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PSICAP – Concurso de Maestros 2013 – 2014
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Una adecuada organización del ambiente, incluyendo espacios, recursos materiales y distribución
del tiempo, será fundamental para la consecución de las intenciones educativas.
El espacio escolar permitirá al niño/a situarse en él, sentirlo suyo, a partir de sus experiencias y
relaciones con personas y objetos. La distribución del espacio debe adecuarse a las variadas y cambiantes
necesidades de los niños/as, teniendo presentes las características de cada grupo de edad y sus
necesidades. Se deben prever las distintas situaciones y decidir sobre los medios que las hagan posibles,
evitando organizaciones rígidas y excesivamente especializadas.
La variedad de actividades educativas que se realizan hace necesario habilitar determinados
espacios que reúnan las condiciones para las mismas. Así se pueden fijar áreas o rincones
específicamente orientados hacia el juego, la expresión plástica, las experiencias con objetos físicos o las
actividades sedentarias. Todas las dependencias se considerarán espacios educativos, diversificando los
lugares en que se desarrollen las experiencias y actividades y dando un creciente protagonismo a los
espacios exteriores.
La diversidad de materiales con los que cuenta la Escuela debe ser adecuada por el equipo
educativo a las intenciones que se persigan, fruto de una reflexión acerca del tipo de información que se
suministra, el papel más o menos activo que concede al usuario, su contenido más o menos cerrado, su
posibilidad de usos, gestión y cuidados por parte del alumno y el tipo de tarea, actividad o función para lo
que se lo requiera, sin olvidar que los medios han de estar al servicio del proyecto educativo y no al revés.
La organización del tiempo será otro elemento a tener en cuenta. Siempre se sugiere que la
organización de las actividades presenten flexibilidad y posibilidades de adecuación al ritmo de los
niños/as. Cada sujeto ha de disponer del tiempo necesario para crecer y desarrollarse, de acuerdo con sus
ritmos individuales. Es básico, pues, respetar los principios de desarrollo cognitivo y socioafectivo,
manteniendo una organización del tiempo lo más natural posible, sin forzar el ritmo de la actividad y
manteniendo determinadas constantes temporales o rutinas, ya que las experiencias desorganizadas son
tan deshumanizadoras como las excesivamente tecnificadas.
Los tiempos:
Comencemos pensando acerca de la manera en que en la institución se manejarán los tiempos.
Ricci, (2000), considera que la organización del tiempo escolar obedece a la necesidad de control desde la
administración educativa, ya que la asignación rutinaria de tareas específicas en este entramado temporoespacial lo hace perfectamente posible.
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La dimensión temporal se refiere a la planificación del tiempo en una jornada o rutina diaria de
atención, debiendo incluir y asegurar las actividades pedagógicas dirigidas, de recreación, colectivas, de
pequeño grupo e individuales, estructuradas y no estructuradas; además de los momentos para la
alimentación, la higiene y el descanso de los niños y las niñas.
En la planificación de las rutinas diarias, el equipo educativo deberá considerar diferentes fases:
toma de contacto a la entrada al Centro, preparación de las actividades, desarrollo de las mismas,
tiempo para el recuerdo-simbolización, recogida y ordenación de los materiales y tiempo de la
despedida.
Una sensibilidad especial habrá de tenerse en cuenta en los primeros contactos que tienen los
alumnos con la institución cuando de primer año se trate.
Siempre se sugiere que las actividades presenten flexibilidad y posibilidad de adecuación a los
ritmos de los niños. La organización del tiempo debe respetar sus necesidades: afecto, actividad,
relajación, descanso, alimentación, experiencias directas con los objetos, relación y comunicación,
movimiento. El docente organizará la actividad partiendo de los ritmos biológicos y estableciendo rutinas
cotidianas, lo que contribuirá a estructurar la actividad del niño y a la interiorización de unos marcos de
referencia temporales.
