Potencialidades e impactos de la desalación en la

Potencialidades e impactos de la desalación en la provincia de
Alicante
Iván Portugués Mollá
Estudiante de Geografía. Universitat de València
[email protected]
RESUMEN
El agua es un bien escaso en el mediterráneo español, pero lo es especialmente en la
provincia de Alicante. Las peculiaridades climáticas de esta región, con un régimen de
lluvias particularmente escaso y de carácter torrencial y unas altas tasas de
evaporación anuales, junto con una acusada presión demográfica y urbanística que
han experimentado unos crecimientos sin precedentes, han acrecentado el problema
de la disponibilidad de recursos de aguas, en una provincia que es cada vez más
demandante y dependiente del preciado líquido. La ineficacia en políticas de
reutilización de las aguas, la insuficiencia del ahorro en la gestión de las mismas y la
derogación del Trasvase del Ebro como posible gran alternativa, han convertido la
política de desalación de aguas marinas en la única opción plausible para la
disponibilidad de un recurso que aquí está especialmente ligado al concepto de
desarrollo económico. El presente estudio pretende no sólo establecer las condiciones
de las diferentes desaladoras construidas o proyectadas sobre el territorio, sino sobre
todo tratar de esgrimir cuáles son sus principales potencialidades y sus diversos
impactos.
Palabras clave: Alicante, Programa A.G.U.A., Ósmosis inversa, Desaladora,
Desalobradora, Salmuera.
INTRODUCCIÓN
En términos generales, la Comunitat Valenciana padece una escasez natural de
recursos hídricos, habitual en todo el sector sureste de la Península Ibérica, y que es
resultado de factores climáticos, hidrográficos e hidrogeológicos (Rico, 2002). A ello
hay que sumar que estos recursos experimentan un acusado desequilibrio espacial,
intensificado por una demanda que advierte un crecimiento constante, sin olvidar una
más que probable inadecuada gestión de las aguas. Por si esto fuera poco, las
competencias de usos entorno al líquido elemento, fundamentalmente entre regadíos y
abastecimientos urbano-turísticos, han acabado por generar una serie de tensiones
entre usuarios que luchan por acceder a recursos de mayor calidad y que alimentan la
llamada “Batalla del agua”. De este modo, si bien en la actualidad para el caso
valenciano resulta patente el consumo hídrico agrícola con un 76.4 %, se aprecia un
aumento del uso urbano industrial, que ya supone más de un 19 %, mientras que el
turismo se acerca al 4.5 % con un gasto de 150 hm3/año (Rico, 2000). Si analizamos el
crecimiento poblacional y urbanístico autonómico, parece lógico pensar que el
consumo urbano seguirá creciendo, agravando los problemas de abastecimiento de
aguas.
En este sentido, la situación es especialmente alarmante en la provincia de Alicante,
donde el agua ya se ha convertido en el bien más preciado. El abastecimiento cercano
al millón de viviendas, con una población permanente próxima a 1.825.260 habitantes
(2007) y las necesidades que reclama lo que algunos autores han bautizado como la
dorsal urbano-turística de la Costa Blanca, con más de 50.000 plazas y unas 850.000
extrahoteleras, han generado un déficit provincial que ya se acerca a los 300
hm3/año. Si en condiciones normales el territorio valenciano dispone de una dotación
de 770 m3/hab./año, cifra muy inferior a los 2829 m3/hab./año de la media española
(López et al., 2000), la situación de insuficiencia es crítica en el caso de Alicante.
229
Ante esta realidad que parece agravarse exponencialmente, muchas son las
alternativas que desde las diferentes autoridades se han ido barajando. Sin embargo,
tras la derogación del mediático Trasvase del Ebro y asumiendo la ineficiencia del
trasvase Tajo-Segura y la extrema sobreexplotación de los acuíferos, la desalación
parece plantearse como la solución más certera a la escasez de recursos en la
provincia alicantina. En todo caso hay que recalcar que, aunque en ocasiones lo
pueda parecer, la desalación no es un proceso novedoso en la provincia de Alicante,
donde ha sido habitual la ejecución de iniciativas de desalación, bien de aguas
marinas, bien de aguas salobres, como solución a los diferentes periodos de sequía
que, asiduamente, afectan a las tierras meridionales de la Comunitat.
Actuaciones puntuales al margen, ha sido durante los últimos años cuando la
desalación ha comenzado a generar ambiciosas expectativas en la cuenca
mediterránea, habiendo adquirido un claro protagonismo propiciado por las mejoras
tecnológicas, la disminución de costes y el fomento de la instalación de plantas
desaladoras por parte del sector público y privado. Ejemplo de ello es que hoy en día
los proyectos para la construcción de plantas de desalación se suceden sobre el litoral
mediterráneo y las áreas más áridas de nuestro país, alimentando lo que podemos
llamar un auténtico “Boom de la desalación”. La mayoría de las intervenciones de
desalación se integran en el llamado Programa A.G.U.A., dependiente del Plan
Hidrológico aplicado en 2004, y que supone un abanico de medidas destinadas a
resolver gradualmente las carencias en la gestión, disponibilidad y calidad del agua en
España, pero muy especialmente en la cuenca mediterránea, donde toma especial
protagonismo la Comunitat Valenciana, y en mayor medida si cabe la provincia de
Alicante. No obstante, y a pesar de la proliferación de este tipo de tecnología, la
obtención de aguas apropiadas para el consumo humano a partir de la desalación
sigue constituyendo objeto de polémica a todas las escalas, en parte por los diferentes
impactos a los que se asocia, y en gran medida por el desconocimiento que aún
genera su producción y uso. En efecto, el presente artículo pretende aclarar algunas
dudas al respecto.
