 de junio de 1972. 72 de su acción en el Ministerio de Economía y que también ex plica la seguidilla de tomas, requisiciones, e intervenciones con que contestó a las aperturas explícitas o implícitas que su “ com pañero” Allende efectuó hacia la Democracia Cristiana, las cuales podrían haber puesto en peligro la dureza, profundidad e irreversibilidad de la ampliación del área de propiedad “ so cial” (9). El error básico de identificar poder económico y poder político, aparece de manifiesto en el hecho de que a pesar que los objetivos programáticos de la constitución del área estatal están prácticamente cumplidos al cabo de dos años, todavía la sociedad chilena no entra a la categoría de “ socialista” . Como ha quedado demostrado, esta democracia “burguesa” presentaba tres características no consideradas en el análisis y trascendentales para poder efectuar un diagnóstico correcto de la realidad chilena: a) Los centros de poder, en una sociedad tan evolucionada y sofisticada como la nuestra, no están concentrados en manos de los propietarios de los medios de producción. Los intereses de la SOFOFA, la Sociedad Nacional de Agricultura, los “ Pi rañas” y los Edwards han demostrado ser diferentes a los del Partido Demócrata Cristiano, la Contraloría, el Poder Judicial, o las Fuerzas Armadas. “ Los que mandan” en Chile no eran sólo los “ señorones de la industria”, así como hoy no lo son únicamente los burócratas del Gobierno. La sociedad chilena posee una cantidad de focos de poder mucho más numerosos, diversificados y descentralizados que lo predicho por el simplificador análisis marxista; aparte de este fenómeno de dispersión, muchos de los centros de poder son pluriclasistas. (9) El momento en que se refleja con mayor claridad este as- • pecto es en el dramático episodio de las primeras “conversaciones” entre el Ministro Sanhueza y personeros de la Democracia Cristia na, referentes al proyecto de Reforma Constitucional HamiltonFuentealba y que terminaron, finalmente, con la salida del Gobier no del Partido de Izquierda Radical (PIR ). En esa ocasión, Vuskovic ordenó la requisición de Pinturas Ceresita (el acaparamiento de aceite comestible) y Comandari. 73 b) Algunas de las instituciones claves de la democracia chilena han demostrado una legitimidad en términos del “ con senso” nacional realmente destacada, porque “la fortaleza de una democracia no depende del talento y el poder de sus “ no tables”, sino que del grado de legitimidad que ella encarne ante los ojos de su pueblo. Y ésta no es más que la resultante del grado de democratización de las estructuras para ir generando participación amplia en la conducción y en los resultados del esfuerzo colectivo” (10). Han sido los Partidos Políticos, la separación de los poderes del Estado, el movimiento sindical, los mecanismos de control del Estado, etc. En esta materia, pues, el diagnóstico UP aparece como ca tegóricamente incompleto, ya que solo en parte sucumbe el sis tema institucional. Efectivamente, los centros de poder econó mico basados en la propiedad se desintegraron rápidamente; como dice Orrego, “ el ocaso de los grandes imperios indus triales ha demostrado que la norma jurídica de la propiedad carecía de sustento social real, de manera que bastó el primer envión antilegal para que cayeran sin la defensa de nadie” (11), y la explicación de este diferente comportamiento de los chi lenos entre la defensa de sus derechos políticos y la del dere cho de propiedad privada la expresa el mismo autor en térmi nos muy certeros con las siguientes palabras: “los chilenos, actuando sin pensar, han ido abriendo paso a un modelo re lativamente original de organización económica y política, don de coexisten una democracia política de alto pluralismo y fun cionamiento normal, con una economía en la cual el Estado dispone de facultades enormes para regularla y conducirla” (12). c) Las palábras de la frase anterior nos dan la clave del último error. Chile, en noviembre de 1970, no era un país capitalista de acuerdo a la definición tradicional que estable ce entre sus elementos esenciales la propiedad privada de los medios de producción, la apropiación de las utilidades o exce(10) Claudio Orrego; “Empezar de Nuevo”, Edit. del Pacífi co, pág. 81. (11) Claudio Orrego; op. cit., pág. 120. (12) Claudio Orrego; op. cit., pág. 126. 74 dentes por parte del capitalista, el poder de gestión de la em presa en manos del propietario y el asignarle al Estado un pa pel de no interventor en la economía. Con esto tampoco esta mos diciendo que Chile era un país socialista ni que el capita lismo de Estado fuese todopoderoso; simplemente, sólo que su funcionamiento era enormemente sofisticado y difícilmente puede decirse que el “ capitalismo” era la “ relación de pro ducción dominante” y “ las otras relaciones de producción tie nen un papel secundario y van desapareciendo a medida que se desarrollan las primeras” (13). Al menos desde 1925 y con un especial énfasis a partir de 1938, tenemos un largo proceso de intervención del Estado ya sea a través de su acción directa, la formulación de la po lítica económica o los poderosos instrumentos de control de que ha dispuesto crecientemente, como el propio Gobierno de la UP lo ha demostrado en estos dos años. El estatismo creciente de medio siglo no ha sido precisa mente un instrumento que sólo han utilizado los capitalistas para poner al Estado a su servicio (14). En este sentido, los profetas del marxismo criollo no sólo vieron un país .que no existía, sino que además no leyeron su historia en forma correc ta. En parte, el equívoco proviene de una lamentable confusión entre capitalismo y mercado, términos que muchas veces se ven asociados, aunque se refieren a instituciones que cumplen un papel diferente en la sociedad, tal como ocurre en los países de Europa Oriental, definidos como socialistas por el hecho de ser el Estado el propietario de la mayor parte de los me dios de producción, pero donde el mercado se ha ido convir tiendo en el mecanismo básico de asignación de recursos en reemplazo de la planificación centralizada. (13) Harnecker, M. y Uribe, G.; op. cit., pág. 50. (14) Sobre la influencia económica del Estado en Chile véase: Bardón, Alvaro: “La Economía Chilena en los Años Setenta”, IDEP, Mimeo. Respecto a la evolución histórica del Estado y los estratos sociales que en él influyen puede examinarse: Pinto, A.: “Chile, un Caso de Desarrollo Frustrado”, Ed. Universitaria. 75 B. La Estructura de Clases. La simplificación de dividir dogmáticamente a una sociedad en dos clases fundamentales: explotadores y explotados, lleva al Gobierno a diseñar toda su política basada en ese postulado. En términos simplificados, los explotadores, propietarios de los medios de producción detentan el poder económico y po lítico, mientras los explotados, por su condición de asalariados, están al margen de los instrumentos de poder. El esquema biclasista se superpone al otro supuesto clave que ya comentamos: la propiedad de los medios de producción es la fuente básica del poder político. Aquí el argumento crítico está en que los explotados, que conforman numéricamente la gran mayoría de la población, como proletariado o clase obrera, apoyarán activamente a un Gobierno que los libere de esa condición y se volcará en con tra de sus explotadores (la clase capitalista). Entonces, el pro ceso de estatización sólo puede ser realizado por un Gobierno que represente auténticamente a los explotados porque carece de compromisos con los “ monopolistas” . Será la lucha de dos clases, de las cualés la mayoritaria tiene “ su” Gobierno. En esta’ polarización, la estrategia del Gobierno tiene que velar por volcar a su favor, o al menos neutralizar, a la tercera cla se, no determinante, la pequeña burguesía y a los diversos “grupos sociales”— empleados públicos, Fuerzas Armadas, tra bajadores de servicios, pequeña burguesía intelectual, super visores y administradores de empresas, etc. (15). (15) Hamecker, M. y Uribe, G.: “Luchas de Clases”, Vol. I, Ed. Quimantú, 1972. El Secretario General del Partido Comunista decía en noviem bre de 1970: “Los enfrentamientos sólo ahora comienzan. Vendrán nuevos enfrentamientos de clase. La nacionalización del cobre y La estatización de toda la banca, para citar sólo dos cosas, se transfor marán en una seria lucha con el imperialismo y la oligarquía. E s tos defenderán con dientes y muelas sus bastardos intereses... No habrá carta que no pongan en juego... La subversión reaccionaria y el golpe de estado están también en la baraja de los imperialistas y oligarcas, con lo cual pueden obligar al pueblo a algún tipo de enfrentamiento armado. Por lo tanto y en primer término, hay que hacer todo lo posible para ponerles camisa de fuerza”. (Informe al Pleno del Comité Central, 27 de noviembre de 1970). 76 Si se divide una sociedad capitalista entre los explotadores, que son los propietarios de los medios de producción y sobre esa base organizan la producción y, por otro lado, los explota dos, caracterizados por el hecho de no poseer propiedad, a lo que se agrega su conciencia de clase, es muy fácil caer en sim plificaciones peligrosas si en ello se basara la acción política, tal como ocurrió con la Unidad Popular. La dificultad princi pal se encuentra en que estas dos clases las únicas importan tes, constituyen un sector minoritario de la sociedad chilena. Si consideramos, en primer lugar, a los “explotadores”, ob servamos que la realidad de la sociedad capitalista inglesa de hace 100 años — que se traslada en una forma bastante mecanicista al Chile actual— aparece distinta, en lo fundamental, a la situación en nuestro país a fines de 1970. Obviamente no era el Estado chileno una copia del Estado Liberal inglés de esa época; su importancia como propietario de capital ya en el momento de iniciarse el gobierno de la Unidad Popular es decisiva (16), aparte del surgimiento de otras formas de propie dad no estatal ni capitalista (17). Por otra parte, en la época a que corresponde el diagnóstico original de Marx debe recordar(16) En el sector industrial, donde según el programa de la UP, se encontraba el núcleo del “capitalismo” y donde el Estado no había efectuado aún una acción “expropiadora”, las empresas con la totalidad o la mayoría de su capital de propiedad estatal par ticipaban con el 25,1% del total de las rentas industriales a fines de 1970 (ver Bardón, A.: “Control Directo del Estado en la Industria Manufacturera” en Comentarios Sobre la Situación Económica, Ta ller de Coyuntura, Departamento de Economía, Universidad de Chile, pág. 161). Cabe consignar que si se le agregan las empresas integradas al “área de propiedad social” en forma permanente o transitoria y la totalidad de las 91 empresas deseada por la UP, el porcentaje al canza al 51,5%; el resto está constituido por medianas y pequeñas empresas y producción artesanal. Si se examinan otros sectores don de existen empresas de tamaño importante, la propiedad y control estatal es aún más decisivo como, por ejemplo, en la Minería, Gene ración de Energía, Transporte, Servicios Financieros, Educación, Salud, etc. (17) Como las cooperativas, por ejemplo, de gran importancia en la Agricultura, la Distribución y los Servicios Financieros. 77 se que la acción gubernamental estaba confinada sólo a las funciones de proveer policía, justicia y defensa y a velar por que se dieran las condiciones de competencia en todos los •mercados. La realidad, más de un siglo después, cambia radi calmente con todo lo que ha significad!? el nuevo papel que cumple en Chile 1970, a través de sus diversas políticas eco nómicas, la planificación y los mecanismos de control de que dispone y que ejerce. Agregar, por otra parte, que este Estado defiende sólo los “ intereses” de clase del capitalismo monopólico dependiente aparece como una simplificación excesiva, sobre todo cuando los propios capitalistas, con el tiempo, se han transformado en otro de los grupos que ejercen presiones de_tipo reivindicacionista frente al Estado. El “modelo” chileno de los últimos decenios también ha tenido la peculiaridad de no contar con una “ clase capitalista” dinámica, emprendedora y audaz, sino con diversos grupos empresariales cuya función esencial ha consistido en buscar la protección y aliento del Estado para realizar sus proyectos productivos a la sombra de un alero seguro. Su mayor o me nor éxito individual dependió de la posibilidad de acceso a los innumerables centros de poder asociados al Estado, más que de su espíritu innovador. Podría decirse que Chile es un caso donde el conflicto entre los muy diversos grupos de poder se ha ido progresivamente internalizando en el seno del Estado. Cabe anotar el notable cambio que se ha ido generando en la estructura interna de la empresa desde los tiempos de Marx, y, en especial, durante las últimas décadas, donde se ha pro ducido una progresiva disociación entre el capitalista y la fun ción gerencial o administradora, sobre todo en las empresas de gran tamaño. La disociación ha ido acompañada por un po der de los ejecutivos en las decisiones básicas de la empresa cada vez mayor, en perjuicio de la influencia de los dueños del capital. El esquema “ propietarista” de la lejana denuncia de Marx, va perdiendo, en esa forma, gran parte de su antigua importancia, proceso que en Chile se ha visto repetido. A esto se ha ido agregando la creciente participación de los trabaja dores en algunas decisiones de las empresas, principalmente co mo fruto de sus triunfos en la lucha sindical, de manera que es difícil encontrar frente al capitalista a un extenso contin gente de asalariados dispuestos a aceptar el mero “ salario de subsistencia”. Todas las salvedades anteriores no anulan el hecho cate górico que la existencia de una o varias empresas de carácter monopólico ejerce algún tipo de explotación, ya sea contra el trabajador, el consumidor o a ambos conjuntamente. Y la eco nomía chilena ha estado y está plagada de situaciones monopólicas de la más variada índole. Pero, también el esquema biclasista carece de significación por el lado de los “explotados”. Las condiciones que debe po seer un grupo para constituirse en “ explotado”, como son las de ser “ agrupaciones de personas que desempeñan funciones similares en el proceso de producción” y además poseer “con ciencia de clase” (18) muestran su deficiencia para contener a un número apreciable de aquellos chilenos que no caen en esa otra categoría de “ capitalistas explotadores” (19). La con ciencia de clase nos lleva a extremar los requisitos, ya que no basta la condición objetiva de estar siendo explotado, sino además se requiere el estar consciente de los intereses de cla se (aquellos considerados estratégicos a largo plazo). Un análisis muy somero y general de la población chilena lleva a considerar que los “explotados” que responden a la concepción marxista primitiva y que con tan poca originalidad es aplicada automáticamente al Chile 1970, constituyen una minoría ya que quedarían excluidos: (18) Urzúa, Raúl: “Explotadores y Explotados” en Ciencia y mito en el A nálisis Social, op. cit. (19) “Hay un cierto consenso entre los críticos y exégetas con temporáneos en el sentido de que, por lo menos en sus obras cien tíficas más importantes, Marx reservó el uso de la expresión clase social sólo para el modo de producción capitalista”. Urzúa, Raúl: Op. Cit., Pág. 18. Recordemos, a propósito, que este esquema biclasista Marx lo aplica sólo a las relaciones capitalistas, sin desconocer la existen cia de otra estructura de clase en diferentes tipos de organización no capitalista de la producción, aspecto casi permanentemente ol vidado en los planteamientos políticos de la Unidad Popular. a) La amplia gama de “ trabajadores por cuenta propia”, que alcanzan al 22% de la población activa del país y que incluye a grupos tales como: pequeños industriales y Comer ciantes, artesanos, minifundistas, pescadores, vendedores am bulantes, transportistas, etc. (20). b) Los trabajadores del Estado: burocracia, policías, mili tares, profesores, trabajadores de las empresas del Estado, etc. (21). c) La gran mayoría de los empleados, incluso en el sector capitalista, que carecen de “ conciencia de clase” . d) Los cesantes, trabajadores ocasionales, ocupados con “pololos”, etc, llamados “lumpen” o “ marginales” . e) Los asalariados productores de servicios (como, por ejemplo, empleadas domésticas, jardineros, peluqueras,, lavan deras, etc.) ya que quienes compran su fuerza de trabajo no lo hacen para poder producir plusvalía (22). f) Campesinos beneficiados por la Reforma Agraria. g) La población inactiva: jubilados, retirados, rentistas, dueñas de casa y estudiantes. Como puede observarse, los propiamente “ explotados” pa san a ser los obreros sindicalizados del sector industrial y de ciertos núcleos mineros y agrarios. Esta minoría, representada por la CUT, pasa a ser, entonces, el “ pueblo” y los partidos que la dominan, los “partidos obreros” o representantes del pueblo. Se requiere “ que la clase obrera esté organizada como clase a nivel nacional a través de su organización sindical y (20) Este sector contiene algunos de los estratos más pobres de la sociedad chilena. En 1969, el ingreso promedio anual per cápita llegó a E° 7.462,— y muy por debajo de los empleados que tuvieron É° 23.028,— . Ver Tapia, Daniel: “Aspectos del Proceso de Redistribución del Ingreso” en Comentarios Sobre la Situación Eco nómica, op. cit., pág. 219. (21) Según Daniel Tapia, solamente el Gobierno Central ocupa ría 340.000 funcionarios en 1970, o sea, alrededor del 11% de la po blación activa, la cifra no incluye los trabajadores de las empresas estatales. (Ver cita anterior, pág. 216). (22) Hamecker, M. y Uribe, G.: “Lucha de clase”, Vol. I págs. 26 y 29. 80 que sus luchas estén orientadas por un partido proletario que reúna a los sectores más avanzados de ella” (23). Habría que agregar que estos sectores de trabajadores no son los más po bres de la población activa, si se toma en cuenta la informa ción existente dentro del conjunto de trabajadores chile nos componen uno de los grupos con un mayor nivel de ingre so y, desde ese punto de vista, el concepto de “ explotación” demuestra ser poco operacional. El error de diagnóstico del Gobierno con respecto a la estructura de clases en Chile le llevó a un fracaso en su estra tegia de esperar el enfrentamiento entre la gran masa proletaria y el pequeño grupo de burgueses capitalistas que detentaban la totalidad del poder. En una sociedad donde la clase “ obre ra” , — definida en los términos marxistas tradicionales— es importante, pero numéricamente minoritaria, no puede darse la lucha de clases prevista, sobre todo si el resto de la sociedad no permanece neutral y escasamente se siente interpretada por el Gobierno. Con el transcurso del tiempo la estrategia de es perar el enfrentamiento mientras la “ correlación de fuerzas” no fuera favorable a los partidos marxistas y de buscar alian zas transitorias con otros grupos sociales, como ha sido cons tantemente planteado por el Partido Comunista, fue cambiando énfasis y progresivamente se empiezan a plantear elementos pa ra una búsqueda de la lucha más directa, de una agudización de “las relaciones antagónicas” entre las clases capitalistas y proletarias. La formación de una extensa área de propiedad estatal lleva a algunas observaciones adicionales: a) En las empresas estatizadas se mantiene el esquema propietarista de carácter tradicional: manda quien posee el capital. Antes, el capitalismo privado; hoy, el capitalista Esta do. El proceso ha significado un cambio de dominio de los medios de producción pero, ¿qué cambio sustancial ha signi ficado esto para el asalariado? Los “ burgueses” ya no tienen el poder de contratación, de mando ni de apropiarse de las utilidades pero, ¿quién lo tiene ahora?; ¿los trabajadores? (23) Hamecker, M. y Uribe, G: “Lucha de Clase”, Vol. II pág. 7. 81 Si bien hay sectores de la Unidad Popular que han tenido una conciencia clara de la importancia de la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas, surge la gran incógnita de hasta qué punto el proceso está derivando en un mero capitalismo de Estado, propio de la visión dogmática del Partido Comunista y sus temores de perder el control del área. Aunque, la apropiación de las empresas ppr el Estado •ha significado que los trabajadores pasaron de una acción ejerci da solamente a nivel sindical a un esquema donde explícita mente deben integrarse a la dirección, continúa existiendo la duda de hasta qué punto es partícipe y responsable de las de cisiones fundamentales, cuando no está integrado a los mecanis mos donde realmente se ejerce el poder, donde no cambian, en su esencia, las superestructuras de siempre. La pregunta clave pasa a ser si el “proletariado” industrial está motivado primordialmente por la “ revolución” y el cambio de esta so ciedad “ capitalista” por una “ socialista” o está por el aumen to de su nivel de ingreso y la elevación del consumo. Si desea participar en la sociedad a través de los “partidos obreros” que lo representan en el Estado o más bien aspira a la partici pación directa en su propia actividad productiva, tanto en la gestión como en las utilidades “ comunitariamente” generadas. En esta forma, como lo expresa Raúl Urzúa, “ esa misma distinción entre proletariado, partido y Estado dejan en situa ción bastante nebulosa incluso los intereses objetivos del pri mero, ya que la abolición de la propiedad privada no va a cambiar necesariamente su situación de manera significativa. Cuáles son los intereses objetivos del proletariado pasa a ser de esta manera una pregunta abierta” (24). b) Un fenómeno generalizado, aunque con numerosas ex cepciones, ha consistido en que los obreros industriales han apoyado las estatizaciones en forma mayoritaria. La Unidad Po pular ha interpretado este respaldo como una prueba de su ímpetu “ revolucionario” ; sin embargo, una investigación pre liminar efectuada en estas empresas muestra una realidad ex traordinariamente compleja en el sentido de que las motivacio(24) Urzúa, Raúl: Op. cit., pág. 27. 82 nes no son únicas y mucho menos uniformes entre los traba jadores. Los factores de mayor importancia, al parecer, han sido los siguientes: 1. Convencimiento de que la intervención o estatización permitirá a los trabajadores estar mejor que antes, especial mente en materia de remuneraciones. En algunas empresas se han efectuado ofrecimientos previos; en otras, la observación que el traspaso al Estado se traduce en un aumento de salarios. El Gobierno ha pagado para convencer y además tiene la mano más extendida en las negociaciones sobre remuneraciones. 2. El deseo de una “mayor libertad de acción” que trae consigo el traspaso. Esta mayor anarquía o relajo ofrece venta jas a un sector importante de trabajadores, especialmente donde la disciplina laboral y las exigencias en el rendimiento eran muy rígidas en la época capitalista. 3. El convencimiento que la empresa no podía seguir ope rando en su status privado, ya que la política de congelamiento de precios e interrupción del crédito la llevaba a la ruina. Ante la disyuntiva estatización o quiebra, los trabajadores optan por asegurar su fuente de trabajo. 4. Existencia de mayorías por la estatización basadas en argumentos políticos: respaldo al Gobierno, la conquista del socialismo, etc. 5. Excelente entrenamiento de los dirigentes sindicales marxistas, combinado con la acción de funcionarios de Gobier no y desorganización de los trabajadores opositores, que se refleja en un eficaz manejo de asambleas, manifestaciones, etc. 6. Existencia de grados importantes de explotación que se traducen en odio al patrón. El “nuevo patrón” (el interven tor) no podrá ser peor. 7. Capitalistas que buscaban la negociación con el Estado directamente, ya sea como venta o como empresa mixta. Si el capitalista no se opone, ¿cómo se van a oponer los trabaja dores? 8. Gran desconocimiento en muchos sectores de lo que realmente es una “ empresa de trabajadores” que es el único esquema alternativo que los asalariados pueden presentar. A esto se agrega la impresión que el Gobierno no permitiría el 83 éxito de estas experiencias, lo que lleva a aceptar el área estatal como “mal menor” a la permanencia en el sector privado. 9. Reivindicación social. En una serie de industrias donde la estatización ha sido solicitada por los obreros, a pesar de la posición contraria de empleados y supervisores, se le utiliza como medio para nivelarse con esos otros sectores que tienen una mayor situación económico-social. La existencia de causales que no son estrictamente revolu cionarias, aparte de mostrar que “ el hombre nuevo” no ha na cido masivamente en Chile, explica la extendida y creciente indisciplina laboral en parte importante del área estatal y el manifiesto fracaso de los trabajos voluntarios, a pesar que sólo pueden tener ese ^verdadero carácter cuando desaparece nítida mente la dicotomía explotadores-explotados (25). c) La constitución de una extensa área social con exigen cias de una efectiva participación en algunas empresas, o del relajamiento laboral en otras, le plantean al Gobierno una si tuación de conflicto con los propios trabajadores en cada uni dad productiva. Además, progresivamente, se le empieza a crear un nuevo frente, que pasa a ser la población en su conjunto, la cual culpa de los problemas económicos no sólo al Gobierno como tal, sino que a las empresas estatales productoras (26). Si bien los grandes capitalistas han perdido su poder econó mico y por consiguiente su cuota de poder político, ¿hasta qué punto el traspaso de ese poder económico al Estado le está (25) Ha sido descrito con cierta frecuencia el caso de empresas del área estatal donde el trabajo “voluntario” ha tenido que cance larse con el pago de sobretasas por ser realizado como sobretiempo o en días festivos. (26) Por ejemplo, la Revista Ercilla en su N-> 1939 da cuenta de una encuesta de opinión pública realizada a principios de septiem bre de 1972, donde ante la pregunta ¿quién cree Ud. que es más responsable del desabastecimiento: el Gobierno o la oposición, los comerciantes o los fabricantes?, arrojó como resultado que un 50% de los entrevistados culpó al Gobierno y un 26% a los fabricantes (un 29% en los estratos bajos). A estas alturas, ¿quiénes son los fabricantes?, ¿los tradicionales capitalistas o las empresas inter venidas o estatizadas?; por supuesto que lo importante es la apre ciación subjetiva de los encuestados, no la objetiva. 84 significando un equivalente aumento de su poder político? ¿No sería ésta una fuente importante y creciente de pérdida de apoyo y respaldo? Sería otro elemento que agregar al creciente deterioro democrático del Gobierno, reflejado cada cierto tiem po en derrotas electorales y que se contrarresta con sus ganan cias de poder burocrático. C. La captación del excedente. La estatización de la economía, si bien estaba centrada en el asunto cjel poder, también buscaba lo que se llamó el “ tras paso de los excedentes de las empresas monopólicas hacia el Estado” (27). Esta masa de recursos constituía el mecanismo principal que usaría el Ejecutivo para poder elevar la tasa de inversiones a un nivel que permitiera la iniciación de un rá pido proceso de desarrollo. El Propio Presidente Allende ha expresado claramente que “ la supremacía del área de propiedad social supone la captación y utilización del excedente por ellos generado. Por consiguiente, es necesario garantizar que el sector financiero y gran parte del sector de distribución integren el área de propiedad social. En síntesis, es preciso controlar el proceso productivo, el finan ciero y, particularmente, el de comercialización” (28). Pero, no se trata sólo de un problema de centralización extrema de las decisiones, no es sólo la fiebre estatizadora que le lleva a decir al primer mandatario que “ es nuestro propósito que ningún proyecto de inversión se lleve adelante si no está incluido en los planes que centralmente aprobará el Gobierno” (27) Sobre el concepto de “excedente económico”, véase el capí tulo de Sebastián Piñera y, además, “Los Débiles Pilares de la Polí tica Económica: la Capacidad Instalada y el Excedente Económico”, en Itinerario de una Crisis de A. Bardón, J. Cauas, S. Molina, A. Sanfuentes y J. L. Zabala, Ed. del Pacífico, 1972, 192 págs. (28) Mensaje al inaugurar el período ordinario de sesiones del Congreso Nacional, 21 de mayo de 1971, citado en Martner, G., edi tor, “El Pensamiento Económico del Gobierno de Allende”, págs. 34-35, Ed. Universitaria, 1971. y de reclamar “la urgencia de establecer un sistema de plani ficación que asigne los excedentes económicos a las distintas tareas de la producción” (29); se pretende un cambio cualita tivo de manera de “programar la producción de las empresas del área de la propiedad social, para condicionar desde allí el funcionamiento de las empresas del área privada, para facilitar la canalización de excedentes hacia un fondo común de exce dentes de las empresas del área de propiedad social, de manera que puedan ser reasignados con criterio socialista, según la planificación general de la economía y no con criterios parti culares de ganancia capitalista” (30) (no subrayado en el ori ginal). La definición precisa de dicho “ criterio socialista” nunca se ha expresado en una forma muy clara; en este sentido el Ministro Zorrilla habló de solucionar los cuellos de botella que impedían una rápida expansión de la producción y el propio Allende fijó, en la política para asignar inversiones, pautas tan generales como la producción de bienes de consumo popular, la ampliación de la infraestructura de transportes y la genera ción de divisas — a través de las exportaciones y la sustitución de importaciones— . Obviamente, éstos no son criterios que vayan a reemplazar la ganancia capitalista, sino meras indica ciones de preferencias globales que no permiten elegir entre proyectos alternativos de inversión; la literatura que trata del problema en economías centralmente planificadas también mues tra dificultades serias para determinar “ el criterio socialista” . La meta de crecimiento económico acelerado no ha consti tuido hasta la fecha una de las preocupaciones fundamentales del gobierno, a no ser en forma de declaraciones muy generales. Como se verá más adelante, este elemento esencial de la estra tegia de largo plazo, de conseguir un importante aumento fu turo de la cantidad de bienes y servicios disponibles a través de la formación de capital, rápidamente entra en contradicción con los objetivos inmediatos o de corto plazo, en que los as pectos “populistas” de la estrategia llevan al Gobierno a di(29) Martner, G. op. cit., págs. 33-34. (30) Vuskovic. P. op. cit., pág. 112. 86 ferir el esfuerzo inversionista del país en favor de un masivo aumento del consumo (31). ODEPLAN lo planteó en forma muy explícita y al señalar la prioridad de la redistribución de ingresos opinaba que “ el distraer de este objetivo los limitados recursos de inversión destinándolos a proyectos de largo pe ríodo de gestación y alta densidad de capital, implica limitar fuertemente las legítimas aspiraciones de las mayorías, puesto que supone mantener fuertes desigualdades no solamente entre altos ingresos y trabajadores, sino que incluso dentro de los mismos trabajadores, entre ocupados y desocupados” (32). A pesar del gran cúmulo de observaciones que merece la frase, es bastante ilustrativa en la materia que nos preocupa. D. II El “modelo” Vuskovic-Novoa. La estrategia de largo plazo del Gobierno de la Unidad Popular, cuyos cerebros fueron Eduardo Novoa en la implementación jurídica y Pedro Vuskovic en su ejecución, merece algunos comentarios adicionales: a) Era inevitable. Por sus juicios sobre la realidad chilena, por el enfoque dogmáticamente marxista, el proceso de estatización era el punto central de toda la estrategia. En este sen tido, un examen de los documentos políticos y técnicos de los partidos e intelectuales de la Unidad Popular durante los últimos 30 o más años, lleva a la conclusión que no sólo se esperaba de este proceso la liquidación de todo grupo impor tante de poder en la sociedad “ antigua”, sino que era la piedra filosofal de la “ nueva” sociedad, donde todos los problemas políticos, económicos y sociales desaparecerían por arte de magia, ya que eran provocados por el “capitalismo monopólico dependiente” . (31) En efecto, en 1971 se produce una sustancial caída de la in versión que se estim a se repetiría en 1972. Véase, ODEPLAN, ‘‘In forme Económico Anual 1971” y Taller de Coyuntura, Departamen to de Economía, Universidad de Chile, op. cit., artículos de P. Jaftanovic, y D. Tapia y A. Sanfuentes. (32) ODEPLAN, “Visión Perspectiva del Plan de la Economía Nacional 1971-1976”, en Martner, G., op. cit., pág. 73-74. 87 b) Era el único aspecto definido de antemano y que sus citaba consenso estratégico. Existen síntomas bastante claros que el triunfo de Allende fue inesperado para la mayoría de sus partidarios y entre aquellos que tuvieron fe en la victoria la preocupación fundamental estuvo concentrada en la consecu ción del triunfo, más que en la preparación del gobierno. A vía de ilustración, un examen en profundidad del “ Programa Básico de Gobierno” muestra que contiene un extenso “ diagnóstico-denuncia” de nuestra sociedad, una explicitación clara, aunque vaga, de los objetivos del movimiento, pero una dolorosa orfandad en las políticas concretas, del cómo se iba a gobernar. En este caso, el elemento principal no es la intención de ocultar el cómo se iba a ejecutar el programa, sino la carencia de estu dio, clarificación y decisión en esta materia. De aquí surge esa permanente sensación de improvisación que el gobierno ha estado ofreciendo desde su inicio, excepto en un solo punto en la esfera económico-social: la necesidad de estatizar (33) c) Como “ modelo” carece absolutamente de originalidad. El “ camino chileno hacia el socialismo” ha caído en forma extrema en nuestro gran vicio nacional de copiar las experien cias extranjeras. La peculiar situación económico-social chile na, los escollos que se han ido encontrando en el camino, no han sido obstáculos que lleven a introducir variantes en el " mecánico proceso de los países comunistas. Ni siquiera la ex periencia de la Unión Soviética y, en especial, de los países de Europa Oriental en los últimos años ha sido un elemento de aprendizaje para los ejecutivos del gobierno. El Ministro Vuskovic se transformó así en un ejecutor tenaz y burdo de aquella etapa de nuestra vida nacional en que hemos recurrido al plagio histórico con la mayor intensidad. El aspecto “original” de la estrategia estuvo en su concep ción jurídica, donde el abogado Eduardo Novoa elaboró toda una mecánica operacional basada en los “resquicios legales” inmersos en la frondosa acumulación de textos vigentes pro venientes principalmente de los días de la República Socialista (33) Ni siquiera ha tenido el Gobierno una política consistente y permanente frente a las llamadas “capas medias”. 88 de los años treinta, de tan efímera vida. La hábil utilización de la letra de la ley, aunque apartándose abiertamente de su espíritu y del marco histórico para la cual fue concebida, im plica un gran esfuerzo de investigación, pero una trágica diso ciación de los conceptos de legalidad y democracia. d) El área estatal fue concebida para tener una magnitud muy considerable, no sólo por el motivo del traspaso del po der, sino además para conformar un fenómeno irreversible como proceso global. El sector estatizado debería ser tan im portante y extenso como para que el avance hacia el socialismo centralizado fuera avasallador. El ex Ministro Matus es quien ha efectuado un plantea miento más claro al respecto, cuando declaró a la revista ale mana “ Der Spiegel” : “ Si podemos probar que el proceso es ya irreversible, entonces podemos sufrir una gran crisis, sin zozobrar inmediatamente. Pero como hemos logrado hechos irreversibles, dificultades pasajeras no pueden afectarnos”, y al ser requerido sobre cuáles consideraba estos hechos irrever sibles, agregó: “ Por ejemplo, la estatización de la minería, la socialización de las industrias importantes, la reforma agraria, la participación de los obreros en las decisiones de-'ías empre sas como también en todas las decisiones importantes del Go bierno” . “ Todo esto son hechos que hacen imposible que por ejem plo los democratacristianos o el Partido Nacional puedan rea sumir otra vez el Gobierno. Nosotros podemos gobernar con errores, pero somos los únicos en condiciones de gobernar al país” (34). Muchos de los profundos cambios políticos, económicos y sociales ocurridos en estos dos años de gobierno de la Unidad Popular son claramente irreversibles, como todo acontecer de la Historia; pero concluir que sólo la Unidad Popular puede hacer gobierno en Chile o que las dificultades no afectan al ejecutivo, además de constituir una falacia puede generar pe ligrosos saltos al vacío. (34) En “El Mercurio”, 25 de octubre de 1972, aparece una tra ducción de la entrevista. 89 E. La respuesta de la Oligarquía. Ya hemos hecho referencia al “ocaso de los grandes impe rios industriales” sin que tuvieran la defensa efectiva de todos aquellos grupos a quienes se acusaba de ser sus “ compañeros de ruta” (mayoría parlam entaria, Poder Judicial, Fuerzas Ar madas, Partidos Políticos, etc.). Aquí falla un elemento clave de la estrategia, la cual indi caba que la rebeldía de la oligarquía y sus centros de poder al proceso de expropiación sería de una virulencia tal que per mitiría, por la vía de la agudización del conflicto de clases, una solidaridad de las grandes mayorías con el gobierno que liquidaba a los poderosos. No sólo el proletariado se integra ría a la lucha contra el capitalismo monopólico, sino también la “pequeña burguesía”, los diferentes “grupos sociales” e in cluso sectores de la burguesía propiamente tal podrían consti tuirse en un aliado transitorio o, al menos, ser neutralizados. Marta Harnecker y Gabriela Uribe, por ejemplo, así lo indi can al expresar que “éste sería también el caso de nuestro país en este momento en que la contradicción principal no es la que existe entre el proletariado y la burguesía en general, sino aquella que hay entre el proletariado y amplios sectores del pueblo contra la burguesía monopólica” (35). Esta línea de pen samiento coincide con la estrategia del Partido Comunista que busca la alianza “ antiimperialista, antimonopólica y antilatifun dista” para esta etapa inical. Una vez identificado claramente el enemigo, la acción obli gada para los políticos de gobierno consiste en que, aparte de ejecutar las estatizaciones, se intente agudizar el conflicto con la denuncia enfermiza de complot, sabotajes, sediciones y de mases (36), con que permanentemente el gobierno intenta mo tivar a los “ explotados” . (35) Harnecker, M. y Uribe, G., “Lucha de Clases”, Vol. II, págs. 20-21. (36) Conceptos todos ellos que por su mal uso han perdido su contenido original. Una encuesta de opinión pública sobre el signi ficado de los términos “sedicioso” o ‘‘fascista” podría arrojar re sultados sorprendentes. 90 La respuesta de la oligarquía mediante el uso de la fuerza era el objetivo esperado y deseado, al menos por los grupos mayoritarios del gobierno, ya que en ese caso tendrían en sus manos el derecho legítimo de aplicar la “legalidad burguesa” a dicha oligarquía y a los centros de poder que la represen taban. La incógnita que surge es muy simple: ¿por qué no reac cionó con virulencia la derecha económica al serle afectados sus intereses económicos? A modo de hipótesis enumeraremos una serie de factores que podrían explicarla: i) El .triunfo de Allende fue bastante imprevisto para las fuerzas agrupadas en torno a la candidatura Alessandri, lo cual las deja desarmadas, ya que no se había trazado una estrategia para enfrentar este hecho inesperado. El fenómeno se agrava a causa del divorcio existente entre la derecha económica (es pecialmente los grupos industriales) y la derecha política re presentada por el Partido Nacional en aspectos como, por ejem plo, la unidad de mando. Recordemos que la candidatura Alessandri fue manejada principalmente en su financiamiento y dirección por grupos empresarios y tecnócratas de orientación económico-social de tipo liberal, más que por la derecha polí tica organizada. Con razón Claudio Orrego al referirse a la “ inmediata e inexplicable desaparición de la vida política chilena del fenó meno y de los valores que encarnaba la candidatura Alessan dri” , acota que “ al día siguiente de la elección, don Jorge Ales sandri — que había representado más de un millón de votos— , se esfumó de la vida nacional como un fantasma y junto con él, los valores que encarnaba su postulación” , ya que, “ todo indicaba que el Chile de 1970 respondió en términos de mo vimientos sociales y no tan sólo de fluctuaciones de opinión pública, ni de personalismos inspiradores” (37). ii) La derecha económica se ha sentido abiertamente mi noritaria en su eventual defensa al no contar con el Partido Demócrata Cristiano, las Fuerzas Armadas y los sectores más extensos de las capas medias. Ha captado que la mayoría del (37) Orrego, C., op. cit., pág. 21. 91 país no sólo ha estado por el cumplimiento de las normas constitucionales y el respeto a la victoria electoral relativa, sino también que Allende merecía tener su oportunidad de gober nar porque era la única forma de legitimar definitivamente la democracia en Chile, aun a riesgo de perderla. La propiedad de una parte de los medios de producción no le dejaba en sus manos la decisión sobre los destinos del país. Su carencia de poder decisivo obligó a aquellos sectores que no deseaban el gobierno de Allende a mirar cualquier ac ción directa como una aventura loca y trágica, tal como acon teció con el asesinato del General Schneider. Al aislamiento se agrega la sensación de inevitabilidad que alguna vez tendrían que triunfar los partidos marxistas y sufrir las consecuencias de su derrota, víctimas de su propia campaña del terror; la sensación de culpa colectiva, como clase, es el último elemento que se agrega como resultado de la muerte violenta del Comandante en Jefe del Ejército. Esto les lleva a adoptar la espera como pauta de comporta miento, en la creencia que la errada política económica del gobierno traería consecuencias tan funestas que la Unidad Po pular sufriría un rápido desgaste ante la opinión pública, lo que generaría "el golpe”. iii) El elemento explicativo más importante puede encon trarse nuevamente en los acostumbrados errores de diagnóstico a que se han habituado los profetas del marxismo criollo, en su terquedad por examinar la realidad chilena no en lo que es, sino en cómo veía Marx hace cien años la sociedad capitalista inglesa de entonces y aplicarla mecánicamente y simplificadamente a Chile 1970. La derecha económica no sólo deja de tener la reacción prevista como clase, sino que además demues tra no poseer ni conciencia ni organización de tal. La clase “terrateniente” no podía reaccionar masiva y po derosamente porque ya había sido liquidada como un estrato con poder efectivo, por el largo proceso de décadas de indus trialización y urbanización (38) y, finalmente, por la Reforma (38) Que entre otras cosas, implica que el Estado pone su énfa sis en defender los sectores urbanos más que los rurales. Agraria implantada y llevada a cabo durante el Gobierno de Frei (39). Pero existen innumerables textos y documentos de personeros de la UP en que se alega que durante los años 1964-70 no sucedió nada importante en Chile porque, por definición, un Gobierno “reformista” no podía llevar a cabo un proceso de esa significación, ya que habría constituido un insulto a la “Historia”, que dogmatiza que sólo el movimiento obrero y campesino, representado por “ sus partidos” (los marxistas), pueden realizar un cambio tan revolucionario. El sector industrial aparece como intocado a esa fecha y manejado por los capitalistas que usan al Estado como un nue vo apéndice. En términos de la UP, “ los gobiernos de la bur guesía favorecieron a los grupos dominantes y al capital ex tranjero monopólico, dando origen así a una compleja estructura económica, política y social que constituye el sistema de do minación que enfrentamos y cuyos efectos negativos sobre el pueblo se hacen cada vez más poderosos” (40). Aquí observa mos como aparte de la sistemática simplificación y deformación de la realidad, nos encontramos con una constante visión ahistórica del país donde se repite hasta el cansancio, durante dé cadas, las mismas consignas ya gastadas por el tiempo, sin nuevos elementos de interprétación, sin un enriquecimiento producto de un re-examen de la realidad cambiante. Es la que lleva a la Unidad Popular a olvidar no sólo los elementos ge nerales que ya planteamos, sino algunos específicos al sector industrial y que impidieron la reacción con tojlo su poderío en contra del ejecutivo: 1. La forma que el Gobierno utilizó para enfrentar al sector industrial fue la negociación directa con los grandes accionistas en forma individual, y mediante la presión o la (39) El aspecto fundamental en una Reforma Agraria, más que el aspecto cuantitativo del número de predios expropiados, tal como lo remarca la publicidad de la UP, está en el cambio cualitativo de la iniciación del proceso, que marca la irreversibilidad ocasionada por un cambio de mentalidad. (40) Este no es un discurso en una manifestación callejera, sino la “Exposición de Hacienda Pública” del Ministro Zorrilla el 27 de noviembre de 1970, pág. 12. 93 oferta de condiciones excepcionalmente convenientes de compra logró dividirlos en sus decisiones y estrategias. Esto facilitó la apropiación de las empresas, pero evitó la reacción de los in dustriales como grupo. 2. Lo que se compra, interviene o confisca, en la gra mayoría de los casos, es el capital o activos físicos de las em presas. Los industriales conservan tanto el capital financiero como, lo que es más importante, el capital humano que es inexpropiable y que en la sociedad moderna es el factor más valioso y escaso (41). Una parte importante de las empresas adheridas al área estatal eran unidades productivas de escasa rentabilidad eco nómica por su tecnología obsoleta, su maquinaria depreciada y antigua, como acontece con las expropiaciones por abandono. En otros casos, la situación financiera era caótica por ser em presas ineficientes o al borde de la quiebra, o porque sus propietarios tuvieron la facilidad de elevar rápidamente su ren tabilidad, antes del traspaso, por el método de dejar de pagar los aportes a Cajas de Previsión, sus impuestos o de suspender las amortizaciones por los préstamos de la CORFO. F. La Democracia Cristiana y las Fuerzas Armadas. En el esquema explotadores-explotados y poder económicopoder político, tan importante como descripción del cuadro de la sociedad chilena, a la UP le incomoda terriblemente la exis tencia de la Democracia Cristiana, pues no se podía desconocer su carácter pluriclasista. Pero, consistente con su dogmatismo esencial, elabora la única estrategia consecuente cual es buscar su división; los “freístas”, que son los malos, la nueva cara de la derecha, que representan y defienden sus intereses y los (41) Véase, al respecto, el capítulo de Pablo Huneeus. Cabe anotar que la propiedad de los bienes de capital no es la única fuente de desigualdad y conflicto; también, entre otros, la distri bución desequilibrada del capital humano entre los hombres, genera problemas que en el mundo actual se van haciendo progresivamente más decisivos. 