Una agenda visual puede ser de mucha utilidad para ser empleada cotidianamente en el aula
porque ayuda a los niños a ordenarse en sus tareas y además se establece claramente la secuencia de
actividades del día. Esto es algo a poner énfasis, más aún pensando que el sentido de temporalidad, es
decir, la noción de tiempo es una de las más difícilmente accesibles. Hasta los siete u ocho años e incluso
más, es difícil acceder a la idea o noción de duración y de pasado. Hasta los siete años la expresión "la
semana pasada" no adquiere sentido para ellos. Por eso este tipo de sugerencias pueden ser de mucha
utilidad.
La comprensión del tiempo está muy relacionada al conocimiento físico y social; y el niño lo
construye a través de las siguientes fases:
Concibe el tiempo solamente relacionado al presente, no contempla mentalmente el pasado ni el
futuro. Tiene una dimensión única del tiempo.
Comienza a entender que el tiempo es un continuo, que las cosas existen antes de ahora y que
existirán después de ahora.
A partir de los 3 años usa el término de mañana o ayer, quizás no acertadamente, pero con indicios
de que comprende la existencia de un pasado y un futuro.
Reconstruye hechos pasados, pero no lo hace secuencial ni cronológicamente. Por ejemplo, si le
pedimos que nos cuente cómo hizo su pintura, lo podrá contar, pero no secuencialmente, por
dónde empezó, que hizo después y así sucesivamente.
Reconstrucción secuencial y cronológica del tiempo y comprensión de las unidades convencionales
del mismo. Por ejemplo: semana, mes, hora, etc. En esta fase el niño ya comienza a mostrar una
visión objetiva del tiempo.
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De modo que el tiempo presente se puede abordar tomando en cuenta los tiempos del aula y de la
Institución. El niño fácilmente se familiariza con ellos y aprende a identificar los tiempos (a modos de
rutinas) por los que debe regirse y lo hace con placer.
Los espacios:
Por espacio se entiende todo aquello que rodea al niño, es decir, el conjunto de condiciones físicas,
sociales y culturales en las que se desenvuelve.
La noción de espacio el niño la adquiere con cierta lentitud. Al principio tiene un concepto muy
concreto del espacio: su casa, su calle; no tiene siquiera idea de la localidad en que vive. Pero esa noción
se desarrolla más rápidamente que la de tiempo, porque tiene referencias más sensibles. El niño de Nivel
Inicial no está aún en condiciones de reconocer lo que es su país desde el punto de vista Geográfico y es
probable que piense que "Uruguay" es la ciudad donde vive, y/o, que "Montevideo" es su barrio o sector
residencial; los niños que viajan a otras ciudades o a países vecinos, en cambio, aprenden rápidamente a
diferenciar ciudad y país. Pero para el ingreso a Primer grado la mayoría de los alumnos ya tienen
integradas estas nociones.
El niño reconoce el espacio en la medida en que aprende a dominarlo. Baldwin y Stern distinguen
en los niños un "espacio primitivo" o "espacio bucal", un "espacio próximo o de agarre" y un "espacio
lejano", que el niño aprende a dominar y que paulatinamente va descubriendo , a medida que aprende a
moverse por sí solo.
En síntesis se puede decir que las nociones espaciales reflejan sensaciones corporales y estados
emocionales. Las elecciones al representar responden a una forma de sentir y de vincularse con los
elementos, las personas y con el propio cuerpo.
La evolución en el modo de ver el espacio es muy personal y responde a niveles de maduración
que no pueden ser forzados sino que parten de descubrimientos personales. Pero se los puede ayudar a
ampliar la conciencia en relación al espacio circundante con actividades y juegos que les resulten
afectivamente atractivos y los confronten con desafíos diversos.
Una vez que el niño ha aprendido a dominar las nociones del espacio dentro del aula y la escuela,
podrá ampliar su mirada hacia la comunidad.
Recordemos que cuanto más pequeños sean los niños con mayor frecuencia satisfarán su
necesidad de exploración por el tacto, por lo que es conveniente posibilitar actividades donde puedan
desplazarse, tocar, etc., para conocer el espacio propuesto.
