Derechos - Salvador Allende

PABLO HUNEEUS - CLAUDIO ORREGO
EDUARDO PALMA - SEBASTIAN PINERA
ANDRES SANFUENTES
CHILE:
EL COSTO SOCIAL
DE LA DEPENDENCIA
ID EOLOGICA
*
E D I T O R I A L D E L P A C I F I C O , S. A.
INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS. I D E P.
SANTIAGO DE CH ILE
Es propiedad.
Derechos reservados para todos los países.
Inscripción N9 41024.
(c) by Editorial Del Pacífico, S. A.
Edición de 3.000 ejemplares.
Santiago de Chile, 1973.
Impreso en Chile.
Talleres Gráficos Corporación Ltda.
En esto descubrieron treinta o cua­
renta molinos de viento que hay en
aquel campo, y así como Don Quijote
los vio, dijo a su escudero:
— La ventura va guiando nuestras
cosas mejor de lo que acertáramos
a desear; porque, ves allí, amigo
Sancho Panza, dónde se descubren
treinta o pocos más desaforados gi­
gantes, con quien pienso hacer batalla
y quitarles a todos las vidas, con cuyos
despojos comenzaremos a enriquecer;
que ésta es buena guerra, y es gran
servicio de Dios quitar tan mala si­
miente de sobre la faz de la tierra.
(Cervantes,
“Don Quijote de la Mancha”).
LOS
A U T O R E S
PABLO HUNEEUS C., 32 años, Sociólogo y Periodista, Li­
cenciado en Sociología de la Universidad de Chile; Doctorado
en Sociología de la Universidad de París (Sorbonne); trabajó
de Investigador en la Comisión Económica para América
Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas y como Director
del Servicio Nacional del Empleo (SENDE); Profesor de
Sociología Industrial de la Universidad de Chile.
CLAUDIO ORREGO VICUÑA, 33 años, Licenciado en
Ciencias Sociales de la Universidad de Lovaina, ejerció las
cátedras de Sociología Política y Teoría Política en la Escuela
de Sociología de la UC y en el Instituto de Estudios Huma­
nísticos de la Facultad de Ingeniería de U. de Chile.
Director de la Nación y Consejero de Difusión del Presidente
Eduardo Frei.
Periodista y Escritor, colabora en numerosas publicaciones y
ha editado varios ensayos políticos.
Actual Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Políticos
(IDEP).
EDUARDO PALMA C., 35 años, Licenciado en Ciencias
Políticas en la Universidad de Lovaina, fue Director de la
Academia Andrés Bello del Ministerio de Relaciones Exterio­
res y Asesor Político de dicho Ministerio; Consejero Nacional
de Televisión en representación del Senado; Profesor de
Ciencias Políticas e Investigador en el Departamento de
Ciencias Políticas de la Universidad de Chile.
7
SEBASTIAN PINERA E., 24 años, Licenciado en Ciencias
Económicas e Ingeniero Comercial de la Universidad Católica,
obtuvo el Premio “ Raúl Iver” del Instituto de Economía de
dicha Universidad; Profesor de Economía e Investigador de
la Universidad Católica.
ANDRES SANFUENTES V., 33 años, Licenciado en Ciencias
Económicas e Ingeniero Comercial de la Universidad de
Chile, estudios de postgrado en la ESCOLATINA y la Uni­
versidad de Chicago; Profesor de Economía de la Universidad
de Chile y Católica.
PRESENTACION
Chile está viviendo una experiencia política que por cierto
no pasará desapercibida en nuestra historia futura; tampoco lo
será para los observadores mundiales de la evolución de los
pueblos y el desarrollo de las ideologías y modelos de compor­
tamiento y organización social.
,
La Unidad Popular, coalición centrada en dos partidos marxista-leninistas, obtuvo la Presidencia de la República sobre
la base de ofrecer una “segunda vía al socialismo”, adecuada
a las características de nuestra institucionalidad democrática y
a la idiosincrasia de nuestro pueblo. Sería una revolución con
“sabor a vino tinto y empanadas”. A dos años de iniciada la
experiencia la convivencia social de los chilenos ha sufrido rudos
cambios y el país se debate en una profunda crisis económica.
Es evidente, entonces, que los estudiosos de la política chi­
lena tengan algunos elementos de juicio para poder interpretar
el recorrido político del Gobierno de Salvador Allende y las
razones profundas de la situación que vive el país.
Todo proceso histórico se puede descomponer en una mul­
tiplicidad de elementos que lo van explicando. Una visión de
la realidad sobre la que se actúa que se expresa en un diagnós­
tico coherente; una serie de objetivos a alcanzar que se conju­
gan en un programa de acción; una serie de recetas a aplicar
que conforman la política a seguir y, en el caso muy especial
9
de la UP, una ideología — definida como ciencia de la historia—
que inspira la percepción de la realidad a partir de variables
de valor universal.
Todas ellas se conjugan en una ejecución de la cual surgen
resultados objetivos y mensurables.
Por esta razón, el Instituto de Estudios Políticos (IDEP)
en su programa de actividades de 1972, contempló la realiza­
ción de un seminario destinado a analizar la raíz profunda de
la crisis que vive Chile a raíz de la política seguida durante
el período 1970-72.
Se trataba de comparar de los elementos constitutivos del
proceso y poder así estudiar el grado de relación que había
entre las variables de la acción y los presupuestos ideológicos
de ella.
Sabido es por todos la influencia que el pensamiento marxista-leninista ha tenido en el análisis de la izquierda tradicio­
nal respecto a la situación de Chile. Había pues presunciones
serias que gran parte del diagnóstico estaba referido a una
forma de ortodoxia ideológica que no surgía de una observación
empírica de la realidad.
£ Por ello, se buscó el origen de aquellas afirmaciones progra­
máticas que constituían los ejes del proceso de transformación
social que se pretendía realizar. Tan sólo de esa manera era
posible rastrear una cierta pretensión de ortodoxia que entron­
cara esta experiencia con la de aquellos países bajo conducción
de movimientos de similar inspiración ideológica.
Igualmente, se buscó identificar con perfecta claridad cuál
era el propósito confesado por los actores del proceso, acerca
de los resultados que deberían conseguirse y los medios más
adecuados para alcanzarlos.
Después de ese proceso de investigación de la inspiración
ideológica y de los objetivos deseados, se procedió a analizar
los resultados concretos que se obtuvieron.
Fruto de este propósito son los cinco ensayos que compo­
nen el presente libro. Ellos fueron pedidos a sus autores, sobre
la base de una precisa definición de los objetivos que se pro­
ponía a cada uno y una adecuada sincronización que permitie­
ra una total complementareidad entre ellos.
Estos trabajos fueron sometidos a la discusión de un amplio
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grupo de profesores de las Universidades Católica y de Chile, la
mayoría de ellos especialistas en ciencias sociales. De ese deba­
te, realizado a comienzos de octubre en la localidad de San
Sebastián, surgieron sugerencias, críticas y presiones que sus
autores contemplaron para la redacción final de su trabajo.
Los temas son polémicos, como lo es la presente situación
de Chile. Sin embargo, se ha buscado en todo momento una
probatoria que recurra a fuentes reconocidamente solventes,
inclusive por los propios sectores del marxismo-leninismo chi­
leno. Y ello estamos ciertos que se ha alcanzado, a pesar de las
dificultades de observación e información de muchos aspectos
de la gestión del actual Gobierno.
“Chile: El Costo Social de la Dependencia Ideológica”, será
un libro destinado a abrir un debate sobre las reales causas del
fracaso de la Unidad Popular y de la crisis de Chile. En él
también estará involucrada la cuota de responsabilidad que le
cabe en esta situación a los elementos básicos de la ideología
marxista-leninista y a la pretensión de ortodoxia que, en rela­
ción a ella, mantienen los responsables principales de la actual
experiencia.
Esperamos de esta manera estar haciendo un nuevo aporte
para un mayor conocimiento de la realidad política chilena.
Continuamos así la obra iniciada con “Ciencia y Mito en el
Análisis Social” en que se confrontaba la validez de las prin­
cipales tesis marxistas desde un punto de vista científico.
LOS EDITORES
11
LOS FUNDAMENTOS IDEOLOGICOS
DE LA ESTRATEGIA UP
CLAUDIO ORREGO V.
PRIMERA PARTE
Cuando a los marxistas criollos se les afirma que su expe­
riencia de Gobierno no responde a una ortodoxia claramente
marxista, reaccionan con indignación. Sin embargo, no com­
prenden que están en presencia de aquella situación en que
los cuidados del sacristán matan al señor cura. Porque, contrario
sensu, si su ortodoxia es tal como ellos la predican, el fracaso
de su política es algo más que el fracaso histórico de los hom­
bres que la encarnaron y pasa a convertirse en el fracaso his­
tórico del marxismo-leninismo, o al menos, de la más nueva
de sus variantes.
Como el tema es de tal manera crucial — no sólo para
Chile, sino que también para el debate político mundial— es
necesario abordarlo en forma lo más clara posible.
Es ésta la hora de plantearlo con toda su crudeza y, por
cierto, buscando la raíz misma del fracaso de la “ vía chilena”
al socialismo. Sin, por eso, tratar de encubrir la culpabilidad
histórica que en ello les cabe a los marxistas criollos que han
ocupado los puestos de mando del Estado chileno.
Para ser más claros aún, hay tan sólo dos interpretaciones
posibles para el fracaso histórico de esta experiencia de aspi­
13
raciones revolucionarias: o es el fracaso de sus supuestos y
de su diagnóstico de la realidad nacional o es el fracaso táctico
de sus conductores.
Mi opinión personal es que se trata de ambas cosas a la
vez. La Unidad Popular ha fracasado porque su diagnóstico
ha estado basado en un dogmatismo ideológico y por la inca­
pacidad táctica y humana de quienes debían realizar la tarea.
Este trabajo está destinado a probar esta aseveración, de
cuya veracidad depende la esencia misma del juicio histórico
acerca del primer Gobierno de inspiración marxista-leninista
y aspiración socialista que ha habido en Chile.
1.
La Dicotomía Básica Entre Explotadores y Explotados.
En la base misma del planteamiento de la Unidad Popular
está el convencimiento profundo de que el país se divide en
dos categorías esenciales: la minoría explotadora y la mayoría
explotada.
En la Introducción del Programa Básico del Gobierno de
la Unidad Popular se decía: “ Chile vive una crisis profunda
que se manifiesta en el estancamiento económico y social, en
la pobreza generalizada y en las postergaciones de todo orden
que sufren los obreros, campesinos y demás capas explotadas”,
y luego agregaba: “ Lo que ha fracasado en Chile es un sistema
que no corresponde a las necesidades de nuestro tiempo. Chile
es un país capitalista, dependiente del imperialismo, dominado
por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital
extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamen­
tales del país, los que precisamente derivan de sus privilegios
de clase, a los que jamás renunciarán voluntariamente”.
(Subrayado nuestro).
El propio Salvador Allende en su entrevista con Regis
Debray afirma: “ Este es un Gobierno de clase porque la ideo­
logía predominante es la de la clase trabajadora. En el Gobier­
no no están representados los intereses de la clase explota­
dora...” (pág. 38 de la edición de Punto Final) y antes había
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afirmado: “ Efectivamente, el pueblo chileno escogió el camino
de la Revolución y no hemos olvidado un principio fundamen­
tal del marxismo: la lucha de clases...” (ibid. pág. 37).
Me parece que estas dos citas pueden ser suficientemente
representativas de una vasta literatura al respecto. Por lo de­
más, nadie que haya sido testigo vivencial del debate político
en Chile en el curso de los últimos tres o cuatro años podría
sentirse sorprendido si se denuncia la majadería de los secto­
res marxistas en su reiteración de la polaridad entre explota­
dores y explotados como fenómeno básico de la sociedad chi­
lena.
En consecuencia es un hecho claro y comprobado que la
realidad primera a que apunta la estrategia política de la Uni­
dad Popular y su desarrollo programático es dar una respuesta
a esa realidad básica.
El principio esencial de que la lucha de clases es el motor de
la historia no ha sido derogado en nuestro país. Muy por el
contrario, se le sigue valorizando en términos deificados.
Es este principio el que les hace ver la realidad nacional
expresada en términos de enfrentamiento y de ilegitimidad, y
ello tiene, necesariamente, implicancias políticas de carácter
muy práctico que, como veremos más adelante, han ido ca­
racterizando el comportamiento público del oficialismo allendista desde el primer momento.
La situación de explotación es entendida como un fenó­
meno de origen estructural, cuya raíz está en el sistema capi­
talista. Es ésta otra perspectiva importante en la medida en
que el Gobierno de la Unidad Popular y los partidos que lo
componen se colocan en marcha hacia una expresión socialis­
ta que sea una transformación radical de las estructuras exis­
tentes.
Miradas las cosas en esa lógica, se puede decir que no
habrá solución definitiva ni final al problema de los explota­
dos, mientras no cambie la raíz qué genera sus males: el
capitalismo.
Es en este punto donde se enhebran las primeras difi­
cultades que van limitando el comportamiento estratégico y
táctico del oficialismo. La primera de ellas es que la revolu­
15
ción tiene que ser definida en términos de proceso. Y éste a
su vez en términos de tiempo, lo que lleva necesariamente a
la tarea de fijar objetivos prioritarios.
Y
es así como mientras el Partido Socialista se define en
términos de revolución global, el Partido Comunista se define
en términos de objetivos parcializados como son la lucha anti­
imperialista, antimonopólica y antifeudal.
Los socialistas en su famoso Congreso de Chillan en 1967
se definieron en los siguientes términos: “ El PS, como organi­
zación marxista-leninista, plantea la toma del poder como obje­
tivo estratégico a cumplir en esta generación, para instaurar
un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependen­
cia y del retraso económico y cultural e inicie la construcción
del socialismo” . (Julio César Jobet, El Partido Socialista de
Chile, Tomo II, pág. 130).
En cambio los comunistas se definen en términos de obje­
tivos parciales. En el Programa del PC de 1971, dicen así: “ El
carácter de la revolución chilena está determinado por la ne­
cesidad imperiosa de liberar al país de sus enemigos y remover
las trabas, que se oponen a su progreso. En consecuencia, la
revolución chilena, por su esencia y objetivos, es antiimperia­
lista, antimonopolista y agraria y con vista al socialismo” .
No es necesario ser demasiado agudo para captar la dife­
rencia entre ambas posiciones.
Es ello lo que explica que el regidor Carlos Cerda, miem­
bro de la Comisión Política del PC se haya visto obligado a
la tarea de probar la ortodoxia leninista de su partido en un
lato estudio titulado: “ El leninismo y la Victoria Popular” . En
sus páginas se afirma: “La doctrina leninista sobre el carác­
ter de la revolución y el análisis hecho por los partidos de la
Unidad Popular acerca del carácter de la revolución chilena
que está expresado en el Programa de la Unidad Popular y
materializado en cada una de las medidas del Gobierno Popu­
lar...” (pág. 182, op. cit., Editorial Quimantú, 1971). Y llega
a sostener frases como ésta: “En Chile ese día llegó el 4 de
septiembre de 1970. No cayó del cielo ni fue la resultante his­
tórica de un error incontenible de los enemigos del pueblo.
16
Fue, antes que todo, el resultado de la lucha de muchas gene­
raciones, de la fuerza y combatividad de la clase obrera, de
la movilización permanente de las masas, orientadas por una
vanguardia leninista..." (Op. cit., pág. 164).
En otras palabras, los partidos marxistas que constituyen el
eje — oficialmente proclamado como tal— de la Unidad Po­
pular, reivindican, permanentemente el carácter ortodoxo de
sus medidas a pesar de las claras discrepancias que mantienen
sobre los objetivos del “proceso” revolucionario. Las citas he­
chas de Cerda (que podrían ser aumentadas en forma impre­
sionante) tienden a demostrar que la posición comunista no
sólo es “L E N IN IST A ” en materias programáticas sino que tam­
bién estratégicas.
¿Cabría un esfuerzo intelectual parecido de no estar en
disputa, en este caso chileno, la eficacia del método marxistaleninista?
¿Y si ello es así — a juzgar por los escritos de sus más
importantes protagonistas— , no significa, acaso, que las premi­
sas básicas se están derivando tan sólo de consideraciones ideo­
lógicas y no empíricas?
En otras palabras, la dicotomía básica entre explotadores
y explotados produce la lucha de clases; pero a
su
vezésta
tiene que resolverse en términos de proceso hasta terminar con
el capitalismo; y en los términos y plazos de éste hay discre­
pancias entre comunistas y socialistas.
Sin embargo, ninguno de los dos partidos ejes renuncian a
su aspiración de ortodoxia. En consecuencia, mantienen una
permanente polémica para probar la mayor fidelidad de uno
sobre otro, sin por ello resolver la contradicción esencial que
les presenta la realidad: que la situación chilena es muchísimo
más compleja y matizada que la brutal dicotomía.
Amarrados a la ortodoxia, mantienen, permanentemente una
ambigüedad esencial frente al cuadro social y económico en que
deben moverse. Y de ello surge un sub-consciente político que
se refleja en cada uno de sus actos y los denuncia como ajenos
a la situación que pretenden enfrentar y solucionar.
Como se ve, es la simple consecuencia lógica de los aser­
17
tos oficialistas lo que nos va llevando a esta situación proba­
toria.
Es a su vez, esta realidad la que va confluyendo, ininte­
rrumpidamente, hacia una resultante política final que es la
que conocen los chilenos en el presente, y que veremos en la
segunda parte del trabajo.
Para terminar este punto de nuestro análisis, quisiera hacer
una última cita que refleje las exactas dimensiones que la Uni­
dad Popular le da a la polaridad básica entre explotadores y
explotados. En la colección de “ Cuadernos de Educación Po­
pular”, la Editorial Quimantú ha hecho un esfuerzo de divulgar
las tesis oficialistas a vastos sectores sociales. Para ello ha en­
cargado a Marta Harnecker la elaboración de una serie de
trabajos sobre la lucha de clases. En su título 4, se termina con
la siguiente conclusión: “ Para sacar a Chile del “ subdesarrollo” ;
para suprimir la miseria y la angustia económica de la mayoría
de la población; para hacer posible que todos tengan acceso
a la educación, a la salud, a la recreación y a la cultura; para
que los niños de hoy puedan vivir un futuro sin hambre, sin
egoísmo y sin explotación, el Programa de la UP plantea la
necesidad de que el poder económico y político que estos gru­
pos (la gran burguesía monopólica, el imperialismo norteame­
ricano y los latifundistas) han usado para enriquecerse a costa
de los trabajadores, pase ahora a manos de todo el pueblo” .
(Op. cit., pág. 49). Es decir, basta con resolver la dicotomía
básica y los problemas se solucionan automáticamente.
Además de la comicidad que la definición encierra, si se
la compara con los resultados del Gobierno UP, ése es el pen­
samiento básico con que el oficialismo busca “concientizar”
al pueblo chileno.
Me parece que sobran las pruebas, para sostener el supues­
to ideológico básico que tiene la conducción política del actual
Gobierno.
Este análisis nos permite pasar a una segunda fase, que se
va desprendiendo de la anterior. Y siguiendo el “hilito” llega­
remos hasta la acción misma de los funcionarios del Gobierno
de Chile.
18
2.
Lucha de Clases, Dictadura de la Burguesía y
Enfrentamiento Revolucionario.
Como es lógico deducir, si se parte del hecho que la diná­
mica básica de una sociedad —y de todas las sociedades, lo
que es más grave aún— es el conflicto entre explotadores y
explotados, tienen que derivarse inevitablemente una serie de
hechos posteriores.
La dicotomía social básica deriva para los marxistas de la pro­
piedad privada de los medios de producción. Ello a su vez genera
un conflicto permanente y crecientemente acelerado entre los pro­
pietarios de los medios de producción (explotadores) y los prole­
tarios (explotados). A ellos se van sumando otras categorías
menores y siempre accesorias que son definidas como estratos so­
ciales en contraposición a las dos clases principales. Y ese
conflicto lleva necesariamente a una lucha por el poder, tanto
económico como político. Y esa lucha por el poder lleva a
quienes lo detentan en ese momento (la clase dominante) a
endurecer, progresivamente, sus posiciones para mantenerlo. Y
ello a su vez lleva a niveles crecientes de enfrentamiento. La
culminación del proceso, es cuando la “ correlación de fuerzas”
permite que la “ clase proletaria” tome por asalto el poder y
desplace, definitivamente, a la burguesía dominante.
Como se puede ver — aun de manera tan global y sucinta—
la sola aceptación de la premisa básica, no puede terminar
sin una “ corrida” de conclusiones. La dicotomía esencial lleva
encerrada toda la dinámica de la realidad histórica y de la
evolución de los tiempos.
Si no hay más división posible que aquella entre explota­
dores y explotados, todo lo demás es inevitable: la lucha de
clases, la dictadura de la burguesía y el enfrentamiento revo­
lucionario.
Tanto es ello así, que ésta termina siendo una preocupación
básica de todo el aparato dirigente del marxismo criollo.
Ya hemos visto cómo Salvador Allende le afirma a Debray
que la Unidad Popular no ha olvidado en ningún momento el
principio esencial de la lucha de clases. Me parecería un es­
fuerzo y un alargamiento inútil pretender fundamentar en nue­
19
vos textos esa conclusión política básica de todo el esquema
teórico del oficialismo actual.
Sin embargo, la UP ha sido más cuidadosa desde el punto
de vista político en afirmar la tesis de la “ dictadura de la
burguesía” . Tan sólo el Senador Carlos Altamirano, Secretario
General del PS, recurre sistemáticamente a esa temática.
Para probar la importancia de este punto, utilizaré una
cita, que me parece, especialmente, significativa. Se trata del
estudio que el “ asesor letrado” (*) del señor Allende y teórico
máximo de la tesis de los “ resquicios legales” para pasar del
capitalismo al socialismo, Eduardo Novoa Monreal, publicó
en la revista de la Universidad Técnica del Estado acerca del
“ difícil camino de la legalidad” .
En su obra, Novoa, pretende definir la esencia institucional
de la sociedad chilena y para ello recurre, como es obvio, al
estudio de nuestras instituciones jurídicas. Las define en prin­
cipio así: “ Ellas son la expresión de una determinada concep­
ción del hombre, de la sociedad y del mundo en general, en
un cierto momento histórico. Se hallan arraigadas en concretas
estructuras sociales y económicas y obedecen el propósito de
servirlas”. Y luego continúa diciendo: El derecho [que rige
en Chile] burgués que elevó a la categoría de axiomas jurídi­
cos algunas tesis que no son sino el fruto de la intención de
afirmar indefinidamente en el poder al régimen político, so­
cial y económico del liberal individualismo” . Y concluye di­
ciendo al respecto: “ En el fondo (...) ese derecho, así concebido,
no es sino un mecanismo laboriosa, hábil y pacientemente for­
jado y perfeccionado por los grupos hasta hoy dominantes que
esperaban no perder jamás el poder y que, sometidos al asedio
de la presión popular, se esfuerzan por no perderlo del todo” .
(Op. cit., N9 7, abril de 1972, pág. 11). (Subrayado nuestro).
De esa manera, queda demostrado cómo de la dicotomía
social inicial, el oficialismo va derivando sus conclusiones.
(*) El título de “asesor letrado” surge de la propia definición
que de su cargo hiciera el señor Novoa Monreal, ante la comisión
del Senado que discutía la reforma constitucional para la naciona­
lización del 49% de la gran minería del cobre.
20
Para ellos la institucionalidad democrática de Chile no es
más que el instrumento de opresión de una burguesía sobre el
proletariado. Es decir, una dictadura al revés de lo que ellos
buscan, como expresión de “ liberación” popular.
¿O es que pueden concluir otra cosa cuando el país vive
el drama de la explotación porque la burguesía lo domina?
¿Y si la burguesía dominante ha forjado “ laboriosa, hábil
y pacientemente” sus mecanismos de opresión, no deben ser
éstos también destruidos junto con ella?
¿Y si la democracia chilena no es más que ese gigantesco
engaño burgués, hasta dónde tiene sentido respetarla?
¿Y si no vale la pena respetarla, por qué no recurrir en­
tonces a la violencia?
A estas alturas del análisis deductivo nadie podrá dudar que
la lógica marxista es un verdadero tobogán, que cuando ya se
desliza por el primer trecho no tiene otro desenlace que ate­
rrizar en el suelo.
Las palabras de Eduardo Novoa tienen una gran consisten­
cia lógica con el sistema de premisas marxista. Jamás él hubiera
llegado a esas conclusiones si no partiera de la división básica
entre explotadores y explotados y si no llegara a la conclusión
de que ésta tiene que terminar en una lucha de clases que se
resuelve en un proceso de “ artillamiento” general para alcanzar
el poder.
Tan sólo así se puede interpretar el derecho liberal en tér­
minos de una dictadura de la burguesía, aun cuando el térmi­
no no sea usado, y así se puede ignorar la génesis y evolución
histórica de nuestras instituciones.
¿Es que el señor Novoa puede negar que en el derecho chi­
leno está impreso el racionalismo roussoniano de la revolución
francesa que defendía principios e ideales?
¿Es que el señor Novoa puede negar que el derecho chileno
ha sido el producto final de una disputa pluriclasista y plura­
lista en lo ideológico de distintos grupos que han ido incorpo­
rándose al poder político?
¿Es que el Partido Radical puede ser definido como parte
integrante de los “grupos dominantes” ?
21
¿O es que en Chile no ha tenido ninguna influencia legis­
lativa un Partido Comunista con vida desde hace cincuenta
años, y un Partido Socialista con casi tantos años?
¿Y que dice el señor Novoa de la fuerza de los movimientos
obreros estructurados en torno a la FOCH, la CTCH y la CUT?
¿Y alguien honesto puede ignorar el papel de la Democra­
cia Cristiana y el social cristianismo para cambiar las estruc­
turas de este país?
Por último, ¿cabría preguntarse si realmente algún chileno
honorable es capaz de sostener que don Mariano Egaña o don
Andrés Bello eran simples amanuenses de una “ burguesía” de­
seosa de establecer una magnifícente red de “ trampas jurídi­
cas” para cazar al proletariado que surgiría cien años después?
Me parece que como argumentación es suficiente para pro­
bar la falta de consistencia empírica del pensamiento marxista
criollo. Para terminar bastaría decir que el Sr. Novoa y los dog­
máticos marxistas se contradicen a sí mismos. Es el propio Sr.
Novoa quien en la página anterior al párrafo citado nos dice lo
siguiente, al referirse a las razones por las cuales la UP se deci­
dió a mantener la .“ legalidad” como instrumento del cambio:
“ El principio de legalidad es una conquista social que debe
ser mantenida. Ha sido impuesta tras una lucha de muchas
generaciones contra el absolutismo y la arbitrariedad en el ejer­
cicio del poder público. Debe subsistir mientras exista diferen­
cia entre gobernantes y gobernados”. (Op. cit., pág. 10).
¿En qué quedamos entonces en cuanto al significado de la
legalidad chilena?
De todo esto se va desprendiendo con claridad, cómo el
dogmatismo ideológico marxista va llevando a los hombres del
actual Gobierno a una permanente dialéctica entre el ideologismo a priori y el conocimiento de la realidad.
Porque nadie pretende sostener que la legalidad chilena es
perfecta; o que en ella no tienen cabida intereses de ninguna
clase; o que está limpia de todo pecado desde el punto de vista
de la justicia social. Ella es imperfecta, en muchos aspectos
francamente retrógrada y discriminatoria en contra de sectores
sociales completos y mantiene vacíos graves en cuanto al ejer­
cicio pleno de la igualdad entre los chilenos.
22
Pero esa imperfección, no permite tampoco la licencia de
presentarla como una monstruosidad preconcebida para mante­
ner los privilegios de unos pocos a costillas de la miseria de
los más y mucho menos como una dictadura burguesa.
Nuestra legalidad ha ido evolucionando, con el tiempo, a
partir de ciertas premisas básicas que la informan. Por eso,
a través de ella, se han ido corrigiendo injusticias, incorporan­
do nuevos sectores sociales a la plenitud de sus derechos y trans­
formando las estructuras mismas de la sociedad. Por eso mismo,
si su mecanismo básico respondiera a la ortodoxia marxistaleninista no habría sido posible jamás que todo ello ocurriera.
Hay una profunda diferencia entre la lucha por la justicia
social y el cambio revolucionario y el apriorismo dogmático
que se desprende de las tajantes opiniones del señor Novoa.
Defender la legalidad chilena no es igual a defender sus
errores y deficiencias. Es tan sólo apreciar lo mucho que ella
encierra de positivo, como resultado de la maduración histó­
rica de nuestra sociedad.
Pero continuemos con el raciocinio. Si la legalidad chilena
es tal como la describe el principal jurista del Gobierno y ar­
tífice de la “legalidad revolucionaria”, no habrían razones ob­
jetivas para sostener que no se necesita del enfrentamiento re­
volucionario entre los explotados y los explotadores, para que
la revolución sea posible. Y, siguiendo su propia lógica, el
oficialismo inconscientemente es arrastrado hacia esa tesis, aun­
que sostengan otra cosa.
Al respecto las citas que están a mano son numerosísimas.
Hay una, sin embargo, que es especialmente significativa. Ella
está en la página 48 de la citada entrevista entre Debray y
Allende.
Reproduzco textualmente:
“Debray: Un compañero dirigente de su partido, el Parti­
do Socialista, me dijo recién: “ Si no hay traición, hay enfren­
tamiento”. Entiendo así que si no hay enfrentamiento es que
habrá traición. ¿Ud. cree inevitable el enfrentamiento?
Allende: Es que el enfrentamiento se produce todos los
días, en todos lados, Regis, de modos muy distintos.
23
Debray: Me refería a un enfrentamiento frontal, decisivo,
digamos, una ruptura abierta del estado actual de coexistencia.
Un levantamiento militar, por ejemplo...
Allende: Eso dependerá de ellos. Si ellos lo provocan se va
a producir, pero en todo caso nosotros esperaremos que ellos
lo provoquen. Estamos vigilantes. Por lo demás no somos mecanicistas. Los enfrentamientos se vienen sucediendo en la
historia de Chile desde tiempo atrás... ¿Qué se entiende por
enfrentamiento? Los hay mientras hay contradicciones en la
sociedad y éstas subsisten incluso en el período de la construc­
ción del socialismo. Separemos los antagonismos; esos están
determinados por la lucha de clases.
Debray: ¿Y se va a agudizar la lucha de clases en ese
momento?
Allende: Evidente. Tú comprendes que una vez aplicada
la reforma constitucional nuestra se hieren intereses poderosos
internos y foráneos. Esa gente afectada por la reforma agraria
o por la nacionalización de los bancos va a querer reaccionar.
Antagonismo ¿cómo no va a haber, si nosotros partimos del
hecho esencial de la lucha de clases? Sabemos que los grupos
oligárquicos, los grupos plutocráticos, los grupos feudales tra­
tarán de defender sus privilegios a toda costa”. (Subrayado
nuestro).
Ahora bien, por si alguien duda de la veracidad de lo
afirmado por Debray acerca de las palabras de su amigo so­
cialista, el siguiente párrafo del Congreso del PS en Chillán
(1967) puede ser aclaratorio: “La violencia revolucionaria es
inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter re­
presivo y armado del estado de clase. Constituye la única vía
que conduce a la toma del poder político y económico y a su
ulterior defensa y fortalecimiento. Sólo destruyendo el aparato
burocrático y militar del estado burgués, puede consolidarse
la revolución socialista” . (Julio C. Jobet, op. cit., pág. 130).
(Subrayado nuestro).
Por si alguien creyera que dicho acuerdo fue el producto
de la pasión antifreísta del momento, la verdad es que peca
de ingenuidad. Las mismas tesis de fondo fueron repetidas y
reafirmadas en el Congreso de La Serena en enero de 1971,
tres meses después de haber asumido el poder.
24
Y las razones de esa pertinacia son congruentes con nues­
tra tesis, debido a que parten de premisas ideológicas y no
de una observación racional de la realidad.
El caso es que con el correr de las citas, hemos ido viendo
cómo el pensamiento político de la UP se va estructurando,
permanentemente, en torno a valores ideológicos y no a plan­
teamientos políticos que digan relación con la realidad chilena.
El “ tobogán” ideológico los ha ido arrastrando ininterrumpida­
mente desde su premisa básica hacia las derivaciones “ inevi­
tables”.
Si además de la lucha política, me hubiera podido dedicar
a hacer una recopilación completa de citas al respecto, la pro­
batoria habría sido absolutamente irrefutable. Es necesario, sin
embargo, que nos limitemos —dadas las circunstancias— tan
sólo a algunos textos básicos cuya importancia y representatividad no puedan ser discutidos por nadie.
Y si bien es cierto que ellos representan siempre el pen­
samiento de sectores de la UP, más adelante veremos cómo al
final de cuentas, son absolutamente congruentes con la praxis
política que hemos vivido en los últimos 2 años.
Pero el tobogán ideológico no termina ahí, por cierto. Del
problema de la lucha de clases al problema del enfrentamiento
armado, hay algunos pasos intermedios.
3.
Los Partidos de Vanguardia Proletaria, Las Alianzas
Estratégicas y la Conciencia Revolucionaria.
Todo el esquema marxista, como hemos visto, parte del
supuesto obvio de que los explotados son la inmensa mayoría
del pueblo chileno. Tan sólo una pequeña minoría audaz y
desenfrenada es la que los explota mediante el uso de los más
hábiles y astutos mecanismos.
Sin embargo, ¿cómo explicarse que la mayoría resista en
términos tan pasivos la opresión de la minoría?
Este es un problema clave y central que necesita de algunos
pasos teóricos previos para ser explicado.
Al respecto, la ideología marxista nos formula la siguiente
secuencia teórica: el proletariado no adquiere simultáneamente
25
su conciencia de clase; hay sectores que no son capaces de
liberarse de las mil ataduras de la burguesía dominante; pero
aquéllos más conscientes, aquéllos que han adherido a la “ teo­
ría del proletariado”, se estructuran y organizan en los movi­
mientos de clase; entre éstos el más importante es el partido
de vanguardia, aquél, depositario de la conciencia lúcida de la
clase obrera en su tarea de liberación; aquél que en la práctica
es leninista: el Partido Comunista. Pero como los secto­
res conscientes de la mayoría explotada no son mayoría en la
sociedad, Lenín dijo que había que buscar alianzas tácticas
transitorias para conquistar el poder; esas alianzas deben ser
hechas con estratos sociales que por alguna razón sean acree­
dores del sistema imperante y estén dispuestos a movilizarse
para destruirlo. Una vez conquistado el poder, esos aliados vol­
verán a su condición de “ parientes pobres” o desaparecerán.
Para lograr esta adhesión, se trata — leninistamente— de fijar
objetivos intermedios entre el statu quo y la auténtica “ revo­
lución socialista” .
En otras palabras, se trata de explicar que el pueblo nece­
sita voceros oficiales que interpreten sus verdaderos problemas,
mientras la mayoría vuela en sus ensoñaciones, alienada a la
burguesía. Y, por cierto, se trata de explicar que esa tutoría
generosa debe ser ejercida por los comunistas.
En el caso chileno, la aplicación universal de la norma
marxista adquiere una pequeña particularidad: son dos los par­
tidos de vanguardia del proletariado, el PS y el PC, porque
ambos son marxista-leninistas.
Salvador Allende le expresa a Debray esta fórmula univer­
sal en los siguientes términos: “También debes recordarte que
en Chile hay partidos de masas que representan genuinamente
la ideología de la clase obrera. En la actualidad el pueblo está
en el gobierno y desde él lucha por ganar el poder con un
programa que es el de la Unidad Popular, y con una vanguardia
formada por dos partidos marxistas, Socialista y Comunista,
y por otros dos partidos de extracción burguesa, Radical y Social-Demócrata y dos movimientos de similar extracción: el
movimiento cristiano (MAPU) y la Acción Popular Independiente(API)”. (Op. cit., pág. 37 y 38). Subrayado nuestro).
26
Y
continúa más adelante el “ conductor de la Revolución
Chilena” (*) — tratando de ablandarle la cabeza al filósofo fran­
cés— , diciendo: “ Hoy día en la UP no hay ningún partido
hegemónico, pero están presentes dos partidos de la clase obre­
ra: Partidos Revolucionarios, Partidos Marxistas. Por último,
compañero, el Presidente de la República es un socialista.
Entonces las cosas son distintas y yo he llegado a este cargo
para hacer la transformación económica y social de Chile, para
abrirle paso al socialismo. La meta nuestra es el socialismo in­
tegral, científico, marxista”. (Op. cit., pág. 57). (Subrayado
nuestro).
¿Cree alguien que se necesitan pruebas adicionales para
demostrar que la inspiración central de la UP está basada en
reafirmar su ortodoxia marxista-leninista? ¿O es que habría
alguna voz más autorizada que la del “ Conductor” para que
nos definieran las reglas del juego?
Carlos Cerda en el libro ya comentado, nos entrega algu­
nos antecedentes adicionales: “ De eso se desprende que la
perspectiva revolucionaria que abre el partido se apoya en la
concepción leninista de que la revolución es obra de las masas,
tarea histórica del proletariado, que este solo podrá cumplir a
condición de ejercer su papel de dirección respecto de otras
fuerzas y capas sociales que terminan comprendiendo cuáles son
sus enemigos reales, cuáles sus necesidades objetivas y cuál
es su aliado principal... La concreción de esta perspectiva pasa
por la conformación de un bloque político en que se exprese
este papel conductor del proletariado... En las condiciones de
Chile, este bloque político es concebido por el Partido sobre
la base de la alianza comunista-socialista y abierto a la incor­
poración de partidos o movimientos no precisamente proleta­
rios, que comparten con el proletariado las posiciones anti­
imperialistas y antioligárquicas que éste pone en primer plano
(*) Esta manera de referirse al señor Allende Gossens no es
original del autor. Ella fue usada, oficialmente, por la cadena na­
cional obligatoria de Radio y TV de la Oficina de Informaciones
y Radiodifusión de la Presidencia de la República, durante la
transmisión de los actos oficiales de las Fiestas Patrias en Sep­
tiembre de 1972.
27
en esta etapa histórica. Esta es la jundamentación política de
la Unidad Popular”. (Op. cit., pág 164). (Subrayado nuestro).
Y
el Secretario General del PC, senador Luis Corvalán,
decía en el X III Congreso de su Partido en 1964 que “nada
concebimos al margen de la unidad socialista-comunista, todo
lo concebimos alrededor de ella... Este es a nuestro juicio el
camino que permitirá conquistar nuevas victorias para el pue­
blo y ensanchar las perspectivas revolucionarias con miras a
la constitución del gobierno del pueblo que ha de tener como
piedra angular a los Partidos Comunista y Socialista”. (Carlos
Cerda, op. cit., págs. 164-165). (Subrayado nuestro).
¿No resulta extremadamente aleccionador sostener que la
piedra angular del “ Gobierno del Pueblo”, serán los partidos
y no el pueblo mismo?
¿No resulta dramáticamente claro de cómo la ideología
marxista define a priori todos los grandes pasos de sus adherentes y termina por encadenarlos al margen de la realidad y
de la historia? ¿Es que alguien podría dudar que quienes así
piensan, por adhesión casi religiosa, no terminarán siempre
por someter su actuación política a su doctrina básica? ¿O es
que ello no se trasparenta en estos dos años que hemos vivido
los chilenos con el mandato de Salvador Allende?
Las poderosas anclas que amarran a la Unidad Popular a
la formulación teórica del pensamiento marxista son, definiti­
vamente, un elemento decisivo en el comportamiento político
del oficialismo gobernante. Los hechos han demostrado qué
no es del caso aplicarles el viejo adagio de que “ quienes no
actúan como piensan, terminan por pensar como actúan”. Han
demostrado —en forma trágica para Chile— una incompren­
sible e irracional adhesión a una teoría de pretensiones univer­
sales, escrita por un filósofo alemán hace un siglo y readecuada
por un político ruso hace cincuenta años.
Sin embargo, es ello lo que le da tanta trascendencia a esta
“experiencia chilena” .
Hay todavía otro elemento adicional para entender exacta­
mente el cuadro teórico que ha inspirado la acción política
del oficialismo.
28
4.
El Gobierno, la Totalidad del Poder y la Transición
al Socialismo.
La continuación de la teoría básica de la división social
entre explotadores y explotados ha ido llevando a una serie
de conclusiones derivadas. Pero hay una última que es donde
el leninismo se entronca con el totalitarismo moderno y justi­
fica los peores crímenes contra la humanidad.
Si la solución final de la historia es el triunfo de los explo­
tados sobre los explotadores, es lógico que se instaure una
dictadura del proletariado en reemplazo de la dictadura de la
burguesía. Pero ello sólo tiene sentido si “ el proletariado” asu­
me la totalidad del poder, para eliminar los últimos residuos
de la clase dominante o de su ideología. No tenemos para qué
insistir nuevamente en el carácter de sinónimos que para todos
los efectos tiene el proletariado con los “ partidos del prole­
tariado”.
El más novel aprendiz de marxismo en el política chilena
es el MAPU. En sus palabras, discursos y discusiones no puede
dejar de reflejarse la pasión del converso que busca hacer mé­
ritos ante los consagrados. Por eso es ilustrativa la siguiente
idea, extractada de su manual oficial de formación ideológica:
“ ¿De qué manera el Gobierno Popular llega a constituir un
estado popular? En primer lugar trabajando en la perspectiva
de que todo el poder y no sólo una parte de él esté en manos
del pueblo, lo cual significa resolver en favor de las fuerzas
populares la situación contradictoria que hoy se da. En otras
palabras, significa transformar la victoria de septiembre y la
victoria de abril en poder popular, desplazando a los enemigos
del pueblo del poder legislativo y judicial y aislando y derro­
tando en forma definitiva a los sectores fascistas que intentan
operar al interior de las fuerzas armadas” . (El carácter de la
Revolución Chilena. Edición oficial del MAPU. Junio de 1971,
pág. 74). (Subrayado nuestro).
A su vez el PS, en su Congreso de La Serena, en enero de
1971, sostiene: “ El triunfo electoral del camarada Salvador
Allende... ha generado nuevas y favorables condiciones a la
29
clase obrera y a las masas chilenas, para una efectiva conquis­
ta del poder que hace posible iniciar la construcción del socia­
lismo en el país...” (julio César Jobet, op. cit., pág. 172).
(Subrayado nuestro).
Por lo demás, en este punto no se necesitan demasiadas
pruebas bibliográficas. El país recuerda perfectamente bien los
slogans principales del oficialismo a su llegada al poder y los
rayados murales de sus, tristemente célebres, brigadas.
Es obvio que para las pretensiones marxista-leninistas de
“los partidos de vanguardia proletaria” el solo control del Go­
bierno no constituye el poder. Mientras hayan enemigos de
clase, residuos de la burguesía explotadora que tengan un lugar
bajo el sol la situación no habrá cambiado sustancialmente.
Para que la revolución “ vaya” se necesita la totalidad del
poder. Sólo así se estará destruyendo el estado burgués, ins­
trumento diabólico concebido para la dominación de las ma­
yorías, por parte de la minoría.
No obstante ello, el oficialismo criollo comprende que la
conquista de la totalidad del poder no es un juego de niños.
Representa la posibilidad cierta de un enfrentamiento armado
o de un quiebre de la institucionalidad democrática en cuyos
“ resquicios” se asila la legitimidad del Gobierno de Allende.
En consecuencia, la tesis de la totalidad del poder, derivada de
su dependencia ideológica al marxismo, les resulta disfuncional
a la tesis de la transición legal y democrática al socialismo.
De ahí surge, entonces, la importancia que le dan — espe­
cialmente el PC— al hecho de definir este proceso no como
de transición al socialismo, sino como centrado en sus objeti­
vos antiimperialistas y antioligárquicos.
Recurriendo nuevamente a Carlos Cerda, éste nos entrega
en su página 132, una cita del discurso de Luis Corvalán al
XIV Congreso del PC. Ella dice así: “ De ahí que no nos pa­
rezcan serios y sí carentes de rigor científico aquellos plantea­
mientos que suelen hacerse en el sentido de darle ya un ca­
rácter socialista a todo el proceso revolucionario que hoy
debemos operar. El camino hacia el socialismo pasa a través
de las transformaciones antiimperialistas y antioligárquicas. Y
30
no ayudan, precisamente, al socialismo sino todo lo contrario,
las desfiguraciones del verdadero contenido de la revolución
chilena, aunque en muchos casos sólo se trate de desfigura­
ciones verbales” . Y a ello agrega el propio Cerda: “ El hecho
de que la revolución antiimperialista y antioligárquica que se
plantea en esta etapa no sea una revolución socialista (su ob­
jetivo no es expropiar todos los medios de producción que
son de propiedad de los explotadores) no significa que sea una
revolución capitalista, burguesa” . (Op. cit., págs. 132-133).
Ello, por cierto, no es enteramente congruente con el pensa­
miento, ya citado, de Salvador Allende cuando le asegura que
ha llegado a la presidencia “para abrirle paso al socialismo”
y que la meta de la UP es el “ socialismo integral, científico,
marxista”.
Ni tampoco tiene demasiado que ver con la afirmación del
mismo Allende en su Primer Mensaje Presidencial (21 de mayo
de 1971) cuando dice: “ Del realismo del Congreso depende,
en gran medida, que a la legalidad capitalista suceda la lega­
lidad socialista conforme a las transformaciones socioeconómi­
cas que estamos implantando...” (Subrayado nuestro).
Y
en ese mismo Mensaje, Allende dijo: “ Como Rusia en­
tonces, Chile se encuentra ante la necesidad de iniciar una
manera nueva de construir la sociedad socialista: la vía revo­
lucionaria nuestra, la vía pluralista, anticipada por los clásicos
del marxismo, pero jamás antes concretada” .
Estas frases dichas solemnemente en el Salón de Honor del
Congreso Nacional, ante la faz de todo el país y en el seno
de la institución democrática por excelencia, muestran la con­
tradicción que existe sobre esta materia en el seno del oficia­
lismo.
Mientras unos definen el proceso como esencialmente anti­
imperialista y antioligárquico —expresamente no socialista—
otros, entre ellos el mismísimo “ Conductor de la Revolución
Chilena” sostiene que se avanza hacia el socialismo y que éste
comienza a ser construido a partir de las medidas que el Go­
bierno ya está adoptando.
31
En esta materia, como en todas las que hemos visto, el
oficialismo oscila entre la ortodoxia y la realidad; entre la con­
ducción política y la esquizofrenia.
Y esta dualidad se ha notado perfectamente en el curso del
actual Gobierno. La resultante política final ha sido conse­
cuencia de estas diversas interpretaciones leninistas sobre la
realidad de la revolución que se pretendía hacer.
En la práctica un sector importante del oficialismo ha esta­
do con la tesis de que la “ revolución chilena” ES SOCIALISTA
y que, en consecuencia, se hace un deber ineludible la conquista
total del poder, como fórmula final de reivindicación de los
explotados contra los explotadores.
Y si otros, como los comunistas, han sostenido una tesis
más parcial, lo más que han logrado ha sido disminuir en algo
la ofensiva totalitaria del oficialismo. Desgraciadamente para
ellos, lo ocurrido es lo suficientemente definitorio como para
que nadie los libere de su responsabilidad histórica. Incluso
nadie tampoco debe poner sus manos al fuego por el PC, cuyos
pecados stalinistas aún no han sido expiados y de los cuales
tal vez ni tan siquiera se hayan arrepentido y los mantengan
larvados.
5.
Reflexiones Finales.
El somero análisis que hemos hecho de los fundamentos
ideológicos de la estrategia adoptada por la Unidad Popular,
parece lo suficientemente claro como para obtener algunas
conclusiones válidas.
En primer lugar, parece claro que el oficialismo, a través
de sus personeros más caracterizados, se esfuerza por mante­
ner intacta su ortodoxia marxista-leninista.
Todo lo que dicen tiene la marca de la voluntad de hacer,
realmente, marxismo-leninismo en Chile. Y su mayor preocu­
pación parece ser que alguien pudiera reprocharles no haber
sido lo suficientemente leales a la formulación revolucionaria
leninista.
En consecuencia, no es ilegítimo concluir en los mismos
términos en que planteábamos nuestra hipótesis de trabajo: la
acción política del actual oficialismo, deriva fundamentalmente
de su manera marxista para encarar la realidad. En consecuen­
cia, el fracaso político de la UP, puede ser, también, legítima­
mente cargado al marxismo y no a las contradicciones de la
sociedad chilena que en este caso ha demostrado una notable
flexibilidad y paciencia.
En segundo lugar, parece claro que existe un acuerdo teó­
rico básico entre quienes constituyen “ la vanguardia del pro­
letariado”. Las discrepancias aparecen siendo tan sólo tácticas,
lo que en nada invalida nuestra conclusión anterior.
Si entre leninistas hay discrepancias debido al terreno en
que tienen que moverse, nada los aleja de su esfuerzo de se­
guir siendo ortodoxamente fieles a su pensamiento. Ello no es
más que la resultante lógica de la acción política entre gentes
que se mueven por valores e ideas.
En consecuencia, las discrepancias tácticas que existan en­
tre los leninistas, en nada invalidan el hecho esencial que hasta
esa misma discrepancia tiene como raíz una interpretación di­
ferente de un pensamiento universal. Lo que los divide no es
sólo la percepción diferente de la realidad; fundamentalmente
es la manera de interpretar correctamente dicha realidad desde
el punto de vista marxista.
En la segunda parte de este trabajo veremos cómo esta ad­
hesión ideológica que hemos analizado tiene una influencia
decisiva en el desarrollo político de este Gobierno y en sus
actuaciones prácticas.
Es ello lo más significativo de todo, para el juicio final
de esta experiencia titulada pomposamente como la “vía chi­
lena al socialismo” y ya “ anticipada por los clásicos del mar­
xismo”, al decir del “ Conductor de la Revolución”, don Salva­
dor Allende.
2.— Chile . . .
33
SEGUNDA PARTE
¿QUE HA PASADO REALMENTE
CON LA VIA CHILENA?
En esta segunda parte pretendemos mirar la historia de los
últimos dos años, no tanto ya desde la perspectiva ideológica
de los sectores marxistas, como desde la lógica en que se han
movido los sectores oficialistas, mayoritariamente.
Vimos ya la pretensión de ortodoxia de la Unidad Popular,
ligada entrañablemente a la teoría marxista-leninista de carácter
universal. Y cómo de esa lógica va surgiendo la temática básica
que preocupa al oficialismo. Lo que a su vez va determinando va­
lores, actitudes, prioridades que generan contra — respuestas y
contra— valores de parte de quienes tienen una distinta manera
de abordar la realidad.
Resulta por ello importante poder aproximarse — con el
máximo de objetividad que sea posible— a lo que realmen­
te ha ocurrido con la política seguida por el Gobierno en este
tiempo. Saber en qué ha terminado la originalidad de la vía
chilena. Relatar cómo han reaccionado, masivamente, los chi­
lenos a las predicciones universales del leninismo que “ ya
habían sido anticipadas por los clásicos del marxismo” . En
última instancia, probar en los hechos hasta dónde tiene sen­
tido moverse en términos de ortodoxia marxista en una so­
ciedad madura y democrática.
Para abrir el tema, me parece necesario definir algunas
premisas básicas que motivan este trabajo y sin las cuales es
difícil llegar a comprender lo inesperado del resultado de
esta experiencia.
La primera de estas premisas me lleva a remitirme a mi
teoría de “la estrategia de los mariscales rusos” (“ Política y
Espíritu”, mayo de 1972). Ella es la expresión de un aspecto
fundamental de la realidad política de estos dos años: la opo­
sición política ha retrocedido tácticamente frente al asalto oficia­
lista. No se ha presentado ninguna batalla frontal en materias
que no digan relación estricta con intentos gobiernistas de que­
brar la institucionalidad y someter a los chilenos a una dictadura.
La segunda premisa se deriva de la anterior: el enfren­
tamiento con la UP ha tenido, fundamentalmente, una raíz
política y moral y no económica. Ello viene a contradecir,
gravemente, la lógica misma del planteamiento marxista y tal
vez constituya la mayor frustración del oficialismo.
El hecho me parece obvio y claro, sin embargo lo funda­
mentaremos en forma más extensa en el punto cuarto de esta
segunda parte. Ello no quita que dejemos sentada la tesis des­
de un principio: el enfrentamiento político en Chile ha sido
en torno a las libertades públicas y no en torno a los intereses
económicos.
La tercera dice relación con el hecho de que la inspiración
básicamente leninista del oficialismo, le ha impedido conjugar
adecuadamente su voluntad de acción pretendidamente demo­
crática con los requisitos morales de luna democracia real.
Por último habría que agregar que dentro de la lógica de
su esquema ideológico, en la práctica, los sectores marxistas
en Chile han operado sobre el supuesto de la “ irreversibilidad” del proceso hacia un “ socialismo” administrado por
ellos.
Todo lo que han realizado ha estado basado — implícitamen­
te al menos— en su convencimiento de que en Chile se repetiría
la eternidad de los regímenes totalitarios conducidos por los
partidos comunistas en otros países. Traicionados en su lógica
interior, han obrado a partir del supuesto de que “ la burgue­
sía” ha sido destronada para siempre de nuestro país y que
todo lo que hagan — para bien o para mal— seguirá, ad eternum, administrado por ellos.
La lógica totalitaria del leninismo los ha llevado a ignorar
el problema del castigo que reciben en las democracias los des­
tructores, los incapaces, los inmorales y los sembradores de
odio.
La fijación mental en la Unión Soviética, China, Cuba y
la Europa Oriental les ha hecho olvidar que si sus intencio­
35
nes de mantener la democracia en Chile eran sinceras, esta­
rían sometidos al juicio del pueblo en forma periódica y, por
lo tanto, sujetos, al riesgo de ser expulsados del poder y san­
cionados históricamente en proporción directa a su fracaso.
En una democracia pluralista no se puede partir de la
base absurda de que la “ ortodoxia leninista” sea posible de
pagar a cualquier precio por quienes o nocreen o les importa
un bledo el leninismo.
En consecuencia, han pagado, entusiastamente, el precio de
su adhesión dogmática, como si en Chile todo el mundo la
compartiera y estuviera orgulloso de haber abierto una nueva
vía hacia el socialismo, al precio de la destrucción del país.
Creo no equivocarme, al pensar que las malas influencias
moscovitas, sobre los comunistas, y fidelistas, sobre los socia­
listas, les hayan hecho pensar que, al igual que en esos paí­
ses, experimentar con los pueblos y cometer errores, que cues­
ta decenios corregir, era un problema sin costo alguno para
los culpables.
En el curso de este trabajo seguiremos viendo cómo esta
lógica planteada en las premisas anteriores ha ido marcando
la experiencia del actual oficialismo hasta llevarlo
ala trági­
ca situación en que nos encontramos.
1.
La Democracia Chilena y la Lógica del “Estado
de Clase”.
De la teoría de explotados y explotadores, la Unidad Po­
pular chilena ha sacado trágicas conclusiones, todas las cua­
les la han hecho ir desadecuándose a lo que ha sido el estilo
político tradicional de los chilenos.
Desde el primer día del Gobierno de Salvador Allende ha
quedado claro que para el oficialismo existen dos categorías
muy definidas de chilenos: los que están con ellos (los explo­
tados) y los que están contra ellos (los explotadores).
Y esaactitud, derivada directamente del esquema ideo­
lógico que ya hemos analizado, se ha ido traduciendo en todas
sus actividades hasfa el punto de que pocos chilenos podrían
36
pensar hoy que la adhesión del oficialismo a la norma demo­
crática sea algo más que la imposibilidad de haber hecho otra
cosa.
En la medida en que los explotados son representados por
sus partidos de vanguardia y que éstos han llegado al poder,
se ha producido automáticamente una identificación entre el
Gobierno y la clase trabajadora. Contrario sensu, todo aquel
que se exprese en contra del “ Gobierno Popular” no puede
si no estar representando los más oscuros y abyectos intere­
ses de la burguesía explotadora. Es, por lo tanto, un enemigo
más de los muchos que el “pueblo” debe derrotar en su ca­
mino hacia la liberación.
La prensa, la radio, la televisión, los documentos, los li­
bros y las tribunas han ido mostrando esta realidad ante un
país atónito. Imperceptiblemente y aun contra su expresa vo­
luntad en muchos casos, los representantes oficialistas han
tenido que ir sometiéndose a la lógica de sus premisas básicas.
La agresión verbal y física, destinada a descalificar a los
adversarios, se ha ido convirtiendo en la norma más clara de
una estrategia leninista para hacer la revolución chilena.
En la medida en que el Estado ha dejado de entenderse
en los términos liberales de la Constitución chilena y se le
ha dado una connotación clasista, se ha ido introduciendo un
elemento distorsionador a la convivencia política, que ha ter­
minado por ser una auténtica radiografía del pensamiento ofi­
cialista.
Es imposible gobernar un Estado democrático si consciente
o subconscientemente se parte del principio de que una parte
de sus habitantes no tiene derecho a existir socialmente. Porque
en todas las acciones públicas, inevitablemente, se irá traducien­
do esa concepción básica en términos de discriminación, arbi­
trariedad, odio o revanchismo.
“ La mona aunque se vista de seda, mona se queda”, dice
el viejo refrán. Igual cosa ocurre con los totalitarios de men­
talidad: aun cuando quieran atenerse a las normas democrá­
ticas, terminan siempre por dejar traslucir su lógica profunda.
Y
Salvador Allende deja permanentemente la impresión de
haber confundido la adhesión más o menos formal a la lega­
lidad con la democracia. Partiendo del principio que ésta no
37
es más que un artilugio burgués para permanecer en el poder
ha querido, demasiado obviamente, convertirla en un aparato
de dominación contra sus inspiradores supuestos. Pero ése es
tema a tratar más adelante.
Lo que sí es clave, es que dentro del esquema ideológico
en que se mueve el oficialismo no es de extrañar que haya
ignorado, por completo, la filosofía, la moral y la adhesión
vital que se esconde tras una práctica democrática. La lógica
dialéctica de “explotadores y explotados” les impide compren­
der que la vida democrática tiene un espíritu y que las leyes
tienden tan sólo a enmarcarlo para su mayor funcionalidad.
Resulta un poco paradojal detenerse en algo tan obvio,
para los chilenos que han vivido la democracia como su am­
biente natural. Pero es vital entender este aspecto de la lógica
oficialista para poder comprender realmente el clima que he­
mos vivido este tiempo y las consecuencias políticas que él
ha tenido.
Sin filosofía democrática no hay democracia. Y eso lo de­
bería entender bien Allende que no tiene empacho en decirle
a Debray: “ Yo sé perfectamente bien que no hay acción revo­
lucionaria sin teoría revolucionaria” (op. cit., pág. 27). Las
leyes son tan sólo la expresión final de una voluntad com­
partida de organizar de una determinada manera la conviven­
cia colectiva.
Por eso es imposible manejar la democracia chilena par­
tiendo de la base de que ella es la expresión de un dominio
de clase; el resultado de una hábil estrategia para oprimir al
pueblo; de que sus miembros deben ser juzgados más por su
permanencia de clase que por su comportamiento práctico.
Es esta situación la que ha llevado a una grave superposi­
ción de nuestra vida política. Es la lógica del “ Estado de Tra­
bajadores” la que ha ido generando las más graves tensiones
y ha terminado por alienar incluso a los propios trabajadores.
Estoy convencido de que Allende, debe sorprenderse de
la reacción creciente de los chilenos ante su Gobierno y de la
sensación generalizada de opresión que siente la opinión pública.
Porque al final de cuentas debe sacar sus cálculos y pensar
que la libertad ha existido todo este tiempo en Chile.
38
Y es cierto que la libertad ha existido.
Lo que también es cierto, es que todos sentimos que si
nuestra voluntad democrática no hubiera sido tan decidida y
nuestra conducta política tan incansable en la denuncia y la
protesta, no habría hoy ni democracia ni libertad en Chile.
“ La vía chilena” se hubiera fundido con las más negras
tradiciones totalitarias, hermanadas en su común tronco ideo­
lógico.
Y esa sorpresa del totalitario haciendo penitencia demo­
crática lleva al señor Allende a decir en el mitin de la UP en
Santiago, el 18 de abril de 1972: “ Nosotros, el Gobierno de
ustedes, el Gobierno de los trabajadores, ha ampliado la de­
mocracia política, camina la democracia económica y hace
efectiva la democracia social” .
“ Hoy tenemos, no una democracia formal, sino una autén­
tica democracia en que nuestros opositores pueden marchar,
gritar y protestar, pueden mentir; una democracia acerada y
afirmada en la unidad del pueblo de Chile” .
Y le debe resultar una pesadilla escuchar que esas pala­
bras lejos de fortalecer la confianza en sus intenciones y sus
actos, provoca mayor inseguridad. No comprende que en lo
mismo que él dice está el germen del totalitarismo.
De sus propias palabras fluye, junto con la reafirmación
democrática su contenido totalitario. Porque para el oficialis­
mo, los derechos democráticos de la oposición son tan sólo
una concesión generosa y costosa que ellos les hacen. Pero no
les reconocen la legitimidad de disponer de ellos por la lógica
del sistema; por la fuerza de las conquistas históricas; por la
dignidad esencial de todos los chilenos.
Cuando Salvador Allende inauguró el Congreso de Perio­
distas 'de Izquierda con que se dio el grito de partida de la
“ Operación Verdad”, sostuvo que nada teníamos que quejar­
nos los chilenos en materia de libertad porque él aceptaba
que hubiera prensa de oposición que lo criticara.
Recuerdo, que escribí varios artículos de prensa al res­
pecto, denunciando el contenido profundamente totalitario que
ese pensamiento encerraba. Porque para el oficialismo las li­
bertades de que gozamos históricamente los chilenos parecie­
ran ser el producto de su generosa grandeza y no un derecho
39
que nos hubiera legado el genio creador de nuestros ante­
pasados.