94 “ tomicistas”, los buenos, los que tienen que estar con la UP y los sectores populares. El fracaso de la estrategia, el endure cimiento de las bases demócrata-cristianas, la unidad creciente del movimiento, obviamente no causan sino desconcierto entre los partidos marxistas. Las Fuerzas Armadas no pueden recibir un tratamiento explícitamente similar al de la DC, como es obvio; como no se les puede dividir entre buenos y malos, de acuerdo a su posición relativa en la institución, se ejerce el halago, la alabanza indiscriminada y su integración a la ejecución del programa de la UP. 2. LA NACIONALIZACION DE LAS RIQUEZAS BASICAS COMO FORMULA DE ROMPIMIENTO DEL ESQUEMA DE DEPENDENCIA. Uno de los aspectos centrales planteados por la candida tura Allende fue el llamado “ rompimiento de las relaciones de dependencia” del país con el capital extranjero o, como algunos más presuntuosos lo han expresado, “ nuestra segunda independencia nacional”. Antes de clarificar el papel que este objetivo tiene en la acción del gobierno, intentaremos exami nar su génesis. A. El diagnóstico de la dependencia. Un planteamiento como el de la dependencia, que en su análisis académico ha tenido una elaboración tan limitada e insatisfactoria, no podía originar sino juicios primarios y sim plistas (42). Si se examina el “ Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular”, veremos que en forma categórica se (42) Una excepción en la m ateria puede encontrarse en Galofré, Fernando, La Dependencia, en “Ciencia y Mito en el Análisis Social, op. cit. 95 dice que “ Chile es un país capitalista, dependiente del impe rialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmen te ligados al capital extranjero”, y que, “ como consecuencia misma del desarrollo del capitalismo mundial, la entrega de la burguesía monopolista nacional al imperialismo aumenta progresivamente, se acentúa cada vez más en su dependencia, su papel de socio menor del capital extranjero” (43). Del “ Programa Básico” se puede establécer que lo esencial es que: 1. Chile es un país completa y absolutamente dependiente. 2. Esta dependencia es creciente con el tiempo. 3. La burguesía nacional está indisolublemente ligada al capital extranjero. 4. La “ explotación imperialista” se efectúa de muchas maneras: a) inversiones directas (minería, industria, banca y co mercio); b) control tecnológico que implica cuantiosos pagos; c) préstamos norteamericanos “ usurarios” y atados; d) “ dictando” la política económica del país por inter medio del Fondo Monetario Internacional y otros organismos. 5. Los monopolios norteamericanos “intervienen también en la educación, la cultura y los medios de comunica ción. Valiéndose de convenios militares y políticos tra tan de penetrar las FF. AA.’\ , B. Los remedios para mejorar los males. Como parece claro del diagnóstico, la subordinación al ex terior se da básicamente con respecto al capital extranjero y, por lo tanto, para evitar la explotación imperialista se debe (43) Otro documento donde puede encontrarse un análisis prácticamente idéntico es la primera “Exposición de Hacienda Pública” del Ministro Zorrilla, realizada en noviembre de 1970. 96 actuar sobre sus propiedades. Nuevamente aparece el énfasis en el enfoque “propietarista” ; un documento diáfano a este respecto lo constituye el citado “ Programa Básico”, donde co mo única política para romper el “esquema de la dependencia” se expresa que “ como primera medida se nacionalizarán aque llas riquezas básicas que, como la gran minería del cobre, hierro, salitre y otras están en poder de capitales extranjeros y de los monopolios internos” y, en general, que “ liberar a Chile de la subordinación al capital extranjero lleva a expropiar el ca pital imperialista, a realizar una política de un creciente auto financiamiento de nuestras actividades, a fijar las condiciones en que opera el capital extranjero que no sea expropiado, a lograr una mayor independencia en la tecnología, el transporte externo, etc.”. La expropiación de las propiedades automáti camente genera la independencia económica nacional. C. La importancia de la nacionalización en la estrategia global. Pero no sólo las nacionalizaciones tenían importancia para romper el “ esquema de dependencia”. El otro elemento estaba en la ligazón “ estructural” entre la burguesía nacional y el capital extranjero, o sea, los dos enemigos principales mantienen un lazo fundamental entre ellos y, por lo tanto, la destrucción de uno trae consigo la derrota del otro. En consonancia con la mitología tan propia del pensamien to marxista, el “pueblo”, las “grandes mayorías populares”, sinónimos en este caso del “proletariado con conciencia revo lucionaria y de clase”, apoyaría categóricamente a su gobierno en su combate contra sus enemigos históricos y, por lo tanto, una acción decidida traería consigo la polarización de los chi lenos en dos clases: los explotadores, defensores de los intere ses del imperialismo, las empresas extranjeras y los monopolios nacionales, por un lado, y la gran mayoría de los chilenos de fendiendo a su gobierno en su lucha contra esos intereses bas tardos. De aquí nace la acción publicitaria del gobierno cen trado en dos aspectos: a) la nacionalización de las grandes empresas extranjeras, especialmente del cobre, y 4 .— C h i l e . 97 b) la denuncia sistemática de una serie interminable de acciones del imperialismo norteamericano, la mayoría de ellas inexistentes: el complot de las ventas del cobre, el intento de prorrogar hasta nuestros días las acciones de la ITT, los em bargos y presiones (ciertos algunos y falsos otros) de las com pañías del cobre, las negativas del Eximbank a conceder prés tamos a la “próspera” LAN, la supresión de las líneas de cré dito de los bancos norteamericanos, el bloqueo económico invisible, etc., todo lo cual, unido a la denuncia de la frené tica “ sedición” de los burgueses nativos, buscaba atraer hacia el gobierno el respaldo de las grandes mayorías a través de una mezcla del despertar de la conciencia revolucionaria y la exal tación de los más puros y burgueses sentimientos nacionalistas. D. Los principales errores del diagnóstico y de su consiguiente estrategia. Para el Gobierno, la ejecución de su política antiimperia lista, ha constituido, quizás, la experiencia más frustrante de sus dos años. Efectivamente: — no se dio la polarización buscada; — aparentemente no consiguió convencer a la población que identificara a la gran burguesía y el imperialismo; — no logró despertar ni el nacionalismo ni la conciencia antiimperialista al nivel deseado, y menos que esto se tradujera en un elemento de respaldo mayoritario; — la esperada agresión imperialista no se ha producido en la forma prevista, sino sólo algunas reacciones de empresas individuales, con lo cual no se creó el con flicto que se deseaba. El último fenómeno no sólo tiene importancia desde el punto de vista del fracaso del valor predictivo del dogma marxista en la aplicación mecánica, sino también en su aspecto emotivo. Obviamente, una “verdadera” revolución tiene que ir necesariamente acompañada de una violenta agresión impe 98 rialista, sobre todo después de la experiencia cubana, tan cara para las fuerzas de la Unidad Popular. La ausencia del enemi go con todo su poderío implica un rompimiento del esquema de comportamiento esperado, a lo que se agrega el hecho que desalienta la indispensable mística revolucionaria por carecer de canales objetivos dónde y contra quién expresarse. La ex periencia chilena sufre un profundo desmedro en relación al verdadero combate imperialista que soportaron pueblos como el cubano. El real bloqueo económico y hechos de fuerza como Bahía Cochinos, claramente no pueden balancearse con el “ blo queo invisible” denunciado por la UP o las actividades del Mayor Marshall desde Bolivia. La guerra antiimperialista de Viet Nam no admite comparación con la guerra económica “silenciosa” del gobierno de Allende, por más que lo diga Pa blo Neruda. La amplitud del tema nos obliga a hacer una breve enu meración de los factores que podrían explicar el fracaso de las predicciones implícitas en la estrategia del gobierno. Parece claro que estas hipótesis requerirían de un mayor desarrollo, así como también su verificación empírica. 1. El primer elemento a ser considerado es la magnitud e importancia de la influencia del capital extranjero en Chile, lo que haría necesaria una 'investigación que aún no ha sido realizada en nuestro país (44). Existen, claro, antecedentes su ficientes como para calificar de bastante errada la descripción de Chile como un país absolutamente dependiente del impe rialismo. A manera de ejemplo, la denuncia de la explotación extranjera efectuada en la forma de regalías (royalties) y paten tes pierde parte de su significación cuando se determina, en forma empírica, que anualmente los egresos de divisas por este (44) Para el caso chileno, la “biblia” en materia de dependen cia es el libro de Caputto y Pizarro, “Imperialismo, Dependencia y Relaciones Económicas Internacionales”, cuyo nivel analítico es pobrísimo y su aporte a la clarificación de la m ateria es muy li mitado. 99 concepto son muy inferiores al 1% del total de importaciones de bienes y servicios que se efectúan en el mismo período (45). 2. La razón de por qué el Gobierno no logra “ motivar” en forma importante a las grandes masas con el término de la nacionalización del cobre y otras empresas importantes del sector minero es la existencia de una conciencia generalizada de que sólo se trataba del finiquito de un proceso donde los pasos fundamentales ya se habían realizado con anterioridad, con la “chilenización” del cobre y la formación de otras so ciedades mixtas. A nivel de la opinión pública, la parte “ cua litativa” ya estaba realizada y existía un consenso generalizado y no discutido sobre la bondad de la nacionalización (46). Inclu so antes de la “ chilenización”, las encuestas de opinión pública mostraban que ésta no era una materia prioritaria entre las preocupaciones de los chilenos. A la aceptación del proceso como algo completamente na tural y lógico, a la falta de una reacción visible de los intereses afectados, se une otro hecho que es la falta de concretización o de materialización del imperialismo para extensas capas de la población. Dicho en términos muy simples, es muy probable que la gran mayoría de los chilenos no haya conocido nunca un “ imperialista” o no haya sufrido en carne propia los efec tos de la acción del imperialismo y, por lo tanto, constituyan para él conceptos vacíos. La presencia masiva del capital ex tranjero se da en regiones muy específicas de Chile, en activi dades muy intensivas en capital, geográficamente distantes y administradas principalmente por chilenos; éste es el caso de los sectores mineros. Es lo que explica los esfuerzos del gobier no por cambiar la publicidad global por imágenes más espe cíficas, más concretas del imperialismo. (45) Lo cual no significa que seamos completamente indepen dientes en la materia, o que no se ejerzan acciones monopólicas en este campo. (46) Durante la campaña presidencial de 1970, Allende y Tomic proponían la nacionalización completa, mientras Alessandri no cla rificó nunca su planteamiento en esta materia, aunque no propu so volver a la situación previa a la chilenización. 100 3. La alianza estrecha entre el capital nacional y el ex tranjero existía en una magnitud notoriamente inferior a la prevista. En el sector minero y algunas ramas industriales (petro química y celulosa) la relación ocurría entre el capital extran jero y el Estado a través de las llamadas sociedades mixtas. Esto dificulta la utilización publicitaria de una ligazón que no se da claramente en las empresas más importantes en tamaño, sino en ciertas empresas de menor cuantía que las primeras y, por otra parte, tiene por consecuencia que la reacción de los grupos extranjeros afectados sea distinta y no coordinada con los capitalistas nacionales en la magnitud esperada. 4. La alianza entre los monopolios" internacionales y el gobierno norteamericano no opera en nuestros días en la mis ma forma como ocurrió a fines del siglo pasado y principios de éste. Han cambiado, especialmente en la década de los se senta, tanto la política del gobierno yanqui como las actitudes de las propias empresas, cada vez menos identificables con países específicos al conformar lo que hoy se conoce como las firmas “ transnacionales” . La situación creada con la expro piación de las pertenencias de la I.P.C. en el Perú es una buena prueba de ello: en definitiva, si bien la empresa era norte americana, jurídicamente era residente canadiense (47). Por lo menos en los dos años de gobierno de la UP, el comportamiento de las grandes empresas norteamericanas (Kennecott, Anaconda y la ITT, principalmente), que han volcado todos sus esfuerzos en la defensa de sus intereses afectados, aparece diferenciado de la acción del gobierno norteamericano, al cual y pese a todos sus afanes, la Unidad Popular no ha podido probar ninguna acción antichilena importante, aunque obviamente tampoco ha tenido un trato favorable hacia nuestro (47) La historia de Cuba y Panamá, las intervenciones del Gobierno norteamericano en Centroamérica en ayuda de la United Fruit u otras firm as (que generaron acciones como la in vasión de Guatemala), la intervención en la República Dominicana, son hechos que no conforman una ley de comportamiento aplica ble en cualquier situación espacio-temporal, aunque sí un poderoso antecedente histórico. 101 país. La renegociación de la deuda externa constituye un an tecedente ilustrativo de la afirmación anterior. Por otra parte, la acción de las empresas norteamericanas mismas no ha sido uniforme. A vía de ejemplo puede recordarse el comportamiento de la mayoría de los bancos norteamericanos, favorables al actual gobierno tanto en la renegociación como en la venta de sus intereses en Chile, a diferencia de la reacción que han te nido la ITT y la Kennecott. 5. El punto fundamental está en que por el mero hecho de expropiar a las empresas norteamericanas no se acaba ni la explotación monopólica ni menos la dependencia. Los dos años de Gobierno de Allende han probado justamente eso: que la independencia económica del exterior no desaparece con la nacionalización de las empresas extranjeras, sino que además es necesario: — tener una balanza de pagos relativamente equilibrada; — tener un adecuado nivel de reservas internacionales para soportar las fluctuaciones del sector externo sin tener que recurrir a una renegociación vejatoria de la deuda externa, ni a aumentar los compromisos con el Fondo Monetario Internacional, como ha ocurrido recientemente; — dejar de ser un país monoexportador; — no tener que seguir recurriendo a los créditos interna cionales atados como ocurre tanto con los países socia listas como capitalistas; — no tener que estar financiando el comercio internacional con créditos de corto plazo que significan un alto costo en intereses por constituir Chile un país “riesgoso” ; — ser tanto o más eficiente que los expropiados en la ad ministración de las empresas. 102 y 3. LA POLITICA ECONOMICA DE CORTO PLAZO COMO MEDIO DE OBTENER EL RESPALDO POLITICO DE LAS GRANDES M A YO R IA S Para lograr una adecuada comprensión de la política eco nómica de la Unidad Popular, es necesario tener en claro que fue elaborada en función del objetivo central de “reemplazar la actual estructura económica, terminando con el poder del latifundio y del capital monopolista nacional y extranjero, para iniciar la construcción del socialismo” (48). A esta meta se condiciona también toda la estrategia de corto plazo, que uti liza como instrumento el conjunto de políticas económicas en las áreas fiscal, monetaria, de comercio exterior, crediticia, ocupacional, etc. Estas herramientas han sido ya extensa y deta lladamente estudiadas en sus diversas manifestaciones y, por lo tanto, no entraremos aquí a repetir su análiss, sino sólo en algunos puntos muy específicos (49). A) Populismo y consumo. El primer elemento importante de la política económica del Gobierno está constituido por la elevación del consumo nacional, lo cual significa una caída importante del ahorro y, por consiguiente, de la inversión. (48) Vuskovic, Pedro; “Exposición ante el Subcomité sobre Chile del Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso (CIAP), Washington, abril de 1972. (49) Los principales documentos de referencia son: — Bardón, Alvaro y otros, “Itinerario de una Crisis”, Ed. Del Pacífico, 1972. — Departamento Técnico del PDC, “A nálisis Económico del Primer Año de Gobierno”, Política y Espíritu N'1 327, noviembre de 1971 y “La Economía Chilena en el Gobierno de Allende”, Po lítica y Espíritu N 9 331. — Taller d.e Coyuntura, Facultad de Ciencias Económicas, Univer sidad de Chile, “Comentarios sobre la situación Económica”, diciembre de 1971 (N* 2) y julio de 1972 (N? 3). — Instituto de Economía, Universidad Católica, “La Economía Chi lena en 1971 y Perspectivas para 1972”, enero de 1972. 103 La explicación de este resultado debe ser buscada en la necesidad de la Unidad Popular de transformarse rápidamente en la fuerza mayoritaria del país. Una vez decidido que la socie dad socialista se edificaría utilizando la legalidad de la “ demo cracia burguesa”, el primer objetivo del Gobierno pasa a ser el aumento de su respaldo popular, desde el 36% conseguido por Allende en la elección presidencial a un porcentaje clara mente superior al 50% del electorado. La ocasión se presen taría en la elección de regidores, o meses después en un even tual plebiscito convocado por el Ejecutivo, despues de lo cual se podrían efectuar las reformas constitucionales, legales e ins titucionales necesarias para transformar a Chile en una nación socialista. En Noviembre de 1970 el Secretario General del Partido Comunista manifestaba que “ la última reforma consti tucional le confiere al Presidente de la República el derecho a convocar un plebiscito para disolver el Parlamento en caso de conflicto entre ambos poderes. En un momento determinado habrá que hacer uso de esa facultad y abrir paso a una nueva Constitución y a una nueva institucionalidad, a un Estado Po pular” (50). Aparentemente, la época prevista estaba progra mada para la primera mitad de 1972 (51), pero el deterioro del (50) Corvalán, Luis, “Informe al Pleno del Comité Central”, noviembre de 1970. (51) “Sin duda, la conducción de la política económica de corto plazo contribuyó en 1971 a ampliar la base de sustentación políti ca del Gobierno (como quedó demostrado en la elección de abril). No obstante lo avanzado, ésta sigue siendo una necesidad primor dial, sobre todo si se considera la perspectiva de un plebiscito en el curso del año próximo”. Esta frase aparece en un Informe Confidencial, sin título, atribuido al Ministro Vuskovic, pág. 4, mimeo, octubre de 1971. En carta a “El Mercurio”, el Ministro manifestó estar de acuerdo con su contenido. El mismo personero expresa que “la ampliación de esa base política del Gobierno es requisito para poder profundizar el carácter revolucionario del proceso; es requisito para poder seguir ampliando el área de pro piedad social. De nuevo los dos elementos, el objetivo programático central y la cuestión estratégica inmediata, presentes en el pro blema (Vuskovic, P., “La Experiencia Chilena: Problemas Econó micos”, op. cit., pág. 109). 104 gobierno, producto de la crisis económica y política ocurrió antes, lo que destrozó la táctica ideada. El método utilizado consistió en aumentar notoriamente el nivel de ingreso y, por consiguiente, el poder de consumo de las grandes mayorías. El “populismo” , tan combatido por los “revolucionarios”, pasa a constituirse así en acción de Gobierno. De aquí nace la política de “reactivación” de la economía, basada en el manejo de los siguientes instrumentos: 1. La redistribución de ingresos en favor de los asalaria dos. La ley de reajustes de remuneraciones estableció que, a lo menos, el aumento sería igual al crecimento de los precios ocurridos durante 1970 (52). Se suponía que los grupos favo recidos tenían una propensión al consumo relativamente más alta que los perjudicados. Por otra parte, la esperada reduc ción de las inversiones del sector privado se traduciría en que los grupos de altos ingresos disminuirían su ahorro y no su consumo, como reacción a su pérdida de renta. El resultado sería un aumento de la demanda global. 2. La política del aumento del gasto fiscal sin recurrir a una equivalente alza de impuestos, se tradujo en el más im portante elemento de “ reactivación” . A fines de 1971 se observa que los ingresos fiscales han disminuido, en términos reales, con respecto a 1970 (53), mientras los gastos aumentan en un 66% en cifras nominales y entre el 26% y el 36% en magnitudes reales (54), lo que se traduce en un déficit fiscal (52) Como los precios habían subido en un 35% en 1970 y se esperaba una reducción de ese porcentaje en 1971, el reajuste im plicaba un aumento considerable de los salarios reales. El control de precios constituía el arma principal para suprimir la inflación ese año. (53) Los ingresos crecen en términos nominales en un 19%, que si se deflactan por el 22,1% que marca el índice de precios oficial, arroja un 3% de disminución en cifras reales y si se deflacta por un 32% (que sería una magnitud más “creíble” daría un 10% de reducción. (54) Usando 32% y 22,1% de inflación, respectivamente. Las causas más importantes de la reducción de impuestos son la dis- 105 que alcanza al 36% de los gastos totales. Entre los egresos fiscales están considerados los “programas movilizadores” de vivienda y obras públicas. 3. Se complementa la política expansiva con el aumento de la cantidad de dinero, que alcanza al 120% en el curso de 1971, y que se canaliza en el financiamiento del déficit fiscal y el aumento del crédito bancario, especialmente para auxiliar a las instituciones y empresas del sector estatal. Todos estos elementos conforman un descomunal aumento de demanda que, obviamente, no puede tener como contrapar tida un aumento equivalente de la oferta global de bienes y servicios (55) y que genera como consecuencia un creciente proceso de inflación, desabastecimiento, mercados negros, ra cionamiento, etc. La incógnita por resolver es porqué no se previo que el excesivo crecimiento de la demanda pondría en peligro toda la estrategia. Algunas pautas explicatorias serían las siguientes: a) el desconocimiento de los “ rezagos” naturales en tod economía y, en particular, en la chilena. Las autoridades pen saron que la reactivación operaría en forma prácticamente instantánea, lo que indica una increíble falta de sentido empírico y un gran desconocimiento de como funcionan las variables pertinentes en nuestro país. En el hecho la política expansiva ya se inicia en Septiembre de 1970, para enfrentar los fenó menos económicos-financieros posteriores a la elección pre sidencial y cuyos primeros efectos empiezan a observarse cla ramente en Marzo-Abril de 1971. Durante casi 6 meses, ante la falta de reacción del sistema, las autoridades continuaron incentivando el “ despegue” y acumulando elementos potenminución de los tributos de la Gran Minería del Cobre y, nueva mente, el “populismo” que se tradujo en reducciones de una serie de gravámenes que afectaban a aquellos sectores que el gobierno pretendió conquistar con su política. (55) La oferta global se incrementa por un aumento del pro ducto (entre el 5 % y el 7%) y mayores importaciones financiadas con cargo a una reducción de las reservas internacionales. 106 ciales que empezaron a actuar mucho después y con mayor fuerza que la prevista. Un ejemplo de la inercia inicial era la violenta expansión del circulante que no se traducía en inflación. b) El menosprecio por los fenómenos monetarios y finan cieros. El “modelo Vuskovic” era un modelo “estructuralista” y, por lo tanto, no incluía como determinantes a las variables monetarias (56). c) La creencia que bastaba con un extenso sistema de con trol de precios para eliminar de raiz la inflación, pasando por alto toda la experiencia acumulada en esta materia durante períodos anteriores. d) La utilización de indicadores globales para la formación mecánica de la política económica. Un buen ejemplo de ellos es el término “capacidad ociosa”, que al ser utilizado como (56) Eran los m eses en que el propio Ministro Vuskovic ase guraba que el aumento de la cantidad de dinero no tenía ninguna importancia como generadora del proceso inflacionario porque se estaban realizando los “cambios de estructura”; en abril de 1971, ante el Consejo Nacional de Desarrollo expresó que “aquellos que anuncian una inflación desenfrenada no entienden nada de lo que está ocurriendo. H ay factores nuevos que hacen que no sean las puras magnitudes financieras las determinantes del funcionamiento económico, ni siquiera las que comandan el sistem a de precios, ya que en la medida que se eliminan las trabas institucionales que tradicionalmente han frenado la economía chilena, se abren gran des posibilidades de expansión (“La Nación”, 2 de abril de 1971) y aún m eses después, ante la pregunta de si creía que aún podía detenerse la inflación dejando que el poder de compra fuera su perior a la oferta respondió textualm ente: “Hay toda una visión simplista de la inflación que no ve más allá de las relaciones superficiales entre ‘oferta y demanda’. El problema es más profun do y arranca de la estructura económica misma y de las relacio nes de poder de grandes intereses monopólicos que han caracteri zado a la economía chilena. En consecuencia, terminar definitiva mente con la inflación es un objetivo que sólo podrá cumplirse en la medida que se cumplan las transformaciones profundas conte nidas en el Programa del Gobierno Popular”. (“La Tercera”, Vus kovic se confiesa: nada queda en el tintero, 12 de septiembre de 1971). 107 un promedio induce a equívocos, ya que basta cualquier “ cuello de botella” en alguna parte del proceso productivo para impedir el empleo pleno de la “ capacidad ociosa” de sectores completos de la economía. El objetivo de lograr un rápido crecimiento de los niveles de consumo se consiguió con creces y efectivamente el go bierno logra aumentar su respaldo desde el 36% hasta el 49% . La pregunta que surge es ¿porqué no logró un porcen taje mayor? Si se acepta que en la fecha en que se realizan las elecciones de regidores la “ reactivación” estaba en pleno auge, sólo caben dos respuestas: — en lo económico, el fracaso parcial de la política de re distribución de ingresos, que se examina más adelante; — los factores políticos son fundamentales y determinantes en una explicación satisfactoria de las causas del fracaso de la UP en lograr una mayoría aplastante. Recordemos que en esa época aún no empezaban a actuar los primeros efectos negativos de la política económica (desabastecimiento, infla ción, colas, etc). La imprevista rapidez del deterioro de la Unidad Popular en materia de respaldo masivo queda clara si se examina que, para efectuar por la vía democrática el paso a la sociedad socialista, era necesaria la consulta plesbicitaria, la cual apa rentemente estaba planeada para ser efectuada después de 1971 (57), en circunstancias que, desde el punto de vista eco nómico, el período de mayor éxito de la política ocurre entre los meses de marzo y octubre de 1971, los cuales probablemen te coinciden con el mayor respaldo masivo que ha tenido el Gobierno. Por lo tanto, no existía una adecuada coordinación “ temporal” entre la estrategia económica y la política. (57) La tramitación legislativa de una consulta de este tipo requiere entre 8 y 12 meses. 108 B) El Mito de la “NUEVA CIEN CIA’’. Los planteamientos iniciales de las autoridades de gobierno, así como la explicitación de la nueva política económica provocaron sorpresa entre los “entendidos”, tanto por su naturaleza heterodoja, como por la seguridad y audacia con que formalmente fue planteada, especialmente por el Minis tro Vuskovic, su principal inspirador y ejecutor. La gran mayoría de los “ expertos” en materias económicas durante todo el curso del año 1971, — donde los resultados globales obtenidos fueron satisfactorios, mirados en forma estática y sin considerar los costos en que se había incurrido— , se mantuvieron a la expectativa, sin efectuar juicios muy comprometedores sobre el éxito o fracaso del experimento, asombrados por el balance favorable de los primeros meses (58). Solamente cuando el “ modelo”’ muestra su fracaso, ya en el curso de 1972, se plantea la discusión de si sus ejecutores lo habían previsto y trataron de solamente lograr un éxito inicial, o si el caos económico ha constituido una “ sorpresa” para sus estrategas (59). La hipótesis que aquí se sostiene es que la política económica de corto plazo estaba formulada para tener éxito y que solamente con el transcurso del tiempo se inició una “ racionalización” de las causas del fracaso o de las intenciones originales. El examen de algunos de los primeros documentos del Gobierno arroja bastante luz al respecto, Así, en Noviembre (58) A pesar de esto, surgieron algunas voces críticas y pre visoras, como el senador José Musalem y el Departamento Técnico del PDC. Véase además, A. Bardón y otros, “Itinerario de una Crisis”, op. cit. (59) Aún se ha planteado que la estrategia adoptada fue la de destruir hasta sus raíces la estructura y funcionamiento del apa rato económico prevaleciente en forma conciente y sistemática, para sobre sus cenizas construir la “Nueva Economía; socialista y proletaria”. En estas páginas decididamente se rechaza esa hipóte sis. Un argumento importante para descartarla es considerar que si esta “demolición” hubiese sido programada, no se habría obte nido un éxito tan grande. 109 de 1970, en su Exposición ante la Comisión Mixta de Presu puestos, el Ministro de Hacienda expresa: “ El desarrollo anárquico e irracional de una economía capitalista dependien te como la nuestra significa un despilfarro del excedente económico, que con la decisión de cambiar esencialmente el sistema, se convierte en un excedente utilizable de acuerdo a los intereses objetivos de la inmensa mayoría de los chilenos. El desarrollo potencial de nuestras fuerzas productivas no encuentra otro freno que el tipo de relaciones de producción propias del sistema, que son las que nos proponemos cambiar. Por otra parte, la solución de los problemas inmediatos es enteramente posible cuando en esta perspectiva el pueblo se compromete con la tarea. Por eso nuestra estrategia se sitúa en los marcos de un triple proceso de expansión económica, transformación del sistema e intervención organizada del pueblo en la construcción de su propio futuro” . (Pág.17; las subrayaciones no aparecen en el original). Se establece claramente en estas palabras que basta el cambio de relaciones de producción para que, por arte de magia, desaparezcan los problemas del país: inflación, deso cupación, inadecuada distribución del ingreso, lento creci miento, dependencia, etc. (60). Esto, claro está, siempre que el pueblo “ se comprometa con la tarea” ; ya hemos analizado porqué el compromiso es prácticamente un dato dentro del esquema marxista. El propio Ministro Vuskovic advierte en forma solemne que “ sólo el tipo de relaciones de producción imperante en el sistema limita el desarrollo de las fuerzas productivas del país, y la solución de los problemas inmediatos es enteramente posible cuando, en la perspectiva de la transformación de tales relaciones, el pueblo asume por sí mismo la tarea del desarrollo” (61). O sea, exactamente los mismos elementos. (60) El “Programa Básico de Gobierno” es el documento donde más abundan este tipo de planteamientos. Su naturaleza claramen te demagógica y simplificadora nos lleva a escoger otros textos para tratar esta materia. (61) Vuskovic, Pedro, “Discurso en la Asamblea del CIAP”, Boletín Mensual del Banco Central de Chile, abril 1971, pág. 392. 110 A esta certeza de que el cambio en las “ relaciones de producción” es la pomada mágica que cura todos lo males de nuestro país y que corresponde al más puro esquema marxista, se superpone un manejo de la política económica de estricto carácter Keynesiano (62) mezclado con elementos estructuralistas (63). Aparentemente, el “ modelo Vuskovic” constituía, para quienes lo formularon, la síntesis histórica de estas distintas corrientes de pensamiento económico, lo que daría origen al nacimento de la “ Nueva Ciencia” . Es la única explicación que da sentido a frases tan presumidas y fatuas como: “ Creemos que es importante dejar bien sentado lo anterior (la coherencia conceptual de la política trazada y su incersión dentro de un contexto de transformación histórica), sobre todo cuando existen algunos economistas que para enjuiciar la política del Gobierno incurren en el error de utilizar instru mental analítico y el contexto conceptual de tipo tradicional” (64). (62) “Estricto” en el sentido de las elaboraciones más burdas y simplificadas de los neo-Keynesianos, planteadas en los años de post-guerra y hoy enteramente superados, tanto en el campo teórico como el manejo de la política económica. La influencia keynesiana puede apreciarse claramente en las siguientes palabras del Ministro Vuskovic: “Las bases m ateriales para esa mayor producción existen: había y hay capacidad instala da, equipos y mano de obra desocupada. Esta es precisamente la irracionalidad del sistem a capitalista. Antes había igualmente capacidad instalada ociosa, mano de obra desocupada, pero ¿ qué ocurría? Muy sencillo: no había poder de compra. Fue justamente este último elemento el que introdujo la U P para crear ese poder de compra y cuidar que él no se perdiera por alzas de precio” (“El Siglo”, 18 de julio de 1971). (63) El pensamiento “cepaliano”, que da origen a la llamada escuela “estructuralista”, también puede considerarse como un planteamiento completamente superado y que tuvo una gran im portancia histórica para América Latina durante los años cincuen ta. Su falta de renovación y adecuación actual es la causa funda mental de su pérdida de vigor intelectual. (Con la probable excep ción de Jorge Ahumada en muchos aspectos y de la “autocrítica” de Prebisch). (64) Martner, G.; “E nfasis en la Política de Corto Plazo”, en El Pensamiento Económico del Gobierno de Allende, pág. 109. 111 Donde la síntesis científica iba a tener su ratificación empírica más gloriosa era en el combate contra la inflación. Vuskovic se refirió reiteradamente a ese fenómeno con pala bras como las siguientes: “ Estos pitonisos de la Derecha no pueden entender que ahora existen factores nuevos que hacen que no sean las puras magnitudes financieras las determinan tes del funcionamiento económico” (65); “ .. . l o s actuales pitonisos de la inflación recurren a otro tipo de argumentos, de acuerdo a los esquemas tradicionales en torno a los cuales siguen funcionando. Sostienen que el aumento de los medios de pago, la expansión crediticia, las bonificaciones a determi nados servicios, las compensaciones a algunos productos de exportación, etc., configuran un cuadro financiero que, a través de los mecanismos habituales de una economía capitalista, tiene necesariamente que romper la actual política de precios y llevar a una inflación desenfrenada en los próximos meses. No entienden nada de lo que está ocurriendo” (66) y, en términos globales, que “la inflación no es un fenómeno ajeno al dominio de la economía por parte de grandes intereses monopólicos. Por lo mismo, el Gobierno Popular abre posi bilidades efectivas para terminar con ella” (67). El resultado obtenido en 1972 fue dramático: la inflación superó al 160% (68). (65) “La Nación”, 3 de abril de 1971. (66) Exposición ante el Consejo Nacional de Economía el l 9 de abril de 1971. Citado por la R evista “Qué Pasa” del 22 de ju nio de 1972. (67) “La Tercera”, 1* de noviembre de 1970. (68) El Ministro Orlando Millas mostró otra visión al decir que “la causa estructural de fondo no agota un fenómeno tan complejo y, ciertamente, no explica el recrudecimiento de la inflación este año. Sobre él influyen una multiplicidad de factores que, en un momento determinado pasaron a ser decisivos; entre ellos, los fe nómenos de la esfera financiera jugaron un papel de extraordinaria importancia, siendo claves, una vez más, en una situación de co yuntura o de corto plazo” (Exposición de la Hacienda Pública, no viembre de 1972, pág. 16). Obviamente, al Partido Comunista no le interesaba, a esas alturas, estar respaldando a los fracasados precursores de la diabólica “N ueva Ciencia”, sino reafirmar la más pura ortodoxia. 112 El fracaso empírico del modelo hace cambiar esta ilusión inicial hasta el punto que el propio Vuskovic, en su revelador discurso a los trabajadores del “ Area Social”, justifica su política en términos de que era necesario conformar dicha área “porque era la única forma de terminar en nuestro país con el dominio del imperialismo y el gran capital monopolista” (69) y el resultado nefasto de la política económica ahora empieza a ser explicado en términos del “inevitable costo de construir el socialismo” (70). c) El papel de la Política Económica. Hemos ya mencionado la distinción entre “ el objetivo programático central” y los “planteamientos estratégicos”, tales como la redistribución de ingresos y la “reactivación” . Otro aspecto que es necesario resaltar es la profunda ligazón que sus autores otorgan al proceso de estatización y a la política económica de corto plazo y que les hace decir que “no se trata aquí de elementos antagónicos, sino de elementos que tienen entre sí una relación de integración dialéctica, elemen tos que se refuerzan mutuamente, que se redefinen el uno al otro en niveles superiores, y van así impulsando el desarrollo general del proceso” (71). Este vínculo esencial es generado porque, en definitiva, “ lo que se plantea en la política econó mica, es un problema de poder, es un problema de fuerzas sociales, de correlación de fuerzas, a la que tiene por lo tanto que subordinarse la política económica, sirviendo principal(69) Diario “Clarín”, domingo 18 de junio de 1972. (70) El pintoresco Ministro Matus, sucesor de Vuskovic, carga el fracaso a la “segunda guerra de la independencia”, en la cual se ha visto envuelto el país en estos dos años de gobierno de la UP y de un carácter tan devastador como la Revolución Francesa, la Guerra de Secesión y la Independencia de Chile (¡). Lo curio so es que el desastre económico es explicado como un producto de la independencia económica. (71) Vuskovic, P.; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco nómicos”, op. cit., pág. 103 y 101. 113 mente, y allí encuentra su objetivo central, como instrumento para ampliar y consolidar las posiciones de poder de los tra bajadores” (71). También para el Partido Comunista éste es un aspecto crucial; tanto es así que a fines de noviembre de 1970 su Secretario General se refería a la política económica de la Uni dad Popular en los siguientes términos: “ Ella sería, sin embargo, un mero intento antiinflacionista, de redistribución de ingresos y de recuperación económica, y tendría apenas un carácter re formista, si no pasara más allá, si fuera toda la política econó mica del gobierno popular. Felizmente no es así. Esta política es más amplia, más completa y apunta a la reestructuración total de la economía y al cambio de sistema. Su verdadero alcance, su hondo sentido revolucionario, queda de relieve si se tiene en cuenta que en los próximos días se abordarán tam bién las tareas más grandes, como son la nacionalización del cobre y de la banca, la estatización de un grupo de industrias monopólicas y de importantes rubros del comercio exterior, así como la transformación más profunda y acelerada del cam po” (72). Esta defensa de la política económica como un aspecto esencial del “ objetivo programático central” se mantiene en algunos sectores de la UP incluso cuando ya se observan los primeros síntomas graves de su fracaso (73) y cuando arre ciaban los ataques de ultra izquierda hacia su contenido “ refor mista” y “populista” , como asimismo su incapacidad para abrirle paso a la UP en su camino hacia el poder. Es la época cuando el Partido Comunista inicia su crítica y plantea la ne cesidad no sólo de “ consolidar lo avanzado” sino rectificar aspectos tan determinantes como la política financiera, (“ que mar circulante”). (72) Corvalán, L.; “Informe al Pleno del Comité Central del Partido Comunista” ; El Siglo, 27 de noviembre de 1970. (73) Véase, por ejemplo, la entrevista de “La Nación” con el Ministro Vuskovic del 15 de noviembre de 1971. 114 D. El Papel de la Planificación. La estrategia de la Unidad Popular concebía que la des trucción del sistema de propiedad capitalista, logrado con la creación de una extensa área estatal, traería consigo que su fuerza motriz, el afán de lucro o maximización individual de ganancias, desaparecería como variable dinamizadora de la economía. En su reemplazo entraría a actuar la planificación como el instrumento ordenador y coordinador de las variables económicas y los incentivos de tipo social, propios del “ hombre nuevo” que generaría el socialismo (74). Como lo expresa con entera claridad el citado informe atribuido al Ministro de Eco nomía, “ el carácter dominante del APS permite que las deci siones económicas no sigan apoyándose en el criterio de la ganancia capitalista. Para ejercer ese dominio del sector socia lizado conforme a nuevos criterios exige de mecanismos y for mas de planificación que hasta ahora no hemos puesto en marcha” . De la cita anterior se deduce un elemento que vuelve a aparecer con todo su vigor: sin la estatización, sin que la parte sustancial del proceso productivo sea estatal, no hay posibili dad de avance, no es posible ni siquiera echar a andar un es quema de planificación adecuado. Pero, además, la planificación tiene un aspecto mágico, sa grado; es la fuerza motriz en el proceso hacia el socialismo (75) y además la raíz propulsora del crecimiento de la producción ya que “hasta hoy día los aumentos de producción que se re gistran provienen casi exclusivamente de aumentos de produc ción al nivel de cada unidad productiva y por el esfuerzo de los trabajadores dentro de esa unidad productiva; pero no hay (74) Un detallado análisis sobre los incentivos puede encontrarse en Zañartu, Mario, Ciencia y Mito en el A nálisis Social. Op. cit. (75) “El Gobierno de la Unidad Popular tal como lo estipula su programa básico asigna una participación importante a la pla nificación en el proceso de transformaciones que conducirá al país hacia una economía socialista” Martner, G.; “La estructura de un Sistema Nacional de Planificación”, citado en El Pensamiento Eco nómico del Gobierno de Allende, pag. 297. 115 todavía aumentos que provengan de una planificación conjunta de todas las empresas del área de propiedad social, que co rrespondan a determinada rama de la producción, en que han llegado a ser dominantes” (76). La mayor ingerencia del Estado en la vida económica, tanto por la ampliación de la cantidad de empresas que dirige, como por los controles directos o indirectos que ejerce, lleva a un esquema de planificación centralizada como meta operacional. Lo que se busca es que “ el Estado se constituya en el centro efectivo de conducción de la economía y de la planificación de su desarrollo” (77). La planificación, que junto a los cambios de propiedad y la política de reactivación, constituía una de las columnas cen trales en la ejecución del Programa de Gobierno, se ha trans formado en uno de los fracasos más estruendosos del actual Gobierno. Hoy día en Chile se planifica menos y peor que en gobiernos como el de Alessandri. Ni siquiera se ha podido montar una oficina central de evaluación de proyectos de in versión para el sector público. Entre los elementos que explican este fracaso se puede considerar como uno de los más importantes la improvisación general con que en materias económicas ha actuado este Go bierno. Puede decirse, sin exageración, que en la esfera de la política económica y las correspondientes medidas concretas para implementarla, sólo se contaba con la línea gruesa del “modelo Vuskovic” . Aparte de la improvisación hay que con siderar la falta de constancia; los planificadores sucesivamente seleccionan sectores, planes, políticas, empresas, reparticiones, etc., para rápidamente dejarlos a medio camino y reanudar nuevamente su actividad en otra esfera. El cuoteo de los cargos y las reparticiones públicas ha sido otro enemigo mortal de la planificación. La existencia de feu dos, parcelas políticas y reinos autónomos ha proliferado a con(76) Vuskovic, P.; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco nómicos”, op. cit., pág. 112. (77) Vuskovic, Pedro; “Discurso en la Asamblea del CIAP”, op. cit., pág. 389. 116 secuencia de ello, impidiendo no ya una planeación mínima, sino incluso los requerimientos básicos de coordinación admi nistrativa. El fenómeno que la programación se convierta en un mero proceso verbal tiene también su origen en una característica del pensamiento de los líderes de la UP y de su programa, como es la creencia sincera que los males fundamentales de Chile se acabarían con la mera acción del nuevo gobierno. Esto lleva a que los planes sean formulados en un ambiente ideal, donde no hay que efectuar decisiones costosas, donde los medios y los recursos son suficientes para cumplir los objetivos y donde el “problema económico” no existe. En este mundo de fanta sía, donde todo es posible, la planificación no camina, ya que para su funcionamiento no basta con algo de voluntarismo sino que es necesario un examen crudo de la realidad y las limitaciones que, de hecho, impone a la acción-. El “ control capitalista” ha sido sustituido por la ausencia de control. Mecanismos de estímulos propios del sistema que se quiere reemplazar, por la carencia de ellos; la derrota en la batalla de la producción marca la incapacidad del “ hombre nuevo” para sustituir el “ economicismo” de la mayoría de los trabajadores. 