La distribución de los distintos espacios se hace partiendo de condiciones previas que hay que
tener muy en cuenta, por ello la labor del docente exige realizar un análisis de las condiciones existentes,
de las posibilidades que ofrecen los espacios con que se cuenta y la búsqueda de los recursos más
adecuados.
Los espacios físicos deben ser higiénicos, confortables, amplios, bien diferenciados y de fácil
acceso. Cada espacio de trabajo debe ser acogedor, agradable, con buena iluminación, ventilado, seguro,
estable y ordenado; organizado en correspondencia con las necesidades, potencialidades e intereses de
los alumnos.
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Es importante señalar que el espacio físico debe ser mayor para los niños de los primeros grados
(primero y segundo); en tanto que, a medida que crecen, requieren menor espacio.
La acción docente:
Como comenzamos a enunciar hasta aquí podemos ver que el espacio y el tiempo pueden cobrar
relevancia como medios a nuestra disposición para cumplir los objetivos educativos, y por lo tanto
necesitamos saber administrarlos para obtener su máximo rendimiento.
Los centros educativos funcionan como una unidad con características propias. El tiempo y el
espacio son también parte de esa organización del centro. Vamos a ver algunas realidades en las que
tiene un papel importante algunas de las dos variables y cómo debemos adaptarlas para un mejor
resultado:
Duración de las actividades: Se debe atender a una racionalidad didáctica. La fragmentación de las
actividades en horas no tendría que ser el modo de regular el ritmo de las mismas. Si los alumnos están
inmersos en alguna tarea de aprendizaje, no se debería interrumpir porque habíamos programado
comenzar otra tarea en una hora específica. Hay que dejar que concluyan el proceso.
Distribución de los recursos didácticos y aprovechamiento
del
entorno:
Los recursos didácticos no deberían estar
concentrados en el aula. Las paredes no deben ser una limitación
a la enseñanza. Si sabemos que disponemos de unos medios que
pueden facilitar el aprendizaje, hay que hacer uso de ellos, aunque
no estén dentro de nuestra aula. Debemos planificar el trabajo con
esos recursos para poder ampliar lo que queremos enseñar.
Es igualmente importante la utilización del entorno como
un elemento más. Aprovechar lo que nos ofrece la ubicación del
centro, hacer de los alrededores partes accesibles y útiles para la
enseñanza, buscando mayor dinamismo y apertura a la realidad.
Tratamiento a la diversidad. Como sabemos hay alumnos que necesitan tratamientos y planteamientos
distintos del resto. Éstos en ocasiones necesitarán alguna modificación del horario y no podemos
supeditarlos a éste, habrá que adaptarlo a las necesidades del proceso en el que estemos trabajando.
Tanto la actividad Enseñanza-Aprendizaje como la organización de las personas no puede estar
sometida a espacios y horarios convencionales sino que debe regirse por criterios pedagógicos.
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En "Escuelas eficaces profesores eficientes" de Davis y Thomas (1992) se destacan algunas
características del espacio y el tiempo como la importancia de la participación del alumno para hacer más
efectivo el tiempo real de aprendizaje, el efecto negativo de la interrupción de tareas, la utilización de
recursos específicos, entendiéndolos como un elemento más de calidad y la necesidad de reflexión por
parte de los docentes sobre cómo, cuándo y dónde enseñar.
Marshall McLuhan ya predijo en su obra "El aula sin muros" que la educación no se limitaba a las
paredes de una escuela. La mayor parte de la enseñanza se encontraba fuera, por tanto, el libro ya no era
el único poseedor de la sabiduría. Esto nos debe hacer comprender que no podemos limitar la enseñanza
a lo que ocurre dentro del centro, hay que mirar hacia fuera, y buscar más allá de esas cuatro paredes
para adaptarnos a la realidad que nos rodea.
El espacio es a la vez continente y contenido de la educación, en su interior se llevan a cabo
las situaciones de enseñanza y aprendizaje y a la vez condiciona los contenidos y métodos que se
imparten. La forma de distribuirlo y aprovecharlo corresponde a una manera particular de entender la
educación.