Y
eso se nota. Se trasluce. Y por eso, los chilenos tene­
mos el legítimo derecho a estar convencidos de que nuestra
democracia se mantiene en pie porque nosotros la hemos de­
fendido. Pero que si el Gobierno hubiera podido liquidar nues­
tras libertades — formal o prácticamente— hoy estaríamos
viviendo la pesadilla de una dictadura.
¿Y lógicamente qué otra cosa puede ocurrir si nosotros
los “ explotadores” debemos desaparecer socialmente para que
el pueblo sea libre?
¿Y si nuestras posiciones políticas al enfrentarse a los
partidos de vanguardia proletaria se convierten, automática­
mente, en contrarrevolución?
¿Y qué más se puede esperar de quien confiesa que bus­
ca realizar un socialismo integral, científico, marxista y ya he­
mos visto lo que ideológicamente ello representa?
La gran tragedia del oficialismo (y por cierto que mucho
más de los chilenos) es no haber comprendido que la demo­
cracia es una adhesión vital e intelectual. Y al haber querido
rellenarla de contenido de clase le han cortado las alas, han
generado las peores tensiones y han terminado por ponérsela
en contra.
Es ésta la primera expresión de cómo afecta a la “ vía chi­
lena” su ortodoxia marxista-leninista. Pero por cierto que no
es la única.
2.
El Manejo de la Legalidad en su Transición al Socialismo.
Como ya adelantamos en alguna forma, el compromiso de
Allende y la Unidad Popular parece haberse entendido desde
un comienzo como el de respetar tan sólo la “legalidad”, pero
no compremeterse con la democracia en su espíritu y en sus
prácticas.
El carácter de “ clase” que inspira la ideología oficialista
la ha mantenido enmarcada dentro del esquema que ya hemos
conocido. Y eso es lo que ha llevado progresivamente a la
aceleración de la crisis.
40
Eso ha hecho que el Gobierno se haya limitado a aplicar
la letra de la ley (por supuesto que a veces ni eso ha respetado)
mientras con todo desparpajo desafiaba su espíritu. Y con él
la conciencia democrática de los chilenos.
Y
por lo mismo que la ley ha sido tomada sin su espíritu,
ello ha permitido el uso más desvergonzadamente arbitrario
que recuerde el país. La legalidad se entiende al servicio de
la revolución. Por lo tanto sirve para abrirle camino al so­
cialismo, pero en ningún caso como norma de aplicación
general.
Por eso la ley vale cuando se trata de beneficiar al Go­
bierno. Pero no vale cuando su aplicación le trae inconve­
nientes o problemas.
La ley primitiva vale para la oposición: pero no tiene vi­
gencia para el oficialismo.
En consecuencia, parece obvio entender por qué razón el
manejo de la legalidad no le ha dado ninguna legitimidad al
Gobierno de Salvador Allende y ha ido, en cambio, creando
las condiciones para que una inmensa mayoría de los chi­
lenos se sienta sometida al principio de una dictadura que se
instalará apenas nuestras defensas se debiliten.
Este sin duda es un punto clave en la polémica acerca del
Gobierno de la Unidad Popular. Por ello creo conveniente
dejar hablar al principal jurista del Gobierno y el hombre
que ha buscado el .camino para mantener al Gobierno en la
legalidad. Se trata del artículo de Eduardo Novoa Monreal,
“ El Difícil Camino de la Legalidad”, que ya citáramos ante­
riormente.
Conocemos el criterio con que dicho autor analiza el sen­
tido de la democracia chilena y de su Estado de derecho.
Veamos cómo nos muestra ahora el camino seguido.
Reconoce, desde luego, parte de las atribuciones impor­
tantes que tiene un Presidente de la República en un régi­
men presidencial como el chileno. Pero además agrega otras:
“ Aparte de ellas, que son más o menos las facultades acos­
tumbradas de los Jefes de Estado, corresponden al Presiden­
te de Chile algunas que le conceden ventaja en relación con
el Congreso Nacional dentro de la tarea legislativa que am­
41
bos comparten. Es así como puede convocar al Congreso a
legislatura extraordinaria durante ocho meses al año, lapso du­
rante el cual el Parlamento sólo puede ocuparse de los proyec­
tos que él mismo indique; puede eliminar disposiciones con­
tenidas en los proyectos de ley haciendo uso de un veto que
tenga apoyo solamente de un tercio más uno de los parlamen­
tarios presentes en una sola de las Cámaras y puede hacer
regir el mismo presupuesto del año anterior si el Congreso no
aprueba dentro del plazo el que haya presentado oportuna­
mente. Fuera de lo anterior, en materia económica tiene reser­
vada la iniciativa exclusiva, entre otras, para crear nuevos em­
pleos rentados o servicios públicos, fijar o modificar las remu­
neraciones del personal administrativo del Estado, fijar o
aumentar sueldos o salarios de los trabajadores del sector pri­
vado, modificar regímenes previsionales y conceder pensiones
y beneficios pecuniarios”, (op. cit. pág. 17).
El panorama por cierto que es realista. Ningún Jefe de Es­
tado podría quejarse de sus1prerrogativas. Pero ello no es bas­
tante para la UP. Veamos por qué: “ Realmente esas facultades
no son escasas si se las compara con las del Congreso Nacio­
nal y parecerían bastantes para que el Presidente pudiera obrar
como un eficiente administrador del Estado. Pero si ellas pue­
den considerarse suficientes o aún sobradas cuando se trata
de gobernar una sociedad en reposo, destinada a preservar el
statu quo o cuando más a evolucionar lentamente dentro de
los marcos llamados de “ desarrollo” se tornan dramáticamente
insuficientes para el Jefe del Estado que aspira a provocar
transformaciones profundas en las estructuras políticas del
país y en sus condiciones socio-económicas como es el caso
del Presidente Allende”, (op. cit. págs. 17 y 18).
En la cita anterior comienza a aparecer claramente “el res­
quicio” antidemocrático del oficialismo. En la práctica todo
va siendo reducido a los derechos de los buenos y los malos.
Toda democracia supone la búsqueda de un consenso mí­
nimo. Los cambios, por cierto, que no constituyen una excep­
ción a dicho principio. Incluso se podría sostener que con
mucha mayor razón los cambios deben ser realizados sobre
la base de un consenso mayoritario para que realmente respon­
dan a las aspiraciones del pueblo.
42
■
Sin embargo ello es imposible si se parte de que la sóciedad está dividida entre explotados y explotadores, habiendo
estos últimos construido su más poderosa fortaleza en el sis­
tema jurídico y en la institucionalidad del Estado. ¿Cómo es­
perar que los explotadores colaboren en la destrucción de su
poderío, tendiéndole la mano a los partidos que representan
a los explotados? Por cierto que miradas las cosas así, ello es
imposible.
Y
por eso la UP se aleja de la Democracia. Dogmatiza to­
do hasta el punto que llega a la idolatría de su propio “Dios
Programa” a cuyos pies caben todos los sacrificios imaginables.
Por cierto que el señor Novoa, jurista antiguo en Chile,
no se detiene un minuto a pensar si el Programa no hubiera
podido concitar un cierto consenso nacional. Parte, a priori, de
la incompatibilidad esencial entre los buenos y los malos, que
tiene que traducirse — si se quiere que haya salida— en la capi­
tulación incondicional de los malos.
Tan así es ello, que el propio Allende en su Primer Men­
saje Presidencial llegó a decir: “ Del realismo del Congreso
depende, en gran medida, que a la legalidad capitalista suceda
la legalidad socialista... sin que una fractura violenta de la
juridicidad abra las puertas a arbitrariedades y excesos que, res­
ponsablemente, queremos evitar”.
En otras palabras, la divinidad del programa de la UP no
puede ser cuestionada. Se trata de que la minoría explotadora
de los malos — que para mala suerte del Gobierno se convier­
te en mayoría en las urnas— capitule. Incluso se le aconseja
que lo haga, para evitar males mayores.
La burguesía explotadora y los partidos que la represen­
tan puede todavía encontrarse con situaciones peores que la
de verse destruida pacíficamente por la legalidad socialista.
Para ello se le advierte con anticipación.
Nadie podría discutir el contenido antidemocrático de dicha
lógica. Y por eso se abandona la democracia para asilarse en
una legalidad que no se puede ignorar sin demasiados riesgos.
Dejemos a Novoa con la palabra:
“ Como ha podido apreciarse, se trata de un marco legal
que si no puede tenerse como un muro absolutamente infran­
queable para el cumplimiento de una política que tienda al
43
establecimiento del socialismo, apenas llega a ofrecer ásperos
atajos y estrechos senderos para un fin semejante”, (op. cit.
pág.19). (Subrayado nuestro).
Y continúa: “ Sin embargo, nos encontramos frente a un
hecho indiscutible: en el curso de menos de un año y medio de
Gobierno, el Presidente Allende ha logrado realizar parte im­
portante de su programa, no obstante haberse ajustado a la
legalidad vigente. ¿Cómo explicar este hecho?” (op. cit. pág.
19) (Subrayado nuestro).
La verdad es que lo primero que se debe comentar es la
lógica “indestructible” del asesor letrado de S. E. Porque ape­
nas una líneas después de haber descrito esa emulación de los
Macabeos entre “ ásperos atajos y estrechos senderos”, termi­
na por hacernos la pasmosa confesión de que ya se ha reali­
zado “una parte importante” del programa revolucionario que
esta corrompida legalidad vigente hacía imposible. Al parecer,
en esta novela de suspenso, los héroes revolucionarios han lo­
grado derrotar a la oscura y siniestra burguesía dominante,
que durante siglos construyó nuestro aparataje jurídico para
hacer eso imposible.
Se trata ahora de ver las razones de ese prodigio y por
cierto que nos sorprenderemos.
“ Increíblemente, la propia exuberancia legislativa, su desor­
den y falta de organicidad pasaron a convertirse en aliados de
estos esfuerzos. ¿Cómo entre tantos miles de preceptos, no
iban a subsistir algunos pocos, que manejados con destreza
abrieran una brecha por la cual conducir los esfuerzos guber­
nativos? La respuesta fue afirmativa. Existían tales preceptos
y ellos fueron encontrados”, (op. cit, pág. 20). (Subrayado
nuestro).
Es decir, la burguesía que tan “ laboriosa, hábil y paciente­
mente” había “ forjadó y perfeccionado” su estafa institucional,
cayó derrotada por vicios tan simplotes como el desorden, la
exuberancia y la falta de organicidad. ¡Otra prueba más de có­
mo se van contradiciendo los marxistas cuando quieren probar
que las democracias son tan sólo las dictaduras de las bur­
guesías!
Y el mecanismo empleado permitió descubrir dentro de
la maraña de la legalidad, “ poderes de los llamados jurídica­
mente ‘discrecionales’ (es decir que permiten la adopción de
medidas por la autoridad con apreciable margen de libertad),
otorgados en su origen con el fin de resolver materias perti­
nentes con criterio, por cierto ‘reformista’ o ‘desarrollista’. Pe­
ro, aunque tal hubiera sido el pensamiento del legislador que
los dictó, en el hecho estaban allí, como fuentes de poder am­
plio para poner en aplicación medidas destinadas a la orga­
nización de la economía y de las tareas productivas y, aun cuan­
do otro hubiera sido el propósito íntimo de sus redactores, en
plena aptitud para ser utilizados también en la aplicación de
una política socialista”, (op. cit. pág. 21). (Subrayado nuestro).
Me parece innecesario seguir argumentando que el Go­
bierno de la Unidad Popular confundió, trágicamente, la de­
mocracia con la legalidad.
Y
el asunto no tiene sólo interés teórico. En este “ resqui­
cio” está nada menos que en juicio la legitimidad moral del
Gobierno constitucional para seguir gobernando democrática­
mente el país.
Confundidos en su lógica marxista entre las leyes y el
consenso, el oficialismo ha desatado un conflicto político de
tal magnitud que hace peligrar su propia base de sustentación
democrática.
Ello es perfectamente explicable a la sola condición de com­
prender que las leyes están para servir a las democracias y no
éstas a las leyes. Error de por sí grave, pero mucho más si se
considera que en este caso la legalidad característica de la
“ vía chilena” ha sido puesta tan sólo al servicio del programa
de la coalición oficialista.
Entonces, cuando las leyes comienzan a ser instrumentalizadas no como principios destinados a regular la convivencia
democrática, sino que como “ desfiladeros” para imponer el
socialismo sin buscar el mínimo de consenso político y social,
es legítimo que los pueblos se vayan rebelando a medida en
que la violación de las reglas del juego aparece como más
clara.
Tan obvia es esa realidad que el propio asesor político de
Allende, Joan Garcés, sostiene: “ ...Combate ideológico que
dista de ser relevante pues afecta nada menos que a la legiti­
midad institucional del Gobierno de Allende. Algo fundamental
45
y que no siempre han visto políticos de la propia izquierda,
cuando tienden a buscar y reconocer una sola legitimidad: la
revolucionaria. Pero no se dan cuenta de que el camino revo­
lucionario actualmente seguido por Chile presupone la legitimi­
dad institucional que le dio la forma de llegar al Gobierno y
su ejercicio dentro de los márgenes de la ley y la Constitución.
La revolución social no necesita, es cierto, de esta última le­
gitimidad. Pero si se desea llevarla a cabo sin verse abocados
ineludiblemente a la quiebra violenta de la estructura social
y del proceso productivo, sin enfrentamiento con las institu­
ciones coercitivas del Estado, sin recurrir a la sola fuerza física
como medio resolutivo de las contradicciones sociales, la le­
gitimidad revolucionaria del Gobierno de Allende necesita
conservar su legitimidad institucional”. (Joan Garcés, “ Revo­
lución, Congreso y Constitución, el Caso Toha. Editorial Quimantú, 1972, pág. 16). (Subrayado nuestro).
Garcés tiene toda la razón en afirmar eso. Tan sólo se
equivoca al creer que la legitimidad institucional es posible
mantenerla con el sólo apego a la formalidad legal. Ella está,
siempre, implicada en el reconocimiento mayoritario de que se
actúa dentro de las reglas del juego y que se busca servir ho­
nestamente el interés mayoritario del pueblo y no tan sólo
servir los propios empecinamientos.
Es esta la razón, por la cual la legalidad “ revolucionaria”
de Allende lejos de haber legitimado democráticamente su Go­
bierno, lo ha ido deteriorando gravemente en sus fundamentos
democráticos.
La lógica leninista sigue penando a los estrategas de la
Unidad Popular. Pero no hemos detenido todavía la caída por
el tobogán.
3.
La Lógica del Enfrentamiento y la Violencia.
La paz social es sólo posible mientras los ciudadanos dele­
guen la solución de sus conflictos y problemas en una autori­
dad comúnmente aceptada. De no ser así, sólo la violencia y
la fuerza física es capaz de resolver el conflicto, siempre a
favor del más fuerte contra el más débil.
46
Es ésta la razón de por qué la organización jurídico-democrática del Estado marca de manera tan clásica, los progresos
de la civilización humana. Es dentro de ese cuadro, que los
hombres eligen sus autoridades, aceptan la norma común como
un valor indiscutido y se someten libremente a una autoridad
por encima de las partes en litigio.
¿Pero cómo se mantiene todo aquello, si se parte del prin­
cipio de un antagonismo dicotómico inevitable en que un bando
tiene que estar sometiendo al otro para imponer su ley?
¿Cómo mantener la paz social en un cuadro donde se
parte de la ilegitimidad de las estructuras y las normas co­
munes?
Ese es el problema clave de los chilenos bajo el Gobierno
de la Unidad Popular. El esquema ideológico del oficialismo,
al irse trasluciendo en la acción, ha ido minando la legitimidad
del sistema, asaltado desde el propio Palacio de La Moneda.
Tal como veíamos al tratar la legalidad, hay un momento
en que el Gobierno deja ver sus intenciones. Y ellas, por cier­
to, que no son democráticas aun cuando puedan llegar a estar
revestidas de una leve capa de formalismo jurídico.
Y
cuando la legalidad del sistema se resquebraja, nace la
indefensión y la inseguridad de los ciudadanos. Es ése el mo­
mento en que la lógica del enfrentamiento y la violencia hace
su aparición.
Para partir, cronológicamente, habría que decir que esta
lógica venía implícita en el aparataje ideológico marxista, a
partir de la lucha de clases y la teoría del Estado burgués.
En la entrevista que Carlos Altamirano le diera al perio­
dista cubano, Joaquín Andrade (Punto Final, N’ 120, del 22
de diciembre de 1970), responde a varias preguntas que mues­
tran el estado de ánimo y la lógica política del jefe del princi­
pal partido oficialista. La primera de ellas es relativa a la
estrategia que la derecha (que engloba, para él, a toda la opo­
sición) jugará frente al Gobierno que recién asume el poder.
Altamirano responde: “ Pienso que la derecha chilena va a
jugar todas las cartas. El hostigamiento por la vía parlamentaria;
el descrédito internacional de nuestro país, esto ya se está
haciendo, especialmente, en los EE. UU; el temor y la intran­
quilidad respecto a las medidas que se tomen, la profundiza47
ción de la crisis económica y, por último, intentarán crear el
caos. No creo que utilicen una sola estrategia o una sola tác- *
tica. Recurrirán a la polarización económica y también al golpe
de Estado; intentan todos los recursos...” A ello el periodista
agrega: “Entonces, ¿la posibilidad que la derecha chilena intente
un golpe de Estado no está descartada?” y Altamirano respon­
de: “ Vuelvo a repetir, creo que no dejará de lado ninguna de
las alternativas a que pueda recurrir. Entre ellas, la del golpe
de Estado. No me cabe duda que a medida que se radicalice el
proceso, por la construcción de una nueva sociedad en nues­
tro país tendrá que venir un serio enfrentamiento entre las
fuerzas conservadoras, tradicionales, que defienden el statu
quo y la que está pugnando por crear una nueva sociedad...”
(Subrayado nuestro).
No bien convencido aún, el periodista, lanza la última pre­
gunta: “¿La Unidad Popular se prepara para ese enfrentamien­
to?” A ella responde sin ambajes el actual Secretario General
del PS: “ Sí, nos preparamos y pensamos que el desarrollo y la
radicalización del proceso debe llevar a ese enfrentamiento. Si
me equivocara, en buena hora. Pero pienso que, lamentablemen­
te, Chile no va a ser una excepción al conjunto de los procesos
que se han desarrollado en la historia universal”. (Subrayado
nuestro).
Me parece que no se necesitan mayores comentarios acer­
ca de la dinámica del proceso de la violencia en Chile, des­
pués de conocer las palabras de Carlos Altamirano. Porque la
verdad de las cosas es que ellas responden a un apriorismo
ideológico y no a una constatación empírica.
Bastaría mirar lo que realmente ha ocurrido en el curso
de estos dos años para comprender, en forma clara, que el
comportamiento político de los chilenos ha sido radicalmente
diferente al pensado como inevitable por el jefe socialista.
Si hubiera de hacerse justicia, la historia señalaría que
realmente la oposición política en Chile ha sido extremadamen­
te cautelosa en relación a la magnitud de los riesgos que el
país y la institucionalidad democrática han corrido.
Más bien se ha reproducido lo que el sociologo Robert K.
Merton, llamaba a la profesía auto-cumplida. La obsesión ofi48
cialista por el enfrentamiento ha sido de tal manera fantástica
que son ellos los que han terminado por crear todas las condi­
ciones que lo permitan. Aun cuando nadie hubiera pensado
razonablemente en ello, en los últimos meses de 1970 y el cur­
so de 1971.
Cuando se cree que hay constantes inevitables de “ la histo­
ria universal” que llevan a la violencia, es difícil que no se
termine por crear la cuota necesaria de irritación e incertidumbre como para que ella se produzca.
Por lo demás, después de este Gobierno, sabremos con cer­
teza la magnitud de los esfuerzos hechos por los partidos marxistas para prepararse para este enfrentamiento, denunciado
desde siempre y para siempre por Lenin. Es la hora en que sa­
bremos de los contrabandos de armas, de los arsenales, del uso
de los recursos fiscales y de los mecanismos del poder para
hacer posible la constitución del aparato para-militar del ofi­
cialismo. Muchos llegarán a sorprenderse de todo aquello que
se sabrá a la hora de la victoria democrática.
Pero eso es sólo el primer eslabón de la lógica del enfren­
tamiento. Porque no deja de ser lógico que si un jefe de partido
que tiene en sus manos el poder del Gobierno se expresa en
esos términos, el resto de los chilenos no vaya siendo víctima
de un sentimiento de inseguridad creciente.
Cuando se sabe de las milicias armadas del oficialismo,
son muchos los chilenos que se interrogan con creciente preo­
cupación: ¿cómo defenderemos nuestros hogares si son asal­
tados por las fuerzas extremistas? ¿Quiénes garantizan una ade­
cuada protección a nuestra indefensión democrática?
Y
no se necesita exagerar para sostener que cuando los
términos en que se interroga un país llegan a esos niveles, la
violencia de la ley de la selva está cerca.
Agregúese además, la discriminación clara en la aplicación
de la ley. Si Ud. es estudiante partidario del Gobierno puede
manifestarse en cualquier lugar de Santiago y provincias; y por
si alguien pretendiera agredirlo — cosa que no ha ocurrido
nunca— le colocan al Cuerpo de Carabineros como niñera.
Pero si Ud. tiene la mala suerte de ser un estudiante opositor,
puede tener la seguridad de que estará circunscrito a un ghetto
49
en cualquier ciudad y que además, el Cuerpo de Carabineros
tendrá “ órdenes superiores” para apalearlo y lanzarle bombas.
Y la cosa suma y sigue. Si Ud. es agricultor —aunque sea
dueño de 5 htás. puede estar seguro que se la pueden ocupar
sin que los asaltantes corran riesgo alguno. Pero si Ud. llega
al extremo “ sedicioso” de querer expulsar por su propia mano
a los usurpadores, tenga la seguridad que a las pocas horas
tendrá una querella por Ley de Seguridad Interior del Estado
y todo el “ aparato represivo” del Estado “ burgués” estará so­
bre sus talones para ponerlo en manos de la justicia de “ clase”.
Y si Ud. es comerciante, o dueña de casa, o industrial, o
periodista, o chofer, o empleado, estará seguro de que correrá
igual suerte.
¿Por qué? Por la simple razón de que Ud. al estar en con­
tra de los partidos de “ la clase obrera” forma parte, consciente
o inconsciente, de los explotadores. Y al ser eso así, la obliga­
ción del “ Gobierno de los Trabajadores” es usar contra Ud.
la “legalidad” como un primer paso hacia el momento defini­
tivo en que se instaure la dictadura del proletariado sobre la
burguesía, dando así vuelta la tortilla de la actualidad.
El asunto puede ser tratado desde muchos puntos de vista;
ya sea el humor, la indignación y hasta la franca frivolidad. Pero
hay un hecho dramático que se encierra tras las constantes ac­
tuales: el Gobierno va perdiendo, aceleradamente, su legiti­
midad democrática mientras los ciudadanos comienzan a pen­
sar en sus propios caminos de defensa y seguridad personal.
El poder democrático de las mayorías pierde uno de sus
fundamentos más poderosos como es la fuerza de la ley y pasa
a depender en forma cada vez más preponderante en las fuer­
zas de las armas cuyo control constitucional está entregado a
las FF. AA. y de Carabineros. La fuerza armada constitucional
se yergue como el único bastión de equilibrio frente al poder
de la fuerza armada extremista que busca la violencia y el
enfrentamiento.
La mitología esquizofrénica de las fuerzas oficialistas, las
ha llevado a todos los extremos. Así lo veremos cuando hable­
mos de la mentira.
Cuando un pueblo —y fundamentalmente su clase media—
50
I
comienza a creer que los mecanismos legales, que la autoridad
común, que la norma y el procedimiento democrático no son
más capaces de garantizarle la sobrevivencia física y la jus­
ticia mínima, surge la rebelión.
Como conclusión podemos decir que la obsesión del en­
frentamiento derivada de la lucha de clase, a la cual se le suma
el debilitamiento orgánico de la democracia a partir de una
manipulación interesada de la legalidad conduce a un agra­
vamiento peligroso de la paz social.
Siendo el instinto de sobrevivencia uno de los más fuer­
tes de la especie humana, todo intento de amenaza, lleva invo­
lucrada una respuesta proporcional.
Esa es la dosis de equilibrio que salva el sistema democrá­
tico. Y también, la dosis de desequilibrio que trae consigo la
amenaza totalitaria de aquellos sectores que piensan en térmi­
nos de una desigualdad esencial de los ciudadanos y la dejan
traslucir.
El caso es que la Unidad Popular sometida a su esquema
ideológico ha ido creando las condiciones para la destrucción
de la armonía democrática y el nacimiento de la lógica del
enfrentamiento y la violencia.
fío he querido hablar, a propósito, del MIR y su estrategia,
porque después de la capitulación de Salvador Allende ante
ellos, en Lo Hermida, no hay ninguna razón valedera para se­
guir considerándolos una excepción.
Cuando el Presidente de la República destituye a los jefes
de la policía que se defienden de una agresión armada del mirismo, mientras cumplen con su deber de detener a un pró­
fugo de un complot de ultra-izquierda, no hay ninguna razón
para sostener que el mirismo es ajeno al Palacio de La Moneda.
Por el contrario, habrían razones de sobra para pensar que
está mucho más íntimamente ligado al poder que varios de los
partidos de la UP. Pero, en todo caso, resulta evidente que Sal­
vador Allende les reconoce una autoridad armada equivalente
a la de la policía constitucional, después de las medidas que
adoptó en aquella ocasión.
Es éste un cuadro de la lógica de la violencia en acción.
51
4.
Las Connotaciones de la Lucha Anti-Imperialista y AntiOligárquica.
La infaltable predicción mecanicista tenía su axioma muy
bien definido: si la revolución es anti-imperialista y anti-oligárquica, necesariamente se producirá la agresión imperialis­
ta y oligárquica.
Dos más dos, son cuatro. También en las ciencias sociales
y en libre actuación de los hombres.
Convencidos de que eso se produciría, la UP comenzó a
orquestar sus defensas costeras para repeler el ataque.
El país fue puesto en alerta: ¡los imperialistas y los oli­
garcas se preparan para el asalto! Y día a día, los titulares de
“ El Siglo”, “ Puro Chile”, “ Ultima Hora”, “ Televisión Nacional”
daban nuevos antecedentes del conflicto inminente.
Han pasado ya más de dos años y Allende “ ha realizado
una parte importante de su programa” y sin embargo, la doble
agresión no se ha producido.
Fuera de la natural frustración que el hecho tiene que
haber producido en la UP, esta situación pacífica — sobre todo
si se considera que la Revolución Cubana sufre diez años de
bloqueo económico y ha sufrido varios intentos de invasión;
que la Revolución Vietnamita recibe, diariamente, millones de
toneladas de bombas; que la Revolución Checoslovaca recibe
la “visita” de los tanques soviéticos; y que la pobre Revolución
Chilena anda tan sólo siendo embargada por el mundo, como
comerciante pobre, por empresas privadas extranjeras— tiene
su explicación.
¡Es falso que los hombres y las colectividades se muevan
tan sólo en razón de sus intereses económicos! Ello ha sido
probado hasta la saciedad en todas las naciones de la tierra,
pero los marxistas tienen que seguir creyendo y actuando co­
mo si fuera cierto, porque si no dejarían de sér marxistas.
Como ya habíamos señalado en páginas anteriores, la razón
principal de la creciente y multitudinaria oposición a este Go­
bierno ha sido de orden político y no económico.
Bastaría señalar el contenido magnánimamente democrá­
tico del Pacto de Garantías Constitucionales, con cuya apro­
52
bación Salvador Allende recibió los votos de la Democracia
Cristiana en el Congreso Pleno. En su texto está claramente
reflejado —que aun cuando en ese momento el afiebrado can­
didato triunfante estaba dispuesto a firmar cualquier cosa con
tal de ver cumplido su “ sueño del pibe”— tan sólo le pidieron
garantías en cuanto a los derechos individuales y sociales de
los chilenos. Ninguna cláusula que dificultara su tarea de trans­
formación social.
¡La Reforma Constitucional de octubre de 1970 es una
garantía anti-totalitaria y no anti-revolucionaria!
Por si esto fuera poco, o se considerara tan solo formal,
podemos sacar a colación los hechos ocurridos en este lapso
de tiempo. La mayoría de los grandes imperios financieros han
caído, casi sin ruido; pero en todo caso sin cuartelazos, sin
enfrentamientos armados, sin defensas desesperadas. Igual co­
sa ha ocurrido con los Bancos. Y en el campo, la única violen­
cia la han impuesto los miristas y los funcionarios públicos.
¿No es legítima entonces la pregunta, dónde está la deliran­
te oligarquía que defendería a sangre y fuego sus privilegios
centenarios, base de su poder de dominación política?
Y
esta realidad tiene todavía agravantes para el Gobierno.
Ya hemos visto la tesis oficial de Eduardo Novoa sobre cómo
manejar las leyes para conseguir los efectos propuestos por
el oficialismo. De ahí que la caída de numerosas de esas em­
presas haya sido hecha en el más puro estilo gansteril y con
un desparpajo abismante.
Sin embargo, sus propietarios han seguido el racional y
democrático expediente de recurrir a la Justicia para la res­
titución de sus derechos conculcados. Aun cuando mientras du­
ra el largo proceso judicial son muchas aquellas empresas que
han sido destruidas por aquellas bandas de irresponsables
—que bajo el nombre de interventores— el Gobierno ha des­
plegado por el sistema industrial chileno para destruirlo.
¿Cuáles han sido en cambio, los puntos de conflicto real
y de alta movilización política y popular? Aquellos casos don­
de la propiedad estatal de un determinado tipo de empresas
es una certeza de atentados antidemocráticos por parte del ofi­
cialismo gobernante.
53
El primero de ellos es la Papelera, industria que se defien­
de, no como ente económico-financiero sino que en su calidad
de fabricante de papel. Porque existe la certeza racional de
que el papel en manos del Estado sería usado para coartar la
libertad de expresión escrita.
Pero además de ello, porque se defiende el principio de la
legalidad en contra de la imposición arbitraria de la voluntad
del Gobierno para cumplir sus objetivos. Porque no habiendo
sido posible encontrar “resquicios” legales para adueñarse de
la Papelera, el Gobierno ha recurrido al expediente inacepta­
ble de llevarla a la quiebra mediante el manejo arbitrario, in­
justo y descarado de medios legales que fueron creados para
que los administraran funcionarios honorables (*).
Luego vienen los Bancos, donde no se ha pedido su restitu­
ción a sus antiguos propietarios, sino que un sistema de empre­
sa de trabajadores, que impida que el Estado utilice este mono­
polio al servicio de su poder político o de sus intereses eco­
nómicos.
Luego vienen las radios, de cuya defensa no se necesita
hablar, sobre todo después de haber visto el inmoral manejo
que se ha hecho de la Televisión Nacional, convertida en ins­
trumento de culto a la personalidad y divulgación de mentiras
orquestadas.
Por lo demás, bien se puede calcular que la inmensa ma­
yoría de los chilenos no está ligada a los grandes intereses eco­
nómicos de manera tal que se pudiera explicar, razonable­
mente, la multitudinaria y aplastante oposición al Gobierno.
Las razones están en otra parte. Y entre otras cosas, por­
que la propia ineficiencia, la inmoralidad funcionaría y la ile­
gitimidad democrática de los procedimientos utilizados en la
lucha “antioligárquica” han venido a mostrar las realidades
que se encierran tras las palabras...
(*) Después del Paro Nacional de Octubre y estando ya este
libro en prensa, el Gobierno acordó un reajuste adecuado al precio
del papel y rompió el cerco para hacer quebrar la Papelera. Fue
necesario para ello un paro de 27 días de duración y el acceso
de Ministros Militares al Gabinete para que el asunto se resolviera
adecuadamente.
54
I
Los aspectos económicos ya los veremos en la exposición
de Andrés Sanfuentes.
En cuanto a la gran batalla “ antiimperialista”, debemos
decir que ella no ha librado los frutos que el Gobierno espera­
ba cosechar.
Fracasado el “ levantamiento de la oligarquía”, quedaba al
menos la esperanza de la agresión internacional, que cohesio­
nara al oficialismo, obligara a la oposición a sumarse a sus
posiciones y a conquistar poder ilegítimo en nombre de las
banderas y los intereses de la Patria.
Y
la gran ocasión para ello fue la nacionalización del co­
bre, conocida también como “Acta de la Segunda Independendencia Nacional” con que el “ Conductor de la Revolución
Chilena” culminaba la inconclusa obra del Padre de la Patria,
don Bernardo O ’Higgins.
Pero tampoco ha sucedido nada. O si ha sucedido mucho
ha sido en una línea diferente a la esperada.
Por la vía de las anécdotas, no es vano recordar (para la
preservación del buen humor) que esta solemne “ Segunda In­
dependencia” fue debidamente antecedida por un “ complot
mundial” organizado por la CIA para bajar el precio del co­
bre, vendiendo partidas inexistentes de metal chileno. Todos
sabemos cómo terminó el asunto.
¿Pero qué hubo de verdad en lo de la nacionalización del
cobre? En primer lugar se estaba tan sólo nacionalizando el
49% de las acciones de las comoañías norteamericanas que
no estaban, todavía, en manos del Estado Chileno. En otras pa­
labras, la Segunda Independencia, ya había tenido un preestre­
no de traie largo y gran orquesta.
Además, el Congreso Nacional, por la unanimidad de sus
miembros aprobó las disposiciones pertinentes y le entregó am­
plias facultades a Salvador Allende para que procediera a fi­
jar las indemnizaciones y las formas de pago. Si las usó bien
o mal, es algo que la historia dirá y para él será el mérito de
lo obrado, para bien o para la catástrofe.
En resumen, el conflicto quedaba sometido a los tribunales
y las partes eran el Estado Chileno y las compañías Anaconda
y Kennecot. El Gobierno de los EE. UU. quedó fuera del con­
flicto.
55
Y ha pasado lo que tiene que pasar cuando pleitean dos
partes por intereses contrapuestos; cada una desarrolla sus
defensas al máximo para vencer y ganará aquella que tiene la ley
y la razón de su parte, o la mayor eficiencia para desarrollar su
defensa.
Entonces nada de raro tiene que la Kennecott y la Anacon­
da anden pleitándonos por todo el mundo, dejándonos en el
papel más disminuido que ha tenido nunca en su historia el Es­
tado chileno, al tener que abrir batalla contra empresas pri­
vadas y no contra Estados Soberanos.
Lo raro hubiera sido que se hubieran quedado tranquilas
con la resolución expropiatoria sin indemnización y hubieran
dado las gracias por ella.
Por lo demás los chilenos tenemos la obligación de pensar
que Salvador Allende cuando ejerció sus facultades constitu­
cionales — en medio de una alud de “ Dictats” y ultimátums
del PS que parecen no haber sido desoídos— , tenía previsto el
costo que Chile pagaría en dinero y en prestigio por lo que hacía.
El conflicto es desgraciado para los chilenos, pero perfec­
tamente previsible y a nadie pudo haber pillado de sorpresa.
En otras palabras, la agresión imperialista que se supo­
nía política y de gran envergadura, resultó ser económica,
por la vía judicial y de parte de dos compañías.
Por eso se tuvo que recurrir al invento de un “bloqueo
invisible” para tratar de crear alguna solidaridad interna y
para justificar, en parte, la catástrofe económica.
Y si por bloqueo económico se entiende que hay cré­
ditos de los EE. UU. que no se han cursado o renovado, ha­
bría que decirle al señor Allende que alguna vez viéramos
la política como un conflicto de adultos y no como un juego
de niños. ¿O es que alguien piensa que cuando un país con­
tradice a otro en forma sistemática y reiterada el otro, además,
tiene que ayudarlo entusiastamente? ¿O no es más lógico
pensar que tan sólo se le debe exigir que no realice maniobras
ilegítimas o presiones indebidas?
El caso es que la “ revolución” antiimperialista y anti­
oligárquica no ha recibido como respuesta la agresión espera­
da. Sin embargo la política del Gobierno de Chile se ha
56
basado en sus supuestos marxistas para desarrollar su polí­
tica en ambas materias.
En los trabajos que siguen veremos sus efectos prácticos
sobre la economía nacional. Desde el punto de vista políti­
co baste dejar establecido lo que ha ocurrido y cómo, nue­
vamente están presentes las premisas marxistas que configu­
ran la trama central de toda la estrategia de la Unidad Po­
pular.
5.
La Manipulación de la Opinión Públicd y el Reemplazo
de la Ideología Dominante.
En la medida en que la dictadura de la burguesía se de­
fiende en todos los campos, lo lógico es que también emita
secreciones mentales para someter intelectualmente a los explo­
tados. Ellas se llaman: la ideología dominante y se expresa en
todo aquello que no sea la “ ideología de la clase trabajadora”,
es decir el marxismo-leninismo.
En consecuencia, una de las tareas principales de la “libe­
ración” del pueblo es lavarle el cerebro de todos los resquicios
burgueses y rellenarlo de conceptos marxistas que le permitan
descubrir “la verdadera verdad” .
Para ello, el oficialismo ha contado con importantes herra­
mientas de acción. Pero no con todas, lo que ha dejado serios
baches en su “ humanitaria” tarea.
Contaban, en primer lugar, con el Canal Nacional de Tele­
visión, que ha sido el ariete de la concientización revolucionaria
y de la manipulación de opinión pública. Además con el Canal
9 de la U. de Chile.
Tienen una importante cadena de diarios, debidamente fi­
nanciados por los recursos de la burguesía dominante, traspa­
sados al “ área social” primero, y luego a sus “ benefactores”
por la vía de los avisos publicitarios.
Sorpresivamente, también el oficialismo ha logrado hacer­
se de una “pequeña” caja financiera para adquirir una vasta
57
cadena de emisoras, entre las que se incluyen aquellas de ma­
yor potencia.
Tienen en su poder la Editorial Quimantú, de propiedad
estatal, que edita un gran número de revistas y que ha inun­
dado el mercado del libro con literatura marxista bonificada
a precios populares.
No obstante todo ello, el asunto no ha podido avanzar
demasiado en la medida en que los chilenos creen más a lo
que ven sus ojos, que a lo que Marx les dice desde su Olimpo
decimonónico.
Porque el precio que un pueblo esté dispuesto a pagar por
su revolución es algo voluntario. Y cuando ellos dejan de ser
voluntarios y son impuestos obligatoriamente, comienzan a lla­
marse robo.
De ahí que el problema de la alienación burguesa no haya
sido tomado como un mal demasiado grave por los chilenos,
cuando la comparan con los productos de “las mentes liberadas;
con las actuaciones y fachas de los “ hombres nuevos” que se
han liberado definitivamente.
En esta materia el intento concientizador ha sido costoso
pero ineficaz. Los resquicios de la libertad de prensa, de radio
y TV han sido tan grandes, que por ahí han respirado los
chilenos. No ha pasado este problema de ser un intento que
ha permitido, también, traslucir el lado más negativo del espí­
ritu totalitario.
Algún día, cuando los tiempos lo permitan, alguien deberá
hacer una investigación empírica de la prensa oficialista en
estos dos años y comprobar, así, de qué manera ella fue de­
velando una imagen moral, intelectual e ideológica del oficia­
lismo, que desesperadamente, se trataba de confundir en las
actividades oficiales.
Ha sido la prensa oficialista uno de los primeros instru­
mentos destinados a poner sobre alerta a los chilenos del ries­
go de que la camarilla reinante llegará a controlar la totalidad
del poder. En sus páginas apareció el rostro de la dictadura
que no se notaba tras los trajes oscuros y los vestidos largos
en las ceremonias oficiales.
Y, aun cuando difícil sea probarlo, es mi impresión más
convencida de que han sido los diarios oficialistas y, sobre
58
todo, los representantes UP en los foros de televisión, aque­
llos elementos políticos y morales que mayor inquietud han
traído a la población. Y los que mayor rechazo cultural han
provocado. Son ellos los que han contribuido a fortalecer la
oposición y a dinamizarla en su militancia y en su decisión,
más que mil discursos o mil reuniones de partido.
Cabría decir que hasta donde se conoce, el sistema educa­
cional no ha sido amenazado en términos masivos. Por cierto
que no han faltado las demostraciones de intolerancia ideoló­
gica y los intentos de concientización marxista. Pero, difícil­
mente, se podría sostener que el oficialismo se ha puesto a esa
tarea, en términos generales.
El primer globo sonda lanzado — que fue el “ putsch” co­
munista para apoderarse de la Universidad de Chile— , demos­
tró el alto precio que tendrían que pagar para destruir el plu­
ralismo ideológico de los chilenos. Además de la magnitud de
la derrota potencial a que se arriesgaban.
El conflicto de la U. mostró el grado de decisión de las
fuerzas democráticas en este campo.
Por lo demás, cabría pensar que, en términos leninistas, la
destrucción de la ideología dominante supone la toma previa
de la totalidad del poder. En este caso han evitado crearse un
conflicto generalizado en un área tan vital y explosiva, para
manejar el adoctrinamiento liberador en términos más amplios
y flexibles. Aun cuando más de algo deben haber estado pre­
parando en el secreto de sus Comités Centrales.
6.
La Dialéctica Leninismo-Realidad se Conjuga
en la Mentira.
A lo largo de estas páginas hemos ido comprobando cómo
la piedra angular de la estrategia política de la UP es de ori­
gen ideológico. Cómo los más altos jefes del movimiento y sus
intelectuales más caracterizados viven sometidos a la angustia
de la ortodoxia marxista-leninista y se esfuerzan por atenerse
a ella.
59
Y
por esta razón, los hechos se van poniendo siempre en
contradición con el pensamiento oficial. Hasta el punto que
el Gobierno ha sufrido una crisis en sus dos primeros años
que ningún otro gobierno había conocido antes en igual plazo.
De ahí surge la interrogante: ¿cómo puede- un movimiento
político y un Gobierno resolver la contradicción permanente
que existe entre los hechos y la interpretación ideológica que
les dan?
La respuesta empírica es: mediante LA MENTIRA.
El Gobierno de la Unidad Popular se ha visto sometido a
la inevitable necesidad de irse adentrando, cada vez en forma
más acelerada e intensa, en una maraña de engaños y menti­
ras. Todo lo cual crea un grave círculo vicioso cuyo único
efecto claro es la pérdida acelerada de prestigio y legitimidad
moral por parte del Gobierno.
Si el Gobierno se atuviera a la verdad, tendría que abando­
nar su bagaje teórico, porque tendría que atenerse a los he­
chos tal como ellos se producen y a las realidades tales como
ellas se dan. En política la principal verdad es la realidad; por
eso fracasan los dogmatismos y los esquemas apriorísticos.
El primer hecho visible que permitía ir intuyendo la tra­
gedia que se avecinaba, fue en relación al paradigma de la
agresión imperialista y oligárquica que defendería con todo su
poder sus intereses económicos.
Fue el ciclo de los complots y los movimientos sediciosos.
Este se mantiene aún en vigencia, pero ha ido cambiando su
contenido interno.
No se necesitan demasiadas pruebas sobre estamateria,
porque la memoria de los chilenos es, ciertamente, el mejor
testimonio.
Tal vez una breve recapitulación bastará:
1. La nómina de asesinos de Allende puesta por éste en
una notaría.
2. La denuncia de un intento de asesinato en Viña del
Mar, cuyo autor fue identificado públicamente y resultó ino­
cente.
3. El complot
internacional del cobre.
4. El atentado
del Estadio Chile contra S. E.
60
5. El arsenal de Jorge Ross.
6. El contrabando de las metralletas flotantes del Puelche.
7. La mano de la CIA y la Ultra-Derecha en el asesinato
de Edmundo Pérez.
8. La agresión norteamericana a Chile por la nacionali­
zación del cobre. La cual terminó siendo tan sólo un par dé
editoriales de algunos periódicos medianos, de los EE. UU.
9. La asonada fascista de la marcha de las cacerolas.
10. El complot de la ITT que probaba la mano de “ la
reacción” derechista y freísta contra el Gobierno. Cuando “ El
Mercurio” lo publicó antes de que el Gobierno lo diera a co­
nocer, el país atónito comprobó que el documento probaba
todo lo contrario.
11. El atentado del macetero de greda en el Cerro Cas­
tillo.
12. El complot de los chupetes de guagua.
13. El complot del pastel de choclo.
14. El complot de UNICOOP.
15. La asonada fascista de la FESES.
16. El Plan de Septiembre y el luego anunciado Plan
Octubre.
Es probable que se me olviden algunas de estas denuncias
permanentes, cada una de las cuales está destinada a provocar
una gran inquietud pública. Pero si se calcula que contabilicé
dieciséis en tan sólo veintitrés meses de Gobierno, podemos
llegar a la conclusión de que se produce una cada mes y medio.
¿Qué Gobierno puede resistir un descrédito semejante? ¿Y
sobre todo en un país dado al humor y al ridículo como Chile?
Pero luego sigue todo en iguales términos en todos los
ámbitos de la vida nacional.
La crisis económica tiene que ser explicada en términos
de “ sabotaje”, “boicot”, “ acaparamiento”, etc., etc. Y para tra­
tar de probar esa tesis, periódicamente, se orquestan campañas
destinadas a probar cada una de esas causales. E, inevitable­
mente, a las pocas horas los afectados se encargan de poner
la verdad en su lugar.
Y
así en relación al cobre, a las industrias, al comercio,
a la agricultura, hemos visto surgir decenas de quemantes acu­
61
saciones y de denuncias desgarradas. Y todas ellas han resul­
tado mentiras.
¿Pero, qué otra salida tienen? Desde el momento en que
la ineficiencia, la irresponsabilidad, los diagnósticos errados,
los métodos inadecuados, la falta de honestidad fueran recono­
cidos como causales efectivas de lo que ocurre, el marxismo
estaría destruido. ¿Porque no es acaso científicamente cierto
que todos los problemas derivan del capitalismo, de las es­
tructuras de dominación, de la burguesía explotadora? ¿Y de­
saparecidos éstos, cómo pueden seguir subsistiendo los males?
E igual cosa ocurre con la violencia y la estabilidad polí­
tica del régimen. ¿Si es la oligarquía la que tiene que reaccio­
nar porque le han tocado el interés económico, cómo recono­
cer que es la ultra-izquierda y el propio oficialismo el que
comete los desmanes?
El caso del Subsecretario del Interior, el comunista Daniel
Vergara, es no sólo paradojal, sino que clínico.
Vergara es como el viejo cuento de los fenicios. Cada vez que
ocurre algo, su obligación leninista es aseverar rotundamente
que se trata de un nuevo atentado de la reacción y la derecha.
Poco importa que a las pocas horas los porfiados hechos, una
y otra vez, coloquen a Lenín vuelto a la pared y con el cucu­
rucho de burro en la cabeza.
El caso es que la ortodoxia leninista no puede fallar. Y a
cada vuelta del examen, Vergara comienza con su ya conoci­
do... “ los fenicios...”
Hace un tiempo atrás, en un debate político identifiqué 19
hechos político-policiales de la más alta gravedad que habían
ocurrido en los 45 días que van entre la elección complemen­
taria de Coquimbo y el aniversario oficialista del 4 de sep­
tiembre. Y todos ellos, salvo uno, habían sido cometidos
por militantes oficialistas con clara y abierta complicidad ofi­
cial del Gobierno o algunos de sus personeros importantes.
Lo grave del asunto es que la lógica de la mentira tiene
necesariamente una aceleración degradante. Y el Gobierno in­
curre en ella cada vez en términos más intolerables para la
conciencia democrática.
62
Bastaría decir que en el curso del raes de septiembre, el
Subsecretario del Interior ha tenido que mentir tres veces en
materias de la más alta gravedad.
Mintió cuando afirmó que un militante del PN, cuyo nom­
bre dio a la publicidad por cadena nacional de emisoras, había
confesado su crimen contra el Cabo Aroca, del Cuerpo de Ca­
rabineros en Concepción.
El hecho resultó ser una infamia. Primero, porque los ase­
sinos habían sido socialistas, desde la sede de su partido; cosa
que era comprobable con sólo preguntar en la ubicación en
que se habían desarrollado los incidentes. Segundo, porque el
inculpado no se había declarado confeso de nada hasta el pun­
to que la Justicia lo sobreseyó de inmediato. Tercero, porque
había la manifiesta intención de encubrir a los asesinos a man­
salva de un funcionario policial en acto de servicio.
El segundo fue su intento de vejar la memoria del joven
Avilés, muerto casualmente en disturbios callejeros en San­
tiago, al afirmar que se trataba de “ un vago”, militante de
Patria y Libertad. Fue necesaria la indignada protesta de la
familia para que se restableciera la verdad.
El tercero, fue llegar hasta el límite del deshoñor al afirmar
que la madre del Presidente de FESES había mentido al decla­
rarse agredida por una banda de hampones oficialistas. Fue
necesaria la reacción airada de la dama ofendida para que el
inefable Vergara recibiera un bofetón público como nunca
antes lo había recibido un funcionario chileno.
En estos tres hechos se llega a mostrar la lógica de la men­
tira. Pero lo que es más grave, se demuestra, también, la lógica
misma de los regímenes totalitarios, capaces de amañar la
verdad a sus estrictas conveniencias.
Si un comunista actúa así en Chile, donde existe libertad
de expresión y oposición parlamentaria, pocas dudas pueden
caber de los límites de bellaquería e infamia que se pueden
alcanzar en un régimen totalitario donde sólo tiene cabida “ la
verdad” oficial del Gobierno.
En otras esferas, como la económica, el fenómeno se repi­
te en forma igualmente dramática. El fenómeno de la infla­
ción, del desabastecimiento, de la baja de la producción, de
63
la emisión inorgánica, de la creciente penuria de divisas, son
explicados al país mediante artilugios mentirosos destinados
a mantener ocultas al pueblo las verdaderas causas de la cri­
sis. Igual cosa ocurre con los derechos de los trabajadores, el
acceso del campesinado a la tierra, el respeto de medianos y
pequeños agricultores, comerciantes y empresarios, etc. etc.
En todos estos casos se produce una aceleración creciente de
la mentira a medida que la realidad desautoriza en forma más
ortodoxa los supuestos de la ortodoxia marxista-leninista.
Muchos más ejemplos podríamos dar. ¿Pero a qué si los
chilenos los conocen ya todos? Por eso cerramos este punto
crucial para entender la aceleración de la crisis política en
Chile y la deblacle de la Unidad Popular.
7.
El Fin de la Historia: Cuando los Molinos de Viento
Atacan a la Unidad Popular.
El mundo conocía la célebre historia del Quijote de la
Mancha, cuando animado de tanta pasión como irrealismo,
cargó contra los molinos de viento, tratando de derrotar así
a los gigantes amenazantes de su imaginación.
Han pasado varios siglos desde que Miguel de Cervantes
nos pintara aquellas páginas inmortales del tipo humano. Ya
nadie esperaba que fueran superadas.
Pero bastó “el milagro chileno de la Unidad Popular” para
que desde este aislado y lejano país, impactáramos nuevamente
al mundo con nuestra sorprendente imaginación creadora.
Hemos sido capaces de escribir en las páginas solemnes de
la Historia de Chile el reverso del viejo cuento cervantino:
la Unidad Popular, cómodamente sentada en sus sillones presi­
denciales, recibe el artero e inopinado ataque de los molinos
de viento.
Pareciera que éstos habían decidido, después de tantos si­
glos de lúgubre meditación manchega, tomarse el desquite con­
tra el ingenio del hombre. Ser ellos esta vez los Quijotes idea­
listas y generosos. Salir de su inercia para convertirse en au­
ténticos fantasmas de pesadilla; en gigantes que encierran in­
sospechados peligros.
64
Y eligieron la noble figura del Gobierno de don Salvador
Allende Gossens para hacerlo blanco de sus caprichos. Para
paralizarlo de estupor al ver cargar contra él —lanza en ris­
tre— , a los gigantes galopantes.
Y, como es natural, el Gobierno ha reaccionado como lo ha­
ría todo ser humano en similar apuro: gritar a todo pulmón que
lo socorran de esta tragedia; pedir la fe y la comprensión de
los demócratas; llamar al pueblo organizado a defender lo
suyo (sic); clamar por comprensión, justicia y espíritu de bien.
Pero, desde El Siglo de Oro hasta la Era Atómica el tiem­
po no ha pasado en vano. La inventiva del hombre lo ha
perfeccionado todo; le ha dado mil matices y complicaciones.
Ha hecho de la nada aparente fuentes de energía incalculables;
y de los objetos más inofensivos instrumentos de peligro sin
fin. ■
'
, Y así, en esta vuelta de la historia el ataque despiadado
tiene otras connotaciones. El entrechocar de petos y mallas de
los molinos al galope ha sido reemplazado por el lúgubre ruido
de las cacerolas.
Ellas no dejan dormir, ni leer, ni pensar. Se han convertido
en una tragedia. Son una pesadilla. Están más allá del lumazo
y el insulto. Son anónimas en su inmensidad. Son resistentes
en su fragilidad. Son el gigante de Aladino convertido en lám­
para.
*
,
Y hay ruidos que no dejan dormir porque se silencian.
Como sucede con las monedas. Y mientras más duras sean,
más se alejan en silencio. Y en ese momento se percibe la in­
mensidad del abismo silencioso; de la nada; del vacío; del
socavón; del hambre; de la mendicidad.
Y se quisiera escuchar el dulce tintinear de una catarata
sonriente que fluye, sin cesar, del cuerno de la abundancia.
Y, sin embargo, está tan sólo el silencio. El trágico silencio que
desvela y que tiene mil ojos y mil bocas y, lo que es peor,
mil puños.
Pero también se siente cargar al molino de viento de la
propia conciencia. Con su borrachera de imágenes, de inter­
ventores, de ministros, de conciliábulos secretos y de cóncla­
ves interminables. Con la sed que deja la ilusión que poco a
3.— C h i l e .
65
poco se aleja y que a veces se quisiera retomar pero que ya
está fuera del alcance de la mano.
Y mientras tanto, el galope de los gigantes se siente cada
vez más cerca. Cada vez más distinguible en la suma de sus
ruidos. Y cada tintinear parece golpear un lóbulo cerebral
distinto.
Al igual que Don Quijote, al vibrar del galope de su Roci­
nante, veía los mil matices de la cara de los gigantes y sentía
arder en sus venas la decisión de derrotarlos.
Y, necesariamente, tiene que llegar el instante supremo. El
del choque frontal. Cuando toman contacto las fuerzas en
pugna.
Y no cabe duda que así como el Quijote se habrá sentido
sorprendido al verse sentado, de golpe y porrazo, en el suelo,
al pie de un molino de viento, con todos los gigantes esfu­
mados, mucho más lo habrá estado cuando el cuerdo Sancho
procedió a explicarle la realidad de lo ocurrido. Y, también
lo inexplicable de su actitud y de sus creencias y visiones.
Y este Gobierno no será una excepción a la lógica cer­
vantina. También se sorprenderá cuando sentado, de golpe y
porrazo, en el suelo vea en torno a él, no las caras amenazan­
tes de los molinos disfrazados de gigantes, sino que las meli­
fluas sonrisas de los hombres nuevos ya satisfechos y enrique­
cidos. Y mucho más sorprendido se sentirá cuando ese buen y
razonable escudero que se llama Juan Verdejo, le explique
cómo era de inexplicable su visión de los molinos cargando,
cuando los fantasmas estaban todos detrás del trono.
Tal vez sólo podría evitarse la sorpresa, si aprendiera la
lección del Quijote: detener a tiempo el galope, cuando la
cercanía muestre a las claras que se trata no de gigantes sino
que tan sólo de pacíficos y quietos molinos de viento. Y que
los fantasmas, son tan sólo el mundo tumultuoso de la propia
conciencia, o las cercanías que de tanto aproximarse terminan
confundiéndose con ella.
Poco más tendríamos que agregar acerca de cómo el fun­
damento ideológico de la Unidad Popular la lleva primero a
errar el diagnóstico, luego a fracasar en su política y por últi­
mo a atrincherarse en un mundo de pesadillas, alucinaciones
y fantasmas.
66
Mientras tanto, el pueblo de Chile, cada 24 horas tiene
asignada la amarga tarea de vivir la realidad. Y, lo que es
más grave, de vivirla sin ilusiones ni esperanzas mientras la
Unidad Popular —ortodoxamente fiel a su ortodoxia marxistaleninista— siga ejerciendo el poder.
Sirva al menos esta estrategia como eterna lección para
nuestros hijos, que si tuvieran que vivir esta experiencia en
su madurez les quitaría su razón de vivir, y, también, la
nuestra. Este libro y los miles que pudiéramos hacer no ten­
drían justificación si no existiera la razonable esperanza de
poder empezar de nuevo a reconstruir la democracia chilena.
67
EL PAPEL DE LOS MITOS
EN LA ESTRATEGIA ECONOMICO-SOCIAL
DE LA UNIDAD POPULAR
ANDRES SANFUENTES
Transcurridos más de dos años desde que Allende asumió
el mando, podemos afirmar que “la experiencia chilena hacia
el socialismo” camina al fracaso, en el sentido que la Unidad
Popular continúa siendo una fuerza política claramente mi­
noritaria — se ha planteado como meta obtener de un 40 a
un 44% de la votación en las elecciones parlamentarias de
marzo de 1973— , que su deterioro es creciente y que se en­
cuentra imposibilitada para efectuar una apertura política que
le permita ampliar su apoyo popular. Este hecho lleva a afir­
mar que difícilmente se logrará el objetivo fundamental de
“ transformar el sistema y el carácter del Estado, para sustituir
ese régimen de capitalismo dependiente por el inicio de la cons­
trucción de una economía y una sociedad socialista” (1) a
través de una vía democrática.
La hipótesis central contenida en estas páginas es la afir­
mación que una de las causas fundamentales del fracaso del
gobierno de la Unidad Popular consistió en que su estrategia
económico-social estuvo basada en un errado diagnóstico de la
(1)
Vuskovic, Pedro; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco­
nómicos”, pág. 101, en Basso y otros, Transición del Socialismo y
Experiencia Chilena, Ed. PLA, 1972.
69
realidad nacional, producto de la incapacidad tanto de la ideo­
logía marxista, como de sus intérpretes criollos, para efectuar
un análisis correcto.
El tema será examinado tomando en cuenta cuál es la es­
trategia global que se adoptó, así como las políticas concretas
a través de las cuales ella fue canalizada. No se evaluarán los
resultados obtenidos, sino en forma ocasional, ya que dicha
materia es tratada en otros capítulos.
Ya se ha analizado el objetivo central del gobierno de la
Unidad Popular (2), que apuntaba a transformar a Chile en
un país socialista de acuerdo al modelo tradicional: la dicta­
dura del proletariado ejercida a través de los “partidos obre­
ros” (léase comunistas y socialistas) en una economía estatizada
y planificada centralmente; para ello, el camino estaba condi­
cionado al uso de la legalidad de la “ democracia burguesa” .
En el campo económico, y siguiendo la terminología em­
pleada por Vuskovic, tenemos un objetivo programático central
consistente en “ el propósito de sustituir, a partir del área de
propiedad social, la estructura. predominantemente capitalista
por el predominio de relaciones socialistas de producción; de
establecer dentro del área de propiedad social principios de
organización y de dirección socialista, y de conducir la econo­
mía de modo tal que esa área de propiedad social vaya teniendo
un carácter dominante y someta, por lo tanto, al área privada
y al área mixta a las condiciones de funcionamiento que pue­
dan determinarse desde esa misma área de propiedad social” (3),
y planteamientos estratégicos consistentes en la política de re­
distribución y la reactivación de la economía. Esto nos lleva a
tratar cuatro temas fundamentales:
— la estatización de la economía,
— el rompimiento de la dependencia externa,
— la política de reactivación y
— la redistribución de ingresos.
(2) Véase el capítulo de Claudio Orrego.
(3) Vuskovic, Pedro; op. cit., págs. 102-103.
70
1.
LA ESTATIZACION DE LA ECONOMIA.
A. El camino del poder.
El "recetario” indicaba que en esta sociedad “ capitalista,
monopólica y dependiente” — como repetitivamente fue cali­
ficada la prevaleciente en Chile 1970— , los centros básicos del
poder eran detentados por los propietarios de los medios de
producción de las “grandes empresas monopólicas”, aliados con
el capital extranjero; las “ superestructuras” — Estado, Congre­
so, Poder Legislativo, Partidos Políticos no obreros, Fuerzas
Armadas, Iglesia, etc.— , respondían a sus intereses de clase (4).
En una sociedad de este tipo, si los medios de producción eran
arrebatados a los “monopolistas” y entregados al pueblo, re­
presentado a través de los partidos “obreros” en el Gobierno
“Popular”, el centro básico de poder cambiaba de manos y la
economía, por este hecho, dejaría de ser “ capitalista” para
transformarse en “ socialista” (5).
(4) “Los dueños de los medios de producción, al tener en sus
manos el poder económico, tienen en sus manos al Estado con todo
su aparato: fuerzas armadas, policía, magistratura o aparato ju­
dicial, funcionarios del Estado, etc. Tienen en sus manos, por lo
tanto, no sólo el poder económico, sino también el poder político”.
Y también el poder ideológico a través del control de los medios
de comunicación de m asas y el contenido de los programas de edu­
cación.
Hameker, M. y Uribe, G.; “Explotados y Explotadores”,
pág. 40, Ed Quimantú, 1972.
El senador Corvalán reafirmaba la idea en la siguiente frase:
“La Constitución Política, los Códigos, la organización institucional
responden ante todo a los intereses de la burguesía. Ello contribuye
a que en el Parlamento, en la sindicatura y en los medios de co­
municación de masas la burguesía y la oligarquía detentan aún
fuertes posiciones políticas” (Informe rendido al Pleno del Comité
Central del Partido Comunista. “El Siglo”, 27 de noviembre de
1970, pág. 7).
(5) Este tipo de pensamiento político ha llegado a extremos
tales de simplismo que incluso el “Ministro” Director de ODEPLAN,
Gonzalo Martner, convocó en septiembre de 1972 a una conferen­
cia de prensa para anunciar oficialmente que “Chile había dejado
71
El proceso de traspaso de poder iría cambiando la “ corre­
lación de fuerzas” hasta un punto tal en que entrarían a pre­
dominar las relaciones socialistas de producción, aunque con­
tinuaran subsistiendo durante un tiempo sectores o comporta­
mientos capitalistas.