4. LA REDISTRIBUCION DE INGRESOS. Para el Gobierno, uno de los mecanismos de mayor impor tancia para acrecentar su influencia era su política de redis tribución de ingresos. La sociedad chilena, clasificada en dos clases fundamentales en relación a la propiedad de los medios de producción, tam bién recibe una visión dicotómica desde el punto de vista de la distribución del ingreso; este diagnóstico simplificador es expresado por Pedro Vuskovic en los siguientes términos: “Tenemos nosotros una sociedad de consumo, pero para un solo sector minoritario. Vean ustedes, un veinte por ciento de nuestra población de ingresos altos exige un grado de in 117 dustrialización y nos convierte en un estado capitalista mono polista. Esta industrialización reducida requiere alta tecnología y capitales. Como tenemos una muy baja tasa de ahorros y baja tecnología debemos recurrir al extranjero. El otro ochenta por ciento de la población tiene poca o ninguna capacidad econó mica. El caso es que la alta tecnología extranjera desplaza mano de obra, aumenta el desempleo y la marginalidad. Que remos cortar la dependencia de la tecnología y el capital fo ráneos, aumentar la tasa de ahorros e incorporar a ese enor me porcentaje de ciudadanos a una vida compatible con el progreso” . Y ¿cómo se produce ese cambio?; expresa el en tonces ministro: “Muy sencillo; elevando los ingresos bajos y dirigiendo el crédito y la producción de artículos esenciales. Menos automóviles, televisores, refrigeradores mientras haya gente sin vestuario y sin alimento. Pensamos que debemos en primer término fomentar la industria del vestuario y la ali mentación. Lo demás vendría solo” (78). La división entre los que consumen y los que no consumen lleva al Gobierno a plantear la esfera redistributiva como un aspecto fundamental de su política económica. Cabe señalar que también constituye una de las pocas polí ticas que tuvieron una temprana reformulación a causa de sus rápidos tropiezos. a) El período de los reajustes (noviembre 1970-octubre 1971). i En sus inicios, el Gobierno planteó su política de reajuste de remuneraciones como el mecanismo fundamental de reduc ción del grado de desigualdad en la distribución del ingreso nacional: su aumento sustancial, acompañado de un rígido y estricto control de precios, aseguraría que los trabajadores, que (78) Diario “La Tercera”, 19 de diciembre de 1970. Una versión más sofisticada de este planteamiento puede encontrarse en Vus kovic, Pedro; “Distribución del Ingreso y Opciones de Desarrollo”, Cuadernos de la Realidad Nacional, N" 5, septiembre de 1970 y en la primera “Exposición de la Hacienda Pública” del Ministro Zorrilla de noviembre de 1970. 118 constituían la gran mayoría de la población, aumentaran su nivel de vida en forma notoria. Los supuestos involucrados en esta estrategia son básica mente dos: 1. Los asalariados son los trabajadores y los no asalariados, los capitalistas; 2. los asalariados son pobres y los no asalariados, ricos. Si esto hubiera sido enteramente cierto, la política hubiera sido un éxito, sobre todo si se considera que era el método más fácil y rápido para montar una política de redistribución, pero no resultó así en la práctica. Las razones de este error han sido extensamente analizadas en otros documentos (79); su prin cipal motivo se encuentra en que entre los asalariados se en cuentran extensas capas de trabajadores ubicados en los es tratos de ingreáos más altos del país y entre los no asalariados grandes grupos de los más pobres (trabajadores ocasionales, minifundistas, trabajadores agrícolas estacionales, pequeños co merciantes e industriales, trabajadores por cuenta propia, arte sanos, pescadores, etc.). Aparte de ello, los cesantes no apare cen entre los beneficiados por la política, a pesar que su nú mero disminuye apreciablemente a partir del segundo semestre de 1971. Este fracaso de la política originalmente diseñada es apre ciada por el Gobierno y en octubre de 1971, leemos en el Informe confidencial atribuido al Ministro de Economía lo si guiente: “ El carácter muy indiscriminado de la redistribución ha tenido consecuencias adversas que habrá que procurar corregir en el futuro: — Ha acentuado la regresividad de la distribución interna del ingreso asalariado. No obstante el efecto positivo de las medidas sobre salario mínimo y asignación familiar, los bene(79) Por ejemplo, véase en este libro el artículo de Sebastián Piñera y en Tapia, Daniel; “Aspectos del Proceso de Redistribu ción del Ingreso” en Comentarios Sobre la Situación Económica, op. cit. 119 ficios se canalizaron en gran medida hacia los sectores medios. También contribuyeron a esa regresividad el reajuste por ley al sector público y la negociación en el sector privado, de la que se beneficiaron en mayor medida sectores sindicales, más fuertes y de ingresos relativamente más altos” . “ La traducción de las mayores remuneraciones en poder de compra real benefició asimismo más a los sectores medios, entendidos por una mejor infraestructura de comercialización, en tanto que significó menos para los estratos más pobres, afec tados por el desabastecimiento, la especulación de precios” . “— Dentro del sector empresarial, benefició más (o afectó menos) a las grandes que a las pequeñas, por la menor inci dencia de los costos de remuneraciones que tuvieron que ab sorber con cargo a las utilidades”. “— Más que o tanto como una redistribución entre consumo no asalariado y consumo asalariado, resultó ser entre acumu lación y consumo...” (80). b) El control de la distribución y las JAP (noviembre 1971julio 1972). A los problemas anteriores se agregan el desabastecimiento creciente y el resurgimiento de la inflación. Para lograr llegar a los estratos realmente necesitados de la sociedad, la UP varía su estrategia de redistribución, trasladando el énfasis desde los reajustes y el control de precios hacia el establecimiento de canales de distribución que permitieran llegar a los barrios más pobres con una serie de productos básicos (alimentos) a un precio subsidiado. De aquí nacen DINAC, la estatización de gran parte de las distribuidoras mayoristas y la creación de las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP). El papel del control en la comercialización es “modificar sustancialmente los mecanismos de distribución y comerciali(80) Estas mismas conclusiones generales aparecen en Martí nez, Alberto; “La Política Económica del Gobierno Chileno”, en Transición al Socialismo y Experiencia Chilena, op. cit., págs. 123 y 126. 120 zación interna, que permitirán incrementar de manera real los ingresos de los sectores asalariados, y particularmente de los sectores de menor ingreso, transformando muy probablemente el rasgo de la política redistributiva del futuro próximo mucho más, en términos de hacer accesible a toda la población más pobre una mejor situación de abastecimiento y un respeto más fiel a los problemas de precios” (81). Por otra parte, el rol que tienen que jugar las JAP está definido como “ tomar en sus manos la tarea de l a vigilancia, la tarea de informar sobre las dificultades de abastecimiento, de proponer las soluciones, de exigir que se atienda a esa solución (81). Aparentemente, el cambio de estrategia ha significado que la UP aumente su respaldo entre los sectores de más bajos in gresos, a costa de un drástico descenso de su popularidad entre las capas medias, no protegidas frente a la inflación y el desabastecimiento (82). No sólo se acepta la imposibilidad de continuar avanzando por la vía de los reajustes (83), sino que se inicia un proceso de deterioro en las remuneraciones reales. Junto a la distribución dirigida, se genera un sistema de discriminación de precios, tanto por tipo de producto como por barrio para favorecer a los sectores de más bajos ingresos. “Mediante la política de precios y tarifas, diferenciando los bienes y servicios según los niveles de ingreso correspondientes; a través del mejoramiento en los canales de comercialización y abastecimiento de las poblaciones populares, en lo que hay un margen apreciable de posibilidades de aumento del ingreso real de esos sectores más allá de sus remuneraciones moneta rias” (84). (81) Vuskovic, Pedro; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco nómicos”, op. cit., págs. 108 y 113. (82) Eso indicaría la encuesta de opinión públicaqueaparece en la Revista Ercilla N'' 1939 titulada “ ¿Qué piensan los chilenos h oy?”. (83) Véase, al respecto, el discurso del Ministro Vuskovic en el Teatro Bandera el 12 de mayo de 1972 (“El Clarín”, 18 de junio de 1972). (84) “Informe Confidencial”, op. cit., pág. 10. 121 c) La “estabilidad a un nuevo nivel” (desde agosto de 1972). El fracaso y consiguiente caída de Vuskovic echa por tie rra su estrategia de corto plazo —las estatizaciones continúan— , en momentos en que la situación económica es crítica. El úl timo “manotón del ahogado” le corresponde al dúo MillasMatus quienes plantean una nueva edición del proyecto del Ministro de Alessandri, Luis Escobar, que ¿después de la gran devaluación del escudo en 1962 formuló su política de la “ estabilización a un nuevo nivel” , de características muy se mejantes a la diseñada por el Gobierno. La UP determinó que el problema básico que enfrentaba la economía chilena era el desajuste entre la oferta y demanda global y que la única forma de restablecer el equilibrio era a través de un importante aumento de precios y salarios que re duciría las “disponibilidades de dinero en términos reales, re duciendo la liquidez sobrante en el sistema. Desde octubre se restablecería el estricto control de precios a partir del nuevo nivel de equilibrio. Nuevamente el desconocimiento de los fenómenos mone tarios sepultó la política en un desastre aún mayor que los anteriores. El cambio en las expectativas de inflación, la len titud con que se efectuaron los ajustes, el aumento de las emisiones de dinero pasadas y agregadas desde agosto, la caída de la producción interna y la crisis de divisas fueron algunos de los factores económicos que liquidaron la “ nueva política” . La consecuencia fue que el caos económico se ha agudizado rápidamente y la distribución del ingreso resultante es com pletamente anárquica. Incluso si se utilizan los mismos indi cadores globales que emplea el Gobierno, y sobre las cuales hemos expuesto nuestras reservas, se establece que la participa ción relativa de los asalariados en el ingreso geográfico se torna más regresiva en 1972, de tal forma, que vuelve a los niveles de 1970 (85); todo lo avanzado en 1971 se pierde en 1972. (85) “Comentarios sobre la Situación Económica”, Informe de Coyuntura N 9 4, Departamento de Economía, Universidad de Chile, artículo de Andrés Passicot. En 1970 los asalariados recibían el 122 Pero, lo que es más grave, dentro de cada grupo se produ cen grandes pérdidas y grandes ganancias. La inflación desa tada, la especulación, los mercados negros, la distribución dis criminada, la anarquía de precios, el control aleatorio, hacen que la distribución del ingreso resultante sea cambiante en el tiempo a una velocidad cada vez mayor e impredictible. Los garrafales errores en el diagnóstico, diseño y manejo de la política económica han echado por tierra las dos metas fundamentales perseguidas por el Gobierno: la reactivación y la redistribución del ingreso. 5. N O TA S FINALES. Las observaciones anteriores no podrían quedar terminadas sin unas palabras aclaratorias. La primera y más obvia es que todo el análisis ha consistido en un esfuerzo por buscar una racionalidad a los hechos más importantes ocurridos en los dos años del gobierno de la Unidad Popular; en la realidad los fenómenos sociales nunca ocurren con esa racionalidad y sim plicidad, sobre todo en un período de la complejidad como el que vivimos, pero el método seguido nos permitió observar las tendencias más importantes. Además, hemos centrado la atención en la estrategia econó mico-social, haciendo abstracción, muchas veces, del fenómeno propiamente político. Esta simplificación metodológica no co rresponde a un desconocimiento de la “ totalidad”, inherente en todo fenómeno como el que comentamos; nuevamente, es un esfuerzo por examinar con atención preferente algunos ras gos sobresalientes del proceso integral. El análisis efectuado nos lleva a resaltar algunas ideas. En primer lugar, que la estrategia económico-social del gobierno se traducía, en definitiva, en copar todo el poder político mediante la liquidación del poder económico de que disponía la trilogía capital monopólico - latifundio - imperialismo; la estatización es, entonces, el instrumento adecuado. Toda la estrategia queda 53% del ingreso geográfico; en 1971 dicho porcentaje subió al 58%, retomando al año siguiente a una cifra cercana al 53%. 123 subordinada al problema del poder y es el principio que unifi ca la acción de los distintos grupos de gobierno. Por otra parte, esperamos haber aclarado que una de las causas fundamentales del fracaso de la UP en su intento por obtener todo el poder político consistió en el errado diagnóstico que hizo de la realidad chilena, lo que la llevó a trazar una estrategia basada en supuestos irreales y que, por lo tanto, le impedía obtener su completo éxito. 124 RESULTADOS SOCIALES DEL GRAN EXPERIMENTO PABLO HUNEEUS COX Introducción Chile últimamente ha adquirido notoriedad mundial por tratar de instaurar democrática y pacíficamente un socialismo de inspiración marxista. Es “ L’experience chilienne” que co menta “ Le Monde”, el “ Chilean experiment” que analiza el “ New York Times” , el “ Allende’s way” que estudia “ The Economist”, el “Das chilenische social politische Experiment” que discute “ Die Zeitung”. De toda la tierra vienen periodistas, cineastas, intelectuales y escritores a reportear, filmar, teorizar y novelar este Gran Experimento. Todos coinciden en que sus resultados son de una trascendencia histórica tremenda. Ahora bien, como en todo experimento, la atención se ha centrado en la fórmula, el instrumental y sobre todo en los resultados obtenidos en términos de las variables impersonales que se desea controlar, en este caso, las estructuras. Pero muy pocos se han preocupado de los sujetos mismos del experimen to, y es lógico que así sea, porque en aras de la ciencia, bien se pueden sacrificar ratas de laboratorio. Lo que pretendo en este ensayo es describir qué sienten los que han pasado a ser los animalejos de tan célebre experi mento. Es decir, se trata de ver en qué ha cambiado el “ Homo 125 chilensis”, su mentalidad, su vida cotidiana, su relación con otros, sus valores y actitudes. El punto de partida es: ¿qué le ha pasado a la gente? Como esto abarca las vivencias de nueve millones de per sonas durante dos años muy intensos de su historia, he des crito aquí en forma lo más resumida posible los principales fenómenos que he observado este tiempo. Algunos se contra dicen entre sí. Esto emana de la naturaleza de los sujetos es tudiados. La gente suele sentir algo ahora y lo contrario des pués, ama y odia en un mismo día. 1. Desánimo. El efecto más visible que ha provocado el Gran Experi mento es en lo más visible de estos vertebrados omnívoros: la cara. En las calles, oficinas, fábricas, buses y donde quiera que circule gente sorprende la expresión triste de los rostros. Uno de los placeres veniales de París o Río es sentarse en un café a ver pasar la gente. Con sólo mirarla, antes de enta blar conversación alguna, se sabe cómo andan las cosas porque cada pueblo tiene una expresión-tipo que refleja su situación. Pero hacer esto ahora en Santiago es deprimente. Salvo los destellos de algunas mujeres jóvenes, inmediatamente golpea la melancolía de la gente: caras largas, gestos aburridos, cabezas gachas, ojos en el suelo, pasos sin ruido, palabras sin voz. La languidez verdosa del vegetariano parece haberse apo derado del chileno. En cuanto al chileno, debe tenerse presente que nunca ha sido particularmente extrovertido, original o alegre. Incluso en la era anterior al Gran Experimento, cuando disponía de su ficiente carne y vino del bueno, se caracterizaba por la sobrie dad, la timidez expresada en el hablar bajo usando diminutivos, la valorización de la seguridad por sobre la innovación, la búsqueda de placeres tranquilos, y la falta de colorido de sus expresiones culturales, desde su vestimenta hasta sus ciudades. El hombre gris que pulula por el centro enredado en papeles y estampillas fiscales, es un producto antiguo de nuestra cul tura burocrática. 126 Más aún, hace muchos años que existe una frustración latente al ver que no se progresa como se quisiera, que hacer algo significa sumirse en un fango de trámites burocráticos, que hay mucha injusticia, que somos pobres y que las cosas no andan bien. Es la frustración de saberse capaz para más de lo que se hace. Esta frustración explica en gran parte la elección de 1970 en que los tres candidatos, cada cual desde su punto de vista, proponían transformar la sociedad. Asimismo el creciente tono mesiánico de las campañas presidenciales interpreta el anhelo general de encontrar al redentor capaz de cambiar el sistema. Unos para hacerlo más liberal, otros para hacerlo más comu nitario, otros para hacerlo más estatista, pero todos para hacer con él algo radicalmente distinto a lo que era. La falta de con senso en la política chilena giraba en torno a lo que debiera hacerse con el sistema, pero todos coincidían que así como es taba no podía seguir. Sin embargo, esta frustración no era de una magnitud tal como, para manifestarse en las caras de la gente. Tampoco era lo suficientemente fuerte como para impedir que se trabajara, se iniciaran proyectos y se tuviera un cierto optimismo. Los problemas del chileno estaban al alcance de su mano, eran posibles de solucionar. Si bien consideraba que la situación era difícil, estimaba que tenía arreglo. Pero el gran experimento efectuado para eliminar el ori gen de esa frustración latente, al cabo de dos años la trans forma en desánimo abierto. Lo que iba a liberar termina des vitalizando. Esto no ocurrió repentinamente, sino que fue un proceso observado primero entre los opositores al régimen y que inexo rablemente ha ido contaminando también a sus partidarios. Actualmente es un signo nacional que traspasa barreras ideo lógicas y sociales. El desánimo se manifiesta en una desvitalización de la acción, fundamentalmente en la acción de orientación colec tiva que es el trabajo. Recorrer dentro de trabajos — oficinas, minas, servicios públicos, empresas privadas o estatales— es presenciar una larga huelga de brazos caídos. 127 Nadie quiere trabajar. Incluso en aquellas instituciones po bladas mayoritariamente por socialistas y comunistas, se res pira este desánimo. Prima la noción de que “ esta cuestión fracasó”, que “ estamos jodidos” , que “no hay nada que ha cer”. Todos parecen estar esperando algo que va a pasar. En tretanto nadie sabe qué hacer y si alguien lo sabe, le da lata hacerlo. Empleados, jefes, auxiliares, profesionales, oficinistas y trabajadores de cualquier rango se pasean, esperan, miran, leen el diario y conversan a toda hora. Mucha conversa. ¿Y los trabajos voluntarios? La verdad, todos lo saben, es que se asemejan más a una fiesta anual del personal que a tra bajo propiamente tal. Se hacen esporádicamente —una vez al mes en el mejor de los casos— en día domingo, con mucha publi cidad, camaradería, personajes ilustres y simpatía. Pero paula tinamente se han ido postergando, haciendo más distantes o dejando completamente de lado. Aparte de las razones tecno lógicas que hacen de semejante brote de entusiasmo algo per fectamente sustituible por una máquina (las calles las arregla mejor una motoniveladora que un grupo de vecinos con palas y buena voluntad) la causa de su fracaso es que la gente no les ve la razón de ser. El chileno ha alcanzado un nivel cultural desde el cual cuestiona rápidamente iniciativas como trabajos voluntarios o batallas de producción que fueron necesarias para motivar al campesinado analfabeto de Rusia luego de la Revolución de octubre‘de 1917, y al de China y Cuba en su oportunidad. En esos tres países la Revolución ocurrió antes de que tuvieran un proletariado consciente de sí mismo, mientras eran esen cialmente agrícolas y carecían, por lo tanto, de una clase tra bajadora industrial significativa. El problema ahí fue trans formar campesinos iletrados en obreros industriales y debieron ir construyendo su clase trabajadora a medida que se indus trializaban. Pero la clase trabajadora chilena ya estaba formada y a través de una ardua historia de acción sindical había madurado hacia su propia conciencia. Ya en 1907, vale decir 10 años antes de la Revolución de octubre, los obreros de las salitre ras solicitaban la nacionalización de los medios de producción 128 y protagonizaron la más sangrienta huelga de la historia labo ral del mundo (600 a 2.000 muertos según la fuente). La legendaria maña y sabiduría del trabajador chileno es el resultado de su experiencia histórica. Ha vivido demasiadas cosas como para que lo convenzan slogans traducidos por inte lectuales de manos pulcras. Sabe muy bien que no tiene sentido producir por producir. Otra forma que ha adquirido el desánimo es en la idea del tiempo. El pasado y el futuro del chileno parecen haberse acortado. Los hechos que cuentan son los ocurridos unos me ses atrás y los que ocurrirán en unos meses más. Se vive en un eterno presente. Es sintomático que haya disminuido drásticamente la de manda de papeles para planos. Quiere decir que no hay pro yectos. Se ha dejado de proyectar, de pensar en años a futuro y de invertir esfuerzos en acciones — como proyectos de in vestigación, creación de empresas o iniciativas culturales— que apuntan hacia adelante. Entre las causas de este desánimo se destacan tres: Primero, el nuevo mecanismo de movilidad social que desalienta cualquier forma de realización personal que no sea la acción política y el trabajo burocrático. Esto se analizará más adelante. Segundo, el carácter minoritario del régimen. Dos tercios de los chilenos no lo desearon jamás. Si hubiera habido una segunda vuelta, como en Francia, para que el pueblo escogiera entre las dos primeras mayorías de la elección presidencial, se habría privado a Chile del Gran Experimento. Más aún, si Allende, en vez de presentarse como un social-demócrata mo derado, hubiera dicho concretamente lo que iba a hacer, ni siquiera hubiera alcanzado ese 36,2% de votación con que aventajó al candidato derechista (34,9%) y al democratacristiano (27,8%). “ Las razones para que un pueblo llegue al socialismo im portan poco” escribió Sartre, “lo esencial es que lo construya con sus propias manos” . Pero el rasgo más distintivo del régi men es la escasa participación que permite a nivel de Gobierno. La construcción del socialismo es obra aquí de un puñado de funcionarios que lo imponen desde arriba por decreto. A dife 5 .— C h ile 129 rencia del socialismo chino o cubano que la fraguan hombres de acción al aire libre y compartiendo vivencias directas con el pueblo, el socialismo chileno se gesta, fragua y realiza en oficinas. Sus autores viven en un mundo de papeles y palabras, rodeados de textos ortodoxos, cercados de archivos, tapados de libros y aislados de la gente. Cualquier cosa que salga del ambiente cuadriculado de la oficina, sólo puede ser proyección de ese ambiente. Es un socialismo de memorándums, oficios y decretos que se interesan más en concientizar al pueblo que en interpretarlo. La condición minoritaria del régimen podría haberse sub sanado si se hubiera abierto hacia el sentir de la mayoría. Percí su carácter oficinesco se lo impide y hasta sus más fieles adep tos se van frustrando al ver que no logra interpretar la reali dad ni entrar en contacto real con sus propias bases. De ahí que la combinación de estos dos rasgos resulte en algo que en sus múltiples expresiones va contra el sentir del chileno y lo deprime. Y tercero, el resultado económico descrito en otros trabajos. 2. La Liberación del Complejo de Inferioridad. El Gran Experimento trajo consigo una transformación de los mecanismos en movilidad social. En teoría el socialismo es la gran oportunidad del oprimido y en la práctica resultó ser la del mediocre. El régimen se vanagloria de tener ministros-obreros, geren tes-obreros, directores de compañías-obreros y otras combina ciones igualmente contradictorias porque en cuanto alguien es ministro deja de ser obrero para incorporarse objetivamente al grupo dominante, con el status social e ingreso propio del car go. En todo caso, no es nuevo en Chile que personas nacidas en la clase baja o media arriben a posiciones de mando. Lo nuevo es que lleguen ahí sin la preparación necesaria. Para el régimen, tal como lo rezan los párrafos iniciales del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, “ La historia de toda sociedad, hasta el presente es la historia de la lucha de clases”. 130 “ Hombres ilustres y esclavos, patricios y plebeyos, maestros y oficiales, en una palabra, opresores y oprimidos, han estado enfrentándose unos a otros en constante antagonismo, mante niendo una pugna ininterrumpida, ora disimulada, ora abierta, pugna que siempre ha terminado en una transformación revo lucionaria de la sociedad entera o en la ruina mutua de las clases combatientes”. El régimen consideró opresores a los que sabían y oprimidos a los ignorantes. Estimó que lo más revolucionario era reivin dicar al mediocre, arrasar con la tecnología del saber y colocar en posiciones que requieren una acabada preparación profe sional o una vasta cultura a personal cuyo único antecedente es la confianza del partido y cuyo único interés es aumentar su propio poder. A nombre del proletariado el régimen empezó a elevar a posiciones de responsabilidad nacional a toda suerte de mé dicos sin pacientes, políticos sin electores, abogados sin clien tes, escritores sin lectores, negociantes sin coimas, profesores sin alumnos, líderes sin seguidores y demás exponentes de la fauna de los mediocres. Por ejemplo, Hernán del Canto, un político que no fue capaz siquiera de ganar una elección complementaria a Dipu tado por Valparaíso, al poco tiempo de perderla fue nombrado Ministro del Interior. Ahí, vestido con ternos muy bien cor tados, debió dedicar gran parte de su tiempo a defenderse de una querella judicial por un contrabando, en que estuvo invo lucrado junto al Director de la Policía de Investigaciones. Como el solo hecho de desempeñar una función importante de tipo técnico implicó pertenecer a la clase opresora, los téc nicos chilenos del cobre, los profesionales de organismos pú blicos y los ejecutivos de empresas intervenidas han sido ex plícitamente perseguidos, amenazados, despedidos o marginados. La expropiación, que antes tendía a aplicarse al incapaz de hacer producir bien sus tierras, comenzó a aplicarse al que supo hacerlo y tuvo éxito. Para el socialismo la verdadera cau sal para expropiarle a alguien su fundo o intervenirle su in dustria es haber logrado sacar adelante esa fuente de producción y trabajo. 131 A mayor éxito, mayor ira del régimen. Encima, el régimen ha tipificado como atributos del ene migo hablar en forma culta, tener buenos modales, actuar caballerosamente, y andar limpio. Eso es cosa de momios, no de compañeros. Todo esto configuró un nuevo mecanismo social en que ya no cuenta la superación personal, el aprendizaje profesional, la dedicación a una función técnica, ni el saber. De este modo, la gran esperanza en la vida es ingresar a la burocracia estatal a mover papeles y esperar el sueldo a fin de mes. Los que aspiran a más empezaron a emigrar masiva mente. Los demás deben conformarse con el modelo burocrá tico de realización personal: funcionario con empleo estable, sin mayores riesgos ni aventuras, ni rico ni pobre, libre del agobio de tener que decidir su propio destino, exonerado de la necesidad de usar la imaginación, seguridad de que no ha brán mayores cambios en la vida y sueldo fijo cualquiera sea su rendimiento. Ahora bien, algunas de estas tendencias se advierten desde antes. En primer lugar, la mentalidad burocrática domina al chi leno hace tiempo — su pionerismo es leyenda del siglo pasado— y actualmente se acentúa su inclinación por empleos estatales por ser la única alternativa que queda. Segundo, Chile no era una sociedad con plena igualdad de oportunidades. Ninguna sociedad lo es. Había avanzado más hacia ese ideal que los demás países latinoamericanos donde, además de sistemas muy rígidos de clase, está la barrera racial. La expansión educacional, la desaparición de los requisitos de linaje para obtener cargos, el éxito de los inmigrantes y la valorización del status adquirido (mérito) por sobre el status adscrito (familia, apellido) son factores que en Chile han crea do una apreciable movilidad social ascendente y descendente en los últimos sesenta años. El hecho de que papito esté arriba no asegura al hijito una posición similar. Sin embargo, la gen te percibía que su imagen de los legítimos medios, valores y virtudes requeridos para llegar arriba no coincidían con la realidad de los que a menudo permitían subir. 132 Tercero, tal vez como mecanismo de defensa contra la frus tración de no avanzar, el chileno tiende a guardar resentimiento contra el que tiene éxito, considera que si alguien triunfa es porque jugó chueco y que si es rico es porque robó mucho. Encima, el Gobierno Demócrata Cristiano había comenzado ya a fomentar oficialmente el resentimiento contra el que sur gió, especialmente contra el empresario. Todo fue gradualmente erosionando la legitimidad de los mecanismos de movilidad social y por ende de los que están arri ba. El que quedó abajo consideró que no era culpa suya sino que del sistema. Y el régimen, al exaltar al mediocre, perseguir al que sabe y expropiar al que tiene, libera del complejo de in ferioridad por haberse quedado atrás. Al ver caer a otros más capaces, más inteligentes o más empeñosos, se piensa que esa capacidad, inteligencia y empuje al fin de cuentas era bien inú til. Al ver personas mediocres llegar arriba se hace más ase quible, imaginariamente al menos, la posibilidad de que uno ascienda también. Si ese pobre ave puede, ¿por qué yo no? Esto ha permitido a mucha gente en posiciones subordinadas sentirse más segura de sí misma. Como la subordinación es más envolvente en empleos de clase media — el oficinista además de realizar un trabajo determinado debe someterse a una forma determinada de vestir, de hablar y de sonreír— este fenómeno ha tenido más impacto en la clase media. 3. La Violencia. El tercer resultado es la violencia. Antes de convertirse en campo de experimentación, Chile era envidiado por haber sabido progresar pacíficamente. Mien tras los europeos durante este siglo han desencadenado dos guerras mundiales y otros pueblos se han aniquilado en enfren tamientos internos, el chileno ha sabido arreglárselas en forma menos exaltante, pero más civilizada. Su naturaleza esencial mente pacífica y su superación cultural lo han hecho aprender a respetar al otro. Había logrado un sistema de organización social, que con sus defectos, al menos tenía el mérito de haber desterrado la barbarie de la anarquía. 133 Por más de un siglo no se cometió asesinato político alguno y el Presidente de la República — como cualquier ciudadano— caminaba solo por las calles sin nada que temer. Pero la evolución de la sociedad parece haber dado una vuelta completa porque el chileno ha sido llevado a creer que la única manera de seguir viviendo es matando. Es el resurgimiento de Thanatos, el dios de la destrucción y la muerte que se contrapone a Eros, el de la vida y el amor. El régimen socialista por su interpretación de la sociedad como algo dividido en clases antagónicas e irreconciliables, ha fomentado decididamente este instinto tánico. Aviva constan temente la agresividad latente contra el otro. Que la sedición, que la conspiración, que la explotación, que el fusil, que el desabastecimiento, que el acaparamiento, que la toma, que la retoma, que la mentira, que la contra men tira, que contra esto, que contra los que están en contra, que todos contra todos. Que el enfrentamiento o el odio final contra el otro. El impulso de matar se va apoderando de todas las acti vidades. Maquinarias concebidas para esparcir conocimiento imprimiendo periodismo defecatorio; la maravilla electrónica de la radio y la televisión consumiendo energía del agua para esparcir mierda; parásitos extranjeros recién salidos de la selva aprovechando la hospitalidad chilena para esparcir su propio salvajismo; y políticos que debieran organizar las cosas para que el hombre sea feliz, fomentando esa podredumbre. La violencia, que no es más que tripas, ojos y sesos des parramados por las calles, se presenta como la redención. El fusil, exteriorización del complejo fálico del impotente, se glo rifica como la solución. Y la venganza, ver a personas caer y reventar, se anuncia como la finalidad misma de la acción política. “ Pero si el socialismo no era venganza” confesaba deses perado un dirigente campesino que milita hace 14 años en el Partido Socialista y sale cada amanecer a trabajar con su pala. Desesperación inútil porque súbitamente el chileno medio se encuentra sumido en una acelerada violentización de la acción que va haciendo repulsivo el experimento, tanto para los que no lo desearon pero estaban dispuestos a soportarlo 134 pacíficamente, como para los que creyeron que era la única forma de edificar una sociedad mejor. Diarios y radios acusan públicamente de carajos, asesinos y de cuanto insulto contiene el idioma a inocentes y a catego rías sociales enteras. El lenguaje se militariza y se habla de estrategias, maniobras, ataques, alertas, aplastamiento y muer te al enemigo. 1.005 huelgas ilegales el primer semestre de 1971. 1.767 tomas de fundo a la fuerza contabilizadas por Carabineros entre el l 9 de noviembre de 1971 y el 5 de abril de 1972. Secuestros de ejecutivos en su industria y de agricul tores en su fundo. Retomas a balazos, bloqueos de caminos de rribando árboles, aparición de brigadas, extrañas bandas de guerra desfilando por el centro, manifestaciones que terminan a cadenazos y pedradas, encarcelamientos arbitrarios, allana mientos sin orden judicial, dirigentes de oposición torturados por la policía, conspiraciones de dinamiteros, autoatentados de funcionarios públicos que buscan pretextos a la violencia, altos Jefes de Gobierno sorprendidos integrando bandas terro ristas, tupamaros llegando de Uruguay con el puño en alto para continuar aquí su quehacer, explosiones de bombas destinadas a volar industrias nacionales, la Línea Aérea Nacional en trá fico de armas, enigmáticos bultos llegando desde Cuba, cascos y garrotes en las manifestaciones, milicias populares, guardias blancas, el Grupo Móvil de Carabineros más activo que nun ca lanzando bombas lacrimógenas y lumazos por doquier, pa pas aliñadas con navajas contra mujeres que desfilan con ca cerolas vacías, la agresividad del hombre, policías con ametra lladoras por todas partes, poblaciones marginales atacadas por destacamentos de policía, el General René Schneider asesinado, Amoldo Ríos asesinado, Juan Millalonco asesinado, Edmundo Pérez asesinado, Rolando Matus asesinado, pobladores de Lo Hermida asesinados, el cabo Aroca asesinado... 4. El Miedo. La violencia da miedo, pero el miedo provoca tres tipos de reacciones que se pueden observar cuando un perro grande enfrenta a uno chico: 135 i) El perro chico se hace el simpático, se bota de espalda y abre de piernas para que hagan lo que quieran con él con tal de salvar su vida. El miedo lo paraliza. ii) El perro chico busca protección. Se arrima a su amo, se esconde en su casa o arranca a perderse. iii) El perro chico gruñe o ataca con tal decisión que des concierta al más poderoso. Esta es la reacción más frecuente de los quiltros chilenos, esos que trotan bajo las carretelas, cuando se topan con animales más corpulentos que son capa ces de vencer pero no de convencer. “ El miedo es cosa viva” dice un refrán que se oye mucho últimamente. Esto de atribuirle naturaleza vital al miedo es importante porque se ha ido trasladando de lugar. Gente que inicialmente reaccionó de la primera manera terminó reaccio nando de la última y viceversa. Al comienzo, la reacción general de los que no se conside raban parte del régimen fue la de simpatizar. Hubo numerosos conversos al nuevo credo oficial y la frase “ yo siempre fui izquierdista” era el santo y seña para reconocerlos. Otros re galaban gran parte de su producción, abrían nuevas posibili dades de participación o entregaban sin más algunos negocios con tal de congraciarse con el régimen. Hasta el diario “ El Mercurio” estuvo abiertamente del lado del Gobierno Marxista durante los primeros meses. El asesinato del General Schneider, pocos días antes que asumiera Allende, llenó de sentido de culpa a la mayoría de los que no eran allendistas, quienes fueron acusados como ca tegoría política de haberlo asesinado. Constantemente por tele visión, en discursos, diarios y radios los opositores eran “los mismos que asesinaron a Schneider” . A esto se sumó el miedo inveterado de los que en su conciencia sentían que se la me recían. Hubo un verdadero sicoanálisis colectivo en que la gente, especialmente de clase dirigente, buscaba su culpa. Durante esos primeros meses, el régimen podría haber hecho cualquier cosa sin encontrar más resistencia que el terror para lizante. Luego vino la reacción defensiva. 136 Las poblaciones callampas se transforman en campamentos cerrados con turnos de vigilancia, reglamentos internos y con trol estricto de entrada y salida. Vecinos de otros barrios orga nizan sus grupos de protección con rondas nocturnas y adies tramiento para-militar. Familia tras familia van adquiriendo fieros perros policiales:. Los jardines abiertos se cierran con re jas. En los edificios de departamentos el mayordomo empieza a controlar la entrada. Nace un interés inusitado por cursos de karate. Y mientras más se prohíbe la posesión de armas, más gente las compra. Esta actitud defensiva caracteriza también la oposición po lítica del primer año. La gente trata de liberarse del impulso revolucionario inicial parapetándose en la legalidad, la tradi ción democrática, los Padres de la Patria, el ritual burocrático y cualquier cosa que sirviera para contenerlo. Los maestros del juego defensivo son los políticos profe sionales. Pero paulatinamente la gente empieza a vivir realida des muy distintas de lo que hablan y hablan los políticos. Cunde la sensación de que sus discursos, sus ideas, sus media ciones, sus componendas y su lenguaje son irrelevantes. Los de un lado se impacientan porque no atacan, y los del otro porque no defienden. Los partidos establecidos se muestran tan sa tisfechos consigo mismos que a través de su burocracia no pueden verse a sí mismos. La política deja de interpretar a la gente. La vieja guardia mantiene el poder, pero pierde el liderazgo. En todos los frentes — sindicatos, partidos, agrupaciones gre miales, programas periodísticos— aparece una nueva genera ción de líderes que son más agresivos y hablan otro idioma. La tercera reacción — la ofensiva— la desencadenan las mujeres a las siete de la tarde del l 9 de diciembre de 1971 en la Alameda, frente a la Biblioteca Nacional, cuando Carabine ros trata de dispersarlas mientras desfilaban con cacerolas va cías para protestar contra el desabastecimiento. En el instante preciso en que huían de las bombas lagrimógenas, esquivaban a los brigadistas, y se replegaban una cuadra más atrás, se pro dujo el cambio decisivo: en vez de atemorizarse, les brotó la ira. Lo que un minuto atrás era un conjunto de señoras y lolas 137 I bastante asustadas, protegidas por unos jóvenes inexpertos en lucha callejera y por lo tanto bastante asustados también, se transformó en una estampida rugiente que volvía al galope contra los brigadistas, contra los Carabineros y contra lo que le pusieron por delante. Los marxistas que hasta ahora tenían un dominio indiscutido de la calle, se espantaron y corrieron a protegerse tras los Carabineros. Lo demás todos lo saben. Como un reguero de pólvora empezó a prender una ofensiva contra el régimen. Esa misma noche ya se comentaba en todas las sobremesas y camas que las famosas brigadas con que el régimen aterrorizaba, eran cosa de pacotilla. Los opositores perdieron el miedo. Entre tanto el miedo se fue cambiando a la izquierda. Por primera vez en la historia de Chile se cuenta con un Presidente poseído de un miedo a la gente, similar al de los estados poli ciales. Allende estrenó su Grupo Armado Personal (GAP) que lo acompaña a todas partes con sus miradas torvas, su flotilla de Fiats 125, sus ametralladoras listas, sus empujones, sus si renas y su fanfarria de dictadura tropical. Las distintas mansiones que ha adquirido,como la de Tomás Moro y “ El Cañaveral”, han sido acondicionadas como verdaderas fortalezas a igual que el Palacio de Viña y la Mo neda. El Palacio de la Moneda, tradicionalmente abierto al pueblo para que circule por sus patios interiores, se mantiene cerrado y su guardia ha sido reforzada. Ministros y Subsecre tarios andan con guardaespaldas. Connotados hombres del ré gimen compran casas a nombre de la esposa o de los hijos “ por lo que pueda pasar” y por la misma razón altos funciona rios de Gobierno depositan dólares en cuentas cifradas en Suiza y Miami. Vinieron las marchas, las contra marchas, las retomas y el paro gremial de octubre de 1972, al final del cual Carabineros fue insuficiente y el régimen debió escudarse en los Militares. 138 5. Nueva solidaridad. El Gran Experimento, su correspondiente violencia, la an tología de acontecimientos surrealistas de cada semana, el nue vo arte de la chivología oficial con sus fabulosas explicaciones de las cosas más inauditas, los vaticinios apocalípticos y el in terminable ¿qué irá a pasar? dando vueltas y vueltas, han creado una sensación profunda de desconcierto e inseguridad. La acción ha entrado en una dinámica tan fuera de toda lógica que la gente, sencillamente, no entiende. “ Es que no en tiendo”, “no puedo comprender esto otro”, “pero ¿cómo voy a creer eso?”, son frases que ahora afloran constantemente en el lenguaje oral. Al no comprender, la gente empieza a buscar explicaciones mágicas y encima de los hechos que por sí solo desconciertan, circulan toda suerte de rumores fantasmales. Que éste me contó, que yo supe, que dicen por ahí... Unos están contra “el proceso” y otros a favor. Pero todos coinciden en considerarlo como algo venido de arriba, como una especie de granizada destructiva o lluvia vivificante, que tenía que pasar sin que le sea dado al hombre enmendarlo. Por su parte, el régimen explota su carácter sobrenatural re pitiendo que actúa a nombre de cosas situadas por encima del hombre como la Revolución, El Socialismo, o la Historia. Partidarios y opositores han adquirido conciencia de animalejos de laboratorio. Esto se aprecia en que todos se preguntan: ¿Qué irá a pasar?, y no ¿qué vamos a hacer? Es decir, en vez de situar el objeto de la acción en el hombre mismo, lo sitúan en algo impersonal que decide el destino desde lo alto. El desconcierto y la conciencia de ser manejado de arriba han provocado una inseguridad general que solidifica los grupos. El individuo se está integrando cada vez más a los grupos que pertenece, está afianzando todos sus lazos gregarios. La mentablemente éste no es un proceso a nivel de toda la sociedad, sino que ocurre siempre que haya una afinidad fundamental: tener la misma posición ante el régimen. Esto significa que la sociedad en vez de integrarse en su totalidad, se está polarizan do en dos grandes bandos que se unen internamente. 139 La línea divisoria entre los bandos no es la clase, ni el in greso, ni la edad, ni el sexo, ni el trabajo. Es la actitud ante el régimen la que ha resultado ser independiente de estas variables. Actitudes contrarias y favorables se dan en grandes cantidades en todas las clases, niveles de ingreso, edades, sexos y ocupa ciones. La sensación de compartir una misma experiencia ha unido a la gente dentro de su respectivo bando. En toda suerte de grupos en que las relaciones entre sus miembros eran de tipo funcional, se observa el establecimiento decidido de relaciones de tipo primario. En el trabajo, asociaciones gremiales, partidos políticos, juntas de vecinos o comités de trabajo, los del mismo bando empiezan a hacerse amigos. La mucha conversa mencio nada antes es bastante ineficiente en términos del funcionamiento de las cosas, pero a través de ella la gente va descubriendo seres humanos y va aumentando la comunicación. Hoy día cualquier reunión va precedida de intercambio de informaciones, relatos de copuchas y cuentos a través de los cuales cada uno se da a conocer, fija su posición como queriendo decir yo soy de éstos, y contribuye a crear una atmósfera humana. El contacto de cosa con cosa, típico de los grandes países industriales, se ha sustituido por la comunicación de persona con persona. Esta voluntad de estar más cerca se puede observar también, en el hecho, nuevo también, de que situaciones de masa donde cada cual está sumido en su propia soledad, como en el cine o en las micros, se suelen transformar en situaciones de grupo en que se establece comunicación. En los cines ahora es usual que la gente haga comentarios en voz alta y que en los entreactos, personas desconocidas comiencen a conversar. En los micros ahora se habla y lo que antes, eran jaulas de zombies, ahora a veces parecen pajareras de cotorras. En las tiendas, cualquier comentario basta para iniciar una amistad. A la plaza de Armas acude gente a discutir de política y un jueves cualquiera a las 7,30 de la tarde pude escuchar peroratas sobre las virtudes de la carne de ballena, quejas so bre el desabastecimiento de pañales y discusiones entre cuatro oficinistas y dos obreros —todos UP— que “estaban hacién dose la autocrítica” . 140 La gente joven ahora se tutea inmediatamente. En la calle personas que no se conocen conversan y se ha vuelto mucho más fácil meterle conversa a alguna bella des conocida. Además de las formas espontáneas de fraternización que provoca esta sensación de acabo del mundo, hay acciones direc tas del régimen que resultan en nueva solidaridad. En las múltiples marchas a que se asiste por estar a favor, en contra o contra los que están en contra, el hombre solitario de la ciudad se siente necesitado por el sistema. Al desfilar se integra a una comunidad humana que avanza eufórica. No sabe hacia dónde, pero aquí avanzamos todos juntos, hartos, brazo en brazo unidos por los mismos slogans, gritando las mismas leseras, todos amigos. Incluso las colas, con todo el hambre que evidencian, re presentan para el citadino solitario, una manera de establecer comunicación humana. Ahí conversa, espera, oye cuentos y ríe también. Chistes y copuchas vuelan a lo largo de la cola. To dos rezongan juntos y de tanto consolarse mutuamente, de tan to contarse sus penas, la gente queda más unida y eso a veces vale más que el pollo que antes se compraba en silencio. 6. La Sociedad del No-consumo. El desabastecimiento, además de juntar a la gente en colas, crea nuevas experiencias gratificadoras. Es formidable, por ejemplo, pasar tranquilamente a un . UNICOOP a comprar cigarrillos y de súbito verse envuelto por una jauría de señoras que corren y empujan hacia adentro y sin saber cómo ni por qué encontrarse frente a unos paquetes de carne — ¡carne!— agarrar uno y volver a la casa para ser aclamado cual cazador que doblegó un bisonte. Luego uno mira a sus hijos devorando lo que seguramente era un bisonte por lo duro, y se siente tan buen padre. Ante la noticia llegan vecinos admirativos: ¿cómo fue?, ¿muy lejos?, ¡aah! y enton ces el ego de macho rutinizado crece al saberse tan feroz ca zador. 141 Experiencias así, tan simples, van sustituyendo la aliena ción propia de la sociedad de consumo por las vivencias de la sociedad del no-consumo. ¿Quién iba a pensar que un sim ple pedazo de buey australiano encerraba tal potencial de sor presas gratificadoras? Incluso objetos tan aburridos como un neumático han adquirido la capacidad de hacer feliz al hom bre. Encontrar uno le puede devolver la sonrisa a un camionero porque le permite seguir trabajando, del mismo modo que en contrar comida nos permite seguir viviendo. Y es tan fantás tico vivir. Ante la ausencia de cosas, la gente súbitamente descubre el valor que tienen. Surge una verdadera obsesión por el con sumo. Datos sobre el arroz, cuentos sobre cómo se consiguió aceite y demás hazañas consumeristas pasan a ser temas cen trales de las conversaciones y motivo esencial de los sueños. 