EXPERIMENTACIÓN
¿Qué es la desalación? Definición y procesos
La desalación no es, ni más ni menos, que el tratamiento del agua marina o salobre
para eliminar su contenido de sal. La idea de desalar las aguas para su posterior
consumo urbano se remonta a la Antigüedad y Aristóteles ya describió en su obra Los
Meteorológicos el proceso de transformación de agua de mar en agua potable por
evaporación (Rico et al., 1998). Sin embargo, no será hasta 1950 cuando la tecnología
se vuelva sobradamente eficiente, generalizando la producción de aguas desaladas a
una escala global. Los procesos técnicos de desalación de aguas marinas y salobres
continentales son considerablemente variados, en relación con el volumen de agua a
tratar y su grado de salinidad. A grandes rasgos, existen dos procesos básicos para
extraer la sal del agua: por destilación (evaporación) y por procesos de membrana u
ósmosis inversa (Guijarro, 2002). La electrodiálisis, un proceso de separación iónica,
resulta mucho más compleja e inhabitual. En este trabajo centraremos nuestra
atención en los procesos de desalación de aguas marinas, y en especial, en la técnica
de Ósmosis Inversa por su relevancia en nuestro territorio.
La técnica de Ósmosis Inversa
En los últimos años, la ósmosis inversa ha ido desplazando gradualmente a los otros
procesos de desalación en especial por su menor consumo energético, y actualmente
es el proceso más difundido en todo el mundo. En pocos años, los gastos de inversión
de una planta de ósmosis inversa han bajado casi exponencialmente, haciendo posible
su proliferación a escala global.
Pero, ¿en qué consiste el proceso de ósmosis inversa? El diccionario define la
ósmosis como el proceso natural por el que cualquier vegetal absorbe las sales del
230
suelo. Precisamente estos fenómenos naturales de evaporación y ósmosis son la base
de los procesos técnicos de desalación. Por tanto, desalar el agua consistiría
básicamente en el proceso opuesto al mecanismo natural: Eliminar la sal del agua
para que ésta resulte apta para el consumo humano. Como resultado, el agua
obtenida en el proceso no debe ni tener más de 0.5 g por litro, ni ser agua
completamente destilada. Dicho de otro modo, si queremos obtener agua potable a
partir del agua de mar (agua de 35 g/l) tendremos que separar las sales que contiene
hasta alcanzar un agua con un contenido igual o algo inferior a 0.5 g/l (Torres, 2004).
La técnica de desalación por ósmosis inversa tiene tres etapas básicas que, gracias al
incremento de la eficiencia energética, se completan en algo menos de una hora:
Pretratamiento: A través de pozos, que tienen entre 50 y 80 m de
profundidad, una bomba capta el agua, que se somete a un primer prefiltrado
para eliminar la arena del agua y, después, se lleva a un colector común que
comunica todos los pozos. Allí el agua se somete a un primer tratamiento
químico y a una desinfección para eliminar cualquier contaminación orgánica e
inorgánica.
Desalación: Supone la separación definitiva del agua dulce y salada, a
través de membranas semipermeables. En esta etapa se fuerza el agua de mar
a pasar, bajo una alta presión, a través de una membrana semipermeable que
filtra las sales y las impurezas. Este proceso se estima en unos escasos 15
segundos.
Postratamiento: La etapa final del proceso supone el ajuste de la calidad
del agua a estándares preestablecidos. El agua ya desalada entra finalmente
en un sistema de remineralización y desinfección. Este tratamiento químico y
su envío al depósito municipal de aguas para su posterior distribución a los
hogares puede tardar unos 20 minutos.
La corriente de agua del mar, después de pasar por la planta desaladora, se convierte
en un caudal de agua dulce apta para el abastecimiento urbano y el regadío, sin
embargo este proceso genera paralelamente agua de rechazo conocida como
salmuera (entre un 55-60 % del total), con una elevada concentración de sal. Ésta se
devuelve al mar a través de una red de tuberías hasta un punto alejado de la costa,
donde se vierte para su posterior disolución con la masa de agua marina. No obstante,
en los últimos años se ha descubierto que la salmuera residual puede ser susceptible
de aprovechamiento energético, lo que, a través de un proceso de recuperación,
puede retroalimentar el proceso de desalación de aguas marinas. Este sistema de
recuperación es aplicado en general a plantas de ósmosis inversa de agua de mar,
donde se dispone de caudales elevados y presiones altas (López y Mejías, 2000).
Parece lógico pensar que son muchas las ventajas que la desalación por ósmosis
inversa ofrece en regiones con déficit hídrico donde las alternativas de
abastecimientos son escasas y donde el mar, la mayor masa de agua (97%) existente
en nuestro planeta, ofrece posibilidades reales de aprovechamiento. Las regiones
mediterráneas españolas, por supuesto, no son una excepción.