* La estrategia de estatizar toda empresa “monopólica” (6)
pasa a ser una piedra angular del proceso de consecución de
“ todo el poder” para el “pueblo”. Una vez transferido al Es­
tado el “ corazón del sistema”, los restantes centros de poder
perderían su llamada “ base de sustentación” (7) y aparecería
la nueva institucionalidad y una distinta legalidad.
De allí nace la terquedad a toda prueba del Ministro Vuskovic, artífice y ejecutor de esta parte de la estrategia, — que la
denominaremos la política a largo plazo del Gobierno— , por
llevar a cabo este objetivo central y con posterioridad, único (8),
de ser un país capitalista”, así como el propio Presidente Allende,
en algunos de sus discursos, ha anunciado en forma solemne que
Chile dejó de ser “dependiente”, al nacionalizar la Gran Minería
del Cobre, el Hierro y el Salitre.
(6) El término “monopolio” para la Unidad Popular tiene un
significado totalmente distinto de aquel que universalmente es
aceptado en la Ciencia Económica y que se refiere a una unidad
económica que es la única oferente en un determinado mercado y
donde el bien que produce no posee sustitutos cercanos. En el len­
guaje “nuevo” se utiliza este término para referirse a toda empre­
sa de propiedad privada que sea “grande”, ya sea por su volumen
de capital, de ventas, de producción, o por el número de trabajado­
res ocupados. Si esta misma unidad productiva pasa a propiedad
del Estado, deja de ser “ monopólica” ya que cambiaría su carácter.
Para un análisis más detallado véase el capítulo de Sebastián
Piñera.
(7) En referencia a este punto central, de la igualdad poder
económico-poder político, básico en el pensamiento marxista, véase
Raúl Atria: “Propiedad de los Medios de Producción y Poder Po­
lítico”, Ciencia y Mito en el Análisis Social, Editorial Del Pací­
fico, 1972.
(8) Desde fines de 1971, cuando reconoce el fracaso de su polí­
tica económica de corto plazo o de “coyuntura”. La exposición más
completa al respecto es su discurso a los interventores y sim ila­
res en el Teatro Bandera, el 12 de mayo de 1972 y que aparece pu­
blicado en forma íntegra en el diario “Clarín” del 18 de junio
de 1972.
72
de su acción en el Ministerio de Economía y que también ex­
plica la seguidilla de tomas, requisiciones, e intervenciones con
que contestó a las aperturas explícitas o implícitas que su “ com­
pañero” Allende efectuó hacia la Democracia Cristiana, las
cuales podrían haber puesto en peligro la dureza, profundidad
e irreversibilidad de la ampliación del área de propiedad “ so­
cial” (9).
El error básico de identificar poder económico y poder
político, aparece de manifiesto en el hecho de que a pesar que
los objetivos programáticos de la constitución del área estatal
están prácticamente cumplidos al cabo de dos años, todavía
la sociedad chilena no entra a la categoría de “ socialista” .
Como ha quedado demostrado, esta democracia “burguesa”
presentaba tres características no consideradas en el análisis
y trascendentales para poder efectuar un diagnóstico correcto
de la realidad chilena:
a)
Los centros de poder, en una sociedad tan evolucionada
y sofisticada como la nuestra, no están concentrados en manos
de los propietarios de los medios de producción. Los intereses
de la SOFOFA, la Sociedad Nacional de Agricultura, los “ Pi­
rañas” y los Edwards han demostrado ser diferentes a los del
Partido Demócrata Cristiano, la Contraloría, el Poder Judicial,
o las Fuerzas Armadas. “ Los que mandan” en Chile no eran
sólo los “ señorones de la industria”, así como hoy no lo son
únicamente los burócratas del Gobierno.
La sociedad chilena posee una cantidad de focos de poder
mucho más numerosos, diversificados y descentralizados que lo
predicho por el simplificador análisis marxista; aparte de este
fenómeno de dispersión, muchos de los centros de poder son
pluriclasistas.
(9)
El momento en que se refleja con mayor claridad este as- •
pecto es en el dramático episodio de las primeras “conversaciones”
entre el Ministro Sanhueza y personeros de la Democracia Cristia­
na, referentes al proyecto de Reforma Constitucional HamiltonFuentealba y que terminaron, finalmente, con la salida del Gobier­
no del Partido de Izquierda Radical (PIR ). En esa ocasión, Vuskovic ordenó la requisición de Pinturas Ceresita (el acaparamiento
de aceite comestible) y Comandari.
73
b) Algunas de las instituciones claves de la democracia
chilena han demostrado una legitimidad en términos del “ con­
senso” nacional realmente destacada, porque “la fortaleza de
una democracia no depende del talento y el poder de sus “ no­
tables”, sino que del grado de legitimidad que ella encarne ante
los ojos de su pueblo. Y ésta no es más que la resultante del
grado de democratización de las estructuras para ir generando
participación amplia en la conducción y en los resultados del
esfuerzo colectivo” (10). Han sido los Partidos Políticos, la
separación de los poderes del Estado, el movimiento sindical,
los mecanismos de control del Estado, etc.
En esta materia, pues, el diagnóstico UP aparece como ca­
tegóricamente incompleto, ya que solo en parte sucumbe el sis­
tema institucional. Efectivamente, los centros de poder econó­
mico basados en la propiedad se desintegraron rápidamente;
como dice Orrego, “ el ocaso de los grandes imperios indus­
triales ha demostrado que la norma jurídica de la propiedad
carecía de sustento social real, de manera que bastó el primer
envión antilegal para que cayeran sin la defensa de nadie” (11),
y la explicación de este diferente comportamiento de los chi­
lenos entre la defensa de sus derechos políticos y la del dere­
cho de propiedad privada la expresa el mismo autor en térmi­
nos muy certeros con las siguientes palabras: “los chilenos,
actuando sin pensar, han ido abriendo paso a un modelo re­
lativamente original de organización económica y política, don­
de coexisten una democracia política de alto pluralismo y fun­
cionamiento normal, con una economía en la cual el Estado
dispone de facultades enormes para regularla y conducirla” (12).
c) Las palábras de la frase anterior nos dan la clave del
último error. Chile, en noviembre de 1970, no era un país
capitalista de acuerdo a la definición tradicional que estable­
ce entre sus elementos esenciales la propiedad privada de los
medios de producción, la apropiación de las utilidades o exce(10) Claudio Orrego; “Empezar de Nuevo”, Edit. del Pacífi­
co, pág. 81.
(11) Claudio Orrego; op. cit., pág. 120.
(12) Claudio Orrego; op. cit., pág. 126.
74
dentes por parte del capitalista, el poder de gestión de la em­
presa en manos del propietario y el asignarle al Estado un pa­
pel de no interventor en la economía. Con esto tampoco esta­
mos diciendo que Chile era un país socialista ni que el capita­
lismo de Estado fuese todopoderoso; simplemente, sólo que
su funcionamiento era enormemente sofisticado y difícilmente
puede decirse que el “ capitalismo” era la “ relación de pro­
ducción dominante” y “ las otras relaciones de producción tie­
nen un papel secundario y van desapareciendo a medida que se
desarrollan las primeras” (13).
Al menos desde 1925 y con un especial énfasis a partir de
1938, tenemos un largo proceso de intervención del Estado
ya sea a través de su acción directa, la formulación de la po­
lítica económica o los poderosos instrumentos de control de
que ha dispuesto crecientemente, como el propio Gobierno de
la UP lo ha demostrado en estos dos años.
El estatismo creciente de medio siglo no ha sido precisa­
mente un instrumento que sólo han utilizado los capitalistas
para poner al Estado a su servicio (14). En este sentido, los
profetas del marxismo criollo no sólo vieron un país .que no
existía, sino que además no leyeron su historia en forma correc­
ta. En parte, el equívoco proviene de una lamentable confusión
entre capitalismo y mercado, términos que muchas veces se
ven asociados, aunque se refieren a instituciones que cumplen
un papel diferente en la sociedad, tal como ocurre en los países
de Europa Oriental, definidos como socialistas por el hecho
de ser el Estado el propietario de la mayor parte de los me­
dios de producción, pero donde el mercado se ha ido convir­
tiendo en el mecanismo básico de asignación de recursos en
reemplazo de la planificación centralizada.
(13) Harnecker, M. y Uribe, G.; op. cit., pág. 50.
(14) Sobre la influencia económica del Estado en Chile véase:
Bardón, Alvaro: “La Economía Chilena en los Años Setenta”,
IDEP, Mimeo. Respecto a la evolución histórica del Estado y los
estratos sociales que en él influyen puede examinarse: Pinto, A.:
“Chile, un Caso de Desarrollo Frustrado”, Ed. Universitaria.
75
B.
La Estructura de Clases.
La simplificación de dividir dogmáticamente a una sociedad
en dos clases fundamentales: explotadores y explotados, lleva
al Gobierno a diseñar toda su política basada en ese postulado.
En términos simplificados, los explotadores, propietarios de
los medios de producción detentan el poder económico y po­
lítico, mientras los explotados, por su condición de asalariados,
están al margen de los instrumentos de poder.
El esquema biclasista se superpone al otro supuesto clave
que ya comentamos: la propiedad de los medios de producción
es la fuente básica del poder político.
Aquí el argumento crítico está en que los explotados, que
conforman numéricamente la gran mayoría de la población,
como proletariado o clase obrera, apoyarán activamente a un
Gobierno que los libere de esa condición y se volcará en con­
tra de sus explotadores (la clase capitalista). Entonces, el pro­
ceso de estatización sólo puede ser realizado por un Gobierno
que represente auténticamente a los explotados porque carece
de compromisos con los “ monopolistas” . Será la lucha de dos
clases, de las cualés la mayoritaria tiene “ su” Gobierno. En
esta’ polarización, la estrategia del Gobierno tiene que velar
por volcar a su favor, o al menos neutralizar, a la tercera cla­
se, no determinante, la pequeña burguesía y a los diversos
“grupos sociales”— empleados públicos, Fuerzas Armadas, tra­
bajadores de servicios, pequeña burguesía intelectual, super­
visores y administradores de empresas, etc. (15).
(15)
Hamecker, M. y Uribe, G.: “Luchas de Clases”, Vol. I, Ed.
Quimantú, 1972.
El Secretario General del Partido Comunista decía en noviem­
bre de 1970: “Los enfrentamientos sólo ahora comienzan. Vendrán
nuevos enfrentamientos de clase. La nacionalización del cobre y La
estatización de toda la banca, para citar sólo dos cosas, se transfor­
marán en una seria lucha con el imperialismo y la oligarquía. E s­
tos defenderán con dientes y muelas sus bastardos intereses... No
habrá carta que no pongan en juego... La subversión reaccionaria
y el golpe de estado están también en la baraja de los imperialistas
y oligarcas, con lo cual pueden obligar al pueblo a algún tipo de
enfrentamiento armado. Por lo tanto y en primer término, hay que
hacer todo lo posible para ponerles camisa de fuerza”. (Informe al
Pleno del Comité Central, 27 de noviembre de 1970).
76
Si se divide una sociedad capitalista entre los explotadores,
que son los propietarios de los medios de producción y sobre
esa base organizan la producción y, por otro lado, los explota­
dos, caracterizados por el hecho de no poseer propiedad, a lo
que se agrega su conciencia de clase, es muy fácil caer en sim­
plificaciones peligrosas si en ello se basara la acción política,
tal como ocurrió con la Unidad Popular. La dificultad princi­
pal se encuentra en que estas dos clases las únicas importan­
tes, constituyen un sector minoritario de la sociedad chilena.
Si consideramos, en primer lugar, a los “explotadores”, ob­
servamos que la realidad de la sociedad capitalista inglesa de
hace 100 años — que se traslada en una forma bastante mecanicista al Chile actual— aparece distinta, en lo fundamental,
a la situación en nuestro país a fines de 1970. Obviamente no
era el Estado chileno una copia del Estado Liberal inglés de
esa época; su importancia como propietario de capital ya en
el momento de iniciarse el gobierno de la Unidad Popular es
decisiva (16), aparte del surgimiento de otras formas de propie­
dad no estatal ni capitalista (17). Por otra parte, en la época a
que corresponde el diagnóstico original de Marx debe recordar(16) En el sector industrial, donde según el programa de la
UP, se encontraba el núcleo del “capitalismo” y donde el Estado
no había efectuado aún una acción “expropiadora”, las empresas
con la totalidad o la mayoría de su capital de propiedad estatal par­
ticipaban con el 25,1% del total de las rentas industriales a fines de
1970 (ver Bardón, A.: “Control Directo del Estado en la Industria
Manufacturera” en Comentarios Sobre la Situación Económica, Ta­
ller de Coyuntura, Departamento de Economía, Universidad de
Chile, pág. 161).
Cabe consignar que si se le agregan las empresas integradas
al “área de propiedad social” en forma permanente o transitoria y
la totalidad de las 91 empresas deseada por la UP, el porcentaje al­
canza al 51,5%; el resto está constituido por medianas y pequeñas
empresas y producción artesanal. Si se examinan otros sectores don­
de existen empresas de tamaño importante, la propiedad y control
estatal es aún más decisivo como, por ejemplo, en la Minería, Gene­
ración de Energía, Transporte, Servicios Financieros, Educación,
Salud, etc.
(17) Como las cooperativas, por ejemplo, de gran importancia
en la Agricultura, la Distribución y los Servicios Financieros.
77
se que la acción gubernamental estaba confinada sólo a las
funciones de proveer policía, justicia y defensa y a velar por­
que se dieran las condiciones de competencia en todos los
•mercados. La realidad, más de un siglo después, cambia radi­
calmente con todo lo que ha significad!? el nuevo papel que
cumple en Chile 1970, a través de sus diversas políticas eco­
nómicas, la planificación y los mecanismos de control de que
dispone y que ejerce. Agregar, por otra parte, que este Estado
defiende sólo los “ intereses” de clase del capitalismo monopólico dependiente aparece como una simplificación excesiva,
sobre todo cuando los propios capitalistas, con el tiempo, se
han transformado en otro de los grupos que ejercen presiones
de_tipo reivindicacionista frente al Estado.
El “modelo” chileno de los últimos decenios también ha
tenido la peculiaridad de no contar con una “ clase capitalista”
dinámica, emprendedora y audaz, sino con diversos grupos
empresariales cuya función esencial ha consistido en buscar
la protección y aliento del Estado para realizar sus proyectos
productivos a la sombra de un alero seguro. Su mayor o me­
nor éxito individual dependió de la posibilidad de acceso a
los innumerables centros de poder asociados al Estado, más
que de su espíritu innovador. Podría decirse que Chile es un
caso donde el conflicto entre los muy diversos grupos de poder
se ha ido progresivamente internalizando en el seno del Estado.
Cabe anotar el notable cambio que se ha ido generando en
la estructura interna de la empresa desde los tiempos de Marx,
y, en especial, durante las últimas décadas, donde se ha pro­
ducido una progresiva disociación entre el capitalista y la fun­
ción gerencial o administradora, sobre todo en las empresas
de gran tamaño. La disociación ha ido acompañada por un po­
der de los ejecutivos en las decisiones básicas de la empresa
cada vez mayor, en perjuicio de la influencia de los dueños
del capital. El esquema “ propietarista” de la lejana denuncia
de Marx, va perdiendo, en esa forma, gran parte de su antigua
importancia, proceso que en Chile se ha visto repetido. A esto
se ha ido agregando la creciente participación de los trabaja­
dores en algunas decisiones de las empresas, principalmente co­
mo fruto de sus triunfos en la lucha sindical, de manera que
es difícil encontrar frente al capitalista a un extenso contin­
gente de asalariados dispuestos a aceptar el mero “ salario de
subsistencia”.
Todas las salvedades anteriores no anulan el hecho cate­
górico que la existencia de una o varias empresas de carácter
monopólico ejerce algún tipo de explotación, ya sea contra el
trabajador, el consumidor o a ambos conjuntamente. Y la eco­
nomía chilena ha estado y está plagada de situaciones monopólicas de la más variada índole.
Pero, también el esquema biclasista carece de significación
por el lado de los “explotados”. Las condiciones que debe po­
seer un grupo para constituirse en “ explotado”, como son las
de ser “ agrupaciones de personas que desempeñan funciones
similares en el proceso de producción” y además poseer “con­
ciencia de clase” (18) muestran su deficiencia para contener
a un número apreciable de aquellos chilenos que no caen en
esa otra categoría de “ capitalistas explotadores” (19). La con­
ciencia de clase nos lleva a extremar los requisitos, ya que no
basta la condición objetiva de estar siendo explotado, sino
además se requiere el estar consciente de los intereses de cla­
se (aquellos considerados estratégicos a largo plazo).
Un análisis muy somero y general de la población chilena
lleva a considerar que los “explotados” que responden a la
concepción marxista primitiva y que con tan poca originalidad
es aplicada automáticamente al Chile 1970, constituyen una
minoría ya que quedarían excluidos:
(18) Urzúa, Raúl: “Explotadores y Explotados” en Ciencia y
mito en el A nálisis Social, op. cit.
(19) “Hay un cierto consenso entre los críticos y exégetas con­
temporáneos en el sentido de que, por lo menos en sus obras cien­
tíficas más importantes, Marx reservó el uso de la expresión clase
social sólo para el modo de producción capitalista”. Urzúa, Raúl:
Op. Cit., Pág. 18.
Recordemos, a propósito, que este esquema biclasista Marx lo
aplica sólo a las relaciones capitalistas, sin desconocer la existen­
cia de otra estructura de clase en diferentes tipos de organización
no capitalista de la producción, aspecto casi permanentemente ol­
vidado en los planteamientos políticos de la Unidad Popular.
a) La amplia gama de “ trabajadores por cuenta propia”,
que alcanzan al 22% de la población activa del país y que
incluye a grupos tales como: pequeños industriales y Comer­
ciantes, artesanos, minifundistas, pescadores, vendedores am­
bulantes, transportistas, etc. (20).
b) Los trabajadores del Estado: burocracia, policías, mili­
tares, profesores, trabajadores de las empresas del Estado,
etc. (21).
c) La gran mayoría de los empleados, incluso en el sector
capitalista, que carecen de “ conciencia de clase” .
d) Los cesantes, trabajadores ocasionales, ocupados con
“pololos”, etc, llamados “lumpen” o “ marginales” .
e) Los asalariados productores de servicios (como, por
ejemplo, empleadas domésticas, jardineros, peluqueras,, lavan­
deras, etc.) ya que quienes compran su fuerza de trabajo no
lo hacen para poder producir plusvalía (22).
f) Campesinos beneficiados por la Reforma Agraria.
g) La población inactiva: jubilados, retirados, rentistas,
dueñas de casa y estudiantes.
Como puede observarse, los propiamente “ explotados” pa­
san a ser los obreros sindicalizados del sector industrial y de
ciertos núcleos mineros y agrarios. Esta minoría, representada
por la CUT, pasa a ser, entonces, el “ pueblo” y los partidos
que la dominan, los “partidos obreros” o representantes del
pueblo. Se requiere “ que la clase obrera esté organizada como
clase a nivel nacional a través de su organización sindical y
(20) Este sector contiene algunos de los estratos más pobres
de la sociedad chilena. En 1969, el ingreso promedio anual per
cápita llegó a E° 7.462,— y muy por debajo de los empleados que
tuvieron É° 23.028,— . Ver Tapia, Daniel: “Aspectos del Proceso de
Redistribución del Ingreso” en Comentarios Sobre la Situación Eco­
nómica, op. cit., pág. 219.
(21) Según Daniel Tapia, solamente el Gobierno Central ocupa­
ría 340.000 funcionarios en 1970, o sea, alrededor del 11% de la po­
blación activa, la cifra no incluye los trabajadores de las empresas
estatales. (Ver cita anterior, pág. 216).
(22) Hamecker, M. y Uribe, G.: “Lucha de clase”, Vol. I
págs. 26 y 29.
80
que sus luchas estén orientadas por un partido proletario que
reúna a los sectores más avanzados de ella” (23). Habría que
agregar que estos sectores de trabajadores no son los más po­
bres de la población activa, si se toma en cuenta la informa­
ción existente dentro del conjunto de trabajadores chile­
nos componen uno de los grupos con un mayor nivel de ingre­
so y, desde ese punto de vista, el concepto de “ explotación”
demuestra ser poco operacional.
El error de diagnóstico del Gobierno con respecto a la
estructura de clases en Chile le llevó a un fracaso en su estra­
tegia de esperar el enfrentamiento entre la gran masa proletaria
y el pequeño grupo de burgueses capitalistas que detentaban
la totalidad del poder. En una sociedad donde la clase “ obre­
ra” , — definida en los términos marxistas tradicionales— es
importante, pero numéricamente minoritaria, no puede darse
la lucha de clases prevista, sobre todo si el resto de la sociedad
no permanece neutral y escasamente se siente interpretada por
el Gobierno. Con el transcurso del tiempo la estrategia de es­
perar el enfrentamiento mientras la “ correlación de fuerzas”
no fuera favorable a los partidos marxistas y de buscar alian­
zas transitorias con otros grupos sociales, como ha sido cons­
tantemente planteado por el Partido Comunista, fue cambiando
énfasis y progresivamente se empiezan a plantear elementos pa­
ra una búsqueda de la lucha más directa, de una agudización
de “las relaciones antagónicas” entre las clases capitalistas y
proletarias.
La formación de una extensa área de propiedad estatal
lleva a algunas observaciones adicionales:
a)
En las empresas estatizadas se mantiene el esquema
propietarista de carácter tradicional: manda quien posee el
capital. Antes, el capitalismo privado; hoy, el capitalista Esta­
do. El proceso ha significado un cambio de dominio de los
medios de producción pero, ¿qué cambio sustancial ha signi­
ficado esto para el asalariado? Los “ burgueses” ya no tienen
el poder de contratación, de mando ni de apropiarse de las
utilidades pero, ¿quién lo tiene ahora?; ¿los trabajadores?
(23) Hamecker, M. y Uribe, G: “Lucha de Clase”, Vol. II pág. 7.
81
Si bien hay sectores de la Unidad Popular que han tenido
una conciencia clara de la importancia de la participación de
los trabajadores en la gestión de las empresas, surge la gran
incógnita de hasta qué punto el proceso está derivando en un
mero capitalismo de Estado, propio de la visión dogmática del
Partido Comunista y sus temores de perder el control del área.
Aunque, la apropiación de las empresas ppr el Estado •ha
significado que los trabajadores pasaron de una acción ejerci­
da solamente a nivel sindical a un esquema donde explícita­
mente deben integrarse a la dirección, continúa existiendo la
duda de hasta qué punto es partícipe y responsable de las de­
cisiones fundamentales, cuando no está integrado a los mecanis­
mos donde realmente se ejerce el poder, donde no cambian,
en su esencia, las superestructuras de siempre. La pregunta
clave pasa a ser si el “proletariado” industrial está motivado
primordialmente por la “ revolución” y el cambio de esta so­
ciedad “ capitalista” por una “ socialista” o está por el aumen­
to de su nivel de ingreso y la elevación del consumo. Si desea
participar en la sociedad a través de los “partidos obreros”
que lo representan en el Estado o más bien aspira a la partici­
pación directa en su propia actividad productiva, tanto en la
gestión como en las utilidades “ comunitariamente” generadas.
En esta forma, como lo expresa Raúl Urzúa, “ esa misma
distinción entre proletariado, partido y Estado dejan en situa­
ción bastante nebulosa incluso los intereses objetivos del pri­
mero, ya que la abolición de la propiedad privada no va a
cambiar necesariamente su situación de manera significativa.
Cuáles son los intereses objetivos del proletariado pasa a ser
de esta manera una pregunta abierta” (24).
b)
Un fenómeno generalizado, aunque con numerosas ex­
cepciones, ha consistido en que los obreros industriales han
apoyado las estatizaciones en forma mayoritaria. La Unidad Po­
pular ha interpretado este respaldo como una prueba de su
ímpetu “ revolucionario” ; sin embargo, una investigación pre­
liminar efectuada en estas empresas muestra una realidad ex­
traordinariamente compleja en el sentido de que las motivacio(24) Urzúa, Raúl: Op. cit., pág. 27.
82
nes no son únicas y mucho menos uniformes entre los traba­
jadores. Los factores de mayor importancia, al parecer, han
sido los siguientes:
1. Convencimiento de que la intervención o estatización
permitirá a los trabajadores estar mejor que antes, especial­
mente en materia de remuneraciones. En algunas empresas se
han efectuado ofrecimientos previos; en otras, la observación
que el traspaso al Estado se traduce en un aumento de salarios.
El Gobierno ha pagado para convencer y además tiene la mano
más extendida en las negociaciones sobre remuneraciones.
2. El deseo de una “mayor libertad de acción” que trae
consigo el traspaso. Esta mayor anarquía o relajo ofrece venta­
jas a un sector importante de trabajadores, especialmente donde
la disciplina laboral y las exigencias en el rendimiento eran
muy rígidas en la época capitalista.
3. El convencimiento que la empresa no podía seguir ope­
rando en su status privado, ya que la política de congelamiento
de precios e interrupción del crédito la llevaba a la ruina.
Ante la disyuntiva estatización o quiebra, los trabajadores optan
por asegurar su fuente de trabajo.
4. Existencia de mayorías por la estatización basadas en
argumentos políticos: respaldo al Gobierno, la conquista del
socialismo, etc.
5. Excelente entrenamiento de los dirigentes sindicales
marxistas, combinado con la acción de funcionarios de Gobier­
no y desorganización de los trabajadores opositores, que se
refleja en un eficaz manejo de asambleas, manifestaciones, etc.
6. Existencia de grados importantes de explotación que
se traducen en odio al patrón. El “nuevo patrón” (el interven­
tor) no podrá ser peor.
7. Capitalistas que buscaban la negociación con el Estado
directamente, ya sea como venta o como empresa mixta. Si el
capitalista no se opone, ¿cómo se van a oponer los trabaja­
dores?
8. Gran desconocimiento en muchos sectores de lo que
realmente es una “ empresa de trabajadores” que es el único
esquema alternativo que los asalariados pueden presentar. A
esto se agrega la impresión que el Gobierno no permitiría el
83
éxito de estas experiencias, lo que lleva a aceptar el área estatal
como “mal menor” a la permanencia en el sector privado.
9.
Reivindicación social. En una serie de industrias donde
la estatización ha sido solicitada por los obreros, a pesar de
la posición contraria de empleados y supervisores, se le utiliza
como medio para nivelarse con esos otros sectores que tienen
una mayor situación económico-social.
La existencia de causales que no son estrictamente revolu­
cionarias, aparte de mostrar que “ el hombre nuevo” no ha na­
cido masivamente en Chile, explica la extendida y creciente
indisciplina laboral en parte importante del área estatal y el
manifiesto fracaso de los trabajos voluntarios, a pesar que sólo
pueden tener ese ^verdadero carácter cuando desaparece nítida­
mente la dicotomía explotadores-explotados (25).
c)
La constitución de una extensa área social con exigen­
cias de una efectiva participación en algunas empresas, o del
relajamiento laboral en otras, le plantean al Gobierno una si­
tuación de conflicto con los propios trabajadores en cada uni­
dad productiva. Además, progresivamente, se le empieza a crear
un nuevo frente, que pasa a ser la población en su conjunto,
la cual culpa de los problemas económicos no sólo al Gobierno
como tal, sino que a las empresas estatales productoras (26).
Si bien los grandes capitalistas han perdido su poder econó­
mico y por consiguiente su cuota de poder político, ¿hasta qué
punto el traspaso de ese poder económico al Estado le está
(25) Ha sido descrito con cierta frecuencia el caso de empresas
del área estatal donde el trabajo “voluntario” ha tenido que cance­
larse con el pago de sobretasas por ser realizado como sobretiempo o
en días festivos.
(26) Por ejemplo, la Revista Ercilla en su N-> 1939 da cuenta de
una encuesta de opinión pública realizada a principios de septiem­
bre de 1972, donde ante la pregunta ¿quién cree Ud. que es más
responsable del desabastecimiento: el Gobierno o la oposición, los
comerciantes o los fabricantes?, arrojó como resultado que un 50%
de los entrevistados culpó al Gobierno y un 26% a los fabricantes
(un 29% en los estratos bajos). A estas alturas, ¿quiénes son los
fabricantes?, ¿los tradicionales capitalistas o las empresas inter­
venidas o estatizadas?; por supuesto que lo importante es la apre­
ciación subjetiva de los encuestados, no la objetiva.
84
significando un equivalente aumento de su poder político? ¿No
sería ésta una fuente importante y creciente de pérdida de
apoyo y respaldo? Sería otro elemento que agregar al creciente
deterioro democrático del Gobierno, reflejado cada cierto tiem­
po en derrotas electorales y que se contrarresta con sus ganan­
cias de poder burocrático.
C.
La captación del excedente.
La estatización de la economía, si bien estaba centrada en
el asunto cjel poder, también buscaba lo que se llamó el “ tras­
paso de los excedentes de las empresas monopólicas hacia el
Estado” (27). Esta masa de recursos constituía el mecanismo
principal que usaría el Ejecutivo para poder elevar la tasa de
inversiones a un nivel que permitiera la iniciación de un rá­
pido proceso de desarrollo.
El Propio Presidente Allende ha expresado claramente que
“ la supremacía del área de propiedad social supone la captación
y utilización del excedente por ellos generado. Por consiguiente,
es necesario garantizar que el sector financiero y gran parte del
sector de distribución integren el área de propiedad social. En
síntesis, es preciso controlar el proceso productivo, el finan­
ciero y, particularmente, el de comercialización” (28).
Pero, no se trata sólo de un problema de centralización
extrema de las decisiones, no es sólo la fiebre estatizadora que
le lleva a decir al primer mandatario que “ es nuestro propósito
que ningún proyecto de inversión se lleve adelante si no está
incluido en los planes que centralmente aprobará el Gobierno”
(27) Sobre el concepto de “excedente económico”, véase el capí­
tulo de Sebastián Piñera y, además, “Los Débiles Pilares de la Polí­
tica Económica: la Capacidad Instalada y el Excedente Económico”,
en Itinerario de una Crisis de A. Bardón, J. Cauas, S. Molina, A.
Sanfuentes y J. L. Zabala, Ed. del Pacífico, 1972, 192 págs.
(28) Mensaje al inaugurar el período ordinario de sesiones del
Congreso Nacional, 21 de mayo de 1971, citado en Martner, G., edi­
tor, “El Pensamiento Económico del Gobierno de Allende”, págs.
34-35, Ed. Universitaria, 1971.
y de reclamar “la urgencia de establecer un sistema de plani­
ficación que asigne los excedentes económicos a las distintas
tareas de la producción” (29); se pretende un cambio cualita­
tivo de manera de “programar la producción de las empresas
del área de la propiedad social, para condicionar desde allí el
funcionamiento de las empresas del área privada, para facilitar
la canalización de excedentes hacia un fondo común de exce­
dentes de las empresas del área de propiedad social, de manera
que puedan ser reasignados con criterio socialista, según la
planificación general de la economía y no con criterios parti­
culares de ganancia capitalista” (30) (no subrayado en el ori­
ginal).
La definición precisa de dicho “ criterio socialista” nunca
se ha expresado en una forma muy clara; en este sentido el
Ministro Zorrilla habló de solucionar los cuellos de botella que
impedían una rápida expansión de la producción y el propio
Allende fijó, en la política para asignar inversiones, pautas tan
generales como la producción de bienes de consumo popular,
la ampliación de la infraestructura de transportes y la genera­
ción de divisas — a través de las exportaciones y la sustitución
de importaciones— . Obviamente, éstos no son criterios que
vayan a reemplazar la ganancia capitalista, sino meras indica­
ciones de preferencias globales que no permiten elegir entre
proyectos alternativos de inversión; la literatura que trata del
problema en economías centralmente planificadas también mues­
tra dificultades serias para determinar “ el criterio socialista” .
La meta de crecimiento económico acelerado no ha consti­
tuido hasta la fecha una de las preocupaciones fundamentales
del gobierno, a no ser en forma de declaraciones muy generales.
Como se verá más adelante, este elemento esencial de la estra­
tegia de largo plazo, de conseguir un importante aumento fu­
turo de la cantidad de bienes y servicios disponibles a través
de la formación de capital, rápidamente entra en contradicción
con los objetivos inmediatos o de corto plazo, en que los as­
pectos “populistas” de la estrategia llevan al Gobierno a di(29) Martner, G. op. cit., págs. 33-34.
(30) Vuskovic. P. op. cit., pág. 112.
86
ferir el esfuerzo inversionista del país en favor de un masivo
aumento del consumo (31). ODEPLAN lo planteó en forma
muy explícita y al señalar la prioridad de la redistribución de
ingresos opinaba que “ el distraer de este objetivo los limitados
recursos de inversión destinándolos a proyectos de largo pe­
ríodo de gestación y alta densidad de capital, implica limitar
fuertemente las legítimas aspiraciones de las mayorías, puesto
que supone mantener fuertes desigualdades no solamente entre
altos ingresos y trabajadores, sino que incluso dentro de los
mismos trabajadores, entre ocupados y desocupados” (32). A
pesar del gran cúmulo de observaciones que merece la frase,
es bastante ilustrativa en la materia que nos preocupa.
D.
II
El “modelo” Vuskovic-Novoa.
La estrategia de largo plazo del Gobierno de la Unidad
Popular, cuyos cerebros fueron Eduardo Novoa en la implementación jurídica y Pedro Vuskovic en su ejecución, merece
algunos comentarios adicionales:
a)
Era inevitable. Por sus juicios sobre la realidad chilena,
por el enfoque dogmáticamente marxista, el proceso de estatización era el punto central de toda la estrategia. En este sen­
tido, un examen de los documentos políticos y técnicos de los
partidos e intelectuales de la Unidad Popular durante los
últimos 30 o más años, lleva a la conclusión que no sólo se
esperaba de este proceso la liquidación de todo grupo impor­
tante de poder en la sociedad “ antigua”, sino que era la piedra
filosofal de la “ nueva” sociedad, donde todos los problemas
políticos, económicos y sociales desaparecerían por arte de
magia, ya que eran provocados por el “capitalismo monopólico
dependiente” .
(31) En efecto, en 1971 se produce una sustancial caída de la in­
versión que se estim a se repetiría en 1972. Véase, ODEPLAN, ‘‘In­
forme Económico Anual 1971” y Taller de Coyuntura, Departamen­
to de Economía, Universidad de Chile, op. cit., artículos de P.
Jaftanovic, y D. Tapia y A. Sanfuentes.
(32) ODEPLAN, “Visión Perspectiva del Plan de la Economía
Nacional 1971-1976”, en Martner, G., op. cit., pág. 73-74.
87
b) Era el único aspecto definido de antemano y que sus­
citaba consenso estratégico. Existen síntomas bastante claros
que el triunfo de Allende fue inesperado para la mayoría de
sus partidarios y entre aquellos que tuvieron fe en la victoria
la preocupación fundamental estuvo concentrada en la consecu­
ción del triunfo, más que en la preparación del gobierno. A
vía de ilustración, un examen en profundidad del “ Programa
Básico de Gobierno” muestra que contiene un extenso “ diagnóstico-denuncia” de nuestra sociedad, una explicitación clara,
aunque vaga, de los objetivos del movimiento, pero una dolorosa
orfandad en las políticas concretas, del cómo se iba a gobernar.
En este caso, el elemento principal no es la intención de ocultar
el cómo se iba a ejecutar el programa, sino la carencia de estu­
dio, clarificación y decisión en esta materia. De aquí surge
esa permanente sensación de improvisación que el gobierno ha
estado ofreciendo desde su inicio, excepto en un solo punto
en la esfera económico-social: la necesidad de estatizar (33)
c) Como “ modelo” carece absolutamente de originalidad.
El “ camino chileno hacia el socialismo” ha caído en forma
extrema en nuestro gran vicio nacional de copiar las experien­
cias extranjeras. La peculiar situación económico-social chile­
na, los escollos que se han ido encontrando en el camino, no
han sido obstáculos que lleven a introducir variantes en el "
mecánico proceso de los países comunistas. Ni siquiera la ex­
periencia de la Unión Soviética y, en especial, de los países
de Europa Oriental en los últimos años ha sido un elemento
de aprendizaje para los ejecutivos del gobierno. El Ministro
Vuskovic se transformó así en un ejecutor tenaz y burdo de
aquella etapa de nuestra vida nacional en que hemos recurrido
al plagio histórico con la mayor intensidad.
El aspecto “original” de la estrategia estuvo en su concep­
ción jurídica, donde el abogado Eduardo Novoa elaboró toda
una mecánica operacional basada en los “resquicios legales”
inmersos en la frondosa acumulación de textos vigentes
pro­
venientes principalmente de los días de la República Socialista
(33)
Ni siquiera ha tenido el Gobierno una política consistente
y permanente frente a las llamadas “capas medias”.
88
de los años treinta, de tan efímera vida. La hábil utilización
de la letra de la ley, aunque apartándose abiertamente de su
espíritu y del marco histórico para la cual fue concebida, im­
plica un gran esfuerzo de investigación, pero una trágica diso­
ciación de los conceptos de legalidad y democracia.
d)
El área estatal fue concebida para tener una magnitud
muy considerable, no sólo por el motivo del traspaso del po­
der, sino además para conformar un fenómeno irreversible
como proceso global. El sector estatizado debería ser tan im­
portante y extenso como para que el avance hacia el socialismo
centralizado fuera avasallador.
El ex Ministro Matus es quien ha efectuado un plantea­
miento más claro al respecto, cuando declaró a la revista ale­
mana “ Der Spiegel” : “ Si podemos probar que el proceso es
ya irreversible, entonces podemos sufrir una gran crisis, sin
zozobrar inmediatamente. Pero como hemos logrado hechos
irreversibles, dificultades pasajeras no pueden afectarnos”, y
al ser requerido sobre cuáles consideraba estos hechos irrever­
sibles, agregó: “ Por ejemplo, la estatización de la minería, la
socialización de las industrias importantes, la reforma agraria,
la participación de los obreros en las decisiones de-'ías empre­
sas como también en todas las decisiones importantes del Go­
bierno” .
“ Todo esto son hechos que hacen imposible que por ejem­
plo los democratacristianos o el Partido Nacional puedan rea­
sumir otra vez el Gobierno. Nosotros podemos gobernar con
errores, pero somos los únicos en condiciones de gobernar al
país” (34).
Muchos de los profundos cambios políticos, económicos y
sociales ocurridos en estos dos años de gobierno de la Unidad
Popular son claramente irreversibles, como todo acontecer de
la Historia; pero concluir que sólo la Unidad Popular puede
hacer gobierno en Chile o que las dificultades no afectan al
ejecutivo, además de constituir una falacia puede generar pe­
ligrosos saltos al vacío.
(34)
En “El Mercurio”, 25 de octubre de 1972, aparece una tra­
ducción de la entrevista.
89
E.
La respuesta de la Oligarquía.
Ya hemos hecho referencia al “ocaso de los grandes impe­
rios industriales” sin que tuvieran la defensa efectiva de todos
aquellos grupos a quienes se acusaba de ser sus “ compañeros
de ruta” (mayoría parlam entaria, Poder Judicial, Fuerzas Ar­
madas, Partidos Políticos, etc.).
Aquí falla un elemento clave de la estrategia, la cual indi­
caba que la rebeldía de la oligarquía y sus centros de poder
al proceso de expropiación sería de una virulencia tal que per­
mitiría, por la vía de la agudización del conflicto de clases,
una solidaridad de las grandes mayorías con el gobierno que
liquidaba a los poderosos. No sólo el proletariado se integra­
ría a la lucha contra el capitalismo monopólico, sino también
la “pequeña burguesía”, los diferentes “grupos sociales” e in­
cluso sectores de la burguesía propiamente tal podrían consti­
tuirse en un aliado transitorio o, al menos, ser neutralizados.
Marta Harnecker y Gabriela Uribe, por ejemplo, así lo indi­
can al expresar que “éste sería también el caso de nuestro país
en este momento en que la contradicción principal no es la
que existe entre el proletariado y la burguesía en general, sino
aquella que hay entre el proletariado y amplios sectores del
pueblo contra la burguesía monopólica” (35). Esta línea de pen­
samiento coincide con la estrategia del Partido Comunista que
busca la alianza “ antiimperialista, antimonopólica y antilatifun­
dista” para esta etapa inical.
Una vez identificado claramente el enemigo, la acción obli­
gada para los políticos de gobierno consiste en que, aparte de
ejecutar las estatizaciones, se intente agudizar el conflicto con
la denuncia enfermiza de complot, sabotajes, sediciones y de­
mases (36), con que permanentemente el gobierno intenta mo­
tivar a los “ explotados” .
(35) Harnecker, M. y Uribe, G., “Lucha de Clases”, Vol. II,
págs. 20-21.
(36) Conceptos todos ellos que por su mal uso han perdido su
contenido original. Una encuesta de opinión pública sobre el signi­
ficado de los términos “sedicioso” o ‘‘fascista” podría arrojar re­
sultados sorprendentes.
90
La respuesta de la oligarquía mediante el uso de la fuerza
era el objetivo esperado y deseado, al menos por los grupos
mayoritarios del gobierno, ya que en ese caso tendrían en sus
manos el derecho legítimo de aplicar la “legalidad burguesa”
a dicha oligarquía y a los centros de poder que la represen­
taban.
La incógnita que surge es muy simple: ¿por qué no reac­
cionó con virulencia la derecha económica al serle afectados
sus intereses económicos? A modo de hipótesis enumeraremos
una serie de factores que podrían explicarla:
i) El .triunfo de Allende fue bastante imprevisto para las
fuerzas agrupadas en torno a la candidatura Alessandri, lo cual
las deja desarmadas, ya que no se había trazado una estrategia
para enfrentar este hecho inesperado. El fenómeno se agrava
a causa del divorcio existente entre la derecha económica (es­
pecialmente los grupos industriales) y la derecha política re­
presentada por el Partido Nacional en aspectos como, por ejem­
plo, la unidad de mando. Recordemos que la candidatura
Alessandri fue manejada principalmente en su financiamiento
y dirección por grupos empresarios y tecnócratas de orientación
económico-social de tipo liberal, más que por la derecha polí­
tica organizada.
Con razón Claudio Orrego al referirse a la “ inmediata e
inexplicable desaparición de la vida política chilena del fenó­
meno y de los valores que encarnaba la candidatura Alessan­
dri” , acota que “ al día siguiente de la elección, don Jorge Ales­
sandri — que había representado más de un millón de votos— ,
se esfumó de la vida nacional como un fantasma y junto con
él, los valores que encarnaba su postulación” , ya que, “ todo
indicaba que el Chile de 1970 respondió en términos de mo­
vimientos sociales y no tan sólo de fluctuaciones de opinión
pública, ni de personalismos inspiradores” (37).
ii) La derecha económica se ha sentido abiertamente mi­
noritaria en su eventual defensa al no contar con el Partido
Demócrata Cristiano, las Fuerzas Armadas y los sectores más
extensos de las capas medias. Ha captado que la mayoría del
(37) Orrego, C., op. cit., pág. 21.
91
país no sólo ha estado por el cumplimiento de las normas
constitucionales y el respeto a la victoria electoral relativa, sino
también que Allende merecía tener su oportunidad de gober­
nar porque era la única forma de legitimar definitivamente la
democracia en Chile, aun a riesgo de perderla.
La propiedad de una parte de los medios de producción
no le dejaba en sus manos la decisión sobre los destinos del
país. Su carencia de poder decisivo obligó a aquellos sectores
que no deseaban el gobierno de Allende a mirar cualquier ac­
ción directa como una aventura loca y trágica, tal como acon­
teció con el asesinato del General Schneider.
Al aislamiento se agrega la sensación de inevitabilidad que
alguna vez tendrían que triunfar los partidos marxistas y sufrir
las consecuencias de su derrota, víctimas de su propia campaña
del terror; la sensación de culpa colectiva, como clase, es el
último elemento que se agrega como resultado de la muerte
violenta del Comandante en Jefe del Ejército.
Esto les lleva a adoptar la espera como pauta de comporta­
miento, en la creencia que la errada política económica del
gobierno traería consecuencias tan funestas que la Unidad Po­
pular sufriría un rápido desgaste ante la opinión pública, lo
que generaría "el golpe”.
iii)
El elemento explicativo más importante puede encon­
trarse nuevamente en los acostumbrados errores de diagnóstico
a que se han habituado los profetas del marxismo criollo, en
su terquedad por examinar la realidad chilena no en lo que es,
sino en cómo veía Marx hace cien años la sociedad capitalista
inglesa de entonces y aplicarla mecánicamente y simplificadamente a Chile 1970. La derecha económica no sólo deja de
tener la reacción prevista como clase, sino que además demues­
tra no poseer ni conciencia ni organización de tal.
La clase “terrateniente” no podía reaccionar masiva y po­
derosamente porque ya había sido liquidada como un estrato
con poder efectivo, por el largo proceso de décadas de indus­
trialización y urbanización (38) y, finalmente, por la Reforma
(38)
Que entre otras cosas, implica que el Estado pone su énfa­
sis en defender los sectores urbanos más que los rurales.
Agraria implantada y llevada a cabo durante el Gobierno de
Frei (39). Pero existen innumerables textos y documentos de
personeros de la UP en que se alega que durante los años 1964-70
no sucedió nada importante en Chile porque, por definición,
un Gobierno “reformista” no podía llevar a cabo un proceso
de esa significación, ya que habría constituido un insulto a la
“Historia”, que dogmatiza que sólo el movimiento obrero y
campesino, representado por “ sus partidos” (los marxistas),
pueden realizar un cambio tan revolucionario.
El sector industrial aparece como intocado a esa fecha y
manejado por los capitalistas que usan al Estado como un nue­
vo apéndice. En términos de la UP, “ los gobiernos de la bur­
guesía favorecieron a los grupos dominantes y al capital ex­
tranjero monopólico, dando origen así a una compleja estructura
económica, política y social que constituye el sistema de do­
minación que enfrentamos y cuyos efectos negativos sobre el
pueblo se hacen cada vez más poderosos” (40). Aquí observa­
mos como aparte de la sistemática simplificación y deformación
de la realidad, nos encontramos con una constante visión ahistórica del país donde se repite hasta el cansancio, durante dé­
cadas, las mismas consignas ya gastadas por el tiempo, sin
nuevos elementos de interprétación, sin un enriquecimiento
producto de un re-examen de la realidad cambiante. Es la que
lleva a la Unidad Popular a olvidar no sólo los elementos ge­
nerales que ya planteamos, sino algunos específicos al sector
industrial y que impidieron la reacción con tojlo su poderío en
contra del ejecutivo:
1.
La forma que el Gobierno utilizó para enfrentar al
sector industrial fue la negociación directa con los grandes
accionistas en forma individual, y mediante la presión o la
(39) El aspecto fundamental en una Reforma Agraria, más que
el aspecto cuantitativo del número de predios expropiados, tal como
lo remarca la publicidad de la UP, está en el cambio cualitativo de
la iniciación del proceso, que marca la irreversibilidad ocasionada
por un cambio de mentalidad.
(40) Este no es un discurso en una manifestación callejera, sino
la “Exposición de Hacienda Pública” del Ministro Zorrilla el 27 de
noviembre de 1970, pág. 12.
93
oferta de condiciones excepcionalmente convenientes de compra
logró dividirlos en sus decisiones y estrategias. Esto facilitó la
apropiación de las empresas, pero evitó la reacción de los in­
dustriales como grupo.
2.
Lo que se compra, interviene o confisca, en la gra
mayoría de los casos, es el capital o activos físicos de las em­
presas. Los industriales conservan tanto el capital financiero
como, lo que es más importante, el capital humano que es
inexpropiable y que en la sociedad moderna es el factor más
valioso y escaso (41).
Una parte importante de las empresas adheridas al área
estatal eran unidades productivas de escasa rentabilidad eco­
nómica por su tecnología obsoleta, su maquinaria depreciada
y antigua, como acontece con las expropiaciones por abandono.
En otros casos, la situación financiera era caótica por ser em­
presas ineficientes o al borde de la quiebra, o porque sus
propietarios tuvieron la facilidad de elevar rápidamente su ren­
tabilidad, antes del traspaso, por el método de dejar de pagar
los aportes a Cajas de Previsión, sus impuestos o de suspender
las amortizaciones por los préstamos de la CORFO.
F.
La Democracia Cristiana y las Fuerzas Armadas.
En el esquema explotadores-explotados y poder económicopoder político, tan importante como descripción del cuadro de
la sociedad chilena, a la UP le incomoda terriblemente la exis­
tencia de la Democracia Cristiana, pues no se podía desconocer
su carácter pluriclasista. Pero, consistente con su dogmatismo
esencial, elabora la única estrategia consecuente cual es buscar
su división; los “freístas”, que son los malos, la nueva cara
de la derecha, que representan y defienden sus intereses y los
(41)
Véase, al respecto, el capítulo de Pablo Huneeus. Cabe
anotar que la propiedad de los bienes de capital no es la única
fuente de desigualdad y conflicto; también, entre otros, la distri­
bución desequilibrada del capital humano entre los hombres, genera
problemas que en el mundo actual se van haciendo progresivamente
más decisivos.
94
“ tomicistas”, los buenos, los que tienen que estar con la UP
y los sectores populares. El fracaso de la estrategia, el endure­
cimiento de las bases demócrata-cristianas, la unidad creciente
del movimiento, obviamente no causan sino desconcierto entre
los partidos marxistas.
Las Fuerzas Armadas no pueden recibir un tratamiento
explícitamente similar al de la DC, como es obvio; como no
se les puede dividir entre buenos y malos, de acuerdo a su
posición relativa en la institución, se ejerce el halago, la alabanza
indiscriminada y su integración a la ejecución del programa
de la UP.
2.
LA NACIONALIZACION DE LAS RIQUEZAS BASICAS
COMO FORMULA DE ROMPIMIENTO DEL ESQUEMA
DE DEPENDENCIA.
Uno de los aspectos centrales planteados por la candida­
tura Allende fue el llamado “ rompimiento de las relaciones
de dependencia” del país con el capital extranjero o, como
algunos más presuntuosos lo han expresado, “ nuestra segunda
independencia nacional”. Antes de clarificar el papel que este
objetivo tiene en la acción del gobierno, intentaremos exami­
nar su génesis.
A.
El diagnóstico de la dependencia.
Un planteamiento como el de la dependencia, que en su
análisis académico ha tenido una elaboración tan limitada e
insatisfactoria, no podía originar sino juicios primarios y sim­
plistas (42). Si se examina el “ Programa Básico de Gobierno
de la Unidad Popular”, veremos que en forma categórica se
(42)
Una excepción en la m ateria puede encontrarse en Galofré, Fernando, La Dependencia, en “Ciencia y Mito en el Análisis
Social, op. cit.
95
dice que “ Chile es un país capitalista, dependiente del impe­
rialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmen­
te ligados al capital extranjero”, y que, “ como consecuencia
misma del desarrollo del capitalismo mundial, la entrega de
la burguesía monopolista nacional al imperialismo aumenta
progresivamente, se acentúa cada vez más en su dependencia,
su papel de socio menor del capital extranjero” (43).
Del “ Programa Básico” se puede establécer que lo esencial
es que:
1. Chile es un país completa y absolutamente dependiente.
2. Esta dependencia es creciente con el tiempo.
3. La burguesía nacional está indisolublemente ligada al
capital extranjero.
4. La “ explotación imperialista” se efectúa de muchas
maneras:
a) inversiones directas (minería, industria, banca y co­
mercio);
b) control tecnológico que implica cuantiosos pagos;
c) préstamos norteamericanos “ usurarios” y atados;
d) “ dictando” la política económica del país por inter­
medio del Fondo Monetario Internacional y otros
organismos.
5. Los monopolios norteamericanos “intervienen también
en la educación, la cultura y los medios de comunica­
ción. Valiéndose de convenios militares y políticos tra­
tan de penetrar las FF. AA.’\
,
B.
Los remedios para mejorar los males.
Como parece claro del diagnóstico, la subordinación al ex­
terior se da básicamente con respecto al capital extranjero y,
por lo tanto, para evitar la explotación imperialista se debe
(43)
Otro documento donde puede encontrarse un análisis
prácticamente idéntico es la primera “Exposición de Hacienda
Pública” del Ministro Zorrilla, realizada en noviembre de 1970.
96
actuar sobre sus propiedades. Nuevamente aparece el énfasis
en el enfoque “propietarista” ; un documento diáfano a este
respecto lo constituye el citado “ Programa Básico”, donde co­
mo única política para romper el “esquema de la dependencia”
se expresa que “ como primera medida se nacionalizarán aque­
llas riquezas básicas que, como la gran minería del cobre, hierro,
salitre y otras están en poder de capitales extranjeros y de los
monopolios internos” y, en general, que “ liberar a Chile de
la subordinación al capital extranjero lleva a expropiar el ca­
pital imperialista, a realizar una política de un creciente auto­
financiamiento de nuestras actividades, a fijar las condiciones
en que opera el capital extranjero que no sea expropiado, a
lograr una mayor independencia en la tecnología, el transporte
externo, etc.”. La expropiación de las propiedades automáti­
camente genera la independencia económica nacional.
C.
La importancia de la nacionalización en la estrategia global.
Pero no sólo las nacionalizaciones tenían importancia para
romper el “ esquema de dependencia”. El otro elemento estaba
en la ligazón “ estructural” entre la burguesía nacional y el
capital extranjero, o sea, los dos enemigos principales mantienen
un lazo fundamental entre ellos y, por lo tanto, la destrucción
de uno trae consigo la derrota del otro.
En consonancia con la mitología tan propia del pensamien­
to marxista, el “pueblo”, las “grandes mayorías populares”,
sinónimos en este caso del “proletariado con conciencia revo­
lucionaria y de clase”, apoyaría categóricamente a su gobierno
en su combate contra sus enemigos históricos y, por lo tanto,
una acción decidida traería consigo la polarización de los chi­
lenos en dos clases: los explotadores, defensores de los intere­
ses del imperialismo, las empresas extranjeras y los monopolios
nacionales, por un lado, y la gran mayoría de los chilenos de­
fendiendo a su gobierno en su lucha contra esos intereses bas­
tardos. De aquí nace la acción publicitaria del gobierno cen­
trado en dos aspectos:
a)
la nacionalización de las grandes empresas extranjeras,
especialmente del cobre, y
4 .— C h i l e .
97
b)
la denuncia sistemática de una serie interminable de
acciones del imperialismo norteamericano, la mayoría de ellas
inexistentes: el complot de las ventas del cobre, el intento de
prorrogar hasta nuestros días las acciones de la ITT, los em­
bargos y presiones (ciertos algunos y falsos otros) de las com­
pañías del cobre, las negativas del Eximbank a conceder prés­
tamos a la “próspera” LAN, la supresión de las líneas de cré­
dito de los bancos norteamericanos, el bloqueo económico
invisible, etc., todo lo cual, unido a la denuncia de la frené­
tica “ sedición” de los burgueses nativos, buscaba atraer hacia
el gobierno el respaldo de las grandes mayorías a través de una
mezcla del despertar de la conciencia revolucionaria y la exal­
tación de los más puros y burgueses sentimientos nacionalistas.
D.
Los principales errores del diagnóstico y de su
consiguiente estrategia.
Para el Gobierno, la ejecución de su política antiimperia­
lista, ha constituido, quizás, la experiencia más frustrante de
sus dos años. Efectivamente:
— no se dio la polarización buscada;
— aparentemente no consiguió convencer a la población
que identificara a la gran burguesía y el imperialismo;
— no logró despertar ni el nacionalismo ni la conciencia
antiimperialista al nivel deseado, y menos que esto se
tradujera en un elemento de respaldo mayoritario;
— la esperada agresión imperialista no se ha producido
en la forma prevista, sino sólo algunas reacciones de
empresas individuales, con lo cual no se creó el con­
flicto que se deseaba.
El último fenómeno no sólo tiene importancia desde el
punto de vista del fracaso del valor predictivo del dogma marxista en la aplicación mecánica, sino también en su aspecto
emotivo. Obviamente, una “verdadera” revolución tiene que
ir necesariamente acompañada de una violenta agresión impe­
98
rialista, sobre todo después de la experiencia cubana, tan cara
para las fuerzas de la Unidad Popular. La ausencia del enemi­
go con todo su poderío implica un rompimiento del esquema
de comportamiento esperado, a lo que se agrega el hecho que
desalienta la indispensable mística revolucionaria por carecer
de canales objetivos dónde y contra quién expresarse. La ex­
periencia chilena sufre un profundo desmedro en relación al
verdadero combate imperialista que soportaron pueblos como
el cubano. El real bloqueo económico y hechos de fuerza como
Bahía Cochinos, claramente no pueden balancearse con el “ blo­
queo invisible” denunciado por la UP o las actividades del
Mayor Marshall desde Bolivia. La guerra antiimperialista de
Viet Nam no admite comparación con la guerra económica
“silenciosa” del gobierno de Allende, por más que lo diga Pa­
blo Neruda.
La amplitud del tema nos obliga a hacer una breve enu­
meración de los factores que podrían explicar el fracaso de las
predicciones implícitas en la estrategia del gobierno. Parece
claro que estas hipótesis requerirían de un mayor desarrollo,
así como también su verificación empírica.
1.
El primer elemento a ser considerado es la magnitud
e importancia de la influencia del capital extranjero en Chile,
lo que haría necesaria una 'investigación que aún no ha sido
realizada en nuestro país (44). Existen, claro, antecedentes su­
ficientes como para calificar de bastante errada la descripción
de Chile como un país absolutamente dependiente del impe­
rialismo. A manera de ejemplo, la denuncia de la explotación
extranjera efectuada en la forma de regalías (royalties) y paten­
tes pierde parte de su significación cuando se determina, en
forma empírica, que anualmente los egresos de divisas por este
(44)
Para el caso chileno, la “biblia” en materia de dependen­
cia es el libro de Caputto y Pizarro, “Imperialismo, Dependencia
y Relaciones Económicas Internacionales”, cuyo nivel analítico es
pobrísimo y su aporte a la clarificación de la m ateria es muy li­
mitado.
99
concepto son muy inferiores al 1% del total de importaciones
de bienes y servicios que se efectúan en el mismo período (45).
2.
La razón de por qué el Gobierno no logra “ motivar”
en forma importante a las grandes masas con el término de la
nacionalización del cobre y otras empresas importantes del
sector minero es la existencia de una conciencia generalizada
de que sólo se trataba del finiquito de un proceso donde los
pasos fundamentales ya se habían realizado con anterioridad,
con la “chilenización” del cobre y la formación de otras so­
ciedades mixtas. A nivel de la opinión pública, la parte “ cua­
litativa” ya estaba realizada y existía un consenso generalizado
y no discutido sobre la bondad de la nacionalización (46). Inclu­
so antes de la “ chilenización”, las encuestas de opinión pública
mostraban que ésta no era una materia prioritaria entre las
preocupaciones de los chilenos.
A la aceptación del proceso como algo completamente na­
tural y lógico, a la falta de una reacción visible de los intereses
afectados, se une otro hecho que es la falta de concretización
o de materialización del imperialismo para extensas capas de
la población. Dicho en términos muy simples, es muy probable
que la gran mayoría de los chilenos no haya conocido nunca
un “ imperialista” o no haya sufrido en carne propia los efec­
tos de la acción del imperialismo y, por lo tanto, constituyan
para él conceptos vacíos. La presencia masiva del capital ex­
tranjero se da en regiones muy específicas de Chile, en activi­
dades muy intensivas en capital, geográficamente distantes y
administradas principalmente por chilenos; éste es el caso de
los sectores mineros. Es lo que explica los esfuerzos del gobier­
no por cambiar la publicidad global por imágenes más espe­
cíficas, más concretas del imperialismo.
(45) Lo cual no significa que seamos completamente indepen­
dientes en la materia, o que no se ejerzan acciones monopólicas
en este campo.
(46) Durante la campaña presidencial de 1970, Allende y Tomic
proponían la nacionalización completa, mientras Alessandri no cla­
rificó nunca su planteamiento en esta materia, aunque no propu­
so volver a la situación previa a la chilenización.
100
3. La alianza estrecha entre el capital nacional y el ex­
tranjero existía en una magnitud notoriamente inferior a la
prevista. En el sector minero y algunas ramas industriales (petro­
química y celulosa) la relación ocurría entre el capital extran­
jero y el Estado a través de las llamadas sociedades mixtas.
Esto dificulta la utilización publicitaria de una ligazón que no
se da claramente en las empresas más importantes en tamaño,
sino en ciertas empresas de menor cuantía que las primeras y,
por otra parte, tiene por consecuencia que la reacción de los
grupos extranjeros afectados sea distinta y no coordinada con
los capitalistas nacionales en la magnitud esperada.
4. La alianza entre los monopolios" internacionales y el
gobierno norteamericano no opera en nuestros días en la mis­
ma forma como ocurrió a fines del siglo pasado y principios
de éste. Han cambiado, especialmente en la década de los se­
senta, tanto la política del gobierno yanqui como las actitudes
de las propias empresas, cada vez menos identificables con
países específicos al conformar lo que hoy se conoce como las
firmas “ transnacionales” . La situación creada con la expro­
piación de las pertenencias de la I.P.C. en el Perú es una buena
prueba de ello: en definitiva, si bien la empresa era norte­
americana, jurídicamente era residente canadiense (47).
Por lo menos en los dos años de gobierno de la UP, el
comportamiento de las grandes empresas norteamericanas (Kennecott, Anaconda y la ITT, principalmente), que han volcado
todos sus esfuerzos en la defensa de sus intereses afectados,
aparece diferenciado de la acción del gobierno norteamericano,
al cual y pese a todos sus afanes, la Unidad Popular no ha
podido probar ninguna acción antichilena importante, aunque
obviamente tampoco ha tenido un trato favorable hacia nuestro
(47)
La historia de Cuba y Panamá, las intervenciones del
Gobierno norteamericano en Centroamérica en ayuda de la
United Fruit u otras firm as (que generaron acciones como la in­
vasión de Guatemala), la intervención en la República Dominicana,
son hechos que no conforman una ley de comportamiento aplica­
ble en cualquier situación espacio-temporal, aunque sí un poderoso
antecedente histórico.