7. La Liberación de la Burguesía. La teoría orientadora del Gran Experimento dice que para liberar a los proletarios es necesario suplantar a los burgueses que poseen los medios de producción. Consecuentemente el régimen —valiéndose de compra de acciones, de facultades de expropiación, de decretos olvidados, de tomas y de presiones económicas— ha ido adquiriendo poder sobre toda suerte de fundos, industrias y empresas. Su meta de expropiarle a la burguesía los medios de producción que controlaba, la ha lo grado eficientemente. Ahora bien, uno de los espectáculos más insólitos es ver a personas que por haber perdido su fundo o industria, debie ran estar sumidas en la ruina económica y en la depresión neurótica, viviendo igual o mejor que antes, llenas de optimis mo, alegres y sobre todo humanamente más realizadas. Al comparar las reacciones de los grandes empresarios con la de los pequeños, se observa lo siguiente: mientras más gran de la empresa, menor la resistencia de sus propietarios y eje cutivos. Por ejemplo, los bancos pasaron a manos del régimen sin pena ni gloria. Al igual que en muchas industrias, los únicos 142 que se han negado a vender han sido algunos pequeños accio nistas. Pero cuando se trata de expropiar unos fundos pequeños y pobretones a los agricultores de Lautaro, éstos se defienden a balazos, se retoman los predios, persiguen a los miristas por la Cordillera y en defensa de algo que vale tan poco inician una guerra civil local. Camioneros y pequeños comerciantes empezaron el gran paro de octubre de 1972 que llevó a los militares al poder. La explicación yace en la naturaleza de la empresa moder na. Cada vez tienen menos importancia los medios de produc ción físicos — máquinas, capital físico, instrumentos y herra mientas— frente a la preponderancia creciente de la capacidad técnica de saber emplear adecuadamente esos medios. El verdadero capital de una empresa es su capital humano. Lo que la mueve es la experiencia, adiestramiento y capa cidad técnica de su gente. Al expropiar los objetos de una in dustria se expropia lo que es sustituible hoy y obsoleto mañana. El desastre económico en que se sumen las industrias expro piadas, se debe a que se deshacen olímpicamente de su prin cipal capital humano que son sus técnicos y ejecutivos. La es casa resistencia de los ejecutivos industriales se debe a que ese capital humano sigue suyo y que tienen, por lo tanto, mu chas otras posibilidades sea en Chile o afuera. Saben que los que se quedaron carecen de adiestramiento técnico necesario para innovar y modernizar la industria. En el mejor de los casos logran mantener la producción anterior o aumentarla le vemente presionando más los equipos existentes, pero se ha visto una ausencia total de innovación sea de procedimientos o de productos, y empresa que no innova constantemente es empresa muerta. En las empresas pequeñas y tradicionales, en cambio, cuen ta mucho más el capital físico y su dueño se aferra a él por carecer de alternativas. Además, como si el rodaje de una industria en tiempos normales no fuera suficiente para dislocarle los nervios a cual quiera, el proceso de expropiación es una negociación general mente sucia, arbitraria y que complica más aún el trabajo eje cutivo. De modo que cuando es marginado definitivamente se 143 siente derrotado, pero con esa sensación de alivio que da saber que la guerra acabó. A veces se pasa unas semanas dando vuelta por la casa. Pero generalmente no ha terminado el proceso de expropiación cuando ya le están llegando ofertas de otros países que se inte resan en aprovechar su experiencia. Es tal el dinamismo del capitalismo internacional, que capital físico y créditos siempre abundan para quien tenga ideas. Por ejemplo, el principal eje cutivo de INDAC que durante casi treinta años se dedicó a transformar lo que era un taller de fundición en una de las plantas más modernas de América Latina de aceros especiales, luego de ser expropiado ha recibido ofertas de Alemania para instalar una siderúrgica ultra moderna en Centro América. Otros, con su conocimiento de los negocios descubren las formidables posibilidades de especulación que ofrece el socia lismo y con menos esfuerzo que el necesario para producir, ganan ahora más plata. Otros emigran, y en menos de dos años hay chilenos ex propiados produciendo semillas de exportación en España, le vantando moteles en Venezuela, proyectando siderúrgicas en Honduras, instalando pesquerías en Ecuador, fabricando lico res en Argentina, construyendo viviendas económicas en Co lombia, asesorando empresas cupríferas americanas en Rusia, desarrollando ganaderías en Australia y organizando bancos de fomento industrial en Paraguay. Y siempre son los empresarios, ejecutivos y profesionales de mayor calibre quienes tienen más contratos y posibilidades. En ambientes más favorables a la creación económica, muchos han surgido rápidamente, han abierto nuevas fuentes de tra bajo y se sienten mucho más realizados. Además, se observa un proceso de reacondicionamiento existencial. El trauma que significa ser separado de la obra de toda su vida, a muchos los ha hecho cuestionarse cosas fun damentales. “ Antes me sacaba la mugre trabajando para ganar más plata que el vecino” —me explicaba un gran financista— . “ Este terremoto me ha hecho pensar muchas cosas. He descu bierto a mis hijos, que los tenía harto abandonados; nos fuimos juntos de camping a una playa al norte. Estuvimos dos sema nas, cosa que jamás antes podría haber hecho. En marzo me pegué un viaje con mi señora de dos meses por Europa y ahí me di cuenta que desde que nos casamos, 18 años atrás, que no estábamos así juntos, el uno para el otro, sin nada que hacer, sin apuro. Descubrí lo que es sentarse en una playa y contemplar el mar, tranquilamente, sin pensar en los telex, los negocios, las responsabilidades y toda cosa que me estaba con sumiendo” . En síntesis, lo que pretendía liberar a los proletarios liberó a los burgueses. 8. El Poder Sobre los Medios de Destrucción. Otro resultado paradojal es que los medios de producción que adquiere el régimen no le dan más poder. Al contrario, se ve más bien debilitado por los constantes problemas, atrasos, ineficiencias, huelgas, corrupciones, escándalos, abusos y tor pezas de las empresas estatizadas. Lo que ocurre en ellas es fuente permanente de ataques al régimen y en muchas son los propios trabajadores quienes se vuelven furiosos contra el ex perimento, luego de ser liberados con la estatización. Lo que le va dando más poder al régimen son las masas movilizadas, las brigadas, los grupos armados. Pero a medida que la sociedad empieza a regularse por el poder sobre la fuerza, los militares — especialistas en fuerza— han ido saliendo de ese lugar secundario en que se encontraban, para convertirse en el elemento clave. El régimen ha rodeado de más privilegios y atenciones a los militares que a cualquier otro grupo. Sueldos que superan a los de cualquier profesional, mataderos propios para que ten gan toda la carne que deseen, casas construidas en los mejores barrios residenciales, partidas especiales de automóviles Toyota y Peugeot, abastecimiento oportuno y abundante de la leche, mantequilla, jamón y queso que le falta a la población. En vez de haber sido los niños los únicos privilegiados, resultaron serlo los militares. Y, por último, ha debido valerse de las Fuerzas Armadas —no de los trabajadores— para sustentarse en el poder. Lo 145 que se inició como revolución popular terminó como régimen militar. Esto indica que así como el capitalismo fundamenta su po der en los medios de producción y la democracia en los medios de expresión, el socialismo fundamenta el suyo en los medios de destrucción. 9. La Movilización de la Clase Media. Mientras las expropiaciones afectaron a los grandes mono polistas y latifundios, la gente de clase media no se inquietó. Pero su actitud empezó a cambiar cuando vio, al cabo del primer año, que el proceso iba mucho más abajo y que peque ños agricultores, empresarios menores, camioneros, micreros, profesionales, empleados bancarios y otras categorías de clase media eran deliberadamente castigadas por el régimen. Pero a diferencia de gente de clase alta, que tiene alternativas a veces mucho más interesantes, los de la clase media generalmente no la tienen y deben aguantarse donde están. De ahí que, como se esbozara antes, la resistencia al régi men surge principalmente de la clase media. A pesar de que al hombre de clase media le cuesta más que a nadie romper los ritualismos formales que marcan su vida, se ha vuelto más militante y paulatinamente esa intolerancia que se advirtió primero en las generaciones jóvenes de la clase alta se ha ido extendiendo hacia la clase media. Entre la gente de clase media existe la sensación de ser los más afectados económicamente por el Gran Experimento. Es probable que la pérdida del poder adquisitivo sea más acen tuada en la clase media. Por un lado el hombre de la clase media ve que no puede seguir avanzando en el plano de la realización material. Por otro, ve que todo lo adquirido con un esfuerzo de hormiga — su educación, su puesto, su casita, su televisor y sobre todo su calidad de persona “ decente”— ahora peligra. Teme ser engu llido por el populismo y se niega a “ volver a caer a la tierra’. Lo único que tiene son sus logros insustituibles e ¿reemplaza bles. Pero las tomas, la violencia, el énfasis en lo popular, la 146 política oficial de confundirlo con el pueblo del cual se quiere distinguir y el alejamiento de los bienes que definen su status, lo tienen sumido en una incertidumbre oscura. En torno suyo ve desmoronarse los esquemas y valores con que fue formado. Pero ve también que no tiene por qué seguir pasivo, acomplejado por su inferioridad y reprimido por sus esquemas. La presión para que actúe va subiendo hasta que algo —un fraude en una elección, un amigo que lo despidie ron, una medida arbitraria, un remedio que no pudo conseguir, una información sobre corrupción administrativa— lo hace es tallar. Cuelga su temo gris, se arranca la corbata, se arremanga la camisa y se lanza desaforado a la acción. En la lucha gremial, participando en una huelga, desfilando en una manifestación, protestando contra algún interventor, gritando en una asamblea, empieza a vivir la aventura de la vida. Grita con los pulmones llenos, corre peligro, organiza, se agita y actúa con el heroísmo que tenía reprimido por tan tos años de contabilizar cheques en un banco. 10. La Sensación de ser Considerados. El régimen ha demostrado una habilidad extraordinaria pa ra comprender la sicología de las masas, sobre todo de las ma sas de clase baja. Ha logrado presentar como modelo ideal de la sociedad al trabajador. Esto es importante porque el pobla dor, el campesino y el obrero por primera vez pueden sentirse realizados en cuanto tales. Hasta ahora el sistema, especialmen te a través de la propaganda comercial, le estaba diciendo su tilmente que como trabajador no valía nada. Interesaba en la medida que tenía posibilidades de salir de esa condición y lle gar a ser de clase media. Es decir, le decía que su existencia se justificaba si acaso podía dejar de ser lo que era. El régimen ha logrado convencer a vastos sectores de la clase baja de que son ellos los que cuentan. Ha presentado las cosas a un nivel asequible a las masas. La simpleza con que presenta las cosas irrita a cualquier individuo, pero sirve a nivel de masas porque éstas actúan sin la racionalidad de los individuos que las componen. 147 “ Las masas son femeninas” decía Hitler. El constante es tado de tensión que trata de mantener el régimen ha resultado efectivo porque es una forma de divertirla, de atenderla. La atención incesante, la repetición y la reiteración van creando la sensación de ser necesitados por el régimen. Este fenómeno explica la desconexión que se ha observado entre causalidad económica y acción política. Probablemente, en los hogares de clase baja no se recuerde una situación eco nómica más angustiosa — 130% de inflación en 10 meses, desabastecimiento, necesidad de comprar sustitutos en el mer cado negro— pero esto no ha provocado a ese nivel la reacción que se esperaría en un país en que un Gobierno casi cayó por subir en 20 centavos los pasajes de micro. Otra explicación es que la máquina de los partidos marxistas ha alcanzado una eficiencia tan extraordinaria que es capaz de reprimir cualquier manifestación de descontento. Pero al conversar con obreros industriales no da la impresión de algo reprimido. En palabras de un mecánico: “ Claro que está todo escaso y caro, pero tenemos un Gobierno que nos toma en cuenta”. Conclusión: La Revolución Rodante. Lo que ocurre aquí es una revolución rodante. Un gran juego en que la pelota va de un lado a otro. Hace unos diez años Chile empezó a cuestionarse, a mirar se a sí mismo. Como cada cual se mira con los ojos que tiene, la visión de sí mismo fue política y se interpretó esta inquie tud como una cuestión de las estructuras, siendo que se trataba de una búsqueda mucho más profunda. Esta nación había co menzado a preguntarse cuál era el motivo de sus actos, por qué las cosas eran así y cómo podrían mejorarse. Pero se vió a sí misma en términos políticos y tanto el go bierno democratacristiano como el de la Unidad Popular, tra taron de encauzar esta ebullición existencial que iniciaba el chileno. Los políticos trataron de usarla a su favor. Con la llegada de la Unidad Popular, se trata de enmarcar esto en una interpretación rígida y al empujar en un determinado sen 148 tido, la cosa agarra vuelo y se sale totalmente del cauce pre visto. En vez de ser el sistema que utiliza a la gente para experi mentar sobre ella, es el chileno que empieza a usar el Gran Experimento como detonador de esa revolución interior que debe hacer cada hombre en alguna etapa de su vida. A cada hombre, a cada sindicato, a cada grupo, a cada gremio, le va llegando sü oportunidad. De repente es el sur que arde, luego la revolución avanza a las provincias centra les, luego los estibadores, luego los médicos, luego los estu diantes secundarios, luego los profesores universitarios, luego los comerciantes, luego los transportistas y así, a cada cual le va llegando la hora de hacer su revolución. En cuanto a alguien le llega su tumo, súbitamente se in flama entero, grita todo lo que tiene que decir, rompe todo lo que tiene que destruir, se venga todo lo que tiene que ven garse, se toma todo lo que tiene que tomarse, y se libera de todo lo que tiene que liberarse. En ese momento en que uno se toma el centro de trabajo, otro se atrinchera en la Universidad y otro se retoma un fundo, se vive algo grande. No es sólo la fábrica, la Universidad o el fundo. Es el Socialismo, la Libertad o la Democracia. La gente actúa motivada por ideales grandes y las reglas del juego — lo chileno— es que hay poco riesgo físico en esto. (En Europa luchar por la libertad cuesta millones de vidas). Se acaba la rutina, se encuentran nuevos amigos, se viven experiencias nue vas, se juega a la guerra y la vida adquiere, por una semana al menos, un sentido patriótico de lucha. Cuando la revolución sigue de largo, rodando hacia otra parte, la gente queda mejor. Ha sentido más. Ha odiado y ama do, pero lo ha sentido. Ha visto que el otro, aunque enemigo, no es monstruoso como lo pintan sino que es un ser humano con tanto miedo como él, con las mismas preocupaciones, con las mismas intenciones. En términos económicos este gran juego ha sido carísimo. En términos políticos va llegando hacia un régimen militar (El árbitro debe poner orden). Pero lo que cuenta en una sociedad es la calidad humana de su gente y en ese sentido, la gente ha ganado. Suponiendo que esto termine como un juego en 149 que se ha pateado la pelota de un lado para otro y se han pegado también unas patadas a las canillas, los que hemos ju gado este gran match a lo largo de Chile vamos a comprender nos mejor, vamos a quedar más unidos. Cuando termine esta pichanga descomunal y volvamos a trabajar, cada cual en su oficina, cada uno encerrado en su soledad, vamos a recordar con nostalgia esos dos años de juego en que todo se permitía. Hasta que una nueva generación se empiece a aburrir de nue vo y eche otra revolución a rodar. 150 EL COSTO SOCIAL DEL GRAN EXPERIMENTO SEBASTIAN PINERA ECHEÑIQUE I INTRODUCCION. Este trabajo tiene por objeto efectuar un análisis y una eva luación de la gestión económica del actual gobierno. Para esto es necesario esbozar las estrategias y políticas económicas implementadas, teniendo presente que ellas respon den y están condicionadas por un determinado diagnóstico de la realidad chilena — elaborado por la UP— , diagnóstico que fue errado por su carácter dogmático y por la dependencia ideológica de pensadores y experiencias foráneas de quienes lo elaboraron (1). Para una mejor comprensión de la gestión económica de la Unidad Popular a poco más de 25 meses de su ascenso al * (1) Esta hipótesis es tocada por los demás trabajos que com ponen este libro. Sin embargo es necesario destacar que el diag nóstico fue una “caricatura de la realidad chilena”, cayendo en [a simpleza de calificar nuestra economía como capitalista, depen diente del imperialismo, monopólica, con una santa alianza entre los monopolios nacionales y el capital extranjero, en que el Fondo Monetario Internacional dictaba la política económica inter na, etc., etc. Estas calificaciones tajantes corresponden, más bien, a una re pública centroamericana de los años 30 que a la realidad que pre sentaba Chile en 1970, con el tamaño, diversidad e importancia del sector público en la actividad económica, la complejidad de su es tructura, el nivel y distribución del ingreso, etc. 151 poder, es indispensable situarla bajo la doble perspectiva de los objetivos a los cuales esa gestión aspiraba y de las condi ciones políticas y económicas que caracterizaban al país al ini cio de este gobierno. La Unidad Popular llegó al gobierno con poco más del 36% del electorado (2) y con el firme y decidido propósito de efec tuar profundos cambios en las estructuras políticas, económi cas y sociales del país, los cuales afectarían irreversiblemente su trayectoria futura. Para lograr la realización de este propósito básico con la eficiencia y rapidez necesarias, era imprescindible ampliar la base social que serviría de sustento al “ gobierno popular” ; para esto, la política económica a corto plazo fue una política “ populista” claramente orientada hacia la captación de nue vas adhesiones para el “gobierno del pueblo”, en que el costo económico que esa política traería en el futuro, aparentemente, carecía de importancia, y al inicio de las transformaciones estructurales. Implícitamente, esta hipótesis sugiere que pre vio a que los efectos negativos de tal política se hicieran pre sentes en la economía, la Unidad Popular, habría conquistado la totalidad del poder y podría iniciar la segunda etapa de la construcción del socialismo, en que palabras como esfuerzo, ahorro, sacrificio, inversión, hasta entonces no mencionadas, reaparecerían sobre el tapete. Teniendo presente estas consideraciones preliminares, ad quieren su plena racionalidad el conjunto de políticas en el campo monetario, fiscal, cambiario, de inversiones, etc. En síntesis, la estrategia económica de corto plazo estuvo al servicio de la estrategia política, cuyo objetivo primordial era el “ asalto al poder” . Es necesario destacar que a pesar de la interrelación de ambas estrategias, no existió una adecuada coordinación en el tiempo entre ellas. En efecto, dada la estructura jurídica de nuestro país, transcurre un período de tiempo entre el momen to en que se inicia la tramitación parlamentaria de una reforma constitucional que puede eventualmente desembocar en un ple biscito y la aprobación de la misma. Por tanto, la Unidad (2) Elecciones presidenciales del 1970. 152 Popular debió haberse anticipado al momento en que su polí tica económica de corto plazo lograra su apogeo en cuanto a adhesiones, implementando desde el principio una plataforma legal que le permitiera profitar plenamente en términos polí ticos del apoyo masivo que su política económica generaría. La UP no actuó de esta forma y en el segundo trimestre de 1971, época en que el gobierno alcanzó su máximo grado de popularidad, los mecanismos legales que permitirían pro fitar de este apoyo mayoritario no existían, (el apogeo electo ral sólo les sirvió para elegir’ una gran cantidad de regidores) y sólo estuvieron disponibles a iniciativa de la oposición (3) po co antes de que ésta triunfara en las elecciones complementa rias de O’Higgins, Colchagua y Linares (4). Es posible que este desfase o descoordinación “ temporal” en tre la estrategia política y la estrategia económica de la UP se deba a una sobreestimación por parte de ésta de la duración del período de “ auge” que su política económica de corto pla zo provocaría, período que a su vez, fue subestimado por des tacados personeros de la oposición. No ahondaremos aquí en los errores de diagnóstico pro ducto del dogmatismo, la mitologización y la dependencia ideo lógica, tema que constituye el objeto de otro trabajo (5). Sin embargo, es útil mencionar algunas condiciones coyunturales que afectaban a la economía chilena al inicio de este gobierno. La economía chilena a fines de 1970 pasaba por una etapa de profunda depresión, la que caracteriza los períodos previos a una elección presidencial. Algunos indicadores que ilustraban esta situación eran los altos niveles de desempleo, grandes márgenes de capacidad ociosa, acumulación de stocks, etc. Para finalizar esta introducción es necesario agregar a es tos antecedentes y reflexiones preliminares un somero análi sis de las metas y objetivos propuestos, lo que facilitará la eva(3) Reforma Constitucional de las tres áreas de propiedad, pre sentada por los senadores Hamilton y Fuentealba. (4) Enero 1972. Elecciones complementarias de un senador por O’Higgins y Colchagua y un diputado por Linares. (5) Ver Andrés Sanfuentes, “El papel de los mitos en la estra tegia económico-social de la U P ”. 153 luación posterior de la gestión económica de estos primeros 25 meses de gobierno. De la lectura sistemática de los documentos económicos elaborados por la UP y por persorteros de ésta, se desprende que el objetivo central de la política del gobierno era “ reem plazar la estructura económica existente, terminando con el poder del latifundio y del capital monopolista nacional y extran jero para iniciar la construcción del socialismo” (6). Esto se lograría mediante la instauración de tres grandes áreas de la propiedad: Estatal, Mixta y Privada; de tal forma que el Estado se constituyera en el centro efectivo de conduc ción de la economía y de la planificación de su desarrollo. Se agregaba a esto una política agraria ligada a las trans formaciones estructurales, cuyo objetivo básico era acelerar, profundizar y ampliar el proceso de reforma agraria. Un tercer objetivo era impulsar un vasto programa de re distribución de ingresos, destinado a favorecer las demandas de las grandes mayorías nacionales y a introducir variaciones en los patrones de industrialización (7) (8). (6) “Programa Básico de la Unidad Popular”. “Exposición Sobre la Política Económica del Gobierno y del E s tado de la Hacienda Pública”. Nov. 1970, pág. 7. “Exposición del Ministro de Economía, Fomento y Reconstruc ción ante el Subcomité del CIAP sobre Chile”, abril 1972. (7) Ver Pedro Vuskovic. “Distribución de Ingresos y Opciones de Desarrollo”, Cuadernos de la Realidad Nacional, N* 5, sep. 1970. (8) El supuesto implícito detrás de este esquema era la exis tencia de dos grupos de consumidores claramente delimitados y con patrones de consumo sustancialmente diferentes. Al redistri buir ingresos en favor de uno de ellos variaría la estructura de de manda, afectando la estructura productiva la que se concentraría en la producción de los llamados “bienes salarios”. Mediante este proceso se podría corregir una estructura pro ductiva distorsionada, generada, a su vez por una estructura de demanda distorsionada, la cual era producto de una mala distri bución de ingresos; esto facilitaría el aprovechamiento de econo mías de escala, innovaciones tecnológicas, etc. Sin embargo, el desabastecimiento inicial no se produjo en los llamados “bienes salarios” sino en bienes que podrían ser catalogados de suntuarios en una economía subdesarrollada como la nuestra, tales como automóviles y línea blanca. Como hipótesis explicativa de esta evidencia empírica podríamos señalar: 154 Conjuntamente a estos objetivos programáticos y con alta prioridad se agregaban los siguientes: — — — — — Crecimiento económico rápido y descentralizado. Aumento de la ocupación. Estabilidad monetaria. Fomento de las exportaciones. Reducción de la dependencia externa. t II LA ESTRATEG IA ECONOMICA Y SUS RESULTADOS De acuerdo a lo planteado por el Ministro de Hacienda en su primera Exposición de la Hacienda Pública, la estrategia se situaba en un marco de un triple proceso de expansión econó mica, transformación del sistema e intervención organizada del pueblo en la construcción de su propio futuro. Por esto, en el análisis de la estrategia es necesario efec tuar una clara distinción entre las llamadas estrategias de cor to y de largo plazo puesto que incorporan elementos contradic torios entre sí. A. Estrategia de Corto Plazo. La estrategia de corto plazo apuntaba a la. resolución con junta de los problemas inmediatos, (tales como estancamiento económico, desocupación, bajos niveles de ingresos de cier tos sectores, etc) y al inicio de los cambios estructurales que transformarían nuestro país en un “ paraíso socialista” . I. la redistribución de ingresos no favoreció a los sectores de bajos ingresos con alta elasticidad para los “bienes salarios”, sino que a sectores medios que demandaron bienes distintos de los “bienes salarios” ; II. los sectores de bajos ingresos ya tenían medianamente satisfechas sus necesidades vitales y canalizaron su mayor in greso hacia la compra de otro tipo de bienes distintos de los “bienes salarios”. 155 V Su expresión concreta fue la política de reactivación eco nómica, del más puro corte Kaynesiano, diseñada por el enton ces Ministro Vuskovic, cuyo objetivo primordial era el incre mento del nivel de operación del sistema, acrecentando la ma sa de bienes y servicios a disposición de la comunidad. Esto se lograría incrementando la demanda a través de una incen* tivación del consumo, pero con una categórica preferencia respecto de los grupos sociales que deberían beneficiarse de este incremento de consumo. En efecto, el estímulo a la deman da programado por el gobierno sería selectivo estando canali zado a través de dos fuentes principales: 1. Redistribución masiva del ingreso, el cual debería fluir desde sectores de altos ingresos hacia aquellos de bajos in gresos. Estos sectores fueron dogmáticamente definidos como el sector capitalista (pago a otros sectores) y el sector asalariado respectivamente, atendiendo a la clásica dicotomía marxista de explotadores y explotados. Sin embargo, basta señalar que exis ten grupos de bajos ingresos tales como desempleádos, trabaja dores por cuenta propia, pequeños empresarios, artesanos, marginados, etc. que no pertenecen al sector asalariado y que este sector incluye grupos de altos ingresos que se benefician cuando se redistribuye por la. vía de reajustes salariales. En una primera etapa la UP no buscó nuevas formas de redistribución sino que, utilizó los mecanismos tradicionales de aumento de las remuneraciones y control de precios (inclu yendo el precio de la divisa) como mecanismos básicos, con las limitaciones antes señaladas. Posteriormente, la UP alteró su política redistributiva, tendiendo a realizar el esfuerzo redistributivo a través de garantizar una canasta mínima de con sumo a ciertos sectores escogidos con un criterio político. Es to fundamenta la creación de las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP) y el intento de controlar la distribución median te la creación de DINAC. Otro elemento redistributivo fue la política de aumento de ocupaciones tanto en el sector público como en el privado. Sin embargo, esta polít'ica tampoco garantiza que el flujo redistri156 butivo haya sido de ricos a pobres; en efecto, si se analizan de talladamente las cifras del Departamento de Remuneraciones de la Dirección de Presupuesto se concluye que la política de empleo del sector público se caracterizó por las contrataciones de personas de altos niveles de ingreso, favoreciendo con esto una redistribución regresiva de la renta (9). Como elementos positivos de este proceso redistributivo, es necesario destacar la creación de ocupaciones en el sector pri vado, la extensión de la previsión social, los reajustes de las pensiones más bajas y otros reajustes especiales. En síntesis, la redistribución de ingresos realizada por la UP, no necesariamente fue de ricos a pobres por los factores antes mencionados, y la permanencia de la nueva estructura de distribución lograda durante 1971 está supeditada y depen de básicamente de los resultados de la política anti-inflacionaria. El desborde inflacionario acaecido durante 1972 significa rá un duro revés en la distribución del ingreso, que anulará los logros habidos en esta materia durante 1971. 2. El segundo elemento que permitiría la reactivación era la ampliación del gasto público a través de la promoción de “programas movilizadores” entre los que destacan los de la vivienda y obras públicas. Para esto se diseñó un presupuesto fiscal con un “ déficit programado” (cabe preguntarse si el hecho de ser un déficit programado lo diferencia en sus efectos sobre la economía de un déficit normal) de E° 6.000 millones (cifra que llegó a E° 13.000 millones como resultado a fin de año). Es necesario destacar que la reactivación económica po dría haberse logrado en parte mediante un incremento sustan cial de la inversión en lugar de incentivar únicamente el con sumo. Como elementos favorables a esta alternativa destacan (9) Ver Daniel Tapia, “Aspectos del Proceso de Redistribución de Ingresos”, en Comentarios Sobre la Situación Económica, Publi cación N° 3. Facultad Ciencias Económicas, Universidad de Chile. 157 la holgada situación de reservas internacionales que permitía financiar el componente importado de la inversión y el nume roso conjunto de proyectos de inversión disponibles al inicio de este gobierno. Aun cuando el impacto redistributivo de esta “ vía alterna tiva de reactivación” en el corto plazo hubiera sido menor, su efecto habría sido más estable y duradero y no se hubiera con denado a la economía a un trágico estancamiento en el mediano plazo. Esto, debido a que la inversión juega un doble rol en la economía: i. Es generador de demanda agregada y por un valor ma yor al de la propia inversión, (10). ii. Es generadora de mayor capacidad productiva en la economía, lo que permite el crecimiento económico (11). El gobierno no optó por este camino, prefiriendo el del crecimiento del consumo y descuidando notoriamente la am pliación de la capacidad productiva de la economía chilena. Es posible que la razón que justificó esta acción fue una razón política: la de crear una aparente imagen de “ auge económico” a través de un incremento sustancial de los niveles de consu mo, (sacrificando la inversión) que permitiera la captación de las “ nuevas adhesiones” y de esta manera ser funcional a los objetivos políticos. Esto no se podía lograr a través del incre mento de la inversión, ya que los frutos de ésta no se hacen presentes de inmediato pues se requiere de un período de ma duración. En una palabra, se puso a la Economía Chilena al servicio de los intereses políticos de la Unidad Popular. Como un complemento del esfuerzo redistributivo se agre gaba una política anti-inflacionaria que contemplaba un estric to control de precios, (incluyendo el tipo de cambio y la ta(10) Es lo que se conoce como el efecto multiplicador de la inversión. (11) La inversión aumenta la capacidad productiva de la eco nomía, en un monto proporcional al coeficiente producto-capital. 158 sa de interés). La orientación general de esta lucha anti-inflacionaria a largo plazo sería iniciar las transformaciones estruc turales de la economía (12). El incremento inusitado de la demanda, producto de la polí tica de reactivación, sería compensado por el incremento de la oferta que vendría a través de la utilización de la capacidad ociosa, que fue sobreestimada (13) y por el uso de la capaci dad para importar que confería la holgada situación de reser vas internacionales. En materia de cambios estructurales, la estrategia de corto plazo planteaba la necesidad de iniciar el proceso con la: i — estatización completa de la banca privada, — nacionalización completa de las grandes explotaciones mineras, — nacionalización de algunos grandes monopolios de la producción y distribución, — avance decisivo en la Reforma Agraria y — ampliación del área estatal del comercio exterior (14). B) Estrategia a Largo Plazo. Dado que el diagnóstico de la realidad chilena elaborado por los partidos que conforman la Unidad Popular señalaba como única causa fundamental del estancamiento económico, de la inflación, de la dependencia, etc, a las relaciones de producción existentes (15), la estrategia económica de largo (12) Ver la “Exposición sobre la Política Económica del Go bierno y del Estado de la Hacienda Pública”, noviembre 1970. (1S) Es necesario señalar que un indicador de capacidad ocio sa promedio no es relevante, puesto que basta la presencia de un cuello de botella en un sector para impedir la plena utilización de los recursos productivos en otros sectores. (14) Ver “Exposición de la Hacienda Pública”, nov. 1970, y “Exposición del Ministro de Economía ante el Subcomité del CIAP sobre Chile”. (15) Ver “Programa Básico del Gobierno de la Unidad Popular” “Exposición de la Hacienda Pública”, noviembre 1970. 159 plazo estaba destinada a sustituir las relaciones de producción existentes, reemplazando la estructura económica e iniciando la construcción del socialismo. Esto se caracterizaba por la iniciación de un vasto e indis criminado proceso de estatizaciones (se analizará más adelan te), en que los métodos a utilizar variaban desde la naciona lización legal y la compra de acciones, hasta la requisición o intervención. En síntesis, la estrategia estaba encaminada a lograr el traspaso desde el sector privado nacional o extranjero hacia el sector estatal, de gran parte del aparato productivo del país, en forma tal de conquistar la totalidad del poder. Esto obede ce al clásico planteamiento marxista de radicar el poder en la propiedad de los medios de producción, desconociendo que las relaciones económicas son un subconjunto de las relaciones sociales, y por lo tanto, no basta controlar los primeros para controlar la totalidad del poder (16). Es necesario mencionar algunos intentos de la UP, tales como la reforma judicial y la reforma al poder legislativo, creando los llamados “ tribunales populares” y la “ cámara úni ca” respectivamente, intentos que fueron abandonados en el camino, centrando prioritariamente el esfuerzo en el control de los medios de producción lo que constituyó el principal y casi único objetivo de la gestión de Vuskovic como Ministro de Economía. Por último, cabe mencionar la ausencia notoria de una estrategia de desarrollo a largo plazo, salvo que la mera trans formación de la estructura económica del país, a través de provocar una estatificación creciente fuera la “panacea” que por arte de magia resolviera todos los problemas (estanca miento económico, inflación, etc.), que afectan en la actuali dad al país y que hacen de él un país subdesarrollado. (16) De acuerdo al planteamiento marxista, el resto de las re laciones sociales están determinadas por las relaciones de produc ción. La infraestructura condiciona las superestructuras. 160 C) Los Costos del Socialismo. Simultáneamente con el deterioro de la situación econó mica que afecta a nuestro país, y por “ curiosa coincidencia”, se ha generalizado entre los personeros de la Unidad Popular, un profundo sentimiento de desprecio por los llamados “in dicadores contables” o “ indicadores tradicionales” como ele mentos de enjuiciamiento de la gestión económica de un go bierno que está “ construyendo el socialismo”, apareciendo en escena los llamados “ costos del socialismo”. Sin embargo, son precisamente estos “ indicadores conta bles” como inflación, abastecimiento,' situación de Comercio Exterior, crecimiento, etc., los que enfrentan los chilenos en su vida diaria y que en último término determinan en gran medida el nivel de bienestar de una comunidad y particular mente de sus sectores más pobres (17). Con respecto al “ costo del socialismo”, es legítimo que un país y un gobierno cuyo objetivo central es el cambio de las estructuras económicas y sociales existentes e iniciar la cons trucción del socialismo, esté dispuesto a aceptar el pago tran sitorio de ciertos costos y tolerar ciertos desajustes económicos en aras de este socialismo, argumento muy recurrido por los defensores de la actual política económica, (¡ah, pero el so cialismo...!). Sin embargo, al respecto caben algunas conside raciones. La primera de ellas se relaciona con el hecho de que no cualquier costo queda justificado en términos del socialismo. Debe existir una cierta relación o proporción entre los costos que se está dispuesto a aceptar y los resultados en términos de transformaciones que estos costos permiten. Pero, si se parte de la premisa ide que cualquier costo se justifica en tér minos del cambio de estructuras, entonces toda posibilidad (17) Es legítim o preguntarse si los que votaron por Salvador Allende en 1970 votaron únicamente por las transformaciones es tructurales de la economía que su programa contemplaba, o en parte también por las promesas de erradicar la inflación, mejorar el abastecimiento, derrotar el estancamiento económico, y dar ma yor bienestar. 6 .— C h ile . 161 de diálogo en tomo a la política económica actual queda rota, como parece ser lo que está sucediendo actualmente. En segundo lugar, no necesariamente los costos o desajustes económicos que provoca la política de corto plazo pueden jus tificarse en términos de las transformaciones de estructuras; debe existir una relación que ilustre en qué forma estos costos favorecen el cambio de estructuras. Esto es particularmente pertinente en la actualidad, en que muchos de los “ costos” que presenciamos son producto de un pésimo manejo de la política económica que, lejos de favorecer la instauración del socialismo, lo perjudican; primero, porque la situación econó mica creada con el objeto de conseguir apoyo político en el corto plazo, se presenta de tal manera caótica, que los objeti vos de largo plazo serán inalcanzables y, segundo, porque no se vislumbra en qué forma las erradas políticas monetaria, fiscal, cambiaría, etc., favorecen la instauración del socialismo, ni en qué forma, políticas más realistas lo hubieran dificultado. La última reflexión, y tal vez la más importante, dice re lación con la “ legitimidad del costo social” . La “legitimidad del costo” está íntimamente ligada al grado de consenso en torno al objetivo final en virtud del cual se generan estos costos. En el caso chileno, en que el objetivo final — el Socialismo de Estado— es sólo compartido por una minoría, y rechazado por la gran mayoría de los chilenos, el costo social de este socialismo carece de toda legitimidad. D. Incompatibilidades e Interdependencias. Antes de efectuar una breve evaluación de los resultados de la política económica, es conveniente discutir las interde pendencias e incompatibilidades que entre los objetivos bus cados pueden existir. Este análisis lo dividiremos en dos partes: 1. En primer lugar, un análisis de compatibilidad entre la política de corto plazo (incentivación del consumo) y la de largo plazo (construcción del socialismo). La mayoría de los países que han iniciado la construcción de una “nueva sociedad” se han caracterizado porque, de una 162 u otra forma, han reducido, en forma no voluntaria el consu mo, en lo que podríamos llamar la “ vía austera” hacia el so cialismo en contraste con la “vía alegre y placentera” que propicia la UP. Esta reducción del consumo permite que una mayor parte del ingreso se destine al ahorro, permitiendo así un incremento en los niveles de inversión, para asentar las industrias básicas, reducir la dependencia que origina el ahorro extranjero, rom per el estancamiento económico, etc. El actual gobierno no optó por este camino en el corto plazo sino que por la vía ancha y fácil (pero corta) de la expansión del consumo. En síntesis, el conflicto o contradicción de ambas políti cas (corto y largo plazo) radica en la'utilización del exceden te (18). La de largo plazo buscaba canalizarlo hacia la inversión; la de corto plazo lo ha canalizado hacia el consumo atendiendo a consignas populistas y demagógicas que no reparan en las contradicciones de lo que propugnan (más reajustes, congela ción de precios, menos impuestos, más consumo, menos aho rro, más crecimiento, etc.). 2. En segundo lugar, un breve análisis de los objetivos de corto plazo. De acuerdo a lo formulado por personeros del gobierno, los más importantes eran el mejoramiento del nivel de empleo, la estabilidad monetaria, la redistribución de ingresos, el cre cimiento económico y la reducción de la dependencia externa. Estos objetivos no son incompatibles entre sí; sin embargo, existe un problema de magnitudes, es decir, no se puede lograr todo plena y simultáneamente. Por tanto, es imprescindible analizarlos en forma conjunta, de tal manera que permita esta blecer una jerarquización entre ellos, para ver la forma y el (18) El economista Paul A. Baran distingue dos tipos de exce dentes económicos: el actual y el potencial. Es a éste último al que nos referimos y puede definirse como la diferencia entre la producción que se podrían lograr dados los recursos naturales y tec nológicos existentes y el consumo esencial. Ver Paul A. Baran, “La Economía Política del Crecimiento”, Cap. II, F. C. E., 1959. 163 orden de su consecución en el tiempo con los recursos escasos de que se dispone, lo que constituye la esencia del problema económico (19). La única forma de lograr una tasa de crecimiento alta y estable (no transitoria), es mediante un incremento en la tasa de inversión; otras medidas tienen efecto por una sola vez. Es decir, aumentar las adiciones de capital físico y humano al stock nacional. La Estrategia de corto plazo de la UP, a través de la exacer bación de los hábitos de consumo, apuntaba justamente a lo contrario, imposibilitando el incremento de la tasa de ahorro e inversión, la que en 1971 cayó en un 8% según cifras entre gadas por ODEPLAN (20) y en 11 % según estimación de la Universidad de Chile (21). Igualmente, no es posible pretender la estabilidad del nivel de precios con la nueva política de duplicar religiosamente cada año la cantidad de dinero (22). Frente a un aumento de ésta, la economía puede ajustarse variando la velocidad de circulación de dinero, aumentando la producción, aumentando los precios o a través de una combinación de éstos. Dado que en Chile el ajuste ya no puede venir a través de las primeras dos vías, todo su peso recae sobre el nivel de precios, como lo demuestra la experiencia del año en curso. No es posible tampoco, dadas ciertas rigideces e inflexibilidades de la economía lograr conjuntamente la total estabi lidad del nivel de precios y el pleno empleo (23). Es indudable que la expansión de la demanda agregada conjuntamente con una política dogmática respecto al tipo de (19) Ver “La Economía Chilena en el Gobierno de Allende”. In forme del Departamento Técnico del PDC, marzo 1972, Revista Política y Espíritu N* 331. (20) Ver “A nálisis de la Economía en 1971”, ODEPLAN, 1972. (21) Facultad de Ciencias Económicas, op. cit., pág. 192. (22) La tasa de crecimiento de la cantidad de dinero total en 1971 fue de 116,5% (Fuente: Boletín Mensual Banco Central). la tasa de crecimiento de este año será superior al 100%. (23) La relación entre ambas variables se conoce como la Cur va de Phillips. 164 cambio, provocaría una crisis de comercio exterior con los consiguientes efectos sobre la dependencia externa. Es indudable también, que el conjunto de las políticas se guidas introduciría serios desajustes económicos, muy desfavo rables en el mediano plazo al crecimiento del país y al bienes tar de su población. No es la intención realizar aquí un detallado análisis por sectores de los resultados obtenidos en estos primeros dos años, tarea ampliamente cumplida por los numerosos informes de coyuntura que amenazan con saturar el mercado (24). Sola mente destacaremos aquellas variaciones más importantes. El programa económico, en términos generales, tuvo un notable éxito durante 1971, particularmente en lo que a reac tivación económica se refiere. La tasa de crecimiento alcanza un 8,5% (tasa que es cues tionada) para el producto geográfico bruto según informaciones de ODEPLAN (25) y de un 13% para el consumo. El desem pleo se redujo notablemente cayendo de un 8,3% en diciembre de 1970 a un 3,8% en diciembre de 1971 (26). Se logró una considerable redistribución de ingresos en favor del sector asalariado, el cual aumentó su participa ción de un 53,7% a un 58,6% en el producto nacional, debido a que se logró contener la inflación que alcanzó un 22,1% (según el Instituto Nacional de Estadísticas) (27), conjunta- (24) Entre los informes de coyuntura destacan: — “Informes de Coyuntura” del Instituto Económico de la U. Católica. — “Informes de Taller de Coyuntura”,Facultad deCiencias Económicas de la U. de Chile. — “Informes del Departamento Técnico del PDC”. (25) Ver “Análisis de la Economía en 1971”. ODEPLAN. La ta sa de crecimiento del PGB dada por ODEPLAN es cuestionada en círculos universitarios por la forma de medición del producto g e nerado en el sector público. (26) Ver “ Ocupación y Desocupación, Gran Santiago”, Institu to de Economía y Planificación, Universidad de Chile. (27) La tasa de inflación del 22,1% dadapor I. N. E.es cuestio nada tanto por la estructura del índice mismo, como porelexamen de otros indicadores indirectos de la inflación que arrojan porcen- 165 mente con un reajuste mínimo de 34,9% y que alcanzó un promedio de 50% en el sector privado. Esto generó un con siderable aumento del poder adquisitivo de los salarios (28). Sin embargo, estos resultados aparentemente exitosos se lo graron a costo de introducir graves desequilibrios en el fun cionamiento del sistema económico, lo que repercutiría durante 1972 y sacrificando dos elementos básicos en toda economía e indispensables para cualquier estrategia de desarrollo bajo cualquier sistema político: — La Capitalización del país. — La situación del comercio exterior (29). Además, los resultados positivos sólo pudieron lograrse por la presencia de una serie de factores que actuaron como va riables de holgura y que son esencialmente transitorios, entre ellos: — El país disponía de capacidad instalada, producto de inversiones realizadas por el gobierno anterior, principalmente en el cobre, acero, petroquímica, petróleo, electrónica, etc. — La holgada situación de reservas internacionales que alcanzaba alrededor de US$ 500 millones. — El inusitado nivel de stocks generado en el período post electoral por un cambio de conducta de los consumidores. — El aumento de la demanda por dinero, producto del cambio de comportamiento de las unidades económicas en el campo financiero. En casi su totalidad estos factores de carácter transitorio se agotaron en el transcurso de 1971, acabándose bruscamen- tajes mayores, lo que alteraría, a su vez, otros indicadores econó micos. Este resultado está muy cercano a la tendencia histórica en materia de inflación. El aumento promedio de precios, en el período 1965-1970 fue de 26,1%, por tanto no representa un gran éxito de la política económica. (28) Ver “Análisis de la Economía en 1971”, ODEPLAN. (29) La inversión cayó en un 8% durante 1971 y el déficit de balanza de pagos alcanzó los 310 millones de dólares según cifras de ODEPLAN. E ste “irresponsable sacrificio” se explica en la medida en que sus efectos negativos no se hacen presentes de inmediato. 