La desalación en el contexto mundial: Breve reseña histórica
La historia de la desalación a media y gran escala comienza en los años 1930, cuando
la marina norteamericana equipaba sus buques con evaporadores. No obstante, no
fue hasta la II Guerra Mundial cuando la desalación experimentó grandes avances
ante las necesidades de abastecimiento de las tropas estadounidenses situadas en
zonas áridas. Tras una etapa de escaso crecimiento, la desalación tomó nuevo
impulso a principios de los años cincuenta, cuando se consolidó en EE.UU la Oficina
de Aguas Salinas (OSW), antecesora de la Oficina de Investigación y Tecnologías del
Agua e impulsora de notables avances tecnológicos. A pesar de esto no fue hasta
1963 cuando Reid y Breton realizaron los primeros ensayos de membranas de
ósmosis inversa en la Universidad de Florida, esencial para comprender la importancia
actual de la desalación. En 1985 se creó la Internacional Desalation Associaton con
231
sede en New Jersey, para desarrollar y promocionar la utilización más idónea de las
tecnologías de desalación y reutilización de aguas.
La capacidad de desalación de aguas instalada en el mundo ascendía a 22.735.000
m3/día en 1998, mientras que en 2004 se producían más de 24 millones de m3 al día
de agua desalada, lo que sería suficiente para abastecer una población superior a 120
millones de habitantes. Los países de Oriente Medio acaparan prácticamente el 50 %
de la producción mundial, destacando Arabia Saudita (22 %), Kuwait, Libia y Emiratos
Árabes Unidos como los principales productores. Aquí la desalación es la única fuente
de recursos hídricos, posibilitando el asentamiento poblacional y el desarrollo
económico del territorio. EE.UU., como potencia tecnológica y de la investigación,
sería otro productor de primer orden.
Plantas desaladoras en España; una experiencia exitosa
Actualmente España es un país puntero en el desarrollo de tecnologías de desalación,
sobre todo por lo que respecta a las técnicas de ósmosis inversa, ocupando el primer
lugar de Europa en la utilización de agua desalada en los abastecimientos urbanos y el
quinto puesto por número de desaladoras en el mundo, con un total de 900 plantas
(2004), que tienen una capacidad de 1.45 millones de metros cúbicos al día. De ellas
un 47 % de la capacidad corresponde a plantas de agua de mar (desaladoras) y el 53
% restante a las de agua salobre (desalobradoras). Sin embargo, si tenemos en
cuenta la producción (2.5 % de la capacidad mundial), España desciende hasta el
noveno lugar por detrás de los Países Árabes, EE.UU, Japón y la antigua URSS, lo
que significa que éstas plantas son de tamaño pequeño en general. De hecho, cerca
de la mitad de desaladoras que se encuentran en funcionamiento tienen una
capacidad inferior a 500 m3/día, que contrastan con los 125000 metros cúbicos por día
de la Planta Carboneras (Almería), la mayor desaladora de España instalada hasta el
momento y una de las mayores del mundo en su categoría.
En 2004 la producción total de agua desalada del país se acercaba a los 1.200.000
m3/día, correspondiendo 700.000 m3/día a la desalación de agua de mar (Valero et al.,
2001), aunque representando aún un escaso peso relativo respecto al consumo total
(algo más del 3.3 % del consumo urbano, y alrededor del 0.5 % del uso consuntivo).
Como es lógico, la producción y uso de aguas desaladas se restringe a aquellas
regiones donde la escasez natural de recursos se ha visto presionada por usos del
suelo intensivos, tanto agrarios como urbanos y turísticos, así como por altas
densidades de población. Si bien, es necesario incidir en que el interés por el
aprovechamiento de este nuevo recurso ha ido aparejado hasta el momento sobre
todo al desarrollo de importantes periodos de sequía, la mayoría de éstas relegadas a
las regiones del este, sureste y sur peninsular, los dos archipiélagos y las ciudades del
Norte de África. Como consecuencia, Canarias es la comunidad con una mayor
capacidad de producción de agua mediante desalación, absorbiendo el 38 % de la
capacidad instalada total, mientras que le siguen, a distancia, Andalucía, Comunidad
Valenciana y Murcia, (14.5, 14 y 13.5 % respectivamente), aunque éstas dos últimas
con porcentajes al alza. De hecho, se espera que ambas, conjuntamente, pronto
alcancen el 50 % de la producción española (Ministerio de Medio Ambiente, 2004).
Aproximación al caso alicantino; La desalación como solución al déficit hídrico
Como se ha dicho reiteradamente, Alicante padece un déficit hídrico que se acrecenta
con el paso del tiempo de manera paralela al constante crecimiento de la demanda.
Distintas causas explican esta situación de escasez de aguas y su dependencia de
recursos externos:
• Clima árido: Gran parte del territorio alicantino padece un clima de tipo
árido, caracterizado por precipitaciones muy escasas, próximas a los 300 mm
anuales, con una distribución muy irregular en el tiempo y el espacio, con
prolongados períodos de sequía (desde mayo a septiembre) y con unas
232
temperaturas muy elevadas (entre 18 y 19 º C) que favorecen las altas tasas
de evaporación.