101
país. La renegociación de la deuda externa constituye un an­
tecedente ilustrativo de la afirmación anterior. Por otra parte,
la acción de las empresas norteamericanas mismas no ha sido
uniforme. A vía de ejemplo puede recordarse el comportamiento
de la mayoría de los bancos norteamericanos, favorables al
actual gobierno tanto en la renegociación como en la venta de
sus intereses en Chile, a diferencia de la reacción que han te­
nido la ITT y la Kennecott.
5.
El punto fundamental está en que por el mero hecho
de expropiar a las empresas norteamericanas no se acaba ni
la explotación monopólica ni menos la dependencia. Los dos
años de Gobierno de Allende han probado justamente eso:
que la independencia económica del exterior no desaparece
con la nacionalización de las empresas extranjeras, sino que
además es necesario:
— tener una balanza de pagos relativamente equilibrada;
— tener un adecuado nivel de reservas internacionales para
soportar las fluctuaciones del sector externo sin tener
que recurrir a una renegociación vejatoria de la deuda
externa, ni a aumentar los compromisos con el Fondo
Monetario Internacional, como ha ocurrido recientemente;
— dejar de ser un país monoexportador;
— no tener que seguir recurriendo a los créditos interna­
cionales atados como ocurre tanto con los países socia­
listas como capitalistas;
— no tener que estar financiando el comercio internacional
con créditos de corto plazo que significan un alto costo
en intereses por constituir Chile un país “riesgoso” ;
— ser tanto o más eficiente que los expropiados en la ad­
ministración de las empresas.
102
y
3.
LA POLITICA ECONOMICA DE CORTO PLAZO COMO
MEDIO DE OBTENER EL RESPALDO POLITICO
DE LAS GRANDES M A YO R IA S
Para lograr una adecuada comprensión de la política eco­
nómica de la Unidad Popular, es necesario tener en claro que
fue elaborada en función del objetivo central de “reemplazar
la actual estructura económica, terminando con el poder del
latifundio y del capital monopolista nacional y extranjero, para
iniciar la construcción del socialismo” (48). A esta meta se
condiciona también toda la estrategia de corto plazo, que uti­
liza como instrumento el conjunto de políticas económicas en
las áreas fiscal, monetaria, de comercio exterior, crediticia, ocupacional, etc. Estas herramientas han sido ya extensa y deta­
lladamente estudiadas en sus diversas manifestaciones y, por
lo tanto, no entraremos aquí a repetir su análiss, sino sólo en
algunos puntos muy específicos (49).
A)
Populismo y consumo.
El primer elemento importante de la política económica
del Gobierno está constituido por la elevación del consumo
nacional, lo cual significa una caída importante del ahorro y,
por consiguiente, de la inversión.
(48) Vuskovic, Pedro; “Exposición ante el Subcomité sobre Chile
del Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso (CIAP),
Washington, abril de 1972.
(49) Los principales documentos de referencia son:
— Bardón, Alvaro y otros, “Itinerario de una Crisis”, Ed. Del
Pacífico, 1972.
— Departamento Técnico del PDC, “A nálisis Económico del Primer
Año de Gobierno”, Política y Espíritu N'1 327, noviembre de
1971 y “La Economía Chilena en el Gobierno de Allende”, Po­
lítica y Espíritu N 9 331.
— Taller d.e Coyuntura, Facultad de Ciencias Económicas, Univer­
sidad de Chile, “Comentarios sobre la situación Económica”,
diciembre de 1971 (N* 2) y julio de 1972 (N? 3).
— Instituto de Economía, Universidad Católica, “La Economía Chi­
lena en 1971 y Perspectivas para 1972”, enero de 1972.
103
La explicación de este resultado debe ser buscada en la
necesidad de la Unidad Popular de transformarse rápidamente en
la fuerza mayoritaria del país. Una vez decidido que la socie­
dad socialista se edificaría utilizando la legalidad de la “ demo­
cracia burguesa”, el primer objetivo del Gobierno pasa a ser
el aumento de su respaldo popular, desde el 36% conseguido
por Allende en la elección presidencial a un porcentaje clara­
mente superior al 50% del electorado. La ocasión se presen­
taría en la elección de regidores, o meses después en un even­
tual plebiscito convocado por el Ejecutivo, despues de lo cual
se podrían efectuar las reformas constitucionales, legales e ins­
titucionales necesarias para transformar a Chile en una nación
socialista. En Noviembre de 1970 el Secretario General del
Partido Comunista manifestaba que “ la última reforma consti­
tucional le confiere al Presidente de la República el derecho
a convocar un plebiscito para disolver el Parlamento en caso
de conflicto entre ambos poderes. En un momento determinado
habrá que hacer uso de esa facultad y abrir paso a una nueva
Constitución y a una nueva institucionalidad, a un Estado Po­
pular” (50). Aparentemente, la época prevista estaba progra­
mada para la primera mitad de 1972 (51), pero el deterioro del
(50) Corvalán, Luis, “Informe al Pleno del Comité Central”,
noviembre de 1970.
(51) “Sin duda, la conducción de la política económica de corto
plazo contribuyó en 1971 a ampliar la base de sustentación políti­
ca del Gobierno (como quedó demostrado en la elección de abril).
No obstante lo avanzado, ésta sigue siendo una necesidad primor­
dial, sobre todo si se considera la perspectiva de un plebiscito en
el curso del año próximo”. Esta frase aparece en un Informe
Confidencial, sin título, atribuido al Ministro Vuskovic, pág. 4,
mimeo, octubre de 1971. En carta a “El Mercurio”, el Ministro
manifestó estar de acuerdo con su contenido. El mismo personero
expresa que “la ampliación de esa base política del Gobierno es
requisito para poder profundizar el carácter revolucionario del
proceso; es requisito para poder seguir ampliando el área de pro­
piedad social. De nuevo los dos elementos, el objetivo programático
central y la cuestión estratégica inmediata, presentes en el pro­
blema (Vuskovic, P., “La Experiencia Chilena: Problemas Econó­
micos”, op. cit., pág. 109).
104
gobierno, producto de la crisis económica y política ocurrió
antes, lo que destrozó la táctica ideada.
El método utilizado consistió en aumentar notoriamente el
nivel de ingreso y, por consiguiente, el poder de consumo de
las grandes mayorías. El “populismo” , tan combatido por los
“revolucionarios”, pasa a constituirse así en acción de Gobierno.
De aquí nace la política de “reactivación” de la economía,
basada en el manejo de los siguientes instrumentos:
1. La redistribución de ingresos en favor de los asalaria­
dos. La ley de reajustes de remuneraciones estableció que,
a lo menos, el aumento sería igual al crecimento de los precios
ocurridos durante 1970 (52). Se suponía que los grupos favo­
recidos tenían una propensión al consumo relativamente más
alta que los perjudicados. Por otra parte, la esperada reduc­
ción de las inversiones del sector privado se traduciría en que
los grupos de altos ingresos disminuirían su ahorro y no su
consumo, como reacción a su pérdida de renta. El resultado
sería un aumento de la demanda global.
2. La política del aumento del gasto fiscal sin recurrir a
una equivalente alza de impuestos, se tradujo en el más im­
portante elemento de “ reactivación” . A fines de 1971 se observa
que los ingresos fiscales han disminuido, en términos reales,
con respecto a 1970 (53), mientras los gastos aumentan en
un 66% en cifras nominales y entre el 26% y el 36% en
magnitudes reales (54), lo que se traduce en un déficit fiscal
(52) Como los precios habían subido en un 35% en 1970 y se
esperaba una reducción de ese porcentaje en 1971, el reajuste im ­
plicaba un aumento considerable de los salarios reales. El control
de precios constituía el arma principal para suprimir la inflación
ese año.
(53) Los ingresos crecen en términos nominales en un 19%,
que si se deflactan por el 22,1% que marca el índice de precios
oficial, arroja un 3% de disminución en cifras reales y si se deflacta por un 32% (que sería una magnitud más “creíble” daría
un 10% de reducción.
(54) Usando 32% y 22,1% de inflación, respectivamente. Las
causas más importantes de la reducción de impuestos son la dis-
105
que alcanza al 36% de los gastos totales. Entre los egresos
fiscales están considerados los “programas movilizadores” de
vivienda y obras públicas.
3.
Se complementa la política expansiva con el aumento de
la cantidad de dinero, que alcanza al 120% en el curso de
1971, y que se canaliza en el financiamiento del déficit fiscal
y el aumento del crédito bancario, especialmente para auxiliar
a las instituciones y empresas del sector estatal.
Todos estos elementos conforman un descomunal aumento
de demanda que, obviamente, no puede tener como contrapar­
tida un aumento equivalente de la oferta global de bienes y
servicios (55) y que genera como consecuencia un creciente
proceso de inflación, desabastecimiento, mercados negros, ra­
cionamiento, etc.
La incógnita por resolver es porqué no se previo que el
excesivo crecimiento de la demanda pondría en peligro toda
la estrategia. Algunas pautas explicatorias serían las siguientes:
a)
el desconocimiento de los “ rezagos” naturales en tod
economía y, en particular, en la chilena. Las autoridades pen­
saron que la reactivación operaría en forma prácticamente
instantánea, lo que indica una increíble falta de sentido empírico
y un gran desconocimiento de como funcionan las variables
pertinentes en nuestro país. En el hecho la política expansiva
ya se inicia en Septiembre de 1970, para enfrentar los fenó­
menos económicos-financieros posteriores a la elección pre­
sidencial y cuyos primeros efectos empiezan a observarse cla­
ramente en Marzo-Abril de 1971. Durante casi 6 meses, ante
la falta de reacción del sistema, las autoridades continuaron
incentivando el “ despegue” y acumulando elementos potenminución de los tributos de la Gran Minería del Cobre y, nueva­
mente, el “populismo” que se tradujo en reducciones de una serie
de gravámenes que afectaban a aquellos sectores que el gobierno
pretendió conquistar con su política.
(55)
La oferta global se incrementa por un aumento del pro­
ducto (entre el 5 % y el 7%) y mayores importaciones financiadas
con cargo a una reducción de las reservas internacionales.
106
ciales que empezaron a actuar mucho después y con mayor
fuerza que la prevista. Un ejemplo de la inercia inicial era la
violenta expansión del circulante que no se traducía en
inflación.
b) El menosprecio por los fenómenos monetarios y finan­
cieros. El “modelo Vuskovic” era un modelo “estructuralista” y,
por lo tanto, no incluía como determinantes a las variables
monetarias (56).
c) La creencia que bastaba con un extenso sistema de con­
trol de precios para eliminar de raiz la inflación, pasando por
alto toda la experiencia acumulada en esta materia durante
períodos anteriores.
d) La utilización de indicadores globales para la formación
mecánica de la política económica. Un buen ejemplo de ellos
es el término “capacidad ociosa”, que al ser utilizado como
(56)
Eran los m eses en que el propio Ministro Vuskovic ase­
guraba que el aumento de la cantidad de dinero no tenía ninguna
importancia como generadora del proceso inflacionario porque se
estaban realizando los “cambios de estructura”; en abril de 1971,
ante el Consejo Nacional de Desarrollo expresó que “aquellos que
anuncian una inflación desenfrenada no entienden nada de lo que
está ocurriendo. H ay factores nuevos que hacen que no sean las
puras magnitudes financieras las determinantes del funcionamiento
económico, ni siquiera las que comandan el sistem a de precios, ya
que en la medida que se eliminan las trabas institucionales que
tradicionalmente han frenado la economía chilena, se abren gran­
des posibilidades de expansión (“La Nación”, 2 de abril de 1971)
y aún m eses después, ante la pregunta de si creía que aún podía
detenerse la inflación dejando que el poder de compra fuera su­
perior a la oferta respondió textualm ente: “Hay toda una visión
simplista de la inflación que no ve más allá de las relaciones
superficiales entre ‘oferta y demanda’. El problema es más profun­
do y arranca de la estructura económica misma y de las relacio­
nes de poder de grandes intereses monopólicos que han caracteri­
zado a la economía chilena. En consecuencia, terminar definitiva­
mente con la inflación es un objetivo que sólo podrá cumplirse en
la medida que se cumplan las transformaciones profundas conte­
nidas en el Programa del Gobierno Popular”. (“La Tercera”, Vus­
kovic se confiesa: nada queda en el tintero, 12 de septiembre
de 1971).
107
un promedio induce a equívocos, ya que basta cualquier
“ cuello de botella” en alguna parte del proceso productivo
para impedir el empleo pleno de la “ capacidad ociosa” de
sectores completos de la economía.
El objetivo de lograr un rápido crecimiento de los niveles
de consumo se consiguió con creces y efectivamente el go­
bierno logra aumentar su respaldo desde el 36% hasta el
49% . La pregunta que surge es ¿porqué no logró un porcen­
taje mayor? Si se acepta que en la fecha en que se realizan
las elecciones de regidores la “ reactivación” estaba en pleno
auge, sólo caben dos respuestas:
— en lo económico, el fracaso parcial de la política de re­
distribución de ingresos, que se examina más adelante;
— los factores políticos son fundamentales y determinantes
en una explicación satisfactoria de las causas del fracaso de
la UP en lograr una mayoría aplastante. Recordemos que
en esa época aún no empezaban a actuar los primeros efectos
negativos de la política económica (desabastecimiento, infla­
ción, colas, etc).
La imprevista rapidez del deterioro de la Unidad Popular
en materia de respaldo masivo queda clara si se examina que,
para efectuar por la vía democrática el paso a la sociedad
socialista, era necesaria la consulta plesbicitaria, la cual apa­
rentemente estaba planeada para ser efectuada después de
1971 (57), en circunstancias que, desde el punto de vista eco­
nómico, el período de mayor éxito de la política ocurre entre
los meses de marzo y octubre de 1971, los cuales probablemen­
te coinciden con el mayor respaldo masivo que ha tenido el
Gobierno. Por lo tanto, no existía una adecuada coordinación
“ temporal” entre la estrategia económica y la política.
(57)
La tramitación legislativa de una consulta de este tipo
requiere entre 8 y 12 meses.
108
B) El Mito de la “NUEVA CIEN CIA’’.
Los planteamientos iniciales de las autoridades de gobierno,
así como la explicitación de la nueva política económica
provocaron sorpresa entre los “entendidos”, tanto por su
naturaleza heterodoja, como por la seguridad y audacia con
que formalmente fue planteada, especialmente por el Minis­
tro Vuskovic, su principal inspirador y ejecutor.
La gran mayoría de los “ expertos” en materias económicas
durante todo el curso del año 1971, — donde los resultados
globales obtenidos fueron satisfactorios, mirados en forma
estática y sin considerar los costos en que se había incurrido— ,
se mantuvieron a la expectativa, sin efectuar juicios muy
comprometedores sobre el éxito o fracaso del experimento,
asombrados por el balance favorable de los primeros meses
(58).
Solamente cuando el “ modelo”’ muestra su fracaso, ya en
el curso de 1972, se plantea la discusión de si sus ejecutores
lo habían previsto y trataron de solamente lograr un éxito
inicial, o si el caos económico ha constituido una “ sorpresa”
para sus estrategas (59). La hipótesis que aquí se sostiene es
que la política económica de corto plazo estaba formulada
para tener éxito y que solamente con el transcurso del tiempo
se inició una “ racionalización” de las causas del fracaso o de
las intenciones originales.
El examen de algunos de los primeros documentos del
Gobierno arroja bastante luz al respecto, Así, en Noviembre
(58) A pesar de esto, surgieron algunas voces críticas y pre­
visoras, como el senador José Musalem y el Departamento Técnico
del PDC. Véase además, A. Bardón y otros, “Itinerario de una
Crisis”, op. cit.
(59) Aún se ha planteado que la estrategia adoptada fue la de
destruir hasta sus raíces la estructura y funcionamiento del apa­
rato económico prevaleciente en forma conciente y sistemática,
para sobre sus cenizas construir la “Nueva Economía; socialista y
proletaria”. En estas páginas decididamente se rechaza esa hipóte­
sis. Un argumento importante para descartarla es considerar que
si esta “demolición” hubiese sido programada, no se habría obte­
nido un éxito tan grande.
109
de 1970, en su Exposición ante la Comisión Mixta de Presu­
puestos, el Ministro de Hacienda expresa: “ El desarrollo
anárquico e irracional de una economía capitalista dependien­
te como la nuestra significa un despilfarro del excedente
económico, que con la decisión de cambiar esencialmente el
sistema, se convierte en un excedente utilizable de acuerdo
a los intereses objetivos de la inmensa mayoría de los chilenos.
El desarrollo potencial de nuestras fuerzas productivas no
encuentra otro freno que el tipo de relaciones de producción
propias del sistema, que son las que nos proponemos cambiar.
Por otra parte, la solución de los problemas inmediatos es
enteramente posible cuando en esta perspectiva el pueblo se
compromete con la tarea. Por eso nuestra estrategia se sitúa
en los marcos de un triple proceso de expansión económica,
transformación del sistema e intervención organizada del
pueblo en la construcción de su propio futuro” . (Pág.17; las
subrayaciones no aparecen en el original).
Se establece claramente en estas palabras que basta el
cambio de relaciones de producción para que, por arte de
magia, desaparezcan los problemas del país: inflación, deso­
cupación, inadecuada distribución del ingreso, lento creci­
miento, dependencia, etc. (60). Esto, claro está, siempre que
el pueblo “ se comprometa con la tarea” ; ya hemos analizado
porqué el compromiso es prácticamente un dato dentro del
esquema marxista.
El propio Ministro Vuskovic advierte en forma solemne
que “ sólo el tipo de relaciones de producción imperante en
el sistema limita el desarrollo de las fuerzas productivas del
país, y la solución de los problemas inmediatos es enteramente
posible cuando, en la perspectiva de la transformación de
tales relaciones, el pueblo asume por sí mismo la tarea del
desarrollo” (61). O sea, exactamente los mismos elementos.
(60) El “Programa Básico de Gobierno” es el documento donde
más abundan este tipo de planteamientos. Su naturaleza claramen­
te demagógica y simplificadora nos lleva a escoger otros textos
para tratar esta materia.
(61) Vuskovic, Pedro, “Discurso en la Asamblea del CIAP”,
Boletín Mensual del Banco Central de Chile, abril 1971, pág. 392.
110
A esta certeza de que el cambio en las “ relaciones de
producción” es la pomada mágica que cura todos lo males
de nuestro país y que corresponde al más puro esquema
marxista, se superpone un manejo de la política económica de
estricto carácter Keynesiano (62) mezclado con elementos
estructuralistas (63).
Aparentemente, el “ modelo Vuskovic” constituía, para
quienes lo formularon, la síntesis histórica de estas distintas
corrientes de pensamiento económico, lo que daría origen al
nacimento de la “ Nueva Ciencia” . Es la única explicación
que da sentido a frases tan presumidas y fatuas como:
“ Creemos que es importante dejar bien sentado lo anterior
(la coherencia conceptual de la política trazada y su incersión
dentro de un contexto de transformación histórica), sobre todo
cuando existen algunos economistas que para enjuiciar la
política del Gobierno incurren en el error de utilizar instru­
mental analítico y el contexto conceptual de tipo tradicional”
(64).
(62) “Estricto” en el sentido de las elaboraciones más burdas
y simplificadas de los neo-Keynesianos, planteadas en los años
de post-guerra y hoy enteramente superados, tanto en el campo
teórico como el manejo de la política económica.
La influencia keynesiana puede apreciarse claramente en las
siguientes palabras del Ministro Vuskovic: “Las bases m ateriales
para esa mayor producción existen: había y hay capacidad instala­
da, equipos y mano de obra desocupada. Esta es precisamente la
irracionalidad del sistem a capitalista. Antes había igualmente
capacidad instalada ociosa, mano de obra desocupada, pero ¿ qué
ocurría? Muy sencillo: no había poder de compra. Fue justamente
este último elemento el que introdujo la U P para crear ese poder
de compra y cuidar que él no se perdiera por alzas de precio” (“El
Siglo”, 18 de julio de 1971).
(63) El pensamiento “cepaliano”, que da origen a la llamada
escuela “estructuralista”, también puede considerarse como un
planteamiento completamente superado y que tuvo una gran im ­
portancia histórica para América Latina durante los años cincuen­
ta. Su falta de renovación y adecuación actual es la causa funda­
mental de su pérdida de vigor intelectual. (Con la probable excep­
ción de Jorge Ahumada en muchos aspectos y de la “autocrítica”
de Prebisch).
(64) Martner, G.; “E nfasis en la Política de Corto Plazo”, en
El Pensamiento Económico del Gobierno de Allende, pág. 109.
111
Donde la síntesis científica iba a tener su ratificación
empírica más gloriosa era en el combate contra la inflación.
Vuskovic se refirió reiteradamente a ese fenómeno con pala­
bras como las siguientes: “ Estos pitonisos de la Derecha no
pueden entender que ahora existen factores nuevos que hacen
que no sean las puras magnitudes financieras las determinan­
tes del funcionamiento económico” (65); “ .. . l o s actuales
pitonisos de la inflación recurren a otro tipo de argumentos,
de acuerdo a los esquemas tradicionales en torno a los cuales
siguen funcionando. Sostienen que el aumento de los medios
de pago, la expansión crediticia, las bonificaciones a determi­
nados servicios, las compensaciones a algunos productos de
exportación, etc., configuran un cuadro financiero que, a través
de los mecanismos habituales de una economía capitalista,
tiene necesariamente que romper la actual política de precios
y llevar a una inflación desenfrenada en los próximos meses.
No entienden nada de lo que está ocurriendo” (66) y, en
términos globales, que “la inflación no es un fenómeno ajeno
al dominio de la economía por parte de grandes intereses
monopólicos. Por lo mismo, el Gobierno Popular abre posi­
bilidades efectivas para terminar con ella” (67).
El resultado obtenido en 1972 fue dramático: la inflación
superó al 160% (68).
(65) “La Nación”, 3 de abril de 1971.
(66) Exposición ante el Consejo Nacional de Economía el l 9
de abril de 1971. Citado por la R evista “Qué Pasa” del 22 de ju­
nio de 1972.
(67) “La Tercera”, 1* de noviembre de 1970.
(68) El Ministro Orlando Millas mostró otra visión al decir que
“la causa estructural de fondo no agota un fenómeno tan complejo
y, ciertamente, no explica el recrudecimiento de la inflación este
año. Sobre él influyen una multiplicidad de factores que, en un
momento determinado pasaron a ser decisivos; entre ellos, los fe ­
nómenos de la esfera financiera jugaron un papel de extraordinaria
importancia, siendo claves, una vez más, en una situación de co­
yuntura o de corto plazo” (Exposición de la Hacienda Pública, no­
viembre de 1972, pág. 16). Obviamente, al Partido Comunista no
le interesaba, a esas alturas, estar respaldando a los fracasados
precursores de la diabólica “N ueva Ciencia”, sino reafirmar la
más pura ortodoxia.
112
El fracaso empírico del modelo hace cambiar esta ilusión
inicial hasta el punto que el propio Vuskovic, en su revelador
discurso a los trabajadores del “ Area Social”, justifica su
política en términos de que era necesario conformar dicha
área “porque era la única forma de terminar en nuestro país
con el dominio del imperialismo y el gran capital monopolista”
(69) y el resultado nefasto de la política económica ahora
empieza a ser explicado en términos del “inevitable costo de
construir el socialismo” (70).
c)
El papel de la Política Económica.
Hemos ya mencionado la distinción entre “ el objetivo
programático central” y los “planteamientos estratégicos”, tales
como la redistribución de ingresos y la “reactivación” . Otro
aspecto que es necesario resaltar es la profunda ligazón que
sus autores otorgan al proceso de estatización y a la política
económica de corto plazo y que les hace decir que “no se
trata aquí de elementos antagónicos, sino de elementos que
tienen entre sí una relación de integración dialéctica, elemen­
tos que se refuerzan mutuamente, que se redefinen el uno al
otro en niveles superiores, y van así impulsando el desarrollo
general del proceso” (71). Este vínculo esencial es generado
porque, en definitiva, “ lo que se plantea en la política econó­
mica, es un problema de poder, es un problema de fuerzas
sociales, de correlación de fuerzas, a la que tiene por lo tanto
que subordinarse la política económica, sirviendo principal(69) Diario “Clarín”, domingo 18 de junio de 1972.
(70) El pintoresco Ministro Matus, sucesor de Vuskovic, carga
el fracaso a la “segunda guerra de la independencia”, en la cual
se ha visto envuelto el país en estos dos años de gobierno de la
UP y de un carácter tan devastador como la Revolución Francesa,
la Guerra de Secesión y la Independencia de Chile (¡). Lo curio­
so es que el desastre económico es explicado como un producto de
la independencia económica.
(71) Vuskovic, P.; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco­
nómicos”, op. cit., pág. 103 y 101.
113
mente, y allí encuentra su objetivo central, como instrumento
para ampliar y consolidar las posiciones de poder de los tra­
bajadores” (71).
También para el Partido Comunista éste es un aspecto
crucial; tanto es así que a fines de noviembre de 1970 su
Secretario General se refería a la política económica de la Uni­
dad Popular en los siguientes términos: “ Ella sería, sin embargo,
un mero intento antiinflacionista, de redistribución de ingresos
y de recuperación económica, y tendría apenas un carácter re­
formista, si no pasara más allá, si fuera toda la política econó­
mica del gobierno popular. Felizmente no es así. Esta política
es más amplia, más completa y apunta a la reestructuración
total de la economía y al cambio de sistema. Su verdadero
alcance, su hondo sentido revolucionario, queda de relieve si
se tiene en cuenta que en los próximos días se abordarán tam­
bién las tareas más grandes, como son la nacionalización del
cobre y de la banca, la estatización de un grupo de industrias
monopólicas y de importantes rubros del comercio exterior, así
como la transformación más profunda y acelerada del cam­
po” (72).
Esta defensa de la política económica como un aspecto
esencial del “ objetivo programático central” se mantiene en
algunos sectores de la UP incluso cuando ya se observan los
primeros síntomas graves de su fracaso (73) y cuando arre­
ciaban los ataques de ultra izquierda hacia su contenido “ refor­
mista” y “populista” , como asimismo su incapacidad para
abrirle paso a la UP en su camino hacia el poder. Es la época
cuando el Partido Comunista inicia su crítica y plantea la ne­
cesidad no sólo de “ consolidar lo avanzado” sino rectificar
aspectos tan determinantes como la política financiera, (“ que­
mar circulante”).
(72) Corvalán, L.; “Informe al Pleno del Comité Central del
Partido Comunista” ; El Siglo, 27 de noviembre de 1970.
(73) Véase, por ejemplo, la entrevista de “La Nación” con el
Ministro Vuskovic del 15 de noviembre de 1971.
114
D.
El Papel de la Planificación.
La estrategia de la Unidad Popular concebía que la des­
trucción del sistema de propiedad capitalista, logrado con la
creación de una extensa área estatal, traería consigo que su
fuerza motriz, el afán de lucro o maximización individual de
ganancias, desaparecería como variable dinamizadora de la
economía. En su reemplazo entraría a actuar la planificación
como el instrumento ordenador y coordinador de las variables
económicas y los incentivos de tipo social, propios del “ hombre
nuevo” que generaría el socialismo (74). Como lo expresa con
entera claridad el citado informe atribuido al Ministro de Eco­
nomía, “ el carácter dominante del APS permite que las deci­
siones económicas no sigan apoyándose en el criterio de la
ganancia capitalista. Para ejercer ese dominio del sector socia­
lizado conforme a nuevos criterios exige de mecanismos y for­
mas de planificación que hasta ahora no hemos puesto en
marcha” .
De la cita anterior se deduce un elemento que vuelve a
aparecer con todo su vigor: sin la estatización, sin que la parte
sustancial del proceso productivo sea estatal, no hay posibili­
dad de avance, no es posible ni siquiera echar a andar un es­
quema de planificación adecuado.
Pero, además, la planificación tiene un aspecto mágico, sa­
grado; es la fuerza motriz en el proceso hacia el socialismo (75)
y además la raíz propulsora del crecimiento de la producción
ya que “hasta hoy día los aumentos de producción que se re­
gistran provienen casi exclusivamente de aumentos de produc­
ción al nivel de cada unidad productiva y por el esfuerzo de
los trabajadores dentro de esa unidad productiva; pero no hay
(74) Un detallado análisis sobre los incentivos puede encontrarse
en Zañartu, Mario, Ciencia y Mito en el A nálisis Social. Op. cit.
(75) “El Gobierno de la Unidad Popular tal como lo estipula
su programa básico asigna una participación importante a la pla­
nificación en el proceso de transformaciones que conducirá al país
hacia una economía socialista” Martner, G.; “La estructura de un
Sistema Nacional de Planificación”, citado en El Pensamiento Eco­
nómico del Gobierno de Allende, pag. 297.
115
todavía aumentos que provengan de una planificación conjunta
de todas las empresas del área de propiedad social, que co­
rrespondan a determinada rama de la producción, en que han
llegado a ser dominantes” (76).
La mayor ingerencia del Estado en la vida económica, tanto
por la ampliación de la cantidad de empresas que dirige, como
por los controles directos o indirectos que ejerce, lleva a un
esquema de planificación centralizada como meta operacional.
Lo que se busca es que “ el Estado se constituya en el centro
efectivo de conducción de la economía y de la planificación
de su desarrollo” (77).
La planificación, que junto a los cambios de propiedad y
la política de reactivación, constituía una de las columnas cen­
trales en la ejecución del Programa de Gobierno, se ha trans­
formado en uno de los fracasos más estruendosos del actual
Gobierno. Hoy día en Chile se planifica menos y peor que en
gobiernos como el de Alessandri. Ni siquiera se ha podido
montar una oficina central de evaluación de proyectos de in­
versión para el sector público.
Entre los elementos que explican este fracaso se puede
considerar como uno de los más importantes la improvisación
general con que en materias económicas ha actuado este Go­
bierno. Puede decirse, sin exageración, que en la esfera de la
política económica y las correspondientes medidas concretas
para implementarla, sólo se contaba con la línea gruesa del
“modelo Vuskovic” . Aparte de la improvisación hay que con­
siderar la falta de constancia; los planificadores sucesivamente
seleccionan sectores, planes, políticas, empresas, reparticiones,
etc., para rápidamente dejarlos a medio camino y reanudar
nuevamente su actividad en otra esfera.
El cuoteo de los cargos y las reparticiones públicas ha sido
otro enemigo mortal de la planificación. La existencia de feu­
dos, parcelas políticas y reinos autónomos ha proliferado a con(76) Vuskovic, P.; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco­
nómicos”, op. cit., pág. 112.
(77) Vuskovic, Pedro; “Discurso en la Asamblea del CIAP”, op.
cit., pág. 389.
116
secuencia de ello, impidiendo no ya una planeación mínima,
sino incluso los requerimientos básicos de coordinación admi­
nistrativa.
El fenómeno que la programación se convierta en un mero
proceso verbal tiene también su origen en una característica del
pensamiento de los líderes de la UP y de su programa, como
es la creencia sincera que los males fundamentales de Chile
se acabarían con la mera acción del nuevo gobierno. Esto lleva
a que los planes sean formulados en un ambiente ideal, donde
no hay que efectuar decisiones costosas, donde los medios y
los recursos son suficientes para cumplir los objetivos y donde
el “problema económico” no existe. En este mundo de fanta­
sía, donde todo es posible, la planificación no camina, ya que
para su funcionamiento no basta con algo de voluntarismo
sino que es necesario un examen crudo de la realidad y las
limitaciones que, de hecho, impone a la acción-.
El “ control capitalista” ha sido sustituido por la ausencia
de control. Mecanismos de estímulos propios del sistema que
se quiere reemplazar, por la carencia de ellos; la derrota en
la batalla de la producción marca la incapacidad del “ hombre
nuevo” para sustituir el “ economicismo” de la mayoría de los
trabajadores.
4.
LA REDISTRIBUCION DE INGRESOS.
Para el Gobierno, uno de los mecanismos de mayor impor­
tancia para acrecentar su influencia era su política de redis­
tribución de ingresos.
La sociedad chilena, clasificada en dos clases fundamentales
en relación a la propiedad de los medios de producción, tam­
bién recibe una visión dicotómica desde el punto de vista de
la distribución del ingreso; este diagnóstico simplificador es
expresado por Pedro Vuskovic en los siguientes términos:
“Tenemos nosotros una sociedad de consumo, pero para
un solo sector minoritario. Vean ustedes, un veinte por ciento
de nuestra población de ingresos altos exige un grado de in­
117
dustrialización y nos convierte en un estado capitalista mono­
polista. Esta industrialización reducida requiere alta tecnología
y capitales. Como tenemos una muy baja tasa de ahorros y baja
tecnología debemos recurrir al extranjero. El otro ochenta por
ciento de la población tiene poca o ninguna capacidad econó­
mica. El caso es que la alta tecnología extranjera desplaza
mano de obra, aumenta el desempleo y la marginalidad. Que­
remos cortar la dependencia de la tecnología y el capital fo­
ráneos, aumentar la tasa de ahorros e incorporar a ese enor­
me porcentaje de ciudadanos a una vida compatible con el
progreso” . Y ¿cómo se produce ese cambio?; expresa el en­
tonces ministro: “Muy sencillo; elevando los ingresos bajos y
dirigiendo el crédito y la producción de artículos esenciales.
Menos automóviles, televisores, refrigeradores mientras haya
gente sin vestuario y sin alimento. Pensamos que debemos en
primer término fomentar la industria del vestuario y la ali­
mentación. Lo demás vendría solo” (78). La división entre los
que consumen y los que no consumen lleva al Gobierno a
plantear la esfera redistributiva como un aspecto fundamental
de su política económica.
Cabe señalar que también constituye una de las pocas polí­
ticas que tuvieron una temprana reformulación a causa de sus
rápidos tropiezos.
a) El período de los reajustes (noviembre 1970-octubre 1971).
i
En sus inicios, el Gobierno planteó su política de reajuste
de remuneraciones como el mecanismo fundamental de reduc­
ción del grado de desigualdad en la distribución del ingreso
nacional: su aumento sustancial, acompañado de un rígido y
estricto control de precios, aseguraría que los trabajadores, que
(78)
Diario “La Tercera”, 19 de diciembre de 1970. Una versión
más sofisticada de este planteamiento puede encontrarse en Vus­
kovic, Pedro; “Distribución del Ingreso y Opciones de Desarrollo”,
Cuadernos de la Realidad Nacional, N" 5, septiembre de 1970 y
en la primera “Exposición de la Hacienda Pública” del Ministro
Zorrilla de noviembre de 1970.
118
constituían la gran mayoría de la población, aumentaran su
nivel de vida en forma notoria.
Los supuestos involucrados en esta estrategia son básica­
mente dos:
1. Los asalariados son los trabajadores y los no asalariados,
los capitalistas;
2. los asalariados son pobres y los no asalariados, ricos.
Si esto hubiera sido enteramente cierto, la política hubiera
sido un éxito, sobre todo si se considera que era el método más
fácil y rápido para montar una política de redistribución, pero
no resultó así en la práctica. Las razones de este error han
sido extensamente analizadas en otros documentos (79); su prin­
cipal motivo se encuentra en que entre los asalariados se en­
cuentran extensas capas de trabajadores ubicados en los es­
tratos de ingreáos más altos del país y entre los no asalariados
grandes grupos de los más pobres (trabajadores ocasionales,
minifundistas, trabajadores agrícolas estacionales, pequeños co­
merciantes e industriales, trabajadores por cuenta propia, arte­
sanos, pescadores, etc.). Aparte de ello, los cesantes no apare­
cen entre los beneficiados por la política, a pesar que su nú­
mero disminuye apreciablemente a partir del segundo semestre
de 1971.
Este fracaso de la política originalmente diseñada es apre­
ciada por el Gobierno y en octubre de 1971, leemos en el
Informe confidencial atribuido al Ministro de Economía lo si­
guiente:
“ El carácter muy indiscriminado de la redistribución ha
tenido consecuencias adversas que habrá que procurar corregir
en el futuro:
— Ha acentuado la regresividad de la distribución interna
del ingreso asalariado. No obstante el efecto positivo de las
medidas sobre salario mínimo y asignación familiar, los bene(79)
Por ejemplo, véase en este libro el artículo de Sebastián
Piñera y en Tapia, Daniel; “Aspectos del Proceso de Redistribu­
ción del Ingreso” en Comentarios Sobre la Situación Económica,
op. cit.
119
ficios se canalizaron en gran medida hacia los sectores medios.
También contribuyeron a esa regresividad el reajuste por ley
al sector público y la negociación en el sector privado, de la
que se beneficiaron en mayor medida sectores sindicales, más
fuertes y de ingresos relativamente más altos” .
“ La traducción de las mayores remuneraciones en poder de
compra real benefició asimismo más a los sectores medios,
entendidos por una mejor infraestructura de comercialización,
en tanto que significó menos para los estratos más pobres, afec­
tados por el desabastecimiento, la especulación de precios” .
“— Dentro del sector empresarial, benefició más (o afectó
menos) a las grandes que a las pequeñas, por la menor inci­
dencia de los costos de remuneraciones que tuvieron que ab­
sorber con cargo a las utilidades”.
“— Más que o tanto como una redistribución entre consumo
no asalariado y consumo asalariado, resultó ser entre acumu­
lación y consumo...” (80).
b) El control de la distribución y las JAP (noviembre 1971julio 1972).
A los problemas anteriores se agregan el desabastecimiento
creciente y el resurgimiento de la inflación. Para lograr llegar
a los estratos realmente necesitados de la sociedad, la UP varía
su estrategia de redistribución, trasladando el énfasis desde los
reajustes y el control de precios hacia el establecimiento de
canales de distribución que permitieran llegar a los barrios más
pobres con una serie de productos básicos (alimentos) a un
precio subsidiado. De aquí nacen DINAC, la estatización de
gran parte de las distribuidoras mayoristas y la creación de las
Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP).
El papel del control en la comercialización es “modificar
sustancialmente los mecanismos de distribución y comerciali(80)
Estas mismas conclusiones generales aparecen en Martí­
nez, Alberto; “La Política Económica del Gobierno Chileno”, en
Transición al Socialismo y Experiencia Chilena, op. cit., págs.
123 y 126.
120
zación interna, que permitirán incrementar de manera real los
ingresos de los sectores asalariados, y particularmente de los
sectores de menor ingreso, transformando muy probablemente
el rasgo de la política redistributiva del futuro próximo mucho
más, en términos de hacer accesible a toda la población más
pobre una mejor situación de abastecimiento y un respeto más
fiel a los problemas de precios” (81). Por otra parte, el rol que
tienen que jugar las JAP está definido como “ tomar en sus
manos la tarea de l a vigilancia, la tarea de informar sobre las
dificultades de abastecimiento, de proponer las soluciones, de
exigir que se atienda a esa solución (81).
Aparentemente, el cambio de estrategia ha significado que
la UP aumente su respaldo entre los sectores de más bajos in­
gresos, a costa de un drástico descenso de su popularidad entre
las capas medias, no protegidas frente a la inflación y el
desabastecimiento (82). No sólo se acepta la imposibilidad de
continuar avanzando por la vía de los reajustes (83), sino que
se inicia un proceso de deterioro en las remuneraciones reales.
Junto a la distribución dirigida, se genera un sistema de
discriminación de precios, tanto por tipo de producto como
por barrio para favorecer a los sectores de más bajos ingresos.
“Mediante la política de precios y tarifas, diferenciando los
bienes y servicios según los niveles de ingreso correspondientes;
a través del mejoramiento en los canales de comercialización
y abastecimiento de las poblaciones populares, en lo que hay
un margen apreciable de posibilidades de aumento del ingreso
real de esos sectores más allá de sus remuneraciones moneta­
rias” (84).
(81) Vuskovic, Pedro; “La Experiencia Chilena: Problemas Eco­
nómicos”, op. cit., págs. 108 y 113.
(82) Eso indicaría la encuesta de opinión
públicaqueaparece
en la Revista Ercilla N'' 1939 titulada “ ¿Qué
piensan los chilenos
h oy?”.
(83) Véase, al respecto, el discurso del Ministro Vuskovic en
el Teatro Bandera el 12 de mayo de 1972 (“El Clarín”, 18 de junio
de 1972).
(84) “Informe Confidencial”, op. cit., pág. 10.
121
c) La “estabilidad a un nuevo nivel” (desde agosto de 1972).
El fracaso y consiguiente caída de Vuskovic echa por tie­
rra su estrategia de corto plazo —las estatizaciones continúan— ,
en momentos en que la situación económica es crítica. El úl­
timo “manotón del ahogado” le corresponde al dúo MillasMatus quienes plantean una nueva edición del proyecto del
Ministro de Alessandri, Luis Escobar, que ¿después de la gran
devaluación del escudo en 1962 formuló su política de la
“ estabilización a un nuevo nivel” , de características muy se­
mejantes a la diseñada por el Gobierno.
La UP determinó que el problema básico que enfrentaba
la economía chilena era el desajuste entre la oferta y demanda
global y que la única forma de restablecer el equilibrio era a
través de un importante aumento de precios y salarios que re­
duciría las “disponibilidades de dinero en términos reales, re­
duciendo la liquidez sobrante en el sistema. Desde octubre se
restablecería el estricto control de precios a partir del nuevo
nivel de equilibrio.
Nuevamente el desconocimiento de los fenómenos mone­
tarios sepultó la política en un desastre aún mayor que los
anteriores. El cambio en las expectativas de inflación, la len­
titud con que se efectuaron los ajustes, el aumento de las
emisiones de dinero pasadas y agregadas desde agosto, la caída
de la producción interna y la crisis de divisas fueron algunos
de los factores económicos que liquidaron la “ nueva política” .
La consecuencia fue que el caos económico se ha agudizado
rápidamente y la distribución del ingreso resultante es com­
pletamente anárquica. Incluso si se utilizan los mismos indi­
cadores globales que emplea el Gobierno, y sobre las cuales
hemos expuesto nuestras reservas, se establece que la participa­
ción relativa de los asalariados en el ingreso geográfico se torna
más regresiva en 1972, de tal forma, que vuelve a los niveles
de 1970 (85); todo lo avanzado en 1971 se pierde en 1972.
(85)
“Comentarios sobre la Situación Económica”, Informe de
Coyuntura N 9 4, Departamento de Economía, Universidad de Chile,
artículo de Andrés Passicot. En 1970 los asalariados recibían el
122
Pero, lo que es más grave, dentro de cada grupo se produ­
cen grandes pérdidas y grandes ganancias. La inflación desa­
tada, la especulación, los mercados negros, la distribución dis­
criminada, la anarquía de precios, el control aleatorio, hacen
que la distribución del ingreso resultante sea cambiante en el
tiempo a una velocidad cada vez mayor e impredictible.
Los garrafales errores en el diagnóstico, diseño y manejo
de la política económica han echado por tierra las dos metas
fundamentales perseguidas por el Gobierno: la reactivación y
la redistribución del ingreso.
5.
N O TA S FINALES.
Las observaciones anteriores no podrían quedar terminadas
sin unas palabras aclaratorias. La primera y más obvia es que
todo el análisis ha consistido en un esfuerzo por buscar una
racionalidad a los hechos más importantes ocurridos en los dos
años del gobierno de la Unidad Popular; en la realidad los
fenómenos sociales nunca ocurren con esa racionalidad y sim­
plicidad, sobre todo en un período de la complejidad como el
que vivimos, pero el método seguido nos permitió observar las
tendencias más importantes.
Además, hemos centrado la atención en la estrategia econó­
mico-social, haciendo abstracción, muchas veces, del fenómeno
propiamente político. Esta simplificación metodológica no co­
rresponde a un desconocimiento de la “ totalidad”, inherente
en todo fenómeno como el que comentamos; nuevamente, es
un esfuerzo por examinar con atención preferente algunos ras­
gos sobresalientes del proceso integral.
El análisis efectuado nos lleva a resaltar algunas ideas. En
primer lugar, que la estrategia económico-social del gobierno se
traducía, en definitiva, en copar todo el poder político mediante
la liquidación del poder económico de que disponía la trilogía
capital monopólico - latifundio - imperialismo; la estatización es,
entonces, el instrumento adecuado. Toda la estrategia queda
53% del ingreso geográfico; en 1971 dicho porcentaje subió al
58%, retomando al año siguiente a una cifra cercana al 53%.
123
subordinada al problema del poder y es el principio que unifi­
ca la acción de los distintos grupos de gobierno.
Por otra parte, esperamos haber aclarado que una de las
causas fundamentales del fracaso de la UP en su intento por
obtener todo el poder político consistió en el errado diagnóstico
que hizo de la realidad chilena, lo que la llevó a trazar una
estrategia basada en supuestos irreales y que, por lo tanto, le
impedía obtener su completo éxito.
124
RESULTADOS SOCIALES DEL GRAN
EXPERIMENTO
PABLO HUNEEUS COX
Introducción
Chile últimamente ha adquirido notoriedad mundial por
tratar de instaurar democrática y pacíficamente un socialismo
de inspiración marxista. Es “ L’experience chilienne” que co­
menta “ Le Monde”, el “ Chilean experiment” que analiza el
“ New York Times” , el “ Allende’s way” que estudia “ The Economist”, el “Das chilenische social politische Experiment” que
discute “ Die Zeitung”.
De toda la tierra vienen periodistas, cineastas, intelectuales
y escritores a reportear, filmar, teorizar y novelar este Gran
Experimento. Todos coinciden en que sus resultados son de
una trascendencia histórica tremenda.
Ahora bien, como en todo experimento, la atención se ha
centrado en la fórmula, el instrumental y sobre todo en los
resultados obtenidos en términos de las variables impersonales
que se desea controlar, en este caso, las estructuras. Pero muy
pocos se han preocupado de los sujetos mismos del experimen­
to, y es lógico que así sea, porque en aras de la ciencia, bien
se pueden sacrificar ratas de laboratorio.
Lo que pretendo en este ensayo es describir qué sienten
los que han pasado a ser los animalejos de tan célebre experi­
mento. Es decir, se trata de ver en qué ha cambiado el “ Homo
125
chilensis”, su mentalidad, su vida cotidiana, su relación con
otros, sus valores y actitudes.
El punto de partida es: ¿qué le ha pasado a la gente?
Como esto abarca las vivencias de nueve millones de per­
sonas durante dos años muy intensos de su historia, he des­
crito aquí en forma lo más resumida posible los principales
fenómenos que he observado este tiempo. Algunos se contra­
dicen entre sí. Esto emana de la naturaleza de los sujetos es­
tudiados. La gente suele sentir algo ahora y lo contrario des­
pués, ama y odia en un mismo día.
1.
Desánimo.
El efecto más visible que ha provocado el Gran Experi­
mento es en lo más visible de estos vertebrados omnívoros: la
cara. En las calles, oficinas, fábricas, buses y donde quiera que
circule gente sorprende la expresión triste de los rostros.
Uno de los placeres veniales de París o Río es sentarse en
un café a ver pasar la gente. Con sólo mirarla, antes de enta­
blar conversación alguna, se sabe cómo andan las cosas porque
cada pueblo tiene una expresión-tipo que refleja su situación.
Pero hacer esto ahora en Santiago es deprimente. Salvo los
destellos de algunas mujeres jóvenes, inmediatamente golpea la
melancolía de la gente: caras largas, gestos aburridos, cabezas
gachas, ojos en el suelo, pasos sin ruido, palabras sin voz.
La languidez verdosa del vegetariano parece haberse apo­
derado del chileno.
En cuanto al chileno, debe tenerse presente que nunca ha
sido particularmente extrovertido, original o alegre. Incluso en
la era anterior al Gran Experimento, cuando disponía de su­
ficiente carne y vino del bueno, se caracterizaba por la sobrie­
dad, la timidez expresada en el hablar bajo usando diminutivos,
la valorización de la seguridad por sobre la innovación, la
búsqueda de placeres tranquilos, y la falta de colorido de sus
expresiones culturales, desde su vestimenta hasta sus ciudades.
El hombre gris que pulula por el centro enredado en papeles
y estampillas fiscales, es un producto antiguo de nuestra cul­
tura burocrática.
126
Más aún, hace muchos años que existe una frustración
latente al ver que no se progresa como se quisiera, que hacer
algo significa sumirse en un fango de trámites burocráticos,
que hay mucha injusticia, que somos pobres y que las cosas
no andan bien.
Es la frustración de saberse capaz para más de lo que se
hace.
Esta frustración explica en gran parte la elección de 1970
en que los tres candidatos, cada cual desde su punto de vista,
proponían transformar la sociedad. Asimismo el creciente tono
mesiánico de las campañas presidenciales interpreta el anhelo
general de encontrar al redentor capaz de cambiar el sistema.
Unos para hacerlo más liberal, otros para hacerlo más comu­
nitario, otros para hacerlo más estatista, pero todos para hacer
con él algo radicalmente distinto a lo que era. La falta de con­
senso en la política chilena giraba en torno a lo que debiera
hacerse con el sistema, pero todos coincidían que así como es­
taba no podía seguir.
Sin embargo, esta frustración no era de una magnitud tal
como, para manifestarse en las caras de la gente. Tampoco era
lo suficientemente fuerte como para impedir que se trabajara,
se iniciaran proyectos y se tuviera un cierto optimismo.
Los problemas del chileno estaban al alcance de su mano,
eran posibles de solucionar. Si bien consideraba que la situación
era difícil, estimaba que tenía arreglo.
Pero el gran experimento efectuado para eliminar el ori­
gen de esa frustración latente, al cabo de dos años la trans­
forma en desánimo abierto. Lo que iba a liberar termina des­
vitalizando.
Esto no ocurrió repentinamente, sino que fue un proceso
observado primero entre los opositores al régimen y que inexo­
rablemente ha ido contaminando también a sus partidarios.
Actualmente es un signo nacional que traspasa barreras ideo­
lógicas y sociales.
El desánimo se manifiesta en una desvitalización de la
acción, fundamentalmente en la acción de orientación colec­
tiva que es el trabajo. Recorrer dentro de trabajos — oficinas,
minas, servicios públicos, empresas privadas o estatales— es
presenciar una larga huelga de brazos caídos.
127
Nadie quiere trabajar. Incluso en aquellas instituciones po­
bladas mayoritariamente por socialistas y comunistas, se res­
pira este desánimo. Prima la noción de que “ esta cuestión
fracasó”, que “ estamos jodidos” , que “no hay nada que ha­
cer”. Todos parecen estar esperando algo que va a pasar. En­
tretanto nadie sabe qué hacer y si alguien lo sabe, le da lata
hacerlo. Empleados, jefes, auxiliares, profesionales, oficinistas
y trabajadores de cualquier rango se pasean, esperan, miran,
leen el diario y conversan a toda hora.
Mucha conversa.
¿Y los trabajos voluntarios? La verdad, todos lo saben, es
que se asemejan más a una fiesta anual del personal que a tra­
bajo propiamente tal. Se hacen esporádicamente —una vez al
mes en el mejor de los casos— en día domingo, con mucha publi­
cidad, camaradería, personajes ilustres y simpatía. Pero paula­
tinamente se han ido postergando, haciendo más distantes o
dejando completamente de lado. Aparte de las razones tecno­
lógicas que hacen de semejante brote de entusiasmo algo per­
fectamente sustituible por una máquina (las calles las arregla
mejor una motoniveladora que un grupo de vecinos con palas
y buena voluntad) la causa de su fracaso es que la gente no
les ve la razón de ser.
El chileno ha alcanzado un nivel cultural desde el cual
cuestiona rápidamente iniciativas como trabajos voluntarios o
batallas de producción que fueron necesarias para motivar al
campesinado analfabeto de Rusia luego de la Revolución de
octubre‘de 1917, y al de China y Cuba en su oportunidad. En
esos tres países la Revolución ocurrió antes de que tuvieran
un proletariado consciente de sí mismo, mientras eran esen­
cialmente agrícolas y carecían, por lo tanto, de una clase tra­
bajadora industrial significativa. El problema ahí fue trans­
formar campesinos iletrados en obreros industriales y debieron
ir construyendo su clase trabajadora a medida que se indus­
trializaban.
Pero la clase trabajadora chilena ya estaba formada y a
través de una ardua historia de acción sindical había madurado
hacia su propia conciencia. Ya en 1907, vale decir 10 años
antes de la Revolución de octubre, los obreros de las salitre­
ras solicitaban la nacionalización de los medios de producción
128
y protagonizaron la más sangrienta huelga de la historia labo­
ral del mundo (600 a 2.000 muertos según la fuente).
La legendaria maña y sabiduría del trabajador chileno es
el resultado de su experiencia histórica. Ha vivido demasiadas
cosas como para que lo convenzan slogans traducidos por inte­
lectuales de manos pulcras. Sabe muy bien que no tiene sentido
producir por producir.
Otra forma que ha adquirido el desánimo es en la idea del
tiempo. El pasado y el futuro del chileno parecen haberse
acortado. Los hechos que cuentan son los ocurridos unos me­
ses atrás y los que ocurrirán en unos meses más. Se vive en
un eterno presente.
Es sintomático que haya disminuido drásticamente la de­
manda de papeles para planos. Quiere decir que no hay pro­
yectos. Se ha dejado de proyectar, de pensar en años a futuro
y de invertir esfuerzos en acciones — como proyectos de in­
vestigación, creación de empresas o iniciativas culturales— que
apuntan hacia adelante.
Entre las causas de este desánimo se destacan tres:
Primero, el nuevo mecanismo de movilidad social que
desalienta cualquier forma de realización personal que no sea
la acción política y el trabajo burocrático. Esto se analizará
más adelante.
Segundo, el carácter minoritario del régimen. Dos tercios
de los chilenos no lo desearon jamás. Si hubiera habido una
segunda vuelta, como en Francia, para que el pueblo escogiera
entre las dos primeras mayorías de la elección presidencial, se
habría privado a Chile del Gran Experimento. Más aún, si
Allende, en vez de presentarse como un social-demócrata mo­
derado, hubiera dicho concretamente lo que iba a hacer, ni
siquiera hubiera alcanzado ese 36,2% de votación con que
aventajó al candidato derechista (34,9%) y al democratacristiano (27,8%).
“ Las razones para que un pueblo llegue al socialismo im­
portan poco” escribió Sartre, “lo esencial es que lo construya
con sus propias manos” . Pero el rasgo más distintivo del régi­
men es la escasa participación que permite a nivel de Gobierno.
La construcción del socialismo es obra aquí de un puñado de
funcionarios que lo imponen desde arriba por decreto. A dife­
5 .— C h ile
129
rencia del socialismo chino o cubano que la fraguan hombres
de acción al aire libre y compartiendo vivencias directas con
el pueblo, el socialismo chileno se gesta, fragua y realiza en
oficinas. Sus autores viven en un mundo de papeles y palabras,
rodeados de textos ortodoxos, cercados de archivos, tapados
de libros y aislados de la gente. Cualquier cosa que salga del
ambiente cuadriculado de la oficina, sólo puede ser proyección
de ese ambiente. Es un socialismo de memorándums, oficios y
decretos que se interesan más en concientizar al pueblo que
en interpretarlo.
La condición minoritaria del régimen podría haberse sub­
sanado si se hubiera abierto hacia el sentir de la mayoría. Percí
su carácter oficinesco se lo impide y hasta sus más fieles adep­
tos se van frustrando al ver que no logra interpretar la reali­
dad ni entrar en contacto real con sus propias bases. De ahí
que la combinación de estos dos rasgos resulte en algo que
en sus múltiples expresiones va contra el sentir del chileno y
lo deprime.
Y tercero, el resultado económico descrito en otros trabajos.
2.
La Liberación del Complejo de Inferioridad.
El Gran Experimento trajo consigo una transformación de
los mecanismos en movilidad social. En teoría el socialismo es
la gran oportunidad del oprimido y en la práctica resultó ser la
del mediocre.
El régimen se vanagloria de tener ministros-obreros, geren­
tes-obreros, directores de compañías-obreros y otras combina­
ciones igualmente contradictorias porque en cuanto alguien es
ministro deja de ser obrero para incorporarse objetivamente al
grupo dominante, con el status social e ingreso propio del car­
go. En todo caso, no es nuevo en Chile que personas nacidas
en la clase baja o media arriben a posiciones de mando. Lo
nuevo es que lleguen ahí sin la preparación necesaria.
Para el régimen, tal como lo rezan los párrafos iniciales
del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, “ La historia de
toda sociedad, hasta el presente es la historia de la lucha de
clases”.
130
“ Hombres ilustres y esclavos, patricios y plebeyos, maestros
y oficiales, en una palabra, opresores y oprimidos, han estado
enfrentándose unos a otros en constante antagonismo, mante­
niendo una pugna ininterrumpida, ora disimulada, ora abierta,
pugna que siempre ha terminado en una transformación revo­
lucionaria de la sociedad entera o en la ruina mutua de las
clases combatientes”.
El régimen consideró opresores a los que sabían y oprimidos
a los ignorantes. Estimó que lo más revolucionario era reivin­
dicar al mediocre, arrasar con la tecnología del saber y colocar
en posiciones que requieren una acabada preparación profe­
sional o una vasta cultura a personal cuyo único antecedente
es la confianza del partido y cuyo único interés es aumentar
su propio poder.
A nombre del proletariado el régimen empezó a elevar a
posiciones de responsabilidad nacional a toda suerte de mé­
dicos sin pacientes, políticos sin electores, abogados sin clien­
tes, escritores sin lectores, negociantes sin coimas, profesores
sin alumnos, líderes sin seguidores y demás exponentes de la
fauna de los mediocres.
Por ejemplo, Hernán del Canto, un político que no fue
capaz siquiera de ganar una elección complementaria a Dipu­
tado por Valparaíso, al poco tiempo de perderla fue nombrado
Ministro del Interior. Ahí, vestido con ternos muy bien cor­
tados, debió dedicar gran parte de su tiempo a defenderse de
una querella judicial por un contrabando, en que estuvo invo­
lucrado junto al Director de la Policía de Investigaciones.
Como el solo hecho de desempeñar una función importante
de tipo técnico implicó pertenecer a la clase opresora, los téc­
nicos chilenos del cobre, los profesionales de organismos pú­
blicos y los ejecutivos de empresas intervenidas han sido ex­
plícitamente perseguidos, amenazados, despedidos o marginados.
La expropiación, que antes tendía a aplicarse al incapaz
de hacer producir bien sus tierras, comenzó a aplicarse al que
supo hacerlo y tuvo éxito. Para el socialismo la verdadera cau­
sal para expropiarle a alguien su fundo o intervenirle su in­
dustria es haber logrado sacar adelante esa fuente de producción
y trabajo.
131
A mayor éxito, mayor ira del régimen.
Encima, el régimen ha tipificado como atributos del ene­
migo hablar en forma culta, tener buenos modales, actuar
caballerosamente, y andar limpio. Eso es cosa de momios, no
de compañeros.
Todo esto configuró un nuevo mecanismo social en que
ya no cuenta la superación personal, el aprendizaje profesional,
la dedicación a una función técnica, ni el saber.
De este modo, la gran esperanza en la vida es ingresar a
la burocracia estatal a mover papeles y esperar el sueldo a fin
de mes. Los que aspiran a más empezaron a emigrar masiva­
mente. Los demás deben conformarse con el modelo burocrá­
tico de realización personal: funcionario con empleo estable,
sin mayores riesgos ni aventuras, ni rico ni pobre, libre del
agobio de tener que decidir su propio destino, exonerado de
la necesidad de usar la imaginación, seguridad de que no ha­
brán mayores cambios en la vida y sueldo fijo cualquiera sea
su rendimiento.
Ahora bien, algunas de estas tendencias se advierten desde
antes.
En primer lugar, la mentalidad burocrática domina al chi­
leno hace tiempo — su pionerismo es leyenda del siglo pasado—
y actualmente se acentúa su inclinación por empleos estatales
por ser la única alternativa que queda.
Segundo, Chile no era una sociedad con plena igualdad de
oportunidades. Ninguna sociedad lo es. Había avanzado más
hacia ese ideal que los demás países latinoamericanos donde,
además de sistemas muy rígidos de clase, está la barrera racial.
La expansión educacional, la desaparición de los requisitos de
linaje para obtener cargos, el éxito de los inmigrantes y la
valorización del status adquirido (mérito) por sobre el status
adscrito (familia, apellido) son factores que en Chile han crea­
do una apreciable movilidad social ascendente y descendente
en los últimos sesenta años. El hecho de que papito esté arriba
no asegura al hijito una posición similar. Sin embargo, la gen­
te percibía que su imagen de los legítimos medios, valores y
virtudes requeridos para llegar arriba no coincidían con la
realidad de los que a menudo permitían subir.
132
Tercero, tal vez como mecanismo de defensa contra la frus­
tración de no avanzar, el chileno tiende a guardar resentimiento
contra el que tiene éxito, considera que si alguien triunfa es
porque jugó chueco y que si es rico es porque robó mucho.
Encima, el Gobierno Demócrata Cristiano había comenzado
ya a fomentar oficialmente el resentimiento contra el que sur­
gió, especialmente contra el empresario.
Todo fue gradualmente erosionando la legitimidad de los
mecanismos de movilidad social y por ende de los que están arri­
ba. El que quedó abajo consideró que no era culpa suya sino
que del sistema. Y el régimen, al exaltar al mediocre, perseguir
al que sabe y expropiar al que tiene, libera del complejo de in­
ferioridad por haberse quedado atrás. Al ver caer a otros más
capaces, más inteligentes o más empeñosos, se piensa que esa
capacidad, inteligencia y empuje al fin de cuentas era bien inú­
til. Al ver personas mediocres llegar arriba se hace más ase­
quible, imaginariamente al menos, la posibilidad de que uno
ascienda también. Si ese pobre ave puede, ¿por qué yo no?
Esto ha permitido a mucha gente en posiciones subordinadas
sentirse más segura de sí misma. Como la subordinación es más
envolvente en empleos de clase media — el oficinista además de
realizar un trabajo determinado debe someterse a una forma
determinada de vestir, de hablar y de sonreír— este fenómeno
ha tenido más impacto en la clase media.