Para
considerarse
requiere: intencionalidad,
didáctico-pedagógicos
escolar,
un
estructura,
y
sujetos
espacio
planteamientos
activos
que
lo
protagonicen.
El espacio escolar se rige según factores externos e
internos. Los primeros son los que engloban las características
técnicas ya existentes antes de ser un espacio escolar, como la
situación geográfica o la capacidad del edificio, por ejemplo, y
los internos se centran en el aprovechamiento del espacio para
el fin deseado. Es interesante que el alumnado participe de esa adecuación del espacio, que conforme
avanza el curso va tendiendo a la individualidad.
Se deben buscar estrategias para adecuar la superficie al uso que se le quiere dar, buscando las
distribuciones más óptimas que favorezcan la actividad a realizar, reorganizando el mobiliario y los
recursos e incluso cambiando su uso. Hay que tener en cuenta el concepto de espacio virtual, cada día
más presente en las aulas.
La disposición del mobiliario del aula debe favorecer el fácil acceso a los materiales,
dando autonomía al niño, un lugar adecuado para exposición de las actividades y otros donde el
alumno pueda expresarse y participar libremente, como carteleras o buzones. También se ha de tener en
cuenta el diseño del aula para favorecer un ambiente positivo y motivador.
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Los materiales curriculares son elementos fundamentales en el periodo de aprendizaje de los
alumnos y se consideran parte integrante del espacio escolar, por lo que se ha de atender también a su
selección y ubicación. Los materiales utilizados deben ser innovadores, motivadores, informadores,
estar bien estructurados didácticamente, polivalentes, plurales y variados, incluso no cerrarse
únicamente en materiales exclusivamente escolares.
Según la ubicación de estos materiales pueden definirse como materiales de aula o
como específicos y comunes al centro; y según el tipo de uso podrán ser individuales, (como los libros,
materiales curriculares y fungibles), o comunes, (también fungibles, de consulta y didácticos específicos
de un área).
En cuanto al tiempo cabe decir que es un recurso fundamental ya que construye las
interrelaciones en el proceso se enseñanza y aprendizaje. Es un error considerarlo como una limitación.
Es un valor costoso y escaso, pero su buena estructuración es clave en el proceso de aprendizaje. Para su
correcto aprovechamiento hay que atender a algunos principios como globalización, priorización,
distribución de las tareas y racionalización y coherencia.
Se consideran diversas unidades de tiempo, según el criterio de clasificación:
Según la finalidad educativa: enseñanza obligatoria, etapas educativas,...
Según objetivos a medio plazo: ciclos educativos, cursos y calendario escolar,...
Objetivos a corto plazo: trimestres, semanas, evaluaciones, unidades didácticas, créditos,...
Inmediatos: jornada escolar, sesión,...
El tiempo educativo de los alumnos es todo. Hoy hablamos de tiempo pedagógico y sabemos
que este incluye el tiempo que pasan en la escuela y el que no, ya que los procesos de aprendizaje no
paran nunca. Pero la jornada escolar debe atender a unos criterios a la hora de organizar los horarios que
consideraremos a continuación:

Deberá atender a criterios higienico-biológicos,
relacionados con los ritmos, el esfuerzo y la fatiga;

Atender
a
ritmos
pedagógicos,
variando
los
contenidos y las materias para evitar el agotamiento
y así no perder la atención del alumno

Atender a los ritmos socio-culturales, ya que el
lugar donde esté el centro condicionará el horario y
calendario de éste.
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Uno de los puntos que aparecen en este momento es el tema de la duración de la jornada. En este
quinquenio las políticas educativas definen como uno de sus objetivos crear más escuelas de tiempo
completo (que para el fin de este quinquenio haya el doble de escuelas de tiempo completo de las que
había en 2010 ya sea transformando escuelas comunes o construyendo nuevas) y se está generalizando
también la extensión de jornada. Estos se hace como una forma de asegurar la extensión del tiempo
pedagógico.