• Escasez de recursos superficiales: La provincia de Alicante padece una
acusada escasez de recursos de agua superficiales muy notoria al no disponer
apenas de flujos de agua alóctonos, lo que ha motivado la sobreexplotación de
aguas trasvasadas. No en vano, las aguas de procedencia foránea constituyen
casi el 80 % del agua consumida en la provincia. El Segura, principal curso de
la provincia y del Sureste peninsular, padece una situación de sequía
estructural permanente, a la que ni siquiera puede hacer frente el trasvase de
aguas desde la cuenca del Tajo. Actualmente el río aporta unos 179 hm3/año al
territorio valenciano, en los que se incluyen aguas sin depurar, vertidos
ganaderos y retornos de riego a menudo contaminados, vertiendo al mar un
volumen de 30 hm3/año, cuando en condiciones normales debería desaguar
unos 871 hm3/año. Por su parte, el Taibilla, afluente en cabecera del anterior y
principal aporte de la Mancomunidad agrícola del mismo nombre, sigue
registrando mínimos históricos, con caudales por debajo de los 40 hm3
anuales, que distan mucho de los 65 hm3 que debería llevar (Búrdalo, 2003).
• Agricultura intensiva: En ningún caso hay que olvidar que la agricultura
sigue absorbiendo la gran mayoría de los recursos hídricos de la provincia de
Alicante, tal y como ha sucedido a lo largo de la historia. Sin embargo, la
producción agrícola ha experimentado un vuelco cualitativo y cuantitativo en las
últimas cuatro décadas, sobre todo a raíz de la ejecución del Trasvase TajoSegura, que en su momento supuso la transformación de campos de secano
en nuevas explotaciones de regadío, obteniéndose una mayor viabilidad
económica pero multiplicando las necesidades de agua. Actualmente el
regadío alicantino ocupa una extensión próxima a las 140.000 ha, el 50 % de la
superficie cultivada y generando el 85 % de la producción Final Agraria.
Mientras tanto, unas 33.000 ha se contabilizan como tierras de barbecho por
falta de agua (Rico et al., 1998). Se trata de una agricultura intensiva, de fuerte
carácter comercial, con predominio de productos hortícolas y frutícolas de
calidad, destinados a la exportación y con una buena capacidad competitiva en
los mercados, pero altamente demandantes en agua. La comarca Meridional,
con algo más de un tercio del total de la superficie cultivada, supone dos
tercios del total de la superficie regada alicantina. Sin embargo, presenta
acusados problemas de escasez hídrica y unas condiciones climáticas un tanto
adversas, marcadas por las escasas precipitaciones anuales. El Estudio
General de los Regadíos Alicantinos, elaborado para el Plan Director de
Modernización de los Regadíos de la Comunidad Valenciana, estimaba el
balance hídrico en la Comarca Meridional en un déficit de unos 163hm3/año, de
los que más del 50 % corresponderían al Bajo Segura. De hecho, en algo más
de del 90 % de su superficie puede considerarse que se desarrollan cultivos
con infradotaciones agronómicas.
• Sobreexplotación de acuíferos: Un 40 % de las aguas utilizadas en la
provincia de Alicante son ya de origen subterráneo, lo que deriva en la
sobreexplotación de los acuíferos costeros y del interior continental. La
situación es especialmente llamativa en acuíferos continentales como los del
Vinalopó. Según estimaciones, en la provincia de Alicante la extracción de
reservas no renovables puede superar los 250 hm3/año. Al margen de la
disminución del recurso agua, conviene remarcar que los bombeos excesivos
sobre los acuíferos han provocado otros tantos problemas ambientales, quizá
de similar relevancia, entre los que destacan la salinización de sus aguas y la
contaminación difusa por nitratos, cloruros, sulfatos, carbonatos o metales
pesados, especialmente en aquellas zonas dedicadas a la citricultura y otros
regadíos intensivos.
233
• Hegemonía turística: Desde la época desarrollista, Alicante ostenta una
primacía en oferta turística que le confiere un carácter singular dentro del país.
Unas 50.400 plazas hoteleras se hallan concentradas en el litoral alicantino, en
ciudades marcadamente turísticas como Benidorm, Calp, Altea, Dénia o Xàbia
A pesar de esto, el volumen más importante de alojamiento turístico y de ocio
corresponde con el tipo residencial, que suma unos dos millones de plazas,
concentrando el litoral alicantino alrededor de un millón de plazas en el Bajo
Segura y las dos Marinas. Ésta es precisamente la oferta más demandante en
agua. Se estima que el alojamiento residencial genera un consumo de 120
hm3/año, mientras que en los modelos residenciales extensivos con jardín y
piscina, los consumos pueden elevarse a 600 l/hab./día, marcadamente
concentrados durante julio y agosto. El consumo total, al que habría que sumar
el realizado por parques acuáticos y campos de golf, con dotaciones de riego
de 10.000 m3/ha y viviendas anexas a las propias instalaciones de tipología
intensiva, se aproximaría a 150 hm3/año.
• Urbanización desmesurada del litoral: Es evidente que la eclosión vivida por
el negocio inmobiliario en España durante los últimos 10-15 años ha dejado
una marcada huella sobre el territorio valenciano y no solo desde el punto de
vista ambiental. Podemos hablar sin reparos de una urbanización desmesurada
sobre el territorio y más concretamente a lo largo del litoral mediterráneo.
Durante el periodo 1993-2000 se construyeron en la Comunidad Valenciana
unas 312.000 nuevas viviendas motivadas por la afluencia de turistas,
residentes y veraneantes. Como resultado, se ha urbanizado el 56 % de la
costa valenciana, superándose el 80 % en el tramo de la Costa Baja alicantina.