3.
La Violencia.
El tercer resultado es la violencia.
Antes de convertirse en campo de experimentación, Chile
era envidiado por haber sabido progresar pacíficamente. Mien­
tras los europeos durante este siglo han desencadenado dos
guerras mundiales y otros pueblos se han aniquilado en enfren­
tamientos internos, el chileno ha sabido arreglárselas en forma
menos exaltante, pero más civilizada. Su naturaleza esencial­
mente pacífica y su superación cultural lo han hecho aprender
a respetar al otro. Había logrado un sistema de organización
social, que con sus defectos, al menos tenía el mérito de haber
desterrado la barbarie de la anarquía.
133
Por más de un siglo no se cometió asesinato político alguno
y el Presidente de la República — como cualquier ciudadano—
caminaba solo por las calles sin nada que temer.
Pero la evolución de la sociedad parece haber dado una
vuelta completa porque el chileno ha sido llevado a creer que
la única manera de seguir viviendo es matando.
Es el resurgimiento de Thanatos, el dios de la destrucción
y la muerte que se contrapone a Eros, el de la vida y el amor.
El régimen socialista por su interpretación de la sociedad
como algo dividido en clases antagónicas e irreconciliables, ha
fomentado decididamente este instinto tánico. Aviva constan­
temente la agresividad latente contra el otro.
Que la sedición, que la conspiración, que la explotación,
que el fusil, que el desabastecimiento, que el acaparamiento,
que la toma, que la retoma, que la mentira, que la contra men­
tira, que contra esto, que contra los que están en contra, que
todos contra todos.
Que el enfrentamiento o el odio final contra el otro.
El impulso de matar se va apoderando de todas las acti­
vidades. Maquinarias concebidas para esparcir conocimiento
imprimiendo periodismo defecatorio; la maravilla electrónica
de la radio y la televisión consumiendo energía del agua para
esparcir mierda; parásitos extranjeros recién salidos de la selva
aprovechando la hospitalidad chilena para esparcir su propio
salvajismo; y políticos que debieran organizar las cosas para
que el hombre sea feliz, fomentando esa podredumbre.
La violencia, que no es más que tripas, ojos y sesos des­
parramados por las calles, se presenta como la redención. El
fusil, exteriorización del complejo fálico del impotente, se glo­
rifica como la solución. Y la venganza, ver a personas caer y
reventar, se anuncia como la finalidad misma de la acción
política.
“ Pero si el socialismo no era venganza” confesaba deses­
perado un dirigente campesino que milita hace 14 años en el
Partido Socialista y sale cada amanecer a trabajar con su pala.
Desesperación inútil porque súbitamente el chileno medio
se encuentra sumido en una acelerada violentización de la
acción que va haciendo repulsivo el experimento, tanto para
los que no lo desearon pero estaban dispuestos a soportarlo
134
pacíficamente, como para los que creyeron que era la única
forma de edificar una sociedad mejor.
Diarios y radios acusan públicamente de carajos, asesinos
y de cuanto insulto contiene el idioma a inocentes y a catego­
rías sociales enteras. El lenguaje se militariza y se habla de
estrategias, maniobras, ataques, alertas, aplastamiento y muer­
te al enemigo. 1.005 huelgas ilegales el primer semestre de
1971. 1.767 tomas de fundo a la fuerza contabilizadas por
Carabineros entre el l 9 de noviembre de 1971 y el 5 de abril
de 1972. Secuestros de ejecutivos en su industria y de agricul­
tores en su fundo. Retomas a balazos, bloqueos de caminos de­
rribando árboles, aparición de brigadas, extrañas bandas de
guerra desfilando por el centro, manifestaciones que terminan
a cadenazos y pedradas, encarcelamientos arbitrarios, allana­
mientos sin orden judicial, dirigentes de oposición torturados
por la policía, conspiraciones de dinamiteros, autoatentados
de funcionarios públicos que buscan pretextos a la violencia,
altos Jefes de Gobierno sorprendidos integrando bandas terro­
ristas, tupamaros llegando de Uruguay con el puño en alto para
continuar aquí su quehacer, explosiones de bombas destinadas
a volar industrias nacionales, la Línea Aérea Nacional en trá­
fico de armas, enigmáticos bultos llegando desde Cuba, cascos
y garrotes en las manifestaciones, milicias populares, guardias
blancas, el Grupo Móvil de Carabineros más activo que nun­
ca lanzando bombas lacrimógenas y lumazos por doquier, pa­
pas aliñadas con navajas contra mujeres que desfilan con ca­
cerolas vacías, la agresividad del hombre, policías con ametra­
lladoras por todas partes, poblaciones marginales atacadas por
destacamentos de policía, el General René Schneider asesinado,
Amoldo Ríos asesinado, Juan Millalonco asesinado, Edmundo
Pérez asesinado, Rolando Matus asesinado, pobladores de Lo
Hermida asesinados, el cabo Aroca asesinado...
4.
El Miedo.
La violencia da miedo, pero el miedo provoca tres tipos
de reacciones que se pueden observar cuando un perro grande
enfrenta a uno chico:
135
i) El perro chico se hace el simpático, se bota de espalda
y abre de piernas para que hagan lo que quieran con él con
tal de salvar su vida. El miedo lo paraliza.
ii) El perro chico busca protección. Se arrima a su amo,
se esconde en su casa o arranca a perderse.
iii) El perro chico gruñe o ataca con tal decisión que des­
concierta al más poderoso. Esta es la reacción más frecuente
de los quiltros chilenos, esos que trotan bajo las carretelas,
cuando se topan con animales más corpulentos que son capa­
ces de vencer pero no de convencer.
“ El miedo es cosa viva” dice un refrán que se oye mucho
últimamente. Esto de atribuirle naturaleza vital al miedo es
importante porque se ha ido trasladando de lugar. Gente que
inicialmente reaccionó de la primera manera terminó reaccio­
nando de la última y viceversa.
Al comienzo, la reacción general de los que no se conside­
raban parte del régimen fue la de simpatizar. Hubo numerosos
conversos al nuevo credo oficial y la frase “ yo siempre fui
izquierdista” era el santo y seña para reconocerlos. Otros re­
galaban gran parte de su producción, abrían nuevas posibili­
dades de participación o entregaban sin más algunos negocios
con tal de congraciarse con el régimen. Hasta el diario “ El
Mercurio” estuvo abiertamente del lado del Gobierno Marxista
durante los primeros meses.
El asesinato del General Schneider, pocos días antes que
asumiera Allende, llenó de sentido de culpa a la mayoría de
los que no eran allendistas, quienes fueron acusados como ca­
tegoría política de haberlo asesinado. Constantemente por tele­
visión, en discursos, diarios y radios los opositores eran “los
mismos que asesinaron a Schneider” . A esto se sumó el miedo
inveterado de los que en su conciencia sentían que se la me­
recían. Hubo un verdadero sicoanálisis colectivo en que la
gente, especialmente de clase dirigente, buscaba su culpa.
Durante esos primeros meses, el régimen podría haber hecho
cualquier cosa sin encontrar más resistencia que el terror para­
lizante.
Luego vino la reacción defensiva.
136
Las poblaciones callampas se transforman en campamentos
cerrados con turnos de vigilancia, reglamentos internos y con­
trol estricto de entrada y salida. Vecinos de otros barrios orga­
nizan sus grupos de protección con rondas nocturnas y adies­
tramiento para-militar. Familia tras familia van adquiriendo
fieros perros policiales:. Los jardines abiertos se cierran con re­
jas. En los edificios de departamentos el mayordomo empieza
a controlar la entrada. Nace un interés inusitado por cursos
de karate. Y mientras más se prohíbe la posesión de armas,
más gente las compra.
Esta actitud defensiva caracteriza también la oposición po­
lítica del primer año. La gente trata de liberarse del impulso
revolucionario inicial parapetándose en la legalidad, la tradi­
ción democrática, los Padres de la Patria, el ritual burocrático
y cualquier cosa que sirviera para contenerlo.
Los maestros del juego defensivo son los políticos profe­
sionales. Pero paulatinamente la gente empieza a vivir realida­
des muy distintas de lo que hablan y hablan los políticos.
Cunde la sensación de que sus discursos, sus ideas, sus media­
ciones, sus componendas y su lenguaje son irrelevantes. Los de
un lado se impacientan porque no atacan, y los del otro porque
no defienden. Los partidos establecidos se muestran tan sa­
tisfechos consigo mismos que a través de su burocracia no
pueden verse a sí mismos.
La política deja de interpretar a la gente.
La vieja guardia mantiene el poder, pero pierde el liderazgo.
En todos los frentes — sindicatos, partidos, agrupaciones gre­
miales, programas periodísticos— aparece una nueva genera­
ción de líderes que son más agresivos y hablan otro idioma.
La tercera reacción — la ofensiva— la desencadenan las
mujeres a las siete de la tarde del l 9 de diciembre de 1971 en
la Alameda, frente a la Biblioteca Nacional, cuando Carabine­
ros trata de dispersarlas mientras desfilaban con cacerolas va­
cías para protestar contra el desabastecimiento. En el instante
preciso en que huían de las bombas lagrimógenas, esquivaban
a los brigadistas, y se replegaban una cuadra más atrás, se pro­
dujo el cambio decisivo: en vez de atemorizarse, les brotó la
ira. Lo que un minuto atrás era un conjunto de señoras y lolas
137
I
bastante asustadas, protegidas por unos jóvenes inexpertos en
lucha callejera y por lo tanto bastante asustados también, se
transformó en una estampida rugiente que volvía al galope
contra los brigadistas, contra los Carabineros y contra lo que
le pusieron por delante.
Los marxistas que hasta ahora tenían un dominio indiscutido de la calle, se espantaron y corrieron a protegerse tras los
Carabineros.
Lo demás todos lo saben.
Como un reguero de pólvora empezó a prender una ofensiva
contra el régimen. Esa misma noche ya se comentaba en todas
las sobremesas y camas que las famosas brigadas con que el
régimen aterrorizaba, eran cosa de pacotilla.
Los opositores perdieron el miedo.
Entre tanto el miedo se fue cambiando a la izquierda. Por
primera vez en la historia de Chile se cuenta con un Presidente
poseído de un miedo a la gente, similar al de los estados poli­
ciales. Allende estrenó su Grupo Armado Personal (GAP) que
lo acompaña a todas partes con sus miradas torvas, su flotilla
de Fiats 125, sus ametralladoras listas, sus empujones, sus si­
renas y su fanfarria de dictadura tropical.
Las distintas mansiones
que ha adquirido,como la de
Tomás Moro y “ El Cañaveral”, han sido acondicionadas como
verdaderas fortalezas a igual que el Palacio de Viña y la Mo­
neda. El Palacio de la Moneda, tradicionalmente abierto al
pueblo para que circule por sus patios interiores, se mantiene
cerrado y su guardia ha sido reforzada. Ministros y Subsecre­
tarios andan con guardaespaldas. Connotados hombres del ré­
gimen compran casas a nombre de la esposa o de los hijos
“ por lo que pueda pasar” y por la misma razón altos funciona­
rios de Gobierno depositan dólares en cuentas
cifradas en
Suiza y Miami.
Vinieron las marchas, las contra marchas, las retomas y el
paro gremial de octubre de 1972, al final del cual Carabineros
fue insuficiente y el régimen debió escudarse en los Militares.
138
5.
Nueva solidaridad.
El Gran Experimento, su correspondiente violencia, la an­
tología de acontecimientos surrealistas de cada semana, el nue­
vo arte de la chivología oficial con sus fabulosas explicaciones
de las cosas más inauditas, los vaticinios apocalípticos y el in­
terminable ¿qué irá a pasar? dando vueltas y vueltas, han
creado una sensación profunda de desconcierto e inseguridad.
La acción ha entrado en una dinámica tan fuera de toda
lógica que la gente, sencillamente, no entiende. “ Es que no en­
tiendo”, “no puedo comprender esto otro”, “pero ¿cómo voy
a creer eso?”, son frases que ahora afloran constantemente en
el lenguaje oral.
Al no comprender, la gente empieza a buscar explicaciones
mágicas y encima de los hechos que por sí solo desconciertan,
circulan toda suerte de rumores fantasmales. Que éste me
contó, que yo supe, que dicen por ahí...
Unos están contra “el proceso” y otros a favor. Pero todos
coinciden en considerarlo como algo venido de arriba, como
una especie de granizada destructiva o lluvia vivificante, que
tenía que pasar sin que le sea dado al hombre enmendarlo.
Por su parte, el régimen explota su carácter sobrenatural re­
pitiendo que actúa a nombre de cosas situadas por encima del
hombre como la Revolución, El Socialismo, o la Historia.
Partidarios y opositores han adquirido conciencia de animalejos de laboratorio. Esto se aprecia en que todos se preguntan:
¿Qué irá a pasar?, y no ¿qué vamos a hacer? Es decir, en vez
de situar el objeto de la acción en el hombre mismo, lo sitúan
en algo impersonal que decide el destino desde lo alto.
El desconcierto y la conciencia de ser manejado de arriba
han provocado una inseguridad general que solidifica los grupos.
El individuo se está integrando cada vez más a los grupos
que pertenece, está afianzando todos sus lazos gregarios. La­
mentablemente éste no es un proceso a nivel de toda la sociedad,
sino que ocurre siempre que haya una afinidad fundamental:
tener la misma posición ante el régimen. Esto significa que la
sociedad en vez de integrarse en su totalidad, se está polarizan­
do en dos grandes bandos que se unen internamente.
139
La línea divisoria entre los bandos no es la clase, ni el in­
greso, ni la edad, ni el sexo, ni el trabajo. Es la actitud ante el
régimen la que ha resultado ser independiente de estas variables.
Actitudes contrarias y favorables se dan en grandes cantidades
en todas las clases, niveles de ingreso, edades, sexos y ocupa­
ciones.
La sensación de compartir una misma experiencia ha unido
a la gente dentro de su respectivo bando. En toda suerte de
grupos en que las relaciones entre sus miembros eran de tipo
funcional, se observa el establecimiento decidido de relaciones
de tipo primario. En el trabajo, asociaciones gremiales, partidos
políticos, juntas de vecinos o comités de trabajo, los del mismo
bando empiezan a hacerse amigos. La mucha conversa mencio­
nada antes es bastante ineficiente en términos del funcionamiento
de las cosas, pero a través de ella la gente va descubriendo seres
humanos y va aumentando la comunicación. Hoy día cualquier
reunión va precedida de intercambio de informaciones, relatos
de copuchas y cuentos a través de los cuales cada uno se da a
conocer, fija su posición como queriendo decir yo soy de éstos,
y contribuye a crear una atmósfera humana.
El contacto de cosa con cosa, típico de los grandes países
industriales, se ha sustituido por la comunicación de persona
con persona.
Esta voluntad de estar más cerca se puede observar también,
en el hecho, nuevo también, de que situaciones de masa donde
cada cual está sumido en su propia soledad, como en el cine o
en las micros, se suelen transformar en situaciones de grupo en
que se establece comunicación. En los cines ahora es usual que
la gente haga comentarios en voz alta y que en los entreactos,
personas desconocidas comiencen a conversar. En los micros
ahora se habla y lo que antes, eran jaulas de zombies, ahora a
veces parecen pajareras de cotorras. En las tiendas, cualquier
comentario basta para iniciar una amistad.
A la plaza de Armas acude gente a discutir de política y
un jueves cualquiera a las 7,30 de la tarde pude escuchar
peroratas sobre las virtudes de la carne de ballena, quejas so­
bre el desabastecimiento de pañales y discusiones entre cuatro
oficinistas y dos obreros —todos UP— que “estaban hacién­
dose la autocrítica” .
140
La gente joven ahora se tutea inmediatamente.
En la calle personas que no se conocen conversan y se ha
vuelto mucho más fácil meterle conversa a alguna bella des­
conocida.
Además de las formas espontáneas de fraternización que
provoca esta sensación de acabo del mundo, hay acciones direc­
tas del régimen que resultan en nueva solidaridad.
En las múltiples marchas a que se asiste por estar a favor,
en contra o contra los que están en contra, el hombre solitario
de la ciudad se siente necesitado por el sistema. Al desfilar se
integra a una comunidad humana que avanza eufórica. No
sabe hacia dónde, pero aquí avanzamos todos juntos, hartos,
brazo en brazo unidos por los mismos slogans, gritando las
mismas leseras, todos amigos.
Incluso las colas, con todo el hambre que evidencian, re­
presentan para el citadino solitario, una manera de establecer
comunicación humana. Ahí conversa, espera, oye cuentos y ríe
también. Chistes y copuchas vuelan a lo largo de la cola. To­
dos rezongan juntos y de tanto consolarse mutuamente, de tan­
to contarse sus penas, la gente queda más unida y eso a veces
vale más que el pollo que antes se compraba en silencio.
6.
La Sociedad del No-consumo.
El desabastecimiento, además de juntar a la gente en colas,
crea nuevas experiencias gratificadoras.
Es formidable, por ejemplo, pasar tranquilamente a un .
UNICOOP a comprar cigarrillos y de súbito verse envuelto por
una jauría de señoras que corren y empujan hacia adentro y
sin saber cómo ni por qué encontrarse frente a unos paquetes
de carne — ¡carne!— agarrar uno y volver a la casa para ser
aclamado cual cazador que doblegó un bisonte. Luego uno
mira a sus hijos devorando lo que seguramente era un bisonte
por lo duro, y se siente tan buen padre. Ante la noticia llegan
vecinos admirativos: ¿cómo fue?, ¿muy lejos?, ¡aah! y enton­
ces el ego de macho rutinizado crece al saberse tan feroz ca­
zador.
141
Experiencias así, tan simples, van sustituyendo la aliena­
ción propia de la sociedad de consumo por las vivencias de
la sociedad del no-consumo. ¿Quién iba a pensar que un sim­
ple pedazo de buey australiano encerraba tal potencial de sor­
presas gratificadoras? Incluso objetos tan aburridos como un
neumático han adquirido la capacidad de hacer feliz al hom­
bre. Encontrar uno le puede devolver la sonrisa a un camionero
porque le permite seguir trabajando, del mismo modo que en­
contrar comida nos permite seguir viviendo. Y es tan fantás­
tico vivir.
Ante la ausencia de cosas, la gente súbitamente descubre
el valor que tienen. Surge una verdadera obsesión por el con­
sumo. Datos sobre el arroz, cuentos sobre cómo se consiguió
aceite y demás hazañas consumeristas pasan a ser temas cen­
trales de las conversaciones y motivo esencial de los sueños.
7.
La Liberación de la Burguesía.
La teoría orientadora del Gran Experimento dice que para
liberar a los proletarios es necesario suplantar a los burgueses
que poseen los medios de producción. Consecuentemente el
régimen —valiéndose de compra de acciones, de facultades de
expropiación, de decretos olvidados, de tomas y de presiones
económicas— ha ido adquiriendo poder sobre toda suerte de
fundos, industrias y empresas. Su meta de expropiarle a la
burguesía los medios de producción que controlaba, la ha lo­
grado eficientemente.
Ahora bien, uno de los espectáculos más insólitos es ver
a personas que por haber perdido su fundo o industria, debie­
ran estar sumidas en la ruina económica y en la depresión
neurótica, viviendo igual o mejor que antes, llenas de optimis­
mo, alegres y sobre todo humanamente más realizadas.
Al comparar las reacciones de los grandes empresarios con
la de los pequeños, se observa lo siguiente: mientras más gran­
de la empresa, menor la resistencia de sus propietarios y eje­
cutivos.
Por ejemplo, los bancos pasaron a manos del régimen sin
pena ni gloria. Al igual que en muchas industrias, los únicos
142
que se han negado a vender han sido algunos pequeños accio­
nistas. Pero cuando se trata de expropiar unos fundos pequeños
y pobretones a los agricultores de Lautaro, éstos se defienden
a balazos, se retoman los predios, persiguen a los miristas por
la Cordillera y en defensa de algo que vale tan poco inician
una guerra civil local. Camioneros y pequeños comerciantes
empezaron el gran paro de octubre de 1972 que llevó a los
militares al poder.
La explicación yace en la naturaleza de la empresa moder­
na. Cada vez tienen menos importancia los medios de produc­
ción físicos — máquinas, capital físico, instrumentos y herra­
mientas— frente a la preponderancia creciente de la capacidad
técnica de saber emplear adecuadamente esos medios.
El verdadero capital de una empresa es su capital humano.
Lo que la mueve es la experiencia, adiestramiento y capa­
cidad técnica de su gente. Al expropiar los objetos de una in­
dustria se expropia lo que es sustituible hoy y obsoleto mañana.
El desastre económico en que se sumen las industrias expro­
piadas, se debe a que se deshacen olímpicamente de su prin­
cipal capital humano que son sus técnicos y ejecutivos. La es­
casa resistencia de los ejecutivos industriales se debe a que
ese capital humano sigue suyo y que tienen, por lo tanto, mu­
chas otras posibilidades sea en Chile o afuera. Saben que los
que se quedaron carecen de adiestramiento técnico necesario
para innovar y modernizar la industria. En el mejor de los
casos logran mantener la producción anterior o aumentarla le­
vemente presionando más los equipos existentes, pero se ha
visto una ausencia total de innovación sea de procedimientos
o de productos, y empresa que no innova constantemente es
empresa muerta.
En las empresas pequeñas y tradicionales, en cambio, cuen­
ta mucho más el capital físico y su dueño se aferra a él por
carecer de alternativas.
Además, como si el rodaje de una industria en tiempos
normales no fuera suficiente para dislocarle los nervios a cual­
quiera, el proceso de expropiación es una negociación general­
mente sucia, arbitraria y que complica más aún el trabajo eje­
cutivo. De modo que cuando es marginado definitivamente se
143
siente derrotado, pero con esa sensación de alivio que da saber
que la guerra acabó.
A veces se pasa unas semanas dando vuelta por la casa.
Pero generalmente no ha terminado el proceso de expropiación
cuando ya le están llegando ofertas de otros países que se inte­
resan en aprovechar su experiencia. Es tal el dinamismo del
capitalismo internacional, que capital físico y créditos siempre
abundan para quien tenga ideas. Por ejemplo, el principal eje­
cutivo de INDAC que durante casi treinta años se dedicó a
transformar lo que era un taller de fundición en una de las
plantas más modernas de América Latina de aceros especiales,
luego de ser expropiado ha recibido ofertas de Alemania para
instalar una siderúrgica ultra moderna en Centro América.
Otros, con su conocimiento de los negocios descubren las
formidables posibilidades de especulación que ofrece el socia­
lismo y con menos esfuerzo que el necesario para producir,
ganan ahora más plata.
Otros emigran, y en menos de dos años hay chilenos ex­
propiados produciendo semillas de exportación en España, le­
vantando moteles en Venezuela, proyectando siderúrgicas en
Honduras, instalando pesquerías en Ecuador, fabricando lico­
res en Argentina, construyendo viviendas económicas en Co­
lombia, asesorando empresas cupríferas americanas en Rusia,
desarrollando ganaderías en Australia y organizando bancos de
fomento industrial en Paraguay.
Y
siempre son los empresarios, ejecutivos y profesionales
de mayor calibre quienes tienen más contratos y posibilidades.
En ambientes más favorables a la creación económica, muchos
han surgido rápidamente, han abierto nuevas fuentes de tra­
bajo y se sienten mucho más realizados.
Además, se observa un proceso de reacondicionamiento existencial. El trauma que significa ser separado de la obra de
toda su vida, a muchos los ha hecho cuestionarse cosas fun­
damentales. “ Antes me sacaba la mugre trabajando para ganar
más plata que el vecino” —me explicaba un gran financista— .
“ Este terremoto me ha hecho pensar muchas cosas. He descu­
bierto a mis hijos, que los tenía harto abandonados; nos fuimos
juntos de camping a una playa al norte. Estuvimos dos sema­
nas, cosa que jamás antes podría haber hecho. En marzo me
pegué un viaje con mi señora de dos meses por Europa y ahí
me di cuenta que desde que nos casamos, 18 años atrás, que
no estábamos así juntos, el uno para el otro, sin nada que
hacer, sin apuro. Descubrí lo que es sentarse en una playa y
contemplar el mar, tranquilamente, sin pensar en los telex, los
negocios, las responsabilidades y toda cosa que me estaba con­
sumiendo” .
En síntesis, lo que pretendía liberar a los proletarios liberó
a los burgueses.
8.
El Poder Sobre los Medios de Destrucción.
Otro resultado paradojal es que los medios de producción
que adquiere el régimen no le dan más poder. Al contrario, se
ve más bien debilitado por los constantes problemas, atrasos,
ineficiencias, huelgas, corrupciones, escándalos, abusos y tor­
pezas de las empresas estatizadas. Lo que ocurre en ellas es
fuente permanente de ataques al régimen y en muchas son los
propios trabajadores quienes se vuelven furiosos contra el ex­
perimento, luego de ser liberados con la estatización.
Lo que le va dando más poder al régimen son las masas
movilizadas, las brigadas, los grupos armados.
Pero a medida que la sociedad empieza a regularse por el
poder sobre la fuerza, los militares — especialistas en fuerza—
han ido saliendo de ese lugar secundario en que se encontraban,
para convertirse en el elemento clave.
El régimen ha rodeado de más privilegios y atenciones a
los militares que a cualquier otro grupo. Sueldos que superan
a los de cualquier profesional, mataderos propios para que ten­
gan toda la carne que deseen, casas construidas en los mejores
barrios residenciales, partidas especiales de automóviles Toyota
y Peugeot, abastecimiento oportuno y abundante de la leche,
mantequilla, jamón y queso que le falta a la población. En
vez de haber sido los niños los únicos privilegiados, resultaron
serlo los militares.
Y, por último, ha debido valerse de las Fuerzas Armadas
—no de los trabajadores— para sustentarse en el poder. Lo
145
que se inició como revolución popular terminó como régimen
militar.
Esto indica que así como el capitalismo fundamenta su po­
der en los medios de producción y la democracia en los medios
de expresión, el socialismo fundamenta el suyo en los medios
de destrucción.
9.
La Movilización de la Clase Media.
Mientras las expropiaciones afectaron a los grandes mono­
polistas y latifundios, la gente de clase media no se inquietó.
Pero su actitud empezó a cambiar cuando vio, al cabo del
primer año, que el proceso iba mucho más abajo y que peque­
ños agricultores, empresarios menores, camioneros, micreros,
profesionales, empleados bancarios y otras categorías de clase
media eran deliberadamente castigadas por el régimen. Pero a
diferencia de gente de clase alta, que tiene alternativas a veces
mucho más interesantes, los de la clase media generalmente no
la tienen y deben aguantarse donde están.
De ahí que, como se esbozara antes, la resistencia al régi­
men surge principalmente de la clase media. A pesar de que
al hombre de clase media le cuesta más que a nadie romper
los ritualismos formales que marcan su vida, se ha vuelto más
militante y paulatinamente esa intolerancia que se advirtió
primero en las generaciones jóvenes de la clase alta se ha ido
extendiendo hacia la clase media.
Entre la gente de clase media existe la sensación de ser
los más afectados económicamente por el Gran Experimento. Es
probable que la pérdida del poder adquisitivo sea más acen­
tuada en la clase media.
Por un lado el hombre de la clase media ve que no puede
seguir avanzando en el plano de la realización material. Por
otro, ve que todo lo adquirido con un esfuerzo de hormiga — su
educación, su puesto, su casita, su televisor y sobre todo su
calidad de persona “ decente”— ahora peligra. Teme ser engu­
llido por el populismo y se niega a “ volver a caer a la tierra’.
Lo único que tiene son sus logros insustituibles e ¿reemplaza­
bles. Pero las tomas, la violencia, el énfasis en lo popular, la
146
política oficial de confundirlo con el pueblo del cual se quiere
distinguir y el alejamiento de los bienes que definen su status,
lo tienen sumido en una incertidumbre oscura.
En torno suyo ve desmoronarse los esquemas y valores con
que fue formado. Pero ve también que no tiene por qué seguir
pasivo, acomplejado por su inferioridad y reprimido por sus
esquemas. La presión para que actúe va subiendo hasta que
algo —un fraude en una elección, un amigo que lo despidie­
ron, una medida arbitraria, un remedio que no pudo conseguir,
una información sobre corrupción administrativa— lo hace es­
tallar. Cuelga su temo gris, se arranca la corbata, se arremanga
la camisa y se lanza desaforado a la acción.
En la lucha gremial, participando en una huelga, desfilando
en una manifestación, protestando contra algún interventor,
gritando en una asamblea, empieza a vivir la aventura de la
vida. Grita con los pulmones llenos, corre peligro, organiza,
se agita y actúa con el heroísmo que tenía reprimido por tan­
tos años de contabilizar cheques en un banco.
10.
La Sensación de ser Considerados.
El régimen ha demostrado una habilidad extraordinaria pa­
ra comprender la sicología de las masas, sobre todo de las ma­
sas de clase baja. Ha logrado presentar como modelo ideal de
la sociedad al trabajador. Esto es importante porque el pobla­
dor, el campesino y el obrero por primera vez pueden sentirse
realizados en cuanto tales. Hasta ahora el sistema, especialmen­
te a través de la propaganda comercial, le estaba diciendo su­
tilmente que como trabajador no valía nada. Interesaba en la
medida que tenía posibilidades de salir de esa condición y lle­
gar a ser de clase media. Es decir, le decía que su existencia
se justificaba si acaso podía dejar de ser lo que era.
El régimen ha logrado convencer a vastos sectores de la
clase baja de que son ellos los que cuentan. Ha presentado las
cosas a un nivel asequible a las masas. La simpleza con que
presenta las cosas irrita a cualquier individuo, pero sirve a
nivel de masas porque éstas actúan sin la racionalidad de los
individuos que las componen.
147
“ Las masas son femeninas” decía Hitler. El constante es­
tado de tensión que trata de mantener el régimen ha resultado
efectivo porque es una forma de divertirla, de atenderla. La
atención incesante, la repetición y la reiteración van creando
la sensación de ser necesitados por el régimen.
Este fenómeno explica la desconexión que se ha observado
entre causalidad económica y acción política. Probablemente,
en los hogares de clase baja no se recuerde una situación eco­
nómica más angustiosa — 130% de inflación en 10 meses,
desabastecimiento, necesidad de comprar sustitutos en el mer­
cado negro— pero esto no ha provocado a ese nivel la reacción
que se esperaría en un país en que un Gobierno casi cayó por
subir en 20 centavos los pasajes de micro.
Otra explicación es que la máquina de los partidos marxistas ha alcanzado una eficiencia tan extraordinaria que es capaz
de reprimir cualquier manifestación de descontento. Pero al
conversar con obreros industriales no da la impresión de algo
reprimido. En palabras de un mecánico: “ Claro que está todo
escaso y caro, pero tenemos un Gobierno que nos toma en
cuenta”.
Conclusión: La Revolución Rodante.
Lo que ocurre aquí es una revolución rodante. Un gran
juego en que la pelota va de un lado a otro.
Hace unos diez años Chile empezó a cuestionarse, a mirar­
se a sí mismo. Como cada cual se mira con los ojos que tiene,
la visión de sí mismo fue política y se interpretó esta inquie­
tud como una cuestión de las estructuras, siendo que se trataba
de una búsqueda mucho más profunda. Esta nación había co­
menzado a preguntarse cuál era el motivo de sus actos, por
qué las cosas eran así y cómo podrían mejorarse.
Pero se vió a sí misma en términos políticos y tanto el go­
bierno democratacristiano como el de la Unidad Popular, tra­
taron de encauzar esta ebullición existencial que iniciaba el
chileno. Los políticos trataron de usarla a su favor. Con la
llegada de la Unidad Popular, se trata de enmarcar esto en
una interpretación rígida y al empujar en un determinado sen­
148
tido, la cosa agarra vuelo y se sale totalmente del cauce pre­
visto.
En vez de ser el sistema que utiliza a la gente para experi­
mentar sobre ella, es el chileno que empieza a usar el Gran
Experimento como detonador de esa revolución interior que
debe hacer cada hombre en alguna etapa de su vida.
A cada hombre, a cada sindicato, a cada grupo, a cada
gremio, le va llegando sü oportunidad. De repente es el sur
que arde, luego la revolución avanza a las provincias centra­
les, luego los estibadores, luego los médicos, luego los estu­
diantes secundarios, luego los profesores universitarios, luego
los comerciantes, luego los transportistas y así, a cada cual le
va llegando la hora de hacer su revolución.
En cuanto a alguien le llega su tumo, súbitamente se in­
flama entero, grita todo lo que tiene que decir, rompe todo
lo que tiene que destruir, se venga todo lo que tiene que ven­
garse, se toma todo lo que tiene que tomarse, y se libera de
todo lo que tiene que liberarse.
En ese momento en que uno se toma el centro de trabajo,
otro se atrinchera en la Universidad y otro se retoma un fundo,
se vive algo grande. No es sólo la fábrica, la Universidad o el
fundo. Es el Socialismo, la Libertad o la Democracia. La gente
actúa motivada por ideales grandes y las reglas del juego — lo
chileno— es que hay poco riesgo físico en esto. (En Europa
luchar por la libertad cuesta millones de vidas). Se acaba la
rutina, se encuentran nuevos amigos, se viven experiencias nue­
vas, se juega a la guerra y la vida adquiere, por una semana
al menos, un sentido patriótico de lucha.
Cuando la revolución sigue de largo, rodando hacia otra
parte, la gente queda mejor. Ha sentido más. Ha odiado y ama­
do, pero lo ha sentido. Ha visto que el otro, aunque enemigo,
no es monstruoso como lo pintan sino que es un ser humano
con tanto miedo como él, con las mismas preocupaciones, con
las mismas intenciones.
En términos económicos este gran juego ha sido carísimo.
En términos políticos va llegando hacia un régimen militar (El
árbitro debe poner orden). Pero lo que cuenta en una sociedad
es la calidad humana de su gente y en ese sentido, la gente
ha ganado. Suponiendo que esto termine como un juego en
149
que se ha pateado la pelota de un lado para otro y se han
pegado también unas patadas a las canillas, los que hemos ju­
gado este gran match a lo largo de Chile vamos a comprender­
nos mejor, vamos a quedar más unidos. Cuando termine esta
pichanga descomunal y volvamos a trabajar, cada cual en su
oficina, cada uno encerrado en su soledad, vamos a recordar
con nostalgia esos dos años de juego en que todo se permitía.
Hasta que una nueva generación se empiece a aburrir de nue­
vo y eche otra revolución a rodar.
150
EL COSTO SOCIAL DEL GRAN
EXPERIMENTO
SEBASTIAN PINERA ECHEÑIQUE
I
INTRODUCCION.
Este trabajo tiene por objeto efectuar un análisis y una eva­
luación de la gestión económica del actual gobierno.
Para esto es necesario esbozar las estrategias y políticas
económicas implementadas, teniendo presente que ellas respon­
den y están condicionadas por un determinado diagnóstico de
la realidad chilena — elaborado por la UP— , diagnóstico que
fue errado por su carácter dogmático y por la dependencia
ideológica de pensadores y experiencias foráneas de quienes
lo elaboraron (1).
Para una mejor comprensión de la gestión económica de
la Unidad Popular a poco más de 25 meses de su ascenso al *
(1)
Esta hipótesis es tocada por los demás trabajos que com­
ponen este libro. Sin embargo es necesario destacar que el diag­
nóstico fue una “caricatura de la realidad chilena”, cayendo en
[a simpleza de calificar nuestra economía como capitalista, depen­
diente del imperialismo, monopólica, con una santa alianza entre
los monopolios nacionales y el capital extranjero, en que el Fondo
Monetario Internacional dictaba la política económica inter­
na, etc., etc.
Estas calificaciones tajantes corresponden, más bien, a una re­
pública centroamericana de los años 30 que a la realidad que pre­
sentaba Chile en 1970, con el tamaño, diversidad e importancia del
sector público en la actividad económica, la complejidad de su es­
tructura, el nivel y distribución del ingreso, etc.
151
poder, es indispensable situarla bajo la doble perspectiva de
los objetivos a los cuales esa gestión aspiraba y de las condi­
ciones políticas y económicas que caracterizaban al país al ini­
cio de este gobierno.
La Unidad Popular llegó al gobierno con poco más del 36%
del electorado (2) y con el firme y decidido propósito de efec­
tuar profundos cambios en las estructuras políticas, económi­
cas y sociales del país, los cuales afectarían irreversiblemente
su trayectoria futura.
Para lograr la realización de este propósito básico con la
eficiencia y rapidez necesarias, era imprescindible ampliar la
base social que serviría de sustento al “ gobierno popular” ;
para esto, la política económica a corto plazo fue una política
“ populista” claramente orientada hacia la captación de nue­
vas adhesiones para el “gobierno del pueblo”, en que el costo
económico que esa política traería en el futuro, aparentemente,
carecía de importancia, y al inicio de las transformaciones
estructurales. Implícitamente, esta hipótesis sugiere que pre­
vio a que los efectos negativos de tal política se hicieran pre­
sentes en la economía, la Unidad Popular, habría conquistado
la totalidad del poder y podría iniciar la segunda etapa de la
construcción del socialismo, en que palabras como esfuerzo,
ahorro, sacrificio, inversión, hasta entonces no mencionadas,
reaparecerían sobre el tapete.
Teniendo presente estas consideraciones preliminares, ad­
quieren su plena racionalidad el conjunto de políticas en el
campo monetario, fiscal, cambiario, de inversiones, etc.
En síntesis, la estrategia económica de corto plazo estuvo
al servicio de la estrategia política, cuyo objetivo primordial
era el “ asalto al poder” .
Es necesario destacar que a pesar de la interrelación de
ambas estrategias, no existió una adecuada coordinación en
el tiempo entre ellas. En efecto, dada la estructura jurídica de
nuestro país, transcurre un período de tiempo entre el momen­
to en que se inicia la tramitación parlamentaria de una reforma
constitucional que puede eventualmente desembocar en un ple­
biscito y la aprobación de la misma. Por tanto, la Unidad
(2) Elecciones presidenciales del 1970.
152
Popular debió haberse anticipado al momento en que su polí­
tica económica de corto plazo lograra su apogeo en cuanto a
adhesiones, implementando desde el principio una plataforma
legal que le permitiera profitar plenamente en términos polí­
ticos del apoyo masivo que su política económica generaría.
La UP no actuó de esta forma y en el segundo trimestre
de 1971, época en que el gobierno alcanzó su máximo grado
de popularidad, los mecanismos legales que permitirían pro­
fitar de este apoyo mayoritario no existían, (el apogeo electo­
ral sólo les sirvió para elegir’ una gran cantidad de regidores) y
sólo estuvieron disponibles a iniciativa de la oposición (3) po­
co antes de que ésta triunfara en las elecciones complementa­
rias de O’Higgins, Colchagua y Linares (4).
Es posible que este desfase o descoordinación “ temporal” en­
tre la estrategia política y la estrategia económica de la UP se
deba a una sobreestimación por parte de ésta de la duración
del período de “ auge” que su política económica de corto pla­
zo provocaría, período que a su vez, fue subestimado por des­
tacados personeros de la oposición.
No ahondaremos aquí en los errores de diagnóstico pro­
ducto del dogmatismo, la mitologización y la dependencia ideo­
lógica, tema que constituye el objeto de otro trabajo (5). Sin
embargo, es útil mencionar algunas condiciones coyunturales
que afectaban a la economía chilena al inicio de este gobierno.
La economía chilena a fines de 1970 pasaba por una etapa
de profunda depresión, la que caracteriza los períodos previos
a una elección presidencial. Algunos indicadores que ilustraban
esta situación eran los altos niveles de desempleo, grandes
márgenes de capacidad ociosa, acumulación de stocks, etc.
Para finalizar esta introducción es necesario agregar a es­
tos antecedentes y reflexiones preliminares un somero análi­
sis de las metas y objetivos propuestos, lo que facilitará la eva(3) Reforma Constitucional de las tres áreas de propiedad, pre­
sentada por los senadores Hamilton y Fuentealba.
(4) Enero 1972. Elecciones complementarias de un senador por
O’Higgins y Colchagua y un diputado por Linares.
(5) Ver Andrés Sanfuentes, “El papel de los mitos en la estra­
tegia económico-social de la U P ”.
153
luación posterior de la gestión económica de estos primeros
25 meses de gobierno.
De la lectura sistemática de los documentos económicos
elaborados por la UP y por persorteros de ésta, se desprende
que el objetivo central de la política del gobierno era “ reem­
plazar la estructura económica existente, terminando con el
poder del latifundio y del capital monopolista nacional y extran­
jero para iniciar la construcción del socialismo” (6).
Esto se lograría mediante la instauración de tres grandes
áreas de la propiedad: Estatal, Mixta y Privada; de tal forma
que el Estado se constituyera en el centro efectivo de conduc­
ción de la economía y de la planificación de su desarrollo.
Se agregaba a esto una política agraria ligada a las trans­
formaciones estructurales, cuyo objetivo básico era acelerar,
profundizar y ampliar el proceso de reforma agraria.
Un tercer objetivo era impulsar un vasto programa de re­
distribución de ingresos, destinado a favorecer las demandas
de las grandes mayorías nacionales y a introducir variaciones
en los patrones de industrialización (7) (8).
(6) “Programa Básico de la Unidad Popular”.
“Exposición Sobre la Política Económica del Gobierno y del E s­
tado de la Hacienda Pública”. Nov. 1970, pág. 7.
“Exposición del Ministro de Economía, Fomento y Reconstruc­
ción ante el Subcomité del CIAP sobre Chile”, abril 1972.
(7) Ver Pedro Vuskovic. “Distribución de Ingresos y Opciones
de Desarrollo”, Cuadernos de la Realidad Nacional, N* 5, sep. 1970.
(8) El supuesto implícito detrás de este esquema era la exis­
tencia de dos grupos de consumidores claramente delimitados y
con patrones de consumo sustancialmente diferentes. Al redistri­
buir ingresos en favor de uno de ellos variaría la estructura de de­
manda, afectando la estructura productiva la que se concentraría
en la producción de los llamados “bienes salarios”.
Mediante este proceso se podría corregir una estructura pro­
ductiva distorsionada, generada, a su vez por una estructura de
demanda distorsionada, la cual era producto de una mala distri­
bución de ingresos; esto facilitaría el aprovechamiento de econo­
mías de escala, innovaciones tecnológicas, etc. Sin embargo, el
desabastecimiento inicial no se produjo en los llamados “bienes
salarios” sino en bienes que podrían ser catalogados de suntuarios
en una economía subdesarrollada como la nuestra, tales como
automóviles y línea blanca. Como hipótesis explicativa de esta
evidencia empírica podríamos señalar:
154
Conjuntamente a estos objetivos programáticos y con alta
prioridad se agregaban los siguientes:
—
—
—
—
—
Crecimiento económico rápido y descentralizado.
Aumento de la ocupación.
Estabilidad monetaria.
Fomento de las exportaciones.
Reducción de la dependencia externa.
t
II
LA ESTRATEG IA ECONOMICA Y SUS RESULTADOS
De acuerdo a lo planteado por el Ministro de Hacienda en
su primera Exposición de la Hacienda Pública, la estrategia se
situaba en un marco de un triple proceso de expansión econó­
mica, transformación del sistema e intervención organizada
del pueblo en la construcción de su propio futuro.
Por esto, en el análisis de la estrategia es necesario efec­
tuar una clara distinción entre las llamadas estrategias de cor­
to y de largo plazo puesto que incorporan elementos contradic­
torios entre sí.
A.
Estrategia de Corto Plazo.
La estrategia de corto plazo apuntaba a la. resolución con­
junta de los problemas inmediatos, (tales como estancamiento
económico, desocupación, bajos niveles de ingresos de cier­
tos sectores, etc) y al inicio de los cambios estructurales que
transformarían nuestro país en un “ paraíso socialista” .
I. la redistribución de ingresos no favoreció a los sectores
de bajos ingresos con alta elasticidad para los “bienes salarios”,
sino que a sectores medios que demandaron bienes distintos de
los “bienes salarios” ;
II. los sectores de bajos ingresos ya tenían medianamente
satisfechas sus necesidades vitales y canalizaron su mayor in­
greso hacia la compra de otro tipo de bienes distintos de los
“bienes salarios”.
155
V
Su expresión concreta fue la política de reactivación eco­
nómica, del más puro corte Kaynesiano, diseñada por el enton­
ces Ministro Vuskovic, cuyo objetivo primordial era el incre­
mento del nivel de operación del sistema, acrecentando la ma­
sa de bienes y servicios a disposición de la comunidad. Esto
se lograría incrementando la demanda a través de una incen*
tivación del consumo, pero con una categórica preferencia
respecto de los grupos sociales que deberían beneficiarse de
este incremento de consumo. En efecto, el estímulo a la deman­
da programado por el gobierno sería selectivo estando canali­
zado a través de dos fuentes principales:
1.
Redistribución masiva del ingreso, el cual debería fluir
desde sectores de altos ingresos hacia aquellos de bajos in­
gresos.
Estos sectores fueron dogmáticamente definidos como el
sector capitalista (pago a otros sectores) y el sector asalariado
respectivamente, atendiendo a la clásica dicotomía marxista de
explotadores y explotados. Sin embargo, basta señalar que exis­
ten grupos de bajos ingresos tales como desempleádos, trabaja­
dores por cuenta propia, pequeños empresarios, artesanos,
marginados, etc. que no pertenecen al sector asalariado y que
este sector incluye grupos de altos ingresos que se benefician
cuando se redistribuye por la. vía de reajustes salariales.
En una primera etapa la UP no buscó nuevas formas de
redistribución sino que, utilizó los mecanismos tradicionales
de aumento de las remuneraciones y control de precios (inclu­
yendo el precio de la divisa) como mecanismos básicos, con
las limitaciones antes señaladas. Posteriormente, la UP alteró
su política redistributiva, tendiendo a realizar el esfuerzo redistributivo a través de garantizar una canasta mínima de con­
sumo a ciertos sectores escogidos con un criterio político. Es­
to fundamenta la creación de las Juntas de Abastecimientos y
Precios (JAP) y el intento de controlar la distribución median­
te la creación de DINAC.
Otro elemento redistributivo fue la política de aumento de
ocupaciones tanto en el sector público como en el privado. Sin
embargo, esta polít'ica tampoco garantiza que el flujo redistri156
butivo haya sido de ricos a pobres; en efecto, si se analizan de­
talladamente las cifras del Departamento de Remuneraciones
de la Dirección de Presupuesto se concluye que la política de
empleo del sector público se caracterizó por las contrataciones
de personas de altos niveles de ingreso, favoreciendo con esto
una redistribución regresiva de la renta (9).
Como elementos positivos de este proceso redistributivo, es
necesario destacar la creación de ocupaciones en el sector pri­
vado, la extensión de la previsión social, los reajustes de las
pensiones más bajas y otros reajustes especiales.
En síntesis, la redistribución de ingresos realizada por la
UP, no necesariamente fue de ricos a pobres por los factores
antes mencionados, y la permanencia de la nueva estructura
de distribución lograda durante 1971 está supeditada y depen­
de básicamente de los resultados de la política anti-inflacionaria.
El desborde inflacionario acaecido durante 1972 significa­
rá un duro revés en la distribución del ingreso, que anulará
los logros habidos en esta materia durante 1971.
2.
El segundo elemento que permitiría la reactivación era
la ampliación del gasto público a través de la promoción de
“programas movilizadores” entre los que destacan los de la
vivienda y obras públicas.
Para esto se diseñó un presupuesto fiscal con un “ déficit
programado” (cabe preguntarse si el hecho de ser un déficit
programado lo diferencia en sus efectos sobre la economía de
un déficit normal) de E° 6.000 millones (cifra que llegó a
E° 13.000 millones como resultado a fin de año).
Es necesario destacar que la reactivación económica po­
dría haberse logrado en parte mediante un incremento sustan­
cial de la inversión en lugar de incentivar únicamente el con­
sumo. Como elementos favorables a esta alternativa destacan
(9)
Ver Daniel Tapia, “Aspectos del Proceso de Redistribución
de Ingresos”, en Comentarios Sobre la Situación Económica, Publi­
cación N° 3. Facultad Ciencias Económicas, Universidad de Chile.
157
la holgada situación de reservas internacionales que permitía
financiar el componente importado de la inversión y el nume­
roso conjunto de proyectos de inversión disponibles al inicio
de este gobierno.
Aun cuando el impacto redistributivo de esta “ vía alterna­
tiva de reactivación” en el corto plazo hubiera sido menor, su
efecto habría sido más estable y duradero y no se hubiera con­
denado a la economía a un trágico estancamiento en el mediano
plazo.
Esto, debido a que la inversión juega un doble rol en la
economía:
i. Es generador de demanda agregada y por un valor ma­
yor al de la propia inversión, (10).
ii. Es generadora de mayor capacidad productiva en la
economía, lo que permite el crecimiento económico (11).
El gobierno no optó por este camino, prefiriendo el del
crecimiento del consumo y descuidando notoriamente la am­
pliación de la capacidad productiva de la economía chilena. Es
posible que la razón que justificó esta acción fue una razón
política: la de crear una aparente imagen de “ auge económico”
a través de un incremento sustancial de los niveles de consu­
mo, (sacrificando la inversión) que permitiera la captación de
las “ nuevas adhesiones” y de esta manera ser funcional a los
objetivos políticos. Esto no se podía lograr a través del incre­
mento de la inversión, ya que los frutos de ésta no se hacen
presentes de inmediato pues se requiere de un período de ma­
duración.
En una palabra, se puso a la Economía Chilena al servicio
de los intereses políticos de la Unidad Popular.
Como un complemento del esfuerzo redistributivo se agre­
gaba una política anti-inflacionaria que contemplaba un estric­
to control de precios, (incluyendo el tipo de cambio y la ta(10) Es lo que se conoce como el efecto multiplicador de la
inversión.
(11) La inversión aumenta la capacidad productiva de la eco­
nomía, en un monto proporcional al coeficiente producto-capital.
158
sa de interés). La orientación general de esta lucha anti-inflacionaria a largo plazo sería iniciar las transformaciones estruc­
turales de la economía (12).
El incremento inusitado de la demanda, producto de la polí­
tica de reactivación, sería compensado por el incremento de la
oferta que vendría a través de la utilización de la capacidad
ociosa, que fue sobreestimada (13) y por el uso de la capaci­
dad para importar que confería la holgada situación de reser­
vas internacionales.
En materia de cambios estructurales, la estrategia de corto
plazo planteaba la necesidad de iniciar el proceso con la:
i
— estatización completa de la banca privada,
— nacionalización completa de las grandes explotaciones
mineras,
— nacionalización de algunos grandes monopolios de la
producción y distribución,
— avance decisivo en la Reforma Agraria y
— ampliación del área estatal del comercio exterior (14).
B)
Estrategia a Largo Plazo.
Dado que el diagnóstico de la realidad chilena elaborado
por los partidos que conforman la Unidad Popular señalaba
como única causa fundamental del estancamiento económico,
de la inflación, de la dependencia, etc, a las relaciones de
producción existentes (15), la estrategia económica de largo
(12)
Ver la “Exposición sobre la Política Económica del Go­
bierno y del Estado de la Hacienda Pública”, noviembre 1970.
(1S) Es necesario señalar que un indicador de capacidad ocio­
sa promedio no es relevante, puesto que basta la presencia de un
cuello de botella en un sector para impedir la plena utilización de
los recursos productivos en otros sectores.
(14) Ver “Exposición de la Hacienda Pública”, nov. 1970, y
“Exposición del Ministro de Economía ante el Subcomité del CIAP
sobre Chile”.
(15) Ver “Programa Básico del Gobierno de la Unidad Popular”
“Exposición de la Hacienda Pública”, noviembre 1970.
159
plazo estaba destinada a sustituir las relaciones de producción
existentes, reemplazando la estructura económica e iniciando
la construcción del socialismo.
Esto se caracterizaba por la iniciación de un vasto e indis­
criminado proceso de estatizaciones (se analizará más adelan­
te), en que los métodos a utilizar variaban desde la naciona­
lización legal y la compra de acciones, hasta la requisición
o intervención.
En síntesis, la estrategia estaba encaminada a lograr el
traspaso desde el sector privado nacional o extranjero hacia
el sector estatal, de gran parte del aparato productivo del país,
en forma tal de conquistar la totalidad del poder. Esto obede­
ce al clásico planteamiento marxista de radicar el poder en la
propiedad de los medios de producción, desconociendo que
las relaciones económicas son un subconjunto de las relaciones
sociales, y por lo tanto, no basta controlar los primeros para
controlar la totalidad del poder (16).
Es necesario mencionar algunos intentos de la UP, tales
como la reforma judicial y la reforma al poder legislativo,
creando los llamados “ tribunales populares” y la “ cámara úni­
ca” respectivamente, intentos que fueron abandonados en el
camino, centrando prioritariamente el esfuerzo en el control de
los medios de producción lo que constituyó el principal y casi
único objetivo de la gestión de Vuskovic como Ministro de
Economía.
Por último, cabe mencionar la ausencia notoria de una
estrategia de desarrollo a largo plazo, salvo que la mera trans­
formación de la estructura económica del país, a través de
provocar una estatificación creciente fuera la “panacea” que
por arte de magia resolviera todos los problemas (estanca­
miento económico, inflación, etc.), que afectan en la actuali­
dad al país y que hacen de él un país subdesarrollado.
(16)
De acuerdo al planteamiento marxista, el resto de las re­
laciones sociales están determinadas por las relaciones de produc­
ción. La infraestructura condiciona las superestructuras.
160
C)
Los Costos del Socialismo.
Simultáneamente con el deterioro de la situación econó­
mica que afecta a nuestro país, y por “ curiosa coincidencia”,
se ha generalizado entre los personeros de la Unidad Popular,
un profundo sentimiento de desprecio por los llamados “in­
dicadores contables” o “ indicadores tradicionales” como ele­
mentos de enjuiciamiento de la gestión económica de un go­
bierno que está “ construyendo el socialismo”, apareciendo en
escena los llamados “ costos del socialismo”.
Sin embargo, son precisamente estos “ indicadores conta­
bles” como inflación, abastecimiento,' situación de Comercio
Exterior, crecimiento, etc., los que enfrentan los chilenos en
su vida diaria y que en último término determinan en gran
medida el nivel de bienestar de una comunidad y particular­
mente de sus sectores más pobres (17).
Con respecto al “ costo del socialismo”, es legítimo que un
país y un gobierno cuyo objetivo central es el cambio de las
estructuras económicas y sociales existentes e iniciar la cons­
trucción del socialismo, esté dispuesto a aceptar el pago tran­
sitorio de ciertos costos y tolerar ciertos desajustes económicos
en aras de este socialismo, argumento muy recurrido por los
defensores de la actual política económica, (¡ah, pero el so­
cialismo...!). Sin embargo, al respecto caben algunas conside­
raciones.
La primera de ellas se relaciona con el hecho de que no
cualquier costo queda justificado en términos del socialismo.
Debe existir una cierta relación o proporción entre los costos
que se está dispuesto a aceptar y los resultados en términos
de transformaciones que estos costos permiten. Pero, si se
parte de la premisa ide que cualquier costo se justifica en tér­
minos del cambio de estructuras, entonces toda posibilidad
(17)
Es legítim o preguntarse si los que votaron por Salvador
Allende en 1970 votaron únicamente por las transformaciones es­
tructurales de la economía que su programa contemplaba, o en
parte también por las promesas de erradicar la inflación, mejorar
el abastecimiento, derrotar el estancamiento económico, y dar ma­
yor bienestar.
6 .— C h ile .
161
de diálogo en tomo a la política económica actual queda rota,
como parece ser lo que está sucediendo actualmente.
En segundo lugar, no necesariamente los costos o desajustes
económicos que provoca la política de corto plazo pueden jus­
tificarse en términos de las transformaciones de estructuras;
debe existir una relación que ilustre en qué forma estos costos
favorecen el cambio de estructuras. Esto es particularmente
pertinente en la actualidad, en que muchos de los “ costos”
que presenciamos son producto de un pésimo manejo de la
política económica que, lejos de favorecer la instauración del
socialismo, lo perjudican; primero, porque la situación econó­
mica creada con el objeto de conseguir apoyo político en el
corto plazo, se presenta de tal manera caótica, que los objeti­
vos de largo plazo serán inalcanzables y, segundo, porque no
se vislumbra en qué forma las erradas políticas monetaria,
fiscal, cambiaría, etc., favorecen la instauración del socialismo,
ni en qué forma, políticas más realistas lo hubieran dificultado.
La última reflexión, y tal vez la más importante, dice re­
lación con la “ legitimidad del costo social” .
La “legitimidad del costo” está íntimamente ligada al grado
de consenso en torno al objetivo final en virtud del cual se
generan estos costos. En el caso chileno, en que el objetivo
final — el Socialismo de Estado— es sólo compartido por una
minoría, y rechazado por la gran mayoría de los chilenos, el
costo social de este socialismo carece de toda legitimidad.
D.
Incompatibilidades e Interdependencias.
Antes de efectuar una breve evaluación de los resultados
de la política económica, es conveniente discutir las interde­
pendencias e incompatibilidades que entre los objetivos bus­
cados pueden existir. Este análisis lo dividiremos en dos partes:
1.
En primer lugar, un análisis de compatibilidad entre
la política de corto plazo (incentivación del consumo) y la de
largo plazo (construcción del socialismo).
La mayoría de los países que han iniciado la construcción
de una “nueva sociedad” se han caracterizado porque, de una
162
u otra forma, han reducido, en forma no voluntaria el consu­
mo, en lo que podríamos llamar la “ vía austera” hacia el so­
cialismo en contraste con la “vía alegre y placentera” que
propicia la UP.
Esta reducción del consumo permite que una mayor parte
del ingreso se destine al ahorro, permitiendo así un incremento
en los niveles de inversión, para asentar las industrias básicas,
reducir la dependencia que origina el ahorro extranjero, rom­
per el estancamiento económico, etc. El actual gobierno no
optó por este camino en el corto plazo sino que por la vía
ancha y fácil (pero corta) de la expansión del consumo.
En síntesis, el conflicto o contradicción de ambas políti­
cas (corto y largo plazo) radica en la'utilización del exceden­
te (18). La de largo plazo buscaba canalizarlo hacia la inversión;
la de corto plazo lo ha canalizado hacia el consumo atendiendo
a consignas populistas y demagógicas que no reparan en las
contradicciones de lo que propugnan (más reajustes, congela­
ción de precios, menos impuestos, más consumo, menos aho­
rro, más crecimiento, etc.).
2.
En segundo lugar, un breve análisis de los objetivos
de corto plazo.
De acuerdo a lo formulado por personeros del gobierno,
los más importantes eran el mejoramiento del nivel de empleo,
la estabilidad monetaria, la redistribución de ingresos, el cre­
cimiento económico y la reducción de la dependencia externa.
Estos objetivos no son incompatibles entre sí; sin embargo,
existe un problema de magnitudes, es decir, no se puede lograr
todo plena y simultáneamente. Por tanto, es imprescindible
analizarlos en forma conjunta, de tal manera que permita esta­
blecer una jerarquización entre ellos, para ver la forma y el
(18)
El economista Paul A. Baran distingue dos tipos de exce­
dentes económicos: el actual y el potencial. Es a éste último al
que nos referimos y puede definirse como la diferencia entre la
producción que se podrían lograr dados los recursos naturales y tec­
nológicos existentes y el consumo esencial. Ver Paul A. Baran, “La
Economía Política del Crecimiento”, Cap. II, F. C. E., 1959.
163
orden de su consecución en el tiempo con los recursos escasos
de que se dispone, lo que constituye la esencia del problema
económico (19).
La única forma de lograr una tasa de crecimiento alta y
estable (no transitoria), es mediante un incremento en la tasa
de inversión; otras medidas tienen efecto por una sola vez.
Es decir, aumentar las adiciones de capital físico y humano
al stock nacional.
La Estrategia de corto plazo de la UP, a través de la exacer­
bación de los hábitos de consumo, apuntaba justamente a lo
contrario, imposibilitando el incremento de la tasa de ahorro
e inversión, la que en 1971 cayó en un 8% según cifras entre­
gadas por ODEPLAN (20) y en 11 % según estimación de la
Universidad de Chile (21).
Igualmente, no es posible pretender la estabilidad del nivel
de precios con la nueva política de duplicar religiosamente
cada año la cantidad de dinero (22). Frente a un aumento de
ésta, la economía puede ajustarse variando la velocidad de
circulación de dinero, aumentando la producción, aumentando
los precios o a través de una combinación de éstos. Dado que
en Chile el ajuste ya no puede venir a través de las primeras
dos vías, todo su peso recae sobre el nivel de precios, como lo
demuestra la experiencia del año en curso.
No es posible tampoco, dadas ciertas rigideces e inflexibilidades de la economía lograr conjuntamente la total estabi­
lidad del nivel de precios y el pleno empleo (23).
Es indudable que la expansión de la demanda agregada
conjuntamente con una política dogmática respecto al tipo de
(19) Ver “La Economía Chilena en el Gobierno de Allende”. In­
forme del Departamento Técnico del PDC, marzo 1972, Revista
Política y Espíritu N* 331.
(20) Ver “A nálisis de la Economía en 1971”, ODEPLAN, 1972.
(21) Facultad de Ciencias Económicas, op. cit., pág. 192.
(22) La tasa de crecimiento de la cantidad de dinero total en
1971 fue de 116,5% (Fuente: Boletín Mensual Banco Central). la
tasa de crecimiento de este año será superior al 100%.
(23) La relación entre ambas variables se conoce como la Cur­
va de Phillips.
164
cambio, provocaría una crisis de comercio exterior con los
consiguientes efectos sobre la dependencia externa.
Es indudable también, que el conjunto de las políticas se­
guidas introduciría serios desajustes económicos, muy desfavo­
rables en el mediano plazo al crecimiento del país y al bienes­
tar de su población.