166 te “El Paraíso Socialista” creado por la UP y al cual comen zábamos a acostumbrarnos. En efecto, la situación cambió drásticamente en 1972 en que, a raíz de los déficits programados y su impacto sobre la cantidad de dinero, la economía sólo podía ajustarse por la vía de las alzas de precios, pérdidas de reservas o, más pro piamente, mayor endeudamiento externo o escasez y desabas tecimiento. En esta forma observamos que: — la tasa de crecimiento de la economía será drásticamente menor que la del año anterior, haciéndose crítica la situación para 1973; — difícilmente se mantendrán los niveles de consumo del año anterior, por la crítica situación de balanza de pagos, lo que impide abastecer normalmente el mercado interno con productos importados; — se prevee nuevamente una caída de la inversión, y — la inflación se desbordó definitivamente, alcanzando se gún el I. N. E. un 130,2% para los primeros 10 meses de este año, cifra nunca antes conocida en la larga historia inflacio naria del país y que quiebra todos los records en la materia, y nos permite celebrar “ los primeros 100 años de inflación en Chile” con más de un 100% de inflación. Esto implica una seria regresión en la distribución del in greso obtenido el año anterior, lo que se pretende corregir en parte con un reajuste prematuro e insuficiente. Se han incrementado considerablemente los niveles de en deudamiento externo. El país enfrenta una situación caótica en materia de abas tecimiento: colas, coimas, escasez, deterioro en la calidad de los productos, pan negro en el mercado blanco y pan blanco en el mercado negro, comercio desabastecido, etc., etc. En síntesis, la Unidad Popular prometió “ pan y circo” a los chilenos en el corto plazo y les terminó dando poco pan pero mucho circo. Con respecta a los caminos estructurales, es claro que este campo representa, si lo juzgamos en base al número de empre sas transferidas al sector estatal, uno de los escasos éxitos de este gobierno, y uno de sus más grandes fracasos si lo juzga mos en base al resultado que su gestión en ellas ha provocado. 167 En efecto, basta pasar revista a los objetivos iniciales: — Estatización banca privada; — nacionalización grandes explotaciones mineras; — nacionalización de algunos monopolios; — avance decisivo en la Reforma Agraria, y — ampliación del área Estatal del comercio exterior, para concluir que ellos han sido plenamente logrados. Este pro ceso de estatificación será analizado más adelante. III. A. A N A L ISIS DE ALGUNOS PROBLEMAS. El área de propiedad social y el problema del excedente. Es indudable que el proceso de formación del área de pro piedad social a través del traspaso de la gestión productiva desde empresas privadas a empresas estatales, constituye el as pecto fundamental de la política económica del actual gobierno ya que con ello se inicia la transición al socialismo estatal y se originan los gérmenes de una nueva organización social de la producción: La Planificación Centralizada. Es indudable también, que éste es uno de los escasos cam pos en que la política económica ha sido exitosa (en términos cuantitativos). Al respecto es oportuno señalar algunos resul tados de un estudio hecho por el economista A. Bardón (30) respecto a la evolución del control directo del Estado en la Industria Manufacturera (Cuadro N9 1). Además si se toma como base la información del Censo Industrial de 1967, y se la corrige únicamente por los traspasos del control de empresas entre el sector privado y el sector esta tal se llega al Cuadro N9 2. (30) Ver, A. Bardón “Control directo del Estado en la Indus tria Manufacturera”, en Comentarios Sobre la Situación Económica, op. cit. 168 CUADRO N? 1 Ventas de la Industria Manufacturera % Sobre el total Ventas Empresas Estatizadas al 31 de diciembre de 1971 . . . Ventas industriales de la Gran Mi nería del Cobre y Salitre . . Ventas Empresas Privadas estatiza das en 1971 y 5 meses de 1972 Ventas Empresas Industriales de la lista de los 91, aún no interve nidas a julio de 1972 . . . Ventas Empresas Industriales no E statales...................................... CUADRO 10,4 N9 % Acumulado 10,4 14,7 25,1 14,6 f 39,7 11,8 51,5 48,5 100,0 2 Activo fijo del Sector Industrial Porcentaje del Activo Fijo de Empresas controladas por el Estado sobre el total del Activo Fijo del Sector Industrial. 28,23% 1969 ................................................................ 1970 ................................................................ 30,36% 1972 (m a rz o )................................................ 41,57% A FUTURO con incorporación de las 91 E m p re s a s ................................................ 73,96% 169 \ Analizando esta información es necesario destacar dos he chos: i) De concretarse el propósito declarado de estatizar la tota lidad de las empresas que figuran en la lista de las 91, el Estado pasaría a controlar mayoritariamente el sector in dustrial. ií) Ya en 1970, el Sector Público en Chile tenía gran impor tancia tanto por su variedad como por su extensión. A partir de los años 40, se inicia en Chile un proceso de intervención creciente del Estado en la economía (31), proceso que con tinúa hasta nuestros días; al respecto basta recordar a vía de ejemplo que en el área pública se genera aproximadamen te un 40% del Producto Nacional Bruto, que el Estado paga a sus empleados y obreros, sueldos y salarios que al canzan a un tercio de las remuneraciones totales de la economía; que el Estado financia directa o indirectamente cerca de un 70% de la inversión del país; que las coloca ciones del Banco del Estado eran aproximadamente igual a la mitad del total de colocaciones del sistema bancario, y que el Estado cuenta con innumerables mecanismos de con trol indirecto, etc. Estos antecedentes señalan una clara diferencia entre las condiciones que regían en Chile al inicio de este gobierno y aquellas imperantes en otros países que iniciaban la construc ción de su “ Socialismo” . Sin embargo, también es necesario destacar que los gobier nos anteriores, por distintas razones, no pudieron o no quisie ron utilizar en forma plena la capacidad de control, orienta ción y planificación que este vasto sector público permitía so bre el resto de la economía. Básicamente porque el sector pú blico chileno nunca funcionó como una unidad orgánica e in tegrada, sino que era solamente una agregación de un conjunto de servicios, empresas e instituciones que muchas veces actua ban en forma aislada y descoordinada. (31) Ver A. Bardón “La Economía Chilena en los años seten ta” IDEP, mimeo. 170 Un ejemplo que ilustra esta situación es el verdadero caos que existe en lo que se refiere a los préstamos con el exterior contraídos por organismos públicos. Esto sugiere que una política prudente y no menos eficaz, para alcanzar el objetivo de incrementar sustancialmente la influencia estatal en la economía hubiera sido partir por coor dinar, reorganizar y concertar la acción de las numerosas em presas e instituciones del sector público, haciendo pleno uso de las atribuciones legales y administrativas que el Estado po see, sin perjuicio de iniciar simultáneamente la incorporación selectiva de nuevas empresas al sector público. En lugar de esto, se optó por incorporar un masivo y hete rogéneo número de empresas, con la consiguiente distracción de recursos económicos y lo que es más grave, del escaso ta lento técnico y administrativo, lo que imposibilita la labor de coordinación antes mencionada. En efecto, el área social ha crecido en forma inorgánica, incorporando empresas de muy diversa índole. Entre las razones que justificarían esta fiebre de estatizaciones se pueden distinguir dos tipos: I. RAZONES ECONOMICAS. II. RAZONES POLITICAS. I. Entre las Razones Económicas se invocan las siguientes: a) Estatizar empresas para captar el excedente que ellas generan (que en la actualidad beneficia a una minoría) y con trolar así en forma directa los recursos de inversión. b) La necesidad de estatizar las empresas monopólicas. c) La necesidad de estatizar aquellas empresas que se con sideran estratégicas. a) Con respecto al primer argumento, una condición SINE QUA NON, para variar la utilización o distribución del exce dente es que éste siga existiendo. La experiencia hasta la fecha indica, que el Estado lejos de captar los excedentes de . las empresas estatizadas, ha debido cargar con los déficit que su gestión en ellas ha provocado. 171 Al respecto, basta señalar la información de los escasos balances de empresas públicas (estatizadas) que han sido pu blicados, la situación de los bancos estatizados y, en general, el cuantioso déficit al que ha debido hacer frente la CORFO a través de créditos del Banco Central. En muchos casos el Estado capta menos recursos a través de la apropiación de los excedentes, que cuando su participa ción se limitaba al tradicional impuesto a las utilidades. Es claro que aun cuando las empresas estatizadas tomadas en su conjunto, arrojan un fuerte déficit, esto no significa ne cesariamente que el excedente haya desaparecido. Al respecto cabe señalar que son tres las razones que explican la no exis tencia de excedentes, tanto en el sector público como en el sector privado. 1. La estricta política de fijación de precios y tarifas, lo que significó alzas de costos y precios constantes; el efecto de esta política ha sido la transferencia de parte del excedente desde las empresas hacia los consumidores. En algunos casos no sólo se ha transferido el excedente, sino que también parte del patrimonio de las empresas (32). Esta estricta fijación de precios, comenzó a liberarse du rante 1972, proceso que se intensificó violentamente con el arribo al Ministerio de Economía del Sr. Matus, particularmen te en el mes de agosto, cuando la inflación de ese mes superó la ocurrida en todo el año anterior. 2. La Política de Remuneraciones. El fuerte incremento de remuneraciones acaecido en 1971 significó también una transferencia de excedentes hacia el sector asalariado. 3. El notable aumento de las inef¡ciencias en las empresas estatizadas, producto del criterio político con que han sido conducidas, lo que se ha traducido en el alejamiento de téc nicos y personal calificado, los que han sido reemplazados mediante el más burdo sistema de CUOTEO entre los partidos (32) En aquellas situaciones en que el precio de venta no cu bría los costos totales y la empresa operaba con pérdidas. 172 y movimientos que conforman la UP. Lo sucedido en la Gran Minería del Cobre es un ejemplo clarificador que ahorra más comentarios. También se han presentado ineficiencias en el sector pri vado, algunas de ellas producto de que el incremento de la producción durante 1971 se logró, en muchos casos, trabajando a plena capacidad (producir lo máximo posible) sin ninguna consideración por los costos. Es necesario destacar que el concepto de “ plena capacidad” no corresponde necesariamente al concepto de “ capacidad óptima” ya que en la determinación de este último, los costos de producción juegan un papel pre ponderante (33). En síntesis, la desaparición del excedente, se puede atribuir a la acción conjunta de estos tres elementos; los dos primeros corresponden a transferencias de excedentes entre sectores, en tanto que el tercero, significa una pérdida de excedente, pues ésta desaparece en un sector, sin que beneficie a ningún otro sector de la economía. b) El segundo argumento que justifica esta escalada de estatizaciones, es la necesidad de estatizar los monopolios, térmi no muy manoseado últimamente y que merece algunos comen tarios aclaratorios. En primer lugar, es necesario definir lo que se entiende por monopolio. Una definición de texto diría que una empresa es monopólica, cuando es la única que ofrece un determinado producto en el mercado y éste no tiene sustitutos cercanos. La UP, parece entender por monopolio una diversidad de cosas; cualquier empresa grande, cualquier empresa con un volumen significativo de utilidades, o con un gran número de trabaja dores, o con tecnología avanzada, caería dentro de esta cate goría. Es indudable que ambas definiciones caen en peligrosos extremos en la búsqueda de un concepto operacional de mo nopolio. (33) Algunos economistas definen capacidad óptima como el punto mínimo de una curva de costo medio de largo plazo. 173 En Chile existía y existe una determinada estructura monopólica en muchos sectores de la economía; esto podría explicar en parte el aumento de la producción ocurrido en 1971, ya que una política de fijación de precios puede inducir a las em presas monopólicas a incrementar su producción en lugar de reducirla de acuerdo a la más elemental teoría microeconómica. Es indudable también la indeseabilidad de la permanencia de esta estructura monopólica. La indeseabilidad de los mono polios radica en que éstos confieren ciertos poderes especiales a quienes los controlan (fijar un precio mayor y /o una pro ducción menor, con los consiguientes efectos dañinos sobre la producción, el empleo y la distribución del ingreso); por tanto, toda política que tienda a abolir los perjuicios que provoca una estructura monopólica debe necesariamente tender a eliminar estos poderes especiales. Aquí caben dos alternativas: — Que el Estado estatice las empresas monopólicas y no haga uso de estos poderes especiales, o lo haga con criterio social. — Que el Estado a través de todos los mecanismos indirec tos de control que posee, tales como control de precios, sistema tributario, política de comercio exterior, etc., impida la utili zación de estos poderes especiales, evitando así los efectos da ñinos que éstos producen, forzando a los monopolios a produ cir un volumen de producción y contratar un volumen de trabajadores óptimos, evitando que se generen distorsiones en la distribución del ingreso. En síntesis, forzar a los empresarios monopolistas a comportarse en forma competitiva. Una tercera alternativa de más largo plazo, sería que el Estado incentive la aparición de nuevas empresas competitivas en aquellos sectores monopólicos. De aquí concluimos que la estatización no es el único ca mino, ni necesariamente el mejor para corregir las distorsiones que origina una estructura monopólica (34). Es posible que dada la estrechez del mercado interno y la (34) La estatización por sí sola, no garantiza la corrección de las distorsiones. 174 tecnología imperante, la existencia de monopolios en determi nados sectores, obedezca a una razón de eficiencia (35). c) Finalmente, el tercer argumento económico que se invoca es la necesidad de estatizar aquellas empresas que se consideran “estratégicas”. La primera dificultad que surge es definir: ¿qué es empresa estratégica?, ¿estratégica para quién?, ¿desde qué punto de vista es estratégica: de las utilidades, ventas, tecnolo gía, generación de divisas, desarrollo o dependencia? Vemos que desde un punto teórico no se ha aclarado el concepto de “ empresa estratégica”, pero si se pasa revista a las empresas incorporadas al área estatal, entonces el argu mento de empresa estratégica pierde todo significado, ya que al heterogeneidad de las empresas incorporadas al área social es de tal magnitud, que haría pensar que todos los sectores de la economía son considerados “ estratégicos” por la UP, o bien que se consideran estratégicas aquellas empresas en las cuales la UP cuenta con el respaldo mayoritario de los trabaja dores y, por tanto, puede proceder a la estatización mediante el mecanismo de provocar una toma o un conflicto laboral que justifique la intervención o requisición por parte del Estado, como paso intermedio hacia la estatización definitiva, proceso claramente al margen de la ley. Nuevamente es oportuno señalar que el Estado tiene la alternativa de controlar esas empresas a través de la gran can tidad de mecanismos indirectos de control, que permiten al Estado determinar los bienes a producir, las utilidades que se generan y, en general, la asignación de recursos en esos secto res estratégicos, sin necesidad de efectuar traspasos de propie dad, por lo menos mientras no se logre introducir un cierto orden en el manejo de las empresas actuales del sector público, pues la incorporación masiva de nuevas empresas a este sector, solamente tiende a incrementar el caos existente, como la ex periencia lo demuestra. (35) Si la empresa tiene rendimientos crecientes a escala y precio constante de los factores, entonces a mayor nivel de produc ción menor será el costo unitario de producción y esto justificaría el hecho que una empresa monopolice la producción. 175 II. Razones Políticas. Del análisis anterior se concluye que son los argumentos políticos los que estarían detrás del proceso masivo de estatizaciones. Entre éstos se señalan: a) Lograr una mayor integración y participación de los trabajadores en el proceso de toma de decisiones. Esto se im plemento a través del convenio CUT-Gobierno que establecía la participación de los trabajadores en los Comités de Produc ción y el Consejo de Administración, en los cuales la partici pación efectiva y responsable de los trabajadores es práctica mente inexistente, ya que los comités de producción sólo cum plen una labor asesora, y en el Consejo de Administración, hay mayoría de los representantes del Estado, lo que permite que la toma de decisiones se haga al margen del colectivo de tra bajadores. b) Por tanto, si no se logra una participación plena y de mocrática de los trabajadores, objetivo que la gran mayoría de los chilenos comparte, y que contrasta con la filosofía estatista del más hegemónico partido de la UP, es en otra parte donde debemos buscar el objetivo central, aunque no necesariamente único, de esta ola indiscriminada de estatizaciones; y éste salta a la vista con sólo revisar los documentos oficiales de la UP: La Conquista de todo el Poder. Al controlar las empresas que se incorporan al área social, la UP está acrecentando su poder, a través de un control cre ciente de las fuentes de trabajo de los chilenos, el abasteci miento de bienes y servicios, y todo lo que el control de una empresa significa, en términos de control político de los tra bajadores y del resto de la comunidad. Vemos que esta estrategia, en forma alguna carece de ra cionalidad, sólo que no debemos buscar ésta en términos de los objetivos o metas tradicionales que comparten la mayoría de los chilenos: desarrollo, estabilidad, etc., sino que en térmi nos de la meta prioritaria, amplia y abiertamente difundida en documentos oficiales y por sus principales personeros: “ Hemos conquistado el gobierno, pero no el poder” . La conquista de la totalidad del poder. 176 B. 1972 “El Año de la Acumulación”. 1971 fue el año de la redistribución. 1972 era el Año de la Acumulación. Esto fue planteado casi por definición. Previo a evaluar lo sucedido es conveniente definir lo que se entiende por “ acumulación” . El economista P. A. Baran distinguía dos tipos de exce dentes: Actual y Potencial. El excedente actual corresponde a la diferencia entre producción y consumo total y equivaldría al concepto de “ Acumulación” (36). Durante 1971 la Inversión Geográfica Bruta cayó en un 8% respecto del nivel alcanzado el año anterior, lo que sig nifica una disminución en la tasa de acumulación. Esto se de bió, en parte, a la disminución del aporte del sector privado al proceso Ahorro-Inversión, a la disminución del aporte del sector externo y a que el sector público, a pesar de la amplitud del área estatal, no logró contrarrestar el retroceso de los otros sectores mencionados. Además, es conveniente destacar que en 1971, el Fisco por primera vez en muchos años, se transforma en un “ desahorrador neto” al presentar déficit en su cuenta corriente (37). f La economía chilena presenta claros síntomas de saturación de la capacidad instalada en muchos de sus sectores, por tanto el crecimiento futuro deberá basarse en nuevas inversiones;la caída que experimentó ésta durante 1971 y 1972, particular mente en maquinaria y equipo, tendrá funestas consecuencias para el crecimiento futuro de la economía. Todos estosantecedentes permiten afirmar que el año de la acumulación no existió más que en la imaginación de al gunos personeros de la UP. (36) Ver: S. Molina, “1972, El Problema de la Acumulación”, Revista Mensaje, N 9 208. (37) El déficit fiscal en cuenta corriente en 1971 alcanzó a $ 2.415 millones en moneda corriente y US$ 42,83 millones en mo neda extranjera. Fuente: Dirección de Presupuestos, Depto. de E s tadística. 177 C. La Política Antiinflacionaria. La lucha antiinflacionaria constituía un aspecto fundamen tal de la política económica del gobierno. La orientación ge neral de esta lucha, a largo plazo, era iniciar el proceso de transformaciones estructurales de la economía chilena. Sin embargo, centraremos nuestro análisis en las políticas de corto plazo. Aun cuando el Ministro de Hacienda reconocía que en la inflación se conjugan elementos estructurales, financieros y po líticos, jugando los dos últimos un papel decisivo en la propa gación y agudizamiento de la inflación, centraba las causas de la inflación en la estructura económica (causas estructurales) y descuidó notoriamente el manejo de las variables moneta rias (38). La estrategia de estabilización consistía en un estricto con trol de precios, incluyendo el tipo de cambio y la tasa de in terés. La capacidad no utilizada del sistema productivo jugaba un importante rol, ya que permitiría a la oferta, responder a los incrementos de demanda generados por la política de reac tivación y al mismo tiempo reduciría las presiones de costos generadas por el aumento de remuneraciones a través del in cremento de la productividad. Además, los aumentos salariales no debían trasladarse a precios, sino que serían absorbidos vía reducción de utilidades unitarias. (El aumento de la rotación, compensaría la caída de la utilidad unitaria) (39), pero manteniendo constante la tasa de utilidad. Finalmente, la política de tipo de cambio fijo anularía las presiones inflacionarias provenientes de los bienes e insumos importados y las reservas internacionales existentes permitirían (38) Ver: “Exposición de la “Hacienda Pública”, Nov. 1970. (39) Teóricamente, esta situación es posible puesto que: Utilidades — Utilidad Ventas Activo Total — Ventas Activo Total El primer factor representa el margen de utilidad y el segundo la rotación. Sin embargo se requiere que porcentualmente la caída en el margen (producto del alza de costos) sea igual al alza de la rotación, cosa que no ocurrió estos últimos años. reforzar la oferta interna y solucionar cuellos de botella tran sitorios, a través de importaciones, particularmente bienes de consumo. Esta estrategia tuvo un resultado sorprendente durante 1971, pues a pesar de los inusitados incrementos de la cantidad de dinero, la inflación alcanzó un 22,1% (Según el I. N. E., cifra que es cuestionada). Sin embargo, esto se debió a una serie de factores que actuaron como amortiguadores y de carácter esencialmente transitorio. En efecto, el agotamiento de la capacidad ociosa que fue sobreestimada por el Gobierno (40), el agotamiento rápido de las reservas internacionales, el agotamiento del colchón amor tiguador que significaba las utilidades de las empresas, el cam bio de comportamiento de las unidades económicas en el cam po financiero y él efecto rezagado de emisiones anteriores, hacían imposible un nuevo éxito de esta estrategia, y al país le quedaban tres caminos para ajustarse a los desequilibrios que generaban las presiones de demanda: — Inflación — Desabastecimiento generalizado — Incremento del endeudamiento externo. El Gobierno ha utilizado en forma conjunta estas tres vías de escape, manifestando una clara preferencia por la primera a partir del mes de agosto, en que se estrenó la nueva economía del Ministro Matus. Durante 1972 el país ha contraído nuevas deudas con el sector externo, se ha llegado a una situación de desabasteci miento totalmente generalizado y la inflación alcanza en los primeros diez meses un 130,2%, cifra que constituye un nuevo record al haber de la UP. En síntesis, la política de estabilización tenía irremediable mente que fracasar por el mal manejo de otros sectores, entre ellos el monetario y eso fue lo que sucedió. (40) “Exposición de la Hacienda Pública” N oy. 1970. 179 Algunos personeros del gobierno, argumentaron que la ola de alzas que presenció el país durante agosto era pira lograr una nueva estabilidad, sólo que a otro nivel, y de paso contri buía a quemar circulante. Sin embargo, como era necesario restituir el poder de compra de los asalariados por la vía de un reajuste anticipado, el que crea serios problemas financieros al sector público, el cual deberá nuevamente recurrir a la ancha y generosa llave de la emisión introduciendo presiones inflacionarias en la economía, que harán buscar la estabilidad nuevamente a otro “nuevo nivel” . Esto sólo reducirá el Ciclo de la inflación, logrando que remuneraciones y precios se persigan dramáticamente en una carrera sin fin. De no rectificar rumbos en esta materia no está lejos el día en que los chilenos compren en las mañanas y trabajen en las tardes; las compras en la mañana, porque serán más baratas que en la tarde, y ¿el trabajo en la tarde, porque será mejor pagado que en la mañana; es el fantasma de la hiperinflación que después de asolar economías de postguerra hace su pri mera excursión por nuestro país. A estas alturas resulta irónico y hasta poco caritativo re cordar las palabras del actual Ministro de Hacienda en di ciembre de 1970; sin embargo es útil para ilustrar hasta qué punto el dogmatismo y la ignorancia están presentes en la con ducción de la política económica. “ Hasta el 3 de noviembre la inflación azotaba a Chile a un ritmo galopante. Desde ese día este proceso comenzó a detenerse”. “ Cesaron las devaluaciones antipatriotas de la cotización en escudos del dólar. Se dejaron sin efecto numerosas alzas, entre ellas la de los servicios eléctricos. Se incrementó la fis calización de los artículos de primera necesidad. En el curso de 1971 vendrán a surtir efecto las nuevas medidas y con ellas se llegará a la supresión de las alzas, que se recordarán en el futuro como una pesadilla del tiempo de los gobiernos al servi cio del gran capital” (41), (42). (41) El Siglo, 13 de diciembre 1970, pág. 4. (42) Las subrayaciones no aparecen en el original. 180 Como enseñanza de esta experiencia frustrada, es conve niente señalar que el control de precios es útil en la medida que tiende a ajustar el comportamiento del sistema dentro de un cuadro compatible y corregir distorsiones, pero en la me dida que se pretenda imponer un conjunto de precios que no corresponden a la realidad económica, se generarán presiones que harán que el sistema se desborde. D. La Política Cambiaría y el Problema de la Dependencia. La política cambiaría juega un doble papel en una econo mía DESCENTRALIZADA. Por un lado participa en la regu lación de la balanza de pagos y reservas internacionales, y por otro lado regula la asignación de recursos. Por tanto, es fundamental al diseñar cualquier política cambiaría, analizarla bajo la perspectiva de sus efectos sobre ambos elementos. Teóricamente caben dos posibilidades extremas respecto a la política cambiaría: — Tipo de Cambio Libre — Tipo de Cambio Fijo. Podríamos agregar una tercera alternativa que es el tipo de cambio fijado pero variable, lo que se conoce como “ tipo de cambio programado”, que consiste en ajustar periódicamen te el tipo de cambio, atendiendo a las perspectivas de comercio exterior y nivel de precios internos. Esta fue la fórmula utili zada por el gobierno anterior, que mantuvo relativamente esta ble en términos reales y no nominales el precio de la divisa. El resultado de esta política es de todos conocido. Sin embargo, no ahondaremos aquí en las ventajas y desventajas de esta fórmula, sino que nos concentraremos en la política cambiaría del actual gobierno. Durante la campaña electoral de 1970, se fustigó duramente la política de tipo de cambio programada, considerando las “escandalosas devaluaciones del escudo” (43). (43) Ver: “Programa Básico de Gobierno”. 181 La crítica apuntaba en dos sentidos: — El impacto inflacionario de las devaluaciones. — El hecho que las devaluaciones favorecía a las empresas extranjeras. Estos argumentos llevaron a abrazar en forma dogmática y sin mayor análisis, una política de tipo de cambio fijo. Es indudable que mientras el proceso inflacionario interno no se detenga y disminuya por tanto el precio real de la divisa y por consecuencia, el de los bienes internacionales (importa bles y exportables), no es posible mantener un tipo fijo por un período prolongado. (Salvo que se recurra a devaluaciones in directas como impuestos a las importaciones, subsidios a las exportaciones, controles cuantitativos etc.). La experiencia se encargó de demostrarlo; el país ha pre senciado ya tres “ escandalosas” devaluaciones del escudo, se ha retornado al antiguo e ineficiente sistema de cambios múl tiples, precipitándonos en una de las más anticipadas crisis de comercio exterior con los consiguientes efectos sobre la dependencia externa. Por tanto, la pregunta pertinente no es si devaluar o no, sino ¿cómo devaluar?, si en forma periódica con porcentajes pequeños o en forma aislada con altos porcentajes. El Gobierno, junto con optar inicialmente por una políti ca de tipo de cambio fijo, generó un sustancial incremento de la demanda, que inevitablemente repercutirá sobre la demanda de productos importados, lo que conjuntamente con la no de tención del proceso inflacionario interno y el estancamiento o caída de las exportaciones, generaron una de las más graves crisis de comercio exterior que ha conocido el país, crisis que dado los antecedentes anteriores, era inevitable y fue amplia mente pronosticada. Sólo en diciembre de 1971, el gobierno adquirió concien cia de esta crisis, y frente a la alternativa de cómo devaluar, éste parece haber optado por el sistema de devaluaciones ais ladas pero sustanciales, con los consiguientes efectos distorsionadores en la asignación de recursos, movimientos especulati vos, etc. 182 En síntesis, la política cambiaría fue una política que, por no ajustarse a la realidad económica del país, estaba irreme diablemente condenada al fracaso, y sólo sirvió para generar una “aparente” situación de “auge”, a través de masivas impor taciones que agotaron las reservas que el país había generado en años anteriores. Esta experiencia nos ilustra sobre los peligros de abordar estas materias con planteamientos dogmáticos y demagógicos, sin un profundo y exhaustivo análisis de las condiciones im perantes. Finalmente, la reducción de la dependencia externa y el perfeccionamiento de la soberanía nacional, constituían obje tivos básicos de la política del actual gobierno. Es tal vez algo prematuro dictaminar un juicio respecto a esta materia; sin embargo, es posible destacar ciertos elemen tos que permitirán clarificar opiniones y dar algunos elementos. La magnitud de la dependencia de un país del sector ex terno, se puede medir a través del grado de influencia que tenga este sector sobre las decisiones más significativas para la vida nacional. Mientras mayor autonomía tenga un país en la toma de decisiones fundamentales que le conciernen, menor será el grado de dependencia. De acuerdo al diagnóstico elaborado por la UP, la depen dencia con el exterior se da a través de la acción del capital imperialista en nuestro país, y por tanto bastaba con nacionali zar las riquezas básicas como cobre, salitre, etc., que estaban en manos de capitalistas extranjeros para reducir notablemente el grado de dependencia (44). Entre los elementos favorables es necesario destacar la ac ción que en este sentido, se concretó en la nacionalización completa de la gran minería del cobre, medida que fue com partida por la totalidad de los chilenos. La nacionalización del salitre y del hierro, medidas todas que tienden a asegurar la disponibilidad de los recursos naturales bajo el dominio del Estado chileno. La nacionalización de algunas empresas ex tranjeras del sector industrial. (44) Ver: “Programa Básico de Gobierno”. 183 Sin embargo, el país mantiene y se han acrecentado muchas de sus más significativas causales de dependencia, tales como su carácter de monoexportador (45), su excesiva dependencia de las importaciones, etc. Entre los elementos desfavorables con respecto a la depen dencia es necesario destacar: 1. La total pérdida de las reservas internacionales que el país había acumulado en el período 1965-1970, y que permi tían un alto grado de autonomía en el manejo de la política de comercio exterior. 2. El inusitado aumento de las importaciones de alimentos que bordean la cifra de US$ 400 millones, cifra sin preceden tes en la historia del país y que representa más de un tercio de la producción agrícola nacional. Un país que depende en tal magnitud del crédito externo para alimentar a su población, ciertamente no puede vanagloriarse de haber reducido la de pendencia con el exterior. 3. Por último, la grave crisis de la balanza de pagos, que obliga a Chile a hacer uso de la “ cláusula de salvaguardia” y a mendigar prórrogas de deudas frente a sus acreedores extran jeros. En síntesis, el diagnóstico elaborado por la Unidad Po pular fue errado, los profetas del marxismo criollo, vieron lo que querían ver; vieron un país que no existía. Vieron lo que veía Marx en la Inglaterra de 100 años atrás. Este dogmatismo y esta dependencia ideológica están pre sentes en cada uno de sus “ documentos diagnóstico” y provocó inevitablemente el diseño de estrategias también erradas, que por no corresponder a las características de la economía con dujeron a ésta al más absoluto descalabro, lo que se agudizó por la marcada imcompetencia de muchos de sus personeros y la improvisación irresponsable en muchos de los sectores. (45) El cobre como porcentaje de las exportaciones representó un 77,0% y 74% en 1970 y 1971, respectivamente. Sección Sistem a tización de datos del Banco Central (Embarques). LA UNIDAD POPULAR EN EL SISTEMA POLITICO CHILENO EDUARDO PALMA INTRODUCCION El tema de los resultados políticos de la UP puede ser inevitablemente banal o convertirse su tratamiento en una cues tión abstrusa, aquello que alguien definió como “lo abstracto manoseado”. Banal, si se coleccionan hechos, aún con cierto criterio pseudo-clasificatorio. La acumulación cronológica de sucesos más o menos críticos impediría observar las tensiones fundamen tales que atraviesan más de una coyuntura. Abstruso, si se pretende teorizar cada coyuntura en forma que el discurso con ceptual destruya la pasión qué circula entre los actores y ob servadores simultáneos. Tales limitaciones nos conducen, dentro de las exigencias y libertades propias del ensayo, a imponernos una nueva res tricción a la pasión inútil, sin por ello pretender que los su puestos teóricos personales no tengan una importancia decisiva en la elección de un centro de interés relevante. No son pues estas líneas una ocasión “ académica” y por tanto no se acompañan de la inevitable prevención de que se trata de “ un documento de trabajo”. Ciertamente son reflexio nes preliminares e inconclusas muy atormentadas por lo que sucede a un ser vivo y propio llamado CHILE y su comunica 185 ción se dirige a los que creen, estudian y tratan de vivir en la teoría democrática de Gobierno y por natural conocimiento “ a los hombres de buena voluntad”. Nuestro trabajo se orienta a mostrar en la lógica de los sujetos de la acción política, una dialéctica que se expresa en miedo por la creciente polarización e incertidumbre. A mayor polarización mayor incertidumbre. A mayor incertidumbre o imprevisibilidad, mayor polarización. El tercer término es el fenómeno del miedo, que invade todas las actividades. 186 PARTE PRIMERA LOS ACTORES I. La UP. Nuestro actor principal es la Unidad Popular y el centro de interés del análisis es la esfera de lo más propiamente po lítico. Aceptamos que la realidad de la Unidad Popular pueda ser estudiada desde los más variados enfoques; el nuestro pri meramente se interroga por su vinculación a la base social, al tipo de relación que liga la UP, como forma de organización política, con el vocablo que le da sentido: al pueblo. A riesgo de ser obvios y rotundos, digamos de una vez que la Unidad Popular no es el resultado “ natural” del “ pueblo político”, de los “oprimidos” , de los “proletarios más conscien tes” . Era y es un fenómeno cuya explicación valedera hay que buscarla en el nivel propiamente político. No es el resultado ni exclusivo ni espontáneo del modo de producción ni de la división de clases chilenas, ni de la mutación brusca de la conciencia social. Ni siquiera es el resultado predecible del Gobierno de Frei o de la situación internacional latinoame ricana. Aquellas causas, y otras relevantes, serían a lo más el con junto de condiciones necesarias, pero no suficientes. El estudio político debe volcarse a la especifidad de la condición suficien te: el éxito de una “operación política” . Lo que define a la UP en las diversas coyunturas es un conflicto entre los partidos Socialista y Comunista, limitado en el largo y mediano plazo por la necesidad de constituir una alternativa de poder y por la constante redefinición del polo hegemónico de la alianza. Ahora estamos en condiciones de asignar un sujeto a la “operación política” exitosa: el polo hegemónico en 1970 al 187 interior de la alianza socialista-comunista. Tal polo hegemónico es — un presente histórico más amplio que lo efímero de un día electoral— el Partido Comunista. La pregunta: ¿qué es la UP?, requiere previamente conocer ¿cómo se formó la UP? Más precisamente, ¿cuáles son los principios que han regido su origen y desarrollo?, o lo que es lo mismo, ¿qué es hoy la Unidad Popular como expresión del proceso que ha transformado la izquierda chilena en los últimos 40 años? El origen y desarrollo de los partidos de izquierda marxista no serán aquí objeto de una historia total, sino de un breví simo análisis de momentos significativos para conocer la mu tación de la alianza comunista-socialista. Afirmamos, pues, que la Unidad Popular responde a una continuidad, no sólo porque sus dirigentes permanezcan o porque los temas doctrinarios tengan una conexión histórica entre un Congreso y otro Con greso, para citar instancias de decisión interna de cada partido. Ella responde a un problema que ambos partidos han enfren tado y deben constantemente enfrentar: el tipo de alianza o rivalidad y por ende de hegemonía que debe unirlos y oponer los en la realización de sus proyectos políticos, programas y necesidades organizacionales. Intentaremos pues precisar algunos momentos muy carac terísticos de las relaciones de ambos partidos. Ellos coinciden, en líneas generales, con definiciones estratégicas en torno a elecciones presidenciales, situación perfectamente lógica den tro del análisis, pues ambos partidos actúan en un sistema po lítico cuyas características centrales son: el papel clave del Presidente y la elección como fórmula política para elegirlo. Es también útil hacer presente que el estudio completo de las alianzas requiere una referencia al resto de los componentes del sistema de partidos y a los diversos grupos o personas que han cumplido funciones similares a aquél, en los diversos mo mentos del desarrollo político chileno en los últimos cuarenta años. Distinguiremos, en consecuencia las relaciones en los si guientes momentos: 188 a) b) c) d) e) f) g) h) En En En En En En En En el origen de los partidos. el Frente Popular de 1938. la Alianza Democrática. la Candidatura Presidencial de González Videla. el momento ibañista. la multipolaridad de 1958. la bipolaridad de 1964. la tripolaridad de 1970. a) El origen de ambos partidos tiene antecedentes históri cos desde comienzos del siglo. Pero la definición del carácter marxista de ambos es coetánea en los primeros años de la dé cada del 30. El proletariado industrial y el incipiente campesi nado no están ligados en Chile a un pasaje de la reivindicación social, crítica o negación del sistema social, y la presentación de un proyecto. político único, connatural al proletariado y a la organización de una vanguardia política. El movimiento po pular se expresa en diversas formas políticas, ligadas a experien cias de grupos efímeros, de caudillos o personajes como Ibáñez o Alessandri o a grupos, como los demócratas, ligados al mutualismo y las penurias de las clases medias bajas. El acontecimiento que mayor significación tiene en los orí genes de las relaciones de ambos partidos es el papel que asig nan a la República Socialista de 1932. Los Socialistas, fun dados como organización, un año después se reconocen “ ofi cialmente como los continuadores de la experiencia de “ los diez días que conmovieron a Chile” . Grove y Matte Hurtado representan tal experiencia y continuidad organizacional. La revolución socialista en su concepción nace de la expe riencia chilena; el marxismo “ a secas” es un recurso científico para interpretar la realidad. La naturaleza de la organización es democrática, a modo de una federación donde el papel del grupo dirigente es representar y coordinar la base militante. El Partido Comunista sigue otra dirección. Después de la experiencia del primer ibañismo que literalmente destruyó sus bases'organizacionales, el partido se redefine al integrarse a la Internacional. Al ligarse a la tutela soviética en lo internacio nal, el partido estructura un proyecto político y una organiza ción leninista que, en rigor, en las circunstancias de esa dé 189 cada fue, el proyecto, la estrategia y la organización leninista en su versión staliniana. Se superponen en sus relaciones recíprocas dos niveles de conflicto, los socialistas concluyen un proyecto político identi ficado al grovismo y una estrategia de asambleas federales; los comunistas, en cambio, se organizan celularmente y en su cre cimiento político orgánico definen a Marmaduke Grove como un obstáculo para el movimiento obrero. Los socialistas se inspiran en la experiencia y devenir de la Unión Soviética, para reconocer el papel positivo del troskismo. Los comunistas ligados de más en más al oficialismo soviético, definen al tros kismo acumulativamente como la mayor traición. Con mayor precisión centraríamos este nivel de conflicto en el carácter que adopta el internacionalismo en cada partido. Para los socialis tas, el énfasis es un socialismo chileno con un horizonte latino americano, para los comunistas la experiencia clave del socia lismo es el devenir de la primera “ Patria Socialista”, la Unión Soviética. En la primera parte de la década del 30 la acusación co munista es el “aventurerismo” y carácter “ pequeño burgués” de la dirección grovista del Partido Socialista y a su vez, ellos reciben la acusación de estar imbuidos del espíritu de pequeña secta, al que ligan sus objetivos políticos y sindicales (1). (1) Aunque la polémica sobre el “grovismo” es de más larga duración de los acontecimientos electorales en 1932, ya que corres ponde a la definición marxista del Partido Socialista y marxistaleninista del Partido Comunista, anotamos los resultados electo rales del 30 de octubre de dicho año. Candidatos Arturo Alessandri Marmaduque Grove Héctor Rodríguez Enrique Zañartu Elias Lafferte Sufragios dispersos y en blanco Total votantes Votación 189.914 60.856 47.207 42.885 4.128 902 343.892 Porcentaje 54,6 17,7 13,8 12,4 1,2 0,3 100,0 (Tales datos electorales los hemos reproducido de la página 76 de “Los Partidos Políticos Chilenos”, de Germán Urzúa Valenzuela. Editorial Jurídica de Chile, 1968). 190 b) El segundo momento tiene como centro de la pugna las reacciones socialistas a la proposición comunista de un Frente Popular amplio para enfrentar la sucesión presidencial de Ar turo Alessandri. Los socialistas ahora pasan de acusados a acusadores al discutirse la extracción social de la alianza en perspectiva, ya que ellos no reconocen en el radicalismo una En el ámbito intelectual socialista, está emergiendo una lite ratura que tiende a mostrar a Marmaduque Grove como un autén tico precursor del movimiento socialista y de la izquierda marxista en general. Uno de los primeros autores que se pronunció cate góricamente en tal sentido fue A. Chelén, quien señala, con acopio de antecedentes, la falta de apoyo comunista a Grove: “La corrien te que seguía a Lafferte— reconocido finalmente por la Interna cional— y que se empeñaba en aplicar la táctica del “Frente Unico”, tampoco tuvo éxito, pues su ciego sectarismo los llevaba a comba tir a las fuerzas que vibraban con Grove y de otras tendencias de izquierda”. Reproduce A. Chelén, a continuación, un folleto publicado en enero de 1933 por la “Comisión de Agitación y Pro paganda” del Comité Central del Partido Comunista, del siguiente tenor: “La aplicación de la táctica del frente único encuentra aún innumerables dificultades prácticas y faltas de argumentación po lítica para ganar a nuestro lado a los obreros engañados por el grovismo, hidalguismo, anarcosindicalismo y ni aún sabemos ganar a los obreros envenenados por el alessandrismo reaccionario...” (“Trayectoria del Socialismo”. Alejandro Chelén Rojas. Editorial Astral S. C. A. Corriente 1650. Buenos Aires, Argentina). (Ver es pecialmente cita textual en pág. 72 del capítulo II de tal obra). El escritor socialista Julio César Jobet apunta a la violencia de los comunistas en aquel momento: “Por otra parte, en los años del nacimiento del PS, los comunistas vivían una etapa extrem ista en sus posiciones políticas y de inaudita violencia verbal. Propi ciaban una revolución catastrófica para instaurar la dictadura del proletariado por medio de soviets de obreros, campesinos, mapu ches y soldados. El PS se transformó en uno de los blancos prefe ridos de sus campañas, acusando a sus miembros de amarillos, social-facistas y ganchos de la burguesía. Aunque se presentaba como un partido reducido, sectario, desvinculado de la realidad na cional, y abiertamente defensor de las consignas de la Tercera Internacional, ejercía cierta influencia popular por la tradición revolucionaria de muchos de sus dirigentes, viejos fochistas for mados en la escuela y compañía de Luis Emilio Recabarren, por lo cual su actividad práctica causaba una división dañina de la clase obrera” (pág. 38 de “El Partido Socialista de Chile”. Julio César 191 expresión del movimiento popular y ligan la proposición co munista a un viraje internacional soviético con vistas a obte ner apoyo en su conflicto posible y no deseado, con la Ale mania de Hitler. El Partido Comunista realizó un notable trabajo táctico de aproximación indirecta para destruir en los círculos intelectuaJobet. Ediciones Prensa Latinoamericanana S. A. Chile, 1971 Tomo I). La Editorial Quimantú, dentro de su programación de divulga ción m arxista incluyó un libro del ayudante de Grove, Carlos Charlín. En verdad, en cerca de 900 páginas amenas y documen tadas se construye una defensa acérrima de Marmaduque Grove. El relato desemboca en el exilio de Grove a Isla de Pascua y su llegada a Chile exactamente el día de la elección presidencial. El autor reproduce las discusiones del exilio con respecto al futuro partido socialista que gestaban M. Grove y E. Matte: “No se dis cutió la existencia de un nuevo partido obrero como un competidor del P. Comunista, porque, según explica Matte, éste tendría siem pre un crecimiento muy limitado por la ortodoxia que le obliga a una exagerada selección de los m ilitantes y a las dificultades que tendrían los obreros para someterse a las rígidas disciplinas, tan contrarias a la idiosincracia esencialmente libertaria del pueblo chileno. En cambio, dando elasticidad a las bases de un Partido Socialista sería accesible a la gran mayoría que necesitaba de una corriente ideológica que interpretara y definiera sus anhelos y ne cesidades de mayor bienestar...” (pág. 868. “Del avión rojo a la República Socialista” Carlos Charlín Editorial Quimantú, 1972. Santiago de Chile). Finalmente, nos parece de interés indicar el trabajo de Hugo Zemelman quien en su ensayo “E l Movimiento Popular Chileno y el sistem a de alianza en la década de 1930” estudia también el fenómeno del grovismo. Zemelman define así el período: “La etapa del grovismo tiene el significado de una alianza entre las capas medias y trabajadores, conformando un bloque de oposición con el núcleo oligárquico con rasgos populistas, pero débil considerando la situación de clase de obreros y campesinos”. Más adelante expresa: “El grovismo, con ser una expresión de la pequeña burguesía radicalizada, represen tó en el plano ideológico el germen de una alianza frontal contra el sistema de dominación, aunque limitado por la estructura de clases imperante. Para saber si el grovismo se hubiera podido tra ducir en algo más habría sido necesario responder algunas pregun- 192 les las imágenes negativas de la experiencia soviética. Y las crisis políticas y sindicales que enfrentó el gobierno y el candidato oficialista polarizan la situación, obligando al Partido Socia lista a inclinarse a la alianza y a tener que reconocer el mejor derecho de Aguirre Cerda en lugar de su líder Marmaduke Grove. tas como las siguientes: de continuar consolidándose el movimiento grovista, ¿habría dado lugar a la transferencia real de la dirección hacia los sectores populares?; tal transferencia ¿habría supuesto la participación organizada de clase obrera?”