Tomando como referencia espacial la banda de un kilómetro de anchura a
partir de la ribera del mar, el suelo urbano suma ya un 33 %, mientras que el
urbanizable representa un 23 %. Aunque en el litoral norte de Alicante las
unidades de actuación adquieren menos tamaño y densidad, hay que resaltar
que se hacen más extensivas a costa de secanos y superficies forestales
(Rico, 2002), que antaño configuraban espacios de singular valor paisajístico. A
ello hay que sumar la consolidación del espacio metropolitano alrededor de
Alicante, que ha supuesto una nueva realidad urbana de límites vastos y
difusos.
Lo cierto es que, ante semejante panorama, las necesidades de incrementar los
caudales suministrados por las fuentes tradicionales son muy limitadas. Por ello, se
convierte en objetivo básico la obtención de nuevos recursos, complementarios de los
existentes, que garanticen un umbral mínimo de las necesidades hídricas. De no
remediar esta situación de escasez, las actividades económicas como el turismo o la
agricultura podrían entorpecer el desarrollo económico y todos los esfuerzos llevados
a cabo para conseguir un producto competitivo. Ante la gravedad de la situación, la
desalación se plantea como una de las opciones más viables, al menos para las
necesidades urbanas.
Antecedentes de desalación; Del Plan PYDES al Programa A.G.U.A.
La provincia de Alicante ya cuenta con una experiencia importante en materia de
desalación, sin embargo hasta el momento las actuaciones han sido contadas e
insuficientes. Fue durante la sequía de la primera mitad de los años noventa (199195), cuando la desalación adquirió cierta naturaleza para la Administración Agraria de
la Generalitat Valenciana, fundamentalmente orientada al caso alicantino, inmerso en
una crisis hídrica sin precedentes. En este sentido, la Generalitat se decantó por
establecer plantas de desalación de carácter comunitario, explotando
fundamentalmente las aguas salobres continentales (Rico et al., 1998).
Al final de este periodo, sin haberse resuelto las consecuencias de la fuerte sequía de
1991, se lleva a cabo el Plan de Obras y Actuaciones de la Zona Meridional de
Alicante, integrada por las comarcas del Bajo Vinalopó, Bajo Segura y Campo de
234
Alicante, redactado en febrero de 1994 y aprobado por Orden de la Consellería de
Agricultura en 1995. En dicho plan se explicitaba la situación de recursos hídricos
disponibles y de déficit estructural que padecían los regadíos implantados en las
mencionadas comarcas y se planteaban una serie de alternativas de actuación. Esta
Orden se puede considerar la primera materialización de incorporación de tecnologías
de desalación en los regadíos del sur de la Comunitat Valenciana.
Sin embargo, la consolidación de plantas desaladoras en la Comunitat comienza a
tomar especial relevancia a raíz de la puesta en marcha del pograma PAYDES (Plan
de Aprovechamiento y Distribución de Aguas Depuradas y Salinas) en 1995, por parte
de la Conselleria de Agricultura de la Generalitat Valenciana, y que se aplica de
manera excepcional en la comarca alicantina del Bajo Segura. En cualquier caso se
trataba de la ejecución de instalaciones con una capacidad de desalación que no
superaba los 200 m3/día (Rico et al., 1998), planteando al mismo tiempo el
aprovechamiento de las aguas residuales depuradas. El objetivo primordial del
PAYDES era conseguir que, inicialmente, el déficit estructural sólo fuera igual o menor
a un 25 % de las necesidades de agua, si bien acabó por restringir su plasmación
territorial a la zona de la Pedrera, eso sí, una de las más áridas de la Península
Ibérica.
El Programa A.G.U.A, integrado en el Plan Hidrológico de 2004, se erige como la
última herramienta destinada a la obtención de recursos hídricos en la Comunitat
Valenciana, con un marcado protagonismo para la provincia de Alicante, donde el
Ministerio de Medio Ambiente planteaba inicialmente 8 ejecuciones en materia de
desalación: La construcción de la Planta desaladora de La Pedrera, la mejora de la
calidad de la planta de Pilar de la Horadada, la construcción de las desaladora para
L’Alacantí y la Vega Baja, la ejecución de desaladoras en la Marina Alta y Baja y la
ampliación de las desaladoras de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla en
Alicante y Xàbia, todo ello con una previsión de aumento de los recursos totales de
más de 140 hm3/año. La desaladora de agua de mar del Canal de Alicante, con una
producción de 50.000 m3/día y la desaladora de Torrevieja, aún en construcción
aunque con una previsión de 80 hm3 de agua potable producidos anualmente (lo que
la convertirá en breve en la mayor desaladora de España), pretenden convertirse en
referentes de este ambicioso plan de mejora de disponibilidad y calidad de los
recursos hídricos en la provincia (Ministerio de Medio Ambiente, 2004).
DISCUSIÓN
Impacto ambiental de la desalación
Tradicionalmente se ha dado por sentado que los beneficios de la desalación superan
a los inconvenientes. Sin embargo, el grado creciente de consciencia y de
preocupación por los efectos en nuestro medio ambiente han despertado el interés de
los sectores implicados, y se han comenzado a analizar efectos llevándose a cabo
estudios orientados tanto a los aspectos físico-químicos y de ingeniería como a los
aspectos biológicos. Así, frente a las ventajas, aparecen una serie de impactos
negativos sobre el medio que, sin duda, merecen atención y análisis. El ejemplo más
claro y conocido de ello es el vertido de la salmuera.