No es la intención realizar aquí un detallado análisis por
sectores de los resultados obtenidos en estos primeros dos años,
tarea ampliamente cumplida por los numerosos informes de
coyuntura que amenazan con saturar el mercado (24). Sola­
mente destacaremos aquellas variaciones más importantes.
El programa económico, en términos generales, tuvo un
notable éxito durante 1971, particularmente en lo que a reac­
tivación económica se refiere.
La tasa de crecimiento alcanza un 8,5% (tasa que es cues­
tionada) para el producto geográfico bruto según informaciones
de ODEPLAN (25) y de un 13% para el consumo. El desem­
pleo se redujo notablemente cayendo de un 8,3% en diciembre
de 1970 a un 3,8% en diciembre de 1971 (26).
Se logró una considerable redistribución de ingresos
en favor del sector asalariado, el cual aumentó su participa­
ción de un 53,7% a un 58,6% en el producto nacional, debido
a que se logró contener la inflación que alcanzó un 22,1%
(según el Instituto Nacional de Estadísticas) (27), conjunta-
(24) Entre los informes de coyuntura destacan:
— “Informes de Coyuntura” del Instituto Económico de la U.
Católica.
— “Informes de Taller de Coyuntura”,Facultad deCiencias
Económicas de la U. de Chile.
— “Informes del Departamento Técnico del PDC”.
(25) Ver “Análisis de la Economía en 1971”. ODEPLAN. La ta­
sa de crecimiento del PGB dada por ODEPLAN es cuestionada en
círculos universitarios por la forma de medición del producto g e­
nerado en el sector público.
(26) Ver “ Ocupación y Desocupación, Gran Santiago”, Institu­
to de Economía y Planificación, Universidad de Chile.
(27) La tasa de inflación del 22,1%
dadapor I. N. E.es cuestio­
nada tanto por la estructura del índice
mismo, como porelexamen
de otros indicadores indirectos de la inflación que arrojan porcen-
165
mente con un reajuste mínimo de 34,9% y que alcanzó un
promedio de 50% en el sector privado. Esto generó un con­
siderable aumento del poder adquisitivo de los salarios (28).
Sin embargo, estos resultados aparentemente exitosos se lo­
graron a costo de introducir graves desequilibrios en el fun­
cionamiento del sistema económico, lo que repercutiría durante
1972 y sacrificando dos elementos básicos en toda economía
e indispensables para cualquier estrategia de desarrollo bajo
cualquier sistema político:
— La Capitalización del país.
— La situación del comercio exterior (29).
Además, los resultados positivos sólo pudieron lograrse por
la presencia de una serie de factores que actuaron como va­
riables de holgura y que son esencialmente transitorios, entre
ellos:
— El país disponía de capacidad instalada, producto de
inversiones realizadas por el gobierno anterior, principalmente
en el cobre, acero, petroquímica, petróleo, electrónica, etc.
— La holgada situación de reservas internacionales que
alcanzaba alrededor de US$ 500 millones.
— El inusitado nivel de stocks generado en el período
post electoral por un cambio de conducta de los consumidores.
— El aumento de la demanda por dinero, producto del
cambio de comportamiento de las unidades económicas en el
campo financiero.
En casi su totalidad estos factores de carácter transitorio
se agotaron en el transcurso de 1971, acabándose bruscamen-
tajes mayores, lo que alteraría, a su vez, otros indicadores econó­
micos. Este resultado está muy cercano a la tendencia histórica en
materia de inflación. El aumento promedio de precios, en el período
1965-1970 fue de 26,1%, por tanto no representa un gran éxito de
la política económica.
(28) Ver “Análisis de la Economía en 1971”, ODEPLAN.
(29) La inversión cayó en un 8% durante 1971 y el déficit de
balanza de pagos alcanzó los 310 millones de dólares según cifras
de ODEPLAN.
E ste “irresponsable sacrificio” se explica en la medida en que
sus efectos negativos no se hacen presentes de inmediato.
166
te “El Paraíso Socialista” creado por la UP y al cual comen­
zábamos a acostumbrarnos.
En efecto, la situación cambió drásticamente en 1972 en
que, a raíz de los déficits programados y su impacto sobre la
cantidad de dinero, la economía sólo podía ajustarse por la
vía de las alzas de precios, pérdidas de reservas o, más pro­
piamente, mayor endeudamiento externo o escasez y desabas­
tecimiento. En esta forma observamos que:
— la tasa de crecimiento de la economía será drásticamente
menor que la del año anterior, haciéndose crítica la situación
para 1973;
— difícilmente se mantendrán los niveles de consumo del
año anterior, por la crítica situación de balanza de pagos, lo
que impide abastecer normalmente el mercado interno con
productos importados;
— se prevee nuevamente una caída de la inversión, y
— la inflación se desbordó definitivamente, alcanzando se­
gún el I. N. E. un 130,2% para los primeros 10 meses de este
año, cifra nunca antes conocida en la larga historia inflacio­
naria del país y que quiebra todos los records en la materia, y
nos permite celebrar “ los primeros 100 años de inflación en
Chile” con más de un 100% de inflación.
Esto implica una seria regresión en la distribución del in­
greso obtenido el año anterior, lo que se pretende corregir en
parte con un reajuste prematuro e insuficiente.
Se han incrementado considerablemente los niveles de en­
deudamiento externo.
El país enfrenta una situación caótica en materia de abas­
tecimiento: colas, coimas, escasez, deterioro en la calidad de
los productos, pan negro en el mercado blanco y pan blanco
en el mercado negro, comercio desabastecido, etc., etc.
En síntesis, la Unidad Popular prometió “ pan y circo” a
los chilenos en el corto plazo y les terminó dando poco pan pero
mucho circo.
Con respecta a los caminos estructurales, es claro que este
campo representa, si lo juzgamos en base al número de empre­
sas transferidas al sector estatal, uno de los escasos éxitos de
este gobierno, y uno de sus más grandes fracasos si lo juzga­
mos en base al resultado que su gestión en ellas ha provocado.
167
En efecto, basta pasar revista a los objetivos iniciales:
— Estatización banca privada;
— nacionalización grandes explotaciones mineras;
— nacionalización de algunos monopolios;
— avance decisivo en la Reforma Agraria, y
— ampliación del área Estatal del comercio exterior,
para concluir que ellos han sido plenamente logrados. Este pro­
ceso de estatificación será analizado más adelante.
III.
A.
A N A L ISIS DE ALGUNOS PROBLEMAS.
El área de propiedad social y el problema del excedente.
Es indudable que el proceso de formación del área de pro­
piedad social a través del traspaso de la gestión productiva
desde empresas privadas a empresas estatales, constituye el as­
pecto fundamental de la política económica del actual gobierno
ya que con ello se inicia la transición al socialismo estatal y se
originan los gérmenes de una nueva organización social de la
producción: La Planificación Centralizada.
Es indudable también, que éste es uno de los escasos cam­
pos en que la política económica ha sido exitosa (en términos
cuantitativos). Al respecto es oportuno señalar algunos resul­
tados de un estudio hecho por el economista A. Bardón (30)
respecto a la evolución del control directo del Estado en la
Industria Manufacturera (Cuadro N9 1).
Además si se toma como base la información del Censo
Industrial de 1967, y se la corrige únicamente por los traspasos
del control de empresas entre el sector privado y el sector esta­
tal se llega al Cuadro N9 2.
(30)
Ver, A. Bardón “Control directo del Estado en la Indus­
tria Manufacturera”, en Comentarios Sobre la Situación Económica,
op. cit.
168
CUADRO
N?
1
Ventas de la Industria Manufacturera
% Sobre
el total
Ventas Empresas Estatizadas al 31
de diciembre de 1971 . . .
Ventas industriales de la Gran Mi­
nería del Cobre y Salitre . .
Ventas Empresas Privadas estatiza­
das en 1971 y 5 meses de 1972
Ventas Empresas Industriales de la
lista de los 91, aún no interve­
nidas a julio de 1972 . . .
Ventas Empresas Industriales no
E statales......................................
CUADRO
10,4
N9
%
Acumulado
10,4
14,7
25,1
14,6
f
39,7
11,8
51,5
48,5
100,0
2
Activo fijo del Sector Industrial
Porcentaje del Activo Fijo de Empresas controladas por el
Estado sobre el total del Activo Fijo del Sector Industrial.
28,23%
1969 ................................................................
1970 ................................................................
30,36%
1972 (m a rz o )................................................ 41,57%
A FUTURO con incorporación de las 91
E m p re s a s ................................................
73,96%
169
\
Analizando esta información es necesario destacar dos he­
chos:
i) De concretarse el propósito declarado de estatizar la tota­
lidad de las empresas que figuran en la lista de las 91,
el Estado pasaría a controlar mayoritariamente el sector in­
dustrial.
ií) Ya en 1970, el Sector Público en Chile tenía gran impor­
tancia tanto por su variedad como por su extensión. A partir
de los años 40, se inicia en Chile un proceso de intervención
creciente del Estado en la economía (31), proceso que con­
tinúa hasta nuestros días; al respecto basta recordar a vía
de ejemplo que en el área pública se genera aproximadamen­
te un 40% del Producto Nacional Bruto, que el Estado
paga a sus empleados y obreros, sueldos y salarios que al­
canzan a un tercio de las remuneraciones totales de la
economía; que el Estado financia directa o indirectamente
cerca de un 70% de la inversión del país; que las coloca­
ciones del Banco del Estado eran aproximadamente igual
a la mitad del total de colocaciones del sistema bancario, y
que el Estado cuenta con innumerables mecanismos de con­
trol indirecto, etc.
Estos antecedentes señalan una clara diferencia entre las
condiciones que regían en Chile al inicio de este gobierno y
aquellas imperantes en otros países que iniciaban la construc­
ción de su “ Socialismo” .
Sin embargo, también es necesario destacar que los gobier­
nos anteriores, por distintas razones, no pudieron o no quisie­
ron utilizar en forma plena la capacidad de control, orienta­
ción y planificación que este vasto sector público permitía so­
bre el resto de la economía. Básicamente porque el sector pú­
blico chileno nunca funcionó como una unidad orgánica e in­
tegrada, sino que era solamente una agregación de un conjunto
de servicios, empresas e instituciones que muchas veces actua­
ban en forma aislada y descoordinada.
(31)
Ver A. Bardón “La Economía Chilena en los años seten­
ta” IDEP, mimeo.
170
Un ejemplo que ilustra esta situación es el verdadero caos
que existe en lo que se refiere a los préstamos con el exterior
contraídos por organismos públicos.
Esto sugiere que una política prudente y no menos eficaz,
para alcanzar el objetivo de incrementar sustancialmente la
influencia estatal en la economía hubiera sido partir por coor­
dinar, reorganizar y concertar la acción de las numerosas em­
presas e instituciones del sector público, haciendo pleno uso
de las atribuciones legales y administrativas que el Estado po­
see, sin perjuicio de iniciar simultáneamente la incorporación
selectiva de nuevas empresas al sector público.
En lugar de esto, se optó por incorporar un masivo y hete­
rogéneo número de empresas, con la consiguiente distracción
de recursos económicos y lo que es más grave, del escaso ta­
lento técnico y administrativo, lo que imposibilita la labor de
coordinación antes mencionada.
En efecto, el área social ha crecido en forma inorgánica,
incorporando empresas de muy diversa índole.
Entre las razones que justificarían esta fiebre de estatizaciones se pueden distinguir dos tipos:
I. RAZONES ECONOMICAS.
II. RAZONES POLITICAS.
I. Entre las Razones Económicas se invocan las siguientes:
a) Estatizar empresas para captar el excedente que ellas
generan (que en la actualidad beneficia a una minoría) y con­
trolar así en forma directa los recursos de inversión.
b) La necesidad de estatizar las empresas monopólicas.
c) La necesidad de estatizar aquellas empresas que se con­
sideran estratégicas.
a)
Con respecto al primer argumento, una condición SINE
QUA NON, para variar la utilización o distribución del exce­
dente es que éste siga existiendo. La experiencia hasta la fecha
indica, que el Estado lejos de captar los excedentes de . las
empresas estatizadas, ha debido cargar con los déficit que su
gestión en ellas ha provocado.
171
Al respecto, basta señalar la información de los escasos
balances de empresas públicas (estatizadas) que han sido pu­
blicados, la situación de los bancos estatizados y, en general,
el cuantioso déficit al que ha debido hacer frente la CORFO
a través de créditos del Banco Central.
En muchos casos el Estado capta menos recursos a través
de la apropiación de los excedentes, que cuando su participa­
ción se limitaba al tradicional impuesto a las utilidades.
Es claro que aun cuando las empresas estatizadas tomadas
en su conjunto, arrojan un fuerte déficit, esto no significa ne­
cesariamente que el excedente haya desaparecido. Al respecto
cabe señalar que son tres las razones que explican la no exis­
tencia de excedentes, tanto en el sector público como en el
sector privado.
1. La estricta política de fijación de precios y tarifas, lo
que significó alzas de costos y precios constantes; el efecto de
esta política ha sido la transferencia de parte del excedente
desde las empresas hacia los consumidores. En algunos casos
no sólo se ha transferido el excedente, sino que también parte
del patrimonio de las empresas (32).
Esta estricta fijación de precios, comenzó a liberarse du­
rante 1972, proceso que se intensificó violentamente con el
arribo al Ministerio de Economía del Sr. Matus, particularmen­
te en el mes de agosto, cuando la inflación de ese mes superó
la ocurrida en todo el año anterior.
2. La Política de Remuneraciones. El fuerte incremento
de remuneraciones acaecido en 1971 significó también una
transferencia de excedentes hacia el sector asalariado.
3. El notable aumento de las inef¡ciencias en las empresas
estatizadas, producto del criterio político con que han sido
conducidas, lo que se ha traducido en el alejamiento de téc­
nicos y personal calificado, los que han sido reemplazados
mediante el más burdo sistema de CUOTEO entre los partidos
(32)
En aquellas situaciones en que el precio de venta no cu­
bría los costos totales y la empresa operaba con pérdidas.
172
y movimientos que conforman la UP. Lo sucedido en la Gran
Minería del Cobre es un ejemplo clarificador que ahorra más
comentarios.
También se han presentado ineficiencias en el sector pri­
vado, algunas de ellas producto de que el incremento de la
producción durante 1971 se logró, en muchos casos, trabajando
a plena capacidad (producir lo máximo posible) sin ninguna
consideración por los costos. Es necesario destacar que el
concepto de “ plena capacidad” no corresponde necesariamente
al concepto de “ capacidad óptima” ya que en la determinación
de este último, los costos de producción juegan un papel pre­
ponderante (33).
En síntesis, la desaparición del excedente, se puede atribuir
a la acción conjunta de estos tres elementos; los dos primeros
corresponden a transferencias de excedentes entre sectores, en
tanto que el tercero, significa una pérdida de excedente, pues
ésta desaparece en un sector, sin que beneficie a ningún otro
sector de la economía.
b)
El segundo argumento que justifica esta escalada de estatizaciones, es la necesidad de estatizar los monopolios, térmi­
no muy manoseado últimamente y que merece algunos comen­
tarios aclaratorios.
En primer lugar, es necesario definir lo que se entiende por
monopolio. Una definición de texto diría que una empresa es
monopólica, cuando es la única que ofrece un determinado
producto en el mercado y éste no tiene sustitutos cercanos. La
UP, parece entender por monopolio una diversidad de cosas;
cualquier empresa grande, cualquier empresa con un volumen
significativo de utilidades, o con un gran número de trabaja­
dores, o con tecnología avanzada, caería dentro de esta cate­
goría.
Es indudable que ambas definiciones caen en peligrosos
extremos en la búsqueda de un concepto operacional de mo­
nopolio.
(33)
Algunos economistas definen capacidad óptima como el
punto mínimo de una curva de costo medio de largo plazo.
173
En Chile existía y existe una determinada estructura monopólica en muchos sectores de la economía; esto podría explicar
en parte el aumento de la producción ocurrido en 1971, ya
que una política de fijación de precios puede inducir a las em­
presas monopólicas a incrementar su producción en lugar de
reducirla de acuerdo a la más elemental teoría microeconómica.
Es indudable también la indeseabilidad de la permanencia
de esta estructura monopólica. La indeseabilidad de los mono­
polios radica en que éstos confieren ciertos poderes especiales
a quienes los controlan (fijar un precio mayor y /o una pro­
ducción menor, con los consiguientes efectos dañinos sobre la
producción, el empleo y la distribución del ingreso); por tanto,
toda política que tienda a abolir los perjuicios que provoca una
estructura monopólica debe necesariamente tender a eliminar
estos poderes especiales. Aquí caben dos alternativas:
— Que el Estado estatice las empresas monopólicas y no
haga uso de estos poderes especiales, o lo haga con criterio
social.
— Que el Estado a través de todos los mecanismos indirec­
tos de control que posee, tales como control de precios, sistema
tributario, política de comercio exterior, etc., impida la utili­
zación de estos poderes especiales, evitando así los efectos da­
ñinos que éstos producen, forzando a los monopolios a produ­
cir un volumen de producción y contratar un volumen de
trabajadores óptimos, evitando que se generen distorsiones en
la distribución del ingreso. En síntesis, forzar a los empresarios
monopolistas a comportarse en forma competitiva.
Una tercera alternativa de más largo plazo, sería que el
Estado incentive la aparición de nuevas empresas competitivas
en aquellos sectores monopólicos.
De aquí concluimos que la estatización no es el único ca­
mino, ni necesariamente el mejor para corregir las distorsiones
que origina una estructura monopólica (34).
Es posible que dada la estrechez del mercado interno y la
(34)
La estatización por sí sola, no garantiza la corrección de
las distorsiones.
174
tecnología imperante, la existencia de monopolios en determi­
nados sectores, obedezca a una razón de eficiencia (35).
c)
Finalmente, el tercer argumento económico que se invoca
es la necesidad de estatizar aquellas empresas que se consideran
“estratégicas”. La primera dificultad que surge es definir: ¿qué
es empresa estratégica?, ¿estratégica para quién?, ¿desde qué
punto de vista es estratégica: de las utilidades, ventas, tecnolo­
gía, generación de divisas, desarrollo o dependencia?
Vemos que desde un punto teórico no se ha aclarado el
concepto de “ empresa estratégica”, pero si se pasa revista a
las empresas incorporadas al área estatal, entonces el argu­
mento de empresa estratégica pierde todo significado, ya que
al heterogeneidad de las empresas incorporadas al área social
es de tal magnitud, que haría pensar que todos los sectores
de la economía son considerados “ estratégicos” por la UP, o
bien que se consideran estratégicas aquellas empresas en las
cuales la UP cuenta con el respaldo mayoritario de los trabaja­
dores y, por tanto, puede proceder a la estatización mediante
el mecanismo de provocar una toma o un conflicto laboral que
justifique la intervención o requisición por parte del Estado,
como paso intermedio hacia la estatización definitiva, proceso
claramente al margen de la ley.
Nuevamente es oportuno señalar que el Estado tiene la
alternativa de controlar esas empresas a través de la gran can­
tidad de mecanismos indirectos de control, que permiten al
Estado determinar los bienes a producir, las utilidades que se
generan y, en general, la asignación de recursos en esos secto­
res estratégicos, sin necesidad de efectuar traspasos de propie­
dad, por lo menos mientras no se logre introducir un cierto
orden en el manejo de las empresas actuales del sector público,
pues la incorporación masiva de nuevas empresas a este sector,
solamente tiende a incrementar el caos existente, como la ex­
periencia lo demuestra.
(35)
Si la empresa tiene rendimientos crecientes a escala y
precio constante de los factores, entonces a mayor nivel de produc­
ción menor será el costo unitario de producción y esto justificaría
el hecho que una empresa monopolice la producción.
175
II.
Razones Políticas.
Del análisis anterior se concluye que son los argumentos
políticos los que estarían detrás del proceso masivo de estatizaciones.
Entre éstos se señalan:
a) Lograr una mayor integración y participación de los
trabajadores en el proceso de toma de decisiones. Esto se im­
plemento a través del convenio CUT-Gobierno que establecía
la participación de los trabajadores en los Comités de Produc­
ción y el Consejo de Administración, en los cuales la partici­
pación efectiva y responsable de los trabajadores es práctica­
mente inexistente, ya que los comités de producción sólo cum­
plen una labor asesora, y en el Consejo de Administración, hay
mayoría de los representantes del Estado, lo que permite que
la toma de decisiones se haga al margen del colectivo de tra­
bajadores.
b) Por tanto, si no se logra una participación plena y de­
mocrática de los trabajadores, objetivo que la gran mayoría de
los chilenos comparte, y que contrasta con la filosofía estatista
del más hegemónico partido de la UP, es en otra parte donde
debemos buscar el objetivo central, aunque no necesariamente
único, de esta ola indiscriminada de estatizaciones; y éste salta
a la vista con sólo revisar los documentos oficiales de la UP:
La Conquista de todo el Poder.
Al controlar las empresas que se incorporan al área social,
la UP está acrecentando su poder, a través de un control cre­
ciente de las fuentes de trabajo de los chilenos, el abasteci­
miento de bienes y servicios, y todo lo que el control de una
empresa significa, en términos de control político de los tra­
bajadores y del resto de la comunidad.
Vemos que esta estrategia, en forma alguna carece de ra­
cionalidad, sólo que no debemos buscar ésta en términos de
los objetivos o metas tradicionales que comparten la mayoría
de los chilenos: desarrollo, estabilidad, etc., sino que en térmi­
nos de la meta prioritaria, amplia y abiertamente difundida en
documentos oficiales y por sus principales personeros: “ Hemos
conquistado el gobierno, pero no el poder” .
La conquista de la totalidad del poder.
176
B. 1972 “El Año de la Acumulación”.
1971 fue el año de la redistribución.
1972 era el Año de la Acumulación.
Esto fue planteado casi por definición.
Previo a evaluar lo sucedido es conveniente definir lo que
se entiende por “ acumulación” .
El economista P. A. Baran distinguía dos tipos de exce­
dentes: Actual y Potencial. El excedente actual corresponde a
la diferencia entre producción y consumo total y equivaldría
al concepto de “ Acumulación” (36).
Durante 1971 la Inversión Geográfica Bruta cayó en un
8% respecto del nivel alcanzado el año anterior, lo que sig­
nifica una disminución en la tasa de acumulación. Esto se de­
bió, en parte, a la disminución del aporte del sector privado
al proceso Ahorro-Inversión, a la disminución del aporte del
sector externo y a que el sector público, a pesar de la amplitud
del área estatal, no logró contrarrestar el retroceso de los otros
sectores mencionados.
Además, es conveniente destacar que en 1971, el Fisco por
primera vez en muchos años, se transforma en un “ desahorrador neto” al presentar déficit en su cuenta corriente (37). f
La economía chilena presenta claros síntomas de saturación
de la capacidad instalada en muchos de sus sectores, por tanto
el crecimiento futuro deberá basarse en
nuevas inversiones;la
caída que experimentó ésta durante 1971 y 1972, particular­
mente en maquinaria y equipo, tendrá funestas consecuencias
para el crecimiento futuro de la economía.
Todos estosantecedentes permiten afirmar que el año
de
la acumulación no existió más que en la imaginación de al­
gunos personeros de la UP.
(36) Ver: S. Molina, “1972, El Problema de la Acumulación”,
Revista Mensaje, N 9 208.
(37) El déficit fiscal en cuenta corriente en 1971 alcanzó a
$ 2.415 millones en moneda corriente y US$ 42,83 millones en mo­
neda extranjera. Fuente: Dirección de Presupuestos, Depto. de E s­
tadística.
177
C.
La Política Antiinflacionaria.
La lucha antiinflacionaria constituía un aspecto fundamen­
tal de la política económica del gobierno. La orientación ge­
neral de esta lucha, a largo plazo, era iniciar el proceso de
transformaciones estructurales de la economía chilena.
Sin embargo, centraremos nuestro análisis en las políticas
de corto plazo.
Aun cuando el Ministro de Hacienda reconocía que en la
inflación se conjugan elementos estructurales, financieros y po­
líticos, jugando los dos últimos un papel decisivo en la propa­
gación y agudizamiento de la inflación, centraba las causas de
la inflación en la estructura económica (causas estructurales)
y descuidó notoriamente el manejo de las variables moneta­
rias (38).
La estrategia de estabilización consistía en un estricto con­
trol de precios, incluyendo el tipo de cambio y la tasa de in­
terés. La capacidad no utilizada del sistema productivo jugaba
un importante rol, ya que permitiría a la oferta, responder a
los incrementos de demanda generados por la política de reac­
tivación y al mismo tiempo reduciría las presiones de costos
generadas por el aumento de remuneraciones a través del in­
cremento de la productividad.
Además, los aumentos salariales no debían trasladarse a
precios, sino que serían absorbidos vía reducción de utilidades
unitarias. (El aumento de la rotación, compensaría la caída de
la utilidad unitaria) (39), pero manteniendo constante la tasa
de utilidad.
Finalmente, la política de tipo de cambio fijo anularía las
presiones inflacionarias provenientes de los bienes e insumos
importados y las reservas internacionales existentes permitirían
(38) Ver: “Exposición de la “Hacienda Pública”, Nov. 1970.
(39) Teóricamente, esta situación es posible puesto que:
Utilidades — Utilidad
Ventas
Activo Total — Ventas
Activo Total
El primer factor representa el margen de utilidad y el segundo la
rotación. Sin embargo se requiere que porcentualmente la caída
en el margen (producto del alza de costos) sea igual al alza de la
rotación, cosa que no ocurrió estos últimos años.
reforzar la oferta interna y solucionar cuellos de botella tran­
sitorios, a través de importaciones, particularmente bienes de
consumo.
Esta estrategia tuvo un resultado sorprendente durante 1971,
pues a pesar de los inusitados incrementos de la cantidad de
dinero, la inflación alcanzó un 22,1% (Según el I. N. E., cifra
que es cuestionada).
Sin embargo, esto se debió a una serie de factores que
actuaron como amortiguadores y de carácter esencialmente
transitorio.
En efecto, el agotamiento de la capacidad ociosa que fue
sobreestimada por el Gobierno (40), el agotamiento rápido de
las reservas internacionales, el agotamiento del colchón amor­
tiguador que significaba las utilidades de las empresas, el cam­
bio de comportamiento de las unidades económicas en el cam­
po financiero y él efecto rezagado de emisiones anteriores,
hacían imposible un nuevo éxito de esta estrategia, y al país
le quedaban tres caminos para ajustarse a los desequilibrios
que generaban las presiones de demanda:
— Inflación
— Desabastecimiento generalizado
— Incremento del endeudamiento externo.
El Gobierno ha utilizado en forma conjunta estas tres vías
de escape, manifestando una clara preferencia por la primera
a partir del mes de agosto, en que se estrenó la nueva economía
del Ministro Matus.
Durante 1972 el país ha contraído nuevas deudas con el
sector externo, se ha llegado a una situación de desabasteci­
miento totalmente generalizado y la inflación alcanza en los
primeros diez meses un 130,2%, cifra que constituye un nuevo
record al haber de la UP.
En síntesis, la política de estabilización tenía irremediable­
mente que fracasar por el mal manejo de otros sectores, entre
ellos el monetario y eso fue lo que sucedió.
(40) “Exposición de la Hacienda Pública” N oy. 1970.
179
Algunos personeros del gobierno, argumentaron que la ola
de alzas que presenció el país durante agosto era pira lograr
una nueva estabilidad, sólo que a otro nivel, y de paso contri­
buía a quemar circulante. Sin embargo, como era necesario
restituir el poder de compra de los asalariados por la vía de
un reajuste anticipado, el que crea serios problemas financieros
al sector público, el cual deberá nuevamente recurrir a la
ancha y generosa llave de la emisión introduciendo presiones
inflacionarias en la economía, que harán buscar la estabilidad
nuevamente a otro “nuevo nivel” .
Esto sólo reducirá el Ciclo de la inflación, logrando que
remuneraciones y precios se persigan dramáticamente en una
carrera sin fin.
De no rectificar rumbos en esta materia no está lejos el día
en que los chilenos compren en las mañanas y trabajen en las
tardes; las compras en la mañana, porque serán más baratas
que en la tarde, y ¿el trabajo en la tarde, porque será mejor
pagado que en la mañana; es el fantasma de la hiperinflación
que después de asolar economías de postguerra hace su pri­
mera excursión por nuestro país.
A estas alturas resulta irónico y hasta poco caritativo re­
cordar las palabras del actual Ministro de Hacienda en di­
ciembre de 1970; sin embargo es útil para ilustrar hasta qué
punto el dogmatismo y la ignorancia están presentes en la con­
ducción de la política económica.
“ Hasta el 3 de noviembre la inflación azotaba a Chile a
un ritmo galopante. Desde ese día este proceso comenzó a
detenerse”.
“ Cesaron las devaluaciones antipatriotas de la cotización
en escudos del dólar. Se dejaron sin efecto numerosas alzas,
entre ellas la de los servicios eléctricos. Se incrementó la fis­
calización de los artículos de primera necesidad. En el curso
de 1971 vendrán a surtir efecto las nuevas medidas y con ellas
se llegará a la supresión de las alzas, que se recordarán en el
futuro como una pesadilla del tiempo de los gobiernos al servi­
cio del gran capital” (41), (42).
(41) El Siglo, 13 de diciembre 1970, pág. 4.
(42) Las subrayaciones no aparecen en el original.
180
Como enseñanza de esta experiencia frustrada, es conve­
niente señalar que el control de precios es útil en la medida
que tiende a ajustar el comportamiento del sistema dentro de
un cuadro compatible y corregir distorsiones, pero en la me­
dida que se pretenda imponer un conjunto de precios que no
corresponden a la realidad económica, se generarán presiones
que harán que el sistema se desborde.
D.
La Política Cambiaría y el Problema de la Dependencia.
La política cambiaría juega un doble papel en una econo­
mía DESCENTRALIZADA. Por un lado participa en la regu­
lación de la balanza de pagos y reservas internacionales, y por
otro lado regula la asignación de recursos.
Por tanto, es fundamental al diseñar cualquier política
cambiaría, analizarla bajo la perspectiva de sus efectos sobre
ambos elementos.
Teóricamente caben dos posibilidades extremas respecto a
la política cambiaría:
— Tipo de Cambio Libre
— Tipo de Cambio Fijo.
Podríamos agregar una tercera alternativa que es el tipo
de cambio fijado pero variable, lo que se conoce como “ tipo
de cambio programado”, que consiste en ajustar periódicamen­
te el tipo de cambio, atendiendo a las perspectivas de comercio
exterior y nivel de precios internos. Esta fue la fórmula utili­
zada por el gobierno anterior, que mantuvo relativamente esta­
ble en términos reales y no nominales el precio de la divisa.
El resultado de esta política es de todos conocido. Sin
embargo, no ahondaremos aquí en las ventajas y desventajas
de esta fórmula, sino que nos concentraremos en la política
cambiaría del actual gobierno.
Durante la campaña electoral de 1970, se fustigó duramente
la política de tipo de cambio programada, considerando las
“escandalosas devaluaciones del escudo” (43).
(43) Ver: “Programa Básico de Gobierno”.
181
La crítica apuntaba en dos sentidos:
— El impacto inflacionario de las devaluaciones.
— El hecho que las devaluaciones favorecía a las empresas
extranjeras.
Estos argumentos llevaron a abrazar en forma dogmática
y sin mayor análisis, una política de tipo de cambio fijo.
Es indudable que mientras el proceso inflacionario interno
no se detenga y disminuya por tanto el precio real de la divisa
y por consecuencia, el de los bienes internacionales (importa­
bles y exportables), no es posible mantener un tipo fijo por un
período prolongado. (Salvo que se recurra a devaluaciones in­
directas como impuestos a las importaciones, subsidios a las
exportaciones, controles cuantitativos etc.).
La experiencia se encargó de demostrarlo; el país ha pre­
senciado ya tres “ escandalosas” devaluaciones del escudo, se
ha retornado al antiguo e ineficiente sistema de cambios múl­
tiples, precipitándonos en una de las más anticipadas crisis
de comercio exterior con los consiguientes efectos sobre la
dependencia externa.
Por tanto, la pregunta pertinente no es si devaluar o no,
sino ¿cómo devaluar?, si en forma periódica con porcentajes
pequeños o en forma aislada con altos porcentajes.
El Gobierno, junto con optar inicialmente por una políti­
ca de tipo de cambio fijo, generó un sustancial incremento de
la demanda, que inevitablemente repercutirá sobre la demanda
de productos importados, lo que conjuntamente con la no de­
tención del proceso inflacionario interno y el estancamiento o
caída de las exportaciones, generaron una de las más graves
crisis de comercio exterior que ha conocido el país, crisis que
dado los antecedentes anteriores, era inevitable y fue amplia­
mente pronosticada.
Sólo en diciembre de 1971, el gobierno adquirió concien­
cia de esta crisis, y frente a la alternativa de cómo devaluar,
éste parece haber optado por el sistema de devaluaciones ais­
ladas pero sustanciales, con los consiguientes efectos distorsionadores en la asignación de recursos, movimientos especulati­
vos, etc.
182
En síntesis, la política cambiaría fue una política que, por
no ajustarse a la realidad económica del país, estaba irreme­
diablemente condenada al fracaso, y sólo sirvió para generar
una “aparente” situación de “auge”, a través de masivas impor­
taciones que agotaron las reservas que el país había generado
en años anteriores.
Esta experiencia nos ilustra sobre los peligros de abordar
estas materias con planteamientos dogmáticos y demagógicos,
sin un profundo y exhaustivo análisis de las condiciones im­
perantes.
Finalmente, la reducción de la dependencia externa y el
perfeccionamiento de la soberanía nacional, constituían obje­
tivos básicos de la política del actual gobierno.
Es tal vez algo prematuro dictaminar un juicio respecto
a esta materia; sin embargo, es posible destacar ciertos elemen­
tos que permitirán clarificar opiniones y dar algunos elementos.
La magnitud de la dependencia de un país del sector ex­
terno, se puede medir a través del grado de influencia que
tenga este sector sobre las decisiones más significativas para
la vida nacional. Mientras mayor autonomía tenga un país en
la toma de decisiones fundamentales que le conciernen, menor
será el grado de dependencia.
De acuerdo al diagnóstico elaborado por la UP, la depen­
dencia con el exterior se da a través de la acción del capital
imperialista en nuestro país, y por tanto bastaba con nacionali­
zar las riquezas básicas como cobre, salitre, etc., que estaban
en manos de capitalistas extranjeros para reducir notablemente
el grado de dependencia (44).
Entre los elementos favorables es necesario destacar la ac­
ción que en este sentido, se concretó en la nacionalización
completa de la gran minería del cobre, medida que fue com­
partida por la totalidad de los chilenos. La nacionalización del
salitre y del hierro, medidas todas que tienden a asegurar la
disponibilidad de los recursos naturales bajo el dominio del
Estado chileno. La nacionalización de algunas empresas ex­
tranjeras del sector industrial.
(44) Ver: “Programa Básico de Gobierno”.
183
Sin embargo, el país mantiene y se han acrecentado muchas
de sus más significativas causales de dependencia, tales como
su carácter de monoexportador (45), su excesiva dependencia
de las importaciones, etc.
Entre los elementos desfavorables con respecto a la depen­
dencia es necesario destacar:
1. La total pérdida de las reservas internacionales que el
país había acumulado en el período 1965-1970, y que permi­
tían un alto grado de autonomía en el manejo de la política
de comercio exterior.
2. El inusitado aumento de las importaciones de alimentos
que bordean la cifra de US$ 400 millones, cifra sin preceden­
tes en la historia del país y que representa más de un tercio
de la producción agrícola nacional. Un país que depende en
tal magnitud del crédito externo para alimentar a su población,
ciertamente no puede vanagloriarse de haber reducido la de­
pendencia con el exterior.
3. Por último, la grave crisis de la balanza de pagos, que
obliga a Chile a hacer uso de la “ cláusula de salvaguardia” y
a mendigar prórrogas de deudas frente a sus acreedores extran­
jeros.
En síntesis, el diagnóstico elaborado por la Unidad Po­
pular fue errado, los profetas del marxismo criollo, vieron lo
que querían ver; vieron un país que no existía. Vieron lo que
veía Marx en la Inglaterra de 100 años atrás.
Este dogmatismo y esta dependencia ideológica están pre­
sentes en cada uno de sus “ documentos diagnóstico” y provocó
inevitablemente el diseño de estrategias también erradas, que
por no corresponder a las características de la economía con­
dujeron a ésta al más absoluto descalabro, lo que se agudizó
por la marcada imcompetencia de muchos de sus personeros
y la improvisación irresponsable en muchos de los sectores.
(45)
El cobre como porcentaje de las exportaciones representó
un 77,0% y 74% en 1970 y 1971, respectivamente. Sección Sistem a­
tización de datos del Banco Central (Embarques).
LA UNIDAD POPULAR EN EL SISTEMA
POLITICO CHILENO
EDUARDO PALMA
INTRODUCCION
El tema de los resultados políticos de la UP puede ser
inevitablemente banal o convertirse su tratamiento en una cues­
tión abstrusa, aquello que alguien definió como “lo abstracto
manoseado”.
Banal, si se coleccionan hechos, aún con cierto criterio
pseudo-clasificatorio. La acumulación cronológica de sucesos
más o menos críticos impediría observar las tensiones fundamen­
tales que atraviesan más de una coyuntura. Abstruso, si se
pretende teorizar cada coyuntura en forma que el discurso con­
ceptual destruya la pasión qué circula entre los actores y ob­
servadores simultáneos.
Tales limitaciones nos conducen, dentro de las exigencias
y libertades propias del ensayo, a imponernos una nueva res­
tricción a la pasión inútil, sin por ello pretender que los su­
puestos teóricos personales no tengan una importancia decisiva
en la elección de un centro de interés relevante.
No son pues estas líneas una ocasión “ académica” y por
tanto no se acompañan de la inevitable prevención de que se
trata de “ un documento de trabajo”. Ciertamente son reflexio­
nes preliminares e inconclusas muy atormentadas por lo que
sucede a un ser vivo y propio llamado CHILE y su comunica­
185
ción se dirige a los que creen, estudian y tratan de vivir en la
teoría democrática de Gobierno y por natural conocimiento “ a
los hombres de buena voluntad”.
Nuestro trabajo se orienta a mostrar en la lógica de los
sujetos de la acción política, una dialéctica que se expresa en
miedo por la creciente polarización e incertidumbre. A mayor
polarización mayor incertidumbre. A mayor incertidumbre o
imprevisibilidad, mayor polarización. El tercer término es el
fenómeno del miedo, que invade todas las actividades.
186
PARTE
PRIMERA
LOS ACTORES
I.
La UP.
Nuestro actor principal es la Unidad Popular y el centro
de interés del análisis es la esfera de lo más propiamente po­
lítico. Aceptamos que la realidad de la Unidad Popular pueda
ser estudiada desde los más variados enfoques; el nuestro pri­
meramente se interroga por su vinculación a la base social, al
tipo de relación que liga la UP, como forma de organización
política, con el vocablo que le da sentido: al pueblo.
A riesgo de ser obvios y rotundos, digamos de una vez que
la Unidad Popular no es el resultado “ natural” del “ pueblo
político”, de los “oprimidos” , de los “proletarios más conscien­
tes” . Era y es un fenómeno cuya explicación valedera hay que
buscarla en el nivel propiamente político. No es el resultado
ni exclusivo ni espontáneo del modo de producción ni de la
división de clases chilenas, ni de la mutación brusca de la
conciencia social. Ni siquiera es el resultado predecible del
Gobierno de Frei o de la situación internacional latinoame­
ricana.
Aquellas causas, y otras relevantes, serían a lo más el con­
junto de condiciones necesarias, pero no suficientes. El estudio
político debe volcarse a la especifidad de la condición suficien­
te: el éxito de una “operación política” .
Lo que define a la UP en las diversas coyunturas es un
conflicto entre los partidos Socialista y Comunista, limitado en
el largo y mediano plazo por la necesidad de constituir una
alternativa de poder y por la constante redefinición del polo
hegemónico de la alianza.
Ahora estamos en condiciones de asignar un sujeto a la
“operación política” exitosa: el polo hegemónico en 1970 al
187
interior de la alianza socialista-comunista. Tal polo hegemónico
es — un presente histórico más amplio que lo efímero de un
día electoral— el Partido Comunista.
La pregunta: ¿qué es la UP?, requiere previamente conocer
¿cómo se formó la UP? Más precisamente, ¿cuáles son los
principios que han regido su origen y desarrollo?, o lo que
es lo mismo, ¿qué es hoy la Unidad Popular como expresión
del proceso que ha transformado la izquierda chilena en los
últimos 40 años?
El origen y desarrollo de los partidos de izquierda marxista
no serán aquí objeto de una historia total, sino de un breví­
simo análisis de momentos significativos para conocer la mu­
tación de la alianza comunista-socialista. Afirmamos, pues, que
la Unidad Popular responde a una continuidad, no sólo porque
sus dirigentes permanezcan o porque los temas doctrinarios
tengan una conexión histórica entre un Congreso y otro Con­
greso, para citar instancias de decisión interna de cada partido.
Ella responde a un problema que ambos partidos han enfren­
tado y deben constantemente enfrentar: el tipo de alianza o
rivalidad y por ende de hegemonía que debe unirlos y oponer­
los en la realización de sus proyectos políticos, programas y
necesidades organizacionales.
Intentaremos pues precisar algunos momentos muy carac­
terísticos de las relaciones de ambos partidos. Ellos coinciden,
en líneas generales, con definiciones estratégicas en torno a
elecciones presidenciales, situación perfectamente lógica den­
tro del análisis, pues ambos partidos actúan en un sistema po­
lítico cuyas características centrales son: el papel clave del
Presidente y la elección como fórmula política para elegirlo.
Es también útil hacer presente que el estudio completo de las
alianzas requiere una referencia al resto de los componentes
del sistema de partidos y a los diversos grupos o personas que
han cumplido funciones similares a aquél, en los diversos mo­
mentos del desarrollo político chileno en los últimos cuarenta
años.
Distinguiremos, en consecuencia las relaciones en los si­
guientes momentos:
188
a)
b)
c)
d)
e)
f)
g)
h)
En
En
En
En
En
En
En
En
el origen de los partidos.
el Frente Popular de 1938.
la Alianza Democrática.
la Candidatura Presidencial de González Videla.
el momento ibañista.
la multipolaridad de 1958.
la bipolaridad de 1964.
la tripolaridad de 1970.
a)
El origen de ambos partidos tiene antecedentes históri­
cos desde comienzos del siglo. Pero la definición del carácter
marxista de ambos es coetánea en los primeros años de la dé­
cada del 30. El proletariado industrial y el incipiente campesi­
nado no están ligados en Chile a un pasaje de la reivindicación
social, crítica o negación del sistema social, y la presentación
de un proyecto. político único, connatural al proletariado y a
la organización de una vanguardia política. El movimiento po­
pular se expresa en diversas formas políticas, ligadas a experien­
cias de grupos efímeros, de caudillos o personajes como Ibáñez
o Alessandri o a grupos, como los demócratas, ligados al mutualismo y las penurias de las clases medias bajas.
El acontecimiento que mayor significación tiene en los orí­
genes de las relaciones de ambos partidos es el papel que asig­
nan a la República Socialista de 1932. Los Socialistas, fun­
dados como organización, un año después se reconocen “ ofi­
cialmente como los continuadores de la experiencia de “ los
diez días que conmovieron a Chile” . Grove y Matte Hurtado
representan tal experiencia y continuidad organizacional.
La revolución socialista en su concepción nace de la expe­
riencia chilena; el marxismo “ a secas” es un recurso científico
para interpretar la realidad. La naturaleza de la organización
es democrática, a modo de una federación donde el papel del
grupo dirigente es representar y coordinar la base militante.
El Partido Comunista sigue otra dirección. Después de la
experiencia del primer ibañismo que literalmente destruyó sus
bases'organizacionales, el partido se redefine al integrarse a la
Internacional. Al ligarse a la tutela soviética en lo internacio­
nal, el partido estructura un proyecto político y una organiza­
ción leninista que, en rigor, en las circunstancias de esa dé­
189
cada fue, el proyecto, la estrategia y la organización leninista
en su versión staliniana.
Se superponen en sus relaciones recíprocas dos niveles de
conflicto, los socialistas concluyen un proyecto político identi­
ficado al grovismo y una estrategia de asambleas federales; los
comunistas, en cambio, se organizan celularmente y en su cre­
cimiento político orgánico definen a Marmaduke Grove como
un obstáculo para el movimiento obrero. Los socialistas se
inspiran en la experiencia y devenir de la Unión Soviética,
para reconocer el papel positivo del troskismo. Los comunistas
ligados de más en más al oficialismo soviético, definen al tros­
kismo acumulativamente como la mayor traición. Con mayor
precisión centraríamos este nivel de conflicto en el carácter que
adopta el internacionalismo en cada partido. Para los socialis­
tas, el énfasis es un socialismo chileno con un horizonte latino­
americano, para los comunistas la experiencia clave del socia­
lismo es el devenir de la primera “ Patria Socialista”, la Unión
Soviética.
En la primera parte de la década del 30 la acusación co­
munista es el “aventurerismo” y carácter “ pequeño burgués”
de la dirección grovista del Partido Socialista y a su vez, ellos
reciben la acusación de estar imbuidos del espíritu de pequeña
secta, al que ligan sus objetivos políticos y sindicales (1).
(1) Aunque la polémica sobre el “grovismo” es de más larga
duración de los acontecimientos electorales en 1932, ya que corres­
ponde a la definición marxista del Partido Socialista y marxistaleninista del Partido Comunista, anotamos los resultados electo­
rales del 30 de octubre de dicho año.
Candidatos
Arturo Alessandri
Marmaduque Grove
Héctor Rodríguez
Enrique Zañartu
Elias Lafferte
Sufragios dispersos y en blanco
Total votantes
Votación
189.914
60.856
47.207
42.885
4.128
902
343.892
Porcentaje
54,6
17,7
13,8
12,4
1,2
0,3
100,0
(Tales datos electorales los hemos reproducido de la página 76
de “Los Partidos Políticos Chilenos”, de Germán Urzúa Valenzuela. Editorial Jurídica de Chile, 1968).
190
b)
El segundo momento tiene como centro de la pugna las
reacciones socialistas a la proposición comunista de un Frente
Popular amplio para enfrentar la sucesión presidencial de Ar­
turo Alessandri. Los socialistas ahora pasan de acusados a
acusadores al discutirse la extracción social de la alianza en
perspectiva, ya que ellos no reconocen en el radicalismo una
En el ámbito intelectual socialista, está emergiendo una lite­
ratura que tiende a mostrar a Marmaduque Grove como un autén­
tico precursor del movimiento socialista y de la izquierda marxista en general. Uno de los primeros autores que se pronunció cate­
góricamente en tal sentido fue A. Chelén, quien señala, con acopio
de antecedentes, la falta de apoyo comunista a Grove: “La corrien­
te que seguía a Lafferte— reconocido finalmente por la Interna­
cional— y que se empeñaba en aplicar la táctica del “Frente Unico”,
tampoco tuvo éxito, pues su ciego sectarismo los llevaba a comba­
tir a las fuerzas que vibraban con Grove y de otras tendencias
de izquierda”. Reproduce A. Chelén, a continuación, un folleto
publicado en enero de 1933 por la “Comisión de Agitación y Pro­
paganda” del Comité Central del Partido Comunista, del siguiente
tenor: “La aplicación de la táctica del frente único encuentra aún
innumerables dificultades prácticas y faltas de argumentación po­
lítica para ganar a nuestro lado a los obreros engañados por el
grovismo, hidalguismo, anarcosindicalismo y ni aún sabemos ganar
a los obreros envenenados por el alessandrismo reaccionario...”
(“Trayectoria del Socialismo”. Alejandro Chelén Rojas. Editorial
Astral S. C. A. Corriente 1650. Buenos Aires, Argentina). (Ver es­
pecialmente cita textual en pág. 72 del capítulo II de tal obra).
El escritor socialista Julio César Jobet apunta a la violencia de
los comunistas en aquel momento: “Por otra parte, en los años
del nacimiento del PS, los comunistas vivían una etapa extrem ista
en sus posiciones políticas y de inaudita violencia verbal. Propi­
ciaban una revolución catastrófica para instaurar la dictadura del
proletariado por medio de soviets de obreros, campesinos, mapu­
ches y soldados. El PS se transformó en uno de los blancos prefe­
ridos de sus campañas, acusando a sus miembros de amarillos,
social-facistas y ganchos de la burguesía. Aunque se presentaba
como un partido reducido, sectario, desvinculado de la realidad na­
cional, y abiertamente defensor de las consignas de la Tercera
Internacional, ejercía cierta influencia popular por la tradición
revolucionaria de muchos de sus dirigentes, viejos fochistas for­
mados en la escuela y compañía de Luis Emilio Recabarren, por lo
cual su actividad práctica causaba una división dañina de la clase
obrera” (pág. 38 de “El Partido Socialista de Chile”. Julio César
191
expresión del movimiento popular y ligan la proposición co­
munista a un viraje internacional soviético con vistas a obte­
ner apoyo en su conflicto posible y no deseado, con la Ale­
mania de Hitler.
El Partido Comunista realizó un notable trabajo táctico de
aproximación indirecta para destruir en los círculos intelectuaJobet. Ediciones Prensa Latinoamericanana S. A. Chile, 1971
Tomo I).
La Editorial Quimantú, dentro de su programación de divulga­
ción m arxista incluyó un libro del ayudante de Grove, Carlos
Charlín. En verdad, en cerca de 900 páginas amenas y documen­
tadas se construye una defensa acérrima de Marmaduque Grove.
El relato desemboca en el exilio de Grove a Isla de Pascua y su
llegada a Chile exactamente el día de la elección presidencial. El
autor reproduce las discusiones del exilio con respecto al futuro
partido socialista que gestaban M. Grove y E. Matte: “No se dis­
cutió la existencia de un nuevo partido obrero como un competidor
del P. Comunista, porque, según explica Matte, éste tendría siem ­
pre un crecimiento muy limitado por la ortodoxia que le obliga a
una exagerada selección de los m ilitantes y a las dificultades que
tendrían los obreros para someterse a las rígidas disciplinas, tan
contrarias a la idiosincracia esencialmente libertaria del pueblo
chileno. En cambio, dando elasticidad a las bases de un Partido
Socialista sería accesible a la gran mayoría que necesitaba de una
corriente ideológica que interpretara y definiera sus anhelos y ne­
cesidades de mayor bienestar...” (pág. 868. “Del avión rojo a la
República Socialista” Carlos Charlín Editorial Quimantú, 1972.
Santiago de Chile).
Finalmente, nos parece de interés indicar el trabajo de Hugo
Zemelman quien en su ensayo “E l Movimiento Popular Chileno y
el sistem a de alianza en la década de 1930” estudia también el
fenómeno del grovismo.
Zemelman define así el período: “La etapa del grovismo tiene el
significado de una alianza entre las capas medias y trabajadores,
conformando un bloque de oposición con el núcleo oligárquico con
rasgos populistas, pero débil considerando la situación de clase de
obreros y campesinos”. Más adelante expresa: “El grovismo, con
ser una expresión de la pequeña burguesía radicalizada, represen­
tó en el plano ideológico el germen de una alianza frontal contra
el sistema de dominación, aunque limitado por la estructura de
clases imperante. Para saber si el grovismo se hubiera podido tra­
ducir en algo más habría sido necesario responder algunas pregun-
192
les las imágenes negativas de la experiencia soviética. Y las crisis
políticas y sindicales que enfrentó el gobierno y el candidato
oficialista polarizan la situación, obligando al Partido Socia­
lista a inclinarse a la alianza y a tener que reconocer el mejor
derecho de Aguirre Cerda en lugar de su líder Marmaduke
Grove.
tas como las siguientes: de continuar consolidándose el movimiento
grovista, ¿habría dado lugar a la transferencia real de la dirección
hacia los sectores populares?; tal transferencia ¿habría supuesto
la participación organizada de clase obrera?”.
Zemelman trae al tapete de la discusión la condenación al “gro­
vism o” del Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, don­
de se aludía en términos de la discusión interna de la Revolución
Soviética de aquellos años a la emergencia grovista en Chile:
“todas las agrupaciones pequeño burguesas, que buscan adaptar­
se a la radicalización de masas, toman la ideología trotskista para
combatir con toda fuerza la formación del partido de clase del pro­
letariado”. Y el autor acota al informe: “Preocupado por liberar a
las masas populares de los líderes pequeño burgueses (Hidalgo, Men­
doza, de tendencia trotskista, Ugalde y otros, de afiliación social
demócrata; Grove, socialista) se olvidó de las masas, dejándoles
liberadas al espontaneísmo de estos liderazgos, que el Partido So­
cialista, por debilidad orgánica y contradicciones internas, no se­
ría capaz de corregir”. El texto final apunta a la debilidad socialis­
ta tanto por su composición social como por su estructura organi­
zativa frente al papel hegemónico que se consagra al Partido Co­
munista de Lafferte, aunque a éste, el autor le reprocha que pri­
meramente “se aisló (del movimiento grovista), acusándolo de
pequeño burgués” y más tarde “sacrifica la constitución de un
movimiento popular centrado en la clase obrera y en el campesina­
do, precisamente por una alianza con la pequeña burguesía” (Fren­
te Popular).
Zemelman se detiene a reflexionar sobré la organización y
crecimiento electoral paralelo de los partidos socialista y comu­
nista, a propósito de la importancia de Grove en los años SO y los
comienzos de la década siguiente, calificando al Partido Socialista
“de partido aluvional, incapaz orgánicamente de retener el caudal
desencadenado por sus líderes” y al partido comunista de “orgáni­
co, cerrado, en que cada paso es una consolidación del interior”.
(“Génesis histórica del proceso político chileno”. Enzo Faletto,
Eduardo Ruiz, Hugo Zemelman. Editorial Quimántú, 1971, Santia­
go. (Citas textuales de págs. 77, 78, 106, 100 y 101, respectiva­
m ente).
7 .— C h ile .
193
Comienza la experiencia Frente populista (2).
c)
La Alianza democrática que eligió presidente a Juan
Antonio Ríos es la ampliación, aún mayor de la base social y
política del Frente Popular, tanto por sus crisis internas como
por el contorno de la guerra en pleno desarrollo.
El Partido Socialista enfrenta dos órdenes de graves difi­
cultades: su descrédito ante la opinión pública por la actuación
(2)
La polémica interna socialista y en general la oposición
de los socialistas al planteamiento “Frente Populista” están relata­
dos por Jobet, al describir las Convenciones III y IV ordinarias y
I extraordinaria del Partido Socialista, en Enero de 1936, Mayo de
1937 y Abril de 1938. Destaca el autor que los comunistas en los
días anteriores de la Convención Presidencial de las Izquierdas
habían “destacado la condición progresista de las huestes ibañistas
y del papel de Ibáñez” (pág. 130, op. cit. seguramente en un inten­
to de reunir la mayor cantidad de fuerzas en el Frente Amplio sin
correr riesgos electorales. Alude, también en su historia del Par­
tido Socialista a la tarea política realizada por Eudocio Ravines
“desde la columna del diario ‘Frente Popular’, para imponer su
nueva consigna” (pág. 125, op. cit.). Ravines ha relatado minu­
ciosamente en su polémica obra “La gran estafa” Edit. del Pací­
fico, 1955, la aproximación del Partido Comunista al sector de los
“intelectuales de izquierda”.
La explicación oficial comunista del episodio ¡bañista es in­
sólita. Elias Lafertte, en un libro autobiográfico, liga la cuestión
a dos “provocadores” que “a causa del carácter acogedor y espon­
táneo de los chilenos y del sentido fraternal de internacionalismo
proletario de los comunistas, se acomodaron entre nosotros y sem­
braron su mala semilla en el Partido. Uno era un alemán que
había estado en la U. R. S. S., Cazón, quien por largos m eses con­
vivió con nuestro partido; en 1937, cuando luchábamos por hacer
del Frente Popular una herramienta verdaderamente nacional, él
había introducido un verdadero contrabando que prendió en algu­
nas campañas: el ibañismo. Afortunadamente fueron pocos los
que comulgaron con esta rueda de carreta y cuando hubo que
aclarar la posición del Partido en el “Mensaje al pueblo chileno”,
el Comité Central, por unanimidad aprobó la fórmula de “los co­
munistas no somos ni seremos jamás ibañistas, porque somos co­
m unistas”. Estoy convencido de que este Cazón, que después de
andar en varias aventuras políticas se fue a Ecuador, donde murió
loco, no era en esa época otra cosa que un agente de Ibáñez que
se había enquistado entre nosotros”. (“Vida de un comunista”. Elias
Lafertte. Empresa editora Austral. Segunda edición, 1971. pág. 329).
James O. Morris describe así las relaciones sindicales de la
194
de sus personeros, que no tienen una estructura partidaria rí­
gida que controle su vida pública y la dificultad, diríamos es­
tructural, para presentar una política internacional, cuya pri­
mera prioridad sea el interés nacional en el contexto latino­
americano, ante las variaciones constantes y dramáticas de los
objetivos de los Estados a consecuencia de la guerra mundial.
El Partido Comunista, mejor estructurado aunque más déetapa frente populista: “E l logro de la unidad en el nivel de los
partidos no habría sido efectivo si hubiese continuado La com­
petencia entre los sindicatos, principalmente entre la CNSC, que
dominaban los socialistas, y la FOCH comunista. Además, la uni­
dad política de todas las fuerzas “democráticas” (con inclusión de
los radicales) unida a una pugna por el poder a través del pro­
ceso electoral, involucraba un compromiso con la sociedad existente,
que hacía de la oposición al sindicalismo legal una posición teórica­
mente insostenible. Los comunistas tuvieron que aceptar una vez
más el sindicalismo legal, en consideración de la lógica de su po­
sición de Frente Popular y como un resultado práctico inevitable
de la cooperación con los socialistas. Esto no significa, empero,
que ellos hayan procedido inmediatamente a convertir en legales
sus propios sindicatos, o que hayan tenido que hacerlo. Para los
más cautelosos de ellos, por lo menos, eso podía esperar hasta
1938 y la definición de la elección presidencial. Una victoria del
Frente Popular significaría un gobierno amistoso para la clase
trabajadora y borraría las últimas trazas defensibles de una opo­
sición importante o de hostilidad al sistem a legal de relaciones in­
dustriales. Ya en diciembre de 1934 el Frente Unico de los comu­
nistas pedía un “frente unido de las masas trabajadoras” y aunque
los socialistas, según hemos visto, habrían preferido a la sazón
unir al movimiento obrero bajo su propio liderazgo mediante la
CNSC, finalmente dieron su apoyo a la unidad de los trabajadores
bajo la égida del Frente Popular. Esto se facilitó por el ingreso de
los radicales al Frente Popular, la postulación de un candidato
radical a la presidencia y la decisión de los comunistas, por razo­
nes tácticas, de no aceptar representación en el gabinete de un
gobierno del Frente Popular en caso de resultar elegido Aguirre
Cerda. Toda resistencia a un frente político popular y a la unidad
de los trabajadores que pudiese haber perdurado quedó destruida
al sofocar el gobierno una huelga ferroviaria en 1936. Unos pocos
meses después del comienzo del frente político popular, los diri­
gentes obreros socialistas y comunistas reaccionaron, estableciendo
un nuevo centro sindical obrero que denominaron Confederación
de Trabajadores de Chile (CTCH). (“Las elites, los intelectuales y
el consenso”. Morris, James O. Santiago, Chile, Edit. del Pacífico,
1967. Pág. 216).
195
bil numéricamente, combate en los sindicatos la acción socia­
lista. Y, si bien Su línea de acción internacional de luchar
contra el fascismo sufre un rudo golpe con el pacto Molotov-von
Ribentrop, la posterior agresión hitleriana a la Unión Soviética,
el ataque japonés a Pearl Harbor y la organización en la post­
guerra de las Naciones Unidas facilita ciertamente la “Unión
Nacional” contra el fascismo. Desaparece toda mención “ anti­
imperialista” contra EE. UU., lo que coadyuva a que los grupos
de orientación democrática y ligados a formación europea y
americana consideren a Ríos el Presidente para la difícil co­
yuntura mundial.
En un cuadro semejante, el pre-candidato presidencial so­
cialista, Oscar Schnake, necesariamente tenía que ser retirado
ante su oponente y su Partido se desmembraría en tantas ver­
tientes como posiciones coyunturales fueron surgiendo en la
constante disputa con los comunistas (3).
d) La Alianza Radical-Comunista de 1946.
(3)
La experiencia del Frente Popular, especialmente en sus
intensas crisis internas, políticas y sindicales, ha sido estudiado
en el capítulo VI de la obra “The Chilean Popular Front”. John
Reese Stevenson. Philadelphia, U niversity of Pennsylvania Press,
1942.
Florencio Durán, escritor radical, consagra el capítulo VII de
su obra de historia política a “Vida, Acción y Muerte del Frente
Popular”, donde sintetiza el famoso discurso del líder socialista
Oscar Schnake, Ministro de Fomento del Presidente Aguirre Cer­
da, al volver de la Conferencia de La Habana, en las siguientes
acusaciones a los comunistas:
1. Dependencia de la Unión Soviética y, consecuencialmente,
2. despreocupación por los intereses populares, agravación de
sus problemas y utilización de sus necesidades. (“El Partido Ra­
dical”. Florencio Durán Bem ales. Editorial Nascimento, 1958.
Pág. 193).
El discurso de Schnake, es muy ilustrativo de la dificultad socia­
lista por lograr una política internacional que sirva única y exclu­
sivamente al interés de Chile en la coyuntura de una guerra mun­
dial que va ligando simpatías e intereses de grupos internos con
Estados que buscan apoyo del país. Schnake exclama “yo no soy
germanófilo, rusófilo, anglofilo ni yankófilo. ¡Me siento chileno y
latinoamericano!”
196
La crisis del Partido Socialista durante la Presidencia Ríos
y posteriormente la Vicepresidencia Duhalde se agudiza y da
lugar a su virtual pulverización. Disminuido en su fuerza elec­
toral y parlamentaria, acosado en la base social por el Partido
Comunista, escindido en diversas fracciones, el Partido Socia­
lista carece de valor como interlocutor para estructurar la
coalición que lleva a la Presidencia a Gabriel González, el úl­
timo de los Presidentes radicales (4).
e)
La crisis del sistema de partidos y el movimiento
ibañista.