. Zemelman trae al tapete de la discusión la condenación al “gro vism o” del Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, don de se aludía en términos de la discusión interna de la Revolución Soviética de aquellos años a la emergencia grovista en Chile: “todas las agrupaciones pequeño burguesas, que buscan adaptar se a la radicalización de masas, toman la ideología trotskista para combatir con toda fuerza la formación del partido de clase del pro letariado”. Y el autor acota al informe: “Preocupado por liberar a las masas populares de los líderes pequeño burgueses (Hidalgo, Men doza, de tendencia trotskista, Ugalde y otros, de afiliación social demócrata; Grove, socialista) se olvidó de las masas, dejándoles liberadas al espontaneísmo de estos liderazgos, que el Partido So cialista, por debilidad orgánica y contradicciones internas, no se ría capaz de corregir”. El texto final apunta a la debilidad socialis ta tanto por su composición social como por su estructura organi zativa frente al papel hegemónico que se consagra al Partido Co munista de Lafferte, aunque a éste, el autor le reprocha que pri meramente “se aisló (del movimiento grovista), acusándolo de pequeño burgués” y más tarde “sacrifica la constitución de un movimiento popular centrado en la clase obrera y en el campesina do, precisamente por una alianza con la pequeña burguesía” (Fren te Popular). Zemelman se detiene a reflexionar sobré la organización y crecimiento electoral paralelo de los partidos socialista y comu nista, a propósito de la importancia de Grove en los años SO y los comienzos de la década siguiente, calificando al Partido Socialista “de partido aluvional, incapaz orgánicamente de retener el caudal desencadenado por sus líderes” y al partido comunista de “orgáni co, cerrado, en que cada paso es una consolidación del interior”. (“Génesis histórica del proceso político chileno”. Enzo Faletto, Eduardo Ruiz, Hugo Zemelman. Editorial Quimántú, 1971, Santia go. (Citas textuales de págs. 77, 78, 106, 100 y 101, respectiva m ente). 7 .— C h ile . 193 Comienza la experiencia Frente populista (2). c) La Alianza democrática que eligió presidente a Juan Antonio Ríos es la ampliación, aún mayor de la base social y política del Frente Popular, tanto por sus crisis internas como por el contorno de la guerra en pleno desarrollo. El Partido Socialista enfrenta dos órdenes de graves difi cultades: su descrédito ante la opinión pública por la actuación (2) La polémica interna socialista y en general la oposición de los socialistas al planteamiento “Frente Populista” están relata dos por Jobet, al describir las Convenciones III y IV ordinarias y I extraordinaria del Partido Socialista, en Enero de 1936, Mayo de 1937 y Abril de 1938. Destaca el autor que los comunistas en los días anteriores de la Convención Presidencial de las Izquierdas habían “destacado la condición progresista de las huestes ibañistas y del papel de Ibáñez” (pág. 130, op. cit. seguramente en un inten to de reunir la mayor cantidad de fuerzas en el Frente Amplio sin correr riesgos electorales. Alude, también en su historia del Par tido Socialista a la tarea política realizada por Eudocio Ravines “desde la columna del diario ‘Frente Popular’, para imponer su nueva consigna” (pág. 125, op. cit.). Ravines ha relatado minu ciosamente en su polémica obra “La gran estafa” Edit. del Pací fico, 1955, la aproximación del Partido Comunista al sector de los “intelectuales de izquierda”. La explicación oficial comunista del episodio ¡bañista es in sólita. Elias Lafertte, en un libro autobiográfico, liga la cuestión a dos “provocadores” que “a causa del carácter acogedor y espon táneo de los chilenos y del sentido fraternal de internacionalismo proletario de los comunistas, se acomodaron entre nosotros y sem braron su mala semilla en el Partido. Uno era un alemán que había estado en la U. R. S. S., Cazón, quien por largos m eses con vivió con nuestro partido; en 1937, cuando luchábamos por hacer del Frente Popular una herramienta verdaderamente nacional, él había introducido un verdadero contrabando que prendió en algu nas campañas: el ibañismo. Afortunadamente fueron pocos los que comulgaron con esta rueda de carreta y cuando hubo que aclarar la posición del Partido en el “Mensaje al pueblo chileno”, el Comité Central, por unanimidad aprobó la fórmula de “los co munistas no somos ni seremos jamás ibañistas, porque somos co m unistas”. Estoy convencido de que este Cazón, que después de andar en varias aventuras políticas se fue a Ecuador, donde murió loco, no era en esa época otra cosa que un agente de Ibáñez que se había enquistado entre nosotros”. (“Vida de un comunista”. Elias Lafertte. Empresa editora Austral. Segunda edición, 1971. pág. 329). James O. Morris describe así las relaciones sindicales de la 194 de sus personeros, que no tienen una estructura partidaria rí gida que controle su vida pública y la dificultad, diríamos es tructural, para presentar una política internacional, cuya pri mera prioridad sea el interés nacional en el contexto latino americano, ante las variaciones constantes y dramáticas de los objetivos de los Estados a consecuencia de la guerra mundial. El Partido Comunista, mejor estructurado aunque más déetapa frente populista: “E l logro de la unidad en el nivel de los partidos no habría sido efectivo si hubiese continuado La com petencia entre los sindicatos, principalmente entre la CNSC, que dominaban los socialistas, y la FOCH comunista. Además, la uni dad política de todas las fuerzas “democráticas” (con inclusión de los radicales) unida a una pugna por el poder a través del pro ceso electoral, involucraba un compromiso con la sociedad existente, que hacía de la oposición al sindicalismo legal una posición teórica mente insostenible. Los comunistas tuvieron que aceptar una vez más el sindicalismo legal, en consideración de la lógica de su po sición de Frente Popular y como un resultado práctico inevitable de la cooperación con los socialistas. Esto no significa, empero, que ellos hayan procedido inmediatamente a convertir en legales sus propios sindicatos, o que hayan tenido que hacerlo. Para los más cautelosos de ellos, por lo menos, eso podía esperar hasta 1938 y la definición de la elección presidencial. Una victoria del Frente Popular significaría un gobierno amistoso para la clase trabajadora y borraría las últimas trazas defensibles de una opo sición importante o de hostilidad al sistem a legal de relaciones in dustriales. Ya en diciembre de 1934 el Frente Unico de los comu nistas pedía un “frente unido de las masas trabajadoras” y aunque los socialistas, según hemos visto, habrían preferido a la sazón unir al movimiento obrero bajo su propio liderazgo mediante la CNSC, finalmente dieron su apoyo a la unidad de los trabajadores bajo la égida del Frente Popular. Esto se facilitó por el ingreso de los radicales al Frente Popular, la postulación de un candidato radical a la presidencia y la decisión de los comunistas, por razo nes tácticas, de no aceptar representación en el gabinete de un gobierno del Frente Popular en caso de resultar elegido Aguirre Cerda. Toda resistencia a un frente político popular y a la unidad de los trabajadores que pudiese haber perdurado quedó destruida al sofocar el gobierno una huelga ferroviaria en 1936. Unos pocos meses después del comienzo del frente político popular, los diri gentes obreros socialistas y comunistas reaccionaron, estableciendo un nuevo centro sindical obrero que denominaron Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH). (“Las elites, los intelectuales y el consenso”. Morris, James O. Santiago, Chile, Edit. del Pacífico, 1967. Pág. 216). 195 bil numéricamente, combate en los sindicatos la acción socia lista. Y, si bien Su línea de acción internacional de luchar contra el fascismo sufre un rudo golpe con el pacto Molotov-von Ribentrop, la posterior agresión hitleriana a la Unión Soviética, el ataque japonés a Pearl Harbor y la organización en la post guerra de las Naciones Unidas facilita ciertamente la “Unión Nacional” contra el fascismo. Desaparece toda mención “ anti imperialista” contra EE. UU., lo que coadyuva a que los grupos de orientación democrática y ligados a formación europea y americana consideren a Ríos el Presidente para la difícil co yuntura mundial. En un cuadro semejante, el pre-candidato presidencial so cialista, Oscar Schnake, necesariamente tenía que ser retirado ante su oponente y su Partido se desmembraría en tantas ver tientes como posiciones coyunturales fueron surgiendo en la constante disputa con los comunistas (3). d) La Alianza Radical-Comunista de 1946. (3) La experiencia del Frente Popular, especialmente en sus intensas crisis internas, políticas y sindicales, ha sido estudiado en el capítulo VI de la obra “The Chilean Popular Front”. John Reese Stevenson. Philadelphia, U niversity of Pennsylvania Press, 1942. Florencio Durán, escritor radical, consagra el capítulo VII de su obra de historia política a “Vida, Acción y Muerte del Frente Popular”, donde sintetiza el famoso discurso del líder socialista Oscar Schnake, Ministro de Fomento del Presidente Aguirre Cer da, al volver de la Conferencia de La Habana, en las siguientes acusaciones a los comunistas: 1. Dependencia de la Unión Soviética y, consecuencialmente, 2. despreocupación por los intereses populares, agravación de sus problemas y utilización de sus necesidades. (“El Partido Ra dical”. Florencio Durán Bem ales. Editorial Nascimento, 1958. Pág. 193). El discurso de Schnake, es muy ilustrativo de la dificultad socia lista por lograr una política internacional que sirva única y exclu sivamente al interés de Chile en la coyuntura de una guerra mun dial que va ligando simpatías e intereses de grupos internos con Estados que buscan apoyo del país. Schnake exclama “yo no soy germanófilo, rusófilo, anglofilo ni yankófilo. ¡Me siento chileno y latinoamericano!” 196 La crisis del Partido Socialista durante la Presidencia Ríos y posteriormente la Vicepresidencia Duhalde se agudiza y da lugar a su virtual pulverización. Disminuido en su fuerza elec toral y parlamentaria, acosado en la base social por el Partido Comunista, escindido en diversas fracciones, el Partido Socia lista carece de valor como interlocutor para estructurar la coalición que lleva a la Presidencia a Gabriel González, el úl timo de los Presidentes radicales (4). e) La crisis del sistema de partidos y el movimiento ibañista. El inicio de la guerra fría pone fin a la alianza radicalcomunista. El gobierno de González Videla rompe drástica mente con el Partido Comunista y lo excluye del sistema polí tico a través de la Ley de Defensa de la Democracia. El radicalismo como partido dominante organiza para go bernar diversas coaliciones: la primera con los comunistas, la de Concentración Nacional con los partidos de derecha y una fracción socialista, y la Sensibilidad Social con los grupos socialcristianos. La Ley de Defensa de la Democracia es un hito fundamen tal en el análisis pues además de ser antidemocrática en el (4) Los diferentes trabajos ya citados sobre la historia del Partido Socialista no esconden la magnitud del desastre socialista durante la Administración del Presidente Ríos, primero y del Vice presidente Duhalde a continuación. Los conflictos agudos con el Partido Comunista tuvieron expresión sindical, política y una ex tensa documentación en el Boletín de Sesiones de la Cámara de Diputados y del Senado. Culmina la crisis socialista con la vota ción mínima que obtiene su abanderado Bernardo Ibáñez en la elección presidencial de 1946, donde alcanza sólo 12.000 votos. Es importante destacar que la crisis de la “Alianza Democráti ca” no sólo alcanzó a los socialistas sino también provocó la di visión del Partido Radical. F. Durán describe así el naci miento del Partido Radical Democrático, nuevo grupo surgido del Partido Radical: “Agotados los medios persuasivos para obtener la conciliación que permitiera restaurar las tradicionales normas del Partido Radical y delimitar su campo de acción en terreno pro pio, a conveniente distancia del Partido Comunista, se produjo la inevitable separación. Surgió a la vida el Partido Radical Democrá tico, en el que se alistaron los radicales que deseaban preservar la pureza de su doctrina”, (op. cit. Págs. 412 y 413). 197 orden político es también antisocial ya que liga al Partido Co munista con el movimiento sindical en forma profunda. El ataque al Partido Comunista es de alguna manera un desafío a las conquistas sociales y a los derechos sindicales. Comunis tas y socialistas que han llegado a ser, literalmente, enemigos mortales en su acción política deben hacer un alto para no des truir la solidaridad sindical en la persecución. Lo anterior explica que el sector socialista más ligado al anticomunismo y a la persecusión sindical, termine en 1952 aliándose con el Partido Comunista para la nueva elección pre sidencial. La otra fracción socialista, que dirige Ampuero, se liga a la protesta social que encabeza un rejuvenecido personaje de la política nacional, el General Ibáñez. Experiencia riesgosa para el socialismo, el ligarse nuevamente a un movimiento so cial sin estructuración organizacional ni proyecto o programa político muy nítidos que, sin embargo, canalizó muchas rei vindicaciones nacionalistas y populistas. El Partido Comunista, después de su dramática experiencia con Gonzádez Videla, planteó una estrategia sin riesgos. Al aliar se con la fracción socialista de Allende prefiere una plataforma presidencial de modestas dimensiones a cambio de reiniciar la alianza perdida en los últimos 10 años. Así, surge el Frente del Pueblo con una fracción socialista y el Partido Comunista que desde la semiclandestinidad apoya a Salvador Allende. f) La reestructuración del sistema de partidos y la primera alianza socialista-comunista: el FRAP. La crisis del Movimiento ¡bañista da lugar al resurgimiento de un nuevo sistema de partidos. El grupo socialista popular que encabeza Raúl Ampuero desarrolla un importante trabajo teórico y organizacional que le permite ser el núcleo junto al cual se unirán las fracciones socialistas. La fundación de la Central Unica de Trabajadores, en los comienzos de la Administración Ibáñez, liga en los conflictos sociales a comunistas y socialistas, pese a las tensiones cons tantes de sus estrategias divergentes. Surgen, por primera vez, con claridad la tesis socialista del “ Frente de Trabajadores” y la tesis comunista del “ Frente de Liberación Nacional” . La 198 primera, vinculada a Raúl Ampuero, quiere expresar política mente las aspiraciones revolucionarias del proletariado indus trial y los campesinos, excluyendo de su dirección los grupos sociales medios y a los partidos llamados de centro. La tesis co munista es de mayor amplitud en la configuración social y po lítica de la plataforma de apoyo básico. Para ellos basta con una revolución democrático-nacional que ejecute algunos cambios bá sicos en la estructura agraria y las relaciones económicas inter nas e internacionales. La pugna entre socialistas de Ampuero y comunistas se centra en el límite de la alianza y, especial mente en los momentos pre-electorales de 1958, acerca de si los radicales serán miembros de la alianza y si tendrán el me jor derecho a la candidatura presidencial. La cuestión internacional debilita en la coyuntura la po sición comunista, pues, el 209 Congreso Mundial del Partido Comunista Soviético ha condenado a Stalin, desmoronando un fetiche histórico y, la urgencia con que definen la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia los inclinan a aceptar la tesis socialista. Los partidos históricos de la derecha, ya ligados en una estrecha alianza, presentaron la candidatura presidencial de Jorge Alessandri. La Democracia Cristiana recién estructurada como un partido, la candidatura de Eduardo Frei y, el Partido Radical, excluido de la alianza, la candidatura de Luis Bossay. La primera alianza bajo la hegemonía socialista-comunista (FRAP) no alcanzó la meta, pero dada la importante votación lograda hizo que la aspiración al poder dejase de ser un obje tivo de largo plazo y se convirtiera en el “leit motiv” de todas las operaciones políticas porteriores. g) La polarización política y el triunfo de Eduardo Frei. El perfil estratégico socialista adquiere durante la adminis tración Alessandri nitidez como el partido más radical o drás tico dentro del presunto continuum derecha-izquierda. Su estilo agresivo es una reinvindicación del carácter revolucionario del partido y su estructura interna, pese a los esfuerzos por cen tralizar su dirección, experimenta, cada cierto tiempo, dificul tades que terminan en indisciplinas partidarias sancionadas. El Partido Comunista ha reconquistado su legalidad y busca mantener su alianza con los socialistas, pero al haberse forta 199 lecido intenta al mismo tiempo extenderla a otros sectores so ciales y políticos, volviendo a su tesis original de un “ Frente Democrático de Liberación” . La polarización da lugar a una estructura tripolar de par tidos: Frente Democrático, FRAP y DC. Ella se ha debido bá sicamente al casi triunfo allendista de 1958, a la crisis de la derecha como consecuencia del gobierno de Alessandri y al fortalecimiento de la alternativa DC gracias al arraigo po pular de su proyecto de “ Revolución en Libertad”. La tensión socialista-comunista es constante, a excepción de los de bates internacionales, de tono menor, con desplazamientos y escaramuzas tácticas muy poco perceptibles para la opinión pública. La tripolaridad da una especificidad particular a esta ten sión, ya que por vez primera tienen, ambos partidos, que dispu tar seriamente el pretendido monopolio del apoyo popular y su imagen de únicos defensores del pueblo frente a Frei y la DC. 1. La "operación política” y las causas de la hegemonía comunista en la alianza comunista-socialista. El brevísimo análisis de los diversos momentos de las rela ciones que unen y oponen a socialistas y comunistas nos per mite clarificar nuestro punto de vista con mayor nitidez. Las querellas internas del Partido Socialista —más que en cualquier otro partido chileno— son inextrincables si su análisis pretende ser al nivel del proyecto político, de las orien taciones programáticas o las líneas estratégicas. Simplemente, en una perspectiva así, las posiciones en pugna de las dife rentes partes no recubren el universo socialista. Sin remontar nos a sus innumerables escisiones, expulsiones de dirigentes nacionales y crisis internas, señalemos tres sucesos enigmáticos recientes: la expulsión del Senador Ampuero y el nacimiento de la Unión Socialista Popular, las abstenciones mayores nu méricamente que los votos a favor para elegir al actual Presi dente Allende, en la votación respectiva del Comité Central, y la desautorización y censura implícita que recibió el Senador Ro 200 dríguez, en enero de 1971, pocos meses después de haber diri gido la victoria de septiembre del abanderado socialista. Si se leen con atención todos los documentos oficiales de estas tres querellas el lector no comprende en absoluto la lógica de los conflictos internos que sólo es clarificable a la luz de la dialéc tica que los une o los separa del PC. Algunos pretenden vincular la frecuencia de la crisis a la extracción social de sus militantes y adherentes, bajo el supues to que en el caso socialista los intereses de su clientela y militancia son muy heterogéneos lo que es contrastado con la ma yor nitidez de acción de los comunistas dada su implantación en el proletariado industrial. Aceptando que tales hipótesis pueden ayudar parcialmente a una explicación, no — nos pare ce— dan cuenta de la raíz fundamental del fenómeno. Los planteamientos teóricos en el Partido Socialista se yux taponen y perviven como realidades históricas de diferentes orígenes. Afirmamos su yuxtaposición y no su integración en un discurso conceptual consistente. Aflora permanentemente un cierto troskismo, aunque él tuvo su momento cumbre antes de la guerra; a la vez que una afirmación nacionalista latinoameri cana similar a la del APRA; a la vez que tendencias al socia lismo democrático en la primera post-guerra; un descubrimiento de la autogestión yugoslava en el fragor de la guerra fría y la política de bloques, superado muy pronto por el apasionamiento y asimilación de la revolución china, coincidente con su con flicto con la Unión Soviética, y finalmente en nuestros días, un énfasis en las teorías de Ernesto Guevara y en general del pensamiento insurreccional de la última década, simultánea mente con el fortalecimiento de la tesis “verbal” del legalismo democrático o la llamada “vía chilena de transición al So cialismo” . No está exento este itinerario de constantes, como hue llas de un socialismo que se busca a sí mismo como nacional, revolucionario, de masas, con rasgos libertarios y anarquistas. Sin embargo, no se requiere mayor rigor para comprender que existen contradicciones de valores, de métodos políticos fácil mente perceptibles sin un sincretismo de buena voluntad, en el afán socialista de definir un proyecto político. 201 Comprobamos en los planteamientos teóricos socialistas una tendencia a la radicalización ideológica buscando diferencias de los planteamientos del Partido Comunista, durante todo el período histórico. Hay una necesidad de ubicarse “verbalmen te”, a la izquierda del Partido Comunista. Es preciso anotar que el “jacobinismo” socialista postula la dicotomía progresista-reaccionaria como la única dimensión del orden político. Este tipo de construcción excluye la multidimensión que requiere un proyecto que debe asignar una ar ticulación a los diversos valores políticos: libertad, justicia, se guridad, paz, cambio, desnaturalizando así a la autoridad y a la obediencia y al principio de legitimidad que vincula ambos términos. A la vez que dificulta la inserción histórica del pro yecto y el programa, en el manejo de sus diferentes etapas, gra cias a una estrategia y sus tácticas consiguientes para alcanzar un mínimo de eficacia. Esta aceleración “progresista” de la conciencia política se inserta en un cuadro organizacional donde la asamblea políti ca es el centro de discusión y decisión. Naturalmente, se desa rrolla entonces un proceso de radicalización verbal constante, donde el lugar más apetecible para el militante es la parte más a la izquierda de la sala. El liderazgo de la dirección, si acep ta la crítica, por demás connatural a la asamblea deliberante, necesita legitimarse, ubicándose también en los planteamien tos más radicales. La discusión de esquemas ideológicos, aun que se los vincula con la lucha social, muestran la naturaleza y el sentido de la crítica de la asamblea, y hacen necesario ocultar estos problemas mediante el control y distribución rea lizado por la máquina burocrática del Partido: como las ubi caciones en las listas parlamentarias y en el caso del ejercicio del poder del Estado, los apetecibles y competitivos lugares en la burocracia pública. La reflexión anterior nos conduce a considerar aquello que, a nuestro juicio, es la variable principal del análisis: la orga nización interna del partido revolucionario. La expresión “ centralismo democrático” es un desiderátum, igeneralmente verbal, de dos principios organizacionales en constante ten sión: el delegativo y el participativo. El Partido Socialista es 202 una organización deliberativa. A su turno, el Partido Comunis ta es férreamente centralizado, más aún, si dejara de serlo se redefiniría completamente como partido y el sentido de su acción variaría considerablemente. Hasta ahora, la dirección central y un aparato de control muy riguroso ejercen un poder que selecciona dirigentes, excluye parcial o definitivamente a ciertos militantes, condena o aplaude tesis políticas e impide las fracciones. El Partido Comunista es, en resumen, un “ ar ma organizacional” , definición histórica alcanzada desde su in corporación a la Tercera Internacional, al comienzo de la dé cada de los años 30. El Partido Socialista, aún el nombre de sus grupos lo re cuerda, es una federación. De ahí sus flujos y reflujos tan cí clicos y violentos de crecimiento electoral y de poderío e in fluencia propiamente política, ganadas gracias al mismo plura lismo interno que a renglón seguido impedirá sean administra dos eficazmente. Por la misma razón, desconsideramos en par te sus proyectos y programas pues la estrategia para servirlos requiere una organización eficaz, la única que asegura los mo vimientos tácticos precisos. Estas son también las razones que nos impulsan a estimar que la debilidad estructural socialista los ha debilitado en su relación con los comunistas al interior de su alianza y, más aún, en la rivalidad declarada y abierta donde han recibido la peor parte. Ha habido excepciones en este tipo de relacio nes: en 1958, el predominio hegemónico perteneció a la di rección política de Ampuero y a su tesis del “ Frente de Traba jadores”. Sin embargo, ya en 1964, los deslizamientos tácticos del Partido Socialista, sufrieron quebrantos al querer definir con nitidez los contornos de su programa y estilo de la candida tura del Senador Allende. El propio “ allendismo”, como grupo informal de adhesión a un personaje político, ha significado, hasta ahora, en 1952, 1958, 1964 y 1970 una voluntad políti ca más próxima a la estrategia comunista que a la del propio partido del actual Presidente. La expresión “ operación política” adquiere su sentido ver dadero. No pretende asignar capacidades mágicas al Partido Comunista, que no las tiene en absoluto. Ni tampoco presen 203 tar una imagen subliminar de una operación diabólica. Sería inútil y pobre en el caso de la elección presidencial de 1970. Al Partido Comunista, sirviendo su estrategia con artesanía táctica, se le dieron condiciones propiamente políticas muy ventajosas que le fueron ocasión de su triunfo. La aproximación de los radicales y otros dirigentes políticos tradicionales fue su tarea propia, facilitada por lo que los otros grupos dejaron de hacer. La violenta oposición de los nacionales y la derecha económica en momentos decisivos del gobierno de Frei y la cri sis interior democratacristiana no fueron la obra de una ma quinación exterior, aún si ella alentada con paciencia y hala gos. La expulsión de Ampuero no fue una tarea conspirativa al interior del Partido Socialista, al menos hasta ahora no se ha afirmado ni probado nada en contrario. La candidatura Alessandri y su ímpetu inicial tampoco pertenece a una tarea de “ infiltración” o agitación política. En fin, se nos podría objetar que del tipo de análisis que realizamos, el juego múltiple aparece más como una cristali zación del azar, que la acción de voluntades políticas. No hay tal. Si afirmamos que existe una “ operación política” es porque concebimos al actor principal de la alianza Unidad Popular habiendo sido capaz de sobrepasar la circunstancia e imponer su estrategia general con tácticas adecuadas en las variaciones constantes del juego político chileno. 2. Operación Política y Movimiento Popular. El movimiento popular es un tipo de movimiento social más amplio que el surgido de la clase obrera. Sus proyectos, aún en su provisoriedad y recreación constante, indican la direc ción de su acción social. La situación real de sus integrantes nos muestra el tipo de intereses que reivindican en las diver sas coyunturas, pero ellas son transformadas al integrarse en una suerte de mito movilizador que las integra. Implícitamente, se acepta por los actores políticos en Chile que el pueblo es más amplio que la clase obrera, que la orien tación nacionalista se superpone con la orientación clasista. En el allendismo, el énfasis en el proletariado industrial no exclu 204 ye la identificación con categorías más amplias de sujetos con fundidos en su papel ocupacional o territorial (técnicos, cam pesinos, industriales, madres, etc.). El enemigo social aparece también identificado, el latifundista, la burguesía y el imperia lismo, siendo este último el gran responsable. La articulación de los proyectos sociales y los intereses inmediatos de los grupos es realizada por la mediación polí tica de los dirigentes de los partidos y demás organizaciones para-políticas. Articulación realizada con vistas a la movili zación en pos de la conquista de objetivos inmediatos y del gran objetivo presidencial al que responde básicamente lo que hemos denominado la operación política. Esto recuerda lo que el psicólogo social Barbu ha llamado la “ transfiguración de la clase obrera” , o sea, el pasaje de su condición de clase a su con dición de militante. Este autor distingue varias etapas entre la primera emergencia del proletariado por la industrialización hasta el adoctrinamiento de los trabajadores industriales con una ideología particular (5). La operación política comunista, y en menor medida socialista, será constituir a las organiza ciones populares de la clase obrera en el eje del movimiento po pular y a los partidos en instrumentos políticos hegemónicos. La izquierda marxista no es entonces el equivalente al “mo vimiento popular” . Este es más amplio que aquéllo. Su con ciencia social es más espontánea y las necesidades teóricas pa ra su interpretación más complejas. No sólo no son coextensivos sino pueden ser y han sido contradictorios y conflictuales. Así, por ejemplo, el Ibañismo incluía entre sus banderas pro gramática — que cumplió al final del período— la Derogación de la Ley de Defensa de la Democracia, lo que no fue óbice para que el Ibañismo, especialmente en su coextensión más amplia e intensa con el movimiento popular, fuera anticomu nista antes y después del 52. (5) “Psicología de la Democracia y de la Dictadura”. Zevedi Barbu. Biblioteca de Psicología Social y Sociología. Editorial Paidos. Buenos Aires. 1962. Ver especialmente Tercera Parte, Cap. II. págs. 192 y 193. 205 3. Una comprobación histórica: Una promesa de Socialismo democrático sin teoría socialista democrática; partidos re volucionarios que pertenecen a un sistema político demo crático institucionalizado. Para que se genere una revolución — en el sentido histó rico de las revoluciones soviética y cubana— se requieren con diciones necesarias, económicas, sociales, morales y como con dición suficiente, la existencia de organizaciones revoluciona rias que voluntariamente dominen la coyuntura y los datos económico-sociales en una realización política. Las condicio nes de fondo son absolutamente indispensables; pero si se ob serva más seriamente la cuestión, la primacía causal pertene ce a la acción organizada de los revolucionarios, pues ellos declaran y construyen como irreversible una dirección de he chos y datos en determinado sentido. Los datos económicos, so ciales y demográficos no hablan solos, ni tienen generalmente, una sola alternativa de solución. Los revolucionarios chilenos no escapan a esta necesidad. Chile, como situación geográfica, internacional, militar, su es tado de subdesarrollo y lento crecimiento económico y con su acumulación de problemas sociales, sentidos como tales por inmensas masas, no tiene interpretación en sí, fuera de la visión política. Chile puede “mutatis mutandis” ser España, Guate mala, Uruguay, Checoslovaquia, ello va a depender de sujetos de la acción y de la constelación de situaciones y coyunturas a las que se enfrenten. Ninguna de ellas es imposible por antici pado. Y, lo más importante, Chile puede ser Chile: una expe riencia inédita. Pero es indudable que la voluntad auténtica de construir un socialismo democrático precisa tradiciones, huellas histó ricas, que prefiguren el universo que se desea construir. Al respecto, la UP tiene una contradicción básica. En la práxis, sus integrantes son partidos históricos del sistema, y por ende socializados en las conductas democráticas institu cionales y, por otra parte, en la teoría, no hay ni reflexión ante rior ni esquemas de transición al socialismo por la vía demo crática. 206 Las generaciones actuales de la UP son la continuación del Frente Popular de cuando algunos de sus dirigentes eran jóvenes. De “ España en el corazón” a “ Cuba el territorio libre de América”, la UP resalta la continuidad y no las grandes cuestiones teóricas y prácticas que los últimos 40 años han planteado al marxismo al que adhirieron en los áños 30. A excepción de Eugenio González y Alberto Baltra, en menor medida, no hay en este período ni creación ni divulgación de las cuestiones propias del credo socialista-democrático (6). Ni siquiera existe en la tradición del Partido Comunista una briz na semejante. La veta de Recabarren es muy diferente; nacida en la emergencia de la conciencia obrera, en verdad no se plantea este tipo de problemas. Desde el punto de vista de la orientación a la acción es necesario ubicar el papel que el Partido Comunista ha llegado a poseer en el desarrollo histórico de la teoría. A la cuestión pertinente del materialismo dialéctico acerca del principio de totalidad, el desarrollo post-leninista ha consagrado, cada vez más acentuadamente, al partido como sujeto histórico del prin cipio de totalidad. Así, el partido constituye el punto de vista desde donde se analiza en forma integrada la cultura, la economía y la polí tica, en una concepción de la totalidad, quedando la clase obre ra como simple telón de fondo. Sin embargo, como anota Barbu, “ de hecho, el conocimien to no se refiere a la totalidad teórica, sino a la totalidad em pírica y práctica y, sobre todo, política” . La totalidad precisada (6) Es una exageración citar únicamente dos personalidades en el trabajo creativo de un socialismo chileno democrático. La lista debería incluir el pensamiento de O. Schnake, los trabajos de H. Mendoza y las del propio J. César Jobet y otros que olvidamos. Con todo, nos parece que Eugenio González, durante la etapa que correspondió dirigir el Partido, al comienzo de la década de 1950 coincidente con su labor parlamentaria en el Senado, desarrolló con originalidad y fuerza la tesis de un socialismo humanista. La mención de Alberto Baltra nos parece legítim a por la importante divulgación realizada del pensamiento de Schumpeter que estu dió el pasaje del capitalismo al socialismo por medio del método competitivo o democrático. 207 por un sujeto histórico llamado Partido es una regresión cul tural. Con todo, la dialéctica que la acompaña es aún una re gresión peor. El Partido centralizado y monolítico es, de he cho, su Comité Central y, dentro de éste, se estructura una ma yoría relativa que controla al Comité, y al interior de la mayo ría relativa, un grupo dominante para alcanzar el climax en el poder personal llamado, también, con cierto pudor, “ el culto a la personalidad” . La intensidad que alcanza el “ stalinismo” como enfermedad del socialismo depende de cada sistema político nacional, sin embargo, tiene síntomas comunes en sus diversos grados de de sarrollo: las purgas internas, ya que es imposible hacer com patible el monolitismo con la heterodoxia, real o eventual. Ob sérvese, entre nosotros, el importante número de expulsados que tiene el Partido Comunista criollo. La mayoría de ellos no rompe con tal proyecto político, lo continúa en pequeños movimientos semiclandestinos, de alta socialización al interior del grupo. Su característica más saliente es el esfuerzo por man tenerse dentro de la gran corriente leninista y escoger como el motivo de denuncia de su ex-Partido su reformismo o claudica ción revolucionaria. Así la crítica adquiere la forma de dis cusión de “escuelas”, de apreciaciones” correctas o incorrec tas”, “justas o injustas”, para utilizar el lenguaje de aquéllos debates. La polémica legitima al interior del socialismo al par tido monolítico y a sus expulsados. De ahí, también, que la mayoría de ellos para mantener su consistencia personal ne cesita ser insurgente y, por ende, partidarios del poder obre ro y de la vía armada, ya que de ese modo la expulsión será una consecuencia de la claudicación revolucionaria del Partido Comunista, una justificación más grandiosa que la adjetivación personal que acompaña la expulsión. La revolución cubana sirve de marco de referencia para los grupos extremistas que destacan su significáción histórica: El Partido Comunista (Par tido Socialista Popular Cubano) debió incorporarse al proce so revolucionario en marcha so pena de jugar un papel regre sivo. De este modo el papel de la violencia y del terror adquie re un consenso aún mayor, ya que pasan a identificar a todo el socialismo revolucionario. Más aún, la utilización de la vio lencia y el terror dividen en dos el campo del socialismo: el 208 revolucionario y el socialdemócrata, renovando las viejas polé micas de los partidos marxistas europeos. En la práctica, tener organización armada es un símbolo de la integridad revolucio naria de cada grupo, sea o no empleada en las diversas coyun turas. La pérdida de la capacidad creadora es también una con secuencia del monopolio de la totalización por el partido (7). Toda creación cultural o social debe seguir los designios de la dirección política, de tal manera que los creadores “ auténti cos” deben estar vinculados a la fuente teórica que legitimará sus esfuerzos y logros. La crítica es validada por la autocrítica en lugar de la hipótesis por las evidencias factuales. El mar xismo llega a ser un centro del sistema cultural auto-justifica(7) Radoslav Seluky define así el stalinismo: “Ideológicamente, el modelo stalinista se basa en un sistem a de principios m arxistas leninistas al que se utiliza para fijar de una vez para siempre el orden histórico, social y económico como una realidad vinculante —determinada exclusivamente por su contraposición con el capi talismo del siglo XIX— y para identificarla en general con esa realidad el desarrollo socialista de la sociedad. La característica más típica del stalinismo es, por una parte, un anticapitalismo pri mitivo y, por otra, la reducción del socialismo a sus premisas más triviales. Ambas notas constituyen no sólo el resultado de una vulgarización de la idea m arxista de una sociedad socialista, sino también, al mismo tiempo, la inmortalización de momentos históri cos determinados de la revolución socialista y la adaptación de las acciones políticas a un orden ideológico, político y económico cerrado” (Cita tomada de “Socialismos, Propietarismos y Libera ción del Pueblo”. Mario Zañartu y Claudio Orrego, Stgo., Chile, IDEP, 1971, pág. 72). (El subrayado es nuestro). Un reconocimiento chileno implícito “de la reducción del so cialismo a sus premisas más triviales” es la presentación que rea liza Carlos Maldonado de la posición marxista y el arte moderno. El autor expresa: “ Sólo el marxismo contemporáneo surgido con la potencia de una nueva primavera después de la larga noche del culto a la personalidad, le ha venido a dar a esta disciplina cohe rencia y fundamentación científica. La teoría del arte emerge de este crisol con todas las características que le son propias a esta nue va etapa del marxismo: por eso le son consustanciales el criterio antidogmático, el afán polémico y el permanente esfuerzo crítico, de búsqueda y renovación” “El Arte Moderno y la teoría marxista del arte”. Carlos Maldonado. Santiago, Chile, Ediciones de la U ni versidad Técnica del Estado, 1971. Pág. 9). 209 dor donde las creaciones científicas y artísticas adquieren re levancia en función del núcleo que los absorbe, integra, expli ca y clasifica. No es que falte genio ni seriedad en el trabajo, apuntamos más bien a una constante desvirtuación del cono cimiento por la referencia obligada a una literatura verdadera mente sagrada. Ningún trabajo teórico que se respeta debe de jar de consignar una cita de Marx, Engel, Lenin para validarse y adquirir el suplemento de prestigio. No es extraño, sin embargo, que quienes desean autoconvencerse encuentren en la historia de los partidos marxistas y totalitarios chilenos, un campo donde seleccionar momentos en que la teoría y la organización totalitaria, que inspiran y deter minan situación, no han estado en contradicción en la acep tación de la democracia. Ellos estarán en el itinerario de los grupos fascistas y las repetidas demostraciones del sistema de mocrático chileno para resistir amenazas de conspiraciones, complots y crisis políticas. Coayuva a tal enfoque, el hecho cierto que el cuadro dirigente de la UP está socializado por el Parlamento, institución, por excelencia, del conflicto y la coo peración constante. Desde esta perspectiva, la carencia de una teoría democrática chilena por la vía socialista no es impor tante, ya que la propia lógica del sistema condiciona un mar gen democrático para la conducta política. Por su parte, los que inquirimos por los antecedentes his tóricos completos de los actores y por su orientación a la ac ción somos definitivamente menos optimistas. La tragedia teó rica, en este caso, es que la perspectiva conceptual describe una hecatombe moral y se presta para legitimar el daño moral ocasionado por algunos autores y políticos derechistas que han prefigurado el terror absoluto antes que ocurra, facilitando la aceptación por los ciudadanos de grados menores de coacción, abuso y atropello. Lo más abusivo de tales autores es la mani pulación odiosa de fetiche político que ha presentado superfi cialmente la cuestión comunista como obra única y exclusiva de agitadores que socavaban la “buena sociedad”. “ Las cam pañas del terror” han tenido como resultado la traumatización de políticos e intelectuales progresistas, que oscuramente oscilan 210 entre un rechazo total, tanto a las denuncias falsificadas como a las evidencias de hechos terriblemente reales. El desdoblamiento entre la teoría totalitaria y la apariencia formal de democracia dificulta la toma de conciencia frente a los hechos, y para lograrla, estos deben ser aprehendidos en su totalidad ya que observados aisladamente permiten concluir indistintamente en un sentido u otro. El Parlamento funciona a la luz del día, aunque las decisiones fundamentales no sean sometidas a su conocimiento. Hay prensa libre, incluso pren sa libertina. Los signos exteriores de los poderes públicos son los mismos, en su línea gruesa, que los del pasado inmediato. Se podría establecer tal cuadro contradictorio para todas las instituciones. La dificultad mayor a la observación es la califi cación correcta y lúcida de lo que es realmente acción totali taria, eventual o real, o lo que es acción emprendida por una convicción democrática de la Unidad Popular. Nuestra perspectiva privilegia la primera contradicción, las consecuencias de realizar un socialismo democrático sin una construcción teórica que haya recorrido un ciclo histórico de implantación en los propios partidos que lo proponen. Ella se fundamenta en el hecho de que todo proyecto político da sen tido y orientación a los determinismos que impone un siste ma, generalmente no de una manera lineal, pues el voluntaris mo no sobrepasa todas las dificultades de la realidad, sino con notando el sentido del proceso en una línea determinada y aprehensible. Esta aprehensión exige la interrogación del pro yecto y las formas sociales donde se inserta. Tal perspectiva rechaza las etapas que se constituyen “ a posteriori”, que esquematizan las etapas de los procesos, legi timando de pasp las ambiciones de los líderes y sus oportunis mos y, que tienen por sobre todo, la dolosa virtud de no ex plicar nada, salvo a los que creen en el marxismo como la Cien cia. Todo error en que se incurra en la acción política o en su explicación será atribuido a fallas en su interpretación correc ta. En este último caso, desconfiamos más aún, porque cada interpretación exige una relectura de los clásicos para adaptar los a lo que se requiere interpretar. 