Como ya se ha dicho, en el proceso de extracción de la sal del agua del mar se
producen residuos hipersalinos nuevamente vertidos al mar que, en su conjunto, son
conocidos como salmuera. La salmuera no deja de ser un líquido transparente y
limpio, imposible de distinguir a simple vista del agua de mar, aunque, vertida
nuevamente al mar, puede perjudicar al ecosistema marino al aumentar los niveles de
salinidad de las aguas. Si bien se sabe con certeza que la fauna marina del litoral
mediterráneo no queda afectada significativamente por la existencia de emisarios
gracias a su movilidad, e incluso hay experiencias de una mayor cuota de captura
pesquera alrededor de desagües de plantas desaladoras, hay que tratar con especial
atención la flora marina (Valero y Serra, 2001).
235
La comunidad científica advierte que el vertido de salmuera en el Mediterráneo puede
ocasionar daños irreversibles sobre las praderas de fanerógamas bentónicas de
“posidonia oceánica”,”cymodocea nodosa” y “zostera noltii”, muy abundantes en el
piso infralitoral de la costa valenciana. Ante el desconocimiento de los efectos de la
salmuera y con el fin de establecer las repercusiones reales de las desaladoras sobre
estas comunidades, los estudios de impacto se han generalizado en los últimos años,
siendo España una de los países pioneros en este apartado. En efecto, se ha
estudiado la tolerancia a la salinidad de las especies más sensibles y con mayor grado
de protección en las directivas medioambientales españolas, mostrando especial
interés en la posidonia oceánica, una fanerógama marina que recubre los fondos con
un calado de 5 a 30 m, de extraordinaria diversidad y que forma un hábitat de gran
valor para el desarrollo de los peces, fijando además los bancos de arena y
oxigenando el agua de mar con tasas de producción en algunos casos superiores a la
selva amazónica. Estos estudios fijan la salinidad máxima tolerable de esta pradera en
39 g/l (Torres, 2004).
Atendiendo a las cifras, parece pues que la salmuera sí podría tener un efecto sobre la
pradera de posidonia en su contacto directo con la misma. La solución al que parece
ser el problema más complejo de la desalación marina tiene que venir de la mano de
los técnicos, que plantean como favorecer la rápida disolución de la salmuera en la
masa de agua de mar. Para el caso de Murcia o Baleares, por ejemplo, donde la
pradera de posidonia se asienta a pocos metros de la costa, se ha diseñado una
solución que consiste en distribuir la salmuera por diversos difusores de tal forma que
al salir la salmuera y golpear con el agua de mar produce una agitación que permite
que se homogeneice en salinidad toda la masa de agua de mar que circunda el
difusor. Otra de las soluciones pasa por la construcción de emisarios submarinos que
sobrepasen la pradera de Posidonia, sin embargo se teme que la propia construcción
del emisario podría afectar a las praderas, por la superficie ocupada y afectada.
No obstante, conviene tener en cuenta que los estudios determinan que existen
grandes diferencias con respecto a la dilución real en los fondos marinos, de manera
que la magnitud del impacto del agua de rechazo dependerá de las características de
la planta desaladora y de su vertido, aunque también de la naturaleza física
(batimetría, hidrodinamismo, etc) y de las condiciones biológicas del ambiente marino
receptor (Miliarium, 2004). Así, por ejemplo, algunos expertos informan de que los
vertidos de las plantas desalinizadoras han causado reducciones de poblaciones de
peces, mortalidad de plancton y corales en el Mar Rojo, desaparición de manglares y
angiospermas marinas en la laguna de Ras Hanjurah (Emiratos Árabes). Sin embargo,
no debemos obviar que Golfo Pérsico y la costa mediterránea española son dos
contextos muy diferentes. No en vano, el Golfo Pérsico tiene una mayor salinidad
(36000 a 50000 ppm), es un mar cerrado de reducidas dimensiones y tan sólo 35 m de
profundidad, con un tiempo de residencia medio de 2-5 años, con una temperatura
media de 18-35 º C y un altísimo índice de evaporación. Como consecuencia, tan sólo
una décima parte del agua bruta introducida se desala. Mientras tanto, en España las
plantas de ósmosis inversa vierten sus rechazos a mares más abiertos, como el
Mediterráneo y a una temperatura prácticamente idéntica a la aportada, con
rendimientos que ya pueden superar el 50 %.
Sin embargo, la salmuera no es el único impacto ambiental y/o paisajístico reconocido
sobre el medio natural que genera la desalación de aguas marinas en el ámbito
marítimo-terrestre. A continuación se plantean una serie impactos negativos que
conviene tener en cuenta:
1) Vertidos químicos: Además de la salmuera, las plantas desaladoras de
ósmosis inversa generan otro tipo de vertidos considerados nocivos, si bien es
verdad que no suelen superar el 1 % del total emitido. El agua de rechazo
puede incluir el vertido de productos químicos (biocidas, anti-incrustantes y
anti-espumantes) resultado del tratamiento del agua, así como también de los
236
2)
3)
4)
5)
6)
7)
vertidos puntuales que resultan del limpiado de las membranas y que
constituyen aportes muy concentrados de sólidos en suspensión y detergentes
de naturaleza biodegradable (Hispagua, 2000).