Ahora bien, independientemente de si se trata de jornada completa o de 4 horas, es importante
prestar mucha atención a la edad de los alumnos y sus características psicoevolutivas para realizar
la distribución de actividades. Hay que introducir necesariamente momentos de pausas, descanso y
esparcimiento, atendiendo a la curva de trabajo y el índice de fatiga de cada disciplina. Tiene un índice
de fatiga mayor materias como educación física, matemáticas y lengua, frente a las de menor índice que
son las que impliquen dibujo, trabajos manuales y música.
En el desarrollo de este tema hemos podido llegar a conocer de manera específica y detallada las
nociones de espacio, tiempo y reflexionar acerca del uso que de ellos y los demás recursos podemos
hacer los docentes día a día en nuestra labor educativa.
Es de destacar entonces que el docente debe contemplar el desarrollo de los niños y su capacidad
de integrar las nociones de espacio y tiempo guiándolos a través de actividades basadas en sus vivencias
hacia una ampliación de esos conceptos. El espacio del aula y la escuela serán, al inicio de la escolaridad
en Educación Primaria, claves para que el niño encuentre nuevos modos de representar estas nociones,
dado que por su frecuentación y familiaridad podrá integrarlos fácilmente.
En la actividad cotidiana, el docente será un facilitador de los aprendizajes de los alumnos, para lo
cual tendrá que integrar las experiencias más significativas para aprender, organizando la vida escolar
como un proceso de interacción y comunicación donde niños y niñas, con la ayuda del adulto y de otros
compañeros, van ganando progresiva autonomía e independencia, siendo cada vez más capaces de
relacionarse con los demás y afrontar los problemas y dificultades que en su vida se plantean.
En el contexto del aprendizaje, y tomando en cuenta que la etapa escolar es un momento en el que
los niños están desarrollando aspectos muy importantes de su personalidad, será imprescindible la
creación de un ambiente cálido, acogedor y seguro, en el que el niño se sienta querido y confiado para
poder afrontar los retos que le plantea el conocimiento progresivo de su medio y para adquirir los
instrumentos que le permitan acceder a él.
La interacción entre los niños constituye tanto un objetivo educativo como un recurso metodológico
de primer orden. Las controversias, interacciones y reajustes que se generan en el grupo facilitan el
progreso intelectual, afectivo y social.
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Una adecuada organización del ambiente, incluyendo espacios, recursos materiales y distribución
del tiempo, será fundamental para la consecución de las intenciones educativas.
El espacio escolar permitirá al niño situarse en él, sentirlo suyo, a partir de sus experiencias y
relaciones con personas y objetos. La distribución del espacio debe adecuarse a las variadas y cambiantes
necesidades de los niños, hacer posible el descanso de ser necesario, facilitar a los que se desplazan el
acceso y uso autónomo del espacio, y tener presentes las características de cada grupo de edad y sus
necesidades.
Se debe prever que los niños dispongan de lugares propios y de uso común para compartir, para
estar solos o para jugar y relacionarse con los demás, espacios para actividades que requieren una cierta
concentración y espacios amplios que faciliten el movimiento.
El docente deberá prever las distintas situaciones y decidir sobre los medios que las hagan
posibles, evitando organizaciones rígidas y excesivamente especializadas. Al respecto de esto nuestro
nuevo Programa de Educación Inicial y Primaria estimula (basándose en la teorización de Vigotsky) la
interacción en grupos para las actividades de clase. Para favorecer esto el espacio debe ser diseñado con
intencionalidad educativa y acompañando a nuestra planificación (por ejemplo se desaconseja la
distribución de sillas y mesas en filas).
Por otra parte el Centro debe ofrecer una gama variada y estimulante de objetos, juguetes y
materiales que proporcionen múltiples oportunidades de manipulación y nuevas adquisiciones. La
selección, preparación y disposición del material y su adecuación a los objetivos educativos son elementos
esenciales que competen al docente en su quehacer cotidiano.
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