211 Ü¡ 4. El Polo hegemónico y los grupos menores de la UP. En la Unidad Popular hay un polo hegemónico — como creemos haberlo mostrado con claridad— y además existe es tratificación política, con dos categorías: los partidos marxistas, en la primera y el resto de los grupos en la segunda. Debe no tarse, sin embargo, que si bien en la relación socialista-comu nista cuenta la hegemonía de este último, el perdedor conserva el derecho a veto. Además ambos comparten, aunque desigual mente, la hegemonía sobre los aliados tácticos de cada opera ción política. Formalmente, deberíamos decir “ formalísticamente”, está consagrada la igualdad de las partes, como en el momento del advenimiento de la UP a la Administración aparentemente en el sistema de cuotas para repartir los cargos públicos de “ con fianza presidencial” y otros, se tuvieron en cuenta proporcional mente todos los grupos y movimientos. Probar la estratificación es acreditar lo obvio, conocidas la dimensión e historia de los partidos. Sin embargo, hemos seleccionado tres situaciones pa ra dejar de manifiesto con claridad, el polo hegémonico y el modo de estratificación política. La primera es la renuncia implícita del Movimiento de Ac ción Popular Unitaria (MAPU) a su estrategia de un Frente Revolucionario qüe buscaba la decantación de los partidos so cialista y comunista, como la operación política subsiguiente a su escisión del Partido Demócrata Cristiano. La pretendida de cantación se traducirá en un sometimiento a las reglas del jue go de los poderosos. El MAPU concurrirá a la Mesa Redonda y apoyará un dirigente tradicional. Más tarde en el Gobierno se definirá como el “ tercer partido proletario” , afirmando po seer un “nuevo” proyecto político marxista-leninista y aceptará su cuota administrativa en el sistema de distribución. La segunda es la última división del Partido Radical, ori ginada por el grupo que encabezan los senadores Baltra y Bossay, críticos de la línea de adhesión del PR al marxismo tradi cional por no coincidir con su proyecto de socialismo democrá tico. Su consiguiente retiro del Gobierno requirió necesaria mente de un lapso de tiempo, donde se acumularon las tensio nes, pues el aparato administrativo estaba sometido a la es212 t r trategia colectivista que señalaba al conjunto de la coalición su polo dominante, el Partido Comunista. En la fase previa al abandono del Gobierno, Allende y el Partido Comunista mos traron que estaban dispuestos a aumentar la cuota administra tiva pero no a compartir la hegemonía. La tercera es el ingreso de la Izquierda Cristiana a la UP, después de su retiro del PDC. De nada importó que nacieran a la vida política como organización independiente e ingresaran a la UP después de nacida ésta y con reservas de sabor democratacristiano como la relativa a la inoperancia del cuoteo ad ministrativo. En pocos meses se verían atrapados en las reglas del juego de la hegemonía y sus críticas caerían en el olvido. Finalmente se acercarán al MIR, demostrando una vez más la imperiosa necesidad de definirse en base a las viejas categorías social-democracia-revolución vigentes en el sistema que querían perfeccionar. II. El Presidente. Allende era un personaje político antes de ser Presidente. Candidato Presidencial en tres ocasiones anteriores, senador du rante 25 años, su figura política tiene una persistencia e implan tación directa en la base política configurando — al igual que Alessandri y Frei— un tipo de adhesión más amplio que el círculo partidista. Este liderazgo, discutido y a veces negado, impone en los momentos electorales su recurrencia. El allendismo es más amplio que su Partido y que la alianza PC-PS, ya que aunque militante PS simboliza y sirve como bandera de lucha al hombre “ izquierdista” sin partido. Como necesaria contrapartida Allende no ha desarrollado un perfil político o estratégico único. Sus documentos parlamentarios muestran un socialismo muy variable de momento en momento, y especial mente en relación con problemas teóricos internacionales del socialismo. Su conducta, digamos natural, es la de un socialdemócrata, sin embargo su socialismo tiene la ambigüedad del socialismo “ a secas” y la vastedad del “ campo socialista” , don de coexisten la Unión Soviética y China, Cuba y Yugoslavia, 213 Rumania y Albania, Checoslovaquia y Hungría (8). La expre sión “campo socialista’ es tan ambigua como la definición so cialista “ a secas” . No tiene una referencia específica a la or ganización social y económica, a los principios y métodos de origen marxista que enfatizan y seleccionan; esconde las diver gencias nacionales y étnicas, excluye otras experiencias que pueden reclamarse legítimamente socialistas. Al interior del sis tema político chileno, el socialismo “ a secas” como visión tie ne un común denominador aportado en parte sustantiva por el polo hegemónico de la alianza, el Partido Comunista y justifi cado en la aparente lealtad con las versiones coyunturales que se construyen del movimiento popular. El se expresa en la fór mula “ el pueblo es ahora Gobierno” que permite justificar el traspaso de las responsabilidades al propio pueblo, sólo para devolverlas a los titulares políticos. Ocultando, así, que son una minoría que puede aspirar a representar al pueblo sin que con ello endosen sus decisiones a la ciudadanía, sino a un ente mítico y colectivo que es la propia creación política de esos dirigentes. (8) La expresión “campo socialista” es una sobrevivencia con ceptual de la guerra fría y como tal vale tanto como persista ese tipo de conflicto. La división del mundo, implícito o explícito, en dos bloques: “mundo libre” y “campo socialista” permite presen tar los conflictos internacionales con extrema simplificación, es condiendo la existencia en estos días de un nuevo equilibrio mun dial. La abundante información acerca de los conflictos entre paí ses de estructuras capitalistas y regímenes políticos constitucionalpluralistas no se acompaña del suficiente conocimiento para la opi nión pública de las consecuencias reales de los conflictos entre Estados y Superestados que se declaran “socialistas”. Surge enton ces una falsa “armonía” socialista internacional que esconde los intereses nacionales en juego en las escaramuzas y combates diplo máticos, políticos y hasta m ilitares de naciones como la Unión So viética y China. Con todo, la cuestión no es un problema de infor mación en sí, se trata de las consecuencias que se necesita extraer para una política internacional chilena en los próximos años fren te a una nueva configuración de poderes a escala mundial. Man tener en sordina tales realidades bajo nomenclaturas en clave co mo “dogmatismo’', “revisionismo”, “aventurismo”, “social impe rialismo” es negarse a un debate y toma de conciencia nacional de las graves dificultades que requiere una política internacional para el final del siglo XX. 214 Con una dosis de buena fe se podría apuntar que la íntima ambición de Allende es ser juzgado a la vez como un gran re volucionario y un gran demócrata, en una obra histórica que ligue revolución y democracia. Ese es probablemente su desig nio, una colosal síntesis de materiales políticos y espirituales. La cuestión, sin embargo, no es sólo el designio, sino además los recursos políticos para llevarlo adelante, entendiendo por ellos, un equipamiento teórico adecuado, una organización y los hombres interiorizados de esa misión. El papel clave del Presidente en el sistema político hubiera facilitado una tarea de esa envergadura, sin embargo, el pre sidencialismo es precario en la UP, ya que en la mesa redonda que preparó el programa presidencial y eligió al candidato, nin gún partido o grupo estaba dispuesto a reforzar el presiden cialismo por adelantado; la natural tendencia de la coalición fue el poder presidencial ejercido en forma colegiada. Con ello la hegemonía comunista se vistió con el ropaje sacado de la tradición parlamentaria de la izquierda. La colegialidad como principio formal del ejercicio del po der necesitaba un método de distribución de los papeles una vez que la Unidad Popular se instalara en la Administración. Surgió entonces la cuota administrativa, como la técnica de distribución. Ella ha funcionado reconociéndole toda la Uni dad Popular su vigencia formal. Por consiguiente, otros circui tos de control e información burocráticos, en contradicción con el esquema jerárquico, han debido desarrollarse cuando el cuoteo ha puesto en peligro el ejercicio de la hegemonía comu nista. La única excepción, sin duda muy importante, como zona administrativa de distribución, fue el ámbito de las FF. AA. que ha permanecido ligado al Presidente, en su calidad de Generalísimo, como lo consagra la Constitución y de cuyas atri buciones Allende ha conservado el monopolio. La moderna frondosidad burocrática nacional limita en for ma importante el ejércicio de la voluntad presidencial directa. En la actual Administración, la tendencia histórica de crecimien to del aparato burocrático y la consiguiente disminución del poder presidencial se intensifica alcanzando los umbrales de un feudalismo administrativo. El Presidente no está en condiciones de ejercer un liderazgo que alcance la necesaria capacidad de 215 impulsión de una fórmula gubernamental donde el proyecto so cialista específico y el programa básico de la UP se articulen ló gicamente en cierta concepción ejercida por un equipo humano homogéneo. En su vigencia extrema estas causas hacen que el papel del Presidente quede restringido a la función simbólica del Estado, a cuyo nivel integra la tradición del cargo, el mando de las Fuerzas Armadas y el liderato de la coalición, todas ellas pro vistas de una diferente liturgia. Entre la capacidad de impulsión y la función simbólica ubi camos la función de arbitraje político interno de la coalición. Las estrategias contradictorias de los centros de poder, sean políticos o burocráticos o liguen ambos órdenes, han obligado al Presidente a ejercer un constante arbitraje, donde su dilatado co nocimiento de la negociación política en el Parlamento le ha rodeado del prestigio necesario para ejercerlo. El margen de éxito, por cierto, de un constante arbitraje táctico reside en que las tensiones no se acumulen en espiral, ya que si aumentan los conflictos, no hay elasticidad para negociar, ya que las cuestio nes tácticas pasan a ligarse directamente con las estrategias en juego, haciendo fracasar cualquier negociación. La función de arbitraje dentro de la coalición, supone de parte del árbitro una definición previa del límite para su ejercicio, que otorgue ga rantía de su competencia, en el sentido jurídico de la expresión, para los partidos y los grupos. Esto implica la garantía de que el árbitro actúa dentro del campo de juego de la Unidad Popu lar, con exclusión del resto del campo político, lo que evidente mente es contradictorio con la representación simbólica del Es tado. El Presidente no puede entonces definirse como “ el Pre sidente de todos los chilenos” . Esta contradicción es una carga personal abrumadora, que trasciende al público, en su exigencia de estar presente en nu merosos focos del conflicto interno y, en la representación ofi cial del Estado. Así, entre las actuaciones y las declaraciones públicas existe un hiato que para poder integrarlo al análisis re querirá un conocimiento de los testimonios de un mundo tan decisivo cuan informal. Para que el arbitraje tenga visos de presidencial, sin destruir la hegemonía PC-PS, Allende tratará de reforzar la imagen pluralista y mayoritaria de la UP definiéndola 216 como: dos partidos marxistas, el PC y el PS, un partido laico o racionalista que integra al PR, al PSD y al API y un movimien to cristiano izquierdista, que una al MAPU y la IC. 3. El MIR. El MIR actúa como actor político en la consecuencia del incumplimiento, al menos en el período inmediato, de sus pre dicciones catastróficas acerca de la incompatibilidad de una versión revolucionaria con la vía electoral de Chile. Emergido como acción insurreccional directa, al final del Gobierno Frei, después de varios años de gestación en el interior del Partido Socialista y en los grupos expulsados del Partido Co munista, el MIR no le asigna un papel decisivo a las elecciones de septiembre de 1970. Su preocupación era continuar el mon taje de un aparato clandestino para hacer frente a la futura ad ministración Alessandri o de Tomic, en una violenta polariza ción social y política, de la cual el Partido Comunista, su ene migo “ mortal” y declarado, quedaría al descubierto en su na turaleza reformista y conciliadora. La aproximación del MIR a la Unidad Popular es por me diación del Presidente y por la simpatía o doble militancia que existe en un importante sector del Partido Socialista. En torno al Presidente, el MIR destaca su cuadro dirigente en la tarea “ del dispositivo de seguridad” en la incierta etapa que va desde el 4 de septiembre al 4 de noviembre, con la cual muestra su capacidad organizativa y la necesidad de sus servicios para la coalición electoral. Sin obtener una cuota administrativa, en los términos formales de la UP, el MIR ha obtenido, en el aparato burocrático tradicional y en la nueva área estatal, posiciones que le han permitido desarrollar una cierta implantación en secto res del proletariado industrial, en el campesinado y en los po bladores. El MIR se defiende del ataque frontal del Partido Comunis ta en una compleja y cambiante alianza, implícita, con el Pre sidente y con el respaldo, diríamos logístico, que le otorga la posición estratégica del grupo socialista que encabeza el Sena dor Altamirano. Estimamos más un espacio de juego en común 217 que una doble organización, la relación que une tal grupo socia lista con el MIR. En el desarrollo de la acción, la línea del MIR, en el campo a través del Frente de Campesinos Revoluciona rios (FCR)y en la ciudad a través del Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), conduce la acción del Gobierno hasta la línea de mayor conflicto para impedir todo entendimiento de la Unidad Popular con sectores de oposición, lo cual choca fron talmente con la dirección comunista que rechaza el método di recto del MIR, bajo la acusación de “ aventurismo”. Sin poseer aún un carácter muy peculiar, el proyecto políti co del MIR tiene un acento en la pureza doctrinaria de la tradi ción revolucionaria coetánea a Lenin y continuada en la revo lución china y cubana. El fruto es el hombre revolucionario, sin tapujos en las palabras ni concesiones en los hechos. El MIR ha insistido más que ningún otro grupo, en la conquista del po der “ como una situación diferente a la de ocupar posiciones de gobierno en un Estado constituido por instituciones plurales. Ello acarrea a la Unidad Popular dificultades pues el MIR muestra a la luz del día, y paso a paso, la relación del poder político con la fuerza física y por ende con las armas, sus ins trumentos de multiplicación. Naturalmente las FF. AA. sienten socavada su permanencia institucional con el aumento crecien te de los grupos para-militares. El terror — en su concepción revolucionaria — es directo y claro sin necesidad de diversiones de origen staliniano. La lógica del MIR es, indudablemente, la agudización de los conflictos o el “ nivel de los enfrentamientos” para obtener el control hegemónico de toda sociedad a través del Estado revo lucionario. El MIR con todo, carece de una' gran capacidad de movilización política y la Unidad Popular utiliza la mediación del aparato burocrático para efectuarla. Su incapacidad de cre cimiento radica en disputar el campo revolucionario desmedra damente, con las máquinas organizacionales comunistas y so cialistas muy establecidas. Además, la clandestinidad y el es píritu de pequeños grupos revolucionarios acarrean la discusión exhaustiva y la separación de los militantes por razones teóricas, lo que conlleva la proliferación de grupos extremistas, aumen tando su debilidad relativa respecto al PS y al PC. 218 El MIR como organización actúa en dos papeles: grupo de presión hacia la UP y el resto de los partidos y, ocasionalmente, como grupo político que cuestiona la legitimidad de todo el sistema. La proliferación y emergencia de grupos ultra está en relación con esta dialéctica; cuando el MIR actúa como grupo de presión es desbordado por otros grupos de dentro y fuera de la UP y cuando ocupa su lugar insurgente, por otras formaciones guerrilleras (VOP, ELN, Espartaco). Finalmente, las relaciones directas entre el MIR y el Presi dente les permite a ambos un margen de juego y de presión so bre el Partido Comunista. IV. La Oposición. En el acceso de la Unidad Popular al Gobierno es posible identificar dos oposiciones diferentes al Gobierno de Allende, menos por el contenido real de la crítica en los primeros meses antes de abril de 1971 que por la profunda zanja que han cavado, entre el PDC y la Derecha, la administración Frei y la oposi ción derechista que le fue practicada y más tarde, en la encar nizada lucha que se desarrolló entre las candidaturas de Ales sandri y Tomic. • No se trata, sin embargo, de un problema de coyunturas y circunstancias políticas. Una reflexión muy breve nos per mitirá comprender las dificultades de la oposición para ser una fuerza homogénea basada en intereses democráticos comunes. Los partidos históricos de la Derecha no dispusieron de un instrumental teórico que les permitiera comprender las di mensiones del problema comunista. Sus teóricos desde 1938, en pleno Frente Popular, hasta hace muy poco trataban el pro blema como una cuestión de agitadores. Un virus ajeno al cuerpo social, al que bastaba ponerlo fuera de la ley para eli minarlo. Desconociendo la realidad de uno de los partidos co munistas proporcionalmente más grande del Occidente (9). (9) Durante largos años, recuérdese que el primer proyecto de ley de exclusión del Partido Comunista es una iniciativa con 219 La mentalidad “ progresista”de algunos democratacristianos tiene tendencia a actuar en términos exactamente opuestos (10). Para ellos, el Partido Comunista es naturalmente el pueblo. Todas sus acciones y operaciones son entonces auténticamente populares, desde las innumerables “campañas contra las alzas” hasta las “ fiestas de paz” . Los intelectuales refuerzan la con fusión, pues transforman el diálogo marxista-cristiano de objeto servadora en pleno esplendor del Frente Popular, los partidos y mentalidades derechistas confiaron en las medidas de fuerzas para detener el comunismo. El Partido Conservador Unido en el fragor de la elección presidencial que se realizaría en Septiembre de 1958, -le escribía al Secretario para Asuntos Eclesiásticos del Vaticano Sr. Samoré: “Nuestro Partido ha combatido al comunis mo en todos los terrenos, sin dar ni pedir cuartel. Desde 1940, sostuvimos que la secta internacional debía ser privada de dere chos políticos. En 1948 concurrimos con el Gobierno del Presidente González Videla, con los Partidos Liberal, Radical y Democrático y con una fracción socialista, a dictar la ley de Defensa de la Democracia, que prohibió la organización, existencia y propaganda del Partido Comunista y privó a sus miembros de derechos cívicos. Después hemos logrado, junto con el Partido Liberal, impedir hasta ahora la derogación de esa ley” (Este documento fue re producido en Revista “Política y Espíritu”, pág. 209 de l 9 de octubre de 1958). (10) Polemizando con las mentalidades progresistas socialcristianas, ya en 1954, Jaime Castillo las describía del siguiente modo: “En nuestros medios socialcristianos, se tiene por el contrario, la idea de que la mentalidad popular coincide con las consignas de ciertos partidos y que oponerse a ellas es oponerse al movimiento popular. Pero es falso. El dirigente tiene sus ideas y debe ense ñarlas, más, debe luchar por ellas. Las ideas social cristianas son populares, porque surgen de las necesidades del pueblo, de la ho nestidad y la inteligencia en el servicio del pueblo. Estas ideas contienen lo que el pueblo necesita y han de ser comprendidas así”. Y agregaba: “El contacto con el pueblo no necesita intermediarios, hay que ir simplemente a los diversos sectores populares, trabajar con ellos, orientar y ser orientados en el seno mismo del elemento popular. Ninguna campaña política, ningún interés partidista, ninguna ideología puede impedir la acción directa. Ningún partido necesita dar visto bueno. El pueblo es lo suficientemente múltiple como para que todo el que se interesa por él encuentre la oprtunidad de atraerlo. Tampoco las consignas políticas, las banderías ocasionales constituyen la opinión del pueblo. . . ” (Revista “Polí tica y Espíritu” N ’ 118, Agosto de 1954). 220 científico y académico en signo progresista. Se comprende en tonces la dificultad para comprender los intereses populares como diferentes a los intereses de la organización política lla mada Partido Comunista. Es comprensible la dificultad para separar ambas lógicas, la política-burocrática y la social, pues durante muchos años, la lucha social y política están unidas, no sólo por el Partido Comunista, que debe legitimar su pre tensión de ser “vanguardia” del proletariado, sino también por los Gobiernos y partidos derechistas, que definían como “ co munista” todo movimiento social de reivindicación y trans formación, ligando finalmente en la Ley de Defensa de la De mocracia al Partido Comunista con el movimiento sindical. Pero el enfoque anterior es incompleto si no muestra que también en los hechos la pugna democratacristiana-comunista es muy antigua en las organizaciones sociales, y en ella han participado los que denominamos como “ progresistas” . Es un tipo de conflicto con límites bastante precisos, que ha parali zado e integrado muchas coyunturas donde la polarización ideológica esteriliza en gran parte la acción unitaria y, simul táneamente, las organizaciones sociales estudiantiles y laborales han logrado, tras largos años de dificultades, una forma de integrarse y obtener decisiones que responden a consensos parciales, por muy precarios que sean. De esta manera, la fuerza principal de la oposición respon de a una tradición de lucha en la base social con el polo hegemónico de la Unidad Popular que es diferente a la de los partidos y grupos anticomunistas de derecha. V. Las FF. AA., ¿un actor o una institución? (11). La pregunta es ingenua, pero ilustrativa de las posiciones que pueden presentar las FF. AA., sean un actor principal, que todavía no actúa, o un mecanismo institucional que actuará (11) Debo recordar a los lectores de este ensayo, que él corres ponde a un documento preliminar de trabajo presentado a un Seminario de IDEP, realizado en San Sebastián en los primeros días de octubre de 1972. Las notas y correcciones introducidas al 221 cuando la Constitución ejerza su voluntad utilizando la coac ción. En la primera perspectiva, la conducta de las FF. AA. apa rece como el actor principal, homogéneo, organización discipli nada y jerárquica, que dirá una palabra e inclinará la balanza hacia el bloque oficialista u opositor, y dentro de cada uno de ellos a tal o cual polo hegemónico. En la segunda, las FF. A A. actuarán como el final de un mecanismo nítido y preciso para imponer el imperio de la Constitución atropellada. Estos dos tipos ideales extremos permiten visualizar variados tipos intermedios de posibles cursos de acción donde la línea de división entre actor-voluntad e institución-objeto se hacen más tenues si nos formulamos preguntas tales como: 1. ¿Quién va a declarar infringida la Constitución? 2. ¿Quién va a sancionar su infracción? 3. ¿Qué voluntad prevalecerá si hay interpretación contra dictoria? 4. ¿Qué sucede si la Constitución es violada y reconocida su violación para conseguir un fin que se declara su perior? 5. ¿Qué tipo de opinión prevalecerá, la de los especialis tas en Derecho o la de los jefes con mando real? Las preguntas podrían ser innumerables y cada vez más precisas. Ellas nos obligaron a descartar el énfasis en la natu raleza legal del problema. El papel de las FF. AA. en el sistema chileno actual, nos parece una cuestión de legitimidad polí tica. El principio de legitimidad es de orden constitucional, documento original no cambiaron, en absoluto, el sentido del tra bajo ni sus conclusiones. Ello es particularmente importante en relación con el paro nacional que conmovió a Chile en la segunda quincena de Octubre y, especialmente, sobre el papel de las FF. AA. en el sistema político, modificado con su ingreso al Gabinete del Presidente Allende, a consecuencia justamente del paro. Los acontecimientos descritos refuerzan algunas conclusiones y muestran, también, las insuficiencias en el tratamiento de varias materias, de lo que soy el primero en mostrar y reconocer. 222 pero su interpretación, implícita o explícita, es una cuestión política en el desarrollo del proceso, dentro de las condiciones que las coyunturas diversas impongan a los diversos actores principales. En este nuevo marco de análisis, las preguntas serían de tipo político y su adecuada formalización nos mostraría el nú mero de probabilidades que puede configurar si incluye a todas las acciones de los actores, con sus relaciones hegemónicas, frente a las reglas del juego y las coyunturas del proceso. 223 PARTE SEGUNDA LAS REGLAS DEL JUEGO El acceso de la Unidad Popular al Gobierno se realizó en condiciones únicas dentro del sistema político chileno. En una elección a tres bandas, el polo electoralmente más débil jugó un papel decisivo en el acceso del entonces Senador Allende a la magistratura que hoy detenta. Tradicionalmente, en las elecciones presidenciales, la tendencia había sido una aproxi mación del candidato triunfante, en forma relativa, con otras fuerzas políticas para construir una plataforma en común. El Partido Demócrata Cristiano no propuso una fórmula similar sino condicionó su apoyo a la aprobación de un Estatuto de Garantías Democráticas que fueron ratificadas en el Congreso por la coalición triunfante y su abanderado. La política chi lena se ha ideologizado lo suficiente para hacer impensable la colaboración de fuerzas antagónicas. Allende era la tercera opción de ciclo ideológico iniciado por Alessandri y continuado por Frei. Se trataba entonces que la izquierda marxista tuviera su oportunidad o el sistema político se condenaba a sí mismo. La significación de las Garantías Democráticas dividen a los intérpretes políticos. Para un cierto pensamiento derechista, ellas son el capítulo final de la debilidad democratacristiana frente a la Unidad Popular, en general y del Partido Comunista, en particular. Según ellos, las Garantías no valen porque son meras limitaciones en el papel al ejercicio del poder, cuyo com ponente central es la coacción. Tal criterio se refuerza con las denuncias sucesivas de violación de tal o cual norma consti tucional, que vienen a demostrar, en esa lógica, su inoperancia o formalismo. A su vez, para el pensamiento izquierdista, las Garantías son la última expresión refinada de la burguesía que deseaba dificultar la aplicación del Programa de Gobierno. No era, en su perspectiva, necesario pedir más democracia al texto constitucional. Respecto a su aceptación se la considera una táctica correcta en la coyuntura, ya que posibilitó el ascenso 224 al poder del candidato triunfante. En general, como nota pre dominante, la izquierda cubre con un manto de olvido el texto y el sentido de las Garantías. La Democracia Cristiana redescubrió en los hechos, como veremos después, el valor de su gestión política, ya que une hasta el límite máximo, la viabilidad de la mutación chilena y el método democrático para llevarla adelante. Con todo, las Garantías terminan por definir el uso del poder por parte de la Unidad Popular. A ella le era preciso ocu par las posiciones de poder dentro del ordenamiento jurídico vigente, en el extremo de su literalidad para ejecutar las dife rentes políticas sectoriales que componían el Programa de Go bierno. Por lo demás, tal necesidad no se contradecía en abso luto con el presupuesto teórico más generalizado de la coali ción: modificando la propiedad de los medios de producción, el cambio de la superestructura política sería una consecuencia lógica, en un período muy breve y posterior. La estrategia sur gida de la realidad imponía entonces, un tiempo económico previo al tiempo político, a condición que el primero cumpliera dos objetivos: estatizar la economía y acrecentar en la fase anterior a la definición política la popularidad de la coalición, a través del incremento de la producción de bienes de consumo popular y la redistribución de ingreso. A esa altura de los acon tecimientos, ¿era posible otra estrategia? Es fácil señalar “ a posteriori” que se imponía para la UP un plebiscito, después ds las elecciones de regidores de abril, qus consagrara un levísimo margen a favor del oficialismo en relación con la opo sición, que en aquel momento estaba unida sólo en el cálculo elec toral. Sostenemos que tales propósitos no eran una voluntad política perseverante perseguida por el polo hegemónico de la coalición; la derrota en un plebiscito se transformaba en grave retroceso, y el triunfo, por su parte, aceleraba la definición hegemónica al interior de la coalición en un lapso mínimo de tiempo. Al Presidente, por su parte, le significaba el grave riesgo de una limitación, ahora consagrada, a sus prerrogativas presidenciales si, como era lógico, se discutía una nueva Cons titución. Los socialistas, partidarios del plebiscito, no poseen la organización y unidad que requería una definición política tan aguda. Para los comunistas el factor tiempo cuenta de otra 8.— C h i l e . 225 manera, pues, justamente, su estrategia tiene como fundamento su solidez organizacional capaz de atravesar las coyunturas do minándolas a su favor o mejorando su posición relativa de po der en la alianza y en el Gobierno. Además, una definición tan drástica, aunque defendible en términos de una concepción de la democracia, aumentaba todos los temores acerca de los par tidos comunistas en los regímenes occidentales, cuestión im portante en términos internacionales. La coalición decidió incorporarse a la Administración para desde ahí acumular poder político, en espera de un momento propicio en el futuro. Los Comités de la Unidad Popular se construyeron en toda la Administración del Estado, suponién dolos órganos de coordinación y de movilización política dé los diferentes objetivos programáticos (12). La confusión del papel del militante con el funcionario llegó por este sistema a ser completa. Las reivindicaciones funcionarías, en organismos tan informales y de aparición repentina, se muestran más re levantes que las preocupaciones políticas. La cuota era una bue na técnica para resolver la distribución del poder de los grupos en términos nacionales, pero no es eficiente para la Adminis tración en sí, ni para estructurar circuitos burocráticos que obedezcan a una misma orientación política y estratégica. Aún, el militante con preocupaciones superiores de lealtad a una causa política, era capaz de orientarse en un laberinto de Servicios Administrativos muchas veces desconocidos para él, si era re- (12) Aunque la confusión entre la movilización política y la organización administrativa ha estado latente durante los dos años de gobierno de la coalición, la primera evidencia de las dificultades de tal sistema aparecen en octubre de 1971 cuando el Presidente Allende ordenó un sumario a los funcionarios ausentes el día 11 de octubre y, además dio orden de eliminar la propaganda política de las oficinas fiscales. Más tarde, se publicó en La Nación, sin previa publicidad del aparato gubernamental, el texto completo de una intervención del Presidente acerca de la Administración Pública, en una reunión en la Moneda con los Ministros y Jefes de Servicios. Tal docu mento da plena luz del tipo de dificultades que se desprenden de una movilización política utilizando la Administración: la inefica cia y el sectarismo. 226 cién llegado, o desconociendo los niveles más altos de selección y tratamiento de la información, si había obtenido una promo ción administrativa. Es inútil insistir en las “ historias de nunca acabar” de falta de coordinación e ineficiencia que implicó este sistema, pero lo más significativo, a nuestro juicio, es que exacerbó las definiciones particularistas del Programa y unificó los supuestos teóricos en que se fundamentaba, como necesario cuadro de referencia a la acción administrativa dispersa. En un mecanismo estructurado de esa manera, el sectaris mo y la ineficacia se refuerzan mutuamente. El sectarismo por necesidad de expulsar del circuito burocrático al sospechoso e ineficaz, porque la Administración supone el ejercicio idóneo de las tareas propias a cada posición. El Programa de Gobierno de la UP era, como cualquier programa lo es antes de la ocupación del poder, una orientación que después se la traduce en un plan. Ahora bien, todo plan requiere una alta coordinación en su ejecución; en el caso de la UP ésta se dificultaba estructuralmente por todos los facto res políticos y administrativos que hemos analizado. La Administración se convirtió en agregación de unidades, a lo más vinculadas en un doble nexo; el débil era el jerárquicoministerial, y el fuerte, los circuitos construidos en base a la militancia política y la ubicación administrativa. La integra ción de este verdadero feudalismo se realiza en dos niveles: el político, cuando ha existido una definición de tareas como trabajos voluntarios, campañas de opinión y asistencia a con centraciones y marchas, y en el nivel de los supuestos teóricos de la construcción de todo socialismo: estatizar la economía y concentrar poder social y político, succionándolo a los cen tros plurales de la sociedad. Es pertinente bautizar como la gestión “Vuskovic-Novoa” a esta etapa de la Unidad Popular. No me corresponde el aná lisis económico; sin embargo, políticamente el ex Ministro Vuskovic representó e integró el promedio de las actitudes de los militantes de la Unidad Popular en su acción centrada en ab sorber los medios de producción por el Estado, utilizando la fórmula de “ resquicios legales” del asesor del Presidente. Ambas concepciones, curiosamente de personajes sin ligazón política anterior, adolece de una profunda confusión: desco9.— C h ile . 227 nocen y confunden la diferencia que hay entre la legalidad y legitimidad, sus límites y el sentido en que apuntan ambas no ciones y distorsionan el cuadro administrativo utilizándolo para la movilización política. Esta última forma de ejercicio del poder tiene precedentes en Administraciones anteriores. Extendiendo y formalizando el sistema de cuotas e imponiéndolo a todo el aparato burocrático del Estado, el antiguo y el surgido de la estatización, la confusión de movilización política y adminis trativa es total. La Unidad Popular ha, finalmente, redefinido el sistema administrativo nacional. Ahora es posible esquematizar los tipos de reglas del juego que coexisten en el sistema político en este período de análisis. 1. Dos tipos de reglas del juego. La UP al ocupar el Gobierno puede, en términos teóricos, elegir dos posibilidades: la organización burocrática y la trans formación del orden político para emprender su Programa Bá sico. El Estado chileno como organización técnico-burocrática se presta fácilmente para asumir su dirección y aumentar la ocupación territorial de la burocracia. Ha sido una tendencia histórica el crecimiento progresivo del aparato burocrático. El Estado, como un cierto orden político, en su expresión de institucionalidad democrática chilena, reforzada aún más por las Garantías Democráticas, posee una tradición que se ha cris♦elizado en una constelación de organismos públicos: los tres poderes democráticos clásicos y el nuevo Poder contralor; las Iglesias, Universidades y medios de comunicación, entre los que elaboran contenidos de conciencia; las Fuezas Armadas y Ca rabineros simbolizan la seguridad exterior e interior. Este orden es modificable recurriendo a los partidos políticos para orga nizar una mayoría de Gobierno o a la capacidad organizacional de los propios partidos de la coalición, para crear uno nuevo, básicamente diferente, a condición, en este último caso, que se movilicen las masas contra las instituciones en forma re volucionaria. La coalición optó por la posibilidad burocrática sin excluir la acción política frontal contra las instituciones, bajo el su puesto que las políticas sectoriales dirigidas a transformar la 228 n infraestructura llevarían a una transformación de la superes tructura, o sea, la política, o si se prefiere del orden político. En la primera dirección, la UP ha llevado el estatismo de control a todos los ámbitos. Los funcionarios de la UP se asig nan la tarea de inspección del Estado en la sociedad, esta tismo que no oculta su voluntad de ocupación de todas las actividades. A pesar de las exageraciones burocráticas la UP en este ámbito ha dispuesto de un consentimiento, al menos tácito, en los dos primeros años de gobierno, para actuar sin trabas. La resistencia ha sido mínima, hasta la primera huelga del comercio, fue prácticamente inexistente. En la segunda dirección, la acción de la UP ha provocado “ enfrentamientos” , concepto que se incorpora al léxico usual en este período, debido a la lucha surgida por la reacción vi gorosa de los ciudadanos democráticos. A esta esfera, la tradi cional de la democracia política, los tres poderes clásicos y el poder contralor, debe también incluirse la dimensión educa cional y la comunicación social, que responden a las exigencias de la crítica en el siglo XX. En las Universidades, cuando la UP eligió la lucha frontal perdió dramáticos combates. En la FESES, la lucha continúa. El control burocrático tiene un principio constitutivo: la orden administrativa de la cumbre a la base. La institucionalidad tiene como principio a través del voto, la regla de mayoría, desde la base a la cumbre. El control burocrático se ejerce en ámbitos sociales y po see una tendencia hacia el control total; la protesta democrática actúa en los sectores donde se llega a formar una cierta opinión pública. El rechazo al control burocrático extiende la esfera insti tucional plebiscitando al régimen en los diversos sectores; el campo sindical de la CUT, donde el voto de protesta triunfa con Vogel; el campo comunitario, las Juntas de Vecinos, las elecciones complementarias de Valparaíso, O ’Higgins, Colchagua y Linares. La tesis del profesor Novoa, en nuestra opinión, sobre “ el difícil camino de la legalidad” y su teoría particular de “ los resquicios legales” no apunta al verdadero problema. La lega lidad tiene, por definición, muchos resquicios, pues el forma 229 lismo no puede subsumir toda la realidad ni preverla por an ticipado, aun si las normas, comprendidas como un ordena miento jurídico y jerárquico, representan los valores sociales de una élite en un período determinado. En la legalidad chilena, los valores individualistas que ex plícita la Constitución de 1925, expresión de la élite política de la época, han fortalecido las libertades democráticas y el tipo presidencial de Gobierno, sin impedir la mutación social y la reformulación legal de nuevas instituciones. El propio triunfo de Allende es una confirmación del aserto. La confusión nace de las diferentes resistencias que se pro ducen en la aplicación de las decisiones del Gobierno. Hay indicaciones abundantes que nos han llevado a distinguir dos tipos de reglas de juego, de acuerdo al tipo de consentimiento que respalde su vigencia: a) Lealtad democrática. La defensa constante y enérgica de los presupuestos de la democracia política, más allá de la lite ralidad de la norma legal. (En el conflicto de la Universidad de Chile la tesis de la UP era estrictamente legalista, pero re sultó ser ilegítima). b) Lealtad al sistema económico. La defensa, muy débil en su primer momento, ha aumentado paulatinamente de grado de mes a mes, en la medida que las decisiones sectoriales eco nómicas van conformando una totalidad de poder político y económico, ejercidos ambos, por las maquinarias burocráticas de los partidos. El “ capitalismo chileno” , como expresión del sistema eco nómico, ha sido criticado teórica y políticamente durante años; diversas tendencias confluían en el análisis de su insu ficiencia, parasitismo e incapacidad para generar desarrollo autónomo. Esta crítica se hizo más aguda en la última campaña presidencial, donde las candidaturas de Tomic y Allende, desde enfoques diversos, coincidían en denunciar el sistema econó mico chileno y la organización industrial, “ neo-capitalista”, especialmente. Finalmente, al ser aprobadas las Garantías Democráticas, capitalismo y democracia se separan conceptualmente en tanto concepciones del sistema económico y político, respectivamente. Con todo, quedó abierta la nueva concepción de la organización 230 social de la economía, descartándose de partida sólo el tipo de organización incompatible con una democracia política plura lista, respetando así, la legitimidad histórica de la democracia chilena. 2. Cuatro tácticas para actuar en dos tipos diferentes de reglas del juego. El Presidente y el Partido Comunista buscan obtener más legitimidad burocrática y política utilizando la legalidad. De ahí el valor que conceden a la teoría de los “ resquicios legales”; por eso recurren al Tribunal Constitucional y defienden con tanto celo el carácter presidencial del régimen político chileno en los casos de juicios políticos que consagra la Constitución. En dicha táctica, cada acción gubernamental requiere insertarse en la frondosidad jurídica del ordenamiento legal chileno. No se pretende una definición final de la controversia recurriendo al plebiscito, aún si él fuera previsto en un determinado mo mento, como favorable. Los recursos políticos se extraen del propio sistema, sin arriesgar por una precipitada acción polí tica, un retroceso general, ya que el tiempo facilita la tarea del Gobierno y disminuye las opciones opositoras. La capacidad organizacional del polo hegemónico de la alian za, supone tal orientación táctica, debe imponerse en período medio, o quizás largo, ya que es capaz de acumular poder en cada coyuntura crítica (13). (13) Un ejemplo demostrativo de nuestro aserto es el esfuerzo del cientista español y asesor político del Presidente, Joan Garcés, de probar que el “Régimen institucional favorece al Gobierno frente al Congreso”, en la defensa del Ex Ministro del Interior, Sr. Tohá. Los trabajos anteriores del Sr. Garcés se inscribían en un marco donde era posible compartir o discrepar de sus juicios relativa mente científicos. En cambio, en la defensa de Tohá aparece más el apologista que el científico, ya que para probar su tésis nece sita no insistir en la tradición “parlamentarista” de la izquierda y registrar solamente que “Un año antes, siendo Presidente del Senado, Salvador Allende había formulado declaraciones semejan tes en defensa de las prerrogativas del Congreso frente al Ejecutivo dominado por el PDC. El actual Presidente del Senado, demócratacristiano, las recordó el 24 de Enero para intentar enfrentar a 231 Para el grupo socialista que encabeza el Senador Altamirano, con el apoyo del MIR desde afuera de la coalición, el ataque al orden político y a sus instituciones debe ser frontal. Es preciso cuestionar el Parlamento, el Poder Judicial, las Uni versidades, en suma, toda la superestructura y, al mismo tiempo, llevar hasta el límite de irreversibilidad cada política sectorial determinada. Todos los consensos transitorios y las treguas po líticas que imponga la legalidad son formas de conciliación que Allende consigo mismo. En realidad, tanto la actitud de la izquierda como la de la DC son perfectamente co n secu en tes...” Finalmente se pregunta y se responde “ ¿Se contradice esto con la posición tradicional de la izquierda? En absoluto, simplemente significa que ha dejado de estar encerrada en el Congreso y ahora está en la Presidencia frente a un Congreso adverso y por consiguiente que defiende los mecanismos institucionales ganados, para darles una orientación social nueva y aprovecharlas debidamente”. Pero el Sr. Garcés sabe el valor que tiene para cualquiera tesis su consecuencia, máxime si se refiere a la organización institucional, ya que constituye principio de legitimidad. Con todo, esconde la tradición reiterada de la Izquierda de tipo parlamentarista y el propio espíritu de colegialidad de la “Mesa Redonda” que eligió candidato presidencial al Sr. Allende. El propio diario “Las N oti cias de Ultima Hora”, del cual es propietario el Sr. Tohá, ¿cuántos artículos registra para atacar el régimen presidencial? El trabajo del Sr. Garcés necesita cumplir dos objetivos: a) Convencer a la extrema izquierda de las bondades del legalismo, sirviendo al polo hemogénico, el Partido Comunista y al Presidente de la República, su superior jerárquico. Para ello el Sr. Garcés debe hacer gala de ortodoxia y probar con los textos de rigor que su posición es insospechablemente marxista, y, b) Orientar la discusión del problema en la opinión pública, más bien la elite política, hacia la teoría política contractualista, apartándose, del nivel propio de la cuestión: el valor o debilidad de las acusaciones al ex Ministro, ya que negar el juicio político no tiene sentido. La constitución de 1925, en materia de juicio político man tuvo las normas de la Constitución de 1833, reformada en 1874, con su sólo agregado básico, ya que se puede, desde esa fecha, acusar políticamente al Presidente de la República. Esto separa el juicio político del tipo de régimen político, impidiendo que el presidencialismo o el parlamentarismo ampare la irresponsabilidad ministerial. “Revolución, Congreso y Constitución. El caso Toha”. E. Garcés. Editorial Quimantú, Cap. I y II, pág. 24 y 25 cit. textual. 232 legitiman el orden social vigente y el poder político repartido en la sociedad, amenazando la profundidad de la revolución. La táctica democratacristiana, con el respaldo más o menos general de la oposición es exactamente la contraria del Presi dente y el Partido Comunista, pues consiste en recurrir al prin cipio de legitimidad de la mayoría para consagrar una legali dad determinada. Plebiscitar al régimen donde existe mecanis mo electoral para impedir el control burocrático e imponer desde el orden político la descentralización económica de la propiedad social de los medios de producción. La Reforma de la Constitución reemplaza, en este caso, los resquicios legales. Anteriormente en el análisis anotábamos un redescubrimiento de las Garantías Constitucionales, ya que ellas aparecen como una definición política sustantiva que impide la colectivización total de la economía por la vía de la política sectorial, al mismo tiempo que circunscribe responsabilidades en el desarrollo del Programa del Gobierno de la Unidad Popular. De ahí la Re forma Constitucional para organizar las áreas de propiedad so cial descentralizando la economía desde el orden político. Explícita o implícitamente existe una táctica de los peque ños grupos autoritarios de derecha que rechazan frontalmente la legitimidad del Gobierno y son partidarios de enfrentarlo, insurreccionalmente si es necesario, en todas las coyunturas de conflicto sea por las grandes definiciones políticas o por las diferentes políticas sectoriales. El carácter de inmediatez, puramente táctico, de la doble orientación gubernamental y de la coalición no expresa en las acciones políticas del polo hegemónico comunista y del polo socialista dependiente, los indicadores que proyectan la solución unitaria de cuestiones estratégicas y de finalidad política que ya se preanuncian en el horizonte como decisivas. ¿Qué tipo de problemas? La formación de un partido úni co de la revolución, el instrumento necesario para organizar “ todo el poder” que se reclama como necesario; vinculado a este problema crucial, las reglas necesarias para la sucesión presidencial. Tampoco se observan indicadores de un debate interno acerca del nuevo tipo de Estado proletario que se pro pugna. Desde la lógica de los procesos nos interrogaremos nue vamente por el curso de estas cuestiones cruciales. 