Efectos sobre la agricultura: El agua desalada, al parecer, podría perjudicar a la
agricultura, pudiéndose establecer una clasificación de cultivos en relación a la
conductividad del agua de riego y que oscilaría entre los cultivos tolerantes y
los no tolerantes. Los cítricos, por ejemplo, tan abundantes en la zona de
Valencia y Murcia, son muy sensibles a los minerales que contiene el agua
desalada.
Ocupación de suelo litoral: La implantación de infraestructuras de desalación
conlleva un modelo de ocupación de suelo masiva en enclaves marítimoterrestres nunca alejados de la costa más allá de los 3 Km, espacios sometidos
ya a fuerte presión urbanística, donde los espacios carentes de construcciones
son escasos.
Creación de una red de infraestructuras vinculadas a las desaladoras: La
construcción de desaladoras supone en ocasiones la ejecución de nuevas
obras de infraestructuras para trasladar el agua desalada a las zonas donde se
produce la demanda, bien sea por conexión a redes existentes, o bien por
ampliación y extensión de éstas.
Construcción de infraestructuras de regulación: Los caudales desalados deben
acomodarse a la demanda variable a lo largo del tiempo, y en ocasiones
suponen la implantación de embalses de regulación, ya que el régimen de
funcionamiento de las desaladoras no coincide temporalmente con el ritmo de
la demanda, sobre todo en zonas turísticas.
Emisión de gases: Una desaladora no genera en sí misma emisiones, pero la
producción de energía es motivo de emisión de gases de efecto invernadero.
Bien es cierto que una adecuada legislación puede minimizar estos impactos.
Excesivo ruido: También hay que destacar la contaminación acústica de las
plantas desaladoras, que no suele mencionarse debido a su relativa lejanía de
poblaciones y zonas habitadas, pero que debe tenerse en cuenta en zonas con
escaso terreno edificable, situación común en el litoral alicantino.
Costes de producción y mantenimiento y otras debilidades
Como fábricas que son, las plantas de desalación tienen un consumo energético, una
vida limitada y un mantenimiento que, al menos hasta el momento, resulta bastante
costoso. Estos son algunos de los inconvenientes relacionados con las plantas de
tratamientos de aguas marinas:
1) Pérdidas de rendimiento por ensuciamientos: En ocasiones, los
microorganismos presentes en el agua bruta tienden a formar biopelículas
sobre las superficies por las que van pasando, de forma que pueden llegar a
formarse agregados de importancia. Ello conlleva el fenómeno de
ensuciamiento biológico que produce atascamientos y la consiguiente perdida
de carga en las membranas, lo que supone una reducción de la producción de
agua (Veza, 2002).
2) Elevados consumos: Las complejas instalaciones de ósmosis inversa requieren
un gran consumo de electricidad. Algunos expertos lo valoran entre 3.5 y 4
Kw/h/m3, de modo que los gastos energéticos pueden suponer entre el 40 y el
60 % de los costes totales de una desaladora. Sin embargo, conviene remarcar
que en los años setenta los consumos eran superiores a los 20 Kw/h/m3, lo que
certifica los avances en eficiencia energética y, por tanto, un mayor ahorro en
costes.
3) Costes de producción: Los costes de producción de aguas potables se estiman
en 0.55 €/m3 para el caso de Alicante si se contabiliza la amortización íntegra
de las instalaciones. Sin embargo, resulta muy difícil generalizar el coste de un
237
metro cúbico debido a que cada planta y cada “agua fuente” tiene unos
requerimientos diferentes de pretratamiento, automatización o control. De esta
manera, influyen de manera determinante en el precio final diversos factores
variables entre los que cabe destacar la capacidad de la instalación, el tipo de
recurso desalado (agua marina o salobre), su uso (consumo urbano o riego),
aprovechamiento energético del caudal de rechazo…, y que son diferentes
según el caso (López y Mejías, 2000). Por otro lado, hay que tener en cuenta
que han disminuido también los costes de personal debido a la automatización
de las instalaciones, mientras que en las plantas de ósmosis inversa también
decrece el precio de las membranas al tiempo que aumenta el tiempo de vida
útil de las mismas. En definitiva, los costes de desalación se reducen
vertiginosamente año tras año.
4) Usos casi exclusivamente urbanos: Es obvio que el principal destino del agua
desalada sigue siendo el abastecimiento urbano, y tan solo una parte pequeña
y excepcional se dedica para usos agrícolas. Sin embargo, no es menos cierto
que los usos cambian progresivamente a favor de un mayor peso de la
agricultura. Según el Plan Nacional de Regadíos, en 1999 se regaban con
agua desalada en España 544 ha, sobre un total de 3344637 ha, lo que
representaba el irrisorio 0.02 % de la superficie regable existente. Para 2004, y
según datos del INE, las 3621 explotaciones que utilizaban agua desalada ya
abarcaban una superficie de 4273 ha, lo que supone un aumento superior al
800 %. Hoy por hoy, puede decirse que prácticamente España es el único país
que realmente consume aguas desaladas para su utilización agrícola, si bien
es verdad que hay países que utilizan aguas desaladas para el riego de
jardines o pequeños huertos ante la imposibilidad de otras fuentes (Valero y
Serra, 2001)
Soluciones para minimizar los impactos
El Centre d’Estudis Avançats de Blanes, integrado en el CSIC (Consejo Superior de
Investigaciones Científicas) plantea una serie de interesantes consideraciones o
premisas a seguir con el objetivo de erradicar o, en su defecto, minimizar los impactos
ambientales, paisajísticos y ecológicos que conllevan las plantas desaladoras de
ósmosis inversa, y que sin duda merecen mención:
• La localización de las desaladoras debe producirse en zonas donde el impacto
sobre las comunidades bentónicas sea mínimo. De este modo, es importante evitar
bahías cerradas y sistemas de gran valor ecológico, como las praderas de
angiospermas marinas.