El inicio de la guerra fría pone fin a la alianza radicalcomunista. El gobierno de González Videla rompe drástica­
mente con el Partido Comunista y lo excluye del sistema polí­
tico a través de la Ley de Defensa de la Democracia.
El radicalismo como partido dominante organiza para go­
bernar diversas coaliciones: la primera con los comunistas, la
de Concentración Nacional con los partidos de derecha y una
fracción socialista, y la Sensibilidad Social con los grupos socialcristianos.
La Ley de Defensa de la Democracia es un hito fundamen­
tal en el análisis pues además de ser antidemocrática en el
(4)
Los diferentes trabajos ya citados sobre la historia del
Partido Socialista no esconden la magnitud del desastre socialista
durante la Administración del Presidente Ríos, primero y del Vice­
presidente Duhalde a continuación. Los conflictos agudos con el
Partido Comunista tuvieron expresión sindical, política y una ex ­
tensa documentación en el Boletín de Sesiones de la Cámara de
Diputados y del Senado. Culmina la crisis socialista con la vota­
ción mínima que obtiene su abanderado Bernardo Ibáñez en la
elección presidencial de 1946, donde alcanza sólo 12.000 votos.
Es importante destacar que la crisis de la “Alianza Democráti­
ca” no sólo alcanzó a los socialistas sino también provocó la di­
visión del Partido Radical. F. Durán describe así el naci­
miento del Partido Radical Democrático, nuevo grupo surgido del
Partido Radical: “Agotados los medios persuasivos para obtener
la conciliación que permitiera restaurar las tradicionales normas
del Partido Radical y delimitar su campo de acción en terreno pro­
pio, a conveniente distancia del Partido Comunista, se produjo la
inevitable separación. Surgió a la vida el Partido Radical Democrá­
tico, en el que se alistaron los radicales que deseaban preservar la
pureza de su doctrina”, (op. cit. Págs. 412 y 413).
197
orden político es también antisocial ya que liga al Partido Co­
munista con el movimiento sindical en forma profunda. El
ataque al Partido Comunista es de alguna manera un desafío
a las conquistas sociales y a los derechos sindicales. Comunis­
tas y socialistas que han llegado a ser, literalmente, enemigos
mortales en su acción política deben hacer un alto para no des­
truir la solidaridad sindical en la persecución.
Lo anterior explica que el sector socialista más ligado al
anticomunismo y a la persecusión sindical, termine en 1952
aliándose con el Partido Comunista para la nueva elección pre­
sidencial.
La otra fracción socialista, que dirige Ampuero, se liga a
la protesta social que encabeza un rejuvenecido personaje de
la política nacional, el General Ibáñez. Experiencia riesgosa
para el socialismo, el ligarse nuevamente a un movimiento so­
cial sin estructuración organizacional ni proyecto o programa
político muy nítidos que, sin embargo, canalizó muchas rei­
vindicaciones nacionalistas y populistas.
El Partido Comunista, después de su dramática experiencia
con Gonzádez Videla, planteó una estrategia sin riesgos. Al aliar­
se con la fracción socialista de Allende prefiere una plataforma
presidencial de modestas dimensiones a cambio de reiniciar la
alianza perdida en los últimos 10 años. Así, surge el Frente
del Pueblo con una fracción socialista y el Partido Comunista
que desde la semiclandestinidad apoya a Salvador Allende.
f)
La reestructuración del sistema de partidos y la primera
alianza socialista-comunista: el FRAP.
La crisis del Movimiento ¡bañista da lugar al resurgimiento
de un nuevo sistema de partidos.
El grupo socialista popular que encabeza Raúl Ampuero
desarrolla un importante trabajo teórico y organizacional que
le permite ser el núcleo junto al cual se unirán las fracciones
socialistas.
La fundación de la Central Unica de Trabajadores, en los
comienzos de la Administración Ibáñez, liga en los conflictos
sociales a comunistas y socialistas, pese a las tensiones cons­
tantes de sus estrategias divergentes. Surgen, por primera vez,
con claridad la tesis socialista del “ Frente de Trabajadores”
y la tesis comunista del “ Frente de Liberación Nacional” . La
198
primera, vinculada a Raúl Ampuero, quiere expresar política­
mente las aspiraciones revolucionarias del proletariado indus­
trial y los campesinos, excluyendo de su dirección los grupos
sociales medios y a los partidos llamados de centro. La tesis co­
munista es de mayor amplitud en la configuración social y po­
lítica de la plataforma de apoyo básico. Para ellos basta con una
revolución democrático-nacional que ejecute algunos cambios bá­
sicos en la estructura agraria y las relaciones económicas inter­
nas e internacionales. La pugna entre socialistas de Ampuero
y comunistas se centra en el límite de la alianza y, especial­
mente en los momentos pre-electorales de 1958, acerca de si
los radicales serán miembros de la alianza y si tendrán el me­
jor derecho a la candidatura presidencial.
La cuestión internacional debilita en la coyuntura la po­
sición comunista, pues, el 209 Congreso Mundial del Partido
Comunista Soviético ha condenado a Stalin, desmoronando un
fetiche histórico y, la urgencia con que definen la derogación
de la Ley de Defensa de la Democracia los inclinan a aceptar
la tesis socialista.
Los partidos históricos de la derecha, ya ligados en una
estrecha alianza, presentaron la candidatura presidencial de
Jorge Alessandri. La Democracia Cristiana recién estructurada
como un partido, la candidatura de Eduardo Frei y, el Partido
Radical, excluido de la alianza, la candidatura de Luis Bossay.
La primera alianza bajo la hegemonía socialista-comunista
(FRAP) no alcanzó la meta, pero dada la importante votación
lograda hizo que la aspiración al poder dejase de ser un obje­
tivo de largo plazo y se convirtiera en el “leit motiv” de todas
las operaciones políticas porteriores.
g) La polarización política y el triunfo de Eduardo Frei.
El perfil estratégico socialista adquiere durante la adminis­
tración Alessandri nitidez como el partido más radical o drás­
tico dentro del presunto continuum derecha-izquierda. Su estilo
agresivo es una reinvindicación del carácter revolucionario del
partido y su estructura interna, pese a los esfuerzos por cen­
tralizar su dirección, experimenta, cada cierto tiempo, dificul­
tades que terminan en indisciplinas partidarias sancionadas.
El Partido Comunista ha reconquistado su legalidad y busca
mantener su alianza con los socialistas, pero al haberse forta­
199
lecido intenta al mismo tiempo extenderla a otros sectores so­
ciales y políticos, volviendo a su tesis original de un “ Frente
Democrático de Liberación” .
La polarización da lugar a una estructura tripolar de par­
tidos: Frente Democrático, FRAP y DC. Ella se ha debido bá­
sicamente al casi triunfo allendista de 1958, a la crisis de la
derecha como consecuencia del gobierno de Alessandri y al
fortalecimiento de la alternativa DC gracias al arraigo po­
pular de su proyecto de “ Revolución en Libertad”. La tensión
socialista-comunista es constante, a excepción de los de­
bates internacionales, de tono menor, con desplazamientos y
escaramuzas tácticas muy poco perceptibles para la opinión
pública.
La tripolaridad da una especificidad particular a esta ten­
sión, ya que por vez primera tienen, ambos partidos, que dispu­
tar seriamente el pretendido monopolio del apoyo popular y
su imagen de únicos defensores del pueblo frente a Frei y
la DC.
1.
La "operación política” y las causas de la hegemonía
comunista en la alianza comunista-socialista.
El brevísimo análisis de los diversos momentos de las rela­
ciones que unen y oponen a socialistas y comunistas nos per­
mite clarificar nuestro punto de vista con mayor nitidez.
Las querellas internas del Partido Socialista —más que
en cualquier otro partido chileno— son inextrincables si su
análisis pretende ser al nivel del proyecto político, de las orien­
taciones programáticas o las líneas estratégicas. Simplemente,
en una perspectiva así, las posiciones en pugna de las dife­
rentes partes no recubren el universo socialista. Sin remontar­
nos a sus innumerables escisiones, expulsiones de dirigentes
nacionales y crisis internas, señalemos tres sucesos enigmáticos
recientes: la expulsión del Senador Ampuero y el nacimiento
de la Unión Socialista Popular, las abstenciones mayores nu­
méricamente que los votos a favor para elegir al actual Presi­
dente Allende, en la votación respectiva del Comité Central, y la
desautorización y censura implícita que recibió el Senador Ro­
200
dríguez, en enero de 1971, pocos meses después de haber diri­
gido la victoria de septiembre del abanderado socialista. Si se
leen con atención todos los documentos oficiales de estas tres
querellas el lector no comprende en absoluto la lógica de los
conflictos internos que sólo es clarificable a la luz de la dialéc­
tica que los une o los separa del PC.
Algunos pretenden vincular la frecuencia de la crisis a la
extracción social de sus militantes y adherentes, bajo el supues­
to que en el caso socialista los intereses de su clientela y militancia son muy heterogéneos lo que es contrastado con la ma­
yor nitidez de acción de los comunistas dada su implantación
en el proletariado industrial. Aceptando que tales hipótesis
pueden ayudar parcialmente a una explicación, no — nos pare­
ce— dan cuenta de la raíz fundamental del fenómeno.
Los planteamientos teóricos en el Partido Socialista se yux­
taponen y perviven como realidades históricas de diferentes
orígenes. Afirmamos su yuxtaposición y no su integración en
un discurso conceptual consistente. Aflora permanentemente un
cierto troskismo, aunque él tuvo su momento cumbre antes de
la guerra; a la vez que una afirmación nacionalista latinoameri­
cana similar a la del APRA; a la vez que tendencias al socia­
lismo democrático en la primera post-guerra; un descubrimiento
de la autogestión yugoslava en el fragor de la guerra fría y la
política de bloques, superado muy pronto por el apasionamiento
y asimilación de la revolución china, coincidente con su con­
flicto con la Unión Soviética, y finalmente en nuestros días,
un énfasis en las teorías de Ernesto Guevara y en general del
pensamiento insurreccional de la última década, simultánea­
mente con el fortalecimiento de la tesis “verbal” del legalismo
democrático o la llamada “vía chilena de transición al So­
cialismo” .
No está exento este itinerario de constantes, como hue­
llas de un socialismo que se busca a sí mismo como nacional,
revolucionario, de masas, con rasgos libertarios y anarquistas.
Sin embargo, no se requiere mayor rigor para comprender que
existen contradicciones de valores, de métodos políticos fácil­
mente perceptibles sin un sincretismo de buena voluntad, en el
afán socialista de definir un proyecto político.
201
Comprobamos en los planteamientos teóricos socialistas una
tendencia a la radicalización ideológica buscando diferencias
de los planteamientos del Partido Comunista, durante todo el
período histórico. Hay una necesidad de ubicarse “verbalmen­
te”, a la izquierda del Partido Comunista.
Es preciso anotar que el “jacobinismo” socialista postula la
dicotomía progresista-reaccionaria como la única dimensión del
orden político. Este tipo de construcción excluye la multidimensión que requiere un proyecto que debe asignar una ar­
ticulación a los diversos valores políticos: libertad, justicia, se­
guridad, paz, cambio, desnaturalizando así a la autoridad y a
la obediencia y al principio de legitimidad que vincula ambos
términos. A la vez que dificulta la inserción histórica del pro­
yecto y el programa, en el manejo de sus diferentes etapas, gra­
cias a una estrategia y sus tácticas consiguientes para alcanzar
un mínimo de eficacia.
Esta aceleración “progresista” de la conciencia política se
inserta en un cuadro organizacional donde la asamblea políti­
ca es el centro de discusión y decisión. Naturalmente, se desa­
rrolla entonces un proceso de radicalización verbal constante,
donde el lugar más apetecible para el militante es la parte más
a la izquierda de la sala. El liderazgo de la dirección, si acep­
ta la crítica, por demás connatural a la asamblea deliberante,
necesita legitimarse, ubicándose también en los planteamien­
tos más radicales. La discusión de esquemas ideológicos, aun­
que se los vincula con la lucha social, muestran la naturaleza
y el sentido de la crítica de la asamblea, y hacen necesario
ocultar estos problemas mediante el control y distribución rea­
lizado por la máquina burocrática del Partido: como las ubi­
caciones en las listas parlamentarias y en el caso del ejercicio
del poder del Estado, los apetecibles y competitivos lugares en
la burocracia pública.
La reflexión anterior nos conduce a considerar aquello que,
a nuestro juicio, es la variable principal del análisis: la orga­
nización interna del partido revolucionario. La expresión
“ centralismo democrático” es un desiderátum, igeneralmente
verbal, de dos principios organizacionales en constante ten­
sión: el delegativo y el participativo. El Partido Socialista es
202
una organización deliberativa. A su turno, el Partido Comunis­
ta es férreamente centralizado, más aún, si dejara de serlo se
redefiniría completamente como partido y el sentido de su
acción variaría considerablemente. Hasta ahora, la dirección
central y un aparato de control muy riguroso ejercen un poder
que selecciona dirigentes, excluye parcial o definitivamente a
ciertos militantes, condena o aplaude tesis políticas e impide
las fracciones. El Partido Comunista es, en resumen, un “ ar­
ma organizacional” , definición histórica alcanzada desde su in­
corporación a la Tercera Internacional, al comienzo de la dé­
cada de los años 30.
El Partido Socialista, aún el nombre de sus grupos lo re­
cuerda, es una federación. De ahí sus flujos y reflujos tan cí­
clicos y violentos de crecimiento electoral y de poderío e in­
fluencia propiamente política, ganadas gracias al mismo plura­
lismo interno que a renglón seguido impedirá sean administra­
dos eficazmente. Por la misma razón, desconsideramos en par­
te sus proyectos y programas pues la estrategia para servirlos
requiere una organización eficaz, la única que asegura los mo­
vimientos tácticos precisos.
Estas son también las razones que nos impulsan a estimar
que la debilidad estructural socialista los ha debilitado en su
relación con los comunistas al interior de su alianza y, más
aún, en la rivalidad declarada y abierta donde han recibido
la peor parte. Ha habido excepciones en este tipo de relacio­
nes: en 1958, el predominio hegemónico perteneció a la di­
rección política de Ampuero y a su tesis del “ Frente de Traba­
jadores”. Sin embargo, ya en 1964, los deslizamientos tácticos
del Partido Socialista, sufrieron quebrantos al querer definir
con nitidez los contornos de su programa y estilo de la candida­
tura del Senador Allende. El propio “ allendismo”, como grupo
informal de adhesión a un personaje político, ha significado,
hasta ahora, en 1952, 1958, 1964 y 1970 una voluntad políti­
ca más próxima a la estrategia comunista que a la del propio
partido del actual Presidente.
La expresión “ operación política” adquiere su sentido ver­
dadero. No pretende asignar capacidades mágicas al Partido
Comunista, que no las tiene en absoluto. Ni tampoco presen­
203
tar una imagen subliminar de una operación diabólica. Sería
inútil y pobre en el caso de la elección presidencial de 1970.
Al Partido Comunista, sirviendo su estrategia con artesanía
táctica, se le dieron condiciones propiamente políticas muy
ventajosas que le fueron ocasión de su triunfo. La aproximación
de los radicales y otros dirigentes políticos tradicionales fue su
tarea propia, facilitada por lo que los otros grupos dejaron de
hacer. La violenta oposición de los nacionales y la derecha
económica en momentos decisivos del gobierno de Frei y la cri­
sis interior democratacristiana no fueron la obra de una ma­
quinación exterior, aún si ella alentada con paciencia y hala­
gos. La expulsión de Ampuero no fue una tarea conspirativa
al interior del Partido Socialista, al menos hasta ahora no se
ha afirmado ni probado nada en contrario. La candidatura
Alessandri y su ímpetu inicial tampoco pertenece a una tarea
de “ infiltración” o agitación política.
En fin, se nos podría objetar que del tipo de análisis que
realizamos, el juego múltiple aparece más como una cristali­
zación del azar, que la acción de voluntades políticas. No hay
tal. Si afirmamos que existe una “ operación política” es porque
concebimos al actor principal de la alianza Unidad Popular
habiendo sido capaz de sobrepasar la circunstancia e imponer
su estrategia general con tácticas adecuadas en las variaciones
constantes del juego político chileno.
2.
Operación Política y Movimiento Popular.
El movimiento popular es un tipo de movimiento social
más amplio que el surgido de la clase obrera. Sus proyectos, aún
en su provisoriedad y recreación constante, indican la direc­
ción de su acción social. La situación real de sus integrantes
nos muestra el tipo de intereses que reivindican en las diver­
sas coyunturas, pero ellas son transformadas al integrarse en
una suerte de mito movilizador que las integra.
Implícitamente, se acepta por los actores políticos en Chile
que el pueblo es más amplio que la clase obrera, que la orien­
tación nacionalista se superpone con la orientación clasista. En
el allendismo, el énfasis en el proletariado industrial no exclu­
204
ye la identificación con categorías más amplias de sujetos con­
fundidos en su papel ocupacional o territorial (técnicos, cam­
pesinos, industriales, madres, etc.). El enemigo social aparece
también identificado, el latifundista, la burguesía y el imperia­
lismo, siendo este último el gran responsable.
La articulación de los proyectos sociales y los intereses
inmediatos de los grupos es realizada por la mediación polí­
tica de los dirigentes de los partidos y demás organizaciones
para-políticas. Articulación realizada con vistas a la movili­
zación en pos de la conquista de objetivos inmediatos y del
gran objetivo presidencial al que responde básicamente lo que
hemos denominado la operación política. Esto recuerda lo que
el psicólogo social Barbu ha llamado la “ transfiguración de la
clase obrera” , o sea, el pasaje de su condición de clase a su con­
dición de militante. Este autor distingue varias etapas entre la
primera emergencia del proletariado por la industrialización
hasta el adoctrinamiento de los trabajadores industriales con
una ideología particular (5). La operación política comunista,
y en menor medida socialista, será constituir a las organiza­
ciones populares de la clase obrera en el eje del movimiento po­
pular y a los partidos en instrumentos políticos hegemónicos.
La izquierda marxista no es entonces el equivalente al “mo­
vimiento popular” . Este es más amplio que aquéllo. Su con­
ciencia social es más espontánea y las necesidades teóricas pa­
ra su interpretación más complejas. No sólo no son coextensivos sino pueden ser y han sido contradictorios y conflictuales.
Así, por ejemplo, el Ibañismo incluía entre sus banderas pro­
gramática — que cumplió al final del período— la Derogación
de la Ley de Defensa de la Democracia, lo que no fue óbice
para que el Ibañismo, especialmente en su coextensión más
amplia e intensa con el movimiento popular, fuera anticomu­
nista antes y después del 52.
(5)
“Psicología de la Democracia y de la Dictadura”. Zevedi
Barbu. Biblioteca de Psicología Social y Sociología. Editorial Paidos. Buenos Aires. 1962. Ver especialmente Tercera Parte, Cap.
II. págs. 192 y 193.
205
3.
Una comprobación histórica: Una promesa de Socialismo
democrático sin teoría socialista democrática; partidos re­
volucionarios que pertenecen a un sistema político demo­
crático institucionalizado.
Para que se genere una revolución — en el sentido histó­
rico de las revoluciones soviética y cubana— se requieren con­
diciones necesarias, económicas, sociales, morales y como con­
dición suficiente, la existencia de organizaciones revoluciona­
rias que voluntariamente dominen la coyuntura y los datos
económico-sociales en una realización política. Las condicio­
nes de fondo son absolutamente indispensables; pero si se ob­
serva más seriamente la cuestión, la primacía causal pertene­
ce a la acción organizada de los revolucionarios, pues ellos
declaran y construyen como irreversible una dirección de he­
chos y datos en determinado sentido. Los datos económicos, so­
ciales y demográficos no hablan solos, ni tienen generalmente,
una sola alternativa de solución.
Los revolucionarios chilenos no escapan a esta necesidad.
Chile, como situación geográfica, internacional, militar, su es­
tado de subdesarrollo y lento crecimiento económico y con su
acumulación de problemas sociales, sentidos como tales por
inmensas masas, no tiene interpretación en sí, fuera de la visión
política. Chile puede “mutatis mutandis” ser España, Guate­
mala, Uruguay, Checoslovaquia, ello va a depender de sujetos
de la acción y de la constelación de situaciones y coyunturas a
las que se enfrenten. Ninguna de ellas es imposible por antici­
pado. Y, lo más importante, Chile puede ser Chile: una expe­
riencia inédita.
Pero es indudable que la voluntad auténtica de construir
un socialismo democrático precisa tradiciones, huellas histó­
ricas, que prefiguren el universo que se desea construir.
Al respecto, la UP tiene una contradicción básica. En la
práxis, sus integrantes son partidos históricos del sistema, y
por ende socializados en las conductas democráticas institu­
cionales y, por otra parte, en la teoría, no hay ni reflexión ante­
rior ni esquemas de transición al socialismo por la vía demo­
crática.
206
Las generaciones actuales de la UP son la continuación
del Frente Popular de cuando algunos de sus dirigentes eran
jóvenes. De “ España en el corazón” a “ Cuba el territorio libre
de América”, la UP resalta la continuidad y no las grandes
cuestiones teóricas y prácticas que los últimos 40 años han
planteado al marxismo al que adhirieron en los áños 30. A
excepción de Eugenio González y Alberto Baltra, en menor
medida, no hay en este período ni creación ni divulgación de
las cuestiones propias del credo socialista-democrático (6). Ni
siquiera existe en la tradición del Partido Comunista una briz­
na semejante. La veta de Recabarren es muy diferente; nacida
en la emergencia de la conciencia obrera, en verdad no se
plantea este tipo de problemas.
Desde el punto de vista de la orientación a la acción es
necesario ubicar el papel que el Partido Comunista ha llegado
a poseer en el desarrollo histórico de la teoría. A la cuestión
pertinente del materialismo dialéctico acerca del principio de
totalidad, el desarrollo post-leninista ha consagrado, cada vez
más acentuadamente, al partido como sujeto histórico del prin­
cipio de totalidad.
Así, el partido constituye el punto de vista desde donde se
analiza en forma integrada la cultura, la economía y la polí­
tica, en una concepción de la totalidad, quedando la clase obre­
ra como simple telón de fondo.
Sin embargo, como anota Barbu, “ de hecho, el conocimien­
to no se refiere a la totalidad teórica, sino a la totalidad em­
pírica y práctica y, sobre todo, política” . La totalidad precisada
(6)
Es una exageración citar únicamente dos personalidades
en el trabajo creativo de un socialismo chileno democrático. La
lista debería incluir el pensamiento de O. Schnake, los trabajos de
H. Mendoza y las del propio J. César Jobet y otros que olvidamos.
Con todo, nos parece que Eugenio González, durante la etapa que
correspondió dirigir el Partido, al comienzo de la década de 1950
coincidente con su labor parlamentaria en el Senado, desarrolló
con originalidad y fuerza la tesis de un socialismo humanista. La
mención de Alberto Baltra nos parece legítim a por la importante
divulgación realizada del pensamiento de Schumpeter que estu­
dió el pasaje del capitalismo al socialismo por medio del método
competitivo o democrático.
207
por un sujeto histórico llamado Partido es una regresión cul­
tural. Con todo, la dialéctica que la acompaña es aún una re­
gresión peor. El Partido centralizado y monolítico es, de he­
cho, su Comité Central y, dentro de éste, se estructura una ma­
yoría relativa que controla al Comité, y al interior de la mayo­
ría relativa, un grupo dominante para alcanzar el climax en el
poder personal llamado, también, con cierto pudor, “ el culto
a la personalidad” .
La intensidad que alcanza el “ stalinismo” como enfermedad
del socialismo depende de cada sistema político nacional, sin
embargo, tiene síntomas comunes en sus diversos grados de de­
sarrollo: las purgas internas, ya que es imposible hacer com­
patible el monolitismo con la heterodoxia, real o eventual. Ob­
sérvese, entre nosotros, el importante número de expulsados
que tiene el Partido Comunista criollo. La mayoría de ellos
no rompe con tal proyecto político, lo continúa en pequeños
movimientos semiclandestinos, de alta socialización al interior
del grupo. Su característica más saliente es el esfuerzo por man­
tenerse dentro de la gran corriente leninista y escoger como el
motivo de denuncia de su ex-Partido su reformismo o claudica­
ción revolucionaria. Así la crítica adquiere la forma de dis­
cusión de “escuelas”, de apreciaciones” correctas o incorrec­
tas”, “justas o injustas”, para utilizar el lenguaje de aquéllos
debates. La polémica legitima al interior del socialismo al par­
tido monolítico y a sus expulsados. De ahí, también, que la
mayoría de ellos para mantener su consistencia personal ne­
cesita ser insurgente y, por ende, partidarios del poder obre­
ro y de la vía armada, ya que de ese modo la expulsión será
una consecuencia de la claudicación revolucionaria del Partido
Comunista, una justificación más grandiosa que la adjetivación
personal que acompaña la expulsión. La revolución cubana
sirve de marco de referencia para los grupos extremistas que
destacan su significáción histórica: El Partido Comunista (Par­
tido Socialista Popular Cubano) debió incorporarse al proce­
so revolucionario en marcha so pena de jugar un papel regre­
sivo. De este modo el papel de la violencia y del terror adquie­
re un consenso aún mayor, ya que pasan a identificar a todo
el socialismo revolucionario. Más aún, la utilización de la vio­
lencia y el terror dividen en dos el campo del socialismo: el
208
revolucionario y el socialdemócrata, renovando las viejas polé­
micas de los partidos marxistas europeos. En la práctica, tener
organización armada es un símbolo de la integridad revolucio­
naria de cada grupo, sea o no empleada en las diversas coyun­
turas.
La pérdida de la capacidad creadora es también una con­
secuencia del monopolio de la totalización por el partido (7).
Toda creación cultural o social debe seguir los designios de
la dirección política, de tal manera que los creadores “ auténti­
cos” deben estar vinculados a la fuente teórica que legitimará
sus esfuerzos y logros. La crítica es validada por la autocrítica
en lugar de la hipótesis por las evidencias factuales. El mar­
xismo llega a ser un centro del sistema cultural auto-justifica(7)
Radoslav Seluky define así el stalinismo: “Ideológicamente,
el modelo stalinista se basa en un sistem a de principios m arxistas
leninistas al que se utiliza para fijar de una vez para siempre el
orden histórico, social y económico como una realidad vinculante
—determinada exclusivamente por su contraposición con el capi­
talismo del siglo XIX— y para identificarla en general con esa
realidad el desarrollo socialista de la sociedad. La característica
más típica del stalinismo es, por una parte, un anticapitalismo pri­
mitivo y, por otra, la reducción del socialismo a sus premisas más
triviales. Ambas notas constituyen no sólo el resultado de una
vulgarización de la idea m arxista de una sociedad socialista, sino
también, al mismo tiempo, la inmortalización de momentos históri­
cos determinados de la revolución socialista y la adaptación de
las acciones políticas a un orden ideológico, político y económico
cerrado” (Cita tomada de “Socialismos, Propietarismos y Libera­
ción del Pueblo”. Mario Zañartu y Claudio Orrego, Stgo., Chile,
IDEP, 1971, pág. 72). (El subrayado es nuestro).
Un reconocimiento chileno implícito “de la reducción del so­
cialismo a sus premisas más triviales” es la presentación que rea­
liza Carlos Maldonado de la posición marxista y el arte moderno.
El autor expresa: “ Sólo el marxismo contemporáneo surgido con
la potencia de una nueva primavera después de la larga noche del
culto a la personalidad, le ha venido a dar a esta disciplina cohe­
rencia y fundamentación científica. La teoría del arte emerge de
este crisol con todas las características que le son propias a esta nue­
va etapa del marxismo: por eso le son consustanciales el criterio
antidogmático, el afán polémico y el permanente esfuerzo crítico,
de búsqueda y renovación” “El Arte Moderno y la teoría marxista
del arte”. Carlos Maldonado. Santiago, Chile, Ediciones de la U ni­
versidad Técnica del Estado, 1971. Pág. 9).
209
dor donde las creaciones científicas y artísticas adquieren re­
levancia en función del núcleo que los absorbe, integra, expli­
ca y clasifica. No es que falte genio ni seriedad en el trabajo,
apuntamos más bien a una constante desvirtuación del cono­
cimiento por la referencia obligada a una literatura verdadera­
mente sagrada. Ningún trabajo teórico que se respeta debe de­
jar de consignar una cita de Marx, Engel, Lenin para validarse
y adquirir el suplemento de prestigio.
No es extraño, sin embargo, que quienes desean autoconvencerse encuentren en la historia de los partidos marxistas y
totalitarios chilenos, un campo donde seleccionar momentos en
que la teoría y la organización totalitaria, que inspiran y deter­
minan situación, no han estado en contradicción en la acep­
tación de la democracia. Ellos estarán en el itinerario de los
grupos fascistas y las repetidas demostraciones del sistema de­
mocrático chileno para resistir amenazas de conspiraciones,
complots y crisis políticas. Coayuva a tal enfoque, el hecho
cierto que el cuadro dirigente de la UP está socializado por el
Parlamento, institución, por excelencia, del conflicto y la coo­
peración constante. Desde esta perspectiva, la carencia de una
teoría democrática chilena por la vía socialista no es impor­
tante, ya que la propia lógica del sistema condiciona un mar­
gen democrático para la conducta política.
Por su parte, los que inquirimos por los antecedentes his­
tóricos completos de los actores y por su orientación a la ac­
ción somos definitivamente menos optimistas. La tragedia teó­
rica, en este caso, es que la perspectiva conceptual describe
una hecatombe moral y se presta para legitimar el daño moral
ocasionado por algunos autores y políticos derechistas que han
prefigurado el terror absoluto antes que ocurra, facilitando la
aceptación por los ciudadanos de grados menores de coacción,
abuso y atropello. Lo más abusivo de tales autores es la mani­
pulación odiosa de fetiche político que ha presentado superfi­
cialmente la cuestión comunista como obra única y exclusiva
de agitadores que socavaban la “buena sociedad”. “ Las cam­
pañas del terror” han tenido como resultado la traumatización
de políticos e intelectuales progresistas, que oscuramente oscilan
210
entre un rechazo total, tanto a las denuncias falsificadas como
a las evidencias de hechos terriblemente reales.
El desdoblamiento entre la teoría totalitaria y la apariencia
formal de democracia dificulta la toma de conciencia frente a los
hechos, y para lograrla, estos deben ser aprehendidos en su
totalidad ya que observados aisladamente permiten concluir
indistintamente en un sentido u otro. El Parlamento funciona a
la luz del día, aunque las decisiones fundamentales no sean
sometidas a su conocimiento. Hay prensa libre, incluso pren­
sa libertina. Los signos exteriores de los poderes públicos son
los mismos, en su línea gruesa, que los del pasado inmediato.
Se podría establecer tal cuadro contradictorio para todas las
instituciones. La dificultad mayor a la observación es la califi­
cación correcta y lúcida de lo que es realmente acción totali­
taria, eventual o real, o lo que es acción emprendida por una
convicción democrática de la Unidad Popular.
Nuestra perspectiva privilegia la primera contradicción, las
consecuencias de realizar un socialismo democrático sin una
construcción teórica que haya recorrido un ciclo histórico de
implantación en los propios partidos que lo proponen. Ella se
fundamenta en el hecho de que todo proyecto político da sen­
tido y orientación a los determinismos que impone un siste­
ma, generalmente no de una manera lineal, pues el voluntaris­
mo no sobrepasa todas las dificultades de la realidad, sino con­
notando el sentido del proceso en una línea determinada y
aprehensible. Esta aprehensión exige la interrogación del pro­
yecto y las formas sociales donde se inserta.
Tal perspectiva rechaza las etapas que se constituyen “ a
posteriori”, que esquematizan las etapas de los procesos, legi­
timando de pasp las ambiciones de los líderes y sus oportunis­
mos y, que tienen por sobre todo, la dolosa virtud de no ex­
plicar nada, salvo a los que creen en el marxismo como la Cien­
cia. Todo error en que se incurra en la acción política o en su
explicación será atribuido a fallas en su interpretación correc­
ta. En este último caso, desconfiamos más aún, porque cada
interpretación exige una relectura de los clásicos para adaptar­
los a lo que se requiere interpretar.
211
Ü¡
4.
El Polo hegemónico y los grupos menores de la UP.
En la Unidad Popular hay un polo hegemónico — como
creemos haberlo mostrado con claridad— y además existe es­
tratificación política, con dos categorías: los partidos marxistas,
en la primera y el resto de los grupos en la segunda. Debe no­
tarse, sin embargo, que si bien en la relación socialista-comu­
nista cuenta la hegemonía de este último, el perdedor conserva
el derecho a veto. Además ambos comparten, aunque desigual­
mente, la hegemonía sobre los aliados tácticos de cada opera­
ción política.
Formalmente, deberíamos decir “ formalísticamente”, está
consagrada la igualdad de las partes, como en el momento del
advenimiento de la UP a la Administración aparentemente en
el sistema de cuotas para repartir los cargos públicos de “ con­
fianza presidencial” y otros, se tuvieron en cuenta proporcional­
mente todos los grupos y movimientos. Probar la estratificación
es acreditar lo obvio, conocidas la dimensión e historia de los
partidos. Sin embargo, hemos seleccionado tres situaciones pa­
ra dejar de manifiesto con claridad, el polo hegémonico y el
modo de estratificación política.
La primera es la renuncia implícita del Movimiento de Ac­
ción Popular Unitaria (MAPU) a su estrategia de un Frente
Revolucionario qüe buscaba la decantación de los partidos so­
cialista y comunista, como la operación política subsiguiente a
su escisión del Partido Demócrata Cristiano. La pretendida de­
cantación se traducirá en un sometimiento a las reglas del jue­
go de los poderosos. El MAPU concurrirá a la Mesa Redonda
y apoyará un dirigente tradicional. Más tarde en el Gobierno
se definirá como el “ tercer partido proletario” , afirmando po­
seer un “nuevo” proyecto político marxista-leninista y aceptará
su cuota administrativa en el sistema de distribución.
La segunda es la última división del Partido Radical, ori­
ginada por el grupo que encabezan los senadores Baltra y Bossay, críticos de la línea de adhesión del PR al marxismo tradi­
cional por no coincidir con su proyecto de socialismo democrá­
tico. Su consiguiente retiro del Gobierno requirió necesaria­
mente de un lapso de tiempo, donde se acumularon las tensio­
nes, pues el aparato administrativo estaba sometido a la es212
t
r
trategia colectivista que señalaba al conjunto de la coalición
su polo dominante, el Partido Comunista. En la fase previa al
abandono del Gobierno, Allende y el Partido Comunista mos­
traron que estaban dispuestos a aumentar la cuota administra­
tiva pero no a compartir la hegemonía.
La tercera es el ingreso de la Izquierda Cristiana a la UP,
después de su retiro del PDC. De nada importó que nacieran
a la vida política como organización independiente e ingresaran
a la UP después de nacida ésta y con reservas de sabor democratacristiano como la relativa a la inoperancia del cuoteo ad­
ministrativo. En pocos meses se verían atrapados en las reglas
del juego de la hegemonía y sus críticas caerían en el olvido.
Finalmente se acercarán al MIR, demostrando una vez más la
imperiosa necesidad de definirse en base a las viejas categorías
social-democracia-revolución vigentes en el sistema que querían
perfeccionar.
II.
El Presidente.
Allende era un personaje político antes de ser Presidente.
Candidato Presidencial en tres ocasiones anteriores, senador du­
rante 25 años, su figura política tiene una persistencia e implan­
tación directa en la base política configurando — al igual que
Alessandri y Frei— un tipo de adhesión más amplio que el
círculo partidista. Este liderazgo, discutido y a veces negado,
impone en los momentos electorales su recurrencia. El allendismo es más amplio que su Partido y que la alianza PC-PS,
ya que aunque militante PS simboliza y sirve como bandera
de lucha al hombre “ izquierdista” sin partido. Como necesaria
contrapartida Allende no ha desarrollado un perfil político o
estratégico único. Sus documentos parlamentarios muestran un
socialismo muy variable de momento en momento, y especial­
mente en relación con problemas teóricos internacionales del
socialismo. Su conducta, digamos natural, es la de un socialdemócrata, sin embargo su socialismo tiene la ambigüedad del
socialismo “ a secas” y la vastedad del “ campo socialista” , don­
de coexisten la Unión Soviética y China, Cuba y Yugoslavia,
213
Rumania y Albania, Checoslovaquia y Hungría (8). La expre­
sión “campo socialista’ es tan ambigua como la definición so­
cialista “ a secas” . No tiene una referencia específica a la or­
ganización social y económica, a los principios y métodos de
origen marxista que enfatizan y seleccionan; esconde las diver­
gencias nacionales y étnicas, excluye otras experiencias que
pueden reclamarse legítimamente socialistas. Al interior del sis­
tema político chileno, el socialismo “ a secas” como visión tie­
ne un común denominador aportado en parte sustantiva por el
polo hegemónico de la alianza, el Partido Comunista y justifi­
cado en la aparente lealtad con las versiones coyunturales que
se construyen del movimiento popular. El se expresa en la fór­
mula “ el pueblo es ahora Gobierno” que permite justificar el
traspaso de las responsabilidades al propio pueblo, sólo para
devolverlas a los titulares políticos. Ocultando, así, que son
una minoría que puede aspirar a representar al pueblo sin que
con ello endosen sus decisiones a la ciudadanía, sino a un ente
mítico y colectivo que es la propia creación política de esos
dirigentes.
(8)
La expresión “campo socialista” es una sobrevivencia con­
ceptual de la guerra fría y como tal vale tanto como persista ese
tipo de conflicto. La división del mundo, implícito o explícito, en
dos bloques: “mundo libre” y “campo socialista” permite presen­
tar los conflictos internacionales con extrema simplificación, es­
condiendo la existencia en estos días de un nuevo equilibrio mun­
dial. La abundante información acerca de los conflictos entre paí­
ses de estructuras capitalistas y regímenes políticos constitucionalpluralistas no se acompaña del suficiente conocimiento para la opi­
nión pública de las consecuencias reales de los conflictos entre
Estados y Superestados que se declaran “socialistas”. Surge enton­
ces una falsa “armonía” socialista internacional que esconde los
intereses nacionales en juego en las escaramuzas y combates diplo­
máticos, políticos y hasta m ilitares de naciones como la Unión So­
viética y China. Con todo, la cuestión no es un problema de infor­
mación en sí, se trata de las consecuencias que se necesita extraer
para una política internacional chilena en los próximos años fren­
te a una nueva configuración de poderes a escala mundial. Man­
tener en sordina tales realidades bajo nomenclaturas en clave co­
mo “dogmatismo’', “revisionismo”, “aventurismo”, “social impe­
rialismo” es negarse a un debate y toma de conciencia nacional de
las graves dificultades que requiere una política internacional para
el final del siglo XX.
214
Con una dosis de buena fe se podría apuntar que la íntima
ambición de Allende es ser juzgado a la vez como un gran re­
volucionario y un gran demócrata, en una obra histórica que
ligue revolución y democracia. Ese es probablemente su desig­
nio, una colosal síntesis de materiales políticos y espirituales.
La cuestión, sin embargo, no es sólo el designio, sino además
los recursos políticos para llevarlo adelante, entendiendo por
ellos, un equipamiento teórico adecuado, una organización y
los hombres interiorizados de esa misión.
El papel clave del Presidente en el sistema político hubiera
facilitado una tarea de esa envergadura, sin embargo, el pre­
sidencialismo es precario en la UP, ya que en la mesa redonda
que preparó el programa presidencial y eligió al candidato, nin­
gún partido o grupo estaba dispuesto a reforzar el presiden­
cialismo por adelantado; la natural tendencia de la coalición
fue el poder presidencial ejercido en forma colegiada. Con ello
la hegemonía comunista se vistió con el ropaje sacado de la
tradición parlamentaria de la izquierda.
La colegialidad como principio formal del ejercicio del po­
der necesitaba un método de distribución de los papeles una
vez que la Unidad Popular se instalara en la Administración.
Surgió entonces la cuota administrativa, como la técnica de
distribución. Ella ha funcionado reconociéndole toda la Uni­
dad Popular su vigencia formal. Por consiguiente, otros circui­
tos de control e información burocráticos, en contradicción con
el esquema jerárquico, han debido desarrollarse cuando el cuoteo ha puesto en peligro el ejercicio de la hegemonía comu­
nista. La única excepción, sin duda muy importante, como
zona administrativa de distribución, fue el ámbito de las FF.
AA. que ha permanecido ligado al Presidente, en su calidad de
Generalísimo, como lo consagra la Constitución y de cuyas atri­
buciones Allende ha conservado el monopolio.
La moderna frondosidad burocrática nacional limita en for­
ma importante el ejércicio de la voluntad presidencial directa.
En la actual Administración, la tendencia histórica de crecimien­
to del aparato burocrático y la consiguiente disminución del
poder presidencial se intensifica alcanzando los umbrales de un
feudalismo administrativo. El Presidente no está en condiciones
de ejercer un liderazgo que alcance la necesaria capacidad de
215
impulsión de una fórmula gubernamental donde el proyecto so­
cialista específico y el programa básico de la UP se articulen ló­
gicamente en cierta concepción ejercida por un equipo humano
homogéneo.
En su vigencia extrema estas causas hacen que el papel del
Presidente quede restringido a la función simbólica del Estado,
a cuyo nivel integra la tradición del cargo, el mando de las
Fuerzas Armadas y el liderato de la coalición, todas ellas pro­
vistas de una diferente liturgia.
Entre la capacidad de impulsión y la función simbólica ubi­
camos la función de arbitraje político interno de la coalición.
Las estrategias contradictorias de los centros de poder, sean
políticos o burocráticos o liguen ambos órdenes, han obligado al
Presidente a ejercer un constante arbitraje, donde su dilatado co­
nocimiento de la negociación política en el Parlamento le ha
rodeado del prestigio necesario para ejercerlo. El margen de
éxito, por cierto, de un constante arbitraje táctico reside en que
las tensiones no se acumulen en espiral, ya que si aumentan los
conflictos, no hay elasticidad para negociar, ya que las cuestio­
nes tácticas pasan a ligarse directamente con las estrategias en
juego, haciendo fracasar cualquier negociación. La función de
arbitraje dentro de la coalición, supone de parte del árbitro una
definición previa del límite para su ejercicio, que otorgue ga­
rantía de su competencia, en el sentido jurídico de la expresión,
para los partidos y los grupos. Esto implica la garantía de que
el árbitro actúa dentro del campo de juego de la Unidad Popu­
lar, con exclusión del resto del campo político, lo que evidente­
mente es contradictorio con la representación simbólica del Es­
tado. El Presidente no puede entonces definirse como “ el Pre­
sidente de todos los chilenos” .
Esta contradicción es una carga personal abrumadora, que
trasciende al público, en su exigencia de estar presente en nu­
merosos focos del conflicto interno y, en la representación ofi­
cial del Estado. Así, entre las actuaciones y las declaraciones
públicas existe un hiato que para poder integrarlo al análisis re­
querirá un conocimiento de los testimonios de un mundo tan
decisivo cuan informal. Para que el arbitraje tenga visos de
presidencial, sin destruir la hegemonía PC-PS, Allende tratará de
reforzar la imagen pluralista y mayoritaria de la UP definiéndola
216
como: dos partidos marxistas, el PC y el PS, un partido laico
o racionalista que integra al PR, al PSD y al API y un movimien­
to cristiano izquierdista, que una al MAPU y la IC.
3.
El MIR.
El MIR actúa como actor político en la consecuencia del
incumplimiento, al menos en el período inmediato, de sus pre­
dicciones catastróficas acerca de la incompatibilidad de una
versión revolucionaria con la vía electoral de Chile.
Emergido como acción insurreccional directa, al final del
Gobierno Frei, después de varios años de gestación en el interior
del Partido Socialista y en los grupos expulsados del Partido Co­
munista, el MIR no le asigna un papel decisivo a las elecciones
de septiembre de 1970. Su preocupación era continuar el mon­
taje de un aparato clandestino para hacer frente a la futura ad­
ministración Alessandri o de Tomic, en una violenta polariza­
ción social y política, de la cual el Partido Comunista, su ene­
migo “ mortal” y declarado, quedaría al descubierto en su na­
turaleza reformista y conciliadora.
La aproximación del MIR a la Unidad Popular es por me­
diación del Presidente y por la simpatía o doble militancia que
existe en un importante sector del Partido Socialista. En torno
al Presidente, el MIR destaca su cuadro dirigente en la tarea
“ del dispositivo de seguridad” en la incierta etapa que va desde
el 4 de septiembre al 4 de noviembre, con la cual muestra su
capacidad organizativa y la necesidad de sus servicios para la
coalición electoral. Sin obtener una cuota administrativa, en los
términos formales de la UP, el MIR ha obtenido, en el aparato
burocrático tradicional y en la nueva área estatal, posiciones que
le han permitido desarrollar una cierta implantación en secto­
res del proletariado industrial, en el campesinado y en los po­
bladores.
El MIR se defiende del ataque frontal del Partido Comunis­
ta en una compleja y cambiante alianza, implícita, con el Pre­
sidente y con el respaldo, diríamos logístico, que le otorga la
posición estratégica del grupo socialista que encabeza el Sena­
dor Altamirano. Estimamos más un espacio de juego en común
217
que una doble organización, la relación que une tal grupo socia­
lista con el MIR. En el desarrollo de la acción, la línea del MIR,
en el campo a través del Frente de Campesinos Revoluciona­
rios (FCR)y en la ciudad a través del Frente de Trabajadores
Revolucionarios (FTR), conduce la acción del Gobierno hasta
la línea de mayor conflicto para impedir todo entendimiento de
la Unidad Popular con sectores de oposición, lo cual choca fron­
talmente con la dirección comunista que rechaza el método di­
recto del MIR, bajo la acusación de “ aventurismo”.
Sin poseer aún un carácter muy peculiar, el proyecto políti­
co del MIR tiene un acento en la pureza doctrinaria de la tradi­
ción revolucionaria coetánea a Lenin y continuada en la revo­
lución china y cubana. El fruto es el hombre revolucionario,
sin tapujos en las palabras ni concesiones en los hechos. El MIR
ha insistido más que ningún otro grupo, en la conquista del po­
der “ como una situación diferente a la de ocupar posiciones de
gobierno en un Estado constituido por instituciones plurales.
Ello acarrea a la Unidad Popular dificultades pues el MIR
muestra a la luz del día, y paso a paso, la relación del poder
político con la fuerza física y por ende con las armas, sus ins­
trumentos de multiplicación. Naturalmente las FF. AA. sienten
socavada su permanencia institucional con el aumento crecien­
te de los grupos para-militares. El terror — en su concepción
revolucionaria — es directo y claro sin necesidad de diversiones
de origen staliniano.
La lógica del MIR es, indudablemente, la agudización de los
conflictos o el “ nivel de los enfrentamientos” para obtener el
control hegemónico de toda sociedad a través del Estado revo­
lucionario. El MIR con todo, carece de una' gran capacidad de
movilización política y la Unidad Popular utiliza la mediación
del aparato burocrático para efectuarla. Su incapacidad de cre­
cimiento radica en disputar el campo revolucionario desmedra­
damente, con las máquinas organizacionales comunistas y so­
cialistas muy establecidas. Además, la clandestinidad y el es­
píritu de pequeños grupos revolucionarios acarrean la discusión
exhaustiva y la separación de los militantes por razones teóricas,
lo que conlleva la proliferación de grupos extremistas, aumen­
tando su debilidad relativa respecto al PS y al PC.
218
El MIR como organización actúa en dos papeles: grupo de
presión hacia la UP y el resto de los partidos y, ocasionalmente,
como grupo político que cuestiona la legitimidad de todo el
sistema. La proliferación y emergencia de grupos ultra está en
relación con esta dialéctica; cuando el MIR actúa como grupo
de presión es desbordado por otros grupos de dentro y fuera de
la UP y cuando ocupa su lugar insurgente, por otras formaciones
guerrilleras (VOP, ELN, Espartaco).
Finalmente, las relaciones directas entre el MIR y el Presi­
dente les permite a ambos un margen de juego y de presión so­
bre el Partido Comunista.
IV.
La Oposición.
En el acceso de la Unidad Popular al Gobierno es posible
identificar dos oposiciones diferentes al Gobierno de Allende,
menos por el contenido real de la crítica en los primeros meses
antes de abril de 1971 que por la profunda zanja que han cavado,
entre el PDC y la Derecha, la administración Frei y la oposi­
ción derechista que le fue practicada y más tarde, en la encar­
nizada lucha que se desarrolló entre las candidaturas de Ales­
sandri y Tomic. •
No se trata, sin embargo, de un problema de coyunturas
y circunstancias políticas. Una reflexión muy breve nos per­
mitirá comprender las dificultades de la oposición para ser una
fuerza homogénea basada en intereses democráticos comunes.
Los partidos históricos de la Derecha no dispusieron de
un instrumental teórico que les permitiera comprender las di­
mensiones del problema comunista. Sus teóricos desde 1938,
en pleno Frente Popular, hasta hace muy poco trataban el pro­
blema como una cuestión de agitadores. Un virus ajeno al
cuerpo social, al que bastaba ponerlo fuera de la ley para eli­
minarlo. Desconociendo la realidad de uno de los partidos co­
munistas proporcionalmente más grande del Occidente (9).
(9)
Durante largos años, recuérdese que el primer proyecto
de ley de exclusión del Partido Comunista es una iniciativa con­
219
La mentalidad “ progresista”de algunos democratacristianos
tiene tendencia a actuar en términos exactamente opuestos (10).
Para ellos, el Partido Comunista es naturalmente el pueblo.
Todas sus acciones y operaciones son entonces auténticamente
populares, desde las innumerables “campañas contra las alzas”
hasta las “ fiestas de paz” . Los intelectuales refuerzan la con­
fusión, pues transforman el diálogo marxista-cristiano de objeto
servadora en pleno esplendor del Frente Popular, los partidos y
mentalidades derechistas confiaron en las medidas de fuerzas para
detener el comunismo. El Partido Conservador Unido en el fragor
de la elección presidencial que se realizaría en Septiembre de
1958, -le escribía al Secretario para Asuntos Eclesiásticos del
Vaticano Sr. Samoré: “Nuestro Partido ha combatido al comunis­
mo en todos los terrenos, sin dar ni pedir cuartel. Desde 1940,
sostuvimos que la secta internacional debía ser privada de dere­
chos políticos. En 1948 concurrimos con el Gobierno del Presidente
González Videla, con los Partidos Liberal, Radical y Democrático
y con una fracción socialista, a dictar la ley de Defensa de la
Democracia, que prohibió la organización, existencia y propaganda
del Partido Comunista y privó a sus miembros de derechos cívicos.
Después hemos logrado, junto con el Partido Liberal, impedir
hasta ahora la derogación de esa ley” (Este documento fue re­
producido en Revista “Política y Espíritu”, pág. 209 de l 9 de
octubre de 1958).
(10)
Polemizando con las mentalidades progresistas socialcristianas, ya en 1954, Jaime Castillo las describía del siguiente modo:
“En nuestros medios socialcristianos, se tiene por el contrario, la
idea de que la mentalidad popular coincide con las consignas de
ciertos partidos y que oponerse a ellas es oponerse al movimiento
popular. Pero es falso. El dirigente tiene sus ideas y debe ense­
ñarlas, más, debe luchar por ellas. Las ideas social cristianas son
populares, porque surgen de las necesidades del pueblo, de la ho­
nestidad y la inteligencia en el servicio del pueblo. Estas ideas
contienen lo que el pueblo necesita y han de ser comprendidas así”.
Y agregaba: “El contacto con el pueblo no necesita intermediarios,
hay que ir simplemente a los diversos sectores populares, trabajar
con ellos, orientar y ser orientados en el seno mismo del elemento
popular. Ninguna campaña política, ningún interés partidista,
ninguna ideología puede impedir la acción directa. Ningún partido
necesita dar visto bueno. El pueblo es lo suficientemente múltiple
como para que todo el que se interesa por él encuentre la oprtunidad de atraerlo. Tampoco las consignas políticas, las banderías
ocasionales constituyen la opinión del pueblo. . . ” (Revista “Polí­
tica y Espíritu” N ’ 118, Agosto de 1954).
220
científico y académico en signo progresista. Se comprende en­
tonces la dificultad para comprender los intereses populares
como diferentes a los intereses de la organización política lla­
mada Partido Comunista. Es comprensible la dificultad para
separar ambas lógicas, la política-burocrática y la social, pues
durante muchos años, la lucha social y política están unidas,
no sólo por el Partido Comunista, que debe legitimar su pre­
tensión de ser “vanguardia” del proletariado, sino también por
los Gobiernos y partidos derechistas, que definían como “ co­
munista” todo movimiento social de reivindicación y trans­
formación, ligando finalmente en la Ley de Defensa de la De­
mocracia al Partido Comunista con el movimiento sindical.
Pero el enfoque anterior es incompleto si no muestra que
también en los hechos la pugna democratacristiana-comunista
es muy antigua en las organizaciones sociales, y en ella han
participado los que denominamos como “ progresistas” . Es un
tipo de conflicto con límites bastante precisos, que ha parali­
zado e integrado muchas coyunturas donde la polarización
ideológica esteriliza en gran parte la acción unitaria y, simul­
táneamente, las organizaciones sociales estudiantiles y laborales
han logrado, tras largos años de dificultades, una forma de
integrarse y obtener decisiones que responden a consensos
parciales, por muy precarios que sean.
De esta manera, la fuerza principal de la oposición respon­
de a una tradición de lucha en la base social con el polo hegemónico de la Unidad Popular que es diferente a la de los
partidos y grupos anticomunistas de derecha.
V.
Las FF. AA., ¿un actor o una institución? (11).
La pregunta es ingenua, pero ilustrativa de las posiciones
que pueden presentar las FF. AA., sean un actor principal, que
todavía no actúa, o un mecanismo institucional que actuará
(11)
Debo recordar a los lectores de este ensayo, que él corres­
ponde a un documento preliminar de trabajo presentado a un
Seminario de IDEP, realizado en San Sebastián en los primeros
días de octubre de 1972. Las notas y correcciones introducidas al
221
cuando la Constitución ejerza su voluntad utilizando la coac­
ción.
En la primera perspectiva, la conducta de las FF. AA. apa­
rece como el actor principal, homogéneo, organización discipli­
nada y jerárquica, que dirá una palabra e inclinará la balanza
hacia el bloque oficialista u opositor, y dentro de cada uno
de ellos a tal o cual polo hegemónico. En la segunda, las FF.
A A. actuarán como el final de un mecanismo nítido y preciso
para imponer el imperio de la Constitución atropellada.
Estos dos tipos ideales extremos permiten visualizar variados
tipos intermedios de posibles cursos de acción donde la línea
de división entre actor-voluntad e institución-objeto se hacen
más tenues si nos formulamos preguntas tales como:
1. ¿Quién va
a declarar infringida la Constitución?
2. ¿Quién va
a sancionar su infracción?
3. ¿Qué voluntad prevalecerá si hay interpretación contra­
dictoria?
4. ¿Qué sucede si la Constitución es violada y reconocida
su violación para conseguir un fin que se declara su­
perior?
5. ¿Qué tipo de opinión prevalecerá, la de los especialis­
tas en Derecho o la de los jefes con mando real?
Las preguntas podrían ser innumerables y cada vez más
precisas. Ellas nos obligaron a descartar el énfasis en la natu­
raleza legal del problema. El papel de las FF. AA. en el sistema
chileno actual, nos parece una cuestión de legitimidad polí­
tica. El principio de legitimidad es de orden constitucional,
documento original no cambiaron, en absoluto, el sentido del tra­
bajo ni sus conclusiones.
Ello es particularmente importante en relación con el paro
nacional que conmovió a Chile en la segunda quincena de Octubre
y, especialmente, sobre el papel de las FF. AA. en el sistema
político, modificado con su ingreso al Gabinete del Presidente
Allende, a consecuencia justamente del paro.
Los acontecimientos descritos refuerzan algunas conclusiones
y muestran, también, las insuficiencias en el tratamiento de varias
materias, de lo que soy el primero en mostrar y reconocer.
222
pero su interpretación, implícita o explícita, es una cuestión
política en el desarrollo del proceso, dentro de las condiciones
que las coyunturas diversas impongan a los diversos actores
principales.
En este nuevo marco de análisis, las preguntas serían de
tipo político y su adecuada formalización nos mostraría el nú­
mero de probabilidades que puede configurar si incluye a todas
las acciones de los actores, con sus relaciones hegemónicas,
frente a las reglas del juego y las coyunturas del proceso.
223
PARTE
SEGUNDA
LAS REGLAS DEL JUEGO
El acceso de la Unidad Popular al Gobierno se realizó en
condiciones únicas dentro del sistema político chileno. En una
elección a tres bandas, el polo electoralmente más débil jugó
un papel decisivo en el acceso del entonces Senador Allende
a la magistratura que hoy detenta. Tradicionalmente, en las
elecciones presidenciales, la tendencia había sido una aproxi­
mación del candidato triunfante, en forma relativa, con otras
fuerzas políticas para construir una plataforma en común. El
Partido Demócrata Cristiano no propuso una fórmula similar
sino condicionó su apoyo a la aprobación de un Estatuto de
Garantías Democráticas que fueron ratificadas en el Congreso
por la coalición triunfante y su abanderado. La política chi­
lena se ha ideologizado lo suficiente para hacer impensable la
colaboración de fuerzas antagónicas. Allende era la tercera
opción de ciclo ideológico iniciado por Alessandri y continuado
por Frei. Se trataba entonces que la izquierda marxista tuviera
su oportunidad o el sistema político se condenaba a sí mismo.
La significación de las Garantías Democráticas dividen a los
intérpretes políticos. Para un cierto pensamiento derechista,
ellas son el capítulo final de la debilidad democratacristiana
frente a la Unidad Popular, en general y del Partido Comunista,
en particular. Según ellos, las Garantías no valen porque son
meras limitaciones en el papel al ejercicio del poder, cuyo com­
ponente central es la coacción. Tal criterio se refuerza con las
denuncias sucesivas de violación de tal o cual norma consti­
tucional, que vienen a demostrar, en esa lógica, su inoperancia
o formalismo. A su vez, para el pensamiento izquierdista, las
Garantías son la última expresión refinada de la burguesía que
deseaba dificultar la aplicación del Programa de Gobierno. No
era, en su perspectiva, necesario pedir más democracia al texto
constitucional. Respecto a su aceptación se la considera una
táctica correcta en la coyuntura, ya que posibilitó el ascenso
224
al poder del candidato triunfante. En general, como nota pre­
dominante, la izquierda cubre con un manto de olvido el texto
y el sentido de las Garantías.
La Democracia Cristiana redescubrió en los hechos, como
veremos después, el valor de su gestión política, ya que une
hasta el límite máximo, la viabilidad de la mutación chilena y
el método democrático para llevarla adelante.
Con todo, las Garantías terminan por definir el uso del
poder por parte de la Unidad Popular. A ella le era preciso ocu­
par las posiciones de poder dentro del ordenamiento jurídico
vigente, en el extremo de su literalidad para ejecutar las dife­
rentes políticas sectoriales que componían el Programa de Go­
bierno. Por lo demás, tal necesidad no se contradecía en abso­
luto con el presupuesto teórico más generalizado de la coali­
ción: modificando la propiedad de los medios de producción,
el cambio de la superestructura política sería una consecuencia
lógica, en un período muy breve y posterior. La estrategia sur­
gida de la realidad imponía entonces, un tiempo económico
previo al tiempo político, a condición que el primero cumpliera
dos objetivos: estatizar la economía y acrecentar en la fase
anterior a la definición política la popularidad de la coalición,
a través del incremento de la producción de bienes de consumo
popular y la redistribución de ingreso. A esa altura de los acon­
tecimientos, ¿era posible otra estrategia? Es fácil señalar “ a
posteriori” que se imponía para la UP un plebiscito, después
ds las elecciones de regidores de abril, qus consagrara un
levísimo margen a favor del oficialismo en relación con la opo­
sición, que en aquel momento estaba unida sólo en el cálculo elec­
toral. Sostenemos que tales propósitos no eran una voluntad
política perseverante perseguida por el polo hegemónico de la
coalición; la derrota en un plebiscito se transformaba en grave
retroceso, y el triunfo, por su parte, aceleraba la definición
hegemónica al interior de la coalición en un lapso mínimo de
tiempo. Al Presidente, por su parte, le significaba el grave
riesgo de una limitación, ahora consagrada, a sus prerrogativas
presidenciales si, como era lógico, se discutía una nueva Cons­
titución. Los socialistas, partidarios del plebiscito, no poseen
la organización y unidad que requería una definición política
tan aguda. Para los comunistas el factor tiempo cuenta de otra
8.— C h i l e .
225
manera, pues, justamente, su estrategia tiene como fundamento
su solidez organizacional capaz de atravesar las coyunturas do­
minándolas a su favor o mejorando su posición relativa de po­
der en la alianza y en el Gobierno. Además, una definición tan
drástica, aunque defendible en términos de una concepción de
la democracia, aumentaba todos los temores acerca de los par­
tidos comunistas en los regímenes occidentales, cuestión im­
portante en términos internacionales.