233 PARTE TERCERA LOS PROCESOS POLITICOS 1. Orden Político previsible e imprevisible. El presente y futuro inmediato han llegado a ser imprevi sibles en nuestro sistema político nacional. Un orden político es previsible cuando tiene fechas ciertas en su horizonte para reglar la sucesión de los gobernantes. Elecciones parlamentarias, el primer domingo de marzo, cada cuatro años; elecciones presidenciales, el cuatro de septiembre, cada seis años. En los últimos treinta años en Chile las fechas y las reglas sucesorias han sido suficientemente nítidas para que los actores políticos, los personajes, los grupos, los parti dos hayan tenido tiempo para preparar plataformas, progra mas, estrategias, dentro de un consenso, más o menos general, respecto a las reglas del juego. Desde el 5 de noviembre de 1970, quizás, y en rigor, desde el “ Tacnazo” o desde el “ asesinato del General Schneider” como hitos prefiguradores, el porvenir se ha transformado en opacidad. El futuro no tiene transparencia. En estos días las fechas tienen una distancia cronológica variable, de acuerdo a las circunstancias del momento. De cri sis en crisis al interior de su hondura e implicancia, los juicios sobre el porvenir varían constantemente. Las fechas se acer can y se alejan y, a veces, pierden toda su nitidez. Pero la noción de fechas se presta a equívocos, sólo tiene un valor descriptivo como una primera aproximación. Si ob servamos con mayor atención la noción de calendario en sus momentos divisorios es puramente convencional. Más que las fechas es necesario averiguar el sentido que ellas tienen para los sujetos políticos y la densidad de significación interior que le asignan en su juego constante. Tal deducción irá surgiendo del análisis de los procesos ya que hemos anotado la yuxtapo 234 sición de reglas del juego y la variedad de tácticas que permiten a los actores políticos. El sentido profundo del tiempo para los sujetos políticos presentará más nitidez en la lógica de los procesos. Hemos seleccionado para este análisis dos procesos globales: polari zación y masificación políticas. Especialmente, el fenómeno de la polarización nos parece que muestra el sentido de la acción del actor principal, la UP, al interrogarnos por su proyecto político y su inserción en el sistema chileno. Si se quiere, hemos desarrollado un tipo de análisis al caso límite, para patentizar, a continuación, sus consecuencias sociales. La masificación, en cambio, es un proceso cuyo análisis requiere reintegrar los datos sociales y económicos para des cribirla adecuadamente. Lo nuestro es sólo un boceto que nos atrevemos a incluir con el ánimo de mostrar, también, la “ otra cara de la medalla” de la polarización, la forma más descripti va y aprehensible de la realidad cuotidiana. Comencemos por la polarización. Averigüemos primeramente por un sistema con reglas de juego para una comprensión posible de la certidumbre y la legitimidad. A continuación iremos a la lógica profunda y la fuente histórica de nuestra incertidumbre y consiguiente polarización con sus características propias. Finalmente, anotemos algunos rasgos del proceso de ma sificación. II. Un Sistema Político previsible. En un orden cambiante donde la propia autoridad impone cambios, el Estado en sí mismo es factor de incertidumbre. Todo poder es un poder sobre el porvenir, o sea, capacidad de acción futura, obligando en consecuencia a usar el mínimo poder propio de cada individuo. En el Estado moderno la capacidad de absorción de la vida social es tan inmensa, por parte de la maquinaria estatal, que una autoridad con límites imprecisos es la peor amenaza. 235 Por eso surgen los sistemas políticos con reglas mayores conocidas cuyas decisiones suponen de parte de sus actores discusión exhaustiva y pública. El poder requiere control, un “ voluntarismo consciente limitando el margen de arbitrariedad”. Las reglas precisas tienen la ventaja práctica de definir las responsabilidades. El mal social de un proceso determina do: inflación, desocupación, etc., puede ser previsto por la autoridad, factor decisivo del proceso social. El “ voluntarismo consciente”, que fija atribuciones y res ponsabilidades es impensable en un proceso social donde los actores políticos actúan sin limitaciones y el resultado de sus acciones no les es imputable. Un proceso social sin responsabilidades determinadas es un regreso al “ estado de naturaleza” de la sociedad, un estudio inferior a la sociedad política. Como anota Jouvenel — cuyas ideas he utilizado en estas líneas— “ un sistema político es artificial, lo que significa arte y artificio” . “ La política natural consiste en hacer todo lo que se quiere” (14). III. La Idea de Proceso Totalizante niega la teoría democrática. En la teoría democrática de Gobierno, los titulares del poder son temporales y asumen la responsabilidad política de sus actos. Responsabilidad que implica que los hechos socia les, en un sentido lato, están vinculados por un nexo a sujetos políticos responsables que cumplen papeles políticos debida mente normativizados. Insistamos en una materia ya enunciada: el mal social, inflación, desocupación, escasez, etc., es de su responsabilidad política. El correlato es que el éxito político y social les incumbe de igual manera relacional. (14) Ver capítulos XI, Proceso y Acción y XVIII, Orden Po lítico y Previsibilidad, pág. 306 y 307, especialmente, de L’Art de la Conjecture”. Bertrand du Jouvenel. Editions du Rocher. Futuribles, Monaco. 236 Por otra parte la responsabilidad política tiene límites. Siendo en su origen y sentido de naturaleza ética, el nexo causal sólo vincula a sujetos políticos en acciones y omisiones que se inscriban en decisiones políticas. Esto incluye las culpas co lectivas de origen ideológico, histórico y de procedencia social. Por cierto que tales afirmaciones no niegan otro tipo de res ponsabilidad, sino que afirman su especificidad. La responsa bilidad política es actual y relacional, excluye las mediaciones históricas en virtud de las cuales cada acto del presente es un resultado lineal del pasado. De ahí que la legitimidad primera de un orden político es de naturaleza histórica o, en otras palabras, todos los actores políticos del presente aceptan el pasado como un legado co mún, cuyos hitos se entrecruzan en forma inseparable. Es po sible que haya tradiciones más queridas, etapas más próximas a la conciencia del presente. Las que no pueden existir en un régimen político legítimo son las familias espirituales que rei vindican una historia propia y especial, los hijos exclusivos de una tradición, ligada en virtud de la conciencia política al presente. El tema aparece abstruso porque en Chile es una novedad. Detrás de todos los estereotipos y lugares comunes acerca de nuestra nación y su vida democrática se repara poco en la obra democrática de nuestros antepasados al entregarnos un país cuyas querellas del presente no tienen referencia lineal con las querellas del pasado. La reformulación que simplifica la historia expresa una amenaza mayor, la regimentación cultural en un modelo bu rocrático al servicio de la totalidad interpretada por un Partido. Aún, el autoritarismo es soportable porque su arbitrariedad no tiene un carácter “ iluminista” de consecuencias burocráticas sobre la vida espiritual. El rasgo totalitario más amenazador es la violencia sobre las representaciones espirituales de la co munidad nacional, al impedir la inserción histórica de otros proyectos políticos competitivos con el de los detentores del po der. Así, no es sólo, la pérdida del consenso, es la imposibilidad que se construyan otros consensos, fuera del definido, mecáni camente, por una interpretación histórica. 237 A esta amenaza, su inserción social elitaria no le quita potencia destructiva porque es sentida o presentida, en menor grado, en la base de los grupos sociales y políticos como signo de división y violencia. Ahora estamos en condiciones de preguntarnos: por qué la política entre nosotros vuelve a ser natural? Por la idea implícita y, a veces, explícita del actor princi pal, la coalición comunista-socialista que adviene no sólo al ejercicio del poder sino llega para reinterpretar su calendario histórico. Existe un “antes”, un “ ahora” y un “ futuro”, este último, “ luminoso” . Al cambiar el curso del futuro hay que modificar las líneas de la legitimidad histórica. Es preciso, en aquella lógica, reconstruir la historia para encontrar los pre cursores auténticos de la revolución final. Hay que releerla, etapa por etapa, para descubrir la vertiente revolucionaria desde la prehistoria, traspasando la historia colonial, emergien do en el siglo XIX y expresándose en plenitud al final del Siglo XX. En teoría, la búsqueda consiste en mostrar el pen samiento y la acción jacobina, descubriendo los antepasados revolucionarios. Ciertos personajes históricos, como Argomedo y Martínez de Rozas, Camilo Henríquez, José Miguel Carrera, Manuel Rodríguez, son redefinidos como los precursores de la revolución. Otros como Portales, Bulnes, Montt, etc., son fija dos como los hitos de una constante contrarrevolución, final mente derrotada. En la coalición Unidad Popular, ¿todos sus dirigentes y militantes comparten una visión semejante? Ciertamente no. Como tal, el sentido de la idea es más bien un tipo ideal de representación histórica de su polo hegemónico y en general de la alianza comunista-socialista. Ella aflora atenuada o con versiones parciales en los contenidos de conciencia de los men sajes que transmiten los medios de comunicación de masas, aparece en el contenido implícito de los documentos y los dis cursos de los dirigentes. IV. Proceso y Costo Social. Compartimos con Jouvenel su afirmación “ nosotros no te nemos nada que ganar en el orden intelectual y perdemos mu cho sobre el plan de la acción si integramos la historia en un proceso englobante” (15). El sentido profundo de la acción englobante es hacernos perder “ las huellas de la acción consciente”. El procesalismo va destruyendo la idea o representación propia del sujeto a quien le pertenece una acción determinada. Desaparece la no ción de acción y comienza la de reacción anticipada. Los titu lares de responsabilidades se pueden esconder en los pliegues del proceso. Fidel Castro, invitado a venir con nosotros, como máximo exponente de la revolución inacabada, se expresa así: “ se pue de partir hacia el socialismo y el comunismo y no llegar. Al menos puede ocurrir que el movimiento ascendente a la re volución quede frustrado y se produzca el estancamiento y Ja descomposición del proceso en sus primeras etapas” . Obsérvese la reificación del proceso: “ se puede estancar”, se puede, en tonces, “ descomponer”. O esta otra frase: “ y esto indica que para separar esquemáticamente el período de socialismo del período del comunismo está muy bien el empleo de fórmulas; para que se entienda y la gente no espere obtenerlo todo ahora, porque no hay suficiente abundancia de bienes para que pue dan tener esas cosas al precio y en la cantidad que las quieren. Así está bien utilizar la fórmula para llegar a entender, pero no debemos cometer el error de convertirnos en esclavo de las fórmulas y olvidarnos de los caminos dialécticos que pueden conducir a una sociedad nueva” (16). No hay que ser “esclavo de las fórmulas”, sino recurrir “a los caminos dialécticos”. Se transforma en esclavitud de las fórmulas cualquiera sujección a reglas del juego preciso y “los caminos dialécticos” nos incorporan a un contexto histórico cuyo climax stalinista como polo de referencia implícito siempre transformará en costos decrecientes los que paguen otras revoluciones dialécti cas posteriores a la soviética. (15) (16) Castro. textual op. cit. Pág. 304. “Socialismo y Comunismo: un proceso único”. Fidel Ediciones Prensa Latinoamericana S. A. Chile 1970 (cit. págs. 22 y 23). 239 Es indudable que la dialéctica está en el meollo de la teoría y el método marxista, “verdad es que aceptarla en teoría es una cosa y aplicarla en la realidad en detalle, en todos los do minios que se estudia es otro”, como anotaba el propio Engels. Y, paradojalmente, la experiencia de utilizar la dialéctica por una organización revolucionaria, en lugar de cuestionar la teo ría, el método o su aplicación ha producido una inmensa alie nación: el sentido de orgía consustancial con la revolución. Las revoluciones tienen dialécticamente “costos sociales” y la inferencia absurda pero real es “ a mayor costo social mayor revolución” . Un verdadero reflejo condicionado de la noción revolucionaria. Los grandes procesos sociales realizados en este siglo por revolucionarios orientados por el llamado “marxismoleninismo” son ocasiones de inhumanidad, al tenor de un pro ceso englobante sin nexo casual en cada situación, donde los verdugos terminan como víctimas de la dialéctica total, enlo quecida y anónima. Así, el polo hegemónico termina sociali zando en el cuadro de referencia de su proyecto al individuo o grupo que renuncia a la teoría democrática y se entrega a la dialéctica del proceso. Resultará bastante pesimista preguntarse en ese contexto intelectual ¿cuál es el costo social del proceso chileno? La res puesta dialéctica es “tanto como sea necesario”. La necesidad de un costo para la transformación social es indudable. La verdadera cuestión es incluir el costo social en un marco de referencia posible de ser materia de una discusión razonable. Al interior de una concepción democrática de la sociedad, el costo social tiene relación con un Plan de Gobierno, que observa la realidad de una manera objetiva y la integra en metas posi bles de ser evaluadas de manera empírica. Para los procesalistas sólo la constante dialéctica es capaz de discernir el valor de los costos al interior del proceso revolucionario en cada coyuntura. Normalmente, entonces, las discusiones sobre determinadas materias programáticas como inflación, ocupación, industriali zación, etc., nos muestran a las claras la existencia de dos mun dos conceptuales. Es superficial estimar que el argumento rei terado del “ costo social” , por los militantes de la coalición o 240 del Gobierno, sea un puro artificio de propaganda. Lo que, a nuestro juicio, indica, es un traslado del acuerdo desde el Plan de Gobierno a los supuestos más abstractos y comunes al pro yecto socialista “ a secas” de la coalición. En otras palabras, el polo hegemónico impone la ideologización de la acción social de toda la coalición desapareciendo, además, las mediaciones técnicas requeridas para modificar la realidad. Se comprende entonces, que los juicios técnicos que se viertan sobre tal o cual sector de la realidad, aún los codificados en la nomencla tura del proceso, no producen modificaciones substanciales de la acción del Gobierno y la coalición. Con una importante y valiosa excepción, los juicios que apuntan a operaciones po líticas y sociales que hagan irreversible el proceso, ya que en este caso se refiere a los supuestos más que a la realidad. El costo social es adecuado si el proceso es irreversible. La direc ción de la irreversibilidad surge de la concepción del proyecto. El socialismo “ a secas” , con estructuras colectivizadas, provisto de una ideología global y completa y un partido único de la revolución, es el tipo de socialismo pensable y realizable por los comunistas y los socialistas chilenos, estos últimos, por las razones que ya registramos. Ergo, las tres direcciones lógicas son estatizar, ideologizar y desmontar los centros de poder plural. Las tres líneas de acción son aprehensibles por cada militante de la coalición y pasan a ser una especie de mínimo común denominador im plícito: 1. El área social debe crecer hasta donde sea posible en la producción y distribución, cualquiera q u e, sea el sector y/o función económica (el no avanzar más rápido es parte de la relativa velocidad de la transición. 2. El marxismo es la ciencia, la teoría, el método por ex celencia. Al interior de la alianza, nunca un racionalista o un espiritualista o un espíritu simplemente crítico ha presentado una objeción al llamado “ marxismo-leninismo”. Si ella existe en el ámbito académico, no adquiere dimensión política, pues la formulan “ al interior del proceso” descargándola de toda connotación política y polémica. 241 3. Los centros de poder autónomos son una amenaza para el proceso y hay que desarticularlos, por eso los ataques combi nados a los medios de comunicación, partidos y poderes. Estos tres cursos de acción producen dos tipos de reacción en contra: la democrática, ampliamente mayoritaria; la facista, minoritaria. Los propietarios nacionalizados no se han levantado en armas en grupos o por sectores, o ramas de producción. Se ha facilitado la nacionalización del cobre y las expro piaciones de las industrias extractivas. La defensa de las or ganizaciones no ha sido llevada a ningún extremo ni se han sumando todas las tensiones en un período determinado. El “ marxismo-leninismo” ha sido confrontado y no negado. En la coalición, su polo hegemónico, el Partido Comunista, necesita que existan diversas oposiciones al proceso, para asig narles en cada coyuntura, sus características democráticas o facistas. El asesinato del General Schneider fue transformado en el suceso que define la aparición del facismo y el proceso judicial a sus asesinos ha servido para mantener ante la opi nión pública la indefinición y la sospecha del límite donde empieza el fascismo y comienza el campo democrático. Los grupos para-militares de derecha han sido publicitados al máxi mo ya que es necesario mantener latente el polo facista y su capacidad de amenaza al desarrollo de la transición. Simultá neamente se cultiva el halago a las “ personalidades progresis tas” que siendo críticas a cierto aspecto del proceso se les presenta como el tipo de oposición democrática respetable. Con todo, el polo hegemónico es complicado en su tarea de división y asignación de características opositoras por su aliado privilegiado. Para el Partido Comunista las dificultades son aún mayores ya que no puede criticar ciertas acciones del Partido Socialista abiertamente, sino que debe recurrir al MIR como símbolo de conducta precipitada y “ aventurera” . El Partido Socialista, en efecto, introduce por voz propia o del MIR una agresiva terminología denunciando, sin cuida dos tácticos, a los más diversos opositores y en las variadas coyunturas como sediciosos y facistas. La lógica común del proceso para la coalición es maniquea: el bien y el mal se encuentran frente a frente. En el proceso exis ten ciertas acciones antinacionales y antidemocráticas. Entre las primeras, la actuación de las compañías norteamericanas del cobre expropiadas y, entre las segundas, el asesinato del Ge neral Schn eider; tales acciones han debido multiplicarse como símbolos imperialistas y facistas, debidamente manipulados, ante la carencia de un mal visible para los chilenos. Sin embargo, en una sociedad como la chilena, de tradiciones pluralistas arraiga das, la denuncia y la conspiración permanente se van dificul tando cada vez más, ya que las dificultades prácticas, por la confusión de la Administración con la organización partidaria, exigen llevar hasta la exageración las denuncias de sabotaje, conspiración y amenazas. El costo social del proceso tiene al interior de la coalición una explicación de su costo político verdadero. Todos los sa crificios tácticos que supuso para el polo hegemónico la alian za con los socialistas y la mantención de los grupos menores deben ser compensados en el desarrollo del mismo proceso. La irracionalidad programática y la heterogeneidad administra tiva son un costo político de una operación política triunfante el 4 de noviembre de 1970 que requiere ser recuperado en el curso del mismo proceso. La ineficacia es obra de la amalgama “frente populista” exa cerbada en su versión “ revolucionarista” de 1970 y ocupando todo el sistema administrativo. La eficacia será la homogenización de los equipos humanos en una tarea común bajo una dirección común. El tiempo para el Partido Comunista se mide en las etapas para imponer la dirección homogénea sin destruir su alianza privilegiada con los socialistas y la mantención del frente unitario con los socios menores y, por cierto, la subsis tencia de la coalición como una posibilidad política viable. El tiempo para el Partido Socialista se vive en una contradicción ya que, por una parte, debe consultar las necesarias etapas para que la coalición tenga una base sólida objetiva en común con los comunistas, y por otra, “ apurar” el tiempo para hacer irreversible el proceso. El mundo exterior a la coalición, la opinión pública, los grupos sociales y los partidos difícilmente pueden comprender 243 tales desplazamientos tácticos, más bien, intuyen la dirección de los acontecimientos. Naturalmente tienen la propensión cre ciente a pensar que la revolución es aquello que hacen los que se dicen revolucionarios, aunque éstos se declaren intér pretes de una ciencia o de la verdad final de las clases pro letarias. De esta manera se formaliza la amenaza, la separación y la polarización. V. El Proceso de Polarización. Aún la idea del opositor resulta poco aprehensible en un proceso concebido de ese modo, pues, en la lógica interna de un proceso de concentración del poder, tiene menos sentido su forma que su intensidad centralizadora. El opositor queda prác ticamente fuera de lugar con su contraplan o su crítica parcial. Pero los chilenos se polarizan, aún sin comprender a fondo la dialéctica o los procesos. Lo que todos — o la inmensa mayoría— sienten es el vér tigo de la desunión organizada. Los actores de la polarización chilena no son divisibles por categorías de estratificación social sino por razones propiamen te políticas: gobiernistas y opositores, aún si la coalición tiene un apoyo más sólido en el sector de obreros industriales y po bladores marginales. La polarización nace de la acción guber namental. El Gobierno pierde popularidad. ¿Cómc recupera esta pérdida de adhesión relativamente impersonal? Imponien do el control social sobre el territorio o las funciones sociales, al ritmo de la maquinaria burocrática del Estado, ocupando la sociedad en zonas determinadas: intervención industrial, control de abastecimiento, control educacional y de la comu nicación, etc. El cumplimiento del programa se lo interpreta en el sentido de avanzar ininterrumpidamente hasta la absorción total de la economía y la sociedad por el Estado. No hay criterios inter nos en contrario, la dificultad exterior a la UP es la resistencia de los trabajadores de tal o cual sector, o la crítica y defensa de la oposición. Lo que implica un llamado implícito a la or ganización de los opositores sociales y políticos. 244 VI. Las Formas de la Polarización política. La Federación de partidos de la UP y la Confederación Democrática de la oposición son las expresiones estructurales de la polarización política. ¿Hemos alcanzado el bipartidismo clásico por obra y gracia del proceso? No hay tal. Ni el oficialismo ni la oposición tie nen homogeneidad en un grado superior. L§ reforma electoral, por el expediente de un fallo del Tribunal Calificador de Elec ciones, es la modificación que exige menos sacrificios a cada organización política. Un recurso muy tradicional del personal político, para beneficio común de parlamentarios opositores y gobiernistas, y, de utilidad indudable al polo hegemónico de la coalición pues impone reglas de disciplina electoral, que con el anterior sistema habrían dificultado el manejo interno de la UP. La plataforma electoral en común, permite portergar por un tiempo indefinido la construcción de la organización revo lucionaria única. El “ partido único de la revolución” es un fantasma que merodea al proceso sin aparecer como un problema a la luz del día. La formación de una organización revolucionaria úni ca obligaría al polo hegemónico, el Partido Comunista, a ins titucionalizar su dirección política en desmedro público y abier to de algunos grupos socialistas que lo rechazarían. Estos, los rebeldes a la hegemonía, esperan analógicamente como el 26 de julio en relación con el Partido Comunista de Cuba (P.S.C.) obtener una recuperación de su debilidad política a través de un salto revolucionario al interior del proceso que los ubique en la vanguardia. Tal partido revolucionario sería el germen del nuevo Estado Popular, como naturalmente existe la relación entre partido y Estado en los regímenes totalitarios. Y, lógicamente, ejercería la necesidad de sucesión de todos los regímenes políticos. Esto sin duda sería acelerar cronológicamente el proceso haciendo desaparecer el sentido natural que tienen los 4 de septiembre cada 6 años, como la fecha en que se elige por el voto al Presidente, papel clave del sistema. Mientras no se consolida la hegemonía total resultan indispensables los Frentes Amplios 245 y las designaciones en “Mesas Redondas” o técnicas similares donde se consagra el pluralismo al interior de la coalición sin necesidad de definir el status del pluralismo en la vida polí tica y social. La polarización en dos campos sirve para escon der las verdaderas dificultades de la Unidad Popular, como organización unitaria, y de la oposición como estrategia de mocrática común. Al interior de la oposición se producen fenómenos de gran importancia política. En el Partido Nacional, por primera vez en una formación política derechista, surge la práctica del mi litante político, en una movilización constante para obtener objetivos políticos. Corresponde a la línea enérgica de su direc ción, o la mística de la “firmeza”, al límite de un partido democrático para cumplir las finalidades de movilización den tro del sistema. La dirección política del Partido Nacional se expresa verbalmente más allá de tal límite, integrando simbó licamente a un sector de tendencias corporativas y autoritarias, bastante difuso, pues incluye a una organización como “Patria y Libertad”, a un cierto gremialismo y al autoritarismo na cionalista. Con todo, la dirección al límite democrático no es enteramente representativa de un sector más amplio, de ca rácter institucionalista que existe en el partido. El PDC se ha reorganizado y ha continuado en su elabora ción teórica. Reaparece su mística y recupera el apoyo de sec tores laborales y de jóvenes y estudiantes, cuya presencia rom pe la imagen de conservantismo proyectada por sus escisiones de 1969 y 1971. Han desaparecido de su interior, con la partida del MAPU y de la IC, las polémicas políticas e ideoló gicas, tan complejas y enigmáticas para la opinión pública, que era necesario simplificarlas, apareciendo generalmente una in terpretación desde afuera que calificaba como fracciones dere chistas, izquierdistas y centralistas a las tesis estratégicas en oposiciones internas. En el campo opositor, la hegemonía pertenece generalmente a la dirección democratacristiana, salvo los momentos en que la dirección nacional ejerce presión por objetivos opositores que obligan a la dirección democratacristiana a responder con tácticas donde debe conciliar su crítica opositora y su ten dencia al desarrollo democrático progresivo sin crisis profundas. 246 La hegemonía democratacristiana surge de la ubicación so cial del Partido y su ligazón con la institucionalidad democrá tica y su tradición histórica. El Partido multiplica su implan tación al recoger la crítica opositora al Gobierno de los diver sos tipos de movimientos populares que van surgiendo en la base social, sean de reivindicación o de movilización por ob jetivos sociales, en oposición con el proyecto colectivista. Es posible que la crítica aislada y acerba a la coalición gobier nista sea recogida por el Partido Nacional en determinados momentos de tensión. Sin embargo, si esas críticas se estruc turan en un cierto proyecto social y en un movimiento, aunque sea informal, van a ligarse como apoyo o adhesión implícita al Partido Demócrata Cristiano. Los partidos opositores y el campo opositor, en general, se redefinen en la tradición nacional como una respuesta a la idea de proceso que se expresa por la coalición. La historia nacional así llega a ser legendaria, en oposición a la selección de conflictos y personajes que aisla la coalición como hitos precursores del actual proceso. La institucionalidad democrática nacional es defendida desde el campo opositor. La necesidad de que persistan los momentos electorales para definir las decisiones políticas y so ciales multiplican las elecciones en todos los ámbitos de la sociedad. Los mecanismos electorales para su adecuada com prensión requieren una doctrina democrática que el legalismo nacional ayuda a encontrar en el “ Estado de Derecho”. Desde un ángulo formal, el Estado de Derecho es el ordenamiento jerárquico de las normas jurídicas a partir de la mayor, la Constitución, a la decisión administrativa o particular. Entre nosotros la expresión llega a ser sinónimo de institucionalidad democrática-pluralista, tal cual ella existe, por la lógica de la polarización que impone una defensa sin críticas internas que debiliten el campo defendido. La oposición ataca al Gobierno y defiende a las institucio nes: Poder Judicial, Parlamento, Universidad, Contraloría, etc., ya que su mantención garantiza reglas mínimas de juego en un proceso social envolvente. 247 En la crisis actual y en el campo opositor florecen las ideologías y las doctrinas sociales. Personalismo cristiano revitalizado, en el ámbito democratacristiano. Formas de corporativismo surgen en algunos movimientos gremialistas. Reapare cen expresiones autoritarias en los grupúsculos y cenáculos na cionalistas. Las respuestas “ totales” surgen como expresiones del conflicto político generalizado. VII. El Miedo Recíproco de los Bloques. Preguntémonos con Guglielmo Ferrero por la naturaleza del miedo: “ En la cumbre de la naturaleza y de la vida, el hombre es el ser que tiene y produce miedo” . “ Pero el hombre no se asusta tan sólo de los peligros reales o imaginarios: se asusta a sí mismo con su poder de asustar a los demás. Complicación inimaginable: es el ser que provoca más miedo porque es el único capaz de fabricar armas, pero es también por esa misma razón el ser que tiene más miedo”. Es la legitimidad de un gobierno lo que apacigua el miedo y con la ruptura de una cierta legitimidad reaparece. Citemos de nuevo a Ferrero: “ en suma; un gobierno legítimo es un poder que se ha liberado del miedo en la medida de lo posi ble, porque ha aprendido a apoyarse mientras puede, con el consentimiento activo o pasivo y a reducir proporcionalmente el empleo de la fuerza” . “ Cada principio de legitimidad com porta, en consecuencia, el ser aceptado activa o pasivamente, un compromiso de obedecer, sometido a la condición de obser var ciertas reglas o disposiciones, lo cual lo convierte en un verdadero contrato. En el momento en que una de las partes deja de respetarlo, el principio de legitimidad pierde su fuer za, y deja de garantizar la seguridad al poder y a los súbditos. En ese instante, aparece el miedo” (17). La UP teme a la oposición; la oposición teme a la UP. El temor a la UP obedece a su idea de Revolución y a sus praxis (17) Ver “El Poder”. Guglielmo Buenos Aires 1943. Págs. 43 y 44. 248 Ferrero. Interamericana. consecuente con el mínimo valor que le otorgan a las reglas del juego constitucionales y legales. Cada violación a las reglas del juego acumula el miedo, tanto para los sujetos como para los objetos de la violación normativa. Entonces van surgiendo dos mundos sociales. Los que temen a los abusos y los que temen por un regreso a una fase donde sus atropellos sean considerados abusos. VIII. De la Polarización a la Incertidumbre. La acumulación de tensiones conduce a la dificultad para comprender y preveer el futuro inmediato; no sólo del subsis tema político, sino todas las actividades comienzan a ser presas de la incertidumbre. Si el ciclo se hace más rápido, el círculo vicioso se refuerza aceleradamente. Las crisis, sean de emigración, de paralización económica, de inflación galopante o de cualquier tipo no significan nece sariamente un triunfo para la oposición. Antes bien, una crisis económica puede ser perfectamente utilizable por la coalición en su tendencia al control total. El nivel económico no determina la salida política, a lo más la condiciona, posibilitando siempre varias opciones. La política, a su vez, exige incluir el análisis en todas las dimensiones económico-sociales de las estructuras y coyunturas, para apreciar un cálculo de probabilidades. No es nuestro te ma en este ensayo, aunque es obvio que la verdadera cuestión es una nueva legitimidad que integra los parciales que hoy viven los actores en las crisis, cuya dimensión puede ser muy honda. IX. El Proceso de Polarización se acompaña de Masificación Política. La polarización es un fenómeno real, pero su debida com prensión es necesariamente abstracta, salvo en la emergencia del miedo recíproco de los bloques. El perfil propiamente polí tico de la polarización exige un tipo de razonamiento “ como 249 si” la política pura existiese. La masificación, por su parte, es sólo aprehensible desde el enfoque de las políticas económicas y sociales sectoriales: financiera, vivienda, industrial, rural, etc. La masificación es observable directamente, actividad por ac tividad. No pretendemos aquí reintegrar al análisis cada sector diferenciable de la realidad. Buscamos presentar algunos rasgos del proceso de masificación afirmando que ellos son la conse cuencia social de la polarización. Con la libertad del ensayo, diríamos que la masificación es la expresión social de un con flicto político no resuelto ni por el acuerdo sistemático y co herente ni por la formalización de un tipo de beligerancia frontal, acumulativa y persistente, en el contexto de juego le galista, administrativo y urbano del país. Seremos muy descriptivos. La masificación social y moral no es la obra mágica de un “ agente del mal” llegado a Chile los primeros días de noviembre de 1970. Casi todas las acusa ciones de corrupción que se han dirigido a la Unidad Popular durante estos meses tienen precedentes anteriores: presión elec toral a los ciudadanos dependientes del aparato estatal; odiosas campañas de los medios de comunicación social contra los opositores y ventajas y privilegios en el uso de los cargos pú blicos. Con todo, la pretensión a la totalidad del proyecto UP y su inserción en el ámbito administrativo por medio de un nu meroso y nuevo personal político de tendencias contradictorias, han producido verdaderas “ situaciones límites” en la utiliza ción del aparato del Estado. Es de la más elemental consisten cia analítica dejar en claro que junto a los abusos, hay cientos de militantes honestos y sacrificados que han realizado grandes tareas en la consecución de sus estrategias. Aunque sea nece sario reiterarlo no nos estamos refiriendo al ámbito propio de la ética individual. Abordamos, antes bien, las consecuencias de una organización centralizada, dónde existe una confusión entre movilización política y administrativa. La masificación es una dialéctica de la descomposición, pues condiciona la acción al método peor que utiliza cada parte del conflicto polarizado. La calidad cuenta cada vez menos. El amor a la verdad, primera condición de un orden político sin 250 violencia acumulada, es sustituido por la denuncia, el escánda lo y todas las formas aplastantes de propaganda, que los me dios de comunicación social multiplican en sus mensajes trans mitidos en un odioso maniqueísmo. El opositor, de acuerdo a la coyuntura, debe recibir una lección ejemplar que lo inhabi lite, ventilando su privacidad y vinculándolo a un plan dia bólico al servicio del “ imperialismo”, la “ oligarquía”, la “ se dición”, verdaderos dragones del mal, como en las épocas más oscuras de la pedagogía de la represión infantil. Las condiciones sociales facilitan el proceso masificador. La concentración urbana, especialmente metropolitana, ligada a la emigración rural con la atracción del trabajo productivo conduce a la cesantía real o disfrazada de la muchedumbre marginal. De igual modo, el importante aumento de la capa cidad educacional de las escuelas, liceos y universidades. La comunicación social especialmente televisiva, unifica conductas sociales en los gustos, modas y entretenciones. Con todo, los fenómenos sociales profundos que facilitan la masificación no son lo suficientemente explicativos para interpretarla como su expresión natural, única y necesaria. Las orientaciones de la acción y la lógica de un proceso siempre inacabado y exterior a la voluntad humana van patetizando los signos propios de la masificación colectivista. El uso real de la violencia, en ciertas ocasiones, con el recurso a los brigadistas para-militares produce una violencia simbólica permanente. Los que no resisten la presión se convierten en individuos sumisos y dependientes que falsifican su personali dad. La crisis social y económica agudas, como inflación y el mercado negro, alientan las peores expresiones humanas de aprovechamiento indebido y enriquecimiento súbito. La indis ciplina generalizada convierte todo equipo humano, con jerar quías y particularismos, en una asamblea regida por la manipu lación. En ningún escalón social puede existir verdadera auto crítica, a la postre ella será interesada, pues supone una incorrecta actuación en relación con un dogma verdadero. Los opositores pierden responsabilidad en su crítica y transforman su acción en un mecanismo de retroimpulso. A cada acción violenta corresponde una reacción de igual inten 251 / sidad, resultaría ser la fórmula implícita del opositor. La opo sición pareciera no caer en cuenta que la masificación recípro ca de los bloques conduce al abandono de la teoría democrá tica de Gobierno y su reemplazo por el procesalismo sin titu lar de responsabilidad. Destruir o debilitar la autoridad demo crática es preparar el camino para que en el interior de la coa lición su polo hegemónico se sienta inclinado a construir su hegemonía completa sin recaudos en los valores inherentes a la autoridad democrática legítima. El nivelamiento por abajo que significa el tono envilecedor del debate político lleva ne cesariamente a la destrucción de los resortes y reservas de dig nidad ciudadana, que son propias de la democracia, y facilitan la utilización de técnicas de manipulación. Con todo, recordemos que la dialéctica de la masificación es nivelar la acción al método peor utilizado por cada parte en diferentes “ enfrentamientos” . El ciclo va reforzando la mediocri dad en forma acumulativa, especialmente si el actor principal, la UP, más posibilitado para romper el círculo vicioso, lo re fuerza con sus acusaciones y denuncias sin responsabilidad de ningún tipo. En la coalición UP, por lo demás, su acción masificadora es una consecuencia de la contradicción entre la infalibilidad dogmática del proyecto socialista “ a secas” y las dificultades y errores de la acción programática en el nivel administrativo que busca construir una hegemonía política en toda circunstancia. La contradicción se resuelve con las acu saciones a la oposición, pues la UP, si bien puede admitir co meter faltas, en su lógica profunda, no puede admitir los erro res ya que su acción se inspira en la ciencia y dentro del pro ceso universal al socialismo, categoría esta última de un ver dadero mesianismo religioso. Eso explica que a medida que las dificultades internas sean mayores, sean también mayúscu los los complot que se necesitan para que el mal tenga su pa pel en el proceso, absolutamente exterior a la voluntad humana de la coalición. La lógica de nuestro argumento podría tam bién ser una fórmula que desdibujara responsabilidades en la acción política de los cínicos o de los aventureros. Es posible, pero éstos no tienen explicación como tales, ellos han debido incorporarse a una coalición que ejecuta “ operaciones polí252 licas” bajo la dirección de una alianza socialista- comunista, donde este último partido es el polo hegemónico. Naturalmente, la masificación impide el diálogo desinte resado y proyecta como únicamente significativo la escaramuza política efímera, desapareciendo de la escena social, los autén ticos creadores, los hombres de méritos, ya que sus acciones difícilmente se inscriben en la balanza que define la fuerza de los contrincantes en las ocasiones convenidas para medirse o enfrentarse. Los temas que la Unidad Popular inscribe en el orden so cial y político adquieren un sesgo masificador. Así ocurrió con el tema del “ hombre nuevo” . Si éste hubiera sido fruto de una interrogación auténtica y dialógica del destino humano, hubie>ra posibilitado una aproximación de enfoques humanistas, en los hechos reales a ser un fetiche propagandístico. De igual forma, la discipilina social es tratada tanto como presión labo ral como propaganda en la “ batalla de la producción”. No hay una persuasión dirigida a la inteligencia de los ciudadanos. La promoción cultural es concebida como una distribución “ generosa” de material de formación marxista y de una ca dena sin fin de revistas y diarios que no se fundan en una “ idea de obra”, como define Hauriou las instituciones, sino en la necesidad de indoctrinar en cierto sentido en tal o cual coyuntura crítica del proceso. La sociedad de participación, tan profunda en su concep ción y compleja en su materialización, es desacreditada dé raíz ya que oscila entre una representación simbólica, “el pue blo es ahora gobierno”, o se le identifica en los hechos con el “ asambleísmo”, donde el pueblo es masa sugestionable y no el sujeto de las decisiones sociales. En síntesis, la masificación con rasgos colectivistas es la forma, como a nuestro juicio, se resuelve en los meses de Go bierno de la UP su doble antinomia ya descrita. La verdadera lógica política de la masificación no se comprende sin una voluntad que transforme cadá descenso de las jerarquías hu manas, del prestigio institucional u organizacional en acumu lación y concentración de poderes por un grupo. Esa es la pensado como democrático, sino como una clásica revolución tarea del polo hegemónico, ya que el socialismo no ha sido 253 pensado como democrático, sino como una clásica revolución colectivista y la vivencia más democrática de la élite dirigente de la coalición es su permanencia en las instituciones clásicas, como el Parlamento, que han perdido impulso y creatividad para refundar el orden democrático del país. ¿Era predecible un fenómeno similar? ¿Podría haber sido de otro modo? Difícilmente, pues responde a las orientaciones previas de la UP, dentro de un cuadro determinado del marco institucional y un acceso masivo de chilenos en las primeras formas de participación en la sociedad, la economía y la política. Como el tiempo tiene una lógica distinta para los actores sociales que la meramente cronológica, 1969 y 1970 están ya muy lejos. Nos va a servir un “ raconto” para que nuestras afirmaciones no aparezcan como dictadas por la pasión. Deje mos de lado el carácter de la oposición a los Gobiernos ante riores que desarrollaron los partidos comunista y socialista. Si las justificáramos por su pretensión “revolucionarista”, en la definición intransigente de negarles “la sal y el agua” a Gobiernos elegidos por el voto ciudadano, dejaríamos sin ex plicación su actuación parlamentaria al interior del sistema, legislando sin cualquier idea orgánica de seguridad social y de retribución a la productividad real y sirviendo a las clientelas electorales a través de leyes de beneficios particulares, indivi duales o de grupos. Por cierto que no habrá ningún estudio sobre temas tan desagradables. Se preferirá — por los analistas marxistas— la reinterpretación histórica y el estudio de la con ciencia ascendente del movimiento popular que fructificó justa mente en el advenimiento del nuevo Gobierno. Regresemos al año prerrevolucionario de 1970. Comence mos con un libro olvidado, “ La Izquierda en punto muerto” . El penetrante trabajo de Raúl Ampuero no habría sido escrito si no respondiera a una inquietud profunda de un conocedor a fondo de la Izquierda Marxista. “ ¿Quién sabe hoy lo que se quiere decir cuando se habla de la revolución, de la demo cracia, del pueblo, de la libertad, del socialismo? ¿Qué debe mos entender cuando se dice unidad? ” (18). Todas estas pre18) “La Izquierda en Punto Orbe. Chile 1969. Pág. 175. 254 Muerto” Raúl Ampuero. Edit. guntas se formula Ampuero a meses de la revolución. Ya co nocemos la justificación oficial frente a esta literatura: la in sinuación que la obra es la hija de un resentimiento subjetivo y que la victoria electoral de Septiembre dejó en bancarrota tales asertos. Sin duda hay lecciones en los acontecimientos que destruyen cierto esquematismo sociológico de Ampuero, sin embargo, su testimonio privilegiado es demasiado rotundo para justificar el silencio sobre una obra cuyas preguntas más hondas se ven surgir desde la propia experiencia de estos me ses. En ese sentido nos parece un libro profético. Finalmente, queremos preguntarnos si la masificación invo lucra necesariamente formas sociales de igualitarismo. Y, con esta pregunta fijar con nitidez los límites que tiene este ensayo. La masificación puede implicar un cierto igualitarismo en los indicadores de la estratificación social, concebidos éstos como símbolos de las diferentes formas de desigualdad en el vivir, comer, habitar, descansar, etc. Sin embargo, sin analizar la lógica propia de la acumulación económica, y sólo desde el enfoque propiamente político nos parece que un igualitarismo concebido como el resultado de un proceso masificador lleva el gérmen de una sociedad regimentada. Tal sociedad será ne cesariamente colectivizada y su integración y sucesión política serán aseguradas por la liturgia que acompaña la carencia de una verdadera aceptación del pueblo, o sea, una refundación constante de las razones de vivir y la necesaria organicidad que implica la concepción democrática y humanista de la de mocracia. Así llegamos a la última reflexión. Ella no será un intento de prospectiva o futurología política realizada por el autor. La lógica del proceso nos conduce a una interrogante que toda la nación va a responder en el futuro inmediato y remoto. ¿Será capaz Chile de construir una legitimidad que integre en una nueva tarea a la nación? Algunos creen que el silencio es la mejor manera de construir la paz. Nosotros hemos optado por comprender y combatir, sin olvidarnos que una Patria común no es una pura invocación, sino una creación constante de for mas de comunión que traspasan el conflicto y la crisis si sus materiales son históricamente sólidos. 255 ______________ INDICE Los autores ............................................................................ 7 P resentación........................................................................... 9 Los fundamentos ideológicos de la estrategia UP, Claudio Orrego V............................................................. 13 El papel de los mitos en la estrategia económico-social de la Unidad Popular, Andrés Sanfuentes . . . 69 Resultados sociales del gran experimento, Pablo Huneeus C o x ................................................................ 125 El costo social del gran experimento, Sebastián Piñera E ch eñ iq u e........................................................................... 151 La Unidad Popular en el sistema político chileno, Eduardo P a lm a ................................................................ 185 CHILE : EL COSTO SOCIAL DE LA DEPENDENCIA IDEOLOGICA Pablo Huneeus, Claudio Orrego, Eduardo Palma, Sebastián Pinera, Andrés Sanfuentes. Se terminó de imprimir en el mes de enero de 1973, en las prensas de Talleres Gráficos Corporación Ltda., Alonso Ovalle 766 - Santiago de Chile.
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