• Es preciso establecer cuáles son los límites de tolerancia de las distintas
comunidades bentónicas mediterráneas que pueden verse afectadas por los
vertidos.
• Los vertidos de salmuera habría que situarlos en zonas de hidrodinamismo
medio o elevado, que facilite la rápida dispersión de la sal vertida al mar, evitando
el contacto con organismos de gran valor, como la posidonia.
• Deben evitarse cambios que puedan afectar los procesos de sedimentación
como consecuencia de la instalación de plantas desaladoras en los litorales,
generalmente a través de la ejecución de Evaluaciones de Impacto Ambiental.
• Antes de acometer las obras de instalación de plantas desaladoras, debemos
asegurarnos de que el agua de origen sea de buena calidad para minimizar el
tratamiento químico posterior y, por tanto, la emisión de residuos que puedan
resultar altamente nocivos para el ecosistema marino.
CONCLUSIONES
Queda claro que la utilización de las técnicas de desalación, tanto de aguas
subterráneas salobres como de agua de mar, puede resultar clave para paliar la falta
238
de recursos hídricos en zonas especialmente sensibles a la escasez e irregularidad de
las precipitaciones y con usos intensivos de las aguas (bien agrícolas, bien urbanos).
La región alicantina es buen ejemplo de ello, y es por eso que los abastecimientos
hídricos por desalación se convierten en una alternativa sumamente interesante. El
mayor uso futuro de las aguas desaladas (marinas y salobres) en nuestro territorio va
a estar relacionado con los costes energéticos, la mejora de la eficiencia energética y,
además, las repercusiones que tengan los aumentos estacionales de la demanda para
finalidades urbano-turísticas y agrarias.
Conviene recalcar que la evolución de las tecnologías de desalación con menores
consumos energéticos, especialmente por lo que respecta al proceso de ósmosis
inversa, ha permitido rebajar sensiblemente los costes del agua desalada hasta cifras
que, según autores, oscilan cerca de los 0.55 €/m3. En efecto, los costes que implica la
desalación son cada vez menores: disminuyen los gastos energéticos, los costes de
personal, los costes de las membranas y el mantenimiento de las plantas.
Por otro lado, es necesario remarcar que el impacto ambiental derivado de la
instalación de una planta desaladora tiene varias afecciones destacables: vertido de
salmueras, emisiones derivadas del consumo de productos químicos y los ruidos. Sin
embargo, la construcción y explotación de desaladoras no tiene por qué entrar en
conflicto con el entorno, siempre que se sigan una serie de premisas en la
planificación y construcción, y se ejecuten con visos de regularidad los respectivos
permisos y licencias.
Sea como fuere, hay que incidir en que la desalación pierde significancia si no se
combina con otras estrategias como la reutilización de aguas residuales y, sobre todo,
la mejora en la gestión del agua, evitando pérdidas o despilfarros que existen en
canalizaciones de riego o redes de abastecimiento bien por estar obsoletas, bien por
una deficiencia en su mantenimiento.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco al profesor D. Artemi Cerdà la tutorización del presente trabajo, así como la
posibilidad que me ofrece de poder publicarlo.
REFERENCIAS
Ballero, C.V. 2005. Descripción del funcionamiento de la desaladora de agua del Canal de
Alicante. Publicaciones digitales Dyna. Febrero 2005.
Búrdalo, S. 2003. Desaladora de agua marina del Canal de Alicante. Realidad rentable.
Publicaciones digitales Ambienta. Noviembre 2003.
Guijarro, L. 2002. Agua dulce, agua salada. Publicaciones digitales Ambienta. Mayo 2002.
López, J.A., Mejías, M. 2000. Las aguas salobres. Una alternativa al abastecimiento en
regiones semiáridas. Instituto Geológico y Minero España.
Rico, A.M. 2002. Insuficiencia de recursos hídricos y competencia de usos en la Comunidad
Valenciana. Boletín de la A.G.E., nº 33. págs. 23-50.
Rico, A.M., Olcina, J., Paños, V., Baños, C. 1998. Depuración, desalación y reutilización de
aguas en España. Oikos-tau, Barcelona, 246 pp.
Torres, M. 2004. La desalación de agua de mar y el vertido de la salmuera. Publicaciones
digitales Ambienta. Julio - Agosto 2004.
Valero, A., Serra, L. 2001. La desalación como alternativa al PHN. Gobierno de Aragón CIRCE,
Universidad de Zaragoza. Enero 2001.
Veza, J.M. 2002. Introducción a la desalación de aguas. Consejo Insular de Aguas de Gran
Canaria. Universidad de las Palmas de Gran Canaria, 381 pp.
www.hispagua.cedex.es Hispagua: Sistema español de información sobre el agua.
www.miliarium.com Miliarium: Ingeniería civil, Construcción y Medio Ambiente.
www.mma.es Ministerio de Medio Ambiente.
239