La coalición decidió incorporarse a la Administración para
desde ahí acumular poder político, en espera de un momento
propicio en el futuro. Los Comités de la Unidad Popular se
construyeron en toda la Administración del Estado, suponién­
dolos órganos de coordinación y de movilización política dé­
los diferentes objetivos programáticos (12). La confusión del
papel del militante con el funcionario llegó por este sistema a
ser completa. Las reivindicaciones funcionarías, en organismos
tan informales y de aparición repentina, se muestran más re­
levantes que las preocupaciones políticas. La cuota era una bue­
na técnica para resolver la distribución del poder de los grupos
en términos nacionales, pero no es eficiente para la Adminis­
tración en sí, ni para estructurar circuitos burocráticos que
obedezcan a una misma orientación política y estratégica. Aún,
el militante con preocupaciones superiores de lealtad a una causa
política, era capaz de orientarse en un laberinto de Servicios
Administrativos muchas veces desconocidos para él, si era re-
(12)
Aunque la confusión entre la movilización política y la
organización administrativa ha estado latente durante los dos años
de gobierno de la coalición, la primera evidencia de las dificultades
de tal sistema aparecen en octubre de 1971 cuando el Presidente
Allende ordenó un sumario a los funcionarios ausentes el día
11 de octubre y, además dio orden de eliminar la propaganda
política de las oficinas fiscales.
Más tarde, se publicó en La Nación, sin previa publicidad del
aparato gubernamental, el texto completo de una intervención del
Presidente acerca de la Administración Pública, en una reunión
en la Moneda con los Ministros y Jefes de Servicios. Tal docu­
mento da plena luz del tipo de dificultades que se desprenden de
una movilización política utilizando la Administración: la inefica­
cia y el sectarismo.
226
cién llegado, o desconociendo los niveles más altos de selección
y tratamiento de la información, si había obtenido una promo­
ción administrativa. Es inútil insistir en las “ historias de nunca
acabar” de falta de coordinación e ineficiencia que implicó
este sistema, pero lo más significativo, a nuestro juicio, es que
exacerbó las definiciones particularistas del Programa y unificó
los supuestos teóricos en que se fundamentaba, como necesario
cuadro de referencia a la acción administrativa dispersa.
En un mecanismo estructurado de esa manera, el sectaris­
mo y la ineficacia se refuerzan mutuamente. El sectarismo por
necesidad de expulsar del circuito burocrático al sospechoso
e ineficaz, porque la Administración supone el ejercicio idóneo
de las tareas propias a cada posición.
El Programa de Gobierno de la UP era, como cualquier
programa lo es antes de la ocupación del poder, una orientación
que después se la traduce en un plan. Ahora bien, todo plan
requiere una alta coordinación en su ejecución; en el caso de
la UP ésta se dificultaba estructuralmente por todos los facto­
res políticos y administrativos que hemos analizado.
La Administración se convirtió en agregación de unidades,
a lo más vinculadas en un doble nexo; el débil era el jerárquicoministerial, y el fuerte, los circuitos construidos en base a la
militancia política y la ubicación administrativa. La integra­
ción de este verdadero feudalismo se realiza en dos niveles:
el político, cuando ha existido una definición de tareas como
trabajos voluntarios, campañas de opinión y asistencia a con­
centraciones y marchas, y en el nivel de los supuestos teóricos
de la construcción de todo socialismo: estatizar la economía
y concentrar poder social y político, succionándolo a los cen­
tros plurales de la sociedad.
Es pertinente bautizar como la gestión “Vuskovic-Novoa” a
esta etapa de la Unidad Popular. No me corresponde el aná­
lisis económico; sin embargo, políticamente el ex Ministro Vuskovic representó e integró el promedio de las actitudes de los
militantes de la Unidad Popular en su acción centrada en ab­
sorber los medios de producción por el Estado, utilizando la
fórmula de “ resquicios legales” del asesor del Presidente.
Ambas concepciones, curiosamente de personajes sin ligazón
política anterior, adolece de una profunda confusión: desco9.— C h ile .
227
nocen y confunden la diferencia que hay entre la legalidad y
legitimidad, sus límites y el sentido en que apuntan ambas no­
ciones y distorsionan el cuadro administrativo utilizándolo para
la movilización política. Esta última forma de ejercicio del poder
tiene precedentes en Administraciones anteriores. Extendiendo
y formalizando el sistema de cuotas e imponiéndolo a todo el
aparato burocrático del Estado, el antiguo y el surgido de la
estatización, la confusión de movilización política y adminis­
trativa es total. La Unidad Popular ha, finalmente, redefinido
el sistema administrativo nacional.
Ahora es posible esquematizar los tipos de reglas del juego
que coexisten en el sistema político en este período de análisis.
1.
Dos tipos de reglas del juego.
La UP al ocupar el Gobierno puede, en términos teóricos,
elegir dos posibilidades: la organización burocrática y la trans­
formación del orden político para emprender su Programa Bá­
sico. El Estado chileno como organización técnico-burocrática
se presta fácilmente para asumir su dirección y aumentar la
ocupación territorial de la burocracia. Ha sido una tendencia
histórica el crecimiento progresivo del aparato burocrático. El
Estado, como un cierto orden político, en su expresión de institucionalidad democrática chilena, reforzada aún más por las
Garantías Democráticas, posee una tradición que se ha cris♦elizado en una constelación de organismos públicos: los tres
poderes democráticos clásicos y el nuevo Poder contralor; las
Iglesias, Universidades y medios de comunicación, entre los que
elaboran contenidos de conciencia; las Fuezas Armadas y Ca­
rabineros simbolizan la seguridad exterior e interior. Este orden
es modificable recurriendo a los partidos políticos para orga­
nizar una mayoría de Gobierno o a la capacidad organizacional
de los propios partidos de la coalición, para crear uno nuevo,
básicamente diferente, a condición, en este último caso, que
se movilicen las masas contra las instituciones en forma re­
volucionaria.
La coalición optó por la posibilidad burocrática sin excluir
la acción política frontal contra las instituciones, bajo el su­
puesto que las políticas sectoriales dirigidas a transformar la
228
n
infraestructura llevarían a una transformación de la superes­
tructura, o sea, la política, o si se prefiere del orden político.
En la primera dirección, la UP ha llevado el estatismo de
control a todos los ámbitos. Los funcionarios de la UP se asig­
nan la tarea de inspección del Estado en la sociedad, esta­
tismo que no oculta su voluntad de ocupación de todas las
actividades. A pesar de las exageraciones burocráticas la UP
en este ámbito ha dispuesto de un consentimiento, al menos
tácito, en los dos primeros años de gobierno, para actuar sin
trabas. La resistencia ha sido mínima, hasta la primera huelga
del comercio, fue prácticamente inexistente.
En la segunda dirección, la acción de la UP ha provocado
“ enfrentamientos” , concepto que se incorpora al léxico usual
en este período, debido a la lucha surgida por la reacción vi­
gorosa de los ciudadanos democráticos. A esta esfera, la tradi­
cional de la democracia política, los tres poderes clásicos y el
poder contralor, debe también incluirse la dimensión educa­
cional y la comunicación social, que responden a las exigencias
de la crítica en el siglo XX. En las Universidades, cuando la
UP eligió la lucha frontal perdió dramáticos combates. En la
FESES, la lucha continúa.
El control burocrático tiene un principio constitutivo: la
orden administrativa de la cumbre a la base. La institucionalidad tiene como principio a través del voto, la regla de mayoría,
desde la base a la cumbre.
El control burocrático se ejerce en ámbitos sociales y po­
see una tendencia hacia el control total; la protesta democrática
actúa en los sectores donde se llega a formar una cierta opinión
pública.
El rechazo al control burocrático extiende la esfera insti­
tucional plebiscitando al régimen en los diversos sectores; el
campo sindical de la CUT, donde el voto de protesta triunfa
con Vogel; el campo comunitario, las Juntas de Vecinos, las
elecciones complementarias de Valparaíso, O ’Higgins, Colchagua
y Linares.
La tesis del profesor Novoa, en nuestra opinión, sobre “ el
difícil camino de la legalidad” y su teoría particular de “ los
resquicios legales” no apunta al verdadero problema. La lega­
lidad tiene, por definición, muchos resquicios, pues el forma­
229
lismo no puede subsumir toda la realidad ni preverla por an­
ticipado, aun si las normas, comprendidas como un ordena­
miento jurídico y jerárquico, representan los valores sociales
de una élite en un período determinado.
En la legalidad chilena, los valores individualistas que ex­
plícita la Constitución de 1925, expresión de la élite política
de la época, han fortalecido las libertades democráticas y el
tipo presidencial de Gobierno, sin impedir la mutación social
y la reformulación legal de nuevas instituciones. El propio
triunfo de Allende es una confirmación del aserto.
La confusión nace de las diferentes resistencias que se pro­
ducen en la aplicación de las decisiones del Gobierno. Hay
indicaciones abundantes que nos han llevado a distinguir dos
tipos de reglas de juego, de acuerdo al tipo de consentimiento
que respalde su vigencia:
a) Lealtad democrática. La defensa constante y enérgica de
los presupuestos de la democracia política, más allá de la lite­
ralidad de la norma legal. (En el conflicto de la Universidad
de Chile la tesis de la UP era estrictamente legalista, pero re­
sultó ser ilegítima).
b) Lealtad al sistema económico. La defensa, muy débil en
su primer momento, ha aumentado paulatinamente de grado
de mes a mes, en la medida que las decisiones sectoriales eco­
nómicas van conformando una totalidad de poder político y
económico, ejercidos ambos, por las maquinarias burocráticas
de los partidos.
El “ capitalismo chileno” , como expresión del sistema eco­
nómico, ha sido criticado teórica y políticamente durante
años; diversas tendencias confluían en el análisis de su insu­
ficiencia, parasitismo e incapacidad para generar desarrollo
autónomo. Esta crítica se hizo más aguda en la última campaña
presidencial, donde las candidaturas de Tomic y Allende, desde
enfoques diversos, coincidían en denunciar el sistema econó­
mico chileno y la organización industrial, “ neo-capitalista”,
especialmente.
Finalmente, al ser aprobadas las Garantías Democráticas,
capitalismo y democracia se separan conceptualmente en tanto
concepciones del sistema económico y político, respectivamente.
Con todo, quedó abierta la nueva concepción de la organización
230
social de la economía, descartándose de partida sólo el tipo de
organización incompatible con una democracia política plura­
lista, respetando así, la legitimidad histórica de la democracia
chilena.
2.
Cuatro tácticas para actuar en dos tipos diferentes
de reglas del juego.
El Presidente y el Partido Comunista buscan obtener más
legitimidad burocrática y política utilizando la legalidad. De
ahí el valor que conceden a la teoría de los “ resquicios legales”;
por eso recurren al Tribunal Constitucional y defienden con
tanto celo el carácter presidencial del régimen político chileno
en los casos de juicios políticos que consagra la Constitución.
En dicha táctica, cada acción gubernamental requiere insertarse
en la frondosidad jurídica del ordenamiento legal chileno. No
se pretende una definición final de la controversia recurriendo
al plebiscito, aún si él fuera previsto en un determinado mo­
mento, como favorable. Los recursos políticos se extraen del
propio sistema, sin arriesgar por una precipitada acción polí­
tica, un retroceso general, ya que el tiempo facilita la tarea del
Gobierno y disminuye las opciones opositoras.
La capacidad organizacional del polo hegemónico de la alian­
za, supone tal orientación táctica, debe imponerse en período
medio, o quizás largo, ya que es capaz de acumular poder en
cada coyuntura crítica (13).
(13)
Un ejemplo demostrativo de nuestro aserto es el esfuerzo
del cientista español y asesor político del Presidente, Joan Garcés,
de probar que el “Régimen institucional favorece al Gobierno frente
al Congreso”, en la defensa del Ex Ministro del Interior, Sr. Tohá.
Los trabajos anteriores del Sr. Garcés se inscribían en un marco
donde era posible compartir o discrepar de sus juicios relativa­
mente científicos. En cambio, en la defensa de Tohá aparece más
el apologista que el científico, ya que para probar su tésis nece­
sita no insistir en la tradición “parlamentarista” de la izquierda
y registrar solamente que “Un año antes, siendo Presidente del
Senado, Salvador Allende había formulado declaraciones semejan­
tes en defensa de las prerrogativas del Congreso frente al Ejecutivo
dominado por el PDC. El actual Presidente del Senado, demócratacristiano, las recordó el 24 de Enero para intentar enfrentar a
231
Para el grupo socialista que encabeza el Senador Altamirano, con el apoyo del MIR desde afuera de la coalición, el
ataque al orden político y a sus instituciones debe ser frontal.
Es preciso cuestionar el Parlamento, el Poder Judicial, las Uni­
versidades, en suma, toda la superestructura y, al mismo tiempo,
llevar hasta el límite de irreversibilidad cada política sectorial
determinada. Todos los consensos transitorios y las treguas po­
líticas que imponga la legalidad son formas de conciliación que
Allende consigo mismo. En realidad, tanto la actitud de la izquierda
como la de la DC son perfectamente co n secu en tes...” Finalmente
se pregunta y se responde “ ¿Se contradice esto con la posición
tradicional de la izquierda? En absoluto, simplemente significa
que ha dejado de estar encerrada en el Congreso y ahora está en
la Presidencia frente a un Congreso adverso y por consiguiente
que defiende los mecanismos institucionales ganados, para darles
una orientación social nueva y aprovecharlas debidamente”.
Pero el Sr. Garcés sabe el valor que tiene para cualquiera tesis su
consecuencia, máxime si se refiere a la organización institucional,
ya que constituye principio de legitimidad. Con todo, esconde la
tradición reiterada de la Izquierda de tipo parlamentarista y el
propio espíritu de colegialidad de la “Mesa Redonda” que eligió
candidato presidencial al Sr. Allende. El propio diario “Las N oti­
cias de Ultima Hora”, del cual es propietario el Sr. Tohá, ¿cuántos
artículos registra para atacar el régimen presidencial?
El trabajo del Sr. Garcés necesita cumplir dos objetivos:
a) Convencer a la extrema izquierda de las bondades del legalismo, sirviendo al polo hemogénico, el Partido Comunista y al
Presidente de la República, su superior jerárquico. Para ello el
Sr. Garcés debe hacer gala de ortodoxia y probar con los textos
de rigor que su posición es insospechablemente marxista, y,
b) Orientar la discusión del problema en la opinión pública, más
bien la elite política, hacia la teoría política contractualista,
apartándose, del nivel propio de la cuestión:
el valor o debilidad de las acusaciones al ex Ministro, ya que
negar el juicio político no tiene sentido.
La constitución de 1925, en materia de juicio político man­
tuvo las normas de la Constitución de 1833, reformada en 1874,
con su sólo agregado básico, ya que se puede, desde esa fecha,
acusar políticamente al Presidente de la República. Esto separa
el juicio político del tipo de régimen político, impidiendo que el
presidencialismo o el parlamentarismo ampare la irresponsabilidad
ministerial.
“Revolución, Congreso y Constitución. El caso Toha”. E. Garcés.
Editorial Quimantú, Cap. I y II, pág. 24 y 25 cit. textual.
232
legitiman el orden social vigente y el poder político repartido
en la sociedad, amenazando la profundidad de la revolución.
La táctica democratacristiana, con el respaldo más o menos
general de la oposición es exactamente la contraria del Presi­
dente y el Partido Comunista, pues consiste en recurrir al prin­
cipio de legitimidad de la mayoría para consagrar una legali­
dad determinada. Plebiscitar al régimen donde existe mecanis­
mo electoral para impedir el control burocrático e imponer
desde el orden político la descentralización económica de la
propiedad social de los medios de producción. La Reforma de
la Constitución reemplaza, en este caso, los resquicios legales.
Anteriormente en el análisis anotábamos un redescubrimiento
de las Garantías Constitucionales, ya que ellas aparecen como
una definición política sustantiva que impide la colectivización
total de la economía por la vía de la política sectorial, al mismo
tiempo que circunscribe responsabilidades en el desarrollo del
Programa del Gobierno de la Unidad Popular. De ahí la Re­
forma Constitucional para organizar las áreas de propiedad so­
cial descentralizando la economía desde el orden político.
Explícita o implícitamente existe una táctica de los peque­
ños grupos autoritarios de derecha que rechazan frontalmente
la legitimidad del Gobierno y son partidarios de enfrentarlo,
insurreccionalmente si es necesario, en todas las coyunturas de
conflicto sea por las grandes definiciones políticas o por las
diferentes políticas sectoriales.
El carácter de inmediatez, puramente táctico, de la doble
orientación gubernamental y de la coalición no expresa en las
acciones políticas del polo hegemónico comunista y del polo
socialista dependiente, los indicadores que proyectan la solución
unitaria de cuestiones estratégicas y de finalidad política que
ya se preanuncian en el horizonte como decisivas.
¿Qué tipo de problemas? La formación de un partido úni­
co de la revolución, el instrumento necesario para organizar
“ todo el poder” que se reclama como necesario; vinculado a
este problema crucial, las reglas necesarias para la sucesión
presidencial. Tampoco se observan indicadores de un debate
interno acerca del nuevo tipo de Estado proletario que se pro­
pugna. Desde la lógica de los procesos nos interrogaremos nue­
vamente por el curso de estas cuestiones cruciales.
233
PARTE TERCERA
LOS PROCESOS POLITICOS
1.
Orden Político previsible e imprevisible.
El presente y futuro inmediato han llegado a ser imprevi­
sibles en nuestro sistema político nacional.
Un orden político es previsible cuando tiene fechas ciertas
en su horizonte para reglar la sucesión de los gobernantes.
Elecciones parlamentarias, el primer domingo de marzo, cada
cuatro años; elecciones presidenciales, el cuatro de septiembre,
cada seis años. En los últimos treinta años en Chile las fechas
y las reglas sucesorias han sido suficientemente nítidas para
que los actores políticos, los personajes, los grupos, los parti­
dos hayan tenido tiempo para preparar plataformas, progra­
mas, estrategias, dentro de un consenso, más o menos general,
respecto a las reglas del juego.
Desde el 5 de noviembre de 1970, quizás, y en rigor, desde
el “ Tacnazo” o desde el “ asesinato del General Schneider”
como hitos prefiguradores, el porvenir se ha transformado en
opacidad. El futuro no tiene transparencia.
En estos días las fechas tienen una distancia cronológica
variable, de acuerdo a las circunstancias del momento. De cri­
sis en crisis al interior de su hondura e implicancia, los juicios
sobre el porvenir varían constantemente. Las fechas se acer­
can y se alejan y, a veces, pierden toda su nitidez.
Pero la noción de fechas se presta a equívocos, sólo tiene
un valor descriptivo como una primera aproximación. Si ob­
servamos con mayor atención la noción de calendario en sus
momentos divisorios es puramente convencional. Más que las
fechas es necesario averiguar el sentido que ellas tienen para
los sujetos políticos y la densidad de significación interior que
le asignan en su juego constante. Tal deducción irá surgiendo
del análisis de los procesos ya que hemos anotado la yuxtapo­
234
sición de reglas del juego y la variedad de tácticas que permiten
a los actores políticos.
El sentido profundo del tiempo para los sujetos políticos
presentará más nitidez en la lógica de los procesos. Hemos
seleccionado para este análisis dos procesos globales: polari­
zación y masificación políticas.
Especialmente, el fenómeno de la polarización nos parece
que muestra el sentido de la acción del actor principal, la UP,
al interrogarnos por su proyecto político y su inserción en el
sistema chileno. Si se quiere, hemos desarrollado un tipo de
análisis al caso límite, para patentizar, a continuación, sus
consecuencias sociales.
La masificación, en cambio, es un proceso cuyo análisis
requiere reintegrar los datos sociales y económicos para des­
cribirla adecuadamente. Lo nuestro es sólo un boceto que nos
atrevemos a incluir con el ánimo de mostrar, también, la “ otra
cara de la medalla” de la polarización, la forma más descripti­
va y aprehensible de la realidad cuotidiana.
Comencemos por la polarización.
Averigüemos primeramente por un sistema con reglas de
juego para una comprensión posible de la certidumbre y la
legitimidad.
A continuación iremos a la lógica profunda y la fuente
histórica de nuestra incertidumbre y consiguiente polarización
con sus características propias.
Finalmente, anotemos algunos rasgos del proceso de ma­
sificación.
II.
Un Sistema Político previsible.
En un orden cambiante donde la propia autoridad impone
cambios, el Estado en sí mismo es factor de incertidumbre.
Todo poder es un poder sobre el porvenir, o sea, capacidad
de acción futura, obligando en consecuencia a usar el mínimo
poder propio de cada individuo. En el Estado moderno la
capacidad de absorción de la vida social es tan inmensa, por
parte de la maquinaria estatal, que una autoridad con límites
imprecisos es la peor amenaza.
235
Por eso surgen los sistemas políticos con reglas mayores
conocidas cuyas decisiones suponen de parte de sus actores
discusión exhaustiva y pública. El poder requiere control, un
“ voluntarismo consciente limitando el margen de arbitrariedad”.
Las reglas precisas tienen la ventaja práctica de definir
las responsabilidades. El mal social de un proceso determina­
do: inflación, desocupación, etc., puede ser previsto por la
autoridad, factor decisivo del proceso social.
El “ voluntarismo consciente”, que fija atribuciones y res­
ponsabilidades es impensable en un proceso social donde los
actores políticos actúan sin limitaciones y el resultado de sus
acciones no les es imputable.
Un proceso social sin responsabilidades determinadas es un
regreso al “ estado de naturaleza” de la sociedad, un estudio
inferior a la sociedad política.
Como anota Jouvenel — cuyas ideas he utilizado en estas
líneas— “ un sistema político es artificial, lo que significa arte
y artificio” . “ La política natural consiste en hacer todo lo que
se quiere” (14).
III.
La Idea de Proceso Totalizante
niega la teoría democrática.
En la teoría democrática de Gobierno, los titulares del
poder son temporales y asumen la responsabilidad política de
sus actos. Responsabilidad que implica que los hechos socia­
les, en un sentido lato, están vinculados por un nexo a sujetos
políticos responsables que cumplen papeles políticos debida­
mente normativizados. Insistamos en una materia ya enunciada:
el mal social, inflación, desocupación, escasez, etc., es de su
responsabilidad política. El correlato es que el éxito político y
social les incumbe de igual manera relacional.
(14)
Ver capítulos XI, Proceso y Acción y XVIII, Orden Po­
lítico y Previsibilidad, pág. 306 y 307, especialmente, de L’Art
de la Conjecture”. Bertrand du Jouvenel. Editions du Rocher. Futuribles, Monaco.
236
Por otra parte la responsabilidad política tiene límites.
Siendo en su origen y sentido de naturaleza ética, el nexo causal
sólo vincula a sujetos políticos en acciones y omisiones que
se inscriban en decisiones políticas. Esto incluye las culpas co­
lectivas de origen ideológico, histórico y de procedencia social.
Por cierto que tales afirmaciones no niegan otro tipo de res­
ponsabilidad, sino que afirman su especificidad. La responsa­
bilidad política es actual y relacional, excluye las mediaciones
históricas en virtud de las cuales cada acto del presente es un
resultado lineal del pasado.
De ahí que la legitimidad primera de un orden político es
de naturaleza histórica o, en otras palabras, todos los actores
políticos del presente aceptan el pasado como un legado co­
mún, cuyos hitos se entrecruzan en forma inseparable. Es po­
sible que haya tradiciones más queridas, etapas más próximas
a la conciencia del presente. Las que no pueden existir en un
régimen político legítimo son las familias espirituales que rei­
vindican una historia propia y especial, los hijos exclusivos de
una tradición, ligada en virtud de la conciencia política al
presente.
El tema aparece abstruso porque en Chile es una novedad.
Detrás de todos los estereotipos y lugares comunes acerca de
nuestra nación y su vida democrática se repara poco en la
obra democrática de nuestros antepasados al entregarnos un
país cuyas querellas del presente no tienen referencia lineal con
las querellas del pasado.
La reformulación que simplifica la historia expresa una
amenaza mayor, la regimentación cultural en un modelo bu­
rocrático al servicio de la totalidad interpretada por un Partido.
Aún, el autoritarismo es soportable porque su arbitrariedad no
tiene un carácter “ iluminista” de consecuencias burocráticas
sobre la vida espiritual. El rasgo totalitario más amenazador
es la violencia sobre las representaciones espirituales de la co­
munidad nacional, al impedir la inserción histórica de otros
proyectos políticos competitivos con el de los detentores del po­
der. Así, no es sólo, la pérdida del consenso, es la imposibilidad
que se construyan otros consensos, fuera del definido, mecáni­
camente, por una interpretación histórica.
237
A esta amenaza, su inserción social elitaria no le quita
potencia destructiva porque es sentida o presentida, en menor
grado, en la base de los grupos sociales y políticos como signo
de división y violencia.
Ahora estamos en condiciones de preguntarnos: por qué
la política entre nosotros vuelve a ser natural?
Por la idea implícita y, a veces, explícita del actor princi­
pal, la coalición comunista-socialista que adviene no sólo al
ejercicio del poder sino llega para reinterpretar su calendario
histórico. Existe un “antes”, un “ ahora” y un “ futuro”, este
último, “ luminoso” . Al cambiar el curso del futuro hay que
modificar las líneas de la legitimidad histórica. Es preciso, en
aquella lógica, reconstruir la historia para encontrar los pre­
cursores auténticos de la revolución final. Hay que releerla,
etapa por etapa, para descubrir la vertiente revolucionaria
desde la prehistoria, traspasando la historia colonial, emergien­
do en el siglo XIX y expresándose en plenitud al final del
Siglo XX. En teoría, la búsqueda consiste en mostrar el pen­
samiento y la acción jacobina, descubriendo los antepasados
revolucionarios. Ciertos personajes históricos, como Argomedo
y Martínez de Rozas, Camilo Henríquez, José Miguel Carrera,
Manuel Rodríguez, son redefinidos como los precursores de la
revolución. Otros como Portales, Bulnes, Montt, etc., son fija­
dos como los hitos de una constante contrarrevolución, final­
mente derrotada.
En la coalición Unidad Popular, ¿todos sus dirigentes y
militantes comparten una visión semejante? Ciertamente no.
Como tal, el sentido de la idea es más bien un tipo ideal de
representación histórica de su polo hegemónico y en general
de la alianza comunista-socialista. Ella aflora atenuada o con
versiones parciales en los contenidos de conciencia de los men­
sajes que transmiten los medios de comunicación de masas,
aparece en el contenido implícito de los documentos y los dis­
cursos de los dirigentes.
IV.
Proceso y Costo Social.
Compartimos con Jouvenel su afirmación “ nosotros no te­
nemos nada que ganar en el orden intelectual y perdemos mu­
cho sobre el plan de la acción si integramos la historia en un
proceso englobante” (15).
El sentido profundo de la acción englobante es hacernos
perder “ las huellas de la acción consciente”. El procesalismo
va destruyendo la idea o representación propia del sujeto a
quien le pertenece una acción determinada. Desaparece la no­
ción de acción y comienza la de reacción anticipada. Los titu­
lares de responsabilidades se pueden esconder en los pliegues
del proceso.
Fidel Castro, invitado a venir con nosotros, como máximo
exponente de la revolución inacabada, se expresa así: “ se pue­
de partir hacia el socialismo y el comunismo y no llegar. Al
menos puede ocurrir que el movimiento ascendente a la re­
volución quede frustrado y se produzca el estancamiento y Ja
descomposición del proceso en sus primeras etapas” . Obsérvese
la reificación del proceso: “ se puede estancar”, se puede, en­
tonces, “ descomponer”. O esta otra frase: “ y esto indica que
para separar esquemáticamente el período de socialismo del
período del comunismo está muy bien el empleo de fórmulas;
para que se entienda y la gente no espere obtenerlo todo ahora,
porque no hay suficiente abundancia de bienes para que pue­
dan tener esas cosas al precio y en la cantidad que las quieren.
Así está bien utilizar la fórmula para llegar a entender, pero
no debemos cometer el error de convertirnos en esclavo de las
fórmulas y olvidarnos de los caminos dialécticos que pueden
conducir a una sociedad nueva” (16).
No hay que ser “esclavo de las fórmulas”, sino recurrir
“a los caminos dialécticos”.
Se transforma en esclavitud de las fórmulas cualquiera sujección a reglas del juego preciso y “los caminos dialécticos”
nos incorporan a un contexto histórico cuyo climax stalinista
como polo de referencia implícito siempre transformará en
costos decrecientes los que paguen otras revoluciones dialécti­
cas posteriores a la soviética.
(15)
(16)
Castro.
textual
op. cit. Pág. 304.
“Socialismo y Comunismo: un proceso único”. Fidel
Ediciones Prensa Latinoamericana S. A. Chile 1970 (cit.
págs. 22 y 23).
239
Es indudable que la dialéctica está en el meollo de la teoría
y el método marxista, “verdad es que aceptarla en teoría es
una cosa y aplicarla en la realidad en detalle, en todos los do­
minios que se estudia es otro”, como anotaba el propio Engels.
Y, paradojalmente, la experiencia de utilizar la dialéctica por
una organización revolucionaria, en lugar de cuestionar la teo­
ría, el método o su aplicación ha producido una inmensa alie­
nación: el sentido de orgía consustancial con la revolución.
Las revoluciones tienen dialécticamente “costos sociales” y la
inferencia absurda pero real es “ a mayor costo social mayor
revolución” . Un verdadero reflejo condicionado de la noción
revolucionaria. Los grandes procesos sociales realizados en este
siglo por revolucionarios orientados por el llamado “marxismoleninismo” son ocasiones de inhumanidad, al tenor de un pro­
ceso englobante sin nexo casual en cada situación, donde los
verdugos terminan como víctimas de la dialéctica total, enlo­
quecida y anónima. Así, el polo hegemónico termina sociali­
zando en el cuadro de referencia de su proyecto al individuo
o grupo que renuncia a la teoría democrática y se entrega a la
dialéctica del proceso.
Resultará bastante pesimista preguntarse en ese contexto
intelectual ¿cuál es el costo social del proceso chileno? La res­
puesta dialéctica es “tanto como sea necesario”. La necesidad
de un costo para la transformación social es indudable. La
verdadera cuestión es incluir el costo social en un marco de
referencia posible de ser materia de una discusión razonable. Al
interior de una concepción democrática de la sociedad, el costo
social tiene relación con un Plan de Gobierno, que observa
la realidad de una manera objetiva y la integra en metas posi­
bles de ser evaluadas de manera empírica. Para los procesalistas sólo la constante dialéctica es capaz de discernir el valor
de los costos al interior del proceso revolucionario en cada
coyuntura.
Normalmente, entonces, las discusiones sobre determinadas
materias programáticas como inflación, ocupación, industriali­
zación, etc., nos muestran a las claras la existencia de dos mun­
dos conceptuales. Es superficial estimar que el argumento rei­
terado del “ costo social” , por los militantes de la coalición o
240
del Gobierno, sea un puro artificio de propaganda. Lo que, a
nuestro juicio, indica, es un traslado del acuerdo desde el Plan
de Gobierno a los supuestos más abstractos y comunes al pro­
yecto socialista “ a secas” de la coalición. En otras palabras,
el polo hegemónico impone la ideologización de la acción social
de toda la coalición desapareciendo, además, las mediaciones
técnicas requeridas para modificar la realidad. Se comprende
entonces, que los juicios técnicos que se viertan sobre tal o
cual sector de la realidad, aún los codificados en la nomencla­
tura del proceso, no producen modificaciones substanciales de
la acción del Gobierno y la coalición. Con una importante y
valiosa excepción, los juicios que apuntan a operaciones po­
líticas y sociales que hagan irreversible el proceso, ya que en
este caso se refiere a los supuestos más que a la realidad. El
costo social es adecuado si el proceso es irreversible. La direc­
ción de la irreversibilidad surge de la concepción del proyecto.
El socialismo “ a secas” , con estructuras colectivizadas, provisto
de una ideología global y completa y un partido único de la
revolución, es el tipo de socialismo pensable y realizable por
los comunistas y los socialistas chilenos, estos últimos, por las
razones que ya registramos.
Ergo, las tres direcciones lógicas son estatizar, ideologizar
y desmontar los centros de poder plural. Las tres líneas de
acción son aprehensibles por cada militante de la coalición y
pasan a ser una especie de mínimo común denominador im­
plícito:
1. El área social debe crecer hasta donde sea posible en
la producción y distribución, cualquiera q u e, sea el sector y/o
función económica (el no avanzar más rápido es parte de la
relativa velocidad de la transición.
2. El marxismo es la ciencia, la teoría, el método por ex­
celencia. Al interior de la alianza, nunca un racionalista o un
espiritualista o un espíritu simplemente crítico ha presentado
una objeción al llamado “ marxismo-leninismo”. Si ella existe
en el ámbito académico, no adquiere dimensión política,
pues la formulan “ al interior del proceso” descargándola de
toda connotación política y polémica.
241
3.
Los centros de poder autónomos son una amenaza para
el proceso y hay que desarticularlos, por eso los ataques combi­
nados a los medios de comunicación, partidos y poderes. Estos
tres cursos de acción producen dos tipos de reacción en contra:
la democrática, ampliamente mayoritaria; la facista, minoritaria.
Los propietarios nacionalizados no se han levantado en armas
en grupos o por sectores, o ramas de producción.
Se ha facilitado la nacionalización del cobre y las expro­
piaciones de las industrias extractivas. La defensa de las or­
ganizaciones no ha sido llevada a ningún extremo ni se han
sumando todas las tensiones en un período determinado. El
“ marxismo-leninismo” ha sido confrontado y no negado.
En la coalición, su polo hegemónico, el Partido Comunista,
necesita que existan diversas oposiciones al proceso, para asig­
narles en cada coyuntura, sus características democráticas o
facistas. El asesinato del General Schneider fue transformado
en el suceso que define la aparición del facismo y el proceso
judicial a sus asesinos ha servido para mantener ante la opi­
nión pública la indefinición y la sospecha del límite donde
empieza el fascismo y comienza el campo democrático. Los
grupos para-militares de derecha han sido publicitados al máxi­
mo ya que es necesario mantener latente el polo facista y su
capacidad de amenaza al desarrollo de la transición. Simultá­
neamente se cultiva el halago a las “ personalidades progresis­
tas” que siendo críticas a cierto aspecto del proceso se les
presenta como el tipo de oposición democrática respetable.
Con todo, el polo hegemónico es complicado en su tarea
de división y asignación de características opositoras por su
aliado privilegiado.
Para el Partido Comunista las dificultades son aún mayores
ya que no puede criticar ciertas acciones del Partido Socialista
abiertamente, sino que debe recurrir al MIR como símbolo de
conducta precipitada y “ aventurera” .
El Partido Socialista, en efecto, introduce por voz propia
o del MIR una agresiva terminología denunciando, sin cuida­
dos tácticos, a los más diversos opositores y en las variadas
coyunturas como sediciosos y facistas.
La lógica común del proceso para la coalición es maniquea:
el bien y el mal se encuentran frente a frente. En el proceso exis­
ten ciertas acciones antinacionales y antidemocráticas. Entre las
primeras, la actuación de las compañías norteamericanas del
cobre expropiadas y, entre las segundas, el asesinato del Ge­
neral Schn eider; tales acciones han debido multiplicarse como
símbolos imperialistas y facistas, debidamente manipulados, ante
la carencia de un mal visible para los chilenos. Sin embargo, en
una sociedad como la chilena, de tradiciones pluralistas arraiga­
das, la denuncia y la conspiración permanente se van dificul­
tando cada vez más, ya que las dificultades prácticas, por la
confusión de la Administración con la organización partidaria,
exigen llevar hasta la exageración las denuncias de sabotaje,
conspiración y amenazas.
El costo social del proceso tiene al interior de la coalición
una explicación de su costo político verdadero. Todos los sa­
crificios tácticos que supuso para el polo hegemónico la alian­
za con los socialistas y la mantención de los grupos menores
deben ser compensados en el desarrollo del mismo proceso.
La irracionalidad programática y la heterogeneidad administra­
tiva son un costo político de una operación política triunfante
el 4 de noviembre de 1970 que requiere ser recuperado en
el curso del mismo proceso.
La ineficacia es obra de la amalgama “frente populista” exa­
cerbada en su versión “ revolucionarista” de 1970 y ocupando
todo el sistema administrativo. La eficacia será la homogenización de los equipos humanos en una tarea común bajo una
dirección común. El tiempo para el Partido Comunista se mide
en las etapas para imponer la dirección homogénea sin destruir
su alianza privilegiada con los socialistas y la mantención del
frente unitario con los socios menores y, por cierto, la subsis­
tencia de la coalición como una posibilidad política viable. El
tiempo para el Partido Socialista se vive en una contradicción
ya que, por una parte, debe consultar las necesarias etapas
para que la coalición tenga una base sólida objetiva en común
con los comunistas, y por otra, “ apurar” el tiempo para hacer
irreversible el proceso.
El mundo exterior a la coalición, la opinión pública, los
grupos sociales y los partidos difícilmente pueden comprender
243
tales desplazamientos tácticos, más bien, intuyen la dirección
de los acontecimientos. Naturalmente tienen la propensión cre­
ciente a pensar que la revolución es aquello que hacen los
que se dicen revolucionarios, aunque éstos se declaren intér­
pretes de una ciencia o de la verdad final de las clases pro­
letarias.
De esta manera se formaliza la amenaza, la separación y
la polarización.
V.
El Proceso de Polarización.
Aún la idea del opositor resulta poco aprehensible en un
proceso concebido de ese modo, pues, en la lógica interna de
un proceso de concentración del poder, tiene menos sentido su
forma que su intensidad centralizadora. El opositor queda prác­
ticamente fuera de lugar con su contraplan o su crítica parcial.
Pero los chilenos se polarizan, aún sin comprender a fondo
la dialéctica o los procesos.
Lo que todos — o la inmensa mayoría— sienten es el vér­
tigo de la desunión organizada.
Los actores de la polarización chilena no son divisibles por
categorías de estratificación social sino por razones propiamen­
te políticas: gobiernistas y opositores, aún si la coalición tiene
un apoyo más sólido en el sector de obreros industriales y po­
bladores marginales. La polarización nace de la acción guber­
namental. El Gobierno pierde popularidad. ¿Cómc recupera
esta pérdida de adhesión relativamente impersonal? Imponien­
do el control social sobre el territorio o las funciones sociales,
al ritmo de la maquinaria burocrática del Estado, ocupando
la sociedad en zonas determinadas: intervención industrial,
control de abastecimiento, control educacional y de la comu­
nicación, etc.
El cumplimiento del programa se lo interpreta en el sentido
de avanzar ininterrumpidamente hasta la absorción total de la
economía y la sociedad por el Estado. No hay criterios inter­
nos en contrario, la dificultad exterior a la UP es la resistencia
de los trabajadores de tal o cual sector, o la crítica y defensa
de la oposición. Lo que implica un llamado implícito a la or­
ganización de los opositores sociales y políticos.
244
VI.
Las Formas de la Polarización política.
La Federación de partidos de la UP y la Confederación
Democrática de la oposición son las expresiones estructurales
de la polarización política.
¿Hemos alcanzado el bipartidismo clásico por obra y gracia
del proceso? No hay tal. Ni el oficialismo ni la oposición tie­
nen homogeneidad en un grado superior. L§ reforma electoral,
por el expediente de un fallo del Tribunal Calificador de Elec­
ciones, es la modificación que exige menos sacrificios a cada
organización política. Un recurso muy tradicional del personal
político, para beneficio común de parlamentarios opositores y
gobiernistas, y, de utilidad indudable al polo hegemónico de la
coalición pues impone reglas de disciplina electoral, que con
el anterior sistema habrían dificultado el manejo interno de la
UP. La plataforma electoral en común, permite portergar por
un tiempo indefinido la construcción de la organización revo­
lucionaria única.
El “ partido único de la revolución” es un fantasma que
merodea al proceso sin aparecer como un problema a la luz
del día. La formación de una organización revolucionaria úni­
ca obligaría al polo hegemónico, el Partido Comunista, a ins­
titucionalizar su dirección política en desmedro público y abier­
to de algunos grupos socialistas que lo rechazarían. Estos, los
rebeldes a la hegemonía, esperan analógicamente como el 26
de julio en relación con el Partido Comunista de Cuba (P.S.C.)
obtener una recuperación de su debilidad política a través de
un salto revolucionario al interior del proceso que los ubique
en la vanguardia.
Tal partido revolucionario sería el germen del nuevo Estado
Popular, como naturalmente existe la relación entre partido y
Estado en los regímenes totalitarios. Y, lógicamente, ejercería
la necesidad de sucesión de todos los regímenes políticos. Esto
sin duda sería acelerar cronológicamente el proceso haciendo
desaparecer el sentido natural que tienen los 4 de septiembre
cada 6 años, como la fecha en que se elige por el voto al
Presidente, papel clave del sistema. Mientras no se consolida
la hegemonía total resultan indispensables los Frentes Amplios
245
y las designaciones en “Mesas Redondas” o técnicas similares
donde se consagra el pluralismo al interior de la coalición sin
necesidad de definir el status del pluralismo en la vida polí­
tica y social. La polarización en dos campos sirve para escon­
der las verdaderas dificultades de la Unidad Popular, como
organización unitaria, y de la oposición como estrategia de­
mocrática común.
Al interior de la oposición se producen fenómenos de gran
importancia política. En el Partido Nacional, por primera vez
en una formación política derechista, surge la práctica del mi­
litante político, en una movilización constante para obtener
objetivos políticos. Corresponde a la línea enérgica de su direc­
ción, o la mística de la “firmeza”, al límite de un partido
democrático para cumplir las finalidades de movilización den­
tro del sistema. La dirección política del Partido Nacional se
expresa verbalmente más allá de tal límite, integrando simbó­
licamente a un sector de tendencias corporativas y autoritarias,
bastante difuso, pues incluye a una organización como “Patria
y Libertad”, a un cierto gremialismo y al autoritarismo na­
cionalista. Con todo, la dirección al límite democrático no es
enteramente representativa de un sector más amplio, de ca­
rácter institucionalista que existe en el partido.
El PDC se ha reorganizado y ha continuado en su elabora­
ción teórica. Reaparece su mística y recupera el apoyo de sec­
tores laborales y de jóvenes y estudiantes, cuya presencia rom­
pe la imagen de conservantismo proyectada por sus escisiones
de 1969 y 1971. Han desaparecido de su interior, con la
partida del MAPU y de la IC, las polémicas políticas e ideoló­
gicas, tan complejas y enigmáticas para la opinión pública, que
era necesario simplificarlas, apareciendo generalmente una in­
terpretación desde afuera que calificaba como fracciones dere­
chistas, izquierdistas y centralistas a las tesis estratégicas en
oposiciones internas.
En el campo opositor, la hegemonía pertenece generalmente
a la dirección democratacristiana, salvo los momentos en que
la dirección nacional ejerce presión por objetivos opositores
que obligan a la dirección democratacristiana a responder con
tácticas donde debe conciliar su crítica opositora y su ten­
dencia al desarrollo democrático progresivo sin crisis profundas.
246
La hegemonía democratacristiana surge de la ubicación so­
cial del Partido y su ligazón con la institucionalidad democrá­
tica y su tradición histórica. El Partido multiplica su implan­
tación al recoger la crítica opositora al Gobierno de los diver­
sos tipos de movimientos populares que van surgiendo en la
base social, sean de reivindicación o de movilización por ob­
jetivos sociales, en oposición con el proyecto colectivista. Es
posible que la crítica aislada y acerba a la coalición gobier­
nista sea recogida por el Partido Nacional en determinados
momentos de tensión. Sin embargo, si esas críticas se estruc­
turan en un cierto proyecto social y en un movimiento, aunque
sea informal, van a ligarse como apoyo o adhesión implícita al
Partido Demócrata Cristiano.
Los partidos opositores y el campo opositor, en general,
se redefinen en la tradición nacional como una respuesta a la
idea de proceso que se expresa por la coalición. La historia
nacional así llega a ser legendaria, en oposición a la selección
de conflictos y personajes que aisla la coalición como hitos
precursores del actual proceso.
La institucionalidad democrática nacional es defendida
desde el campo opositor. La necesidad de que persistan los
momentos electorales para definir las decisiones políticas y so­
ciales multiplican las elecciones en todos los ámbitos de la
sociedad. Los mecanismos electorales para su adecuada com­
prensión requieren una doctrina democrática que el legalismo
nacional ayuda a encontrar en el “ Estado de Derecho”. Desde
un ángulo formal, el Estado de Derecho es el ordenamiento
jerárquico de las normas jurídicas a partir de la mayor, la
Constitución, a la decisión administrativa o particular. Entre
nosotros la expresión llega a ser sinónimo de institucionalidad
democrática-pluralista, tal cual ella existe, por la lógica de la
polarización que impone una defensa sin críticas internas que
debiliten el campo defendido.
La oposición ataca al Gobierno y defiende a las institucio­
nes: Poder Judicial, Parlamento, Universidad, Contraloría, etc.,
ya que su mantención garantiza reglas mínimas de juego en
un proceso social envolvente.
247
En la crisis actual y en el campo opositor florecen las
ideologías y las doctrinas sociales. Personalismo cristiano revitalizado, en el ámbito democratacristiano. Formas de corporativismo surgen en algunos movimientos gremialistas. Reapare­
cen expresiones autoritarias en los grupúsculos y cenáculos na­
cionalistas. Las respuestas “ totales” surgen como expresiones
del conflicto político generalizado.
VII.
El Miedo Recíproco de los Bloques.
Preguntémonos con Guglielmo Ferrero por la naturaleza del
miedo: “ En la cumbre de la naturaleza y de la vida, el hombre
es el ser que tiene y produce miedo” . “ Pero el hombre no se
asusta tan sólo de los peligros reales o imaginarios: se asusta
a sí mismo con su poder de asustar a los demás. Complicación
inimaginable: es el ser que provoca más miedo porque es el
único capaz de fabricar armas, pero es también por esa misma
razón el ser que tiene más miedo”.
Es la legitimidad de un gobierno lo que apacigua el miedo
y con la ruptura de una cierta legitimidad reaparece. Citemos
de nuevo a Ferrero: “ en suma; un gobierno legítimo es un
poder que se ha liberado del miedo en la medida de lo posi­
ble, porque ha aprendido a apoyarse mientras puede, con el
consentimiento activo o pasivo y a reducir proporcionalmente
el empleo de la fuerza” . “ Cada principio de legitimidad com­
porta, en consecuencia, el ser aceptado activa o pasivamente,
un compromiso de obedecer, sometido a la condición de obser­
var ciertas reglas o disposiciones, lo cual lo convierte en un
verdadero contrato. En el momento en que una de las partes
deja de respetarlo, el principio de legitimidad pierde su fuer­
za, y deja de garantizar la seguridad al poder y a los súbditos.
En ese instante, aparece el miedo” (17).
La UP teme a la oposición; la oposición teme a la UP. El
temor a la UP obedece a su idea de Revolución y a sus praxis
(17)
Ver “El Poder”. Guglielmo
Buenos Aires 1943. Págs. 43 y 44.
248
Ferrero.
Interamericana.
consecuente con el mínimo valor que le otorgan a las reglas
del juego constitucionales y legales.
Cada violación a las reglas del juego acumula el miedo,
tanto para los sujetos como para los objetos de la violación
normativa. Entonces van surgiendo dos mundos sociales. Los
que temen a los abusos y los que temen por un regreso a una
fase donde sus atropellos sean considerados abusos.
VIII.
De la Polarización a la Incertidumbre.
La acumulación de tensiones conduce a la dificultad para
comprender y preveer el futuro inmediato; no sólo del subsis­
tema político, sino todas las actividades comienzan a ser presas
de la incertidumbre. Si el ciclo se hace más rápido, el círculo
vicioso se refuerza aceleradamente.
Las crisis, sean de emigración, de paralización económica,
de inflación galopante o de cualquier tipo no significan nece­
sariamente un triunfo para la oposición. Antes bien, una crisis
económica puede ser perfectamente utilizable por la coalición
en su tendencia al control total.
El nivel económico no determina la salida política, a lo
más la condiciona, posibilitando siempre varias opciones.
La política, a su vez, exige incluir el análisis en todas las
dimensiones económico-sociales de las estructuras y coyunturas,
para apreciar un cálculo de probabilidades. No es nuestro te­
ma en este ensayo, aunque es obvio que la verdadera cuestión
es una nueva legitimidad que integra los parciales que hoy
viven los actores en las crisis, cuya dimensión puede ser muy
honda.
IX.
El Proceso de Polarización se acompaña
de Masificación Política.
La polarización es un fenómeno real, pero su debida com­
prensión es necesariamente abstracta, salvo en la emergencia
del miedo recíproco de los bloques. El perfil propiamente polí­
tico de la polarización exige un tipo de razonamiento “ como
249
si” la política pura existiese. La masificación, por su parte, es
sólo aprehensible desde el enfoque de las políticas económicas
y sociales sectoriales: financiera, vivienda, industrial, rural, etc.
La masificación es observable directamente, actividad por ac­
tividad. No pretendemos aquí reintegrar al análisis cada sector
diferenciable de la realidad. Buscamos presentar algunos rasgos
del proceso de masificación afirmando que ellos son la conse­
cuencia social de la polarización. Con la libertad del ensayo,
diríamos que la masificación es la expresión social de un con­
flicto político no resuelto ni por el acuerdo sistemático y co­
herente ni por la formalización de un tipo de beligerancia
frontal, acumulativa y persistente, en el contexto de juego le­
galista, administrativo y urbano del país.
Seremos muy descriptivos. La masificación social y moral
no es la obra mágica de un “ agente del mal” llegado a Chile
los primeros días de noviembre de 1970. Casi todas las acusa­
ciones de corrupción que se han dirigido a la Unidad Popular
durante estos meses tienen precedentes anteriores: presión elec­
toral a los ciudadanos dependientes del aparato estatal; odiosas
campañas de los medios de comunicación social contra los
opositores y ventajas y privilegios en el uso de los cargos pú­
blicos.
Con todo, la pretensión a la totalidad del proyecto UP y
su inserción en el ámbito administrativo por medio de un nu­
meroso y nuevo personal político de tendencias contradictorias,
han producido verdaderas “ situaciones límites” en la utiliza­
ción del aparato del Estado. Es de la más elemental consisten­
cia analítica dejar en claro que junto a los abusos, hay cientos
de militantes honestos y sacrificados que han realizado grandes
tareas en la consecución de sus estrategias. Aunque sea nece­
sario reiterarlo no nos estamos refiriendo al ámbito propio de
la ética individual. Abordamos, antes bien, las consecuencias
de una organización centralizada, dónde existe una confusión
entre movilización política y administrativa.
La masificación es una dialéctica de la descomposición, pues
condiciona la acción al método peor que utiliza cada parte del
conflicto polarizado. La calidad cuenta cada vez menos. El
amor a la verdad, primera condición de un orden político sin
250
violencia acumulada, es sustituido por la denuncia, el escánda­
lo y todas las formas aplastantes de propaganda, que los me­
dios de comunicación social multiplican en sus mensajes trans­
mitidos en un odioso maniqueísmo. El opositor, de acuerdo a
la coyuntura, debe recibir una lección ejemplar que lo inhabi­
lite, ventilando su privacidad y vinculándolo a un plan dia­
bólico al servicio del “ imperialismo”, la “ oligarquía”, la “ se­
dición”, verdaderos dragones del mal, como en las épocas más
oscuras de la pedagogía de la represión infantil.
Las condiciones sociales facilitan el proceso masificador.
La concentración urbana, especialmente metropolitana, ligada
a la emigración rural con la atracción del trabajo productivo
conduce a la cesantía real o disfrazada de la muchedumbre
marginal. De igual modo, el importante aumento de la capa­
cidad educacional de las escuelas, liceos y universidades. La
comunicación social especialmente televisiva, unifica conductas
sociales en los gustos, modas y entretenciones. Con todo, los
fenómenos sociales profundos que facilitan la masificación no
son lo suficientemente explicativos para interpretarla como su
expresión natural, única y necesaria.
Las orientaciones de la acción y la lógica de un proceso
siempre inacabado y exterior a la voluntad humana van patetizando los signos propios de la masificación colectivista. El
uso real de la violencia, en ciertas ocasiones, con el recurso a
los brigadistas para-militares produce una violencia simbólica
permanente. Los que no resisten la presión se convierten en
individuos sumisos y dependientes que falsifican su personali­
dad. La crisis social y económica agudas, como inflación y el
mercado negro, alientan las peores expresiones humanas de
aprovechamiento indebido y enriquecimiento súbito. La indis­
ciplina generalizada convierte todo equipo humano, con jerar­
quías y particularismos, en una asamblea regida por la manipu­
lación. En ningún escalón social puede existir verdadera auto­
crítica, a la postre ella será interesada, pues supone una
incorrecta actuación en relación con un dogma verdadero.
Los opositores pierden responsabilidad en su crítica y
transforman su acción en un mecanismo de retroimpulso. A
cada acción violenta corresponde una reacción de igual inten­
251
/
sidad, resultaría ser la fórmula implícita del opositor. La opo­
sición pareciera no caer en cuenta que la masificación recípro­
ca de los bloques conduce al abandono de la teoría democrá­
tica de Gobierno y su reemplazo por el procesalismo sin titu­
lar de responsabilidad. Destruir o debilitar la autoridad demo­
crática es preparar el camino para que en el interior de la coa­
lición su polo hegemónico se sienta inclinado a construir su
hegemonía completa sin recaudos en los valores inherentes a
la autoridad democrática legítima. El nivelamiento por abajo
que significa el tono envilecedor del debate político lleva ne­
cesariamente a la destrucción de los resortes y reservas de dig­
nidad ciudadana, que son propias de la democracia, y facilitan
la utilización de técnicas de manipulación.
Con todo, recordemos que la dialéctica de la masificación
es nivelar la acción al método peor utilizado por cada parte en
diferentes “ enfrentamientos” . El ciclo va reforzando la mediocri­
dad en forma acumulativa, especialmente si el actor principal,
la UP, más posibilitado para romper el círculo vicioso, lo re­
fuerza con sus acusaciones y denuncias sin responsabilidad
de ningún tipo. En la coalición UP, por lo demás, su acción
masificadora es una consecuencia de la contradicción entre la
infalibilidad dogmática del proyecto socialista “ a secas” y las
dificultades y errores de la acción programática en el nivel
administrativo que busca construir una hegemonía política en
toda circunstancia. La contradicción se resuelve con las acu­
saciones a la oposición, pues la UP, si bien puede admitir co­
meter faltas, en su lógica profunda, no puede admitir los erro­
res ya que su acción se inspira en la ciencia y dentro del pro­
ceso universal al socialismo, categoría esta última de un ver­
dadero mesianismo religioso. Eso explica que a medida que
las dificultades internas sean mayores, sean también mayúscu­
los los complot que se necesitan para que el mal tenga su pa­
pel en el proceso, absolutamente exterior a la voluntad humana
de la coalición. La lógica de nuestro argumento podría tam­
bién ser una fórmula que desdibujara responsabilidades en la
acción política de los cínicos o de los aventureros. Es posible,
pero éstos no tienen explicación como tales, ellos han debido
incorporarse a una coalición que ejecuta “ operaciones polí252
licas” bajo la dirección de una alianza socialista- comunista,
donde este último partido es el polo hegemónico.
Naturalmente, la masificación impide el diálogo desinte­
resado y proyecta como únicamente significativo la escaramuza
política efímera, desapareciendo de la escena social, los autén­
ticos creadores, los hombres de méritos, ya que sus acciones
difícilmente se inscriben en la balanza que define la fuerza de
los contrincantes en las ocasiones convenidas para medirse o
enfrentarse.
Los temas que la Unidad Popular inscribe en el orden so­
cial y político adquieren un sesgo masificador. Así ocurrió con
el tema del “ hombre nuevo” . Si éste hubiera sido fruto de una
interrogación auténtica y dialógica del destino humano, hubie>ra posibilitado una aproximación de enfoques humanistas, en
los hechos reales a ser un fetiche propagandístico. De igual
forma, la discipilina social es tratada tanto como presión labo­
ral como propaganda en la “ batalla de la producción”. No hay
una persuasión dirigida a la inteligencia de los ciudadanos.
La promoción cultural es concebida como una distribución
“ generosa” de material de formación marxista y de una ca­
dena sin fin de revistas y diarios que no se fundan en una
“ idea de obra”, como define Hauriou las instituciones, sino
en la necesidad de indoctrinar en cierto sentido en tal o cual
coyuntura crítica del proceso.
La sociedad de participación, tan profunda en su concep­
ción y compleja en su materialización, es desacreditada dé
raíz ya que oscila entre una representación simbólica, “el pue­
blo es ahora gobierno”, o se le identifica en los hechos con el
“ asambleísmo”, donde el pueblo es masa sugestionable y no
el sujeto de las decisiones sociales.
En síntesis, la masificación con rasgos colectivistas es la
forma, como a nuestro juicio, se resuelve en los meses de Go­
bierno de la UP su doble antinomia ya descrita. La verdadera
lógica política de la masificación no se comprende sin una
voluntad que transforme cadá descenso de las jerarquías hu­
manas, del prestigio institucional u organizacional en acumu­
lación y concentración de poderes por un grupo. Esa es la
pensado como democrático, sino como una clásica revolución
tarea del polo hegemónico, ya que el socialismo no ha sido
253
pensado como democrático, sino como una clásica revolución
colectivista y la vivencia más democrática de la élite dirigente
de la coalición es su permanencia en las instituciones clásicas,
como el Parlamento, que han perdido impulso y creatividad
para refundar el orden democrático del país.
¿Era predecible un fenómeno similar? ¿Podría haber sido
de otro modo? Difícilmente, pues responde a las orientaciones
previas de la UP, dentro de un cuadro determinado del marco
institucional y un acceso masivo de chilenos en las primeras
formas de participación en la sociedad, la economía y la política.
Como el tiempo tiene una lógica distinta para los actores
sociales que la meramente cronológica, 1969 y 1970 están ya
muy lejos. Nos va a servir un “ raconto” para que nuestras
afirmaciones no aparezcan como dictadas por la pasión. Deje­
mos de lado el carácter de la oposición a los Gobiernos ante­
riores que desarrollaron los partidos comunista y socialista.
Si las justificáramos por su pretensión “revolucionarista”, en
la definición intransigente de negarles “la sal y el agua” a
Gobiernos elegidos por el voto ciudadano, dejaríamos sin ex­
plicación su actuación parlamentaria al interior del sistema,
legislando sin cualquier idea orgánica de seguridad social y de
retribución a la productividad real y sirviendo a las clientelas
electorales a través de leyes de beneficios particulares, indivi­
duales o de grupos. Por cierto que no habrá ningún estudio sobre
temas tan desagradables. Se preferirá — por los analistas marxistas— la reinterpretación histórica y el estudio de la con­
ciencia ascendente del movimiento popular que fructificó justa­
mente en el advenimiento del nuevo Gobierno.
Regresemos al año prerrevolucionario de 1970. Comence­
mos con un libro olvidado, “ La Izquierda en punto muerto” .
El penetrante trabajo de Raúl Ampuero no habría sido escrito
si no respondiera a una inquietud profunda de un conocedor
a fondo de la Izquierda Marxista. “ ¿Quién sabe hoy lo que
se quiere decir cuando se habla de la revolución, de la demo­
cracia, del pueblo, de la libertad, del socialismo? ¿Qué debe­
mos entender cuando se dice unidad? ” (18). Todas estas pre18) “La Izquierda en Punto
Orbe. Chile 1969. Pág. 175.
254
Muerto” Raúl Ampuero. Edit.
guntas se formula Ampuero a meses de la revolución. Ya co­
nocemos la justificación oficial frente a esta literatura: la in­
sinuación que la obra es la hija de un resentimiento subjetivo
y que la victoria electoral de Septiembre dejó en bancarrota
tales asertos. Sin duda hay lecciones en los acontecimientos
que destruyen cierto esquematismo sociológico de Ampuero,
sin embargo, su testimonio privilegiado es demasiado rotundo
para justificar el silencio sobre una obra cuyas preguntas más
hondas se ven surgir desde la propia experiencia de estos me­
ses. En ese sentido nos parece un libro profético.
Finalmente, queremos preguntarnos si la masificación invo­
lucra necesariamente formas sociales de igualitarismo. Y, con
esta pregunta fijar con nitidez los límites que tiene este ensayo.
La masificación puede implicar un cierto igualitarismo en
los indicadores de la estratificación social, concebidos éstos
como símbolos de las diferentes formas de desigualdad en el
vivir, comer, habitar, descansar, etc. Sin embargo, sin analizar
la lógica propia de la acumulación económica, y sólo desde el
enfoque propiamente político nos parece que un igualitarismo
concebido como el resultado de un proceso masificador lleva
el gérmen de una sociedad regimentada. Tal sociedad será ne­
cesariamente colectivizada y su integración y sucesión política
serán aseguradas por la liturgia que acompaña la carencia de
una verdadera aceptación del pueblo, o sea, una refundación
constante de las razones de vivir y la necesaria organicidad
que implica la concepción democrática y humanista de la de­
mocracia.
Así llegamos a la última reflexión. Ella no será un intento
de prospectiva o futurología política realizada por el autor. La
lógica del proceso nos conduce a una interrogante que toda la
nación va a responder en el futuro inmediato y remoto. ¿Será
capaz Chile de construir una legitimidad que integre en una
nueva tarea a la nación? Algunos creen que el silencio es la
mejor manera de construir la paz. Nosotros hemos optado por
comprender y combatir, sin olvidarnos que una Patria común
no es una pura invocación, sino una creación constante de for­
mas de comunión que traspasan el conflicto y la crisis si sus
materiales son históricamente sólidos.
255
______________
INDICE
Los autores ............................................................................
7
P resentación...........................................................................
9
Los fundamentos ideológicos de la estrategia UP,
Claudio Orrego V.............................................................
13
El papel de los mitos en la estrategia económico-social
de la Unidad Popular, Andrés Sanfuentes . . .
69
Resultados sociales del gran experimento, Pablo
Huneeus C o x ................................................................
125
El costo social del gran experimento, Sebastián Piñera
E ch eñ iq u e........................................................................... 151
La Unidad Popular en el sistema político chileno,
Eduardo P a lm a ................................................................
185
CHILE :
EL COSTO SOCIAL
DE LA DEPENDENCIA
IDEOLOGICA
Pablo Huneeus, Claudio Orrego,
Eduardo Palma, Sebastián Pinera,
Andrés Sanfuentes.
Se terminó de imprimir en el mes
de enero de 1973, en las prensas de
Talleres Gráficos Corporación Ltda.,
Alonso Ovalle 766 - Santiago de Chile.